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VELÁZQUEZ

C O L A B O R A C I O N E S DE:
Svetlana Alpers, Trinidad de Antonio, Avigdor Arikha,
Jeannine Batícle, Gonzalo M. Borras Gualís, Jonathan Brown,
Francisco Calvo Serraller, Fernando Checa,
José Manuel Cruz Valdovinos, David Davies, Julián Gallego,
Enriqueta Harris, Francis Haskell, Henry Kamen,
Carmelo Lisón Tolosana, Vicente Lleó Cañal, Fernando Marías,
Manuela B. Mena Marqués, Alfonso E. Pérez Sánchez,
Juan Miguel Serrera, Víctor I. Stoichita,
Enrique Valdivieso, Zahira Veliz

FUNDACIÓN A M I G O S DEL MUSEO DEL PRADO

Galaxia Gutenberg
Gonzalo M. Borras Gualis 85

sición formal,13 lo que no dejaba de carecer de sentido, desde el


punto de vista connotativo se revela como un contraste alegórico,
es decir, los tonos grises y negros de la razón frente a los tonos ro-
jos y amarillos del deleite carnal, una contraposición ideológica. El
sentido alegórico del color en la pintura española del Siglo de Oro «Las meninas»
se hace evidente una vez más.
Y este sentido alegórico del color nos lleva a sugerir que, de como obra maestra
la misma manera, la tensión dramática de la escena no es tan sólo
una tensión formal, ni siquiera una tensión humana -como ha ex- Jonalhan Brown
presado Charles de Tolnay-, sino una tensión alegórica entre el de- (con la colaboración de John H. Elliott y Carmen Garrido)
leite carnal acechante y la razón adormecida por éste. Diríamos que
en Velázquez, al igual que en Miguel Ángel, toda tensión formal es
siempre la expresión de una tensión alegórica.
Como conclusión a este epígrafe sobre el contexto intelectual Nadie discutiría la afirmación de que Las meninas (III, 12) es una obra
de la época, quiero añadir una reflexión final sobre el lenguaje pic- maestra, tal vez la mayor en toda la historia del arte español. Pero
tórico de Velázquez a la luz de su dominante dimensión política. cuando decimos que es una obra maestra, ¿qué es exactamente lo
Como en una coda final, ahora habría que retomar varios motivos que queremos decir? Antes que vagar por las esferas de la metafí-
desarrollados a lo largo de este texto, pero no es cuestión de reite- sica, yo propongo la siguiente definición de tan espinoso concepto:
rarlos. Ya se han glosado tanto el sistema compositivo de esta obra obra maestra es la obra que es inagotable y revela continuamente
como su estilo pictórico, ambos tan contrapuestos a los de Rubens; nuevos aspectos de sí misma. Esa capacidad de renovación es cru-
ahora, en clave alegórica, es necesario insistir en que estas contra- cial. Significa que la obra maestra, cuya creación está ligada a un
posiciones no constituyen tan sólo un problema formal, es decir, no tiempo y a un lugar concretos, aun así tiene el poder de trascender
son puramente denotativas, sino que existe un significado último su momento de creación, e incluso las intenciones de su creador,
detrás de todo ello. para decir algo importante y convincente a cada nueva generación.
A mi entender, la apuesta estética del Velázquez maduro se El corolario de esta definición es que las interpretaciones de las
ha ido paulatinamente configurando al servicio de la monarquía es- obras maestras están sujetas al cambio; si una obra es inagotable, la
pañola y de la corte de Felipe IV, por lo que adquiere una dimen- manera de entenderla será necesariamente mudable. El tiempo his-
sión política fuera de toda duda. Es un modo de representación que tórico y el espacio geográfico son sólo dos de los factores que mo-
tiene tan estrecha relación con el modo de ver y de entender el difican los modelos y las estrategias de la interpretación. Dicho con
mundo de la corte española, que se convierte en el equivalente pic- otras palabras, no hay interpretaciones verdaderamente definitivas.
tórico de aquella gravedad ceremonial y protocolaria que tanto Instintivamente sabemos que es así. Por ejemplo, si alguien
contraste causaba con el de la corte francesa. En definitiva, la pin- publicara un libro o un artículo titulado «La clave del Quijote», o
tura de Velázquez es el sistema imaginario de la corte española de «La solución definitiva de la Divina comedia», o «El secreto de Ham-
Felipe IV, y Velázquez, ante todo, su «pintor-decorador», tal como tet», nuestra reacción inmediata sería escéptica. Los teólogos están
se deduce de esta propuesta de lectura de Mercurio y Argos. acostumbrados desde hace mucho tiempo a manejar escritos exe-
géticos que ofrecen interpretaciones siempre variadas de los textos
13. Véase como ejemplo José López-Rey, Velázquez. A Catalogue Raisonné ofhis sagrados, y hasta interpretaciones de interpretaciones. Dentro de
Oeuvre, Londres, Faber and Faber, 1963, pp. 114-115. los estudios literarios se ha elaborado el método de la teoría de la
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recepción para comprender las múltiples maneras en que lectores toriografía de Las meninas desde la época de Velázquez hasta nues-
con diferentes «horizontes de expectativa» interpretan las obras de tros días: me refiero al libro de Caroline Kesser Las meninas von Ve-
los grandes escritores del pasado. lázquez. Bine Wirkungs- und Rezeptionsgeschichte, que debería ser tra-
La historia del arte ha tardado en reconocer que las fronteras ducido al español sin dilación.2 En esa obra admirable, la autora
de la interpretación fluctúan, pero al fin lo reconoce. Por citar un sintetiza la ingente bibliografía relativa al cuadro y analiza también
ejemplo destacado: la Cambridge University Press está publicando las respuestas de artistas a la obra maestra velazqueña. Teniendo a
una colección titulada Masterpieces of Western Painting ('Obras mano estos dos volúmenes es tarea fácil hacer un resumen de la re-
maestras de la pintura occidental'), y las palabras con que la anun- cepción crítica de Las meninas, si bien yo me he tomado la libertad
cia subrayan el carácter mudable de tales obras: de reestructurar el material. Voy a aislar tres corrientes de inter-
pretación: la realista, la histórico-empírica y la filosófica. Aunque se
Mostrando cómo y por qué esas pinturas poseen tal valor permanente, es- suceden por orden cronológico, las primeras fases se han seguido
tos volúmenes ofrecen nuevas vías para comprender el sentido que tuvie- practicando hasta el día de hoy.
ron para sus contemporáneos y su recepción posterior. El primer ejemplo del enfoque realista se puede señalar en los
escritos del famoso hispanista escocés William Stirling-Maxwell. En
Debo señalar que Las meninas está ausente de la lista de obras maes- su libro clásico Annals ofthe Artists ofSpain, publicado en 1848, Stir-
tras incluidas hasta ahora en la colección de Cambridge. Pero esa ling-Maxwell comparaba el realismo patente de Las meninas con
omisión no se debe al descuido ni a la indiferencia, antes al con- una fotografía.
trario: en 1995 se publicó una antología semejante de interpreta-
ciones, el libro que bajo el título Otras meninas compiló Fernando La perfección del arte que oculta el arte nunca fue más lograda que en
Marías. Junto a las razones obvias para reunir ese material, Marías este cuadro. Velázquez parece haberse adelantado al descubrimiento de
daba otra que llama la atención: Daguerre, y, tomando una habitación real y personas reales agrupadas por
el azar, haberlos fijado como por arte de magia sobre su lienzo hasta el fin
Me di entonces cuenta del desconocimiento que en España teníamos de de los tiempos.3
muchos de los textos más recientes e importantes sobre el lienzo velaz-
queño y de la necesidad de darlos a conocer en castellano, con la inten- El enfoque realista fue ampliamente divulgado por Cari Justi con su
ción de que pudieran servir de aldabonazo a una historiografía, como la famosa monografía Velázquez und sein Jahrhundert, uno de los mejo-
nuestra, frecuentemente adormecida, mecida por el positivismo de la eru- res estudios que hasta hoy se hayan dedicado a nuestro artista,4 y
dición y la desconfianza hacia lo especulativo, encunada en cierto narci- se vio reforzado por la creciente admiración que despertaba Veláz-
sismo nacionalista que supuestamente reverencia pero termina despre- quez en los pintores de la misma época, de los cuales es el caso más
ciando, si no desconociendo, los productos ajenos sobre nuestra cultura renombrado el de Édouard Manet. Como es lógico, a los artistas en
artística.1 activo no les atraía sólo el efecto de Las meninas, sino también los
medios técnicos empleados para lograrlo. Manet sólo dejó anotados
Conforme a esa intención de presentar estudios recientes al públi-
co español, Marías limita su selección de ensayos a lo publicado 2. Caroline Kesser, Las meninas von Velázquez. Eine Wirkungs- und Rezeptionsge-
desde 1966. Pero sólo un año antes de la publicación de Otras me- schichte, Berlín, Reiner, 1994.
ninas vio la luz en Alemania una tesis doctoral que analiza la his- 3. William Stirling-Maxwell, Annals ofthe Aríists of Spain, Londres, John Olli-
vier, 189P, n, p. 771.
1. Fernando Marías (comp.), Otras meninas, Madrid, Siruela, 1995, p. 25. 4. Cari Justi, Velázquez und sein Jahrhundert, Bonn, Cohén Sohn, 1888.
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algunos breves comentarios sobre Velázquez en cartas a sus amigos, y siendo decisivo para la etapa siguiente en la interpretación de Las
pero el pintor español Aureliano de Beruete se apartó de los pince- meninas.
les durante el tiempo suficiente para escribir un importante libro Como señala Caroline Kesser, el primer autor que reconoció
acerca del maestro, publicado en París en 1898, en el que elogia- la importancia de la biblioteca para la interpretación de Las meninas
ba la brillantez técnica de los efectos pictóricos del lienzo que nos fue el ruso Michail Alpatov en un artículo publicado en 1935.7 Sin
ocupa.5 embargo, hasta 1949 no se aplicaron todas las consecuencias del
La interpretación realista fue superada por lo que podríamos Velázquez lector al Velázquez pintor. En ese año Charles de Tolnay
llamar la revolución de 1925, año en el que el entonces subdirec- publicó en la Gazette des Beaux-Arts su artículo «Velázquez' Las hi-
tor del Museo del Prado, Francisco Javier Sánchez Cantón, publicó landeras and Las meninas (An Interpretation)».8 Dicho brevemente,
un artículo titulado «La librería de Velázquez».6 Ese artículo conte- Tolnay interpretaba Las meninas como un manifiesto sobre la pintu-
nía el inventario de los libros que el pintor poseía a su muerte, ra como arte liberal, influido por la lectura de los teóricos del arte
acaecida en agosto de 1660 (el inventario había sido hallado por el italianos de orientación neoplatónica.
filólogo Francisco Rodríguez Marín). Velázquez poseía ciento cin- De ese punto arranca un afluente de la corriente histórica, que
cuenta y seis títulos, número no crecido pero respetable para un ar- había de conducir a numerosas interpretaciones de Las meninas como
tista español de aquella época. El impacto de ese descubrimiento pieza central en el empeño de Velázquez en recabar títulos de noble-
fue enorme, porque abrió las puertas a un Velázquez pintor culto, za para sí y para su arte. Mi ensayo de 1978, publicado en español en
y no sólo practicante inspirado de su arte. 1980, tipifica la consideración del cuadro desde el ángulo de la bio-
Con la aparición de ese artículo comienza la fase histórico- grafía y la historia social, aunque no fue ni el primero ni el último en
empírica de la interpretación de Las meninas. Para enjuiciar los en- seguir esa línea.9 Ha venido a ser el punto de referencia para todo lo
foques empíricos hay que recordar que prácticamente no poseemos que sobre la obra se ha escrito después, probablemente porque pre-
documentación contemporánea del cuadro. La mención más anti- senta los datos históricos pertinentes, y eso resulta útil incluso para
gua es la entrada del inventario de 1666 del Alcázar, donde apare- los que no están de acuerdo con la argumentación.10 El material de
ce como «Su Alteza la Emperatriz con sus damas y un enano» y se base para ese enfoque es la abundante documentación que ilustra la
ubica en la «pieza del despacho de verano», un lugar retirado que carrera de Velázquez en la corte de Felipe IV, y que culmina en la in-
usaba el rey. La otra fuente importante de información, aunque no vestigación de sus orígenes supuestamente nobles previa a su difi-
coetánea de la obra, es la biografía de Velázquez escrita por Palo-
mino, que se publicó en 1724. Palomino no conoció a Velázquez, 7. Michail Alpatov, «.Las meninas de Velázquez», Revista de Occidente, abril de
pero sí a muchos que le habían conocido. Gracias a su descripción 1953, pp. 35-68 (traducción al español de un artículo publicado en ruso en
de Las meninas sabemos los nombres de todos los personajes menos 1935).
uno, así como del aposento donde la «acción» tiene lugar. 8. Charles de Tolnay, «Velázquez' Las hilanderas and Las meninas (An inter-
El inventario de la biblioteca constituye, claro está, una evi- Pretation)», Gazette des Beaux-Arts, 35 (1949), pp. 21-38.
dencia no directa sino circunstancial para la comprensión del cua- 9. Jonathan Brown, «On the meaning of Las meninas», en Images and Ideas in Se-
venteenth-Century Spanish Painting, Princeton University Press, 1978, pp. 87-110;
dro, pero fue tal su capacidad de sugestión que acabaría ejerciendo
ed. española: Madrid, 1980, pp. 115-142.
una influencia poderosa sobre los estudios velazqueños en general, 10- A algunas de mis ideas se anticiparon Arturo del Hoyo, «El conceptismo
de Velázquez (ante Las meninas}», ínsula, 15 de mayo de 1960, pp. 4 y 13, y
5. Aureliano de Beruete, Velázquez, París, Henri Laurens, 1898. George Kubler, «Three remarks on The Meninas», Art Bulletin, 48 (1966), pp.
6. Francisco J. Sánchez Cantón, «La librería de Velázquez», en Homenaje a don 212-214. De un modo u otro, todas las interpretaciones en esta línea son deu-
Ramón Menéndez Pidal, Madrid, 1925, III, pp. 379-406. doras de los estimulantes escritos de José Ortega y Gasset sobre Velázquez.
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cultosa admisión en la orden de Santiago. Igualmente importantes Foucault en la historiografía de Las meninas se enmarca en lo que
para esta línea de pensamiento son los tratados artísticos de la época, se conoce con el nombre de posestructuralismo. Con una escritura
en particular el Arte de la pintura escrito por Francisco Pacheco, maes- compleja y a ratos opaca, propone un acercamiento enteramente
tro y suegro de Velázquez, y los documentos del pleito entre los pin- nuevo al lienzo velazqueño. No le interesa la iconografía de la obra,
tores de Madrid y los agentes del Consejo de Hacienda sobre si la ni su significación con arreglo a los métodos históricos usuales;
compraventa de pinturas debía pagar impuestos. sólo dos veces menciona a Velázquez por su nombre, y por lo de-
Una última ramificación del enfoque histórico-empírico fue la más prescinde de datos históricos. Lo que hace Foucault es señalar
sugerida por el dato de que Velázquez poseía algunos de los libros Las meninas como ejemplo de una estructura de conocimiento que
de emblemas más populares en el siglo xvn, y en particular los de ya no es autorreferente, sino que invita al espectador a participar
Cesare Ripa y Andrea Alciato. Los emblemas son evidencia traicio- en un proceso interminable de «re-presentadón». En ese proceso
nera, en la medida en que parecen suministrar significado e inter- dinámico, toda pregunta sobre las intenciones del artista carece de
pretación seguros. Como ustedes saben, son jeroglíficos que utilizan importancia.
símbolos para expresar conceptos abstractos en una forma visual Los lectores de la antología de Fernando Marías apreciarán de
concisa. Normalmente se acompañan de textos explicativos que inmediato el impacto del ensayo de Foucault, que desató una polé-
descifran, si vale decirlo así, su simbolismo a veces oscuro. La co- mica entre filósofos, artistas e historiadores del arte por igual. Lo
nexión directa entre texto e imagen ofrece una promesa de solu- que no se le puede negar es el mérito de haber desmantelado las
ción definitiva de la iconografía de un cuadro, siempre que en el certidumbres de los enfoques convencionales, cosa que, en vista de
mismo se pueda identificar la imagen emblemática. Pero ahí está la frecuencia con la que de todos modos se contradecían, puede ha-
el problema: cuanto mejor sea el pintor, más probable será que trans- ber sido saludable.
forme el emblema hasta hacerlo irreconocible. Otro problema es En estos últimos años el furor foucaultiano se ha apagado, y
que los estudiosos tienden a tomar como emblemas lo que podría- sobre el panorama interpretativo de Las meninas ha descendido una
mos llamar motivos «inocentes» o incidentales, imputando así a extraña calma. De hecho, tres de las interpretaciones recientes más
objetos o personajes una significación que quizá no posean. Y, en interesantes muestran que las posibilidades del enfoque empírico
fin, decidir qué emblemas encierra una pintura no obviamente em- no están agotadas; me refiero a los fascinantes estudios de Juan Mi-
blemática resulta ser un ejercicio bastante subjetivo, como demues- guel Serrera (1994), Fernando Marías (1995) y Francisco Calvo Se-
tran las muchas interpretaciones emblemáticas contradictorias que rraller (1995), I2 que amplían mi ensayo de 1978.
se han hecho de la obra que estamos comentando. Pero, según he- Es en ese vasto contexto historiográfico de contingencias,
mos de ver, todas esas dificultades no han impedido que los em- contradicciones e incertidumbres donde nos encontramos con la
blemas siguieran desempeñando un papel en la búsqueda del es- más sensacional de las interpretaciones recientes. Me refiero, claro
quivo significado de Las meninas. está, a la muy comentada conferencia que el 3 de diciembre de
La modalidad de interpretación más reciente es la que he de-
nominado filosófica, que debe su origen al filósofo francés Michel
Foucault. En 1966 Foucault publicó un texto sobre Las meninas que 12. Juan Miguel Señera, «El palacio como taller y el taller como palacio. Una
reflexión más sobre Las meninas», en Madrid en el contexto de lo hispánico desde la
estaba destinado a ser sumamente influyente, como ensayo intro-
época de los descubrimientos, Madrid, Universidad Complutense, 1994, I, pp. 585-
ductorio de su famoso libro Les mots et les chases.11 La «intrusión» de 601, reimpreso en Fernando Marías (comp.), opus cit., pp. 231-246; Fernando
Marías, «El género de Las meninas: los servicios de la familia», ibidem, pp. 247-
11. Michel Foucault, Les mots et les chases, París, Gallimard, 1966; ed. españo- 278, y Francisco Calvo Serraller, Las meninas de Velázquez, Madrid, T.F. Edi-
la: Las palabras y las cosas, Madrid, Siglo XXI, 1968. tores, 1995.
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1996 pronunció en el Museo del Prado la doctora Manuela Mena empírica. De hecho, nada indica que haya llegado a sus oídos el «al-
Marqués, conservadora de pintura española del siglo xvni y de Goya dabonazo» que pedía Fernando Marías; su ambición es suministrar
en el mismo museo. (Por cierto que es una coincidencia asombro- una interpretación definitiva de Las meninas. De hecho, su fe en el
sa que, con pocos meses de diferencia, dos conservadores jefes del método empírico es más profunda que la de ningún otro autor de
Prado, ninguno de ellos especialista en pintura barroca española, cuantos han escrito acerca del cuadro. En apoyo de sus hipótesis, la
hicieran sendos descubrimientos aparentemente trascendentales a doctora Mena emplea tres clases de evidencia empírica: la evidencia
propósito de Las meninas.)** de la historia política, la evidencia de la historia del arte y la eviden-
Al analizar los argumentos de la doctora Mena, tomo nota de cia de los datos científicos obtenidos a través del examen técnico de
la advertencia añadida a su texto impreso de 1998, que anuncia su la pintura. Este planteamiento encierra una doble novedad. Es uno
intención de preparar más adelante un texto plenamente docu- de los primeros intentos de relacionar la génesis y el sentido de la
mentado: obra con las circunstancias políticas reinantes en el momento de su
creación, si bien la idea de la doctora Mena está prefigurada en un
La conferencia que aquí se publica corresponde exactamente, con ligeras artículo de José Manuel Barbeito que se publicó en 1995.l5 Aún más
correcciones de estilo, a la impartida el día 3 de diciembre de 1996. La importante es el extenso uso de datos científicos, que ofrecen la pro-
complejidad y novedad del tema expuesto exigiría una aportación docu- mesa de alcanzar un grado de certidumbre que está fuera del alcan-
mental que no tiene cabida en esta publicación, por lo que he preferido ce de las humanidades, una disciplina intrínsecamente subjetiva. Los
reservar el resto de la investigación, así como la documentación fotográfi- datos científicos son recogidos por instrumentos científicos; los datos
ca y de otro carácter y las correspondientes notas científicas para la publi- históricos, por seres humanos.
cación específica que preparo sobre Las meninas.14 Quizá sea lo mejor empezar resumiendo los principales argu-
mentos de la doctora Mena. En el meollo de su tesis está la con-
Teniendo presente esa salvedad, y con el espíritu de debate entre vicción de que hay dos versiones de Las meninas: una original, aho-
colegas que desde hace mucho tiempo caracteriza la discusión so- ra sobrepintada pero visible gracias a la ciencia, y una final, que es
bre Las meninas, ofrezco los comentarios que siguen, y que espero la que vemos ante nuestros ojos. La pista de la existencia de la ver-
que sean de utilidad para la doctora Mena en la preparación de su sión «perdida» se encuentra en «el blanco purísimo» del puño de
texto definitivo. la camisa de Mari-Barbola, que supera cualquier zona, y nos con-
Permítaseme empezar situando la interpretación de la doctora duce a un anillo que la enana Mari-Bárbola sostiene entre los de-
Mena dentro de la historiografía del cuadro que acabo de esbozar. dos de su mano izquierda. Ese anillo, y el perro que la enana tiene
No cabe duda de que habría que insertarla en la categoría histórico- a sus pies, simbolizan la Fidelidad y la Obediencia, según se prueba
por referencia a emblemas de la Iconología de Cesare Ripa.
13. Véase Rubén Amón, «Velázquez pintó dos Meninas», Revista de El Mundo, 19 Ligado al tema de la fidelidad está el de la obediencia confirma-
de octubre de 1997, pp. 8-12, donde se informa del supuesto descubrimiento do por los cuadros vagamente visibles de la pared del fondo, que se
hecho por Matías Díaz Padrón, conservador de pintura flamenca, de una se-
sabe que son copias de pinturas de Pedro Pablo Rubens y Jacob Jor-
gunda versión de Las meninas, y la refutación de Jonathan Brown, «Las meni-
nas de Kingston Lacy: ¿original o "del original" de Velázquez?», ABC, 18 de
daens, Minerva y Árame y Apolo y Pan, respectivamente. Desde el ar-
noviembre de 1997, p. 3. tículo de Tolnay se vienen interpretando como el triunfo del arte so-
14. Manuela Mena Marqués, «El encaje de la manga de la enana Mari-Bár- bre el oficio, aunque, como correctamente observa la doctora Mena,
bola en Las meninas de Veíázquez», en El Museo del Forado. Fragmentos y detalles,
Madrid, Fundación Amigos del Museo del Prado, 1998, pp. 135-161; texto ci- 15. José M. Barbeito, «Velázquez: La realidad trascendida». Academia, 80
tado, p. 161. (1995), pp. 447-457.
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no hay base textual para esa interpretación. Más bien, según la doc- quitectura del lado izquierdo del aposento, de donde se deduce que
tora Mena, representan el castigo que infligen los dioses a quienes les no estaba copiando un espacio real, sino inventándolo en su ima-
desobedecen. Estos cuadros comparten la pared con un espejo que ginación.
refleja al rey y a la reina; por lo tanto representan «la obligación de Pero la prueba más espectacular de la hipótesis procede del
los subditos [...] de ser fieles al rey y su heredera»: la heredera es la examen pormenorizado de la radiografía, que sirve de base a la
infanta Margarita. En resumen, «nos encontramos, por tanto, ante doctora Mena para construir una especie de alegoría narrativa de
una alegoría de la fidelidad y obediencia debida al monarca».16 la supuesta sucesión al trono español. En el guión de la doctora
Pero ¿por qué pintar ese tema alrededor de 1656? La respues- Mena, una figura juvenil, detectable bajo la del pintor, avanzaba
ta se encuentra en la crisis abierta en la sucesión al trono de España hacia la infanta. Se la identifica como un paje por su indumentaria,
por la falta de un heredero varón, que sabemos que fue un grave mo- que se nos describe como «jubón ceñido y pequeña capa ajustada,
tivo de preocupación para el rey durante los años medios de la déca- y cuello blanco de valona cariñana». En la mano derecha parece
da. Otro componente de la situación política era la necesidad de po- portar «un recipiente de metal [...] de una estructura agallonada
ner fin a la larga guerra con Francia. Tras muchas vacilaciones, Felipe muy característica», mientras que en la izquierda sostiene un «bas-
IV, según la lectura que hace la doctora Mena de las fuentes y los do- tón de mando» empleado en la ceremonia de juramento del prín-
cumentos, decidió casar a su hija mayor, María Teresa, con el rey cipe.18 Tras él, en la parte superior del lado izquierdo, se detectan
francés Luis XIV, y nombrar heredera a su hija menor, Margarita. «unos pequeños puntos de luz», que corresponden a «los pliegues
y dobleces de un gran cortinaje». Abajo a la izquierda, la doctora
En un momento determinado, sin embargo, Felipe IV debió finalmente de Mena ve «una mesa baja, en perspectiva de izquierda a derecha»,
indinarse por Margarita, aún muy niña [...] como heredera [...] Decidió cubierta por un tapete, y sobre ella «un jarrón de cristal, panzudo
así que María Teresa [...] ya de dieciocho años, casara, y lo podía hacer y de cuello más estrecho, con flores». La presencia de esos elemen-
muy pronto, con el rey francés [...] con lo que cerrarían además [...] las tos permite clasificar la pintura en un tipo frecuente de retrato de
cláusulas del tratado de paz. aparato que se encuentra en varios retratos reales de Velázquez y
de seguidores suyos, como Juan Carreño de Miranda.
De ese modo, Las meninas significaría «la presentación de la infan- Además, la doctora Mena observa que el soporte del cuadro
ta Margarita como heredera del trono de los Austrias».17 está formado por tres largas bandas de tela. De ellas, la de la iz-
La evidencia que abona esa conclusión consiste, en primer lu- quierda es más estrecha que las otras dos. La doctora Mena supone
gar, en varias observaciones de la historia del arte, respaldadas por que originalmente tenía el mismo tamaño que las otras, siendo re-
el testimonio aparentemente concluyente de los datos científicos. El ducida cuando Velázquez revisó la composición. Su mayor anchura
cuadro es demasiado grande para ser una obra de carácter privado: habría acogido más holgadamente todos esos elementos, y habría
«Las dimensiones [...] indican en el siglo xvn un destino de di- situado la imagen reflejada de los reyes en el centro de la composi-
mensión pública importante». Además, la estancia retratada en la ción, reforzando de ese modo el mensaje político.
versión original era sustancialmente distinta, lo que significa que Pasando al centro de la composición, la doctora Mena en-
Velázquez no pretendía mostrar la galería del Alcázar que Palomi- cuentra más cambios importantes. La menina de la izquierda soste-
no identiñcó como parte del «cuarto bajo del príncipe». Según se nía originalmente una bandeja de cristal en la que había algunos
aprecia en las radiografías, Velázquez ensayó varias ideas para la ar- objetos, acaso joyas o frutas o dulces, y una copa de cristal llena de
agua. Esas cosas se ofrecen a la infanta, que las rechaza «con la ele-
16. Mena Marqués, opits rít, pp. 144-145.
17. Ibidem, pp. 147-148. 18. Para su interpretación de los datos técnicos, ibidem, pp. 152-160.
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gante y altiva posición de su cabeza». ¿Por qué? Porque en el siglo


xvn el agua simbolizaba «el temperamento flemático, unido a la Los años de 1655 a 1657 estuvieron ensombrecidos, como dice Manuela
pereza y a la blandura de carácter», y por lo tanto no condecía con Mena, por agudas preocupaciones sobre la sucesión del ya entrado en
un futuro monarca. años Felipe IV. La presunta heredera del trono español era la infanta Ma-
En resumen, la doctora Mena interpreta la primera versión ría Teresa, nacida en 1638 de Felipe y de su primera esposa, Isabel de Bor-
como «un gran cuadro de aparato, cortesano, siguiendo la tradición bón. El segundo matrimonio del rey, casado en 1649 con su sobrina Ma-
típica del retrato real [...] más ancho en sus dimensiones que aho- riana de Austria, sólo había dado un vastago, la infanta Margarita, nacida
ra [...] con la niña rechazando el agua y [...] con un joven paje que en 1651. En agosto de 1654, y en vista de que seguía sin haber un here-
se acercaba también a la princesa para servirla, quizá con el bastón dero varón, se hablaba en la corte de una posible convocatoria de las Cor-
de mando en su mano izquierda [...] y con otro recipiente, de pla- tes donde sería jurada María Teresa como sucesora de Felipe. También se
ta probablemente, en la mano derecha. Y la fidelidad, y el rey que especulaba sobre posibles maridos para ella, con el duque de Saboya como
centraba la composición, y los cuadros alusivos a su poder y a la candidato más probable.'9 En octubre del mismo año se habló también,
autoridad regia que le permitía castigar el desacato, y la infanta, como señala la doctora Mena, de convocar las Cortes para el juramento de
como heredera de España». las dos infantas, «una en defecto de la otra».20
Todo estaba listo, pues, para la manifestación pública de este La negociación de los enlaces matrimoniales de la realeza española fue
anuncio visual del plan de sucesión de la dinastía cuando, el 20 de siempre asunto laborioso, motivo de grandes discusiones y esfuerzos diplo-
noviembre de 1657, nació Felipe Próspero, es decir, el heredero va- máticos. La elección de cónyuge podía ser crítica tanto para el futuro de la di-
rón, y con ello el cuadro quedó sin razón de ser. ¿Qué iba a hacer nastía como para las relaciones internacionales de España, en una época en
Velázquez con su obra maestra? Reducir las dimensiones de la ban- la que las bodas reales se consideraban la mejor manera de robustecer alian-
da izquierda e introducir en las otras dos las extensas revisiones que zas y sellar tratados entre los estados soberanos. Y era tanto más crítica cuan-
hemos resumido, adaptando el cuadro al ñn privado de declarar sus do, como en este caso, era a la presunta heredera a quien había que casar,
convicciones sobre la nobleza de su arte. Esto lo hizo después de to- pues no cabía pensar en una unión que la obligase a vivir fuera de España.
mar el hábito de Santiago en noviembre de 1659. En esa coyuntu- En julio de 1654 Felipe decidió que el candidato más adecuado a la mano de
ra fue cuando sustituyó con su ñgura la del joven de la capa, se pin- su hija era Leopoldo Ignacio, hijo del emperador Fernando III. Ese enlace se-
tó la cruz de Santiago sobre el pecho, etcétera. El golpe más audaz ría acorde con la política matrimonial tradicional de la casa de Habsburgo, ba-
fue mostrarse trabajando, no en Las meninas, pues ya existían, sino sada en el entrelazo constante de las ramas española y austríaca con miras a
en las modificaciones de la composición original. La pequeña pale- sostener los intereses de la familia y la alianza entre Madrid y Vlena.21
ta sostiene los pocos colores que necesita para remodelar la tela. Dado que tanto María Teresa como Leopoldo eran presuntos here-
Los argumentos empíricos, y sobre todo los que se apoyan en deros de grandes patrimonios, ese proyecto matrimonial encerraba serias
datos científicos, tienen al menos una ventaja sobre los argumentos complicaciones, y quedó pospuesto cuando en abril de 1655 se vio que
filosóficos, y es la de poder ser confirmados reexaminando la evi- Mariana estaba encinta. A comienzos de ese mes se había convocado a las
dencia. A fin de someter los argumentos de la doctora Mena al es-
crutinio que merecen, he solicitado la ayuda de dos especialistas
para valorar sus interpretaciones de la evidencia histórica y cientí- 19. Avisos de don Jerónimo de Barrionuevo, 2 vols., Biblioteca de Autores
Españoles, CCXXI-CCXXII, I, p. 43.
fica. Comencemos con el historiador sir John Elliott, cuyo porme- 20. Ibidem, p. 67.
norizado texto sobre la relación de las infantas con los dilemas po- 21. John Elliott manifiesta estar en deuda con su discípulo Alistair Malcolm
líticos de mediados de la década de 1650 cito a continuación: por esta información y por su gran ayuda en lo relativo a la política matrimo-
nial de la monarquía en la década de 1650.
Jonalhan Brown «Las meninas» como obra maestra 99

Cortes de Castilla, pero cualquier posible plan del juramento de la infan- cia para su educación, y el hermano menor de Luis, el duque de Anjou,
ta María Teresa, juntamente con las negociaciones para el enlace austría- se casaría con María Teresa y se instalaría en España.25
co, quedó archivado en espera del resultado del embarazo de la reina. Sin La doctora Mena opina que «la decisión [por parte de Felipe] del
embargo, lo que nació en diciembre no fue un niño sino una niña, la in- matrimonio de María Teresa con Luis XIV debió de surgir en un momen-
fanta María Ambrosia, que vivió sólo dos semanas. Para empeorar las co- to muy concreto: a fines del verano de 1656, a la llegada de los legados
sas, la reina estuvo a punto de morir al dar a luz. franceses a Madrid, o poco después». Pero no conocemos datos que ava-
A comienzos de 1656, pues, la sucesión volvía a estar sobre el ta- len esa suposición, ni es probable que salgan a la luz, si es que existen. Las
pete, y con ella la doble cuestión del casamiento de María Teresa y su ju- propuestas de Lionne fueron examinadas fuera del Consejo de Estado por
ramento como heredera de la corona española. Según los Avisos de Ba- un pequeño gabinete presidido por don Luis de Haro, y, a falta de docu-
rrionuevo, a 1 de enero de 1656: «El Consejo de Estado y Cortes hacen mentos oficiales, dependemos casi enteramente de lo que Barrionuevo
instancia con Su Majestad que jure la infanta y que este verano vaya nos transmite de las habladurías de la corte. Pero sí se conserva un docu-
a Zaragoza [para la jura ante las Cortes de Aragón]. No lo recibe bien por mento que proyecta alguna luz sobre lo que pensaba el rey de las opcio-
no disgustar a su mujer, respondiendo que mañana tendrá un varón, nes que se le ofrecían: es una larga carta que Felipe escribe el 22 de di-
como si le tuviese en la faltriquera».22 En cuanto al matrimonio de la ciembre de 1656 al marqués de la Fuente, enviado de España ante la corte
infanta, Viena no era la única interesada. Desde finales de los años cua- imperial.26
renta se había hablado esporádicamente de un enlace del joven Luis XIV Luego de explicar que «la acertada colocación» de la infanta María
con María Teresa como manera de poner fin a la guerra entre Francia y Teresa es «el mayor negocio que hoy se ofrece, no sólo en este gobierno
España. La reina madre francesa, Ana de Austria, tenía especial ilusión sino en todo el orbe cristiano», Felipe comunica al marqués que, aunque
en ver unidos a su hijo y su sobrina, y el cardenal Mazarino planteó el todavía tiene esperanzas de un heredero, ha llegado el momento en que
asunto ante un representante de la corte española en julio de 1655, re- es esencial «disponer la sucesión por medio del casamiento de la infanta,
cibiendo por toda respuesta que en las presentes circunstancias no cabía que es el único reparo que al presente se ofrece». A continuación enu-
ni pensarlo.23 mera posibles maridos para María Teresa: su sobrino austríaco Leopoldo
Un año después, en julio de 1656, el diplomático francés Hugues de Ignacio; otros dos archiduques de Austria, Leopoldo Guillermo (hermano
Lionne llegó a Madrid con la misión de presentar propuestas para un del emperador) y Segismundo; Luis XIV y su hermano el duque de Anjou,
acuerdo de paz entre Francia y España, y una vez más dejó caer la suge- y el duque de Saboya. Tras considerar los méritos de cada uno, concluye
rencia de un enlace matrimonial entre los dos países. Don Luis de Haro le diciendo que ha decidido casar a su hija con Leopoldo Ignacio, «antepo-
hizo saber que las leyes de sucesión españolas, que permitían legar el tro- niendo el amor de mi familia y de mi propia sangre, y la conservación de
no a una hija faltando hijos varones, descartaban la unión de María Tere- ella, a todas las conveniencias que pudieran traerme los demás casamien-
sa con Luis XIV.24 En septiembre, sin embargo, la corte hervía en rumores tos». Y añade que ese matrimonio dentro de la casa de Austria haría para
de un posible enlace doble entre las casas reinantes francesa y española, su esposa «menos sensible el ver jurar a mi hija por princesa heredera de
aunque no en la forma que deseaban los franceses: Luis XIV tomaría por estos reynos, punto inescusable, y que se ha dilatado más que lo que en
esposa a la menor de las infantas, Margarita, la cual sería enviada a Fran- ellos se acostumbra, por no contristar a la reina, mostrando que descon-
fiamos de tener hijos varones».

22. Avisos..., opus cit.. I, p. 233.


23. British Library, add. ms. 14.000, fols. 213-215, «Copia de lo que pasó a 25. Avisos..., opus cit.. I, p. 311.
Pedro del Baus en la conferencia que tuvo con el cardenal Mazarino». 26. Archivo General de Simancas, Estado, legajo 2.953. Su Magestad al Marqués
24. J. Valfry, La diplomaíie franqaise au xvne siéde. Hugues de Lionne. Ses ambas- de la Fuente, 22 de diciembre de 1656. John EUiott da las gracias al señor Mal-
sades en Espagne et en Allemagne, París, 1881, pp. 57-59. colm por haberle proporcionado una copia de esta carta.
100 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra

Esta carta revela sin lugar a dudas que tras la misión de Lionne el rey servaba Barrionuevo a los pocos días del natalicio, fue que «ya con el
seguía pensando que las ventajas de un enlace Habsburgo pesaban más príncipe que tenemos no será tan apetecida ni codiciada de todos, como
que las de una unión con los Borbones, aunque no se le ocultaba que acep- lo ha sido hasta ahora».27 En los mentideros de la corte aún se especula-
tar las propuestas francesas allanaría el camino hacia el tratado de paz que ba sobre un enlace con Leopoldo Ignacio, pero ahora que María Teresa
España necesitaba con tanta urgencia. Sus alusiones al juramento mues- había dejado de ser la presunta heredera ya no se arriesgaba tanto ca-
tran también que, al menos según esta carta, no tenía ninguna intención sándola con Luis XIV, y quedaba expedito el camino para negociar su ca-
de sustituir a María Teresa como presunta heredera por la infanta Margari- samiento con el rey de Francia como parte de un acuerdo que se haría
ta. La hija cuyo juramento es «inexcusable» es María Teresa. Felipe, por efectivo dos años más tarde en la Paz de los Pirineos.
otra parte, veía las propuestas matrimoniales francesas como una manera Aunque en una carta privada del 29 de noviembre de 1659 Felipe
de presionar al emperador para que éste prestase su pronto consentimien- afirmase que «siempre fue mi intención sacrificar tal prenda, por conse-
to a una unión que planteaba muchos problemas en la corte austríaca. El guir un servicio tan grande de Nuestro Señor»,28 la evidencia que sumi-
hecho de que Leopoldo Ignacio fuese el candidato obvio a la elección im- nistra su carta al marqués de la Fuente es que no siempre, ni mucho me-
perial que seguiría a la muerte de su padre creaba numerosas dificultades nos, se había sentido inclinado a otorgar el matrimonio de María Teresa
para cualquier plan de casarle con la futura ocupante del trono de España. con Luis XIV. Al contrario, sus preferencias personales le inclinaban al en-
La solución que Felipe esboza en esta carta es que Leopoldo viaje de in- lace austríaco, aunque aceptaba la posibilidad de verse forzado antes o
cógnito a España para casarse aquí con la infanta. Al cabo de un par de después a un acuerdo matrimonial con Francia. Pero hasta ahora no se ha
años, durante los cuales era de esperar que Felipe tuviera un nieto o un aducido ninguna prueba documental clara de que el rey proyectara en
hijo varón, Leopoldo podría, si fuera necesario, regresar a Alemania. ningún momento lo que habría sido un cambio revolucionario en el or-
Lo cierto es que María Teresa había venido a ser un peón del juego den de sucesión al trono de España para facilitar un enlace francoespañol.
diplomático en el que Felipe estaba enfrentando, en su provecho, Viena con Sí llegó a insinuar, sin embargo, en su carta al marqués de la Fuente, que
París, un aliado demasiado voluble contra un enemigo demasiado intran- la «extrema necesidad» pudiera obligarle a acceder a semejante matrimo-
sigente. La unidad de las dos ramas de la casa de Austria era fundamental nio. En tal caso, escribía, se podrían incluir cláusulas en el contrato ma-
para la política española; por otra parte, Felipe no podía desatender la ne- trimonial que asegurasen que, si él fallecía sin heredero varón y María Te-
cesidad apremiante de España de hacer la paz con Francia. Por eso escri- resa le sucedía en sus reinos, un concierto general de príncipes europeos
bía al marqués de la Fuente que, según argumentaban algunos de sus con- garantizase que no habría unión de las coronas de Francia y España. Es de
sejeros, «estando la monarquía acometida de tantos y tan fuertes suponer que todo esto se le transmitía al marqués de la Fuente con miras
enemigos [...] dándonos Dios hijos varones, no hay duda que este matri- a presionar al emperador para que éste aceptase la boda con Leopoldo Ig-
monio sería convenientísimo». Aquí lo determinante es ese «dándonos nacio. Pero, una vez más, la propuesta parece dar por sentado que la úni-
Dios hijos varones». El rey seguía estando muy conñado de que había de ca heredera legítima del trono español seguía siendo María Teresa y no la
nacerle un hijo, y hasta daba a entender que el hecho de que Dios se lo infanta Margarita.
retrasara era providencial para que los franceses se resolvieran a hacer Así pues, la evidencia documental de que disponemos hasta ahora
mayores concesiones a Madrid con tal de asegurarse un matrimonio que excluye la interpretación que hace la doctora Mena de Las meninas como
deseaban con tanto afán. expresión de las intenciones políticas de Felipe IV respecto a la sucesión
Como tantas otras veces, Felipe pretendía ganar tiempo, y en esta
ocasión los hechos justificarían su fe en que la Providencia respondiera 27. Avisos..., opus cit., II, p. 122.
benigna a sus plegarias. En la primavera de 1657 Mariana volvió a que- 28. Joaquín Pérez Villanueva, Felipe IV y Luisa Manrique de Lara, condesa de Pa-
dar embarazada. Felipe Próspero, el tan esperado hijo y heredero, nació redes de Nava. Un epistolario inédito, Salamanca, 1986, p. 334. La fecha de la car-
el 28 de noviembre. El resultado para la infanta María Teresa, como ob- ta es 29 y no 22 de noviembre, como indica la doctora Mena.
02 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra 103

en el^rono. A esto hay que añadir que, por lo que sabemos de la política mano y un objeto-circular en la otra. A los pies tiene un perro, que
dinástica de la casa de Austria, su explicación no parece verosímil en tér- es el único elemento que aparece sin posibilidad de error en Las me-
minos históricos. Si se pretende que una pintura sea considerada como ninas. Desafortunadamente, el texto explicativo no aclara nada las
documento histórico clave, será necesario que la interpretación supere la cosas. Fedeltá, dice, es una «donna vestita di bianco» (no de azul),
prueba de la evidencia documental, o, faltando ésta, de la verosimilitud que en su mano derecha {no izquierda) porta «un anello, overo sigi-
histórica. La interpretación de la doctora Mena no ha superado aún ni una Uo (sello)». En el renglón siguiente, Ripa decide descartar el símbolo
ni otra de esas rigurosas pruebas. del anillo en favor del sello, por razones que el texto explícita: «Si fa
il siguió in mano per segno di Fedeltá, perché con esso si serrano e
Aquí dejamos el análisis histórico de sir John Elliott para pasar a los nascondando li secreti». La posibilidad del anillo es considerada por
argumentos histórico-artísticos de la doctora Mena. Su punto de Ripa y luego desechada en favor del sello, motivo más apropiado.
partida es la figura de Mari-Bárbola, que nos introduce en el cuadro Cualquier pintor letrado que usara a Ripa como guía emplearía, su-
porque ha sido pintada con «más iuz y más materia». Está además giero yo, un sello y no un anillo para expresar la idea de fidelidad.
«pintada con una técnica mucho más elaborada que el resto de los El problema se complica aún más porque el texto de Ripa
personajes». Ésta es una observación subjetiva que no comparto. pasó por varias ediciones. La primera ilustrada se publicó en Roma
¿Es Mari-Bárbola más luminosa que la infanta? ¿Es realmente la eje- en 1603, y antes de que Velázquez pintara Las meninas la siguieron
cución de su figura «más elaborada» que la de ninguna otra de pri- otras seis italianas.30 Tanto el texto como las ilustraciones se fueron
mer término? Contemplando la ejecución de las figuras principales, ampliando, y a veces modificando, con cada nueva edición. Veamos
no veo ninguna distinción significativa; todas están pintadas con la de qué manera podría esto afectar a la aplicación del emblema de
manera suelta y abierta que es característica del último Velázquez. Fedeltá a Las meninas.
Pasemos al anillo que sostiene. Yo creo que también él de- En la primera edición ilustrada (1603), Fedeltá parece soste-
pende de una lectura subjetiva del cuadro. La definición de los de- ner un anillo descomunal en la mano izquierda. Pero en la edición
talles en Velázquez es sumaria, quizá demasiado sumaria para plas- paduana de 1611 el anillo se ha transformado en un gran círculo
mar con claridad y definición un objeto tan pequeño e insustancial coronado por tres nodulos y unido a un mango. Estas diferencias
como un anillo. Pero, lo que es más: un elemento tan decisivo, ¿no no son triviales, porque no sabemos qué edición tenía Velázquez en
tendría que estar representado con indiscutible relieve, si fuera el su biblioteca: el inventario sólo da el título y el autor.
que ha de abrir la puerta a la iconografía del cuadro? Si digo todo esto es para poner de manifiesto que la prueba
Además de la cuestionable visibilidad del anillo, está el proble- que la doctora Mena presenta como sólida e incontrovertible es, en
ma de la relación de ese motivo con la Iconología de Ripa, que su- realidad, muy endeble. El atributo preferido para Fedeltá no es un
puestamente explica su significación sin lugar a dudas. Antes men- anillo, sino un sello; además, no tenemos manera de saber qué edi-
cioné el problema de utilizar los emblemas para interpretar grandes ción de Ripa poseyó Velázquez.
cuadros de grandes maestros, y aquí vemos esos problemas a lo vivo. Consideremos ahora la estancia donde se sitúa Las meninas.
El texto explicativo de Ripa dista mucho de ser inequívoco.29 Miran- Ciertamente tiene razón la doctora Mena al insistir en que no sir-
do el emblema según aparece en la edición de 1603, la primera con vió de obrador para el pintor del rey hasta pasados varios años de
ilustraciones, vemos a la Fidelidad sosteniendo una llave en una
30. Para una breve descripción de las ediciones italianas véase Masón Tung,
29. Cesare Ripa, iconología overo descrittione di diverse imagini cávate da.ll'antichita, T^vo Concordances to Ripa's Iconología, Nueva York, 1993, pp. 4-12. La edición ro-
e di propria invenzione, Roma, 1603; edición facsimilar a cargo de Erna Man- mana de 1593 no lleva ilustraciones. Una edición francesa se publicó en París
dowsky, Hildesheim y Nueva York, p. 152. en 1644.
Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra 105

la muerte de Velázquez. Ahora bien, todo especialista reciente que Llegamos, por último, a evaluar la interpretación que hace la
haya estudiado la arquitectura de la estancia y la haya comparado doctora Mena de los datos técnicos, la evidencia más deslumbrante
con planos contemporáneos del Alcázar está de acuerdo en que es que ofrece en apoyo de su interpretación. A riesgo de caer en la ob-
la galería del cuarto bajo del príncipe, como dijo Palomino.31 Es viedad, conviene recordar que los datos científicos no son menos
más, Steven Orso ha demostrado meticulosamente que los cuadros equívocos que los datos históricos. Para el historiador, los datos es-
que aparecen en la pared de la derecha coinciden en número, for- tán en documentos; para el científico, en mediciones y observacio-
ma y tamaño con la instalación que se registra en el inventario de nes. Pero unos y otros requieren interpretación; los hechos no ha-
1686.32 Ese hecho, unido a la lectura equivocada que hace la doc- blan por sí mismos, y por eso surgen constantemente controversias
tora Mena de la radiografía, vicia su argumentación sobre el carác- científicas. Dada la dificultad de interpretar la evidencia técnica en
ter imaginario de la estancia. Podemos creer que el aspecto que hoy lo que se refiere a las obras tardías de Velázquez, he invitado a una
muestra es el que siempre tuvo, y que representa un lugar concre- autoridad reconocida en el tema, la doctora Carmen Garrido, a eva-
to: la galería del cuarto del príncipe. luar las interpretaciones dadas por la doctora Mena a ese complejo
Más decisiva es la interpretación del cuadro como una alego- material. Los argumentos de la doctora Garrido se exponen por ex-
ría de la sucesión dinástica concebida para su exhibición pública. tenso en el apéndice técnico que ha escrito para acompañar este
En primer lugar, las alegorías emplean un lenguaje simbólico para texto. Aquí yo quiero mencionar brevemente algunas de las obje-
comunicar su mensaje. Si el aparato simbólico que la doctora Mena ciones menos complicadas a la interpretación de los datos técnicos
detecta se revela inexistente, como yo creo, el cuadro no se puede que ofrece Manuela Mena, para dar una muestra del tipo de erro-
clasificar como una alegoría. Una obra de tema hasta cierto punto res que se han cometido.
comparable, La educación de María de Medias pintada por Rubens, es Lo primero se refiere a la suposición de que la figura de Mari-
una alegoría barroca, repleta de personificaciones y símbolos; Las Bárbola, como «entrada» en el significado, esté ejecutada de modo
meninas no entran en esa categoría.33 que atraiga la atención del espectador. En particular, el puño de la
Lo más importante es si alguien, en alguna parte de la Europa manga derecha de la enana se ve como un punto de luz brillante,
del siglo xvn, empleó una pintura, ya fuera al óleo o al fresco, como que es el detalle más llamativo de la composición. En respuesta, la
vehículo para comunicar una grave decisión de Estado; pues Las me- doctora Garrido ofrece estas observaciones:
ninas, según ha demostrado John Elliott, serían el único testimonio
de ia supuesta decisión de Felipe IV de nombrar heredera a Marga- Radiográficamente, este punto concreto de la obra tiene menos contraste
rita (aunque, como también ha mostrado sir John, tal decisión no se que otros muchos del cuadro. Superficialmente, bajo mi punto de vista, el
adoptó jamás). Las alegorías barrocas celebraban las proezas de las puño de la camisa está pintado de forma similar a otras zonas de finas te-
dinastías y las glorias y virtudes de los soberanos; nunca se emplea- las blancas y con una transparencia parecida a la de los vestidos de las me-
ron para anunciar cambios importantes en la política de gobierno. ninas, o a la de los de doña Marcela de Ulloa: ligera capa de blanco de base
para dar la idea del tipo de tela, con toques superficiales y concretos para
realzar los paños y las luces. Sé que el tema es muy subjetivo, pero pien-
31. Véase, por ejemplo, el estudio definitivo de José M. Barbeito, El Alcázar de so que en este cuadro se concentra más claridad e intensidad lumínica en
Madrid, Madrid, Colegio Oficial de Arquitectos, 1992, pp. 165-166.
la manga derecha de Agustina Sarmiento que en la batista del puño de
32. Steven N. Orso, Philip ¡V and the Decoration ofthe Alcázar of Madrid, Prince-
ton University Press, 1986, pp. 165-173. Mari-Bárbola. El blanco de plomo (albayalde), sin apenas mezclas o im-
33. Para una introducción concisa a los conceptos y usos de la alegoría en la purezas [...] lo utiliza Velázquez no sólo en este puño, sino en numerosí-
pintura del siglo xvn, véase Willem F. Lash, s.v. «Allegory», en The Dictionary simas zonas de la obra, vestidos, camisas, puños, etcétera.
ofArt, Londres, Macmillan, 1996, I, pp. 658-660.
106 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra 107

Pasando ahora al elemento crucial del anillo que Mari-Bárbola fíál precisar ciertos detalles de ambos. Radiográficamente, la cabeza y los
sostiene entre los dedos, la doctora Garrido tiene esto que decir: hombros del personaje subyacente se observan con mayor definición,
mientras que de la figura de Velázquez se delimitan mejor la mano, el bra-
En cuanto a la presencia de un anillo entre los dedos índice y pulgar de la zo con la camisa y la paleta. Existen unas impresiones de pinceladas cla-
mano izquierda de Mari-Bárbola, no hemos podido detectarla, ni directa- ras en el documento, a la altura de la cintura de Velázquez, que pudieran
mente -el sutil destello o brillo «apenas sugerido» creemos que es una haber inducido al error de ser interpretadas como la boca del «recipiente
apreciación muy subjetiva- ni en la radiografía, en donde sólo se obser- de metal [...] de estructura agallonada» que se nos refiere. Estos trazos lu-
van estos dos dedos por el aumento del blanco de plomo en la mezcla del mínicos son el reflejo de la manera de pintar el cinturón de su traje. La
color, quedando el resto de la mano en penumbra. Lo que sí hemos ob- parte baja del posible recipiente coincide con la paleta de Velázquez, que
servado es una corrección en la posición del dedo pulgar, trazado inicial- sí pienso fue dispuesta en distintas posiciones durante el proceso de eje-
mente más abierto. Si hubiese un anillo, lo normal sería que éste estuvie- cución de la obra.
se trabajado con los toques finísimos que emplea Velázquez para hacer las
joyas y ciertos adornos de los trajes, por ejemplo los del vestido de la pro- En cuanto al bastón de mando, la doctora Garrido señala que «es
pia enana, y estos delicados y puntuales toques suelen tener fuerte con- también muy difícil de precisar, ya que la fuerte densidad del fon-
traste por estar cargados de materia de alta densidad (blanco de plomo, do hace que la posibilidad de la presencia de éste se pierda y que
amarillo de plomo y estaño, etc.) [...] Podríamos pensar que Velázquez, al cualquier interpretación se vuelva subjetiva».
cambiar posteriormente el tema del cuadro, según la teoría del artículo, Las cortinas que la doctora Mena detecta a la izquierda son
hubiese borrado o raspado el anillo, pero este hecho tendría su confirma- otro resultado de confundir la aplicación del fondo con motivos pic-
ción en la radiografía y tampoco hemos observado nada al respecto. tóricos identificables. Se ve lo mismo en radiografías de Las lanzas
(II, 3) y de los retratos ecuestres de los reyes (II, 4-5) situados en
En cuanto a la reducción de la banda izquierda del lienzo, es, en el paisajes donde sería imposible poner cortinas. «Estas manchas -ob-
mejor de los casos, dudosa. serva la doctora Garrido- son el reflejo de la forma de aplicar la
preparación por Velázquez, a espátula, a brocha y de forma desigual
De las tres bandas que se cosen para montar el lienzo, la izquierda está y al arrastre de granos gruesos de pigmentos de alta densidad in-
cortada y doblada sobre el bastidor en el mismo proceso de restauración. troducidos en las mezclas de las diferentes capas de color.»
Aunque no podemos saber cuánto se perdió en el borde en ese momen- Por seguir otro caso claro de error grave, podemos aludir a la
to, la visión actual de las ondas que se forman en la tela por la fijación del bandeja supuestamente ofrecida a la infanta con una copa de cris-
lienzo al bastidor nos hace pensar que fue poco, pero no se puede deter- tal. La doctora Garrido opina de distinta manera.
minar cuánto. Tampoco se puede saber si fue Velázquez o no el que la re-
dujo en principio. No entiendo en qué se basa la autora para afirmar que la bandeja en la
que se le ofrece el pequeño búcaro era de cristal y que unas gruesas pin-
Encontramos objeciones comparables a otros aspectos de la inter- celadas posteriores son las que producen los reflejos metálicos. En una ra-
pretación de la radiografía que hace la doctora Mena. Por ejemplo, diografía -y son muchos los puntos de este artículo en los que se señalan
la figura pintada en un principio bajo la de Velázquez se interpreta materiales y colores por la visión radiográfica- no son posibles de deter-
con una seguridad que la evidencia desmiente. minar ni las tonalidades ni los materiales.

La confusión visual que produce en el documento la superposición de la Punto por punto, la doctora Garrido desmiente o arroja serias du-
figura de Velázquez sobre esa otra primeramente pintada hace que sea di- das sobre la lectura que hace la doctora Mena de la evidencia téc-
108 Jonathan Brown «Las meninas» coma obra maestra 10

nica, según verán ustedes en su apéndice cuidadosamente argu- va de su significado; y al final lo único que han comprobado es que la
mentado. En efecto, la doctora Mena ha cometido el error de mu- pintura ha sabido sortear cada una de las trampas intelectuales que se le
chos eruditos que estudian los datos técnicos de un solo cuadro sin tendían con todo cuidado. A la vista de las circunstancias y mientras no
tener en cuenta la producción total del pintor. La doctora Garrido aparezca documentación concluyeme, debemos admitir que ninguna in-
describe así este problema: terpretación individual podrá jamás dar respuesta a cada uno de los as-
pectos implicados. Como acontece a toda gran obra de arte, el tiempo no
Cuando se examina de forma aislada una radiografía de un cuadro, se desgasta Las meninas, sino que la enriquece, permaneciendo siempre llena
tiende a valorar solamente los cambios de composición que llaman la de vitalidad.
atención y atraen la curiosidad del profano [...] Si se investiga la obra de
un pintor en su conjunto y si, además, esa obra está bien documentada, Dicho eso, hay que añadir que sí parece haber cierto terreno co-
la información que se alcanza resulta aún más sólida, al poder contrastar- mún en que apoyarse. Como es obvio, Las meninas es un asombro-
se las conclusiones obtenidas del análisis de todas ellas, y deducirse las ca- so tour de forcé del arte de pintar. Asimismo, todos los autores re-
racterísticas generales de la técnica del pintor investigado con mayor ob- cientes están de acuerdo en que Las meninas es un enigma en busca
jetividad y rigor, hecho que nos conducirá a una mejor interpretación de solución: nadie cree que sea simplemente un instante de la vida
particular de cada una de las pinturas examinadas. en palacio apresado por un pintor de retina fotográfica. Y, con la
posible excepción de la doctora Mena, también se acepta que Las
Sobre la base de esta evaluación de la evidencia histórica, histórico- meninas es una obra impregnada de ideas profundas sobre el arte de
artística y técnica, y haciéndome eco de las palabras de la doctora la pintura como vehículo para comprender el papel del artista en
Garrido, me veo obligado a concluir que la hipótesis de la doc- el drama sin final de cómo la pintura representa y reconstruye el
tora Mena «peca por una falta de rigor científico». Nos ha ofrecido mundo visible. Por consiguiente, yo creo que a los retos que Las me-
una interpretación verdaderamente novelesca de Las meninas: lla- ninas plantea hay que responder con todo el rigor intelectual y toda
mativa, sorprendente, fascinante. Pero, como todas las novelas, es la humildad posibles frente a una obra de arte que continuamente
una obra de ficción. Expresado en otros términos, se puede decir nos obliga a examinar el más fundamental de todos los problemas
que la subjetividad ha triunfado sobre la objetividad, y eso siempre artísticos: la relación de la pintura con la realidad. Una obra así ja-
es fatal para una argumentación basada en datos empíricos. Por lo más envejecerá; una obra así es una obra maestra.
tanto, yo creo que la interpretación de la doctora Mena es inválida
y no debería desempeñar mayor papel en la discusión del cuadro.
Me veo obligado a decir también que mi ensayo de 1978, al pare-
cer, sigue ofreciendo la explicación más útil del cuadro dentro del
enfoque histórico-empírico, aunque reconozco que ha sido y será
modificada por nuevas evidencias y puntos de vista.
Aunque sus argumentos sean inaceptables, la tesis de la doc-
tora Mena ciertamente demuestra una vez más el poder de Las me-
ninas para espolear la imaginación de sus admiradores. Como yo es-
cribía en 1978:

Críticos, eruditos, poetas, autores teatrales y filósofos, todos han intenta-


do llegar a su esencia, buscando una explicación verdaderamente definiti-
110 Jonathan Brown
«Las meninas» como obra maestra 11

Y sólo queremos hablar aquí de obras que consideramos


APÉNDICE TÉCNICO maestras, sin entrar a evaluar otro tipo de copias puramente repe-
titivas de las grandes composiciones creadas por un artista genial y
Observaciones sobre la interpretación que se reproducen, en algunos casos, con profusión.
de la documentación técnica Por ejemplo, recursos técnicos como los de las transparencias
de los colores, la ligereza del trazo y las formas de ejecución rápi-
Carmen Garrido da, no tienen la misma respuesta radiográfica entre los grandes
maestros. Sólo tenemos que comparar estas prácticas entre pintores
La interpretación de la documentación técnica de una obra de arte como Tiziano, Rubens y Velázquez para darnos cuenta de que, si
requiere, en sí misma, largas horas de trabajo de investigación y bien ópticamente podemos ver un hilo conductor entre ellos y la
muchos años de experiencia, para poder deducir de ella los datos influencia que Tiziano ejerce en los otros dos artistas, nada tiene
que nos ayuden a comprender todo aquello que tiene relación con que ver la visión de estos mismos recursos técnicos en un examen
el proceso creativo del artista y con la historia material del objeto radiográfico comparativo, completamente diferente como conse-
estudiado. cuencia de la manera práctica en que cada uno de ellos los resol-
La evaluación global de los diferentes exámenes técnicos que vían. Como ya hemos apuntado, esta investigación debe hacerse de
se realizan sobre una obra es fundamental, ya que la interpretación forma global, con todos los recursos que la ciencia pone a nuestro
aislada de cada uno de ellos -una radiografía, un infrarrojo, un alcance. Sólo así reduciremos el riesgo de errores y los resultados
análisis, etc.- puede conducir a conclusiones erróneas. Sólo inves- que se obtengan serán más y de mayor interés.
tigando de esta forma se puede reducir el riesgo. Cuando se examina de forma aislada una radiografía de un
En el tema concreto de las pinturas, la interpretación de sus cuadro, se tiende a valorar solamente los cambios de composición
exámenes radiográficos suele ser compleja y muy diferente en cada que llaman la atención y atraen la curiosidad del profano. Con ser,
en ocasiones, estos cambios muy interesantes por los datos históri-
caso, dependiendo de la escuela, el pintor, la obra, etcétera. No
cos o anecdóticos que de ellos se desprenden, son tan sólo algunas
pueden explicarse de la misma manera los datos que nos revele un
de las informaciones que de estos documentos pueden deducirse,
documento de una pintura del siglo xv, por ejemplo, que los de
ya que el examen minucioso de los mismos conduce al conoci-
otra del siglo xvn, y nada tiene que ver una radiografía de un cua-
miento en profundidad del objeto estudiado.
dro de Roger van der Weyden con otra de una obra de Pedro Pablo
Si se investiga la obra de un pintor en su conjunto y si, ade-
Rubens; ni tiene el mismo significado la visión radiográfica de una
más, esa obra está bien documentada, la información que se alcan-
pintura de este último pintor con la de otra de Diego Velázquez.
za resulta aún más sólida al poder contrastarse las conclusiones ob-
Cada una de ellas necesita un examen en profundidad específico,
tenidas del análisis de todas ellas, y deducirse las características
previo a la deducción de ios datos técnicos que nos pueda aportar
generales de la técnica del pintor investigado con mayor objetividad
sobre la forma de ejecutar la pintura por el artista, ya que la mis-
y rigor, hecho que nos conducirá a una mejor interpretación parti-
ma representación pictórica hecha por manos distintas tiene un re-
cular de cada una de las pinturas examinadas.
sultado radiográfico diferente. Todo depende de la técnica de traba-
A través del estudio técnico de la obra de Velázquez35 puede
jo de cada pintor. Un ejemplo claro de este hecho se puede observar
seguirse la técnica de este pintor en cada una de sus etapas artísti-
en las copias que Rubens hizo de cuadros de Tiziano.34
cas, así como los cambios y la evolución de su obra a través de los
34. Véase Rubens copista de Tiziano, catálogo de exposición, Madrid, Museo del
35. Véase Garrido, Velázquez. Técnica y evolución, Madrid, Museo del Prado, 1992.
Prado, 1987.
112 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra

años. Todos ellos influyeron decisivamente en los resultados de las Entrando en la parte técnica de la teoría expuesta por la doc-
radiografías que se realizaron para ese estudio, ya que éstas son sólo tora Manuela Mena, llama mi atención, en primer lugar, su valora-
el resultado de lo que el artista ha pintado y de cómo lo ha pintado. ción inicial del cuadro, que le sirve de hilo conductor en su des-
Alrededor de 1630, en torno a la realización de La fragua de arrollo, acerca de la intensidad del «blanco purísimo del puño de
Vulcano (I, 11), los fondos de los cuadros de Velázquez aparecen en la camisa de Mari-Bárbola»,37 que «supera incluso la blancura de la
los documentos con una fuerte radiopacidad y llenos de manchas puerta luminosa sobre la que se recorta la figura de José Nieto».38
de tonalidad clara, debido al cambio en los materiales de las prepa- Radiográficamente, este punto concreto de la obra tiene menos
raciones que introduce el pintor. De las tierras de Sevilla y Madrid contraste que otros muchos del cuadro. Superficialmente, bajo mi
(marrón y roja respectivamente), fácilmente traspasadas por los ra- punto de vista, el puño de la camisa está pintado de forma similar
yos X, el pintor cambia al blanco de plomo o albayalde, más o me- a otras zonas de finas telas blancas y con una transparencia pareci-
nos mezclado, dependiendo de sus momentos artísticos, pigmento da a la de los vestidos de las meninas, o a la de los de doña Mar-
de alto contraste en los documentos, que es extendido con brocha cela de Ulloa: ligera capa de blanco de base para dar la idea del tipo
gruesa y grandes espátulas dejando huellas diferentes en los fondos, de tela, con toques superficiales y concretos en superficie para real-
según el ritmo que imprimiera a su trabajo. zar los paños y las luces.
Centrándonos en el tema de la imagen radiográfica de Las me- Sé que el tema es muy subjetivo, pero pienso que en este
ninas (III, 12), en el fondo se observan esas manchas repartidas de cuadro se concentra más claridad e intensidad lumínica en la man-
forma desigual, como sucede en otras obras coetáneas del maestro, ga derecha de Agustina Sarmiento que en la batista del puño de
ya que la materia constituyente de la preparación presenta una fal- Mari-Bárbola. El blanco de plomo (albayalde), sin apenas mezclas
ta de homogeneidad en su aplicación. Además, hay que añadir, en o impurezas -es muy difícil que se encuentre en estado puro-, lo
la visión del conjunto, los gruesos granos de blanco de plomo, in- utiliza Velázquez no sólo en este puño, sino en numerosísimas zo-
troducidos en la pasta de los diferentes estratos, que son arrastra- nas de la obra, como vestidos, camisas, puños, etcétera. Los toques
dos con los pinceles por la superficie del cuadro, creando cierta bo- rápidos, fuertes y decididos, «muy cargados del bello pigmento del
rrosidad en el documento. Nada en Velázquez es arbitrario, todo blanco de albayalde»,39 consiguen igualmente la vibración del co-
tiene una razón de ser, y sus recursos técnicos, en cualquier mo- lor y de los diferentes materiales con los que están realizados los
mento de su creación, pueden encontrarse en otros cuadros de la ropajes y adornos, en numerosísimas zonas de la pintura, tales
misma época en la que se ejecuta una obra determinada. En algu- como en los vestidos de las meninas, en el de la infanta Margari-
nas de las manchas del fondo de Las meninas, tan confuso como el ta, en la camisa blanca de Velázquez, en los adornos de los cabe-
de tantas otras obras del pintor, algunos autores como Kubler han llos, etcétera.
querido ver la presencia de más personajes -hasta cinco, tres mu- No pienso tampoco que en esta batista del puño de Mari-Bár-
jeres y dos hombres más- de los que aparecen en la escena,56 aun- bola sea en donde mejor se observe «la portentosa capacidad del ar-
que bajo nuestro punto de vista, expresado en varios momentos de tista de captar la realidad sin utilizar apenas materia pictórica».40
nuestra publicación de 1991, estas manchas y discontinuidades son Observemos, por ejemplo, cualquier detalle ornamental de los ves-
muy peligrosas si dejamos vagar la mente, ya que se ven en ellas fi- tidos de los personajes, el pelo de la infanta o los adornos de los ca-
guras erráticas como las que podemos formar contemplando las nu-
bes o los desconchones de una pared. 37. Mena, opus cit., «El encaje...», p. 138.
38. Ibidem, p. 139.
36. George Kubler, «Three Remarks on The Meninas», Art Buüetin, 48 (1966), 39. Ibidem.
p. 213. 40. Ibidem.
14 Jonathan Brown
1/1

bellos de la infanta y de las meninas. No se puede con menos pin-


tar más y mejor.
Se supone también que «Velázquez quiso, indudablemente,
llamar la atención del espectador sobre esta zona, usando de un re-
curso pictórico habitual: más luz y más materia».41 Esta frase se
contradice con la expuesta en el párrafo anterior. Podemos decir
que en la manga de Mari-Bárbola existe luz externa en el puño de
la camisa antes reseñado, debido a la acentuación de las luces, pero
no interna. En la radiografía, la zona en particular no destaca por
este hecho, por lo que no puede haber más materia, como se dice I
en el artículo, ya que el blanco de plomo, el pan de la pintura se- 1'
jf.
gún decía Pacheco, ha sido aplicado aquí, primeramente, de forma
ligera y superficial, puesto que el tratamiento de la batista así lo re-
quiere, según corresponde al de una tela fina como es ésta en la s
*•'• "

técnica velazqueña, dejando poca huella en el documento.


No es comparable técnicamente, como se hace en el texto, la
visión de esta manga de la enana con la del Papa Inocencio X (III, 16)
cuadro radiografiado en el gabinete técnico del Museo del Prado en
1996, ya que las técnicas de ejecución de ambas pinturas y sus de-
talles son bien diferentes. Si, como dice la autora, en el retrato del
papa, para reflejar el temblor de la mano, aplicó el pintor en la
manga derecha del alba «una pequeña pincelada blanca, cargada,
allí también, de materia, más que las otras y aplicada al final del
todo, pues muy débilmente aparece en la reciente radiografía»,42 su
teoría entra en manifiesta contradicción, ya que si una pincelada
está cargada de materia, en este caso de blanco de plomo, tendría
un fuerte contraste en su respuesta radiográfica. El hecho de que
este trazo significativo esté aplicado al final de la ejecución de la
pintura no incidiría en la visión, porque, si está «cargado» de ma-
teria de alta radiopacidad, tiene que tener una fuerte densidad,
como puede observarse en toda radiografía de un cuadro y más en
la del que nos referimos, ya que el trabajo de pincel con el blanco
de plomo/albayalde en esa pintura es el más elaborado, según las
investigaciones por nosotros realizadas, de toda la obra de Veláz-
quez. Siendo muy sugerente toda la teoría que se desprende de la

41. Ibidem.
42. Ibidem.
La Adoración de los Reyes Magos (Madrid, Museo del Prado)
«Las meninas» como obra maestra 115
1116

interpretación de esta simple pincelada, hay que ser cautos en el


examen de los documentos.
Desde nuestro punto de vista, las cuatro figuras femeninas si-
tuadas en primer término tienen un tratamiento similar en la ela-
boración de sus cabezas y, al menos las miradas de dos de ellas, las
de la infanta Margarita y doña Isabel de Velasco, además de la del
rostro de Velázquez, son similares a la de la enana. Un trabajo de
base en el que se evalúan ya las luces y las sombras y un trabajo
de superficie con el que se da forma definitiva al modelado y a los
detalles fisonómicos, consiguiendo la expresión.
Los vestidos, cada uno elaborado en su tela y denotando su
categoría, también resultan semejantes. El de Mari-Bárbola está
pintado con la misma precisión y cuidado que los de las dos me-
ninas y que el de la infanta -el de Isabel de Velasco pierde preci-
sión en su parte inferior por estar más en sombra-, diferenciándo-
se en su tratamiento de los de los personajes situados en otros
planos de la escena, menos trabajados cuanto más lejana es su ubi-
cación, y del de Nicolás Pertusato, que resulta más desdibujado,
aunque algunos detalles finísimos, que destacan luces y decoracio-
nes del traje de este último, sean de factura semejante a los del
vestido de Mari-Bárbola. La luminosidad del vestido de la enana es
también similar a la del atuendo de las otras figuras principales, ya
que es el plomo -el lapislázuli no tiene una densidad radiográfica
elevada- el que la produce y como ya hemos indicado es el ele-
mento básico con el que se mezclan los pigmentos para conseguir
las diferentes tonalidades. El empleo del lapislázuli en ciertos to-
ques superficiales de este personaje viene determinado, según
pienso, por la necesidad de un color intenso que realce la tonali-
dad de su vestido, de un verde profundo muy típico del pintor, y
no por resaltar la importancia de la enana. Velázquez utilizó este
pigmento en sus cuadros cuando tuvo que dar fuerza a sus azules.
Así lo vemos aparecer, por ejemplo, en sus paisajes (en Las lanzas
[n, 3], en los paisajes de los retratos de la familia real a caballo,
etc.) y en otros vestidos y ropajes (paños que cubren al dios Mar-
te, en parte tapados por la superposición de otros paños de tona-
lidad roja).
En cuanto a la presencia de un anillo entre los dedos índice
Y pulgar de la mano izquierda de Mari-Bárbola, no hemos podido
La Coronación de la Virgen (Madrid, Museo del Prado)
116 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra 117

detectarla, ni directamente -el sutil destello o brillo «apenas su- En la radiografía, el análisis de la arquitectura de la estancia,
gerido»43 creemos que es una apreciación muy subjetiva- ni en sobre todo el de la parte superior del cuadro, resulta aún más com-
la radiografía, en donde sólo se observan estos dos dedos por el plejo, ya que en la visión inciden, además de los distintos elemen-
aumento del blanco de plomo en la mezcla del color, quedando tos de la composición, las líneas de las uniones de las placas radio-
el resto de la mano en penumbra. Lo que sí hemos observado es gráficas, con sus pequeñas desigualdades, que pueden inducir a
una corrección en la posición del dedo pulgar, que estaba trazado confusiones en la interpretación. La suma ligereza de las capas de
inicialmente más abierto. Si hubiese un anillo, lo normal es que color aplicadas por Velázquez en toda esa zona se suma a lo antes
éste estuviese trabajado con los toques finísimos que empleaba Ve- dicho, por lo que sólo la visión de las placas originales puede paliar
lázquez para hacer las joyas y ciertos adornos de los trajes, por este problema, que ha hecho ver a algunos investigadores cambios
ejemplo los del vestido de la propia enana, y estos delicados y muy .importantes -como en el artículo que comentamos-, difícil-
puntuales toques suelen tener fuerte contraste por estar cargados mente comprobables por la técnica pictórica utilizada.
de materia de alta densidad (blanco de plomo, amarillo de plomo La máxima iluminación del fondo, radiográficamente, está en
y estaño, etc.). Por una parte se indica en el artículo que la figura la zona en la que se sitúa la puerta en donde se encuentra José Nie-
de Mari-Bárbola es la más trabajada y por otra que el anillo está to. Existe una gran mancha clara inicial subyacente, que incluso
apenas sugerido. Pero, insisto, esos pequeñísimos toques que dise- abarca parte de la zona en la que se sitúa la cabeza de la infanta y
ñan las joyas y los detalles decorativos tienen en Velázquez una la figura de Isabel de Velasco, y un refuerzo superficial luminoso,
respuesta radiográfica bien visible, sobre todo porque el oro suele aplicado posteriormente recortando la figura, en el interior de la
siempre pintarlo, a partir de su etapa madrileña, con amarillo de puerta alrededor de la parte superior del personaje. Si nos fijamos
plomo y estaño, pigmentos de alta radiopacidad. Podríamos pensar en la parte inferior del mismo, debajo de su brazo, no se constata
que Velázquez, al cambiar posteriormente el tema del cuadro, se- este aumento de luz, ya que el tratamiento es mucho más ligero y
gún la teoría del artículo, hubiese borrado o raspado el anillo, pero técnicamente distinto.
este hecho tendría su constatación en la radiografía y tampoco he- Hacia la izquierda del cuadro, siguiendo la línea horizontal de
mos observado nada al respecto. Por otro lado, existen otras ma- esta puerta, y detrás de la figura actual de Velázquez, existe visible-
nos de personajes en cuadros de Velázquez pintados con la misma mente otro marco arquitectónico similar al anterior, en el que la
posición, con los dedos entreabiertos. Por ejemplo, la mano iz- autora del texto aquí comentado ve en la radiografía «una puerta o
quierda del retrato de Felipe IV. gran ventanal que en origen producía un foco luminoso de gran
En relación con la visión del espejo del fondo, no podemos potencia, como si fuera una ventana o puerta hacia el exterior,
evaluarla como si de un detalle de primer término se tratara. Tan- pues presenta la misma intensidad de luz que la de la parte dere-
to el rey como las tenues líneas que sugieren la presencia de la rei- cha».44 La impresión que me produce esta iluminación es bien dis-
na están elaborados de forma somera y rápida, como es habitual en tinta y en nada comparable con la reflejada interna y externamente
la obra del pintor para este tipo de detalles. No pienso, como se in- por la puerta abierta. En primer lugar, la mayor luminosidad en el
dica, que el rey esté planteado desde la estructura interna de la pin- documento se señala en lo que ahora es la moldura superior de ese
tura, ya que tendría entonces otra imagen radiográfica, sino que elemento arquitectónico, y esa moldura está señalada, en parte, en
ambos están realizados con una técnica abocetada en superficie, eso la radiografía por la superposición de la frente de Velázquez que
sí, algo más empastada con pigmentos densos, dentro de su ligere- produce una fuerte luminosidad. Únicamente sobre la moldura
za, el encaje de la cabeza del rey sobre el fondo que la de la reina. existe una línea de mayor iluminación y contraste que se transluce

43. Ibidem, p. 141. Ibidem, p. 150.


.atno obra maestra 119
118 Jonathan Brown «Las meninas» V>

directamente, incluso en la visión directa de la obra, bajo las tenues 1a eran ausente en ,la obra, , . mas
sino ' ubien,- por sus rasg,íOS 1'
fisonómi-
, -A ' j
eos masculinos y su vestido, se trataría de un menino "* • a otro joven
pinceladas del fondo, lo mismo que la gran mancha blanca, de ori-
gen indeterminado, que aparece bajo el marco colocado en el muro integrado en la escena en torno a la infanta Margarit^-
entre la cabeza de Velázquez y el bastidor del cuadro que él está sión visual que produce en el documento la superposi^1
pintando. Es muy difícil determinar a qué son debidas estas impre- gura de Velázquez sobre esa otra primeramente pinta^3
siones, ya que, como otras manchas que aparecen en el fondo, pue- sea difícil precisar ciertos detalles de ambos. RadiográP0 m
, , , , . . , ^servan con
den estar producidas por la manera de aplicar la preparación o ser cabeza y los hombros del personaje subyacente se ov
inicios de algo que no llegó finalmente a tomar forma. mayor definición, mientras que de la figura de Veláz4u .
, 11 i « i — ictci* -Cxisccn,
Las medidas del cuadro de Las meninas fueron ligeramente ma- mitán mejor la mano, el brazo con la camisa y la p^
nipuladas durante un proceso de restauración antiguo en el que el unas impresiones de pinceladas claras en el documenté'
de la cultura de , Velázquez,
,rT j-
que pudieran L i- inducir
haber • j .jn al error de
lienzo se reenteló. De hecho, en los bordes superior, inferior y late-
ral derecho (mirando la pintura desde el punto de vista del espec- ser interpretadas como la boca del «recipiente de met^ v .
„ . ., .. ^miníeos son
tador) se pueden ver las señales de los clavos con los que se tructura agallonada»45 que se nos refiere. Estos trazos W
fijaba la tela al bastidor original, de lo que se deduce que el desdo- el reflejo de la manera de pintar el cinturón de su tf^J. '
blamiento de los bordes hizo aumentar ligeramente las dimensiones baja del posible recipiente coincide con la paleta de Ve*a " ' q
totales. Incluso, en el lateral derecho, se puede ver por el anverso de si, pienso fue
* dispuesta
j- j- •
en distintas ••
posiciones j
durante ^f \or de
la obra el orillo de la tela. Por este detalle del orillo conocemos la an- ejecución de la obra, lo mismo que sucede con el pin¿e '

La mano izquierda• j dej lai figura
*• • • • i se contunde
inicial t , „ con la fuer-
chura de las bandas que conforman el soporte empleado en el cua-
., , , , , , - j », i> Cormas q u e
dro, pues las medidas de la banda derecha se corresponden igual- te densidad de la manga de la camisa de Velázquez y, Y
, , ,, , * determinar
mente con las de la banda central del conjunto. De las tres bandas he observado el documento en esa zona, solo alcanzo *• .
- , j , j- i c\a o no
que se cosieron para montar el lienzo, la de la izquierda fue cortada unas tenues señales de lo que pudiera ser la mano, y f . ,
y doblada sobre el bastidor en el mismo proceso de restauración. un objeto («el bastón de mando característico de los P46
Aunque no podemos saber cuánto se perdió en el borde en ese o en Asturias [...] o el estoque de la ceremonia de la jura'''
. ,., ,.,, ., , . i fuerte densi-
otro momento, la visión actual de las ondas que se forman en la tela sugiere) es también muy difial de precisar, ya que la >
por la fijación del lienzo al bastidor nos hace pensar que fue poco, dad del fondo hace que la posibilidad de la presenci3
pero no se puede determinar la medida. Tampoco se puede saber si pierda y que cualquier interpretación se vuelva subjeti '
fue Velázquez o no el que la redujo en principio. En el artículo de la En ese mismo lateral se describe la posible existe**
, . . , , , , , las manchas
doctora Mena se presupone la reducción del tamaño en este lateral, des cortinajes. La interpretación de los puntos claros y . .
al decidir Velázquez cambiar y eliminar una serie de elementos que de luz visibles en los fondos radiográficos, que describí^
. <\s obras,
se imagina pintados en esa banda izquierda, desplazándose por tan- apio como cortinas, llevaría a la misma interpretación &*
to el punto central del cuadro que inicialmente sería la figura del rey. como por ejemplo en las del Salón de Reinos (Las lanza*' , , .
La única certeza que tenemos al examinar la radiografía en a caballo), en las de la Torre de la Parada, etcétera, y ¿0?^, anar*
,^_»- , i /> desarrollan
esa zona lateral izquierda es la presencia de otra figura bajo la ac- cortinas en dichos cuadros, sobre todo en los que ^ ,
tual de Velázquez, de semblante más joven, vuelta hacia el grupo sobre fondos de paisajes? Esas manchas son el reflejo de
principal con su mirada en dos tercios hacia el espectador. Se le han Velázquez de aplicar la preparación a espátula, a broch^ *
dado diferentes significados, como ya se recogen en la teoría aquí
debatida. No creo yo tampoco que esta figura subyacente sea la de un 45. Ibidem, p. 152.
Velázquez rejuvenecido, ni tampoco la de la infanta María Teresa, ^ Ibidem, p. 153.
«Las meninas» como obra maestra 121

ra desigual, y al arrastre de granos gruesos de pigmentos de alta den- americanos que ya hemos comentado. En nuestra publicación de
sidad introducidos ~en las mezclas de las diferentes capas de color. 1991,51 se puede ver con claridad un análisis elemental realizado
Tampoco estamos de acuerdo en la existencia de una mesa con fluorescencia de rayos X en la zona del lienzo del cuadro sobre
con «un jarrón de cristal, panzudo y de cuello más estrecho, con el que pinta Velázquez, a la altura de la intersección del primer tra-
flores»47 (todas estas variantes, la posible cortina y la mesa, entre vesano horizontal, justo en la zona en donde se situaría la mesa. La
otros, llevan a la autora a pensar que la obra tuvo más desarrollo presencia de mercurio es nula, elemento fundamental del berme-
en este lateral). Las manchas que según ella se corresponderían con llón que ella describe, colaborando este análisis a despejar la duda
las flores pueden ser observadas en otras zonas limítrofes, por ejem- razonable de nuestros colegas norteamericanos.
plo, bajo la figura de Velázquez, situándose todas estas manchas La existencia de una mesa, unas cortinas, etcétera implicaría
claras en la zona en donde se marca el bastidor original del cuadro, la presencia de una capa de color individualizada, sobre la que se
bien delimitado radiográficamente, ya que la materia de la prepa- superpondría la tonalidad que hoy observamos al haber sido intro-
ración, rica en blanco de plomo, se acumuló en los travesanos ho- ducido el cambio. Tampoco este hecho ha podido ser constatado
rizontales que el bastidor tenía en origen, al pasar la espátula por por nosotros.
los bordes de los mismos. La existencia de flores y la posible mesa Por otra parte, la ubicación dentro de la escena de la parte
se desvanecen con la contemplación del documento original. alta de una mesa, con el jarrón y las flores, se situaría, ateniéndo-
Para apoyar lo antes escrito, alude la autora a los análisis rea- nos a la descripción de los mismos que se hace en el artículo, hori-
lizados por Gridley McKim-Smith y Richard Newman y publicados zontalmente a la misma altura de la cabeza de la infanta. En todas
en 1988. Estos análisis se sitúan, según puede observarse en la pu- las obras en las que aparecen mesas con un sentido compositivo si-
blicación48 y en los documentos que tenemos de referencia, en el milar, suelen éstas estar encajadas en el espacio por debajo de la fi-
borde inferior del lienzo sobre el que pinta Velázquez en el cuadro. gura, que incluso apoya, a veces, la mano sobre ella, como, por
En uno de los análisis, se afirma contundentemente en el artículo, ejemplo, en el retrato de La infanta Margarita. En el retrato al que
los investigadores norteamericanos encontraron «bermellón, es de- se hace referencia en el texto de Juan Carreño de Miranda con la
cir, rojo»,49 lo que le lleva a aventurar a la doctora Mena la pre- representación de la marquesa de Santa Cruz, de colección particu-
sencia de un terciopelo rojo, mientras que ellos sólo publican la lar de Madrid,52 podemos ver este mismo hecho: la mesa se sitúa a
existencia de ese material como una hipótesis no comprobada y la altura de la cintura de la figura y no a la de la cabeza. No enca-
con un interrogante, y, además, nunca señalan el elemento como jaría tampoco, desde el punto de vista de la composición y la pers-
constitutivo de una capa de color dentro de una estructura, sino pectiva, la presencia de la hipotética mesa en una colocación tan
como un pigmento más dentro de una mezcla de color, si es que alta, y estos errores tan señalados no son propios de Velázquez, ni
existiera. Dice también que «en los documentos técnicos de museo siquiera en los inicios de la estructuración de una obra.
relativos a Las meninas no existen estudios de los pigmentos utiliza- En torno a las manos de la menina Agustina Sarmiento y a la
dos por Velázquez en esta parte del cuadro»,50 y que, afortunada- de la derecha de la infanta existe también en el cuadro, y en la ra-
mente, ella sí los encontró en las investigaciones realizadas por los diografía, mucha confusión, ya que las correcciones que el pintor
introdujo se superponen de forma tan ligera -aspecto éste típico de
la técnica de Velázquez-, que ciertos detalles subyacentes se trans-
47. Ibidem.
lucen a través de las finas capas de color aplicadas para los cambios
48. Gridley Smith et al., Examining Velázquez, New Haven y Londres, Yale Uni-
versity Press, 1988, p. 121, fig. 54.
49. Mena, opus cit., p. 153. 51- Garrido, opus cit., p. 591.
50. Ibidem. 52- Mena, opus cit., p. 154.
122 Jonathan Brown «Las meninas» como obra maestra 123

y se hacen en parte visibles.-La mano derecha de la infanta está co- tes en la visión directa de la obra, en estás y en otras zonas, al estar
rregida y bajada de su posición inicial, pero no entiendo en qué se poco cubiertas con materias densas en superficie. Por lo tanto, si es-
basa la autora para afirmar que la bandeja en la que se le ofrece el tas líneas situadas sobre el pecho de Marcela de Ulloa son el trazado
pequeño búcaro era de cristal y que unas gruesas pinceladas poste- de un vaso, éste estaría hecho antes de pintar su toca, casi transpa-
riores son las que producen los reflejos metálicos. En una radiogra- rente, y sólo sería un esquema inicial, no una realización pictórica.
fía -y son muchos los puntos de ese artículo en los que se señalan Por lo demás, temas técnicos, como la diferencia de craquela-
materiales y colores por la visión radiográfica-, no son posibles de do por la superposición de las figuras en la zona del autorretrato o
determinar ni las tonalidades ni los materiales. Algunos análisis ciertas pinceladas aplicadas por el pintor para crear una separación
complementarios pueden ayudar en ciertos casos, y en otros no, a al introducir su retrato no son de extrañar. La superposición de ca-
intuir o a dar cierta referencia sobre el color de los elementos in- pas de color en una técnica tan directa como la de Velázquez, o en
ternos posteriormente cambiados, pero en el tema de los materia- la de cualquier otro pintor, produce efectos diferentes en el cra-
les esta determinación es aún más subjetiva. quelado por el mayor grosor de la pintura. Y recordemos las negras
«Los objetos dorados o amarillos» (?), «quizás joyas, o frutas, pinceladas dadas por Velázquez, con valentía y fuerza, en el retrato
o dulces» que ella ve sobre la bandeja «ahora casi ocultos por el bú- del papa Inocencio X a la altura de su cintura para separar la roja
caro»,53 se tendrían que translucir radiográficamente, a causa, muceta del alba. Estos trazos oscuros están presentes desde el co-
como ya se ha indicado, de los pigmentos de alto contraste con los mienzo de su pintura para crear espacios de separación y distancia
que se suelen pintar -sobre todo si son joyas-, y de la técnica pre- entre unos personajes y otros, en las escenas de composición, y en
ciosista con la que se introducen -con un pincel fino y cargado de sus retratos, entre el personaje y el paisaje de fondo. Pero no es
materia pictórica densa. La presencia del vaso entra dentro de la propio de Velázquez barrer o emborronar para introducir los cam-
subjetividad, ya que es muy difícil de precisar por la sutileza con bios, como se nos dice al final del artículo. Ambas acciones tendrí-
la que estaría pintado, por lo que me resulta imposible su visión di- an una respuesta y no la hemos detectado en el examen técnico de
recta o radiográfica, aunque se menciona en el texto que Velázquez sus pinturas. Este autor introduce normalmente sus cambios super-
no se preocupó en taparlo. poniéndolos directamente sobre su primera idea llevada al lienzo y,
Se dice de este vaso de cristal que es de formas sencillas y con por lo general, tiene más contraste radiográfico la figura o el deta-
los brillos dados a la perfección para conseguir el modelado y la trans- lle que pinta en primer lugar que la transformación del mismo,
parencia del vidrio. Sin embargo, este vaso se traspasa luego, de como puede verse en muchas de sus obras.
acuerdo con la teoría, a las manos de Marcela de Ulloa durante el Desde que examiné el cuadro, he pensado siempre, y así lo
transcurso de la elaboración del cuadro, basándose en las fotografías indiqué en su momento, en la posibilidad de que Velázquez esté
infrarrojas. La reflectografía infrarroja revela54 tanto en la cabeza de pintando la propia escena del cuadro de Las meninas. Detalles como
este personaje como en las figuras del guardadamas y de Nicolás Per- que el soporte en el que trabaja sea idéntico en su estructura al del
tusato, por citar las más evidentes, numerosas líneas oscuras que des- propio cuadro me hacen reafirmarme en la idea, y estoy de acuer-
pués no se corresponden con la imagen visible. Estas líneas oscuras do con la doctora Mena, en que Velázquez puede estar retocando
son debidas, como en tantas otras obras del pintor, al trazado inicial la zona en la que él se ha incluido dentro de la escena. La paleta
de las figuras y nada tienen que ver con la ejecución pictórica. Que- que lleva el pintor en su mano izquierda tiene una selección de los
dan después al descubierto, en el examen infrarrojo y en muchas par- pigmentos más habituales empleados para pintar éste y otros mu-
chos de sus cuadros, si exceptuamos la falta de los azules (azurita:
53. Ibidem, p. 156. vestido de Mari-Bárbola y Agustina Sarmiento; lapislázuli: toques
54. Garrido, opus át., p. 588. en el cuello de la enana), ya que su paleta era muy restringida.
.24 Jonathan Brown 125

Es difícil dar respuesta a todo lo que vemos en una radiogra-


fía. De la comparación del documento obtenido con la pintura y de
la profunda comprensión de la técnica de un maestro podemos ad-
quirir un conocimiento mucho más completo sobre su proceso
creativo y obtener mejores respuestas del examen radiográfico. De-
bemos mantener la máxima objetividad posible al interpretar estos
«Las lanzas» o «La rendición
documentos técnicos, aunque somos conscientes de la dificultad de
separar la subjetividad del hecho mismo de la interpretación. Tan
de Breda»
sólo la investigación detallada y comparativa de todos los exámenes Francisco Calvo Serraller
que podamos realizar sobre un cuadro, técnico, histórico, docu-
mental, etcétera, podrá reducir el problema de la subjetividad, ha-
ciendo más cientíñcas nuestras conclusiones sobre los secretos que
encierran en su interior las obras de arte, que, en mi opinión, sólo Con unas medidas de 307 por 367 centímetros, La rendición de Bre-
se pueden llegar a desvelar en parte. Siempre existirán misterios da (II, 3) popularmente conocida por Las lanzas, es el lienzo más
dentro de las obras de creación de los artistas y misterios propios de grande entre los que se conservan de Velázquez.1 El tema histórico
cada maestro, a los que tan sólo nos acercaremos profundizando y la ubicación del cuadro, en el Salón de Reinos del Palacio del
con todos los medios que la ciencia ponga a nuestro alcance. Tal vez Buen Retiro,2 justifican tan generosas medidas, pero el tamaño ob-
sea este hecho misterioso el que hace que una obra de arte man- viamente no ha sido la razón del prestigio legendario de este cua-
tenga a través del tiempo su poder de atracción para todos nosotros. dro, uno de los más apreciados por el público y los especialistas en-
tre los que pintó Velázquez. Es una obra realizada con el mayor
esmero y de una calidad excepcional, sin duda, mas, sin desmere-
cerlo, lo que le ha otorgado fama universal ha sido el ser, al decir
de Cari Justi, «el mejor cuadro de historia que se ha pintado en el
mundo».1

1. Excluyendo naturalmente el desaparecido La expulsión de ¡os moriscos.


2. Permaneció en dicho salón (en el que todavía hoy sigue siendo la sede del
Museo del Ejército, aunque se anuncia su traslado inminente y la adscripción
del histórico edificio al Museo del Prado) entre 1635 y 1703, se trasladó lue-
go al Palacio Real, en cuyos inventarios consta entre 1772 y 1794, y conclu-
yó su periplo con su definitiva instalación en el Museo del Prado tras la fun-
dación de éste en 1819.
3- Es una afirmación que hace mediante una cita de Émile Michel, pero tras
escribir directamente é¡ mismo que «pocos cuadros de historia han contenido
menos vulgaridades -esto es, frases hechas y moldes-; en muy pocos hay tan-
to espíritu -artístico y humano-; en pocos se encuentra tal cantidad de mate-
na para meditar y aún menos poner de manifiesto tan efectiva nobleza espi-
ritual» (véase Cari Justi, Velázquez y su siglo, Madrid, Espasa-Calpe, 1953,
PP- 358-361).
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El perro y el trozo de carne (Madrid, Yule, Mary, 229n


Museo del Prado), 156n
El perro y la picaza (Madrid, Zampieri, Domenico, llamado il
Museo del Prado), 156n Domenichino, 289
La cabra y el lóbulo (Madrid, Museo Zuccaro, Federico, 285, 287-288 índice general
del Prado), I56n El milagro de las sepientes (Roma,
Palazzo del Belvedere Vaticano),
Waagen, Gustav, 227n 285
Watteau, Jean-Antoine, 234 Zuloaga, Ignacio, 394
Weisbach, Werner, 162 Gregorio en Sepúlveáa, 394
Wellington, duque de, 250 La enana doña Mercedes, 395 Presentación, por Carlos Zurita, duque de Soria,
Wenceslao, archiduque de Austria, Zurbarán, Francisco, 60, 61n, 129n, presidente de la Fundación Amigos del Museo del Prado 7
242 130, 341, 343-345, 364 Introducción, por Fernando Checa, director del Museo del Prado 9
Westminster, duque de, 22 In, 243 Cristo crucificado (Chicago, The Art «Las hilanderas» y la singularidad de Velázquez,
Weyden, Roger van der, 110 Instítute), 341, 344-345 por Svetlana Alpers 13
Wittelsbach, Federico de, 239 Adoración de los Reyes Magos «La fragua de Vulcano», por Trinidad de Antonio 25
(Grenoble, Musée de Peinture Nota sobre el «Marte», por Aviador Arikha 43
Ximénez de Enciso, Diego, 369 et de Sculpture), 364 El retrato ecuestre del rey Felipe IV, por Jeannine Baticle 57
Ximénez Donoso, José, 144n La defensa de Cádiz (Madrid, Mercurio y Argos, por Gonzalo M. Borras Gualis 71
Ximeno, Matías, 144n Museo del Prado), 129n «Las meninas» como obra maestra, por Jonathan Brown
(con la colaboración de John H. Elliotty Carmen Garrido) 85
«Las lanzas» o «La rendición de Breda»,
por Francisco Calvo Serraller 125
«Menipo» y «Esopo» en la Torre de la Parada,
por José Manuel Cruz Valdovinos 141
El Primo, por David Davies 169
Los paisajes de Villa Médicis en Roma, por Julián Gallego 197
Inocencio X, por Enriqueta Harris 203
«La Venus del espejo», por Francis Haskell 221
Baltasar Carlos: eJ problema de la sucesión en la monarquía
de los Austrias, por Henry Kamen 237
El conde-duque de Olivares, por Carmelo Lisón Tolosana 247
«Los borrachos» o «La coronación del poeta»,
por Vicente Lleó Cañal 261
«La túnica de José»: la historia al margen de lo humano,
por Femando Marías 277
¿El bufón Calabacillas?, por Manuela B. Mena Marqués 297
El Cristo de Velázquez, por Alfonso B. Pérez Sánchez 335

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