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EL CUERPO EN NUESTRA CULTURA.

HABITAR SABIAMENTE Y CON OTROS EL PROPIO CUERPO

Mariola López Villanueva1

El 16 de noviembre de 1989, aparecían en los medios de comunicación de todo el mundo las


imágenes de ocho cuerpos esparcidos por el suelo, seis hombres y dos mujeres, abatidos
impunemente durante la madrugada por balas de ametralladoras. Ocurría en El Salvador y
todos los que tengamos acceso a esta revista conocemos sus nombres. Sus cuerpos
brutalmente enmudecidos, hablaban. La memoria de esos cuerpos continúa alentándonos
hoy y han quedado unidos, solidariamente incorporados, a todos los cuerpos heridos y
violentados de la historia, a la multitud de cuerpos vulnerados; a esos cuerpos que sufren,
resisten y sanan. Ellos son la otra cara, el reverso de los iconos por excelencia de la era de la
globalización, de esos cuerpos jóvenes, musculados, bellos y etéreos que aparecen por
doquier.

El cuerpo es la primera condición de posibilidad de nuestro ser en el mundo2. De él depende


cómo nos vamos situando y sólo cuando lo habitamos realmente podemos recorrer un viaje
sanador. Somos el único ser de la creación que posee la capacidad de habitar, el don de
establecer en espacios y tiempos vínculos de comunión y de comunicación3. Gracias a este
cuerpo que somos, a este continente que nos contiene, podemos vincularnos y establecer
conexiones. Nuestras maneras de relacionarnos están configuradas por él porque no hay
experiencia de amor, y por eso no hay experiencia de Dios y de los otros, que no ocurra en
nuestro cuerpo.

Lo que vemos, lo que oímos, lo que tocan nuestras manos (1° Jn 1) es aquello que conforma
la realidad para nosotros y que nos hace existir de un modo único y concreto. Nadie tiene
nuestro mismo modo de sonreír, de enfadarnos, o de besar, y es a través del cuerpo como el
cauce afectivo de nuestra vida toma forma y se despliega. No tenemos otro lugar ni otro
acceso a la experiencia de lo humano, a ese lugar único de Dios que somos cada uno de
nosotros.

1
Religiosa del Sagrado Corazón. Artículo publicado en Revista Manresa 83 (2011), pág. 5-14
2
"El cuerpo no es solamente aquello que el hombre tiene delante suyo, sino que es sobre todo aquello que es
el mismo en la multiplicidad de sus relaciones históricas... y el mundo es nuestra prolongación que, para bien
o para mal, vamos actualizando en todos los instantes de nuestro trayecto biográfico". L. DUCH y J-C.
MELICH, Escenarios de la corporeidad. Antropología de la vida cotidiana 2/1, Trotta, Madrid 2005, p. 238.
3
o.c, p. 250.
Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

Pero la cultura en la que estamos inmersos no nos conduce a habitar nuestro cuerpo, sino
más bien a vivir extrovertidos en él, a usarlo, a someterlo, a condicionarlo estéticamente…
a convertirlo en un ídolo. Hoy disponemos de medios para ejercer un grado de control sin
precedentes sobre los cuerpos. Se han globalizado los hábitos de comportamiento y es
sorprendente el gran número de ofertas sobre la reconstrucción del propio cuerpo y su
recreación. Los cuerpos que nos muestran los medios aparecen desprovistos de todas las
señales que asociamos con la experiencia vital y el paso del tiempo. La otra cara de este
deseo de diseñar el cuerpo, de querer detener los signos visibles del tiempo sobre nosotros,
esconde el anhelo de una identidad lograda, de una aceptación de la propia realidad, de una
sed por coincidir al fin con nosotros mismos. El cuerpo es el soporte único y precioso de
nuestra historia limitada en el tiempo y de nuestra vida abierta a la Plenitud.

Vamos a recorrer diversos registros sobre esta presencia del cuerpo en la cultura actual, sus
aspectos preocupantes y peligrosos, y aquellos que nos ayudan a habitar sabiamente y con
otros el propio cuerpo. Pero antes de adentrarnos necesitamos recordar y tener presente que
"la mayoría de los cuerpos de nuestro mundo no son cuerpos occidentales bien alimentados,
con acceso a agua limpia, cuidados sanitarios y una vivienda digna, y cuyas inquietudes
principales son alcanzar el bienestar psicológico, sexual y espiritual. Son cuerpos pobres,
abandonados y enfermos que gritan pidiendo justicia a un mundo ensordecido por el poder,
el militarismo y la riqueza4."

1. CUERPOS REMODELADOS
Vivimos en una cultura obsesionada por el cuerpo, que valora la juventud, el erotismo y la
belleza. La presión mediática de la sociedad de consumo nos lleva a desear conseguir "un
cuerpo sano, en buena forma física, más o menos narcisista, volcado al exterior, dentro del
canon estético dominante en el que se retrase lo más posible o se disimule su deterioro
biológico5". ¿Quién se siente inmunizado ante el virus de querer permanecer el mayor
tiempo posible joven y sano? Se nos cuela silenciosamente por todos los poros.

"Comprar belleza'', cambiar la apariencia personal, la complexión individual o ponerse


implan- tes corporales, se ha convertido en un elemento esencial de la vida de las ciudades
de Occidente. Muchas personas consideran que una cara estirada o una liposucción son la
mejor senda para mejorar su vida, su carrera profesional y sus relaciones. Los cuerpos, y
especialmente los cuerpos de las mujeres, se convierten en el campo de batalla de la
publicidad6. Los sociólogos sostienen que está emergiendo un nuevo individualismo basado
en la actualización continua y en la reinvención instantánea del yo; se pretende comprar
éxito en la vida. Queda patente hoy día la presión que las técnicas de consumo ejercen sobre

4
T. BEATTIE, Reflexiones teológicas, corporalidad y misticismo, en Concilium 295, Cuerpo y religión.
Abril 2002, pp.85-97.
5
C. PERA, "Pensar desde el cuerpo. Ensayo sobre la corporeidad humana", Triacastela, Madrid 2006, p. 24
6
"Combate la celulitis", "ataca las zonas rebeldes", "elimina las arrugas", "lucha contra esos kilos de más",
"stop a las grasas", "desafía a la flacidez".

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

las personas para que transformen y mejoren todos y cada uno de los aspectos de sí mismos7.
Desde lo más externo (hábitos de vida) a lo más interno (prácticas de ingeniería genética) el
cuerpo humano está sometido a múltiples prácticas de modulación.

El cuerpo se nos muestra así como una extensión de la imagen del ego, pierde su valor ético
y sus dimensiones más gratuitas y aumenta su valor técnico y comercial. Su culto provoca
una sacralización de la figura exterior del cuerpo, un narcisismo de la apariencia, como si los
poderes del cuerpo cultivado propiciaran una mayor felicidad personal, mayor consideración
y éxito sociales, liderazgo sobre los demás y mayor capacidad de atracción sexual.

Se da una sobreestimación del cuerpo como si éste fuera la esencial realidad humana y se
asume la cultura de la modificación del cuerpo (body-building) como un proyecto personal.
Se dedican horas y horas, dinero, sacrificios ... En bastantes ocasiones llevados a sus últimas
consecuencias8. Hasta en las ofertas de viajes podemos encontrar paquetes turísticos con
“escapadas para remodelarse”9.

En un mundo acelerado, móvil, líquido, la cultura de la cirugía estética fomenta la fantasía


de la infinita plasticidad del cuerpo y de sus múltiples posibilidades de transformación. Los
anhelos más hondos del ser humano encuentran aquí un espejismo cautivador y adictivo.
El mensaje de la industria de la remodelación corporal es que no hay nada que detenga la
capacidad de reinventarnos a nosotros mismos. Se quiere celebrar la transformación personal,
pero el tipo de identidad alimentada por esta cultura dista mucho de ser nutritiva ... "Tal
vez el botox haga parecer más joven, pero es poco probable que favorezca la apreciación de la fragilidad
y la finitud humana... que nos haga felices durante mucho tiempo10." El cuerpo se desconecta de
su propia intimidad y ya sólo presta atención a las miradas y a los espejos que lo interpelan.

Este excesivo cuidado externo conlleva una disminución del contacto con la propia hondura
de los cuerpos, con su belleza interior, con su capacidad para evocar, en cualquier etapa de
su limitada existencia, la trascendencia que los habita.

Frente a estos cuerpos modelables, "radiantes y bellos", preocupados por el más leve indicio
de caducidad y de disfunción, emergen otros cuerpos carentes, invisibles y no respetados,
que buscan espacios donde poder afirmarse y sencillamente respirar y vivir.

7
"Hay una generación emergente de consumidores a la que podría denominarse Generación Plástica, que
equipara la cirugía estética con las compras, se consume rápidamente y con resultados inmediatos". A.
ELLOT, Dar la talla. Cómo la cirugía estética transforma nuestras vidas, Ed. 45, p. 172.
8
Desde el adelgazamiento obsesivo en la mujer joven que puede abocar en una anorexia y el excesivo
remodelado muscular de los gimnasios, hasta las restauraciones, las correcciones y las transformaciones, que
afectan a la imagen estética y que en algunos casos llegan a costar la vida.
9
"Los países de todo el mundo compiten para ofrecer una infraestructura médica y tecnológica que facilite a
los occidentales ricos las oportunidades de someterse a operaciones de cirugía... En lugares como Malasia,
Thailandia y Dubai se ofertan paquetes turísticos quirúrgicos: una combinación de tratamientos quirúrgicos,
playas soleadas y compras... Esto conlleva "sacar" la cultura de la cirugía estética de su inserción y visibilidad
en las grandes urbes de Occidente y trasladarla a otros lugares del planeta con salarios inferiores", O.c, pp.
138-148.
10
O.c. pp. 127-128

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

2. CUERPOS INVISIBLES Y DESECHABLES


Los cuerpos necesitan su espacio vital para desplegarse. Es el espacio propio de nuestra
corporeidad, de nuestro ser en el mundo, y vamos extendiéndolo y ensanchándolo. A lo
largo de la historia los seres humanos han manifestado, personal y colectivamente, esa
tendencia a conquistar el espacio, por eso todo "cuerpo extraño" es percibido como un peligro
potencial para el espacio vital en el que todo cuerpo se asienta, como si fuera un asalto de
sus fronteras. Así vivimos los países occidentales, levantando barreras: leyes, sanciones,
muros . . . frente a aquellas personas "sin sitio", cuerpos humanos desprovistos de un espacio
vital, que sólo disponen de su propio espacio corporal y que buscan un lugar mínimo
imprescindible para la intimidad y para la supervivencia. Cuerpos convertidos en objetos
de consumo, en mercancías, en instrumentos de usar y tirar… ¡Se puede negar de tantas
maneras el cuerpo del otro!11

Son cuerpos anónimos para los medios que se presentan ante nuestros ojos hacinados, en
una búsqueda desesperada de un territorio, de otros espacios donde poder coexistir.
Muchos son cuerpos de color y cuerpos envejecidos antes de tiempo, rostros de mujeres y
de niños, que nos ayudan a tomar conciencia de su presencia aquí y ahora y a ensanchar
nuestra capacidad de humanidad. Reclaman un mundo que debería ser compartido y
cohabitado, y que se va haciendo cada vez más exclusivo y privado.

El escritor Amin Maalouf señalaba en una entrevista: “Hay una crisis del vivir juntos que se
manifiesta en todas partes... la experiencia del multiculturalismo en Alemania ha sido un
fracaso... pero no es el único país en el que la experiencia ha fracasado. Eso no quiere decir
que no intentemos vivir juntos, porque no queda otra opción, pero hay que ver de qué
manera… La tarea de este siglo es enseñarle a la gente cómo vivir juntos”12.

Necesitamos aprender a respetar los espacios, a compartirlos y a humanizarlos para poder


ver al otro (sacarlo de su invisibilidad) y ver en el otro (vislumbrar en su interioridad), no a
un extraño, ni a un invasor... sino a alguien en quien puedo descubrirme y reconocerme a
mí mismo.

Otros cuerpos que aparecen como desechables en nuestras sociedades son los cuerpos
envejecidos. La cultura occidental devalúa activamente a las personas mayores y sobre todo
el cuerpo de las mujeres mayores. El binomio cuerpo/envejecer evoca desencuentro,
conflicto, y malestar. La vejez ha dejado de ser la época de la sabiduría, para convertirse en
la época de la impotencia.

En su provocativo libro "Vidas desperdiciadas", Bauman sostiene que la principal angustia


del siglo XXI es la del miedo a ser desechable. Se trata del temor que las personas sienten
actualmente a que se prescinda de ellas, a quedar desplazadas o a ser desechadas: "Lo que

11
"Más de 27 millones de cuerpos humanos, hombres, mujeres y niños, son esclavos ilegales del siglo XXI:
cuerpos esclavos para el mercado de trabajo o para el mercado del sexo... Cuerpos humanos vergonzosamente
rentables desde el punto de vista económico dada su indefensión total... comprados y vendidos al mejor postor
por circuitos mañosos globales; cuerpos alejados de toda legislación sobre sus derechos como trabajadores y
tratados por quienes de ellos se han adueñado como si fueran desechables". C. PERA, O.C, p. 79.
12
Entrevista en el diario EL PAÍS, 20-10-2010

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

todos parecemos temer es el abandono, la exclusión, el que nos rechacen… nos despojen de
lo que somos, nos nieguen aquello que deseamos ser. Tememos que nos dejen solos,
indefensos y desgraciados. Privados de compañía, de corazones que aman y de manos que
ayudan... Tememos que se deshagan de nosotros''13

En cualquier etapa de la vida, nuestro cuerpo busca relación. Esos cuerpos invisibles y
desechables llaman a nuestras puertas como catalizadores de lo más valioso del ser: su
profunda dignidad y gratuidad. Son cuerpos que sufren, resisten y sanan, nos sanan cuando
nos volvemos permeables a sus presencias y a sus historias, y toman rostros y nombres
concretos para nosotros. ¿Podremos ayudarnos a reconocer en nuestra cultura de la
apariencia y de la eficacia el valor escondido de estos cuerpos y todo su potencial de
humanidad?

3. INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN Y DE LOS CUERPOS


En este ensalzamiento actual del cuerpo necesitamos encontrar la justa cercanía y el cuidado
necesario para relacionarnos con él, ni por exceso (la atención desmedida al cuerpo) ni por
defecto, (no escuchar sus necesidades), podremos establecer un vínculo sano con el propio
cuerpo.

Mantener una relación saludable con nuestro cuerpo y restablecer el espacio digno y el
respeto hacia el cuerpo de los otros, tiene que ver también con recuperar el contacto con la
tierra. Una compañera comenzaba así hablando de ella: "Soy tierra, agua, fuego, aire,
minerales, fragilidad y posibilidad de plenitud . . . La conciencia de nuestra propia
corporeidad se convierte en la gran maestra de la vida porque a la vez que nos lanza a la
creatividad y al futuro, nos hace tocar el límite y la vulnerabilidad que nos hermana con
todo y con todos ... Te alegras con la belleza de las palmeras y te dueles con el humo
contaminante del cobre o del dióxido de carbono..."14. Somos con la creación y el daño que
le infligimos a ella, recae sobre nosotros. La violencia que hacemos al cuerpo de la tierra se
multiplica en los cuerpos humanos. Necesitamos recuperar la tierra para sanarnos,
necesitamos dejar que pueda armonizar sus dimensiones, respetar sus ritmos y ciclos,
honrarla en su misterio.

Constatamos con dolor que la actual destrucción del medio ambiente en todo el planeta
incide de lleno y de manera negativa en las personas. Cuando nuestro entorno natural ya
no remite a un cosmos de belleza y armonía, sino que se convierte en caos, este desequilibrio
resulta desestructurador para la misma corporeidad humana. La degradación de la
naturaleza promueve la incomunicación, y "sirve de válvula de escape a la violencia ...La
actual crisis ecológica es un grito de alarma ante el posible trastocamiento, e incluso

13
Z. BAUMAN, Vidas desperdiciadas: la modernidad y sus parias, Paidós, Barcelona 2006, p. 164.
14
"Pegados a la tierra que tocan nuestros pies nos hacemos barro con el barro, agua con el agua, viento con el
viento, fuego con el fuego, humano y humana con el olor de los humanos y sus luchas cotidianas", C.M.
FAGOT, en www.rscjinternational.org/es/profiles/2948-carmen-margarita-fagot-rscj-provinces-of-puerto-
rico-haiti-and-cuba.html

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

destrucción del cuerpo humano, en medio de una sociedad que ha aplicado hasta el
paroxismo el mortal esquema economicista de la oferta y la demanda"15. Sin un verdadero
cuidado de la tierra, del respeto por su biodiversidad, de tomar de ella sin avaricia ...no
podrá darse un cuidado esencial de los cuerpos. Una tierra herida es una de las mayores
amenazas para las poblaciones más vulnerables.

¿Aprenderemos a dejar respirar a la tierra, a dejarla ser, para poder recuperar con ella
nuestra respiración profunda? Practicar con la tierra esa voluntad de no dañar, de no herir,
de no violentar nada de lo que vive porque todo está interconectado con todo y todo
repercute en todo. Le decía una abuela indígena a su pequeña nieta en una novela de Laura
Esquivel: “Somos como las cuentas del collar de la creación y estamos unidos unos con otros,
cada uno ocupando el lugar y el espacio que le corresponde... El movimiento de los astros
es sagrado y el nuestro también. Nos une el mismo lnvisible”16.

4. APRENDER DE ORIENTE
Un rasgo de la cultura actual que repercute en nuestros cuerpos es la rapidez, la velocidad,
la aceleración de la vida. También las redes provocan una “multipresencia” que tiene sus
costos físicos y psíquicos. Nos sentimos fragmentados y divididos y necesitamos conectar
con la sabiduría del cuerpo, recuperar su unidad esencial.

Las tradiciones espirituales de Oriente conceden una gran importancia al cuerpo. Es con el
cuerpo que todas las cosas comienzan y la meditación es un arte que enseña el uso de los
pulmones, el abdomen, la espina dorsal, los ojos ... "El cuerpo es lo primero, Dios viene al final"
(W. Johnston).

En las prácticas del hinduismo, el budismo o el taoísmo, el cultivo espiritual es, ante todo,
corporal. Se cuida el crecimiento e integración espiritual de la persona comenzando por
prácticas de entrenamiento físico: "la espiritualidad, en Oriente, es corporalidad… Al monje
que va a meditar se le recomienda que cuide primero la higiene de garganta, nariz y oídos;
que haga gárgaras, limpie bien sus cavidades nasales y se ejercite en respirar bien; que no
se precipite a sumergirse en el mundo del espíritu sin dar antes importancia a los
preparativos del cuerpo. También así lo hacía san Ignacio de Loyola en las adiciones y
anotaciones de sus Ejercicios espirituales”17.

Desde las artes marciales a la meditación, pasando por la estética del adorno floral, de servir
un té, o de esmerarse en la caligrafía, en Oriente se le da una gran importancia a la
respiración para que el cuerpo pueda retornar a su equilibrio primordial. Aprender a
respirar bien tiene que ver con aprender a vivir hondamente porque en ese ritmo básico de
la respiración está contenido el latido profundo de nuestra vida: recibir y entregar, anhelar
y abandonarse, nacer y morir. A través del contacto con la respiración nos hacemos

15
L. DUCH y J-C. MELICH, O.C. p. 215.
16
LAURA ESQUIVEL, Malinche, Ed. Suma, 2006
17
J. MASIA, Cuerpo, mente y salud en el budismo de CHIH-I , THÉMATA. Revista de filosofía. Núm. 39,
2007.

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

presentes a nosotros mismos, a esa Vida Única que nos trasciende, a las presencias que
acontecen cada día: "A través de esta conexión con lo más elemental de la existencia,
accedemos al mismo tiempo a las mayores profundidades de la experiencia interior…
Tenemos la sensación, cuando estamos atentos al flujo y reflujo del aire en nosotros que
experimentamos una extraña plenitud ...reencontramos el contacto perdido con el cuerpo y
con su ritmo sanador (. . .) Es también el camino de vuelta a casa”18.

En las grandes ciudades ha crecido la oferta de centros de salud integral relacionados con el
cuidado del cuerpo que adoptan prácticas de Oriente. Las imágenes occidentales, más
dualistas, se encuentran sometidas a distintas influencias de regulación del propio cuerpo:
las prácticas del yoga, el Tai-Qi ("energía fundamental''), el Qi-Gong ("trabajo sobre la
energía") y las artes marciales japonesas, entre otras. Son herramientas que promueven la
armonía y el equilibrio psicosomático de la persona y que aportan enormes beneficios
cuando las incluimos en nuestras prácticas meditativas.

El cuerpo necesita mantener regulado su equilibrio interior y el de su relación con el mundo


externo. "Permanecer en nuestro cuerpo con los ojos abiertos, los oídos abiertos, con las
palmas abiertas, con los hombros abiertos… con una postura de atención,"19 enteramente
presentes. Reconocer en nuestro cuerpo el anhelo por recobrar la unidad, ese deseo de
contacto y de intimidad verdaderos, una esperanza de totalidad y de completud.

5. CUERPOS AMADOS Y OFRECIDOS


Escribía Madeleine Delbrél: "Tendríamos que estar ante nuestro cuerpo como el labrador
ante su terreno: saber lo que vale nuestro cuerpo, amarlo…"20 Y sólo podemos experimentar
algo así cuando no nos sentimos propietarios de él, ni intentamos retenerlo ni apropiárnoslo,
sino cuando, con las manos extendidas, lo acogemos como el mayor regalo, el don más
valioso que hayamos podido recibir. Cuando nuestro cuerpo se sabe amado podemos
ponerlo al servicio de la vida de otras personas y es capaz de comulgar con otros cuerpos.

Porque respiramos y late nuestro corazón estamos vivos, y vamos descubriendo que nuestro
cuerpo, hecho para la palabra, necesita el silencio. Silenciar el cuerpo para poder reconciliar
en él, la exterioridad y la interioridad, que constantemente necesita ser rehecha. Y en este
cuerpo nuestro que va poco a poco envejeciendo, en este cuerpo frágil y caduco, poder
experimentar algo tan sencillo y gratuito como respirar, acallar los miedos, entregarnos a la
sabiduría profunda de nuestro cuerpo y gustar con él y en él toda la realidad. Dejarlo
erguirse desde dentro, buscando la verticalidad, como la buscan los árboles y las flores,
brotando desde el interior. Receptivo y presente, abierto sin rechazar nada, ofrecido sin
retener nada.

18
J. MELLONI, El deseo esencial, Sal Terrae, Santander 2009. Recomiendo la lectura del capítulo 1:
"Respiración y deseo esencial".
19
B.J. SAMAIN, "El Zen me ha encontrado", Collectanea Cisterciensia 62 (2000) 287-290
20
M . DELBRÉL, La sainteté des gens ordinaires, Nous autres gens des rúes, Missionnaires sans bateaux,
Tome VII, Nouvelle Cité, 2009

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Mariola López – El cuerpo en nuestra cultura

Cuando venimos al mundo lo primero que experimentamos es que alguien tiende sus
manos para recibir ese cuerpo único y precioso que nos acompañará toda nuestra vida.
Alguien nos toca al comenzar a existir y también seremos tocados por última vez algún día.
Recibimos un cuerpo para permanecer en él mientras dure nuestro viaje y para establecer
con él contactos hurnanizadores, transmitir con nuestra piel, y con todos nuestros sentidos, el
afecto, la calidez y la presencia que necesitamos para desplegar este anhelo de amar que nos
habita. El tiempo pasa por nuestro cuerpo y deja en nosotros sus profundas huellas, y en
cada arruga del rostro de un hombre o una mujer ancianos, en sus cuerpos vacilantes y
temblorosos, si miramos con detenimiento podremos descubrir aquel reflejo de su niñez,
aquel cuerpo que recién estaba siendo, en toda su inocencia y su belleza.

Saber que algún día tendremos que despedimos de este cuerpo, quizás con dificultad o con
la misma naturalidad con la que acontecimos en él, emergiendo de la carne de tantas
generaciones. Nuestro cuerpo nos ha regalado cuanto somos, desde aquel primer gesto de
amor de los que nos engendraron, hasta el último aliento que nos contendrá. Todo lo que
vivimos se habrá grabado en su memoria, toda caricia y todo dolor quedarán final- mente
guardados en su secreto y su ausencia nos devolverá esa Vida Profunda que no se pierde.

Aquella madrugada del 16 de noviembre en El Salvador esos ochos cuerpos violentamente


traspasados nos hablaban de un gran amor, de una pasión por rescatar los cuerpos más
indefensos, por no dejar que los dañe el mal. Ellos nos enseñan a reverenciar cada rostro
humilde, nos muestran el poder de nuestros cuerpos para sanar y bendecir, nos conducen
en silencio hacia el cuerpo vulnerado de Jesús; hacia el misterio de su cuerpo ofrecido y
comido.

"De un cuerpo se me ha hecho don


¿Qué hacer de este bien?
¿Qué hacer de este cuerpo tan único y tan mío?
¿A quién, dime, debo agradecer
por la apacible alegría de respirar y vivir? "21

21
O. MANDELSIAM, poemas en http://amediavoz.com/mandelstam.htm

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