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La violencia y de manera especial la violencia sexual pone en riesgo la salud, la vida, la integridad,
la dignidad de las personas, es decir, atentan contra los derechos humanos fundamentales.
La violencia de género y de manera específica la violencia sexual hace daño no solo a las víctimas
sino también a la familia, a la comunidad, a la sociedad en su conjunto. Como toda construcción
social es susceptible a la resistencia y transformación, es una responsabilidad de todas y todos
poner un alto al silencio y a la impunidad, es un problema que se puede y se debe cambiar.
Buscar ayuda, organizarse, participar, movilizarse para hacer efectivo el control y veeduría social a
partir del cumplimiento de protocolos y rutas de denuncia y atención.
Por otro lado, es importante construir relaciones de respeto y buen trato al interior de las familias
y la comunidad, valorando la diversidad y el irrestricto respeto por los derechos de las personas
independientemente de su edad, sexo, pertenencia étnica, preferencia sexual o condiciones como
la discapacidad. Es decir, trabajar por lograr una cultura de paz y de derechos que permitan
afirmar que “una familia sin violencia es posible” y una sociedad sin violencia también.
Considerando que las violencias en sus diferentes expresiones se producen por las construcciones
culturales y sociales que transforman la diversidad en desigualdad y en relaciones marcadas por el
ejercicio arbitrario del poder, son concepciones y prácticas que se pueden y deben cambiar.
El movimiento de mujeres a nivel mundial y en el país han logrado avances muy significativos
entre los cuales se puede mencionar la visibilización del problema, la normativa legal, la conquista
de algunos derechos hacia el logro de la igualdad y equidad, sin embargo, todavía hay mucho por
hacer, particularmente en torno a la violencia de género y la violencia sexual porque sigue siendo
un grave problema que afecta no solo a las mujeres o a las personas que están en condiciones de
desventaja y subordinación sino que afecta a la sociedad en su conjunto.
Por esto la importancia de trabajar con las familias, los comités de familias y la comunidad, en la
generación de capacidades para incidir de manera proactiva en cambios de los patrones y
prácticas culturales que se relacionan con la violencia, en el empoderamiento de las personas, las
familias y la comunidad para ejercer su derecho a la participación e influencia a nivel político e
institucional desde un enfoque de corresponsabilidad y ejercicio de derechos para la erradicación
de la violencia.
Recuerden:
• Romper el silencio frente a los casos de violencia sexual es uno de los pasos más importantes
para la prevención de estos delitos.