Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
(Cuerpo)
[ 1 ] Primeramente, tratemos de compartir algunos conceptos, intentando de ser lo más claro que Dios nos permita:
-La Santidad es Amar sumamente a Dios. La Santidad es Amor Sumo a Dios.
-Amar a Dios se muestra, o es, cumplir su Voluntad (“obras son amores…”).
-Amarlo perfectamente es cumplir perfectamente su Voluntad, o PERFECTA CONFORMIDAD .
-Cumplir la Voluntad de Dios con Perfecta Conformidad, abarca dos puntos:
-El primero, es el aspecto activo, la obediencia, el cumplir con Dios, cumplir con nuestras obligaciones ante Dios, con su Religión Católica,
con sus Mandamientos, con las órdenes que nos da a través de mi estado de vida (casado, soltero, consagrado a Dios), a través de mis
Estatutos o Reglamento, de las órdenes que me da el superior, todo superior, mis padres, etc.
-El segundo, es el aspecto pasivo, y es el aceptar lo que Dios permite o dispone que me ocurra, y que no depende de mí, ni de mis
hechos, ni de mi voluntad.
-Toda la vida de nosotros, toda la vida del ser humano está allí, en esos dos puntos, en esos dos tipos de cosas que se dan: el cumplir con nuestro
deber ante Dios, y el aceptar lo que Él dispone que nos ocurra. Toda la vida está allí.
-Y en el llevar realmente bien, sólo con su gracia, esos dos tipos de cosas, está toda la Santidad, está la Perfecta Conformidad.
[ 3 ] Todas estas acciones y actitudes ante Dios deben ser dadas con amor, estar enamorados de Dios, y así darle todo lo que Él nos pide, pero darlo
con amor, e incluyendo la alegría.
-No puede, ni debe, haber una entrega como cosa extraña, como cosa triste; SINO CONTENTOS, con la alegría de saber que hacemos la Voluntad
de Dios, aunque no sean los planes que queríamos, aunque no sean los planes que teníamos.
-Un sacerdote decía con algo de humor, pero con mucho realismo: “Dios nos santifica arruinando nuestros planes”, y muchas veces es así: Porque
el problema está en nuestra voluntad propia, la cual siempre se mete o se quiere meter, y así hacemos las buenas obras sin pureza de intención,
las hacemos más por nosotros mismos y no porque Dios las quiere, ni dispuestos a dejarlas si Él así nos pide. Es como una última sutileza y trampa
del diablo, pues es más difícil de entender, ya que se trata de hacer cosas que son buenas, pero tal vez están hechas sin pureza de intención,
hechas más porque nosotros las deseamos, y no el hacerlas por Dios, como tributo a Dios, y sólo si Él las quiere, ya que en estrictez Él no necesita
ni de nosotros ni de nuestras obras.
[ 5 ] Pero, repetimos: Todo esto se entiende, pero es bien difícil de practicar: Es la Santidad.
Se nos hace difícil de practicar, o difícil de practicarlo perfectamente. Sí, es así; y si pudiéramos practicarlo perfectamente, ya estaríamos en la santidad.
-Todo es gracia. El primer paso es saber; el primer paso es el conocimiento en nuestras inteligencias, el orden intelectual; porque si no sabemos, si no
sabemos a dónde debemos ir, cómo habremos de llegar, a ese punto, al Amor Perfecto, a la Santidad, a la Perfecta Conformidad.
2
-Todo es gracia. Primero es el saber, y después el obrar. Si no, “estamos a tontas y a locas”, a ciegas.
Dios premia más la actitud de unión con Él y con su Voluntad, que la importancia o no de lo que queríamos realizar: Él no necesita de nosotros o de nuestras
obras, Él quiere la entrega total de su criatura. Si tuviéramos verdaderamente lo anterior, nunca estaríamos tristes o afligidos. En los planos de Dios, todo
está para su Gloria y para nuestro bien.
3
(Conclusión)
Nos queda en el tintero, hablarles y profundizar en el Amor, en el Amor a Dios, en el Amor en el cumplimiento de la Voluntad de Dios. Esperamos Él nos
permita hacerlo en otro momento.
Terminamos con unas palabras relacionadas con lo que veníamos diciendo, comentarios de Mons. Juan Straubinger en su Biblia (no literales):
-[San Mateo 6, nota 21:] Puesto el corazón en el Él, el resto ya no importa. [San Mateo 6, nota 22:] Dios, dice San Bernardo, no mira lo que hacéis, sino la
voluntad con que lo hacéis.
-[San Mateo 6, nota 34:] “Sufficit diei malitia sua: A cada día le basta su propia pena”: Suavísima revelación que debería llenarnos de paz y de alegría. “Porque
si el Amo, para el cual se destinan todos nuestros trabajos, y el dueño de nuestra vida, nos dice QUE DE ESTE MODO LE GUSTA MÁS, ¿por qué hemos de
empeñarnos en obrar de otro modo más difícil?”. De esta suavidad de Dios, se desprende y se nos presenta “la sabiduría como una serenidad inquebrantable.
AVE MARÍA PURÍSIMA.
1
-Lo primero eran puros medios, y sólo Dios es fin; si había que ir a Él por otros caminos y planes, que Él dispuso y nosotros no: qué más da. -Si lo importante es hacer lo que Él quiere y no lo que
nosotros queremos; ¿por qué nos hemos de entristecer, o quejar, o sufrir afanes y estar afanados, o siquiera extrañarnos? -¡Cuántas veces estábamos en algo, y debemos dejarlo o no se pudo hacer!
Y si esto ocurre NO DEBEMOS TENER LA TERQUEDAD ESPIRITUAL de seguir insistiendo, sino saber aceptar los cambios de plano que Dios en su Providencia y Voluntad dispone. Dios puede no querer
esos medios, aunque ninguno sea malo, o tal vez no quererlos en ese momento. -Muchas veces, cuando Él nos priva de nuestros planes y cosas, surgen tristes quejas, lamentos, aflicción de espíritu; y
no, no debe ser así; deberíamos estar dispuestos a entregarlo todo, una especie de holocausto de nosotros mismos.
2
Las cosas que nos proponíamos, podían ser muy buenas y santas, PERO NO DEJAN DE SER MEDIOS, y los medios no son lo imprescindible SINO EL FIN, Y EL ÚNICO FIN ES DIOS. -Él puede,
eventualmente, no querer ser servido por esos medios en especial y en concreto, tal vez para siempre, tal vez por un tiempo, tal vez por unos meses, tal vez por unas horas, tal vez nunca: Un resfriado,
una gripe, una enfermedad, un dolor… y no se puede; y sobra toda queja.
3
Debemos tratar de penetrarnos más y más de estas verdades (de allí lo importante de insistir, de predicar sobre estas cosas), y después pasar al amor, al amor a Dios, al amor a cumplir su Voluntad.
Debemos ser indiferentes a todo el resto, indiferentes a todos los medios (San Ignacio de Loyola, los Ejercicios Espirituales dicen así).