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Curso de estrategias para desarrollar

habilidades socioemocionales

Tema. Inteligencia social


INTELIGENCIA SOCIAL

La escuela es un espacio de convivencia. Sin embargo, hablar de convivencia no


significa hablar de ausencia de conflicto, sino de gestión positiva de la conflictividad.
Para ello, es necesario un tratamiento de la identidad social que permita entender los
problemas y generar identidad respetuosa hacia los demás. Es necesario compaginar
actividades propiamente escolares con prácticas cuya finalidad sea la comprensión y la
interiorización de los derechos humanos. Es ineludible una educación en valores a lo
largo de la vida que contribuya a la formación de ciudadanos democráticos
(profesorado, alumnado, familias y sociedad en general) y que abarque una formación
en derechos humanos y para la ciudadanía. Si implicamos desde la escuela a los niños
y jóvenes en la mejora de la convivencia a través de la participación social para que
asuman protagonismo en sus procesos y toma de decisiones, no solo serán
ciudadanos del futuro, sino que se concienciarán que son ciudadanos y ciudadanas
hoy. La escuela tiene que verse como un espacio de coordinación y cooperación cuyo
objetivo último es mejorar la atención educativa para cada uno de nuestros alumnos,
ayudándolos a vivir y a buscar el camino de la felicidad, individual y colectivamente,
formándolos como personas autónomas, críticas y con pensamiento propio, y
promoviendo en ellos el desarrollo de la competencia social y ciudadana para facilitar la
convivencia y favorecer una sociedad más justa. Por ello, la educación se convierte en
el principal instrumento de movilidad social, que ayuda a superar barreras económicas
y sociales y es generador de expectativas de futuro. Entendemos que es necesario
ofrecer a los estudiantes espacios y posibilidades de reflexión, análisis y estudio de
principios y derechos que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en
contextos participativos. Es importante, pues, facilitar desde el ámbito educativo
propuestas didácticas sobre cuestiones vinculadas con la convivencia y el bienestar.
Reflexionar sobre un nuevo enfoque en el diseño y elaboración del currículo destinado
a aumentar la inteligencia social del alumnado, de las familias y la sociedad es una
propuesta novedosa para conseguir una mejora de la calidad de la enseñanza en los
diferentes niveles educativos.

Necesitamos tratarnos unos a otros de manera diferente. Esta verdad es evidente por
sí misma, no solo en los actos de inhumanidad que aparecen en los titulares, sino
también en las pruebas epidemiológicas: las relaciones sociales fuertes son saludables
y cognitivamente enriquecedoras. La soledad no solo es perjudicial, también es una
epidemia, una de cada siete personas es objetivo constante de maltrato. No se trata
solo de niños que son víctimas de experiencias deshumanizantes, aunque el desprecio
por los demás, aunque frecuentemente se dirige hacia grupos ecuménicos externos,
disminuye a lo largo del ciclo vital. Tenemos que revertir esa tendencia y llegar a ser
una cultura más comprometida socialmente que busque formas para humanizar las
relaciones sociales en el hogar, en nuestras escuelas y universidades, en las
organizaciones y en nuestras comunidades. Lo que a menudo falta en las explicaciones
sobre las relaciones sociales es un análisis en profundidad acerca de hasta qué punto
estamos “cableados” para conectarnos. La neurociencia social revela que hemos
evolucionado como seres sociales y que nuestro estado biológico natural es conectar
con los demás. No hay un único sitio en el cerebro que controle las interacciones
sociales, sino que existen interconexiones separadas pero fluidas en todo el cerebro
para guiar el desarrollo de las relaciones sociales. Las relaciones sociales no son
juegos en los que la suma es igual a cero, cada una de las personas que participan en
ellas se benefician de las conexiones sociales positivas. La evidencia empírica
procedente de muchas fuentes confirma una fuerte asociación entre el funcionamiento
social y la salud mental y física de las personas de todas las edades. Las personas con
fuertes relaciones sociales tienen un funcionamiento cardiovascular más sano y una
respuesta inmune más eficiente a los patógenos; además, tienen menos incapacidades
como respuesta a las enfermedades y viven más tiempo.

La salud mental también depende de la calidad de las relaciones sociales. La ansiedad


y la depresión están relacionadas con los vínculos sociales perdidos, o bajo amenaza
de pérdida, y las personas que no tienen relaciones sociales tienen un mayor riesgo de
suicidio

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