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INSTITUCIÓN EDUCATIVA ESCUELA NORMAL SUPERIOR

COROZAL – SUCRE
FORMACIÓN COMPLEMENTARIA
MODALIDAD SEMIPRESENCIAL: RES: 17157. 11-27-13

COMPETENCIAS CIUDADANAS Y MECANISMOS DE


PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Recopilación, Montaje y Comentario

Zaraid Estrada Romero


Licenciada en Educación Infantil
Especialista en Ética y Pedagogía
Oscar David Tapias
Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Humanidades
Especialista en Ética y Pedagogía 2015
PRIMERA UNIDAD
COMPETENCIAS CIUDADANAS

PRESENTACIÓN

El presente modulo está constituido por un primer capítulo, referido a la temática


sobre competencia ciudadana, cuyo estudio se hace necesario por parte de
docentes en formación, ya que el conocimiento de este tema, permite reflexionar
sobre la calidad de ciudadanos que se requiere para construir el país, es decir que
el maestro en formación desarrolle sus capacidades y habilidades como agente de
cambio social y político, de tal manera que en un momento determinado cuando
se encuentro en ejercicio de su oficio o quehacer pedagógico pueda ofrecer desde
su practica un ejemplo vivo y eficaz de construcción de sociedad pensante, libre, en
paz y armónica.
El propósito de este programa es capacitar a docentes en formación interesados en
la educación para que comprendan en qué consisten las competencias ciudadanas
particularmente aquellas que facilitan la construcción de una convivencia pacífica y
cómo se promueven en ambientes educativos, como resultado del trabajo
desarrollado en este programa los maestros en formación estarán en condiciones
de hacer aportes significativos en el trabajo en que se desempeñen en términos de
promoción de las competencias ciudadanas relacionadas con una convivencia
pacífica.
INTRODUCCIÓN

La promoción integral del ser humano incluye la formación en competencias


ciudadanas que posibiliten crecer comunitariamente, manejar los conflictos, valorar
las diferencias y propiciar la unión y la sana convivencia.
“El ejercicio de la ciudadanía, se entiende, no solo como el ejercicio de los derechos
y deberes; incluye la participación activa en la comunidad a la cual pertenece: en
esta medida un ciudadano competente es aquel que conoce su entorno social y
político; tiene presente sus derechos y obligaciones; posee la capacidad de
reflexionar sobre problemáticas sociales; asume su responsabilidad social; se
interesa por los asuntos de colectividad, participa en la búsqueda de soluciones o
problemas sociales y busca el bienestar de su comunidad”
Lo anterior se explica como lo que debe saber y saber hacer un docente en
formación en relación a la responsabilidad que le compete de ejercer y defender
los derechos humanos como ejes fundamentales de la convivencia pacífica de
participación en la vida política, el respeto por los derechos ajenos y la
comprensión de una sociedad en, en sus instituciones y sus normas.
Con el estudio de este módulo el docente en formación estará en la capacidad de
comprender que la formación de ciudadanos socialmente competentes incluye
habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas y por ende deben
desarrollarse desde las primeras etapas (preescolar) hasta las etapas de niveles
universitarios.
Desde la escuela, la tarea de desarrollar competencias ciudadanas implica un
cambio en las metodologías de enseñanza, la gestión escolar y el aprovechamiento
de las oportunidades educativas.
Esto nos debe llevar a la democratización de la enseñanza, donde el objetivo
central lo constituye el fortalecimiento de la autoestima y la estructuración de la
identidad de aprendices y maestros en la búsqueda de soluciones o problemas
sociales y busca el bienestar de su comunidad.
HACIA LA FORMACIÓN DE CIUDADANOS COMPETENTES Y PARTICIPATIVOS
INTRODUCCIÓN A LASCOMPETENCIAS CIUDADANAS

“Son las herramientas para relacionarnos con los otros, de manera cada vez más
comprensiva y justa, mediante la convivencia pacífica, participativa, constructiva y
responsable. Para vivir juntos, trabajar en equipo, conocernos y reconocernos”
Asistimos a una crisis de convivencia, donde la escuela hasta ahora no ha
contribuido de manera sustantiva a enfrentar este cuadro diagnóstico, nuestros
estudiantes y profesionales no han sido formados integralmente para
desempeñarse como sujetos tolerantes y con la capacidad de resolver conflictos de
manera inteligente y pacífica, igualmente como ciudadanos activos en la esfera de
lo público que fortalezcan la democracia.
Cabe resaltar que la convivencia puede entenderse como aquel estado en el
cual una pluralidad de individuos diversos y diferentes interactúa entre sí en
términos de reconocimiento, tolerancia e imparcialidad, pudiendo así vivir
unos con otros de manera pacífica y segura. Los valores que rigen esta
convivencia - conviene repetirlo - son: el reconocimiento que alude a la diversidad,
la tolerancia que alude a la diferencia y la imparcialidad que alude a la igualdad,
porque es en torno a la comprensión.
La convivencia humana es cada vez más diversa y compleja tornándose a veces en
relaciones hostiles, indiferentes y con alto contenido de violencia. La escuela no es
ajena a estas situaciones y los conflictos que a diario se viven hacen que se
reproduzcan estos ambientes y se afectan de alguna manera todos sus integrantes.
Al desarrollar acciones a favor de la calidad educativa, se debe pensar en la
convivencia como lo más importante y urgente, haciendo especial énfasis en la
promoción de relaciones armónicas, afectivas y constructivas.

El ser humano es un ser en permanente construcción, por ello para poder


desarrollarse y dar sentido a todo lo que hace, debe partir del conocimiento de sí
mismo, para poder así conocer a los demás y las circunstancias que los rodean.
Fortalecer la afectividad, es por tanto un paso para poder desarrollar hábitos,
comportamientos y actitudes positivas de beneficio común en donde se trabaje
integralmente el escolar, los docentes, los padres y madres de familia.
La calidad de nuestras relaciones con los demás depende de la calidad de nuestra
vida personal. Es en actuar cotidiano en donde se expresan las fortalezas y
debilidades personales, la vida es un aprendizaje continuo, el cual debe ir unido a
la sana convivencia mediante una comunicación asertiva, expresiones de afecto y el
establecimiento de relaciones equitativas, donde el respeto por la
autodeterminación, la libertad y la diversidad primen sobre todas las relaciones de
dominación y de poder; de esta manera se está contribuyendo a disminuir la
violencia que hoy por hoy vivimos.

Desde el componente pedagógico la educación es entendida como un proceso


permanente de desarrollo humano e institucional que busca crear ambientes
propios para crecer y ser, aprender, comprender y transformar, integrando
intenciones y acciones dentro de la institución educativa que busca
primordialmente mejorar la calidad de vida de todos y cada uno de los miembros
de la comunidad educativa, facilitando contextos que permitan una nueva
organización escolar que asuman a los centros educativos como espacios
multidimensionales que permitan a los niños, adolescentes, jóvenes, docentes y
padres de familia, desarrollar habilidades para la vida de forma práctica, resolución
pacífica de conflictos y mejorar los canales de comunicación en todos los
contextos, situaciones y condiciones necesarias en la función de formar ciudadanos
a través de la implementación de estrategias complementarias que fortalezcan a la
institución y comunidad educativa desde el desarrollo de una sólida cultura de
creación y construcción social de conocimientos, de amor, de felicidad, de afectos,
de sueños y manifestaciones de los mismos.

La convivencia es una habilidad social que debe ser aprendida en la escuela, en la


familia y desarrollada en los desempeños profesionales como parte de la
competencia para interactuar con los demás en el marco de unos derechos civiles y
una dimensión pública de la ciudadanía, lo que significa el respeto por unas reglas
o unos mínimos éticos.

Partiendo de la concepción de ciudadanía de Antanas Mockus (2004) y que se


asume en la formulación de las competencias ciudadanas del MEN: “Ser ciudadano
es respetar los derechos de los demás. El núcleo central para ser ciudadano es,
entonces, pensar en el otro. Se basa en tener claro que siempre hay otro, y tener
presente no solo al otro que está cerca y con quien vamos a relacionarnos
directamente, si no también considerar al otro más remoto, al ser humano
aparentemente más lejano – al desconocido, por ejemplo – o a quien hará parte de
las futuras generaciones (. . .) pero el ciudadano también se define por su relación
con el Estado. Uno es ciudadano de un país específico con unas normas
establecidas por un Estado específico. Cuando se habla de las consecuencias, un
ciudadano no solo mira las consecuencias para unos, sino para todos.” (MEN:150).
Es de anotar que la ciudadanía mucho más que un concepto es una condición
política a partir de la cual actuamos en la esfera pública en la definición de nuestro
propio destino como individuos y como sociedad.
Si concebimos las competencias como un ”Saber y saber hacer en contexto”, es
imperativo reconocer y entender nuestro contexto, que no cabe duda supera la
coyuntura actual, y se ha convertido en endemia estructural, donde las
manifestaciones son relevantes: soportamos una violencia en todos los órdenes,
violación de los Derechos humanos, unas interacciones absolutamente intolerantes,
manifestadas en fenómenos como la exclusión política y social, la apatía
participativa, una fragilidad de la democracia y una deslegitimación de lo público,
estos rasgos relevantes de la sociedad Colombiana determina la implementación
de unas competencias que permita superar esta problemática desde el proceso
formativo.

Para el caso Colombiano, esta competencia ciudadana es imperativa en la


formación de profesionales que permita superar una problemática que hasta ahora
empezamos a reflexionarla de manera más rigurosa, abordarla desde la academia
con el enfoque psico-cultural, es decir entendiendo que la violencia ha sido
resultado de un mal aprendizaje cultural “Las disposiciones psicoculturales
modelan la forma en que los grupos y los individuos procesan los acontecimientos
y también las emociones, percepciones y cogniciones que los mismos provocan”1 ,
pero igualmente este enfoque nos permitirá avizorar una salida hacia la paz, con
Estanislao Zuleta diremos: “Así como aprendimos a ser violentos aprenderemos a
ser pacíficos”
1 ROSS Marc Howard., La cultura del conflicto
2 Pero el problema no es la violencia;” La violencia es la consecuencia de no haber
sido capaces de construir un orden ético de convivencia, fundado en los derechos
Humanos. Si mañana se callan los fusiles, no hemos resuelto el problema de la
violencia; nos toca construir la convivencia si queremos tener futuro”
Pero el problema no es la violencia; “La violencia es la consecuencia de no haber
sido capaces de construir un orden ético de convivencia, fundado en los derechos
Humanos. Si mañana se callan los fusiles, no hemos resuelto el problema de la
violencia; nos toca construir la convivencia si queremos tener futuro”2.
El conocimiento y aplicación de técnicas y habilidades de tratamientos de
conflictos es una exigencia actual que desarrollada simultáneamente con la
formación de valores humanos para la convivencia: tolerancia, solidaridad,
autonomía, justicia y respeto, se constituye en una prioridad educativa y el soporte
medular para uno de los pilares educativos del presente siglo: “aprender a
convivir”.

Los M.A.S.C., métodos alternativos de solución de conflictos, se han convertido en


las herramientas fundamentales para dirimir nuestras controversias, las prácticas de
conciliación y mediación se han posicionado en todos los escenarios donde el
conflicto aflora; a nivel social, comunitario y de las mismas instituciones educativas
donde se ha ido reemplazando los métodos arbitrarios e impositivos por la
concertación y asunción de reales compromisos.

Igualmente necesitamos formar ciudadanos para construir colectivamente lo


público es decir la sociedad que necesitamos, el tejido social, a partir de sujetos
sociales capaces de cooperar con los otros, de crear y transformar el orden social,
es decir la capacidad de crear libertad, es decir que junto a la interacción personal
necesitamos desarrollar habilidades para la participación colectiva y comunitaria,
pues “el aprendizaje ciudadano es un proceso de producción y reproducción de
significados provenientes de las prácticas comunitarias e identitarias que van
constituyendo al actor social y lo dotan para participar en los diversos escenarios
políticos y simbólicos que promueven el estado y las diversas organizaciones de la
sociedad civil”3

3 GOMEZ Jairo Hernando., Aprendizaje ciudadano y formación ético-política.,


Universidad Distrital Francisco José de Caldas. 2005
La democracia participativa prevista en la Constitución (Artículos 3º y 103) plantea
un nuevo orden jurídico y político mediante la ampliación de los espacios,
individuales y colectivos, de deliberación y de acción; con ello, paulatinamente se
han establecido y promovido más posibilidades y capacidades de decisión del
individuo y la comunidad, en torno a lo público como manifestación del ejercicio
de la ciudadanía.

Lo público abarca el conjunto de intereses, instituciones, espacios, bienes y


servicios que por su importancia, necesidad o naturaleza, escapa a la esfera
particular de cada individuo ciudadano y se convierte en asunto de todos; pero no
simplemente en términos de su usufructo, sino también en lo que concierne a la
responsabilidad de su cuidado, provisión y aseguramiento. Al precisar por todos,
no solo se hace referencia al Estado como abstracción que emana de la sociedad,
sino a los ciudadanos que la integran. En este sentido, y en palabras de Adela
Cortina, la ciudadanía moderna implica superar la idea del “Estado-providencia [en
la que los] ciudadanos se acostumbran a que sea el Estado, ya que recauda los
impuestos, el que tenga que velar por ellos y resolver todos sus problemas”
(1991:81).

Sin embargo, en nuestro país, la democracia participativa se encuentra aún en


proceso de comprensión y apropiación por parte de los individuos, por lo cual el
camino a seguir es la formación de los ciudadanos, en tanto “es imposible pensar
en una sociedad democrática, justa y solidaria sin una educación amplia e
igualitaria que imprima en cada uno de sus miembros el carácter de una auténtica
ciudadanía (Dewey, 1953:93). La educación ciudadana ha de contribuir al desarrollo
de la cultura ciudadana y, por consiguiente, a la construcción de la sociedad del
presente y futuro. Dewey también postula la relación que existe entre democracia y
educación en términos de “una democracia participativa, abierta e incluyente y de
una educación entendida como la provisión de igualdad de oportunidades para el
pleno desarrollo de las capacidades personales en ámbitos de participación y
solidaridad” (1953: 94).

Con la expedición de la nueva Constitución Política de Colombia del 91,


entendimos que en nuestro país, la ciudadanía es muy precaria, que necesitábamos
fortalecer las interacciones sociales, y por supuesto la participación ciudadana y
política con un criterio civilista y democrático que rebase la tradición violenta de
dirimir nuestros conflictos, para ello el aprendizaje ciudadano es imprescindible en
el marco de la socialización política.

Necesitamos generar una cultura de convivencia donde se desarrolle la plena


capacidad de transformar la realidad de forma crítica y desempeñarse como
ciudadanos comprometidos con la democracia, la paz, la identidad y el bienestar
de todos, aspectos que pueden y deben ser desarrollados mediante proyectos
transversales en los planes de estudios de las instituciones educativas del país,
desde las etapas preescolares hasta la educación superior. En resumen necesitamos
formar en competencias ciudadanas.

Desarrollar las competencias ciudadanas es la manera de formar niños, niñas,


jóvenes y profesionales para un ejercicio pleno de la ciudadanía que parta del
reconocimiento de la dignidad inherente a todo ser humano. Tal reconocimiento es
el origen de la concepción universal de los derechos humanos y tiene tres
características que se relacionan entre sí y permiten comprender su significado en
la vida cotidiana. Primero, vivir como uno quiera, es decir la dignidad entendida
como la autonomía o la posibilidad de diseñar un plan de vida propio; segundo,
vivir bien, tener unas ciertas condiciones materiales y sociales de existencia; y
tercero, vivir sin humillaciones, poder tener integridad física y moral.

De la misma manera, el reconocimiento de la igual dignidad de todas las personas


es el fundamento de nuestra República y lo que nos permite trabajar en la
construcción de una sociedad democrática, participativa, pluralista, diversa e
intercultural, y fundada en la solidaridad de las personas que la integran, tal y
como lo propone la Constitución Política de Colombia.

“Los ciudadanos de un Estado deben ser educados siempre en consonancia con su


constitución: por ejemplo, el carácter democrático engendra la democracia. Es
necesario que las cosas comunes sean objeto de un ejercicio común. Y al mismo
tiempo, tampoco debe pensarse que ningún ciudadano se pertenece a si mismo,
sino todos a la ciudad, pues cada ciudadano es una parte de la ciudad, y el cuidado
de cada parte está orientado naturalmente al cuidado del todo”. (Aristóteles.)

Parte de la respuesta es que la Constitución es un fin y es, a la vez, un medio para


llegar a ese fin. No obstante, porque las cosas estén escritas en un documento
fundacional como este no significa que ya existan. Se necesita el concurso y la
participación permanente de todas las personas, y no sólo de los llamados líderes,
para que nuestra “democracia se fortalezca, es decir supere sus constantes
amenazas; se profundice, para que abarque todas las instancias posibles de
nuestras vidas y se amplíe, o sea que cada vez más personas (¡todas las personas!)
Puedan ejercer plenamente sus derechos y cumplir con las responsabilidades que
ello implica” (Escallón 2009).

En síntesis se hace necesario crear mecanismos y/o estrategias que promuevan una
formación en competencias ciudadanas o cívicas que no solo necesiten de nuevas
asignaturas o seminarios anexos sino la transformación de una práctica educativa
donde los valores sean vivenciales y los conflictos se diriman mediante mecanismos
de comunicación asertiva, negociación cooperativa y mediación activa, igualmente
que la práctica participativa sea una constante en el marco de una dinámica
democrática.

A CERCA DE LA FORMACIÓN EN COMPETENCIAS CIUDADANAS

Ricardo Delgado S y Carlos E Vasco afirman que en la búsqueda de alternativas


para diseñar mecanismos que propicien enfrentar y corregir las profundas
imperfecciones de nuestro estado social de derecho y de sus instituciones
democráticas, se insiste permanentemente en reconocer el papel significativo que
tiene la educación en general y, de manera más concreta, las acciones de
formación ciudadana orientadas a promover un conjunto de competencias para
que el ciudadano pueda incidir activamente en tres campos vitales para la
convivencia social: “la resignificación del sentido de la política, la renovación de
criterios de legitimación de lo público y el fortalecimiento de una cultura de la
civilidad.”

La vindicación de la política busca hacer frente a la profunda fragmentación y


atomización de las fuerzas políticas, así como a la creciente deslegitimación de los
estamentos formales, como son el sistema de partidos, los mecanismos electorales
y los espacios de representación política. La construcción de un proyecto colectivo
de nación –sin desconocer el marcado pluralismo que caracteriza a nuestra
sociedad– exige con urgencia la definición de unos mínimos principios
ordenadores en torno a los cuales se construya una común unidad de pertenencia
y participación alrededor del espacio normativo de lo público.

Lo anterior demanda una reconceptualización de lo político como todo aquello


relacionado con un ordenamiento construido colectivamente, que parte del
diálogo pluralista entre posiciones diversas, y no como la imposición de un
proyecto que busca adecuar la sociedad a un orden natural o racional previamente
determinado.

Es decir, que el sentido de la política como construcción colectiva de un orden


social debería orientarse hacia el fortalecimiento de la “capacidad de unos y otros
para definir colectivamente unas reglas de juego que aseguren la coexistencia de la
pluralidad de creencias, valores y opiniones que conforman la sociedad y sustenten
al mismo tiempo un sentido del nosotros como colectivo”.

Es de anotar que la refundación del sentido de lo político y de la política está


directamente asociada con la construcción y legitimación del sentido de lo público,
“entendido como proceso social de construcción colectiva de un orden siempre
imperfecto e inacabado, a través del proceso de participación ciudadana con las
diversas modalidades (partidos políticos, organizaciones, movimientos sociales,
asociaciones comunitarias, entre otras) en la deliberación, definición y promoción
de los intereses colectivos de la sociedad, bajo principios de tolerancia, respeto de
las diferencias y acatamiento a las reglas establecidas.” Por lo tanto, lo público hace
referencia a la esfera donde se ponen en escena los diversos universos simbólicos
de lo político en relación a la construcción de un orden social deseable.

Y es, además, el espacio en donde tiene lugar la deliberación, el debate entre los
intereses privados y el interés colectivo sobre la base de ir definiendo una
reglamentación construida colectivamente que contemple un conjunto de normas,
contenidos, valores y comportamientos requeridos para adelantar la tramitación de
las diferencias y conflictos de intereses, así como la celebración de acuerdos que
dotan de legitimidad a las instituciones democráticas.

El desarrollo y fortalecimiento de un orden social democrático orientado por los


derechos humanos como horizonte ético está directamente relacionado con la
instauración de la preeminencia y legitimación de lo público. El proceso de
instauración de lo público está estrechamente vinculado con el desarrollo de la
sociedad civil en cuanto proceso de organización y participación de los ciudadanos,
lo cual demanda desde la educación la promoción conjunta de una civilidad
orientada por la observancia de valores políticos propios de una sociedad pluralista
y de un estado social de derecho. Lo anterior requiere el desarrollo de una cultura
de la civilidad que asuma en plenitud el pluralismo razonable y los valores políticos,
como la autonomía, la equidad, el reconocimiento y la cooperación, en cuanto
elementos dinamizadores de la definición de pautas reguladoras en el ámbito de lo
público.

DESAFÍOS QUE ENFRENTAN LOS PROGRAMAS DE FORMACIÓN CIUDADANA

Estas renovadas expresiones, que a continuación iremos presentando en términos


de desafíos e interrogantes, giran alrededor de aspectos como el reconocimiento
del contexto donde se inscriben las acciones de formación ciudadana; la definición
de los supuestos normativos que encarnan el ideal de orden social que aspiramos
construir y desde los cuales se orienta el proceso formativo; el señalamiento de
algunas dimensiones que demarquen el horizonte y la finalidad de la formación de
las competencias ciudadanas; así como también la selección de un conjunto de
habilidades que buscan ser promovidas en la medida en que se vinculan con el
ejercicio colectivo y organizado de la ciudadanía.

Desafío de las transformaciones en lo político y en la política


Un primer desafío que enfrentan en la actualidad los programas de formación
ciudadana es el comprender e interpretar las transformaciones que se están dando
lugar a nivel del escenario de lo político y de la política, donde cabe entonces
preguntarse: ¿Cuál es el actual contexto en el cual se inscribe el proceso de
formación en las competencias ciudadanas?

Con este interrogante queremos señalar que los programas de formación


ciudadana deben reconocer el hecho de que, en la actualidad, asistimos a una
refundación de lo político y de la política que redefine su sentido, replantea las
prácticas, identidades, discursos, organizaciones, modalidades y, por supuesto, las
acciones colectivas. Lo anterior, como producto del descentramiento del sistema
político, la politización de la sociedad civil, el surgimiento de identidades políticas
diversas y no partidistas, así como la emergencia de prácticas no convencionales de
acción y manifestación colectiva de los actores sociales

Desafío del reconocimiento, la inclusión y la equidad


Conviene señalar que, en la anterior descripción de los rasgos que parecen
caracterizar el actual contexto de sentido de la política y de la acción colectiva,
podemos reconocer una imagen renovada del ser ciudadano y de lo que implica el
ejercicio de la ciudadanía, así como también podemos advertir ciertas
transformaciones a nivel de la cultura política. Lo anterior plantea a los programas
de formación ciudadana un segundo desafío, que tiene que ver con analizar cómo
las renovadas expresiones de identidad colectiva y de acción política se constituyen
hoy sobre la base de unos criterios orientados a alcanzar reconocimiento y hacia
mayores niveles de inclusión y equidad, proponiendo así una concepción del bien
común más centrada en la justicia y en la protección de los derechos
fundamentales como parámetros de legitimación del sentido de lo público.

Por ello cabe entonces preguntarse: ¿Cuáles son los supuestos normativos que en
el marco de un estado social derecho permiten a los programas de formación
ciudadana comprender e interpretar las renovadas expresiones de la acción política
y la ciudadanía?

Esta pregunta por los supuestos normativos tiene una directa incidencia en los
programas de formación ciudadana respecto a la exigencia de una definición clara
y un reconocimiento explícito de sus supuestos normativos, de tal manera que
cualquier propuesta deba reflejar con claridad una respuesta adecuada a la
pregunta: ¿A favor de qué propósitos y de acuerdo con qué criterios y principios se
orientan las acciones de formación de las competencias ciudadanas?

Esta indagación por los propósitos y principios que fundamentan la formación de


las competencias ciudadanas parte de reconocer que si un estado social de
derecho tiene como presupuesto ético-político la urgente necesidad de definir un
ideal común de justicia que provea a los ciudadanos de un conjunto de derechos y
pautas normativas que propicien la expresión del pluralismo y la participación
activa de los ciudadano, es perentorio, entonces, que los programas de formación
ciudadana definan explícitamente un conjunto de supuestos que conlleven a:
- Reconocer la justicia como la primera virtud de las instituciones políticas y
sociales.

- Avanzar en la fundamentación pública de una concepción de la justicia que sea


reconocida por todos los actores sociales, como marco de regulación de la
sociedad.

- Afianzar la capacidad de agenciación de los asociados a organizaciones y


movimientos sociales, para definir colectivamente unas reglas de juego que
aseguren la coexistencia de la pluralidad, alrededor de la construcción de un
proyecto colectivo.

- Fortalecer la creación y desarrollo de redes sociales que aglutinen diversas


organizaciones sociales, y promuevan acuerdos programáticos entorno a intereses
de carácter colectivo.

- Promover un conjunto de virtudes cívicas, como la tolerancia, la autonomía, el


dialogo, la razonabilidad, la cooperación y la equidad entre otras, como plataforma
para la configuración del sujeto político.

- Favorecer la participación ciudadana como expresión e integración de la cultura


local y el desarrollo de la ciudadanía en la esfera pública.

Desafío de una formación ciudadana multidimensional


Si reconocemos en el anterior inventario aquellos fundamentos de un estado social
de derecho de los cuales podamos derivar un conjunto de atributos asociados con
la formación de las competencias ciudadanas, podríamos establecer un tercer
desafío que plantea la necesidad de explicitar las dimensiones en las que, en este
contexto renovado de la política y la ciudadanía, se despliegan los procesos de
formación de las competencias ciudadanas.

Esto parte de considerar que los presupuestos ético-políticos que fundamentan a


una sociedad democrática requieren constituirse paulatinamente en repertorios
culturales, en gramáticas colectivas, a través de procesos formativos, para ser
traducidos en conocimientos, valores, normas y prácticas desde los colectivos
sociales organizados, aspectos que pueden ser referenciados en un espacio de
varias dimensiones que nos permitan caracterizar y demarcar algunos atributos
centrales que entraña la formación en competencias ciudadanas, como son las
siguientes:
- La compatibilidad de las competencias ciudadanas con el pluralismo político,
social y cultural. La consolidación de nuevas identidades colectivas y políticas
diversas debería ser comprendida como una expresión del pluralismo razonable
propio de las sociedades democráticas, lo cual demanda del ciudadano o
ciudadana la capacidad de identificar y reconocer múltiples universos simbólicos de
lo político, pero al mismo tiempo reclama la capacidad de evaluación y análisis
crítico del mismo.

- La consistencia de las competencias ciudadanas con los principios de los


derechos humanos y los valores democráticos . La definición de las competencias
ciudadanas de manera consistente con los principios de los derechos humanos y
los valores democráticos se constituye en un imperativo ético-político en un estado
social de derecho, en la medida en que debe encarnar dentro de sus componentes
los valores de la autonomía, libertad e igualdad como referentes de los ideales de
justicia social y como plataforma normativa de la esfera pública en donde tiene
lugar la acción colectiva.

- La correspondencia de las competencias ciudadanas con los ideales de


justicia y equidad. Los procesos de formación de las competencias ciudadanas
deben reconocer que las renovadas expresiones de la acción política de los
movimientos sociales se orientan hacia la exigencia de unos mínimos de justicia
que actúen como marco fundante y ordenador de la estructura básica de una
sociedad, es decir, de las instituciones democráticas, permitiéndole al ciudadano o
ciudadana definir unos propósitos colectivos que todos compartimos y
respaldamos, y sobre los cuales converjan las diversas acciones y argumentaciones
en la esfera pública.

- La vinculación de las competencias ciudadanas con el actuar reflexivo y


razonable.
Esto supone, por parte de las y los ciudadanos y de sus asociaciones, en primer
lugar la reflexividad o capacidad reflexiva para tomar distancia respecto a las
formulaciones de sus creencias morales e ideológicas, siendo conscientes de la
falibilidad de las mismas, la cual les permite estar abiertos a reconocer otros
lenguajes y argumentos que pueden incorporar a sus marcos de comprensión y
desde ahí generar una actitud o disposición abierta para revisar sus propios
fundamentos de acción y, así, poder construir con otros un conjunto de razones
públicas sobre las cuales se puedan configurar los argumentos, los debates y la
justificación de las diversas acciones colectivas en la esfera pública. En segundo
lugar, el carácter de razonabilidad como condición central del pluralismo político y
como criterio de legitimación del ámbito público hace alusión a la “capacidad que
tienen los ciudadanos para explicarse unos a otros el fundamento de sus acciones,
en términos tales que cada uno pudiera razonablemente esperar que los demás
aceptaran como consistentes en su condición de sujetos libres e iguales.”

- Las competencias ciudadanas como expresión y realización de la autonomía


y del reconocimiento por el sentido del otro y del nosotros . Los procesos de
formación de las competencias ciudadanas deben partir por identificar tres rasgos
que hacen posible que al ciudadano o ciudadana se le atribuya las cualidades de
juez moral competente para participar en la esfera pública, como son: la
autonomía, la dignidad y el reconocimiento, cualidades que facultan al sujeto para
discernir, distinguir y juzgar la relación entre lo posible en un sistema social y
político y lo deseable desde el punto de vista normativo de la justicia, lo que
implica y demanda a las y los ciudadanos y a sus colectivos el asumir como criterios
ordenadores de lo social los principios de libertad, igualdad y equidad. Así, éstos se
constituyen en los valores rectores desde los cuales pueden las y los ciudadanos y
sus asociaciones juzgar a las instituciones, organizaciones e individuos respecto a la
atención y cumplimiento de sus demandas y requerimientos como sujetos de
derechos. De igual manera estos principios operan como referentes para ponderar
las consecuencias previsibles de sus acciones en relación al bien público y a la
convivencia ciudadana como expresión del sentido del “nosotros”.

- La relación de las competencias ciudadanas con la cooperación y


coordinación entre grupos sociales heterogéneos. Las renovadas expresiones
del ideal democrático que toman forma en las nuevas manifestaciones de la acción
colectiva de los actores sociales, deberían estar orientadas hacia la “definición de
un ideal de bien colectivo más englobante que cualquier sumatoria de bienes
privados o aislados.” Esto es posible si se asume la sociedad como un sistema justo
de cooperación, lo que exige que las diversas acciones políticas que se agencien
desde los distintos movimientos sociales, orienten su ejercicio de participación
sobre la base del imperativo cívico que encierra el bien público; haciendo
comprender a los asociados lo que tienen en común, y convocándolos a un debate
creativo sobre la definición de reglas e instituciones políticas y sociales que los
regule en sus relaciones de intercambio y cooperación.

El desafío de explicitar las capacidades y habilidades subyacentes a las


competencias ciudadanas
La descripción de las anteriores dimensiones que en un concepto particular,
demarcan el horizonte y los elementos que conllevan los procesos de formación
ciudadana en este contexto renovado de la política y la ciudadanía y que muestran
sus diversos atributos, lleva a reconocer que si bien la noción de competencia ha
tenido usos muy diversos, generando una gran variedad de significados tanto en el
lenguaje científico como en el ordinario, es posible discernir un limitado pero
sólido centro semántico que se asocia con los términos de “capacidad”, “habilidad”,
“efectividad” y “desempeño”.
Lo que supone en esta oportunidad asumir la noción de competencias ciudadanas
como una categoría abarcadora que encierra aspectos cognitivos, afectivos,
actitudinales y motivacionales, supuestos normativos y morales, relacionales y
comunicativos, aspectos que pueden distribuirse a lo largo de ciertas dimensiones
y que, dentro de ellas, también pueden especificarse algunas habilidades. Por ello
cabe preguntarse: ¿Qué capacidades y habilidades requieren ser potenciadas para
que el ciudadano y la ciudadana puedan participar activamente en los procesos de
entendimiento colectivo que encierra la construcción de lo político, de la política y
de lo público?
Teniendo como referencia los anteriores supuestos normativos y las dimensiones
sugeridas, antes de pormenorizar las capacidades y habilidades a las que se refiere
la pregunta, se hace necesario enunciar los siguientes criterios, los cuales demarcan
el horizonte de asumir las competencias ciudadanas como una construcción social,
en tanto los integrantes de una organización o movimiento social actúan de
manera conjunta para elaborar su marco de acción ciudadana de carácter colectivo.
- La reflexividad, que alude a que las organizaciones y los actores sociales se
asuman como “agencias colectivas generadoras y movilizadoras de significación,
que persiguen el objetivo de provocar, impedir o anular un cambio social
fundamental”.
- La razonabilidad como capacidad que tienen los actores sociales, organizaciones
y movimientos- para construir con base en su experiencia, marcos de acción
colectiva desde donde explicar, justificar y legitimar unos a otros el fundamento de
sus acciones, configurando discursos que nutren el debate y la cultura pública.

- La agenciación, que se refiere al reconocimiento de la intencionalidad como


capacidad de autodeterminación para efectuar acciones trasformadoras,
convirtiendo a los actores sociales en agentes de sus propios cambios sociales.

- La sociabilidad, que reconoce que la acción ciudadana es fuente y expresión de


la interacción social, que conlleva tensiones y conflictos de intereses en el contexto
de lo político y lo público.
Como se puede apreciar, dichos criterios encarnan factores cognoscitivos,
afectivos, morales, relacionales y comunicativos que configuran el marco de acción
colectiva, desde el cual los actores sociales le imprimen sentido a su acción
ciudadana y a los fines que persiguen, lo cual plantea el cuarto y último desafío a
los programas de formación ciudadana: identificar y proponer las capacidades y
habilidades asociadas con la formación de las competencias ciudadanas, para
fortalecer la capacidad de acción colectiva de las organizaciones como fundamento
del fortalecimiento de lo político-público. Para comenzar a responder a dicho
desafío, proponemos las siguientes.

- La capacidad para que los actores sociales puedan asumir e interpretar sus
problemáticas y adversidades como injusticias, logrando de esta manera justificar y
legitimar su acción ciudadana colectiva con base en el marco de los derechos
fundamentales.

- La habilidad y disposición por entender lo que sucede en nuestra propia vida, y


en la de otros, logrando una postura reflexiva y razonable sobre los propios
criterios, valores y creencias y reconociendo los de otros.

- La capacidad de reconocer y analizar patrones distintos de configuración de


intereses políticos, logrando establecer analogías entre situaciones diversas, con el
fin de negociar y pactar acuerdos de convergencia.

- Las habilidades para agenciar procesos organizativos de carácter cooperativo-


asociativo que promuevan la identidad colectiva, la participación y la promoción de
redes sociales para la acción colectiva pública.

- La habilidad para escoger medios legítimos de protesta social para lograr fines
establecidos, apreciando así el sentido que encierra la norma como criterio de
autorregulación y como plataforma para la formación de una racionalidad colectiva
pública.

- La habilidad para desarrollar una orientación social que lleva a confiar en otras
personas, escuchar y entender las posiciones de otros y propiciar acciones de
cooperación e integración grupal.

- Las habilidades de razonamiento moral para la toma de decisiones y para explicar


valoraciones, preferencias y comportamientos.
- Las habilidades de negociación y tratamiento de conflictos tanto al interior de los
colectivos sociales como en el contexto de las redes de alianzas.

- Las habilidades para propiciar, negociar, pactar y reparar acuerdos sociales para la
convivencia.

- Las habilidades comunicativas y argumentativas que le permitan a los ciudadanos


y a sus organizaciones sociales posesionar y divulgar con una alta resonancia
cultural sus discursos y demandas.

Ahora bien, la descripción de esta amplia constelación de capacidades y


habilidades nos permite poner en evidencia la urgente necesidad de avanzar en la
formulación de una autentica pedagogía social, que –como lo señala C. Yory – se
constituya en la base de un nuevo contrato social y educativo en favor de lo
público, como bien, como espacio y como foro donde tiene lugar la acción
ciudadana.

En consecuencia, se puede afirmar que para alcanzar un mayor entendimiento


sobre las relaciones e implicaciones entre las renovadas expresiones de lo político,
la política, lo público, la ciudadanía y la formación de aquellas capacidades y
habilidades individuales, colectivas e institucionales alrededor de las cuales se
construirían las competencias ciudadanas, es perentorio el “diseño concertado de
un modelo de pedagogía social que trascienda los planos normalizados de la
capacitación formal centrada en el individuo-líder aislado y solitario” (YORY, Carlos
Mario.)

Lo anterior plantea que la práctica pedagógica debe reconocer como su propósito


central promover procesos constitutivos de la subjetividad, en los cuales el sujeto
reflexione sobre su condición como integrante de una colectividad y establezca la
corresponsabilidad social de sus acciones en términos de su proyección política.
De ahí que una pedagogía con proyección ciudadana se oriente a promover el
fortalecimiento de las capacidades y habilidades de acción colectiva en los actores
sociales, para pensar la ciudad y el país en un mundo global, hacer de ellos lo que
sus habitantes quieren que sean y construir desde las organizaciones y redes
sociales los mecanismos para potenciar su acción ciudadana.

Finalmente, se puede decir que este conjunto de interrogantes y desafíos en torno


a la formación ciudadana que hemos expuesto demanda la construcción de una
perspectiva pedagogía con proyección ciudadana como un campo de saber y
conocimiento sobre las competencias ciudadanas, para que el ciudadano pueda
participar activamente en la resignificación del sentido de lo político y de la
política, en la instauración de nuevos criterios de legitimación de lo público y en el
fortalecimiento de la sociedad civil en general y, en particular, de una nueva
civilidad, como aspectos centrales en la construcción de ciudadanías.

Cabe mencionar en este punto las definiciones que el MEN propone referente a la
Ciudadanía. Es central para orientar el trabajo en formación de competencias
ciudadanas, ya que la forma en que se defina dará luces acerca del tipo de
sociedad que se quiere construir y el tipo de relaciones de enseñanza-aprendizaje
que hay que establecer en coherencia con el mismo.

La „ciudadanía‟ tiene tres acepciones en el diccionario: por una parte, es la


cualidad y derecho de ser ciudadano. Por otra, es el comportamiento que se espera
de un ciudadano y, finalmente, es el conjunto de personas que conforman un
pueblo o nación (RAE, 2012).

Otra definición de ciudadanía que nos resulta familiar es la ciudadanía social activa
(Borrero, 2005). Está ciudanía se describe en términos más comportamentales que
las anteriores. De acuerdo con esta perspectiva, todos somos ciudadanos porque
nos movemos en lo público y al seguir, romper o crear normas estamos ejerciendo
nuestra ciudadanía. La ciudadanía ideal, entonces, consiste en pensar en el bien
común, en aportar en la construcción de lo público. Por esta razón las calles, las
escuelas, los barrios y las empresas se convierten en los lugares donde se
construye la ciudadanía. Para actuar como ciudadanos activos no hay restricciones
de edad, nacionalidad o estatus jurídico; todos los que vivimos en la sociedad y nos
relacionamos en ella aportamos a lo público. Por consiguiente niños, niñas, jóvenes
también tienen su lugar como ciudadanos sociales activos. Nacer en comunidad
nos haría acreedores de esta cualidad -derecho, que ejercemos, sin importar que
tan pasiva o activamente participemos, pues, en cualquier caso, la manera en la
que nos relacionamos, en la que hacemos parte de la sociedad, es una forma de
actuar la ciudadanía y de construirla.
NORMATIVIDAD PARA LA FORMACIÓN EN COMPETENCIAS CIUDADANAS

Los seres humanos conscientes de las dificultades que conlleva una vida en
sociedad han establecido unos acuerdos relevantes, unas normas legales
fundamentales para promover y proteger los principios básicos de la vida armónica
en sociedad. Estos grandes acuerdos conforman el horizonte de formación de las
competencias ciudadanas.

El Ministerio de Educación Nacional (MEN) en el documento de estándares básicos


de competencias, considera que uno de los más grandes acuerdos es la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuyo preámbulo se anuncia:
“…la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de
la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la Familia Humana…” al ser los Derechos Humanos el marco de los
estándares Básicos de Competencias Ciudadanas, formar en competencias
ciudadanas significa formar en y para los derechos humanos.

Los Derechos Humanos son el conjunto de derechos civiles, políticos, económicos,


sociales, ambientales y culturales de todas las personas del mundo, en todas las
circunstancias.

Por ejemplo, el Artículo 4 declara que “nadie estará sometido a esclavitud ni a


servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus
formas”. A su vez, “toda persona tiene derecho a la educación (…) la educación
tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el
fortalecimiento del respeto de los derechos humanos y las libertades
fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las
naciones y todos los grupos étnicos o religiosos …” (Artículo 26). Otros derechos
humanos son el derecho a la libertad, a la propiedad, a la libre expresión, a la
nacionalidad, a la familia, al trabajo y al descanso.

Y en artículo 41 la Constitución es explicita al declarar: “En todas las instituciones


de educación, oficiales o privadas, serán obligatorios el estudio de la Constitución y
la Instrucción Cívica. Así mismo se fomentarán prácticas democráticas para el
aprendizaje de los principios y valores de la participación ciudadana. El Estado
divulgará la Constitución”.

La formación ciudadana en el marco de nuestra constitución:


1. El desarrollo de una subjetividad para la democracia;
2. El aporte en la construcción de una cultura política para la democracia y

3. El conocimiento de las instituciones y la dinámica política, ejes que a su vez


articulan las nociones de „constitución‟, „democracia‟ y „educación cívica‟.
(Lineamientos Curriculares en Constitución política y democracia 1998)

ESTRUCTURA DE LOS ESTÁNDARES BÁSICOS DE COMPETENCIAS


CIUDADANAS

Organización de los estándares por grupos de grados


La propuesta de estándares de Competencias Ciudadanas establecidas por el MEN
se encuentra organizada por grupos de grados así: 1° a 3°, 4° a 5°, 6° a 7°, 8° a 9°y
10° a 11°. En cada grupo de grado se trabaja estándares generales y estándares
específicos

Grupos de Estándares de Competencias Ciudadanas


Las competencias ciudadanas para el trabajo en las diferentes instituciones
educativas del país están propuestas por grupos de competencias:

 Convivencia y paz: es importante formar a los y las estudiantes para que


desarrollen competencias y conocimientos necesarios para relacionarse con
otras personas, con ellos mismos y con su entorno
 Participación y responsabilidad democrática: las Instituciones educativas
deben promover en sus estudiantes la participación democrática mediante
la comprensión de que son sujetos sociales de derechos para lograr las
trasformaciones sociales.
 Pluralidad, identidad y valoración de las diferencias: Es propósito de la
formación ciudadana enseñar a los y las estudiantes a respetar y aceptar a
otros en sus diferencias de etnia, credo, y limitaciones físicas.

Tipos de competencias ciudadanas


Las competencias ciudadanas requieren el concurso de:

 Conocimientos: Capacidad para realizar diversos procesos mentales,


fundamentales en el ejercicio ciudadano, tales como la identificación de las
consecuencias de una decisión, la descentración, la coordinación de
perspectivas, la argumentación, la reflexión y el análisis crítico.
 Competencias emocionales: Habilidades necesarias para la identificación y
respuesta constructiva ante las emociones propias y las de los demás. Como
por ejemplo: la empatía los sentimientos morales, y el juicio moral.

 Competencias comunicativas: Habilidades necesarias para establecer un


diálogo constructivo con las otras personas. Se trata de establecer relaciones
interpersonales recíprocas y equitativas por medio de la escucha activa y la
Expresión argumentada a través de diversos sistemas simbólicos (lengua,
pintura, danza, etc.). También consiste en poder transformar nuestros
propios puntos de vista ante argumentos más sólidos.

 Competencias integradoras: Son las habilidades para articular en la acción


misma las demás competencias y los conocimientos necesarios, para el
ejercicio de la ciudadanía. Por ejemplo: resolver un conflicto pacífica y
constructivamente.

Ahora bien, en los estándares, los conocimientos y las competencias comunicativas,


cognitivas, emocionales e integradoras están diferenciadas para enfatizar su
importancia y facilitar su desarrollo pedagógico, pero conviene siempre tener
presente que las competencias ciudadanas son todas ellas que, articuladas entre sí,
hacen posible que actuemos de manera constructiva en la sociedad.

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