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Cristología de los primeros siglos

Síntesis de las clases

Aleksandra Bortkiewicz

El desarrollo de la teología tiene su inicio en la época de los Santos Padres


que reciben, custodian y reflexionan sobre el depósito de la fe transmitido
por los Apóstoles. En sus escritos los Santos Padres se basan en la Escritura
y en la Tradición cristiana. La primera teología está centrada en el Misterio
de Cristo, al cual vemos en su humanidad y confesamos en su divinidad. Es
una realidad proclamada, celebrada y vivida. La teología surge cuando este
Misterio es profundizado y defendido de las interpretaciones falsas. En los
primeros siglos, en este desarrollo, la teología afirmativa, simbólica y
mística iban de la mano. Todo lo que se afirmaba, se celebraba y se vivía.
Como hemos visto en clase, hasta el siglo XIII los teólogos eran los santos,
no había división entre lo que se estudiaba y lo vivido. La Iglesia profesa la
fe, vive la comunión con Cristo a través de la celebración de la liturgia y
configura su vida con la de Cristo.

Del kerygma al debate cristológico


La fe confesada se va recogiendo en las fórmulas breves de fe, de las cuales
posteriormente surgen los credos. En estas fórmulas encontramos los
fundamentos de las verdades cristológicas. La primera reflexión
cristológica remite a las Escrituras. Es una Logo-fanía, el Logos se deja ver
y oír para acostumbrar al hombre a tratar con Él.
La verdad sobre Jesucristo no era fácil de aceptar ni de entender, puesto
que, como hemos visto, es un misterio de Dios que se hace hombre. Esta
realidad dio lugar a muchas discusiones y confusiones que exigieron a la
Iglesia el profundizar y aclarar las verdades confesadas.

Cristologías heréticas
Las primeras herejías cristológicas pueden agruparse en tres grandes
bloques: los cristianos judaizantes, los marcionitas y los gnósticos.
Los primeros intentaban unir la enseñanza evangélica con las verdades de
fe del judaísmo. Para salvaguardar el monoteísmo negaban la divinidad de
Jesús o afirmaban que Jesús era un simple hombre adoptado por Dios en el
momento del bautismo en el Jordán. Con estas afirmaciones rechazan la
encarnación – Jesús no se ha hecho hombre, sino que es un hombre que
llega a ser dios.
Arrio, por ejemplo, negaba la divinidad de Jesús para defender la unidad de
Dios.
Marción negaba la continuidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Para
Él Dios revelado por Jesús es un Dios verdadero, bueno y misericordioso,
en cambio el del Antiguo Testamento es un Dios vengativo y cruel,
totalmente opuesto al otro.
Por último, los gnósticos rechazaban la carne y la materia que para ellos
son indignas de salvación. Con esta postura les es imposible aceptar la
encarnación. Tampoco la pasión y el dolor son dignos de Dios.
El elemento común para todas las herejías es la no acogida de la persona de
Jesús en su totalidad e integridad. Está clara la necesidad de una teología
bien estudiada y reflexionada para poder evitar los errores doctrinales.

La cristología en la tradición asiática (antioquena)


San Ignacio de Antioquía en sus cartas presenta una cristología muy bien
desarrollada. Habla de la preexistencia del Verbo, de la salvación traída por
Jesucristo y anunciada por los profetas y también hace muchas referencias
a la Eucaristía.
Sobre todo en la carta a los Esmirniotas insiste en el realismo de la
encarnación. Utiliza muchas veces el adverbio verdaderamente para
responder a los docetas que creían que la carne de Cristo era aparente.
Además, como la verdad de Dios se verifica en la historia, san Ignacio
recurre a los hechos históricos de la vida de Jesús: nacido de María,
condenado bajo Poncio Pilato. La verdad de la identidad de Jesús permite
entender su obra salvadora. Podemos decir, por lo tanto, que la soteriología
y la cristología son inseparables.
San Justino es un filósofo cristiano de origen palestino. Con él se inaugura
la época apologética. Antes los textos teológicos iban dirigidos a los
cristianos, ahora los destinatarios son los herejes. En sus escritos explica en
qué consiste la vida cristiana. Las tradiciones judías son insuficientes,
necesitan la plenitud. El Diálogo con Trifón es el primer intento de hablar
de las tres personas divinas. Además, es el primero en hablar de la
superioridad de la revelación cristiana.
Insiste mucho en el término Logos entendido como aquel que nos revela al
Padre y nos lleva a Él.
San Ireneo de Lyon es discípulo de Policarpo. En sus escritos combate las
herejías gnósticas. Conocemos sus dos obras: Adversus haereses y
Demonstratio. Aparece ahí la idea de la recapitulación – solo en Cristo y
mediante Él pueden recomponerse el desorden y la desobediencia que
entraron por el pecado. El hombre fue creado a imagen y semejanza de
Dios, pero hasta que Jesús no se hiciera hombre no se entendía la
semejanza. El Padre pensaba en el Hijo cuando creaba al hombre. Ya antes
de la encarnación el Verbo trató con el hombre (ej. Zarza ardiente), para
que el hombre se habitúe a estar con Él.

La cristología en la tradición alejandrina


Clemente de Alejandría se centra en el aspecto divino de Cristo-Logos. Él
es el único que revela el misterio de Dios porque es preexistente. Para
Clemente la encarnación es el momento supremo de una amplia pedagogía
divina que busca salvar al hombre pecador y que se desarrolla a través de la
economía veterotestamentaria.
Otro representante de la tradición alejandrina es Orígenes cuyas obras son
principalmente comentarios bíblicos. De Principiis es un manual de
exégesis al estilo de los Padres donde explica por qué algunos pasajes son
fáciles de entender y otros no. Acude mucho a la alegoría, insiste en que la
verdad de las cosas no está en su materialidad, hay que buscar lo que no se
ve. Su cristología se desarrolla en el plano del Logos y de la historia. Sus
aportaciones más significativas son el tema de la generación eterna del Hijo
y el alma humana de Cristo.

La cristología en la tradición africana


Tertuliano

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