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-Estoy de acuerdo.- Contestó el otro.- ¿Sabes qué? Seguro que el Tiempo tiene una casa
descomunal, es un pensamiento muy importante. Sería un sitio divertido para jugar al
escondite.
Los dos ratoncitos fueron correteando por toda la galaxia. Por suerte, sabían dónde
encontrar al Saber, habían jugado mucho al escondite en su casa, una biblioteca enorme
entre dos galaxias. Cruzaron tres sistemas estelares, luego giraron a la derecha, se
metieron por un agujero de gusano, se comieron al gusano, y, finalmente llegaron a la
oscura biblioteca donde vivía el Saber. Recorrieron los pasillos, saltaron entre las
estanterías y finalmente llegaron en frente del el Saber. Estaba desprendiendo una
poderosa luz, la única luz en todo el edificio.
-¡Ratas de biblioteca! Yo diría que, más bien, os deslumbro.-El Saber soltó una
carcajada.- ¿Qué venís a buscar aquí?
-¡Menuda pregunta más filosófica!- dijo, sonriendo, el Saber.- Bien, el Tiempo vive con
el Espacio en un palacio que no está en ningún lugar y no ocurre en ningún momento.
-¿Cómo va a haber un mapa que te lleve a un palacio que no está en ningún lugar? No
digas tonterías.
-¿Y a donde tenemos que ir entonces?-preguntó el otro ratoncito.
Los ratoncitos hicieron eso. No fueron a ningún lado, y acabaron por encontrarse el
palacio del Tiempo y el Espacio.
“ÓPTICA”
El roedor entró y le recibió un pensamiento. Tenía gafas y era joven, bastante seductor.
-Touché.
Nuestro diminuto protagonista salió de ahí lo más rápido que pudo. El cazador intentó
atraparlo pero el ratón era rápido. La persecución entró en una tienda de porcelana
regentada por un elefante. No hubo un buen desenlace en esa tienda. La habitación
contigua justamente era la del abogado del elefante. El cazador tuvo que pagar un
montón de teteras chinas mientras el animalito escapaba por un agujero.
Más tarde acabó en una timba ilegal de póker organizada por pulpos bielorrusos. Uno de
ellos había bebido mucho vodka2 y estaba armando escándalo. Le intentaron aguantar
entre varios. En pocos segundos solo se podía distinguir un entresijo de tentáculos
viscosos. El ratón aprovechó el jaleo para robarles un puro y se fue por ahí
fumándoselo. Cuando ya llevaba la mitad del puro, entró a una habitación-sauna. Estaba
llena de hombres híper musculados y semidesnudos. Les oyó hablar un rato.
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Especie fundamental para el universo, su cuerno es utilizado por el Tiempo para dibujar los cráteres de
diversos astros celestes.
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“Si tengo ocho tentáculos, me tomo ocho chupitos, ¡coño ya” diversos testigos afirman que esta fue su
justificación para alcoholizarse.
- Mira que bíceps, Dios mío.
- Estás súper tonificado, rufián.
- ¿Habéis oído hablar del Bud Sex? ¡Sexo entre amigos sin poner en riesgo la
heterosexualidad!
- ¿Una paja entre colegas?
- ¡Somos unos machotes cachondos!
- ¡Machotes cachondos! ¡Machotes cachondos!- gritaban al unísono.
El ratoncito salió de ahí pues empezaban a asomar masculinidades frágiles y otras cosas
de naturalezas diversas3. Acabó en un gran salón de baile con lámparas de araña,
completamente vacío. Sin embargo, sintió como le pisaban la cola y como chocaba
contra obstáculos inexistentes.
El ratón se sorprendió mucho por oír esa voz, pero aún así contestó en voz bien alta:
- ¡Yo!
- Anda mirad, si hay un ratoncito que habla.
- Que monada de animal.
- Mi hija tiene un hámster.
- Un momento, ¿Qué es todo esto?- preguntó el ratón, muy confuso.
- Oh, vaya ¿No lo sabes? Estás en el congreso anual de personas invisibles.
Hizo muy buenos amigos en aquel congreso, pero tuvo que apresurarse o el otro
animalito ganaría el juego. Fue a la siguiente habitación, dónde se encontró que una de
las paredes era únicamente un cristal. Al otro lado del cristal pudo ver a una familia
obesa al completo. Hasta el perro pesaba 123 kilogramos. Estaban comiendo palomitas.
El padre tenía un revolver en la mesita de al lado del sofá. La madre, en cambio,
sujetaba una recortada. En cuanto lo vieron, la niña de la familia exclamó:
El ratoncillo no encontró a su amigo así que salió de allí. El siguiente lugar donde entró
parecía una sala de máquinas por fuera. Numerosos tubos humeantes entraban y salían
de ella. Se oían fuertes silbidos de calderas y estridentes sonidos industriales. El ratón
entro, curioso. Se encontró una escena peculiar. Un hombre-cabra, con cuernos y
pezuñas, estaba bailando Roll Over Beethoven con muchos jóvenes confusos.
Se fijo en el ambiente. Jóvenes de entre 60 y 75 años bailaban como locos. Aquel sitio
estaba lleno de heces, fuego y heces prendidas en fuego. De vez en cuando, alguna
atrevida jovencita se atrevía a enseñar la liga de la malla y los mozuelos a su alrededor
se quedan boquiabiertos. El ratón siguió su búsqueda, esta vez yendo hasta el ático.
Anduvo y anduvo acabó por llegar. Entró en el ático por un agujerito y se sorprendió
muchísimo. Se sorprendió porque no había nada distintivo en ese cuarto. Nada
reseñable. Llego a pensar “Quizás la única particularidad de este cuarto sea que es el
ático” incluso. Sin embargo, acabo oyendo un:
- ¡Hola!
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Para mejor comprensión, leer “Amigas Íntimas Nocturnas” del aclamado escritor Nicolás Moschonis.
- ¿Otra vez gente invisible?
- No exactamente
- ¿Dónde estás?
- Aquí arriba.
Miro al techo y se dio cuenta, sorprendido, de que no había techo. En su lugar, las
paredes muy altas del ático culminaban en una cara. La cara de un hombre joven
rapado, con una cruz tatuada en la frente y tres líneas debajo del ojo.
Como bien es sabido por todos, los ratones evitan a toda costa los bucles 6, así que salió
de allí rápidamente. Sin embargo, escapó del trueno y le cayó el relámpago justo
encima. En su prisa, se metió en una habitación que tenía una advertencia en la puerta,
sin siquiera leerla. La miró vagamente, pero entró sin pensárselo. Dentro de la
habitación había otra habitación. Entro en esta pero dentro de la habitación había otra
habitación. Entro en esta pero dentro de la habitación había otra habitación. Entro en
esta pero dentro de la habitación había otra habitación. Entro en esta pero dentro de la
habitación había otra habitación. Entro en esta pero dentro de la habitación había otra
habitación. Entro en esta pero dentro de la habitación había otra habitación. Cuando ya
llevaba un rato así, se extrañó ¡Había caído en otro bucle! ¿Qué estaba pasando? Dentro
de cada habitación había una habitación más pequeña ¡Que cosa más extraña! Y la
sucesión no terminaba nunca. Era una pescadilla mordiéndose la cola. Intentó recordar
que ponía en la advertencia ¿“Habitación menstrual”? No, la otra palabra empezaba por
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Cualquier parecido con algún trapero real es pura coincidencia.
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Ya que ellos pueden. En 1887, Jhon J. J. Michaels intentó negociar con el Ratomncito Pérez para que
nos enseñara a la Humanidad como evitar bucles. Las negociaciones fueron en vano.
r ¿“Habitación reglamentaria”? Tampoco. Un momento ¡Habitación recursiva! Eso era.
La ratita se asustó. La recursividad podía encerrarle en el infinito. En ese momento,
empezó a intentar salir. Salió de la habitación de donde estaba, pero se encontró otra
más grande. Salió de esa y se encontró otra más grande de nuevo. Estuvo haciendo eso
un rato bastante largo, hasta que acabó en una habitación más grande que una catedral.
A partir de ese instante, fue consciente de que no podría salir por ninguna puerta. Estaba
en un bucle infinito.
El ratoncillo se decidió. Iba a romper el círculo vicioso dónde se había metido. Miró la
pared más lejana a él y salió corriendo. A pesar de ser solo un ratón, la habitación era
tan grande que le dio tiempo a coger mucha carrerilla. Llegó a alcanzar la velocidad que
alcanza el Tiempo cuando se encuentra a la Diversión. Chocó contra la pared y abrió un
boquete en esta. Salió justó al lado del cártel de advertencia.
Después de esto el ratón llego a una habitación-museo. Estaba llena de obras de arte.
Paseó por las galerías, observando las inconmensurables bellezas del museo del
Tiempo. Era un arte indescriptible venido de eones pasados y futuros. Se encontraba el
ratón absorto ante tanta hermosura, cuando encontró una obra tapada por un tupido
velo. Delante de ella descansaba un cártel que rezaba “La mejor obra de arte del
Espacio y el Tiempo se halla tras este velo”. El ratoncito, intrigado, corrió el velo.
Encontró un espejo. Soltó una carcajada. Le pareció un maravilloso chiste. Se puso a
hacer muecas para ver el reflejo, pero esto hizo que notara algo raro. De repente, cayó
en la cuenta.
-¡Pillado!
No era un espejo, si no una puerta que daba a otra habitación, y el ratoncito que se
escondía estaba al otro lado.
Los dos ratoncitos salieron de la casa del Tiempo y el Espacio, y cuando se encontraban
en el borde del universo, a punto de volver a entrar, vieron a una pequeña araña tejiendo
el cielo nocturno. Se metieron en sus celestiales telarañas, buscando la estela de un
cometa donde jugar al escondite.