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LUZ MIRIAN CLAVIJO

NIÑOS TRAVIESOS
Los 3 cerditos
Al lado de sus padres, tres cerditos habían crecido alegres en una
cabaña del bosque. Y como ya eran mayores, sus papas decidieron
que era hora de que construyeran, cada uno, su propia casa. Los
tres cerditos se despidieron de sus papas, y fueron a ver cómo era
el mundo, y encontraron un bonito lugar cerca del bosque donde
construir sus tres casitas.

El primer cerdito, el perezoso de la familia, decidió hacer una casa


de paja. En un minuto la choza estaba ya hecha. Y entonces se fue
a dormir.

El segundo cerdito, un glotón, prefirió hacer la cabaña de madera.


No tardó mucho en construirla. Y luego se fue a comer manzanas.

El tercer cerdito, muy trabajador, opto por construirse una casa de


ladrillos y cemento. Tardaría más en construirla, pero estaría más
protegido. Después de un día de mucho trabajo, la casa quedo
preciosa. Pero ya se empezaba a oír los aullidos del lobo en el
bosque.

No tardo mucho para que el lobo se acercara a las casas de los


tres cerditos. Hambriento, el lobo se dirigió a la primera casa y
dijo:

– ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare!

Como el cerdito no la abrió, el lobo soplo con fuerza, y derrumbo la


casa de paja.

El cerdito, temblando de miedo, salió corriendo y entro en la casa de


madera de su hermano. El lobo le siguió.

Y delante de la segunda casa, llamo a la puerta, y dijo:

– ¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare!


Pero el segundo cerdito no la abrió y el lobo soplo y soplo, y
aunque la casita de madera aguantó mucho más que la casita de
paja, al final la casita se fue por los aires.

Asustados, los dos cerditos corrieron y entraron en la casa de


ladrillos de su otro hermano. Pero, como el lobo estaba decidido a
comérselos, llamo a la puerta y grito: – ¡Ábreme la puerta!

¡Ábreme la puerta o soplare y tu casa tirare! Y el cerdito trabajador


le dijo:

– ¡Soplas lo que quieras, pero no la abriré!

Entonces el lobo soplo y soplo. Soplo con todas sus fuerzas, pero
la casa ni se movió. La casa era muy fuerte y resistente. El lobo se
quedó casi sin aire. Pero, aunque el lobo estaba muy cansado, no
desistía. Después de dar vueltas y vueltas a la casa, y no
encontrar ningún lugar por donde entrar, pensó en subir al tejado,
trajo una escalera, subió a la casa y se deslizo por la chimenea.
Estaba empeñado en entrar en la casa y comer a los tres cerditos
como fuera. Pero lo que él no sabía es que los cerditos pusieron al
final de la chimenea, un caldero con agua hirviendo. Y el lobo, al
caerse por la chimenea acabo quemándose con el agua caliente.
Dio un enorme grito y salió corriendo y nunca más volvió por
aquellos parajes. Así los cerditos pudieron vivir tranquilamente. Y
tanto el perezoso como el glotón aprendieron que solo con el
trabajo se consigue las cosas. Y enseguida se pusieron manos a la
obra, y construyeron otras dos casas de ladrillos, y nunca más
tuvieron problemas con ningún lobo.
¿Qué podemos aprender de este cuento?
Los valores que trasmite este cuento son válidos tanto para niños
como para adultos:

 Esfuerzo.  El cuento claramente nos muestra que el esfuerzo


que dediquemos en nuestras tareas nos llevarán al éxito o al
fracaso. Los dos primeros cerditos como tienen prisa en ir a
divertirse con alguna otra actividad no se esfuerzan en la
construcción de sus casas, y por ellos el lobo casi consigue
comérselos, pero el otro cerdito que se esfuerza mucho en
construir su casita de ladrillos, consigue como recompensa
la tranquilidad de que el lobo no podrá entrar en su casa.

 Solidaridad. Este segundo valor también es muy importante,


los cerditos cuando ven a sus hermanos en problemas,
rápidamente los dejan entrar en sus casitas, tanto el cerdito
de la casita de madera, como el cerdito de la casita de
ladrillos que deja entrar a sus dos hermanos.

 Cooperación. Este valor también es muy evidente en el


cuento, ya que los cerditos cooperan para poder solucionar
el grave problema que tiene, en primer lugar, entre los tres
ponen a hervir el agua bajo la chimenea para escaldar al lobo
cuando intente entrar, y una vez el lobo se ha ido, entre los
tres construyen otras dos casas de ladrillos para que los dos
hermanos pueden también vivir tranquilos.

Estos valores es muy importante que los niños los


entiendan, por ellos podríamos hacerles estas preguntas:

 ¿Que tipo de casita te construirías tu si fueras un cerdito?


¿Por qué?
 ¿Si vieras que viene tu hermanito con el lobo feroz detrás
persiguiéndolo le dejarías entrar en tu casita? ¿por qué?
Los tres ciegos y el elefante
Había una vez tres ancianos que se conocían desde la
infancia y disfrutaban pasando buenos ratos juntos. Tenían en
común que eran hombres cultos e inteligentes, pero también
que los tres eran ciegos de nacimiento.  Afortunadamente, a
pesar de no poder ver, en su día a día se desenvolvían muy
bien, pues todavía estaban en buena forma física, sus mentes
funcionaban a pleno rendimiento, podían oler, tocar,
escuchar, saborear…

Un precioso día de verano se reunieron en su lugar favorito


junto al río, se sentaron sobre la hierba, y empezaron a
conversar sobre temas científicos. En medio del
interesantísimo coloquio se sobresaltaron al escuchar el
sonido de varias pisadas.

El anciano que tenía la barba blanca se giró, y algo inquieto


preguntó en voz alta:

– ¡¿Quién anda ahí?!

Por suerte no era ni un espía ni un asaltante de caminos, sino


un viajero que llevaba a su lado un enorme elefante con una
correa al cuello, como si de un perrillo se tratara.

– Me llamo Kiran, caballeros. Perdonen si les he asustado.


Mi elefante y y yo venimos a beber  agua fresca y ya nos
vamos, que para nada
q queremos interrumpir su agradable charla.

Los tres pusieron una cara bastante rara, mezcla de sorpresa


y emoción. El segundo anciano, que tenía barba negra, quiso
asegurarse de lo que Kiran había dicho.
– ¿He oído bien?… Ha dicho usted… ¿elefante?… ¿Un elefante
de verdad?

El desconocido reparó en los bastones tirados en la hierba y


se fijó en la mirada perdida de los tres viejecitos. Fue cuando
se dio cuenta de que eran invidentes.

– Sí señor, voy con mi elefante. Es un animal muy grande, pero


no se preocupen, no les hará ningún daño.

El tercer anciano se atusó la barba pelirroja y le confesó:

– Hemos oído hablar de la existencia de esos animales, pero a


este pueblo nunca ha venido ninguno y no sabemos cómo son.
¿Podríamos tocar el suyo para hacernos una idea del aspecto
que tienen?

Kiran se mostró encantado.

– ¡Claro, faltaría más! Es un ser muy pacífico y bonachón.


¡Vengan a acariciarlo, no tengan miedo!

Los tres amigos se levantaron, dieron unos pasos  y


extendieron la mano derecha. El anciano de barba blanca se
topó con una de las patas delanteras y durante un rato la
palpó de arriba abajo.

– ¡Ahora ya sé cómo es un elefante! Es como la columna de un


templo, o mejor dicho, es como un el tronco de un árbol:
cilíndrico, grande y muy rugoso.

Mientras, la mano del anciano de barba negra había ido a parar


a una de las gigantescas orejas. El animal sintió unas
cosquillitas y y la sacudió ligeramente hacia delante y
hacia atrás.
– ¡Qué dices, querido amigo, un elefante nada tiene que ver
con una columna! Mi conclusión es que parece un enorme
abanico por dos razones muy obvias: primero, por su forma
plana, y segundo, porque al  moverse produce un airecillo de
lo más agradable. ¿Es que vosotros no lo notáis?

En ese momento, el anciano de barba pelirroja rozó con la


punta de los dedos algo blando que colgaba de algún lugar
mucho más alto que él. Era la trompa del cuadrúpedo, pero
claro, él no lo sabía.

– ¡Pero qué me estáis contando! Por lo que puedo comprobar


un elefante es como una cuerda. Claramente, se trata de un
espécimen alargado, flexible y blandito, como una anguila o
una serpiente. Sin duda una forma extraña para un mamífero,
pero en fin…  ¡Por todos es sabido que la naturaleza es
sorprendente!

El dueño del elefante observaba la escena en silencio y no


pudo evitar pensar:

– ‘¡Qué situación tan curiosa!… Los tres ancianos han


acariciado al mismo elefante, pero al hacerlo en partes
diferentes de su cuerpo, cada uno de ellos se ha hecho una
idea totalmente distinta de cómo es en realidad. Para el
anciano de barba blanca, un elefante es como una columna,
para el anciano de barba negra, tiene forma de abanico, y 
para el anciano de barba pelirroja, es igual a una serpiente.
Ciertamente, todos tienen parte de razón, pero ninguno la
verdad completa.’

Tras esta reflexión  decidió que antes de que le preguntaran


a é el, lo mejor era irse cuanto
antes.
– Señores, me están esperando en el pueblo y temo que se me
haga tarde. Espero que les haya resultado interesante la
experiencia de tocar un elefante. Que pasen  ustedes un buen
día. ¡Adiós!

Acompañado de su voluminosa ‘mascota’ Kiran se alejó


dejando a los tres amigos inmersos en una ardiente discusión
sobre quién tenía la razón. Una conversación que, por cierto,
duró horas y no sirvió de nada: los ancianos fueron incapaces
de ponerse de acuerdo sobre la verdadera  forma que tienen
los elefantes.

Moraleja
 Las personas opinamos en función de nuestra
experiencia personal y por eso siempre
creemos que tenemos la razón. Si analizas
esta fábula verás que los demás, pensando
distinto a nosotros y viendo las cosas desde
otro punto de vista, también pueden tenerla.
Nunca menosprecies otras creencias, otras
formas de ver la vida, pues a menudo, la
verdad absoluta no existe y todo depende del
color del cristal con que se mire.
El pequeño ratoncito
En una granja vivía un pequeño ratoncito que estaba muy triste
porque pensaba que era un desgraciado por ser tan pequeño.

Cada vez que veía al caballo tan apuesto y esbelto, al gallo tan
elegante cantando de madrugada y al toro tan bravo, se encerraba
en su pequeño agujero para llorar y lamentarse de su poca suerte.

Los animales, sabedores de su valía lo miraban con cierto


desprecio.

Cierto día de tormenta, estaban todos los animales metidos en el


granero, pues era tal la cantidad de agua que caía del cielo que no
se podía salir.

Al poco tiempo, comenzó a caer agua del tejado, hasta que éste
cedió, se rompió y empezó a llover sobre ellos.

Pasados unos minutos el agua ya les llegaba por la mitad del


cuerpo y nerviosos intentaban escapar de allí pero sin éxito pues
la puerta estaba bien cerrada desde fuera.

El ratoncito, al ver ese panorama, no se lo pensó dos veces,


escaló por la pared, se dirigió hacia el agujero que se había
formado en el techo y luchando contra la fuerte lluvia y el viento
para no caer.

Así consiguió llegar hasta el otro lado de la puerta, soltando el


cerrojo y abriéndola para que, de esta manera, todos los animales
pudieran salir de allí y salvar sus vidas.

Desde aquel día, el caballo, el gallo y el toro, que no pudieron


olvidar esa gran hazaña del pequeño ratoncito realizada con tanta
valentía, l lo tuvieron en una gran estima y valor.
MORALEJA

Todos somos  distintos, únicos e irrepetibles,  las


comparaciones tan sólo sirven para incitar a la
envidia, la soberbia y humillar a otros.

Todos valemos por lo que somos y no debemos


buscar ser de otra manera.  Aceptarnos y sacar lo
mejor que tenemos poniéndolo al servicio de los
demás es la clave para vivir felices.

Nuestra autoestima no debe depender de los


otros.
LA ZORRA Y LAS UVAS.
En pleno otoño, cuando las uvas ya mostraban suculentos ramos,
estaba una zorra tumbada bajo un árbol, echando un sueñecito.
Justo cuando se despertó, se fijó en un ramo de uvas que ya se
veía maduro y le pareció un maravilloso bocado, que no debía
dejar escapar.
Cuando se incorporó, pudo observar que no iba a ser tarea fácil
alcanzar las uvas, pero no quiso rendirse tan pronto.
Comenzó a saltar y a saltar, sin obtener ningún éxito. Decidió
acercar algunas piedras para elevarse, pero tampoco dio
resultado.
Tanto esfuerzo tenía a la zorra exhausta y, finalmente, decidió
abandonar el racimo de uvas, pues le parecía imposible alcanzarlo.
Cuando ya se marchaba bastante frustrada por no haber
conseguido sus uvas, vio a un pajarillo junto al árbol del que
colgaba el racimo. La pequeña ave había presenciado toda la
escena. La zorra, al darse cuenta de que la habían visto fracasar,
se sintió avergonzada y quiso que el pájaro no pensase que ella no
podía conseguir todo lo que quisiera, así que dijo llena de orgullo:
– No es que no haya alcanzado las uvas, lo habría hecho si
merecieran la pena. Sin embargo, a medida que me he ido
acercando, he podido comprobar que las uvas no estaban maduras
tal y como pensaba. Yo tengo un paladar demasiado fino como
para tomar uvas que no estén en perfecto estado de maduración.
Y así fue como la zorra se inventó una historia y se convenció a sí
misma de que las uvas no eran merecedoras de su finísimo
paladar.
FIN

MORALEJA DE LA ZORRA Y LAS UVAS


 Cuando quieras conseguir algo, debes esforzarte al
máximo.
 Si no consigues lo que te has propuesto, no pongas
excusas. Acepta la derrota y la frustración. Inténtalo
de nuevo y no te rindas.
PREGUNTAS SOBRE LA FÁBULA DE LA
ZORRA Y LAS UVAS
1. ¿En qué estación del año crecen las uvas?
2. ¿Qué hacía la zorra antes de ver el racimo de uvas?
3. ¿Estaban las uvas maduras para comerse?
4. ¿Qué hizo la zorra para alcanzar las uvas?
5. Ordena los sucesos de este cuento:
1. La zorra vio un pajarito.
2. La zorra acercó unas piedras.
3. La zorra saltó
4. La zorra se marchó.
5. La zorra no alcanzó las uvas.
6. La zorra dijo que las uvas no estaban maduras. 
El león y el ratón. Fábula sobre valores
Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar
debajo de un árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos
ratones se atrevieron a salir de su madriguera y se pusieron a
jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia
de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte que
lo despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el
león atrapó al ratón entre sus garras y dijo dando un rugido:

- ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy


a comerte para que aprendáis la lección!

El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo


temblando:

- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me


dejas te estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque
puede que algún día me necesites –

- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como
tú, ¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!.

Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido
por su tamaño y su valentía, le dejó marchar.

Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó


unos terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.

Rápidamente corrió hacia lugar de dónde provenía el sonido, y se


encontró allí al león, que había quedado atrapado en una robusta
red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo:

- No te preocupes, yo te salvaré.
Y el león, sin pensarlo le contestó:

- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba


atrapado el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:

- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por


ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños
ratones somos agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde


este día, los dos fueron amigos para siempre.
MORALEJA
- Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
- No conviene desdeñar la amistad de los humildes.

Preguntas para la comprensión de texto, para


niños:

1. ¿Qué ocurrió cuando un león se puso a descansar?

2. ¿Por qué el león se puso malhumorado?

3. ¿Por qué el león atrapó a un ratón?

4. ¿Qué dijo el ratón para que el león le dejara libre?

5. ¿Qué pasó después con el león cuando paseaba por el bosque?

6. ¿Qué hizo el ratón para ayudar al león?

7. ¿Te ha gustado este cuento? ¿Qué has entendido de este


cuento?

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