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Selectividad TEMA 9 Historia de España

TEMA 9 (SELECTIVIDAD)

LA SEGUNDA REPÚBLICA

INTRODUCCIÓN.-

La Segunda República (1931-1936) fue una etapa trascendental en la historia


contemporánea de España. Durante cinco años se manifestaron con virulencia los profundos
problemas que desde tiempo atrás venían afectando al país: el intervencionismo del ejército en
la vida política, las relaciones del Estado con la Iglesia, el problema de la enseñanza, la cuestión
agraria, los conflictos sociales y los nacionalismos. La República trató de poner en marcha una
serie de reformas como solución a esos problemas.

Sin embargo el antagonismo entre las clases acomodadas y las clases populares y la
radicalización de unos y de otros obstaculizaron el desarrollo de las reformas. Tampoco la
situación internacional favoreció el proyecto reformista y democratizador de la naciente
República. La recesión provocada por la crisis económica mundial (Crack del 29 y posterior Gran
Depresión) afectó a España en plena fase de reformas, lo que agudizó la tensión social existente
y favoreció la confrontación entre las clases populares, inclinadas hacia procesos
revolucionarios, y las capas más tradicionales de la sociedad, proclives, en su mayoría, a
soluciones totalitarias.

El marco de solución democrática que representaba la República fracasó porque se


desarrolló en un contexto internacional inapropiado y por la fuerte polarización de la sociedad
española, cuyo exacerbado extremismo propició una nueva conspiración militar y una sangrienta
guerra civil.

LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA.-

El último gobierno de la monarquía, presidido por el almirante Aznar, convocó


elecciones municipales, dentro del programa de retorno a la normalidad constitucional, tras la
Dictadura de Primo de Rivera.

El 12 de abril de 1931 se celebraron los comicios locales para la elección de concejales


de los ayuntamientos. Sin embargo, estas elecciones significaban también, al menos para la
oposición republicana, un plebiscito a favor o en contra de la Monarquía, que tan comprometida
había estado con la Dictadura.

La campaña electoral fue intensa y la participación alcanzó el 65% de los varones


censados. El resultado electoral fue desigual: aunque el número global de concejales
monárquicos (41.224) superó al de la Coalición Republicano-Socialista (39.248), en las capitales
de provincia los monárquicos fueron derrotados (los republicanos ganaron en 45 de las 50
capitales de provincia, obteniendo 953 concejales frente a 602 monárquicos). En Madrid
consiguieron los republicanos el triple de votos que los monárquicos y en Barcelona, el
cuádruple.

Pese a los resultados del escrutinio, el 14 de abril la marea popular fue proclamando la
República en los núcleos urbanos más importantes del país. El comité republicano, integrado por
los firmantes del Pacto de San Sebastián, anuncian en el Ministerio de la Gobernación el
establecimiento del nuevo régimen republicano en medio del entusiasmo popular y la pasividad

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de los sectores monárquicos. Ante esta situación, Alfonso XIII, consciente de que contaba con
escasos apoyos, suspendió el ejercicio del poder real sin renunciar a sus derechos, según se
expresa en el Manifiesto de despedida, para evitar una fratricida guerra civil. El rey abandona
Madrid camino del exilio. De manera pacífica se produjo un cambio político revolucionario.

EL GOBIERNO PROVISIONAL Y LAS PRIMERAS MEDIDAS.-

Para preparar el nuevo marco político se constituyó un Gobierno Provisional, integrado,


casi en su totalidad, por los miembros del Comité Revolucionario creado un año antes en el
Pacto de San Sebastián. El nuevo gobierno fue presidido por Niceto Alcalá Zamora y en él
participaron republicanos de izquierda, radicales, socialistas, nacionalistas catalanes y gallegos.
Fuera del Gobierno quedaban la derecha monárquica, los nacionalistas vascos y las fuerzas
obreras (comunistas y anarquistas). Ese mismo día, 14 de abril, F. Maciá, líder de Ezquerra
Republicana, proclamaba en Barcelona la República Catalana Independiente, el gobierno
provisional le convenció de que esperase a la aprobación de un estatuto de autonomía para
conseguir el autogobierno.

Siguiendo lo acordado en el Pacto de San Sebastián, el Gobierno Provisional convocó


elecciones a Cortes Constituyentes (elegidas por sufragio universal de los varones mayores
de 23 años) para redactar una nueva constitución y otorgar legitimidad al régimen republicano.
La fecha de las elecciones quedó fijada para el 28 de junio.

Hasta la proclamación de la nueva Constitución, el Gobierno Provisional actuó gracias a


un Estatuto Jurídico que le confería plenos poderes. En virtud de ello, durante los dos meses que
faltaban para los comicios, puso en marcha una serie de decretos ministeriales con los que
iniciaba las reformas consideradas más urgentes.

El ministro de Trabajo, Largo Caballero, adoptó las primeras medidas de reforma


agraria: Decreto de Términos Municipales(obligaba a los propietarios a contratar a los jornaleros
locales antes que a los forasteros); Decreto de Prohibición de Desahucios (prohibía al propietario
expulsar de las tierras al arrendatario por falta de pago); Decreto sobre Laboreo Forzoso (exigía
a los propietarios realizar las labores imprescindibles para el cultivo de las tierras, y con ello se
garantizaba trabajo a los jornaleros); y de reforma laboral: Caja Nacional contra el Paro, Seguro
Obligatorio de Accidentes de Trabajo, y la jornada laboral de ocho horas en el campo.

Desde el Ministerio de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, promovió una


importante legislación educativa. Se proyectó la creación de nuevas escuelas y la ampliación de
la plantilla de maestros, desarrollándose el proyecto en leyes posteriores. Además, se impulsa la
renovación educativa a través del Consejo de Instrucción Pública.

Manuel Azaña, como ministro de la Guerra, inició también la reforma de un ejército


cuyos mandos eran mayoritariamente monárquicos. Intentó modernizarlo y someterlo al poder
civil, mediante la llamada Ley Azaña, con dos decretos: Decreto de promesa de fidelidad a la
República y Decreto de retiros extraordinarios de la oficialidad, promovió el retiro de los jefes y
oficiales que no quisieran prometer fidelidad a la República. Con ello, se eliminaban a posibles
militares golpistas y se solucionaba el problema de la abundancia de mandos (desmoche). Se
abolió la Ley de Jurisdicciones de 1906.

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El Gobierno creó un cuerpo de policías uniformados adictos a la República, para que
mantuviesen el orden en las ciudades, dejando a la Guardia Civil el control del campo. Se le
denominó Cuerpos de Seguridad y Asalto de la República o, popularmente, Guardia de Asalto.

En mayo de 1931 se produjeron en varias ciudades (Madrid, Málaga, Cádiz, Sevilla y


Alicante) serios incidentes protagonizados por grupos anticlericales que asaltaron y quemaron
numerosos conventos e iglesias (días 12 y 13). Estos sucesos fueron motivados por la postura
del Cardenal Primado de España y arzobispo de Toledo, Pedro Segura, (Pastoral del 1 de mayo)
contraria a la República. Ello provocó, más aún, la animadversión del clero hacia el Gobierno
republicano al que hacían responsable de los sucesos., lo que se reflejaba en la prensa católica
y monárquica: ABC y El Debate.

CORTES CONSTITUYENTES.-

Las elecciones a Cortes Constituyentes.

En mayo de 1931, se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. La Cámara


estaría integrada por 470 diputados, elegidos por sufragio universal masculino (varones menores
de 23 años), pudiendo ser elegidas las mujeres, aunque no pueden ser electoras, y establece el
sistema de representación proporcional.

Las elecciones se celebraron el 28 de junio de 1931 con una amplia participación (70%
del electorado y unos 4´5 millones de votantes). Concurrieron 26 formaciones políticas, lo que
originó una gran fragmentación del voto, el PSOE con 116 diputados y el Partido Radical con 90
diputados fueron los más votados, mientras que la derecha no republicana quedaba
representada por una minoría simbólica. Días después se constituyeron las Cortes, que
ratificaron al Gobierno que hasta ahora había actuado de manera provisional.

La Constitución de 1931.

El objetivo fundamental del Gobierno y de las Cortes era elaborar una nueva
Constitución que sustituyese a la monárquica de 1876. Entre los meses de agosto y diciembre,
las Cortes debatieron el texto constitucional, cuyo proyecto fue redactado por una comisión de
expertos presidida por el catedrático de Derecho y socialista Jiménez de Asúa.

La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 y constaba de un Título


Preliminar, 125 artículos repartidos en nueve Títulos, y dos disposiciones transitorias. En ella se
recogían planteamientos modernos y revolucionarios, por lo que con la Constitución republicana
se daba paso a una democracia formal y real que homologaba a la República Española con los
regímenes más avanzados y democráticos del mundo.

Se inicia con una definición del nuevo Estado, al que califica de “República
democrática de trabajadores de toda clase”, para afirmar a continuación que “la República
constituye un Estado integral compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones”,
mediante proyectos de estatutos de autonomía aprobados por las Cortes. Se superaban, de este
modo, los conceptos unitarios y federales en la articulación del Estado, y se evitaba el
separatismo y la ruptura de la unidad nacional.

A continuación se desarrolla una extensa declaración de derechos y libertades


individuales y sociales o colectivos: libertad de expresión, de reunión y de asociación; además

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de reconocer el matrimonio civil, el divorcio y la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos;
declara el derecho a la educación y al trabajo, y aunque reconoce el derecho a la propiedad
privada y a la libre iniciativa individual, ambas quedaban subordinadas al interés público,
previéndose la posibilidad de expropiación y a la intervención estatal en la economía (Art. 44),
artículo novedoso y revolucionario que abría la puerta a la nacionalización y socialización.

Se proclama la soberanía popular, que se consagra en el sufragio universal para


mayores de 23 años, reconociendo por primera vez el voto de la mujer.

Se establece una división de poderes, aunque el poder legislativo, representado por


unas Cortes unicamerales (Congreso de los Diputados), tiene cierta primacía sobre el poder
ejecutivo (presidente de la República y jefe del Gobierno) y sobre el Tribunal Supremo,
cúspide del poder judicial, aunque éste posee plena independencia. En el poder legislativo se
crea el Tribunal de Garantías Constitucionales, una institución nueva que debía declarar la
constitucionalidad de las leyes que se aprobasen., y los jurados.

La Jefatura del Estado corresponde al Presidente de la República, elegido cada seis


años, por los diputados y unos compromisarios. Entre sus competencias estaban las de nombrar
al jefe de Gobierno y a los ministros, pero éstos deben ser ratificados por las Cortes y responder
de sus actos ante ellas; podía disolver las Cortes, aunque éstas podían, en determinadas
ocasiones, destituirle..

Se afirma la aconfesionalidad del Estado (Art. 3) y la consideración de todas las


religiones como meras asociaciones (Art. 26). Con ello, se producía una separación tajante
entre la Iglesia y el Estado y terminaba el tradicional sostenimiento del culto y del clero por parte
de éste último.

EL BIENIO REFORMISTA (DIC. 1931 – SEP. 1933).-

El periodo comprendido entre diciembre de 1931 y septiembre de 1933 se conoce como


Bienio Reformista, Bienio Progresista, Bienio Social-Azañista o Republicano-Socialista.

Durante este periodo, Alcalá-Zamora se mantuvo como Presidente de la República y


Azaña como jefe de un gobierno integrado mayoritariamente por republicanos de izquierda y
socialistas, dando la política gubernamental un giro hacia posiciones de centro-izquierda. El
Gobierno impulsó un programa de ampliación y profundización de las reformas iniciadas durante
el Gobierno Provisional, que se consideraban indispensables para modernizar la sociedad y el
Estado. Algunas de estas medidas chocaban con los intereses de grupos privilegiados (Iglesia,
Ejército y propietarios agrícolas), por lo que, desde su puesta en marcha, contaron con una
fuerte oposición, lo que, unido a la falta de presupuestos y al clima de inestabilidad social,
retrasó o dificultó su pleno desarrollo.

A/ Las reformas sociales:

Durante los años 1932 y 1933, el Gobierno continuó con el programa de reformas
laborales iniciado durante el periodo provisional. A instancias de Largo Caballero, Ministro de
Trabajo, se aprobaron: la Ley de Contratos de Trabajo (organizaba la negociación colectiva para
establecer convenios sobre las condiciones de trabajo, contratos mínimos de 2 años), y la Ley de
Jurados Mixtos (compuestos por trabajadores y empresarios para la resolución de los conflictos
laborales). A pesar de que estas reformas creaban un nuevo marco de relaciones laborales entre

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empresarios y trabajadores, fueron rechazadas por la patronal y por la CNT, que prefería la
acción directa (huelgas), aunque fueron aceptadas por el otro sindicato obrero, la UGT.

B/ La reforma educativa:

El Ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, trató de implantar un sistema


educativo unificado, público, laico y gratuito, al menos en la enseñanza primaria, y la
coeducación de niños y niñas. La educación se consideró un derecho que el Estado debía
garantizar a todos los ciudadanos para lograr la igualdad de oportunidades. Ley de Instrucción
Pública.

La laicidad del Estado se manifestó en la eliminación de la enseñanza de la religión en


las escuelas y la supresión de los símbolos religiosos. Además, se prohibía el ejercicio de la
enseñanza a las instituciones religiosas con la promulgación de la Ley de Congregaciones
Religiosas, de 1933. Entre 1931 y 1933 se construyeron 13.000 nuevas escuelas y los maestros
pasaron de 36.000 a 51.000.

En la política cultural desempeñaron un papel esencial las Misiones Pedagógicas para


extender el conocimiento en los medios rurales y obreros (Grupo de teatro La Barraca, de García
Lorca, o las Universidades Populares).

C/ La reforma militar:

El Gobierno profundizó las reformas iniciadas durante la etapa del Gobierno Provisional.
Racionalizó las plantillas y modernizó la preparación y su dotación de material del Ejército. Pero
sobre todo, el Ministro de la Guerra, Azaña intentó reforzar la autoridad del Estado republicano
frente al Ejército y evitar la intromisión militar en la vida civil, tan frecuente en la reciente Historia
de España (Primo de Rivera).

Además, Azaña puso en marcha otras medidas: Reorganizó la administración militar


(redujo las Regiones Militares) y suprimió algunas unidades militares. Reestructuró la enseñanza
militar (cerró la Academia General Militar de Zaragoza, dirigida por Franco, ya que existían
Academias específicas de las diferentes Armas). Modernizó y unificó las escalas (se suprimieron
los rangos de capitán general y teniente general, y eliminó el sistema de ascensos que primaba
los méritos de guerra y beneficiaba a los africanistas). Trató de someter la jurisdicción militar a la
civil (se derogó la “ley de jurisdicciones”, de 1906, que permitía a los tribunales militares juzgar
delitos cometidos por civiles contra las Fuerzas Armadas).

Sin embargo, el presupuesto militar fue recortado con lo que las mejoras técnicas y de
armamento previstas no se llevaron a cabo.

La reacción de una gran parte del ejército fue negativa, pues consideraba que las
reformas de Azaña eran un atentado contra sus derechos y un plan “pacifista”, cuyo objetivo era
dejar a España indefensa. De este modo, Azaña se enfrentó con una institución poderosa que
más tarde le pasaría factura (Pronunciamiento de Sanjurjo, agosto de 1932, y sublevación de
julio de 1936).

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D/ La cuestión religiosa:

La República se propuso limitar la influencia de la Iglesia en la sociedad española y


secularizar la vida social. A partir de la aconfesionalidad del Estado y la separación de éste y de
la Iglesia se ponía fin a un largo entendimiento de Estado e Iglesia (Concordato de 1851 y
sostenimiento de culto y clero) y surgía un Estado laico: “España dejaba de ser católica”.

El Gobierno ordenó una serie de medidas complementarias a las recogidas en la


Constitución sobre materia religiosa: Ley del Divorcio, de 1932, el matrimonio civil y la
secularización de los cementerios. También procedió a la disolución de la Compañía de Jesús y
a la incautación de sus bienes, por su influencia en la enseñanza y por su obediencia al Papa
antes que al poder civil. En 1933 la Ley de Congregaciones Religiosas privaba a la Iglesia del
derecho a mantener centros docentes y se le obligaba a pagar impuestos.

La Iglesia y gran parte de los católicos consideraron estas medidas como un ataque a la
religión y se convirtieron en los mayores enemigos del régimen republicano.

E/ La reforma agraria:

La solución a la difícil situación en la que vivía la mayor parte del campesinado, sobre
todo en Andalucía y Extremadura, había sido una de las tareas que el Gobierno afrontó con
mayor urgencia. Sin embargo, las reformas realizadas mejoraban las condiciones laborales pero
no solucionaban el ancestral problema que afectaba campo en España, la estructura de la
propiedad, es decir, el desigual reparto de la tierra, el latifundismo (gran parte de los propietarios
eran absentistas) y los campesinos sin tierras (jornaleros). Era imprescindible realizar una
reforma agraria y redistribuir la propiedad de la tierra para acabar con el hambre, la miseria y el
atraso del campo español.

En septiembre de 1932 fue aprobada la llamada Ley de Bases para la Reforma Agraria, lo
que creó grandes expectativas entre los campesinos sin tierras y preocupación entre los
propietarios.

La Ley preveía la expropiación con indemnización de las grandes fincas que no fuesen
cultivadas directamente por sus dueños, de las tierras incultas, las de regadío no regadas, así
hasta trece categorías...; las tierras de los Grandes de España (Alta Nobleza), como el duque de
Medinaceli que poseía 80.000 Hectáreas, serían expropiadas sin compensación alguna, pues
habían colaborado supuestamente en la intentona golpista de Sanjurjo.

Se creó el Instituto de Reforma Agraria (IRA), encargado de hacer el inventario de


tierras expropiables, y asignó un presupuesto anual de 50 millones de pesetas para indemnizar a
los propietarios y para asentar a los campesinos. El proyecto afectaba fundamentalmente a las
grandes zonas latifundistas (Andalucía, Extremadura, Salamanca, Cuidad Real, Toledo y
Albacete). Las tierras confiscadas pasaban a unas Juntas Provinciales que las distribuían entre
los campesinos, que previamente habían decidido su explotación individual o colectiva, y que
deberían comprarla a precios razonables y a plazos. El objetivo de la Ley era, por tanto, el
asentamiento de familias campesinas y acabar con los grandes latifundios.

La lentitud del proceso, lleno de trabas burocráticas, las dificultades para inventariar las
tierras expropiables y el escaso presupuesto asignado hicieron que la Ley se convirtiera en letra
muerta y en la gran ilusión perdida del campesinado español.

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Su aplicación fue un fracaso. La resistencia de los propietarios, que recurrieron a todo


tipo de recursos legales para evitar la aplicación de la Ley, y la impaciencia de los defraudados
jornaleros por ocupar las fincas, convirtieron el campo español en un peligroso foco de tensión
social. Los terratenientes cierran filas en torno a la derecha y los campesinos se convierten en
detractores del Gobierno de izquierdas (agitaciones campesinas anarquistas en Arnedo y
Castillblanco).

F/ La reforma del Estado. Las autonomías:

La Constitución de 1931 reconocía el derecho a acceder a la autonomía a las regiones


con sentimientos nacionalistas dentro de un Estado integral. Lo nacionalismos de Cataluña y el
País Vasco fueron los primeros en iniciar el proceso autonómico.

En Cataluña el Gobierno Provisional reconoció un gobierno autonómico (La Generalitat)


y prometió aprobar en las Cortes un Estatuto de Autonomía para la región, previa celebración de
un referéndum. El proyecto de estatuto (llamado Estatuto de Nuria, junio 1931) obtuvo más del
90% de votos afirmativos en el plebiscito. Fue presentado a las Cortes y aprobado, en
septiembre de 1932. Tras la celebración de elecciones autonómicas, ganadas por Esquerra
Republicana, se constituyó el Parlamento de Cataluña y un gobierno autónomo con un
Presidente (F. Maciá, sustituido a su muerte, en 1933, por L. Companys).

En el País Vasco, el proceso autonómico siguió un camino diferente. Los nacionalistas,


agrupados en torno al Partido Nacionalista Vasco (PNV), y los carlistas se reunieran en Estella
(Navarra), en 1931, y elaboraron un proyecto de Estatuto de Autonomía (Estatuto de Estella),
similar al catalán. Fue aprobado en referéndum en 1933, pero su ratificación en las Cortes se
retrasó, por el bloqueo de los gobiernos de centro-derecha, hasta octubre de 1936, en plena
Guerra Civil. José A. Aguirre fue elegido primer lehendakari.

En 1933 se aprobó en Córdoba un anteproyecto de estatuto para Andalucía (Blas


Infante).

El último Estatuto de Autonomía aprobado por plebiscito popular fue el gallego, junio de
1936 y fue ratificado ya en plena Guerra Civil por el gobierno republicano (febrero de 1938) pero
no llegó a aplicarse.

La concesión de Estatutos de Autonomía suscitó la oposición de la derecha y del


ejército, que consideraban que la unidad de España estaba amenazada (levantamiento de
Sanjurjo, agosto 1932). También algunos intelectuales (Unamuno y Ortega y Gasset) mostraron
su disconformidad con los procesos autonómicos por la posibilidad de separatismo.

El fin del Bienio Reformista: la crisis del Gobierno de Azaña y las elecciones de 1933.

La política reformista de Azaña provocó el descontento en muchos sectores de la


población, tanto de la izquierda, sobre todo los anarquistas, como de la derecha, especialmente
del Ejército y de la Iglesia, y condujo a una polarización política y social de España.

La oposición al régimen republicano de las fuerzas derechistas y de una parte del


Ejército se manifestó en varios intentos de insurrección militar y en la formación de varios grupos

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políticos. La conspiración militar se puso en marcha desde el triunfo de la República y fue
promovida por el general Sanjurjo, uno de los afectados por la reforma de Azaña. En agosto de
1932 encabezó un golpe de estado en Sevilla (conocido como la Sanjurjada). La intentona
golpista fracasó y Sanjurjo fue detenido, condenado a muerte y, posteriormente, indultado por
Alcalá-Zamora, marchó al exilio en Portugal.

El fracaso de la insurrección golpista mostró a la derecha antirrepublicana la necesidad


de organizarse políticamente sí quería alcanzar el poder. En torno a Gil Robles, se creó un
partido, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) que contó con el apoyo del
Vaticano y buscó el apoyo de los católicos (con el ideario de religión, familia, orden y propiedad),
su programa electoral consistía básicamente en desmontar las reformas del gobierno azañista,
revisar la Constitución y amnistía para los insurrectos del golpe de Sanjurjo. Los monárquicos
fundaron Renovación Española, bajo la dirección de José Calvo Sotelo. La extrema derecha, a
imagen del fascismo italiano y nazismo alemán, se organizó en torno a la figura de José Antonio
Primo de Rivera, creador de la Falange Española.

Por otro lado, los anarquistas consideraban las reformas insuficientes. Durante el Bienio
se produjeron numerosos levantamientos campesinos y huelgas generales, conducidos, en la
mayor parte de las ocasiones, por la facción más extremista de la CNT, la FAI (Federación
Anarquista Ibérica), que pretendía implantar el comunismo libertario. Especial gravedad tuvieron
los sucesos de Casas Viejas (Cádiz), a primeros de enero de 1933, se produjo una auténtica
masacre, cuando miembros de la Guardia de Asalto sitiaron y mataron a un grupo de 20
campesinos anarquistas, que se habían apoderado del pueblo, tras matar a dos guardias civiles
del puesto.

La opinión pública, la prensa, los partidos de izquierdas e, incluso, la derecha, que


reclamaba más orden, atacaron al Gobierno, cuya imagen quedó muy dañada. Los socialistas
(Largo Caballero planteaba una postura más revolucionaria) retiraron su apoyo al Gobierno de
Azaña y éste quedó en minoría, Alcalá- Zamora forzó la dimisión de Azaña y disolvió las Cortes
y convocó elecciones para noviembre de 1933.

A las elecciones generales del 19 de noviembre acudió la derecha organizada en la


coalición Unión de Derechas y Agrarios, en donde la agrupación dominante era la CEDA, pero
también incluía a monárquicos, carlistas, católicos y falangistas. También concurrió el Partido
Radical de Lerroux, representando al centro político. Los republicanos de izquierdas y socialistas
no lograron presentar candidaturas conjuntas. En tanto que los anarquistas pidieron las
abstención, perjudicando a las candidaturas de izquierdas, y amenazaron con una revolución si
ganaba la derecha. Por primera vez en la historia de España, las mujeres pudieron votar,
decantándose su voto hacia la derecha.

El triunfo fue de las candidaturas de centro (168 diputados), con 102 diputados para los
Radicales de Lerrtoux, y derecha (204), con predominio de la CEDA con 115 diputados. La
izquierda obtuvo 94 diputados (58 el PSOE, el azañista Acción Republicana 5 y el PCE, 1
diputado), los nacionalistas catalanes de Ezquerra Republicana obtuvieron 19 diputados.

EL BIENIO DE CENTRO-DERECHA (NOV. 1933 - FEB. 1936).-

Con la victoria del centro-derecha, el Presidente de la República encargó formar


gobierno a los radicales de Lerroux, frente a Gil Robles, de la CEDA, al considerar su discurso
político demasiado totalitario y simpatizante con el fascismo.

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Lerroux gobernó con el apoyo parlamentario de la CEDA, que le exigió a cambio la


rectificación o anulación de las reformas realizadas por el Gobierno azañista durante el Bienio
anterior.

La reforma agraria quedó paralizada con la Ley de Reforma de la Reforma Agraria,


agosto 1935. Se detuvo el proceso de entrega de tierras, los campesinos asentados fueron
expulsados y se devolvieron las tierras expropiadas a sus anteriores propietarios; además, se
decretó la libertad de contratación y de fijación de los salarios en el campo. La respuesta fue una
huelga general de campesinos en junio de 1934.

La reforma militar quedó detenida y se puso en destinos claves a militares como


Goded, Cabanellas, Banjul, Mola o Franco, algunos reconocidos antirrepublicanos. También se
aprobó una Ley de Amnistía, por la que se excarcelaba a los militares sublevados con Sanjurjo.

La política religiosa y educativa sufrió igualmente un cambio radical. Las Cortes fijaron
una asignación para el clero y se paralizó el proceso de secularización de la enseñanza, al
tiempo que se anuló la enseñanza mixta y dejó de aplicarse la Ley de Congregaciones
Religiosas.

El desarrollo del proceso autonómico quedó bloqueado. Los proyectos vasco y gallego
no se tramitaron. La autonomía catalana sufrió un frenazo, pues no se transfirieron todas las
competencias recogidas en su Estatuto.

Hacia 1934 el país se encontraba claramente polarizado: derechas, con un claro


protagonismo de la CEDA, de Gil Robles, y FE y de las JONS, de Primo de Rivera; y las
izquierdas, con Izquierda Republicana, de Azaña, el PSOE, de Largo Caballero e Indalecio
Prieto, el PCE y los nacionalistas de Esquerra; la CNT se mantenía al margen. El partido Radical
de Lerroux se mantenía en el centro.

La entrada, en octubre de 1934, en el Gobierno de Lerroux de tres ministros de la CEDA


es interpretada por la izquierda como una provocación, pues ponía a la República en manos de
simpatizantes del fascismo. Este hecho llevó a los dirigentes socialistas (Comité revolucionario
socialista dirigido por Largo Caballero) a convocar una huelga general el 5 de octubre a la que se
unieron los comunistas y los anarquistas asturianos.

La insurrección revistió mayor gravedad en Asturias, en donde el movimiento adquirió un


carácter revolucionario, y en Cataluña, donde el conflicto tuvo características políticas.

En Cataluña, el presidente Companys proclamó el “El Estado Catalán dentro de la


República Federal Española”. El ejército, tras bombardear la sede de la Generalitat, recuperó
el control y los miembros del gobierno autónomo fueron detenidos. Se suspendió
indefinidamente la autonomía catalana.

En Asturias, el movimiento constituyó una auténtica revolución social, 5 al 18 de


octubre, que pretendía “abolir el régimen burgués”. UGT y CNT, unidas bajo las siglas de UHP
(Unión de Hermanos Proletarios), contaron con el apoyo de los comunistas. Unos 20.000
trabajadores, la mayoría mineros, se sublevaron y destituyeron a las autoridades, ocuparon
Oviedo y establecieron un “orden revolucionario”, en el que los comités revolucionarios

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asumieron el poder político. Se trataba de una verdadera revolución obrera que perseguía el
control del poder por parte de los trabajadores y el establecimiento de un estado proletario.

El Gobierno, presionado por Gil Robles, reaccionó con dureza y encargó al general
Franco y al ejército profesional de África reprimir la rebelión, con el apoyo de la Guardia Civil 2
semanas después, el 19 de octubre, la sublevación fue sofocada, con un balance de cerca de
1.000 mineros muertos (200 fusilados sin juicio) y unos 400 guardias civiles y militares, entre
ellos 33 religiosos; más de 2.000 heridos y 30.000 detenidos (entre ellos Azaña, que nada tuvo
que ver con la revuelta, y los dirigentes socialistas).

Las consecuencias de la llamada “revolución de octubre” fueron muy graves: el Gobierno


quedó desprestigiado ante la opinión pública por la dureza de la represión; la derecha veía que la
única posibilidad de evitar la revolución era el ejército y la dura represión; la Iglesia se acercó
aún más a la derecha, pues consideró a la insurrección como anticatólica; los patronos
aprovecharon la situación para anular contratos, rebajar salarios y despedir a obreros; las
organizaciones obreras sufrieron una dura represión; la indignación que generó la represión.

Algunos historiadores han querido ver en la revolución de Asturias como un preludio de


lo que ocurriría dos años después con el estallido de la guerra civil; para otros, el primer intento
armado de elementos obreros para realizar la revolución social en nuestro país.

Tras la revolución de Asturias, el Gobierno de Lerroux quedó desestabilizado y la CEDA


fortalecida, introduciendo cinco ministros en el gabinete, entre ellos Gil Robles como ministro de
Guerra. Fue en este momento cuando se llevaron a cabo las principales medidas
contrarreformistas, como La Ley de Reforma de la Reforma Agraria, e, incluso, se presentó un
anteproyecto para modificar la Constitución.

En el otoño del año 1935 escándalos de corrupción política afectan al partido Radical, el
llamado del “estraperlo” (concesión de licencias con soborno para introducir en casinos
españoles una ruleta trucada), y el asunto Nombela (malversación de fondos públicos) que
causó el hundimiento de Lerroux y su partido.

Lerroux dimite y Gil Robles reclama al Presidente de la República la jefatura del


Gobierno. Alcalá Zamora, temiendo el carácter totalitario del líder de la CEDA, se negó a ello,
disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936.

La derecha se radicaliza aún más. Calvo Sotelo, apoyado por los sectores monárquicos
y oligárquicos más reaccionarios, fundó el Boque Nacional, que defendía un Estado autoritario
de corte fascista. Gil Robles y Calvo Sotelo exploran la posibilidad de un golpe militar.

FRENTE POPULAR (FEB. - JUL. 1936).

En enero de 1936, Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, PCE, POUM,


Esquerra Republicana y UGT (la CNT apoyó al Frente aunque no firmó), firmaron el pacto del
Frente Popular para combatir el fascismo y salvar la democracia. El Frente Popular constituyó
una plataforma electoral con un programa mínimo: amnistía para los represaliados de la
revolución de Octubre y aplicación de la legislación del Bienio Reformista.

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Selectividad TEMA 9 Historia de España
Las derechas acudieron aglutinadas en torno al Bloque Nacional (monárquicos) y a la
CEDA, aunque en varias circunscripciones se presentaron divididas, y sin un programa sólido y
coherente, sólo su marcado antimarxismo y el rechazo a cualquier intento revolucionario.

Tras una dura campaña electoral, el Frente Popular obtuvo la victoria el 16 de febrero.
La participación de los anarquistas hizo que votase casi el 72% del censo. Los resultados
mostraban la existencia de dos fuerzas antagónicas: Frente Popular (34,3% de los votos) y
Derechas (33,2% de los votos) y la desaparición del Centro (5,4%).El PSOE (99 diputados),
CEDA (87), Izquierda Republicana (84), seguidos a gran distancia por el resto de formaciones
políticas. El voto de la derecha se concentró en la España interior y del norte; las izquierdas
triunfaron en las grandes ciudades, zonas mineras, litoral mediterráneo y provincias del sur. El
resultado electoral ponía de manifiesto que España se encontraba profundamente dividida en
dos tendencias antagónicas sin que existiera entre ellas una opción de centro que sirviera de
equilibrio.

El presidente de la República Alcalá-Zamora encargó a Manuel Azaña formar gobierno,


constituyéndose un Gobierno moderado de izquierdas pero sin socialistas. Se concedió una
amnistía política que dejó en libertad a 30.000 presos de izquierdas, entre ellos a L. Companys,
presidente de la Generalitat catalana, restaurándose la autonomía para Cataluña. Se volvío al
programa reformista del bieno 1931-33.

En abril las Cortes aprobaron la destitución del presidente de la República Alcalá-


Zamora, después de unas semanas en las que se hizo cargo de la presidencia de forma interina
Diego Martínez Barrio, en su calidad de Presidente de las Cortes, fue elegido nuevo presidente
de la República Manuel Azaña el 10 de mayo de 1936. Azaña nombra jefe de gobierno a
Casares Quiroga.

Casares Quiroga puso en marcha el programa del Frente Popular, pero la conflictividad e
inestabilidad social aparecieron de nuevo como respuesta a unas reformas consideradas
excesivamente moderadas por los socialistas más radicales liderados por Largo Caballero y por
los anarquistas. Entre mayo y junio se sucedieron las huelgas, ocupaciones de fincas e incendios
de edificios religiosos por los sectores más exaltados. Los empresarios reaccionaban cerrando
fábricas y evadiendo capitales. La violencia se extendió a la calle en donde se enfrentaban
falangistas y miembros de partidos obreros. Imperaba un ambiente de preguerra. José Antonio
Primo de Rivera es arrestado en junio.

El triunfo de la izquierda aceleró los preparativos de una conspiración militar,


coordinaba por el general Mola, para derribar al Gobierno del Frente Popular. En esta conjura el
Ejército no estaba solo, le apoyaban los sectores más conservadores de la sociedad y la Iglesia.
Calvo Sotelo hablaba de subversión e insurrección.

El 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo, de la Guardia de Asalto, como represalia


sus compañeros asesinaron a uno de los líderes de la derecha, José Calvo Sotelo. A partir de
ese momento, se precipitaron los acontecimientos y la tarde del 17 de julio de 1936, las
guarniciones de Ceuta, Melilla y Tetuán se sublevaron, al mando del general Franco, contra la
República; el 18 de julio el alzamiento se extendió al resto de la Península. Comenzaba la
Guerra Civil.

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