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Reg.: A y S t 248 p 87/106.

En la ciudad de Santa Fe, a los seis días del mes de marzo del año dos mil trece, se
reunieron en acuerdo los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia,
doctores, Daniel Aníbal Erbetta, Roberto Héctor Falistocco, Rafael Francisco Gutiérrez, Mario Luis
Netri y Eduardo Guillermo Spuler, con la presidencia de la titular doctora María Angélica Gastaldi,
a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “MONZON, Raúl Alfredo y otro -Infracción art.
194 del Código Penal (Expte. 1781/09) sobre RECURSO DE INCONSTITUCIONALIDAD (Expte.
C.S.J. N° 420/10). Se resolvió someter a decisión las cuestiones siguientes: PRIMERA: ¿es
admisible el recurso interpuesto?; SEGUNDA: en su caso, ¿es procedente? y TERCERA: en
consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar? Asimismo se emitieron los votos en el orden
en que efectuaron el estudio de la causa, o sea, doctores Falistocco, Erbetta, Gastaldi, Gutiérrez,
Spuler y Netri.
A la primera cuestión, el señor Ministro doctor Falistocco dijo:
Mediante resolución registrada en A. y S., T. 237, pág. 358 esta Corte admitió la queja por
denegación del recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el pretenso querellante contra la
resolución 562 del 23.12.2009 dictada por la Sala Tercera -integrada- de la Cámara de Apelación
en lo Penal de Rosario por entender que la postulación de la recurrente podía configurar hipótesis
de violación del derecho a la jurisdicción con idoneidad suficiente como para operar la apertura de
la queja, en una apreciación mínima y provisoria.
En el nuevo examen de admisibilidad que prescribe el artículo 11 de la ley 7055, efectuado
con los principales a la vista, me conduce a ratificar dicha conclusión de conformidad con lo
dictaminado por el señor Procurador General a foja 32.
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión el señor Minsitro doctor Erbetta, la señora Presidenta doctora Gastaldi
y los señores Ministros doctores Gutiérrez, Spuler y Netri, expresaron idénticos fundamentos a los
expuestos por el señor Ministro doctor Falistocco y votaron en igual sentido.
A la segunda cuestión, el señor Ministro doctor Falistocco dijo:
1. En el pronunciamiento atacado por vía del recurso de inconstitucionalidad local, la Sala
Tercera -integrada- de la Cámara de Apelación en lo Penal de Rosario, confirmó lo resuelto por el
juez Correccional de San Lorenzo, que -a su turno- había rechazado la constitución de parte
querellante presentada por la Empresa Terminal 6 S.A.
Para así sostenerlo, la Sala argumenta que el legislador ha escogido un alcance restrictivo
para la constitución de querellante, atento a que el artículo 67 II habilita la intervención a quien
pretendiera ser “ofendido” penalmente por un delito de acción pública o sus “herederos forzosos”,
y esta última alusión indica que se trata de personas físicas damnificadas por delitos de acción
pública que no afecten intereses difusos.
Señala el presentante en su escrito introductorio que la resolución puesta en crisis carece
en absoluto de fundamentación, que la vicia como derivación razonada del derecho vigente.
Expresa que la Sala al hacer alusión al bien jurídico tutelado por la norma del artículo 181,
inciso 3 del Código Penal, ha incurrido en una contradicción, ya que pretende encontrar un
argumento en la eventual colectividad de los bienes jurídicos en juego, cuando la usurpación por
actos turbatorios afecta la posesión, cuyo titular es una persona concreta e individual.
Argumenta que la resolución aisla la "sistemática ritual" y concluye que, como la persona
jurídica no tiene "herederos forzosos" carece de legitimación para actuar como querellante, lo que
implica un "sinsentido" que contradice la teleología de la norma en la que dice inspirarse.
Abunda en relación a ello, señalando que resulta irrazonable la interpretación que efectúa el
A quo de la oración final del artículo 67 II del Código Procesal Penal, en cuanto hace referencia a
delitos que afecten intereses colectivos o difusos y que cuando el legislador quiso habilitar a las
personas jurídicas lo hizo expresamente, ya que ese razonamiento soslaya la clara proyección del
legislador hacia una amplia consideración de la figura del querellante, para lo cual seleccionó las
soluciones más abarcativas y que mejor tutelan los intereses difusos o colectivos.
Cita jurisprudencia nacional y provincial que exhibe -según expresa- una clara e
inconmovible tendencia a ampliar el catálogo de querellantes.
Finalmente, señala que, tal tendencia ha sido recogida como pauta interpretativa por el
Máximo Tribunal nacional, quien adhirió a las "Reglas de Brasilia para acceso a la justicia" y que lo
resuelto no satisface las garantías constitucionales al debido proceso y tutela judicial efectiva.
2. El “quid” de la presente causa estriba en determinar si las personas jurídicas pueden
ostentar el rol de querellante en todos los casos o sólo en aquellos que prevé el segundo párrafo
del artículo 67 II del Código Procesal Penal (art. 93, ley 12734).
Para arribar a la respuesta jurídica que devele el interrogante planteado, se impone acudir
a los distintos criterios interpretativos que ofrece el derecho.
2.1. La interpretación literal o gramaticalista de la ley tuvo y tendrá siempre sus atractivos.
Es, por cierto, en una visión preliminar, la más clara y la más segura. Las palabras de la ley
están allí, impresas, legibles y accesibles a cualquiera. Trátase de una cuestión de indagación del
significado de las palabras empleadas y a esas palabras se las debe entender según el uso
común, según su “sentido general”, “natural y obvio”.
Sin embargo, la interpretación literal tiene varios problemas. Uno, es el de la evolución en el
significado de las palabras; ellas, no siempre quieren decir ahora lo mismo que décadas atrás.
Otra dificultad estriba en la ambigüedad, la imprecisión, la mala redacción, el uso inapropiado de
vocablos o signos de puntuación, los errores de transcripción y otros defectos del lenguaje que
pueda tener el documento constitucional o legal.
En tales supuestos la interpretación gramatical debe rendirse o dar paso a otros criterios
hermenéuticos que sustenten la conclusión arrojada por la aplicación de aquél.
En el caso, este método exegético no otorga una certeza inequívoca acerca del alcance de
la norma. En efecto:
El nuevo ordenamiento procesal penal incorpora la figura del querellante en el precepto
enunciado, concediendo ese rol -en la primera parte del articulado- al “ofendido”.
El vocablo empleado ha sido, por lo menos, polémico, en tanto la doctrina y jurisprudencia
no es pacífica sobre lo que debe entenderse por “ofendido”.
Algunos autores señalan que corresponde ingresar al proceso penal como querellante al
“ofendido” penalmente, es decir, a la persona física que constituye el sujeto pasivo del delito: la
víctima; en este supuesto ambos conceptos se equiparan (ofendido y víctima) y sólo se otorga el
carácter de querellante a la persona física (“Nuevo Código Procesal Penal de la Provincia de
Santa Fe”, Comentado, ley 12734, Erbetta, Orso, Franceschetti y Chiara Díaz, Rosario, Ed. Zeus,
pág. 238; en igual sentido, Creus, Carlos, “Derecho procesal penal”, Ed. Astrea, Bs. As., 1996,
pág. 255).
Otros, en cambio, realizan una distinción entre ambos conceptos: víctima alude al sujeto
pasivo del delito, mientras que ofendido al titular del bien jurídico lesionado o puesto en peligro por
el ofensor, haciendo hincapié que en la mayoría de los casos coinciden, pero pueden presentarse
situaciones donde víctima y ofendido sean personas diferentes (Franceschetti-Gamba, “El
querellante”, Ed. Nova Tesis, Buenos Aires, 2010, pág. 177).
Maier, alude a que en el procedimiento penal, por lo demás, se menciona a quien ha sufrido
el daño del hecho punible como “ofendido”; en el derecho penal, en cambio se lo nombra como
“víctima”. Ambas denominaciones son, sin embargo, utilizadas como sinónimos (Maier, Julio B.,
“La víctima y el sistema penal”, en la obra colectiva “De los delitos y de las víctimas”, Ed. Ad. Hoc,
Bs. As. 1992, pág. 192).
Siguiendo este muestreo doctrinal, se afirma que ante previsiones normativas similares a
las de nuestro Código Procesal, se impone un examen sobre la naturaleza y características del
hecho que constituye el objeto de la imputación, con el fin de establecer si se evidencia la
condición del pretensor de ser el “ofendido penalmente” (FERRER, Carlos, “El querellante
particular en el C.P.P. en Córdoba”, en Pensamiento Penal y Criminológico, año II, nh 2, Ed.
Mediterránea, Córdoba, 2001, p. 58); agregando que ofendido penalmente es quien porta en el
contexto concreto el bien jurídico protegido por la norma penal de prohibición o de mandato
presuntamente infringida (MAIER, Julio B.J. Derecho Procesal Penal –II Parte General. Sujetos
procesales-, Editoriales del Puerto, Bs. As., 2003, p. 681. En sentido similar: BALCARCE, Fabián
I. “El querellante particular en la legislación procesal cordobesa”, en En torno al querellante
particular, Advocatus, Córdoba, 2003, p. 96) y que tal concepto permite la admisión como
querellante particular a quien, frente a la supuesta comisión de una conducta ilícita cuya definición
legal no lo erige directamente como titular del bien jurídicamente protegido según la
sistematización del Código Penal, ha sido sin embargo afectado real y directamente en un bien
jurídico individual, situación que con bastante frecuencia se da en los delitos de ofensa compleja
(FERRER, Carlos, ob. cit., p. 58).
Claría Olmedo, en similar orientación, define al “ofendido” como el titular del bien jurídico
tutelado que el hecho delictuoso ataca poniéndolo en peligro o destruyéndolo; y el “damnificado”
es quien por ese hecho sufre un perjuicio por la disminución o destrucción de un bien suyo
tutelado por la ley y apreciado económicamente.
Señala el citado autor que las personas jurídicas podrían ser querellantes actuando por
medio de sus representantes necesarios, conforme al artículo 41 del Código Civil y en la medida
de su capacidad de derecho pueden intentar acciones criminales y civiles; pero cuando el ofendido
o directo damnificado sea el Estado mismo en cualquiera de sus públicas manifestaciones
(Nación, Provincia, Municipio), sólo ha de poder acusar el órgano estatal, pues una doble
acusación significaría una “superfectación inaceptable” (Jorge A. Claría Olmedo, “Tratado de
derecho Procesal Penal”, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe 2008 pág. 329 y nota 106).
En esta inteligencia, debe destacarse que la capacidad de ser titular de bienes jurídicos no
es exclusiva de las personas físicas, sino también extensible a las personas jurídicas.
En relación al concepto de “víctima”, dentro del marco del Consejo Europeo, se estableció
el “Estatuto de la Víctima”, que en su artículo 1, entiende por víctima a la persona física que haya
sufrido un perjuicio, en especial, lesiones físicas o mentales, daños emocionales o un perjuicio
económico. En la declaración de Naciones Unidas de 1985 alude a toda persona que ha sufrido
una pérdida, daño o lesión en su propia persona, propiedad o en sus derechos humanos como
resultado de una conducta que constituye una violación de la legislación penal nacional,
incluyendo a personas individuales o colectivas, grupos, clases o comunidades de individuos,
corporaciones económicas o comerciales y organizaciones políticas.
2.2. Este paneo da cuenta de las diversas exégesis que se le han otorgado al concepto de
“ofendido”, equivalente o no al de “víctima” de acuerdo a la opinión autoral adoptada.
Esta falta de unicidad en el entendimiento cabal de los conceptos utilizados por la norma no
puede constituirse como un obstáculo infranqueable para la constitución de una persona jurídica
como sujeto querellante, de modo tal de otorgar su exclusión por el sólo hecho de serlo.
Además, el dispositivo -en su primera parte- no formula distinción alguna entre persona
física o jurídica para revestir la calidad de querellante en un delito de acción pública; formularla,
conllevaría a que el tribunal distinga donde la norma no lo hace, lo que conduce a recordar el
conocido adagio “ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemos” (Fallos:304:226).
2.3. Esta primera conclusión, proclive, por cierto, a otorgar el carácter de querellante a las
personas jurídicas, pierde fuerza de convicción cuando el artículo 67 II a renglón seguido de
“ofendido” agrega a sus “herederos forzosos” en una suerte de identificación del “ofendido” con la
persona física.
La segunda parte del precepto se inserta en el mismo contexto de ambigüedad gramatical
al disponer que “...también podrá serlo la persona jurídica cuyo objeto fuera la protección del bien
jurídico tutelado en la figura penal, cuando se trata de delitos que afecten intereses colectivos o
difusos...”.
En efecto, su literalidad le otorgaría la posibilidad de querellar a las personas jurídicas cuyo
objeto estatutario sea la protección del bien jurídico tutelado por el tipo penal, es decir que afecte
intereses colectivos o difusos, consagrando, así, una suerte de ampliación de la legitimación
procesal aunque sin excluir expresamente a los entes ideales que no tengan ese objeto en los
delitos que no afecten intereses colectivos o difusos.
2.4. Por ello, cabe superar la interpretación literal y recurrir a una voluntarista de la norma;
empero, el recurso fracasa a poco de ver que los parlamentarios procesales ninguna voluntad
expresaron acerca de si la persona jurídica puede constituirse -o no- como querellante en otro tipo
de delitos a los que no hace referencia la última parte del artículo 67 II del Código Procesal Penal
(vid. antecedentes parlamentarios, ley 12734).
2.5. La interpretación sistemática se impone en el caso.
Dicha hermenéutica entendida de modo integral, orgánica como un todo, a partir de que la
interpretación de cada artículo como sus contenidos entre sí deban coordinarse con los demás sin
la existencia de ínsulas normativas aisladas o separadas del cuerpo legal.
Se recurre a la herramienta de interpretar equilibradamente el precepto legal: ningún
contenido de sus disposiciones puede magnificarse o minimizarse frente a los demás; en lo
posible, tampoco cabe enfrentarlos entre sí, ya que deben ser compatibilizados (vid. por todos,
Sagüés, Néstor Pedro, “La interpretación judicial de la Constitución”, Ed. Depalma, Bs. As., 1998,
pág. 66 y s.s.).
Tomar el camino de la interpretación sistemática y lógica del precepto en estudio implica
considerar tanto la no exclusión de la persona jurídica en la primera parte del artículo 67 II del
Código Procesal Penal, su expresa inclusión en el segundo y, en este último caso, la consagración
de un particular grado de legitimación para aquellas que tutelen intereses difusos o colectivos.
La interrelación de estos elementos constitutivos del precepto confluyen derechamente a
sostener que si una persona jurídica ha sido afectada o lesionada en el bien jurídico tutelado por la
figura penal, corresponde otorgarle el carácter de querellante al igual que una persona física.
Proponer lo contrario conllevaría a consagrar un verdadero contrasentido hermenéutico, en
tanto a las personas jurídicas que tengan un particular grado de afectación por sus estatutos
sociales (defensa de intereses difusos o colectivos) se les confiere el rol de querellante, mientras
que aquellas en que sus intereses se vean afectados o lesionados directamente se les prive de
querellar.
2.6. En el caso, la denegatoria por la Cámara del carácter de querellante del ahora
recurrente es sustentado solo en la multívoca literalidad del texto, sin acudir a una interpretación
sistemática, orgánica y lógica del precepto que intente desentrañar el verdadero sentido del
mismo, no satisfaciendo, en consecuencia, el pronunciamiento impugnado las condiciones
mínimas y necesarias del derecho a la jurisdicción que acuerda la Constitución de la Provincia.
Voto, pues, por la afirmativa.
A la segunda cuestión, el señor Ministro doctor Erbetta dijo:
1.Tal como surge del relato efectuado por el señor Ministro doctor Falistocco, en el caso la
Sala rechazó la pretensión de la sociedad anónima para constituirse como querellante brindando
como principal fundamento que legalmente no estaba prevista tal posibilidad.
Para ello partió de entender que el legislador provincial asignó carácter restrictivo a la figura
del querellante y que del texto del artículo 67 II del Código Procesal Penal no surgiría que las
personas jurídicas pueden constituirse en tal carácter, salvo en el supuesto de aquéllas que
tengan por objeto la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal cuando se trate de
delitos que afecten intereses colectivos o difusos, lo que no sería el caso de autos.
En consecuencia, coincido en que la cuestión a dilucidar consiste en determinar si la
interpretación efectuada por el A quo resulta razonable o si por el contrario, el privar de la
posibilidad de constituirse en querellante conjunto a una persona jurídica cuyos intereses
patrimoniales concretos invoca han sido lesionados implica una hermenéutica arbitraria de las
normas en juego.
2. En este sentido, estimo que la solución adoptada por la Sala no puede ser convalidada
en esta instancia por los motivos que a continuación se expondrán.
De inicio debe reconocerse que la cuestión se vislumbra compleja, considerando que la
interpretación estrictamente literal del artículo en cuestión podría llevar a concluir del modo en
que lo efectuó la Sala.
Es que, tal como lo sostuvimos oportunamente al comentar el artículo 93 de la Ley 12734,
la generalizada identificación doctrinaria de ofendido con víctima o sujeto pasivo del delito y la
referencia a personas jurídicas cuyo objeto fuera la protección del bien jurídico tutelado en la
figura penal cuando se trate de delitos que afecten intereses difusos o colectivos, parecen sugerir
la falta de legitimación y consecuente exclusión de personas jurídicas cuyos intereses
patrimoniales concretos pudieran verse lesionados por el delito (Erbetta, Daniel; Orso, Tomás;
Franceschetti, Gustavo; Chiara Díaz, Carlos: “Nuevo Código Procesal Penal de la Provincia de
Santa Fe Comentado Ley 12734”, Ed. Zeus, Rosario, págs. 238/239).
Aun cuando en aquella oportunidad anticipamos que la ambigua regulación de la ley 12734
dejaba abierta la discusión sobre la posibilidad de admisión o no de la persona jurídica como
querellante, al comentar luego el Código Procesal Penal de transición (según ley 12912),
advertimos sobre la irrazonabilidad de tal exclusión (Erbetta, Daniel; Franceschetti, Gustavo; Orso,
Tomás: “Código Procesal Penal de la Provincia de Santa Fe. Texto vigente según leyes 6740,
12734, 12912 -texto ordenado por decreto 125/2009-. Análisis y comentario a la Ley de
Implementación Progresiva y artículos de la ley 12734 que entran en vigencia”, Editorial Rubinzal
Culzoni, Santa Fe, 2009, pág. 124).
Ahora, llamado a pronunciarme jurisdiccionalmente sobre la misma cuestión y en el
contexto del caso en estudio, una interpretación conglobada de las normas constitucionales y
legales en juego me llevan a ampliar aquellas consideraciones y postular una hermeneútica que
rechace resultados irrazonables y que desvirtúan la sistemática de la ley procesal, en tanto tal
como reiteradamente lo ha dicho la Corte Suprema de Justicia de la Nación “...por encima de lo
que las leyes parecen decir literalmente es propio de la interpretación indagar lo que ellas
expresan jurídicamente, en conexión con las demás normas que integran el ordenamiento sin
prescindir por cierto de las palabras de la ley, pero efectuando una interpretación razonable y
sistemática...” (Fallos:330:1855; criterio reiterado en 330:2892; 330:2093; fallo “Gomer S.A. c/AFIP
DGI – resol. 15 y 29/98 s/ Dirección General Impositiva, entre muchos otros).
3. En relación a la necesidad de una hermenéutica que respete la sistemática de la ley de
forma, debe advertirse, en primer término, que la norma del artículo 67 II del Código Procesal
Penal (art. 93 según ley 12734) debe interpretarse en consonancia con la pauta prevista en el
artículo 7 del mismo cuerpo normativo (art. 11 ley 12734), en cuanto establece que “... será
interpretada restrictivamente toda disposición legal que (...) limite el ejercicio de un poder
conferido a los sujetos del proceso...”.
En consecuencia, la premisa de la que parte el razonamiento de la Cámara, respecto del
“alcance restrictivo” que el legislador habría asignado a la figura del querellante, no se condice en
realidad con una de las normas fundamentales que el mismo ordenamiento procesal fija en su
articulado inicial.
4. Por lo demás, debe advertirse que el artículo 508 del Código Procesal Penal vigente (y
en sentido similar el artículo 347 de le ley 12734), al regular la figura del querellante exclusivo en
los casos de delitos de acción privada, establece que la legitimación activa corresponde a “toda
persona con capacidad civil que se pretenda ofendida”, incluyendo de este modo a las personas
jurídicas que según sus propios estatutos tengan capacidad para hacerlo.
No puede negarse entonces la irrazonabilidad que implicaría entender que un mismo
digesto procesal habilitara a las personas jurídicas a querellar en casos en que se pretenda
ofendida por conductas que puedan ser calificadas como delitos de acción privada (por ejemplo
concurrencia desleal) y no le permitiera constituirse en querellante conjunto cuando se trate de
delitos más graves cuya acción es pública.
Más clara resulta la arbitrariedad de la solución propuesta por el A quo si se advierte que el
artículo 10 V de la ley procesal (art. 22 según ley 12734), al regular la conversión de la acción
pública en privada, remite justamente a la regulación de la querella antes mencionada, por lo cual
siguiendo el razonamiento cuestionado la legitimación para ser querellante sustituto sería más
amplia que para los casos de querellante conjunto.
De este modo, se llegaría al absurdo de que si una persona jurídica se considera ofendida
de un delito y la acción pública es abandonada por el fiscal tendría legitimación para sustituirlo,
pero no habría podido constituirse antes de ello en querellante conjunto (en este sentido:
Franceschetti, Gustavo Daniel; Gamba, Silvia Betina: “El Querellante. La reivindicación de la
víctima en el proceso penal”, Editorial Nova Tesis, Bs. As., 2010, pág. 182).
Asimismo, coincido con el señor Ministro doctor Falistocco en cuanto al contrasentido
hermenéutico que implicaría dentro del mismo artículo en cuestión que se habilite a constituirse en
querellantes a las personas jurídicas que tengan un particular grado de afectación por su objeto
estatuario (protección de determinado interés colectivo o difuso) y a la vez se prive de esa
posibilidad a aquellas cuyos intereses se vean lesionados directamente.
5.Finalmente, tampoco puede dejar de advertirse que la interpretación propuesta resulta
asimismo ineludible desde la perspectiva del cabal respeto del derecho a la igualdad, en tanto éste
exige que las clasificaciones y diferenciaciones legales que se establezcan resulten razonables, lo
cual exige que guarden una adecuada relación de funcionalidad con la finalidad buscada por la
regulación (conforme criterio de Saba, Roberto: “El principio de igualdad en la Constitución
Nacional” en “Constitución de la Nación Argentina y normas complementarias. Análisis doctrinal y
jurisprudencial”, Daniel Sabsay director, editorial Hammurabi, Bs. As. 2009, T.1, págs. 603/604).
En este sentido, si la fundamentación de la incorporación de la figura del querellante en
nuestro ordenamiento procesal penal fue la necesidad de reivindicación del rol de quien se
considera ofendido por un delito en el proceso penal garantizándole el derecho a la tutela judicial
efectiva, más allá de la limitada intervención que antes se le asignaba estrictamente acotada a la
cuestión civil, no se explica cuál podría ser la razón para el tratamiento diferencial de las personas
que se pretenden ofendidas si es que son de existencia física o jurídica. Es por ello que la
interpretación cuestionada implica un injustificado tratamiento desigualitario que no puede ser
convalidado en esta instancia.
6. En conclusión, considero inadmisible la exégesis de la norma en cuestión efectuada por
el A quo y estimo que una interpretación razonable y sistemática conlleva a admitir que en
nuestro ordenamiento procesal vigente las personas jurídicas pueden constituirse en querellantes
conjuntos si se pretendieran ofendidas de un delito de acción pública, teniendo como límite
solamente los términos de sus propios estatutos.
Lo expuesto sin perjuicio de la necesidad de analizar si en el caso la recurrente ha
acreditado –en el grado exigido- la existencia de un interés concreto y propio afectado de modo
directo y real por el hecho investigado, así como las condiciones estatuarias y de representación
que la habilitan a esos efectos, todo lo cual deberá ser evaluado en las instancias ordinarias.
Por los motivos expuestos, voto pues, por la afirmativa.
A misma cuestión, la señora Presidenta doctora Gastaldi dijo:
1. Surge de las actuaciones elevadas a esta Corte, que con motivo de las manifestaciones y
piquetes realizados a la empresa Terminal 6 S.A. se imputó penalmente a Raúl Alfredo Monzón y
Marcelo Vergara, representantes del Sindicato Unidos Portuarios (S.U.P.A.) de Puerto General
San Martín, por el delito de usurpación por actos turbatorios -art. 184, inc.3, C.P- (fs. 42/43 y
44/45, Expte. Nh 945/2009).
Dentro de este proceso penal, el apoderado de la firma Terminal 6 S.A. dedujo incidente de
constitución como parte querellante, que fue rechazado por el Juzgado en lo Penal Correccional
de San Lorenzo en el entendimiento de que no se encontraba legitimada la persona jurídica para
dicha promoción, conforme el artículo 67 II de la ley 12.912 (fs. 26/27v. y 38/41v., Expte. Nh
1781/2009).
Recurrida dicha resolución, la Sala Tercera -integrada- de la Cámara de Apelación en lo
Penal de Rosario, confirmó el decisorio en cuanto había sido materia de recurso (fs. 139/v., Expte.
Nh 1781/2009).
Contra esta última sentencia, la persona jurídica deduce su recurso de inconstitucionalidad
achacando arbitrariedad por falta de fundamentación, endilgándole a la Alzada sustentar su
decisorio en una hermenéutica absolutamente infundada, con afirmaciones meramente
dogmáticas que -sostiene- contradice expresas constancias de la causa y elementales criterios
lógicos (fs. 1/6, Expte. Nh 420/2010).
Reprocha la impugnante que para desestimar la constitución de querellante, la Alzada
recurrió a dogmatismos pretendiendo encontrar fundamento en el bien jurídico del delito de
usurpación por actos turbatorios enrostrado a los justiciables (la propiedad), el cual no se
corresponde con la colectividad que exigiera la norma (art. 67 II C.P.P.), afirmando que resulta un
“sin-sentido” por parte del Tribunal pretender que la norma establece un ‘alcance restrictivo para la
constitución de querellante’ excluyendo a toda otra persona que no sea física y en cuanto a las
personas jurídicas limitándolas a aquellas que atiendan intereses colectivos.
Señala en su apoyo jurisprudencia que entiende exhibe una clara e inconmovible tendencia
a ampliar los supuestos de legitimidad (citando “S.H.M s/ recurso de casación” CNCP-
30.06.2009; “del Superior Tribunal de Justicia de Córdoba “Carlos Bellotti (asociaciones gremiales
en caso de delito de contra la administración pública) y “Bonfigli” sentencia Nh 79 del 17.09.2007 y
la Jujeña S.A. de la CNCCo, Sala VI, del 14.05.200”– fs. 12v./13).
Sostiene que la tendencia que postula fue recogida como pauta interpretativa por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, por Acordada 15 al adherir a las Reglas de Brasilia sobre
Acceso a la Justicia. Y en este orden de ideas, añade el Informe Nº 105/1999 caso 10194 Narciso
Palacios Argentina del 29.09.1999, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Concluye que lo resuelto por la Cámara no satisface las garantías constitucionales de
debido proceso y tutela judicial efectiva (arts. 75 inc. 22 C.N., 8.1. y 25 C.A.D.H., 8 D.U.D.H., 14.1
P.I.D.C.P.; XVIII D.A.D.D.H.), y exacerba la violación del artículo 11 ley 12734 (art. 7 texto
ordenado D. 125/09 según ley 12912). Finalmente, formula reserva de derechos para acudir ante
la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
2. Sabido es que esta Corte no puede realizar declaraciones en abstracto, por ello puesta a
examinar los agravios recursivos, se advierte que los mismos giran en torno a cuestionar la
interpretación y aplicación que efectuara la Alzada del artículo 67 II de la ley 12912, para denegar
la constitución como parte querellante a una persona jurídica (Terminal 6 S.A.) en la causa que
por el delito de usurpación por actos turbatorios (art. 181, inc.3, C.P.) se emprendiera contra los
representantes sindicales -Monzón y Vergara-.
En el caso, claramente se desprende que la pretensa querellante no queda comprendida en
ninguno de los supuestos de legitimación legal establecidos en el artículo 67 II de la ley 12912,
pretendiendo la impugnante una interpretación por parte de este Tribunal que permita ampliar los
supuestos de legitimación legal para constituirse como querellante en el proceso. Lo que adelanto,
entiendo, no debe proceder.
En efecto, el artículo 67 II de la ley 12912 establece que “...quien pretendiera ser ofendido
penalmente por un delito de acción pública o sus herederos forzosos, podrán intervenir en el
proceso como parte querellante y ejercer todos los derechos que el Código establece. También
podrá serlo la persona jurídica cuyo objeto fuera la protección del bien jurídico tutelado en la figura
penal, cuando se trate de delitos que afecten intereses colectivos o difusos”.
Conforme ésta disposición, la Alzada confirmó el rechazo de constitución como parte
querellante de la persona jurídica (empresa Terminal 6 S.A.), en el entedimiento de que no se
podía soslayar que el bien jurídico tutelado por el delito imputado a los justiciables (usurpación por
actos turbatorios) no era de aquellos delitos que afectaran intereses colectivos o difusos,
estimando que el legislador había establecido un alcance restrictivo de la legitimación.
Frente a los argumentos esbozados por el A quo, la recurrente intenta oponer su particular
enfoque invocando -sustancialmente- garantías convencionales y achacando de arbitraria la
interpretación de la Alzada.
2.1. En tren de contestar los reparos efectuados por la impugnante, considero acertado
partir de las siguientes consideraciones: la participación de la “víctima” en el procedimiento penal
es un tema que viene suscitando un destacable interés, sosteniendo parte de la doctrina que
después de varios siglos de exclusión y olvido, la víctima reaparece, en la actualidad, en el
escenario de la justicia penal, como una preocupación central de la política criminal, dando lugar a
las recientes reformas en el derecho positivo, nacional y comparado, que giran en torno a la
víctima, sus intereses y protección (ver Bovino A. “La participación de la víctima en el
procedimiento penal”, www.revistajuridicaoline.com.).
Mas, este reposicionamiento de la “víctima” en el proceso penal se sustenta en el principio
fundamental de “respeto a la dignidad de la persona” proyectado por los instrumentos
internacionales de derechos humanos que se incorporaron al bloque constitucional. En tal sentido,
lucen esclarecedoras las expresiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuando
sostuviera que “los tratados modernos de derechos humanos, en general, y en particular la
Convención Americana tienen por objeto y fin la protección “de los seres humanos” asumiendo los
Estados obligaciones frente a los “individuos” bajo su jurisdicción” (cfr. Opinión Consultiva Nh 2/82,
Corte I.D.H.). Es decir, el influjo de derechos y garantías convencionales y con ellas, la
proyección en la normativa interna de los Estados partes tienen como objetivo fundamental la
tutela de la persona física frente al Estado.
Por ello, no resultan trasladables -sin más- a la persona jurídica las garantías y
protecciones convencionales de las personas físicas. Toda vez que, no estando la persona jurídica
contemplada por los instrumentos de derechos humanos, no se encuentran en juego las garantías
de protección convencional que pretendiera hacer valer la recurrente, al invocar la afectación al
debido proceso en vinculación con la tutela judicial efectiva (Arts. 8 D.U.D.H., 14.1 P.I.D.C.P., 8.1
y 25 C.A.D.H., XVIII D.A.D.D.H. y Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia) por cuanto estos
instrumentos internacionales se dirigen específicamente a la tutela de los seres humanos.
Por lo demás, tampoco resulta extrapolable el invocado Informe Nh 105/99 de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (caso Nh 10194 del 29.9.1999) que tuvo como peticionario
al señor Narciso Palacios contra el Estado de Argentina, no demostrando la recurrente -con su
mera enunciación- como podría trasladar las alegaciones efectuadas por el peticionario
sustentadas en las garantías de la Convención Americana (art. 25 y 8 C.A.D.H) a una persona
jurídica que la Convención no contempla. No advirtiéndose tampoco que la jurisprudencia que cita
del Tribunal Superior de Córdoba (“Bonfigli” y “Belotti”) se compadezca con los supuestos aquí en
consideración.
Sentado ello, considero que no se asienta en buenos criterios de política criminal como
tampoco en una correcta interpretación sistemática, la télesis que propone la ampliación de los
supuestos de legitimación legal para viabilizar la constitución como parte querellante de una
empresa privada en el marco de una causa seguida a dos sindicalistas.
En efecto, no puede pasar desapercibido que nuestro sistema procesal se sustenta en el
principio de oficialidad, conforme el cual la persecución penal de los delitos le corresponde al
Estado. Por ello, entiendo que los mecanismos de participación de las pretensas víctimas u
ofendidos tienen que estar cuidadosamente diseñados para no desvirtuar la base del sistema.
En este aspecto, resulta explicativo el doctor Maier, al afirmar que “cuando se quiere
mejorar la situación de la víctima uno no puede evitar, al edificar esa nueva posición, golpear, ya
hasta derribar parcialmente, los fundamentos del sistema penal estatal y aún los de otras áreas de
la vida jurídica: los fines expiatorios o preventivos de la pena y la función del derecho penal, la
relación y los límites entre la pena estatal y el interés particular (derecho penal y derecho privado),
los fines del procedimiento penal, la relación de los sujetos procesales entre sí, en especial, la de
los órganos estatales con los intervinientes privados en el procedimiento, y la posición del
imputado; de allí la dificultad para tomar decisiones y emprender un camino que opere
prácticamente...” (Maier J. “La víctima y el sistema penal”, en “De los delitos y de las víctimas”, de.
Ad.Hoc, pág.193).
Razones por las cuales considero debe rechazarse el recurso impetrado, considerando que
cualquier modificación del sistema basal debe encontrarse motivada y sustentada en ley emanada
del órgano competente, atento que ampliar -vía pretoriana- los supuestos de legitimación no sólo
puede afectar el principio de oficialidad, sino también los principios de legalidad, objetividad
exigido al órgano acusador, como así también violentar -en el caso- el equilibrio e igualdad de las
partes en el proceso, conculcando el derecho de defensa y debido proceso de los imputados (los
sindicalistas Monzón y Vergara) quienes se verían frente a otro acusador más (la empresa
Terminal 6 S.A.).
Por todo ello, considero que la hermenéutica que pretende imponer la recurrente
-excediendo el ámbito legal- amerita un debate profundo y juicios de conveniencia, pues
constituye un criterio de política criminal que debe ejercerse a través del órgano legisferante.
Voto en consecuencia, por la negativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Gutiérrez dijo:
1. En el caso, la Cámara confirmó el rechazo de constitución como parte querellante de la
persona jurídica Terminal 6 S.A., por considerar que no se podía soslayar que el bien jurídico
tutelado por el delito imputado a Raúl Alfredo Monzón y Marcelo David Vergara (usurpación por
actos turbatorios, art. 181 inciso 3 del Código Penal) no constituía un delito que afectara intereses
colectivos o difusos, estimando que el legislador provincial asignó carácter restrictivo a la figura del
querellante y que del texto del artículo 67 II del Código Procesal Penal no surgiría que las
personas jurídicas puedan constituirse en tal carácter, salvo en el supuesto de aquéllas que
tengan por objeto la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal cuando se trate de
delitos que afecten intereses colectivos o difusos, lo que no era el caso en examen (fs. 139/v.,
expte. 1781/09).
2. Los agravios de la recurrente se enderezan a cuestionar la interpretación y aplicación
que efectuara la Cámara del artículo 67 II del Código Procesal Penal, por entender que la misma
es absolutamente infundada, meramente dogmática y contradice expresas constancias de la
causa y elementales criterios lógicos.
En tal sentido, afirma que para desestimar la constitución de querellante, la Alzada recurrió
a dogmatismos pretendiendo encontrar fundamento en el bien jurídico del delito de usurpación por
actos turbatorios enrostrado a los justiciables, el cual no se corresponde con la colectividad que
exigiera la norma por resultar un “sinsentido” pretender que ésta establece un alcance restrictivo
para la constitución de querellante, excluyendo así a toda otra persona que no sea física y en
cuanto a las personas jurídicas limitándolas a aquellas que atiendan intereses colectivos.
Aduce que es irrazonable la interpretación que efectuó el A quo de la oración final de
artículo 67 II del Código Procesal Penal, en cuanto hace referencia a delitos que afecten intereses
colectivos o difusos y que cuando el legislador quiso habilitar a las personas jurídicas lo hizo
expresamente, ya que ese razonamiento soslaya la clara proyección del legislador hacia una
amplia consideración de la figura del querellante, para lo cual seleccionó las soluciones más
abarcativas y que mejor tutelan los intereses difusos o colectivos.
Cita jurisprudencia nacional y provincial que -entiende- exhibe una clara e inconmovible
tendencia a ampliar el catálogo de querellantes.
Concluye que lo resuelto por la Cámara no satisface las garantías constitucionales de
debido proceso y tutela judicial efectiva (fs. 1/6).
3. Así las cosas, la cuestión a dilucidar en la presente causa estriba en determinar si la
interpretación efectuada por el A quo resulta razonable o si, por el contrario, el privar de la
posibilidad de constituirse en querellante conjunto a la persona jurídica Terminal 6 S.A. implica
una hermenéutica arbitraria de las normas aplicables al caso.
Teniendo como norte que la interpretación de una norma no autoriza la tacha de
arbitrariedad si no excede el marco de posibilidades que ella brinda (C.S.J.N. in re “Aranda”,
Fallos:304:1826) o si se formula una solución posible autorizada por la ley (C.S.J.N. in re “Cunha”;
Fallos:304:948; 307:803; A. y S. T. 104, pág. 180, entre muchos), estimo que la solución adoptada
por la Sala merece ser convalidada en esta instancia.
Ello así pues partiendo de un correcto análisis hermenéutico del texto legal y sin perder de
vista que “..la primera fuente de exégesis de la ley es su letra y que cuando ésta no exige
esfuerzos de interpretación debe ser aplicada directamente, con prescindencia de consideraciones
que exceden las circunstancias del caso expresamente contempladas por la norma”
(Fallos:311:1042) he de concluir que la norma es clara en orden al rol limitado que le ha asignado
a la persona jurídica para constituirse como querellante en el nuevo sistema de enjuiciamiento
penal santafesino.
En efecto, si bien el artículo 67 II del Código Procesal Penal no formula distinción entre
personas físicas y jurídicas para reunir la calidad de “ofendido” penalmente por un delito de acción
pública, a continuación alude a sus “herederos forzosos” y ello, por tanto, nos indica que se trata
de la persona física sujeto pasivo del delito de acción pública. Seguidamente, circunscribe la
legitimación de la persona jurídica a un único supuesto: aquel caso donde el objeto de la persona
jurídica fuera la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal, cuando se trate de delitos
que afecten intereses colectivos o difusos.
Vale decir, el legislador fue muy preciso al limitar la legitimación de las personas jurídicas al
supuesto en que su objeto de tutela sea la protección de los intereses colectivos o difusos
presuntamente afectados por la conducta investigable.
Cabe señalar que la redacción de esta norma condice con el artículo 108 II del Código
Procesal Penal (art. 80 Ley 12734) que establece una serie de derechos a favor de la víctima por
su simple condición de tal y que hacen al respeto de su dignidad humana, entre los que se
encuentra el derecho a obtener la revisión de la desestimación de la denuncia o el archivo y
reclamar por demora e ineficacia en la investigación (inciso 8). La última parte del inciso reconoce
legitimación para ejercer este derecho sólo a las personas jurídicas cuyo objeto fuera la protección
del bien tutelado en la figura penal y frente a delitos que afectasen intereses colectivos o difusos.
4. Ha de tenerse presente que la cuestión atinente al reconocimiento o a la denegación de
la calidad de parte querellante en el proceso penal por delitos de acción pública constituye un
criterio de política criminal que ha ejercido el Estado a través de sus órganos legisferantes. Una
ampliación de los supuestos de legitimación penal para viabilizar la constitución como parte
querellante mediante una interpretación judicial -como pretende la recurrente- es susceptible de
afectar el derecho de defensa y el debido proceso (arts. 18 de la Constitución nacional y 9 de la
Constitución provincial), toda vez que -insisto- es privativo del legislador regular el marco, las
condiciones de ejercicio y participación del querellante en el proceso penal.
5. Por tanto, la Alzada al confirmar el rechazo de constitución como parte querellante de la
persona jurídica Terminal 6 S.A. -en el entendimiento de que el legislador asignó carácter
restrictivo a la figura del querellante y que del texto de la norma no surgiría que las personas
jurídicas puedan constituirse como tales, salvo en el supuesto de aquellas que tengan por objeto
la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal cuando se trate de delitos que afecten
intereses colectivos o difusos, lo que no constituía el caso en estudio-, efectuó una interpretación
de las normas en juego que, a la luz de las constancias de la causa y por las razones expuestas,
no resulta irrazonable, no logrando la recurrente con sus argumentos persuadir que en dicha labor
se haya vulnerado específicamente el ordenamiento legal mediante una interpretación arbitraria.
Voto, pues, por la negativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Spuler dijo:
1. En el caso, la Cámara confirmó el rechazo de constitución como parte querellante de la
persona jurídica Terminal 6 S.A., por considerar que no podía soslayarse que el bien jurídico
tutelado por el delito imputado a Raúl Alfredo Monzón y Marcelo David Vergara (usurpación por
actos turbatorios, art. 181 inciso 3 del Código Penal) no constituía un delito que afectara intereses
colectivos o difusos, estimando que el legislador provincial asignó carácter restrictivo a la figura del
querellante y que del texto del artículo 67 II del Código Procesal Penal no surgiría que las
personas jurídicas puedan constituirse en tal carácter, salvo en el supuesto de aquéllas que
tengan por objeto la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal cuando se trate de
delitos que afecten intereses colectivos o difusos, lo que no era el caso en examen (fs. 139/v.,
expte. 1781/09).
2. Los agravios de la recurrente se enderezan a cuestionar la interpretación y aplicación
que efectuara la Cámara del artículo 67 II del Código Procesal Penal, por entender -en prieta
síntesis- que la misma es absolutamente infundada, meramente dogmática y contradice expresas
constancias de la causa y elementales criterios lógicos.
En tal sentido, afirma que para desestimar la constitución de querellante, la Alzada recurrió
a dogmatismos pretendiendo encontrar fundamento en el bien jurídico del delito de usurpación por
actos turbatorios enrostrado a los justiciables, el cual no se corresponde con la colectividad que
exigiera la norma por resultar un “sinsentido” pretender que esta establece un alcance restrictivo
para la constitución de querellante, excluyendo así a toda otra persona que no sea física y en
cuanto a las personas jurídicas limitándolas a aquellas que atiendan intereses colectivos.
Aduce que es irrazonable la interpretación que efectuó el A quo de la oración final de
artículo 67 II del Código Procesal Penal -en cuanto hace referencia a delitos que afecten intereses
colectivos o difusos-, puesto que afirmar que cuando el legislador quiso habilitar a las personas
jurídicas lo hizo expresamente, importa -a su criterio- un razonamiento que soslaya la clara
proyección del legislador hacia una amplia consideración de la figura del querellante, para lo cual
seleccionó las soluciones más abarcativas y que mejor tutelan los intereses difusos o colectivos.
Cita jurisprudencia nacional y provincial que -entiende- exhibe una clara e inconmovible tendencia
a ampliar el catálogo de querellantes.
Concluye que lo resuelto por la Cámara no satisface las garantías constitucionales de
debido proceso y tutela judicial efectiva (fs. 1/6).
3. Fácilmente se advierte que la materia litigiosa resulta, prima facie, impropia de una
impugnación extraordinaria, pues refiere a la determinación del alcance de normas de derecho
común y su aplicación a las circunstancias comprobadas en la causa. Sin embargo, también
constituye inveterado criterio, tanto de esta Corte como del más Alto Tribunal de la Nación, que tal
regla sufre excepción cuando la sentencia atacada acuerda a la norma un alcance impropio, o
cuando la inteligencia asignada se desentiende de la armonía que el dispositivo debe guardar con
el orden jurídico restante y con las garantías de la Constitución Nacional, pudiéndose arribar por
vía de ese déficit a una interpretación infiel e irrazonable del precepto en cuestión (A. y S. T. 212,
pág. 334; Fallos:306:1322; 310:799). En tales condiciones, "la corrección de interpretaciones
carentes de fundamento" justifica la intervención de la instancia de excepción (Fallos:328:3399).
4. En este sentido, el pronunciamiento de la Alzada -en cuanto confirma el fallo del Juez de
grado que a su turno había rechazado la constitución de parte querellante presentada por la
persona jurídica Terminal 6 S.A.- se sustenta en una hermenéutica que no puede ser convalidada
en esta instancia.
Ello así pues si bien es cierto que “...la primera fuente de exégesis de la ley es su letra y
que cuando ésta no exige esfuerzos de interpretación debe ser aplicada directamente, con
prescindencia de consideraciones que exceden las circunstancias del caso expresamente
contempladas por la norma” (Fallos:311:1042), no menos cierto es que “por encima de lo que las
leyes parecen decir literalmente, es propio de la interpretación judicial indagar lo que dicen
jurídicamente; y si bien no cabe al respecto prescindir de las palabras, tampoco corresponde
atenerse rigurosamente a ellas cuando así lo requiera la interpretación razonable y sistemática”
(Fallos:291:181; 293:528, entre muchos otros).
En tal cometido, una interpretación razonable y sistemática de las normas procesales
aplicables resulta ineludible frente a aquella estrictamente literal del dispositivo en estudio que
efectuó la Sala en el decisorio impugnado.
En efecto, ha de tenerse presente que el artículo 67 II del Código Procesal Penal (artículo
93 Ley 12734), en su primera parte no formula distinción entre personas físicas y jurídicas para
reunir la calidad de ofendido penalmente por un delito de acción pública, aunque a continuación al
aludir a sus “herederos forzosos”, daría la pauta que “ofendido” es la persona física.
Seguidamente, dispone que también pueden ser querellantes las personas jurídicas cuyo objeto
fuera la protección del bien jurídico tutelado en la figura penal, cuando se trate de delitos que
afecten intereses colectivos o difusos, mas sin excluir expresamente a las personas jurídicas cuya
ofensa es directa.
Consecuentemente, así redactada la norma no correspondía efectuar una interpretación
estrictamente gramatical de la misma como lo hizo la Alzada, despojada del resto de las
disposiciones que integran el ordenamiento procesal, especialmente, del artículo 7 del mismo
cuerpo normativo que impone la interpretación restrictiva de toda disposición legal que limite el
ejercicio de un poder conferido a los sujetos del proceso.
5. Así las cosas, la Cámara al confirmar el rechazo del pedido de constitución de
querellante formulado por la recurrente con el fundamento del “alcance restrictivo” que el
legislador asignó a la figura del querellante, efectuó una interpretación de la norma que resulta
inadmisible, toda vez que al hacerlo desatendió la sistemática de la ley de forma que imponía
interpretar el dispositivo en estudio en consonancia con la pauta prevista en el artículo 7 del
Código Procesal Penal, pues -como bien destaca el señor Ministro doctor Falistocco en su voto-
constituye un contrasentido hermenéutico conferir el rol de querellante a aquellas personas
jurídicas que tienen un particular grado de afectación por su objeto estatutario, en tanto involucre
la protección de determinados intereses colectivos o difusos y, a la vez, privar de esa posibilidad a
aquellas cuyos intereses se vean lesionados directamente.
6. Por lo expuesto, el decisorio cuestionado por esta vía debe ser anulado, al resultar
inadmisible la hermenéutica de la norma en estudio efectuada por la Cámara, no reuniendo, por
ende, las condiciones exigidas por la carta fundamental para satisfacer el derecho a la jurisdicción
de la presentante.
Voto, pues, por la afirmativa.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Netri dijo:
El detenido examen de las constancias de la causa me lleva a propiciar la declaración de
procedencia del recurso interpuesto.
Para fundar tal conclusión adhiero a los fundamentos desarrollados en el voto del señor
Ministro doctor Erbetta (puntos 2 -en lo pertinente-, 3, 5 y 6).
Asimismo comparto los argumentos vertidos en el voto del referido colega en cuanto a que
la solución a la que arribó el A quo resulta arbitraria si se repara en que el artículo 10 V de la ley
ritual remite a la regulación de la querella por delitos de acción privada por lo que la legitimación
para ser querellante sustituto sería más amplia que para los casos de querellante conjunto.
Igualmente, aparece irrazonable la hermenéutica que implicaría que, por un lado, dentro de
la misma norma -art. 67 II, ley 12912- se habilite a constituirse en querellante a la persona jurídica
que tenga por objeto la protección de intereses colectivos o difusos cuando fuera el bien jurídico
afectado por el supuesto delito, mientras que, por otro lado, se vede el acceso a esa intervención
a aquellas personas jurídicas cuyos intereses se vean lesionados directamente; aspecto
desarrollado en los votos de los señores Ministros doctores Falistocco, Erbetta y Spuler.
En definitiva y en función de lo expuesto, encuentro arbitraria la interpretación de la Sala
que propicia la exclusión de las personas jurídicas en el artículo 67 II del Código Procesal Penal
(ley 12912).
Voto, pues, por la afirmativa.
A la tercera cuestión, el señor Ministro doctor Falistocco dijo:
Atento al resultado obtenido al tratar las cuestiones anteriores, corresponde declarar
procedente el recurso de inconstitucionalidad y, en consecuencia, anular la sentencia impugnada,
con costas a la vencida (art. 12, ley 7055). Remitir la causa al tribunal que corresponda a los fines
de que la misma sea nuevamente juzgada.
Así voto.
A la misma cuestión, el señor Ministro doctor Erbetta, la señora Presidenta doctora Gastaldi
y los señores Ministros doctores Gutiérrez, Spuler y Netri dijeron que la resolución que
correspondía dictar era la propuesta por el señor Ministro doctor Falistocco y así votaron.
En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Corte Suprema de Justicia de la
Provincia RESOLVIÓ: Declarar procedente el recurso de inconstitucionalidad y, en consecuencia,
anular la sentencia impugnada, con costas a la vencida. Remitir la causa al tribunal que
corresponda a los fines de que la misma sea nuevamente juzgada.
Registrarlo y hacerlo saber.
Con lo que concluyó el acto, firmando la señora Presidenta y los señores Ministros por ante
mí, doy fe.
Fdo.: GASTALDI(en disidencia)-ERBETTA-FALISTOCCO-GUTIÉRREZ(en disidencia)-
NETRI-SPULER- Fernández Riestra (Secretaria)

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