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(Capítulo 2 Protección Social Género y Salud Reproductiva)
(Capítulo 2 Protección Social Género y Salud Reproductiva)
Introducción
1 http://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=4180:proteccion-
social-en-salud&Itemid=2075&lang=es consulta 24-05-14
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desde la legislación laboral hasta los seguros sociales, la atención a la salud pública
y la asistencia social, todas ellas estrategias para proteger la salud de la mujer y del
binomio madre-niño.
El trabajo de la mujer en las actividades comerciales e industriales se manifiesta des-
pués de la transformación económica y social conocida como la REVOLUCIÓN INDUS-
TRIAL (producida a fines del Siglo XVIII y comienzos del Siglo XIX).
Hasta entonces, era frecuente la labor femenina en tareas domésticas o en tareas
agrícolas y aun en talleres familiares. La inclusión de la mujer en el mercado laboral exigió
legislar al respecto dadas las condiciones biológicas y reproductivas que la caracterizan.
La evolución de la legislación social en general mejoró las condiciones laborales es-
tableciendo principios antidiscriminatorios, no solo en lo referido a aspectos laborales sino
también en materia remunerativa.
Desde mediados del siglo pasado y como consecuencia de los abusos produ-
cidos fue surgiendo una legislación protectora en los países industrializados. Esta
tendencia tuvo cuatro manifestaciones:
t La duración máxima de la jornada laboral.
t Los trabajos nocturnos, peligrosos e insalubres.
t El descanso semanal
t La situación de la mujer en ocasión de la maternidad
En el transcurso de los últimos años se ha producido una evolución en la
legislación laboral y se han incluido normas que garantizan la igualdad de derechos
de ambos sexos quedando en algunas legislaciones solo un tema específico y carac-
terístico de la mujer: la protección de la maternidad.
De todos modos, de nada vale hacer una declaración enfática de la igualdad
laboral y salarial si no se promueven las condiciones prácticas para que el principio
pueda realizarse.
Las primeras convenciones desarrolladas por la O.I.T. plantearon la necesidad
de reducir la protección de la mujer trabajadora limitándola solo al caso de materni-
dad (OIT Convenio 103-1952).
No obstante, el Primer Seminario Latinoamericano para la Legislación de
Protección del Niño y de la Madre (año 1984) planteó una perspectiva distinta: se
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No obstante, el legislador ha insistido en este principio, en el Art. 172 de la L.C.T.
(“La mujer podrá celebrar toda clase de contrato de trabajo, no pudiendo consagrarse por
la convenciones colectivas de trabajo o reglamentaciones autorizadas, ningún tipo de discri-
minación en su empleo fundada en el sexo o estado civil de la misma...)
La afirmación del principio de igualdad suprimió las diferencias que existían ante-
riormente en la tipificación salarial de hombres y mujeres, estableciendo el principio de no
discriminación entre ambos sexos.
No obstante el principio de igualdad remuneratoria puede verse alterado pero no
fundado en la condición biológica de las personas sino en aspectos de otra naturaleza (por
ej. normas protectoras, la actividad del trabajo etc).
Se establece en el Art. 174 L.C.T. el descanso intermedio cuando las tareas se cum-
plen comprendiendo horas de la mañana y de la tarde. (“Las mujeres que trabajen en horas
de la mañana y de la tarde dispondrán de un descanso de 2 horas al mediodía, salvo que por
la extensión de la jornada a la que estuviese sometida la trabajadora, las características de las
tareas que realice.... se autorizase la adopción de horarios continuos...”).
El Art. 175 L.C.T. prohíbe los trabajos a domicilio, pero solo cuando a su vez ellas
trabajaren en algún local o dependencia de la empresa. Es una forma de evitar la sobrecarga
de tareas.
Protección de la Maternidad
Prohibición de trabajar
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El régimen legal fijado en la Ley de Contrato de Trabajo establece un descanso
de noventa días que, en principio, se reparte en cuarenta y cinco días anteriores al
parto y cuarenta y cinco días posteriores a él, en los que queda prohibido el trabajo
del personal femenino. (art. 177 L.C.T).
La legislación admite cierta flexibilidad dentro de los márgenes señalados per-
mitiendo llevar una parte de los días del preparto mencionado al tiempo del pos-
tparto, que en su caso puede aumentar quince días.
Esto porque en ningún supuesto el descanso preparto puede ser inferior a
treinta días.
La determinación del tiempo se basa en la información suministrada por la
propia trabajadora y corroborada con un certificado médico.
En el mencionado certificado debe constar la fecha probable de parto. El tiem-
po de presentación no se encuentra determinado aunque en la práctica se presenta
al cumplirse el tercer mes de embarazo, en razón de que el sistema de asignaciones
familiares comprende una asignación prenatal que se abona a la trabajadora durante
el período de embarazo, y para su cobro debe comunicar su estado de embarazo al
empleador a partir del tercer mes. En definitiva el certificado de embarazo cumple
las siguientes funciones:
t Comunicar al empleador el estado de la trabajadora
t Permitir a la trabajadora cobrar la asignación prenatal como parte de las
asignaciones familiares
t Asegurar a la trabajadora su derecho a la permanencia laboral ya que se
sanciona con una indemnización agravada el despido por causa de mater-
nidad.
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especial cuyo monto debe ser igual a la remuneración que hubiese percibido en caso
de realizar tareas.
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mero mínimo de trabajadoras (sin definir proporción) el empleador deberá habilitar
salas maternales y guarderías para niños. Claramente este punto es pocas veces respe-
tado y los acuerdos alcanzados en el marco de los convenios laborales han impactado
negativamente en la promoción de la lactancia materna.
Estado de excedencia
Se denomina estado de excedencia a la situación en la que puede colocarse volunta-
riamente la trabajadora que ha tenido un hijo cuarenta y ocho horas antes de que finalice
su licencia por maternidad. Se trata de una licencia especial y cuando esta finaliza, la tra-
bajadora debe reincorporarse a su trabajo. Es un derecho que la trabajadora tiene y que el
empleador se encuentra obligado a conceder.
Durante el período de excedencia la trabajadora no percibe remuneraciones ni debe
presentarse a trabajar y su duración no puede ser menor a tres meses ni mayor a seis meses.
Como ya se refirió en el párrafo precedente, la trabajadora debe comunicar por escrito
que decidió gozar del estado de excedencia dentro de las cuarenta y ocho horas previas a
la finalización de la licencia por maternidad. En el caso que la trabajadora no notifique al
empleador de su determinación de gozar de la excedencia y no se presente a trabajar al día
siguiente que culmine su licencia, se presume que eligió unilateralmente terminar el con-
trato de trabajo.
Durante el período de excedencia el empleador no debe realizar los aportes corres-
pondientes a la seguridad social y la trabajadora no tiene el derecho a la prestación por obra
social.
Consideraciones finales
Para finalizar este tema es necesario aclarar que las nuevas formas de contra-
tación laboral, contraprestación, monotributistas, trabajador autónomo encubierto,
contratos de locación de servicio, etc. el proceso de flexibilización en curso ha deri-
vado en el surgimiento de nuevas figuras laborales tales como la triangulación labo-
ral, el tiempo de trabajo fragmentado, temporal e inestable y las relaciones de traba-
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citación e Información sobre género, pobreza y empleo
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adicional de energía que implica el ejercicio de una doble jornada de trabajo: la
laboral y la doméstica.
La exposición diferente a cierta clase de riesgos laborales depende del tipo de
trabajo que concentre la mano de obra de uno y otro sexo en los distintos países.
En general, sin embargo, los riegos laborales que pesan de manera específica sobre
la mujer son aquellos relacionados a su función reproductiva. El más obvio es el
relacionado con la exposición a sustancias químicas o a contaminantes físicos (vi-
bración, ruido y radiaciones diversas) que pueden inducir al aborto, afectar la salud
del feto o la composición cuali cuantitativa de la leche materna. Un segundo tipo
de riesgo se refiere al de la realización de trabajos pesados, los cuales agravan su pro-
blema de desnutrición durante el embarazo y afectan el peso del recién nacido. Una
tercera categoría se refiere a la falta de una legislación laboral adecuada o en cierto
tipo de empleos que impiden un descanso adecuado antes y después del parto. Una
cuarta categoría de riesgo, que es común a todas las mujeres vinculadas a la fuerza
laboral, es la doble jornada, que afecta con mayor severidad a las mujeres con hijos
pequeños en las clases más populares. La mujer pobre no solo se ocupa de cuidar a
sus hijos pequeños o padres ancianos y cocinar y cumplir con el resto de las labores
domésticas, sino que debe realizar actividades productivas para el sustento diario de
su familia. Algunos estudios señalan que la jornada laboral de la mujer con empleo
se extiende entre tres o cuatro horas más que la jornada de trabajo del varón.
la que la asume en forma mayoritaria pero la distribución por sexo tiende a ser más
igualitaria.
En cuanto a los riesgos se refiere, es importante recalcar que hasta el momen-
to no se ha producido ningún método anticonceptivo que sea a la vez totalmente
eficaz, inocuo y reversible, circunstancia que aboca a la mujer sexualmente activa a
tener que asumir siempre uno de dos riesgos para su salud: el riesgo de embarazo
o el riesgo de efectos colaterales del uso de anticonceptivos, cuando no del aborto.
Violencia de género
Se denomina así en general a la violencia ejercida por los hombres sobre las
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mujeres para asegurarse los privilegios que la cultura le ha otorgado al varón y qué
rol asignado a las mujeres le proporciona: ser atendido y cuidado material y emocio-
nalmente, tener una posición dominante en la sociedad y más poder y derecho. La
violencia de pareja en el 98% de los casos la ejercen los hombres contra las mujeres.
Por tanto, aunque habitualmente la violencia se considera un problema de mujeres,
no es un problema “de” ellas sino “para” ellas; en realidad, y fundamentalmente, es
un problema de la cultura masculina/patriarcal.
Las relaciones de maltrato tienen en general años de duración, suelen perpe-
tuarse en conductas permanentes que tienen implicancias directas en la salud de las
mujeres que son las que reciben, junto a los niños, sobre sus cuerpos y psiquis las
consecuencias de la violencia, conduciendo no en pocas oportunidades la muerte.
comer a favor de los niños y del esposo que sale a trabajar, obtienen la sensación de
saciedad en base a infusiones y pan. Ese régimen de alimentación sumado a la des-
valorización social del cuerpo de la mujer pobre, favorece un proceso de deterioro
cuyo aspecto más visible es la obesidad.
Existen evidencias de que la obesidad es más frecuente entre las mujeres que
entre los hombres, con mayor incidencia en los grupos de menores ingresos, donde
se recurre a una mayor ingesta de hidratos de carbono de diferente origen según la
costumbre y uso regional.
Para explicar por qué la obesidad en los sectores de ingresos bajos es más
visible en las mujeres que en los hombres, es necesario considerar las pautas de acti-
vidad física y de comensalismo según sexo y edad. Esas pautas son diferentes para los
hombres y las mujeres adultas por la influencia de condicionamientos y prejuicios
de género sumamente arraigados. Los hombres pobres trabajan en actividades que
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requieren mano de obra intensiva y un nivel de esfuerzo físico alto, duermen un
promedio de dos horas más que las mujeres y trabajan menos horas que ellas debido
al gran gasto energético que exigen sus labores. Además toman tres comidas y como
disponen de dinero propio, pueden tomar una comida fuera del hogar.
En contraste, las mujeres pobres realizan tareas domésticas variadas, no es-
pecializadas y aunque pueden alternar las tareas que exigen mayor o menor gasto
energético tienen una jornada laboral más larga. Su régimen alimentario comprende
muchas veces mate dulce y pan. La comida familiar es la cena donde se autoexcluyen
de los alimentos más nutritivos privilegiando a los niños y adultos que trabajan fuera
del hogar.
Una nutrición pobre durante los primeros años de vida de la mujer reduce el
potencial de aprendizaje, incrementa los riesgos de la salud reproductiva y maternal
y disminuye la productividad. Esta situación contribuye a la disminución de la ha-
bilidad de la mujer para tener acceso a otros activos más tarde en vida y socaba los
intentos de eliminar desigualdades de género.
En esencia, las mujeres con una nutrición pobre se ven envueltas en un círculo
de pobreza y desnutrición. Son estas mujeres la más expuestas a enfermedades infec-
tocontagiosas siendo las víctimas más importantes de VIH/SIDA , tuberculosis etc.
En conclusión, la desigualdad de género en el acceso y control de recursos no
solo es injusto para las mujeres y sus hijos, sino también es negativo desde el punto
de vista económico para cada comunidad o país, ya que entre otros aspectos deriva
en un aumento de los costos del cuidado de la salud, en una productividad dismi-
nuida, la profundización de la inequidad.
Bibliografía
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SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA
Salud Sexual
Salud reproductiva
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la salud de una mujer, el ejercicio de una procreación responsable es un factor que
evita llegar a esta situación.
La fecundidad no regulada afecta la salud no solo de las mujeres sino también
la de sus hijos. Los embarazos muy frecuentes o muy seguidos y en las edades extre-
mas del ciclo reproductivo representan, como hemos visto en el capítulo anterior,
riesgos para la salud, tanto de la madre como del hijo y son causa de elevadas tasas
de morbimortalidad materna e infantil. Estos efectos adversos de la fecundidad no
regulada se evidencian con mayor claridad, y se agravan en los estratos socioeconó-
micos bajos, en los cuales los riesgos para la salud se ven multiplicados por la falta de
servicios adecuados y las deficiencias nutricionales de madres e hijos.
Las tasas de fecundidad por lugar de residencia indican que, en general, las
mujeres urbanas tienen menos hijos que sus pares rurales.
En cuanto a la educación de la mujer, la evidencia empírica ha mostrado
invariablemente una relación inversa entre fecundidad y educación, señalando dife-
rencias tanto o más pronunciadas que las observadas según el lugar de residencia. Así
mientras las mujeres en áreas rurales tienen entre 0.1 y 3 hijos más que las mujeres
de áreas urbanas, las mujeres sin instrucción formal tienen entre 1.3 y 4.7 hijos más
que aquellas que han cursado estudios superiores.
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ción por VIH. El abuso y la violencia pueden afectar a la capacidad de la persona
para gozar de unas relaciones sexuales adecuadas y de salud reproductiva. En ambos
sexos, la violencia sexual se correlaciona con comportamientos de riesgo durante la
adolescencia y, en las mujeres, con el embarazo precoz
El consenso mundial sobre la definición de Salud Reproductiva es importan-
te, ya que el empleo de diferentes conceptos causa confusión, atomiza los esfuerzos e
impide el progreso. El concepto de la salud reproductiva elaborado en la Conferen-
cia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) ha seguido desarrollándose y
ratificándose en otras conferencias y cumbres internacionales y la OPS ha promovi-
do su difusión en la Región junto con las políticas y los servicios correspondientes.
Como resultado, se han planteado ciertas inquietudes. En primer lugar, debe quedar
claro que la salud reproductiva es un proceso de toda la vida y parte integrante del
desarrollo humano ya que contiene a la Salud Sexual. Tiene que ver con la prepara-
ción, antes de la concepción, para tener un bebé sano y, más tarde, con velar por que
el embarazo, el parto y el puerperio sean seguros. Luego tiene que ver con el niño
pequeño, a medida que se van formando sus actitudes acerca de las relaciones entre
los sexos, el comportamiento sexual y la reproducción. Más adelante, concierne al
adolescente, cuando los conocimientos y actitudes se transforman en prácticas y se
busca protección contra las enfermedades de transmisión sexual. Por supuesto, tiene
gran importancia para el adulto que piensa en formar su familia y se preocupa por
la posible aparición de problemas crónicos. Por último, tiene que ver con el anciano
frente a los cambios hormonales y de las relaciones familiares.
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Los derechos sexuales y reproductivos se reconocen como derechos huma-
nos, son universales porque abarcan a todos los seres humanos desde su nacimiento,
son interdependientes porque se conectan con todos los demás derechos humanos y
son indivisibles en tanto se viven y actúan de un modo conjunto e integral.
Los derechos sexuales incluyen el derecho de todas las personas a tener con-
trol y a decidir libremente sobre asuntos relacionados con su sexualidad, sin sufrir
coerción, discriminación ni violencia. Incluye derecho a la información, para tomar
decisiones responsables sobre su sexualidad, el derecho a la privacidad y a la integri-
dad física, mental y moral al realizar una elección sexual.
Los derechos reproductivos comprenden derechos ya reconocidos en leyes na-
cionales y acuerdos internacionales. Conectados con la libertad sexual, el derecho a
la salud, y los derechos básicos de todas las parejas e individuos de decidir en forma
libre y responsable el número, espaciamiento y momento de sus niños. Para cumplir
con este derecho es indispensable que el Estado garantice el acceso a la información,
la educación, a los medios de atención médica y a métodos seguros, eficaces, asequi-
bles y aceptables de planificación en forma gratuita.
Por otro lado, la información sobre planificación familiar permite a los países
controlar o promover el crecimiento de su población incentivando medidas en
un sentido o en otro según sus propios objetivos demográficos.
Por último, la posibilidad de planificar dentro de una familia y su entorno el
crecimiento de esta según sus propias posibilidades sociales, económicas y normas
religiosas tiene un impacto positivo en la salud de la mujer / madre y la de los
niños, quizás evitando el aborto con prácticas inadecuadas, las infecciones y he-
morragias, principales causantes de la mortalidad materna. O las distintas formas
de malnutrición entre niños, subestimadas dentro de la estadística sanitaria, por la
presencia de patologías asociadas que figuran luego como principal causa de enfer-
medad o muerte en la infancia.
En la legislación Argentina el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación
responsable es aprobado mediante la Ley Nacional 25673 en la cual se reconoce que el
Derecho a la Salud comprende la Salud Sexual, y que esta incluye la posibilidad de desarro-
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llar una vida sexual gratificante y sin coerción, así como prevenir embarazos no deseados.
Promueve la “Consejería” en Salud Sexual y Reproductiva en los servicios de salud
pública de todo el país; es decir, la posibilidad de acceder gratuitamente a un ase-
soramiento de calidad que contribuya a la autonomía y a la toma de decisiones en
materia de salud sexual y reproductiva.
Al mismo tiempo, favorece la detección oportuna de enfermedades genitales
y mamarias, contribuyendo a la prevención y detección temprana de infecciones y
VIH/sida.
Sin embargo, debemos destacar que se aborda básicamente la problemática
del control de la fecundidad pero que deja sin abordar la infertilidad que también es
parte de los derechos reproductivos, quizás de menor impacto en la salud.
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Regulación de la fecundidad
t Métodos de barrera
Son aquellos que utilizan elementos que impiden que el espermatozoide lle-
gue a fecundar al óvulo y se denominan preservativos. El preservativo masculino o
condón posee una buena eficacia anticonceptiva si se usa correctamente, al igual que
el femenino y son los únicos que protegen contra el SIDA y las ITS. En cambio el
diafragma utilizado por la mujer no protege contra las infecciones.
t Métodos hormonales
Entre estos se destacan los anticonceptivos orales combinados (píldoras o
minipíldora) que requieren de una ingesta periódica (diaria) y controlada para ser
efectiva: actúan inhibiendo la ovulación. Pueden ser inyectables, también se colocan
de manera periódica pero con intervalos de uno a tres meses. Son efectivos como
contraceptivos pero no protegen del SIDA ni de ITS.
t Método mecánico
Es el ¨espiral¨ o dispositivo intrauterino (DIU). Se coloca dentro del útero y
su presencia impide que los espermatozoides lleguen al óvulo para fecundarlo. Es
efectivo. Tiene una vida útil de cinco a diez años y debe ser controlado periódica-
mente por el médico. No protege contra el SIDA ni ITS.
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t Métodos químicos
Son sustancias que inactivan los espermatozoides (espermaticidas) dentro de
la vagina para que no lleguen al óvulo (cremas, óvulos, esponjas) No se recomien-
da utilizarlos solos ya que no son suficientemente efectivos en general por su mala
utilización, tiempo de permanencia de las sustancias en la vagina, etc. No protegen
contra las infecciones sexuales ni el SIDA.
La esterilización femenina (ligadura de trompas) o masculina (vasectomía)
son también métodos anticonceptivos pero que se deben utilizar en casos especiales
ya que en general son irreversibles, y no protegen contra las infecciones que se pro-
ducen por contacto sexual.
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Impacto del uso de diversos métodos de anticoncepción en el
peso de la mujer
Existe aún controversia acerca del impacto del uso de los anticonceptivos ora-
les (ACO) y la ganancia de peso.
El peso de las mujeres saludables puede cambiar durante su ciclo menstrual.
Al inicio del ciclo aumentan algo de peso, que habitualmente pierden durante la
parte final del ciclo o finalización del sangrado menstrual. Este fenómeno se rela-
ciona probablemente con cambios hormonales que provocan sobre todo retención
de líquidos; mientras que en la etapa de la mujer adulta (etapa de la menopausia)
el impacto de estos cambios hormonales se relaciona a cambios en la composición
corporal, disminución de la masa muscular y disminución del metabolismo basal
corporal (1 a 2% durante cada década)
Hassan y col. en su investigación observaron variación ponderal en una co-
horte de mujeres que utilizaban DIU con cobre como método anticonceptivo. Ellos
establecieron “que existe una tendencia a la ganancia ponderal durante los años re-
productivos de las pacientes, que es independiente de los métodos anticonceptivos”.
Las razones del incremento de peso en mujeres que utilizan diversos métodos
de anticoncepción se encuentran ligadas más a factores genéticos, conductuales,
antecedentes de obesidad durante la niñez o adolescencia u obtuvieron durante el
primer embarazo un IMC elevado (obesidad).
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comunidad que define sus políticas sanitarias en salud sexual y reproductiva.
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