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INTELIGENCIA EMOCIONAL PARA EL LIDERAZGO EFECTIVO

Nureya Abarca
Profesora
Escuela de Administración
Pontificia Universidad Católica de Chile

Clase 2
LOS DOMINIOS DE LA INTELIGENCIA HUMANA

La capacidad intelectual es uno de los orígenes más importantes de las diferencias


individuales que afectan al comportamiento y el desempeño en el trabajo. Entender la
naturaleza de la inteligencia contribuye a tener relaciones interpersonales eficientes en el
lugar de trabajo. La evaluación que se haga de la inteligencia de alguien puede influir en
la manera de relacionarse con dicha persona. Por ejemplo. Si usted considera que alguien
es inteligente tratará de buscar su opinión acerca de un problema difícil.
Habitualmente la inteligencia se asocia con la capacidad para aprender con rapidez;
adaptarse a situaciones nuevas; emplear el razonamiento abstracto; comprender
conceptos verbales y matemáticos y ejecutar tareas en las que sea preciso captar una
relación. En términos generales, se ha definido la inteligencia (David Wechsler), como: "la
capacidad global del individuo para actuar en forma deliberada, pensar racionalmente y
tratar de manera eficaz con su medio".
Claramente estas perspectivas enfatizan las variables cognitivas en el estudio de la
inteligencia. Pero por cierto, esto constituye solo parte del comportamiento inteligente.
Actualmente, muchos autores han empezado a subrayar la importancia que las variables
emocionales o motivacionales tienen para la conducta inteligente manifiesta, tanto en la
vida real como en las situaciones creadas por los test mentales.
En este sentido Gardner introduce el término de inteligencias múltiples, para resaltar que
son un número desconocido de capacidades humanas que van desde la inteligencia
musical hasta la aplicada al conocimiento de uno mismo. Este autor pone énfasis en que
estas capacidades son tan fundamentales como las que tradicionalmente detectan los test
que miden el coeficiente intelectual (C.I). Gardner está convencido de que es posible
desarrollar estas diferentes inteligencias de manera independiente mediante un esfuerzo
sostenido.
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INTELIGENCIA SOCIAL Y PRÁCTICA


Mas allá de los factores de resolución de problemas y habilidad verbal incluidos
tradicionalmente en las teorías de inteligencia, en muchos estudios empieza a surgir con
fuerza un factor de competencia social.
Se ha definido la inteligencia social como un conjunto de habilidades que permiten
comprender a otros y actuar o comportarse en relación a otras personas, en forma sabia
(Thorndike, 1920). Otros autores han expandido esta definición, definiendo la inteligencia
social como la habilidad para juzgar correctamente los sentimientos, estados de ánimo y
motivación de otros.
Sternberg (1985) ha propuesto la teoría de la triple inteligencia, la cual sostiene que la
inteligencia está formada por tres subtipos diferentes: analítico, creativo y práctico. El tipo
analítico es la inteligencia tradicional que se necesita para resolver problemas difíciles. Se
requiere la inteligencia analítica para tener un buen desempeño en la mayor parte de las
tareas académicas. El tipo creativo es el tipo de inteligencia que se necesita para el
surgimiento de nuevas ideas, la imaginación y la combinación novedosa de las cosas. El
tipo práctico es el tipo de inteligencia que se requiere para adaptar el entorno a las
propias necesidades. La idea de la inteligencia práctica ayuda a explicar por qué alguien
que le cuesta trabajo la escuela puede ser un empresario, político o atleta exitoso. Este
tipo de inteligencia incorpora las ideas del sentido común, la sabiduría y la inteligencia
aplicada a lo cotidiano.
Alguien con una gran inteligencia práctica también gozará de buena intuición, una forma
de saber o razonar, basada en la experiencia, en la que la ponderación y el equilibrio de
los datos se hacen casi en “un cerrar de ojos”. Algunos ejemplos de una buena intuición
incluyen el de un comerciante que tiene el presentimiento de que un estilo en particular
será lo más cotizado en la siguiente temporada, el de un entrenador que ve posibilidades
en un joven desgarbado y el de un supervisor que tiene la corazonada de que un vecino
sería un muy buen empleado en su oficina. También se requiere de intuición para la
inteligencia creativa.
En lo que se refiere a la inteligencia práctica, no existen tantos tipos de instrumentos de
medición como en otros tipos de inteligencia, y quizás esto se deba a que no hay un
constructo general que trascienda ciertos tipos de situaciones o tareas. Uno de los
enfoques más conocidos implica la simulación de situaciones de la vida real, por ejemplo,
el que los sujetos deban enfrentarse a distintas tareas como responder cartas, llamados
por teléfono, memos, en la mejor forma posible.
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La idea básica en este enfoque sobre la inteligencia práctica es que la actuación en las
tareas de la vida real implica un conocimiento tácito de un cierto tipo que nunca ha sido
enseñado explícitamente y a veces ni siquiera ha sido verbalizado.
Las entrevistas con ejecutivos exitosos y con psicólogos del mundo académico han
mostrado un grado importante de acuerdo en el sentido de considerar que el éxito laboral
tiene que ver con el conocimiento y comprensión de pedazos de información, que uno
aprende en el trabajo mismo más que en el entrenamiento académico previo. Entre las
inteligencias prácticas que actualmente son tan valoradas en el lugar de trabajo, está el
tipo de sensibilidad que permite a los líderes efectivos captar mensajes tácitos.
Nos encontramos, entonces, en una intersección entre lo que podríamos considerar
inteligencia y lo que es la estructura de personalidad de un individuo.
En este sentido, la coherencia de la personalidad y el potencial para un comportamiento
socialmente inteligente descansa en la tendencia del individuo a detectar las
oportunidades para lograr las tareas que se ha propuesto, en los lugares más habituales
y rutinarios de la vida diaria. Esto a menudo implica romper con las normas sociales y
renunciar a costumbres y estrategias antiguas. Por lo tanto, podemos considerar que la
flexibilidad para lograr las metas deseadas en la vida puede ser un indicador de la
“sabiduría” de los individuos para “modificar sus hábitos” sin dejar de ser coherente con
sus motivaciones esenciales.

La Inteligencia Emocional
La teoría de la inteligencia múltiple ha evolucionado, centrándose cada vez más en la
emoción misma. La inteligencia emocional es la habilidad para percibir, imaginar y
comprender las emociones, usando esta información para tomar decisiones (Mayer &
Salovey, 1995, 1997). Frecuentemente necesitamos hacer juicios complicados y cuando
nos equivocamos nos vemos en graves problemas. Indiscutiblemente algunos lo hacen
mejor que otros al evaluar las emociones en una situación social.
Las aptitudes emocionales que con más frecuencia han sido mencionadas en relación a
un liderazgo exitoso:
• Conocer las propias emociones: la conciencia de uno mismo -el reconocer un
sentimiento mientras ocurre- es la clave de la inteligencia emocional. Los que
tienen mayor certidumbre respecto de sus sentimientos son mejores guías de su
vida y tienen una noción más segura de lo que sienten realmente con respecto a
las decisiones personales.
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• Manejar las emociones: manejarlas para que sean adecuadas se basa en la


conciencia de uno mismo. Incluye la capacidad de serenarse, de librarse de la
irritabilidad, la ansiedad y la melancolía excesivas. Los que tienen éxito conservan
la compostura bajo estrés, se mantienen serenos y seguros en las crisis.

• La propia motivación: el ser capaz de ordenar las emociones al servicio de un


objetivo es esencial para prestar atención, para la motivación intrínseca, el
dominio, y la creatividad. Está relacionada con la iniciativa, el afán de éxito y la
adaptabilidad. Los que tienen éxito aceptan la responsabilidad, admitiendo sus
faltas y errores y se ocupan de solucionar los problemas sin obsesionarse con el
fracaso.

• La empatía: reconocer emociones en los demás, otra capacidad que también se


basa en la autoconciencia emocional. Los exitosos en esta área son sensibles;
capaces de ponerse en el lugar del otro, demuestran tacto y consideración en su
trato con todos.

• Manejar las relaciones: el arte de las relaciones consiste en la habilidad para


manejar las emociones de los demás. Los líderes con esta capacidad, fortalecen
lazos entre las personas y aprovechan la diversidad en sus equipos. Ser capaz de
manejar las emociones de otro es la esencia del arte de mantener relaciones y
exige la madurez de otras dos habilidades emocionales, autocontrol y empatía.

En resumen, ser emocionalmente inteligentes significa conocer las emociones propias y


las ajenas, poder manejar las emociones a partir de su conocimiento y más importante
aún, saber en qué situaciones es apropiado la expresión de las emociones y el efecto que
causan en los demás. Por lo mismo requiere de hacerse responsable del impacto que
causan las emociones. Todo lo anterior conduce a un incremento en la capacidad de
relacionarnos con los demás.

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