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“AÑO DE LA UNIDAD, LA PAZ Y EL DESARROLLO”

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS.

ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO.

DEONTOLOGIA FORENSE.

VIRTUDES DEL ABOGADO.

DOCENTE.

KATHERINE ELIZABERTH, CORONADO OJEDA.

INTEGRANTES.

ALEJANDRO, DUQUE MENDOZA.

LIANNA, GONZALES PERCA.

NATHANAEL, PERALTA MADIRD.

ROXANA, PEÑA MACAS.

MARIA, MORAN AVILA.

GIZZELY, OYOLA GARCIA.

FABRIZIO, PEREZ GARCIA.

DANIEL´S, ZEVALLOS CORI.

TUMBES-2023

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INDICE GENERAL.

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………………………

LAS VIRTUDES DEL ABOGADO………………………………………………………………………………………

LA PRUDENCIA………………………………………………………………………………………………..

LA HONRADEZ…………………………………………………………………………………………………..

LA RECTITUD……………………………………………………………………………………………………….

LA SABIDURÍA……………………………………………………………………………………………………

LA JUSTICIA………………………………………………………………………………………………………

LA LEALTAD…………………………………………………………………………………………………………

LA MEMORIA………………………………………………………………………………………………………

LA VERACIDAD………………………………………………………………………………………………………

LA DOCILIDAD…………………………………………………………………………………………………..

LA SAGACIDAD………………………………………………………………………………………………….

EL RAZONAMIENTO…………………………………………………………………………………………..

LA PRECAUCIÓN…………………………..……………………………………………………………….

LA VIRTUD DEL BUEN CONSEJO………………………………………………………………………………

IMPORTANCIA DE LAS VIRTUDES DEL ABOGADO……………………………………………………………………

CONCLUSIONES……………………………………………………………………………………………………………

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INTRODUCCIÓN.

Las virtudes del abogado

Entendemos por virtud que es la disposición habitual de hacer el bien, por eso un estudiante de

derecho debe estudiar las virtudes a fondo pues debe centrarse en que los ciudadanos que los

rodean también sientan en si mismos la necesidad y el deseo de hacer el bien a sus semejantes.

Los abogados nos encargamos de los diferentes ámbitos donde podamos poner en práctica el

derecho, pero hacerlo con justicia ya sea para nosotros mismos o para nuestros semejantes,

por eso es vital importancia Las virtudes estudiar la virtud para que de esta manera se instaure

en nuestro ser las ganas de hacer el bien.

Dice Aristóteles que existen dos tipos de virtudes que son la intelectual y la moral.

Es por eso que en el leer de la presente monografía detallamos claramente cada una de

las virtudes que debe poseer un buen abogado, ya que antes de ser un “abogado” es un ser

humano que debe ponerse en los pies del otro, ya que no solamente debemos pensar de

manera económica. También debemos pensar en ser humanos de calidad.

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LAS VIRTUDES DEL ABOGADO.

Aristóteles sostiene que existen dos tipos de virtudes las intelectuales y las morales. Las virtudes
intelectuales se adquieren principalmente a través de la enseñanza y la experiencia a lo largo del tiempo,
mientras que en las virtudes morales se desarrollan a través del hábito. Un abogado virtuoso no nace como
tal, sino que se forma al estar dispuesto a aprender y experimentar, y al acostumbrase a realizar acciones
virtuosas.

La profesión jurídica, debido a su profundo impacto en el ámbito de la justicia y en la sociedad en


general, no solo requiere de una sólida base de conocimientos legales, sino también incorporación de
valores y virtudes que orientan la práctica del derecho.

Las virtudes del abogado engloban un conjunto de características morales y éticas fundamentales
que trascienden la mera comprensión de las leyes y regulaciones. Estas virtudes resultan cruciales para
fomentar la confianza de los clientes, salvar la integridad del sistema judicial y perseguir la justica en en su
sentido más amplio y completo.

Examinaremos de qué manera estás virtudes impactan en la forma de decisiones éticas, la


prestación equitativa de servicios a los clientes y el establecimiento de una relación de confianza entre los
abogados y sus clientes.

Para partir con la información del tema VIRTUDES DEL ABOGADO, Aristóteles nos dice que los
hábitos desempeñan un papel fundamental en la formación del carácter virtuoso y que el equilibrio entre
el exceso y el defecto es esencial para mantener las virtudes.

Es a través de la ética aristotélica, y su fundamentación en la virtud, desde donde se pretende


sentar las bases filosóficas para pensar en que pueden existir algunas virtudes que deben ser incorporadas
en la formación básica del abogado y en especial del abogado. En está monografía se seleccionan las
virtudes tanto éticas como intelectuales, que deben ser introducidas en los currículos de los programas de
derecho para la formación ética de estos profesionales.

Mediante esta monografía, se busca brindar una comprensión más completa acerca de la relevancia
de las virtudes del abogado y cómo estas cualidades éticas cumplen una función esencial en la promoción
de una profesión jurídica justa y ética.

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1) LA PRUDENCIA.

El abogado prudente independiente de su actividad, sea como legislador, juez, litigante o


consejero conoce lo que se tíene que hacer y lo que se tíene que evitar. La prudencia tíene 2
opuestos, la imprudencia y la negligencia.

El abogado prudente, ve de lejos y se muestra perspicaz y discierne las fases de los


acontecimientos inciertos.

En lo casos:

El legislador, lo hace con respecto a lo que en las leyes debe establecer a efecto de que los
súbditos hagan lo que deben hacer y eviten lo que deban evitar. Por lo mismo, el legislador prevé, ve
de lejos. Es por eso que, en el lenguaje corrientemente utilizado, al observar la hipótesis normativa
de un precepto jurídico, el intérprete afirma que la ley prevé tal o cual cosa, porque, precisamente,
el legislador, al discernir los acontecimientos inciertos, establece las soluciones a los mismos,
mediante reglas generales, para normar el futuro.

El juez, al administrar justicia, también sabe lo que se debe hacer y lo que se debe evitar,
para darle a cada litigante lo que le corresponda, como veremos más adelante.

El litigante, a lo largo de la disputa, si es prudente, debe saber lo que debe hacer y lo que no
debe y así evitar para proteger los intereses legítimos de aquel representante, paralo cual, en buena
idea, debe ser perspicaz respecto de las estrategias del contrincante.

El abogado, en su labor, debe ser también prudente en los sentidos apuntados. Debe
aconsejar lo que su cliente debe hacer y lo que debe evitar, y debe prever aquellos acontecimientos
inciertos de poder dar un eficaz consejo.

Si en todo ser humano el papel de la prudencia es “aconsejar”, en el abogado esta virtud será
de vital importancia, pues será a éste a quien acudan para pedir consejo respecto de alguna acción
determinada.

El abogado prudente no se detiene en considerar los motivos de obrar, por lo que debe
conocer las normas generales y los casos particulares sobre los cuales se ejercen las acciones que

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puedan acarrear consecuencias conforme a dichas normas. La prudencia conoce a la vez los
principios de la razón y lo seres particulares sobre los cuales se ejercen las acciones.

El abogado prudente debe buscar los medios para lograr los fines que se buscan en las
acciones concretas. Es en está selección de los medios en lo que en innumerables ocasiones se
rompe con las exigencias de la virtud de la prudencia. El litigante, conocedor del derecho normativo
y defensor del derecho subjetivo de quien representa, debe poner los medios para hacer que las
normas jurídicas que invoca, llevadas a la realidad correcta, hagan prevalecer el derecho subjetivo
que defiende. Pero estos medios deben ser de acuerdo con la recta razón, que debe proponer fines
buenos, logrables a través de medios buenos. Lo mismo debe hacer el juez al administrar justicia, y
el legislador al establecer normas justas. Debe haber buena disposición de los medios. Debe el
abogado proponerse buenos fines y escoger buenos medios.

Así como hay especies de prudencia, como las que hemos visto, también dijimos que ara que
el abogado pueda ser prudente requiere de la enseñanza y de la experiencia. Por eso dijimos que la
prudencia tíene partes, algunas conciernen al conocimiento y otras que se refieren a la acción. En
tanto se refieran al buen conocimiento, se dirá que el abogado prudente tendrá que tener buena
memoria, ser inteligente, dócil, sagaz y racional. Cuando se refiere a la acción, se dirá que el abogado
prudente tendrá que ser previsor, circunspecto y precavido.

2) LA HONRADEZ.

Siendo la honradez una de las virtudes necesarias en la relación de confianza con


cliente, al que el Abogado se debe, no hay que olvidar que el Abogado también está
obligado a “servir a la Justicia” y colaborar en su recta administración. Por ello la exigencia
de honradez va vinculada a la rectitud, a la veracidad y a la integridad, y hace referencia a
la necesidad de «juego limpio».

En primer lugar, la exigencia de honradez impide que el Abogado defienda “casos


de cuya justicia no esté firmemente convencido”.
De hecho, la aceptación por el profesional de la defensa de una causa civil cuya
falsedad (por estar basada en un documento falso de carácter público o privado) conoce de

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antemano es una conducta contraria a las exigencias deontológicas, que incluso puede
tener consecuencias penales.
Otra manifestación de la honradez es la contenida en el artículo 8 del CDAE: “El
Abogado no aceptará ningún asunto si no se considera o no debiera considerarse
competente para dirigirlo, a menos que colabore con un Abogado que lo sea”. Además de
honradez con el cliente, exige honradez con uno mismo, lo que puede ser especialmente
difícil en caso de que urja aceptar nuevos casos por razones económicas.
Otro supuesto que atenta contra la obligación de honradez consiste en la
suplantación por un Abogado de la personalidad de un colega para seguir ejerciendo
mientras está suspendido por una causa anterior, lo que está sancionado incluso con la
expulsión del Colegio profesional. A pesar de que se comunican las sanciones temporales
de inhabilitación a todos los juzgados de la circunscripción, indicando la fecha de inicio y fin
de la sanción, en la práctica muchos juzgados no piden la acreditación al letrado, por lo que
dicha suplantación es posible, aunque siempre reprobable.
Del mismo modo, sería contrario a la honradez la falsificación de la firma del cliente
en actos de transacción, la firma de escritos en los que el Abogado no ha intervenido o no
ha controlado, y la utilización del título de Abogado sin estar inscrito o colegiado (que
puede tener consecuencias penales).

3) LA RECTITUD.
De acuerdo a la Real Academia Española, una persona recta es “justa, severa e intachable en
su conducta”. ¿Qué comportamientos del Abogado podrían considerarse contrarios a esta exigencia
de rectitud? Aunque la casuística es muy variada, el Código Deontológico de la Abogacía Española
recoge algunos supuestos concretos.
Por un lado, en caso de que el Abogado esté en posesión de dinero o valores de clientes o
terceros, habrá de tenerlos en depósitos diferenciados de los propios y de los del despacho y en
ningún caso podrá hacer pagos con dichos fondos.

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“Esta prohibición comprende incluso la detracción por el Abogado de sus propios
honorarios, salvo autorización para hacerlo recogida en la hoja de encargo o escrito posterior del
cliente y, naturalmente, sin perjuicio de las medidas cautelares que puedan solicitarse y obtenerse
de los Tribunales de
Justicia”
En la relación con la parte contraria, el Abogado ha de “abstenerse de toda relación y
comunicación con la parte contraria cuando le conste que está representada o asistida por otro
Abogado, manteniendo siempre con éste la relación derivada del asunto, a menos que el compañero
autorice expresamente el contacto con su cliente”.
Otra práctica contraria a la conducta recta del Abogado es la conocida como pagos por
captación de clientela: “El Abogado no podrá nunca pagar, exigir ni aceptar, comisiones, ni ningún
otro tipo de compensación a otro Abogado, ni a ninguna otra persona por haberle enviado un cliente
o recomendado a posibles clientes futuros”, (art. 19 CDAE ). Este supuesto hace referencia a la
utilización de terceros como enfermeras de hospitales, funcionarios de
prisiones, empleados judiciales, etc., que actúan como “cazadores de clientes”. Otra
conducta reprobable, también relacionada con la captación de clientela, consiste en la práctica de
algunos Abogados que se dirigen a hospitales o ambulatorios para conversar con personas que han
sufrido algún accidente, y que por tanto se encuentran en un momento de especial confusión,
ansiedad e incluso depresión, y ofrecen sus servicios profesionales, negociando a cambio un
porcentaje de la indemnización que puedan obtener (art. 7.e)
(CDAE ). Existe otra serie de prácticas relacionadas con la publicidad del Abogado que
también son contrarias a las exigencias deontológicas (art. 7 CDAE), principalmente referidas a la
publicidad que induce a confusión, que incita al pleito, que no respeta la dignidad
de las personas o de la Justicia o que hace referencia directa a los clientes del propio
Abogado.

4) LA SABIDURÍA.
Es la ciencia acerca de ciertos principios y causas. Para explicar de qué causas y de qué
principios es la ciencia de la sabiduría, Aristóteles toma ideas de que se tienen acerca del sabio; y nos
dice que este sabe de todas las cosas en todas las cosas en la medida de lo posible; es sabio el que

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tíene conocimiento de varios asuntos difíciles y que no son fáciles de conocer; es más sabio el más
exacto en conocimientos y las causas de esto y que tíene facilidad en enseñarles, Aristóteles indica
que la sabiduría es entendida como intelecto y ciencia, de los más honorables por naturaleza.
Además, en la magna moralia, afirma que la sabiduría está formada de ciencia y de intelecto; hace
parte de la ciencia porque estudia los principios y participa del intelecto en tanto que se refiere a las
cosas susceptibles de demostración a partir de los principios. “Es así como la prudencia busca la
sabiduría y la sabiduría potencia la prudencia humana”
5) LA JUSTICIA.
Este concepto se usa fundamentalmente en todos los estudios de derecho, es decir, un fi del
derecho, la norma debe ser justa.

Constituye una práctica que en sus acciones hace efectivo lo que es justo; así, en la
medida en que las acciones estén pensadas a partir de un fin que estas cumplan, la virtud de la
justicia constituye aquella capacidad o poder para realizar acciones justas y por lo tanto buenas
(Karmy, 2006). Aristóteles, en la Ética nicomáquea, reflexiona sobre las acciones que se
ejecutan con intención: si el daño se produce con intención, se obra injustamente, y es en
virtud de estas injusticias por lo que el que obra injustamente es injusto, siempre que
viole la proporción o la igualdad. Igualmente, un hombre es justo cuando actúa justamente
por elección, y obra justamente si sólo obra voluntariamente. De los actos involuntarios,
unos son perdonables y otros no. Cuantos errores se cometen no solo con ignorancia, sino
también por ignorancia, son perdonables; pero, cuando la ignorancia no es la causa, sino
que es debida a una pasión que no es ni natural ni humana, no son perdonables

6) LA LEALTAD.

La lealtad debe caracterizar la relación del Abogado con los tribunales, con los compañeros, con
el colegio profesional y, especialmente, con los clientes.

La lealtad con los tribunales, contemplada en el artículo 11.1.a del CDAE , se completa
con la exigencia de respeto y buena fe. El Abogado no solo debe guardar respeto a cuanto
intervienen en el proceso, sino exhortar a sus clientes a hacer lo mismo. Esto implica evitar
alusiones personales, e incluso gestos de aprobación o reproche, al Tribunal o al resto de los

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letrados. La lealtad con los Tribunales exige del Abogado actuar diligentemente, cumplir los
horarios, y avisar con la debida antelación
en caso de imposibilidad de comparecencia en una diligencia (la incomparecencia
injustificada puede tener consecuencias penales, véase el art. 463 CP).

De cara a los compañeros, la exigencia de lealtad se traduce en obligaciones como


comunicar al Decano del Colegio que se pretende iniciar una acción contra un compañero, en
nombre propio o del cliente, por si el Decano considerara oportuno ejercer una labor de
mediación (art. 12.3 CDAE). Además, la exigencia de evitar alusiones personales al compañero
en el transcurso del proceso (art. 12.4 CDAE) se completa con la obligación de evitar la
competencia desleal mediante el recurso a la denigración del compañero, revelando a
terceros las faltas profesionales o personales de éste que persigan el propio beneficio. También
se contempla la obligación de evitar acciones de violencia, de la clase que sean, contra otros
Abogados defensores de intereses opuestos, incluso aunque

procedan de los propios clientes (art. 12.5 CDAE). Y, por lealtad al compañero, se exige
que en caso de estar negociando con otro Abogado la transacción o solución extrajudicial de un
asunto, le notifique el cese o interrupción de la negociación antes de presentar reclamación
judicial (art. 12.11 CDAE).

La lealtad con el Colegio profesional exige evitar actuaciones contrarias a la buena fe,
con el fin de contribuir a la imagen íntegra de la profesión. Además de obligaciones como el
pago de las cuotas colegiales, la actualización de datos personales, etc., recogidas en el art. 10
del CDAE , llama especialmente la atención la obligación de colaborar con el Colegio en la
denuncia de actos contrarios a la legalidad o la deontología profesional: “Poner en
conocimiento del Colegio todo acto de intrusismo, así como los supuestos de ejercicio ilegal,
tanto por la no colegiación cuanto por hallarse suspendido o inhabilitado el denunciado, en los
supuestos de que tenga noticia el Abogado”.

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La lealtad con el cliente es esencial para garantizar la confianza que debe caracterizar la
relación Abogado-cliente: “La relación del Abogado con el cliente debe fundarse en la recíproca
confianza (…)”, art. 13.1 CDAE . El Código Deontológico contiene exigencias concretas derivadas
de la obligación de lealtad hacia el cliente, entre
las que podemos destacar las siguientes:
 La obligación de renunciar a la defensa cuando concurran
circunstancias que puedan afectar a su plena libertad e independencia
en la defensa o a la obligación de secreto profesional
(art. 13.3 CDAE). Ello podría suceder en caso de que el
profesional tenga algún vínculo (ya sea familiar, económico,
etc.) con la parte contraria, para evitar empañar la confianza
de su cliente.
 La obligación de renunciar a la defensa de intereses contrapuestos
con otros que esté defendiendo, o con los del propio
Abogado. Si estuviéramos en un caso de conflicto de intereses
entre dos clientes del mismo Abogado, éste deberá renunciar
a la defensa de ambos, salvo autorización expresa de los dos
para intervenir en defensa de uno de ellos (art. 13.4 CDAE).
La infracción de este precepto no solo es censurable desde el
punto de vista deontológico, sino que puede tener consecuencias
penales.

 La prohibición de aceptar encargos profesionales que impliquen Actuaciones contra un


anterior cliente, cuando exista riesgo de que el secreto de las informaciones obtenidas
en la relación con el antiguo cliente pueda ser violado, o que de ellas pudiera resultar
beneficio para el nuevo cliente, (art.
13.5 CDAE).

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 La obligación de abstenerse de ocuparse de los asuntos de un conjunto de clientes
afectados por una misma situación, cuando surja un conflicto de intereses entre ellos,
exista riesgo de violación del secreto profesional, o pueda estar afectada su
libertad e independencia. (art. 13.6 CDAE ). Esto podría suceder
en casos de herencias o comunidades de propietarios,
entre otros.

 La lealtad con el cliente implica un escrupuloso respeto del secreto profesional. El


Abogado es el “custodio de la intimidad personal de su cliente y de su inalienable
derecho a no declarar contra sí mismo. El secreto profesional y la confidencialidad son
deberes y a la vez derechos del Abogado que no constituyen sino concreción de los
derechos fundamentales que el ordenamiento jurídico reconoce a sus propios clientes
y a la defensa como mecanismo esencial del Estado de Derecho. Todo aquello que le
sea revelado por su cliente, con todas sus circunstancias, más todo aquello que le sea
comunicado por otro Abogado con carácter confidencial, deberá mantenerlo en
secreto”, (Preámbulo, CDAE )12. Se prohíbe también grabar cualquier comunicación
con el cliente, el contrario o su Abogado sin el previo consentimiento y, en cualquier
caso, el contenido de dicha comunicación quedaría amparado por el secreto
profesional

7) LA MEMORIA.

La memoria para recordar leyes y casos diversos de aplicación, así como la experiencia profesional
pasada, propias o ajenas.

Mucho se dice que los abogados deben tener una buena memoria. Memoria para recordar las leyes
y los casos diversos de aplicación, así como las experiencias profesionales pasadas, propias o ajenas.
Desde luego, también deben recordar los medios utilizados en las acciones tomadas en el ejercicio
de la profesión pasados. Ya antes se ha dicho que la prudencia se basa en la experiencia y en la
enseñanza.
Desde luego, no todos los abogados van a tener el mismo grado de memoria, pues ésta es un don
natural, pero la memoria se mantiene y se desenvuelve por el ejercicio y por la educación. Existen

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diversos procedimientos prácticos para ejercitarla como son: conservar cuidadosamente las
impresiones desacostumbradas y las imágenes sorprendentes; clasificar los recuerdos de tal manera
no traiga consigo otro.

8) LA VERACIDAD.
La veracidad, como sucede con otras virtudes analizadas en este epígrafe, es indispensable
para garantizar la confianza Abogado cliente y para que el Abogado cumpla con su función social de
servir a la Justicia. Tiene aplicaciones muy concretas, como ilustramos a
continuación.

De cara a los tribunales, se establecen como obligaciones del Abogado “la probidad, lealtad y
veracidad en cuanto al fondo de sus declaraciones o manifestaciones, y el respeto en cuanto a la
forma de su intervención.” Como ya hemos mencionado en el apartado dedicado a
la honradez, esto implica no suministrar información falsa al tribunal, ni hacerlo de tal modo
que induzca a confusión.
La veracidad es exigible también en el ámbito de la publicidad del Abogado: “El Abogado
podrá realizar publicidad, que sea digna, leal y veraz, de sus servicios profesionales.
En relación con el cliente, la virtud de la veracidad se concreta en la obligación del Abogado
deponer en conocimiento del cliente, incluso por escrito si así lo solicita éste.
 Su opinión sobre las posibilidades de sus pretensiones y resultado previsible del asunto.
 Importe aproximado, en cuanto sea posible, de los honorarios, o de las bases para su
determinación.
 Si por sus circunstancias personales y económicas tiene la posibilidad de solicitar y obtener los
beneficios de la asistencia Jurídica Gratuita.
9) LA DOCILIDAD.
El buen abogado debe ser dócil a las enseñanzas de los demás. Para que el abogado pueda
obrar prudentemente, en cualquier materia, debe tener en consideración los conocimientos y la
experiencia de los otros. Principalmente de los abogados más sabios y de los experimentados.

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10) LA SAGACIDAD.
La sagacidad del abogado es otro de los elementos del llamado “criterio jurídico”. El buen abogado
es el que tíene la capacidad de “oler” el sentido de una información, de una situación… dar prueba
de presencia de espíritu, de sagacidad. Hay gentes que tienen la suerte de ver inmediatamente y
como por instinto cómo deben reaccionar ante una situación, mientras que otros no saben qué
hacer.
11) EL RAZONAMIENTO.
Es parte fundamental de la actividad de un buen abogado, es su razonar. El abogado debe
detectar los supuestos normativos aplicables a los casos que se le presenten, y hacer juicios y
raciocinios que cumplan con las leyes de la lógica.

12) LA PRECAUCIÓN.
Todos los abogados y clientes que han tenido que vivir un litigio son conscientes de que el actual
modelo no funciona. Vivimos en una sociedad reglamentada en la que el conflicto jurídico puede
asomar a la vuelta de la esquina sin que hayamos participado en su causa, situaciones que tienen
que resolverse en unos Juzgados y Tribunales que se encuentran colapsados en todos sus niveles y
cuya capacidad de respuesta es lenta y limitada; y para colmo, los procesos son costosos y rodeados
de una peligrosa incertidumbre que, sea cual sea el resultado, siempre cobran un elevado coste
emocional a las partes, por no decir económicos.
13) LA VIRTUD DEL BUEN CONSEJO.

La especial naturaleza de nuestra profesión, en la que intervenimos para solucionar


conflictos jurídicos entre seres humanos que disputan por bienes y derechos, hace que la
prudencia, conformada por destrezas como la reflexión, la previsión, la discreción y el buen
consejo sea una virtud esencial para nuestra actividad profesional, pues a diario, el
abogado tiene que encarar situaciones complejas en las que están en juego los intereses de
su cliente y, a su vez, debe adoptar decisiones en nombre de aquel con la necesaria calma y

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seguridad, por lo que dicha virtud se erige, antes que en necesidad, en verdadera
obligación.

El abogado que aconseja a su cliente se debe comportar como un amigo. “solo el


amigo, y si es prudente, puede consumir la decisión del amigo desde él mismo.

IMPORTANCIA DE LAS VIRTUDES DEL ABOGADO.

La ética en el ejercicio de la abogacía está íntimamente ligada a la naturaleza de nuestro


trabajo, pues, desde sus inicios, el propósito de la misma es luchar por la justicia y defender los
“derechos” de las personas, especialmente los de aquellas que se encuentran en situaciones de
desventaja o vulnerabilidad. Así, esta “lucha” debe ceñirse a ciertos estándares que, como
mínimo, deben ponernos al servicio de los demás y privilegiar el bien común por encima de
nuestros propios intereses. Diversos autores coinciden en que dichos estándares mínimos son,
entre otros: (i) el secreto profesional, que exige confidencialidad y de discreción con respecto a
la información, comunicaciones y asesoría con cada cliente; (ii) la lealtad, con la causa de quien
contrata nuestros servicios y que implica el manejo adecuado de expectativas, el seguimiento
de casos, así como la inmutabilidad del abogado ante cualquier provocación positiva o negativa
de la contraparte; y (iii) el debido ejercicio de la práctica que incluye el condenar cualquier acto
que no tenga como objetivo central responder de manera eficiente a las verdaderas
preocupaciones del cliente.

Es precisamente por ello que hemos llegado a la conclusión de que un buen abogado debe ser,
por lo menos, una buena persona y esperamos poder coincidir con nuestros lectores en que
una buena persona es toda aquella trata con dignidad y respeto a los demás y tiene como
máximas en su manera de conducirse los principios de bondad, coherencia, altruismo,
compasión, sinceridad y confianza. Creemos firmemente que se puede ser buena persona y no
ser abogado, pero no puedes llamarte buen abogado si no eres una buena persona.

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CONCLUSIONES.

Dice Aristóteles que existen dos tipos de virtudes que son la intelectual y la moral, que

las intelectuales se derivan de la enseñanza pero que las morales son las que provienen de

nuestros propios hábitos ya sean buenos o malos pues la moral es costumbre.

Entonces Aristóteles llega a la conclusión de que nosotros mismos somos quienes construimos

el carácter virtuoso en nosotros mismos, según lo bueno o malo de nuestros actos.

Es por esta razón que la construcción del carácter virtuoso depende de nosotros mismos,

siempre debemos encaminarnos en la búsqueda de todas aquellas cosas que nos alejan de este

carácter.

La virtud es un estado de nuestro carácter, que podemos determinar por medio de un principio

racional, pero que solo el hombre prudente puede determinarlo, por lo que en definición como

antes lo planteamos, la virtud es un medio con respecto a lo que es bueno y recto.

Aristóteles nos plantea los diferentes tipos de virtudes pero hace un claro énfasis en que la

prudencia y la justicia son las que deben sobresalir de una manera especial en los abogados,

precisamente por cómo van ligadas a nuestra vida profesional.

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