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Máscaras

Arte-presencia
Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas

Lic. Adelfo Regino Montes


Director General del Instituto Nacional
de los Pueblos Indígenas

Mtra. Bertha Dimas Huacuz


Coordinadora General de Patrimonio
Cultural y Educación Indígena

José Luis Sarmiento Gutiérrez


Director de Comunicación Social
Máscaras
Arte-presencia

Investigación
Laura Erandi Espindola Villanueva

Ilustraciones
Daniel Alejandro Torres Torres

Fotografías
Acervo de Arte Indígena INPI

Corrección de estilo
Laura Monserrat Castro Carmona

Diseño editorial
Daniela Valle Cruz

Coordinación
Norberto Zamora Pérez

México, 2023
ÍNDICE

Máscaras 5
Pelea de Tigres 16
Huehues 22
Cuernudos 28
Los Morenos 32
Los Pascola 36
Baila Viejo 40
Máscaras del Atlas de
los Pueblos Indígenas 44
Obras citadas 57
Máscaras. Arte-presencia.
Las máscaras indígenas contemporáneas son verdaderos textos
en cuya sintaxis han quedado entrelazados y actualizados numerosos
acontecimientos históricos aparentemente inconexos o carentes de
sentido. Su lectura nos obliga, en consecuencia, a correlacionar con-
textos y discursividades ubicados más allá de lo visible, para encontrar
alguna exégesis probable o un camino hacia la certidumbre.

(Rubio Jiménez 2015)

El uso de máscaras en nuestro país es una de las prácticas más


antiguas que han resistido el paso del tiempo y una serie de fac-
tores de la vida moderna que modifican la realidad de muchas
comunidades. Las máscaras han estado presentes en todo el
mundo y se han usado para una variedad de propósitos a lo largo
de la historia. En lo que refiere a México, estos objetos ya existían
en la época prehispánica; en ese entonces su elaboración no era
para mostrar la habilidad técnica o para usarse como objetos de
ornato, sino que tenían un valor específico vinculado con la cul-
tura. En suma, siempre han implicado presencia y energía propia.

5
En ocasiones las máscaras son usadas en representaciones
históricas u obras teatrales; en otras, son un canal para invocar
seres o fuerzas de la naturaleza en ceremonias y rituales. Forman
parte de la experiencia basada en la relación entre el ser humano
y el mundo circundante. Hans Belting afirma que “desde muy
temprano, los seres humanos se vieron tentados a comunicarse
con las imágenes como si fueran cuerpos vivos y también a acep-
tarlas en el lugar de esos cuerpos” (2015). Las máscaras son una
forma de interacción con las imágenes; una vez que se coloca una
sobre el rostro, el individuo pasa a ser el ente representado por la
máscara. El uso del cuerpo no sorprende si entendemos que “los
cuerpos no pueden considerarse invariables y no resisten el im-
pacto de cambio de ideas en la experimentación de los mismos”
(Belting 2015). Cuando un cuerpo se pone una máscara, se vuelve
la imagen misma; le da vida y le deja interactuar con el mundo.

Durante la época prehispánica, las máscaras se usaron en una


variedad de espacios y momentos; gracias a los descubrimientos
podemos conocerlas, aprender sobre su manufactura y su uso.
6
Quizá las máscaras más famosas
son las encontradas en la zona
maya; estas suelen ser máscaras
de piedra verde que se han loca-
lizado en tumbas, por lo que se-
guramente fueron usadas como
parte de ritos funerarios. Tal es el
caso de la máscara de Chalak-
mol (Figura 1). Algunas otras que
no se conocen tanto, pero están Figura 1. Máscara de Chalakmol / detalle

presentes, son las que se pudie-


ron haber usado en el juego de pelota como posible protección,
o las máscaras de la celebración del Fuego Nuevo que vemos
retratadas en el Códice Florentino, en cuyo caso parecían proteger-
les durante el ritual.

De manera similar, encontramos un caso especial en escul-


turas de perros con máscaras humanas en zonas de Colima; se
cree que era una forma de representar la sustitución de los perros
7
Figura 1.
Máscara de Chalakmol

8
en lugar del ser humano como sacrificio. (Martínez del Campo
2015) (Figura 2). El uso de las máscaras no estaba limitado a los
integrantes de la tierra; incluso los dioses podían usarlas, como lo
hizo el dios Xochipilli, “señor de las flores”, patrono de la música,
flores y placeres, y la encarnación del Sol, quien usa una máscara
completa en un tallado de piedra que se encuentra hoy día en el
Museo Nacional de Antropología (Figura 3).

Las comunidades y pueblos indígenas en México han sido ac-


tores fundamentales en la tarea de mantener viva la creación y
presencia de las máscaras. Si bien se han convertido en produc-
tos de fácil adquisición dentro del ámbito turístico y económico,
así como piezas ornamentales en exposiciones nacionales e in-
ternacionales, no han perdido su papel ancestral en ceremonias
y rituales. No obstante, sí han sufrido cambios, como es el caso
de las máscaras de los wixaritari, donde se empiezan a usar los
diseños con chaquira para volverlas más coloridas y atractivas
al ojo (Figura 4). Estas máscaras están vagamente inspiradas en

9
Figura 2.
Perrito xoloitzcuintli con
máscara humana
Figura 3.
las usadas en sus rituales, pero estas
últimas se encuentran resguardadas
en cuevas lejos de las miradas ajenas
a la propia comunidad (Figura 5). El
material de cada una de las máscaras
alrededor del país nos sirve como indi-
cio del lugar en el que fueron hechas,
pues la materia prima puede variar
entre piedra, madera, cartón, papel Figura 4 / detalle

maché y piel. Incluso se puede recu-


rrir a corcholatas o latas. Las máscaras
nos cuentan quiénes son los persona-
jes que cada comunidad o pueblo ve
como intermediarios entre ellos mis-
mos y el mundo que los rodea, qué
historias importantes deciden mante-
ner y cómo han decidido contarlas.

Figura 5 / detalle

12
Figura 4.
Durante la conquista española se llevó a cabo una integración
forzada a nuevos estándares y dogmas. Por tanto, el panorama de
las comunidades y pueblos que vivían en lo que hoy conocemos
como América cambió drásticamente; la cristiandad, el sistema
capital y la educación occidental se volvieron la norma. Sin em-
bargo, la gente no abandonó ni olvidó sus prácticas ancestrales;
ritos, lenguas, dioses y diosas, entre otras expresiones de la cul-
tura de los pueblos, lograron sobrevivir. Algunos de estos conoci-
mientos perduraron porque fueron cuidadosamente ocultados,
mientras que otros fueron aprovechados como herramienta para
facilitar el mestizaje cultural.

Reiterando lo anterior, las prácticas y creencias han sobrevivido


gracias a ciertas adaptaciones. Una de estas adaptaciones puede
apreciarse en las danzas; escondidas en la música, indumentaria
y movimientos corporales, todavía están aquellas prácticas pre-
hispánicas que ahora subsisten en las sociedades contemporá-
neas como parte de la tradición.

14
Figura 5.
Pelea de Tigres

En las localidades de Acatlán, Puebla y Zitlala, Guerrero, podemos


encontrar durante la fiesta de la Santa Cruz, entre el 2 y 5 de mayo,
la danza “Pelea de Tigres”. Los creyentes y participantes se visten
de tigres, se convierten en hombres-tigre u hombres-jaguar, en
un rito de petición de lluvias donde escenifican una pelea; esta
puede ser vista como una forma de autosacrificio para pedir llu-
vias y, por consiguiente, buenas cosechas. A los participantes se
les conoce como tecuanis/tecuanes, y creen en el proverbio de la
zona “entre más sangre derramen los tigres, más lluvia habrá para
la germinación de las semillas”. Desde los niños hasta hombres
adultos participan en estas prácticas. Actualmente, esta danza
forma parte de las fiestas patronales y, aunque se vincula con el
agua, también es una escenificación dancística y teatral.

16
El jaguar, el felino más grande en América, fue importante
para quienes vivían en la zona mesoamericana, donde fue llama-
do “ocelotl” en náhuatl y “balam” en maya. Lo encontramos en la
cosmovisión maya, olmeca y mexica. Para los mexicas el jaguar
tenía relación con la fertilidad, la noche y el agua; y era parte del
panteón divino, una manifestación de Tezcatlipoca que se cono-
cía como Tepeyollohtli. Para los mayas también tenía relación con
el dios Sol, Kinich Ahau; con la noche, como representación del
universo; con el inframundo; y, por supuesto, con el agua y la fer-
tilidad. Así pues, no sorprende que la unión entre el jaguar y la
petición de agua exista en nuestros días; las cosechas eran y son
importantes para la supervivencia y el intercambio.

Entre el atavío que se usa en la danza de los tigres están las más-
caras de jaguar, variadas en la forma de manufactura y por ende
en las decisiones estéticas. Pueden ser de madera, cuero, palma,
trapo y cartón; de color amarillo con rosetas o manchas amarillas
para simular la piel del jaguar, suelen tener colmillos y lenguas
17
de fuera. En Acatlán de Osorio, localizado
en la mixteca poblana, se usa colorín como
madera para tallar. Cada máscara se hace
aproximadamente en cinco días, y cada una
supone una pieza única; como los mismos
jaguares cuyas manchas no son iguales, las
máscaras poseen un tipo de huella dactilar
en la naturaleza (Figura 6, 7 y 8). En Acatlán
de Osorio también aparecen otros persona-
jes en la danza de los tecuanes: el viejo, cuyo
propósito es matar al tecuane; la curandera,
quien acompaña a los viejos, hace limpias y
les da bebidas; también hay un diablo, una
muerte y un toro.

18
Figura 6.
Máscara de tigre Zitlala
Figura 7.
Máscara de casco
Figura 8.
Máscara de jaguar-tecuane.
Acatlán.
Huehues

Hay algunas celebraciones prehispánicas que son más obvias


para la mayoría; la más importante y reconocida puede ser el Día
de Muertos. También ese día encontramos el uso de máscaras. En
San Luis Potosí celebran Xantolo entre el 31 de octubre y el 2 de
noviembre. Entre el olor del cempasúchil y ofrendas, realizan dan-
zas donde aparecen los huehues; estos son seres enmascarados
que ayudan a las almas a cruzar del inframundo a nuestro plano.

La palabra “huehue” es originaria del náhuatl y significa “viejo”.


En la época precolombina existía el dios Huehuetéotl, también
conocido como dios Viejo (Figura 9). Supone una representación

22
del proceso cíclico del tiempo y vida; para los antiguos tlaxcal-
tecas esta deidad era símbolo tanto del fin como del comienzo,
manteniendo el orden en un ciclo de 52 años. La danza de los
huehues de San Luis Potosí tiene una característica singular; re-
corren los panteones, y entre sus personajes están un vaquero, el
encargado de cuidarlos; una mujer casi siempre embarazada, la
representación de la vida; la muerte, diablos y catrines.

Para elaborar las máscaras se comienza con una viga de ma-


dera que después se corta en cubos. Se le hace trazos para marcar
las proporciones del rostro y, con ayuda de herramientas espe-
ciales, se desecha la madera sobrante para darle forma a la cara.
Finalmente, se agregan los rasgos característicos y se trabaja la
madera; aunque no todas las máscaras son extremadamente de-
talladas, todas son llamativas y a su manera majestuosas.

Los huehues en San Luis Potosí son una responsabilidad: “La


responsabilidad de los huehues es grande, tanto que aquél que
baile por primera vez tiene que repetirlo por seis años más para no
23
Figura 9.
Dios Huehueteotl
ser poseído por algún antepasado inconforme” (UNESCO 2022).
Las máscaras de los huehues potosinos son coloridas y carnava-
lescas. Quienes están detrás de la máscara se vuelven guías para
las almas; bailan y piden ofrenda a los familiares que cuidan al
resto de sus familias. (Figura 10, 11, 12).

Figura 10.

25
Figura 11.
Figura 12.
Cuernudos

En el centro del país, en la Sierra Alta de Hidalgo, se encuentra


el municipio de Calnali, en cuyo carnaval los participantes usan
máscaras peculiares. Acompañados de la banda del viento, salen
los cuernudos, una combinación entre charros y diablos, aunque
actualmente los cuernudos también pueden representar viejos,
brujas e incluso luchadores.

El carnaval de Calnali se celebra los tres días que preceden a


los Miércoles de ceniza, es decir, suceden durante la Cuaresma.
En esta celebración los barrios del pueblo compiten con bailes

28
y disfraces. Los cuernudos solo salen en
esta ocasión, llevan puestas botas vaqueras,
chaparreras, chalecos, sombreros de palma,
espuelas, pañoletas de seda, reatas de lazar
y máscaras. La ropa que traen puesta debe
tener relación con el barrio del que vienen
para poder diferenciarse y representar las
identidades locales diversas.

Las máscaras son coloridas, elaboradas


con manta y ataviadas con astas de vena-
do. También tienen un espejo al frente y
cuentas que cuelgan de los cuernos. Los
cuernudos bailan y acompañan a la gente
durante el carnaval. (Figura 13 y 14).

29
Figura 13.
Figura 14.
Los Morenos

Suchitlán, una cofradía del municipio de Comala, en Colima, es


la única población del municipio que celebra dos fiestas cha-
rro-taurinas, una en el mes de enero (la principal) y otra a finales
de mayo. Se fundó hace aproximadamente 250 años por algunos
grupos y familias indígenas que se vieron obligadas a migrar.

Suchitlán es un espacio donde habitan comunidades nahuas,


en sus celebraciones encontramos pastorelas y danzas. Entre sus
danzas está la de los Morenos; en esta se presentan nueve más-
caras de animales: chivo (Figura 15), gato montés, coyote, burro,
tecolote, gallo, guacamaya, borrego cimarrón y perro; participan

32
Figura 15.
hembras y machos de estos animales, volviendo la cuadrilla un
total de 19 danzantes (Figura 16). El chivo es el capitán de los dan-
zantes, va al frente de la cuadrilla.

Esta danza es una representación de los animales que


defendieron el cuerpo de Jesús mientras estuvo en el sepulcro;
se cree que los animales danzaron para distraer a los romanos
que cuidaban el sepulcro, y así dieron paso a las Marías.

Su vestimenta consta de un pantalón de manta, una túnica


y una capa de yute. Sus máscaras están hechas de madera de
colorín cuando se van a usar y de papelillo cuando se quieren
solo para decoración. Las máscaras y su manufactura han expe-
rimentado algunos cambios, pero esto no deja la tradición de
lado, solamente las ha llevado a un mejor terminado; algunas
técnicas de elaboración cambiaron, pero no lo que representan.

En la comunidad se afirma que las máscaras tienen espíritu,


por eso antes de hacerlas uno de ellos debe participar en las
34
danzas y así empezar a acercarse (José Levy 2018). En Suchitlán
también se hacen máscaras de diablos, reyes y seres humanos que
se usan en las pastorelas.

Figura 16.
Los Pascola

En Sonora, en el periodo que va del 24 de octubre hasta pasado el


2 de noviembre con los pueblos yaqui y yoreme encontramos las
máscaras Pascola. Están elaboradas con madera de raíz de álamo,
lo que las hace ligeras y resulta más sencillo portarlas para el dan-
zante. Tras el secado y tallado hecho por los artesanos, se pintan
las máscaras de color negro que representa a los Pascola que ya
no están, y con pintura blanca se les agregan animales que deter-
minan su lugar en una organización jerárquica, grecas en forma
de triángulo, una cruz y una boca. Con colores rojos también se
agregan detalles como los labios. Para darles las cejas y las barbas

36
a los Pascola se usa la crin de caballo; los danzantes Pascola ya-
quis usan cejas cortas, mientras que los danzantes Pascola mayos
usan cejas largas (Figura 17).

Antes de la llegada de los españoles, en el norte del país tam-


bién había asentamientos de otros pueblos. Los cahítas vivían en
los valles y desierto del noroeste del país, lo que conocemos ac-
tualmente como Sonora y Sinaloa. Los Pascola forman parte de
dos cosmovisiones: la de los yaquis y los mayos. Si bien sus raíces
son prehispánicas, están influenciados por la religión católica y el
proceso de evangelización, ya que se incorporaron a los Pascola
y Venados en celebraciones eucarísticas. Esto provocó algunos
cambios significativos que encontramos en nuestros días: para
los mayos, el pañuelo rojo que usan representa la sangre de Cris-
to, y los doce cascabeles que traen en los cinturones representan
a los apóstoles.

La danza se realiza acompañada de un grupo de músicos que


tocan jícaras, violín y arpa mientras cantan. Los Pascola danzan
Figura 17.

38
con la máscara en el rostro, pero cuando suena el violín y el arpa
la máscara se usa en la parte de atrás y se sacude para espantar
a los demonios. Durante la danza de los Pascola, el músico y el
danzante entran en tipo de trance. Son eventos de purificación o
curación en los que se pretende ahuyentar al mal.

39
Baila Viejo

En las comunidades yokot’anob o chontales de Tabasco, duran-


te las fiestas patronales de carácter religioso, se ejecuta la danza
Baila el Viejo acompañada de los tamborileros. Se tiene registro
de la danza en una descripción de Manuel Gil a finales del siglo
XIX y en una fotografía de 1904. Es un ritual de agradecimiento
a un hombre antiguo que llegó a sus tierras y les enseñó a sem-
brar y cultivar, aunque esto puede variar en las comunidades y
pueblos (López Jiménez 2016). También existe la crónica de una
gran escasez en el pueblo; no había cosecha, pesca o buena caza,
así que los ancianos les pedían a los dioses que les regresaran es-
tas cosas. Fue entonces cuando apareció el Gran Viejo y les dijo

40
que debían invitar a bailar a los jóvenes
del pueblo con máscaras talladas para
que los dioses los vieran y les devolvieran
sus favores (Govea Ek 2016).

Las máscaras usadas son fabricadas


con cedro, muestran el rostro de ancianos
con cabellos de fibra de plátano y hene-
quén que se emplearon para asemejarse
a los dioses. Las máscaras se portan en
la parte superior de la cabeza, con la mi-
rada en dirección al cielo. Su atavío se
acompaña de una sonaja de jícara y un
abanico, mientras que su ropa consiste
en una camisa y un pantalón de manta.

42
Máscaras del Atlas de los Pueblos Indígenas
Acervo de Arte Indígena INPI

Chichimeca jonaz Chontal de Oaxaca

44
Cora Cora

Huasteco Huasteco

45
Huasteco Jakalteko

Matlatzinca Matlatzinca

46
Maya Maya

Mayo Mayo

47
Mazahua Mixe

Mixteco Mixteco

48
Mixteco Mixteco

Nahua, Colima Nahua, Estado de México

49
Nahua, Guerrero Nahua, Jalisco

Nahua, Jalisco Nahua, Jalisco

50
Nahua, Morelos Nahua, Morelos

Nahua, Puebla Otomí

51
Otomí Pima

Pima Pima

52
Pima Pima

Purépecha Purépecha

53
Purépecha Tepehuano del Sur

Tepehuano del Sur Tlapaneco

54
Tlapaneco Tlapaneco

Tlapaneco Tsotsil

55
Yaqui Zoque

Zoque

56
Obras citadas

■ Atlas de los Pueblos Indígenas de México. INPI/INALI, Fotografías, 2018.

■ Belting, Hans. “Imagen, medium, cuerpo: un nuevo acercamiento a la

iconología”. Cuadernos de Información y Comunicación, vol. 20, 2015,

pp. 153-170.

■ Christian Christosiris. “Series Documentales Que Forjan El Carnaval De

Calnali Hgo. Sr Vicente Marin “LA REGADERA””. YouTube. 5 de junio de

2020.
■ Govea Ek, Aurora. “La construcción simbólica del territorio a partir de la

religiosidad. El caso de las fiestas patronales de la Chontalpa, Tabasco,

México”. Revista Cultura y Religión, 2016, pp. 23-43.

57
■ Guzmán Bofill, Silvia. Las muertes en las danzas mexicanas. Colección

de máscaras de Estela Ogazón. Universidad Autónoma Metropolitana,

2005.

■ José Roberto Levy. “Baile de máscaras”. YouTube. 8 de septiembre de

2022.

■ José Roberto Levy. “Gorgonio Candelario, hacedor de máscaras”. You-

Tube. 12 de diciembre de 2018.

■ López Jiménez, Manuel Alejandro. ““Yo lo aprendí solo? y a mí, mi

abuelo me enseñó”. Enseñanza y transmisión de la música de tambo-

rileros (aj jobeno)”. Revista Cuicuilco, vol. 23, núm. 66, 2016, pp. 149-174.
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■ Martínez del Campo Lanz, Sofía. Máscaras mexicanas. Simbolismos

velados. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2015.

■ Matos Moctezuma, Eduardo. “Las máscaras en el mundo prehispáni-

co”. Máscaras mexicanas. Simbolismos velados. Instituto Nacional de

Antropología e Historia, 2015, pp. 39-46.

58
■ Olmos Aguilera Miguel, “Música, trance y curación, el caso

del Noroeste de México”. Las vías del Noroeste III, coord. Car-

lo Bonfiglioli, Instituto de Investigaciones Antropológicas.

■ Rubio Jiménez, Miguel Ángel. “Rostros de la diversidad”, Máscaras

mexicanas. Simbolismos velados. Instituto Nacional de Antropología

e Historia. 2015, pp. 47-54.

■ SET Noticias. “Las máscaras de tecuanes, una tradición de Acatlán de

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octubre de 2012.

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■ Warburg, Aby. El ritual de la serpiente. Trad. Joaquín Etorena, Sexto

Piso, 2008.

59
México, 2023

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