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TEXTO 1

El Río de la Plata luego de la Revolución


El proceso histórico que siguió a la Revolución de Mayo, y que llevó a la conformación
del Estado Nacional, fue largo y conflictivo. Se caracterizó por una gran inestabilidad
política.
Para analizar este proceso, tomaremos los siguientes períodos:

• 1810- 1820: Ruptura del orden colonial. Primera década revolucionaria y el


intento de construir un Estado Nacional.
• 1820- 1852: El triunfo de los localismos, la disgregación política.
• 1852- 1880: La formación y consolidación del Estado Nacional Argentino.
• 1880- 1916: El régimen oligárquico de gobierno.

La Revolución de Mayo
En 1808, España fue invadida por Francia y el Rey, fue tomado prisionero. Cuando
estas noticias llegaron a América los enfrentamientos entre españoles y criollos
crecieron. Finalmente, en 1810, en Buenos Aires, un grupo de criollos – integrado por
comerciantes, profesionales de formación universitaria y la mayoría de los jefes de la
milicia criolla – destituyeron a las autoridades españolas y las reemplazaron por un
gobierno propio: La Primera Junta de Gobierno.
Las transformaciones que se sucedieron en el Río de la Plata desde principios del siglo
XIX y que se prolongaron durante la década de 1810, permiten hablar de una
Revolución.
¿Qué es una Revolución?

Mucho se ha escrito acerca de este concepto. En Ciencias Sociales se utiliza para referir a
un cambio profundo en los aspectos económicos, políticos, sociales y culturales de una
sociedad determinada.
Una revolución no es un hecho puntual; aunque el concepto invita a pensar en cierta
aceleración de hechos que terminan bruscamente con un estado de cosas para pasar a la
construcción de un orden social nuevo, cuando hablamos de revolución nos referimos a
procesos. Entonces, esta construcción no puede pensarse como una serie de
acontecimientos que desembocan en algo distinto, sino que implica considerarla como un
largo proceso, con avances, retrocesos, contradicciones y conflictos.
Cuando una sociedad es conmovida por una revolución, algunos elementos del orden
anterior desaparecen, pero otros no. Los que desaparecen, en muchos casos, no son
sustituidos inmediatamente por otros nuevos. Es el caso, por ejemplo, del orden colonial:
la caída de las autoridades españolas y de las instituciones a través de las cuales ellas
ejercían el poder, no trajo como consecuencia su rápida sustitución por un Estado
Nacional.
Un Estado es una forma de organización de una comunidad de personas. Esta organización
está basada en leyes que deben respetar todos los habitantes del territorio. En todos los

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Estados existe siempre un grupo de personas que ocupan cargos de gobierno y dirigen a la
comunidad.
El Estado no surge en forma espontánea; es el resultado de un proceso de formación
gradual en cuyo transcurso se van definiendo los elementos que lo caracterizan: el
territorio, los recursos económicos, el gobierno, las instituciones, las leyes, la nación.
La formación del estado es el fruto de un largo y conflictivo proceso en el que existen los
enfrentamientos, las guerras civiles y los intentos que fracasaron. En nuestro país este
proceso duró más de medio siglo.
Estudiar el proceso y las características que el Estado fue adquiriendo hasta nuestros días
reviste una particular importancia porque las decisiones que a diario se toman desde el
Estado ocupan un lugar importante en nuestras preocupaciones. Estas decisiones
comprometen fuertemente el desarrollo de nuestras vidas y de la sociedad en su
conjunto.

La ruptura con España planteó como prioridad la construcción de un nuevo Estado


para las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Los distintos gobiernos que se sucedieron desde mayo de 1810 intentaron reemplazar
el poder colonial y constituirse en la autoridad suprema de las poblaciones asentadas
en el viejo virreinato.

Cronología 1810-1820

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Encarcelamiento del Rey y Revolución
El escenario que se planteó en la península ibérica durante 1808- 1810 acentuó el
clima revolucionario existente en las colonias americanas.
Frente a la ausencia del rey, tras la invasión francesa, la Junta Central de la ciudad de
Sevilla asumió momentáneamente el control sobre las colonias americanas en nombre
del cautivo rey Fernando VII.
La Junta desligó a Santiago de Liniers, de quien se desconfiaba por su origen francés,
del cargo de virrey del Río de la Plata y nombró a Baltasar Hidalgo de Cisneros. No
obstante, esta demostración de poder inicial, la Junta de Sevilla fue depuesta por las
fuerzas francesas en 1810. Al conocerse la noticia en tierra rioplatense se produjo un
vacío de poder y se incentivó en la población el espíritu revolucionario. Jefes de
milicias, intelectuales y comerciantes perjudicados por el monopolio –muchos de ellos
defensores de la ciudad de Buenos Aires durante las invasiones inglesas– se
movilizaron. Nuevamente se recurrió al Cabildo de Buenos Aires, institución clave del
dominio colonial, reutilizada por el pueblo para debatir libremente y tomar decisiones.
Los “vecinos” de la ciudad (españoles y criollos) asistieron al decisivo Cabildo Abierto
que se celebró el 22 de mayo. Este no fue un encuentro sencillo. Lo que estaba en
juego era nada menos que la soberanía y la independencia, y dejaba al descubierto
posiciones muy diversas.
Podríamos sintetizar en dos posturas predominantes el debate del Cabildo Abierto: por
un lado, el obispo de la ciudad de Buenos Aires, Benito de Lué y Riega, personificaba a
quienes querían mantener fidelidad a las autoridades españolas. Del lado más
revolucionario se encontraba, liderando, Juan José Castelli, quien sostuvo que, si no
había rey en España, las autoridades españolas en América no eran representativas y,
por lo tanto, el poder debía retornar al pueblo. Luego de un largo debate, se decidió
desvincular de su cargo al virrey Cisneros y conformar una Junta de gobierno como las
muchas que se habían formado en España. El 24 de mayo se dieron a conocer las
autoridades de la Junta a la población: los sectores más conservadores –y también
temerosos– del Cabildo la habían formado con españoles y como presidente del
organismo gubernamental propusieron al destituido virrey Cisneros. La movilización
criolla no se hizo esperar. Gracias a la presión de los revolucionarios, se disolvió ese
organismo y el 25 de mayo de 1810 se creó un nuevo gobierno, que conocemos como
la Primera Junta. Aunque esta Junta declaró su fidelidad al rey Fernando VII, se trataba
del primer gobierno no elegido por la Corona española sino por un sector
representativo de los habitantes de Buenos Aires. Se trataba del inicio del ejercicio
soberano del poder en el Río de la Plata.

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La Primera Junta
La primera Junta estaba integrada por nueve
miembros: el presidente Cornelio Saavedra
(hacendado y militar); los secretarios, los
abogados Mariano Moreno y Juan José Castelli,
el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote
Manuel Alberti y los españoles Juan Larrea y
Domingo Matheu.
La junta albergaba dos tendencias enfrentadas
entre sí: una era la radical, representada por Moreno, Castelli y Belgrano, que
consideraba urgente la declaración de la independencia, la sanción de una
constitución, e impulsar reformas sociales (como la abolición de la esclavitud y la
supresión de tributos indígenas). La otra, la tendencia moderada, era encabezada por
Saavedra y rápidamente desplazó a la radical. Los saavedristas, postulaban medidas
moderadas para no romper los vínculos con España, y no creían conveniente la
alteración de las jerarquías sociales.
Moreno, se opuso a la incorporación a la Junta de los representantes de las ciudades
del interior convocados por el nuevo gobierno el 27 de mayo; consideraba que estos
diputados debían integrar un congreso que declarara la independencia. Sin embargo,
no tuvo éxito y en diciembre se formo la Junta Grande, que incluía representantes de
las provincias del interior. Moreno renunció a la Junta y en diciembre viajó en misión
diplomática a Gran Bretaña, pero nunca llegó a destino, murió en altamar en marzo de
1811.
La primera misión de la Junta fue expandir su autoridad y hacer conocer a todas las
provincias lo sucedido en Buenos Aires. Enviaron una carta a los cabildos de las
diferentes ciudades del interior invitando a sus diputados a formar parte del nuevo
gobierno central. Al mismo tiempo se envió una fuerza armada para enfrentar a
cualquier intento de insubordinación en las provincias.
La primera dificultad en contra de la Junta de Buenos Aires comenzó en Córdoba
cuyas autoridades se negaron a enviar diputados a Buenos Aires. El ejército
revolucionario fusiló a todas las autoridades cordobesas que se resistieron al nuevo
gobierno. Así la mayoría de las provincias decidieron unirse a la Junta en Buenos Aires
Ante la falta de adhesión de muchos pueblos del Interior, la Junta envió expediciones
militares al Alto Perú y a Paraguay. Así se inicia la Guerra de la Independencia contra
los españoles que dominaron esas regiones, menos Paraguay. Desde 1810 hasta 1815
hubo tres regiones en las Provincias Unidas que no reconocieron a las autoridades de
Buenos Aires y se perdieron posteriormente:
El Alto Perú (actual Bolivia), criollos y españoles se unieron para sostener a la
monarquía española. Esta región quedó en manos de los españoles hasta 1825.

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Paraguay, que rechazó a la Junta inició el proceso de independencia y en 1811 declaró
un gobierno independiente.
La Banda Oriental comenzó un movimiento revolucionario paralelo al de Buenos Aires.
En este proceso Buenos Aires y Montevideo oscilaron de posición entre alianzas y
enfrentamientos. Recién, en 1814, fue sofocado el último foco realista.

LA PROVISIONALIDAD DE LOS GOBIERNOS REVOLUCIONARIOS: de la Primera Junta al


Directorio
Después de mayo de 1810, las provincias del ex virreinato se denominaron Provincias
Unidas del Río de la Plata.
Entre 1810 y 1820, las Provincias Unidas del Rio de la Plata atravesaron una gran
inestabilidad política, ya que no se logró definir una forma de gobierno central cuya
autoridad alcanzar a todo el territorio demostrando la dificultad para organizar
políticamente al país.
Los principales obstáculos para la organización política de las Provincias Unidas del Río
de la Plata fueron:
• La indefinición hasta 1816 acerca de la Declaración de la Independencia.
• El fracaso de los Congresos Constituyentes para elaborar una Constitución
Nacional que organizara definitivamente al país.
• La oposición entre los intereses de Buenos Aires y de las provincias del Interior
• Las diferentes formas de gobierno que se sucedieron entre 1810 y 1820
tuvieron una característica de todo gobierno revolucionario, la provisionalidad, ya que
los gobiernos fueron soluciones provisorias hasta que se reuniera un Congreso
Nacional que definiera y organizara al nuevo Estado. Estas formas de gobierno fueron:
La Primera Junta, La Junta Grande, el Primer y Segundo Triunvirato y el Directorio.
Pese al contexto de inestabilidad, las dificultades para crear un nuevo orden político y
la sucesión de enfrentamientos armados, en la década de 1810 se realizaron avances
fundamentales para organizar un nuevo orden que reemplazaría al impuesto por
España.
Desde el primer momento se decidió que era necesario dictar leyes para poder ejercer
el gobierno.
En 1813, el Segundo Triunvirato convocó a una ASAMBLEA GENERAL CONSTITUYENTE
DE 1813, cuyos objetivos principales eran declarar la independencia de España para las
Provincias Unidas del Río de la Plata y dictar una constitución para organizar las
instituciones y el gobierno del estado.
Si bien, no se cumplieron estos objetivos principales, un aspecto importante de esta
Asamblea fue la actitud de los diputados: primero, que, a pesar de no declarar la

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Independencia, los representantes de las provincias que asistieron no juraron fidelidad
a Fernando VII; en segundo lugar, se eliminaron en todas las actas las referencias al
Rey. Se dictaban leyes como un estado independiente aún sin declararlo formalmente.
La Asamblea tomó importantes medidas, como:
• La abolición de los privilegios y la igualdad de todos los hombres.
• La libertad de vientres.
• Abolición de los trabajos forzados de los indígenas con la anulación de la mita,
la encomienda y el yanaconazgo.
• La abolición de la tortura.
• La adopción del escudo, el himno y la bandera nacional.
• Creó el Directorio, poder ejecutivo ejercido por una sola persona que duraba en
el cargo dos años.

Distintos intereses y proyectos políticos


Pero los problemas que había desatado la Revolución no terminaban allí. Entre los
partidarios de la Revolución los desacuerdos estaban a la orden del día. Se discutía
sobre la forma de gobierno más apropiada para el nuevo país, sobre cómo debía
distribuirse el poder entre el gobierno central y los gobiernos provinciales, sobre la
política económica a impulsar, sobre cómo debían repartirse los ingresos de la Aduana
de Buenos Aires.
En 1816 (ante la vuelta al trono del Rey Fernando VII) se reunió en Tucumán un
Congreso que el 9 de julio de ese año declaró la Independencia. Sin embargo, no se
logró definir allí la forma de gobierno: monárquicos y republicanos se enfrentaron,
pero ninguno pudo imponer su posición.
En relación con la lucha referida a la distribución de poderes entre Buenos Aires y las
provincias, se puede decir que el movimiento revolucionario de 1810 tuvo un carácter
eminentemente local. Los distintos gobiernos que se sucedieron en la década de 1810,
aunque integraban a veces a representantes del Interior, eran representativos de los
intereses de los sectores dominantes de Buenos Aires (comerciantes, militares e
intelectuales). Intentaban que Buenos Aires se convirtiera en el centro de las
decisiones políticas. Los partidarios de esta posición centralista recibirían más tarde la
denominación de unitarios.
Muchas provincias no aceptaron la dominación de Buenos Aires y proponían en
cambio un sistema federal, con gobiernos provinciales fuertes y autónomos, y un
gobierno central que debía respetar las autonomías.
Además de las diferencias en relación con la distribución de poderes entre Buenos
Aires y las provincias, tampoco había acuerdos en la política económica a seguir. En

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Buenos Aires, los grupos dominantes impulsaban el librecambio. Éste, consistía en
permitir la entrada, sin traba alguna, de los productos extranjeros para que
compitieran con los fabricados en el país. Defendían, además, el manejo en
exclusividad del dinero que ingresaba por los impuestos aduaneros.
La receta económica de Buenos Aires no satisfacía al conjunto de las Provincias Unidas:
para el Interior, la superación del estancamiento dependía de la conformación de un
Estado que defendiera las producciones locales limitando las importaciones a partir de
una política comercial proteccionista y que distribuyera entre todas las provincias el
dinero recaudado por la Aduana de Buenos Aires.
El litoral, que tenía una importante producción ganadera, se veía relegado a un
segundo plano por la supremacía del puerto de Buenos Aires.
Para superar esta situación y vincularse directamente con los mercados externos,
todos sus esfuerzos se dirigieron a romper el exclusivismo porteño mediante la sanción
de una norma que permitiera la libre navegación de los ríos interiores.

-Lea las definiciones de los sistemas centralista y federal e identifique a que


sistema corresponde cada mapa.

Las consecuencias económicas de la guerra


La Revolución había traído como consecuencia la guerra contra el español, pero
también entre los patriotas.
En las guerras de Independencia se perdió el Alto Perú. Ello provocó la ruina de las
actividades comerciales y productivas que se desarrollaban en la ruta que ligaba el Alto
Perú a Buenos Aires y, en consecuencia, los gobiernos revolucionarios se vieron

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privados de una fuente de recursos que era fundamental para afianzar su dominio. Las
guerras produjeron además la devastación de tierras donde se libraban los combates y
el empobrecimiento de comerciantes y ganaderos que debían contribuir con sus
bienes para el equipamiento de los ejércitos. La guerra causó, en síntesis, un
empobrecimiento general de la economía.
Sólo Buenos Aires se enriquecía gracias al librecambio establecido por los primeros
gobiernos patrios. El puerto de Buenos Aires se veía animado por una importante
actividad comercial; llegaban manufacturas europeas, sobre todo inglesas, para ser
consumidas por la población de Buenos Aires, y salían hacia el exterior los cueros
vacunos y el sebo que se producían en las cercanías del puerto.

En el mapa A se pueden observar los circuitos comerciales anteriores a 1810. En el


mapa B, su reorganización luego del fin de las guerras de independencia.

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TEXTO 2

EL CONGRESO DE TUCUMAN DE 1816: la Declaración de la Independencia

En 1816 convergieron dos hechos fundamentales para la historia


nacional: la declaración de la Independencia y la organización final del plan de guerra
de José de San Martín, que sería el garante de esa Independencia y la llevaría más allá
de las Provincias Unidas.

En 1815, Napoleón fue derrotado en Europa y el rey Fernando VII regresó al


trono español trono y se predisponía a recuperar los territorios americanos que
estaban en manos de los revolucionarios1. Este suceso puso en peligro a los
movimientos revolucionarios y a todo lo logrado hasta ese momento.

El rey quiso reconquistar las colonias americanas. El ejército realista había


comenzado a avanzar por toda la región amenazando al movimiento revolucionario
americano. En poco tiempo todos los movimientos autónomos americanos habían sido
derrocados a excepción del Río de la Plata.

Ante esta peligrosa situación y la continua amenaza española, se organizó un


Congreso Nacional Constituyente, con los objetivos de declarar la independencia y
dictar una constitución para organizar al país. El Congreso General Constituyente de las
Provincias Unidas en Sudamérica se reunió en San Miguel de Tucumán para limar
asperezas entre Buenos Aires y las provincias, cuyas relaciones estaban deterioradas.

Lo fundamental del Congreso fue que el 9 de julio de 1816 los representantes


firmaron la declaración de la Independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica y
la afirmación de la voluntad de “investirse del alto carácter de una nación libre e
independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli” y “de toda otra
dominación extranjera”. De este modo, después del proceso político iniciado con la
Revolución de Mayo de 1810, se asumió por primera vez una manifiesta voluntad de
emancipación.

1
Considerándolos nuevamente como una colonia.

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El primer problema que se enfrentó luego de la Independencia, fue responder a
la pregunta: ¿qué forma de gobierno debía establecerse en el nuevo Estado? San
Martín y Belgrano propusieron una monarquía Inca, propuesta que fue rechazada
porque se la asociaba con la opresión y la injusticia soportada durante el dominio
español.

Triunfó el proyecto de organizar el nuevo estado como una REPÚBLICA, para lo


cual era necesario redactar una Constitución que organizara el gobierno y sus
instituciones. Pero existían diferencias entre los diputados que defendían una
República Federal (que reconociera las autonomías provinciales), y los que defendían
una Republica Unitaria (con un gobierno más centralista).

Debido a las amenazas del ejército realista por el Norte, el Congreso se trasladó
hacia Buenos Aires.

En 1819 se publicó la Primera Constitución, que por ser de carácter unitario fue
rechazada por las provincias. Este rechazo implicaba que, las provincias se separaran
ante la imposibilidad de conformar un gobierno central. 2

Durante la década de 1820, las provincias se constituyeron en Estado


autónomos que se autogobernaban y llegaron a redactar sus propias constituciones
para reglamentar sus gobiernos. Entre ellas se firmaron pactos de amistad y
solidaridad siempre pensando en la futura unión nacional.

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En 1820 las provincias se enfrentaron militarmente con el Directorio en la Batalla de Cepeda y
triunfaron. Como resultado quedaron disueltas las autoridades nacionales.

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TEXTO 3

Buenos Aires y el Interior: Proyectos distintos y el fin de los intentos de


unidad política

Desde el inicio de la Revolución, el protagonismo porteño encontró resistencia


en distintos lugares del interior del ex virreinato. Buenos Aires había sido capital
virreinal y, si bien los revolucionarios porteños criticaban el orden colonial y sus
privilegios, la ciudad conservó ciertos rasgos elitistas. Tanto en la época colonial como
una vez abierto el proceso revolucionario, Buenos Aires era el centro político
administrativo y comercial, privilegiado por los beneficios de ser el único puerto
habilitado al comercio internacional y beneficiario de los ingresos aduaneros. El
centralismo porteño fuertemente defendido por distintos representantes de la ciudad, fue
generando, en distintos grupos dirigentes del Interior y el Litoral, la fuerte convicción
de la necesidad de conformar un sistema de gobierno republicano y federal, en el cual
cada estado provincial eligiera sus propios representantes y participara del gobierno
central.

Los primeros años independientes vieron crecer esta autonomía que, en algunos
casos como el de la Banda Oriental del Uruguay, terminó en abierta ruptura y en la
conformación de una nación independiente. En este contexto de enfrentamientos entre
centralismo y federalismo, los intentos por lograr la organización de un Estado de
reemplazo al poder español y de sancionar una Constitución fracasaron reiteradamente.
En 1819 se lo intentó una vez más: El congreso constituyente, sancionó una
Constitución donde se establecía un gobierno democrático con división de poderes. Sin
embargo, en los hechos, se imponía un gobierno fuertemente centralista. Ello provocó la
resistencia de los grupos dirigentes del Interior y el Litoral, abriendo una brecha que
tardaría décadas en cerrarse. Descontentas con las decisiones del Congreso de 1819,
tropas de las provincias, lideradas por la Liga de los Pueblos Libres –con los caudillos
Estanislao López (Santa Fe) y Francisco Ramírez (Entre Ríos) a la cabeza–, se
enfrentaron a las tropas del gobierno central del Directorio, venciéndolas en la batalla de
Cepeda en 1820. En ese momento, se disolvió el Directorio, así como el Congreso
Nacional, el mismo que había declarado la independencia en 1816. Desde entonces,

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derrocadas y disueltas las autoridades nacionales, cada provincia se fue dando su propia
organización, abriéndose un período de guerras civiles.

Balance de una década de Revolución y Guerra

A fines de la década de 1810, aunque la guerra tendía a resolverse en favor de


los revolucionarios americanos, la situación en los territorios del ex Virreinato del Río
de la Plata era en muchos aspectos preocupante.

Por un lado, aunque declarada la independencia en 1816, los revolucionarios del


Plata no habían podido constituir un Estado nacional. En 1819 caía el Directorio y
comenzaba un largo período, el de las autonomías provinciales, en el que cada provincia
diseñaría su propia organización. Por otra parte, vastas regiones del ex virreinato se
independizaron o se independizarían prontamente no sólo de España, sino también de
los gobiernos nacidos del proceso revolucionario de Mayo con sede en Buenos Aires.
Hablamos del Paraguay, de la región del Alto Perú (donde surgiría Bolivia) y de la
Banda Oriental (Uruguay).

En el plano económico-social, la larga guerra emancipadora y las luchas entre


los mismos revolucionarios resultaron muy costosas para la región. Las necesidades de
los ejércitos y la inseguridad interrumpieron o dificultaron la producción y el comercio.
Los robos y saqueos eran frecuentes; la mano de obra escaseaba; muchos trabajadores
debían alistarse en los ejércitos. La Banda Oriental y el Litoral fueron dos de las zonas
más afectadas. En pocos años, perdieron casi por completo su principal recurso
económico: el ganado. No era mejor la situación de los comerciantes. Primero los
españoles y luego también los mercaderes criollos tuvieron que entregar parte de sus
bienes para sostener los gastos que requerían los esfuerzos de la guerra. Además, no era
fácil comerciar. La guerra producía inseguridad y el vínculo comercial entre el Alto
Perú y Buenos Aires, muy intenso durante el siglo XVIII, terminó por romperse.

A estos factores, hay que agregar otra cuestión que debilitó aún más la situación
del sector comercial local. Los primeros gobiernos patrios establecieron la libertad de
comercio, medida que terminó beneficiando a los comerciantes ingleses. A diferencia de
los mercaderes locales, estos comerciantes poseían capital, no debían contribuir con los
gastos de guerra y disponían en su país de contactos privilegiados para conseguir todo

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tipo de mercaderías. Además, eran dinámicos y aventureros, y en poco tiempo se
hicieron del control del comercio de importación-exportación con sede en el puerto de
Buenos Aires. La región se independizaba así del monopolio español, pero caía bajo
otra dependencia, que ahora la vinculaba a los grandes centros de producción y
comercio de Inglaterra.

Los gobiernos independientes cumplieron de algún modo el sueño de los


invasores británicos de 1806 y 1807; abrieron la aduana a los productos industrializados
británicos, de menor costo productivo que los de las provincias del interior. El libre
comercio perjudicó a las economías regionales que no podían competir en calidad y
precio con los productos extranjeros. Las artesanías del interior no podían solventar los
costos de mano de obra, inversión tecnológica y, sobre todo, de transporte; no existía un
sistema óptimo de caminos, los gobiernos independientes ganaron un territorio lleno de
materias primas, con un clima ideal para la producción de alimentos, lleno de recursos,
pero sin infraestructura ni capital. El comercio libre implementado por los gobiernos
revolucionarios contribuyó a delimitar un mapa de desarrollo y subdesarrollo
económico dentro del mismo país que perdura hasta el día de hoy. Desde muy
temprano, frente a esta situación, las provincias comenzaron a reclamar protección a
través de impuestos a los productos extranjeros y la coparticipación en las ganancias de
la aduana de Buenos Aires.

Antecedentes de la formación del Estado Nacional: de la Independencia a la


Constitución de 1853

Si bien el camino hacia la independencia respecto del colonialismo español se


inició en 1810, la emergencia de un nuevo país (con sus instituciones estatales, su
Constitución) no se produjo de la noche a la mañana ni de manera simple. Se trató de un
largo proceso con avances y retrocesos, conflictos y violencia. Se podría decir que la
real independencia se alcanzó en 1824 cuando los focos del poder realista dispersos por
el continente sudamericano fueron vencidos. Sin embargo, la construcción del Estado
nacional y la inserción de nuestro país en el sistema capitalista mundial tardaron en
concretarse aún varias décadas más.

Como vimos, entre 1810 y 1820, durante la década en que se declaró la


independencia y se dieron los pasos fundamentales para vencer a los realistas en los

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campos de batalla, fracasaron los intentos por construir un Estado que reemplazara al
cuestionado poder español. Luego, entre 1820 y 1852, prevalecieron las divisiones entre
los grupos dirigentes de las distintas provincias que se fueron conformando desde la
década de 1810. Es el período de las autonomías regionales, un tiempo de
fragmentación política, en que cada provincia se organizó autónomamente, y en el que
fueron frecuentes los enfrentamientos y las guerras civiles. Estos enfrentamientos
alcanzaban a distintos sectores sociales: clases populares contra grupos económicos
poderosos, pero también combatían diferentes fracciones dominantes entre sí, algunas
de ellas, a su vez, con apoyos populares: hacendados bonaerenses contra hacendados del
Litoral, unitarios contra federales, rosistas contra antirrosistas.

En este marco de divisiones y enfrentamientos, la provincia de Buenos Aires fue


consolidando una situación más ventajosa que el resto de las provincias del Interior y el
Litoral. Los hacendados y comerciantes porteños descubrieron en los años de 1820 un
negocio, la ganadería, actividad que les permitió rehacerse de las pérdidas y quebrantos
ocasionados por los efectos combinados de las guerras de la independencia y la
competencia de los comerciantes ingleses. Muchos países europeos, en especial Gran
Bretaña en pleno apogeo de transformación industrial, demandaban por entonces cueros
y otros derivados de la producción ganadera. En el Brasil y en el Caribe, había además
buenas posibilidades de vender carne salada. Ante estas posibilidades, muchos viejos
comerciantes se dedicaron a la producción ganadera. El libre comercio facilitaba la
exportación de sus productos. Además, los beneficios que se obtenían en la ganadería
eran muy altos ya que se trata de una actividad primaria que no requiere mucha
inversión ni mucha mano de obra, simplemente necesita de tierras. En este marco, se fue
conformando una elite ganadera propietaria de inmensas extensiones de tierras, de las
más productivas del territorio, ya que se extendían sobre la pampa húmeda. Se
construyó así un régimen de propiedad de la tierra concentrado en pocas familias en
detrimento de la pequeña propiedad agrícola. Esta situación llevó al absurdo de que,
siendo la provincia de Buenos Aires uno de los territorios más fértiles del planeta, hubo
años en que se necesitó importar cereales para satisfacer necesidades básicas de sus
habitantes. La ganadería impedía el desarrollo agrícola, y sólo beneficiaba a los
terratenientes bonaerenses y a los comerciantes ingleses.

A pesar de estas limitaciones, la provincia de Buenos Aires fue construyendo


una nueva prosperidad basada en la ganadería y en otras cuestiones, como los ingresos

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que derivaban del monopolio portuario. Efectivamente, la provincia de Buenos Aires
controlaba el puerto de la ciudad de Buenos Aires y su aduana, es decir los lugares por
donde se realizaba todo el comercio, no sólo el de Buenos Aires, sino también el
comercio de las provincias del Litoral y el Interior con el exterior. Por lo tanto, la
provincia también se beneficiaba de los ingresos por los impuestos aduaneros que se
cobraban a las mercaderías que entraban y salían por su puerto.

Además de Buenos Aires, entre las otras provincias se podían distinguir dos
grandes grupos: las jurisdicciones del Litoral (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes) eran
también ganaderas y disputaban con Buenos Aires por los impuestos aduaneros y por la
libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay para poder exportar sus productos.

Las otras provincias eran productoras de artesanías: desde textiles hasta


pequeñas industrias alimenticias. Su desarrollo era todavía incipiente. Por la falta de
tecnologías adecuadas y de transporte, los costos de producción eran muy altos. Los
caminos y los transportes eran los heredados de la época colonial. Viajes larguísimos,
por caminos de tierra, en pesadas carretas, encarecían y dificultaban el comercio
interregional y también el intercambio con el exterior. El libre comercio establecido por
los primeros gobiernos patrios, permitía además que entraran libremente por el puerto
de Buenos Aires, productos procedentes de Inglaterra, Francia y otros países
industriales, ante los cuales muchas de estas artesanías y productos de las provincias del
Norte y de Cuyo, no podían competir. Además de la disputa por los impuestos
aduaneros, para los sectores productivos de estas provincias era indispensable restringir
el librecambio.

Una de las figuras más relevantes de la época fue Juan Manuel de Rosas,
gobernador de la provincia de Buenos Aires durante prácticamente todo el período que
se extiende entre 1829 y 1852. Rosas era un rico hacendado y un firme defensor de los
intereses de los sectores ganaderos de su provincia frente a las demandas de las otras
jurisdicciones. Conocido como el Restaurador de las Leyes, porque pudo establecer
cierto orden luego del conflictivo proceso que se abrió con la revolución y la
independencia, Rosas era también un patrón respetado por sus peones, por sus
conocimientos del campo y el ganado, sus habilidades de jinete y sus cualidades en las
tareas de la estancia. Gracias a tales destrezas, Rosas no sólo fue representativo de su
grupo de hacendados saladeristas, sino que también supo establecer un lazo de fidelidad
muy sólido con los sectores populares de Buenos Aires.
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Juan Manuel de Rosas, como Martín Miguel de Güemes en Salta o Facundo
Quiroga en La Rioja, fueron algunos de los principales caudillos del Río de la Plata.
Estas figuras, que contaban con apoyo popular, eran resistidas por las élites letradas de
Buenos Aires. A Rosas se lo acusaba de “tirano” y “bárbaro”, en oposición a lo que para
estos sectores ilustrados era “la civilización”. Es conocido el enfrentamiento y
enemistad de Rosas con Sarmiento y otros hombres de la “generación del 37”, todos
ellos admiradores del modelo social y cultural de Europa o de los Estados Unidos que
pretendían imponer en las provincias rioplatenses.

Además de estos conflictos culturales, en términos políticos, el conflicto de


fondo pasaba por las diferencias entre distintos sectores de la sociedad de la época
acerca de la forma en que debía organizarse el territorio rioplatense. De manera
esquemática, puede decirse que hubo dos grandes vertientes: el movimiento federal
proponía que las provincias fueran relativamente autónomas y que todas tuvieran el
mismo poder y peso, es decir, que ninguna pudiera imponerse por sobre el resto. Por
otro lado, los unitarios proponían justamente lo contrario: que el poder estuviera
centralizado en una provincia. La mayoría de ellos creía que esa provincia debía ser
Buenos Aires.

Desde 1820, cuando se disolvió el Directorio, hasta mediados del siglo XIX
estos dos proyectos y los intereses que cada uno representaba, se enfrentaron mediante
las ideas y también con el uso de la violencia. Durante un tiempo, los caudillos federales
establecieron una alianza que fue liderada por Rosas. Avanzada la década de 1840, las
diferencias entre el gobernador bonaerense y otro federal, Justo José de Urquiza,
gobernador de la provincia de Entre Ríos, derivaron en un enfrentamiento. Con el apoyo
del imperio de Brasil, de Uruguay y de las provincias de Corrientes y Entre Ríos,
Urquiza venció a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en 1852.

En 1853 representantes de las distintas provincias se reunieron en Santa Fe y


sancionaron la Constitución Nacional. Sin embargo, ello no significó el fin de la
discordia y la unidad de todas las provincias. Los enfrentamientos recrudecieron y,
como resultado de estos, las provincias argentinas quedaron separadas en dos
organizaciones políticas: por un lado, el Estado de Buenos Aires, y por el otro, la
Confederación Argentina, liderada por Urquiza y conformada por trece provincias que
se negaban a someterse al poder de Buenos Aires. La separación duró prácticamente una
década en la que ambas unidades políticas se enfrentaron en distintas ocasiones,
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utilizando diversos medios. Finalmente, en 1861, las fuerzas bonaerenses comandadas
por Bartolomé Mitre vencieron a las fuerzas de la Confederación encabezadas por
Urquiza, en la batalla de Pavón.

Un nuevo intento de construcción del Estado nacional se iniciaba. Nacía


marcado por el predominio de Buenos Aires sobre las demás provincias y daba
comienzo a un período que se conoce en la historia como la etapa de la “organización
nacional”.

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TEXTO 4

Buenos Aires y la confederación argentina

Después de la batalla de Caseros, el objetivo era lograr la definitiva


unificación nacional y la organización constitucional.
Se debía superar el enfrentamiento entre federales y unitarios.
El triunfo de Urquiza significaba mucho más que la derrota de Rosas.
Urquiza buscaba la reconciliación de las elites provinciales con la elite de
Buenos Aires, para lograr la unidad nacional y alcanzar la organización
definitiva del estado sancionando una Constitución Nacional.
El general Urquiza, convocó a un Congreso en la ciudad de San Nicolás
de los Arroyos para que los delegados de cada provincia acordaran cuándo y
dónde organizar el Congreso Nacional Constituyente, cuyo objetivo principal
fue promulgar una Constitución Nacional. La reunión en San Nicolas determinó:
• El Congreso Nacional Constituyente se reuniría en
noviembre de 1852 en la ciudad de Santa Fe.
• Cada Provincia enviaría a dos representantes.
• La Constitución que allí se redactaría sería de carácter
federal.

Los delegados de la provincia de Buenos Aires, al regresar de San Nicolas,


informaron lo que había establecido el acuerdo, y los miembros de la Legislatura
decidieron no acudir al Congreso en Santa Fe y separarse de la Confederación
conformando el Estado de Buenos Aires.

Los representantes de las provincias se reunieron sin la presencia de los


representantes de Buenos Aires en Santa Fe.

La Constitución de 1853

Con frecuencia se dice que nuestra constitución es federal de palabra, pero


unitaria de espíritu, pues, aunque expresa que las provincias tienen autonomía, le da un
gran poder al gobierno federal o nacional. Otras veces se dice que su texto es el
resultado de elementos unitarios y federales.

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La Asamblea Constituyente se reunió en la ciudad de Santa Fe en 1853. Allí se
congregaron los delegados de las provincias, que representaban a los gobernadores,
excepto los de Buenos Aires. La mayoría eran federales, pero, ¿por qué el texto
constitucional no resultó completamente federal?

La Constitución fue redactada a partir de un libro llamado Bases y puntos de


partida para la organización política de la República Argentina. Fue escrito por un
tucumano, Juan Bautista Alberdi, un joven de la generación del ’37 enemigo y exiliado
por Rosas.

Alberdi, un gran intelectual, tenía conocimientos firmes de temas


constitucionales y de Constituciones de otros países. La propuesta de Alberdi supo unir
los elementos federales y unitarios, mezcla en la que no se manifestaba ninguna
contradicción sino un medio para lograr que los partidos que tanto habían luchado
durante décadas pudieran vivir en paz.

Alberdi y los constituyentes se inspiraron en la Constitución de los Estados


Unidos, que tambien era una república federal, que estaba creciendo aceleradamente.

El proyecto estableció un gobierno federal respetando las autonomías de las


provincias, que podían elegir a sus autoridades y redactar sus propias constituciones
siempre de acuerdo con la Constitución Nacional.

En el texto argentino, se le otorgó al gobierno federal la posibilidad de intervenir


a las provincias si estas no acatan las leyes del gobierno central o si se resisten a
obedecerlas. Según Alberdi esta mezcla de unitarismo y federalismo fue necesaria para
que sea aceptad por todas las provincias.

El 1 de mayo de 1853 se promulgó la Constitución Nacional de la Confederación


Argentina y dejó abierta la posibilidad de la futura inclusión de Buenos Aires. Urquiza
fue elegido presidente de la Confederación Argentina que fijó su capital en Paraná,
capital de Entre Ríos.

La unificación de Buenos Aires

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Mientras tanto en Buenos Aires, algunos de los miembros de la Legislatura
miraban con admiración la organización de la Confederación y un grupo encabezado
por Mitre buscaba la unificación. Otro grupo quería conservar la separación y
consolidar el Estado de Buenos Aires.

La separación de Buenos Aires, había privado a la Confederación de la principal


fuente de recursos: los ingresos provenientes de la Aduana. Con el objetivo de atraer al
comercio extranjero, el gobierno estableció aranceles más bajos, pero no dio resultado.
La mayoría de los barcos continuaban descargando su mercadería en el Puerto de
Buenos Aires.

Los conflictos entre la Confederación y Buenos Aires se agravaron hasta que la


Confederación le declaró la guerra al Estado de Buenos Aires. El ejército de Urquiza, en
la batalla de Cepeda en 1859, derrotó al ejército de Buenos Aires a cargo de Mitre.
Buenos Aires pidió la incorporación a la Confederación, previa modificación de la
Constitución de 1853.

Pero el conflicto no había terminado, aunque la nación de encontraba unida, el


general Urquiza y el general Mitre se enfrentaron nuevamente en Pavón. En esta batalla,
Urquiza sin ser derrotado militarmente decide retirarse del campo de batalla, siempre y
cuando Buenos Aires y la Confederación se mantuvieran unidos.

En 1862, Buenos Aires aceptó, por fin, la Constitución. Se estableció que la


Aduana sería manejada por el gobierno central o federal, pero Buenos Aires recibiría
compensaciones por su pérdida. Ese mismo año se llevaron a cabo las primeras
elecciones nacionales y se eligió como primer presidente de la Nación Argentina a
Bartolomé Mitre.

El Estado Argentino o la República Argentina estaba unificada, pero tambien


destruida después de más de 50 años de guerras. Por delante quedaba la ardua tarea de
construir y organizar un Estado. Este fue el objetivo de los tres primeros presidentes
nacionales: Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda.

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