Está en la página 1de 3

Barrios, barrios privados, countries y asentamientos

Formas de hacer ciudad


¿Cómo construir una mejor ciudad?
Algunos datos de la realidad urbana parecen señalar que – también en este campo-
el sentido común es el menos común de los sentidos.

¿Sentido común?

Ofertas que duplican la demanda existente en sectores de altos ingresos, ofertas que no
cubren ni el 50%, en el mejor de los casos, en sectores de menores ingresos, el
financiamiento bancario otorgado a condición de no necesitarlo, el mayor dinamismo
de crecimiento urbano en sectores de alta pobreza, la permanente extensión de la
mancha urbana que no hace más que agrandar la distancia entre la capacidad de
inversión y mantenimiento de las infraestructuras públicas, y el requerimiento de
recursos para atender su desarrollo ( lo que baja el estándar de mantenimiento general
e incentiva al alza la presión fiscal para cubrir las demandas de servicios), el consecuente
vaciamiento demográfico de áreas centrales con un stock básico de viviendas y servicios
de infraestructura ya amortizados (o sea, subutilización de inversiones realizadas por
varias generaciones) son todas malas señales de nuestra realidad urbana que reclaman
a gritos por una mayor reflexión – personal y colectiva – en torno a los efectos y
consecuencias de las decisiones, y una mayor coordinación de los recursos disponibles.1

1
Que, vale la pena señalar, siempre son – en su base – recursos privados. Porque los recursos públicos
tienen una última única fuente: la capacidad de generación de riqueza de los privados. Conviene no
olvidarlo a la hora de malgastar recursos, públicos o privados.
La calidad de vida y el confort urbano
El territorio – aunque sea un recurso relativamente renovable- no es un recurso
inagotable.
Se construye además, por agregación, como un puzzle. La forma en que se resuelve una
pieza influye en la capacidad de resolver adecuadamente las otras: de allí la importancia
de los planes de ordenamiento territorial, la necesidad de la existencia de reglas de
juego claras para la mejor construcción del puzzle urbano y - paradojalmente – la
necesidad de su apertura a su permanente autotransformación.
Sin embargo se actúa en gran medida sin plan o tratando de burlarlo, como si el territorio
urbano fuera inagotable y nuestra capacidad de inversión para equiparlo, ilimitada.
Ahora nuevas – nuevas aquí – modalidades de ocupación del territorio – barrios privados
y countries – pretenden escapar a los problemas urbanos generados por la acción
descoordinada e irreflexiva de los diversos actores, pretendiendo no ver que las
sociedades y las ciudades que las expresan son sistemas, que todos sus componentes
están directa o indirectamente conectados y que no es posible, por más muros que se
construyan y más distancias y sistemas de seguridad que se interpongan, aislarse de los
problemas de la violencia, la inseguridad, el tráfico y la poca calidad ambiental.
La mejor forma de resolver estos y en general todos los problemas es enfrentarlos,
atacarlos en su raíz: huyendo de ellos lo único que se logra es dejarlos crecer y malgastar
recursos que podrían haberse utilizado para su más temprana solución.

Todos hacemos ciudad


Por eso, aunque aparentemente aislada e irrelevante, la decisión privada, individual, es
el ladrillo constructor de la ciudad.
Distintos protagonismos, pero protagonismos todos al fin, en su interrelación cotidiana,
construyen mejores o peores entorno urbanos en los que desarrollar nuestras
actividades.
Por esta razón, la decisión de producir, alquilar o comprar un determinado bien
inmueble no debiera ser evaluada solamente desde el estricto punto de vista de la
conveniencia personal inmediata, sino también en cuanto a sus efectos a mediano plazo
en el ambiente general, dado que este aspecto siempre incide en la mejor o peor calidad
de vida de todos; por lo tanto, también, en la de cada uno y en la de ese decisor
aparentemente aislado.
Los countries y barrios privados son, desde esta perspectiva, una mala e inadecuada
respuesta al malestar urbano: una reacción instintiva, quizás, pero por eso mismo
primaria e insuficiente y, a mediano plazo, no hacen más que agravar los fenómenos
que pretenden combatir.
Hay que generar barrio, calidad urbana y ambiental en la ciudad, capacidad de
articulación y comunicación de lo diverso que existe en la sociedad y no guettos
aislados del entorno en el que se ubican, en una suerte de retorno a la edad media y a
los castillos.
Hay que preocuparse de la cantidad y calidad de todos los espacios y servicios públicos
– en toda la ciudad – de las infraestructuras, de la accesibilidad y la movilidad hacia todos
los puntos del territorio y de la “permeabilidad” urbana. Importa el tamaño de la pieza
de territorio que involucra un proyecto urbano e importa su ubicación y relaciones con
el contexto general. Razonamiento que obviamente también vale para la incorporación
a la trama urbana – con una calidad y globalidad superior a la simple intervención aislada
– de los cantegriles, el fenómeno de crecimiento urbano más dinámico de las últimas
décadas; no hay que “regularizar asentamientos precarios”, hay que hacer barrio, hay
que construir – también en las periferias – ciudad de calidad.
Desafíos para el inversor, desafíos para el usuario, desafíos para el decisor público: cara
y cruz de una misma moneda, desafíos a nuestra capacidad como sociedad para generar
sinergias y resolver creativa y productivamente estos problemas.
Me sumo a las voces que alertan al respecto: estos problemas no se resuelven – en
cualesquiera de sus expresiones – tratando de no mirar.

Es una mala idea el barrio privado.

No es buena forma de hacer ciudad.

AE
(nota de opinión publicada en la Revista Propiedades, en su edición de Diciembre del año 2000)

También podría gustarte