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L
CAROLINA
DE
LICHTFIELD.
PUESTA EN CASTELLANO
POR
D. F. D. O.
QUINTA EDICION.
TOMO I.
BARCELONA tra
POR JUAN FRANCISCO PIFERRER, IMPRESOR
DE S. M. PLAZA DEL ÁNGEL.
1823.
R
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IN
O
S
} A
*********
i
1
EL TRADUCTOR.
E316
DE
LICHTFIEL.
( 72 ) ·
todos sus encantos : una bata de
muselina ó de tela ligera , ceñida
con una faja de color obscuro y
opuesto , pintaba por decirlo asi
sin apretarla su cintura fina y de
licada : un sombrerillo de paja co
ronado de plumas abrigaba una
abultada melena rubia : los bucles
discurrian y retozaban con gracia
por un cuello de alabastro , cuya
blancura sobresalia mas entre la
pañueleta negra que lo cubria en
parte su mano igualaba en color
á las azucenas que cogia , y su
pie para parecer lindo no necesi
taba de su breve calzadillo negro.
Tal era Carolina á diez y seis años;
pero aquel conjunto de gracias y
atractivo , aquel dechado de habi
lidades y talento , estaba sepultado
en una soledad sin mas testigos que
la canonesa , la cual á la verdad
se enagenaba al mirarla , y sentia
hubiesen desaparecido los felices
tiempos de la andante caballería ,
en que su Carolina habria sin du
da sido el blanco de todas las ha
zañas , el objeto de todos los tor
neos , y el premio del valor. O ! y
( 73 )
euántas veces contemplándola pro
testaba y juraba á su nombre que
jamas seria dueño de tales perfec
ciones el conde de Walstein ! ¿ y
cuál no hubiera sido su furor si
hubiese sabido que ya eran suyas,
y que para él solo crecia la her
mosura de Carolina ? En su con
cepto merecia por lo menos un prín
cipe ; pero aun la deseaba mas un
marido del temple de los que habia
visto en las novelas , lindo como
Esplandian , fino como Amadís ,
rendido como Celadon : y estraña
ba mucho que no acudiesen todos
en tropel á Rindaw para lidiar y
merecer por galardon la mano de
la preciosa Carolina. Esta por su
parte nada estrañaba , ni abrigaba
otro deseo que el de vivir la vida
que tenia, pues pacífica y ocupada,
le parecia el colmo de la felicidad;
tal vez únicamente estando sola "
y aun en medio de sus mas gratas
tareas , le asaltaba una especie de
melancolía suave , ó mas bien un
meditar vago y sin objeto , de que
no podia darse razon á sí misma ;
esta suerte de tristeza diferia mu
T. ¿.
( 74 )
cho de la que habia causado su
matrimonio : aquella era un estado
penosísimo , y al contrario en esta
otra hallaba un embeleso increible:
de modo que si no se esforzaba pa
ra desecharla , permanecia horas
enteras en su dulce enagenacion
sin poder decir en qué pensaba.
Entre sus ocupaciones y medi
taciones se pasó bastante pronto
el invierno , pues no tenia Caro
lina un rato ocioso , y nada es
mas á propósito para abreviar el
tiempo. Como quiera , celebró la
vuelta de la risueña primavera ;
mas apenas empezó á gozarla , se
turbó cruelmente su sosiego . Su
pobre mamá , cuya salud hacia al
gun tiempo era harto endebie , se
postró á una peligrosa enfermedad .
Quien no tenga un corazon como
el de Carolina , quien no sepa
cuan estrechamente la amaba , no
puede representarse el esceso de
su sobresalto y el ansioso cui
dado con que la asistia : no se apar
tó de su cabecera en el mes que du
ró el riesgo , y costaba sumo tra
bajo , aun despues , arrancarla de
( 75 )
alli para que descansase á ratos.
Creeríase quizá que el recelo de in
al poder de su padre y de su mari
do , si moria su buena amiga , te
nia parte en su amargo quebran
to : nada menos ; ni una sola vez
le ocurrió este pensamiento por na
tural que fuese : entregada toda á
sú dolor , únicamente ocupada en
asistir á su amada amiga , y ali
viar sus dolencias , no pensaba en
sí misma , pero si para volverla á
la vida hubiese bastado consagrar
la suya al conde , lo hubiera he
cho sin titubear un instante . Por
fortuna no llegó á verse en tan
cruel prueba , pues oyó el cielo sus
clamores , y se conservó el objeto
de sus llantos ; fue restableciéndo
se la canonesa , contribuyendo qui
zá á ello , mas que todos los socor
ros de la medicina , la amorosa
asistencia de su amable hija ; á lo
menos asi lo decia la enferma 9 cu
2
yo cariño , si era posible , se au
mentó al ver el estremo á que ha
bia llegado el de Carolina en esta
ocasion.
Tuvieron por entonces una vię
( 76 )
sita del gran chambelan , que asus
tado , á lo que decia , del peligro
de su antigua amiga , corrió á
Rindaw alentando cierta esperan
za de no hallarla ya en este mun
do , y de llevarse á su hija ; pero
desbaratando la suerte todos sus
proyectos , la encontró casi conva
lecida ; y á Carolina transportada
de gozo , no cansándose de mirar
la , y no perdiéndola jamas de vis
ta. La coyuntura no era por cier
to favorable para hablarla de vol
verse , y en efecto no trató de este
punto , ni tampoco habló del con
de , que permanecia en su embaja
da. Fuertes ganas se le pasaron á
la canonesàvde tocar el asunto , y
manifestar su enojo por el tal ca
samiento , sin embargo de que en
su entender solo estaba proyec
tado ; pero muy débil todavia pa
ra meterse en altercados , se con
tentó con decirle que su hija era
un. angel , que le debia la vida,
y que queria emplearla toda en
su felicidad . No tardó en ausen
tarse el chambelan , ofreciendo
otra visita para el otoño , que era
( 77 )
cuando volvia su yerno , y dicien
do á su hija que para entonces
esperaba cncontrarla mas docil á
la razon .
En otra cualquier circunstan,
cia hubiera la presencia de su pa
dre recordado vivamente á Caro
lina el enlace que queria olvidar;
pero en esta la ocupaba toda ente
ra su mamá , y acababa de verse
muy agitada para pensar mucho en
otro objeto el peligro presente
borra ó cuando menos debilita el
temor del que está remoto ; y se
contemplaba tan feliz en que hu
biese el cielo conservado á su ami
ga , que creia no tener ya que re
celar desgracia alguna. Sin embar
go apenas marchó el baron , la vi
sita que anunció para el otoño con
cierto aparato , la causó un sobre-,
salto que no estuvo T en su mano
reprimir , y sin reparar en la al
teracion que podria padecer la con
valeciente , corrió á echarse en
sus brazos , y besándola las manos
regadas con sus lágrimas decia:
mamá , querida mama , ya que el
cielo me devuelve mi bienhechora ,
( 78 )
quisiera no dejarla mas , y pasar
con ella toda mi vida. Enterne
cida en estremo la canonesa cor
respondia á sus caricias , y la ofre
ció que jamas se separarian si fue
se posible. Al fin pasó aquel pri
mer momento , restablecióse el so
siego en el alma de Carolina , y
no tardó en olvidar la visita de
otoño. - El plazo era largo ; á
diez y seis años nadie se aflige con
seis meses de anticipacion , y por
otra parte tenia entonces mucho
en que ocuparse para cuidar de
afligirse . Se hallaba como en un
encanto : recorria tarde y mañana
sus jardines , sus bosquecillos , y
no se hartaba de admirar cuanto
se habia adelantado la naturalezà
en aquel més de recogimiento y de
dolor en qué nada veia sino el pa
decer de su amiga.
Ninguna primavera le habia
jamas hecho tan viva impresion , 6
mas bien era la primera vez de su
vida que advertia y apreciaba to
do lo delicioso de esta alegre esta
cion , en la que todo se renueva y
reproduce , en que se respira un
( 79 )
aire delicioso y puro , en que ca▲
da dia presenta un nuevo aspecto
y cada dia mas vistoso . Ostentaba
la naturaleza toda su hermosura y
gallardía , y debia parecer aun mas
hermosa á los ojos de Carolina.
Qué contraste en efecto no habia
entre aquella alcoba tan cuidado
samente cerrada , los quejidos de
su amiga tan punzantes para ella,
aquel lecho de dolores y afliccion
bañado siempre con sus lágrimas ,
y cuanto ahora la rodeaba ? Los
campos y las praderas estaban ves
tidos de aquel nuevo y alegre ver
de que encanta la vista : la rosa
de mayo empezaba á abrir : los ár
boles floridos , el lila , la madre
selva , y la viola llenaban de fra
gancia el ambiente el jacinto , el
tulipan , la anémone y el ranún
culo esmaltaban con vivos colores
su jardin . Desde el amanecer se
oia por todas partes el cantar va
riado de mil diferentes avecillas ,
y luego que el sol se ponia los rui
señores embelesaban con sus armo
niosos gorgeos , y respondiéndose
de una á otra rama componian el
( 80 )
mas suave concierto, Nada des
perdici aba Carolina ; de todo se
aprove chaba y gozaba con delicias:
creia hallarse en un mundo nuevo ,
en un mundo ideal ; y ninguna in
quietud turbaba su felicidad. Esta
deleito sa estacion , que da nuevo
ser á toda la naturaleza , y lo vi
vifica todo , influia tambien en la
salud de su amiga , y la recobra
ba enteramente ; la quedaba toda
via una suma debilidad de pier
nas , y una fluxion de ojos que la
impedian salir del cuarto ; pero
desde un balcon podia disfrutar
el aire blando y apacible de la
primavera , podia ver á su Caro
lina correr por los jardines , cor
tar flores , asegurar las que se
desprendian , oir su dulce voz con
fundirse con el trinado de los pa
jarillos , y gozar como ella sus
inocentes placeres .
Otra ocupacion de mucho atrac
tivo para la jóven condesa llegó á
aumentar la felicidad de su vida
campestre. Se le ocurrió levantar
algun monumento que perpetuase
la memoria del restablecimiento de
(( &L )
la condesa y queriendo sobreco
gerla agradablemente , se valió del
tiempo en que esta no salia de su
cuarto para que sin D que lo advir
tiera lo construyesen : escogió pa
ra ello un parage retirado al últi
mo estremo del jardin , y que lo
cerraba por aquella parte : era un
bosquecito irregular y muy umbrío
de ayas , lilas , acacías y alisos ,
cortado con sendas y glorietas , y
regado con un riachuelo que venia
de los elevados surtidores del jar
din , y allí producia en su corrien
te un efecto mucho mas agradable.
Habia hecho plantar aquel bosque
cillo la canonesa en tiempo de su
mal pagado amor : se veia escrito
en cifra por su propia mano el
nombre del ingrato y desleal baron
en la corteza de los nuevos árbo
les , y siempre conservó cierta pre
dileccion á aquel recinto , testigo
de su cariño. Tambien le agradaba
mucho á Carolina , porque su som❤
bra y frescor convidaba á los pa
jarillos " y el anterior verano ha
bia pasado ratos deliciosos en aque
lla amenidad con su anciana amiga
T.4.
( 82 )
Fue pues en lo mas apartado de
àquel asilo donde quiso levantar
el monumento de su fina amistad.
Confió el secreto á su padre , que
no solo convino en ello sino que
la proporcionó los trabajadores ne
cesarios para llevar á cabo el pro
yecto: se aprovechó de una puerta
escusada , que caia precisamente al
camino , para facilitarles la entra
da sin que los viesen desde casa ,
ademas que todos los criados la
amaban mucho para que temiese la
descubrieran : de modo que nada
sospechó la canonesa , encerrada
siempre en su aposento. Quizá la
misma Carolina hubiera faltado á
su propósito ; pero ya empezaba á
saber guardar un secreto , y este
le costó menos que el primero. No
ahorraba dinero ni diligencia para
abreviar la obra , y era tal su acti
vidad y celo que lo comunicaba á
los trabajadores , les daba ideas y
proyectos , hacia por sí misma los
diseños , y era siempre la prime
ra que por las mañanas acudia al
trabajo se ejecutó en suma con
celeridad tan pasmosa que en me
( 83 )
nos de un mes quedó totalmente
concluido. Apenas se halló en es
tado de que lo viese su amiga ,
instó para que fuese allá . — - Ma
má mia ' , el aire del bosquecillo
os aprovechará : está tan bonito
este año ! - Lo ereo , hija , pero no
puedo andar tanto . - Pues , ma
má , yo os llevaré. Instó en fin
de tal suerte , que la canonesa •
que en nada sabia resistirle , con
vino en ello , mandó la llevasen
en su misma silla , y quedó bien
pagada de su condescendencia al
ver el nuevo testimonio del amo
roso afecto de su hija adoptiva.
Consistia en una especie de
templete ó pabellon ochavado de
la más sencilla y agradable arqui
tectura , sostenido con ocho co
lumnas de estuco blanco que for
maban una sala abierta , con pa
vimento de mármol blanco y ne
gro : en medio se elevaba un pe
destal en forma de ara , adorna
do con festones de flores gallar
damente esculpidas : alli estaba el
busto de la canonesa copiado de
un muy buen retrato que guarda
( 84 )
ba de ella su amiguita ; habia și
do hermosa en su mocedad ,y , cuan
do la amaba el baron tuvo mas
de un competidor : decia á vecesi
con cierta satisfaccion que las gen
tes de entonces creian se parecia
mucho á las estatuas de la bella
Cleopatra ; y en efecto aunque los
pesares y los años habian altera
do su frescura y la semejanza , se ,
conservaban aun bastante bien sus
facciones para componer un busto
de muy buen parecer .
Hubiera deseado Carolina grå
bar en el pedestal cuatro versos
que indicasen la persona y el asun
to á que dedicaba su obra ; pero
nada queria ageno : tenia que ha
cerlos ella misma , y como nadie
puede reunir toda suerte de talen
tos , la faltaba el de la poesía. No
obstante se ensayó en hacerlos ,
porque cuando estamos apasiona
dos creemos que nada es mas fácil
que espresar la que sentimos : y á
la verdad se le ocurrian á monto
nes ideas y pensamientos ; pero so
braban muchos para solos cuatro
versos , y tenia que sacrificar mas
( 85%))
de la mitad á 3g la concision , á la
medida , al consonante, Escribió,
borró y rasgó , empezó de nuevo
y llegó finalmente á componer
unos versos que al principio la en
cantaron : mas no tardó en estre- ,
mecerse al contemplar que habian
de quedar alli para siempre est
puestos á la vista de todos : en
efecto podian oirse con gusto una
vez , pero no gravarɛe en mármol ; [
renunciando pues á la gloria de
poeta , se limitó á poner Hanamen-,
te con letras doradas , debajo del
busto de la canonesa : " Tal dia 21
tal mes y tal año fue restituida á
la vida; Carolina á toda su dicha:
y este templo consagrado á la
amistad ."
Por una escalera de mármol
blanco de dos cuerpos se subia al
pabellon construido sobre las co
lumnas , y era otra salita de la
misma figura que la inferior , bien
que cerrada , y con cuatro ventas
nas grandes , rematando en una
cupulilla tan diestramente pintada
que imitaba con perfeccion un cie
lo el mas sereno. En los lienzos
((86 )
intermedios de las ventanas se
veian pinturas emblemáticas sobre
el * objeto y fin de aquel edificio :
en uno estaba Carolina de rodillas
invocando con ardor al dios de la
medicina , y señalándole su amiga
pronta á dar el último aliento ; en
el segundo la ayudaba á sostener
se , al paso que varios genios dan
zaban en torno de ella , purifica
ban el ambiente , derribaban una
mesa cubierta de medicamentos ,
y rompian la guadaña de la muer
te , que desaparecia á lô lejos : el
tercer lienzo representaba la cons
truccion del templete , á su auto
ra colocando el busto en el ara ,
y el genio de la amistad y del
agradecimiento escribiendo la ins
cripcion ; finalmente en el último,
con una mano sostenia á su amada
enferma , que en su aptitud es
presaba su admiracion y gozo , y
con la otra le indicaba el edificio,
del cual le hacia homenage. Es
tos lienzos cubrian unas alacenas
hechas en la pared con estantes pa
ra libros ; habia una chimenea en
wina de las ventanas , una mesa
( 87 )
redonda en el medio , y sillàs có
modas ; nada se echaba menos , y
todo ello estuvo dirigido por una
niña de diez y seis años. ¡ Pero qué
mucho si á esta niña la dirigia un
sentimiento tierno y vivo que traia
arrebatado su corazon ! Su total
ignorancia de otras inclinaciones
cedia en provecho de la amistad :
pues no conociendo aun su pecho
amoroso mas objeto que aficiona
se su voluntad que aquella única
amiga , en ella se reunian su sen-.
sibilidad y su ternura , que se ha
bian aumentado con el temor de
perderla ; por otra parte se ha
Ilaba en la edad en que despun➡>
ta el ingenio , y en que el enten->
dimiento y la imaginacion adquie
ren una actividad y un fuego que
solicita pábulo. Ademas del placer
que preparaba á su amiga en esta
obra , lo tuvo tambien ella muy
cumplido en edificarla : esto en
cierto modo era crear , y cada nue
va idea la causaba un estremado
gozo de suerte que la ejecucion
y su efecto producian en ella trans
portes increibles. Jamas quizá fue
( 88 ) "
mas feliz que durante esta dulce
ocupacion . Asi lo dijo luego -mu
chas veces , y nunca volvió á ver
aquel monumento de su cariño sin
enternecerse .
: Figúrese el lector , si puede,
el pasmo , el éxtasis de la heróica
canonesa ; era en verdad un lan
ce inesperado , que parecia hecho
espresamente para su humor. Aquel
pabellon salido alli como por en
canto ... qué prodigio ! Cómo es
trecha en sus brazos á la hermo
sa hechicera que lo hizo ! Esta se
postra á sus pies , besa sus manos,'
solo con el silencio espresa todo lo
que en sí siente , y ambas á dos
derraman lágrimas de gratitud y
enternecimiento . Ah ! en este ins
tante gozó Carolina la felicidad
mas pura , exenta de toda` pena,
y sin que la turbase siquiera una
idea importuna . ; Edad afortuna
da en que se disfruta con ena
genacion el momento presente que
todo lo absorve , olvidando lo pa
sado , y no temiendo lo por ve
nir ! Rindaw era entonces para
Carolina el universo entero , y su
(.89 )
pabellon el templo de la felicidad:
la traia embelesada en tal estremo
que alli pasaba todo el tiempo que
no hacia compañía á su amiga , y 4
asi que la dejaba corria al pabe
llon , del que siempre salia con dis
gusto . Como la altura del edificio
y la bóveda que lo cerraba eran
muy favorables para la música ,
allá se llevaron todos los instru
mentos , y á pocos dias ya no fue
posible tocar y cantar en otra
parte : siendo tambien sus luces
muy propias para el dibujo , pues
podian templarse á cualquier ho
ra del dia mediante las cuatro ven
tanas y sus celosías 23 alli se fija
ron los avíos de pintar : ademas
aquel sitio , libre de bullicio y de
distracciones , • era tan oportuno
para aprovechar en la lectura , que
en él colocó su librería ; finalmen
te no habité casi otro aposento , ni
paraba en su cuarto sino los ra
tos de tocador, que eran cortos , y
veces hubo que se sintió impacien
te en la habitacion de su buena
mamá tan cierto es que una pa
sion nueva puede acabar con to
( 90 )
das las anteriores . Hagamos no
obstante justicia á Carolina : aun
se impacientaba mas de que su
amiga no pudiese acompañarla en
el pabellon ; y la canonesa , con
tentísima por el placer que su hi
ja hallaba en él , se reia de aque
Ila especie de enagenamiento , y
la facilitaba los medios de satis
facerlo . Veremos si la durará , y
si amará todavia mucho tiempo á
su pabellon por sí mismo. Hasta
ahora corrió su vida tranquila en
tre la amistad y el estudio , sin
que otro afecto mas activo hubie
se turbado sus dias , y sin haber
conocido amor ni odio , pues la re
pugnancia que tenia al conde , y
su temor de vivir con él, no èra
odio , antes bien si por acaso se
le venia á la memoria , era á lá
sombra de cierto agradecimiento
por la libertad que la dejaba dis
frutar. Pero hablemos verdad y
confesemos que este acaso sucedia
ravísima vez , pues casi nunca se
presentaba su marido á su pensa
miento ; de dia en dia se debilita
ba mas el recuerdo de su enlace ,
(+91 )
y gozaba de su libertad como si fue
se real y verdadera : de modo que
no dejaba de parecerse á los pa
jarillos que sujetos de un hilo re
volean , cantan y se creen tan li
bres en el aire como los compañe
ros que vuelan á su lado : olvidan
el hilo , y no lo echan de ver has
ta que la mano que los soltó tira
de ellos , y los encierra lindamen
te en su jaula .
Habia Carolina recibido de Ber
lin poco antes mucha música nue
va , y entre ella habia una colec
cion de letrillas que la agradaban
sobremanera , en especial una de
ellas , cuyo tono decia muy bien
con su voz , y la letra con el es
tado de su corazon ; la cantaba to
do el dia acompañándose ya con
el clave , ya con el arpa ó la gui
tarra , y cada vez hallaba nuevo
gusto en repetirla. La copiaremos
aqui á favor de las lectoras de su
edad , y sabrán de paso cuál era
entonces el gusto de Carolina.
LETRILLA DE AURORA ,
A orillas de un arroyo
Aurora , hermosa y niña ,
sola sobre la yerba
estaba y pensativa.
De amor conoce solo
el nombre en él medita :
teme á un tiempo y desea
querer y ser querida ,
y dice ¿ mi sosiego
es mi mal , ó mi dicha ?
Al amor reconozco
en cuanto tiene vida ,
y hasta lo inanimado
de blando amor suspira :
las almas son de fuego ,
escepto el alma mia ;
1:2 yo sola quedo muerta
cuando todo respira.,
O que este mi sosiego
es mi mal , no mi dicha !
Sobre mil varias flores
( 93 )
mil mariposas giran ,
á ninguna prefieren ,
y á todas acarician.
En su inconstancia aprenda
y escarmiente mi vida ,
que lo mismo los hombres }
aman y luego olvidan .
O qué este mi sosiego
no es mi mal, que es mi dicha !
Pastoras y zagalas
he visto muy sentidas
dejar danzas y fiestas "
y á sus solas gemian
por ingratos pastores
que de ellas hacian risa.
Yo alegre canto y bailo "
ingratos no me irritan...
O! apacible sosiego ,
eres mi única dicha !
Asi cantaba aurora ,
y el amor que la atisba
para vengarse asesta
cruel flecha , y la mira...
Ya te amenaza el pecho 9
ya quiere que te rindas...
Conocerás en breve
toda su valentia ,
y perdiendo el sosiego
sabrás lo que es la dicha!
( 94 )
La cantaba un dia en el pabe
Ilon acompañándose con guitarra,
y repetia con mucha espresion : O!
• apacible sosiego , eres mi única
dicha ! cuando oye otra voz de no
menos dulzura y melodía que la
suya , pero mas fuerte y sonora ,
que cantaba en contralto : 0 ! de
ja tu sosiego , conocerás la dicha !
Estos acentos , tan diferentes del
cantar rústico que estaba acostum
brada á oir , la admiraron mu
cho ; calló , escuchó atenta , y no
oyendo nada volvió á cantar , pe
ro mas bajito y acompañándose
mas suavemente , y volvió á oir
mas perceptible la voz que la se
guia. Corre entonces con la gui
tarra en la mano á la ventana que
miraba al camino , y como que vió,
distante algunos pasos , un mozo ,
alto , galan , vestido de caza , que
descansando sobre un fusil , tenia
clavados los ojos en el pabellon.
Sin duda era el tal cantor , y di
go como que lo vió , porqué en el
mismo instante que advirtió en él,
turbada y confusa de que la hu
biesen oido y visto , se retiró ace
( 95 )
lerada al lado opuesto del pabe
1lon ; y desde alli , poniéndose en
puntillas y alargando el cuello ,
hizo esfuerzos para descubrir algo
por aquella parte ; pero se puso
muy lejos , y así nada alcanzó á
ver. Hubiera cantado con gusto su
letrilla , siquiera para desengañar
se de si aun la acompañaban , pe
ro la faltó , la voz : en fin no se
atrevió , y apenas pudo puntear al
gunas cuerdas en su guitarra , has
ta que cediendo á la curiosidad ,
despues de andar cuatro pasos y
desandarlos , hace ánimo , y se aso
ma de golpe á la temida ventana.
Ya no estaba el gallardo cazador
donde lo habia dejado ; pero algo
mas lejos por el camino lo vió re
tirarse con pausa , volviendo á ca
da paso la cabeza al pabellon.
Esta aventura , si asi puede
llamarse , nada era , nada absolu
tamente. Un hombre pasa por ca
sualidad , cazando , al pie de un
pabellon nuevo y muy adornado ,
y se detiene á mirarlo : oye den
tro una música deliciosa , y se le
antoja cantar tambien : ve á una
( 96 )
ventana una muger hermosísima ,
y se pone á mirarla ; nada habia
en todo esto que no fuese natural,
y sin embargo meditó Carolina to
do el dia en ello como si fuera un
suceso muy estraordinario : bien
que para su inesperiencia todo era
nuevo , todo debia causarla nove
dad , y cualquiera que hubiese lle
"
gado á interrumpir una soledad
tan profunda , no podia menos de
tener para ella algo de particular.
Pensó y volvió á pensar en él. —
¿ Quién podrá ser ? y qué haria
en aquel camino escusado ? - Cien
veces hizo esta pregunta , pero á
sus solas , pues á nadie habló de
ello porque tuvo cierta idea con
fusa de que acaso le cerrarian su
encantado pabellon , y esto seria
acabar con su vida. Allá se fué al
dia siguiente con mas ansia aun
de lo que solia , y despues de es
tar cerca de un cuarto de hora en
la misma ventana , y de quedar se
gura mirando bien á todas partes,
de que no habia quien la viese ni
oyese , toma su guitarra , se sienta
en el hueco de aquella ventana ,
( 97 )
entona su querida letrilla , ý si
gue cantándola desde el primero
hasta el último verso : la última
estrofa , que hasta entonces era la
que menos le agradaba , le gustó
bastante aquel dia ; la repitió dos
veces y volvió á cantar la letra
desde el principio hasta el fin
acompañándose esta vez con el ar
pa , y no con el fortepiano porque
este estaba casualmente á lo últi
mo de la sala : y ella se hallaba
tambien en su ventana ! Puso en
nota el contralto que oyó la vís
pera 9 repitió todos los tonos : O !
apacible sosiego , eres mi única
dicha y nadie se presentó á de
cirle lo contrario ; de suerte que
aburrida y quizá algo despecha
da de cantar tanto tiempo sola ;
apartó á un lado la música , de
jó los instrumentos , corrió al jar
din , cogió flores , las amontonó
en un canastillo que se apare
ció alli , y no sabiendo en qué
divertirse vuelve al pabellon 2 to.
ma pinceles y colores , y se en
tretiene copiando el canastillo.
Al principio la costó algun tras
T. I.
( 98 )
bajo aplicar su atencion : miraba
mas á la ventana que á las flores,
hasta que poco a poco se dedicó
y entregó toda entera á su tra,
bajo. Lo seguia con esmero , y
nacian flores de su pincel , cuan
do de repente oye á lo lejos el
galope de un caballo . Tanto co
mo el contralto de la víspera la
admiró aquel ruido , que no se
parecia al paso tardío y pesa
do de los caballos de la aldea :
arroja pronto los pinceles , á ries
go de que caigan en medio del
lienzo , corre , y ya la tenemos
en su ventana volviendo los ojos
á todas partes : ve á cincuenta
pasos un mozo de gentil conti
nente , montado en un alazan ar
rogante y fogoso , al que ma
neja con gracia y despejo . Qué
perspicaz y atinada es la vista
de las mugeres ! Apenas habia
visto Carolina al forastero de
ayer : estaba aquel con vestido
verde de cazador , y este de hoy
tiene uniforme de oficial de guar
dias : aquel iba á pie , este vie
mé à caballo : el uno cantaba ,
⚫ ( 99 )
y el otro galopeaba : hasta aqui
no hay la mejor semejanza , y
sin embargo conoció al instan
te ser puntualmente el mismo y
verdadero hombre del contral
to.
ૐ Cómo resistirse al antojo de
verlo pasar , y de saber si es tam
diestro ginete como buen cantador
de letrillas ? Se iba acercando el
tal caballero , ó mas bien su caba
llo , y le costaba trabajo domarlo
y rendirlo al freno , y aun esto
lo olvidó asi que advirtió en Ca
rolina : pues al querer saludarla ,
valiéndose el bruto de la libertad
que le dejaban , y asombrado tal
vez con aquel movimiento , dió un
gran bote que hubiera arrojado de
la silla á un ginete menos firme,
y partió como un rayo á galope
tendido , llevándose al caballero
á pesar de todos sus esfuerzos pa
ra contenerlo . Asustóse sumamen
te la niña , dió un agudo grito , y
los siguió cuan lejos pudo con la
vista en breve desaparecieron , y
ella quedó poco satisfecha y sose
gada : miraba todavia largo rato
( 100 ) ALF
aun despues que no alcanzabâ a
verlo , y se le representaba arro
jado al suelo , pisado , herido , ho
llado ::: - Si á lo menos ese maldi
to caballo se hubiese desbocado en
la aldea , hubieran podido dete
nerlo , socorrer al dueño y traer
lo á la quinta. Bien se le ocurrió
despachar un criado que lo busca
se ; pero á quién buscar ? Ni ella
misma lo sabe ; y por qué lado to
marian ? pues eran muchos los ca
minos que venian á parar á aquel ;
por otra parte no es empresa fa
cil seguir á un caballo desbocado :
y ademas cómo mandarlo ? jamas
se atreveria á tal cosa : y asi tuvo
que quedarse con su inquietud . Pro
curó sosegarse con la considera
cion de que el oficial montaba muy
bien , y le parecia firme y segu
ro antes de aquella fatal cortesía,
de que tanto se culpaba á sí mis
ma , y que esperaba que no tenien
do ya á quien saludar se apaci
guaria el caballo , y podria vol
ver por alli al dia siguiente . A la
verdad , decia , debe hacerse asi
para sacarme de dudas.
( 101 )
El susto la quitó la gana de
cantar y de pintar , y en vez de
esto dió algunas vueltas por el
jardin pensando siempre en el gi
nete , y luego fué á ver á la ca
nonesa , á la que nada comuni
có de todo esto , sin duda por es
cusar que tambien se asustase . Re
cogióse impaciente de que amane
ciese esperando que no se pasa
ria el dia sin quedar segura y
sosegada sobre la vida del caba
llero desconocido . Ayer al acor
darse de él era mera curiosidad
la que la agitaba : hoy ya es cui
dado , entrando á la parte la hu-,
manidad á favor de un hombre
en peligro. Despues de ejercitar
mucho esta bondad de su corazon ,
se durmió muy enfadada contra
los caballos fogosos que no de
jan á un hombre ser cortés im
punemente .
A la mañana siguiente ::: La
mañana siguiente llovió , ó mas
bien diluvió todo el dia , y no
fue menos imposible para ir al pa
bellon que imaginar que se pudie
se pasear á caballo. Tuvo Carolina
( 102 )
la suerte contra sí , aquel dia , el
cual le pareció escesivamente lar
go : se aburrió de muerte , no su
po en que ocuparse , pues todo
estaba en el pabellon , música ,
pinceles y libros ; tambien hubie
ra querido ella estar , pero no era
dable : en este apuro conversó
como mejor pudo con la querida
mamá , habló con algun interes
de la lluvia , del sol , del buen
tiempo , y deseó muy de veras
que este volviese : cantó algunas
veces el estrivillo de la letrillä,
acordándose quizá del contralto
y del galope ; y se pasó - aquel
dia con la esperanza de llegar
cuanto antes al otro. Este otro :::
Qué adversidad ! Llovió aun mas
que el anterior , parecia que to
dos los nublados se habian con
gregado sobre Rindaw. Esta vez
ya se enojó seriamente , y lo
manifestó sin rebozo . - Qué co
sa tan horrible ! mi canastillo que
quedó á medio empezar .... en
contraré marchitas las flores , y
todas las del jardin se pierden
con esta malvenida lluvia ; apues◄
( 103 )
to que las rosas se deshojarán
todas , y solo quedarán las espi
nas. Incauta niña , ya estan
clavadas en tu corazon ! ya no
tienes aquella alegria continua ,
aquella serenidad con que aguan
tabas la intemperie , y reias y con
tabas los dias lluviosos lo mismo
qué cuando el sol lucia eon mas
brillo en el cielo. Se impacienta
ba tanto por verlo claro y despe
jado , que empleó aquel dia en
consultar á los barómetros y á
todas las gentes de la casa , y en
mirar á cada instante si aclara
ba el horizonte ' ; pero entretanto
se deshacia el cielo en agua. Co
mo quiera , á la tardecita unos
celages de color purpureo infun
dieron alguna esperanza : la con
firmó un vientecillo fresco ; y por
la mañana al abrir los ojos tu
vo el gusto de ver los rayos del
sol penetrar por sus cortinas , y
el dia mas claro dar luz á su
cuarto , siéndole esto mas apre
ciable por la contrariedad que ha❤
bia padecido. Apenas pudo aguar
dar que se enjugase el camino
( 104 )
para correr al pabellon ; pero no
fueron sus flores tan lloradas las
que merecieron su primera vista
ni su primer cuidado. Ya está
en su ventana , y la vista fija
en el camino : mira arriba y aba
jo , vuelve á mirar 9 presta el
oido , y no viendo ni oyendo na
da , registra si en el terreno hu
medecido hay rastros recientes de
algun caballo. Ah ! si yo pu
diese saber solamente que ha pa
sado por aqui , y que no le su
cedió mal , quedaria tranquila y
satisfecha porque á decir verdad
si yo no me hubiese detenido en
la ventana , no me hubiera saluda
do , ni se hubiera desbocado el
caballo pero alcáncelo yo á di
visar siquiera , y me retiro pa
ra que no se tiente á saludar
me. — En este mismo punto hizo
mas que divisarlo 9 lo vió cla
ramente , aunque algo distante "
con el mismo uniforme 9 en el
propio alazan , adelantándose há
cia el pabellon á trote vivo . Ea,
Carolina ya lo ves completamen
te bueno , estás sin duda tran
( 105 )
quila ; te retirarás como lo has
ofrecido , y no te acordarás mas
de él. ૐ Pero á qué viene ese
medio temblor que la ha sobre
cogido ? de qué procede esa con
mocion que arrebola sus mejillas ,
y acelera los latidos de su cora
zon ? No lo adivino , y solo sé
que la padece , y que su agita
cion se comunica á todos sus mo
vimientos. Quiere desviarse de
aquella azarosa ventana : para
apoyarse habia puesto en ella un
pañuelo , el cual , con su movi
miento , queda suelto , se despren
de y cae en el camino. Cuál no
fue su sentimiento ! Aunque invo
luntario este accidente , podia no
parecerlo ; conoció que esto era
mucho peor que la cortesía que
intentaba evitar , y que aun es
mas dificil para quien está á ca
ballo levantar un pañuelo que qui
tarse el sombrero . Este juicio era
exacto ; pero lo fue menos el que
hizo sobre las distancias. Juzgó
que el tal señor se hallaba bas
tante lejos del pabellon para de
jarla tiempo de ir con toda prie
T. I. 5
( 106 )
sa á recoger su pañuelo , y en
trarse antes que pasara por de
bajo de su ventana ; aplaudió su
mamente el pensamiento porque
á todo remediaba , y era el úni
co medio de probar á todas lu
ces que no se habia echado el
pañuelo con ánimo de que fue
sen á devolvérselo ; pero no te
nia que perder tiempo en refle
xiones. Corrió cuan pronto pudo
á la puerta escusada que salia al
camino " y la abrió precisamente
á tiempo en que el oficial , apeado
ya , recogia el pañuelo , y acer
cándose á ella con traza garbo
sa y noble se lo presentó diri
giéndola un cumplimiento lison
gero admitió ella uno y otro tan
inmutada , que no supo qué res
ponder , y él la suplicó rendi
do le permitiese ver mejor aquel
pabellon y jardin , que le pare
cian primorosos . Tomando por con
sentimiento el silencio de la to
da trémula Carolina ? arrendó
prontamente el caballo á la puer
ta , y la siguió. Bien tuvo ella
ciertas sospechas de que hubiera
C.
( 107 )
debido impedirlo ; pero de qué
modo ? Ni siquiera tenia idea de
tal cosa , y tampoco notó quizá
en ello un gran mal : su ino❤
cencia y su total falta de cono
cimiento del mundo la ocultaban
el peligro de recibir á un des
conocido por otra parte el uni
forme , y aun mas el noble despe
jo de sus modales , eran indicios
de distinguido nacimiento : tenia
aquella natural cortesanía , aque
lla gracia , aquel trato fino y des
pejado de las gentes principales ,
y no dejaba duda fuese uno de
ellos. No habló de su bello pa
recer ; porque apenas se atre
via Carolina á mirarle : bien que
ya puede decirnos que sus ojos
negros son tan vivos como es
presivos , que su agradable son
risa descubre unos dientes her
mosísimos , que tiene la nariz
aguileña , el rostro ovalado , bien
pobladas las cejas 9 alto de cuer
do , bien dispuesto y proporcio
nado , que su color trigueño pre
sentaba el brillo de la salud y
de la mocedad , y que su fisono⚫
( 108 )
mía franca y despejada infundia
confianza y amistad á primera vis
ta . Todo esto , que advirtió muy
bien á hurtadillas nuestra conde
sita , podria quizá disculpar su
facilidad en franquearle la en
trada del pabellon , si mas no va
le achacarlo á su inocencia y ti
midez . Mas sea lo que fuere , ya
está dentro : observa , admira y
alaba entendido y sin pesadez el
buen gusto y talento de la que
adornó lo que ve . Llamaron su
atencion el busto y las pinturas:
solicita se las espliquen , le sa
tisfacen y se aprovecha de esta
ocasion para descubrir con maña ,
y sin aparentar informarse de ello ,
en donde y con quién está ; pe
To los hombres de Rindaw y de
Lichtfield no lo hicieron mas CO
medido ni mas respetoso , pues no
cabia serlo mas. La guitarra y
la letrilla que habian quedado
sobre el clave , le dieron ocasion
para decir de paso y sonriéndo
se algo del contralto " y pedir
perdon por haberse atrevido á mez
clar su voz con los acentos ha
( 109 )
lagueños que habia oido ; y que
aun apetecia oir ; pero viendo cre
cer la turbacion de Carolina 9 no
insistió habló de música como in
teligente , y propuso salir del pa
bellon para dar una vuelta en el
jardin . Ya empezaba ella á sose
garse la conversacion del des
conocido , sencilla , agradable y
animada , no podia menos de res
tituirla su serenidad : asi sucedió,
y al cabo de un rato de paseo , le
hablaba ya con la misma soltura
que si lo hubiese tratado toda su
vida : le contó ingénuamente todo
el susto que tuvo por el caballo
desbocado , y su inquietud duran
te los dos dias de lluvia ; pero
por mucha gana que tuviese de
averiguar su nombre , jamas sė
atrevió á preguntárselo , y única
mente supo que era capitan' de
guardias , y que tenia una quin
ta no muy lejos de alli : lo uno y
lo otro le dieron mucho gusto ; pues
con lo primero quedó segura de
que era sugeto á quien podia tra
tar , y con lo segundo de que to
trataria. Al fin , pasado un cuarto
( HO )
de hora , que les pareció muy cor
to á entrambos , el fogoso alazan
arrendado á la puerta se impacien
tó de suerte que tuvo que montar
lo el amo muy á su pesar. A la
verdad , dijo Carolina mientras lo
desataba , si de mí fuera no tendria
un caballo que no quiere ni que
se saluden , ni que se paseen las
gentes. El capitan se sonrió ase
gurándola que ciertamente lo re
formaria , pues que le daba muy
pesados chascos para servirse de
él , y montando con tanta ligereza
como gallardía , despues de tribu
tar cien veces gracias á Carolina
por su condescendencia , se alejó
cuan lentamente pudo obligando
por esta vez al caballo á no salir
del paso y ella , luego que lo per
dió de vista , se • volvió lentamen
te tambien al pabellon , llevando
no menos en su memoria que en
su pecho al que acababa de au
sentarse.
5) Ni acertaba á pensar en otra
cosa. ----- Qué amabilísimo es , de
cia ; por qué no haberme concedi
do el cielo un hermano asi ? Ah ,
( II )
y cómo lo querria ! Mas por qué
no lo amaré como á un hermano
como á un amigo que los cielos me
envian en esta soledad ?... ¡ Pero
quién me dice que volveré á ver
le ! No sé cual pensamiento tris
te vino á mezclarse con estos , que
se sintió oprimido el corazon , y
humedecidos los ojos : sus ideas
llegaron á asustarla , y para dis
traerse recurrió á la música ; pero
las cuerdas de la guitarra y del
arpa se habian aflojado con la hu
medad de aquellos dos dias : tuvo
que dejarlas y despues de tocar
en el fortepiano algunos andantes ,
que solo sirvieron para aumentar
su tristeza , apeló al dibujo 9 tam
poco le contentó , y aun menos la
lectura : tres ó cuatro libros que
abrió le parecieron á cual mas fas
tidioso y mal hablado , aunque ape
nas leyó una frase en cada uno :
todo en fin la desazonaba aquel
dia ; lo dejó todo , volvió al jar
din , y dió exactamente el mismo
paseo que habia dado con el capi
tan de guardias , deteniéndose en
los mismos sitios , y recordándose
( 112 )
hasta la menor de sus espresiones.
Fue preciso luego resolver la gran
cuestion de si hablaria ó no de ello
á su buena amiga. Sentia en el al
ma ocultarla este secreto : mas pe
ro al cabo era de menor impor
tancia que el otro que le habian
impuesto , y la costumbre de ca
Ilarlo la hizo forzosamente mas re
servada. - Ademas á qué decirlo ?
á qué fin hablar de un desconoci
do , á quien nunca quizá volveré
a ver? Si volviese , tiempo habrâ
de sobra para decirlo : ¿ y si se le
'antojase á la señora reconvenirme
por haberle dejado entrar , y pro
hibirme ir al pabellon , y mirar å
·los que pasan ?.--- Tembló al pen
7
sarlo , y se propuso callar : pero
de vuelta al cuarto de la canone
sa no pudo dejar de hacer mil pre
guntas sobre las gentes que vivian
por alli en dos leguas en contor
no. Como madama de Rindaw no
trataba á ninguno de sus vecinos,
á ninguno de ellos conocia Caroli
na , ni hasta entonces se le habia
dado por conocerlos ; pero la ba
ronesa se preciaba de que nadie
( 113 )
mejor que ella podia dar razón de
todas sus familias y parentescos , y
hablarla de estas cosas era halagar
su mayor gusto. La pobre Caroli
na tuvo que oir multitud de histo
rias sin que llegase la que apete
cia , pues ninguna presentaba la
menor relacion con el capitan de
guardias. En tal parte un baron
viejo , oficial retirado , vivia ma
no á mano con su muger tan vieja
como él ; en otra un matrimonio
con muehos hijos , pero eran todas
hembras ; mas cerca de Rindaw vi
via un antiguo comendador de la
órden teutónica , muy achacoso y
mas avaro , con una muger de go
bierno , algo mas lejos una viuda
vieja con un hijo único de 25
años y gran cazador. Al oir es
to , Carolina que se dormia , des
pierta y presta atencion ; pero
aquel hijo es horroroso , casi im
bécil , sin mas vocacion que cazar
y beber " de modo que sin embar
go de sus muchos bienes no en
cuentra con quien casarse . Ah ! de
cia entre sí Carolina : no es ese mi
cazador. Entre tanto la baronesa
( 114 )
Continuaba .con su taravilla sin
cansarse ; al fin su amiguita , abur
rida de que en esta prolija rela
cion no llegaba á saber sino cosas
que nada la importaban , y desean
do verse sola , pretestó un dolor
de cabeza y se recogió mas tempra
no que otras veces . - Conque no
es vecino nuestro , decia suspiran
do me ha engañado , y sin duda
no volveré á verle. Sí , sí , olvi
démosle: es preciso arrojarlo para
siempre de la memoria. Pero,
como dice Moncrif, pensando en
lo que es preciso olvidar , nos
acordamos de ello. Confirmándos
se en su bella resolucion , se que
dó dormida recordándose de cada
palabra del que queria olvidar ; y
al despertarse la primer idea que
le ocurrió fue su proyecto de ar
rojarlo de su memoria para siem
pre levantóse muy resuelta á no
ir al pabellon en toda la mañana;
y aunque era muy fuerte el hábi
to , consiguió vencerlo , bien que
la costó algun trabajo : ocupóse en
el jardin , en la pajarera , y en
bordar , repitiendo á cada instan
( 115 )
te : olvidémosle para siemqre , ÿ
mirando muchas veces al pabe
llon. Ah ! solo alli soy feliz :
no podré resistir , no podré me
nos de ir allá ; pero iré tarde , sí,
muy tarde , cuando esté segura de
que ya nadie ande de paseo ... co
mo á cosa de las cuatro . - La pa
reció tan largo el dia que fácil
mente se persuadió era ya muy
tarde , é iba á tomar el camino del
pabellon , cuando oye en el patio
5+
de la casa el paso de un caballo ,
al que empezaba á conocer , y que
la hizo palpitar : llega en esto un
lacayo , y avisa estar alli el señor
baron de Lindorf , que pide licen
cia para entrar. Estraña la cano
nesa tal visita : hace no obstante
memoria de aquel nombre , dice
que entre , y se presenta el lindo
desconocido del pabellon , con to
dos sus embelesos . Ah ! cuitada Ca❤
rolina , cuán alterada te hallas !
y cuán mortalmente sientes no ha
berlo confiado todo á tu amiga ! Qué
rubor iba á causarla su disimulo
con uno y con otro sea que el ba
ron calle → sea que hable , temia
( 116 )
igualmente su silencio y lo que
pudiese decir Mr. de Lindorf tomó
el partido de callar. Una mirada
que echó sobre Carolina , la cual
turbada y trémula , ya pálida , ya
encendida , lo saludaba con la vis
ta baja y toda confusa , bastó pa
ra que al instante se impusiera en
todo. La hizo su cumplido como
si la viese por la primera vez , y
dirigiendo la palabra á madama
de Rindaw , manifestó su dicha y
satisfaccion de ser de la vecindad ;
culpándose de haber tardado tanto
en aprovecharse de esta ventaja.
La canonesa , que no tenia noti
cia de aquel apreciable vecino ,
trató de informarse , y supo que
el antiguo comendador de la ór
den teutónica estuvo tambien en
fermo ; pero menos feliz que ella,
habia muerto poco antes , y el ba
ron de Lindorf , su sobrino y he
redero , vino á tomar posesion de
la hacienda y quinta de Risberg ,
que lindaba con la baronía de Rin
daw ; á los principios contaba es
tar en ella poco tiempo : pero le
agradaba infinitamente el pais , y
( 117 )
hacia dos dias , dos solos , que ha
bia resuelto pasar alli á lo menos
toda la primavera ; de consiguiente.
su primer deseo fue conocer á sus.
amables vecinas , tributarlas sus
obsequios , y pedir licencia de re
novárselos algunas veces. Dijo to
do esto mirando frecuentemente á
Carolina , que guardando el silen
cio mas profundo , y puesta la vis
ta en su telar , seguia su trabajo ,
ó quizá lo echaba á perder ; pero
gracias á la canonesa no se apu
raba la conversacion : refirió las
particularidades de su enferme
dad , y se lamentó de la del co
mendador , y de su muerte igno
rada hasta entonces. Por cierto,
continuó , aun ayer noche le ha
blé de él á Carolina , que me pre
guntaba sobre las gentes que vi
ven en nuestras inmediaciones. →
No pudo menos Lindorf de sonreir
se al oirlo ; y Carolina hubo de
desmayarse de rubor y de despe
cho. Nada advirtió la Rindaw , que
proseguia dando enhorabuenas por
la herencia , en su concepto con
siderable , y deslindando el paren
( 118 )
tesco entre el muerto y el vivo.
Pero por cierto yo he sabido todo
eso muy bien , decia : los he cono
cido á todos. Vos sois Lindorf, no
es verdad ? Sí sin duda , y es por
parte de madre . ¿ No era la baro
nesa de Lindorf hermana del di
funto , segun creo ? No conozco
otra cosa : no precisamente á vues
tra madre , pero á una de sus her
manas , tia vuestra , que se crió
en mi mismo cabildo , y me dijo
todo lo del casamiento de su her
mana con el señor baron vuestro
padre : sí , sí , el baron de Liudorf,
no hay duda ; me acuerdo como si
fuese ayer. Se amaban tanto uno
á otro !... era un encanto . Tam
bien yo por mi parte la confiaba
mis asuntillos... Parece que hace
cuatro dias , y miren ya que mo
ceton !... Sin duda sois el mayor
de la familia ? Vive todavia vues
tro padre , y teneis madre ? Y se
quieren como siempre se han que
rido ?... sin esto no hay felicidad...
Y decidme , vuestra tia , aquella
mi amiga de quien os hablaba an
tes , qué es de ella ? ha muerto ,
( 119 )
se ha casado ? Ha muchos años que
todo ha desaparecido para mí. -
Todas estas preguntas y reflexio
nes las hacia con tal rapidez , que
Lindorf, sorprehendido de aque
lla volubilidad , apenas podia de
cuando en cuando colocar un sí ó
un no. Era yo hijo único : tu
ve la desgracia de perder á mis pa⚫
dres " & c. - Pero sus ojos pues
tos siempre en Carolina le hubie
ran dicho á ella muchas cosas , si
hubiese querido entenderlas. Aun
no habia ella alzado los suyos , ni
proferido una palabra , cuando su
amiga deseosa de lisonjearla ala
bando la idea del pabellon , le di
jo que llevase á verlo al señor
baron : y no previendo en ello di
ficultad alguna , empezó sin aguar
dar respuesta , á contar el motivo
con que lo habia hecho ; trató de
describirlo todo sin olvidar el bus
to y el pedestal , la inscripcion y
las pinturas , su sorpresa y to
do lo demas que Lindorf sabia muy
bien ; pero hizo la deshecha , como
si todo lo ignorase . Ya era esto
mucho y demasiado para Carolina;
( 120 )
no podia aguantar una situacion
tan penosa , y cuando la canone
sa , estrañando su ninguna prie
sa en ir al pabellon , le reiteró la
órden , pudo apenas articular que
una jaqueca repentina , terrible ,
inaudita , la impediria dar un so
lo paso , y la verdad es que esta
ba tan demudada que la baronesa
no dudó creerla , y aun se sobre
saltó. Dios mio pues qué tie
nes , dijo tocándole la frente : ayer
noche me asustaste al entrar aqui :
venias tan pensativa y casi absor
ta ! te recogiste mas temprano de
lo que sueles ; hace unos dias que
andas triste y agitada sobremane
ra seguramente tenias alterado el
pulso : ese pabellon te quita la vi
da. - Y volviéndose al baron : No
podreis figuraros á qué estremo
llega su pasion al tal pabellon , y
estos dias sobre todo es casi furor:
nada la detiene , ni la lluvia , ni
el sol , ni la humedad : y miren lo
que gana . - Bien podia Lindorf ,
sin ser presumido , lisonjearse de
que alguna parte tenia en todo ello;
pero atormentándole las angustias
( 121 )
de Carolina , y queriendo sacarla
de pena , abrevió su visita y se
despidió esperando , dijo , que no
duraria la jaqueca. Respondió Ca
rolína con una atenta reverencia ;
y la canonesa volvió á encargar
á Lindorf se aprovechase de la ve
cindad para verlas frecuentemen
te, y acompañarlas en su retiro.
No hay mas que un paso de aqui
á Risberg : el pobre comendador
impedido con su gota las tres cuar
tas partes del año , no salia de su
casa : para vos que sois mozo y
con buenas piernas , será un paseo.
No siempre tendrá jaqueca Caro
lina ; otro dia vereis su pabellon,
que segun dice es muy á propósi
to para la música. Sin duda can
tais y tocais : cantareis juntos .
Esto faltaba para apurar á la con
desita ya no podia aumentarse
su congoja. Al fin partió Lindorf,
y calló la Rindaw ; mas no por
esto tuvo mucho alivio Carolina:
recostada en su asiento , la cabe
za sepultada entre ambas manos,
apenas podia contener las lágri
mas y los sollozos que la oprimian.
T. I. 6
( 122 )
Atribuyéndolo todo su amiga á la
violencia de la jaqueca , la per
suadió á retirarse , y ella se apro
vechó al instante del permiso . Sus
pesares la siguieron á su cuarto ;
pero al menos pudo entregarse á
todo su dolor , y repetir mil ve
ces : Santo cielo ! qué pensará de
mí !.- Por su parte la canonesa,
tambien sola , discurria menos me
lancólicamente el gallardo , el
amable Lindorf se habia grangea
do todo su afecto : era justamen
te 1 el único mortal que convenia
á Carolina. Qué dicha tenerla
tan cerca á lo menos una parte
del año , y esto mediante un ma
trimonio á todas luces tan lucido !
todo lo juntaba el novio , mocedad,
nacimiento , presencia , entendi
miento y riquezas : pues sin ha
blar de las que ya tenia , como que
era único , y huérfano de padre y
madre , la herencia del avaro co
mendador no podia menos de ser
inmensa ; muy adelantado ya en la
carrera de las armas , parecia na
cido para aspirar y llegar á los
primeros puestos : y no obstante
( 123 )
todas estas ventajas , los bienes
de Carolina , juntos con los su
yos que ella la destinaba , y Ca
rolina por sí sola , no lo desme
recia ; en fin juzgándolos hechos
uno para otro , protestó allá en
su interior que llegaria á verse
baronesa de Lindorf , ó serian
vanos sus esfuerzos : adelantó su
discurso hasta señalar el matri
monio para aquel otoño , cuan
do el chambelan cumpliese la vi
sita ofrecida. Resolvió ocultar á
todos " y aun á la misma Caro
lina , sus ideas y proyectos . No
hay duda que la costaria mucho
el callar ; pero su entusiasmo á
todo lo maravilloso superaba su
natural indiscrecion ; se regocija
ba con la idea de ver 24 obrar la
simpatía , deseubrir sus progre
sos en el corazon de los dos aman
tes , como se aumenataria su pa
sion de dia en dia entre la es
peranza y el temor , y coronar
al cabo todos sus deseos cuando
menos lo aguardasen : y este gus
to tan delicioso para ella , no po
dria tenerlo sino mediante el mas
( 124 )
profundo sécreto . Poco cuidado la
daba el premeditado enlace con
el conde de Walstein porque mi
raba como imposible no conven
cer al chambelan. - Bien sabe
por esperiencia lo que es una
pasion recíproca , decia : y bas
tará que le recuerde la que nos
tuvimos para que ceda : tanto mas
que solo con esta condicion ce
deré ya mi herencia : por otra
parte verá el galan Lindorf; ¿ y
vacilará acaso entre él y un mons
truo ? Dejemos obrar la simpatía,
el amor , y el cariño paterno , y
queda cimentada para toda la vi
da la felicidad de Carolina.
Mientras que la buena señora
componia este plan de novela , que
de antemano disfrufaba la satis
faccion de hacer dichosas á dos
personas , y se complacia repre
sentándose los tiernos y patéticos
lances que habia de presenciar ,
proseguia desesperando á Caroli
na la sospecha de que Lindorf
habria formado de ella la peor
opinion posible : repasaban en su
memoria cuanto habia muy ino
( 125 )
centemente dicho la baronesa , y
veia en todo ello nuevos motivos
de confusion y de rubor. Ay !
esclamaba quiero salir de aqui,
no verlo mas en la vida !... Pe
ro qué ! esta repentina fuga se
ria casi una nueva prueba ... Y
dejarlo quizá persuadido á que
soy capaz de disimulo , de false
dad y enredos !... ah ! no es po
sible . Buscaba , imaginaba toda
suerte de medios para justificar
se en el concepto de Lindorf , y
ninguno se le ocurria que no la
comprometiese mil veces mas. To
da la noche pasó en esta pena
y turbacion , y fue la primera
en que no se acercó á ella el
sueño. Qué larga y cruel le pa
reció ! y cuanto no creció su so
bresalto por la mañana al entre
garla un pliego con su nombre ,
que acababa de traer el volan
te de Lindorf , y cuya respuesta
-aguardaba ! Indignada Carolina hu
vo de devolverlo al instante.
Cómo ya se atreve á escribirme?
no es esto manifestarme lo mucho
que me desprecia ? Ay ! que la
( 126 )
horrible opinion que ayer le dí
de mí , puede únicamente infun
dirle valor para este atrevimien
to ; mas tambien le sirve de dis
culpa , y yo sola soy la culpada.
Antes de su infausta visita , cuán
comedido , cuán respetuoso ! Yo,
yo me perdí a mí misma ! V Linda
mente quejado : pero qué hará con
el tal pliego ? abrirlo ? es impo
sible devolverlo ? es cosa dura,
sobre no ser el medio de averiguar
lo que piensa de ella. Lo tenia
en sus manos , lo volvia y revol
via de todos modos y lo miraba
como si su vista hubiera podido pe
metrar por el papel á lo escrito.
Al cabo , repentinamente y á modo
de inspiracion , toma el partido
de ir volando al aposento de su
querida mamá , descorre las corti
nas " se postra de rodillas al lado
de la cama , y bañada en lágrimas
hace una declaracion completa de
todo cuanto ha pasado entre ella
y Lindorf: nada quedó por decirla,
ni el contralto , ni el caballo des
bocado , el pañuelo caido , el pa
seo del jardin : todo lo confesó , y
( 127 )
hasta los motivos de su silencios
que tan caro le habia costado . -
Juzgad , esclamaba , cuanto habré
padecido durante su visita. Ay
Dios creí morir : y él por su
parte que tampoco decia nada , co
mo si obrásemos de acuerdo ; y
vos , mamá mia , que sin saberlo
me despedazabais el corazon á ca
da instante... ah ! podreis perdo
narme ? matadme á * reconvencio
nes ; bien las merezco todas , y
menos duras serán que las que yo
me haga á mí misma . --No pen
saba en reconvenciones ni cargos
la canonesa , que se habia enter
necido con su relacion y sus llan
tos: Toda la noche habia estado
meditando en el proyectado matri
monio , que la encantaba cada vez
mas ; su único recelo era que Lin
dorf, militar , dueño de sí , y me
tido en el bullicio del mundo no
tuviese ya algun empeño ; pero la
sosegó enteramente el informe de
Carolina , y sobre todo el modo
con que hicieron conocimiento ;
creyó que habia en ello simpatía
oculta , y rebosando esperanzas
( 128 ))
•
para el logro de sus intentos , le
vantó á su afligida amiguita , y la
abrazó cariñosamente , diciendo
que nada habia oido de tanto in- .
teres como lo que acababa de con
tarla. -Solo que si hubiese yo
sabido eso... en verdad que no ha
bria dicho muchas cosas. Son los
hombres tan preciados y satisfe
chos , tan propensos á creer que
los aprecian !... pero á la verdad
tambien este me parece muy dife
rente de los demas : tan modesto,
tan comedido. 1 Ah ! señora , re
puso Carolina moviendo la cabeza,
creo que todos son unos. Ese que
tanto alabais no se atreve á es
cribirme ya ? - A escribirte , ni
ña ? Enseña , enséñame luego co
mo escribe y con qué estilo. →
Lo ignoro , respondió sacando de
su bolsillo el pliego : esa es la
carta " no la he abierto , tomad , y
haced de ella lo que gusteis . - Y
lo que gustó fue abrirla con una
ansia mas viva que la de Carolina,
a
cuya curiosidad se entibiab con
n ero un
el temor . Hallaro lo prim
billete en términos sencillos y muy
( 129 )
atentos ; en el cual el baron de
Lindorf presentaba sus respetos
á las señoras , y preguntaba por
su salud y por la jaqueca de la
señorita." Este era un pretesto,
y el tal billete seguramente no
merecia el gran sello con que ve
nia cerrado ; pero debajo habia
otro papel en cuatro dobleces : lo
desdobló temblando Carolina , re
corriólo con la vista , y luego le
yó en voz alta.
Risberg 9 de junio...
Señorita , voy á llenar la me
dida de mis culpas y de vuestro
enojo atreviéndome á escribiros :
Conozco y veo vuestra indignacion ,
siento ya todo su peso , y no obs
tante persisto en mi temeridad. Si
os dignais recorrer los renglones
de esta carta , vencer el primer
impulso que quizá será romperla,
6 devolmérmela sin leerla , alcan
zareis mis razones , y á lo menos
convendreis en que únicamente á
vos podia dirigirme.
" Aun no conoceis todas mis
culpas ; no señora , no las cono- >
ceis ; y sin embargo me tratais con
T. I. 6*
( 130 )
tanta My severidad como si supieseis
hasta qué punto os ofendo : pero
ya que nada gano en que lo igno
reis , voy á confesároslo. Pueda
mi sinceridad alcanzarme un ge
neroso perdon .
Cuatro veces pasé ayer ma
ñana por vuestro pabellon á dife
rentes horas esperando veros y
suplicaros permiso para presen
tarme en vuestra casa ; quedó en
gañada mi esperanza , pues que
no parecisteis en este pabellon que
rido , que antes era casi vuesta
única habitacion y yo lejos de
imaginar la verdad , lejos de acu
saros de esa ausencia , tuve la te
meridad de acusar solamente á
madama de Rindaw : que entera
da , suponia yo , de mi atrevimien
to en entrar en vuestro asilo , y
no conociéndome , habia exigido
que renunciaseis á él. Insensato !...
llegó mi osadía hasta creer que
quizá obedeciais con disgusto.
Estaba seguro que al anunciarme
con mi nombre , la quitaria to
do recelo , y suspenderia aque
lla cruel prohibicion : y ya no
( 131 )
fitube en presentarme por la tar
de en su casa ... Ah ! señorita , y
como habeis castigado mi necio
desvanecimiento ! Vuestro modo
de recibirme , tan distinto del su
yo , me probó muy pronto cuán
alucinado estaba , y que vuestra
voluntad sola os alejaba del in
feliz desconocido : Ni quisisteis de
jarme en esta parte la menor ilu
sion , la menor duda . Desde el
primer momento advertí que aque
Ha madama Rindaw , en mi jui
cio tan severa , ignoraba mi exis
tencia y que la tierna , la pre
ciosa Carolina , sujeta , eu mi dic
tamen , á los preceptos y conse
jos de una amiga muy severa , no
necesita otros que los que la dic
ta una prudencià bien rara en su
edad. Dichoso yo si aun esta pru
dencia no tuviese por objeto si
no un desconocido ; pero dije
quien era y no merecí una mi
rada. La obstinacion de vuestro
silencio , y el empeño de no con
ducirme al pabellon , me confir
maron demasiado en 据 que yo per
sonalmente soy el que me ha gran
( 132 ))
geado vuestra cólera. Ah ! sean
cuales fuesen mis delitos , no in
curriré mas en el de volver á
Rindaw sin vuestro consentimien
to. Testigo fuisteis de la urba
nidad " con que me recibió esa
señora. - Mirad esta casa como
la vuestra , me dijo al despedir
me. Oh ! señorita ¿ qué podia yo
responderle , y que debo hacer?
Hablad , decid absolutamente de
mi conducta y de mi suerte . ¿ De
bo dejar desairadas las ofertas
de madama Rindaw , y someter
me al fallo " que contra mí ha
beis tácitamente dado ? ¿ Debo ape
lar á vos misma para que se re
voque ? Esperaré vuestras órde
nes , que , os lo juro , serán sa
gradas para mí. Pero sereis aca
so inexorable ? y el que vuestra
respetable amiga favorece y hon
Ta còn su proteccion , no alcan
zará , ni siquiera por esto , un
perdon de que necesita para la fe
licidad de su vida ?"
Al leer esta carta esperimen
taba Carolina una mezcla de sen
timientos confusos , opuestos unos
( 133 )
á otros , y casi indefinibles ; por
decontado la causó novedad hallar
se , sin pensarlo , con una pru◄
dencia tan consumada como le de
cia Lindorf: luego sintió aquella
especie de vergüenza que una ala
banza mal merecida infunde en un
pecho honrado y sin doblez : des
pués el gozo mas puro al conside
rarse todavia apreciada y respeta<
da , aunque algo turbaba este gozo
la pena del pobre baron ,' jun
to con el aprieto de quitarle su
pesar sin desmentir la opinion que
de ella tenia ; y esta variedad de
afectos se pintaba alternativamen
te en su fisonomía. Como quiera,
lo que mas dominaba era el gusto,
por parecerla que se habia descar
gado su corazon de un peso enor
me. Concluida la lectura de la
consoladora carta , la puso sobre
la cama de su buena mamá , y to
mándola una mano la besó desaho
gándose en lágrimas . Volvió la
baronesa á recorrer algunos ren
glones lo mejor que pudo , pues
desde su enfermedad tenia los ojos.
malos , y su vista se debilitaba ca
( 134 )
da dia, y como fuera de si escla
mó : Bien lo ves ; no me engañé
yo cuando aseguré que este mozo
en nada se asemejaba á los demas :
á primer vista me impuse. Con
qué delicadeza interpreta tu silen
cio y tu cortedad , mirándola todo
como prudencia y cólera ! Puede
darse cosa mas comedida y modes
ta ? En su lugar un pisaverde lo
hubiera intepretado á su favor
pero Lindorf... En verdad es pri
moroso. Conviene aquietarlo . Trae ,
hija mia , trae un tintero ; ponte
alli y escribe. Yo ? señora , di
jo Carolina toda encendida : juz
gaba que seriais vos la que escri
biese - Ya sabes cuánto me cues
ta tomar la pluma ; pero será lo
mismo yo dictaré , y tú escribirás
en mi nombre . Obedeció Carolina:
pero azorada no halla avíos apa
rentes la tinta no corria , la plu
ma mal cortada , el papel malísi
mo por último todo dispuesto.
con bastante afan , y habiendo me
ditado un rato la señora canone
sa , empezó á dictar :
Señor baron : " Muy á tiem
( 135 )
po llegó vuestra carta para con
suelo de Carolina , que pasó toda
la noche en la mas violenta de
sesperacion::-"
Os aseguro , señora , dijo Ca
rolina levantando la pluma del pa
pel , que no escribiré tal cosa : es
contradecir absolutamente lo que
de mí piensa. - Convino en ello
su buena mamá despues de alguna
contestacion , rasgóse lo escrito :
se tomó otro medio pliego , vol
vió á meditar , y dictó :
Señor baron : " Estremado es
el gozo de la señorita Lichtfield
al ver vuestro :: - " ""}
Por Dios, mamá mia , interrum
pió la niña , volviendo á soltar la
pluma , no hableis , os suplico , de
mi gozo ni de mi desesperacion.
Esta vez se enfadó seriamente la
baronesa , dijo que no queria mez
clarse en la tal respuesta , y que
la hiciese ella sola. En efecto em
pezaba Carolina á creer que mejor
saldria ; y despues de meditar tam
bien 9 y de rasgar tres ó cuatro
principios de carta , pensó con mu
cho tino que lo mas sencillo es
( 136 ) .
siempre lo mejor : Escribió , pues:
" Os damos gracias , señor ba
ron , por lo que os interesais en
la salud de las vecinas : la jaque
ea desapareció enteramente. La se
ñora baronesa padece mucho de
los ojos , y esto la impide tener el
gusto de responder á vuestra carta
que acabo de comunicarle . Me en
carga escriba en su nombre , y
os ruegue de su parte y de la mia
vengais esta tarde á Rindaw. El
baron de Lindorf puede estar se
guro de que en cualquiera parte
que le conozcan , será recibido
como corresponde. "
C. de L.
Muy comun y trivial le pare
ció á la canonesa el estilo de es
ta carta , y ademas muy corta ,
pues habia otras mil cosas que
decir ; pero Carolina se mantuvo
firme , no quiso tocarla , deseno
jó á su amiga con algunas cari
cias , y despidió al volante con
su respuesta.
Aseguran que la carta de Lin
dorf se leyó mas de una vez en
el discuro de aquel dia , y que
( 137 )
euando él se presentó por la tar
de hubieran podido recitársela de
memoria sin equivocar una pala
bra ; pero á lo menos lo que no
tiene duda es que su lectura repe
tida acabó de borrar hasta el últi
mo rastro del pesar que atormentó
á Carolina el dia anterior . A fuer
za de leer
· que tenia una pruden
cia rara , llegó á convencerse de
que era asi , aunque confesando
que jamas habia pensado en el buen
efecto que produciría su ausencia
del pabellon , como tambien su se
creto y reserva con madama Rin
daw ; y nadie podrá negar que no
fuese suyo el pensamiento de no
ir al pabellon , y el de haber ca
llado con su amiga. Satisfecha pues
de su propia inocencia , y no te
niendo ya por que correrse con
la señora mayor , consigo misma "
ni con el amable capitan , lo espe
ró impaciente , y lo vió llegar con
gusto aunque no sin sobresalto.
Tambien él estaba cortado ; pero
aquel semblante risueño y apaci
ble le volvió su natural firmeza ,
y ambos aparentaron bastante se
( 138 )
renidad , para lo cual les sirvió
muchísimo la baronesa : pues le
zumbó agudamente por lo desco
nocido , por el secreto , por la car
ta y le ahorró á Carolina una es
plicacion de que deseaba librarse.
Sin duda lo reparó el advertido
Lindorf, y cuando fueron al pa
bellon , ni una sola palabra habló
que tuviese relacion con cuanto
habia pasado ; únicamente le rogó
cantara la letrilla de aurora : con
" ello ; y él la acom
vino gustosa en
pañó con el clave ; aunque era 2
buen músico , al llegar al estrivi
llo del sosiego y la dicha erró
el compas , y ella enredó la letra:
y no obstante agradó tanto su can
eion á Lindorf que se atrevió á
pedírsela ; concediósela : y tomán
dola una mano dijo á media voz : 2
O! cuánta es vuestra bondad , y
qué diferencia en mi suerte de
ayer á hoy ! La sencilla Carolina
estuvo á pique de responder que
tambien se contemplaba mas feliz;
pero se contuvo. Volvieron al cuar
to de la Rindaw ; y no tardó en au
sentarse el señor baron despidién
( 139 )
dose hasta el dia siguiente .
Aquel dia siguiente y los su
cesivos se asemejaron todos unos
á otros , reduciéndose á esto la
historia de su vida : volvió Caro
lina á hacer costumbre de ir to
das las mañanas al pabellon. , у
Lindorf á sus paseos ; aquel indó
mito caballo era ya tan dócil que
á veces se detenia media hora ente.
ra debajo de la ventana , y apren
dió á conocerla de tal modo que no
pasaba por ella sin pararse . Por
las tardes iba temprano Lindorf á
Rindaw 9 en donde solia cenar ; y
por las noches despues que mar
ehaba , hacia los mayores encomios
de su mérito la canonesa , que ca
da vez estaba mas prendada de él.
Carolina daba modestamente su
aprobacion , y se separaban dicien
do ambas que era la perfeccion de
los hombres ; dormíase Carolina
repitiéndolo sin intento , y dor
míase la baronesa confirmándose
en sus proyectos de un enlace que
todo parecia favorecer.
Y Lindorf?... Lindorf ama con
una pasion á la que ya no trata
( 140 )
de resistir , y que cada dia adquie
re mayor fuerza. Habíale dado la
naturaleza la sensibilidad mas es
quisita y las inclinaciones mas vi
vas , por consiguiente no llegó á
los veinte y cinco años sin cono
cer al amor , ó sin creer conocerlo;
pero qué diferencia entre el ardor
tumultuoso que habia esperimen
tado , y el afecto profundo y sen
timiento tierno que ahora sentia !
Contento con la dicha de ver á Ca
rolina , de oirla , y tratarla con la
dulce familiaridad que permite la
vida del campo , no apetecia por
entonces otra felicidad ; y si tal
vez estando juntos en el paseo lle
gaba á pique de faltar sus pro
pósitos , y de arriesgarse á decla
rar su cariño , le contenia siempre
cierta timidez y respeto , que por
lo comun es señal y prenda del
amor verdadero. Conociendo que
Carolina , asegurada en su inocen
cia , no desconfiaba de él , ni aun
leia lo que pasaba en su corazon ni
en el suyo propio , miraba como un
delito turbar aquel feliz sosiego an
tes del momento en que él mismo
( 141 )
recobrando su libertad pudiese des
cidir de su suerte. Por otra parte
¿de qué le hubiera servido su de
claracion ? ૐ De saber que corres
pondian á su amor ? Ni siquiera lo
duda pues aun cuando los hom
bres no tuviesen en esta parte el
tacto tan seguro cómo las mugeres,
era Carolina muy ingénua , muy
sencilla , y conocia muy poco el
arte del disimulo para saber ocul
tar ó disfrazar sus afectos. Solo
ella los ignoraba , porque en su pe
cho estaban cubiertos con el velo
y nombre de la amistad : creia
amar á Lindorf como se ama á un
hermano , celebraba hallar de con
tinuo nuevas razones para amarlo
'mas , y no imaginaba que un afecto
tan puro pudiese ofender ni re
motamente á unos vínculos que res
petába , aunque pocas veces los
traia á la memoria : porque ¿ cuan
do hubiera podido pensar en ellos?
Mientras la acompañaba Lindorf,
que era # gran parte del dia , en
nadie del mundo se pensaba sino
en él : luego que se iba tampoco
se pensaba mas que en el gusto de
( 142 )
haberlo visto , y en la impacien
cia de volver á verlo : ningun otro
ocupaba su recuerdo , presente
ausente , siempre estaba con él : en
'suma nadie habia en el universo
para Carolina sino Lindorf y la
canonesa. Esta imprudente amiga
contribuia con su entusiasmo á fo
mentar aquella especie de encanto
en que se veia su alumna , la cual
acostumbrada desde su infancia á
pensar segun ella , y á no ver , por
decirlo asi , sino con sus ojos , no
hubiera quizá necesitado mas para
aficionarse al objeto de la predi
leccion de la baronesa, y esta pre
dileccion era mayor cada dia. A
veces , estando solos madama Rin
daw y Lindorf , se le escapaban á
este algunas palabras que descu
brian á medias su secreto ; ella por
su parte daba á entender en tér
minos bastante claros que de él
pendia alcanzar la mano de Caro
lina , y que ya lo miraba como
á hijo : de modo que amado de la
una , adorado de la otra , seguro de
conseguir sus intentos asi que ha
blase, y gozando quizá una satisfac
( 143 )
cion mas deliciosa que si fuese aman
te declarado y admitido , esperaba
sin gran impaciencia el instante en
que libre de los empeños que lo li
gaban , pudiese descubrir y confe
sar su rendido afecto á Carolina ,
y ofrecerla su corazon con su ma
no. Ya trataba de acelerar este ins
tante, y hacia algun tiempo que cier
ta agitacion y cierta tristeza mani ,
festaban su inquietud y sus temores,
Al retirarse una noche de Rin
daw dijo que recelaba no poder
volver al dia siguiente , pues te
nia que ir al pueblo mas inmedia
to por unas cartas importantes que
esperaba con gran ansia. - .Pero
tendreis á bien permitirme , aña
dió en tono mas animado que lo re
gular , venga pasado mañana tem
prano á resarcir el dia perdido de
mañana. Convidólo al desayuno la
señora mayor , y Carolina lo acom
pañó hasta el jardin , en donde se
separaron no menos impacientes
uno y otro de que se pasase pron
to el dia perdido.
Fue aquel dia el primero que
en mas de dos meses estuvieron
( 144 )
las dos amigas sin ver á Lindorf,
y les pareció igualmente largo.
Amábalo con tal estremo la cano
nesa que no tenia reparo en decir
que al verlo le traia su presencia
á la memoria la del chambelan se
gun estaba cuando sus amores. —
Pues mucho ha mudado mi padre,
esclamó una vez Carolina. - . Sí
hija mia , mucho , mucbo : tal cual
lo ves era arrogante mozo , y me
idolatraba. Ah ! si tu madre no hu
biera sido tan poderosa ! ... Pero
el caro baron era demasiadamente
ambicioso . Ah ! pues no ha mu
dado ! decia en su interior con
• amargura su pobre hija , que tam
bien se contemplaba víctima de
aquella ambicion cruel á la que
siempre habia hecho sacrificios . Es
ta conversacion , y esta memoria
triste de sí misma la indujeron na
turalmente á pensar en el conde
y en la coyunda que los tenia uni
dos. La ausencia de Lindorf , y la
certidumbre de no verlo en todo
el dia habian dispuesto su alma
desde la mañana al abatimiento y
á la tristeza. Por la tardecita fue
( 145 )
átpasear su aburrimiento y melan
colía á los jardines ; allá la si
guieron y acompañaron sus opa
cas ideas : la del conde era la que
mas la molestaba y acosaba á pe
sar de todos sus esfuerzos para
desecharla y fijarse en otra ; al
gunas hojas amarillas caidas ya
de los árboles le advirtieron que
se acercaba el otoño , y se angus
tió su corazon , como si la agovia
se un peso enorme . Qué ! decia : ¿ ya
pasó el verano , que ha sido el
mas bello y venturoso de mi vida ?
Pasó como un soplo , y no volve
rá. No , ya no hay felicidad para
Carolina . Ya viene el otoño ; y si
mi padre volviese para arrancar
me de estos lugares , los únicos
que amo en el mundo , y separar
me de mi amada mamá : si se le
antojase al conde ! y tú , querido
Lindorf , mi hermano y amigo , mi
único amigo ¡ habria de dejarte y
no verte mas ! ... ah ! pobre Caro
lina por qué lo conociste si ha
bias de separarte de él ? Era la
primera vez que hacia esta refle
xion , que le pareció cruel , y se
T. I. 7
( 146 )
apoderó tanto de ella que insen
siblemente prevaleció sobre todas
las demas.
Del todo enagenada con la idea
de esta separacion que tan fuerte
mente temia , llegó á la portezuela
contigua al pabellon ; por casua
lidad la halló abierta , y se le an
tojó aprovecharse de aquel dia de
soledad para ir á pasear en un
bosque que veia enfrente , al otro
lado del camino . Ya habia tiempo
que lo deseaba ; pero como solia
acompañarla Lindorf no parecia
bien alejarse con él de la quinta :
aquel dia como que estaba sola no
habia inconveniente , y era la oca
sion de satisfacer su capricho y
de ir á meditar á sus solas. Llegó,
y al entrar se sintió altamente
conmovida al espectáculo que se
presentaba á su vista atónita : la
tarde era deliciosa ; el sol , pró
ximo á su ocaso , arrojaba sus pos
treros rayos , que brillantes te
ñian de púrpura y oro el horizon
te , y difundian torrentes de luz
por las frondosas copas de aque
llos antiguos robles que soberbios
( 147 )
se elevaban hasta dar con las nu
bes ; por todos lados , en medio de
aquel silencio , se oia el canto
vespertino de las avecillas , y aun
el de la cigarra que siempre igual
inclina con su misma uniformidad
á una dulce melancolía ... Si no ha
habido jamas una persona de ver.
'dadera sensibilidad que entrase en
un bosque sin inmutarse ¿ qué im
presion no produciria este en un
corazon sencillo y perturbado por
un sentimiento vivo y tierno ? Ade
mas no habia casi salido del recin
to de la quinta y no conociendo
apenas sino los arbolitos de los
bosquecillos de su jardin , se ha
llaba sola por la primera vez de
vida bajo aquellas erguidas ,
sombrías y magestuosas bóvedas
criadas por la naturaleza , y Su
actual propension à la melancolía
aumentaba su ya viva emocion.
Toma acsao la primer senda que
se presentó , la cual parecia cor
tar la selva por su longitud : si
gue por ella largo trecho sin ad
vertirlo , hasta que sacándola re
pentinamente cierto ruido de là
( 148 )
profunda enagenacion en que iba
sumergida , levanta los ojos , y se
encuentra con admiracion enfren
te y casi en la calzada que condu
cia á una grande y hermosa quin
ta. No tuvo tiempo para hacer
muchas reflexiones sobre á quién
podria pertenecer , pues... Lin
dorf aparece en la calzada : ve á
Carolina , vence de un salto el
vallado que los separa , se acerca
á ella , y mas con miradas que con
espresiones manifiesta su estrañe
za y su gozo de hallarla casi en
su misma casa. Confusa y pasma
da Carolina , teñido el rostro con
color de grana pura , sin atrever
se á levantar los ojos y ponerlos
en Lindorf, decia titubeando que
se habia estraviado ... que ignora
ba absolutamente... que creia que
Risberg estaba por un lado muy
distinto. Lindorf mostró creerlo,
y lejos de instarla á detenerse , le
jos de, ofrecerle descansase en sus
jardines , tuvo la generosidad de
decir que la guiaria al instante ,
y la iria sirviendo hasta Rindaw ,
y que para variar su paseo toma
( 149 )
rian otro camino fuera del bosque
aun mas agradable . Sin duda que
entendia hablar del mas largo "
pues era doble del otro ; no pudo
menos de advertirlo Carolina , y
apoyándose en un brazo , que no
habia admitido al principio , pero
que la fatiga le obligó luego á to
mar : Este camino , dijo , es mu
cho mas largo que el del bos
que . - Es cierto que se rodea :
perdonadme. He querido anduvie
seis una vez lo que yo ando todos
los dias. Cómo es eso ? replicó ella ,
Cuando voy á Rindaw , repuso
Lindorf , paso siempre por el ata,
jo del bosque , y al volverme , ven
go rodeando por aqui. Nada con
testó Carolina ; pero se aumentó
el carmin de su rostro. Fuese re
sulta de sus reflexiones en aquel
dia , ó del embarazo que esperi
mentó al hallarse casi en la mis
ma casa de Lindorf , la presencia
de este no produjo en aquella
ocasion su regular efecto antes
bien en vez de disipar su triste
za , le dió mas cuerpo : las lá
grimas se asomaban á sus ojos , y
( 150 )
eonocia que si hubiese hablado se
hubieran desprendido por sus me
jillas. Al contrario Lindorf esta
ba mucho mas contento de lo que
acostumbraba : tenia pintado en
su semblante el gozo mas puro,
que daba nueva vida á todas sus
facciones y á todo cuanto de
cia : la hablaba con mucho fue
go de la belleza del campo , y
de la delicia de vivir en la al
dea con aquellos objetos que mas
os interesan. Apenas le respon
dia alguna media palabra , y por
momentos sentia mas oprimido su
corazon. Estrañó al fin Lindorf
su abatimiento : calló , y la miraba
con ojos en • que resaltaban alter
nativamente el temor y la duda,
el cariño y la esperanza. Parece
tenia que decir algo que no osa
ba proferir. Habia salido la lu
na y su apacible luz alumbraba
su silencioso camino ' , aumentan
do su mutua emocion . Por últi
мо Carolina , esforzándose para
pronunciar algunas palabras , le
preguntó si habia recibido las car
tas que con tanta impaciencia es
((151 )
peraba. Ah ! dijo Lindorf suspi
rando sí, las recibí... O. Caro
lina no sabeis , no imaginais á
qué punto podian influir en mi
felicidad ... Mañana iré , y os
comunicaré su contenido ... Que
rida Carolina , amada amiga de mi
corazon , conocereis en fin el fon
do de este corazon que con tan
to ardor desea que lo aprecieis
enteramente. Sabeis todo lo que
pienso : todo lo que siento y esta
conferencia que os pido decidirá
de la suerte de mi vida. Estas pa
labras , y la viva espresion con que
las pronunciaba , asombraron á Ca
rolina , y sin duda acabaron de ras
gar el velo , que ya empezaba á des
correrse. Le faltó fuerza para res
ponder una sola palabra , pero la
tuvo para soltar su brazo y des
prenderse , y hallándose precisa
mente entonces delante de la porte
zuela del jardin , se entró acelerada
mente , diciéndole con voz ahoga
da : A Dios Lindorf , hasta maña
na , que yo tambien os hablaré , os
diré cosas... sabreis. - En esto ya
no pudo resistir : inclinó la cabeza
( 152 )
sobre el seno , y corrieren cual
raudales sus lágrimas tanto tiem
ро reprimidas : un temblor gene
ral la obligó á sentarse , 6 mas
bien á dejarse caer en un banco.
que estaba á su espalda. Lindorf
se arroja á sus pies , y enterne
cido la dice : Suspende ese llanto
muger adorada , aunque es pren
da de mi ventura. Sosiégate , oh
dulce hechizo de mis pensamien
tos ! No te atormentes ; te lo con
jura tu amigo , tu amante , y en
breve tu esposo....
Esta voz terrible volvió en sí
á Carolina , y la recordó toda la
estension de sus obligaciones . Se
levanta despavorida , lo aleja de
su lado , quiere hablar , la fal
tan voces ; y horrorizada del ries
go en que temió haberse hallado,
conoce que en tal caso huir es el
único partido que la queda, y asi
aunque Lindorf quiere detenerla
asegurándola el mayor respeto y
rendimiento 9 nada escucha , se
escapa y corre á encerrarse en su
cuarto .
**78 Arrojose sobre la primer silla :
( 153 )
que encontró : estuvo un breve
rato bastante mala para quedar
privada de sus sentidos , y cuan
do los recobró fue para padecer
un martirio mas terrible . Quiso
no obstante su buena suerte que
su anciana amiga se hubiese re
cogido aquella noche , como solia
hacerlo , antes de cenar , y dor
mia profundamente . No teniendo
pues para que salir de su habi
tacion , tomó el partido de reco
gerse tambien , despidiendo á sus,
criadas á fin de entregarse á su
sentimiento libremente y sin tes
tigos. Luego que pudo fijar la con
sideracion " no con serenidad , si
no con menos sobresalto en su
situacion presente , advirtió que
importaba instruir cuanto antes á
Lindorf de que ya se hallaba cau
tivada , y tomar el partido de no
verlo mas, Dura sentencia ! cos
tó gemidos al corazon al dictar
la la virtud. No era ya posible ,
que Carolina se hiciese la menor
ilusion sobre la naturaleza de su
"
afecto conocia que era el amor
en toda su fuerza , y tanto mas
"
T. I. 7*
( 154 )
violento cuanto se manifestaba con
los mas agudos tiros del dolor.
Si este conocimiento aumentó su
desesperacion , sirvió asimismo á
confirmarla en la resolucion que
acababa de tomar. Era muy ur
gente el peligro para dudar, un
solo instante. Pero cómo hacer
le esta terrible confianza ? Tenia
muy presente el lance de aque
lla tarde para esponerse á reno
varle. Sabia que no alcanzaba su
valor á tanto como á verlo , ha
blarlo , y decirle ella misma : se
parémonos para siempre. Juzgó
pues que una carta era el solo
medio de conseguirlo , y se ocupó
toda la noche en meditarla ; no
la fue fácil componerla á su gus
to ; cada espresion , cada frase
le parecia ya muy fria , ya muy
tierna : al fin luego que la ar
regló allá en su mente del mo
do que le pareció mejor , se im
pacientó de la pereza del sol en
dar sus luces para escribirla : á
cada momento abria las cortinas
y apenas vió los primeros refle
jos de la aurora , saltó de la ca
( 155 )
ma y yo medio vestir quiso dar
principio á su penosa tarea ; pero
ya se sabe que todos los muebles
que servian para su ocupacion y
pasatiempo se habian sucesivamen
te trasladado al pabellon , y la eś
cribanía como los demas : no ha
Ito# pues en su cuarto con qué ni
en qué escribir un renglon : tuvo
que tomar paciencia , y esperar á
que la familia se levantase para
abrir las puertas : y como nin
guno de los criados se hallaba en
el caso de despedir á un aman
te , durmieron aun todos una hora
muy cumplida . Carolina lá pasó
en la ventana . En su mano esta
ba disfrutar del mas hermoso de
los espectáculos , y sin duda por
primera vez. El aumento insen
sible del dia , las gradaciones de
la luz , la brillante salida del sol
apareciendo en toda su pompa , y
dando ser á la naturaleza entera ,
no causaron la menor impresion
en su corazon dislacerado . Lin
dorf , á quien iba á separar de su
vista y hacer infeliz , cuyo cari
fio no habia conocido , ni aprecia
(41569)
do cuanto lo amaba 9 sino • en el
instante en que se dejaban para
siempre : Lindorf lo obscurecia to
do á sus ojos. Solo en él pensaba,
solo á él veia. El luciente albor
de la aurora , los primeros rayos ;
del sol , y el alegre despertar de ,
la 7 naturaleza , todo quedó perdi- [
do para ella. Asi que pudo salir
corrió al pabellon , pues era esen-,
cial que Lindorf recibiese su car-,
ta antes que llegase á Rindau , y
no dudaba que vendria lo mas
pronto que le fuese posible. Lle
gó harto triste y pensativa... ¡ pe
ro qué pasó por ella cuando al
entrar en el pabellon , cuya puer
ta estaba abierta , vió ó creyó ver
al mismo Lindorf , que sentado
allá en el fondo , pálido , abatido,
descompuesto el cabello , y soste
niendo con sus manos la cabeza ,
parecia sumergido y como absor
to en una profunda enagenacion !
Digo que creyó verlo , porque al
principio se le figuró ser ilusion
de su fantasía enardecida y ocu
pada solo de él. Dió un agudo
grito y no pudo dudar que fue
((15% ) )
se realidad al ver que á este grito
salta de puesto , corre á ella , cae
á sus pies , y con un ímpetu que
nada pudo contener , la dice : Ah
Carolina ! perdonad ... el que sabe;
adoraros no podia comprometeros ,
ni lo ha hecho . Al separarnos ayer,
volví á mi casa pasé en ella la
noche ; pero bien pensareis que no
pudieron mis ojos cerrarse al sue-,
fio. Al rayar el dia me levanté,
salí... quedó sin cerrar esa puer
ta,.. no sé 5 cómo me encontré en
este sitio . Pero lo juro , Carolina:
no saldré hasta que decidais mi
suerte ... ó mas bien deja , permi
te que tu venturoso amante espli
que á su favor tu silencio y tur
bacion ... Me bastará ver sonreir
esos labios ; y seguro de tu con
sentimiento , seguro del de nnes
tra amiga , vuelo á obtener el de
tu padre ... Mañana quiza , ma
ñana podrás confesarme sin rubor
como á esposo que me amas.- Es
te era sin duda el momento de ha
blar y destruir con una palabra
las dulces ilusiones del apasiona
do Lindorf ; pero cuan penoso era
((1581))
pronunciar aquella cruel palabra !
Embargado el aliento , queria y
no podia articularla y engañado
el amante proseguia interpretando
á sú favor aquel silencio , atribu
yéndolo á modestia , á cortedad y
sobresalto en fin queriendo ven
cerlo y obligarla á que lo rompie
se , se levantó repentinamente , fué
corriendo á su sombrero , que es
taba sobre el clave , y tomándolo
añadió No debo , amada Caroli
na , perder un instante cuando se
trata de afianzar mi felicidad : ya
no exijo vuestro consentimiento ,
que parece os cuesta mucho pero
si no os oponeis á que marche , cor
ro al momento á Berlin , y espero
volver muy pronto con facultad
de exigirlo . Asustada entonces Ca
rolina , alentándose y reuniendo
todas sus fuerzas , se adelanta
detenerle diciéndole :
Qué vais á hacer , Lindorf?
Ignorais ... sabed ...
Qué ? decid.
Un secreto .
Cuál secreto ? Hablad , Caroli
na , que me dais la muerte.
( 159 )
Pues bien... oid... yo estoy...
Estais qué estais ?
Casada...
Casada !
Un rayo que hubiese caido á los
pies de Lindorf lo hubiera aterra
do menos. Casada ! repitió con acen
tos de terror : y el mas profundo
silencio siguió á esta voz , ó mas
bien á este grito . Carolina , toda
trémula , se habia sentado , y cu
bria su rostro con un pañuelo.
Lindorf se paseaba apresurado.
Casada ! volvió á repetir dándose
con el puño en la frente : y des
pues de otro rato de silencio :
No, no ; es imposible, absolutamen
te imposible me engañais , Caroli
na : os reis de un desdichado , cuya
razon perturbais : suspended un en
gaño tan cruel ; vos casada ! de
cidme ... sí , decidme que no lo
estais. - Harto cierto es que lo
estoy , le respondió con voz apa .
― 31Pero cómo vuestra ami
gada .
ga ?... ― Lo ignora : es un se
creto " como ya dije. — O Caro
lina , Carolina ! á qué me ha ar
rastrado ese fatal secreto ! ... in
( 160 )
feliz toda la vida ! - Estuvo al
gunos momentos en una agitacion
que se acercaba á delirio : se sen
taba , se levantaba , apoyaba la ca
beza contra la pared ; todos sus
movimientos tenian algo de fu
ror . Lindorf , amigo Lindorf,
por Dios sosegaos. Pues qué ! no
soy yo mucho mas desgraciada !.
Vos desgraciada , Carolina ! En
tonces superando el enternecimien
to se deshacia en lágrimas , que
aunque acerbas le aliviaron algo;
pasados unos instantes pudo acer
carse á ella , y decirla en tono
menos inquieto : Esplicadme en
gracia , Carolina , ese misterio cu
yo descubrimiento me quita el vi
vir. ¿ Quién es ese inconcebible es
poso , que puede abandonaros de
esta suerte , y descuidar con tal
esceso la mayor de las felicidades ?
Apenas podia hablar Carolina , pe
ro animada al verlo mas sereno re
firió sucintamente la historia de su
matrimonio con un gran persona
ge de la corte , á quien no nombró
por respeto al conde ; y callando
cuanto podria indicarlo , dijo so
( 161 )
lamente que una repugnancia in
vencible á un enlace , al que se ha
bia sujetado por obediencia , la
obligó á pedir una separacion , á
lo menos temporal : que se la ha
bian concedido bajo condicion de
no descubrir el secreto . Quizá
he faltado á una de mis obligacio
nes descubriéndolo ; pero sabré á
lo menos cumplir todas las demas
por mucho que cuesten á mi cora
zon. A Dios Lindorf; separémo
nos ; huid de mí para siempre , y
olvidad si podeis á la infeliz Ca
rolina. Que yo os olvide ! que
huya ! repuso Lindorf , cuyo ros
tro se habia despejado durante la
relacion que acababa de oir. Ah !
jamas , jamas ! ... Mi esperanza co
bra aliento y todavia me atrevo
á volver los ojos á la felicidad.
Què decis , Lindorf? el dolor es
travia vuestra razon . — No tal ; y
aun puedo ser dichoso si os dig-i
nais consentir en ello... Escúcha- ,
me , Carolina adorada mia , tu co
razon me ha elegido ; en vano lo
negarás : mio es ese corazon , y
lo he merecido por el estremo de mi ·
( 162 )
amor: mis derechos son mucho mas
sagrados que los de un marido ti
ránico que abusó de la autoridad
paterna. Decid una palabra , y esos
odiados vínculos quedan disueltos:
lo serán , me atrevo á asegurarlo ;
el rey es justo , me honra çon su
amistad , escuchará mis razones,
y ademas tengo otro medio segu
ro : me sostendrá , me apoyará un
amigo que goza el mayor valimien
to. Desdichado Lindorf , per
ded una esperanza quimérica , in "
terrumpió Carolina . El rey , el
mismo rey J ha formado estos lazos
que nada alcanza á 1 romper ; ¿ y
qué medio , qué amigo puede con
trarestar ni un momento la pri
vanza del conde de Walstein ? El
conde de Walstein ! esclamó Lin
dorf. Sin querer lo nombré , di
jo Carolina : pero fio en vuestra
prudencia. Juzgad si os queda la
menor esperanza . El es... sí , ; el
conde de Walstein es mi esposo."
Lindorf , la vista fija en el suelo,"
los brazos cruzados , no respon
dió una palabra , y parecia ente
ramente abismado en sus pensa
( 163 )
mientos : saliendo de repente de
aquella especie de estupor : Ca
rolina , dijo á media voz y ca
si sin mirarla , voy á dejaros : pe
ro volveré mañana : es muy esen
cial que aun os hable ; estad aqui
mañana á la misma hora , aqui , en
este pabellon : lo pido á vuestra
amistad. Decid : puedo esperarlo ?
estareis mañana á estas horas en
este lugar ? os encontraré aqui?
Sí estaré , respondió Carolina sin
saber muy bien lo que respondia.
Pues hasta mañana , repuso Lin
dorf , adelantando un paso para
acercarse á ella , pero retrocedien
do de golpe , coge el sombrero
desaparece.
Juzgue quien quiera del esta
do en que dejó á Carolina , y de
la confusion de ideas y afectos que
se atropellaban en su cabeza y en
su pecho : no fue su último pensa
miento el de que volveria á verlo.
Mas qué tendria que comunicarla
que no hubiera podido decirla en
tonces ? ¿ Para qué aquella cita pe
dida con tanta instancia , y aun
con cierta especie de solemnidad ?
( 164 )
Se arrepentia casi de no haberla
negado ; pero habria podido rehu
sarla ? Ademas era dable que no
hubiese desechado todavia Lindorf
la idea de hacer anular su matri
monio , pues no habia dicho que
desistia de aquel intento ; y asi
importaba mucho verlo para disua
dirle de dar unos pasos que sobre
ser inútiles servirian á descubrir
su conocimiento y trato , y agra
var la infelicidad de Carolina. Con
esto se determinó á cumplir pun
tualmente su palabra. Pensó des
pues en cuan embarazoso la era
ocultar mas tiempo su situacion á
la canonesa. ¿ A qué podria esta
señora atribuir la ausencia de Lin
dorf? Conocia tambien que para
ella misma seria un consuelo der
ramar su dolor y sus lágrimas en
el seno de aquella tierna é indul
gente amiga ; pero le habian exi
gido una promesa tan fuerte y po
sitiva , y le parecia tan terrible el
castigo con que la amenazaron , que
no se atrevió á confiar su secreto
sin tener licencia. Bastante y aun
demasiado era haberlo comunica
( 165 )
do á Lindorf , de lo cual podia
solo justificarla´la causa que pára
ello tuvo. Tomó pues el partido
de escribir inmediatamente á su
padre y pedirle este permiso . Le
decia » no serle ya posible disimu
lar con su buena mamá , ocultán
dola mas tiempo su casamiento ,
pues su silencio en esta parte la
esponia á conversaciones penosas
y frecuentemente tepetidas : se ha
Hlaba de continuo espuesta á des
cubrir sin querer un secreto que
abrumaba á su corazón por cuan
to ofendia la amistad y el agrade
cimiento debido á madama Rindaw:
pedia por favor licencia para de
clarárselo , pues nada se arriesga
ba en ello , porque los males de
la baronesa y su inclinacion á la
soledad , no dejaban duda de que
callase ademas á quién · podria
decirlo si á nadie veia ? Por otra
parte , añadió aqui Carolina con
el fin de precaver la visita de oto
ño y las importunidades que tanto
temia , resuelta como lo estoy á no
separarme de ella , y acompañar
la mientras viva , me es inaguan
( 166 )
table usar de reserva con la que
me ha servido de madre... Sí , pa
pá querido , me causa grande pe
na afligiros , y privaros de una
hija , que si lo hubieseis deseado ,
jamas hubiera salido de vuestra
vista , y habria consagrado su vida
entera á daros pruebas de su ca
riño ; pero lo dispusisteis de otro
modo , y asi no estrañeis y permi
tidme que me valga de la libertad
que me han concedido mi esposo y
el rey ; puedo permanecer en
Rindaw todo el tiempo que guste :
tal fue su decision , no la he olvi
dado , y declaro que estaré aqui
mientras aliente mi única amiga,
mientras pueda mi asistencia y cui
dado serla de alguna utilidad y
alivio , y en tanto que mi volun
tad y mi razon se opongan á los
vínculos con que me han ligado ... "
Escrita y despachada esta car
ta se sintió algo desahogada Caro
lina : le agoviaba menos su secre
to cuando llegó á creer que tar
daria poco en conseguir permiso
para descubrirlo ; y la esperanza
que concibió de que no tendria
( 167 )
que ver al conde quizá en muchos
años , la consoló un poco de no
ver mas á Lindorf. No es llevade
ro el doble tormento de renunciar
uno á lo que ama , y vivir con lo
que aborrece : persuadida de * que
su firmeza la libraria de esta últi
ma desgracia , se sintió con valor
para tolerar la otra. No le veré
mas , decia , pero á lo menos tam
poco veré á nadie , y podré acor
darme de él en estos sitios que
tanto amo . Sin embargo de su in
terior agitacion , adquirió bastante.
serenidad y fuerza para sostener
la conversacion de la canonesa "
que á cada instante la preguntaba
si no creia que viniese aquel dia
Lindorf, y estrañaba mucho que
no hubiera llegado temprano co
mo lo habia ofrecido. A no ser su
cortedad de vista , que se aumen
taba mas y mas , habria advertido
la turbacion de Carolina , que se
ponia ya encendida , ya pálida ; pe
ro nada vió continuó hablando
únicamente de su querido Lindorf,
de la mucha inquietud que la cau
saba su ausencia , y ofreció que si
( 168 )
no se presentaba aquella tarde en
viaria al dia siguiente á saber si
tenia novedad. Se retiraron en
fin cada una á su cuarto , y Ca
rolina pasó la noche como la an
terior Apenas hubo amanecido cor
rió al pabellon : llegó la hora de
la cita , y Lindorf no llegaba : es
peró mas de otra hora , que le pa
reció un siglo , y en la cual abrió
y cerró veinte veces la portezuela
y la ventana que daba al camino :
iba sin cesar de una á otra , mi
raba hacia el lado por donde de
bia venir , alargando cuanto po
dia la vista al cabo lo descubrió,
y fue tal su agitacion y sobresalto
que tuvo que sentarse , y no pu
do saludarle cuando entró sino
inclinando la cabeza. Como quie
ra , repa
rando en su estremada
palidez y abatim
iento acabó de al
terarse . Acercá él tembla
base ndo
y sin proferi una palabr : al lle
r a
garse á ella puso una rodilla en
tierra , y present u p
á dola nos a
peles cerrado y sn ellados , y un
s
retrato en su cajita : ... » Recibi
d
esto , la dijo con voz embarg
ada ,
( 169 )
todo trémulo : recibidlo de parte
de un amigo . A Dios , Carolina ,
á Dios : sed feliz... " y besándola
con respeto una mano 9 llevó el
pañuelo á los ojos , y se echó
fuera del pabellon .
Sin los papeles y la cajita que
quedaron en su regazo se hubie
ra persuadido Carolina que aque
lla aparicion momentanea era un
sueño , una ilusion . Lo siguió con
la vista , absorta , yerta ; y lue
go que desapareció se estendie
ron como por sí mismos é invo
luntariamente sus brazos hacia la
puerta , esclamando : Lindorf, Lin
dorf! Mas ya no estaba , ya no
la oia Lindorf. Se levanta acele -
rada , deja caer caja y papeles ;
corre á la ventana , y aun lo ve
pero se retiraba con tal priesa
que en breve lo pierde de vista.
Entonces se desprendieron de sus
ojos copiosas lágrimas , que qui
zá sirvieron á evitarla un desma
yo. Esto se acabó , decia angus
tiada ; ya no vuelvo á verlo : lo
perdí para siempre ! Los sollo
zos interrumpian sus palabras , le
T. I. 8
( 170 )
cortaban la voz , ahogában su res
piracion , y volvia con mayor vio
lencia á su llanto. Finalmente
echó la vista sobre los papeles
y la cajita del retrato que le ha
bia dejado , y que estaban á sus
pies en el suelo. Esperando ha
ilar alguna esplicacion de aque
lla singular despedida ; levantó
primero la caja pensando encon
trar en ella el retrato de Lin
dorf, del cual no necesitaba pa
ra conservarlo en su memoria.
Podia sin embargo servirle de
consuelo como tal lo aprecia ,
y con esta esperanza lo abre . Qué
estrañeza !... Ve un uniforme co
mo el suyo , un capitan de guar
dias como él pero no es el ama
do Lindorf : es á la verdad un
muy buen mozo ? pero muy di
ferente de aquel , y á quien no
conoce. Cierra con priesa la ca
ja , la arroja enojada sobre una
mesa y recoge los papeles. Vea
mos dice , si este hombre incom
prehensible esplicará aqui sus mis
terios cuyo será este retrato , y
qué quiere haga yo de él ? Abre
( 171 )
el pliego y encuentra un abulta
do cuaderno escrito por Lindorf.
Tan perturbada estaba que al
principio nada comprehendia en
lo que iba leyendo : pero hizo por
serenarse y recobrando el uso de
sus potencias y sentidos se sentó
junto á una ventana 9 abrió el
cuaderno y empezó á leer.
CUADERNO DE LINDORF
し
( 238 )
Vuestro aspecto ya agitado , ya
pensativo , algunas medias pala
bras que proferisteis , la ausen
cia de Fritz , que habia desapa
recido desde la víspera , todo al
fin me infundió temor de que hu
bieseis concertado entre ambos al
gun proyecto , cuya ejecucion es
tuviese quizá mas inmediata de lo
que yo pensaba.
En fuerza de esto determiné
apresurar lo posible el casamiento
y#2 la ! partida de los esposos , y
con este ánimo volví á verlos. Que
ria repetir mis instancias , poner
por única condicion de mis benefi
cios el que se ausentasen cuanto an
tes , y dar á Luisa el regalo de bo
da que le habian ofrecido... Ya sa
beis lo demas , amigo Lindorf: sa
beis cómo os engañó y dislumbró
una falaz apariencia : todo aquel
dia estuvo Luisa en casa de una pa
rienta , quizá para librarse de otra
visita vuestra ; impaciente Joha
nes de comunicarla su feliz des
tino , habia salido á buscarla , y
los dos encontraron á Justino , que
venia á verlos , y les enseñó el
( 239 )
bolsillo como si fuera -un gran te.
soro ; un muchachuelo , que habia
yo despachado en busca de Luisa
le dijo que la estaba aguardando
en su casa y cediendo al impul
so de su agradecimiento y alegria,
corrió, o mas bien voló á manifes
tarme su viva , pero inocente gra
titud , de un modo que os causé
una ilusion cruel . Sí por cierto
me pongo en vuestro lugar, en
aquel terrible momento ; por con
siguiente juzgad si , os } perdono :
con mas confianza por mi parte ,
y menos viveza por la vuestra , no
sucedia esta desgracia : pero os lo
repito , querido Lindorf, no lo se
ria realmente para mí sino en el
caso de que hubieran sospechado
algo contra mi amigo.
9: Hízome el conde esta relacion
en distintas veces , escitando siem
pre en mí un redoble de dolor y
de remordimientos que me ator
mentaban . Contéle yo tambien cuan
to habia contribuido el indigno
Fritz á mi desvarío y ceguedad.
Desde aquel dia fatal no volví á
verlo , pues desapareció de casa ;
( 240 )
me dijo luego su padre que habia
sentado plaza , y desde entonces
no he oido hablar de él . O habrá
de corregirse y reformarse 9 ó en
contrará el merecido dé su infame
caracter. Com MIJAJAJA
Al día siguiente de este infaus
to suceso juzgó mi padre que le
correspondia ir á comunicarlo al
rey ; y asi dejando al conde á
mi cuidado , emprendió su triste
viaje. Sintió verdaderamente el
soberano la noticia , y sin mas tar
dar envió sus cirujanos á Rone
burg, asegurando á mi padre que
Juego que Walstein estuviese fue
ra de peligro iria tambien allá
S. M. Los cirujanos confirmaron
lo que habian dicho los anteriores,
solo que concibieron esperanzas
de la herida de la rodilla no se
ria tan grave como se habia temido
y que conservaria el conde la pier
na 9 bien que quedando cojo .
Habia yo trasladado mi cama
á su cuarto , y no lo dejaba un
instante de dia ni de noche : me
esforzaba en probarle con mi cui
dado y mis incesantes desvėlos el
( 241 )
estremo de mi arrepentimiento , y
él se mostraba tan agradecido eo
mo si no fuese yo quien le habia
puesto en la precision de admitir
los. Para distraerle empecé á leer
varias obras asi que pudo oirlas
sin incomodarse . Hasta entonces
mi veleidad , mi escesiva viveza
y la fatal pasion por Luisa me ha
bian estorbado aplicarme al estu
dio pero llegué á conocer el en
canto de este género de ocupacion,
que deja el alma satisfecha al pa
so que abre é ilumina el entendi
miento. Comprehendí facilmente
que en la eleccion que hacia el
conde de los libros , llevaba mas
bien por objeto instruirme é ins
pirarme gusto , que no divertirse .
Acompañaba nuestras lecturas con
reflexiones sólidas y profundas ,
. que era para mí otros tantos ra
yos de luz . Con mucha frecuencia
me hablaba de las obligaciones de
un militar , las pintaba con ener
gía , y probaba cuán compatibles
son con las buenas costumbres y
con el verdadero honor , y hasta
qué punto puede hermanarse el
T, I. II
( 242 )
valor verdadero con la humanis.
dad y la sensibilidad ... Hombre
escelente si abrigo en mi cora
zon alguna virtud , á tí , á tí solo
la debo tú me has hecho lo que
soy , y aquellos dos meses de reti
ro en tu compañía formaron mas
mi caracter y mi juicio , me apro
vecharon mas , y aun adelantaron
mas mis conocimientos , que cuan
do habia hecho toda mi educacion
anterior. 1 99
No hemos querido interrumpir
esta interesante narrativa espre◄
sando los varios afectos que mo
vió en el ánimo de Carolina ; de
jamos á los lectores el cuidado
de juzgarlo por sí mismos segun
el corazon de cada uno , y de
señalar á su gusto los pasages en
que dejó el cuadernillo y volvió
á tomarlo , y en que se le fué de
las manos ; solo diremos que no
lo leyó hasta aqui sin interrumpir
su lectura , y que al llegar á esta
pagina un movimiento repentino
é involuntario la impelió á coger
la caja del retrato del conde : la
abrió á medias y volviendo á cer
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rarla al instante con una especie
de temor respetuoso , como si con
su vista hubiera profanado aque
lla digna imagen , la colocó á su
lado lo mas cerca que pudo , y
recogió el cuaderno para seguir
leyendo.