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L

CAROLINA

DE

LICHTFIELD.

PUESTA EN CASTELLANO

POR

D. F. D. O.

QUINTA EDICION.

TOMO I.

BARCELONA tra
POR JUAN FRANCISCO PIFERRER, IMPRESOR
DE S. M. PLAZA DEL ÁNGEL.

1823.
R

TW
IN
O

S
} A

*********

i
1
EL TRADUCTOR.

CAROLINA de Lichtfield , novela


escrita en frances , suena com
puesta por Madama de *** , y
publicada por el traductor del
Werther.
Es el Werther otra novelita
alemana que sin duda mereció
grandes créditos , supuesto que
el que se dice editor de la Caro
lina no toma , para darse á co
nocer , otro nombre ni dictado
que traductor de aquella , y que
ademas se hace mencion del Wer
ther en esta que doy á luz en
castellano. No he podido ave
riguar quién sea el traductor ,
ni la ingeniosa autora de la Ca
rolina de Lichtfield ; pero esta
averiguacion no importa mucho
á los lectores, los cuales deben
(4 )
contentarse con que la obra sea
entretenida y honesta , y que di
vierta decentemente , pues con es
to solo producirá algun aprove
chamiento.
La utilidad debe sin duda
hermanarse con el pasatiempo
que es el principal objeto de es
te linage de composiciones ; pero
seria sobrada inocencia buscar en
una novela un curso de moral .
pues para esto hay obras que pi
den leerse con espíritu muy di
verso. En esta parte estan las
novelas en la misma línea , al
poco mas o menos , que las co
medias , de las que dice un escritor
filósofo , algo estremado á la ver
dad, que creer que han corregi
do un vicio, ó producido una ac
cion virtuosa , es pensar como
un pedante. En unas y otras la
moralidad se ha de encubrir con
el entretenimiento , se ha de to
car como de paso , indirectamen
te y sin que parezca ser el prin
(5)
cipal 彤 intento del autor , aun
cuando lo sea ; y que los lecto
res beban la doctrina sin cono
cerlo. En la accion , en las re
sultas de la prudencia ó impru
dencia de los personages , en su
conducta , en la pintura y cen
sura de los vicios de la socie
dad , y de los defectos del co
razon humano , en el conocimiento
que dan de los hombres y del
trato del mundo , está la instruc
cion y el fruto de semejantes
producciones del ingenio . Otra de
sus utilidades consiste en pintar
los usos y las costumbres de los
varios pueblos , con lo cual su
plen por la historia . 3
No creo que entre la multi
tud de novelas que de algunos
años á esta parte inundan al pú
blico español desempeñe otra al
guna , mejor que la presente , esa
tos y demas requisitos para ha
cerla casi perfecta ; pero no me
detendré en hacer su elogio , pues
(6 )
alabarla á los lectores euando la
dienen en su mano para juzgarla ,
sobre ser impertinente , seria agra
viar su discernimiento . Quédese
esto para los prospectos de subs
cripcion. Por lo demas buen cam
po ofrece por cierto para ala
barla. Véanse sino sus escelentes
máximas y documentos , traidos
tan naturalmente : véase el insig
ne caracter del generoso Walstein ,
que es el personage principal , asi
como la amistad luchando y ven
ciendo al amor en toda su fuerzą
es el principal asunto : véase la
amabilidad y cordura de la tier
na Carolina : los esfuerzos del
estremado Lindorf para enmen
stran
dar los yerros á que le arra
sus fogosas pasiones : la inocencia
у el candor de la preciosa Matil
de: la naturalidad y verdad de los
demas personages : el enlace y sen
cillex de los sucesos : véase mas
que todo la bien cortada pluma
del autor , ya arrogante y sober
( 7)
bia , ya fina y delicada , y siem
pre llena de interes : su gran cono
cimiento del mundo y de los hom
bres ; cómo pinta y pone á la vistą
los objetos y los afectos , cómo es
cudriña sus causas : : - Pero no in
curra yo en el defecto que queria
evitar; diré solamente que bastará
se muestre la linda Carolina de
Linchtfield , para que arrebate las
atenciones , y que cuanto mas cono
cida sea, tanto mas será apreciada,
pues no es de aquellas hermosuras
que cansan poseidas. Sucede en
efecto con esta novela lo que con po
quísimas : la segunda y la tercera
vez que se lee , agrada aun mas
que la primera , y conforme la
atencion que se pone en su lectura,
se descubren mas primores en el
artificio con que está adornada.
麈 Confiado en el mérito de la obra
no me he detenido en registrar
poliantéas y bibliografías para
elogiarla con autoridades ; bien
que por otra parte los autores mas
( ૪ )
conocidos de aquel género de com
pilacion son quizá todos anteriores
á la publicacion de la Carolina ,
la cual salió á luz en 1786. Aquel
año tuvo en Paris dos adiciones
y otra á lo menos el siguiente : la
primera en 12° que suena de Lon
dres : la segunda igualmente en
12.º por los libreros asociados de
Paris ; y la tercera en 16° con
láminas que suena 噪 tambien de
Londres y es de la coleccion de
Cazin : de forma que esta novela
es muy moderna , pero logró tal
aceptacion que en menos de dos
años se imprimió tres veces sola
mente en Paris. Los papeles lite
rarios franceses de aquel tiempo
hicieron de ella muchos encomios :
y otra prueba de su gran celebri
dad es haberse grabado estampas
de varios pasages y asuntos suyos,
las cuales se venden y andan suel
tas en coleccion separadamente de
la obra , y en tamaño grande.
Quizá debia yo dejar aqui la
( 91) ,
pluma sin hablar de la tradue
cion: pero quiero decir algo de mi
trabajo. Una de las grandes be
llezas del original consiste en el
encanto del estilo : encanto que asi
como en general es poco conocido ,
es tambien lo mas dificil de volver
á otro idioma : no parece dable
escribir con mas soltura , mas pri
mor y gallardía. El original en
canta ; pero la traduccion ?... Las
traducciones, dice otro filósofo es
trangero tomándolo quizá de un
escritor español ( * ) ,, son de la
condicion de los tapices vueltos al
reves , que descubren las figuras ,
pero llenas de borlas y de hila
chos " asi es que se columbran los
personages , el asunto y los colo
res , pero todo en confuso ; desa
parece la exactitud del dibujo , el
brillo de los matices , y la lim
pieza de la ejecucion. Yo me he

(*) Don Diego Hurtado de Mendoza , ci


tado por don Estepan Manuel de Villegas
en el prólogo á la traduccion del Boecio.
T. 1.
( 10 )
esmerado en que la mia saliese
como una estampa respecto á una
pintura , que puede todo conser
barlo escepto el colorido: y aun
para que tenga algo de esto he
iluminado lo mejor que he podi
do mis cuadros , procurando dar
les los propios colores que tienen
en el original. Seria vanidad pen
sar que he acertado en los mas ;
pero ruego á los señores críticos
que gusten ejercer su talento en
esta traduccion , se sirvan prime
ro ensayarse en traducir algunas
hojas del original ; y si quedasen
justamente satisfechos de su tra
bajo censuren entonces el mio. Po
cas, muy pocas obras francesas
he leido que presenten para su
version tanta dificultad como`es
ta. He traducido los pensamien
tos mas bien que las palabras , y
en vez de atarme á la letra , he
trabajado con la posible libertad,
bien que atendiendo siempre á no
alterar el sentido , y cuidando so
( II )
bre todo de no acomodarlavá nues
tras costumbres , pues que se tra
ta de pintar las de la Prusia y
no las de España .
Este mismo cuidado , el no ser
comun en las novelas castellanas
el modo de dialogar cortado , rá
pido , y á medias frases , como
en esta y otras muchísimas de
afuera : el usar , quizá con de
masía , de todas las figuras re
tóricas y del estilo declamatorio
para la simple narracion ; y aun
el modo , estoy por decir , de con
cebir los pensamientos : todo esto,
digo , dará tal vez un sabor es
trangero á la traduccion ; mas por
una parte no he encontrado obras
nuestras que pudiesen servirme
de modelo , á no echar mano de
algunos retazos de 4 comedias ; y
por otro lado juzgo que no es aquel
sabor un defecto en las traduccio
nes. Asi pensaba tambien el se
gundo traductor frances del don
Quijote, ' que dice deben oler al
( 12 )
go á sus originales (*) ; pero en
tiéndasee que esto N ha de ser sin
escederse , y sin perjuicio de las
voces , y mayormente de la frase,
que siempre ha de quedar pura y
castiza.

E316

(*) On y trouvera ( dans la traduction


du D. Quixotte ) quelques endroits qui sen
tent encore l'espagnol : mais outre qu'il y
des choses qui échapent , j'ay crû qu'une.
traduction doit tonjours conserver quelque
odeur de son original , et que c'es trop en-`
treprendre que de s'écarter entierament da
caractere de son auteur. Edition d'AmZ
terdam 1700,
CAROLINA

DE

LICHTFIEL.

DIME , Carolina , se halla tu


corazon tan libre como cuando
dejaste el retiro en que te he he
cho educar ? y 属 en los dos meses
que hace vives en Berlin , 3 no ha
merecido alguno tu atencion ?
Asi C habló á su hija un dia , á la
hora del desayuno , el baron de
Lichfield ; y semejante pregunta
hecha inopinadamente por un pa
dre , sobrecoge siempre poco 6
mucho á la persona á quien se di
rige : esto fue lo C que sucedió
( 14 )
Carolina , se cortó , aunque hubie
ra podido responder sin empacho.
No pasaba de quince años : y su
tierno corazon 9 tan puro y tran
quilo como en los dias serenos de
su infancia , no habia aun palpi
tado sino por pasatiempos tan ino
centes como ella. Una flor recien
abierta , el pajarillo que mejor
trinaba , un falderito muy queri
do , y la lectura y libros de en
cantamientos era cuanto habia al
canzado á interesarla y conmover
la en la aldea : y en la corte un
baile , una música , una corrida de
trineos , ó una moda nueva : pero
ni siquiera imaginaba que un hom
bre pudiese influir en la dicha ó
en la desdicha de su vida . Los
mas diestros , los mas incansables
bailarines eran ciertamente los que
preferian pero concluido el sarao
dormia doce, horas seguidas , se
dispertaba cantando , y se dispo
nia para otra fiesta , sin acordar
se del que mas lo habia lucido en
la funcion de la víspera. La pre
gunta de su padre la causó , pues ,
mas estrañeza que embarazo : ob
( 15 )
servó silencio un rato , y al fin to
da dudosa dijo : Esa pregunta • ..
papá mio. .. esa pregunta •· • de
veras que es muy estraña . -- Es
muy natural , hija , repuso el ba
ron ; y por lo que voy á decirte
conocerás su importancia. Présta
me toda atencion , amada Caroli
na , añadió acercándose á ella , y
cogiéndola una mano.— Tienes la
desgracia de hallarte heredera de
25000 escudos de renta , de ser
hija única , y de tener por padre
á un ministro del rey , que al mis
mo I tiempo es el primer chambe
lan de S. M.. El tono algo iró
nico " y el modo enfático con que
se recalcaba en sus títulos Ꭹ ri
quezas , manifestaban á las claras
que lo que llamaba desgracia era
en su concepto el bien supremo;
pero en aquella ocasion le con
venia hacer del filósofo , del de
sinteresado , y del hombre de al
tos pensamientos : le importaba
ganar la voluntad de su hija , mo
ver su ánimo , penetrar en su in
eauto corazon , á disponerlo sua
vemente á la obediencia. Y tanto
( 16 )
mejor pudo conseguirlo , cuanto
reunia la flexibilidad y destreza
de cortesano con cierta elocuencia
natural que en algunos casos su
plia por entendimiento y sensibi
lidad ; ademas á la edad de quin
ce años se distingue por ventura
lo verdadero de lo falso , sobre
todo si es un padre el que habla ?
Como quiera , esta palabra desgra
cia la causó novedad : creyó que
el chambelan se habia equivocado,
y repitió sonriéndose : ૐ Desgracia,
padre ? - Sí , hija mia , desgra
cia , acudió el baron en tono en
ternecido : advierto gustoso que
aun no has echado de ver sus con
secuencias , y esto es decirme que
te hallas tal como deseaba hallar
te. Mil ideas confusas se enre
daban en la mente de Carolina :
jamás se habian presentado juntas
en su imaginacion ella y la des
gracia : bajó triste la vista , y des
hojaba muy despacio y sin adver
tirlo una rosa que tenia en la ma
no , mientras que su padre , levan
tándose y paseándose por la sa
la prosiguió diciendo : Sí Caro
( 17 )
lina , es muchas veces una gran
desgracia tener una elevada cuna
y poseer grandes bienes ; nuestras
doradas cadenas suelen ser muy
pesadas : mas espero , añadió vol
viendo á sentarse á su lado , que
las que han de enlazar á mi ama
da hija serán tan ligeras y suaves
como lo merece . Detuvo un rato
el discurso , y ella lo miraba ató
nita sin comprehender á qué se di
rigia este preámbulo. El chambe
lan continuó : Amada hija , tu fe
licidad ha sido siempre el objeto
de mis mas ardientes desvelos . Co
nocí hace mucho tiempo que no es
taria en mi mano impedir que un
monarca absoluto dispusiese de tu
suerte , en vez de disponer de ella
tu amante padre ; y asi cuidé de
ahorrarte á lo menos el tormento
de haber de luchar con tu mismo
corazon , ya que no babian de con
sultarlo . Por esta causa desde la
muerte de tu madre te puse al la
do de una de mis mayores amigas
para que te educase en un pro
fundo retiro , no quedándome du
da de que alli conservaria tu co
( 18 )
razon su libertad , y sacrificando
yo de este modo á la ventura de
una hija querida el gusto de vivir
con ella , de dirigir por mí mis
mo su educacion , y de ser testi
go de su aprovechamiento ; pero
harto pagado quedo de mi sacrifi
cio si logro mi intento , y si llego
á ver feliz á mi Carolina. - Ah !
padre , padre mio , esclamó esta
como fuera de sí , besando la mar
no del baron , y bañándola con
sus lágrimas. Iba á decir algo mas,
pero la interrumpió el padre. —
Ahora es, hija , el momento de
asegurar el triunfo de mis afanes
Aun estabas en Rindaw , cuando
habrá dos meses me dijo el rey
que veria con gusto tu enlace con
el conde de Walstein , su favori
to , y actualmente su embajador
en Petersburgo ; pero aunque este
matrimonio pudiese satisfacer to
dos los deseos del padre mas am
bicioso , alegué para diferirlo tu
corta edad , y mi anhelo de que
estuvieses algun tiempo en mi com
pañía. La verás cuanto quieras
Juego que se case , respondió el
( 19 )
rey : ya tendrá Carolina quince
años , y es tiempo de que venga á
adornar mi corte , y hacer la fe
licidad del conde , que en breve
volverá de su embajada : trae á tu
hija , y casémoslos al instante .
Nada tuve que replicar á unas ór
denes tan terminantes de mi.so
berano ; y al dia siguiente fuí á
buscarte . Apenas llegamos , supe
que el conde habia caido peligrosa
mente enfermo en el camino , lo
cual retardaba su venida y el cum
plimiento de nuestros proyectos ;
juzgué inútil hablarte por entonces
de un empeño , que quizá estaba
en vísperas de romperse parą siem
pre , y quise á lo menos dejar que
gozases libremente tus primeras
diversiones y pasatiempos ; pero
anoche llegó el conde recobrado
de su enfermedad . Llamóme al ins
tante el rey , y me presentó mi
yerno futuro , mandándome lo dis
pusiera todo para que lo sea cuan
to antes . No podia , pues , dejar
de enterarte ya de tu suerte y
bien conocerás , hija mia , que es
tá resuelta sin remedio . Mi único
( 20 )
Tezelo era que en los dos meses
que has pasado en la corte , y en
tan continuadas diversiones , hu
biese alguien turbado la quietud
de tu pecho , y que me viese en
el caso de exigir de tí algun sa
crificio pero tu inocencia me de
ja sosegado : tu corazon está libre,
lo conozco ; y mi amada Carolina
me asegurará sin sentimiento que
se halla dispuesta á recibir los tí
tulos de condesa de Walstein , y
de embajadora en la corte de Ru
sia. ¿ No es verdad , hija mia , que
vas á darme ahora mismo tu pa
labra , y que me la das con gusto?
En efecto , estos grandes títu
los pronunciados con énfasis ha
bian deslumbrado á la inocente ni
ña : suspensa , confusa , y no pa
reciéndole que hubiese cosa mas
halagüeña que ser de un . golpe
embajadora y condesa , levantó
la vista poniendo en el baron sus
rasgados ojos azules , brillantes de
gozo. Cómo ! dijo con su natural
sencillez todo eso seré ? Sí , pa
pá mio , os aseguro que me alegra
ré mucho :: - Y de repente reparan.
( 21 )
do en lo que habia dicho , volvið
llena de rubor á poner la vista en
su falda , cubierta de hojas de ro
sa , cuyo color no igualaba al de
sus mejillas. Al cabo de un rato de
silencio añadió á media voz , y sin
levantar los ojos : Pero con todo,
padre , yo no conozco á ese con
de , y si sucediese que no le ama
se ? Igualmente te casarás , repu
so vivamente el baron ; no pedi
mos , hija , sino lo que puedes dar :
tu mano y tu fe ; y en cuanto al
corazon te quedará libre. Ni la
autoridad real ni la paterna tie
nen poder de violentarlo.
Parecerá estraña semejante mo
ral en boca de un padre ; pero sin
duda tenia este entonces sus razo
nes para no pararse en escrúpu
los . Carolina algo admirada de lo
que oia , dijo : No lo alcanzo , pa
pá mio : ¿ dar yo mi mano al
conde , y no mi corazon ? á la
yerdad no lo alcanzo . Ya lo
alcanzarás luego que vivas seis
meses en la corte , replicó el ba
ron levantándose ; pero ahora no
se trata de eso : tu mano es la
( 22 )
que pido , y no tu corazon ; dá
mela , hija mia , y jura que cum
plirás la obligacion que ayer con
traje en tu nombre . Me esperan
en palacio en donde debo dar par
te de tu consentimiento ; alli co
meré hoy , y esta tarde traeré al
conde á vistas. Ve á vestirte , y
disponte á recibirle como á un
hombre de quien serás dentro de
algunos dias. Dicho esto salió des
pues de darle la promesa solemne
su dócil hija , y de haberla cariño
samente abrazado .
Esperará acaso alguno que nues
tra heroina , sola y entregada á
sí misma , se pondrá á discurrir
muy seriamente sobre cuanto aca
ban de decirla , y mas que todo
sobre el inmediato empeño de su
suerte ; en efecto á veinte años
habia motivo bastante para pensar
toda la mañana : pero á quince no
es dable ocuparse tanto tiempo en
un mismo asunto. Como quiera ,
bien estaria inmóvil sus diez mi
nutos en el sitio en que la habia
dejado el padre : y harto era es
to para ella. Viendo al fin que
( 23 )
á fuerza de pensar , en nada pens
saba , y que todas estas ideas se
embrollaban en su cabeza 9 se
levanta de repente , corre á sú
forte-piano , y por espacio de
media hora tocó contradanzas y
wals (1) , ocurriéndosele acaso que
el conde las repetiria con ella , y
que de todos modos seria fortuna
tener un danzarin á su disposi
cion. - ¿ Danzarin un escelentí
simo ? -- Sí , ¿ y por qué no ? Ha
bia cuidado el baron de decirla
que sin embargo de su empleo y
dictados tenia el señor embajador
á lo mas treinta años : circunstan
cia que la agradaba quizá tanto
como sus títulos , pues aunque es
ta edad era doble de la suya , des
de que estaba Carolina en la cor.
te habia notadé que los hombres
de treinta y las mugeres de quin
ce venian á ser de un mismo tiem
po , y asi formando un proyecto
de baile contínuo en su nueva ca→
sa corrió al jardin en busca de
flores para la tarde. Al cogerlas
- CH.16^ . .
** (1) Baile muy usado en Alemania,
( 24 )
reparó que revoloteaban sobre ellas
algunas pintadas mariposas : se
cansó y fatigó mucho en perse
guirlas , y ninguna alcanzó ; con
solóse con la idea de que el con
de seria mas diestro y ágil , y que
sabria cojerlas mejor. Cuando sea
mos dos 9 dijo saltando , mucho se
rá que os escapeis,
Fuése en esto al tocador , y en
breve la memoria de las joyas .
que iba á tener , de , los atavíos '
tantos y tan 1 variados , de las car
rozas y equipajes , ocupó el lu
gar de las mariposas y del baile ,
ó por decir P mejor se paseó [ su
imaginacion por esta diversidad
de placeres. Qué brillante es
tará madama la embajadora , qué
festejada y envidiada ! Cuán me
jor no parecerán en mi cabello vis
tosos , diamantes que estas flores ?
- En fin su felicidad conyugal,
fundada en las galas , * en el bai
le y las mariposas , era en su
concepto la 1 cosa mas segura del
mundo. Se consideraba ya la mas
dichosa de las mugeres no omi
tió diligencia para parecer bien
( 25 )
al conde , y aguardaba su llegada
con una impaciencia , en que cuan
do mas , entraba algun recelo de
no agradarle ; pues en cuanto á él
estaba segura de que la agrada
ria muy mucho. A veces refle
xionaba Carolina ⚫ y una refle
xion profunda la habia persua
dido á que era el conde un fénix
de hermosura ; es el favorito del
rey , le habia dicho el baron : y
esta palabra favorito incluia mu
chas cosas , y todas muy lindas
en la idea de Carolina . Se acorda
ba de que en su quinta tenia ella
tambien una especie de corte y una
especie de favoritos : el pájaro fa
vorito , el perrillo favorito , el cor
dero favorito eran siempre los mas
lindos : y asi el favorito de un rey
debia indispensablemente ser un
portento de belleza , y el mas ama
ble y mas primoroso de los vivien
tes. Tan convencida estaba de esto
y tan gozosa de verlo , que cuando
la avisaron que habia venido , se
puso de un brinco á la puerta de
la sala , en donde encontró al ba
ron , quien recordándole su pro
T. I.
( 26 )
mesa la cogió por la mano y que
temblaba quizá tanto de gusto co
mo de alteracion , y la condujo há
cia donde estaba el favorito del
rey. Llega : levanta Carolina los
ojos , y la asombró de tal suerte
to que vió , que cubriéndolos al
instante con ambas manos : dió un
chillido , y desapareció como un
relámpago .
Mientras la sigue el baron , y
emplea toda su persuasion y elo
cuencia para sosegarla y volverla
á llevar al conde , bosquejemos el
retrato de este , y justifiquemos
el asombro que causó á la tier
na é inocente Carolina. A la ver
dad no tenia el conde de Wals
tein arriba de treinta años ; pero
una descomunal cicatriz que le
éogia todo un carrillo , la esce
siva estenuacion de todas sus car
nes , macilento y de color cetri
no , tan caido de espaldas que po
dia pasar por contrahecho , y en
lugar de pelo propio una pelu
ca , le hacian parecer á lo me
nos de cincuenta ; sus ojos gran
des y negros hubieran sido bas
( 27 )
tante hermosos : mas por desgra
cia no tenia sino uno , habiendo
perdido el otro de un pistoleta
zo ; habíalo hecho la naturaleza
alto de cuerpo y bien formado ;
pero perdió esta ventaja con el há
bito de conservarse en el estu
dio y sobre el bufete ; tenia her
mosa pierna : mas este hombre
que habia de bailar tarde y ma
ñana , y correr tras las mariposas,
apenas podia andar por lo mucho
que cojeaba. Tal era el aspecto
que presentaba el novio ; en ade
lante veremos si sus prendas mo
rales desdecian de las esteriores :
y basta sin duda esta pintura pa
ra disculpar el involuntario mo
vimiento de nuestra sencilla fu
gitiva , que si se hubiese tomado
tiempo de examinarle , habria ha
llado en aquella figura tan desba
ratada un aire de nobleza y •de
bondad que la caracterizaba : pero
no vió sino la cicatriz , el ojo de
menos , su elevacion de espaldas ,
su peluca , y su pierna arras
trando ; y fue tal la primer im
presion que causó en ella esta
( 28 )
vista , que casi desmayada en su
cuarto apenas oia las persuasio
nes de su padre para que volvie
se á donde esperaba el conde ; no
respondia la pobre Carolina sino
con copioso llanto : al fin tanto
se acongojó que se hizo preciso
despojarla de sus adornos. Vien
do el padre ser imposible redu
cirla , la dejó para volver al hier
no , y aun discurrió que mas va
lia ir solo y dar por disculpa una
repentina indisposicion de su hi
ja. Halló sumamente desasosegado
al embajador por el modo con
que fue recibido , pues sobrada
mente sospechó la causa ; pero el
gran chambelan tenia una parla
tan convincente cuando importa
ba á sus fines , y se valió de
ella en esta ocasion con tan bue
na suerte , que el conde se per
suadió que un fuerte dolor de ca
beza , nacido de la fatiga y alte
racion de aquel dia , habia en efec
to ocasionado el grito y la fuga
de Carolina ; quizá tambien fiu
gió creerlo asi : pues no sabe uno
á qué atenerse con estos cortesa
( 29 )
nos , que por lo comun estravian
al historiador mas diligente. Pero
sea como fuese se despidió del
baron con la esperanza de hallar
otro dia de mejor semblante á la
señorita de Lichfield : bien que en
su interior salió muy sentido de
lo que acababa de sucederle.
No es esto decir que hubiese que
dado muy enamorado de Caroli
na , á la que apenas alcanzó á
ver sino que esta boda le conve
nia por tantas razones , que en ella
estrivaba en su concepto la felici
dad de su vida ; ademas el rey
queria que se efectuase , lo cual
era un motivo no menos poderoso
para su valido que para su cham
belan , y tan decisivo para este
que ni siquiera se le habia ocurri
do que pudiesen resistirle . Sin du
da hubiera hecho mejor en preve
nir á su hija sobre la figura de
Walstein : conociólo ya tarde , y
lo sentia á par de muerte. Se ha
bia figurado que lo mejor era ar "
rancarla desde luego con maña
su palabra , y que intimidada Ca
rolina careceria de valor para de
( ૩૦ )
jar de cumplirla. Ni habia temido
Megase á tal estremo su asombro,
el cual subió de punto por las
perfecciones que su imaginacion
le habia representado en el favo
rito del rey. Asi que este mar
chó , volvió el chambelan á ver á
su hija , y la encontró en el mis
mo estado : recobró con todo bas
tante fuerza para postrarse á los
pies de su padre , y conjurarle no
la sacrificase : el baron conoció
que estaba todavia muy alterada
para dar oidos á sus razones : y
aun se condolió en estremo de su
dolor , pues levantándola con ca→
ziño la dijo que se aquietase , cre
yese que solo anhelaba por su fe
licidad , y que la hablaria á la
mañana siguiente : la exhortó á
que tomase algun descanso , y se
despidió.
El que se ahoga , de un jun
co se agarra. Carolina acogió an
siosa esta vislumbre de esperan
za 9 y casi se consoló. Mi padre
es buen padre , discurria entre sí,
me ama ; dice que solo anhela por
mi felicidad y si apetece ver fe
( 3+ )
liz á su Carolina " no la entrega
rá á aquel monstruo , que no tie
ne mas que un ojo , una pierna,
una corcoba y una peluca. Se ha
llaba en la edad en que todo se
lleva al estremo , no menos el
dolor que el gozo . Poco antes se
consideraba perdida sin recurso ;
ahora se juzga libre del conde
para siempre , y recobra casi su
anterior alegria : pero aun algo
abatida se acostó y la cogió el
sueño meditando sobre el singu
lar gusto de los reyes en elegir
favoritos , y protestando que si
ella lo fuese no elegiria al con
de de Walstein. Durmió con tan
to sosiego como si nada la hu
biera turbado : de suerte que por
la mañana apenas la quedaba una
leve impresion de susto, como la
que dejan las especies de un sue
ño melancólico ; y cuando entró
en su cuarto el padre la encontró
con la misma sonrisa y las mis
mas gracias encantadoras que las
demas mañanas , y aun mas ca
riñosa y fina de lo que acostum,
braba aparecia agradecerle su
( 32 )
Condescendencia , no dudando de
ella ; y sin atreverse á decir
cosa alguna que tuviese relacion
con lo sucedido el dia anterior ,
manifestaba en todo su alegria y
agradecimiento , fundando mayo
res esperanzas al ver que su pa
dre en vez de reconvenciones
la ago viaba , por decirlo asi , con
caricias · Amable niña , dis
fruta ahora de esa dulce ilusion :
no hace sino dos meses que es
tás en la corte , y aun no sa
bes que los sentimientos que ins
pira la naturaleza no hallan en
trada en un corazon cortesano :
crees tener un padre , un padre
amoroso y flexible , y en bre
ve verás cuan menos ama este tí
tulo que los de ministro y cham
belan. No se entienda por esto
què el baron no queria á su hi
ja ; despues de sus empleos , ri
quezas y dignidades , nada habia
en el mundo que amase tanto co
mo á Carolina ; pero aquellos ob
jetos eran antes que todo : por
*
otra parte creia de buena fe , y
segun su modo de pensar , que
( 33 )
aseguraba para sí la felicidad mas
completa con este brillante casa
miento hecho directamente bajo los
auspicios del rey , y por órden.
del rey. Resuelto , pues firmemente.
á concluirlo de grado ó por fuer
za , quiso probar primero si lo-,
graria sus intentos con dulzura y
suavidad . Tomó en sus manos las
de su hija , y apretándolas con
cariño la preguntó : Carolina, amas
á tu padre ? Ah , si le amo ! res
pondió abrazándose á sus rodi
Ilas ; permítarne mi padre pasar,
mi vida á su lado , y verá el es
tremo á que llega el amor y el
respeto de su agradecida hija.
― No lo dudo , repuso el ba
ron , mas exijo otra prueba .
Todo , todo cuanto querais , pa
dre mio , escepto :: - Casarme con ,
el conde , iba á decir la desven
turada ; pero revistiéndose nues
tro chambelan por un instante.
de severidad paterna , le tapó la
boca con la mano replicando : No
admito escepcion 9 Carolina " y.
la primer prueba de amor que
te pido es que me escuches con
T. I.
( 34 )
silencio. ¿ Qué harias hija mia ,
si tuvieses en tu mano la vida
de tu padre ? Vuestra vida !
salvarla á costa de la mia : po
deis dudarlo ?... Mas cómo ? ..
por qué... - No esperaba menos
de tí 9 amada hija , y acabas de
decidir de tu suerte y de la mia.
Sí , mi existencia , mi vida , de
tí sola dependen. No creas que
sobreviva un dia á mi caida , y
esta es segura si no se verifica tu
casamiento con el conde. Ayer al
separarme de tí , asustado de tu
repugnancia , fuí á echarme á los
pies del rey , y me atreví á su
plicarle con las mas vivas ins
tancias que nos volviese nuestra
palabra y nuestra libertad. Tu
hija , dijo S. M. con algun ce
ño , es una niña que no alcan
za lo que le conviene , ÿ de
quien se puede hacer lo que se
quiera ; pero de todos modos due
ño eres de disponer á tu gusto
de su mano y si persiste en
su tema , puedes volverla á su re
tiro , y acompañarla en él , ya
que no puede ser buen ministro
( 35 )
un padre tan débil. Dicho esto
me volvió la espalda , y no me
habló otra palabra en toda la tar
de. Piensa , Carolina , en lo que
de mi seria , pues harto claro ví
que se miraba próxima mi des
gracia , y que disponian de mis
empleos. Ah hija , hija mia ! ¡ ha,
brás de ser tú la causa de la des
dicha , qué digo desdicha ? de la
muerte segura de quien te dió
el ser ! La sensible Carolina , trés
mula , y mas asustada mil veces
con esta idea que cuanto lo estuvo
con el aspecto del conde , se ar
rojó temblando á sus brazos. Ay
padre ! obedeceré , obedeceré re
petia sollozando me desposaré
con el conde ahora mismo si es
menester. Causar yo vuestra muer→
te ! Santo Dios ! corred , señor , id
corriendo á decir al rey que ha
ré cuanto guste para que os res
tituya su agrado : os prometo 9 OS
juro ser del conde ; pero ofre
cedme , padre , que no 2 morireis.
La idea de la muerte la habia
sobresaltado tan fuertemente , que
temia costase la vida á su padre
( 36 )
el menor retardo , y hubiera que◄
rido ir á decirle ella misma al
conde que estaba pronta á ' dar
le la mano. Renovó su palabra
con las promesas mas serias y
positivas , y no dejó sosegar al
baron hasta que fuese â dar la
noticia.
Quedó sola , y esta vez ya no
pensó en música , ni en wals , ni
en correr tras las mariposas. Tris
te , sosteniendo su cabeza en una
mano , con la cual • se cubria los
jos , y agitada de mil reflexio
nes contrarias , parece que te
mia hacer un leve movimiento "
como si por ligero que fuera hu
biese de decidir su suerte : á ve
ces exaltado su amor filial cobra
do nuevo aliento , y se encen
dia su imaginacion al pensar en
"
el sacrificio que iba á hacer á
su padre. Me deberá la vida , de
cia enternecida y admirando al
mismo tiempo sus esfuerzos ; lo
cual no dejaba de causarla una
sensacion algo grata. Sí , me se
rá deudor de sus dias ; pero á
qué precio? y con quién voy yo
( 37 )
á pasar los mios ! Y entonces re
cordándose la figura del conde ,
se borraba la memoria del padre.
Se estremecia , sin esperar que
pudiese tener valor para cumplir
lo que habia ofrecido : y aun per
manecia en la misma situacion y
en la misma inquietud cuando vol
vió eshalado el baron , que re
bosando contento y alegria pudo
apenas decirla , tan ahogada traia
la respiracion , que el rey venia
á su casa , que ya habia salido
de palacio , y llegaba para pre
sentarla el novio. Sí , el rey ,
el rey mismo , repetia : esto ha
rá ruido " y los que se alegra
ban ayer de mi desgracia , podrán
afligirse hoy. Contempla , 要 Caro
lina , cuanto vale la obediencia.
La pobre Carolina apreciando en
poco semejante premio , solo ha
116 en él la confirmacion del
cruel empeño que acababa de to
mar , y nuevo motivo de sentir.
La reconvino el padre porque du
rante su ausencia no habia cui
dado de ataviarse. Pocos dias an
tes hubiera sentido tambien ella
((38 )
que el rey la encontrase en tra
ge de tanta confianza ; pero la era
ya todo tan indiferente que es
peró la real visita en el salon sin
volver siquiera la vista ás su es
pejo. Estaba el baron repitiendo
por 11 cuarta vez cómo debia reci
birlos , cuando le interrumpió el
ruido de las carrozas. Corrió á
obsequiar á su amo ; y entre tan
to su amable hija toda temblando
se levantaba , volvia á sentarse ,
se confortó con esencias • Ꭹ . reu
nió todas sus facultades para es
ta penosísima visita.
Entra el soberano sin mas co
mitiva que su valido y el cham
belan , que estaba inflado de go
zo y vanidad por tanta honra. Pre
ciosa Carolina , dijo el rey ade
lantándose y presentándola el con
de , seas tú la recompensa de lo
mucho que me ha servido : y vos,
conde , recibid de mi mano la de
esta hermosísima esposa , y con
venceos del gran precio del pre
sente que os hago . Acercóse el
conde , y tomando aquella mano
que medio se retiraba , suplicó á
(.39 ))
Carolina en voz baja y tímida tu
viese á bien confirmar su dicha.
Por el mundo entero no hubie
ra ella podido articular una so◄
la palabra ; si hubiese levanta❤
do la vista y mirado al futuro
esposo, quizá habia adquirido bas
tante fuerza para decir no ; ~ pe
ro con prudente acuerdo habia to
mado el partido de no poner en
él los ojos. Se contentó 7 con ha
cer una profunda reverencia ; y
muy silenciosa se sentó , habién
doselo mandado el monarca. Ya
era tiempo , pues poco faltó que
se repitiese la congoja del dia
anterior ; la habia acometido un
temblor general : tuvo aun que
recurrir y apelar á las esencias,
y quizá iba á manifestar su do
lor con un desmayo ó con un
torrente de lágrimas : pero reco
bró su firmeza al reparar en
su padre y verlo tan demudado
como si fuese á accidentarse : mi
róle con semblante entre sereno
y risueño para que se aquietase ,
y aun se esforzó hasta decir que
nada era aquello , y que estaba
( 40 ),
buena. Fingieron creerla , y' tob
do se atribuyó á la timidez y
cortedad de una niña criada en
el campo. Juzgaba con esto con
cluida la visita , ó que al me
nos se mudaria de conversacion;
mas se engañaba , porque no sabia
de mundo. Gozoso el rey por ha
ber ajustado este matrimonio 9. no
acertaba á hablar de otra cosa : y
sin advertir en Cuanto atormen
taba á la pobre niña , recargaba
cruelmente sobre todas las cir
cunstancias del dia , la hora , y
el parage en que habia de hacer
se la ceremonia ; todo quiso se
ñalarlo. Al fin no siéndola posi
ble aguantar mas , pudo á lo me
pos encontrar voces para solici
tar permiso de retirarse. Se lo
concedió S. M. , que no omitió
saludarla con el nombre de con
desa de Walstein.
Restituida á su apcrento la
afligida condésita , se entregó des
de luego al sentimiento mas vivo;
pero despues de llorar mucho ,
comprehendió al cabo que todo
esto en nada mudaba su suerte
( 41 )
decidida sin humano remedio , que
era preciso someterse , y sacar
de ella el mejor partido. Nadie
se admire de ver discurrir tan
juiciosamente á una atolondradi
lla de quince años , pues nada
nos hace tan sensatos como la
adversidad : y estos tres dias de
angustias y pesares habian apro
vechado mas á Carolina , y la
habian enseñado á usar de su re
flexion mas de lo que hubieran
hecho diez años de una vida so
segada. Oyó en fin partir los co
ches del rey con menos altera
cion que le habia causado su Ile
gada ; y tuvo su padre el gusto
de hallarla mas tranquila cuan
do volvió á darle cuenta de los
convenios ; el casamiento queda
ba señalado para de alli á ocho
dias : y como deseaba el conde
se hiciese con el mayor secreto,
debia celebrarse en su quinta dé
Walstein , á seis leguas de Ber
lin ; y hasta despues no se ha→
rian las fiestas de boda , los re
galos , las visitas " ni se presen
taria en palacio. Aprobó Caroli,
( 42 )
na este arreglo , y pidió á su
padre la dejase pasar en soledad
los pocos dias que la quedaban
libres , y el baron estaba : tan
contento de ella y de su doci
lidad , que escepto romper el ma
trimonio , hubiera podido su hi
ja pedirle cuanto quisiera sin te
mer que lo negase ; ofreció de
jarla sola todo aquel tiempo , y
lo cumplió : pues no fue impor
tunada en su soledad sino por al
gunas visitas de su novio ; pero en
estas ocasiones era el padre quien
tomaba á su cargo mantener la con
versacion: y mientras se engolfa
ban los dos en asuntos políticos,
se confirmaba ella en la resolu
cion que habia tomado. No la acom❤
pañarémos en la variedad de ideas
tristes que la ocuparon aquellos
ocho dias ; bastará decir que en
ellos reflexó mas de lo que ha
bia hecho en el resto de su vi
da y no tardarémos en ver lo
que resultó.
Lo mismo que entre gustos pa
sa el tiempo entre peñas ; ya lle
góo por fin, el dia temido que des
( 43 )
bia ligar irrevocablemente á Ca
rolina habia tenido tiempo de
disponerse , y parecia del todo re
signada. Hallábase el padre en el
colmo del gozo y de los hono
res , pues el soberano se digna
ba acompañar á su hija al pie de
los altares. Bien habria querido
el bueno del chambelan tener por
testigo al mundo entero ; ^ pero
dos ó tres señores y sus muges
res fueron los únicos que se lla
maron para asistir á aquel acto.
Consolóse de esto con la esperan
za de que á su vuelta atendria
muchas cosas que contar. Salen
todos para la quinta del conde.
La novia mas pensativa "} que tris,
te sostuvo harto bien el viage,
como tambien las ceremonias del
matrimonio , que se solemnizó
apenas llegaron y su padre ,
ufano de la destreza con que ha
bia convencido su obediencia , dis
frutó al cabo la dicha de pre
sentar á su amo la condesa de
Walstein. Este fue el solo mo
mento en qué la firmeza de Ca
rolina pareció abandonarlo tur
( 44 )
bada con las caricias del baron,
que la colmaba , ó por mejor dez
cir la abrumaba á fuerza de ala
banzas y aplausos , le suplicó es
cusase sus cumplidos : y cuanto
mas se regocijaba el padre , mas
crecia la tristeza de la hija . Aque
lla misma tarde habian de resti
tuirse á Berlin , y poner á la
nueva condesa en posesion de su
nueva casa ya hablaban de par
tir , cuando aprovechándose de un
momento en que su esposo esta
ba solo en el hueco de una ven
tana , se acercó á él , y entre
gándole un papel le rogó que le
leyese indulgente , y se retiró
un gabinete inmediato , en don
de dijo esperaba la respuesta y
sus preceptos. Nada iguala la es
trañeza que esto causó al condes
abre al instante el papel , y lee
lo siguiente : 甍
® " He obedecido , señor conde,
á las órdenes absolutas de mi pa
dre y del rey , que han queri
do que fuese vuestra , y asi os
pertenezco desde ahora.. Vuestra
soy ya , y vuestra únicamente
( 45 )
no reconozco ya otro dueño ; vos
solo podeis disponer ohora de mi
suerte , y de vos solo me atrevo
á esperar bondad , generosidad é
indulgencia. Sí : al mismo que aca
ba de jurar hacerme feliz , quie
ro pedirle sin miedo lo que pue
da afianzar mi felicidad , y sin
duda la suya. Ah ! no sabeis , no
podeis figuraros cuan poco es dig
na todavia de vuestra mano y de
vuestro nombre la tierna criatura
á quien acabais de dar uno y otro;
cuan niña es : cuan limitado su
discurso , y cuanto necesita pasar
algunos años mas en un retiro al
lado de la respetable amiga que la
sirvió de madre. Consentid , se
ñor , consentid por Dios en que
vuelva esta misma tarde á Rindaw
y aguarde allí que haga mi razon
bastantes progresos para sobrelle
var , sin morir , los vínculos que
he formado. Vuestro consentimien
to me penetrará de la gratitud
mas viva , y anticipará tal vez
aquella época al contrario , si lo
negais :: - Estad seguro que negar
lo seria privaros igualmente de la
( 46 )
desgraciada Carolina y quizá pa
02
ra siempre.
1 " No se me ocultan, no 9 cuan
tos cargos podéis hacerme : esta
carta debia de haber llegado an
tesá vuestras manos ; pero si os
hubiese confiado mi resolucion an
tes de nuestro enlace ," esponia la
vida de mi padre : ahora no se
arriesga sino la mia. Me juró que
no hubiera resistido á su caida , y
esta era cierta si no llegaba yo
á ser vuestra esposa. Pues bien ,
ya lo soy , y el rey estará conten
to . Me atrevo tambien á esperar
de que no haga S. M. responsable
á mi padre de mi resolucion si le
desagradare. Ah ! que no es el rey
quien tiene que quejarse de su ze
lo y de sus sacrificios : y tampoco ·
me quejaré yo si consentís en lo
que os pido ."
Esta carta , escrita y rasgada
mas de treinta veces en los ocho
dias de reclusion ; se concluyó ,
conforme se acaba de leer , aque
lla misma mañana antes del viage.
Absorto cual nadie y sin accion
quedó el desamado conde , que no
( 47 )
podia creer lo que estaba viendo.
Como Esta niña tan tímida en
apariencia , y que parecia tan su
misa , ¿ se atreve á tener una vo
luntad , y á comunicarla con es
ta firmeza y este valor ? Vuelve
á leer el billete , y en breve su
estrañeza hizo lugar á la compa
sion mas tierna. Conoció entonces
que su padre la habia sacrificado á
su ambicion , y se reconvenia á
sí mismo por haber sido la causa
y el objeto. Aunque nos engaña
mos mas o menos en el concepto
que formamos de nuestro mérito
personal , y que el condé no estu
viese quizá libre de padecer este
engaño , se hacia no obstante jus
ticia en términos de no haberse
imaginado que Carolina se casase
con él por gusto : bien que á fuer
za de persuasiones y seguridades
del chambelan , y en vista de la
resignacion aparente de su hija ,
habia creido que á lo menos era
sin repugnancia , y sobre todo sin
violencia. Sin duda fue terrible
el momento en que descubrió su
engaño , ó por mejor decir cuanto
( 48 )
lo habian engañado ; y sin em
bargo no titubeó sobre el parti
do que habia de tomar pues de
seando ante todas cosas dejar sé
gura y tranquila á Carolina , es
cribió con lapiz en la cubierta de
su misma carta..
" Víctima desgraciada y lasti
mosa de la obediencia , vuelo á
pedir al rey lo que deseais , y á
remediar en cuanto sea dable una
tiranía de que soy causa , pero no
cómplice. Si no lo alcanzo , fiad
entonces de mí solo el cuidado de
restituiros la libertad que os han
arrebatado tan cruelmente. Conoz
co todo el precio de la confianza
que os debo , y sabré merecerla
sacrificando por la vuestra toda
mi felicidad . Dichoso aun si este
sacrificio me hace menos odioso á
aquella á quien lo tributo."
Entreabrió la puerta del gabi
nete á donde se habia retirado Ca
rolina esperando la muerte ó la
vida , la entregó el billete , y des
apareció de su vista : recibiólo ella
#emblando como sentencia de su
suerte , leyólo con solícito anhe
( 49 )
10 9 y se sintió tan agradecida y
aun enternecida , que casi hubie
ra querido llamar al conde ; por
desgracia de este , al mirar su es
posa por una ventana le vió que
se paseaba en los jardines con el
rey. El paseo y la gran luz del dia
no le eran tan favorables como la
lectura de sus billetes ; al instante
se desvanecieron las buenas dispo
siciones de Carolina , y se le avi
vó el deseo de retirarse á su sole
dad , pensó tambien que ya era
muy tarde , y que habia hecho de
masiado para volverse atras , pues
de lo contrario pasaria por capri
chosa é inconsiguiente . Al paso
que hacia estas reflexiones miran
do al conde , enredaba entre sus
dedos impensadamente su billete ,
euyas letras se borraban con la
impresion que habian producido .
Su generoso esposo se valia en
tre tanto de todo el influjo que te
nia sobre la voluntad del rey pa
ra obligarle á que no se opusiese
á la de Carolina , le enseñó su
carta : y en vez de irritarse el so
berano , le encantó su estilo y fir
T. I. 3
( 50 )
meza . Tiene energía en su ca
racter , dijo al acabar de leerla :
y fijando los ojos en el conde al
devolverle el papel , no pudo me
nos de convenir en sí mismo que
á la verdad su favorito no era muy
propio para serlo de una hermo
sura de quince años. Por cierto al
go tarde venia este recuerdo : pe
ro fue tan favorable aquel momen
to para Carolina , que añadió de
seguida ; vamos , amigo , contente
mos su antojo : es una niña á quien
conviene contemplar , y en breve
la pondrá en vuestras manos el
tedio á la soledad : sus bienes son
vuestros " que es lo esencial , y
harto tiempo tendreis para vivir
con ella. Dado este decreto se lla
mó al señor baron , le comunica
ron el nuevo plan , y le mostra
ron la carta de su hija , que le ir
ritó mucho ; pero contenido por la
presencia de su amo , cuidó de re
primirse , y se limitó á algunas ob
jeciones . El rey , que siempre le
habia visto aprobar ciegamente su
dictamen , se resintió de que solo
intentase manifestar otro , y no le
( 51 )
●cultó su desagrado. Asustado el
gran chambelan se inclinó profun
damente , y le suplicó le perdona
ra , y dispusiera de su hija como
mejor le pluguiese . En consecuen
cia quedó resuelto que aquella
misma tarde volveria Carolina á
Rindaw , que era la quinta de la
baronesa y canonesa del mismo
nombre " con quien se habia cria
do ; y esperando todos que no tar
daria en querer salir de su encier
To , la permitieron estarse alli
cuanto quisiese : bien que se aña
dió una condicion que al parecer
hacia mas dificultosa una larga
mansion en su retiro ; y fue exigir
el rey se guardase el secreto mas
inviolable sobre el casamiento.
Ocultó los motivos que para ello
tuvo ; mas se presume que llegó á
temer que divulgado este lance pa
reciese comprometida su autoridad
y fuese su valido asunto de las
hablillas del público . Sea de esto
lo que fuere , mandó que hasta
juntarse los novios usase Carolina
su solo apellido de Lichfield , é
ignorasen todos que era condess
( 52 )
de Walstein , declarando ademas
que en el instante en que se tras
luciese la menor circunstancia, vol
veria al poder de su esposo , y que
el que hubiese hablado perderia
para siempre su real confianza.
Dijo esto mirando al chambelan ,
quien se dió priesa á asegurar que
guardaria el mas profundo silen
cio. Tambien lo encargó S. M. á
cuantos fueron testigos de este en
lace ; todos lo ofrecieron y con
efecto solo lo confiaron bajo el
mayor secreto á unos treinta ami
gos antes de acabarse la sema
na nadie lo ignoraba en Berlin , y
durante ocho dias á lo menos cuan
tos se encontraban , hombres ó mu
geres , se decian al oido ó cubrién
dose con el abanico : - 29 ¿ No sa
beis que el conde de Walstein se
ha casado con la Lichfield ? Allá
estuvo el rey : graciosísimo lan
ce ... lo sé de buen original ... no99
lo digais... no me nombreis &c. &c. '
Mas como nada confirmase estos
rumores , que no volvieron á ver
á Carolina , que el tonde se resti
tuyó en paz á su embajada , que
( 53 )
eallaba el chambelan , y que otros
secretos de corte llamaron la aten
cion y curiosidad de los cortesa
nos , dejaron al fin de creerlo , ó
mas bien de pensar en ello.
Asi concluyó este dia de boda
de un modo muy diferente de lo
que se habia esperado . Se comisio
nó al baron para que participase
á Carolina que estaba despachada
favorablemente su instancia , y que
le daban facultad de encerrarse en
Rindaw : debia tambien acompañar
la en su viage ; pero el conde , te
miendo que la reconviniese por el
camino , y se vengase en ella de la
sujeccion que habia puesto á su có
lera el rey , quiso librarla de tan
desagradable compañía , y persua
dió facilmente al amado suegro
serle muy esencial no alejarse de
la corte en aquella crítica coyun
tura y como no tenia el chambe
lan la menor gana de entrar á la
parte en el retiro de su hija , se
contentó con ponerla en manos de
criados de confianza , dándola una
carta para su amiga la señora ba
ronesa y canonesa de Rindaw.
( 54 )
Esta señora , con quien vamos
entablar conocimiento , era esce
lente muger; habia estado en otros
tiempos muy prendada del cham
belan , y este la correspondia en
cuanto estaba de su parte ; pero
razones de conveniencia , de am
bicion y de riquezas le arrastraron
á casarse luego con la madre de
Carolina y la apasionada y cons
tante baronesa hizo entonces , sen
tida y despechada , voto de vivir
y morir célibe ; entró en un ca
bildo de canonesas , y renuncian-´
do enteramente al mundo se retiró
á su quinta , de la que no volvió
á salir. Acordarse de su desleal
baron , renovar su propósito de
perdurable constancia , leer nove
las tarde y mañana , buscar seme
janzas de situacion entre ella y las .
heroinas de aquellos cuentos , y
pasearse pensativa en sus alame
das y bosques : tal fue su vivir
i cabo por
durante algunos años ; al
falta de pábulo se amortiguó y se
apagó esta pasion tan activa : de
modo que cuando el chambelan ,
ya viudo , quiso recompensar su
( 55 )
rancia fidelidad ofreciéndola su
mano " tuvo ella bastante pruden
cia para no admitirla , alegando
que habia olvidado del todo los
usos del trato del gran mundo y de
la corte , lo cual era verdad ; pe
ro satisfecha con aquella proposi
cion , no solo le prometió una
amistad eterna " sino que le pro
puso llevarse consigo á su hija ,
educarla , y tenerla en su compa
ñía hasta que se casase. Quedan
ya indicados los motivos que im
pelieron al baron á aceptar este
partido ; con tanto mas gusto que,
como lo decia él mismo en tono de
modestia , nada entendia de la edu
cacion de una niña.
Podria creerse que nuestra ca
nonesa , con sus novelas , seria
aun menos á propósito para ello
que el chambelan ; pero como ,
dejando aparte ciertas estravagan
cias , no carecia de talento , se
dedicó de buena fe á ponerse en
estado de desempeñar la obligacion
que tomaba á su cargo : aplicóse á
la lectura seria de obras mejo
res , y aun al estudio de cosas
( 56 )
esenciales , y adquirió bastante ap
titud para dirigir la primera edu
cacion de su alumna , ilustrando
su entendimiento y formando su
razon solo que de su antiguo mé
todo de vida la quedó cierto modo
de pensar á lo heróico y á lo com
pasivo 9 tanto mas gracioso cuan
to hacia un contraste singular con
su natural caracter , que era la su
ma imprudencia : pero esta nacia
de la misma bondad de su cora
zon , pues como lo han observado
algunos , la imprudencia y la bon
dad andan muchas veces juntas , y
de ello presentaba nuevo ejemplo
nuestra canonesa. Facil en confiar
se 9 sin reserva , y amiga de ha
blar , jamas pudo guardar un se
creto mas de media hora ; y cuan
tas personas llegaba á conocer ,
eran al instante sus íntimos ami
gos gozaba ya tal reputacion en
esta parte , y la conocian tan bien
aun en palacio por incapaz de ca
llar , que no quedó escluida del
secreto que exigió el rey , quien
al contrario encargó formalmente
al chambelan y á su hija se lo
( 57 )
ocultasen con cuidado . No deseaba
otra cosa Carolina , pues recelaba
sus cargos y reconvenciones dia
rias : y el baron , siempre obedien
te , sujeto siempre á las volunta
des del amo , escribió de órden su
ya á su amiga " que suspendiéndo
se por algun tiempo el matrimonio
proyectado de su hija , se la en
viaba nuevamente &c. " Entregó
esta carta á Carolina , quien se
despidió de su padre pidiéndole de
rodillas la perdonara , y la echase
su bendicion ; y el chambelan , sa
tisfecho con no dejar de serlo , la
dió uno y otro con cariño , pero
con cierto resto de enojo : la vió
partir á Rindaw , distante de alli
siete ú ocho leguas , y se restitu
yó á Berlin con el rey y el emba
jador .
Alguna novedad la causó al
principió verse ella sola en un
gran coche. Conmovida aun de la
despedida de su padre y de todos
los acontecimientos de aquel dia ,
mal hubiera podido averiguar las
especies que en su cabeza bullian
tumultuaria y desordenadamente:
T. I. 3
( 58 )
mi acertaba á saber si debia ale
grarse ó afligirse. Todo á la ver
dad se habia hecho segun lo de
seaba y como lo habia pedido ; pe
ro quizá , sin confesarlo claramen
te , se habia lisonjeado hallar mas
resistencia 9 pues muchas veces la
sobrada facilidad en conseguir lo
que se quiere , disminuye algo su
precio ; y por otro lado su tal
cual vanidad habria á lo menos
quedado satisfecha si hubiese vis
to que les costaba sentimiento el
separarse de ella. Cómo ! decia con
asomos de despecho , me basta de
cir una palabra , una tan sola , y
me dejan ir ! y al momento se po
nen todos acordes , mi padre , el
rey y el conde , para abandonar
me ! ¿será indiferencia , será cóle
ra , ó generosidad ? Y de paso mi
raba la carta borrada del embaja
dor , cuyas espresiones queria re
cordarse , pareciéndole que á lo
menos por su parte era efecto de
pura bondad . Se enternecia , y sus
piraba diciendo : qué lástima que
sea tan feo !... Su imaginacion y
su quebranto recayó luego sobre
( 59 )
su padre , de quien se apartaba , á
quien afligia , y tambien se ladeó
algo á los placeres que perdia , y
á los grandes dictados que hubiera
podido usar ; la señora condesa,
la escelentísima embajadora , que
da reducida á la jóven Carolina.
Momentos hubo en que asomó la
cabeza para decir al cochero : vuel
ve á Berlin ; pero fueron cortos :
y la figura del conde , que aun te
nia presente , la volvia á sepultar
al instante en el fondo del coche
dándose el parabien por haber sa
bido evitarlo . No , decia entonces ,
no era posible : jamas podria acos
tumbrarme á su compañía : me cau
saba tal miedo y luego verlo siem
pre alli dia y noche , y continua
mente : oh ! eso era imposible . En
esto aplaudia su valor , y se ala
baba de haber acertado á conci
liar sus obligaciones con su anti
patía ; salvar la vida á su padre ,
y no perder su libertad .
Estas diferentes ideas la ocu
paron las dos terceras partes del
camino ; pero á medida que se acer
( 60 )
caba á Rindaw se apartaban de su
memoria las causas de su pesar ,
y en breve se entregó al gozo de
ver á su querida mamá. Asi lla
maba á la canonesa , que en efecto
le habia servido de madre , y
madre la mas cariñosa : idolatra
ba á Carolina ; y parecia haber
puesto en ella la inclinacion y el
amor que tuvo al padre . Cuando
este fué por ella , y dijo iba á
casarla , llegó á tal punto su do
lor , y á tal estremo su esfuer
zo para separarse de su hija , que
se alteró su salud , y desde enton
ces siempre estuvo penando. Ale
gria , placeres , felicidad , todo
habia desaparecido de Rindaw con
Carolina los labradores , los jor
naleros , los criados , toda la al
dea , no acababan de llorar la au
sencia de su amiguita y la falta
de todas sus delicias ; hablaban
siempre de ella , y repetian , to
do lo perdimos ! Figúrese el lector
el alborozo de aquella buena gen
te cuando una noche de muy clara
luna paró un coche á la puerta
de la quinta : sucedia esto tan ra
( 61 )
ra vez , que allá acudieron todos.
¿ Cuál no seria su admiracion vien
do apearse á Carolina , su que
rida Carolina , con aquellos atrac
tivos que ganaban todas las vo
luntades ? Los agasajó á todos ellos
y les dijo : vuelvo á vivir con
vosotros ; no os alegrais mucho
de verme ? En un instante se
acercan , la rodean " y la llevan
como en vilo al cuarto de la ca
nonesa , que salia á informarse del
bullicio que oia , y hubo de morir
de gozo al ver á su Carolina , á
su amada hija echarse en sus bra
zos , y decirla llorando de júbilo :
mamá mia , es vuestra Carolina ,
que no quiere dejaros mas . Y unas
voces confusas repetian en torno :
no quiere dejarnos mas !
Enternecida la canonesa , cu
ya salud era débil y los nervios
delicados , se alteró y conmovió á
punto de asustar á Carolina : ape
nas pudo soltar la respiracion du
rante algunos minutos ; mas como
las conmociones de alegria no son
muy nocivas , no tardó en reco
brarse , y preguntar á su hija por
( 62 )
qué especie de encanto volvian á
verse. Carolina le entregó la carta
del chambelan sin decir mas : le
yóla , y pidió alguna esplicacion
sobre aquel casamiento suspendido
en el momento de concluirse.
Por el último correo me avisaba
tu padre que el dia señalado era...
era hoy mismo creo : veámoslo
añadió sacando la carta ; sí , sí,
hoy dice y quién me dijera que
esta misma noche ? :: - es la mas
singular aventura... y yo pierdo el
juicio por las aventuras singulares.
Cuéntamelo todo , todo : y si con
viene callarlo , bien sabes que sé
callar. Aunque Carolina șabia po
sitivamente lo contrario , tuvo que
violentarse 9 y con mucho traba
jo ocultó su secreto á una ami
ga tan tierna , que hasta entonces
habia participado de todos los gus
tos y disgustos propios de su edad :
fue la vez primera de su vida que
usó de misterio con ella , y lo sen
tia de tal suerte su buen corazon ,
que á no ser tan terrible la condi
cion que la habian impuesto , todo
lo hubiera sabido su bondadosa ma
( 63 )
dre ; pero á lo menos para acer
carse cuanto pudiese á la verdad,
confesó que los obstáculos nacian
de ella sola , y que jamas le habia
sido posible acostumbrarse á la su◄
prema fealdad del conde. Bien que
rian , añadió , concederme algun
tiempo , pero conozco que nunca
podré hacerme á su vista. De aqui,
á modo de disculpa pasó á pintar
lo , y no hermoseó el retrato. Ape
nas la dejaba concluirlo su amiga
por lo mucho que la enfadó el
pensamiento de querer unir á su
Carolina con tan monstruosa figu
ra. Sin duda , repetia , el chambe
lan ha perdido el seso ; mas con
suélate , hija tuve , como sabes ,
algun ascendiente sobre él : 6 le
habré perdido enteramente , ó en
mi vida se hará ese absurdo casa
miento ; te lo prometo ; fia en mí
que jamas serás condesa de Wals
tein , ni muger de un tuerto y cojo:
otro que mas valga te hallarémos ,
que tenga sus ojos sanos y hermo
sos , y ande derecho ; linda pareja
el tal conde y mi preciosa Carolina:
apruebo mucho que hayas resisti❤
( 64 )
do. A tu edad quisieron tambien
casarme sin tomar mi parecer ; pe
ro advertí con tiempo que mi pre
tendiente torcia horriblemente la
vista , y no quise me lo nombrasen
mas : es verdad que ya estaba yo
ciega por tu padre , y que no hay
cosa que dé tanta fuerza y ánimo
como el amor. Mi principal máxi
ma es que para casarse 9 nada im
porta tanto como quererse con pa
sion, y esto solamente puede hacer
llevaderas las molestias del estado .
Los casamientos de amor , y no
otros , son los felices : por esto de
seché yo todos los de otra especie,
y por esto no admití la mano del
chambelan despues que murió tu
madre , porque ya no le profesaba
sino una amistad tranquila que no
basta para la felicidad . El amor ,
el amor recíproco , es lo que se
necesita en una familia. Empa
chada con su secreto escuchaba Ca
rolina este torrente de palabras ;
y la baronesa , que en tres meses
no habia tenido ocasion de hablar
á su sabor , se desquitaba ahora
sin exigir respuesta. Despues de
( 65 )
hacer una pausa para tomar alien
to , siguió como por acuerdo : Pe
ro ahora se me ocurre , niña mia :
¿no seria el amor el que te ha da
do fuerzas para resistir ? Hazme
tu confidente , y confiesa que co
noces á alguno que te agradaria mas
que ese conde. - Ah ! todos los
que he visto me gustan mas , res
pondió la ingenua Carolina. → -To
dos ? ya es eso mucho ; pero á na
die has distinguido en particular ?
no has visto uno , uno tan solo con
quien desearias pasar tu vida ? no
está empleado tu corazon ? - No ,
mamá mia , dijo suspirando su hija,
nadie me ama , y á nadie prefiero.
-No es cosa estraña : sin duda
no tiene ya la corte hombres como
tu padre : pero no te aflijas , hija ,
ya parecerán , ya los hallarémos :
y sobre todo que no vuelvan á men
tarme el tal conde ; te aseguro que
mientras vivas no se casará conti
go. La pobre condesita dió por
única respuesta otro profundo sus
piro , abrazó estrechamente á su
mamá , diciéndola que cifraba to
da felicidad en su cariño , y se
( 66 )
recogió á su antigua vivienda pa
ra descansar de las grandes fati
gas de aquel dia.
Al despertarse por la mañana
no sabia muy bien en donde estaba ,
ni lo que era de sí. Cielo santo !
decia recopilando sus ideas ; será
verdad que estoy casada , unida ,
ligada por todos los dias de mi
vida ! Que ya no gozaré sino de
una apariencia de libertad , de la
que á cada momento pueden pri
varme , y que solo debo este des
ahogo de incierta duracion á la ge
nerosidad del hombre á quien per
tenezco ! Con que ya pertenezco á
alguien y he perdido para siempre
el derecho de disponer de mí mis
ma ! - Sin embargo de la corta re
flexion natural en su edad , agovió
algunos dias este pensamiento á su
corazon con bastante fuerza para
sufocar casi toda su alegría. La in
dulgente canonesa , atribuyendo su
tristeza á la privacion de las di
versiones de la corte , aparentaba
no reparar en ello , y se esmeraba
en hacerle llevadera la soledad á
fuerza de cuidado y de cariño. Des
( 67 )
de esta buena madre hasta los ani
malitos que habia criado Carolina ,
todos los vivientes de la quinta le
manifestaban , cada cual á su mo
do , el contento que les producia
su presencia , y el afecto con que
la amaban. No podia menos de
agradecerlo todo el tierno cora
zon de Carolina : y el atractivo
que tiene la vista de los parages
en que uno ha pasado la niñez ,
junto con el halago de verse que
rida de cuanto la cercaba , produ
jo en ella su ordinario efecto : vol
vió poco a poco á su anterior mé
todo de vida , y sus ocupaciones
diarias volvieron á ser todo su de
leite del mismo modo que antes
de ir á Berlin . Su jardinito , del
que nadie habia cuidado en su au
sencia , volvió á esmaltarse con
mil matices , y con su esmero ad
quirió nuevo lucimiento : su paja
rera se pobló con nuevos huéspe
des ; la siega y cosecha de los
granos , los rebaños de las prade
ras , las danzas pastoriles , el rús
tico albogue , la ocupaban y diver
tian tanto como antes que viese las
2
( 68 )
fiestas y espectáculos de la capi
tal habia gozado muy por encima
aquellos placeres facticios , que
mas la habian deslumbrado que se
ducido , y en breve los puso en
olvido por los placeres sencillos y
verdaderos de la naturaleza , pre
feridos siempre por las personas á
quienes el trato del gran mundo
no ha llegado á corromper la vo
luntad y el gusto . Pasóse el ve
rano sin sentir ni echar nada de
menos. Raras veces recibia noti
cias de Berlin , pues irritado to
davia su padre , y engolfado en sus
dignidades , la escribia muy poco :
y su marido nunca ; tenia el cham
belan otro motivo mas para guar
dar silencio , y era que esperaba
atraerla á fuerza de aburrirla : pe
ro el conde atendiendo únicamente
al embarazo que ella esperimenta
ria en responderle , solo pensaba
en escusárselo : y por otra parte .
tampoco sabia que decir á una ni
ña á quien casi no conocia , de
quien no era conocido , y que sin
duda lo miraba como á un tirano
odioso. Esperándolo todo del tiem
( 69 )
po y de los progresos de la razon ,
apeló á la paciencia , y se restitu
yó á Petersburgo pocos dias despues
de su casamiento . Empleado luego
en asuntos importantísimos , que
ocuparon toda su atencion , miró
quizá entonces como fortuna el ca
pricho de su jóven esposa , que
tan naturalmente la colocaba du
rante su ausencia segun él lo hu
biera deseado sin atreverse á exi
girlo. Resultó de esto que aun no
hubo pasado Carolina tres meses en
Rindaw, cuando todo lo que le ha
bia sucedido le parecia un sueño
de que apenas se acordaba , ó mas
bien en que jamas pensaba : toda
idea relativa al conde la apartaba .
ella de su memoria y nadie queria
recordárselo ; advirtiendo la ca
nonesa que á su solo nombre se
demudaba su bello rostro , no vol
vió á proferirlo : y asi llegó á bor
rársele de la mente su , enlace en
términos de que si le hubiesen pre
guntado si estaba casada , hubiera
en el primer momento asegurado
de buena fe que no.
De la temporada que estuvo en
-( 70 )
la corte no la quedó mas que un
vivo deseo de adelantar y perfec
cionar sus habilidades , y en esto
empleó el invierno. Venian de
tiempo en tiempo maestros de mú
sica y de dibujo á cultivar sus dis
posiciones naturales. Sabia ya el
idioma frances , y se dedicó al in
gles y al italiano . No hallándose
distraida por cosa alguna , tenien
do una memoria de quince años ,
la mayor ansia de aprender , y mu
cho tiempo suyo , hizo unos ade
lantamientos pasmosos . Perfeccio
naba al propio tiempo su razon
con lecturas metódicas en obras
selectas , en lo cual invertia parte
. de las noches siendo la lectora de
su buena mamá. Este género de
vida apacible y arreglada aprove
chó tambien á sus gracias y dotes
personales , hallándose ademas en
la edad feliz en que cada dia au
meuta la hermosura , y cada año
que pasa produce una perfeccion ,
y añade el atractivo de la juven
tud al de la inocencia. Creció de
cuerpo espigado su talle , se for
mó y adquirió todos los contornos
( 71 )
y todas las proporciones de la be
lleza : su color era como el de una
rosa al abrirse , tenia la misma lo
zanía y brillo : su fisonomía y sus
facciones se animaron adquirien
do nueva espresion ; ya no es aque
lla niña , cuyo mirar incierto so
lo indicaba travesura 6 timidez :
sus hermosos ojos resplandecian á
veces con todo el fuego de la in
teligencia y del ingenio , y si los
bajaba y los encubria á medias con
sus largos párpados , presentaban
la viva imagen de su modestia y
de su sensibilidad : hasta su voz
se hizo mas dulce y mas grata ,
y aprendió á templarla : sin te
ner mucho cuerpo tenia aquella
flexibilidad y dulzura , que es mas
agradable : y cuando entonaba sus
letrillas y canciones acompañándo
se con el arpa ó la guitarra , na
die era poderoso á resistir la dul
ce conmocion que inspiraba , y que
ella misma sentia. A todas estas
ventajas añadia ótra quizá mas ra
ra de lo que se piensa : estaba siem
pre vestida con una elegancia ,
guato y sencillez que daba realce
·

( 72 ) ·
todos sus encantos : una bata de
muselina ó de tela ligera , ceñida
con una faja de color obscuro y
opuesto , pintaba por decirlo asi
sin apretarla su cintura fina y de
licada : un sombrerillo de paja co
ronado de plumas abrigaba una
abultada melena rubia : los bucles
discurrian y retozaban con gracia
por un cuello de alabastro , cuya
blancura sobresalia mas entre la
pañueleta negra que lo cubria en
parte su mano igualaba en color
á las azucenas que cogia , y su
pie para parecer lindo no necesi
taba de su breve calzadillo negro.
Tal era Carolina á diez y seis años;
pero aquel conjunto de gracias y
atractivo , aquel dechado de habi
lidades y talento , estaba sepultado
en una soledad sin mas testigos que
la canonesa , la cual á la verdad
se enagenaba al mirarla , y sentia
hubiesen desaparecido los felices
tiempos de la andante caballería ,
en que su Carolina habria sin du
da sido el blanco de todas las ha
zañas , el objeto de todos los tor
neos , y el premio del valor. O ! y
( 73 )
euántas veces contemplándola pro
testaba y juraba á su nombre que
jamas seria dueño de tales perfec
ciones el conde de Walstein ! ¿ y
cuál no hubiera sido su furor si
hubiese sabido que ya eran suyas,
y que para él solo crecia la her
mosura de Carolina ? En su con
cepto merecia por lo menos un prín
cipe ; pero aun la deseaba mas un
marido del temple de los que habia
visto en las novelas , lindo como
Esplandian , fino como Amadís ,
rendido como Celadon : y estraña
ba mucho que no acudiesen todos
en tropel á Rindaw para lidiar y
merecer por galardon la mano de
la preciosa Carolina. Esta por su
parte nada estrañaba , ni abrigaba
otro deseo que el de vivir la vida
que tenia, pues pacífica y ocupada,
le parecia el colmo de la felicidad;
tal vez únicamente estando sola "
y aun en medio de sus mas gratas
tareas , le asaltaba una especie de
melancolía suave , ó mas bien un
meditar vago y sin objeto , de que
no podia darse razon á sí misma ;
esta suerte de tristeza diferia mu
T. ¿.
( 74 )
cho de la que habia causado su
matrimonio : aquella era un estado
penosísimo , y al contrario en esta
otra hallaba un embeleso increible:
de modo que si no se esforzaba pa
ra desecharla , permanecia horas
enteras en su dulce enagenacion
sin poder decir en qué pensaba.
Entre sus ocupaciones y medi
taciones se pasó bastante pronto
el invierno , pues no tenia Caro
lina un rato ocioso , y nada es
mas á propósito para abreviar el
tiempo. Como quiera , celebró la
vuelta de la risueña primavera ;
mas apenas empezó á gozarla , se
turbó cruelmente su sosiego . Su
pobre mamá , cuya salud hacia al
gun tiempo era harto endebie , se
postró á una peligrosa enfermedad .
Quien no tenga un corazon como
el de Carolina , quien no sepa
cuan estrechamente la amaba , no
puede representarse el esceso de
su sobresalto y el ansioso cui
dado con que la asistia : no se apar
tó de su cabecera en el mes que du
ró el riesgo , y costaba sumo tra
bajo , aun despues , arrancarla de
( 75 )
alli para que descansase á ratos.
Creeríase quizá que el recelo de in
al poder de su padre y de su mari
do , si moria su buena amiga , te
nia parte en su amargo quebran
to : nada menos ; ni una sola vez
le ocurrió este pensamiento por na
tural que fuese : entregada toda á
sú dolor , únicamente ocupada en
asistir á su amada amiga , y ali
viar sus dolencias , no pensaba en
sí misma , pero si para volverla á
la vida hubiese bastado consagrar
la suya al conde , lo hubiera he
cho sin titubear un instante . Por
fortuna no llegó á verse en tan
cruel prueba , pues oyó el cielo sus
clamores , y se conservó el objeto
de sus llantos ; fue restableciéndo
se la canonesa , contribuyendo qui
zá á ello , mas que todos los socor
ros de la medicina , la amorosa
asistencia de su amable hija ; á lo
menos asi lo decia la enferma 9 cu
2
yo cariño , si era posible , se au
mentó al ver el estremo á que ha
bia llegado el de Carolina en esta
ocasion.
Tuvieron por entonces una vię
( 76 )
sita del gran chambelan , que asus
tado , á lo que decia , del peligro
de su antigua amiga , corrió á
Rindaw alentando cierta esperan
za de no hallarla ya en este mun
do , y de llevarse á su hija ; pero
desbaratando la suerte todos sus
proyectos , la encontró casi conva
lecida ; y á Carolina transportada
de gozo , no cansándose de mirar
la , y no perdiéndola jamas de vis
ta. La coyuntura no era por cier
to favorable para hablarla de vol
verse , y en efecto no trató de este
punto , ni tampoco habló del con
de , que permanecia en su embaja
da. Fuertes ganas se le pasaron á
la canonesàvde tocar el asunto , y
manifestar su enojo por el tal ca
samiento , sin embargo de que en
su entender solo estaba proyec
tado ; pero muy débil todavia pa
ra meterse en altercados , se con
tentó con decirle que su hija era
un. angel , que le debia la vida,
y que queria emplearla toda en
su felicidad . No tardó en ausen
tarse el chambelan , ofreciendo
otra visita para el otoño , que era
( 77 )
cuando volvia su yerno , y dicien
do á su hija que para entonces
esperaba cncontrarla mas docil á
la razon .
En otra cualquier circunstan,
cia hubiera la presencia de su pa
dre recordado vivamente á Caro
lina el enlace que queria olvidar;
pero en esta la ocupaba toda ente
ra su mamá , y acababa de verse
muy agitada para pensar mucho en
otro objeto el peligro presente
borra ó cuando menos debilita el
temor del que está remoto ; y se
contemplaba tan feliz en que hu
biese el cielo conservado á su ami
ga , que creia no tener ya que re
celar desgracia alguna. Sin embar
go apenas marchó el baron , la vi
sita que anunció para el otoño con
cierto aparato , la causó un sobre-,
salto que no estuvo T en su mano
reprimir , y sin reparar en la al
teracion que podria padecer la con
valeciente , corrió á echarse en
sus brazos , y besándola las manos
regadas con sus lágrimas decia:
mamá , querida mama , ya que el
cielo me devuelve mi bienhechora ,
( 78 )
quisiera no dejarla mas , y pasar
con ella toda mi vida. Enterne
cida en estremo la canonesa cor
respondia á sus caricias , y la ofre
ció que jamas se separarian si fue
se posible. Al fin pasó aquel pri
mer momento , restablecióse el so
siego en el alma de Carolina , y
no tardó en olvidar la visita de
otoño. - El plazo era largo ; á
diez y seis años nadie se aflige con
seis meses de anticipacion , y por
otra parte tenia entonces mucho
en que ocuparse para cuidar de
afligirse . Se hallaba como en un
encanto : recorria tarde y mañana
sus jardines , sus bosquecillos , y
no se hartaba de admirar cuanto
se habia adelantado la naturalezà
en aquel més de recogimiento y de
dolor en qué nada veia sino el pa
decer de su amiga.
Ninguna primavera le habia
jamas hecho tan viva impresion , 6
mas bien era la primera vez de su
vida que advertia y apreciaba to
do lo delicioso de esta alegre esta
cion , en la que todo se renueva y
reproduce , en que se respira un
( 79 )
aire delicioso y puro , en que ca▲
da dia presenta un nuevo aspecto
y cada dia mas vistoso . Ostentaba
la naturaleza toda su hermosura y
gallardía , y debia parecer aun mas
hermosa á los ojos de Carolina.
Qué contraste en efecto no habia
entre aquella alcoba tan cuidado
samente cerrada , los quejidos de
su amiga tan punzantes para ella,
aquel lecho de dolores y afliccion
bañado siempre con sus lágrimas ,
y cuanto ahora la rodeaba ? Los
campos y las praderas estaban ves
tidos de aquel nuevo y alegre ver
de que encanta la vista : la rosa
de mayo empezaba á abrir : los ár
boles floridos , el lila , la madre
selva , y la viola llenaban de fra
gancia el ambiente el jacinto , el
tulipan , la anémone y el ranún
culo esmaltaban con vivos colores
su jardin . Desde el amanecer se
oia por todas partes el cantar va
riado de mil diferentes avecillas ,
y luego que el sol se ponia los rui
señores embelesaban con sus armo
niosos gorgeos , y respondiéndose
de una á otra rama componian el
( 80 )
mas suave concierto, Nada des
perdici aba Carolina ; de todo se
aprove chaba y gozaba con delicias:
creia hallarse en un mundo nuevo ,
en un mundo ideal ; y ninguna in
quietud turbaba su felicidad. Esta
deleito sa estacion , que da nuevo
ser á toda la naturaleza , y lo vi
vifica todo , influia tambien en la
salud de su amiga , y la recobra
ba enteramente ; la quedaba toda
via una suma debilidad de pier
nas , y una fluxion de ojos que la
impedian salir del cuarto ; pero
desde un balcon podia disfrutar
el aire blando y apacible de la
primavera , podia ver á su Caro
lina correr por los jardines , cor
tar flores , asegurar las que se
desprendian , oir su dulce voz con
fundirse con el trinado de los pa
jarillos , y gozar como ella sus
inocentes placeres .
Otra ocupacion de mucho atrac
tivo para la jóven condesa llegó á
aumentar la felicidad de su vida
campestre. Se le ocurrió levantar
algun monumento que perpetuase
la memoria del restablecimiento de
(( &L )
la condesa y queriendo sobreco
gerla agradablemente , se valió del
tiempo en que esta no salia de su
cuarto para que sin D que lo advir
tiera lo construyesen : escogió pa
ra ello un parage retirado al últi
mo estremo del jardin , y que lo
cerraba por aquella parte : era un
bosquecito irregular y muy umbrío
de ayas , lilas , acacías y alisos ,
cortado con sendas y glorietas , y
regado con un riachuelo que venia
de los elevados surtidores del jar
din , y allí producia en su corrien
te un efecto mucho mas agradable.
Habia hecho plantar aquel bosque
cillo la canonesa en tiempo de su
mal pagado amor : se veia escrito
en cifra por su propia mano el
nombre del ingrato y desleal baron
en la corteza de los nuevos árbo
les , y siempre conservó cierta pre
dileccion á aquel recinto , testigo
de su cariño. Tambien le agradaba
mucho á Carolina , porque su som❤
bra y frescor convidaba á los pa
jarillos " y el anterior verano ha
bia pasado ratos deliciosos en aque
lla amenidad con su anciana amiga
T.4.
( 82 )
Fue pues en lo mas apartado de
àquel asilo donde quiso levantar
el monumento de su fina amistad.
Confió el secreto á su padre , que
no solo convino en ello sino que
la proporcionó los trabajadores ne
cesarios para llevar á cabo el pro
yecto: se aprovechó de una puerta
escusada , que caia precisamente al
camino , para facilitarles la entra
da sin que los viesen desde casa ,
ademas que todos los criados la
amaban mucho para que temiese la
descubrieran : de modo que nada
sospechó la canonesa , encerrada
siempre en su aposento. Quizá la
misma Carolina hubiera faltado á
su propósito ; pero ya empezaba á
saber guardar un secreto , y este
le costó menos que el primero. No
ahorraba dinero ni diligencia para
abreviar la obra , y era tal su acti
vidad y celo que lo comunicaba á
los trabajadores , les daba ideas y
proyectos , hacia por sí misma los
diseños , y era siempre la prime
ra que por las mañanas acudia al
trabajo se ejecutó en suma con
celeridad tan pasmosa que en me
( 83 )
nos de un mes quedó totalmente
concluido. Apenas se halló en es
tado de que lo viese su amiga ,
instó para que fuese allá . — - Ma
má mia ' , el aire del bosquecillo
os aprovechará : está tan bonito
este año ! - Lo ereo , hija , pero no
puedo andar tanto . - Pues , ma
má , yo os llevaré. Instó en fin
de tal suerte , que la canonesa •
que en nada sabia resistirle , con
vino en ello , mandó la llevasen
en su misma silla , y quedó bien
pagada de su condescendencia al
ver el nuevo testimonio del amo
roso afecto de su hija adoptiva.
Consistia en una especie de
templete ó pabellon ochavado de
la más sencilla y agradable arqui
tectura , sostenido con ocho co
lumnas de estuco blanco que for
maban una sala abierta , con pa
vimento de mármol blanco y ne
gro : en medio se elevaba un pe
destal en forma de ara , adorna
do con festones de flores gallar
damente esculpidas : alli estaba el
busto de la canonesa copiado de
un muy buen retrato que guarda
( 84 )
ba de ella su amiguita ; habia și
do hermosa en su mocedad ,y , cuan
do la amaba el baron tuvo mas
de un competidor : decia á vecesi
con cierta satisfaccion que las gen
tes de entonces creian se parecia
mucho á las estatuas de la bella
Cleopatra ; y en efecto aunque los
pesares y los años habian altera
do su frescura y la semejanza , se ,
conservaban aun bastante bien sus
facciones para componer un busto
de muy buen parecer .
Hubiera deseado Carolina grå
bar en el pedestal cuatro versos
que indicasen la persona y el asun
to á que dedicaba su obra ; pero
nada queria ageno : tenia que ha
cerlos ella misma , y como nadie
puede reunir toda suerte de talen
tos , la faltaba el de la poesía. No
obstante se ensayó en hacerlos ,
porque cuando estamos apasiona
dos creemos que nada es mas fácil
que espresar la que sentimos : y á
la verdad se le ocurrian á monto
nes ideas y pensamientos ; pero so
braban muchos para solos cuatro
versos , y tenia que sacrificar mas
( 85%))
de la mitad á 3g la concision , á la
medida , al consonante, Escribió,
borró y rasgó , empezó de nuevo
y llegó finalmente á componer
unos versos que al principio la en
cantaron : mas no tardó en estre- ,
mecerse al contemplar que habian
de quedar alli para siempre est
puestos á la vista de todos : en
efecto podian oirse con gusto una
vez , pero no gravarɛe en mármol ; [
renunciando pues á la gloria de
poeta , se limitó á poner Hanamen-,
te con letras doradas , debajo del
busto de la canonesa : " Tal dia 21
tal mes y tal año fue restituida á
la vida; Carolina á toda su dicha:
y este templo consagrado á la
amistad ."
Por una escalera de mármol
blanco de dos cuerpos se subia al
pabellon construido sobre las co
lumnas , y era otra salita de la
misma figura que la inferior , bien
que cerrada , y con cuatro ventas
nas grandes , rematando en una
cupulilla tan diestramente pintada
que imitaba con perfeccion un cie
lo el mas sereno. En los lienzos
((86 )
intermedios de las ventanas se
veian pinturas emblemáticas sobre
el * objeto y fin de aquel edificio :
en uno estaba Carolina de rodillas
invocando con ardor al dios de la
medicina , y señalándole su amiga
pronta á dar el último aliento ; en
el segundo la ayudaba á sostener
se , al paso que varios genios dan
zaban en torno de ella , purifica
ban el ambiente , derribaban una
mesa cubierta de medicamentos ,
y rompian la guadaña de la muer
te , que desaparecia á lô lejos : el
tercer lienzo representaba la cons
truccion del templete , á su auto
ra colocando el busto en el ara ,
y el genio de la amistad y del
agradecimiento escribiendo la ins
cripcion ; finalmente en el último,
con una mano sostenia á su amada
enferma , que en su aptitud es
presaba su admiracion y gozo , y
con la otra le indicaba el edificio,
del cual le hacia homenage. Es
tos lienzos cubrian unas alacenas
hechas en la pared con estantes pa
ra libros ; habia una chimenea en
wina de las ventanas , una mesa
( 87 )
redonda en el medio , y sillàs có
modas ; nada se echaba menos , y
todo ello estuvo dirigido por una
niña de diez y seis años. ¡ Pero qué
mucho si á esta niña la dirigia un
sentimiento tierno y vivo que traia
arrebatado su corazon ! Su total
ignorancia de otras inclinaciones
cedia en provecho de la amistad :
pues no conociendo aun su pecho
amoroso mas objeto que aficiona
se su voluntad que aquella única
amiga , en ella se reunian su sen-.
sibilidad y su ternura , que se ha
bian aumentado con el temor de
perderla ; por otra parte se ha
Ilaba en la edad en que despun➡>
ta el ingenio , y en que el enten->
dimiento y la imaginacion adquie
ren una actividad y un fuego que
solicita pábulo. Ademas del placer
que preparaba á su amiga en esta
obra , lo tuvo tambien ella muy
cumplido en edificarla : esto en
cierto modo era crear , y cada nue
va idea la causaba un estremado
gozo de suerte que la ejecucion
y su efecto producian en ella trans
portes increibles. Jamas quizá fue
( 88 ) "
mas feliz que durante esta dulce
ocupacion . Asi lo dijo luego -mu
chas veces , y nunca volvió á ver
aquel monumento de su cariño sin
enternecerse .
: Figúrese el lector , si puede,
el pasmo , el éxtasis de la heróica
canonesa ; era en verdad un lan
ce inesperado , que parecia hecho
espresamente para su humor. Aquel
pabellon salido alli como por en
canto ... qué prodigio ! Cómo es
trecha en sus brazos á la hermo
sa hechicera que lo hizo ! Esta se
postra á sus pies , besa sus manos,'
solo con el silencio espresa todo lo
que en sí siente , y ambas á dos
derraman lágrimas de gratitud y
enternecimiento . Ah ! en este ins
tante gozó Carolina la felicidad
mas pura , exenta de toda` pena,
y sin que la turbase siquiera una
idea importuna . ; Edad afortuna
da en que se disfruta con ena
genacion el momento presente que
todo lo absorve , olvidando lo pa
sado , y no temiendo lo por ve
nir ! Rindaw era entonces para
Carolina el universo entero , y su
(.89 )
pabellon el templo de la felicidad:
la traia embelesada en tal estremo
que alli pasaba todo el tiempo que
no hacia compañía á su amiga , y 4
asi que la dejaba corria al pabe
llon , del que siempre salia con dis
gusto . Como la altura del edificio
y la bóveda que lo cerraba eran
muy favorables para la música ,
allá se llevaron todos los instru
mentos , y á pocos dias ya no fue
posible tocar y cantar en otra
parte : siendo tambien sus luces
muy propias para el dibujo , pues
podian templarse á cualquier ho
ra del dia mediante las cuatro ven
tanas y sus celosías 23 alli se fija
ron los avíos de pintar : ademas
aquel sitio , libre de bullicio y de
distracciones , • era tan oportuno
para aprovechar en la lectura , que
en él colocó su librería ; finalmen
te no habité casi otro aposento , ni
paraba en su cuarto sino los ra
tos de tocador, que eran cortos , y
veces hubo que se sintió impacien
te en la habitacion de su buena
mamá tan cierto es que una pa
sion nueva puede acabar con to
( 90 )
das las anteriores . Hagamos no
obstante justicia á Carolina : aun
se impacientaba mas de que su
amiga no pudiese acompañarla en
el pabellon ; y la canonesa , con
tentísima por el placer que su hi
ja hallaba en él , se reia de aque
Ila especie de enagenamiento , y
la facilitaba los medios de satis
facerlo . Veremos si la durará , y
si amará todavia mucho tiempo á
su pabellon por sí mismo. Hasta
ahora corrió su vida tranquila en
tre la amistad y el estudio , sin
que otro afecto mas activo hubie
se turbado sus dias , y sin haber
conocido amor ni odio , pues la re
pugnancia que tenia al conde , y
su temor de vivir con él, no èra
odio , antes bien si por acaso se
le venia á la memoria , era á lá
sombra de cierto agradecimiento
por la libertad que la dejaba dis
frutar. Pero hablemos verdad y
confesemos que este acaso sucedia
ravísima vez , pues casi nunca se
presentaba su marido á su pensa
miento ; de dia en dia se debilita
ba mas el recuerdo de su enlace ,
(+91 )
y gozaba de su libertad como si fue
se real y verdadera : de modo que
no dejaba de parecerse á los pa
jarillos que sujetos de un hilo re
volean , cantan y se creen tan li
bres en el aire como los compañe
ros que vuelan á su lado : olvidan
el hilo , y no lo echan de ver has
ta que la mano que los soltó tira
de ellos , y los encierra lindamen
te en su jaula .
Habia Carolina recibido de Ber
lin poco antes mucha música nue
va , y entre ella habia una colec
cion de letrillas que la agradaban
sobremanera , en especial una de
ellas , cuyo tono decia muy bien
con su voz , y la letra con el es
tado de su corazon ; la cantaba to
do el dia acompañándose ya con
el clave , ya con el arpa ó la gui
tarra , y cada vez hallaba nuevo
gusto en repetirla. La copiaremos
aqui á favor de las lectoras de su
edad , y sabrán de paso cuál era
entonces el gusto de Carolina.
LETRILLA DE AURORA ,

CON ACOMPAÑAMIENTO DE CLAVE 6


GUITARRA.

A orillas de un arroyo
Aurora , hermosa y niña ,
sola sobre la yerba
estaba y pensativa.
De amor conoce solo
el nombre en él medita :
teme á un tiempo y desea
querer y ser querida ,
y dice ¿ mi sosiego
es mi mal , ó mi dicha ?
Al amor reconozco
en cuanto tiene vida ,
y hasta lo inanimado
de blando amor suspira :
las almas son de fuego ,
escepto el alma mia ;
1:2 yo sola quedo muerta
cuando todo respira.,
O que este mi sosiego
es mi mal , no mi dicha !
Sobre mil varias flores
( 93 )
mil mariposas giran ,
á ninguna prefieren ,
y á todas acarician.
En su inconstancia aprenda
y escarmiente mi vida ,
que lo mismo los hombres }
aman y luego olvidan .
O qué este mi sosiego
no es mi mal, que es mi dicha !
Pastoras y zagalas
he visto muy sentidas
dejar danzas y fiestas "
y á sus solas gemian
por ingratos pastores
que de ellas hacian risa.
Yo alegre canto y bailo "
ingratos no me irritan...
O! apacible sosiego ,
eres mi única dicha !
Asi cantaba aurora ,
y el amor que la atisba
para vengarse asesta
cruel flecha , y la mira...
Ya te amenaza el pecho 9
ya quiere que te rindas...
Conocerás en breve
toda su valentia ,
y perdiendo el sosiego
sabrás lo que es la dicha!
( 94 )
La cantaba un dia en el pabe
Ilon acompañándose con guitarra,
y repetia con mucha espresion : O!
• apacible sosiego , eres mi única
dicha ! cuando oye otra voz de no
menos dulzura y melodía que la
suya , pero mas fuerte y sonora ,
que cantaba en contralto : 0 ! de
ja tu sosiego , conocerás la dicha !
Estos acentos , tan diferentes del
cantar rústico que estaba acostum
brada á oir , la admiraron mu
cho ; calló , escuchó atenta , y no
oyendo nada volvió á cantar , pe
ro mas bajito y acompañándose
mas suavemente , y volvió á oir
mas perceptible la voz que la se
guia. Corre entonces con la gui
tarra en la mano á la ventana que
miraba al camino , y como que vió,
distante algunos pasos , un mozo ,
alto , galan , vestido de caza , que
descansando sobre un fusil , tenia
clavados los ojos en el pabellon.
Sin duda era el tal cantor , y di
go como que lo vió , porqué en el
mismo instante que advirtió en él,
turbada y confusa de que la hu
biesen oido y visto , se retiró ace
( 95 )
lerada al lado opuesto del pabe
1lon ; y desde alli , poniéndose en
puntillas y alargando el cuello ,
hizo esfuerzos para descubrir algo
por aquella parte ; pero se puso
muy lejos , y así nada alcanzó á
ver. Hubiera cantado con gusto su
letrilla , siquiera para desengañar
se de si aun la acompañaban , pe
ro la faltó , la voz : en fin no se
atrevió , y apenas pudo puntear al
gunas cuerdas en su guitarra , has
ta que cediendo á la curiosidad ,
despues de andar cuatro pasos y
desandarlos , hace ánimo , y se aso
ma de golpe á la temida ventana.
Ya no estaba el gallardo cazador
donde lo habia dejado ; pero algo
mas lejos por el camino lo vió re
tirarse con pausa , volviendo á ca
da paso la cabeza al pabellon.
Esta aventura , si asi puede
llamarse , nada era , nada absolu
tamente. Un hombre pasa por ca
sualidad , cazando , al pie de un
pabellon nuevo y muy adornado ,
y se detiene á mirarlo : oye den
tro una música deliciosa , y se le
antoja cantar tambien : ve á una
( 96 )
ventana una muger hermosísima ,
y se pone á mirarla ; nada habia
en todo esto que no fuese natural,
y sin embargo meditó Carolina to
do el dia en ello como si fuera un
suceso muy estraordinario : bien
que para su inesperiencia todo era
nuevo , todo debia causarla nove
dad , y cualquiera que hubiese lle
"
gado á interrumpir una soledad
tan profunda , no podia menos de
tener para ella algo de particular.
Pensó y volvió á pensar en él. —
¿ Quién podrá ser ? y qué haria
en aquel camino escusado ? - Cien
veces hizo esta pregunta , pero á
sus solas , pues á nadie habló de
ello porque tuvo cierta idea con
fusa de que acaso le cerrarian su
encantado pabellon , y esto seria
acabar con su vida. Allá se fué al
dia siguiente con mas ansia aun
de lo que solia , y despues de es
tar cerca de un cuarto de hora en
la misma ventana , y de quedar se
gura mirando bien á todas partes,
de que no habia quien la viese ni
oyese , toma su guitarra , se sienta
en el hueco de aquella ventana ,
( 97 )
entona su querida letrilla , ý si
gue cantándola desde el primero
hasta el último verso : la última
estrofa , que hasta entonces era la
que menos le agradaba , le gustó
bastante aquel dia ; la repitió dos
veces y volvió á cantar la letra
desde el principio hasta el fin
acompañándose esta vez con el ar
pa , y no con el fortepiano porque
este estaba casualmente á lo últi
mo de la sala : y ella se hallaba
tambien en su ventana ! Puso en
nota el contralto que oyó la vís
pera 9 repitió todos los tonos : O !
apacible sosiego , eres mi única
dicha y nadie se presentó á de
cirle lo contrario ; de suerte que
aburrida y quizá algo despecha
da de cantar tanto tiempo sola ;
apartó á un lado la música , de
jó los instrumentos , corrió al jar
din , cogió flores , las amontonó
en un canastillo que se apare
ció alli , y no sabiendo en qué
divertirse vuelve al pabellon 2 to.
ma pinceles y colores , y se en
tretiene copiando el canastillo.
Al principio la costó algun tras
T. I.
( 98 )
bajo aplicar su atencion : miraba
mas á la ventana que á las flores,
hasta que poco a poco se dedicó
y entregó toda entera á su tra,
bajo. Lo seguia con esmero , y
nacian flores de su pincel , cuan
do de repente oye á lo lejos el
galope de un caballo . Tanto co
mo el contralto de la víspera la
admiró aquel ruido , que no se
parecia al paso tardío y pesa
do de los caballos de la aldea :
arroja pronto los pinceles , á ries
go de que caigan en medio del
lienzo , corre , y ya la tenemos
en su ventana volviendo los ojos
á todas partes : ve á cincuenta
pasos un mozo de gentil conti
nente , montado en un alazan ar
rogante y fogoso , al que ma
neja con gracia y despejo . Qué
perspicaz y atinada es la vista
de las mugeres ! Apenas habia
visto Carolina al forastero de
ayer : estaba aquel con vestido
verde de cazador , y este de hoy
tiene uniforme de oficial de guar
dias : aquel iba á pie , este vie
mé à caballo : el uno cantaba ,
⚫ ( 99 )
y el otro galopeaba : hasta aqui
no hay la mejor semejanza , y
sin embargo conoció al instan
te ser puntualmente el mismo y
verdadero hombre del contral
to.
ૐ Cómo resistirse al antojo de
verlo pasar , y de saber si es tam
diestro ginete como buen cantador
de letrillas ? Se iba acercando el
tal caballero , ó mas bien su caba
llo , y le costaba trabajo domarlo
y rendirlo al freno , y aun esto
lo olvidó asi que advirtió en Ca
rolina : pues al querer saludarla ,
valiéndose el bruto de la libertad
que le dejaban , y asombrado tal
vez con aquel movimiento , dió un
gran bote que hubiera arrojado de
la silla á un ginete menos firme,
y partió como un rayo á galope
tendido , llevándose al caballero
á pesar de todos sus esfuerzos pa
ra contenerlo . Asustóse sumamen
te la niña , dió un agudo grito , y
los siguió cuan lejos pudo con la
vista en breve desaparecieron , y
ella quedó poco satisfecha y sose
gada : miraba todavia largo rato
( 100 ) ALF
aun despues que no alcanzabâ a
verlo , y se le representaba arro
jado al suelo , pisado , herido , ho
llado ::: - Si á lo menos ese maldi
to caballo se hubiese desbocado en
la aldea , hubieran podido dete
nerlo , socorrer al dueño y traer
lo á la quinta. Bien se le ocurrió
despachar un criado que lo busca
se ; pero á quién buscar ? Ni ella
misma lo sabe ; y por qué lado to
marian ? pues eran muchos los ca
minos que venian á parar á aquel ;
por otra parte no es empresa fa
cil seguir á un caballo desbocado :
y ademas cómo mandarlo ? jamas
se atreveria á tal cosa : y asi tuvo
que quedarse con su inquietud . Pro
curó sosegarse con la considera
cion de que el oficial montaba muy
bien , y le parecia firme y segu
ro antes de aquella fatal cortesía,
de que tanto se culpaba á sí mis
ma , y que esperaba que no tenien
do ya á quien saludar se apaci
guaria el caballo , y podria vol
ver por alli al dia siguiente . A la
verdad , decia , debe hacerse asi
para sacarme de dudas.
( 101 )
El susto la quitó la gana de
cantar y de pintar , y en vez de
esto dió algunas vueltas por el
jardin pensando siempre en el gi
nete , y luego fué á ver á la ca
nonesa , á la que nada comuni
có de todo esto , sin duda por es
cusar que tambien se asustase . Re
cogióse impaciente de que amane
ciese esperando que no se pasa
ria el dia sin quedar segura y
sosegada sobre la vida del caba
llero desconocido . Ayer al acor
darse de él era mera curiosidad
la que la agitaba : hoy ya es cui
dado , entrando á la parte la hu-,
manidad á favor de un hombre
en peligro. Despues de ejercitar
mucho esta bondad de su corazon ,
se durmió muy enfadada contra
los caballos fogosos que no de
jan á un hombre ser cortés im
punemente .
A la mañana siguiente ::: La
mañana siguiente llovió , ó mas
bien diluvió todo el dia , y no
fue menos imposible para ir al pa
bellon que imaginar que se pudie
se pasear á caballo. Tuvo Carolina
( 102 )
la suerte contra sí , aquel dia , el
cual le pareció escesivamente lar
go : se aburrió de muerte , no su
po en que ocuparse , pues todo
estaba en el pabellon , música ,
pinceles y libros ; tambien hubie
ra querido ella estar , pero no era
dable : en este apuro conversó
como mejor pudo con la querida
mamá , habló con algun interes
de la lluvia , del sol , del buen
tiempo , y deseó muy de veras
que este volviese : cantó algunas
veces el estrivillo de la letrillä,
acordándose quizá del contralto
y del galope ; y se pasó - aquel
dia con la esperanza de llegar
cuanto antes al otro. Este otro :::
Qué adversidad ! Llovió aun mas
que el anterior , parecia que to
dos los nublados se habian con
gregado sobre Rindaw. Esta vez
ya se enojó seriamente , y lo
manifestó sin rebozo . - Qué co
sa tan horrible ! mi canastillo que
quedó á medio empezar .... en
contraré marchitas las flores , y
todas las del jardin se pierden
con esta malvenida lluvia ; apues◄
( 103 )
to que las rosas se deshojarán
todas , y solo quedarán las espi
nas. Incauta niña , ya estan
clavadas en tu corazon ! ya no
tienes aquella alegria continua ,
aquella serenidad con que aguan
tabas la intemperie , y reias y con
tabas los dias lluviosos lo mismo
qué cuando el sol lucia eon mas
brillo en el cielo. Se impacienta
ba tanto por verlo claro y despe
jado , que empleó aquel dia en
consultar á los barómetros y á
todas las gentes de la casa , y en
mirar á cada instante si aclara
ba el horizonte ' ; pero entretanto
se deshacia el cielo en agua. Co
mo quiera , á la tardecita unos
celages de color purpureo infun
dieron alguna esperanza : la con
firmó un vientecillo fresco ; y por
la mañana al abrir los ojos tu
vo el gusto de ver los rayos del
sol penetrar por sus cortinas , y
el dia mas claro dar luz á su
cuarto , siéndole esto mas apre
ciable por la contrariedad que ha❤
bia padecido. Apenas pudo aguar
dar que se enjugase el camino
( 104 )
para correr al pabellon ; pero no
fueron sus flores tan lloradas las
que merecieron su primera vista
ni su primer cuidado. Ya está
en su ventana , y la vista fija
en el camino : mira arriba y aba
jo , vuelve á mirar 9 presta el
oido , y no viendo ni oyendo na
da , registra si en el terreno hu
medecido hay rastros recientes de
algun caballo. Ah ! si yo pu
diese saber solamente que ha pa
sado por aqui , y que no le su
cedió mal , quedaria tranquila y
satisfecha porque á decir verdad
si yo no me hubiese detenido en
la ventana , no me hubiera saluda
do , ni se hubiera desbocado el
caballo pero alcáncelo yo á di
visar siquiera , y me retiro pa
ra que no se tiente á saludar
me. — En este mismo punto hizo
mas que divisarlo 9 lo vió cla
ramente , aunque algo distante "
con el mismo uniforme 9 en el
propio alazan , adelantándose há
cia el pabellon á trote vivo . Ea,
Carolina ya lo ves completamen
te bueno , estás sin duda tran
( 105 )
quila ; te retirarás como lo has
ofrecido , y no te acordarás mas
de él. ૐ Pero á qué viene ese
medio temblor que la ha sobre
cogido ? de qué procede esa con
mocion que arrebola sus mejillas ,
y acelera los latidos de su cora
zon ? No lo adivino , y solo sé
que la padece , y que su agita
cion se comunica á todos sus mo
vimientos. Quiere desviarse de
aquella azarosa ventana : para
apoyarse habia puesto en ella un
pañuelo , el cual , con su movi
miento , queda suelto , se despren
de y cae en el camino. Cuál no
fue su sentimiento ! Aunque invo
luntario este accidente , podia no
parecerlo ; conoció que esto era
mucho peor que la cortesía que
intentaba evitar , y que aun es
mas dificil para quien está á ca
ballo levantar un pañuelo que qui
tarse el sombrero . Este juicio era
exacto ; pero lo fue menos el que
hizo sobre las distancias. Juzgó
que el tal señor se hallaba bas
tante lejos del pabellon para de
jarla tiempo de ir con toda prie
T. I. 5
( 106 )
sa á recoger su pañuelo , y en
trarse antes que pasara por de
bajo de su ventana ; aplaudió su
mamente el pensamiento porque
á todo remediaba , y era el úni
co medio de probar á todas lu
ces que no se habia echado el
pañuelo con ánimo de que fue
sen á devolvérselo ; pero no te
nia que perder tiempo en refle
xiones. Corrió cuan pronto pudo
á la puerta escusada que salia al
camino " y la abrió precisamente
á tiempo en que el oficial , apeado
ya , recogia el pañuelo , y acer
cándose á ella con traza garbo
sa y noble se lo presentó diri
giéndola un cumplimiento lison
gero admitió ella uno y otro tan
inmutada , que no supo qué res
ponder , y él la suplicó rendi
do le permitiese ver mejor aquel
pabellon y jardin , que le pare
cian primorosos . Tomando por con
sentimiento el silencio de la to
da trémula Carolina ? arrendó
prontamente el caballo á la puer
ta , y la siguió. Bien tuvo ella
ciertas sospechas de que hubiera
C.
( 107 )
debido impedirlo ; pero de qué
modo ? Ni siquiera tenia idea de
tal cosa , y tampoco notó quizá
en ello un gran mal : su ino❤
cencia y su total falta de cono
cimiento del mundo la ocultaban
el peligro de recibir á un des
conocido por otra parte el uni
forme , y aun mas el noble despe
jo de sus modales , eran indicios
de distinguido nacimiento : tenia
aquella natural cortesanía , aque
lla gracia , aquel trato fino y des
pejado de las gentes principales ,
y no dejaba duda fuese uno de
ellos. No habló de su bello pa
recer ; porque apenas se atre
via Carolina á mirarle : bien que
ya puede decirnos que sus ojos
negros son tan vivos como es
presivos , que su agradable son
risa descubre unos dientes her
mosísimos , que tiene la nariz
aguileña , el rostro ovalado , bien
pobladas las cejas 9 alto de cuer
do , bien dispuesto y proporcio
nado , que su color trigueño pre
sentaba el brillo de la salud y
de la mocedad , y que su fisono⚫
( 108 )
mía franca y despejada infundia
confianza y amistad á primera vis
ta . Todo esto , que advirtió muy
bien á hurtadillas nuestra conde
sita , podria quizá disculpar su
facilidad en franquearle la en
trada del pabellon , si mas no va
le achacarlo á su inocencia y ti
midez . Mas sea lo que fuere , ya
está dentro : observa , admira y
alaba entendido y sin pesadez el
buen gusto y talento de la que
adornó lo que ve . Llamaron su
atencion el busto y las pinturas:
solicita se las espliquen , le sa
tisfacen y se aprovecha de esta
ocasion para descubrir con maña ,
y sin aparentar informarse de ello ,
en donde y con quién está ; pe
To los hombres de Rindaw y de
Lichtfield no lo hicieron mas CO
medido ni mas respetoso , pues no
cabia serlo mas. La guitarra y
la letrilla que habian quedado
sobre el clave , le dieron ocasion
para decir de paso y sonriéndo
se algo del contralto " y pedir
perdon por haberse atrevido á mez
clar su voz con los acentos ha
( 109 )
lagueños que habia oido ; y que
aun apetecia oir ; pero viendo cre
cer la turbacion de Carolina 9 no
insistió habló de música como in
teligente , y propuso salir del pa
bellon para dar una vuelta en el
jardin . Ya empezaba ella á sose
garse la conversacion del des
conocido , sencilla , agradable y
animada , no podia menos de res
tituirla su serenidad : asi sucedió,
y al cabo de un rato de paseo , le
hablaba ya con la misma soltura
que si lo hubiese tratado toda su
vida : le contó ingénuamente todo
el susto que tuvo por el caballo
desbocado , y su inquietud duran
te los dos dias de lluvia ; pero
por mucha gana que tuviese de
averiguar su nombre , jamas sė
atrevió á preguntárselo , y única
mente supo que era capitan' de
guardias , y que tenia una quin
ta no muy lejos de alli : lo uno y
lo otro le dieron mucho gusto ; pues
con lo primero quedó segura de
que era sugeto á quien podia tra
tar , y con lo segundo de que to
trataria. Al fin , pasado un cuarto
( HO )
de hora , que les pareció muy cor
to á entrambos , el fogoso alazan
arrendado á la puerta se impacien
tó de suerte que tuvo que montar
lo el amo muy á su pesar. A la
verdad , dijo Carolina mientras lo
desataba , si de mí fuera no tendria
un caballo que no quiere ni que
se saluden , ni que se paseen las
gentes. El capitan se sonrió ase
gurándola que ciertamente lo re
formaria , pues que le daba muy
pesados chascos para servirse de
él , y montando con tanta ligereza
como gallardía , despues de tribu
tar cien veces gracias á Carolina
por su condescendencia , se alejó
cuan lentamente pudo obligando
por esta vez al caballo á no salir
del paso y ella , luego que lo per
dió de vista , se • volvió lentamen
te tambien al pabellon , llevando
no menos en su memoria que en
su pecho al que acababa de au
sentarse.
5) Ni acertaba á pensar en otra
cosa. ----- Qué amabilísimo es , de
cia ; por qué no haberme concedi
do el cielo un hermano asi ? Ah ,
( II )
y cómo lo querria ! Mas por qué
no lo amaré como á un hermano
como á un amigo que los cielos me
envian en esta soledad ?... ¡ Pero
quién me dice que volveré á ver
le ! No sé cual pensamiento tris
te vino á mezclarse con estos , que
se sintió oprimido el corazon , y
humedecidos los ojos : sus ideas
llegaron á asustarla , y para dis
traerse recurrió á la música ; pero
las cuerdas de la guitarra y del
arpa se habian aflojado con la hu
medad de aquellos dos dias : tuvo
que dejarlas y despues de tocar
en el fortepiano algunos andantes ,
que solo sirvieron para aumentar
su tristeza , apeló al dibujo 9 tam
poco le contentó , y aun menos la
lectura : tres ó cuatro libros que
abrió le parecieron á cual mas fas
tidioso y mal hablado , aunque ape
nas leyó una frase en cada uno :
todo en fin la desazonaba aquel
dia ; lo dejó todo , volvió al jar
din , y dió exactamente el mismo
paseo que habia dado con el capi
tan de guardias , deteniéndose en
los mismos sitios , y recordándose
( 112 )
hasta la menor de sus espresiones.
Fue preciso luego resolver la gran
cuestion de si hablaria ó no de ello
á su buena amiga. Sentia en el al
ma ocultarla este secreto : mas pe
ro al cabo era de menor impor
tancia que el otro que le habian
impuesto , y la costumbre de ca
Ilarlo la hizo forzosamente mas re
servada. - Ademas á qué decirlo ?
á qué fin hablar de un desconoci
do , á quien nunca quizá volveré
a ver? Si volviese , tiempo habrâ
de sobra para decirlo : ¿ y si se le
'antojase á la señora reconvenirme
por haberle dejado entrar , y pro
hibirme ir al pabellon , y mirar å
·los que pasan ?.--- Tembló al pen
7
sarlo , y se propuso callar : pero
de vuelta al cuarto de la canone
sa no pudo dejar de hacer mil pre
guntas sobre las gentes que vivian
por alli en dos leguas en contor
no. Como madama de Rindaw no
trataba á ninguno de sus vecinos,
á ninguno de ellos conocia Caroli
na , ni hasta entonces se le habia
dado por conocerlos ; pero la ba
ronesa se preciaba de que nadie
( 113 )
mejor que ella podia dar razón de
todas sus familias y parentescos , y
hablarla de estas cosas era halagar
su mayor gusto. La pobre Caroli
na tuvo que oir multitud de histo
rias sin que llegase la que apete
cia , pues ninguna presentaba la
menor relacion con el capitan de
guardias. En tal parte un baron
viejo , oficial retirado , vivia ma
no á mano con su muger tan vieja
como él ; en otra un matrimonio
con muehos hijos , pero eran todas
hembras ; mas cerca de Rindaw vi
via un antiguo comendador de la
órden teutónica , muy achacoso y
mas avaro , con una muger de go
bierno , algo mas lejos una viuda
vieja con un hijo único de 25
años y gran cazador. Al oir es
to , Carolina que se dormia , des
pierta y presta atencion ; pero
aquel hijo es horroroso , casi im
bécil , sin mas vocacion que cazar
y beber " de modo que sin embar
go de sus muchos bienes no en
cuentra con quien casarse . Ah ! de
cia entre sí Carolina : no es ese mi
cazador. Entre tanto la baronesa
( 114 )
Continuaba .con su taravilla sin
cansarse ; al fin su amiguita , abur
rida de que en esta prolija rela
cion no llegaba á saber sino cosas
que nada la importaban , y desean
do verse sola , pretestó un dolor
de cabeza y se recogió mas tempra
no que otras veces . - Conque no
es vecino nuestro , decia suspiran
do me ha engañado , y sin duda
no volveré á verle. Sí , sí , olvi
démosle: es preciso arrojarlo para
siempre de la memoria. Pero,
como dice Moncrif, pensando en
lo que es preciso olvidar , nos
acordamos de ello. Confirmándos
se en su bella resolucion , se que
dó dormida recordándose de cada
palabra del que queria olvidar ; y
al despertarse la primer idea que
le ocurrió fue su proyecto de ar
rojarlo de su memoria para siem
pre levantóse muy resuelta á no
ir al pabellon en toda la mañana;
y aunque era muy fuerte el hábi
to , consiguió vencerlo , bien que
la costó algun trabajo : ocupóse en
el jardin , en la pajarera , y en
bordar , repitiendo á cada instan
( 115 )
te : olvidémosle para siemqre , ÿ
mirando muchas veces al pabe
llon. Ah ! solo alli soy feliz :
no podré resistir , no podré me
nos de ir allá ; pero iré tarde , sí,
muy tarde , cuando esté segura de
que ya nadie ande de paseo ... co
mo á cosa de las cuatro . - La pa
reció tan largo el dia que fácil
mente se persuadió era ya muy
tarde , é iba á tomar el camino del
pabellon , cuando oye en el patio
5+
de la casa el paso de un caballo ,
al que empezaba á conocer , y que
la hizo palpitar : llega en esto un
lacayo , y avisa estar alli el señor
baron de Lindorf , que pide licen
cia para entrar. Estraña la cano
nesa tal visita : hace no obstante
memoria de aquel nombre , dice
que entre , y se presenta el lindo
desconocido del pabellon , con to
dos sus embelesos . Ah ! cuitada Ca❤
rolina , cuán alterada te hallas !
y cuán mortalmente sientes no ha
berlo confiado todo á tu amiga ! Qué
rubor iba á causarla su disimulo
con uno y con otro sea que el ba
ron calle → sea que hable , temia
( 116 )
igualmente su silencio y lo que
pudiese decir Mr. de Lindorf tomó
el partido de callar. Una mirada
que echó sobre Carolina , la cual
turbada y trémula , ya pálida , ya
encendida , lo saludaba con la vis
ta baja y toda confusa , bastó pa
ra que al instante se impusiera en
todo. La hizo su cumplido como
si la viese por la primera vez , y
dirigiendo la palabra á madama
de Rindaw , manifestó su dicha y
satisfaccion de ser de la vecindad ;
culpándose de haber tardado tanto
en aprovecharse de esta ventaja.
La canonesa , que no tenia noti
cia de aquel apreciable vecino ,
trató de informarse , y supo que
el antiguo comendador de la ór
den teutónica estuvo tambien en
fermo ; pero menos feliz que ella,
habia muerto poco antes , y el ba
ron de Lindorf , su sobrino y he
redero , vino á tomar posesion de
la hacienda y quinta de Risberg ,
que lindaba con la baronía de Rin
daw ; á los principios contaba es
tar en ella poco tiempo : pero le
agradaba infinitamente el pais , y
( 117 )
hacia dos dias , dos solos , que ha
bia resuelto pasar alli á lo menos
toda la primavera ; de consiguiente.
su primer deseo fue conocer á sus.
amables vecinas , tributarlas sus
obsequios , y pedir licencia de re
novárselos algunas veces. Dijo to
do esto mirando frecuentemente á
Carolina , que guardando el silen
cio mas profundo , y puesta la vis
ta en su telar , seguia su trabajo ,
ó quizá lo echaba á perder ; pero
gracias á la canonesa no se apu
raba la conversacion : refirió las
particularidades de su enferme
dad , y se lamentó de la del co
mendador , y de su muerte igno
rada hasta entonces. Por cierto,
continuó , aun ayer noche le ha
blé de él á Carolina , que me pre
guntaba sobre las gentes que vi
ven en nuestras inmediaciones. →
No pudo menos Lindorf de sonreir
se al oirlo ; y Carolina hubo de
desmayarse de rubor y de despe
cho. Nada advirtió la Rindaw , que
proseguia dando enhorabuenas por
la herencia , en su concepto con
siderable , y deslindando el paren
( 118 )
tesco entre el muerto y el vivo.
Pero por cierto yo he sabido todo
eso muy bien , decia : los he cono
cido á todos. Vos sois Lindorf, no
es verdad ? Sí sin duda , y es por
parte de madre . ¿ No era la baro
nesa de Lindorf hermana del di
funto , segun creo ? No conozco
otra cosa : no precisamente á vues
tra madre , pero á una de sus her
manas , tia vuestra , que se crió
en mi mismo cabildo , y me dijo
todo lo del casamiento de su her
mana con el señor baron vuestro
padre : sí , sí , el baron de Liudorf,
no hay duda ; me acuerdo como si
fuese ayer. Se amaban tanto uno
á otro !... era un encanto . Tam
bien yo por mi parte la confiaba
mis asuntillos... Parece que hace
cuatro dias , y miren ya que mo
ceton !... Sin duda sois el mayor
de la familia ? Vive todavia vues
tro padre , y teneis madre ? Y se
quieren como siempre se han que
rido ?... sin esto no hay felicidad...
Y decidme , vuestra tia , aquella
mi amiga de quien os hablaba an
tes , qué es de ella ? ha muerto ,
( 119 )
se ha casado ? Ha muchos años que
todo ha desaparecido para mí. -
Todas estas preguntas y reflexio
nes las hacia con tal rapidez , que
Lindorf, sorprehendido de aque
lla volubilidad , apenas podia de
cuando en cuando colocar un sí ó
un no. Era yo hijo único : tu
ve la desgracia de perder á mis pa⚫
dres " & c. - Pero sus ojos pues
tos siempre en Carolina le hubie
ran dicho á ella muchas cosas , si
hubiese querido entenderlas. Aun
no habia ella alzado los suyos , ni
proferido una palabra , cuando su
amiga deseosa de lisonjearla ala
bando la idea del pabellon , le di
jo que llevase á verlo al señor
baron : y no previendo en ello di
ficultad alguna , empezó sin aguar
dar respuesta , á contar el motivo
con que lo habia hecho ; trató de
describirlo todo sin olvidar el bus
to y el pedestal , la inscripcion y
las pinturas , su sorpresa y to
do lo demas que Lindorf sabia muy
bien ; pero hizo la deshecha , como
si todo lo ignorase . Ya era esto
mucho y demasiado para Carolina;
( 120 )
no podia aguantar una situacion
tan penosa , y cuando la canone
sa , estrañando su ninguna prie
sa en ir al pabellon , le reiteró la
órden , pudo apenas articular que
una jaqueca repentina , terrible ,
inaudita , la impediria dar un so
lo paso , y la verdad es que esta
ba tan demudada que la baronesa
no dudó creerla , y aun se sobre
saltó. Dios mio pues qué tie
nes , dijo tocándole la frente : ayer
noche me asustaste al entrar aqui :
venias tan pensativa y casi absor
ta ! te recogiste mas temprano de
lo que sueles ; hace unos dias que
andas triste y agitada sobremane
ra seguramente tenias alterado el
pulso : ese pabellon te quita la vi
da. - Y volviéndose al baron : No
podreis figuraros á qué estremo
llega su pasion al tal pabellon , y
estos dias sobre todo es casi furor:
nada la detiene , ni la lluvia , ni
el sol , ni la humedad : y miren lo
que gana . - Bien podia Lindorf ,
sin ser presumido , lisonjearse de
que alguna parte tenia en todo ello;
pero atormentándole las angustias
( 121 )
de Carolina , y queriendo sacarla
de pena , abrevió su visita y se
despidió esperando , dijo , que no
duraria la jaqueca. Respondió Ca
rolína con una atenta reverencia ;
y la canonesa volvió á encargar
á Lindorf se aprovechase de la ve
cindad para verlas frecuentemen
te, y acompañarlas en su retiro.
No hay mas que un paso de aqui
á Risberg : el pobre comendador
impedido con su gota las tres cuar
tas partes del año , no salia de su
casa : para vos que sois mozo y
con buenas piernas , será un paseo.
No siempre tendrá jaqueca Caro
lina ; otro dia vereis su pabellon,
que segun dice es muy á propósi
to para la música. Sin duda can
tais y tocais : cantareis juntos .
Esto faltaba para apurar á la con
desita ya no podia aumentarse
su congoja. Al fin partió Lindorf,
y calló la Rindaw ; mas no por
esto tuvo mucho alivio Carolina:
recostada en su asiento , la cabe
za sepultada entre ambas manos,
apenas podia contener las lágri
mas y los sollozos que la oprimian.
T. I. 6
( 122 )
Atribuyéndolo todo su amiga á la
violencia de la jaqueca , la per
suadió á retirarse , y ella se apro
vechó al instante del permiso . Sus
pesares la siguieron á su cuarto ;
pero al menos pudo entregarse á
todo su dolor , y repetir mil ve
ces : Santo cielo ! qué pensará de
mí !.- Por su parte la canonesa,
tambien sola , discurria menos me
lancólicamente el gallardo , el
amable Lindorf se habia grangea
do todo su afecto : era justamen
te 1 el único mortal que convenia
á Carolina. Qué dicha tenerla
tan cerca á lo menos una parte
del año , y esto mediante un ma
trimonio á todas luces tan lucido !
todo lo juntaba el novio , mocedad,
nacimiento , presencia , entendi
miento y riquezas : pues sin ha
blar de las que ya tenia , como que
era único , y huérfano de padre y
madre , la herencia del avaro co
mendador no podia menos de ser
inmensa ; muy adelantado ya en la
carrera de las armas , parecia na
cido para aspirar y llegar á los
primeros puestos : y no obstante
( 123 )
todas estas ventajas , los bienes
de Carolina , juntos con los su
yos que ella la destinaba , y Ca
rolina por sí sola , no lo desme
recia ; en fin juzgándolos hechos
uno para otro , protestó allá en
su interior que llegaria á verse
baronesa de Lindorf , ó serian
vanos sus esfuerzos : adelantó su
discurso hasta señalar el matri
monio para aquel otoño , cuan
do el chambelan cumpliese la vi
sita ofrecida. Resolvió ocultar á
todos " y aun á la misma Caro
lina , sus ideas y proyectos . No
hay duda que la costaria mucho
el callar ; pero su entusiasmo á
todo lo maravilloso superaba su
natural indiscrecion ; se regocija
ba con la idea de ver 24 obrar la
simpatía , deseubrir sus progre
sos en el corazon de los dos aman
tes , como se aumenataria su pa
sion de dia en dia entre la es
peranza y el temor , y coronar
al cabo todos sus deseos cuando
menos lo aguardasen : y este gus
to tan delicioso para ella , no po
dria tenerlo sino mediante el mas
( 124 )
profundo sécreto . Poco cuidado la
daba el premeditado enlace con
el conde de Walstein porque mi
raba como imposible no conven
cer al chambelan. - Bien sabe
por esperiencia lo que es una
pasion recíproca , decia : y bas
tará que le recuerde la que nos
tuvimos para que ceda : tanto mas
que solo con esta condicion ce
deré ya mi herencia : por otra
parte verá el galan Lindorf; ¿ y
vacilará acaso entre él y un mons
truo ? Dejemos obrar la simpatía,
el amor , y el cariño paterno , y
queda cimentada para toda la vi
da la felicidad de Carolina.
Mientras que la buena señora
componia este plan de novela , que
de antemano disfrufaba la satis
faccion de hacer dichosas á dos
personas , y se complacia repre
sentándose los tiernos y patéticos
lances que habia de presenciar ,
proseguia desesperando á Caroli
na la sospecha de que Lindorf
habria formado de ella la peor
opinion posible : repasaban en su
memoria cuanto habia muy ino
( 125 )
centemente dicho la baronesa , y
veia en todo ello nuevos motivos
de confusion y de rubor. Ay !
esclamaba quiero salir de aqui,
no verlo mas en la vida !... Pe
ro qué ! esta repentina fuga se
ria casi una nueva prueba ... Y
dejarlo quizá persuadido á que
soy capaz de disimulo , de false
dad y enredos !... ah ! no es po
sible . Buscaba , imaginaba toda
suerte de medios para justificar
se en el concepto de Lindorf , y
ninguno se le ocurria que no la
comprometiese mil veces mas. To
da la noche pasó en esta pena
y turbacion , y fue la primera
en que no se acercó á ella el
sueño. Qué larga y cruel le pa
reció ! y cuanto no creció su so
bresalto por la mañana al entre
garla un pliego con su nombre ,
que acababa de traer el volan
te de Lindorf , y cuya respuesta
-aguardaba ! Indignada Carolina hu
vo de devolverlo al instante.
Cómo ya se atreve á escribirme?
no es esto manifestarme lo mucho
que me desprecia ? Ay ! que la
( 126 )
horrible opinion que ayer le dí
de mí , puede únicamente infun
dirle valor para este atrevimien
to ; mas tambien le sirve de dis
culpa , y yo sola soy la culpada.
Antes de su infausta visita , cuán
comedido , cuán respetuoso ! Yo,
yo me perdí a mí misma ! V Linda
mente quejado : pero qué hará con
el tal pliego ? abrirlo ? es impo
sible devolverlo ? es cosa dura,
sobre no ser el medio de averiguar
lo que piensa de ella. Lo tenia
en sus manos , lo volvia y revol
via de todos modos y lo miraba
como si su vista hubiera podido pe
metrar por el papel á lo escrito.
Al cabo , repentinamente y á modo
de inspiracion , toma el partido
de ir volando al aposento de su
querida mamá , descorre las corti
nas " se postra de rodillas al lado
de la cama , y bañada en lágrimas
hace una declaracion completa de
todo cuanto ha pasado entre ella
y Lindorf: nada quedó por decirla,
ni el contralto , ni el caballo des
bocado , el pañuelo caido , el pa
seo del jardin : todo lo confesó , y
( 127 )
hasta los motivos de su silencios
que tan caro le habia costado . -
Juzgad , esclamaba , cuanto habré
padecido durante su visita. Ay
Dios creí morir : y él por su
parte que tampoco decia nada , co
mo si obrásemos de acuerdo ; y
vos , mamá mia , que sin saberlo
me despedazabais el corazon á ca
da instante... ah ! podreis perdo
narme ? matadme á * reconvencio
nes ; bien las merezco todas , y
menos duras serán que las que yo
me haga á mí misma . --No pen
saba en reconvenciones ni cargos
la canonesa , que se habia enter
necido con su relacion y sus llan
tos: Toda la noche habia estado
meditando en el proyectado matri
monio , que la encantaba cada vez
mas ; su único recelo era que Lin
dorf, militar , dueño de sí , y me
tido en el bullicio del mundo no
tuviese ya algun empeño ; pero la
sosegó enteramente el informe de
Carolina , y sobre todo el modo
con que hicieron conocimiento ;
creyó que habia en ello simpatía
oculta , y rebosando esperanzas
( 128 ))

para el logro de sus intentos , le
vantó á su afligida amiguita , y la
abrazó cariñosamente , diciendo
que nada habia oido de tanto in- .
teres como lo que acababa de con
tarla. -Solo que si hubiese yo
sabido eso... en verdad que no ha
bria dicho muchas cosas. Son los
hombres tan preciados y satisfe
chos , tan propensos á creer que
los aprecian !... pero á la verdad
tambien este me parece muy dife
rente de los demas : tan modesto,
tan comedido. 1 Ah ! señora , re
puso Carolina moviendo la cabeza,
creo que todos son unos. Ese que
tanto alabais no se atreve á es
cribirme ya ? - A escribirte , ni
ña ? Enseña , enséñame luego co
mo escribe y con qué estilo. →
Lo ignoro , respondió sacando de
su bolsillo el pliego : esa es la
carta " no la he abierto , tomad , y
haced de ella lo que gusteis . - Y
lo que gustó fue abrirla con una
ansia mas viva que la de Carolina,
a
cuya curiosidad se entibiab con
n ero un
el temor . Hallaro lo prim
billete en términos sencillos y muy
( 129 )
atentos ; en el cual el baron de
Lindorf presentaba sus respetos
á las señoras , y preguntaba por
su salud y por la jaqueca de la
señorita." Este era un pretesto,
y el tal billete seguramente no
merecia el gran sello con que ve
nia cerrado ; pero debajo habia
otro papel en cuatro dobleces : lo
desdobló temblando Carolina , re
corriólo con la vista , y luego le
yó en voz alta.
Risberg 9 de junio...
Señorita , voy á llenar la me
dida de mis culpas y de vuestro
enojo atreviéndome á escribiros :
Conozco y veo vuestra indignacion ,
siento ya todo su peso , y no obs
tante persisto en mi temeridad. Si
os dignais recorrer los renglones
de esta carta , vencer el primer
impulso que quizá será romperla,
6 devolmérmela sin leerla , alcan
zareis mis razones , y á lo menos
convendreis en que únicamente á
vos podia dirigirme.
" Aun no conoceis todas mis
culpas ; no señora , no las cono- >
ceis ; y sin embargo me tratais con
T. I. 6*
( 130 )
tanta My severidad como si supieseis
hasta qué punto os ofendo : pero
ya que nada gano en que lo igno
reis , voy á confesároslo. Pueda
mi sinceridad alcanzarme un ge
neroso perdon .
Cuatro veces pasé ayer ma
ñana por vuestro pabellon á dife
rentes horas esperando veros y
suplicaros permiso para presen
tarme en vuestra casa ; quedó en
gañada mi esperanza , pues que
no parecisteis en este pabellon que
rido , que antes era casi vuesta
única habitacion y yo lejos de
imaginar la verdad , lejos de acu
saros de esa ausencia , tuve la te
meridad de acusar solamente á
madama de Rindaw : que entera
da , suponia yo , de mi atrevimien
to en entrar en vuestro asilo , y
no conociéndome , habia exigido
que renunciaseis á él. Insensato !...
llegó mi osadía hasta creer que
quizá obedeciais con disgusto.
Estaba seguro que al anunciarme
con mi nombre , la quitaria to
do recelo , y suspenderia aque
lla cruel prohibicion : y ya no
( 131 )
fitube en presentarme por la tar
de en su casa ... Ah ! señorita , y
como habeis castigado mi necio
desvanecimiento ! Vuestro modo
de recibirme , tan distinto del su
yo , me probó muy pronto cuán
alucinado estaba , y que vuestra
voluntad sola os alejaba del in
feliz desconocido : Ni quisisteis de
jarme en esta parte la menor ilu
sion , la menor duda . Desde el
primer momento advertí que aque
Ha madama Rindaw , en mi jui
cio tan severa , ignoraba mi exis
tencia y que la tierna , la pre
ciosa Carolina , sujeta , eu mi dic
tamen , á los preceptos y conse
jos de una amiga muy severa , no
necesita otros que los que la dic
ta una prudencià bien rara en su
edad. Dichoso yo si aun esta pru
dencia no tuviese por objeto si
no un desconocido ; pero dije
quien era y no merecí una mi
rada. La obstinacion de vuestro
silencio , y el empeño de no con
ducirme al pabellon , me confir
maron demasiado en 据 que yo per
sonalmente soy el que me ha gran
( 132 ))
geado vuestra cólera. Ah ! sean
cuales fuesen mis delitos , no in
curriré mas en el de volver á
Rindaw sin vuestro consentimien
to. Testigo fuisteis de la urba
nidad " con que me recibió esa
señora. - Mirad esta casa como
la vuestra , me dijo al despedir
me. Oh ! señorita ¿ qué podia yo
responderle , y que debo hacer?
Hablad , decid absolutamente de
mi conducta y de mi suerte . ¿ De
bo dejar desairadas las ofertas
de madama Rindaw , y someter
me al fallo " que contra mí ha
beis tácitamente dado ? ¿ Debo ape
lar á vos misma para que se re
voque ? Esperaré vuestras órde
nes , que , os lo juro , serán sa
gradas para mí. Pero sereis aca
so inexorable ? y el que vuestra
respetable amiga favorece y hon
Ta còn su proteccion , no alcan
zará , ni siquiera por esto , un
perdon de que necesita para la fe
licidad de su vida ?"
Al leer esta carta esperimen
taba Carolina una mezcla de sen
timientos confusos , opuestos unos
( 133 )
á otros , y casi indefinibles ; por
decontado la causó novedad hallar
se , sin pensarlo , con una pru◄
dencia tan consumada como le de
cia Lindorf: luego sintió aquella
especie de vergüenza que una ala
banza mal merecida infunde en un
pecho honrado y sin doblez : des
pués el gozo mas puro al conside
rarse todavia apreciada y respeta<
da , aunque algo turbaba este gozo
la pena del pobre baron ,' jun
to con el aprieto de quitarle su
pesar sin desmentir la opinion que
de ella tenia ; y esta variedad de
afectos se pintaba alternativamen
te en su fisonomía. Como quiera,
lo que mas dominaba era el gusto,
por parecerla que se habia descar
gado su corazon de un peso enor
me. Concluida la lectura de la
consoladora carta , la puso sobre
la cama de su buena mamá , y to
mándola una mano la besó desaho
gándose en lágrimas . Volvió la
baronesa á recorrer algunos ren
glones lo mejor que pudo , pues
desde su enfermedad tenia los ojos.
malos , y su vista se debilitaba ca
( 134 )
da dia, y como fuera de si escla
mó : Bien lo ves ; no me engañé
yo cuando aseguré que este mozo
en nada se asemejaba á los demas :
á primer vista me impuse. Con
qué delicadeza interpreta tu silen
cio y tu cortedad , mirándola todo
como prudencia y cólera ! Puede
darse cosa mas comedida y modes
ta ? En su lugar un pisaverde lo
hubiera intepretado á su favor
pero Lindorf... En verdad es pri
moroso. Conviene aquietarlo . Trae ,
hija mia , trae un tintero ; ponte
alli y escribe. Yo ? señora , di
jo Carolina toda encendida : juz
gaba que seriais vos la que escri
biese - Ya sabes cuánto me cues
ta tomar la pluma ; pero será lo
mismo yo dictaré , y tú escribirás
en mi nombre . Obedeció Carolina:
pero azorada no halla avíos apa
rentes la tinta no corria , la plu
ma mal cortada , el papel malísi
mo por último todo dispuesto.
con bastante afan , y habiendo me
ditado un rato la señora canone
sa , empezó á dictar :
Señor baron : " Muy á tiem
( 135 )
po llegó vuestra carta para con
suelo de Carolina , que pasó toda
la noche en la mas violenta de
sesperacion::-"
Os aseguro , señora , dijo Ca
rolina levantando la pluma del pa
pel , que no escribiré tal cosa : es
contradecir absolutamente lo que
de mí piensa. - Convino en ello
su buena mamá despues de alguna
contestacion , rasgóse lo escrito :
se tomó otro medio pliego , vol
vió á meditar , y dictó :
Señor baron : " Estremado es
el gozo de la señorita Lichtfield
al ver vuestro :: - " ""}
Por Dios, mamá mia , interrum
pió la niña , volviendo á soltar la
pluma , no hableis , os suplico , de
mi gozo ni de mi desesperacion.
Esta vez se enfadó seriamente la
baronesa , dijo que no queria mez
clarse en la tal respuesta , y que
la hiciese ella sola. En efecto em
pezaba Carolina á creer que mejor
saldria ; y despues de meditar tam
bien 9 y de rasgar tres ó cuatro
principios de carta , pensó con mu
cho tino que lo mas sencillo es
( 136 ) .
siempre lo mejor : Escribió , pues:
" Os damos gracias , señor ba
ron , por lo que os interesais en
la salud de las vecinas : la jaque
ea desapareció enteramente. La se
ñora baronesa padece mucho de
los ojos , y esto la impide tener el
gusto de responder á vuestra carta
que acabo de comunicarle . Me en
carga escriba en su nombre , y
os ruegue de su parte y de la mia
vengais esta tarde á Rindaw. El
baron de Lindorf puede estar se
guro de que en cualquiera parte
que le conozcan , será recibido
como corresponde. "
C. de L.
Muy comun y trivial le pare
ció á la canonesa el estilo de es
ta carta , y ademas muy corta ,
pues habia otras mil cosas que
decir ; pero Carolina se mantuvo
firme , no quiso tocarla , deseno
jó á su amiga con algunas cari
cias , y despidió al volante con
su respuesta.
Aseguran que la carta de Lin
dorf se leyó mas de una vez en
el discuro de aquel dia , y que
( 137 )
euando él se presentó por la tar
de hubieran podido recitársela de
memoria sin equivocar una pala
bra ; pero á lo menos lo que no
tiene duda es que su lectura repe
tida acabó de borrar hasta el últi
mo rastro del pesar que atormentó
á Carolina el dia anterior . A fuer
za de leer
· que tenia una pruden
cia rara , llegó á convencerse de
que era asi , aunque confesando
que jamas habia pensado en el buen
efecto que produciría su ausencia
del pabellon , como tambien su se
creto y reserva con madama Rin
daw ; y nadie podrá negar que no
fuese suyo el pensamiento de no
ir al pabellon , y el de haber ca
llado con su amiga. Satisfecha pues
de su propia inocencia , y no te
niendo ya por que correrse con
la señora mayor , consigo misma "
ni con el amable capitan , lo espe
ró impaciente , y lo vió llegar con
gusto aunque no sin sobresalto.
Tambien él estaba cortado ; pero
aquel semblante risueño y apaci
ble le volvió su natural firmeza ,
y ambos aparentaron bastante se
( 138 )
renidad , para lo cual les sirvió
muchísimo la baronesa : pues le
zumbó agudamente por lo desco
nocido , por el secreto , por la car
ta y le ahorró á Carolina una es
plicacion de que deseaba librarse.
Sin duda lo reparó el advertido
Lindorf, y cuando fueron al pa
bellon , ni una sola palabra habló
que tuviese relacion con cuanto
habia pasado ; únicamente le rogó
cantara la letrilla de aurora : con
" ello ; y él la acom
vino gustosa en
pañó con el clave ; aunque era 2
buen músico , al llegar al estrivi
llo del sosiego y la dicha erró
el compas , y ella enredó la letra:
y no obstante agradó tanto su can
eion á Lindorf que se atrevió á
pedírsela ; concediósela : y tomán
dola una mano dijo á media voz : 2
O! cuánta es vuestra bondad , y
qué diferencia en mi suerte de
ayer á hoy ! La sencilla Carolina
estuvo á pique de responder que
tambien se contemplaba mas feliz;
pero se contuvo. Volvieron al cuar
to de la Rindaw ; y no tardó en au
sentarse el señor baron despidién
( 139 )
dose hasta el dia siguiente .
Aquel dia siguiente y los su
cesivos se asemejaron todos unos
á otros , reduciéndose á esto la
historia de su vida : volvió Caro
lina á hacer costumbre de ir to
das las mañanas al pabellon. , у
Lindorf á sus paseos ; aquel indó
mito caballo era ya tan dócil que
á veces se detenia media hora ente.
ra debajo de la ventana , y apren
dió á conocerla de tal modo que no
pasaba por ella sin pararse . Por
las tardes iba temprano Lindorf á
Rindaw 9 en donde solia cenar ; y
por las noches despues que mar
ehaba , hacia los mayores encomios
de su mérito la canonesa , que ca
da vez estaba mas prendada de él.
Carolina daba modestamente su
aprobacion , y se separaban dicien
do ambas que era la perfeccion de
los hombres ; dormíase Carolina
repitiéndolo sin intento , y dor
míase la baronesa confirmándose
en sus proyectos de un enlace que
todo parecia favorecer.
Y Lindorf?... Lindorf ama con
una pasion á la que ya no trata
( 140 )
de resistir , y que cada dia adquie
re mayor fuerza. Habíale dado la
naturaleza la sensibilidad mas es
quisita y las inclinaciones mas vi
vas , por consiguiente no llegó á
los veinte y cinco años sin cono
cer al amor , ó sin creer conocerlo;
pero qué diferencia entre el ardor
tumultuoso que habia esperimen
tado , y el afecto profundo y sen
timiento tierno que ahora sentia !
Contento con la dicha de ver á Ca
rolina , de oirla , y tratarla con la
dulce familiaridad que permite la
vida del campo , no apetecia por
entonces otra felicidad ; y si tal
vez estando juntos en el paseo lle
gaba á pique de faltar sus pro
pósitos , y de arriesgarse á decla
rar su cariño , le contenia siempre
cierta timidez y respeto , que por
lo comun es señal y prenda del
amor verdadero. Conociendo que
Carolina , asegurada en su inocen
cia , no desconfiaba de él , ni aun
leia lo que pasaba en su corazon ni
en el suyo propio , miraba como un
delito turbar aquel feliz sosiego an
tes del momento en que él mismo
( 141 )
recobrando su libertad pudiese des
cidir de su suerte. Por otra parte
¿de qué le hubiera servido su de
claracion ? ૐ De saber que corres
pondian á su amor ? Ni siquiera lo
duda pues aun cuando los hom
bres no tuviesen en esta parte el
tacto tan seguro cómo las mugeres,
era Carolina muy ingénua , muy
sencilla , y conocia muy poco el
arte del disimulo para saber ocul
tar ó disfrazar sus afectos. Solo
ella los ignoraba , porque en su pe
cho estaban cubiertos con el velo
y nombre de la amistad : creia
amar á Lindorf como se ama á un
hermano , celebraba hallar de con
tinuo nuevas razones para amarlo
'mas , y no imaginaba que un afecto
tan puro pudiese ofender ni re
motamente á unos vínculos que res
petába , aunque pocas veces los
traia á la memoria : porque ¿ cuan
do hubiera podido pensar en ellos?
Mientras la acompañaba Lindorf,
que era # gran parte del dia , en
nadie del mundo se pensaba sino
en él : luego que se iba tampoco
se pensaba mas que en el gusto de
( 142 )
haberlo visto , y en la impacien
cia de volver á verlo : ningun otro
ocupaba su recuerdo , presente
ausente , siempre estaba con él : en
'suma nadie habia en el universo
para Carolina sino Lindorf y la
canonesa. Esta imprudente amiga
contribuia con su entusiasmo á fo
mentar aquella especie de encanto
en que se veia su alumna , la cual
acostumbrada desde su infancia á
pensar segun ella , y á no ver , por
decirlo asi , sino con sus ojos , no
hubiera quizá necesitado mas para
aficionarse al objeto de la predi
leccion de la baronesa, y esta pre
dileccion era mayor cada dia. A
veces , estando solos madama Rin
daw y Lindorf , se le escapaban á
este algunas palabras que descu
brian á medias su secreto ; ella por
su parte daba á entender en tér
minos bastante claros que de él
pendia alcanzar la mano de Caro
lina , y que ya lo miraba como
á hijo : de modo que amado de la
una , adorado de la otra , seguro de
conseguir sus intentos asi que ha
blase, y gozando quizá una satisfac
( 143 )
cion mas deliciosa que si fuese aman
te declarado y admitido , esperaba
sin gran impaciencia el instante en
que libre de los empeños que lo li
gaban , pudiese descubrir y confe
sar su rendido afecto á Carolina ,
y ofrecerla su corazon con su ma
no. Ya trataba de acelerar este ins
tante, y hacia algun tiempo que cier
ta agitacion y cierta tristeza mani ,
festaban su inquietud y sus temores,
Al retirarse una noche de Rin
daw dijo que recelaba no poder
volver al dia siguiente , pues te
nia que ir al pueblo mas inmedia
to por unas cartas importantes que
esperaba con gran ansia. - .Pero
tendreis á bien permitirme , aña
dió en tono mas animado que lo re
gular , venga pasado mañana tem
prano á resarcir el dia perdido de
mañana. Convidólo al desayuno la
señora mayor , y Carolina lo acom
pañó hasta el jardin , en donde se
separaron no menos impacientes
uno y otro de que se pasase pron
to el dia perdido.
Fue aquel dia el primero que
en mas de dos meses estuvieron
( 144 )
las dos amigas sin ver á Lindorf,
y les pareció igualmente largo.
Amábalo con tal estremo la cano
nesa que no tenia reparo en decir
que al verlo le traia su presencia
á la memoria la del chambelan se
gun estaba cuando sus amores. —
Pues mucho ha mudado mi padre,
esclamó una vez Carolina. - . Sí
hija mia , mucho , mucbo : tal cual
lo ves era arrogante mozo , y me
idolatraba. Ah ! si tu madre no hu
biera sido tan poderosa ! ... Pero
el caro baron era demasiadamente
ambicioso . Ah ! pues no ha mu
dado ! decia en su interior con
• amargura su pobre hija , que tam
bien se contemplaba víctima de
aquella ambicion cruel á la que
siempre habia hecho sacrificios . Es
ta conversacion , y esta memoria
triste de sí misma la indujeron na
turalmente á pensar en el conde
y en la coyunda que los tenia uni
dos. La ausencia de Lindorf , y la
certidumbre de no verlo en todo
el dia habian dispuesto su alma
desde la mañana al abatimiento y
á la tristeza. Por la tardecita fue
( 145 )
átpasear su aburrimiento y melan
colía á los jardines ; allá la si
guieron y acompañaron sus opa
cas ideas : la del conde era la que
mas la molestaba y acosaba á pe
sar de todos sus esfuerzos para
desecharla y fijarse en otra ; al
gunas hojas amarillas caidas ya
de los árboles le advirtieron que
se acercaba el otoño , y se angus
tió su corazon , como si la agovia
se un peso enorme . Qué ! decia : ¿ ya
pasó el verano , que ha sido el
mas bello y venturoso de mi vida ?
Pasó como un soplo , y no volve
rá. No , ya no hay felicidad para
Carolina . Ya viene el otoño ; y si
mi padre volviese para arrancar
me de estos lugares , los únicos
que amo en el mundo , y separar
me de mi amada mamá : si se le
antojase al conde ! y tú , querido
Lindorf , mi hermano y amigo , mi
único amigo ¡ habria de dejarte y
no verte mas ! ... ah ! pobre Caro
lina por qué lo conociste si ha
bias de separarte de él ? Era la
primera vez que hacia esta refle
xion , que le pareció cruel , y se
T. I. 7
( 146 )
apoderó tanto de ella que insen
siblemente prevaleció sobre todas
las demas.
Del todo enagenada con la idea
de esta separacion que tan fuerte
mente temia , llegó á la portezuela
contigua al pabellon ; por casua
lidad la halló abierta , y se le an
tojó aprovecharse de aquel dia de
soledad para ir á pasear en un
bosque que veia enfrente , al otro
lado del camino . Ya habia tiempo
que lo deseaba ; pero como solia
acompañarla Lindorf no parecia
bien alejarse con él de la quinta :
aquel dia como que estaba sola no
habia inconveniente , y era la oca
sion de satisfacer su capricho y
de ir á meditar á sus solas. Llegó,
y al entrar se sintió altamente
conmovida al espectáculo que se
presentaba á su vista atónita : la
tarde era deliciosa ; el sol , pró
ximo á su ocaso , arrojaba sus pos
treros rayos , que brillantes te
ñian de púrpura y oro el horizon
te , y difundian torrentes de luz
por las frondosas copas de aque
llos antiguos robles que soberbios
( 147 )
se elevaban hasta dar con las nu
bes ; por todos lados , en medio de
aquel silencio , se oia el canto
vespertino de las avecillas , y aun
el de la cigarra que siempre igual
inclina con su misma uniformidad
á una dulce melancolía ... Si no ha
habido jamas una persona de ver.
'dadera sensibilidad que entrase en
un bosque sin inmutarse ¿ qué im
presion no produciria este en un
corazon sencillo y perturbado por
un sentimiento vivo y tierno ? Ade
mas no habia casi salido del recin
to de la quinta y no conociendo
apenas sino los arbolitos de los
bosquecillos de su jardin , se ha
llaba sola por la primera vez de
vida bajo aquellas erguidas ,
sombrías y magestuosas bóvedas
criadas por la naturaleza , y Su
actual propension à la melancolía
aumentaba su ya viva emocion.
Toma acsao la primer senda que
se presentó , la cual parecia cor
tar la selva por su longitud : si
gue por ella largo trecho sin ad
vertirlo , hasta que sacándola re
pentinamente cierto ruido de là
( 148 )
profunda enagenacion en que iba
sumergida , levanta los ojos , y se
encuentra con admiracion enfren
te y casi en la calzada que condu
cia á una grande y hermosa quin
ta. No tuvo tiempo para hacer
muchas reflexiones sobre á quién
podria pertenecer , pues... Lin
dorf aparece en la calzada : ve á
Carolina , vence de un salto el
vallado que los separa , se acerca
á ella , y mas con miradas que con
espresiones manifiesta su estrañe
za y su gozo de hallarla casi en
su misma casa. Confusa y pasma
da Carolina , teñido el rostro con
color de grana pura , sin atrever
se á levantar los ojos y ponerlos
en Lindorf, decia titubeando que
se habia estraviado ... que ignora
ba absolutamente... que creia que
Risberg estaba por un lado muy
distinto. Lindorf mostró creerlo,
y lejos de instarla á detenerse , le
jos de, ofrecerle descansase en sus
jardines , tuvo la generosidad de
decir que la guiaria al instante ,
y la iria sirviendo hasta Rindaw ,
y que para variar su paseo toma
( 149 )
rian otro camino fuera del bosque
aun mas agradable . Sin duda que
entendia hablar del mas largo "
pues era doble del otro ; no pudo
menos de advertirlo Carolina , y
apoyándose en un brazo , que no
habia admitido al principio , pero
que la fatiga le obligó luego á to
mar : Este camino , dijo , es mu
cho mas largo que el del bos
que . - Es cierto que se rodea :
perdonadme. He querido anduvie
seis una vez lo que yo ando todos
los dias. Cómo es eso ? replicó ella ,
Cuando voy á Rindaw , repuso
Lindorf , paso siempre por el ata,
jo del bosque , y al volverme , ven
go rodeando por aqui. Nada con
testó Carolina ; pero se aumentó
el carmin de su rostro. Fuese re
sulta de sus reflexiones en aquel
dia , ó del embarazo que esperi
mentó al hallarse casi en la mis
ma casa de Lindorf , la presencia
de este no produjo en aquella
ocasion su regular efecto antes
bien en vez de disipar su triste
za , le dió mas cuerpo : las lá
grimas se asomaban á sus ojos , y
( 150 )
eonocia que si hubiese hablado se
hubieran desprendido por sus me
jillas. Al contrario Lindorf esta
ba mucho mas contento de lo que
acostumbraba : tenia pintado en
su semblante el gozo mas puro,
que daba nueva vida á todas sus
facciones y á todo cuanto de
cia : la hablaba con mucho fue
go de la belleza del campo , y
de la delicia de vivir en la al
dea con aquellos objetos que mas
os interesan. Apenas le respon
dia alguna media palabra , y por
momentos sentia mas oprimido su
corazon. Estrañó al fin Lindorf
su abatimiento : calló , y la miraba
con ojos en • que resaltaban alter
nativamente el temor y la duda,
el cariño y la esperanza. Parece
tenia que decir algo que no osa
ba proferir. Habia salido la lu
na y su apacible luz alumbraba
su silencioso camino ' , aumentan
do su mutua emocion . Por últi
мо Carolina , esforzándose para
pronunciar algunas palabras , le
preguntó si habia recibido las car
tas que con tanta impaciencia es
((151 )
peraba. Ah ! dijo Lindorf suspi
rando sí, las recibí... O. Caro
lina no sabeis , no imaginais á
qué punto podian influir en mi
felicidad ... Mañana iré , y os
comunicaré su contenido ... Que
rida Carolina , amada amiga de mi
corazon , conocereis en fin el fon
do de este corazon que con tan
to ardor desea que lo aprecieis
enteramente. Sabeis todo lo que
pienso : todo lo que siento y esta
conferencia que os pido decidirá
de la suerte de mi vida. Estas pa
labras , y la viva espresion con que
las pronunciaba , asombraron á Ca
rolina , y sin duda acabaron de ras
gar el velo , que ya empezaba á des
correrse. Le faltó fuerza para res
ponder una sola palabra , pero la
tuvo para soltar su brazo y des
prenderse , y hallándose precisa
mente entonces delante de la porte
zuela del jardin , se entró acelerada
mente , diciéndole con voz ahoga
da : A Dios Lindorf , hasta maña
na , que yo tambien os hablaré , os
diré cosas... sabreis. - En esto ya
no pudo resistir : inclinó la cabeza
( 152 )
sobre el seno , y corrieren cual
raudales sus lágrimas tanto tiem
ро reprimidas : un temblor gene
ral la obligó á sentarse , 6 mas
bien á dejarse caer en un banco.
que estaba á su espalda. Lindorf
se arroja á sus pies , y enterne
cido la dice : Suspende ese llanto
muger adorada , aunque es pren
da de mi ventura. Sosiégate , oh
dulce hechizo de mis pensamien
tos ! No te atormentes ; te lo con
jura tu amigo , tu amante , y en
breve tu esposo....
Esta voz terrible volvió en sí
á Carolina , y la recordó toda la
estension de sus obligaciones . Se
levanta despavorida , lo aleja de
su lado , quiere hablar , la fal
tan voces ; y horrorizada del ries
go en que temió haberse hallado,
conoce que en tal caso huir es el
único partido que la queda, y asi
aunque Lindorf quiere detenerla
asegurándola el mayor respeto y
rendimiento 9 nada escucha , se
escapa y corre á encerrarse en su
cuarto .
**78 Arrojose sobre la primer silla :
( 153 )
que encontró : estuvo un breve
rato bastante mala para quedar
privada de sus sentidos , y cuan
do los recobró fue para padecer
un martirio mas terrible . Quiso
no obstante su buena suerte que
su anciana amiga se hubiese re
cogido aquella noche , como solia
hacerlo , antes de cenar , y dor
mia profundamente . No teniendo
pues para que salir de su habi
tacion , tomó el partido de reco
gerse tambien , despidiendo á sus,
criadas á fin de entregarse á su
sentimiento libremente y sin tes
tigos. Luego que pudo fijar la con
sideracion " no con serenidad , si
no con menos sobresalto en su
situacion presente , advirtió que
importaba instruir cuanto antes á
Lindorf de que ya se hallaba cau
tivada , y tomar el partido de no
verlo mas, Dura sentencia ! cos
tó gemidos al corazon al dictar
la la virtud. No era ya posible ,
que Carolina se hiciese la menor
ilusion sobre la naturaleza de su
"
afecto conocia que era el amor
en toda su fuerza , y tanto mas
"
T. I. 7*
( 154 )
violento cuanto se manifestaba con
los mas agudos tiros del dolor.
Si este conocimiento aumentó su
desesperacion , sirvió asimismo á
confirmarla en la resolucion que
acababa de tomar. Era muy ur
gente el peligro para dudar, un
solo instante. Pero cómo hacer
le esta terrible confianza ? Tenia
muy presente el lance de aque
lla tarde para esponerse á reno
varle. Sabia que no alcanzaba su
valor á tanto como á verlo , ha
blarlo , y decirle ella misma : se
parémonos para siempre. Juzgó
pues que una carta era el solo
medio de conseguirlo , y se ocupó
toda la noche en meditarla ; no
la fue fácil componerla á su gus
to ; cada espresion , cada frase
le parecia ya muy fria , ya muy
tierna : al fin luego que la ar
regló allá en su mente del mo
do que le pareció mejor , se im
pacientó de la pereza del sol en
dar sus luces para escribirla : á
cada momento abria las cortinas
y apenas vió los primeros refle
jos de la aurora , saltó de la ca
( 155 )
ma y yo medio vestir quiso dar
principio á su penosa tarea ; pero
ya se sabe que todos los muebles
que servian para su ocupacion y
pasatiempo se habian sucesivamen
te trasladado al pabellon , y la eś
cribanía como los demas : no ha
Ito# pues en su cuarto con qué ni
en qué escribir un renglon : tuvo
que tomar paciencia , y esperar á
que la familia se levantase para
abrir las puertas : y como nin
guno de los criados se hallaba en
el caso de despedir á un aman
te , durmieron aun todos una hora
muy cumplida . Carolina lá pasó
en la ventana . En su mano esta
ba disfrutar del mas hermoso de
los espectáculos , y sin duda por
primera vez. El aumento insen
sible del dia , las gradaciones de
la luz , la brillante salida del sol
apareciendo en toda su pompa , y
dando ser á la naturaleza entera ,
no causaron la menor impresion
en su corazon dislacerado . Lin
dorf , á quien iba á separar de su
vista y hacer infeliz , cuyo cari
fio no habia conocido , ni aprecia
(41569)
do cuanto lo amaba 9 sino • en el
instante en que se dejaban para
siempre : Lindorf lo obscurecia to
do á sus ojos. Solo en él pensaba,
solo á él veia. El luciente albor
de la aurora , los primeros rayos ;
del sol , y el alegre despertar de ,
la 7 naturaleza , todo quedó perdi- [
do para ella. Asi que pudo salir
corrió al pabellon , pues era esen-,
cial que Lindorf recibiese su car-,
ta antes que llegase á Rindau , y
no dudaba que vendria lo mas
pronto que le fuese posible. Lle
gó harto triste y pensativa... ¡ pe
ro qué pasó por ella cuando al
entrar en el pabellon , cuya puer
ta estaba abierta , vió ó creyó ver
al mismo Lindorf , que sentado
allá en el fondo , pálido , abatido,
descompuesto el cabello , y soste
niendo con sus manos la cabeza ,
parecia sumergido y como absor
to en una profunda enagenacion !
Digo que creyó verlo , porque al
principio se le figuró ser ilusion
de su fantasía enardecida y ocu
pada solo de él. Dió un agudo
grito y no pudo dudar que fue
((15% ) )
se realidad al ver que á este grito
salta de puesto , corre á ella , cae
á sus pies , y con un ímpetu que
nada pudo contener , la dice : Ah
Carolina ! perdonad ... el que sabe;
adoraros no podia comprometeros ,
ni lo ha hecho . Al separarnos ayer,
volví á mi casa pasé en ella la
noche ; pero bien pensareis que no
pudieron mis ojos cerrarse al sue-,
fio. Al rayar el dia me levanté,
salí... quedó sin cerrar esa puer
ta,.. no sé 5 cómo me encontré en
este sitio . Pero lo juro , Carolina:
no saldré hasta que decidais mi
suerte ... ó mas bien deja , permi
te que tu venturoso amante espli
que á su favor tu silencio y tur
bacion ... Me bastará ver sonreir
esos labios ; y seguro de tu con
sentimiento , seguro del de nnes
tra amiga , vuelo á obtener el de
tu padre ... Mañana quiza , ma
ñana podrás confesarme sin rubor
como á esposo que me amas.- Es
te era sin duda el momento de ha
blar y destruir con una palabra
las dulces ilusiones del apasiona
do Lindorf ; pero cuan penoso era
((1581))
pronunciar aquella cruel palabra !
Embargado el aliento , queria y
no podia articularla y engañado
el amante proseguia interpretando
á sú favor aquel silencio , atribu
yéndolo á modestia , á cortedad y
sobresalto en fin queriendo ven
cerlo y obligarla á que lo rompie
se , se levantó repentinamente , fué
corriendo á su sombrero , que es
taba sobre el clave , y tomándolo
añadió No debo , amada Caroli
na , perder un instante cuando se
trata de afianzar mi felicidad : ya
no exijo vuestro consentimiento ,
que parece os cuesta mucho pero
si no os oponeis á que marche , cor
ro al momento á Berlin , y espero
volver muy pronto con facultad
de exigirlo . Asustada entonces Ca
rolina , alentándose y reuniendo
todas sus fuerzas , se adelanta
detenerle diciéndole :
Qué vais á hacer , Lindorf?
Ignorais ... sabed ...
Qué ? decid.
Un secreto .
Cuál secreto ? Hablad , Caroli
na , que me dais la muerte.
( 159 )
Pues bien... oid... yo estoy...
Estais qué estais ?
Casada...
Casada !
Un rayo que hubiese caido á los
pies de Lindorf lo hubiera aterra
do menos. Casada ! repitió con acen
tos de terror : y el mas profundo
silencio siguió á esta voz , ó mas
bien á este grito . Carolina , toda
trémula , se habia sentado , y cu
bria su rostro con un pañuelo.
Lindorf se paseaba apresurado.
Casada ! volvió á repetir dándose
con el puño en la frente : y des
pues de otro rato de silencio :
No, no ; es imposible, absolutamen
te imposible me engañais , Caroli
na : os reis de un desdichado , cuya
razon perturbais : suspended un en
gaño tan cruel ; vos casada ! de
cidme ... sí , decidme que no lo
estais. - Harto cierto es que lo
estoy , le respondió con voz apa .
― 31Pero cómo vuestra ami
gada .
ga ?... ― Lo ignora : es un se
creto " como ya dije. — O Caro
lina , Carolina ! á qué me ha ar
rastrado ese fatal secreto ! ... in
( 160 )
feliz toda la vida ! - Estuvo al
gunos momentos en una agitacion
que se acercaba á delirio : se sen
taba , se levantaba , apoyaba la ca
beza contra la pared ; todos sus
movimientos tenian algo de fu
ror . Lindorf , amigo Lindorf,
por Dios sosegaos. Pues qué ! no
soy yo mucho mas desgraciada !.
Vos desgraciada , Carolina ! En
tonces superando el enternecimien
to se deshacia en lágrimas , que
aunque acerbas le aliviaron algo;
pasados unos instantes pudo acer
carse á ella , y decirla en tono
menos inquieto : Esplicadme en
gracia , Carolina , ese misterio cu
yo descubrimiento me quita el vi
vir. ¿ Quién es ese inconcebible es
poso , que puede abandonaros de
esta suerte , y descuidar con tal
esceso la mayor de las felicidades ?
Apenas podia hablar Carolina , pe
ro animada al verlo mas sereno re
firió sucintamente la historia de su
matrimonio con un gran persona
ge de la corte , á quien no nombró
por respeto al conde ; y callando
cuanto podria indicarlo , dijo so
( 161 )
lamente que una repugnancia in
vencible á un enlace , al que se ha
bia sujetado por obediencia , la
obligó á pedir una separacion , á
lo menos temporal : que se la ha
bian concedido bajo condicion de
no descubrir el secreto . Quizá
he faltado á una de mis obligacio
nes descubriéndolo ; pero sabré á
lo menos cumplir todas las demas
por mucho que cuesten á mi cora
zon. A Dios Lindorf; separémo
nos ; huid de mí para siempre , y
olvidad si podeis á la infeliz Ca
rolina. Que yo os olvide ! que
huya ! repuso Lindorf , cuyo ros
tro se habia despejado durante la
relacion que acababa de oir. Ah !
jamas , jamas ! ... Mi esperanza co
bra aliento y todavia me atrevo
á volver los ojos á la felicidad.
Què decis , Lindorf? el dolor es
travia vuestra razon . — No tal ; y
aun puedo ser dichoso si os dig-i
nais consentir en ello... Escúcha- ,
me , Carolina adorada mia , tu co
razon me ha elegido ; en vano lo
negarás : mio es ese corazon , y
lo he merecido por el estremo de mi ·
( 162 )
amor: mis derechos son mucho mas
sagrados que los de un marido ti
ránico que abusó de la autoridad
paterna. Decid una palabra , y esos
odiados vínculos quedan disueltos:
lo serán , me atrevo á asegurarlo ;
el rey es justo , me honra çon su
amistad , escuchará mis razones,
y ademas tengo otro medio segu
ro : me sostendrá , me apoyará un
amigo que goza el mayor valimien
to. Desdichado Lindorf , per
ded una esperanza quimérica , in "
terrumpió Carolina . El rey , el
mismo rey J ha formado estos lazos
que nada alcanza á 1 romper ; ¿ y
qué medio , qué amigo puede con
trarestar ni un momento la pri
vanza del conde de Walstein ? El
conde de Walstein ! esclamó Lin
dorf. Sin querer lo nombré , di
jo Carolina : pero fio en vuestra
prudencia. Juzgad si os queda la
menor esperanza . El es... sí , ; el
conde de Walstein es mi esposo."
Lindorf , la vista fija en el suelo,"
los brazos cruzados , no respon
dió una palabra , y parecia ente
ramente abismado en sus pensa
( 163 )
mientos : saliendo de repente de
aquella especie de estupor : Ca
rolina , dijo á media voz y ca
si sin mirarla , voy á dejaros : pe
ro volveré mañana : es muy esen
cial que aun os hable ; estad aqui
mañana á la misma hora , aqui , en
este pabellon : lo pido á vuestra
amistad. Decid : puedo esperarlo ?
estareis mañana á estas horas en
este lugar ? os encontraré aqui?
Sí estaré , respondió Carolina sin
saber muy bien lo que respondia.
Pues hasta mañana , repuso Lin
dorf , adelantando un paso para
acercarse á ella , pero retrocedien
do de golpe , coge el sombrero
desaparece.
Juzgue quien quiera del esta
do en que dejó á Carolina , y de
la confusion de ideas y afectos que
se atropellaban en su cabeza y en
su pecho : no fue su último pensa
miento el de que volveria á verlo.
Mas qué tendria que comunicarla
que no hubiera podido decirla en
tonces ? ¿ Para qué aquella cita pe
dida con tanta instancia , y aun
con cierta especie de solemnidad ?
( 164 )
Se arrepentia casi de no haberla
negado ; pero habria podido rehu
sarla ? Ademas era dable que no
hubiese desechado todavia Lindorf
la idea de hacer anular su matri
monio , pues no habia dicho que
desistia de aquel intento ; y asi
importaba mucho verlo para disua
dirle de dar unos pasos que sobre
ser inútiles servirian á descubrir
su conocimiento y trato , y agra
var la infelicidad de Carolina. Con
esto se determinó á cumplir pun
tualmente su palabra. Pensó des
pues en cuan embarazoso la era
ocultar mas tiempo su situacion á
la canonesa. ¿ A qué podria esta
señora atribuir la ausencia de Lin
dorf? Conocia tambien que para
ella misma seria un consuelo der
ramar su dolor y sus lágrimas en
el seno de aquella tierna é indul
gente amiga ; pero le habian exi
gido una promesa tan fuerte y po
sitiva , y le parecia tan terrible el
castigo con que la amenazaron , que
no se atrevió á confiar su secreto
sin tener licencia. Bastante y aun
demasiado era haberlo comunica
( 165 )
do á Lindorf , de lo cual podia
solo justificarla´la causa que pára
ello tuvo. Tomó pues el partido
de escribir inmediatamente á su
padre y pedirle este permiso . Le
decia » no serle ya posible disimu
lar con su buena mamá , ocultán
dola mas tiempo su casamiento ,
pues su silencio en esta parte la
esponia á conversaciones penosas
y frecuentemente tepetidas : se ha
Hlaba de continuo espuesta á des
cubrir sin querer un secreto que
abrumaba á su corazón por cuan
to ofendia la amistad y el agrade
cimiento debido á madama Rindaw:
pedia por favor licencia para de
clarárselo , pues nada se arriesga
ba en ello , porque los males de
la baronesa y su inclinacion á la
soledad , no dejaban duda de que
callase ademas á quién · podria
decirlo si á nadie veia ? Por otra
parte , añadió aqui Carolina con
el fin de precaver la visita de oto
ño y las importunidades que tanto
temia , resuelta como lo estoy á no
separarme de ella , y acompañar
la mientras viva , me es inaguan
( 166 )
table usar de reserva con la que
me ha servido de madre... Sí , pa
pá querido , me causa grande pe
na afligiros , y privaros de una
hija , que si lo hubieseis deseado ,
jamas hubiera salido de vuestra
vista , y habria consagrado su vida
entera á daros pruebas de su ca
riño ; pero lo dispusisteis de otro
modo , y asi no estrañeis y permi
tidme que me valga de la libertad
que me han concedido mi esposo y
el rey ; puedo permanecer en
Rindaw todo el tiempo que guste :
tal fue su decision , no la he olvi
dado , y declaro que estaré aqui
mientras aliente mi única amiga,
mientras pueda mi asistencia y cui
dado serla de alguna utilidad y
alivio , y en tanto que mi volun
tad y mi razon se opongan á los
vínculos con que me han ligado ... "
Escrita y despachada esta car
ta se sintió algo desahogada Caro
lina : le agoviaba menos su secre
to cuando llegó á creer que tar
daria poco en conseguir permiso
para descubrirlo ; y la esperanza
que concibió de que no tendria
( 167 )
que ver al conde quizá en muchos
años , la consoló un poco de no
ver mas á Lindorf. No es llevade
ro el doble tormento de renunciar
uno á lo que ama , y vivir con lo
que aborrece : persuadida de * que
su firmeza la libraria de esta últi
ma desgracia , se sintió con valor
para tolerar la otra. No le veré
mas , decia , pero á lo menos tam
poco veré á nadie , y podré acor
darme de él en estos sitios que
tanto amo . Sin embargo de su in
terior agitacion , adquirió bastante.
serenidad y fuerza para sostener
la conversacion de la canonesa "
que á cada instante la preguntaba
si no creia que viniese aquel dia
Lindorf, y estrañaba mucho que
no hubiera llegado temprano co
mo lo habia ofrecido. A no ser su
cortedad de vista , que se aumen
taba mas y mas , habria advertido
la turbacion de Carolina , que se
ponia ya encendida , ya pálida ; pe
ro nada vió continuó hablando
únicamente de su querido Lindorf,
de la mucha inquietud que la cau
saba su ausencia , y ofreció que si
( 168 )
no se presentaba aquella tarde en
viaria al dia siguiente á saber si
tenia novedad. Se retiraron en
fin cada una á su cuarto , y Ca
rolina pasó la noche como la an
terior Apenas hubo amanecido cor
rió al pabellon : llegó la hora de
la cita , y Lindorf no llegaba : es
peró mas de otra hora , que le pa
reció un siglo , y en la cual abrió
y cerró veinte veces la portezuela
y la ventana que daba al camino :
iba sin cesar de una á otra , mi
raba hacia el lado por donde de
bia venir , alargando cuanto po
dia la vista al cabo lo descubrió,
y fue tal su agitacion y sobresalto
que tuvo que sentarse , y no pu
do saludarle cuando entró sino
inclinando la cabeza. Como quie
ra , repa
rando en su estremada
palidez y abatim
iento acabó de al
terarse . Acercá él tembla
base ndo
y sin proferi una palabr : al lle
r a
garse á ella puso una rodilla en
tierra , y present u p
á dola nos a
peles cerrado y sn ellados , y un
s
retrato en su cajita : ... » Recibi
d
esto , la dijo con voz embarg
ada ,
( 169 )
todo trémulo : recibidlo de parte
de un amigo . A Dios , Carolina ,
á Dios : sed feliz... " y besándola
con respeto una mano 9 llevó el
pañuelo á los ojos , y se echó
fuera del pabellon .
Sin los papeles y la cajita que
quedaron en su regazo se hubie
ra persuadido Carolina que aque
lla aparicion momentanea era un
sueño , una ilusion . Lo siguió con
la vista , absorta , yerta ; y lue
go que desapareció se estendie
ron como por sí mismos é invo
luntariamente sus brazos hacia la
puerta , esclamando : Lindorf, Lin
dorf! Mas ya no estaba , ya no
la oia Lindorf. Se levanta acele -
rada , deja caer caja y papeles ;
corre á la ventana , y aun lo ve
pero se retiraba con tal priesa
que en breve lo pierde de vista.
Entonces se desprendieron de sus
ojos copiosas lágrimas , que qui
zá sirvieron á evitarla un desma
yo. Esto se acabó , decia angus
tiada ; ya no vuelvo á verlo : lo
perdí para siempre ! Los sollo
zos interrumpian sus palabras , le
T. I. 8
( 170 )
cortaban la voz , ahogában su res
piracion , y volvia con mayor vio
lencia á su llanto. Finalmente
echó la vista sobre los papeles
y la cajita del retrato que le ha
bia dejado , y que estaban á sus
pies en el suelo. Esperando ha
ilar alguna esplicacion de aque
lla singular despedida ; levantó
primero la caja pensando encon
trar en ella el retrato de Lin
dorf, del cual no necesitaba pa
ra conservarlo en su memoria.
Podia sin embargo servirle de
consuelo como tal lo aprecia ,
y con esta esperanza lo abre . Qué
estrañeza !... Ve un uniforme co
mo el suyo , un capitan de guar
dias como él pero no es el ama
do Lindorf : es á la verdad un
muy buen mozo ? pero muy di
ferente de aquel , y á quien no
conoce. Cierra con priesa la ca
ja , la arroja enojada sobre una
mesa y recoge los papeles. Vea
mos dice , si este hombre incom
prehensible esplicará aqui sus mis
terios cuyo será este retrato , y
qué quiere haga yo de él ? Abre
( 171 )
el pliego y encuentra un abulta
do cuaderno escrito por Lindorf.
Tan perturbada estaba que al
principio nada comprehendia en
lo que iba leyendo : pero hizo por
serenarse y recobrando el uso de
sus potencias y sentidos se sentó
junto á una ventana 9 abrió el
cuaderno y empezó á leer.

CUADERNO DE LINDORF

EMPEZADO EN LA QUINTA DE RISBERG , Á


LAS NUEVE DE LA MAÑANA ANTERIOR ,
DESPUES DE SEPARARSE DE
CAROLINA.

"9 Ei general Walstein , padre del


embajador , siendo joven viajó por
Inglaterra : vió á Lady Matilde
Seymour , la amó y supo agra
darla , pidió su mano 9 se la die
ron , y apenas casado se resti
tuyó á su patria con su esposa , á
quien hizo la mas feliz de las
( 172 )
mugeres. Dos hijos fueron el fru
to de su enlace : tuvieron prime
ro un varon que colmó todos sus
deseos , es el actual conde , últi
ma y sola esperanza de esta fa
milia ilustre , que se acabaria con
él , y doce años despues una ni
ña , cuyo nacimiento tardío é ines
perado costó la vida á la madre .
El dolor del general rayó en
desesperacion : habia adorado á
su esposa , y permaneció fiel á
su memoria : aunque todavia mo
zo , declaró que no contraeria
nuevos vínculos , y que consagra
ria el resto de sus dias al servi
cio de su rey y de su patria , y
á la educacion de sus hijos . Puso
á su hija , llamada Matilde como
la madre , bajo el cuidado y di
reccion de unas tias , hermanas del
general , de las cuales una habia
casado con el baron de Zastrow,
caballero sajon , establecido enton
ces en Berlin , y de esta suerte
quedó igualmente Matilde á vista
de su padre . Su hijo , á quien él
mismo dirigia por las sendas del
honor y de la virtud , prometia en
( 173 )
su niñez lo que habia de ser en
adelante : daba á su tierno padre
las mas halagüeñas esperanzas , y
le ofrecia la recompensa mas gra
ta y mas dulce por sus cuidados
y desvelos ; pero no la disfrutó
largo tiempo. Habia guerra entre
Austria y Prusia. El general , que
mandaba una parte de nuestro
ejército victorioso , habia sobre
salido en varias acciones , y lo
distinguia el rey como uno de
sus mejores oficiales cuando tuvo
la felicidad de poder dar á su
amo pruebas de su celo y amor
sacrificándole su vida en la bata
lla de Molvitz. Contando el sobe
rano con su propio valor , yol
vidado de su seguridad , se vió en
el mayor riesgo acosado por algu
nos húsares austriacos : herido su
caballo no corria cuanto se nece
sitaba é iba á ser muerto ó cogi
do , cuando advirtiéndolo el ge
neral Walstein , acompañado so
lamente de su hijo , que á la edad
de diez y seis años hacia á su la
do la primer campaña como vo
luntario se precipita entre los
( 174 )
húsares , y S. M. , á quien el hijo
dió al instante su caballo , en tan
to que el padre hiere ó pone en
fuga á los que le perseguian , y
recibe el golpe mortal dirigido
sin duda al monarca. El afligido
conde lo llevó á su tienda , ayu
dándole algunos oficiales , entre
los cuales se hallaba mi padre , el
mejor amigo del general. Cons
ternado el rey lo siguió tambien,
y habiendo los cirujanos recono
cido la herida , declararon que le
quedaban pocos instantes de vi
da. Su hijo , de rodillas delante
del triste lecho 9 entregado al mas
agudo dolor 9 no cesaba de es
clamar : O padre , padre mio !
por qué no fuí yo el herido ? por
qué no asestaron contra mí sus ti
TOS ? Reunió el general las cor
tas fuerzas que aun tenia para
consolarlo y recomendarlo al rey:
Señor , le dijo , á V. M. lo entre
go ; ha tenido parte en mis peli
gros y en mi gloria , y sabrá co
mo yo vivir y morir por V. M.
servidle de padre y quedaré reem
plazado con V. M. y con él...
( 175 )
Y tú , hijo , demuestra mas fir
meza ; ten envidia á mi gloriosa
muerte en vez de llorarla , y haz
te digno con tu valor del augus
to padre en cuyas manos te pon
go. Si , yo seré su padre , dijo
el rey , verdaderamente conmo
vido y enternecido , estrechando
en sus brazos al desconsolado con
de ; jamas olvidaré que por mí
perdió el suyo , y que tambien
le debo la vida : será en ade
lante mi hijo y mi amigo , y por
primer prueba de ello le doy des
de ahora una compañía de guar
dias , que le proporcionará estar
á mi lado durante su juventud ,
y es preludio de los benficios
que le haré. Sumergido en su
sentimiento , nada respondió el
nuevo capitan , y quizá nada oyó
de cuanto dijo el rey ; pero en
el rostro moribundo del padre
se traslucia cierta espresion de
gratitud y gozo , que pareció dar
alguna vida á sus ojos cercados
ya de las sombras de la muerte;
presentó una mano al rey , otra
al conde , y haciendo todavia un
( 176 )
esfuerzo dijo á este : Hijo mio !...
tu hermana .... mi querida Ma
tilde.... á tu cuidado fio su suer
te y su felicidad ... Pobre ni
ña ! pero tú le quedas.... tú re
emplazarás ::: No pudo acabar.
Queria responderle su hijo , y los
sollozos le cortaron la voz ; pe
ro el ardor con que besó la má
no del padre equivalia por cuan
to hubiera podido decir. Aquella
mano estaba ya yerta ; de alli á
un rato dió el postrer suspiro
sosteniéndole en sus brazos mi
padre , á quien dijo : y tú Lin
dorf, tambien amarás á mis hi
jos... O señor , ó ! hijo , ó ! ami
go , no me lloreis ! muero el mas
feliz de los vasallos y de los pa
dres.
Es dable , señora , que no ig
noreis estas interesantes circuns
tancias pero en tal caso juzgué
que podia á lo menos recordá
roslas ; tengo sin embargo motivo
para presumir que no las habeis
sabido , pues sin duda hubieran
hecho en vuestra alma la misma
impresion que hicieron en la mia
( 177 )
cuando mi padre , testigo de aquel
doloroso lance , me lo refirió. Ah!
y cuanto inflamó mi corazon ! y
cuanta admiracion escitó en mí
aquel héroe , que en edad tan cor
ta habia salvado ya la vida á su
soberano , acreditando á un`mis
mo tiempo tanto valor como sen
sibilidad ! Con qué ansia deseaba
conocerlo , ser su amigo , é imi
tarlo si fuese posible ! Para es
to supliqué é insté á mi padre me
condujese á Berlin , 6 pidiera li
cencia al rey para que el conde
de Walstein fuese à pasar algun
tiempo con nosotros.
La escasă salud de mi padre
le precisó á dejar la milicia po
cos años despues de la muerte
del general , y desde entonces
se retiró á vivir á una de sus
haciendas en los últimos confines
de la Silesia. Pasóse mucho sin
que quedase satisfecha mi pasion
de conocer al conde . Era yo to
davia muy niño para presentar
me en la corte : luego empecé mis
estudios , no quisieron que los in
terrumpiese , y no podia mi pa
T. I. 8*
( 178 )
dre , por mas que lo solicitaba,
conseguir que el rey se separa
se de su hijo adoptivo , al cual
cobraba cada dia mayor afecto :
nadie quizá gozó jamas tal gra
do de valimiento con su sobera
no , pero tampoco hubo jamas pri
vanza tan merecida ; en vez de
abusar del influjo que se habia
grangeado con el monarca , no
se valia de su favor sino para
contribuir á la felicidad de cuan
tos podia : y asi lejos de tener
le envidia , todos lo adoraban ;
de suerte que, no se pronuncia
ba el nombre del conde de Wals
tein sin enternecimiento Ꭹ elo
gios. Los padres lo proponian por
modelo á sus hijos , y las ma
dres deseaban todas que pudiese
ser esposo de sus hijas : pero po
cas se atrevian á esperarlo . De
cia el rey que él mismo queria
casarlo ; y sin duda ya le esta
ba destinada la mas amable de to
das las mugeres ... Ah ! Carolina,
Carolina ! 3 Pero tengo yo aca
so derecho para murmurar ? No
por cierto , y Carolina debia de
((179 )
justicia pertenecer al mejor de los
hombres , y ser la recompensa de
sus virtudes : solo el conde de
Walstein podia merecerla. Lle
gó por fin el momento tan desea
do de verlo 1 y tratarlo . Al con
cluir una campaña fatigosísima ,
necesitando el conde algun des
canso juntó sus súplicas con las
de mi padre para que le per
mitiese S. M. pasar parte del ves
rano en Roneburg , que era la
hacienda que habitábamos . Nada
podia el rey negarle de cuanto
le pedia , y le concedió su licen
cia aunque no sin sentimiento ; mi
gozo al saberlo fue estremado.
Llega , lo veo , y advierto que
la fama , lejos de exagerar , era
muy inferior á la realidad . En
la flor de sus años , tenia vein
te y cuatro , reunia en sí la pre
sencia y el continente mas noble,
las facciones mas regulares , y la
fisonomía mas espresiva : sus ojos
sobre todo eran el espejo de su
alma , y en ellos se veian la bon
dad y la sensibilidad ; al oir una
accion de virtud ó de valor , se
( 180 )
animaban y brillaban como cente
llas alto de cuerpo , bien pro
porcionado y dispuesto , bastan
te grueso , y sus piernas tan her
mosas que llamaban la atencion...
Advierto , señora , vuestra estra
ñeza... pero digo que tal era en
tonces vuestro esposo , y tal se
ria aun si ... Ah! Carolina , Ca
rolina ! imploro vuestra piedad !...
qué terrible confesion voy á ha
ceros ! qué horroroso suceso vais
á saber! quizá en breves instan
tes llegaré á ser odioso á la que...
Mas por qué ? el sensible pecho
de Carolina se compadecerá de
mi suerte , sabrá perdonarme , y
apiadarse de mí... Ay ! sean cua
les fuesen mis culpas , harto cas
tigado estoy..."
Al leer esto las lágrimas de
Carolina la impidieron continuar:
cayó de sus manos el cuaderno ,
su vista se inclinó hácia la caji
ta del retrato , comprehendió de
quien podria ser , alargó el brazo
para cogerla , y lo retiró pronta.
mente sin atreverse á tocarla. La
tia con fuerza su corazon , y se
( 181 )
confundian todas sus ideas : tuvo
que coordinarlas y meditar algun
rato antes de seguir la lectura :
suspiró profundamente , se enju
gó los ojos , dirigió otra vez la
vista al retrato , y volvió á re
tirarla al instante ; levantó el cua
derno , y prosiguió leyendo con un
sobresalto que crecia á cada ren
glon :
* " Contaba yo diez y ocho años
cuando vino el conde á Roneburg:
y no obstante la diferencia de
nuestra edad y situacion se antici
pó á ofrecerme y asegurarme una
amistad , que tanto mas me agradó
cuanto precisamente entonces tenia
yo gran necesidad de un amigo ;
mi corazon anhelaba desahogarse
con alguien que pudiese compre
henderme , y tomar parte en lo
que esperimentaba . Amaba yo con
furor... Mas qué digo ? no , no
amaba seria profanar esta voz,
y demasiado he sabido despues lo
que es amor para confundir estos
dos afectos... Deseaba con pasion ,
con desvarío " una niña del naci
miento mas obscuro ; pero cuya
( 182 )
hermosura era digna de un trono.
Sí , Carolina , Luisa era hermosa
sin duda , supuesto que aun aho
ra mismo puedo creerlo asi , y de
círoslo."
Aqui sintió Carolina cierta so
focacion , cierta opresion de pecho
que la impedia respirar : se recli
nó sobre su silla , echó mano á su
pomito de olor , y luego que se
repuso algun tanto continuó en
su lectura :
" Era Luisa hija de un sargen
to de mi padre , que hacia mucho
tiempo tenia sus inválidos , y de
una criada de mi madre , que vi
vian á un cuarto de legua de Ro
neburg en una caseria y posesion
que mis padres les dieron á renta
por premio de su buen servicio.
En mi niñez estaba yo continua
mente con ellos , y casi en los bra
zos de la buena Cristina , que me
habia criado y me amaba tanto co
mo á su hijo Fritz , el cual ade
mas de ser mi collazo era como mi
amigo y compañero ; pero su her
mana Luisa › que tenia algunos
años menos ง era mucho mas para
( 183 )
mí: no acertaba á separarme de
ella un instante , ni alejarme de la
casa del honrado Johanes , su pa
dre. Llegó sin embargo el caso de
dejar aquella familia tan querida,
y cuando me enviaron á la uni
versidad derramé tantas lágrimas
al despedirme de Cristina , de Jo
hanes , y sobre todo de mi apre
ciable Luisa , como al salir de la
casa paterna. Pedí y alcancé lle
var conmigo á Fritz y tenerlo siem.
pre á mi lado , porque entonces ig
noraba yo que aquel mozo abriga
ba un alma tan vil y baja cuan
to era honrada la de sus padres;
pero mejor dîré que aun no ha
bia brotado la semilla de sus vi.
cios : lo veia activo , leal , inteli
gente en servirme , y lleno de celo
por mis intereses ; era hijo de mi
nodriz y hermano de Luisa : cuán
tos títulos para amarlo , y darle to
da mi confianza ! Y á la verdad
estaba conmigo mas bien como ami
go que como criado. Algunos años
que pasé en la universidad de Er
lang apagaron mucho la memoria
de la casa de Johanes , y de los
( 184 )
pasatiempos de mi infancia ; no
obstante se renovaba algunas veces
eon las cartas que Fritz recibia de
sú hermana , y que cuidaba de
enseñarme : habia siempre en ellas
un parrafillo para su señorito ; le
encargaba mucho me amase y me
sirviese bien , le preguntaba por
mí con tanto empeño , que me en
ternecia al leerlas , y tenia ver
dadera impaciencia de ver á quien
las escribia. Llegó una con noticia
de la muerte de su madre , la bue
na y querida Cristina. Luisa pene
trada de un dolor mortal , lo pin
taba con una energía tan natural y
fuerte que el corazon mas de bron
ce se hubiera enternecido . Lloré
muy de verás por la que desde mi
nacimiento labia cuidado siempre
de mí con el mas acendrado cari
ño : la lloré mas que Fritz , y no
me consolé tan pronto. Algun tiem
po despues me ocurrió que hablán
dole un dia de mi sentimiento por
la muerte de su madre , se le es
capó decirme : Asi podreis ver con
mas libertad á Luisa. Si hubiese
tenido yo mas años y esperiencia,
( 185 )
este solo dicho me hubiera descu
bierto su odioso carácter ; pero aun
conservaba yo aquella preciosa
inocencia que ni siquiera deja sos
pechar lo malo , y no hice por en
tonces atencion en ello. De alli á
poco me sacaron de la universi
dad : volví á Roneburg algunos
meses antes que llegase el conde ,
y al dia siguiente corrí á casa Jo
hanes acompañándome Fritz. Eter
no Dios ! qué fue de mí al ver á
Luisa ! Qué asombrosa mudanza
habian causado en ella algunos
años , y cuán diferente era la im
presion que causó esta vez en mis
sentidos ! Jamas hasta entonces ha
bia visto tal hermosura , estaba ves
tida de luto : su jubon negro daba
mayor realce á su blancura , y la
hacia un talle primoroso : la alte
racion y el gozo arrebolaban sus
mejillas en sus rasgados ojos re
saltaba la espresion mas viva y en
cantadora : cabello negro como el
lazo que sujetaba sus gruesas tren
zas al rededor de la cabeza : todo
el brillo , toda la lozanía de la
juventud... Perdon , Carolina , si
( 186 )
recargo sobre unas menudencias
que os importan poquísimo ó na
da , y que aun para mí mismo son
ya del todo indiferentes : pero ne
cesito muchas y grandes disculpas
para los escesos á que me arrastró
una pasion desenfrenada , y solo
puedo hallarlas en la belleza y en
los hechizos de la que la inspira
ba : produjeron el efecto mas pron
to y el mas terrible . Al ir á su
casa quise , por divertirme un ra
to , dejar que Luisa adivinase cuál
de los dos era su hermano , у ра
ra esto me vestí casi como él ; pe
ro mi turbacion , mi arrebato , mi
éstasis me descubrieron . Reíase
Fritz , y celebraba la impresion
que hacia en mi pecho la hermo
sura de su hermana 9 la cual al
vernos corrió á nosotros con los
brazos abiertos y rebosando con
tento : al llegar á mí se tuvo de
repente , me hizo una cortesía que
aunque sin arte me pareció llena
de gracias , y echándose al cuello
de su hermano rompió á Horar ;
llegó el viejo Johanes á aumentar
mi conmocion ; recibióme con cari
( 187 )
ño y respeto y entramos en su ca
sería , en donde me habló de Cris
tina , de su muerte , de sus pe
sares , de cuanto habia dicho de
Fritz y de mí ; queria yo respon
der , y solamente podia contemplar
á Luisa y llorar con ella. Conti
nuó Johanes hablándome de sus
dos hijos , y preguntándome si
estaba contento con Fritz.. .Lui
sa es buena muchacha , añadió : me
cuida , y cuida de la câsa , y lo
mejor que puede hace las veces de
su madre ; mientras tenga juicio,
y que su hermano vaya por buen
camino , estaré sosegado y seré fe
liz , hasta que llegue la hora de ir
á juntarme con mi Cristina : y en
tonces confio en Dios y en el se
ñor baron que no abandonará á
mi pobre familia. No es asi , hi
jos mios , que sereis ei consuelo
de vuestro anciano padre ? Luisa
se arroja á sus brazos , y tambien
se acerca Fritz á Johanes , pero me
pareció mucho mas sereno : bien
que no veia yo mas que á la ca
riñosa , á la encantadora Luisa . Hu
biera querido echarme con ella
( 188 )
las rodillas de su buen padre , y
darle este nombre ; tomé sus ma
nos , y las apreté contra mi boca :
¡y qué mucho , si era entonces pa
ra mí el padre de Luisa el mas
respetable de los mortales ! Ya era
tiempo de poner fin á una visita
tan tierna , pues que no podia el
corazon con los varios y vivos
afectos que esperimentaba.
Salí llevando la imagen de Lui
sa impresa en este corazon perdi
do de amor. Conociólo fácilmente
Fritz , y vió satisfechos sus deseos,
pues una amistad entre su herma
na y yo le aseguraba mi protec
cion y su fortuna : quizá adelan
taba su discurso y sus esperanzas
lisongeándose de ser algun dia el
cuñado de su amo. A aquel mozo
infame , interesado , nada le im
portaba la deshonra de su familia
ó de la mia con tal que sacase de
ello alguna ventaja ; y asi hizo
cuanto pudo para atizar el fuego
que me abrasaba , y no le fue di
fícil conseguirlo. - ¿ No es ver
dad , señor , me decia , que es lin
dísima mi hermana ? Qué lástima
( 189 )
que cayese en manos de algun ga
ñan ! Creo que mejor querria ver
la amiga de un caballero galan,
buen mozo y lindo , como vos por
ejemplo , que muger de un rústi
co que no conociese lo que vale.
Estos y otros dichos semejantes
no me horrorizaban entonces tan
to como lo hubieran hecho antes
de ver á Luisa . Ciego y sordo en
mi pasion , á nada atendia sino al
modo de contentarla bajo cual
quiera título que fuese : tragaba
cada dia á grandes dósis la pon
zoña que corrompia mi corazon de
bilitado. Ninguno se pasaba sin ir
á verla , pretestando la caza ; siem
pre me recibian con gusto Johanes
y su hija cuando los encontraba
juntos. Asi que yo llegaba , cor
ria Luisa á buscar leche , y me la
presentaba en una gran taza ; cor
taba pan bazo , y á veces comia
conmigo entretanto que el buen
viejo hacia relacion de sus antiguas
batallas apurando su botella de cer
beza. Aparentaba yo escucharlo ,
siendo asi que su hija se llevaba
toda mi atencion : y siempre me
( 190 )
ausentaba mas prendado ó mas per
dido. Cuando la encontraba sola ,
aquellos cuidados tan afectuosos,
aquel semblante de placer y cari
ño , se trocaban en una cortedad
manifiesta , en un encogimiento pa
tente : á veces me parecia altera
da y enternecida , y entonces ya
no era yo dueño de mí : me acer
caba , traia á su memoria los jue
gos de nuestra niñez , queria to
marla una mano ; pero se resistia
y me rechazaba con tal entereza y
seriedad , que me hacia reservado
y comedido . Saliendo de alli me
quejaba de ella con Fritz , y le pe
dia la viese , la hablase por mí , y
la empeñase á mostrarme mas amis
tad y confianza : él se reia , y ase
guraba que me amaba mucho , que
bien lo sabia , y que buena prue
ba era de ello la misma turbacion
y cortedad de Luisa : sino que es
tas niñas , añadia , aunque en el
fondo se alegran de que las quieran,
gustan que uno porfie , y desean
tener alguna disculpa. Crédulo yo
como un enamorado de diez y
ocho años , y alentado con aque
( 191 )
lla esperanza 9 corria ó mas bien
volaba á casa de Johanes ; si este
estaba en ella , me recibian con el
mismo agrado , con la misma afa
bilidad : si se hallaba ausente , ad
vertia el acostumbrado encogimien
to y reserva . Semejante conducta
me desesperaba : y entretanto cre
cia mi pasion en términos de no
conocer ya márgenes .
Tal era el estado de enagena
cion y efervescencia que padecia
cuando vino el conde á Roneburg;
el universo entero se cifraba para
mí en Luisa : por ella sola vivia,
y ser suyo ó morir era el clamor
contínuo de mis ansias . Nada me
nos se requeria que la fama de
prudente y juicioso que ya habia
adquirido el conde , para impe
dirme le confiase desde los prime
ros dias mi pasion ó mi delirio ;
aunque á los principios temí aque
lla razon tan justamente pondera
da , no tardó él mismo en desva
necer mis temores, pues sabia ocul
tar del todo una superioridad que
parecia no conocer ; su alma , asi
como era fuerte y elevada , era
( 192 )
dulce y sensible : y juntaba con
tanto donaire la viveza de la mo
cedad con la sensatez de la edad
madura , que apenas se echaba de
ver la solidez de su razon . Juz
gué al fin que podia fiarme de su
indulgencia , y un dia que pasean
do juntos se chanceaba á costa de
mi aire pensativo y reservado , me
atreví á descubrirle la causa y ma
nifestarle lo interior de mi pecho.
Le hice la relacion que acabais de
leer , sin omitir circunstancia al
guna , y le hablé con la vehemen
cia y el fuego que sentia ; pareció
escucharme con mucha atencion y
mucho interes , y cuando hube aca
bado me estrechó en sus brazos
diciéndome Ay ! amiguito , amigo
sensible , qué de pesares os prepa
rais ! Iba á darme algunos conse
jos , y le interrumpí : Querido
conde , no son consejos los que os
pido , sino que me mireis compa
sivo , que me trateis indulgente ,
consintais en ver á mi Luisa , y
suspended vuestro fallo hasta ver
la y diciendo esto lo llevé á su
casa. Estaba Luisa sola , muy tris
( 193 )
te , y aun parecia haber llora
do ; pero esto mismo aumentaba
su atractivo . Al ver á un foras
tero la sacó su modestia los co
lores al rostro , y su inocencia y
timidez añadian muchos quilates
á su hermosura . Volvió no obs
tante de su turbacion , y nos re
cibió lo mejor que pudo , Noté
que solia mirar al conde , y que
de cuando en cuando algun sen
timiento le arrancaba suspiros por
mas que se esforzaba en ahogar
los. El conde consideraba en ella
como pasmado , y luego volvia
hácia mí la vista con cierta es
presion de dolor. Dimos los tres
una vuelta por la huerta en que
cultivaba Luisa algunas flores : co
gió para cada uno un clavel , y
no pude menos de reparar que
dió el mas hermoso á mi amigo :
pero lo atribuí á mera atencion ,
no pudiendo formar zelos del
conde , á quien ella veia por pri
mera vez ; antes bien me agra
daba se portase con él de modo á
captar su benevolencia ; ví que mi
amigo lo miraba todo , y como que
T. I.
9
( 194 )
parecia registrar el aseo de la ca
sa , lo bien ordenado de la huer
ta : en fin todo lo echaba de ver,
y nada al parecer desmerecia su
atencion . Salimos , y en breve en
contramos á Johanes , que venia
del campo su barba canosa y su
presencia venerable , pararon al
conde. Es el padre de Luisa , le
dije . Se acercó , nos habló un ra
to con su acostumbrado juicio ,
y nos dejó seguir nuestro ca
mino.
Iba yo sin hablar al lado de
mi amigo , pero con ardientes mi
radas queria indagar lo que de mí
pensaba : él callaba tambien ; al ca
bo rompi yo el silencio. Y bien
querido conde es acaso tan gran
de mi delito en adorar á Lujsa ?
No tal , me respondió , hasta aho
ra solo es grande vuestra desgra
cia ; veo que teniais motivo para
amarla, para idolatrarla:: - Y abra
zándome con cariño : —No , no es
delito , pero si tardais un dia ,
quizá lo cometereis . Huid , mi que
rido Lindorf , huid de esta ni
ña tan fatal á vuestro sosiego ;
( 195 )
no os queda otro recurso. Si la
amistad mas tierna , la mas ver
dadera , alcanza á templar vues
tras penas , contad con toda la
mia ; no nos separaremos os lle
varé á Berlin , á mi hacienda, á
donde querrais , con tal que sea
lejos de aqui . - Huir de ella ?
quién yo dejarla , vivir sin Lui
sa !... jamas , jamas . - Gran Dios !
interrumpió con viveza : pues qué
pretendeis ? A qué aspirais entre
gándoos asi á esa pasion ? Casa
ros ? acordaos de vuestros padres,
á quienes echariais á la sepultu
ra. Seducirla ? no imagino que
abrigueis tan detestable idea. Es
Luisa la imagen de la virtud , de
la honradez : y aquel respetable
anciano que os estima , que os
ama , que os admite sin recelo
en su casa , burlariais su confian
za robándole lo que mas aprecia
en la tierra? No , jamas delinqui
rá Lindorf en semejante atroci
dad : prestará oidos á la voz del
honor , de la razon , de la verdade
ra amistad ; y si llega á derramar
lágrimas , no se las arrancará á lo
( 196 )
menos un remordimiento roedor.
Los ojos y la voz del conde tenian
una espresion , una eficacia que
no es dable pintaros ; se me figu
raba una deidad , una inteligencia
suprema bajada del cielo para ilu
minarme . Cuanto acababa de oir
era tan distinto de lo que diaria
mente me repetia Fritz ; solia yo
considerar tan poco mi cariño ba
jo un aspecto tan criminal , que
quedé como aterrado , y me hallé
sin fuerzas para responder una
palabra. Observábame el conde , y
alcanzando lo que por mí pasaba,
tomó una de mis manos , y apre
tándola entre las suyas añadió :
Veo el efecto que hace en vuestra
razon lo que digo ; veo que la vir
tud recobra su imperio . Vamos ,
amigo mio , vamos á pedir á vues
tro padre licencia para empren
der algun viage , y mañana par
timos. Mañana ! grité yo fuera de
mí ; partir mañana ! separarme de
ella , no verla mas , ignorar si me
quiere , si volveré á hallarla !... no
Walstein , no lo espereis , no pue
do ; seria quitarme la vida. Apo
( 197 )
yando en esto la cabeza en un ár
bol , y vertiendo algunas lágrimas,
continué Sí , conde , cuanto de
cis me deja aturdido y me con
vence ; conozco la fuerza de vues
tras razones , y ojalá hubiera te
nido un amigo semejante en los
principios de esta enemiga pasion !
Ahora ya es tarde : es un fuego
que me abrasa , que me consume :
10 conozco muy bien , no me que
da mas recurso que Luisa ó la
muerte. Mas ya que lo exigis, pro
curaré seguir en parte vuestros
consejos , pasaré algunos dias sin
verla , sin ir á su casa ; pero dejad
me siquiera saber que no está lejos
de mí. Ah ! querido conde ! soy un
enfermo que necesita lo contem
plen y á quien un medicamento
demasiado activo mataria de golpe .
Convino en ello Walstein ; hizo
por sosegarme y consolarme sua
vemente ; y creyendo sin duda
que por grados me empeñaria á mas
larga ausencia , se contentó con la
palabra que le dí y repetí de no
ir algunos dias á casa de Johanes.
La misma noche dije en la
( 198 )
mia que me hallaba indispuesto , á
fin de imponerme asi á mí mismo
la ley de no salir de mi cuarto,
conociendo que si salia se hubie
ran encaminado mis pasos por sí so
los á ver á Luisa : una enfermedad
aunque fingida me privaba de es
ta libertad ; pero ya no era fingi
da. Desde muchos dias antes me
consumia una fiebre ardiente , re
sulta muy ordinaria de las pasio
nes tan vivas ; conciliaba el sue
ño , y apenas me alimentaba : mi
escesiva mudanza asustaba ya á
mis padres ; mas les aseguré que
bastarian para restablecerme algu
nos dias de recogimiento y tran
quilidad. El conde , colmando de
elogios mi firmeza , me acompaña
ba casi de continuo , sostenia mi
razon y alentaba mi valor ; es
tando con él sentia yo menos el
tormento de mi pasion ; pero lue
go que se ausentaba , adquiria
aquel fuego toda su violencia , y
Fritz lo encendia mas y mas.
Echó de ver este mal hombre por
ciertas palabras que oyó , y por
las que á mí se me escapaban ,
( 199 )
que el conde combatia mi amor ,
y se dedicó con mas ahinco á fo
mentarlo , para lo cual no se re
queria gran esfuerzo . Cuando que
dábamos solos no podia yo me
nos de hablarle de su hermana : y
él sostenia que Luisa se lamenta
ba de mi ausencia y de mis males,
y que en los cuatro dias que no
me habia visto , no hacia mas que
llorar. - Os daria lástima , señor,
decia pobre chica ! os ama com
tales veras !... pero todo lo ocul
ta en su pecho : yo por mí temo
que esto le cueste la vida , y
siempre la estoy animando y di
ciendo que no es la primer labra❤
dora apasionada de un señor , y
que harto dichosa seria con uno
tan bueno y tan generoso como
nuestro amo , quien seguramente
nunca la abandonará : todo esto la
digo , señor , para sosegarla . ---
Al paso que estas conversaciones
repetidas con estudio Ꭹ frecuen
cia inflamaban mi corazon y mi
fantasía , debilitaban mi resolu
cion ; finalmente una noche , que
era la quinta ó sesta de mi re
( 200 )
tiro , habiéndome dejado el con
de para ir á caza , y hablando
me Fritz una hora entera de Lui
sa y de Su amor , no pude ya
resistir ; y como un niño á quien
pierde de vista su ayo , me es
capo y corro á su casa , espe
rando estar de vuelta antes que
el conde. Johanes se hallaba en
sus labores del campo , y encon
tré á la hija sola que tenia de
lante de sí un torno de hilar ,
aunque no hilaba : sostenia su ca
beza con una mano , y se enju
gaba con un lienzo los ojos . Al
principio no me vió ; pero con
el ruido que hice al cerrar la
puerta , levantó la vista y dió
un grito. Ay Dios ! dijo ponién
dose encendida : sois vos , señor ?...
pues cómo ? ... decian que esta
bais tan malo .... celebro mucho
que :: - No la dejé acabar ; el in
teres que creí ver en estas pocas
palabras , aquel inmutarse , sus
ojos todavia llorosos , todo me
pareció confirmar el amor de que
sin cesar me aseguraba Fritz. En
cantado , fuera de mí al verla ,
( 201 )
y verla sensible , me eché á sus
pies ; no sé lo que la dije , per
dí el sentido y la hablaba con
tal fuego , con tal viveza , que
sobresaltada quiso levantarse ; yo
la detenia , y en esto abren la
puerta y vemos al conde . No sé
cual de los tres quedó mas con
fundido yo me sobrecogí en tér
minos que solté las manos de Lui
sa , quien al instante desapare
ció. Habíame levantado , pero no
me atrevia á poner los ojos en
mi amigo. Aqui Lindorf ? dijo
despues de una pausa : os dejé
en vuestro cuarto , y os encuen
tro á los pies de Luisa ? Con
qué no soy yo al que venis á bus
car ? le repliqué con estrañeza
mayor que la suya ; ni sabia yo
lo que entonces pasaba en mí : no
tenia sospechas ni motivo de te
nerlas , y con todo no acerta
ba á esplicar su inopinada ve
nida. Por de contado juzgué que
no habiéndome hallado en mi ca
sa , supuso estaria en aquella : pe
ro su misma confusion destruia
este juicio. No por cierto , respon
T. I. UNY
9*
( 202 )
dió ya recobrado , no erais vos el
que buscaba tenia que hablar á
Johanes ya os diré ... Y cogién
dome por el brazo me sacó de alli
sin que viese á Luisa . Asi que sa
limos me contó que su sargento
reclutaba en la aldea inmediata , y
que acabándole de decir se habian
enganchado varios mozos , que el
viejo Johanes no podia menos de
conocer , entraba al paso para in
formarse de · ellos . Parecióme es
to factible , y desvaneció aquella
especie de inquietud vaga que te
nia á pesar mio . Pero ahora , pro
siguió el conde , permitid que
tambien os pregunte qué haciais
alli , y qué deciais á Luisa en una
actitud tan persuasiva y con tan
to ardor ? Perdonad , Lindorf; he
merecido vuestra confianza , y
creeria corresponder indignamen
te á ella si no procurase sacaros
del mayor de los peligros . Me
ofrecisteis estar ocho dias sin ver
la : ¿ cuál era el fin de esta visita
que me habeis ocultado ? -Con
vencerme de que me amaba , y en
tal caso... Qué ? decid. - Sa
( 203 )
crificarlo todo por ella , renunciar,
á todo familia , patria , rique
zas , por todo suplirá Luisa , hui
ré con ella al cabo del mundo si
es menester : la he prometido y
dejado á su arbitrio casarnós en
secreto ó robarla : y estoy, resuel
to á lo uno ó á lo otro, No le pi
do al conde de Walstein me asista
en esta empresa ; pero cuento sí
con su silencio . Pero , replicó con
emocion , consiente en ello Luisa ?
No me habia respondido cuando
entrasteis , dije ; pero se enterne
cia : ví córrer sus lágrimas , y por
otra parte estoy seguro de que me
ama. Podriais tal vez engañaros ,
repuso el conde ; creo que aun
tengo yo mas seguridad de que Lui
sa ama á otro . A otro ? repetí con
furor si lo creyese ! ... mas no;
es Luisa toda inocencia : jamas sa
le de su casa , y solo ve á su pa
dre , á su hermano y á mí. Y
á un pastor mozo de la aldea , aña
dió Walstein , que si mal no me
acuerdo se llama Justino : dicen
que se aman tres años hace , y que
Johanes se opone á la boda por
( 204 )
que el pastor es pobre ; pero si
fuese cierto que Luisa lo quisie
se ::- Ya no me era posible oir mas;
mi sangre hervia en mis venas : los
zelos y todas sus furias penetra
ban en mi alma. Lo interrumpí , y
deteniéndolo por un brazo y mi
rándolo con ojos airados : podré
saber , conde , le dije , quién os
ha informado tan bien ? Me pare
ce muy estraño... Al pronunciar
..
estas palabras tenia yo tan des
compuesto el semblante , tan al
terada la voz , que sobresaltado
mi amigo me abrazó diciéndome :
Por Dios , Lindorf, querido ami
go , sosegaos , volved á vuestro
acuerdo quizá me habrán enga
fado ; me informaré mejor , y lo
sabré todo os aseguro : no tardaré
en confiaros quién me comunicó
estas circunstancias , y si son ver
daderas. Ay ! Lindorf, añadió con
tono el mas dolorido, haceis peda
zos mi corazon . Nada , nada de
jaria de hacer por restituiros
vuestra razon y vuestra felicidad !
Felicidad ! dije yo á media voz :
jamas la tendré sin Luisa. Como
( 205 )
quiera las espresiones amistosas de
Walstein , y su modo cariñoso y
tierno , me sosegaron algo , y lle
gué á pensar que en efecto estaba
mal impuesto. No conocia yo al
tal Justino , y nunca habia teni
do de él la menor sospecha. Era
un pobre huérfano , cuya única
ventaja se reducia á ser muy bien
parecido , aunque cubierto con una
ropa tan tosca que atestiguaba su
estrema indigencia. Criado de li
mosna en la feligresia , pusieron
luego á su cuidado todos los re
baños de la aldea , y era el pas
tor de ella. Habia oido yo hablar
muchas veces de la destreza , de
la honradez , del zelo y aun del
valor con que cumplia su encargo:
todo el ganado prosperaba por su
esmero sabia curar la mayor par
te de sus enfermedades , y defen
derlo de los lobos habiendo ya ma
tado algunos . Alababan tambien
su maña y habilidad , pues sin
mas instrumentos que una navaja
hacia figuritas de madera y de
mimbres tenia hermosísima voz ,
y tocaba con primor la flauta pas
( 206 )
toril sin otros maestros que la na
turaleza , las avecillas , y tambien
quizá el amor. Tal vez cazando me
paraba á oirlo : pero jamas se me
babia ocurrido que el pobre pas
torcillo pudiese ser rival mio. Pa
recíame Luisa tan superior á Jus
tino ! pero es verdad que á mis
ojos era superior al mundo todo.
Como quiera , meditando entonces
en esto ya eché de ver que en rea
lidad eran iguales en nacimiento,
que toda la diferencia entre ellos
consistia en algunas comodidades
mas o menos , y que no obstante su
pobreza era Justino muy lindo mo
zo. Hice tambien memoria de que
en mis repetidas visitas á Johanes ,
solia encontrar por alli repastan
do su ganado ; pero siempre es
taba el pastor con él , y nunca lo
hallé con Luisa , ni lo ví entrar
en su casa. Á veces habia yo ha
blado con ella ó con su padre de
las canciones y de la flautilla de
aquel muchacho , y no me pareció
que hubiese merecido su atencion.
Por último , ya tranquilo , ya ator
mentándome mis reflexiones , no
( 207 )
sabia á qué atenerme : lo cierto es
que aquella competencia me humi
llaba mucho para que á lo menos
no desease ponerla en duda.
Asi que estuve en mi cuarto
Ilamé á Fritz , pues siendo muy
amigo de su hermana , y pasando
la mitad de su vida en casa de su
padre , debia saber algo de esto.
Le hice con ardor cien preguntas
sobre las inclinaciones de Luisa ,
sobre Justino , su pretensa amis
tad , y sobre el misterio que de to
do ello me habian hecho. Al prin
cipio se sobrecogió mucho : despues
lo negó todo , habló del pobre mo
zo con el mayor desprecio , me ase
guró que su hermana pensaba del
mismo modo , que se daria por agra
viada de semejantes rumores , y
remató inquiriendo quién podia
haberme dicho tal falsedad . Tuve
la imprudencia de nombrar al con
de . - Bien sabe el señor conde lo
que se hace , respondió Fritz sacu
diendo la cabeza ; pero á buen se
guro no os dirá que él es quien
ama á Luisa , y que todavia esta
mañana... mas no todo se ha de de
( 208 )
cir. Aparentó irse : lo detuve por
fuerza , y haciéndose mucho de ro
gar me informó que desde el dia
que levé al conde á su casa , se
habia enamorado ciegamente de su
hermana ; que durante mi fingida
enfermedad no habia dejado de
verla un dia y hacerle las ofertas
mas brillantes para deslumbrarla ,
y que aquella mañana lo encon
tré con ella el mismo Fritz , á
quien quiso empeñar á que guar
dase secreto conmigo. Quizá , aña
dió , lo habria guardado por no
apesadumbrar á mi amo ; pero cuan
do veo que intenta calumniar á
Luisa , acusándola de que quiere
à un pobreton como el tal Justino,
ya no puedo callar , tanto mas que
desearia consultaros sobre todo es
to . Mi hermana es honrada , muy
honrada " y por otra parte ama
mucho al señor baron para que
pueda amar á otro ; pero al cabo ,
quién sabe ? estas muchachas... el
tal conde es tan rico , y tan efi
caz... es tambien libre , dueño de
sí mismo , ni padre ni madre ....
Cada cosa de estas es una furiosa
( 209 )
tentacion ; y si se le antojase ro
barla ? porque segun la quiere es
capaz de todo ; y no seria mejor
ganarle por la mano ? Si mi señor
gustase se hacia esto en un abrir
y cerrar de ojos , y poníamos á Lui
sa en paraje seguro . En cuanto á
mí siempre lo he dicho , mas quiero
que esté con el amo que con nadie.
Mientras hablaba Fritz no te
nia límites mi agitacion : paseába
me á gran paso por mi cuarto sin
saber qué juicio formar del proce
der del conde . Las raices que ha
bia echado en mi alma el aprecio
que le profesaba me impedian dar
crédito á semejante perfidia. Pues
qué ! decia entre mí : aquellos dis
cursos tan persuasivos , tan paté
ticos ; aquella tierna elocuencia de
la verdadera amistad , no serian
sino lazos para separarme de Lui
sa , y robarme tan adorado objeto?
No pude sostener esta horrible
idea ; me pareció absolutamente in
compatible con el caracter del con
de , y mirando con enfado á Fritz
le mandé se quitara de mi presen
cia , y no ultrajase mas á mi amigo
( 212 )
ra ver á mi sargento y mis reclu
tas : no os propongo vengais con
migo porque pienso ir á casa de
Johanes con quien tengo que ha
blar ; y despues del lance de ayer,
imagino que estariais , y no menos
Luisa , algo cortados al veros hoy
con testigos. Os advierto que voy
alla , añadió riendo , á fin de que
si aun quereis escaparos , no pa
dezcais la misma sorpresa que ayer
tarde. Y despues de apretarme
una mano me dejó. Esta visita
que iba á hacer , y de la que me
hablaba con tan buena fe , debia
sosegarme mas bien que sobresal
tarme , pues obraba sin misterio no
pudiendo saber que estaba yo avi
sado y no obstante me quedó
cierta zozobra , que introdujo en
mi pecho una especie de deseon
fianza : llamé á Fritz , y no estan
do alli entró en su lugar un laca
yo de mi padre , que era de la
misma aldea y diariamente iba á
ella. Le pregunté , afectando cuan
ta indiferencia pude , si se halla
ba reclutando alli el sargento del
conde Respondió que sí , y que
( 213 )
se habia enganchado uno de sus
hermanos , como tambien aquel
Justino , que pretendia Walstein
ser amante correspondido de Lui
sa , y añadió : el señor conde es
un caballero tan digno , que todos
quisieran servir en su compañía .
Esta sencilla alabanza volvió á
cubrirme de rubor por mis dudas.
Libre ya de recelos en cuanto al
conde y al pastor , atendí solo al
intento de robar á Luisa y de que
fuese mia para siempre esta idea
fermentó en mi cabeza y en mi
corazon. A diez y nueve años , é
inflamado por una pasion tan ar
diente , nadie imagina obstáculos
en lo que desea ; sostenido por
Fritz , todo se ine hacia posible , y
lo aguardé impaciente para con
sultarlo pero no pareció , y an
tes que él vino el conde. Sumer
gido en mi proyecto , y molestado
por su presencia , le parecí como
enagenado , y asi me lo confesó sin
rodeos. Conocí que procuraba son
dearme no queriendo comprome
terle demasiadamente " no me es
pliqué con claridad ; pero harto
( 214 )
dije para que comprendiese que
persistia en mi designio. Aquella
tarde me dejó , segun dijo , para
ir á escribir algunas cartas , y. des
pues habíamos de pasear juntos á
caballo. Dióme gana de aprove
charme de este rato en que que
daba solo para ir á aclarar las co
sas con Luisa , conseguir aquel sí
tan deseado , y determinarla á huir;
pero como podria encontrar con
ella á su padre , para que mi via
je no fuese inútil convenia Ile
var una carta , y en tal caso en
tregársela con disimulo. Me puse
â escribirla ; resaltaba en ella la
agitacion de mi alma : repetia las
proposiciones de la víspera , jura
ba un amor eterno , y afirmaba
darle cuantas pruebas quisiese exi
gir la pedia respuesta , y la en
cargaba que se fiase de su herma
no sobre el modo de ejecutar el
proyecto. Concluida y plegada la
carta , iba á llevarla cuando Fritz,
á quien no habia visto desde el dia
anterior, entró azorado en mi cuar
to. Señor , me dijo , ayer me tra
tasteis de impostor: pues bien, gen
( 215 )
dónde pensais que está ahora mis
mo el señor conde ? No sé qué
horror se difundió por mis ve
nas. Pero... en su cuarto sin
duda ; por qué me lo preguntas ?
Sí , sí , en su cuarto está , digo en
el de mi hermana , en donde acabo
de verlo con mis mismos ojos .
Mira lo que hablas... El conde ?
No es posible. Podeis desenga
ñaros por vos mismo : id allá , qui
zá lo encontrareis todavia espe
rando en la huerta á su querida :
como no la halló en casa , ni tam
poco á mi padre , despachó á bus
carla al muchachuelo que nos sir
ve , encargándole la trajese luego ,
luego . Estaba yo en un rincon del
patio , y no me vió : y asi que en
tró en la huerta , vine á deciros
que no soy ningun embustero .
Conforme hablaba Fritz crecia por
grados mi rabia , y no tardó en lle
gar al colmo . Verme burlado con
tanta perfidia y avilantez !... Y
por quién ? por el hombre que ve
neraba y respetaba mas en el mun
do , por el amigo de quien me ha
bia confiado ! .... Mandé salir á
( 216 )
Fritz. Me habia cegado la cólera ,
y desconocí la fuerza de la razon:
por un movimiento casi maquinal
eché mano á las pistolas , las car
gué con bala , olvidado de que ya
lo estaban , y con ellas salí furio
so ó mas bien arrebatado : á pocos
minutos me hallé junto á la casa
de Johanes. Habia que pasar por
un lado de la huerta , cuya cerca
6 vallado era alli muy bajo : ví
en efecto al conde paseándose co
mo impaciente , y mirando sin ce
sar hacia una puerta , que caia al
lado opuesto de donde yo estaba.
Ni siquiera tuve tiempo de pensar
en lo que debia hacer , cuando se
abre aquella puerta y veo á Lui
sa , la tímida , la modesta Luisa,
á quien jamas pude merecer el
menor favor , correr hácia el con
de , abiertos los brazos , arrojarse
en los suyos , apretarle y besarle
las manos , y fijar en él sus her
mosos ojos en que brillaba el amor
y el contento.
No sé cómo no morí , y en
efecto juzgué que era llegado mi
úlltmo instante , pues un frio mor
( 217 ) "
tal helaba mi sangre , me aban
donaron mis fuerzas , y me hube
de apoyarme en un árbol. En bre
ve volvió el furor á alentarme :
eché la vista sobre la fatal huer
ta y aun ví que los dos aman
tes , pues ya no dudaba lo fue
sen , hablaban con calor ; la ca
ra del conde resplandecia de pla
cer y jamas lo habia visto tan
animado . No podia oirlos ; pero
por sus ademanes parecia pedir
con ardor alguna cosa á que Lui
sa se oponia débilmente. Al fin
saca el conde un bolsillo , que
creí lleno de oro , y se lo pre
senta : duda W ella un momento , y
al cabo lo toma de un modo en
tre avergonzada y enternecida : la
estrecha el conde en sus brazos,
y se entran juntos á tiempo que
iba yo á asaltar el vallado que
nos separaba , é inmolar quizá
dos víctimas á mi desesperacion.
Perturbado y fuera de mí , me
hubiera sin duda quitado yo mis
mo la vida si no hubiese visto
salir al instante de la casa al con
de con toda la serenidad de la
T. I. 10
( 218 )
inocencia y de la virtud , que en
mi delirio interpreté ser la del
amor satisfecho : corrí á él con
las dos pistolas en la mano : de
fiéndete , traidor 9 esclamé po
niéndole una en el pecho , y pre
sentándole la otra ; arráncame una
vida que me has hecho odiosa , ó
deja que libre á la tierra de
un monstruo de perfidia... Qui
So detenerme el brazo , y ha
blarme... Nada * escucho , le dije :
defiéndete , ó soy capaz de cual
quier arresto ... y llegué, la • bo
ca de una pistola á A una de mis
sienes : - Mas feliz tal vez si hu
biera salido el tiro !... pero lo im
pidió el conde , y tomando la pis
tola quereis que sea ? dijo : se
retira algunos pasos , y dispara
al aire al propio tiempo que sale
mi tiro , y va á herir á mi ge
neroso , á mi dignísimo amigo.
Véolo titubear , y caer á mis pies
cubierto de sangre , diciéndome :
Ah ! desdichado Lindorf!... cuan
do sepais .... Ay ! que sois mucho
mas digno de lástima que yo ! Al
mismo instante se apagó mi fu
( 219 )
ror ; arrojé muy lejos de mí aque
Ila arma funesta , y echandome
sobre mi amigo me esforcé en
restañar con mi pañuelo la san
gre que salia de la herida : el ti
ro habia dado en la cara y llevá
dose medio carrillo : dijo que créia
tener tambien rota uná rodilla, pe
ro que no juzgaba fuesen mortales
sus heridas. Esmerábame yo en le
vantarlo , en arrimarlo á un árbol
y darle todos los socorros que per◄
mitia aquel lugar : pues tan tur
bado estaba que no se me ocurrió
que podia encontrarlos mayores en
casa de Johanes , de la que no dis
tábamos veinte pasos : ni aun sa
bia en aquel primer instante lo que
habia podido causar tan horrorosa
desgracia , porque toda otra idea
que la suya se hallaba sofocada
en mi mente. Lo sostenia contra
mi pecho , y no obstante mi tur
bacion y temblor conseguí com
nuestros pañuelos hacerle una es
pecie de vendaje : apenas acabé ,
volví repentinamente en mi re
cuerdo. Ay ! Dios ! Infelice de mí:
yo he sido quien lo ha puesto en
(
( 220 )
tan horrendo estado , esclamaba
gimiendo , ocultando la cara con
tra el cielo , y dando alaridos sin
articular palabra . - Lindorf, de
cia el lastimoso herido , amado
Lindorf , aquietaos , escuhadme :
un medio os queda de reparar
vuestras culpas , de conservar mi
aprecio , mi amistad " y aun de
aumentarla. Sí por cierto , os ama
ré mas que nunca si me prometeis
por vuestro honor lo que voy á
pediros. - No dudé que pediria
el sacrificio de mi amor ; pero la
accion atroz que acababa de co
meter habia producido tal trastor
no en mi corazon , que ni siquie
ra me detuve , y lo ofrecí todo
con los 9 mas solemnes juramentos.
Pues bien , me dijo el mas gene
roso de los mortales , pido y aun
exijo que este lance quede para
siempre sepultado entre los dos :
por fortuna no hay testigos , de
jadme decir lo que me parezca so
bre este fracaso , y cuidado con no
desmentirme : lo habeis jurado , y
lo repito , solamente con ésta con
dicion puedo perdonaros y ser to
( 221 )
davia vuestro amigo ; una sola
palabra os priva para siempre de
mi amistad. Quise responder , y
me lo impidieron los sollozos : pu
de únicamente besar su mano y
apretarla contra mi corazon des
pedazado por los remordimientos.
A pesar de mi cuidado y diligen
cias aun salia sangre de sus he
ridas ; afianzándose en mí probó
á levantarse , y entonces advir
tió que la de la rodilla era mas
grave de lo que habia pensado.
Tenia la pistola carga doble ; una
bala perdida le dió en aquella
parte , y conocimos que habia roto
la articulacion , á lo menos no
pudiendo absolutamente tenerse
cayó otra vez en tierra. Yo me
detestaba á mi mismo , gritaba de
dolor , me prosternaba á los pies
de mi amigo ; y él me consola
ba. Id á esa casa á buscar algun au
xilio ? me dijo : alli en fin ha
Mareis la prueba de que no soy ,
como lo pensasteis , el mas indig
no de los hombres ; id , Ꭹ sobre
todo no olvideis vuestro juramen
to : si faltais á vuestra palabra,
( 222 )
en mi vida vuelvo á vetos. Cor
rí sin contestarle : entré acelera
do en la casa , y con lo que se
presentó á mi vista me impuse
al instante en la conducta del con
de , y aborrecí mas la mia . El
pastor Justino , vestido con aseo ,
estaba al lado de Luisa , y tenia
una de sus manos en las suyas :
ella inclinada hácia él ,. espresa
ba en su semblante la terneza y
la felicidad : el viejo Johanes sen
tado enfrente de ellos , contempla
ba con júbilo tan dulce espectácu,
lo , y tambien miraba aquel bolsi
1lo que poco antes dió el conde á
Luisa , y que en mi concepto ha
bia sido precio de su deshonra :
estaba sobre la mesa con otro igual
mente abultado . Eché una ojeada
sobre aquel cuadro , y puedo ase
verar que la única impresion que
me causó fue aumentar mis remor
dimientos. Mi palidez , y la san
gre de que me vieron manchado
los asustó. O amigos esclamé al
entrar , acudid todos , vamos á
valer al conde de Walstein , que
queda aqui cerca herido : venid
( 223 )
pronto. Ay Dios mio ! nuestro bien"
hechor ! esclamaron á una Justino
Luisa y todos corrimos como
en tropeladonde esperaba el do
lorido conde." Sui
Los dolores y la pérdida de
sangre lo habian debilitado en tér
minos des que lo encontramos ca
si sin conocimiento : fué Luisa por
agua y vinagre , con lo que mi
amigo volvió en sí , y con har
to trabaje les dijo que una mal
vada pistola con que estaba ju
gando , habiéndosele rebentado en
las manos causó todo aquel de
sastre , 'y' que por casualidad me
habia yo hallado presente. Trata
mos de llevarlo á casa de mi pa
dre : corrió Justino á la de Joha
nes en busca de una especie de
parigüela con un colchon , y lo
estendimos en él : Justino , en la
robustez de su juventud , anima
do por el agradecimiento , yY no
abrumándole como á mí el peso
ferrible de los remordimientos ,
nos sirvió de mucho y Luisa y
el anciano nos ayudaron tambien
cuanto pudieron con sus débiles
( 224 )
fuerzas. Nos pusimos en camino,
y durante esta lenta y penosa
marcha comprehendí por la con
versacion que llevaban Luisa y
Justino que hacia mucho tiempo
que se amaban , y aquel mismo dia
habia superado el conde todos los
obstáculos y concluido su matri
monio dando á Justino una here
dad bastante considerable en su
hacienda de Walstein , bajo la úni
ca condicion de que habian de
casarse y marchar desde luego ;
Johanes debia ir con ellos. Estas
circunstancias que oia , me hicie
ron mas inaguantable mi delito :
pero mi pasion se habia apagado
de tal modo que llegué á saber
con cierta satisfaccion que se ale
jaba Luisa , y que no volveria yo
á verla conocí que su presen
cia hubiera sido para mí una acu
sacion contínua de mi criminal
delirio.
Llega en fin , y J luego que se
depositó el colchon en el patio , y:
vinieron criados para ayudarnos ,
mi primer cuidado fue montar á
caballo y correr á rienda suelta á
( 225 ))
buscar cirujanos al pueblo mas
inmediato ; hice tal diligencia que
aunque distaba tres leguas , ya es
taba de vuelta con ellos al ano
checer. Hallé toda la casa en una
consternacion espantosa. El modo
con que me recibió mi padre ,
abrazándome cariñoso , derrámané)
do lágrimas , y alabando mi celo,
me probó que ignoraba entera
mente tuviese yo alguna parte em
tan tremenda desgracia serasya
tan acerbo su dolor , que si se hu•
biera aumentado sabiéndolo , sin
duda de abria acarreado la muer
te.. Esta consideración quizá mas
que la de mi juramento , me em-t
peñó á guardar el silencio : pero
me atrevo á asegurar que lo sen
tia con toda el alma , y que ent
aquellos primeros momentos " hu
biera querido ser tan odioso á to
do el universo como lo era á mis
propiosinojos. subg
Despues de estraer los ciruja
nos las balas y de reconocer las
heridas , declararon que no eran
mortales ; pero que podia temerse
perdiese un ojo y el uso de la
T.I. 10 *:
( 226 )
piernas hablaron de cortarla ; y
Walstein , que oyó este fallo y
sostuvo la primer curacion dolo
rosísima con no visto valor , se
opuso fuertemente á semejante
estremada operacion , porque no
confiaba mucho en su habilidad
-
de ellos. Me faltó ánimo para
asistir á aquella primer cura ; pero
asi que las concluyeron , volví at
cuarto y juré no salir sino con
el conde . No sé como mi profun
da afliccion , que era escesiva , no
descubrió nuestro secreto : mis lá
grimas no se agotaban , ni la des
graciada víctima de mi barbarie
suspendia sus % esfuerzos para con
solarme : llegó hasta decirme y ju
rar que miraba este acontecimien
to como una fortuna , porque su
gusto y su ** inclinacion preferian
las letras á la L milicia , que abra
zó esta carrera obedeciendo á su
padre y al rey , y que celebraba
tener un pretesto especioso para
dejarla y dedicarse únicamente al
estudio de la política : ademas,
añadió , os creo curado de vues
tra pasion ; á la verdad el reme
( 227 ))
dio ha sido violento , pero si pro
dújo su efecto, no I puedo menos
de alabar al cielo por todo lo su→
cedido. Ah ! sin 敢 duda estaba yo
curado , y tanto que unas tres se
manas despues de esta fatalidad
supe sin la menor alteracion , y
antes bien con gusto , que Luisa
se habia casado con Justino , y que
no tardarian en marchar á su nue
va heredad. Me lo dijo el mismo
Justino , que todos los dias venia á
saber como estaba su bienhechor.
3 Entró al fin el conde en con
versacion conmigo sobre este asun
to , habiéndolo yo exigido , pues
por delicadeza no queria hablar
me en ello : refirió que al dia si
guiente de la visita que hicimos
juntos á Luisa , asombrada de la
violencia de mi pasion 2 medita
ba en los medios de precaver sus
terribles efectos , cuando su sar
gento le presentó un mozo que:
acababa de reclutar , y era el po
bre Justino ; su gallarda presen
cia y su profundo abatimiento lla
maron la atencion del conde , y
conmovieron su corazon : le hizo
((228- ))
varias . preguntas sobre los moti
vos que le inducian á ser solda
do , y el ingenuo Justino no cui
dando de ocultarlos , contó que
sumamente apasionado de Luisa,
hacia muchos años , y no tenien
do esperanza de conseguirla por
que Johanes lo despedia , y Fritz
le amenazaba, queria morir , pe
ro como hombre de bien , pelean
do contra los enemigos de su rey;
asi como asi , añadió , moriria de
dolor al ver á Luisa en otras ma
nos , y esta desgracia es cierta
porque su padre ha jurado que
jamas será mia. Preguntóle el con
de si correspondian á su amor.
Y quién lo duda • señor ? res
pondió ; pues á no ser asi la ama
ria yo , como lo hago , tanto tiem
po hace ? Pobre querida Luisa !
ayer la ví por última vez , y Ho
ramos tanto tanto , que estuvimos
á pique de morir ! ... Me acor
dé en efecto : continuó el con
de , que cuando me llevasteis á
ver á Luisa os admiró su gran
tristeza.... Mas espero , añadió
Justino , que cuando habré yo
((+229 )
marchado , será ella menos infe
liz : su padre y aun su herma
no , la maltratan todos los dias por
mí, y por esto he querido absolu
tamente ausentarme , deseo que se
consuele en cuanto á mí , nunca
me consolaré. Se enterneció mu
cho el conde , y en aquel instantė
formó el noble proyecto de hacer
felices á aquellos tiernos amantes ,
y librarme al mismo tiempo del
mayor de los peligros ; pero nada
dijoá Justino , pues deseaba ha
blar primero con Luisa , y acla
rar las cosas. Dos veces fué á su
casa sin encontrarla sola , hasta
que atisbando el momento lo con
siguió , y no le costó trabajo al
canzar le confesase cuanto ama
ba al lindo pastor : rebosaba su
pasion ; y desde que sabia que es
taba enganchado no hacia sino llo
rar y buscaba ansiosa alguna aca
sion de recomendarlo al conde : dí
jole que su cariño habia empezado
mucho antes que muriese su madre
y que ya desde entonces iba todos
los dias á verlo á los prados en
que apacentaba al ganado. Á fin
((230 )
de indicarla eli paraje em que es
taba spara que ella acudiese , y á
fin des acompañarla cuando ! canta
ba, quiso aprender a tocar la flau
ta , y lo aprendió muy C bien ; para
hacerla canastillos , husos y tor
nos , empezó á tejer mimbres , y
á esculpirpen´s maderate enseñó
Luisa al conde dos " grupos bo
nitamente G trabajados ; pel uno re
presentaba áJustino sentado á los
pies de ella , y ambos bien seme
jantes ; el otro , aun mejor labra
do , era el mismo pastor luchan
do á brazo partido con un gran
lobo , venciéndolo pues tambien
por ella habia dado sus primeras
pruebas de esfuerzo matando á un
lobo que se llevaba una vaca de
Johanes.
¿ Cómo podria la tierna y agra
decida Luisa negar .1 su corazon
el que tan bien lo habia merecido?
Asi es que le decia ab conde con
ardor y ternura : lo amo con toda
'mi alma , y siempre lo amaré aun
que nunca mas lo vea ... Ay de
mí! teníamos una , una sola espe
ranza ; cuando se lamentaba Jus
((231 ))
tino de ser tan pobre le répetia
yo muchas veces : consuélate , ques
rido amigo , aguarda siquiera que
vuelva nuestro señorito , hablará
á mi padre , y el corazon mé di
ce que ha de hacer nuestra boda...
Ha vuelto el señorito , pero :: - Se
detuvo. Acaba , la dijo el conde...
Pero , añadió bajando la vista y
saliéndole los colores , harto bien
veo que no hay que esperar , y
aun sentiria supiese que quiero á
Justino , pues mi hermano me ase
gura que to mataria al instante :
pero ahora , ya que Justino estará
lejos , tanto se me da , y yo misma
se lo diré á i la primer ocasion ; y
si quisiese matar á alguien , 'no se
rá sino á mí. 14 Tranquilizóla
Walstein , y la ofreció que no tar
daria en verse feliz , pues siendo
suyo Justino desde su enganche ,
podia disponer de él , y que dise
pondria para dárselo por esposos
Apenas acertaba ella á creer lo
que estaba oyendo semejante ess
peranza la parecia un sueño ; pe
ro la aseguró el conde quo aque
ila. misma noche lo veria cumplidoy
((232 )
que iba a hablar á Justino , y que
luego trataria el asunto con Jo
banes.
Aquel dia fue , querido Lin
dorf , prosiguió Walstein , cuan
do despues de arreglarlo todo con
el buen pastor , y de disfrutar el
dulce placer de ver su gozo , el
mas vivo y el mas puro , venia
á proponerlo por yerno á Joha
nes , y os encontré de rodillas
delante de su hija. La pobre Lui
sa " que sabiendo á qué iba yo
á su casa me esperaba con to
do el sobresalto del amor , se tur
bó en sumo grado de que la ha
Ilase con aquel señorito de quien
me habia hablado con palabras em
bozadas . Os aseguro que fue tal
tambien mi turbacion , que no pu
de ocultarla , y esto quizá dió
principio á vuestras sospechas ;` ca
si las ** tuve yo de Luisa. Dudaba
si nos habia engañado á Justino y
á mí , y si estaba acaso de acuer
do con vos. Anhelaba salir de es
tas dudas , y vuestra respuesta no
las desvaneció sino á medias , pues
meramente servia á confirmarme
( 233 )
en la idea que corriais el mayor
peligro , y que á toda costa era
preciso quitaros de la vista el ob
jeto de un cariño al que estabais
resuelto á sacrificar todas vuestras
obligaciones. Arriesgué , os acor
dareis , una media esplicacion so
bre el cariño de Justino , creyendo
que tal vez se aumentaba el vues
tro juzgándoos correspondido sy
si me hubieseis oido con mas mo
deracion , os lo hubiera dicho to
do entonces ; pero me asustó vues
tro arrebato ; ví que la pasion os
cegaba , vuestro mirar y vuestros
movimientos casi convulsivos me
asombraron , y conocí que no era
aquella la ocasion de profundizar
las heridas : demasiado habia di
cho , pues aunque poco , solo sir
vió para echar leña al fuego. In
tenté pues sosegaros y volveros el
uso de la razon , prometiéndoos
hacer pesquisas ; en esto llevaba
tambien la mira de ganar tiempo ,
de darlo á Luisa para que marcha .
se con su marido , y de precaver
vuestros proyectos de casamiento
6 de rapto; y asi deseoso de ace
( 234 )
lerar el matrimonio volví la maña
na siguiente á casa de Johanes ,
habiéndooslo dicho antes á fin , 10
confieso , de que no fueseis á inter
rumpir nuestra conferencia. No
hablé con Luisa sino un breve ra
to , pero fue bastante para con
vencerme del agravio que la hice
el dia anterior sospechando estu
viese de acuerdo con su señorito;
este concepto , que podia yo haber
formado , la atormentó toda la no
che : y su inquietud , su dolor , su
ingenuidad no me dejaron la me
nor duda sobre ello.
C Salió , y quedé solo con el pá
dre. Empecé hablando de mistre
clutas , y leís la lista que llevaba
de ellas al nombrar á Justino ví
el gozo derramarse por su sem
blante. Cómo dijo ; ese picaron
se ha enganchado ? loado sea Dios!
al 7 fin estamos libres de él . Cómo
es eso , Johanes ? dije yo : un pi
caron ! voy a volverle su engan
che , pues que no quiero pícaros
en mi compañía. - No hagais tal,
señor , hablando con perdon ; cuan
do digo pícaro , no es que no sea et
( 235 )
mozo mas honrado del lugar , y
valiente como el rey : os matará,
señor , un lobo como nada : juz
gad lo que hará con un hombre.
No tendreis mejor soldado : pero
si va á decir verdad , añadió ba
jando la voz , & no se le habia pues
to en la cabeza encapricharse de
mi Luisa ? y no queria la tontuela
casarse con él por bien ó por mal?
con muchacho que no tiene un
cuarto ! criado de limosna ! mejor
ereo la hubiera muerto que no
habérsela dado ; pero bendito Dios
ya nos dejó , ó poco falta ; espero
que no volveremos á oir hablar de
él ; y con todo es lástima que se
vaya ; cuidaba bien de nuestro ga
nado , y me salvó una vaca con
tal valor... P A no ser ese diablo de
eariño :: - å Y no pensais en casar
á Luisa para consolarla de la par
tida de Justino ? le pregunté. Oja
lá Dios estuviera ya hecho , me
respondió ; pues estas muchachas
no sirven mas que para tormento;
sosegado ahora por un lado , voy
á tener cuidados por otro , porque
tambien veo la anda rondando
( 236 )
muestro señorito ; cuando tenia á
su pastor , harto guardada estába;
pero ahora Dios sabe lo que suce
derá no puedo cerrar mi puerta
al hijo de mi amo , como se la ha
bia cerrado á Jústino : y cada uno
tiene sus quehaceres , y no siem
pre puede estar en todas partes ;
moriria contento si la viese bien
establecida , pero no hay aparien
cia todos son pobres en esta al
dea , y Luisa no es rica. - Pues
mirad Johanes , repuse yo , si que
reis la casaré con uno de mis ar
rendadores , mozo , honrado y
nada pobre , como que es dueño
de una buena heredad en mi ha
cienda de Walstein á pocas jorna
das de aqui , y de mas valor que
la vuestra á lo que creo : y como
lo quiero mucho le daré al casar
lo un bolsillo con trescientos es
cudos , y otro igual á Luisa para
gastos de boda y poner casa . Ved
si os acomoda el partido , y pron
to se concluirá .
Alborozado Johanes quiso ar
rojarse á mis pies : Oh ! señor ,
señor mio ! si me acomoda ? lloro
( 237 )
de gozo y agradecimiento ! no ten
go mas recelo sino que ese hombre
no quiera á mi hija : y si por aca
so llegase á saber este amorío de
Justino... No temais : ni ten
drá celos , ni lo sentirá : Justino
`es su mayor amigo , y cuanto más
lo ame Luisa , mas contento gesta
rá. El buen anciano abria los
ojos y nada comprendia. Tuve que
esplicárselo todo , y el pobre hom
bre agradecido no acertaba á vol
ver en sí , tanta era su admira
cion ; pero confirmó su consenti
miento con mayor gusto porque
incluia la felicidad de su hija.
La única condicion que puse
fue que inmediatamente partiesen
los novios á su nueva heredad ;
convino en esto , y aun se resol
vió á ir con sus hijos y vivir con
ellos. Le encargué comunicase to
do lo tratado á su hija , y lo de
jé para pasar al instante al lugar :
busqué á Justino , le devolví su
enganche , le entregué el acto de
donacion de la heredad con los
trescientos escudos en un bolsillo,
y me dí priesa en volver á veros.


( 238 )
Vuestro aspecto ya agitado , ya
pensativo , algunas medias pala
bras que proferisteis , la ausen
cia de Fritz , que habia desapa
recido desde la víspera , todo al
fin me infundió temor de que hu
bieseis concertado entre ambos al
gun proyecto , cuya ejecucion es
tuviese quizá mas inmediata de lo
que yo pensaba.
En fuerza de esto determiné
apresurar lo posible el casamiento
y#2 la ! partida de los esposos , y
con este ánimo volví á verlos. Que
ria repetir mis instancias , poner
por única condicion de mis benefi
cios el que se ausentasen cuanto an
tes , y dar á Luisa el regalo de bo
da que le habian ofrecido... Ya sa
beis lo demas , amigo Lindorf: sa
beis cómo os engañó y dislumbró
una falaz apariencia : todo aquel
dia estuvo Luisa en casa de una pa
rienta , quizá para librarse de otra
visita vuestra ; impaciente Joha
nes de comunicarla su feliz des
tino , habia salido á buscarla , y
los dos encontraron á Justino , que
venia á verlos , y les enseñó el
( 239 )
bolsillo como si fuera -un gran te.
soro ; un muchachuelo , que habia
yo despachado en busca de Luisa
le dijo que la estaba aguardando
en su casa y cediendo al impul
so de su agradecimiento y alegria,
corrió, o mas bien voló á manifes
tarme su viva , pero inocente gra
titud , de un modo que os causé
una ilusion cruel . Sí por cierto
me pongo en vuestro lugar, en
aquel terrible momento ; por con
siguiente juzgad si , os } perdono :
con mas confianza por mi parte ,
y menos viveza por la vuestra , no
sucedia esta desgracia : pero os lo
repito , querido Lindorf, no lo se
ria realmente para mí sino en el
caso de que hubieran sospechado
algo contra mi amigo.
9: Hízome el conde esta relacion
en distintas veces , escitando siem
pre en mí un redoble de dolor y
de remordimientos que me ator
mentaban . Contéle yo tambien cuan
to habia contribuido el indigno
Fritz á mi desvarío y ceguedad.
Desde aquel dia fatal no volví á
verlo , pues desapareció de casa ;
( 240 )
me dijo luego su padre que habia
sentado plaza , y desde entonces
no he oido hablar de él . O habrá
de corregirse y reformarse 9 ó en
contrará el merecido dé su infame
caracter. Com MIJAJAJA
Al día siguiente de este infaus
to suceso juzgó mi padre que le
correspondia ir á comunicarlo al
rey ; y asi dejando al conde á
mi cuidado , emprendió su triste
viaje. Sintió verdaderamente el
soberano la noticia , y sin mas tar
dar envió sus cirujanos á Rone
burg, asegurando á mi padre que
Juego que Walstein estuviese fue
ra de peligro iria tambien allá
S. M. Los cirujanos confirmaron
lo que habian dicho los anteriores,
solo que concibieron esperanzas
de la herida de la rodilla no se
ria tan grave como se habia temido
y que conservaria el conde la pier
na 9 bien que quedando cojo .
Habia yo trasladado mi cama
á su cuarto , y no lo dejaba un
instante de dia ni de noche : me
esforzaba en probarle con mi cui
dado y mis incesantes desvėlos el
( 241 )
estremo de mi arrepentimiento , y
él se mostraba tan agradecido eo
mo si no fuese yo quien le habia
puesto en la precision de admitir
los. Para distraerle empecé á leer
varias obras asi que pudo oirlas
sin incomodarse . Hasta entonces
mi veleidad , mi escesiva viveza
y la fatal pasion por Luisa me ha
bian estorbado aplicarme al estu
dio pero llegué á conocer el en
canto de este género de ocupacion,
que deja el alma satisfecha al pa
so que abre é ilumina el entendi
miento. Comprehendí facilmente
que en la eleccion que hacia el
conde de los libros , llevaba mas
bien por objeto instruirme é ins
pirarme gusto , que no divertirse .
Acompañaba nuestras lecturas con
reflexiones sólidas y profundas ,
. que era para mí otros tantos ra
yos de luz . Con mucha frecuencia
me hablaba de las obligaciones de
un militar , las pintaba con ener
gía , y probaba cuán compatibles
son con las buenas costumbres y
con el verdadero honor , y hasta
qué punto puede hermanarse el
T, I. II
( 242 )
valor verdadero con la humanis.
dad y la sensibilidad ... Hombre
escelente si abrigo en mi cora
zon alguna virtud , á tí , á tí solo
la debo tú me has hecho lo que
soy , y aquellos dos meses de reti
ro en tu compañía formaron mas
mi caracter y mi juicio , me apro
vecharon mas , y aun adelantaron
mas mis conocimientos , que cuan
do habia hecho toda mi educacion
anterior. 1 99
No hemos querido interrumpir
esta interesante narrativa espre◄
sando los varios afectos que mo
vió en el ánimo de Carolina ; de
jamos á los lectores el cuidado
de juzgarlo por sí mismos segun
el corazon de cada uno , y de
señalar á su gusto los pasages en
que dejó el cuadernillo y volvió
á tomarlo , y en que se le fué de
las manos ; solo diremos que no
lo leyó hasta aqui sin interrumpir
su lectura , y que al llegar á esta
pagina un movimiento repentino
é involuntario la impelió á coger
la caja del retrato del conde : la
abrió á medias y volviendo á cer
( 243 )
rarla al instante con una especie
de temor respetuoso , como si con
su vista hubiera profanado aque
lla digna imagen , la colocó á su
lado lo mas cerca que pudo , y
recogió el cuaderno para seguir
leyendo.

FIN DEL TOMO PRIMERO.



BIBLIOTECA DE CATALUNYA
BBC Biblioteca
de Catalunya
C-Tus
Adq.
1001155650
CB.

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