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Instagram: Team_Fairies
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 13 Capítulo 30
Capítulo 14 Capítulo 31
Nico Morrelli.
Mi chantajista.
Un mentiroso.
Le robé.
“Twisted” - MISSIO
“Don’t” - Ed Sheeran
—William, ¿estás loco? —siseé en voz baja—. Toma ese
dinero y devuélvelo. Pronto. —Y por si no entendía la
urgencia en italiano, añadí en inglés—. ¡Ahora mismo, joder!
El cielo es azul.
Me cortó.
¿Nico Morrelli?
¡Doble mierda!
—Bianca.
Qué. ¿Infiernos?
Sacudí la cabeza.
El cielo es azul.
—Hola.
—¿Cómo estás?
—Bien.
—Sí.
—Sí.
—No, gracias.
Fruncí el ceño.
—¿Gabito?
2Un o una escort es una persona que actúa como acompañante remunerado, es decir, alguien
a quien un cliente paga por acudir con él o ella a reuniones, fiestas, salidas a otra ciudad, etc.
Pero me impactó saber que no estaba interesado. Angie era
hermosa, mucho más bella y experta que yo. Imaginé que a un
hombre como Nico Morrelli no debía importarle qué mujer lo
acompañara a un evento, siempre y cuando ella hiciera lo que
él esperaba.
—No.
—Jódete. Esposo.
—No.
Sus voces bajaron y di las gracias a todos los santos. Había
ciertas cosas que no necesitaba saber sobre mis amigos. Iría a
la guerra con ellos, lucharía junto a ellos, mataría junto a ellos,
pero su vida sexual, preferiría no saberla.
Me encogí de hombros.
Mi madre me dio una pista y resultó ser más que una aguja
en un pajar. Utilizando los recursos de mi empresa de
informática, pude recuperar los acuerdos entre la familia King
y Romano. Cada transacción, cada subasta, todo estaba ahí. La
historia era más fácil de escarbar que los planes futuros. Cada
movimiento en estos días deja una huella digital. Así fue
como la madre de Bianca dejó inadvertidamente una pista a
su hija.
Continué hablando.
—No nos dirá nada —concluyó con voz ronca. Tenía que
estar de acuerdo con él. Aquellos dos no se llevaban bien, y
estaba claro que su mujer no se fiaba de él.
—Lo rompí.
Me encogí de hombros.
Ella sonrió.
—¿Hicimos eso?
Su suave sonrisa tenía un matiz de tristeza.
Me encogí de hombros.
—Sí, estaré bien —le dije con una seguridad que no sentía.
Era saludable pasar tiempo lejos de tus hijas, al menos eso era
lo que seguía escuchando.
Correría.
Al menos lo intentaría.
—No hagas eso —dijo con voz suave y timbrada, con una
clara advertencia en ella—. Me gusta la persecución. Contigo,
me gustaría aún más. —Mi cuerpo se congeló ante la amenaza
tácita.
Me encontré con su mirada inmóvil, carente de toda
emoción, pero con el conocimiento grabado en lo más
profundo de ella. Despreocupadamente introdujo sus manos
en los bolsillos del pantalón, abriéndose la americana lo
suficiente como para dejarme ver la funda de su pistola.
Estoy muerta.
—Lo supuse.
—Tal vez.
—Matrimonio.
—¿Matrimonio?
—Sí.
—¿De quién? —Sus ojos, muy abiertos, me miraron con
incredulidad, como si estuviera convencida de haber
entendido mal el significado de mis palabras.
—Te casarás conmigo. —Mi voz era firme, sin dejar lugar a
discusiones. Pero sus cejas permanecieron fruncidas.
Sacudió la cabeza.
Se burló.
No me molesté en contestar.
—Esa es la cuestión.
—Maldita sea.
—Es bueno con los niños —ofreció Nico—. Tiene bastantes
propios. —Mis ojos se fijaron en el tipo aterrador y sonrió. Era
como ver sonreír a un tiburón.
Hacía tanto tiempo que no tenía una cita para cenar que me
sentía casi perdida. Curiosamente, no me acomodaron en el
salón del restaurante, sino que me llevaron a un comedor
privado con una mesa para dos personas. Hubiera preferido
la zona del salón donde estaban los demás clientes. Al menos
había testigos.
Debería correr ahora antes que llegue. Tal vez Bear no estaba
en el frente del restaurante, y tomaría un taxi a la casa de los
Carter. Y luego dejar el estado. Podría correr ahora. Tal vez
los padres de William podrían venir.
—Está bien, dame los detalles esta noche. —Mi cabeza giró
en dirección a la voz del hombre y mis ojos se encontraron
con los suyos. Había crueldad en esas profundidades
plateadas, pero también una belleza que podía arrastrarme a
una red de problemas. Este impacto físico que tenía sobre mí
era erróneo y poco saludable, en muchos niveles.
¡Dulce Jesús!
—Hola —repetí.
Sus labios dibujaron una pequeña sonrisa, como si
estuviera disfrutando. Por supuesto, se divertiría. No estaba a
merced de nadie. Apuesto a que el mundo giraba en torno a él
y a sus exigencias, mientras que la gente que tenía la
desafortunada suerte de entrar en su radar tenía que luchar
para sobrevivir a él. Dios, espero sobrevivir a él.
El camarero entró con los menús, sirvió agua con gas para
los dos y tomó nuestra orden de bebidas. Nico... Me daba
vergüenza llamarlo por su nombre de pila. ¿Debería llamarlo
Sr. Morrelli? Pidió una botella de vino y el camarero nos dejó
nuestros menús.
—Claro, gracias.
Me burlé de eso.
¡Gracias a Dios!
—Bien. —Respiré aliviada—. Eso es razonable si es
absolutamente necesario que nos casemos. Por supuesto, la
cancelación de la boda sería preferible. —La verdad es que me
sentí orgullosa de haber sido capaz de pensar con la cabeza.
Nunca había sido una persona de palabras o con voluntad de
lucha. Y mi voz sonaba algo firme—. ¿Algo más?
Sabía que sería una avaricia preguntarle que tan rápido que
podía conseguir mi primera asignación. Pero con la carta de
ejecución hipotecaria pendiendo sobre mi cabeza, necesitaba
pagar al banco lo antes posible. Debía a la compañía
hipotecaria algo más de treinta mil. Por supuesto, me habían
cobrado todas las comisiones que podían añadir.
Quería salvar la casa para mis hijas. Era una tontería dar
tanto valor a algo tan superficial, pero una parte de mí se
aferraba a ella, como una balsa salvavidas. Teniendo en
cuenta que probablemente tendríamos que desaparecer en un
futuro próximo, no tenía sentido conservar la casa. Pero,
maldita sea, quería conservarla. Tal vez para las niñas cuando
crecieran y todos los mafiosos estuvieran muertos.
Tragué fuerte.
¡Joder!
Un suave suspiro.
—Bien.
—Nueve.
—No, no lo era.
—Sr. Morrelli…
¡Sí! Espero que tu coño esté disponible para mí todos los días y
noches, veinticuatro horas al día.
¡Pagada en su totalidad!
—¿Vamos? —insistió.
—¿Cómo qué?
—Oh.
—Sí.
—¿Quién?
—John Martin.
—¿Tus niñas?
—¿En serio?
—Hola, soy Jenna Palermo. —Su voz era melodiosa, pero sus
ojos estaban puestos en Nico, devorándolo. Palermo, ¿por qué
me resultaba tan familiar ese apellido?
—Solo un poquito.
—¿Dónde?
—¿En tu cuello?
—¿William?
—Jenna Palermo.
—¿Qué pasa? —La voz de Nico era baja, así que solo yo podía
escucharlo.
Ahora no era el momento ni el lugar para interrogarlo sobre
Jenna, o sobre por qué le consiguió a mi marido un trabajo
paralelo con él. Alcé los ojos hacia él, buscando en su rostro.
Deseaba poder obtener mis respuestas con solo mirarlo. Era
un enigma para mí, mientras sus ojos me estudiaban.
—¿Qué buscas?
—¿Hablas italiano?
Me reí.
Se rio.
Me reí.
—Sí, aunque hace casi diez años que no los veo. —Levantó
una ceja y me pregunté qué se le había pasado por la cabeza—
. ¿Es eso un problema? —le pregunté.
—¿Esto es tuyo?
—Sí.
—No podremos salir —le dije, inclinando la barbilla hacia
los vehículos que lo rodeaban. Prácticamente todo el carril
derecho estaba bloqueado por vehículos, rodeando su coche.
—Oh.
Me encogí de hombros.
Soy un idiota.
Me reí.
Bianca se rio.
—¿Mary?
—¿Cuándo es la boda?
Gemí por dentro. No estaba segura de cuánto podría
soportar.
—Ey Nico —gritó Hannah y los tres nos volvimos hacia las
niñas. Ambas ya estaban hechas un desastre, sin zapatos y con
los pies cubiertos de arena. Ambas corrieron hacia nosotros,
con la ropa mojada y los ojos clavados en Nico con amplias
sonrisas.
—Nico por…
Levanté una ceja. Esta mujer era una pieza de trabajo. Era
Jenna la cobarde aquí.
—¿B-Benito?
—Continúa —ordené.
—¿Por qué?
—Algo sobre una propiedad en la Costa de Amalfi. —Su
voz estaba temblando, sus ojos frenéticos—. Él la quería. —Su
mirada volvió a dirigirse a mí—. Por favor, Nico. Haré lo que
sea...
Gemí ante eso. No hacía falta ser un genio para saber quién
se lo había dicho. Escribí la respuesta de vuelta.
*Sucedió de repente. Hoy he conocido a la mujer de
Gabito. ¿Qué diablos???
Tic-tac. Tic-tac.
—¿Q-qué?
—No.
Me encogí de hombros.
—Entonces úsalo.
Levanté una ceja. Era una cosa extraña. Tal vez ella
también se viera forzada, aunque ahora mismo parecía feliz.
Sus ojos, de un color inusual, se dirigieron a mí y le ofrecí una
sonrisa tensa. No podía fingir felicidad ahora mismo, y menos
tan temprano.
—Todavía no.
Grace se rio.
¿Eh?
5 Las niñas de las flores: Vestida de blanco, representa la pureza. Camina hacia el altar
delante de la novia esparciendo pétalos de flores, los cuales simbolizan la fertilidad. Los
pétalos generalmente provienen de rosas rojas. El rojo es un color vibrante que representa
pasión y amor profundo. Simbólicamente, la niña representa la pérdida de la pureza ante la
pasión, amor y fertilidad. Aunque es costumbre común en EEUU en realidad comenzó en la
antigua Roma.
—Sé cómo te sientes. Mis comienzos con Luciano fueron
duros. —Su rostro se iluminó al mencionar a su marido—.
Realmente duro, pero no podría ser más feliz ahora. Y créeme,
a pesar de la dureza de Nico, será bueno contigo y con tus
hijas.
Se rio.
Luciano se rio.
—Nico insiste.
Lo miré de reojo.
Sacudió la cabeza.
Ahí estaba.
Tengo un embaucador.
Un mentiroso.
—¿Estás loco?
—Dime que no lo has invitado a nuestra boda, joder —
replicó, con la voz helada.
¡Bicho raro!
—Bianca, él…
Sacudí la cabeza.
—Como amigo, sí. —Dejé que las palabras calaran. Dando
un paso adelante, extendí las manos, agarrando la chaqueta
de su traje entre mis dedos y tirando de él hacia abajo. Era
demasiado alto. Agachó la cabeza y levanté los ojos para
encontrarlos.
Nico asintió a Bear, supongo que una señal tácita que John
podía quedarse.
Ella me perdonó.
La obligué a casarse.
Ella me perdonó.
¿Por qué?
Era bien sabido que Benito siempre quiso tener una hija.
Para desfilar, para presumir, para usarla, para hacer un alto
comercio y expandir su poder. No sabía que tenía una, pero
pronto lo haría.
Pero no lo hice.
Tomé sus dos manos entre las mías, pronuncié las palabras
y las promesas que pretendía cumplir.
6El tungsteno es un metal sólido de color blanco plateado, dúctil y difícil de fundir, se usa
especialmente en los filamentos de las lámparas incandescentes y en aleaciones de acero
duras y resistentes.
Ella era mía para siempre. Yo era suyo para siempre.
Para siempre.
Mi esposa y yo nos dirigimos a la pista de baile que se había
instalado en el lado norte de la propiedad de Bianca.
Mi esposa.
Levanté la ceja.
—¿Tipo grande?
Se encogió de hombros.
Me reí.
—¿Y su madre?
—Jesucristo.
—¿Hablas en serio?
Nuestro primer baile terminó, pero continuamos. Quería
tenerla entre mis brazos.
—Sí.
Sonreí.
—Oh.
—¿Qué?
Reanudamos la marcha.
Se burló.
Fue una trampa. Esta mañana los llamé justo antes que
comenzara la ceremonia, para comunicarles que la boda era a
mediodía. Me aseguré de hablar con mi madre, ya que debido
a su forma de beber suele confundir las fechas. Si no fuera por
mi madre, no me habría molestado en decírselo a mi padre,
pero mi madre al menos merecía estar aquí para el banquete
de bodas.
—No te preocupes.
Deja que mi madre diga algo así. Ella creció rodeada de lujo.
Incluso antes de casarse con mi padre, sus abuelos, la familia
Cassidy, eran ricos. El boom de la construcción los convirtió
en una de las familias más ricas del país. Y sabían cómo
asegurar su riqueza para garantizar que los maridos o esposas
codiciosos nunca se fueran con su imperio.
Se rio suavemente.
Me encogí de hombros.
Sacudí la cabeza.
Me reí.
Ella sonrió.
Sonreí.
—Así es. Las dos niñas, gemelas, que acaban de estar aquí
son mías. Hannah y Arianna. Y el niño es de Grace. Matteo.
—¿Tienes niñas? —La cabeza de Nancy giró en mi
dirección—. ¿Son tus hijas?
—Sí.
—Oh, sí la tienes.
Lo empujé juguetonamente.
—No. Tengo.
—Seguro.
Sonrió.
—¡Nunca!
La fiesta resultó mejor de lo que esperaba. Definitivamente
mejor de cómo comenzó.
Me encogí de hombros.
Sacudí la cabeza.
—Me quedo.
—Como quieras.
Benito King.
Esto es malo.
¡Joder, no! No puede ser. No sentía nada hacia él, salvo asco y
odio. Nunca había odiado nada tanto como a él.
—¿O debería llamarte Bianca Catalano? —añadió con una
mirada cómplice en sus ojos. Tiré de mi mano, pero él la
sujetó con firmeza, sus húmedas manos erizándome la piel.
Benito se rio.
—Nadie me roba.
—Si William era tan bueno, ¿por qué mintió? —gruñó por
lo bajo, con la rabia que lo embargaba—. Y en caso que te
preguntes a dónde fueron a parar los otros trescientos mil,
Bianca, fueron a parar a su amante.
Las palabras se sintieron como una bofetada física en mi
cara. Mis mejillas ardieron y mi garganta se estrechó.
—Bájalo, bruto.
—¿Cómo?
—No lo estoy.
—Un tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
Gemí.
Aquí vamos.
Al caer la tarde, también lo hizo la dulce y fresca brisa de la
bahía. El sonido de las olas chocando contra la costa en un
movimiento rítmico, y la luna brillante elevándose sobre el
agua, hacían que el paisaje fuera hermoso y tranquilo. Ayudó
a mi estado de ánimo.
—¿Cómo te enteraste?
—Esa mujer, Jenna, me llamó para preguntar por ti. Le dije
que William estaba en su lecho de muerte, y la amenacé con
que, si volvía a llamar, se lo diría a su marido. —Mi mejor
amigo y él me ocultaron tal secreto. William me mintió,
aunque cuando me dijo que se había acabado, tuve el
presentimiento que no me lo estaba contando todo. Lo ignoré,
atribuyéndolo a mis niveles de estrés. Papá me ocultó un gran
secreto, y no quería que mi imaginación supusiera que mi
marido también guardaba secretos. ¿Cómo es que no lo vi?
—Bianca. —La voz de William era débil, el olor del hospital era
abrumador y un recordatorio constante de lo que se avecinaba—. No
llores.
—Bianca, mírame.
Un error.
Me encogí de hombros.
—El padre pidió un baile especial con su hija. —La voz del
locutor sonó a través del televisor, y comenzó la melodía de
"Hit the Road Jack" de Ray Charles. La gran sonrisa de
felicidad de mi padre mientras movía el dedo para que me
uniera.
Me encogí de hombros.
—Te lo advertí.
—Bugatti Centodieci.
7Bugatti Centodieci: Un modelo del que tan solo fabricarán 10 unidades con un valor de 8
millones € más impuestos, durante un tiempo fue el coche más rápido del mundo con 351
km/hora.
—¿Este coche tiene radio? —preguntó mirando el
salpicadero. Se inclinó hacia delante y tocó los botones. No
tardó en encontrar el equipo de música—. ¿Qué tipo de
música escuchas?
Se rio.
Me reí.
Tragó saliva y pude ver que sus ojos brillaban con lágrimas
no derramadas.
—¿Supones?
Sacudió la cabeza.
—¿Si?
—Sí, lo es.
—No. —Su tono era duro—. Su idea de criar a sus hijos era
atormentarnos. No podía esperar para tener la edad
suficientemente y vencerlo en cada uno de sus patéticos
juegos.
Tragué saliva.
Mi marido.
El viento se levantó y los truenos retumbaron en el cielo.
De repente, Nico me cogió en brazos y me subió por la gran
escalera de mármol que conducía a su casa.
—Mmm.
—Sí, pero sabe que debe dejarte hacer lo tuyo. —Le lancé
una mirada de reojo. No le pediría a alguien que trabajaba
aquí que se quitara de en medio porque yo quisiera trastear
en la cocina. No sería justo.
Familia.
Desnuda.
Expuesta.
Suya.
—Joder —jadeé.
—Tan húmeda.
Embiste.
—Mía.
Apreté los barrotes de hierro con tanta fuerza, que vería las
huellas en las palmas de mis manos durante días.
—Tú lo haces.
—Sí. ¿Y tú?
—Joder, sí.
Leí su mensaje.
Bene. Bien.
—N-Nico.
—Estoy aquí, hermana. —No había llorado desde que tenía cinco
años, pero justo los ojos me escocían y el pecho dolía.
—Está todo aquí —le dije y sus ojos se encontraron con los
míos.
—Hmmm.
—Nico, no puedes…
Apreté mis labios contra los suyos y ella se abrió para mí
casi inmediatamente. Tenía que poseerla, borrar el recuerdo
de cualquier otro hombre de su mente. Ella era mía. Solo mía.
La cogí por el culo y me metí en la ducha, el sensor de
movimiento hizo que la ducha se abriera y los chorros de
agua se deslizaran sobre nosotros. Tenía que tenerla.
Se mordisqueó el labio.
—Te juro que eres más terco que una mula cuando se trata
de mi hermana —escupió Cassio. La molestia se desplegó en
mi pecho por estar teniendo esta conversación. Quería coger a
mi familia y llevarla a casa.
—¿Cuál es el daño?
—Os compensaré a los tres por los daños —les dije a los
que han sido mis mejores amigos durante mucho tiempo. A la
única que elegiría por encima de ellos era a Bianca y a
nuestras hijas.
—¿Cómo?
Me encogí de hombros.
Le sonreí suavemente.
—Bien.
—¿Mamá?
Apenas la reconocí. Cada una de las superficies visibles de
su pálida piel estaban azules y moradas, y sin embargo estaba
sentada allí, inmóvil, con la espalda rígida y los ojos muertos.
Hacía menos de veinticuatro horas que la había visto.
Yo le hice esto.
Siento el dolor que te causé, por haber sido concebida por ese
imbécil, por haber nacido, por tu sacrificio y, sobre todo, siento no
haberte salvado.
Ella sonrió.
—También tú —protesté.
—Duermo mucho —replicó secamente—. Además, solo
puedo dormir dos o tres horas por noche. Entonces vuelven
las pesadillas de hace tiempo.
Esta mierda llamada vida era una mierda. Pero con Bianca,
me encontré respirando de nuevo. Viviendo de nuevo. Sí,
Cassio tenía razón. Estaba obsesionado con su hermana.
—¿Q-qué?
—Bianca Carter.
Sacudió la cabeza.
—¿Qué arreglo?
—El arreglo de las Bellas. —No esta mierda de nuevo.
Aunque de alguna manera, no me sorprendió. Alexei y yo
compartimos una mirada.
O una hija.
Jode. Me.
—Años de práctica.
Sus ojos se cruzaron con los míos, y fue como una sacudida de
electricidad. Estaba sentado en una cabina privada, con varios otros
hombres, pero no había duda. Me estaba mirando.
Era el tipo más apuesto que había visto nunca. Más mayor que
yo. Pero tan peligrosamente atractivo.
No sabía quién era, pero sabía que era importante. Solo por la
forma en que estaba sentado, como si el mundo entero estuviera a
sus pies.
Destino.
—Qué romántico.
—Aquí estamos.
—No.
—¿Para qué?
¡Maldita sea!
Puse los brazos detrás de mí, con las palmas hacia abajo en
la encimera. Su boca se deslizó hasta mi garganta, lamiendo,
besando, mordiendo y un gemido gutural sonó en la cocina.
Luego su boca descendió, lamiéndome desde el cuello hacia
abajo. Todo mi cuerpo amenazaba con explotar, con romperse
en un millón de pedazos.
—Cara mia, abre los ojos. —Su voz era ronca, con un deseo
intenso. Me obligué a abrir los ojos, mirándolo a través de mis
pesados párpados.
—Qué…
Me encogí de hombros.
Sacudió la cabeza.
—¿Todavía no ha hablado?
Los días eran cada vez más fríos, así que, en lugar de jugar
afuera, me instalé en la sala de juegos que Nico había creado
para las niñas. El asiento en el alféizar de la ventana era
cómodo y lo suficientemente grande como para acomodar a
dos adultos. Estiré las piernas y leí la misma página por
centésima vez, y finalmente me rendí.
—¿Estás bien?
—Sí. —Mis ojos se dirigieron a ella. Su voz era ronca, pero
no había ningún error. ¡Había hablado! Fue su primera
palabra que me dirigía desde ese primer día—. ¿Puedo
sentarme contigo?
Tic Tac. Tic Tac. Podía oír el tic tac de un reloj en algún
lugar de la habitación, con el corazón se acelerado.
—¿Lo hace? —Mi voz sonaba poco más que ronca.
Engaño.
Mentiras.
Venganza.
—¿Estabais?
Mi marido.
Mi embustero.
Mi dulce perdición.
Dinero prófugo.
Plas.
Plas.
Me alejé de nuevo.
Plas.
—¿P-porque me aparté?
Volvió a deslizar su dedo en mi entrada trasera.
Plas.
Plas.
—¿De qué estás hablando? —No podía pensar así, con todo
mi cuerpo en llamas y su dedo en mi culo.
—¡Sí! —grité.
Mentira.
Aunque esperaba que eso evitara que ella le enviara una
nota. Había muchos condicionantes en mi plan, pero hasta
ahora, las cosas estaban funcionando. En el momento en que
Nico dejó la cama esta mañana, envié una nota a su contacto.
Tres horas más tarde, tenía los documentos listos. Supongo
que valió la pena tener el apellido Morrelli.
—Gracias.
—¿Nico?
—Hmmm.
—Te gusta.
Fue lo primero que me pidió que hiciera por él. Sabía que yo era la
hija de Benito y quería tener hijos conmigo. ¿O tal vez solo quería
un heredero?
—¿Dónde está?
—¿Ciudad?
—Sí, D.C. Se llevó a Bear con ella. —Siguió un silencio y
Leonardo debió percibir el malestar—. ¿Le pediste que
recogiera unos documentos para su madre? —Un latido—.
¡Joder!
Tuvo que decirlo en voz alta para que se diera cuenta que
no lo hice.
—¿Las gemelas?
Terminé la llamada.
—Habla.
Se rio.
—¿Por qué?
Cassio asintió.
Un asentimiento brusco.
No estoy sola.
¡Benito King!
El bastardo no se movió.
Se rio.
—No, no lo soy.
Se rio.
Me burlé.
—Tráelo.
Benito se rio.
—Confío en ti —exhalé.
—Cállate.
—Él no es tu padre.
Me burlé.
—¿Lo sabías?
—¿Está muerto?
—¡Tú! —Su voz era áspera, sus ojos llenos de furia. Dejó
suavemente el cuerpo de su madre en el suelo, como si
estuviera durmiendo, y luego se levantó—. ¡Monstruo! —Se
lanzó contra Benito, y su puño conectó con su pecho—. ¡Tú le
hiciste esto!
—Bianca, amor…
Ella asintió.
—¿De verdad?
—¿Me amas?
Me asustó lo mucho que tenía que perder. Pero eso era algo
bueno, porque significaba que teníamos algo valioso. Algo
increíble.
—Te amo.
Este amor por ella era más fuerte que todo lo que había
sentido. La penetré con fuerza, incapaz de controlar mi deseo.
La follé con fuerza, como no lo había hecho esta mañana, ni
anoche, ni la noche anterior. Sus músculos internos se
apretaron alrededor de mi polla, y supe que estaba cerca.
—¿Sí, princesa?
—No creo que a mami le haga gracia que te cases tan joven
—le dije.
Hannah se burló.
—No tanto.
Luciano sonrió.
Mi salvador.
Mi enemigo.
Mantén a tus amigos cerca. Pero mantén a tus enemigos aún más
cerca. El dicho favorito de mi nonno13. Fue solo gracias a él
que Luca y yo sobrevivimos. Luca era todavía un niño la
primera vez que mi padre intentó matarnos. El codicioso
bastardo pensó que Nonno le daría un pase libre a sus
recursos en Italia.
Luca era solo cinco años más joven que yo, pero la
paciencia no era para nada su virtud. Y el instinto no era algo
en lo que confiara. A los veinticinco años, Luca era casi tan
alto y fuerte como yo. Ambos éramos asesinos a sueldo,
normalmente enviados a eliminar personas. Esta misión, a
diferencia de las anteriores, era para rescatar, no para matar.
Eso lo ponía nervioso.
¡Santa mierda!
Parecía frágil. Callahan dijo que tenía catorce años, pero era
difícil saberlo. Incluso desde aquí, podía ver que sus piernas
estaban cubiertas de feos cardenales.
—No quiero ver más. —Su voz era ronca, como si le doliera
hablar—. P-por favor, no me obligues.
15 Mariposa en español.
del suelo y la subí a mis brazos sin esfuerzo. Apenas pesaba
nada. Supe que el movimiento la lastimó incluso antes que el
gemido saliera de sus labios.
Aceleramos corriendo.
¡Eso es!
Joder, eso debería haber sido mi pista para saber que esta
chica era importante. Callahan nunca salía de Estados Unidos
y ahora estaba en Oriente Medio con la madre de esta chica.
¿Cuál era la historia aquí?
Pulsé el intercomunicador.
16Roger: en el argot tanto militar como aéreo, significa, recibido, para confirmar que se ha
recibido la última transmisión.
dientes de Callahan rechinaban y su mandíbula se apretaba, a
punto de estallar.
Hay una historia ahí, estaba seguro de ello. ¿Quién es esta chica
para él?
—Mami, yo...
—¿Los matarás?
—Bien.
Continuará….
Hada Zephyr
Hada Aine
Hada Zephyr