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Según Desirée Blanco (2010), «La lectura funcional es aquella que tiene
como objetivo fundamental permitir a la persona acceder al contenido de
mensajes elementales, mínimos, necesarios o imprescindibles para su
propia utilidad o interés». Este tipo de lectura está orientada a su uso
práctico en la vida diaria y la motivación está dada por la necesidad de
encontrar información, conceptos o mensajes.
La lectura por placer es una práctica privada, personal y silenciosa, que contribuye al
enriquecimiento del yo interno. Por su naturaleza se vincula con los textos literarios como
las canciones, las poesías o las rimas que, por su función estética están llenas de encanto.
Por otra parte, los cuentos, las fábulas, las leyendas, los relatos mitológicos, las novelas, son
textos que tienen la facultad de enganchar a la lectura con tramas que van desencadenando
hechos llenos de misterio o fantasía de los cuales, el lector no quiere desprenderse, sino
hasta haber desentramado la historia.
«La lectura de textos literarios puede llegar a ser una de las actividades más entretenidas y
gozosas, la preferida de los niños, si les brindamos buenos y hermosos libros y si los
rodeamos de un ambiente cálido y placentero. Porque la literatura es ciertamente un placer.
Un placer muy particular que nos permite imaginar sucesos, personajes, parajes; así como,
enriquecer nuestra experiencia personal y desarrollar nuestra capacidad de comprensión y
expresión. En tal sentido, un buen lector podrá desenvolverse con mayor fluidez en sus
estudios y tendrá, además, la posibilidad de llegar a ser un ciudadano informado, consciente
de sus decisiones» (FUNDALECTURA, 1997).
En la lectura por placer se crea un vínculo entre el lector y el libro que es capaz de divertir, entretener, desarrollar la
imaginación, enriquecer el vocabulario, conocer lugares nuevos y exóticos… sin ningún propósito concreto más allá de
del placer que otorga la lectura.
La lectura por placer no siempre está ligada a los textos literarios; hay quien navega, y más en la
actualidad, por los diferentes recovecos del mundo informatizado y lee, sin vincularse con ningún texto en
particular, pero sí recabando reseñas aisladas o datos que construyen un tema significativo para el lector.
Esto también es leer por gusto.
Leer por placer no tiene edad, ni momento específico. El lector encuentra siempre sus propios espacios
para que este acto, voluntario y habitual, se concrete con aquello que es de su interés. En este marco es
posible recordar al pensador Sir Francis Bacón; quien expresa: “La lectura, cualquiera sea su fin, hace al
hombre completo; la conversación ágil y el escribir preciso”.
Leer por placer debiera ser la punta de lanza de toda perspectiva que
pretenda el desarrollo de capacidades intelectuales, sociales, emocionales y
espirituales en las nuevas generaciones. Que leer no empiece por ser el
requisito para obtener información, para comunicarnos, para cumplir con
obligaciones escolares (que en la edad adulta se representa como
obligaciones de trabajo). Que leer empiece por ser una ventana a mundos
desconocidos, a viajar con la imaginación, a sentir que estamos en otras
realidades, a sentir la fiesta de cosas novedosas. De hecho, el placer es la base
y la posibilidad para leer de mejor manera en las otras tres necesidades
lectoras que hemos mencionado.