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Educación Cristiana

Desde los inicios de la civilización la educación ha desempeñado un papel dominante en la


construcción social. Las sociedades han utilizado la educación como herramienta para la
transmisión o adelanto de la cultura, la enseñanza de los patrones de conductas aceptables,
y la inculcación de conocimiento, valores, destrezas y actitudes por medio de instituciones
que han sido creadas con ese fin. En los albores del tercer milenio continúa el mismo
fenómeno social.

La educación cristiana no excluye estas intenciones sociales, pero va más allá. En general,
la educación cristiana está más ligada a la formación integral del creyente, a la instrucción y
al crecimiento espiritual del ser humano, para que se manifieste una fe genuina que
transforme, a su vez, a la sociedad, esto es el discipulado.

El discipulado evangélico hace al educando y a la educanda consciente del amor de Dios.


Esta verdad teológica le conduce a experimentar la proximidad del más cercano a través de
la incursión y solidaridad social.

Una iglesia saludable es una iglesia que educa a la luz de las Sagradas Escrituras.
Consecuente a esta intención, la iglesia invierte sus mejores recursos y esfuerzos para
alcanzar esta hermosa aspiración eclesial. El riesgo de enseñar y aprender el Evangelio de
forma correcta es la transformación social y sobre todo el goce pleno de la libertad en
Cristo Jesús.

Una vez entendido que el papel constructivo de la educación cristiana pone mayor
interés en los aspectos instructivos del carácter creyente que en la ganancia numérica de
adeptos, estamos obligados a explorar el concepto. Para entender su significado tomaré
prestado la siguiente definición esbozada por el Dr. Robert Pazmiño (2002).

La educación cristiana consiste en el esfuerzo divino-humano deliberado [unión de la


intención-intervención divina y la responsabilidad humana] , sistemático y continuo de
comunicar o apropiarse del conocimiento [enfoque constructivista de la educación],
valores, actitudes, habilidades, sensibilidad y el comportamiento que constituye o son
consistentes con la fe cristiana. Las palabras entre corchetes son mías.

Así entendida, la educación cristiana:

Apoya el cambio, la renovación y la reforma de personas, grupos y estructuras [eclesiales]


por el poder del Espíritu Santo para conformarse a la voluntad revelada por Dios tal y como
se expresa en el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento preponderadamente en la
persona de Jesucristo, así como en los resultados de ese esfuerzo. (Pazmiño 2002)

Meta de la educación cristiana

El testimonio de la teología paulina ofrece una dirección clara acerca de las metas de la
educación cristiana. En este artículo se privilegia dos textos de la tradición paulina. El
pasaje de Romanos 12:2, parte del escrito redactado por el propio apóstol Pablo cerca del
año 57/58 d.C., nos presenta los siguientes principios pedagógicos:

 La vida cristiana debe ser vivida para Dios. Una existencia que honra a Dios se
sostiene en el amor, la humildad y el compromiso por el bienestar común; a su vez,
descarta los valores mundanos que acentúan el odio, la arrogancia y la intolerancia.
 La intervención del Espíritu de Dios provoca en las personas cambios en la manera
de ser y de pensar. Así, pues, la transformación o la metamorfosis es más que un
simple cambio exterior. Más bien, el apóstol hace alusión al cambio interior del ser
humano provocado por el encuentro con Dios.
 Ambas, la vida para Dios y la metamorfosis interna son la vía más segura para
conocer lo que Dios quiere.

Consecuente con el libro de Romanos, los discípulos más cercanos del apóstol al redactar la
epístola a los Efesios ponen de manifiesto las metas de la educación cristiana. El producto
de la pedagogía eclesial debe suscitar el perfeccionamiento de los santos para la obra del
ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo, la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo
de Dios (Ef. 4:12-13).

Principios rectores de la educación cristiana

De ahí que podemos dar un salto cualitativo para tratar de establecer tres principios rectores
que sustenten la comprensión de la función de la educación cristiana:

1. Todo y toda participante de la escuela bíblica tiene derecho a una educación


integral, innovadora y auténtica que propenda al pleno desarrollo y respeto de sus
capacidades psicológicas, motoras, emocionales, morales y espirituales.
2. Una aproximación a la educación cristiana encuentra su raíz en la revelación de
Dios, centrada en la persona de su hijo Jesucristo y su enseñanza acerca del Reino
de Dios, consecuente con el testimonio de las Sagradas Escrituras Cristiana, y la
iluminación del Espíritu Santo.
3. Los esfuerzos curriculares y metodológicos, ese currículo operacional que se da en
las aulas, debe motivar, inspirar y ser fuente que haga brotar la alegría del
Evangelio. En ocasiones, en los escenarios formativos cristianos predomina un
clima educativo lúgubre, en lugar de la alegría por aprender. El papa Francisco I, en
su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium, invita elocuentemente a la
afirmación y celebración de la alegría del Evangelio, que llena la vida de los
seguidores de Jesús, impulsa a la Iglesia a salir a anunciar las buenas nuevas a
todos, sin acepción de personas.

Más sencillo, una educación cristiana auténtica tiene lugar cuando se es consciente (1) del
respeto hacia la dignidad del ser humano; (2) en la afirmación y experiencia de la acción
Trinitaria en la pedagogía eclesial; (3) en fomentar la alegría y el disfrute del Santo
Evangelio.

Propósitos de la Educación Cristiana


Entonces, ¿cuáles deben ser los caminos por los que debe transitar la educación cristiana,
por ende la escuela bíblica?, ¿Hacia cuál dirección nos debemos mover?, ¿Cuáles son los
elementos distintivos de la educación cristiana y de la escuela bíblica que nos guían en el
crecimiento eclesial? Thomas Groome plantea que la educación religiosa (cristiana) tiene
tres propósitos fundamentales:

 Educar para afirmar los valores del reino de Dios.


 Educar para nutrir la fe.

 Educar para vivir la libertad.


 Educar para vivir y disfrutar la alegría del Evangelio en comunidad.

Exploremos cada una de estas enunciaciones con un poco de detenimiento.

 Educar para afirmar los valores del reino de Dios

Tanto la persona de Jesús como su enseñanza acerca de los valores cardinales del reino de
los cielos son objetos de estudio en la educación cristiana. O sea son su contenido. Pero,
¿qué significa el reino de Dios?, ¿cuál es su alcance?, ¿qué implicaciones tiene para la vida
de cada creyente?

El reino, centro del contenido de la predicación de Jesús, simboliza la presencia activa de


Dios y su poder sobre, en y al final de la historia. Como símbolo comunitario transforma las
circunstancias y trae al escenario un denuedo de esperanza y posibilidad para el corazón
abatido y cansado. Para Xavier León-Dufour, el Reino de Dios, con su advenimiento
proclama el fin del dominio de Satanás y de los poderes del pecado y de la muerte sobre los
seres humanos.

Una iglesia que crece saludablemente enseña a los feligreses a encarnar los valores del
reino de Dios en cada acto personal y en cada gesto de afirmación comunitaria. Esto es lo
que Efesios asevera con la expresión “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”.
Esta perfección encuentra autenticidad en la imitación del modelaje de Jesús y en la
confesión universal de la iglesia que le declara Señor y Cristo.

 Educar para nutrir la fe

La educación cristiana auténtica promueve la vida en la fe cristiana. Llegar al


conocimiento del Hijo de Dios (Efesios 4:13) o conocer lo que Dios quiere (Romanos 12:2)
se aprende, se enseña. Que mejor escenario para que ocurra el misterio del crecimiento
espiritual de la iglesia que la escuela bíblica. Los elementos distintivos de esa enseñanza
germinan en un proceso de formación. Produce la creencia, la convicción y el
entendimiento de la obra de Dios. Ella ilumina y robustece la confianza en Dios. El estudio
de las Sagradas Escrituras nutre la fe, la hace fuerte a tal magnitud que nos da las
herramientas para enfrentar las pseudas enseñanzas religiosas que denigran y laceran la
dignidad del ser humano. Una fe bien nutrida abraza la confianza, que descansa en la
fidelidad de Dios y en la gracia de su poder salvador, alumbrando el camino para hacer su
voluntad, la plenitud del reino en medio nuestro.

 Educar para vivir la libertad

La iglesia cristiana ha sido instituida para vivir, modelar, educar y propiciar la libertad. Esta
cualidad humana se convierte en uno de los propósitos esenciales del proyecto pedagógico
eclesial. Pero, sin un programa educativo sólido e integral cuya aspiración sea el
redescubrimiento de la condición de libertad, no aflora la conciencia de haber sido creado a
imagen y semejanza divina. Dicha consideración etimológica debe dirigir al magisterio de
la iglesia a reconocer que los procesos pedagógicos auspiciados por la educación cristiana
deben fomentar escenarios educativos, en donde se propicie que el participante emplee sus
funciones intelectuales con el fin de percibir, vivir y re-vivir la realidad de la libertad.

El descubrimiento del valor superior de la libertad se alcanza por medio de experiencias de


aprendizajes que inspiran al educando a valorar, sentir y anhelar la plena dimensión de esta
condición humana. En la educación cristiana para la libertad y transformación creativa, se
diseñan y aquilatan procesos pedagógicos genuinos que inspiran a los alumnos y a las
alumnas a construir utopías y a soñar con una mejor sociedad y convertirse a su vez en
mejores seguidores y seguidoras de Jesús. Esto es, permanecer en Cristo Jesús.

 Educar para vivir y disfrutar la alegría del Evangelio en comunidad

Como hemos mencionado, una iglesia que crece celebra la vida y disfruta la alegría del
Evangelio en comunidad. En el cuarto evangelio, Jesús en una oración intima al Padre
peticiona: A los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros (Jn 17:11). De ahí que el esfuerzo constante de la educación cristiana afirma con
mayor ahínco el aspecto relacional sobre el desarrollo personal, énfasis de la educación
secular.

María Harris, en su clásico Constrúyeme un pueblo (Fashion me a people) apunta a la


atención de la koinonia o el desarrollo de un currículo que enseñe a vivir en comunidad
como punto inicial del ministerio educativo de la iglesia. La educadora indica que la iglesia
está llamada a testificar consecuentemente su común-unidad y su común-unión. Esta
comunidad es una comunidad celebrante, una comunidad que se acompaña y que disfruta la
alegría del Evangelio, en especial en la liturgia y en la eucaristía.

Procesos Evaluativos

Exposición y entrega de Análisis sobre los siguientes propósitos de la Educación Cristiana.

 Educar para afirmar los valores del reino de Dios.


 Educar para nutrir la fe.
 Educar para vivir la libertad.
 Educar para vivir y disfrutar la alegría del Evangelio en comunidad.
Exposición: 5 Pts. Análisis: 5 Pts. = 10 Pts. = 100%

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