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El Diputado Topo Rodríguez Rechazó El Juicio Político A La Corte Suprema
El Diputado Topo Rodríguez Rechazó El Juicio Político A La Corte Suprema
Expte. 0357-D-2021
Expte. 2177-D-2022
Expte. 6905-D-2022
Expte. 6906-D-2022
Dictamen de Comisión
Honorable Cámara:
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“1983-2023/40 años de Democracia”
Expte. 0357-D-2021
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Expte. 6906-D-2022
PROYECTO DE RESOLUCIÓN
RESUELVE
1.- No hacer lugar al pedido de juicio político a los señores ministros de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, doctores Horacio Daniel Rosatti, Carlos Fernando Rosenkrantz,
Juan Carlos Maqueda y Ricardo Luis Lorenzetti, por improcedente, conforme lo
establecido por el artículo 14 del reglamento interno de la comisión.
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“1983-2023/40 años de Democracia”
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INFORME
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“1983-2023/40 años de Democracia”
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Las atribuciones del Poder Judicial son indelegables, y ponen a todos los justiciables a
cubierto de los posibles abusos gubernamentales.
No en vano se destaca el énfasis de la directiva constitucional que dimana del artículo
109, puesto de manifiesto cuando especifica que la pretensión por parte del Presidente
de la Nación de ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas
pendiente o restablecer las fenecidas, no ha de tener lugar ni cabida “en ningún caso”.
Lamentablemente, en este caso, cuanto ha venido a quedar evidenciado es que el
Presidente de la Nación ha actuado en clara contravención a la manda dispuesta por la
norma, y que continúa haciéndolo, tanto entrometiéndose con la función y labor judicial
como interfiriendo en el proceso de juicio político que se desarrolla en la Comisión.
En efecto, repárese en los siguientes datos y circunstancias, que no deben pasarse por
alto en el análisis a la luz de la gravedad que revelan, y como natural secuela de esto, en
los serios efectos y consecuencias que se derivan de aquellos.
En este sentido, póngase particular atención en las expresiones que, en el marco del inicio
de período de Sesiones Ordinarias, el Sr. Presidente de la Nación efectuara en lo que
respecta a la resolución cautelar dictada por el máximo tribunal en el expediente
“Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires c/ Estado Nacional s/ acción declarativa de
inconstitucionalidad – cobro de pesos (CSJ 1865/2020)”, en los siguientes términos:
“(…) Los episodios recientes en la disputa por los
recursos nacionales y su coparticipación con nuestras provincias hicieron evidente
cual es el bloque de intereses tradicionales que pretenden consolidar las enormes
asimetrías que aún existen en la Argentina”.
“(…) Mientras que muchas provincias necesitan
realizar obras que permiten asegurar servicios tan esenciales como el agua potable
para sus habitantes, la Corte Suprema de Justicia aseguró cautelar a la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires recursos coparticipables que no le corresponden
contrariando la ley de coparticipación vigente. Le quita dinero a los que más
necesitan y destina esos mismos recursos a la ciudad más opulenta del país”.
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Así las cosas, ha venido a quedar evidenciado que aquello que se presenta como un
genuino acto institucional de control (el juicio político) no era, no es, ni representa otra
cosa que un forzado, aparatoso y fraudulento artilugio montado para intentar -
vanamente, por cierto- ocultar una injerencia e interferencia del Poder Ejecutivo, desde
este último, sólo que valiéndose y recurriendo al concurso de otro Poder Independiente.
Y ello, dicho sin eufemismos, para perpetrar en definitiva una lisa y llana persecución
contra la cabeza de otro Poder del Estado, el Judicial, y aún contra ese mismo Poder.
Con el agravante de que, además, el primer mandatario está perpetrando una
inaceptable intromisión en las funciones del Congreso de la Nación, dado que la
Comisión de Juicio Político ya había decidido la apertura del sumario de investigación y
comenzado con el relevamiento de pruebas y la citación de testigos, todo ello regido
por un reglamento específico.
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“1983-2023/40 años de Democracia”
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Se reitera. Dijo entonces el Presidente, apuntando que la decisión del Máximo Tribunal
de la Nación con motivo del dictado de la medida cautelar, que “…nos llevó a presentar
un pedido de juicio político…”, convirtiéndose en forma patente en el autor, artífice y
protagonista del pedido.
El pedido de juicio político identificado bajo el expediente (6905-D-2022) no hizo más que
reproducir ese ataque originario del Poder Ejecutivo, recurriendo no sólo ya a los mismos
argumentos, sino inclusive a los mismos términos en que se lo verificaba por parte del
Presidente y que este último había anticipado en palabras en su mensaje del 1° de enero
de este año, dado que en éste anticipaba que habría de plasmar en juicio político contra
los integrantes de la Corte.
Así resulta de los propios términos del expediente referenciado, a los cuales en mérito a
la brevedad remito.
Hete aquí un pecado original, un vicio grave e insalvable que invalida desde un principio
lo actuado en el marco de esta Comisión. En este sentido, no es difícil advertir cómo –al
menos- se habría burdamente intentado tener la precaución de evitar que el pedido fuera
realizado por el propio Presidente, cuidando que no se viese en él lo que en definitiva
comportaba: una debida interferencia del Ejecutivo –al arrogarse éste (o el Congreso,
subrogando al mismo) el conocimiento de una causa pendiente en términos del artículo
109 de la CN en un juicio aún en curso, en alusión a aquél que concierne a la cautelar.
Lo cual no lo exime del cuestionamiento y consiguiente reproche, a partir precisamente
del documento firmado y hecho público en el comienzo mismo del nuevo año, en el que
se sostiene en lo sustancial la presentación en análisis.
Circunstancia que, junto a otras irregularidades y desprolijidades procedimentales, me
ocupara reiteradamente de hacer notar de mi parte ante la misma Cámara y en el seno
de la comisión y condujera a realizar reparos fundados, tanto, al modo en que tuvo inicio
el procedimiento como también en punto a la forma en que se condujera el
procedimiento en la Comisión.
Así lo hice, por caso, desde un primer momento y de diferentes formas.
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Tanto por escrito, a través de la nota fechada el 3 de marzo de 2023, dirigida a la Sra.
Presidenta de la Cámara, Sra. Cecilia Moreau, como oralmente en ocasión de mis
intervenciones de los días 9 y 16 de febrero de 2023 dentro de la comisión.
El día 9 de febrero, expresé lo siguiente:
“…Como usted bien ha señalado, esta reunión estaba convocada a un efecto que no
vamos a poder cumplir, porque el artículo 9°, como usted bien ha señalado,
establece que el informe al que hizo referencia debe ser considerado por el plenario
de esta comisión. Ese informe, de 79 fojas, junto con un proyecto de resolución de
12 fojas -es decir, en total 91 fojas-, ingresaron a nuestro conocimiento hoy a la hora
10 y 12, es decir, 48 minutos antes del inicio de la reunión. Por lo tanto, es imposible
que se cumpla con el mandato del artículo 9°, en el sentido de que este informe sea
considerado por el plenario, porque considerar un informe no es tirarlo por la cabeza
a ver quién está a favor y quién está en contra. Considerar supone un análisis
minucioso, con detenimiento, con específica atención y, por supuesto, también
eventualmente hacer consultas o algún tipo de interpretación al respecto. Por eso,
tal como se lo he adelantado esta mañana por escrito, y -permítanme la infidencia-
como también se lo planteé por escrito al presidente del bloque del Frente de Todos,
le reitero ahora, en el marco de la comisión, que arbitre los medios para citar a una
nueva reunión, con fecha y horario que permitan al plenario efectivamente
considerar ambos escritos; esto es, leerlos con detenimiento, con especial atención,
con minuciosidad, de manera tal que no se incumpla con el artículo 9°. La señora
presidenta sabe que esta es la primera reunión en la que el plenario adoptará una
decisión. Empezar la reunión en la que por primera vez vamos a adoptar una decisión
incumpliendo el artículo 9° no es algo virtuoso para el Congreso de su conjunto,
independientemente de cualquiera de nuestros posicionamientos. Así que pido, por
favor, se considere arbitrar los medios para citar a una nueva reunión que permita
cumplir con el artículo 9°…reitero que el artículo 9º dice con meridiana claridad que
este informe deberá ser considerado por el plenario de la comisión. Muy
sencillamente, dado que hemos recibido este informe hace 48 minutos y como
considerar no es a lo guapo venir de atropellada que si tengo el número lo votamos
ahora y si no, no, le pido que nos den efectivamente el tiempo para considerarlo.
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Quizás podamos hacer un cuarto intermedio hasta mañana o hasta las 20 de hoy,
pero le pido que nos den un tiempo para leerlo. Usted ha dicho que es un análisis
concienzudo, pero esto es nuevo. Estos no son los expedientes ya conocidos; repito:
esto es nuevo. El proyecto de resolución es nuevo y tiene razón el diputado Martínez
sobre que yo hice una presentación. Señora presidenta: ¿van a poner a
consideración del plenario de la comisión las presentaciones de todos los bloques o
solo este informe y la resolución que usted trae como proyecto?
… Por último, le pido otra cosa. Por favor, dígame si este va a ser el temperamento
con el cual van a encarar las etapas sucesivas del trabajo de esta comisión e incluso
la fase resolutiva. Es decir, ¿vamos a venir un día y va a haber una resolución que
tendremos que votar a ciegas por imponer el número, o vamos a trabajar con el
respeto que hemos tenido hasta ahora? Reitero que esta es la primera decisión que
debería adoptar institucionalmente el plenario de la comisión...
… A fojas 5 del documento que usted acaba de leer, en el segundo párrafo, usted
cita en el proyecto de resolución el artículo 9° del reglamento. Dice textualmente:
“Que, el artículo 9 del reglamento interno de esta Comisión de Juicio Político,
aprobado por Resolución de esta H. Cámara en sesión del día 11 de diciembre de
1996, establece que: ‘Antes de abrirse la instancia el presidente, o los miembros de
la Comisión que éste designe, analizará si se dan en la especie las condiciones
subjetivas del denunciado y objetivas de la causa para la apertura del sumario de
investigación o, en su caso, aconsejar el rechazo pedido’”, pero se olvidó de
transcribir el final del artículo, que dice “Este informe deberá ser considerado por el
plenario de la Comisión.” ¿Por qué no lo incorpora a ese texto en la resolución? Es
muy importante que en la resolución figure el artículo 9° completo, es decir sobre el
final dice -reitero- “Este informe deberá ser considerado por el plenario de la
comisión.” ¿Usted va a someter a votación esta resolución o le va a incorporar la
última parte del artículo que acabo de leer?
…Me expreso en contra de ese proyecto de resolución que pretende declarar la
admisibilidad y abrir la investigación...”
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Y dije el 16 de febrero:
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Por esta razón, no veo el motivo para no empezar la lista de testigos con el
presidente de la Nación. Convoquemos a esta comisión al presidente de la Nación,
que es quien decidió -seguramente con sus propias razones- que se inicie este
intento de juicio político.
Considero que no solo sería importante por su rol fundamental -la decisión del
presidente es fundante-, sino por la información que por obvias razones de carácter
institucional tiene, maneja o puede tener y manejar el presidente de la Nación.
Además, sería importante que el presidente, aunque efectivamente le asiste el
derecho de no estar presente, de no comparecer personalmente aquí -según el
artículo 12, título III, Tratamiento especial-, por la relevancia de este testimonio no
haga uso de esa prerrogativa y que esta comisión se amolde a las necesidades del
presidente.
Entonces, cuando la próxima semana, el 1° de marzo, el presidente esté en el
Congreso, inmediatamente después de terminada la sesión de apertura de las
sesiones ordinarias, nos acomodemos a su agenda, para que participe como primer
testigo en esta comisión…
…Teniendo claro lo que señala el artículo 12, me parece que por ser el iniciador de
este juicio político y por la información que el presidente pueda tener, sería bueno
que la comisión le facilite la comparecencia ante la misma, acomodándonos a la
posibilidad de hacerlo el 1° de marzo...”
Hete allí, pues, en los preliminares y el origen mismo de este juicio político, una grave
anomalía que debe conducir a considerar nulo el procedimiento, y así disponerlo
expresamente.
Ello así, más allá de la improcedencia que aconseja el rechazo en atención a la ausencia
de justificativo alguno para el enjuiciamiento bajo cargo alguno, según se concluye en
atención a cuanto acto seguido se manifiesta.
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Vamos al análisis de las concretas causales del pedido de juicio político, intentando
ordenarlas según lo que ellas en esencia representan.
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El disenso con las decisiones de los tribunales no puede ser causal de juicio político a
menos que se cumpla con los estrictos requisitos del delito de prevaricato (artículo 269
del Código Penal), el cual requeriría que las autoridades judiciales competentes
comprueben el ilícito.
Recordar que, si bien dispuesto en la Ley 24.937 en beneficio de los jueces inferiores, rige
también en el caso la norma y principio dispuestos en el artículo 14 de la misma, en tanto
dispone que “Queda asegurada la garantía de independencia de los jueces en materia de
contenido de sentencias”.
Regla que, como mucho y a lo sumo solo podría eventualmente ceder, mediando un
alcance sumamente restrictivo en punto a su aplicación y más allá del “prevaricato”, si
pudiera demostrarse indubitablemente “desconocimiento inexcusable del derecho” o
“manifiesta arbitrariedad en el ejercicio de la función”, conforme a los lineamientos que
como configurativos de mal desempeño por parte de tales jueces predica el artículo 25,
incisos 1 y 4, de aquella misma ley. Nada de ello acontece en la especie.
Así las cosas, desde el punto de vista constitucional ninguno de los motivos esgrimidos
fundados en Resoluciones Judiciales puede habilitar la remoción. En modo alguno puede
el órgano legislativo juzgar el acierto o el error de las resoluciones judiciales.
Se trata de cuanto la propia Comisión de Juicio Político de esta Cámara de Diputados
siempre ha sostenido.
Así, ha resuelto que “no corresponde que el Parlamento interfiera en la órbita del Poder
Judicial aprobando o desaprobando sus fallos, y ésa ha sido la doctrina que
tradicionalmente ha seguido el Congreso…Sostener que el criterio registrado en los fallos
puede constituir mal desempeño de sus funciones destruye en sus bases el principio de
separación de los poderes; y convierte al Congreso en una especie de supertribunal, árbitro
final de las contiendas judiciales, que impondría su jurisprudencia mediante la
inhabilitación de los jueces que no siguieran su dictado… Desaparecería así el control de
constitucionalidad de las normas emanadas del Parlamento; no sólo por la enorme presión
que significa en el ánimo del juez pensar en alzarse frente a la ley dictada por el órgano
que tiene en sus manos removerlo, sino porque el Congreso podría destituirlo de
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Los cargos:
Se hace referencia al mismo como si representara una “toma por asalto del Consejo de
la Magistratura”, sindicado como órgano clave del Poder Judicial.
Se apunta a los votos de los supremos Rosatti, Rosenkrantz y Maqueda, conforme a los
cuales en la decisión de la mayoría se ordenó que se reviva una ley derogada y vuelva a
constituirse el consejo de 20 integrantes, que es presidido por el presidente de la Corte,
es decir, por el propio Dr. Rosatti.
En esa resolución, los jueces del Supremo habían exhortado al Congreso para que
sancionase una nueva ley que "respete" los "equilibrios" de los estamentos que integran
el organismo que designa y sanciona jueces. A tal efecto, pusieron un plazo de 120 días
para que se sancionara y pusiera en vigencia esa nueva ley; y, si eso no se concretaba,
habría de regir entonces la anterior conformación de 20 consejeros.
Fue esto último lo que terminó pasando, producto de la falta de avances (y consenso)
dentro del Congreso.
Según la denuncia, el fallo contó con el voto favorable de los doctores Rosenkrantz y
Maqueda, como así también del doctor Rosatti, quien de tal modo se erigió en Presidente
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(como “contrapoder” dentro del esquema- obedece a otro orden de razones que
suficientemente explicaran desde los orígenes los padres fundadores de la constitución
norteamericana, que precisamente sobre la experiencia de los abusos del Parlamento
inglés querían poner freno a los eventuales excesos o abusos de las mayorías
circunstanciales.
En suma: el control judicial de constitucionalidad está en el centro del sistema
republicano, existe y debe respetárselo.
Independientemente del criterio restrictivo con que deba verificarse el control a la hora
de tener que nulificar una norma, no se advierte en éste, como ninguno de los otros casos
mencionados en la denuncia, que haya mediado un extravío por parte de la Corte.
Por cierto, las mayorías se pueden creer -por el hecho de resultar tales- con derecho para
sancionar cualquier cosa cuando hacen la ley.
Pero el acierto y la licitud de una decisión (el dictamen, en el caso) no derivan de la sola
decisión mayoritaria, pues la inequidad, la injusticia y el arbitrio no se purgan por el
número de quienes la sostengan.
He allí una insistencia preocupante, porque en este tópico no pueden tener lugar ni la
ignorancia ni la confusión conceptual: son aspectos demasiado básicos, algo así como el
“ABC” del derecho constitucional y el sistema de control constitucional.
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y autoritaria cómo debían organizarse los bloques políticos. Ello implica una clara
violación constitucional a la autonomía del Senado de la Nación y a su reglamento, el
que goza de raigambre constitucional”.
En síntesis, para los denunciantes: “La Corte avanzó indebidamente sobre las facultades
del Poder Legislativo de la Nación al declarar la validez de una norma que había sido
expresamente derogada por éste; posteriormente invalidó resoluciones de las
presidencias de ambas cámaras, desconoció sentencias de jueces inferiores competentes
en causas vigentes y análogas, lo hizo por fuera de una decisión jurisdiccional (mediante
una Acordada) y de esa forma conformó de manera ad hoc una integración del Consejo
de la Magistratura que sea afín a los objetivos políticos que la Corte persigue desde el
dictado del primer fallo”.
- Avanzar sobre la autonomía de la Cámara de Diputados de la Nación
En este punto se cuestiona que la Corte Suprema tomó juramento a los diputados que
en un primer momento habían sido designados como consejeros, desconociendo que la
Cámara Baja había retirado esos pliegos luego de un fallo judicial que cuestionaba la
distribución de bancas para el consejo por fuerza política. La Corte tomó esta decisión
“en abierto desconocimiento de lo resuelto, en ejercicio de sus facultades
constitucionales, por la máxima autoridad de una de las Cámaras del Congreso de la
Nación”.
También se enfatizó que Rosatti, como presidente del Consejo, se debía haber abstenido
de intervenir.
Diré que se trata en ambos casos de cuestionamientos que caen por su propio peso.
El fallo recaído en la causa “Juez…” es suficientemente ilustrativo de las razones en virtud
de las cuales la Corte obró como lo hiciera en cuanto al Senado respecta, cuando
advirtiera una actuación contraria a la buena fe y fraudulenta inoponible en punto a la
composición de un órgano ubicado en la órbita del Poder Judicial, y ajeno al Legislativo.
Y las Acordadas dictadas también observan una lógica ajustada a cuanto decidiera en ésta
jurídicamente y a las circunstancias del caso que sirvieran de plafón al respecto.
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B) EL CASO DE LA “COPARTICIPACIÓN.
Los cargos:
Se sostiene que, a fines de diciembre de este año, la Corte a través de una medida cautelar
ordenó que el Estado nacional le gire el 2,95% de la coparticipación a la Ciudad. Son entre
$70.000 y $153.000 millones más que lo que le corresponde a la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Pretextan que esa suma habría sido definida sin ninguna justificación ni cálculo ni índice,
hasta que se resuelva la cuestión de fondo.
Según los denunciantes, la cautelar por la coparticipación “fue una arbitraria sentencia
que pone en jaque la repartición federal de los recursos que integran el erario público
nacional, afectando de manera directa a las provincias y generando un irreparable
desequilibrio entre éstas y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.
Se suspendió en virtud de la resolución la aplicación de la Ley 27.606, sancionada por el
Congreso de la Nación el 10 de diciembre de 2020.
Este fallo de la Corte Suprema implica –en el parecer de los denunciantes- arrogarse
facultades legislativas que no le corresponden, ya que, sin pronunciarse respecto de la
inconstitucionalidad de la ley en cuestión, ordena que el Estado Nacional se abstenga
de aplicar una norma plenamente vigente”.
Es decir, se la vuelve a acusar bajo el pretexto de que habría legislado, una vez más.
Refieren que “La Corte Suprema se arroga facultades que no le son propias y se
extralimita en sus competencias y atribuciones. El Máximo Tribunal, al fin de cuentas,
está instruyendo, tanto al Poder Ejecutivo Nacional como al Poder Legislativo Nacional,
cómo distribuir los recursos, cuando esta tarea le compete, de forma exclusiva, a estos
dos últimos”, se añadió.
También se menciona que para disponer que la ejecución a favor sea inmediata, la ley de
Medidas Cautelares establece que se acredite debidamente el peligro en la demora algo
que no sucedió en este caso. Esa misma ley dice que “jueces no podrán dictar ninguna
medida cautelar que afecte, obstaculice, comprometa, distraiga de su destino o de
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cualquier forma perturbe los bienes o recursos propios del Estado”. “Fue lo que ha
ocurrido en el caso en cuestión”, aseguraron los denunciantes.
Adunan que “resulta evidente que la decisión adoptada por los Ministros de la Corte es
eminentemente política y, por ende, como tal, debe ser analizada bajo el prisma del
enorme impacto político y económico que provoca dentro del esquema de
coparticipación federal. La Corte Suprema privilegió, de manera ostensible e infundada,
un acuerdo político partidario que a partir de 2016 promovió elevar el coeficiente de
coparticipación del distrito más rico del país”, se denunció. Y agregan que “el Estado
Nacional, con el apoyo de la mayoría de las Provincias, estableció y demostró la
arbitrariedad manifiesta del aumento que recibió la Ciudad Autónoma”.
Para los denunciantes, la decisión de la Corte “promueve el fortalecimiento irregular de
un distrito, de una estructura partidaria y del financiamiento de futuras candidaturas”.
Es decir, de Horacio Rodríguez Larreta.
Una vez más, diré en contrapartida que no se trata más que de una opinión crítica y un
disenso teñido de una mirada subjetiva reñida con lo jurídico respecto de lo decidido por
el más Alto Tribunal, que debe ser aceptado como contenido propio de una decisión
fundada.
Y tanto o más grave aún que en los restantes caso, pues se verifica aquí una indebida
injerencia de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el curso de un juicio en trámite,
temperamento vedado por el artículo 109 de la Constitución Nacional que conlleva a la
más terminante y absoluta nulidad de cualquier decisión que esta Comisión, la Cámara de
Diputados y, aun eventualmente, el Senado, adoptasen al respecto.
Por lo demás, la lectura de la resolución del más Alto Tribunal de la Nación exime de
mayor comentario.
Nada tiene que ver suspender la aplicación de una norma con legislar.
Se trata de una decisión que la Corte puede adoptar en el marco de su función
jurisdiccional. Y concretamente, de una que es posible tomar como medida cautelar sin
necesidad de expedirse sobre su compatibilidad con la constitución o no, que en todo
caso será cuestión propia de la decisión de fondo.
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Es más: en tanto cautelar, se trata de una decisión que tiene los consabidos rasgos de
provisionalidad y temporalidad, y que -como tal- es tomada con los elementos de análisis
tenidos a mano por el Tribunal al a tiempo de hacerlo (la discusión del quantum se defiere
para el fondo por resultar atada a elementos de juicio de los que no se dispone de
momento, según la propia sentencia lo indica expresamente); que no causa estado (no
comporta cosa juzgada en sentido material), por lo que puede ser revisada a pedido de
las partes en cualquier momento (por ejemplo, el Estado Nacional bien podría hacerlo a
partir de los propios elementos que los denunciantes traen a colación para formular su
cuestionamiento ahora en la denuncia), y a cuyo respecto existe un marco de apreciación
discrecional abierto al juzgador por el propio Código Procesal Civil y Comercial de la
Nación en el artículo 165 in fine en miras a establecer un valor o cuantía (cifra o monto
que, de todos modos, es inferior a lo que se reclama como materia del reclamo de fondo,
por lo que se decide conforme a un rango que no se identifica con este último y que,
resultando menor al reclamado, no comporta una decisión extra ni ultra-petita que
permitiera teñirla de ilegítima por arbitraria).
No hay nada extraño en el modo en que actuara aquí la Corte Suprema de la Nación.
No se encuentra en este punto otra cosa que no sea una mera discordancia con lo
resuelto, que para colmo no está verificada respecto de una Sentencia definitiva sino
de una resolución cautelar, pero los argumentos esgrimidos para atacarlo en modo
alguno permiten siquiera inferir que la decisión haya resultado impropia del órgano,
irrazonable o arbitraria.
Los recaudos que hacen a una medida cautelar están dados, no media anticipo de la
sentencia (de ahí que no corresponda en esa instancia un pronunciamiento acerca de la
inconstitucionalidad del decreto ni de la ley cuestionados; y la asignación del porcentaje
-habida cuenta de la provisionalidad de la medida y de la falta de mayores elementos para
el análisis pormenorizado, más bien propios de la discusión de fondo) habilitan por cierto
un margen de discrecionalidad para establecer el porcentaje a ser entregado al Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires.
Tal pronunciamiento, por lo demás, sigue fielmente la jurisprudencia de la CSN
desarrollada bajo gobiernos anteriores en materia de coparticipación, y se encarga tanto
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de aclarar por qué no media afectación alguna respecto de las provincias (al ceñirse a
fondos correspondientes a la coparticipación primaria de la Nación) como de dar cuenta
de su carácter provisional.
Y en lo que respecta al instituto del “Amicus Curiae” (Acordada 7/2017), queda
suficientemente claro que la Corte puede a su criterio considerar la pertinencia o
impertinencia de la presentación que pudiera pretender hacerse bajo tal configuración
(artículo 11 del Reglamento sobre intervención de Amigos del Tribunal), más allá de que
la propia resolución permite colegir la ausencia del interés para participar en la causa por
parte de las Provincias, siendo que, como lo destacara, no se ponen en juego recursos
correspondientes a las mismas, sino a la participación primaria de la Nación.
En ese entendimiento, más allá del disenso, entiendo que los Ministros de la Corte podían
recurrir a los criterios jurídicos disponibles, y así lo hicieron, allende la discrepancia, la
crítica y aún el enfado que la solución pudiese provocar.
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penal, recaería claramente sobre Robles de modo directo. No hay, en este punto, ninguna
vinculación existente entre lo que eventualmente podría ser un delito de Robles con la
actuación de Rosatti por la que deba realizarse una extrapolación que, hoy por hoy, carece
de todo sentido.
Por lo demás, en línea con lo que dispusiera el Juez Sebastián Ramos por imperio de la
“doctrina de los frutos del árbol envenenado”, está claro que la Comisión no podría
motorizar la investigación solo a partir de esos presuntos “chats” captados u obtenidos
ilegalmente.
Este ha sido enfático en afirmar que “es inadmisible e insostenible que un proceso se
inicie con prueba violatoria a las mínimas garantías constitucionales y que pueda ser
iniciada a través de un delito penal”.
Acaso, entonces, ese mismo criterio no debería regir en este caso, siendo que lo “político”
no le suprime ni resta al procedimiento la naturaleza jurisdiccional que impone el respeto
de los derechos y las garantías constitucionales, y entre aquellos y éstas, los de intimidad,
inviolabilidad de la correspondencia confidencialidad del debate interno (en el caso de los
jueces) y la necesidad de una orden judicial para cualquier tipo de allanamiento,
secuestro, interceptación de comunicaciones de todo tipo y otra medida de esa índole
que comportare la restricción de un derecho.
Corresponde entonces desestimar la pretextada causal fundada en este intercambio y
aquella prueba solo basada en aquella circunstancia. Máxime si, además de ilícita, la
medida no se revela conducente sino más bien útil como instrumento para acometer una
“excursión de pesca”.
En lo demás, cuando se entra en el terreno de esas intercomunicaciones –lo cual resulta
válido asimismo para el pretextado manejo deficitario de la Obra Social-, se arriba a
idéntica conclusión. Ello así porque, sin perjuicio de la ilicitud originaria de aquello que
representaría la fuente para investigar -que comportaría también un escollo para hacerlo
en el seno de la Comisión- en el caso de las intercomunicaciones, lo cierto es que ninguno
de los casos atañe directamente a conductas de las figuras sobre las que se intenta llevar
adelante el reproche. De allí que el ámbito adecuado para avanzar en investigaciones al
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respecto sea otro, porque debe ser otro. Y en todo caso, se trata de una instancia previa
a la intervención que eventual y ulteriormente pudiera corresponder a la Cámara de
Diputados en función de los resultados obtenidos a partir de las mismas.
Por último, no podrá pasarse por alto la circunstancia de las trascendentes revelaciones
conocidas recientemente, desde el día 6 de noviembre de 2023, que provenientes de la
justicia penal federal daban noticia sobre la operación de inteligencia ilegal armada, entre
otros, contra los miembros del máximo tribunal.
El cargo:
Son presentadas como una amenaza del Dr. Rosatti que se habría materializado en los
hechos (en alusión a los Fallos y las conductas consiguientes).
Refieren los presentantes que se trata de las declaraciones que realizó el presidente de la
Corte en el discurso de cierre del XXII Encuentro de Jueces de Tribunales Orales celebrado
en Catamarca.
Que “la reforma judicial profunda, que involucre aspectos sustantivos y aspectos que
nosotros llamamos de superintendencia (administración e infraestructura), y aspectos
procesales, va a ser la que cuente con el consenso del poder judicial, porque tenemos
muchísimo para decir. Eso queremos desde la Corte Suprema de Justicia de la Nación”.
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En la acusación se señaló que la expresión “no puede ser interpretada de otra manera
que como una amenaza y un condicionamiento a los otros Poderes gubernamentales”.
Diré lo siguiente: apuntar los dichos de Rosatti –sumados a los comentarios periodísticos
transcriptos sobre tales dichos o no- como hechos pasibles de conducir a algún tipo de
reproche, o cuanto menos cuestionamiento en ese sentido, comporta cuanto menos es
un desatino, no ya una simple o mera desmesura.
Lejos de ello, y contrariamente, hasta parece sano el consejo de saber escuchar a los
operadores de la función judicial a la hora de acometer reformas que atañen a la misma.
Más aun atendiendo a la suerte de todos los intentos habidos de un tiempo a esta parte
en la materia.
Pero de ahí a leer esas expresiones como advertencia o amenaza hacia los demás poderes
(el Legislativo, en concreto) parece haber un abismo que no se puede atravesar por vía
de semejante atajo argumental.
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De ahí que el señalamiento, a más de subjetivo o aún antojadizo, resulta de todas maneras
inocuo. Hasta inocente. Puesto que, de hecho, se inscribiría como mucho en el mismo
nivel de apreciación crítica que el PEN, legisladores y exponentes del oficialismo efectúan
con total libertad respecto de la actuación del Poder Judicial, sin que en caso del primero
haya derivado en un “juicio político” por pretender condicionar a la justicia. En ese
entendimiento, las expresiones del Dr. Rosatti merecerían el mismo amparo como tales
que aquellas otras que, proviniendo de otros poderes, parecen también menoscabar la
función judicial o atacar al régimen republicano.
De modo que no corresponde aquí rasgarse las vestiduras, pues el hecho de que la Justicia
funcione bien concierne a la eficacia y eficiencia de la propia Justicia, como administración
y como función que ésta lleva adelante, y es lógico y razonable que quien está a la cabeza
de ese poder haga señalamientos de este tipo en aras a concretar reformas adecuadas.
No encuentro en ello amenaza alguna. Es del interés de todos –y de los miembros del
poder judicial especialmente- plasmar en la realidad el anhelo de “afianzar la justicia” que
prescribe el Preámbulo.
Es más: el Dr. Rosatti habló del consenso entre los tres poderes, del diálogo interpoderes.
No lucen sus dichos en contradicción con los estándares establecidos por los Principios de
Bangalore sobre la conducta judicial, en particular su art. 4.6 que dispone: “Un juez, como
cualquier otro ciudadano, tiene derecho a la libertad de expresión y de creencias, derecho
de asociación y de reunión, pero cuando ejerza los citados derechos y libertades, se
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No existe contradicción entre la normativa referida a los deberes de conducta del juez y
la normativa de jerarquía constitucional sobre la libertad de expresión.
Así las cosas, tenemos pues que de las normas referidas se colige que este derecho
alcanza a toda persona, independientemente de cualquier otra consideración, por lo que
no cabe considerarla ni restringirla a una determinada profesión o grupo de personas
(Corte I.D.H., “Tristán Donoso”, 27/1/2009).
De modo que el sistema interamericano de Justicia protege a los jueces no solamente por
el contenido de sus sentencias, sino también por las manifestaciones que vierten con
motivo de realizar actividades extra-jurisdiccionales.
Por lo que, como cualquier ciudadano, los jueces tienen opinión sobre los temas de
actualidad que pueden hacer trascender públicamente. Asimismo, y en lo que constituye
su cometido principal, deben resolver conflictos -de acuerdo a la Constitución y a la ley-
en la sociedad en la que se hallan inmersos, a la que deben estar plenamente integrados.
Los márgenes entre los que se desenvuelve la libertad de expresión de los jueces son
amplios, y su ejercicio no puede ser cercenado, particularmente desde el punto de vista
estrictamente disciplinario, lo que se pretendería en la hipótesis. Resulta sin dudas más
peligroso para la salud del sistema democrático y de la división de poderes que los jueces
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no puedan expresarse libremente fuera del ejercicio de sus funciones, que eventuales
excesos al hacerlo, por los que deben responder de igual modo que los demás ciudadanos.
Sabido por todos es que la libertad de expresión es un derecho constitucional que por su
centralidad para la vida democrática debe merecer una protección especial, y prevalecer
en su eventual confrontación con otros derechos u obligaciones de ciudadanos y
funcionarios.
Por supuesto que, en tal ejercicio, los magistrados tienen una responsabilidad mayor –
que impone la dignidad de la investidura- como así también las restricciones vinculadas a
las causas que tienen en trámite ante sus respectivos juzgados y tribunales, lo que no se
verifica ni se pone en juego por ciento en los casos bajo examen.
Por lo expuesto, se desprende que las declaraciones efectuadas por el Dr. Rosatti fueron
realizadas en ejercicio de su derecho constitucional a la libertad de expresión, que no se
entiende restringido por su condición de jueza, de modo que no transgrede norma de
conducta alguna ni configura causal de remoción.
Las expresiones del Dr. Rosatti, están en el campo del ejercicio de la libertad de expresión
y que pueden ser criticables o no. Por lo demás, se trata de criterio arraigado y doctrina
firme en el Consejo de la Magistratura respecto de las magistraturas inferiores, pero de
validez en este caso, tal como a modo de simple ejemplo lo demuestra, ente otras en la
misma línea, la Resolución n°126/2020 que desestimó las denuncias n° 166/2017,
caratulado “Wolff Waldo E. y Incicco Lucas C. (Dip. Nac.) c/ Dr. Ramos Padilla Juan María”
y su acumulado 54/2018, caratulado “Molinari Guillermo Daniel c/Dr. Juan María Ramos
Padilla”.
No son pocos quienes sostienen que una reforma del Poder Judicial no debe contar con
ninguna anuencia endogámica del Poder Judicial porque el órgano encargado de realizar
una reforma es el Congreso de la Nación a través de la sanción de distintas leyes orgánicas
o especiales que establezcan el funcionamiento del poder judicial. Pero en los hechos, se
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C) EL 2X1 -EL "CASO MUIÑA", CONOCIDO COMO 2X1, QUE BENEFICIÓ CON LA SALIDA
ANTICIPADA DE PRISIÓN A CRIMINALES CONDENADOS POR DELITOS DE LESA
HUMANIDAD.
Los cargos:
Dijeron los denunciantes:
“Entendemos aplicable la solicitud de promoción de Juicio Político a los Jueces
Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz por la suscripción, con fecha 3 de mayo de
2017, del fallo “Muiña”.
Aquel fallo, que tuvo también la firma de la ahora jueza jubilada Elena Highton de Nolasco,
“provocó un verdadero escándalo jurídico y la legítima indignación social en nuestro
país”.
“La lectura e interpretación que hicieron en sus votos los jueces Rosatti, Rosenkrantz y
Highton formando mayoría, en beneficio del represor Muiña, resulta írrita por
diametralmente opuesta a la literalidad normativa de valor supremo en el Derecho, la
pirámide jurídica encabezada por los instrumentos internacionales de DDHH”, remarcaron
los denunciantes.
También indicaron que en el caso “Rufino Batalla”, del 4 de diciembre de 2018, donde
la Corte Suprema vuelve sus pasos y rechaza el beneficio de la ley del “2 por 1” para las
condenas por delitos de lesa humanidad, Rosenkrantz “reafirmó en su voto en minoría
que los aberrantes lineamientos del caso ‘Muiña’ seguían vigentes y eran aplicables al
caso”.
Concluyen que “…Con un ostensible desprecio por la sensibilidad y consciencia ciudadana,
este juez se mantuvo firme en su postura, absorto y ajeno a la realidad social de nuestro
país, e ignorando nuevamente los compromisos internacionales asumidos por el Estado
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Por lo demás, se suma un dato no menor: la extemporaneidad del planteo, habida cuenta
que remite a un pronunciamiento remite al mes de mayo de 2017 y a otro del siguiente
año. Han pasado ya seis años desde la fecha del primero.
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Más allá de los datos (que exigen de su demostración) y de las apreciaciones que se
formula a partir de ellos (que pueden no corresponderse enteramente con aquellos), es
de dudosa procedencia la intención de hacer cargo directo de ello al Dr. Juan Carlos
Maqueda, que es más bien un interlocutor entre la Obra Social y la Corte, por lo que
representaría una culpa o responsabilidad “in controlando” vinculada con una esfera
ajena al cometido jurisdiccional, esto es, extraña respecto de lo que no ataña al eficaz
desempeño de su función judicial ni puede entonces, en este entendimiento, comportar
compromiso para con la dignidad del cargo en sí.
Más aún cuando, hasta donde se sabe, en el expediente penal abierto para investigar las
circunstancias no se habría encontrado nada que inculpara al ministro de la Corte, quien
no es imputado en la causa.
De allí que, más allá de comprender la distinta naturaleza de las actuaciones judiciales y
las del juicio político, parece improcedente -cuanto menos por prematuro- habilitar el
juicio político respecto de aquella persona respecto de quien la justicia no encuentra
ningún mérito para imputar e investigar sobre la base de los mismos o semejantes hechos
a los que resultan traídos a la Cámara de Diputados para su consideración.
CONSIDERACIÓN FINAL
Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Acaso, ¿podríamos venir ahora llamarnos a sorpresa cuándo somos conscientes de que
ha sido la propia política la que ya le ha encargado con anterioridad legislar anteriormente
a los jueces?
Por caso, todos los anteproyectos de Códigos se han puesto en manos de magistrados
que se han encargado de elevar los mismos a la consideración del Congreso.
El recurso al más elemental sentido común da por tierra con tanto palabrerío
inconducente.
Sin dudas que un principio superior del que no es posible prescindir jamás es el de
“independencia del poder judicial”. Y precisamente, uno de los medios para reafirmarla y
asegurarla lo constituye la garantía de inamovilidad preceptuado en el artículo 110 de la
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Constitución Nacional.
En este entendimiento, deben prevalecer en la especie la prudencia del juicio, la reflexión
y la razonabilidad. Y tanto mas ello así cuando, como quedo de manifiesto, el proceso ha
tenido una génesis que lo deslegitima y toda la discusión ha discurrido por los carriles de
pretendidos cuestionamientos ceñidos a considerar decisiones jurisdiccionales
debidamente fundadas, abonadas por meras conjeturas que no tienen ningún contacto
con la realidad, a la luz de los hechos esgrimidos y la prueba rendida sobre el particular
para sustentar los reproches.
Por todo lo expresado, postulo la aprobación del presente dictamen, por el cual se
dispone no hacer lugar al pedido de juicio político contra los Sres. Ministros de Corte
Suprema de Justicia de la Nación por improcedente, aconsejando su rechazo al plenario
de la Honorable Cámara de Diputados, de conformidad con lo establecido por el artículo
14 del reglamento interno de la comisión.
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