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La biblia nos dice que espiritualmente nadie está libre, en Romanos 6:16-18 la
palabra dice:
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la
obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que, aunque erais esclavos del
pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”
Pablo explica que aquellos que son esclavos del pecado no se pueden liberar a sí
mismos. Pero una vez que somos libres del castigo del pecado a través de la cruz,
nos convertimos en una clase de esclavos que podemos encontrar la paz y la
verdadera libertad y la justicia, es decir que si buscamos de Dios en todo momento
en nos dará la libertad absoluta para sentirnos plenos sin necesidad de tener la
aprobación de nadie más.
En el libro de Gálatas 5:1-6 dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo
nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo
os digo que, si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a
todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo
os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues
nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en
Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por
el amor”.
La verdadera libertad en Cristo viene a aquellos que son sus esclavos, y si bien la
esclavitud significa degradación y desigualdad. En la verdadera libertad del esclavo
de Cristo obtiene el gozo y la paz.
Los que decidimos creer y seguir a Cristo no tenemos que ofrecerle al Señor pagó
por su perdón, pero le pertenece totalmente al amo pues El aun sin conocernos nos
compró con su sangre derramada en la cruz. No somos contratados sino que le
pertenecemos a Él.
Romanos 8:7-9. “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra
Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios. Más vosotros no vivís según la carne,
sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”
El esclavo de Cristo es verdaderamente libre al haber sido liberado del pecado por
aquel que dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” Juan 8:36, ya
que ahora sabemos la verdad y esa verdad nos hace libres, Juan 8:32. Y también
nos hemos convertido en hijos y herederos de Dios, Gálatas 4:1-7. Teniendo la vida
eterna que Dios concede, mientras que los que siguen en la esclavitud del pecado
heredan sólo la muerte espiritual y la eternidad en el infierno, es decir que si bien
es cierto que “disfrutaran de la vida” esto será por un momento pues en algún punto
todo lo que está mal echo tendrá una consecuencia que si no se conoce a tiempo
puede ser irreparable.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de
la verdad” Efesios 4:22-24.
Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado. Pero muchas veces nos
volvemos a poner las cadenas porque hay una parte de nosotros que ama la vida
antigua, sin entender que hemos nacido de nuevo como nuevas criaturas. Y esa
vida nueva tiene los pensamientos de aquel que nos salvó.
Complaciendo la carne
Cuando somos cristianos, Jesús mora en nosotros y nos dice: “El que me ama, mi
palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con
él. El que no me ama, no guarda mis palabras” Juan 14:23-24. De manera que, si
Él vive en nosotros, no necesitamos la ley, aunque esto no significa que sería
correcto quebrantar la ley de Dios ya que guardamos la ley porque el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones.
Esto es libertad en Cristo, a quien el Padre lo “ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; (y lo) ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar
libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los
oprimidos” Lucas 4:18, “así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
libres” Juan 8:36, entonces, “estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos
hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” Gálatas 5:1.
Por lo que debemos ser cuidadosos y no usar nuestra libertad para hacer que
alguien tropiece, ya que “de esta manera, pues, pecando contra los hermanos e
hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a
mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi
hermano” 1 Corintios 8:12-13.
Hay un concepto del que los cristianos no están conscientes para que puedan
experimentar la libertad que tienen en Cristo y es simple. Como cristianos hemos
muerto con Cristo y por lo tanto hemos muerto también a la ley que ya no tiene
control sobre nosotros. “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que
conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Así
también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de
Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos
fruto para Dios. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella
en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del
Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra” Romanos 7:1, 4, 6
Tiempo de reflexión.
De manera que somos libres para triunfar y fallar. Somos libres para amar a Dios o
a nosotros mismos. Somos libres para divertirnos, para no ser perfectos, para no
cumplir en la iglesia, y para lograr madurez espiritual, entonces será decisión de
nosotros asumir la libertad que queramos vivir, ya sea la ilimitada que Cristo nos
ofrece o la que tiene fecha de caducidad y el mundo nos da.