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2021

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In Touch Ministries

Carta de Fin de Año 2020

Febrero 2021

Del corazón del pastor

¿Se considera usted una persona libre?

Charles F. Stanley

Enero 2020

Cuando comienza un nuevo año, nuestros pensamientos a menudo se centran en lo que nos gustaría
hacer con nuestro nuevo comienzo. Por supuesto, eso es asumiendo que tenemos la libertad de elegir y
hacer cambios. ¿Se considera usted una persona libre? Su respuesta depende de su comprensión de la
libertad. Una definición podría ser la libertad de llevar una vida gratificante sin ser refrenado por las
limitaciones o demandas malsanas de los demás. Pero existe una libertad aún más grande que está a
nuestro alcance por medio de Jesucristo.

La libertad social o política brinda libertades externas, pero nunca nos puede liberar del pecado a nivel
interno. El apóstol Pablo escribió a la iglesia primitiva: “sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del
pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia” (Ro 6.16). La pregunta es entonces: ¿A qué
señor obedece usted?
Todos nacemos en el mundo siendo esclavos del pecado, y no hay nada que podamos hacer para
cambiarlo. Pero Jesucristo sí puede. Una vez que confiamos en Él como Salvador, Él se convierte en
nuestro nuevo Señor y Maestro. Y no hay mejor maestro que el que nos amó lo suficiente como para
morir por nosotros. En Gálatas 5.1 se nos dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo
libres”. Entonces, ¿cómo es la libertad en Cristo?

En primer lugar, la libertad en Cristo es un regalo de la gracia. La mayoría de nosotros sabemos que no
podemos ganar la salvación con buenas obras. Solo la recibimos como un regalo de la gracia de Dios a
través de la fe en su Hijo. Sin embargo, a veces pensamos que mantendremos nuestra salvación si
seguimos normas.

Esto era justo lo que yo pensaba después de ser salvo a la edad de 12 años. Iba a una iglesia que tenía
todo tipo de reglas legalistas que seguir. Una de ellas era que no podía leer las historietas del domingo.
Esto era un verdadero problema para mí porque repartía periódicos, y la tentación de sacar las
historietas y leer el último episodio de Dick Tracy resultó ser demasiado fuerte para resistirme. Así que
cada domingo, tenía que confesar mi pecado y rogar a Dios que me perdonara. Me preocupaba
constantemente que no me salvara porque no podía cumplir todas las reglas.

Pablo escribió a los gálatas porque se estaban convirtiendo en esclavos del legalismo como yo lo había
sido. Les dijo: “Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?”
(Ga 3.3). Les advirtió que se mantuvieran firmes en su libertad y que no estuvieran “otra vez sujetos al
yugo de esclavitud” (Ga 5.1). Cumplir reglas ni nos salvará ni nos mantendrá salvos. Solo Dios salva, y
nada puede separarnos de su amor en Cristo Jesús (Ro 8.38, 39).

En segundo lugar, la libertad en Cristo nos permite vivir en justicia. Uno de los puntos de vista erróneos
de la libertad cristiana es que una vez que somos salvos, podemos hacer lo que queramos. No importa si
pecamos, porque estamos perdonados. Pablo también trató este tema en la iglesia de Galacia, diciendo:
“Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como
ocasión para la carne” (Ga 5.13).

La libertad cristiana no es una licencia para pecar. El Señor Jesús nos liberó de la dominación del pecado
para que pudiéramos llevar vidas victoriosas y justas. Nos dio el Espíritu Santo, que nos da poder para
resistir los pecados que amenazan con devolvernos a la esclavitud. Cuando le obedecemos y
dependemos de Él, no caemos en los deseos, actitudes y hábitos pecaminosos (Ga 5.16, 17). Aunque a
veces tropecemos, nuestro progreso será hacia la rectitud, ¿no es esto una buena noticia?
Caminar en el Espíritu significa que buscamos complacer a Dios en lugar de aferrarnos a los pecados,
que es todo lo opuesto a lo que Él desea para nosotros. Pero a veces, algunos cristianos se encuentran
aferrados a la amargura, a la ira o al resentimiento. Se sienten cómodos con ciertas áreas de esclavitud y
pueden sentir que es su derecho mantener vivas estas actitudes pecaminosas. Pero solo se están
lastimando a sí mismos y afligiendo a Dios. La libertad podría ser de ellos si se rindieran a Dios y
caminaran en el Espíritu.

Tercero, la libertad en Cristo produce su carácter dentro de nosotros. Una de las formas más fáciles de
evaluar cuán libre es una persona en Cristo es preguntándose si el fruto del Espíritu es evidente por
medio de ella. ¿Nuestra vida se caracteriza por tener amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre y autocontrol? (Ga 5.22-24) ¿O las obras de la carne nos describen con mayor precisión?
(Ga 5.19-21)

Ahora volvamos a mi pregunta inicial: ¿Es usted una persona libre? ¿Hay evidencia en su vida de que
Cristo lo está liberando del legalismo y de la dominación del pecado y que está produciendo su justicia
en usted?

Ningún cristiano debería estar esclavizado a actitudes, emociones o hábitos pecaminosos, porque el
Señor Jesús nos ha liberado de la influencia del pecado. En Él, usted puede comenzar un nuevo año
escogiendo la santidad. No está bajo el severo capataz del pecado o de la Ley. Porque “si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn 8.36).

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Ruego que nuestro ministerio sea una fuente de esperanza y aliento para usted. En el 2021, pídale
al Señor que le indique cualquier área de esclavitud en su vida y le haga ayude avanzar más en libertad.
Se sorprenderá del gozo, la paz y la seguridad que le esperan.
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Enero 2021

Marzo 2021

Del corazón del pastor

El hecho de ser libres no siempre garantiza el que vivamos en dicha libertad.

Charles F. Stanley

Febrero 2021
Quizá recuerde la primera vez que se dio cuenta de que la salvación es solo por gracia a traveís de la fe.
Es una experiencia maravillosa, pero todos necesitamos crecer con el tiempo en nuestra comprensión
de todo lo que ello significa. Conozco a algunos cristianos que han sido salvos por años, pero aun asií sus
vidas se caracterizan por el desánimo ante los fracasos. Siguen arrepintieíndose y prometiendo que lo
harán mejor si Dios los perdona una vez más. Pero lo “hacen mejor” tan solo por unos pocos diías.
Luego, abrumados por la culpa, vuelven al Señor, suplicando perdón y otra oportunidad para hacerlo
bien.

¿Podriía esto describirle a usted? Si es asií, me gustariía asegurarle que no es lo que nuestro Padre
celestial pretende para nosotros. En Cristo hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y la culpa.
Esta es nuestra realidad espiritual, pero ser libres no siempre garantiza que vivamos en esa libertad. Hay
obstáculos que pueden impedirnos experimentar una vida libre en Cristo. Uno de los mayores
obstáculos es el legalismo.

La iglesia de Galacia se encontró en esta situación. Habiían respondido al evangelio y sido salvos por la
gracia de Dios a traveís de la fe, pero algunos falsos maestros, llamados judaizantes, se habiían infiltrado
en la iglesia. No negaban que la salvación fuera a traveís de la fe en Jesucristo, pero añadiían otra
condición enseñando que tambieín se requeriía la obediencia a la Ley de Moiseís (Ga 1–12).

¿Has añadido usted algo a su salvación? Los que lo hacen se sienten muy culpables y temerosos de lo
que el Señor pueda hacerles si llegan a fracasar. Estos requisitos adicionales pueden ser reglas hechas
por el hombre sin base biíblica, o incluso buenas acciones como leer la Biblia, orar, asistir a la iglesia,
compartir el evangelio, o diezmar, todo lo que la Biblia nos dice que hagamos. Pero si estamos tratando
de apaciguar a Dios, estamos viviendo en esclavitud.

Para poder vivir en la libertad de la gracia, primero debemos entender el propósito de Dios para la Ley.
Los Diez Mandamientos no fueron dados para lograr la salvación o hacernos buenos. La Ley de Dios
funciona como un espejo. Cuando usted se mira en el espejo a primera hora de la mañana, no le hace de
buen parecer; solo revela los hechos relativos a su apariencia. De la misma forma, los mandamientos de
Dios revelan su pecado, pero nunca pueden hacerle justo; solo condenarle (Ro 3.19, 20).

Luego, necesitamos un entendimiento preciso de la gracia de Dios. Esta se define como su favor
inmerecido hacia quienes no son dignos de ella, que somos todos ya que nadie puede vivir de acuerdo
con la norma perfecta de la Ley de Dios. Pero el Señor Jesuís lo hizo. Eíl obedeció cada orden de manera
perfecta.

Es sobre la base de la obediencia de Cristo que el Padre puede ahora extender la gracia a todos los que
confiían en su vida y muerte para su salvación. ¿Por queí deberiíamos tratar de añadir la ley como
requisito de salvación si ya hemos sido salvos por la gracia? Pablo dijo a los Gálatas: “Si os circuncidáis
(en obediencia a la Ley), de nada os aprovechará Cristo” (Ga 5.2). En otras palabras, podemos vivir por la
ley o por la gracia, pero no por ambas.

¿Por queí los cristianos aceptan tan fácilmente la salvación por gracia pero luego tratan de crecer
espiritualmente siguiendo reglas en su propia fuerza? La razón es porque no entienden que la gracia no
termina despueís de la salvación. Dios continuía prodigando la gracia sobre nosotros a lo largo de
nuestra vida terrenal y en la eternidad. ¿Sabe por queí Dios le salvó? “Para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesuís” (Ef 2.7).

Por uíltimo, para experimentar la libertad plena que Cristo ganó para nosotros, debemos vivir
constantemente en la gracia omnisuficiente de Dios. Juan lo describió de esta manera: “Porque de su
plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Jn 1.16). Piense en ello como las olas del mar. Mientras
una ola rompe en la arena, otra la sigue. Nunca nos quedamos sin la gracia de Dios, lo que significa que
nunca tenemos que volver a la ineficacia de la ley y el esfuerzo propio.

Una de las razones por las que no confiamos en la gracia como deberiíamos es porque no sabemos lo
que ella hace. Es el medio por el cual vivimos la vida cristiana (Tit 2.11-12). Trabaja dentro de nosotros
para potenciar la obediencia a Cristo, permitir el servicio, superar el pecado, producir una conducta
santa, transformar nuestro carácter a la semejanza de Cristo y fortalecernos para soportar las
dificultades y el sufrimiento (2 Co 12.9).

¿Está usted caminando en la libertad de la gracia, o se esfuerza por llevar la vida cristiana lo mejor que
puede con sus propias fuerzas? Puede notar la diferencia al examinar sus motivos. ¿Su obediencia fluye
del amor a Cristo o del temor? ¿Su obediencia es una delicia o una pesada carga? Juan escribió: “Pues
este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn
5.3).
La gracia de Dios es su amor en acción y Eíl la derrama sobre nosotros para proporcionarnos todo lo que
necesitamos para experimentar la vida cristiana. Ruego a Dios que descubra la libertad y la alegriía que
vienen al caminar en la asombrosa y generosa gracia de Dios.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Una de mis mayores alegriías es saber que nuestros oyentes y lectores, como usted, están cada diía
más cerca del Señor. Mi esperanza es que Dios haya usado a Ministerios En Contacto para animar y
fortalecerle con las verdades de su Palabra. Gracias por ser parte de nuestra familia En Contacto.

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Febrero 2021

Abril 2021

Del corazón del pastor

La seguridad eterna es obra de Dios.

Charles F. Stanley

Marzo 2021

¿Alguna vez ha dudado de su salvación? Si es así, no ha sido el único. Cuando era joven, nunca estuve
seguro de cuál era mi posición con Cristo. Creía que cualquier pecado sin confesar podía costarme la
eternidad con Dios y con mis seres queridos, así que me arrepentía sin cesar, pero nunca tenía paz
mental ni confianza de que iría al cielo. Vivía bajo un pesado yugo de esclavitud al legalismo hasta que
por fin fui libre por medio de la verdad de la Palabra de Dios.

Muchos cristianos luchan con la incertidumbre de saber si gozan o no de seguridad eterna. A veces es
porque se les ha enseñado que pueden perder su salvación. Otras veces están convencidos de que sus
pecados prueban que no son en verdad salvos. Sea cual sea la razón, no hay nada tan inquietante como
dudar de la propia seguridad eterna. Me gustaría que supiera que vivir como esclavos de expectativas y
esfuerzos legalistas no es lo que Dios quiere para usted. Cristo nos ha liberado con una salvación basada
en la gracia de Dios, y todo lo que se requiere de nosotros es tener fe en su Hijo (Ga 5.1). Así que no
permita que nadie le diga que usted necesita obedecer ciertas reglas para ser salvo o para preservar su
salvación.

El Señor nos asegura la salvación en su Palabra. No podemos perderla porque Dios es quien nos
sostiene. Si dependiera de nosotros mantener nuestra salvación, ya todos la hubiésemos perdido. Pero
el Señor Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10.27-28).
La seguridad eterna es obra de Dios y en ella garantiza que su regalo de salvación, una vez recibido por
la fe en Cristo, se posee para siempre y no puede perderse jamás. Nadie (incluyéndonos nosotros)
puede condenarnos porque a través de la muerte y resurrección de Cristo, Dios nos ha justificado (Ro
8.33, 34).

Con tantas promesas de salvación eterna, ¿por qué algunos cristianos siguen dudando? Una de las
razones es que hay algunos versículos en la Biblia que parecieran implicar que es posible perder la
salvación. Pero recuerde, un solo versículo sin su contexto puede ser malinterpretado con mucha
facilidad. Por eso siempre debemos leer lo que viene antes y después. La Palabra de Dios nunca se
contradice.

Algunos de los versículos que se usan para apoyar la pérdida de la salvación están en el libro de Gálatas,
pero el contexto aclara el malentendido. Pablo escribió esta carta a un grupo de iglesias que habían sido
infiltradas por falsos maestros que afirmaban que la fe en el Señor Jesús era insuficiente para la
salvación, no así la obediencia a la Ley del Antiguo Testamento. Pablo estaba muy preocupado de que
los creyentes estuvieran siendo engañados, así que les dio algunas advertencias severas. Su primera
advertencia está en Gálatas 1.6: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó
por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente”. ¿Nota usted que aunque Pablo dijo que se
estaban alejando de Cristo por creer en mentiras, aun así los identificó como creyentes que habían sido
llamados por la gracia de Dios? Ser engañados de manera temporal no anula nuestra salvación.

Encontrará la segunda advertencia en Gálatas 5.2: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de
nada os aprovechará Cristo”. Los falsos maestros decían que al estar circuncidado se ganaba el favor de
Dios. Pero Pablo señaló que para los que están en Cristo, tal obediencia ceremonial no les beneficia en
nada. Añadir legalismo a su fe no le ayudará en nada, ya que en realidad es perjudicial para su vida
espiritual.

La tercera advertencia está en Gálatas 5.4: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de
la gracia habéis caído”. Al añadir obras a la gracia, los falsos maestros anularon el sacrificio de Cristo en
la cruz, declarándolo insuficiente. Esto demostró que su fe no era genuina, y su falsa enseñanza impedía
a los verdaderos creyentes vivir por fe.
Por último, Pablo advirtió, “De la gracia habéis caído” (Ga 5.4). A menudo he escuchado a cristianos
preocupados decirme que, debido a sus pecados, han caído de la gracia, pero eso no es lo que Pablo
está diciendo. La gracia es el medio por el cual Dios salva a los pecadores arrepentidos. Caer de la gracia
no es perder la salvación, ni tampoco es caer en pecado, sino descender a la esclavitud de tratar de
ganar la salvación.

Aunque Pablo reprendió de manera severa a estas iglesias por su insensatez de creer en mentiras, él no
dijo que habían perdido la salvación. Después de razonar con ellos y llamarlos de nuevo a la verdad,
concluyó diciendo: “Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo” (Ga
5.10). Pablo sabía que el Señor siempre guarda a los que de corazón le pertenecen, y eso le incluye a
usted.

Si alguna vez lee un versículo que pareciera decir que podría perder la salvación, vuelva y lea todo el
capítulo. Mejor aún, lea el libro entero. El Señor Jesús dijo que conocer la verdad de su palabra nos hará
libres (Jn 8.31, 32). No vuelva a la esclavitud de intentar ser intachable. Solo llene su mente con las
Sagradas Escrituras, sométase al Espíritu Santo y deje que Él le transforme a la imagen de Cristo. ¡Eso sí
que es libertad!

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Si nunca nos ha contactado, nos gustaría mucho saber de usted. Tenemos numerosos recursos en
nuestra página web, e incluso puede enviarnos sus peticiones de oración. Por favor, tómese un tiempo
esta semana para explorar encontacto.org. Estoy seguro de que le será de bendición.

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Marzo 2021

Mayo 2021

Del corazón del pastor

La resurrección cambia no solo nuestra eternidad, sino también nuestra vida cotidiana.

Charles F. Stanley

Abril 2021

He sido bendecido al ver la intervención milagrosa de Dios en muchas situaciones diferentes en mi vida,
como la vez que respondió a una suíplica miía con un par de estrellas fugaces, o cuando proveyó el
edificio correcto para nuestro ministerio en el momento que lo necesitábamos. Estoy seguro de que
usted tambieín ha experimentado las sorpresas de su Padre celestial. Nunca sabemos lo que nos espera,
pero eso forma parte del placer de pertenecer a un Dios asombroso y amoroso.
Aunque a veces nos sorprenden sus obras, nada pudo ser más sorprendente que cuando resucitó a su
Hijo de entre los muertos. Imagiínese lo que fue para la gente que viviía en esa eípoca. Habiían visto
morir a hombres en cruces antes, y ninguno habiía vuelto a la vida. Asií que es comprensible que nadie
esperara que el Señor Jesuís se levantara de la tumba. Incluso sus disciípulos pensaron que su muerte
era definitiva, aunque varias veces les habiía dicho que resucitariía (Mt 20.19).

Ninguno de los seguidores del Señor Jesuís estaba sentado en la tumba esperando su resurrección. Las
mujeres que llegaron esperaban encontrar su cuerpo muerto. Cuando las mujeres les contaron a los
disciípulos la buena noticia, ellos pensaron que era una locura (Lc 24.11). Solo despueís de que Pedro y
Juan corrieran al sepulcro y vieran las envolturas de lino sin cuerpo, creeriían (v. 12).

Incluso hoy en diía mucha gente no cree que Jesucristo resucitó de entre los muertos. Pero la
resurrección es un fundamento del cristianismo, y creerla es crucial para la salvación (Ro 10.9). Resucitar
de la tumba despueís de cargar con nuestros pecados demuestra que el Señor Jesuís no pudo ser
destruido por esos pecados. Eíl pagó la deuda por completo, y regresó vivo. Si todaviía estuviera en la
tumba, bajo el peso de nuestros pecados, ¿cómo podriía ser nuestro Salvador? Creemos en la
resurrección porque la Palabra de Dios la describe, porque Dios nos revela la verdad y porque podemos
sentir a Cristo viviendo en nuestros corazones. Para nosotros, su resurrección puede ser conocida de
manera personal. Y cambia no solo nuestra eternidad, sino tambieín nuestra vida cotidiana. ¿Queí
significa esto?

Porque Cristo vive, nunca estamos solos. El Señor Jesuís les dijo a sus disciípulos que no los dejariía
hueírfanos, sino que enviariía al Espiíritu Santo a vivir en ellos para siempre (Jn 14.16-18). Tambieín dijo,
justo antes de ascender al cielo: “yo estoy con vosotros todos los diías, hasta el fin del mundo” (Mt
28.20). Como Buen Pastor, el Señor Jesuís nunca abandona a sus ovejas (Jn 10.12-14).

¿Quieín más puede hacerle una promesa asií? Aunque las intenciones de los demás sean sinceras,
muchos acontecimientos de la vida están fuera de su control. La gente se aleja, los seres queridos
mueren y los amigos pueden volverse indiferentes o incluso hostiles, pero su Señor resucitado siempre
estará con usted.

En segundo lugar, como Jesucristo está vivo, no tenemos que preocuparnos por si Dios nos sustentará.
El Señor Jesuís dijo a sus seguidores que el Padre, que cuida de los pájaros y de las flores, tambieín los
sustentariía a ellos (Mt 6.25-34). Esta promesa no habriía significado nada si el Señor Jesuís hubiera sido
solo un hombre que murió y permaneció en la tumba. Pero Eíl venció a la muerte porque es el Hijo de
Dios. Esto significa que tiene el poder de cumplir cada promesa que hace.

¿Con queí frecuencia se preocupa de que sus necesidades no sean satisfechas? ¿Se apresura a hablar
con otros sobre ellas en lugar de acudir de inmediato al Cristo resucitado en busca de ayuda? Eíl nunca
dejará de cumplir esta promesa, aunque no sea de la manera o en el momento que usted espera. Pero
sepa esto: Nada es demasiado grande para que las manos de Dios.

En tercer lugar, como el Señor Jesuís resucitó, podemos tener paz en los momentos más difiíciles. Antes
de su crucifixión, Cristo dijo a sus disciípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el
mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14.27). La paz del mundo depende de las
buenas circunstancias, pero la paz de Cristo nos sostiene mientras atravesamos las tormentas de la vida.

Cuando los problemas le abrumen, recuerde que tiene un Salvador resucitado que está sentado a la
derecha del Padre e intercede por usted (He 7.25). Le invita a acercarse con confianza en la oración para
recibir misericordia y gracia que le ayuden en su momento de necesidad (He 4.16). Eíl comprende sus
debilidades, y utilizará con amor las dificultades para fortalecerle y ayudarle a crecer.

Por uíltimo, como Cristo venció a la muerte, nosotros tambieín lo haremos. Cuando Eíl regrese, los
cuerpos de los que hayamos muerto serán resucitados como lo fue el suyo (Fil 3.20, 21). Es más, si
terminamos nuestra carrera antes de que Eíl vuelva, nos ha asegurado que entraremos de inmediato en
su presencia (2 Co 5.8).

La esperanza de la que usted dispone por la resurrección de Cristo puede resumirse en las palabras de
un antiguo himno que dice: “Porque Eíl vive, triunfareí mañana. Porque Eíl vive, ya no hay temor”.
Nunca piense que el Cristo resucitado está sentado en el cielo sin hacer nada, despreocupado por la vida
de sus hijos. No, el Señor Jesuís está intercediendo activamente por usted y cumpliendo todas las
promesas que le hizo, a veces de forma totalmente inesperada. Miírelo a Eíl. Gócese en Eíl. Deje que le
sorprenda con su gloria, su poder y su amor fiel.

Con amor fraternal,


Charles F. Stanley

P.D. Todos los que formamos parte de Ministerios En Contacto queremos desearle una celebración
gozosa de la resurrección de nuestro Señor. Ruego que esta temporada le llene de esperanza y confianza
para el futuro. No importa queí situaciones esteí enfrentando, puede confiar en que su vida está segura
en las manos amorosas del Salvador.

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Abril 2021
Junio 2021

Del corazón del pastor

Como cristianos tenemos un solo Maestro, que es el Señor Jesucristo.

Charles F. Stanley

Mayo 2021

A lo largo de mis muchos años predicando la Palabra de Dios, la gente me ha dicho con frecuencia que
no se habiían dado cuenta de que estaban batallando con alguín problema hasta que escucharon las
preguntas que les hice durante una predicación. A veces, los patrones de pensamiento que nos están
afectando no nos resultan fáciles de ver. Pero observar sus efectos, con el discernimiento del Espiíritu
Santo, puede mostrarnos aspectos en los que estamos luchando.

Le invito a considerar hoy las siguientes preguntas: ¿Se siente abrumado por el estreís de querer
alcanzar metas imposibles? ¿Se siente agobiado por la culpa de no estar a la altura de las expectativas
de los demás? ¿Y queí hay de sus propias exigencias irrazonables? La respuesta afirmativa a estas
preguntas podriía revelar un tipo de falsa creencia que nos lleva a sentirnos atrapados.

Ya sea que tratemos de satisfacer a nuestro cónyuge, padre, madre, hijo, hermano, amigo o jefe, ser una
persona que intenta siempre complacer puede llevarnos a una vida de derrota e infelicidad. Acabaremos
por no estar a la altura de las exigencias de los demás y sentiremos que somos una decepción. Para
empeorar las cosas, a veces a quien tratamos de complacer es a nosotros mismos. Cuando no estamos a
la altura de nuestras propias expectativas, nos reprendemos. En poco tiempo, caemos en un patrón de
renovado compromiso para hacerlo mejor, seguido de un esfuerzo autodeterminado, que nos lleva al
fracaso, a la auto-condena y a sentimientos de inutilidad. Esto no es lo que Dios quiere para nosotros.

Como cristianos solo tenemos un amo, que es el Señor Jesucristo. A Eíl es a quien debemos complacer, y
no debemos hacerlo a regañadientes, sino por amor y gratitud por nuestra salvación (Col 1.10). Cuando
permitimos que otros, incluso nosotros mismos, dicten el curso de nuestras vidas, estamos tratando de
complacer a dos señores, y eso nunca funciona (Mt 6.24). De hecho, la doble moral nos lleva a la
inestabilidad en todos nuestros caminos (Stg 1.8).
Si empezamos a tratar de complacer a la gente en lugar de a Dios, perderemos nuestra libertad. La
estabilidad y la libertad solo vienen cuando depositamos nuestra identidad en Cristo y buscamos
obedecerlo. Por eso, cuando la iglesia de Gálatas fue engañada por los judaizantes, Pablo les dijo:
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no esteíis otra vez sujetos al yugo de
esclavitud” (Ga 5.1). Cualquier yugo que no sea el del Señor es pesado, pero el yugo de Cristo es fácil y
da descanso a nuestras almas (cf. Mt 11.28-30).

¿Se siente derrotado y agobiado por la vida? Si es asií, puede que esteí llevando una carga que otra
persona le impuso. O tal vez sean sus propias normas las que le agobian. Existe una sensación de
libertad y descanso que viene con el caminar en la gracia de Dios. Cada diía debe elegir creer en Dios y
en su Palabra, en lugar de confiar en usted mismo o vivir bajo el yugo de las expectativas de los demás.

En segundo lugar, si tratamos de complacer a la gente, nuestro andar de fe se verá obstaculizado. Pablo
comparó la situación de los gálatas con una carrera, diciendo: “Vosotros corriíais bien; ¿quieín os
estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama” (Ga 5.7, 8). La
palabra traducida como “estorbar” significa “cortar”. Esto ocurriía a menudo en los Juegos Oliímpicos
griegos, cuando un corredor se metiía en el carril de su oponente y lo desviaba de su camino.

Y esto es lo que nos sucede cuando dejamos que otros nos dicten cómo debemos practicar nuestra fe.
Ahora bien, no estoy diciendo que no debamos escuchar y aprender de otros creyentes. A menudo,
otros cristianos son la mejor ayuda terrenal que tenemos para detectar nuestros errores y tener el valor
de corregirlos. Pero si no nos guiían de acuerdo con la Palabra de Dios, nos desviían y nos sacan del
camino de Dios. Los cristianos no pueden permitirse el lujo de no discernir cada consejo que recibe. Por
eso es vital que sepamos lo que dice la Palabra de Dios. Entonces seremos capaces de reconocer si
alguien dice la verdad o no.

En tercer lugar, querer siempre complacer a la gente es perjudicial para la Iglesia. Pablo lo advirtió: “Un
poco de levadura leuda toda la masa” (Ga 5.9). Cuando los cristianos consideran que las reglas de la
iglesia establecidas por el hombre son más importantes que la verdad biíblica, esto demuestra una
actitud defectuosa que pronto infecta a otros. En poco tiempo, los creyentes comienzan a juzgar a los
demás basándose en la adhesión a reglas humanas en lugar de a las normas de Dios. El respeto al
liderazgo de la Iglesia es importante (He 13.17), pero debe combinarse con la ayuda del Espiíritu Santo
para discernir si las normas están fundadas o no en la verdadera piedad.
Aquellos que son en verdad maduros espiritualmente, andan en el Espiíritu en el camino de la gracia de
Dios. Su seguridad en Cristo les da la confianza para enfrentar cada diía con alegriía, sabiendo que Eíl los
está transformando, guiando y protegiendo. Pero los que tratan de vivir seguín reglas humanas, normas
autoimpuestas o seguín las expectativas de los demás, terminan sintieíndose agotados y derrotados.

¿Vive usted en la libertad de la gracia de Dios, o se pregunta queí piensan los demás de usted o si está a
la altura de sus expectativas? Caminar en la gracia implica enfocarse en el Señor y en todo lo que Eíl ha
prometido hacer en y a traveís de usted. Crea lo que Eíl dice en su Palabra y confiíe en que Eíl proveerá
para sus necesidades y le guiará a traveís de la vida.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. En Ministerios En Contacto queremos desear a todas las madres un muy Feliz Diía de las Madres.
Entendemos la gran responsabilidad que Dios les ha dado al criar y formar a la próxima generación.
Gracias por su fiel servicio a sus familias y al Señor.

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Mayo 2021

Julio 2021

Del corazón del pastor

El único que nos conoce y entiende de verdad es Dios.

Charles F. Stanley

Junio 2021

¿Alguna vez ha conocido a alguien que ponga una barrera que impida la verdadera comunicación? A
veces, al hablar con ciertas personas, siento que hay un frío muro de acero entre nosotros. En
momentos así, quisiera que la persona pudiera abrir su corazón tan solo un poco. ¿Sabe por qué ocurre
esto? A menudo es porque esa persona tiene una pobre imagen de sí misma y tiene miedo de dejar que
los demás vean quién es en realidad. Pero Dios quiere —y ha provisto— mucho más para sus hijos.

¿Qué ve usted cuando se mira en el espejo? La imagen que usted tiene de su persona es la imagen
mental que se hace de sí mismo. Es importante desarrollarla de la manera correcta, porque la forma en
la que piensa, siente, habla y actúa fluye de ella.

La formación de la imagen que usted tiene de sí mismo comenzó a una edad muy temprana, cuando era
bebé, y continúa a lo largo de toda su vida. Su autopercepción mental está influenciada por las palabras
de los demás, así como por sus propias experiencias. Pero como nuestro corazón se engaña a sí mismo
(Jer 17.9), somos propensos a tener una visión distorsionada de nosotros mismos. El único que nos
conoce y entiende de verdad es Dios. Si acudimos a su Palabra, obtendremos la visión correcta de
quiénes somos en realidad.

El apóstol Pablo es un ejemplo de alguien que logró tener una imagen equilibrada de sí mismo. Podemos
verlo en 1 Corintios 15.8-10. Después de enumerar a los que tuvieron el privilegio de ver a Cristo
resucitado, Pablo declaró con humildad que él fue el último en ver al Señor. ¿Cómo pudo pasar Pablo de
una previa visión distorsionada a esta percepción más precisa de sí mismo?

Antes de su conversión, Pablo tenía una opinión demasiado elevada de sí mismo. Había llegado a la
cúspide del judaísmo y confiaba, como fariseo, en que su obediencia a la ley le había valido la
aprobación y aceptación de Dios (Fil 3.4-6). Estaba tan convencido de sus creencias moralistas que
persiguió a la Iglesia. Fue necesaria una visita del Señor Jesús en el camino a Damasco para que Pablo se
diera cuenta de que era un pecador que necesitaba al Salvador.

Después de esto, Pablo, con humildad, ajustó su imagen de sí mismo a una estimación más acertada.
Dijo: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Fil
3.7). Cuando escribió a los corintios, dijo de sí mismo: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles,
que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Co 15.9).

Ahora bien, se podría pensar que Pablo debía tener una imagen terrible de sí mismo en ese momento.
¿Cómo podría superar la culpa de lo que había hecho? Tal vez usted se sienta así con respecto a su
propio pasado. ¿Los pecados que cometió le persiguen a todas partes, le desaniman y distorsionan la
imagen que tiene de sí? ¿Deja que sus fracasos moldeen la manera en que piensa de sí mismo? Si es así,
aprenda del ejemplo de Pablo.

Pablo se veía a sí mismo como Dios lo veía. No dejó que los fracasos del pasado moldearan su identidad.
Los dejó atrás para poder seguir a Cristo. En la salvación, Pablo se convirtió en una nueva persona, todo
debido a la gracia de Dios: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Co 15.10). Pablo no se despreció
una vez que reconoció sus pecados. Por el contrario, se vio a través de la lente de la verdad de la Palabra
de Dios.
Esto es lo que Dios quiere para cada creyente. No tenemos que vivir el resto de la vida con una visión
distorsionada de quienes somos, siendo esclavos de una imagen baja o muy alta de nosotros mismos. El
Señor quiere que tengamos una percepción equilibrada basada en las Sagradas Escrituras. Efesios 1.3-14
nos dice cómo nos ve Dios. Somos sus hijos elegidos y amados, redimidos, perdonados y colmados de
gracia.

Por último, Pablo vivió en la nueva imagen de sí mismo que le fue dada por la gracia de Dios. No
descansó después de la salvación, sino que siguió avanzando para convertirse en la persona para lo cual
Dios lo había creado y cumplir lo que había sido llamado a hacer. Pablo dijo: “su gracia no ha sido en
vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”
(1 Co 15.10).

El propósito de una percepción equilibrada no es solo que podamos sentirnos bien con nosotros mismos
y podamos relacionarnos bien con los demás, sino que Dios pueda utilizarnos como Él desea. Él nos está
transformando a la imagen de su Hijo (Ro 8.29) y cumpliendo su voluntad a medida que potencia
nuestro amor, servicio y obediencia.

Muchas cosas pueden distorsionar la percepción que tiene de usted mismo: la culpa por los pecados del
pasado, la crítica, los fracasos y la comparación con los demás son tan solo algunas de ellas. Pero
ninguna de ellas son indicios reales de quién es usted. En Cristo, usted es una nueva creación y se le ha
dado un nuevo ser, hecho a semejanza de Dios. Eso es lo que usted es en verdad.

La manera de desarrollar una imagen propia equilibrada es llenándose de la Palabra de Dios. Descubra lo
que Él dice acerca de usted. Luego comience a vivir en esas verdades por fe, con la convicción de que
Dios es quien le está transformando a imagen de Cristo. Dios está trabajando en y a través de usted para
que pueda servirle en la práctica, para que pueda interactuar con otros de una manera abierta y
piadosa, y para que pueda verse a sí mismo como Él lo hace. Si se aferra a las verdades de Dios y deja
que estas moldeen sus emociones y su comportamiento, descubrirá su verdadero yo.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley
P.D. Me gustaría desearles a todos los padres un muy feliz Día del Padre. Dios les ha dado la tremenda
responsabilidad de ayudar a sus hijos a desarrollar una imagen de sí mismos basada en las Sagradas
Escrituras. Sin importar la edad que tengan sus hijos, nunca es demasiado tarde para motivarlos.

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Junio 2021

Agosto 2021

Del corazón del pastor

Permita que la Palabra de Dios moldee su manera de pensar, actitudes, emociones, palabras y acciones.
Charles F. Stanley

Julio 2021

Tengo un hermoso arce japonés en mi patio delantero que brinda hogar a los pájaros en la primavera,
una sombra refrescante en el verano y un hermoso follaje en el otoño. Es una impresionante creación de
Dios. También es un maravilloso ejemplo de lo que Él desea hacer en la vida de los cristianos. Quiere que
estemos arraigados en Él con firmeza, que demostremos al mundo la belleza de una vida transformada
por Cristo, y que seamos fructíferos en nuestro carácter y en toda buena obra que Él espera que
hagamos (Ef 2.10). En otras palabras, la meta de Dios es que tengamos éxito en nuestro andar de fe.

Pero a veces estamos tan ocupados persiguiendo nuestro propio progreso personal que no nos damos
cuenta de que pudiéramos estar subiendo la escalera del éxito del mundo en lugar de la de Dios. La
escalera de Dios tiene diferentes peldaños o principios que nos llevan paso a paso a la eternidad. Por
supuesto, no estoy diciendo que sea malo tener riquezas materiales o prominencia. Hay muchos
ejemplos bíblicos de siervos de Dios prósperos e influyentes: Abraham, José, David, Salomón y Daniel
son solo algunos de ellos. Pero la escalera de Dios debe ser lo primero.

Es difícil para nosotros evaluar con precisión el éxito espiritual porque la evidencia terrenal es más fácil
de ver. Desde la perspectiva humana, el Señor Jesús podría haber parecido un fracasado. No hizo
desaparecer la pobreza, la esclavitud ni la injusticia. Dejó este mundo con solo un puñado de seguidores
y muchos enemigos. Pero a los ojos de su Padre, el ministerio del Señor Jesús fue un éxito total porque
obedeció a plenitud la voluntad de su Padre, incluso hasta el punto de morir en la cruz por los
pecadores. Su exaltación no llegó hasta que regresó al cielo, y lo mismo ocurrirá con nosotros.

Usted no tiene que sentirse fracasado por no estar a la altura de los estándares de prosperidad del
mundo que le rodea. Los cristianos vivimos de acuerdo con las verdades divinas, no con las expectativas
del mundo. Si desea disfrutar una vida exitosa de verdad, lea el Salmo 1, que explica el camino de Dios
hacia una vida fructífera.

En primer lugar, el salmista hace una advertencia. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo
de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Sal 1.1). El
panorama es de una cada vez mayor tolerancia y comodidad hacia el pecado. El descenso comienza
escuchando ideas y consejos impíos. Luego progresa al participar en prácticas pecaminosas, y culmina al
volverse como los impíos al adoptar sus actitudes irreverentes hacia Dios y su Palabra.

Ahora bien, en efecto usted puede tener amigos y conocidos incrédulos. De hecho, eso le da una
importante oportunidad de ser testigo de Cristo. Pero siempre debemos evitar seguir sus caminos,
porque las malas compañías tienen una influencia corruptora sobre nosotros (1 Co 15.33, 34).

Hoy en día, muchas personas están en este camino impío, aunque en apariencia puedan parecer muy
exitosas. Pero en última instancia, sin Cristo, todos sus logros se desvanecerán como la paja cuando se
presenten ante Dios (Sal 1.4).

Luego, el Señor llama a su pueblo a un camino más elevado. “Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche” (Sal 1.2). El éxito genuino está determinado por nuestra actitud
hacia las Sagradas Escrituras. Dios nos dice que no nos jactemos de nuestra sabiduría, nuestra fuerza o
nuestras riquezas, sino de la comprensión y del conocimiento de Él (Jer 9.23, 24). Y una de las mejores
maneras de conocer al Señor es a través de su Palabra.

¿Puede decir con sinceridad que la Biblia es un deleite para usted, o es más bien un deber cristiano?
¿Siente usted gran placer y satisfacción en las Sagradas Escrituras? Si no anhela la Palabra tanto como
quisiera, hay una solución. Pídale al Señor que le enseñe a deleitarse en ella. Luego, empiece a leer y a
meditar en un pasaje bíblico.

La meditación no es una experiencia mística. Tan solo significa pensar a profundidad en lo que ha leído.
No se limite a hojear un pasaje para poder tacharlo de su lista, más bien hágase preguntas mientras lee.
¿Qué dicen estos versículos sobre Dios y su carácter, caminos, propósitos y deseos? ¿Hay un
mandamiento que obedecer, una advertencia que atender o una promesa que creer? Luego, considere
cómo puede aplicar lo que ha aprendido. Permita que la Palabra de Dios moldee su pensamiento,
actitudes, emociones, palabras y acciones. Recuerde que cuanto más se familiarice con las Sagradas
Escrituras, mayor será su disfrute y satisfacción en ellas.

Por último, el resultado de permanecer en el camino de Dios es una vida fructífera (Sal 1.3). “Será como
árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que
hace, prosperará”. La imagen es la de una vida estable que se mantiene firme en tiempos de adversidad,
porque está muy bien arraigada en la verdad bíblica y sostenida sin cesar por Cristo.

Todos queremos vidas productivas y prósperas, pero debemos asegurarnos de que estamos anhelando
el tipo de vida correcto. La prosperidad material puede ser útil, pero la perderemos toda cuando
muramos. Pero si nuestro deleite está en seguir a Dios y su Palabra, tendremos un tesoro eterno
esperándonos en el cielo.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Este mes celebramos el Día de la Independencia de nuestro país. Le animo a darle gracias a Dios por
la libertad y paz verdaderas que obtenemos al poner nuestra fe en Jesucristo. Mi oración es que camine
en gozo con Él y disfrute de todas las bendiciones de una vida obediente en Cristo.

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Julio 2021

Septiembre 2021

Del corazón del pastor

No podemos florecer de manera genuina, a menos que permanezcamos en Cristo.

Charles F. Stanley

Agosto 2021

¿Alguna vez se ha sentido desilusionado con la vida cristiana?

Tal vez comenzó su camino de fe con gran entusiasmo por Cristo y por su salvación, pero con el pasar
del tiempo empezó a preguntarse por qué seguía luchando con los mismos pecados de siempre, por qué
servir al Señor se había convertido en una carga en lugar de un gozo, y por qué no estaba
experimentando la paz que Cristo prometió.

Así me sentí yo en un momento de mi vida.

A pesar de haber sido pastor durante algún tiempo y ver que la gente respondía al evangelio cuando
predicaba, estaba insatisfecho con mi propio andar espiritual.
Me faltaba algo y no sabía qué era.

Estudiaba más la Biblia, oraba con frecuencia, ayunaba durante tres días, trabajaba más y predicaba
durante más tiempo, pero seguía sintiéndome derrotado, faltándome los frutos del Espíritu en mi vida:
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Ga 5.22, 23).

Estaba agotado, y mi esfuerzo no me había llevado a la victoria espiritual.

Cuando estaba en mi peor momento, tomé un libro sobre Hudson Taylor, el fundador de la Misión
Interior de China. A pesar de su amor por Cristo y su deseo de servir con fidelidad al Señor Jesucristo, se
describía a sí mismo como un cristiano agobiado por sus responsabilidades, derrotado por el pecado y
de alma agotada.

Eso era justo lo que sentía yo.

Uno de los amigos de Taylor le escribió y le recordó que era mejor no esforzarse en sus propias fuerzas
sino dejar que el Salvador obrara en él, permaneciendo en el Señor: debía confiar en Cristo para poder
superar las situaciones injustas, descansar en su amor constante y ser siempre consciente del gozo
hallado en la absoluta salvación de todo pecado.

Hudson Taylor tomó este consejo en serio y se transformó en un cristiano victorioso y feliz. Su carga de
trabajo seguía siendo grande, pero el peso y la tensión habían desaparecido.

De repente, tenía esperanza. La respuesta era permanecer, no esforzarse en sus propias fuerzas.

En Juan 15.1-11, el Señor Jesús utilizó la ilustración de una vid y sus ramas o pámpanos para explicar la
relación que los creyentes tienen con Él. Cristo es la vid y nosotros los pámpanos. Su vida es la que fluye
a través de nosotros y produce el fruto, no nuestros esfuerzos.
Pero ¿qué significa permanecer?

Es una palabra que no usamos a menudo hoy en día. En las Sagradas Escrituras, significa mantenerse en
una condición o relación, morar, descansar o quedarse en un lugar particular.

En Primera de Juan 3.24 se nos dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en
él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”.

Juan dice que una relación estable con Dios es aquella en la que existe la unión con Cristo, la cual ocurre
en la salvación, y la prueba es el Espíritu Santo que mora en nosotros.

Como creyentes, nuestra posición es la de permanecer en Cristo, y eso nunca puede cambiar, pero
algunas veces no practicamos el permanecer.

Somos como ramas que se agitan hacia arriba y hacia abajo, esforzándonos por dar algún fruto
espiritual. En líneas generales, tratamos de llevar la vida cristiana con nuestras propias fuerzas, y eso es
imposible.

No podemos florecer de manera genuina, a menos que permanezcamos en Cristo. Él es quien


transforma nuestro carácter, vence el pecado y da poder a nuestro servicio.

Pero esto no significa que debamos sentarnos y no hacer nada.

¿Cuál es nuestra responsabilidad al permanecer?

“En esto conocemos que permanecemos en él [Cristo]: el que guarda su palabra, en éste
verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice
que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn 4.13; 1 Jn 2.5, 6).
El Señor Jesús no era pasivo. Por el contrario, era muy activo, pero no trabajaba con energías humanas.
Era la demostración perfecta de una vida llena del Espíritu (Lc 4.1).

El Hijo de Dios, omnipotente y soberano, dependía del Espíritu y se sometía al Padre. Dijo: “Las palabras
que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”
(Jn 14.10).

Así que, para permanecer activos en Cristo, debemos caminar como Él lo hizo; no en nuestra propia
fuerza y sabiduría, sino en dependencia del Espíritu Santo y en sumisión y obediencia al Padre y a su
Palabra.

¿Cuáles son los beneficios de permanecer en Cristo?

Como humanos, nos gusta tener el control, por lo que la vida en Cristo puede parecer exigente, pero los
beneficios superan con creces cualquier pérdida percibida.

De hecho, todo lo que tenemos que perder es el esfuerzo, la derrota, el agotamiento y el desánimo. En
cambio, encontramos descanso para el alma, servicio y carácter fructíferos, respuesta a la oración,
confianza en el amor de Dios por nosotros y plenitud de gozo (Jn 15.5-11).

En esencia, esa es la descripción de una vida cristiana floreciente y victoriosa que glorifica a Dios y
demuestra que se es un discípulo de Cristo (Jn 15.8).

Si usted está pasando por un momento difícil, inhóspito y estéril, aunque se haya equivocado mil veces,
aún hay esperanza: no tiene porqué seguir así. Cada día es una oportunidad para practicar la
permanencia en Cristo.

Cada vez que me encuentro cansado, ansioso y derrotado, me pongo de rodillas y confieso que estoy
confiando en mí mismo en lugar de confiar en Cristo.
Cuando me suelto y le entrego todas mis preocupaciones al Señor, su paz llena mi alma. Entonces,
mientras confío en el Señor, Él me da fuerzas para lidiar con lo que sea que esté enfrentando.

Y Él hará lo mismo por usted.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Sé que la vida puede ser a veces difícil. Por eso espero que Ministerios En Contacto le haya
animado. Es fácil sentirse desilusionado por los fracasos, pero hay esperanza en saber que convertirse
en un cristiano victorioso y fructífero es un proceso que dura toda la vida. Dios nunca se rinde ni deja de
trabajar en nosotros. Él será fiel para completar lo que ha comenzado en usted.

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Agosto 2021

Octubre 2021

Del corazón del pastor

Comprender y disfrutar de las bendiciones de Dios le liberará para disfrutar de una vida cristiana
victoriosa.

Charles F. Stanley

Septiembre 2021

Cuando mis hijos eran pequeños, les encantaba acampar.

Era antes de los días de los teléfonos móviles, y no había teléfono en nuestra casa rodante, así que
tenían a papá para ellos solos. Pueden imaginarse que, como pastor ocupado, en casa recibía llamadas
telefónicas una tras otra, y los niños solo querían tener un tiempo en el que nadie más pudiera
interrumpirnos.

Ahora imagínese, como hijo de Dios, usted tiene toda la atención del Creador del universo, en cualquier
momento que lo llame.

Dios nunca está demasiado ocupado, y nunca nadie lo llamará antes de que usted haya terminado de
derramar su corazón ante Él. ¡Qué privilegio!
¿Por qué no lo aprovechamos más a menudo?

Creo que una de las principales razones es la falta de comprensión de las bendiciones que tenemos en
Cristo.

Somos hijos del Todopoderoso. Sin embargo, a veces nos centramos tanto en las preocupaciones
terrenales que nos olvidamos de clamar a Dios o de confiar en Él. Al poco tiempo terminamos
soportando todas las cargas, sintiéndonos derrotados por las pruebas, y sufriendo de sentimientos de
insatisfacción.

Si se siente agobiado por temores y cargas emocionales, no tiene por qué ser así.

La paz, la alegría, la libertad y la victoria deben caracterizar a los creyentes en el Señor Jesucristo. Estas
cualidades nos llenan y equilibran mientras nos enfocamos en las riquezas espirituales que son nuestras
como resultado de la salvación.

Entonces, ¿qué es con exactitud lo que Cristo ha provisto para nosotros?

Me gustaría centrarme en solo tres de sus muchos dones.

En primer lugar, tenemos la aceptación de Dios.

“[Dios] habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro
afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”
(Ef 1.5, 6).

Una de nuestras necesidades humanas más básicas es el sentido de aceptación y pertenencia, y eso es
justo lo que nos da Cristo. Una vez que hemos confiado en Él como nuestro Salvador, pasamos a formar
parte de la familia de Dios para siempre.
El Señor no nos dice que limpiemos nuestras vidas y dejemos de pecar antes de venir a Él.

No podríamos hacer eso aunque lo intentáramos. Tan solo nos invita a venir como somos a Cristo, y
confiar en que su muerte cubre todos nuestros pecados. En ese momento, somos perdonados y
revestidos de la justicia de Cristo.

El Padre nos acepta, no por lo que somos y hemos hecho, sino por quien es Cristo y lo que Él hizo.

“Al que no conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él” (2 Co 5.21).

Ahora bien, eso no significa que uno pueda vivir una vida de depravación. La aceptación de la gracia de
Dios es una motivación para la obediencia santa, no una licencia para pecar. Nos permite venir al Señor
en confesión, recibir el perdón y ser parte del proceso de santificación de por vida.

Aunque Dios odia el pecado, ama y acepta a sus hijos.

Otro regalo asombroso que tenemos en Cristo es la vida eterna.

Al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, la vida eterna no comienza después de morir y
entrar al cielo. Más bien, se convierte en nuestra desde el momento de la salvación.

El Señor Jesús dijo: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn 3.36).

Por lo general pensamos en la vida eterna como una vida sin fin, pero es mucho más que eso.
La vida eterna es una calidad y un carácter de vida diferente por completo; es la vida divina sobrenatural
de Dios que habita en nosotros a través de nuestra unión con Cristo: “Dios nos ha dado vida eterna; y
esta vida está en su Hijo” (1 Jn 5.11).

Por eso los creyentes nunca pueden perder la salvación. Cuando Cristo es nuestro Salvador, su vida fluye
a través de nosotros ahora mismo y continuará para siempre.

Un tercer don que Cristo nos da es la comunión con Dios.

Habiendo sido uno de los doce discípulos del Señor Jesús, Juan escribió: “lo que hemos visto y oído, eso
os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión
verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn 1.3).

Cuando una persona cree en el evangelio y se vuelve a Cristo con fe, entra en una relación personal de
comunión con Él y con el Padre.

Comunión significa unión, intimidad, vinculación y compartimiento.

Las personas de otras religiones pueden hablar u orar a estatuas e ídolos, pero nunca podrán tener una
relación personal con ellos (Sal 115.4-6).

Tenemos a nuestro Padre celestial quien nos invita a acudir a Él con todas nuestras preocupaciones.
Cuanto más lo conozcamos a través de su Palabra y de la oración, más precioso será para nosotros la
comunión que disfrutamos con Él.

¿Vive usted en la realidad de estos tres dones que son suyos en Cristo: la aceptación de Dios, la vida
eterna y la comunión con el Padre y el Hijo?
Cuando crea y viva en estas verdades, estas se convertirán en parte vital de su pensamiento y le
sostendrán en medio de cada prueba y angustia. En lugar de estar agobiado por la derrota, la
insuficiencia y la inseguridad, su confianza en el Señor crecerá.

Confíe en su Padre celestial como el hijo amado que es.

Comprender y disfrutar de las bendiciones de Dios le liberará para disfrutar de una vida cristiana
victoriosa.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Una de mis mayores alegrías es proporcionar enseñanza bíblica para ayudar a los creyentes en su
caminar diario con el Señor. Espero que con valentía se apropie de sus dones en Cristo, tal como se
revelan en la Palabra de Dios, y descubra la abundante paz y el gozo de la vida cristiana.

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Septiembre 2021

Noviembre 2021

Del corazón del pastor

Las relaciones más difíciles suelen ser con los más cercanos a nosotros.

Charles F. Stanley

Octubre 2021

¿Se ha dado cuenta alguna vez de lo difícil que puede ser entender de verdad a otra persona?

La mayoría de nosotros hemos tenido la experiencia de sentirnos desconcertados con ciertas


interacciones, incluso con personas cercanas a nosotros.

Recuerdo que una vez ayudé a dos personas en su esfuerzo por llevarse mejor. Cuando compartí con
una de estas personas lo que la otra esperaba de ella, se sorprendió. ¡Pensaban que eso era lo que
habían estado haciendo todo el tiempo!
Saber cómo amar a los demás pudiera ser un reto, pero es clave seguir haciéndolo.

Dios creó a los seres humanos como criaturas relacionales. Una carrera, las riquezas y el éxito pueden
ser satisfactorios en algunos aspectos, pero no pueden sustituir relaciones profundas y satisfactorias.

En el Jardín del Edén, Adán y Eva tenían una comunión perfecta entre ellos hasta que dejaron entrar al
pecado. Desde entonces, las interacciones humanas han estado plagadas de disfunciones, dolor y
conflictos.

Las relaciones más difíciles suelen ser con los más cercanos a nosotros: nuestras familias o aquellos que
son muy significativos para nosotros a nivel personal.

Nuestra intimidad con Dios puede capacitarnos para amar bien a los demás, pero las buenas relaciones
no se producen de forma automática. Se necesita tiempo y esfuerzo para cultivarlas.

A veces estamos tan ocupados y distraídos con nuestras responsabilidades que no nos detenemos a
evaluar qué tan bien nos estamos relacionando con los miembros de nuestra familia. De hecho, si no
somos conscientes de ello, podemos volvernos insensibles a la forma poco cristiana en que los tratamos.

Puede que ni siquiera veamos el problema hasta que nos enfrentamos a una crisis importante, como el
divorcio o el alejamiento de nuestros hijos o padres.

Así que, tomémonos un tiempo ahora mismo para considerar la calidad de nuestras relaciones
familiares.

Cuando el Señor Jesús predicó el Sermón del monte, dio un principio que debería guiar todas nuestras
interacciones: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos” (Lc 6.31).
La mayoría de nosotros estamos familiarizados con este dicho porque se conoce como la regla de oro,
pero conocerla no es lo mismo que practicarla. Este mandato vino de primera mano del Señor Jesús, y
como sus seguidores estamos obligados a obedecerlo.

Le invito a que piense en este principio y escriba una lista de las maneras en que le gustaría que los
demás le trataran a usted.

Luego pregúntese si es así como se está comportando usted con los demás, y en particular con los
miembros de su familia. Por ejemplo, si quiere que le traten con respeto, ¿hace usted lo mismo con su
cónyuge, sus hermanos o sus padres?

Mientras elabora su lista, reflexione en cuanto a cómo nos dice Dios que actuemos.

En primer lugar, el Señor quiere que demostremos amor para con los demás.

Todos los mandamientos de la Biblia sobre las relaciones humanas se resumen en esta frase: “Amarás a
tu prójimo como a ti mismo” (Ro 13.9).

El amor es más que una emoción; es una acción desinteresada y centrada en los demás. El motivo es
hacer lo mejor para los demás. Y lo mejor no siempre será lo que ellos creen que quieren.

Pero a medida que practiquemos este comportamiento, mejoraremos en el reconocimiento de las


necesidades y expectativas tácitas de los que amamos.

En segundo lugar, Dios nos dice que tratemos al prójimo con amabilidad.

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia” (Col 3.12).
¿No le gustaría que los demás le trataran de esta forma en lugar de con dureza?

Entonces es así como usted debe tratarlos. Piense en la armonía y la paz que estas cualidades
generarían en su hogar o en sus relaciones. Los niños que crecen en un entorno amable tienen más
probabilidades de continuar esta práctica en sus propios hogares en el futuro.

En tercer lugar, debemos perdonarnos los unos a los otros como Dios nos perdonó a nosotros.

Debemos responder “Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja
contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Col 3.13).

Como los miembros de una familia suelen vivir en un nivel de proximidad muy estrecho, las ofensas son
inevitables. Pero nunca debemos vivir al borde de la ira ni guardar rencor, porque eso es un veneno que
afecta a todos los miembros de la familia.

Cuando ofendemos a otros, queremos que nos perdonen, y eso es lo que también debemos hacer
nosotros cuando somos ofendidos, perdonar.

Puede que piense que tratar a los demás así es imposible, y en sus propias fuerzas, lo es. Pero los
creyentes tenemos el poder del Espíritu Santo para relacionarnos con los demás como Dios desea que lo
hagamos.

Recuerde que la Regla de Oro no siempre es recíproca. El contexto de Lucas 6.31 se refiere a la
respuesta al maltrato. Tratar a alguien según este principio no significa que ellos harán lo mismo con
usted. El objetivo es asegurarse de que usted reaccione como Dios quiere, sin importar las
circunstancias.

Incluso si su amabilidad no es correspondida al principio, su respuesta amable podría bendecir a la otra


persona.
En varias ocasiones, cuando mostré amabilidad a quienes me maltrataron, vi una mirada de asombro en
sus rostros porque no era lo que esperaban. Usted puede dejar huella en la vida de alguien si vive este
principio.

Su amabilidad con los demás, y con mayor razón con los miembros de su familia, tiene un gran valor. Y a
medida que deje de enfocarse en sí mismo, descubrirá que los entiende mejor. Sus relaciones mejorarán
sobremanera, lo cual complace y honra a Dios.

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Es un consuelo saber que el Señor puede restaurar relaciones y corazones rotos. Aquí en
Ministerios En Contacto nos gustaría ayudarle a buscar la sanidad para su familia. Si usted está luchando
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In Touch Ministries

Octubre 2021

Diciembre 2021

Del corazón del pastor

¿Tiene amistades que enriquezcan su vida y le llenen de gratitud?

Noviembre 2021

¿Por qué está agradecido el día de hoy?

Como mínimo, podemos dar gracias a Dios por los alimentos de cada día y por el techo bajo el que
vivimos. Y es muy probable que pueda mencionar muchos otros motivos al “contar sus bendiciones”.

Las bendiciones de Dios no deben ser menospreciadas, aunque a menudo tengamos que aprender a
reconocerlas.

Una de estas bendiciones es la compañía.


Cuando estaba en la universidad, conocí a alguien que entendía lo que se necesita para ser un amigo
dedicado. Se pasaba por allí y me preguntaba si quería comer con él o si podía hacer algo por mí.
Aunque me negara, seguía visitándome.

Con el tiempo nos convertimos en amigos, y en verdad valoré su persistencia. Me enseñó lo que en
realidad significa ser un amigo, lo cual ha sido una bendición por el resto de mi vida.

¿Tiene amistades que enriquezcan su vida y le llenen de gratitud?

En la era de las redes sociales, la gente tiene más “amigos” que nunca. Pero ¿qué hay de los compañeros
leales que le conocen muy de cerca y están a su lado en los buenos y en los malos momentos? Todos
necesitamos este tipo de amistad, pero las relaciones estrechas son más difíciles de encontrar en estos
tiempos.

Dios nos creó como seres con la capacidad de relacionarnos para que pudiéramos interactuar con Él y
con los demás.

Por eso, después de crear a Adán, creó a Eva, diciendo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn
2.18). A lo largo de las Sagradas Escrituras hay ejemplos de amistad: Moisés y Aarón, David y Jonatán,
Daniel y sus amigos Sadrac, Mesac y Abed-nego. El Señor eligió a doce hombres para que fueran sus
discípulos, y tres de ellos fueron sus amigos más cercanos: Pedro, Santiago y Juan.

El Señor no quiere que usted ande solo por la vida.

Si siente un vacío en esta área de su vida, me gustaría ayudarle.

En primer lugar, nuestros amigos íntimos suelen ser pocos. Y las amistades no surgen de forma
automática; requieren tiempo, esfuerzo y desinterés.
También existe un riesgo emocional, ya que en algún momento uno puede ser herido por un amigo.
Pero eso no debe impedirle encontrar un compañero de confianza y cultivar una relación que los
satisfaga a ambos.

La construcción de una amistad duradera requiere una buena base.

Los intereses mutuos son el punto de partida en la amistad, pero el más importante es la relación con
Jesucristo como Salvador.

Aunque no debemos aislarnos de quienes no sean cristianos, estos no serán siempre nuestros mejores
amigos porque sus valores, deseos y creencias pueden ser contrarios a los nuestros. La Biblia advierte
que cuando la compañía no es la adecuada, “las malas conversaciones corrompen las buenas
costumbres” (1 Co 15.33).

Necesitamos amigos que nos acerquen al Señor, no que nos alejen de Él.

El segundo bloque de construcción es una relación regida por principios bíblicos.

Una de las razones por las que las amistades se desmoronan es que las personas no se tratan entre sí
como lo dice la Palabra de Dios. Hay que ser un amigo, y tener un amigo, que sea paciente, amable,
humilde, desinteresado y que perdone; que no guarde rencores, que no tenga celos, que no se enoje
con facilidad, ni que actúe de manera indebida (1 Co 13.4, 5).

Filipenses 2.4 nos recuerda que debemos velar por los intereses de la otra persona más que por los
nuestros.

Si entramos en una relación por necesidad, pronto se desequilibrará porque nos apoyaremos con
frecuencia en nuestro amigo para satisfacer nuestras propias necesidades. Eso es agotador para la otra
persona y a lo mejor la alejará.
Dios quiere que en última instancia nos apoyemos en Él, no en otro ser humano, porque solo Él es
suficiente para satisfacer todas nuestras necesidades, ya sean físicas, materiales, emocionales o
espirituales.

En tercer lugar, las relaciones duraderas se construyen sobre la mutua edificación espiritual.

Nos animamos unos a los otros en la fe, compartimos lo que hemos aprendido en la Palabra de Dios,
hablamos del Señor y oramos por y con la otra persona. Cuando un compañero cercano pasa por un
momento difícil, empatizamos con él y lo apoyamos, y si Dios bendice a nuestro amigo de alguna
manera, seguro nos alegraremos (Ro 12.15). A veces, la edificación toma la forma de una reprimenda
dada en un espíritu de humildad y gentileza (Ga 6.1).

En cuarto lugar, una relación íntima se basa en la transparencia mutua.

Es imposible cultivar una relación profunda cuando una de las partes se niega a abrirse. No se puede
construir una amistad con alguien que ha construido un muro tan alto y ancho que nadie puede
atravesarlo.

El apóstol Pablo tenía este problema con la iglesia de Corinto. Les había abierto su corazón, pero ellos
eran muy reservados con él. Así que les suplicó que abrieran sus corazones en un intercambio similar (2
Co 6.11-13).

Experimentar todas las dimensiones de una buena amistad le hará estar bastante agradecido, tanto por
la persona de quien se ha hecho amigo como por la bondad de Dios al unirlos.

Mi oración es que encuentre un amigo leal y confiable y que juntos crezcan en su relación con el Señor.

Seguir estas pautas bíblicas abrirá un camino hacia la satisfacción, la alegría y la plenitud. Ese amigo
devoto podría convertirse en una de las más ricas bendiciones de Dios en su vida.
Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Me gustaría desearle un muy feliz Día de Acción de Gracias en el que celebre todo lo que Dios ha
hecho. Sus bendiciones incluyen las increíbles riquezas de la salvación, junto con todo lo que Él nos da
en la Tierra para suplir cada una de nuestras necesidades. ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!

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Noviembre 2021

Carta de Fin de Año 2021

Del corazón del pastor

Jesucristo recibió los primeros regalos de Navidad de la historia, y eran perfectos para Él.

Diciembre 2021

¿Se ha sentido alguna vez deleitado y sorprendido cuando alguien ha elegido el regalo perfecto para
usted?

Es maravilloso recibir un regalo así. Recuerdo uno que llegó a mi puerta hace años en una gran caja que
decía “Frágil - Vidrio”. No podía imaginar lo que era. Cuando lo abrí, me quedé asombrado. El dador
había elegido algo que yo valoraría mucho, y fue una tremenda bendición.

También es agradable hacer un regalo así, ¿verdad?

Eso es parte de lo que nos gusta de la Navidad. Es el nacimiento de nuestro Salvador, el mejor regalo de
todos. Y en respuesta, compartimos nuestra alegría buscando artículos especiales para los demás.
Escucharles decir: “¡Es perfecto!”, nos hace muy felices.

El Señor Jesucristo recibió los primeros regalos de Navidad de la historia, y eran perfectos para Él.

Si nuestro Señor hubiera podido hablar, creo que cuando los magos le ofrecieron sus regalos también
habría dicho: “¡Son perfectos!”. El oro, el incienso y la mirra pueden no parecer adecuados para un
bebé, pero el Jesucristo no era un niño común y corriente.

Este relato de su vida tiene mucho que decirnos. Le invito a que vea conmigo el maravilloso relato de los
magos y sus regalos de Navidad (Mt 2.1-16).
En primer lugar, consideremos los personajes de este relato.

Los magos eran líderes políticos y sacerdotales de Oriente, tal vez de Babilonia (v. 1). Podrían haber sido
descendientes de los que habían aprendido de Daniel sobre el Dios de Israel y el Mesías prometido.

Después de ver la estrella en su tierra natal, los magos hicieron el largo viaje a Israel. Al entrar en
Jerusalén, preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto
en el oriente, y venimos a adorarle” (v. 2).

Su pregunta causó un gran revuelo.

El rey Herodes se preocupó por los viajeros y su extraño anuncio (v. 3). Él se consideraba el rey de los
judíos, y desde una perspectiva terrenal, lo era. La principal preocupación de Herodes era asegurarse de
que este bebé judío no se interpusiera entre él y su trono.

Herodes reunió a los jefes de los sacerdotes y a los escribas para determinar dónde debía nacer el Cristo
(vv. 4-6). Le informaron que las Sagradas Escrituras decían que el Mesías vendría de Belén.

En lugar de estar entusiasmados por unirse a la búsqueda de su Rey, estos expertos religiosos debieron
sentirse satisfechos con sus vidas espirituales, pues la Biblia no registra ninguna otra acción por parte de
ellos.

En cambio, las acciones de los magos se centraron en exaltar al Rey de los judíos recién nacido, sin
ningún interes oculto. Cuando llegaron a la casa donde estaba el recién nacido Jesús, con asombro y
humildad, “se postraron y lo adoraron” (v. 11). Luego le dieron regalos dignos de un rey.

En segundo lugar, consideremos los regalos que eligieron (v. 11).


Aunque es dudoso que los magos entendieran el significado final de estos regalos, cada uno era
apropiado y profético para el Hijo de Dios:

La mirra era un perfume que se utilizaba en especial para los entierros y profetizaba la muerte del Señor
Jesús y de su papel como nuestro Redentor.

El incienso era quemado en el altar de oro del templo judío por los sacerdotes y simbolizaba el papel del
Señor Jesucristo como nuestro sumo sacerdote y mediador con Dios.

Y el oro mostraba un alto honor y era un regalo apropiado para un rey, justo lo que es el Señor Jesús.

Por último, comparemos las respuestas de los personajes.

Eso nos ayudará a considerar qué actitud tenemos en cuanto a Cristo en este momento. Al igual que los
personajes del relato, cada uno de nosotros ve al Señor Jesucristo de una de las tres maneras siguientes:

Herodes veía a Cristo con hostilidad porque lo consideraba una amenaza (v. 16).

Esta actitud aún prevalece hoy en día. Algunas personas rechazan al Señor Jesús porque quieren
gobernar sus propias vidas. Reconocerlo como Rey sería demasiado costoso ya que requeriría someterse
a Él.

Los líderes religiosos judíos veían a su Mesías con indiferencia (vv. 4-6).

Conocían las Sagradas Escrituras, pero se conformaban con adorar a Dios de la misma manera que
siempre lo habían hecho.

Tal complacencia todavía caracteriza a algunos creyentes. Aunque asisten a la iglesia, no tienen ningún
deseo de conocer a Cristo en profundidad. A efectos prácticos, Él no tiene cabida en sus vidas cotidianas.

Los sabios lo vieron como el Rey digno de adoración, y se inclinaron con humildad ante Él (v. 11).
Si sigue su ejemplo, usted también puede celebrar y disfrutar de la maravilla del regalo perfecto de Dios
para nosotros (Jn 3.16). Cuando usted reconoce a Cristo como Rey de su vida, descubre las alegrías y las
riquezas insondables de formar parte de su reino maravilloso.

Ese es el regalo perfecto que Él quiere de usted: su disposición a caminar junto a Él, ahora y para
siempre en la eternidad. ¡Qué Dios tan amoroso!

Con amor fraternal,

Charles F. Stanley

P.D. Oro para que usted y su familia celebren en el Espíritu el nacimiento de nuestro Salvador. Deseo
que, con cada regalo que den y reciban, recuerden con alegría la historia de los magos, y que esta le
ayude a adorar y honrar al Señor Jesús como su Rey amado.

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