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Cantar tercero
t' ílbuena hora nació y vio rodeado el escaño por sus buenos va-
ron es:
- ¿Qué pasa, mesnad as, qué hacéis aquí?
- ¡Ay, honrado señor, qué susto nos dio el león!
El Cid hincó el codo y se puso de pie, con el manto al cuello,
como sien1pre, se dirigió al león; el león, cuando lo vio, se humi-
lló, ante el Cid agachó la cabeza e hincó el hocico en el suelo. El
Cid don Rodrigo lo cogió por el cuello y lo llevó con la mano
hasta que lo metió en la jaula. Maravillados se quedaron todos los
que lo vieron y se volvieron al salón del palacio. El Cid preguntó
por sus yernos y no los encontró , aunque los llamaban, ninguno
respondía. Cuando los encontraron, venían sin color; no veáis las
bromas que corrían por la corte hasta que el Cid Campea dor pro-
hibió que les hicieran más. Los infantes de Carrión se sintieron
muy ofendidos y apesadumbrados se quedaron por este suceso.
Mientras seguían ellos sufriend o este gran disgusto, vinie-
ron a asediar Valencia fuerzas de Marruec os, plantaro n cin-
cuenta mil tiendas de las principales. Era el rey Búcar, del que
quizás hayáis oído hablar. El Cid y todos sus hombres se alegra-
ro n, pues les aumenta ba la ganancia, gracias al Creador; mas, a
los infantes de Carrión les pesaba profund amente ver tantas
tiendas de moros que no eran de su agrado. Ambos hermano s
se apartaron para hablar entre sí:
- Cuando nos casamos, tuvimos en cuenta lo que ganába-
mos, pero no lo que perdíam os. Ahora en esta batalla ten?~e-
°:º5 que entrar, está visto que no volveremos a ver Carnon,
viudas se quedarán las hijas del Campea dor. ,
Muño G ustioz oyó lo que hablaban en secreto Y llevo eSt ªs
noticias al C id Rodrigo Díaz, el Campea dor: .
- ¡Mirad qué pavor tienen vuestros yernos, tan valientes
"º n q ue, en vez de entrar en b ata11a, d esean vo lver a Carrión! Id
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Cantar de Mio C!Q_
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Cantar tercero
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Prelado: clérigo, sacerdote.
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embrazó el escudo y bajó la lanza, espoleó a Babieca, el caballo
que bien corre, y fue a atacarlos con toda s sus fuerzas. En las
primeras filas el Cam pead or entró , derri bó a siete y mató a cua-
tro. Quis o Dios que así fuese la victoria. El Cid con los suyos
inició la persecución por el cam pam ento . Veríais romperse tan-
tas cuerdas y arrancarse las estacas, y caerse las tiend as tan pre-
ciadas. Los del Cid los echa ron del cam pam ento .
Siete millas 3 duró la pers ecuc ión, el Cid se puso a perseguir
al rey Búcar, que tenía un buen caballo y daba grandes saltos ,
mas Babieca, el del Cid, le iba dand o alcance. El Cid alcanzó a
Búca r a tres brazas del mar, alzó la espa da Cola da y un gran
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villosa y gran batalla, en que se honró el Cid y cuantos con él
estaban.
Con estas ganancias empezaron a volverse al campamento.
Sabed, todos saqueaban el campo a conciencia y llegaban a las
tiendas. El Cid Rodrigo Díaz, llamado el Campeador, venía
veloz con dos espadas que apreciaba mucho, por el campo de
batalla, sin la cota de malla 5 y la cofia sobre el cabello, muy
arrugada. Algo vio el Cid que le satisfizo, alzó los ojos, miró al
frente y vio venir a Diego y a Fernando, los dos hijos del_ con-
de don Gonzalo. Se alegró el Cid, y dijo sonriendo abierta-
mente:
-¡Venid, yernos, mis hijos sois ambos! Sé que de luchar ya
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s ~~d .
e malla: armadura hecha de una malla de hierro.
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Cantar de Mío Cid
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Cantar tercero
LA AFRENTA
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Cantar de Mio Cid
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__ - ------- - _ _ _ Cantar tercero
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Cantar de Mi~(¿id_ _ _
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Agüero: presagio, señal de algo futuro.
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Se separaron como se separa la uña de la carne, se volvió a
Valencia el que en buena hora nació y comenzaron a marchar
los infan tes de Carrión. Por Santa M aría de Albarracín hicie-
ron noche. Se dieron toda la p risa que podían los infantes de
Carrión. Enseguida estuvieron en Malina, con el moro Aben-
galbón. Este, al enterarse, se alegró sinceramente y salió a re-
cibirlos con gran alborozo. ¡Dios, qué bien los atendió a su
entera satisfacción! Al día siguiente por la mañana cabalgó con
ellos y los mandó escoltar con doscientos caballos. En un lugar
que llaman El Ansarera pasaron la noche. A las hijas del Cid el
1noro les dio regalos y sendos caballos buenos a los infantes de
Carrión; todo lo hizo el moro por amor del Cid Campeador.
Hecho esto, el moro regresó a su hogar. Se fueron de El Ansare-
ra los infantes de Carrión y empezaron a andar de día y de no-
che.
Al robledal de Carpes entraron los infantes. Los montes
eran altos, las ramas subían hasta las nubes y algunos animales
feroces andaban por alrededor. Hallaron un vergel con una
fuen te de agua limpia, mandaron plantar la tienda los infantes
de Carrión, y allí pasaron la noche con todos los que los acom-
pañaban, abrazando a sus mujeres les demostraron amor: ¡qué
mal lo hicieron cuando salió el sol! Mandaron cargar las mulas
con las muchas riquezas, recogieron la tienda donde se alberga-
ron aquella noche, y mandaron por delante a sus hombres, de
manera que no quedase allí nadie, ni hombres ni mujeres, salvo
sus muj eres, doña Elvira y doña Sol, con las que querían sola-
zarse a su gusto. Todos se habían ido, ellos cuatro estaban solos,
gran infamia habían planeado los infantes de Carrión:
- Creedlo bien, doña Elvira y doña Sol, aquí seréis escarneci-
das, en estos ariscos mon tes, hoy nos marcharemos y os aban-
<lonaremos, no tendréis parte alguna de las tierras de Carrión.
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Cantar de Mio Cid
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- -- - - --- --- - Cantar tercero
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Cantar de Mio Cid ----
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Cantar tercero
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egn'a• El Cid fue a abrazar a sus hijas; besándolas a ambas ,
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olvió a sonreirse:
v -¡Venid, hijas mías, que Dios os libre de mal! Yo acepté e]
casanüento, que no me atreví a negarme. ¡Quiera el Creador
que en el cielo est~ ,que ?s vea mejo~ casadas en adelante! De
mis yernos de Carnon Dios me permita vengarme.
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Cantar de Mio Cid
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~---------------- Cantar tercero
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Cantar de Mio Cid
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Cantar tercero
-¡Por San, Isidoro, que, esta vez no será así! Cabalgad, Cid,
salude monos de todo corazón , pu es d e l0
s1. n0 , ine sabna mal; ,
que a vos os pesa a m1 me duele el corazón. ¡Quiera Dios que
hoy se honre la cort~. por vo~!
-¡Así sea! -dlJO el Cid Campe ador, le besó la mano y
después en la boca- . ¡Alabado sea Dios, que puedo veros, se-
ñor! Me inclino ante vos y ante el conde don Ramón y ante el
conde don Enriqu e y ante cuanto s aquí están. ¡Dios guarde a
nuestros amigos y más que a nadie a vos, señor! Mi mujer doña
Jimena, ilustre dama, os ruega, así como mis dos hijas, que os
duela esto que nos sucedió, señor.
-¡Así lo hago, válgame Dios!
A Toledo regresó el rey, pero el Cid esa noche no quería
.cruzar el Tajo:
-¡Mer ced, oh rey, que Dios os proteja! Entrad vos en la
ciudad, que yo con los míos me quedaré en el convento de San
Servando. Mis mesnadas llegarán esta noche, yo velaré en este
santo lugar y mañan a por la mañan a entraré en la ciudad y en-
traré en la corte antes de comer.
-Me parece bien -dijo el rey.
El rey don Alfonso entró en Toledo; el Cid Rodrigo Díaz se
quedó a pasar la noche en San Servando, mandó encender velas
para ponerlas en el altar, porque tenía el gusto de velar en aquel
santuario, rezando al Creado r y hablando con sus hombres en
t
secreto. Con Minay a y los demás hombres buenos que eS ªban
all'1 se puso de acuerdo antes del amanecer. .
· • y prima9 rezaron hacia . el alb a, dicha fue la misa
Mait1nes
.
ante s de que saliese . . E nda muy buena y
el sol e h1c1eron una orre
valiosa.
9 Prima. . , r el sol posterior a maitines Y
lact · Primera de las horas canónica s despues de sa ir '
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Cantar de Mio Cid _ __ ----- -- - - --
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Cantar tercero
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Cantar de Mio CJd
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que el que altere el desarrollo de esta corte, será desterrado ,
perderá mi favor. Con el que tenga el derecho a su favor, yo
con esa parte estoy. Ahor a prese nte su dema nda el Cid Cam -
peador, sabremos después qué alegan los infantes de Carri ón.
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Cantar de Mio Cid
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n tr 11 1
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Cantar de Mio Cid --
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Cantar tercero
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Cantar de Mio Cid
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EL RETO
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Cantar de Mio Cid
de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de
Navarra y Aragón, que el Cid don Rodrigo os las entregue
como legítimas esposas.
Se pusieron de pie Ojarra e Íñigo Jiménez, le besaron las
manos al rey don Alfonso y después al Cid Campeador. Dieron
su palabra e hicieron promesas solemnes para que todo fuera
así como se había dicho o mejor. Muchos de est~ corte se ale-
graron, pero no los infantes de Carrión. Minaya Alvar Fáñez se
puso de pie:
-¡Merc ed, os pido, como rey y señor, y que esto no pese al
Cid Campeador! Os he dejado hablar durante todo el tiempo
que dura la corte, ahora yo querría decir algo.
-Me alegra de todo corazón -dijo el rey-. Decid, Mi-
naya, lo que deseéis.
-Rueg o a toda la corte que escuche, pues gran demand a
tengo contra los infantes de Carrión. Yo les entregué a mis pri-
mas, por mandad o del rey Alfonso. Ellos las tomaron por legí-
timas esposas. Muchas riquezas les dio el Cid Campea dor. Ellos
las abandon aron a mi pesar: ¡los reto, por malos y por traidores!
Sois del linaje de los Beni-Gómez, de donde salieron condes de
prestigio y de valor, pero también sabemos las malas artes que
usáis hoy. Doy gracias al Creador de que los infantes de Na-
varra y Aragón pidan por esposas a mis primas, doña Elvira y
doña Sol. Antes las teníais como mujeres iguales y legítimas a
las dos, ahora besaréis sus manos y las llamaréis señoras y ten-
dréis que servirlas aunque os pese. Doy gracias al Dios del cielo
y a este rey don Alfonso, que así le crece la honra al Cid Can1-
peador. De todas formas, sois así como yo he dicho: si hay aquí
quien respond a y dijera que no, yo soy Álvar Fáñez, valiente
como el que más.
Gómez Peláez se puso de pie:
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Cantar tercero
te '
.
s1 a1gu1en quisiese
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, c1rmar otra cosa, sera para su daño. Si salgo b'
au . ten parad O de
esta con la ayuda de Dios, ya veréis si es verdad lo d'•• .
' que IJiste1s
o no.
-¡Aca~e la disci:sión! -dijo_ el rey-. Que nadie haga ya
más alegaciones. Manana a la salida del sol será el combate de
los tres que han retado en la corte a los otros tres.
Enseguida hablaron los infantes de Carrión:
-Dadnos más plazo, rey, que mañana no puede ser. Nues-
tras armas y caballos los tienen los hombres del Campeador,
tendremos que ir antes a tierras de Carrión.
-Sea esta lucha donde ordenéis vos -le dijo el rey al
Campeador.
-No acepto yo eso, señor -dijo entonces el Cid-. Pre-
fiero ir a Valencia que a las tierras de Carrión.
Respondió el rey: .
-Por supuesto, Campead or. Dejadme a vuestros caballeros
con todas sus armas, que vayan conmigo, yo cuidaré para ~ue
no sufran violencia de condes ni de infanzones, os lo garanuzo
como hace un señor a buen vasallo. Aquí en mi corte les pongo
de Plazo tres semanas para que h agan este co m bate delante de
m1, en las vegas de Carnon. · , n, · · 11 ra en ese plazo, per-
'-<-u1en no ega .
d ' l ·d dará por traidor.
era e pleito será considera do venci O Y que .d b ,
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Aceptaron la sentencia los in1antes e ª d C rrión El Ci eso
·
las manos al rey y dijo: , quedan en
- De acuerdo, señor. Estos tres ca ª b lleros mios
vuesr
,., Ellos es-
. d o rey y senor.
ras manos os los encomien ° com d · 'dme-
tán d' , 1 respon e: ¡envia
tspuestos para cumplir lo que es cor
los eon honra a Valencia, 1
por amor d e Dios ·
1~1 o quiera o·ios.' -respo ndi·ó el rey.
- - 1'1. _ , 1 .
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Cantar de Mio Cid - -
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REPARACIÓN DE LA HONRA DEL CID
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Cantar de Mio Cid
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de un mismo señor. En otro lugar se armaron los infantes de
Carrión. Se lamentaban los infantes; estaban tan arrepentidos
de sus actos que querrían no haberlos hecho, por todo lo que
hay en Carrión.
Los tres del Campeador ya estaban armados, les trajeron los
caballos, que eran buenos y corredores; bendijeron las sillas y
montaron con ánimo. Llevaban al cuello los escudos reforza-
dos, cogieron en las manos las astas de las lanzas puntiagudas,
cada una con su pendón. Alrededor de ellos había muchos bue-
nos varones.
Salieron al campo, que estaba marcado por postes. Los tres
del Campeador acordaron que cada uno de ellos fuese a atacar
al que habían retado en la corte.
Por la otra parte estaban los infantes de Carrión, muy bien
acompañados por sus muchos parientes. El rey nombró jueces
para que decidieran con justicia, de modo que no tuvieran que
discutir entre ellos.
Cuando estaban en el campo, dijo el rey Alfonso:
-Oíd lo que os digo, infantes de Carrión: esta lucha po-
díais haberla hecho en Toledo, pero no quisisteis. A estos tres
caballeros del Cid Campeador yo los he traído bajo mi protec-
ción a tierras de Carrión. Obrad según el derecho, no hagáis
injusticias, pues a quien quisiera hacerlas yo se lo impediré y no
podrá vivir tranquilo en todo mi reino.
¡Cómo les pesa todo eso a los infantes de Carrión!
Los jueces y el rey señalaron los postes y se apartaron del
campo después de mostrarles a los seis que sería vencido quien
se saliese fuera de ellos. Todas las gentes dejaron libre un espa-
cio de más de seis lanzas alrededor de las marcas. Los jueces
sortearon el campo y partieron el terreno antes de quitarse de
en medio.
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