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Acostado en un escaño dormía el Campeador, ahora veréis qué sorpresa mala les aconteció.
De su jaula se ha escapado, y andaba suelto el león, al saberlo por la corte un gran espanto cundió.
Embrazan sus mantos las gentes del Campeador y rodean el escaño protegiendo a su señor.
Pero Fernando González, el infante de Carrión, no encuentra dónde meterse, todo cerrado lo halló,
metióse bajo el escaño, tan grande era su terror.
Se incorpora Mío Cid y presto se levantó, y sin quitarse ni el manto se dirige hacia el león: la fiera
cuando le ve mucho se atemorizó, baja ante el Cid la cabeza, por tierra la cara hincó.
El Campeador entonces por el cuello le cogió, como quien lleva un caballo en la jaula lo metió.
Maravilláronse todos de aquel caso del león y el grupo de caballeros a la corte se volvió.
Así estaban los infantes dolidos de gran pesar, cuando fuerzas de Marruecos Valencia quieren cercar.
"Dios os guarde, yernos míos, los infantes de Carrión, mis hijas en vuestros brazos están, más
blancas que el sol.
Yo suspiro por batallas y vosotros por Carrión.
Cuando estaban hablando de esto envió el rey Búcar al Cid que le dejase Valencia y se marchase en
paz; que, si no, le pagaría todo lo que había hecho. El Cid dijo a aquél que trajera el mensaje: "Id a
decir a Búcar, a aquel hijo de enemigos, que antes de tres días ya le daré yo lo que pide."
Al día siguiente mandó el Cid que se armasen todos los suyos y salió contra los moros.
Los infantes de Carrión le pidieron entonces atacar en primer lugar, y cuando el Cid ya tuvo
formadas sus filas, don Fernando, uno de los infantes, se adelantó para ir a atacar a un moro llamado
Aladraf. El moro, cuando le vio, arrancó también contra él, y el infante, con el gran miedo que le
infundió el moro, volvió riendas y huyó, y ni siquiera se atrevió a esperarle.
por maravilla lo tienen muchos que aquellos cristianos que nunca vieran tambores porque son recién
llegados.
"Ven acá, Pedro Bermúdez, tú, mi sobrino tan caro, cuídame tú de don Diego, cuídame de don
Fernando, que los dos son yernos míos y cosa que mucho amo.
"Yo os digo, Mío Cid, y espero esa caridad, que este día los infantes por ayo no me tendrán,
acompáñelos quien quiera, que a mí poco se me dan.
"Escuchad lo que os digo, Cid Campeador leal, esta batalla de ahora el Señor es quien la hará, vos
gozáis de su favor, y con vos ha de luchar.
si he salido de mi tierra y aquí os vine a buscar es por ganas que tenía de algunos moros matar,
honrar quiero yo mis armas y mi orden sacerdotal y ser en esta batalla quien primero atacará.
El obispo don Jerónimo hizo una buena arrancada y fue a atacar a los moros allí donde ellos
acampan.
Vierais allí tantos brazos con sus lorigas cortar, tantas cabezas con yelmo por aquel campo rodar y
los caballos sin amo correr de aquí para allá.
Aquella persecución siete millas fue a durar.
Espada tienes en mano y te veo espolear, se me figura que quieres en mí tu espada ensayar.
Mas si no cae mi caballo y ningún tropiezo da, no te juntarás conmigo como no sea en el mar.
Responde entonces el Cid: "Esto no será verdad.
Buen caballo tiene Búcar, grandes saltos le hace dar, pero Babieca el del Cid a los alcances le va.
la cara trae descubierta, capucha y yelmo quitados, la cofia a medio poner sobre el pelo descansando.
Ya por todas partes van llegando sus vasallos.
"¿Sois vosotros, yernos míos? Por hijos os tengo a ambos, ya sé que estáis muy contentos de lo bien
que habéis luchado, a Carrión mandaré yo mensajeros a contarlo, también dirán que al rey Búcar la
batalla le ganamos.
"Gracias a Nuestro Señor, el Padre que está en lo alto, y a vos gracias, Mío Cid de Vivar el
bienhadado.
A su rey Búcar matasteis, la batalla les ganamos, para vos son estos bienes y para vuestros vasallos.
También vuestros yernos, Cid, hoy aquí se han señalado, están hartos de lidiar con los moros en el
campo.
Dijo el Cid: "Contento estoy de que así se hayan portado, si hoy ya son buenos, mañana aún habrán
de ser bravos.
Gran día fue aquel en la corte del Campeador, la batalla la ganaron y él al rey Búcar mató.
"Gracias a Cristo que es de todo el mundo Señor, hoy por fin he visto eso que tanto quería yo, y es
que mis yernos lucharon conmigo en campo los dos.
Muy grandes son las ganancias del Cid y de sus vasallos, a más de lo que tenían lo que ahora les ha
tocado.
Mandó Mío Cid Ruy Díaz de Vivar el bienhadado que de aquel botín tan grande que en la batalla
ganaron a cada cual se le dé lo que es justo en el reparto y que el quinto que a él le toca tampoco
fuese olvidado.
"Gracias a Dios de los cielos y de este mundo Señor, ahora me sobra riqueza, antes todo me faltó,
tengo bienes, oro y tierras, heredades de valor, y a mis hijas las casé con infantes de Carrión, gano
todas las batallas por gracia del Creador y moros como cristianos de mí tienen gran pavor.
también los yernos del Cid contentos están los dos, valía cinco mil marcos la parte que les tocó: por
muy ricos se tenían los infantes de Carrión.
"Yernos míos, aquí está mi mujer, dama de pro, aquí están ambas mis hijas, doña Elvira y doña Sol:
que os abracen, infantes, y os sirvan de corazón.