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Índice

SINOPSIS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
SIGUIENTE LIBRO
SOBRE LA AUTORA
Sinopsis

Una mujer despertada en el aire, una soldado forjada por el fuego, un


arma surgida de la sangre.
Vhalla Yarl ha llegado al frente de guerra en el Norte. Forjada en
sangre y fuego, ha endurecido su corazón para la batalla final de la
conquista del Imperio Solaris. Las opciones de Vhalla ya no son
servidumbre o libertad, son servidumbre o muerte. Las apuestas nunca
habían sido tan altas, ya que el Emperador mantiene su férreo control sobre
su destino, manteniendo todo lo que a Vhalla aún le queda por perder en
juego.
Air Awakens #3
Capítulo 1

Vhalla estaba cayendo.


El viento pasó rugiendo por sus oídos mientras se lanzaba de cabeza
al barranco más grande del mundo. Su magia chisporroteó y chisporroteó
mientras intentaba acercarse al hombre que caía más abajo.
Ella extendió el brazo hasta el punto en que dolía y sus ojos se
encontraron con los de él. Ella lo lograría. Lo alcanzaría, tenía que
hacerlo. Su príncipe de cabello oscuro la miró fijamente con un pánico
devastador, murmurando su nombre como una oración en el viento.
Cuando los dedos cubiertos de sangre de Vhalla agarraron aire,
apenas acercándose a los de él, ella gritó de angustia, tratando de extender
su brazo para un intento inútil más de atraparlo, mientras su cuerpo
chocaba violentamente con las rocas de abajo.

Vhalla se lanzó hacia adelante, quitando las mantas amontonadas


encima de ella. Su mano estaba extendida ante ella, vacía. Un sudor frío le
rodó por la frente y la cabeza le dio un vuelco por el mareo. Dos manos
tomaron la suya, y Vhalla siguió la piel pálida del Sur hasta un par de ojos
cerúleos.
—¿Fritz? —Vhalla respiró confundida.
—¡Vhal, gracias a la Madre! —Fritz le soltó la mano y le rodeó los
hombros con los brazos.
Vhalla trató de aclarar su mente confusa y obligarla a funcionar una
vez más. Estaba en una tienda de campaña, la luz se filtraba a través de
capas de ramas y musgo apilado sobre la lona. Vhalla se frotó la cabeza,
sintiendo vendas envueltas alrededor de ella.
Vendas… sangre… un hombre destrozado con armadura negra en un
charco de su propia sangre.
—¿Aldrik? —Se volvió hacia Fritz con determinación.
El hombre saltó ante su repentina intensidad.
—Vhal… tú… Elecia tendrá que revisarte ahora que estás despierta. —
Fritz no la miró a los ojos.
—¿Aldrik? —Vhalla repitió con voz estridente.
—Puedo ir a buscarla. Llevas dormida casi dos días y…
Vhalla se abalanzó sobre su lloroso amigo, agarrando su camisa justo
por encima de su cota de malla. Ella tiró de él hacia adelante, retorciendo
sus dedos en la tela. Fritz lucía una mezcla de dolor y miedo que nunca
había visto en su rostro. El corazón de Vhalla no podía decidir entre latir
dolorosamente o detenerse por completo.
—¿Dónde está Aldrik? —Le temblaban las manos con la fuerza de
sujetar al hombre; temblaban de terror.
—Vhal, el príncipe, la caída, él… —Los ojos de Fritz le dijeron todo.
—No… —Vhalla bajó la cabeza cuando la conmoción se apoderó de
ella. No había sido lo suficientemente rápida. Ella no había sido lo
suficientemente rápida, y ahora Aldrik estaba…
—Está vivo. —Fritz le puso las palmas de las manos en los brazos con
suavidad, y Vhalla estaba agradecida porque necesitaba el apoyo.
Sus dedos temblorosos recorrieron las mejillas de Fritz como para
borrar la verdad que sus labios acababan de impartir. La alegría de Vhalla
se vio limitada por la preocupación que nubló los ojos de su amiga.
—¿Qué? —dijo con voz ronca—. ¿Qué sucede?
—No es bueno. —Fritz negó con la cabeza lentamente.
—¿Dónde está? —demandó Vhalla.
—Vhal, no puedes… —Fritz la agarró por los hombros con más
fuerza.
—¿Dónde está? —Ella no podía respirar. De repente no había aire, y se
iba a asfixiar si no encontraba el camino a su lado—. Debo verlo.
—No puedes…
Vhalla no escucharía otra negativa. Se puso de pie y salió de la tienda
antes de que Fritz pudiera terminar de hablar. Le dolía todo el cuerpo y los
movimientos rápidos hicieron que su cabeza volviera a dar vueltas. La fría
comprensión adormeció el dolor mientras Vhalla contemplaba el
campamento. Estaban atrincherados. Había camuflaje sobre las tiendas, los
arqueros estaban en los árboles y establecieron un perímetro despejado; los
soldados se instalaron para quedarse un tiempo.
—Vhalla, por favor, necesitas recostarte —suplicó Fritz.
—¿En cuál está? —Vhalla tiró de su brazo del agarre de Fritz, tratando
de determinar qué en tienda probablemente tenía al príncipe heredero. Sus
ojos se posaron en una con dos soldados a cada lado, y Vhalla corrió.
Los soldados se movieron demasiado lentamente y Vhalla casi entró en
la tienda.
Casi.
Se estrelló contra el cuerpo de uno de los soldados cuando él se
interpuso entre ella y la entrada. Vhalla parpadeó sorprendida.
—Déjenme pasar —exigió ella peligrosamente.
—Tenemos órdenes de que nadie más que el Emperador, su familia,
clérigos y consejeros pueden entrar. —El soldado claramente no disfrutó
darle esta noticia. El fantasma de la simpatía atravesó cada palabra.
—Déjenme pasar.
—Lo siento, pero no podemos. Estamos bajo órdenes.
Vhalla sabía que le estaba suplicando que entendiera. Ella entendió
perfectamente. Entendió que la estaban alejando de Aldrik sin una buena
razón. Tenía que ver a su príncipe; él no estaba realmente vivo hasta que
ella lo viera.
Vhalla plantó los pies en el suelo y cerró los puños con las manos. Su
magia aún tenía que recargarse de la pelea en la que se había involucrado
antes de la caída. Al igual que su cuerpo aún en recuperación, Vhalla se
sentía débil, pero no estaba dispuesta a dejar que nadie más lo viera.
—Déjame pasar o…
—¿O qué?
La sangre de Vhalla se congeló en sus venas. Se giró lentamente para
enfrentarse al hombre más poderoso del mundo, el Emperador Solaris. El
padre de Aldrik la miraba con un leve desdén. La culpaba por el estado de
su hijo. Bueno, finalmente tenían algo en lo que podían estar de acuerdo.
—Debes regresar a tu tienda, Yarl —ordenó él.
Vhalla respiró profundo varias veces. Ella seguía siendo propiedad de
la corona. Este hombre era dueño de Vhalla hasta que ella le diera su
victoria en el Norte. Y, si el ultimátum que le dio unos días antes aún se
mantiene, su libertad también dependía de poner fin a toda relación con su
hijo, una relación que había comenzado hace casi un año, una relación que
la había convertido en la amante secreta del Príncipe Heredero Aldrik.
—¿No hablé claro? —El gobernante del Sur de hombros anchos se
acercó un paso más.
La tensión era pesada en el aire y los soldados detrás de ella
contuvieron la respiración.
—Vhalla, bien, estás despierta. —Vhalla se giró y vio la solapa de la
tienda de Aldrik cerrándose detrás de Elecia—. Necesito checar tu estado.
—La mujer pasó entre los soldados, uniendo su brazo con el de Vhalla. Fue
el mayor contacto que jamás había iniciado la mujer de piel oscura—. Ven.
Fue la orden en la voz de Elecia a la que Vhalla finalmente cedió. Dejó
que la otra mujer la llevara de regreso a la tienda que acababa de dejar. Pero
sus ojos permanecieron desafiantemente fijos en los del Emperador. No
podía apartar a Aldrik de ella, no mientras ella respirara.
—Entra ahí —murmuró Elecia, prácticamente empujando a Vhalla a su
tienda y encima de Fritz en el proceso.
—¿Qué sucede contigo? —Vhalla parpadeó hacia la mujer que lo
miraba, que no se parecía en nada a la clérigo preocupada que acababa de
escoltar a Vhalla a través del campamento.
—¿Qué sucede contigo? —siseó Elecia, arrodillándose frente a Vhalla
—. ¿Perdiste la poca inteligencia que tenías en esa caída? Ahora no es el
momento de poner a prueba al Emperador.
—Me importa un comino el… —La palma de Fritz se cerró con fuerza
sobre la boca de Vhalla, deteniendo sus palabras traidoras.
—¿Podemos por favor tomarnos un respiro? —Fritz le tendió la mano
libre a Elecia.
Vhalla fulminó con la mirada a la mujer de cabello rizado. Amiga o
enemiga, todavía no sabía dónde caía la prima de Aldrik. El dolor y la ira
que brillaban en los ojos esmeralda de Elecia le revelaron a Vhalla que la
otra mujer compartía las mismas dificultades para descubrir su relación.
—¿Cómo está Aldrik? —preguntó Vhalla la única cosa que podrían
discutir fácilmente.
—No. —Elecia negó con la cabeza—. Yo haré las preguntas.
—¿Disculpa?
La otra mujer había logrado atrapar a Vhalla mentalmente
desequilibrada y aprovechó el momento.
—¿Cómo se Vincularon tú y mi primo?
De todas las preguntas que Vhalla habría adivinado que haría Elecia,
esa no la esperaba. Vhalla se atragantó con sus palabras, sorprendida.
—¿C-cómo?
—Hubiera esperado que tú no me lo dijeras —dijo Elecia
burlonamente—. ¿Pero él? —La mujer tiró de sus rizos oscuros en forma de
sacacorchos, abrumada por la duda. Se recuperó rápidamente, convirtiendo
la emoción en rabia—. ¿Qué le hiciste? ¿Con qué lo amenazaste para que
guardara silencio?
—¡Cómo te atreves! —Vhalla quería arrancar los ojos acusadores de la
otra mujer. Quería desgarrarla miembro por miembro—. Si crees que
alguna vez haría algo para lastimarlo… —Apenas podía formar una
oración, estaba tan enojada.
—Ambas, deténganse. —Fritz nunca había sonado tan autoritario, y
ambas mujeres se sobresaltaron ante la repentina interjección—. No son
enemigas, pelean la misma pelea.
Vhalla miró a Elecia con el ceño fruncido y la otra mujer reflejó la
expresión.
—Elecia, sabes que Vhal no haría nada para dañar a Aldrik. —Fritz se
volvió hacia Vhalla—. Y Vhal, debes saber lo preocupada que ha estado
Elecia, por el príncipe y por ti.
Elecia miró fijamente a un rincón de la tienda, claramente frustrada por
haber sido delatada por Fritz.
—¿Cómo supiste? —Vhalla se tragó su frustración anterior.
—No lo habría hecho, si no los estuviera sanando a los dos. La
mayoría de los clérigos, hechiceros o no, no lo habrían sabido. —Elecia no
perdió la oportunidad de presumir—. Pero noté que a medida que
mejorabas, él también lo hacía. Su magia también fue diferente cuando lo
inspeccioné de cerca con la vista mágica. La había visto en las Encrucijadas
cuando lo estaba curando, pero pensé que eran los efectos del veneno; su
fuerza la enmascaraba cuando estaba bien. Entonces, no estaba segura hasta
que Fritz me lo confirmó.
Vhalla miró a Fritz, y el hombre de repente se obsesionó mucho con la
suciedad debajo de sus uñas.
—¿Cómo sucedió? —Elecia respiró hondo—. Sé que no fue en el
Paso. Esta es una conexión más profunda, más antigua y más estable.
Vhalla suspiró, frotándose los ojos con la palma. Quería ver a Aldrik.
Pero si eso no podía suceder, Elecia era su mejor oportunidad de conocer la
verdad sobre su condición. Si descubrir esa verdad significaba apaciguar a
la frustrante miembro de la realeza, entonces Vhalla lo haría.
—Fui yo quien formó el Vínculo…
La historia no era nueva para Fritz. Vhalla se la había confiado hace
meses a él y a su amiga ahora muerta, Larel. Pero había detalles que ella
nunca había compartido con él y él escuchó con interés. Elecia miró a
Vhalla con escepticismo, como si solo creyera a medias la historia de la
aprendiz de bibliotecaria que creó recipientes mágicos que formaron una
conexión, un Vínculo, con el príncipe heredero y le salvó la vida en el
proceso.
Una vez que comenzó, Vhalla se dio cuenta de que no podía detenerse.
Las semanas y los meses se derramaron de ella y le contó todo a Elecia y
Fritz. El Vínculo, la Noche de Fuego y Viento, cómo ella y Aldrik habían
ampliado el Vínculo con la Unión; cómo la magia de él ya no podía hacerle
daño. Vhalla lo contó todo. Eran secretos que había guardado tan de cerca y
ahora se los contaría todo solo para confirmar que estaba vivo, solo para
recuperar la confianza de la única mujer que tenía esa información.
Elecia se llevó el pulgar a la boca y se mordió la uña pensativa después
de que Vhalla terminó.
—Bueno, eso explica muchas cosas —murmuró.
—Ahora dime. —Vhalla repitió suavemente—: ¿Cómo está Aldrik?
—No está bien. —Elecia negó con la cabeza.
Vhalla notó la postura cansada de la otra mujer y se preparó.
—No debería estar vivo. —Elecia suspiró profundamente—. Pero
ahora entiendo por qué lo está. Como dije, el Vínculo que comparten es una
conexión profunda entre ustedes dos. Sin embargo, nunca había visto algo
así, no he tenido mucha experiencia con los Vínculos… de cualquier
manera, tengo pocas dudas de que lo estás manteniendo la vida.
—¿Qué? —El alivio dio paso a un nuevo miedo.
—Siendo quien creó el Vínculo, tu magia está sirviendo como un
ancla. Te lo dije, a medida que tú mejorabas, él también lo hacía. A medida
que te hacías más fuerte, tenías más para dar…
—¿Entonces él estará bien? —interrumpió Vhalla, demasiado ansiosa
por dejar que Elecia terminara.
—No dije eso. —Las palabras de la otra mujer fueron un cuchillo en el
pecho de Vhalla.
—Pero, y-yo estoy mejor —Vhalla farfulló inútilmente.
—No, estás lejos de eso. —Elecia no escatimó en verdades—. Apenas
estás curada, y mantenerlo a él estable te mantuvo inconsciente un día más,
como mínimo, en comparación con lo que tu cuerpo realmente exigía para
sanar. Una persona no puede sostener a dos: no eres lo suficientemente
fuerte.
—Él estará bien. —Vhalla no creería nada más.
—¡No lo has visto! —espetó Elecia—. Estoy haciendo todo lo que
puedo, pero nuestros suministros están disminuyendo. Está débil y
empeorando; en el mejor de los casos, mantengo su estasis. Pero no
despierta. Perdió tanta sangre y la herida en la cabeza fue sustancial. —El
comportamiento de la otra mujer estaba empezando a quebrarse bajo la
tensión de la verdad—. No sé si cuando despierte seguirá siendo Aldrik.
El silencio se apoderó de los tres mientras procesaban las palabras de
Elecia. Vhalla agarró su camisa sobre su estómago. El mundo era cruel,
demasiado cruel.
—No —susurró Vhalla. Se negó a creer que los dioses le permitirían
vivir a ella solo para que verlo morir o que regresara como un hombre
diferente—. ¿Cuál es el próximo paso a seguir? —No hacía falta ser un
experto militar para saber que asentarse en el corazón del territorio enemigo
no era una buena idea.
—No lo sé todavía. Lo último que escuché fue que el Emperador
seguía discutiendo eso con los comandantes. No me está diciendo nada. —
Había una auténtica ofensa en el tono de Elecia.
La mente de Vhalla comenzó a moverse más rápido de lo que lo había
hecho en mucho tiempo. Se sentía como si estuviera procesando una vez
más las profundidades del conocimiento que alberga la Biblioteca Imperial.
Sus pensamientos zumbaban, centrándose en un solo instinto; salvar al
hombre que amaba.
—¿Qué necesitas para salvarlo?
—Más medicina, vendas limpias, alimento real, incluso si lo estoy
forzando a bajar por su garganta, un lugar para que descanse donde no
estemos constantemente preocupados por ser atacados. —Elecia no dijo
nada que Vhalla no hubiera llegado a suponer.
—La capital del norte, Soricium. —Vhalla sabía que el ejército se
había preparado para el asedio meses atrás. Fue una de las primeras cosas
que anunció el Emperador cuando regresó a la Capital Imperial, antes de
que Vhalla fuera conocida como la Caminante del Viento.
Elecia asintió.
—Pero ese es el problema, no podemos moverlo en las condiciones en
las que está. Necesita estar más estable para eso. Y cuando lo movamos, no
tenemos suficientes hombres para luchar contra los ataques, ya que nos
moveremos lentamente.
—Entonces tenemos que conseguir una mejor medicina para sanarlo;
medicinas y más soldados, para protegerlo cuando sea movido —pensó
Vhalla en voz alta.
—¿En qué piensas? —Fritz finalmente notó la expresión en el rostro de
Vhalla.
—Alguien tiene que ir a entregar el mensaje. —Vhalla no sabía por
qué se molestó siquiera en decir “alguien”—. ¿Cuánto tiempo le queda?
—No lo sé; ya debería estar muerto —dijo Elecia con gravedad.
—¿Cuánto tiempo le queda? —repitió Vhalla.
—Sin medicamentos, ¿tal vez una semana? —Las palabras eran una
sentencia a muerte y todos lo sabían.
—Y es una marcha de una semana hasta Soricium. —Nadie corrigió la
evaluación de Vhalla de dónde estaban. Había recordado correctamente lo
que había dicho el Emperador antes de comenzar a bajar por el Paso. Vhalla
empuñó sus manos—. Yo iré.
—¿Qué? —Fritz se resistió—. ¡Vhal, es una semana de viajar por
territorio hostil a un lugar en el que nunca has estado!
—Nadie viajará más rápido que yo. —Vhalla se centró en Elecia como
si todo su plan dependiera de la aprobación de la mujer—. Puedo poner el
viento debajo del caballo. Es una semana para un grupo de soldados,
algunos a pie; será menos de la mitad para mí.
—Es imposible. —Elecia negó con la cabeza.
—Tu confianza es inspiradora —dijo Vhalla mordazmente. Elecia
pareció sorprendida al escuchar de la mujer del Oeste—. Iré, y enviaré a los
jinetes más rápidos con medicinas, los hombres que necesiten detrás de
ellos.
—¿Por qué te aprobaría que fueras a una misión suicida? —Elecia
frunció el ceño—. Sé que lo más importante manteniéndolo con vida.
—Lo dijiste tú misma, no puedo mantenerlo con vida. —La verdad era
una poción difícil de tragar—. Nuestro Vínculo pudo haberle impedido caer
en los reinos del más allá del Padre. Pero no puedo salvarlo. Si voy, tal vez
yo muera, tal vez pierda esa conexión y tal vez él muera. —Las palabras
cortaron sus labios al salir—. Pero si no voy, seguramente morirá.
Elecia vaciló durante otro largo momento.
—Suponiendo que ceda a esta locura —Se detuvo para morderse la uña
del pulgar, un tic que la mujer nunca le había dejado ver a Vhalla—, no hay
forma de que el Emperador te deje ir. No sé qué hiciste para molestarlo,
pero no te dejará fuera de vista.
—Entonces me iré esta noche mientras él duerme.
—¿Hablas en serio? —Vhalla vio una nueva emoción cruzar el rostro
de Elecia, una que solo había visto una vez después de la tormenta de arena:
respeto.
—¿Que hará él? ¿Enviar jinetes a buscarme? —Vhalla sonrió; la locura
y la desesperación eran un brebaje tranquilizador—. ¿Cuál es el caballo más
rápido?
Elecia apenas lo pensó antes de responder:
—Baston.
—¿Baston? —Vhalla no reconoció el nombre de la montura.
—El caballo de Aldrik… pero la bestia no deja que nadie lo toque. Ni
siquiera pudimos guiarlo. Simplemente caminó obedientemente detrás del
caballo al que montaron a Aldrik.
Vhalla apartó de su mente el pensamiento de Aldrik, ensangrentado,
moribundo y arrojado sin cuidado sobre el lomo de un caballo. Todo sería
un mal sueño cuando él despertara. Estaría a salvo y se despertaría.
—Montaré a Baston entonces.
—¿Ha perdido la audición junto con la cabeza? —Elecia puso los ojos
en blanco—. Baston no…
—Me dejará montarlo. —Había una tranquila certeza en la voz de
Vhalla que hizo que Elecia se detuviera. Había cabalgado junto a la bestia a
lo largo del continente y parte de su amo vivía en ella—. Iré después de que
oscurezca. Necesitaré algún tipo de mapa para encontrar el camino.
—Fácil, te conseguiré una brújula —dijo Elecia—. Soricium está al
norte desde aquí.
—Espera, ¿estás de acuerdo con esto? —Fritz miró a Elecia
parpadeando antes de volverse hacia Vhalla—. No, Vhal, no puedes.
—¿Qué? —Vhalla miró a su amigo repentinamente traidor.
—No, y-yo pensé que también te había perdido… y ahora estás bien…
no puedes irte… —La voz de su amigo se debilitó a un susurro.
Vhalla se dio cuenta de que podía haberse expuesto a sí misma como la
caminante del viento en el Paso y haber abandonado el disfraz de Serien
Leral, pero aún necesitaba el corazón de esa otra persona. Vhalla todavía
necesitaba la armadura emocional de acero y forjada con sangre que había
creado como Serien. Si no podía encontrar eso, no podría irse.
—Fritz —susurró Vhalla, acercándose a él. Tiró a Fritz en un fuerte
abrazo. En algún lugar profundo de su interior, Vhalla se sostenía a sí
misma, abrazando a la chica que todavía temblaba, temblaba y lloraba con
todas sus fuerzas—. Todo saldrá bien. Debo hacer esto.
—¿Por qué? —dijo Fritz esnifando.
—Sabes por qué. —Vhalla se rio suavemente—. Lo amo.
—El amor te ha vuelto estúpida —murmuró su amigo en su pecho.
Vhalla miró a Elecia a los ojos cuando ella respondió:
—Lo sé.
La mujer mitad del Oeste, mitad del Norte evaluó a Vhalla con calma,
como si juzgara lo que Vhalla estaba a punto de decir.
—Pero si voy a ser estúpida por alguien, lo será por él. Me he
enamorado demasiado de él como para rendirme ahora, como para dejarlo
ir.
—Has cambiado, Vhal. —Fritz se apartó, frotándose los ojos.
—Lo sé. —Vhalla no tuvo más opción que admitirlo.
Pasó el resto del día con Fritz y lo dejó con la promesa de que lo
estaría esperando en Soricium cuando llegara. No tenían otra opción que
poner fe en esa promesa. Fritz parecía más tranquilo, resignado, cuando
Elecia fue a buscar a Vhalla esa noche.
—¿A dónde vamos? —le susurró Vhalla a Elecia, notando la tienda
hacia la que caminaban.
—¿Crees que no te dejaría verlo antes de que te fueras? —Elecia miró
a Vhalla por el rabillo del ojo, consolidando su relación poco ortodoxa
como amistad.
—Si el Emperador se entera… —Vhalla miró por encima del hombro,
recordando lo que había dicho Elecia antes.
—No lo hará.
Vhalla vio la fuente de la confianza de la otra mujer a ambos lados de
la tienda. Los dos soldados estaban vestidos completamente de negro,
identificándolos como miembros de la Legión Negra; hechiceros. Vhalla no
los conocía, no tenían nombre, pero Vhalla trató de recordar sus rostros
mientras la dejaban pasar en silencio. Estos eran los rostros de buenos
hombres.
Una sola llama, flotando sobre un disco de metal en la esquina más
alejada, apenas daba suficiente luz para ver. Era tan pequeña que la tienda
se veía completamente oscura debajo de toda la maleza de camuflaje. El
ambiente era opresivo. Apestaba a sangre, cuerpo y muerte.
Vhalla cayó de rodillas al verlo, cubriéndose la boca con una mano
para evitar gritar de alegría, de angustia.
Los ojos de Aldrik estaban hinchados y cerrados por los moretones en
su rostro. Había mantas apiladas encima de él, pero de vez en cuando su
cuerpo se estremecía como si tuviera frío. Eso y el lento ascenso y descenso
de su pecho eran los únicos signos de vida. Cada parte de él estaba cubierta
con una gasa amarilla, manchada de pus. Pero lo más preocupante de todo
era la gran herida en el costado de su cabeza que botaba sangre
implacablemente.
Vhalla extendió la mano y agarró la mano vendada del príncipe,
aferrándose a ella. Su mano derecha, la mano que había escrito sus cartas, la
mano que se había enredado en su cabello mientras dormía, la mano que
sostenía su rostro cuando la besaba; era una mano maravillosa con infinitas
posibilidades que ahora descansaba completamente flácida en su agarre.
—¿Cómo pudiste hacerme esto? —preguntó Vhalla con voz ronca,
tratando de evitar que los sollozos escaparan de su pecho y despertaran al
campamento.
—Para mostrarte —dijo Elecia solemnemente.
—Para romperme. —Vhalla llevó sus ojos al rostro de Aldrik una vez
más, la vista cortándola como una espada invisible desde su garganta hasta
su estómago. Toda la fuerza que había reunido se había ido. La resolución
se había desvanecido con su cercanía. No podía dejar su lado ahora. No
podía.
—Para mostrarte que si no haces esto, morirá —susurró Elecia—. Tu
intento es una tontería y es muy probable que los mates a ti ya él. Él estaría
molesto conmigo por apoyarlo. Pero valoro su vida mucho más que la tuya.
Vhalla soltó una pequeña risa débil.
—Tenemos más en común de lo que pensábamos. —Ella sonrió y
recibió una pequeña sonrisa a cambio.
—Cumpliré con mi parte del trato; lo mantendré vivo durante al menos
siete días más. Tienes mi palabra —prometió Elecia.
—No será tanto tiempo. —Vhalla miró fijamente a su príncipe y su
pecho se llenó de doloroso anhelo. Ella acunó su mejilla con suavidad, pero
él no se movió—. Seré el viento.
—Aquí. —Elecia le tendió unos papeles—. Eso es lo que necesito de
los primeros jinetes y de la horda principal detrás de ellos. Lleva eso al
Comandante Jefe Jax; a nadie más.
Vhalla reconoció el nombre del Comandante Jefe de la Legión Negra y
aceptó el pergamino junto con una brújula.
—Jax se hará cargo de Aldrik. Confío en él. —La confianza de Elecia
hizo que Vhalla tomara nota de esta persona. Él claramente había pasado
algunas pruebas con esta mujer, una mujer con la que Vhalla estaba
trabajando para entablar una relación.
La Caminante del Viento se giró una vez más hacia el príncipe en
coma. No iba a decir esas fatídicas palabras de despedida. En cambio, con
valentía, Vhalla se inclinó hacia adelante y le dio un beso en los labios
agrietados y rotos. Elecia no se movió ni hizo ningún comentario, su
silencio decía mucho de su aceptación de la relación de Vhalla con el
príncipe heredero.
Baston estaba en el borde del campamento, y Vhalla salió de la tienda
de Aldrik en un silencio lleno de pavor. Había una mujer en Vhalla que era
segura de sí misma, confiada y capaz. Era una mujer que salvaría a su
príncipe, de nuevo, y conquistaría el Norte. Chocó duramente con la chica
que quería esconder su rostro lleno de dolor del mundo, acurrucarse bajo las
mantas de Aldrik y dejar su destino a los Dioses. Si vivían o morían, lo
harían uno al lado del otro.
La montura de guerra no relinchó ni pisoteó cuando Vhalla se acercó.
Ella le tendió la mano y esperó expectante. Su palma descansaba sobre la
gran nariz de Baston, empequeñecida por su tamaño. El caballo resopló con
impaciencia. La boca de Vhalla se curvó hacia arriba con triste
comprensión. Ella también estaba impaciente.
—Nunca lo he visto dejar que otro se le acerque —susurró una mujer
en la noche.
Vhalla y Elecia se giraron, presas del pánico porque las habían
descubierto. La Comandante Reale estaba a unos pasos de distancia, con los
brazos cargados con cota de malla y una pequeña bolsa de mensajero.
Ninguna dijo nada a la mujer mayor.
—¿Crees que puedes ir así? —La Comandante evaluó a Vhalla con su
ojo bueno—. Los del Norte te derribarán en poco tiempo.
—Soy más ligera de esta manera. —Vhalla permaneció al lado de
Baston, lista para montar y correr si la mujer frente a ella era algún tipo de
trampa.
—¿No preferirías que al menos la cota de malla que él creó te
protegiera?
Las manos de Vhalla se congelaron.
La Comandante Reale se rio profundamente pero mantuvo la voz baja.
—¿Crees que no hemos sumado dos y dos? Todos somos leales al
príncipe, pero no estoy segura si alguno de nosotros saltaría de un
precipicio por alguien de quien no estamos enamorados. —Se movió hacia
Vhalla, entregando la cota de malla que Aldrik había hecho antes de que
Vhalla abandonara el palacio.
—¿De dónde sacaste esto? —susurró Vhalla.
—Nuestra falsa Caminante del Viento tiene tu armadura —explicó la
Comandante Reale. Vhalla se sorprendió al escuchar que una de sus dobles
aún estaba viva—. He estado en la Torre durante un tiempo, muchos de
nosotros, los hechiceros mayores, lo hemos hecho. Ayudé a entrenar a
Aldrik cuando era un niño.
La sorpresa la detuvo. Siempre era extraño pensar en Aldrik como algo
más que el príncipe estoico que había llegado a conocer.
—He visto crecer a nuestro príncipe. Lo he visto en sus altibajos,
fuerte y no tan fuerte como él quería que la gente pensara. —Había un
destello de verdad en el ojo azul de la comandante—. Nunca lo había visto
actuar como lo hace a tu alrededor, Vhalla Yarl. Y soy lo suficientemente
inteligente como para saber que tú también eres nuestra mejor oportunidad
para salvarle la vida.
Vhalla se puso la cota de malla con entumecida humildad. Todavía le
quedaba perfectamente.
Luego la comandante le entregó la bolsa.
—Hay un poco de comida, no te preocupes, no lo suficiente para
hacerte peso, y un mensaje mío para el Comandante Jax. —Ante la mirada
inquisitiva de Vhalla, la Comandante Reale explicó—: Quiero que él se
sepa lo que hiciste, lo que estás haciendo, por nuestro príncipe.
Vhalla estaba guardando la nota y la brújula de Elecia en la bolsa
cuando sus ojos captaron un destello plateado.
—Y un arma.
Vhalla recuperó la pequeña daga que había comprado con Daniel en las
Encrucijadas. Elecia rápidamente la ayudó a amarrarla a su brazo.
—¿Por qué estás haciendo todo esto? —susurró Vhalla. Esto era más
que el amor de un súbdito por su príncipe. La Comandante Reale sabía que
enfrentaría el disgusto del Emperador por ayudar a Vhalla a irse.
—Porque no importa lo lejos que vayamos, la Torre cuida de los suyos.
Las palabras de la comandante calmaron la tempestad de emociones en
el corazón de Vhalla solo por un momento. Los soldados de ambos lados de
la tienda, Elecia, y ahora la comandante; Vhalla no tenía idea de cuántos
otros estaban peleando su propia batalla como hechiceros en un mundo que
no los amaba. Ella apretó los puños.
—Ahora vete. —La Comandante Reale echó un rápido vistazo por
encima del hombro—. Todos se despertarán cuando ese monstruo salga
pisoteando fuerte de aquí. Pero no mires atrás, Yarl, ¿me entiendes?
Vhalla asintió y se subió a la silla de Baston. Se sentía como si
estuviera en la espalda de un gigante. La montura de guerra era más alta que
algunos hombres que había conocido, y el poder debajo de ella era
reconfortante.
—Mantén tu palabra —susurró Elecia mientras se alejaba.
—Y tú la tuya. —Vhalla se encontró con esos ojos esmeralda por un
último momento mientras ella y Elecia sellaban su pacto por la vida del
príncipe.
La Comandante Reale y Elecia desaparecieron rápidamente bajo la
maleza, dejando a Vhalla sola. Vhalla tomó las riendas en sus manos,
reuniendo su valor. Dio una última mirada al refugio improvisado donde
descansaba el príncipe heredero. Su corazón bombeaba dolor y culpa de su
pecho a sus venas y Vhalla lo sintió burbujear todo a través de su cuerpo
con una velocidad agonizante.
Ella apretó los costados de Baston y sintió que el caballo se balanceaba
mientras Vhalla ponía el viento bajo sus cascos. Pero la montura de guerra
era una bestia inteligente, rápida en confiar en la jinete que había
considerado digna, y se llevó a Vhalla lejos del campamento que
rápidamente se estaba despertando en caos, más allá de los soldados
vestidos de negro en el perímetro, y hacia la oscuridad desconocida.
Capítulo 2

El denso dosel del bosque apenas permitía que la luz de la luna llegara
al suelo debajo de ella. Las ramas de los árboles rasparon las piernas de
Vhalla a través de su ropa mientras cabalgaba, casi a ciegas, lejos del
campamento y hacia el bosque oscuro. Los ruidos de los soldados
Imperiales que se despertaban se dejaron atrás rápidamente, sus ecos se
desvanecieron en el zumbido de la maleza a los lados de ella.
El corazón de Vhalla compitió con los cascos de Baston por hacer más
ruido en el bosque. Esto era o lo más inteligente o lo más tonto que había
hecho en su vida. Vhalla se presionó más en Baston, tratando de hacerse lo
más pequeña posible para evitar ser tumbada del caballo por una rama baja
de un árbol. Ella estaba abandonando su puesto; estaba ignorando la
voluntad del Emperador, el hombre que la poseía.
Un acto de desafío tras otro, había tomado su decisión. Desde el
momento en que reunió a las tropas en el Paso, había trazado una línea en la
arena entre ella y el Emperador. Él puede ser dueño de su ser físico, pero no
era dueño de su corazón ni de su mente.
Los términos de su sentencia resonaron en sus oídos. Si ella huye de su
deber, sería ejecutada por la mano de Aldrik, una mano que en realidad no
podría dañarla debido al Vínculo mágico que existía entre ellos. Vhalla
apretó las palmas de las manos con fuerza, abriendo su Canal tanto como
fue posible. Ella tendría éxito y vivirían, o fracasaría y ambos morirían. No
había una tercera opción.
No le preocupaba el ruido del caballo a través de la densa maleza.
Vhalla estaba segura de que sonaba como un trueno y se sentía como un
terremoto. Pero ella no era más que una veta negra en la noche. Nada los
atraparía con el viento debajo de ellos.
Vhalla sacó la brújula de su bolsa, esperando un destello de luz de luna
para comprobar su rumbo, hacia el norte, confirmó. Si una multitud de
personas podía lograrlo en siete días, ella lo lograría en tres. Vhalla negó
con la cabeza, en desacuerdo consigo misma. Lo haría en dos.
En la boca del estómago había empezado a echar raíces una semilla,
una semilla de duda alimentada por el miedo. Si no era lo suficientemente
rápida, si Elecia no podía cumplir su promesa, entonces Aldrik moriría. El
primer hombre que amaba de verdad moriría mientras ella estaba a unos
días de distancia. Moriría sin que ella se despidiera.
Alejó los pensamientos traicioneros de su mente. ¡No! Él viviría. Cada
latido de su corazón se lo decía. Sintió los latidos de su corazón a través de
su Vínculo, una respuesta tranquilizadora a su desesperación. La Unión aún
vivía, el Vínculo aún vivía y, por lo tanto, Vhalla sabía que él aún vivía.
Baston corrió con fuerza durante la noche. El caballo parecía
incansable, lo que permitió a Vhalla sucumbir al cansancio crepuscular en
la silla sin detenerse. Observó las ramas de los árboles gigantes sobre su
resplandor con el sol de la mañana, los colores desvaneciéndose en naranjas
y luz del día. Vhalla no cedió.
Volvió a apretar los costados del caballo, agitando las riendas. A la luz
del día, tenían que ir aún más rápido. Siendo doblemente perceptibles a la
vista y el sonido, se vieron obligados a ir más rápido que cualquier enemigo
potencial.
El sol comenzaba su viaje hacia abajo cuando los árboles empezaron a
escasear y Vhalla se vio obligada a detener a Baston. Vhalla contempló
conmocionada el agua que se extendía hacia el horizonte, un dedo rocoso
sobresaliendo en su superficie inmóvil como un espejo. Frenéticamente,
miró la brújula. Pero sus ojos habían estado obsesionados con la aguja todo
el día y no se había desviado del camino.
¿Estaba en la costa? Vhalla había escuchado historias sobre el mar.
Una enorme masa de agua tan grande que resultaba incomprensible. Los
marineros contaban historias de sus peligros, olas lo suficientemente
grandes como para tragarse un barco cuando se rompía, monstruos marinos
y piratas que acechaban en las islas principales entre el Imperio continental
y el salvaje Continente Creciente. Algunos marineros incluso dijeron que
había más que eso en el mundo, pero la mayoría consideraba esas ideas
como imposibles.
El caballo y el jinete eran mortales y ambos necesitaban descansar.
Podía decir por el cuerpo agitado de Baston que el caballo se estaba
acercando a su límite. Vhalla parpadeó, activando su vista mágica.
El mundo se reconstruyó a su alrededor, los árboles y las plantas
aparecieron en tonos nebulosos de gris. No vio ningún movimiento, de
Comunes o hechiceros, cerca de ella. Vhalla se enfrentó a la playa rocosa
abierta.
Llevó a Baston a la base de un pequeño acantilado que se alejaba del
bosque y se retraía hacia una pequeña cala en la orilla del agua. Era
suficiente para que caballo y jinete permanecieran ocultos a la vista.
Las piernas de Vhalla casi cedieron de cansancio cuando desmontó.
Incluso si hubiera viajado al otro lado del mundo, lo que acababa de hacer
era un tipo de muy diferente de montar a caballo. Tenía los muslos
desgarrados y doloridos. Vhalla se metió en el agua y la encontró tan fresca
y relajante como esperaba.
Fue entonces cuando notó que estaba fresco. El mar sobre el que
siempre había leído era salado y no potable. Pero al sumergir la cabeza
debajo de la superficie vidriosa, Vhalla descubrió que el agua era realmente
fácil de beber.
Tenía un sabor dulce que le reveló a Vhalla lo seca que estaba, y luchó
por no tragar demasiado rápido. No sería capaz de escuchar el llamado de la
naturaleza mientras montaba y su estómago estaría hinchado y revuelto.
Vhalla inclinó la cabeza hacia atrás para no tragar más y miró el cielo
azul brillante. Había pasado más de una semana desde que había visto el
cielo intacto, y Vhalla no se había dado cuenta hasta ese momento de que su
corazón había estado sufriendo por ello.
Arrastró sus pies empapados hacia la playa, colapsando cerca de
Baston. La pétrea protección emocional de Serien se fracturó y se
derrumbó, dejando a Vhalla sintiéndose como si acabara de bañarse en el
lago. Las lágrimas ardían en las esquinas de sus ojos.
Vhalla se llevó las rodillas al pecho y apoyó la frente en la lana
mojada. En lugar de pensar en el dolor que había estado albergando durante
semanas, el dolor de la muerte de Larel, de estar tan lejos de todos los que
había amado y de todo lo que conocía, y ahora con la situación de Aldrik,
pensó en mapas, en todo lo que había alguna vez leído sobre el Norte.
Vhalla ignoró el cosquilleo de sus labios cuando recordó los besos que
ella y Aldrik habían compartido la noche antes de entrar al Norte. En
cambio, pensó en dónde debía estar, decidiendo por el lago Io. Vhalla
desterró la imagen de los ojos preocupados de Fritz y trató de recitar toda la
información que tenía sobre el lago de agua dulce más grande del mundo.
Vhalla no recordaba haberse quedado dormida, pero cuando sus ojos
parpadearon y se abrieron de nuevo, el sol colgaba bajo en el cielo. Tal vez
habían pasado tres horas. Vhalla estiró sus piernas rígidas con una mueca.
Tendrían que ser suficiente.
—Aldrik —susurró—, te conseguiré ayuda pronto.
La declaración restauró su resolución, y Vhalla la hizo eco en su mente
mientras obligaba a sus músculos volver a la vida. Aldrik, Aldrik, Aldrik. Su
nombre marcó cada movimiento agonizante mientras Vhalla trabajaba para
encontrar su ritmo con Baston una vez más. Todos los dolores que sentía,
desde los músculos hasta el corazón, los disfrutaría. No confiaba en el
corazón helado y con púas de Serien. Vhalla tenía que hacer esto por su
cuenta. La vida de Aldrik estaría ganada por la mano de ella.
Vhalla corrió ciegamente hacia el día. Baston se desvió y esquivó
árboles y ramas bajas. El caballo encontró un segundo viento y espoleó sus
patas para correr de nuevo. El Canal de ella todavía se sentía débil, pero
Vhalla usó esa magia para poner el viento en sus cascos. Ignoró el debate
mental de si estaba privando a Aldrik de fuerza al usar su magia. Ella estaba
condenada sin importar lo que hiciera, por lo que todo en lo que Vhalla se
centró fue en avanzar.
El anochecer cayó sobre ella, el día se hundió en la noche, y los ojos de
Vhalla comenzaron a cerrarse. No había salido ilesa de la caída, y cada
herida que había soportado, por superficial que fuera, estaba desgarrada y
sangrando. Finalmente, Baston y su agotamiento los obligaron a reducir la
velocidad. Vhalla preferiría caminar o trotar si eso significaba evitar
detenerse por completo. Las horas que había dormido ya pesaban mucho en
su mente.
Parpadeando por el cansancio, Vhalla trató de encontrar su camino. El
dosel era particularmente denso y no podía captar un rayo de luz para ver.
Inclinando la cabeza hacia atrás, Vhalla miró hacia arriba para tratar de
encontrar un hueco en los árboles, para ver a la luz de la luna.
Y su corazón se detuvo.
En lo alto, bloqueando la luna, había siluetas de casas y pasillos
construidos en las ramas y los propios árboles. Vhalla había leído sobre las
ciudades en el cielo del Norte. Pero los libros las describían más una
fantasía que una realidad. Incluso de pie debajo de una, Vhalla no podía
creer lo que veía en la extensión de los edificios construidos dentro y
alrededor de las copas de los árboles.
Detuvo a Baston para una caminata, apenas adelantándose al caballo.
Vhalla se atrevió a parpadear, cambiando a su vista mágica, y se atragantó
por la sorpresa. Muy por encima de ella, en los contornos oscuros de los
edificios, estaba el inconfundible resplandor de la gente. No solo unos
cuantos, sino muchos en todos los árboles y en casi todas las estructuras.
Estaba rodeada por todos lados en la oscuridad de la noche.
Se puso lentamente la capucha de cota de malla y tiró de las riendas. El
caballo apenas avanzaba unos centímetros, casi sin hacer ruido. Vhalla
respiró superficialmente y su corazón se aceleró frenéticamente.
Para cuando estuvo a punto de salir de debajo de las casas, sus
pulmones le ardían por tratar de respirar superficialmente a pesar del
pánico. Su huida transcurrió sin problemas hasta que Baston dejó escapar
un relincho, causado por los nerviosos tirones de las riendas de Vhalla,
sacudiendo la cabeza en protesta. El estrépito de las riendas sonó en sus
oídos y pareció resonar durante una eternidad. Resonó en todos sus oídos
mientras la gente de arriba se agitaba, encendiendo fuegos.
Vhalla agitó las riendas y apretó los costados de Baston, lo que lo
obligó a correr a toda velocidad. Desde arriba, escuchó los gritos de su
enemigo al despertar.
Gritos y llamadas melódicas estallaron en la noche, un idioma
completamente extraño para los oídos de Vhalla. No tenía que saber las
palabras para saber que no eran amistosas, así que Vhalla apuró al caballo,
presionándose contra Baston. Vhalla respiró hondo cuando escuchó flechas
ser posicionadas por encima de su cabeza.
El sonido de las cuerdas de los arcos estirándose hizo que se le pusiera
la piel de gallina en los brazos. Otro grito, una sola palabra y flechas
cortaron el aire, decididas a hacer llover muerte a su alrededor. Incluso si
Vhalla estaba segura de que su cota de malla la protegería, el caballo estaba
completamente desarmado; si Baston moría, ella bien estaría muerta. Vhalla
se retorció en su silla, moviendo una mano por el aire. La cortina de viento
hizo que las flechas se dispersaran inofensivamente.
Gritaron en protesta, angustiados porque ella estaba ilesa.
El segundo asalto fue más rápido y aceleró la creciente frustración de
Vhalla. Pronto tenía que estar fuera de su alcance. Más luces comenzaron a
brillar por encima y detrás de ella, proyectando el suelo debajo con un tenue
resplandor. La luz iluminó el borde de la ciudad y Vhalla se vio obligada a
arriesgar su vida con la esperanza de que una vez fuera no la atraparían.
Las flechas volaron por el aire una vez más y Vhalla se retorció,
derribándolas en masa. Esperaba escuchar un grito por un tercer asalto, pero
lo que escuchó fue aún más desalentador. Tres palabras que alguien dijo en
un espeso acento del Sur.
—¡Demonio del viento!
Ella se convirtió en su presa. El sonido de cascos atronadores vino de
la dirección donde comenzaba la ciudad.
Vhalla cruzó el límite de la ciudad y se sumergió en la acogedora
oscuridad. Si esto hubiera ocurrido hace un día, Vhalla no se hubiera
preocupado ni un momento por esos jinetes. Baston correría más rápido que
cualquier caballo normal; además, con su viento él era más rápido que un
trueno a través del cielo. Pero Baston estado en movimiento con solo un
breve descanso.
Vhalla cambió su visión y miró por encima del hombro. Los vio a lo
lejos, cabalgando implacablemente tras ella.
Sudando, jadeando, agarrando las riendas tan fuerte que le dejó los
nudillos blancos, Vhalla empujó toda su energía hacia el viento en Baston y
su espalda. Más, ambos tenían que dar más. En su ciega determinación,
estuvo a punto de estar frente al zumbido de una flecha en el aire.
Vhalla extendió el brazo y detuvo la flecha en pleno vuelo. Cerró el
puño y echó el brazo hacia atrás. La flecha giró y aceleró hacia su dueño
original. Vhalla lo vio volar directamente hacia el ojo del hombre del Norte,
al que ella señaló con el dedo. El hombre se desplomó y luego se cayó de la
silla. Ella tragó saliva y apartó la mirada mientras los gritos de los demás se
hacían más fuertes.
Ojos, ella siempre iría por los ojos. Si alguien era o no un Destructor
de Tierra con piel de piedra era un riesgo que no podía correr; ella no
tendría muchas oportunidades. Otro arquero levantó su arco, esperando una
oportunidad diferente para aprovechar su lanzamiento.
Baston ya estaba respirando con dificultad, y Vhalla sabía que tenía
que quitárselos de encima. Los cuatro jinetes detrás de ella cabalgaban
sobre monturas descansadas y tenían la ventaja de haber dormido durante
toda la noche. Vhalla se giró y señaló con el dedo. Alzando su mano, una
flecha se liberó del carcaj del otro arquero. Con un giro de muñeca y la
aguda concentración de un asesino, Vhalla la envió al ojo desprevenido del
hombre.
Uno de los dos jinetes restantes se cayó mientras se desviaban a través
de los árboles, su compañero empujando hacia adelante. Cuando el hombre
se dirigió hacia un lado, Vhalla se dio cuenta de que intentaban flanquearla.
Vhalla agarró la daga atada a su muñeca, enviándola directamente a su ojo.
En el proceso, una mujer jinete había alcanzado a Baston, levantando
una hoja curvada perversamente hacia sus caderas. Vhalla extendió el otro
brazo, haciendo que la jinete cayera de cabeza. No fue casualidad que la
espada del agresor cortara la garganta de su portador en la caída.
Vhalla extendió una mano expectante, su propia daga volvió a ella
después de un momento. Limpiando la sangre en su muslo, rápidamente la
enfundó contra su muñeca antes de tomar las riendas una vez más. Vhalla
se tragó un grito en busca de velocidad; gritarle al caballo no lo haría ir más
rápido. Solo comprometería aún más su posición.
Vhalla apretó los labios, obligándose a mantener la compostura. No era
la primera persona que había matado. Había matado en la Noche de Fuego
y Viento, había matado al hombre que había asesinado a Larel y había
matado con sus propias manos en el Paso.
Lo que se había hundido profundamente en sus huesos era la
aceptación de lo que debía hacer. Sabía que se había convertido en una
asesina. Fue lo fácil que fue para ella matar a sus enemigos sin siquiera
pensar en cada uno de ellos como una persona completa, lo que le demostró
a Vhalla que había recorrido un camino que nunca había querido. Eran
entidades, enemigos, barreras, pero no eran humanos.
Distraída por su conflicto interno, Vhalla fue tomada por sorpresa por
el primer asalto proveniente de los árboles. Un Destructor de Tierra bajó del
aire, llevando su espada contra la parte posterior de la cabeza de ella. Vhalla
intentó esquivarlo en el último segundo, pero ya era demasiado tarde. La
hoja se resbaló de su cota de malla pero dejó su visión borrosa y sus oídos
zumbando.
Parpadeó, tratando de ordenar sus sentidos mientras empujaba a Baston
hacia adelante, dejando al asaltante detrás de ellos. Destructores de Tierra
saltaban de rama en rama en los árboles sobre ella, libres y sin miedo. Las
enredaderas cobraban vida para encontrarse con sus manos extendidas, lo
que les permitió volar por el aire. Con un giro o un tirón, sus caminos se
encogían hacia atrás y se enroscaban alrededor de las ramas para tirar de
ellos hacia arriba.
Ella quería sentirse asombrada; tal vez lo hubiera hecho si estas
personas no estuvieran dispuestas a matarla. Otro giró bajo y Vhalla se dejó
caer a un lado de la silla para esquivarlo. Enderezándose, ella volvió a
desenvainar su daga con un movimiento rápido mientras un tercero se
lanzaba hacia adelante para atacar. Ella envió la hoja a través de la
enredadera que sostenía al Destructor de Tierra.
El hombre cayó por el cielo; la mente de Vhalla la traicionó, mostrando
un cuerpo diferente cayendo en picado por el aire.
Con un gruñido, ella giró su hoja hacia el siguiente que vio, confiando
en la misma táctica. Les mostraría por qué debían colgar sobre la cabeza de
la Caminante del Viento. El otro cuerpo cayó con un ruido sordo y
repugnante, y Vhalla los dejó atrás. Con un movimiento de su muñeca, su
daga volvió a su mano.
El ritmo de Baston se había ralentizado y Vhalla volvió a agitar las
riendas. Esta fue la primera vez que la bestia no hacía caso a su orden, y
sintió que la inquietud se apoderaba de ella.
Cinco personas del Norte todavía saltaban de árbol en árbol por encima
de ella cuando el amanecer comenzaba a desvanecerse en la madrugada.
Vhalla se preguntó si estaban esperando el momento oportuno para que la
jinete y la montura se cansaran. Si ella fuera ellos, haría lo mismo. Los
costados de Baston se agitaban con cansancio.
Su presencia comenzó a desgastar a Vhalla, y ella los miró conteniendo
el aliento, esperando el próximo asalto. Pasó otra hora y Baston redujo la
velocidad a un trote; ella esperaba que este fuera el momento en que
atacaran. Pero ellos se mantuvieron firmes, siguiéndolos de rama en rama,
cada una inclinándose para encontrarse con sus pies y manos.
Estaban jugando con ella, como gatos con un ratón.
Ahora era un juego, un juego de quién se cansaría primero. ¿Quién
cometería el primer error que resultaría en muerte?
Vhalla metió la mano lentamente en la bolsa que tenía en la cadera, sin
cambios arriba. Se dedicó un momento a mirar la brújula; aliviada que su
dirección no hubiera cambiado.
Se debió haber dado una orden silenciosa alrededor del mediodía y los
arbustos del suelo del bosque empezaron a cerrarse a su alrededor,
deslizándose hacia ella como si estuvieran vivos. Vhalla volvió a agitar las
riendas y, afortunadamente, el caballo atendió su demanda. Buscó
profundamente en sus reservas cuando Baston comenzó a correr, poniendo
el viento en sus cascos.
Tal vez ella sería más rápida.
Su esperanza fue destrozada por una raíz, afilada como una lanza,
retorciéndose desde el suelo. El caballo dio un grito terrible y se estremeció,
empalado en la pica de madera. Vhalla gritó al ver morir sus esperanzas con
la sangre humeante de la montura salpicada por el suelo.
Este había sido el momento por el que su enemigo había esperado, y
los escuchó caer a todos a la vez. Vhalla se giró y sacó la pierna del estribo.
En el mismo movimiento, su mano estaba en su muñeca, sacando la única
arma que poseía. Vhalla la lanzó mientras caía hacia atrás del costado de
Baston. La daga se balanceó en el amplio arco de su mano. Cortó a través
de la primera vid y a través de casi toda la segunda antes de quedar atrapada
en el retroceso de la vid, doblándose y partiéndose en dos. Pero había hecho
su trabajo y ambas personas del Norte cayeron.
Vhalla rodó, escuchando un débil latir en el borde de su mente. Era el
sonido del latido del corazón del hombre al que estaba tratando de salvar,
protegiéndola a su manera a pesar de su distancia y sus heridas.
Una persona volvió a atacar, pero dos aterrizaron a su alrededor.
Baston continuó pisando fuerte sus últimas protestas, tratando de liberarse
de la pica que lo estaba matando lentamente.
—Demonio del Viento —gruñó el hombre, su espada en la barbilla de
ella. El otro estaba detrás de ella. Dejó que Vhalla se sentara, lo cual fue su
primer error. Él le espetó unas palabras en un idioma que ella no entendió, y
Vhalla aprovechó la oportunidad para girar su muñeca y mágicamente
arrancar la espada de su mano. Vhalla giró su cabeza y vio cómo empalaba
el ojo del hombre detrás de ella.
Una bota chocó contra su sien y Vhalla rodó, compensando en exceso
la segunda espada del hombre que se hundió en el suelo junto a ella. Vhalla
agarró el arma del rostro del atacante caído y luego se puso de pie con
piernas temblorosas. El hombre dio un paso cuidadoso a su alrededor, y el
bosque pareció contener la respiración mientras ella lo miraba fijamente.
La tensión tembló, luego se rompió.
Vhalla se lanzó y dejó que el hombre la desarmara. Él sonrió
salvajemente en falso triunfo y la palma de la mano de Vhalla se cerró
sobre su boca. Su rostro estalló con el grito de angustia de Vhalla cuando
ella forzó hasta la última gota de poder que tenía en su garganta y luego
hacia afuera. Cubierta de sangre y temblando, Vhalla volvió los ojos hacia
el cielo.
—¡Huye! —gritó ella—. Huye o sufre el destino de tus amigos. —El
último guerrero flotaba en los árboles por encima de ella. Vhalla no sabía si
entendieron sus palabras, pero sabía lo que habían visto.
»¡Huye rápido, porque tendrás que ser más rápido que el viento!
Vhalla apretó los puños y se puso de pie tan firmemente como pudo.
La sangre del hombre al que había matado la decoraba como pintura de
guerra. Debe haber sido una imagen aterradora, ya que el último
perseguidor hizo una retirada táctica.
Ella lo vio irse. Observó cómo el último de los árboles se doblaba y se
balanceaba en la partida del enemigo. Vhalla ya no era una ingenua. Él se
iría y volvería con más hombres y mujeres. Más de los que ella podría
manejar.
Hubo una cosa que detuvo su progreso. Agarrando una de las espadas
caídas de los del Norte, Vhalla endureció su corazón por completo y
atravesó la garganta de Baston. Un caballo tenía más sangre de la que
esperaba y le cubría las manos. Vhalla consideraba a la montura de guerra,
el noble corcel del príncipe Aldrik. Baston merecía morir rápidamente en
lugar de yacer retorciéndose en el suelo con agonía. Empezaba a sospechar
que ella no tendría tanta suerte.
Vhalla revisó su bolsa y pasó los dedos ensangrentados por los papeles.
Todo estaba completo. Con la brújula en su mano, Vhalla comenzó la
marcha con piernas temblorosas. Tropezaba y caía sobre las raíces. Después
de una hora, se derrumbó por primera vez. Suciedad y sangre mezcladas
con desesperanza cuando la posibilidad real de la muerte se cernió sobre
ella.
La imagen de Aldrik, boca abajo y herido, brilló ante sus ojos. Vhalla
maldijo. Elecia había tenido razón al dejar que Vhalla lo viera. Con una
mueca de loca determinación, Vhalla se puso de pie una vez más.
Ella disfrutaba del dolor. Vhalla compraría la vida de él a los dioses, su
pago sería el cuerpo de ella si ese debía ser el precio. Los Dioses crueles e
injustos, exigentes e implacables; Vhalla habría pensado que dos amantes
atrapados en una distancia eterna como lo estaban la Madre y el Padre
sentirían más lástima por su difícil situación.
El día se había desvanecido hasta el final de la tarde, y todo su cuerpo
le dolía tanto que dio paso al entumecimiento. Al principio le hormiguearon
los pies, pero ahora se arrastraban como piedras por el suelo. Tenía sed,
estaba cansada y tenía hambre. Su cabello se pegaba a la sangre seca de su
rostro y no tenía fuerzas para alejarlo. El sudor empapaba su ropa debajo de
su armadura, y su respiración era superficial y débil. El mundo se redujo a
su pie izquierdo y luego a su pie derecho. Vhalla avanzó y avanzó hacia
algún lugar donde nunca había estado. Un lugar que quizás no exista.
De alguna manera, incluso en medio del agotamiento, sus oídos
captaron el murmullo del movimiento detrás de ella. Era el susurro del
bosque, lo que indicaba que la estaban persiguiendo de nuevo. El que había
huido había regresado a su ciudad en los árboles, y el enemigo de Vhalla ya
avanzaba con refuerzos.
Los sonidos empezaron a crecer y el sol colgaba bajo en el cielo. Una
caminata se convirtió en una carrera y Vhalla se dio cuenta de que eso era
todo, lo último de su energía. Cuando sus pies se detuvieron, no se
volverían a mover durante un tiempo. A decir verdad, si caía,
probablemente nunca se levantaría cuando ellos se acercaran.
A juzgar por el susurro de los árboles y el estruendo constante de los
caballos, los del Norte estaban ganando terreno rápidamente. Vhalla lloró
por la inutilidad de su misión, con agonía recorriéndola. De repente,
atravesó una línea de árboles artificiales que se convirtió en un arco de
tierra ennegrecido.
La puesta de sol era dolorosamente brillante en comparación con el
bosque en penumbra, y Vhalla parpadeó confundida al escuchar un cuerno
sonar a su derecha. Fue un sonido familiar que despertó la esperanza en ella
una vez más. Se giró para ver a dos jinetes dirigiéndose hacia ella.
Vhalla solo necesitó una breve evaluación para sentirse abrumada por
el alivio; se derrumbó de rodillas cuando se acercaron lo suficiente para que
ella viera que la armadura de uno estaba hecha de acero negro. Miró a los
miembros de la Legión Negra y a los hombres de espadas Imperiales.
Uno desmontó y sacó con gracia una espada delgada. Vhalla parpadeó
aturdida. Tenía una mandíbula fuerte, rasgos alerta y cabello negro lacio
que le caía alrededor de las orejas. Le resultaba tan familiar que era casi
como mirar un fantasma.
—¿Quién eres? —La espada del hombre estaba en su barbilla y toda
familiaridad con el príncipe heredero se desvaneció cuando Vhalla fue
absorbida por sus ojos cerúleos.
—Comandante Jefe Jax —dijo ella con voz ronca—. Debo… llegar al
Comandante Jefe Jax.
—¿Quién eres? —preguntó el Portador del Fuego.
—Debo llegar al… Comandante Jefe Jax. —Vhalla empujó contra el
suelo, ignorando la espada en su cuello. Sorprendentemente, el hombre la
dejó levantarse. Se quedó en silencio y los ojos de Vhalla se posaron en la
mano de su espada. Su guantelete estaba bañado en oro—. Tú… tú eres…
—Ella luchó por recordar todo lo que Daniel y Craig habían dicho sobre la
Guardia Dorada en la marcha.
—¿Quién eres? —El fuego crepitó alrededor de los puños del soldado
de la Legión Negra, pero Vhalla permaneció concentrada en el hombre que
tenía delante.
—Lord Erion. —Ella finalmente recordó el nombre del otro miembro
de la Guardia Dorada que todavía estaba en Soricium. Los ojos del hombre
del Oeste se agrandaron con sorpresa—. Lord Erion Le’Dan de la Guardia
Dorada. Llévame al Comandante Jefe Jax. Los del Norte están llegando y
no tenemos mucho tiempo.
—No cruzarán la línea de patrulla —dijo él, sin confirmar ni negar su
identidad—. Saben que este es nuestro territorio ahora.
Él no se dio cuenta de lo dulces que eran las palabras para ella, y
Vhalla se tragó una risa de alivio. Ella evitó que su rostro se desmoronara
en un lío de emoción.
—Tengo un mensaje que debo entregar al Comandante Jefe Jax.
Llévame con él ahora.
—¿Quién te crees que eres? Este es Lord Le…
Erion levantó una mano, deteniendo la defensa del hombre por su
nobleza.
—Te llevaré al campamento palacio.
—¿Lo harás? —Vhalla y el soldado de la Legión Negra preguntaron al
unísono.
—¿Hablas con acento del Sur y de Cyven, y supongo que debes
entregar lo que sea que haya en esa bolsa? —Señaló la bolsa que Vhalla no
se había dado cuenta de que tenía en un apretón de muerte. Claramente no
estaba dispuesta a entregarla.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —preguntó el Portador de
Fuego mientras el Guardia Dorado montaba su caballo.
—¿Una chica harapienta? La mataré si intenta algo —dijo Erion con
arrogancia mientras extendía una mano para permitir que Vhalla montara.
Vhalla se tragó su orgullo y aceptó su ayuda para subir a la silla. La
obligó a sentarse delante de él, con sus brazos a cada lado de ella agarrando
las riendas. Erion espoleó a su caballo hacia adelante y Vhalla agarró su
crin.
—¿Cómo te llamas? —preguntó él fuera del alcance del oído de su
camarada mientras se abrían paso a través del gran camino quemado.
—Serien. —Vhalla no sabía por qué mintió—. Serien… —Sonaba
insegura.
—Leral.
La conversación cesó cuando llegaron al borde del valle donde se
encontraba Soricium. Vhalla miró con asombro cuando vio al ejército
Imperial completo por primera vez. Cientos… no, miles, de tiendas de
campaña y chozas estaban construidas en una cuenca poco profunda. El
corazón de Vhalla se aceleró al ver la verdadera fuerza del Imperio, el
mayor logro del Emperador Solaris.
En el centro se alzaba un gigantesco bosque amurallado, árboles
incluso más altos que los gigantes que Vhalla había presenciado en la
jungla. Era el último tramo de la fortaleza del Norte. Los restos finales de la
legendaria ciudad en el cielo y el lugar al que Vhalla había sido traída para
conquistar: Soricium.
Los soldados miraban con curiosidad mientras cabalgaban por el
campamento hacia un edificio en forma de T de construcción tosca.
Claramente, el término “campamento palacio” se había utilizado con ironía.
Lo había logrado, se dio cuenta en estado de shock. De verdad había
llegado al Norte.
—El Comandante Jefe Jax está adentro. —Erion desmontó,
ofreciéndole una mano para ayudarla a bajar.
Vhalla lo ignoró, caminando delante de él pasando a los dos confusos
guardias a ambos lados de la puerta del edificio. La habitación de adentro
no era más que paredes improvisadas y tierra en sacos, largas mesas a
diferentes alturas flanqueaban ambos lados del pasillo. Hombres y mujeres
se movían entre papeles y diagramas, discutiendo tranquilamente. Todos se
giraron cuando ella entró.
—Comandante Jefe Jax —exigió Vhalla mientras Erion entraba detrás
de ella.
—Erion, ¿cuántas veces debo decirte que no me traigas mujeres
salvajes hasta después del anochecer? Es una distracción. —Un hombre
sonrió con malicia. Tenía el cabello largo y negro recogido en un moño,
ojos negros y piel aceitunada: era del Oeste.
Vhalla cruzó rápidamente y se quitó la bolsa del hombro. Ella se la
tendió con manos temblorosas, repentinamente llena de energía nerviosa. El
comandante inclinó la cabeza hacia un lado, evaluándola antes de tomarla
de su fuerte agarre.
Lo colocó sobre la mesa, sacando el pergamino que estaba manchado
de rojo en los bordes. Jax pasó de un papel al siguiente con mayor
velocidad, la arrogancia y el humor de antes desaparecieron de su rostro en
favor a emociones que Vhalla consideraría mucho más apropiadas.
Dos ojos oscuros la miraron.
—Tú…
—Tienes que enviar ayuda, ahora. —Vhalla dio un paso adelante.
Todo su cuerpo había comenzado a temblar—. Envíale ayuda. Sí puedes,
¿verdad?
—¡Erion, Query, Bolo! —Jax golpeó los papeles sobre la mesa—.
Reúnan setecientos de los mejores.
—¿Qué? —Uno de los otros mayores jadeó en sorpresa—.
¿Setecientos?
Jax ni siquiera se molestó en responder.
—¡Xilia! —Una mujer se acercó—. Necesito estos artículos de
clérigos, dobles por si acaso.
—¿Dobles? —repitió la mujer. Vhalla vio la larga lista de garabatos de
Elecia.
—Todos los demás, busquen a los jinetes más rápidos e imprudentes.
Traigan a los hombres y mujeres que pondrán su misión primero y sus vidas
y las de sus monturas en último lugar. —Todos en la habitación miraron al
hombre con la boca abierta—. ¡Ahora! —gritó Jax, golpeando la mesa con
la palma de su mano—. ¡Vayan ahora!
Esa fue la primera vez que Vhalla vio la verdadera diligencia del
ejército Imperial. A pesar de la confusión, las preguntas y todas las grandes
incógnitas, los soldados se movieron. Hicieron lo que les dijo su superior, y
fue un espectáculo tan dulce que le dio ganas de llorar de alivio.
—¿Ellos-ellos van a ir? —susurró Vhalla, mirando las puertas por las
que había desaparecido el último soldado.
—Sí, dentro de una hora. —El comandante rodeó la mesa lentamente.
El agotamiento montó la ola de alivio cuando se estrelló sobre ella y
sus rodillas golpearon el suelo. Vhalla se preparó para la caída con un brazo
y con otro envuelto en su estómago. No podía respirar, pero se sentía
mareada por el aire. Quería reír, sollozar y gritar al mismo tiempo. Llegué
al Norte.
Jax se agachó ante ella. La mirada de Vhalla se elevó de sus botas a su
rostro. El hombre del Oeste entrecerró los ojos.
—Vhalla Yarl, la Caminante del Viento. —Su nombre en labios de un
extraño la hizo sentir incómoda, y Vhalla se asentó sobre sus pies para
evaluarlo con igual interés—. No sé lo que esperaba, pero no eras tú.
Ella se rio con amargura, recordando la primera evaluación poco
apreciada que hizo Elecia hace meses.
—Lamento decepcionar.
El hombre inclinó la cabeza.
—Apareces como si te materializaras del viento mismo, para salvar la
vida del príncipe heredero por quien saltaste de un costado del Paso en un
intento para salvarlo. Eres modesta, estás sucia y estás empapada en lo que
solo puedo asumir que es la sangre de nuestros enemigos. —Una sonrisa se
extendió lentamente por el rostro de Jax, como la de una bestia rabiosa—.
¿Quién dijo algo sobre estar decepcionado?
Capítulo 3

—El baño está por aquí. —Jax la condujo hacia la parte superior de la
T que Vhalla había visto desde el exterior.
Ella asintió y lo siguió en silencio. A raíz de aceptar su muerte y la de
Aldrik, estaba experimentando dificultades para procesar el concepto de
salvación. El pasillo perpendicular al área pública tenía una puerta al final
del lado izquierdo y dos en cada pared a la derecha de Vhalla con una
cuarta frente a ella. La construcción de mala calidad hizo que fuera fácil
decir que los soldados, no los artesanos, habían construido el edificio.
—No es muy apropiado para una dama, lo sé. —Jax se rio. El baño era
lo esencial, y él rápidamente hizo que un gran barril de madera se llenara
con agua de lluvia de un depósito en la azotea.
—No soy una dama. —Vhalla sacudió la cabeza—. Esto me recuerda a
mi hogar, en realidad.
Cuando era niña, se había bañado con su madre en un barril no muy
diferente al que le estaban ofreciendo ahora. Pensar en su madre era
extraño. Vhalla se preguntó si la mujer que había regañado a su hija por
trepar demasiado alto en los árboles y había cantado canciones de cuna
reconocería a la mujer en la que Vhalla se había convertido. Era aplastante
lo diferente que era Vhalla de la última vez que había estado en casa.
Jax se apoyó contra la pared junto al barril empapado.
—Eso no es lo que escribió Elecia.
—¿Qué cosa? —Ella fue sacada de sus pensamientos.
—Ella dijo que nuestro Lord Ophain te nombró duquesa de Oeste. —
Jax se cruzó de brazos.
Vhalla tardó demasiado en recordar que Elecia era la nieta de Lord
Ophain. Por supuesto que ella se habría enterado.
—Un título hueco. —Vhalla se rio.
—Y te ofendes rápidamente. —Él detuvo la diversión de ella—. Me
tomo muy en serio la tradición del Oeste y seré el primero en decirte que no
soy el único.
Vhalla recordó cómo Daniel había sido elevado a Lord al unirse a la
Guardia Dorada. Un compañero soldado probablemente se tomaría esas
cosas en serio.
—Lo siento, no quise decir…
Jax rugió de risa.
—¿Crees que me importan esos viejos nobles cascarrabias? ¿Enrojecer
sus mejillas y fingir que su cabello todavía crece de color negro? —Toda la
diversión desapareció de su rostro tan repentinamente como apareció—.
Pero en serio, algunos sí se ofenderían.
Vhalla abrió y cerró la boca, pero las palabras no se formaron.
—Bueno, cariño, me encantaría quedarme y unirme a ti, pero necesito
enviar a esos jinetes. Te buscaré ropa más fresca en mi camino de regreso.
—Jax se dirigió hacia la puerta, deteniéndose justo en su marco—. ¿Estarás
bien por tu cuenta?
Vhalla juntó las manos y se encontró con los ojos del hombre mientras
él la miraba por encima del hombro. Esa era una pregunta seria. Había algo
en su locura que llamaba a la suya.
—Sí —dijo Vhalla con más confianza de la que sentía—. Estaré bien.
Envía a los jinetes.
Jax asintió, entendiendo claramente sus prioridades y se fue. Vhalla se
giró hacia la tina de agua humeante. Jax debe ser un Portador de Fuego,
reflexionó ella. Calentó el agua del mismo modo que Larel había calentado
los arroyos y estanques en los que se bañaban a lo largo de la marcha.
Quitarse la ropa fue como quitarse la piel de la otra mujer. Durante
semanas, Vhalla había llevado el recuerdo como un escudo, el último regalo
de Larel: su nombre en forma de Serien Leral.
El agua estaba apenas hirviendo, pero aun así Vhalla tembló. Estaba
sola. Larel y Sareem se habían ido, Fritz estaba lejos, y su biblioteca con su
asiento junto a la ventana… los ojos de Vhalla se cerraron con una punzada
de nostalgia. Se permitió la dulce agonía de soñar, de pensar en volver al
palacio en el Sur. De sentarse con Aldrik una vez más en su jardín de rosas.
De encontrar algo que era diferente de todo lo que había conocido, pero que
todavía era algo que podía llamar normal.
Dos golpes rápidos en la puerta fueron la única advertencia antes de
que se abriera de nuevo.
—Te traje ropa.
—¡No! —Vhalla presionó su cuerpo desnudo contra el costado de la
mañera, tratando de ocultarlo en la curva de la madera.
—Estás tan roja como el carmesí del Oeste. —Jax se rio del color de su
rostro—. ¿Qué? Si tienes algo que no he visto, sería un verdadero placer.
—Esto no es… —Vhalla estaba a punto de morir de vergüenza. Antes
se había bañado en baños grupales, pero con otras mujeres.
—¿Pensé que no eras una dama? —Él sonrió salvajemente—.
Ciertamente estás actuando como una flor noble con toda esta modestia.
—¡No te conozco! —replicó ella.
—¿Quieres hacerlo? —Él levantó las cejas.
—¡Vete! —demandó Vhalla.
—Si la dama lo ordena. —Jax se fue, sin disculpas.
Vhalla hundió la cabeza bajo el agua. Este hombre no se parecía en
nada a ningún noble que ella hubiera conocido. ¡Cualquier persona cuerda
que hubiera conocido!
Pero también era considerado, notó ella. El agua volvió a hervir a una
temperatura perfecta. Había un paño de secado casi limpio esperándola
encima de dos opciones diferentes de camisa y pantalón. Ambos eran
demasiado grandes para su pequeña figura, que se había adelgazado por una
larga marcha y poca comida. La camisa le quedaba como una túnica y era
necesario remangar los pantalones. Pero con un cinturón se acomodaban en
sus caderas en lugar de deslizarse.
El comandante estaba esperándola al otro lado del pasillo cuando salió.
El rostro de Vhalla se puso instantáneamente escarlata de nuevo, y frunció
los labios para contener su frustración.
Jax se apartó de la pared, captando con entusiasmo su emoción.
—Quién lo diría. Había una mujer debajo de toda esa sangre y
suciedad.
Vhalla agarró torpemente la cota de malla en sus manos.
—Por aquí. —Él se apartó del lado del pasillo que terminaba una sola
puerta. Había una puerta a cada lado de ellos, y Vhalla rápidamente se dio
cuenta de a quién pertenecía la habitación.
—¿Es esta la habitación del príncipe Baldair o del príncipe Aldrik? —
Ella se detuvo en la puerta por la que Jax la estaba guiando.
—De Baldair. No le importará, y pareces una muerta caminante. —
Vhalla miró al otro lado del pasillo, y el Comandante Jax no se perdió los
pensamientos obvios que flotaban en su rostro—. ¿A menos que prefieras
quedarte en la habitación del príncipe heredero?
—Sí —susurró ella.
Jax dejó que Vhalla deambulara sola por el pasillo. Él se quedó en la
puerta de la habitación de Baldair, mirando a la Caminante del Viento
mientras abría lentamente el simple pestillo de madera que mantenía
cerrada la puerta del príncipe heredero. Sus ojos la siguieron mientras ella
cómodamente, casi con reverencia, entró en la habitación del hombre más
reservado del Imperio.
No había nada notable en el lugar, algunos cofres contra una pared, una
cama y un escritorio colocado cerca de una ventana cerrada. Vhalla se
detuvo para participar en un concurso de miradas con un soporte de
armadura vacío esperando que regresara la armadura de su dueño.
El rostro destrozado de Aldrik brilló ante sus ojos, y Vhalla agarró su
camisa sobre su estómago, deseando que la sensación de malestar
desapareciera.
—Aquí. —Jax colocó una mano en su hombro, lo que hizo que Vhalla
casi saltara de su piel.
Ella miró el vial en su mano.
—¿Solo uno? —Cada vez que la habían herido, la mitad de una caja de
clérigos era forzada a bajar por su garganta.
—¿Tus heridas son lo suficientemente graves como para necesitas
más? —preguntó Jax seriamente. Vhalla negó—. No las físicas al menos,
¿verdad?
Vhalla se apartó de él, enderezando los hombros hacia el hombre, a la
defensiva de sus sentimientos. Era como un reguero de pólvora,
impredecible, quemando una emoción y luego la siguiente. Ella lo miró con
los ojos entrecerrados y abrió la boca para hablar.
Un conocimiento silencioso brilló en los ojos de él, una profundidad
que la calmó y la dejó sintiéndose modesta. Los dedos de él envolvieron los
de ella, cerrándolos alrededor del vial.
—Bebe esto, Vhalla Yarl, y duerme bien. Al parecer, ha pasado un
tiempo.
Jax la dejó antes de que pudiera responder. Vhalla miró fijamente el
vial en su mano y se preguntó qué podía ver el hombre en ella, qué veía el
mundo en ella ahora. Sus pensamientos giraban como un trompo, cada vez
más rápido, y fuera de control hasta que con entusiasmo se llevó la poción a
los labios, y la bebió de un trago.
Vhalla se derrumbó sobre la cama, la cama de él.
Olía rancio. Las sábanas no se habían lavado en mucho tiempo, si es
que alguna vez se habían lavado. Tenían un crujido seco y desprendían un
aroma húmedo y terroso. Pero en algún lugar bajo el olor a humedad había
un almizcle que Vhalla conocía bien. Se acurrucó sobre sí misma,
agarrándose al colchón, las almohadas y la manta. Cuero, acero, eucalipto,
fuego y humo, y un aroma que era claramente de Aldrik, una combinación
que la abrumó.
Cuando Vhalla despertó, esperaba haber dormido solo unas horas. El
sol colgaba bajo en el cielo y la habitación se oscurecía con la luz
anaranjada que penetraba las rendijas de las contraventanas. Arrastró los
pies hasta la sala principal; estaba casi vacía, salvo por dos hombres que
estaban bebiendo al final de una de las largas mesas.
—La bella durmiente ha despertado. —Jax sonrió, su cabello estaba
suelto y caía directamente a la parte baja de su pecho.
—No ha pasado tanto tiempo. —Vhalla se sentó a un buen espacio
lejos de Lord Erion y frente al Comandante Jefe.
—Solo un día —murmuró Erion sobre su bebida.
—¿Qué?
—Estuviste dormida por un buen tiempo. Supongo que tenía razón
sobre todo eso de dormir —dijo Jax con orgullo.
Un día… había dormido todo un día. Vhalla rápidamente hizo los
cálculos en su cabeza.
—¿Alguna noticia de los jinetes enviados?
—Solo ha pasado un día. Ni siquiera pueden estar a mitad de camino.
—Erion dejó su jarra sobre la mesa.
—Yo llegué aquí en dos días. —Vhalla sintió la necesidad de señalarlo.
—Bueno, no debes ser humana. —Él la miró de reojo—. Quizás eres
mitad viento, Serien.
Vhalla se pasó una mano por el cabello, checando desde el rabillo de
los ojos para ver si la tinta negra que enmascaraba su marrón natural se
había lavado por el baño. No se había ido por completo, pero se había
desvanecido lo suficiente como para contribuir a las sospechas del hombre.
Ella miró a Jax, pero él ya había comenzado el rápido proceso de cambiar
de tema.
Ambos eran parte de la Guardia Dorada, pero Jax no había compartido
su identidad a pesar de las claras sospechas de Erion. Vhalla podía adivinar
por qué tendría sentido no revelar prematuramente su verdadero nombre,
pero no tenía ninguna razón para esperar tanta lealtad de un hombre al que
apenas conocía. Colocaron comida frente a ella y Vhalla la miró con
indiferencia. Su mente estaba llena, lo que significaba que silenciaba los
gruñidos de su estómago. Pero Vhalla sabía que debía tener hambre.
Lenta y diligentemente, limpió su plato. En los bosques hacia el sur,
había un príncipe moribundo que dependía de su fuerza. Elecia había dicho
que una persona no podía sostener a dos, y Vhalla tenía la intención de
demostrar que estaba equivocada. Al menos les compraría más tiempo a
ambos.
Vhalla regresó rápidamente a la cama de Aldrik y se enterró bajo las
mantas. Durmió todo el tiempo que su cuerpo lo exigió, lo que resultó ser
algo justo, y comió todo lo que pudo en los siguientes tres días. Vhalla
trabajó para recuperar su fuerza y conservar su energía, evitando cualquier
esfuerzo o riesgo indebido. Significaba que la mayor parte de su tiempo lo
pasaba dentro del campamento palacio entre los otros comandantes, pero
Vhalla rápidamente se hizo útil.
Durante el día, transcribió notas para Jax mientras él ayudaba a
administrar la mitad del ejército. Erion y él habían quedado al mando junto
a un viejo comandante canoso con el que Vhalla aún no había interactuado.
No hubo objeciones de los demás hacia sus comandantes actuales en lugar
de la familia Imperial. La única vez que surgieron preguntas fue al intentar
descifrar las notas de Jax y, por lo tanto, Vhalla había encontrado un uso
inmediato.
La caligrafía del Comandante Jefe de la Legión Negra era ridícula, y
los demás comandantes agradecían las líneas más limpias y las letras más
ordenadas de Vhalla en sus libros de contabilidad y registros. El aprecio fue
mutuo, ya que le dio a Vhalla la oportunidad de aprender sobre el asedio y
el ejército de una manera que nunca había hecho. Sus lecturas previas sobre
tácticas y metodologías militares comenzaron a tener más sentido cuando se
les daba el marco de una situación de la vida real. Vhalla vio cómo se
gestionaban las tropas en el perímetro. Se sentó en silencio y dejó que
hombres y mujeres hablaran sobre el racionamiento y el envío de grupos de
caza a los bosques a su alrededor. También comenzó a ver las líneas entre la
teoría y la acción. Vhalla repitió en su cabeza la información que recolectó,
memorizándola rápidamente y guardándola para su uso futuro.
Sus días estaban bastante llenos, lo que solo dificultaba las noches
vacías. Sin distracciones, su mente comenzó a divagar. El silencio pareció
extenderse una eternidad y se filtró en su Vínculo con Aldrik, haciéndola
preguntarse si finalmente estaba comenzando a vacilar. Nada en el Canal
entre ella y Aldrik se sentía como antes. Como tierra dormida en invierno,
ella no tenía sueños de sus recuerdos y ningún latido en sus oídos que no
fuera el de ella.
Vhalla rezó para que fuera la distancia y su estado débil lo que
estuviera pasándole factura. Pero ella no lo sabía con certeza. El no saber,
combinado con el vacío, amenazaba con volverla loca.
En su cuarto día, se había complacido con un sueño de mediodía, solo
para ser despertada por las trompetas al anochecer. No podía ser Aldrik
regresando, razonó. Lo más pronto sería tardar diez días más, así que
Vhalla se dio la vuelta y se tapó la cabeza con las mantas. Se sintió
increíble con todo el descanso y la comida adecuada, pero Vhalla se
mantuvo determinada. Los siete días que Elecia había prometido estaban
casi terminados y en algún lugar en el borde más alejado de su conciencia
había una agotada vacilación de magia.
La puerta se abrió y Vhalla se giró aturdida, sin esperar al hombre que
acababa de entrar.
—Bueno, no recuerdo la última vez que atrapé a una mujer en la cama
de mi hermano. —Baldair desató una risa de verano en su mundo de
invierno.
Ella se sentó rápidamente, dejando que el sonido la recorriera. Vhalla
miró sorprendida al príncipe de cabello dorado. Ella y el príncipe Baldair no
habían tenido la relación más estable o convencional, pero él le había dado
a ella y a Aldrik una última noche antes de que entraran al Norte, antes de
que se separaran potencialmente para siempre. El príncipe más joven
probablemente no tenía idea del lugar que se había ganado en el corazón de
Vhalla con eso.
—Baldair —dijo Vhalla con un suspiro de alivio. Verlo fue una cálida
familiaridad. Vhalla nunca pensó que lo diría, ni siquiera que lo pensaría,
pero el príncipe Baldair era lo más reconfortante que había visto en
semanas.
—No esperaba encontrarte aquí. —Él se rio entre dientes—. Me
imagino que es toda una historia.
Vhalla frunció el ceño. Él estaba actuando como si hubiera una historia
loca en su presencia que compartirían y se reirían con bebidas abundantes.
Sus ojos se dirigieron hacia donde Jax estaba en el marco de la puerta.
—¿No le dijiste?
—En el momento en que le dije que estabas aquí, pidió ir a verte —
explicó Jax.
Vhalla volvió a mirar al príncipe más joven, el terror la inundó. ¿Por
qué iba a ser ella quien le diera esta noticia?
—Baldair —dijo ella lentamente.
—¿Qué? —El hombre de anchos hombros miró entre ella y Jax.
—Intenté salvarlo. —Las palabras trajeron consigo un paquete de
emociones que Vhalla se atragantó momentáneamente—. Lo intenté y fallé.
—Por la Madre, mujer, me estás asustando. —Baldair se sentó
pesadamente en la cama y tomó sus manos entre las suyas. Vhalla no sabía
a quién estaba consolando, pero parecía ir en ambos sentidos—. ¿De qué
estás hablando?
—Aldrik está muriendo.
Las palabras abofetearon a Baldair, y su cabeza se giró hacia Jax.
—¿De qué está…?
—Ella está siendo dramática. —Vhalla frunció el ceño ante las
palabras de Jax. El hombre arqueó las cejas—. ¿De alguna manera tienes
más conocimiento que yo a pesar de que hemos estado uno al lado del otro
durante días?
Vhalla abrió la boca y pensó mejor en decirle exactamente qué y cómo
sabía.
—Pero —cedió el hombre con un suspiro—, las cosas no están bien.
—Sacó unos familiares papeles manchados de sangre del bolsillo interior de
la chaqueta militar que llevaba y se los entregó a Baldair.
Vhalla se centró en un rincón de la habitación, incapaz de soportar la
naturaleza frustrante de Jax o las expresiones de Baldair mientras leía los
relatos de la Comandante Reale y Elecia. El príncipe suspiró suavemente y
relajó su agarre sobre las cartas.
—¿Vhalla? —preguntó Baldair. Tenía una mirada perdida y temerosa
que combinaba perfectamente con el corazón de ella—. ¿Realmente hiciste
todo esto?
—¿Hice qué? —Se movió incómoda bajo el peso de la mirada de
Baldair.
—¿Saltaste del Paso y corriste por el Norte, sola?
—Alguien tenía que hacerlo. —La hazaña no parecía merecer todo el
asombro en los ojos de Baldair, por supuesto que ella haría esas cosas.
—¿Ha habido alguna noticia de la horda o de los jinetes? —le preguntó
Baldair a Jax.
El Comandante Jefe negó con la cabeza.
—Nada de los jinetes… la horda avanza como estaba previsto.
Baldair se puso de pie y le devolvió los papeles a Jax.
—Aldrik es fuerte y sé que no se dejará morir ahora. No cuando
finalmente tiene una razón para vivir de verdad de nuevo. Es probable que
ese hermano mío solo esté tratando de escapar de tener marchar el resto del
camino aquí. —La risa de Baldair fue forzada.
»Pero para el aquí y ahora, la comida y la compañía nos harán bien a
todos. —El príncipe dorado le tendió una mano callosa a ella y Vhalla la
tomó. La fuerza del príncipe a menudo se mostraba como física. Pero
Vhalla estaba empezando a descubrir que el hombre conocido por romper
corazones parecía tener uno bastante grande.
Baldair se detuvo en la puerta.
—Ah, todavía es Serien, ¿verdad?
—Por ahora. Pensé que era más seguro de esa manera —confirmó Jax
—. Es mejor no dejar que los rumores en el campamento comiencen hasta
que tengamos la opinión del Emperador sobre ellos.
—¿Qué le pasó a tu Caminante del Viento? —preguntó Vhalla
mientras salían de la habitación.
—Fue asesinada. —Baldair la miró y Vhalla se sorprendió al encontrar
un toque protector en sus palabras—. La del Emperador también lo fue —
informó.
—¿La de Aldrik?
—Estaba viva cuando que me fui. —Vhalla sacudió la cabeza.
—Si estaba montando un espectáculo, probablemente la estaba
protegiendo como lo haría contigo —pensó Baldair en voz alta. Doblaron la
esquina de la sala principal—. ¡Lamento tenerlos esperando, amigos! —
Hubo risas y bromas a expensas de Baldair por haber sido retenido con una
mujer misteriosa mientras se dirigía a una mesa con su Guardia Dorada. La
sala se llenó de más comandantes y soldados, todos pareciendo celebrar el
regreso del príncipe favorito. Jax y Baldair estaban a medio camino de una
mesa cuando se dieron cuenta de que ella no estaba caminando con ellos.
Sus ojos estaban fijos en un rostro del Oeste y un arco iris de
emociones estalló colores dentro del oscuro hueco en el pecho de Vhalla.
Daniel se puso de pie lentamente, mirándola con sorpresa. Vhalla recordó la
última vez que lo había visto, las semanas que habían pasado juntos la
última vez que había sido Serien. Se volvió a poner rápidamente la máscara
de la otra mujer y todos los sentimientos conflictivos junto con ella.
La sala notó instantáneamente el extraño intercambio, agregando sus
miradas y susurros debajo de la conversación que cortésmente continuó.
Daniel rodeó la mesa aturdido, centrándose solo en ella como si fuera la
última cosa en la tierra. Vhalla tragó. Ella no sabía lo que él veía, a quién
veía en ella.
Los pies de Daniel pasaron de arrastrarse a casi correr cuando se
acercó a ella con pasos desesperadamente amplios. Su cuerpo chocó contra
el de ella y sus brazos la rodearon en un abrazo que lo abarcaba todo. Los
brazos de ella respondieron antes de que pudiera pensar, lista para recibir a
la única persona que había estado allí cuando el mundo le había arrebatado
a todos los demás.
—Estas viva. —El aliento de Daniel era cálido en su cuello.
—Soy Serien… —susurró ella en voz baja, recordándose a sí misma y
a él que debían hacer el papel necesario.
—No me importa el nombre que tengas. —La apretó con más fuerza, si
era posible—. Tú eres tú, y eso es todo lo que necesito.
Capítulo 4

—¿Cómo es que estás aquí? —Daniel se apartó y la miró parpadeando


asombrado—. Dijeron que fuimos el primer grupo en llegar.
Vhalla abrió la boca para hablar, pero solo pudo hacer un ruido
estrangulado y ahogado. Verlo le resultaba maravillosamente familiar, tanto
que el alivio que le inspiraba casi la hizo sentir culpable. Vhalla se apartó y
aflojó su agarre sobre él para poder tomar sus manos.
—En un lugar privado —susurró ella, intentando mantener el secreto.
La mitad de la habitación estaba lo bastante cerca para oír.
Daniel asintió.
—Erion, Jax, tomaré esa bebida con ustedes más tarde.
—Las chozas están como las dejaste. —Erion dio un sorbo a su bebida.
Él, Raylynn y Craig miraban con atención los dedos entrelazados de Daniel
y Vhalla.
—¡Nuestro pequeño Danny creció! ¡Robando mujeres! —Jax vitoreó,
y las mejillas de Vhalla ardieron ante la risa que estalló en la habitación
después de tal proclamación.
Daniel la sacó rápidamente de ahí, evitándoles más vergüenza. El sol
se había puesto casi por completo y, en la luz que se desvanecía, Vhalla
podía ver su rostro compitiendo con el de ella por el tono más profundo de
rojo.
—Jax, él… él no es nada tímido y siempre ha sido así —dijo Daniel
rápidamente y en tono de disculpa.
Vhalla asintió, eso había sido evidente desde el momento en que
conoció al Comandante Jefe.
—Pero es un buen hombre, de verdad, solo que es un poco… —Daniel
suspiró, disminuyó la velocidad y se giró. Como si de repente recordara que
le sostenía la mano, rápidamente soltó, metiendo sus manos en los bolsillos.
Vhalla no dijo nada, mirando al Lord.
—No puedo creer que estés aquí —susurró él.
—Preferiría no estar… —Vhalla miró hacia el sur.
—Claro. —Él asintió, dándose cuenta de que estaba distraído de nuevo
—. Vayamos a algún lugar donde podamos hablar.
Daniel se movió hacia la derecha del campamento palacio. Era la
primera vez que Vhalla caminaba entre los soldados y, aunque la mayoría
eran indiferentes hacia ella, ciertamente no lo eran con Daniel. Él hizo todo
lo posible para mantenerles el ritmo, pero le llevó casi el doble del tiempo
que debería haber atravesado la corta caminata hasta una serie de chozas
con un pozo de fuego común que tenía una lona suspendida sobre él.
Parecía que todos los soldados querían darle la bienvenida al miembro de la
Guardia Dorada.
Las sospechas de Vhalla de que estos eran los hogares temporales de la
fuerza de combate más élite fueron confirmadas cuando Daniel la condujo a
una de las chozas. Una cortina era la única barrera entre su espacio y el
resto del mundo. Pero Vhalla instantáneamente se encontró relajándose.
—No es mucho. —Daniel se frotó la nuca.
No era más que cuatro paredes y un techo. Sus suministros ya habían
sido arrojados, la armadura en un soporte simple, algunos artículos
personales en una pequeña mesa. Su saco de dormir estaba abierto en una
plataforma baja, manteniéndolo alejado del suelo polvoriento.
—Es perfecto —respondió Vhalla.
La habitación estaba tan alejada de todo lo que había conocido que no
tenía ningún significado para Vhalla. El campamento palacio estaba lleno
de Aldrik, de la razón por la que ella estaba en el Norte. Aquí había un
lugar donde podía ser Serien, otra persona o nadie, no importaba.
—¿Por qué estás aquí? —Daniel reformuló su pregunta anterior, dando
un paso hacia ella.
Si Baldair no sabía nada de Aldrik, entonces tenía sentido que ninguno
de los recién llegados lo supiera.
—Hubo un ataque en el Paso. —Ella intentó endurecerse de la manera
que había aprendido al ser Serien, de hablar como si los recuerdos no
amenazaran con aplastarla con cada palabra—. Aldrik cayó… —Los ojos
de Vhalla se abrieron al darse cuenta de que no había usado el título de
príncipe heredero. No debería haberse sorprendido al ver que Daniel no se
sorprendió en absoluto. Él ya lo sabía—. Intenté salvarlo, pero no pude.
Apenas estaba vivo y muriendo. Me adelanté en busca de suministros
médicos.
Daniel la miró conmocionado.
—Cuando dices que te adelantaste…
—Corrí. —Sus palabras fueron firmes, con un toque defensivo en caso
de que él desafiara su decisión—. Monté a Baston, puse el viento en sus
cascos hasta que ellos lo mataron…
—¿Ellos?
—Gente del Norte. —Vhalla pensó que era obvio.
—¿Te enfrentaste a gente del Norte? —Daniel se acercó un paso más.
—Luché y los maté para llegar aquí. —No tuvo que amplificar la
verdad para sentir su gravedad—. He estado aquí, sola durante días, y ni
siquiera sé si tengo algo para demostrarlo. Ni siquiera sé si él está vivo.
Los brazos de él la rodearon por segunda vez y, por segunda vez, las
manos de ella lo buscaron.
—Lo hiciste bien. —Su palma frotó la espalda de ella—. Fue
suficiente, hiciste lo suficiente.
Ella cerró los ojos y disfrutó de sus palabras. Quizás fueron un elogio
vacío. Quizás tenían razón y quizás estaban equivocados. Pero ella todavía
quería escucharlas.
—Vhalla, yo… —Daniel comenzó a alejarse.
—No —susurró ella. Él se quedó quieto—. Sin nombres, no más
palabras. Déjame esconderme por un tiempo, consuélame como lo harías
con cualquiera.
Daniel se enderezó lo suficiente para mirarla a los ojos, sus rostros casi
se tocaban. La vista ralentizó su corazón lo suficiente como para encontrar
paz, lo suficiente como para ignorar el lío conflictivo de emociones que
amenazaban con abrumarla.
—No eres cualquiera. Pero lo que sea que desees.
—Gracias.
—No tienes nada que agradecerme. —Daniel levantó tímidamente una
mano. Suavemente, la yema de su pulgar le acarició la mejilla.
Él obedeció sus deseos y ninguno dijo nada durante el resto de la
noche, todo de alguna manera fue comprendido y maravillosamente simple.
Daniel la abrazó y apartó el vacío contra el que ella había estado luchando
durante días. Era un consuelo egoísta, pero uno que ella necesitaba
desesperadamente.
Erion no pareció sorprenderse a la mañana siguiente cuando ella salió
de la tienda de Lord Daniel Taffl.
—Desayuno —dijo él en voz baja, llamando la atención de Vhalla
hacia la sartén que se cocinaba sobre el fuego central.
La comida realmente olía bien. Apenas amanecía, y aún no tenía otro
lugar donde estar, así que se sentó en uno de los bancos frente al Lord del
Oeste. La guerra era un interesante igualador en el mundo. Hizo que los
lores y las damas prepararan la comida como la gente común, y las únicas
cosas que se tenían se habían ganado o tomado.
—¿Cómo conoces a Daniel? —Erion se centró en el fuego y la comida
que se estaba cocinando sobre él.
—Nosotros… —Ella hizo una pausa—. Nos conocimos cuando me uní
al ejército del Imperio en el Oeste.
—Oeste, ¿eh?
Vhalla asintió, descubriendo que el disfraz de Serien ya no encajaba
como antes.
—¿De qué parte del Oeste eres? —Un par de ojos cerúleos la
evaluaron minuciosamente.
—Qui. —Conocía una prueba cuando la veía.
—¿Qui? —Erion silbó bajo—. ¿Cómo terminó una mujer del Este en
Qui?
Se dio cuenta de que él estaba evaluando su color de piel bronceado
ámbar y su cabello no negro.
—Nunca pregunté. Mi madre no habló mucho antes de morir. Mi padre
estaba demasiado borracho para molestarse en hablar. —Antes de que Erion
pudiera decir otra palabra, Vhalla tomó nota de sus ojos azules y continuó
—: ¿Y cómo terminó un hombre del Sur en…?
—¿En las Encrucijadas? —Erion sonrió y se dio cuenta de lo mal que
había fallado su intento de contrarrestar su parentesco—. Ciertamente sabes
de dónde soy.
Vhalla se frunció el ceño. El trabajo de los últimos días con el ejército
la había hecho desenterrar toda la historia militar que había leído, la cual
era principalmente sobre la expansión del Oeste. Casi dejó que él la
atrapara.
—Por supuesto que sí, no hay nadie vivo del Oeste que no sepa de la
familia Le’Dan.
Erion le dio una mirada de aprobación y se acercó a la sartén.
—No hay un ciudadano del Imperio que no lo sepa, dada la historia de
Leron Ci’Dan y Lanette Le’Dan.
Vhalla asintió sin entusiasmo. La historia de los amantes imposibles
era una que solo había consumido una vez, y su tragedia romántica la
convirtió en una lectura larga y agotadora. La mayoría nunca usaba los
apellidos de las almas desafortunadas. Ci’Dan, la familia de Aldrik… ella
se centró en el fuego. El pensamiento del príncipe heredero provocó una
incómoda nitidez en los bordes de los recuerdos de la noche anterior. De
repente, una noche de lo que había parecido un consuelo inofensivo entre
amigos cercanos se sintió muy mal.
—Gracias a la Madre que todavía cocinas. —Un Daniel somnoliento
entró tropezando, como si hubiese sido convocado por los pensamientos de
ella.
Vhalla observó la forma en que se movía su camisa mientras pasaba
una mano por su cabello castaño casi hasta los hombros. La camisa tenía
arrugas en su mayoría por el frente, deteniéndose en algún lugar antes de su
ombligo. Sabía que era algodón fino, no lana, por la cantidad de calor que
había irradiado de su cuerpo la noche anterior. Ella se obligó a concentrarse
en los dedos, abriendo y cerrando sus manos entre las rodillas.
Habían dormido lado a lado en la marcha desde las Encrucijadas. Él no
había pensado en ella como Vhalla, no había sido nadie la noche anterior.
Era una débil excusa para algo más profundo y perturbador, y lo sabía con
tanta certeza como la luz del día.
—Serien, ¿quieres un poco?
Ella parpadeó al ver el plato de comida que le entregaban.
—¿Serien? —repitió Daniel.
—No, no, yo… —Vhalla se puso de pie con un movimiento de cabeza
—. No tengo hambre.
—Debes estar hambrienta; no comimos nada anoche. —Daniel frunció
el ceño.
—Necesito ir a ver a alguien —mintió, en parte.
Vhalla se movió rápidamente, dejándolos atrás sin más palabras y
dirigiéndose hacia el campamento palacio.
—¡Alto! —Uno de los soldados a ambos lados de las puertas del
campamento palacio detuvo su avance. La evaluó pensativo—. ¿Qué
negocio tienes?
—Me estaba quedando aquí.
—No recibí ninguna mención. El campamento palacio no es el lugar
para ti, solo para los comandantes y la realeza. —Él la despidió.
—No, no lo entiendes. —Ella sacudió la cabeza, recordando de repente
que su cota de malla, la cota de malla que Aldrik le había hecho,
permanecía olvidada en su habitación—. Debes dejarme pasar. —Dio otro
paso hacia adelante y el soldado se paró frente a ella.
—Soldado, estás fuera de lugar.
—Es demasiado temprano para causar problemas. —Jax la sobresaltó
con su proximidad. Ambos soldados saludaron al Comandante Jefe de la
Legión Negra.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó ella.
—Podría preguntarte lo mismo. —Jax ladeó la cabeza—. Bueno,
déjenos pasar —ordenó a los guardias.
Los soldados obedecieron al Comandante Jefe, dejándolos entrar sin
problemas. El largo pasillo estaba vacío, papel y libros de contabilidad
esparcidos sobre las mesas. Había subestimado lo temprano que era en
realidad.
—¿Y bien? —Jax cruzó los brazos sobre el pecho.
—Necesito ver a Baldair —explicó Vhalla.
—Me lo imaginé. —Él sonrió—. Pasas de un hombre a otro muy
rápido, ¿verdad?
Vhalla arremetió tan rápido como el viento, tan rápido que incluso Jax
miró con los ojos muy abiertos mientras le agarraba el cuello de su camisa.
—No te atrevas —gruñó ella.
La sorpresa se retiró de su rostro. Sus ojos negros se volvieron aún más
oscuros con una intensidad que ella nunca había visto antes. Hizo que su
exterior jovial corriera aterrorizado. Una sonrisa se extendió por las mejillas
de Jax lentamente, mostrando sus dientes como un animal.
—¿Quieres hacer esto, aquí, ahora? —preguntó él suavemente—. He
sido un anfitrión muy amable contigo hasta ahora y estoy feliz de seguir
siéndolo.
Su agarre vaciló. Los estados de ánimo de este hombre oscilaban como
un péndulo y, en ese momento, tenía una idea muy clara de cómo y por qué
se había convertido en el Comandante Jefe de la Legión Negra. Jax levantó
la mano lentamente, colocándola en su hombro. Incluso con el movimiento
telegrafiado, ella saltó.
—No lo hagamos, ¿de acuerdo? —Su otra mano descansaba sobre sus
muñecas, apartándolas con facilidad.
—No es lo que piensas —dijo ella, todavía a la defensiva.
—Te lo prometo, no tienes idea de lo que pienso. —Jax envolvió un
brazo alrededor de sus hombros—. Ahora, vayamos a buscarte a tu
príncipe.
Vhalla no hizo ningún comentario, y decidió no replicar que el príncipe
de cabello dorado no era su príncipe.
Cada paso comenzaba a agregar otra duda sobre el curso de acción
elegido. ¿Qué planeaba lograr? Cuando Jax fue a llamar a la puerta, ella
casi lo detiene. Pero la oportunidad fue eliminada cuando sus golpes se
desvanecieron en el silencio.
—¿Quién? —llamó una voz nebulosa por el sueño.
—Tu princesa sonrojada —dijo Jax en un tono de niña.
—Vete, Jax.
Podía escuchar el movimiento desde adentro.
—Ay, cariño, no soy solo yo. —Jax la miró—. Tienes una cierta dama
buscándote.
Hubo algunos murmullos y susurros claramente femeninos antes de
que una serie de pasos pesados marcharan hacia la puerta. El pestillo se
levantó desde adentro y abrió una rendija para el príncipe.
—¿Tú?
—Lamento molestarlo, mi príncipe. Olvidé mi armadura aquí. —Su
resolución se había desvanecido.
—¿Por qué me buscaste si solo querías tu armadura? —La pregunta
fue suave cuando podría haber sido molesta.
Ella no tuvo respuesta.
—Espérame en la habitación de él. —Baldair asintió hacia la puerta al
otro lado del pasillo.
Vhalla hizo un surco en el suelo mientras esperaba caminoteando. Con
cada paso, oscilaba entre cada manto que se le había puesto durante el
último año: la bibliotecaria, la hechicera, la soldado, la agente de la muerte.
Parte de ella cantaba su inocencia en todo, incluida la gota que colmaba el
vaso con repentina culpa, Daniel. La otra parte entonó cómo ella había
participado en la elaboración de todo. Ella tiró de sus dedos pensativa.
—Sí, te lo compensaré esta noche y un poco más. —Captó la risa
melódica de Baldair a través de las delgadas paredes del campamento
palacio.
Cuando se abrió la puerta de la habitación de Aldrik, un príncipe
vestido mucho más apropiadamente apareció en su marco.
—¿Vhalla? —Baldair cerró la puerta detrás de él, esperando que le
explicara el motivo de haberlo buscado.
—¿Lo soy? —susurró ella.
La confusión frunció el ceño cuando el príncipe frunció el ceño.
—¿Qué soy yo? —Ella sacudió su cabeza—. ¿Soy Vhalla? ¿Soy un
objeto con dueño? ¿Soy libre? ¿Soy Serien? ¿Soy fuerte o débil? O… no lo
sé. —Se miró las manos, como si estuviera confundida de dónde habían
salido—. Puedo matar y amar con el mismo corazón. No encuentro miedo
en las cosas que debería y, sin embargo, puedo estar aterrorizada. Baldair,
ya no sé lo que soy, quién soy. —Las palabras habían tardado en llegar, pero
Vhalla ni siquiera las había pensado antes de que salieran de ella. Había
caído en el Paso y se había levantado como alguien diferente. Ya no era
Vhalla Yarl, la aprendiz de bibliotecaria, y ya no necesitaba el caparazón de
Serien Leral. Ella era más que la herramienta que veía el Emperador y
menos que la mujer en la que esperaba convertirse.
El intermedio la amenazaba con asfixiarla.
—Yo sí —dijo Baldair suavemente y tomó sus manos entre las suyas
—. Sé quién eres.
Ella lo miró. ¿Él qué podría saber sobre su corazón que ella no
pudiera entender por sí misma? Era el hermano del hombre que amaba. Era
el hijo del hombre que la poseía. Pero, en realidad, hasta ahora él no había
sido nada de especial importancia para ella. Estaba a punto de definirse a sí
mismo.
—Eres tan implacable y decidida como el viento mismo. Estás
haciendo lo que debes para sobrevivir. Es lo que todos estamos haciendo,
apoyándonos en lo que debemos apoyarnos para mantener las piezas juntas.
Ella negó con la cabeza, su culpa no le permitiría aceptarlo.
—Eso es solo una excusa.
—¿Una excusa para qué? —preguntó él gentilmente.
—Una excusa para…. — Vhalla dejó caer la cara entre las manos—.
Para las cosas que he hecho.
—¿Qué cosas?
Ella sacudió su cabeza.
—¿Se trata de Daniel? —Fue formulado como una pregunta, pero por
su postura, Baldair claramente ya conocía la respuesta. Vhalla levantó los
ojos de sus manos. Baldair suspiró—. Vhalla, ¿has pensado que esto podría
ser algo bueno?
—¡No te atrevas a decir eso! —El fuego latía por sus venas.
—Mi hermano no está…
—¡Lo amo! —Vhalla interrumpió a Baldair—. Amo a Aldrik. —
Decirlo en voz alta reafirmó la fuente de su culpa inmediata.
Baldair la miró fijamente, una especie de tristeza desesperada tiraba de
sus hombros. Vhalla se giró y se aferró a sí misma. No quería estar cerca de
este príncipe si eso era todo lo que tenía que decir.
Dos fuertes brazos la rodearon y Baldair la atrajo hacia su pecho.
—Está bien, está bien, sé que lo haces.
—Entonces, ¿por qué…? —Sus palabras se convirtieron en un
profundo suspiro.
—Porque odio sentarme y ver algo destinado a ser estar en tanta
angustia. Porque recuerdo la primera vez que nos conocimos. —Vhalla
sonrió levemente al recordar la Biblioteca Imperial—. Dioses, eras una cosa
diminuta y nerviosa. Pensé que te dejaría a medio camino del éxtasis o la
agonía al tocarte y, por la Madre, fue divertido jugar contigo.
—Nunca había conocido a un príncipe antes. —Vhalla le apretó el
antebrazo y se rio levemente. Su toque no le produjo éxtasis ni agonía. Fue
un consuelo fácil y sin complicaciones.
—Y ahora mírate. —Caminó a su alrededor, sus palmas sobre los
hombros de ella—. Me duele ver el peso del mundo en alguien que no
debería haber perdido su inocencia. Pero veo que todo ha desaparecido y
que intentar detener las fuerzas en movimiento ahora es inútil. —Baldair
sostuvo su rostro suavemente con una mano—. Admito que mis métodos no
han sido los mejores. Pero nunca quise hacerte daño. Solo he querido
mantenerte alejada de todo esto. Si hubiera sabido que mi diversión al
invitarte a esa gala solo para ver qué haría mi hermano te habría llevado a la
guerra…
Vhalla negó con la cabeza, sin saber cómo habían llegado a aclarar el
aire entre ellos.
—No te culpo.
—Gracias. —El príncipe sonaba sincero—. Ahora, le he prometido a
Aldrik que te vería bien. Y cumpliré esa promesa, sin importar lo que le
suceda. —El hecho de que Baldair tuviera que añadir tal advertencia al final
de su voto le provocó una punzada de dolor directamente en el corazón—.
Así que necesito que sigas moviéndote. Siendo Vhalla, siendo Serien,
siendo la Caminante del Viento o siendo nadie, como sea que encuentres la
fuerza para despertar cada mañana y moverte.
—¿Cómo sé si estoy haciendo lo correcto? —Ella vaciló, la
incertidumbre se apoderó de ella y debilitó la fuerza que su voz había
estado construyendo durante la última semana.
—No lo haces, nunca lo harás. —Baldair tenía una sonrisa sincera—.
Todos estamos tratando de encontrar nuestro camino, nadie lo ha
descubierto más que tú. No eres tan especial, señorita Caminante del
Viento.
El príncipe le dio un codazo amistoso y Vhalla se echó a reír. Las cosas
todavía se sentían sin resolver, pero si había entendido al príncipe
correctamente, estaba bien dejarlas así por un tiempo. No podía pasar sus
días colapsando de preocupación por Aldrik, al igual que no podía dejar que
los sentimientos por Daniel crecieran a partir de su desesperación por
validación y consuelo.
Así que Vhalla continuó haciéndose pasar por Serien y mantuvo sus
manos ocupadas. Todavía no sabían cuál sería su futuro y parecía prematuro
renunciar al disfraz. Eso no fue cuestionado; ni siquiera por Erion, a quien
Vhalla estaba viendo mucho más seguido desde que decidió continuar
entrenando con la espada. Erion tenía un estilo muy diferente al de Daniel y
estaba ansioso por “corregir” todas las habilidades que Daniel le había
enseñado previamente. Daniel, a su vez, ajustó sus movimientos.
No sabía muy bien si podía confiar en sí misma para estar cerca de
Daniel, aunque eso no la detuvo. Una pequeña pila de ropa, una saqueada a
los almacenes militares, una adición en la choza de Daniel, un espejo de lo
que había en la habitación de Aldrik. Un saco de dormir extra era un nido
secundario en el suelo, donde ella dormía cuando las noches eran
demasiado silenciosas y su pecho se sentía demasiado vacío para estar sola.
Daniel nunca preguntó qué la hizo venir a él. Nunca preguntó acerca de las
pesadillas que la enviaron a meterse silenciosamente en la cama junto a él.
Daniel era diez veces más caballero que el resto de la Guardia Dorada.
Todos los demás habían hecho comentarios sobre su relación poco
convencional, mientras que ella nunca escuchó ni una palabra de presión de
Daniel. Rápidamente llegó a pesar sobre ella.
Había empezado a cenar con Baldair. El príncipe hizo tiempo para ella,
que fue cuando sondeó suavemente la mente de Vhalla, como un médico
inspeccionando una herida para ver si estaba sanando o empeorando. Ella
había comenzado a abrirse durante estas comidas, bebiendo alcohol con
especias o jugando a Carcivi. Lo suficiente que, cuando las cosas con
Daniel se estaban volviendo aún más confusas de lo que habían sido, Vhalla
confió en Baldair.
El príncipe sugirió simplemente preguntarle a Daniel directamente
sobre la verdadera naturaleza de sus sentimientos. Era una idea simple, pero
no se atrevió a hacerlo durante un día completo. Había sido un sueño de
monstruos retorcidos y de ojos rojos brillantes con piedras azuladas que
relucían malvadamente lo que la había llevado perturbada y temblorosa a la
cama y los brazos de él. Mientras ella esperaba que el miedo irracional e
intenso se calmara, Vhalla se concentró en el cálido aliento de él en la nuca
de ella.
—Daniel —susurró Vhalla en la oscuridad, esperando que él estuviera
dormido.
—¿Sí? —respondió.
Ella se tragó su inquietud.
—¿Qué somos?
—He estado esperando que me lo dijeras —respondió él después de un
largo momento—. Pero no tengo prisa.
—¿Por qué?
Soltó una risa ronca. Vhalla había notado que su voz era más áspera
estos días, ya que dirigía más simulacros que los que había dirigido en la
marcha.
—¿Por qué? —Se movió detrás de ella y Vhalla sintió que su muslo
rozaba el de ella. Puso una mano de distancia, lo más casto posible sin dejar
de ofrecer consuelo—. Quizás porque me temo que si te obligo a elegir, no
me gustará el resultado.
Vhalla se mordió el labio.
—Prefiero tener esto, sea lo que sea, a nada. Es bueno tener a alguien
conmigo, incluso si ese alguien es “nadie”. —Daniel presionó su frente
entre los omóplatos de ella y Vhalla se puso rígida brevemente ante el
contacto—. ¿No sueno patético?
—No… —Sus manos buscaron las de él y sus dedos se entrelazaron—.
Suenas honesto.
Sus palabras permanecieron con ella durante los siguientes días. ¿Ella
tenía la fuerza para aceptar las cosas como eran? ¿Para disfrutarlas por lo
que podían ser sin preocuparse por lo que pueda traer el mañana? Era un
lujo que ella no creía poseer.
Aldrik estaba al borde de sus pensamientos. Él estaba allí cuando vio a
Erion por el rabillo del ojo, sus pómulos altos y su cabello negro del Oeste
jugándole una mala pasada a la mente de Vhalla. Estaba allí cuando era
mencionado por los demás. Aldrik estaba allí cada amanecer y cada
atardecer cuando Vhalla miraba hacia el sur, rezando para ver a la horda
regresar.
De alguna manera, creció más en dos semanas que en algunos años de
su vida. Pero ninguna cantidad de entrenamiento o fortaleza mental podría
haber preparado a Vhalla para la noche en que el príncipe heredero regresó
a su vida.
La cortina de la choza de Daniel se abrió sin previo aviso. Vhalla
parpadeó y se despertó, la confusión llenaba su mente nublada por el sueño.
Jax estaba de pie en la puerta, una pequeña llama ardiendo sobre su
hombro, y al instante se sintió agradecida de que fuera una noche en la que
no había decidido compartir el catre de Daniel.
—Por los Dioses, hombre, ¿qué te pasa? —maldijo Daniel aturdido.
—Vhalla Yarl, debes venir conmigo. —No había ningún brillo familiar
en los ojos de Jax. Nada que indicara la amistad que había estado
construyendo con el hombre.
—¿Qué sucede? —Su corazón empezó a acelerarse.
—Dije que vinieras conmigo, ahora. —Jax tenía una moderación
conflictiva en sus movimientos.
—¿A dónde? —Daniel preguntó en su nombre, sentándose.
—El Emperador solicita su presencia. —Jax estaba centrado solo en
ella. Cinco palabras nunca le habían dado a Vhalla tanta esperanza y temor.
—¿Qué está sucediendo, Jax? —preguntó Daniel, bajando la voz—.
Solo somos nosotros, no tienes que seguir sus órdenes como un autómata
entre amigos.
—Dije ahora. —Jax entró, agarrándola del brazo y tirándola hacia
adelante.
—¡Suficiente, Jax! —Daniel estaba de pie.
—¡No interfieras con órdenes Imperiales! —espetó Jax, empujándola
fuera de la choza. Vhalla tropezó pero se enderezó rápidamente. Jax no
volvió a poner una mano sobre ella, no necesitaba hacerlo mientras Vhalla
se alineaba obedientemente.
Ambos eran peones de la corona, se dio cuenta. Pero no había tiempo
para procesar esa revelación mientras sus ojos se posaban en la masa de
gente frente al campamento palacio. Ella apretó los puños y su corazón
comenzó a acelerarse. Si el Emperador estaba aquí, eso significaba que
Aldrik también lo estaría.
Vhalla de repente se giró hacia Jax.
—Antes de que estemos allí, dime, ¿el príncipe heredero… está vivo?
El Comandante Jefe de la Legión Negra no dijo nada, pero tampoco la
regañó por detener su avance.
—Jax, dímelo, por favor —suplicó Vhalla.
—El príncipe heredero está vivo —afirmó y asintió. Esa fue la única
esperanza que le dio antes de continuar.
—¡La Caminante del Viento! —Un soldado la vio cuando se acercó a
la multitud. Fue extraño que alguien la identificara como Vhalla Yarl a
primera vista. Pero estos soldados habían estado presentes para la pelea en
el Paso: ella ya se había despojado de la apariencia de Serien ante ellos.
La multitud se separó asombrada.
—Está viva —susurró alguien.
—Es cierto: voló como un pájaro.
—El viento protege la corona —dijo otro a su amigo con orgullo.
Vhalla los miró fijamente, las sombras de la tormenta de arena
regresaron a ella. No conocía la causa de su reverencia. No tenía ninguna
duda de que estas personas sentían poco amor por Aldrik. Pero miraron a la
persona que había salvado a su príncipe como si fuera el primer rayo del
amanecer.
—Caminante del Viento —llamó uno mientras ella se acercaba a las
puertas del campamento palacio con Jax. Vhalla hizo una pausa y el hombre
no la obligó a avanzar—. ¿Serás capaz de despertar al príncipe?
La pregunta fue un golpe demoledor y la persona la entregó con tanta
esperanza.
—Yo… —Ella vaciló en su respuesta.
—El Emperador ha exigido la presencia de la Caminante del Viento —
anunció Jax, evitándole cualquier explicación mientras la conducía al largo
pasillo.
El Emperador estaba de pie junto a una de las mesas, solo.
—Jax, déjanos. —Ni siquiera se giró para mirarlos.
Jax le dio una mirada cautelosa y luego se fue.
—¿Escuchas cómo te llaman? —El Emperador suspiró—. No dejes
que sus elogios se te suban a la cabeza, niña. Solo lo hacen porque tuve que
afirmar que yo fui el cerebro detrás de tu pequeña búsqueda.
El Emperador se giró y Vhalla se sintió tan pequeña como un ratón de
campo bajo su mirada.
—Tú. —Sus ojos la recorrieron—. Tú, una don nadie, obligaste al
Emperador a mentirle a su pueblo. ¿Estás orgullosa de ese hecho?
—No. —Vhalla desvió la mirada para dar la ilusión de respeto. Lo
último que quería hacer era agravar más al hombre. Sabía que sus acciones
iban a ganarse su ira como un soldado que había rechazado las órdenes.
Pero ella no había considerado que podrían verse como un desafío.
—No me gusta que me obliguen a hacer nada, especialmente por una
don nadie. —El Emperador se acercó lentamente a ella—. ¿No he sido
misericordioso? Solo te pedí que permanecieras concentrada, que me dieras
el Norte y, a cambio, te devolvería tu libertad.
Su palma descansaba sobre la coronilla de su cabeza de una manera
casi paternal. Vhalla quería alejar el contacto ofensivo.
—¿Y cómo pagas mi benevolencia? —La voz del Emperador había
tomado un filo peligroso. Sus dedos se cerraron en un puño y con él un
puñado de su cabello. Vhalla gritó cuando se puso de puntillas para evitar
que la mitad de su cuero cabelludo fuera arrancado de su cabeza—. Mírame
cuando te hablo —gruñó.
Vhalla abrió los ojos con fuerza, parpadeando para alejar las lágrimas
de dolor. Ella no lloraría frente a este hombre.
—Me pagas con desobediencia. El robo y la muerte del caballo del
príncipe heredero, un caballo que vale más que tu miserable vida, ignorando
órdenes, conspirando. Te revelaste como la Caminante del Viento.
Innecesariamente pusiste en peligro tu vida, una vida que me pertenece.
Vhalla frunció el ceño. ¿Intentar salvar a su hijo fue "innecesario"?
El Emperador frunció el ceño, como si pudiera sentir sus pensamientos
rebeldes, y la arrojó hacia atrás. Vhalla tropezó y cayó sobre una rodilla.
—¿Todo para qué? —El Emperador Solaris levantó la bota y la bajó
frente a su rostro—. Para salvar la vida de un hombre con quien no deberías
tener nada que ver. Cuyo nombre tus labios apenas son dignos de
pronunciar, incluso si tu pequeña mente realmente recuerda el título
correctamente.
Él extendió el pie y Vhalla se vio obligada a retroceder para evitar
romperse la nariz con el talón. El Emperador recuperó la postura cuando
ella se tumbó ante él. Su presencia era abrumadora, como si ella realmente
no fuera más que la tierra debajo de sus botas.
—Te voy a dar una orden, una orden tan simple que debería atravesar
tu grueso cráneo. —El emperador Solaris habló lentamente, como si
estuviera loca—. La primavera llegará en unas pocas semanas, y le prometí
a mi gente que Soricium caería antes de que terminara el invierno. Tienes
hasta entonces para entregarme esa ciudad o te veré colgada y
descuartizada, al diablo la magia. ¿Lo entiendes?
—Perfectamente. —La palabra fue dicha con veneno. ¿Cómo era
posible amar al hijo y odiar al padre con igual pasión?
—En lo que respecta a mis hombres, eres mi héroe. Te sugiero que
interpretes ese papel. —El Emperador se mostró casi indiferente cuando
regresó a la mesa—. Pero ten en cuenta que es solo una ilusión. Nunca
volverás a experimentar la libertad.
Él estaba revocando su palabra, notó ella. Ya no importaba si le daba
el Norte o no. Sus opciones ya no eran libertad ni servidumbre. Sus
opciones eran servidumbre o muerte.
—Ahora sal de mi vista.
Valhalla no necesitaba que se lo dijeran dos veces.
Capítulo 5

Vhalla escuchó el consejo del Emperador y trató de sonreír con


valentía y aceptar los cumplidos y elogios de los soldados al salir del
campamento palacio. Su exterior parecía proyectar el mensaje deseado,
pero por dentro, la amargura se batía con rudeza contra la ira y la traición
para crear un veneno amargo. El regreso del Emperador y los soldados que
conocían su verdadera identidad había levantado el disfraz de Serien una
vez más, y con ello sus mentiras de libertad y esperanzas para el futuro
también habían sido destruidas.
—¿Vhal?
A través de su caos interno y la conmoción de los soldados a su
alrededor, una voz suave resonó directamente en sus oídos. Vhalla se giró
frenéticamente, tratando de encontrar la fuente.
—¡Vhal! —Fritz levantó el brazo en el aire, llamando su atención.
—¡Fritz! —Ella empujó groseramente a la gente para llegar a su
amigo. Vhalla prácticamente abordó al hombre de cabello desordenado, que
parecía cansado pero en una hermosa pieza—. Gracias a la Madre, estás
bien.
—Yo debería decirte eso. —Él se rio ligeramente, pero sus brazos
contaban una historia diferente mientras se aferraban a ella—. Tú eres la
que corrió por el Norte.
—No fue nada —murmuró Vhalla.
—Ja, “nada” dice ella. —Él presionó su frente contra la de ella por un
momento—. Estaba preocupado.
—Lo sé. —Ella se enderezó.
—Nos tenías preocupados a los dos. —Vhalla se preguntó si Elecia
había estado al lado de Fritz antes de ese momento.
—¿Tú, preocupada por mí? —Vhalla se rio—. Lo dudo.
—No por ti. —Elecia negó con la cabeza arrogantemente—. Por tu
error y lo que significaría para nuestro príncipe.
Vhalla sonrió levemente. Primero Baldair y ahora cariño por Elecia;
¿qué le estaba sucediendo?
—Disculpen, me voy a robar a mi amiga —anunció Fritz mientras unía
su brazo con el de ella.
Agarrados del brazo, Vhalla entró en el campamento de la Legión
Negra por primera vez. Lo había evitado mientras estaba bajo el disfraz de
Serien. La gente que Vhalla no conocía, y estaba bastante segura de que
nunca había conocido, la reconocía. Solo podía suponer que se debía a su
proximidad con Fritz o Elecia o ambos, y que los soldados habían corrido la
voz como la pólvora. La mayoría parecían sorprendidos y levemente
ofendidos de que ella hubiera estado en el campamento durante semanas y
que no hubiera buscado a la Legión Negra. Los pocos comandantes con los
que había trabajado junto con Jax tenían un nivel más profundo de
conmoción. Pero fue una clase de ofensa bienvenida, una que surgió de
preocuparse por su bienestar y no de formalidades o falsedades.
—¿Ustedes dos se quedaban juntos? —Vhalla parpadeó sorprendida
ante la única tienda.
—Este de aquí no podría soportar estar solo. —Elecia puso los ojos en
blanco, pero sus palabras carecieron de mordacidad, claramente solo
pretendía estar molesta.
—Estaba preocupado —dijo Fritz por segunda vez, sentándose
pesadamente—. Pensé que también te iba a perder y estar solo.
Las palabras fueron más escalofriantes que una daga hecha de hielo, y
Vhalla se movió rápidamente al lado de su amigo, su costado pegado al de
él.
—Lo siento.
—Todavía no puedo creer que lo hayas logrado. —Fritz sacudió la
cabeza y, con eso, dejó a un lado su preocupación—. Eres increíble, Vhal.
—¿Qué sucedió después de que me fui? —Vhalla se atrevió a
preguntar, pensando una vez más en las acciones del Emperador al verla.
—El Emperador hizo parecer como que él te había enviado. —De eso
ya ella se había dado cuenta, pero había una pesadez en las palabras de
Elecia que no le sentaron bien—. Pero sabía que alguien de la Legión Negra
había orquestado tu fuga y hubo un accidente.
—¿Un accidente? —Vhalla miró a Fritz, que apenas se movió.
—La Comandante Reale fue asesinada. —Elecia no tuvo que decir
nada más, ninguno lo hizo.
Vhalla no conocía a la comandante desde hace mucho tiempo, pero
sabía que Reale era una mujer dura como la roca que ejemplificaba lo que
significaba ser un soldado. Por el tono de Elecia, Vhalla supo que la
comandante no se había ido bajo el resplandor de la gloria que se merecía.
Hubo un tiempo en que la culpa de la muerte de la comandante habría
aplastado a Vhalla. Pero ahora solo agregaba fuerza detrás de los vientos
que comenzaban a aullar en busca de sangre en el fondo de su mente.
—El Emperador… —Elecia miró la solapa abierta de la tienda,
buscando a cualquiera que pudiera estar al alcance del oído—. Vhalla, yo
que tú tendría mucho cuidado. Él sospecha incluso de mí y obviamente me
ha estado excluyendo de las reuniones —resopló—. Y soy pariente del
príncipe heredero. No tiene ninguna razón para fingir que se preocupa por
ti.
Vhalla se apoyó en las palmas de las manos.
—Ya me ha quitado todo lo que ha podido quitarme.
—No, no lo ha hecho. —Elecia eliminó la arrogancia de Vhalla de su
rostro con sus palabras—. El hombre es dueño del mundo. Siempre habrá
algo que pueda quitarte.
Vhalla apartó la mirada en lugar de discutir. Cualquier protesta no
serviría de nada; la mujer estaba claramente convencida.
—¿Cómo está Aldrik? —preguntó acerca de lo único que era un
bálsamo para la rabia dentro de ella.
—Sanó bien —informó Elecia—. Pero… todavía temo por su mente.
No ha despertado.
—¿Ni una sola vez? —Vhalla frunció el ceño. Elecia negó—. ¿Qué
podemos hacer?
—Los clérigos y yo ya lo hemos intentado todo. Puede vivir hasta el
final natural de sus días como es, pero… —El rostro de Elecia estaba tan
dolido como se sentía Vhalla.
—Debe haber algo más. —Habían llegado tan lejos. Valhalla no estaba
dispuesta a rendirse ahora.
—No hay nada más. —El dolor ponía a Elecia de mal genio.
—¿Así que te estás rindiendo con él? —gruñó Vhalla, dejando escapar
algo de su propia frustración.
—¡Cómo te atreves!
—Hay algo más. —Fritz puso una mano sobre los hombros de cada
una de las mujeres.
—¿Qué? —espetaron ambas al unísono.
—Hay algo más que no se ha intentado —repitió Fritz.
—Fritz, sabes que hice todo lo que pude. —Elecia estaba honestamente
ofendida de que él pudiera sugerir que no lo había hecho.
—Sé que tú lo has hecho —Fritz asintió—. Pero eso no es todo lo que
podría intentarse… —Se giró hacia Vhalla, y ella instantáneamente supo
dónde estaba su mente.
El corazón de Vhalla la traicionó ante la idea. Pulsó con una esperanza,
una esperanza que ignoraba todos los defectos del plan. Era un rayo de luz
que atravesaba la oscuridad que la había estado asfixiando lentamente.
—Te refieres a que hagan la Unión. —Elecia dio palabras sin miedo a
lo que Vhalla todavía estaba pensando—. Absolutamente no. Es demasiado
arriesgado.
—Ya nos hemos Unido —recordó Vhalla.
—Cada vez que lo hacen es un riesgo —insistió Elecia—. La mente de
él no es fuerte. Podrías perderte en ese vacío o… ni siquiera sé qué
sucedería. Una Unión es peligrosa en las mejores condiciones.
Vhalla juntó las manos. Se preguntó por qué siquiera lo estaba
debatiendo. En el momento en que Fritz lo sugirió, supo que sería el único
curso de acción.
—¿Por qué crees que funcionaría? —Vhalla se giró hacia Fritz.
—No puedes estar hablando en serio —interrumpió Elecia.
—Es solo una teoría. —Fritz de repente parecía inseguro, mirando
entre las dos mujeres—. Pero una Unión es esencialmente una fusión de dos
mentes, ¿verdad? Pensé que, tal vez, podrías entrar en su mente y traerlo de
vuelta.
—Lo intentaré —dijo Vhalla decidida antes de que Elecia pudiera
presentar otra objeción.
Era evidente que no se podía disuadir a la mujer fácilmente. Agarró el
hombro de Vhalla.
—¿Siquiera estás escuchando?
—No hay nada más que los clérigos puedan hacer; tú misma lo dijiste.
—Vhalla no retrocedería, no hasta que lo intentara—. Si no es esto,
¿entonces qué? ¿Lo dejamos encerrado para siempre en la prisión de su
mente? ¿Lo vemos consumirse en la nada, sostenido por pociones y tu
magia?
Elecia bajó la mirada, su mano quedó flácida. Vhalla se apartó y se
puso de pie.
—¿A dónde vas? —preguntó Fritz.
—A intentarlo. —Vhalla se giró.
—¿Crees que el Emperador te permitirá acercarte a él? —Elecia
frunció el ceño.
—¿Crees que me detendrá? —Vhalla miró por encima del hombro a
Elecia. Nunca había tenido la intención de pedirle permiso al Emperador
para ver a Aldrik.
—¿Cómo vas a entrar? —replicó Elecia.
—No te preocupes por eso. —Vhalla negó con la cabeza—. Elecia, si
algo sale mal, confío en que cuidarás de él.
—Si puedo…
Los ojos de Vhalla se posaron en Fritz. Tenía una triste aceptación de
su decisión en rostro, a pesar de ser quien la sugirió. Vhalla suspiró y lo
abrazó con fuerza.
—Cuando esto termine, Fritz, cuando todo termine, volveremos a
trabajar juntos en la Torre.
Él rio débilmente.
—Por supuesto que sí, si tu imprudencia no me mata de preocupación
primero. —El hombre esnifó ruidosamente—. ¿Cuándo se volvió tan loca la
aprendiz de bibliotecaria?
—Quién sabe —dijo Vhalla. Ella besó su mejilla suavemente, sus
labios sellando la verdad. No había estudiado ni entrenado para ser la mujer
en la que se había convertido; había sido tallada en ella por las demandas
del mundo.
Vhalla había memorizado el campamento y evitaba las partes
principales que lo atravesaban. Mantuvo la cabeza abajo y su paso lo
suficientemente rápido como para dirigirse a algún lugar con propósito,
pero no demasiado rápido como para levantar sospechas. Rodeó el
campamento palacio, girando hacia el pasillo trasero. Las tiendas se
detenían a una distancia moderada, y la luna llena no fue amable con sus
intenciones.
Pensando rápidamente, Vhalla caminó alrededor de una pared
diferente, agarrando algunas tablas de madera de repuesto que habían sido
apiladas. Con la mayor indiferencia posible, las apoyó contra el edificio
cerca de la ventana de Aldrik. La mayoría de los soldados seguía
durmiendo, y los pocos que estaban despiertos no la notaron o no
cuestionaron a la mujer confiada que se ocupaba de sus asuntos.
Dos tablas fueron suficientes para protegerla de miradas indiscretas y
Vhalla se agachó contra la pared en el pequeño triángulo de espacio que
formaban. Contuvo la respiración, cerró los ojos y escuchó. Con su Canal
abierto, se convirtió en la confidente del viento, escuchando sus secretos.
Delicados pulsos a lo largo de él, empujando hacia afuera y tirando hacia
ella, le dijeron que había tres personas durmiendo en el campamento
palacio.
Vhalla miró hacia el campamento, buscando a alguien que estuviera
despierto y prestando atención. Al no encontrar a nadie, salió de su
escondite y abrió una de las contraventanas de la ventana baja. Vhalla se
sentó en el borde de la ventana y metió los pies, cerrando la persiana detrás
de ella.
La habitación estaba sumida en casi oscuridad total, las contraventanas
en su mayor parte frustraban la luz plateada de la luna. Era un espacio
familiar para Vhalla después de los días que había pasado acurrucada en la
cama. Pero esta vez, la cama estaba ocupada.
Cinco pasos temblorosos y ella estaba a su lado. Toda la fuerza la
abandonó, y Vhalla se derrumbó en el borde de la cama, con la mano en la
boca. Sus hombros se tambalearon cuando acercó su frente al pecho de él.
Sintió su respiración, mucho más tranquila que la última vez, y lo miró solo
cuando estuvo segura de poder controlarse lo suficiente como para no llorar
en voz alta y alertar a todos de su presencia.
El alivio fue abrumador. Él todavía tenía un vendaje alrededor de la
cabeza, pero ya no parecía rezumar sangre. La mayoría de los demás
vendajes, incluidos los de los brazos, se habían retirado. Su rostro había
vuelto a un color mayormente normal y la hinchazón había disminuido.
Llevaba una barba incipiente en las mejillas que ella nunca había visto
antes; Vhalla no pudo evitar tocarlo, tocarlo a él.
—Oh, Aldrik —gimió ella en el aire húmedo de la noche—. Aldrik…
—Las yemas de sus dedos recorrieron su rostro, y Vhalla se acercó un poco
más a él—. Mi amor.
Vhalla se sintió expuesta y desnuda, cruda para el mundo. Ella
presionó sus labios temblorosos contra los de él, deleitándose con el brillo
único que su piel podía revelar a través de las nubes de tormenta de caos
que se formaban dentro de ella. Él era el principio y el fin de su mundo, el
pegamento que mantenía unida su frágil cordura. Él lo era todo y sin él, ella
estaba perdida.
Vhalla se enderezó y lo miró. Él era todo eso para ella. Así que ella
tenía que ser lo mismo y más para él. Absorbió cada centímetro de su
rostro, desde la clavícula y pecho expuestos justo encima de la manta. Él
necesitaba que ella fuera fuerte, la necesitaba de una manera que nunca
necesitaría a nadie más.
Ella movió sus dedos a sus sienes, presionando ligeramente su piel
cálida. Vhalla cerró los ojos y ralentizó su respiración. Fue como
proyectarse; quería empujarse hacia afuera, pero no al aire libre, sino hacia
él, hacia ellos.
Su respiración hizo eco en el tiempo perfecto; los latidos de sus
corazones tamborileaban con el ritmo consciente de dos personas que se
habían vuelto tan conectadas que ni siquiera la muerte misma podía
separarlas. Vhalla se perdió en la sinfonía de su esencia, permitiéndose
mezclarse con él. Sintió que su cuerpo se alejaba y entró en un lugar que
solo ellos conocían.
Por un momento, Vhalla perdió todo sentido de propósito. La pieza que
faltaba fue encontrada; el vacío hueco que la había estado consumiendo fue
llenado. Esa plenitud satisfactoria avergonzaba a todos los demás deseos.
¿Por qué querría escapar? ¿Por qué querría sacarlo de este lugar de calidez
y amor para llevarlo al duro mundo que esperaba más allá?
Pero ella no se permitió demasiado. Estaba aquí por una razón. Por
mucho que quisiera huir del mundo y refugiarse en él, el mundo todavía
necesitaba a su príncipe. Necesitaba al heredero, el hombre maravilloso que
ella había llegado a amar.
Aldrik, sus pensamientos atravesaron el mundo que existía solo entre
ellos dos. Necesitas despertar ahora.
En algún lugar del horizonte de su percepción, un viento cálido sopló
hacia ella. El fuego le siguió, incendiando el mundo a su alrededor: una
defensa mental.
—¡Basta de esto! —llamó ella, sin permitir que la protesta infantil la
abrumara—. No luches conmigo.
Él estaba aquí. El corazón de Vhalla, el corazón de ellos, comenzó a
acelerarse y, con él, sus pies metafísicos tomaron vuelo. Corrió a través de
las llamas que no la quemaron. A través de la oscuridad que se convirtió en
luz.
En esas llamas, vio los contornos parpadeantes de las figuras. Vio a un
hombre al que conocía bien y al niño del que había crecido. Las sombras
del pasado de Aldrik bailaban más allá de su alcance, demasiado confusas
para descifrar, los espectros brillantes tratando de distraerla de su misión.
—¡Aldrik! —llamó Vhalla una vez más. Estaba perdiendo todo el
sentido del tiempo. Podrían haber pasado segundos o días en el mundo real
y ella no lo habría sabido. Vhalla se llevó la mano al hombro y se la pasó
por el pecho.
El viento dispersó las llamas, alejándolas. Vhalla se giró y repitió el
proceso, apagando los recuerdos ardientes. Ella giró, desterrando los
horrores que él había trabajado tan duro para mantener confinados en los
rincones oscuros de su mente. Vhalla se llevó todo, hasta que todo lo que
quedó fue él.
No había nada a su alrededor; no tenían cuerpos reales, pero la ilusión
de Aldrik estaba acurrucada sobre sí mismo, con el rostro oculto entre las
rodillas. Vhalla dio un paso adelante lentamente, o tal vez hizo que el
mundo se moviera a su alrededor. De cualquier manera, llegó a su destino.
Dejándose caer de rodillas detrás de él, Vhalla envolvió sus brazos
alrededor de los hombros del hombre encorvado.
—Aldrik —susurró su nombre tan suave como la caricia de un amante
—. Regresa a mí. Por favor regresa.
El mundo se onduló a su alrededor en protesta.
—Lo sé. Lo sé, es horrible ahí fuera. Pero no puedes quedarte aquí.
Todo el mundo te necesita. —Vhalla sintió que los latidos de su corazón se
ralentizaban—. Yo te necesito.
El suelo, que en realidad no era suelo, empezó a nublarse. Soltó vapor
como piedras calientes después de una breve ducha de verano. O él se
resistía a la Unión o ella estaba perdiendo su fuerza mágica para
mantenerla. De cualquier manera, se estaba quedando sin tiempo.
—Por favor despierta. Regresa a mí —instó ella. Vhalla sabía que
tenía que retirarse; si no lo hacía ahora, realmente estaría perdida con él—.
Aldrik, te amo.
Sus ojos físicos se abrieron y su cabeza dio vueltas. Vhalla se
balanceó, sus manos cayeron a ambos lados de su cabeza, agarrando la
almohada como apoyo. Ella tragó aire, preguntándose si su cuerpo físico
había estado respirando todo el tiempo. Regresar de una Unión tan profunda
se sentía frío y vacío.
—No me hagas hacer esto sola —murmuró ella. Aldrik estaba quieto,
la luz de la luna congelando su rostro—. Aldrik, no me hagas esto.
Vhalla dejó caer su frente sobre el pecho de él. Qué tonta había sido
por pensar que funcionaría. Por pensar que ella podría traerlo de vuelta. Ella
había aceptado durante mucho tiempo que era una portadora de muerte.
Las lágrimas caían libremente. Vhalla ni siquiera intentó detenerlas.
Sus labios se curvaron y su respiración se entrecortó mientras trataba de
llorar con toda su alma sin hacer ningún sonido.
Él se estremeció.
Los ojos de ella se abrieron de golpe y Vhalla se enderezó de nuevo.
Aldrik permaneció inmóvil. ¿Era su agotamiento lo que le estaba jugando
una mala pasada? Ella le apretó sus dedos con tanta fuerza que podría
romperlos de nuevo.
Su mano se tensó bajo la de ella.
—Aldrik —dijo con un suspiro. Vhalla miró su rostro con ávido
interés, pero no había nada más—. Aldrik —exigió Vhalla con firmeza. Los
Dioses le darían esto. Se lo devolverían—. ¡Maldita sea, abre los ojos! —Su
voz se elevó hasta casi un grito.
Se abrió la puerta del otro lado del pasillo. La cabeza de Vhalla giró en
la dirección del sonido.
—¿Qué? —murmuró una voz débil desde la cama.
Vhalla miró a Aldrik, desconcertada, su príncipe. De rostro áspero, con
barba incipiente, cabello grasiento y ojos cansados a pesar de haber
dormido, se veía positivamente horrible.
Se veía perfecto.
La puerta de la habitación se abrió sin decir palabra; otra se estrelló
contra la pared en el extremo opuesto del pasillo. Vhalla miró a Baldair a
los ojos mientras aparecía, con vela en mano, tan sorprendido que no se dio
cuenta de la cera que corría por sus dedos. Vhalla saltó de la cama y se
lanzó hacia la ventana.
—¿Que está sucediendo? —llamó el Emperador desde el pasillo.
Ella cerró la persiana y se encogió contra la pared detrás de las tablas
que había colocado antes. Vhalla agarró su camisa sobre su corazón
acelerado, rezando para que no revelara su ubicación. Ella inclinó la cabeza
hacia atrás contra la madera del edificio y escuchó el viento por primera vez
en semanas. Cantó un himno de alegría tan hermoso que armonizaba con su
respiración agitada y lágrimas silenciosas.
Su príncipe había regresado.
—Aldrik, tú… —Baldair terminó elocuentemente lo que Vhalla
presumió que era una competencia de miradas entre los tres hombres. Podía
oírlos sin problema a través de las rendijas de la contraventana.
—Es bueno verte, hijo —dijo el Emperador, teniendo más control de
sus pensamientos.
—¿Dónde estamos? —preguntó Aldrik débilmente.
—Estamos en Soricium —respondió el Emperador. Su tono era más
suave de lo que Vhalla jamás lo había escuchado y, a pesar de toda la ira
que albergaba por el Emperador Solaris, se sintió aliviada al escuchar un
destello de su alma que el amor por su primogénito podía hacer notar.
—¿Soricium? —murmuró Aldrik—. No, estamos… pero yo estaba…
¿no estábamos en las Encrucijadas?
Vhalla se giró hacia las contraventanas. Elecia había dicho que no
conocerían el estado de la mente de Aldrik. ¿Y si se había olvidado de su
tiempo juntos?
—No hemos estado en las Encrucijadas durante meses, hermano —dijo
Baldair con delicadeza.
—No, estábamos… estábamos… —Aldrik sonaba perdido.
—No tiene sentido que te presiones —dijo tranquilizadoramente el
Emperador—. Los eventos en las Encrucijadas y después de eso son
intrascendentes.
Vhalla quiso gritar en objeción. Las Encrucijadas había formado los
sentimientos cambiantes de ella y de Aldrik, después de que compartieron
la que había sido la mejor noche de su vida.
—No —dijo Aldrik en un suspiro. Vhalla escuchó su protesta en la
brisa del atardecer, haciendo eco de su corazón al de ella—. No, las
Encrucijadas, y luego… luego me quitaste a Vhalla.
—Hijo. —La voz del Emperador había cambiado por completo.
—Y nosotros, el Pase… yo… —Hubo una conmoción repentina dentro
de la habitación—. ¿Dónde está ella? —exigió Aldrik.
—Acuéstate. No, Aldrik, no intentes pararte. —Baldair asumió el papel
de clérigo.
—¿Dónde está? ¿Está bien? ¡Baldair, me juraste que la protegerías! —
Las palabras de Aldrik sonaban medio locas por la preocupación.
Vhalla cerró los ojos con fuerza, el corazón le dolía por no poder
revelarse.
—¡Díganme! —gritó Aldrik.
—¿Por qué debes hacer esto? —La voz del Emperador era tan suave
que Vhalla apenas podía oírla—. ¿Cuál es tu obsesión malsana con la
chica?
—¿Ella está viva? —Incluso después de despertarse de un largo sueño,
Aldrik no se perdió de nada. La ira del Emperador no existiría si Vhalla
hubiera muerto limpiamente en el Paso.
—Está viva —confirmó el Emperador. La habitación se asentó—. Por
ahora.
—¿Qué? —dijo el príncipe heredero con sorpresa.
Vhalla no quería que él se enterara del ultimátum del Emperador, pero
en especial no quería que se enterara de esta manera. Sus dedos temblaron,
queriendo meterse por la contraventana, sacar a Aldrik de la habitación y
del alcance de su padre.
—Ella comprende que debe concentrarse en la tarea que tiene por
delante, y nada más —dijo el emperador Solaris—. Ella sabe que, si se
entrega a las distracciones, tendrá graves consecuencias.
—Padre, ¿de qué estás hablando? —preguntó Baldair.
—Tuvimos una conversación muy productiva, la chica y yo. —La voz
del Emperador Solaris resonó siniestramente.
Esa ciertamente era una forma de decirlo.
—Y ahora espero tener una igualmente productiva contigo, Aldrik.
El silencio fue la respuesta del príncipe heredero.
—Ella tiene hasta la primavera para entregarme el Norte o la colgarán
y descuartizarán. —No fue más fácil escucharlo una segunda vez—. Pero
me temo que se ha convertido en un riesgo demasiado grande. Por lo tanto,
incluso si tiene éxito, confío en que tú decidirás qué hacer con ella cuando
su utilidad haya terminado.
—¿Qué hacer con ella? —Baldair fue el que tuvo el valor de pedir una
aclaración.
—Ella es un lastre. Puede escuchar conversaciones, atravesar paredes.
No hay ningún secreto que se le pueda ocultar a una criatura así…
—Ella es una mujer —corrigió Aldrik con firmeza.
—…criatura —continuó el Emperador—. No creo que necesite
mencionar las Cavernas de Cristal. —Hubo una larga pausa—. No lo creo.
No estoy tan seguro de que tus pruebas hayan sido suficientemente
concluyentes, Aldrik. Quizás ella puede manejar cristales. Si es así, se
convierte en un riesgo aún mayor para todos nosotros si alguien decide
usarla para desbloquear el poder que duerme allí. La guerra está llena de
bajas; nadie espera que ella abandone este campo de batalla.
Vhalla apretó los ojos con fuerza, sintiéndose enferma.
—Ella salvó la vida de Aldrik, padre. —La defensa de Baldair fue
reconfortante, aunque inútil.
—¡Era su deber! Ese es el papel de súbdito y señor. Un papel que
siento que se está difuminando. —El Emperador dejó que sus implicaciones
flotaran en el aire—. Bueno, entonces, espero sus planes al respecto.
—No lo haré —dijo Aldrik en voz baja mientras se abría la puerta.
El corazón de Vhalla se detuvo.
—¿Disculpa? —preguntó el Emperador con frialdad.
—Ella ha hecho demasiado. La necesitamos. Necesito…
—¿De qué manera la necesitas? —El Emperador Solaris terminó por
su hijo, ensartando cruelmente las palabras que Aldrik estaba dejando
escapar.
—¡Sabes de qué manera! —Aldrik perdió el control. El persuasivo
Señor del Fuego, el temible príncipe había sido despojado para ser un
hombre desesperado.
Vhalla cerró los ojos con fuerza. ¿Cómo se había desequilibrado tanto
el mundo?
—Sí —dijo el Emperador lentamente—. Me temo que sí. —Vhalla
podía imaginarse al Emperador cruzando la habitación para mirar a su hijo
como lo había hecho con ella cuando escuchó sus pasos—. Ella claramente
no puede ser domesticada, así que morirá, Aldrik. Y tengo toda la sospecha
de que será una muerte mucho más suave si es con tu mano que con la mía.
Capítulo 6

—¿Qué harás? —preguntó Baldair, finalmente rompiendo el silencio y


animando a Vhalla a la acción.
—Baldair, vete —exigió Aldrik con amargura.
—Hermano, podemos…
—¡Dije que te vayas! —El príncipe heredero hervía de dolor.
Ambos miembros de la realeza se giraron rápidamente cuando se abrió
la persiana. Vhalla saltó rápidamente por encima del alféizar de la ventana
antes de que alguien de abajo notara su silueta contra la habitación
iluminada por velas. Ella cerró la contraventana lo más suavemente posible,
enderezándose.
Aldrik la miró con los ojos muy abiertos, su mirada se llenó de
adoración por ella como si fuera la misma Diosa que descendió sobre la
tierra y se hizo mortal.
—Vhalla —dijo él con voz ronca.
—Aldrik. —Las fracturas en forma de telaraña se extendían a través
del hielo que había envuelto alrededor de su corazón, se rompieron bajo su
propio peso. Corrió hacia él y sus músculos rígidos le impidieron levantarse
demasiado rápido para recibirla. Eso no impidió que Vhalla se presionara
encima de él en un ángulo incómodo, medio sentada en el borde de la cama.
Sus brazos obedecieron lentamente sus órdenes. Trabajaron alrededor
de ella, sosteniendo a la temblorosa Caminante del Viento con toda la
fuerza que el príncipe heredero pudo reunir. Vhalla hipó suavemente,
escondiendo su rostro en el hueco del cuello de él.
—Mi Vhalla —susurró Aldrik, agarrándola—. Milady, mi amor. Tú,
tú… —Su voz se quebró y soltó un tembloroso suspiro.
Ella se apartó, mirando al príncipe.
—Estás aquí.
—Igual que tú. —Su palma acunó su mejilla y Vhalla se inclinó hacia
su mano, saboreando su toque.
—No lo estarías, Aldrik, si no fuera por ella. —Baldair les recordó a
ambos su presencia.
—¿Qué sucedió? —Aldrik miró entre los dos—. Cuéntamelo todo.
—No deberías presionarte. —Vhalla de repente se preocupó de que la
cosa más pequeña lo rompiera.
—Cuéntamelo todo —repitió él con firmeza.
—Después de que cayeras… —comenzó Baldair, complaciendo a su
hermano.
Vhalla lo miró con recelo. No tenía ningún interés en escuchar cómo
ella había desobedecido al Emperador o su frenética carrera a través del
Norte. También oró para que Baldair no mencionara nada de la confusión
que rodeaba a Daniel. El príncipe más joven no traicionó su confianza.
El príncipe heredero absorbió las palabras de su hermano en silencio.
Sus ojos brillaron cuando su hermosa mente comenzó a despertar una vez
más. Vhalla se permitió distraerse con lo maravillosa que era cada curva de
su rostro y con el pulgar de él recorriendo el dorso de la mano de ella.
—Vhalla. —Él llamó su atención cuando Baldair hubo terminado.
Aldrik abrió la boca y sus palabras vacilaron—. Tú me despertaste, ¿no es
así?
Ella escudriñó su rostro, leyendo el significado oculto en las
profundidades de sus ojos. Entonces había sido real lo que había
presenciado durante la Unión. Él había estado allí tanto como ella. Vhalla
asintió.
—Gracias —susurró Aldrik, casi con reverencia.
—Por supuesto, mi príncipe.
—Ahora, debemos encontrar una manera de lidiar con mi padre. —
Aldrik cerró los ojos como si le doliera.
El estómago de Vhalla se apretó.
—Si el Emperador exige mi muerte… no hay mucha esperanza,
¿verdad?
—No. Ganaremos esta guerra y luego tu libertad…
—Escuché lo que dijo. —Ella no podía soportar el destello de
desesperanza en los ojos de él, el destello de la verdad, cuando se dio
cuenta de que conocía las demandas de su padre sobre su muerte sin
importar el resultado de la guerra—. Fallaré antes de forzar tu mano.
—No podría. —Aldrik negó con la cabeza—. Sabes que no puedo.
—Él odia lo que soy para ti —respiró Vhalla al darse cuenta—. Bueno,
si mi crimen es el amor, entonces soy culpable.
—No dejaré que suceda. —Aldrik trató de incorporarse hasta sentarse.
Hizo una mueca y Vhalla rápidamente ajustó las almohadas para tratar de
darle apoyo—. Te lo prometo.
—No lo hagas. —Sus manos vacilaron. Vhalla se enderezó y se puso
de pie, con los brazos flácidos a los lados—. No menosprecies nuestras
promesas. Algunas no se pueden cumplir.
—¡No! —La voz de Aldrik se elevó levemente y Baldair soltó un shh
con una mirada nerviosa hacia la puerta—. Si debo hacerlo, te llevaré yo
mismo y te esconderé.
Baldair se inclinó hacia delante con evidente sorpresa.
—Entonces también serás cazado. —Vhalla negó con la cabeza—. No
seas precipitado con esto. Es lo que está destinado a ser y…
—No hagas esto. —La ira brilló en sus ojos e hizo que el timbre de su
voz se hiciera más profundo—. No te atrevas a hacerme esto, Vhalla Yarl.
—Con más velocidad y fuerza de la que Vhalla pensaba que poseía, Aldrik
tiró de ella hacia la cama—. Te dije que esto nunca sería fácil, te lo advertí.
Te rogué que perdonaras mi corazón si no estabas lista para esta pelea.
Ella apartó la mirada, incapaz de soportar el peso de la culpa.
—Mírame —exigió él en voz baja. Ella obedeció—. No te rindas.
Desobedeciste al propio Emperador, corriste sola por el Norte, tú, ¡que una
vez fuiste bibliotecaria! Eres inteligente, capaz, fuerte y hermosa, y no
dejaré que olvides esas cosas ahora. No dejaré que sean poca cosa. —Aldrik
le agarró la mano como si se aferrara físicamente a los restos de su
humanidad. El pecho de Vhalla dolía.
—Estoy cansada de pelear —dijo ella con un suspiro. El recuerdo de la
bota del Emperador en su rostro estaba fresco. Vhalla odiaba que el hombre
pudiera hacerla sentir tan pequeña—. Preferiría que él siguiera odiándome y
pasar el final de mis días como yo elija a luchar contra el Emperador en
agonía hasta mi último momento.
—No. —Una sonrisa se dibujó en el rostro de Aldrik. Lucía cansada,
pero tenía una esperanza que Vhalla nunca había visto—. Juro contigo,
Baldair y los Dioses como mis testigos que estarás a mi lado. Pensaré en
algo, encontraré una oportunidad. Aún no sé qué será, pero encontraré algo
que valdrá más para mi padre que esta tonta idea de matarte. Sea lo que sea,
lo amenazaré con eso. Le mostraré al mundo a la asombrosa mujer que me
ha robado el corazón.
—¿Pero cuánto tiempo durará? —Vhalla se odió a sí misma por
oponerse a las palabras que tanto había estado deseando oír—. ¿Hasta qué
debas encontrar algo más para intercambiar o sacrificar solo por mí?
—No importa. —Aldrik negó con la cabeza—. Lucharé para tenerte
hasta el final de mis días.
—Eres un tonto —declaró Baldair, robando las palabras de la boca de
Vhalla. Se reclinó en su silla, considerando a su hermano. Pero sus palabras
fueron traicionadas por el brillo de apreciación en sus ojos mientras
cambiaba su atención entre los dos amantes. Vhalla todavía estaba
aprendiendo los matices del príncipe más joven, pero era fácil adivinar que
estaba impresionado.
Aldrik se rio entre dientes.
—Si lo soy, entonces la culpa recae enteramente en mi señora.
Un suave calor dio color a las mejillas de Vhalla.
—Bueno, no lanzarás ninguna campaña suicida si ni siquiera puedes
levantarte de la cama. —Baldair se puso de pie—. Iré a buscar a los
clérigos.
—Vete, pero espera a buscar a los clérigos. —Aldrik pasó su mano por
el brazo de Vhalla, su atención volvió a ella.
—El amanecer está a solo una hora de distancia.
—Entonces búscalos en una hora —dijo Aldrik como si eso debería
haber sido obvio.
—Necesitas atención médica —insistió Baldair—. Tu cuerpo está
mayormente curado. Solo necesitas algunas pociones fortalecedoras para
estar cerca de la normalidad.
—No necesito mi fuerza todavía. No voy a dejar esta cama —observó
el príncipe heredero—. Lo que tengo aquí ahora será mucho más efectivo
que cualquier cosa que los clérigos puedan embotellar.
Baldair soltó un bufido resignado de diversión y negó con la cabeza.
—Vete al amanecer —advirtió el príncipe más joven antes de dejarlos
solos.
Vhalla se movió hacia Aldrik cuando la puerta se cerró, pero el hombre
tenía otras intenciones cuando la mano que había estado subiendo por su
brazo tiró ligeramente de su hombro. En el momento en que la parte
posterior de su cuello estuvo a su alcance, los dedos de él se curvaron
alrededor de ella y Vhalla se encontró con sus labios.
Su boca tenía los débiles rastros de hierbas, lo que Vhalla sospechaba
que eran restos de medicina o pociones que habían sido forzadas a bajar por
su garganta. El cabello de su rostro le hizo cosquillas de forma extraña.
Pero nada podría haber hecho de ese beso algo menos que perfecto.
—Te amo —murmuró él como una oración.
—Y yo a ti —afirmó ella.
—No te rindas conmigo. —Aldrik apretó los ojos con fuerza—. No soy
digno de todo lo que has hecho por mí… pero, tú, esto es lo primero que me
ha hecho sentir humano en casi una década, hacer que quiera luchar por
algo más. Eres la primera persona que me hace verdaderamente feliz, que
me hace desear y tener esperanza de nuevo.
—Nunca me he rendido contigo —señaló Vhalla gentilmente.
—Tú eres la única.
—Larel tampoco —reflexionó.
—No, Larel nunca lo hizo… —Aldrik tiró de ella suavemente y Vhalla
entendió su demanda. Ella se acurrucó a su lado, su cabeza metida entre su
barbilla y su hombro para apenas caber en la pequeña cama—. No puedo
creer que hayas atravesado el Norte. Dioses, mujer, ¿no tuviste miedo?
—Estaba aterrorizada —confesó Vhalla en voz baja—. Estaba más
aterrorizada de vivir sin ti.
Aldrik se rio, un sonido gutural profundo. Le pasó las yemas de los
dedos por el brazo y el hombro.
—Un terror que conozco bien.
Vhalla cerró los ojos con fuerza. Su mortalidad la miraba desde el otro
lado de un abismo. Pero su brazo alrededor de ella la mantuvo firmemente
en su lugar y evitó que cayera por ese oscuro abismo.
Renunció a la duda y abrazó la esperanza. Su mano serpenteó
alrededor de su cintura, y Vhalla escuchó los latidos de su corazón mientras
sentía el lento subir y bajar de su pecho, perfectamente en sincronía con el
de ella. Ahora lucharían juntos.
—Quédate conmigo hoy. —Aldrik presionó sus labios contra su
cabello.
—No sé si tu padre…
—Después de que los clérigos hayan hecho lo suyo, ordenaré que te
traigan a mí. Mi padre no se atreverá a revelar la ruptura de nuestra familia
al mundo al objetar, no después de que yo haya dado un mandato público.
No me socavará ante los temas que pretende que gobierne —declaró Aldrik
con confianza.
—¿Por cuánto tiempo? —preguntó ella.
—Todo el día de hoy, mañana. —Había los ingredientes de una
corriente más profunda impulsando sus palabras. Había un plan
formulándose en su mente de titiritero—. Quiero que los hombres, mujeres,
comandantes y nobles sigan viendo que estás bajo mi protección. Quiero
que me vean valorar tus brillantes pensamientos. Y —Aldrik hizo una
pausa, como si se preparara—, quiero que vean mi compasión por ti. Sobre
todo, mi padre verá que no te apartará de mí con meras amenazas.
—Esa es una idea horrible. —Vhalla negó con la cabeza y se acercó
más.
—Es brillante —insistió él—. ¿Vendrás?
La mano de Vhalla se deslizó sobre las mantas hasta su clavícula
expuesta, pasando los dedos por la firme línea de su piel.
—Lo haré —respiró ella en respuesta.
Su brazo la rodeó con más fuerza y puso un dedo debajo de su barbilla.
Aldrik acercó su boca a la de ella una vez más, y Vhalla lo agarró por el
hombro con fuerza. El mundo felizmente se desvaneció cuando sus labios
se abrieron.
Vhalla podría haberse reído, podría haber llorado, ya que cada beso
reafirmaba la locura que eran ellos. Un manojo de nervios comenzó a
hacerse nudos en su estómago. Cada beso deshacía un nudo, cada
respiración sumaba dos. Hoy, dibujarían una línea en la arena. En un lado,
ellos estarían de pie, en el otro, estarían el Emperador y la muerte de ella.
Tan cierto como siempre había sido, el amanecer llegó demasiado
pronto. Vhalla se apartó después de que ambos se tranquilizaron con sus
planes. Los brazos de él dudaron en soltarla, y Vhalla se mostraba reacia a
sumergirse de nuevo en el mundo repentinamente frío.
Después de escabullirse de la habitación, deambuló por el
campamento, sin prestar atención a dónde la llevaban sus pies. La duda
cambió de lugar con la esperanza, y sus pensamientos iban desde el horror
hasta los impulsos de advertencia y la euforia. De alguna manera, navegó
de regreso a la tienda de Fritz.
—¿Qué diablos? —Elecia exclamó cuando Vhalla prácticamente se
derrumbó encima de ella.
Ella no podía decir nada; el costo mágico por Unirse se mezclaba con
la falta de sueño, lo que resultaba en un potente agotamiento. Vhalla rodó
de Fritz y se puso de espaldas, mirando el lienzo iluminado con una
pequeña sonrisa. Sin importar lo que sucedió, él vivía.
—Ustedes dos son tan molestas —murmuró Fritz desde la derecha de
Vhalla, todavía medio dormido.
—Está despierto —entonó ella.
—¿Qué? —Elecia se sentó erguida.
—Está despierto —repitió Vhalla, sentándose con una sonrisa tonta.
Agarró las manos de la otra mujer, radiante—. Aldrik está despierto.
—Tú… —Elecia ni siquiera se apartó—. ¿De verdad lo hiciste? —
Vhalla asintió y dejó escapar un pequeño grito de sorpresa cuando Elecia la
atrajo para darle un abrazo aplastante.
—Eres tan exasperante, Vhalla Yarl —dijo con una risa.
—Tú también eres bastante molesta —respondió Vhalla a la ligera, y
ambas mujeres compartieron un momento de sincero júbilo.
Vhalla acababa de girarse hacia Fritz, comenzando a compartir con
ambos lo que había ocurrido, cuando la voz de Jax llegó a través del
campamento.
—¡Lady Ci’Dan! ¡Lady Yarl!
Vhalla salió de la tienda detrás de Elecia.
—Estamos aquí.
—¿Por qué no me sorprende encontrarlas juntas? —preguntó el
hombre con una sonrisa.
—Deberías estar sorprendido. —Elecia puso un puño en su cadera,
moviéndose con una sonrisa familiar—. No puedo soportar a esta mujer.
—¿Entonces hubo un nuevo desarrollo? —Jax ladeó la cabeza. Elecia
tarareó, comenzando a moverse en dirección al palacio del campamento sin
necesidad de que se lo dijeran—. ¿Asumo que nuestro príncipe me ha
convocado?
El hombre del Oeste asintió.
—Me sorprende que te haya traído aquí.
Vhalla caminaba con curiosidad detrás de los dos. Hablaban como
viejos amigos.
—Él claramente me necesita. —La altiva voz de Elecia sonaba hueca a
los oídos de Vhalla. Había una sensación de dolor allí. Elecia no quería que
Aldrik la necesitara para estar allí, se dio cuenta Vhalla. Elecia preferiría si
él estuviera en una posición que no requiriera su experiencia como
sanadora.
—Entonces, ¿qué está planeando hacer tu abuelo con esta de aquí y su
duquesa? —Jax asintió en dirección a Vhalla.
—No tengo ni la menor idea. —Elecia miró por encima del hombro a
Vhalla—. Me enteré después de que decidió emitir la primera Proclamación
Carmesí desde la caída del Oeste.
Vhalla evitó la mirada de la mujer. Realmente no quería saber sobre la
Proclamación Carmesí más de lo necesario. Eso generaba atención no
deseada.
—Dudo que haya obtenido primero el permiso del Emperador. —La
voz de Jax bajó.
—No debería tener que hacerlo. —Hubo un todo furor en las palabras
de Elecia que a Vhalla le gustó—. Él es el Señor del Oeste; puede
repartirlas como le plazca.
Jax se encontró con los ojos de Vhalla.
—Te dije que algunas personas se lo tomaban en serio. —Él sonrió.
Toda conversación terminó cuando entraron al campamento palacio.
Trece hombres y mujeres rodeaban una mesa alta en la esquina del extremo
izquierdo. Dejaron de estudiar los mapas que tenían delante y se giraron
hacia las personas que entraban. En la cabecera de la mesa estaba el
Emperador, Baldair a su izquierda y un Aldrik de aspecto mucho más fuerte
a su derecha.
Los ojos de Vhalla no se perdieron de nada. Vio la ligera oscilación de
sus movimientos con solo moverse para mirarla. Vio la forma en que las
manos de Aldrik agarraron la mesa para mantener el equilibrio. Ella tuvo
que morderse el labio para no regañarlo por dejar la cama.
—Mis disculpas por mi retraso. —Jax caminó más derecho, cambiando
a su papel de Comandante Jefe—. Estaba haciendo un recado para nuestro
príncipe en busca de Lady Yarl y Lady Ci’Dan.
Aldrik le dio a Jax un asentimiento mientras el Comandante Jefe se
acomodaba en la mesa. Elecia se movió de inmediato hacia Aldrik, su
misión clara. Los pies de Vhalla se detuvieron a unos pasos de la mesa,
atrapada en la mirada del Emperador.
—Vhalla, a mi derecha —anunció Aldrik, y todas las cabezas se
giraron.
Vhalla respiró hondo y se llevó las manos al abdomen. Mantuvo la
cabeza lo más alta posible y caminó con determinación. Pero, incluso
conociendo los planes de Aldrik, su respiración tenía un suave temblor.
Elecia miró a Vhalla mientras cambiaba cuál de las manos de Aldrik
estaba sosteniendo. Pero la mujer no dijo nada cuando Vhalla asumió el
lugar de honor a la derecha del príncipe, empujando a un hombre viejo y
familiar de aspecto canoso.
—Aldrik —dijo el Emperador ominosamente—, ¿no crees que la chica
estaría mejor en otro lugar?
—No. —Aldrik hizo caso omiso de las palabras de su padre como si no
fueran más que una meditación a medias—. Creo que es prudente
mantenerla informada sobre nuestros preparativos, ya que el conocimiento
de Lady Yarl sobre nuestras fuerzas probablemente resultará esencial para
su éxito.
—¿Eso crees? —Las palabras del Emperador Solaris prácticamente
destilaban malicia.
—¿Lady Yarl? —preguntó Raylynn desde la izquierda de Baldair.
Vhalla se dio cuenta de que toda la Guardia Dorada estaba allí, incluido un
Daniel con ojos muy abiertos.
El tiempo pareció contener la respiración cuando se encontró con los
ojos del otro hombre. Él estaba en diagonal a la derecha de ella, a no más de
unos pocos brazos de distancia, pero ella se sentía como si estuviera en el
otro extremo del mundo. Sus ojos color avellana se desviaron hacia Aldrik a
su lado, nublándose oscuramente antes de que él desviara la mirada,
haciendo que el pecho de Vhalla se tensara incómodamente.
El resto de la mesa parecía ajeno a la conversación silenciosa entre
ellos dos. Se enfocaron en lo que Aldrik estaba diciendo,
—…le dieron una Proclamación Carmesí.
—Un título vacío —dijo el Emperador burlonamente con un
movimiento de cabeza.
—Respetuosamente estoy en desacuerdo. —Erion tenía una sonrisa
divertida jugando en las comisuras de su boca mientras sus ojos recorrían la
mesa como si estuviera viendo una obra espectacular desarrollándose ante
él—. Como miembro orgulloso de una de las familias más antiguas del
Oeste, me encargaría de honrar a la Caminante del Viento como una dama,
si Lord Ci’Dan así lo ha decretado.
A pesar de obtener apoyo, Vhalla se sorprendió al ver que la boca de
Aldrik se tensó brevemente en un ceño fruncido. Los dos lores del Oeste se
miraron durante un largo rato. Incluso Elecia pareció detener su inspección
de Aldrik para mirar a Erion con aparente desconfianza.
—Yo también estaría de acuerdo —dijo otro hombre del Oeste.
—Doy la bienvenida a la Caminante del Viento a la Corte del Oeste. —
Una mujer le dio a Vhalla un pequeño asentimiento.
El Emperador frunció el ceño y abrió la boca para hablar.
—Excelente. Ahora que eso está resuelto, ¿reanudamos? —Aldrik
tomó la última palabra y la mesa miró torpemente hacia los papeles en
cuestión, comenzando a discutir algo sobre los horarios de entrenamiento
para las tropas.
Vhalla se atrevió a mirar al Emperador. Tenía la mandíbula apretada y
sus ojos no se habían apartado de Aldrik. Vio a través de lo que estaban
haciendo, Vhalla estaba segura de ello. No estaban siendo exactamente
sutiles.
—…la pregunta sigue siendo la misma, ¿invertimos en construir armas
de asedio o entrenar a los soldados? —Uno de los otros comandantes
deslizó un trozo de papel que había sido marcado una y otra vez.
—Si ella abre las puertas de Soricium para nosotros —replicó Erion
haciendo un gesto hacia Vhalla—, las armas de asedio parecen una pérdida
de tiempo. Deberíamos empezar a prepararnos para la batalla.
Vhalla se inclinó hacia Aldrik, mirando el papel que le habían
presentado. El príncipe no dio señales de malestar por su proximidad,
recibiendo el interés de ella. Elecia había terminado su breve inspección y
se había ido a alguna parte.
—Si ella abre el palacio —dijo el canoso comandante a la derecha de
Vhalla.
—Lo abriré. —Vhalla estaba tan absorta en comprender el documento
que se perdió todas las miradas que se volvieron hacia ella sorprendidas por
la confianza en su voz—. Aquí. —Señaló el lado más alejado del palacio en
el diagrama—. ¿Por qué no hay armas de asedio aquí?
—Sellaron la entrada trasera con piedras y escombros en el tercer año,
así que solo necesitan proteger una entrada —explicó Aldrik.
—Entonces entraríamos desde aquí. —Ella colocó una mano sobre la
mesa para inclinarse sobre el gran trozo de pergamino. Su dedo índice se
movió hacia el extremo opuesto del palacio.
—Ella puede deducir que deberíamos pasar por la puerta de
trabajadores. ¿Por qué no dejas esto a los adultos, niña? —dijo
burlonamente el tipo con bigote.
—Tenemos que mover algo aquí. —Vhalla tocó la puerta trasera,
ignorándolo deliberadamente.
—¿Qué? ¿Por qué? Cerraron esa entrada —comentó Raylynn desde el
otro lado de la mesa.
Todos miraron a Vhalla como si fuera estúpida. Ella los miró de la
misma manera.
—Se les llama Destructores de Tierra —dijo ella—. ¿Creen que unos
escombros evitarían que la entrada vuelva a ser utilizable en algún
momento? —La vista del acantilado cayendo bajo los pies de Aldrik estaba
nuevamente en su mente.
»Como la batalla de Norin. —Con valentía llevó sus ojos a los del
Emperador. Estos hombres y mujeres nunca la respetarían si no dejaba de
dudar por mostrarles lo que sabía, lo que había aprendido y estudiado.
Necesitaba convertir el conocimiento de los libros en algo práctico, algo
utilizable para la acción—. Cargan con solo una cuarta parte de la horda en
la puerta principal. Es el resto flanqueado por detrás.
Sus ojos la estudiaron con frialdad y Vhalla tragó saliva, esperando no
haber confundido sus datos.
—Nadie esperaba que vinieran del mar. Tuvieron la ventaja y los
tomaron por todos lados. —Volvió los ojos al mapa.
»Esto podría ser lo mismo, pero un poco al revés. Somos débiles de ese
lado, desprevenidos. Si nos apresuramos con la horda principal por aquí,
saldrán por esta antigua entrada, la cerrarán nuevamente, se dividirán, nos
flanquearán y nos rodearán. Después de eso, pueden inmovilizarnos y
masacrarnos cuando quieran. —Vhalla respiró hondo y levantó los ojos.
Todos la miraban. Algunos tenían expresiones de sorpresa, uno o dos
parecían molestos, Jax estaba perversamente divertido. Ella miró a Aldrik;
estaba de pie con las manos cruzadas sobre el pecho, sonriendo con orgullo
hacia su padre.
—¿Esto estaría dentro de las habilidades de un Destructor de Tierra?
—preguntó finalmente el Emperador.
—Oh, completamente. —Jax se rio—. ¿Parecemos tontos por no
pensar en eso antes?
—Entonces, si trasladamos esto a este lugar… —Alguien comenzó a
hablar.
La cabeza de Vhalla se tambaleaba por la avalancha de su éxito y se
desconectó de la conversación durante unos minutos mientras los
comandantes debatían cómo reorganizar su armamento de la manera más
eficaz. Ella recuperó su concentración cuando la discusión se calentó.
—Mover una sola pared de arqueros llevaría días —objetó Daniel.
—Pero tiene más sentido mantener los trabuquetes a los lados. Si se
retiran por la parte de atrás probablemente será a pie, y las catapultas no
serían útiles de todos modos —espetó un comandante.
—Al menos tienen ruedas. —Daniel se rascó la nuca.
—Yo podría mover lo que necesiten —dijo Vhalla de repente,
ganándose la atención de todos—. Bueno, podría intentarlo.
—¿Tú? Parece que podrías tropezar con una espada. —El comandante
canoso a su derecha le dio una valoración poco agradecida.
Vhalla frunció los labios.
—Mi magia es mi músculo —dijo ella con la mayor confianza posible.
—Tú no estabas allí, Zerian. —Baldair finalmente se unió a la
conversación, dándole un nombre al hombre mayor—. Vhalla detuvo por su
cuenta una tormenta de arena invernal en los Desechos del Oeste. La mujer
tiene poder en ese pequeño cuerpo.
Vhalla parpadeó. Zerian, el principal responsable de las campañas del
Oeste. El hombre era una leyenda por derecho propio.
—Y ese es todo un medidor. —Jax se rio en voz baja, ganándose los
ojos en blanco de Aldrik.
—Déjeme intentarlo mañana —insistió Vhalla más cortésmente al
Comandante Zerian—. Si no puedo, entonces podemos revisar el asunto. —
Su uso de podemos pareció ser aceptado por el grupo.
—Excelente. Eso parece estar resuelto. —Aldrik deslizó el mapa hacia
el extremo opuesto de la mesa. El corazón de Vhalla casi se detuvo cuando
sus ojos se encontraron con los de ella mientras se enderezaba. La comisura
de la boca de Aldrik se levantó en la sonrisa más aparente que uno podría
esperar del príncipe heredero. Ella apretó los labios y dejó escapar un
indicio de satisfacción. Cuando él miró hacia la mesa, sus emociones
desaparecieron de su rostro. Pero Vhalla sabía que la gente de esta mesa
había pasado mucho tiempo con Aldrik; dudaba que ni la más mínima
muestra de afecto fuera ser pasada por alto—. ¿Qué sigue?
Hablaron más sobre el castillo, y cada uno de los comandantes parecía
tener algo que querían que Vhalla buscara explícitamente en sus
proyecciones. Fue lo suficientemente humilde como para admitir que no
sabía ciertas cosas, pero se aseguró de entender antes de permitir que la
conversación continuara. Después de la segunda gran discusión, se dio
cuenta de que necesitaba tomar sus propias notas, así que Vhalla buscó un
trozo de papel limpio en la mesa. Aldrik movió su tintero y su pluma hacia
ella, y ella asintió en agradecimiento.
A Vhalla le preocupaba que estuviera siendo demasiado atrevida
mientras la pluma de punta dorada del príncipe se movía bajo sus dedos.
Ella asintió hacia el comandante que le estaba hablando, volviendo su
atención al pergamino. Estos eran hombres de guerra, pero también eran
miembros de la nobleza; nacieron y se criaron con la sutileza tanto como
con la espada, o cualquier otra arma de su elección.
Trabajaron hasta el almuerzo, cuando la comida comenzó a llenar una
mesa adyacente; todos escucharon la llamada silenciosa para un descanso.
Aldrik fue el último en moverse, y Vhalla se quedó a su lado, mirándolo
atentamente desde el rabillo del ojo. Parecía moverse lo suficientemente
bien. Las pociones que le habían dado los clérigos estaban claramente
surtiendo efecto.
Elecia pudo haber estado en desacuerdo con la evaluación de Vhalla,
ya que regresó con su propio paquete de pociones que olían a picante y
recién preparadas. La mujer se sentó al otro lado de Aldrik, robando su
atención. El príncipe tomó las pociones sin dudar, Elecia activó cada una
con sus palmas en su cuello, pecho y estómago. Aldrik comenzó a sentarse
más derecho después de la última.
—Eres inteligente, ¿no? —Erion llamó su atención mientras
descansaba su barbilla en el dorso de su mano, inclinándose hacia adelante
con una sonrisa.
—No estoy segura de eso —negó Vhalla con una mirada al Emperador,
tratando de medir su reacción.
—¡Demasiado humilde! —Jax se rio—. Me has sorprendido estas
últimas semanas. ¿De dónde salió todo ese cerebro? ¿La Torre cambió tanto
mientras yo no estaba?
—Todavía no he pasado tanto tiempo en la Torre. —Vhalla permitió
que otros se sirvieran a sí mismos primero, siguiendo sus movimientos
sobre cuál era el enfoque adecuado.
—¿Oh? —Jax arqueó una ceja.
—Tuve mi Despertar el año pasado —explicó ella, preguntándose
cuánto de su historia había viajado al Norte; parecía variar—. Antes de eso,
fui aprendiz de bibliotecaria.
—¿Aprendiz de bibliotecaria? —Una de las mujeres de la nobleza del
Oeste entrecerró los ojos, como si tratara de imaginarlo.
—No se nota dado la mujer que es ahora —intervino Craig—.
Créanme, estuve allí durante el juicio de la Noche de Fuego y Viento.
—Igual que yo —murmuró Daniel, ganándose una mirada confusa de
Craig por su tono.
—¿Mohned sigue rondando esos estantes? —preguntó el Comandante
Zerian desde su asiento a la derecha del Emperador. De alguna manera,
Vhalla y Aldrik habían terminado en el lado opuesto.
—Cuando me fui seguía allí. —Ella asintió, la nostalgia endulzó su
sonrisa.
—¡Ja! ¡El viejo bastardo no muere! —El hombre se rio entre dientes.
—Vhalla también es culta. —La voz de Daniel era pensativa. Su
lengua formó su nombre con delicadeza, tranquilizándola—. En la marcha,
me contaba sus lecturas. Todo desde tácticas de guerra hasta ficción.
Vhalla participó en un concurso de miradas con su comida. De repente,
era muy incómodo estar en la misma habitación que Daniel. Las miradas
atrevidas que él seguía dándole a Aldrik no estaban ayudando.
—¿Cuál es tu libro favorito? —preguntó Erion.
Vhalla abrió la boca para hablar, solo para que Daniel le robara la
respuesta.
—La Epopeya de Bemalg. —Sus ojos color avellana se encontraron
con los de ella pensativamente—. ¿A menos que las cosas hayan cambiado?
—No —confirmó Vhalla con un movimiento de cabeza.
—¿Lo Epopeya? —Raylynn arqueó las cejas—. ¿De verdad lo leíste?
—Por supuesto. —Vhalla no podía imaginar quién no terminaría un
libro una vez que había comenzado.
—No todo el mundo es tan analfabeto como tú —bromeó Craig con la
miembro de la Guardia Dorada, ganándose una mirada fulminante de la
mujer rubia.
—Tienes bastantes talentos. Me pregunto qué otros hay. —Jax movió
las cejas lujuriosamente hacia Vhalla.
—Por la Madre, Jax —gimió Elecia—. ¿Puedes crecer un poco?
—No me amarías si lo hiciera. —Jax hizo una mueca de beso hacia
Elecia, quien arrugó la nariz con disgusto.
—Lo encuentro maravillosamente trágico —confesó Vhalla, volviendo
la conversación a los libros.
—Recuerdo cuando me vi obligado a leer eso para “construir cultura”.
—Baldair se rio y negó con la cabeza—. Si mal no recuerdo, a ti también te
gusta la historia —le dijo a su hermano.
—Sí —afirmó Aldrik.
Vhalla miró a su príncipe con sincera sorpresa. Se dio cuenta de que
nunca le había preguntado por su gusto por la literatura. Le dio ganas de reír
porque nunca habían hablado de lo más obvio que tenían en común.
—Creo que “maravillosamente trágico” es una manera perfecta de
describirlo también. —Los labios de Aldrik se curvaron en una sonrisa
hacia ella, y Vhalla luchó por ocultar su sonrojo cuando bajó la mirada a la
mesa.
—¿Qué tan rápido podemos esperar que se lance el ataque? —Uno de
los otros comandantes desvió la conversación de asuntos personales.
—Dada mi previa indisposición, todavía tenemos que explorar el
palacio. Vhalla necesitará aprenderlo con la suficiente confianza para
guiarnos según sea necesario —respondió Aldrik.
—¿Tardará días? ¿Semanas? ¿Meses? —preguntó el Comandante
Zerian.
Vhalla se sorprendió al descubrir que se dirigía a ella directamente por
encima del príncipe heredero.
—Espero que no sean meses —respondió ella. No tenía tiempo para
tardar meses—. Sin embargo, no seré tan audaz como para prometer días.
—Entonces, deberíamos planear alrededor de un mes hasta el ataque.
—Zerian asintió mientras mentalmente comenzaba a planear.
—Por esa razón —Aldrik se puso de pie—, creo que nuestro tiempo
será mejor invertido en otra parte.
—¿En otra parte? —preguntó el Emperador.
—Tengo toda la fe del mundo en que los comandantes pueden ajustar
las raciones de manera adecuada y planificar la distribución de los nuevos
soldados de espadas —dijo Aldrik halagando al grupo—. Sin embargo,
tenemos un castillo que tomar, y solo hay uno entre todos nosotros que
puede ofrecerlo eficientemente. —Sus ojos se posaron en ella.
—Por supuesto, mi príncipe. —Ella le dio la más pequeña de las
sonrisas mientras se ponía de pie. Vhalla saboreó el hecho de que había
cambiado un término de formalidad a una forma de cariño. Él era, de hecho,
su príncipe.
—Informaremos nuestros hallazgos en la próxima reunión —anunció
Aldrik en un tono que sugería que eso no estaba en discusión. Ni siquiera
volvió a mirar al Emperador antes de girarse, colocando la palma de su
mano en la parte baja de la espalda de ella, para que todos la vieran, y
alejando a Vhalla.
Capítulo 7

Aldrik no se dio la vuelta, no miró atrás, ni dijo una sola palabra en


todo el camino hasta su habitación. Vhalla estudió su perfil con
nerviosismo. Sus pasos parecían más confiados después de los cuidados de
Elecia, pero su rostro aún estaba más demacrado de lo que a ella le hubiera
gustado. Se preguntó si había comido lo suficiente para el almuerzo. Se
preguntó si su actuación solo le había creado un nuevo estrés. Continuó
preocupándose por todo lo relacionado con su bienestar.
Al abrir la puerta de su habitación, Aldrik entró, dejando que Vhalla la
cerrara detrás de ella. Su mano apenas había dejado la manija cuando su
palma presionó contra la puerta a la derecha de su cabeza. Aldrik se inclinó
y le puso los dedos en la barbilla.
—Tú. Eres. Asombrosa —susurró, puntuando cada palabra. Salieron
lentamente de la boca de él y fluían con vehemencia desde sus oídos hasta
la boca del estómago. El príncipe se inclinó hacia adelante, inclinando la
cabeza hacia un lado. Su mandíbula le rozó la mejilla mientras hablaba—.
¿Quién hubiera pensado que la niñita que encontré escondida en la
biblioteca tenía a una mujer así dentro de ella?
Vhalla respiró hondo y se apoyó en la puerta. Su voz era un hechizo
sedoso que la mantenía en perfecta esclavitud. Vhalla no podía estar segura
de que estuviera respirando. La palma de Aldrik descansaba sobre la cadera
de ella.
—¿Cómo se sintió ser llamada dama frente a ellos? —La mano de él
saboreó su costado antes de curvarse alrededor de su cintura.
—Y-yo sé que no es nada… —Vhalla se sorprendió de que incluso
pudiera hacer algo que sonara a una oración.
Él tenía una mirada con párpados caídos a su alrededor, como si
estuviera borracho solo con la proximidad de ella.
—Es algo, mi Vhalla. —Aldrik negó con la cabeza—. Quiero que te
arraigues a la alta sociedad. No tenemos tribunal ni funciones aquí para que
pueda presentarte al mundo. Pero todos esos hombres y mujeres regresarán
a casa en la Corte Imperial. Se llevarán consigo historias de ti. Quiero
hacerlos cantar tus alabanzas.
—¿Por qué? —susurró ella.
—Mi padre los necesita. Ellos alimentan a su ejército, suministran a los
hombres y mujeres que usa como soldados, son dueños de la industria de
nuestra tierra y son figuras por las que el Imperio prospera. —Aldrik
descansó su frente contra la de ella, sus ojos se cerraron cuando su voz se
volvió sombría—. Cuantas más personas te miren, te admiren, más te
llorarán si algo te sucede. Significaría que un “accidente” generaría
demasiadas preguntas.
—Protección. —Vhalla no sabía por qué estaban haciendo estrategias
sobre cómo mantenerla con vida más allá de la guerra mientras estaban
presionados contra una puerta, sus cuerpos completos casi pegados al del
otro. Pero en estos momentos ella no tenía suficiente capacidad mental o no
quería detenerse. El calor de él estaba comenzando a llenar su pecho.
—En parte. —Aldrik se apartó lo suficiente para mirarla a los ojos una
vez más—. También quiero verlos disfrutar de tu brillo al igual que yo.
Quiero que te traten como a su igual, que nunca cuestionen tu poder y tu
gracia. —Su boca casi tocaba la de ella. Los ojos de Vhalla bajaron
rápidamente para ver cómo sus labios formaban las palabras—. Quiero que
le pidan a mi padre que te convierta en Dama de la Corte.
Eso le devolvió su atención. Vhalla lo miró fijamente, con el corazón
acelerado. ¿Qué estaba diciendo?
Aldrik hizo una pausa, buscando sus ojos marrones con motas doradas
en sus iris oscuros, tan dilatados que ella podía ver más allá de la negrura al
fuego que ardía dentro de él.
Si él no la tocaba, ella podría volverse loca, pero si lo hacía…
—Si eres una dama, mi amor, nadie nos cuestionará. —El tiempo
mismo se detuvo al escuchar la apasionada expresión del príncipe heredero.
Vhalla ya no pudo soportar la tensión. Sus manos cobraron vida,
agarrando sus hombros y medio le tiró sobre él.
Él recibió su beso con un vigor casi doloroso, como si tuviera la
intención de devorarla por completo. Era el crescendo de la orquestación
que habían estado elaborando durante más de un año. Él giró la cabeza,
chupando y mordisqueando el labio inferior de ella de tal manera que casi
hizo que sus rodillas se doblaran. Vhalla luchó por la estabilidad en el
vértigo inducido por la euforia y usó el cuerpo de él para mantenerse firme.
Aldrik habló y selló sus palabras con besos.
—Te pondré a mi lado, Vhalla. Te colmaré con cada cosa que el mundo
me ha negado darte tan lamentablemente. —Su cabeza estaba presionada
contra la puerta mientras su lengua ansiosa luchaba contra la de ella antes
de alejarse de nuevo—. Serás un modelo para que el mundo lo vea. El sol
guía del futuro Emperador. Una diosa entre las mujeres, una dama, un
ídolo…
La respiración de Vhalla era irregular, ahogándose con sus palabras y
sus movimientos. Ella arañó desesperada su ropa. El gemido de frustración
que resonó en su garganta fue rápidamente tragado por su boca.
Vhalla no debería haberse sorprendido mucho, pero cuando la mano de
él se movió hacia la parte posterior de su cabeza, ella estaba realmente
sorprendida de lo mucho que lo deseaba. Nunca había sentido deseo, Vhalla
se vio obligada a admitir. Esto estaba más allá del juego o las curiosidades
que había tenido en el pasado. Este era un deseo que se había arraigado
profundamente en ella. Una necesidad que solo se saciaría con una cosa y
continuaría multiplicándose hasta que la tuviera.
—¿Tienes idea de lo difícil que es esto para mí? —preguntó él, su voz
se hizo más profunda con cada respiración.
—¿Difícil? —Los labios de Vhalla estaban hinchados por sus ardientes
besos y sus ansiosos mordiscos.
—Estar cerca de ti es más que difícil. —Una mano se deslizó desde su
muslo hacia arriba, dedos largos abriéndose camino bajo el dobladillo de su
camisa. Vhalla apretó los ojos cerrados, la sensación de su piel sobre su
carne desnuda enviando un rayo a través de ella—. Agonizante, sofocante,
abrumador, opresivo.
—Entonces déjame aliviar tus dolores —respondió ella mientras
pasaba sus palmas sobre su pecho, saboreando las curvas de su figura
delgada.
Ni el príncipe ni la Caminante del Viento pensaban en otra cosa que no
fuera la abrumadora necesidad del otro. Cuando se acercaron a la cama, la
mente de Vhalla fue invadida por el fuego furioso de algo que no tenía
esperanzas de apagar ahora. La había consumido demasiado perfectamente.
La cabeza aturdida de ella golpeó la almohada mientras la calidez de él
la rodeaba desde arriba. Los labios de Aldrik no volvieron a los de ella, y
ella jadeó suavemente cuando él la besó debajo de la barbilla y por el
cuello.
—Quiero marcar cada centímetro de ti como mío. —La voz de él
retumbó a través de ella como un trueno, la piel de gallina se elevó a su
paso. Hubo un gruñido depredador que marcó su decisión; un animal
cazando, a punto de atiborrarse del sabroso calor que se formaba entre ellos.
Vhalla suspiró suavemente, inclinando la cabeza para exponer más
cuello para sus labios.
—Aldrik… —suplicó ella mientras la boca de él llegaba a su clavícula.
—Mi señora. —Un beso—. Mi amor —susurró Aldrik sobre su piel
entre labios hinchados.
La mano de Vhalla encontró su camino hacia el cabello de él,
despeinándolo descaradamente mientras lo agarraba. Siempre fue el modelo
de la perfección. El príncipe heredero imperial, todo abotonado y brillando
hasta convertirse en un ídolo intocable. Ella quería deshacer todo eso.
Quería tener al hombre que había debajo. Vhalla quería sacar los bordes
ásperos de su príncipe y frotarse contra ellos hasta que se ajustaran
perfectamente a los de ella. Quería hacerlo suyo.
Sus manos estaban sobre ella, como si estuviera la moldeando y dando
forma a su figura con arcilla. Vhalla cerró los ojos con fuerza, cediendo a
las nuevas sensaciones. Cada experiencia previa con hombres se convirtió
en sombras borrosas. Cada movimiento de Aldrik era tanto para él como
para ella, y cuando sus manos se apartaron, Vhalla no pudo reprimir un
gemido de sorpresa y frustración.
—¿Qué? —dijo Vhalla, sin aliento. ¿Ella había hecho algo mal? Sus
manos aún no se habían movido tan hacia adelante, al menos en ningún
lugar donde él no la había estado explorando.
—Eres divina —reverenció Aldrik antes de apartar la mirada
avergonzado—. Y te deseo.
Vhalla tragó.
—Entonces tómame.
Aldrik se apartó de su manoseo con un movimiento de cabeza.
—No, yo… te mereces algo mejor que esto.
—No depende de ti decidir lo que merezco, esa es mi elección —dijo
Vhalla—. Te deseo, Aldrik. —De alguna manera, él tuvo la audacia de
parecer sorprendido por su confesión—. Te necesito. Te amo. Me amas. Eso
es exactamente lo que merezco.
Vhalla dejó sin decir las otras verdades que los rodeaban: el miedo a su
propia mortalidad, el casi haberlo perdido. Cualquier día podría ser el día en
que esta cosa hermosa pero frágil que estaban creando podría romperse. La
cantidad de cosas que intentaban separarlos era abrumadora, lo que hacía
que cada deseo ardiente de unirse fuera aún más fuerte.
Ella se sentía de la misma manera que se había sentido en la gala, lo
que parecía haber ocurrido hace toda una vida. Vhalla no permitiría que se
lo arrebataran, en ninguna capacidad, sin realmente conocerlo primero. Lo
había deseado durante tanto tiempo sin darse cuenta, y ahora lo tenía. Iba a
perderse si no podía usar su piel como mapa para regresar a la cordura.
—No quiero que seas una puta barata del campamento en el lado
equivocado de las sábanas. —El pulgar de Aldrik acarició su mejilla.
—Entonces tómame como tu dama. —Su suave risa se convirtió en un
suspiro refrescante mientras él cedía a sus protestas—. Aldrik, si de verdad
no quieres…
Vhalla probó el beso que él le dio. Sintió que el último rastro de su
autocontrol se disolvía y sus manos se movían una vez más. Estaban
apresuradas y desesperadas por dejar a un lado la última de las barreras
físicas y mentales que los separaban.
Todo culminó con una intensidad asombrosa. Vhalla estaba segura de
que los hombres y mujeres de la otra habitación escucharían cada pieza de
ropa siendo arrojada al suelo polvoriento, la tela que caía sonaba tan fuerte
en los oídos de ella. Él tragó cada gemido de ella y ella exhaló el aire de él.
Sus palabras apresuradas, pidiendo una vez más su consentimiento,
casi se perdieron en el latido de sus oídos. Vhalla quiso gritarle: ¡sí! Quería
gritar a los dioses de arriba que el hombre en sus brazos nunca más sería
despojado de ella. Pero un jadeo de afirmación fue el único ruido que pudo
manejar.
Eran una maraña de miembros, besos y magia. Fue como la Unión de
nuevo, agravada con el sabor de la piel, el sudor y el calor. Ella se perdió en
él, en ese lugar de emociones en su punto más alto y hechicería. Vhalla se
entregó a una dicha que era demasiado dulce para durar.
Flácidos y agotados, los brazos de Aldrik se curvaron perezosamente
alrededor de ella. Sus piernas serpenteaban con las de él y apoyó la cabeza
en su pecho, dos figuras de piel intacta. El príncipe presionó sus labios
contra su frente.
—Vhalla —susurró.
—¿Aldrik? —respondió ella suavemente.
—¿Estás bien? —Sus dedos recorrieron pensativamente su cabello.
Ella rio.
—¿Cómo es eso siquiera una pregunta? Estoy más que maravillosa —
susurró ella, su voz apenas audible, incluso para sus propios oídos—. Ojalá
pudiéramos quedarnos así para siempre.
—¿Te asustaría si te dijera que siento lo mismo? —La voz de Aldrik
era un susurro tierno, suave como la seda. Era una voz que dudaba que
alguien hubiera escuchado antes—. Vhalla, Dioses, Vhalla. —Parecía
asustado, perdido y nervioso. Ella apretó su agarre sobre él y se aferró a la
cercanía que habían cultivado—. Sé que se supone que no debo amarte.
Pero lo hago, y nada cambiará ese hecho ahora.
Fue una confesión dolorosa y los brazos de él se tensaron. Actuó como
si su cerebro estuviera en una lucha interna, una lucha a la que su cuerpo se
opuso firmemente. Vhalla se acercó a él y respiró hondo. El mundo estaba
lleno de los embriagadores olores de él; humo, sudor y fuego, combinados
con las notas picantes del sexo. Fue un aroma de ellos dos lo que le dejó
una pequeña sonrisa de satisfacción en los labios.
—Yo también te amo —susurró ella.
La risa gutural de él era como música.
—Eres mía.
—Eres mío. —Vhalla estaba ansiosa por reclamar al hombre en sus
brazos.
Aldrik hizo una pausa, como si se estuviera preparando. Pero cuando
abrió la boca para hablar, nada más que un gran bostezo escapó de sus
labios.
Vhalla rio suavemente.
—Creo que deberías dormir, mi príncipe.
—¿Te quedas conmigo?
—¿A dónde más podría ir? —Vhalla se acercó más a él, sus párpados
se volvieron pesados.
—No lo sé, pero cualquier otro lugar estaría mal. —Las palabras de
Aldrik se volvieron lentas por el sueño.
Vhalla no estaba segura de si expresó su acuerdo o simplemente lo
pensó. Pero estaba demasiado cansada para confirmarlo de cualquier
manera cuando el sueño se apoderó de ella.
Ella se movió con un bostezo. Es cálido, pensó mientras acariciaba su
rostro en él. Su príncipe era tan cálido. Debajo de las mantas, era como
dormir con un pequeño horno, y Vhalla se movió más cerca de él, sus
piernas todavía envueltas alrededor de las de él.
—Mi amor. —Su voz estaba llena de sueño.
—¿Aldrik? —Ella se frotó los ojos con cansancio. La tarde se estaba
volviendo de un naranja brillante como fuego en la ventana.
—Eres suave. —Le acarició el pelo con la nariz.
—Y tú eres cálido —dijo ella con voz ronca, su palma acariciando su
estómago hasta su pecho. Una risa baja retumbó a través de él. Vhalla
detuvo sus movimientos—. ¿Tienes cosquillas, mi príncipe? —Ella inclinó
la cabeza hacia arriba con una sonrisa.
—No realmente. —Aldrik sonrió antes de besarla suavemente—.
Simplemente no puedo recordar la última vez que dormí al mediodía.
—¿Qué hora es? —Vhalla bostezó, sintiendo que estaría perfectamente
contenta con dormir el resto del día y la noche en sus brazos.
—Me encantaría decírtelo, pero mi reloj de bolsillo está en mis
pantalones y no estoy seguro de dónde están en este momento. —Rio de
nuevo—. ¿Quieres que me vaya para buscarlo?
—Por supuesto no. —Ella sonrió con satisfacción, su mano
serpenteando para abrazarlo con fuerza.
—¿Soy tu prisionero, Lady Yarl? —Aldrik sonrió.
—¡Claro! —Vhalla se rio.
—Y yo que tenía la idea de convertirte a ti en mi prisionera cuando
regresemos al palacio. —Aldrik se puso de lado para mirarla.
—Supongo que estaría permitido, si me mantuvieras en lugares tan
hermosos como tu jardín de rosas —reflexionó ella.
—Solo tienes que pedir para recibir. —El príncipe heredero se inclinó
para depositar un dulce beso en su boca—. No se me ocurre una mejor
manera de ignorar mis deberes de sucesión.
—¿Sucesión? —Vhalla se movió, inclinando la cabeza para mirarlo,
confundida. Ella no había oído nada de eso.
—Es un secreto todavía. —Aldrik le pasó los dedos por la sien—. Mi
padre me lo contó poco después de que comenzara la guerra. Él planea
hacerse a un lado.
—¿Sí? —Su corazón empezó a acelerarse. Vhalla se había imaginado a
un Aldrik de mediana edad subiendo al trono, nada parecido al hombre que
sostenía en sus brazos.
—Dijo que quería mostrarle a la gente una sucesión adecuada. Que él
sería el Emperador de la Guerra, trabajando para unir al mundo entero bajo
una sola bandera. Pero yo sería un Emperador de la Paz y gobernaría en su
nombre. Un hombre no puede ser ambas cosas para la gente. —La mano de
Aldrik se detuvo en su mejilla—. Dijo que para cuando cumpliera los
treinta, si las guerras se terminaran aquí y yo hubiera cumplido con mis
obligaciones, él querría verme en el trono.
—¿Treinta? —Hizo algunos cálculos rápidos en su cabeza—. ¿Seis
años?
—Cinco —corrigió él.
—¿Cinco? —cuestionó ella.
—Bueno, no he consultado un calendario en más de un mes, así que
quizás seis todavía. —Las comisuras de su boca se curvaron en una sonrisa.
—¿Tu… cumpleaños? —La mente de Vhalla comenzó a moverse a la
acción.
—Justo después del año nuevo. —Él le dio una sonrisa cansada—. Me
temo que estás con un anciano.
—¡No lo sabía! —Ella jadeó—. No te…
Los labios de él silenciaron la con un beso duro.
—Me has dado mi vida, me has dado tu amor y tu cuerpo —le susurró
en la boca antes de apartarse—. Si tomara algo más, sería tremendamente
egoísta.
—Pero…
—No. —Aldrik negó con la cabeza y volvió a besarla.
—Pero… —Ella se obligó a quitar una sonrisa de sus labios cuando su
boca llegó a la de ella para evitar su objeción—. Pero… —La besó de
nuevo, más rápido—. Pero… —Vhalla susurró de nuevo, y él se rio
ligeramente, dándose cuenta de su juego.
Aldrik tiró de la mitad de ella encima de él mientras rodaba sobre su
espalda. La palma de ella presionó contra su pecho para apoyarse, y la
mano de él se deslizó perezosamente por su cabello. La sensación de su piel
seguía siendo una sensación exótica, una que le producía un delicioso
cosquilleo en el cuerpo.
—¿Realmente serás el Emperador?
—¿No es eso lo que significa ser el príncipe heredero? —La esquina
derecha de su boca se curvó hacia arriba en una de sus sonrisas
características.
—Pero, tan pronto… —Ella se mordió el labio.
—¿No estás contenta? —preguntó él, estudiándola pensativamente. El
príncipe podía leerla como un libro.
—Lo estoy. —Vhalla se jugueteó con un mechón de su cabello lacio
hasta el hombro, y notó que se lo había lavado antes de reunirse con los
comandantes—. Es tan… pronto.
—¿Qué hay de malo con pronto? —Aldrik arqueó una ceja.
—Nada —murmuró ella.
—No crees que esa palabra me engañará, ¿verdad? —Él apretó su
agarre alrededor de ella brevemente, obligándola a mirar hacia atrás.
—Yo… —Ella hizo una pausa—. Estoy tratando de concentrarme en el
ahora, por encima del después.
—Vhalla. —Su voz tenía una gravedad seria—. Antes, ¿pensaste que
estaba diciendo palabras dulces para seducirte en mi cama? —Aldrik
estudió su reacción—. Esto no es temporal. A menos que… desees que sea
así. —Ella negó con la cabeza apresuradamente—. Bien. Eres mi señora y
me aseguraré de que el mundo lo sepa. Te pondré a mi lado, te lo prometo.
Vhalla lo miró asombrado. Las cosas habían cambiado entre ellos.
Aldrik lo sabía, ella vio el brillo en sus ojos que le dijo que él entendía
demasiado bien las fuerzas que la habían empujado por el borde y hacia su
cama. Su abrumadora adoración por él se combinó con la repugnante
preocupación de que cada momento podría ser el último. Sabía que él lo
entendía porque tenía emociones similares nublando sus ojos.
Ella se inclinó hacia adelante y presionó sus labios firmemente contra
los de él. No le debía nada a ella. El placer de conocerlo y amarlo era
suficiente.
Aldrik suspiró suavemente, sus ojos se abrieron rápidamente después
del beso. Respiró lentamente y abrió la boca para continuar, solo para ser
interrumpido por un golpe en la puerta.
Vhalla se puso rígida por el pánico. Él negó con la cabeza, obligándola
a confiar en cualquier cosa que se le ocurriera. El visitante volvió a tocar la
puerta.
—¿Hermano? —Era Baldair, y ambos dieron un suspiro de alivio al
unísono—. Hermano, la reunión se tomará un descanso para la cena. ¿Te
importaría unirte a nosotros? ¿Vhalla se está proyectando?
Aldrik estaba visiblemente en conflicto. Finalmente tomando una
decisión, se apartó de ella, escaneando la habitación en busca de sus
pantalones. Vhalla se llevó la sábana hasta las orejas mientras él se ponía
los pantalones, volviendo a un estado algo decente. Su cabello, sin
embargo, era un desastre terrible, y los ojos de Vhalla se posaron en sus
hombros. Abrió la boca para detenerlo justo cuando él abría la puerta un
poco.
—¿Padre sigue ahí? —preguntó Aldrik. Los ojos de Vhalla se
agrandaron. Claramente esperaba que su estado transmitiera el resto. Hubo
un largo silencio.
—Oh, oh. ¡Oh! ¡Oh, por la Madre! —Escuchó el encogimiento en los
apresurados susurros de Baldair. Se alejó de la puerta antes de regresar—.
¡Dioses, Aldrik! ¿En serio? ¿Aquí?
—¿Padre sigue ahí? —repitió Aldrik, aunque por su perfil en la puerta
a medio abrir, Vhalla vio el rastro de una sonrisa arrogante curvando su
boca.
Ella sonrió con malicia, sintiéndose como una joven salvaje.
—¡Puedo ver los pantalones de ella en el suelo! —La mano de Baldair
apareció en el marco de la puerta mientras señalaba los pies de la cama.
Vhalla se sentó, sosteniendo las mantas contra su pecho. De hecho, ahí era
donde habían terminado—. Y tienes… Dioses, Vhalla, ¡no sabía que eras
ruda!
Vhalla se mordió el labio, pero no pudo reprimir una pequeña risa.
Volvió a mirar a Aldrik y las líneas rojas que había dejado en la piel de sus
hombros. El príncipe heredero sonrió con orgullo, como si fueran insignias
de honor.
—¿Padre? —dijo Aldrik de nuevo, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¡Sí! Padre está ahí. ¿Aún necesitas privacidad? —Baldair luchó con
la idea.
—Quizás —musitó Aldrik. Vhalla movió las piernas, preguntándose si
hablaba en serio o si simplemente se burlaba más de su hermano. Su rostro
se sonrojó al rojo vivo ante las implicaciones y la audacia de él.
—¿Quién eres y qué has hecho con mi hermano? —Baldair se obligó a
salir.
—Culpa a la mujer en mi cama. —Aldrik se encogió de hombros y
dejó caer las manos a los costados.
—¡No tengo otra opción! —dijo Baldair, exasperado.
Aldrik se pasó una mano por el cabello con una sonrisa, y Vhalla
saboreó la forma en que se movían sus músculos, la exposición de su
costado, cómo su cabello casi permanecía en su lugar. Ella lo quería de
nuevo.
Vhalla se tragó el deseo, reprimiéndolo. No importaba lo que ella
quisiera. Estaban jugando un juego peligroso con ciertas expectativas y ya
se habían tomado demasiadas libertades por el día.
—Deberías comer —dijo Vhalla. El rostro de Aldrik adoptó una
expresión decepcionada—. Has estado durmiendo durante casi dos
semanas, Aldrik. Necesitas comida de verdad.
Él hizo un puchero como un niño petulante.
—¿Vienes a mí esta noche?
—No creo que eso sea… —Las palabras de Vhalla ardieron en el
deseo abrasador que irradiaban los ojos de él. Ella asintió—. Cuando todos
estén dormidos.
—Entonces saldremos pronto. —Aldrik se giró hacia Baldair, quien
desapareció con otro movimiento de cabeza. Aldrik arrastró los pies hacia
la cama—. No quiero que te vayas.
—Yo tampoco quiero. —Vhalla no pudo evitar reírse de su puchero—.
Pero no tenemos excusa, mi príncipe. —Vhalla pasó la palma de su mano
por su brazo hasta su hombro y de regreso a su mano.
—Estarás conmigo de nuevo pronto —les aseguró a ambos mientras él
llevaba los dedos de ella a sus labios.
Ambos se vistieron lentamente, cediendo a las distracciones. Pero solo
unos cuantos besos podían retrasar lo inevitable, y Vhalla se encontró
vestida una vez más, arrastrando los pies detrás de él. Aldrik se detuvo justo
antes de acercarse a la entrada a la sala principal. Los sonidos de los
hombres y mujeres riendo y bebiendo, cediendo a las juergas nocturnas,
eran aburridos en comparación con el hermoso coro que ella y Aldrik
habían cantado toda la tarde con sus suspiros y susurros bajos.
—Te amo —dijo él con un suspiro, mirándola.
—Te amo, Aldrik —dijo Vhalla, sin apreciar el brillo nervioso en los
ojos de él.
Entraron en la habitación, iluminada por las llamas flotantes, y todos
los ojos se dirigieron instantáneamente a ellos. Vhalla deseó que su rostro
no se ruborizara de inmediato con un tono escarlata tan incriminatorio. Ella
desvió la mirada, esperando que nadie se diera cuenta.
—Qué bueno que se unan a nosotros —dijo finalmente el Emperador.
—Espero que no hayamos sido la causa de ningún retraso. —Los
gestos de Aldrik claramente transmitían que no le importaba si lo habían
sido.
—Me gustaría un informe principal de sus hallazgos. —El Emperador
los congeló a ambos en su lugar.
—Bueno… —dijo Aldrik.
—Por parte de ella —intervino el Emperador.
Vhalla apartó los ojos del suelo con sorpresa, solo para encontrar toda
la atención en ella. De repente se preguntó si se había alisado lo suficiente
el cabello o si todavía tenía restos de las ansiosas manos de Aldrik. Se
preguntó si habría un hematoma en algún lugar visible de su hambre voraz
por saborearla. Se preguntó si olía a él.
—Milord, es todo, es muy complejo… —Vhalla luchó por decir algo,
cualquier cosa.
—¿Lo es? —El Emperador arqueó una ceja—. ¿No viste dentro del
castillo de Soricium con tus propios ojos?
—Lo hice —mintió ella.
—Entonces dime lo que viste; anhelo tanto ver el interior de esas
paredes. —Una expresión depredadora se extendió por sus labios. Vhalla
sabía que la estaban probando y sabía que estaba fallando.
—Vi… —Sus ojos se dirigieron rápidamente a Aldrik y la
desesperación llenó su expresión ante la incapacidad de ayudar. Su mente
traicionera estaba llena solo de imágenes de su cuerpo desnudo—. Vi…
Los labios de Aldrik se separaron. Su mente corrió detrás de la
oscuridad de sus ojos, tratando de formular una excusa para ella que no los
incriminara a ambos.
—¡Por la Madre, Jax! —Daniel de repente saltó de su asiento ante el
estruendo de una jarra.
—¡Lo siento lo siento! —El otro hombre también se puso de pie,
tocando ansiosamente la entrepierna empapada del hombre del Este.
—¡Jax! —Daniel saltó hacia atrás—. No necesito eso. Necesito un par
de pantalones nuevos.
—¿Puedo ayudarte a cambiar? —Jax se enderezó e inclinó la cabeza
hacia un lado.
—¡Dioses, no! —Daniel gimió.
—Bien, bien. —Jax se sentó con las manos en el aire en señal de
derrota—. Pero si vas, llévate a Lady Vhalla contigo, parece que no ha
dormido en días.
Vhalla parpadeó al escuchar su nombre. Su atención se desvió
lentamente hacia Daniel, cuya expresión era fría y cautelosa. Su corazón
comenzó a acelerarse, y cada latido susurró: él lo sabe.
—Bien. —Una palabra desató una avalancha de culpa inexplicable
sobre sus hombros.
Aldrik aprovechó la oportunidad para dirigirse hacia la mesa y se dio la
vuelta cuando Vhalla lo miró en busca de algún tipo de información sobre
la situación.
Elecia le dio a Vhalla una evaluación fría y cautelosa desde el lado de
Aldrik pero no dijo nada.
—Señorita Yarl, no has…
—Déjela ir, padre —dijo Aldrik arrastrando las palabras. Había un
tono amargo en su voz—. Está claramente agotada por sus proyecciones y
no piensa con claridad. Necesita descansar.
Vhalla miró entre el príncipe y el Emperador. Daniel ya estaba a mitad
de camino hacia la puerta y ella estaba perdiendo la oportunidad de huir.
Asintiendo en una rápida reverencia, se escapó a la noche al lado de Daniel.
Se sintió como una década cuando solo había pasado un día desde la
última vez que vio a Daniel. Era asombroso cuánto podía cambiar en horas.
Vhalla luchó por romper el silencio.
—Gracias —susurró ella.
—Agradécele Jax —murmuró Daniel.
—Seguiste el juego —señaló Vhalla.
—Mis pantalones están empapados de cerveza; me cambiaría contigo o
sin ti. —Daniel se enfocó hacia adelante, evitándola.
Vhalla no sabía por qué continuaba siguiéndolo, pero lo hizo casi
instintivamente.
—Daniel, ¿qué pasa? —Se odió a sí misma en el momento en que
preguntó, en el momento en que entraron en su choza y él se giró hacia ella
con ojos llenos de dolor.
—¿En serio? ¿Siquiera debes preguntar? —Todas las noches que él le
había susurrado consuelo fueron cortadas por las espadas escondidas entre
sus palabras—. No te molestes en rebajarte a meterte en problemas
conmigo.
—¿Qué? —Vhalla parpadeó ante su tono. Él había sabido, ¿verdad
que había sabido todo el tiempo cómo eran las cosas entre ellos?
—Sé que estás bastante ocupada atendiendo las demandas de la familia
real. —La declaración fue bastante inofensiva, pero la forma en que Daniel
lo dijo.
—No hagas esto —espetó Vhalla. No iba a permitir que él la hiciera
sentir culpable por Aldrik. Por la dicha que habían compartido—. Sabías
cómo era entre nosotros. —Vhalla no aclaró a quién se refería con nosotros.
—Me malinterpretas —murmuró él.
—No, te entiendo perfectamente. —Vhalla agarró su pequeña pila de
ropa y cota de malla de la esquina que había estado ocupando—. Entiendo
que estás asumiendo demasiado por simple consuelo.
—¿Solo era consuelo? Bueno, ¿no es eso algo de lo que podría
presumir? Ser el consuelo de la primera mujer que el Señor del Fu…
—No te atrevas. —Vhalla inhaló bruscamente, dándole una mirada
más que fulminante.
Daniel la miró parpadeando, como si se contuviera. Como si la lógica y
la razón volvieran a su lugar de repente, bloqueando los celos que había
estado dejando escapar. Se movió para tocarla.
Vhalla se giró rápidamente y se sumergió en el aire nocturno. De todos,
el considerado Daniel era la última persona que esperaba que la juzgara, y
le dolía. Ella frunció los labios con frustración y sus pies se aceleraron
debajo de ella, alejándola cada vez más rápido de él.
—¡Vhalla, espera! Lo siento, no quiero que sea de esta manera. —La
solapa de la puerta de su choza se balanceó detrás de él—. Yo no… —Las
palabras se atascaron en su garganta cuando Vhalla no se detuvo—. ¡No
quise decir eso, Vhalla!
Ella no miró hacia atrás. No quería que él viera la confusión en sus
ojos.
Capítulo 8

Sonaba como si Daniel fuera a perseguirla, pero solo por unos diez
pasos. Vhalla mantuvo la mirada hacia adelante, clavando las uñas en la
cota de malla enterrada dentro del paquete de ropa. Frustrada, arrojó lo que
traía en el armario del almacén militar más cercano que pudo encontrar,
todo menos la cota de malla que Aldrik había elaborado.
Vhalla se metió en la armadura y miró con furia la tela sucia. No era
suya. La ropa había sido quitada de los cadáveres de los soldados y
entregada a una pila comunal que Vhalla se había visto obligada a usar
desde que llegó al Norte. Era una pila que había revisado con Daniel.
Ya nada era suyo. Su nombre había sido tomado y dado una y otra vez.
Su apariencia había sido prestada. Incluso su magia no era suya para usarla
a voluntad.
Se frotó los ojos con la palma de la mano, sintiéndose repentinamente
agotada. Vhalla se preguntó qué pasaría si huía. Ella ya había probado que
podía ser más rápida que cualquier otra persona con el viento debajo de un
caballo. Si se marchaba, ¿el Emperador la atraparía?
Vhalla contempló el campamento palacio a la luz del atardecer. Sus
pies la habían estado llevando hacia allí por instinto. Incluso cuando
fantaseaba con la idea de huir, se acercaba al hombre que sostenía las
cadenas que la atrapaban, solo para estar cerca de su hijo.
El Vínculo que ella tenía con Aldrik era más fuerte que cualquier
amenaza que pudiera hacer el Emperador. Sin embargo, a pesar de esa
rotunda verdad, la cota de malla se sentía pesada sobre sus hombros. Aldrik
le había prometido que nunca sería fácil, pero no estaba segura de cuánto
tiempo más podrían seguir luchando antes de que algo se rompiera. ¿Cuál
sería el costo, cuando todo esté dicho y hecho?
—¿Puedes al menos decirme dónde está ella? —Una pequeña
conmoción en la entrada del campamento palacio distrajo a Vhalla.
—No sabemos el paradero la Caminante del Viento. —Los guardias no
podrían haber estado menos interesados en ayudar la rubia mujer del Sur
que buscaba entrar.
Vhalla hizo una pausa, de pie en la bifurcación que la llevaría a la parte
trasera del campamento palacio y la ventana de Aldrik.
—Estoy tratando de devolverle sus cosas —explicó la mujer—. ¿Puedo
al menos traerlas aquí?
—¿Parecemos que somos la ayuda? —El otro guardia bostezó—.
Sabes que ninguno de nosotros quiere este trabajo…
—Escuchen. —La mujer respiró hondo e hinchó el pecho—. Ustedes
dos me ayudarán a encontrar a la Caminante del Viento. Ha pasado bastante
tiempo sin su armadura, y sé que la querrá de vuelta.
—Y te dijimos…
—¿Tienes mi armadura? —llamó Vhalla, estaba ya a la mitad de la
distancia.
La mujer se giró y un vago reconocimiento cruzó por la mente de
Vhalla al ver el rostro de la mujer. Ella había sido una de las dobles de
Vhalla. La mujer miró a Vhalla como una cierva asustada, y de repente
tropezó con sus palabras.
—E-eres tú.
—¿Tienes mi armadura? —repitió Vhalla.
—Sí. —La mujer asintió—. ¡Sí! En mi tienda.
—Genial, váyanse ahora. —Los guardias las echaron.
Vhalla le lanzó al guardia ofensor una mirada penetrante ante el
movimiento de su mano. Ella se sorprendió cuando eso realmente hizo que
el hombre se detuviera, y rápidamente se puso firme bajo el peso de su
mirada.
—Eres realmente ella. —La mujer miró a Vhalla por el rabillo del ojo
mientras se dirigían en una dirección del campamento que Vhalla aún no
había recorrido.
Vhalla se mostró menos tímida a la hora de evaluar su compañía.
—¿Ella?
—Vhalla Yarl —dijo como si el hecho debería haber sido obvio.
—Ya nos hemos conocido —le recordó Vhalla.
—Eso realmente no cuenta —murmuró la mujer—. Tú eras…
—Un desastre. —Vhalla se rio amargamente ante la sorpresa de la otra
mujer por su autodesprecio—. Perdí a una querida amiga esa noche.
Al mencionar a Larel, el dolor atravesó la cicatriz en la memoria de
Vhalla. Pero se sintió como el dolor bueno. Se sentía como un dolor que se
estaba convirtiendo en un dolor amargo que la haría más fuerte, no del tipo
paralizante en el que se había estado revolcando antes.
—Lo sé. Lo siento.
—¿Lo sabes? —Vhalla preguntó con escepticismo.
—Tú, ella, el chico del Sur, Lady… —Vhalla tardó un momento en
darse cuenta de que estaba hablando de Larel, Fritz y Elecia—. Ustedes
eran los Caballeros Oscuros.
—¿Los Caballeros Oscuros? —Vhalla se rio.
—Así los llamaban los otros soldados. —La mujer también se estaba
riendo, dándose cuenta de lo tonto que sonaba también—. Los Caballeros
Oscuros, el comienzo de la guardia personal del príncipe oscuro.
—Es un pensamiento interesante… —Vhalla sonrió con cansancio. No
podía imaginarse a Aldrik creando un rival para la infame Guardia Dorada
del príncipe Baldair—. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
La otra mujer hizo una pausa, como sorprendida de que Vhalla no lo
supiera. La mujer no sabía que Vhalla se había propuesto no saber los
nombres de sus dobles. Se convertían en personas cuando los supiera, se
convertían en muertes que podían herir e inspirar culpa.
Por otra parte, Vhalla se encogió interiormente ante el recuerdo de la
doble Caminante del Viento del Emperador. Muerta, abatida y dejada para
pudrirse en las selvas del Norte. No sabía el nombre de esa mujer, pero la
culpa permanecía. Vhalla se dio cuenta de que para bien o para mal, le
quedaba demasiada alma para ignorar el sacrificio. Lo mínimo que podía
hacer era aprender los nombres de los que estaban haciendo ese sacrificio.
—Timanthia —dijo ella con un pequeño estremecimiento—. Pero odio
ese nombre; Tim está bien.
—Tim, entonces —afirmó Vhalla con un asentimiento. Se detuvieron
ante una pequeña tienda.
—Me alegro de poder devolverte la armadura. —Tim empezó a hurgar
en el interior de la tienda, dándole la armadura de escamas.
Vhalla pasó los dedos por el acero. Se sentía casi cálido, como si el
fuego de forja de Aldrik todavía viviera dentro de él. Tim le permitió a
Vhalla un momento, apilando los guanteletes y la armadura de las piernas
entre el lugar donde Vhalla se arrodilló y la tienda.
—Sé que es importante. —La voz de Tim se había reducido a un
susurro. Los ojos de Vhalla se levantaron, escuchando claramente la
corriente subyacente de que había más que decir. Tim hizo una pausa,
atrapado en conflicto ante la mirada expectante de Vhalla—. Él me dijo que
la había hecho para ti.
Las uñas de Vhalla rasparon contra la armadura cuando
instantáneamente se tensó.
—No te preocupes —dijo Tim para tranquilizarla.
Vhalla se preguntó cuánto sabría la otra mujer como para intentar
tranquilizarla.
—Sin importar cuáles sean los rumores, solo me llamó a su tienda para
montar un espectáculo.
Las palabras le dolieron y Vhalla apartó la mirada para ocultar las
emociones en conflicto. Aldrik había estado haciendo lo que tenía que
hacer. Ella había estado haciendo lo mismo. Ambos eran tan culpables
como inocentes.
—Quiero que sepas… —Tim claramente se obligó a continuar, se veía
tan incómoda como Vhalla se sintió de repente—. Si él recuerda algo que
dijo cuando estaba a medio camino de las botellas… —Los ojos de Tim se
volvieron repentinamente sospechosos—. Como sus sueños extraños… en
fin, no se lo diré a nadie.
Vhalla evaluó a la otra mujer con una mirada inquisitiva. Quería
preguntar de qué estaba hablando Tim específicamente, pero al mismo
tiempo quería asegurarse ante todo de la sinceridad de la mujer. Vhalla
sabía el poco amor que la gente sentía por su príncipe heredero.
—¿Por qué protegerías sus secretos?
Tim la sorprendió.
—Porque él no es como la gente piensa, ¿verdad? —La boca de Vhalla
se abrió, aturdida—. Lo siento, no diré nada más; no es mi lugar. —Tim se
puso de pie, sacudiendo el polvo de sus piernas—. Me alegro de haber
podido devolver tus cosas.
—Lo aprecio. —Vhalla asintió tontamente. Alguien más había visto a
Aldrik como ella lo había hecho. Otra persona se había metido bajo su
exterior intenso y arrogante en el hombre que conocía. Una parte de Vhalla
quería abrazar a la mujer por eso, por ser una compañera poco probable en
un conocimiento que era querido para su corazón. Una parte muy diferente
quería sacarle los ojos a Tim y arrancar los pensamientos de su mente.
Quería saber qué estaba escondiendo Tim. Vhalla quería saber si ya
conocía ese secreto. Pero si no lo hacía, podría ser peor, así que Vhalla se
mordió la lengua.
La armadura que Aldrik le había hecho era como una manta de
seguridad. Vhalla se envolvió en ella, arreglando cada broche con silenciosa
reverencia. Encajaba perfectamente como siempre, como diciendo, sigues
siendo la mujer que eras.
—Si alguna vez necesitas algo, o te encuentras en Mosant después de
que termine la guerra —Tim estaba hablando—, no dudes en buscarme.
—No lo haré. —Vhalla tomó la mano de la otra mujer y se echó la
mochila al hombro. No estaba segura de si realmente aceptaría la oferta de
la mujer, pero no estaría de más guardar la información en un rincón de su
mente.
Cuando Vhalla se giró, una sombra le bloqueó el camino y al instante
reconoció al hombre del Oeste de bigote tupido. Tenía una sonrisa burlona
subiendo la esquina de su característica más reconocible.
—Comandante Schnurr —saludó Tim.
Vhalla reflejó a regañadientes los movimientos de Tim, recordando
claramente las duras palabras del hombre horas antes.
—Lady Yarl. —El título sonó como un insulto cuando se deslizó por
sus labios—. ¿Qué crees que estás haciendo en mis filas?
—Le estaba devolviendo su armadura —dijo Tim con facilidad. Hizo
que Vhalla se preguntara si la otra mujer sentía la presencia opresiva del
hombre o si era solo Vhalla.
—Eso veo. —El hombre recorrió con la mirada desde los dedos de los
pies de Vhalla hasta su frente.
Vhalla apretó los puños.
—Como parece que no estás haciendo nada en este momento, puedes
ayudar a Tim esta noche con su patrulla —ordenó el Comandante Schnurr.
—¿Qué? —Vhalla parpadeó.
—Oh, ¿la Caminante del Viento cree estar por encima del trabajo
básico? —Él se inclinó hacia adelante—. ¿Quieres disfrutar de la protección
del ejército sin aportar tu parte?
Vhalla sofocó un comentario inteligente sobre cómo había contribuido
bastante. Dudaba que el Comandante Schnurr pudiera pregonar salvar las
vidas de la familia imperial en su lista de logros. Por mucho que quisiera
discutir, vio que el sol continuaba su viaje descendente. Aldrik la estaba
esperando.
—Yarl. —El comandante cruzó los brazos sobre el pecho—. Me estás
malinterpretando. No te lo estoy preguntando, te lo estoy diciendo.
—Por supuesto. —Vhalla se vio obligada a aceptar a regañadientes.
—Dos rondas por tu vacilación —dijo el comandante con indiferencia
mientras pasaba.
—Comandante, no dormirá si hace dos rondas… —Tim hizo una débil
defensa.
—Entonces la Caminante del Viento aprenderá a no cuestionar su
deber con la milicia y aprenderá su lugar.
Tim le preguntó a Vhalla más tarde, durante su patrulla por la tierra
quemada que servía de barrera para el campamento Imperial, si Vhalla
había hecho algo para ofender al comandante. Hirviendo, Vhalla luchó por
encontrar una razón, pero no pudo.
La primera vez que vio al Comandante Schnurr fue durante su
demostración para el Emperador en las Encrucijadas. Él había sido uno de
los comandantes reunidos, pero no había dicho nada en ese momento, y ella
ciertamente no le había prestado atención. Tim era una arquero, por lo que
Vhalla no tenía ni idea de a quién se reportaba el comandante.
Probablemente a través de Baldair, si se viera obligada a adivinar. Pero
Vhalla no pudo encontrar una razón por la que Baldair la despreciara,
especialmente después de lo cercanos que se habían vuelto.
No, solo había una persona en la que Vhalla podía pensar que haría
todo lo posible para hacer su vida lo más difícil posible. Y ese hombre
estaba por encima de todos ellos. Eso puso a Vhalla en un silencio amargo
contra el que Tim trató inútilmente de luchar con charla sobre nada.
Finalmente, el gran camino quemado alrededor de la cresta superior
más externa del campamento se curvó y Vhalla pudo ver el pálido contorno
de las ruinas de piedra iluminadas a la luz de la luna. Un esqueleto
descuidado, medio destruido y reclamado por el tiempo, era como algo
sacado de un libro de cuentos. La piedra se sentía fuera de lugar en
comparación con las estructuras de madera que Vhalla había visto usar a los
del Norte para construcciones. Como si estuvieran de acuerdo, esos mismos
árboles estaban decididos a echar raíces en ella y ramificarse a través de la
antigua construcción, devolviéndola a la tierra en pedazos.
Mientras se acercaban, Vhalla le preguntó a Tim qué sabía sobre las
ruinas. A su sombra, había algo incómodo que flotaba en el aire, lo que hizo
que Vhalla se pusiera la mochila sobre los hombros. Todo lo que Tim sabía
era que los soldados lo llamaban las ruinas del “Antiguo Soricium”. Pero
cuán “antiguo” era y por qué se dejó para que se desmoronara parecía ser
un misterio.
Mientras pasaban, Vhalla volvió la mirada hacia la estructura que una
vez debió ser tan alta como los árboles gigantes, como la base de una
enorme pirámide. Estrujó su cerebro por cualquier información que pudiera
haber reunido mientras trabajaba en la biblioteca. Pero todo lo que Vhalla
había leído sobre el Norte hablaba de las “ciudades del cielo” construidas
entre árboles. No recordaba nada que pudiera parecerse al edificio que tenía
ante ella. Estaba más allá de las construcciones del Sur; las piedras
encajaban tan firmemente que era como si hubiera sido tallado en una sola
pieza.
Ella resistió el impulso de detener su paso y estudiarlo más. Tenía ese
tipo de belleza peligrosa que prometía problemas a cambio de las maravillas
que susurraba. Al igual que cierto príncipe que conocía.
Aldrik, Vhalla trató de apartarlo de su mente. La idea de su príncipe
esperándola le dio ganas de gritar y tirarse del cabello con frustración. ¿Él
se preocuparía?
Tim pareció aliviada cuando se fue más tarde. La compañía de Vhalla
se había vuelto aún más sombría y silenciosa cuanto más sus pensamientos
giraban en torno al príncipe heredero. Mientras la arquero arrastraba los
pies hacia la cama, Vhalla consideró la idea de pedirle a la otra mujer que le
enviara un mensaje a Aldrik. Pero Tim había tenido tantas dificultades para
convencer a los guardias del campamento palacio de que llevaran las cosas
de Vhalla que no habría forma de que llevaran un mensaje al príncipe
heredero en la oscuridad de la noche, no sin una razón sólida. Vhalla se
preguntó si Aldrik de alguna manera pensó que ella lo había dejado.
Vhalla arrastró sus pies a través de las horas de la noche. Su compañía
en la segunda ronda parecía tan emocionada como ella por tener la patrulla
tardía, y Vhalla ni siquiera sabía el nombre del hombre. Una vez que superó
su nerviosismo por estar cerca de la Caminante del Viento, ambos
marcharon en una miseria sin palabras.
Podía mantener su Canal fácilmente, monitoreando el viento para
detectar cualquier sonido. Durante una hora o dos, Vhalla trató de
identificar el trozo de bosque por el que había corrido, pero fue inútil ya que
todos los árboles parecían idénticos: una pared negra gigante que los
separaba de toda la gente restante del Norte que los talarían.
Sus pensamientos saltaron de una emoción agotada y amarga a la
siguiente. Para cuando el sol asomó por el horizonte, las extremidades de
Vhalla estaban entumecidas y estaba de mal humor. Arrastró los pies hacia
la tienda de Fritz, sin siquiera molestarse con el campamento palacio.
Fritz y Elecia estaban profundamente dormidos cuando Vhalla se abrió
paso hacia la tienda. Arrojando su mochila a un rincón lejano, se derrumbó,
con armadura y todo, casi encima de los ocupantes reales de la tienda. Fritz
no hizo nada más que gemir y rodar. Elecia se despertó sobresaltada y
estaba lista para estrangular a Vhalla por la sorpresa.
—Por los Dioses, ¿qué te pasa? —gimió Elecia, dejándose caer
indignada cuando se dio cuenta de quién había medio caído sobre ella.
—Silencio.
—Hueles a perro y estás cubierta de barro —dijo Elecia con un
resoplido.
Había comenzado a lloviznar intermitentemente durante la segunda
mitad de la noche. Vhalla apenas le había prestado atención porque el aire
era tan denso en la jungla que siempre se sentía húmedo. Pero ahora que no
se movía, podía sentir que su ropa estaba empapada y pegada debajo de su
armadura.
—Muévete —murmuró Vhalla su comando de una palabra, sentándose
—. Necesito cambiarme.
Vhalla abrió su mochila y pasó los dedos por la solapa de cuero. Se
sintió tan bien tenerla de vuelta que casi se olvidó de las frustraciones que
había tenido durante la noche. La ropa estaba casi limpia, y era de ella, con
agujeros raídos y todo.
Se quitó la armadura y removió la túnica mojada de su piel pálida y
arrugada. Elecia arqueó las cejas y miró a Fritz mientras Vhalla comenzaba
a deshacer las ataduras alrededor de sus pechos.
—¿Qué? —Vhalla le dio a Elecia una sonrisa cansada—. Está
durmiendo, e incluso si no lo estuviera, no le interesa.
—Aun así —resopló Elecia—. Eres una Duquesa del Oriente; ten algo
de modestia.
—Somos amigos, y tú también eres mujer. —Vhalla se encogió de
hombros e hizo un espectáculo de cambiarse. El Oeste tenía sus nociones de
modestia y el Sur tenía sus ideales de señoritas. Vhalla era del Este, por lo
que se limitaba por nada de eso. Más importante aún, molestó a Elecia. Y
eso energizó el cuerpo cansado de Vhalla.
Vhalla volvió a ponerse la armadura que Aldrik le había hecho y se
sintió más ella misma de lo que se había sentido en mucho tiempo. No era
la misma persona que había sido la última vez que se había puesto esta
ropa. Era diferente ahora. Parte Serien, parte Vhalla y parte una mujer que
todavía estaba emergiendo.
Elecia esperó hasta que Vhalla terminó antes de hablar de nuevo,
apenas audible.
—Por cierto, Aldrik me pidió que te diera esto. —Elecia le tendió un
pequeño frasco. Si Vhalla no lo supiera mejor, pensaría que es veneno dado
el brillo casi asesino en los ojos de la mujer. Vhalla lo tomó con vacilación,
arqueando las cejas y esperando una explicación.
—Elixir de Luna —explicó Elecia, frunciendo el ceño. La comprensión
persiguió el escepticismo de la frente de Vhalla—. Es para…
—Sé para qué sirve. —Vhalla le sonrió a Elecia. Las mejillas de la otra
mujer se sonrojaron, y Vhalla se dio cuenta de que la otra mujer no tenía
una razón para tomar la poción ella misma. Vhalla solo había tenido una
ocasión antes, pero esperaba que la poción que hacía Elecia supiera mejor
que las aguas residuales que había forzado a tragar antes.
No fue así, y Vhalla hizo una mueca amarga.
—¿La has tenido antes? —Elecia estaba demasiado sorprendida para
mantener el decoro.
—Dos veces, un hombre. —Vhalla asintió.
—La gente del Este de baja cuna con sus afectos —murmuró Elecia—.
¿Aldrik lo sabe?
—Por supuesto que sí. —Ella se sintió ofendida. ¿Elecia realmente
pensó que Vhalla no le diría eso a Aldrik?
La mujer de cabello rizado negó con la cabeza.
—Ten cuidado con él, Vhalla. —Elecia miró a Fritz para asegurarse de
que seguía durmiendo—. Su corazón no es tan fuerte como le gustaría que
la gente pensara. En realidad, no está hecho de piedra y fuego.
Vhalla no sabía por qué se vio obligada a tocar a la otra mujer, pero su
mano agarró el antebrazo de Elecia de manera tranquilizadora. La prima de
Aldrik la miró a los ojos y buscó.
—Sé que no lo es. Esa es una de las muchas razones por las que lo
amo.
Tanto Vhalla como Elecia se giraron cuando el poste de la tienda vibró
por algunos golpes.
—‘Cia —dijo Jax en voz baja—. ¿Vhalla está ahí?
—Aquí estoy. —Vhalla se movió para volver a empacar su ropa
cuando un destello de plata llamó su atención.
Jax metió la cabeza en la tienda, agachándose en el exterior.
—Tienes a alguien preocupado por ti.
—Apuesto a que sí. —Vhalla asintió con cansancio.
—¿Dónde estabas? —De repente, Elecia se dio cuenta de que Vhalla
no estaba donde la otra mujer había supuesto que estaba: en la cama de
Aldrik.
—Me pusieron en patrulla. —Vhalla puso los ojos en blanco, pescando
la tela oscura en la parte inferior de su mochila.
—¿Quién te puso de patrulla? —Elecia parecía sorprendida.
—No importa. —Vhalla negó con la cabeza, decidiendo que era mejor
ignorar al comandante del Oeste que parecía guardarle rencor sin ninguna
razón. Probablemente el hombre solo estaba tratando de obtener favores del
Emperador. El disgusto de su líder por Vhalla se hacía más evidente cada
día, y ella no tenía ninguna duda de que se le puede dar una suma de oro a
alguien que hiciera miserable la vida de Vhalla.
Pasó sus dedos sobre la costura plateada que fijaba una pieza del
diseño del ala cosida en la parte posterior de la capa que había usado su
doble. Esta era la última capa; las otras dos se habían perdido al caer sus
portadoras.
—Bueno, él te llamó para desayunar. —Jax no tuvo necesidad de
explicar quién era él.
—Yo también iré. —Elecia fue rápida en seguir a Vhalla cuando
salieron de la tienda.
Fritz gimió y rodó, durmiendo.
—Probablemente necesitará otra ronda de pociones. Y si estaba
preocupado… —Elecia miró entre Jax y Vhalla, mordiéndose la uña del
pulgar ligeramente—. Probablemente algo para su cabeza también.
—No fueron demasiados vasos. Ya me encargué de eso. —Jax rechazó
la idea.
Vhalla se quedó mirando la capa enrollada un momento más,
debatiendo si debía volver a ponérsela o no. Sería una declaración bastante
atrevida el usarla. Pero había una profunda satisfacción ante la idea de que
el Emperador la viera. Ella se pondría lo que él había usado para tomar su
nombre.
Mientras desenrollaba la capa, Elecia dejó escapar un suave jadeo. Los
ojos de Jax se entrecerraron. Y Vhalla agarró la prenda con fuerza.
Un corte profundo comenzaba en el medio del ala plateada que estaba
estampada en la tela. Rompió la tela antes de unirse con otros cortes. Era
como si alguien hubiera clavado una daga en la capa, rasgándola en cintas
desde el pecho hacia abajo.
—¿De dónde sacaste eso? —preguntó Jax sombríamente.
Vhalla miró con sorda sorpresa las franjas negras. ¿Había sido Tim?
La chica parecía tan amigable. Caminó y charló con Vhalla durante la mitad
de la noche.
—Alguien está intentando enviarte un mensaje. —Elecia finalmente
dio palabras a lo que todos estaban pensando.
Vhalla absorbió la situación por un momento más, antes de arrojar la
capa hecha jirones sobre sus hombros acorazados. Se la ató al frente y dejó
que la tela triturada cayera hasta sus tobillos. Daba la impresión de que
había sufrido una agresión violenta.
—Bien. —Vhalla empuñó sus manos, dejando que su Canal cortara su
agotamiento. No había dormido más de unas pocas horas las últimas dos
noches, y algo le dijo que este iba a ser otro día largo—. Tengo un mensaje
propio para enviar.
Se dirigió al campamento palacio, dejando que Elecia y Jax la
alcanzaran. Vhalla entrecerró los ojos bajo el sol de la mañana,
preparándose para lo que fuera que le deparara el día. No importaba quién
la amenazaba ahora, Emperador o no; todos terminarían decepcionados
cuando la batalla terminara y ella todavía estuviera de pie.
Un viento sorprendentemente helado barrió el campamento, haciendo
que los restos de la capa revolotearan a su alrededor como alas de cuervos.
Capítulo 9

El campamento palacio estaba vacío por dentro, salvo por un hombre.


Aldrik se movió de donde había estado paseándose por la habitación, su
rostro se contrajo de alivio al verla. Vhalla le dio una mirada de disculpa,
cualquier verbalización interrumpida al ser presionada contra su pecho.
Ella entró en pánico, retorciéndose rápidamente para alejarse.
—Nadie más se ha levantado todavía —susurró él en su cabello,
calmando sus preocupaciones que su padre los viera.
Vhalla se relajó un poco, mirando a Jax alrededor del brazo de Aldrik.
Los miró con interés, pero no hubo la misma sorpresa de todos los demás
que habían descubierto la relación entre ella y Aldrik. Había una
comprensión dolorosa en sus hombros. La inquietó más que la reacción de
cualquier otra persona hacia ellos.
Aldrik se apartó, sus palmas descansando sobre sus hombros.
—¿Qué sucedió?
—Quedé atrapada haciendo patrulla —explicó Vhalla.
—¿Patrulla? —Aldrik frunció el ceño—. Pensé que estaba
explícitamente claro que no se te debe poner en ningún tipo de patrulla. Es
demasiado peligroso para ti.
—Difícilmente —protestó Vhalla ante la ridícula idea.
—Vhalla, no quiero que te pase nada. —Un ceño fruncido tiró de las
comisuras de sus labios.
—Aldrik —dijo ella obstinadamente—, sobreviví a la Noche de Fuego
y Viento, un intento de asesinato, una caída en el Paso, una carrera sola por
el Norte. —Vhalla se alejó un paso y apartó las manos de él de sus hombros
—. He matado a más personas como para contar con mis dedos. No soy la
chica que encontraste en la biblioteca y puedo protegerme.
Él la miró con incredulidad, pero el brillo en sus ojos comenzó a
encenderse con admiración. Aldrik centró su atención en ella hasta el punto
en que Vhalla sintió que brillaba. Ella le sonrió con valentía y le apretó las
manos ligeramente.
—Bueno, ahora que eso está resuelto. —Elecia se aclaró la garganta
incómodamente. Resonó con exasperada desaprobación en las manos de
Vhalla entrelazadas con las de Aldrik—. Primo, siéntate, y déjame verte.
—Estoy bastante bien…
—Todavía no para mi satisfacción. —Elecia puso los ojos en blanco—.
Ahora siéntate. —Aldrik obedeció a su clérigo y Elecia se apresuró a
inspeccionar al príncipe heredero.
—Jax, tráenos comida, ¿quieres? —instruyó Elecia.
Jax se fue con un asentimiento.
—¿Qué llevas puesto? —preguntó Aldrik, recién notando el atuendo
de Vhalla.
Vhalla se ajustó la capa sobre los hombros. Ella le explicó la noche con
un giro, mostrándole los cortes en la espalda. Los ojos de Aldrik se
oscurecieron, e inmediatamente volvió a su decidida defensa de ella.
—Comandante Schnurr —murmuró Aldrik—. Deberías mantenerte
alejada de él.
—Pero… —La protesta de Vhalla fue interrumpida por Elecia.
La mujer de cabello oscuro se movió, mirando a Vhalla de arriba
abajo.
—Él tiene razón —concordó.
Eso hizo que Vhalla se detuviera.
—El comandante es del antiguo Oeste —explicó Elecia cuando la
atención de Aldrik se había retirado a sus propios pensamientos.
—Sin embargo, soy una dama de Oeste —observó Vhalla.
Elecia resopló.
—Mírate, señorita Lady. —Una pequeña sonrisa maliciosa le dijo a
Vhalla que así era como se burlaba la mujer.
—Él es del tipo equivocado del Oeste. —Aldrik finalmente había
regresado, cualquier cosa en la que estaba trabajando mentalmente se
resolvió por el momento—. Del antiguo Oeste, Vhalla. No como mi tío. —
Su príncipe la miró pensativo—. Como el tipo que todavía sostiene el
estandarte del Rey Jadar muerto y busca traer de vuelta los días de
xenofobia hacia el Sur, la monarquía del Oeste, esclavizando a los
Caminante del Vientos y usándolos para sus propios propósitos nefastos…
Vhalla hizo una pausa, la capa de repente se sintió muy pesada sobre
sus hombros. Los Tiempos Arrasados por el Fuego, el genocidio de los
Caminantes del Viento, había sucedido hace casi ciento cincuenta años.
Para ella era inconcebible pensar que ese sentimiento aún persistía en
alguien.
Pero Vhalla recordó la Proclamación Carmesí que Lord Ophain, el tío
de Aldrik, le había dado. Había dicho que era para curar viejas heridas y
avanzar hacia un nuevo futuro entre el Este y Oeste. Vhalla había pensado
que era un simbolismo vacío. Nunca pensó que realmente tuviera un
significado moderno.
Jax regresó con comida, captó el estado de ánimo y dejó su carga en
silencio sobre la mesa.
—No tengo miedo —dijo Vhalla finalmente, sentándose junto a Aldrik
—. Solo soy una Caminante del Viento, y ha pasado mucho tiempo.
Aldrik estaba a punto de estar en desacuerdo cuando Elecia lo
interrumpió.
—Necesitas comer más que eso.
—Debería pensar que puedo decidir cuánta comida puedo comer. —
Aldrik miró de reojo a la joven.
—Bien. —Elecia resopló y agarró otro tubérculo para Aldrik—. En
serio, primo, ¿por qué me traes si no me vas a escuchar?
—¿Cuánto tiempo llevas estudiando artes curativas? —preguntó
Vhalla al lado del príncipe resignado.
Elecia hizo una pausa, pensando.
—Toda su vida. —Jax se sentó al otro lado de la mesa.
—¿En serio? —Vhalla estaba impresionada.
—El talento natural no es nada si no lo perfeccionas. —Elecia nunca
perdía la oportunidad de presumir.
—Para su edad, Elecia es una de las mejores sanadoras del mundo —
dijo Aldrik con orgullo.
Vhalla pensó que el rostro de Elecia iba a estallar por todo el orgullo
que lo iluminaba. Por muy molesta que pudiera ser la otra mujer, era
agradable ver a alguien tan cariñoso con Aldrik. Considerando esto, Vhalla
comenzó a reevaluar a regañadientes todas las acciones de Elecia, viéndolas
desde el lugar de un miembro protector de la familia, alguien que parecía
más una hermana pequeña que una prima.
—Buenos días a todos. —Baldair bostezó desde la entrada al pasillo
trasero, con una desaliñada Raylynn a su lado.
—¿Ustedes dos de nuevo? —bromeó Jax—. Debes mostrarme en
algún momento cómo sigues haciendo que el Príncipe Rompecorazones te
invite a su cama. —Jax se apartó de la mesa para hablar con Raylynn a
espaldas de Baldair.
Para su crédito, Raylynn mantuvo la compostura bien. Vhalla casi
sentía envidia de cómo la mujer parecía ser capaz de no importarle lo que
otros pensaran acerca de sus búsquedas de placer y compañía.
—Habilidades que nunca aprenderás.
—Pero entonces, ¿cómo puedo lograr que Baldair me invite a su cama?
—gimió Jax juguetonamente.
—Por la Madre, Jax, es demasiado temprano. —Baldair enterró su
rostro en sus palmas.
Una risa contagiosa abrumó de repente a Vhalla.
—¿Qué sucede contigo? —Raylynn levantó la nariz hacia Vhalla
mientras alcanzaba uno de los vegetales de raíz humeantes.
—Oh, mi querido príncipe. —Jax suspiró dramáticamente hacia Aldrik
—. Me temo que la chica ha perdido la cabeza.
—Esto es una locura —resopló Vhalla de risa.
—Lo único loco eres tú. —Elecia puso los ojos en blanco.
—Estoy desayunando con la mitad de la familia real, la Guardia
Dorada y una noble del Oeste, en el asedio a Soricium —dijo Vhalla
jadeando—. Y se siente perfectamente normal.
La risa profunda de Aldrik armonizó con la de ella.
—Bueno, me alegra que hayas podido encontrar algo de tranquilidad.
—La familia más atrasada que puedas conocer. —Baldair sonrió.
—Pero una familia, no obstante. —Jax le dio un codazo a Baldair y el
príncipe se rio entre dientes, asintiendo. Vhalla recordó que Daniel y Craig
elogiaron a la Guardia Dorada por ser más parientes que soldados.
Baldair se volvió hacia Aldrik y se detuvo. Respiró hondo y Vhalla
sostuvo su respiración a espera de las palabras del príncipe más joven.
—Por otra parte, supongo que siempre lo fuimos. Difícilmente somos
lo que podría llamarse convencional. ¿Recuerdas esas horribles cenas a las
que nos llevaba tu tío cuando visitábamos Oeste, Aldrik?
Elecia bufó ante la idea.
—Habla por ti mismo —dijo Aldrik con altivez, golpeando su costado
contra el de Elecia en silencio de acuerdo.
—No, no, recuerdo esa… —Baldair tarareó—. En la de cuando nos
metimos en esa pelea callejera.
—¿Una pelea callejera? —Vhalla no podía imaginarse a los príncipes
peleando como matones en las calles.
—Oh, eso. —La voz de Aldrik era plana, pero no con disgusto. Su
hermano menor sonrió salvajemente—. Ophain pensó que sería bueno para
nosotros porque había niños que se acercaban un poco a nuestra edad.
—¿Cuándo fue esto? —intervino Elecia.
—Todavía eras una niña —explicó Aldrik. Vhalla usó la información
para imaginarse a un Aldrik de trece años en la historia.
—Esos dos chicos estaban tan llenos de sí mismos —explicó Baldair a
Raylynn—. Totalmente lo pidieron.
—¿Por qué tengo la sensación de que esto termina siendo tu culpa? —
Vhalla se tapó la boca para ocultar la comida a medio masticar cuando
habló.
Baldair agarró su camisa sobre su pecho.
—¡Me hieres, Vhalla! ¿Por qué asumirías que fue mi culpa?
—Puedo ver por qué te gusta. —Jax se rio hacia Aldrik, moviendo la
cabeza en dirección a Vhalla.
Aldrik sonrió con aire de suficiencia a Baldair, sin hacer nada que
objetar. Vhalla se pasó las manos grasientas por los pantalones holgados.
Vio a Baldair poner los ojos en blanco ante su hermano mayor antes de
continuar con la historia, pero Vhalla se perdió momentáneamente.
¿Fue aceptada entre este grupo? ¿Fue aceptada al lado de Aldrik?
—…pero si no hubieran dicho que Solaris era un nombre tonto, no
habría necesitado hacer que se retractaran. —Baldair estaba hablando.
—Y luego lo encuentro magullado y ensangrentado. —El entusiasmo
de Aldrik por continuar la historia traicionó su tono forzosamente
desinteresado.
—Y él dice —intervino Baldair mientras señalaba a Aldrik—, “¡nadie
puede golpear a mi hermano excepto yo!” Y va a por ellos. ¡Y golpea al
más grande de los dos en la cara!
—¿Tú? —Vhalla y Elecia se quedaron boquiabiertas y hablaron al
unísono.
—Un príncipe heredero debe demostrar que no tolera que otros
cuestionen su mando. —Aldrik dio otro mordisco indiferente a su comida,
lo que envió a Vhalla a reír más.
—No creo que nadie haya cuestionado alguna vez tu mando. —Baldair
puso los ojos en blanco, pero su sonrisa lo traicionó. Aldrik compartió una
sonrisa y ambos hermanos hicieron una pausa. Los otros cuatro en la mesa
fueron olvidados—. Hermano, ¿cuándo fue la última vez que hablamos así?
En el segundo en que su hermano se acercó mentalmente, Aldrik se
retiró. Fue desgarrador presenciarlo. Su expresión fue ocultada detrás de la
máscara que había sido diseñada como un mecanismo de supervivencia a lo
largo de los años. Pero, Vhalla se dio cuenta de que todavía no entendía por
qué.
Incluso sin entender, quería cerrar esa brecha más que nunca. Quería
que a menudo sonrieran como lo hacían. Su tranquilidad parecía mucho
más natural que el tenso silencio que los rodeaba.
—Aldrik. —Sus dedos se deslizaron audazmente alrededor de los de
él, donde su mano descansaba sobre la mesa—. Tu hermano te hizo una
pregunta —animó ella amablemente.
—Yarl. —La voz del Emperador se deslizó por la habitación, y toda
ligereza se marchitó y murió.
Vhalla se giró lentamente con el resto del grupo, mirando al
Emperador, que de alguna manera había cruzado la mitad de la distancia
entre su mesa y la entrada trasera. ¿Cuánto tiempo había estado allí?
—Creo que te refieres al príncipe Aldrik.
Su mano se deslizó lentamente de la de su príncipe a su regazo. Sin
embargo, fue demasiado tarde. El Emperador lo había visto. Sus ojos
helados e implacables no se habían perdido de nada. Vhalla apretó la
mandíbula, tratando de no temblar mientras el Emperador Solaris la miraba
fijamente.
—Ahora, creo que es mejor si te vas —ordenó el Emperador.
Vhalla se puso de pie, permitiendo que los restos de su capa cayeran
sobre el lado opuesto del banco, acentuando las marcas de corte.
—Vhalla, no, tú… —Aldrik se movió entre ella y su padre, demasiado
sorprendido para conjurar su habitual elegancia.
—Está bien, mi príncipe. —Ella lo salvó de sí mismo. Vhalla se
aseguró de acariciar las palabras mi príncipe mientras las pronunciaba. Las
trató con todo el cuidado que merecía su amor. Le daría al Emperador lo
que pedía, usaría los títulos de Aldrik, pero no de la forma que él quería.
—No espero encontrarte de nuevo aquí. —El Emperador se sentó.
Raylynn y Jax ya se dirigían hacia la puerta. Incluso Elecia fue rápida
en irse.
—No quisiera que causara ninguna confusión —explicó el Emperador.
—¿Confusión? —repitió Vhalla.
—Entre los demás plebeyos —dijo el Emperador con énfasis—.
Pueden tener la loca idea de que eres una de nosotros.
—Por supuesto que no, milord. Esa es una idea bastante estúpida. —
Vhalla no logró ocultar toda la amargura de su voz.
—Yo también lo creo. —Los ojos del Emperador brillaron con malicia
—. Ahora, te sugiero que dediques el día a demostrarme por qué te sigo
dejando vivir…
—¡Padre! —Aldrik golpeó la mesa con las palmas de las manos.
—…y mueve la pared de arqueros usando tu magia, como se discutió
—terminó el Emperador, ignorando el arrebato de su hijo.
Aldrik se puso de pie.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó el Emperador Solaris.
—Creo que es obvio. —Aldrik se enderezó.
—Ella es demasiado valiosa para ir desprotegida.
—Te necesito esta mañana. —La temperatura de la habitación pareció
aumentar cuando el emperador actual y el futuro se metieron en una lucha
de miradas.
—Prefiero ir con Vhalla. —Aldrik lanzó el guante.
El ojo del Emperador tembló.
—La Guardia Dorada de tu hermano será suficiente. ¿No es así,
Baldair?
—Sí, la cuidaremos. —Baldair se apresuró a levantarse, más como que
se apresuró a huir, y se unió a Raylynn y Jax.
—Padre, esto…
—Mi príncipe. —Vhalla se atrevió a interrumpir—. Creo que todavía
debes estar cansado de tu largo sueño. —Ella caminó de puntillas
delicadamente con sus palabras—. Su preocupación en mi nombre está más
allá de lo que merece alguien como yo. —Vhalla bajó los ojos, odiándose a
sí misma inmediatamente por el necesario acto de humildad. Ya no estaba
por debajo de Aldrik, y el último hombre frente al que ella se quería
humillar antes era el Emperador—. Pero tengo entendido que usted tiene
otras obligaciones. Por favor, considérelas.
—Qué día, cuando una niña de baja cuna le recuerda al príncipe
heredero sus deberes —dijo el Emperador burlonamente—. Ahora siéntate,
Aldrik. Tenemos mucho que discutir.
Vhalla vio a Aldrik hundirse en el banco. Tenía los hombros pesados,
pero los ojos en llamas. Dejó que Baldair la condujera al sol. Vhalla buscó
la imagen de Aldrik incluso cuando la puerta se cerró, rezando para que
continuara con el baile necesario. Su estómago se apretó.
—Y bien, ¿qué hay que hacer? —Vhalla no preguntó a nadie en
particular. Alguien de la Guardia Dorada, Elecia, cualquiera a su alrededor
sabría lo que vendría después. Su cerebro no funcionaba correctamente,
estaba tan cansada. Todo en lo que podía pensar era en Aldrik y su padre
solos en esa abrumadora habitación.
Un hombre se apartó de donde estaba apoyado contra el costado del
edificio junto a la puerta.
—Te mostraré lo que necesitamos mover.
Vhalla se tensó al instante. Daniel. Su cabello castaño oscuro estaba
atado en la nuca, mechones sueltos flotaban alrededor de la barba incipiente
en su mandíbula. Los labios de Vhalla se fruncieron en una delgada línea.
Nadie más habló. Jax, Baldair, Elecia, Raylynn, la mitad del ejército podría
haber estado allí, pero ninguno de ellos salvó a Vhalla.
—Tú no —dijo ella.
—Lo siento. —Daniel dio un paso nada bienvenido hacia ella—.
Déjame disculparme.
Vhalla se mordió el labio inferior para evitar que temblara de
frustración. Tenía tantas ganas de odiarlo. Sería mucho más fácil si pudiera
odiarlo por sus mezquinos celos.
—¿Nadie más sabe? —Vhalla buscó la ayuda de Baldair y
Raylynn. Jax y Elecia ya habían desaparecido, traidores.
—¿Daniel? —Había todo un lenguaje de palabras en el nombre del
hombre dicho por Baldair. El príncipe miró al guardia, con aparente
preocupación en sus ojos por la continua participación de Daniel con
Vhalla. Raylynn pareció escuchar el significado también, mirando
expectante al hombre del Este.
—Sé lo que estoy haciendo —afirmó Daniel a sus amigos—. Le
mostraré lo que los comandantes decidieron mover.
—Te dejo bajo su cuidado —dijo Baldair después de un largo debate
interno.
Vhalla quería gritarle a la espalda del príncipe mientras se alejaba.
¿Qué pensaba que estaba haciendo? Ella iba a encontrar a Baldair, sentarlo
y hacer que le contara todo lo que pasaba en esa confusa cabeza suya.
Pero, por ahora, la atención de Vhalla finalmente regresó a lo
inevitable: Daniel. Sus ojos brillaban con sincero remordimiento. Ella se
cruzó de brazos.
—Hablemos mientras caminamos —sugirió él.
Vhalla asintió y arrastró los pies medio paso detrás de él,
concentrándose en el suelo.
—Tenías razón —comenzó Daniel—. Yo fui el que asumió. —Inclinó
la cabeza hacia el cielo y observó cómo las nubes volvían a la deriva a
través de un lienzo de un azul infinito—. No me debes nada por pasar
tiempo conmigo. Puedes hacerlo sin que signifique nada, o, bueno,
cualquier cosa que no quieras que signifique.
Su disculpa fue a la vez una excusa e inductora de culpa.
—A decir verdad, creo que ambos queríamos lo mismo: olvidar los
agujeros en nuestro corazón que otros dejaron. —Daniel se detuvo
brevemente y la miró. Vhalla lo miró a los ojos. Sus colores avellana no
tenían nada de especial; toma a diez personas cualquiera del Este y nueve
de ellos tendrán alguna variación del color. Pero la forma en que brillaban
en ese momento, la forma en que el sol golpeaba su cruda honestidad y
sinceridad. Él era impresionante—. No puedo culparte por buscar algo para
llenar el vacío cuando yo estaba haciendo lo mismo.
—Bueno, eso no hace que esté bien. —Vhalla finalmente habló. Juntó
las manos, prestando más atención a sus pies que a los soldados que los
rodeaban, al campamento o a donde sea que él la estuviera llevando—. Lo
acabas de decir tú mismo. Te estaba usando para algo. —La confesión fue
apenas un susurro.
—El hecho de que algo no esté bien no significa que esté mal. —El
tono de Daniel cambió y envió un pequeño cosquilleo por la columna de
Vhalla—. Dime algo. Durante todo este “uso”, ¿fuiste infeliz?
—No, pero…
—Entonces no podría haber estado mal —dijo él con confianza—. Yo
fui feliz, tú fuiste feliz. No nos preocupemos tanto por lo que fue o es. No
intentemos convertirlo en algo que no es. Puedes tomar sus propias
decisiones y confiar en que yo las conozco. Puedes hacer lo que desees y…
—balbuceó brevemente, pero el tiempo suficiente para que Vhalla lo
presenciara—…con quien desees. Entonces, ¿dejemos todo atrás?
Vhalla reflexionó sobre el tiempo que había pasado con Daniel. Era
extraño pensar que, si no fuera por la guerra y su situación, ella nunca lo
hubiera conocido. Marchar con él, entrenar con él, siendo Serien como
siendo Vhalla, había sido agradable. Quizás más de lo que debería haber
disfrutado. Las mejillas de Vhalla se sentían calientes.
—Está bien.
Daniel evaluó la gran torre que había aparecido ante ellos. Pero sus
ojos no la veían. Él tenía una mirada que infundía el mismo sentimiento que
Vhalla había sentido cuando vio a Elecia y Aldrik juntos, antes de que
supiera de su parentesco.
Su garganta se sentía pegajosa. Ella no quería hacerle esto; Daniel era
su amigo muy querido, y había algo que se sentía tan mal en la posición en
la que se encontraba.
Como si sintiera su preocupación, Daniel volvió su atención a ella,
riendo levemente ante su rostro aterrorizado.
—No te preocupes tanto, Vhalla. —Le pasó un brazo por los hombros
y la sacudió ligeramente—. No diré una palabra y sigo siendo tu aliado.
Puedo seguir siendo eso por la eternidad. O quizás algo más si alguna vez lo
deseas y surge la oportunidad mutua.
Vhalla abrió la boca, pero ni siquiera estaba segura de lo que hubiera
dicho y el mundo la libró de averiguarlo. Conservó la delicada estasis entre
ellos que Vhalla estaba más que aliviada de tener de vuelta.
—Entonces, eso es lo que los comandantes decidieron que era la torre
más importante que sería movida. —Él señaló, y Vhalla se dio cuenta
instantáneamente de por qué había estado en contra de moverla en primer
lugar.
Ella había pensado que era una especie de estructura diferente, pero era
tan alta. La torre de batalla era un gran triángulo con rellanos para que los
arqueros se escondieran dentro y a los lados. Desde allí se encontraban
grandes púas que se extendían hacia afuera en todas direcciones, listas para
empalar a cualquiera que pudiera tener la desgracia de ser arrojado sobre
ellas.
—¿Cómo se mueve? —Vhalla caminó alrededor de la creciente
multitud. Apareció mientras estaba envuelta en la conversación silenciosa
de ella y Daniel, los otros soldados habían notado a la Caminante del Viento
en su capa dramáticamente andrajosa. Mostraron una mezcla de asombro y
una especie de fascinación oscura.
—No las construimos con la intención de moverlas. —Daniel sonrió.
—¿Es estructuralmente sólida? —preguntó ella.
—Probablemente —respondió Daniel en tono de disculpa.
—Genial. —Ella puso los ojos en blanco—. No acepto ninguna
responsabilidad si la rompo.
—Ahora estás hablando como una dama. —Él sonrió.
Vhalla ignoró la declaración, los comentarios del Emperador estaban
demasiado frescos en su mente.
—¡Despejen el área! —llamó ella, apretando los puños. Su Canal
corrió a su encuentro y Vhalla respiró hondo.
—¡La escucharon, despejen! —gritó Daniel con una voz que fue
escuchada fácilmente entre hombres y mujeres. Los soldados comenzaron a
dispersarse. Cuando se giró hacia ella, Vhalla asintió en agradecimiento—.
¡Cuando quieras, Caminante del Viento!
Vhalla dio un paso hacia el círculo de personas hacia la pared de la
torre. Sintió sus ojos sobre ella. Algunos eran los ojos emocionados que
habían visto sus hazañas anteriores, susurrando con entusiasmo entre sus
amigos. Otros eran los escépticos con la cabeza ladeada y los brazos
cruzados.
Vio a Tim y vaciló. La chica parecía horrorizada por el estado de la
capa que había devuelto. Tim no pudo haber sido la que envió el mensaje,
trató de decirse Vhalla. Pero quienquiera que estuviera detrás de eso, Vhalla
esperaba que entendieran su descarada respuesta.
Extendiendo las manos, Vhalla probó la estructura con pequeñas
ráfagas de aire. La pared crujió y nubes de polvo salieron de sus esquinas.
Vhalla palpó donde parecía resistir la mayor presión.
Algunos rieron entre dientes y Vhalla sonrió con satisfacción; pensaron
que eso fue su intento. La presionó con las palmas de sus manos; uniformes,
tenía que mantener sus movimientos uniformes. Vhalla levantó las manos al
mismo tiempo y el edificio se elevó a un palmo del suelo.
Más presión, más corriente ascendente. Tocó más en su Canal. La
pared gimió y se balanceó. Los soldados se apartaron temerosamente del
camino mientras se inclinaba en el aire. Vhalla movió la mano cuando
sintió una gota de sudor correr por su sien.
En posición vertical de nuevo, se dio cuenta de que tenía que aplicar
fuerza en todos los lados en la parte superior para lograr estabilidad, pero la
mayor parte de la fuerza debía aplicarse desde la parte inferior para
levantarla. Ella tomó el control en el aire y se permitió girarse hacia Daniel
y los otros comandantes que se habían acumulado, incluida la Guardia
Dorada completa. Si no hubiera puesto tanta energía en levantar la
estructura, se habría reído de sus expresiones.
—Digan dónde —dijo ella a todos para que se movieran.
Vhalla tenía el control, pero era difícil en el mejor de los casos y quería
moverse lo más rápido posible. Afortunadamente, Daniel se recuperó de su
asombro más rápido que los demás, y avanzó. Vhalla observó con asombro
cómo él caminaba directamente debajo de la torre, poniendo total fe en su
magia. Su pecho se hinchó ante el simbolismo curativo del acto. El cabello
de Daniel se agitó alrededor de su rostro debido a los torrentes de aire en la
base de la torre antes de cruzar al otro lado.
La magia y caminar, o moverse en general, siempre tenía sus propias
complicaciones. Los primeros pasos de Vhalla fueron más como arrastrarse
por la tierra. Eventualmente logró sostener la torre y empujarla hacia
adelante sin derribarla al mismo tiempo, pero fue un proceso delicado que
dejó a Daniel mirando hacia atrás constantemente para ver si ella estaba
demasiado alejada.
Continuaron girando alrededor de la fortaleza, un paso lento a la vez.
Vhalla estaba jadeando cuando se dio cuenta de que estaban a mitad de
camino. Un pie, y luego el siguiente, lo siguió obedientemente, y la masa de
gente parecía seguirla a su paso. Los minutos se arrastraron junto a sus
pequeños pasos.
En la distancia, Vhalla vio un claro vacío que solo podía esperar que
fuera su objetivo. Vhalla agradeció a la Madre que no era un día ventoso.
De lo contrario, podría haber resultado imposible mantener firme la pared
gigante. Ella estaba exhausta.
—¡Vhalla! —llamó Daniel—. Aquí, déjala aquí.
La torre gimió cuando la devolvió al suelo. Vhalla extendió las manos
durante medio aliento antes de dejarlas caer sin fuerzas a los costados.
Daniel comenzó a caminar hacia ella, aplaudiendo lentamente. Ella inclinó
la cabeza hacia el sol con una pequeña risa de triunfo y alivio.
Los soldados que la rodeaban estallaron en aplausos y Vhalla sonrió
alegremente. Sus ojos se encontraron con un par familiar mientras
escaneaba la multitud reunida. El Emperador y Aldrik se habían unido a
ellos en algún momento durante su lento caminar, y estaban rodeados por
los comandantes. El Emperador Solaris se había puesto toda su armadura y
el blanco de su yelmo brillaba al sol.
—Bien hecho, señorita Yarl. —El elogio fue barato en sus labios, y
Vhalla encontró más satisfacción en el hecho de que se vio obligado a
decirlo.
—Vivo para servir. —Ella hizo una pequeña reverencia.
Un zumbido agudo cortó el aire. El tiempo se sintió como si se
ralentizara a su alrededor. La cabeza de ella cayó hacia atrás mientras giraba
su mano y la balanceaba hacia arriba. Vhalla inhaló bruscamente. Las
palabras del Emperador y la distancia a través del campamento habían
ocultado el sonido de la cuerda del arco. La flecha se disparó, rozando las
yemas de sus dedos y dejando un rastro oscuro de sangre. Ella luchó por
recuperar el equilibrio después de una esquiva tan salvaje.
El brazo de Daniel la agarró por los hombros y se arrodilló,
permitiéndole caer hacia atrás en sus brazos para descansar delicadamente
sobre su rodilla. Metiendo su cabeza contra su pecho, colocó su cuerpo
blindado entre su cabeza y cuello expuestos y la fortaleza. Otra flecha
resonó con fuerza cuando se alojó entre su coraza y su hombrera.
—¡Daniel! —Vhalla luchó por ponerse de pie, por luchar. Su corazón
estaba acelerado.
—Estoy bien, simplemente está atascada. No pasó por la cota de malla.
—Daniel miró con sorpresa sus ojos aterrorizados. Temor por él—. Quédate
abajo.
Vhalla escuchó otra cuerda de arco en el viento, y luchó por descubrir
cómo podía desviar la flecha. Todo estaba sucediendo demasiado rápido. La
gente se movía, pero parecían lentos e inútiles por la conmoción.
La flecha chisporroteó en la pared de fuego que de repente la rodeó a
ella y a Daniel. Aldrik atravesó las llamas en una exhibición
verdaderamente aterradora. Lamió alrededor de su rostro y armadura, él
estaba bellamente iluminado y completamente intacto.
—Milady. —Aldrik se forzó a decir con dientes apretados mientras
extendía una mano hacia ella. Daniel se echó hacia atrás, gotas de sudor
rodando por sus mejillas y cuello como si estuviera cocinando vivo en su
armadura. Vhalla aceptó la mano de Aldrik y se puso de pie. El príncipe
medio la atrajo hacia él.
Estaban en su propio mundo. Incluso el chisporroteo de una última
flecha volando inútilmente hacia el fuego no distrajo a ninguno de ellos.
Daniel miró fijamente su frente seca, cómo las llamas no la quemaban
mientras crujían alrededor de los dedos de Aldrik, los dedos que sostenía.
No era tonto .
—Gracias, Lord Taffl —dijo Aldrik con formalidad forzada.
—Es un placer cumplir con mi deber, mi príncipe —respondió Daniel,
encontrando un tono frío incluso dentro del infierno.
—Puedes irte. —Aldrik aún no había soltado su mano, y Vhalla la
retiró lentamente.
Las llamas se redujeron a una pared frente a la fortaleza y Daniel se
apartó.
Aldrik le hizo un gesto a ella para que se ubicara a su lado.
—Milady. —Vhalla se puso a caminar con él y el muro de fuego los
siguió mientras caminaban—. No desperdicien sus flechas y esfuerzos —
ordenó Aldrik a los soldados que se habían apresurado a posicionarse listos
para la batalla—. No están atacando. Iban a por la Caminante del Viento.
Uno por uno, la gente pareció relajarse, aunque continuaron mirando.
Vhalla se centró en el camino frente a ella, con los ojos fijos en la espalda
del príncipe, haciendo un intento inútil de calmar el latido de su corazón. El
romance, la alegría, le había hecho olvidar la verdad: ella era muerte.
Pudo haber matado a Daniel. Vhalla apretó los puños. Ella lo odiaba,
lo odiaba todo. Nunca habría un escape de quien era ella; todo lo que
quedaba era aceptarlo, usarlo como la capa hecha jirones sobre sus
hombros.
Aldrik hizo una breve pausa y dio a su padre una mirada. En algún
lugar de su intercambio no verbal, Vhalla casi podía oír el desafío del
príncipe, la invitación del Emperador a decir o hacer algo en contra de su
abierta demostración de afecto por ella. Los músculos del rostro del
Emperador sufrieron un espasmo cuando apretó la mandíbula.
Aldrik siguió adelante en silencio.
La gente se separó para ellos mientras él la escoltaba de regreso al
campamento palacio. El príncipe mantuvo la pared de llamas todo el
tiempo. Vhalla apenas notó la creciente distancia entre ella y la ciudad
amurallada de Soricium. Sus manos temblaban por apretarlas con tanta
fuerza.
—Levanta tu capucha.
Vhalla obedeció, poniéndose la pesada capucha de cota de malla sobre
la cabeza. Era algo que debería haber hecho desde el principio, se regañó a
sí misma enojada. Aldrik finalmente relajó las llamas a unos pasos de la
entrada al campamento palacio. La hizo entrar rápidamente y ella dejó
escapar un suspiro que no se dio cuenta de que estaba conteniendo. Tembló,
apenas.
Ella luchó por mantenerse al día con las largas zancadas de él mientras
la sala de comandantes y mesas pasaba como un borrón. De repente estaban
en la habitación de él. Aldrik cerró apresuradamente la puerta detrás de ella.
Sus palmas se cerraron sobre sus hombros temblorosos.
—Vhalla, mi señora, mi amor, estás bien ahora —dijo él para
tranquilizarla.
Ella sacudió su cabeza.
—Puede que lo esté, pero ellos no lo estarán. —Aldrik la rodeó y miró
sus ojos sin lágrimas.
—¿No puedo ir a ninguna parte sin que alguien intente matarme? —
susurró Vhalla—. El propio Emperador lo desea; algunos claramente están
de su lado. —Hizo un gesto hacia su capa hecha jirones—. El Norte cree
que ni siquiera soy humana.
—Nunca debería haberte dejado ir sola —maldijo él en voz baja—. No
todos te quieren muerta. —La mano cubierta de malla de Aldrik le alisó el
cabello rizado, rebelde en su incómodo largo justo más abajo de sus
hombros.
La tinta que había usado para teñirlo casi se había desvanecido, y
Vhalla había dejado de intentar dejarlo en un estilo del Oeste.
—Algunos te miran, te admiran. Hay quienes piensan que eres un
demonio y otros una diosa.
—Quiero ir a casa. —Sus dedos rasparon contra la armadura de él,
desesperada por agarrarlo.
—Te llevaré allí. —Aldrik la tomó de las manos—. Iremos juntos.
Regresaremos al Sur y tú te quedarás a mi lado.
Vhalla se quedó inmóvil.
—Necesito proyectarme. —Ella soltó su agarre sobre él y las palabras
que se habían estado gestando detrás de sus ojos. No era el momento para
eso—. Nadie puede regresar hasta que esto termine.
Aldrik asintió y la ayudó a quitarse la armadura antes de sentarse en el
pequeño escritorio, ya abarrotado de papeles. Los empujó hasta que tuvo
una hoja en blanco frente a él. Su pluma estaba lista.
Vhalla se tumbó en la cama y respiró hondo. Hogar, Vhalla se detuvo
ante el pensamiento, mirando al techo. De alguna manera, se dio cuenta, su
hogar ya no era la casa de campo en el Este o las cuatro grandes paredes de
la Biblioteca Imperial. Vhalla miró a Aldrik, pero él no notó sus atenciones
momentáneas. Su hogar se había convertido en cualquier lugar donde
estuviera él. Y haría lo que tuviera que hacer para regresar al palacio con
Aldrik.
Vhalla cerró los ojos y salió de su cuerpo.
Capítulo 10

Vhalla estaba frente a la enorme entrada a la fortaleza. Un foso seco


estaba cavado en la base de los muros de piedra, anchos y profundos.
Estaba listo para tragarse a cualquiera que se atreviera a atacar, listo para
que los arqueros lanzaran flechas desde las paredes sobre las almas
desafortunadas.
El puente levadizo estaba cerrado, un enorme arco de piedra encajado
casi perfectamente en la pared. La pared resistió su presencia y Vhalla tuvo
que abrirse paso a la fuerza. Definitivamente era algo que había sido creado
en parte con magia.
—Estoy dentro —le informó a Aldrik cuando volvió a estar estable.
—Excelente. —Su voz resonó a través de sus oídos físicos y regresó a
ella tan claramente como si estuviera a su lado—. Dime lo que ves.
—Es un pasillo oscuro y estrecho. Una especie de olla cuelga arriba, y
parece que también tienen escombros apilados en rampas detrás de cuñas
unidas a una cuerda. —Vhalla escuchó el sonido de su pluma escribiendo,
hablando solo de lo necesario para poder mantenerse al paso de ella.
—Planean cerrar la puerta como defensa contra una primera oleada —
observó Aldrik—. Ya te has ganado tu mérito y estás apenas un paso
adentro.
—Adelante —dijo ella sobre su progreso—, se abre. Hay un espacio
antes del segundo muro.
—¿Segundo muro? —Escuchó el sonido de papeles revolverse.
—Sí, mi lorito.
La profunda risa de Aldrik resonó a través de ella.
—No hemos escuchado ninguna mención de un segundo muro.
Descríbela.
—Después de la primera pared hay un tramo, tal vez del ancho de
cuatro hombres, estirados de la cabeza a los pies, y luego un segundo muro.
Hay pasarelas que conectan a la pared exterior. Pero solo veo una entrada
por tierra. —Vhalla recorrió el perímetro de la ciudad circular.
La caminata fue innatural, y no solo porque ella lo experimentó a
través de la proyección. El espacio entre las paredes zumbaba con magia,
una irradiando a la siguiente. Vhalla se quedó inmóvil. Aquí había un
antiguo poder. Se filtraba de las profundidades de la tierra y fertilizaba el
suelo y las personas que vivían en él.
Dos personas del Norte pasaron por una pasarela de arriba, entablando
una acalorada conversación en un idioma espeso ajeno a Vhalla. No era el
diálogo extraño y melódico lo que la había atrapado. Era el arco en la mano
de una.
Repitieron una palabra una y otra vez con particular veneno: Gwaeru.
—¿Hablas la lengua del antiguo Shaldan? —preguntó Vhalla mientras
los dos arqueros cruzaban la pasarela y entraban en la pared interior.
—Apenas hablo el idioma del Oeste —dijo Aldrik con un suspiro.
—Creo que Gwaeru significa Caminante del Viento.
—Ahora, ¿cómo es posible que te encuentres con ese dato?
—Creo que acabo de ver a la mujer que intentó dispararme —dijo
Vhalla sombríamente.
—Recuerda su rostro para que pueda tener el placer de matarla yo
mismo. —La protección le dio un tono a la voz de Aldrik que sonaría
amarga para cualquier otra persona. Pero, para sus oídos, resonó
cálidamente.
—Voy a atravesar el segundo muro. Parece más antiguo, hecho de un
tipo de piedra diferente del exterior. Se siente como magia sólida. —Vhalla
estaba de pie junto al muro opresivo. Las cambiantes corrientes de magia
que vio Vhalla parecían ser acalladas por la piedra.
—Entonces necesitaremos nuestros mejores Destructores de Tierra. —
Pudo oír de nuevo el rasguño de la pluma de Aldrik.
Vhalla detuvo su conversación para atravesar la pared. Confundió
completamente sus sentidos mágicos y, por un momento de pánico, Vhalla
pensó que de alguna manera había vuelto a caer en su Canal. Ella empujó
hacia adelante, desesperada por respirar. El suelo sofocaría viva su forma
mágica si lo dejaba.
Al otro lado, Vhalla pensó que podía volver a respirar, al menos
metafóricamente hablando, hasta que vio la escena frente a ella.
—Por la Madre…
—¿Qué sucede, Vhalla? —preguntó Aldrik preocupado.
—Aldrik… —Vhalla trató de procesar lo que vio.
El palacio era una magnífica muestra de arquitectura, como la casa en
el árbol más grandiosa que un niño podría soñar. Los edificios de piedra y
madera estaban conectados por pasarelas arqueadas suspendidas en todos
los niveles. Era como si alguien hubiera vaciado el palacio en el Sur y
hubiera expuesto sus entrañas en una telaraña de estrechas aceras y túneles.
Los árboles eran tan viejos y altos que algunos habían sido fosilizados o
convertidos mágicamente en piedra, otros habían sido tallados y ahuecados
para hacer espacios habitables.
El castillo se hizo más denso a medida que se movía hacia arriba y
hacia adentro. El punto central más alto tenía una única y larga pasarela que
se extendía desde él, un punto de acceso que solo tenía pasarelas que
conducían a él. Conectadas al punto de acceso estaban otras habitaciones y
edificios. Vhalla no tenía ninguna duda de que la Cabecilla tenía su cama en
el punto más alto.
Pero no fue la arquitectura lo que la detuvo. Tampoco fue la
construcción aparentemente imposible. Lo que hizo que Vhalla se detuviera
en seco fue la gente.
—Vhalla, ¿qué sucede? —repitió Aldrik ante el silencio de ella.
Vhalla continuó ignorándolo mientras la escena se acomodaba en ella.
Hombres y mujeres del Norte de todas las formas y tamaños habían
construido chozas dentro del muro interior, una ciudad de tiendas que
reflejaba la del ejército Imperial a su alrededor. El palacio parecía albergar
algo más que las personas que habían vivido y trabajado allí anteriormente.
Un gran número de refugiados había establecido un campamento, huyendo
del invasor ejército del Sur. Había demasiada gente, incluso para un espacio
tan enorme, por lo que todos parecían estar encima de alguien más.
Sus rostros tranquilos y sombríos se imprimieron en sus recuerdos. La
vida continuaba. La gente se dedicaba a sus tareas diarias. Los niños
jugaban, las mujeres cuidaban de los suministros, los hombres cocinaban y
reparaban cosas que necesitaban ser reparadas. Pero todos los hombros
estaban hundidos con el peso de la verdad.
La golpeó de inmediato. Fue una revelación conmovedora y
humillante. Hizo que la ira y la sed de sangre se desvanecieran a raíz de la
vergüenza. Hacía que todas las noches que había pasado deseando que los
del Norte murieran por Sareem, por Larel, parecieran menos significativas.
Estas personas no eran asesinos sin sentido.
No eran un enemigo sin rostro mitad salvaje y mitad loco. No eran
menos que humanos. No eran diferentes a ella solo porque venían de otro
lugar, hablaran de manera diferente, se vistieran de manera diferente o se
veían diferentes.
Eran como ella. Eran personas que habían perdido sus hogares, sus
posesiones y probablemente sus familias mientras huían al último lugar
seguro que tenían, el último lugar sagrado que seguía siendo su hogar antes
de que el Imperio del Sur se lo tragara y tomara sus nombres e historia y los
consumiera, convirtiéndolos en “el Norte”.
Todo lo que Vhalla había oído y aprendido sobre la guerra había sido
de boca del Imperio. Era la lengua colectiva que se movía en nombre del
Emperador. Se había diluido con excusas y explicaciones para parecer
lógico. Pero no había nada lógico en esto. Esto no fue por fe o paz, estas
personas murieron por codicia.
—Vhalla, di algo —exigió Aldrik.
Ella había pensado que sabía lo que era la guerra, pero cuando los ojos
vacíos y los cuerpos demasiado delgados de estas personas se grabaron en
su alma, Vhalla se dio cuenta de que no sabía nada en absoluto. Todos eran
niños y niñas que jugaban a la guerra, escribían sus propias canciones que
los bardos cantaban. Pero los bardos nunca cantaron sobre esto.
De repente, recordó los rostros de las personas que había matado.
—Somos monstruos.
Vhalla estaba congelada en el tiempo. Esa gente, había parecido tan
justificada, tan lógica en ese momento. Se dio cuenta de que ella era la que
había invadido su hogar. Cabalgó con la gente que estaba destruyendo su
forma de vida. Ahora ella vino a ayudar a dar el golpe final. Shaldan no
había sido un estado devastado por la guerra hasta que el Imperio lo hizo de
esa manera.
—Vhalla, no eres un monstruo —dijo Aldrik con firmeza. Su voz era
más fuerte y ella sintió un extraño calor bañar sus mejillas—. ¿Que ves?
Sabía que él estaba lejos de sus papeles por la proximidad de su voz,
por sus manos en su rostro. Preguntó por ella, no por él o por la guerra.
—Están apiñados en masa. Hay tanta gente, pero la mayoría no
parecen ser guerreros. —Comenzó a caminar por el campamento de tiendas
—. Hay niños, Aldrik.
—¿Dentro de las paredes? —preguntó él.
—Sí, con sus familias, o quizás no. No lo sé… están tan delgados. —
Vhalla vio la forma en que la ropa colgaba de algunos de ellos.
—El asedio ha durado más de ocho meses —explicó él—. Pero los
presionamos hace más de un año. Sus suministros deben ser bajos. ¿Puedes
averiguar dónde guardan sus tiendas de alimentos?
—¡Hay niños! —exclamó Vhalla, horrorizada. Vio jugar a dos niños,
de alguna manera ajenos a los adultos que los rodeaban, cuyos ojos estaban
vacíos de mirar tanto tiempo a cuerpos que pronto serían cadáveres.
—Eso no importa.
Vhalla sabía que se estaba obligando a ser estoico y fuerte, a ser el
príncipe que tenía que tomar una decisión cuando no había respuestas
correctas. Escuchó la emoción bajo sus palabras, el dolor de tener que
decirlas. Pero de repente se sintió tan enojada por el hecho de que él pudiera
decirlas.
—¡Sí importa! No asesinaré a niños —exclamó ella.
—No tienes elección.
Vhalla trató de recuperar la compostura. Luchó y luchó con la escena
que tenía ante ella, para justificarla con las razones por las que el Imperio la
había alimentado toda su vida. El Imperio luchaba por la paz, pero todo lo
que Vhalla veía eran civiles desesperados aferrados a armas para las que
nunca habían sido entrenados. El Imperio luchaba por la prosperidad y los
niños morían de hambre. El Imperio luchaba por la justicia y rompía las
leyes que promocionaba en el proceso.
Asesinos, eran asesinos bajo el mando del mayor asesino de todos
ellos.
—No puedo, no puedo hacer esto, Aldrik. —Vhalla no entró en su
cuerpo una vez más; ella no siguió adelante, no hizo nada.
—Sí puedes —alentó Aldrik.
—¡Les estamos quitando su hogar!
—Su hogar está perdido —dijo el príncipe con gravedad—. ¿Qué crees
que pasará si te niegas? ¿Crees que puedes detener lo inevitable? Esto se
puso en marcha mucho antes de que nos conociéramos, mucho antes de que
tuvieras tu Despertar. El Norte iba a caer desde el principio. Han
prolongado esto con su resistencia.
—¡Por supuesto que sí! Es su hogar. —Vhalla nunca había imaginado
que podría encontrar comprensión por las personas a las que la habían
traído aquí para matar. Pero en ese momento, se preguntó si pelearía junto a
los del Norte si tuviera la opción.
—Su Jefe hizo esto. Ella puso a su gente aquí. Y ahora los verá morir
de hambre antes de perder su ciudad.
—¿Tuvieron elección?
—Todos los líderes tienen la opción de asumir la responsabilidad de su
gente —afirmó Aldrik—. El Norte es una bestia herida y sangrando.
Morirán contigo o sin ti. Si mueren más rápido, sufrirán menos. Puedes
darles eso, mi amor.
—Eso es horrible.
—Es la verdad —insistió Aldrik a la defensiva. Pero no negó que fuera
horrible.
Sabía que era el caso, pero escucharlo de sus labios era más difícil de
lo que Vhalla podía imaginar. Esto era peor que cualquier cosa por la que le
hubieran hecho pasar, pero él no lo entendía. Vhalla había imaginado que
estaría luchando en un campo de batalla. En cada preparación mental para
las batallas venideras, Vhalla se había imaginado enfrentándose a un
enemigo sin rostro. Algo sin forma y e incorpóreo, se imaginó a sí misma
luchando contra el Norte como una entidad, no como laicos.
Este era un enemigo que no podía soportar. Era un enemigo que estaba
inclinado y suplicando. Suplicando por los últimos restos de felicidad que
pudieran unir con lo que queda de sus vidas. Ella no estaba aquí para ser la
soldado o campeona del Imperio. Ella estaba aquí para ser el mayor
verdugo que el Imperio Solaris había desplegado.
Ya no era la guerra: era una masacre inminente.
—Las tiendas de alimentos —recordó Aldrik, la calidez mágica de sus
palmas hormigueó en sus mejillas proyectadas.
Ella tenía que moverse. Él estaba en lo correcto. Esto terminaría con o
sin ella y podría aliviar el sufrimiento apresurándolo. Vhalla quería sollozar
y gritar con cada paso que daba hacia adelante. La gente ignoraba al
enemigo entre ellos. Vhalla endureció su corazón. Había aprendido a
hacerlo mientras Serien y la sombra de la otra mujer se cernían
protectoramente sobre ella.
Mientras Vhalla se aventuraba más profundo, buscando un lugar donde
guardaban sus principales tiendas de alimentos, escuchó algo que no
esperaba: idioma del Sur. Vhalla se quedó inmóvil, tratando de distinguir el
origen de las palabras familiares. El orador era uno de los del Norte, a
juzgar por su fuerte acento.
Vhalla caminó sin obstáculos hacia uno de los enormes árboles. Le
recordó a la Torre de los Hechiceros, una gran sala central y una escalera
curva que conducía al siguiente rellano. Vhalla siguió los sonidos hacia
arriba y a través de un pasillo exterior hasta una de las habitaciones
construidas adosadas al exterior del árbol.
—…dijiste que estarían muertos. —Vhalla atravesó una puerta para ver
a la arquera de antes paseando por la pequeña habitación.
—Y habías prometido entregarnos el Caminante del Viento, viva.
La sangre de Vhalla se heló cuando volvió su atención a la otra mitad
del espacio. Un hombre del Oeste, sucio y de aspecto cansado, estaba
sentado en uno de los bancos bajos y planos. Su cabello estaba grasoso y su
rostro demacrado. Pero no parecía incómodo. No estaba encadenado ni
atado. Se sentó tranquilo en la compañía del hombre del Norte a pesar de
que su armadura de estilo del Sur chocaba extrañamente con su entorno.
—¿Por qué tienes tanto amor por la Caminante del Viento? —dijo la
mujer burlonamente con su marcado acento.
—Mis hombres cumplieron su parte del trato; desorientaron a las
tropas en el Paso a pesar de que la suyas se habían rebelado en las
Encrucijadas y decidieron matar a la chica después de haberlos escondido y
atendido tan generosamente.
El mundo de Vhalla se quedó inmóvil mientras el hombre hablaba.
—Gwaeru. —La mujer dijo una serie de palabras apasionadas que
Vhalla solo pudo asumir que eran profanas.
Vhalla estudió a la mujer con detenimiento. El largo cabello negro
estaba enrollado en muchas trenzas, recogido en un intrincado nudo en la
parte posterior de su cabeza. Tenía la piel un tono chocolate derretido
oscuro, rica y reluciente con el calor del día. Llevaba la misma ropa de los
otros guerreros del Norte que Vhalla había encontrado: cueros envueltos y
lo que parecía un estandarte intrincadamente bordado con un agujero para la
cabeza, ceñido a la cintura.
Vhalla notó los trozos de corteza de aspecto pedregoso que habían sido
atados sobre sus hombros como armadura.
Ella no es una Destructora de Tierra.
—¿Qué fue eso? —La voz de Aldrik resonó por encima de la
conversación. Vhalla había olvidado que sus pensamientos le harían eco.
—Te informaré pronto. Necesito escuchar —dijo Vhalla
apresuradamente, no queriendo perder más de la discusión que tenía ante
ella.
—Los ayudaremos a ver que la familia Imperial muera en sus camas
siempre que entregues la Caminante del Viento a los Caballeros de Jadar;
este ha sido siempre nuestro trato. Y necesito recordártelo de nuevo antes
de que corras a disparar más flechas, la queremos viva. —El hombre se
inclinó hacia adelante, con los codos sobre las rodillas—. Cualquier otro
intento de matarla y nos veremos obligados a asumir que el trato está
cancelado.
Esto hizo que la mujer se enfureciera.
—¡Ustedes los pueblos del Sur no tienen sentido! —Caminó pisando
fuerte por la habitación. A Vhalla le resultó extraño oír que alguien del
Oeste fuera señalado como del Sur—. Hacemos un nuevo trato. Matas a la
familia Solaris sin la ayuda de Shaldan y te llevas a la Demonio cuando esté
desprotegida. En agradecimiento, Shaldan te dará Achel.
Esto hizo que el hombre se detuviera a pensar.
—¿Tienen el hacha? —preguntó él con genuino interés.
—Shaldan conoce su historia. No la hemos olvidado como lo han
hecho los pueblos del Sur —respondió crípticamente la mujer.
La mente de Vhalla hizo una conexión repentina. El hacha del que
hablaban, no podía ser el mismo objeto que le había mencionado el ministro
Victor, ¿verdad? Le había dicho que era un hacha que podía atravesar
cualquier cosa, que haría invencible al portador.
—¿Por qué no has usado el hacha, si la tienes? —El hombre enarcó las
cejas—. La Espada de Jadar ayudó a los caballeros a ahuyentar al Imperio
durante diez años.
Vhalla nunca había leído sobre ninguna espada especial en las batallas
de Mhashan.
—¿Crees que guardamos algo así aquí? ¿Dentro del sagrado Soricium?
—La mujer se bufó—. No, esa espada monstruosa está donde debería, bajo
la atenta mirada de los ancianos.
—Si lo que dices es verdad…
—Digo la verdad.
—Tendré que consultar con mis camaradas. —El hombre se puso de
pie, favoreciendo su pierna derecha—. Enviarás el mensaje mañana.
—Mañana. —La mujer asintió y maldijo en voz baja mientras pasaba
por delante de la forma proyectada de Vhalla y entraba en el pasillo,
cerrando la puerta detrás de ella.
Vhalla siguió al hombre con la mirada mientras caminaba lentamente
hacia la ventana, con una leve cojera en su andar. Levantó la mano, viendo
su forma borrosa al otro lado. Si pudiera usar su magia de esta forma,
podría volarlo por la ventana. Ella podría enviarlo dando tumbos cabeza
abajo por la ladera del árbol y al suelo implacable cuatro pisos más abajo.
—¿Vhalla? —Aldrik la distrajo de sus pensamientos asesinos—. ¿Ya
encontraste las tiendas de alimentos?
—No, miraré de nuevo. —Se arrastró fuera de la habitación con cada
gramo de fuerza de voluntad que poseía y bajó las escaleras.
—¿Otra vez? ¿No las has estado buscando? —Su preocupación era
evidente.
—Te lo diré cuando no me esté proyectando. Estoy muy cansada. —
Vhalla miró hacia el sol cuando volvió a emerger en el piso inferior.
Había pasado más tiempo proyectada que antes; regresar a su cuerpo
físico ya iba a ser difícil. Aldrik se quedó en silencio mientras deambulaba
por el campamento una vez más. La conversación que había escuchado solo
sirvió para oscurecer su estado de ánimo y confundir aún más sus
sentimientos. Volvió a odiar a los del Norte, pero solo al grupo selecto que
promovía la guerra para sus propios planes personales.
Vhalla estaba descubriendo que no era una región o raza de personas lo
que la amargaba, era un tipo de personas. Eran los líderes que harían
cualquier cosa por su legado. Ella odiaba a los que se aferraban al pasado a
expensas del futuro. Más que nada, no podía soportar el tipo de persona que
solo se preocupaba por sí misma a expensas de los demás.
Vhalla se preguntó qué tipo de persona era. ¿Su simpatía por el hombre
la absolvía de ser el verdugo de la corona? ¿Su odio por el Emperador
borraba la culpa de retorcer el cuchillo en el vientre moribundo del Norte?
¿Su amor por Aldrik justificaba aceptar sus palabras de que así era como
tenía que ser? ¿Que el impulso que se dirigía hacia otra matanza no podía
ser detenido?
Vhalla regresó a su cuerpo lentamente. Sentía la cabeza pesada y los
ojos nublados por visión de túnel. Aldrik estaba junto a su cama, pero sus
oídos aún no se habían sintonizado todavía y sus palabras estaban confusas.
Vhalla se concentró en encontrar su corazón, luego sus pulmones, luego
todo lo demás.
—Aldrik —dijo ella con voz ronca.
—Mi amor —susurró él, el sol iluminaba su rostro a través de la
ventana abierta.
Las lágrimas ardían por su pecho y corrían por sus mejillas en
riachuelos. Vhalla hipó y se estiró hacia él mientras Aldrik la tomaba en sus
brazos. Ella arañó para tener el agarre más fuerte posible en la camisa de él.
Vhalla presionó su rostro contra Aldrik y dejó que todo lo que él era la
envolviera. Sacó fuerza de su calidez, estabilidad del corazón que latía al
mismo tiempo que el de ella, consuelo en su aroma.
Aldrik no dijo nada mientras lloraba. Se movió ligeramente,
permitiéndole que se hundiera en él, pero no trató de detener sus lágrimas.
Él sabía mejor; Vhalla se dio cuenta con un dolor sordo que hubo un tiempo
en que había llorado estas lágrimas. Había llorado la pérdida de su
humanidad, sacrificada en el altar del deber que habían construido fuerzas
más allá de su control.
Sus dedos desenredaron su cabello con amor y le besó la coronilla de la
cabeza. Vhalla se apartó, mirando su fantasmal piel blanca que se volvió
naranja por la luz del sol poniente. Era como si el fuego dentro de él ardiera
justo debajo de su piel, brillando demasiado hermosamente para el feo
rincón del mundo en el que se encontraban.
—Debemos ayudarlos —susurró Vhalla—. A los del Norte.
—Vhalla. —Los labios de Aldrik se separaron con sorpresa.
—Debemos —insistió ella—. Nadie más lo hará. Lo sé, Aldrik, lo sé.
—Vhalla negó con la cabeza—. Pero no puedo hacer la vista gorda ante
ellos.
Aldrik respiró hondo y Vhalla se preparó para una objeción.
—¿Qué quieres que haga? ¿Cómo crees que puedo ayudarlos?
El rostro de él se nubló por sus ojos llenos de lágrimas. Se estaba
ofreciendo a ayudar. Vhalla esperaba verlo retirarse, insistir en lo inevitable.
Había una especie de confusión perdida en el rostro de Aldrik, pero su
príncipe era sincero.
—Serás el Emperador de la Paz. —Decirlo envió un pequeño
escalofrío por sus brazos y hacia las manos que estaban envueltas con
fuerza alrededor de él. Iba a ser el Emperador. Este hombre, su amor, iba a
ser el Emperador—. Comienza con consolidar tu lugar como tal ahora.
—Si pido clemencia en la batalla, perderé el respeto de todos los
soldados.
Vhalla miró a la esquina de la habitación, frustrada por su verdad.
—Lo sé. Pero cuando termine la guerra, comprométete a reconstruir el
Norte, sus hogares.
—El costo de eso, Vhalla…
—¿Tu padre y tu hermano no trajeron botín del frente de guerra? —
Ella se enderezó, frotándose los ojos con la palma de la mano—. ¿El
Imperio no se ha beneficiado con tierras y saqueos?
Aldrik guardó silencio.
Vhalla estaba cansada, más que cansada, pero decidida.
—Devuélveles esa riqueza y reconstruye esta tierra. Muéstrales que el
Imperio que tienen todas las razones para odiar no es totalmente malvado.
Aldrik la miró como si nunca la hubiera visto antes. Sus manos estaban
en su rostro, ahuecando sus mejillas.
—Sí. Sí, milady, lo haré.
—¿Qué? —Vhalla no esperaba su aceptación con tanta facilidad.
—Tienes razón. Te prometo que haré esto.
—¿En serio? —preguntó ella con escepticismo.
—¿Alguna vez te he roto una promesa? —La esquina de la boca de
Aldrik se curvó hacia arriba. Vhalla negó con la cabeza, los pulgares de él
todavía acariciaban sus mejillas—. Y nunca lo haré.
Aldrik acercó su rostro al de ella y Vhalla le dio un beso firme y
expectante en la boca.
—Devolverás el corazón a este Imperio, milady. —Aldrik presionó su
frente contra la de ella—. Trataré de que esta guerra termine lo más rápido
posible, y cuando termine, hablaré por el Norte y su gente.
—Gracias. —Ella presionó sus labios contra los de él en gratitud.
Fue una demostración barata. Vhalla sabía que eso no los absolvía. Era
como tratar de lavarse las manos con barro, no importa que estuvieran
sucias con los actos que realizaban. Pero era todo lo que se podía hacer.
Era mejor que nada, insistió para sí misma. Habría tiempo después de
que terminara la guerra para averiguar de qué otra manera podría ayudar.
Por ahora, se concentraría en acabarla de la forma más rápida y limpia
posible.
—Déjame decirte dónde están las tiendas de alimentos.
Aldrik pasó la siguiente hora encorvado sobre ella mientras Vhalla
dibujaba diagramas torcidos de lo que había visto. Hizo todo lo posible para
etiquetar todo, desde los corrales de ganado hasta donde se encontraba la
colección más densa de civiles. La pluma se detuvo.
—Hay algo más —dijo Vhalla lentamente, sin saber cómo proceder.
—¿Qué? —Aldrik pudo inferir mucho por su tono.
—Encontré a un hombre del Oeste entre ellos.
—Probablemente un prisionero de guerra. —Aldrik apoyó una palma
en su hombro—. Estuvimos investigando Soricium durante meses antes de
que pudiéramos abrir un camino para abrir el asedio.
—No, no estaba retenido contra su voluntad. —Vhalla miró el papel
que tenía delante y el agarre de Aldrik se apretó. Él era demasiado
inteligente como para no comprender instantáneamente lo que ella estaba
diciendo—. Hizo un trato con ellos, en nombre de los Caballeros de Jadar,
que si el Norte me entregaba viva, ellos matarían a la familia Solaris. —
Vhalla miró a Aldrik. El príncipe tenía una quietud asesina a su alrededor.
Ella se mordió la lengua, dejándole formular la mejor respuesta.
Él giró en su lugar, el fuego crepitaba alrededor de sus puños, y se
dirigió hacia la puerta. Vhalla también estaba de pie; la habitación dio
vueltas por el agotamiento y se agarró a la silla para apoyarse. Aldrik se
detuvo, evaluando su figura cansada. Estuvo de nuevo a su lado, recogiendo
sus dibujos desordenados.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste? —Aldrik la sostuvo a
medias, girándose hacia la cama.
—Dormí un poco anteayer —admitió Vhalla—. Ayer contigo.
—Debes descansar —susurró él sobre sus labios, sellando su demanda
con un beso.
—Es de noche, debería…
—Te quedarás aquí ahora. —Aldrik apartó las mantas de la cama.
—¿Qué? —Su rostro se había puesto escarlata ante la idea.
—No es seguro, no con los Caballeros haciendo una jugada
organizada. No volveré a tenerte lejos de mí. En lo que respecta a mi padre,
me quedaré con Baldair. —Aldrik hizo una pausa y la ayudó a ponerse las
mantas—. Pero vendré tantas veces como quieras.
Estaba demasiado cansada para luchar contra él y las almohadas ya la
estaban hechizando. Vhalla le apretó la mano con fuerza.
—Tu padre —objetó ella.
—Vhalla, no le voy a pedir esto. Voy a decírselo —dijo Aldrik en un
tono que no había escuchado antes. Vhalla lo miró, atónita, mientras se
enderezaba—. Regresaré más tarde para ver cómo estás, pero descansa por
ahora. Sin importar qué, no estaré lejos.
Vhalla asintió y Aldrik desapareció de la habitación. Estaba más
derecho, caminaba con una especie de confianza que ella nunca había visto
en él. Vhalla no sabía exactamente qué estaba cambiando a su príncipe,
pero había un cambio, lo había escuchado en sus palabras.
No había hablado como un príncipe. Había hablado como un
Emperador.
Capítulo 11

Ella se movió cuando se abrió la puerta. Vhalla recordó el día, presa


del pánico e imaginando inmediatamente una figura envuelta en una daga
que venía por ella. Tomando aliento, se sentó, sus músculos tensos, lista
para luchar o huir.
Notó los ojos de Aldrik por la tenue luz de la luna y destellaron en la
oscuridad. Él se quedó quieto, como esperando a que ella lo echara. Vhalla
contuvo la respiración. El príncipe heredero se acercaba sigilosamente a su
lado al amparo de la noche. Se sentía como en otro mundo, como si el día
fuera el sueño y este momento fuera real.
La puerta sonó suavemente mientras la cerraba por completo. Aldrik se
acercó a la cama con respiración lenta y pesada. Él la miró con una mirada
que ella solo había visto una vez antes, pero estaba complacida de volver a
verla. Vhalla se incorporó sobre los codos, sintiendo la atracción de
encontrar su boca mientras descendía sobre ella.
El colchón cedió bajo su peso, y el príncipe ahuyentó todos los
pensamientos colmando su adoración sobre ella. Sabía a metal y humo y al
dulce aroma del licor. La magia estaba caliente en su lengua y se derritió
sobre su piel. Vhalla renunció a su control, echó la cabeza hacia atrás y
permitió que el príncipe tomara lo que quería.
Ella saboreó la confianza en las palmas de él mientras alisaban las
fatigas del día. Descartaron los feos trozos de tela que la confinaban,
dejando las emociones de Vhalla al descubierto ante él, la esencia cruda de
quién era ella.
La destreza de sus dedos y caderas hizo que su respiración se atascara
en segundos. Ahora que los temores iniciales de él sobre tenerla se
desvanecieran, una nueva llama se encendió en el príncipe heredero. Se
movió tranquilamente, explorando Vhalla como si fuera un enigma creado
para él, y solo para él, por los mismos Dioses.
Más profundo que físico, su magia llamó y se enroscó alrededor de la
de él. Se enredó irremediablemente a través de su Vínculo, su Unión, y los
convirtió en un desastre crudo y hermoso. Aldrik fue maravillosamente
intrépido. No aisló su cuerpo ni su mente, y Vhalla exploró y saboreó cada
rincón oscuro y secreto de él.
Para cuando los primeros rayos de luz solar entraron en la habitación,
solo habían logrado dormir unas pocas horas. Ella estaba acostada de lado,
el rostro de Aldrik enterrado en su cabello y su aliento caliente en su cuello.
Uno de los brazos del príncipe heredero estaba serpenteando alrededor de
su torso desnudo, el otro debajo de la almohada.
Vhalla parpadeó con cansancio ante el implacable amanecer. La luz era
tan dura que quemaba los sueños febriles y calientes de la noche. Sintió a
Aldrik moverse.
—No te vayas —susurró ella.
—Llegó el amanecer y mi padre cree que me quedé con Baldair. —Su
voz era espesa y grave por el sueño.
—Me volveré loca si dejas esta cama. —Ella apretó su mano con
fuerza.
—Puede que yo me vuelva loco si me quedo. —Aldrik hundió los
dientes en la tierna carne donde su cuello se encontraba con su hombro.
—No es posible que… —Las palabras de Vhalla se desvanecieron
cuando él apretó las caderas contra ella—. ¡Eres insaciable!
Ella se retorció en sus brazos para enfrentarlo. Aldrik tenía una sonrisa
medio borracha y perezosamente inclinada entre sus mejillas. Su cabello era
un revoltijo negro que se derramaba en parte sobre sus hombros, enredado
por la almohada. Vhalla había descubierto un príncipe que nadie sabía que
existía, y lo había hecho suyo.
—Tuve el sueño más maravilloso —dijo él.
—¿Sí? —Vhalla le pasó los dedos por el cabello, topándose con un
nudo—. ¿Qué soñaste?
—Soñé con lo más maravilloso que tengo. —El príncipe le tomó la
mano y se la llevó a los labios—. Tú.
A pesar de todo, aún podía hacerla sonrojar.
—¿Tienes esos sueños a menudo?
Aldrik hizo una pausa, respondiendo vacilante:
—De hecho, sí. —Presionó su boca contra la de ella—. Por otra parte,
tal vez eso no sea tan sorprendente, porque estoy bastante enamorado de ti.
Vhalla sonrió contra sus labios y Aldrik se comió su euforia con
avidez. Retrasaron el amanecer el mayor tiempo posible, pero el momento
se rompió con el sonido de la puerta al final del pasillo cerrándose. La
sangre de Vhalla se enfrió y Aldrik la apretó con más fuerza. Esta vez el
movimiento fue puramente protector.
Los pasos del Emperador se acercaron, antes de entrar en la sala
principal.
—Debería irme —susurró él apresuradamente.
Vhalla suspiró y no dio más objeciones. Aldrik se puso de pie y Vhalla
lo miró desvergonzadamente mientras se vestía.
—Te veré en breve.
Ella se acostó en la cama, ignorando el sol naciente por más tiempo del
que era apropiado. Vhalla finalmente se apartó cuando las mantas dejaron
de tener la calidez de él. Ella se vistió lentamente, complacida de descubrir
que la pequeña pila de ropa que había generado al quedarse en la habitación
de Aldrik antes de que él llegara no se la habían llevado.
Vhalla se encontró con un salón principal casi vacío cuando finalmente
salió. Baldair estaba sentado solo, examinando algunos papeles, en su
mayoría platos vacíos esparcidos a su alrededor.
—Te perdiste el desayuno. —Él la miró.
—Puedo ver eso. —Vhalla se sentó frente a un plato sin tocar, uno que
solo podía asumir que era para ella.
—Fue un verdadero placer también. —Baldair puso los ojos en blanco.
—Me imagino que sí. —Vhalla arrancó sin ceremonias un trozo de pan
duro. El silencio pasó entre ellos, pero no fue incómodo. Vhalla había
comenzado a comprender a Baldair, al menos eso pensaba. En el tiempo
que había pasado con su hermano, y con el hombre mismo, había
comenzado a aprender y ver más sobre cómo se comportaba el príncipe más
joven—. ¿Entonces te lo dijo?
Baldair asintió.
—Nos lo dijo a mí ya mi padre anoche. ¿Es verdad?
—¿Qué es verdad? —Vhalla se quedó preguntándose si de alguna
manera él la había entendido mal.
—¿Que hay un grupo del Oeste ayudando al Norte a matarnos? —
preguntó Baldair con gravedad.
—¿Crees que mentiría sobre algo así? —Ella frunció el ceño.
—Bueno, sería una forma conveniente de poder pasar todas las noches
en su cama.
Vhalla puso los ojos en blanco.
—Me quedaría en su cama todas las noches si nos complaciera.
Honestamente, preferiría escabullirme para hacerlo que tener que enfrentar
la ira de tu padre.
—Ese es un muy buen punto. —Baldair se rio—. Pero
desafortunadamente, no creo que sea un punto que puedas usar para
convencer a mi padre de la verdad de tus afirmaciones.
—Tu padre decide lo que pensará de mí e ignora todo lo demás. —
Vhalla empujó un poco de carne y salsa en su plato, esperando que
ablandara el trozo de pan rancio.
—Sabes, he decidido que me gusta este lado de ti. —Baldair la miró
pensativo y Vhalla le dirigió una mirada que lo animó a continuar—. La
confianza audaz —aclaró él—. Veo sombras de Aldrik hasta el punto en que
sé que tu audacia me dará un dolor de cabeza tarde o temprano, cuando esté
dirigida a mí. Pero, al mismo tiempo, es el opuesto a él. Es mucho más
vivaz. Te has vuelto bastante testaruda.
—¿Sí? —preguntó, poco convencida.
—Sí —declaró Baldair con convicción—. Y veo que eso le devuelve la
vida a mi hermano, algo que no he visto en años.
Vhalla no quería perder una oportunidad.
—Cuéntame más sobre ti y tu hermano.
—¿Qué quieres saber? —Baldair reunió todo el tacto que poseía para
preguntar con tanta delicadeza.
—¿Qué pasó entre ustedes dos?
Él suspiró.
—Parece que ambos luchan por las mismas cosas, incluso por la
felicidad del otro, o eso es lo que he visto y escuchado decir —dijo Vhalla
—. Entonces, ¿por qué se tratan como si fueran enemigos?
—Hay algo de fealdad debajo de esa pregunta que no estoy seguro de
que quieras ver.
—¿Qué? ¿Crees que va a romper la hermosa imagen que tengo de mi
soberana familia? —preguntó Vhalla con incredulidad.
Baldair se rio de nuevo.
—¿Por qué no preguntarle a Aldrik?
—Lo haré, más tarde. —Ella quería escuchar lo que ambos príncipes
tenían que decir—. Pero te lo estoy preguntando ahora.
—Eres insufrible. —No había ni una pizca de malicia en su tono.
—Así me han llamado antes. —Vhalla sonrió salvajemente.
—Oh, por la Madre, no quiero ni pensar en cómo te ha llamado mi
hermano. —Baldair negó con la cabeza y la dejó caer un momento,
tomando aliento—. Fuimos más unidos cuando éramos niños. —El príncipe
dorado echó la cabeza hacia atrás—. Yo lo admiraba. Él era todo lo que
pensaba que era admirable en el mundo. Era mágico, poderoso, amable y
sereno, incluso cuando era niño. Iba a ser el Emperador, y era mi hermano.
Vhalla masticó en silencio, sin querer distraer a Baldair de sus
recuerdos.
—Todos los sirvientes nos recordaban que algún día Aldrik se
convertiría en un hombre y no podría participar en juegos de niños
conmigo. Así que siempre supe que llegaría ese momento. —Baldair
respiró hondo—. Pero no fue como dijeron.
—¿Qué cosa? —preguntó Vhalla en voz baja, no queriendo sacar al
príncipe más joven de su trance inducido por los recuerdos. Era lo más que
había aprendido, aparte de las historias espontáneas de ambos príncipes, y
Vhalla sabía que había algo importante que decir aquí. Algo vagaba en el
fondo de su mente, algo que quería que recordara una pieza importante
sobre lo que Baldair diría a continuación.
—Esperaba que fuera cuando se convirtiera en hombre, después de su
mayoría de edad a los quince. —Baldair negó con la cabeza—. Era una
noche lluviosa, él todavía tenía catorce años. Ni siquiera sé qué pasó, pero
todo cambió. Se encerró en su habitación y se negó a salir durante semanas.
Los clérigos iban y venían con caras sombrías, pero nunca supe de qué
estaba enfermo.
»Él me ignoró todo el tiempo. No importa cuántas veces fuera a su
puerta a buscarlo. —El tono de Baldair se volvió amargo—. Cuando
finalmente salió de esa habitación, ya no era mi hermano.
Las palabras hicieron que el corazón de Vhalla doliera por ambos.
Algo había salido mal, horriblemente, anormalmente mal.
—Pasaba más tiempo en la Torre. No hizo nada más que rondar la
biblioteca, incluso después de que terminaran nuestras lecciones. Él era un
autómata, un cascarón vacío. —Baldair empuñó su mano y la golpeó contra
la mesa. Vhalla saltó, pero el príncipe ni siquiera pareció darse cuenta de su
acción mientras continuaba—. Ahí fue cuando lo supe, supe que era porque
él era el príncipe heredero, y yo solo era el repuesto. No fui lo
suficientemente bueno. Nunca sería lo suficientemente bueno.
»Comencé a pelear, me interesé por las mujeres en el momento en que
tuve la edad suficiente para saber siquiera lo que eran. Y eso se sintió bien,
todavía lo hace. —Baldair se rio entre dientes, pero era un sonido triste y
hueco, vacío de sus melodías habituales—. ¿Por qué eso importaba? A
nadie le importaba, siguen sin hacerlo.
»Lo llamé la oveja negra. —Baldair hizo una pausa, como si pensara
en ello por primera vez—. Le dije que la oveja negra era una persona no
deseada. Alguien que no estaba bien y no pertenecía. Que él era la oveja
negra por su cabello oscuro y su magia. Después de todo, ninguno de los
miembros de nuestra familia se veía como él. Creo que fue después de eso
cuando empezó a vestirse más de negro.
Los ojos del príncipe dorado se llenaron de repente de un pánico
infantil.
—No crees que él… ahora viste de negro porque yo le dije eso…
¿verdad?
Vhalla abrió la boca, censurando instantáneamente la verdad. Sabía lo
suficiente de su príncipe como para no tener ninguna duda de que la
elección de Aldrik en la ropa había sido influenciada directamente por su
hermano, incluso si eso no fue el único catalizador.
—Deberías preguntarle.
—¿No has estado escuchando? ¿No has estado viendo? —Baldair negó
con la cabeza—. No hablamos. No hay un final feliz para esto, Vhalla. Esta
no es la historia en la que los dos miembros de la familia separados vuelven
a estar juntos, se disculpan y construyen un nuevo vínculo.
—¿Por qué no? —preguntó Vhalla.
Baldair pareció quedarse sin palabras.
»¿Por qué no empiezan a escribir un nuevo capítulo? —Ella sonrió. El
destello instantáneo de emoción, de esperanza, en el rostro del joven
príncipe lo delató—. Aldrik es más confiado de lo que crees.
—Contigo —señaló Baldair.
—Entonces te ayudaré. —No era asunto suyo hacer lo que estaba
haciendo. Las vidas de los príncipes se habían establecido una década antes
de que Vhalla los conociera. Pero estaba demasiado metida en esto como
para detenerse. Había una extraña sensación de absolución en ayudarlos,
como si pudiera cuidar una pequeña parte de su alma—. Si sinceramente
quieres construir un nuevo puente con él, te ayudaré.
—¿Por qué? —El príncipe más joven parecía perdido de palabras.
—Porque lo amo. —Para crédito de Baldair, él no se sobresaltó ante
sus palabras—. Porque no es tan inteligente como cree, no cuando se trata
de esto, y eres demasiado emocional para decirlo de la manera que
realmente quieres.
—Me hieres —dijo él burlonamente con una risa.
—Claro, claro. —Vhalla agitó el tenedor en el aire y se llevó otro
bocado a la boca.
Las puertas en el otro extremo del salón se abrieron para Aldrik, el
Emperador, y una multitud de comandantes detrás de ellos. Los ojos de
Vhalla se posaron instantáneamente en el Comandante Schnurr y se puso de
pie con músculos tensos. Ella claramente no le agradaba al hombre, dada la
mirada que puso al verla. Vhalla lo miró con igual escepticismo, recordando
que cualquiera de ellos podía ser un espía. Si ella fuera una mujer de
apuestas, su dinero estaría en él.
—Me alegro de verla despierta, milady. —Aldrik era medio paso más
rápido que su padre y respiraba más rápido.
—Buenos días mi príncipe. —Vhalla bajó la cabeza respetuosamente,
pero mantuvo los ojos en alto, para ver qué información podía obtener de su
expresión. Aldrik le sonrió a Vhalla, genuinamente feliz de verla.
—Las comandantes tienen algunas preguntas sobre tus proyecciones
que no pude responder durante el desayuno. —Aldrik los condujo hacia la
mesa. Vhalla reconoció sus descuidados bocetos.
—¿Les has informado de mis hallazgos? —preguntó Vhalla con
delicadeza, mirando a Aldrik por el rabillo del ojo.
—La información relevante sobre el interior del palacio —confirmó él.
Vhalla tradujo sus palabras para dar a entender que los comandantes en
general no sabían que había traidores entre ellos. Probablemente era para
mejor. Enviar a las comandantes a un frenesí solo haría que la persona, o las
personas, fueran más difíciles de encontrar si los comandantes avisaban a
los espías de que habían sido descubiertos.
—De aquí a aquí. —Erion señaló desde la pared exterior a la interior
—. ¿Qué tan ancho es?
—Unos cuatro hombres, de cabeza a pies —respondió Vhalla,
ignorando al Emperador que se sentaba al final de la mesa. Estaba
agradecida de que Aldrik se hubiera colocado entre ella y su padre.
—¿Y de aquí hasta aquí? —El brazalete dorado de Craig brilló cuando
señaló una de las chozas que ella había marcado como almacenamiento de
alimentos.
—¿Otros diez hombres, tal vez? —Adivinó Vhalla.
—Las catapultas llegarán entonces —evaluó Craig.
—Deberían. —Erion asintió, y ambos hombres se volvieron hacia el
Emperador.
—Señorita Yarl. —El Emperador dijo su nombre como vidrio en su
boca—. ¿Estás segura de la ubicación de las tiendas de alimentos?
—Sí —respondió ella con firmeza.
—¿Su construcción?
—Similar a lo que tenemos aquí. Lienzo, cuero, madera. —Vhalla se
agarró a la mesa, sabiendo qué órdenes estaban a punto de recibir. Ella miró
los mapas que dibujó. La tinta que había sellado el destino de los del Norte
por entre los que había caminado.
—Se ha propuesto que lancemos escombros en llamas o ganado
muerto para destruir o envenenar sus tiendas de alimentos. Prolongar el
asedio y hacerlos morir de hambre, en lugar de arriesgar un ataque total —
dijo el Emperador, afirmando sus sospechas—. ¿Qué opinas?
Vhalla estudió el rostro del Emperador. ¿Qué respuesta querría que le
diera? Esto era un juego, todo era un juego. Vhalla plantó los pies y
mantuvo la cabeza en alto.
—No funcionará —proclamó Vhalla con valentía, para gran sorpresa
de la mesa—. Debemos atacarlos directamente.
—¿Disculpa? —El Emperador estaba demasiado sorprendido por su
tenacidad para formular una respuesta suficiente.
Vhalla se recordó a sí misma lo que era. Ella era muerte; era la verdugo
del Norte. Bueno, si tuviera su destino en sus manos, bajaría el hacha lo
más rápido y limpiamente posible.
—¿Qué es esta traición? —dijo el Comandante Schnurr con una mueca
de desprecio—. ¿Hablas en contra de la voluntad del Emperador?
—Hablo por lo que nos llevará a la victoria —respondió Vhalla.
—¿Victoria? —dijo el comandante resoplando—. ¿Qué sabe una niña
de batalla y victoria?
El comandante del Oeste sabía exactamente qué decir para hacer hervir
la sangre de Vhalla.
—Sé bastante.
El resto de la mesa permaneció en silencio, sin atreverse a entrar en el
temerario intercambio de palabras en el que la Caminante del Viento había
decidido participar.
—¿Tú? ¿Una aprendiz de bibliotecaria de baja cuna? Sin duda te
enseñaron a leer cuando tenías quince años. —El comandante no tenía
interés en ceder.
—Me enseñaron a leer cuando tenía seis años —intervino Vhalla.
Varias cejas arqueadas.
—Imposible, tú…
—Comandante, con el debido respeto, no sabe nada de mí. Le doy
crédito a usted, les doy crédito a todos. —Vhalla miró la mesa, su cabeza en
alto y su barbilla fuerte. Se aseguró de alargar sus palabras y evitar
conjunciones como hacían las clases altas, como Aldrik y el Emperador—.
Usted fue criado en la nobleza. Conoce un mundo que yo no. Sabe qué
tenedores usar en un entorno formal y no duda en la batalla. Pero yo me crie
en un mundo que ninguno de ustedes puede imaginar.
Vhalla se volvió hacia el Comandante Schnurr y volvió a centrar sus
frustraciones en él.
—Me crie en un mundo donde tenía miles de amigos, cada uno
esperándome en un estante todos los días. Mientras usted practicaba con el
arco o la espada, yo leía. La Biblioteca Imperial alberga a mis confidentes,
y pasé casi una década pendiente de cada una de sus palabras. Los conozco
bien, y si deja de cuestionarme, seré muy amable de compartir sus secretos.
Bocas abiertas permanecieron en silencio y ojos muy abiertos la
miraron intensamente. Vhalla tragó saliva. Ella todavía no había dormido lo
suficiente. Estaba cansada por la falta de sueño y por ser vista como la niña
que ya no era.
—Continúa, Vhalla Yarl. Todos queremos escuchar lo que tienes para
decir. —El Comandante Zerian finalmente habló por la mesa.
Vhalla asintió con alivio. Respiró hondo, tratando de recomponerse.
Nadie la tomaría en serio si la consideraban demasiado emocional.
—No los vamos a matar de hambre. No los vamos a presionar para que
pierdan el derecho al hacerles la vida difícil. El ejército ha estado haciendo
eso durante ocho meses sin resultados reales. —Vhalla señaló todos los
papeles de la mesa—. Para los clanes de Shaldan, Soricium es vida. —No
estaba dispuesta a desacreditar su orgullosa historia dirigiéndose a ellos
como el Norte.
»En la tradición de Shaldan, Soricium es el lugar de nacimiento del
mundo. Consideran que ese bosque son los árboles primordiales que los
antiguos dioses crearon primero. —Vhalla se devanó la cabeza por cada
libro polvoriento de los archivos que había leído. Sacó datos de la noche en
que Aldrik regresó, la noche en que había leído más sobre el Norte de una
sola vez que nunca. La noche en que Vhalla había salvado al príncipe, rezó
para que también hubiera adquirido el conocimiento para salvar a muchos
más al terminar esta guerra rápidamente.
»Se dice que el clan principal desciende de estos pueblos originales,
una línea pura que se remonta al principio de los tiempos. Son un pueblo
que ve a sus líderes como descendientes de dioses. Esperar que abandonen
su tierra, su hogar, su linaje es ir directo al fracaso. Soricium es Shaldan y el
Clan Principal es Soricium. Si no entienden eso, no pueden comprender por
qué los clanes continúan luchando cuando el Imperio ha tomado gran parte
de su tierra.
—Entonces, ¿qué propones que hagamos? —preguntó Baldair.
Vhalla le dio un pequeño asentimiento de agradecimiento por
respaldarla.
—Para ganar esta guerra, debemos aplastarlos. Debemos nivelar
Soricium y matar al clan principal. De lo contrario, tendrán motivos para
volver a levantarse.
—Parece una victoria bastante fácil —reflexionó una mujer.
—No esperes que así sea —advirtió Vhalla. ¿Acaso no habían estado
escuchando?—. Los del Norte defenderán a Soricium y al clan principal
hasta su último aliento. Si obtenemos una rendición, no sería por temor a
nuestro poder, destreza táctica o ventaja de entrenamiento.
Vhalla se dirigió hacia el Emperador, el aborrecimiento hervía a fuego
lento en sus venas. Ella vio con tanta claridad cuál era su misión. Él no
deseaba paz, ansiaba la subyugación. Ansiaba el poder y la propiedad que
le daba. Sus ojos brillaron peligrosamente hacia ella, y Vhalla decidió no
prestar atención a la advertencia en ellos.
—Ellos pondrán sus espadas a tus pies y doblarán la rodilla para salvar
lo último de su historia para proteger el último árbol en pie del salvajismo
que mostraremos.
Vhalla debería haberse detenido, pero dominó el momento. Este
genocidio había creado una conexión poco probable con su propia historia.
Ella era de un pueblo que había sido utilizado como esclavo y quemado por
su existencia. La hizo disgustarse con el feo negocio en el que se había
hundido hasta el cuello.
—Hacer esto, golpearlos cuando están débiles, condenar a las personas
que no representan una amenaza, enviará un mensaje sobre el monstruo que
se ha desatado en su tierra. Conocerán la verdadera desesperanza cuando
sus símbolos y cultura sean aplastados hasta ser una mancha de sangre
sobre su terreno sagrado. Entonces, el Norte alimentará a ese monstruo para
sofocar su apetito de conquista, y tendrán su gran victoria.
Las palabras de Vhalla se desvanecieron en el atónito silencio, y todos
contuvieron la respiración, esperando la reacción del Emperador.
Capítulo 12

Vhalla sintió como si estuviera a punto de estallar por tratar de


mantener todos sus nervios bien atados y escondidos. El Emperador aún no
había mostrado ninguna reacción y todos permanecieron en el limbo. Ella
acababa de llamar al Emperador Solaris un monstruo en su cara, y ahora
esperaban su reacción. Sus ojos azules la estudiaron y ella lo estudió a él.
Vhalla buscó cualquier resto de humanidad dentro del hombre que estaba a
punto de conquistar tres países, un continente entero, en su nombre. Si tenía
algo de humanidad, estaba tan enterrada que no se podía vislumbrar.
El Emperador finalmente abrió la boca para hablar.
—¿Estamos de acuerdo entonces? —Aldrik habló por encima de su
padre. La mesa miraba entre el Emperador actual y el futuro en confusión e
incertidumbre—. ¿Que nos prepararemos para lanzar un asalto total a
Soricium?
—Pensé que por eso la trajeron aquí para empezar. —Jax asintió hacia
Vhalla—. No solo para decirnos dónde guardan sus verduras.
—Como era de esperar, la lógica de Vhalla es sólida. —Daniel expresó
en su apoyo.
Vhalla se sorprendió cuando otros comandantes asintieron. Trató de
encontrar a cualquiera que se le opusiera o que pudiera ser el espía
potencial. No tuvo suerte.
—Zerian —dijo finalmente el Emperador, habiendo notado la
afirmación que el canoso comandante le estaba dando a Vhalla—. ¿Estás
del lado de ella?
—Sí, milord.
—¿Estás del lado de una niña? —El Emperador casi farfulló.
—Estoy del lado del curso de acción que creo que lo llevará a usted a
la victoria. —Zerian era demasiado mayor y estaba demasiado probado para
temer al Emperador.
—Planearemos atacar en menos de dos meses —declaró Aldrik—. No
veo ninguna razón para alargar esto hasta la primavera.
Su cabeza se giró hacia Aldrik con sorpresa. Todo encajó, todo. Los
planes del titiritero se habían hecho realidad con tanta facilidad que nadie
había visto su mano invisible.
—De acuerdo. —Baldair expresó su apoyo a su hermano.
—Excelente. —Aldrik evaluó a su hermano menor—. Baldair, confío
en tu guardia para comenzar a evaluar cómo necesitamos movilizar las
tropas para tal ataque.
El Emperador fulminó abiertamente con la mirada a su hijo mayor.
Entre ellos se estaba formando una brecha peligrosamente audaz. Otros
comandantes lo notaron, y Vhalla estaba comenzando a verlos cambiar con
las mareas de poder, echando su suerte a quien parecía una mejor apuesta a
largo plazo. En este momento, ese era Aldrik. Pero, ¿y si eso cambiaba?
—Lady Vhalla, si vienes conmigo. —Aldrik se apartó de la mesa—.
Será mejor que emplees tu tiempo en la fortaleza aprendiendo todo lo que
puedas.
Vhalla asintió, siguiendo a Aldrik.
—Esperamos tus ideas nuevamente, Lady Vhalla. —El Comandante
Zerian ni siquiera levantó la vista del papel que Daniel le había entregado
cuando habló. Pero la declaración le valió a Vhalla algunos otros
asentimientos de apoyo.
Siguió a Aldrik por el pasillo trasero, empuñando y abriendo sus
manos nerviosamente.
—¿Tenías la intención de que eso sucediera? —Vhalla habló primero
cuando entraron en la habitación.
Aldrik arqueó una ceja oscura con aire interrogativo.
—Cuando me pediste que buscara los almacenamientos de alimentos,
¿realmente querías saber para destruirlos? ¿O me pediste que los encontrara
para que pudieras llevar a alguien más a sugerirlo? ¿Así podrías aplastar la
idea de prolongar el asedio más allá de la fecha límite de tu padre sobre mi
éxito?
El príncipe se acercó a ella, con un brillo perverso y agradecido en sus
ojos.
—¿Lo averiguaste?
Vhalla tragó y asintió, la expresión de él enrojeció la piel de ella.
—Eres brillante, mi amor. —Aldrik descendió sobre ella y el cuerpo de
Vhalla se centró en cómo su boca encajaba contra la de él—. Pero —Su
expresión cambió mientras se alejaba—, debes tener cuidado. Hablas como
una dama, están empezando a verte como una, pero todavía no hemos
llegado a eso.
—Estás hablando de tu padre. —Vhalla se apartó y se quitó la
armadura con frustración.
—Él sigue siendo el Emperador. —Aldrik suspiró, no sonando más
complacido de lo que se sentía Vhalla.
—¿Por qué es él como es? —Vhalla se giró—. ¿Por qué es tan cruel?
Aldrik se quedó quieto y Vhalla se mordió el labio. Cortó su
apresurada disculpa por hablar de su padre.
—Él no siempre fue así.
Vhalla se quedó quieta, atenta a las palabras de Aldrik.
—Cuando yo era niño, apenas hablaba de guerra o conquista. —Aldrik
la miró fijamente—. Pero eso cambió…
—¿Qué cosa? —preguntó Vhalla.
—Los emisarios del Norte, hace mucho tiempo, rechazaron algo que él
quería, y mi padre se amargó. —Aldrik estaba tan quieto que sus labios
apenas se movían.
—¿Qué querían?
—Los caballeros tenían uno, y ellos… así que Egmun le dijo que era
necesario. Le contó a mi padre la historia del continente y Egmun dijo…
dijo que era necesario, que era el último. Mi padre nunca dejaría que cayera
en manos de los caballeros…
—¿Qué cosa, Aldrik? —suplicó ella, esperando que el príncipe
formara oraciones coherentes. Se le erizó la piel ante el nombre de su
senador más odiado—. ¿Qué quería Egmun?
—Conocimiento. —Aldrik apretó los ojos con fuerza—. Por encima de
todo, él quería conocimiento, y luego a mí. —Los ojos del príncipe se
abrieron de golpe, y había algo terriblemente horrible en la forma en que
Aldrik la miraba—. Cuando el Norte se negó, Egmun dijo que yo podía
ayudar, que aún podía enorgullecer a mi padre. Se lo di a él. Le di ese
vislumbre de la verdad, y yo convertí a mi padre en esto.
—¿Qué? —Vhalla le apretó las manos con fuerza—. Aldrik, no tienes
ningún sentido.
—No. —Aldrik negó con la cabeza y salió de su agarre. La acción
parecía tan extraña ahora que estaban tan cerca; Vhalla ni siquiera sabía
cómo reaccionar—. No hablaré sobre esto.
—Aldrik…
—¡Dije que no, Vhalla!
Ella se encogió.
—Lo siento, lo siento. —Aldrik negó con la cabeza y se pellizcó el
puente de la nariz con un profundo suspiro—. Te lo dije, hay algunas cosas
de las que nunca querré hablar. Necesito… —Tragó saliva con dificultad—.
Necesito que lo aceptes.
Vhalla lo estudió mientras él seguía evitando el contacto visual con
ella. Había una línea peligrosa contra la que se había enfrentado. La última
vez que él había actuado así fue cuando ella confesó tener conocimiento de
su intento de suicidio.
Dando un paso más cerca, Vhalla extendió la mano y lo atrajo hacia
ella, apoyando la mejilla contra el pecho de él. Sus brazos colgaron sin
fuerzas durante unas cuantas respiraciones antes de deslizarse alrededor de
sus hombros. Vhalla cerró los ojos.
—Lo acepto. Lo siento por entrometerme.
—Mi Vhalla, mi señora, mi amor —dijo él con un suspiro.
—Todo está bien; lo entiendo. —En realidad, no lo hacía. Vhalla no
tenía ningún secreto oscuro tan horrible que le revolviera la mente. No tenía
nada que pudiera apagarla y convertirla en piedra ante la sola mención de
ello, ni siquiera la Noche de Fuego y Viento.
Pero ella entendió que fuera lo que fuera debía ser horrible. Cualquier
cosa que pueda inspirar a alguien a quitarse la vida debe serlo. Vhalla tragó.
Había una oscuridad en la parte más profunda de su príncipe que aún tenía
que penetrar. El miedo que encendió en ella palideció en comparación con
su deseo de pasar suficiente tiempo con él para traer luz a ese vacío.
Su intercambio rastrilló los pensamientos de ambos, dejándolos en
silencio durante toda su proyección. Vhalla atravesó sin pensar la larga
distancia entre el campamento palacio y Soricium. Mantuvo sus
pensamientos encerrados en lo más íntimo de su mente para evitar que
cualquiera fuera hacia él.
Esa nube se cernió sobre ellos hasta la noche. Su tiempo en el palacio
no fue muy fructífero, algunas cosas básicas de información, pero nada que
pudiera cambiar el rumbo de la guerra a su favor. Aldrik le dijo que tratara
de encontrar más información sobre los espías, pero ni siquiera pudo
encontrar al hombre del Oeste. Dondequiera que estuviera, el informante
hizo un buen trabajo involuntario al evitarla.
En general, se sintió decepcionante e inútil, y Vhalla se vio obligada a
tragarse el hecho de que no podía encontrar una gran cantidad de
información cada vez que caminaba por Soricium. Aldrik logró tragarse los
mismos hechos, con la ayuda de una bebida fuerte o dos, y lentamente la
nube se disipó. Sus días cayeron en una repetición de breves encuentros con
los comandantes por las mañanas y tardes, y de proyecciones durante el día.
Trataron de sacar al espía y lo debatieron a menudo en privado, pero
fue en vano. Independientemente de cómo se comunicaran los espías,
estaba bien orquestado y parecían tenerlo reducido a una ciencia. Vhalla
escaneaba los rostros de los comandantes en las reuniones, preguntándose
quién de ellos atravesaría con un cuchillo los omóplatos de Aldrik. Pero
nunca salió nada de su búsqueda.
Fue la monotonía lo que finalmente comenzó a golpear el cerebro de
Vhalla. Su curiosidad y hambre de nuevos conocimientos se redujeron por
el hecho de que parecía estar dando muchos pasos para llegar a ninguna
parte. No ayudó que Aldrik tuviera la intención de mantenerla bajo arresto
domiciliario. Después del atentado contra su vida mientras movía la torre y
el conocimiento de los espías en el campamento, él la mantuvo ocupada
intencionalmente dentro del campamento palacio en todo momento.
Después de dos semanas, estaba lista para volverse loca y el destino se
apiadó de ella.
Vhalla se empujó a través de los muros de piedra de Soricium como lo
había hecho antes, ignorando a los ajenos habitantes del Norte. Ella vagó
hacia arriba, a través de las diversas escaleras entre los árboles y hacia las
plataformas y pasarelas más allá.
Estaba empezando a aprender lo suficiente sobre el palacio que pronto
se sentiría segura de decirle a Aldrik que podía llevar a alguien a través de
sus muros. Ese era un miedo completamente diferente. Ella sabía quién
lideraría la carga, y se quedó callada cuando Aldrik le preguntaba qué tan
bien había aprendido los pasillos laberínticos.
Él estaría al frente. No confiaría en nadie más para estar al lado de ella,
y la idea de llevarlo de cabeza al entorno más hostil del mundo llenaba a
Vhalla de un pavor incontrolable.
Arriba, alrededor, innumerables curvas, y aún más arriba, Vhalla
volvió sobre los pasos de los días anteriores hasta que estuvo en un
territorio desconocido. Llegó a una amplia plataforma con una barandilla
baja e intrincadamente tallada. Apoyada en una alcoba bellamente esculpida
había una mujer delgada y de aspecto afilado, la arquera que Vhalla había
visto antes, y una chica más joven que no tenía más de catorce años. La
arquera estaba a un lado de la alcoba y la chica al otro, la mujer entre ellos.
—¿Por qué se mueven como lo hacen? —preguntó la mujer delgada y
de aspecto afilado.
Vhalla asumió que la mujer era la Cabecilla del Clan Principal debido
a su delicado tocado.
—Finalmente lo encontré —informó Vhalla a Aldrik. Se quedó
mirando al hombre del Oeste que se dirigía a las tres mujeres.
—¿Al del Oeste? —preguntó Aldrik.
—Sí, pero necesito escuchar.
Su príncipe no hizo más comentarios.
—¿Has considerado nuestro nuevo trato? Quizás entonces mis
conocimientos podrían mejorarse —respondió el hombre.
—¿Te atreves a ocultarme información? —El idioma común del Sur de
la mujer era más claro y fino que el de los demás.
—Desde luego que no, milady. Solo quise decir ciertas cosas que
podrían mejorar aún más nuestra relación.
—Milady —repitió la mujer con malicia—. Ahórrame tus nociones de
nobleza del Sur.
—No soy del Sur. —El hombre se erizó—. Mi gente fue esclavizada
por la codicia de Solaris, tanto como la tuya está actualmente amenazada
por ellos. Convirtió la rica historia de Mhashan en nada más que un punto
cardinal en su mapa. Conozco tu sufrimiento.
—Presumes demasiado. —La Cabecilla inclinó la cabeza hacia atrás
solo para que tuviera más tiempo para mirar al hombre—. Todos están al
sur de Soricium.
—¿Nos darás el hacha? —preguntó el hombre del Oeste, volviendo la
conversación a su tema original.
—El hacha. Dime, ¿qué quieres con Achel?
—Eso es intrascendente. —El hombre cruzó los brazos sobre el pecho.
—El Emperador trajo la guerra porque le negamos a Achel. Pero Achel
duerme en su tumba de piedra, bajo la mirada de los dioses. Ha dormido allí
desde los días de gran caos cuando la luz era oscura. —La Cabecilla tocó el
arco tallado detrás de ella—. No permitiremos que sea tomado por manos
del Sur que han perdido las viejas costumbres.
—¿Vas a volver a tu oferta? —preguntó el hombre con el ceño
fruncido.
—Za no tenía lugar para ofrecer a Achel —dijo la Cabecilla con una
mirada de reojo que irradiaba disgusto.
La arquera que Vhalla había visto antes, Za, desvió la mirada con clara
vergüenza. Vhalla siguió la mirada esmeralda de la mujer hacia lo que se
enfocaban instintivamente. El campamento Imperial se extendía más abajo,
a una gran distancia del camino quemado que corría alrededor de su borde
exterior. Pero en la parte superior de ese borde había una mancha contra el
bosque.
La misma sensación que había sentido Vhalla la noche de la patrulla
permaneció en el viento. Aintiguo Soricium, ahí es donde miraba la arquera.
Vhalla no tenía ninguna duda.
—Si Achel está fuera del trato, entonces tendré que contactar a mis
aliados en el campamento —amenazó el hombre con detenerse más.
—Adelante, hombre del Sur. Nunca te daríamos Achel. —La Cabecilla
despidió al hombre enfadado.
Vhalla se apartó de su proyección y parpadeó lentamente. Aldrik se
sentó en su pequeña mesa y se pellizcó el puente de la nariz. Parecía más
agotado a medida que la primavera se acercaba.
—Oh, bienvenida de nuevo. —La notó mientras ella se sentada—.
¿Encontraste al del Oeste de nuevo?
—Lo hice, pero nada productivo en averiguar quiénes son sus
informantes o cómo se comunican. —Ella había estado tratando de
descubrirlo cada vez, sin tener éxito. Vhalla comenzaba a sospechar que ya
tenían Caminantes del Vientos comunicándose por ellos.
Aldrik maldijo.
—Mi padre está empezando a pensar que no hay ninguno.
—Los hay —insistió Vhalla, balanceando las piernas sobre el borde de
la cama.
—Te creo. Solo está buscando cualquier oportunidad para socavarte.
—Aldrik se puso de pie y se estiró.
—Aldrik. —Vhalla ignoró la mención del Emperador—. Los
cristales…
—¿Qué? —Él dejó de moverse.
Vhalla sabía que obtendría esa reacción, pero no tenía idea de por qué.
Respiró hondo, preparándose.
—¿Los cristales se pueden usar para fabricar armas?
—¿Escuchaste eso en la fortaleza? —preguntó Aldrik.
Vhalla asintió.
—Están hablando de algo llamado Achel, un hacha de cristal…
—El mundo ha perdido la cabeza. —Aldrik puso los ojos en blanco,
haciendo un valiente intento de quitarse la tensión de los hombros—.
Armas de cristal de los días de la magia primitiva, forjadas por dioses y
entregadas a los líderes originales de cada reino. Suena como algo que los
Caballeros de Jadar creerían que podría usarse para “reclamar el Oeste” o
alguna otra tontería similar. No creas ni una palabra.
—Antes de irme, Victor dijo…
—¿Qué dijo? —Aldrik se giró hacia ella, con un brillo de advertencia
en sus ojos.
—Algo sobre un hacha de cristal. —Su príncipe la estaba poniendo
nerviosa. Vhalla rara vez había visto a Aldrik tan desequilibrado. Recordó
exactamente lo que pidió el ministro. Quería que ella trajera a casa un arma
de cristal con un poder legendario. Pero esas palabras permanecieron
ocultas detrás de sus labios.
—Victor puede ser un tonto, lo único que desearía que no hubiera
aprendido de Egmun, especialmente cuando se trata de cosas que ilustran lo
que él ve como el gran poder de los hechiceros. —Aldrik se pasó una mano
por el cabello—. Le habló de eso a mi padre, y ahora mi padre tiene la
intención de encontrarlo.
Esa era la última persona que Vhalla quería obtener un arma con poder
épico.
—¿Por qué la gente lo quiere tanto? —Vhalla se puso de pie—. Nunca
escuché nada sobre armas de cristal.
—Son rumores susurrados, incluso entre hechiceros. —Aldrik
caminaba de un lado a otro mientras hablaba, liberando energía nerviosa—.
Los cristales, como ya sabes, pueden contaminar fácilmente a los
hechiceros a través de sus canales mágicos. Incluso los Comunes pueden
corromperse con el tiempo suficiente y una exposición lo suficientemente
fuerte.
—Como la Guerra de las Cavernas de Cristal. —Aldrik se quedó
inmóvil cuando Vhalla explicó—: Los hechiceros estaban tratando de
desatar el poder encerrado dentro de las cavernas, y los corrompieron, los
convirtieron en monstruos, y luego a aquellos que intentaron detenerlos,
hasta que apenas se pudo contener…
—¡Conozco la historia! —espetó Aldrik, girándose hacia ella. Vhalla
dio un paso atrás.
—¿Crees que soy ignorante? —Él frunció el ceño.
—Aldrik, ¿por qué estás tan molesto? —Vhalla también frunció el
ceño.
—¿Por qué tienes que seguir sacando a relucir esas cosas? —exclamó
él.
—¿Por qué te molestan tanto? —Vhalla se enderezó, coincidiendo con
la postura del príncipe de pies a cabeza.
—Te lo dije, te dije que no investigaras. Ya es bastante malo que
cualquier noche puedas soñar e invadir mis recuerdos —escupió Aldrik.
Vhalla se desinfló. Ni siquiera había pensado en eso durante semanas;
desde que su Unión, sus sueños a veces traían los recuerdos del príncipe.
—¿Cómo te atreves a usar eso en mi contra? —susurró ella.
Aldrik se pellizcó el puente de la nariz y suspiró.
—Vhalla, estoy cansado. Solo vete por un tiempo.
Ella lo complació con una mirada penetrante y un resoplido, saliendo
de la habitación con un cierre no muy suave de la puerta. Afortunadamente,
el Emperador estaba ausente del salón principal. Los comandantes iban y
venían como siempre lo hacían, la mayoría le asintió en reconocimiento,
pero ninguno la molestó ni detuvo lo que estaban haciendo para entablar
una conversación.
Vhalla estaba sentada en el rincón más alejado, picoteando con
indiferencia algo de comida. Proyectarse constantemente y no salir del
campamento palacio debido a las preocupaciones de Aldrik por su
bienestar, todo se combinó para hacer que su estado de ánimo fuera bastante
desagradable. Se iba a volver loca antes de que terminara la guerra, y
preguntarse qué insistía el príncipe en ocultarle no la ayudaba.
Si tan solo pudiera dormir y soñar con el recuerdo que tanto deseaba
ocultarle.
Elecia se sentó junto a Vhalla, pareciendo materializarse de la nada. A
menudo estaba en el campamento palacio; ser la prima del príncipe
heredero y de cuna noble le valió una entrada incuestionable. Pero ella
siempre estaba ocupada con los clérigos, y Vhalla no había tenido mucho
tiempo para hablar con ella más que de pasada. A menudo, parecía que la
mujer solo le deslizaba a Vhalla un frasco que contenía cierta poción de
sabor horrible sin decir una palabra.
—No estás comiendo lo suficiente —observó Elecia.
—Estoy bien. —Vhalla puso los ojos en blanco.
—Has estado comiendo cada vez menos. ¿Por qué?
Vhalla maldijo la atención clerical de la mujer.
—Vete.
—Si vas a ser una dama, al menos deberías aprender algunos mejores
insultos. —Elecia tarareó—: Es probable que sea esta comida.
—No es…
—Deberías comer algo recién salido de una fogata, mucho mejor. —
Elecia se puso de pie—. Órdenes del clérigo.
Vhalla miró a la otra mujer con sorpresa. Se puso de pie lentamente,
balanceando las piernas sobre el banco. Elecia se dirigió hacia la puerta.
El aire de la noche golpeó los pulmones de Vhalla y la llenó de vida
una vez más. El campamento palacio estaba tan rancio, notó Vhalla. Irse
con su forma proyectada no había sido suficiente. Necesitaba el viento.
—Mi primo puede ser tonto. —Elecia caminó hacia una dirección
familiar—. Tiene buenas intenciones; ambas lo sabemos. Pero no tiene
gracia cuando se ocupa de las cosas que quiere cuando tienen sus propias
necesidades y deseos.
Vhalla se vio obligada a suspirar en acuerdo.
—Suenas como si hablaras por experiencia.
—Soy su prima favorita —declaró Elecia—. Pero nunca ha tenido el
deseo o la oportunidad de consumir mi atención y tiempo como lo hace
contigo.
Vhalla abrió y cerró sus manos mientras Elecia hablaba, disfrutando
del viento.
—Él no sabe que te está asfixiando. —Elecia parpadeó y miró a
Vhalla.
Elecia estaba comprobando sus Canales, notó Vhalla.
—Tu magia ya se ve mejor ahora que estás afuera. —Elecia se volvió
hacia delante de nuevo, satisfecha—. Ahora, hay alguien que me ha estado
mordiendo la oreja para verte.
Fritz casi tacleó a Vhalla en el momento en que la vio. Vhalla lo apretó
con tanta fuerza como él a ella. Se dio cuenta de que se sentía
sorprendentemente bien abrazar a alguien que no fuera su príncipe.
—Estaba empezando a pensar que Aldrik realmente te había conjurado
desde el viento, y antes habías sido mi imaginación. —Fritz unió su brazo
con el de Vhalla.
—¿Qué? —Vhalla se rio y dejó que la llevara hacia una fogata.
—Los soldados tienen todas las teorías habidas y por haber sobre
ustedes dos —explicó Fritz.
—¿Las tienen? —Vhalla parpadeó sorprendida.
—Oh, sí, que él te conjuró desde el aire para luchar por el Imperio
Solaris. Que en realidad eres un Demonio del Viento. Que fuiste regalada
por la misma Madre para luchar a su lado. —Fritz contó los dedos mientras
enumeraba—. Y que eres su amante secreta y tu poder se magnifica al tener
relaciones.
Vhalla se volvió del color carmesí.
—Creo que es esa última —cantó su amigo hacia Elecia. Elecia golpeó
a Fritz en la coronilla con un puño.
—Eso es lo último que quiero pensar a mi primo haciendo —dijo ella,
a pesar de ser quien le proporcionó a Vhalla un suministro constante de
Elixir de la Luna. Elecia resopló hacia Vhalla—. Especialmente con ella.
—Las historias que podría contarte. —Vhalla soltó una risita, viendo
como Elecia palidecía de horror.
—¿Entonces sí es cierto? —Fritz parecía estar a punto de explotar.
La cara de Vhalla volvió a arder, y nunca había estado más agradecida
de llegar a una fogata rodeada de soldados.
Por mucho que no quisiera admitirlo, Elecia tenía razón: Vhalla
necesitaba el viento en su cabello de nuevo. También necesitaba la
compañía casual de los plebeyos. Necesitaba reír. Necesitaba fingir que era
libre.
Fritz también tenía razón: los soldados parecían tener todas las teorías
sobre ella y preguntaban por ellos con diferentes niveles de valentía. Vhalla
hizo todo lo posible por no desanimar sus preguntas. Lo último que quería
era convertirse en una figura distante. Había pasado toda su vida luchando
desde el otro lado de la nobleza; todavía luchaba con Aldrik, y juró que no
dejaría que le pasara a ella.
Finalmente, como era de esperar, Jax vino a buscarla. Vhalla accedió a
regañadientes a regresar, lo cual no fue fácil cuando Fritz se aferró a su
brazo hasta que ella juró regresar pronto. Los hechiceros le pidieron que
viniera a entrenarlos, y Vhalla se comprometió a hacer eso también.
El campamento palacio estaba en silencio ya que la mayoría de los
comandantes se habían retirado. El Emperador y Baldair también estaban
ausentes, por lo que Vhalla se excusó directamente al pasillo trasero. Se
detuvo brevemente ante la puerta de Aldrik, suspirando. Se había
equivocado al presionarlo por algo que sabía que le molestaba. Ella se
disculparía.
Él giró la cabeza en el momento en que ella entró.
Aldrik se puso de pie y se balanceó ligeramente, con las yemas de los
dedos apoyadas en el escritorio para mantener la estabilidad. Vhalla respiró
hondo antes de cruzar la habitación. Ambos participaron en un concurso de
miradas: el perdedor sería el primero en romper el silencio.
—Estaba preocupado por ti. —Aldrik respiró de alivio.
—Deberías haber salido. —La boca de Vhalla se curvó en una sonrisa
cansada. Él lucía exhausto.
—No… —Aldrik negó con la cabeza—. No es buena idea. Me alegro
de que Jax te haya encontrado.
Él tenía los hombros hundidos y los ojos de Vhalla se dirigieron al
escritorio. Había algo molestándola en el fondo de su mente. Las acciones
de él, todas las señales no tan pequeñas, comenzaron a unirse en un patrón
obvio de comportamiento que clara por la taza medio llena de licor.
Vhalla recordó todas las otras veces que había visto alcohol a su
alrededor. Estaba la mañana en que ella había corrido hacia él después de
soñar con su intento de suicidio, las botellas en la mesa en ese momento.
Soñar ser él y buscando alcohol para desdibujar el dolor de sus muertes. Su
tío lo había regañado por eso y los soldados lo habían susurrado. Elecia
temiendo por su cabeza después de una noche de preocupaciones. Ella lo
había escuchado todo y lo había ignorado cada vez como momentos únicos.
—¿Por qué? —susurró ella, sus ojos lanzándose hacia él. Vhalla vio
que Aldrik no pudo ocultar la conmoción y el miedo al darse cuenta de lo
que se había dado cuenta.
—No es tan a menudo —dijo él apresuradamente y dio un paso
inquieto más cerca—. Estaba preocupado por ti, eso es todo.
El dolor de descubrir que otra sombra asfixiaba el corazón del príncipe
se sintió como nada comparado con la punzante comprensión de que estaba
tratando de mentirle.
—¿No confías en mí?
—Sabes que lo hago. —Aldrik se acercó a ella y Vhalla se apartó. No
dejaría que sus manos calmaran este dolor, no tan fácilmente.
—Estoy cansada de decir esto: no me mientas —exigió ella. La ira
ardiente subió por sus venas. Después de todo lo que habían pasado, ¿él iba
a intentar pasar por alto la verdad? Trabajó para mantener la voz tranquila
y equilibrada. Enfurecerse contra él no resolvería nada—. ¿Con qué
frecuencia?
Aldrik suspiró y tiró de su cabello, debatiendo consigo mismo durante
un largo momento. Vhalla pensó brevemente que iba a regresar a ser el
hombre insensible que ella sabía que podía ser. Su sorpresa de que no lo
hiciera fue superada por la angustia por su respuesta.
—No llevo la cuenta. Calma el dolor cuando lo necesito. Cuando ya no
puedo pensar en algo y necesito dejarlo escapar de mi mente.
—Aldrik. —Ella tomó sus manos suavemente entre las suyas,
liberando su cabello de sus tirones nerviosos—. No lo necesitas.
Él consideró la taza sobre la mesa durante un largo momento y negó
con la cabeza.
—No lo entiendes. No entiendes lo que acecha en mi mente. No
entiendes lo rápido que gira mi cabeza cuando no está cargada.
—Ayúdame a entender —suplicó ella y luchó por controlar sus propias
emociones—. Me amas. Me amas, ¿verdad?
Aldrik se quedó quieto.
»Si me amas, ayúdame a entender. —Su agarre se relajó ante sus
palabras, aflojándose. Vhalla sabía que el amor no sería suficiente para
arreglarlo, que el cambio solo podía venir de él. Pero el amor podría ser un
catalizador para el proceso que tendría que realizar por su cuenta, y ella lo
impulsaría—. Hablaremos de ello, te apoyaré y…
—¿Así que voy a ser tu proyecto de lástima? —espetó Aldrik.
—No. —Vhalla frunció el ceño al ser el objetivo de su temperamento
—. Las personas que se preocupan por otras se apoyan entre sí, Aldrik. Esto
es natural.
—Natural para ti. —Apartó las manos y se acercó a la ventana—.
Nunca lo entenderías.
—No puedo si no lo compartes —insistió ella.
—¡Esto no está en discusión! —Su voz se profundizó una fracción.
Vhalla le miró la espalda con frustración. Por desconcertante que fuera
darse cuenta de su bebida, era peor que la estuviera excluyendo. La
distancia y los intentos de subterfugio competían por lo que más le dolía.
—Aldrik…
—¡Dije que no! —Ni siquiera la miró.
Vhalla agarró la manija de la puerta y salió al pasillo antes de que él
partiera su paciencia y su corazón en dos. Para cuando Aldrik siquiera se
dio cuenta de que la puerta estaba abierta, Vhalla ya había cerrado la puerta
de la habitación de Baldair detrás de ella.
—¡Qué en el nombre de la Madre! —Baldair se sentó rápidamente,
asegurándose de que su cintura, y su compañera desnuda y ruborizada,
estuvieran cubiertos.
Vhalla se concentró en el príncipe dorado, sin sentir ni la más mínima
pena por interrumpirlo. No era como si tuviera dificultades para reanudar
sus festividades otra noche.
—Te necesito.
El príncipe más joven echó un vistazo al rostro de Vhalla y se movió.
Se levantó de la cama, sin inmutarse, y Vhalla desvió la mirada. Ver a
Baldair desnudo se sintió como si estuviera mirando a un familiar cercano.
Era incómodo, pero no por las razones habituales por las que las mujeres se
sentían nerviosas con el Príncipe Rompecorazones.
La hermosa mujer no se movió hasta que Vhalla no estaba mirando,
mucho más tímida que el Príncipe Rompecorazones con el que la habían
pillado en la cama. La puerta a la espalda de Vhalla intentó abrirse. Vhalla
se apoyó en ella y le lanzó a Baldair una mirada fulminante para que se
diera prisa.
—Sal por la ventana, amor, y no digas ni una palabra —ordenó Baldair
a la mujer.
La mujer asintió y desapareció como le dijeron. La discreción debe ser
obligatoria para aquellos que quieran una oportunidad de primera mano
para descubrir cómo el Príncipe Rompecorazones ganó su título. Vhalla no
pensó más en eso ya que hubo un golpe suave.
—Hermano —llamó Aldrik, no lo suficientemente suave. Lo último
que quería Vhalla era que el Emperador se despertara.
—¿Qué sucede? —susurró Baldair.
Hubo un tiempo en que la presencia sin camisa de Baldair habría
dejado a Vhalla sin palabras. Ahora, Vhalla no podría haberse sentido más
aliviada al verlo.
—No quiero estar cerca de él ahora. Está siendo terco y no sé qué
hacer, pero no puedo estar con él cuando está así.
—¿Así cómo? —Baldair parecía casi asustado de preguntar.
—Lo suficientemente borracho como para intentar mentirme —espetó
Vhalla con cansancio. Los ojos de Baldair se abrieron de sorpresa ante su
admisión. Él le puso las palmas de las manos sobre los hombros y la alejó
de la puerta, parándose de manera protectora frente a ella antes de abrirla.
—Silencio, o despertarás a nuestro padre —susurró Baldair con
firmeza.
—¿Vhalla está…?
—Ella se quedará en mi habitación esta noche —anunció Baldair.
—¿Qué? —Había una nota desagradable en la palabra.
—Y yo me quedaré contigo —aclaró el príncipe más joven.
—No, yo me quedaré…
—Conmigo hasta que tu mente se aclare lo suficiente como para que
veas lo tonto que estás siendo. —Baldair empujó a su hermano de vuelta a
la habitación de Aldrik, dejando a Vhalla sola.
Vhalla escuchó sus susurros a través de la puerta antes de arrastrar los
pies hacia la cama de Baldair. Se cubrió las orejas con las mantas y se
estremeció ligeramente. Con la mirada fija en la pared, comenzó el largo
proceso de tratar de clasificar sus emociones conflictivas.
Capítulo 13

Vhalla despertó con una palma frotando su espalda suavemente.


Parpadeó con cansancio, confundida en cuanto a por qué había cofres junto
a la cama, en lugar de en la esquina de la habitación. Entonces recordó a
toda prisa la noche anterior.
Se encontró con los ojos de Baldair al girarse rápidamente, quien
estaba sentado en el borde de la cama. El príncipe le dio una
sonrisa cansada. La cual delató su agotamiento y la desilusión que, sin
ninguna duda, Vhalla sabía que estaba dirigida a cierto hermano mayor.
—Buenos días —susurró él.
Vhalla sabía cómo mantenía a las mujeres arrastrándose de vuelta a su
cama si le hablaba en tales tonos aterciopelados a primera hora del día.
—¿Aldrik?
—Sigue dormido. —Baldair se movió para que Vhalla pudiera sentarse
—. Es casi el amanecer.
A juzgar por la luz tenue filtrándose a través de las tablillas, lo que
decía Baldair era cierto.
—¿Qué sucedió? —preguntó Baldair suavemente.
Vhalla se centró en la mañana gris.
—Me di cuenta de que no había estado viéndolo con ambos ojos
abiertos. ¿Cuánto tiempo lleva así?
—¿Cuánto hace que a Aldrik le gusta el alcohol? —preguntó Baldair
para más claridad, y Vhalla asintió—. Por la Madre, no mucho después de
que se convirtiera en hombre.
Vhalla frunció el ceño. ¿Desde alrededor de los quince?
—Siempre ha sido en grados diferentes —concedió Baldair—. A veces
no es más de lo que toma cualquier otro hombre o mujer. Otras veces…
—Debe dejar de recurrir a ello para manejar sus problemas —decidió
Vhalla. Ella no tenía ningún problema con el licor, incluso la indulgencia
ocasional que cruzaba la línea de demasiado. Pero Aldrik no veía la
bebida como un entretenimiento casual de vez en cuando. Estaba intentando
convertir las copas en soluciones a los problemas, y eso era peligroso.
—No va a detenerse. —Baldair apretó su brazo—. No sabe cómo
funcionar sin ello cuando está contra la espada y la pared. Es difícil
acusarlo porque puede funcionar sorprendentemente bien con ello.
—No, no está funcionando si piensa que lo necesita para superar un
momento difícil. —Vhalla negó con la cabeza y balanceó los pies por el
borde de la cama.
—¿A dónde vas? —preguntó Baldair. Pero no hizo ningún
movimiento.
—A mis amigos. —Vhalla se detuvo en la puerta—. Si Aldrik pregunta
por mí, puedes decirle que puede buscarme por sí mismo si quiere volver a
verme, con una disculpa, y una promesa nueva.
—Vas a matarlo si lo obligas a dejar de beber por completo —advirtió
Baldair.
—Al menos tiene que dejar de pensar que lo necesita. Me tiene a mí, te
tiene a ti y a Elecia.
Baldair pareció sorprendido de que ella lo incluyera.
—Él podría no estar de acuerdo.
Valla miró con incredulidad al príncipe más joven. ¿Cómo podía
alguien justificar las acciones de Aldrik?
—Se compromete a arreglar esto, o terminamos.
Estaba fuera de la habitación antes de que el príncipe superara su
sorpresa ante la declaración. La sala principal estaba vacía, y el
campamento estaba tranquilo. Se dirigió hacia la tienda de Fritz sin dudarlo,
arrastrándose entre Elecia y él al llegar.
—¿Qué diablos…?
—Eres tan nerviosa. —Vhalla sacudió la cabeza hacia Elecia.
—¡No ando esperando que la gente se meta en mi cama!
—Dejaste que este lo hiciera. —Vhalla señaló a Fritz, quien continuó
durmiendo. El hombre en serio tenía uno de los sueños más pesados que
Vhalla había conocido—. Y huele a chico sudoroso.
Elecia suspiró y se tendió de nuevo en su espalda.
—Hablando de chicos sudorosos y compartiendo camas, ¿qué estás
haciendo tú aquí?
—No quiero a hablar de eso. —Vhalla cerró sus ojos y se sorprendió
cuando Elecia solo pronunció una palabra más al respecto.
—Bien.
Consiguió algunas horas más de sueño, un mejor descanso del que
había conseguido toda la noche. Elecia era sorprendentemente apretujable
cuando se quedaba adormida, y Vhalla utilizó con prontitud este
conocimiento, confirmado por Fritz, para burlarse brutalmente de la mujer.
Vhalla nunca había visto a Elecia tan sonrojada por la vergüenza y la ira.
La mañana avanzó hacia la tarde, y Vhalla se preparó para que
Jax viniera a buscarla a petición del príncipe heredero, pero no lo hizo. Eso
hizo que Vhalla se preguntara si Baldair había transmitido su mensaje a
Aldrik. Después Vhalla se sintió frustrada por pensar en el hombre y se
arrojó en algún debate sobre teorías mágicas con Fritz. Y no pasó mucho
tiempo antes de que el ciclo se repitiera.
Elecia se fue eventualmente para hacer algo con los clérigos, pero Fritz
siguió la discusión con ella. Parecía ansioso por saltarse el entrenamiento
de una vez por todas.
—Es toda una tirana —lamentó Fritz al momento en que Elecia se fue
—. Todo lo que quiere que haga es entrenar.
—Bueno, estamos en guerra —bromeó Vhalla.
—Una guerra que tú vas a terminar. —Fritz le sonrió radiantemente.
—¿En serio crees eso? —Vhalla puso los ojos en blanco.
—¡Por supuesto que sí! —Fritz pareció sorprendido de que pensara
lo contrario—. Y no soy el único. Anoche solo tuviste una pequeña
probada. Los soldados en serio piensan que eres algo especial.
—Pero no lo soy. —Vhalla suspiró, una presión extraña asentándose en
su pecho ante esa noción. Retuvo cualquier comentario amargo sobre cómo
cualquiera de esos soldados podía ser un espía evadiendo la captura.
—Eres increíble.
Ella resopló.
—¡Lo eres! —insistió Fritz.
—Suenas igual que mi padre. —Solo mencionar a su padre hizo
que Vhalla sienta una punzada por el Este. Pero era una especie rara de
nostalgia. Vhalla no pensaba que pudiera volver allí por un tiempo. Era
demasiado diferente; ya no tendría un lugar allí.
—Entonces tu padre es un genio —insistió Fritz.
—Él te diría que mi madre era la inteligente. —Vhalla apoyó el
antebrazo en su frente.
Fritz rodó sobre su estómago, apoyándose en sus codos.
—Nunca hablas de ella.
—No hay nada que decir.
—Eso no puede ser cierto —presionó Fritz.
—Ella murió de fiebre otoñal cuando yo era joven. —Vhalla sabía que
ya le había dicho eso a él—. Pero… —Vhalla suspiró dulcemente—. Ella
podía engatusar a una planta para florecer del suelo más arenoso en los años
más secos. Tenía piernas fuertes que nunca temían subir hasta donde yo
hubiera terminado en un árbol, o en el techo. Y tenía la voz cantarina más
encantadora del mundo.
—¿Tú cantas? —intervino Fritz.
Ella negó.
—Heredé la voz de mi padre, no la de ella.
—Cántame una canción.
—No —respondió Vhalla riendo—. No quieres escucharla.
—Por favor —rogó Fritz.
Insistió hasta que Vhalla accedió finalmente. La melodía era lenta y
baja, la canción de cuna que su madre le había cantado cada noche. Contaba
la historia de una madre pájaro manteniendo a sus polluelos en el nido, de
cómo los desplumó para que nunca volaran. Vhalla ni siquiera llegó a la
parte donde los bebés pájaros comenzaron a usar las pieles de otros
animales cuando Fritz estalló en carcajadas.
—Lo siento —dijo Fritz entre jadeos—. Tienes razón, tu voz es
horrible.
Vhalla puso los ojos en blanco.
—Te lo dije. Mi madre se quedó con su voz de canto, pero me heredó
su mente. Fue la que me enseñó a leer.
—¿Cómo aprendió ella? —preguntó Fritz. No era común que las
personas del estatus de Vhalla sepan leer y escribir.
—Sus padres trabajaban en la oficina de correos de Hastan.
—¿Los conociste?
Vhalla sacudió la cabeza.
—No aprobaron su matrimonio con mi padre. Habían esperado que su
alfabetización le permitiera casarse con alguien “mejor” que un granjero.
Vhalla se preguntó si sus abuelos aún estarían vivos. Si lo estaban,
reflexionó sobre lo que pensarían de ella estando involucrada con el
príncipe heredero. El pensamiento le provocó una punzada en el estómago.
Y como mandado a llamar, la solapa de la tienda se abrió. Jax sonrió a
los dos.
—Te dije que estaría aquí.
Vhalla se sentó y Fritz la siguió a medida que un Baldair de aspecto
desconcertado se arrodillaba en la entrada de la tienda. Sus
interminables ojos cerúleos absorbieron los de ella, y Vhalla se movió
incómodamente. Había tantas cosas tácitas dentro de ellos.
—Ha perdido la cabeza —susurró Baldair.
—¿Qué sucedió? —Vhalla salió corriendo de la tienda.
Incluso después de todas sus frustraciones, estaba dispuesta a correr para ir
a Aldrik.
—Fui a su habitación para checarlo y se había ido, había botellas rotas
por todas partes. —Baldair colocó una palma sobre su
frente con incredulidad.
—¿Alcohol? —susurró Vhalla.
Baldair asintió.
—Ahora está ayudando a entrenar a la Legión Negra —agregó Jax.
—Cosa que no ha hecho en años. —Baldair inclinó su
cabeza para atrapar los ojos aturdidos de Vhalla.
Su corazón estaba corriendo en su pecho. Tenía que verlo, verlo a él,
para creerlo.
—¿Dónde está?
Jax y Baldair la llevaron hacia uno de los muchos rings de
entrenamiento donde la Legión Negra trabajaba. Los Portadores de Fuego
enviaban llamas corriendo hacia el otro, patadas y puñetazos
con manos y pies ardiendo. Aldrik caminaba entre ellos, el fuego
resplandeciendo en su armadura.
Vhalla vio las bolsas bajo sus ojos cansados, pero nadie más parecía
hacerlo. Todos los demás soldados admiraban a su príncipe con cautela.
Vhalla recordaba lo que la Comandante Reale había dicho sobre la
Legión Negra creciendo con Aldrik.
Se dio cuenta de que él lo estaba intentando en más de una manera.
Aldrik estaba intentando ser su príncipe, ser un hombre mejor, y si se
atrevía a creerlo, ser mejor para ella. Iba en serio en cuanto a esforzarse por
ella y por ellos.
—Recuerden, un Portador de Fuego debe estar siempre a la ofensiva.
—Las manos de Aldrik estaban unidas en la parte baja de su espalda—.
Nuestras habilidades son las mejores para una persecución.
Los soldados asintieron en comprensión,
continuando su entrenamiento.
—Si son superiores mágicamente, pueden quemar a través de la piel de
piedra de un Destructor de Tierra o tomar el control de las llamas de otro
Portador de Fuego; si no, necesitarán ir a por los ojos como lo hacen los
Comunes. El hielo de un Manipulador de Agua tampoco es problema, a
menos que sean particularmente fuertes.
—¿Y qué hay de un Caminante del Viento? —llamó Vhalla. Todos se
detuvieron, notando su presencia junto al Comandante Jefe de la Legión
Negra y el príncipe más joven. Aldrik se giró con desesperados ojos
escrutadores. Vhalla tragó pesado y permitió que una sonrisa cómplice
agraciara sus labios.
—Ese no es a menudo un problema, Lady Yarl —respondió Aldrik
tentativamente, probándola—. No hay muchos Caminantes del Viento por
aquí.
—Suena como una buena manera de decir que no sabes, mi príncipe —
bromeó Vhalla con audacia.
Las miradas colectivas de los soldados regresaron a Aldrik, mirando
con inquietud nerviosa. Parecían estar conteniendo su respiración ante la
reacción por lo general temperamental del príncipe. Aldrik pasó por alto sus
miradas, su atención solo en la Caminante del Viento avanzando hacia él.
—Entonces, ¿quizás deberíamos averiguarlo? —Aldrik sonrió.
—Creo que debemos, para fines académicos —concordó Vhalla con
timidez.
En cuestión de segundos tuvieron un ring de personas a su alrededor, y
Jax sería su árbitro. Vhalla se enfrentaba a Aldrik por primera vez. Podía
sentir su magia crepitando fuera de él en olas cálidas; el pulso sutil a
medida que la comandaba, desplazaba, y perfeccionaba como un
espadachín con una piedra de afilar.
Ella apretó sus puños, y Jax dio inicio a la pelea. Vhalla se movió,
Aldrik se movió, y su magia iluminó el círculo pequeño. Las llamas
danzaron a lo largo de su viento, y Vhalla se movió y lo esquivó rápido,
vistiendo solo su cota de malla, más rápido que él en toda su armadura.
El príncipe dio un paso atrás, levantando un muro de llamas. Era un
movimiento audaz y potencialmente peligroso, si su fuego pudiera
lastimarla, si no fuera tan rápida como el mismísimo viento. Vhalla estiró
una mano, intentando hacerlo tropezar a medida que retrocedía. Aldrik
cambió de pie a pie, con gracia, manteniendo el equilibrio. Ella se rio, y él
le dio una sonrisa pequeña ante la vista de su alegría.
Eran una pareja en igualdad con los latidos de su corazón en el fondo
de la mente de ella. Su destreza en el combate fluyendo por las venas de
ella, junto con la habilidad que Vhalla había ganado durante meses en su
propio entrenamiento. Ambos ignoraron las miradas asombradas de los
otros soldados. Que la Caminante del Viento compitiera cabeza a cabeza
con uno de los hechiceros más grandes del mundo, que pudiera igualar a
Aldrik tan fácil como lo hacía, que el príncipe parecía encontrar diversión,
incluso alegría, y no frustración por ese hecho.
Ella estaba sin aliento y agotada. Vhalla no sabía cuánto tiempo habían
peleado, pero había alcanzado su límite hace varias ráfagas y, finalmente,
levantó una mano en rendición. Vhalla jadeó, agarrando su rodilla con su
otra palma, intentando recuperar su aliento y frenar el latido salvaje de su
corazón en sus oídos.
Nadie dijo absolutamente nada cuando Aldrik se acercó a ella.
—Lady Yarl. —Aldrik se cruzó de brazos.
Vhalla vio la diversión iluminando sus ojos. Y ella sonrió en respuesta.
—¿Mi príncipe?
—No sé si esa prueba fue del todo concluyente.
—¿Tal vez tengamos que hacerlo de nuevo? —razonó.
—Puedes intentarlo. —Aldrik permitió que su tono principesco
eclipsara su veta juguetona.
—Perdóneme. —Vhalla se enderezó. Con una sonrisa amplia plasmada
en sus labios. Escuchó lo que él quiso decir. Sabía cómo intentarlo—. Pero
puede que lo disfrute.
El príncipe heredero resopló, volviéndose hacia los soldados.
—Todos ustedes, practiquen. Espero que sean tan hábiles como Lady
Yarl para la próxima vez que vuelva. —Aldrik se giró hacia ella—. Estoy
hambriento.
—También yo —dijo ella y aceptó su invitación a medida que Aldrik
comenzaba a llevarla de regreso al campamento palacio junto a un Baldair
desconcertado.
—Ustedes dos se mueven bien juntos —dijo Baldair
con poca elocuencia.
—Deben tener sexo asombroso —comentó Jax riendo a la derecha de
Aldrik.
—¡Jax! —gruñó Baldair.
El rostro de Vhalla enrojeció aún más que la puesta del sol. Su
respiración aún estaba acelerada por la pelea. Sus dedos hormiguearon de
repente por tomar los de Aldrik.
—Vhalla. —El príncipe heredero llamó su atención con una tos torpe.
—¡Lady Vhalla! —llamó una voz, interrumpiéndolos.
Vhalla se giró y vio a Timanthia corriendo desde uno de los senderos
laterales de la ciudad de tiendas. Escuchó a Aldrik tomar una
inhalación brusca.
—Mi príncipe. —Tim patinó hasta detenerse, dándole una reverencia
torpe. Su atención se volvió de nuevo a Vhalla—. He estado intentando
encontrarte.
—¿Sí? —Vhalla pensó en la capa destrozada que la chica le regresó.
—Desde tu demostración, desde que vi… —Tim apartó algunos
mechones rebeldes de su cabello rubio oscuro lejos de sus ojos—. No sé lo
que pasó a tu capa. Estaba bien cuando la guardé, cuando volvimos a
Soricium.
—Ya veo. —Vhalla debatió si debía creerle a la chica.
—Pero, bueno, fue increíble lo que hiciste, moviendo la pared de
arqueros. —Tim rebuscó en sus bolsillos—. Mis amigos empezaron a
preguntarme por ti; querían saber más de tu magia, más de ti.
Tim sacó un trozo de tela oscura de su bolsillo. Pintada sobre ella a
mano áspera había cierta gruesa pasta blanca en un intento del símbolo de
una pluma que había estado en la capa original.
Vhalla lo miró fijamente con confusión.
—Mis amigos y yo empezamos a hacerlos. —Tim lo pasó que de mano
a mano.
Jax y Baldair se acercaron un paso más. Incluso Aldrik se inclinó para
conseguir echar un mejor vistazo.
—Sé que es no muy bueno, que es simplemente el material que utilizan
en las tiendas de campaña para hacerlas impermeables. No es pintura real.
—¿Por qué? —preguntó Vhalla, desconcertada—. ¿Por qué están
haciendo esto?
—Bueno —murmuró Tim—. Todos pensamos que trae suerte. Has
sobrevivido a tanto, al ataque en la Capital, la tormenta de arena, el
intento de asesinato, atravesar el Norte. Y no te ofendas, pero no hay razón
por la que una bibliotecaria deba haber sobrevivido a todo eso. —Tim se
tapó la boca en estado de shock—. No debí haber dicho eso.
—No, tienes razón. —Vhalla se rio.
—De todas formas, supongo que sentimos que hay algo bendito en los
vientos de la Caminante del Viento, y que esto nos protegerá en las batallas
por venir. —Tim se centró con incertidumbre en la tela
que tenía en las manos.
—No creo…
—Puedes usarlo —anunció Aldrik junto a Vhalla, interrumpiéndola.
La atención de Vhalla se clavó en el príncipe con sorpresa.
—¿En serio? —Tim dirigió sus ojos hasta los del príncipe.
—Fue mi diseño; debería poder darte el permiso —dijo Aldrik
llanamente, mirando a otro lado.
Vhalla lo miró sorprendida de que confesara tal cosa abiertamente.
—Entonces, supongo que está bien. —Vhalla sonrió, intentando
tranquilizar a la chica.
—¡Gracias! —Tim sonrió radiante. Echó un vistazo al príncipe,
como si de repente lo recordara—. Estoy segura de que tienen asuntos que
atender. No debería retenerlos.
La sonrisa de Vhalla se desvaneció de su rostro al momento en que
Tim desapareció.
—No los protegerá —susurró a nadie en particular.
—Tampoco sus oraciones a la Madre. ¿Les dirás que no recen?
Vhalla parpadeó hacia Aldrik; parecía una cosa extraña que un príncipe
dijera eso sobre la religión del Imperio.
—No, pero…
—Vhalla, los soldados necesitan esperanza, y no hay mucho de esa
para empezar —explicó Baldair—. Necesitan el coraje, la motivación, la
creencia en una fuerza mayor… cualquier fuerza mayor. Necesitan
símbolos y señales para esa esperanza.
Vhalla asintió, sus pensamientos un paso detrás de Jax y Baldair.
Sopesó las palabras. Baldair estaba viendo algo que ella no veía. Lo había
estado haciendo durante algún tiempo.
—Encuentro alegría al saber que otros recurren a ti en busca de coraje
e inspiración —añadió Aldrik solo para ella y captó sus ojos sorprendidos
—. Y lamento la forma en que actué anoche. Y por, bueno, ya sabes… —Su
elocuencia y persuasión le falló. Aldrik hizo una pausa, y Vhalla también se
quedó inmóvil—. Tenías… tienes razón. Y prometo, si aún me aceptas, que
trabajaré para dejar de recurrir a ello.
—Por supuesto que te acepto. —Era más fácil perdonarlo que estar
enojada con él. Se sentía correcto estar en paz con Aldrik. Pelear, sin
importar cuán justificado sea, era un estado anormal para ellos. Era como su
mano izquierda estando en conflicto con la derecha. Ambas eran
parte de ella—. Aunque espero que hablemos de ello. —Él se puso rígido
—. Eventualmente, cuando estés listo —agregó Vhalla con una sonrisa
suave.
De momento, no haría nada para seguir presionándolo; este era un
tema que se beneficiaría con pasos pequeños, tiempo y paciencia. Intentar
taclearlo de frente no era la situación más ideal.
Él le dio una mirada cálida y profundamente agradecida, y ella apenas
se contuvo de deslizar su mano en la suya, pero Vhalla se acercó al príncipe
más de lo que era apropiado. Su costado casi rozaba el de él con cada
paso. Aldrik no era tímido con sus sonrisas, y Vhalla sonreía de oreja a
oreja. Estaban tan abrumados por el alivio que no notaron las miradas
sorprendidas de los soldados durante todo el camino de regreso al
campamento palacio.
Pasaron otros dos días en relativa paz. Las mañanas las pasaron con
Baldair, Raylynn, Jax y Elecia. En la segunda mañana, Elecia llevó con
valentía a Fritz al campamento palacio, y la tenaz personalidad extrovertida
de él encajó fácilmente con la mezcla extraña de la nobleza.
Las tardes las pasó proyectada en Soricium, pero no había cambiado
mucho. Sus preparativos para un ataque avanzaban según lo planeado, y
Vhalla sabía que arremeterían en unas pocas semanas. El ejército estaba
casi perfeccionado para luchar.
Cuatro días después, Vhalla finalmente encontró a la Cabecilla en la
plataforma de observación de la mujer, como Vhalla lo había llamado.
—Se preparan para saquear Soricium —informó el hombre del Este.
Si tan solo Vhalla pudiera averiguar de dónde venía su información.
Se estaba volviendo casi demasiado fácil aceptar a un espía entre ellos.
—La Caminante del Viento es una informante. Podría estar aquí ahora
mismo. —Sintió una diversión oscura al saber que las palabras del hombre
eran ciertas—. Este es el poder maligno del que te advertí.
—No importa. —La Cabecilla pasó sus dedos por la madera tallada
detrás de ella—. Pronto estaremos lejos de su alcance.
—¿Cómo? No puedes huir del viento. —El hombre entrecerró los ojos,
intentando captar el engaño.
Vhalla no esperaba encontrarse de acuerdo con un Caballero de Jadar,
de todas las personas, pero ahí estaba.
—El clan principal vivirá. Tomaremos nuestro conocimiento, las
semillas del corazón de nuestros árboles y huiremos de Soricium. —La
chica y Za a ambos lados de la Cabecilla hicieron una mueca ante la idea.
—¿Crees que el ejército te dejará? —preguntó el hombre.
—No tendrán otra opción. El poder del Norte vendrá a abrumarlos, a
liberarnos, a llevarnos a un lugar donde podamos liderar y expulsar al
emperador del sol de nuestras tierras.
—Imposible —dijo el caballero burlonamente—. No hay forma de que
puedas coordinar tal asalto.
—Ustedes del Sur y sus mentes pequeñas. Debe doler estar tan
desconectado de las viejas costumbres. —La Cabecilla levantó una mano y
la movió detrás de ella, golpeando los diseños tallados en la madera.
Vhalla observó cómo el arco se iluminó con algún tipo de magia que
nunca había visto. Resplandeció levemente antes de desvanecerse. Nada
más cambió.
—¿Cuándo nos iremos? —El hombre pareció bastante impresionado
con la exhibición.
—¿Nos? —La mujer del norte enarcó las cejas—. Nunca dije “nos”. —
Za sacó una flecha de su carcaj.
—No, no, aún nos necesitas. —El hombre retrocedió nerviosamente.
—Nunca los necesitamos, y la utilidad que tuvieron ha seguido su
curso. —La Cabecilla acarició la madera detrás de ella, pulsos brillantes
brotando de sus dedos.
—Podemos ayudarte. Los Caballeros de Jadar son los aliados de… —
Una flecha voló dentro de la boca del hombre mientras hablaba,
atravesando y saliendo directamente de su cabeza. Cayó de rodillas,
arañando su cuello, buscando agarrar la flecha.
—No los necesitamos —corrigió la Cabecilla—. Siete puestas del sol
más y su ejército conocerá el poder de mi gente, y seremos libres para
luchar otro día.
Vhalla retrocedió hacia su cuerpo a medida que Za apuntaba una
segunda flecha.
—Llama a los comandantes, ahora. —Vhalla se incorporó—. Trae a tu
padre —agregó a regañadientes.
—¿Qué sucede? —Aldrik se levantó de su lugar en el escritorio donde
había estado trabajando, sin ninguna bebida.
—El tiempo es precioso ahora. —Estaba cansada por su proyección,
pero Vhalla temía cada vez más que el descanso sería un lujo escaso en los
próximos días. ¿Qué significaba esto para los planes del
Imperio? Vhalla se puso de pie—. Les explicaré a todos a la vez; será una
pérdida de tiempo y esfuerzo transmitir la información de uno en uno.
—¿Es tan urgente? —Sus palabras fueron pesadas.
Vhalla asintió con gravedad.
Esperó a la derecha de Aldrik, de pie en medio de la mesa mientras los
comandantes llenaban la sala. La mayoría lucían confundidos pero no
cuestionaron la voluntad del príncipe y escucharon a sus mensajeros. El
Emperador entró poco después, su habitual mirada amarga se apoderó de su
rostro cuando vio a Vhalla junto a Aldrik.
—¿Por qué convocaste a una reunión? —El Emperador se dirigió hacia
su hijo.
—Vhalla tiene algo que informar —respondió Aldrik.
—¿Y eso es? —El Emperador no pareció complacido
con la respuesta de Aldrik.
—Aún no tengo todos los detalles —confesó Aldrik.
El Emperador lo miró en blanco, y Vhalla comprendido lo lejos que
se habían estirado sus libertades con Aldrik. Había hecho que el príncipe
heredero convocara una reunión completamente en nombre de ella. Él había
doblegado a todos a su voluntad con su poder.
—Señorita Yarl… —empezó a decir el Emperador, interrumpido por la
entrada de Baldair y su Guardia Dorada.
—¿Qué significa esta reunión urgente? —preguntó Baldair a medida
que llegaba a la mesa, mirando a su hermano.
—Aldrik no parece saber —dijo fríamente el Emperador—. Espero que
sea importante, Yarl. Estamos demasiado ocupados para jugar a tus juegos.
—Sus ojos se volvieron hacia ella, y sintió su amenaza.
—No estoy jugando —dijo con firmeza. Ahora no era el momento de
echarse atrás, dudar o mostrar debilidad, se recordó. Anteriormente había
sido audaz ante el Emperador y podía volver a hacerlo—. Los del Norte
están planeando un ataque.
—¿Qué? —La palabra estalló en la mesa.
—Eso es absurdo —dijo burlonamente el Comandante Schnurr.
—Lo escuché con mis propios oídos. Siete puestas del sol más, dijo la
Cabecilla de Shaldan —informó Vhalla.
—Los líderes mienten a su gente todo el tiempo. —El Emperador agitó
una mano.
—¿En serio? —Vhalla no perdió la oportunidad para la indirecta sutil,
y el Emperador se sobresaltó enfadado. Antes de que pudiera recuperarse,
ella continuó—: La Cabecilla no estaba hablando con su gente. Estaba
hablando con el hombre del Oeste que ha estado trabajando junto a ella en
nombre de los Caballeros de Jadar.
Susurros y miradas inseguras se extendieron por la mesa. Los
comandantes aún no lo sabían. Ahora parecía inútil mantenerlo en
secreto. Además, el secretismo no les había servido de mucho.
—¡Mentiras! Mentiras y calumnias es todo lo que se puede esperar de
la Caminante del Viento. —El Comandante Schnurr golpeó la mesa con el
puño.
—Comandante Schnurr —dijo Aldrik casi ronroneando, dando medio
paso más cerca de Vhalla. Las yemas de sus dedos rozaron la parte baja de
su espalda—. Tendría mucho cuidado con sus próximas palabras.
—¿Había un Caballero de Jadar trabajando con ellos? —Erion frunció
el ceño desde el otro lado de la mesa.
Vhalla asintió solemnemente.
—Debo enviar un mensaje a mi padre a casa —murmuró Erion.
—¿Puedo decirle a mi tío que tenemos a los Le’Dan a nuestro lado
contra esta amenaza? —preguntó Aldrik a Erion.
—Los Le’Dan son amigos de la Caminante del Viento. —Erion asintió
al príncipe y luego a Vhalla.
Vhalla observó cómo el Comandante Schnurr se quedó inmóvil en la
esquina más alejada de la mesa.
—¿Cómo están coordinando tal ataque? —preguntó Raylynn.
—Con algún tipo de magia. —Vhalla sacudió la cabeza—. Nunca la
había visto. Es algo con los árboles.
—¿Estás segura? —preguntó otro comandante.
—Lo estoy. —Vhalla asintió.
—Pero si no conoces la magia…
—Les estoy diciendo todo lo que sé. —Vhalla colocó ambas palmas
sobre la mesa, inclinándose hacia adelante—. Ha habido comunicación. Se
avecina un ataque de una magnitud que la Cabecilla cree que abrumará a
nuestro ejército. Están acorralados y muriendo. Este es un acto de
desesperación. El clan principal planea usar el ataque como un medio para
escapar, para mantener vivo al Norte. —Vhalla tragó con fuerza, agradecida
y sorprendida de que sus brazos no hubieran empezado a temblar—. Así
que podemos debatir si podemos confiar en mi palabra, o podemos decidir
lo que debe hacerse.
Todos la miraron en un silencio atónito. Vhalla tragó pesado. El canoso
Comandante Zerian a su derecha se echó a reír. Todos se giraron lentamente
para mirarlo.
—Es un día lamentable cuando una niña bibliotecaria pone en su lugar
a las mentes militares más importantes. —Le sonrió, y vio un destello loco
en sus ojos—. Por otra parte, todos sabemos a estas alturas que no eres solo
una bibliotecaria. Continúa, Lady Yarl.
Vhalla vio la mirada de asombro que el Emperador le dirigió al
comandante ante su uso de un honorífico, y asintió con firmeza.
—Creo que deberíamos ir al palacio antes de que se acabe el
tiempo. Hemos estado entrenando, el ejército está listo, y yo estoy lista para
liderar. —Tragó con fuerza. ¿Acababa de decir eso?—. El espía del Oeste
ha transmitido nuestros planes de ataque, pero aún tenemos la
ventaja. Podemos poner a sus líderes entre la espada y la pared e incendiar
su bosque sagrado. —Vhalla quería sentirse horrorizada consigo
misma. Pero se había recordado que era lo que debe hacerse, se lo recordó
tantas veces que ahora lo creía.
»No sabemos lo que traerá su ataque, pero aplastará su moral si sus
fuerzas de apoyo ven que su bosque sagrado arde en llamas. —Algunos
comandantes asintieron afirmativamente mientras ella continuaba—:
Además, elevará la moral de nuestros soldados, y si debemos luchar,
saldremos victoriosos. Por lo tanto…
—Suficiente. —El Emperador casi gritó por encima de ella, y toda la
mesa saltó sorprendida.
Vhalla se apartó de la mesa. Frunció los labios y tragó con fuerza, sus
emociones oscilando entre el odio, la ira y el miedo.
—¿No lo he dejado perfectamente claro? No estás aquí para hablar de
estrategia. Estás aquí para traerme la victoria… por eso te dejo vivir.
Se compartieron algunas miradas de sorpresa ante las palabras del
Emperador. Aldrik se giró para mirar a su padre.
—No atacaremos prematuramente a Soricium —anunció el Emperador
antes de que nadie pudiera decir una palabra.
—Milord. —El Comandante Zerian fue el más valiente de todos.
Aldrik parecía demasiado sorprendido, todavía procesando la proclamación
de su padre—. Hemos estado entrenando durante semanas y esta es nuestra
mejor oportunidad.
—Aguantaremos el ataque y continuaremos el asedio hasta que yo diga
lo contrario —decidió el Emperador.
Vhalla lo miró con mudo horror. ¿Iba en contra de la lógica por el
simple hecho de despreciarla? Tembló con repugnancia. A este hombre no
le importaba nada su gente, el sufrimiento de los demás. Todo lo que le
importaba era la percepción de su poder.
—Estoy de acuerdo con Vhalla. —Aldrik finalmente se había
recuperado.
El Emperador centró su atención en su hijo mayor.
—También estoy de acuerdo con ella —añadió Daniel también en su
defensa.
Vhalla lo miró con apreciación horrorizada por su audacia.
—También estoy de acuerdo con Lady Yarl. —Erion se enderezó junto
a su compañero de la Guardia Dorada.
—¡No es una lady! —El Emperador pareció tener suficiente,
y el pecho de Vhalla se apretó ante el tono del hombre.
—Lo es en el Oeste —dijo Erion de manera uniforme—. ¿Está
diciendo que las tradiciones del Oeste no importan, milord? —Había una
implicación peligrosa en sus palabras.
—Nunca diría tal cosa. —El Emperador sacudió la cabeza, sin querer
ser sorprendido insultando a las personas de las que dependía para ganar la
guerra.
—Como dije, los Le’Dan están con la Caminante del Viento. Me siento
honrado de que sea una lady de mi hogar. —Erion prácticamente lo dijo
como un decreto.
Vhalla vio otros asentimientos, incluso de uno o dos de los hombres
del Sur. Esto pareció solo empeorar la disposición del Emperador al
respecto.
—Padre, creo que tus líderes han hablado. —La voz de Aldrik provino
de su lado. Sus ojos no estaban ni cerca de verla cuando desafió a su padre
con una mirada de obsidiana.
—¿Eso crees? —preguntó el Emperador lentamente.
—Lo hago.
El Emperador no la miró cuando habló a continuación; estaba
demasiado obsesionado con intentar socavar a su hijo.
—Aldrik, te estás excediendo —respiró el Emperador antes de
continuar más alto—. Señorita Yarl, gracias por tu informe. Puedes retirarte.
Ella parpadeó, congelada en su lugar. Después de todo, después de
todo lo que había hecho, ¿ahora la estaba echando?
—¿No entiendes una orden? —Finalmente se volvió hacia ella y se
puso en acción de golpe.
—Por supuesto que sí. —Se apartó de la mesa y se dirigió a
la habitación de Aldrik.
—Me gustaría que esta fuera una conversación privada, señorita Yarl
—añadió el Emperador.
Se detuvo un momento, algo en el aguijón de sus implicaciones envió
un escalofrío por su espalda.
—Jamás…
—Pareces tener la costumbre de escuchar las conversaciones privadas
de los líderes —interrumpió él.
—Pero eso fue… —Parpadeó. ¿Estaba volviendo sus propias órdenes
contra ella? ¿Era tan arrogante como para hacerlo ante todos?
—Preferiría no correr riesgos. Jax —dijo el Emperador mientras se
volvía hacia el hombre del Oeste—, ¿tienes lo que te he confiado?
—Señor, le advierto contra esto. —El disgusto puro alimentó la débil
objeción de Jax.
—¡Haz lo que te ordeno! —gritó el Emperador.
Jax se volvió impotente hacia Baldair, y luego hacia Aldrik. Ninguno
de los dos príncipes pareció ser capaz de decir otra cosa. Todos los ojos
permanecieron expectantes sobre el hombre de cabello largo.
El comandante arrastró los pies fuera de la habitación cuando el
Emperador se giró hacia ella. Vhalla nunca había visto la expresión que
tenía en ese momento. De todos sus encuentros con el Emperador, este era
el que más temía. Porque había una satisfacción morbosa y peligrosa que
comenzaba a curvar su boca, como la de una fiera que había encontrado una
presa herida.
Capítulo 14

—Señorita Yarl —preguntó el Emperador a medida que se alejaba de la


mesa—, ¿comprendes plenamente lo que eres? —Vhalla mantuvo la boca
cerrada y dejó que el Emperador continuara, todos los ojos en él—.
Permíteme educarte, y a mis comandantes también. Eres una herramienta,
eres un arma, eres alguien a quien necesito para tomar el Norte, y como eres
mi sirviente más leal, eres más que feliz de hacerlo por mí.
—Lo soy, señor —concordó ella en voz baja. Por primera vez en
mucho tiempo, la mirada sin emociones del Emperador realmente la puso
nerviosa.
—Por supuesto que sí, niña. —El Emperador se detuvo frente a ella,
mirándola por encima del puente de su nariz—. No te tengo aquí para
pensar. Qué tontería sería eso. No te hagas la idea de que tus poderes te
convierten en algo que no eres.
Vhalla se mordió el labio hasta el punto del dolor, conteniendo
cualquier protesta.
Jax volvió a entrar, sosteniendo una caja de madera cuadrada. Había un
pestillo en el frente que se había abierto. Vhalla consideró con
incertidumbre los escritos del Oeste.
—Milord. —Jax aferró la caja con los nudillos blancos—. Reconsidere
este curso de acción. No sabe lo que…
—¡Silencio! —espetó el Comandante Schnurr—. No eres nadie para
objetar al Emperador. —El comandante lanzó una mirada fea en dirección a
Jax.
—Sé bastante bien con qué fuerzas estoy lidiando. —El Emperador
abrió la caja con reverencia, admirando su contenido—. Parece que debo
recordarles a todos que solo yo comando tales fuerzas.
Los ojos de Vhalla se abrieron en pánico al ver el contenido de la
caja. Abrió la boca para hablar, para arrastrarse si era necesario. No
permitiría que la volvieran a poner allí, en una pequeña celda oscura. Su
mente no comprendía que estaba en el Norte, un mundo lejos de donde
había estado retenida durante su juicio después de la Noche de Fuego y
Viento.
—Le juro, milord, que no usaré mis poderes sin su permiso, nunca
contra el Imperio —prometió ella con voz vacilante.
—Oh, señorita Yarl, eras mucho más impresionante cuando no sonabas
tan asustada. —El Emperador habló con tanta suavidad que nadie más que
el comandante del Oeste lo escuchó.
El Emperador Solaris levantó el contenido de la caja: un par de
grilletes grandes, usados como bandas gruesas alrededor de las muñecas y
conectados por una bisagra. Incrustadas sobre el hierro había unas piedras
pulidas que Vhalla reconoció vagamente como cristales. Aldrik también los
miró finalmente.
—Padre, ¿qué son esos?
—¿De dónde sacó esos? —Erion frunció el ceño profundamente.
—Lord Ophain los trajo a petición mía. Algunos aún parecen recordar
seguir mis órdenes. Fueron hechos en el Oeste para mantener contenidas a
criaturas como ella. —El Emperador echó un vistazo al lord que habló fuera
de lugar.
—Lord Ophain no desearía esto. —Erion no se echó atrás.
—¡Eres demasiado atrevido, Lord Erion! Todo me corresponde a mí,
mi palabra es ley, y debo asegurarme de que la ley se obedezca sin dudarlo
—declaró el Emperador, colocando al furioso lord del Oeste en su lugar—.
Tus manos, señorita Yarl.
Iba a vomitar. Todo lo que Vhalla podía pensar era la sensación del
hierro cerrándose alrededor de sus muñecas una vez más. Iban a lastimarla
nuevamente, peor que antes. El Emperador iba a cumplir todas sus
promesas sobre el futuro oscuro que la esperaba.
—¡Tus manos! —Su paciencia se agotó.
Vhalla apretó las palmas de las manos en puños para evitar que
temblaran, tragándose el sabor de la bilis. Ella levantó las muñecas muy
despacio. Pero donde el hierro debía encontrarse con su piel, unos dedos
calientes se cerraron en su lugar.
Aldrik la apartó, apretando sus dedos y sus ojos iluminados. Ni
siquiera lo había oído moverse.
—No le pondrás esas cosas —dijo amenazadoramente. El príncipe
interpuso su cuerpo a medio camino entre Vhalla y su padre.
El Emperador pareció completamente desconcertado por la negativa
abierta de su hijo a su voluntad ante sus súbditos.
—Aldrik, te estás poniendo en ridículo.
—Esto está mal —insistió el príncipe. Empujó a Vhalla un paso más
cerca de él, ella apretó los puños, apoyándose contra su pecho—. Te ha
servido diligentemente y sin dudarlo. Me ha salvado la vida, más de una
vez, así como la vida de innumerables personas en tu ejército. Y
probablemente ha salvado hoy a tu campaña. ¿Y la encadenarías?
Vhalla absorbió las palabras que prácticamente destilaron
disgusto. Había una ira temible, apenas controlada, en los rasgos del
príncipe heredero. Su mandíbula estaba apretada y su boca presionada en
una línea delgada a medida que fulminaba a su padre con la mirada. Vhalla
podía sentir el poder irradiando de él, e incluso Jax dio un paso hacia atrás.
—Hijo mío, sé que estás intrigado por la magia de la chica. Pero esto
es lo mejor. —Los ojos del Emperador brillaron peligrosamente—. Regresa
a la mesa, así podemos pasar de esto y reanudar nuestra discusión.
Aldrik ignoró deliberadamente a su padre, y miró a Vhalla. Su voz se
suavizó audiblemente cuando habló:
—Ven, Vhalla. Como mi padre insiste tanto en la privacidad,
permíteme acompañarte a donde puedas descansar; estoy seguro de que
estás cansada por tus proyecciones anteriores.
Vhalla asintió, agradecida. No sabía si Aldrik en realidad creía en sus
palabras. O si la veía temblando como una hoja de otoño y sabía que
necesitaba estar en cualquier otro lugar para recuperarse.
—¡Aldrik! —El Emperador pronunció el nombre de su hijo como una
maldición.
—Sé que ya te han preguntado esto, pero ¿puedes darnos tu palabra de
que tu magia nunca será utilizada contra la voluntad del Imperio Solaris? —
Los pulgares de Aldrik rozaron sus muñecas suavemente.
—Tienes mi palabra, mi príncipe —respondió ella en voz baja, la
ternura en sus ojos y modales tranquilizándola.
—Comandantes, ¿su palabra es lo suficientemente buena para ustedes?
—Aldrik se dirigió a la mesa.
Nadie se movió. Vhalla no se sorprendió. Les estaba pidiendo que
desafiaran abiertamente al Emperador por su hijo. Ya no importaba la
elección correcta o incorrecta.
—Es lo suficientemente buena para mí. —Daniel fue el primero en
hablar. Sus ojos se encontraron con los de ella con determinación, y
Vhalla tragó con alivio. Incluso cuando estaba medio envuelta por Aldrik,
Daniel permaneció de su lado.
—Y para mí —secundó Jax. Tenía el ceño fruncido mirando los
grilletes que aún sostenía el Emperador.
—Lo diré, una vez más: los Le’Dan están con la Caminante del Viento
y el Señor del Oeste —proclamó Erion con orgullo.
—No veo ninguna razón por la que no debamos confiar en ella. —
Vhalla no esperaba había esperado el apoyo del Comandante Zerian.
—Siempre he sabido que Vhalla es una mujer de palabra. —También
dijo Baldair.
Los otros comandantes parecieron estar tranquilos de que el segundo
hijo estaba dando un asentimiento o una pequeña voz de aprobación
por la posición de Aldrik.
—Hemos superado la época en que tales cosas eran necesarias. —
Aldrik se volvió hacia su padre—. Guarda la reliquia de modo que pueda
regresar al rincón oscuro del museo de donde vino.
Hubo un silencio largo. El Emperador miró a Aldrik con los ojos
entrecerrados, miró la mesa y luego se concentró solo en
ella. Vhalla contuvo la respiración. Los dedos de Aldrik se sentían calientes
sobre su piel, y se consoló con el hecho de que él no la había soltado.
—Señorita Yarl —El Emperador se dirigió solo a ella—, esto ya no se
trata de lo que puedes o no puedes hacer. Ya no se trata de tu palabra sobre
lo que harás o no harás. Lo más imperativo es que respetes la voluntad de tu
Emperador, tu señor de verdad.
Las manos de Aldrik se cerraron con firmeza sobre sus muñecas
temblorosas. Odiaba la posición en la que estaba. Odiaba al Emperador con
cada fibra de su ser. Vhalla respiró profundo y, a pesar de todo, sabía lo que
tenía que hacer.
La atención del príncipe regresó a ella bruscamente cuando Vhalla tiró
de sus dedos. Su conmoción aflojó su agarre, y las muñecas de Vhalla
se alejaron. La imprudencia la hizo atrevida, y Vhalla entrelazó sus dedos
alrededor de los de él donde flotaban en el aire.
—Mi príncipe, gracias por tu confianza y fe en mí —susurró ella
suavemente. Los labios de Aldrik se separaron para objetar,
pero Vhalla sacudió la cabeza con firmeza—. Soy una súbdita leal y debo
seguir la voluntad de mi Emperador.
Sus manos soltaron las de él y Aldrik hizo un movimiento para
reclamarlas. Vhalla lo detuvo con una mirada de advertencia. Había tomado
su decisión.
Pero, contrariamente a sus palabras y a todas las palabras que diría
públicamente al respecto a partir de entonces, no era una elección hecha por
el deseo de seguir a su Emperador. Se inspiraba en los sentimientos
opuestos. Con el apoyo de los comandantes detrás de ella, se consolidaría
como la soldado obediente. Se convertiría a sabiendas en la sirvienta
humilde, abusada por su amo hambriento de poder.
O eso era lo que esperaba que sucediera cuando Vhalla extendió las
muñecas.
Finalmente, teniendo lo que quería, el Emperador colocó el frío metal
sobre su piel, cerrando las esposas enseguida. Tan pronto como se
engancharon, los cristales brillaron con un resplandor tenue, la conexión
formó un círculo completo. Vhalla jadeó y se tambaleó antes de doblarse y
caer de rodillas; era como si alguien le hubiera dado una patada en el
estómago. No, era como si alguien le hubiera tallado el pecho.
—¡Vhalla! —Aldrik ya estaba de rodillas a su lado.
—No la toques —advirtió Jax—. Su cuerpo ahora está bajo la
influencia de los cristales, mi príncipe; podría reaccionar mal con tu magia.
Ella luchó por respirar. Era como si las esposas le hubieran quitado la
capacidad de respirar o pensar. Todo su cuerpo se sentía extraño, y se
tambaleó por el vértigo.
—¿Estás bien? —Vhalla registró vagamente los pasos de Daniel.
—L-lo estoy. Es… —Jadeó, luchando por respirar. Era como si el aire
mismo se hubiera desvanecido. El mundo estaba demasiado quieto. Incluso
su propia voz sonaba distante y apagada—. Un shock.
—Creo que se llaman Canales, la forma en que un hechicero extrae su
poder. —El Emperador tenía un brillo curioso en sus ojos—. Estas esposas
fueron diseñadas por Caminantes del Viento en el antiguo Mhashan para ser
utilizadas en otros hechiceros para bloquear esos pasadizos.
En otros Caminantes del Viento, corrigió Vhalla mentalmente. Su
visión se nubló, mirando los grilletes. Estos habían sido hechos por
esclavos, para esclavos.
—Funcionan bloqueando la fuente de la magia de un hechicero y
evitan que se abra mientras llevan las esposas —explicó el Emperador a una
mesa totalmente horrorizada—. Dadas las habilidades de un Caminante del
Viento, puedo estar de acuerdo en que eliminar su hechicería es el mejor
curso de acción.
Vhalla no se había dado cuenta de lo acostumbrada que se había vuelto
a sentir la magia. Formaba parte de ella, y su ausencia la hacía sentir como
si se la hubieran arrancado como un miembro. Sin embargo, luchó por
ponerse de pie. Aldrik la agarró del codo, ayudándola. No tenía la fuerza
para advertirle que no la tocara.
—Padre, ha demostrado su lealtad. Quítaselos. —Baldair frunció el
ceño ante la expresión vacía de Vhalla.
—Señorita Yarl, puede retirarse. —El Emperador regresó a la mesa.
Vhalla se miró a los pies, intentando ignorar sus manos atadas frente a
ella. Intentó disponerse a moverse.
—¡Suficiente! ¡Ya he tenido suficiente de esto! —Aldrik agarró la caja
que Jax aún estaba sosteniendo, y se la arrancó de las manos. Cayó
ruidosamente cuando Aldrik la arrojó a un lado en busca de una llave
pequeña en su interior. El príncipe la agarró por las muñecas. Los cristales
estallaron, reaccionando al toque de Aldrik.
Aldrik apretó los dientes y colocó la llave en la bisagra sujetando los
grilletes. Los grilletes se abrieron y cayeron de sus muñecas con un golpe
metálico. Con la mandíbula tensa, Aldrik los recogió del suelo y los arrojó
de nuevo a la caja, cerrándola de golpe.
—Jax —gruñó Aldrik—. Lleva eso al bosque, y entiérralo en algún
lugar lejano y profundo. Y mantén su ubicación en secreto hasta tu tumba.
Jax le dio a Aldrik un asentimiento de aprobación, aprovechando el
caos y partiendo antes de que pudieran plantearse objeciones.
—¡Mi príncipe, esa es la herencia del Oeste! —El Comandante
Schnurr estaba horrorizado.
—Es una herencia de odio. —El príncipe fulminó al disidente con la
mirada—. Es una herencia de la que la gente del Oeste de verdad no se
enorgullece.
El Comandante Schnurr sacudió la cabeza con una mezcla de ira y
disgusto en su rostro. Abrió la boca para hablar, pero se lo pensó mejor
rápidamente, saliendo furioso por la puerta.
—Vhalla, ven. —Aldrik tomó su mano entre las suyas.
—Hijo, no vas a… —comenzó el Emperador, su compostura
finalmente comenzando a romperse bajo la insolencia pública, al no tener
su poder funcionando como estaba planeado.
—Padre, he encontrado tu comportamiento hacia Lady Yarl, nuestra
invitada, tu súbdita leal, la persona que has traído aquí para ayudar con tu
victoria, espantosa. La has probado una y otra vez, donde cada prueba que
pasa es más asombrosa que la anterior. —Aldrik señaló a su padre—. No
más. No dejaré que la vuelvas a lastimar, ni que exijas que se lastime a sí
misma, para divertirte o mitigar tu inseguridad. Entiendo que las presiones
de la guerra te han hecho perder tu buen juicio. Espero que te des cuenta
rápidamente de lo mismo, porque no tengo ningún interés en seguir
discutiendo hasta que se haya dado una muy merecida disculpa.
Todos observaban al príncipe en estado de shock, incluyendo a Vhalla.
Aldrik no se dio cuenta, rodeando sus hombros con un brazo y
conduciéndola rápidamente al pasillo trasero. Vhalla esperó escuchar al
Emperador pisoteando detrás de ellos, pero no se oyeron pasos. Todo
desapareció cuando Aldrik la condujo al único lugar donde habían hecho su
refugio, cerrando la puerta de golpe.
—No puedo creer que é-él … por la Madre —siseó Aldrik—.
Cristales, ¿trajo cristales hasta aquí? ¡Es un lunático! No puedo creer que
mi tío los trajera.
—Estoy segura de que Lord Ophain no tuvo otra opción —
señaló Vhalla, lo que esperaba que fuera cierto.
Aldrik continuó, ignorándola.
—¿Cómo se atreve a usar en ti las cadenas que solía usar el Oeste para
tratar a los Caminantes del Viento como ganado, para usarlos, para
matarlos? —Alrededor de sus manos, el fuego se convirtió en una
llamarada. Vhalla apretó su puño con ambas manos, las llamas lamiendo
alrededor de sus dedos.
—No quemes nada.
Su rabia por ella era tan reconfortante como temible. Pero sabía que
más ira no resolvería los problemas que necesitaban ser resueltos. Era una
ira como esta la que llevaba al príncipe a lugares oscuros. Necesitaba que él
lo viera; necesitaba que mantenerlo alejado de ahí. La rabia de Aldrik
se suavizó al momento en que sus ojos se encontraron con los de ella.
—¡Vhalla! Dioses, Vhalla. —Sus manos fueron a su rostro, el fuego
extinguiéndose—. ¿Cómo se atreve… cómo pudiste? No debiste haberlo
dejado hacerlo.
—Al hacerlo, creo que quedó peor —explicó ella.
Aldrik soltó una risa ronca.
—¿En serio pensaste de esa forma?
—¿Tuve razón? —Vhalla buscó su expresión atónita.
—Ciertamente la tuviste. —Aldrik llevó sus labios a su frente, y ella
cerró los ojos.
—No debiste haberlo hecho, Aldrik. —Vhalla pensó en sus manos
sobre ella mientras estaba bajo los efectos de los cristales, en la advertencia
de Jax. Pensó en su insolencia ante su padre.
—No. No me digas eso —exigió él con firmeza—. Eso fue totalmente
lo correcto. Estoy cansado de quedarme quieto mientras mi padre te trata
como lo hace. Al diablo con las apariencias.
Unos pasos retumbaron más fuertes al final del pasillo. Vhalla inhaló
bruscamente, y Aldrik la apretó contra él. Cada cosa horrible que podía
suceder pasó por su cabeza: soldados viniendo a alejarla de él, a encerrarla,
a volver a ponerla en esas cadenas horribles. Destrozaron la fuerza que
había reunido. La puerta tembló cuando la persona la golpeó.
—Hermano, vuelve aquí antes de que tengamos una guerra civil en
nuestras manos. —Baldair volvió a golpear la puerta con el puño.
Aldrik respiró profundo, su rostro enterrado en su cabello—. Sé que lo que
hizo padre estuvo mal. —Baldair bajó la voz—. Fue realmente asqueroso.
Pero ¿en serio estás sorprendido? Vhalla lo avergonzó frente a sus líderes.
Estaba perdiendo su poder y necesitaba demostrar que aún tenía el
control. Padre no es más que un hombre orgulloso…
Aldrik se apartó de su lado para abrir la puerta.
—Entonces, ¿debo permitir que sus acciones sean perdonadas por su
orgullo sensible? —Aldrik frunció el ceño.
—Los comandantes del Oeste están furiosos de que utilizara las
esposas. Piensan que dañará las relaciones comerciales del Oeste…
—¡Como deberían estar! —La ira de Aldrik había vuelto, y se estaba
descargando con su hermano—. Ella es una inspiración para el Este, un
rayo de esperanza, una era nueva, y él enviaría el mensaje de que trataría a
los Caminantes del Viento como fueron tratados hace más de un siglo, los
cazaría, los encadenaría, los mataría. ¡La llamó directamente una
herramienta! Ni siquiera es una persona para él, sino una cosa. No culpo a
los líderes del Oeste por no querer que nadie piense que el Oeste aún está
del lado de tal pensamiento arcaico… ¡mientras mi tío proporciona los
medios!
—Amenazan con volver a casa. —Baldair extendió las manos,
suplicando e ignorando la diatriba justa de su hermano—. Erion los dirige,
y no me escucha porque no soy “del Oeste”.
—Bien, entonces padre verá por qué debe respetar a las personas de las
que depende —espetó Aldrik.
—Aldrik —interrumpió Vhalla, llamando la atención de ambos
príncipes con solo su tono. Se acercó a su amante de cabello oscuro y
alcanzó la mejilla de Aldrik. Él suspiró bajo su toque suavemente—. Ve.
—Pero…
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Tienes que mostrarles que el
futuro Emperador es un hombre más grande, un hombre mejor que el
actual. Quiero que esta guerra termine; me tragaré cualquier ofensa en mi
contra por ese objetivo, y necesito que hagas lo mismo.
—Vhalla —susurró Aldrik suavemente.
—Ve, pon fin a esto —suplicó ella—. Dijiste que me llevarías a casa.
—Eres una mujer asombrosa. —Su mano se acercó a la de ella, y
Aldrik la miró con amor.
Vhalla le sonrió dulcemente.
—Entonces, ¿vienes? —Baldair permaneció en la puerta.
—Sí. —Aldrik asintió—. Y planeo hacer saber que mi cumplimiento
es el resultado de una mujer a la que mi padre prefiere encerrar como un
animal.
Baldair levantó las manos en señal de derrota
ante el estado de ánimo de Aldrik.
Su príncipe se inclinó hacia adelante y besó la frente de
Vhalla suavemente una vez más. Cerró los ojos y suspiró suavemente. Si
era honesta, quería que se quedara. La presencia de Aldrik la tranquilizaba,
la hacía sentir más segura. Como si cuando estaban juntos, nada pudiera
detenerlos. Pero hizo lo que ella le había pedido, lo que tenía que hacer.
Aldrik la soltó y se acercó a su hermano.
—Vhalla —dijo Aldrik con ternura, pero con firmeza—. Si alguien que
no sea yo abre la puerta o intenta forzar la entrada, lucharás contra ellos.
Puede que mi padre intente algo deshonesto mientras estoy lejos de ti.
Asintió con cansancio.
—Buena suerte, a los dos.
Al momento en que se cerró la puerta, los acontecimientos del día se
asentaron sobre ella de una vez, y Vhalla se apoyó contra la pared para
estabilizarse. Sus rodillas cedieron, y Vhalla se deslizó en una bola junto a
la puerta. Se aferró sus brazos con fuerza y trató de evitar los escalofríos, de
luchar contra el recuerdo de Rata, Lunar y Egmun.
Vhalla también se preguntó con horror qué sabía ahora el Emperador
sobre ella y los cristales. Las esposas estaban destinadas a funcionar en
cualquier hechicero regular, tal vez la mentira que Aldrik dijo que ella no
puede manejar las piedras mágicas seguiría aguantando. Si el Emperador
sabía que podía manejarlas, eso podría convertirla en algo más. Podría
convertirla en el medio del Emperador para liberar el poder legendario de
las Cavernas de Cristal. Le dolió la cabeza al intentar pensar en lo que ese
hombre horrible podría estar tramando, y Vhalla cerró los ojos con fuerza.
Debe haberse quedado dormida, porque lo siguiente que supo fue
que Aldrik la estaba sacudiendo gentilmente.
—Vhalla —susurró.
—¿Q-qué? —Parpadeó somnolienta.
—¿Por qué estás en el suelo? —Su voz estaba llena de cansancio.
—No lo… supongo que me quedé dormida. —Vhalla no quería
contarle sus miedos. Estaba segura de que él ya los sabía—. ¿Qué hora es?
—Tarde —respondió bostezando, ayudándola a ponerse de pie.
Fueron rápidos en despojarse a la ropa más básica. Vhalla saboreó el
nivel de comodidad que habían encontrado el uno con el otro. Tenía que
saborear las pocas cosas que aún podían aliviarla.
—¿Estuviste en reunión todo ese tiempo? —preguntó Vhalla.
—Sí, lo estuve… estuvimos.
—Compliqué las cosas —murmuró ella, sentándose pesadamente en el
borde de la cama.
—No, mi padre lo complicó por su cuenta. De hecho, fue refrescante y
divertido verlo intentar deshacer el desastre. —Aldrik avanzó hasta
detenerse frente a ella.
Vhalla miró a su príncipe. No vestía más que pantalones simples de
algodón, amarrados con un cordón en la cintura. Su cabello caía suelto,
lacio por la batalla de palabras y los juegos de poder del día. Le cubría el
rostro como una cortina y dibujaba sombras dramáticas en sus rasgos
angulosos. La pequeña llama que parpadeaba lealmente a su lado arrojaba
luz sobre cada cicatriz que tenía, contando historias de dificultades y
pruebas. Vhalla tragó, su garganta seca de repente. Había algo en sus ojos
que era totalmente diferente.
—Esta noche, este año que ha pasado, especialmente desde las
Encrucijadas, te he visto crecer. Te he visto encontrar la fuerza que nadie
pensó que tenías, manejar los asuntos de estado hábilmente, navegar por la
nobleza, esforzarte más allá de todas las expectativas —comenzó Aldrik.
—Solo estaba intentando ayudar. —Las palabras salieron de ella
apresuradamente. Había algo en sus gestos que la regocijaba. Eso la alegró
tanto como la preocupó. Su cuerpo reconoció lo que vio en sus ojos desde la
primera palabra que habló, pero su mente rechazó el conocimiento. Estaba
aterrorizada en partes iguales ante la idea de que él dijera todo, y nada en
absoluto.
—¿Lo disfrutas?
—¿Lo disfruto? —repitió ella.
No era ningún comentario repetitivo. Aldrik permaneció fijo en su
respuesta.
—Supongo —susurró Vhalla—. Nunca me he visto obligada a
sintetizar un conocimiento como este, a usarlo de verdad. Es cada pieza de
teoría o historia aplicada. Es más de lo que he hecho cada día, e incluso si
me aterroriza, a menudo me emociona.
—Hay un puesto que necesito cubrir. Esta posición requiere esas cosas
todos los días. Alguien debe asumir la responsabilidad antes de que pueda
ser Emperador. —La garganta de Aldrik se balanceó cuando tragó duro—.
Requiere alguien brillante, alguien fuerte, y alguien amable. Alguien que
pueda templarme y recordarme mi propia humanidad incluso en la hora más
oscura.
—Eso suena como mucho —susurró Vhalla inelocuentemente. El
momento estaba a punto de alcanzar la cúspide y con ella todo su mundo se
haría añicos.
—Lo es, y lo será. —Aldrik apretó y aflojó los dedos—. Pero no está
exento de recompensas. La palabra de esta persona sería de confianza,
respetada, admirada. Puede moldear el futuro de este Imperio para bien,
para la paz. —Se centró en el suelo un momento, un rubor leve cubriendo
sus mejillas—. Podría hacer de su oficina mi jardín de rosas, para siempre,
si ella así lo desea.
Él sabía exactamente qué decir.
—¿Cómo se postula una para ese puesto? —susurró Vhalla.
—No es algo para lo que alguien se pueda postular. —Los ojos de
Aldrik volvieron a ella, y el pecho de Vhalla se hinchó—. Se te debe
preguntar.
—¿Por quién?
—Por mí. —Aldrik se arrodilló ante ella.
Vhalla luchó por hablar. Luchó por respirar. Se le habían entumecido
los dedos de los pies por la conmoción; el mundo pareció colgar de cada
palabra del príncipe.
—¿Quieres que lo pregunte? —preguntó él, tomando sus manos entre
las suyas.
—No entiendo. —Su oración fue tan débil que apenas la escuchó. Los
latidos de su corazón sonaban más fuertes.
—¿Lady Vhalla Yarl, te gustaría algún día ser la Emperatriz
Vhalla Solaris?
Capítulo 15

—¿Qué? —Todo se había congelado en una singularidad de


imposibilidad, el mundo enfocándose en el príncipe heredero, su torso
desnudo y postrado sobre una rosilla ante ella.
Aldrik examinó su rostro con tanta esperanza y miedo que su pecho
amenazó con explotar. No dijo nada más. Sabía que ella había escuchado su
propuesta.
Le propuso matrimonio.
A ella.
Los segundos se alargaron… y Vhalla comprendió que no había
ninguna broma. No había ninguna salvedad. Solo había un príncipe
esperando frente a ella que parecía entrar en pánico cuanto más
tiempo permanecía sentada en estado de shock.
—Yo no, no puedes… elegirme. —Vhalla sacudió la cabeza.
—Sí puedo. Ya lo hice. —Aldrik apretó su agarre en sus manos, un
borde aterrador abrumando sus palabras—. Vhalla, no te obligaré a hacer
nada que no quieras. Si tú… —Su voz se quebró, y se detuvo—…si
aceptas. No nos casaríamos hasta que fueras nombrada Lady de la Corte,
nuestro compromiso permanecería en secreto hasta entonces, aunque te
prometo que lo cumpliré. Pero, debo saber, debo saber si ese es un camino
que caminarías conmigo, con las manos unidas.
Cada pensamiento que había competido por llamar la atención en su
mente: un compromiso secreto, una vida con Aldrik, gobernando un reino
que ella nunca fue hecha para gobernar, su jardín de rosas, siendo
emperatriz. Aún tenían mucho por descubrir. Gran parte de sus vidas estaba
por verse. Vhalla quería apartar sus manos de él y exigir que su mundo
fuera más seguro antes de que pudiera siquiera contemplar una idea tan
extravagante.
Pero solo se quedó quieta. ¿Y si no tenían tiempo? ¿Y si ella moría
mañana? Y si, y si, y si. Esas palabras dieron vueltas en su mente e
intentaron oscurecer lo único que quería. La única cosa por la que había
estado luchando desde el primer momento en que supo lo que era. Lo único
que estaba esperando justo delante de ella.
—Sí.
Después habría tiempo para asegurarse que era la decisión correcta,
tiempo antes de que le hiciera votos ante los dioses y los hombres. Si no
había tiempo, entonces se entregaría a la fantasía hasta su último aliento.
Aldrik parpadeó, su mandíbula relajándose y sus labios abriéndose.
—No será fácil —dijo él con un suspiro.
—Ya me dijiste eso —le recordó ella.
—Tendrás que aprender a ser una lady a los ojos de la Corte.
—Lo sé. —Vhalla se preguntó si de repente se arrepentía de su
decisión—. Quiero estar contigo, Aldrik. Eres mi Vínculo, mi destino está
ligado al tuyo. Eres el primer hombre al que he amado de verdad, y quiero
quedarme contigo para siempre, si me aceptas.
—Milady —susurró él con asombro—. ¡Milady!
Aldrik la levantó de la cama, poniéndose de pie. Sus manos se
movieron de las de ella para apretar su cintura, y el cuerpo de Vhalla
se arqueó para presionarse contra el suyo. Aldrik capturó su boca con
firmeza en un beso que no dejó lugar para más preguntas.
—Tengo algo para ti. —Él se apartó, sin aliento.
—¿Qué? —Vhalla parpadeó sorprendida.
Aldrik se movió como un hombre pasando hambre durante años.
—Debería estar fundido en oro, más acorde con una futura Emperatriz.
Pero la plata parecía extrañamente apropiada, y tengo más experiencia con
el metal para esto. —Aldrik rebuscó en un cofre, sacando una bolsa, que
contenía una caja, que contenía una bolsa de seda más pequeña. El príncipe
regresó, presentándole el paquete blanco—. Me han dicho que los hombres
del Este dan una ofrenda a su novia como una promesa de prosperidad
futura.
Vhalla tomó la bolsa con cautela, sus dedos temblando. Esto estaba
sucediendo, se recordó a medida que la abría. Acababa de decir que se
casaría con el príncipe heredero. Eso supuso un número imposible de cosas
que tendrían que seguir su camino. Pero, si todo eso sucedía…
La ofrenda que había decidido regalarle debe estar encantada, ya que le
robó todo el aliento y la atención.
El reloj de bolsillo era más pequeño que el suyo, pero también estaba
fundido en plata. Atado con una cadena fina, había un gancho que podía
abrocharse alrededor de la parte superior del reloj para usarlo como collar o
de la manera tradicional. Su parte posterior estaba pulida hasta un acabado
de espejo. En relieve al frente, estaba el sol abrasador del Imperio, cortado a
la mitad por un ala: la misma ala que había estado en la parte posterior de
las capas de la Caminante del Viento.
—Deseabas tiempo —explicó Aldrik—. Escuché cada una de las
palabras cuando suplicaste que se detuviera, que las mañanas no llegaran.
Quiero que sepas que compartí todos tus sentimientos. Quería darte la
promesa de mis minutos, mis horas, mis días. —Sus dedos largos se
enroscaron alrededor de los de ella, alrededor del reloj—. Mi futuro es tuyo,
Vhalla Yarl.
—Tienes un plan. —Podía verlo en la forma en que se movía.
Aldrik estaba sonriendo de oreja a oreja cuando le quitó el reloj de las
manos, desabrochándolo con reverencia y lo abrochó alrededor del cuello
de ella. Sus dedos se demoraron en la plata, justo encima de sus pechos
donde cayó.
—Así es.
Vhalla se encontró rápidamente perdida en el perfecto negro de sus
ojos.
—Pero es un plan que dependía de tu respuesta.
Ella levantó una mano, sintiendo el peso del collar mientras él apartaba
los dedos.
—¿Cómo?
—Primero, debemos ganar la guerra y ganarnos tu libertad… pero
ambos ya sabíamos eso. —La agitación de la mente del príncipe se reflejó
en su rostro de repente—. Pero en el proceso, te convertiremos en Lady de
la Corte, lo cual debe suceder para que nuestro futuro juntos no sea
cuestionado. Con cada día que pasa, al verte entre los comandantes, he
tenido más confianza en que eso sucederá con facilidad.
Vhalla se hundió de nuevo en la cama en estado de shock.
—Los comandantes están enamorados de ti. Admiran tu fuerza y
“naturaleza noble”, tu gracia, tu aplomo, tu inteligencia asombrosa y
elocuencia y, después de esta noche, tu lealtad inspiradora. —Aldrik
se sentó junto a ella—. Mi padre se excusó durante la cena, probablemente
para ocultar su rostro, y al momento en que se sintieron libres de su
presencia, solo hablaron de ti.
—Pero no pueden hacerme una lady. —Las manos de Vhalla seguían
pasando sobre el reloj de un lado a otro, memorizando cada curva.
—No, solo mi padre puede hacerlo —coincidió Aldrik.
Su corazón se hundió.
—Entonces es inútil.
—Mi amor, ¿pensaste que te pediría que te casaras conmigo si lo
creyera inútil? —Aldrik sonrió—. Piensa. Sus comandantes le pedirán que
te unas a la Corte. Su pueblo gritará tu nombre como heroína de esta guerra.
Tanto Este como Oeste te miran a ti.
—Eso aun así no lo obligará. —Vhalla estaba segura de la profundidad
del odio del Emperador por ella.
—Y es por eso que mi plan dependía de conocer tu voluntad de ser mi
esposa antes de ponerlo en acción. —Aldrik tomó las manos de ella entre
las suyas, conectándola una vez más con su toque—. Te lo dije, mi padre
quiere cederme el trono cuando tenga treinta años, si he cumplido con mis
obligaciones. Esas obligaciones incluyen tomar una esposa y producir un
heredero.
Ella asintió, pero no estaba segura si en realidad entendía. Su mundo
estaba al revés, y Vhalla solo tenía que aferrarse a las de él manos hasta
saber en qué dirección saldría el sol.
—Una vez que haya terminado la guerra, le diré que te he dado mi
corazón y mi palabra como hombre. Solo tendrá dos opciones: elevarte al
título de lady y dejarme casarme contigo; o perder la sucesión perfecta por
la que ha estado luchando. Si no me concede esto, me negaré a ver a todas
las demás mujeres. Honraré mi promesa en silencio, para siempre. Esperaré
hasta que él muera por causas naturales y luego llegaré al trono y te elevaré
yo mismo.
Vhalla lo repasó en su mente. Era estúpido. Era una locura. Y lo besó
por eso.
—¿Estás feliz? —Se alejó sin aliento.
—¿Cómo puedes preguntar eso? —Vhalla se rio suavemente—.
Aldrik, no eres nada de lo que esperaba, y todo lo que nunca supe que
necesitaba.
Lo besó como si él en realidad le hubiera dado todo el tiempo del
mundo, como si el amanecer nunca llegaría. Se permitió fundirse en su
calor y simplemente creer, ignorar el dolor y vivir en la fantasía. Aldrik
la empujó hacia atrás y se derrumbaron, enredados en la cama.
Eventualmente, sus pechos agitados ralentizaron y los dos amantes se
aquietaron. Vhalla se quedó dormida con los brazos de Aldrik alrededor de
ella. Los eventos del día comenzaron a desdibujarse a medida que Vhalla se
adentraba en la tierra de los sueños.

Vhalla reconoció instantáneamente los recuerdos de Aldrik. Quizás era


por su aclimatación al paisaje onírico, o cómo Aldrik y ella se adentraron
aún más en su Vínculo, pero no tuvo problemas para identificar el recuerdo
y separarse de Aldrik desde el principio.
Sus ojos se enfocaron en el niño de cabello oscuro paseando por la
torre. Su cuerpo era larguirucho y torpe; era como si sus brazos y piernas
hubieran crecido de la noche a la mañana y el resto de él aún no se hubiera
puesto al día. Llevaba una chaqueta blanca, abierta sobre una camisa de
color dorado claro, con pantalones rojos. Vhalla admiró el color en él, rojo
del Oeste, dorado y blanco del Imperio. Su cabello estaba suelto y le
rozaba por los hombros, liso y negro.
Caminando con Aldrik había un hombre del Sur con el cabello cortado
en capas alrededor de las orejas. Se frotó el mentón con una barba al estilo
perilla en ella.
El niño le echó un vistazo con una risa.
—Parece pelusa. —La voz de Aldrik era más aguda de lo que estaba
acostumbrada, quebrándose de vez en cuando con una resonancia más
profunda.
—Solo han pasado cuatro días —dijo el hombre riendo.
—Aún se ve ridículo. —Aldrik colocó las manos cruzadas detrás de la
cabeza mientras caminaban. Era extraño verlo caminar tan relajadamente.
—Lo que digas, mi príncipe. —El hombre metió las manos en los
bolsillos de un pantalón azul oscuro.
—Aldrik está bien, Victor. —Suspiró—. ¿Cuántas veces tengo que
decirte eso?
Victor, pensó Vhalla. ¿Este era el joven Ministro de Hechicería?
—Mi príncipe, eres casi un hombre; tienes que tomarte tu puesto en
serio —lo regañó a la ligera.
—Me lo tomo en serio —protestó Aldrik indignado.
—¿Oh? ¿Es por eso que te he visto escapar de tus lecciones en
múltiples ocasiones, con una tal señorita Neiress? —Victor le sonrió a su
compañero.
—Larel es diferente. —Aldrik cruzó los brazos sobre el pecho.
Vhalla pensó que el color de sus mejillas era adorable. Se asentó
dulcemente sobre el dolor que le infundió la mención de Larel.
—¿Lo es? —preguntó Victor.
—Sabes que lo es. —Las manos de Aldrik cayeron a sus costados.
—Está bien, está bien, mi príncipe. Pero no sería tu mentor si no te
asesorara de vez en cuando. —Victor mantuvo la mirada al frente,
esperando, y Vhalla vio llegar el momento que esperaba.
—Nunca ha sido así entre nosotros. —Aldrik inspeccionó un botón de
su abrigo.
—¿En serio? —Victor consideró al joven príncipe con curiosidad.
—Yo… nosotros pensamos… —El joven príncipe hizo una pausa
incómodo—. Pero no lo es. Solo somos amigos.
Victor le dio una sonrisa cómplice, pero no dijo nada. Pareció tan
encantado como Vhalla por la naturaleza incómoda de explorar el amor
joven.
Por cómo Aldrik habló de su relación con Larel, Vhalla colocó este
recuerdo antes del comentario de la oveja negra de Baldair,
antes del primer asesinato de Aldrik, pero en algún momento después de
que Larel y él se besaron en la línea de tiempo de la vida de Aldrik. Asimiló
al joven Aldrik tristemente. Vhalla se preguntó cuántos momentos felices
hubo después de este momento. ¿Cuánto de su vida había pasado en la
oscuridad y la soledad? Se preguntó qué tan lejos estaba el hombre que
conocía hoy del niño que veía aquí, de un hombre normal.
Los dos finalmente se detuvieron ante una puerta
que Vhalla reconoció, la puerta a las recámaras del Ministro de
Hechicería. Aldrik levantó una mano y llamó. Vhalla pensó en la historia
que le habían mostrado a través de Aldrik. Si él era un niño, más o menos
de esta edad, si Victor aún era un hombre joven… un escalofrío
horrorizado se apoderó de ella.
La puerta se abrió y Egmun se paró ante los dos.
—Mi príncipe. —Egmun hizo una reverencia pequeña.
—Ministro —respondió Aldrik. Luego, para el mayor horror de Vhalla,
el niño le sonrió al hombre al que odiaba más que a nadie en el mundo, y
ese hombre le devolvió la sonrisa—. ¿Cómo estás? —preguntó Aldrik con
indiferencia, entrando en la habitación.
—Tengo poco de qué quejarme. —Egmun cerró la puerta detrás de los
dos y Vhalla se dio cuenta que de alguna manera estaba parada en la
oficina junto a Aldrik—. Especialmente cuando estoy en presencia del
hechicero más poderoso del reino.
—Me halagas, Egmun —dijo Aldrik con un gesto de su mano, sentado
en una de las sillas. Aunque la sonrisa pequeña en la esquina de sus labios
decía que no le molestaban mucho los halagos.
—¿Cómo te has sentido desde nuestra última sesión? —Egmun
se sentó detrás del escritorio, presionando juntas las yemas de sus dedos.
—A estas alturas deberías saber que cosas tan triviales como esas no
pueden hacerme daño. —Aldrik sonrió, y Vhalla vio la confianza infantil
por lo que era.
—Por supuesto. —El Ministro se rio entre dientes, volviéndose hacia
Victor—. ¿Y tú?
—Estoy bien —respondió Victor con rigidez.
—Mentiroso. —Aldrik bostezó .
Victor le lanzó una mirada furiosa.
—Victor, debes ser honesto conmigo. —Egmun miró expectante al
joven.
—Mi Canal se sintió un poco extraño el otro día. —Victor echó un
vistazo enojado a Aldrik, quien se encogió de hombros.
—Lo observaremos, pero es posible que necesites parar —
señaló Egmun.
¿Parar con qué?, quiso Vhalla preguntar.
—Puedo continuar —dijo Victor con certeza.
—Ya veremos. —El tono de Egmun tuvo un carácter definitivo—.
Entonces, mi príncipe, hoy solo serás tú.
Egmun se puso de pie, y Vhalla pudo sentir un temblor nervioso en el
niño. ¿Por qué Aldrik estaba nervioso? De repente la puso nerviosa
cuando Egmun fue a un armario trasero. Recordó una noche, que no podía
haber estado muy lejos de esta, en algún lugar oscuro
donde Egmun forzaría derramar sangre sobre el alma joven de Aldrik.
Cuando el ministro regresó, sus manos cargaban una caja. Vhalla la
inspeccionó. Vio escritura del Oeste en su cerradura, pero nada más era
particularmente especial. Había algo en ella lo suficientemente familiar
como para hacerle cosquillas en la memoria; la había visto en alguna parte
antes. Alguien la había abierto para ella. Vhalla intentó ver mejor cuando
Egmun la colocó sobre el escritorio. Sintió que Aldrik inhaló bruscamente,
y se quedó inmóvil de aprehensión. Egmun se dispuso abrir la caja.

Vhalla despertó sobresaltada por el sonido de tazones y platos


tintineando entre sí. Se giró en la cama, sorprendida de descubrir que Aldrik
no estaba con ella. Estaba de pie junto a la fuente del sonido. Una bandeja
de aspecto gastado con algunos platos encima.
—Buenos días. —Él sonrió—. ¿Cómo está mi lady este día?
Vhalla se grabó el rostro hermoso de su príncipe en su memoria. El
sueño ya se estaba volviendo borroso con la luz del día.
—Tuve un sueño.
Aldrik hizo una pausa, evaluándola para confirmar que quiso decir lo
que él pensó que dijo.
—Un recuerdo —aclaró Vhalla con delicadeza.
—¿Qué era? —Podía verlo intentando mantener el nivel de voz, el
pánico lejos de sus ojos y corazón.
—Nada importante. —Vhalla sacudió la cabeza, desesperada por no
proyectar una sombra sobre ellos tan temprano en el día, especialmente
después de una noche tan feliz.
—Victor y tú en la Torre, trabajando con Egmun en algo.
—¿En qué estábamos trabajando? —Las palabras de Aldrik no
delataron ninguna emoción.
—No lo sé. —Vhalla vio el conflicto escrito claramente en su rostro—.
No parecía tan importante. —Sonrió alentadoramente—. ¿Eso es comida?
La pregunta lo sacó de su trance.
—Ah, sí. Pensé que un desayuno en la cama sería bueno. —
Aldrik parecía igualmente ansioso por cambiar de tema.
—¿Nadie cuestionará que me traigas comida a la cama? —bromeó
Vhalla, moviéndose hacia un lado mientras él colocaba cuidadosamente
algunos de los tazones y platos en el colchón gastado.
—Déjalos cuestionar. —Aldrik puso los ojos en blanco—. Si tienen
tanto tiempo libre para preocuparse por lo que estoy comiendo y con quién,
entonces están ignorando algo importante —proclamó con arrogancia.
Vhalla se rio ligeramente, feliz de que el estado de ánimo no se hubiera
perdido y el sueño pudiera hacerse a un lado.
—Esta es la primera vez que he desayunado en la cama. —Había
escuchado a los nobles involucrarse en tales cosas, pero la gente del estatus
de ella tenía que despertarse y comenzar el día. Tampoco tenían gente que
les cocinara.
—¿Lo es? —murmuró Aldrik, masticando un trozo de carne.
—Lo es. —Ella asintió, alcanzando un cuenco de arroz. Vhalla captó
con entusiasmo la breve vacilación en torno a sus palabras—. ¿Qué hay de
ti?
El príncipe se detuvo un momento, mirándola. Vhalla se quedó inmóvil
cuando extendió la mano, acariciando el reloj de plata contra su pecho.
—Lo he hecho. Una vez antes —respondió pensativo.
—¿Oh? —Fue un ruido más que una pregunta directa de modo que
tuvo la oportunidad de ignorarlo.
—Su nombre era Inad. —Vhalla parpadeó al oír el nombre de una
mujer en los labios de Aldrik. No por celos, sino porque casi nunca había
mencionado a las personas con las que estuvo anteriormente. Le había
dicho que se había acostado con tres mujeres antes que ella, y Aldrik no era
del tipo de encuentros casuales entre las sábanas, de modo que Vhalla
sospechaba que cada una de ellas había sido alguien para su príncipe—. Fue
la mañana siguiente a mi primera vez. Ella me trajo el desayuno y fue
especial. —Su mano cayó de su pecho.
Vhalla sujetó sus dedos antes de que golpearan la cama.
—¿Qué le sucedió? —preguntó Vhalla. Difícilmente parecía que
abrigara algún tipo de ira hacia la mujer.
—Mi padre se enteró de nosotros. —Aldrik suspiró—. Se suponía que
iba a encontrarme con ella un día en la biblioteca.
—¿La biblioteca? —Vhalla parpadeó.
—Yo aún no tenía veinte. —Finalmente la miró—. Ni siquiera creo que
estuvieras aún allí.
Vhalla asintió. A veces, su diferencia de edad se sentía como nada,
otras veces se sentía como si hubiera vivido una vida extra antes de que su
existencia le importara a alguien. Pero su existencia no había sido nada
notable hasta su magia… hasta él.
—Pero es bastante irónico. —Él se rio entre dientes—. Parece que en
esa biblioteca siempre encuentro cosas más importantes que los libros. —
Los ojos de Aldrik se encontraron con los de ella, y el pecho de Vhalla
se hinchó hasta el borde con la adoración que derramó sobre ella—. En
cualquier caso… —Aldrik miró al mundo a través de las tablillas de las
contraventanas—. Mi padre se enteró, y estuvo menos que satisfecho. Ella
era un miembro inferior de la Corte, en realidad marginal, y su familia
había estado involucrada en algún escándalo. No la consideró adecuada
para mí.
—¿Qué le hizo? —preguntó Vhalla.
—Envió a su familia de regreso al Oeste —respondió Aldrik—. Al
menos eso es lo que me dijeron. Nunca volví a verla ni a saber de ella.
—Eso es horrible. —Vhalla frunció el ceño. ¿Acaso su padre no podía
darle a Aldrik un respiro?
—Ciertamente me dejó un sabor amargo en la boca con respecto a las
mujeres de la Corte y la influencia de mi padre en mi vida romántica. —
Aldrik asintió pensativo—. Me di cuenta de que yo era solo un medio para
que la mayoría de ellas se conviertan en Emperatriz. Cuando me veían,
veían los títulos, el poder y el oro que provenía de ser la Emperatriz Solaris.
Ese era el tipo de mujeres con las que mi padre me quería. Aquellas que
trajeran sus propios títulos y aspiraciones. Eran las parejas más
“inteligentes” porque podían darme algo a cambio de lo que les diera. —Se
echó hacia atrás—. Inad era diferente porque nunca estuvo en ese grupo; ser
Emperatriz nunca se le pasó por la cabeza cuando estaba cerca de mí.
La emoción en sus ojos la inmovilizó. Estaba esperando a que ella lo
comprenda. Una sonrisa pequeña cruzó los labios de Aldrik. Vhalla sacudió
la cabeza y se rio suavemente.
—¿Me viste así desde el principio? —preguntó ella.
—No —confesó Aldrik—. Te lo dije en la capilla hace todos estos
meses. Al inicio, solo fuiste una fascinación, una diversión y quizás algo
práctico cuando supe de tus poderes. Te convertiste en algo más que eso
cuando me di cuenta de que de alguna manera estuviste dispuesta a tolerar
el imbécil supremo que soy.
—No eres un imbécil supremo. —Vhalla puso los ojos en blanco, y
se metió una cantidad de comida poco femenina en la boca.
—Ciertamente puedo serlo —insistió Aldrik.
—Bueno, no creo que te des el crédito suficiente. —Vhalla regresó por
más comida, y se sorprendió al descubrir que se había terminado todo el
plato. Se dio cuenta de que era más fácil comer cerca de él. Sus hábitos
irregulares en lo que respecta a la comida se desvanecían cuando se sentía
tan a gusto.
Poco tiempo después, ambos se levantaron y limpiaron su desorden.
Vhalla se arrastró hasta el baño para atender las abluciones matutinas
mientras Aldrik despejaba la bandeja. Cuando regresó, Aldrik había
asumido su lugar en su mesa.
—Hoy te proyectarás otra vez —informó—. Para ver si podemos
conseguir más información sobre lo que se avecina.
—Creo que la gente sospecha que me has encerrado en tu habitación y
nunca me dejarás salir por más de unas pocas horas. —Vhalla se hundió
nuevamente en la cama con una carcajada.
—Soy un hombre más saludable contigo. Difícilmente pueden
culparme. —Aldrik le devolvió la mirada traviesa antes de volver a su
trabajo.
Vhalla agarró el reloj en su cuello, mirando las manecillas del
interior. Era cálido al tacto, y los eslabones familiares de la cadena
confirmaron su teoría anterior cuando vio por primera vez el reloj de él. Su
príncipe también podía hacer artefactos intrincados.
—Oh, ¿qué decidieron los comandantes? —preguntó Vhalla,
cambiando su atención de admirar su perfil a algo productivo.
Aldrik suspiró pesadamente.
—Mi padre insistió en que no quería apresurarse a Soricium y
arrasarlo. Nadie parecía dispuesto a arriesgarse más a su desagrado.
—No puedo decir que los culpo —murmuró Vhalla, renunciando a
cualquier expectativa de que el Emperador siguiera su sugerencia. Aunque
de una forma u otra, terminaría haciéndolo.
—Los comandantes ya están comenzando a organizar las
tropas. Nuestros mejores exploradores han sido enviados al bosque para
localizar dónde se están agrupando los del Norte. Si es posible,
eliminaremos a algunos de sus grupos antes de que tengan tiempo de atacar.
Pero no queremos alertarlos sobre el hecho de que conocemos sus planes.
—Bueno, al menos el espía dentro de la fortaleza está muerto. —
Vhalla encontró un pequeño beneficio en el acto. Aunque eso significaba
que probablemente nunca descubrirían a los informantes de este lado del
muro del Imperio.
—Mi padre quiere esperar a que fracase el ataque del Norte, y luego
enviar un mensaje final exigiendo la rendición antes de encender la
antorcha sobre Soricium —informó Aldrik.
—Quiere que sea como tu tío y el Oeste —reflexionó Vhalla en voz
alta, pensando en cómo la familia anteriormente gobernante del Oeste aún
mantenía algo de poder, incluso si el rey había sido asesinado.
—Eso creo —afirmó Aldrik—. Queda algo de sentido en su cabeza. No
matará por completo al clan principal si le juran lealtad. Pueden ayudarlo a
contener el Norte mejor que un líder extranjero. Tú misma dijiste que el
Norte está dedicado a su historia.
—¿Debería explorar un poco los bosques? —preguntó Vhalla.
—No. —Aldrik negó con la cabeza—. Nuestros exploradores están
bien entrenados y cubrirán más terreno del que puedes cubrir tú sola.
Es mejor dedicar tu tiempo y esfuerzo en el palacio.
—Entendido. —Vhalla cerró los ojos y salió de su cuerpo.
Tenían seis puestas del sol más hasta lo que esperaba que fuera la
batalla final por el Norte.
Capítulo 16

Ella estaba muerta de hambre cuando regresó de su proyección, y


Aldrik insistió en que cenaran con los comandantes. Vhalla no iba a
oponerse a nada que la alimentara. Eventualmente, se vería obligada a
enfrentar al Emperador; era preferible que ese momento transcurriera con
Aldrik, con su futuro esposo, a su lado.
Él había dicho que los comandantes no estaban enfadados con ella por
el incidente de los grilletes, pero Vhalla lo cuestionó en el momento en que
entró en el largo salón. Cualquiera que fuera la reunión que había estado
teniendo lugar se había interrumpido para la cena, pero la comida fue
rápidamente olvidada. La mitad de la habitación estuvo de pie al verla.
—Lady Vhalla. —Inmediatamente estuvo agradecida con Erion por
romper el silencio. El lord del Oeste se acercó a ella, inclinándose en una
corta reverencia—. Quiero disculparme formalmente por el incidente de
ayer.
Vhalla se movió incómoda bajo el peso de toda la atención.
—No fue tu idea, Erion. No tienes nada de qué disculparte.
—Aun así. —Se enderezó—. No quiero que pienses que el Oeste se
siente de esa manera hacia ti, o hacia cualquier Caminante del Viento vivo
al día de hoy.
—Sé que no es así. —Vhalla esbozó una sonrisa alentadora y pareció
ser bien recibida por los lores del Oeste.
Sus ojos se encontraron con los de Jax por un largo momento y el
Comandante Jefe de la Legión Negra no dijo nada. El silencio, sin embargo,
fue lo suficientemente revelador. Había una incomodidad contrita en ello y
Vhalla sabía que era la mayor disculpa que obtendría de él. Se había dado
cuenta de eso la noche que regresó el Emperador; ambos eran peones de la
corona. Las criaturas que apenas tenían libre albedrío no podían ser
consideradas responsables de sus acciones, no en realidad.
Aldrik la llevó a un lugar en el medio de la mesa que apareció
mágicamente, colocándola a su derecha. Vhalla se sentó, escudriñando
instantáneamente en la comida servida lo que pareciera más apetecible. Si
alguna vez regresaba al palacio, nunca volvería a quejarse de las comidas de
los sirvientes y del personal. Sus ojos le echaron un vistazo a Aldrik, si
alguna vez volvía a comer esas comidas.
—Si te tranquiliza, me aseguré de que la maldita caja estuviera
enterrada bien profundamente lejos de aquí. —Jax la sorprendió con su
anuncio, la sonrisa malvada apoderándose de su rostro al final de sus
palabras le aseguró que las cosas habían vuelto a la normalidad entre ellos
—. Y si alguien intenta acercarla a ti nuevamente, confío en que luches con
uñas y dientes.
Vhalla se rio ante la repentina imagen de ella lanzando al Emperador
sobre su trasero.
—Cuando esta guerra termine, deberías venir al Oeste, Lady Vhalla —
comentó otra dama del Oeste.
Vhalla no pudo evitar notar que el Comandante Schnurr no estaba
cuando la mesa expresó su mutuo acuerdo.
—¡Salud! —Erion levantó su copa.
—Creo que tu recepción sería gloriosa. Tenemos bibliotecas solamente
sobre magia que estoy seguro de que superarán tus más descabelladas
expectativas. —Jax parecía saber exactamente cómo tentarla.
—Cuando lo pones así… —reflexionó Vhalla.
—Ella tiene un lugar en la capital —dijo Aldrik firmemente.
Vhalla perdió la pelea con el rubor que apareció instantáneamente en
sus mejillas. Un lugar en la capital a su lado, fue lo que él quiso decir. Si
hablaba así, todos sabrían de su compromiso en unas semanas. Su
compromiso, su corazón todavía daba vuelcos al pensarlo.
Jax hizo una pausa, mirando detenidamente al príncipe.
—Ha pasado un tiempo, mi príncipe, desde la última vez que visitaste
el hogar de tus antepasados. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que visitaste
la tumba de tu madre? ¿Por qué no van juntos? —Una curva astuta se
apoderó de las comisuras de su boca—. Imagínense la recepción para
ustedes dos, uno al lado del otro. El príncipe del Oeste, maestro hechicero,
regresando a casa con la primera Caminante del Viento en más de cien
años; no encadenada sino como una mujer libre, ¡tal vez una dama! Una
soldado condecorada y maestra en el ámbito académico…
—No diría que soy una maestra en el ámbito académico —objetó
Vhalla.
Jax no pareció escuchar a Vhalla mientras continuaba:
—…¡una chica que se ha levantado de su servidumbre para cambiar el
mundo! ¡Llorarán en las calles, nombrarán a los bebés como ustedes dos!
¡Estas son las acciones que cantan los bardos y por las que las jóvenes
doncellas lloran! —Jax se apretó el pecho—. Ustedes dos van…
—Jax, suficiente. —Aldrik se pellizcó el puente de la nariz con un
profundo suspiro.
Jax soltó una carcajada y Vhalla enterró el rostro en su comida para
ocultar su rostro que ardía lentamente. Mentiría si dijera que su descripción
del Oeste no la tentaba. Vhalla notó las miradas divertidas, aunque
aprobadoras, de los demás en la mesa. Levantó una mano, pasando los
dedos por el pequeño reloj.
Vhalla no se dio cuenta de que más de un lord y una dama en la mesa
tomaron nota de la nueva prenda alrededor de su cuello.
—Matices de la locura de Jax —murmuró Aldrik.
—¡Ah, amigo, sabes que lo disfrutas! —Jax levantó su jarra en un
brindis fingido.
—Me lo dices cada vez, pero todavía no estoy seguro de si es verdad
—dijo Aldrik secamente. Su tono era lo suficientemente plano como para
carecer de mordacidad y Vhalla sabía que Aldrik realmente disfrutaba de la
compañía del hombre.
La plática se tornó seria; apenas había tiempo para gastarlo en
ligerezas. De las preguntas directas y el flujo en la conversación, Vhalla se
enteró de lo que se había perdido durante el día. Parecía que a nadie le
entusiasmaba la idea de esperar por un ataque desconocido cuando
Soricium estaba listo para la conquista. Pero el Emperador había hablado y
ellos no tenían más opción que ceder a su voluntad. Él había vuelto
brutalmente aparente ese hecho cuando encadenó a Vhalla a pesar de sus
objeciones.
En el momento en que se terminó la comida, regresaron a sus lugares
alrededor de la mesa de pie. Aldrik también necesitaba ser informado, ya
que había pasado la mayor parte del día junto a ella en su cama. Tenía una
expresión completamente diferente cuando hablaba de estrategia y guerra a
la que usaba cuando solo estaban él y Vhalla. Pero sus ojos compartían una
intensidad similar a cuando estaba enfocado en ella mientras estaba bajo sus
manos y peso. Eso hizo que Vhalla se moviera en su lugar, repentinamente
caliente.
Erion lideraría el ataque en el lado oeste del campamento. Dividiría a
los hombres de espadas con Daniel, que estaría en el lado este. Baldair se
haría cargo del lado norte, con Raylynn guiando a los arqueros a su lado. El
Emperador y el Comandante Zerian tomarían el sur.
Jax anunció que estaría peleando con Erion en el oeste. Lo que dejaba
que Aldrik se ofreciera como voluntario en el lado este para liderar la otra
mitad de la Legión Negra. Vhalla se obligó a no mostrar ninguna emoción
mientras observaba cómo era escrito el nombre de Aldrik en el mapa del
lado este.
Este era su deber como su príncipe, el máximo líder de la Legión
Negra y su futuro Emperador. Él lucharía y lideraría en el campo de batalla.
Apretó el reloj con fuerza en su garganta. Ni siquiera saber que había estado
entrenando para momentos como este desde que era un niño hacía más
sencillo el conocimiento.
Los demás comandantes explicaron sus posiciones, dividiendo su
experiencia entre las diferentes secciones de los ejércitos. Vhalla se centró
en los nombramientos de esta o aquella persona para este o aquel puesto. A
mitad de camino, el Emperador se unió a todos ellos una vez más,
acomodándose en la cabecera de la mesa y arrojando una densa nube sobre
el grupo.
Aldrik le mostró a su padre la lista casi definitiva.
—¿Dónde irá la Caminante del Viento? —Los ojos del Emperador se
desviaron hacia ella, con nada más que un absoluto desprecio dentro de
ellos.
—¿La queremos en el palacio? —preguntó Baldair, ignorando la
tensión—. ¿Para transmitir información desde adentro?
—Ese sin duda es un lugar útil —pensó Raylynn en voz alta.
—¿Dónde quieres estar? —El Comandante Zerian se volvió hacia
Vhalla, con los ojos de los demás a continuación.
—Estaré en cualquier lugar donde sea más útil. —Vhalla le echó un
vistazo al Emperador, preguntándose si había una respuesta correcta o
incorrecta a la pregunta.
—Por supuesto que lo estarás. —El Comandante Zerian tenía una
sonrisa desgastada en su rostro—. Lo pregunto porque el lugar en el que
serías más útil es el lugar en el que quieres estar.
—No quiero proyectarme. Quiero luchar. —No había ninguna duda en
la mente de Vhalla.
—¿Qué? —Daniel estaba sorprendido y no era el único.
—¿En serio? —preguntó Baldair.
—Me trajeron aquí para ofrecer una mejor comprensión, o una entrada,
del palacio. He hecho lo primero, y con estas circunstancias actuales, lo
segundo no parece necesario. —Vhalla se dirigió a las miradas confusas y
curiosas—. Creo que sería más útil en el campo.
—He estado ansioso por ver el legendario tornado de un Caminante del
Viento —comentó Jax con una sonrisa de suficiencia.
—No sabemos cómo terminará esta batalla, qué tendrá que suceder
después. Es posible que todavía necesitemos entrada al palacio; parece una
tontería arriesgar la vida de la única persona que puede otorgarla —señaló
Craig.
Vhalla frunció el ceño. Tenía sentido, pero no le agradaba mucho que
Craig lo sugiriera en ese momento.
—Creo que deberíamos dejarla luchar —anunció el Emperador. Todos
se sorprendieron, excepto Vhalla y los príncipes.
Él querría que ella luchara, reflexionó Vhalla sombríamente. No le
sorprendería si él tuviera algún “accidente” planeado para le ocurriera en el
caos de la batalla.
—Si ella luchará, será conmigo —proclamó Aldrik, claramente
teniendo un pensamiento similar. Había una pequeña amenaza en su tono,
desafiando a cualquiera a cuestionarlo.
Incluso el Emperador permaneció en silencio.
—Entonces ella luchará contigo. —El Comandante Zerian expresó la
decisión final.
Vhalla escuchó a Aldrik tomar aire y contenerlo mientras se inclinaba
sobre el papel en el que habían estado trabajando. Observó cómo su mano
se movía, agregando el nombre de su futura esposa en un pequeño espacio
junto al suyo. La tinta se secó y, justo así, estuvo hecho.
Los días siguientes pasaron más fáciles de lo esperado. Vhalla nunca
había esperado encontrar la paz, la felicidad a pesar de todo, en el fin del
mundo. Pero esa era la única forma en que podía describir los sentimientos
que se habían arraigado en su pecho.
Prepararse para la guerra era un trabajo agotador. Pasaba casi todos los
días proyectándose, y cuando no lo estaba, estaba al lado de Aldrik
prestando sus conocimientos para planificar el ejército. Los comandantes
parecían haberla aceptado como una de ellos y escuchaban sus
pensamientos incluso cuando Aldrik no formaba parte de la conversación,
incluso cuando él estaba fuera atendiendo otra cosa. Era audaz, pero
mostraban pocos problemas al aceptarla como la voz del príncipe en su
ausencia. Aldrik lo alentaba cediendo a lo que sea que ella hubiera
decidido.
El Emperador tampoco los molestó ni a ella ni a Aldrik. Vhalla no se
engañaba tanto como para pensar que él también la había aceptado. Era
mucho más probable que se hubiera sentido tan ridiculizado por la afición
de Aldrik y de los comandantes por ella que se estaba lamiendo las heridas
en silencio. O maquinando. Probablemente ambos.
Vhalla notó los ojos de los comandantes en su reloj más de una vez.
Pero nadie preguntó. No ocurría lo mismo con Fritz. Balbuceaba al respecto
y lo miraba boquiabierto cada vez que Vhalla iba a visitarlo.
Decidió no contarle a su amigo sobre la propuesta de Aldrik,
simplemente descartando la prenda como un regalo. Fritz no la cuestionó y
Vhalla se sintió culpable por aprovecharse de su confianza ciega. Algo en
todo esto seguía siendo increíblemente irreal. Todavía era un sueño, una
simulación, una fantasía de que algún día se casaría con Aldrik.
Por la noche, el príncipe le aseguraba lo contrario de todas las formas
que sabía, de formas que Vhalla ni siquiera había concebido que fueran
posibles.
Cuanto más se acercaba el último día, una cosa más comenzó a surgir
entre sus pensamientos. A la víspera de la batalla, todo lo que podía pensar
era: el hacha. Sabía que existía, podía sentirlo en sus huesos y el ministro
Victor le había pedido que la recuperara. Si era tan poderosa como él
afirmaba, entonces lo último que quería Vhalla era que cayera en las manos
equivocadas.
No se había dado cuenta de que había estado mirando al vacío hasta
que una palma se posó en la parte baja de su espalda. Vhalla saltó en
sorpresa. Aldrik estaba a su lado.
—Ve a dormir —le ordenó en voz baja. Aldrik malinterpretó su
distracción por agotamiento—. Esta es la última noche y necesitas todo el
descanso que puedas.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Vhalla, mirando para asegurarse de que
nadie estuviera lo suficientemente cerca para escuchar.
—Pasaré la noche en vela. —Aldrik sacudió la cabeza—. No dormir es
volver a la normalidad para mí.
—Ya no. —Vhalla estaba ansiosa por corregirlo.
—Quizá tengas razón. En realidad, dormir toda la noche se ha
convertido en lo normal. —Aldrik sonrió.
—Te estoy arruinando —bromeó Vhalla jovialmente.
—¿Cómo te atreves a hacerme dormir y cuidarme? —respondió él con
una ira fingida.
—¿De verdad está bien si me voy? —preguntó ella, mirando lo
ocupada que seguía la habitación.
—Todos tenemos que dormir eventualmente. Algunos de los demás ya
han cerrado los ojos.
—¿Cuándo lo harás tú? —preguntó.
—Pronto. —Él desvió la mirada.
—¿Qué tan pronto? —Vhalla sabía cuándo su príncipe la estaba
evitando.
—Quizás al amanecer. —Aldrik negó con la cabeza—. No me esperes.
—Bien. —Vhalla suspiró con una mirada al Emperador. Había
merodeado al lado de Aldrik durante bastante tiempo. No estaba dispuesta a
presionar más su suerte exigiendo que siempre desapareciera con ella, que
se retiraran no tan misteriosamente al mismo tiempo.
Los hombros de Aldrik cayeron cuando se concentró más intensamente
en el trabajo en la mesa frente a él. Vhalla se apartó y los comandantes que
aún quedaban le dieron asentimientos respetuosos. El Emperador ignoró por
completo su partida.
Vhalla estaba abriendo la puerta de la habitación de Aldrik justo
cuando un Baldair ligeramente desarreglado salía de la suya. Ella se había
perdido su anterior salida del grupo. Vhalla se detuvo para darle una
pequeña sonrisa.
—Hola, Vhalla. —Él bostezó.
—Hola, Baldair. —Ella permaneció en su lugar, notando cómo el
príncipe se detuvo.
—Vhalla. —Baldair miró por el pasillo—. Puede que no tenga otra
oportunidad de decir esto…
—¿Qué cosa?
—Buena suerte. —Las palabras eran bastante simples, pero tenían un
significado profundo—. Y mantente viva.
—Ese es el plan. —Ella sonrió con cansancio—. Y tú también, Baldair.
Justo cuando Vhalla pensó que la conversación había terminado,
Baldair dijo:
—Yo te extrañaría.
—¿Eh?
—Lo haría —insistió—. Si pasara algo, te extrañaría.
—Baldair, tus afectos llegan un poco tarde. —Vhalla se rio
suavemente.
—Eso no es lo que quiero decir y lo sabes. —Él le revolvió el cabello,
su palma descansando un momento en la coronilla de su cabeza—. Durante
estas últimas semanas, te has convertido en parte de la familia y disfruto un
poco tenerte cerca.
—¿Un poco? —Ella no pudo resistirse.
—¡Por la Madre, mujer, acepta el cumplido! —Se puso las manos en
las caderas y se rio entre dientes.
—También disfruto de tu compañía, Baldair. —Vhalla sonrió. Habían
recorrido un largo camino—. Ahora que has dejado de atormentarme por tu
hermano.
—Sí, bueno… —Se pasó una mano por el cabello—. Pensé que estaba
siendo útil, para ustedes dos. Pero has inspirado tales cambios en él. No es
el hombre que era hace apenas un año, y debo admitir que tenemos que
agradecerte por eso. Nunca lo había visto así, y lamento haber intentado
detener su evolución.
—No estoy molesta contigo. —Vhalla se dio cuenta de que él estaba
esperando su veredicto.
—Me alegra —dijo el príncipe con seriedad—. Creo que cuando
regresemos al palacio, me gustaría llegar a conocerte de nuevo, Vhalla.
—¿Oh? —Ella arqueó las cejas.
—Te he conocido como una bibliotecaria que me divertía un poco a
expensas de mi hermano. —Ella resopló y él continuó—: Una soldado, una
adición a la Legión de mi hermano. Luego, como su… amante. —Tosió
sobre la última palabra.
—Es como si nunca hubieras visto a tu hermano con una mujer —
bromeó Vhalla.
—¡Normalmente no lo hago! ¡Es… raro! No se supone que él sea esta
criatura cálida y amable —protestó Baldair. El momento trivial se
desvaneció rápidamente cuando sus ojos celestes se posaron en su pecho.
Vhalla miró hacia abajo con inseguridad, viendo la fuente de su
atención. Su mano rápidamente subió al reloj que ahora era un peso familiar
en su garganta.
—Me gustaría llegar a conocerte mejor, eso es todo —dijo Baldair
pensativamente—. Como la mujer que mi hermano ha considerado digna.
—También me gustaría llegar a conocerte mejor —respondió Vhalla en
voz baja. Él lo sabía, estaba segura de ello. Conocía la marca de Aldrik tan
bien como ella, e incluso si no sabía que el reloj era una prenda de
compromiso, el príncipe más joven tenía una aguda conciencia de que era
significativo. Que las cosas habían cambiado formalmente con eso.
—Te veré luego. —Baldair cerró la mano sobre la parte superior de su
brazo—. Cuando celebremos la victoria.
Vhalla sonrió y asintió, mirándolo mientras se alejaba. La expresión no
desapareció de su rostro hasta que estuvo sola en la habitación de Aldrik.
Victoria, la palabra daba vueltas en su cabeza. Mañana lucharían contra
la última resistencia del Norte. Apretó el reloj con tanta fuerza que sus
nudillos se pusieron blancos.
Decidida, Vhalla se giró hacia la ventana. Nadie podía verla; la
detendrían si lo hacían. Vhalla se puso su cota de malla y se subió la
capucha. Abrió la contraventana y salió a la noche, alejándose rápidamente
campamento palacio.
Tenía una noche. Tenía hasta el amanecer cuando su príncipe regresara
a la cama buscando acurrucarse contra ella. Vhalla tenía que defender su
victoria. En algún lugar de la oscuridad, esperaba un hacha capaz de
atravesar almas.
Capítulo 17

Vhalla mantuvo la cabeza gacha mientras atravesaba el campamento.


Había una fuerza palpable en los movimientos de los soldados, y ella se
deslizó sin impedimentos a través del tenso bullicio. Los militares sabían
del ataque y todos parecían prepararse para enfrentar lo que traería el día
siguiente.
Más de una vez, vio soldados cosiendo alas pintadas a su ropa,
grabando el símbolo de la Caminante de Viento en su armadura. Vhalla se
mordió el labio, pensando en Tim. ¿Qué había sucedido mientras trabajaba
en el campamento palacio? ¿Todas estas personas realmente pensaban que
un símbolo podría protegerlas contra cualquier cosa que el Norte pudiera
traer?
Sin embargo, no dijo nada. Siguió su curso hasta el borde del
campamento y subió la cuesta hacia la pista quemada que corría alrededor
del perímetro. Vhalla se preguntó brevemente cómo era Soricium antes del
ejército. Debía de haber árboles donde ahora acampaba el ejército Imperial.
¿Había sido como la capital del Sur con miles de personas viviendo
alrededor de la fortaleza?
Vhalla se habría detenido a contemplar la idea, pero no quería darse la
vuelta todavía y darle a su perseguidor el conocimiento de que estaba
consciente de su presencia. Vhalla había escuchado una serie de pasos
detrás de ella desde poco después del campamento palacio. Al principio,
pensó que era solo un soldado que tenía asuntos en la misma dirección que
ella, pero la había estado siguiendo demasiado tiempo para que fuera una
mera casualidad. Apretó los puños, esperando hasta que hubieron alcanzado
la cima y comenzaron el tramo quemado, hasta que estuvieron solos.
Respiró hondo, preparándose. Solo había una explicación para una
persona que la seguía. Independientemente de lo que estuvieran planeando
los Caballeros de Jadar, no tendrían éxito.
Cambiando su peso, Vhalla giró sobre un pie, levantando una mano
sobre su pecho. La magia fue rápida bajo sus dedos, lista para atacar. Todo
su cuerpo se congeló torpemente en el segundo en que sus ojos se
encontraron con un par familiar.
—¿Daniel? —dijo ella, confundida.
—¿A dónde vas? —Su mano descansaba sobre el pomo de su espada,
pero solo ligeramente. Eso delataba su entrenamiento. Si ella lo hubiera
atacado, él habría estado listo. Habría esquivado y contraatacado antes de
que Vhalla tuviera la oportunidad de parpadear, si ella no hubiera
aprovechado el profundo conocimiento de combate de Aldrik.
—¿A dónde vas tú? —replicó ella.
—Te pregunté primero. —Fue una respuesta infantil, pero eso no la
hizo menos efectiva.
Vhalla cambió su equilibrio y dejó caer el brazo.
—Tengo algo que debo hacer.
—Algo imprudente —aclaró él.
—Quizás. —Vhalla se encogió de hombros. Honestamente, no había
pensado mucho en su curso de acción. Solo sabía que era necesario hacerlo.
—Quizás. —Daniel negó con la cabeza y se rio entre dientes,
principalmente para sí mismo. Su mirada era una que Vhalla no esperaba
ver nunca más. Había una ternura profundamente arraigada, una admiración
que hizo que Vhalla quisiera recordarle que era una mujer tomada.
Su mano subió a su cuello, agarrando el reloj de Aldrik. Estaba debajo
de su cota de malla y sus dedos descansaron torpemente sobre el metal.
—Te conozco. —Daniel se acercó un paso más—. Tienes esta
habilidad para ser imprudente y atraer el peligro.
—¿Y? —Ella dio un paso atrás—. ¿Me vas a obligar a volver?
El hombre se echó a reír, sacudiendo la cabeza y agitando su cabello
castaño.
—Por supuesto que no, tu vida es tuya para vivir. Pero te protegeré, si
quieres mi espada.
—¿Porque Baldair lo ordenó? —Vhalla no sabía por qué importaba.
—¿Alguna vez he necesitado una orden para estar cerca de ti? —Tenía
un punto que Vhalla no pudo refutar.
—¿Él no te envió? —Vhalla se dio cuenta de que Daniel había pensado
que se refería a la orden general previa de Baldair de protegerla.
—¿Baldair? —Daniel también estaba confundido ahora—. No, te vi en
el campamento y decidí ver adónde ibas.
—¿Cómo supiste que era yo?
Daniel cruzó la distancia restante y Vhalla esperó. Dio el medio paso
hacia el umbral del espacio personal que era un poco demasiado familiar.
Estaba a un aliento y, si ambos no llevaran armadura, ella habría podido
extender la mano y sentir su firme pecho, la forma en que los músculos se
curvaban bajo su palma. Sus ojos color avellana eran tan cálidos como un
día de verano.
—Nunca había visto otra cota de malla como esta. —Sus dedos
recorrieron el borde de la capucha.
La yema áspera de un dedo cayó de la cota de malla y se posó en su
frente, recorriendo ligeramente su piel. Vhalla se dio cuenta de que nada
había cambiado para Daniel. Incluso sabiendo sobre ella y Aldrik, sobre
dónde estaba el corazón de Vhalla, todavía sentía un nivel más que
amistoso de ardor por ella. Pero, cuando apartó la mano, se resignó con
gracia al papel que podía desempeñar en su vida.
Hizo que le doliera el corazón con un conflicto.
—Entonces, ¿me dirás qué esperas lograr aquí? —Daniel dio medio
paso fuera de su espacio personal.
—Creo que cuanto menos sepas, mejor —decidió Vhalla después de un
momento de debate. Caminó una vez más hacia su destino; no había tiempo
que perder.
—Eso suena siniestro. —Daniel caminó a su lado.
Vhalla miró fijamente la estructura a la que se acercaban. Era una
noche siniestra. La luna llena los miraba como el gran ojo del Dragón del
Caos que la tradición decía que contenía. Cuanto más se acercaban a las
ruinas del antiguo Soricium, más prominente se volvía la sensación de ser
observados.
Era un sentimiento que reflejaba exactamente el que había sentido
antes en la Encrucijada, cuando los ojos de una Portadora del Fuego se
detuvieron en ella durante demasiado tiempo. Pero ahora estaban a medio
continente de esa tienda de curiosidades. Era mucho más probable que los
ojos que sentía Vhalla fueran los de un enemigo que esperaba.
Las ruinas eran más grandes de lo que Vhalla recordaba. Parecían casi
duplicar su tamaño de un extremo a otro de la tierra quemada. Ahora eran
más altos que cualquier edificio que hubiera visto en su vida, que no fuera
el palacio, y Vhalla se sintió empequeñecida por su presencia. Los árboles y
las raíces que se abrían paso a través de la piedra parecían penetrar tan
profundamente. Debajo de la fachada derrumbada había una capa más
profunda de piedra lisa, muy parecida a la que había visto en Soricium.
—¿Alguien ha entrado alguna vez? —preguntó ella a Daniel. No era su
primer viaje con el ejército, así que pensó que él tal vez lo supiera.
—¿Entrado? No. —Sacudió la cabeza.
Vhalla se detuvo en la línea de árboles, mirando hacia la enorme
oscuridad creada por el dosel de la jungla. Incluso la luz de la luna no podía
penetrar en el suelo del bosque. La última vez que había entrado a esta
jungla había salido casi sin nada.
Vhalla apretó los puños y dio un paso adelante, profundamente
agradecida por la presencia de Daniel.
Comenzó a caminar alrededor del edificio, pasando la mano por la
piedra. Era una magia que nunca había sentido. La mayor parte de la magia
que Vhalla había encontrado parecía moverse. Los Portadores de Fuego
crepitaban e irradiaban, los Manipuladores de Agua refluían y fluían, los
Destructores de Tierra eran vibrantes y coloridos en su hechicería. Pero,
esto… esto era un pulso arraigado a algo mucho más profundo que
cualquier Canal que Vhalla hubiera encontrado.
Incluso Daniel se había quedado callado. Sus ojos estaban en alerta
máxima y escudriñó las copas de los árboles y el suelo del bosque en busca
de algún signo de ataque. Vhalla sintió que se le erizaba el vello de la nuca,
la sensación de ojos sobre ella se volvió tan grande que hizo una pausa para
cambiar a su vista mágica y escuchar el viento en busca del aliento de
enemigos.
Había solo silencio.
El bosque estaba tan helado que Vhalla se giró y miró por encima de su
hombro, desesperada por ver un rayo de luz de luna en el camino por el que
habían venido. La espesa maleza ya se había cerrado a su alrededor,
borrando cualquier vista del campamento Imperial más allá. Como si el
bosque fuera una bestia hambrienta que se los hubiera tragado enteros.
No había ningún lugar adonde ir más que hacia adelante, así que
Vhalla siguió su camino. No sabía lo que estaba buscando, pero cuando
rodearon la parte trasera de la estructura, Vhalla apenas contuvo un suspiro
de alivio y un gemido de frustración. Todo lo que podía ver era más de lo
mismo. Más piedra de forma mágica defendiendo el contenido del edificio
de todo, incluso de los árboles.
Se quedó quieta, repitiendo los únicos hechos que sabía sobre el hacha.
Achel dormía en una tumba de piedra. A juzgar por dónde se había
centrado Za, Vhalla estaba segura de que se trataba de la “tumba de piedra”
a la que se había referido.
Los Dioses vigilan lo que es de ellos.
Levantó su rostro. Vhalla entrecerró los ojos hacia el borde del dosel
donde los árboles no podían invadir la parte superior de la estructura. En lo
alto estaba el gran ojo que miraba hacia el mundo entero: los Dioses.
—Espera, ¿qué estás haciendo? —siseó Daniel mientras ella plantaba
sus pies contra la roca.
—Tenemos que entrar por la parte superior —susurró Vhalla en
respuesta, con los pies ya junto a la cabeza de él.
—Vhalla, si te caes…
—Las caídas no pueden hacerme daño, ¿recuerdas? —Cualquiera más
probablemente se habría disuadido de abordar una escalada tan alta. Pero
Vhalla se encontró respirando con más facilidad con cada tirón de sus
brazos, con cada paso que daba, la llevaba hacia arriba. El aire era más libre
en lo alto que en la negrura del suelo de la jungla. Subir hacia el cielo era
libertad.
Daniel fue una cacofonía de ruido en el momento en que trató de
ascender también.
—¡Daniel! —Vhalla se tensó y se detuvo en una cornisa estrecha. Él
creaba suficiente ruido metálico para alertar a cualquiera que estuviera
remotamente cerca de su presencia. Su armadura estorbaba demasiado
como para ir más lejos. Vhalla suspiró suavemente, sabiendo lo que había
que decir—. No puedes seguirme.
—¡Vhalla! —protestó con auténtico pánico.
—Tú mismo lo dijiste: si caes, no será bueno.
—Quiero ir contigo.
—No me hagas ver caer a otro hombre que me importa. —Las palabras
escaparon antes de que las pensara, solo una verdad sin filtrar. Otro hombre
que me importa, observó mientras se hundía en su rostro. La expresión de
Vhalla probablemente imitando la sorpresa que llevaban sus ojos color
avellana. Vhalla tragó saliva—. Vuelve al lado del campamento, espérame
allí. Si no salgo cuando el cielo comience a aclararse, busca a Aldrik.
—No me dejes preocupándome tanto tiempo —exigió él.
—No lo haré. —Vhalla observó cómo Daniel se dirigía hacia el lado
Imperial de las ruinas.
Ella se giró hacia las rocas. Se sentía incómodo bajo sus manos, como
si rechazara cada toque. Encontrar lugares para sus pies le dio la sensación
repugnante de que estaba poniendo las suelas de sus botas en la cara de
alguien. No fue una subida difícil, pero el disgusto que las ruinas parecían
irradiar hacia ella hizo que tardara más de lo debido.
Cuando Vhalla alcanzó la cima de la estructura, la luna colgaba justo
encima de ella. Jadeó suavemente por el esfuerzo de la escalada, pero sus
ojos se enfocaron en el punto oscuro en el medio del techo en el que ahora
estaba parada. Vhalla se acercó, arrastrando los pies hacia el agujero para
mirar por encima del borde.
Jadeó bruscamente. La luz de la luna fluía a través del óculo solo para
iluminar cientos de puntos, fracturándolo en la luz de las estrellas en un
microcosmos arremolinado de magia pura. Este era el poder que se
guardaba dentro del grueso muro de piedra de tierra pura. Vhalla se agachó
en la cornisa y miró hacia abajo. El fondo no parecía muy lejano, si podía
aterrizar fácilmente con todos los cristales debajo.
Avanzando poco a poco hasta el borde, respiró hondo y bajó. La luz de
la luna se desvaneció rápidamente y Vhalla dio la bienvenida al aire debajo
de ella, facilitando su caída sobre un gran cristal. Del cual procedió a
deslizarse y aterrizar torpemente.
Vhalla se frotó la parte trasera de la cabeza donde había golpeado
contra una roca, un descenso menos que elegante. El techo abovedado sobre
ella parecía brillar con magia. Pero podrían ser sus ojos jugándole una mala
pasada. Parpadeando para alejar la neblina, Vhalla se puso de pie.
Cada cristal que tocaba irradiaba poder. En el segundo en que sus pies
o sus manos rozaban la piedra, esta resplandecía y cobraba vida con un
color tan antiguo como el brillo de las montañas más altas del Sur. Sintió la
magia acercándose a ella, girando alrededor de sus dedos, invitándola a
usarla. A pesar de todo el poder que tenía el lugar, había una cosa que llamó
su atención.
Achel no era impresionante por su tamaño. No era más largo que el
largo del antebrazo de Vhalla. La empuñadura plana había sido envuelta en
finas tiras de cuero que ahora estaban quebradizas por la edad. Pero la hoja.
Brillaba maliciosamente, y todo parecía estar tallado en una sola piedra
reluciente. Irradiaba un poder tan profundo que rechinaba contra los huesos
de Vhalla.
Las armas de cristal eran reales.
No había nada más en la estructura. Solo los cristales que crecían en
cada pared, todos alcanzando un pedestal central en el que descansaba
Achel. La hoja del hacha estaba incrustada en el cristal debajo de ella.
Vhalla se acercó lentamente.
No había señales de trampas; en todo caso, eso la hizo más recelosa.
Era tan bellamente tentador para su magia que le dio un toque de
nerviosismo. Irradiaba un poder que se sentía como el de Aldrik, lo que le
dio a Vhalla la sensación de su piel sobre la de ella. Sus ojos se cerraron por
un breve momento.
Se abrieron de nuevo rápidamente ante la sensación de la mirada de
alguien. Miró por encima de su hombro con nerviosismo. No había nadie
ahí; eran solo cristales. De hecho, no tenía idea de cómo saldría de ese
lugar.
Vhalla miró fijamente el hacha en un acalorado debate consigo misma.
Extendiendo una mano, vaciló. ¿Y si estuviera mucho más protegido aquí
de lo que podría estar en cualquier otro lugar? Su mano temblorosa hizo
que la punta de su dedo rozara la empuñadura y la magia brilló
intensamente.
Obligada a cubrirse los ojos mientras toda la habitación se iluminaba,
Vhalla parpadeó las estrellas tratando de recuperar la vista.
—Déjalo. —La voz era fantasmal, débil, escalofriante y extrañamente
familiar. Restos de magia flotaron en el aire, flotando como plumas
brillantes hechas de luz de luna plateada.
Ya no se encontraba sola.
Al otro lado de la habitación, había una mujer vestida con ajustados
cueros negros que abrazaban sus generosas curvas. Llevaba un pañuelo
largo alrededor de los hombros y la cabeza, teñida de un profundo color
carmesí que le recordaba a Vhalla las túnicas que usaban las ancianas. La
única parte de su rostro que era visible eran dos brillantes ojos rubí.
Vhalla quería preguntarle a la mujer quién era. Quería plantar sus pies
y prepararse para luchar. Pero parecía que no podía mover un músculo.
—Deja la hoja; no saques a Achel de su tumba —repitió la mujer, con
el pañuelo amortiguando su voz. Ella levantó una mano, runas que Vhalla
nunca había visto brillaban de un blanco fantasmal sobre su brazo. Vhalla
recordó vagamente la extraña magia que había usado la Cabecilla. Pero esta
mujer no parecía del Norte. Por la piel bronceada alrededor de sus ojos y el
cabello suelto que caía debajo de su cabeza envuelta, parecía, tal vez, del
Oeste.
La mujer colocó una palma sobre los cristales detrás de ella, y la piedra
gimió y crujió, doblándose de manera antinatural a su voluntad. Abrieron
un camino hacia la jungla más allá, la misma luz de luna fracturada flotando
en el aire. Las runas que brillaban sobre su brazo se desvanecieron.
—Escucha mi advertencia y vete. No toques la magia de los dioses,
Vhalla Yarl.
El aire pareció estremecerse y la luz comenzó a caer más rápido.
—¿Quién eres? —Vhalla encontró su voz, el control regresando
lentamente a ella.
—He tenido muchos nombres —susurró la mujer.
Ella brillaba débilmente, convirtiéndose en más luz que sustancia. La
mujer parecía romperse bajo su propio peso y la oscuridad hizo añicos su
semblante. Para cuando Vhalla pudo moverse de nuevo, su visitante se
había ido.
Las rodillas de Vhalla cedieron y se derrumbó, jadeando por aire
estabilizador. Un escalofrío la recorrió a raíz de la visión, ¿magia? Vhalla
no sabía lo que acababa de experimentar, pero había un elemento que estaba
mucho más allá de todo lo que había conocido.
La única explicación que tenía sentido era que se trataba de algún tipo
de defensa elaborada en los cristales. Vhalla asintió para sí misma y se puso
de pie una vez más. Un espectro irreal destinado a asustar a cualquiera que
intentara tomar la espada. Pero el túnel todavía estaba allí.
Vhalla participó en una incierta competencia de miradas con Achel.
Si lo dejaba ahora, cualquiera del Norte podría entrar y tomar la hoja.
Vhalla estaba más convencida que nunca de que si algo así sucedía, todos
estarían en grave peligro. A través del óculo de arriba, la luna estaba fuera
de su campo de visión. No había tiempo para vacilar.
Agarró el mango.
El poder envió ondas de choque a través de ella. Estaba ansioso por ser
libre. Estaba listo para ser desatado en el mundo. Con cada movimiento de
sus dedos era como si la hoja le susurrara: “Sí, sí, sí”.
El hacha quedó libre sin apenas esfuerzo. Con un tirón y un pequeño
pulso de magia, el pedestal de cristal abandonó a su cautivo. Hubo un pop
audible y el lugar quedó en silencio.
Un ruido como el hielo delgado cediendo por su propio peso susurró
por toda la caverna. Fue un siseo desconcertante que instantáneamente hizo
que los pies de Vhalla se movieran. Cada uno de sus pasos rompía los
cristales debajo de ella, como si ya no pudieran sostener su propio peso.
Corrió hacia el pasillo, levantándose la capucha para mantener los
fragmentos de piedra lejos de sus ojos. Era como una lluvia de vidrio y los
suaves clics y grietas pronto se convirtieron en fuertes estallidos. Su
corazón latió más fuerte y sus pies se aceleraron, temerosa de quedar
atrapada dentro de la estructura en ruinas.
Pero estuvo libre en un santiamén.
Vhalla miró hacia el túnel por el que había venido. Más de los cristales
se deslizaban de sus lugares, ahora tenues y dormidos, casi como obsidiana
en la oscuridad.
Siguió moviéndose, sabiendo que el sonido seguramente llamaría la
atención de cualquiera que se encontrara en el área. Vhalla corrió por el
costado del edificio y se detuvo patinando cuando cruzó hacia el sendero
quemado. Las ruinas habían parecido mucho más grandes antes.
—¡Vhalla! —Daniel se puso de pie clamorosamente después de estar
sentado en la base de un árbol cercano, fuera de la vista de los patrulleros.
Ella miró al horizonte, donde la luna pendía baja.
—Estaba a punto de ir en busca de ayuda. —Él corrió hacia ella.
—¿Qué? —Vhalla continuó mirando al cielo, las estrellas ya se estaban
apagando. Vio lo que no quería ver—. Solo estuve fuera un poco, una
hora… tal vez.
—Estuviste fuera por horas —corrigió Daniel. Dio la vuelta para
pararse frente a ella, bloqueando su mirada aburrida. Sus ojos se dirigieron
rápidamente al arma que ella sostenía en un agarre férreo—. Por la Madre,
¿qué es eso?
Vhalla miró la hoja en estado de shock; de alguna manera se había
olvidado de que lo estaba sosteniendo. Brillaba débilmente al comienzo del
amanecer, emitiendo su propia luz antinatural. Sus ojos se posaron en
Daniel. No había pensado en lo que haría cuando tuviera la hoja. No había
planeado que Daniel, de todas las personas, lo supiera.
—Tengo que ocultarlo —susurró Vhalla con urgencia—. Nadie puede
saber que lo tengo.
—¿Qué es? —Daniel parecía sinceramente inseguro.
—No importa. —Vhalla negó con la cabeza, su interior se retorció por
retener la información. Tan tolerante como era Daniel sobre la magia, sabía
que a él no le entusiasmaría la idea de los cristales. Ni siquiera los
hechiceros estaban entusiasmados con la idea de los cristales. Parecía que
las únicas personas que alguna vez se habían emocionado con ellos eran
locos y asesinos—. Es casi el amanecer. Tengo que volver.
Su rostro se tensó por el pánico. Vhalla se movió de un pie a otro. No
podía devolvérselo a Aldrik. No podía arriesgarse a que él lo viera, ahora
sabiendo cómo incluso la idea de los cristales lo ponía nervioso.
¿Debería enterrarlo? ¿Y si alguien viera la tierra blanda y cavara? ¿Qué
pasa si no podía llegar a la profundidad suficiente y la lluvia o pies
caminando lo exponían? El único lugar en el que sabía que estaría seguro
era con el ministro Victor; él sabría qué hacer. Pero estaba en el otro
extremo de la tierra.
—Ayúdame. —Daniel trabajó frenéticamente en los clips de su
armadura.
Vhalla lo miró con muda confusión.
—Vhalla, ayúdame a salir de esto.
Se quedó mirando el hacha en su mano, sin saber cómo podría ayudar a
Daniel mientras la sostenía con su puño de nudillos blancos.
—Vhalla —dijo Daniel con más suavidad—. Baja el hacha y ayúdame.
Obedecer su orden era más fácil que tratar de sortear la abrumadora
confusión que nublaba su mente. Vhalla dejó caer el hacha y volvió a la
vida. Estuvo al lado de Daniel, abriendo hábilmente su pecho y sus
hombreras. Todo el tiempo que había pasado con él como Serien le había
dado a sus dedos una sorprendente facilidad alrededor de la armadura de un
soldado. Daniel dejó caer la armadura al suelo y se quitó el chaleco de cota
de malla. No se molestó en desabrocharse las correas de los brazos, sino
que Daniel sacó una daga de debajo de su greba y cortó la camisa alrededor
de los brazos.
Vhalla miró con la cara roja de incertidumbre mientras le arrojaba el
trozo de tela. Nunca lo había visto con el torso desnudo, y su trabajo con la
espada era evidente. Aldrik era todo músculo delgado por confiar en su
hechicería como su fuerza y los días de concentrarse únicamente en los
libros. Daniel era un estudio de cómo se veía la forma masculina cuando se
entrenaba duro. Los dos hombres eran prácticamente una tesis en
contrastes.
—Vhalla. —Daniel agitó la tela, convocándola de vuelta a la realidad
—. Envuélvelo en esto.
Al darse cuenta de cuáles habían sido sus intenciones, Vhalla agarró la
tela y se arrodilló para atar con cuidado el hacha con ella. Había esperado
que un arma que era legendaria por cortar cualquier cosa se derritiera la tela
como un cuchillo caliente en mantequilla. Pero la hoja permitió que la tela
se envolviera una, dos, tres veces.
Para cuando Vhalla se puso de pie, Daniel casi había terminado de
volver a poner la armadura en su pecho. Ella lo ayudó a apretar los pocos
clips restantes que no podía alcanzar fácilmente por su cuenta.
—Tienes que volver, ¿no? —preguntó Daniel mientras se alejaba.
Vhalla asintió en silencio. A quién iba a regresar flotaba tan
pesadamente en el aire que era como si el príncipe mismo los estuviera
honrando con su presencia.
—Me llevaré esto. —Daniel recogió el hacha—. Y lo esconderé. Nadie
tiene motivos para sospechar o registrar mis cosas. Puedes ir a buscarlo más
tarde.
—No lo uses en nada —advirtió Vhalla. No tenía ninguna razón en
particular para advertirle que no lo hiciera, pero se sentía bien. Había un
poder más profundo en ese objeto en el que Vhalla no confiaba. No estaba
segura siquiera si confiaba en sí misma para sostenerlo de nuevo—. Y trata
de no tocarlo demasiado —agregó Vhalla, pensando en la corrupción del
cristal un momento demasiado tarde.
—No me acostaré con eso ni nada. —Daniel se rio. Vhalla se mantuvo
firme—. Bien, no lo haré; tienes mi palabra.
—Gracias.
—Ahora, corre, Lady Vhalla. De lo contrario, arruinarás la ilusión de
que has estado durmiendo en la cama todo este tiempo. —Él le dedicó una
sonrisa cansada.
Vhalla dio un paso hacia atrás, todavía no estaba lista para dejar de
mirarlo.
—Gracias —susurró ella, esperando que él supiera que lo decía en
serio por mucho más que el arma que tenía en la mano.
—Siempre. —Daniel asintió.
Vhalla se giró, se subió la capucha y trató de atraer la menor atención
posible durante todo el camino de regreso al campamento palacio. Cuanto
más se alejaba del hacha, más cómoda se sentía. Pero hubo una sensación
singular que no flaqueó hasta que Aldrik regresó a su lado más tarde. La
sensación permaneció hasta que el príncipe, ajeno a las aventuras de ella,
hizo que se entrara solo en su amante, olvidándose de todo lo demás
excepto su tacto.
Era la sensación espeluznante de ser observada.
Capítulo 18

No habían dicho una palabra desde que ambos se dieron cuenta de que
el otro estaba despierto. El príncipe heredero y su prometida descansaban
en los extremos opuestos de la almohada, entrelazando y soltándose los
dedos mientras el amanecer se deslizaba sobre ellos. Con su mano libre,
Vhalla jugó con el reloj en su cuello.
—Vhalla —dijo Aldrik finalmente. Su tono le dijo que a ella no le iba
a gustar lo que estaba a punto de decirle—. Si…
—No —suplicó Vhalla en voz baja, presionando su rostro contra el
pecho desnudo de él. Inhaló profundamente, imprimiendo en su memoria el
olor a humo, fuego y sudor superpuesto al leve toque de eucalipto, el aroma
de Aldrik.
Él sacudió la cabeza, su nariz en el cabello de ella.
—Si —insistió Aldrik—, si la batalla no sale según lo planeado… si
algo me sucede.
—Aldrik —suplicó ella. Aún faltaban horas para la puesta del sol y su
fuerza ya comenzaba a flaquear.
—Dile a Baldair que vaya a mi habitación de la Torre. Él nunca ha
estado allí, pero puede ordenarle a Victor que lo lleve. Dentro, hay un
almacén que tiene un gran cofre negro. La llave está escondida en el jardín
de rosas, debajo de una piedra suelta cerca del banco —detalló Aldrik con
cuidado.
—No pasará nada…
—Vhalla, por favor. —Sus brazos la rodearon con más fuerza—.
Cuéntale a Baldair de esto y dile que quiero que te quedes con todo lo que
hay dentro y cualquier otra cosa que él pueda darte para asegurar que tu
vida será buena y cómoda. Él te creerá; me ha dado su palabra de velar que
sigas saludable y feliz, y he llegado a confiar en que él lo hará.
Vhalla cerró los ojos con fuerza como si pudiera ignorar de dónde
provenían sus obedientes palabras. Su mente se desvió hacia el hacha de la
noche anterior. Si pudiera buscarla antes de la pelea, ¿podría ayudar a
cambiar el rumbo de la guerra? Vhalla pensó brevemente en contárselo a
Aldrik, en conseguir el hacha y usarla en cualquier batalla que se avecinara.
Pero después de todas sus reacciones previas a los cristales, lo último que
quería hacer era arruinar su momento. Más allá de eso, no confiaba
demasiado en el arma, había algo que no entendía al respecto y eso la hacía
sentir recelo.
—Pero no regreses al Sur —continuó Aldrik.
—¿Qué? —Vhalla parpadeó sorprendida, su anterior debate olvidado.
—Si yo… —Aldrik hizo una pausa, incapaz de decidirse a decir las
palabras—. Si yo no estoy allí para protegerte, ve al Oeste. Ve con mi tío. Él
te mantendrá tan a salvo como yo. Él sabe que es mi voluntad.
—Pero los Caballeros de Jadar… —dijo Vhalla con incertidumbre.
—El lugar más seguro será con el hombre que los conoce y que ya
tiene pulso en sus movimientos —insistió Aldrik—. Mi tío ha estado
luchando contra los Caballeros desde que se levantaron contra mi familia en
protesta porque mi madre se casó con mi padre. Con mi tío, serás cuidada,
esto es lo que quiero. Esto es lo único que quiero si no estoy allí para
convertirte en mi esposa, si no puedo protegerte yo mismo.
Ella tomó una respiración temblorosa.
—¿Harías eso? —preguntó suavemente, interrumpiendo su protesta.
Vhalla asintió.
—Prométemelo —insistió él.
—Lo prometo. —Ella obedeció y fue como un puñal en el estómago—.
No, no permitas que nada te suceda. —Lo agarró por las orejas, asustada—.
Este Imperio te necesita, necesita de tus manos para lavar la sangre y curar
sus heridas.
Aldrik meneó la cabeza.
—Yo solo soy bueno rompiendo cosas, cosechando destrucción. —Su
voz sonaba cansada.
—No.
—Vhalla, me conoces desde hace solo…
—Tú construiste esto. —Lo interrumpió y él parpadeó sorprendido—.
Nosotros, tú nos creaste a los dos. —Vhalla le mostró el reloj que le había
dado como prueba—. Y es una de las cosas más hermosas que he conocido.
Aldrik no tenía palabras; simplemente presionó su frente contra la de
ella y luchó por controlar sus emociones. Vhalla sintió el más pequeño de
los temblores en la mano que sostenía la suya e insistió en que no habría
lágrimas. Insistió a través de cada inhalación que era más débil que la
última.
—Te amo, milady, mi futura esposa —susurró. Los dedos de Aldrik se
movieron alrededor de los de ella, recorriendo el reloj en su cuello.
—Te amo —respondió ella. Nunca nada había sido más cierto—. Mi
futuro esposo.
Las palabras los dejaron a ambos en un silencio sorprendido. Ambos lo
habían dicho. Había sido secretamente oficial durante días, pero de alguna
manera decirlo tan abiertamente lo hacía aún más real.
Vhalla miró a Aldrik. Ambos lo lograrían. Sus dedos se apretaron
alrededor de los de él.
Aldrik finalmente se apartó, casi una hora después. Pareció que les
tomó tanto tiempo a ambos reunir la fuerza para que él se fuera de su lado.
Vhalla también se sentó, mirándolo vestirse.
—¿Qué sucederá? —preguntó ella suavemente.
—Vamos a repasar todo una vez más —explicó Aldrik mientras se
acercaba a él con nada más que una de sus camisas largas.
Los ojos de él se detuvieron en las piernas desnudas de ella mientras
Vhalla sujetaba su armadura con cuidado, con reverencia.
—Te prefiero mucho más que a cualquier otro escudero que me haya
cuidado —dijo Aldrik con una pequeña sonrisa.
Vhalla se rio suavemente. Era el momento más tranquilo que habían
tenido en mucho tiempo. Una broma que harían los amantes normales, no
las silenciosas palabras de desesperación que habían estado compartiendo
durante semanas.
—Me encuentro feliz de servir, mi príncipe —murmuró ella y él llevó
la mano a sus labios, besándola pensativamente.
—Te amo. —Aldrik la besó una vez más y se fue.
De repente, Vhalla sintió náuseas y se puso la palma de la mano en su
frente. Torpemente con el reloj en su cuello, Vhalla estudió las manecillas.
Era casi mediodía; la puesta de sol llegaría antes de lo que pensaba.
Tuvo el mismo cuidado al ponerse su propia armadura. Vhalla se
aseguró de que todos estuviera bien colocado, que cada broche estuviera
apretado y en su lugar. Se aseguró de que la cota de malla de su capucha no
se encontrara torcida y de que sus guanteletes y armaduras de piernas
estuvieran igual.
La sala principal se hallaba sorprendentemente silenciosa. Baldair
estaba sentado con la Guardia Dorada; algunos otros comandantes discutían
una o dos cosas, Aldrik entre ellos. El Emperador parecía estar acurrucado
alrededor de algo en el otro extremo con miembros de alto nivel. Pero por
lo demás había poca actividad.
Terminó sentada con la Guardia Dorada ya que Aldrik estaba
demasiado absorto en lo que hacía como para alejarse. Todavía no había
comido, pero eso no la impulsó a hacer nada más que mirar con indiferencia
la comida. Vhalla se recordó a sí misma que necesitaba sustento, pero no
parecía poder reunir la voluntad para comer. Se sentía demasiado incómoda
para hacerlo.
—Vhalla. —El susurro de Daniel la sacó de sus pensamientos.
En el momento en que sus ojos se encontraron con los de él,
compartieron libros de palabras no dichas. Su mirada era como una caricia
distante, absorbiéndola como si fuera la última vez. Vhalla se dio cuenta de
que, a su manera, todos estaban haciendo las paces con el hecho de que
nadie sabía quién seguiría sentado en la mesa a la mañana siguiente. Todos
decían adioses silenciosos y temerosos.
—Come —dijo él finalmente.
—Lo sé. —Ella agarró un tenedor.
—Intenta no ponerte nerviosa —dijo él amablemente.
—Trata de decirle al sol que no salga. —Le molestó un poco que él
incluso sugiriera eso.
—Entonces ten fe en las personas que te rodean. —Se inclinó hacia
adelante—. Yo estaré allí, a tu lado.
Vhalla lo miró con sorpresa, recordando de repente que él estaba
luchando en la primera línea del lado al que ella y Aldrik estaban asignados.
El nombre que había sido tinta en el mapa de un campo de batalla de
repente se volvió real y, con eso, el horror se abrió camino a través de su
cuerpo. Había demasiadas personas por las que se preocupaba, demasiadas
para protegerlas a todas.
—La Legión Negra sabe que debe protegerlos, a ti y al príncipe —dijo
Jax con más seriedad de la que Vhalla había escuchado en mucho tiempo.
Vhalla desvió su atención hacia el hombre a la derecha de Daniel.
—No quiero que…
—¿Qué? —interrumpió Jax—. ¿Que la Torre no proteja a sus líderes?
—No soy su líder. —La protesta comenzaba a sonar débil incluso para
sus propios oídos.
—¿No lo eres? —Jax se inclinó hacia adelante, sus codos sobre la
mesa—. ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en el campamento? ¿No
has visto más alas pintadas que los rayos del sol de Solaris? —Los ojos de
Jax se posaron en su reloj y Vhalla lo agarró instintivamente—. No naciste
para ser su líder, fuiste elegida. Y eso tiene un peso mucho mayor.
Vhalla se sintió instantáneamente abrumada, y rápidamente ocupó su
boca con comida para tragar las emociones que intentaban consumirla. Para
masticar los nervios y las implicaciones no tan sutiles que había dicho Jax.
Finalmente, su comida desapareció, aunque el estómago de Vhalla todavía
se sentía vacío.
Toda la Guardia Dorada iba y venía, cada uno atendiendo algo más.
Pero Vhalla nunca estuvo sola. Erion trató de infundirle confianza, Craig
trató de hacerla reír, pero ninguno de ellos pudo aliviar la confusión en su
corazón. Era la espera lo que la mataba, las horas que pasaban mientras se
arremolinaban en esa habitación repentinamente demasiado pequeña.
Internamente maldijo a los del Norte por no elegir atacar al amanecer.
Vhalla deseaba tener un libro para leer. No, no leer; no se encontraba
en un estado en el que la lectura fuera posible. Pero un libro para mirar, para
sostener, para que pudiera sentirse cualquier cosa menos una soldado a
punto de matar.
Pero cuando la mano de Aldrik agarró su hombro con un asentimiento,
una soldado era lo que debía ser. Se subió la capucha, él se puso el yelmo y
salieron juntos del campamento palacio. Vhalla miró fijamente a Soricium,
sus altísimos muros y árboles gigantes ardiendo con la luz anaranjada tardía
del sol.
Se preguntó qué estaba pasando dentro. Si ellos también se estaban
preparando para la batalla. Si también se sentían como bestias paseando por
su jaula.
Para el observador casual, el campamento parecía continuar en
normalidad. Pero Vhalla podía ver a los hombres con las espadas
desenvainadas, esperando la llamada, agachados en sus tiendas. Vio a los
arqueros apiñados y escondidos en sus perchas en las paredes con púas. Vio
el aumento de la patrulla que sería el comienzo de la frontera interior del
Imperio alrededor del palacio, evitando posibles fugas.
Todo un ejército esperaba, cada uno en un lugar cuidadosamente
planeado. Cada uno escondido y preparado para atacar para matar. Vhalla
examinó el borde superior del cuenco en el que se encontraba Soricium.
Sabía que las patrullas exteriores se habían retirado a propósito y se habían
relajado. Querían que el Norte viniera. Deseaban que la última esperanza de
su enemigo corriera hacia sus fauces abiertas y expectantes para poder
devorar todo el Norte.
Ella se detuvo junto a Aldrik a la sombra de una torre de asedio. Él se
giró hacia los árboles y ella lo vio apretar y relajar los puños. Vhalla siguió
su ejemplo, abriendo su Canal. Matar o morir. Bien o mal, esta era la única
opción que le quedaba. No importaba por qué estaba allí; si no luchaba,
caería.
Vhalla miró al príncipe a su lado. Su rostro era apenas reconocible con
el yelmo y la mandíbula apretada. Él escudriñaba los árboles con ojos
salvajes y nerviosos. Vhalla respiró hondo y cambió su visión, ampliando
su audición.
Había silencio mientras el sol continuaba bajando. Vhalla escuchó a los
soldados imperiales moverse, inquietos. ¿Y si se había equivocado? Si no
llegaba un ataque, probablemente la colgarían.
Pero a través de sus nervios los escuchó, una masa brumosa en la
distancia, avanzando a través de las copas de los árboles y hacia la tierra.
Era un ejército oculto que esperaba masacrar a los soldados instalados en
sus tiendas para pasar la noche. Los del Norte eran superados en número, al
menos en el lado este, se dio cuenta Vhalla. Sin el elemento sorpresa a
favor del Norte, el Sur debería ganar la batalla.
Decidió conservar su poder y volvió a cambiar sus ojos a la
normalidad. Pronto estarían sobre ellos. Vhalla escuchó el gemido de las
cuerdas de los arcos tensándose en el crepúsculo.
Había una cosa que delataba que el campamento era diferente a
cualquier otro día: el silencio. Todos esperaban con la respiración
contenida. Vhalla vio un destello de magia en el rabillo del ojo. Un hombre
agazapado en una tienda, lejos de donde solía dormir, empuñando una daga
hecha de hielo.
Fritz la miró y Vhalla articuló su nombre en estado de sorpresa. Él
sonrió débilmente y le dio pequeño asentimiento. Elecia también se
encontraba a su lado. Vhalla se dio cuenta demasiado tarde de que en lugar
de pasar la noche cazando hachas legendarias, podría haberla pasado,
debería haberla pasado, con sus amigos. ¿No había aprendido nada de la
muerte de Larel?
Se oyó un grito a través de la llanura quemada y polvorienta,
anunciando a los del Norte mientras cargaban a través de los árboles. La
cabeza de Vhalla se giró hacia el distante sonido de pasos. El enemigo
había hecho su movimiento, se habían comprometido con su carrera, sin
darse cuenta del monstruo que estaban a punto de despertar. Vhalla observó
cómo el ejército se quedaba quieto, cada soldado exigía un control extremo.
La primera línea de los del Norte se encontraba casi en el borde
exterior del campamento cuando sonó el cuerno. Resonaba de una torre a
otra. Las tiendas fueron arrojadas a un lado, algunas cortadas de inmediato,
por los soldados Imperiales que se escondían debajo de ellas. Solo hubo un
momento para que los del Norte se dieran cuenta de lo que estaba
sucediendo cuando la primera ola de flechas cayó sobre ellos.
Captó un destello de Daniel liderando la primera carga, y el corazón de
Vhalla latía tan fuerte en su pecho que debería haberle roto una costilla.
Todos los que le importaban se preparaban para lanzar su ataque. Aldrik,
Daniel, Fritz, Baldair e incluso Elecia; ¿cómo podría mantenerlos a todos a
salvo?
Con el coro de las flechas estirando los arcos y el himno del acero al
chocar con acero, Aldrik puso los pies en marcha. Vhalla corrió a su lado,
apartando todo lo demás de su mente y centrándose en lo que debía ser. Ella
lo vio levantar la mano cuando la segunda oleada de los del Norte
abandonaba la lejana línea de árboles. Un latido furioso comenzó a resonar
en sus oídos.
Esto era todo.
Capítulo 19

Vhalla no oyó el gemido de la catapulta cuando lanzó su primera carga


hacia el borde exterior del bosque. El chirrido de espadas se desvaneció.
Solo estaba él, solo estaba su cuerpo, su aliento, su vida y la magia pulsante
que fluía sin obstáculos entre ellos.
El brazo de Aldrik se movió por el aire y Vhalla supo lo que quería
antes de que la magia abandonara su cuerpo. Vhalla extendió una mano.
Aldrik se detuvo de repente; ella se detuvo con él en el mismo instante. El
príncipe apenas registró su movimiento y Vhalla se preguntó si lo sentía
igual que ella. Si también sabía que la profunda conexión que habían estado
formando durante meses finalmente estaba lista para ser mostrada al
mundo.
La magia de él estalló. Vhalla juntó ambas manos. Su viento tomó la
llama, la magia crepitaba alrededor de sus dedos. El andamiaje de su mando
lo sostenía, y su Unión permitió a Vhalla construir sobre su hechicería,
cosiendo la suya en los bordes, convirtiéndola en algo más grande que
cualquiera de las partes por sí solas.
Vhalla pasó sus brazos a través su cuerpo y observó cómo el fuego
atravesaba el aire, sobre las cabezas de los soldados imperiales,
encendiendo los árboles distantes y, con él, las legiones de Destructores del
Tierra del Norte que habían tomado su posición allí. El fuego estaba al rojo
vivo, y ella movió las manos, agitándolas en un vórtice de llamas.
Abriendo los puños con los dedos tensos, Vhalla empujó las manos por
encima de la cabeza y las abrió al cielo. El fuego imitó su movimiento y se
elevó en el aire, un espejo llameante de su movimiento. Era una columna de
fuego, brillante contra el cielo nocturno como si pretendiera tragarse la luna
entera. Vhalla perdió el control sobre él mientras se tomaba un momento
para admirar su creación, las llamas desaparecieron en el viento.
Vhalla miró a los ojos al príncipe mientras una ovación se alzaba en el
campamento al ver su colosal pira. Lo sabían, todo el mundo lo veía, era tan
claro como las llamas que todavía ardían en los árboles encendidos ante
ellos. Juntos, eran imparables. Vinculados, Unidos, locamente enamorados,
ya no había fronteras que pudieran limitarlos. Eran una sola fuerza de la
naturaleza.
Salieron a tiempo y empezaron a correr en perfecta sincronización. Los
soldados corrieron detrás de ellos, pero Vhalla ya no les prestaba atención.
Su príncipe, su respiración, sus movimientos, era todo lo que ella
necesitaba.
Aldrik clavó los talones, se detuvo por segunda vez y extendió los
brazos. Los Portadores de Fuego se apresuraron a salir de las filas e
hicieron una línea recta desde cada brazo.
—¡Aviven el fuego! —grito Aldrik sobre el caos.
Sus brazos señalaron hacia donde quería las llamas. Los Portadores de
Fuego se movieron todos al unísono. Cada uno tenía su propio enfoque para
manejar su magia, pero todos se concentraron en crear un parche de fuego
separado.
Los Destructores de Tierra del Norte desafiaron las llamas; algunos
más débiles no tuvieron éxito ya que su piel de piedra se incendió como
yesca. Los otros soldados corrieron y se arrojaron, tratando rápidamente de
evitar el fuego. Mientras el interior se abarrotaba, con los pocos lamentables
que fueron obligados a pasar gritando hacia las hogueras por sus propios
aliados empujándolos. Los que atravesaron se encontraron con la primera
línea del ejército Imperial.
Los ojos de ella se posaron en un destello de oro, una empuñadura con
forma de trigo que brillaba a la luz del fuego. Vhalla no supo cómo
encontró a Daniel entre todos los soldados, pero sus ojos estuvieron
únicamente en él por un breve momento. Se movió como un bailarín en su
propio canto fúnebre de victoria. Tenía su propia belleza macabra.
Vhalla respiró hondo y extendió las manos una vez más. Diez, ella
reclamaría un arma del Norte por cada dedo. Concentrándose alrededor de
Daniel, diez espadas se elevaron en el aire con un movimiento de sus
manos. Girando sus muñecas, Vhalla las envió de vuelta al enemigo, una
lluvia de espadas.
Algunos soldados del Sur lucieron confundidos. Daniel se giró
brevemente, pero sus ojos no encontraron los de ella en el pandemonio.
Pero Vhalla sabía que la había estado buscando en ese breve segundo. Sabía
que la Caminante del Viento lo estaba cuidando cuando podía. Vhalla no lo
pensó más; sus manos ya se encontraban en movimiento de nuevo.
Era como tocar un instrumento invisible, sus dedos tocando el aire.
Aldrik hizo otra llamada a su lado, pero ella ni siquiera escuchó. Por cada
espada que levantaba en el aire, dos más parecían surgir corriendo desde
debajo de los árboles en llamas.
—¡Vhalla! —llamó el príncipe, y su nombre en sus labios rompió su
trance.
Se estaban moviendo de nuevo, Aldrik empujando a la Legión Negra
hacia adelante para hacer frente al ya creciente caos de sangre y muerte.
Los oídos de Vhalla captaron el repiqueteo de flechas lanzadas desde un
punto en los árboles a su derecha.
—¡Aldrik! —No lo pensó dos veces al usar su nombre sin título.
Aldrik se volvió hacia ella rápidamente—. ¡Dame llamas! —gritó Vhalla y
confió completamente en que estarían allí mientras abría su mano hacia el
cielo abierto.
Él levantó su mano al mismo tiempo que ella, y lo sintió una vez más,
la sensación de un cuerpo más allá del suyo, ella fuera de sí misma y él
dentro de ella. El cielo oscuro fue incendiado por una cúpula de fuego,
flechas ardiendo y cayendo como lluvia humeante inofensivamente sobre
los soldados acorazados de abajo.
—¡Más! —demandó Vhalla. Él levantó un segundo brazo, haciendo lo
que le pidió. Vhalla dio un paso más mientras movía su mano hacia
adelante, enviando una manta de llamas a los árboles al lado sureste, donde
se habían originado las flechas.
En el segundo en que la magia dejó su control, Vhalla tropezó,
desequilibrada por haber extendido el brazo. Se tambaleó, pero una mano
firme la agarró y la puso en pie. El príncipe tenía una pequeña sonrisa en
sus labios. Una pequeña sonrisa loca por el secreto que compartían, el
secreto que poco a poco estaban exponiendo al mundo.
—¡Mi príncipe! —Un soldado rompió su trance—. La línea del frente
se está rompiendo. —El hombre miró a Vhalla y a Aldrik, esperando
órdenes.
—No —dijo Vhalla en una exhalación, sus ojos mirando hacia el
frente. No pudo encontrar a Daniel y en su pecho se formó un nudo—. No
—dijo furiosa.
—¡Portadores de Fuego y Destructores de Tierra! —gritó Aldrik—.
Luego Manipuladores de Agua. Apoyen primero la carga de las espadas.
Vhalla observó mientras los soldados se preparaban para la segunda
oleada. Más de la mitad de ellos eran de la Legión Negra, pero casi todos,
espadas incluidas, tenían un ala pintada en sus armaduras. La batalla se
desaceleró por un breve momento y Vhalla dio un paso adelante y salió de
la sombra del príncipe.
—¡Los detendremos aquí! —gritó ella—. No pasarán esta línea. ¡Los
detendremos aquí!
Mientras ella lanzaba su puño al aire, el mundo se llenó de un grito de
batalla tan estridente que casi destrozó el cielo. Vhalla se giró y vio cómo se
desmoronaba lo último de la primera línea. Su respiración se atascó en su
garganta cuando los del Norte llegaron hacia ellos, la vorágine sobre ella.
Aldrik fue el primero en moverse entre ellos. Su cuerpo cubrió la mitad
del de ella mientras soportaba el ataque de las espadas enemigas. La mano
envuelta en malla de Aldrik alcanzó el rostro del enemigo, y el hombre
gritó de angustia.
Colapsó como una ruina carbonizada.
Ella volvió a la vida y desarmó a su siguiente atacante. Con un
movimiento rápido de sus dedos, la hoja estaba en su mano justo a tiempo
para girar y detener una nueva espada que apareció zumbando desde atrás.
El latido del corazón en sus oídos era de pánico. Era un ritmo frenético que
intentaba seguir el ritmo de la locura que los rodeaba.
Vhalla apretó los dientes. El soldado del Norte era mucho más fuerte
que ella, y se apresuró a desarmarla de su espada robada. Ella tropezó hacia
atrás, tratando de recuperar el equilibrio. Hubo un gruñido detrás de ella,
una llamarada. Aldrik había eliminado al hombre que ella había desarmado,
pero aún no había vuelto a concentrarse en ella. El atacante de Vhalla dio
un paso atrás y levantó el arma por encima de la cabeza.
Un soldado se abalanzó hacia el punto blando debajo del brazo donde
se unía la armadura. Vhalla vio un destello de azul, una daga de hielo
hundirse profundamente en el costado del hombre. El hombre del Norte
gritó de dolor, su espada se arqueó ampliamente mientras de forma
instintiva, se volvía para enfrentar a su nuevo asaltante. Fritz saltó hacia
atrás. El hombre levantó su espada. Vhalla se abalanzó.
Su mano se cerró sobre la boca sorprendida del hombre y reclamó su
aliento. Observó el momento frágil justo antes de que su rostro explotara
ante ella, trozos de nariz y ojos salpicando sus mejillas y armadura. Apenas
hubo un momento para respirar, y Vhalla se volvió y extendió un brazo para
desarmar a un hombre que estaba atacando a Aldrik.
—¿En dónde aprendiste a hacer eso? —dijo Aldrik mientras arrojaba
un cuerpo a un lado.
—¿Debes preguntar? —gritó ella por encima del zumbido de las
espadas y los arcos, su espalda chocando contra la de él mientras esquivaba
otra espada.
La diversión de Aldrik resonó, su risa demente y fuerte crepitaba en el
aire. Sabía que ella era él y ella, ambos a la vez. Sus movimientos eran una
mezcla de todo lo que la Unión les había dado y todo lo que podían ser. En
medio de la sangre y la carnicería, se encontró usando su propia sonrisa
loca para reflejar la de él. Él giró a la izquierda, ella giró a la derecha; se
separaron el uno del otro, eliminando a dos más con el movimiento.
—¡Muere! —le gritó otro.
—¡Hoy no! —gritó ella. Su espada se clavó en su costado, de alguna
manera encontrando su camino entre las escamas. Vhalla hizo una mueca,
pero presionó su brazo hacia adelante. Su mano agarró su boca, y eso fue
todo lo que necesitó.
Ella se giró, la sangre goteaba de su palma derecha. Aldrik tenía tres
encima y los manejaba con precisión experta. Vhalla levantó los dedos,
enviando su fuego en un amplio arco para golpear a los tres. Gritaron de
dolor cuando sus cuerpos se incendiaban. Aldrik se giró hacia cada uno
secuencialmente, terminándolos.
Sus ojos se cruzaron con los de ella y el tiempo se ralentizó. Dos orbes
de obsidiana, en llamas, vieron directamente su alma. Ella inhaló y vio que
su aliento se agitaba al mismo tiempo. Su mano se extendió en el aire, sus
pies se levantaron y ella lo alcanzó. Los dedos de Vhalla se curvaron
alrededor de los suyos y Aldrik la atrajo hacia él.
—Milady. —Ella lo habría escuchado incluso si las palabras hubiesen
sido susurradas y todos los soldados gritaran a la vez—. Eres magnífica. —
La mano libre de Aldrik se extendió por encima de su hombro, y sintió el
destello de su magia cuando una lengua de fuego fue enviada detrás de ella.
Vhalla ni siquiera se giró para presenciar la desaparición de la pobre alma.
—Mi príncipe. —Vhalla levantó la mano, desarmando a todos los que
se hallaban a sus alrededores. Apenas pensó en el hecho de que era la
primera vez que manejaba tantas espadas a la vez—. Tú eres las canciones
más épicas de los bardos cobrando vida.
Él le sonrió. Ella le dedicó una sonrisa astuta. Aldrik la soltó y ella se
giró sobre sus talones, lanzándose al movimiento, de modo que se dejó caer
hacia adelante. El viento salió disparado de sus manos y derribó a unos
veinte soldados del Norte. Vhalla sintió el familiar calor de las llamas detrás
de ella y supo que él también se había entregado a la pelea.
Su magia la reclamó; era embriagadora, una devoción que todo lo
consumía en el momento. Estaba perdida en algún lugar entre ella y él. Sin
embargo, de alguna manera, podía sentirlo perdido dentro de sí misma. Ella
sentía los movimientos de él tanto como los suyos. Vhalla no estaba segura
de si era posible tener una Unión sin contacto, pero ellos lo estaban
demostrando.
Viraban y giraban en espiral uno sobre el otro, confiando
completamente en que el otro estaría exactamente donde esperaban,
momentos antes de que siquiera comenzaran a moverse. Sus cuerpos se
giraron hacia donde el otro necesitaba, encontrando aperturas, moviéndose
alrededor de brazos agitados y pies rápidos.
Nadie tenía ninguna posibilidad contra ellos. Ninguno lograba siquiera
acercarse. Los brazos de él se curvaron alrededor del cuerpo de ella,
enviando un ataque. Su espalda rozó la de él mientras lo protegía. Aldrik se
centró en su llama y ella se le unió con su propia esencia mágica. Había
algo profundamente íntimo en ello.
Su respiración se había vuelto pesada, esta era la verdadera noche de
Fuego y Viento.
Un ruido extraño y estridente atravesó la oscuridad, y hubo un fuerte
rugido. Aldrik y Vhalla se detuvieron y se giraron hacia la fuente
exactamente en el mismo momento. Ella tragó saliva. Saliendo de los
árboles en la oscuridad había una fuerza montada. Los Destructores de
Tierra, a juzgar por su armadura limitada, cabalgaban sobre las criaturas
felinas a las que ya una vez antes, se había enfrentado. Había menos que en
el Calvario del Sur, pero más de lo que Vhalla había esperado que fuera
posible.
Sus grandes garras atravesaron los escombros que eran los últimos
hombres en pie de la línea del frente. Vhalla evaluó el estado de los
militares detrás de ella. El círculo interno que rodeaba la fortaleza se
mantuvo fuerte, nadie del Norte había atravesado ningún lugar que Vhalla
pudiera ver… todavía.
Tragó saliva. Debía aguantar, no deben permitir que nadie de dentro de
Soricium escape de esos altos muros o ayude a penetrarlos.
Un cuerno Imperial sonó y Vhalla escuchó el retumbar de unos cascos.
Se lanzó una contrafuerza montada para responder. Vhalla retiró las manos.
Sintió que Aldrik se acercaba, cubriendo sus costados mientras tomaba una
respiración firme. Ella ignoró todo, confiando en que él la defendería.
Empujando hacia adelante, vio a la docena de criaturas tropezar y
retroceder contra la fuerza del vendaval que envió hacia ellos.
Desafortunadamente, algunos soldados del Sur también fueron derribados
en el proceso, pero le dio a la caballería del Sur el tiempo que necesitaban.
Tenía otras preocupaciones además del tiempo de respuesta de la
caballería cuando vio a Fritz por el rabillo del ojo. Lo superaban
enormemente en número tres a uno, y él no era Aldrik. Vhalla perdió la
sincronización perfecta que mantenía con su príncipe para correr hacia su
amigo. La daga de Fritz se desprendió de su mano. Vio el leve cambio en su
cuerpo, pero su ilusión fue disipada casi instantáneamente por otro atacante.
Vhalla se obligó torpemente a entrar en la batalla. Esquivó una espada
y tacleó otra diferente para Fritz, quien se levantó del suelo. Escuchó que su
voz gritaba de dolor por la presión que entumecía el hombro de ella. Otra
hoja fue retirada, se mordió el labio, intentando recuperar el control. Fritz
rodó, tratando de ponerse de pie.
El fuego ardió a su alrededor, lamiendo cálidamente su piel. La punta
de una hoja le rozó la mejilla un momento antes de que su atacante dejara
caer el arma en agonía. Aldrik encontró el camino a su lado. Las manos de
ambos se acercaron a los que quedaban del Norte. Ambos encontraron su
objetivo. Ambos soldados murieron al mismo tiempo, uno por el viento y
otro por el fuego.
—Vhalla. —Aldrik la miró con aparente preocupación.
—Estoy bien. —Ella asintió, apenas registraba el dolor en su mejilla.
Hubo un fuerte aumento en los gritos de los soldados ante ellos.
Ambos se giraron. Las bestias restantes habían alcanzado a la caballería.
Vhalla miró presa del pánico mientras los caballos sin jinetes que huían de
las afiladas garras y colmillos.
Entonces vio a las criaturas felinas por lo que eran. Esta sería la
escapada del clan principal. Sería lo que destrozaría las filas del Sur y
llegaría al palacio. Sería lo que podría llevarse a la gente de adentro y
preservar el liderazgo del Norte. Aldrik vio lo mismo.
—¡Legión Negra! ¡Deténganlos! —ordenó.
Todos los hechiceros dirigieron su atención a las bestias que se
acercaban.
Algunos fueron empalados con lanzas de hielo. Otros fueron envueltos
en llamas, pero aun así no fue suficiente. Vhalla vio como sus camaradas de
negro eran atacados, destrozados por las criaturas. Su estómago se revolvió
cuando uno se detuvo para morder la cabeza de un soldado caído del Sur.
Pero dos jinetes conocían su misión con más claridad y dirigieron sus
monturas hacia la línea interior con un propósito furioso. No deben dejarlos
pasar. Aldrik ya estaba moviendo su fuego tanto como podía, pero el pelaje
de las bestias parecía resistir las llamas, y tenía que enfocar toda su atención
en solo una a la vez para que se prendiera y colapsara con un grito felino de
agonía.
Vhalla empezó a correr. Fritz y Aldrik gritaron detrás de ella, pero ella
se sumergió en su Canal. Ya estaba empezando a sentirse delgado, pero no
tenía otra opción. Si alguna vez había una noche en la que ella tocara el
fondo de su pozo mágico, sería esta. El viento soplaba bajo sus pies y nada
pudo atraparla mientras corría por el campamento. Curvando su camino,
esquivando espadas y agachándose entre escaramuzas, corrió por el campo.
Sus ojos estaban enfocados en una criatura, más grande y más fuerte que el
resto.
Curvando sus dedos, una ráfaga de viento empujó a un caballo sin
jinete en su dirección. Vhalla volvió a curvarlos y corrió a lo largo del
camino de la montura. La yegua pintada se le acercó y ella le tendió la
mano. Sus dedos se cerraron sobre sus riendas y no la soltó. El caballo,
enloquecido, trató de seguir corriendo y Vhalla perdió el equilibrio. Sus
piernas se movieron frenéticamente, encontrando su equilibrio mientras el
caballo desaceleraba lo suficiente por sus tirones de las riendas para que
ella pudiera subirse.
De alguna manera, se las arregló torpemente para subir a la silla.
Vhalla se giró; los dos jinetes del Norte estaban casi en la línea central. Los
arqueros arrojaron flechas sobre ellos. Los soldados armados con postes se
prepararon. Vhalla apretó sus talones a los costados de la montura y puso el
viento en los cascos del caballo.
No era una buena bestia de ninguna manera. La yegua luchó y
relinchó. Movió la cabeza de un lado a otro, lo que obligó a Vhalla a
agacharse y agarrar las riendas con tanta fuerza como le fuera posible. El
caballo se resistió al principio, pero ella pateó más fuerte, sintiendo una
mínima cantidad de culpa por presionar a la desprevenida criatura así.
El caballo finalmente se movió como ella quería. Vhalla tuvo el tiempo
justo para extender una mano para armarse con una espada del suelo, su
dueño muerto hace mucho tiempo, antes de ir contra el primer jinete del
Norte. Giró en un amplio arco y el filo de la hoja se estrelló contra la nariz
de su enemigo. Fue como golpear la ladera de una montaña, y los huesos de
Vhalla reverberaron por el impacto. Pero fue suficiente para detener al
jinete.
Un valiente soldado Imperial cargó, clavando su lanza en el corazón de
la bestia felina. La guerrera del Norte miró a Vhalla solo brevemente, la
rabia torció sus rasgos mientras caía de su montura moribunda.
—¡Ataquen los ojos! —gritó Vhalla al ejército del Sur al alcance del
oído. Sabía que probablemente tenían más experiencia que ella, pero un
recordatorio no haría daño. Vhalla tiró de las riendas y se movió.
A lo lejos, una racha oscura avanzó contra el torrente de flechas
llameantes. Siguió su camino hacia un hombre con armadura blanca y
dorada que ya estaba luchando con los soldados que abrían una brecha en el
lado sur. Vhalla maldijo en voz alta mientras chocaba las riendas,
cabalgando en dirección al Emperador.
Con el viento en su espalda, cerró la brecha en un período de tiempo
imposiblemente corto. Vhalla gritó mientras llevaba el caballo en forma
perpendicular hacia el camino de la criatura felina restante. Mientras se
lanzaba al aire, la yegua fue empujada hacia el costado de la bestia felina,
apartando sus garras del objetivo. Vhalla abordó al soldado del Norte en la
parte trasera de la criatura, y se dedicó a pensar un momento en lo mucho
que realmente odiaba al Emperador.
Vhalla rodó cabeza abajo, enredada con la mujer del Norte que había
lanzado a la oportunidad de tomar la vida del Emperador Solaris. La mujer
ganó, sentándose a horcajadas sobre ella. Vhalla luchó, sus brazos
inmovilizados debajo de las rodillas de la mujer enemiga. La Destructora de
Tierra echó hacia atrás su espada, sus brazos sobre su cabeza.
—¡Gwaeru! —gritó.
Vhalla vio un destello plateado en la noche.
Una lanza atravesó el ojo de la mujer del Norte. Su boca quedó abierta
y sin vida. Vhalla giró la cabeza para evitar la punta de la hoja que cayó
entre los dedos flácidos de la mujer muerta. El arma de ayuda fue retirada, y
Vhalla se quitó de encima el cadáver sin vida, girándose para ponerse de pie
rápidamente.
El Comandante Zerian arqueó su arma en el aire, haciendo que la
sangre saliera volando. Vhalla dio las gracias rápidamente y miró a su lado,
viendo a la bestia con la que había chocado de cabeza en el suelo. El
Emperador Solaris sacó su espada del rostro de la criatura y se encontró con
la mirada de ella.
Sus ojos vieron esos fríos azules y se detuvo. No hubo agradecimiento,
asentimiento ni reconocimiento. Simplemente se giró y comenzó a ladrar
órdenes mientras las otras bestias del lado oeste comenzaban a caer contra
la línea interior. Vhalla escuchó el sonido de flechas perforando el aire,
provenientes de la fortaleza, e instintivamente levantó la mano. Desviar los
ataques de los arqueros se había vuelto demasiado fácil.
El Emperador le regresó la mirada fija. Vhalla tuvo un momento en el
que medio esperaba alguna forma de gratitud por su ayuda adicional. Pero
él simplemente se giró para dar más órdenes. Apenas tuvo tiempo de
importarle. El Comandante Zerian, sin embargo, le dio un asentimiento. La
había visto salvar al Emperador directamente. Era la primera vez que no
había duda de que sucedía, y ella había sido Vhalla Yarl, no Serien. Eso era
suficiente para ella.
Sus pies la llevaron de vuelta a través del campo de batalla. Vhalla
mató a tres soldados del Norte más en el camino, ayudando en la muerte de
al menos otros cinco desarmándolos o desequilibrándolos. Vio los cuerpos
que habían comenzado a amontonarse en el suelo y no pudo mantener un
recuento de quién parecía haber amontonado más sobre la tierra sangrienta,
el Norte o el Sur.
Cambiando a su visión mágica, revisó los árboles. Su corazón casi se
detuvo. No había más, por lo que podía ver, no había más soldados
esperando en la línea de los árboles. No había más. Sus pies se movieron
más rápido. Aldrik, necesitaba estar con él, estar a su lado para el llamado
que inevitablemente iba a sonar a través del aire de las primeras horas del
amanecer.
Su príncipe desechó a un atacante cuando ella lo alcanzó. Sus brazos se
abrieron para ella, y las manos de ella se agarraron a los antebrazos de él
mientras las manos de él agarraban los de ella. Ambos se reprimieron de dar
más que un abrazo.
—¡Mujer loca! —le gritó él por encima del ruido de hombres y
mujeres moribundos.
—¡Quizás! —concordó ella, agitando una mano hacia un Manipulador
de Agua que estaba particularmente pasando un mal momento.
—¡No te vayas de mi lado otra vez! —exigió él, un brazo la liberó para
enviar un torrente de llamas en la cara de un soldado del Norte.
—¿Incluso si es para tratar de salvar públicamente a tu padre? —
preguntó ella, alejándose de él de regreso al palacio para evadir otra ola de
flechas. El rostro de Aldrik se giró de golpe hacia ella, y Vhalla lo miró con
una sonrisa pequeña y satisfecha.
La batalla continuó en calma hasta que una trompeta resonó a través
del campo y todos los soldados del Sur se detuvieron. Otro tomó el llamado,
y luego otro, antes de que el aire estuviera vivo con el canto de guerra del
Sur. El aliento de Vhalla se le atoró en la garganta. Sus ojos revisaron el
campo de batalla.
Los últimos soldados del Norte estaban cayendo de rodillas, ante sus
oponentes del Sur. El ejército Imperial no perdió tiempo en matarlos en el
lugar. Fue una carnicería a diferencia de lo que alguna vez había visto antes
en todos los lados.
En la calma, ella jadeó, tratando de recuperar el aliento. Vhalla regresó
a los árboles, sus ojos revisándolos frenéticamente. Sus manos se
convirtieron en puños, y estuvo preparada para la siguiente ola. El cuerno
sonó de nuevo y una mano agarró su hombro, sorprendiéndola.
—Se acabó —dijo Aldrik en voz baja. Ella evaluó la sangre cubriendo
el rostro de él y esperaba que fuera la sangre de otros. Vhalla revisó los
árboles de nuevo, su corazón acelerándose—. Vhalla, hemos terminado.
No podía creerlo. Pero el cuerno sonó una vez más. El último suspiro
moribundo de un soldado del Norte fue silenciado, y todos parecieron
contener la respiración colectiva. Nadie más salió corriendo de los árboles.
No hubo más gritos de guerra en la noche. En ese primer rayo de luz de la
mañana, el Sur alzó sus voces en un grito de alegría.
Vhalla no pudo obligarse a emitir sonido para unirse al grito loco.
Siguió mirando, pasmada. Ahí parecía que había muy poco sobre lo que
vitorear con todos los muertos llenando el suelo a su alrededor. Si así se
veía la victoria, ¿cómo era la derrota?
Las manos de Aldrik le agarraron los hombros, y se sintió mareada. Él
la miraba como si fuera la razón de todos sus gritos alegres, y ella encontró
en sus ojos una adoración que casi consumió su cordura. No quería nada
más en ese momento que tomarlo en su abrazo. Lo habían logrado.
Esperarían el amanecer juntos. De alguna manera, ambos se abstuvieron de
actuar sobre las ganas que eran tan evidentes en sus rostros, aunque el
momento de tensión decía demasiado por el deseo y el alivio que inundaban
sus cuerpos agotados.
En el momento en que la liberó, buscó a Fritz, a Daniel, a Elecia, a
alguien. Su corazón se detuvo cuando vio una masa de cabello rubio
encrespado y ensangrentado. Vhalla corrió al lado de Fritz, riendo con
alivio tan pronto como llegó a su amigo. Sus ojos estaban cerrados, pero
respiraba, y, dado todo lo que había sucedido, eso era suficiente. Aldrik
llamó a Elecia, que parecía igualmente aliviada por el estado estable de
Fritz, e inmediatamente comenzó a atender al hombre.
—Vhalla, ven —ordenó el príncipe en voz baja.
—Quiero quedarme con él. —Sostuvo la mano de Fritz en la suya.
—Quiero que estés aquí para esto —insistió Aldrik.
Vhalla abrió la boca para objetar.
—Si Fritz tiene suerte, entonces seguirá durmiendo hasta que lo ponga
en una tienda recuperarse y el dolor se atenuará —intervino Elecia con una
mirada a Vhalla—. Ve, Lady Caminante del Viento.
Vhalla se quedó ahí, aturdida. Había una extraña mezcla de resignación
y aceptación en la voz de Elecia. La mujer de cabello rizado asintió, como
si estuviera reconociendo por primera vez el cambio en el estatus de Vhalla.
Como si ya fuera oficial solo por la victoria.
Vhalla y Aldrik caminaron juntos, sin decir nada, dirigiéndose hacia el
centro del campamento. Mientras pasaba a un soldado, luego otro, el
ejército se llevaba las manos al pecho. Mientras saludaban, sus palmas
cayeron sobre el símbolo de la Caminante del Viento. Sus ojos decían
demasiado, como si pintarlo en sus pechos hubiera sido lo que había traído
la victoria.
Baldair se les adelantó al centro; lucía demacrado y lleno de sangre,
cortado en algunos lugares, pero dado todo, estaba vivo y a salvo. Su
cabeza se giró hacia ellos, junto con la del Emperador y otros comandantes
reunidos. Vhalla vio el rostro de Baldair llenarse de alivio, mostrando
públicamente una emoción por su hermano que nunca había visto
abiertamente antes… amor. Avanzó tropezándose hacia Aldrik, y sus manos
se agarraron alrededor de los brazos del otro.
—Hermano —dijo Baldair con voz ronca.
—Hermano —repitió Aldrik, mirando fijamente e impresionado a su
hermano menor.
Vhalla se detuvo con una pequeña sonrisa. Por todo lo que había
sucedido entre ellos, estaban felices de verse, sin lugar a duda aliviados por
la supervivencia del otro. Era agradable verlos permitirse esa alegría.
Baldair se volvió hacia ella, liberando a su hermano. Miró de arriba
abajo su silueta ensangrentada. Vhalla ni siquiera tuvo un momento para
prepararse para lo que pasó después. Los brazos del Príncipe
Rompecorazones se cerraron alrededor de sus hombros, y la levantó en el
aire.
—¡Vhalla! —gritó con una risa—. Pequeña chica testaruda del Este.
—Nosotros los del Este somos más duros de lo que parecemos —dijo
una voz familiar desde detrás de ella. Vhalla luchó inmediatamente en los
brazos de Baldair. El príncipe la bajó y ella se volvió, preparándose para la
decepción.
La línea frontal puede que se hubiera roto, pero el hombre del Este
magullado, maltratado y sangriento ante ella había salido con vida. Vhalla
dio un paso hacia Daniel. Él le mostró una sonrisa perezosa, y fue toda la
invitación que ella necesitó. Vhalla le arrojó los brazos alrededor del cuello.
—¡Nosotros los del Este somos tercos! —dijo ella riéndose.
—Y demasiado cariñosos —dijo Erion arrastrando las palabras,
uniéndose al grupo.
Vhalla liberó a Daniel, sonriéndole radiante al otro Guardia Dorado y
comandantes de quienes se había hecho amiga. Lo habían logrado. Lo
habían hecho.
Un hombre a quien Vhalla no reconoció, pasó en medio de ellos,
corriendo hacia el Emperador. Extendió una bandeja de pergamino y tinta al
hombre que pronto sería el gobernante de todo el continente, del mundo
civilizado. El Emperador Solaris agarró la pluma sin decir una palabra,
empezando a garabatear en el papel sobre la bandeja sostenida quieta por el
soldado.
Doblando el papel, el Emperador pidió a gritos a un arquero. Ataron el
pergamino alrededor de una flecha. La flecha fue colocada en la cuerda del
arco, el arquero tensó su arma, y el papel fue enviado hacia la pared.
—Esto termina hoy —anunció él—. Perderán y unirán lazos con el
Imperio Solaris… o morirán. —El Emperador se acercó en dirección al
campamento palacio—. Notifíquenme inmediatamente por cualquier
respuesta —anunció a todo el mundo en general.
Vhalla miró a la distancia en la luz brumosa de la mañana para ver que,
de alguna manera, la estúpida estructura había logrado ser colocada en un
lado que había sobrevivido en su mayoría a la batalla. Vhalla tropezó con
los cadáveres que bordeaban los restos del campamento. Caminó entre los
dos príncipes silenciosos. El alivio se había desvanecido en la escena
sombría y grotesca ante ellos. Sus vidas habían sido compradas con la
sangre que ahora manchaba la tierra de rojo con la sangre de los
desafortunados.
Las comandantes se separaron para supervisar la limpieza. Vhalla sabía
que debería sentirse culpable por retirarse de nuevo a la privacidad del
campamento palacio cuando a muchos no les quedaba una tienda de
campaña a su nombre, pero no pudo encontrar la energía para hacerlo.
Simplemente quería colapsar, su fuerza física y mágica se habían agotado.
El Emperador pensaba de forma similar y se había encerrado para
cuando cruzaron el umbral. Baldair cerró la puerta detrás de ella y Aldrik.
Una mano, cálida incluso a través de la armadura, se cerró alrededor de la
suya. Ante su hermano, pero lejos del mundo, el príncipe heredero tiró de
ella hacia él. Un puño en guantelete acunó su barbilla e inclinó su rostro al
de él. Sus labios sabían a humo y sangre, pero ella lo saboreó de todos
modos.
El ejército había salido victorioso. Habían sobrevivido. Y su libertad
con seguridad había sido ganada. En ese momento de alivio y dicha
compartidas, Vhalla respiró el primer aliento del nuevo amanecer. Se
permitió creer en todo lo que el príncipe había dicho: su futuro juntos
comenzaba en ese momento.
Capítulo 20

Al día siguiente, quedaba lidiar con el asunto más oscuro de la guerra:


las secuelas de la batalla. Después de que la adrenalina de la gloria se
desvaneciera, después de que los gritos por la victoria cesaran sus
reverberaciones, tenían el proceso inevitable de recoger los pedazos. Las
tiendas estaban esparcidas, destrozadas y pisoteadas. Las pertenencias de la
gente, las pocas muestras de sus hogares, se habían perdido en el barro y la
sangre del campo.
La primera parte era atender a los heridos. Los clérigos establecieron
una clasificación, conservando sus limitados suministros para los más
necesitados. Los Portadores de Fuego cauterizaron heridas particularmente
graves. Los Destructores de Tierra, ayudaron con las aflicciones de veneno
y prepararon nuevas pociones con lo que se podía encontrar en los bosques
cercanos, lo que no se había quemado. Hubo unos pocos inevitables a
quienes se les dieron viales de misericordia y la elección más difícil, la
última opción, de sus vidas.
Aquellos que no estaban ayudando a los heridos tenían innumerables
cuerpos para recoger. Los cuerpos eran despojados de todo lo que fuera
valioso o reutilizable, y una torre de armaduras pronto se volvió alta sin sus
dueños. Algunos caídos tuvieron la suerte de que sus amigos fueran los que
los encontraran, otros eran de cuna noble, y una o dos de sus pertenencias
fueron apartadas para regresar con sus familias. Pero había más, tanto del
Norte como del Sur, que eran tan anónimos y sin rostro como el anterior.
Se erigieron seis piras colosales alrededor del campamento y los
cuerpos fueron transportados sin escalas hasta ellos. Los Portadores de
Fuego rotaron la obligación de mantener los fuegos ardiendo, brillantes y
calientes.
Al morir, los del Norte y del Sur descansaban juntos antes de que sus
cuerpos se convirtieran en cenizas y sus almas partieran al reino del Padre.
Las piras lanzaban un humo espeso que apestaba a carne y a grasa humana.
Los soldados, sin importar en qué lugar del campamento se encontraran, se
envolvían sus rostros con un paño húmedo para tratar de evitar el humo y el
olor.
Afuera había una marcha lúgubre de actividad, pero dentro de la
habitación del príncipe heredero, el día avanzaba con relativa paz. Aldrik y
Vhalla se habían tomado el tiempo suficiente para quitarse la armadura y
limpiarse la sangre del rostro y las manos con una esponja antes de colapsar
en la cama, ropa sucia y todo.
No fue un sueño hermoso; fue un coma profundo y cansado. El rostro
de Vhalla estaba plano contra la almohada, su boca abierta y su respiración
profunda. Aldrik se había estirado sobre la cama, con las extremidades de
un lado a otro, apenas encajando junto a ella. Fue un sueño que descansaba
en la comodidad de que tenían una cosa menos que temer cuando llegara el
amanecer.
Vhalla cerró la boca, humedeciéndose sus labios. Abrió los ojos. La luz
del día se colaba a través de las rendijas de las contraventanas, proyectando
rayos largos e ininterrumpidos a través del humo que inevitablemente
penetraba en la habitación. Ella hizo una mueca.
—Apesta —gimió Vhalla, y Aldrik apenas se movió.
Ella rodó sobre su costado y se acurrucó contra él, con la cabeza en la
parte superior de su pecho. Vhalla se consoló con su proximidad, su
respiración lenta. Sabía que él ya no lo olía, o al menos eso era lo que le
había dicho hacía mucho tiempo. Había incendiado a tanta gente que apenas
se percataba del terrible hedor. Vhalla volvió a dormirse mientras el brazo
de él instintivamente la rodeaba. Realmente esperaba que las almohadas no
olieran durante el tiempo que se vieran obligados a quedarse.
Se había vuelto a dormir, aunque no tenía idea de por cuánto tiempo,
cuando alguien golpeó la puerta de Baldair. Vhalla se alejó de la fuente del
ruido, como si eso lograra que la persona se fuera. Aldrik maldijo en voz
baja, pero hizo lo mismo.
—Chicos —llamó el Emperador a través de la puerta de Baldair.
Todavía creyendo, o fingiendo creer, que Aldrik dormía allí para que Vhalla
pudiera tener su habitación para su protección.
Ambos estaban erguidos, Vhalla miró al príncipe con ojos salvajes y
aterrorizados.
—Hemos recibido una respuesta. Vengan —exigió el Emperador
Solaris.
—Ya vamos, ya vamos… —La voz apagada de Baldair apenas se
podía escuchar.
El Emperador parecía no tener interés en esperar a sus hijos mientras
sus pasos se desvanecían.
Aldrik se giró hacia ella, sorprendido.
—Una respuesta —dijo suspirando.
Vhalla no pudo encontrar palabras.
—¡Una respuesta! —Aldrik colocó las palmas de las manos a ambos
lados del rostro de ella, atrayéndola para darle un beso feroz—. Apuesto a
que es una rendición. Dada la demostración de nuestro poder.
Aldrik se levantó rápidamente y se puso una camisa limpia. O más
bien, una más fresca que la que había usado durante la batalla. Vhalla miró
las sábanas de la cama, completamente sucias por el estado en el que se
habían ido a dormir. De repente, se arrepintió de la decisión de no
cambiarse de ropa. No tenía ganas de dormir en esa suciedad antes de
marchar a casa.
—Iré a ayudar a terminar esta guerra. —Aldrik se detuvo junto a la
puerta—. Entonces hablaré con mi padre y serás una Dama de la Corte.
—¿De verdad piensas eso? —La mano de Vhalla agarró el reloj
alrededor de su cuello con fuerza, dándose cuenta de cuánto necesitaba que
fuera verdad.
—Por supuesto. —Aldrik sonrió—. Estuviste brillante. Todos los ojos
se volvieron hacia ti en busca de inspiración; estaba literalmente pintado
sobre la mitad del ejército. El mérito de tu distinción no será cuestionado.
Ella abrió la boca para responder, pero hubo un suave golpe en la
puerta.
Aldrik la abrió para Baldair.
—¿Vienes? —Baldair la miró y Vhalla sonrió con cansancio.
—Sí, sí. —Aldrik agarró su cota de malla del suelo y se la puso
rápidamente—. Regresaré tan pronto como me sea posible. Duerme más si
puedes —le dijo a Vhalla.
—No tienes que decírmelo dos veces. —Bostezó y rodó sobre su
costado, levantando las mantas una vez más.
—Qué suerte. —Vhalla escuchó murmurar a Baldair en voz baja, y no
pudo evitar reír suavemente. La puerta se cerró y escuchó sus pasos
desaparecer por el pasillo. Vhalla se tapó la nariz con la manta. El olor era
realmente espantoso.
No estaba segura de por cuánto tiempo se había quedado dormida de
nuevo, pero fue el tiempo suficiente como para que la luz se hubiera
movido por el suelo a una distancia notable. Los gritos y discusiones de los
hombres la devolvieron a la vida. Vhalla bostezó, arrepintiéndose
instantáneamente del movimiento instintivo, cuando el aire semi humeante
llenó sus pulmones. Se sentó, tosiendo, tratando de escuchar de forma más
atenta los ruidos agresivos.
Trató de usar su audición mágica para distinguir las palabras, pero su
Canal era demasiado débil para hacer incluso eso. Lo que pudo oír fue que
eran frecuentes y estaban enojados. La profunda resonancia de la furia de
Aldrik competía contra los tonos agudos y feroces del Emperador. Vhalla se
mordió el labio y se puso de pie, todo el cuerpo le dolía.
Tirando de la cadena alrededor de su cuello, abrió su reloj y miró la
hora. Eran alrededor de las dos, lo que significaba que tuvo cerca de ocho
horas de sueño. Sin embargo, todavía se sentía agotada. El agotamiento
mágico le había pasado factura, y sin la prisa de la batalla para ocultarlo, se
dio cuenta de cuánto había gastado la noche anterior.
Hubo otro ataque de gritos y oyó que algo se estrellaba. Vhalla hizo
una mueca. Cualquiera que fuera el tema de discusión, no parecía bueno, e
hizo que dos personas se enfrentaran, dos personas a las que Vhalla quería
mantener lo más separadas posible para el beneficio de todos. A juzgar por
la naturaleza amortiguada y la ubicación del sonido, probablemente se
encontraban en el otro extremo de la sala principal.
Decidiendo desafiar lo que sea que el mundo pudiera depararle, Vhalla
se pasó una mano por su grasiento cabello y trató de peinarlo en una trenza
desordenada. Era inútil, y Vhalla solo podía resignarse al hecho de que
Aldrik, el ejército y el Emperador la habían visto en peores situaciones.
Nadie estaba a punto de ganar ningún premio por su belleza.
Ni siquiera se molestó en cambiarse la túnica. Vhalla contempló su
armadura, apilada en el suelo, pero se encontraba aún más sucia; lo último
que quería hacer era volver a ponerse la piel metálica. El Norte había sido
sometido de todos modos, reflexionó Vhalla mientras salía de la habitación;
no habría más batallas.
Se estremeció y se detuvo en la entrada del vestíbulo principal.
—¡Harás esto! —espetó el Emperador.
—¡No puedes dictar lo que haré y lo que no haré! —Vhalla escuchó
otro golpe acentuar las palabras de Aldrik.
—Esta no es tu decisión —advirtió peligrosamente el Emperador.
—¡Más que nada, esta es mi decisión! —respondió Aldrik—. ¿Este fue
tu plan todo el tiempo? ¿Esta fue la verdadera razón por la que hablaste en
contra de la sugerencia de ella de quemar Soricium?
El corazón de Vhalla latía con fuerza en sus oídos y no estaba segura
de querer escuchar más de esta conversación en particular. Con una
respiración profunda, y obteniendo más valentía de la que había usado para
enfrentar a los del Norte, Vhalla entró en la sala principal, esperando que su
presencia detuviera la conversación. Evaluó a la familia de la realeza que se
encontraba en el rincón más alejado.
Las manos de Aldrik estaban sobre la mesa, sus hombros cuadrados
contra su padre, que se hallaba frente a él. Vio un temblor apenas visible en
los brazos de Aldrik. Tenía la mandíbula apretada y su rostro en realidad
lucía sonrojado por la ira. Nunca lo había visto tan fuera de control solo por
la rabia. El Emperador tenía lo brazos cruzados sobre el pecho y tenía una
mueca de disgusto hacia su hijo.
Vhalla simpatizaba más con Baldair, que era un espectador muy
inocente. Se había alejado al menos tres pasos completos y retrocedió un
poco más con la oportunidad de mirarla. Vhalla nunca se había sentido tan
incómoda con las atenciones de la familia real hacia ella.
El Emperador apenas contuvo el ceño fruncido con el que la recibió.
Sus ojos juzgaron cada centímetro de su baja estatura. Aldrik se giró hacia
ella y vio que su ira se reducía por completo a una expresión de dolor. Él
abrió la boca y Vhalla lo miró con desesperación. Pareció ser incapaz de
tolerar físicamente su rostro por más de un segundo mientras se giraba con
un movimiento de cabeza. Los ojos de Baldair eran los más amables con
una mezcla de dolor y lástima que no la animaba.
—Bueno, bueno, bueno, si no es la “Heroína del Norte” —dijo el
Emperador lentamente.
—Milord. —Ella hizo una reverencia respetuosa.
—Ven aquí. —Señaló justo delante de su mesa.
Vhalla se quedó sin otra opción, sintiéndose como una niña a punto de
ser castigada por su maestro. Sin embargo, este maestro era un hombre
empeñado en conquistar y que tenía el poder de matarla.
—Dime, señorita Yarl. —El emperador Solaris apoyó la palma de la
mano sobre la mesa y se dirigió hacia Vhalla—. ¿Cuál es una recompensa
adecuada para alguien de tu estatus, por tus logros?
Vhalla tragó duro y resistió todas las ganas de destrozar su ropa por la
inquietud. ¿Aldrik había planteado la noción de convertirla en Lady con su
padre? ¿Todo esto se debía simplemente a la idea de que la elevaran a
miembro de la corte? Si así era, el Emperador también debía saber qué
pretendía Aldrik con eso, de lo contrario no se enojaría tanto.
—Milord. —La boca de Vhalla estaba seca, y no solo por todo el humo
a su alrededor—. Fue simplemente un honor servir a la familia Solaris. —
Se resguardó en la seguridad del decoro y el respeto para evitar responder a
su pregunta.
—Ya veo. —Sus ojos la recorrieron de arriba abajo. Vhalla movió los
pies, retorciéndose ante la sensación de que su evaluación la desnudaba—.
Creo que algunos miembros de la familia Solaris fueron mejores servidos
que otros.
La cabeza del Emperador se volteó hacia Aldrik y la boca de Vhalla se
abrió. Las implicaciones de sus palabras estaban perfectamente claras y
Vhalla quería gritar. Quería abalanzarse sobre él, quería abofetearlo, quería
poner a este hombre maníaco y hambriento de poder firmemente en su
lugar. Lo que terminó haciendo fue quedarse allí sin esperanzas, ante el
hombre que era su soberano.
—¡Padre! —El rostro de Aldrik giró en un instante, su voz era un
gruñido bajo—. No te atrevas.
—¿Que no me atreva a qué? —El Emperador regañó a su hijo como si
aún fuera un niño pequeño—. No lo olvides, Aldrik, yo soy el Emperador,
no tú. El mundo se encuentra bajo mi dominio y mi decisión es ley. Tú no
puedes decirme qué tengo o no tengo que hacer.
Las manos de Aldrik se cerraron en puños sobre la mesa. Vhalla vio su
control apenas contenido. La magia prácticamente irradiaba de él, con
ganas de incendiar todo el edificio.
—Tú no… —La voz de Aldrik se elevó una vez más.
—¡Silencio! —La otra mano del Emperador golpeó la mesa, y la
cabeza de Aldrik cayó, mirando hacia abajo.
Su derrota puso nerviosa a Vhalla, más que cualquier otra cosa en ese
momento en particular.
—Por favor, discúlpenme. —No pudo aguantar más; no podía soportar
un momento más sofocante de lo que sea que estuviera ocurriendo. Vhalla
se retiró antes de que alguien pudiera decir lo contrario.
Respiró profundamente afuera de las puertas, teniendo arcadas y
escupiendo el humo. Se llevó una mano a la boca con una mueca. Sin
embargo, sin importar lo horrible que fuera, nada se comparaba con la
asfixia de esa habitación.
Vhalla caminó sin rumbo fijo, sin ningún objetivo de dónde debería
estar, más que no encontrarse en el palacio del campamento. Las tiendas de
campaña estaban rotas en filas desde donde los del Norte habían lanzado
sus ataques. Podía ver que algunas, la mayoría, habían sido pisoteadas sin
posibilidad de reparación. Vhalla se preguntó cuántas personas compartirían
un incómodo arreglado para dormir esa noche. Se preguntó si ella sería una
de ellos, dada la situación con el Emperador.
Sus pies la llevaron instintivamente al otro lugar donde se había
sentido cómoda después de llegar al Norte. Sorprendentemente, las tiendas
de la Guardia Dorada todavía se encontraban en orden. Estaba a medio
camino de ellas cuando el agudo sonido de una puerta al cerrarse resonó en
todo el campamento.
Vhalla se giró en la dirección del sonido. El Emperador tenía un
pedazo de papel apretado en su puño, y Aldrik caminaba con dificultad
detrás de él, Baldair detrás de ellos. Ella tragó saliva nerviosamente.
Jax y Erion se hallaban alrededor de la fogata central. Craig, Raylynn y
Daniel no estaban a la vista. Los hombres le hicieron señas al segundo en
que notaron la presencia de Vhalla.
—¡Buenos días! —saludó Jax.
—Buenas tardes —corrigió Vhalla, sentándose en uno de los troncos
alrededor del fuego. Tiró de la cadena alrededor de su cuello y abrió el reloj
—. Son casi las tres.
—He estado admirando tu reloj —dijo Erion rápidamente. Jax le lanzó
una mirada de reojo—. No es la primera vez que lo noto en tu cuello.
¿Puedo verlo?
Vhalla hizo una pausa, sus dedos se cerraron alrededor del reloj. No
tenía ninguna razón para decir que no. Una negativa merecería una
explicación que no estaba dispuesta a dar. Resignada, Vhalla lo desabrochó
de alrededor del cuello y se lo pasó.
Erion pasó sus dedos por el frente, pensativo. Los dos hombres del
Este intercambiaron una mirada. Jax le dio a Erion un pequeño
asentimiento.
—Pensé que el príncipe Aldrik había dejado de fabricar relojes.
Vhalla se sintió más expuesta que mientras estaba bajo el escrutinio del
Emperador. Se lo arrebató con una mirada defensiva y rápidamente se lo
puso alrededor del cuello.
—Me sorprende que te haya dejado ser tan audaz —susurró Jax, en voz
baja.
—No es propio de nuestro príncipe —tarareó Erion, estando de
acuerdo—. Vaya declaración la que está haciendo contigo.
Los dedos de Vhalla descansaron sobre el reloj a través de su camisa,
donde ahora se encontraba contra su pecho.
—¿Cómo lo supiste?
—Conozco a nuestro príncipe desde que era pequeño —explicó Erion.
Vhalla recordó que Daniel le había dicho que Erion había sido el miembro
original de la Guardia Dorada—. Pasó por una fase cuando era niño en la
que eso era todo lo que hacía. Pero veo que siguió progresando en secreto.
—¿Por qué? ¿Por qué continuó solo en secreto? —preguntó Vhalla.
—¿Quién sabe? —Erion se encogió de hombros.
Ella se giró hacia Jax. Tenía una expresión diferente. Vhalla le dirigió
una mirada inquisitiva.
—Probablemente para poder dárselos a las damas. —El hombre se rio
de su silenciosa pregunta—. ¡Claramente, el príncipe tiene más acción de lo
que pensamos!
Los dos hombres bromearon entre sí, pero Vhalla permaneció centrada
en Jax. Había algo de locura en él, ella siempre lo había sabido. Pero era
algo más profundo. Había más en este hombre de lo que se veía a simple
vista. Él sabía cosas.
—Ustedes están haciendo que sea difícil dormir —refunfuñó Daniel
desde el marco de su puerta. Parpadeó, sorprendido en el momento en que
notó la presencia de Vhalla entre el grupo—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Disfrutando de no pelear? —Vhalla inventó una excusa débil. Pero
pareció ser aceptada.
Daniel se rio entre dientes y se colocó junto a ella.
—Hablando de pelear, vi tu ave —dijo Jax con entusiasmo.
—¿Mi ave? —Vhalla ladeó la cabeza.
—Durante la batalla —aclaró, lo que en realidad no lo volvió más
claro. Jax consideró su rostro perplejo y continuó—: La llama gigante.
La claridad se apoderó de ella, y Vhalla se dio cuenta de que se refería
a cuando había llevado las llamas de Aldrik al cielo. Con las manos juntas,
los dedos abiertos, podía ver cómo se parecía a un ave.
—Realmente no planeé que fuera un ave.
—¡Fue brillante que lo fuera! —Jax sonrió—. Sabía que debías ser tú;
los Portadores de Fuego no pueden esculpir llamas así.
—Tuve buenas llamas con las que trabajar. —Vhalla desvió la mirada
en dirección a la fortaleza. Seguro que la última carta ya había sido
entregada.
Como si fuera una señal, Vhalla observó cómo los tres miembros de la
realeza, sin mejor ánimo, regresaban al interior. Vhalla se preguntó si
debería estar al lado de Aldrik enfrentando lo que fuera que él se viera
obligado a soportar. Su mano descansó sobre su reloj una vez más. No,
después del breve encuentro de la mañana, dudaba que fuera útil.
—¿Qué pasa? —Daniel no se perdió el cambio en su comportamiento.
—Oh, nada. —Vhalla se volteó rápidamente hacia el grupo.
Daniel la estudió durante un largo momento.
—¿Te gustaría ver a Fritz? —preguntó Jax.
—¿Sabes dónde está? —Vhalla se sorprendió.
—Elecia está con él. —Jax asintió y se puso de pie—. Te mostraré.
—Gracias. —Vhalla también se puso de pie y se despidió del grupo.
Durante su caminata por el campamento, los tres miembros de la
realeza salieron del campamento palacio una vez más. Vhalla se detuvo,
mirando a Aldrik moverse rígidamente con los puños cerrados. Se
encontraba en una especie de discusión con Baldair de la que el Emperador
fingía no darse cuenta. Su mano fue a su cuello, sintiendo el reloj una vez
más. Había algo profundamente inquietante en la mañana. ¿Qué cosa no
salió como estaba planeado? El Norte no podía seguir intentando luchar.
Jax la observó durante todo el camino hasta la tienda de un clérigo, sin
decir nada de su silencio. Vhalla se sintió aliviada al encontrar a Fritz bien y
despierto. Tenía un corte en un lado de la cabeza que obligó a Vhalla a
apartar los recuerdos de una herida similar que Aldrik había tenido durante
semanas. Sin embargo, la lesión de Fritz no era tan grave.
Elecia dejó su puesto junto a la cama de Fritz, se alejó un poco y
entabló una conversación en voz baja con Jax. Vhalla los miró, pensativa.
Tenían una familiaridad entre ellos: siempre la habían tenido.
La mujer del Oeste no se fue por mucho tiempo. Tenía una naturaleza
protectora sobre Fritz que hizo que Vhalla se preguntara cuándo se había
desarrollado. Actuaban como hermanos, Elecia soportaba las tonterías de
Fritz más de lo que lo haría con cualquier otra persona.
Jax se sentó con ellos y discutieron sus planes para después de la
guerra. Permaneció en silencio mientras Elecia hablaba de lo aliviada que
se sentiría de estar de vuelta en Este. Vhalla no se sorprendió de cómo la
chica no podía estar a regresar a todos los lujosos adornos que le daba su
estatus.
Lo que sí sorprendió a Vhalla fue cuando Elecia habló de venir a la
capital a estudiar en la Torre. Fritz y Vhalla se encontraban en medio de
animarla a que lo hiciera cuando el Comandante Schnurr entró en la gran
tienda.
—¿Yarl? —llamó con brusquedad—. ¿La Caminante del Viento está
aquí? —Escudriñó los rostros sorprendidos de clérigos, heridos e invitados.
Vhalla se puso de pie del rincón más alejado, y sonrió lentamente ante su
presencia—. El Emperador te manda a llamar.
Jax también se levantó con Vhalla, caminando a su lado.
—¿Qué crees que estás haciendo tú? —El Comandante Schnurr habló
como si acabara de comer algo amargo.
—Escoltarla al palacio del campamento —anunció Jax.
—No se te ordenó que lo hicieras. —El Comandante Schnurr no
pareció complacido con esta decisión.
—En realidad —Jax dio un paso adelante—, sí me lo ordenaron.
—¿Quién? —dijo el comandante burlonamente.
—El Príncipe Baldair lo hizo. —Eso detuvo al comandante y
confundió a Vhalla—. Ordenó que la Guardia Dorada protegiera a Lady
Vhalla como si fuera una de los nuestros, como si fuera de la familia del
príncipe.
—No he oído hablar de tal orden.
—¿Estás llamando mentiroso a Baldair? —Al instante, hubo un
destello peligroso en los ojos de Jax ante la idea.
—Es príncipe Baldair para ti, lord caído —dijo Schnurr con desprecio.
—Suficiente. —Vhalla levantó una mano y Jax dio un paso hacia ella
—. Está bien, Jax. El comandante me protegerá, y nos dirigimos a ver al
Emperador. Estoy segura de que el príncipe Baldair también está allí.
Jax claramente debatió esto. Dudó lo suficiente como para que a
Vhalla le preocupara que diera pelea. Pero cedió, volviendo a la cama de
Fritz con una mirada furiosa. Elecia tenía una mirada sombría por solo
mirar al Comandante Schnurr.
—Lidere el camino. —Vhalla mantuvo la cabeza en alto, con una
máscara de confianza casual.
El Comandante Schnurr no habló, lo que le pareció muy bien a Vhalla.
Apenas estaba evitando que la temblorosa bola de nervios en su pecho se
apoderara de su corazón. No tenía el coraje de tener una pequeña charla o
preguntar por qué la llamaban. Él no hizo nada más que mirar por encima
del hombro para asegurarse de que ella todavía estaba allí.
Aunque la primavera ya se encontraba sobre ellos, los días aún eran
cortos, y Vhalla descubrió que el sol se ponía sobre su hombro cuando
entraron en el palacio del campamento. La sala principal estaba vacía, pero
escuchó voces provenientes de la parte de atrás. Hubo pocos gritos, pero
también muy pocos que sonaban agradables. Su magia todavía no era lo
suficientemente fuerte como para escuchar con magia, o Vhalla habría
dejado a un lado todas las nociones de evitar escuchar a escondidas.
—Milord, he traído a la Caminante del Viento —anunció el
comandante.
Escuchó que la puerta del Emperador se abría.
—Diez minutos —respondió una de las voces más odiadas de Vhalla
en el mundo—. Si no es para entonces, puedes ejecutar tu deber. —La
puerta se cerró de golpe.
El Comandante Schnurr sacó un reloj de bolsillo con una pequeña
sonrisa, comprobando la hora. Dio un paso adelante y ella de repente se dio
cuenta de su proximidad.
—Siéntate —ordenó él, señalando un banco.
El corazón de Vhalla latía tan fuerte que se sentía mareada. Quería a su
príncipe, y todo lo que tenía era su voz amortiguada. Vhalla se sentó como
le dijeron.
Buscó a tientas la cadena en su cuello. Diez minutos, había dicho el
Emperador. Vhalla miró el reloj.
¿Diez minutos para qué? Vhalla golpeó su pie, una energía inquieta la
inundó. Miró al comandante. Todavía tenía esa aura peligrosa a su
alrededor, su mano descansando en la empuñadura de su espada.
¿El Emperador iba a matarla? Ella le había entregado su victoria.
Había demostrado su heroísmo al ejército. Le había salvado la vida antes
que su más confiado general. No había forma de que ahora pudiera matarla.
Vhalla le dio vueltas a la idea en su cabeza. Él podía hacer lo que
quisiera, era el Emperador. Incluso Aldrik no podía protegerla, su padre lo
había dejado muy claro una y otra vez.
Vhalla miró el reloj. Habían pasado unos escasos tres minutos. El
comandante siguió revisando el suyo también. Ella hurgó inquietamente la
costura de su túnica.
¿Debería simplemente preguntar por qué estaba allí? Vhalla no quería
saber la respuesta. En algún lugar profundo de ella, sabía que no sería
bueno. Las situaciones como esta nunca eran buenas para ella.
Cinco minutos.
—Necesito algo de mi habitación. —Ella se puso de pie de repente.
—Siéntate —ordenó el comandante.
Vhalla lo miró, tratando de parecer autoritaria.
—Solo será un momento. —Su voz tembló por la tensión.
—Siéntate. —La palma de él se cerró alrededor de su hombro y la
empujó hacia el banco.
Vhalla cayó con torpeza y apenas evitó tropezar. Su corazón latía con
fuerza en sus oídos, no el latido de Aldrik, solo el de ella. Vhalla apretó los
puños, tratando de activar su magia. Pero el Canal permaneció inactivo,
nada más que un hilo de energía. Si tenía que luchar, no aguantaría mucho.
Vhalla de repente se sintió muy atrapada con este hombre, este comandante
que debería ser alguien en quien pudiera confiar.
Más gritos. Vhalla miró su reloj. Siete minutos.
El Comandante Schnurr también miró su reloj y golpeó el pie con
impaciencia. Se le hizo un nudo en el estómago, Vhalla estaba segura de
que iba a vomitar. ¿Podría llamar a Aldrik? ¿Vendría a ella? ¿Podría
hacerlo? Su mente se puso frenética a medida que pasaban los segundos.
Nueve minutos.
La mano del Comandante Schnurr se cerró alrededor del pomo de su
espada.
El aliento de Vhalla se atascó en su garganta. Ella se puso de pie.
—Siéntate —gruñó él, dando un paso adelante.
—No —susurró ella, mirando hacia la puerta. Si podía salir,
seguramente él no la derribaría delante de todo el campamento. Podría
empezar a correr, tal vez tuviera la fuerza suficiente para llegar a un caballo.
No quería morir.
—Siéntate —repitió él.
Treinta segundos.
Vhalla se giró y corrió hacia la puerta. La mano de él se cerró
alrededor de su muñeca. Escuchó acero contra acero cuando el arma de
Schnurr estaba a medio desenvainar. Un ruido de pánico tenso vino de la
parte posterior de la garganta de Vhalla. Ella se retorció, pero él la sujetó
con fuerza. Abrió la boca para llamar a Aldrik, para gritar por su vida, para
luchar con cada gramo de fuerza que poseía.
La puerta del Emperador se abrió de golpe. Se escucharon varios pares
de pasos pesados. El comandante hizo una pausa, pero no soltó su agarre, ni
siquiera una fracción. El Emperador fue el primero en doblar la esquina,
seguido por Aldrik, quien instantáneamente se llenó de rabia por la escena,
y Baldair con los ojos muy abiertos. Cuando Aldrik dio un paso con
intenciones asesinas, el Emperador extendió su brazo sobre el pecho de su
hijo.
—Comandante Schnurr. —El Emperador dio un paso adelante—.
¿Cuál es el significado de esto? Suelte a Lady Yarl.
El mayor soltó su agarre y Vhalla se encogió. Se frotó la muñeca y
miró frenéticamente a los hombres que la rodeaban. Baldair parecía como si
hubiera visto algo más horrible que la batalla de la noche anterior. Aldrik ni
siquiera intentó mirarla a los ojos.
—Simplemente la mantenía a salvo dentro de estas paredes. Hoy,
tontamente se ha olvidado de su armadura. —El comandante agarró su
espada y la deslizó de nuevo en su vaina.
Vhalla lo miró fijamente en estado de sorpresa.
—Lo hizo —concordó el Emperador—. Gracias por tu extrema lealtad.
Confío en que sepas que ciertas cosas pueden pasarse por alto para aquellos
que me muestran tanta diligencia. —El Emperador lo despidió, y el
Comandante Schnurr se marchó.
El Emperador avanzó y Vhalla se preparó. Sus ojos brillaban con
malicia, con placer, con orgullo y con lo que hizo que se le coagulara la
sangre: victoria. Sostenía un trozo de papel, otra carta para enviar a los del
Norte. Vhalla se preguntó por qué demoraba tanto la rendición.
—Lady Yarl. —Ella notó que el Emperador usaba el título por segunda
vez y estaba confundida—. No le recomendaría caminar por un
campamento militar sin armadura. Nunca se sabe quién podría aprovecharse
—dijo con arrulladora repugnancia. Él se giró hacia la puerta—. Ahora,
terminemos mi Imperio.
El Emperador salió por las puertas y Vhalla se quedó aturdida y
confundida. Se giró hacia los príncipes, que parecían completamente sin
vida. Los ojos de Baldair estaban llenos de dolor. Miró a Aldrik; no se había
movido. Tenía la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo.
—¿Bal… Baldair? —Intentó encontrar su voz. El príncipe más joven
se movió bruscamente. Vhalla dio un paso adelante—. ¿Aldrik? —susurró.
Los ojos de su príncipe se encontraron con los de ella, y Vhalla sintió
que su corazón se detenía, se convertía en plomo y se alojaba en su
garganta. Tragó duro, pero nada hizo desaparecer ese maldito bulto. Aldrik
estaba cansado, agotado y completamente desesperado.
—Aldrik —repitió Vhalla, dando otro paso hacia él. Levantó una mano
lentamente, con un trozo de pergamino arrugado en su puño. Vhalla cerró
ambas manos alrededor de las suyas, y él se apartó bruscamente ante su
toque, dejándola atrapar el papel en el aire.
Ninguno de los dos príncipes había dicho nada, pero ambos la miraron
expectantes. Abrió con cuidado el pergamino en sus manos, alisándolo para
leer la escritura en él. Su corazón se detuvo.
Ella escaneó la escritura, una, dos, tres veces. Parpadeó con sorpresa.
Sus manos se apretaron sobre el documento oficial. Miró con asombro la
firma y el sello del Emperador en el papel que declaraba que había sido
nombrada Dama de la Corte con todos los privilegios, honores y una
ordenada suma de oro de las arcas imperiales por sus servicios a la corona.
—Lo logramos. —Una sonrisa tiró de sus mejillas—. ¡Lo logramos!
Cuando volvió a mirar a Aldrik, su sonrisa desapareció de su rostro, y
toda alegría con ella. Vhalla había esperado felicidad. Había esperado que
él la levantara en sus brazos. Había esperado que la besara como a la mujer
que ahora podría ser su esposa. No esperaba las lágrimas brillantes que
amenazaban las comisuras de los ojos.
—Aldrik, ¿qué sucede? —preguntó Vhalla.
Él se centró en una esquina de la habitación, tomando aliento.
—¿Qué ha sucedido? —Se acercó a él.
Él cerró los ojos con fuerza y respiró temblorosamente. El papel se le
resbaló de las manos y cayó al suelo con un susurro.
—Dime —suplicó ella en voz baja. Vhalla tomó sus manos
suavemente entre las suyas.
Aldrik se apartó de ella por segunda vez. Retrocedió un paso.
El pecho de Vhalla se apretó.
—¡Dime! —gritó de repente, su voz quebró por el repentino volumen.
Su rostro se giró de nuevo al de ella, y se retorció de agonía.
—¡Esto se ha acabado! —espetó él—. Ya no somos nada. ¡Pertenezco
a otra!
Vhalla sintió que su mundo se detenía cuando lo miró a los ojos y vio
una verdad horrible.
Capítulo 21

Ella no podía respirar. Era como si hubiera olvidado por completo


cómo hacerlo. Vhalla luchó por encontrar aire, pero nada pareció entrar en
sus pulmones. Se quedó de pie con la boca estúpidamente abierta, tratando
de sentirse menos mareada.
—¿Qué? —Finalmente se las arregló para decir.
—Estoy comprometido —anunció él con brusquedad.
—¿Qué? —repitió Vhalla. Todo lo demás había desaparecido de su
cabeza.
—¡No repitas las palabras como una tonta! —rugió él.
Vhalla físicamente dio un paso atrás, tambaleándose por su rabia.
—Hermano, esto no es culpa suya. —Baldair puso una mano sobre el
hombro de Aldrik.
—Si no fuera por ella, entonces… —Aldrik le frunció el ceño a su
hermano, preparándose para un insulto—. Entonces… —Volvió a mirarla y
la voz se le atascó en la garganta. Aldrik miró fijamente a la mujer a la que
le había prometido su futuro. Cerró la boca y se tragó las palabras.
—¿Qué pasó? —La pregunta salió con los sonidos de su corazón
fracturado crujiendo a través de su garganta.
—Mi padre quería que fuera limpio. Como dijiste, el Norte nunca se
inclinaría por completo ante una potencia extranjera. Son demasiado leales
a su sangre antigua. —La voz de Aldrik varió entre la rabia y el cansancio
—. La Cabecilla del clan tiene una hija que será mayor de edad dentro de
un año. Ya que yo estoy, estaba, convenientemente sin prometida… saber
que una de las suyas sería nuestra futura Emperatriz endulzó la rendición
para ellos. —Aldrik se giró y estrelló su puño contra una mesa con un grito.
Vhalla agarró el reloj alrededor de su cuello.
—Pero no era así. Sí tenías prometida.
—¿Qué? —Baldair parpadeó.
Aldrik respiró pesadamente, sus ojos acusadores como si ella se
atreviera a pronunciar las palabras.
—Aldrik, no es así. Me preguntaste y yo te dije…
—¡Silencio, mujer! —El príncipe heredero miró hacia otro lado,
pasando sus manos violentamente por su cabello—. Mi padre no sabía eso.
Incluso cuando yo… —Aldrik tragó saliva—. No escuchó nada de la idea.
Quería que uno de los suyos estuviera bajo nuestro control, para inspirar
lealtad al menos a través del dolor que podríamos infligirles, y porque haría
que el Norte fuera leal. Él lo había planeado todo el tiempo, y fuimos unos
estúpidos y unos ciegos.
Él estaba hablando, pero era un idioma diferente. Nada parecía tener
sentido. Nada cuadraba. No era posible que lo que estaba enfrentando fuera
real.
—Entonces, ¿qué hacemos?
—¿Qué hacemos? —Aldrik la miró fijamente por debajo del puente de
su nariz—. ¿Qué hacemos? Te lo dije, no hay un nosotros, Vhalla. Estás tú
y estoy yo. Vete y sé una dama. Tengo el asombroso privilegio de verte sana
y salva en la Corte. Me casaré con esta chica y cumpliré con mi deber.
—No. —Ella sacudió su cabeza—. ¡No! —Su voz se quebró—. Tú
siempre tienes un plan, una salida, eres persuasivo con una inteligente
verdad a medias a la mano o con una forma de evitarlo. —Ella recogió el
papel del suelo y lo sostuvo ante él—. ¡Mira! ¡Mira! Me convertiste en una
dama. ¡A mí! La hija de un granjero ahora es digna de ser el amor del
príncipe heredero. Si puedes hacer eso…
Él le apartó las manos como si el papel no fuera nada, y Vhalla lo miró
boquiabierta.
—¡Se acabó! —Aldrik alternó entre la ira frustrada y la súplica
desesperada para que ella entendiera y se compadeciera de su difícil
situación—. Luché todo el día. Cuando le dije que rechazaría a cualquier
mujer excepto a ti, respondió como un cobarde. Te trajo aquí para
amenazarme, para obligarme.
Los ojos de Vhalla se agrandaron al pensar en las advertencias
desatendidas de Lord Ophain: ella era la grieta en la armadura del príncipe
heredero.
—Hice todo lo que pude para formular una rendición alternativa, hasta
el momento en que te tuvo aquí con un hombre que te iba a matar si
alguien más que mi padre salía. —Aldrik se miró los nudillos
ensangrentados, heridos por el lugar donde los había aplastado contra la
mesa—. Cambié mi mano, por tu vida. Lo mejor que pude hacer fue
asegurar tu seguridad como dama, verte establecida de por vida con el oro
de mi familia. Esa fue mi jugada.
Ella lo miró fijamente con la mandíbula floja. No era como si no
hubiera tenido ni la mitad de la idea de lo que había estado ocurriendo.
Vhalla agarró la parte inferior de su túnica. Era culpa suya.
—Si yo… si hubiera usado mi armadura. —Sus hombros temblaron—.
Entonces, entonces…
—No. —Aldrik suspiró, ablandándose involuntariamente ante su
aparente confusión—. Schnurr habría enterrado la punta de su espada en tu
ojo o en cualquier otro lugar, y sabía que no estabas en condiciones de
luchar después de anoche.
—Tiene que haber algo más que podríamos haber hecho. —El
volumen de su voz era inconsistente, cambiando con cada respiración
temblorosa.
—Vhalla, suficiente. Se acabó. —Aldrik se apartó de ella con
cansancio, con los hombros encorvados.
—¡No! —Lloró y corrió delante de él—. ¡No! —Ella sacudió la cabeza
con furia—. ¿Qué pasa con todo lo que dijimos? ¿Todo lo que planeamos?
—Desapareció. —Aldrik no se atrevió a mirarla a los ojos.
—¿Cómo puedes ser así? —soltó.
—¿Cómo tú puedes ser así? —Él se giró hacia ella—. Pensé que sabías
claramente cómo terminaría esto. —Aldrik la miró con desprecio.
El mundo de Vhalla se detuvo brevemente por un recuerdo que se
había permitido olvidar, un recuerdo de una mujer, una tienda de
curiosidades, fuego y ojos rojos. Un futuro diciéndole que ella lo había
alejado. Las lágrimas brotaron en los ojos abiertos de Vhalla. Ella lo había
sabido: perdería a su centinela oscuro. ¿Cómo pudo haber sido tan tonta
para creer que había vencido al destino en El Paso?
Vhalla absorbió el rostro de su príncipe, aún guapo para ella a pesar de
estar rebosante de ira y dolor. Era como si todo lo que ella fuera para él
ahora fuera una tortura. Vhalla sacudió la cabeza una vez más, como si
pudiera despertar de esta pesadilla viviente. Su rostro se hundió en sus
palmas y sollozó.
Estaba roto, todo se encontraba roto a su alrededor. La cosa hermosa
pero delicada que se había construido entre ellos se hizo jirones. Escuchó el
sonido desgarrado de su corazón por encima de sus lágrimas.
—No —repitió con los ojos cerrados—. ¡No, no! ¡No era así como se
suponía que iba a pasar! Nosotros… —Fue un dolor físico, fue un
espantoso desgarro profundo en su estómago—. No puedo, ¿ahora qué
hago?
Aldrik flotaba, borroso a través de las lágrimas.
—Ahora eres libre. Haz lo que quieras. —Aldrik desvió la mirada, con
la mandíbula tensa. Él estaba luchando con su sufrimiento, luchando con no
consolarla.
Vhalla lo vio, pero no le importó.
—¿Sin ti? —presionó.
—¡Sí, sin mí! —gritó él—. ¡Tu propósito aquí ha terminado!
—¿Mi propósito? —Vhalla quedó boquiabierta. Su voz se volvió
aguda—. ¿Eso era todo lo que yo era para ti? ¿Una… una cosa? ¿Una
conquista? ¿Me guardaste ordenadamente para tu padre? ¿O querías el
honor de decir que fuiste el primero en llevar a la Caminante del Viento a la
cama? —gritó Vhalla con petulancia. Sus palabras no fueron justas. La vida
no estaba siendo justa.
—¿Cómo te atreves…? —gruñó él, dando un paso hacia ella.
—¿Cómo te atreves tú, Aldrik Ci’Dan Solaris? ¡Cómo te atreves a
hacerme creer! —Tiró de la cadena alrededor de su cuello, el reloj en
exhibición—. ¡Cómo te atreves a hacer que te ame! ¿Cómo te atreves a
incumplir tu palabra? —Vhalla no pudo detenerse—. Ojalá nunca hubiera
dicho que sí. ¡Ojalá nunca te hubiera conocido! —gritó.
—¿Eso es lo que piensas? Bueno, entonces déjeme asegurarte que el
sentimiento es mutuo, Lady Yarl. —Aldrik se enderezó, preparado para
darle lo que quería. De alguna manera, él sabía tan bien como ella que
tenían que romperse sin remedio. Que no podrían sobrevivir si todavía
pudieran creer en el amor que tan obviamente todavía albergaban—. Tú,
nosotros, todo fue una gran mentira. Nada de esto fue real desde el
principio. Tienes razón, solo fuiste mi trofeo.
—Hermano, detén esto —exigió Baldair. El príncipe más joven se
acercó un paso más a los amantes en disputa, al ver la zanja en la que
estaban metiéndose.
—¡No te metas en esto, Baldair! —Aldrik congeló a su hermano en el
lugar con una mirada mortal antes de volver su atención a ella—. Nuestras
promesas no significaron nada, no fuimos nada.
Vhalla sabía que estaba mintiendo. Podía verlo escrito en el rostro de
Aldrik. Pero eso no absolvía sus palabras. Chirriaron contra su corazón e
hicieron pedazos su interior. El dolor no era lógico, era un fuego que se
alimentaba a sí mismo.
—Qué criatura más patética. —Aldrik la miró con disgusto—. Como si
alguna vez te amaría. Jugué contigo como la chica ingenua que eras.
Ella se echó a reír. Sus labios se estremecieron y sus hombros
temblaron con una nueva locura deslizándose por la resaca del dolor. Él
tenía que seguir presionando. No podía detenerse cuando claramente había
logrado su objetivo. Tenía que hundir las cosas tanto que no quedara nada
más que una cáscara de ceniza donde estaban.
—Te equivocas —dijo ella con voz ronca. Vhalla nunca se había
sentido tan peligrosa. Tenía un arma mucho más grande que sus mentiras—.
Yo fui quien jugó contigo.
—¿Qué? —Aldrik se alejó medio paso. Vio algo en su rostro, el punto
al que habían llegado.
Vhalla tuvo medio momento para absorber ese miedo y
arrepentimiento, si tan solo hubiera simpatizado con él y hubiera dejado de
hablar.
—Nuestro Vínculo es la mentira más grande de todas —susurró ella.
Aldrik se quedó paralizado con una atención horrible—. Nunca quise
salvarte. Esa noche pensé que estaba salvando a Baldair. Me entregué a esas
notas por su bien.
Aldrik se había reducido de repente a un cordero perdido, sus ojos se
movían rápidamente entre ella y un confuso Baldair.
Pero Vhalla ahora no podía detenerse, era su turno de ir demasiado
lejos. Era una especie de placer siniestro desatar el dolor, y no podía
evitarlo. Él la había herido tan profundamente que ella no pensaba en qué
era correcto o incorrecto, qué era lo justo o lo injusto. Quería beber de la
poción tóxica de la venganza y desatar lo único que podía matar a un
mentiroso: la verdad.
—¿De qué estás hablando? —Ninguno de los dos prestó atención a la
confusión de Baldair.
—No eres el único que puede mentir, Aldrik. —Vhalla se rio
amargamente.
Aldrik la miró con asombro y horror. Le sirvió para encender la rabia y
vio cómo su cuerpo se tensaba. Apretó los puños. Señaló a Baldair.
—Tú.
Baldair levantó las manos inofensivamente.
—No podías dejarme tener esta única alegría sin mancharla —gruñó
Aldrik.
Vhalla estaba tan sorprendida por el cambio de Aldrik al describirla
como su “única alegría” que su mejor sentido hizo clic de nuevo. No había
querido que Baldair se viera envuelto en su pelea, solo llevar la rabia de
Aldrik sobre sí misma, sobre las debilitadas brasas que se apagan de su
amor inútil. Estaba aplastando el futuro de Aldrik y de ella. No el de él y
Baldair.
—Aldrik, él no tuvo nada que ver con esto. —Vhalla dio medio paso
delante de Baldair, deteniendo el avance del príncipe mayor.
—Una nueva bajeza, incluso para ti, hermano —dijo Aldrik con
desdén—. Conseguir que tu puta te proteja.
Los brazos de Vhalla colgaban sin fuerzas a los costados, de repente
completamente perdida.
—¡No la llames así! No lo dices en serio. —La defensa de Baldair era
conmovedora, pero Aldrik la ignoró por completo.
—¿Oh? ¿Tu zorra entonces? —Aldrik hizo una mueca cuando la
palabra se desprendió de su lengua—. ¿Quién sigue, ahora que has tenido a
ambos príncipes? ¿Te vas a meter en la cama con mi padre?
Vhalla lo fulminó con la mirada con disgusto que tal cosa pudiera ser
expresada.
—¡Nunca dormimos juntos! —gritó Baldair.
—Debería haberlo sabido desde ese día en el jardín —continuó Aldrik,
ignorándolos—. Cuando me enteré de que se conocían desde antes. —
Aldrik se centró en Baldair. Había un torrente de dolor sorprendentemente
honesto detrás de sus ojos—. Tenías que hacerlo de nuevo. Pensé, realmente
pensé que las cosas podrían ser diferentes entre nosotros.
Baldair ahora había llegado a su límite.
—¿Por qué querría que lo fueran? ¿Para poder pasar tiempo con mi
hermano bastardo?
—No me llames así —rugió Aldrik.
—¿Qué? Sabemos que es verdad, oveja negra.
Aldrik se lanzó más rápido de lo que Vhalla tuvo tiempo de reaccionar.
Era rápido, pero Baldair era corpulento y el príncipe más joven solo
necesitaba prepararse para los vaivenes de su hermano.
—¡Deténganse! —Vhalla apretó los puños. Su viento no era lo
suficientemente fuerte como para separarlos.
Los hermanos que peleaban no la escucharon.
Vhalla se dio cuenta de lo que había hecho. Había arrinconado al
hombre que acababa de perder a la única persona que amaba. Y ahora,
estaba derrumbando el último salvavidas que tenía Aldrik. Si no tenía a
Baldair de su lado, ¿quién lo cuidaría?
El fuego rugió y Baldair cayó de rodillas, silbando.
—Tú. —El príncipe más joven jadeó por aire—. Nunca usas tu magia
en mí.
Aldrik echó hacia atrás un puño, encendido en llamas.
—¿Quizás deberías buscar tu espada y haremos de esto una pelea real?
Ya no somos niños.
Baldair rugió y se abalanzó sobre Aldrik, tirándolo por la cintura.
Rodaron, una maleza de puños. Parecía que no podían dejar de golpearse el
tiempo suficiente para ponerse de pie.
—¡Alto! —gritó Vhalla—. ¡Deténganse!
No fue escuchada. Los hombres habían vuelto a ser niños, sin querer
escuchar ningún motivo. Aldrik fue el primero en ponerse de pie, dando un
sólido golpe a su hermano.
—¡Aldrik, detente! —Vhalla saltó a la refriega y finalmente tomó
medidas. Se puso entre los príncipes, pero solo después de que Aldrik
hubiera comenzado a mover el puño para dar otro golpe. Vio cómo sus ojos
oscuros se abrían de golpe, cómo amaba esos ojos.
Vhalla recibió el golpe de Aldrik directamente en la mejilla y se
tambaleó.
Aldrik se detuvo, jadeando. Sus manos temblaron, se movieron en su
dirección para abrazarla, para consolarla. Vhalla se apartó de él y se
enderezó.
—No me toques —susurró ella.
—Vhalla, no era mi intención golpearte. —El príncipe suplicó al
instante—. Tú… te moviste y yo… yo no pude parar.
—No importa. —Vhalla negó—. Esta es la destrucción que cosecha la
ira.
Baldair dijo que ella había inspirado un cambio en Aldrik, pero no
había sido suficiente. Las personas no cambiaban cuando otras se los piden,
sin importar lo importante que fuera la persona que lo pedía. El verdadero
cambio tenía que venir enteramente desde dentro. Él no cambiaría hasta que
viera el alcance total de sus acciones como mentiroso, como titiritero, como
un hombre destructivo tanto para sí mismo como para los demás. No sabía
cuánto hería su ira, incluso cuando estaba dirigida a sí mismo, hería al
mundo que lo rodeaba. Cada momento que pasaba con él lo aprobaba en
silencio.
Él nunca lo sabría a menos que alguien tuviera la fuerza para
levantarse y mostrárselo.
La venda de los ojos se le había caído. Vhalla rezó para poder estar a la
altura del desafío, en lugar de ser quebrantada por él.
Aldrik dio otro paso brusco hacia ella.
—No te me acerques. —Vhalla se apartó.
—Vhalla, debes entender…
Aldrik fue detenido por una fuerte palma en su pecho.
—¿No la escuchaste? —Baldair le lanzó una mirada asesina a Aldrik
—. No te quiere cerca.
—¡No puedes apartarme de ella! —gritó Aldrik.
Vhalla recogió del suelo el pergamino que detallaba su título.
—¡Vhalla! ¡Vhalla, espera!
Ella lo ignoró, lo último de su corazón se encogió.
—Soy tu príncipe. Te ordeno que vengas aquí.
—¿Qué? —Vhalla se giró. Dijo lo único que podría hacer que volviera
a él, pero ciertamente no de la forma en la que había esperado—. Quiero
que tengas una cosa perfectamente clara, Príncipe Aldrik Ci’Dan Solaris. —
Vhalla se abstuvo de usar las palabras mi príncipe—. Tú no eres mi dueño.
Ella tendió el papel como prueba de sus palabras. Lo único que le
quedaba a su nombre era el nombre mismo.
—¿Qué más podrías querer de mí que no te haya dado ya? —Vhalla
jadeaba suavemente, respiraba con frenesí. Su pregunta no era hipotética y
esperó su respuesta. El único beneficio de hacerlo fue ver que la verdad lo
invadía.
Por otra parte, reflexionó Vhalla, ella no era inocente. Vhalla dejó
caer su mano sosteniendo el papel con un suspiro. Se había alimentado de
él, había ignorado sus problemas e idolatrado sus gestos secretos que lo
hacían brillar ante sus ojos. Lo había convertido mentalmente en el hombre
que quería que fuera; ella no había amado al hombre que realmente era.
—Adiós, Aldrik —susurró Vhalla.
El rostro de él cayó. Toda emoción se derrumbó como un castillo de
naipes a raíz del pánico devastador. Aldrik escuchó la finalidad que Vhalla
puso en su tono.
—¡Espera! —gritó él—. ¿A dónde vas?
Vhalla siguió caminando hacia la puerta, doblando el pergamino antes
de guardárselo en el bolsillo.
—¡Respóndeme! —suplicó, ordenó—. ¡Vhalla, Vhalla, por favor!
¡Respóndeme!
Vhalla se sumergió en el aire nocturno, escuchando los gritos de Aldrik
ahogados a través de las puertas. Los dos soldados apostados a cada lado la
miraron con mucha curiosidad, pero Vhalla mantuvo la cabeza en alto. Era
seguro que el campamento estaría en llamas con las habladurías para el
momento en que cambiara la guardia.
Vhalla se mordió el labio con tanta fuerza que se lo abrió con los
dientes. Ahora tenía la única cosa por la que había estado luchando desde
que dejó la capital: su libertad. Pero le había costado casi todo. Vhalla se
dio cuenta de que había salido del campamento palacio sin nada más que la
ropa que llevaba puesta y el decreto del Emperador. Lo había dejado todo
en esa choza glorificada y mal construida. Esparcidas por el suelo de la
habitación de Aldrik estaban todas las cosas que había traído al Norte: su
ropa, su armadura, unas pocas posesiones y su corazón.
Capítulo 22

Vhalla no caminó. Viajaba a través del tiempo y el espacio de un lugar


a otro, gravitando hacia el único lugar al que se le ocurrió ir: la cama de
Fritz. Había tomado el camino más largo, deambulando por los escombros
que la rodeaban. La batalla ya parecía ser otro mundo y, de alguna manera,
de repente se había convertido en una pérdida.
Elecia se había ido y Fritz estaba dormido, al igual que la mayoría de
las personas en la gran tienda de los clérigos. Vhalla se situó en el suelo
junto a su amigo. No pasó mucho tiempo después de que ella se acomodara
que los ojos de él se abrieron, su cabeza se movió lentamente para mirarla.
Fritz la observó fijamente durante un largo momento, mirándola
pensativamente a la cara.
—¿Qué sucedió?
Vhalla se llevó una mano a la mejilla, notando dónde habían gravitado
los ojos de Fritz. La piel cerca de su ojo estaba hinchada y tierna,
probablemente de color rojo o púrpura. Un hematoma que no se encontraba
allí la última vez que él la vio.
—Muchas cosas —susurró Vhalla.
—Así parece. —Fritz asintió—. ¿Quieres hablar de eso?
Ella reflexionó sobre esto. Su respuesta inmediata era no; ni siquiera
por un pequeño margen quería hablar de su pelea con el hombre que se
suponía que era su destino. El reloj casi quemaba contra su pecho, y Vhalla
pensó en todas las veces que Aldrik había guardado silencio cuando ella
quería desesperadamente que se abriera. Pensó en Larel y el recuerdo de la
mujer le recordó que los amigos estaban allí para ayudar en momentos
como este.
—Aldrik y yo, hemos terminado. —Decirlo en voz alta lo volvía aún
más real.
Afortunadamente, Fritz habló y salvó a Vhalla de no poder hacerlo.
—¿Él te hizo esto? —Fritz le pasó los dedos por la cara.
—Sí. —Vhalla ni siquiera trató de mentir, estaba harta de las mentiras
—. Le estaba apuntando a otra persona —continuó al ver el ceño fruncido
de Fritz—. Pero sí.
Fue el turno de Fritz de quedarse sin palabras.
Vhalla sacudió la cabeza. No quería que la gente pensara en Aldrik
como un abusivo.
—En realidad, fue un accidente, me metí entre los hermanos mientras
peleaban. —Se rio débilmente—. Aldrik no me hubiera golpeado
intencionalmente.
—Si tú lo dices. —Su amigo no parecía convencido.
—De verdad —aseguró Vhalla—. Ahora soy una Dama de la Corte. —
Estaba ansiosa por cambiar de tema.
—¿Qué? ¿De verdad? —En la emoción de Fritz, habló un poco
demasiado alto y se movió un poco demasiado rápido. Vhalla empujó
ligeramente su hombro, impidiéndole sentarse mientras otro paciente
murmuraba y maldecía por el ruido. Fritz se acercó más a ella—. ¿Cómo?
—Aldrik, él… —Vhalla se quedó inmóvil. Estaba cansada de tener
revelaciones que le hicieran doler el pecho por lo hueco que se sentía—.
Cambió su libertad por la mía.
Vhalla apretó el reloj alrededor de su cuello con fuerza. ¿Cómo no lo
había visto así antes? El péndulo de sus emociones hacia el príncipe
heredero pasó del amor que todo lo consumía a la ira pura.
—Realmente no entiendo todo. —Fritz suspiró—. Pero esto significa
que puedes regresar a la Torre, ¿verdad?
Vhalla miró a Fritz con sorpresa. Ella no había pensado en eso.
Regresar a la Torre, vivir una vida normal; todo parecía tan fuera de su
alcance que Vhalla no lo había considerado. Ahora, la miraba fijamente a la
cara y era absolutamente aterrador. No podía volver al Sur. No podía
marchar junto a Aldrik y su nueva esposa. No podía fingir que todo era
normal cuando ni siquiera sabía qué era normal, cuando sentía que ya ni
siquiera sabía quién era.
—Fritz… yo… —¿Cómo podía decírselo? ¿Qué iba a hacer?—. No
puedo volver.
—¿Qué? —Fritz frunció el ceño.
—No puedo, no puedo volver allí. No estoy lista.
—Vhalla, todo lo que has querido hacer es ir a casa —señaló Fritz.
—Lo sé. —Se sentó, pasándose las manos por el cabello, peinando los
nudos con enojo. El Emperador le había dado la libertad, pero le quitó lo
único que quería hacer con ella y manchó la alegría de todo lo demás.
Estaba segura de que ese miserable obtenía un gran placer por lo que había
hecho—. Pero no puedo estar cerca de Aldrik en este momento, no puedo.
—Es una larga marcha de regreso…
—Lo sé. Y no puedo ir a la Torre y ser una estudiante una vez más
como si nada hubiera pasado. No quiero ir a la Corte y ser su dama, su
heroína de guerra y parlotear historias. No puedo ir a casa… no puedo
poner un pie en la casa de mi madre y mi padre en el estado en el que me
encuentro. —Vhalla tragó saliva con dificultad. Sus opciones se estaban
agotando. ¿Cómo podía ser la libertad más restrictiva que la esclavitud?
—¿El estado en el que te encuentras? Vhalla, sé que a tu padre le
encantaría ver…
—¡No puedo! —Vhalla se tapó la boca con la palma de la mano, al ser
silenciada con un ssshh mientras otro intentaba dormir—. No puedo, Fritz.
No quiero arruinar mi memoria de esa casa al regresar siendo un lío confuso
con tanta sangre en mis manos.
—¿Entonces que quieres? —Fritz cambió su enfoque.
—Quiero… quiero olvidar todo esto por un tiempo y vagar, perderme
por un momento. —Vhalla de repente supo adónde tenía que ir.
—¿Y dónde puedes hacer eso? —Fritz también lo vio en su rostro.
Vhalla notó la condición de su amigo, congelando sus palabras en su
boca. Vio los vendajes de Fritz, la sangre se filtraba a través de ellos. Él no
estaba en condiciones de viajar y, si ella se lo decía, se obligaría a hacerlo.
Por mucho que Vhalla deseara a su amigo con ella, deseaba más que
conservara su salud.
—No te lo voy a decir —dijo Vhalla con sinceridad.
No más mentiras.
—¿Por qué? —El dolor brilló intensamente en los ojos de Fritz.
—Porque no quiero que vengas conmigo. No con tus heridas —explicó
Vhalla apresuradamente.
—Estoy bi…
—No, no lo estás. —Vhalla negó—. No estás en posición de viajar a la
velocidad que yo querría ir. La guerra ha terminado, Fritz. Sobreviviste. No
te mates ahora y pongas esa carga sobre mis hombros.
Él suspiró, un pequeño puchero se apoderó de su rostro.
—Dime de todos modos; cuando esté bien, iré a buscarte.
Vhalla se rio suavemente. Se inclinó hacia delante y apretó los labios
contra la frente de Fritz, recordando todas las veces que Larel le había
hecho lo mismo. Fue un gesto agridulce.
—No quiero que me encuentren todavía —le recordó—. Yo te
encontraré. Volveré a la Torre.
—¿Cuándo? —presionó Fritz.
—Cuando esté lista. —Vhalla se enderezó—. Cuídate. Ordénale a
Elecia que lo haga.
—¡Ella es la que me ordena! —dijo Fritz quejándose.
—Debes tener mano firme. —Vhalla sonrió con cansancio.
—Espera. —Fritz la agarró de la muñeca cuando Vhalla se puso de pie
—. Vhalla, sí te veré de nuevo, ¿verdad?
—Por la Madre, sí, Fritz. —Vhalla movió su brazo para tomar su
mano, apretándola con fuerza—. Eres mi muy querido amigo, quizás el
único en este ancho mundo. Me verás de nuevo, estás atrapado conmigo.
—Bien. —Fritz le devolvió el apretón.
—Y cuando regrese a la Torre, espero un informe completo sobre ti y
Grahm. —La sombra roja del rostro rojo de Fritz, incluso en la casi
oscuridad de la tienda, fue lo suficientemente conmovedora como para
aliviar algo del dolor en el corazón de Vhalla—. Hasta entonces.
—Hasta entonces. —Fritz asintió.
Vhalla no miró a su amigo. No se despediría, no le daría esa
permanencia. Esto, lo que estaba haciendo, era un retiro temporal. No podía
correr para siempre. Pero por ahora, iría tan rápido como el viento pudiera
llevarla.
Solo le quedaba un cabo suelto más para atar. Vhalla se sorprendió al
descubrir que las chozas de la Guardia Dorada estaban casi desiertas.
Esperaba encontrarlos de fiesta, pero las juergas debían estar ocurriendo en
otro lugar ya que no había guardias en el lugar.
Era mucho más fácil de esta manera. Con una mirada furtiva, Vhalla
entró en la choza de Daniel. No podía dejar el hacha atrás. Vhalla comenzó
con la pequeña pila de ropa en la esquina, buscando entre ellas un paquete
que pudiera contener el arma de cristal.
—¿En dónde está? —murmuró cuando llegó al suelo desnudo en la
parte inferior de la pila.
—¿En dónde está qué, exactamente? —Daniel se apoyó en el marco de
la puerta.
Vhalla era como una presa asustada, congelada y con los ojos muy
abiertos, atrapada por un cazador. Se puso de pie, tragándose la
incomodidad.
—El hacha.
—Oculta, como pediste. —Daniel la miró pensativamente. Era una
mirada que no había recibido de él, y Vhalla no estaba segura de si era una
mirada que debería gustarle o no.
—La necesito.
—¿Por qué? —Dio un paso más hacia ella.
—No necesito decirte eso —dijo con cautela.
—Es cierto. —Podría haber peleado con ella, pero no lo hizo. Después
de los eventos de la noche, Vhalla tenía una nueva apreciación por el hecho
—. ¿Pero al menos me dirás que no planeas lastimarte a ti misma o a otra
persona con eso?
—¿Qué? —La palabra salió medio como un jadeo—. No. ¿Por qué
pensarías eso?
—Muchos no te culparían. —Daniel le cubrió la mejilla con la palma
de la mano. No era casual que su pulgar le pasara por encima de la
magulladura—. No por cómo es él.
—No es así. —Vhalla todavía estaba a la defensiva por lo de Fritz,
pero una vez que esa reacción inmediata se desvaneció, se quedó quieta al
darse cuenta—. Espera, ¿cómo lo sabes?
—¿En dónde crees que estamos? —Daniel frunció el ceño. Vhalla no
entendió, y se dio cuenta de eso, y continuó—: Se necesita un poco de
fuerza para someter a uno de los guerreros más feroces y hechiceros más
grandes del mundo.
—¿Qué? —susurró Vhalla horrorizada.
—Baldair pidió ayuda. La Guardia respondió —dijo Daniel.
—Aldrik, ¿Aldrik está bien? —preguntó Vhalla antes de que pudiera
detenerse.
Daniel suspiró; el ruido era la decepción encarnada. Vhalla no sabía si
el sonido la hizo sentir peor que su propia comprensión de cuál había sido
su reacción inmediata. Eso reafirmó todo para ella. Tenía que marcharse.
Cuanto más tiempo se quedara, más pronto volvería a caer en la gravedad
de Aldrik.
—El príncipe está sometido. Estará bien, si Baldair no decide matarlo.
No le agrada la gente que maltrata a las mujeres.
Vhalla se miró los pies como si los desafiara a moverse. No lo
hicieron. Se las arreglaron para mantenerla en un solo lugar, resistiéndose a
correr hacia Aldrik. No dar un paso fue el primer paso.
—Ellos estarán bien. —Trató de encogerse de hombros, dejarlo atrás
—. El hacha.
Daniel entrecerró los ojos, evaluando sus acciones.
—¿Para qué?
—Simplemente la quiero.
—Dime —presionó.
—Me voy.
Daniel hizo una pausa, absorbiendo esta noticia. Sus ojos color
avellana parecían casi brillar con interés.
—¿A dónde vas?
Vhalla notó que no le preguntó por qué se iba.
—No necesitas saber eso.
—¿Puedo ir contigo?
Esa era una pregunta que no esperaba y Vhalla no sabía cómo
responderla.
—¿Por qué?
—Porque es más seguro no viajar solo. Porque yo también quiero irme.
—Daniel hizo una pausa—. Porque quiero irme contigo.
—Daniel. —Vhalla meneó la cabeza con firmeza—. ¿No sabes cómo
es? ¿No lo viste? Lo amo-amaba-amo. No soy alguien con quien quieras
estar. No estoy sana en este momento.
Daniel resopló con una risa fácil.
—¿Y quién lo está? —Le mostró una sonrisa que Vhalla tuvo que
mirar bien, de lo contrario, no habría creído que fuera real—. Pensé que
traté de explicarlo. Mis sentimientos no están dictados por los tuyos.
Vhalla abrió y cerró la boca, incapaz de responder.
—Cuando regresé de mi último período de servicio, volví para
encontrar una carta, una carta de la mujer a la que amaba, que pensé que me
amaba, diciendo que se había ido. —Vhalla recordó la historia que Daniel
le había contado antes, pero nunca la continuó—. Entonces conocí a alguien
nuevo. Conocí a alguien curiosa, encantadora, fuerte, mágica. La vi
perseverar cuando el mundo la había descartado, y pensé que, si ella podía
hacer eso, yo podría seguir despertando cada mañana y reuniendo las
fuerzas para levantarme de la cama.
Sintió lágrimas ardiendo detrás de sus ojos, su garganta llena de
algodón. Vhalla no se sintió abrumada por la emoción ante sus palabras.
Sintió las lágrimas ardiendo con el conocimiento de lo que necesitaba
decirle a pesar de su amabilidad bien intencionada.
—Daniel…
—Escúchame —dijo él, levantando apresuradamente sus manos—. No
tenemos que estar solos, ¿no lo ves? Y no necesito tu amor para ayudarte.
Vhalla negó con la cabeza.
—Daniel. —Ella suspiró—. Salvarme no va a llenar ese agujero en tu
corazón.
Él la miró conmocionado.
—Tengo que irme, sola. —Vhalla retiró las manos lentamente de las de
él. Ya no iba a utilizar a Daniel como consuelo. Vhalla apoyó una palma en
su áspera mejilla, sonriendo con cansancio—. Por favor entiende.
El la miró fijamente durante un largo momento. Sus ojos se cerraron
revoloteando y la envolvió en un fuerte abrazo.
—Ten cuidado ahí fuera.
—Lo tendré. —Le dio un último apretón antes de que él se marchara.
—Y prepárate para cuando regreses, porque voy a demostrar que estás
equivocada. —Daniel sonrió levemente—. Estaré ansioso por verte. No eres
simplemente “algo para llenar el agujero en mi corazón”, Vhalla Yarl.
Vhalla sacudió la cabeza con desesperación. Él pensaría lo que
quisiera. El tiempo tenía sus propios planes reservados para ellos, siempre
los tenía.
El hombre le entregó el hacha sin más objeciones, sacándola de un área
oculta debajo de su catre. No intentó detenerla y no insistió en ir con ella de
nuevo. Daniel la vio irse con sus cálidos ojos color avellana, con una
apreciación silenciosa brillando a pesar de la aparente decepción.
Vhalla sacó algunas provisiones militares de las raciones y un pequeño
paquete de ropa. Abundaba la armadura por los muertos, y encontró una
cota de malla que le quedaba holgada. Vhalla consiguió un cinturón ancho
para usar alrededor de su cintura y deslizó el hacha, todavía envuelta, a
través de él. No iba a perderlo de vista de nuevo, no hasta que se lo
devolviera a Victor.
Encontrar un caballo fue sorprendentemente fácil. Con el caos de la
batalla, algunos aún tenían que ser acorralados. Nadie notó que la
Caminante del Viento seleccionaba un semental todavía ensillado y con
bridas. Vhalla miró una vez más el campamento palacio antes de apretar
con los talones los costados de la montura.
Marcó un ritmo agresivo y montó con fuerza, sin reservas. Para cuando
llegó el amanecer, ya se había adentrado en la jungla y estaba libre del
humo opresivo que aún se cernía sobre las piras ardientes de la última
batalla del Norte.
Para cuando notaron su ausencia, Vhalla se encontraba lejos del
alcance de los exploradores.
Y cuando el príncipe heredero se enteró de la partida torbellino de la
Caminante del Viento, Vhalla Yarl estaba demasiado lejos para escuchar sus
gritos de angustia.
Fin del tercer libro
Siguiente libro

Bibliotecaria convertida en hechicera. Hechicera convertida en héroe.


Héroe convertida en marioneta.

El Imperio Solaris encontró la victoria en el Norte y, a costa de su


corazón y su inocencia, Vhalla Yarl se ha ganado la libertad. Pero la
verdadera lucha solo está comenzando cuando las fuerzas secretas que han
estado al acecho en las sombras, tirando de los hilos del destino de Vhalla,
finalmente salen a la luz. Ningún lugar es seguro, y Vhalla debe andar con
cuidado o, de lo contrario, caerá en los brazos de su mayor enemigo. O su
examante.
Air Awakens #4
Sobre la autora

Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió
su primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años
ha cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el
romance, desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su
atención.
Elise vive en San Petersburgo, Florida, donde se encuentra trabajando
en el siguiente debut de series de fantasía Joven Adulto: Air Awakens.
Disfruta de juegos de vídeo, animé, juegos de mesa de cambios de roles y
muchas formas de ser geek. Ama hablar con fans en Twitter y Facebook.
Twitter: https://twitter.com/EliseKova
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Página web: http://www.EliseKova.com/

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