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NOTAS DE VIAJE

SOBRE

/ EN E ZUELA Y COLOMBIA
POR

/'

M IGUEL CA NÉ • 1 •
/r 4 -
1 ini tro Plenipotenciario de la República Argentina en
dichos paf~es durante el año de 18 2

8ANCO DI!: LA ftSJOU8LI«:A


IIILJOTECA LUIS A,qGEL ARANGO
ptft0CESO!I rr'N ICO .

Ne. Accete '"2/2. / Q 6


,,.........., Ü . c\..tu.r V•

BOGOTA
I:YIPHFCN'L'A DR~ "L•\. LuZ"
C' \I.REH .\. 7", "~Ú )lEHO 590

1007

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
V E!NTIC!NCO cllios 1'Wt corridos desde que apa-
reció la obra titnlada 1'\0TAS DE VIAJE del escritor
argcutiuo D. ilJ iguel Cané, Al iuist ro Pleui potmcia-
1'io de las Pr01Jincias Uuidas del Río de la Plata
cerca del Gobiemo de Cololllbia, allá por los aíios de
1882 . Dumute ese lapso de tiempo, co1110 era natu-
ral, los proholllbres de la geueració11 que al comienzo
de aquel período lwbía alcanzado 110 sólo pleno jlo-
reciutiCilfo sino co111pleta 1/ladurez, han ido caywdo,
coH 11111)' coniadas excepciones, sc;;ado por la muer-
te. Y no solal!lcnfc ellos, si que fambiht grau 1l1Í·
mero de los jóvm.:s que correspoudíalt á la que pu-
diera repula rsc eo1110 {!,me ración su bsign iw te, duer-
1/Ielt asimiSIIIO e/ SIICÍlO de la /11111ba.

Otra ¡;encraciáu v los reuue1•os de la que presto


habrá ele snccderta hall 1•c11 ido á reelllplazar á las
que yrí 1'iudicro!l la .fonwda; de 1/WIIera que, sin
pecar de t!.tttgemJos, pvde111os ajinna r que el 1'eferi·

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do libro, dadas las circuustancias apuntadas y el


carácter de la edicióll que de él !Jizo su autor, es casi
descollocido eHtrc uosotros, á pesar de te11er como
asunto pri11lordial el estudio de la tierra cololllbia -
lla . Trabajo, y no escaso, cuesta el deswbrir algú11
eje111plar de los pocos que vi11ierou de regalo, envia-
dos por el Sr. Cané á alguuos de los al/ligas q11e ha-
bía clt:iado en esta 111eseta supercwdina, wyo ai1'e
enrarecido puso á pmeba los pullllolles de aquel ha-
bitador de las pa111pas, y CII)'O 17tallso y perezoso
Fu11za, despei/{í!ldose en el pm•oroso Salto de Tcqllm-
da11la, produjo CJt el viajero argeuti11o 1111a de las
subli111cs y duraderas e111ocio11cs que pueden agitar
y estre111ecer el al111a h11mana. Ese eterno clamor,
ese ronco redoblar del Tequwda111a, afias después,
allá en París, á través del tie111po y la dista11cia, le
eusordecía los oídos y le sobrecogía el espíritu, á pesar
de lo wal pudo hallar acentos so11orosos, gralldilo-
wentes, 110 obsta11te el estilo ILil /a11lo desa/iJ7ado de
la obra, pam pintar aquella octm'a lllllrmn'/la del
orbe y acreditarse de poeta de corazJn se11sible y
wltivada iutclige11cia.
El deseo de q11e las NOTAS DE Vli\JE, COIILO 111uy
bien lo 111ereceu, sean co11ocidas de la actual geuem·
cióu CIL Cololllbia, 110s IJa l/e¡·ado á acometer la prc-
scllie rei111prcsiJ11, si biell es cierto,-y por ello pedi·
111os perc{J¡¡ ú los 1/WilCS del Sr. C1111é- que llos !te·
1110s li111itado tÍ reproducir la porcióll de la obra en
que éste ua1Ta s11s recuerdos y cousig11a sus i111pre-

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siones desda que miró m elma1' de las Antillas has-


ta que dijo adiós á las playas del istlllo interoceáui-
co, después de haber preseutado sus credeuciales de
miuislro diplolllálico eu Car.zcas y Bo~ohí, y de ha-
ber residido algún tiempo en a111bas capitales.
La razón q11e he111os tolllado e11 cuenta para ofre-
cer á los lectores cololllbiano~ esta parle de la obm
sola111ente, 110 será dcsec/J(!da por éstos, según 1ios
atrcz•eJJIOS tÍ creerlo .•Varracioues de viaje por los paí-
ses europeos y por la patria de los yanq11is 110 hacen
falla l'll 1t11estra literatura uacional; de manera
que, dad,z aquella idiosincrasia que tí sellleja uza
de la indi<•idual suele deswbrirse w las uaciolles,
es si u d1tda alguna uuís fúcil pa m nosotros peuelrar
w el fondo del alllla de aquellos pueblos al través
de las illlpresioues de autores conterrdlleos cou uos-
otros, wyo criterio se ale111pera 11lfÍS al uuéslro, que
no por el intermedio de las 11a rracioues de escritores
extranjeros, dispares las más de las z•eces en ideas y
sen ti micut os.
Cosa muy difermtc ocurre en lo que afaiie á 1lnes-
tra personalidad colectiva, y que debe de ~/lardar
estrecha analo~ía co1t lo que acoutece co11 fa repro-
du ccióu de nuestra i111ap;cu física .
JI!Hchos serán, siu duda, los que lzau podúlo
co111j>robar aquel ha!to de q11e ltc111os oído hablar
por al:í, y es que á pesar de lwflamos habituados á
contemplar nuestm imagC/l reflejada en el espejo, el
dia q1 e un pilltor htÍbil 1105 la 111/ICStm copiada fiel-

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VII! -

111eute eu 11/L lienzo, ese día 11os i11vade una impre-


sión rar<7, iltdefinible, elt q1tepredo111i11a la sorpresa,
al descubrir w el retrato ciertos rasgos y jaccioues
que hasta entonces habían pasado i11advertidos
para nosotros y que el ojo experimwtado de tiiL ar-
tista y de un extr(ll/o logra sorpre11der y reproducir
para dejar estampada nuestm jisono111Ía con el aire
que le es propio y pewliar.
Y se /lOS figura que aquella impresióu subirla de
punto, si en 7!ez de prese11tamos 1m retrato uos ofre-
cieran 1111a efigie de bulto, con sus colores 1tat11rales,
por el estilo de las que exhibe cl1J111seo lo11diueuse de
Madame Tussaud. Muy probable es que aquella du-
plicacióu de uuestm terrma mvollura despertara
en 11osotros un senfimie11to rayano e11 espa nto, y tal
z•ez después de dar vueltas e11 tomo de aquel sosia
1111éstro i11auimado, ncabámmos por juzg(Jrlo un
curioso auuque e.r:f1·ailo ejemplar de la especie lm-
11/fiiLa, tá11/a asi es la diferencia que ojrecw á 1mes-
tra vista las figuras sólidas, con sus 111edidas exac-
tas y su vet·dadero la111aiio, cuaJillo autes 110 las
!tabíalllos co1zocido sino por la wg(ll/osa perspectiva
q11e 11os presw fa n las [tgu ras pla1ws .
• Jf.¡;o se111eja n!e sucede co 11 los retratos que hace11
los escritores de la í11dole y costu111brcs de los pueblos
que visitan. En ellos puctlm /iallar los retratados
motivos de sorpresa y a1111 de esj>a11lo, ra:::oues para
enorgullecet•se ó par,¡ m•crgon za rse, co1110 que allí
aparcceráa 1•irf1tdes uo sospechadas siquiera por

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ellos, y muchos vicios de que no se daban cuenta,
en fuerza del hábito inveterado.
La pintura que de Colombia hace el Sr. Cané
tiene iHdiscufibles ventajas sobre las que nos han
ofrecido los aTttoYes de ultramar; y es que siendo el
autor de una misma lmgua y raza con nosotros, y
de 1111 país de cost11mbres semejantes á las 1wéstras,
pudo apreciar 1/lejor 1/ltesfro carácter, sin trazar gro-
tescas y ojensá•as caricat ums, d veces involuntarias,
pero más frecueutemente deliberadas, co1110 las del
conde de Gabriac y de111ds autores de su laya, todos
los wales en cTtauto d describir costrnnbres y apre-
ciar países extranjeros nos hacen el efecto de aquellos
hidalgos jachmdosos y tronados, que por biw servi-
dos se darían si lograra1r susle11larse de medmgos
en s11 propia casa, y sin elllbargo, salen á proferir
dw11estos y groserÍt1S w las ajellas, á donde ellos
11lis111os se han couvidado, porq11e uo les sirz•en las
{!.olosinas y pri111ores que sólo podrían aderezar las
111a11os de 1111 T'alel, y sería apeuas capaz de saborear
el paladar de 1111 Brillat-Savm'ill .
.1111cho se 11os eurostrJ cu el pasado siglo uuestro
carrícter salvaje y sangui11ario, que llegó á convertir
w osarios 111/Cs!ros campos laborables, y se 11os ajeó
11uestra desvcrgvm:ada cormpciJu política, que hizo
del sufragio popular uua saugrie1zta burla. Y se ol-
7•idaball los que tallwcíall ele que Iugla!erra, en el
pri111er tercio del pasado siglo, y. 111za, cí mediados
del mis111o,- q11t: e/1 le~ , ida de los pueblos es como
u

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decir ayer,- ofrec-ía u á Europa, la primera, el escán-
dalo de S/IS bmgos podridos, )' l'a segunda, duran-
fe las g11erras religiosas del So11clerbu nd, el suplicio
del e1npalamiento, aplicado á los prisioneros con
una corrección y destreza que hubiera despertado la
mviclia de los esbirros del Sultán de Turquía. Y siu
e111bargo, lllglaterra y S11iza so11 hoy e¡¡ c/111111Ulo,
la 1111a como república federal, y la uf m CcllllO impe-
rio constitucional, los prototipos de la libcrtud civil
y política, de la cultura y de ln lmJilallidad, y doll-
de el estallido de lns bombas anarq~tislas 110 alme-
na los oídos de los ciudadanos pac(ficos, porque casi
son los únicos países en donde se g11ardau ai sér lw-
mano los miramieJttos y el ¡·espeto que como ti ima-
gen y 1'emedo de s11 Creador le c.orrespo¡¡deu. Bien es
cierto que los ojos de illgleses y de /¡eluélicos 1111uca
se apm'larou de la Jlleta lla111ada Libertad, ui la
sa11gre de Guillermo TeZ! y de Hampdw !la degelle-
1'a.do en sus venas .
¿Pero qué 11111clto que así 11os tmtamn en el pa-
sado siglo, si hoy todm•ía presta11los las colttJJllzas de
nuestros periódicos á aveutureros de otras tierras,
para que 1tltrnjen y ?•ilipendien á la patria colo1ll-
biana, al referirse á tie111pos que ellos 110 co1toce11, y
que en todo caso d~(lereu de los de la ley de Lyuclt,
del water cure en Filipinas, y del ,i.firo de cheq11cs e11
las autesa/as de las altJ!.uslas cúlllams leJ!.islati1•asP
Por creer que hay un 1•crdmlcro placer e11 rt'pasar
rei1'aios t•iejos, 11111_1' alejado ele la pueril vanidad de

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~XI-

los Narcisos, co111o que 110 está exento ele tristeza, he-
11lOS acometido, pues, In pr.:sentc- rci111presión. 1·Quién,
alrez•oh·er pol,•oroStlS urchi •os de familia, 110 se ha
puesto cí contemplar co11 íntima temnra, si tropieza
con él, aquel peda::o de cartón e11 que nuestra 111i·
núscula persona aparcct' a1Í11 <'L'Siido de faldas, por
110 haber alcam:ac/,J los lio11ore:; de cubrirse co11 los
arreos de 111nsculi11a iut!wueutari.r; C/1 que la abun-
dosa cabellera cuelgo 1/()stn 111ás abajo de los lwm-
bros, COIIIO las 111~iorcs de los fraucos mermJiugios,
en correctos tirnbuzouts t'nf,Jrclwdos por la amorosa
llzrlllO lllatcrlla, y en que nsou1a ú los ojos unn alma
pum, lí111pida y lienuosa, como 1-eciéu salida q11e se
halla de las manos del Supre/1/o llaccdor, según la
fc/ix c.rpresióll de Dickens, lilc'ie little pcople, who
are so fresh from Gocl? ¿1" qnié11 110 si11tió enton-
ces lo que pudiéra111os llal/lar UtlS/al¡;ia de la 11!0·
ccllcin, y 110 la111mtó el 110 haber desaparecido de
este llllt71clo e¡¡ aq11ella edad en que 110 !wbí,111 sido
saboreadas a1ín lus (/1/UIIgums dt: la 7•idal
¿Y quiéu no ha sentido l'm•úlia a!tloretrospecli-
1'a nl111imr la arro,[!,nllie estampa de ese 11/allCebo
q11e acaba de sall•ar las lindes de la ndolcsccl/cia,
co1r el labio orrrado yú co11 cl¡•c/lo de la ?•irilidad,
la //lirada chispl'tlufc, la ji'mtc n·plda dt: uobles
ideas, el peclro hcudrido de ~cucrosils nspimciollcs,
wa11do la lrouradc:: y el allmís11ro de los lro111Úres
erau para 1lt)sotros arlíwlo de invioladt1 fe/ ¿Por
Cjlté 110 1110/'ÍIIIOS L'II{OitCCS1 UII{CS de ¡•er (Í 111/CStros

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semejantes retrogradar al periodo aulerior á aquel


en que les uaciaon alns para tomarse en pájaros, se-
,!!,IÍn lo quieren los necios pnrtidaril'S de la 11-ansfor-
mació¡¡ de las especies! 1-1" qué 110 se11tirá el que
atacado de ltOnible y dcfonnaute enfermedad, lo-
gre, lllediante los talentos rlc 1111 piular, remelllorar
la faz que en alg1ín tiempo le pemzitió contm-se en
el gre111io de las crill fllras raciollalcs, y que luégo
coní'crlida Cll n·pugnaute 71/tÍscara, despierta lásti-
17W y honor e11 propio<:. y en ex/miiosl

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EN VENEZUELA

La, drcpedicltt-Co~ta Firme-La Guaim·-Dctcnción forzo-


sa-La cara. de Vrnrzurla-Tle la Ouair:1 á Car:J.cas-
La ]\[ontafía-l.:na nrcrsidad Sllprrma-Ojcadtt sobre
VcnezuehL--Su situación y productos-El coloni<tje-La
gnrrra de l:t incl!'Jl('IHII'neia-El di'crcto do Trnjillo-La
anarquía-(i('ntc de paz !-L;t lrcciún d('] pasado- La
cimlad de C'amcas-l,os temblores-El Calv:uio-Re-
cucrdos ele Buenos .\ircs-La, phlZit do toros-El pueblo
soberano-La. cultum vcnPzolana.

Pasám os tres días en la 1\brtinica, dándonos


el inefable placer ele pi ·ar tierra y respirar otra :1t-
mósfera que la ele ;'t bordo. La fiebre amarilla rei-
naba, aunque no con violencia, y debo declarar
que se condujo con nosotros ele una manera bas-
tante decorosa, pues, despreciando Jos sanos con-
sejos ele la experiencia, no sólo tomámos algunas
frutas, sino que pa~ámos los tres días bebiendo li-
core~ y refresco-; 111:\aclos.
Por ti n, al ca·~r la tarde del 2 r de Agosto, levú-
mos anclas y d~.:-;pués ele despedirnos :í. cañonnos
del Gohernaclor, que desde la lind,t eminencia en
que está situ;td.t s11 cast, agitaba el pabellón, nos
pusimos en viaje, rumbo á la Costa Firme. Nave-
g{\lnos esa noche, tocio el clia siguiente, y en la ma·
I

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NOTAS DE VIAJE

ñana del tercero apareció la lista negruzca de la


tierra. Pronto foncleámos frente al puerto ele la
Guaira, pequeña ciudad recostada sobre los últi-
mos tramos de la montaña y que, á lo lejos, con
sus cocoteros y palmas variadas, presenta un as·
pecto simpático á la mirada.
Alli nos despedíamos ele aquellos que habían
concluído su viaje, cuando un \'iejo amigo de
Buenos Aires, el Dr. Dubreil, se me presentó á bor·
do junto con el Cónsul general de la República
Argentina en Venezuela, Dr. Carlos R. Rohl, uno
de los jóvenes más simpáticos que es posible en-
contrar.
Es difícil formarse una idea del placer con que
se ve una cara conocida en regiones de cuya vida
social no se puede formar concepto. Una sola fiso-
nomía es una evocación de multitud de recuer-
dos ....
Les comuniqué mi proyecto ele continuar via-
je hasta Sabanilla, en las costas ele Colombia, re-
montar el Magdalena y luégo dirigirme á Bogotá,
por donde debía dar principio ú mi misión. A una
voz me informaron que ese plan era irrealizable,
por cuanto el río f\Iagclalena no tenía agua en ese
momento. Si seguía viaje, ó me veía obligado {t
retroceder desde Barranquilla, en la hoca del río,
ó si persistía en remontarlo, corría riesgo de que-
dar varado en 61 sabe Dios qué tiempo, haj l> un
calor infernal y una plaga de mosquitos capaz de

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EN VENEZUELA 3

dar fiebre en cinco minutos. Resolví en conse-


cuencia descender en la Guaira y comenzar mi
tarea por Caracas.
El mar estaba como una baba ele aceite, lo que
llamaba la atención ele los venezolanos, poco ha-
bituados á esa m,u1sedumbrc, tan insólita en aque-
lla rada ele detestable reputación. Bajámos, pues, y
una vez en tierra, todo el encanto fantasmagórico
de la ciudad, \'ista del mar, se de<;vaneció para dar
lugar á una impresión penosa. "Venezuela tiene la
cara muy fea," me decía un caraqueño, aludiendo
al aspecto sombrío, desaseado, triste, mortal, de
aquel hacinamiento de casas en estrechísimas ca-
lles, que parecen oprimidas entre la montaña y el
mar.
El calor era insoportable; la Guaira semeja una
marmita clent1·o ele la cual cayeran derretidos los
rayos del sol. Noo.; sofocábamos materialmente
dentro de aquel infame hotel Xeptuno, en el que
en l:poca no Jejan.t dcbí:-t pasar tan atroces mo-
mentos. Contengo mi indignación para entonces
y prometo no escasearla, en la scgmiclad ele que
tocios los venezolanos l1an de unir su voz á la mía
en un coro exprcs1vo.
A las dos ele la tarck ton1;'unos un carruaje, pa-
sámos por la aldea de I\Iaiquetia, situada á pocas
cuadras ele la Guaira, á orillas del mar, y comen-
zámos h ascensión de la montaña. El camino, en
el que se emplean seis horas, es realmente pinto-

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4 NOTAS DE VIAJE

resco. El eterno aspecto ele la montaña, pero real-


zado aquí por la \"egetación, lns cafetales cubrien-
do las laderas y aquellas gigantescas escalinat<IS ta-
lladas en el cerro á fin de obtener planos para la
cultura, que recuerdan los curiosos sistemas de los
indios peruanos bajo la monarquía inc:lsica. Se
sube, se baja, se vuelve~~ subir y á cada momento
una nueva perspecti\·a se presenta :'t la mirada.
Todo ese camino de la Guaira á Caracas es tú re-
gado por sangre vcnfzolon<t, derramada alguna en
la larga luch;¡ de la independc11cia, pero la m{ts en
las terribles guerras civiles que han asolado ese
hermoso país, impidiéndole tomar el puesto que
corresponde á la extraordinaria riqueza de su suelo .
Nada más delicioso que el cambio de tempera-
tura á medida que se asciende. Desde la línea tro·
pica! venimos respirancln una atmósfera abrasada,
que se ha hecho en la Guaira casi incandescente.
En la montaña, el aire puro refre:;ca á cada in:;-
tante, y los pulmones, no habituados á esa sensa-
ción exquisita, respiran acelerados, con la misma
alegría con que los páj,tros baten las alas en la
mañana.
El viaje en coche es pesado y mortificante,
por las continuas sacudidas clcl camino, destruido
constantemente por las lluvias y la frecuencia del
tránsito. l\liro al pon·enir con cll\·iclia, observan-
do los trabajos que se hacen, en medio ele t{tntas
dificultades, para trazar una línea férrea. ¿Se lle-

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EN VENEZUELA S
vará ésta á caho? Por lo menos, me consta que
es una aspiración colectiva en Venezuela, porque
ele ella, como ele algun;¡s otras no muy extensas,
depende l.t tran::;formación ele aquel país. (1)
A las ocho y media de la noche llegámos por
fin á aquel valle delicioso, tántas veces regado por
sangre, y en cuyo seno se ostenta Caracas, la noble
ciudad que fue cuna y que es tumba ele Bolívar.

Antes ele pacar adelante, conviene arrojar una


mirada ele conjunto sobre el maravilloso país que
acabo ele pisar, <~sombrado por las mil circunstan-
cias especiales que hacen de él una de l<ls regiones
más favorecidas del suelo americano. El Océano
baña las costas de Venezuela en una extensión in-
mensa y sus entrañas est:tn regadas por ríos colo-
sales como d Orinoco, el l\feta y demás afluentes,
que cruz;¡n territorios que, como el ele la Guaya na,
tien en aún más oro en su seno que el que buscaban
los conquistadores en las vetas fabulo~as del Do-
rado.
¿Qué productos ele aquellos que la necesidad
humana ha hecho preciosos no brotan abLmdantcs
de esa tierra fecundada por el sol ele los trópicos?
(1) En <'1 momp¡Jtn d<' pon<'r rn prrnsa este libro, e inau-
gura <·1 fenocarril el<' la Onaira {t Caral'a~. La dcci.ión y acti-
vidad drl g1 IIPral Uuzmá11 Hlan"o luL hrcho milagros. No será
por Cil'rlo (•'ilt' 11110 dr ~us ruPnon•s títulos á la gratitud do sus
compat¡·iota~. Estt lí1wrt f(•n'l'<t va á transformar la ciudad de
Caraca~, courirti(·nllola Pn nna de las más brillante de la
Amérim.

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6 NOTAS DE VII\JE

El café, el cacao, el añil, el tabaco, la vainilla, ce-


reales de toda clase, y en los dilatados llanos, ga-
nados en tánta abundancia como en nuestras pam-
pas. Añadid su proximidad proviclenci.ll á los Es·
tados Unidos y á Europa, los dos últimos focos
ele la evolución del progreso humano sobre la tie-
rra, puertos naturales estupendos como el ele Puer-
to Cabello y el futuro de Carenero, y miraréis con
el asombro del viajero la postración actual ele ese
país, no comprendiendo cómo la obra de los hom-
bres ha podido contrarrestar Insta tal punto la
acción vigorosa de las fuerzas naturales.
Una vez más, tenemos Jos argentinos que ben-
decir la aridez aparente ele nuestras llanuras, el
abandono colonial en que se nos dejó, el aislamien-
to completo en que vivimo· durante siglos y que
dio lugar á la form;-¡ción ele una sociedad demo-
crática, pobre pero acli\·a, humilde pero laboriosa.
Entre todos los pueblos sudamericanos, somos
el único que ha tenido remot<ls afinidades con las
colonias del Norte, ftlllcl;-tclos por los puritanos del
siglo XV!l. Tampoco había oro allí y la vida se
obtenía por la labor diaria y COJ)stanlc. Entretan-
to, el Perú, cuya ju1·isclicción alc;¡nzaba hasta las
provincias septentrionales el e b Argentina, Quito,
el \'irreinato ele S;-¡n(afé, la capitanía general ele
Venezuela, era teatro ele las horribles escenas susci-
tadas por la, codicia gigante ele los reyes de Espa·
ña, tan ferozmente secunclacla por sus agentes.

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EN YE:I\EZUELA 7
La suerte de Venezuela fue más triste aún que
la del Perú; vendida esa región por Carlos v, en un
apuro de dinero, á una compañía alemana, viéron-
se aparecer sobre el suelo americano aquellos bár-
baros germanos que se llamaron Alfínger, Seyler,
Spira, Feclermún, Urre, que, no encontrando oro
á montones, según soñaban, vendían los indios
como esclavos para Cuba y Costa Rica, llegando Al-
fínger hasta á alimentar~~ sus soldados con la carne
del infeliz indígena. En aquellas bárbaras correrías
que duraban cuatro y ci(')CO años, desde las orillas
del mar Caribe á las más altas mesetas andinas, la
marcha de los conquistadores quedaba grabada
por huellas de incendio y sangre. Fue en una ele
esas excursiones gigankscas,--que el viajero mo-
derno, recorriendo las mismas regiones con todos
los elementos necesarios, apenas alcanza á com-
prender,--que Feclermán, partiendo de :1\Iaracaibo,
y recorriendo las llanuras ele Cúcuta y Casanare,
mortales aún en el día, apareció en lo alto ele la sa-
bana ele Bogotá, á 2,700 metros sobre el nivel del
mar, al tiempo que Belalcázar, salido ele Quito,
plantaba sus reales en la parte opuesta de la pla-
nicie, formando simulbnean~ente el triángulo con
Quesada que, después ele remontar el !lfagclalena,
habí a trepado, con un puñado de hombres, las !res
gradas gigantes que se levantan entre el río y la
altiplanicie. ¡Cómo tenderían {n-idos los ojos los
tres conquistadores sobre la sabana maravillosa

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8 NOTAS DE \'!AJE

donde pululaban millares ele chibchas, entregados


á la agricultura, tan clesarrol bcla como en el
Perú! ...
Fue en Venezuela, en aquella costa de Cuma-
ná, de horrible memoria, clnncle se levantó la voz
de Las Casas, llena del sentimiento humanitario
más profundo. El que haya leído el libro del su-
blime fraile, que es el comentario más noble del
Evangelio que se haya hecho sobre la tierra, sabe
que pueblo alguno ele la América ha sufrido como
aquél.
Más tarde, la independencia; pero la indepen-
dencia á la manera del Alto Perú con sus desola-
ciones intermitentes, con sus Goyeneches, con su
Cochabambas, con los cadalsos de P<tdilla, de War-
nes, etc.
Es aquí donde la lucha tomó sus caracteres
más sombríos y sah·ajes; es aquí donde Monte-
verde, Boves, el asombro~o Bo\'l'S, aquella mezcla
ele ,·alor indomable, c!e tenacidad ele fierro y ele
inaudita cruclclacl, l\Iorales, y al fin, l\1orillo, el
émulo de Bolívar, arrasaban, como en las escenas
bíblicas, los pueblos y los campos y pasaban al filo
ele la espada, hombres, mujeres, nií1os y ancianos.
Es aquí donde el Libertador lanzó el decreto ele
Trujillo, la guerra á muerte, sin pieclacl, sin cuartel,
sin ley. Leer esa historia es un v~rtigo: c:~cla bata-
lla, en que brilh la lanza ele Pátz, Piar, Cedeíio y
mil otros, es un canto ele Homero; cada entrada

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EN VENEZUELA 9

de ciudad, es una página de l\loi-;l:s. Caracas es


saqueada vanas veces y en medio de l.t lucha se
derrumba sobre sí misma, al golpe del terremoto
de r8rz. Sus hijos más selectos están en los ejér-
citos ó en la tumba; poc0s ele los que se inmorta-
lizaron en la cumbre ele San l\1atco alcanzaron á
ver el día glorioso de Caraboho.
Si alguna \'ez ha podido decirse con razón que
la lucha de la independencia fue un:~ guerra civil,
es refiriéndose á Venewela y Colombia . De llane-
ros se componían las hordas ele Bo\·es y l\Iorales,
así como las de Páez y Saraza. El empuje es igual,
id éntica la resistencia. La disciplina, los elemen -
tos bélicos están del lado de España; pero los ame-
ricanos tienen, á más ele su entusiasmo, á más ele
los hábitos ele vida dura, jefes como Bolívar, Piar,
Urdancta, Páez, y nüs tarde Sucre, Santander, cte.
Crueldad? I cléntica tam bil:n, pese á nosotros. Al
degüello respondía el degüello, á l,t pieclacl rara,
rara vez la piedad. El batallar continuo, la vista ele
la sangre, la irritación por el hermano muerto iner-
me, exaltaban eso · org:1nismos morales hasta la
locura. Bolívar hace sus tres campaíias fabnlos;ts,
y á lomo ele mula, recorre á Venezuela en todas di-
recciones, hace \'.trias \'Cccs el viaje de Ctracas á
Bogotá, ele Bogotá ú Quito, ;d Perú, á los confines
ele Boli\'ia! Veinte \'eces ha Yisto la muerte, ya en
la batalla, ya en el brazo ele un asesino. Pácz com-
bate, como combalia Paez, en primera fil.l, enro-

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IO NOTAS DE VIAJE

jeciela la lanza hasta la cuja, en cie11fo trece bata-


llas! ¿Qué soldado ele César ó de Napoleón podría
decir otro tinto? ...
Como result<1do ele una guerra semejante, la
destrucción de todas lrts instituciones coloniales,
más ó menos completas, pero instituciones al fin,
el ab<1nclono absoluto de la industria agrícola y ga-
nadera, el enrarecimiento ele la población, la rnina
de los archivos públicos, la desap<~rición ele las for-
tunas particulares, la debilitación profunda ele to-
das las fuerzas sociales. Recuérdese nuestra lucha
de la independencia; j<~más un ejército español
pasó al sud de Tucumán; jamás en nuestros cam-
pos recluhron hombres los realistas. l\1ás aún; en
medio de la lucha, se observaban las leyes de la
guerra, y después ele nue~tros desastres como des-
pués de nuestros triunfos, el respeto por la vida
del vencido era una ley sagrada. Ni las matanzas
ele Monteverclc y Boves se han visto en tierra ar-
gentin<~, ni sobre ella ha lanzado sus fúnebres res-
plandores el decreto ele Trujillo.
Después .... la t1 iste noche ele la anarquía cayó
~obre nosotro<>. La guc1Ta ci,·il con todos sus htl-
rrores, Artigas, Carrera, Ramí1·e7., López, m(L<; tarde
Quiroga, Hosas, Oribe, etc., ac<tharon ele postrar-
nos. Pero Venezuela tomó también su parte en e~e
amargo lote ele los pueblos que se emancipan.
Nues!ws dolores terminaron en r852 y pudimos
aprovechar la mitad de este siglo de movimiento

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EN VENEZUELA IT

y ele vida para ingresar con energía en la línea de


marcha ele las naciones civilizadas. Hasta 1870,
Venezuela ha sido presa de las discordias intesti-
nas. ¡Y qué guerras! La lucha de la independencia
hizo escuela; en las contiendas fratricidas, el par-
tidario vivió sobre el bien del enemigo, y al fin, la
riqueza pública entera de apareció en la vorúgine
de sangre y fuego. Llegad á una habitación de las
campiñas venezolanas y llamad: en la \'Oz que os
responde, notáis aún el ligero temblor de la in-
quietud vaga y secreta y sólo gira la puerta para
daros entrada, cuando habéis contestado con tran-
quilo acento: 11 Gente de paz!"
Gente de paz! hé ahí la necesidad suprema ele
Venezuela. El suelo está virgen aún, sus montañas
repletas de oro, sus valles húmedos ele savia vigo-
rosa, las faldas de sus cerros ostent<Jn al pie el plá-
tano y el cocotero, el rubio maíz en sus cleclivt:s y
el robusto café en las cumbres.
Gente de paz! El pueblo es laborioso, manso,
dócil, honrado proverbialmente. Dejadlo trabajar,
no Jo cercen(;is con el cañón ó con la espacia, ha-
ccdlo simpMico á la Europa, para que la emigra-
ción venga espontáneamente á mezclarse con él,
á enseñarle su industria y vigorizar su sangre!
Gente de paz para los pueblo~; de América!

Aquellos tiempos pasaron; pasó la conquista,


pasó la independencia y la América y la España se
tienden hoy los brazos á través ele los mares, por-

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12 NOTAS DE VIAJE

que ambas marchan por una misma senda, en pos


de la libertad y el progreso. Tomo dos frases ele los
Op1íswlos de Bello, la primera sobre la conquis-
ta, la segunda sobre la i11depenclencia, que en mi
opinión concretan y formulan el juicio definitivo
de los americanos que piensan y meditan, sobre
esos dos graves acontecimientos:
''No tenemos la menor inclinación á vituperar
la c;)nquista. Atroz ó no atroz,{¡ ella debemos el
origen ele nuestros derechos y de nuestra existen-
cia y mediante ella vino ft nuestro suelo aquella
parte ele la civilización europea que pudo pasar por
el tamiz ele las preocupaciones y de la tiranía de
España." (r)
"Jamás un pueblo profundamente envilecido,
ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que
ilustraron las campañas de los patriotas. El que
observe con ojos filosóficos la historia de nuestra
lucha con la metrópoli, reconocerá sin dificultad
que lo que nos ha hecho prevalecer en ella, es ca·
balmente el elclllelllo ibhico. Los capitanes y las le·
giones veteranas ele la Iberia trasatlántica, fueron
vencidos por los caudillos y los ejércitos improvi·
sacios ele otra Iberia jm•en que, abjurando el nom-
bre, conservaba el aliento i nclomable ele la antigua.
(1) RCJICJi.01'irJ Amerirnno, tomo rn, p. 101. Tomo rst:t cita
y la ·ignienic de ht admirahlr introdu cción de D. Miguel A.
Caro, honor de la~ lctnt5 :tmrric¡tnas, á la Bisto1·ia (JCJtcmL ele
la Conqttista deL Nuevo lleino de GmJL~cln, del obis po Piedra-
bita. Edición de Bogotá, 1 l.

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EN VENEZUELA 13
La constancia española se ha estrellado contra sí
misma." (r)
Hé ahí cómo debemos pensar respecto á Es-
paña, abandonando los temas retóricos, las decla -
maciones ampulosas sobre h tiranía ele la mctrópo
Ji, sobre su absurdo sistema comercial, que le fue
má~ perjudicial que á nosotros mismos, y recor-
dando sólo que la historia humana gravita sobre la
solidaridad humana. El pasado es una lección y no
una fuente ele eterno encono.

La ciudad ele Caracas está situada en el valle


que lle\'a su nombre y que es uno de los más be-
llos que se encuentran en aquellas regiones. Bajo
un clima templado y suave, la ruturaleza toma un
aire tál ele lozanía, que el viajero que despunta por
la cumbre del ,\vila cree siclllpre hallarse en el
seno ele una eterna primavera. El verde ondulante
ele h1s vastos plantíos ele caña, claro y luminoso,
contra,;ta con los reflejos intensos ele los cafetales
que crecen en la altura. Dos ó tres imperceptibles
hilos ele agua cruzan la estrech,t llanura y aunque
el corte ele los cerros sobre el horizonte es algo mo-
nótono, hay tál profusión ele iu·boles en sus decli-
ves, la baja vegetación es tan espesa y compacta,
que la mirada encuentra siempre nuevas y agrada-
bles sensaciones ante el cuadro.
La ciudad, como todas las americanas funda·
(1) llello, Up1i8Cillo~.

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NOTAS DE VIAJE

das por los españoles, es de calles estrechas y rec-


tangulares. Sería en vano buscar en ella los sun-
tuosos edificios de Buenos Aires ó Santiago de
Chile; al mismo tiempo que las conmociones hu-
manas han impedido el desarrollo material, los sa-
cudimientos intermitentes de la tierra, temblando
á cada borrasca que agita las \'enas de la montaiia,
hacen imposibles las construcciones vastas y sóli-
das. Todo es allí ligero, como en Lima, y el aspec-
to interior ele las casas, sus paredes delgada<;, sus
tabiques tenues, revelan constantemente la ansiosa
expectativa de un terremoto. Durante mi perma-
nencia en Caracas, tuve ocasión de observar uno
de esos fenómenos á los que el hombre no puede
nunca habituarse y que hacen temblar los corazo-
nes mejor puestos. Leía tendido en un sofá ele mi
escritorio, y en el momento en que García Mérou
se inclinaba á mostrarme un pasaje del libro que
recorría, se lo vi vacilar entre las manos, mientras
sentía en todo mi cuerpo un estremecimiento cu-
rioso. Nos mirámos un momento sin comprendt:r,
el tiempo suficiente para que los techos, cayendo
sobre nosotros, nos hubieran reducido á una for-
ma meramente superficial. Cuando nos ap.erciní-
mos ele que la tierra temblaba, corrri m os primero
al jardín; pero venciendo la curiosidad, salímo á
la calle y observámos ú tocio el mundo en la pu;;r-
ta de sus casas, car;¡s llenas ele espanto, gente que
corría, mujeres arroclilladas, un pa\'or desatentado

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EN VENEZUELA IS
vi brand o en la atmósfera. U na ó dos paredes de
nuestra casa se rajaron, y aunque sin peligro para
nosotros, no así para aquellos que la habiten en el
momento ele la repetición del fenómeno.
La ciudad, en sí misma, tiene un aspecto su-
mamente triste, sobre todo para aquellos que he-
mos nacido en las llanuras y que no podemos ha-
bituarnos á vivir rodeados de montañas que limi-
tan el horizonte en lodos sentidos y parecen enra-
recer el aire. Hay, sin embargo, dos puntos que
podrían figurar con honor en cualquier ciudad eu-
ropea: la plaza de Bolívar, perfectamente enlosa-
da, con la estatua del Libertador al centro, llena
de árboles corpulentos, limpia, bien tenida, deli-
cioso sitio ele recreo para pasar un par ele horas
oyendo la música ele la retreta-y el Calvario.
El Calvario es un cerro pintoresco y poco ele-
vado, á cuyo pie se extiende Caracas. En txlas las
guerras ci\'iles pasadas, la facción que ha conse-
guido hacerse dueña del Calvario, lo ha sido in-
mediatamente ele la ciudad. De allí se domina á
Caracas por completo y ni un p{ljaro podría jac-
tarse de contemplada nüs cómodamente que el
que se encuentra en el lindo cerro.
Se su be en c.ll"luaje ó ú pie, por numero. os
caminos en zig-zag, muy bien tenidos, roclead(!s
ele árboles y plantas tropicalt:s, hasta llegar ú la me-
seta ele la altura, donde, en el centro ele un jardín
frondoso, se levanta la estatua del general Guzmán

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r6 NOTAS DE VIAJE

Blanco, actual Presidente de los Estados Unidos


de Venezuela. Se nota en todos los trabajos del
Calvario, la ausencia completa de un plan prccon-
cebicln; parece C]Ue se han ido trazando caminos
á medida que hs accidentes del terreno lo permi-
tían. Aquí una fuente, m:'ts adelante un banco cu-
bierto ele bambús rumoroso..:, allí una gruta, y por
todas partes flores, agua corriendo con ruido apa-
gado, silencio delicioso, ,·ist;ts admirables y un
ambiente fresco y perfumado. A pesar del cansan-
cio de la subida, pocos han sido los días que he
dejado ele hacer mi paseo al pintoresco cerro.
Siempre solo, como el ele Santa Lucía en Santiago
de Chile, como la Exposición en Lima, como el
Botánico en Río, como el Prado en fllonte\·idco,
como Palenno en Buenos Aires. Sólo los domin-
gos, los atroces y antipáticos do:ningos, se llenab;t
aquello de gente, paqueta, prendida con cuatro
alfilere~, oliendo {t pomada y aspirando por la hora
de volver ú casa y sacarse el botín ajustado. Nun-
ca fui un domingo; pe1·o las tardes serenas ele en·
tre semana, la quieta y callada soledad, el sol tras
el Avila, sonriente en h promesa del retorno, las
mujeres del pueblo trepando lentamente á buscar
el agua pura ele la fuente, para bajar más tarde con
el c;íntaro en la cabezil como las hijas del país ele
Ca.naán, los pájaros armoniosos, buscando aprisa
sus nidos, el caer ele la noche, el camino de la
Guaira, esto es, la senda por donde se va á la luz

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E~ \'Et\EZUELA

y al amor, á Europa y i la Patria, perdiéndose en


la montaña, cruzada por la silenciosa y paciente
recua cuya marcha glacial, indiferente, parece ser
u n reproche contra las vagas agitaciones de l alma
humana, todo e:;c cuadro delicado persiste en mi
memoria en el marco cariñoso de los recuerdos
simpáticos.

Como Caracas no e:; la última ciudad por la que


pasaré en el curso de mi viaje, creo conveniente
hacer una ael vertcncia. ~o he pensado un m o·
mento, ni pienso en hacer la descripción de las ciu-
dades que atraviese. En primer lugar es muy difícil
y en segundo es muy aburrido. Cualquiera de las
dos razones, aislada, me habría bastado para evi-
tar la tentativa, pu e ~to que escribo para darme el
placer de recordar y no sería por cierto una frui-
ción deliciosa pasarme tres días sobre un plano y
enumerar casa por casa. l\Ii sensación ele llegada
á Caracas fue triste, porque, aparte de que venía
de Europa, traía aún vivo el recuerdo ele Buenos
Aires al comienzo del invierno. Ahora bien, pue-
do afirmar, sin tw10r de que mi opinión se atribu-
yf\ al cltauvilliSJIIe que ve la patria en el empedra-
do ele una calleó en la cornisa ele un templo, que
no hay una sob ciudad en la América del Sud, que
pueda compararse con Buenos Aires en vida, mo-
vimiento y esplendor. Es b única que tiene un
aspecto esencialmente europeo, es la única donde
2

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:r;8 NOTAS DE VIAJE

se encuentran elementos de lucha contra las horas


de fastidio en la animación de sus calles, en sus
numerosos teatros, conciertos, cafés, clubs, etc.
Como naturaleza, Río Janeiro es h1il vece& más
bello; como ciudad, Santiago de Chile y Monte-
video tienen detalles, la Alameda en la primera, la
calle 18 de Julio en la segunda, infinitamente su-
periores á lo mejor de Buenos Aires; como pobla-
ción, Río es superior; como originalidad, Lima la
a\'entaja .... pero Buenos Aires es Buenos Aires,
esto es, una mezcla curio..,a ele razas, amalgamán-
dose rúpidamente b<tjo un clima moderador, un
centro donde repercuten todas las cosas buenas y
mahs de la tierra, donde se vive á prisa, donde se
sufre y se goza y donde sólo se fastidia• el gue
quiere ....
Pero se trata de Caracas.
La ciudad tiene algunos ecltficios notables, co-
mo el teatro, el palacio federal del Capitolio, etc.
Me llamó mucho la aten ción la limpieza de la
gente del pueblo bajo, cuya elegancia dominguera
consiste en vestirse de blanco irrepLOchable. El
caraqueño es humilde, respetuoso y honesto. En
Venezuela es pro\·erhial la segmiclacl ele los cam-
pos, por los gue tran o.itan frecuentemente arrias
conductoras ele fu ertes sumas de dinero, si11 que
haya noticia ele haber sido jamás asaltad:ts.

La di,·ersión característica del pueblo ele Ca-


racas t:s la plaza ele toros, que funciona tocios los

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EN VENEZUELA l9
domingos. El pobre caraqueño (me refiero al low
peoplc) que no tiene los reales suficientes para pa-
garse la función, se considera m~1s desgraciado que
si le faltara que comer. i.Iis sin·ientes, haraganes
y pcre1.osos, adquirían cierta actividad á contar del
viernes-y cuando querí,l hacerlos andar listos en
un mandado, me b:1staba anunciarles que á la pri-
mer tardanza no habría toms, para verlos volar.
En la plaza, que no es mala, se aglomeran, gri-
t<ln, patean, juzgan los golpes, hacen espíritu, go-
zan como los españoles en idéntico caso, atesti -
guando s11 filiación m:ís con su algarabía que con
su idioma. Pero las corridas de toros en Venezue-
la se diferencian en dos puntos esenciales de las
ele España. En el primer punto, el toro, de mala
raza, medio atontado por los golpes con que lo
martirizan una hora en el toril, antes ele entrar á la
plaza, trae los dos cuernos despuntados. Toda la
lucha consiste en capeado y ponerle banderillas,
de fuego para los poltrones, sencilla-; para los bra·
vos. Una \·ez que el bicho ha cumplido más ó me.
nos bien su deber, sea pegando serios sustos
á los toreaclores, sea huyendo sin cesar con aire
imbécil, se abre un portón y es arrojado á un po-
trero contiguo. En cu.111to (¡los artistas que tuve
ocasión ele ver, todos ellos criollos, eran, aunque ele
un valor extraordinario, deplorablemente chambo-
nes. Cada vez que el toro se fastidiaba y arreme-
tía con uno ele ellos, era seguro ver al pobre ca-

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20 ~OTAS DE VIAJE

peador por los aires ó hecho tortilla contra las ba-


randas, lo qtle no causa mucho placer que diga-
mos. Cu;wdo el toro es hravo y el hombre hábil
y valeroso, las simpatías se inclinan siempre al hom-
bre; me sucedía lo contrario.
La verdadera diversión consiste, pues, en la
observación del público, ingenuo, alegre, bullicio-
so como los niños de un colegio en la hora ele re·
creo. Venía ele Londres, donde aun en las más
grandes aglomeraciones de pueblo, se nota ese
aire acompasado, frío, metódico, del carácter in-
glés; la tumultuo3a espontaneidad ele los caraque-
ños contrastaba curiosamente con ese recuerdo,
pintando la raza ele una manera enérgica, así como
la varonil arrog;111cia de los muchachos corriendo
con sus diminutas mauas el novillo de postre.
Fuera de Jos toros, no hay otra diversión pú-
blica en Caracas, salvo los meses de ópera, al al-
cance sólo de las altas clases. Pero el pueblo no
pide más y si no escaseara tánto el pa11em, sería
completamente feliz con los circe~tces .

Desde la época colunial, Caracas fue renom-


brada por su cultura intelectual y ci tada como
uno de los centros sociales m{ts brillantes de la
América española. St: universidad famosa ha pro-
ducido más de un ilustre ingenio cuyit acción ha
salvado los límites de Venezuela. Aun en el día po-
see distinguidos hombres de letras, historiadores,

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EN VENEZUELA

poetas y jurisconsultos, algunos de los cuales, arras-


trados desgraciadamente por la vorágine política,
han vivido alejados de su país, privándolo así de
la gloria que sus trabajos hubieran reportado.
El tono general ele la cultura venezolana es de
una delicadeza exquisita. Nunca olvidaré la gene-
rosa hospitalidad recibida en el seno de algunas
familias que conservan la vieja y honrosa tradición
de la sociedad caraqueña. Pago aquí mi deuda de
agradecimiento, no sólo personal, sino también
como argentino. El nombre de mi patria, querido
y respetado, fue el origen de la viva simpatía con
que se me recibió. Nada impone más la gratitud
que el afecto y consideración manifestados por la
patria lejana.

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EN EL MAR CAFUBE

Mal p rc~a~io -EI Aviht- fJ ,, 1111 <'1' 0 rn la U11aim - EI ho-


tl:'l Ncptwto-Cúmo :;e come y cómo se dll!'riiH' - Cinco
días mortal<·~ - L<l rada dt· la (;¡¡aira El Pmharq11e.
ni ac11to- Un:1 eompaiiía dP Op e ra- ~;¡ 8rlillt- ,"iiiW11 --Im-
presio ll PS de {t bordo- Pu Prto Calwllo L:L forlalP~<t-La~
ból'ed~ts-EI ge1wral :.\Iiran<la- Cna 'ombra sobre Bo-
lívar-La · hocas del :.'llagualcmt-Salgar L:t hospita-
li dad colombiana.

Sa 1í el e Ca racas el martes r 3 ele D ici cm bre; el


día y la fecha no podían ser m ~ts lúgubres. Pero
com o en cada día el e la semana y en c:tda uno el e
los del mes he tenido momentos amargos, he per-
dido po r completo la preocupac ión que aconseja
no po nerse en viaje el nurtes ni inici.u· nada en
13. E n esta oc:tsión, sin emb:trgo, he estado {t pun-
to de vo lver á creer en brujas, tántas y tan repet i·
das fue ro n las contrariedades que encontrl: en el
cam1no.
Un,t vez más volví á cruzar el Avila, buscando
el mar por las laderas el e las montaíia-;, acciden -
t ada~ , abruptas, capn c hos ;~ s en sus direcciones,
con sus val les estrechos y profundos. Los traba -
jos del ferrocarril se prose •uían, pero si n actividad;
es una obra gigante que me tra¡o ú la mcmori<l

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NOTAS DE VIAJE

los esfuerzos ele Weelright para unir á Santia-go de


Chile con Val paraíso, lo:> de Meiggs para trepar has-
ta la Oroya, y los que esperan en un futuro próximo
á los ingenieros que se encarguen de cruzar losAn-
des con el riel y unir Mcndoza con Santa Rosa. El
ferrocarril ele la Guaira á Caracas es, á mi juicio,
obra ele trascendencia vital para el porvenir de Ve-
nezuela, así como el de la magnífica bahía de Puer-
to Cabello á Valencia. La nación entera debía
adeudarse para ciar fin á esas dos vías que se paga-
rían por sí mismas en poco tiempo.
Al fin llegámos á la Guaira, después de seis
horas de coche, realmente agobiadoras, por las
continuas ascensiones y de ·censos, corno por el
deplorable e:;tado del camino. Apenas di\·isámos
la rada, tendimos ávidos la mirada, buscando en
ella el vapor francés qne debía conducirnos á Sa-
banilla y que era esperado el referido día 13. Me
entró frío mortal, porque al notar la ausencia del
ansiado Sai11t-Si111oll, pensé en el hotel .Veptmw,
en el que tenía forzosamente que descender, por
la sencilla razón ele que no hay otro en la Guaira.
Allí nos empujó nuestro negro destino y allí que-
clúmos varados durante cinco días, cuyo recuerdo
opera aún sobre mi diafragma como en el momen-
to en· que respiraba su atmósfera.
Los venezolanos dicen y con razón, que Ve-
nezuela tiene la cara muy fea, refiriéndose á la im·
presión que recibe el extranjero al desembarcar

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EN EL ~1.\H CARIBlc

en la Gua ira. En efecto, la pobreza, la suciedad


de aquel pequeño pueblo, su insoportable calor,
pues el sol, rcOej."tnclo~e sobre la montaña, rever-
berando en las aguas y cayen do de plomo, le\·anta
la temp era tura ha~ta 36n y 38°; el abandono com-
pleto en qu e se encuentra, hacen de la permanen-
cia en él un 111:1rlirio \'errlaclf'ro. P ero todo, todo
le perdon o á la Guaira, meno~ el hotel Nepillllo .
Ese nombre me acompañ:1r:"t como una maldición
durant e to da mi ,·ich; me irrita, me exacerba . . . .
Creo tener Ull.l vi .~oro..; a experiencia ele hoteles
y pos;¡cJ,ts ; conozco c11 !a materia desde los pala·
cios que bajo e,[e nombres~ enc uent ran en Nue-
va York, lu~ta la-; eh lZ:ls miserables que en los
desi ertos argenlillOS se clisfr;1zan con esa clenomi·
naci ón . l\I c he alojado en los hoteles el e nue,tros
campos, en cuyos cuartos los himn o~ el e lr1 noche
son e:1tonaclos por animales microscópico..; y car-
nínnos; he lleg 1clo, en medio ele la cordiller:t, ca-
mino de Chile, :"t po,:aclas en cuya puerta el dueño,
comp,tcl eciclo sin clucl.t ele mi juventud, me ha dado
el con-;ejo ele clnrmi1· i cielo abierto, en vez ele
ocup;1r una pit:l.l vn ~u morada; he clmmiclo al-
gunas noches <'11 las po~tas e-;pa rci cbs en la larga
tr.tvesí. t entre \'illa t\lvrceclcs y i\Iendoz.t; he per-
no claclo en [/ Consllt:!o, comido en \'ill eta y almor-
za lo en Clii111bc:, camino de Ho~otá .... pero nada,
nada puede ClllllJlararse con aquel hotel .\'cptllllO
qu e, como :..na \-cng.tnza, encl.t\'aro n las potencias
3

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26 NOTAS DE VIAJE

infernales en la tétrica Guaira. ¿Describirlo? Im-


posible; necesitaría, más que la pluma, el estóma-
go de Zola y al lado de mi narración, la última
página de Nana tendría perfumes ele azahar. Baste
decir que el mueblaje de cada cuarto consiste en
un aparato sobre el que jinetea, como diría Laí-
nez, una palangana (que en Venezuela se llama
ponchera), como una media naranja, revestida ele
mugre en el fondo. Luégo una silla y por fin un
catre. Pero un catre pelado, sin colchón, sin sába-
nas, sin cobertores y con una almohada que, en
un apuro, podría servir para cerrar una carta en
vez de oblea. El piso está alfombrado .... ele are-
na! No penséis en aquella arenilla blanca y dulce
á la mirada, que tapiza los cuarios en las aldeas
alemanas y flamencas, perfectamente cuidada, el
piso en que se marcaba el paso furtivo de Fau·to
al penetrar á la habitación de Margarita, el piso
hollado por los pies de Hermann y Dorote:~. No;
una arena negra, impalpable y abundante, que se
anida presurosa en los pliegues de nuestras roras,
en el cabello y que espía el instante en que el pár-
pado se le\·anta para entrar en són de guerra á i·ri-
tar la pupila. Allí se duerme.-El comedor es un
largo salón, inmenso, con una sola mesa, cubierta
de un mantel indescriptible. Si el perdón pe1e·
trara en mi alma, compararía ese mantel con un
mapa mal pintado, en el que los colores se huhie-
ran confundido en tintas opacas y confusas; pero

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EN EL MAR CARIBE

como no puedo, no quiero perdonar, diré la ver-


dad: las manchas ele vino, de un rojo pálido, al-
ternan con los rastros de las salsas; las placas de
aceite suceden {t los vestigios grasosos .... Basta.
Sobre esa mesa se coloca un gran número ele platos:
carne salada en diversas formas, came á la llanera,
cocida, y plátanos: pl{t!anos fritos, plátanos asados,
cocidos, en rcb:waclas, rellenos, en sopa, en guiso
y en dulce. Luégo que tocios esos elementos están
sobre la mesa, se espera religio;;amente á que se
enfríen y cuando todo se ha puesto al cliapac;ón
termom étrico ele la atmósfera, se toca una campa-
na y todo el mundo toma asiento.-¿Se come?
Mentira, allí se enferman los estómagos más fner-
tes, allí se pone lívido ele cólera el caraqueño dis-
tinguido, á la par del extranjero . Aquellos mozos
transpirantes como en un eterno baño ruso, usan-
do el paiio que lleYan bajo el brazo, ya como pa·
ñuelo de manos, ya como servilleta, gritando, atro-
pellándose, repelentes, sucios .... ¡Aire, aire libre!
Así pasámos cinco días, fijos los ojos en el ·;igía
que desde la altura 1anuncia por medio de señales
la aproximación ele los vapores. De pronto, al ter-
cer día, suena la campana de alarma. ¡Un vapor á
la vista! ... ¡ Viene cie Oriente! ... ¡ Francés! Qué
sonrisas l Qu6 apretones de mano l Qué meter
aprisa y con forceps todos los efectos en la valija
repleta, que se resiste bajo pretexto de que no ca-
ben l Un paredón maldito frente al hotel quita la

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NOTAS DE \'!AJE

vista del mar; esperamos pacientemente y sólo ve-


mos el huque cuando e~t:í á punto ele fondear ....
¡No es el nué tro !
Pasába mos el día entero en el muelle, prese n-
ciando un espectáculo que no cansa, pr·oducienclo
la punzante impresión de lo.; combates de toros.
El pu erto de la Guaira no es un puerto, ni cosa
que se le parezca; es una rada abierta, batida fu-
rio sa m ~nte por las ola-;, que al llegar á los bajos
fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y
violen cia increíbles. H ay días, muy frecuentes, en
que todo el tráfi co marítimo se interrumpe, porque
no es materialmente posible emba rcarse. Por lo
regular, el embarque no se hace nunca sin peli-
gro. En vano se han constnríclo extensos tajanu-
res: la ola toma la dirección que se le deja libre y
avanza irresistible. ¡Ay ele aquel bote ó canoa que
al entrar ó salir al e~pacio comprendido entre el
muell e y la mur;dla ele piedra, es alc,tnzaclo por
una ola qu e revienta bajo él! • unca me ha
sido dado obsernr mejor eso.:> curiosos movimien-
tos del agua, que parecen dirigidos por un sér cnns·
cien te y libre. Qué fuerzas for·rnan, impulsan, guían
la onda, es una cuesti ón ardua; per<l aquel a\·ance
mecáni co de esa iaja líquid.t que \'iene rodando en
la llanura y que, al sentir la proxrrntd.tcl ele la are
na, gira sobre sí misma corno un cilrnJro alrede-
dor de su eje, es un fenómeno adrnir.tble. Al reven-
tar, un mar de esp uma se clesprencle ele su cú':lpirlf' y

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EN EL MAR CARIBE

cae bullicioso y revuelto corno el caudal ele una


c:üarata. Si en ese momento una embarcación flo -
ta sobre la ola, es ir:·emisiblemente sumergida. Así,
durante días enteros, hemos pre,;enciado el cuadro
conmo\'edor ele aquellos robustos pescadores, vol -
viendo ele su tarea ennoblecida ror el peligro y zo-
zobrando al tocar la orilla. Saltan al mar así que
comprenden la inminencirl. de la catástrofe y nadan
con ,·igor á tieiT:l, huyendo ele los tiburones y tin -
torer:-~s que abundan en esas costas. El embarque
ele pasajeros es mis terrible aún; hay que esperar
el momento preciso, cu;¡ndo, cle-;pués de una serie
de olas formidables, aquellos que desde la altura
del muelle do mi na n el mar, anun cían el instante
ele reposo y con gritos ele aliento impulsan al que
trata ele zarpar. Qué emoción cuando los vigoro -
sos marineros, tendidos como un arco sobre el
remo, huyen delante de la ob que los persigue
bramando! Es inútil; llega, los envuelve, levanta
el bolc en lo alto, lo sacude frenética, lo tumba y
pasa rugiente á estrellarse impotente contra las
peñas.

Consigno un recuerdo al lindo pueblo de Ma-


cuto, situado ;'t un cuarto de ho1·a ele la Guaira,
perd1cln entre {u·boles colosales, adormecido al ru-
mor de un arroyo cristalino que baja ele la mon-
taña inmediata. Es un sitio ele recreo, donde las
familias de Caraca-; ,·an ;'t tomar baños, pero no

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NOTAS DE VIAJE

tiene más atractivo que su belleza natural. El lujo


de las moradas de campo, tan común en Bue-
nos Aire:>, Lima y Santiago, no ha entrado aún en
Venezuela ni en Colombia. Siempre que nos en-
contramos con estas deficiencias del progreso ma-
material, es nn deber traer á la memoria, no sólo
las dificultades que ofrece la naturaleza, sino tam-
bién la terrible historia ele esos pueblos desgracia-
dos, presas hasta hace poco ele sangrientas é inter-
minables guerras civiles.
Al fin del quinto día, el vigía anunció nueva-
mente un vapor que asomaba en el horizonte orien-
tal; esta vez no fui m os chasq ueaclos. Pero como el
Saint-Simon no debía partir hasta el día siguiente,
emple:'tmos la tarde, en unión con la casi totalidad
de la población ele la Guaira, en pres : nciar el eles-
embarque ele la compañía lírica que debía funcio ·
nar en el lindo teatro ele Caracas. El mar estaba
agitado, z•enía 11Wclw agua, según la expresión ele
los viejos marinos de la playa y ele los conductores
de las lanchas ocupadas por los ruiseñores exóti-
cos iban á poner á prueba su habilidad. Al menor
descuido, la ola estrellaba la embarcación contra
las rocas ó el muelle y el mundo perdía algunos
millares ele sí bemoles. En el fondo de la primer
lancha, vi un hombre ele elevada estatura, con ca-
lañés, en posición ele Concle ele Luna, cuando pre-
gunta desde cuándo acá vuel\·en los muertos á l,t
tierra; era el barítono, seguramente. A su lado, una

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EN EL MAR CARIBE 31

mujer rubia y buena moza, apretaba un perrito


contra el seno y tenía los ojos agitados por el terror.
Perrito? Contralto. En el segundo bote, la prima
douua, gruesa, ancha, robusta, nariz trágica, talle
de campesina suiza; junto á ella, el prilllo donno,
su esposo ó algo así, ese utilísimo mueble de las
divas, que firma los contratos, regatea, busca alo-
jamiento y presenta á la siguora los habitués dis-
tinguid os. Por último, tras el formidable bajo, que
tenía todo el aire de Leporello en el último acto
ele Don Juau, el tenor, el sublime tenor, que el em-
presario, según anunció en los diarios ele Caracas,
había arrebatado á fuerza ele oro all~eai de Madrid.
El referido empresario venía á su lado, sostenién-
dol e i cada nivén, interponiéndose ent re su ar-
monioso cuerpo y el agua imprudente que pene-
traba sin reparo, mensajera del resfrío. Cuál no
sería mi sorpresa al reconocer en el melodioso
artista, que se dejaba cuidar con un aplomo regio,
á nuestro antiguo conocido el tenor Abrugneclo!
Miré con júbilo al Saint-SiJII01t que se mecía sobre
las aguas y que debía p:trtir al día siguiente. Más
tarde, vi toda la compaiiía reunida, comiendo, Jos
desgraciados, en la mesa del hotel NcpiltiiO. El
plátano proteiforme, la yuca, el iiamc y demás
manjares indígenas les llamaban la atención, y el
viejo italiano que se habla entre bastidores sonaba
en agudezas ele carbonero, mientras algunos jóve-
nes de Caracas, ca .· ualmente allí, analizaban los

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NOTAS DE \'JAlE

contornos de la contralto con una atención que


revelaba ó afición :í. la anatomía ó designios me.
nos científicos. Yo, entre!,tnto, cl ejaha á mi espíri-
tu flotar en el recuerdo de un delicioso romance ele
George Sancl, aquel Pierrc qui rou!c, en el que el
artista sin igual pinta la vida vagabunda y capri-
chosa de una compañía ele c<'Jmicos de la legua,
para detenerme :1nte esta ligera insinuación de mi
conciencia: En cuanto á vagabundo ....
Al día siguiente, por fin, procedimos al embar-
que. Cuestión seria; una de \a-; lanchas que nos
precedían y que, como la nu6stra, espiaha el ins-
tante preciso para echars ~ afuera, no quiso oír
Jos gritos del muelle: ·uieue agual é intent;tnclo sa-
lir, fue tomada por una ola que 1« :trrojó con vio-
lencia contra los pilotes. La lancha resi~tió feliz-
mente; pero ib«n señoras y niños dentro, cuyos
gritos de terror me 1legaron al alma.-" N o se asus-
te, blanco,"-me elijo uno ele mi-; marinero., ne-
gro viejo que no hacía nada, mi entras sus com-
pañeros se encorvaban sobre el remo. Sonrío hoy
al recordar la cúle1 a pueril que me CHISÓ C!'.l ob-
sen·ación y creo que me propa-;é en la mamra ele
manifcstúrscla al pobre negro. Fuimos más felices
que nuc:tros precur-;ures y llcg;'tmo-; con feilcicbcl
á bordo del v.tpor en que clebí;tmos ccn!IIH.ar la
peregrinación á lo-; lejano:; pueblo<; cuyas co~las
baña el mar Caribe.

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EN EL MAR CARIBE 33

He hecho esta obsen·ación: nunca se siente


uno más extranjero, mis solo, que cuilnclo se em-
barca en un vapor que está al concluir 1,1 Cilrrera
de su itinerario. Todos los pasajero<; de i bordo
han vivido un mes en comunidad, lo que equiva-
le á cinco años en tierra. Han tenido tiempo, por
consiguiente, de establecer sus círculos, sus amis·
tades, sus modos ele Yicla {t borcln. El que llega
es un intruso y en el fondo ele las miradac; que se
le dirigen, hay cierto desprecio por el individuo
que sólo tiene tre~ días de travesía. Sin embargo,
cu:tndo pasaban delante de mí, sentado en mi có-
moda silla ele viaje, leyendo gravemente una his-
toria de Colombia, habrí,t podido decirles que
hacía siete meses me encontraba en el viaje.
En medio del mundo ele {t bordo, un tanto si -
lencioso y mustio clescle la padida ele la compa·
ñía lírica, cuyos miembros <;e habían ejercitado en
muchas cosas, excepto en el :;anto, cuyas primicias
resen·ahan par;t los caraqueño~, tuve un encuen -
tro, que me probó una \'ez nüs la verdad del re-
frán {trabe, que limita i las montañas la triste con-
dición ele la inmovilidad. Fue un joven peruano,
que h;tbía conocido en Arica, ennolllcciclo por su
traje desgarrado, su tez quemada y i:ls huellas ele
las privaciones sufridas peleando por ~u patria.
Hoy e~taba elegankmente vestido: venía ele París.
Después del desastre ele Tacna, ganó {t Lima por el
interior, pero, como la \'Ícla era dura baJO :a do-

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34 NOTAS DE VIAJE

minación de las armas ele Chile, fu e á respirar á


Europa por unos meses. Era muy buen mozo,
observación que me aseguraron había hecho yá
la contralto.
¿Encontraré piedad en las almas ideales que
viven ele ilusiones, ~i Jugo la confesión sincera de
hal.Jer sentido un placer inefable, en unión con
mi jovett secretario, cuando nos sentámos á la
mesa del Saiut-Si1non, y se nos dio una servilleta
blanca como la nieve y recorrí con complacidos .
ojos un 1nenu clelicaclo, cuya perfección radicaba
en el exiguo número de pasajeros? Creo qu e es la
primera vez, en mis largas travesí<~s, que he desea-
do un;¡ liger;¡ prolongación en el viaje. La oficiali-
dad ele á bordo, distinguida, el joven médico que no
creía en la eficacia de la quinina contra la .fiebre
y que me indicaba preservativos para la malaria
del Magdalena que me hacían preferir el mal al re-
medio; un distinguido caballet·o ele la Marti nica
que me daba los elatos que he consignado anterior-
mente, sobre la situación social de la isla; su linda
y amable muj er, y por fin, un joven suizo ele 22
años, que se dirigía {¡ Bogotó, contratado por el
gobierno ele Colombia para dictar una dttcclra ele
historia gerrcral y qu e:, no hablando el español,
se sonrojó rle alc:gr ía cuando supo que debíamos
ser compañeros ele viaje. Inspectores de la Compa.-
iiía Trasatl;'tntica que iban ;'t :"lléjico y Centro Amé-
rica, guatemaltecos, costarriqueños, peruanos, todo

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EN EL MAR CARIBE 35
ese mundo del Norte, tan diferente del nu éstro,
que no nos hace el honor ele conocernos y á quie-
pagamo con religiosa reciprocidad.
A la mañana siguiente ele la salida de la Guaira,
llegamos á Puerto Cabello, cuya rada me hizo sus-
pirar de envidia. El mar forma allí una profunda
ensenada, que se prolonga muy adentro en la tie-
rra y los buques ele mayor calado atracan á sus
orillas. Hay una comodidad inmensr1 para el co-
mercio y ese puerto está destinado, no sólo á en-
grandecer á Valencia, la ciudad interior á que co-
rresponde, como la Guaira á Caraca<; y el Callao á
Lima, sino que por la fuerza ele las cosas se con-
vertirá en breve en el principal emporio ele la ri-
queza venezolana. Las cantidades de café y cacao
que se exportan por Puerto Cab~llo son yá inmen-
sas, y una vez que ese cultivo se difunda en el Esta·
do ele Caraboho y limítrofe, su importancia crece-
rá notabl emente.
Fren te al p1wrto se levanta lr1 maciza fortaleza,
el cuadrilátero ele piedra que ha clcsempei'iaclo un
papel tan importante en la historia de la Colonia,
en la lucha ele la Inclepenclencia y en todas las
guerras civiles que se han sucedido desde enton -
ces. En sus bó1·eclas, como en las ele la Guaira,
han pasado largos afio-; muchoc; hombres genero·
sos, actores principales en el drama de la Revolu-
ción. De allí salió viejo, enfermo, quebrado, el fa.
moso getleral :Mirand,t, aquel curioso tipo históri-

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1 0TAS DE VIAJE

coque vemos brillar en la corte ele Catalina rr, sen-


sible á su gallarda apostura y que Jo recomienda
á su partida á todas las cortes de Europa; que cn-
contr~m10S ligado con los principales hombres
de Estado del Continente, que acepta con júbilo
los prittCi['ios de 1789, ofrece su espada á la Fran-
cia, m:tncla la derecha del ejército de Dumou-
ri cz en la funesta jomada de ~eerwinden, cuyo
resultado PS la pérdida de la Bélgica y el clesampa·
ro ele las frontera'> del ~orte; que volvemos á en·
contrar en el banco ele los acusados, frente á aquel
terrible tribunal donde acusa Fouquier-Tinville y
que acab.1 ele ,·oltcar las cabezas ele Custine y de
Houcbrcl, el vencedor ele Hoschootc. Con una
mara\'illo. a presencia de espíritu, ~lir~tnda logra
ser absuelto (d único bl \'CZ de los generales de
esa époc:t, porque Hoche debió b vida al Trece
Vendimiario) por medio ele ur1 sistenu ele defensa
curio~o y or-iginal, consistente en formar ele cad:-t
cargo un proceso sep;n·aelo y no pasar á uno nuevo
antes ele clestruír por completo la importancia del
anterior en el ánimo de los jueces. Salvado, flli-
rancla se ;~lcjó de Francia, pew lleno yú ele la idea
ele la independencia americana. Hasta 18ro, se
acerca :i tocios lo'> gobiernos que l;ts oscil.tciones
de la política europea ponr~n er1 pugna con l.t Es·
pai1a. Los E!>taclos Ur1idos lo alientan, pero su
concurso se limita á prome,ao.;. La ln¡:!l;¡tcrra lo
acoge un día con calor, después de la paz ele Bale,

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EN \'8:--JEZUELA 37
lo' trata con indiferencia clesp ut:s ele b de Amiens,
lo escucha á su ruptura y el in can~able Miranda
persig ue con admirable perseverancia su obra.
Arma do~ ó tres expediciones en la~ Antillas, con-
tra Venezuela, sin resultado, y por fin, cuan do Ca-
racas lanz:t el grito de independencia, vueb á su
patria, es recibido en triunfo y se pone al f1·e nte
del ejército patriota. :\'u nca fue i\Tirancla un mili-
tar afortun.tclo; clebilitJ.cl .ts sus facuiLtcles por los
años, amargad o por rencillas interna~, su papel
como genera l en e,ta lucha es deplorable, y \·enci-
elo, ahanclonaclo, cae prisionero ele los espa í'ioles,
que lo encierran en Pue1·to Ctbello, ele donde se
le saca para se r t ra~l:tcLtcl o ú Espaiia, entregado
por Bol ív·ar. Es c~ta una ele las neg1·as páginas del
Libertador, (¡ mi juicio, que nun ca debió olvidar
los SCITicios y las clesg1·acias de ese hom bre ahne-
gaclu. l\lir.tncla murió prisionero en la Carraca,
frent e á Cúdiz, y lodos los esfue rzos qu e ha hecho
el gobierno ele Venezuela par:t encontr:t r s us restos
y darl es un h1)gar etcr11o en el panteón patrio, han
sido inútiles ....
Pero mientr.ts ~e 111e ha ido Lt pluma hablando
de l\I irancl a, el buque avanz;t y al fin, dos días des-
pu l:~ ele ilaber ckj.tclo á Puerto Cabello, notamos
qn e la-; agu,t-; del mar, \'<.:!·eles y cristalinas en el
Caribe, h.u1 lomado un tinte opaco, mÚ'i terroso
aún que el de las del Plata. E-; que cruza mo s frente
á la descmbocadm.t el el ~lagclalena, que \'i ene

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NOTAS DE VIAJE

arrastrando arenas, troncos, hojas, detritus de


toda especie, durante centenares de leguas y que
se precipita al océano con vehemencia. Hénos
al fin en e l pequeño desembarcadero de Salgar,
donde debemos tomar tierra. No hay m:l~ que
cuatro ó seis casas, entre ellas la estación del fe-
rrocarril que debe conducirnos á Barranquili<J.
Se me anuncia que el vapor Victoria debe salir
para Ho:1cla, en el alto Magdalena, dentro ele una
hora, y sólo entonces comprendo las graves con-
secuencias que va á tener para mí el retardo del
SaiJtl- SimoJt, al que yo debo los atroces días ele la
Guaira. Todo el mundo nos recibe bien en Salgar
y el himno de gratitud i la tierra colombiana em-
pieza en mi alma.

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EN EL RIO MAGDALENA

De Salgar á B~trmnqnilla--L<t \'Cgrtación-El manz~tnillo.


Cabra y yanqni:;-La fiebre-- Bananquilla- L;t brisa.
La atroósfent nerva,nte-El fatal r!'tttrdo-Prcparativos.
El rfo ~lagdalcna- 'n navegación-Rrgadrros y chorros.
Lo chctm¡¡nncs-Cómo se navrgaba Pn el pasado-El An-
tiOI]nin-«Jupitcr !1emcntat ..... »- Los vapores del llfagda-
lrna-La voluutttd -Cómo :;e comr y cómo se bebe-Los
boga del 1\f;tgdalcn:t-Sn.marioR y cn,nn,grncros-El em-
barque de htleiia-El bw•ro- Las co- tas dcsiertas-J\fom-
pós-1\Jagangué-Colombia y rl Plat:t.

Un ferrocarril ele corta extensión (veinte y tan-


tas millas) une á Salgar con Barranquilla. Es de
trocha angosta y su solo aspecto me trae á la me-
moria aquella r.uestra 1í nea argentina que, partien-
do ele Córdoba, va buscando las entrañas de la Amé-
rica Meridional, que dentro de poco estará en Bo-
livia y en la que, viejos, hemos ele llegar hasta el
Perú. También allí se ha adoptado la vía angosta,
siendo, por todo género de consideraciones, el
punto del mundo menos apropiado para usar ese
sistema deficiente, que sólo se explica cuando las
difi cultades del terreno lo hacen inevitable.
El breve trayecto ele Salga¡· :'L Barranquilla es
pintoresco, no sólo por los cspecbculos inespera-

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>JOTAS DE VIAJE

dos que presenta el mar, que penetra audazmente


al interior, formando lagun;¡s cuya poca profundi-
dad no las hace bent:fica'> p;-tra el comercio, sino
tamhit:n por la naturaleza de la flora de aquellas
regiones. A ambos lados de la \'Ía se extienden
bosques ele árboles vigorosos, cuyo desenvoh·i-
mientr> mayor vercmo~ nüs tarde en bs maravi-
llosas ribera'> ele! :\Iagclalena. Pero la e~pecie que
m[ls ;¡hunda es el m;¡nz;¡nillo, que la natmalcza,
pródiga en cariños supremos para l~>do lo que se
agita b.1jo la ,·id:t animal, h:1 plantado :ti borde ele
los mares, coloc;¡nclo ;1sí el antiJoto junto al \'ene-
no. El manzanillo es aquel mismo árbol de b In-
dia cuya influencia mort.d es el tema ele más ele
una leyenda poética ele Oriente. Su mfts popu!.tr
reflejo en el mundo europeo, es el disparatado poe-
ma ele Scribe, que l\Icyerhcer ha fijado p;¡ra siem-
pre en la memoria de lo<> hombres, adorn;'tndolo
con el lujo de su Inspiración poderosa. Debo decir
desde luégo que, desde el monH:nto en que pisé
estas tierrac.; queridas del sol, la .~Jfricalltt suem
en mi oído á todo momento, sea en las quejas de
Sélika al pie de los árboles matadores, se'l en sus
can tos adormecedores, sea en el cuadro opulento de
aquel lndost;\n sagrado donde el sol ahri lanLt la
!1erra.
Es un hecho positi,·o que el manzani !lo lene
propiedades fatales para el hombre. Sus frubs
atraen por su perfume exquisito, c.;us flore~ e1rbal-

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EN EL RÍO MAGDALENA

.aman la atmósfera y su sornb(·a fresca y aromáti-


ca invita al repo,;o, como las sirenas fascinaban á
los vagabundos ele la Odisea. Los animales, espe-
cialmente la<> cabra'>, resisten rara vez á esa dulce
y enen·ante atracción, se acogen al suave cariño
ele sus hoj ·<s tupida,; y comen del fruto embalsa-
mado. Allí se adormecen y cuando, al despertar,
sienten n~nir la muerte en los primeros efectos del
tó igo, reúnen su~ fuerzas, se arra tran hasta la
orilla del mar y absorben con avidez las ondas sa-
ladas que les clevueh·en la \'ida. Se conserva el
recuerdo de unos jó\·enc:s norteamericanos que,
echándose el fu-;il al hombro, resolvieron hacer á
pie el camino el" S;dgq· á Barranquilb. El sol
quema en esos paraje,; y el manzanillo incita con
~u sombra voluptuosa, cargada ele perfumes. Los
jé)\·enc:s yanquis se acogieron á ella, unos por ig·
norancia de su~ efectos funestos, otros porque, en
su calidad ele hombres positi,·os, creían puramente
legendat ia la reputación del árbol. No sólo dur-
mieron á su sombra, stno que a~piraron sus flores
y comieron sus frutos prematuro-;. Llegaron á
Barran4uilla complet;¡mentc CIJ\"encnaclos y si bien
legraron salvar la vicia, no fue sin quedar sujetos
por mucho tietnpo á ilelm:s intermitentes tenacísi-
mas.
H6 ahí el enemigo contra el que tenemos que
luchar ú cacl. instante: la fiebre. La riqueza vege-
tal de .tquellas co:,las, baiiadas por un sol de fuc-
4

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NOTAS DE VIAJE

go que hace fermentar los infinito· detritus de los


bosques, la abundancia ele frutas tropicale;;, á las
que el estómago del hombre ele Occidente no está
habituado, los cambios r~pidos de temperatura, la
fal ta.forzosa de precaución, la sed inextinguible que
origina una transpiración de que aquel que \·ive en
regiones templadas no tiene idea, la imprudencia
natural al extranjero, son otros tantos elementos de
probabilidad de caer bajo las terrible-; fiebres palú-
dicas de las orilla<; del l\Iagclalena. Y lo má<; triste,
es que los preservativos toman toclos, en aquel cli-
ma, caracteres de i nsnportables privaciones. Las
frutas, el agua, las bebidas frías, todo lo que puede
ser agradable al desgraciado que se derrite en una
atmósfera se me jan IL:, es e~ tri cta men te prohibid o
por el amistoso consejo del nativo.
Llcgimos á Barranquilla, pequeña ciudad ele
unas veinte mil almas, i la izquierda del 1\fagciJie-
n.t y sobre uno de sus brazos ó cm/os, como allí
llaman á las bifurcaciones inferiores del gran río.
Barranquilla ha adquirido importancia hace poco
tiempo, desde que, construido el ferrocarril qLe la
liga con el mar, se ha hecho la vía obligada para
penetrar en Colombia por el All:"tnlico, quit;ndo
por consigu ientc todo el comercio y el tránsito á la
vieja y colonial Cartagcna y i Santamart;t. Ko
tiene nada de particular su edificación, pue> la
mayor parte, casi la totalidad de sus ca..;as, tir.nen
techo de paja y ofrecen la forma de lo que en la

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EN EL RÍO MAGDALENA 43

tierra llamamos ranchos. Pero indudablemente ese


pequeño centro progresa, á la par de Colombia en·
tera. L'\'i calles todas son de una arena finísima y
espesa, que levanta en torbellinos lo que allí llaman
la bris~ del m,tr y que frecuentemente toma las
proporciones de un ve1·dadero vcnd,tval. En cuan·
to ú la tf'mperatura, e:; insoportable. Un francés,
M. Anclrieux, que ha escrito p,tra Le tour du
Mo11de, nna prolija descripción de sus viajes en
Colombia, a~egura que de~cle las nue•·e ele la maña·
1u ha'5ta las cinco de la tarde, no se ven en las ca-
lle-; de B.trranquilla sino perros y alguno que otro
francés, que persiste en sostener la reputación de la
salamandra, que se les ha dado en el Cairo. Es un
poc11 exagerad0; pero el hecho e~ que se necesita
ltna apremiante necesidact ó una imprudencia in-
fantil para a\·enturarse bajo aquel sol canicular
que, reverberando en la arena blanca y ardiente,
quema lo-; ojos, tuesta el cutis y derrama plomo
en el cerebro. Sf. e:pera la brisa con ansia, á pesar
de los inwnvcnientes del polvo impalpable que se
levant,t en nubes. Todo el mundo ancla en coche
cuando se ve obligado á sali1· y la gente del pueblo
tiene por vehículo un burrito microscópico, sobre
el cnal el jinete \'a sentado, con los pies apoyados
solme el pescuezo y animándolo con un pequeño
palo cuya punta, ligeramente afilada, se in:;inúa
con frecuencia en el anca escuálida del bravo y
pac1e nte cuadrúpedo.

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44 NOTAS DE VIAJE

El aspecto de la ciudad es análogo al de lasco-


lonias europeas en las costas africanas; pesa !:iobre
el espíritu una influencia enervante, agobiadora y
para la menor acción, es necesario un esfuerzo po-
deroso. Desde que he pisado las costas de Colom-
bia, he comprendido la anomalía de haber COIJcen-
trado la civilización nacional en las altiplanicies an ·
di nas, á trescientas leguas del mar. La raza europea
necesita tiempo para aclimatarse en las orillas del
Magdalena y en las riberas que bañan el Caribe y
el Pacífico.
Llegué á :Sarranquilla el 20 ele Diciembre, á las
tres y media de la tard e, en mom entos en que par-
tía para el alto Magdalena el vapor Vi ctoria, el me-
jor que surca la<> aguas del río. Fu e entonces que
comprendí todo el mal que me habí.t hecho el re-
tardo de cuatro días del Saillf-Sillloll, sin conta r
con la permanencia en l.t Gu.tir;t, que, en calidad
de sufrimiento p.tsaclo, cmp;,;zab.t :'t tlt-biliLtr;e en
la memori;¡, sobre todl> ante l.t <.:Xflecta!Í\',t d los
que me reservaba el po1 venir. S1 el Sttilll--~1111011
hubiera llegado á Salgar en el dí.t clt: Sil itineuno,
habríam os tenido tiempo sohraclo ele hacer t.:'l Ba-
rranquilla (l)clos lo::> prq>aratin>~ n ~ces.IIIOS ) em-
barcándonos en el TTiclori.t , no; hubi l:rallJO'> libra-
do ele las anurguras ind escriptible~ ...,ufmla-; en el
Magdalena.
Porque los preparati\·o,; son una ctll:"!iÓll ~ería,
que. exige un cuidado extrenw. Desde luégo, ts ne·

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EN EL RÍO MAGDALENA 45
cesario proveerse de ropas impalpables; á más de
una buena cantid<ld de vino y algunos comesti-
bles, porque en las desiertas orillas del río no hay
recursos de ningún género, y por fin, que es lo
principal, de un petate y un mosquitero. Petate
significa estera, y el doble objeto de ese mueble es
en primer lugar, colocado sobre la lona del catre,
por sus condiciones ele: frescura, y en seguida, su-
jetar bajo él los cuatro lados del mosquitero, para
evitar la irrupción de z tncudos y jejenes.
Perdido el Victoria, tenía que esperar ha-;ta el
próximo vapor correo, que sólo s,tlía el 30; es de·
cir, diez día<> inútiles en Barranqudla. Supe enton-
ces que el 24 salía un vapor extraordi n;¡rio, pero
cuy;¡s condiciones lo h;¡cían temible para los via-
jeros. ~::; necesario explicar li ger;m1ente lo que es
Lt n.tvegaci ' 11 del río Magdalena, par;¡ cLtrse cuen -
- f\

ta d.:! las pr<.: c. tucion-::~ qu.; e; inJ¡spens::tble tonnr


p.lr.l emp¡·e FkrLt. e )1110 n:) h tgo llll libro de geo·
graiia ni pretendo escribir un viaje cientíllco, sien -
do mi único y exclu,;ivo objeto consignar simple -
mente mis recuerdos é impresiones en estas pági-
na-; ligeras, me bastar:t dec1r qnc d JUagrlalena,
junto con ..:1 C,tu c,t, fom1111 un ,.> eL.: lo-; cuatro
gr:tndes sist cmas fluviales ele la América del Sud,
cletcrminack)s por las cli,·crsas bifurcaciones de la
cordillera ele los ,\nc!es; los otros tres son : el Ori-
noco y sus afluentes, el Amazonas y los "llyos y
por fin el P l . ata, donde se derraman el Uruguay y

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~OTAS DE VIAJE

el Paraná. Todos los demás sistemas sen secun·


darios. Los españoles, al descubrir qm los dos
ríos nacían juntos, se apartaban luégo p:¡¡-a regar
inmensas y feraces regiones, y volvían i unirse
poco antes ele llegar al mar, para entre~arle sus
aguas confundidas, los llamaron Marta y Magda·
lena, en recuerdo de las dos hermanas del E van·
gelio; sólo predominó el nombre del seg undo,
mientras el primero conservó el bello y eufónico
ele Cauca que los indios le habían dado. De los
dos, el Magdalena es más navegable; pero aunque
su caudal de agua es inmenso, sólo en las época"
de graneles lluvias no ofrece dificultad. La natura·
leza ele su lecho arenoso y movible, que forma
bancos con asombrosa rapidez sobre los troncos in·
mensos que arrastra en su curso, arrebatados por
la corriente á sus orillas soca,·ad<~s, su anchura
extraordinaria en algunos puntos, que hace exten-
der las aguas, en lo que se llaman regaderos, sin
profundidad ninguna, pues rara vez tienen más de
cuatro pies; la \'ariación constante en la dirección
de los canales, determinada por el movimi ento de
las arenas ele que he habla.do antes; los rápidos vio-
lentos, llamados chorros, donde la corriente alcanza
hasta catorce y quince millas: héahí (y sólo consig-
no los principales), los inconvenientes con que se
ha tenido que luchar para establecer de una manera
regular la navegación del Magdalena, única vía
para penetrar al interior. Hasta hace tre111ta años,

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E~ EL ~ÍO ~AÚDALE~A 47
el río se remontaba ¡:¡or medio ele cha111fia11cs, cs:o
es, grandes canoas, sobre cuya cubiert.1 ;1ajiz:1, los
negros bogas, tendidos sobre los largos botaclorc-;
qne empujaban con el pvcho, conducían l.t embar-
cación por la orilla, en medio ele gr·itos, clcnucstoc;
y obscenidades con que se anirn;:¡,b:tn ;ti trahajn. El
viaje, de esta manera, duraba en general In:~ meses,
al fin de los cuales el paciente llegaba á Honda, con
treinta libras menos ele peso, hecho pedazos por
los mosquito~, harnbricnto y pitra!iz,tdo por la in-
movilidad de una postma de ídolo azteca. El ge-
neral Z3rrag,¡, tlllO de los ancianos más honor:tbles
que he conoc1do y padre del Dr. Simón Zúra-
ga, que ha hecho de la tierra argentina su segunda
patria, me contaba en Caracas, que Cll r826, sien-
do ayudante de Bolívar, fue en\·iado por el Liber-
tador á la Costa para conduciráBogotú::tdoscaba·
!!eros franceses que venían en misión diplomática
cerca de él. Uno de ellos era el hijo del famo5o
duque ele Montebello. Cuando supieron que era
necesari entrar al champán, tcnder~e en el fondo,
en la ml:;;ma actitud ele un caditvcr y permane-
cer así durante dos ó tres meses, uno ele los diplo·
máticos inició una en6rgica resistencia, que 1\Ionte-
bello sólo pudo vencer rccorclantlo el deber y la ne-
cesidad. IDespu{;s de haber hecho ese viaje, cada vez
que un a1nciano me refiere haberlo llevado á cabo
en su juventud, y no poca veces en champán, lo
miro con el respeto y b venerac1ón con que los ita·

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NOTAS DE VIAJE

lianos jó\'enes de r83r debían saludar á Maroncelli,


cruzando las calles sobre su pierna de palo ó c~l páli-
do Sil vio Pellico con el sello ele sus diez años de
Spielberg gr<~bado en la fre11k.
Ahora ~erú fácil comprender la importantia que
tien e la elección cid vapor en que se debe tentar
la Zl.\"entura. Se ncce-;il.t un buque de poco calado
para no vararse y ele mucha fuerza para \·encer
los chorros. El T'icloria tenÍ;¡ todas c,as condiciones,
pero .. . . El que salía el : q . era nada menos que
el rlntioquia, el barco más pesado, mú~ grande y
e\~ nuycn c;tl.tdo qu;! luy en el rÍd. Tt>elo el
mundo no-; aconsejaba no tomarlo, ha~ta que se
sup0 y me lo garantizó el empre,.;ario, que el
Anlioquia sólo ¡·enwntaría el Magdalena durante
cu.ttro día~, siendo trasborcl:ldos sus pa,ajcro-> al
Roberto Calixto, \',tpor microscópico y muy veloz,
que no,; permitirí.t llegar ;'t Hon cLt en el ténnino
de todo viaje normal, esto es, ocho ó nue\'C días.
Con estas segmidadl's, rdo;·zacla-; por la orden que
lle\·a el l'icloria de, a'>Í que llegara :'t Honda, devol-
verse en mH:~tra busca y ani111.tdo por Lt \'Cntaj.t
ele ganar los cinco días que me habría sido necesa-
rio esperar para tom<tr el \'<tpor del 30, rrsol\·Í
br;wamente el embarque en el .Jnlioquia. Júpiter
querí.t perderme -;in dud;t y me enlo4ueció en C!:>C
momento. Dos pasajeros tan sólo se animaron á
seguirnos: un jon:n de Bo~otá y el profesor suizo
que hacLt su estreno en América ele tan peregrina
manera.

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E:-l EL RÍO l\IAGDALENA 49
E.; necesario no olvid:u que cuando hablo ele
lo.; \·apores del :\Ltgd tlena me refiero i una clase
de buques de que no se tiene idea en nuestro país,
donde los ríos navegables son profundos. En pri·
mcr lugar, no tienen guilla y su fondo presenta el
mis mo as¡Jeclo que el ele las canoas; luégo, tienen
tres pisos, abierto'> ;'t lodos \'Íenlo3 y sostenido:; en
pilare<;. El primero forma la cubierta propiamente
dicha y e-; donde e-;tán todos los aparejos del buque,
la máquina, las cocin:ts, la tripulación y sobre
todo , la leña. Arriba, \'iene el sitio de-tinado á los
p:tsajrro-;, los cama role ..;, que na el ie ocupa, si no las
señoras, guicnc.;, p:ua C\'ibr dmmir al ai1·e libre,
al Ja,!o eL: lo~ mt-;cttlinrH, se a-; tn vivas Cll ]a<; C:t·
bin;ts; el com~clnr, ele. En el techo ele esl.t sección,
la dm tr.t del ctpit:lll, con vist.t ;'t t dt'-l direccione.;,
y :trriha, a11:'t en la cúspide, como un 1/Wil)fntllo ele
nueslr.t frontera, como un nielo en la copa ele un
:'danw, la casucha del timonel, donde el pr{tctico,
ti jos los ojos en las agu.ts, para adivinar el fondo en
sus :trrut;:ts, cli1 igc el barco y tiene en sus manos
la suerte ele los que \·an dentro. Toda esta nüquina
se mu~vc por med10 de un propulsor que sale ele
los sistem:ts conocido~ ele la hélice y las ruedas late -
rales; 1a-. ltleclas van atr{t<-; del buque, girando sobre
un eje liJo {t u11 m ·tm ele l.t popa, y :t"í, el barco
concluye, en su p;1dc posterior, en una pared lisa,
perpcnclicu!.tr :'t las ;tguas, doncte l:.;!as se estrellan
1uictosa-;, cuando la'> pokntes paletas las agitan.
S

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so NOTAS DE VIAJE

El A 1Llioq11ia, á más de los inconvenientes que


antes mencioné, tiene el ele llevar sus ruedas á los
costados; éstas, á mits de producir un fragor que
haría creer se va navegando en una catarata mo-
vible, impiden, pt)r las oscilaciones que imprin~en
al buque en los pasajes difíciles, que éste se sobe
en los regaderos, esto es, que se deslice sobre las
arenas. Además, la mitad ele la enorme caldera llega
á la cubierta de pasajeros y el comedor está situado
precisamente encima ele las hornallas. Agréguese
que el vapor es de carga, que no hay baño á bo rdo,
que el servicio es detestable y se tendrá una idea
del simp:'ttico esquife que se cle:,lizaba por el caño
de Barranquilla en bu,ca del ancho 1\Iagd:dena.
Debo decir, en honor ele mi profético corazón,
como diría Hamlet, que la primera impresión me
hizo entrever el negro porvenir. Pero la suerte es-
taba echada y la voluntad, serena y persistente,
velaba para impedir todo desfallecimiento. Ap nas
salímos del caño y entrúmos al braw principal del
río, ancho, correntoso, soberbio, nos amarrúmos á
la orilla, para esperar las últimas órdenes de la
agencta.

Fue allí,dmante aquellasseisó siete horas que


comprendí la necesidad de echar lla,·e ;'t mi :stó-
mago y olvidar mis gustos gastronc'>micos hasta
nueva orden. La comida que se sirve en eso,; va-
pores es muy mala para un colombia~o, pero

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EN EL I<ÍO ::\IAGD,\LEi\.\ sr
para un ex tranj ero es re;tlnu.:nte in,o¡lOrt.thle. En
primer lugar, se strn.: tocio á un ltempo, inclusi\·e
la sopa; esto es, un plato de c~rne, gener.tlnwnte
~aiac!.t, y cuando es fresca, dur.t como la piel ele
un hip opótam o, una fuente de lenteja" ó fríjoles,
y plátanos, cocidos, asado~, irito,;, en rebanadas ....
(Vé.tse el lt ot<.:l ,\ 'cj>l1111u) . Cu.ttdo todo é:iO -;e ha en-
friado, l.t c;unp.tna llama á ltnH.:s.t y entonces em -
piC'za l.t luciLt m á,; terrih;t: por la <.:xi~tencia, el e
las qu e ofrece el \·asto ctnclro ck lt cre,tciún ani-
mal. De un lado, la n<.:cesiclacl impeno a, br utal,
ele comer; el el otro, el estómago lJIIé "" resi,;te, i m-
plora, se debate, auxiliado por el n::llejo ele la cal-
dera qu e levanta la tempcrattu·;¡ ha'>ta el pu nt o el e
asar un a\·e que ~e atre\'ina [t cruzar e~a atmósfe·
ra. Los si t \·ientes parecen saii:lns de las ,tgu.ts y no
enjugados; las ru edas, que cst.'tn contigu.ts, hacen
un ruido infernal, que impick I>Ír un.t palabra, la
sed clevoraclora '>Úio puede aplaorst: con el agua
tibia ú el \·ino m'ts calienk aún .... lmpusthlc!
Se abandona l.t cillprcs.t y cu.tndo l.t clehilidacl
empieza [t producir calambre~ e11 el cstú;nago, se
acude al brandy, qu·~ e11~.111:t por el momento,
pero al que se vuei\T á apelar, a'>Í que e~e momento
ha p;tsaclo.
Allí t.11nbién empecé ;'t e~tucltM la curio,;a or-
ganización ele lo-> bog t<; del :\Ll~d.tlcna que sir\·en
ele marineros en los \'apores, contr.tbdo~ especial-
men te para cacl.t viaje. La mayor parte son negros

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52 NOTAS DE VIAJE

ó mulatos, pero los hay también catires (bl,lllcos),


c uya tez cobriza, sombreada por !.1 fuerza de aquel
sol, es más oscura que la de iluestros gaucho". Así
que se embarcan, son dividirlos en dos secciones,
sa11wrios y car/({gcncros, esto es, dc Santalllarta y
Cartagena, no respondiendo al punto originario
de cada uno, sino por las mislllas razones que
en los buques ele ultramar, en obsequio del servi-
cio interior, hacen separ;~r :í. la triptdación en el
bando ele babor y en el ele estribor. La resistencia
ele aquellos hombres par;l los trabajos .tgobiado·
res que se le~ im¡)one, especialmente bajo ese cli-
ma, su frugalidad increíble, l<t manera como clller-
men, desnudos, tirados sobre la cubierta, ínsensi·
bies á los millctre.; ele mosquito-; q11c lu-; cubren,
su alegría constan fe, su e-;pontaneidacl para el tra-
bajo, me ca~1sab:1 una ,,clmiración {t cada instante
creciente. La nüs dura ele sus tareas es el embar-
que ele la leña . Ningún \',tpor del l\Iagclakna na-
vega á carbón; los bosques inmensos ele su.; orillas
dan abundante combu-;tible clesclc hacc treinta
años y la mina está lejos ele agotarse. La leña se
coloca en las orillas desiertas, el buque se acerca,
amarra :í la costa y toma el número de /JuNTos que
necesita. El burrD es l,t unidad de mc:clícb y con·
siste en una columna dcasti!J,t,, ~t la altura ele hom-
bre, que contiene pnco m 'ts ó menos s"te1ta tro-
zos ele madera ele 0,75 centímetros de l;uga. i\fe
llamó la atención qne cacl.t b11rro costar;¡ 1lll peso

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EN EL RÍO .1\IAGDALE!\A 53
fuerte, pero me expliqué ese precio exorbitante
donde la leña no vale nada, por la escasez ele bra-
zos. Aquellas tierras espléndidas, que hacen bro ·
tar i rauclalt!s ele su seno cuanto J;¡, bntasía huma-
na ha soñado en los cuadros ideales ele los trópi-
cos, podrían ser llamadas, en antítesis á la frase de
Allieri, el suelo donde el hombre nace m;'ts débil
y escaso. Todo á lo largo del río no se encuen·
tr;¡,n sino pequeñas y miserables poblaciones, don-
de las gentes viven en choza-; abiertas, sin más
recursos que un árbol de plátanos que los alimen-
ta, una tolwlla, cuya:-; frutas, especie ele calabazas,
les suministran todos los utensilios necesarios ;í la
vida y uno ó dos cocoteros. Los niños, desnudos,
tienen el vientre prominente, por la costumbre ele
comer tierra. El pPscarlo es raro, el baño descono-
cido, por temor á los feroces milllallcs, la vida, en
un;upalabra, imposible ele comprender para un eu·
ropeo. Lns pocos blancos que he observ;¡,clo en la
costa, tienen un color p:'diclo terroso y parecen ts·
pectros ambulantes. L:-ts liebres los han consumido.
Los pueblo~; que hay sobre el río, aun los m{ts im-
portantes, t-.Iompós, famoso en la \'ida colonial
como en las lucha<> ele la Independencia; TI-Iagangué,
cuyas célebres ferias extienden su fama á lo lejos,
están estacionarios eternamente, mi<·ntras el río
carcoum· l:t tierra sobre la que s" apoy.tn. ¿Qu6 ,·ale
e~a fc.raciclaclmara,·illosa, si el clima no permite el
dcsen,volvimiento ele la raza humana que debe ex-

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54 :-\OTAS DE VIAJE

plotarla? :\lientra~; mis ojos miran con asomhru el


cuadro ckslumhrante ele :tquel suelo, el espíritu
observa tristemente que esa grandeza no es m ás
que una mortaj::t tropical.- Así, Colombia se re -
fugia en las alturas, lejos, muy lejos del mar y ele
Europa, tras los ri ~;cos escarpados que dificulta n
el acceso y trata ele hacer allí su centro ele civi li-
zacic'>n. La polsÍa la ha bañado con sn luz, en el
momento ek la t't 1ti ma formación geológica del
mundo, mientras la:; tierras que baña el Plata pa·
rcCf·n hahu surgido bajo el golpe ele! caclúceo de
1\Iercurío. Allí las Jl ,tnur:ts, b templanza del clima,
la pmximidacl al mar, el contacto casi inmccktto
con los centros ele ci,·iliz:tción; aq~tí, la muerte en
las costas, el aisbtHienttl en Lts alturas. Bendiga -
mos d azar que tan benéfico nos fne en el repar to
americano, que no-: dio las regiones cúliclas donde
el sol dora el café y cm¡ apa las libras ele la caña,
Jos campos clonclc l'i trigo brota robusto y abun-
dante, 1;¡-; falcLts andinas que la vi el trepa j ugudo-
na y \·i,l.(oro:,.;t, los cerro-; que tienen \'Cnas ele oro
y cutw ele m{trmol, y por !in las pampas fecundas
que se extienclcn lw;ta el último punto al st:d del
n:nmio que el hombre lnbita. Bendigamos esa
fmtuna, pero que: el or.~ttllo ele nuc~;(ro progreso no
nos impida lllitar con ru;peto pro(unclo lo:, e~f u e r­
zos getH.:ro-:os que hacen tluestros hermanos del
)Jorte por alc~.tlzarlo, \'l'ncicndo la naturaleza, es-
pll:11dicla y terrible, como una virgen sal\•aje.

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CUADROS DE VIAJE

Una hipótrsis filológica! - La vida del boga y sus peligros-


Principio del viaje-Consejos é in trucciones-J.;os va-
pores- Las chozas-Asprcto de la naturnleza-La tnrdC's
drl J\1 agdalpna-Cahna sobcntna-Lo~ mosquitos-T.;a con-
fección dPllecho- Baiio ruso- El onclajr-Días horribles.
Los compañeros df' á bordo- n vapor!-DrcPpción-
Agonía lpnta-Por fin !-El illonto¡¡a-- Lo~ caimanrs-Sus
costumbres- La plaga c!Pl Magdalcn<t Combates-Ma-
dres srnsiblcs-Gu!'JTa ttl caimán.

Me inclino á creer que el nombre ck burro ciado


á la unidad de medida ele la leña, respondía al prin-
cipio, á la cantidad ele la misma que uno de esos
simpáticos :1nimales podía carg:1r. En cuanto á
hoy, no hay b11rro que pudiera mo\'erse bajo uno
de sus homónimos.
Un \·apor cualquiera en el 1\lagdalcna gasta de
cuarenta á cincuenta burros ele leña diarios; el
A11tioquia consumc el doble, pero en cambio ancla
la mitad menos que los demás. E~, pues, muy dura
la vida ele los marin eros ú bordo ele! insaciable va-
por, que cada dos horas se arrim;t {L la oriJJ;;¡, se
amarra fuertemente para poder resistir á la corrien-
te que lo arrastra, y empieza á absorber leña con
una voracidad increíble. Cuando la operación se

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NOTAS DE \'!AJE

practica en las deliciosas horas ele l.\ mañana, Jos


pobres bogas saltan de contento; pero repetida du-
rante el día con frecuencia, dentro ele aquella at-
mósfera incandescente, bajo un sol ele que en
nuestras regiones es difícil formar idea, constituye
un martirio real. Una larg:t plancha une ;d buque
con la orilla, i guisa de puente. Los marineros,
desnudos de medio cuerpo, con una bolsa sujeta
en la cabeza, cayendo sobre la e palcla como un
inmenso capuchón, bajan i tierra, reciben en el
espacio comprendido entre el cuello, el hombro
y el brazo izquierdo, una cantidad increíble ele
astillas, las sujetan con una cuercb, amarrada en
la muñeca de la mano libre, y, ccclienclo bajo el
peso, trepan laboriosamente al Yapor y arrojan su
carga junto :'t las hornalbs. Ln;; l[UC alimentan i
éstas se llaman candeleros, por una cu1·il>sa ana·
logía.
A veces el río ha crecido y los depósitos de le-
ña se enc~tentr::tn bajo las aguas, teniendo los bo.
gas que trabajar con la mitad del cuerpo sumergi-
do. Rara es la (JCasión, cuando trab;¡ jan en seco,
que no se interrumpan para m;ttar la-, \'Íboras ~~~­
mamcnte venenosa~ que :-;e ocult.tn entre la leña.
Pero Ctl~tnclo é~ta se encuentra bajo el ;¡gua, no
tienen defcn<;a, estando :'t nü~, expuestos á las pi-
caduras ele las rayas ....
Por fin, despachados, nos pu<;imos en movi·
miento. Empezaha el el uro viajt: bajo un,t sensa-

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CUADROS DE VIAJE 57
ción compleja que mantenía mi espíritu en esa
inquietudnervio<>a que precede á un examen en la
adolescencia, á un duelo en la jm·entuel, á un mo-
mento largamente esperado, en todas las edades.
En primer lugar, una curiosidad vivaz y ardiente;
luégo, la idea de 4 ue c:tda hora ele marcha me ale·
jaba trec; ele la patria, y, fuera ele los estremeci-
mientos del cuerpo por lo<; martirios físicos que
entreveía, graves preocup:~.ciones que respondían
á mi posición oficial, que no tiene nada que ha-
cer con estas páginas íntinus.
Así que supieron nuc~tra posición y destino
algunos pasajeros que iban á puntos próximos,
me dejaron ver una franca y sincera conmisera-
ción. Uno de ellos, cab;tllero colombiano, perfec-
tamente culto y cortés, como tocloc; ]o<; que he en-
contrado en mi camino, me preguntó inquieto si
yo tettía noticia ele lo que er<t la navegación del
Magcla.lcna, y cómo, en caso afirma(i,·o, había co-
metido la clta111bo11ada ele embarcarme en el Antia·
quía. <J Porque ha de saber usted, prosigui<'>, que
cada uno ele los vapores que recotTen c:l río clescle
Darranquil];¡ á Honda, tiene su reputación padictt-
lar, sus condiciones pmpias, perfectamente conocí·
das de todo el mundo. Así, yo no me embarcada en
t'l Aulioquia ni en el ,l/osqllcrn por nada en el mun-
do, si tuvier.t que hacer un viaje l.trgo. Para eso
tenemos el T'icforia, el J/on/oya, el Inés Clarkc, el
Step!te~~son Clarkc, cuyo silbato le ha merecido el

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sB NOTAS DE VIAJE

popular arado de Qui-qui-ri-quí, el Roberto Cali.t:·


lo, etc. Esos pasan siempre, aun sobre los regaderos
má-; temibles, á causa de su poco calado, y en los
chorros con un simple c::tble están del otro lado.
En cmnto al trasborde que les bé1.n prometido, le
confit:<;O qtte no tengo cspernnzrts, porque aquí los
directores proponen y el río cli.:;pone. Yi esti usted
embarcado y no hay remedio: prcp{trcse i pasar
días muy duros, no tome agua puri!, no coma fru-
tas, no abuse ele! hrancly y trate ele tener el espíritu
sereno. i)
L:-~s últimas recomendaciones, especialmente
aquella de que debía apadarme tlcl hranc!y, mi
único alimento, y la que me imponía la serenidad
intelectual, eran tan clifíciles ele cumplir como fá·
ciles ck h:tcer. Me preparé lo mejor que pude á
afrontar el potTenir y puse en juego tocios los re·
sorlcs ele mi energía.

Xo Lttig¡u·L: al lector recorcl.tnclo tulo á uno los


puntos cloncleel \';tpor ~e detuvo durante los tres pri-
meros dias, sea para tomar la eterna leña, sea para
pasar allí la noche. He dicho yá, y lo repito, que las
orillas clell\Iagclalcn;t pre:;en!an un aspecto e:;enctal
mente primitivo; los pequeños caseríos que se en·
cuentran, no dan la mis ligera idea ele la \·ida civdi-
zacla. En chozas abiertas á todos los \'iento<;, \'i\·en
hacinados, padres, hijo.;, mujeres, hombres, y ani-
males, muchas \'eces. Los niños, corriendo por las

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CUADROS DE \'JAlE 59
márgenes, completamente desnudos, tienen un as-
pecto salvaje. No hay allí recursos de ninguna
clase; muchas veces he bajado y viendo huevos
frescos, he querido adquirirlos á cualquier precio.
Con un:t calma desesperante, con apatía increíble
contestan: 11 N o son para vender"; y es necesario
renunciar á toda insistencia, porque el dinero no
tiene atractivo para esa gente sin necesiclacles.
La naturaleza cambia lentamente á medida que
a\·anzamos; al principio, el río ancho y majestuo-
so, corre entre orillas ele un verde intenc;o, pero
la vegetación, si bien tupida y lujosa, no alcanza la,;
proporciones con que empieza {t pre~entarse á
nuestros ojos. A la izquierda, vemos el cuadro in-
imitable ele la Sierra Ne\·ada, que, cruzando el ~s·
taclo del i\fagclalcna, va á extinguirse cerca clelmar.
Sus picos, de un blanco intenso(; inmaculado, se
envueh·en, al caer la tarde, en una nube rus:tda de
indecible pureza. Al occidente, el espacio, libre ele
montaiias, nos deja \'Cr las pues!:ts ele sol m{t-; ma-
ravillosas que he contemplado e11 mi \·ida. !lllpr·-
siblc describir ese grupo de nube:; inctndescctltcs
y atormentadas, con su-; franja-; luminps.ts como
una hoguera, su fondo de un dorado p:dido, in-
mó\·iles sobre el horizonte, clisol\·iendo su fmma
y su color con una lcntitlld que hace soiiar. To-
cios los tonos del iri,; se reprnditcen allí, cle-;rk <.:1
violeta profundo, que arroja su nota con vigor so-
bre el amarillo transparente, h.tsta el bl,tnco que

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6o ~OTAS DE \'1.\J E

hiere la pupila i ntcrrum pienclo b serenidad del


azul intenso ele los ciclos. Nunca, lo repito, me fue
dado contemplar cuadro tan soberanamente bello,
ni aun en medio del Océano, cuando se sigue al
sol en su descenso, formando uno ele los vértices
de aquel triingulo glorioso ele Chaleaubri;:md, ni
aun entre las gargantas ele los Ancles, sobre las que
cae la noche con a~ombro<:a rapidez y que que·
clan f'nvuellas en la sombra, mientras las cumbres
vecin;Js brillan bajo lo,; rayos del sol, lejano aún,
antes ele dar su adiós á nue~tw hemisferio.
¡Qué calma admirable la que sucede ;'tese ins-
tante solemne! La naturaleza parece recogerse para
entrar ;'1 la región serena del sueño. El río sigue
corriendo silenciosamente; en los bosques impe-
netrables ele la orilla, donde el huque actba ele ele-
tenerse, no se oyen sino los ap:tgaclos silbos meló-
dicos del turpial que llama á su compañera; ha~ta
las enormes y vistosas .t.:uaw111ayns, con su plum;:~je
iri~ado, llegan en silencio y buscan entre Jac; ramas
~1 nido que p~nde ele la copa ele un inmenso ca-
r~tcolí, mecido por las lianas que lo s11jetan. De
tiempo en tiempo, el rumor ele un eco en el inte-
rior ele la selva y luégo de nuem la paz callacla,
extendiendo su imperio sobre lodo lo creado ...
La suave y deliciosa quietud dura poco; un
·*
ejército invisible avanza f'n silencio y un instante
después se sienten pic.tcluras i ntensa!-t en las ma-
nos, la cara, en el cuerpo mismo, al través de las

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CLADROS DE VIAJE 6r

rop:ls. Son los terribles mosquitos del :\Iagcblena


que hacen su temida aparicicín. :-.Jo corre un húli-
to ele aire, y es necesario buscar 11n refugio, á ries-
go ele sofocarse, contr;1. aqttellos animales, que en
meclia hora nüs O<; postrarÍ.\11 bajo la fiebre. lié
ahí uno de los moment11s ele mayor suf1·imiento.
Se tiende el catre en cubierta v sobre él un espeso
mosquitero, cuyos bordes se sujebn bajo la estera
que sirve de colchón. En seguida, con precaucio-
ne'i inlinitas, se desliza u¡;¡o dentro ele aquel horno,
teniendo cuicltclo ele ser el único habitante de la
región comprcnclicla entre el pctaft: y el ligero lien-
zo protect )r. L'lé_s > .;e enci ·ncl~ una pa11ct,:la ele
puro Ambalema, cigarro ele una fmma análoga á
los ele paji/a y hecho ele! e.-.:quisito tabaco que se
encuentra en el punto inclicaclo y que, en la cate·
goría jerárquica, \'icne inmccliabmcnte después
ele! de la H,thana. Allí empicn un indescriptible
baiio ruso; el calor sofocante, pesado, mortal,
aleja el sueño é impide;'¡ la imaginación esos viajes
mara\·illosos que '>llelen compensar el insomnio
y ;'t lo<; que excita allí la bella y serena majestad ele
la noche.
A la maiiana siguiente, apenas apunta el alba,
ele nue\'O en camino. A la hora ele marcha, se oye
l.t campana del pr:'tctico, la m;'tc¡uina se detiene y
lo,; contramac-.tres á proa comienzan ;í sondar. El
A11Lioq11ia necesil.t para p.t..,ar cinco pie, y medio
por lo menos. 1 o~ prccipitámos tocios ansiosos á

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1\'0TAS DE \'IAJ E

proa y tendemos :'t\·idamentc el oído, á los gritos


ele lo,; sondeaclores. -¡~o hay fondo!- )iueve
pies!-Oclw escasos!-Seis largos!-Las fisono-
111 ías empiezan á oscurecersc.-Seis fallos! -1\f a lo,

malo!-Cinco pies y medio! El buque empieza ú


soh11rsc, esto e,;, ;'t deslizarse lentamente sobre la
arena y ele pronto se cletiene.-Para atrús! Dcsan-
cbmos lo anclado, hacemos una, dos, tres nueva~
tentativas: inútil! El río se ha re~culo ele una m;L·
ncra extraorcli naria y el canal debe haber yariaclo
ele dirección con el movi1niento ele las arenas. De
IHIC\'O {t l.t costa y á am:trrar. El pr;'tctico toma una

canoa y se lanza :"t buscar pacientemente el paso


por medio ele sondajes.
Qnl: días horribles aquellos en que, arrimados
á la orilla, con el s ·¡l tropical cayendo á plo:no,
sin clnüs le\·e movimiento del aire y bajo una tem·
peratura que ;\la sombra alcanzaba :'t 38 y 39° cen ·
tígraclos, yag{thamos clese-;peraclos, sin un sitio don·
de ampararnos, tostado'> por h irradiación ele Lt
calder.1, lr:tnspiranclo :i rauclalts, con el rostr<l in-
canclesccnk, los ojos s:!ltaclos, la sangre agitada ...
y sin m:'ts recurso que u11 vaso de agua tibia con
fo(llfcia (1) ó brand y! Nunca se me borrará el re-
cuerdo de aquéllas horas que no creía pudiera so-
portar el cuerpo humano .... Entra una desespera·
{lJ f>a¡¡rlo, Plnzúear ~in \'l:trilicar. UIHt mnsa np¡:¡m, :1lgo
romo nnPstro IILWiarvte. runo de lo~ princip:11Ps alimcnlos ~n
la l'osta.

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CUADROS DE \'!AJE

ción infinil::l, la volunt:1d decae, la bestia recupera


lodo sn predominiO y crnz.111 ideas ele lucha, ele
protesta, deseos ele aiTr•jarse al río, it pesar ele los
caimanes ó de pegarse un tiro y acabar con ;:¡que!
martirio sin gloria, sin excitación moral, sin pro-
pósito alentador!

Los días se sucedían en esa ;¡graciable exi-;ten-


cia, sin que el pequeño vapor c¡ne debía !ra~bor­
clarnos y arranc.trno~ de aquel infiemP, dej.1ra ver
sus humos en el horizonte. Habíamos avanzado al-
go, gracias á la habilidad del práctico qne logró
encontrar 11n pequeño paco, pero fue para detener-
nos 1111 poco más arrib:1 de Barrancabermcja,
donde definitivamente nos amarr:ímos con cadenas
á los troncos enormes clr la orilla, se apagaron los
fuegos y qued:ímos ú la graci.1 ele Dios. Así estuvi-
mos tres días. Los pocos pa~ajeros á quienes tan
ruda jornada bahía tocado, éramos, como creo ha-
berlo dicho yú, el profesor suizo, un joven ele Bo-
gotá, García Mérou y yo. Además, venía una rarí-
sima mujer, colombiana ele buena familia, pero que
en Francia habría pa'iado por tener una colección
ele arañas C/1t plaj(>tul. No salía prtr<t nada de su ca-
marote y á veces entren:íamos su cara, horrible y
roja por el c;~lor, asomarse :'t la puerta, respirar 1111
momento y \·olvcr al antro. Volví ;'¡ encontrarla
más tarde ú poca clis!.lnci.t ele Iloncla¡ habi,t em-
prendido á pie el camino ele Bogotá y me costó un

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NOTAS DE \'IAJE

triunfo hacerla aceptar Jo necesario para procurar-


. e una mula.
¡Un \·apor! un \'<tpor! gritó azorado un mucha-
ciH, seíiai.Jndo, cletrá~ de un recodo del 1 ío, una,
cll:hil columna ele humo que se dibujaba en el azul
trasparenle del ciclo. Fue una revolución :1 bor-
do; en \',tilO procure detener al suizo, explic[tnclole
que, a1111 cuando el buque ;.nunciaclo fuera el que
con bnta ansia espcr:thamos, tendríamos un día
y medio ó dos que pa ·a r en aquel punto, mien-
tras se hacía el trasbordo ele las mercaderías. En
\·ano! El suizo se había precipitado i su camaro·
te y hací.t sus maletas COII un·t \'elociclacl increí-
ble .... El \·apor apareció; pero como todos tie-
nen un ende igual, es necesario esperar á oír el
silbato para distinguirlos.
Sería el rricloria? Sería el Ca/i.rlol En ambos
ca-;o:; est:'thamos sal\'ados. Algo como la tos pro-
long;¡cJa ele un gigante resfriado, algo como clebe
ser el quejido ele un;¡ foca á la que arrebatan su:;
chicuelos, llegó {t nuestros oídos y todos los mu-
chachos del ser\·icio de ;'t bordo gritaron en coro:
El Jlfontoyai Es necesario saber que, siendo el Mou-
loya ele Ja misnu comp;tiiía y teniendo nosotros
la bandera ;'tlllcclia asta en popa, lo que equivalía á
pedirle se detuviera, <':ranos lícito regocijarnos ell
Lt csper;¡ nza. el e! trasbordo.
En un instante el Jlollloyt~, deslizánJose sobre
la agu;¡s á (a,·or de la corriente, con una \'eloci-

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CUADROS DE VIAJE

dad ele rs ó 16 millas por hora, llegó á nuestro lado


y manteniéndose sobre la máquina, entabló corres-
pondencia. Trasbordo imposible. Cargado hasta
el tope de bultos ele quina. Victoria Yicne atrás.
Y cJe·nuevo en marcha, perdiéndose en la primer
encrucijada del río, haciéndono:: oír, como una
carcajada, su antipático silbido. 1 os mirámos á las
caras: nunca he. vi-,to la desesperación más pro·
fundamente marcada en rostros humanos ....
¿A qué insistir en la agonía de aquellos días
co:no no he pa<;ado, como no volveré ft pasar ja-
má-; semejantes e11 la \·ida? Hacía dos semanas
que estúhamos en el Allliuqllia, con la mi1 acla in-
variable al ~orte, e<;pci anclo, esperando siempre,
cuando la mi.,;ma lo~ ele gigante resfriado, el mis-
mo quejid<J ele foca clesalacla, se hizo oír al Sud.
Era el Molllul'a que había tenido tiempo ck llegar
hasta cerca de BMranquilla, dejar su carga c11 un
puerto y tomar los pasaje1 os del Conjianza que, te-
meroso ele la suerte del Alliioq11ia, no se atrevía á
remontar e:] río. Esta vez respir;'u11os libremente y
una ho1 a clespul:s esbbamos en la cubierta del
Montoya, en cuyo CC11tro una gran me:sa, cargada
ele rifles, escopet.1s, rérningtons, anteojos, y rodea-
cl.t ele cómodts sill,ts, nos produjo la sensación de
encontrarnos en el seno ele! m:t'i refinado sibari-
tismo.

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66 .10TAS D~ VtAJE:

Los grandes sufrimientos del \'iaje habían pa·


sado. El Montoya era un vapor chico, pero limpio,
más fresco que el Autioquia, y aunque el inmenso
número de pasajeros que wnían en él nos impi-
dió tener camarotes, esto es, un sitio donde lavar-
nos y mudarnos, CL.t bl Ll satisfacción de poder
continu;¡r el viaje, que no nos hizo mayor extor-
sión la toilette obligada al aire libre y un poco en
común.
Había una colección completa de pasajeros,
gente agradable en su mayor parte. Senadores y
diputados, que iban á Bogot;'t para la apertura del
Congreso, jóvenes ingenieros americ;¡nos para los
trabajos de los ferrocarriles ele Antioquia, uno de
los Cllales, hombre robusto, sin embargo, venía
doblado por la fiebre palúdica tomada en el vi;¡je;
negociantes franceses é ingleses; tourisles ele vuelta,
y por fin, la familia entera del ministro inglés, com-
pue~ta ele su señor,l, tres niños, dos jóvenes lllaids
inglesas, chef 111alln: d' !lote/, qué sé yo! La armo·
nía, las buenas amistades se entablaron pronto y
Sl.Jlo entonces empecé realmente i gozar ele las be-
llezas inde~criptibles de aqu<.:lla naturaleza estu·
penda.
Pasábamos el día gllcrreanclo á muerte con
lc.s caimanes. No he habbdo aún ele esos huéspe-
des característicos del Magdalena, porque duran-
te mi inolvidable permanenci 1 en el Alllioq11ia, creo
no haberles dispensado una ntiracla.

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Ct;ADROS DE VIAJE 67
Es el alligator, el cocodrilo del ~tlu y de al-
gunos ríos de la India, el yacaré de los nuéstros,
pero ele dimensiones colosalc~. Parecíame una exa-
geraciÓtl la longitud de cinco á seis metros que
asigna á algunos un viajero fl-ancé~, M. André;
peto después de haber observado mi liare~ ele cai-
manes, puedo asegurar que, en realidad, hay no
pocos que alcanzan á ese enorme tam.1iio. He visto
á algunos cruzar lentamente l.1s aguas del río; vie·
nen precedidos ele una nube constante de pesca-
dos qtte saltan fuera del agua, C<)l110 en el mar, á
la aproximación ele UIJ tiburón ó de una tintorera.
Pero en general, sólo se les \'C en !,¡-; playas are-
nosas que deja el río á de-;cubicdo cuando des-
ciende.
Están tendidos en gran número: he contado
hasta sesenta en un pedazo ele play,t que no ten-
dría má-; de unos cien metros cuaclraclos. lnmÓ\'Í·
lec; como si se huhier;tn clesprcndiclo de la corni-;a
ele un templo egipcio, mantienen la boca abier-
ta cuan gr:tnclc es, hacia arriba. En c.;a posición, la
boca forma un úngulo, cuyos hclos no tienen me-
nos ele medio metro. Los he visto perm:ltH.:cer así
c.luranlc horas enteras; el olor n:luse<thunclo ck su
aliettto atrae á los mosquitos que 'iC :tglomer;tn por
millones sobre la Jengu;,; cuando un,t follndc esUt
completa, el caimán cierra las fauces Ctln rapidez,
absorbe los inocentes \'isit111te-; y ele nue\'O presen-
ta al espacio el temible é tnmundo ángulo.

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68 NOTAS DE VIAJE

El caimán es la plag<l del Magdalena; cuando


algún desgraciado boga, bañándose ó cayendo de
su canoa, ha pcm1itido á uno de esos monstruos
probar el perfume de la carne humana, la comarca
entera tiembla ante el caimán cebado; anfibio como
es, salta á la playa, se desliza por la<> arenas con las
que confunde Sll piel esca111osa y pasa horas en-
teras acechando un niño ó una mujer. Cuántas his-
torias terrible-:; me contaban en el ;\lagclalena de
las luchas feroces contra el caimflll, del valor
salv-aje de los bogas que, semejantes á nuestros in-
dios correntinos, se arroj.tn al río con un puñal y
cuerpo i cuerpo \·encen al s::turio! A su \'ez, el
caimán suele ser sorprendido en sus siest<ts de la
playa, por los tig1·cs y punas del los bosques veci-
nos. Entonces se traba una lucha admirable, como
aquellas q11c lo-; romanns, lo.; hombre:; que han
gozado más sohre la tie1 ra, contemplaban en sus
circos. El caim:·lll qued.t generalmente vencedor,
pues su piel paquiclérmica lo hace invulnerable á la
garra y al cliente del agresor. Pero lo que un tigre no
puede, lo consigue una \'aca ó un novillo; cuando
éstos atraviesan á nado el río, rasando, en el bajo
Magdalena, del Estado ele Bolív;tr al que lle\·a el
nombre del río y que ocu11a h margen derecha, ó
viceversa, si el caí m;'Lil lns ataca, leva nla n llll poco
la parte anterior del cuerpo v hacen llover sobre el
agresor una lluvia ele pn¡/dazos con sus córneas
pezuñas, que lo detiene, lo atonta y acaba por
ponerlo en fuga ....

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CUADROS DE V!AJE

Se ha hecho el cálculo que, si todos los hue-


vos de bacalao que anu:-tlmente ponen las hembras
de esos antipáticos a11Í males, se consiguieran, la
sección entera del Atlántico comprendida entre la
América del Norte y la Europa, se convertiría en
una ma<;a sólida. Otro tanto podría suceder en el
Magdalena con los caimanes.
El caim:in es o\·íparo; la hembra pone una in·
mensa cantidad ele hue\·os, grandes y dmos como
piedra, que entierra entre la arena. Llegada la épo·
ca conveniente, la sensible madre se coloca con la
enorme boca abicrLt al lado del s1tio que empieza
á escarbar; los pequeñuelos, que yá han abandona·
do la c;bcara, saltan :'t medida que se despeja la
arena que los cubría. Unos clan el brinco directa-
mente al río; otros, ¡;ergeños ignorantes ele las cos-
tumbres de su raza, saltan del lacio de la enorme
boc.t materm que los recibe y los engulle en un se·
gundo. Se calcula que la cai111a11a se come la mitad
de sus hijos. Lu¿go, la piedad maternal la invade y
semejante á la iohe antigua, deja correr do:> lá-
grimas por s11s hijos tan prematuramente muertos.
Una vez en el agua, reúne la prole s;¡lvada y no
ha y madre más cariñosa!
Qué odio por el caimán! Con qué alegría los
bogas marineros, descubriendo con su mirada ave-
zada una turba ele cocodrilos sobre un arenal leja·
no, nos ciaban el grito de alerta! Cada uno toma su
fusil, cilge su blanco y á un tiempo se hace fuego.

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NOTAS DE VIA1E

La~ armas que se emplean son carabinas Réming-


ton, Spencer, Wínchester, etc. Nada resiste á la
bala; el caimán herido, abre la boca más grande
aún, si es posible, que cuando se ocupa en cnar
mo~quitos, levanta la cabeza, la sacude frenttico y
se arrastra, muchas veces moribundo y cubierto
ele heridas, pues l<t lentitud de =-us mo\·imientos
permite hacerle fuego repetidas veces, par.t ir á
morir en el seno de Jas aguas ó en su Ctle\·a m¡:;-
teriosa. \:
1

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( r:on 1inuarúín)

Angostura--La natnralr7.a saiYajP) <'~plí•!Hliua-L "ilo~qu<•;


Yfrgcn0~-Avrs y micos-~are- .bpPctos Los chorros.
El Gtwrimí-C(nno ·e pasa un chorro El capititu :llaai-
Su teorfa-EI.llc~un~¡-La cosa npura Ca ho á tienn. Pa-
amos-BodPga>. dP Bogotá-La cu .. ~tión mulas-RPccp-
ción <tfectuo~a-Dificultacle' con que lucha Colombia-L:t
aventura de 211. Andr(•.

Qué espectáculo admirable! Ent1:'1mo~ en la


sección ele! río, Jlamacb AnJ!.oslnra. El enorme
caudal ele agua, esparcido ante-; en extensos rega-
deros, corre silencioso y rápido entre la'> dos ori-
llas que se han aproximado como aspirando á que
la'> flotantes cabelleras de los ;'u-boles que la..; ador-
nan confundan sus perfume~- Jam;ís aquel "espe-
jo de plata, corriendo entre marc'ls ele esmeralda"
del poeta, tm·o nüs c~pll:nrliclo reflejo gr;'tl1co. Se
olvidan las fatigas del \'i;lJe, se olvidan los caima-
nes, y se cae ahsorto en la contemphciún ele aque-
lla escena maravillosa que;'¡ el alma absorbe, mien-
tras el cuerpo goza con delicia de la tcmpc1 atura
que por momento<; se va h;tcicnclt> menos inten~a.
Sobre las orillas, e<LSI a flor de agua, se Je\'an·

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NOTAS DE VfAJE

ta una vegetación gigantesca. Para formane una


idea de aquel tejido vigoroso de troncos, parásitas,
lianas, enredaderas, todo ese mundo anónimo que
brota del suelo ele los trópicos con la misma pro-
fusión que los pensamientos é ideas confusas en un
cerebro bajo la acción del opio, es necesario traer
á la memoria, no yá los bosques secul;~re~ del Pa-
raguay ó del Norte de la Argentina, no yá la India
misma con sus eternas galas, sino ;-,quellas riberas
estupendas del Amazonas, que los compañeros de
Orellana miraban estupefactos como el reflejo ele
otro mundo desconocido á los sentidos humanos.
Qué hay ahí dentro? Qué vida misteriosa y
activa se clesen,·uel\·e tras esa cortina ele cedros se·
cular·c:s, ele caraco 1íes, ele palmeras e 11 h iest.ls y
perezosas, inclinándose ¡nra dar lugar á que las
guaduas gigantesca-; levanten sus flexibles tallos,
entretejidos por delgados hejuquillos cubierto<; de
flores? Qué \'elo nupcial para los amores secretos
de la selva! Sobre el oscuro tejido se yergue ele
pronto la gallarda melena del cocotero, con sus
frutos apiiiaclos en la cumbre, buscando al padre
sol para dorarse; el mango presenta su follaje re·
, clondo y amplio, dar;clo sombra al mamey, que
crece :t su lado; por tocbs parles cactus multifor-
me:s, la atre,·icla liana que se aferra al coloso ju·
gueteando, las mil fibrillas audaces que unen en
un lazo de amor á los hijos todos del bosque, el
ámbar amarillo, la pequeña palma que da la tagua,

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Cl'ADROS DE: \'!AJE 73

ese m:travilloso marfll l'e.~etll, f.tn hl.tnco, unido


y gr;we como h ~!JOrlll~ cldcns t dd rey de l.t~ sci-
V<t c.; i mlt:ts!
H l: ahí por fin los bosques 1·írgcncs ele b ,\ mé-
ri ca, cuyo p.e1 fu111c 1·icne desde b época de la con-
t] t l i~ta cmbals. tnl:t ncln las estrofas de los poeta<> y
Px:-tl!anclo la soñadora Ltn!así:i de los hijo.; del
No1·te! Il l:los ahí en todo su eo.;plendor. En su
seno, lo~ z tinos, los tapiros, los j;¡gu.~rc-;, ktcen
oír de tiempll en tiempo sus .~ritos ele guerra Ó sus
q uej 1dos de amor. Junto ;'t la orilla, bamLtdas de
micos saltan de úrhol en ;'u bol y st1spendido-; ele la
cola, en po!>!uras imposible.;, t111r.u1 con su~ peque-
ños ojos incandescentes, el l'<tpol· qu~ I'Cnce la co·
rr icntc cun dificultad . Los ai1·es cstún poblados ele
mosaicos animados . Son lus pericos, los pap:tt;ayos,
las guacamayas, la torcaz, el turpial, la<.; ;t\'CS enor-
mes y pintacl.ts cuyo nombre cambia ele legua en
legua, h1dlicio-;a.., !ocias, alewcs, tranquilas, en la
s~gu1 idacl ele <.;u inl'ldner.thll' independencia.
La 1mpresión ante el cu.tdro no ticttt: aquella
intcn-.iclad sober;tna el~ l.t que nace bajo el cspec-
táctdo ele l.t monto~ii.1; el clim.t, la'i ;¡guas, la ver-
du ra constante, el columpiar mut:llc ele los ;'u·boles,
dan un de-,fa lleci miento vo lu ptuoo.;o, l;'tngnido y
secre to, como <·1 que se siente en l.ts fantasías de
bs noche-; ele \ l'l'<tno, cuancb todos los s.'llsu;tlis -
mos de la tierr.t vienen á acarici.mJo-; los p:'trpa-
do;; entreabierto;, ...
7

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74 XOT \S IJE \'1.\H.

Héno<; en la pequeña población de Nare,


punto final ele: \'iaje de los compaiieros que se diri-
gen hacia l\Ieclellín, la c,tpital del E"tado de Antio-
quia. Allí nos de pedimos al caer ele la tarde, des-
pués de haberlos clesemb;Jrcado en un sitio llamado
Bodegas, para llegar al cual hemos tenido que re-
montar por algunas cuadras el pintoresco río Nare,
afluente clell\Iagdakna. ::\o" saludan haciendo des-
cargas al aire con sus revókercs y luégo trepan la
cuesta silenciosos, pensando sin eluda en los ocho
días ele mula que les falta para llegar {t su destino.
Xi aun á esos hombres desespero de \'oin~r ú en-
contrar en bruta ele la \'ida, tales son lo~ encuen-
tros que el azar me ha proporcionado.
El aspecto de la naturaleza cambia \'i-;iblemcn-
te, revelando que noc; acercamos ;'t la región de las
montañas. La roca eruptiva presenta -;u o.; lineamien-
tos rojizos <Í grises en lo'> cortes ele la orilla y la
vegetación -;e hace m:'ts tosca. La'i riberac; se alzan
poco ú poco y pronto, n<l\'cganelo en lechos pro-
fundamente enc,tjonaclos, nos aperctbimos, por
la extraordinaria velocidacl ele la corriente, que la-;
aguas corren hacia el mar -;obre un plano incli-
nado. E ·tamos en la-; rc:gionc:s ele lo-; c!torns ú
rápidos.
PMa explic:Jr~e las dihcuiLtde~ ele la ao.;cemic'Jn,
ha ta recordar que Lt cittdacl ele IIoncla, ele la qnc
estamos á pocas horas, stluacla en la oriiJ,¡ izqtwrcl.t
dell.\Iagclalena, est;'t ;'¡ 210 metros sobre c:l tli\·Ll del

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Cl' A OROS DE \'1 \J E 75
mar. Tál es la inclinación del lecho del río, incli-
na ción que no es regular y constante, pues en el
pnnto en que nos encontramo~, el descenso ele las
aguas es tan violento que su curso alc;¡nza á veces
á cliectséi-; y dieciocho mill.t-; por hora.
lié aquí el chorro ele Guarinó, elnüs temido ele
tocl rJs por su impetuosJcltd. Se hacen los prepara-
tivos {t bordo, y t:l capitán l\Ltal, nuestro simp;'ttico
jde, r<.'dohla su activJclacl, si e-; posible. E-; un viejo
marino, natur;¡J ele Curazao; tictw en el cuerpo
treinta ;¡líos ele nave.~ 1ci ón del l\Iagclalena. Esb
en tocl,ts parte-, siempre ele 11n humor encanLtclor ;
habl.t con las dam,ts, tte11e un,L pal.tbra agradable
para tod o l'1 mundo, echa pie {t tierra parJ. acti\·ar
el embarque de la leila, esb al c¡lha al l;1clo del
ob-.;en·atnrio del práctico, anima ;'t todo el mundo,
confía en su estrella feliz, y se 1íe un poco ele los
chorws y clem;·l-. espantajos ele los no\·ell's. Glla-
rinó! Guarin('J! ~(¡.; prcc1pit:'tmos todos{¡ J,¡ proa,
creyendo queJa-, ;1g11.h se rompe1 ían con cslntel lclO
en el !ilo del buqlll·, cnmo hemos notado en pun·
tos donde la cnn ientc era menor. Qued;'unos chas-
queaelus; no hay fenómeno exterior, sino la lenti-
tud ele l.lmarci1.L, que 110s rt\'cle encontrarno~ en
el seno ele aquel torbellino.
-Bah! cue,tión el~ treinta :'1 cua¡·ent.t libras
más de \',tpor! dice el c.t¡Jit:ul.
l\Ie \'OY ;'¡la nüquina; la-; caldera~ empiezan á
rugir y las v;'tlvubs ele scguriclacl clej.tn y{¡ escapar
silbando un htlo ele vapor poco tranquilizador.

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1'\0TAS DE: \'!AJE:

-¿Estamo · aún Ln te1 reno leg:tl ? pregunto al


joven maquini~ta, que no quit t lo:i OJOS del me -
didor.
-Tenemos aún cincuenta lihra'i para hacer
calaveradas, señor; pero no quis1era enlplearl;ts. El
capit:'tn i\Iaal tiene horror {techar cabo ú tierra y
pretende ú toda fucrz.t pasar con auxilio solo de
la m;'tquina.
Y ;¡sÍ diciendo, tocab.t deo.;esperaclamtnk una
campana aguda, piclJenclo leña, m{l'i leña, en bs
hornaza~. Los cancle!t:ms (io.~oJJeros) se habí:-t11
doblado y aquello er.t un infierno ele cal{)r.
Subí {t cubierta; tom :tll'lo como mira 11n pun-
to cualquier.t ele Lt cnsLt y olr'J del h11qu e, nos
apercibíamos que t:slt a\'anzaha con la misma len-
titud q11c el minutero sohrl' el CtJ,tdrante ele un re-
loj; pero avanzaba, que er.t la c11estión. Desde la
altura, el ca;1iUu1 :\Ia.tl pedía \'apor, más \'apor.
1\lirt: á mi alderredor; muchos pasajeros habían
palidecido y ob,;en·ahan siknuosos, pero con la
mir.tcla un tanto extra\'ia-l.t, los e-;tremccimiento~
del barco bajo el jacleaule batir ele bt rueda .... De
pronto un hondo suspiro ele sat1~iacción s.tli1'¡ de
todos los p<'chos: lubi.!J nos \'encielo, en media
hora ele esfuerzos, al temidn chorro v a\·anzahamos
francamente.
Subí {t clonclc se eJJCoJJiiaba el capibn y lo
felicité.
-Tiene razón, capitán; es una ignominia sir-

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CT:ADROS DE \'!AJE 77
gar al .llonloya desde l<t orilla, como SI fuera un
champ;'m cargado ele harina ó taguas. El vapor se
ha invent.tclo par.I vencer clificultacle~, y el elemen-
to ele un L>uque es el agua, no la tierra.
-Usted me comp!·encle; además, el cabo,~ mi
juicio, es de un auxilio dudoso. Pero mi maqui-
nista es muy prudente .... :-.Jo crea usted que he-
mos salvado todas la-; clllicult.Iclcs. Cuando el Gua -
rinó está tan manso, tengo miedo ele! Jlcsnno. Pero
con unas libras má-; ele vapor! ...
-¿Y no hay peligro ele ,·olilr?
-¿Quién piens,\ en eso, señor?
Declaro que yo cmpczaha {¡ pen . . arlo, porque
me pareció que el buen capit:u1 se habí<t forjado un
ideal rc:;pecto :'t la capacidad ele resistencia ele las
c:1lcleras ele su Mo11/ova, muy superior á la g;tranti-
zacLt por los ingcniems constructores.
Pronto estii\·imos en el Mcsuno,· los semblan-
tes, q11e habían recubrado los rosados colores de
IJ. vida, \'Oivicmn ;'¡cubrirse ele un tinte mortuorio.
De 11 uevo el buq lit' 'ie estrl'mcciú, ele nuevo se
oyó !.1 <.:stridenk camp,un clelmaquini,.,ta pidiendo
lciia, y ele nue,·o Xla.tl, desde la altura, exigió vapor,
,·apor, nüs ,·a por. l IHHil esta vez. ~os apercibínw-;
que l'll vez ele avanzar, retrocedíamos, lo que en-
tra¡i,Ib<l el nú.; serio (k lo,; peligro..,, pues .,i Lt co-
rril'nle con-;eguía lomu· el lurco atravesado, lo
estrellaba seguramente contra las 1 e1i;1s ele !.1 orilla.
-¡Dos lwmb1·es 111~\s altinHín! Vapor! \·apur!

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NOTAS DE VIAJE

Hice u na rápida reflexión: "Si esto vuela, par-


ticiparl: ele ese agr;-~cbble fenómeno, sea estando
sobre cubierta, sea aliado ele la nüqnina. Además,
allí la cosa será más rápida." l\Iiré en torno; había
un miedo tan francamente repugnante en algunas
caras, que resolví ceder i la curiosidad, y después
ele haberme cerciorado que si bien no ava. nz~tba­
mos, no retrocedíamos yú, clesccnclí á la región in-
fernal.
Las hornazas estaban rojas y las caldera~ ge-
mían como Encélado bajo la tierra. El maquinista
se re-;isti(J á dar mú:; presión; la rueda giraba con
esfuerzos es! up en el os. . . . Aquello se ponía feo,
muy feo, cuando oí la \'OZ de Maal que, con el
acento clesesperac\o ele un oficial ele Trisl;'tn rin-
diendo su c;;paclCl cn Salta, gritaba: ¡Cabo!
Subí al lacio ck l\bal: había tenido que ceder
tristemen fe. á la i n~i n uaciún de a!gu nos p;rsa jeros
y ú la prudencia ele\ maquini-.ta que no le ciaba
la canticlacl de vapC>r que él p ~cli a. :\Ie indigné con
él, oh <'tlllilas! pcm conf1cso que contemplé con
cierto contento íntimo cl clesembarc!l de diez
ó doce bogas que se l.tnz:uon á tierra con un enor-
me calabrote (ntle\'ecito, como me hizo notar
l\1aal con indecible orgullo por no haberlo em- ,
pleaclo anks), treparon por las breíias ele la milla
como cabras y por lln, á una cuadra ele cli<>!ancia,
fuero11 :'t amarrarlo en el tronco ele ttn soberbio ca-
racolí. Fue entoncc,; cu.tnclo empezó á funcionar

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CUADROS DE VIAJE 79
un potente cabrestante movido por vapor (lo que
hice notar á Maal para su consuelo), enroscando
en su poderoso cilindro la enorme cuerda que tres
hombres humedecían sin reposo, para que no se
inflamase con el roce. Sea la acción del cabo, lo que
me inclino~~ creer, aunque pat ticipando ostensible-
mente de la opinión contraria del capitún, sea,
como t:ste lo creía, que por Jos simples esfuerzos
de la máquina hubiéramos salido del atolladero,
el hecho es que el buque se puso en movimiento,
y en bren.:, habiendo sah·ado t.xlos los chorro.
secuncbrio.;, Ct>!n l el J>.:ricll 1 avist~tmos la~ dos ó
tres casas ele un lug.tr situado en la margen dere-
cha del río, frente :'1 Caracolí y poco antes ele IIon-
da, llamado Bodegas ele Bogotá, punto final de
nuestro vi.t je flu,·ial.
Eran las dos ele la tarde del 8 ele Enero de r882,
y h<tbíam,Js empleado quince clía-; desde B:trran-
quilla, remontando el :\lagdalena.
De la ori!Lt del río, doncle el ,·apor se detuvo,
se sube por una cue-;l:t suttLltllCnte pendiente al
punto llamado Boclt~g.ts, compuesto ele dos ó tres
casas. ~o h,ty allí recursos ele ningún género y bien
triste momento pa~.t d cle\~taci,,clo qut· no hato-
nudo ~us precauctones rk .tntl'm:ttHl. Por mi parle
no sólo había pccltclo mis mulas por carta desde
Cat acas, si 110 que al 1kgar á Puet to ~ aciunal, 1u-
gar ~obre el :--IagclaktJ.t ele donde arr.tnca el telé-
grafo para Bogot:'t, puse.: un despacho rcco¡nendan-

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So ~Of\S DE \ '1.\Jf~

do la inmediata remisión de las bestias ;l Hon da.


Cuando clescendínJOS :'t Bodega<; y pedí noticias el e
mis elementos ele tran-.porle, se me contestó que
probablemente estarían en los potreros ele Hío Se-
co, pues ;'t orillas ele! río no había puntos donde
hacerlas pastar. Despaché inmediatamente un pro -
pio, que dos horas m{t'i tarde \'f>b·ió diciéndome
que no había mul.t.; ele 111ngún género para 111i
Exceleucia. La cuestión se ponía ardua, no porque
me fu era i m posi blc enCt)ll trarh'i allí si no porq ue,
como decía l\Ioliere, qu'il y a fagots el fagots, hay
mulas y mulas. Las que yo espcrab;t, peclicla<> á un
amigo, que despu(·s ~upe fue engañado por un
ch,tl{tn que le asegmó haberlas remitido, debía n
ser bestia" escogida~, de buen paso, liberales y se-
guras, mientras que aquella.,; que podría conseguir
en Honda, eran enticlacles desconocidas, y en es tos
casos la incógnita se resuch·c generalmente ele una
m;¡ner.t deplorable.
Pronto llegaron al \',1p01·, [¡·es ó cuatro caba -
lleros ele IIoncla, d Sr. Hallam, el S1·. Montero y
varios otros que se pu~iernn en el acto {t nuestra
disposición con um fineza y buena voluntad que
agraclezcu aquí públicamente, animarlo ele la es-
peranza de que csLts líne;ts teng:tn la su(·rte feliz ele
caer bajo sus ojo~.
Por ott·a parll', cli,t;o aquí lo que tendré que
repetir un centc.;nar de vt:ccs : en tierra colombia-
n.t, toclo-; lo'i ohst;'tculo~ qut: la topograf1a ele aque l

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CllADIWS DE \'1.\JE 8r

paí:-; ofrece al \iajero, s~ me han hecho leve-; por


la incansahlc amabilidad de cu,tnta persona he en-
contrado, desde la gente culta ha-;ta el indio mi-
serable, que en medio del camino me ha pmpor-
cionaclo un caballo para reemplaz.tr mi mula can-
sada, sin pretender explotarme y clej.uHin tt mi vo-
luntad h remuneración del sen·icio. Se sufre, sí,
se sufre mucho, pero e-; por las C<htS y nn por los
hombres; Colombi:t. ha n;¡ciclo ayer y -;e imm;: \'<L·
lientemente luchando contra las clificul!acle'> infini-
tas ele su natur;tleza abrupta, c<~prichosa, rica, pero
salvaje. En sus montaiias, una milh ele camino ele
herr;¡cJura vale tanto COlllO una milla de fet roca-
rril en nuestras pampas. No nos quejemos, pues,
y adelante.
Gracias ú la obsequiosidad del Sr. Hallam, ob-
tuve muJac;, que me fueron prometida~ para la ma-
iiana ckl di.t si.~uiente. Todo e..;e clia pa-;aclo en
angu-;tios.t expect;lti\·a, hajo una tempet·,¡(um ele
fuego, fue realmente insoportable. Lo-; pasajeros,
numero'>O<>, como he cl1cho antes, se ocupah;tn en
'Jos prcpar;1tivo<; ele \·i;tje, unos con stt-; mulas ;'t la
mano, CJtros tt·;tl:'tncloLts con los arrieros. T~ecmcl0
entonces lo que cuenta i\f. ,\11Clr6 en su interesante
descripción ch.: C"tc mi~mo vi<~je, puhlic.td() en Le
to11r du 11/0IIclc. P.trece que f11e explotacln <) crn'Ó
serlo por el que le .tlquiló l.ts mttla-; y al traz,¡r
sus recuerdos de \·iaje, lo anakmati:~(·J, lanzando
su nombre á la l'.\ cr.tciún lwm:tna. Pero he aqut

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~OTAS DE VIAJE

que el c.tballero t;:¡n duramente tratado, era un


hombre ele honor que aprovechó su primer \'iaje á
Europa para obtener ele 1\I. Anclré, que no conta-
ba seguramente con la huéspeda, una explicación
completa, poco en consonancia con la alti\·ez del
insulto.
Entretanto, el mi 11 istro inglés, con su numero-
sa familia y sen·idumbre, hacía también sus pre-
para•i,·os para partir al clía '>iguienk. Cílntaha ha-
cer el \'iaje con leiltitucl, y co:110 yo, po1· el contra-
rio, tenía la idea ele ,·olar por la montaña, resolvi-
mos cl~.:spedirnos en la m:~ñana. Las cosas debían
pasar ele otro modo.

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LA NOCHE DE" EL CONSUELO"

En camino - El ordPn cll' la ruare ha '11 imí y Dizzy Lo.; compa·


ikros Littlc Uporgy-Tlwy <ll"f' gonP! La noehr caP-Lo:;
¡H'Ii~ros El c,,n~ucln- El dormitorio común-El cuadro
\"ipnayParí~ El grillo-Laalpargata ElgallodPmi1·~>·
cino-La nociH• dr consuPio-L;t mai1amt L;t naturaleza
IAt tempcratum- El guarapo-gl valll' dt> Uuadua~-EI
caf('-Los indio~ portadorrs g}eterno piano El porquP-
ro La~ intlias 1 iaj<'l"ab La ehichu.

Pasaron las primeras hora:. ele la maiiana y las


segundas y las terceras sin que la'> mulas apare-
cieran . Por fin, después ele momentos en qtte no
brilló la paciencia cristian;t, vimo-; clp.trecer nues-
tras bestiils, que, bien pronto en-;illacl.t-;, no-; per-
mitieron emprender viaje. Pat·tímos todos juntos.
Rompían la march.t las clo-; hijtLts del ministro in-
glés, l\limí ele seis años y Dizzy, ele cinco, clos de
aquel],¡-; criatu1 a'i ideales que ju~tilic ; tn el nombre
de "nielo ele ctsnes" que el poeta dio ;"t las ! ~las
Britúnicas. :Nada nüs; delicioso que esas caritas
blancas, pmas, somosacl.ts, co11 ~us ojitos azules
profundos como el cielo y limpios como él, los
cabellos r11hio'-' cayendo en olld;ls {t los lacios, la
boca graciosa L: 1nmacubda, lllo-.tr;¡nclo, sonrien -
te, los dientecitos. :\<tda 111 "ts ~uan·, nada nl.'ls clul-

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:\OTAS DE \'!AJE

ce. Jamús uqa queja, siempre alegres y obedientes


::'t bordo¡ cada ,·ez que posaba mis labios. s,1brc
una ele cs.ts frcntccit.ts ddicaclas, se me serenaba
el alma al resplandor del recuerdo ele mis niños
querido~, que habí;l!l quedado en la patria, lejos,
hicn lejos ele mi cuc1·po, cerc;t, bit:ll cerca de mi
corazón ....
~Iimí y Dizzy, ron ~Lh g1 .lllcks sombreros ele
paja y su-; lraj¡~cito-; cit.: percal ro-;acio, sentaditas
en un sillón armado en parihuela y conducido i
hombros por cu:ttro indios, parecían dos úngeles
en el fondo ele un alta1·. ILtbÍ,LIJ tomado la delan-
tera al p;tso ,·igoroso ele los portadores y muy
pronto la~ perdimos ele \'i,.;la. ·venía en seguicl.t l,t
sctiora cid nunislro, jove11, elegante, y respirando
<~Ún i.L al!nósfera ari~tocr;'t!lca. ele los salones ele
Viena, última ele las residencias diplnnüticas ele
su marido. Pocas mujnes he vi~to en 1111 ,·id.t mits
valemsas y ;.erenas; jam.b una qut:ja, y en aque-
llos momentos que hacen pcrd T la calma al hom-
lm.! ele ¡,~mpcramcnto m:'ts lr<uJqttiln, 11n.L le\'l: son-
risa siempre ó una p.tlabra de alit:nlu. l~ecuerclo
que en molllcnlos ele llegar ft /~/ CvllSilc/,J, en las cir-
cun:,tancia..; l]lll:: denlm dt· poco d1rl:, h.tlll:tbamos
de \'ien.t y ella me cunl.th.t ;tlgun,t d~ las anl:cclt-
la" caracterísliC.lS de l:l princesa de :\Ic!tcmich ....
Lul:go seguía la marcha el mint:-.tro inglés, piÚCI-
clo, tr:1nc¡uilo y resignado, lln·,ulClo ;:'¡/¡//le Gco1;t;v
en los bra.ws. Porgue /i/1/c Gcor}!y se habí<t rcsts!t-

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LA :\OCI!E DC: "EL CO:\SUELO" 8$

clo con una tenacidad briL'tnic.I, increíble, en sus


clo-; aiios ele edad, {t aceptar tocios In medios ra -
cionales ck tran-.,pork qut: -.e k habían indicado,
taks como los brazos rle Ull indio ;'t pie, una ca-
na sta sobre una mula, {t l,t que J¡,¡rÍ.t conl:apeso
una piedra cll'i otro cnstaclo, un catre lle\·;:¡do;)
hombrd y ..,obre el cual lo ;tcottq,aii;u ía su btJ/IIte,
los brazos ele! JJWÍ/rc d' !t31c/ .... n.tcla, /i/1/c Gcorgy
quería ir con ~u paclrt: y con Stl paclrc fue c.tsi tocio
el camino, sin que L:,te, lmcno, honcl.tc!oso, tu\·ic-
ra un;t palabra ag¡·ia contra el niiio. Sc',lo un mo-
mcnlo /ilí/c Gco1:~r consinti(> en ir conmi.~o, sedu-
cido por 111i poncho mendocino, que me fue nc-
ce,:ario apenas lle¡.;-'tm ·J-; ;¡ las alturas.
Luégo el sen·iciu; el JJWÍ/rc d'!tS/el, inglés, tan
rígido sobre -;u mula como cuando m;'ts !.trclt: mur-
mmab;t ;'t 111i oído: ",\l.trgaux, rH6íl,"- el chef
francés 1icnclo y cbnclos..: ucl.t golpe que l,ts pie-
dras ~e l'~lremLcÍ;Ill ck l'0111p.1sit'>n, y por f1n, las
clos ]H>llle, muchachas ingk,as que j.un{h ha!Jí;¡n
1nont.tclo :'t caballo y que miraban el porYenir con
horror.
H .tbríanwo; anclado 1111.1 !10r,t, ch.trl.IIHlo ami-
gablen.enk, l"l1 nwdto de l.ts dlficultade, de un ca -
mino L'-..p.tn!nso, de~;ce:1diendo casi ;'t pico pur
grad.ts lll~po-..ihles en l.t ll1Pnt tii,t, donde ].¡s mu-
las ha ci:tll pmdtgl•>s clt: l'~!.tbiiidacl, cuando com-
prencli que :1 aqud paso no sólo no llegaríamos;'¡
f./ Cau ut'lo e-,.t t1tJCli•', sino j .. ma,; :'t Bogoü. ,\h.,

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86 XOTAS DE VIAH:

compañeros personales hahían tomado la clel.tnter:t


yú, \'C'Ía yo á mi colega con el cónsul inglés ele Hon-
da y tranquilo sobre su 'ucrte, me despedí, piyué
mi mula y emprendí solo y rápidamente l<tmarcha
haci,l adelante.
Después de media hora de camino, :d doblar
un recodo ele la senda, w:o el pabnqu1n donde
iban illimí y Diay solo, abandonado en medio
del ctmino y las d11s dulcísimas criaturas dentro,
sonriendo al \'erme y cogidas ele las mano<>. Eché
pie á tierra y abraánclolas lc'i pregunté por los
concluc!c)res. Tltcy are l!OJtc! me dijeron sim-
plemente. i'llirl: alrededor y \'i una C'ipecit• de
choza que tenÍ;¡ aspecto ele venta; lo'> indios ha-
bían ab;tnclonaclo allí ;'t l.ts niíias para irse ;l to-
mar guampa. Y el sol rajante caÍ<t sobre ellas y
sus ojito'i empezaban ;'t tener la fnsforescenci<I ele la
fiebre! Atl: mi mula, saqtté del horno;', J;¡_s pohrL·s
criatur:ts, l<h coloqué ;'t la sombra de una roca s;t-
liente y tonnnclo el 11tigo por l.t sotera, me entré
á la venta con la sana Inkncit'Jn ele pegar una tun-
da á aquella canalla :i la menor obser\'ación ....
Pe1 o en la humilcl.tcl con que me contestaron, en
los ojos llenos de asombro que cl.t\·aban en mí, me
apercibí bien pronto ele que no sospechaban ni
remotamente la cau~a de mi enojo, pareciéndole:;
lo m;'ts natural que los nii10s p.tsaran su \'Í(b entc:-
ra bajo Jos rayos del sol. E\'1tl: discusiones, los
hice altr, coloqué á mis angelitos en el palanquín

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LA XOCIIE DE "J~L COXSCELO" 87

y ordenando la mar-::ha, comprcncli qut: me sena


m{ts fáci 1 <~noj;mne ;'t un despeñadero á uno de
los l,tdos del camino, antes que dcj<tr solit:1s á l\fi-
mí y ;1 Dizzy. En el primer punto ;'t propó~ito
hice hac~r alto y allí esperamos la reunión ele la
caravana que tan atr{t<; había qucclaclo. Entretanto
la noche comenzaba ;'t \'enir y juzgué que por ma-
ycncs esftH:rzos que hiciéramos no nos sería mate-
rialmente posible lle.~ar ;'t Gtnclu;ts, como er;¡ el
programa. Lo comuniqué así apenas llegaron los
amigos, ele quienes se había sep.t raclo yá el cónsul
inglés, y ele común acuerdo resolvímos seguir aclr-
lante hasta donclf fuera posible. Bien pronto las
sombras cayeron por completo, el c:unino se nos
hizo i tl\'isi blc y las su bielas y bajadas a hruptas, rí-
gidas, capaces ele dar Yértigo, nüs ft·ecurntes. Las
mula'> marchaban lenta, lent<;mcnte, lijando el pie
con profunda prudencia, pero destroz;'111donos ~~
veces las rodillas contra hs rocas que no \'CÍamos
en la intensa oscuridad. El ministro inglés pre-
lenclía echar pie á tierra pm el peligro que corría
su hijo; le hice ohsen·ar que las piern;¡s ele la mu-
la eran más seguras que las suyas y no se desmon-
tó. Puse un 11/0ZO de pi<! {t la mula ele la señora y
me encargul: pcrscmalmentc ele mis amiguitas del
palanquín. Unligcm ruido ;'tia espalda ele la colum-
na y algunas ris;ts ahogadas me hiciemn saber
que el cl~tf acababa de caer, pero con feliciclacl.
Acord;\ndome de un con:;cjo ele uucstros gauchos

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88 :\OTAS DE \'IAJF:

cuando march;tn por la pampa en hs tinieblas de


la noche, encargué :'t :\Iounscy no fumar y sobre
tocio no encender fósforos.
Así marciJ;'unos hasta las llltc\·c ele la noche;
las mulas, trabajando en la oscuricl.tcl, comcnza·
ban ;'t fatig,u·se y el riesgn de una caíd:t se hacía
pm momentos nüs inminente. Debíamos haber
snhiclo algunos centenares de pies, pmqu-: el irío
cnntetlz,tba :'t hacerse sentir, a-;í como el hambre,
que no olvicb jamás suc.; derechos. L:t situación, en
una p:tl.tbr:i, ~e h:teía tan insostenible, que yo mis-
mo creía oír u11 vago y bajo rumm ele reproche por
mi s;tcrificio en el fondn ele mi egoísmo, cuando
un;L voz ele lo-; portaclotc-; del p;tlanquín, se hizo
oír en el silencio del cansancio, diciendo simple-
mente: ''Aquí es El Cvusuclv!"
DudD que h dulce p:tbbra haya j.tm;'¡..; lleg:¡do
á oídos human >S nüs impregn.tcl.t eL promesas.
Todos hablaron :'t un tiempo, si.n oírse, pot·quc el
tono ck\',tClo del coro er:~ llc,·aclo por un enorme
p<.:tTo qu1• nos laclr:-tha ele Uil.l mane1·a desaforada
y que bifurcah;t mi insp¡r,tcic'>n entre los deseos
ele atraerlo co:1 buena~ palailra~ ú el ele pegarle un
tim. Ecll{uno~ pie c't tierra, dimos, en medio de la
oscuridad, con una puc.;rta que se abric'l á fuerza
ti<.: golpes y pc11<.:1rámos c't una pieza cuaclracla, clé-
htlmentc iluminada por algutHh candilc-; y den-
tro de la cu:-tl había tinas quince persona<:, algunas
preparando sus lechos, otras al retl<.:dor de una
m<.:s;t huérfana aún de comestibles, etc.

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LA :t\OCHE DE 1
'EL CONSUELO'' 89

Aquella avalancha puso perplejo ;t\ duei'lo de


casa que nos clechró le era impo-;ible cLtrnos co-
modidades, pero que si hubil:ramo,; avis.tdo! ...
La gran pieza com11nicaba por una puerta á la
derecha con una especie ele pulpe1·ía donde una
muj er, con la nw.io¡· \'olnntacl cid mundo, clcspa·
chaba una c. tntid acl inconcebiGIL: de tragos. A la
izqtuercLt se pre~ent t ba otra put'rtiLt, que dab.t á un
cuarto ¡ele dos metro<; ele ancho por tres ele largo.
La tom(; por as tito, cles:tlojando dos(¡ tres viaje·
ros que e~t:lb;tn allí y que Lt cedieron gentilmen-
te,(; instaL'tmth en ella :'t ;\fistre:;s ;\foun,;ey, los tres
niños y la-; dos maids. Lul:go trat:í.mos ele bus-
car algo que cen.tr; habí.t huc\'Os y chocolate y
aunque un roastbeef habría \·enicl•) mejnr, aque-
llo nos supo [t cielo, conclimenLtdo con Lt salsa
del Eurotas.
Un:t \'CZ .u-regbcl.t la sei'ior,t y gente menuda,
pensúmo'i un momento en no'iotms. ~;o había
más picz,t que la que ocupúbamos y c11 ella, dentro
ele aqnella atmósfera saturad,1 ele comida y humo
ele tabaco, dehíamo-; dormir nn menos ele veinte
personas. Conseguimos con ~roun~cy dos catres,
trancámo-; con ellos la puel"(,¡ del cuarl1lo, nos to-
nümos un enorme.; trago de Lm,ndy y t:llnll\• ién-
clonos en nu estras mantas, y sin s.tc.mws ni Lt cor-
bata, nos tenclím os sobre Lt Ion,\ dura y desnivc.;-
lacla.
8

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NOTAS DE VIAJE

Aquí comenzaron las aventuras de aquella


noche memorable, que recuerdo siempre como
una ironía bajo el nombre de la "noche ele El Con-
suelo" y cuyas peripecias quiern consignar, porque
persisten siempre en mi memoria y no de una ma ·
nera ingrata.
El cuadro era c;¡racterísttC\Jj los cohabitantes
de la pieza eran ele toe! as la~ Jerarquías sociale~. Al·
gunos compañero::; ele \·iaj t:, comerciantes, diputa·
dos, arrieros, sirviente~. cocineros, ministrt)S, di-
plomáticos, etc. Unos en l'l suelo, otros en catres,
dos ó trc-; hamacas p..:nclientl.:s del techo, aquí un
dewelado, allí ur1 hombre feliz, dormido yá como
una piedra, aquél que prolongaba su toilette ele
noche~·~ la luz ele un candil murlL:cino por cuya
extinción suspiráh,tmos y, al través ele la puerta
de la pulpen ,t, el confu-,o ruiclo ele nuestros por-
tadores y sir\·rente-;, qu e pretendían matar la
noche alegremente.
1 os mir<'t bamos con Mounsey y no podíamos

m ·~ nos que reímo~.


-(. l).')llde vtvía u-;tul en Europa antes de em-
b:trcar:::.e? me preguntó.
-En el Granel JltÍ!d, en J>arí~.
-¿ Dónde ccnú por última \'ez '~
-Che::: Uiguon, .l;•cnnc cle.I'Opha.
-A ver· el1ncnu.
Le narraba. una ck c..;as pequeñas cenas elelrcio-
sas en que todo es clelicaclo, y luégo, en \'enganza,

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11
LA NOCHE DE EL CO:\'SUELO" 91

le hacía conhr una soirée en casa ele algún emba-


jador en Viena.
Al fin se hizo la oscuridad, no~ dimos las
buenas noches, todo quedó en silencio y mientras
con los oj()s abiertos como ascuas mirábamos el
techo invisible, el espíritu comenzó á vagar por
mundos lejanos, á recordar, :'t esperar, á echar
J!.lobos, según la frase característica ele los colom-
biano-;.
Fue en ese momento cuando, precisamente
bajo la cama de Moun<;ey, que estaba pegada á la
mía, empezó ú hacerse oír el grillo más atenorado
que he escuchado en mi \'ida; el falsete atroz y mo - l
nótono me crispaba el alma. Lo sufrimos cinco mi -
nutos, pero como el miserable anunciaba en la \·a-
len tía ele su entonación el propósito de continuar
la noche t:ntera, organizámos una caza que no dio
res u 1lado. n vecino, cleclar[¡ ndose competente en
la materia, pidió penniso para echar ~u cuarto á
espada, cogió el candil y aunque t;Imbil:n dio un
fiasco absoluto, me permitió \·er vagando por el
cuarto ele un;¡ venLl en l;¡s montañas andinas, la
vera eflgie ele Don Quijok, cuando abandonaba el
lecho en altas horas cll! la 11ochc y pasea ha su escue-
la figura, gesticlllanclo con la lectura ele las famosas
hazaii.ts ele G;tLtor. Por fin, el dueño de ca-;a cn-
treabi·ió la puert.t de la pulpería, tendió el oído y
como hombre h;tbituado {tesos pequei1o~ inciden-
tes ele la vid.t, '->L dio vuelta tranquilamente y elijo {t
la mujer que despachaba en el mostrador:

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NOTAS DE VIAJE

- Ruperta, dame la alpargata.


Si aquel hombre hubiera dicho: "clame mwal-
pargala," no me habría l l an~ado l.t atención. Pero
aquella, e!'a especificación concreta de un incli\·i-
duo de la especie, me hizo incorporarme en el le-
cho y mirar por la puerta entreabierta. Ruperta se
dirigió á un ri neón, que estaba al alcance de mi mi-
rada, y des colgó de un cl.t\'0 un apar<tlo chato,
que un ligero examen po..,lerior rc\·l:IÓ ser una, ó
mejor dicho, la alpargatt. El ventero la tomó, se
armó ele un candil, \·ino recto á la .cama ele ;\l uutt-
sey y tendió el oído. El inf.mte grillo, por una in-
tuición del genio, como se llam.tn en la \'ida las
casualidades, había callado un momento. Nada le
valió! Al prim er grlrj eo, ¡·;'tpicln, enérgico, sin va-
cibción, como el memmi -.t.L qtt c h:tcc un citlculo
ante la concurrencia ah<.or t:1, el n :nll't o, ele un
golpe, lo .tplastó contra l.t pared.
-Ruperta, tomá In :tlp .trg.da.
Y el instrumento el e mu cl'l c, krrihl e {L los co-
leópteros en manos ele aqt1 cl ho 1tthre, vo lvió {L re-
posar suspendido en el chvo traclicJonal.
Las horac; pa~ahan lenta~ en el ino.;omnio, re-
belde al can-;ancio. Al trav(·s ck 1.t p11crta oía el
respirar puro y sereno ck Jo-; niiich, y lej .lllO, el
ruido de un cencerro L'n el cu ello ck una mula,
que me traía el recuerdo dl: .tq uella~ noch es pa-;a-
das entre las gargantas ele In-. .\ncles argcntiJJns. Si
el que lee estas líneas ha pa-.aclo alguha noche se-

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LA NOCHE DE "EL CONSUELO" 93

mepnto, lejos ele su patria, baJO l.ts mil c¡¡·cunstan-


cias que excitan el espíritu, ~abri que es uno ele los
únicos momentos ele Lt vida en que el insomnio no
es nna amargura insoportable. ¡Se piensa en tintas
cosa<;!¡ P,tsan éstas ta'l r:1picl.h y encantadora-:! Y
así, la imaginación mece el alma y el cuerpo en si-
lencio, c-omo el ca rcelero conmovido ante los jne·
gos inocentes de los niños que cu.;todi;l, acept<t la
vigilia p:tra contcmphr Lh rondas arnwniosas de
su-: huéspedes sublimes ....
Por fin, la honda l.tsitucl \'cncil·J. El sueiio im·
palpable comenzaba á IJ;¡jar sobre 11Jis ¡ürpaclos,
cuando al pie mismo de mi cama, casi ~1 mi oído,
resonó el canto cit.: gallo m:'ts histé1·ico, c~triclente,
que me haya r;t\~;tcln el tímp.tno sobre la tierra.
Quedé aniquilado! A má-; ele comprender que ltt
alpargata -;cría innocua contra semejante enemigo,
vi que todos dormían. Tn.',.; minutos después, nue-
va edición, nüs úspera aún, si es posible. ¿Qué ha-
cer? ;\fe incurporé en el lecho, me orienté un mo-
mento y lancé el br,¡zn ;'t vagar por la O'iCuridad
en la espcranz.t ele que clwcara con el cuello del
mald ecido animal, lo que lite permil1rÍ,1 con\'el tir
mis dedos en tlll garrote \'ii.
-¿Qué husct, doctor? diJO Ull.t \'OZ ¡'¡mi iz.
qui ercl.1, l]IIC reconncí pt>r la dt.: tliVJ ele mis com·
pai1ems ele Yiajc.
-Psit! T1.tlo de echar m.uh> ;'¡ este maldito
g.lilo l[lle no 11 JS d.:ja clnr:mr y retorcerle el pes·
Cllt:ZO.

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94 NOTAS DE VIAJE

-Pido á usted mil perdones, señor, pero la


culpa la tiene mi muchacho, á quten encargué ano-
che me coloc:~ra el gallo en sitio segllro; el animal
lo ha traído aquí.
-¡Ah! ¿conque es suyo?
--Y de mucho mérito, .:;eñor. Lo traigo desde
Panamá y espero ganar mucho con él en la galle-
r.t de Bngot{t. Pido gracia.
Y en ohsequio ú Jos intereses el~.: mi vecino, pa-
s:'tmos el resto de la noche en blanco, con los
oído, destroz;1dos y esperando ansiosos el alba,
que al fin apareció.
T{tl fue la "noche de El Co11S11elo."

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LAS ULTIMAS JORNADAS

El Flote¿ del T'alle-- De c:uadua~ á Villt'!a Ruda jol'lo:ula-La


mula - El hotPI dr Vii!Pta - rro~pitalidatl C'ariiio~a !'aria-
mento con nn indio--Con igo un cahallo-l'himhc-Ltt
Pterna ttsccnsiiÍu ·-l' n rccner1lo dP SchiiiPr - El frío ;tl·an-
za-DcsprdidtL-lin recuerdo al qtu: parti(, tq:wahtrga-
La calzada-El Alfo del Rr¡IJle- Ln Sabana !lr Bogotá-
Manzanos Facatatirú- T<.:n Bo¡rntá.

No fue poco trabajo por la maiiana rt'unir to-


dos los elementos ele viaje, desde la<; mulas Justa
Jos indios portadnres. Pero no nos clábanw'i pris.t,
porque habíamos resuelto hacer e,;e día una jorna-
da corta, para ciar descansrJ ú la-; señora'i y ;'t los
niños. No me oh·iclaré ele una niííita de siete años,
de Panamú, que un caballero llevaba {t Bogotá p<tra
entregarla ú su:.; padres. Silenciosa, sotmendo siem-
pre, trepaclita en una mula caprichosa, hizo toda
la marcha sin mantfcstar el menor cansancio. En
la cabeza sólo lle\•aba un sombrerito ele paja, de
al,ts estrechas. En lo-; duros momentos del medio
clí<t, cuando el sol caía ;'¡ plomo, abras ;'t ndome el
cr;'tneo prolcgtdo por el l!c/nwl!t, snlt,l ;tcercarme
á ella. "¿Qu(· tal \·amos, amiguita?-:\Iuy bien, se-
ñor.~::--.Jo esta can-;ada, no quiere un quita-sol?

-N o, seiior; gracia_. La m u lita tiene buen paso.

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NOTAS DE VIAJE

Y yo \'t'Ía la pobre criatura s,tcudirse sobre la silla


á impul:;o del endemoniado trote mular! Pneclen
las clesventurac; de la vida caer sobre esa niña, me
decía á mí lllismo; encontrarán con quién hablar.
Fue á In salida ele El Cons11elo cloncle nos aperci-
bimos del sitio en que nos encontr;'tbamos y ele su
estupencb belleza. Nuestro albergue nocl twlO es·
taba silt•ado en la cúspide de la primera c.tclena
montaño-.;a que hay que atraves;u· para lleg tr á Bo -
gotá.,\ tocios lados, valles profundo-; cuyo fondo
se entre\·eía {t través de la bruma flotant e que se
columpiaba á nuestros pies. A la espalda, la cinta
ancha y hriiLtnte del i\hgclalcna, extencliénclose
hasb donde la \·ista alc.unaba; al frente, una sr rie
de montañas imponentes y somhrías. Cu:'111tas ve·
ces, al tr,tsp.t.;ar esos cetTo.; monnment;tle-; y al
aparecer á lo lejos otros m{ts altos aún, miraba á
mi mula, cuya-; orejas batían nwnótona.; y caden-
ciosas, pregunl;'tnclome si esa (qr(ug:t me lle\'aría á
la región ele la;; ~tguilas!
La marckt era lenta, porque no podíamos eles-
prender nuestras miradas de la vegetación sobera-
na c¡ue se levantaba como una si11fonía poderosa
en la falda de la montaña. ¿ Qu6 árboles eran
aquellos? ¿Qu6 nombres llevan en la clasificación
ele Linno;o e.;.ts inlinil'ls fibrilla-; que entrelaz.tn SU'-'
troncos, clefencliénclolos del :;ol y conscrv;'111dol:!s
una atmósfera de eterna frcscma? ¿Cómo nombrar
esas mil Oores, ostentando los colores del iris, q ue

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LAS ÚLTIMAS JORNADA 91
se inclinan sobre la senda estrecha y mecen sus
racimos sobre la frente del viajero? No lo sabía, no
quería saberlo, no lo sabré nunca. ¿Se necesita
acaso conocer las leyes físicas que determinan la
tempestad para gozar de su aspecto soberbio?
Aqneii<J <.:r<l una mezcla de la violenta vegetación
alpina y de la lujosa florescencia tropical. Costeá·
bamos la montaña por una estrecha senda practi·
cada en sn flanco. A la izquierda, el abismo, adi·
vinado por la razón mis que visto por los ojos.
Los árboles que arraigaban sus troncos allá en el
perdido fondo, le\'antaban sus copas hasta nos·
otros, las confundían y formaban un amplio toldo
unido é impenetrable. De pronto una cascada ju-
guetona bajaba de la montaña é iba á alimentar el
hilo de agua imperceptible que serpeaba en el va-
lle. Esa sección del camino es tal vez la más có-
moda; salvo unas cuantas pendientes sumamente
inclinadas y que fatigan en extremo por la penosa
posición que hay que conservar sobre la mula, la
mayor parte ele la ruta está bien conservada. Des-
ele las once ele la mañana, el sol comenzó á mo-
lestarnos vivamente; las bestias se tornan reacias,
la vista se fatiga con Ir\ lejana y constante reverbe-
ración y una sed implacable empieza á devorarnos.
Nos acercimos á una ó dos chozas encontradas en
el tr[tnsito; pero las buenas mujeres que las ocupa-
ban nos invitaron {t no tomar el agua que pedía-
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NOTAS DE VIAl F.:

mos y que nos sería noci\'a, Fue entonces cuando


acudimos al ~11arapo, el jugo ele la caíia ligeratnen·
te fermentado, que constituye una bebida sana y
fortificante.
A la una y media de la tarde estuvimos en ifl
cumbre de una montatia que trep:'tbamo-;; desde
temprano y que nos parecía inacabable. De ·ele allí
dominábamos el precioso valle ele Gu:tdua~ (caíias),
el más pintoresco ele lo'i que he encontrado en mi
camino y en cuyo centro brilla en su blancura la
aldea que lleva su nombre. Es esa una ele las re-
giones más privilegiadas ele Colo111hia para el cul-
ti\'0 del café, cuyo grano rojn, clcstac:'tnclose ele
entre el verde follaje de los extensos cafetales que
nos rodeaban, daba anim<1ción al paisaje. El caft:
ele Guaduas, cerno el ele otros puntos en Colom-
bia, igualmente reputados, es infinitamente supe-
rior á las marcas mejor cotizacht'i en el comf'rcio.
Lo distingue, como al Yttngas, un ~ahor incotn·
parable, aunque no tiene d periutllc sin igual del
Mo ka. Creo que una mezcla de tres partes ele Gua.
duas y una de l\fok:t. haría una bebtda capaz de
estremecer al viejo \'u:t:ure en su tumba.
Otra particularidad del ,·alle, son las caíias que
le han dado el nombre. Algunas alcaman :'1 llllt·
chos metros ele altura, con un di:'tmetro ele 2n ;'t 25
centímetros. Los inclios las emple<'.n, por su resis-
tencia y poco peso, para hact:r las parihuela<; en que
trasportan á humuro todo aquello que no puede

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LAS ÚLTIMAS JORNADAS 99
er conducido por una mula, como pianos, espe-
jos, maquinarias, muebles, etc.
\'amos encontrando á cad,1 paso caravanas de
indios portadores, conduciendo el eterno piano.
Hara es la casa ele Bogotá que no lo tiene, aun la~
má'l humildes. Las familias hacen sacrificios ele
tocio g6nero para comprar el instrumento que les
cuesta !re~ \'eces más que en toda otra parte del
mundo. Figuraos el recargo de flete que pesa sobre
un piano; trasporte de l:t fábrica á Saint-Nazaire,
ele allí ft B:¡rranquilla, veinte ó treinta días; de allí
{t Honcl<~, quince ó veinte, si el Magdalena lo
permite; luégo, ocho ó diez hombres para llevarlo
;\ hombro durante dos ó tres semanas! Encorl'a-
dos, sudorosos, apoyándose en los grandes basto-
nes que les sirven para sostener el piano en su~
momentos ele de canso, esos pobres indios trEpan
declives de una inclinación casi imposible para la
mula. En esos casos, el peso cae sobre los cuatro
ele atrás, que es necesario relevar cada cinco minu-
tos. A veces la fuerzas se ilgotan, el piano \'ie-
ne al suelo y queda en medio del camino. Así
hemos encontrado calderas para motores fijos,
muebles pesados, etc. Nadie los toca y no hay
ejemplo de que se haya perdido uno solo ele esos
depósitos entregados á la buena fe general.
Muchas veces oíamos el grito gutural de un
conductor de cerdos que empujaba su piara hacia
delantt:. Con todos trababa conversación; rasgo

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100 OTAS DE \'JA!l~

curioso: 1·an generalmente descalzo:=;, pno llevan


en b cintur:t, :"t guisa de puíial, un par de alparga-
tas nuc\·ecil:ts. A 111:'ts, al flanco, la etern.t pciui!la,
el facóll de tlliC!'tro:-; gauchos, hoja larga, chata y
afilacb. El aspecto ele esos hombres, cubiertos de
pol1·o y suclm, ttJeclio desnudos, clesgrcíiacln~, en-
ronquecidos por la producción cuntinua ele lltl
grito gutural, ;'¡-;pero 6 inten so , es realmente sal-
,·;¡je. Son lll11nild c'i ,. p:tcientc~. -" Buen día, ami-
go.-Bueno~ días, su merced. -¿ De qué: parte ,·ie-
nc?-Del Tolima (ó ele Antioqui t) -¿. Cuúntos días
trae ele ,·iaje?-Trcitlt:l (ó cu:Jrenta)--¿ Por clónclc
pasó el l\lagcblena?-·-Frentc :"t Ambalena (ó á
Narc).--Etc., etc. Nunca dejan ele pedir el cunrfi·
!lo que una 1·ez en su poder, se convierte inmcclia-
tamente en chicha ó gua¡·;¡po, sobre todo en r.:hicha
(el note ele C,>lolllbia), en la próxima parada.
Se encuentran :'1 ccntet!ares indias encorvadas
bajo el pe~o y el volumen ele las ollas, cántaros,
hornallas, cte., ele b:ttTO cocido que llevan á la es-
palda; vienen sola..,, de más lejos :tún que los por-
queros y después ele do,; ó tres meses de marcha,
vuell'en á su pueblo con un benef}cio ele un par
ele pesos fuerte~! Puel>lo tuclo, trabajador, pacien-
te, con aqut:l f.ttalismo indio, mús intenso y calla-
do que el árabe, será un elemento ele r;'tpido pro-
greso para Colotnhia el día c.:n qu e se implan-
ten en su suelo las industrias europeas. Pero ante
todo, hay que desarraigar en los tnclio,; el hábito

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LAS éLTillfAS JORNADAS IOI

ele l.t chicha, funesta fermentación del maíz, cuyo


uso con~tante ac:tha por atmfl:tr el ccr~.:lJro. En
Boootá
::.
he noLtclo con a<;omhr(J la vivez<~ chis-
peante ele lo<; cachljvs clé la calle (pilluel!ls), cuyas
re~.;puC:'stas en nach desmerecerían de las ocurren-
cias de unga111Íil del boule7'(1rt{. Entretanto, los in-
dios adultos tienen la fl~onomía muerta y el espí-
rittt emhottclo. Los estragos de l:t chicha on te·
!Tibies, sobre todo en lac; mujeres, aglomeradas
sie111prc en las puertas de los inmundos almacenes
donde se expende la bebida fatal. Abotagadas, su·
cias, vacilantes en la marcha, hasta las más jóvenes
presentln el aspecto ele una decrepitud prematu-
ra. El ajenjo, veneno lento, cla por 1'0 menos cier-
ta exci !ación artificial; la chicha e m hrutece como
el opio ....
Hénos, por fin, en el bonito Ilotel del T!allc,
situado á la entrada del pueblo cié Guacluas y úni-
co albergue decente en tocio el camino ele Honda
á Bogotá. H<ty, sin embargo, mucha gente y es
neces;1rio contentarse con poco. Allí pa<iámoc.; todo
ese día, porque resueltamente había clecidiclo no
s!.:paranne ele mis comp<tñeros ele viaje. Y;'t somos
buenos amigos con :\fimí y Dizzy y li/1/c Georgy
empieza f1 tenderme los bracitos.
· La tercera jornada, que emprendemos como
siempre ;í \a<; ocho ele la maiian;¡, habiéndonos
dado cita p<tra las seis, será también muy corta,
pues pensámos detenernos en V!llcta, adonde lle·

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I02 NOTAS DE VIAJE

garemos :'t las tres ele 1" tarde. Fue, sin e m b"rgo,
su mamen te cima, porque la temperatura, que: en
Guaclua<; era deliciosa, se elevaba constantemente
á medida que cl~scendíamos al fondo ele embudo
en que está situada Villeta. Ese descenso intermi·
n;tble, por un camino que la calzada ele piedra
clestruícl" hace imposible; el sol, que caía {t plomo;
!" mula Cilnsada, afi1·mando el pie lentamente en
las pnntas de los guijarros sueltos, todo empezaba
á darnos fiebre. Además, vcíamo~ á Villeta allí en
el fondo, casi al alcance de la mano, tál era el efec-
to de perspectiva y marchábamos, marchábamos
tras la aldea que parecí" alejarse á medida que
avanzáb"mos.
Como la senda es estrecha, no hay ni aun el
recurso ele la conversación, pues es necesario mar-
char uno á uno. Tan pronto atrás, tan pronto ade-
lante, en todas p'artes mal. En el momento en que
escribo estas líneas, annque bien lejos de mi tic.
rra, no veo yá mulas en el porvenir de mi vida.
Sólo el cielo sabe las pereg1 inaciones que aún me
esperan, pero no será jilmás por un acto espontá-
neo ele mi \'Oiuntacl como \'Ol\'eré á treparme en
una mula. Cada \'CZ que en mis largos viajes de
ferrocarril, cuando después de veinte ó treinta ho·
ras de inmoviliclacl, no ::;e tiene yá postura, entra en
mi espíritu aquel m;¡J humor que todos conocen,
no tengo mú-; que acordarme ele la mula .... para
sentirme fresco, alegre y dispuesto. La que yo lle-

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LA ÚLTIMAS JORNADAS ro3

vaha en ese momento era detestable, reacia, lerda,


con una cojera endemoniada, y á má", con una
costumbre de la-; m ~s amenas. Como la senda
es estrecha, según he dicho, cada vez que viene
un dirección contraria una recua de mulas cargadas,
hay que tomar precauciones infinitas á fin de no
destrozarse las rodillas contra los costales ó no ir á
dar al abismo. Pues mi mula tenía la manía de acer-
carse, de estrecharse contra todos los congéneres
que encontraba á su paso. No le escaseaba re-
primendas; pero la vír:tima era yo, que tenía pier-
nas y brazo,; dislocados. Las mulas de carga, ren-
didas por una ascensión penosa, se echan al suelo
inmediatamente que los ;-¡rrieros, que las guían á
pie y á gritos, dan la voz de ;-¡Jto. A~i, eu;¡ndo mi
amigo el poeta 'chileno Soffia, que representa á
su país en Colllmhia, llegó {t Honcb, vi:-;to su vo-
illmen considerable y para mayor seguridad, se le
dio una robus!:t mula ele carga, qtw, sin el menor
discernimiento entre una cajón de loza y un diplo-
mático, se cch;-¡ha al suelo en el acto que el jinete
la detenía, lo que no contri huía, p tra éste, á au-
mentar lo,; encantos del \·iajc.
Las autoridades locales ele Villet.t, con algunos
nmables vecinos que se habían unicln, salieron á
recibirnos y áconducirno· al hotel. ¡Al hotel! Un
bogotano se pone p{tliclo al oír lllencionar el hotel
ele \'illeta: ¡qué sería de nosotros cuando contem-
pláramo'i la re;didacl! Feli7,mente para mí, ·e m<,: a vi-

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104 NOTAS DE VIAJE

só que un amigo me había hecho preparar aloja-


miento en una casa particular. Fui allí y recibí la
mfts cariño. a acogida de parte de la señora Moure,
que, junto con las aguas termales y un inmf.nso ár-
bol de la plaza, constituye lo único bueno que hay
en Vi lleta, según aseguran las malas lenguas ele Bo-
gotá. ¡Qué delicioso me pareció aquel cuartito, lim-
pio como un ampo, sereno, silencioso! Había una
cama!! Una cama, con almohada, sábanas y cobijas!
Hacía un mes que no conocía ese lujo asi{ttico. La
dulce anciana cariñosa, rodeándome de todas las
imagiAables atenciones, me traía á la memoria el
hogar lejano y otra cabeza blanqueada como la
suya, haciendo el bien sobre la tierril.
Cuando á la mañana siguiente llegué al hotel,
fresco, bañado, rozagante, mi colega inglés me
miró con unos ojos feroces. Habían pasado una
noche infernal, compartiendo las camas(?) con
un;¡ cantidad tál de bichos desconocidos, que las
dos ó tres cajas de polvo insecticida qnc habían
esparcido por precaución, sólo habían servido
para abrirles el apetito!
Partí aclel;¡nte solo, para hacer preparar el al-
muerzo en Chimbe. A la hora de camino, la mula
se me cansó clefiniti\·amente; ni la espuela ni el lá-
tigo eran suficientes. \\le encontraba aislaclo, en
un terreno desconocido, al pie de una cuesta ele
u na i ncl inilción absurda. ¿Qué hacer? Busqué la
sombra de un árbol, me tendí, encendí filosófica·

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LAS l'LTil\IAS JORNADAS TOS

mente un cig;¡rro y esperé, mientra~ los grillos


cantaban á mi alrecleclor y f'l sol se levantaba ar-
diente como un;¡ ascua en un cielo de una pnreza
profunda. Un cuarto de hora después, algun;¡s
piedras pequeñas que rodaban me indicaron que
alguien bajaba la cuesta. No tardó en aparecer un
indio tnontaclo en un caballito alaz:ín, fbco, pero
ele piernas cleJg;¡cJas y net·viosas. l\le pat·é en me-
dio del camino y it veinte pa<>os mi hombre se ele-
tuvo intrigado sin duela por mi tr.tjt> exótico L:n
aquellos paraj es. Aún no llevaba el traje colom-
biano de viaje, que más tarde adopté por Stt co-
mocliclacl. Un casco ele lns que: los oficiales in.~le­
s~·s usan en la 1nclia, un poncho largo de .~ uan:t­
co (el cariñoso compañero que n;e acomp:tñó ele
Mencloza :'t Chile y que hoy ha cll'sccndido ú las
humildes funciones de couvrcpicd en lo~ ferroca- ·
rriles) y una'> bolas granacL:ra:.; constlluí:tn mi toi-
lette clel mnmento. El indio abrió tamaños ojos
cuando oyó s;tlir del fondo ele aqnella ;tpat·ic icín
una voz qu¡; hablaba esp.tñol cnn clariclacl hastan-
1t..: para hacerle comprender que 111i mocles!l> ele
s.co era cambiar mi 11111la c;tnsacl.t pm su cabalJ,,
fresco. No sé si habría llegado hasta c:l crimen ~i
aquel hombre se resiste; pero pm lo lllC.~Jws e-;t,tha
clispue~(o {t tnclos los s;tcrilicio ·. El indio meditó
largamente, ecltó pie :'t ti erra, hizo un trueque de
monturas y me encargó que entregara el caballo á
fulano, ell Agualarga. :\I1 criado, que venía atrás,

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ro6 NOTAS DE VIAJ:g

al píe ele la mula que montaba á una de las niñitas,


se enc;¡rgaría ele mi exhausta montura.-" Ahora,
:1mígo, arreglemos el alquiler."- Daba vueltas el
sombrero de paja, sacaba y volvía á meter en la
cintura el inevitable par de alpargatas nueva!', me
hablaba largamente de las condiciones de su aJ;¡.
zin, que tenía galnpe, cosa rara en los caballos de
montaña, etc. Por fin reventó: quería tres pesos
fuertes! Oh indio ingenuo, descendiente del que
dab:1 al español un puñado de oro por una cuenta
de vidrio! Fue magnánimo y le di cinco, lo que
me \'alió algunos consejos sobre la manera ele ace-
lerar la marcha del alazán.
Por fin llegué ~~ Chimbe, de~pués ele traspasar
monbña<; y montañas. Cuando, vencicl;¡ una cum-
bre, se me presentaba otra más ele\'acla aún, so-
lía detenerme y preguntarme si no era juguete
ele alguna mistificación colosal. ¿Adónde voy?
¿Cómo es posible que allá, tra'i esos cerros gigan-
tes, en c:;a<; cimas que se pierden en las nubes, ha-
bite un pu eb lo, exista una ciudad, una sociedad
civiliz:lcla? Sólu me rendía ante el piano eterno
que pa-;ah:l á mi lado sobre el hombro dolorido
de diez indios jadeantes. Arriba, pues. No sé si á
alguno de los hijos de Bufnos Aires, nacidos y
educados con el e-;pectáculo ele la pampa siempre
abierta, h:1 ocurrido en su primer viaje en países
montañosos el mi smo ienómeno que á mí, esto es,
scrme lll'Cesario un esfuerzo para persuadirme de

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LAS ÚLTIMAS JORNADAS 107

qu e en los estrecho~ valles, en las cuestas inclina-


das, vive un pueblo, de hábitos sedentarios y con
un organismo social an3logo al nuéstro. Recuerdo
que viajando en Suiza, por primera vez (venía ele
las llanuras lombardas), me preguntaba cómo los
homhres podían apegarse á las rocas frías y esté-
riles tan rebeldes (t la l<1hor humana, en vez ele ir
á sentar sus reales en las ticr;·as fecundas y gene-
rosas, donde la azada se pierde sin esfuerzo. E:;a
misma noche, Schi!Jcr me contcsl:lba en este diá-
logo admir(lhle entre Tcll y su hijo:
11
WALTHER, mostrando el Ba111zberg. Padre, ¿es
cierto que sobre esta motlt(lña los ;'trbnlcs sangran
cuando se les hiere con el hacha?
Ti~LL. ¿Quién te ha dicho eso, niño?
\VA LTHim. El pastor cuenta que hély una ma·
gia en esos árboles y que cuando un hombre los
ha maltratado, su m(lno sale de la fosa después ele
su muerte.
TELL. Hay una magia en <'"Os ;'u·holes, es cier-
to. ¿Ves :tll(t ;'t lo leJOS esa:> altao.; montañas cuya
punta blanca se levanta ha<;ta el cielo?
\V ALTHET{. Son los nevados que clmante la no-
che resttt>n .tn cnmo el trueno y de cloncle caen las
a vaLtnchas.
TELL. Sí, hijo mín; hace mucho tiempo que
las a\·alanchas habrían enterrado la aldea de Alt-
clorf, si la sel\·a que estú ahí arriba ele nosotros no
le sirvier,\ ele halua1 k.

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ro8 :NOTAS DE VJAJP.:

\V,\L TH EH, después de 1111 uzo11ze11 lo de r~(lexió11.


Padre, ¿hay comarcas donde no se ,·en montañas?
TELL. Cuando se clescienc\e de nuestras mon-
taña-; y se va siempre hacia ahajo siguiendo el
curso del río, se llega á una vasta comarca abierta,
donde los torrentes no espuman, donde los ríos
corren lentos y tranquilos. Allí, de todos lados, el
trigo crece libremente en bellas llanuras y el país
es como un jardín.
\VALTHER. Y bien, padre mío, ¿por qué 1W
c\escenclemo-.; aprisa hacia e ·e bello país, en vez
de vivir aquí en el tormento y la ;¡nsir?dad?
TELL. E~e país es hueno y helio como el cil'lo,
peTo los que lo cultivan 110 gnzan de la cosecha
que han sembrado!" (1)
Y Tell nplica ú su hijo lo que es h libertad.
~o fal L1, por cierto, en Colo m hia.
¡ C<'>mo comprendo hoy el ;tfecto tenaz y dur(J
ele los montañeses por su patria! Hay allí induda-
blemente una comunidad má.; íntima y constante
entre el hombre y la natmaleza, que en nuestras
pampas clilat<~clas, solemnes y monótonas, llenas
de vigor al alba, cleslumhrantes al medio dí<~, tris-
tes al caer la tarde, jam;'t<, íntimas y comunicati-
vas. La montaña suele sonreír y consolar; la pam-
pa llora con noso~ros, pero llora cnmo por un
dolor gigante y solemne, por encima ele nue. tras

(1) HCIJ!LLER. Ot[i/161'11!0 ?'el/, acto IU. r~c. 111.

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f-AS ÚLTIMAS JOR:\ADAS to<J

pequeñeces humanas. Lt mont;¡ña e-; form;¡, es


color; da el placer ele la pintura, la est;Ituaria ó la
arquikctiira, concreto siempre; la pampa emp;,pa
el alma en la scns;tción \·aga y prof11ncla ele i<t IIIÚ·
sica, i11linita, pero informe! ... También se ;¡mala
llanura, también en cll(!, oh pnel;J, echa -;u r;uz
vivaz y vigorosa el árbol de h libertad! ...

Chimhe es un punto del camino donde se le·


,·antan dos ó tres casas, en una de la~ cuales hay
algo á m;¡nera ele hostería, en la que, clesput:s ele
un largo parlamento con la dueñ.1, se obtiene un
almuerzo compuesto ele un calcio con papas, las
papas duras y el calcio flaco, seguido por un trozo
de carne salada, C'l trozo chico y la carne p;tqui-
clérmica. Es otra ele las regiones pri\'ilegiaclas para
el café. L;¡ temperatura, determinada no y;J por la
latitud, sino por la elevación, empieza á variar; la
traspiración e detiene, ráfagas frescas comienzan
á acariciar el rostro y la presión atmosférica, ha-
ciéndose más leve, dificulta un tanto la respira-
ción para el pulmón habituado al aire compacto
de la tierra caliente.
Allí me despedí de la familia de mi colega el
ministro inglés, que pen:;aba pé.sar Lt noche algo
más adelante, en Agualarga, 111ientras yo, gra·
..:i<ts {t mi alazán, tenía la e~peranza ele arribar á la
sabana, a\'anzarme hasta Facatativá y tomar allí
el carruaje, que, según mis cálculos, lile estaría es-
perando desde la víspera.

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íiO NOTAS DE VIAJE:

Nunca hubiera ospcchado que aquel hombre


robusto á quien estrechaba la mano con cariño y
que me contestab.t lleno de gratitud, sucumbiría
tres mese<> después, casi en mi<> brazos, derribado
por un soplo helado que fue ú paralizar la vida en
sus pulmones. 1 o me olvidarl: jamás ele la profun-
da y callada desesperación ele aquella mujer jo-
ven, bella y elegante, que se había sacrificado bus-
cando un a\·ance en la carrera ele su marido, sola,
rodeada ele sus hijitos, en el punto más lejano
casi del mundo, emprendtenclo la triste ruta del
regreso, mientras el cuerpo del compañero dor-
mía el sueño ele la muerte allá en la remota altu-
ra! Teníamos el alma sombría delante de aquel ca-
dúver, pensando cada uno en la patria, en el ho-
gar tan lejos y en las vicisitudes ele esta carrera
vagabunda ... . Heposa el amigo en el seno de un
pueblo hospitalario que mezcló sus l~tgrimas á las
de los suyos, y según la bella frase ele Soffia, el
mismo cielo que habrí:1 cubierto sus re~tos en
suelo inglés, los cubre en tierra colombiana!

Emprendí la marcha llevando conmigo un


muchacho montado, pues en Chimbe despedí al
mozo de pie, cuya utilidad durante el vit~je me ha-
bía sido sumamente problemática. Los equipajes
iban adebnte y según mi cálculo, debían yi en-
contrarse en Bogotá. Sólo lle\·aba una valija con
mis papeles y valores.

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LAS ÚLTIMAS JORNADA~ 1I 1

El camino ascendente hasta Agualarga es en-


cantador; mi alazán marchaba noblemente, tre-
pando con la seguridad de la mula, pero sin su an-
dar infernal. Serían las cuatro ele la t;¡rde cu;¡ndo
llegué {¡ Agualarga, punto de donde párte u11a
excelente calzada hasta la sabana, transitable aun
para carruaje~. Como no encontrara allí ni noti-
cia-: del mío, ordené :1 mi infantil escudero siguie-
ra :-tcklantc, para esper:~rme en Los 1\lanzanos,
primer punto ele 1:1 sabana, mientras yo conversa-
In un r:tto con algunos distinguidos caballeros ele
l:t localicbd que habían \'enidll á saludarme.
Cuando ~eguí \·iaje, sentía un frío in!CiiW. Agua-
larga tiene reputación ele ser el sitio m:'ts glacial
ele la montaña. L:1 altura contribuye mucho, pero
snbre tocio su exposición á los vientos que entran
silbando por dos ó tres aberturas ele los cerros
circunvecinos. Con qué placer lancé mi caballo
al galope por la extensa calzada! Es una frui-
ción sin igual para el que viene deshecho por el
paso de la mula. Pero, una hora despué;;, ni som-
bra de mi muchacho, al que hacía mucho tiempo
debía haher alc:unado. ¿Se lo hal,ía tragado la tie-
rr:1? No 111e con\·enía, porque llevaba todo lo que
me interesaba. Desanduve mi camino, pregunté en
todas partes; nadie lo había visto; rcalmenk in-
qniefo, me detuve á meditar sobre el partido que
me quedaba, cuando un indio pa~ante me sugirió
l;t probabilid,¡cJ de que el cachijo hubiera tomado el

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It2 . NOTAS DE V!AiE

camino de abajo, que acortaba mucho la distancia.


Tranquilo, continué. Subía, subía constantemente,
y rle nuevo me preguntaha cu<'tndo concluiría
aquella ascensión intermin:tblc, donde se encon-
traba la tierra prometida. L::t natur:tleza había \·a-
riado y ahora se exkndían :'t mi vista extensos y
frondosos bosques de variados pinos. Al fr ente,
altos picos inaccesibl es.¿ Habría también que tras-
pasarlos? De pronto, un grito de asombro se me
escapó del pecho. Al doblar un recodo, una ancha
llanura, plana, bañada por el sol, se clilaiÓ ante
mis ojos. Estaba en el dilo del Roble, la sober-
bia puerta que da ingreso ú la sabana de Bogotá.
Miraba á mi espalda y veía cscalonarse á lo lejos
la serie ele montañas que había traspasado para
llegar á aquella altura: estaba á 2,700 metros sobre
el mar!
¿Qué capricho de la naturaleza tendió esa pam-
pa en las cumbres? ¡Cómo ve el ojo mis ignoran-
te que aquello debió ser en los tiempos primitivos
el lecho ele un inmenso lago superior! La impre-
sión es profunda ror el contra~le; en vano viene
el espíritu preparado, el hecho ultrapasa toda ex-
pectativa.
La sabana presenta á la entrada el aspecto ele
una inmensa circunferencia limitada por una ca-
dena circular ele cerros ele poca elevación. Es una
planicie sin atractivo,; pintorescos, y al entrar á ella
es necesario desredirse ele las vistas encantadas
que he dejado atrás.

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LAS éLTIMAS JOH~.\DA 113

En Los Manzanos, al acercarme al hotel para


averiguar algo de mi carruaje, \'i .... mis pobres
equipajes abandonados bajo un corrt:clnr! i\I e
fueron necesarios algo más que ruego.> para deter-
minar á lo~ arrieros á conducirlos hasta la próxima
aldea de Facat;tti\·á, :'t la que llegu~ tarde yú, en-
contrando en la puerta del hotel al secretario, quien
á pesar de sus dos días ele a\·ance, no había con-
seguido aún el carru;tje para lltgar (t Bogotá. Pasá-
mos allí la noche en un detestabl e hote l, frío como
una tu111ba, y al día siguiente, después ele cinco
horas ele marcha en la sabanfl, entrámos por fin {t
la capital ele los Estados Unidos de Colombia.
Era el r3 ele Enero eL r882 y hacía justo 1111
1//CS que no..¡ habíalllOS puesto en viaje ele Caracas!

De Viena;\ PMÍ:-i se va en 28 horas! Verclacl


que cuando yo tenía diez años, empleaba con mi
familia un clí,t en hacer las dos legttas ele pantano-;
que separaban [t Flores ele Buenos Aires. Tam-
bién .... empieza á hacer rato que yo tenía diez
años!

10

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA

El país-Su contiguración-Ríos y montftñas-C lim ~t-Divi­


sión poHtica-Pl~tno intelectual-El Cltuca-Porvcnir de
Coloro bia-Organización poHtica-La capital-La Consti-
tución-Libcrtnde absolutas-La prensa - L~t palabra-En
el Senado-El elemento militar- Los conatos de dictadu-
ra- llolívar- Mclo- Los partidos-Con ervndorcs-Radica-
les-Indepe ndiente -Idea~ extremas-El tiranicidio-La
Asftmblea Constituyente.

Ha llegado el momentl) de echar una mirada


de conjunto sobre esta inmensa región de la Amé·
rica Meridional que se extiende desde el Istmo
de Panamá á las tierras vírgenes é inexploradas
donde comienza á correr el Amazonas, que sella-
mó Virreinato de Santafé bajo la dominación es-
pañola, Nueva Granada más tarde, y que hoy ha
reivindicado para sí el glorioso nombre ele Colom·
bia que cobijó la reunión de las tres repúblicas
del Norte, confederadas b:ljo la inspiración de
Bolívar, sep<u·acLts al día siguiente ele su muerte.
El suelo colombiano se extiende entre los gra-
dos 69 y 86 el e longi tud occidental y 12 de latitud
orte-5 de latitud Sud (meridiano de París), cu-
briendo una superficie de I3,JOO miri itm etros cua-
clr·arlos, sobrv la qu e vive una población de poco
más de tres millones de almas.

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IIÓ NOTAS DE VIAJE

La nación está dividida políticamente en 9


Estados soberanos, que son: Antioguia (capital
}.feelcllín), Bolívar (Cartagena), Boyacá (Tunja),
Cauca (Popayftn), Cunclinamarca (Bogotá, capital
ele la Unión, pero no fecleralizacla), Magdaiena
(San!at~lar!a), Panamá (Panamá), Santander (So-
corro), Tolima (~ei1·:1).
A partir del Ecttador, los Ancles, di,•idiénclose
en tres gr<tncle-; hr.tzos, clctermi nan el sistetna oro·
gráfico ele Colombia, formando tres extenso~ valles,
el del }.lagclalcna, el del Att·ato y el del Cauca, re-
gados por los tres rios que ks clan su nombre. El
clima, ardiente y malsano en las tierras bajas, so-
bre todo {L itllnecliaciones ele los cursos ele agua,
e:> fresco y saludable en la-; alturas ....
No es mi intención hacer 1111a descripción
geográfica ele Colombia, q tte fftci lmcn te puede
encontrarse en cu ;tlqllier tr:t'aclo.
Por un:t cninciclencia que viene á corroborar
las lcye~ históric;¡-; ele Vico, l\fontcsquieu y Herder,
e podría f;'tcilmente lc1·antar el plano topogránco
de Colombia, estudiando el carácter ele los hijos
ele sus distintas seccione~. Aquí, inquietos, vaga-
bundos, a1·enturero-;; allí, seclenl.trios, rttclos ;"t la
labor, económicos y perscl'crantcs. Más allá, som-
bríos, desconfiados, tétricos; en el Cauca, poclas,
soñadores, l'ibranlcs; en Bogot;'t, cultos, cmcliloo;;,
decidore~, emincnlemenlc sociables. Y sobre el
conjunto, un lazo d~ un1ón mtJma, que les Ct)mu-

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA l 17

nica el carácter de vigorosa personalidad que dis-


tingue má-; i un colombiano ele nn hijo ele Vene-
zuela ó del Ecuador, que á un ruso ele un persa.
¿Qué hny dentro ele esos millares ele leguas? En
la exigua parte conocida, todo lo que la imagina-
ción ntús ambiciosa puede pedi1· i la corteza ele la
tierra, desde los productos tropic.tles m;'ts valiosos
hasta los frutos de las zonas templadas. El Cauca,
ese territorio tan análogo á nue:;tro Chaco por su
misteriosa nscuridacl; el Cauca, que linda al No·
roc:;te con el Istmo ele Pananü y va ú confinar con
los desiertos cid Brasil en t:l extremo Sudeste, sólo
es conocido y no totalmente en la parte que se
extiende paralela al Pacífico; el inmenso y vngo
territo1·in del Sud, tan fé1 ti] que lo~ escasos elatos
traídos por raros viajeros semejan leyendas, es y
será por mucho tiempo una incógnita.
El porvenir ele Colnmbia es inmenso, pero c!es-
graciadamcnte remoto. Ser{t necesario que el exce-
so de la poblac.ión europea llene p1 imero las vasta;
regiones americanas aún despobladas, que atraen
la emigración en primer término por la analogía
de clima y las facilicl<ldes de transporte, p<lra que
la corriente tome el rumbo de Colombia. ¿Cuúntos
años pasar;'tn antes que se llene el Far- ll'esl del
norteó lac; clilataclas pampas argentinas, sin con-
tar con la Australia y el norte de Africa? Pero si
e:;e potTenir es remoto en el sentido de una trans-
formacion definitiva, no lo es respecto á lo ' pro-

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II8 NOTAS DE VIAJE

gre:;os inmediatos que lo acelerarán. Colombia,


después de sus largas y sangrientas luchas, aspi-
ra hoy á la paz, cuyo sentimiento empieza á arrai-
garse de una manera profunda en el corazón del
pueblo. Los gobiernos se preocupan yá de la ne-
cesidad de hacer todo género ele sacrificios por
dotar al país de un sistema regular ele vías de co·
municación, sin las cuales las riquezas nacionales
serán eterpamente desconocidas.

La organización política actual de Colombia es


sumamente defectuosa, y esta opinión que avanzo
después de nn estudio detenido, con cuyos detalles
no recargare.; estas páginas, es compartida hoy por
muchos colombianos ilustrados. El sistema repu·
blicano, representativo, federal, es allí lle\·ado á sus
extremos. Cada Estado es soberano, con u na au-
tonomía legal incompatible con el desenvolvi-
miento de la idea nacional. Mientras entre nos-
otros no hay más soberano que el pueblo argwti-
uo, que los gobemadorcs ele provincia son agentes
naturales del Poder Ejecutivo Nacional, que la au-
toridad del Congreso esb arriba de todas, sin más
limitación que la dctermin;~da por la Constitución,
atribuyendo ftlds ciudadanos el recurso ele incons-
titucionaliclacl ante la Corte Suprema de Justicia,
en Colombia, como he dicho, cada Estado es so-
berano, gobernado por un Preside¡¡le y participan-
do del gobierno general por medio de dos plwi-

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA II9

potenciarios que delega al Senado, especie de con-


sejo anfictiónico. Las leyes del Congreso pueden
ser vetadas por la mayoría de las Legislaturas de
los Estados y no tienen fuerza ejecutiva hasta tan-
to que han merecido la aprobación ele las mismas.
Añadid c¡ue el Presidente ele la Unión dura sólo
dos arios, mientras el período presidencial en algu-
nos Estados es mucho mayor; pensad en la inco-
municación constante ele las diversas secciones de
ese organismo tan vasto y decid si e:-> posible que
se desarrolle y eche raíces el sentimiento nacional.
Luégo, la falta de una capital federal, símbolo
vivo de la unión, que irradie sobre la nación ente-
ra. Bogotá, capital de Colombia y del Estado de
Cundinamarca, hospeda en su seno á las autorida-
des locales y á las de la nación. No es á los argen-
tinos á quienes hay que recordar los inconvenien·
tes y los peligros de la coexistencia; ellos saben
que ba ·ta en esos casos la mala digestión de un go-
bernador para traer conflictos que pueden poner
en cuestión todo lo que hay de má ·grave, la exis-
tencia nacional mismfl. Así, en Bogotá, el Congre-
so se ha visto escarnecido, insultado, apedreado
por las barras iracundas .... y seguras de la impu-
nidad. Tenemos también entre nosotros tri;;tes y
análogos recuerdos!
Comprendo que la rivalidacl determinada por
el prurito de soberanía y autonomismo absoluto
entre los Estados de Colombia, haga necesaria por

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120 NOTAS DE VIAJE

mucho tiempo la capital en Bogotá, aceptada y


preferida precisamente por la debilidad de su ac-
ción lejana. Pero, fuera de su posición topográfica,
defecto que una vía férrea, difícil pero posible,
puede salvar, BogoUt reúne la<; condiciones todas
para, una vez federalizacla, ser la capital ideal de
un pueblo comiJ Colombia . Tiene el clima, tiene
la tradición de la conquista, la ilustración, el bri·
!lo intelectual; pero los hijos del Cauca y ele Bo·
yacá son allí huéspedes. En la nación no hay un
centro nacion;d.
Lo repito; fe! iz Colo m hia si consiguiera le\·an -
tar su capital t·n las oril!.ts del mar, el eterno vehí-
culo ele la ci\·ilización, en vez ele mantenerla per-
dida en la región ele las nubes, sin contacto con
el mundo y sin acción directa con su progreso co-
lectivo. Pero, en tanto que eso es imposible y lo
erá por muchos años, necesario es que los colom·
bianos se per:,uaclan de la necesidad el::: dar fuerza
y cohesión al sentimiento nacional, ele convertir
esa especie de liga que un soplo puede hacer peri-
clitar, en una agrupación humana compacla, con
un ideal, con una concepción idéntica del patrio-
tismo . Tál h.t '> tdo la labor de los argentinos en los
últimos treinta años, y todos los hombres que han
gobernado, surgiendo ele partidos diferentes, IMn
seguido la misma senda. Ese progreso nacional,
esti obliteración ele la~ pasiones localistas, antes
tan vtvaces, se ,.e claro y neto en el abandono casi

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA tt!

completo que hemos hecho de la denominación


11
Confederación Argentim," para designar á nues-
tro país. Hoy clecimo~ República Argentina y
muy pronto diremos, como yá Jo hacen los chile-
nos y peruanos, "la Argentina," esto es, la unidad,
la patria, el pueblo uno. El sistema fccler<tl es
excelente por su descentralización aclministrati\'a;
por las facilicLlc\es que da al progreso local, tr;~­
zindole rutas en armonía con las condiciones pro-
• pías ele! clima, del carácter, ele la tradición y de la
costumbre; por la ponderación constante ele los po-
deres político~, que la alternativa completa; pero·
entendido como en Colombia, no tengo embarazo
en declarar que es un germen ele muerte. No, la
federación no puede, no es, no debe ser un con-
trato civil, susceptible ele liquidarse, como una so-
ciedad comercial; no es un tratado para cuya cesa-
ción basta la denuncia ele una ele las altas partes
contratanlcs, como en las prácticas internaciona-
les; es un hecho, un hecho único y solemne, ema-
nado no yá ele la voluntad de dos ó tres agrupacio-
nes, sino de la del único soberano, el pueblo ....
Colombia, como la Argentina, se regirá siempre
por el sistema federal, porque así lo exige la natu-
raleza de las cosas; pero sus esfuerzos deben ten-
der sin cle':icanso á combatir los excesos del siste-
ma, á habitu.tr á sus hijo~, para dar una forma
concreta ú mi pens,uniento, á decir Colo~~tbia, en
vez de Los Esta das Uu idos ele Colombia.
,1l .

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t22 NOTAS DE VIAJE

La lectura de la Constitución colombiana hace


soñar. Nunca ha producido la mente humana una
obra más idealmente generosa. Todo cuanto los
poetas y los filósofos, los publicistas y lo:; tribu-
nos han ansiado para aumentar la libertad del
hombre en sociedad, está allí consignado y ampa-
rado por la ley. No hay pem ele muerte, y el tér-
mino mayor de presidio ú que los jueces puede11
condenar i un criminal es el ele cl1ez ailo~. DL-re-
cho de reun1 ón, absoluto, y absoluta lJbert<lci ele
la palabra escrita y oral. Absoluto, ¿entendéis? Si
mañana un hombre me dice que yo, funcionario
público ó general de ejército, he su::,traído Jos fon-
dos de la caja ó vendido al enemigo el estado ele
las fuerzas nacional es; si en una hoj,¡ suelta ó en
un diario se me acusa clt: haber ase'iinado {t mi
hermano ó eJe negar alimento á mi-; hijos, la ley
no me da acción ninguna contra el que así me in-
fama. No l1ay ley de imprenta. Parece . á primera
vista inconcebible J;¡ po::,¡ clllidacl eJe la permanen-
cia de un estado semejante; pero el exceso ha !k-
vado en sí mismo su propio remedio y puedo ase-
gurar hoy queL1 pren~.l tL Colombia no es ni mis
ni menos culta que la de Francia, de los Estados
Unidos ó la nuéstra. El que escribe una línea
sabe bien que el asunto no ir{¡ á los tribunales,
eternizándose en el procedimiento ó dando moti-
vo ante el jurado á interminables discursos retóri-
cos; le consta que el damnilicado se echará un re·

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UNA OJEADA SOBRE CÓLOMBIA 123

vólver al bolsillo y buscará el medio de hacerse


justicia por su mano. Lejos de mí la idt:a de aplflu-
dir semejante sistema; constato simplemente el
hecho de que el grave peso de la respon ·abilidad
individual ha generalizado la prudencia y la cul-
tura.
¡Qué no dicen aquellos muros de Bogotá! El
obrero, el estudiante, el cachifo de media calle que
tiene que vengar:;e del policiano, como el aspiran-
te, del presidente ó de un ministro, tienen en las
'
pan~des su prensa libre. A veces la ortografía pa·
de ce y en la forma de la letra se descubre la ruda
mano de un hombre del pueblo. Pero qué lujo ele
expresiones, qué cantidad ele insultos! El Presi-
dente es ladrón, asesino, inmoral, cobarde, cuan-
to hay en el mundo ele detestable y bajo .... Al lado,
un carbón no meno:; robusto y convencido esta-
blece que el mismo funcionario es un dechado ele
virtudes. De tiempo en tiempo, los policianos bo-
rran esas expresiones gráficas del ingenio popu·
lar, operació11 que no da mis resultado que pre·
parar nuevamente los lienzos á los pintores anó-
nimos. Nadie, por otra parte, hace caso. ¿Acaso en
París no atruenan por la noche en los boulcvares
una nube ele muchachos que venden boletines
con la noticia del asesinato ele Gambctta ó el ac-
couchcllltmt de ~f. Grévy, como lo he oído repe·
ti das veces?
No es raro oír en Bogotá: "Fulano me ha

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124 1\'0T.-\S DE \'!AJE

echado hoja." Es decir, fulano ha escrito contra


mí una hoja suelta, qtte ha hecho imprimir y fijar
en las esquinas. Si contiene asuntos gr:m.-s, el pro·
ceclimicnto e-. terrible, como dirc.': nüs adelante.
Si no, el cl.unni!icaclo se contenta á su vez con
cc/Jarlc hoja ;Í su adversario, para mayor contento
de los impresore,; qu :; rc.tlizan buenos beneficios
y so!.tz ck los \'agos que sc pasan la-; muertas lto ·
r.ts en la-; e~quina.; con la nar iz al aire. La libertad
ele la palabr.1 no tiene limites y en el ¡xtrlamCtlto
mismo no tiene ni aun las litnita ciotles económi-
cas clcl n:gl amento. Las funciones del presidente
;:,e limitan á d;ula al que la ha solicitado, á abrir
y cerrar la sesión, ;'t firmar la~ actas y á hacer ele
tiempo en tiempo cksalojar la barra, prima her-
tnana de la nuéstra. Por lo clenüs, es una esfinge
silettciosa que jamás de~plega sus labios para lla-
mar :í la cuestión ó al orden.
El colombiano es oraclot·; la frase sale elegan-
te, con ,·ida propia, llena ele movimiento y garbo.
En teatros más \·astos, Esgucrra, Becerra, Galindo,
Aroscmena, tendrían una reputación universal. La
íluiclez,la abundancia es inimtlable; suben, se cier-
nen en las altura-; el e la elocuencia y allí se mue,·en
con la facilidad dt:l ;'tguila en las ntthe~ .... Puede
concebirse el uso que har{tn esos hombres para
quienes hablar es u m fruición, del derecho ilimita-
do de expresar sus ideas. l\Iás de una ve?. be asisti-
do{¡ sesiones del Sen,tdo ele PlenipotcnciMios, be

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PNA OJEADA SOBRE COLOJ\IRIA 125

oído durante tres horas ;'t un ciuclad:1no que tenía


la paJ;¡hra, qtte queclaha con <.:lla aiJe,·antarse la
sesión, ~in poder clarme cuent.t ele:! asunto que se
dis cutía. Cada madnr tien~ el clcrechn, si así le
c<)m·iene, de rehtar las c;unpañ;¡s de Alejandro, á
prnpl'>sito del establecimiento ele una ferrería en
Boyacá. l\Ittclws lo ha ct.:n; se les oye con gusto,
pero se deplora el tiempo percliclo para la trami-
tación de los ac;Hntos ele interé,; general.
L1 con-;tatación ele esto-; hechos y las criticas
que hago, inspiradas en mi educación cívica, tan
distinta de la que imp era en Colo nbia, fueron
m:b ck una vez compartici;J.s en Bogotá por hom-
bres ilustrados que veí-tn con mís claridad que yo
lo::; inconv.;ni<.:11les ele c;a-; prácticas vicio.:;:¡s,
Pem pongamos ele !:lelo c~as irregularidades
que no son sino consecuencia-; extremas de ideas
sanas y fecundas, y podremos afirmar qu~ pocos
pueblos \'iven al amparo ele institu cio nes nüs li-
berales que Colombia. El caudillaje mi litar ha
muerto hace mucho ttempo; hay algo que recuer-
da los tiempos libres el~ la Grecia en la p1·áctica
del Senado ele elegir anualmente un número cle-
termi nado ele ci udacia nos mi 1ilares ó no, ele entre
o· que el Pre-;id cnte debe nombr;J.r los generales
lt.:ccsarios para el comando cL.:I ejército. En una
ierra dond e ele la noche á la m:1íhna un hombre
;general, durante un año, los generales no tiEn en
1 presti 1 io que puede COJ~\·ertirlos en una amena-
ka para las libertades públicas.

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I,2Ó NOTAS DE VIAJE

To faltan, por cierto, militares de carrera, como


lo.s generales Trujillo, Salgar, Camargo, Sarmien-
to, etc., que han hecho sus prueb:-~s y que en la
Presidencia han sido los primeros en respetar la
Constitución; pero va desapareciendo el gweral
ele barrio, el cacique de charreter<t~, que es un azo-
te en las otras secciones ele la América.
Los dictadores gozan comúnmente de mala
salud en Colombia. Bolívar lo fue .... ó pretendió
serlo y <tún se muestra en el Palacio ele Gobierno
en Bogotá, el halcón por donde saltó escapando
al grupo de jóvenes que, fanáticos por la libertad
como los romanos en tiempo de Bruto, creían
acción santa matar al tirano. Entre ellos c,;taba Flo-
rentino González, cuy os re~ tos reposan hoy en
suelo argentino. La intreFiclez ele la soberbia Ma·
nuela, la querida ele Bolívar, cerrando con su
cuerpo el paso á los conjurados y las ideas caba-
llerescas ele éstos, que les impcdí:-tn mat:-~r á una
mujer, salvaron la vida al libertador. 1\fe figuro con
repugnancia á Bolív:-tr saltando por el bah.:ón y
sobre tocio, pas:-~nclo la noche bajo el arco ele aquel
puente raqnítico, entre barro é inmundicias, para
salir por l:'t mañ.lna, pálido, d e ~enG<tjaclo y sucio.
V·de más la espléndida fi.~ura ele Pizarro, arro·
janclo en su impacienci<t la coraza cuyo~ broches
no ajustan, p:1ra s:-~lir :-ti encuentro de sus asesinos,
combatir hast:-t el último aliento y morir trazando
en el suelo la seíial ele la cruz con su propia an-

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA 127

,gre. Se trataba de la vida, que es cosa seria, diréis.


Es muy probable que cu:-~lquiera de nosotros, en
caso semejante, se habría felicitado ele encontrar
el puente salvador .... Pero no somoc;; Bolívar.
Cuando se me vuela el sombrero en la calk, corro
tras él, como un simple M. Pickwick; ¿os figuráis á
Napoleón desabclo tras sn sombrero ele dos picos
que el \'iento arrebata y cubre de poh·o? El em-
pleo de héroe tiene exigencias que es necesario
respetar.
El segundo conato de dictadura en Colombia
fue el del general !\lelo, que sucumbió en breve
ante los esfuerzo;; ;wnado de liberales y conser·
vadores, que es el rasgo mis profundo de amor á
la 1iberta el que puede encontrarse, co nocienclo las
ideas de esos dos pilrtidos extrcmn~.
Las divisiones política<; fundamentales ele Co·
lombia son hoy trc., : conscn•a,lo:·cc;;, lih:!rales é in-
dependiente.;. Los últimos forman 1111 ¡urtido nue-
vo, que pugna por crearse adeptos :'t fa1·or ele las
ideas sanac; y moderadas que sostiene. E<; inclispen-
sahle olvidar la !l·adiCI<)n de nuestros p:nticlos ar-
gentinos desde 1852 á la fecha, para formarse una
idea exacta ele loe; ele Colombia. Un demagogo ele
los nuestros pasa allí por un COIJ'ic:n·aclor, y un
conser\'aclor argentino ec; un comuni-,ta para los
colombianos de ese tinte. >Jo C1Tr1 que hoy se en-
cuentt·en frente :'t frPnte, en parle alguna del mundo,
principios 111 :'1s radicalmente opueo:;tos, opiniones
más en con tracias, creen:::ias n¡ás antagónicas,

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128 NOTAS DE VIAJE

El partido conservador que estuvo en el gobier-


no hasta r86o, siendo entonces denibaclo por una
re\'oluciónliberal que consen·a hasb hoy el poder,
cuenta en sus filac;, según confesión ele los mismos
liberales, mis de ]a<; tres cuarbs partes ele la po-
blación ele Colombia. ¿Por qué no ha triunfado
en las urnas ó, cuando el acceso i éstas le ha sido
negado, en los campos ele batalla donde frecuente-
mente ha sido batido por las huestes liberales? Por-
que el exceso mismo de sus ideas, que envuelven
la negación más ab~oluta del progreso, les quita
esa fuerza, ese ímpetu que la violenta aspiración á
la libertad, á la emancipación de la conciencia hu-
mana comunica á sus adversarios. "Se lee mal,
cuando se lee de rodilla"," ha dicho Ren{lll, refi-
riéndose á la interpretación ele los textos bíblicos;
se combate mal, cuando se combate ele rodillas,
diremos á nuestro turno.
Los conservadores puros rle Colombia (y apelo
i las declaraciones ele sus hombres ele letras, que
son los más distinguidos ele! país) p:trecc que,
como Luis X\'l!I, no han aprenelielo ni ol\'iclaclo
nada .... desde el siglo xvr. Fattáticos, intransi·
gentes en materia ele religión, no ocultan en polí-
tica su preferencia por la monarquía y aun cre0
que no son muy ardiente-; partidarios ele aquellas
que tienen por base el régimen parlamentario. Más
de una vt-z he \·isto procesiones insignificante~ en
B)gotá, á propósito ele fic.;ta-; secundarias de la

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA I29

Igl esia ; el pendón era siempre llevado por miem-


bro~ consp1cuo-; del partido con~er\'aclo r, por hom-
bre-; cuyo apellido no sólo recuerda las tradicio-
n es ele lo-; bu enos tiempo:;, sino qm• están vincu -
lad os á la hi storia nacio nal, los Malbrino, los Ar-
boleda, etc. Para el los la palabra p-ública es una
se ntencia que no puede ni debe camb iar el ti empo:
"fuera ele b Iglesia, no hay sa lvació n." Viven en
el se no ele la Iglesia, que costeJn noblem ente con
sus sacrificios, que honran con el cumplimiento
de la,; prúctic.ts religiosas, pudiendo estar legíti-
mame nte orgullosos del clero colombiJno que es
puro, ilustr:1clo, y rligno en su dific il situación .
¿ Consen·aría el partido consen·aclor sus ideas
actuales ~i llegase ;'t gobemar? El poder es una ex-
periencia peligro-;a p:tra la lógica ele los principios.
Pero la oposición tiene también el inconvenien te de
presentar un plano inclinado por el que éstos se
deslizan ins cn~ iblemtnte. La-; exigt·nc ias ele lapo-
lémica, el talento clcsf1]e~aclo por una y otra parte
c11 Colombia, la buena fe reciproca, han ll e\·ado á

conscn•aclorc~ y liherale-; :'t aceptar las consecuen -


cias m{ts forzadas ele sus sisll'm.ts y {t hacer decla-
ra ciones que Cn\·uelven de ;¡mhos la clo c;, ia'i un as
por su ahsoluti"lllO, las otr.ts por su tendencia anflr-
quic;t, la ncg:tción nü.; completa ele los buenos
prin cipios d~ gobierno que imperan hoy en el mun-
do ci\·iliz,tcln.
Empuj,tJo,; por la gravitación consen·aclora que

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130 ' NOTAS DE VIAJE

se hunde en el pasado, los librrales se lanzan al


porvenir con una vehemencia terrible. No conten-
tos con la separación de la Iglesia y del Estado,
que á mi juicio es un beneficio para el Estado y
pilril la Iglesi;¡, \;¡ mayor parte son inclivic\ualmente
ateos. M:ls de una vez he constatado con asombro
y tristeza los extremos :l que los ha conducido la
lógica implacable ele sus adversarios y que ellos
han aceptado con lealtad y entereza. En un exa·
men, en un colegio de niñas, uno ele los examina·
dores hací:l hablar á una adorable criatura de
quince años, ele cuyos lahiüs rosados veía asom-
brado e<,c;~pilrse, en vez de risas ó canciones, las
severas palabras ele la ciencia. Aquella niña hizo la
apología del tir;~nicidio. Para ella, un tirano no
era un hombr::>, ni el asesinato ele esa entidad fatal
constituía un crimen. Que el a\m;¡ pur;¡ de Schiller
ju~tifique á Guillermo Tell en nombre ele\;¡ digni-
dad humana; que nuestros padres, b;~jo el colmo
del dolor y la \crgücnza hayan pen<;ado y escrito
que "matar {t Ro~a~ es acción santa," puede expli ·
cilrse; pero que fría y dognüticamcnte se enseñe
en lac; escuelas que el a<,e.;inato puede alguna vez
merecer encomio sobre la tie1-r;~ .... no! Creo tener
ic\e;~s tan liberales como cualquier hombre que as-
pire á la emancipación completa del pensamiento
humano y :lb ilimitada libertad ele la conciencia;
pero la reflexión y los años 111e van cn,;eñanc\o que
hay para las sociedades barreras peligrosas de u\-

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UNA OJEADA SOBRE COLOMBIA 131

trapasar, que hay necesidad para el hogar de algo


más ele,•ado que nuestras tristes combinaciones hu·
manas, que el tiempo arrastra como hojas secas,
para dar 1ugar á nuevos artificios igualmente delez-
nables. La conciencia humana tiene e11 su eno fe·
cundo, perdones generosos para aquellos que,
empujados por una exaltación irresi-;tible, como
Bruto, enloquecidos por una pasión tiránica como
el matador de Gustavo III, ó cediendo á una ins·
piración de supremo cariño por la raz.l humana,
como Carlota Corday, han trasgredido la ley eter-
na que impone el grave respeto de la vida. ¿Cuál
de nosotros puede responder que no se levantará
su brazo armado contra d mist::rahlc que lacera
el seno ele la patria, que la deshonra y la vilipen·
ctia? Pero ;\la faz de los cielos llenos de luz, al am·
paro de la paz y la lihertacl, con un porvenir ele
progreso y tranquilidad ante los ojos, ir;'¡ la C'-i·
cuéla á enseñar á la virgen que bebe allí la-; idt-a'i
que más tarde tra'imitirá á sus hijo , que el asesi-
nato político e,;, en ciertos ca-;os, una acción le·
gítima .... una vez mis, no!
En el centro ele ese campo donde combaten
hueste tan opuestas, los independientes, antiguos
liberales, se han segregado de la ma,;a, procu-
rando encontrar, al abrigo de la moderación en
las ide:1s, un modus vivc11di rar.onablc para la CO·
lectiviclad. Dl.! un liber.dismo templado, manifies·
tan públtcamente un serio respeto por la religión,

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NOTAS DE VIAJE

y en materi;¡_ política tnbajan por introducir cier-


ta regi:lmentación incli,pensable p;¡ra h;¡ccr fecun-
das la'i liher!.tclcs y derechos g;¡rantizaclos por la
Constitución. Pero por el momento, el partido in-
de¡wndieilte no sr'>lo es poco numernso en Co-
lomhi;¡, sino qtte carece ele autoridad llh)ral, á
pesar ele las condiciones realmente clistinguicbs ele
algunos ele sus miembros. Partido nuc\·o, ha te-
nielo que ech;¡r mano ele todos los elementos que
se le ofrecían; cuando se busca la cantitacl, la per-
cepción ele la cal ida el se cm bota.
Frecuentemente, al contemplar la lucha de
e:;a-; tres entidades, me ha venido á la memoria la
A<; tmblra Legislativa fr;¡_ncesa en r¡<y::>; do; un
Ltclo, h intransigencia del ;1ntiguo régimen, los
restn.; del feu l.tlismo s~ñ ·Jri . tl y eclesi:lstico, repn::-
~entaclo por la ;¡Jta nobleza y el clero de casta; en
frente, el gmpo ele los innovadores, con los terri-
bles cu;¡clernos de quejas en J;¡s manos, el espí-
ritu nutricio ele Rousseau, grupo encarnado en esos
oscuro,; abogaelcs ele pruvincia, sin la menor no-
ción de gobierno y con la misión única y fatal de
derribar. En el centro, l\firabeau, Barn;¡ve, los La-
meth, Lafayeltt, Lally-Tolenclal. ... queriendo unir
en un abrazo ele conciliación el pasado y el por-
venir, regenerar la monarquía por medio ele la li-
bert<J.cl, ponderar la libertad por medio ele la insti-
tuci ón monftrquica ....
¿No es acaso ese juego ele los partidos colom-

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ÜNA OfEAbA SOBRE COLOMBIA 133

bianos la marcha constante ele l,ts sociedades hu-


manas lucia el progreso y no e-t't re,·elanclo la
existencia ele un puebl<) libre y enérgico en la de-
fensa ele sus derechos?
Espero que estas líneas es:ritas por 1111 extran-
jero que ama á Colombia como á ningún pueblo
ele la tierra, después ele su patria, se:1n consieler:1-
clas por los colombiano~ co.no un juicio Impar-
cial que puede ser erróneo, pero leal.

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BOGOTA

Primem impresión--La plazuela de San Victorino-EI merca-


do do Ilogotá- La Espnña dr Cervantes-El c11ño-La hi-
gien - Las literas- Las Sl'rC'natas- Las plazag- Población.
La cl o fantía~i8-EI Dr. Varga -· La s 1glc. i<ts--Un cura co-
lori · ta- El Ca ¡Jitolio- EI purblo es rrligio o- La procesio-
nes - El aLtozCLiw- Los políticos--Algunos nombre -La
cróni ca social-Ltt nostalgitt del altozano.

La primera impresión que recibí ele la ciudad


ele Bogoti fue nüs curiosa que desagradable. Na·
turalmente, no me era permitid:\ la esperanza ele
encontrar en aquella:: alturas, á centenares de le-
gua~ del mar, un ce11tro humano ele primer orden.
Iba con el ánimo hecho á tocios los contrastes, á
todas las aberr;¡cioÍ1es imaginables y con la cleci-
did.t voluntad el e sobrelle\·ar con energía los in-
convenientes que se me presentaran en mi nueva
vida. Por una evolución curiosa de mi espíritu,
mi primer pensamiento, cuando el carruaje empe-
zó á rodar en las calles de la ciudad, fue parad
regreso. ¡Qué lejos me encontraba de tocio lo mío!
Atrás quedaban las duras jornadas de mula, los so-
focantes días del ~1agclalena y la pesada trave ·ía
en el mar. I·Ltbría que rehacer la larga ruta nueva-
mente! Confieso que esa idea me hacía desfallecer.

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NOTAS DE VfAfE

Lt calle por donde el c:1rru:1je a\'anzaha con


clificultad, estaba tmteri.tlmenle cuajad;¡ de indios.
Acababa de cruzar la plazttela ele S.tn Victorino,
donde había encontr:1clo un cuadro que no se me
borrará nunca. En el centro, una fuente tosca,
arrojando el agua por numerosos conductos colo·
caclos circularmente. Sobre una grada, una gra n
cantidad ele mujeres del pueblo, armadas ele una
caña hueca, en cuya punta había un trozo de cuer-
no que ajustaban al pico del agua que corría por
el caño así formado, siendo recogida en una án-
fora tosca de tierra cocida. Tod,ts esas mujeres te-
nían el tipo indio marcado en la fi~onomía; su traje
era una camisa, dejando libre el tostado seno y los
brazos y nna saya de un paño burdo y oscuro. En
la cabeza un pequeño sombrero de paja; todas
descalzas.
Los indios que impedían el tránsito del carruaje,
tál era su número, presentaban el mismo aspecto.
Mirar uno, es mirar á todos. SI eterno sombrero
de paja, el poncho corto, ha-;ta la cintura, pantalo-
nes anchos, {t media pierna y descalzos. ·Aigunos,
con el par de alpargatas nuevas, yá mencionado,
cruzado á la cintura. Una inmensa cantidad ele pe-
queños burros cargados ele frutas y legumbres ....
y una atmósfera pes::~ da y ele equívoco perfume.
Los bogotanos se reían más tarde cuando les
narraba la impresión ele mi entrada y me explica-
ban la razón. Había llegado en viernes, que es día

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BOGOTÁ 137

de mercado. Aunque éste esb <tbierto toda la se ma-


na, es los jueve.¡ y viernes cuando los indios agri-
cultores ele la sabana, ele la ti er ra caliente y de los
pequ eños val le~ allenclc la montaña que abriga á
Bogotá, \·ienen con sus productos á la capi tal. El
mercado de Bogotú, por donde paso en este mo-
mento y del que ci1ré algunas pal.tbras para no
ocuparme m;'t,.; ele él, es scgmamente único en el
mund o por la \·aricdad ele lo-; productos que allí se
en cuentra n t()do el año . Figur,tn, al l<tclo ele las
fruta:. ele las zonas tempiaclas, la naranja, el melo-
cotón , la m :tnz.~na, la pera, uva·,, melones, sand ías,
alberi cOljll ts, toda la i11li.nita val·iecLlcl de: las frutas
tropi cales, la guanúbana, el nun go, el aguacate, la
chirimoya, la granacli lla, el plátano .... y clo,;cientos
nlils cuyo nllmb rc nn me e-; posible reco rdar.
Las primeras crecen en ];¡ Sabana y en lo,; valles
ek\·aclo~.;, cuya temperatura con<,!ante (de 13 á 15°
cent.) c.s an;ílllga ;'¡ la ck Europa y :'t la nul:stra.
La~ ~l'gunclas brotan en la t1crr;t c.die nt e, para
lleg.tr ;'¡ la cual no hay m:'ts que clescencler ele la
Sabana unas pocas hc,ras. Así, !ocias las f1·utas
de l.t tierra nfrcc1da simulbtJeamenle, todas fr es -
cas, deliciosas y casi sin \·alor \'en.tl . ¿:.Jo es nn
fen ómeno único en elmu JJdo? Un indio ele l.t Saba-
na puede dar~c en st1 comicb el lujo :t que sólo al-
canzan los m:'ts poc!nosos m,tgn<~tes ruso' ú C·J~ t .t
el e sunLIS inmens..t,; y nü~ completo aún ....
12

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NOTAS DE VIAJE

Al fin llego á las pieza~ que me han ido reteni-


das en el Jo::key Club y tomo po.;esión ele aquel la
sala desnuda á la que me ligan hoy tíntos recuer-
dos y que no entre\'eo en mi memoria sin una
emoción ele cariño y gratitud por lo-, que me hici~: ­
ron tan grata la vida en el suelo colomhiano.
La ciudad .....t\le está saltando la pluma en la
mano por hacer un cuadro engaiiaclor, mentir á
boca llena y decir después á los que 110 me crean:
allez y <•oir! Pero es necesario \'encer fl afecto que
conservo (t Bl1goü y decir todo lo maln, pero sobre
todo, lo curioso que tiene.
En los primeros clías,me creí transportado á la Es·
paña del tiempo ele Cervantes. Las calle,; estrechas
y recta-;, como las ele toda-; las ciudades americanas,
por lo demás; las caoas bajas y de tejas, con aquellos
balcones de madera que aún se \·en en nuestra
Córdoba, salientes, como excrecencias del muro,
pero muchos labrados primoro:;amente, como los
de la casa solariega ele los marqueses ele Torretagle,
en Lima; las puertas enor1~1es, de madera tosca,
cerradas por dentro en virtl!C! ele un mecanismo en
el que una piedra atada al extremo de una cuerda
hace el primer papel; el pavi1t1ento ele hs calles,
de pied1=a no pulida, y por fin, el arroyo que corre
por el centro, que viene ele: la mon! ;1iia y cruz.\ la
ciudad con su eterno ruido monc.Jtono, triste y
adormecedor. Más ele un momento ele mt:lancolía
debo al ca~io desolado, que parece murmurar una

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BOGOTÁ 139

queja constante; es algo como el rumor del aire en


los meandro5 ele un caracol aplicado al oído.
Aunque ele poca profundidad, el caño basta
para dificultar en extremo el uso ele los carruaíes
en las calles ck Bogotú. Al mismo tiempo, com-
parte con los chulos (los gallinazos del Perú) las
importantes funciones ele limpieza é higiene pú·
blica, que la municipalidad le en trega con un
de-;prenclimicnto deplorable. El día que, por una
obstrucción momentánea (y -;on desgraCiadamente
frecuente:-;) el caño cesa ele correr en una calle, el
alarma cunde en las familias c¡ue l:t h.tbitan, porque
todos los residuos doml:sticos que hs aguas gene·
rosas arrast1·aban, se aglomeran, se descomponen
bajo la acción del sol, sin que su plácida fermenta·
ción sea intcrrumpicb por la acción municipal,
cleslumb1·ante en su eterna ausencia. El \·ecino ele
Bogot.1, como todos los vectnos ele las ciuclacle~
americanas y ele algunas emopeas, pag·t un fuerte
impuesto ele limpieza, que en su tolaliclacl no rl.t
menos ele cicnto cincuenta mil pesos fuertes, can-
ticltcl qu e b.tstaría para mtnteqer :'t B)¿oti en in -
mejorable condición hi giénica. Pero ¿desde cuún-
clo acá los impuestCJs municipales se emplean
entre nosotros, nobles hijos ele los c<>pañoles, en
el objeto e¡ u e determine su percepcir'm? Cuánto
pagaba hasta hace poco un honrado vecino ele los
suburbios dl· Bu 'nos Aires en impuc ·tos ele empe-
drad\>, 1uz y seguridad, para tener el derecho de

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NOTAS DE VIAJE

llegar á su casa sin un peso en el bolsillo, trape·


zando en las tinieblas y con el barro á la rodilla?
Sí, la España del siglo XVIII. ... En las esqui·
nas, ele lado á lado, la cuerda que sujeta, por la
noche, el Ltrol d.: luz mortecina,.que una piedra
reemplaza durante el día. Al caer la tarde, d sere-
no lo enciende y con p.1usaclo brazo lo eleva
hasta su triste posición de ahorcado. Cuántas ve-
ces, cuando las sombras cubrían el suelo, me he
echado á vagar por las calles! l n silencio ab:;oluto,
algo como la apa,L:acla calma Vl'ncciana, sin el gri-
to gutural y monótono ele los gondokros que se
d.lll la voz ele alerl;t. A \·eccs, ;'t lo lejos, un farol
cttyo reflejo va clibnjanclo capricho~os arabescos
en el suelo; alumbra y precede .... una silla de
manos, que oscila cadenciosa al andar ele los dos
hombres que la llevan. Es una señora que va :'t
una fiesta. l\Ie de::tengo y busco en mi ilusión los
pajes con <1ntorcha-; ó el escudero armado qtll: cte·
rra la marcha. Ha pasado; mis ojo· siguen incot1"·
cientes el farol que ~en alt:janclo; su incierto re:'·
plandor oscila ;tún, disminuye, se disipa .... Una
sombra, algo que no he oído lltgar, pasa á mi lado,
pegándose (t la paree! y proclucienclo el ruid 1 es-
pecial ele la-s plantas desnudas b.tlienclo presurosas
la vereda; si la cldenéis, o~ dir.'t siempre qec va
muy apurada :'t la botica, porque la señora ó la
prima está enferma .... Esas a veo; que cruzan en la
sombra y que tillO mira con atención para descu-

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BOGOTÁ

brir si van montadas en un palo de escoba, rumbo


al sabbat, llevan en Bogotá el característico nom-
bre de ILOchcras. El nochiero llama el Dante al
sombrío pasante de las almas perdidas .... Siento
un rumor lejano, un apagado mumwrar, el tenue
choque de maderos contra las piedras. Avancemos;
al doblar una esquina, aparecen unos quince ó
veinte hombres, ocupados en colocar los atriles de
una orquesta frente á los balcones desiertos de una
casa envuelta en la oscuridad. Hablan quedo; un
hombre, cuya juventud vibra en su andar firme y
erguido, da sus últimas instrucciones en voz baja y
va á perderse en la sombra de un portal, frente
al balcón que devora con los ojos. Lo imito y ob-
servo.
Qué efecto profundo y penetrante el ele los
primeros acordes y como esas notas que han ele ir
dulcem ente ú acariciar ~~ la virgen que duerme y
que despierta continuando el sueño en que creía
oír una \' OZ impregnada de lernu ra, hablándole,
con el acento de las cielos, de los amores de la
tleJ-ra!
¿Qué tocan? Oh, el bogotano es homhre de
buen gusto y conoce los m.teslro:> divinos que han
trazado las rulas nüs segmas p;u·a llegar al corazón
ele la mujer! Es el Adiós ó la Semwla ele Schubert;
el preludio de la Traviata, que surgiendo en el si-
lencio con su acento tenue y v,tgo, produce un
efecto admirable; ~on sobre todo los tristes, los

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NOTAS DE VIAJE

desolados balllbucos colombianos, con toda la poe-


sía de la música errante de nuestras pampas. Lué-
go, al concluir, un valse brillante ele Strauss, para
recordar sin duela algún momento pasado, cuan-
do, los cuerpos unidos y los brazos 'entrelazados,
en el rápido girar, el labio derramó al oído la pri-
mer palabra del poema que la música está i nter-
pretando .... Al principio, la casa duerme; cuando
empieza la segunda pieza, un postigo se entreabre
de una manera casi itwisible en el halcón desierto
y un rayo imperceptible de luz, brotando de la os·
cura fachada, anuncia dis"retamente que hay un
oído atento y un pecho agitado. Luégo .... nada
m{ts. Los músicos han partido, los raros pa,;antes
atraídos se alrjan, el silencio y las so,nhras recupe-
ran su dominio y sólo queda allí el guardián de
noche que ha gozado de l,t serenata, pensando
tal vez en su nido calientito.
¿No es la Esp:tña del pasado, lo repitr>? Id ú
dar una serenata en Buenos Aire~, bajo la luz eléc-
trica, en medio de un millar ele paseantes y en
combinación con las cornetas de los tra111ways!
Uno de mis amigos de Bogotú, queriendo or-
g<tnizar una serenata para la noche siguiente, llamó
á un director ele on.¡ue 'la especiali~ta y le pidió su
presupuesto. Este indicó un precio respetable,
algo como cien pesos fuertes; mi amigo le observó
que era muy caro, que así no podría rcpetirl<ts. El
artista, con la convicción de un zapatero ele bou-

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BOGOTÁ

levard, que dice al cliente reacio: "Fíjese en la


suela," contestó imperturbable:
-Oh! ele la~ que yo doy, con una basta!

A diferencia ele Caracas, que ostenta su Calva -


rio y su linda plaza ele Bolívar, Bogot:'l no ti ene
paseos de ningún género. La plaza principal es un
cuaclraclo ele una manzana, sin un árbol, sin ban-
cos, frío y desierto, algo como nuestra antigua
plaza II de Septiembre. En el centro se le\'anta
una pequeña estatua del Libertador, de pie, de un
mérito artístico excepcional en esa clase de monu-
mentos. Fue regalada al Congreso de Colombia
por el General París que la encargó á uno de los
artisté\s italianos más famosos de la época. La pre-
fiero, en su elegante sencillez, en la pureza de sus
líneas, á todas la,; ele Caracas y é\un ú nuestro an
Martín, {L nuestro Bclgrano y á ese deplorable cri-
men artístico que para eterna vergüenza de Mi 11 et
se levanta en la plaza ele la Libcrt¡¡cl.
Hay el pequeño sq~tare Santander, muy hien
cuidado, lleno de ;'u·boles y en cuyo centro se en-
cuentra la estatua del célebre general, pero que en
valorarlístico esb muy por debajo el e la de su ilus-
tre amigo y jde. Desgraci adamente ese punto, qu e
podría ser un agradable sitio ele reu nión, csUt gc-
neralment(; <le!'ierto, como sucede con la ancha
calle ele L::ts l icves y la pl.lzuela de S.tn Diego, que
en lo futuro serán un desahogo para Bogotá, cuya

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1 44 NOTAS DE VIAJE

pobiación aumenta sin cesar, sin que la edifica-


ción progrese en relación.
Los libros en general dan 6o,ooo almas á Bo-
gotá. Puedo alirmar que hoy la capital ele Colom-
bia tiene segurameiite m~s dl' cien mil. l\1e habas-
tado ver las enorme!> masas ele gen te aglomerada
con motivo de festivid :Icles rdigiosas ó civiles para
fijar el número que a1·anzo como mínimum. Pero,
como he dicho, la ciudad no se extiende á mccli-
cb que lil población acrece, lo que empeora grave-
mente las co :~ diciones higiénicas. Así, la gente
baja vi1·e ele una manera deplorable. H ay cuartos
estrechos en que duermen cinco ó seis personas
por ti erra; l<l bondad el e aquel clima fuerte y sano
sal\·a sólo ;'l la ciudad de una epidemia. Colombia
tiene, sin embargo, su azote terri blc, cuyo rápido
deseJwoh·imicnto en lo-; últimos tiempos ha he·
choque muchos homhr..:-; genero~os hayan dado
la voz de alerta, obligando á lns poderes público~
á ocuparse en tan grave asunto. Es la e~pantosa
elefantiasis ele los griegos, cuya marcha fatal nada
detiene, la lepra tem id a, qu e aísh al hombre de la
sociedad, lo en:: ;.erte en un espectáculo de horror
aun para los suyos y pesa sobre ciertas familias
como una malclición hibiic.t. Los Estados ele Bo-
yacá y Santander st>n los má-; azotados, pero el
mal, favorecido por la ausencia absoluta ele lim-
pieza ell el indio, comienz,\ á prop;¡garse en laSa-
bana. No es sólo en las clases miserables en las que

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BOGOT.\ 145

se ceha; m:'ts ele una f.lmilia distinguid,¡ tiene la


heren cia terrible,.,¡,, que j;tm:·,~ las pohre~ criaturas
que la componen conozc.tn lo~ g•>Ces del hogar,
porque el hombre que quiert formarlo se aleja con
horror el e s u umbral. Qul: fu erz;t ele vol11ntad se
necesi ta para luchar contr;¡ el mal! En algnnas
páginas qne producen una emoción profunda, el
Dr. Vargas, que hoy 11.1 clediL·tclo su \'icla al alivio
el e e~a cl es\·entur;t, ha contado cómo fue atacado
por el mal en plena ju\'entucl, al L.:rminar su~ es·
ludi os de medicina. Abandonó la \'ida o.;ocial, la
ciucl.td, y ,olo, errante en lt>s c:t!iclos \·allcs ele To -
caima ó cerca ele l.ts riher.ts clt:! :'lbgd.t!ena, com-
batió al enemigo lwr.t por hnra, sin un momento
ele desa li ento . E.! ciclo k sonr ió y encon tró una
muj er generos,t que quiso com¡1al'lir sct miseria.
Al leer ese reJa(;), que parece un ;t p{tgina arran-
cada al inl1 erno ele D.1nll:, b mano bu-;c;1 inco ns-
cit>n!c el puiio ele un 1'C\'Ólver. ¡Oh! es al1í c\llnclc
S c ho¡~ en h .1(1CJ' hahrí:~. podido maldecir lt 1'uluutacl
pcr,i ~tente y oh-;tin.tcl.t ele vivir, que ama rra ;t!
hombre ;, taks mi~eria'i. La etH.:rgÍ.l indomable
ele! Dr. V;u·gao.; lt> s;11\·¡); pem cmnclo salic'> el e la
lucha, l;t ju\·entud h.1hí.t p;ts.tclo y sóln quec!.tha en
el .t!llla u11 c.triiio inmc.:nsu por los que: sufrían lo
ljllt: él había sufricl<i.
Siempre he 111iraclo con un supremo re,;peto al
el ist i n.~tllclí~i 1110 e-;critor colo m i>1antl que tiene,
como Protnetc,,, !.t cadena que lo afc.:rra y el bui·
13

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q6 :\OT \S D:· VI \H.

tn: que lo dn·ora, sin qu-.: -.u LS 11Íritu decaiga un


instante. En su so ~:d,tcl, \'Í\'L' l.t ,·icla in!l'kctual
del mundo entao y con el cuerpo marchitado
para siempre, const:n\t l.t frc cut a ck l.t in!l'ltgen-
cia. Bendecidas sean];¡" ldr.t" que,¡..,¡ -,u.t\'tZ 111 los
dolores ele h existencia!
El Gobierno ele Colomhi.t, como lo he cltcho,
se prcocup.t s:ri.1mcnte de ese ntal que amenaza
comprometer el por\'lrlir clt:l país. Es ck c-;pcrar·
se que sus progre'los o..,erún ddt:nidos y altin ce·
derá ;'¡ lo~ esftH:rzo-. Jll.:rs .,·cr.urt ·s de la cencr1.
De las caprta.es sud.trnerrc.tn.h que cor1ozco
(y la única que lllL f.tlta e-, ~J 1 to), Bueno-, Arn:s
es la menos bien clot.tda re~p~:cto a l,t arqurkctu-
ra de los templo~, que d.tlan de l.t clominaciún cs-
pailola. San Franchco y ~artto Domingo son dc-
plor.lhlcs y IHh.:s(r;t C,tleclr al, :'t¡w..,,tr de sus rdec-
cinnes mockrn.ts, me. hace el efecto de un galp<',rl
de ferroearrrl ,¡]que '>L'Ilitblt:r.t pue:-.to un frontispi-
cio pseudn grw¿.(O .• 'ttnca he P"dido comprendl.!r
t.unpoco por qué l.ts igltstts que :,e cons(ruyetr
actualmente '>e hacen IH',,I(] l , in majt·-.tacl y stn
gracia, cuando se tienen 1\hldclos como esa nu-
ravillosa tg•e'>t<t \'otl\',1 de 'ten.l, ;'t l.t que el ck"·
graci,tdo :\Lt.'lllltiiano lu \'rnculaclo su nombre.
La., iglesi,t-; ck BogoL't son superiorl'-. :'t !1-;
nul:stras de l.t misma l:pt>cl, s1 no como t. maiw,
seguramente CtJtno .uquitectur.t. L:t C<tk lral t 'S
sev<.:r<t y eleg<tnk; pero,;'¡ mi JUicio, e J,L\'a la

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BOGOTÁ 1 47
pa.lma el frente de la pequeña c:~pilla que ti ene al
l.tdo, sl'ncillo, desnudo casi, con sus dos exiguos
campanarios en la altura, que acentúan b inimi -
table armoní.t del conjunto . En el c;unino á La<;
Nic,·c~. hay ttil:l iglesia, cuyo nombre 110 recuerdo,
tnlalmenk cttbiet la al interior ele madera labrada.
Se cree cntrar á la cttedral ele Burgos, donde el
Berruguete ha procligaclcJ los !e.-;oros ele su cincel
marayillusfl, filigranandn el tosen palo y clánclole la
expresión y la ,·icb del mármol <'> del bmnce. Sólo
una v,·z iui .tllí y .,aJí illCiigtJaclo, jur;tnelo no vol-
,·er. Ftgurao-; que h,tn pintado ele ;tzul el admira-
ble arlesOtJ;tclo el·! kcho! Un hombre con alma
ele arti-,l.t In pasado mucho.:; at'ios tallanclo esas
macler.ts, el ti~mpo C;triiiCHl ha venido á comple·
tat· su obra, cotnunic:'tntlolcs el linte opaco y lus-
troo.,o, cl aspcctll vctu-.lo que las hace inimil;t-
hles .... p traque un cura imb~cil y colorisb arro -
je sobre ella-; un ta: ro ele añil diluíclo, encontrado
en Utl rincélll ele la s,tcnslía!
Otro ele lrh nJnn ~ tiiJento,; de Bogol{t, el más
importante por stt ta.1uiio, es el Ctpilolio, ó Pala·
cio federal. Fue t·mpez:Jclu hace diez años, ha tra-
gado cerca ele tlll milil'Jn cll' pesos fuc:rtcs y no só lo
no e:;[;'¡ collclttído, s1no que creo no se concl ui-
r:'t j.un:h. El ,1\l:u t· d:l pl:u10 cl:·bc haber leni ·
do por ick.tl 1111 ciado gi,:.; tnlescC'. Algo cuaclraclo,
informe, pbnlaclo ahí como u11 mOIIOlito ele la
époc,L tk Id) cal tcli~mos sickralts. A la entrada,

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:\OTAS DE VIAJE

pero dentro ele la línea ele edificaci1ín, una cloc.::-


na ele enormes columnas que concluyen, trun-
ca" .... en el \'acío. X o sostie:1en 11acla, no tienen
misión ele sostener nada, no so,tenclr;\n jamás
nada. t\Ii amigo Rafael Pombo, uno de lo~ prime-
ros poetas del habla espaiiob, pasa su vida miran-
do al Capitolio y haciendo proyecto..; ele reformas.
Los ministros le tiemblan cuando lo ven aparecer
en el despacho con su rollo bajo el brazo. Pon1bo
quiere ~acar la<; columnas á la calk, hacer un pe-
ristilo, algo razonable y elegante. Un joven arqui-
tecto italiano que el gohiemo ha contratado para
concluir la obra, se ha co:niclo y(t todas hs uñas y
el bigote mirando l.t esfinge. ;-..[i humilck opinión
es que ha llegado el momento ele llamar al ho-
meópata, par;t satisbcción de la famili<~, porque ti
Capitolio está muy enfermo y no le veo mPjoría
posible.
Puesto que ele igle..;ias he hahlado ante~, elir~
que el pueblo ele Bogot;'t es sumamente religioso y
practicante. El cler0 1 cuyos bienes han sido secu-
larizados1 vive bien, COlllO en los Estados lniclos,
con los subsicltos ele los cteyentes. Cu{tn!as y cu{tn
serias ventajas ofrece ese '>istema <;obre el ele la
subvención oficial! L:t Iglesia adquiere mayor au-
toricbd moral 1 re.tlz.td.t pt>t' l.tcs~10tl!aneiclacl de la
ofrenda y no se viola cl pl'inctpio de jtl!>ticia que
exige el empleo ele! impuesto común, en bener1cio
común. Las señoras, aunque pertenezc;tn ;'t fami-

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BOGOT.\

lías radicales acérrimas, son ele una devoción ejem-


plar y hacen ;'1 Yeces la religión amable para Jos más
indiferentes. Recuerdo ha!.)er hecho, bajo una lluvia
torrencial, un gran número ele estaciones un vier-
nes santo, en adorable compañía; el paraguas era
una farsa, el viento nos azotaba la car<L .. . pero
con qttl: delicia hundía mi pie en los numerosos
charcos ele la \'trccla! Janüs adquirí un resfrío
con nüs títulos {t mi respeto y con icleracióll.
o es raro saber en Bogotá que tal caballero,
liberal ex<lltado, ateo y casi anarquista, tiene ~us hi-
jos en la e ·cuela ele Carrasquilla ó en la ele ~Iallari ­
no, dos conservadores marca Felipe 11. "Qué quie ·
re usted! Las mujeres! ... " dicen . Y un poquito
ellos mismos, Jgrcg:nl:; siempre es bueno tener
amigos que estén bien con el ciclo, porque . .. . si
por casualidad toda· esas paparruchas fueran cier·
tas! Se han \·isto L'tntas cosas en este pícaro mundo.
El bajo pueblo es fan~ltico; los días de las gran.
eles fiestas, la puc!'!a de La Catedra! c~l:·t sitiada por
grupos inmensos, que ondean impacientes. Por
fin la puerta !'C abre y e~ cntrmces una ele hombro
y codo p;u a ganar los buenos sitios, que permite á
lo..; m;'¡-; robu-,tos ponerse al alcance ele la vPz ele!
predicador .. \ unque ele algún ti empo ú esta parte
se han suprimido muchí~in1os detalles gmtescos
ele las ;tntigu,t..; procesiones, aún he \'i~lo figurar
la represc1 lación pl;'tstic,t ele la-; escenas ele la pa-
sión, el Senor b;lJO la cru~:, l,1s sant.h dolonclas ....

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rso i\OT.\S DE VIAJE

y el jurlío, el pícaro judío, Yestido á ,a romana,


de nariz cncor\·acla, fn:nte estr<.:cha, gran ahllndan-
cia de p<.:lo y ojos tnr\·o~, ~~quien el pueblo enseña
el puño y p.tsaría por cierto un mal rato si los guar-
dianes, \'estidos como los penitentes de la Santa
Hermanrlacl, con d somhr<.:ro de pico y el rostro
cubierto, no e~tm·ieran prontos ;'t su ddensa.

Pero, me clin::is, ¿los bogotanos no p;t-.;ean, no


tienen un punto ele reuniÓn, un club, liil:t calle
predilecta, algo como los houln•au·s, nue~tra calle
Florida, el Ring ck Viena, el tnter den Linden ele
Berlín, el Corso el e I<oma, el Broacl\\'.t)' ele ~ew
York <'l el Park- Comer de Londres? Sí, pero tocio
C IT uno: tien en el allo::.mto. Allowllo es una palabra

bogotana para clesign;tr simplemente el atrio ele


La Cttcclral, que ocupa tocio un lado ele la Plaza
de BoiÍ\'ar, coloctclo sobre Cinco Ll sus gracias y de
un ancho ele diez ~t quince mctrn". Allí, por lama-
ñan;t, tomando el '-'ol, cuyo ;trclor :nitiga b fresca
atmósfera ele b ;tltlll'a, por l,t (arclc, ele las cinco ú las
siete, después de comer (d hogot.tno come {tia, cua-
tro), todo cuanto :a ciud.tcl tiene ele IIO!ahle, en polí-
tica, en letr.t..; ó en poo.;ición, o.;c reúne diari ;unente.
La pn:nsJ, que es peric'>clica, ti<.:11c poco alimento
p;tra el report.tjc l'il la \·ida r e.~ ular y monótona
de I3ogoh; con frecuencia el i\lagclalcm se ha re-
gado con exe<:so, lns \'apores que trau1 la corres-
pondencia se \·aran y se pa-;an clns ó tres semanas

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BOGOT.\

sin tener noticias del mundo. ¿Dónde ir á tomar


la nota del momento, el chisme corriente, la proba-
ble evolución política, el comentario ele la sesión
del Senado, en la que el 11/acho Alvarez ha dicho
incendios contra el Presidente Núñez, á quien Be·
cerra ha clcfencliclo con valor y elocuencia?¿ Dónde
ir á saber si I~e~trepo está en Antioquia ele buena
fe con los Inclepenclientes, ó lo que \\.debes piensa
hacer en Santander? Al altozana. Tocio el mundo
se pa'>ea ele lado :"t lado. Allí un grupo ele políticos
discutiendo inflam,telo-;. El Comité ele salud públi·
ca (una asociación política ele link radical) se ha
reunido por la tarde, ha habido discursos incen-
diarios, Felipe Zapata prepara un folleto formida -
ble cont1·a el último empréstito enajenando las
rentt~'i del fe1TOC<ll ril ele P.111anü; es acaso posible
que I\'úiiez se Vlllc!Iquc? Parece que en Popayán
no est:u1 cou!t:ntos con el Gobierno, lo quc ha ele-
terminado, por ,lllt.tgoiti:-.mo, l;t aclhes¡l>n ele Cali;
qu6 hay de .%1p tquir:"t? D1ccn qut' lo-; pconc-; ele
las salina-; se t:-t;"tn monenclo y.... Pasemos.
¿Quién e-; est: hontllre que CI"IIZ.t el a!la.ulllu apu-
rado, llliranclo c!crnamente el reloj, COit el som-
brero alto :'t Lt nuc:I, clclgaclo, moreno, con unos
ojos brillantes Cl>llHJ c;trhunclos, salwlando ;'¡todo
el Illllitdü y por todos s;tluclaclo con cariño: Lo
::-.igo con 11l!rada .tfec!ll<hl y IIL·'la ck respeto, por·
que en e;;c cr:'tllco ~t: a111cl:t una de la<; fuerza<;
po0tica-; mts \'ip;nms,h que han hruLtclo en suelo

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americano .... Es Diego Fallon (r), el inimitable
cantor ele la luna ,·aga y miskriosa, ele quien nüs
adelante hablaré. Va ;'t dar una lección ele inglés;
hay que comer y el tiempo e:-; oro. ¿Quién tiene la
palabra ó más bien dicho, quién continúa con la
palabra en el seno de aquel grupo? Es José :María
Samper, que está hablando un \'olumen, lo que 110
impide que escriba otro apena<; éntrc á su casa.
Allí viene un cuerpo enjuto, una cara que no deja
ver sino un bigote rubio, una perill.l y un par ele
anteojos .... Es un hombre que ha hecho soiiar
á todas la-; mujeres americauas con uuas cuantas
cuartetas ,·ibrantes como la queja ele Safo .... es
Rafael Pombo. Y Ca.nacho J{olclán y Zapata, 1\Ii-
guel A. Caro y Sil\'.1, CaiTa<;c¡uilla y Marroquín,
Salgar y Trujillo, Esguerra y Escobar. .. . todo
cuanto la ciud.tcl encic1T:t ele ilustraciones en la
política, las letras y las arma-;. 1\f{ts all;'t, un grupo
ele jóvenes, la cri·111c de la crcnu:, según la expresión
viene,;a que han adopbclo. ¿Hay programa pa1·a
esta uochc? Y ills mil comentarios ele la vida so·
cial,los últimos ecos ele lo que se ha dicho ó hecho
durante el dí;l en la Calle ele Flori;'tn ó en la Ca.
!le Real, á cómo est:'lll Jos pape le~, si es cierto que
se vende tal /Jalo en la s.dwn, que Fulano ha \'uel-
to de Fusagasug:'1, clonclc estaba fcllljlcmnt!o, que
Zutano St: v.t mañ,tn.t á pa-;ar un mes en Tocaima
y por qué st:rá, y que á Pedro lo IJ:tn ¡'articlo con
(1) Exijo CJUP pronnnt'irn I<'t\lan.

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BOGOT,\ 1 53
la hoja suelta que le han ech.tclo; se la atribuyen
:í Di ego; maii.uu hay rifa en tal parte; qué buena
la últinu caric.t lura ele Alberto Urcl.u1eb! ¿Cu;'tnclo
acabar{t de e,.;cribir X .... vidas ele próceres? Se
está organizando un paseo al S,tl lo, ele ambos
sexos. ¿Quién lo da?-¿Saben la descrestada de
Fulano ? ...
Una bokt, un círculo litcra1·io, un arec'¡p;tgo,
un a cotcrie, un salón ele solternne;., una caulisst de
teat ro, un forttlll, loel .t L1 acti\'idacl ele Bogo!;'¡ en
un centenar ele metros cuadrados: (;'¡]e~ el nl/o::a -
no. Si los mmos silenciosos ele esa iglc-;ia puclier;¡n
habbr, qué bien contarían la hi storia ele Colombia,
desde la<; luchas ele precedencia y etiqueta el e los
oidores y obispos ele la Colonia, clesrle l.ts crón i-
cas del Carnero bogotano, hasta la-; última<; con'-'·
piracion es y lc\·,tn!amientos ! ;\l:'ts ele un:1 vcz t:tm-
hién la sang!·e ha manchado es.1s lo~;ts, m{t'i de
una \' CZ han sido teatro ele luchas :-;alvaj::,;. El bo ·
gotano tiene apego :'t su nltoztuw, por la atmósíe ra
intelectual que allí se rc-;pira, porque allí CIJCllen·
tran mil oídos capaces ele qhorc;¡r UILt ocurrcm:ia
espirilu;tl y ele el.trlc curso á los cu:ttro \·ienlos.
Mma. d e Stael en Coppet, suspirando por el sucio
:~rroyo de la rue dtt B.tc ó Frou -ji·Mt en \'cnecia,
so ñand o con el bou/c¡•anl, no son m:ís desgracia-
dos que el bogotano que la suerte ;¡lej:t ele su ctu -
cLtcl natal y sobre todo .... del a/lo::auo.

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LA SOCIEDAD

Corclialidud-·La primNa romid:~-Lu


juvrntucl-Sn cnrtn in-
tr!PctuaJ-g¡ crtcluwo borrot<uw Las ct~sas por furnt y
por 1lrntro - La 1·ida SilCial-L<ts rnuj<'l'P. anwt·ieanas-Lus
ho!(otanas -Oowle PI ~r. SnúrPz-La músk:t Las ~eiiori­
tas tl<' C.tkrdo Hojas y d" Tanco g¡ ll tll!llllw-Carúctcr
drl¡lurh!o El clu<'ln PD Aml·ril'a-EuctlP!ltros ;'¡mano ar-
mada rJa IICI'~ ur ntlll'l'tl' \'irilill:ttl-Hicardtl Brcl'tT:t y
Carlos Jfulg-uín-TTna l'PS[lllf'..;ta ,¡,.
fiolg-nín-R<'sumrn.

Par.t el 1·i;~jcro en gener;li, nada es m:'ts difícil


que vi1·ir la vida ele l,t socieclael en cuyo seno se
cnctH:ntra. Cu{l!lto~ ele nosotros hemos l'isitaclo la
Europa enter;t (no h:tblo ele ~,quellos {t quienes una
po~ición cxct:pcional facilit.t to,Jo) sitt conocer, de
loe; p; íscs que r..:co:TÍa'lJO.;, m:'ts que los tc.ttro~,
los hoteles y el mundo cq'IÍ\·oco de l,t" calles! Así
sOtt LunbiL:n las icl":ts qu~ s · flll'l11an. Algunas \'e-
ces Stlll los t:-icritorl:s ckl p tÍs 111i'ímo los cnc.trg;¡-
do-; de pintar l.t socicclacl con los colort:s m:'ts n;-
pugnantes. ¿Qui~n s.: rc.:c,nll'l'rÍa (t lkv.tr su familia
á Ft·ancia, si lo.; cuadros ~ociail'-; ckl Pol l3nuille
ele lob ftH.:ran ex.tctnc;, s1 l.t hOIII:(cotsie francesa
fuera el mo.Jdo ele pnelredumhre qtle pinta, \'iii-
pendiamlo y caltltlltlianclo :·t su p;ttri,t'!
E11 Aml:rica h-; puertas se abren con m.ts fa
ciliclacl.

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Ij6 i'\OTAS DE VIAJE

A los dos ó tres clí;¡s de mi llegada, despué;:; de


h<tber sido vi'iitacl<J por un gr-an número ele caba-
lleros y cuando mi\·Í.t de la afcctuo'ia recepción
oficial, donde se me había ensancluclo el corazón
ante la manifestación ele viva simpatía por mi país,
nw encontré con una atenta i1witación á comer del
Sr. D. Carlos s:tenz. Fue en e:;;¡ primera é inol-
vidable comida donde empecé~ ;'t conocer lo qne
er;¡ b sociedad bogotana. Pncos momentos mús
cliiíciles y m;'tsg¡-atos al mis:no tiempo. La reunión
era selecta y cada uno, en su amabilidad y alegría,
se e,;forzaba en cl.1rme h bien\'enicla. E:,íaba allí
bien representada la ju\·cntucl ele Colombia c:11
aquellos hombres cultos, ele una corrccció11 social
perfecta, de ma1Je1·as :-;uellas y elegantes.
El corte intelectual del bogotano jo,·en es carac-
terístico. Desde luego, una ,.i,·eza de inteligencia
sorprendente, eléctrica en su rapidez ele percep-
ción. A nü,;, sólidamente ilu-;lraclos, sobre todo
con aquel hai.IIÍz incomparable que da el Clilti\'0
ele hs letras y el amor ;l l.ts artes. Fintando sic m·
pre en las idc.ts cxtrc111as ele! partido á que pcrtc-
nec~n, nada nüs cnrio~o que la-; discusiones hu-
morí:;ticas que se traban entre t:llos sobre política.
Las divisiont:s ck pal'lido, k1Ti hle-;, -;alvajcs durante
la lucha, se clio;ipan al día siguiente y no salvan
nunca los límites ele la \·ida soci,t!. Y las cosas que
se dicen y la ma11cra comn un conscn·ador me
presentaba {t un radical, su amigo íntimo, que le

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LA SOCIEDAD IS7

oía pl;icida mente ele e ir in iq tmLJd~s, p:tra, :'t su \'CZ,


pintarn1e los godos :i tr;l\·0-; de su-; pasiones. El es-
prit chisp ·a en l.t con,·er::aci<1n; un,t mesa es un
fuego de arlirtcio cothtante; el chisk, l.t ocurren·
cía, la oh.;cr\·ación !1na, la cu.<rteta Ílllpt·o,·isacla,
la décinu cscriLt ;¡J dorso de: lltenn, el aplast.t·
miento ele 1111 tipr> en una frase, la mar:t\·illosa faci -
liclacl rle palabra .... no tienen igual en ninguna
otra agrup;tción americana. El ho.sotano es esen·
cialmente escé1)tico; capaz cldocJo-; los entusiasmos,
tiene cierto clesclén ele hombre ele mundo por la
cleclamación p:t!riolera ele media calle. A u11 CO·
lombi:tno pnr Sllll_i! se 1:: criSf)an los nervios cuan·
do se tr:1ha ante él u1ta discusión sobre próce-
res, sobre si Bolívar hizo esto ó si Santander ague ·
llo, si Ricaurte en S.tn :\[ateo, etc., cuando se
cae, en fin, en d etcmo dada am ·ricano, de la
inckpendenci.t, cid yuw> cspai'iol. Tiene sobre eso
frase-; excelentes. Un.t noche, después ele u1u cena
en u11 baile, acnmp tiié á un.t s.::i'iCJr;, que no había
tenido inactivo el tenedor,;'¡ o.;¡¡ asiento, donde se
acomodó Cdn \·o:uptuo~iclacl, saboreando una ex-
quisita Ltza ele c:tf(·.
- " Sl: ci1cuentr:t uskcl bien, señora? -Perfec-
tamente¡ pa1·a e-;,¡ pelc~mJ:l llll~stros padres!" La
réplic:t es bng111an.t pura.
El fondo de escepttcismo abraza también las
cue-;tiom·s rl'iigto~a-;; raro c ..; el bogoLtno del buen
mundo que ,e l.u1ce en un,t declanución contra

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:'\OT,\S DE \'!AJE

lo,; ji-tli/cs, de. Tienen la epickrmi~ intekdual


nen·ios;t y cualquier r;tsgo de m.tl guslo los inita.
Pem al mismo tiem¡ o hiperbólico~, ('xagn:tclo.;,
extremos en todo. Tienen una antipatía? El infeliz
que ;'t veus 110 sospecha haberl.t inspirado, es un
"pillo, utt c:tnalh, un laclrCm, un asesino, un .. .. "
el diccionario entero de denuesto~. 11 Y~t sé lo quie-
re decir, hahrí.t clichn P. L. Courricr: es que tc-
nemo..; opinione-; clifcrentLs."
Lo que los c~paiiolc'> y nosotro-.; llamamo~ ca-
/m•cm, se llama cachaco en Bogot:'t. El cacltrrco es
el calan:ra ele buen lnno, :tlcgrc, cleciclor, con e11·
tusiasmo comunicati\"C>, capaz ele hacer b.1ilar una
ronda infemal á diez e~ tinges egipcias, organizador
ele las cmclrilla~ ele {t cah.tllo en la plaza, el día t.a-
cional, clispue-..to ~~ hacer trepar su ctbllo á un
balcón par,\ alcanzar una sonri~;t, jugador de altu-
ra, dejando hasta el últtmo pesn en una mesa ele
juego,~\ proposito de una rifa, pronto {t tomar~e á
ttros con el que lo bu'iLltle, branJ hasta la tellleri -
clad . .. . ,. que concluye gtneralmente, después de
uno ó cbs \'i,tje.,; :'t Europa, cll'~L'ilC.lll!.tdo el~ la
\'icb, t n alguna hacit.:ttll.t lit la Sabana, de ele nclt.:
-;ólo hact.: rara~ apat·icil)ttt.:s t:tl Bog<JU. 'El urclraco
es el tipo simpúttt:.l, popular, biL'Il nacido (como
en toda-; l.ts rcpúl,lll.:;t-;, lt.L)' allí muclu preoc.tpa·
ción de casl:t), con su ligero tinte de -.obe~bia,
mano y corazón abiertos. PL ro el wc/wco se \'a;
yá los de la generación actual reconocen e::,tar muy

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LA SOCIEDAD 1 59
lejos ele la cac/f{lqlfcría clá'iica del tic;npo de sus
padres, pero se CO!budan pcns.tndo que las gene-
raciones que vienen tr:ts ello v:den mucho menos.
La vicb social es muy activa respecto {¡ fiestas.
Viene pnr rúLtgas. De pronto, sin razcín ostensible,
c1nco ó 5cis familias lijan su día ele recepción, don-
ele se baila, se con\·crsa, se pasan noches clelicio-
~as. De tiempo en tiempo un gr,tn baile, tan lujoso
y brillante como en cualquier capital europea ó
entre nosotros. i\lis primeras impres1ones al ;¡cep·
tar im·itacioncs de ese género ó pag;tr visitas, fue -
ron realmc11te cmiosas. Lkgai)a al frente ele una
casa, ele pobre y triste .tspecto, en una calle mal
empedrada, por cuyo centro corre el eterno caílo,·
s:tl\·ado el ulllhral, q~1é transformación! Miraba
aquel mobiliario lujoso, los e~pcsos lapices, el pia-
no de cola Ehrard ó Chickering y sobre todo los
inmensos C'ipcjos, ele lujosos marcos clmados, que
cubrían las parceles, y pcn<;aba en el camino de
Honda {t Bogotú, en los indios port.lclores, en la
carga ahandonacL1 en la montaii;t, bajo la intem·
peric y la lluvia, en los golpes ú que estaban ex-
puestos todos esos objeto,; tan fr:"tgiles. En Bogotá,
para obtener 1111 espejo, :-;i l iL·n se pide un marco,
hay que enc.trgar cuatro lunas, ele las que sólo una
lleg.t s:tna. S-: C"Ol \l!)rencle hasL1 dónde deben haber·
se cle~ennH:lto l.ts necesidacles ele comodiclacl por
la cultura soci ti, para que las Ltmilias se resuel\'an
a los sacri(1·jp..; 1ue instalaciones semejantes im-
ponen.

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lÓO NOT:\S DI:<: VIAJE

En las reuniones, una cordialidad, una aisance


ele buen tono inimitabl~s. Se haiLt bien, con esa
g r:~ci.t de las n~ujcrt"i ame1 ic:tnas que nt> tiene igual
en el mundo; la~ mujeres hail.tn mejor que lo:;
hombres. ;\le rccorclah:ut l.t !illlc17<~, {]cxible como
una p.tlnH.:ra, con sus ojos resplandecientes y su
Otldulacit'>n enloqueced,JI·a. Cttando la reunión es
ínltm;J, u11a linda cri:~tur,t tom.t un tiple (especie
de guitarra, pero ·m:'ts penelr.tnle), tres ó cuatro la
rodean para hacer la !'egunda ,·oz y colllo un mur-
mullo tmprcgnaclo ele quejidos se Je,·ant,, la triste
mcloclia de ttiJ bo111bnco.
Se con,prende f:tcilmcnk que los jc't,·ene,; se
resistan á conformarse con la pri1·ación clt~ e~as
ll.e::,ta,; Ltn gratas. Cuanrlo lleg:t una ~poca ele cal-
ma (que viene y se v.t sin saber pur qué, puesto
que las estaciones del ai1o se succdtn in..,ensible-
mentl', sin ,·;niación IJOtthle en la t<.:mperatura),
qué comhiti;J.ciones de genio p.tra determinar á
Ull patricill reacio {t abrir sus salolll:-; ! L:t intriga se
arma cnl.t Calle clt Flori ."u1, preguntando á t'ste y ú
aquél, si esbn invitados (¡J,t krtuli ten ca~.t ele X .. ..
y cuando llega la hora ele! allo:a no !ocia l.t cacha-
quería no ilahla ele otra cosa. Al fin, la especie
llega :1 oído,; de la víctima elegid.t, que, si e,; hom-
bre ck buen gu-,tn, S(llll'le 0 itt\·it.L
Cu,tnclo la m.tqui naria 110 da resu!Ltcln, entra
;'t funcionar l.t grueq artillcrí.t y se orgalliza un
asa/lo. Se <.:lige una c,b t de conlianz;t, se pasa la

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LA SOCIEDAD r6r

voz entrediczó doce familias v todo el mundo cae


ele vistta, á una misma ho ra, por casualtdad. l\1 ien-
tras la elueii.t el e casa se tollla la cabeza entre las
manos, éste ha abierto el pia 10, aquéllo'i han
ap;trta ch) !.1 mesa del centro, uno, trepado en una
silla,-se ocupa en etJccnckr la~ vcla~ de la ;,raña
superior, bten pronto suena un ,-:tl'ic, la animación
cunde y cuando el elm:ño ele c~.s.1 \'UCI\·e ele su
partida el e trc~ill•> en cas.1 ele Sil\·a ó el Jockey, se
le sale al encuenlm agracl::ciénclole la amable fi es-
Lt qu e ha el .tdo ..,in -;ab~rlo. E 1 lo-; últi111o-; tiem-
pos se lu introdu ·~iclo 1111 .t ligera rdorma .ti siste-
ma de a-;a!tos: se a ,·isa un par ele lwr,h antes al
propietario ó ;'t la señma ck la c,tsa de,igna.!a, no
para cl.trlc tiempo clc cldendersc, sino por pma
cuc,tit'll1 ele ,ib.triti,mo: t',.; p:ua qtte el cham pa-
ña esté helado y los saudwichs frcsu>s.

¡Cómo comprendo hoy que el extranjero se


enloquezca con ntH.:,.;tras t.Jllj..:rc,; ;uneric.u¡a-;, del
Caribe al Plat.t! E'i un '>ér cli..,lttllo ;'¡ la m<~jer eu-
ropea; reúnen [(Ido, el .tire cleg:tnle y cli~ttnguido
ele la fran cesa, el cuerpo modcl.tdo ;'t la griega ele
la ltija de Nue\'a York c'J ele Viem, la gracia espa-
ñola, el \'ig Jr d.:: al m t ita 1i.uw, 1,¡..; 1í ne.Ls correctas
de una lisonomía ingks;t ... . P..:ro tietJL'I1 la indeci-
ble mo\'llicl.td ele espíritu que le-, es propi.t, esa
músic ~\ en !.1 \'OZ qu~ e nlmaga, los acentos pro-

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NOTAS DE VIAJE

tunclos inspirados por la pasiún y, cuando aman,


se clan, se clan, con el olvido del pas l'lo, con la
no11 wmm:a su prl'nJa del porvenir, ahsorbicbs, con-
fundidas en el am )r ~oberbio que la, l'Xalta! ¡Qué
agitación mi~tcriosa, inl<insa,'clebe hacer latir como
una ol.t el corazón del a\em(tn· que se ~ienle entre-
lazado por dos brazo~ que habla 11 e 11 su presión
suave, en su contacto tib1o y estremecido! Tocio
lo que ha soii:tdo bajo la Influencia de un licdcr ele
Heine, cuanto ha poclido \·islumbrar en el mundo
delicioso que ue;t la imagin,tCILJil, b;tiiacb el alma
de una melodía de :Ucnclels~ohn, lo ve palpitmte
ante sus ojo:-;, irradiando l.t stnta \'Oiuptllosidacl
que atrae los cuerpos l'IJ la heJTa, bajo la ky cons-
tante del ;uno1·! ...
Estas condir·io1ws que no.; distinguen entre la
raza htnn,uJa y que el día l'll que l.t América ocu-
pe su -;itio ddinitiw en la tilJTa, 1mllarán ante el
mundo, la alti\'l:z, ti cll'sprenclimicnto, e:l valor, la
pLtnta firme para alc,tnz.tr la ahnegtci\'111, el des-
precio profundo ck l:ts co-.ao.; baja<; y rastreras,
todo nos \·iene de la muj.:r amcrico~nt, todo nos
lo ha dado en gl'rme ·l l.t mac!J·e, lodo In cle~arro­
lla la m ujl:J q 11ericla con la purez;t suena ele su
mJrac!.L ~o le lubi.;J" de cli1ll'ro, no prdenclLis
ofuscarl.t cn11 el b1 J!l,> \";llll> rlc la po~iCJI,>Il; btbcacl
el camino ck•l alma ~i quer.~h :lcg:tr :'t ell.t, sed clig-
no, g-:ncro~o y hra\·o .... Sólo a~í -.e llega i la
puerta cid tc1nplo, pero cuando l:o.;t.t se abre, ce-

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LA SOCIF :DAD

rracllus ojos y pedid la J nuerte en ese instante,


porque hahl:is respirado 1 111a atmó~fera sobrehu -
nnna, porque todo io der tns que la ,·ida os guar-
de, será raquítico ante ese recuerdo! ...

L;-~s mujeres hogotar as no desmerecen por


cierto ele sus herm:tnas d e América. Son general -
mente p~queñas, muy b ten formadas, atrayentes
por la pureza ck s11 color y sobre todo, par:t uno
de nosotros, por el enea nto irresistible ele la ma·
nera de habl.tr. Tienen t IIU música c.tclcnciosa en
la ,·oz, menos pronunci; tda que la que se observa
en nuestras pro\'incias · del ~orte. El idioma, por
otr.t pade, tan cli,;linln del nuéslm en sus giros y
locuciunes, proriuce cr 1 <~qucllo" l,tbio-; frc;cos
una impresic'm inclccib le. Hay cntre el!.ts tipos
de belleza COlllp 1c!th 1 [ ·CrO Cll J.¡ COiec!Í\·jdad, es
la gracia la condición prinwrdial, el su.tvc fuego
ele los ojos, ];¡ elegante ondulación ck la C<theza,
el movimienlll, el eulra i11 continuo, que convierte
una pequcñ.t s.tla en · un foco ele \'icLt y anima-
Cion.
Casi todas las famil i.ts princip:tles han viajado
y al tn!t·ar ;'t un s:tlór 1 y Ctlltte111pbr las luilcttes
que parecen s.tlid.ts [;¡ \'Í~p..:r.t del repu!.tclo taller
de ll>l 1 modist.t de P ..r ·¡-;, ntclie creerí.t que se en·
contr.th;t en la cuntlw ·ele 1111 cerro pcrdiclu en bs
entrañas ele la Am(·ri< ·¡,
~o me ol\'icl.trl: ¡¡unca ele aquellas cle!Jciosas

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1'\0TAS DE VIAJE

comida<; en casa ele D. liego Suúrez, cuyo hogar


hospit;dario me fue abicr >con tanto cariño. N un·
ca éramos menos de qui 1ce ó 1·einte y dc:>cle el
primer plato, la mesa era una arena p<1r<1 el cspíri-
tu de los concurrentes. ¡Qué animación! Cómo
se cruzaban las ocurrencia s m ;'t-; originales é ines-
peradas 1 Tam b!l:n, cómo esperar r¡ ue en Bogotá
encontraría una obra mae tra como la bodega del
Sr. Su~rez! Los l'ino", ele ido'> por él en Europa,
habían triplicado ele \'alor en ~u larga travesía -y
cuanclü los degustábamos, sentíamos que aquel
chispo¡ roten del espíritu n o-. in~¡mliera entn.:gar-
nos á esa gra\'l~ tarea con la se ri eclacl necc-;aria.
Pero ¿cómo hacer? Los po ,(res servicios, todo el
mundo saltaba por cL:j,¡r la me-;,1. Cu;111do llegá-
bamos al salón, una jO\'Cll es taba l'ft sentacl.l al
piano (cuál ele ellas no cs 1 IÚ .., ica?), los ha lcones
abiertos nos inYJtab.Jn .'t g0. " ll el e la caícl.t dc una
ele esas tardes fre,c;ts y -.erci ,.¡s el e la Sabana, los
grupos se organizaban, lleg:t a l'i IllO IIICI1to de !as
charlas íntim?.s y deliCiosa'> y cu .tnclo l.t~ '>t>mlnas
venían, comenzaba lasan!aic Inlprm· ¡~arla, cl hallt-
bllCO en cmo, la buena IIIÚ">ÍC , todos lo-; encanto-;
sociales, e11 uim atmc'¡sfcra ele icada c!e cmclt;tliclad
y buen tono.
Y los n.:cil os dotu!,· ( 1) \ Te ngo·:clll'a, l~c -. trepn,
Tanco, Koppel, Soffi:t, ;\ltl'I, .tl!lpn, etc!
(1} Locución común á toll:t la Am ·ril'a"'Jlatiola. •'\cPpto
en el Plata. y que reemplaunuL•stro · ntigramatical en lo ilc.

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LA SOCIEDAD

He dicho yá la afición inmensa que h:ly en


Bogotá por la música. No hay ca~i una niña q ue
no toque bien el pi,u1o y r..:cu..:rch> entr..: ella~ , dos
ele las n,tturalezas m{ts pwfuncl.tmente artísticas
qu e he encont r;tclo en mi vicl.l. En cualtptier pa r-
te del mundo habrí,tn lbmacln la atención . Una
ele ella~, la Srita. ele Caiceclo l~oj.ts, tiene la intui-
ción maravillo;;a ele los grattcles mae~tros.
La intuición, porque nunca ha ~aliclo ele Bo-
goti y no h:t pndiclo, por consiguiente, asimilarse
la tr:tdtción ele Jo-; con~et·\·.ttmiG., europeos respec-
to(¡ la interpretaciótt ele lo" cl[tsicos. E:-. inducLt·
ble; se necesita nacer con un nrg;tnismo musical
para clistingt1ir en los tintes del estilo las obra:> de
los poetas cl(tsicos ele! sonido. Con qué solemne
m:tjestacl traclucí.t á Bceth01'en! Qut:· ligerez.t ele-
gante y clelicad,t :tclquirí.t su lll.tnu para bordar
sobre el techelo un.J ele e~o-; tejidos al:rc(JS ele 1\To-
z:ul, tan tenues como los hilos iiwi-;ihles con que
clirig1a su carro la reina J\Iab! Solloza {t Schuhert,
cant.t y sueiia con :\lenc!t:l-;sohn, bt ill.t y gime con
Chopin, 1·ihra y arreb,tta con H1Ji instettl, conser-
\·anclo siempre, art iba ele t Jclu, el Larftcter expreSJ · ·
vo ele su person.t!idacl. ¿ :\h: perdonará estas líneas,
l.t sua1·e y modt:sl.t cri.ttura, {t quten cleho un lllO·
Illt'ntu inoii-Idabk?
¿~ l e perdomr;'t l.t Srita. Teresa Tanco, mi sim -
pática compaiiera clt:l :\l.tgd.t 'l'n a, si le rl'pitu en
(;~(;¡s páginas lu que ünta veces kyú en mis ojos,

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r66 NOTAS DE VIAJE

esto es, que tienen razón los bogotanos de estar


orgullu~os ele ella p0r su espíritu, h :tltura rle s u
carúcter y su t.tlento mustcal · incomparable? Sen -
tada al piano, 1110\'iendo el arco de su violín, ha-
ciendo gemir un oboe ó las cuercl,¡-; del arpa ó el
tiple, cantando bambucos con ,;u voz delicada y
justa, componiendo trozos co:no el dlba, que es
una perla, siempre esb en la regi<'lll Slli1l~rior del
arte.
)Jo conoce la poesía sencilla l; íntima de nues-
tra naturaleza americana aquel qtte no ha oíclo
cantar á dúo un bambuco colombiano á las seiiori-
tas Tanco.
El bambuco es el triste clt:: nuestra campiiia,
pero m{h musical, m:ts artí'itico. Lt misma melo-
día primiti\·a, el mismo .tcento tk triskza y queja,
porc¡nc la mústca, en toda.., la-; rq~toncs socia-
les, es el eterno cunsol<tclnr de l;ts .1marguras h u-
manas. A ella acuden !.t~; !->OCilclade~ cultas para
alcanzar llll reflejo ele ese tcleal que \'a muriendo
baju el pie ck hierro del J10..,iti\·o actual. :·t ella el
habitanll: ele los camp.Js y !.ts 111011taiias para
traducir las penas que tudw1 Sil cor;tzón simple,
pe ro cor;tzón de lwm hrc.
Trascribo al fin dos brtlllhliCclS (1). Co111o se
ver:t, el \'t:r~o en -;Í mismo no vale n.td t; es !.t mú·

(l)Ot'hO la trascripci<in dt• pstos dos uamhucos, que PS im-


po~iul!'encontrar Psrritos Pn ColombitL. ,¡la awauiliuau l al
talento de In ~rita. T"r1·>a Tam·u.

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LA SOCIEDAD

sica que lo acompañ<~, la expt-c-,t6n (.'On que ~e:


dice, l!l que con-,tituye tocio ~u mérito. Tal tris-
te, oído una ttoche en un pobre r<~n c ho de nue~­
tro;; c :unpo~ con profunci.L emoción, no r-:si;;te ;l
la tentativa el ~ tt·.tslacl:lrlo ;Í una orque.;t t como
motivo ele sinfonía .
Los enqyo.; que <>e han he cho ctt es~ -;enticlo,
no han dado nun ca resul taclu ....
Como st: ve, son simple.~ cantar.:s po,)ulare-;,
ecos mclancólico:; y tristes, como si e,.,:! tinte del
e-;pírittt fu::r.t el únic > r.l'ig > qu~ iclentiric t á la
especie hum<ltl<l bajo tocio.; lo,; clima<; y en todas la-;
latitude.;. Repi to, una vez nüs, que el encanto está
en la mú.,;ica y en l.t sua\·icl.tcl de la expre.;ión al
cantarla.
Es muy frecuente, por las nllches, oír, en los
sitios ele lo,; suburbios dond e el pueblo se reúne,
bambucos en coro cantados con \'OCes tosc:ts, pero
con un acento ele tristeza que ha ce soiiar. Si no
fuera la influencia terrible ele l.t cliic!ta, que y;'t he
mencion;tclo, el pueblo colombiano, hablo ele la
ma-;a proletari.t y errante, cott su nnra\'illosa predis-
posición artística, :;eele\·aría rúpichmcnte en la esca -
la ele la civi 1ización. Como raza indígena, la conside-
ro superior 110 sólo :·Lh tllt.::,tra, que e-; l.t primera
en b;trbarie y alnll] ;t intclectu.tl ( 1 ), sttlfl también
:'t la ele! Perú, que no ti~11e lo::; 111slintc.s ele dig-
nidad que car.tderiz.tn ;'t la colombiana. El \';tlor
O) \le n·liPro al iudio puro.

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168 NOTAS DE VIAJE

ele los indios ele Colombia, sobre todo ele aquellos


qu e \'i1·en en reg1ones montañosa-, pues el clima
terrible ele],¡ ti err;¡ caliente cnen·a á los que nacen
y se forma n elentm de esa atnH·l-.fera de fuego, es
hoy tradicional en aquella parle ele Am~rica. En
la guerra ele la Independencia, cotn<l en las hrgas
y cmentao.; lu cha~ civiles que .>e lun sucecliclo hasta
r876, cacLt hat.tll.t lu sido nna hecatombe. En una
ele las últinns, elespu~s de un día entero de bata-
llar, con las 111orlífcra-; armas moderna-;, J.¡ 1·ictoria
qne l.'l in ,leci~;¡ y perclit) c.1cla uno ele los ejl:rcitos,
más clt l 50 por 100 ele su efecli1·o.
Tengo la seguriclacl ele que si alguna 1·ez, la in-
clepenclencia ele Colombia es amenazada ó su ilo-
IHlr ultr.tj.ulo, poclr;'¡ cnntar para cldencler~e con
ll'l ej~rcito ck 111:1s de ci::n mil hombres, br~mJ,
paci<.:nte y entu~ia~ta .
De todns los países ele la 1\ ml:nca cid Sud, sólo
en las regione::, que haiiael Pl.1ta -,e ILLclesenvuelto
y reina soher 1na l.1 insl1tución social c!t:l duelo. En
Chile y el Perú son t.m rai'Os los encuentros incli-
viclu.des, que o.;e cit.Ln y recJJerci.Jtl los pocos que
han ten ido luga1·. ¿Es la in ílu enc1a ele la "ocia bilicl:td
francesa que, hacil:nclose '>(·ntir entre no~otro<; por
medio ele ~u literatura COITwntc, ha hecho persis-
tir t'lllluestros h;'¡bitos la m.:11Í;¡ dtl duelo?¿ Respon -
de ac:ho e~a práctica á un.1 v,tga presiún elnogr;'lfi-
ca, si puedo expre.>::mnc así, pue~to que la vemos
imp erar en nue:;tros campos, COil\'erltcla en una

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LA SOC! ~DAD

ley ineludible p:tr.t el g:wclw? Tenemos, es cierto,


J,t sangre ardiente, el punto ele honor ele un<t sus·
ceptihiJiclacl ;'t ,·eccs excesi\·a, la \·anidad del valor
lle,·acl::t á la ;Jilur.t de l.t pa'iión, pero ~erí,t ridículo
pretender que esos caractere~ no distinguen tam -
bién ;'t los clelll:.ts pueblos amC'ricano~.
En Colombia el duelo, aunque más frecuen te
que en Chile y el Perú, no c..; cnmún. En cambio
reina de;graciacl1m~nle una co~tumbre que los
misi\HIS crJlombianns c.tlít1can dé <;alvajc. A pesar
ele tncla mi simpatí.t y carii1o por ellos, no puedo
desmentirlos.
Un hombre ilhtill.tclo c11 su honoró en <;U re·
put. tción, hace Je,tlmente deci1· ;'t su cnc111igo que
sc arme, porq11e lo atac.trá donde lo encuentre .
Ahora bien, en Bn~ot;'t, l.t gente ele cierta clase
soc!al (po··que es cles,._:l·;¡ciaclttnlcnlc entre lll alto
del mundn qu..: tic:ncn lugar c,as escen;ts deplo-
rable-,) sólo se encuen[!·:t clm.tnlc cl dia en l.h ca·
llcs ele Floriin ó Heal y por la maii.111a y;'¡ la tarde
en el ol/a::at/0. Yo mismo he presenciado, en la
primera ele l.ts calles mencionadas, {t las cuatro ele
l.t tarde, hora en que se agrupa allí una nunH:rosa
conCUIT~IJCia, un ellCULntm de e-;te género cnt1·e
dos hombre,; perteneciente~ [t la m:t~ alta sociedad
bogobna. Ren'1lvcr en mano, s~p.tracl >S súlo por el
wíio, se atac.tron co:1 1·iolcncia, disparando uno
sohrc el otro casi tocLts las halas ele su arma.¿ Cómo

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\OT \S m: \'UJE

no se hiri~ron? La ~xcdacu'¡n natmal, el 1110\'imien-


to recíproco lo explican suficientemente. Lo que
me llamó la atcncic'Jil, fue que ninguno ele los cir-
cunstantes (la mayor p.tilt: ele lo-; cu.tks, la verdad
sea cl1cha, tomaron una prudente y precipitada re-
lirada) no saliera con un hal.tzo L'n el cuerpo. Los
proyectiles se habían enterr;tclo, {¡ ;dtura ele hombre,
en las dos paredes opue~ta-; ;'¡ los combatientes,
que concluyeron por \'enir ;'¡ la-; mano'i, siendo en-
tonces st:paraclos por algunas pcr:;nn.ts.
Por desgracl.l, raro es el iltciclente ele ese gl:n::ro
que se termina de una manera tan fel1z. l\Lt~ ele
un joven brillante, nüs ele un hom,br~ ele mérito ha
muerto cntlllO de e~os combates, le.des, es cierto, en
que no hay jamás traición ni sorpr~sa, pero, lo re-
pito, no por eso meno-; ~al\'ajt·s. ~o c1tarl: ninguno
de esos casos; pero •¿quién no r~cucrcla en Bogotú
la histona ternbll' ele aquel ancia1•o qu~, habiendo
ofendido in\'lJ!untanamenk :'t un hombre JOVen
y ele pas1oncs profunda~, lt pidi{J públicamente
perdón, se arrodilló ;'t los pil's dl'i arzobhpO par.t
que é~k evitara el encuen!m :1 que su adversario
lo incitaba ele una manera implacable, hizo, en
una palabra, cu.tn!o es dacio h;tt:LT ;'t un hombre
para aplac.tr á otro? Todo tul' inútil y un clía el
anci,tno se \'io aLteado bajo el portal ck una iglesia;
nurchú recto ú su enem1g<J, -;uirienclo el fuego
continuo de su r~\·,·¡1\·er, llegú junto ú 01, lo ten-
thó ele un bal,tzo y lul:go k enít:1ró una dtga ~~~

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LA SOCIEDAD 171

el cmazón hasta la empuñadura .... No lancéis la


primer;t piedra contra ese hombre de cabellos
blancos, cll:hil, creyente y devoto, que se había
humillado, hundido la frente entre el polvo á los
pies ele su adversario y que había vivido la vida
amarga y angustiosa del peligro á todas horas y en
todo-; los momentos! Ese anciano vive aún, legíti ·
mamente mdeaclo del respeto colecti,·o, pero sus
labios no han ,·uelto á sonreír.
Y aquel jo\·en cleslllmbrantc, que en un cncuen ·
trn, t,d \"C:z suscitado por l:l, muere entre los brazos
ele una mujer abnegada, que quiere defenderlo con
su cuerpo contra los golpes de su matador impla-
cable? .... Y el matador, poco después cae en una
plaza pública b:!jo las primeras balas ele un motín
i nsi gn ifica n te ....
Sí, b(u·bara, esa tradición ele otros tiempos,
per<>istienclo como un fenómeno en nue-;tros días,
dentro de la culrura ele nuestra ;:~tmósfera social;
bárbara, pero que re\·cla la virilidad ele ese pueblo.
Nada más \'tdgar y común qtte el valor necesario
para un duelo; pero c~a expectativa ele todos los
instante.;, esa subrexcitación continua de los sen ·
ticlo , olfateando, como la bestia, un peligro en
cada sombra, un enemigo en cada hombre que
a\'anza, requine una firmeza lllOral inquebrantable.
1Iay tambi6n los duelos famo~os, entre otros
el rlL: Hicarclo Becerra y Carlos Holguín, do· ele
las cabezas nüs brillantes y ele los corazones más

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172 NOTA3 DE VIAJE

generosos que tiene Colombta; la política los lle\·ó


al terreno, la sangre con io .... pero el rencor no
penetró en esas alma<; tan hechas p;~ra compren-
derse. Holguín, jt:fe de una ele las secciones nüs
importantes del partido con!>er\·aclor, acab;¡ ele re-
pre~entar :'t u país en \'aria-; cmtes europeas, con
cligniclacl, brillo y talento. Ser:'t siempre un timbre
ele honor para el gobierno dr·l Dr. :\úiiez haber
clestruíclo la h;:nrcr:t de l:t intransigencta política,
llamando;'¡ los :tlto'i puestos cliplom;'ttico · ;'t con-
servadorc'i de la talla de !Jol!.(uín .... \'ercLtcl es,
y esto sea dicho aquí entre tHN1tros, que Holguín
fue uno ele los cacl!rtCtlS m;'ts queridos ele Bogot~,
que le ha conser\'ado siempr;! d \"iejo c;;riiio. Tie-
ne un espíritu y una s.tngre fría incomparables.
De-;pués ele la re,·olución ele 187ü, los conser\'a-
dores, cuyas proptecLd.:s h;tbí.t soportado todo
el peso ele l:t cima ley ele la gucrr:t, quedaron ,·en-
ciclos, agobiado'>, m;'ts aún, achatado~. lJna tarde,
Ilolguín se paseaba melancólic:llnente c11 Bogotá,
cuando del seno de un ,!.(t-upo Jiher:tl s:tltó el grito
de ".\b:tjo los con,en·;tclorcs!" Holgttín se dio
vuelta tnnquilamente y t•ncar;'u¡dos ·con el gritón,
le cltjO con su acento 11Ü~ culto: "Tenclrí.t U'itccl
la bonclacl ele inclic.trnte C!,lllto e~ posthle colocar-
nos m;'t.., abaju aún ele lo que t:'>latllos~" Los rictu-s
se pusieron de su Licio y sigui<'> placid;ultellte su
camino.
Resumtenclo, una ocied.td cult,t, inteligl'nte,

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LA SOCIEDAD !73

instruida y característica. He dicho antes que Co-


lombia se ha refugiado en las alturas, huyendo de
la penosa vicia ele las costas, indemnizándose, po r
uua cultma intelc:ctual incomparable, de la falta
completa ele progresos materiales. Es por cierto
curioso llegar sobre una mula, por sendas primiti -
vac; en la montaii<J, durmiendo en posadas ele la
EcLtcl l\feclia, á un:t ciudad ele refinado gu~to lite-
rario, ele exqui ·ita civilidad social y cloncle se habla
de los últimos progresos ele la ciencia como en el
seno ele una academia europea. :;..Jo se figuran por
cierto en Espaiia, cuando sus hombres clt: letra,;
más distinguidos aplauden sin reserva los grandes
trabajos de un Caro ó de un Cuervo, que sus au-
tores vi\·en en la región del cóndor, en las cntra-
iias ele la América, á veces y por largos días, sin
comunicación con el mundo civilizado ....
El extranjero \·ive mal en Bogotú, sobre tocio
cuando su perm;:nencia es transitoria. Los hoteles
son clt-plorable-; y no pueden ser ele otra manera.
Bogol{t no es punto ele trúnc;ilo para ningun;:t par-
te. El que llega allí, es porque vil.'ne :'t Bogotá y los
que ú Bogotá van, no son tan numero-;os que
puedan sostener un buen establecimiento de ese
género.
Pero cómo se allanan l.1s clif1cultacles materia-
les clt: l,t v1cla en el seno ele aquella cultura sim¡ü-
tica y ho<ipitalaria! Cómo os abren los brazos y el
corazón aquellos hombres inkligente-;, varoniles

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174 NOTAS DE \'!AJE

y despreocupados! He pasado seis meses en Bogo·


tá; no sé si una \'ez más volveré á remontar el
Magdalena y á cruzar los Ancles al monótono paso
ele la mula; pero si el destino me rcsen·a esa nue-
va peregrinación, siempre \·eré con júbilo los pun-
tos ele la ruta que conduce á la ciudad querida,
cuyo recuerdo está iluminado por la gratitud de
mi alma!

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EL SALTO DE TEQUENDAMA

La partida- Los <·ompnií• ros-Los ctthnllos d•• la ~ahana--El


trajr de l' iajr - Bo~a -Sonc ha - f ,a haric•nda dr San Bc-
11iln-Una nnrhr tolf'dana- La lryrnda tl1·l Trqnf'ndama.
1~1 mito chih('ita-llnmboltlt- ¡.;¡ brazo cJp x.•nqnpthcba.
1~1 río ]<'unza Form ación d••l Salto f,a ha<'irnda dP Cin-
1'/if!-Paisajr~ La cnsr:ula 1i~ta cJ,. fn·nll'" lmprrsión se-
rena- En hust•;t clP otro asprcto-t'ar 1 ú ram l'On 1'1 Halto.
El tonrntf' lrnprcsiiÍn violPnta--La murrt•· bajo rsa faz.
La hazaiia dr Bolíntr La altnra df'l Salt•J Una opinión
11•• Unmboldt DiSCII~ión -El Salto al pin El Dr. ('nC'n'o.
HP!!rrso - El puentP rlr> fcononzo n.. ~cri¡¡l'ión cJ¡•J Harón
nros.

Al !1n llegó el día tan clescaciD del paseo clá-


sico ele Colombia, la \'i-;ita al Sallo ele Tequenclarna,
la mara\·illa n.ttlll al má<; e,tupencla que es posi-
ble encontrar en la codez.t ele Lt ticrr.t. Desde que
he · puestn t:l pie en la antiplanicie <tnclina, suei'io
con la c,t!arata y cuando al can-;ado paso ele mi
mula, llegué a aquel l•llnto aclmir:tble que se llama
el ..11/o del Rublc, de.;cle el cual \'J cl ese nvolvcJ·se ;'t
mi-; ojos atónit ,l~ l.t inmens;t Sabana, parecJÓlllC
oír y;'t "del Tcquenclama el retemblar prof11ndo.''
Ha llegaclo el momento de ponernos en mar-
cha; el día cst;'t claro y sereno, lo que no-; p1 omete
nna atmósfera transparente al borde del Salto. A
las tres ele la tarde, la ctravana se pone en movi-

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NOTAS DE \"!AJE

miento. Somos ocho amigos, sanos, contentos, jó-


venes y respirando aleg1·emenk el aire ele los cam-
pos, ,·ienclo la ,-ida en e~os lllOmentos color ele
rosa, bajo la impresión ele la profunda corclialiclacl
que impera y ante la perspectiva ele las hondas
emociones del día siguiente . Son Emilio Pardo,
tan culto, alegre y simp~tico; Eugenio Umaña., el
señor feudal del Tequendan1a, en una ele cuyas
haciendas \'amos á dormir, caballeresco, con todos
los refinamientos ele la ,-ida europea por la que
suspira sin cesar, músico consumado; Emilio del
Perojo, Encargado ele Negocio;; ele España, jinete,
dcciclor, listo á toda empresa, con un cuerpo de
hierro contra el que se embota la fatiga; Roberto
Suárez, varonil, utópico, trepado eternamen te en
los extremos, exagerado, pintoresco en su<; arran-
ques, incapaz ele concebir la Yich bajo su chata y
positiva monotonía, apasionado, inteligente é ins -
truido; Carlos S:'tcnz, poeta de una galanura exqui-
sita y ele una facilidad ,-ertiginosa, chi~peantc, se-
reno, igual en el car:'tctcr como llll ciclo sin nubes;
Julio l\Iallarino, hijo del clignísimo hombre ele
Estado que fue Pre-.;icJenk ele Colombia, espiri-
tual, h:'thil, cmpn:ncleclol·, lilcr,tlo e11 '>liS rat(J~ per-
didos; l\lartín García i\IL:rou, nwclitallclo su ocia
obligada al S;dto y por fin, yo, en uno tle los me-
jores instantes ele mi espíritu, nadanclo en la con-
Ciencia ele un hienes!ar profundo, COIJ buen.ts car-
tas de mi tierra recibidas c:n el momento de pa rtir

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EL SALTO DE TEQPENDAJIIA 177

y con la tranquilidad que e 1111unican los peque-


nos éxito<> ele la vida.
Volábamos sohre la tcnclicla sah:wa, gozando
ele aquella indecible fruición física que se siente
cuando se corre por los camros ~obre un caballo
ele fu ego y sangre, eslrcmeci6nclose al menor ade-
mán que aclivin;¡_ en el jinete, J;¡_ boca llena ele es-
puma, el cuello encorvado y pielienclo lihertacl rara
correr, volar, saJt;¡_r en el espacio como un p;ij.tro.
No he monbclo en mi \'ida ttn antmal m:'t-;
nobl e y genero~o que aquel bayo soberbio que mi
amigo J. :r-.1. ele Francisco tu,·o la amahilicl.tcl ele en-
viarme :'t la pueda de micas;<, aperado á la oreión,
como si dijéramos á la gaucha. Verclacl c¡ue el ca-
balln de la Sabana de Bogotá es una especialidad;
todos ellos son ele paso y es imposible formarse
una idea ele Lt comoclicl.tcl de aquel anclar sereno,
cuya s•ta\·iclacl ele movimiento<; no se pierde nt
aun en lo-; in-;lantes ele mayor agtLtci<'m del ant-
mal. .t\o tienen aquel ricliculo braceo ele lo,; caba-
llos chilenos, Lln contrario á la n;tluraleza; pero
su brío ckg.tnte es incomp.ua.blc. Encon·;ttl 1:, ca-
beza, le\'antan el pecho, pisan con su~ férreo..: cas-
cos con tttLt firm:.:z,l que parte la piedra y f.ttigan
el brazo ele! jinde que tiene qtte lb·arlos con la
rienda rígida. La espuela ó el l;'tligo es inútil; has-
(;¡ una li.~era inclinación del cut'rpo para que el
animal salle y, como dtcen nuestros pai~ano~, pida
rienda. Y .t'>Í nurch.tn cli.ts entero-.;; cle-;pul:-, e!.: un

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178 NOTAS DE VIAJE

Yiolento vta ¡e de clicci">éi:; leguas, con sus can· e·


ras, saltos, etc., he entrado á Bogot~t con los bra-
zos muertos y ca-.;i sin poder contener mi caballo,
que, cmbriagÍtndose con el resonar ele sus cascos
herrados sobre las pi edras, aumentaba su brío,
saltaba el arroyo como en un circo y daba mues·
tras inequímcas de tener wleiclacle:s de trerarse (t
]o.., bal cones. Todos los anim:des que mont;ibamos
eran por el estilo; en el camino llano que ,·a ;'t Soa·
cha, -;Ó]o un:t nube el e pol\'o re\·elaba nttestr;¡
presencia. Vol;'tbamos por él y los caballo-;, exci-
bndost.~ mutuam en te, tascaban frcnl:ticos los fre·
nos y cuando :tlgún jinete los precipitaba contra
una pared b<tja ele adobes ó contra tiil fo,;o, sah-a·
ban el obstáculo con indecible elegancia.
El traje qut~ J]e,·ábamos es también clig1JO ele
mención, porque es el que usa tocio colombiano e11
viaje. En la cahez.a, el enorme sombrero snn.za , ele
paja, de anchas alas que protegen contra el sol y
ele elevada copa que m.tnliene fresco ~:1 cr{tneo. Al
cuello, un amplio pañuelo ele sccl.t que abriga la
garganta contra la fría aln11\sfer• el e la Sabana al
caer la no che; luégo, nuestro poncho, la mana
colombiana, de paño azul 6 impermeable, corta,
lleg;¡ncJo pm ambos lados sólo hasta la cintura.
Por fin, los ' lllllt!ITV .> nacionales, inclispc:ns.thles,
sin los cuales nadie monLl, que yo creía antes de
ensayarlos, el aparato m:'ts inútil que los !Jombres
hubieran itl\'entaclo para modificaciún propia, opi-

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EL SALTO DE TEQ~'E:-JDAl\IA 179

nión sobre la que, más tarde, hice enmienda hono-


rable. Loo.; za111rtrros son dos piernas ele pantalón,
ele media vara ele anclw, cerradas á lo largo, pero
abiertas en su punto ele juntura, ele manera que
sólo protejan las extremidades. Cayendo sobre el
pie, metido en el estribo morisco que semeja un
escarpín, clan al jinete un aire elegante y seguro
sobre la silla. Son generalmcn te ele ertou lci/Ciur,
pero los orcjoucs verdadero,;, la gente ele campo,
los usan ele cuero ele \'aC:l con pelo, simplemente
sobado (1 ). Si se tiene en cuenta qttc en aqttellas
regiones los aguaceros torrenciales persisten las
tres cuartas partes del año, se comprcncler<"t que
esta-. precauciones son indispensables para los
viajes en b montaña, en climao.; en cloncle una mo-
jadura puede costar la Yida.
Pronto estuvimos en Basa, distrito del Depar-
tamento de Bogotá, antiquísimo pueblo chihcha,
que fue el cuartel general ele Gonzalo Jiméncz ele
Qucsacb, antes ele la fundación ele Bogotá y lugar
ele recreo del Virrey Solí-;, que podía .tllí dar rien-
da suelta :1 su pasión por la caz,t ele palos.
U na hora m{to.; t.trcle cruábatnos hulliciosa-
mente las muertas calles de la triste aldea ele Sna-
cha, ele dos tnil quinientos habitantes y con un
metro ele ele\·,tción sobre el nivel del mar por ha-
bitante. En las inmediaciones de Soacha y {tz,66o

(ll Lo' rlrgant1·~ 1lr Bogotá lo~ u~an el" cnPro UP IPíon.

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r8o NOTAS DI!: VIAJE

metros de elt>vación dice Humboldt que encontró


huesos de mastodonte. Deben esos restos ele un
mundo desvaneciclo hal>t:r repos;¡do allí muchos
millares ele ai'ios antes ele ser hollados por la plan-
ta del viajero alemán!
Los visitantes comuJH.:s del Salto hacen noche
en Soacha, para madrugar al día si.~uicnte y llegar
á la cataraLt antes que las nieblas la hagan inri-
sible. Pt:ro nosotros íbamos con el señor ele la
comarca, pues la región del Tequendama pertene·
ce á la familia Umaiia, por concesión del rey ele
Esp;~iia, otorgada hace dosci entos y t:íntos <liios .
.:\os dirighmos á un;~ ele bs numerosas h;~cienclas
en que está subdividida, la de San Benito, á la que
llegámos cuando la noche caía y el Yiento fresco
ele J;¡ Sabana abierta empcnha ú hacernos bende-
cir los zamarros y la ruana cariiio~;l. Allí nns espe-
raba un1 \'crcbdera sorrrc'ia, en mes;~ luculiana
que nos presentó el anfitrión, con u11 IIICilll dig-
no del Caf6 Angbis y unos ,·ino!', especialmente
un oport,1 feudal, que habría hecho honor á las
bucl~ga~ ele Rolh~chilcl.

Allí pa<unos la noche, es decir, allí la pasa-


ron los que, como Pardo, Perojo y yo tuvim(Js la
buena idea ele ciar un largo pa~eo dcspu(s de co-
mer. l\1ientras tendidos eJt el clecli\'c de una pan·a,
il abhbamos ele la patria au~ente y contempl:'tb;¡ .
mos la sabana, cl0hilmcnte iluminada por la clari-
dad de la noche y l.ts cimas caprichosas ele las

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EL SALTO DE TEQCE:\DA::\IA r8r

pequeña e; montaña-; que la limitan, lle~aban ~lllltC:;·


!ros oídos ruidos confusos desde el interior ele la
casa, rumor ele duro batallar, gritos ele victoria,
im1)recacionc;;, himno~. Cuanrlo clcH horas mis
tarde entrúmos en demanda ele nuestros lechos,
los campos ele la l\Io~kow:t, ele Eyl.tu ó ele Seclán
eran idilios aliado del cuadro que se nos ofreció á la
vi:.!a. Aún recuerdo una altnoh.tcla que era un poe-
ma. Como aquellos ~ablcs que en el furor clel
.combate se con,·ic.:rten en tiralLzone~, la almoha-
da, abierta ele par en par, clej.tba escapar la lana
por anchas herida-:, mientr;tc; que un cll:bil pedazo
ele funda procurab;t retencrb en ~u forma prístina.
l\ fesac; clerril>aclas, sillas cL:~vencijaLLt<; 1 bolines SO·
litarios en medio 'ele! cuat lo y e11 los rincones, so-
bre los revueltos lecho-;, lus combatientes inertes,
exhau"tos. El cua1 lo diplolluílico había ,ielo respe-
tado y gatümos nuestra-; cama-; con Lt sensación
ch:!liciosa del peligro e\·itach

Como al amanecer c\ehLillO'i poncrno.., en ca-


mino del Salto, ha lleg.tclu el momento ele explicar
su formacic'Jn, hllscanclo pre\·iamente su fe ele bau·
tismo, su ftliación en la kog<mÍ,t chihcha. La ima-
ginacHÍn ele lo~ ;uneric;uw.; · p1 imiti\'lls, que ha
crLaclo la-. !cyencla'i originaria-.; ele \fl:jtco y el Perú,
tiene que l¡¡·tllar t.11nhit:n en c~t.ts altur;t~, donde la
proximíclac! de los cielos debe !Jitberle l'011111nicaclo
mayor intenstdad y esplendor.

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XOL\S DE VIAJE

::-.Jo fatigan:: expo111enclo aquí toda la mitología


chibcha, r<tza principal de las que pohl.tb:tn las
alturas ele lo que hoy se ll:tm,t Colombia, cuando
en 1535 llegaban por trl's rumbos di-;t¡ntos los
conquistadores españoles. Entre l:stos, Quesada, el
lll{ts nota bit¡, recogió las pri ncipall:s leyendas y
aunque cle.;graciadame¡,te su manuscrito se perdió,
los historiadores pnmitims del nuevu reino de
GraPada l.ts han eo n~en·a el o sah·á nclolao.; el el o J.
,-ido.
Humboldt, rcliriénclnse á las tradiciones reli-
giosas ele lo~ indios, respecto al origen del Salto ele
Teqnenclallla, clict: así:
"Según ellas, en los m;'¡o.; remotos tiempos,
anles que la Luna acompaiíase i't la Tierra, los ha-
bitantes de la mesda de Bogob ~,·ivían como b;'u·-
baros, desnudos y sin agricultma, ni leyes, ni culto
algu110, segú11 la mitologí,t de los indino.; mui:-.cas
ó moscas. De impnl\·i~o se aparece C11tre t!Jo.., un
anciano que \"tnía ele las ILlnuras situadas ,ti Este
ele l:t Cordillera de Chingas:t, cuya h;u ba l:trga y
espesa le hacía ele raza distinta ele la de los indíge-
nas. Conocías..: ~~ esk anci.tnn por lo-; t1·es nom-
bres ele Bocliiw, .\'cuqut'lliclw y Zulié y asemejába-
sc á 1\Ianco Capac. Ense1ió ~·tlos hombres clmoclo
de vestirse, :"t eonstruír c;tlniía", ;'¡ culti1ar la tie-
rra y rl!nnirse t:n socied.1d; acompaiíúbale una mu-
jer :"t quien tambil:n la tradición cl.t trl!S nombres:
Chín, rubccaliigunya y fluitaca. De rar:t belleza,

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EL SALTO DE TEQt:E~DAl\1.\ 183

aunque de7 una excesi\·a malignidad, con(¡ arió esta


mujer á su esposo en cuanto él emprendía para
f;n·orecer la dicha de los hombre'>. A su arte má-
gico se debe el crecimiento del río FullZa, cuyas
aguas inundaron todo el \·alle ele Bogob, pere-
ciendo con este dilu\·io la n:ayoría ele los habitantes
de lo!i gne se sah·aron UllOS pocos sobre la cima
ele las montailas cercanas. Irritado el anciano,
arrojó ú la hermosa IIuita ca lejos ele la tierra; con-
\·irtióse en Luna entonces, comenz,liJclo á ilumi-
nar nucstm planeta du1ante la nnchc. Bochica
clcspués, mo\'ido {L piedad ele la situación de los
hombres disper,;os por las montañas, romp~<'> con
mano potente las rocas que cerraban el Valle por
el lado de Canoas y Tegm:nclama, haciendo que
por esta abertura corrieran las aguas del lago de
Funza, reuniendo nue\·amcnte á los pueblos en el
Valle de Bogob. Construyó ciuclade~, introdujo el
culto del Sol y nombró dos jefes á quienes confi-
rió el poder eclesiústico y secula1·, rctirándo~c lul;-
go, bajo el nombre de Jdacaw.:as, al Valle Santo
eh! Iraca, cerca ele Tunja, donde \·ivió en lo-; ejer-
cicios ele la nüs austera penitenci;\ por csp ..1cio ele
z,ooo añu~."
Es ncces.lrio luber visto aquella solución ele
la montaiia, por donde el Fullí:a penetra bullicio-
50 y \'iolcnto,·'aquellas rocas enmtnes, su . . pcnchclas
sobre el camino, como si hubie1·an sido demasia-
do pesacl.ls para el brazo ck los titanes en su lucha

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:'\OTAS DE \'JAlE

con los dio~e:-:, para apreciar el mito chrbch.t en


todo sn valor. 1-l.iy allí algo como el r.tstro de
una 1·oluntad ir1telig~nte y l,t tutela etcrru y pro ·
funcLt ele la naturaleza sobre el hombr·e, tiene que
halle:· sido pnsonilicacla por el indio c:'tndielo en
la fuerza sobrehumana de uno ele esos personajes
que aparecen en el albor ele las teogonía~ indíge·
nas como emanaciones directas ele la divinidad .
La m:tíiana e::.t:'t bellí-.im;t y el aire fresco y
puro ele los campo· ex;rlta 1:1 ener,gía de los a ni ·
maleo; que no~ lle1·an ;'t esc,tp~ por l.t sahan;t. Pron.
to llc,;(unos :'t la hacierrcla ele Tec¡ucnt!ama, situada
al pie ele! cerTo, en una posición sum:tmente pi n·
tmesca. P.ts{unos sin cldenerno<;, cntr:'uno~ ;'t las
gargantas y pronll) co,tdnws el Funza, que como
el hdn de la 1·irgen gr icg.r, nos guía por entre aquel
laberinto ele rocas, piedras sueltas cicló¡was, clesfih ·
cleros y riscos.
El río Funza ó Bogot:'t se forma en la sabana
del mismo nombre de las ~·el'liente,; ele Lts monta·
ñas y toma pronto caudal con la infiniclacl ele
afluentes que arwjan en él sus aguas. Después ele
haber atra1·esado las ;tlclc:.ts ele Fontihón y Zipa·
qrrir{t, tiene, al accrcar'c ;'t Cano;t<;, uru ancl rura
ele..¡..¡. mdrw.;. Pcr·o :lmcclirl.t qr1e se aproxima al
Salto, se \',l enc;tjonando y por lo tanltl su ancho
se reduce h:tsta r2 y ro 111etros. Desde que aban·
clona la sabana, corre por un violento plano incli·
nado, e~trelbndose contr.tlas roca-; y guijarrl'S que

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EL SALTO DE TEQUENDAMA 185

le salen al camtno como para detenerlo y advertirle


que á corta chstancia está el tem1do de~peñadero.
El río parece enfurccer~e, aumenta su rapidez,
brama, bate las riberas y ele pronto la inmensa
mole se cmosca <;obre sí mi~ma y se precipipil fu-
riosa en el v.tcío, cayendo á l.t profunelicl,tcl ele un
llano que se extiende á lo lejos, á zoo metros (r)
del cauce primiti\'O. Ti! es la form<tción cld Salto
ele Tequendama.

Luégo de:: haber ~eguiclo el río por espacio de


media hora, goz<tnclo ele los p;tnoramas mas varia-
do..; y granclio~os que pueden soñar,;e, nos apartá-
mos ele i<t -;encla y comenzámos á trepar la montaña.
El ruido ele la casc,tcl.t, que empcz:'thamos yá á oír
di~tintamenk, se fue debilitando poco~~ poco. :.Jo
había dud.t ele que nos alejábamos del Salto. Era
simplemente una nue\·a galantería ele Umaña que
quería mostrarnos la mara\·illa, primero bajo su as-
pecto puramente a rtí:>tico, idealmente bello, para
mis tarde lle\·anHh al punto chlncle ese sentimiento
ele suave armonía que despierta el CLJ.tclm illcom-
parable, cediera el paso {t 1.1 profunda impresión
de termr que Ín\·ade el alma, la sacude, se !lja allí
y persiste por largo tiem~~o. ¡Oh! por Ltrgo ticm·
po! Han pasado algunos meses desde que mis ojos

(JJ Como sn verá má~ adel.tntc, no hay dato exacto á esto


respecto.

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186 NOTAS DE VIAJE

y m1 espíritu contemplaron aquel espectáculo es-


tupendo y aún, clur;mte la noche, ~melo despertar-
me sobresaltado, con la sensación del vértigo, cre-
yéndome despeñado al profundo abismo ....
De impro\·iso apareció, en una altura, la poó-
tica hacienda de Cilzclia, desde la que se percibe
una vista hermosísima. A la ¡zquiercla, la curiosa
all1plan1Cie llamada La .llesa, que se levanta sobre
la tierr:t caliente. A la derecha, Canoas, con las
faldas de sus cerro", \'ercle-., y lisas, clonde se co-
rre el \'enado ~oberbio y abundante allí. Ahajo,
San Antonio de Ten;1, medio perdido entre las
sombra~ de la llanura y l.1s luminosas ondas sola·
res. Todo esto, contemplado por entre la abertura
ele un bosque y al borde de 1111 p!·ecipicio, donde
el caballo se detiene estreml!ciclo, prepara el alma
dignamente para las poclero~as sensaciones que le
esperan.
E:mpel;'uno~ el descenso por sendas imposi-
bles y en medio ele la vigorosa yegetación de la
tierra fría, pues re~pi1 1:unos un.t .llmósfera de trece
gr;tclos centígrados. Pronto dcj;'111l\ls los caballos y
cnntinu;'unos :í pic, guiados por entrc la malcz;.¡,
]a-; lianas y h; par{lsitos que obstruyen el paso,
p11r dos ó lres muchachos de la hacienda que \'<tn
-;;t\t.tnclo sobre las roca~ grcg;tri.ts y los troncos
e110rme~ tendidos en el ,;uclo, con túnta soltura y
ckga11cia como la~ cabras del Tyrol.
A~í marchámos un cuarto ele hora, yá con mo-

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EL SALTO DE TEQUENDAMA 187

vidas por un ruido profundo, solemne, imponen-


te, que suena á la distancia. Es un himno grave
y monótono, algo como el coro de titanes impo-
tentes al pie de la roca ele Prometeo, levantando
sus cantos de dolor para consolar el alma del ven-
cido ....
-Prepare el alma, amigo!
Q11ed~mos extáticos, inmóviles, y la palabra,
humild e ante la idea, se refugió en el silencio.
Sil encio imprescindible, fecundo, porque á su am·
paro el espíritu tiende sus alas calladas y vuela,
vu ela, lejos ele b tierra, lejos de los mundos, á
esas regiones vaga-; y desconocidas, que se atravie-
san sin conciencia y de las que e retorna sin
recuerdo.
¿Cómo pintar el cuadro que teníamos delante?
¿Cómo dar la sensación de aquella grandeza sin
igual sobre la tierra? Oh! cuántas veces he estado
á punto de romper estas páginas pálidas y frías, en
las que no puedo, en las que no sé traducir este
mundo ele sentimientos levantados bajo la evoca·
ción ele ese espectáculo á que los hombres no es-
tarnos habituados!
Figuraos un inmenso semicírculo casi com-
pleto, cuyos dos lados repo,;an sobre la cuerda
formad ;¡ por la línea de la cascada. ::-Jos encontrá-
bamos en el vl:rtice opuesto, ~L mucha di ·tancia
por consiguiente. Lac:; paredes graníticas, ele una
altura de 180 metros, están cortadas á pico y os-

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r88 NOTAS DE VIAJE

tentan mil colores diferentes, por la variedad de


capas que el ojo descubre :i la simple vista. De
sus intersticios, brotan chorros ele agua formados
por vertientes naturales y por la condensación de
la enorme masa ele vapores que se desp renden del
Salto y arrancan árboles ele di \'ersas clases, cre-
ciendo sobre el abismo con tranquila serenidad .
En la altura, pinos y robles, las planhs todas ele
la región andina: en el fondo, allft en el valle que
se descubre entre el \·értigo, la lujosa vegetación
de los t1 ópicos, la savia generosa ele la tierra ca-
liente, la palmera, la caña y re\·oloteando en los
airesc¡ue miram os desde lo altu, como el águila
las nubes, bandadas el e loms y ,l{uacamayas que
juguetean entre los vapores irisados, salen, eles·
aparecen y clan la nota el e las regiones c.'tlidas al
que los mira desde las regiones[, í 1~. F1guraos que
desde la cu111bre del l\Innt -BI,tnc lencl~i-; la mil·a -
da buscando la eterna m.tr ele hi elo, como un ~u­
dario de las aguas mu ertas y q::c \'eis de pronto
surgir un valle lmpi cal , nente, lujo~o, lascivo,
frente á frente á aquell.t naturakza sc'vera , rígicb
é imperturbable.
Quitad ele allí el Salto si que1éis, suprimid el
mito, dejad en reposo el br~zo potente el e :-J enque-
theba: siempre aquc!las llliiLLII;Js profull(l.t~ y rec-
tas, aquel abismo ahitrto, insaciahk en el \'értigo
que causa, siempre aquc·lla ll.tnura que la mirach
contempla y que el espíritu persiste en creer una

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EL SALTO DE TEQUENDAMA 189

ficción, siempre ese espectáculo será uno de los


más bellos creados por Dios sobre la cáscara ele
la tierra.
Ahora, apartad los ojos ele cuanto os rodea: y
mirad al frente, con fuerza, con a\·iclez, para gra·
bar esa visión y poder evocarh en lo futuro . La
mañana, clara y luminosa, no~ ha sido propicia y
el sol, elcv:tndosc soberano en un cielo sin nubes,
derrama sus capas ele oro sobre b región de los
que en otro tiempo lo adoraron. Las temibles
n1ehlas del Salto se disipan ante 61 y !.ts brumas
c:'lnclicbs s..: torna<>ulan en losinfinill1~ cambiante"
ele un iris ,.í,·iclo y esplenclorosu. Las aguas del
S.dto caen ú lo !t:jos, d e,;de la altur,t en que nos
cnconlrimos, hasta el valle que se extiende en la
prnfuncliclacl, en una ::tncha cinta el•· llll.l blancura
inlll.lculada, impalpable. Todo es v<tpor y espunu,
nítida, nívea. Hay una armoní.t celeste en la pure-
za del color, en la elegancia suprema de los copos
que juguetean un in-;tantc ante los reflejos clora-
c] , ,<; el 1 sol y se disuelven lu~go e11 1111 vapor te-
nue, transparente, que se ele,·a en los ai1·es, acoge
el iris en su ~cno y se disip.t como 1111 sueño en
l;1s alturas. Por fin, ele la 11ube que se forma al
chocar las esp uma.., en el fo1tdo, SL: \'e -;alir alegre
y sonriente, com•) gozosu de la a\'<::11tura, el río 411e
e111p 1ez tú fecund 11·, e 1 su p tSD c.tpricho-;o, tierra-;
p tra ~1 cl~~cono-:id t..;, en meJ io ele Lt tempLlclt
atmú~ft:ra que su,l\'11..1 l.t cru l._;t,\ eL: -;u~ agut~.

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NOTAS D.i VIAJE

Nada de espanto ni de ese profundo sobreco-


gillliento que causan los espectáculos de una gra-
ve intensidad; nada ele bullicio en el alma tampo-
co, como el que se levanta ante un cuadro de las
llanuras lombarda'. Una sensación armoniosa,
la impresión de la belleza pura. No es posible
apartar los ojos de la blanca franja que lle\'a di-
sueltos los mil colores del prisma; una calma deli-
ciosa, una quieta suavidad qne aferra al punto,
que hace o! rielar de todo. La óptica produce a(juÍ
un fenómeno puramente musical, la atracción, el
olvido ele las cosas inmediatas de la \·ida, el tenue
empuje hacia las fantasías interminables. El ruido
mismo, sordo y sereno, acompaña, con su nota
profLnida y velada, el himno interior. Es entonces
que se ama la luz, los cielo~, los cal11f10S, los as-
pectos lodos ele la naturaleza. Y por una reacción
generosa é inconsciente, se piensa en aquellns que
viven en la eterna sombr<l, sin mis poesía en el
alnn que la que allí se condens,t en el sueiio ínti-
mo, sin estos momentos que serenan, sin esos
cuadros que ensanchan la intdigencia y al p<1sar
fugitivos en su gr:111cleza, ante d espíritu tendido
y {\\'ido, le comunic<1n algo ele su esencia.
Así permanecimos largo r.tto sin cambiar más
palabras que las necesarias para indicarnos un
IHle\·o aspectn ele! paisaje, cuando sonó la \'OZ
tranquila ele lTmaii.t, invitftndonos i clesprenclcr·
nos del cu<1clro, porque el día avanz;tba y nos fal-
taba aún ver el Saltv.

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.iL SALTO DE T.EQüENDAMA I9I

-Pero no es posible, amigo, encontrar un


punto ele mii·a má5 propio que éste, le dije con el
acento sua,·e del que pide un in::,tantc m:ts.
-Usted ha •· i~to un panorama mara\'illoso;
pero le fctlta aún la vista íntima, ca ra {t cara con
el torreiite, la visita que hicieron Bolíva¡·, Hum-
boldt, Gros, Zea, Caldas, uno ele lo Xapolcones y
en el remoto pasado, Gonzalo Jiméncz de Quesa-
da y lo-; conqui,;tadores atónitos.
~os pusimo~ en marcha, trepando á pie la
misma senda que con tánta dificult;tcl hahÍ;tmos
de'icendida. U na vez montados, recorrimos de
nue,·o el camino hecho, pero en \'ez de subir á
Cincha, bajámos nuevamente por una senda más
abrupta aún que la anterioi·. La vegetación era
formidable, como la ele todo el suelo que avecina
al Salto, fecundado eternamente por la enorme
cantidad de \'apores que se desprenden de la casca-
da, se condensan en el aire y caen en forma ele
t1ní ~ima é impalpable llll\·ia. El ruido era atrona-
dor; la nota gra,·c y solemne de que he ha-
blado antes, había desaparecido en ]a-; ,·ibracio-
nes de un alarido salvaje y profundo, el quejido
de las aguas atormentada-;, el chocar ,-iolento con-
tra la peñas y el grito de angustia al ab:mclonar
el úl\-co y precipitarse en el \'acío. l\farchihamos
con el corazón agitado, abriéndonos p.tso por en-
tre los troncos tendidos, verdaderas bt~rreras de
un metro de altura que nos era forzo:;o trepar. :.lo

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NOTAS DE VIAJE

habituado aún el oído al .rumor colosal, las pala-


bras cambiadas e1 an perdidas.
De impro\·i~o caímos en una pequeña expla·
nada y dimos un grito: las :tguas ele! Salto nos
salpicaban t:! rostro. Estábamos al l:tclo ele la caída,
en su seno 111ismo, envm:ltos en lus leves vapores
que subían del abismc1, frente;'¡ frente ;¡j río tumul-
tuoso que rugía. La abertura ele la cascada, for-
mando la cuerda que uniría los do~ extremos ele
la inmen,a herradur,1 ó semicírc1do ele que antes
hablé, tiene una extensión ele ·\·cinte metros. Las
aguas clrl río se encajonan, en su mayor parte, en
un can;d ele cuatro ó cinco metros, practicado en
el centm y por (:1 se prer:ipiLtn sobre un escalón
de tc;clo el ancho ele la catar,Lta, :·t cinco ó seis me-
tms m;'¡s abajo, donde n:boLt cnn una violencia
indecible y cae al abismo profundo con u11 fragor
horrible.
Sobre el Salto mismo, exi~tc una piedra pulida
é inclinacla, que UIIO trepa con facilidad y dejando
todo el cuerpo reposando en su declive, asoma
la cabeza por el borde. ,-\'iÍ 1 clomin;'tbamos el río, el
Sallo1 gran par!t: ele la proyección de la 111aSt1 ele
agua, el hondo valle iníl.!riOI' y de nue\·o el Funza,
serpeando entre la-; palmas, en la~ felices r·cgiones
ele la tierra templada.
,\qut:l que penetra en lo~in111ensos y ~t!encio­
sos claustro,; ele San Pedro ele Homa, en uno de
esos tri::.ks días sin luz en lo:; ciclos y sin movi-

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LA INTELIGENCIA

para ellos, Gntiérrez Gonzáler. es un gran poeta?


¿En qué se funcLtba la generac1Ú1l anterior á la
nu éstra para encontrar las imprecaciones de Már-
mol contra Ro~as d1gnas de Jll\'enat ó de Hugo, ó
para exta~iarse ante las l,tborios:l'i e~trof.Ls ele In·
darte? Cuando hoy leemos esos versos, la monoto-
nía del ritmo, la vinlt:ncia de la.; imágene.;, la exa l-
tación continua y cierta ingenuidad chocante con
nuestro intelecto refin:lclll, no.; hace admirar el
entusi<tsmo de lllle-.tros 1uclres y atribuirlo simple-
mente ;'tia'> ci,·cun-;t.mcias. Algo a-;í sucede con Gu-
tiéiTez Gonz.'ttez, a 111-.{ll.! su.; ver:;o, se leen hoy y
se leer;'111 siempre con placer. Es sen~ible y real;
ve la,; bcllcr.as ele la natLu·alcza con u11a claridad
incompMablc y las refl ej.t en estrofas felices, fáci-
les y armoniosas.
F(tciles! ... H~ ahí el rasgo característico in -
telectual de los colombi,tnos. ::\lo es posible ima -
ginar,;e una espontaneidad semejante. Aturden,
confunden. En una mesa, cuando, á lo-; po;trcs,
el vino ;l\·iva J,¡ inteligencia y b alegría común
l1.1ce chispea¡· el cerebro, qué irrupción aquella
de cuartetas, déci1nas, quintillas! Se d;111 pies forza -
dos, eligiendo voces extraiía~, que envuelven siem-
pre antítesis inconciliables. El tiempo material ele
llenar los renglones y hé ahí una colllposición
completa, llena ele chispa, sabro-;a de oportuniclacl.
Uno la recita y al concluír, yú se ha puesto otro
de p1e y comienz,¡ J,¡ ~uya tonundo las rimas for-
I8

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~IO NOTAS OE VIAJE

zaclas en el orden contrario. En los primero!> clí::ts,


acnclí i mi secretario, i\brtín García 1\férou, el
mis distinguido ele los poetas argentinos de su
edad y cuya fácil cspontaneid.td es bien cono-
cicla entre nosotro<>, pidiéndole que supliera mi
inhabilidad absoluta en la métrica, lncicnclo fren-
te á aquella avalancha. Lo intentó; tomó sus ri-
mas obligada;, é inclinó la frente sobre el dorso
del 11/CILII. X o habta aún concluído el primer \'erso,
cuando cinco ó seis ]e,·;¡ntahan en alto la décima
completa. "Es impo~thle, son unos bárbaros! ..."
decía ~f<lr!ÍtJ. Bien pronto dejan {tun bdo el lápiz
y empieza la impro,·i-;¡ción otal, \Trtigino.;a, in;¡ca-
bahlc. l\1 fin todos hablan en ,·er"o y es Utl su fa-
cilidad ele ritmo y cons011anil', que he oído ú Car-
los Sáenz E. hacC'r versoc.; durante un enarto de
hnra sin cktcncrse un ithlank. Disparates sin sen-
tido con frecuencia, pero j.tnÜ-; un \'erso cojo ni
una rima pobre. En general, el espíritu corre á
raudales; un.t palabra, una frase clan el pie á una
11nprovisacit1n admirable ....
Si eso es la gennaiiclacl, e-; f{tctl concebir la
altura ele lo.; grande.;; poda-. colombianos. No
quiero hablar del pasado; pero no puedo resi-;lir al
deseo de recordar aquí dos ho111bres cuya mano
he estrechad,> con una in,·encible mczcb ele rc<.;-
pdo y carií1o: Rctfael Pombo y Diego Fallon.

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LA INTELIGENCIA 2!!

Un día, en un salón de Nueva York, una dama


argenttna, que ttene un sitio ele\'aclo y merecido
en la jet·arquí,t intelectual de nuestm país, recibía
una numerosa sociedad ::;uclamericana. I~afacl Pom-
bo estab.t allí. ¿Qué hacía en los Estados Unidos?
Había ido como cónsul, creo; un cambio ele polí-
tica lo dejó sin el emple(¡, que era su único recur-
so, y como no quería ,·oh·cr á Colombia, donde
imperaban ideas diametralmente opuesta'i [tlas su-
ya-;, tlll·o que ingeniarse para encontr.tr medios de
\'ivir. ¡Vivir, un poeta, en Nut.va York! :\le figuro á
Ctrlo~Gttido en :\bnche.;;ter! Pombo,como Guido,
nun ca Ita tenido la noción ele! IH'gocio y tengo
para mí, qu e allá en el fondo ele su espíritu, ha ele
hab .!t· una súlida acl111iración por esos pcr,;onajes
opaco.;; que logran, tras u11 lllO'itrador, labrarse,
con la fo rt una, la des eacl.t independencia ele la
vida. ¿Qul: IMccr? Hombre ele pluma, \wió de su
pluma. Xo crcii, qu e como periodtsLt ó corres-
pon-;,tl. Cnn má'> 'iUcrte que Pl:tT;, Bonal cle, el ad-
mirable poda venewlano, <.:!único qul! ha ,·ertido
á lleine clignamcnk ;t] c-;paiiol y qne hoy fabrica
con tocl.t tranqui!icl1d en ~u c:\·:t York lo-; avisos
ele la c.1sa L'tnmann y Kcntp c:n siete idiomas, Pom-
bo s~ puso al hahla con lo~ eclitore-; Appleton &
C.", qu e en!otJCt.:-i public;than e-;o'i cu,ld•·rtlOS ilus-
tr,tclos, con cuento;; mor;t les, que toclns hemos
visto en manos de los niños de la ,\ml:rica entera.
Antes de ir á Bogot:t, no sabí,t yo por cierto que
aquel gracioso é ingenuo cuentecito

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2I2 NOTAS DE VIAJE

Erase una viejecita


Sin nadita que comer,

que mi hijit:1 de cuatro años me recitaba, era nada


menos que del inmortal autor del canto Al Niá-
gara! Más de una va, al j)tlS::lr, había ildmirado
la maravillosa facilidad de esas composiciones pu-
ras y cándidas como los espíritus tlngelicales que
debían entretener; más ele una vez pensé \'::lga-
mente en el c;:¡uclal ele ternma que debía existir en
el alma de ese dulce y familiar poeta anónimo,
iluminando desde la sombra, millares de rostros
infantiles .... Era Pombo, era uno ele los más
graneles poetas que hayan escrito en español. ...
Pombo, pues, como la m:1yor parte de los sud -
americanos re ..;ielentes en NtJe\·a York, iba con
frecuenci:1 á guzar ele la charla elegante y erudita
de nuestra compatriota, que •nstenía con éxito las
más difíciles cuestiones !Jter.tria..;. Un,1 noche se
encaró con Pombo y k preguntó quién er,t esa
poetisa c\escono ci cla, esa fa111nsa h'dda la bogola11a,
cuyos versos impregnados eh: una pa-.,ión profunda
y absorbente, le recorcl.tb,tn loo; inimitables acen-
tos de Safo, llamando con el ímpetu del alma y el
estremecimiento de la carne al hombre ele sus sue-
ños y sus deseos.

Era mi vida rl lúln·P.go 1 aefu,


Era mi corazón la <•,t(·ril nada ....
Pero me vi~te tú, dulcP IJil'nmfo,
Y creómc un unin•r>-o luminula

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LA INTELIGENCIA 213

-¿Encuentra usted esos versos dignos de aten-


ción, señora? dijo Pombo.
-Esos versos, en que v1bra un alma apasiona-
nada, esos verso-; tan ele mujer, envueltos en la
aclor;tción, el misticismo misterioso ele Santa Te·
res<1? ... Hé ahí los hombre-;! ¿ Cuil ele ustedes
sería capar. de escribirlos? ...
-Pues Edda está actu<1lmente en " ueva York
y si usted quiere conocerla ....
-¿Que si quie1·o conocerla? dijo nuestra
compatriota con su ímretu c.tr.lcterístico. Ahora
mismo me dice usted dónd e vi\·e, cómo se llama
y m<1ñana sin falta l.t visito. l\Ie la voy á comer á
besos!
--Pues empiece usted, señora .... Eclda ....
soy yo!
Si Byron cruzara hoy las calles con el traje
estrecho ele brin, polainas y anteojos verde~, con
que nos lo pinta Lady Blessingthon, que lo vio en
Venecia, no sería nu yor nuestro cle,;encan to que
el de nuestra compatriota que no tu\'O nüs re-
cmso que ciar un adiós á su Edda desvanecida ....
en la forma de una p:dnucla en la mejilla de
rombo ....
Pombo es feo, atrozmente feo. Una cabecita
p~queña, boca grues.1, bigote y peri\\,¡ rubios, ojos
saltt>IJe~ y miopes, tr;I-; una-; enormes gafas ... Feo,
muy feo. El lo sabe y le im1.)Qrta un pilo. Brilla en
su cerebro la eterna, la incomparable belleza inte-

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KOTAS DE VIAJE

lectual, y podría contestar como Htcardo Gutié·


rrez, un día, en Italia, i un amigo que le crtticaba
su indiferencia por el corte ele una levita .... "Yo
soy paquete por dentro." Pombo es bdlo por
clcntm, pnt· la clev,tción suprema de su e.;pít·itu y
la clttlzura de 'ill carácter ....
Hl: ahí la inspirada bogotaua Cttyos versos
sabe la América entera de memori:L. ... ('n C:lpri-
cho hizo á Pomho tomar el nombre el~ Edda, y
Elida es hoy inmorttl! ... ":\Iuch.ts \·eces, me
decía sonriendo, he te'1ido Lt idea de reunir c11 1111
volumc:n (que no sería pC']Uetio) todos los cantos
ele amor, los ecos ele -;impatía, los grito.; ~1pasio- ¡
naclos ele confraterniclacl en el clolot·, que han -;ido
dedicados ;'t Edila desde 1.1 Arg ·ntina ;'¡ l\Iéjic'l y
publicarlo .... con mi retr;t!o al frenk!"
Una !arel.: encuentro ;'t Pombo en la calle de
Florián y entre la ch.tri.J., k cltg.l qtte p,tcl.:zco de
insomnio, que no-;(: si d ;me de lt ;tltura me quita
el sueño, etc." Yo he tenido un .tmigo, el sei'íor
Guerra, que sufría Ltmbtén dl' e-.;o; pero se cut·ó ....
con c¡ul:? ~o me acuerdo. i\f.tñ:ut.t lo s,tbrl: y se
lo diré; mire que me ha prllmctido ir ;'t ver mts
cuadros, no Jo oh·ick." Al dí 1 si.~uicnle, al entrar
á c.:a'ia, supe que Pomb 1 a e tb.du ele salir; sobre el
e~critorin encontré ntHl hoja de p<tp:.:l suelta, un
vie¡o borrador mío, cotJ este veho:

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LA INTELIGE);CIA

Cnmplo. amigo, m\ palabra:


Cúm¡Jlala u~ted como yo.
Ramón Guerra se curó
Tomttndo leche de cabra.

Eso e:> bogotano puro. L:1. facilic!acl, la p1 cci·


sió11, la soltnra ckl verso .. . . Por ejemplo, lo.; que
sepan jug.tr ,ti tresillo, el rey de los juego.; y el
juego ele lo-; reyes, aprcciarún la exl1 aord1 naria
e-xactitud ele los siguiente.;, tom;¡c\o.; de una cum-
posición ele Gullérrez Gonz:'tlcz, la l"isita :

Yo ¡wnJí r,tP solo de oros


Elm:ís grande que se ve:
t::ci~ de cuu tro matttdorPti
Rey ele copa~. cuatro y tres;
l'or con:;iguit•nte. dos fltlla ·....
-Pero hombre. no purde ser!
¿Lo perdisw? ... -Lo perdí.
-¿Por m a 1 jugado? -Tal 1 tJZ!
:IIe recomieron los triunfos
Que 1'11 la~ rlns fallas jugué.
lile asentaron Jo~ chiquitos
Y me ftdlaron el rry.

\' esta cliscustón gráfic1, después ele que el


e11 trador se la 1/cmt

.... Si yo hP podido
Agachárnwle á sn tres!
--No. sriior, con un tri un lito
De lo~ mfos <¡IIP tcnt!:t u~t<'cl!
-0 qu<• w.tl'd 'nc·h a $11~ hastw;!
O que no vneh a oros í·l! ...
-Es tHH•sta! -Le doy codillo! ...
-~i era más gmndc!-Da. Andrés.

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2!6 NOTAS DE VIAJE

Un paréntesis, yá que de tresillo he hablado.


Es el Juego favorito de Bogota; pero á diferencia
del Perú, -;ólo lo juc~an los homhr~s. Sabido es
que t:n Lima, todas la~ noc11l'~ hay, en un.t ú otra
casa, h cL'tsic.t partida de rocam 11or (lre:>illo) en
qu e toman p.trtc la.; s~i1or:-~.;. E't los tiempos de
opttlcncia, durante la ~slaciun ele lnoos en Cho·
rrillos, se ha llegado (t jugar !Ja.,ta .... {t chi11o la
ficha. El contrato el e un chino, por tres ó cuatro
aiíos, imporb 300 ó 4'>0 pe.;os fuertes. El que
perclí;t, gencr,tlmentc hacendado, pdc;aba al día si-
guiente á la haciend,t de su ganadllr, el número de
fichas-chino~ que había perdido la víspera . . . En
Bogot'l no se hila tan grueso .... y en el Perú pa·
s:u·on Lt .ttbién eso; tiempo,;. Pero los bo~nt,tno~
son fatno ~;os por su habilidad et t el tresillo. Mar-
tín, Ilolguín, ele Francisco .... no tienen rivales.
Cadus Holguín, durante su permanencia en Es-
paii,t, don le no son manco.;, ha asombrado á las
nüs fuertes espad.1s del J'eh>z ...• No he podido
menos de sonreír al encontrar, en el aclmir;tble
estud io del señor Camacho Rolcl:ln, uno ele los
hombres m:\,; sabios y distinguidos de Colombia,
sobre ti poeta Gutiérrez Gonz:llez, esle c tracterís-
tico comentario ú los ver~os sobre el tresillo, que
he trascrito en primer térmi nu:
"La exposición ele la partida es tan clan y la
explicación ele los azares que determinaron !:1 pér-
dida ele ella tan completa, que cualquier aficiona-

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LA 1:-\TELIGEXCL\ 2!7

do, sin ser un 1\Iiguel Angel en ese arte divino,


puede comprender en el acto que se perdió de
putsta e11 la q11c el pie, q11c inrludablclllclllc feuía
caballo y siete de copas, hizo las walro basas y el
1/Wilo la falla del rey, habieudo sido alrm•esado el
c¡¡f ¡;,r¡c{or." ( r)
¿No es un maestro el que habla? ...
Esa faciliclacl de Gutiérrcz Gonóle;, no se
desmentía un solo momento. L'n día, su amigo
Vicente X .. . , lo encuentra á media noche, incli-
nadn sob1 e el caiio, expiando duramente l<1s nu-
merosas libaciones ele 1111a comida ele donde salía.
El que ha pas<tdo por ese trance, sabe que no es
el más á propósito p;tra entregarse ú la itupro\·isa -
ción poética . .. . Sin ci<lrse cuenl<1 ck lo que Gu -
tiérrez Gondtlez hacía, pero reconociéncloio, el
amig() se le acerca y le pregunta naturalmente:
-¿Qul· PSl(ts hacirmlo, (lrpgorio'.'
D(•janH•, por Dio~. \'ic(·ntc,
Qnt' P~toy pasando actual mente
Las ¡wnas drl purgatorio!

contest<1 en el aclo e;l poeta incorregible.

Rafael Pombo, ;'¡pesar ele las rc:iteracla;, instan-


cias ele sus amigos y ele vcntajo-;as propuesta~ ele
editore~, nunca ha querido pubiJc.tr sus versos co-
leccionados. Tiene horror pm la m.tsa y cree que
(1) Grcyorio Gutiét't'CZ Ormzdlr z. por H. Camaeho Roltllín
(Repertorio Colulllbltlll" >.

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XOTAS DE VIAJE

pocos son los poetas que resisten á un análisi del


conjup!o de sus obrao.;. Opino como él; aunque
lleve la firma fulgurante ele Víctor Hugo, un grue-
so volumen ele poe~Í;¡s aterra. La ceguedad del ca-
riño paternal impide hacer una elección prolija y
más de una composición el e aquellas que deben
morir en el silencio del hog;u· ó pas;u· como una
hoja seca en la r{tpicl.t publicidad ele un diario,
queda estampada para siempre en el to1110 que
dormirá etern~mente en la biblioteca. Cuántas re-
putaciones poéticas ha muerto la manía del volu·
rnen y cuántos arre¡wntimientos para el porvenir
se crean los jóvenes que, cediendo ;'t una vanidad
pueril, se apresuran á coleccionar pt·ematurarnente
l<~s primeras é insípidas florescenc1as del espíritu,
t'IIS(lyos en prosa ó en verso ....
En cambio, Diego Fallan acaba de publicar
sus poesías en un volumen (Bogotá, x8Sz). ¿Sabéis
ctdntas son? Dosl Un canto A las Rocas de
Suesw y otro A la Luua. Hé ahí todo su bilau,
como composiciones ele aliento.
Figuraos una cabeza correcta, con dos grancl1~S
ojos negros, deu.x trvus qui /ni ?Jont jusqu'cl l' cí111e,
pelo negro, largo, echado hacia atrús, nariz y la-
bios finos, un rostro de aguellos túntas vece:; re-
producidos por el pincel ele Van Dyck. Un cuerro
clelgaclo, siempre en movimiento, saltando sobre
la silla en sus rápidos momentos de de:>can<>O. Oíd-
lo, porque es difícil hablar con él y bien tonto es

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LA 11\TELIGEl\CIA

el que lo pretende, cuando tiene la incomparable


suerte ele ve1· clescn\'olver,;e en la charla del poe ta
el nü~ 111 1ra\·illoso kaleidoscopio que los ojos de
la inteligenci,t puedan contemplar.¿ D..: qué haula?
De todo lo que hay en la tierra y l'l l los ciclos, de
todas esa<; cosa~ m[t-> ele que ll.llnlet habla á H o-
raciu y q11e <;Óio los poetas \'en . ¡Qué lujo , q ué
proclig;llidad! Yo no sé con qué ojo~ ese diablo de
hombre mir.1 los aspectos ele l.t \'ida, pero el he-
cho e,; que j.un.1s un•> ha obscnaclo el lacio curio-
sn, la faz bella ó grotesca que él señ.tla. Aquello es
una orgí. t intelectual, 1111 torrente, una a\'alancha . ...
hasta que el reloj da una hora y el visiona rio, el
poda, el inimitable colori.~ta, baja ele un sa lto el e
la nube dorada donde estaba á puiito ele cree rse
rey y tonM Ltstim;¡s;11ncnte <;U Ollcnclorff para ir á
da!· su clase de in.~lés, en b Uni\'ersidacl, en tres ó
cuatro cokgios y qué se yo clónelc m;'t..;. Fallo n es
hijo de inglés y lo educaron en IIIgl.tlerra para in-
geniero!
Ese calan~ra, ese ckspilfarratlor ele su savia ín-
tima, ha escrito en su \'ida, lo repito, dos composi-
cionc<>. Impotencia? ! Ltbl:tría en vcr~o un clía en-
tero . D ~siclia? Necesita nü-; actividad moral para
una charl.t ele 1111a hor.t que par;¡ un poema .• o;
un a concepción ail1~ima y respetuosa ele! arte, I,L
idea de que el poeta debe cuidar su obra hast:l lle -
varl a al gnci•> ele pcrrecciún llue e:-; chelo alcanzar
al hombre. Fallon confiesa que hay cuarteta que

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220 NOTAS DE \ 'JAJE

le ha costado meses; quería encerrar en cuatro ver -


sos una idea y, ó el ritmo la desfiguraba cí el ver·
so reve ntaba. Asi, qué júbilo~ íntimo,;, qu6 francas
y abi ert as al egrías cuando al 11n, al último go lpe
de cincel, la c~ tatua aparecí.t pura, t;;¡J como la so ñó
el maestro!
Si hay un Mte en el que la espontaneidad, la
fa ci lidad de la forma importa un grave peligro, es
la poesía. H ay oídos mu~icales ele nacimiento,
como hay retinas que ,·en más hondo que el ojo
human o común . E sos privilegiado<; son portentos
hasta los quince año~, \'ulgaridacles hasta los veill·
ticinco, ce ros despué'-. La labor fácil les ha hec ho
perder el sentimiento de Jo bello, de lo concl uido,
de lo verdadero y exp resivo. ¡Cu{tllta<; noches ha
costado {t Byron cierta estrofa que hoy vemos
dese nvolverse con una soltura y elegancia t{d que
parece haber naciclo de una pieza, como la l\Iiner-
va griega! Un manuscrito cleGccthc ó Schiller im-
pone un gra,·e respeto; ¡qué esfuerzo, qu6 len.tci-
dad en la lucha contra la forma n.:belcle que no
expresa, que no gu icre expresar el pcnsam iento!
¡Quil:n creería que el mae-;tro tí¡)ico ele 1:1 cs¡;on-
tan ciclacl, el cantor ele Vt~uclusa, el cltvino Petrarca,
que ha escrito m:'ts sondo<, que estrella-; tiene cl
cielo, labrab,t el verso como G10be1ti el bronce? (1)

(1) '· J[ rem¡wzadoPHP~onPlocon la ayndad,.Dio~. rilO


d!' St·p~iemhrc, desde PI alba, dt•spn{·~ d1• mis tlf'at•iun!'; matina-
IPs.- St•rá !u•cesario rehacer ~''tu~ dos Yt•rsu>. r·H11ifi ltriiJ/11., ~~ in·

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LA INTELIGEXCIA 221

Y 1Iusset y Hugo mismo? Y Manzoni y Leopar-


cli .... y todo lo q11e vale y todo lo que queda? ...
Hacía quince días que Bét·anger estaba preso,
cuando un amigo que lo visitaba le preguntó
cuántas canciones había hecho en ese tiempo:
'Aún no he concluido la primera; ¿creéis que una
canción se hace como un poema épico?"
La prosa vulgar se traga, como el pan común;
pero una cr(·llle fvueltée insípida .... no. Detesto el
mal verso y me es una f.ttiga enorme la lectura de
esos volúmenes rimados que no dejan preocupa·
ción ni agitación; prefiero las dos composiciones
de Fallon [t la mayor parte ele los gruesllS tomos
ele versos que h:-tn hecho gcmit· las prensas de la
América españl>la y ele la España misma ....
¿Quién ele entre nosotros no tiene perdida en la
memo!'ia la sensación clelicios t ele una noche de
luna, cuando, con el espíritu tranquilo bajo la plá-
cida influencia ele esas horas silenciosas, se sigue
el rayo ele luz entre los úrb,¡le,.;, en los campos y en
los cerros, pobl{tnclolo, como el haz luminoso sobre
la cuna ele Belén bajo el místico pincel ele Durero,
de visiones tenues y flotantes, ele suei1os y recuer-
dos? .... Cu{tl t:s aquel que, impotente para crear,
vortir el ordrn. Tres dP la mañana, 1\1 dr Octnbn•.-gsto mo
agnula. :10 <1" Oct11hr<'. <liPZ dP i<L maiiana. Xo, r~to no me
agrnda. ~o DieirmhrP, á l:t tard1•.-Srrá lll'l'!'sario Yolvcr l:>O-
hrPrsto; 111(' ll;vr.anát·omPr.-1~1-'PhrPro, haej¡tlasnurvP: Aho-
ra \'ll hi(•n: sPni. (H'f'l'bn voiYrr á \'1'1' aú11 . . ·• Olannserito de
Pctmrca, cit. por .J. Klat·zko.- Crwscrle8/lfii'CIIili!CR).

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222 XOTAS DE \'1..\.TE

no ha pedido al ;-trte un reflejo, en el verso ó el


color, encontrándolo á veces en la músic;-¡, ele
esos diálogo<> íntimos c:Ptre el alm;-¡ y las escenas
ele la noche, bajo la blanca luz ele la luna? Hé
ahí el motivo ele mi predilección por la dulce poe-
sía ele Fallon; nadie como él, hasta ahora, me ha
hecho leer con m:wor cl.tricl,tcl dentro ele mí mi-;-
mo, ciando forma y \'lch :'t l.t'i icleac:; y sensaciones
confusas que en otro tiempo, en los día-; ele entu-
siasmo, la luna serem hacía brotar e11 mi <1lma .. . .
Oíd, quiero citar alguna~ estrofas. Hccli na el la C;-t-
heza sobt·e el cómodo re,palclo del sillón, allí, bajo
el corredor, frente á los ;'u·holes que un;-¡ brisa im-
perceptible mue\·c ap énas, {t favor tk ese silencio
profundo é íntimo ele las noches en el campo, de-
jad \·enir los recuerd0s, cantar la" esperanzas ....
Pero, con los ojos enlrc:abierlos bajo el ~ürp;-tclo
que la quietud adormece, mirad el cuadro ....

Y ¡t del OJ·icnlc en rl confin pl'llflllllln,


L:1 lurw apnrta rlnrhuloso YC!o
Y len sil'nla, rn el dom1idu mundo.
Su <';tslo pie ron 'ir(\·inal J'C<'elo ....

Absorta allí la innu·usidad saiJJcla,


Su l'az hnmildr al rielolcvantacla
Y el hondo :1zul ron clnnH'nri;~ nllHia
Ol'iJr~ sin fi11 ol'r<'<'C :'i su Juiradil.
l n lucPJ'O, no nJ:'t,, IJc,·a por quía;
Pm· hilllno funeral silPncio santo;

Por solo ru111ho In n·¡;ión vacía


Y lil iusondnhle solrdad por manto.

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L.\ l:\TEL!GE:\CIA

De allí desciende tu callada lumbre


Y en n1·~entioas gasas se desplie~a
Oc la nevada sierra por la cumbre
Y por los senos de la umbro. a vega.
Con sesgo rayo por la selva o cura.
A largo trechos el i"ollaje tocas,
Y tu albo resplandor sobre la a lturn,
En nJ<Írmol torna las dcsnudaf; roca~.

Y yo en tu lumbre difundido ¡oh lun a!


Yuch o al tra,·és de olitaria s breñas
A Jos lejanos valles, do en su cuna
De umln·osos bosqu~s y ocumhrada,.; peñas,
El lago dr l clesicrlo reverbera,
Adormecido. nítido, sereno.
Sus montaií;1s pintnodo en in ribera
Y rl luj o de los ciclos en su seno.
()h! y {•stns son tus nHí~icas rcgionr,.,
Don ele la hUiuana ,-oz jamt\s ~r esrurlta.
Lahr r·intoc; dr selvas~- peñones
En que tu rnyo con las sombrns lurhn.
l'on1uc las solllhrns odian tu 111irada;
llij ns del Cuos, po1· el mund-o I'I'I'<IIIIP$,
:\óÍuf,•ng-os I'e-;tos de la ant igua :'iadn,
Que en elm ;11· de la lu z Vfl!j'<llt llotnntrs.

A tu mirad:~ su~pendido el viento.


l\'i ái'IJO ini llnr en el desierto ;tg-it :1;
]\;o hay t'll los 'r''''s voz ni 1110\ imienlo; ...
Elcornzón del ntuudo no palpita .. ,.
Se a•·rrcn rl rrntin••l:• dt• l;~ IIIIICI't"!

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:'\OT.\S DE \'!AJE

lié ~quí el Silencio! Sólo en su pr·escncia


Su propia desnudez el alnra :uh·ierle,
Su propia voz escucha la conrirnria.
Y pienso aún y con pavor medilo
Que del Silencio la iusondnble ralrnn
De los sepulcros es trcmrndo grito
Que no oye el cuerpo y eslremecc el alma!

El que vistió de nieve In alta :,irl'l'a,


De oscuridad las selvas seculares,
De hielo el polo, de verdor la tierra
Y de hondo azul los ciclos y los mares,
Echó tnmhién sobre !u faz un velo,
Templando lu ful!l"or para qur el hombre
Pued~ los orbes numerar del rielo,
Tirmblr anlc Dios y sn poder· Ir asombre.
Cruzo pcr·dido el vasto fir·nwmcnto,
A sumer·girme torno entrr mí mismo
Y se piel'(le otra ,-rz mi prnsanrirnlo
De mi propia exislenria en el abismo ....
Delir·ios siento que mi mentr n!C'rran:
Los Andes, :'t lo lejos, enlutados,
Pienso r¡ur son las tumlws do se Pncicl'ratr
Las ccnizns de mundos yú juzg·ados ....

El úllinro lnrcro en el l.eu11rte


Asoma y triste tu partida llora:
C:nyó de tu diadema I'SC dinnr:Hrll'
Y adornnr:'t la fr·enle dr la \uror·:r.
Oh lunn, adiós! Quisiera en mi despecho,
El villengunjc nr:ddC'cir del hurnbrc!

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LA I;-.;TEL!GE:\C!A 225

Que I<Ínlas emocione en su pecho,


Dej a que broten y les ni eg~· un nomb t·e.
'e ag ila mi alma, dc~espcra y g ime,
Sintié ndosl' en la carne pr i ~ionet·a;
Rec uerd a al vet·te su misión subli me
Y el fdg il poh·o sarud it• qu i iet•a .
Jifas s i del polvo li bre se lanzar<l,
Esla r¡ue sicnlo, imagen de Dios mi mo,
!'ara tendel' ~u '' ue lo no bastara
Del fit·nulmenlo el infin ito ab i&mo!
Porque esos astros, cuya luz dcsmap,
An te el brillo del alma, hija del ciclo,
No son siquirm arenas ele la pbya,
Del mar que se abre ú su futuro Yuc lo!

No he podido rendir un homcn<1je mis digno


á las letras ele Colombi<1 , que b tr;¡scripción de
esos versos ele Diego Fallon . . . .
Vencer las mayores dificultades del \'erso, sea
en la form<1, en la tra-;posición ó en Lt rima, de-
rra mar la gracia, el chiste, la fina ironía en sus
composiciones, es un juego para D. J•)Sé l\f. l\Ia-
rroquín. IJ a hecho un;¡ glosa rimad ,t de los pri-
meros libros de Tito L1vio, que no v<1cilo en con-
siderar como uno de los trabajos m:'ts perfectos,
q ue en ese g<;ncm, se hayan escrito en nuestro
icl io 111 <1 . Castizo, correcto, p<11-ece que buscara los
tra nces m{ts clifkile~ de la sintaxis, como para
probar qne lo-; tesoros del español son illa,!.!Ol,t-
bl e-= . ¡Qué galana facilidad y qué felicidad ele pin-
cel ! Sus versos qut:clan en la memoria y siempre

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226 :\IOT.\5 DE \'!AJE

su recuerdo trae una sonrisa. Quién que haya leí -


do /~/ Cnwdor \'la Jlcrrillrz no \'Crá s1empre aque -
lla pobre perra enteca, flaca, que

Era otro~í. clPJT<'ngndu,


r<'~twllo ....
L;t rlerri bitlm 1111
Pnrd<' dPcirsr <lll" aqnrllo
No rr:t priTH ni rra, nada.

D. Ricardo Carrasquilla tiene también compo-


siciones felicísimas ele ese género; sobre todo,~~ mi
juicio, un cmiosísimo diálogo con el S.1lto ele Te -
quenclama, (¡quien presenta un literato e<;paiiol, ele
paso por Colombia. Siento no poder tra<;cribir lo
aquí; pero si fuera {t reproducir todo lo bueno que
ha producido la literatura colombiana contempo -
ránea, no me bast:-tria por cierto un ,-ol umen.
José :\faría Samper ha e-.;nito '-'eis ú ocho to-
mos ele historia, tres ó cuatro ele vel·<;os, clitz ó
doce ele nm·elas, otros tantos ele \'iajes, ele discur -
sos, estudios políticos, memorias, polémica ....
qué sé yo! Es una ele csas f.tcilicbclcs que asolll-
bran por su incansable acti,·icl:tcl. Jam{ls un instan-
te ele reposo para el espíritu; cuando Lt pluma no
est{L en mo\·imiento, lo e,.,f{L la lengua. S.de de l
Con,({reso, clonclc ha hahlaclt> tres horas, continúa
la perorata en el a//,J't/110 hast.1 que cae la noche
y luégo {L ca'i.t 1 ;'¡ c~crd11r h.1sta l'l alba. Y eso to-
dos los dí;~s, clesclc hace largos añoo.;. IJa s1do pe-
riodista en el Perú, ha ,·iaja<io por toda la Euro-

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L\ IXTELIGEXCL\

pa, ha producido mits que un centenar de hom


h1 es .... y aún es jm·en y lo alienta un vigor más
intenso que nunc.1. Xaturalmenk, en esa mole ele
libro-; serí;t inútil busc<tr el pulimento ckl artista,
la corrección de lí1Jeas y ele tono~. Es un río ame-
ricano que corre tumultuoso, ;11-rastranclo troncos,
cletrittiS, arenas y peñascos, pero también partícu-
las ele oro, como dice ~Iarius Topin rel1ri0nclose
al viejo Dumas.
En Bogot;í hay mucha alici(Jil por l.1s n::lacl.1s
literarias, que allí lbman .1/vsaiws, tal \'(:z por la
variedad de temas que se tratan. Lo,; j(Ín!IJCS bo-
gotanos comp.tran un JIIVSilico ;'¡un concierto clá-
sico ;'t puerta cerrada .... y son cap.1ces ele monta¡·
;í caballo y largarse á la hacienc\,¡ al menor anllll-
cio de un festi\·al semej;111tc. Pem yá he dicho
que los jó\·enes allí son unC)s L''>Cl:pticos empeci -
nados, que no creen en nada, ni ;¡un en las clulzu-
r;¡s ele J,¡ rima con ll:. f>or mi parte, no tll\·e el
placer ele asi,tir ;'¡ninguna ele esas re11niones; pero
poco ante,; ele mi lkg:tcb, el Sr. Sofli.t, :.\Iini,.,[¡o de
Chile, que es UIJ poet.t distinguiclisimo, hahta in\'i-
t<tclo ;'t un 1/tosait·o, en un soneto l'sclrt'tjulo ele una
dificultad ele factura ;tgohiaclora. Al clia ~ig lli<:nk,
tenía cuare11!a sotJelo,;, con bs mi..,mas rtma,;,
aceptando l.t ÍJJvilJcit'n1. Su kcl.ur,t dl'bía con-;ti -
tuir el 11/0.wito. Samper m,tnclt'J cu.tlrd, cli:m1Ínu-
ycnclo una sílaba en cada lltJO! ...
Puede Colomhta (t JUSto lilti!o c~tar orgullos.\

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::-.;QTAS DE VIAJE

de dos hombres, jóvenes aún, pero cuya reputa-


ción de sabios y profundos literatos ha salvado los
mares y cxtenclíclosc en la península español<~ . El
primero es D. l\Jiguel Antonio Caro, hijo del ins-
pirado poeta D. Jo-;6 Ew;ehio Caro, cuyas nobles
e-;trofas En bo:;a dclúllimo fn ca ·on conocidas por
todos los americanos.
1J. A. C;¡ro es el ;¡u!or ele b soberbia trad uc-
ción ele Virgilio, en verso español ele u11<t firleli-
clacl aterradora; se sie11tc frín al pe11s~u· en la labor
perseverante qt¡e ha sido n:>cesari .t p tr.t encerrar
cada verso latino, de la rica lengua virgiliana, en
el corre ·poncliente español. Así, los que Icen la
traducción de Caro, encuentran en ella el mismo
sabor clelicio~o que se desprende ele la lira del cis-
ne Je 1hntua, la mi-;ma ft1c1·za y aquel];¡ su.tviclacl
exqui'iita 6 in'iuperable que ha hecho ele Virgilio el
príncipe ele los poetas latinos. Ese trabajo ha sido
yft juzgado ror la crítica eminente de España y el
nombre ele 'iu autor s¡; pronuncia hoy en la Aca-
clemi,L He;d con el mis111o respeto que el ele los
n1ús graneles peninsulares .... (1)
La introcluccic'>n ele Caro á la llistoria Gwcral
ele Pieclrahila, {Lbs Poesías ele Bello, etc., sen sim-
plemente obras mae~tl'as, en las que se e.1cucn-

(1) .l\Irnrntlr'z T'rlaro Pn Rll ohra Tmr7Hcturc8 ue lr E11elcla,


juzga la tmduel' Úit d1 Caro eomo '' l:t uwjor 1¡ur cxin• en I'S-
paiiol." 111 adrid. tS7n.

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LA ll\'TELIGJ~:'\CL\ 229

tran al par de una riqueza y ga!Jnura ele lenguaje


á que estamos poco habituados en nuestra Amé-
rica, la vasta y sólida erudición de un filólogo que
no ignora uno solo ele los progresos ele esa cien-
ci;-¡ nueva en el mundo moderno.
Los trabajos del Sr. Caro imponen respeto y es
precisamente en nombre de ese sentimiento, que
clespu~s del elogio ~incero y alti,imo, quiero con-
signar la impresión ingrata que me han dejado
algunas ele sus páginas.
El Sr. Caro es, en política, en religión y lite-
ratura, ei tipo tnÚ'i acabado del conscJwulor, dando
á esa palabra toda la exten;,ión ele que es suscep-
tible. Nada tengo que •·cr con sus ideas sobre la
marcha ele las cosas en Colombia ni con las respe-
tabilísimas in:-piraciones de su concit:ncia; pero
cae bajo el dominio ele la crítica su apasionamiento
ilimitado pnr las cosas que fuemn, la glorificación
const.u1te del p:~sado, del p;1sado cspwiol, contra
todas las aspir;tcÍt)IH:s del presente, <tun del presente
esptuiol. St la casualicl.tcl ha hecho que el cuerpo
del Sr. Caro hay.t \'eniclo {t aumentar la hlangc
h ttlllana en sut:lo colotn biano, su espí1·i tu ha n:tciclo,
se ha fcmnaclo y vi\'C en pkno l\Ltclrid ckl siglo
X\'l. .\llí respira, allt ::<.: reco noce entre los ;¡u-
yo~, allí ~e apasiona y dtscute. IJay hombres que
se detienen en ttn momento de l.t hi-.;toria y por
nada pasan el limite marcado por ,u predtlt:cción,
casi diría por su mononJanÍ<l. ¡.;o let:n yá, relet:n,

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230 , 'OT.\S DE \'!AJE

como decía Hoyer Colbrcl. En ellos ts disculpa-


ble e'ia obstinac1Ó;1 apa-;ionacb; 110 conocen sino
e<;e mundo, por lai'ÍO, no pueden compararlo al
prc-;enk. P<:ro el Sr. C.tro IJ.t leído cua11to es po:>i-
ble l<:er en treint.t años ele \·icla lllklectual; su alta
inteligencia ha enll·.tclo ;'t fondo en l.tlikralura mo-
derna y poco..; como ~1 podrían hablar con tal au-
toricl.lcl ele lo que e11 materia ele c1encias y letrils
se ha hecho en elmull'lo en In-; últimos cien aíios.
Esa riiia i11Conciliahle cnn el presente, es pue-; 11n
fenómeno cmioso en un espíritu ele esa ;¡Jtura y
nos sería lícito <:s¡1cr,:r que la influencia de t.tles
ideas se limitara al respeto ele l.t forma y no alcan-
zara ft obrar sobre l:t percepción ele las cosas. Qué
acentos ele inclignaci[lll encuentr.t Caro para incre-
par á Qutntana su grito g<:ncrosn, humano, cllallClo
reconocit:nclo las crudclacle-,ele la conquista, quiere
alejar ele su patria la maldición de un mundo y
echar la respon~abi\ici.tcl sobre la ~poc;¡! Un mon-
je fan{ttic:J, apoderado ele \'a\verde en la corte ele
Espalia, no habría hahl;¡c~o con mayor vehemen-
cia ni encono .... Comprc1Hlo y sny el primero en
seguir al Sr. C.1ro e:1 este c.11nino, c¡ue es tiempo
de poner t~rlllillll ú la est~rd declamación contra
Lt conquista, que ha claclo ;tlimento sin \·ignr {t la
literatura americana tlt11.tnle vcintic1nco aíi1h Pero
llegar ;'t la santificacJ(·)Il del pasado, sin c·xceptu;¡r
l;t Inquisición y el régimen colonial, parcceme
que es un prurito retros¡wdi\ o lllCOilCiliahie con
la luz natural de esa ;tila inleligenci,t. ...

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LA 1?\TELIGE:\CIA

nuf1no Cuerm es el autor de ese libro tan po-


pular hoy, rlpuulaciollcs crítiws sobre el lciiJ!IICI·
je btl~uftuto. Es otro sacerdote del p.tsaclo, aunque
menos inOexible que el Sr. C:tro, por el que pro-
fesa, con razón, una :-tclmiración sin límites. La
ciencia, los largos arios cle estudio que ese volu-
men de Cuer\'O revela, prueba que también en
Amér;ca tenemos nuestros benedictinos infatig:-t-
bles. Todas la<; locuciones \·ulg:-tre,;, todas las adul-
teraciones que el pueblo americano, bajo la influen-
cia de las cosa-; y ele su pr·opia cstructur,t inte-
lectual, ha introclttcido en el esp:tiiol, son allí
prolijam~.:nte e-;tucliacla-;, corregicbs, y ... . lilllpia-
das. (¡Limpia y lija!) Actualmente Cuerve> se en-
cuentra en París, metido en su nicho ele cartujo,
levantando, piedra ;'t piedra, el monumento más
\'asto que en todos los tiempos se haya empren-
dido para honor ele la lengua ele Ca<>tilla. Es
un f)icciouario tic Rcgíl/leues, .filológico, elil/lolvp,i-
co ... . Qué sé yo! Aquello asusta; cuando Cuer-
\"O me mostraba en Bogob las enorme-; pi las de

paquete:-;, caclít cual conteniendo centenares ele


hojas sueltas, cada una con la !Jistot·ia, la filiación
y el !'astro ele una palabra en lns :-tutores antiguos
y modernos ..... sentía un vi\'O deseo ele benckcir
á la naturaleza por no hab ¡>r me inoculado en el
alma, al nacer, tendencias lilolc'>gicas. '' Y:t est:"u1
reunidos casi todo:. los ejemplos, me decía Cuer-
vo; ahor,l f.tlt,t lo menos, la redacción." r<.eciCJctar

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232 XOT.\S DE VUJE

cuatro, ó diez, ó salle Dios cu{mtos volúménes ele


diccionario .... lo menos! Y como redacta Cuervo
con una sobriedad, una preci:.,icin y eltgancia que
obliga {t cincelar la frase! Si unt> de nosutros, des-
pués ele tres horas ele reclaccit)n S1H:I la, incorrecta,
ti la dinblc, tira la pluma con cli~guslo, ¿qué sería
si se le\·antara ante nuestros ojos, como en una
pesadilla, la columna ele papel blanco que hay
que llenar para concluir el diccionario ele Cuer-
vo? .... ¿Y ~·abéi~ dónde han sido concebielas, me-
ditada-;, c::-critas esas uhras? En una cervecería.
Ruflno y Angel Cuer\·o snn hij os de 1111 eli~tingui­
do hombre de E taclo, que fue Presidente ele Ct>·
lombi.t. Quedaron ~in fmtuna. ;,Qué harían? Poli-
tiquear, chicanear en el f >ro, morirse de hambre
declatllanclo en el jurado? ... Pouah! Fundaron
una cer\'C:ccría en Bogot;'1, sin recurso!', sin ele-
mentos~; sobre todo, sin probahiliclaeles ele éxito,
porque había qut: luchar con la Ghicha predilecta
del indio. "Yo mismo he emhotellaclo y tapado!"
me decía I~u!1no. "En sei-, aiío-;, no he tenido un
día ele reposo, ni aun los domingos,'' me decía
Angel. En diez aiíos, logramn l,t foduna y la in-
dependencia .... ¿para q ul:? P.t r;1 goz;1r, para vivir
en París, en el boii!C7'0rcl, pcrclienclo la \·icla, lasa-
\'ia inlekctual, en el ct~ky d bvllcftu'r! l':o; "imple-
mente para trabajar con tranquilidad, sin interrum-
pirse sino para dc;,pacll.u- un cajún de cerveza,
para ~tclquirir el clvrecho de perder el pelo y la

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LA JNTELIGE:NCIA 233

vista sobre viejos infolios cuyo aspecto da frío!. ..


Pero la obra de R:.tGno Cuer\·o ser;'¡ un timbre
de honor para su patria y para nuestra r.tza.

Repito que no es mi propósito (ni serí:1. este el


sitio aparente) hacer un resumen ele la hi~toria li-
teraria de Colombia. Si he consignado algnnos
nombre-;, si :ne he detenido en el ele algunas de
las person<tliclades nÜ'i notables de Lt actualidad,
es porque habiendo tenido la ,;uerte de tratarlas,
entran en mi cuadro ele rec.uerclos. De todas ma-
neras, basta con lo que he dicho para hacer com-
prender l<t altura inklc~ctual en que se encuentra
Colombia y justilic,tr la reputación que tiene en la
Am~rica entera. País ele libertad, país ele toleran-
cia, país ilustrado, tiene felizmente la inici<ttiva y
la fuerza pcrse\·crante necesaria p;tr;L vencer las
clificultacles de su topografía y corregtr las direc-
ciones viciosas que su historia le ha impuesto.

20

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EL REGR ESO

Simpatía dr Colombitt por la Argentina !::lus cansas-Rivali-


dad"s dP argPntinos y colombianos en el l'crú Cttrácter
dPlus oficiales t!P la lnclept•ndPIH:ia- La conferencia de
Huayaquil- Bolínu y Sanmartín-Una hipótesis-El
recl!('!'do redproco .\na indas Pntre colombianos y a r-
gentinw•-Caneti'I'<'S y tipos La partida- En Los ~fan­
zanoo-L<ts mulas dt• Piqnilln El almuPrzo El tue rto
sallancro-lJna Jln\·ia t n los trópicos I~n Guaduas-·!!;n-
t.!nPntros -E n busca de mi tnel'lo Un<'!Jlierm-Rccncr-
do t!P los Andes Viajando 1'11 la mnutaiía -El viajero
de l:t armad um de oro-D. Sa 1\·ador -su hi~toria.-S u flt-
mosa arcntum-Pobrt' D. ,Juan~ -l" n<L costumbre qui-
chua.

l\Ii permanencia en Colombia había conclu í-


do, debiendo p tsar, por disposición ele mi gobier-
no, á Ol:upar una ele las le~acion es argentinas en
Europa. Fue entonces, en medio el e la agitació n
qtte siempre producen las nuevas perspecti ,·as, los
c,1mbios racli ca le,; en el curso ele 1.1 Yida, que me
apercibí de mi cariiio por el pueblo que tan abier-
ta y generos;t hospil;tli clacl me había cl.tdo. Y no
era por cierto el sentimiento exclu-.,Í\'0 ele migra-
ti!ttcl personal; era alg1l m {h ;¡l(o, era el.tft:cto pro-
fundo por aquell:t sociedad que hablaba ele mi
patria con una predilección marcada sobre todas
las naciones del continente y que había querido

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NOTAS DE VIAJE

honrar en mí al representante de la tierra argen-


tina.
Es la primera y última \'CZ que hago una refe-
rencia 5 mi posición oficial en Colombia; pero
quiero que, si algún argentino lee este libro, sepa
que en Bogotá, desde los alto~ poclue~ público~,
]:asta el puehio mismo en sus ingenuas manifes·
tacione,, nn han ccs:1clo un monH:nlo d<; demos-
trarme la \·iv.1 ~impatía por nuestra patria, el con-
tento generoso por sth pro.~rc~ms y el cle~co de es-
trechar con tila rebcione~ íntim.ts y corcliale~, en
beneficio ele! adelanto y de !.1 paz anH.:ricana.
Esa simpatía responde :'t \'arias C:tlhl.S. En pri-
mer lugar, I(Js recuerdos ck l:t lucha ele l.t I nde-
pendencia. Tocio'> cotlocemo-; aquella rivalidad
caballeresca, que tl:t1Ía por teatro la \'ieja Lim;¡,
entre los oficiales colo·nhi:tnos y ]¡¡-; ,(rgcnttnO\
entre los vencedores ck Bov.tc;'t y los \·cnceclores
de Chac.tbucn. ,\ntag!ll1hn10 ele hl:mcs, combate~
ele cortesía, como habt í:t el icho 11n heraldo ele armas
del siglo X\'. Lo-; colom! i.ttlO'i kt11an por jdc á
Bolívar, los argentinos :'t Sanm,tr!Ítt y lodos COIJJ-
prendían qlll: es.ts dos glortas 110 ctbían ctl el
con ti ncntl'. Los colo m bianns lr,tían lll,m:;aclas en
las herida-; ele la carne y llllll'hos \'11 las ele! cora-
zón, la<> huellas del l,tr,..;o h;tl.dLtr ~·n las lltnuras de
Venczueb y en lo-, cl'rro~ ~r.tn.tc!ttH>s contra la
fuerza, la arroganci.t y el 1·alm l'~!1aiinl. Los argen-
tinos recordaban la incomparable h;Jz.tiia del paso

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EL REGRESO 2 37

de los Ancles, cuando, en las alturas donde mora


el cóndor, había librado combates Inmortales.
Unos y otros miraban el Perú como tJ<.:rra conquis-
tada, propia; U11os y otros hacían resonar sus es-
pue1a-; en el pa\'imento de la ciudad de Los Reyes
con la ;tlti\·ez de triunfar!on:s y t.d vez C'Jn la con-
ciencia ele h superioricl.tcl sobre los que acababan
el e lihedar. ¡Y qul: hombre-;! "1unc, Córclob;¡, ...
de un l:tdo, Lwallc, 'lecochca .... dd otro. ~u be,;
cargada.;; de clectricid.tcl en presencia! ~o brotó el
rayo, pero el rt•L'unpago iluminó m;'ts ele una vez
los \·aroniles r0stros.
Tan to los ollc1aks ele Bnlí\·ar como los de San-
martín pertenecían {t la clast: nüs elcvad.t ele las
sociedades ck Colombia y el WlJ ele la Pbta. La
altivez nati\·a se unía {t b j.tctancia castell;¡¡u del
\':tlo1·. Habituados ú JUgar la vicla ;l cada instante,
;'t los triunfos f(tcilcs e11 amor, al amparo de su ma-

r<Lvlilo so prestigio en América, el ant.tgonismo no


,;e concretaba :i la rcputación milit.tr, sino que re-
\·eslía su-; forma,; m:'ts irritantes en el estrado don-
cit.: la limeñ.t hacía brillar sus ojos tras el :tbanico
ele encaje. Allí, la voz de bronce el~ l.t disciplina
tli\'O que sonar m;'¡,; ele una \'l'l. para impc•c!ir que

el 1 ;'tpicln cruz.tr eL: p.tlabras inínica~ en el salón,


110 se con\·irtier;J, en la calle, l'lll'l Cl'IJ!cllear de las
t':-.paclas.
t\ntagonism) ele c.tbcz;¡..; ligcr.ts y corazones
calientes cumo fueron todos e-;os o1iciales tk la

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~OTAS DE VIAJE

guerra de la I ndepenclencia, aristocráticos hasta la


medula, cksprencliclos, generosns, con el se nti-
miento nüs que con Lt razc'>n ele la causa por que
jugaba n la \'tela, enardecidos por la lu cha y si-
guiendo la bande ra ele su jefe con h ciega o bsti-
nación de un oficial ck \Vallenstein en la guer ra
ele trcint.1 :tiios. El l.1rgo alej.uniL·nto de la pat ria,
la persistcnci.t knaz ele la luch;t, Lt dt tnera ocupa-
ción del suelo que COIJCretab.t \'(111 frecuencid esa
misma ¡ntria ;'t los límites clt.:l cunpam ,·nto y en los
clias de bat.dla, ;'¡la tierra del comb.t!e, la lllflue n-
cia, por fi.n, ele la \'ida militar prnlongacl:t, hab ían
hecho ele los oficiales argentinos y colombianos, el
prototipo ele hombres ligeros en L'l pensam iento y
la accic')l], Imlla t Jte~ en la de:-;prl'ocupación del por-
\'enir, ,.i,·iendo tllt jour le j ,Jur, ~ahienclo q ue co n
\'alur pagaban y St·guros ele que el caudal no
ccncluiría.
Al fin, uno cecliú. ¿El nüs ¡ut1 iota, el m[¡s ra-
zon:tble? Cu;'tnto se ha dicho sobre esa ent rev ista
ele Guay.1quil, que algullO'> hi-,tori;tclore<;, para
quienes las co~a<; de la 1ndl'penclencia c:~t;'t n ~ i e m·
pre al cli:Lpasón ele la tragcd¡;¡, l1.1n qttericlo cubrir
ele un velo ele misterio y levantar al nive l de los
gra neles problemas hist<'>rico~! ,\1 norte ele! ecua-
dor, el acto ele Sanm.tdín 11() tue ..;ino el acata-
miento rcspC'!uoso del gt·nio y del dercc!to de su
ri,·al; al sud, la abncga ·iútJ sup1Tllla de u n gra n
corazón, 1;¡ 1n..;piraciún clt·l patriotismo, el ge nero-

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EL REGRESO 239

~o sacrificio de :;Í mi,mo en obs qnio dl la cans,1


americ, na. A mis ojos (y bien o,;,¡cJo me enCllt:n-
tro para hablar de esth co,a ·, des 1lllcs ele \"Occ-.
tan alt.1s y autcnz tela") no hnbo s.tcril1cio pcrso·
11al, en el retiro del general San:n~u ti11. Todo es
cuestión ele organización mor.d; Bo:l\".11, 1t:!ir:u1-
close a la \'id,t pri\·ada ó S;utl11.1llln, 111.11 t<'nienclo
á sangre y fue~o su primacÍ;¡ e11 t:l 1\:rú, h.tbrían
sido hecho.; tan fuera ele !,1 lc',~ic.t, t.111 Ct>nlraJ i•1s á
su car~tcter, como n,ltnraleo.; fu~ron lo~ p.tpeles di-
\"c.;rsos que les tocó en el d:·,un.t. BolÍ\".lr .... ,e me
ocurre suponer ;'¡ Bolí \';lr n:tcidü en '>lit: lo ;u sen.
tino, mien1bro de Lt logia L.tul.llo (.dlí Aln~ar
habría encontrado su m.1eslm) \·enc ·doren San
Lorenzo, general transitcmo del l'JL·rcilo ele! nor-
te, organizador, en fin, del CJ~rcJto de lo.; Andes.
¿Cu;il habrí.t sido :-;u aclitll(\ ante l.t situ.tCJÓn 111-
terna ele! país b.1jo el elireclori;J el · l~oncle,tu? 1Ia-
hrí.t, como S.llllll.lllÍJl, ele.-obeckci lo, cruz.tdo la
montaiia y d,tnelo !.1 e,p.dcl.t :'t \,1 anarquí.1, m:í.s
aún, {t la agonía de l.t p 1tri 1 nue\".1, id<> :·t libertar
al Perú? llabría, una \"tz en el Perú, \·enceclor, ce-
elidO el puc<,lo :'t S:tnm.trlín, \·iniend.> del norte,
embarc,'tdosc y al llegar irenk ;'¡ l.t'> pl.tyas ele su
ticrr .t, neg.'tdose :'t pi-,arhs, porque l.t guerra civil
!.1 asol.1ha, par.t 1r ;"¡ tern1111.1r en l.t \·icl.t de ~1n
btngt:ots medit,thundn, '>d carrera de accÍlli1 y de
luz? Y allí, en '>ll c.tstl.t ele lo • rr.thalc de Bnhe-
\,¡s, Bvll\·ar, en t8jo, cn.tndo un pueblo golpeaba

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NOTAS DE VIAJE

á su puerta picliénclnle que se pusiera al fren te de


la insurrección contra un opre:;or tan od iado
como el cspaiiol. ... habría contest.lclo á Jos bel-
gas con la seca lc)gica ele Sannurtín? A m i ju ic io,
los ru111bos ele la historia americana habría n cam-
biado profunclamenk; t:l e..;píriltl se pierde e:~ la
conjetura, pero el csluclto ck los caracteres de esos
clos lwmll!'l:s permite asegurar que -;u acción , en
nH.:clios iclénttco..;, h.tbt ía ~ido cli\·er~::~. Bolí\·ar an-
siah: t algc> lll~·ts que l.t gloria miltl.lr, que .:ra el tocio
para S<ltJ111artín (me rdicro :\la-; ambiciones y no
ú los <,cntimientos patrióticos ele los clos libc rta-
clorc") · Bolí\·ar \'eÍ:I tll''ts .dto y nü-., lejos, pe ro
San martín \·cía ll1~'ts rcct•1 . El uno había nacid o
para dominar, el otro para \'CtH:er. BoiÍ \',lr te nía
la kl:t de aqucl!lh g"nuales rom:tnos que ~e h ;¡ ­
cían proclamar emperadores por las lcgione::> q ue
mancbban en el fondo ck la Germanía ó en J;¡s
mon taii.a-; ele la Ilispani;1. San martín et a un ge -
nera l clt! tiempo de la repúl1lica; habrí,1 cavad o
g u ~t oso la tierr.1. ... pcrr> cic"S 1llll:s de \'cncer. P,1ra
Bolívar la tarea cmptí'..aba despu0s ele la lntal la;
para S:tnmartín concluta.
En 1826, Holí\·,¡r pedía aún una coa li ciú n
amer tcana contra el l3r.t~d; m."ts aún, la ofrecía .. . .
con tal que se le dtet,t ti 11/UIIdv supn:mc . San-
martín q uedalla si lencio~o t:tl Boulogne. l nsac ta-
hle el uno, por letllpLI'.li11Cllto, por \'lhr.1ció·¡ inte-
lect ual , por el correr YioktJto de la sangre ; f;ío, ~e -

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EL REGRESO

reno, reposado el otro, por la glacial y predomi-


nante fuerza de l.t razón. Caudillo, tnbuno, políti-
co, ora cacique ele barrio, ora cliplom ;"ttico ele alto
\u e lo el pnmero; el segundo, ·oldado. ¿Soldado,
con la rcltgión del dehcr, el primero bajo Lt disci-
rlina, soldado, según la idea mod er na y exacta?
~o lo sé; pero sí, sold,tdo en su corte moral, en
sus propósitos, en sus ambicione , en el ideal de
su vida, trc zacla ele antemano como la trayectoria
ck utu bala ele cailún. ¿Qué tenLt qu e hacer seme-
jante homl re en el Perú, desp ués de la \·ictoria?
La independencia era un hecho yá y u con ·agra-
ción definitiva, Junín, Ayacucho, cuestión de días
más. Y luégo? Ser dictador del Perú, crear, por
un movimiento de orgullo, ese absurdo de Bolivia,
rotul:ll1clolo con su nombre, volver á Bueno Atres,
hacerse dictador en el hecho, saltar una tarclt por
una ventana ante la conspiración que avanza, sal-
v,ldo por su querida, para ir á pasar la noche bajo
el arco ele un puente miserable y salir al alba con
el rostro lívido y el traje maculado? ... No, San-
martín no era homhre clc ese corte. IIabía con·
cluído su misión. Lo tomó, :"t má~, el desencanto
profundo de los que lleg.tn {tia meta y allí, fría el
alma, repiten el tn-;te gemido del ;,almisb? Tal
vez .... Pero el hecho es que era un hombre con-
ci11Ído. Volver ;"t su p.ttria, hundirse en la estéril
,tbne 1ación de Helgra no, deshoj.tr uno á llllO ·us
laureles luchando, como el v cncedor ele Tucumán,
21

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NOTAS DE \'L\JE

contra oscuro-, g:1uchos qm: lo \TIJCÍan .... ó ver-


se, en un COihcjo militar, burlado por un 1Iolcles
ó un Don·ego, pctubnk ·, irritable-; y escépticos,
Bolívares pequeños, tmhulentos ~implacables por
trepar al poder? ~oc¡·;¡ ese s•1 cmtc, lo repito, y
eso felizment e par:l su glo: "'·
Tengo, puc,;, para mí, que Sanl11.trtín, :d cm·
barcarse en el Callao para Guayaquil y al senbr-
;,c en aquel soL'I ;d lado de Bulí,·:u·, clomin;'¡nclolo
con su alta talla, ten¡,¡ ) :'¡ rc-,uelto c11 el fondo ele
su espíritu tudo ll prob!t:Jll<l. ~o !tul o Jlll»lerio,
no hubo la al'negac-ón cle-:ga¡r;,clot :1 que se c!icc;
hablaron un Cllill (O ele llora subJ C el te111a 1 Ulla hO·
r<t sobre. í mi:,mus .... y lucio qucclt'> :u"J"egbdo.
Un lisitilogo habría pre\·isto el retiro ele Sanmar-
tín, co,no 1111 :blróno:Jto el rcgrt:w ele tal co111eta,
siguiendo ambc s l.ts leyes ele la natur.dcza, inmu-
tables e11 el uclo co:no t:ll el n:tcl ocos111ClS hu-
mano ....
Dc:;pués de J.¡ p.trllcb ele San111:u t111, el anta-
gonismo cnt1c colombianos y a:gentinos se acen·
tuó más aún; la a, ru.~ L•~"' 1c"Íproca d10 origen;'¡
la tri::.tc púgin,1 ck An:qullo, lo que 110 impidió
má-; tu de las hcroic lll.tdes de lu- granadinos y ele
los hiJO'i cid Plata e11 los c.unpo:; de Junín y Aya-
cucho. Puu cuando sonó l.t ho1 a cit.:IJL'gl·eso, para
\'Olvcr ú J,¡ p.ttiJa, ;'t lliOJLr casi tocios ellos en las
u~cmas guenas u\·Jie•, ~al\·o los deg1clus que ha-
llaron t lllll b gloJIU~.L u1 1t uza Jll):,O. . . . cómo se

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EL REGRESO 2 43

tendieron y estrecharon esas manos varoniles cn-


calleciclas por la espada y cómo se humedecieron
esos ojos iluminados siempre en la batalla! Tre-
pando en 1<~ ~ispera senda ele la gloria llega-
ron simultáneamente :i la cumbre y ;tllí, con la
cara torva, se miraron como debiaon hac<.:rlo Ji-
ml:nez ele Ques.td.t y Bclalc~tzar al encontrarse
frente~~ frent~ en la Sabana de Bogotá, partido el
tlllO del ;,)orte, el otro cid Sud, dcspués de varios
meses ele martirio . . .. l\J;ts Ltrcle, los colombianos
contaban [t sus hijos el duro b;t!,tllar ele la inde-
pendencia, la ligura de Necoclu.:a, del :\Iural ar-
gl.!ntino, abriéndose camino con su sable entre el
muro español. ... y á su vez, los argentinos, lo,
pocos que \·eget.tban aún en la~ largas y trisks ve -
lacias de la tiranía, narr;1ban en voz bap las h< tZ..l ·
íias pa-,adas, cuando Córdoba avanzaba como un
héme kgend,trio, á la \·c,z de "Paso de vencedo-
res!" . .. . Y los dos pueblos que habían dado 1i bcr-
tacl ú la América y confunc..liclu su sangre en la bata-
lla, dejaban á la generación que los seguía ese lega -
do ele cari üo, ele si 111 páti co respdo que hoy m ucst ra
Colombi:t pot 1.t Arg~li!Ína y la Argentina por
Columbia.

¡..Jo nos \'Olvimos ;'t encontrar en las rutas de la


H1storia. Harto que hacer teníamos con nosotros
mismos, ocupados en sangrarnos hasta la extenua-
ción, como si hubi6ramos querido fec undar la tie-

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r\OTAS DE \'!AJE

rra patria con el jugo de nuestras venas. Pasaron


los aiios, y un día, día feliz para mí, 1:nc toca en
suerte ir á decir á Colombia que el pueblo argen-
tino no se h;;hía olvidado del pasado y que le ten-
día su mano, no yá para batallar, sino para avanzar
unidos en la paz y el progreso. Cómo fue recibida
esa p;d;:bra, no lo olvid.Jrl: nunca, como tampoco
la sensación inefable, grave y profuncl,l que se
siente cuando el cle:;ti no nos llama, en uno ele
esos momentos, á rcprcsen(;u· b patna en el ex-
tranjero.
¿En el extranjero? ... Debía nuestro idioma
tener otra palabra para clesign.tr los pueblos icll:n-
ticos á nosotros. ~o puedo conformarme en de-
signztr con la mi~ma \'OZ ;'tl!Il uruguayo ó :'t un co-
lombiano, que :t un a!enün ¡'¡á un ruso. En el corte
moral, somos iguale-;, COitH> en el tipo físico, en
Lts manera,, en el calor de los cariños, en la rapi-
dez del entusiasmo, y lo clir,·:? en la ligereza con
que nos formamos opini<.lll sobre las co.-;;ts y los
hombres. Concebimos bajo las mismas leyes inte-
lectuales, como aspirall!os ;'tia fortuna con idéntico
propósito, como con igual clcsenfaclo Lt echamos
por la vcnLuta una vez conseguida. Un bogotano,
un cnclwco ..:xquisito, pobre como ,-'\d:'tn, ltabí:t
tenido la suerte d: ser dc~ignaclo por el Gobiemo
para conclncir :·t Quito no sl: qul: piedra co¡¡.
memoratÍ\',t ele la inclepen.leiicia. Ct)lllO es natu-
ral, recibió de antemano '>LI vi:Jtico, suma basta11-

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EL REGRESO 245

te redonda. Cuando llegué, era tal su cariño por la


f~ epública Argentina y tal su deseo de nunifl'stár-
mclo, que c.;upc esLÜ1:1 resuelto :'t emple·u· todo su
vi;'Ltico en darme un baile! ;\fe costó un triunfo
hacerlo clisua.dir por medio ele un amigo. Es el
mi'imo cachaco que decía, no sé en qué ocasión
solemne, en que había que cclehrar algo grande :
"Vamo<> á ca/m•crcar la República! ..." ¿No os pa-
rece oír hablar á un compatriota?
Luego b soci.tbilicbcl, las mujeres .... Idénti-
cas, mis amigos! Caprichosas, dominantes, ocu-
pando en la sociedad aquel puesto de la Argentina,
que asombraba al escritor brasilero Quintino Bo·
cayuva y le hacía atrib uirl es en gran parte nuestro
clescn\'Ol\'imiento. ¿Y la hi.;toria? Una noche, el
Dr. \Túñez, á quien había pedido me explica ra
la Gliación ele algunac; abct-raciones en la crgani -
zación política de Colombia, lo hacía ele tal mane-
ra que me obligó ;'t prcgunt.trlc ¿pero dónde ha
:-tprencliclo u<,tecl tan :'t fondo la historia ar.if.cntiua:P
Lts misma> luchas entre l;t-.; idea;; y l.t'i cosas, en-
tre las teorías y !o-. hechos fat:llcs, nacidos clt"! es-
tado '-'Oci,tl, lao; mismas a;.;piracioncs \'aga<> ele! nú-
cleo inteligente, estrellánclosc contra la ;donía de
la masa, COI~lO entre nosntro'i contra el empuje se-
mih;irbaro ele! caudillaje: ..~\grcgac! l.t iclenticl:icl de
origen, la petul.tncia amLIIuz.I, que no perdió nada
al pasar el mar, unida al \'ago f.t!alismo :'tr;tbc que
cm¡.uj,t al abandono, recorclacl que: j.un:'t'i argenti-

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NOTAS DE VIAJE

nos Y colomhi:mos discutieron un p:-tlmo de tierra


ni camhi;¡ron una nota agri;¡ por las mil fútiks
c;¡usas que la diplom;¡cia cles0cupada in\'enta, y
comprenderéis por qué ''iYe vi.~orosa y creciente
eo:;a simp:tlía entre los dos pueblos, que n;¡da pue-
de c:tmhiar y que, 1Je,·ad.1 á la acción, será un día
];¡ .~ar;¡,ntía más firme, la única, de la anhelada paz
del continente sudamericano.
Hay que partir; el carruaje espera á la puerta
~·loo.; buenos amigos que van á acompañarme has-
h el confín ele la Saban:t, eo.;tán listos. Rueda el
coche por las angostas calles, pasámos la plaza de
San Victorino y en las últimas casas de la ciudad,
me vuel.vo para ch·le la mirada ele adió-;. Siempre
he dejado un sitio con la seguridad ele ,-olver ....
pero Bogotá!
Las cinco horas qu e empldmos hasta llegar á
Los Manzanos fueron p;¡ra mí triste~, á pesar de la
ch;¡rJa animada y espiritual ele Roberto Suárez,
Carlos Sienz y Julio l\bllarinn, que me acompa-
ñaban. Una vez en la posada donde debíamos p:-t-
sar la noche, nos preocup:'unns ele la forzos:1 res-
taur:-tcirín de clcssous le ucz, como dice Rabelais.
:t-.fallarino h:-tbía sostenido que en Los Manzanos
había vino, lo que hacía inútil el trabajo ele lle,•arlo
clesclr Bognt;í. Una vez en la mesa, supimos que
no había más que ccn·eza de Cuervo (:'1 quien res-
peto como filólogo, como <>ahio, como todo, nw-
nos como cervecero) y .... champaña! Pero qué

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EL REGRESO

champaña, mis amigos! Su[trez sostenía que era de


la casa de lii alhrino y é.;te lo amenn tba con un
juicin por difamación, oh·icbncln que en Colom ·
hia no los hay. Al fin nos tcnclimo.; en un:1s cama..;
fbcas como las \'acas de Far:1ón, poblada" ele m:l-
gros in.;cctos que bien pronto entraron en C:lmpa-
i'ia. ~o pude dormir; al alba me levantl!, hice en-
sillar tranquila nente mi mula; mi compañero ele
viaje, un simpático y respetable caballero estable-
ciclo en Honcla, hizo otro tanto y antes de partir
entré al cuarto ele mis amigos para darles el abr<J-
zo del estribo. Dormían y respeté su sueño. Al ba-
jar, encon!J·¿ ft S:'tenz, con quien me indemnicé.
i\!Ie ;u-regló mis Wlltnt-ros y una..; c.;puclas orejonns
clt: media v.tra que me había rcg1laclo él mismn,
me t:m·()h·ió bit.:n en mi ru;1.na y ap:·d.tndo por
última \'l.:Z la mano :'t :-tquc:l amigo que --abe el cie-
lo si volveré{¡ encontr:1r en Jo-., ;,z trl's el:: la vida,
no~ pu.;imos en marcha. Era11 l.ts ~eis y media de
la m.tñana.
Con clel·ir qut• las bestias C]lle llc\',\hamos eran
ele Piq11ill<>, he dicho stt c;tlicl,lcl s11perior. Del
111ismo modo que l\I. Ancll·(·, c11 la Tonr cfu ilfou·
de, como creo que y:1. he COII!.lcl<l, entre.t:<'> {¡ la
execración Ullil'l'l·-,.tl al l]lt" k al•l:,ilt'l mttlas en
Honda, {t mi \'l'7 it11pttktcl •l JH>r 11n .;cn!imien-
to humanit;u·io y cumplie1:clo un :1cto de .iusticia,
rccomienclo ~l todo el que hacia :tt¡utlio.; mundos
St; lance, em¡)lt:.1r l.ts mulas clt: l'ic¡ui/1,,. :\1 u litas

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NOTAS DE VIAJE

valerosas, hec has á la tarea, firmes y voluntarias,


trepando la cuesta empinada con su pasito menu-
do pero incansabl e, nos hici eron e! \'i,tje deli cioso.
l\Iarchar por la montañ a, en las prime ra'i horas de
la mañana, sa no::; de cuerpo y espírit u, bien mon-
tados y en medio á los cuad ros de un:1. natural ez t
que va cambiando lentamente sus perspecti\·as, es
una sensación de las más gratas que conozco.
Al llegar al Alto del R oble nos detuvimos un
instante y miré largo é intenso la tendida Sabana
rodeada de montes y allá, en el perdido fondo, entre
las nubes de la mañana, el Monserrate, á cuyo pie
rluerme Bogotá .... Y en marcha.
Descendíamos ele la Sabana hacia la ti erra ca-
liente; hé ahí Agu alarga. Una mirada al pasar, y
adelante. A :::unbo s lados del camino, entre la espe-
sa vegetación que cubre la falda de la montaña y
;-¡1Já en el fondo del profundo valle hacia el que
bajámo::; en ziszá<;, empieza á oí rse esa sinfonía
peculiar á la región tórrida, ú l;-¡ que nuestros oírlos
se habían. deshabitu ;-¡dn en la altura. Eran los 'gri-
llos, las chicharras, qul: se yo del nomh1·e qtte lle-
van las e<;tridente .~ tr ibu'i que cantan al so l en tre
el tupido foll aje de la tierra c;'tlid,ll Los abrigos se
hacían pesados y, f~nómeno curioso del q11e se me
había advertido, los oídos comenzaha11 ;'t zumbar-
me ligeram ente. Pa rece que es efecto del ritpiclo
cambio ele temperatura, pero pasa pronto.
A poco se nos agrego un hermano del poeta

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~:L REGRESO 2 49

Pomho, libren> en Bogot~, a111n/cur hot(tnico, que


saludaba por s11 nomhre,cnmoa11liguo<; conocidos,
á los vuyos del ca111inn. ! ha :'1 Chimbe, n•> sé {t qué.
Cost;'th:tl~ tr.th.1jo seguirno-;, porque nuestras mulas
clcvorab:u1 la rula. Con su¡'a..;o igual y parejo, baja-
ban, suhían, aranzanclo siempre con una rapid ez
q11C me asomhrah:t. No las ecottomiz:'thamos, por-
que más prcvic.;or que{¡ la \'t•ni th, había hecho pre·
parar, como el compat'iern, hesli.ts ele repuesto en
Vi lleta. La sola idea de pasar ligero por aquel hor-
no me alegrah;~ el alma.
¡Hola! hé ahí :í. Chimhe, donde nos calafatearon
el almuerzo famoso ele la \'c•nicl:t; ahí est;', e l árhol
á cuyo pie, lt"'ndiclo con l:t riend .t ele mi mula can-
sada en la mano, s_ nte a:1:1reció la Providencia
h.tjo la fom1a ele un indio IIIOiltaclo en un alaz·'tn
y all:'t en 1.!1 fondo ck s11 ctemo ~.:mbudo, Villeta, la
dulce al clej :1r. Hace rato que t>o . ; ha clejaclo Pnm-
ht>; miramc¡, el reloj. Son :q1en.to.; las once; hem os
m;1rch.1cl,> m :í~ ¡{tpicbmenfc l[ll~ el correo. Nos
clt:t •n·:mo~ 1111 i:lsLt •>re e 1 un ca~crío, clonck mi
con~paíicm tiene amist;1dco.;, y p.lrl.tment,'unoo.; hasta

cot>o.;e;::uir u 1 a lmuerz > q11c no-; evita detener·


nos en V1llet;t. ¡Qul: :1petito :1qnel ! La burna
sop.1 dt~ p.1p.1..; y el duro tmzo ele e<trnc: salad.L
desaparecieron en el acto. Quil:n me hubiera
cLtclo llÜ'i tarde es.l j(>urchtllc L'll ~ucva York ó en
P.trío.;, par.1 h.1cer hnnor ;'t Dciii!ÚIIico (¡ Riglloll,
ó a los renombrados ch~fs ele l\Icle. B .... ó de

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:NOTAS DE VIAJE

Mde. S! ... Y de nue\·o en camino. Poco antes ele


llt·gar :'t Villcfa, nos cldcnemo~ en algo que debía
s•.T casa ele Piqui/lo, porgue allí c:unbiamos bes-
tias .... Me he oil'iclaclo de dos per,;onajes impor-
tantes que nos seguían ó prdenc!hn seguirnos en
JJuc.stra ma1·cha vertiginosa, nuestros sirvientes,
montados como tales. El mío, un rubio tuerto, sa-
banero, como In inclicaha su tipo, especie ele letre-
ro pa1·a la gente del camino, de la que me informaba
m;'ts tarcie sobre su destino, pues acahó por perdér-
seme, mi sin·icnte, repito, montaba una mulita
baja, escueta, regañona, canalla, y el sabanero no
llevaba espuelas! El espect;'tcnlo de aquel t:1lonen
angustioso é incesante me hacía mal, po1·que me
recordaba las peripeci:~-; ele la V1:nicla, y me veía no
hajo un pri'im .t muy halagador, muy ele hel11111lh
y ele poncho ele gu:1nc.v:o, b:a-..femanelo contra mi
hest i:~ rea.-::ia.
Resolvimnc; c.kjados atrús y seguimos la mar-
cha, cruz:1nclo por Vil let. t cono un::t tromba. Me
h:~hían chelo Ull excelente caballo, habituado {t la
nHm!:1ii:J, y <:1 coJ:lpaiinn montaba una mula csco-
gicb. Cacl.t \·cz que dil'is:íbamos un camino media-
na me 11 te pb no, galo¡üba111os h:tsta que la su hiela
sufor;ah:t á b bestia ó el descenso nos adv<::rtía que
no e-;taha lej:tno el momento de romp::rnos 1:t nuc;1.
Qué cuesta aquella para salir ckl \';lile profun-
do de Villeta y tra'ipo~sar la montaña que lo rodea!
Parece imposible conseguirlo sin ala-,; el cami!lO

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EL REGRESO

es malísimo, poco misó menos como el nuestro


ele Mendoza ;'t U~pallata, en los Andes argentino-;;
pero en cambio el lujo salvaje de la vegt!l :tción
reposa la \"Ísh y lo,; hilos dt! agua que descienden
entre flores y folhjc alegran el paisaje. El difc:ren-
t<! anclar ele los animales nos había hecho separar
11n os cincuenta metros del co1npaiicro, cuando éste
me alcanzó rúpidamentc y cbnclome la voz ele alar-
ma, me mostró un clensl) nub·uTÓn que avanzaba
cubriendo el cielo, pocos momentos antes sereno
y deslumbr:lclor como 11na placa reflectora. N' o tu-
vimos tiempo más que para desprender la inmen·
sa c.tpa de caucho que arrollada llevábamos {\
la gr11pa y envolv:!rno~ en ell:1, levantando el ca-
puchón. La lluvia se desco lgó, una cie aquella<; IJn.
vías torrenciales de los trópicos que clan una idea
de lo que debió su- el forllliclablc ¡
cataclismo que
inundó el mundo primiti,·o. A,·,ulz;'tbamo,; sictllprc,
la-; bes!i :ts con la cabeza entre las manos y nosotros,
silencio-;os, inclinados sobre la cruz, cegados por
el a.r.(u:t qne 110.; b:ttí:1 el ro.;tm como por bandas
cnmpacl.h y m ~ciclo.; m;'t.; que atmdiclo-; por el
chocar dt l:t llttvia contr.t los ;'trbolc,.;. No eran
.~ll(a,, er.1 un raucl ti -;:;_~11ido y e.;pc,o; la,; piecha'i
del c.unino 1.1\',tcla-; y pttliJ.I-;, se ha cí. tn resb:tlosa<;
y las !x·-;ti t'i nu:·cll.th tn con una prudencia infi-
nit.L El cltlu\·io dtJr<Í un cu;trlo dé hor;t; ele pronto
el -;1)1 lml lc'> el:.: llliC\' 1, J,¡.; :u·holes s tcuclieron la<;
últinus p..:l'i.ts -;u.;p.::ldíclt~ en s11 c;~!)~llera, el azul

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NOTAS DE VIAJE

ele! ciclo apareció nü.; intenso y el coro ele los


in.;cctns entonó da wj>n stt eterna sinfonía ....
Eran h" tres y cuarto de la tarde cuando lle-
g:ímo~ á l.t pl.tza ele Gu;tcluas, qu e aún aguarda la
estatua ele la Pula (r), la más noble entre las hijas
del Valle. En media jorn;¡da hahíamos hecho el
camino en que yo emple:tra dos i lfl venicb; ver -
clac! que habíamos ancLtclo como clwsquis y que
la gente ;:í quien comunidtbamos la hora ele nues-
f¡·a salida de Los l\Ianzano~, no podía creemos. Mi
compañe1·n me propuso Jl eva1· á cabo la haz;tña
ele ponernos en un día dcscle h Sabana á H o ncb,
Jo q1te haría nuestro viaje lcgenclario. Acepté por
pu1·a botar:-~tería, pnrqnc 110 sóln me era i .~ua l sino
prdcrihlc llegara! i\I.tgclal ena u11 día después, para
t\JI11\1. inm ccli,ltam enk el v.t¡JOr, evibndome así
una tJoche e1 1 Bodegas de Bogotá, nr>che que se
me presentaba bajo un aspecto poco risueño.
Pero en el momento ele resolverlo, alcanzámn~
una tJum<.:r-osa caravana que, en orden ele uno por
Gla, camitnba lcnl.t y pausadamente bajo aquel ,o]
ele fuego que impulsaba á acelerar la marcha.
Eran Jo-; ~eíiores Cuen·o, ele uno de Jo,; que he
hablado y;', qu!! ihan {t toma¡· el vapor, acompaña-
do-; de \·ar o-, amigo~. Pensaban JXl<;ar la noche en
Guacluas. A tn~ts, al llegar al boni!o hotel del Valle,
del único qu t.: tc..:nía buenos recuerdos ele tocios los

(1) Policn tr¡m i:l:tlaharrieta.

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8L REGRESO 253
de la rtlt<\, vi en la puerta á las Sritas. Tanco que
también iban á Europa. Ank la persp ecti\'(l de
una bu ena !l oc he, en ;lgradahle cOll1pañía, rellun-
cié ;'l mi inútil y quijotesco propó..¡ito ele ll egar ;t
Hon ch en el mismo día. Mi compañero, 'q ue iba {l
. rcunil' e CO!l 'u fal11ili;l, in ..¡isti) y siguió viaje. De.' ,
pué ' supe qu e había tenido I..]U C hél C r !lo che en
una choza próxima al Magdalena, pues Lt oscuri,
ciad lo había oblioac!o á detenerse.
Elltretanto pasó el día, llegó la tarde y mi ru -
bi Q tuerto, mi sabanero, podador ele mi maleta
más importante, no aparecía. CU;lIJc!o á la mañana
!'>iguiel1tc, tocio el mundo l'i1 pil', después de una
noche dc reposo, se pn:par;ltn para montal' á ca,
hallo, constate: con una cólera indecible que mi
tuert(J maldecido brillaba ;ILlll pOI·."U ausencia . Re-
s()lrí continuar el \'iajc, porque retr()udel' cr;l inú'
til y, á más ele inclag;u' el } el camillo si mc habLl
precedido, hacer jUg:ll' I tel('g¡';¡fo una vez llegado
á Honda.
l\lic.:ntras ll1arCh ;'l bamos por los cluros despeña-
c1t:ms, no podía menos ele ;ldl11irar la r<.:soluci()Jl y
b. voluntad de aquella" tre..; criaturas c1elicacbs, ha-
bituada á todas las cOl11oclicL des ele la vida, qu e
ihan (l mi lacio sonrie ntes y con \'ersac101'as bajCl
un sol ele fuego, al in soportable movimi ento ele la
mula. El Sr. Tal1co sonreía y me recordaba quC' el!
Sil ju\'cntud sal i r ;'l la. Co:.ta ra una eue ti()11 mucho

ll1;'lS gra '~ que hoy. En vez elel Yapor que íbamos

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2 54 NOTAS DE VIAJE

á encontrar en Honda, había que meterse bajo el


toldo de paja ele un cha111j>án, toldo de media \'<tr<l
de alto, que sólo permitía l.t posición horizontal.
L)s negro, bog;ts coJTÍ<Ln sobre l:l, medio desnudos,
soeces, !->;tl,·,tjes c11 sus co~tumbre:-; .. .. y ('Sa 1·id:t,
sobre todo Ct!anclo se trat11ha ele subir el río, cima·
ba meses enteros!
Cada Ct1arto ele hora me detenía en la puerta
de ranchos extendidos sobre el camino y comen·
zaba mi eterna cantilena: "¿Ha vi:;to pasar un
mozo rubio sobre una mula b;tya? etc." En una
de esas tentativas, Jlllíl buena muj<'r me contestó
que en la tarde del día anterior habí.t pasado un
sobnucro tuerto, con la mula cansílcla. :-Jo c11bía
duela, era el mío. Pero para mayor tranquilicl acl
(tenía todo mi dinero y pap:::les en la maleta que
lle\'ah:t mi sirviente, lo que neo explicará mi in-
quietud) resolví adelantarme solo y piqul: mi caba-
llo . ~1 sol caía;'¡ plomo y ¡m)ximos y;'t al ,·:tl!c del
Magdalena, el calor se hacia insoportabl<:. A pe~ar
ele sus excelentes condiciones, mi caballo empen-
ba á fatigarse y me clduvc llll cuarto ele hora bajo
un árbol. Allí vi pasar un entierro ele las ..:ampaiias
colombianas, cuyo recuerdo aún me hace mal. El
muerto, descubierto, con la ca1 a al sol, er·a lle\·aclo
snbre una tabla, á hombros de cu:1tro indios. En
Bogo tú había visto y;'t entierros ele ni iic•s ~n iguales
condiciones, cuadro que deja una impre>ión negra
y per::.istente •... Pero yi que estoy descansando

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EL REGRESO

bajo este ~u-bol ele grata sombrtl, voy {tcontar ;'tus-


tedes de los recuerdos de los Ancles argentinos que
cierta correlación ele ideas me trae ~t la memoria.
Es la historia famosa clt.: D. Sal\-;tdor el correo. S1
es algo larga, cúlpese á la marcha lenta en la ll10il-
ta ii ,1, que el a l ie 111 po p;:u·a n ~ rrar.
Viajaba en la corclill<:ra; hacía tres clí:1s que
estaba separado ele los último~ vestigios ele la civi·
l1zación y nwnlat:o en mi mula, de pa~o igual y
!i.rlll.:, :tít:11la al peligro, ajena;, l.t f.ttiga, av.tnzab.L
entre l.t~ gargantas de los Ancks ;u·gentinos, ya
trepanclu ULJ cerw en cuya cu:Jib!·e rugían los
viento,; dl! Jos par.lllWS, y,t sig11ienclo lentamenlL: el
cauce seco ele u11 ¡·jo que esperaba el deshielo par:t
C<llln.:dir~e en torrente. La senda era única(! ine-
rrable; l.L l:>rújuL1, cuiJSultacla con f1·ecuencia por
mer.L cmio-,icl.icl, me lucía ver las caprichos:1s cli-
rcccio:les del c;lll11110. Tan pronto l.t bestia m:u·-
ch.tba al ~o1 te, tan pronto al Sud y casi nunca al
Oe,te, que era el objeti,·o. A\·anz;'¡hamos cle1 i\·<tndo.
Como al lev.Jn!.tr campam::lilo :1ntes ele llegar el
alba, mi m11la era la primera que estaba li.,ta, to-
lllab.i siempre la delantera, mientras el guía y el
mozo ele mano arreglaban los cargueros. Así mar-
chah:t ha-;ta la mitad del día, solo, perdido en mi:;
pensamiento<; y dejando á vece:; escapar exclama·
ciones de sorpresa ante un cuadro cuya s,1lvaje
gr:tncleza me hacía detener :'t mi pesar. Era U ti ce·
rro desnucll) y esbelto, brillando al sol como una

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NOTAS DE VIAJE

placa ele metal hruñiclo; una garganta, estrecha y


somhría, como una pmfunda ilC'ricl.t el~: e-.,tilelo en
el corazón de la nwnt;tñ.t; una c,¡-;c;tcb cayendo ele
golpe ele una altura CIHII'Illl', sin graci.l y sin majes-
tad, con una bru!:tliclacl feroz; un río corriendo
silencioso y libre;'¡ cien mttros bajo mis pies, en el
seno de un cauce inmenso, ele orillas torturad;1s
por el torrente pa!iaclo, ó, por fin, 1111 \';die 11lllt'lto y
helado, sin una planta, sin un arbusto, sin 11n eco.
Cuando el calor se hací;t in-;oportahl<:, 111c detenía
á la sombra de un peñasc() "aliente qu~: nos abri-
gaba amenazando y esperaba allí á los peonl'S. U na
hora clcspué-; se sentía ú lo le.: jos el rumor del cen-
cerro ele las bestias ele carga, que no tardaban en
apat·ecer en la cumbre vecina que yo mismo aca-
baba de cruzar, cletení.tn allí un momento su paso
cansado, levantaban la cabeza al \'iento y volvían á
emprender la marcha resignadas. -En un instante el
almuerzo estaba pronto, salía ú luz el charqui y los
ilambres, el buen vino de Mendoza, el mate hacía
los honores de postre y, luégo ele pasadas las fuertes
horas del sol, emprendíamos nuevamente la marcha
ele h tarde. Los guías hablaban poco; ele tiempo en
tiempo u11a observación sobre tal mula que se iba
haciendo vieja ó una consulta para arreglar los
sobomos ele un carguero. A \'CCe~ un canto plañi-
dero y monótono, una triste vidalita, pero en ge-
neral un silencio completo.
Una larde el sol acababa de cksaparecer detrás

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EL REGRESO 2 57
de una cumbre y á pesar de que la noche estaba le-
jos, las sombras caí.tn rápidamente sobre el v,tlle
profundo en que marchaba. No había hasta cntlln·
ces encontrado un solo viajero viniendo de Chile y
como estaba co:npletam::!nte s~par,tJo ele la vicl<1.
activa ele los hombres, clcseab.t saber las cosas qtw
habían ocurrido en el mundo dttrante mi secuestro
voluntario. Así, fue con \·iv.t satisfacción que vi
aparecer en la cumbre de un cerro un tanto aleja-
do del punto e11 que me encontrab.t, un hombre
qu e me: ¡ureciú cubierto de una armadura ele oro
y jinek en un c<l.ballo respbncleciente. Yo Jo mi-
r;tb.t desde la o~cu rielad que {t cada instan te e ha-
cía má<; densa, y él recibía, en ese momento de re-
poso en la altura, los rayos vivo-; del S\>1 que lo
iluminaban, dándole la apariencia que producía esa
viv.t ilusión {t mis ojos. Aceleré cuanto pude el
paso de mi montura, asombr:tda ele aquella tras-
gresión de nuestro contrato, ~:n la esperanza de
unirm e cuanto ante.~ al \'iajcro que debía darme las
nottcias tan desc,tdas. Pero el cerro estaba lejos y
61 lo dcsccndí,t lcnt:1mcnte al paso mcstlt·,tdo de la
mul.t p¡·udente, que afianzab.t su pie con firmeza
p tra n:conocer la solidez de la sencl.t. Los que via-
jan t:tl las mont:1íias tienen siempre un sen timi ento
ele gr.Jtilucl {t la mula, cuyo esfuerzo y vigilancia
atribuyen, en su \';"~nielad, al respeto y cariño por
la vida del hombre que conducen. o podría la

22

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NOTAS DE \'!AJE

mula contestarles como el marinero de Shakes-


pea re: Nou e lliat 1 !ove IILOI'l' /!Jan 111yselj) ( t)
Hahí:t lkgaclo al término el e mi jornada ele
aquel clí:t y <11 punto que mi guía había cl e-;ig nado
p;u a pa-;ar la noche, pues ele común acuerdo ha-
bíamos re .; uel to ev itat· las cletes!.tble ..; casucl¡;ts lle-
nas el e insectos que á l;u·,¡_;as distan cias figuran
como po,:ada s en Lt cord illera. De todas n1.1n eras,
como el cami no er;t único, mi ltombrc ele Chile
tenía forzosamente qqc pasar por l:l . Primero lle-
garon mis guías, descargaro n la'> hc,;tias, las :tse-
guraron hien y con l.ts tabl.ts eL: un cajón de co -
me:;tíbl e,; al que dimos fin C'ia tarcl c, hi cien Jfl
un buen fu ego . Nos prepar;'tb<lmos ;'t ce nar, yo un
tanto retir:tcl o el ~ l tl~ peones, que nunc.t pudieron
vencer su humildad y cenar _junto conmigo, á pe-
sar de mi invitaciÓtl, cuando desembocó ele un re-
codo mi caballew de l.t ardiente .u madura. Los
arrieros se levantaron i nmecliat;unen te y sal uclanclo
al recién venido por el nombre ele "D. S.tlvaclor,"
salieron á s u e ncu entro . ~acl.t de tr,mspo rt es ; se
dieron sencillamente la mano, á la manera gaucha,
casi sin oprimirla, contentúndose con un contacto
fugitivo. Por las mir;t da-, ck D. Salvador, compren-
dí que el guía ha cía 1111 prescnLtcit.>tl y narr,tba Lt~
circunstancias por l.ts cuales había sido él mi
acompañant e princtp,tl . . \mi \'ez, yo est udia ba un
poco á D. Salvador yue acababa eh: echar pie á

(l) Tempest. I, se. t.

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EL REGRESO 2$9

tierra, aunque conservando aún en la mano las


riendas de su mula, pequeña, fuerte, de u11 color
casi negro y vuelta yá á la vulgaridad de su ~.:spe­
cie, después de los pasajeros resplandores ele la
cumbre. Era D. Salvador un hombre alto, delga·
do, con toda la barba canosa y representando
tillOS cincuenta años, lo que sen·ia ele ha':ie para

calcularle diez ó quince más. Tenía los ojos g¡-.tll·


eles y claros; su traje era el que usa gem·ralmente
el arriero de lo:; Ancles, un fuerte poncho, hot,ts,
un pañuelo al cuello y otro cubriendo l.t cahl'za y
parte del rostro y sobre él un sombrero ele paja.
Se acercó (t mí, me saludó descuhriéllclost:, me
dio todas las nDticias que COIHJCÍ.t y me elijo t.¡uc
era correo entre M~.:ncloza y S.lllta I<osa de losAn
eles. S1empre me han inspirado una simpatí;¡ pro·
funda eso,; homb1 es valerosos cuyas lila-; cl<~rea
cada rudo iiH·ierno de la Cordillera. Sus -;u :lelo:;
son mezyui110s y h.tsta ahora no han siclu acu~aclos
de una sola inlideliclacl, llc,·anclo gener.tlme11le se-
rios valores en sus ,·alijas. Durante \o-; l<~rgos me·
ses que la Corcldlera esta cerrada por hs nie\'cs,
emprenden su \'iajc {t pie: algunos, ckspué,; ck
quince clí.ts ele lt1chas tenaces, llegan ;'t su dt:slino,
exteiJUéiclos, ~1n \·oz, ht:chos IJLclazos y ch:s11udus.
Se han abierto camino á iuerza ele perse\'l:ranci.t,
desplegando ese valor solitario cont1a los elemen-
tos, que es el tttnbre mús alto del homlm.·, e\'itan-
du los ventisqueros, guarec1t:ndo~t: tras una roca

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260 NOTAS DE VIAJE

contra la avalancha que cae rugiendo, pasando á


veces la noche bajo un mort,tj.t ele nieve. Otros
quedan sepultados en las cumbres lívidas, y al
primer deshielo, Slh compañeros entierran piado-
samente los restos ele aquel que les muestra cómo
acaba la triste ruta de la vida.
D. Salvador era de esos hombres; su voz lige-
ramente ronca re\·elaba que había pasado más de
una noche terrible entre los hielos. Lo irwité á
cenar y {t pasar la noche con no:;otros, puesto que
su jornada había concluído también. Al alba nos
separaríamos y yo le ciaría cart;¡s para mi tierra.
Aceptó gustoso, desensilló su mula, que unió i
las nuéstras, puso las valijas e11 un punto seguro,
junto al cual tendió su cama y en seguida se acer-
có al fogón y sentado en 11na piedra, empezó :í.
charlar, siguiendo atentamente los progresos del
fuego.
Entr·etanto, mi lecho ele campaña había sido
tambil:n preparado; después en cenar, me tendí
en él \'esticlo, conw tenía por costumbre, y encen-
diendo un buen cigarro, placer inefable en la Cor-
clillera como en todos los sitios salvajec:;, donde
lac:; clelicaclezas de la civilización adquieren un
mérito extraordinario, dejé vagar la mirada por
los cielos y el alma por el inmenso mundo moral,
más grande aún que esa bóvecl.t que me cubría.
Pocas noches de mi vida recuerdo más serena y
más bella. Era un portento de calma; no corría el

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EL REGRESO 2ÓI

menor viento y el silencio solemne sólo se inte-


rrumpía á ratos por uno de esos ruidos misterio-
sos y lejanos ele la montaña, que el eco suave
reviste riel acento de una queja apagada. A pocos
metro<; corría con imperceptible rumor un hilo de
agua. Las estrellas tenían una claridad intensa y el
ojo se detenía extasiado ;¡nte su rápido y fugitivo
fulgor. Los recuerdos venían y el sueño se ale-
jaba ....
El guía se me acercó y me clijo:-No puede
dormir, señor? -No, pero no lo siento. La noche
está muy linda.-¿ Por qué no toma un mate y hace
hablar ú D. Salvador? Es un viejo que conoce
medio mundo y que sabe más que Licurgo. Ha
anclado por Chile, Bolivia y el Perú, y conoce pal-
mo á palmo el terreno donde á esta hora han de
estar peleando los ejércitos.
l\le picó la curiosidad, me in:orporé en la
callla y elije en \'OZ alta: "D. Sal\'ador, si no tiene
mucho sueño, ¿quiere <1cercarse un poco? Toma-
remo-; un mate y charlaremos." D. Salvador se le-
vantó inmediatamente, hizo rodar la pic.:dra en
que se sentaba, ha ·ta cerca ele mí y sonriendo, se
sentó nuevamente.
-Figúrese, D. Salvador, que hace tres días
largos que anclo entre los cetros, solo y sin eles-
plegar los labio..,, porque los otros se quedan siem-
pre atr{ts.
-Nosotros estamos acostumbrados, señor. Pero

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NOTAS DE VIAJE

una vez, hace yá muchos años, yo también, en un


viaje largo, me fastidié ele anclar solo, encontré un
compañero, que mfts vale no lo hubiera encontra-
do! y me pasó un caso·clel que no me he ele Ol\'i-
dar nunca.
-¿Era un bandido?
- o, señor; pero, si tiene paciencia, le conta-
ré cómo fue ac¡uello, para que después usted lo
cuente, aunque no se le crean. Pero le juro qtw
es cierto y si no, pregúntelo en el Perú, adonde
dicen los amigos que usted va.
Fue entonces que D. Salvador me narró la ctt·
riosa aventura que á mi \'ez puse por escrito ape-
nas me fue posible, en mi estilo llano y simple,
no atreviéndome á imitar el lengu,tje especial y
pintoresco con que el narrador la adornó.
D. Salvador era de S,m Juan; en su ju,·entucl,
como peón, habi,L recorrido ca~i tocl0 el territorio
ele la República conduciendo mula-; ele un punto
á otro, á las órdenes ele un capataz. Fue así como
se encontró en Salta, donde c11tró ;í scr\'ir ú un
arriero ,·icjo y coqociclo, acompañftndol<: ft IJe,·ar
una recua ;'t Bolivia. Allí se quedó alg.111os años y
luégn, siempre en-,u o licio, pa-;ú al Perú, se hizo con
un pequeño capital, que bten pronto el juego disi-
pó; obligado {t voh·cr al trabajo, tomó la profe:;ión
ele cha-,qui ó propio, para lo que lo hacia idóneo
su fuerza infatigable para anclar á c.tballo, ó más
prop1amentc, e11 mula. Pero ese ollcio, elluna tie-

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EL REGRESO

rra donde el indio marcha m:'t-; rápidamente que


la be,;tia y puede pasar pOI" sitios donde aquella
no se arriesga, no era por cierto muy lucr.tli\·o.-
No es mi objet<J n.trr.u· la~ p-:rip=cias ele l.t vida de
D. Salvador, cómo del interior del Perú pasó {t la
Costa, cómo se hizo más tarde minero en Copi.t-
pó, pas~tndt> lul:go ele nuevo {tl.t Hcpública Argen-
tina y ocupando por l1n el honroso puesto de co-
-rreo que clc.;empeñaba hacia diez ai10:;.
F11e en uno ele o.;us viajes como chasqui en
que le ocurrió el caso {t que ~1 se refería. Estaha
en la provincia de Cuzco y vol\-ía ele un pequeño
lugar, al Norte, cerca ele la raya ele Junín, que se
llama I nch:tcatc. El camino es generalmente acci-
dentado hasta llegar á la vieja capital ele lo:; incas,
pero no ofrece dificultades de ningún gl:nero. Es
una senda seguida y angosta, que trepa los cerros,
se hunde en los valles y coste;t los monte~ altos.
Hay poco~ ríos y torrentes que atravesar. El cltnu
es dulce y la naturalez,t pródiga en e~a.; reg1ones
predilectas de la viej.t raza.
Una mañana, al romper el día, D. Sal\'aelor,
que habí,t hecho noche entre Santa Ana y Chin-
che, de ·pué.; ele lt<~ber dejad•> {t su izquiercl.t una
pequeña población li<llllacla Bueno.~.mcs, cerca ele
Chancamayo, la qtte, según me clt:ci.t, le IJahí,t he
cho acord.tr de lo:; porteños, un,t lll.tñana, pue-;
se pu:;o nuevamente en C<ttnino, con el espi1·itu ale-
gre, la mula descansada y caliente el e,tomago con

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NOTAS DE VIAJE

un trago ele aguardiente. D. Salvador silbaba, can-


taha vidalitas, pero se ahurrÍd, porque D. S.tlvador
era hombre social y le gu-;taba en extremo echar
su párrafo. A eso de l.ts ocho de la mañana, le pa-
reció percibir bastante lejos, como á una legua
larga, un viajero que, montado como él en una
mula, trepaba una cue-;t.t . .-\ unq u e el desconocido
marchaba á paso vi,·n y le llevaba ba~tantc delan-
tera, D. Salvador no clese-.;peró de alcanzarlo y con
tal objeto, empezó ~~ apurar su mulita. De tiem-
po en tiempo el \·iajcro cles;tpat·ecía i sus ojos,
para reaparecer nüs tarde, según los accidente-.
del camino, sin que D. Salvador gan;¡r:t sensible-
mente terreno.
Así marchó hasb Lt paracl;t ele mediodía que no
dudaba haría también -;u hombre, pues sólo loco
podía. seguir viaje l>ajo aquel S\Jl abrasador. A eso
ele las tres se puso de nuev,) en camino y, sea que
el desconocido hubiera prolongado mús su repo-
so ó que su mula empezara á fatigarse, el hecho
es que, poco despué-.; de las cinco, al caer á un
valle, vio al viajero como ú unas dos cuadras de-
lante de él. D. S tl,·.tclor ahuecó la voz, hizo bocina
con las manos y empezó ;'t gritar lo mis fuerte que
puclo:"P{trese, amigo!" Ela1111j!,o se,!_(uÍa imperté-
rrito su marcha, pero la clist;¡ncia que los separaba
disminuía r;'tpiclamcnk. D. Salvador gritaba, silba-
ba, producía todos los ruidos imaginable,; ,;in éxi-
to ninguno. Era imposible que aquel hombre,

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EL RI~GHESO z6s
por más sordo que fu era, no hubi era oído el tu-
multo que se lJ;-¡ cÍa á su espalda. D. Salvador co-
menzó á enojarse y dejando de gri lar, consideró
al altivo viajero con atenc1Ún .
l\I on taba una mulita baya, pobremente apera-
·da, á lo qtte poclí,t ver, y que marchaba con su
paso monótono, lle\·a nclo la cabeza ca<.i tlllre las
pi ernas. El jinete, que D. Sah-acll)r sólo .dt\·isaba
de esp:tldas, era un hombre sum,unente alto y er-
guido; ll e\·aha un pes; td o poncho azul oscuro qu e
le cubría todo el cue1 po y que deseen e! ía hasta
más abajo de la-; ro.lil!a~ . La cabeza, á m;'¡s de un
sombrero de fi eltro, ele anchas alas c;¡ídas, esta-
ba cubierLl por nn p:ti1uelt) colorado. Unas gran-
el es botas compldahan el traje.
D. Salvad<>r consignió alcanzarlo, porque la
mtd ita baya hahía al1ojaclo considerablemen te el
pa.;o. Cnanclc c~tu\·o cerca ele él, vio que tr.aía la
cara casi completamente cubierta co n el pañuelo,
como quien desea ncultar,;e. Annque ú D. Salva-
dor le pareció que el qnc así \·iajaba no debía au-
dar en co-;as buenas, como e.-;tab:t enojado por su
ronqu era aclqtmida inútilmente, al pa~ar ;i su lado,
le dijo:-" Bue,,;,,; tardes le dé Dios. Sabe qu e ha-
bía sido sot·clo?"-EI vi ,tje ro no contestó una pa-
labra.-"Cuanclo un cristi:-~no habla, se le con tes -
ta," añ;tdió D. S.1h·aclor, sin obtener respuesta al-
guna. Un momento titubeó entre arl/lnrla, como
él decía, ó seguir lr;1nquilamente su viaje. Su buen
23

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266 NQT,\S D C: \'1.\J E

sentido triunfó y lanzando ¡:¡J \'iajcro su flecha ele


parto en un sarcasmo, picó su mula y siguió ade-
lante. Al caer la noche llegó á Huiro, un puebli-
to miserable, y se detuvo en nna posada muy po-
bre que había i la entrad,t, tenida por un indio
viejo.
Después que clesen ... illó la mula se sentó en la
puerta con el indio y se pusieron ;Í. charlar, cuan-
do apareció, como á una cuadra, <:1 viajero si -
lencioso .
-Ahí viene D. Jttan en la baya, elijo el indio
VIeJO.
-Y quién es ese D. Juan? preguntó D. Salva-
dor con una curiosidad mezclada ele ironía.
-D. Juan Amanchi, mi compadre, un indio
viejo de Paucartambo. Allí tiene su familia y siem-
pre gue va al Norte, pasa la nocJ1e en casa.
-Y qué tal hombre es?
-Excelente y servicial con todo el mundo.
D. Sah'aclor se mascó el bigote y puso una
cara altanera, porque D. Juan llegaba en ese mo-
mento. Su mula, fatigada, se cldu\'O {tia puerta y el
i nclio po..,aclero salió ú recibirlo.
Llegado junto al viajero, le habló, lo tocó y ,
dándose vuelta, dijo sencillamente á D. Sal\'ador :
-Pobre D. Juan, viene m uerlo!

Más tarde, en <:'1 Perú, pude verificar la exacti-


tud de la narración de D. Sakador. Ilasta no há

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EL REGRESO

mucho se encontraban ell los caminos del inte-


rior algunas mubs llevanclo la fúnebre carga. La
vía es única, la mula marcha á la querencia, no
había otro m~:dio de transporte y el indio, que du-
rante la monarquía incác;ica vivía y moría en el
mismo pedazo de suelo, co111o el siervo feudal, en-
cargaba sic1~1prc por una tradición de su raza, que
en ca~o de muerte lo confiaran á su mula fiel, que
lo llev·aría ;í repo ar entre los suyos .
D. Sah-ador ensilló de nue\'0 su mula y ·e puso
en marcha sin demora. Desde entonces, jamás
ha ce esfuerzos por alcanzar a los viajeros que le
preceden en las ruta::: de la tierra.

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AGUAS ABAJO-COLON

El álbum de E~ Consuelo-Una ruda jornada- Los patitos del


sabanero- La bajada del Magdalena- Otra vez los cua-
dro soberbios-Los caimanes- Lali tardes-La música
en la noche-En Barranquill a-Cambio de itinerario-
La Fme-de-Pm·ls-La travesía.
Colón-- Un puerto franco-Bar 7"001/HJ y hoteles-Un día in-
grato-A pectos por la noche-El juego al aire libre- Ra-
canal- Resolució n.

Me detuve un instante á almorzar en El Consue-


lo: volví á ver el famoso cuarto en que habíamos
pasado la noche á la venida, con los Mounsey y la
numerosa y heterogé nea compañía de que hablé.
En el mi smo sitio, la mesa á cuyo pie habían ata·
do el gallo del panameño y en su clavo invariable,
la alpargata no m enos renombrada, instrumento
de suplicio de grillos y chicharras. Oh vanidad hu·
mana, idéntica en la cumbre ele los desiertos ce·
rros de Am6rica como en lo alto de los campaniles
de Italia! En El Consuelo se me presentó .... un
álbum! para que consignara un recuerdo ó por lo
menos dejara mi nombre.
Había composiciones de seis páginas. Para lo
qu e cuesta á un colombiano hacer versos, una vez
que tiene la pluma en la mano! No era aquello
por cierto un manual de trozos selectos y en más

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~OTAS DE \"TAJE

de un ditirambo á la Jlfonlatla, ó al Afagdale11a, la.


ortografía se cubría el ro s tro e n su abanclúno,
cuando no era el se ntido común .... Pero e l du e-
ño d e El Consuelo no se fija en e:-~as peq ueñeces ;
tiene su álbum y eso le basta.
El trayecto entre El Causuc/o y B o d egas m e fue
tan duro como los peores momentos el e la subida.
El calor era sofocante y e l sol, brillando insop or -
table, m e recor cl;tba la exclamación de aquel pobre
oficial prision e ro que lu cía tres días mM c haha
amarrado á una mula y q11e en un m omen to de-
ses perado miró al sol y cl1jo con un acento ind e-
finible: "P.trece que lo espabilan!" Algo le hacía,
ele st>guro, la man o oculta que alimenta la s lámpa·
ras ele los ci elos, porque, á m edida qu e me alejaba
de él, puesto que c\ escenclía, redoblaba s u fuerza p e-
netrante. No es posible formarse icka de e'iO-> ca-
lores sin h ;¡bcrlos sufrido; las rocas parecen infla-
madas, la tierra enmjecicla calien ta e l aire que
abrasa la cara, irriLt los ojo.;, tmha el cerebro. Se
siente una sed desesperante que nacl<L aplac;t y se
avanza, se ;n·anza, viendo el :\Ltgd.dcna :'t los p1cs,
casi al alcance ele la mano, alejarse incl c liniclam e n -
te entre las vuelta<> y revueltas d e l camino .. ..
Mi montura no podía nüs, la rapidez d e la mar c ha
y la atmó->fcra snfucantc la habían agotado. Por
fin, á las tres ele la t.u·cle, deshecho, ll egué;'¡ una
de las ca,uchas ele Bocle,!{as, me dejé caer abando.
nando la bestia á su ckstino y pedí agua, nü ·agua.

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AGL\S ABAJO-COLÓ:'\

La pulpcra me obligó á tomar paucla, que me pa-


reció, por primera y última vez, una bebida deli-
ciosa. Frente á mí, con la cara roj:t como una ama-
pola, con los ojos saltados, estaba u na inglesa, algo
como nodriza ó sirvienta de alguna familia deBo-
gotá; trabó en el acto convei"ación conmigo y
aunque yo, fastidiado, irritable en ese instante, no
le contestaba una palabra, encontró medio de con-
tarme que había hecho sola todo el camino ele Bo-
gotá á Bodega-;, porque, como los peones que la
acompañaban le causaban más aprensión que con-
fianza, le:> daba plata para que se fueran á beber
clticlia ó g11arapo en todas las botillerías de la ruta,
sistema cuyo rcsul tado fue que q ucclaran tendidos
en el camino:
Un tanto reposado, pasl: á la orilla del río para
ver qul: vapores había; sabéis cu(tl fue mi primer
encuentro? .\It t11erto saba11cra, sentado melancó-
licamente en nna piedra, con mi maleta terciada
á la espalda al rayo del sol y entregado ;'t la plácida
tarea ele hacer palitas en el agua c0n guijarros que
elegía cuicladosanlcnte.
Oh santa paciencia! Tú haces tr ·par á los hom-
bre · la :'tspera rut.t ele 1;¡ vida, tú apartas el obstá-
culo, tú acerca-; ell:xito, tú sostiene,; en la lucha y
ha ces fccunclt l.t victoria, tú consuelas en la caí-
da .... y tú s·¡J\·a'i l;t \'ich :'1 los tuertos ·abancroc;
que l1.1ccn patitos :'t orillas ele los ríos camlalo o !
Qul: cl('CJr ;í aquel cle:.graciaclo que me contaba

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272 NOTAS DE VJAJE

cómo, á media noche y con la mula casi en hom-


bros, pues ni aun cabestrear quería, había llegado
á Bodegas? La visb de mi maleta, abierta por mi
desc uid o y de la que no falt1ba ni un papel ni un
peso, me predispuso por otra parte á la clemencia.
Sólo á la tard e llegaron la familia Tanco y los
Sres. Cuervos. Las niñas no habían podido resistir
aquel sol de fuego y se habían refugiado varias ho-
ras bajo un árbo l. Con qué desaliento profundo se
dejaro n caer ele la mula! Cuántas impresiones gra-
tas les debía la Europa para indemnizarlas d e esas
horas de martirio! A más, el dulce nielo no estaba
allú, tras los mares, entre el estruendo de París,
sino á la espalda, en la tendida sabana, al pie del
Monserrate.
El Cvnfia 11za, el m{ts rápido de los \'apares del
Magdal ena, partía á la mañana siguiente . Esa mis·
ma tarde nos instalámos todos á bordo. Eramos
veinte á treinta pasaj eros, la mayor parte conoci-
dos, gente fina, culta, que prometía un viaj<.! deli-
cioso .
B.tjar el Magdal ena es un;¡, b<.!ndición e n co m-
paración ele la subicl:t; el descenso, sobre todo en
El Co 11jianza y con la canticlacl de agua que tenía
el río, no dur;¡, má-; que cuatw clías, mientras yo
había empleado qnin ce ó clteci~éis á la venida.
E sa misma rapid ez ele la marcha establece una
corriente ele airf:' cnya frescur:t suaviza los ri~ores
de aquella temper.ttma de hogttera. Los boga, c¡ue

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AGUAS ABAJO-COLÓN 2 73

vuelven á Barranquilla, su cuartel general, están


alegres, redoblan su actividad y la leña se embar-
ca en un instante. Si bien aguas abajo las conse-
cuencias ele una varadura son más graves que á la
subida, no temíamos tal a\'entura en ese momen-
to, porgue la creciente era extraordinaria. Ademis
y para colmo ele contento, como sólo dos noches
pasaríamos am;urados (t la orilla, los mosquitos no
tendrían sino la última para entrar en campaña.
Y al fin del río no nos esperaba yá la mula, sino
un cómodo trasatlántico, y más allá .... Europa!
Vamos, b. situación era llevadera.
Así, las C<tras estaban alegres en la mañ<tna si-
guiente, cuando, soltando los cables, el vapor se
puso en movimiento. Sólo unos ojos, llenos ele
lágrima~, seguían la marcha oblicua ele una peque-
ña canoa que acflbaba ele separarse del Coujiauza y
en la que iba un hombre joven con el corazón no
mis sereno que aquel que asomaba i los llorosos
ojos y se difundía en la última mirada .... \' yo, lobo
viejo y solo, me paseaba afectando un escepticismo
mentido ante aquel cuadro de cariño, que me hacía
sentir el aguijón de la envidia clavado en mi alma.

No repetiré la narración del \·iaje, tan diferente


sin embargo del primero. Cómo bajúmos aque-
llos chorros temidos, Perico, A!cSI/ItO, Guariuú que
tintas clil1cultacle;; presentaron á la subida! El Co11·
jia11 za se deslizaba como una exhalación por la

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2 74 NOTAS DE VTAJI!:

r:ípida pendiente; la rueda apenas batía las aguas


y volábamos sobre ellas, mientras allá arriba, en
la casucha del timone1 1 seis manos robustas man·
tenían la dirección del barco. Un aire fresco y g1·a-
to nos batía el rostro, y el c-;píritu, ligero bajo el
ay uno (la comida es la misma), se entregaba co n
de li cia ;i. gozar ele aquellos cuadros estupendos de l
Magclakna que á la venid¡¡ había entrevisto bajo
el p risma ingrato de los sufrimientos físicos.
D e nuevo ante mis ojos :>1 ÍIJComparablc es -
pectic ulo de los bosques vírgene-;, con sus árboles
innuc 1d ados ele la herida del hacha, sus flotantes
cabel leras de bejucos, sus liana<; mecedora~, lle-
va nd o el ritmo de la sinfonía profunda de la selva,
perfumando sus fibras en la sa\•ia de la tierra ge -
ne nerosa ó aspirando la fresca humedad en el vaso
el e un cactus que: vive en la altura, guardando
co mo ll n tesoro en su seno el rocío fecundo de
las noc hes tropicales!
De nue,·o lo.; enhiestos cocoteros, lisos e n su
tronco coronado por la diadema ele apiñados frl l-
tos, el banano, cuy:-1s r:unas ceden al grave peso
del racimo. el fmnclo-;o caracolí, cubriendo con
su ramaje clil:ttaclo, el munclo anónimo que crece á
s us pies, se ampara con él y duerme tranquilo á su
sombra, como las humilde-; alcl<::a-; bajo la gurtrcla
del castillo fendal q11e cl;l\'rt la garra eJe sus ci-
mientos en la roca y re~istc inmutable al empuje
ele los hombrvs y al C'lllhate ele! huracán!

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AG!"AS ABAJO-COLON

De nuevo, pc11· fin, las pintadas aves que cu-


bren los cielos, tendiendo en el espacio sin nubes
sus rojas alas fulgurante-; bajo el sol ó agitando el
prisnütico penacho con que la naturaleza las
dotó. Y ele ram<1 en rama, con sus car;¡<; de ingenua
malicia, sus pequeños ojos brillantes y curiosos,
su.;pendicl0s de la cola mientra.;, devoran, aun en
la fug;¡, el sabroso y atntrillo mango que la nnno
tenn no snelt.t, millares de micos, monos, maca-
cos, titíes, que desaparecen en l,ts profundidades
del bosque, para mostrarse ele nuevo en el primer
claro ele la espesura.
Duermen los caimanes á lo largo ele la playa,
sobre l<Ls blancas arenas d!Jracbs por el sol, tendi-
dos, las fauces abit>r!as, in m u la bies como aquellos
que ahora qu111ce mil años reinaban, seres divinos,
sobre l.t crédula 1n1.tginación ele los egipcios. Son
el reflejo vivo del arte primitivo del pueblo del
Nilo; hé ahí la inmoviliclacl eL.: las cari;'t!icles, el
aplomo be:;tial ele l.t esllnge, l,t linea grosera ele!
cuerpo, la esc;una saliente y ;í~pera ele la piel, la
garra ten elida, flj.l, cimiento del grave pe,;o que so-
porta, el ojo entrecerrado como si el alma que
palpita dentro el<· la iJ1111llncl,l mole, estuviera em-
b,lrg.tcLt por l,t visión ele] m'ts a!L't! ~o me explico
e-;e constante fenúmen >ele mi cspíntu; pero un
Luitre, con las ala., abiertas, cemil:llclosc sobre el
pico de un peí'ía,;co, hace siempre smgir en mi
memoria¡·] mito soberbio ele Prometen, como un

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276 NOTAS DE VIAJE

caimán durmiendo en las arenas rehace para mí el


mundo faraónico ....
Cae la tarde; la cumbre del firmamento cm·
pieza á oscurecerse, mientras las nubes errantes
que se han inclinado al horizonte, franjan su con-
torno en el iris rosado del adiós del día, cubren el
disco solar en su descenso majestuoso y quedan
impregnadas de su reflejo soberano, cuando, con-
cluida su tarea, se hunde tras la línea de la tierra
que los ojos alcanzan, para ser fiel á la eterna cita
ele los que en el otro hemisferio lo esperan como
el alto dispensador de la vida. Nada, nada se so-
brepone á e<;a sensación poderosa á que el cuerpo
cede en la dulce quietud de la tarde y que el espÍ·
ritusigueanhelante,porquele abre las regiones in-
definibles ele la fantasía, donde la personalidad se
agiganta en el sueño ele todas las grandezas y en
la concepción ele destinos m;u·avillosos superio res
á toda realiclacl.
Suaves y bellísimas tardes! La selv~ contigua,
inm ensa arpa eolia cuyas cuerdas bate el viento
con ternura, arrancando esa melodía profunda é
indecisa, con Stts notas ásperas de lucha y sus mu-
rientes cadencias ele amor, que se lev,tnta ante el
oído del alma como una nube armoniosa, la selva
íntima se extiende á nuestro lado, mientras todos,
á bordo, desde el que deja la patria atrá:; ó mar·
cha hacia ella, hasta el boga que vive en la indife-
rencia suprema dt! la bestia qtte gime en el bosque,

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AGUAS ABAJO -COLÓN 277

todo~ caen bajo la influencia invencible ele la hora


solemne en que las agria'> cuitas del día callan,
para dar paso •ti cortejo celeste de los recuerdos 1
No olvidaré nunca la primer noche que pa-
sámos, amarrado el buque á la costa. Aún no ha-
bíamos !legado á la región del M.tgclalena donde,
bajo un calor insoportable, los mosquitos hacen su
temida aparición. Una fresca brisa, en la que
creíamos sentir yá tenuemente las emanaciones del
Océano, corría sobre las aguas del río, rozando su
superficie, que jugueteaba bajo el blanco clarear
de la luna. La suave corriente sin rumor arrastra-
ba enormes troncos de árboles, que avanzaban en
silencio, mecidos por el imperceptible oleaje, atra·
vesaban rápidamente la faja luminosa sobre la pla-
ca del río é iban ú perderse de nuevo en la oscuri·
dad, viajeros errantes que nos precedían en la ruta.
Nos habíamos reunido sobre la tolda; hablábamos
todo · en voz baja, como si temiéramos romper el
prisma delicioso tras el que veíamos la naturaleza
y las cosas al espíritu. Así, uno ele nosotros, casi
murmuránclola, recitó la melodía ele Fallon A la
Lu¡;a, que en ese instante se levantaba bajo un
cielo ele incomparable pureza. Jam{ts los ver os del
dulce poeta fueron á herir corazones más abiertos
é indefensos contra el encanto de la poesía. Al con·
cluír, ni una palabra de comentario, sino el tímido
estremecimiento de un acorde musical, y pronto, á
dos voces delicadas, imperceptibles en su exqui-

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NOTAS DE VIAl!':

sita dulzura, los recuerdos ele la patria que atrás


quedaba, en un balll!JIIco qnc tambil:n traía para
mi alma la nota ele la errante música ele mis p:un-
pas argentinas. Y otro y diez m:'ts y ]a<; meloclí.ts
de los gr;111dcs maestros más cariñosas al oído, y
por fin, el ,·agar poético cie una mano ele artista
sobre las tristes cuerdas ele una gttitarra, 4uc res-
ponden á la caricia acariciando .... Y la noche
avanzaba, el silencio del bosque se hacía más pro-
fundo, las estt·ellas paliclccían, sin que nos aperci-
biéramos ele! rúpiclo corret· de J;¡s horas .... ¿ Dt.lll-
dc, clóncle encontrar en esta vicia sin reposo, ni
aun en la<; cumbres clcl arte humano, algo que
iguale la impresión soberana de la naturaleza, en
los instantes en que se entreabre y deja, como la
Diana griega, caer sus velos ú sus pies y se mues-
tra en toda su belleza? ...
Empleámos sóio cuatro días entre Honda y
Barranquilla; en los dos últimos, el c,1lor se hizo
sumamente intenso, aunque no como á la subida,
porque la rapidez misma ele la marcha avivaba la
corriente ele aire que venía fresc,t aún ele su con-
tacto con el mar.
Con qul: indecible placer, al llegar;'¡ la costa,
regalé magtün im.unentc ú uno ele los muchachos
de á bordo mi petate, mi almohada y mi mosqui-
tero! Pero en la misma lona encerada en que ha-
bía hecho envolver mi tr:tje de viaje ele la monta-
ña, conservo religiosamente el suaza, la ruana y los

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AGUAS ABAJO-COLÓN

zamarras que me acompañaron en la dura travesí<~.


No olvidaré l:t c;tra ele un joven cliplom;itico que
vino {t verme en Vit!na, habiendo sido nombrado
en Bogotú, y á quien mostraba esos pertrechos in-
dispensables en los Ancles colombianos. Clavaba
su lor{!no¡¡ en los z;:¡marros, sobre todo, como si tu -
viera delante una momia f¡·escamente salida de su
hipogeo. Se los puso y no podía d<tr un paso; tra-
bajo me costó hacerle comprender su utilidad una
vez ft caballo. "Oui, mais vous eles américain!"
me contestaba, tal ve¿ con razón, en el fondo.
Era mi proyecto lomar en BMranquilla un
vapor español del marqués de Campo, pasar á la
Habana y ele allí á Nueva York. Pero Jo avanzado
de la estación, que me auguraba días terribles en
Cuba, y el deseo ele visitar el Istmo ele Panamá, me
hicieron desistir. A más, habiendo llegado por la
tarde, supe que á la mañana siguiente s,día el tras -
all{tnlico francés La l'il/c- dc- Paris ele Salgar para
Colón y resolví embÚcarme en 61. l\Ie despedí de
los compañeros á quienes m;'ts tarde encontraría
en Europa y héme en viaje para Salgar, acompa-
ñado del excelente cónsul argentino en Barranqui-
lla, Sr. Conn. Pronto e~tuvimos en Salgar y á
poco ú bordo, lleganclo precisamente en el momen-
to en que desembarcaba un nuevo obispo para
Cartagcna. Saludé respetuosamenk al prelado, que
venía del fondo del Asia, como á un colega en pe-
rcgrinactón, y en breve el barco, bastante malo por

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280 NOTAS DE VIAJE

cierto, surcaba la e; aguas del mar Caribe, siguiendo


el derrotero tftn tas veces cruzado por las na ves es-
pañolas en los tiempos en que las costas del Pací-
fico dtspoblaban i España, atrayendo á sus hijos
con el imán del oro.
Pocos pasajeros á bordo, signo constante ele
buena comida. No puedo ocultar la viva satisfac-
ción con que me senté delante del blanco mantel,
cubierto de los mil !Iors ~ d' ceuvre que nadie toma,
pero que la culinaria francesa calillca con razón de
aperitivos plásticos.
Comerciantes en viaje para Guayaquil y Cos-
ta Rica, comlllis- voyagenrs y sobre tocio emplea-
dos para los trabajos del Canal ele Panamá: hé ahí
el mundo de á bordo. Tres ó cuatro fr·ancesac;, uni-
das morganática mente á sub-inspectores é i nge ·
ni eros ele séptima clase, que iban al Istmo á tentar
bravamente la fortuna, porque sabían que proba-
blemente sólo encontrarían la muerte. Miraba á
esas mujeres alegres, cantando todo el día, apasio-
nadas en el bnccara de la noche, con un sentimien-
to ele real compasión simp;'tlica. No iban al infier-
no de Panamá arrastrada'i por la sed del oro,
porque si sus amantes hubieran tenido dinem, no
habrían por cierto dejado á Francia; no ignoraban
los peligros que corrían, porque M. Blanchet, el in-
geniero en jefe del Canal, acababa de morir. Las
guiaba el cariño por sus hombres, que ú veces las
trataban con una mdeza que tal vez explique la

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AGUAS ABAJO-COLÓN 28.1

afección qne inspiraban á esas pobres criaturas.


Más de una ha de dormir hoy el ·ueño eterno en
el poblado cementerio de la compañía del Canal;
pero, bah! entre rnonr á los veinticinco años en el
delirio de la fiebr e r'¡ sobre un colchón de hospital
á los cu;¡renta, ¿qul: es preferible? ...
Empleámos treinta y seis horas entre Salgar y
Colón, pero cuando llegámos, era yá tan entrada
la noche, que nos vimos obligados á esperar la
mañana siguiente para el desembarco.
En efecto, al otro día, poco después de las
diez, pisé la tierra cid Istmo, ó para ser más exacto,
el barro del Istmo.

¿Os habéis algum \'ez forjado la idea ele lo que


debieron ser aquellas ciudades del Levante en el si-
glo xn, clonclc se aglomeraba el co1~;ercio de dos
mundos?¿ Os figuráis el a~recto de los bajos barrios
ele Shan-ghai en el día? Algo confuso, las raza~ ele
los cuatro vientos aglomeradas, multitud de idiomas
que se entrechocan en sus términos mis soece:', los
vicios ele Oriente codeando ;'¡ los ele Occidente y
asombrándose tal vez ele su analogía, la vida bru-
tal del que quiere indemnizarse en diez días del lar-
go secuestro de la travesía, las innobles mujeres,
únicas capaces ele sonreír á los hombres que allí
vienen á caer de todos los rumbos, como en un
profundo égout .... Hé ahí la impresión que me
hizo Colón.
24

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28.2 NOTAS DE VIAJE ·

Los americanos y los ingleses designan ese


punto e n sus cartas y obras gcogrtl(i.cas con el
nombre de Aspinw<tll, como .s i el vulgar yanqui
que construyó la línea fét·tea á través del Istmo,
fuera c:1paz de oscurecer el nombre del ilustre ge-
novés y tuviera má-; título á la glori;t póstuma.
Colón es un hacinamiento de c;1sas sin orden
ni plan; su simple aspec to acusa su naturaleza de
ciudad transitori:1, plantada allí por una necesidad
geográfica, pero sin porvcn i¡· propio de ni ngl1 n
género. El clima es mortífero para el europeo, q11e
escapa difícilmente ;'¡ las fiebres palúdicas forma-
das por las emanaciot1ts continuas que un sol ele
fu ego hace broL1r de las ag11as estanc1das en tocio
el trayectu cit.: Colón á P.uumá. La villa se formó
durant e la con~trucción del camino de hi erro que
atraviesa el Istmo; los yanquis derramaron el mo
en grande, pero, como lo~ francesc:> ele hoy, po-
blaron también los cementerios. Al primer golpe
d e vi ·ta, se ve la intención ele sus habitantes, el
deseo dcllu cm r:'Lpido, flotar ante lo,; ojos. Toda
es.t gente vive allí en la condena de la necesidad,
sin apego al suelo, ddenich, en su mayor parte,
por el hábito que embola y es capa7. ele liga¡· al
hombre ha-da con la pri,.,ión.
Colón, como Panamá, son puertos ft·ancos, á
la manera ele 1:-Iamburgo ó Tricsle. Pur allí pasa
el inn1-enso comercio ele tráns1to que se dirige ha-
cia las cost;,s occiclent.de!:> ele Col,Jmbia, al Perú,

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AGUAS ABAJO-COLÓN

al Etnador, á .Chile, á California y á numeros'as is·


las del Pacífico. Por al Jí pasai1 también .\os retornos,
los mine-rales ele Chile y California, lo'> azúcares,
gua·nos y salitres del Perú, las taguas del Ecua·
dor,,los .e ·casos productos colombianos que en·
cuentran salida por Buena~·entura. De uno y otro
lado del Istmo hay una selva de mástiles; los bu·
ques apiñados se estrechan, se chocan; sus tripu·
lac1ones, venidas ele los cuatro ángulos del ·mundo,
s~ miran con anbgonismo Pn el primer momento,
las cuchillas de á bordo relucen con frecuencia y
por fin se amalgaman en la baja é inmunda vida
colectiva.
i\Ii impresión, al clescenclcr á tierra, solo, sin
conocer á nadie, en medio de aquella atmósfera
pestilencia!, fue la más clesagraclable que he senti-
do en todos mis \'iajes. A Jos diez n1inutos tuve el
ímpetu ele volverme á bordo, instalarm~ ele nue\'O
en mi cabina y seguir ;'> lo-; pocos días viaje para
Europa. Reaccioné recordando el deber ele e~tu­
diar de cerca el can ti ele Panam{t p.1ra informar á
q u icn corre-;ponclía y seguí acle la nte. U na sola
calle habit.tblc; ;'t cada dos p.lso~ un bar-room
americano, los rno,;traclores de C!>taiio, las llaves de
cen·cza, botellas, va<>os ele toda forma, manojos de
canutos pajizos y la !i..,ta intermin ;t blc de las bebi-
das helacLts invenlaclts por Jo..; y.tnquis. Todas
esa casas cuajadas de marineros t:brios, suece ·,
tamb.tleinclose. Aquí, un hotel; entro y á lo:; po-
cos instantes salgo á la calle asfixiado.

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NOTAS DE VIAJE

Adelante; hé ahí el mejor de Colé11. Entro al


bar-room que ocupa toda la sala baja; hay dos bi·
llares donde juegan marineros en mangas de camisa
y mascando tabaco. Me dirijo al mulatillo de cara
canalla que está fabricando un whiskey-cocktail y
le pregunto con quién me entiendo para obtener
cuarto. El infame zambo, sin quitarse el pucho de
la jeta, me contesta m inglés, á pesar de ser pana-
meño, que arriba está la dueña y que con ella me
entenderé. Fue en vano buscarla: una negra vieja,
inmunda, casi desnuda, que me parecía esperar
ansiosa la noche para enhorquetársele al palo de
escoba, tuvo compasión de mí y me llevó á un
cuarto .... ¡Qué cuarto aquél! La única ventana
daba á un pantano pestífero; la cerré. La cama te-
nía esas sábanas crudas, frías, húmedas, que dan
un asco supremo. A los cinco minuto~ ele entrar,
sentía y{t una picazón, un malestar nervioso inso-
portable .... Vamos, coraje. Tu l'as voul11, Gcor-
ges Daudilt! En peores me he visto y sabe el cielo
si en peores no me veré aún. Almorcemos. Paso
sobre el menu por decoro. ¿Y ahora? Son las doce
del día, qué hacer? El distinguido Sr. Cl:spedes,
cónsul argentino en Colón, que e.;tá allí labrando
su fortuna con un heroísmo incomparable, se en-
cuentra, por mi desgracia, en cama. ¿Qué hacer?
Visitar la ciudad? Veinte minutos y e' cst jail. Barro
y casas de madera, nada. Ponerme á leer .... en
mi cuarto? Prefiero la muerte! Y aquí me tienen

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AGUAS ABAJO~-COLÓN

ustedeS', tal como lo oyen, instalado en una mesa


del bar-roo11·l de mi hotel, con un cocktail pro
forma por delante, estudiando, durante seis horas
consecutivas, á los marineros que jugaban al billar
y á lo'> humerosos parroquianos del mostrador.
Uno de ellos, un capitán mercante yanqui, entró
á la una, ligeramente punteado y se absorbió medio
vaso de una bebida que debía ser tan suave, que
el mulatillo que la servía tenía que rodear los
hordes de azúcar q uemaela para evitar el contacto
ele los labios. Durante cuatro horas el yanqui en-
tró regularmente cada \'Cinte minutos y se ingurgi·
tó una dosis ele idénticas proporciones. Bajo el
insoportable calor del día y en la lucha con los
vapores internos que estaban á punto ele hacerlo
estallc~r, los ojos del yanqui saltaban rojos .... A
las cuatro de la tarde cayó ebrio muerto y dos ma·
rineros lo arrastraron á un rincón y ahí quedó.
En una ele las esquinas de la pieza, ocupando
<'t lo sumo un e:pacio de un metro y medio cua-
drado, nn jo\·en suizo había in ·talado su vidriera
y su mesita ele relojero. Lo tenía frente á mí; du-
rante media hora, frotó con una gamuza un resor-
te de reloj; luégo dejó caer la cabeza entre ]a.; ma·
nos y cuando al final del día lo observé (no había
llegado un solo cliente !) vi correr dos grucs.ts l<'t·
grimas por sus mejillas. Más de una vez tu\·e el im-
pul:;o de ir á conversar con el pobre relojero; pero,
ú mi vez) estaba tan nervioso é irascible que acabé

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286 NOTAS DE \'IAJE

por fastidiarme hasta del infeliz que tenía ·d.e,


!ante.
Los que no han viajado ó los que sólo lo han
hecho en los graneles centros europeos no pueden
darse cuenta exacta de una situación de ánimo
como aquella en que me encontraba. El espíritu
se forma la quimera ele que es impos1ble salir de
ella, que ese martirio se va á prolongar incldi.nicla-
mente. A cada instante y para cobrM cor;tje, es ne-
cesario ech;u mano á la cartera (nunca la he cui-
dado como allí), decirse que hay medios para par-
tir en cualquier momento, que los \'<tpore:; esperan,
y en fin, que si uno e:;e encuentra en c.;e centro, es
por un acto libre y premeditado de la voluntad ....
Por fin, vino la no che y cuando la recuerdo,
declaro quP. siento una viva satisfacciún por haber
contemplado ese cuadro único y c;tr;tcterí-,tico. He
dicho ya qtte Culón se compone casi en su totali-
dad de una soia calle, pero he olviclaclo mencionar
que á lo largo de la misnu corre UJJ,l especie ele co-
rredor para proteger las entradas contra las lluvias
frecuentes. l\Ie pase.tba bajo ella al caer las pt·i-
meras sombras y me llan1Ó l.t atettción qu e delante
de cada hotel, ele c;~.cla úar-roo111, ele cada pueda,
un individuo sacar.t un .t pcqucii t mesa ele tijera,
se instalara ante ella, encendiera Utl faml, arre-
glara en un semicírculo artístico algunas docenas
de pesos fuertes en plal;t y C01l1enz;tr;t ft batir con
estruendo un enorme cuerno pro\·i-.to ele dacios.

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AGuAS ABAJO --COLÓN

De los buque'> amar¡;aclos i la orilla, una \:ez que


dieron las siete, empezó i salir una nube de mari-
neros y oGciales, contram:~estres, etc., que pronto
obstruyeron la ví.t, fortuando grupos compactos
delante ele cada mesa. Como ~i u11 soplo hubiera
animado el barro y formado con L:l cuerpo;; de mu-
jeres, brotaron del suelo en un tnstank centenares
ele negras, mulatas, cuarteronas lí\'iclao.;, ele. calzas
en su rp.tyor parte, ehriao.;, inmunelao.;, que {t su vez,
atraídas por l.t fa..,cinación del juego, se :tgolpa-
ban al rededor ele hs mesas, rechinaban los clien-
tes cuando perdían y a~ ~tl taban á lo,; maritteros
tamb;deantcs, piclit:ncloks, c11 u11 idioma que ni
era ingll:s ni francL:s, ni espaiiol, ni nada conoci-
do, una ele esas monedas de á real que los ameri-
canos llant~ul a dillle.
Los bar-roolll estaban llenos; no se oía m~ts
que la voz ronca y gutural ele los negros ele Ja-
maica, la eterna blasfemia del marinero inglés y
el hablar soez ele algunos gaditanos. Salí.tn, y en la
primer mesa atrojaban una moneda, lul:go otra y
ttna vez cx!Jautos, la cmprcliClían con el vecino, las
navajas re! ucían y sólo con c:-,f uerzo era po~i ble
separados. L'no rodaba en el barro, dos ó tres mu-
jeres ebrias bailaban al són ele un órgano en el
que un it:di.tno, con cara ele nürtir, toc;;1ba un can.
cán desenfrenado. Un calor sofocante y una at-
mósfera in-;oporLtllk, como el ruido, Lts maldtcio·
ncs, el sare<tsmo, l,1 d!?rna pelea con el banquero

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NOTAS DE VIAJE

que iba más aprisa á medida que veía á sus parro-


quianos más en punto .... y yo reclinado en mi pi·
lar, preguntándome qué hacía entre aquel mundo,
verdadero sabatt moderno y t:lnttándome para
persu;¡dirme que no soñaba. Hé ahí á Colón; una
licencia, una libertad absoluta para todos los vi-
cios y las degradaciones human;¡s. El que pag;¡ un
pequeño impuesto tiene el derecho ele establecer
su tapete al aire libre, y qué tapete! L·t explotación,
el robo más escandaloso al marinero ignorante
como una bestia y que, bajo los vapores del aguar-
diente, se deja despojar del precio ele un año de
labor, jug;¡nclo su vida en las tormentas. Esas mu-
jeres, sobre todo, esas mujeres asquerosas, arpías
negras y angulosas, esparciendo i su alrededor la
mezcla de su olor ingénito y ele un pachulí que
hace dar vuelta al estóm,tgo! ... PLtf! ...
Llegado á mi cuarto, sofoc:"tndome, sin poder-
me desnudar por asco á la c:una, me senté en un
si llón y me llamé á cuentas. Había resuelto pasar
diez días en el Istmo y ese mismo día había casi
retenido mi pasaje en el City oj Para tlue salía para
Nue\·a York en el término indicado. Allí mismo,
con toda solemniclacl, me impuse el juramento de
dejar á Colón, renunciando á Panamá, al canal, al
mundo entero, en el primer barco que zarpara, sin
importarme para dónde. Cómo pasé esa noche,
¿á qué decirlo? Al alba estaba en pie, me ponía en
campaña y sabía que dos días después partía para

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AGL\S AB.-\JO COLÚ~

N ue\·a York el vapor .licue ele la Compañia Atlas.


Tomé en el acto 1111 billete l: hice transportar á bor-
do mi equipaje, fclicitúndome ele tener el tiempo
snficien!e para ir :'tuna de la-; próximas estaciones
del Canal y poder apreciar por mis ojos la marcha
de las obras y el po1·vcnir ele la Empresa. Pagné
mi cuenta al infame mulatillo y cuando me encon-
tré á bordo, en un v.1por peq~1cño é incómodo,
creí que entraba Sl)lcmnementc en el paraíso.

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EL CANAL DE PANAMA

Corinto, Hurz y Pttnamá- L<t- virj<ts rutas- Importancia geo-


gráfica t.lr Pana má-Rrs ultados económicos dPI CamLI-Di-
ticultadcs dr sn Pjecución-L<t mortnlidaci-EI clima-
Europc•os, chinos r nath-os- Fuerzas nwcáuicas -¿Se
hará PI Cttnai'? - Ltt oposiciónnortram<•ricana-~L Blaine.
Qné rPprrsrntR?-El tratado Clayton-Bnlwer--La cues-
tión dr la gara.ntía-Opinión do Colombia-La doctrina.
l\lonroe-Qn(· signilic<1 Pn la <tetualidad- Las idc<ts de
Europa C1u1! debe srr la polftica sndamrric<tBa-Efica-
cia dr la~ garantías-La, gamntí:L coiPctil•tt de ltt Améri-
cn-Nurstro intrrés--Co nclusión.
El principn.l comrrcio ele Pantuná-Los pl:Hanos-Cifm cnor-
mr- El [lOl'\'Cllil'.

Una simple mi1·ada á la carta geográfica ele la


tierra ha hecho na ce r en el espíritu de los hom-
bres b idea de corregí r cierto:> caprichos de la
natur,dez;¡ en el mom ~ nto de la formación geoló-
gica cld mundo. Los istmo-; de Corinto, ele Sucz y
dt.! Panami, han sido sucesivamente en el tiempo
y el e~pacio, objetos ele preocupación para todos
aquellos que bu~caban los medios ele aumentar el
bienestar ele la r;~za humana. Los griegos, con sus
ideas religio:;a::; qu e los impulsaban ;'¡ l.t per:;o nifi-
cación de todos k''i elementos, consideraban un
sacrilegio el solo intento ele modificar los a'>pccto<>
del mundo conocido, y Esquilo atnbuye el desastre

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'•

:NOTAS DE \"lt\JI~

de Jerjes á. la venganza cli\'ina, por la altiva manera


con que el monarca persa trató al Hele ·ponto.
Los romano8, poco navegadores, ni aun fijaron
su mirad;t en el istmo de Suez, porque sus legiu-
nes estaban habituadas ;i recorrer la tierra entera
con su paso marcial.
Ha sido necc ·ario el portentoso desenvolvi -
miento comercial del mundo de Occidente, para
que el sueño de abrir ruta::: marítimas nue\·as y eco-
nómicas se convirtiera en realidad. La vieja vía
terrestre que conducía al Oriente, fue abandonada
cuando Vasco de Gama dobló el Cabo de las Tem-
pestades, y á su vez el i ti ntrario el el ilustre portugués
cedió el paso al que trazó el ingenio moderno tan
<idmirablemente personificado en el "Gran Fran-
cés," como se ha llamado á. l\1. ele Lesseps. Lo
que impone respeto en la obra ele este hombre,
no es la concepción ele la idea, que corría hacía yá
muchos años en el campo intelectual. Es la perse-
verancia p<~ra habituar el espíritu público á encara¡·
una empresa ele tal magnitud con screniclad, con las
vistas positivas de un negocio fácil y rlpiclo; es la
tcnacielacl de su lucha contra Inglaterra, la eterna
rémora de todos los progresos que, en la engañosa
estrechez ele su lllir<lda L"goísla, cree ver en ellos
comprometidos sus intere,es. La experiencia ele
Suez se ha embotado contra la implacable resisten-
cia británica y dentro ele diez ai'ios se lecrú con in-
decible asombro el libro que acaba ele publicarse,

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EL CANAL DE PA)IAl\IÁ 293

en el que los hombres más notables ele Inglaterra


clcclrtran un peligro para su independencia la per-
foración del túnel de la !\lancha! Tal así vemos
hoy el artículo sarcástico del Tintes, burlándose
de St phenson que pretendía recorrer con su loco-
motora una distancia de veinte millas por hora!
El Istmo de Panamá es uno de esos puntos
geográficos que, como Constantinopla, están llama-
dos á una imporbncia ele todos los tiempos. Punto
céntrico de dos continente..;, paso obligado para el
comercio de Europa con cinco ó seis naciones
americanas, natural es que haya llamado la aten-
ción del gran perforador. Los americanos, cons-
truyendo el ferrocarril gue lo atraviesa y estable-
ciendo las tarifas más leoninas que se conocen en
la tierra (r) creyeron innecesaria la excavación del
Canal, que, dignos hijos de los ingleses, nunca
miraron con buenos ojos. La perseverancia de Les-
seps triunfó una vez mús y la nueva ruta recibió su
trazo elemental.
¿Cuál será el resultado económico del Canal
de Panamá? Desde luego, la aproximación, por la
baratura del transporte, ele todas las tierras que
b:tíia el Pacífico, desde el Estrecho de Bcrbing

(1\ L11 írwu, tlt' Col<in á Parr;tmá tiene sctent¡t y cinco kiló-
metros, y PI pasajr de 1~ clase l'uesta 5 libra · <'Rtcrlina ·,oro! La.
cmprcs¡L d11l Canal se IHt Yisto obligatl:t {L adquirir la mayor
parte Uf' hts acciorw~ ele la \'ÍtL férrea, lo que le ha permitido
lmponPr UII<L rPI..mjtL dt> un ·o por tOO para rl transporte de los
materiales dr excavación y U<'l personal.

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NOTAS DE VIAJE

hasta Chile mismo, con los graneles centros euro-


ropeos. La ruta ele i\I ag.tl h nes será abandonada por
la misma é idéntica causa que se abandonó la de
Vasco ele Gama, y la importancia comercial ele ese
estrecho que ha es!aclo á punto ele encender la
guerra en el extremo Sud ele la América, habrá
desaparecido por completo.
Aun en el día, el comercio entero del Perú y
el mo\'imiento ele pasajero:-;, se hace por Panamá,
á prsar de las incomodidades y retardos del tras-
borde y la enom1idacl del flete del ferrocarril ist-
meño. Lo-; chilenos mismos suelen preferir esa
vía, que les evita lo3 rudo<; tnares del Sud y el can-
sancio ele esa n;l\·egación monótona, mien(l·as la
ruta del Norte presenta mares tranquilos y las fre-
cuentes escalas que aligeran la pesadez del viaje.
Una vez abierto el Canal, raro será, pues, el buque
que \'aya á buscar el Estrecho ele :\Iagallanes par;¡_
entrar al Pacífico. Para ]o<; chileno:-; y tal n:z para
los peruanos, sólo un c.tmino luchará con ventaja
contra la \'Ía ele Pa11il111f1; ser:'t el ferrocarril que
úna á Buenos Aires con Chile. Esa será la rula
obligada ele la mayor parle de los americano~ del
Pacífico, en tránsito para Emopa, porque será más
corta, más rúpicla y m:\s agracLthlc.
Ahora bien, ¿se har{t el Canal, con el presupues-
to sancionado y en el tiempo indicado en el progra-
ma ele l\L ele Lesseps? A\'anzo con profunda convic-
ción mi opinión negati\'a. No se trat.t aquí, y l\f. de

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EL CANAL DE PANAMÁ 2 95

Lesseps empieza ú comprenderlo yá, ele una obra


como la de Suez. Falta el Klicdi1Je, hitan los cen-
tenares ele miles ele fcl/alis, que morían en la tarea,
como sus antepasados de ahora cuarenta siglos en
la construcción de las pirámides que quedan fijas
so hre las arenas cnmo monumentos de esas i nsen •
salas hecatombes humana . .
El pasajero que cruza hoy el canal de Suez
bostezando ante el monótono paioaje de arenas y
palos ele telégrafo, no piensa nunca, y hace bien,
porque no hay motivo para agit.trse la sangre en un
sentimentalismo retrospectivo, en la cantidad de
cadáveres que quedaron tendidos á lo largo ele esos
áridos malecones. Eranfcllnhs, esclavos sin voz ni
derecho, y nadie habló ele ellos.
Pero en Panamá no hay j~'clives ni fellahs y
las condiciones generales de salubriclacl son aún in-
feriores i ]a<; de Suez. B.1sta conocer el nombre ele
al(funos puntos del trayecto del Istmo, nombres que
\"ienen el-! la conquisl<t, como el ele" !II.tta cristia-
nos," p;u a darse cuenta cid ameno clima ele esas
Jocaliclaclcs. No resiste el europeo i ese sol abra -
sador que inflama el cr;'u1e:->, no puede luchar con -
tra la emanación que exhala la tierra rcmo\·icla,
tierra húllleda, pantanos<"~, lacustre. ¿Cttántos han
muerto ha-.ta hoy ele los que fueron contral;tdo~,
clcsde el comienzr> •le l.t empre'ia? No lo bt1.~quéis
en las e~tacli-;ticas ofici.tlt>.;, que ocultan esas cosas,
sin clucl.t p:tra no turbar la digestión ele los accio-

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NOTAS DE VIAJE

nistas europeos. Busc.tdlo en las cruces ci e los


cementer ios, en las fos:ts comunes repletas, y for-
maos una idea ele la c<tnticltcl ele bajas en e:>e pe-
queño ejt:rcito ele trabaj .td orcs, recordando qu e
muchos ingeni eros, con el principal á la cabeza,
gente toda cuya higi ene person .tlles servía ele pre-
ser\'ativo, ha n sido ele loe; primeros en caer l'ajo
las fiebres del Istmo.
Se ha detenido y;'¡ la C•JITienk de emopeos, y
un mom ento se ha pensado en los chino,; . Pero
como estl1s so n nüs hábiles que fu ertes, y como, á
pesar ele chinos, son mortales, creo que se ha desi:; -
tido de ese proyecto. H ay además una r.tzón econó -
mi ca ; en toda s es:ts g¡-ande~ empresas, el dinero
el e los peo nes, en sus tres cuartac; partes, reingresa
á la caja, por conducto ele la-; cantina-; nunu:rosas
y provisi o nes de tod o géncm que se establece n
sobre el terreno. Los chin os no consumen nada,
lo que los hace por cierto poco si mpati cos á la
cm pres.1.
Por fin, se ha echado mano ele lo'> nativo-;, esto
es, de los qu e estando habituados al clima, po·
clrían resis tirl o, y se ha con trabclo tlll gran n úm ero
ele panameño-;, '>anurio", cal'lageneros, cos tarri-
quen scs, buscando n:clut.ts hasta en las Antillas
próxim il'i. P ero toda e.-;a g ·nte sin 1\CCC">icbdes,
habituada á vivir un día. con un plátano, 110 es ni
fuerte, ni laboriosa, ni se sonH:l<, ;'¡ la cli ~cipl ina
militar indispensahil' en compai1Í.ts de t' . 1 mag-
nitud.

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El- CA~AL DE PA~A:\t.\

Falto ele hombres, l\1. ele Lesseps ap<.:ló á la in-


dustria y contr-ató Lt construcción en los Estados
Unidos, de enormes rnúquin:~s de excavaci1ín, cu-
yos client<> de fierro debía reemplazar el brazo htr·
mano. Es necesario ver trabajar esos monstruc's
para saber ha~te1 dónde puede llegar la potencia
mecánica. El Ingeniero constructor del motor fijn
que clab,t movimiento á las infinitas poleas ele la
Exposición Uni\·crsal ele Filadelfia, decía que si
tuviera un punto fuera del mundo para colocar su
máquina, sacaría á la tierra de su órbita.
Tenía razón, como la tenía Arq u i me eles.
Pero no hay máquina que pueda luchar con-
tra las llu\·ias torrenciales que en Panam;í se su-
ceden casi sin interrupción durante nueve meses
del año. Abierto un foso, en cualquier punto ele la
línea, ca\·aclo hasta tres y cuatro metros de profun-
didad, \'icne un t~guacero, lo colma y derrumba
dentro la tierra laboriosamente extraída un mo-
mento antes.
Es inútil pensar en agotarlo, porque cinco mi-
nutos después estará de nuevo lleno. Viene el sol
al día siguiente, abras;¡dor, infl.unaclo, se remueve
el barro para co:1tinuar los tr<tbajos y los mi.tsi11as
deletéreos inf1cionan la atmósfc:ra.
¿Se har;'t el Can.d? Sin eluda alguna, porque no
es una obra imposible, y los rccur ·os con que hoy
cuenta h indu~tri.t hunnna son inagot,tbles. Pero
en \-ista ele las dificul!acles que he apulltaclo y que

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KOTAS DE VIAJE

me es permitido creer no se tuvieron en vista al


plantear los line<Jmientos generales ele la ohra, me
es lícito rensar, ele acuerdo con todas las personas
que han visitado Jos trabajos observando impar-
cialmente, que el canal no estará abierto al comer-
cio universal antes ele diez años y después de ha-
ber consumido algr> más del clobl~ de la suma prc·
supuesta (seiscientos millones de francos).
N o ven si no á M. ele Lesseps ca paz ele lJ c,·ar á
cabo la empresa qtte tan clignamL:nte coronará su
vida. Quier:t el cielo prolongar los día-; ele! ilustre
anctano para su gloria propia y el benelicio del
mundo entero .

Son conocidas las clilicultacle,; suscitadas por


los Estados Unidos (t la empresa del Canal ele Pa-
nam{t, los ardientes debates á que esta cuestión
dio origen en el Congresocle \Vashington y la idea,
un momento acarici:Hla, ele pmt('ger con tocio el
poder ele l;t gran nacit'>n, el proyecto ri,·al ele prac-
ti c:tr el c:tnal interoceánico á tra,·és ele Nicara-
gua. L;:t enterez;:t y tenacidad ele 1\L ele Lesseps
triunfaron un;:t vez m:·tc.; contr:-t el nuevo inconve-
niente, pero los Estados Unido-., lejos ele decla-
rarse vencidos, reanimaron la cuestión b:-tjo la for-
m:t diplomática, tücanclo el p:tpel primordial en
el memorable debate que en el momento de esui-
bir esta líneas aún no se h:t agotado, á i\f. Blaine,
cuyo rápido paso por el Gobierno de Lt Unión ha

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EL CA. AL DE PA~AM~ 2 99

marcado una huella tan profnncla, y cuya reputa-


ción, de:Spué:; ele la caída, ha sido clesg<trracla tan
s1n pteclad por stts ach·ersario.;. P.tr<t é.-;tos, M.
Blaine no ha sido m:í.~ que un político aventurero
é impuro, que ha pretendido variar la corriente
el e la vida internacional, que durante un siglo
había conducido sin tropiezo l.t nave ele la Unión.
Los asuntos del Pacífico, el engaño inexcu~ahle
ele un pueblo en agonía que tiende sus brazos
dese~peraJos á un< promesa fal;tz; los misterios
de la Pem7•Ítw G11a11o Colllpall_\', la p.tlinocli,l \·er-
gonzosa ele lo-; Sre,; . Trescott y Blaine, c:n S.tnliago
ele Chile, han suministrado no e,;ca,ch elementos
de acu-;ación conl1 a el prim er mini-;!ro cld Prc::si-
clent<.: -G.trf1elcl. P.trécemc, sin embargo, que si 1111
extranjem imparcial estudia un poco el pueblo
amet·icano actual, CtJcontrar;í que e'i muy p¡¡sib!e
que el juicio del momento sobre :.\I. Bl.tim: no sea
corroborado por la opinión púhlic.t dentro eh: cliez
aiio'i. Es itlnegahle qm: lny hoy en los Es!.tclos
Unido.; una corriente ele poc!..:rch.t reacción contra
la política de ai~l.unienlo, c1 ue l1.1 'iiclo la ha-;e eld
sistema amet icano y t.tl \'t'Z ele su pro~p e ricl.tel.
Sueño.; y ambiciones patriótic,ts ele llll ladn, vistas
profundas sobre el porvenir, cid otro, y en el cen-
tro la pütJcll'r,tción ~iempre gra\·e el e inkre~cs mez-
quinos, ele lucro r:'tpiclll y f.'tcil, h.t n el 'lcrmin;:t'lo
Lt inici,tciÚn ele lt propa~ancla ele que :\J. Blaine
se h11.0 c:co en el Gobierno. U na nal'Íl.lll compac!;t

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JOO ~OT.\S DE VIAJE

ele mis de cincuenta millones de almas, con ele -


mentos ele riqueza, ingenio, cultura, iguales por
lo menos ú las primer;¡s naciones de Europa, no
puede ni debe permanecer indiferente i la políti-
ca europea.
Por lo pronto, los asuntos todos ele la Améri-
ca deben ser ele su exclusivo resorte, ejerciendo
la legítima hegemonía á que su importancia le da
derecho. Dc~cL el cabo ele Hornos ;'t los límites
del Canacb, no debe existir otra influencia que la
de los Estados Unidos, ni escucharse otra \·oz qne
la que se levante en \Vashington.
Tal es la idea funchmental q11e pronto dará
vicia y sen·1rá de lúbaro á un partido, á cuyo fren-
te no eludo ver aún á M. Blaine, ú pesar del es·
truenclo ele su caída. Y tal es la influencia que
ejerce sobre el e-;píritu colectivo, que {¡ ella se
debe el último recrudecimiento de la doctrina ele
Monroe que en estos momentos sostiene M. Fre-
Iinghyscn con igual pcr->everancia que su antece-
sor. El debate iniciado entre Lord Granville y M.
Bla ine se continúa en el día, sin que se vea hasta
ahora probabiliclacl ele que ninguna de las dos
parles cccb.
No historiaré el tratado Clayton - Bulwer, co-
nocido por todo~ los que en est.ts cuestiones se
interesan; recorcl.tré solamente que fue una tran-
sacción, un !llOdus <·h·cllcli, mejor dicho, que per-
mitiera extencler-;e bs inOucncias inglesa y ameri-

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EL CA~AL UE P.\X.L\JA 30!

can,t en las Antillas y l.ts costas ele Centro-Amé-


rica, de una m.mera paralela que no diera lugar á
conflictos .
Pero si los americ;uws encontraban cómodo
el tratado cuando se trataba de factorías insignifi -
cantes ó islotes diminutos, no juzgaron lo mismo
respecto al futuro Canal ele Panamá y denunciaron
listamente el tratado, reclamando la garantía ex-
clusi\·a ele la libre n;l\'egación ~- neutralidad del
btmn para sí mismos. Los ingksc.-;, como es na -
tural, rechazamn la denuncia y propusieron, en
vez ele c~a garantía exclu-;i\·a, !.t ele todas las po-
tencias ele Europa, en unión con los Estados Uni-
dos. Tal e,; la cut.:stión; \'oiúmenes ele notas se han
cambiado, sin qne aún se note 1111 paso positivo.
Entretanto, ;,cuál es la opinió11 ele Colombia,
que al fi11 y al cabo, teniendo la soberanía territo-
rial y la juri-;c\icción directa, paréccme que puede
reclamar algún derecho :1 ser oída? De:;de luego,
es bueno record .tr que Colombia ha tenido mis
ele una \·ez que interponer reclamos serios contra
Jos avances ele los Estados Unidos en l.t::, costas
allúnticas del btmo. A n:ces h.t necesitado gritar
muy fuerte para ser oída en Et1ropa y sólo así los
americanos !un larg·tcln la pres.t el<.' que perento-
riamente, con el derecho del león, 5e habí;¡n apo-
derado, saltando sobre el tratado Claytvn-Bulwer
mismo. Pero un 1\1 in ist ro colombiano c\1· paso
para Europa, pues ni aun en \Vashington estaba

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302 ~OT.\S DE \"I AJE

acrcclitaclo, tll\· o la ocurrencia de íirm<tr con el


Gabin ete americano, un protocolo por el cual Co-
lombia declaraba satisfacerse y preferir la gara n-
tía exclusi\·a ele los Esbclos U nielo.-. Esa coiwcn -
c ión fue sclcmnemcnk cles~.probacl,t en Bogotá;
pero Colombia comprendiendo á mi juicio bien, sus
com·eniencia-;, lim so11 épin,!!_le du jcu, y dejó frente
á frente ú Inglakrra y á la Unión, m;tnife..,t:tnelo,
por lo cletll:·ts, merced it la \·oz ele su prens,t y
á la palabra ele su~ 01 adores en el Cong¡-eso, sus
simpatías indtichhles por la garantía unida, pro-
pue ·ta por I ngbterra.
En el fomlo, la cloch ina .:\lonroe no es si;lO
una opinión, un dcsirlcm/tuu, el anhelo ele un
pueblo, que formula así sus intereses genera les.
Pero ele :~hí, ft convertir esa opinión en principio
de derecho público, hay dist;mcia y mucha. A m{ts
de que los principios ele derecho, no sólo en Ilues-
tro siglo, sino en todos los tiempos, han influído
muy cléhilmcnk en la solución de las cues ti o nes
ele hecho, los americano-; ni aun putclcn preten-
der que la doctrina l\fonroe sea admitida por el
consenso un1versal. Lejo-; ele eso; desde que el
Presidente que le cl1o su nombre, hasta el actual,
ninguno la h;t Lm1111laclo, con sus \'<triantes en
el tiempo, sin que Inglaterr:t y en muchos casos
Europa haya dtjaclo ele pn,lestar. El pobre Mon-
roe ha hec ho muchas \'l'Ccs <.1 p:1pd del lobo! el
lobo! ele la f;ibula, pero como los americanos

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EL CANAL DE PAN,\MA

jamás mostraron la garra, ni cuando la expedición


de 1\Iéjico, ni cuando el bombardeo ele Valparaíso,
en el que las balas españolas pa<;aban casi sobre
bugucs que llevaban la b.U1dera estrellada, nadie
cree yá en ese e!-'pantajo.
Inglaterra contesta que teniendo indiscuti-
bles intereses en el Pacífico, y que sie!1clu el C.tnal
ele P.tnanü una ruta p.tra la India, es natural que
quiera tomar su p:utc en 1:-t g;trantía. -Entnnces
reclamo mi parte también, contestan los Estados
Unidos, en la g.trantía del canal ele Suez. Ingla-
terra sonríe .... é insiste.
Es seguro que la intención de M. Blaine, al
convocar el Congre,;o Americano que debía reu-
nirse en Washington en l oviembre de r882, con
el pretexto de buscar medios para evitar la guerra
entre las naciones amcncanas (sic), era simple-
mente echar sobre el tapete la cuestión de la ga-
rantía del Istmo y tal vez, ante la perseverancia de
Inglaterra que no cede, propone¡· en lugar ele
su garantía exclusiva, la ele todo-; los Estados que
componen ambas Américas. ¿Qué actitud aconse-
jaba á éstas la inteligencia clara ele sus intereses?
¿Qué habría dicho la Europa á semejante propo-
sición?
Vamos por partes. Noto que salgo por un mo·
mento del tono general de este libro de impresio-
nes, en el que sólo he querido con:>ignar lo que
he visto y sentido en países casi de:.conocidos para

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:-\OTAS DE \'IAJI~

nosotro~. Pero como la cttestión, en primer lugar,


refiriéndose á Colombia, cntr.t en :ni cuadro, y
toca por otra parte, no y~t á un interés del momen·
to, sino{¡ la marcha const;¡nte ele la política ;¡me-
ricana, no creo inorortuno consi.~nar aquí las
ideas que ttn estudio detenido me p::rmitc consi·
clerar conto las :-;anas y con\'Cniente~ pM.t todos.
"América p;u·a los americanos"; hé ahí la fór-
mula precisa y cl.tr.t de ;\lomoc. Si po1· ellas::: en-
tiende que Europa debe renllnciar para siempre
á todo pt·eclominio político en las regiones que se
emanciparon de las coronao; britúnica, c;:;pañola y
portugue a, respetando etel'llamente no sólo la fe
de los tratados público,; sino bmbién la voluntarl
libremente manifestada de los plleblos americanos,
si e~ ese el alcance de l:t doctrina, estamos perfec-
tametde ele acuerdo y ningún hombre nacido en
nuestro mundo dejará de repetir con igual con-
vicción que 1\lonroe : "Amcrica for thc ;¡meri-
cans." Pero .. . . ¿se trata de eso? ¿Piensa hoy
seriamente algún gobiemo europeo en reivindicar
sus \·iejos títulos coloniales, pa.sa por la imagina-
ción de algún estadista español, por más visiona-
rio que sea, b reconstrucción de Jos antiguos vi-
rreinatos y capitanía-; generales ele la América?
¿Puede la Gran Bretaii.a acariciar la idea de
voh·er á atraer las colonias em;u~cipaclas en 1776?
Portugal, un pigmeo, absorber al Brasil, gigante á
su lado? Scamo~ si11cems y prácticos reposando

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EL C.\~AL DE PANMÚ

en la con·:icción cit> r¡nl nó sólo la mdependencia


americana es un hecho y un derecho, sino que
nadie tiene l,L idea de atentar contra las co:.as con-
s u madas. España 8e reorganiza y aun tiene m ucho
que h acer para recuperar un a sombra de s n im-
portancia c11 el siglo xvr. ·Francia desgarrada,
fijos sns ojos en el Rhin, mantiene á duras penas
sus po~c-;iones del Africa .... y sus mismos límites
europeos. Inglaterra mira crecer con zozobra
la lnd1a, clesenvoh·er el Canadá y avanzar sorda-
mente la democracia, que considera una amenaza
de disolución. Akmania se forma, endurece sus
cimientos, trata de homogenizarse, mientras Aus-
tria, percliclo su viejo prestigio europeo, com -
prende h:1jo la expe1·iencia de l.t desgracia, que la
vercl.lclera ruta ele su gr.tlJcleza es hacia Oriente',
{t la cabecera del "hombre enferllll>." Portu[!al! ...
Seamo-; serios, lo repito; nadie atenta {t la inde-
pcnd~ncia ele Aml:rica, y para los nüs cle:>ati-
nados <1.\'entureros ó ilusos, esü vivo aún el re-
cuerdo ele f\LJ.\imiliano, que pagc'> con su vida una
concepción absurda y un negocio indigno, impro-
pio ele su e-;píritu caballeresco. Puede la América
inflamarse en una guerra continent,tl, comprome -
tiendo graves intereses europeos como los que
tánto han sufrido en la inacabable guerra del Pa-
cifico¡ Europa no desprenderá un soldado de
sus cuadros ni un buque de s11 reserva. Pasaron
los tiempos ele la intervención anglo-francesa en
26

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:-JOTAS DE VIAJE

el Plata ó en Méjico, y Europa podría, y esta v~z


con razón, variar l<t fórmula ele flfonroc, repitien-
do: "Europe for the europeansl"
¿Qué significado actual, real, positivo, tiene
hoy, pues, la famosa doctrina? Simplemente éste:
la influencia norteameric:tna en vez ele la influen-
cia europea, el comercio americano en vez ele!
europeo, la industria amLricana en vez ele la ele
Europa. ¿Es ese un cle,;eo legítimo? Indudable-
mente, pero es una simple a'ipiración nacional,
egoísta en su patriotismo, exclusira en !'ill ambi-
ción, pero que no estft re\·esticla, como antes dije,
ele los c<1racteres de un principio ele justicir~, ele
derecho natural, que sea capaz ele imponerse á la
América entera . Que dentro ele cinco aiios el eles·
em·oh·imiento pa'imo;;o ele la República Argen-
tina, su industria cle'ihorrhnle, los inagotables re-
curso~ de su suelo, in piren á nut stros h ombres
ele Estado la resurrección ele b doctrina i\Ionroe
en beneficio del pueblo argentino, nada más na-
tural. Pero ¿qué conte!'itarún entonces las naciona-
liclaclcs americana-; que no h,tyan alcanzado ~~~
grado ele progre->o, má~ aún, que la geografía co-
loque fuera ele la órhiLt de influencia argentina?
Precisamente lo que debemos contesLtr hoy á los
E-,taclos Uniclns franca y abit:rLtnv·nk, sea en la
m~sa ele un Congre':io americano, sea por la cli.;;-
c~t:ta voz ele las cancillerías y e~o no solo nosotro..;,
sino tocio..: los países desde Panam~t ~L Bncnos Ai-

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EL CANAL DE PA, AMÁ

res: "No clebemo::;, no querenliJ'i, no nos convie-


ne romper con Europa en beneficio de una teoría
sin sentido político en el momento actual; de
Europa nn-; \'iene la vtcla intelectual y la vida ma-
teriaL El!.t y sólo ella puebla nuestros desiertos,
compra y consume nuestros producto'>, reemplaza
las clefi.ciencias de nue!;tra i ndush·i:t, no~ presta su
dinero, su genio y su cienci<t, es, en una palabra,
el arti Iic.: de nuestro progre~o. En cambio, ¿qué
recibimos de u. kdes, señores? La jurisprudencia
institucional, que en medio de sus ventajas, nos
trae la fuente de tocios nuestro~ conflictos interna-
cionales, porque imitamos sin cli:;cernimicnto y el
mal resultado, que allí se pierde bajo la imponente
punckración de la mas1, nos desequilibra y nos
~rroj:t en sendas funestas. ;, Respecto;'¡ industria?
Madera-; de pinn y halas el~-' algodón. Venid á
comprar nuc..;tras lanas y nuestrus cuero,;, ven·
clednos ú precios nüs bajos que Europa, tejidos
y artefactos, :thriclnos vuestros merc,tdos mo·
nt1arios, ayucl.tdnos ú hacer ferroc.trriles y cana-
le:;, est.tbleced, en una palabra, el intercambio
comercial l: inklectual qu~ hoy m.tntenemo;; cun
el Viejo ;..r unclo, clesbancacllo, qul: diablo! bajo
las leyes que rigc-n J,t economía ele las naciones,
y entonCL'S .... oh! entonces no tendríamos, ni us-
tedes ni nosotro--, l.t nece-,icl.tcl ele desgañitarnos
gritando: "Aml:rica for the americans," sino que
la fórmula sería un hecho incleslructihlc por la

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NOTAS DE VIAJE

fuerza misma de las cosas. Tales son las ideas que


impone la más ligera observación de nuestro es-
tado actual; la más leve des\·iación sólo podrá ser
momentánea y el retorno á la buena vía costará
tal vez á nuestros herm;¡no'> de Méjico (vecinos,
sin embargo) no pocos sacrificios.
Ahora bien,¿ cuál debe ser nuestra actitud sud-
americana respecto :'t la cuestión de lit garantía del
Canal de Panamá? Se desprende claramente de las
premisas anteriores, la preferencia indiscutible de
la garantía colectiva de Europa y América sobre
la garantí;¡ exclusi\·a ele la Unión. Debo decla-
rar, sin merecer á mi juicio el reproche ele escép-
tico, que fundo hoy poca importancia en esta
cuestión ele garantías, tr~t!aclc)s que se lleva el
viento cuando hincha la ,·ela de los intereses. Y
en e,.;e rumbo ele positivismo marcha hoy el espí-
ritu humano; los publicistas grit:-tn, pero Europa
se encoge de hombros cuando \Volselcy ec ha
mano ele! canal ele Suez y en obsequio de una ope-
ración militar interrumpe el tránsito, no {t la ban-
dera insurrecciona! de Ar.thí, "ino al comercio uni-
versal. Echar mano y lul:go cambiar JJotao;;, hé ahí
toda la. política. ¿Es la buena, es la moral, es l<t
justa? No lo sé, pcrn es la única que da re,;ultMios
y por lo tanto todo hombre ele Estado, gimiendo
por la depra\'ación de la~ ideas, la seguir;'t siempre
que ame á su patria, tenga el corazón bien p11esto
y vea un poco claro.

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EL CANAL DE PANAMÁ

Con todas las garantías ele la tierr.t ó con la


suya propia, los Estados Un ido~, en el momento
preciso, han de apoderarse del Canal ele Panamá.
Lo devolverán sin duda; sí, después de la paz y de
mucho cambio ele notas.
La importancia de la cuestión para los países
sudamericanos radica por consiguiente en recha-
zar indirectamente, por medio ele su adhesión á la
gara.1tía colectiva, toda soliclat·id,td con la doctrina
ele Monroe, tal cual la entienden y practican los
americanos. No habría razón, ni ju ·ticia, ni sen·
ticlo común, en seguir estúpidamente á los Esta-
dos Unidos que pretenden dictar una nueva bnla
ele Alejandro vr, cliviclienclo los dos mundos en
provecho propio. Nuestro pon·enir está en Europa
y con ella debemos estrechar cada día nuestras re·
laciones, confundir, si es posible, nuestra vida con
la suya, má-> aút~, a.-;pirar sus ideas ele orden, de
consen·ación, ele pureza administrativa que han
de fecundar nuestr;t democracia \·igo rosa ....
l\fe he preguntado qué contestaría Inglaterra
si los Estados Unidos le p1·opus ieran la susti tución
de su garantía exclusiva por la garantía colectiva
ele todos los países ele amba-; Américas. Se reiría
simplemente; ¿qué podríamos hacer nosotros en el
caso probable ele que (t 11u estro enorme aliado se
le ocurriese hacer lo qu e se le diera la g.tna?
La vercl.tcl el a política sucl.ttncricana, pues, en
el caso de la convocación del Congreso proyecta-

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310 ~OTAS DE VIAJE

do por los E-;tados U nido~, ó en toda oca<>tón pro ·


picia, es manifestar firmemente <>us cles:::o" de no
apartarse ele Europa, tratando al mismo tiempo
ele insinuarse en el concierto general, reclamando
u1J mocie-;to asiento en tncla conrerencia en que de
intereses americ.tnos s..: trate. El cond-! ele C.tvour
metió quince: mil hombres por un.1 rendija en Cri·
mea y luégo los maniobró t.tn hien que hiw la
unidad italiana. :\'uestros nacie11tc'> p,lí-;es no tie-
nen hoy un propó:->ilo tan vital que per~cg11ir; pero
los re<;u]tados ele una aproximación general y las
\·enlajas de marchar en la misma línea ele l.ts
grande~ naciones, tan sólo sea una \·ez, pueden ser
de incalculable importancia ....
Pido ahora perdón por e-;(;ts última<; p:'tgina<;;
pero como el fin ele la jornada se acerca y pronto
vamos ~~separarnos, cuento co1J que scr:'u1 leídas
con aquella paciencia, llena ele \'agas csper;-~nzas,
con que se oye el ú!timu p:lrrafo ele un Ltstidio~o
que tiene el sombrero en una m;mo y la otra en
el picaporte.

Cuando me cltrigí al Alcnt', que clcbí.t partir á


la m,tñ 111:1 siguiente, enco:llrl: un sinnúnH::ro ele
hombres y mujere,; d--sc,trg:ll1 lo cerca de cin-
cuenta vagones que lllla lncomotora ;¡caballa de
clej.tr al costado del \'.tpor, al que trasborcLtban
el contenido. ¿S.tbl:is 1() que t:ra? Pl;'ttano,! Janüs
he visto una cantidad semejante ele bananO<;. Mi-

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]! I.

llares, millonc, ele racimos se apil.tban c11 la-; \";1'-'·


tas hodegac; ele tres \·apore-> que carg:than simul-
táneamente. Ha tomado tal elesetwoh·imiento e,a
industria en el Istmo, que se han futtcbelo compa·
ñías ele v-apores exclusi\•amente clestittacbs al trans-
porte ele plitanos. l\Iós tarde, en 1 ue\·,¡ York, me
expliqué e-;e consumo extraordinario. L·t<> calles
están plagadas ele \·endcdores ele frutas y raro c.~ el
yanqui que al pasar no compra un p.tr ele bananos,
que pela br:l\·,unente co:1 los cliente,; y engulle sin
clism in u ír su paso gi 111 nústico. Ha llega el o hasta
tal punto la co<>a, que ha. sido necc~a' io un edicto
de policía penando CO!l una fuerte multa á los que
arrojan dscaras de han:1.110 en 1.! calle, suminis-
trando así pretexto {¡ nü-; de un dcsgraci.tclo para
romperse la crisma.
Ahora, ¿ sab::i,.; á cuántn In a-;cenclicln el valor
ele 1:1 exportación ele phtanos por el puerto ele
Colón en el año ele r88r? A un millón doscientos
mil pesos fuertes, esto es, seis millones ele francos
ósea treinLt millon es ele pesos mon eda cmriente
argentin,t. Doy l.t cifr,t en varios tipo-; monetarios
para que stt enormicl.td nos~ atribuya :'t etTot·. Os
figuráis J.¡ pirámide ele racimos de pl;ü,wns que se
nect'sda, P ·l.~·tclos ;'¡ ínti:uo prec io, p.tra a lcan1..tr esa
stuna? Y sin emb.trgo, uno ele lo-; ttÜ-; fuertes ex-
port.tclores, el iniciador ele la idea, cuenta doblar
la exportacion en dos a iios m{ts, habi ttt.lllcl· > al
banano tod.t la región central ele los Estados Uní-

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3!2 NOTAS DE VIAJE

dos, que aún no ha mordido la blanda fruta. Es


bueno advertir que el pl;ita110 de Panamá, que es
el mejor del mundo, se da todo el ai'io. Pero como
al principio las planta~ existentes e-;taban lejos ele
bastar á las neces idades de la exportación, los pro-
pietarios han contl·ataclo inmensos plantíos y en el
día no se ven sino bananeros repletos ele frutas á
],J largo del ferrocan il de Colón :'t P.1namá. El pli-
t.mC\ se embarca verde, empieza á dorarse á los
cuatro ó cinco día-; y lleg.1 en completa sazón á
Nu eva York, donde pronto desap<Jrece ante el for-
midabl e consumo.
Si como se espera los cincuenta mil lo nes ele
habitante-; de los Estados Unidos se habitúc1n ú
cqmer h;¡nano-; en la ¡)l'oporción en que hoy lo
hacen los neoyorquinos y en general la gwlé del
litor<ll, el por·;enir de P,uJ;uná e,t{L ascguraéln. De-
j.tncln la savia tropi::al trepar gozosa :1h plan ta{;
hinchar el dorado fruto, puede co1wert.rsc ese
Estarlo en el más rico de Colombia.

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INDIO.EJ

E:if VE:\EZUELA
Pá¡r~.
Prólogo .................... __ . ____ . . . . . . . . . . . v
La despedida -Costa Firme-La Guaira-Deten-
ción forzosa-La c~ra de Venezuela-De la
Guaira á Carac;1s- La :\Ion taña-Una nr.cesi-
d~d suprema-Ojeada sobre Venezuci~-Su si-
tuación y productos-El coloni¡¡je-La guerra
de la ind ependencia-El dc.-reto de Truj illo-La
anarquía-Gente de paz !-La lección del pasa-
do-La ciudad de Caracas-Los lcmblor·es-El
Calvario-Recuerdo de Buenos Aires-La pla-·
zn de toro -E l pueblo ~oberano--La cultura
venezolana ........... ___ ._ ... __ ............ rá 21

E:if EL ~lAR CAHIBE

Mal presagio-E l Avila-De nuevo eo la Guaira.


El hotel Neplano-Córno se t~ome y cómo se
duerme-C inro días mortales-La r·adn de la
Guaira-El elllba r·c¡uc-Macuto-Una compañía
de ópera-El Saini-Simon-Impresioncs de
á bordo-Puerto Cabello-La f•wtalczn-Las bó-
vrdas-El general l\liranda- na so111bra sobre
Bolívar-La s bocas drl ~l:lg·dalcna-Snlgar-La
hospitalidad colombiana... . . . . . . . . . . . . . . . • . . 23 á 38
27

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:-JOTAS DE VIAJE

JPá¡'ágs.
EX EL RÍO 1\L\GDALFX.\

De Salg;~rá Bnrranquilla-La vegetación-El man-


zanillo-CHhr·as y yanquis-La fiebre· Uarran-
quilla-La brisa-Lrt atmósferrt rncrvnnl<:-El
fatal retardo-Preparativos-El río ;'\lagdnlena.
Su navegación -Regaderos y chorr·os- Los
champanes -Cómo se na"rgnba en el pasado.
El Anlioquia-Jupiter dementa! ... . -Los ''a-
pares del Magclalcna-La voluntacl-Cómo se
come y cómo se bebe-Los bogas del 1\Iagdale-
na-Samario y cartageneros-El cmbar11ue de
la leiía-El burro-Las costns desiertns-.:11om-
pós-i\1agangué-Colombia y el Pinta........ :r¡g g á 54

CUADROS DE VIAJE

Una hipótesis filológica !-La vida del boga y sus


peligros-Principio del viaje-Consrjos é ins-
trucciones-Los vapores-Las choz;rs-Aspecto
del a naturaleza-Las tardes del Mag-dalena-Cal-
ma soberana-Los mosqnitos-Ln confección del
lecho-Baño ruso-El ondaje-Días horribles.
Los compañeros de ú bordo- Un vapor !-Decep-
ción-Agonía lenta-Por· fin !-El Afonloya.
Los caimanes-Sus costumbres-· La plaga del
Magdalena-Combrtle-Madrcs sensiiJies-Gue-
rra al caimán ........... __ ........ __ ...... . 55' á 70

CUADROS DE VIAJE (Co11/Í111taCÍÓil}

Angostura-La naturaleza salvaje y espl{·ndida.


Los bosques vírgenes-Aves y rnicos-Nare.
Aspectos-Los chorros-El Gual'inó-Cómo se
pasa un chorro-El capitán i\1aal-. u teorla.

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Í~DICE

Págs.
El !ffesuno- La cosn apura-Cnbo á ticrra-Pa-
S<lmos-13odeg-as de Bogot:i-La cuestión mu-
lns- H.ecepc ión afectuosa-Dificu lt ades con c¡ue
lucha Colombia--La aventura de 1\I. André..... 71 á 8.1

LA NOCH8 DE "EL CONSUELO"

En camino-El o1·d en ele la marcha-Mimí y Dizzy.


Los compañeros -Lit le Georgy-Thcy nre gooel
La noche cae- Los peligros-El Consuelo-El
clormi to l·io común-El cu::tdro-Viena y París.
El grillo-La alparg-ata-E l !jallo de mi vecino.
La noche de El Consuelo-La ruaiíana-La natu-
raleza-La temperatura-El gnampo-El valle
de Guadu ns-E l caf.!-Los indi os portacJo¡·es.
E l eterno piano-El porquero-Lns indias viaje-
ras-Ln chicha............. ............... 83 á 94

LAS ÚLTI:;IAS JORXADAS

El 1/otel del l 'ulle-De Guaduns ú Vi lleta- Ruda


jornada-La mula-E l hotel ue \'illetn-Hospi-
ta 1idnd cnri iíosa-Pn rlamen 1o ron un indio-Con-
sigo un caballo-Chimbc-La eterna nscensión.
Un recuerd o de Srlu llcJ·-E I frío :tl'anza-Despc-
didn--G n recucr·tlo ni c¡uc pnrtió-Agualargn.
La calzndn-EI Alto del Roble-La Sabana de
Bog-ol<í -1\Innz;Jn os-Fncatatid- l ~n Bog·otá . .. 95 á 113

U.'A OJEADA SORHE COLO~!B !A

El pnís-S1tcon fi~urar i ón-Ríos y monlniias-Cii-


ma-ni~ isión p1lítirn Plano intclcetuai-El
Caucn- ' ol'l'rnir de ColoiJlhia Organi.tación

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NOTAS DE VIAJE

IPágs.
política-La capital-La Constitución-Liber-
tades ;~bsolut;~s-La prensa-La palabra-En el
Senado-El elemento militar-Los conatos de
dictadura-Bolivar-1\!elo-Los partidos-Con-
servadores-Iladicales-lndependientes-ldeas
extremas-El tiranicidio-La Asnmblea consti-
tuyente............... ...............•...... 115 ¡ á '33

BOGOTÁ

Primera impresión-La plazueln de Snn Victorino.


El mercado de 13ogotá-Ln Espaiin de C('rvan-
tes -E l caño-La higiene-Las literas-Lns se-
renatas-Las pina -Población-Ln elefantia-
sis-El Dr. Varg:ts.-Lns igle~ias-Un cura
colorist:t-El Cnpitolio- El pueblo es religioso.
Las procesiones-E l olto::ano-Los políticos.
Algunos nombres-La crónica social-La nostal-
giadcl allo::ano ............................. 1335á '5~

LA SOCIEDAD

Coi·dinlidad- La primera comid:t-Ln juvrntud.


Su corte intelectual-El cachaco ho,g-otnno-Lns
r.:tsas por furrn y pordenlro- La vida social-Un
asal!o-Lns mujeres nmcriranns-- Las bogota-
nas-Donde el Sr. SutÍI'ez-La música-Las
Sritas. de Cnicrdo Rojas y de Tanro- El bam--
buco-Carácter del pueblo-El duelo en Amt--
ric:a-Encucn tros {, mano nrmada-Lanres de
muerlc-Vi,·ilidad-Hicanlo llrrrn11 y Carlos
Ilolguín-Unn rP~pqr ~ta dr Tlolg-uin fir~u
meo .................. .......... •••......... •srs á 174

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Ít-:DICE

Págs.
EL SALTO DE TEQUENDAMA

La partida-Los compañeros--Los caballos de la


S;~bana-EI traje de viaje-Bosa-Soacha-La
hacienda de San Benito-Un<~ noche toledana.
La leyeod;~ del Tequendama-El milo chibcha.
Humboldt-El brazo de Nenquetheba-EI río
Fuoza-Formación del Salto-La hacienda de
Cincha -Paisaje-La cascada vista de frente.
Impresión serena-En busc11 de otto aspecto
Cara á cara con el Salto-El torrente-Impresión
violenta-La muerte bajo es;~ faz-La hazaña de
Bolívar-La altura del Salto-Un;~ opinión de
Humboldt-Discusióu-EI Snlto á pie-El Dr.
Cuervo-Regreso-El puente de Icononzo-Des-
cripción del baróo Gros ...................... 175 á 206

LA INTELIGENCIA

Desarrollo intelectual-La tierra de la poesía-Gre-


gario Gutiérr~z González-La f;¡cilidad-lmpro-
visaciones-Rafacl Pombo-Edda J;¡ bogotana.
Imp¡·omptus-EI tresillo-{;u trance anwrgo.
El volumen-Dirgo Fallon-Su charla-El ver-
so f.icil-Cla ir de tune--El canto A la Luna.
D. José ::\1. ll!arroquin-Carrasquilla-José M.
Sam pe1·-Los mosaicos- l\1 iguel A. Ca1·o-Su
traducción de Virgilio-EI pasado-Ru!ioo
Cuervo-Su diccionario-Resumen ........... 207 á 23:1

EL REGRESO

Simpatía de Colombia por la Argentina-Su cau-


5as-Riv.,lidai de argentinos y colombianos en

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:\lOTAS DE VIAJE

P'ágs.
el Perú-Carúcter de los oficiales de la Indepen-
dencia-La conferencia de Guayaquil-BoJí,·nr
y Sanmnrtín-Una hipótesis-El recuerdo recí-
proco-Analogías entre colombianos y argenti-
nos-Caracteres y tipos-La partida-En Los
Mauznnos-Las mulas-Piquillo-El almuerzo.
El tuerto sabnnero-Una lluvia en los trópicos.
En Guaduas- Encucnlros-En busca de mi tuer-
to-Un entierro-Recuerdo de los Andes-Via-
jando en la mon_taña-EI vinjero de la armadura
de oro- D. Salvador-Su historia-Su famosa
aventura-Pobre D. Juan !-Una costumbre qui-
chua ........ ------·-------·------ ·· ------- 235 á 267

AGUAS ABAJO- COLÓN

El álbum de El Consuelo-Una ruda jornada-Los


patitos del snhanero--La bajada del Magdale-
na-Otra vez los cuadros soberbios-Los caima-
nes-Las lardes--La música en la noche-En
Barranquilla -Cambio de itinerario-La Ville-
de-Paris- Ln travesía-Colón-Un puertofran-
co-flar-flooms y hoteles-U n día i ngralo-As-
peclos por la noche-El juego al airr libre-Ba-
canal- Resolución ... _... ___ .. ___ ..... __ . _... 2691 á 289

EL CA:-IAL DE PA:>:A:I!Á

Corinto, Suez y Panamá- Las vil'jfls rut~•s-Im­


portnnci_a geog-ráfica de PHnnmá-Resultados
económicos del Canal-Dificultades de su ejecu-
ción-La mortalidad-El clima-Europeos, chi-
nos y nali,·os-Fucrzns mcr;\nicas-¿Se hará
el Cnnal ?-La oposición norlcamericntla-:\J,

Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
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