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UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas


Escuela profesional de Derecho

PROYECTO DE INVESTIGACION

TEMA:

VALUACION DE RESPONSABILIDAD CIVIL CON RESPECTO DEL


ARTICULO 1323

ESTUDIANTE:

LANAZCA CASTAÑEDA, SHARON M

DOCENTE:

CALDERON VILLEGAS LUIS ALFREDO

CURSO:

TEORIA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL

CICLO Y SECCION:

XI-B1

2023
CAPITULO I

PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA


1.2 DESCRIPCION DE LA REALIDAD PROBLEMA
El incumplimiento de pago en el contexto del art 1323 CC es una
problemática que puede abordarse desde diferentes perspectivas, y una de
las principales cuestiones en esta área es la falta de cumplimiento de las
obligaciones contractuales acordadas entre las partes el mismo que se
asemeja con el art 1561 al mencionar que, al incumplimiento de las cuotas,
el acreedor puede solicitar la resolución del contrato, dándose por vencidas
las cuotas que estuviesen pendientes.

Es común que las partes celebren contratos y acuerdos para regular diversas
transacciones, como compraventas, préstamos, arrendamientos, entre otros.
La problemática surge cuando una de las partes no cumple con las
obligaciones de pago estipuladas en el contrato. Esto puede incluir el no
pago de una deuda, cuotas de un préstamo, alquileres, servicios
contratados, o cualquier otra obligación financiera establecida en el contrato.

A menudo dicho incumplimiento de pago nos conduce a conflictos y litigios


legales entre las partes involucradas. La parte perjudicada puede optar por
tomar acciones legales para buscar una indemnización o el cumplimiento
forzado del contrato, lo que a su vez puede dar lugar a procedimientos
judiciales costosos y prolongados.

Así mismo el incumplimiento de pago puede causar daños y perjuicios


financieros a la parte perjudicada. Esto puede incluir la pérdida de ingresos,
intereses moratorios, costos legales y otros gastos relacionados con la
resolución del conflicto. Estos daños pueden tener un impacto significativo
en la estabilidad financiera de la parte perjudicada buscando muchas veces
la ejecución de garantías o medidas de recuperación de deudas, como la
confiscación de bienes o la imposición de gravámenes legales sobre
propiedades o activos del deudor. Esto puede llevar a la venta forzada de
bienes y propiedades, lo que suele ser una solución no deseada tanto para
el deudor como para el acreedor.

Como se puede apreciar en la vida diaria suscitan casos particulares ante el


incumplimiento, sin embargo, al apoyarse en el art 1323 que hace énfasis en
exigir al deudor el inmediato pago del saldo se puede apreciar que no hace
mención del resarcimiento que amerita el acreedor correlación que tiene con
la responsabilidad civil que desarrollaremos en el presente trabajo de
investigación

1.2 DELIMITACION

1.2.1 DELIMITACION ESPACIAL

Desde épocas muy antiguas, el incumplimiento de pago fue siempre un mal


social, objeto de las preocupaciones de los legisladores, a pesar de que
normal mente se limitaban a no inquietarse más que del endeudamiento del
comerciante.

Durante mucho tiempo, se pudo resumir la situación jurídica mediante dos


ecuaciones de incumplimiento de pago = quiebra, quiebra = procedimiento
colectivo de liquidación de bienes del deudor para resarcir a los acreedores.

Hasta el siglo XVIII, como consecuencia del desarrollo de las peticiones


incrementadas a los particulares mediante la emisión de rentas vitalicias, de
préstamos hipotecarios como fuente de financiación de las necesidades
estatales, la fe en el crédito del estado no se convirtió en una preocupación
mayor para sus dirigentes.

No obstante, el incumplimiento era el mayor peligro para el comerciante, y


su estatuto era y sigue siendo todavía, particularmente precario. Debido a la
naturaleza misma de su actividad, debía conservar intacto su crédito frente
a terceros, banqueros, abastecedores o asalariados de ahí la obligación que
tenía de hacer lo imposible por pagar estrictamente a los vencimientos ya
que, en caso contrario, llegaba el incumplimiento de pago y con ella su
categórica sanción de estado de quiebra, la gestión y la liquidación de sus
bienes por un tercero y, como última sanción, la desaparición de su empresa,
es decir, la ecuación.

Aparte de la quiebra, las situaciones intermedias eran raras, existía por


supuesto el acuerdo, pero no había nada comparable con la diversidad de
fórmulas actuales, que va desde la suspensión de pagos hasta la resolución
del contrato de hecho, pasando por múltiples sistemas de pago aplazado de
deudas, con la eventual exoneración parcial de las mismas.

Para describir la situación actual y determinar las causas de un cambio tan


radical establecemos comparaciones como:

A. La quiebra ha perdido todo su significado primitivo, ya no es la prueba


de un fracaso definitivo ni un oprobio, sino un simple incidente del
camino en la vida económica.

B. La suspensión de pagos y la apertura del procedimiento colectivo de


saldo de las deudas es un sistema para regular una situación de
exceso de deudas.

C. El endeudamiento se ha propagado y junto a esto el incumplimiento


se ha hecho común y los medios para salir de ella se han multiplicado,
no solamente para los comerciantes, sino también para los
particulares

Esta verdadera revolución económica de la que acabamos de describir tres


aspectos tuvo por origen, como toda revolución, profundas mutaciones de
orden económico que motivaron nuevas legislaciones y nuevas costumbres.
A. El recurso al crédito como motor de toda actividad económica se ha
desarrollado considerable mente, al tiempo que se han multiplicado
las formas de crédito puesto a disposición de empresas, individuos y
estados.

Como consecuencia, las deudas se acrecentaron considerablemente,


multiplicándose al mismo tiempo las ocasiones de no hacerles frente y,
desde ese momento, los impagados se generalizaron.

1.2.2 DELIMITACION TEMPORAL

Esta tendencia se notó ya con ocasión de la gran crisis de 1929 y se acentuó


aún más con las de 1974 y 1981, casi no resulta necesario añadir que la
democratización del patrimonio y el incremento de los sueldos en el P.B.I.
aumentaron las posibilidades de endeudamiento a crédito de los particulares
y como corolario, se multiplicó y vulgarizó el incumplimiento de sus pagos.

Los cambios que hemos descrito en el capítulo precedente están lejos de


haber terminado y, es más, podemos llegar a la conclusión de que están en
plena evolución especialmente en las leyes sucesivas que se esfuerzan por
hacer frente a los problemas suscitados por esta evolución

Se pueden distinguir dos tipos de problemas que hay que resolver:

a. Es evidente que, si los incumplimientos de pago se multiplican, será


necesario atribuir una mayor importancia a su estudio, tanto a nivel
gubernamental como de las víctimas, sean quienes fueren los
deudores o los acreedores y será necesario proceder a una
observación más pausada del fenómeno.

b. Es evidente que, si un incumplimiento de pago ya no es una


declaración de fracaso, sino un incidente en la vida de un estado, de
un particular o de una empresa, merece distintos tratamientos que
cuando se intenta proteger al acreedor y lo que por el contrario
importa es cuidar la supervivencia económica de la entidad
1.2.3 DELIMITACION CONCEPTUAL

REMEDIO ANTE EL INCUMPLIMIENTO DE PAGO

En un contrato de prestaciones recíprocas, frente al incumplimiento de una


de las partes, la otra puede optar por exigir el cumplimiento o, de lo contrario,
por extinguir el vínculo contractual. A esta figura, en términos latos, se le
denomina resolución por incumplimiento y, como tal, se encuentra recogida
en el art. 1428 CC.

En el antiguo Derecho romano, por el contrario, no se aprecia


primigeniamente la resolución contractual como alternativa jurídica. En tal
contexto, las obligaciones que provenían de los contratos válidamente
celebrados conforme al ius civile debían cumplirse de acuerdo a los mismos
términos en que habían sido negociados y no podían ser disueltos, aunque
ocurrieran circunstancias que hicieran injusto su mantenimiento. El acreedor
únicamente tenía derecho a exigir la ejecución del contrato. Asimismo, las
obligaciones eran absolutamente independientes entre sí, de forma que el
incumplimiento de una de las obligaciones no afectaba el cumplimiento de la
otra

Ante esta rigurosidad, propia del Derecho romano, surgió la necesidad de


remediar la situación del acreedor que se encontraba privado de una acción
que le permitiera desvincularse del contrato en caso de no obtener el
cumplimiento de su contraparte. Por tal motivo, en los contratos nominados
como la compraventa se admitió que el contratante que cumplió su
prestación y tenía interés en que su contraparte cumpliera lo que le
correspondía pueda exigirle tal ejecución prestacional; y, por otro lado, un
pacto expreso que permitía la disolución del vínculo obligatorio, liberación y
restitución de la prestación ya efectuada. Este último pacto fue conocido
como lex commissoria

Por un lado, también se manifestó dos tipos de resolución por incumplimiento


la condictio causa data causa non secuta con base en la cual el acreedor
podía exigir la restitución de lo ya entregado. Esta figura tenía como
fundamento la prohibición de enriquecimiento injusto contractual, ya que al
momento en que fue instaurada, el acreedor no contaba con una acción que
le permita exigir a la contraparte el cumplimiento de lo debido .

Por otro lado, la condictio ex poenitentia permitía a la parte que ejecutó


primero su prestación cambiar de parecer: no ejecutar la prestación a su
cargo y solicitar la restitución de la cosa hasta que la contraparte
efectivamente cumpliera.

Esta concepción romana se mantuvo durante un largo tiempo, incluso en sus


postrimerías. Con posterioridad, sin embargo, las alternativas del acreedor
frente al incumplimiento de su contraparte tuvieron gran influencia del
Derecho canónico, con base en sus principios morales. De hecho, tal
influencia fue esencial para que la resolución contractual por incumplimiento
se instaure como institución jurídica, lo cual se vio reflejado, en primer lugar,
en la elevación a principio general del aforismo non servanti fidem non est
fides servanda. Según este principio, en cualquier tipo de contrato, aquel que
no hubiera ejecutado su prestación conforme a la palabra dada recibía como
sanción el fin del contrato. Además, se estipuló que, en los contratos
sinalagmáticos, si una parte no cumplía su prestación, la otra podía acudir al
Tribunal eclesiástico y exigir que se le libere de la relación obligacional. Esta
resolución, no obstante, no se producía de pleno derecho o ipso iure, sino
que era declarada por el juez. En todo caso, es esta la primera manifestación
de la resolución contractual por incumplimiento, al menos en relación con la
estructura por la que se le conoce actualmente.

Ahora bien, pese a la influencia del Derecho canónico, no puede afirmarse


que la forma en cómo se concibe hoy en día el sistema de resolución por
incumplimiento se ha derivado directamente de tal Derecho. Los canonistas
concebían a la resolución como una medida de naturaleza sancionadora o
punitiva, con el fin de restablecer el ordenamiento jurídico violado. Por el
contrario, como se explicará más adelante, la resolución en realidad
constituye un remedio facultativo a favor del acreedor con el fin de defender
su derecho de crédito frente a la frustración de la finalidad perseguida en el
contrato.
Posteriormente, en el siglo XVII afirma que en los contratos sinalagmáticos
se entiende implícita una condición resolutoria de las obligaciones. Es decir,
si uno de los contratantes incumplía su obligación, se entendía, sin
necesidad de una cláusula resolutoria expresa y pactada, que no quiere
seguir vinculado a su contraparte, de modo que tal incumplimiento puede
producir la resolución de la relación obligatoria.

Lo relevante de estos antecedentes históricos es que nuestra propia


legislación rindió propio tributo a la tradición francesa. Así pues, en el CC
peruano de 1852, se aprecia una total influencia de esta tradición; en
particular, por la teoría de la condición implícita que se aplicaba a todos los
contratos bilaterales. La misma concepción fue recogida en el art. 1341 del
CC de 1936.

Al tener como referente al CC italiano en el tópico de la resolución


contractual, el sistema se flexibilizó, de modo que en caso de incumplimiento
contractual no se resuelve automáticamente el contrato, sino que el acreedor
afectado tiene la facultad de elegir por exigir su cumplimiento o por
resolverlo.

De acuerdo a la regulación del artículo en mención la resolución opera frente


al incumplimiento de la contraparte de un contrato bilateral, otorgándole al
acreedor una pretensión de indemnización por los perjuicios generados.

Esta concepción de la resolución como condición resolutoria tácita se


incorporó en el art. 1184 del CC francés y en el art. 1165 del CC italiano de
1865. En tales preceptos se indicaba que la resolución era una condición
implícita impuesta por las partes que operaba automáticamente. Este
tratamiento, empero, fue objeto de continuas críticas, desde la tribuna de
aquella postura que propugnaba a la resolución contractual como una
facultad a favor del acreedor, y no como una condición según los argumentos
siguientes:

A. Una condición supone siempre un evento futuro e incierto del que los
contratantes hacen depender la resolución del vínculo contractual,
razón por la cual no puede aceptarse que el incumplimiento de un
contrato constituya un evento de tales características (futuro e
incierto), si se entiende que las partes, al celebrar un contrato, están
obligadas a cumplirlo.

B. La resolución no opera de forma absoluta ya que, dado el


incumplimiento, será el juez quien evalúe si tal contravención amerita
la extinción del vínculo contractual o si, por el contrario, es factible un
cumplimiento futuro

C. La resolución no opera ipso iure ante el incumplimiento contractual,


sólo faculta al acreedor para elegir entre exigir el cumplimiento de las
prestaciones, o solicitar la resolución de relación obligatoria; la
condición resolutoria es automática, es decir comprobado el
incumplimiento cesan automática e inmediatamente los efectos del
contrato

La resolución, por tanto, se concibe como un mecanismo de tutela del


acreedor lesionado por el incumplimiento en un contrato bilateral, entendida
como una facultad jurídica, con origen en la ley, ejercida por aquella parte
de un contrato bilateral que cumplió su prestación para demandar la
extinción del vínculo contractual.

De este modo, puede concluirse que el ordenamiento peruano concibe al


remedio resolutorio como una facultad jurídica, y no como una condición,
de modo tal que su ejercicio legítimo libera a las partes de la obligación
contractual (sin perjuicio de la indemnización de daños y perjuicios) y
protege el interés del acreedor cumplidor.

Como se ha venido desarrollando, en un contrato sinalagmático, el


incumplimiento de una de las partes legitima al acreedor a ejercer su
facultad resolutoria. En consecuencia, la falta de ejecución de la prestación
a cargo del deudor es el requisito que se exige para que el acreedor pueda
solicitar la resolución por incumplimiento. De hecho, el fundamento de la
solicitud de resolución radica en que las partes al decidir contratar y formar
una relación jurídica obligatoria, se obligan a cumplir las prestaciones
señaladas desde el inicio de tal relación, por tanto, si en caso una de las
partes no procede con la realización de lo debido y por el contrario infringe
su deber jurídico, la parte afectada podrá ejercer plenamente su derecho a
resolver el contrato.

No obstante, se ha consolidado en la doctrina comparada la idea de que no


cualquier inejecución prestacional da mérito a acudir a un remedio tan
radical como la extinción contractual por resolución. Ha de tratarse, por
tanto, de un incumplimiento de especial gravedad o, como ha sido calificado
por la doctrina española, un incumplimiento esencial.

Esta idea tiene tal importancia jurídica que del análisis de la gravedad del
incumplimiento depende que el juez otorgue o no el remedio resolutorio al
acreedor perjudicado. En otras palabras, si pese a la existencia de un
incumplimiento por parte del deudor, tal contravención no reviste mayor
entidad, el órgano jurisdiccional puede, lícitamente, negar la vía de
resolución. Por tanto, para que proceda la resolución debe mediar un
incumplimiento lo suficientemente importante en la economía del contrato,
es decir debe tratarse de un verdadero incumplimiento.

Con base en un largo desarrollo jurisprudencial, el Tribunal Supremo


español se ha referido al incumplimiento resolutorio como aquel que frustra
el fin del contrato, quiebra la finalidad económica del contrato, aquel que
resulta grave o esencial o afecta el objeto principal del contrato. Pese todos
estos supuestos DIAZ PICAZO menciona que pueden resumirse en uno
solo: la frustración del fin o causa del contrato. De este modo, procederá la
resolución cuando el incumplimiento le impida sustancialmente al acreedor
recibir todo aquello a lo que tenía derecho esperar en virtud del contrato.

En conclusión, no cualquier incumplimiento justifica acudir a un remedio tan


radical como la resolución contractual, sino solo aquel que, por su
gravedad, constituya una verdadera inejecución que frustre
sustancialmente aquello a lo que el acreedor tenía derecho esperar en
virtud del contrato. Como consecuencia, se deberá negar el ejercicio de la
facultad resolutoria cuando no pueda determinarse que se está frente a un
verdadero y propio incumplimiento
1.3. FORMULACION DEL PROBLEMA

1.3.1 PROBLEMA GENERAL

• ¿Existe responsabilidad civil por parte del deudor ante el


incumplimiento del pago en cuotas periódicas o no?

1.3.2 PROBLEMA ESPECIFICO

• ¿El factor de atribución del deudor es determinante para definir


su imputabilidad con respecto a la responsabilidad civil?

• ¿En que momento interviene la responsabilidad de las


obligaciones contractuales por dolo y culpa del deudor?

1.4. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACION

1.4.1 OBJETIVOS GENERALES

• Demostrar la valuación judicial del artículo 1323 del CC

1.4.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS

• Analizar el factor de atribución con respecto a la cuenta del saldo


deudor si incide en responsabilidad civil

• Especificar en que momento interviene la responsabilidad de las


obligaciones contractuales por dolo y culpa del deudor

1.5 JUSTIFICACION

1.5.1 JUSTIFICACION SOCIAL

La justificación social se fundamenta en varios principios y consideraciones


que buscan proteger los intereses y derechos tanto de individuos como de la
sociedad en su conjunto y en especifico de los deudores con respecto de los
acreedores

Teniendo en cuenta que la sociedad se basa en un sistema de contratos y


obligaciones financieras que sustentan transacciones comerciales y
financieras. La indemnización por incumplimiento de pago actúa como
reacción al infringir una regla ya estipulada en la cláusula así mismo como
remedio para la resolución del contrato y evitar la vulneración de los
intereses que tiene el acreedor.

La indemnización por incumplimiento de pago protege los derechos de las


partes perjudicadas. Cuando una parte incumple un contrato, la
indemnización busca restaurar a la parte perjudicada a la posición en la que
se encontraría si el incumplimiento no hubiera ocurrido. Esto asegura que
las personas y empresas no sean víctimas de incumplimientos injustificados
y tengan un recurso legal para proteger sus intereses.

De igual modo el incumplimiento de pago no solo perjudica los intereses del


acreedor también tiene un impacto significativo en la estabilidad financiera
de las partes afectadas y en el funcionamiento de los mercados. La
indemnización contribuye a mantener la estabilidad financiera al permitir la
recuperación de pérdidas, lo que, a su vez, promueve la confianza en el
mercado y evita crisis financieras más amplias si esta correlacionado con el
estado y entidades privadas

En síntesis, la indemnización por incumplimiento de pago cumple un papel


fundamental en la sociedad, proporciona una vía justa y legal para remediar
situaciones en las que una parte no cumple sus obligaciones contractuales,
reparando el daño con su respectiva indemnización y asi contribuyendo al
bienestar y a la armonía en las interacciones económicas y sociales.

1.5.2 JUSTIFICACION TEORICA

La indemnización por incumplimiento de pago es una medida legal que se


establece en muchos sistemas jurídicos para compensar a una de las partes
de un contrato cuando la otra parte no cumple con sus obligaciones de pago
en el plazo acordado. Esta medida tiene una justificación teórica sólida
basada en varios dispositivos legales

INCUMPLIMIENTO DE L PRESTACION

El incumplimiento del pago de una cantidad determinada de armadas o


cuotas, tres en específico como determina la norma, de una obligación cuyo
pago ha sido convenido en prestaciones periódicas. Adicionalmente, el
acreedor en este caso no discute en juicio si procede o no la caducidad o
pérdida del derecho a utilizar el plazo por parte del deudor. Se trata de un
hecho meramente objetivo que consiste en la constatación del vencimiento
de tres cuotas impagas, para que surja en beneficio del acreedor el derecho
a exigir el pago total del saldo, ya que en virtud de la ley se dan por vencidas
las cuotas que estuviesen pendientes, lo cual no es otra cosa que el
vencimiento anticipado de los plazos.

CADUCIDAD DEL PLAZO

Esta relación va vinculada con la protección del derecho de crédito pues, si


la ley permitiera que el deudor que incumple aprovechase todos los plazos
de cada una de las armadas o cuotas periódicas, el acreedor no podría sino
exigir una a una conforme vayan venciendo no obstante que el deudor,
amparado en los plazos no vencidos, ya ha dado signos suficientes de
incumplimiento desde el comienzo o durante la ejecución de la obligación

PROTECCION DE INTERESES LEGITIMOS

Los contratos se basan en acuerdos mutuos, y ambas partes tienen legítimos


intereses en recibir lo que se les prometió. Cuando una parte no paga como
se acordó, el incumplimiento lesiona los derechos e intereses de la otra
parte. La indemnización sirve para proteger y compensar estos intereses
legítimos.

La indemnización por incumplimiento de pago se justifica teóricamente en la


necesidad de mantener la integridad de los contratos, proteger los intereses
legítimos de las partes y garantizar la reparación adecuada de los daños
causados por el incumplimiento. Estos principios legales son fundamentales
para la aplicación de esta medida en el ámbito legal y comercial.
1.6. HIPOTESIS O SUPUESTOS DE INVESTIGACION

1.6.1 HIPOTESIS O SUPUESTO GENERAL

• Ante el incumplimiento de las cuotas periódicas incurre la


responsabilidad civil por parte del deudor

1.6.2 HIPOTESIS O SUPUESTO ESPECIFICO

• El factor de atribución como el dolo o la culpa del deudor influye en


definir el resarcimiento a favor del acreedor

1.7 PROPOSITO DE LA INVESTIGACION

El propósito de esta investigación es analizar de manera exhaustiva y


detallada el sistema de indemnización por incumplimiento de pago,
examinando su función, alcance, efectividad y las implicaciones legales y
económicas que rodean su aplicación. La investigación busca proporcionar
una comprensión más profunda de la indemnización por incumplimiento de
pago como un mecanismo legal fundamental en la protección de los
intereses de las partes en los contratos, con el objetivo de ofrecer una mejor
percepción valiosa para el ámbito legal.

1.8 IMPORTANCIA DE LA INVESTIGACION

La investigación sobre la indemnización por incumplimiento de pago reviste


una gran importancia en diversos aspectos. A continuación, se destacan
algunas de las razones por las cuales esta investigación es crucial:

PROTECCION DE LOS DERECHOS CONTRACTUALES

La indemnización por incumplimiento de pago es esencial para asegurar que


las partes en un contrato tengan un recurso legal efectivo en caso de
incumplimiento. Esto garantiza que se respeten los acuerdos y se protejan
los derechos de las partes.

RESTITUCION DE LOS DAÑOS Y PERJUICIOS

La indemnización permite a la parte perjudicada recuperar las pérdidas


económicas y daños sufridos como resultado del incumplimiento de pago.
Esto contribuye a la justicia y equidad en las relaciones contractuales.

La investigación sobre la indemnización por incumplimiento de pago es


fundamental para comprender su papel en la protección de los derechos
contractuales, proporcionando información valiosa para el ámbito legal, y
contribuyendo al desarrollo de estrategias efectivas para la gestión de
contratos y la prevención del incumplimiento.

1.9 LIMITACIONES DE LA INVESTIGACION

Una limitación en la investigación sobre la indemnización por incumplimiento


de pago fue:

DISPONIBILIDAD DE DATOS LIMITADA

La investigación se vio limitada por la disponibilidad de datos completos y


precisos sobre casos de incumplimiento de pago y las indemnizaciones
correspondientes. La confidencialidad de los acuerdos contractuales o la
falta de registros públicos de tales casos impide la recopilación de datos
necesarios para llevar a cabo un análisis exhaustivo, ya que no se logró el
objetivo de entrevistar a un aprox. de 100 personas para el tema de la
investigación. Esta limitación afecta, pero no a gran escala la capacidad de
obtener una visión completa de la frecuencia, la magnitud y las
circunstancias que rodean a los incumplimientos de pago y las
indemnizaciones, lo que a su vez podría restringir la generalización de los
hallazgos.

La limitación relacionada con la disponibilidad de datos destaca la


importancia de la recopilación de datos precisos y la colaboración con las
partes interesadas pertinentes, como empresas y entidades
gubernamentales, para garantizar que la investigación sea lo más sólida y
completa posible, pero si se logró determinar los factores que se le atribuye
a la parte deudora e infiel que es objeto de responsabilidad civil
CAPITULO II

2.1 ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACION


EL INCUMPLIMIENTO DE PAGO DE PRESTACIONES PERIODICAS,
ART.1323

Cuando el pago deba efectuarse en cuotas periódicas, el incumplimiento de


tres cuotas, sucesivas o no, concede al acreedor el derecho de exigir al
deudor el inmediato pago del saldo, dándose por vencidas las cuotas que
estuviesen pendientes, salvo pacto en contrario.

CONCORDANCIAS:

C.C. arts. 1231, 1561

Este artículo no tiene antecedentes en el Derecho peruano; su fuente directa


es el artículo 1819 del Código Civil italiano.

La norma guarda relación con el artículo 181 del Código nacional, en el que
se regula la figura denominada caducidad del plazo, que consiste en la
pérdida que sufre el deudor de utilizar el plazo concedido a su favor, por las
causales establecidas en dicha disposición tal como la insolvencia del
deudor, no otorgamiento de las garantías ofrecidas, y disminución o
desaparición de éstas.

Osterling (p. 210) refiere que la regla del artículo 1323 constituye un
supuesto adicional de caducidad de plazo a los que prevé el artículo 181. En
el fondo, esta afirmación es correcta, en el sentido de que el deudor pierde
la protección que le otorga el plazo, el mismo que hace inexigible la
obligación mientras aún se encuentre pendiente. Dicho de otro modo, como
puede mencionar Vidal (p.318) si se configura alguna de las causales que
la ley señala, el plazo se tiene por cumplido antes de su vencimiento, lo que
redunda en detrimento del deudor, ya que impide a éste la invocación del
plazo y, consecuentemente, hace exigible la obligación.

Sin embargo, es de notar que entre las causales de caducidad del plazo que
contempla el artículo 181 del Código Civil y ésta que regula el artículo 1323,
hay una notable diferencia. Las primeras no tienen que ver con el
incumplimiento de la prestación en sí misma, sino que están relacionadas
con circunstancias que eventualmente harían peligrar el cumplimiento o
colocarían al acreedor en una situación de desprotección es decir en un
estado de insolvencia y falta de garantías, motivo por el cual el legislador
considera que si se permite al deudor utilizar el plazo no obstante haberse
presentado alguna de tales situaciones, se perjudicaría la expectativa del
acreedor de ver satisfecho su crédito. De esta manera se facilita al acreedor
que solicite la declaración de caducidad, a efectos de que pueda exigir la
prestación inmediatamente; sin embargo, el trámite es judicial, es decir,
admite discusión por parte del deudor y la decisión sobre si opera o no la
caducidad está finalmente librada al criterio del juez.

2.2 BASES TEORICAS DE LA INVESTIGACION

LA CONTITUCION POLITICA DEL PERU

Según la Carta Magna en especial al artículo 62 de la Constitución Política


del Perú garantiza a las partes la posibilidad de pactar libremente su
reglamentación contractual, de acuerdo y en respeto de las normas vigentes
al tiempo del Contrato

Artículo 62.- La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar
válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato (...)

Objeto, precio y riesgos constituyen la trilogía estructural de todo contrato.


Las partes consumen mucho tiempo y recursos, costos de transacción, para
configurar a medida las regulaciones contractuales que les permitirán
desarrollar esa trilogía estructural y organizar, así, los recursos humanos y
materiales para llevar adelante el objeto de su negocio, asumiendo los
riesgos que permitan asegurar, dentro de lo posible, la rentabilidad de este.
Considerando el marco normativo antes reseñado, puede decirse que las
cláusulas penales son un mecanismo contractual que permiten a las partes
pactar de antemano las consecuencias de sus incumplimientos. Mediante
estas, se establece la pena o penalidad convenida para los casos de
incumplimiento.

Borda (p.197) menciona que es también un medio de fijar por anticipado los
daños y perjuicios que deberán pagarse al acreedor en caso de
incumplimiento. Se evitan así todas las cuestiones relativas a la prueba de
la existencia del daño y su monto

El equilibrio contractual, entonces, no debe entenderse como la equivalencia


objetiva entre valores de las distintas prestaciones, sino como la equivalencia
pactada y aceptada por las partes entre sus valorizaciones subjetivas y, por
tanto, individuales de aquellas. Dicha equivalencia incluye la asunción de
ciertos riesgos por las partes. Esa es la esencia de la autonomía de la
voluntad, principio sobre el cual se construye el equilibrio contractual. Dicha
asignación permitirá que las partes asuman los riesgos que están dispuestas
a adjudicarse y realicen las inversiones que consideren necesarias para
evitar incurrir en responsabilidad.

En un contrato, una de las partes puede considerar que el riesgo de incurrir


en un incumplimiento por el cual deba responder es tal que la operación
podría tornarse no rentable. Para solucionar aquella situación pueden
establecerse límites a las indemnizaciones que podrían reclamarse en
dichos casos.

CODIGO CIVIL PERUANO

A manera de interpretación del código civil del artículo 1323 se refiere que,
en caso de inejecución por culpa del deudor, a los daños y perjuicios
previstos, o los que se hubiese podido prever al tiempo de constituirse la
obligación y que sean consecuencia necesaria de su falta de cumplimiento,
y, en caso de inejecución por dolo, a todos los que conocidamente se deriven
de la falta de cumplimiento de la obligación, como efecto directo e inmediato.
La regla del Código, y lo mismo sucede en la mayoría de las legislaciones,
es muy elaborada, hasta reiterativa, pero su sentido es claro. La norma
abstracta debía limitarse a señalar, como lo ha hecho, simples pautas o
criterios directivos de carácter general, que el juez, utilizando en cada caso
las enseñanzas de la doctrina y su propia experiencia, aplica.

Y si es cierto que Pothier sentó las bases que prevalecen en el derecho


moderno acerca de la distinción entre los daños y perjuicios previstos e
imprevistos y directos e indirectos, también es cierto que la mayoría de las
legislaciones, entre ellas el Código Civil peruano, han descartado la antigua
distinción entre los daños intrínsecos, o sea aquellos de los que es
responsable el deudor culpable y que se circunscriben al bien objeto de la
obligación, y los daños extrínsecos, o sea aquellos de los que es responsable
el deudor doloso y que alcanzan a otros bienes del acreedor.

Se puede apreciar que al momento de la interpretación el artículo 1323 del


Código Civil peruano distingue, en primer lugar, entre los daños y perjuicios
previstos o que se hubiesen podido prever y los imprevistos.

También hemos expresado que los daños y perjuicios previstos son los que
las partes, al contraer la obligación, tuvieron en cuenta que produciría el
incumplimiento.

La apreciación de los daños y perjuicios que se pudieron prever o que no se


pudieron prever depende de la naturaleza de la obligación y, en definitiva,
del criterio soberano del juez. Una observación sí es necesario formular. Lo
previsible o imprevisible no puede considerarse en sentido absoluto sino
relativo. En sentido absoluto todo hecho sería previsible y, por tanto, el
deudor culpable tendría responsabilidad por todos los acontecimientos
derivados de la inejecución de la obligación. En sentido relativo, lo previsible
es aquello que las partes, razonablemente, pudieron y debieron tener en
cuenta. al tiempo de contratar; lo previsible es un factor que se aprecia
considerando la naturaleza y circunstancias de la obligación.

Hasta aquí lo referente a los daños y perjuicios previstos o que se pudieron


prever y a los daños y perjuicios imprevistos. Pero el Código Civil peruano,
al determinar la responsabilidad del deudor culpable, limitándola a los daños
y perjuicios previstos o que se hubieran podido prever al tiempo de
constituirse la obligación, exige que ellos sean consecuencia necesaria de
su falta de cumplimiento.

Algunos autores, invocando la doctrina de Pothier, señalan que el legislador


se ha referido a los daños intrínsecos, excluyendo los extrínsecos. El deudor,
en este orden de ideas, sólo sería responsable de los daños y perjuicios que
sufriera el acreedor en el bien objeto es la obligación, pero no en sus demás
bienes.

Otros autores señalan que el Código, al usar esta terminología, ha querido


referirse a los daños y perjuicios que indefectiblemente, de acuerdo con el
curso ordinario y normal de las cosas, debe producirse el incumplimiento.

En nuestra opinión, lo único que se propuso el legislador fue señalar el


vínculo de causa a efecto entre la inejecución y el daño: la consecuencia
necesaria sería la determinada por el incumplimiento del deudor,
excluyéndose, por cierto, los daños ulteriores que se derivan de nuevas
causas, o sea las consecuencias no necesarias o de mera ocasión y, por
supuesto, las procedentes de hechos del acreedor. La nueva causa, que
excluye la responsabilidad, surgiría cuando para llegar desde el
incumplimiento hasta los daños aparecieran eventos extraños, no vinculados
necesariamente a la inejecución.

2.3 MARCO CONCEPTUAL

INDEMNIZACION DE DAÑOS Y PERJUICIOS DEL ARTICULO 1323

Si el deudor no cumple su obligación cuando y como debiera, el acreedor


tiene el derecho de obtener una indemnización por daños y perjuicios; es
decir, una suma en dinero equivalente al provecho que hubiera obtenido del
cumplimiento efectivo y exacto de la obligación, a título de indemnización por
el perjuicio sufrido.

Indemnizar quiere decir poner a una persona, en cuanto sea posible, en la


misma situación en que se encontraría si no se hubiese producido el
acontecimiento que obliga a la indemnización. La indemnización de daños y
perjuicios está destinada a restablecer el estado de las cosas que se habían
tenido en mira al concertar el contrato. La indemnización, en este orden de
ideas, llena una función de equivalencia destinada a equilibrar los intereses
económicos en juego.

Para que proceda la indemnización de daños y perjuicios se requiere la


concurrencia de tres elementos:

I. La inejecución de la obligación, que es el elemento objetivo

II. La imputabilidad del deudor, o sea el vínculo de causalidad entre el


dolo y la culpa y el daño, que es el elemento subjetivo

III. El daño, pues la responsabilidad del deudor no queda comprometida


sino cuando la inejecución de la obligación ha causado daño al
acreedor

Ya mencionado el articulo a desarrollar y teniendo en cuenta la


responsabilidad civil que amerita en caso de incumplimiento pasaremos a
analizar los siguientes elementos mencionados líneas arriba

A. LA INEJECUCION DE LA OBLIGACION

El deudor, simplemente, incumple la obligación, o la cumple en forma


parcial o defectuosa, sea por acción o por omisión.

Corresponde al juez, en cada caso, apreciar la inejecución de la


obligación o su cumplimiento parcial o defectuoso. Toca al acreedor,
sin embargo, demostrar la existencia de la obligación, tratándose de
las obligaciones de dar y de hacer, y en el caso de las obligaciones
de no hacer probar además el incumplimiento. En la misma medida
en que toca al deudor, en las obligaciones de dar y de hacer,
demostrar el cumplimiento. Así lo exige el artículo 1282 del Código
Civil, y es por ello que el deudor puede retener el pago mientras no le
sea otorgado el recibo correspondiente
B. IMPUTABILIDAD DEL DEUDOR

Para que el daño sea imputable se requiere un nexo causal entre la


acción u omisión del deudor, que obedezca a dolo o a culpa, y la
inejecución de la obligación. Sólo interesa, para los efectos
indemnizatorios, aquel daño que constituye una consecuencia del
hecho o de la omisión que obliga a reparar.

Advertimos que ha merecido escaso interés la elaboración de una


teoría orgánica del nexo entre el hecho o la omision por dolo o por
culpa del deudor y el daño que origina y que da lugar a la
indemnización. Ello obedece, por cierto, a que se trata de un problema
muy complejo que puede superar todos los cálculos o previsiones. La
difícil cuestión del nexo causal no puede recogerse en formas
abstractas. El juez, en caso de duda, deberá apreciar todas las
circunstancias, y su poder para hacerlo es soberano. La situación de
imputabilidad del deudor está vinculada, en realidad, a múltiples
factores. Porque, así como el dolo o la culpa determinan
responsabilidad, el caso fortuito o fuerza mayor exoneran de ella.
Porque el deudor en mora es responsable de los daños y perjuicios
que ocasiona el retardo, mientras que el deudor no constituido en
mora no incurre en responsabilidad. Porque el deudor exonerado, por
pacto de responsabilidad, no está obligado a indemnizar los daños y
perjuicios resultantes del incumplimiento, salvo que éste provenga del
dolo o de la culpa inexcusable, mientras que en ausencia de este
convenio sí lo está. Sólo cabe observar que la prueba de la
exoneración de responsabilidad corresponde al deudor. La
inejecución de la obligación hace que se presuma, en la legislación
peruana, la culpa del deudor.
C. DAÑO

El daño es todo detrimento que sufre una persona por la inejecución


de la obligación. El daño, para que sea reparado, debe ser cierto. No
eventual o hipotético. Daño es sinónimo de perjuicio. Así lo establecen
la mayoría de las legislaciones modernas y el Código Civil peruano.

Ambas palabras, sin embargo, tuvieron en su origen un significado


distinto. El daño de la ley Aquilina era el ataque a la integridad de una
cosa y, aunque no hubiera perjuicio, estaba sancionado. El Código
Civil mejicano distingue, como regla excepcional en relación con las
otras legislaciones, los conceptos de daño y de perjuicio. Aunque sus
acepciones son distintas a las del derecho romano. El artículo 2108
del Código Civil mejicano establece que se entiende por daño la
pérdida o menoscabo sufrido en el patrimonio por la falta de
cumplimiento de una obligación, y el artículo 2109 del mismo código
prescribe que se reputa perjuicio la privación de cualquier ganancia
lícita que debiera haberse obtenido con el cumplimiento de la
obligación.

La distinción mejicana corresponde a los conceptos de daño


emergente y de lucro cesante. Para que haya un daño contractual
resarcible no basta que se incumpla la obligación y que el
incumplimiento sea imputable al deudor. Es necesario, además, que
el incumplimiento produzca un perjuicio.

Toda reclamación de daños y perjuicios, aunque se funde en un


derecho inobjetable a exigirlos, requiere la prueba de su existencia.
Para declarar la responsabilidad no basta comprobar judicialmente la
infracción de la obligación; es preciso demostrar la existencia de los
daños y perjuicios. Por ello, el incumplimiento de un contrato no
origina necesariamente el derecho a una reparación. Tiene que haber
daño. La responsabilidad civil, a diferencia de la responsabilidad
penal, no es punitiva.
Así, si el deudor incumple su obligación por dolo o por culpa y el
acreedor no sufre daño alguno, entonces no hay lugar a la
indemnización; por ejemplo, cuando el mandatario no adquiere las
acciones que le encomendó comprar su mandante y éstas bajan de
valor en el mercado, siendo posible obtenerlas por un precio inferior.
En este caso, qué se indemnizaría.

El principio general admite, sin embargo, excepciones. Las más


frecuentes se presentan en las obligaciones con cláusula penal y en
las obligaciones de dar sumas de dinero. Cuando se ha estipulado la
obligación con cláusula penal, el acreedor, al menor teóricamente, no
tiene que probar el monto de los daños y perjuicios que le ha irrogado
el incumplimiento.

Pero en la legislación peruana generalmente debe hacerlo, por la


norma imperativa del artículo 1227 del Código Civil. Esta regla exige
al juez reducir equitativamente la pena cuando es manifiestamente
excesiva, y ello obliga a que usualmente ambas partes, tanto el
acreedor como el deudor, se pronuncien sobre el monto de los daños
y perjuicios. El primero, el acreedor, tratando de demostrar su
existencia y su cuantía para evitar que sea reducida la cláusula penal.
El segundo, el deudor, tratando de probar su inexistencia para obtener
la reducción. Y es lógico que así sea.

Anotamos, sin embargo, que en estos casos el juez está obligado a


reducir equitativamente la pena, pero que no está ni obligado ni
facultado para suprimirla.

La indemnización pactada por la cláusula penal, aunque en algunos


casos pueda convertirse en simbólica, siempre subsiste. En las
obligaciones de dar sumas de dinero sucede algo similar respecto a
la prueba de los daños y perjuicios. Cuando no existe pacto entre las
parles, la demora en entregar una suma de dinero se repara con el
interés legal. Aquí el acreedor no tiene que probar la existencia o el
monto de los daños y perjuicios.

Igual solución prevalece cuando las partes han estipulado un interés


convencional, dentro de los límites autorizados por el legislador, para
los mismos casos de demora en la entrega de una suma de dinero.
Aquí el acreedor tampoco tendrá que probar la existencia o cuantía
de los daños y perjuicios. Hemos dicho que la indemnización, para ser
completa, debe comprender todo lo necesario a fin de colocar al
acreedor en la misma situación jurídica en que se encontraría si la
obligación hubiese sido cumplida.

Por eso, el acreedor tiene el derecho de exigir las pérdidas sufridas


y las utilidades frustradas. Las pérdidas que sufre el acreedor como
consecuencia de la inejecución de la obligación corresponden al daño
emergente y las utilidades que deja de percibir, con motivo de la
misma inejecución, corresponden al lucro cesante. El daño emergente
es el empobrecimiento del patrimonio del acreedor. El lucro cesante
corresponde al legítimo enriquecimiento que se frustró.

CASO PRACTICO

La doctrina cita con frecuencia el caso de un contrato celebrado entre


un empresario de conciertos y un artista de fama, para dar un
concierto en una fecha determinada, si esta empresa no cumple lo
convenido, la obligación de pagar daños e intereses comprenderá los
dos elementos siguientes:

a. Los gastos hechos por el artista, por ejemplo: gastos de alquiler


y comida, vestimenta etc., todos los cuales implican una
disminución de su patrimonio y, por consiguiente, pérdidas
sufridas por él daño emergente.
b. las utilidades que hubiera podido obtener por el pago que debió
realizar la empresa en el plazo determinado viene a ser el lucro
cesante.

La prueba del daño emergente es relativamente sencilla. La prueba


del lucro cesante es más compleja. El lucro cesante generalmente no
puede acreditarse en forma directa. Entonces, cuando la ganancia
podía esperarse con probabilidad, debe suponerse que esa ganancia
se hubiera hecho, ya que todo hombre común suele hacerla.

Por eso el lucro cesante es aquello que según las circunstancias


pudiera haberse esperado con probabilidad. Los daños y perjuicios
revisten dos formas. Compensatorios y moratorias.

En rigor ambos, los daños y perjuicios moratorias y los daños y


perjuicios compensatorios, son compensatorios, pues los primeros,
simplemente, están destinados a resarcir el retraso que se produce
en el cumplimiento de la obligación. Pero, por comodidad de
expresión, se utilizan ambas palabras.

Los daños y perjuicios compensatorios son los que se acuerdan al


acreedor por la inejecución de las obligaciones. Se trata de una
ejecución por equivalente; los daños y perjuicios entran en lugar de la
prestación prometida y compensan la falta de cumplimiento. Los
daños y perjuicios moratorias son los que el deudor está obligado a
abonar al acreedor por el retraso en el cumplimiento de la obligación.
Después de algún retardo el deudor ejecuta su obligación; pero debe
indemnizar al acreedor por este retardo.

Los daños y perjuicios compensatorios y moratorias se rigen por las


mismas reglas. Sin embargo, para que el acreedor exija daños y
perjuicios moratorias es siempre necesario que el deudor sea
constituido en mora, salvo las excepciones previstas por la ley,
mientras que para exigir daños y perjuicios compensatorios no
siempre es necesaria la constitución en mora del deudor y
generalmente los determina el juez, soberanamente, en razón de los
perjuicios sufridos por el acreedor.

Por ejemplo, para exigir daños y perjuicios moratorias en las


obligaciones de dar sumas de dinero, es necesario, salvo que la ley,
el pacto o la naturaleza y circunstancias de la obligación indiquen lo
contrario, que el deudor sea constituido en mora.

Para exigir el pago de daños y perjuicios compensatorios no siempre


se requiere la constitución en mora del deudor. Así, si el deudor se
obliga a no actuar en un teatro y lo hace, la obligación ya habría sido
infringida y el acreedor, simplemente, tendría el derecho de exigir el
pago de daños y perjuicios compensatorios.

Advertimos, por último, que los daños y perjuicios moratorias se


exigen siempre conjuntamente con la ejecución directa, en especie,
de la prestación, mientras que los daños y perjuicios compensatorios
son incompatibles con la ejecución en especie, pues importarían un
doble pago.

FORMAS DE DETERMINACION DE LOS DAÑOS Y PERJUICIOS

Los daños y perjuicios por la inejecución de las obligaciones contractuales


se determinan en tres formas: judicial, convencional y legalmente.

La valuación judicial, como su nombre lo indica, es la que efectúa el juez. Es


la más frecuente. Ella opera cuando los contratantes no han estipulado la
indemnización para el caso de incumplimiento, y cuando ésta tampoco ha
sido fijada por la ley.

La valuación convencional es la que determinan las propias partes, en la


época de contraer la obligación o después, pero antes del incumplimiento;
los contratantes, mediante la llamada cláusula penal, valorizan
anticipadamente los daños y perjuicios para el caso de inejecución. Se llama
valuación legal a la indemnización fijada por el legislador para ciertas
obligaciones, en particular las de dar sumas de dinero.
En estos casos la indemnización de daños y perjuicios por el incumplimiento
de la obligación no es señalada ni por el juez ni por las partes, sino por la
ley.

Su aplicación más frecuente se presenta en las obligaciones de dar sumas


de dinero. En las obligaciones de esta clase la indemnización, salvo pacto
en contrario, está constituida por el interés legal; la reparación, en estos
casos, se fija de antemano por la ley. Ni el acreedor tiene que demostrar la
cuantía de los perjuicios sufridos por el retraso en el cumplimiento de dar
una suma de dinero, ni el deudor, por su parte tiene derecho de pretender
exonerarse de tal pago, aduciendo que el incumplimiento no ha originado
perjuicios al acreedor.

Se trata de una presunción que no admite prueba en contrario. La ley


presume siempre el daño y lo presume para todos. Este criterio tiene sólidos
fundamentos. El uso general del dinero, su potencialidad como medio
general de cambio y la inversión que el acreedor proyectaba efectuar,
originarían graves dificultades y controversias interminables si se tratara de
demostrar el monto de las ganancias frustradas por el incumplimiento. El
daño sufrido por el acreedor originaría largos debates, muy difíciles, por
cierto, de resolver.

Las valuaciones judicial, convencional y legal tienen similitudes y diferencias


que podemos sintetizar como sigue:

I. Las indemnizaciones judicial y legal siempre están constituidas por


una suma de dinero. La indemnización convencional, fijada por las
partes, usualmente consiste en una suma de dinero, pero nada se
opone a que esté constituida por cualquier otra obligación de dar, o
por una obligación de hacer o de no hacer.

II. En la indemnización judicial el acreedor deberá probar la cuantía de


los daños y perjuicios que reclama. En las indemnizaciones
convencional y legal, no. Advertimos, sin embargo, que en la
legislación peruana la regla no es absoluta tratándose de las
obligaciones con cláusula penal, salvo cuando se pactan intereses
convencionales dentro de los límites señalados por el legislador.
Como hemos visto, el artículo 1227 del Código Civil exige al juez
reducir equitativamente la pena cuando es manifiestamente excesiva.
Esto obliga al acreedor, en la mayoría de los casos, a probar el monto
de los daños y perjuicios que le irroga el incumplimiento de la
obligación. Tratándose de los intereses convencionales, y siempre
que se encuentren dentro de los márgenes establecidos por la ley, el
juez no podrá modificarlos y, por tanto, el acreedor quedará relevado
de probar la existencia y la cuantía de los daños y perjuicios que le ha
causado la inejecución.

III. La valuación judicial se verifica sólo después de incumplida la


obligación, a diferencia de la valuación convencional que es
contemporánea con la obligación principal, o, en todo caso, posterior
a ella, pero anterior al incumplimiento. La valuación legal tiene un
régimen distinto: ella es fijada por la ley y, por tanto, no concurren ni
la voluntad de las partes ni la facultad discrecional del juez.

IV. Las indemnizaciones judicial y convencional pueden reparar los


daños y perjuicios compensatorios y moratorias, o uno solo de ellos,
según se trate de la inejecución absoluta de la obligación o de un
retraso. La indemnización legal, aplicada al caso más frecuente de las
obligaciones de dar sumas de dinero, sólo repara los daños y
perjuicios moratorias. La ejecución en especie en las obligaciones de
dar sumas de dinero, siempre, al menos teóricamente, es posible.

V. Cuando la obligación es indivisible y hay inejecución, las


indemnizaciones judicial y legal sólo exigen a los codeudores que
hubiesen estado dispuestos a cumplir, a contribuir con una cantidad
correlativa a la porción del precio de la cosa o del servicio conforme
le asigna el artículo 1207 de Código Civil. No sucede lo mismo en las
obligaciones con cláusula penal, cuando esta prestación es
indivisible. En estos casos cada uno de los codeudores y de sus
herederos quedan obligados a satisfacer la pena entera según el
artículo 1229 del Código Civil.

VI. Cuando la obligación es solidaria y se incumple, las indemnizaciones


judicial y legal sólo exigen a los co-deudores solidarios pagar el valor
de la prestación, pero por los daños y perjuicios únicamente responde
el culpable términos que se establecen en el artículo 1220 del Código
Civil. Si la obligación consignada en la cláusula penal es solidaria,
cada codeudor responde por el íntegro de esta indemnización
convencional y no sólo por el valor de la prestación principal
incumplida según el artículo 1220 y 1229 del Código Civil.

RESPONSABILIDAD POR INEJECUCION DE LAS OBLIGACIONES


CONTRACTUALES POR DOLO Y CULPA

El Código Civil peruano, siguiendo las doctrinas de Dumoulin, Domat y


Pothier y las normas del Código Civil francés, establece responsabilidades
diferentes por la inejecución de la obligación por culpa y por dolo del deudor.

En el primer caso hace al deudor responsable de los daños y perjuicios


previstos o lo que se hubiese podido prever al tiempo de constituirse la
obligación y que sean consecuencia necesaria de su falta de cumplimiento
según el mencionado artículo a desarrollar, 1323 del Código Civil. En el
segundo, de todos los que conocidamente se deriven de la falta de
cumplimiento de la obligación, como efecto directo e inmediato el artículo
1323 del Código Civil. Se distingue, pues, entre los daños y perjuicios
previstos o que se pudieron prever, para el caso de culpa, y los daños y
perjuicios imprevistos, para el caso de dolo. En ambas hipótesis se exige,
sin embargo, el vínculo directo de causa a efecto entre el incumplimiento y
el daño, usándose la palabra necesaria, para la culpa, y la expresión directo
e inmediato, para el dolo.
Algunos autores sostienen que en el derecho romano el deudor era
responsable de todos los daños y perjuicios, directos o indirectos. Parece,
sin embargo, que en el derecho romano ya existía responsabilidad distinta
por culpa y por dolo del deudor, cuando se trataba del incumplimiento de las
obligaciones contractuales.

En el caso de culpa el deudor sólo respondía de los daños y perjuicios


previstos; en el caso de dolo, también de los imprevistos. Escriche,
comentando la antigua legislación española, admite que no había preceptos
claros, como los del derecho moderno, pero que, en todo caso, al tratarse de
dolo o de culpa del deudor, éste sólo respondía de los daños y perjuicios
previstos o que podían haberse previsto al concertar el contrato y siempre
que fueran consecuencia directa e inmediata de la inejecución de la
obligación. Se descartaban, en ambos casos, los daños y perjuicios
imprevistos y los indirectos, mediatos y casuales.

Fue Dumoulin el primero en poner orden en la doctrina, interpretando los


textos romanos. Domat y, particularmente, Pothier, consagran el principio.
Según Pothier, cuando el deudor incumplía la obligación por culpa sólo era
responsable por los daños y perjuicios previstos, los mismos que, en
principio, se circunscribían a la cosa objeto de la obligación. Cuando la
obligación se incumplía por dolo, el deudor también respondía de los daños
y perjuicios imprevistos, los mismos que, en principio, no estaban limitados
a los que sufría el deudor en el bien objeto de la obligación, sino también a
los que alcanzaban a sus otros bienes. Pero en ambos casos Pothier exigía
que los daños y perjuicios fueran consecuencia necesaria de la falta de
cumplimiento de la obligación, y no consecuencia lejana o remota.

El primer sistema, el francés, toma en consideración la mayor o menor


imputabilidad del deudor para fijar el monto de los daños y perjuicios en caso
de culpa, el deudor sólo responde de los daños y perjuicios previstos o que
pudieron preverse; en caso de dolo, también de los imprevistos. Pero en
ambos casos se limita la responsabilidad del deudor a los daños y perjuicios
que sean consecuencia necesaria o directa e inmediata de la inejecución. Se
excluyen, pues, los daños y perjuicios que son consecuencia circunstancial,
indirecta o mediata del incumplimiento.
El segundo sistema, el alemán, considera, para fijar los daños y perjuicios,
el importe total del daño, prescindiendo de la mayor o menor imputabilidad
del deudor; y, al hacerlo, ordena la reparación integral, ordena restablecer el
estado de cosas que hubiera existido si la circunstancia que obliga a la
indemnización no hubiese sobrevenido según el artículo 249, 1, del Código
Civil alemán. Advertimos que el artículo 1107 del Código Civil español
acepta.

Dice Sánchez Román (p.321), refiriéndose a los daños y perjuicios, que si


proceden de dolo se deberán todos los que conocidamente se deriven del
incumplimiento de la obligación, entendiéndose por daños conocidos los que
tal concepto merezcan al prudente arbitrio del juez, aunque no sean su
consecuencia directa, inmediata e inevitable; y, refiriéndose al caso de culpa,
agrega que se deberán sólo aquellos perjuicios que, producto del
incumplimiento del contrato, sean, además, consecuencia directa, inmediata
e inevitable y, por consiguiente, se han previsto o podido prever, al tiempo
de celebrarse; pero no todos los demás que sobrevinieren al contratante
perjudicado, aunque tengan relación más o menos próxima con dicho
incumplimiento.

Sin embargo, quien a comentando el mismo artículo 1107 del Código Civil
español, señala que el deudor, en caso de dolo, responde de los daños
previstos y de los imprevistos; y en caso de culpa sólo de los previstos o
previsibles; pero que en ambos casos los daños tienen que ser consecuencia
necesaria, directa e inmediata de la falta de cumplimiento.

Según Valverde y Valverde, aunque el artículo 1107 del Código Civil español
no coincide en las palabras con sus modelos, los códigos francés e italiano,
reproduce su espíritu. En estos términos se plantea el debatido problema de
la extensión de la responsabilidad por la inejecución de las obligaciones
contractuales.

Los defensores de la tesis objetiva, de la tesis de la reparación integral


consagrada por el Código Civil alemán, aducen que la reparación tiene por
objeto colocar al acreedor en las condiciones más similares a las que se
encontraría de haber sido oportunamente cumplida la obligación; que el
perjuicio que ocasiona el deudor al incumplir su obligación no se modifica
por el hecho que tal incumplimiento obedezca a dolo o a culpa; que la
inejecución por culpa puede producir consecuencias más graves para el
acreedor que la inejecución por dolo; y que medir el daño por el estado
anímico del deudor es propio del Derecho penal, mas no del Derecho Civil,
que es un derecho de intereses y no de intenciones, de indemnizaciones y
no de penas.

Y añadimos que no es admisible que, por el hecho de aceptarse en el dolo


un factor de imputabilidad que no existe en la culpa, ésta sea tratada con
menos rigor que aquélla, pues la imputabilidad concurre en ambos casos.
Para el doctor Alzamora Silva existen, pues, objeciones doctrinarias el
elemento de la imputabilidad y objeciones prácticas, de hecho, la dificultad
de apreciar lo previsto y lo imprevisto, lo mediato y lo inmediato, lo directo y
lo indirecto, lo necesario y lo circunstancial- que se oponen a la distinción
entre la responsabilidad por dolo y por culpa del deudor. Más pesan en
nuestro ánimo, sin embargo, los fundamentos de la doctrina francesa, que
es la misma que consagra el artículo 1323 del Código Civil, aceptada por
distinguidos tratadistas, entre otros por Colin y Capitant.

Cuando el deudor incumple su obligación por culpa es, sin lugar a dudas,
negligente, pero procede con buena fe; su descuido revela falta de diligencia,
pero no inmoralidad.

En el dolo hay intención de incumplir la obligación, bien para causar un daño


al deudor, bien para obtener un provecho económico superior violando el
contrato. En el dolo el deudor procede con mala fe; el dolo no sólo revela
falta de diligencia, sino también inmoralidad. No podía, pues, tratarse de
igual manera al deudor de buena fe y al deudor de mala fe.

En el primer caso no se debía atribuir responsabilidad sino por los daños


previstos o que pudieron preverse; no se debía ir más lejos. En el segundo
caso la ley tenía que ser más severa; el deudor debía responder aun de los
daños y perjuicios imprevistos. Cuando el deudor incurre en culpa sería
injusto hacerlo responsable de lo que no podía prever, precisamente por el
menor grado de imputabilidad.
La noción de imputabilidad no puede ser descartada en esta materia. Ella
es, precisamente, el elemento esencial sobre el que se basa el
resarcimiento, pues éste se excluye cuando el deudor no es imputable. La
teoría del Código impide abrumar al deudor con una serie de consecuencias
imprevistas e ilimitadas; evita agobiarlo con cargas inesperadas. En caso
contrario el deudor negligente podría llegar a ser responsable por la muerte
del acreedor que, ante la bancarrota, opta por suicidarse.

Y aclaremos que para hacer el distingo entre la responsabilidad contractual


por dolo y por culpa no tenemos necesidad de recurrir a la interpretación,
forzada, por cierto, de entender que el aumento de la indemnización por dolo
obedece a una responsabilidad extracontractual o delictuosa, que,
prolongando la responsabilidad contractual, produciría la reparación íntegra
del daño; pues la responsabilidad, en todo caso, trátese de culpa o de dolo,
tiene su fundamento en el contrato.

Creemos, en conclusión, que el que a sabiendas e intencionalmente ha


causado daño a tercero, no puede sustraerse a una reparación completa; ha
sabido y querido lo que ha hecho. La medida de la falta determina la de la
responsabilidad, el dolo obliga de manera absoluta a todos los daños e
intereses; la culpa no obliga sino dentro de ciertos límites
CAPITULO III

3.1 TIPO Y DISEÑO DE LA INVESTIGACION

El estudio corresponde a un tipo de investigación básica; en términos de lo


planteado por Carrasco Díaz, 2017, este tipo de investigación tiene como
propósito, incrementar la información sobre una temática especifica o
realidad problemática, apoyando con datos demostrativos; al respecto, en
la investigación se tiene previsto evaluar de qué manera debe ajustarse la
regulación jurídica de la responsabilidad civil frente al caso de
incumplimiento de las cuotas periódicas del deudor.

La investigación es de nivel descriptivo el cual se basa en captar la realidad


que se le presenta al investigador, pues se reflejan los fenómenos tal como
se ven en la realidad.

En cuanto al diseño, la investigación es no experimental; en estos diseños


el investigador no controla, manipula, ni altera la variable, solo las observa
e interpreta los datos para lograr una conclusión, de esta forma, se tiene
previsto determinar la relación entre variable, sin llegar a alterarlas o
manipularlas, para lograr así los resultados, en función de los objetivos
planteados.

Por otra parte, el enfoque es cualitativo, propio los estudios donde se


plantean interrogantes antes, durante, e incluso, luego de recolectar y
analizar los datos; comúnmente, las actividades hacen posible que se
determinen las preguntas más notables, y, posteriormente, ajustar para
darles respuesta, mientras que, la acción de exploración se realiza de
forma dinámica entre los hechos y su interpretación, resultando así un
proceso cíclico, donde el orden no necesariamente debe ser igual, variando
considerablemente en cada estudio
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Sánchez Román, Felipe, Estudios de Derecho Civil, Derecho de


Obligaciones, tomo IV, (1899), Nº38, p. 321.

Tratado de Derecho Civil Español, 1920, p. 114.

El Dolo en nuestra Legislación Civil, (1926), págs. 205 y siguientes.

OSTERLlNG PARODI, Felipe. Las Obligaciones. Biblioteca Para Leer el


Código Civil, Vol. VI, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima, 1988;

LEAN BARANDIARAN, José. Tratado de Derecho Civil, T. 111, Vol. l. W.G.


Editor, Lima 1992

VIDAL RAMIREZ, Fernando. El acto jurídico. Gaceta Jurídica, Lima, 2002.

CARRASCO PERERA, Ángel, “Resolución e indemnización de daños”,


en GONZÁLEZ PACANOWSKA, Isabel y GARCÍA PÉREZ, Carmen
(Coord.), Estudios sobre incumplimiento y resolución, Thomson Reuters
Aranzadi, Cizur Menor, 2014.

HERRADA BAZÁN, Víctor, “Incumplimiento y resolución contractual con


particular referencia al retraso y a las cláusulas resolutorias”, en Revista de
Derecho Civil, vol. IV, n. 1, 2017.

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