Está en la página 1de 4

Qwertyuiopasdfghjklzxcvbn

mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn Literatura Española III

José Hierro en el Ciclo “El intelectual y su memoria” 1990

mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
06/11/2017

mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
Rodrigo Díaz Dubé

mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
mqwertyuiopasdfghjklzxcvbn
RÖCKENCULTURA
RE V I S T A

LITERATURA

José Hierro: “La poesía ve más que el poeta”

Texto: Sebastián Driussi / Ilustraciones: Antonella Mora

Apenas confirmamos que se había establecido en nuestra provincia le propusimos un


“reportaje sincero y anticonvencional”. Accedió. Concertamos la entrevista para un par de
días después, más allá de que un repentino aguacero veraniego nos obligó a aferrarnos al
primer café que encontramos abierto. Afortunadamente el chubasco apenas alcanzó a
salpicarnos. Te apuntamos algunos concisos datos biográficos. Nació en Madrid, en 1922,
pero pasó la mayor parte de su vida en Cantabria, Santander. Es un poeta prestigioso,
comprometido tenazmente con causas solidarias y existenciales. Padeció la dictadura
franquista, el sufrimiento y la cárcel. Descree del resplandor de su fama y de la vanidad de
sus galardones. Es claro, vehemente y apasionado para contestar. Sus respuestas y gestos
traslucen mundo, vitalidad e intensidad. Su inteligencia lúcida y afiebrada por momentos
deslumbra o apabulla. Cada tanto nos sorprende con algún simpático comentario
autocrítico. Algunos transeúntes que lo descubren lo saludan con sorpresa y afecto a través
de las ventanas castigadas por la lluvia. Él devuelve el reconocimiento con gentileza y una
poca de timidez. Dice que Mendoza es cálida para prodigar cariño. Nos ponemos
colorados por el halago. Un individuo anónimo se acerca a la mesa y le obsequia un sobre
blanco. “Para el que aumenta el metal” declara el indescifrable remitente. Le promete al joven
leer el poema a la brevedad. “Pepe” se emociona con el “oráculo” al anticipar el contenido
del sobre. Nos propone que se lo reproduzcamos en la revista. Ante nuestro desconcierto
nos explica que la frase misteriosa es una suerte de traducción hebreo-latina de su nombre
y apellido. Aceptamos gustosos. Al final de la nota incluimos el poema…

-¿Cuáles fueron los primeros libros qué leíste?


-La “Antología de la poesía española”, de Gerardo Diego, hoy ya versión amarillenta y deshojada.
Ese fue mi primer contacto con la literatura en sí. Quedé cautivado con aquella obra. Creo que
mi edad rondaba los 14 años, justo cuando comienza la Guerra Civil Española. Además de esto,
leí las obras dramáticas coleccionables que estaban en la biblioteca de mi padre; también el
teatro de Lope de Vega y Villaespesa, novelas de Pío Baroja, Gabriel Miró y cosas del siglo XIX:
Chauteaubriand, Víctor Hugo, Dostoievsky, Baudelaire, Bécquer, Gerardo Diego y José Luis
Hidalgo…

-¿Tus padres incentivaron tu temprana inclinación por la literatura?


-Por supuesto que sí. Siempre me apoyaron a que me expresase. De hecho, ellos me
compraron la “Antología” de Diego que te comenté. Mis primeros poemas abordaban
cierta temática política. Mi padre era hombre de izquierdas, era republicano de
Azaña…

-¿Cómo llegaste a darte cuenta de tu vocación literaria?


-Digamos que era muy tierna mi edad cuando escribí mi primer cuento (“La leyenda del
almendro”) y sentí que había algo indescifrablemente hermoso en la escritura, pero realmente
fue a los 14 años cuando descubrí la erupción volcánica de mi vocación.

-¿De qué obras te nutriste?


-A las obras que te mencioné anteriormente, agrégale autores como Espronceda, Zorrilla,
Dickens, Tolstói, Chéjov, Mallarmé, Rubén Darío, Vicente Huidobro, Juan Ramón Jiménez,
Machado…

-¿Qué autores estás leyendo actualmente?


-Pues verás… sigo releyendo las mismas páginas amarillentas y deshojadas de antaño. En eso
sigo la tradición (risas).

-Comentale a los chicos que leen este pasquín en qué consiste el oficio de poeta.
-Pues este quehacer tiene que ver con testimoniar lo inefable de la mejor manera posible. Porque
la poesía es la que nos habla, nos comunica sus misteriosos arcanos. Nosotros solo la
escribimos…

-Según tu experiencia, ¿te animás a testimoniarnos qué es leer, leer para escribir, leer y escribir
para olvidar y leer y escribir para recordar?
¡Vaya, qué pregunta! Nunca me habían formulado tal interrogante. Digamos que leer es
escuchar con la sensibilidad, además de con la razón. Luego de esto, escribes valiéndote de tu
retórica -sin lujos innecesarios en mi caso- para
-Explicanos esas nociones que acuñaste y que denominás “oscuridad y misterio” y
“alucinación y reportaje”.
-¿Qué es para vos la experiencia de la temporalidad? ¿Se relaciona de algún modo con la obra
de Heidegger?
-¿Qué entendés por existencialismo? ¿De qué fuentes abrevás?
-¿Creés en la existencia de lo absoluto sea su nombre Dios o cómo fuere?
-¿Considerás que la belleza y la emoción construidas estéticamente solo pueden decirse desde la
palabra literaria? ¿Existen otros lenguajes sin estatuto literario que puedan producir estos
efectos?
-Además de la hermosura escrita con intención estética y/o emocional, ¿la literatura debe
proponerle conscientemente al lector una conducta desde una determinada posición moral, o
bien, comprometerlo con valores sociales desde cierto posicionamiento político?
-Última pregunta, ¿te gusta algún cantante o banda de rock?

Mendoza, febrero de 2008.

Aún se dibujan

Llueve en la multitud minuciosa


Del cielo
Pero solo ella desasosiega al que duerme en la
Tiniebla dócil.

La pared ausente gime un cristal


de lluvia azotada,
un cuadro borroso y su desnudez
de rosa imprudente afiebrada.

El suelo dispersa una manta sin


Sueño
Se abraza a su cuerpo ciego
De madrugada
Se abisma en sus labios
de luna temblorosa desordenada...

La aurora inventa
Otra claridad de rocío. Ya no llueve más noche.
Ellos aún se dibujan caricias
y retienen besos con sabor a deseo, a piel y a fuego…

También podría gustarte