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Villegas Uribe, Carlos Alberto - Borges Negro - Detectives, Tramas y Laberintos
Villegas Uribe, Carlos Alberto - Borges Negro - Detectives, Tramas y Laberintos
laberintos
Carlos Alberto Villegas Uribe
MIÉRCOLES 24 DE AGOSTO DE 2016
Como si fuera a iluminar con sus visiones tres siglos de literatura, y tal vez más,
Borges abrió los ojos al mundo en 1899. Fue pronto un niño excepcional.
En Borges, biografía total, Marcos Ricardo Barnatán1 cuenta cómo a los cinco años
el escritor de laberintos había leído a Cervantes y, más increíble aún, lo había
leído en inglés. Estas circunstancias, además de su literatura y los bulos creados
en torno a su personalidad, o tal vez porque su propio trabajo invite a ello, lo
convertirán a futuro en un personaje legendario de bordes imprecisos.
Sus cuentos fantásticos navegan infatigables mundos paralelos y planos de
realidad donde su extenso conocimiento de la filosofía favorece el abordaje
alelado de muy diversos temas: la eternidad, el arquetipo, la sombra, los espejos,
los laberintos, el eterno retorno, los tiempos circulares. Abordajes aún fantásticos
sobre las diversas formas en que el mundo puede ser conocido. Su trabajo
literario —poesía, ensayo, narrativa— es una metáfora permanente sobre la
realidad y la capacidad de la literatura para representarla. El universo
simbólico2 como constructor de diversos planos de realidad (la literatura entre
otras posibilidades estéticas), o como lo afirmara Schopenhauer: el mundo como
voluntad de representación.
Es posible que a futuro los investigadores literarios, esos
detectives de los textos, agoten la literatura borgesiana
tratando de dilucidar como un Poirot, un Dupin o un
Holmes, la real existencia de este personaje literario.
El personaje fantástico que es y será Borges cree en la inmortalidad, pero no en la
inmortalidad del eterno retorno en la que creía Nietzsche, ni una inmortalidad
personal, sino una inmortalidad como sentido cósmico (Selected Non-Fictions,
491). Como lo afirma el escritor italiano Antonio Tabucchi: “El rechazo de la
identidad personal por parte de Borges (ser Nadie) no es solo una irónica postura
existencial sino justamente el motivo central de su narrativa, el núcleo a partir
del cual parecen autogenerarse todos los grandes motivos que la caracterizan: el
tiempo circular (por ejemplo, el cuento ‘El Aleph’), la indefectibilidad de la
memoria (‘Funes el memorioso’), el laberinto (‘El inmortal’), el espejo (‘La secta
del Fénix’), el mundo como libro (‘La biblioteca de Babel’), la imposibilidad de la
delimitación entre el bien y el mal (‘Tres versiones de Judas’, ‘Tema del traidor y
del héroe’) y todas las demás metáforas de lo real que él inventó para ilustrar su
representación del mundo”.3
Es posible que a futuro los investigadores literarios, esos detectives de los textos,
agoten la literatura borgesiana tratando de dilucidar como un Poirot, un Dupin o
un Holmes, la real existencia de este personaje literario, como hoy se cuestiona la
existencia de Sócrates o de William Shakespeare. Si el argumento existe, el cuento
ya está hecho:
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y
me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la
puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una
terna de profesores o en un diccionario biográfico (“Borges y yo”).
The techniques of the novel have not, I believe, been analyzed exhaustively. A
historical reason for this continued neglect may be the greater antiquity of other
genres, but a more fundamental reason is that the novel’s many complexities are
not easily disentangled from the techniques of plot. Analysis of a short story or an
elegy is served by a specialized vocabulary and facilitated by the pertinent
quotation of brief passages; the study of the novel, however, lacks such
established terms, and the critic is hard put to find examples that immediately
illustrate his arguments (Selected… 75).
Borges fue, y hay prueba de ello, un investigador del asunto narrativo y
constructor de tramas literarias. “Un hombre es a la larga sus circunstancias”,
asegura en “La escritura del dios”, apoyado sin lugar a dudas en la Poética de
Aristóteles. En esta obra, el filósofo griego subraya la peripecia como elemento
fundamental de la narrativa.
En el artículo “Narrative Art and Magic” (Selected Non-Fictions), Borges explica
cómo hace el lector para asumir la dificultad de lo mágico o de los personajes
fantásticos en las narraciones de corte realista. Y concluye: La fábula —entendida
desde la poética aristotélica— requiere, sobre todo, una fuerte apariencia de
realidad que ayude a suspender la voluntad de dudar. Y sugiere que el mayor
problema de la novela es la causalidad.
The fable required, above all, a strong appearance of factual truth, in order to
achieve that willing suspension of disbelief which, for Coleridge, is the essence of
poetic faith (75).
Toda trama —o plot en el argot narratológico—, bien lo sabe Borges, obedece a
una mentalidad detectivesca del escritor, pero sobre todo del lector que quiere
satisfacer su necesidad de conocimiento, su deseo de encontrar una salida en el
laberinto de la palabra que justifique su existencia. Se podría afirmar con Borges
que una trama —plot— es a la larga sus circunstancias.
La pasión de Borges privilegia lo irreal, lo mágico y lo fantástico en su literatura y
en sus reflexiones. En Selected Non-Fictions, Borges aborda, entre sus múltiples
preocupaciones literarias, la estructura narrativa de las historias detectivescas.
A partir del trabajo de Chesterton, Borges estudia la trama en las historias de
detectives. Y en esta comprensión regresa al concepto aristotélico de historia
(fable) como las peripecias y sucesos consistentes que constituyen la trama (plot).
Desde el trabajo de Chesterton, a quien le reconoce su capacidad para elevar el
asesinato a la condición de bellas artes, Borges regresa a los inicios del género de
detectives, señalando el cuento de Edgar Allan Poe “The Mystery of Marie Rogêt”.
Y con él la aparición del primer detective del género: Charles Gustave Dupin y
sucesores de la talla de Nick Carter, Sherlock Holmes (inicialmente Sherrinford) y
por supuesto el padre Brown (The Scandal of Father Brown, de Chesterton). No sin
antes reseñar el carácter compulsivo del periodista John Coryell, quien diera vida
a Nick Carter, celebrar el virtuosismo de De Quincey y su teoría del asesinato
moderado y rescatar para la memoria a una escritora contemporánea, la
baronesa Orczy.
No se puede hablar de un Borges negro, o cultor del género policial, sin referirse
a Isidro Parodi, esa creación de Bustos Domecq (seudónimo de Borges y Casares),
quien resuelve crímenes desde la cárcel. Cómo tampoco si no se cita “La muerte y
la brújula”, cuento detectivesco del cual el propio Borges señala: “He intentado el
género policial alguna vez, no estoy demasiado orgulloso de lo que he hecho. Lo
he llevado a un terreno simbólico que no sé si cuadra”. 4 “La muerte y la brújula”
amerita un nuevo regreso desde la perspectiva teórica de Rubén Varona —
escritor colombiano especializado en novela negra, finalista del Premio
Iberoamericano de Novela 2012— quien en el XVII Congreso de Literatura
Mexicana Contemporánea aportó una herramienta de pensamiento que debe ser
discutida y validada entre los estudiosos de la literatura negra: “Crímenes con
denominación de origen”. Pero esa es otra historia y, como en la novela de Ende,
deberá ser contada en otra oportunidad. Por el momento dejamos las palabras
del propio Borges:
Yo diría, para defender la novela policial, que no necesita defensa; leída con
cierto desdén ahora, está salvando el orden en una época de desorden. Esto es
una prueba que debemos agradecerle y es meritorio.
Referencias bibliográficas
Calvet, Louis-Jean: Roland Barthes. Una biografía. Gedisa. Barcelona (España),
1998.
Contreras, Gabriel: “Borges, más allá del centenario”. Entrevista con Marcos
Ricardo Barnatán. En: Espéculo. Revista de Estudios Literarios, Nº 15, julio-octubre
de 2000. Universidad Complutense de Madrid.
Eco, Umberto. El nombre de la rosa. Editorial Lumen. Barcelona (España), 1982.