Está en la página 1de 2

ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA FANTÁSTICA

El 24 de diciembre de 1940 finalizó la impresión de la Antología de la literatura fantástica editada por primera
vez por Sudamericana en Buenos Aires. La colección estaba integrada por textos, sabia y escrupulosamente
elegidos y traducidos, así como selectas versiones extranjeras.

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo fueron los recopiladores de esta canónica antología,
primera con carácter didáctico del género en Argentina. El prólogo tiene prácticamente carácter de manifiesto
y la labor antológica de los compiladores sugiere una preocupación metaliteraria, sobre todo por el orden de
los textos, la solidez de los mismos y por las diferentes prácticas que del género se ofrecen.

La edición del cuarenta es menos conocida y editada que la segunda de 1965, la cual incluye varias
modificaciones. El mismo Bioy, en el prólogo a la Antología de la literatura fantástica, habla de una tradición
universal sin un origen preciso y difícil de definir y acotar, es decir, que sea anterior a su generación y por ello
crea una genealogía.

En el Prólogo Bioy nos manifiesta:

“Viejas como el miedo, las ficciones fantásticas son anteriores a las letras. Los aparecidos pueblan todas las
literaturas: están en el Zendavesta, en la Biblia, en Homero, en Las Mil y una Noches. Tal vez los primeros
especialistas en el género fueron los chinos (…)

No debe confundirse la posibilidad de un código general y permanente, con la posibilidad de leyes. Tal vez la
Poética y la Retórica de Aristóteles no sean posibles; pero las leyes existen; escribir es, continuamente,
descubrirlas o fracasar. Si estudiamos la sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la
literatura va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo éstos exigen una continua transformación
de la literatura. Pedimos leyes para el cuento fantástico; pero ya veremos que no hay un tipo, sino muchos, de
cuentos fantásticos. Habrá que indagar las leyes generales para cada tipo de cuento y las leyes especiales para
cada cuento. El escritor deberá, pues, considerar su trabajo como un problema que puede resolverse, en parte,
por las leyes generales y preestablecidas, y, en parte, por leyes especiales que él debe descubrir y acatar.”

Por ende, la literatura fantástica, o el componente fantástico en la literatura, ha estado presente desde los
orígenes de la misma, pero la forma en la que la entendemos hoy, en la que la entendían estos autores dista de
la idea ancestral ya que trabajan con un concepto de fantasía que empezó a forjarse a partir del siglo XVIII en
Europa, el cual desarrolló a su vez una intensa teorización.

En las observaciones generales con respecto a la técnica Bioy Casares propone una delimitación del género. En
primer lugar, habla de la importancia del ambiente o de la atmósfera en los primeros argumentos fantásticos
para propiciar el miedo:
“El ambiente o la atmósfera. Los primeros argumentos eran simples –por ejemplo: consignaban el mero hecho
de la aparición de un fantasma– y los autores procuraban crear un ambiente propicio al miedo. Crear un
ambiente, una “atmósfera”, todavía es ocupación de muchos escritores. Una persiana que se golpea, la lluvia,
una frase que vuelve, o, más abstractamente, memoria y paciencia para volver a escribir cada tantas líneas,
esos leitmotive, crean la más sofocante de las atmósferas. Algunos de los maestros del género no han desdeñado,
sin embargo, estos recursos. Exclamaciones como ¡Horror! ¡Espanto! ¡Cuál no sería mi sorpresa!, abundan en
Maupassant. Poe –no, por cierto, en el límpido M. Valdemar– aprovecha los caserones abandonados, las histerias
y las melancolías, los mustios otoños.
Después algunos autores descubrieron la conveniencia de hacer que en un mundo plenamente creíble sucediera
un solo hecho increíble; que en vidas consuetudinarias y domésticas, como las del lector, sucediera el fantasma.
Por contraste, el efecto resultaba más fuerte. Surge entonces lo que podríamos llamar la tendencia realista en la
literatura fantástica (ejemplo: Wells). Pero con el tiempo las escenas de calma, de felicidad, los proyectos para
después de las crisis en las vidas de los personajes, son claros anuncios de las peores calamidades; y así, el
contraste que se había creído conseguir, la sorpresa, desaparecen.”
Como Todorov, Bioy también comenta la importancia de la sorpresa en el relato fantástico que puede lograrse
de diferentes formas. Según el autor, el efecto de miedo y de sorpresa sería pues mayor que la instalación del
argumento en entornos remotos y ambientes fantasmagóricos:

“La sorpresa. Puede ser de puntuación, verbal, de argumento. Como todos los efectos literarios, pero más que
ninguno sufre por el tiempo. Sin embargo, pocas veces un autor se atreve a no aprovechar una sorpresa.”
A continuación, realiza una enumeración de argumentos fantásticos ejemplificando con algunos de los cuentos
incluidos en la recopilación, y que sería la siguiente: los cuentos en los que aparecen fantasmas, el segundo son
los viajes en el tiempo, le siguen la invención de detalles, el viaje en el tiempo, los tres deseos, los argumentos
con acción que sigue en el infierno, los que incluyen personajes soñados, metamorfosis, acciones paralelas que
obran por analogía, cuentos con tema de la inmortalidad, las fantasías metafísicas, o cuentos en los encontramos
fantasmas, vampiros u horror gótico y separadamente, los cuentos y novelas de Kafka.

Por su parte, Bioy intenta clasificar estos relatos según la función de la fantasía dentro de ellos, utilizando unas
categorías similares a las que aparecerán unos años después en el trabajo de Todorov. Su ensayo es significante
quizás no solo por la vaga definición de lo fantástico que propone para justificar la inclusión de los textos elegidos
por la tríada, sino por el análisis de los textos de ficción más recientes de Borges, teniendo todos en común la
subversión de lo real.

“En el prólogo, Bioy propone una clasificación de los cuentos fantásticos según su explicación:
a) Los que se explican por la agencia de un ser o de un hecho sobrenatural.
b) Los que tienen explicación fantástica, pero no sobrenatural (“científica” no me parece el epíteto conveniente
para estas intenciones rigurosas, verosímiles, a fuerza de sintaxis).
c) Los que se explican por la intervención de un ser o de un hecho sobrenatural, pero insinúan, también, la
posibilidad de una explicación natural […]; los que admiten una explicativa alucinación. Esta posibilidad de
explicaciones naturales puede ser un acierto, una complejidad mayor, generalmente es una debilidad, una
escapatoria del autor, que no ha sabido proponer con verosimilitud lo fantástico.”

También podría gustarte