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Por supuesto, puedo ayudarte a organizar los textos en un guion para tu podcast.

A
continuación, te proporciono una estructura de varios capítulos que abordarán los temas
de los textos que me proporcionaste:

Programa 1: "Los Orígenes de la Sociedad de Leopoldo"

Introducción
Presentación de la Sociedad de Leopoldo
Contexto histórico de la creación de la Sociedad
Discusión de las primeras misiones y objetivos de la Sociedad
Programa 2: "La Herejía Fiorentina y la Traición de Raffaele Renzi"

Breve repaso del primer programa


Narración de los eventos relacionados con la Herejía Fiorentina y Raffaele Renzi
Impacto de la traición en la Sociedad
Debate sobre las consecuencias de la Herejía Fiorentina
Programa 3: "El Decreto Florentino y la Discordia Teológica"

Recapitulación de los eventos anteriores


Exploración del Decreto Florentino
Debate sobre la discordia teológica que surgió
Consecuencias de la herejía en la Sociedad y en la Iglesia
Programa 4: "El Siglo XVIII y la Decadencia de la Iglesia"

Resumen de los episodios anteriores


Discusión del siglo XVIII y su impacto en la Iglesia
Los desafíos que enfrenta la Sociedad en este período
Dilema entre la disolución y la autonomía de la Sociedad
Programa 5: "La Revolución Francesa y las Cacerías de la Sociedad"

Repaso de los programas anteriores


Narración de los eventos relacionados con la Revolución Francesa
La persecución de la Sociedad y la traición del Abbé
La amenaza de infiltración en la Sociedad
Programa 6: "El Periodo Moderno y el Papado"

Recapitulación de la Revolución Francesa


La transformación de la Sociedad en el siglo XIX
El papel del Papado y su relación con la Sociedad
Cambios en la membresía y objetivos de la Sociedad
Programa 7: "La Segunda Inquisición y la Resistencia de la Humanidad"

Resumen de los episodios anteriores


La Segunda Inquisición y su impacto en los Vástagos
La colaboración entre agencias de inteligencia y gobiernos
La resistencia de la humanidad y la lucha contra los vampiros
Programa 8: "Las Sombras de la Gehenna y el Futuro Incierto"

Cierre de la historia de la Sociedad de Leopoldo


Introducción a la Gehenna y su mitología
Debate sobre las profecías y creencias en torno a la Gehenna
Reflexiones sobre el impacto de la Gehenna en el mundo vampírico
Episodio Final: "Conclusiones y Reflexiones"

Recapitulación de los temas clave


Reflexiones finales sobre la historia de la Sociedad de Leopoldo
Preguntas abiertas sobre el futuro de los Vástagos y la Gehenna
Despedida y agradecimiento a los oyentes
Esta estructura de programas te permitirá cubrir de manera coherente y organizada los
temas que has proporcionado en tus textos. Puedes ajustar la duración y profundidad de
cada programa según tus preferencias y necesidades. ¡Espero que este guion sea útil
para tu podcast!

hola voy a hacer un podcast de ciencia ficción que va a ir sobre el mundo de


tinieblas, vampiros, hombres lobos, magos, momias, hadas y cazadores de
todos ellos. quiero hacer varios capítulos y para que me ayudes, voy introducir
texto y luego te pediré que hagas un guion para hacer el podcast

me gustaría aclarar que vamos a ir creando los guiones de cada tema


independientemente, aunque estén todos entrelazados, es decir, el primer texto
que te introducir pertenece a una serie de 8 textos en total.

por favor te voy a pedir que no resumas mucho los segmentos que crees,
prefiero un desarrollo de los puntos con algo mas de profundidad, puedes
añadir datos que contenga tu base de datos, siempre y cuando respeten el
texto original

texto numero 1 - La maldita Inquisición, con sus raíces en la Alta Edad Media,
surgió con la espuria misión de extirpar innumerables herejías cristianas,
especialmente la aborrecida herejía cátara. Pero pronto, la Iglesia, esa
serpiente hipócrita, torció su verdadero propósito y la convirtió en una
herramienta vil, una excusa para deshacerse de quienes consideraba
inconvenientes y consolidar su tiranía sobre las almas de los mortales. ¡Oh, los
siniestros intereses políticos que la corrompieron! Pero en aquel tiempo, nos
cegaba la creencia de que la Inquisición era necesaria. Fue solo en sus últimos
días cuando la Inquisición, que una vez fue mi orgullo, se convirtió en un
instrumento de manipulación política, en lugar de un baluarte de la fe. Desde el
inicio de nuestras investigaciones, descubrimos la existencia de los Vástagos,
abominables seres inmortales que debían ser erradicados de la faz de la Tierra.
Torquemada, el Gran Inquisidor de Castilla y Aragón, no escatimó en crueldad
y empleó la tortura en su búsqueda despiadada para identificar a los Vástagos.
Habíamos escuchado relatos sobre sus poderes impíos para sanar mediante la
sangre, y la tortura se convirtió en nuestro último recurso para arrancarles sus
secretos. El inmenso sufrimiento infligido a tantos inocentes durante este
periodo se nos presentaba como el precio que la Iglesia debía pagar para librar
al mundo de su maldad. Poco después, los Vástagos se reunieron en lo que
llamaron la Mascarada, un engaño que la Iglesia ingenuamente tomó como un
triunfo en la destrucción de los vampiros. El clamor popular se alzó contra la
Inquisición de la Iglesia, y hasta el propio Papa quedó impresionado por los
brutales métodos de Torquemada. Era tiempo de perdón, pero nadie estaba
dispuesto a aceptar que todo el sufrimiento y la tortura hubieran sido en vano.
Por ello, la Iglesia, en su afán de cerrar este sombrío capítulo, cerró
oficialmente el libro de la existencia de los vampiros. Sin embargo, algunos de
nosotros, los verdaderos creyentes, sabíamos demasiado acerca de los
Vástagos como para aceptar esta traición. Mantuvimos la Inquisición viva con
la misma ferviente determinación que nuestros lazos con la Iglesia. A pesar de
un largo período sin éxito en la caza de vampiros, debido a las implacables
leyes de la Mascarada que castigaban a los Vástagos que se revelaban, la
Iglesia finalmente disolvió la Inquisición como una entidad independiente. Pero
ni siquiera eso nos detuvo. Nos convertimos en la Sociedad de Leopoldo,
jurando venganza y continuidad en nuestra búsqueda incesante de los
Vástagos, esos monstruos que, como traidores, se habían burlado de nosotros
y de la Iglesia. 01 - Las Sombrías Raíces La Inquisición, como se conoce en la
actualidad, surgió en el execrable siglo XVII, pero sus raíces se hunden en las
profundidades de los primeros años de la era cristiana. ¡Que la traición y la
decepción mancharan nuestra historia! Y es menester recordar que en sus
orígenes, la Inquisición no tenía como objetivo principal la caza de herejes,
brujas ni criaturas sobrenaturales. ¡No! El Santo Oficio, como así lo llamaban,
era un conjunto de tribunales eclesiásticos empeñados en arrancar la herejía
de raíz, vista entonces como una maligna aberración, y asegurar que la
doctrina cristiana se mantuviera unida. Hasta el siglo IV, el Imperio Romano
contemplaba al cristianismo con desconfianza, una desconfianza que variaba
en intensidad. Ese imperio permitía que ciertas religiones prosperaran dentro
de sus fronteras, y el cristianismo era una de ellas, gracias a su conexión con el
judaísmo. Aunque se burlaban del judaísmo, se toleraba debido a su ancestral
tradición. Pero al desvanecerse el vínculo entre el judaísmo y el cristianismo, y
al perder su conexión ancestral, el judaísmo dejó de ser una religión legítima.
Entonces, el cristianismo se convirtió en blanco de burlas, desprecio y
persecución directa. El cristianismo fue vilmente calificado como religión
criminal, y sus seguidores padecieron persecuciones, hostigamientos,
encarcelamientos y ejecuciones. Bastaba con ser cristiano para ser arrestado,
sin necesidad de cometer ningún crimen en particular. Se creía que los
cristianos amenazaban el orden social y natural. Los críticos romanos de la fe
temían que, al negarse a rendir homenaje al emperador y a los dioses
romanos, los cristianos provocaran plagas, hambrunas y otros desastres
naturales, enfureciendo a los espíritus celestiales con sus supuestas ofensas.
Los cristianos, incluso, fueron acusados de prácticas tan execrables como el
canibalismo y el incesto, fruto de una torcida interpretación de los rituales
litúrgicos y la teología cristiana. Así, en aquellos días, comenzó la era de los
mártires, y el cristianismo nació en medio de sacrificios extremos. San Esteban,
el primer mártir oficial, perdió su vida en el año 35. Pero esto marcó solo el
inicio de la persecución sistemática de los seguidores de esta fe. Desde los
días de Nerón en el siglo I hasta los de Diocleciano a comienzos del siglo IV,
los cristianos soportaron acosos y persecuciones orquestadas. Fue en ese
oscuro período que experimentaron el abuso de poder, la tortura y la
criminalización de sus creencias a gran escala. Aunque los cristianos eran las
víctimas de estos abusos, se forjó una maldición: aquellos que sufren abusos
en su infancia a menudo se convierten en abusadores en su madurez. Los
tiempos cambiaron en el siglo IV, cuando el emperador Constantino abrazó el
cristianismo y lo erigió en la religión oficial del Imperio. Desde entonces, el
futuro del cristianismo se aseguró en el seno del Estado. Los emperadores
posteriores, incluido Teodosio II, promulgaron decretos que condenaban a los
herejes al exilio, la confiscación de bienes e incluso la muerte. En el año 407,
un decreto equiparó la herejía con la traición, y así la persecución de aquellos
considerados herejes se volvió aún más implacable El imperio de Bizancio,
bajo el yugo de Justiniano, se convirtió en el sombrío escenario de la
imposición de una ortodoxia despiadada. Las llamas de la persecución
consumieron a cerca de 100,000 almas, víctimas de la herejía y el paganismo.
¡Oh, cuánto sufrimiento se infligió en nombre de la fe! Los primeros líderes
religiosos, en su mayoría, se mostraban reticentes ante el uso de la fuerza para
combatir la herejía, prefiriendo sanciones como la excomunión o el
encarcelamiento esporádico. Sin embargo, con el paso de los siglos, los
castigos infligidos a los herejes se volvieron más crueles y brutales, pero la
Iglesia seguía sin orquestar una persecución sistemática. En su lugar, gran
parte de la brutalidad recayó en manos de líderes seculares. Es cierto que las
autoridades eclesiásticas tomaron medidas punitivas en ciertas ocasiones, pero
incluso durante el Cuarto Concilio de Letrán, el exilio y la confiscación de
bienes continuaron siendo considerados castigos adecuados para la herejía.
Hasta entonces, los objetivos de la Inquisición habían sido principalmente los
herejes. La tradición cristiana, arraigada en el temor a la magia y la sospecha
de la actividad demoníaca en cada esquina, no promovía una caza organizada
de criaturas sobrenaturales. Aunque ermitaños luchaban contra malignos
espíritus en los bosques, y la Orden de San Miguel se enfrascaba en una
guerra espiritual contra fuerzas infernales, estas actividades carecían de una
estructura sólida. El Cuarto Concilio de Letrán, convocado en el año 1215,
marcó un hito en la larga historia de concilios que buscaban abordar diversos
problemas. Inocencio III lo llamó a la acción con la promesa de "recuperar
Tierra Santa y reformar la Iglesia". Este concilio se erigió como el más grande
entre los concilios medievales, sentando las bases del catolicismo de esa
época. Su objetivo incluía revitalizar la actitud pastoral y difundir la enseñanza
de la fe entre los miembros de la Iglesia, tanto del clero como de los laicos. Sin
embargo, a pesar de estos loables propósitos, la ignorancia continuó su
reinado en la Iglesia. Pero lo que resulta más relevante para nuestra sombría
historia es que este concilio aseguró el respaldo de las autoridades seculares
en la preservación de la ortodoxia. Fue un pacto oscuro, que permitió que la
persecución y la traición se perpetuaran en las sombras de la historia.

texto numero 2 - 02 Orden de San Miguel. Antonius, ese maldito soldado


romano, impulsado por una visión del detestable arcángel San Miguel, tuvo la
osadía de fundar una sociedad monástica, la abominable Sociedad Micaelita.
¿Qué logró con su malhadada idea? Atraer a numerosos soldados, seducidos
por la oportunidad de canalizar sus instintos más marciales bajo la fachada de
la devoción. ¡Cuánto desprecio siento por esos traidores a la fe! Esta
hermandad, imbuida de un temor absurdo hacia el supuesto segundo
advenimiento que obsesionaba a tantos cristianos ignorantes, osaba afirmar
que la Iglesia no estaba preparada para el regreso de su señor. ¡Cuan
equivocados estaban, y cuán ilusos! Según su absurda profecía, la batalla del
Apocalipsis sería feroz, como si el desvariado libro de la Revelación de Juan
tuviera alguna relevancia. Los Micaelitas se sumergieron en la oración y la
contemplación, preparándose para la supuesta y grandiosa batalla que jamás
llegó. ¡Qué desperdicio de tiempo y energía! Estos insensatos Micaelitas se
tomaban en serio la absurda noción de una guerra espiritual en el plano físico,
llegando incluso a entrenarse como exorcistas. Creían que, al igual que su
amado Miguel había vencido a Satanás, estaban preparados para enfrentar a
los demonios que, según su delirio, infestaban la Tierra. Ridículo. Y, por si
fuera poco, las comunidades cristianas de toda Europa se postraban ante ellos,
enviando emisarios a la repugnante sede de la orden en Roma, buscando
ayuda contra posesiones o infestaciones demoníacas que, por supuesto, eran
meras supercherías de mentes crédulas. El tiempo, ese juez implacable de las
ilusiones, fue diluyendo el fanatismo apocalíptico que caracterizaba a estos
Micaelitas. En el transcurso de mil años, su número se redujo, aunque no lo
suficiente para mi gusto. Para el año 1450, solo quedaba un puñado de
monjes, una menguada sombra de lo que alguna vez pretendieron ser. Las
llamas de su absurda fe ardieron con menor intensidad, pero la Orden de San
Miguel persistió, aunque su poder e influencia habían quedado reducidos a
prácticamente nada. 3 Los Cataros Fue con la llegada de esos malditos
Cátaros cuando la Iglesia finalmente comenzó a desarrollar una actitud oficial
frente a los herejes. ¿Qué eran los Cátaros, sino unos insensatos dualistas
religiosos que se atrevían a proclamar que Dios y Satán eran coiguales?
Sostenían que el mismísimo Satán era el creador del mundo físico y el Jehová
del antiguo testamento, y, para colmo, rechazaban todo lo que se encontraba
antes de los evangelios. ¿No eran estas creencias nada más que una
miserable copia de los maniqueos, otra herejía anterior? Su rechazo de las
enseñanzas tradicionales de la Iglesia, el orden social y hasta el derecho del
estado a cobrar impuestos, los convertía en una amenaza seria para todo el
sistema establecido. ¿Y qué medidas tomamos contra esos herejes
abominables? ¡Severas y justas! El Papa Inocencio III (1198-1216) organizó
una cruzada contra los Cátaros y, para impulsar su causa, otorgó a los
cruzados las mismas indulgencias que a los caballeros que luchaban contra los
infieles musulmanes. ¡Y con razón! En 1224, el emperador Federico II instituyó
a los Inquisidores para erradicar la herejía en Italia y Sicilia, resucitando una
antigua ley romana que imponía la pena de muerte a los herejes. ¡Qué
bendición para la Cristiandad! Finalmente, el concilio de Tolosa promulgó un
decreto en 1229 que instaba a los obispos del sur de Francia a establecer
comités en cada parroquia con el propósito de descubrir a los herejes locales.
Sus hogares serían confiscados, sus propiedades arrasadas, y ellos mismos
serían llevados ante los tribunales eclesiásticos. Y, ¿qué podemos decir de los
vampiros? ¿No es posible que algunos de ellos cayeran en manos de la
Inquisición en esos días? Entre los capturados podría haber habido vampiros
del clan Brujah, esos malditos que bien podrían haber apoyado las ideas
subversivas de los Cátaros. Otros sugieren que los Lupinos también atrajeron
la atención de la Iglesia en ese momento, cuando los cruzados y los
Inquisidores amenazaban a las familias y territorios Garou. Por supuesto, la
verdad está envuelta en sombras y secretos. Nunca se me permitió acceder a
los archivos cerrados de la Sociedad, y ahora, ¿qué posibilidades tengo de ver
tales registros? Las fuentes y los estudiosos señalan el año 1231 como la fecha
más probable del establecimiento de la Inquisición, cuando el Papa Gregorio IX
encomendó a los recién fundados y particularmente celosos dominicos la
misión de suprimir la herejía. En 1231, Gregorio promulgó el
Excommunicamus, que establecía tribunales para juzgar y castigar los casos
de herejía. ¡Los herejes arrepentidos eran encarcelados a perpetuidad,
mientras que los obstinados, como las bestias testarudas que eran, eran
ejecutados! Y la tortura, esa bendición para obtener confesiones, fue aprobada
inicialmente por el Papa Inocencio IV en 1252. No solo la aprobó, sino que
ordenó a los podestás de las ciudades italianas que la utilizaran sin piedad para
forzar confesiones de los herejes. ¡Oh, cuánto placer debieron sentir esos
inquisidores al someter a los condenados a tormentos inimaginables! 4 La
sociedad de Leopoldo Uno de los primeros en ser maldecido con los deberes
infernales de la Inquisición fue Leopoldo de Murnau, un maldito dominico de
origen bávaro, conocido tanto por su supuesta santidad como por su fanatismo
ardiente. Desde el principio de su asquerosa carrera como Inquisidor, Leopoldo
muy pronto encontró pruebas directas de la existencia de criaturas
sobrenaturales; llegó a la aborrecible conclusión de que aquellos demoníacos
agentes del infierno, ¿qué otra cosa podían ser?, eran amenazas mucho más
importantes y peligrosas para la fe que los simples herejes. Para él, el aumento
aparente de la actividad sobrenatural no era más que un presagio de la
inminente Parousia, el segundo advenimiento de Cristo, en el que el Salvador
regresaría para enfrentarse a las fuerzas del anticristo. Según él, estos
sobrenaturales eran las fuerzas del enemigo, ya listas para la batalla. Así que
Leopoldo comenzó a reclutar a una banda de desdichados Inquisidores
dedicados a la eliminación de estas abominaciones. Cuando llegara la
Parousia, el Salvador encontraría a su ejército esperando, listo para recibir sus
órdenes. En 1231, cuando la Iglesia comenzó oficialmente el proceso de
erradicación de los albigenses y otros herejes, Leopoldo se acercó a Gregorio
IX y le pidió una dispensa especial para combatir a los enemigos
sobrenaturales de la iglesia. Gregorio mostró sus dudas al principio, pero
debido a la reputación de Leopoldo, finalmente le otorgó la autorización para
formar una Sociedad destinada a esta misión. El Papa decidió que, para
mantener su eficacia y proteger su propia reputación en caso de fracaso, la
Sociedad operaría en secreto. Los seguidores de Leopoldo eran pocos pero
fanáticos. Actuaban como parte de la Inquisición ordinaria, pero siempre
atentos a la presencia de seres sobrenaturales en su jurisdicción. Bajo la
dirección de Leopoldo, la Sociedad creció en poder, demostrando en más de
una ocasión su valía al enfrentarse a las fuerzas infernales en medio de la
Cristiandad. El Testamento de Leopoldo narra la experiencia más terrible de su
carrera. Una mañana, mientras visitaba los calabozos donde estaban detenidos
algunos herejes impenitentes, Leopoldo se encontró con una escena
espantosa. Encadenada a la pared había una delgada y desamparada figura de
mujer, cuyos rasgos juveniles se habían transformado en una mueca de odio
ardiente. Leopoldo intentó persuadirla para que confesara y renunciara a sus
pecados, pero solo recibió una avalancha de obscenidades vulgares. La figura
pálida y demacrada parecía poseída, y cuando se acercó más, la mujer se
liberó de las cadenas y se lanzó hacia él con garras afiladas y colmillos
relucientes. Era, sin lugar a dudas, uno de los vampyri de los que había oído
hablar en innumerables leyendas, leyendas que se había negado a creer.
Leopoldo, guiado por el instinto, alzó su crucifijo y ordenó a la criatura que se
detuviera en el nombre de Dios. Sorprendentemente, la bestia retrocedió ante
la protección del símbolo sagrado, retirándose lo más que pudo. Los guardias
de la prisión se unieron al enfrentamiento, blandiendo espadas y antorchas, y
finalmente con el asta rota de una lanza, destruyeron a la criatura ante sus
ojos. En ese momento, Leopoldo comprendió que se enfrentaba a la Bestia, y
su misión se volvió clara como el agua. Había sido elegido por Dios para luchar
contra las fuerzas del Anticristo, que acababa de presenciar con sus propios
ojos.

Texto numero 3

El procedimiento Inquisitorial

El procedimiento Inquisitorial, ¡oh, cuánto lo detesté! Representó un cambio atroz en


comparación con el sistema legal ordinario. Los Inquisidores, con su poder maldito,
tenían la facultad de arrancar a los sospechosos de sus hogares, llevándolos a lugares
considerados seguros por la Inquisición. También podían convocar a cualquier alma que
fuera objeto de la más leve de las sospechas. Sus llamadas resonaban en privado en los
oídos de los sospechosos, y luego, ¡qué humillación!, se hacían públicas durante la misa
dominical. Si el infeliz no comparecía ante el tribunal en el plazo de un año, quedaba
condenado de por vida como hereje.

¡Maldita sea la exigencia de jurar sinceridad, incluso contra uno mismo! Las
declaraciones de los testigos podían surgir de cualquier fuente, incluso de aquellos que
normalmente se consideraban inadmisibles, como criminales y excomulgados. ¡Y la
peor afrenta de todas! Al acusado se le negaba el derecho a contar con abogados o
escribanos. El Excommunicamus de Gregorio IX añadía insulto a la injuria al negar el
derecho a apelar ante la santa sede. Si, en el curso de ese retorcido juicio, se sospechaba
que un desdichado había mentido, ¡al infierno con él! Era encerrado, sometido a
humillación tras humillación. Y si, por casualidad, abjuraba de su herejía en una
audiencia pública, la Iglesia le concedía su miserable perdón, con castigos que oscilaban
entre la peregrinación forzada y el encarcelamiento de por vida. En cambio, aquellos
que se aferraban a sus creencias, a esos desdichados no arrepentidos, se les condenaba a
la muerte.

Porque la despiadada ley canónica de la iglesia prohibía ejecutar a cualquier persona, así
que los herejes recalcitrantes eran entregados a la justicia secular. La forma habitual de
ejecución era la quema en una pira, un destino adecuado para su herejía. Por supuesto,
que aleguen que la Inquisición nunca envió a nadie a la hoguera es una vil artimaña
retórica. Los herejes condenados por la Inquisición Española eran forzados a llevar el
sambenito, una maldición en forma de atuendo similar a un escapulario. Los herejes
arrepentidos eran marcados con sambenitos amarillos adornados con cruces rojas,
mientras que los recalcitrantes, condenados en un Auto de fe, portaban sambenitos
negros, donde llamas y demonios se burlaban de sus almas atormentadas.

Los Inquisidores se jactaban de ser confesores, jueces y fiscales, ¡como si fueran


virtuosos! Su misión, decían, no era solo mantener la ortodoxia de la fe y la estabilidad
del cristianismo, sino también redimir el alma del hereje. Pero no puedo olvidar que los
métodos para interrogar a los herejes y sospechosos variaban grotescamente de un
Inquisidor a otro. Algunos, como los monstruosos Conrado de Marburgo y Jean Galand,
eran conocidos por su crueldad. Sin embargo, la mayoría de estos verdugos se
disfrazaban de hombres celosos de su deber, realizando sus abominaciones con un
respeto que me revolvía el estómago. Y otros, como el franciscano inglés Guillermo, no
eran más que perros de caza de la más baja calaña. ¡Oh, cómo despreciaba todo esto!
Porque bastaba con la más leve sospecha para considerar a alguien hereje, y cualquier
muestra de piedad inapropiada hacia un sospechoso por parte de un Inquisidor era en sí
misma objeto de sospecha... Como Guillermo, el pobre tonto, descubrió cuando cayó en
la misma trampa que tanto había ayudado a tender.

La orden de Santa Juana

La Orden de Santa Juana, oh, cuánto desprecio su fanatismo ciego y su afán por emular
a Leopoldo y su siniestra Sociedad. Inspirada por el mismo fervor apocalíptico y el
espíritu cruzado que consumía a Leopoldo, una visionaria francesa llamada Jeanne
Rouller comenzó su misión de reclutar mujeres para su causa. La fe ciega de Jeanne la
llevó a enfrentar a los ejércitos del Enemigo con la misma tenacidad que los hombres
bajo el mando de Leopoldo. Pero, oh, qué irónica desgracia, su causa rara vez recibía la
atención que merecía.

Tras la muerte de Jeanne, sus seguidoras la elevaron a un estado de santidad no


reconocido oficialmente por la Iglesia, llamándola "nuestra Santa". Continuaron su obra
y fundaron la Orden de Santa Juana. A pesar de la falta de reconocimiento formal por
parte de la Iglesia, a estas mujeres les importaba poco. Ya en el siglo XV, cuando la
Sociedad se estaba organizando de manera más formal, se propuso una colaboración
entre la Orden de Santa Juana y la Sociedad de Leopoldo. La Orden accedió a
regañadientes, y la Sociedad de Leopoldo admitió como miembros honorarios a quienes
pertenecieran a la Orden de Santa Juana y lo deseasen. Sin embargo, fueron muy pocas
las que se ofrecieron como voluntarias, y incluso aquellas que lo hicieron mantuvieron
un velo de secreto y misterio en torno a sus actividades internas. Los forasteros nunca
llegaron a descubrir gran cosa sobre su funcionamiento interno.

En el siglo XX, cuando la Sociedad comenzó a promover la participación activa de las


mujeres en roles de mayor influencia, algunos cuestionaron la necesidad de mantener
una orden separada para mujeres. La Sociedad propuso la plena integración de las
seguidoras de la Orden de Santa Juana, pero la Orden rechazó la idea de manera
enigmática, sin ofrecer explicaciones. ¡Ah, cuánto resentimiento guardo hacia estas
mujeres y su fanatismo obstinado, que perpetuaron la sombría tradición de Leopoldo en
secreto y a espaldas de todos nosotros!

Las victimas

¡Oh, las víctimas! Cuánto dolor y desdicha infligidos en nombre de la ortodoxia. Los
albigenses, esos pobres herejes, no fueron los únicos en sufrir la persecución despiadada
de la Inquisición. Cualquier alma sospechosa o acusada de herejía se convirtió en presa
fácil, y eso incluía a los waldenses y los fraticelli, por no mencionar a aquellos a quienes
consideraban verdaderos herejes, como los judíos y los musulmanes. Y como si eso no
fuera suficiente, luego incluyeron en su lista a las brujas y a quienes tachaban de
satanistas, así como a aquellos que simplemente se atrevían a vivir de manera distinta a
la norma.

He escuchado rumores acerca de un grupo de magos, el misterioso Coro Divino, o algo


por el estilo, que supuestamente manipulaba esta oscura caza de brujas. Según mis
fuentes, este Coro Divino estaba enfrascado en una guerra con otros círculos de magia,
y es probable que algunos de esos magos rivales hayan caído en las redes de la
Inquisición.

Pero mi informante, una mujer que afirmaba ser miembro de ese Coro, me contó una
versión intrigante. Según ella, no todos los integrantes del Coro Divino eran seguidores
de la ortodoxia cristiana, lo que hacía posible que algunos de ellos también fueran presa
de la Inquisición. ¿Y quién sabe si algunos fanáticos del Coro no aprovecharon la
situación a su favor? Según los rumores de mi fuente, dentro del Coro Divino existía
una cábala secreta, una sociedad oculta dentro de otra, obsesionada con la pureza de
pensamientos y creencias. Esta cábala bien podría haber influido de manera crucial en
las maquinaciones de la Inquisición.

En sus primeros días, el Santo Oficio tenía un alcance geográfico limitado. Los países
del norte escaparon en gran medida a su influencia, y Francia solo se vio perturbada por
el asunto de los templarios. España, por su parte, no sintió el peso de la Inquisición
hasta el siglo XV.

La Inquisición española, con su infame fama, se convirtió en un "estado dentro de un


estado", donde los Inquisidores ostentaban un poder supremo, incluso portando armas.
Tomás de Torquemada, un dominico siniestro, ascendió al puesto de Gran Inquisidor de
España, otorgando a la Inquisición española un control centralizado más fuerte. Se
rumorea que algunos vampiros cayeron en sus garras, y que solo cuando presenció los
horrores de la tortura descubrió su verdadera naturaleza. Esto, dicen, lo llevó a aumentar
la crueldad de sus métodos. Si esta afirmación es verídica o no, no puedo confirmarlo.
La información sobre Torquemada está sellada bajo llave, accesible solo para unos
pocos Inquisidores de confianza del Inquisidor General. Sin embargo, la historia no
puede ocultarse, y registra que cerca de 2,000 personas fueron quemadas en la hoguera
bajo su liderazgo, incluyendo a casi cualquiera que osara desviarse mínimamente de los
estrechos límites de la ortodoxia cristiana, incluso a santos venerados como Ignacio de
Loyola o Teresa de Ávila. ¡Oh, cuánto odio y desprecio al recordar esos oscuros
tiempos de intolerancia y crueldad en nombre de la fe!
¿cómo es posible?
¿Cómo es posible que la historia haya tergiversado de tal manera los eventos de la
Inquisición? Es sencillo para los ignorantes de la actualidad mirar hacia atrás y emitir
juicios desde su pedestal de supuesta superioridad moral. Pero deberían considerar el
contexto en el que la Inquisición se desarrolló. Los inquisidores, fieles servidores de la
Santa Iglesia, actuaron en consonancia con las creencias y valores de su época.

La Iglesia medieval no era una mera institución; era una Sociedad, la Cristiandad
misma. La estabilidad de la sociedad dependía de la preservación de la fe y la defensa
de la verdad revelada. Las enseñanzas de Jesús eran la clave para la Salvación, y
cualquier amenaza a la pureza de esas enseñanzas ponía en peligro la vida eterna de
todos los cristianos. La ortodoxia de la Iglesia era sagrada, y no se toleraría ninguna
desviación, sin importar el costo humano.
Lo irónico es que, desde su perspectiva, los herejes eran tan peligrosos como los
romanos que alguna vez persiguieron a los cristianos. Ambos grupos eran considerados
una amenaza para el orden social y la moralidad. Sus acciones no solo socavaban la
estabilidad de la sociedad, sino que también provocaban la ira divina. Las condenas de
la Inquisición no eran más crueles que las penas impuestas por el código legal de la
época. Los criminales eran castigados de acuerdo con las normas de la sociedad de su
tiempo, y eso incluía ahorcamientos, quemas en la hoguera, ahogamientos y otras
formas de ejecución.

La Inquisición no era un fenómeno aislado, sino una manifestación de un mundo en el


que la violencia y la venganza eran moneda corriente. La vida y los derechos humanos
tenían poco valor en aquellos días. La sociedad actual ha evolucionado y aprendido de
esos errores, renunciando a métodos como la tortura, las amenazas y la intimidación.
Pero aquellos que juzgan desde la comodidad de la modernidad deberían recordar que la
historia es más complicada de lo que parece.

texto numero 4 -

la sociedad vigorizada

En 1848, ese maldito papa Inocencio VIII promulgó la Summis Desiderantes


Affectibu, añadiendo oficialmente a las brujas a la lista de indeseables. ¿Cómo
no odiar aún más a la Iglesia por sus continuas traiciones? La brujería ya había
sido perseguida en años anteriores, pero esta vez, inspirada por esos
condenados Inquisidores dominicos Heinrich Kramer y James Sprenger,
denunciaban a las brujas como enemigas de la humanidad, alimentando el
miedo y la paranoia en la sociedad. Algunos, incluso, sospechaban que el coro
divino tenía sus garras en esto, pero yo sabía que los humanos eran lo
suficientemente paranoicos y crueles por sí mismos como para actuar sin
necesidad de las sutiles manipulaciones de los magos. Kramer y Sprenger,
seguidores de la escuela de Leopoldo, esa misma escuela que finalmente nos
traicionaría, fueron los responsables del renacimiento de la Sociedad. Creían,
en su retorcida lógica, que si la Iglesia reconocía formalmente la amenaza
sobrenatural, la Sociedad ganaría en importancia y tamaño, mientras nosotros,
los fieles Inquisidores, seríamos marginados. La Summis Desiderantes
Affectibu marcó el primer paso oficial importante que la Iglesia dio hacia la caza
y exterminio de los seres sobrenaturales. La presión sobre los vampiros, los
guardianes silenciosos de la humanidad, se incrementó de inmediato con su
publicación. Podría pensar en que algunos de esos malditos satanistas habrían
caído entonces, pero la parte realista de mí sabe que la mayoría de las
víctimas fueron inocentes que sufrieron por su ignorancia. El año 1486 se
convirtió en un hito tanto para la Inquisición como para los vampiros. Kramer y
Sprenger publicaron el Malleus Maleficarum o "Martillo de brujas", un libro
maldito que se convirtió en el manual preferido de los cazadores de brujas en
toda Europa. Mientras tanto, los vampiros comenzaron a organizarse y formar
la Camarilla, convirtiéndose en enemigos mucho más escurridizos, lo que solo
aumentó nuestra rabia y frustración. El Malleus Maleficarum se convirtió en la
biblia de los cazadores de brujas, utilizado tanto por protestantes como por
católicos en su caza de las brujas. Gracias a la Summis y al Malleus, la
Sociedad ganó nuevos miembros, mientras nosotros, los Inquisidores, éramos
dejados de lado y olvidados. Para 1488, ya eran más de 100 Inquisidores en la
Sociedad, y estaba claro que merecíamos la atención papal para alcanzar
nuestro verdadero potencial. Aconsejado por Kramer y Sprenger, Inocencio VIII
mantuvo en secreto la existencia de la Sociedad, pero aumentó sus recursos y
propuso una reorganización con una jerarquía más definida. ¡Por supuesto que
necesitaban un liderazgo centralizado, algo que se había perdido desde la
muerte de Leopoldo! Pero Kramer y Sprenger eran demasiado famosos para
liderar, así que el jesuita Matteo Severus, un colega suyo menos conocido por
el público, se convirtió en el primer Inquisidor General de la Sociedad de
Leopoldo. Un título que jamás consideraron darme a mí, a pesar de mi
incansable lealtad. Severus comenzó la tarea de organizar la nueva Sociedad
tomando su propia orden jesuita como modelo. Los diarios del fundador, El
Testamento de Leopoldo, se convirtieron en el canon de la renacida Sociedad,
cuyo cuartel general quedó establecido en el Monasterio di San Michel, en
Roma. La nueva Sociedad de Leopoldo recurrió a las fuerzas combinadas de
las dos órdenes religiosas más eficaces, los jesuitas y los dominicos,
uniéndolas en una Sociedad completamente nueva. Mientras tanto, la
Inquisición, como si todos se odiaran mutuamente, continuó su marcha sin
cambios. Los católicos quemaban a los protestantes junto con los demás
herejes, y los protestantes acusaban a los demás de herejía con igual fiereza.
Mientras tanto, la Sociedad de Leopoldo siguió decreciendo sigilosamente y
alcanzando sus objetivos a nuestras espaldas. El auge protestante dejó en
claro que el catolicismo había perdido su hegemonía política y religiosa, y la
Inquisición se fue apagando paulatinamente a lo largo del siglo XVII, mientras
nosotros, los Inquisidores traicionados, quedábamos en la oscuridad, olvidados
por aquellos a quienes habíamos servido con lealtad. Los condotieri Los
Condotieri, esos mercenarios sin honor ni lealtad, se convirtieron en una
maldita mancha en la Sociedad que yo, un leal Inquisidor, juré proteger.
Aunque los Inquisidores éramos los nuevos Cruzados, no éramos soldados
verdaderos, y eso no era suficiente para el padre jesuita traidor, Matteo
Severus, que se convirtió en el Primer Inquisidor General de la Sociedad. No, él
decidió que la nueva Inquisición necesitaba más que simples eclesiásticos en
su misión. Así que recurrió a esos desalmados mercenarios conocidos como
los Condotieri. En el Renacimiento, estos mercenarios habían vendido sus
almas al mejor postor, luchando por las diversas ciudades estado italianas
como perros hambrientos. A finales del siglo XV, cuando las pequeñas
ciudades y estados se unieron en unidades más grandes, la necesidad política
de los Condotieri comenzó a disminuir. ¡Y qué conveniente fue para Severus
que estos mercenarios sin principios se quedaran sin trabajo y sin paga! Vio la
oportunidad de reclutarlos para cubrir la seguridad y las necesidades militares
de la Sociedad de Leopoldo, traicionándonos a nosotros, los fieles Inquisidores,
que habíamos estado sirviendo a la causa con devoción. Los Condotieri, por
supuesto, sirvieron a sus intereses, luchando a nuestro lado en los autos-da-fe.
Pero su avaricia se convirtió en un constante punto de conflicto en la Sociedad.
A diferencia de nosotros, los Inquisidores que considerábamos nuestro trabajo
como la obra de Dios, ellos solo buscaban llenar sus bolsillos. Severus decidió
reducir sus miserables pagas, y muchos de esos mercenarios inmorales
buscaron empleos más lucrativos. Los que se quedaron fueron considerados
leales a la traición de la Sociedad, y los nombraron oficialmente Inquisidores.
¡Como si fueran dignos de ese título! Su apostolado consistía en apoyar y
defender al Santo Oficio, pero solo eran sombras de lo que los verdaderos
Inquisidores representábamos. Aunque los Condotieri habían dejado atrás su
historia como fuerza militar, seguían operando en grupos de tres, llamados
"Lanzas". Estos despojos de hombres a menudo luchaban junto a los
Inquisidores en los autos-da-fe, aunque solo lo hacían por el dinero. Eran una
plaga en nuestra noble causa. Aunque las tácticas militares han evolucionado
con el tiempo, esos malditos Condotieri prefieren seguir trabajando en grupos
de tres. Una constante fuente de deshonra y discordia en la Sociedad que yo,
un Inquisidor traicionado, aún desprecio.

texto numero 5 -

La herejía Fiorentina

La traición de Raffaele Renzi, el maldito Inquisidor franciscano y Abbé del


Cenaculum de Florencia, marcó un oscuro capítulo en la historia de la
Sociedad, uno que aún me hace hervir de rabia. Fue en 1658 cuando este
traidor sacudió los cimientos de nuestra organización, ayudando a consolidar
su filosofía retorcida, que persiste hasta hoy. Renzi, acusado de incumplir sus
deberes como cristiano e Inquisidor, y lo que es peor, de ayudar al enemigo,
fue el veneno que se infiltró en nuestras filas. Los rumores habían llegado a
oídos de un censor, rumores de que Renzi tenía conocimiento de la existencia
de vampiros, magos y hombres lobo, pero no hizo absolutamente nada para
eliminar a esas abominaciones. ¡Qué abominación! En lugar de cumplir con su
deber como Inquisidor, este traidor se atrevió a afirmar que no eran diferentes
de cualquier otro pecador, que merecían ser "salvados". Dejó que lo llevaran
encadenado a San Michele, sin ni siquiera dignar a las acusaciones con una
respuesta. Y en un juicio que se convirtió en un circo público, Renzi fue
acusado de renunciar a la Iglesia, de pactar con el diablo y de poner en peligro
a la Sociedad al revelar nuestros secretos. Las pruebas eran escasas, pero eso
no pareció importarle a este traidor. En lugar de defenderse, optó por hablar
con calma sobre las almas atormentadas a las que había "ayudado" y el
vampiro al que había permitido que contaminara la sagrada eucaristía. ¡Qué
sacrilegio! Finalmente, Renzi condenó a la Sociedad por su supuesta
arrogancia y por no vivir según la ley de Cristo, una ley de amor y perdón. Pero
su veredicto estaba claro y no podía ser otro. Renzi fue declarado apóstata y
traidor, y al amanecer siguiente, ardió en la hoguera. Se puso su sambenito
con orgullo, como si fuera un mártir, y proclamó que esta era la cruz que debía
llevar por decir la "verdad". "Si estoy condenado al infierno", dijo antes de ser
llevado a la hoguera, "es por haber participado en vuestra Sociedad, que es
una bofetada en el rostro de nuestro señor. Que mi atavío os recuerde lo que
espera a cuantos sigan vuestros pasos". Sus palabras y su muerte no fueron
más que un último intento de traicionar a la Sociedad y sembrar discordia. Al
día siguiente, los otros cuatro miembros del Cenaculum de Renzi también
fueron interrogados y condenados, como lo merecían. La corrupción infernal se
propaga como una plaga infecciosa, y la Sociedad hizo lo que debía hacer para
eliminar a esos lobos con piel de cordero. Renzi fue un traidor, un enemigo
desde dentro, y su legado es una mancha que nunca olvidaremos ni
perdonaremos. La traición que se desató en Florencia dejó cicatrices profundas
en la Sociedad, y las consecuencias de esos oscuros eventos resonarán en
nuestros corazones y almas traicionadas hasta el fin de los tiempos. Las
reuniones privadas posteriores a la caída de Renzi se convirtieron en
inquisiciones implacables, donde los censores y el Inquisidor General
escudriñaron a los demás Inquisidores florentinos. Buscaban cualquier rastro
de herejía, cualquier indicio de deslealtad. Dos de los Inquisidores lograron
reafirmar su compromiso con la Sociedad, pero incluso ellos no escaparon de
la sombra de sospecha que se cernía sobre todos nosotros. Fueron
reasignados a otros Cenáculos, bajo la atenta mirada de Inquisidores más
experimentados, asegurándose de que no quedara ni la más mínima mancha
de apostasía sin descubrir. Pero los otros dos Inquisidores, los traidores, no
lograron mantener sus mentiras. Uno de ellos admitió haber sido seducido por
Renzi y haber considerado sus palabras heréticas. Aunque finalmente las
rechazó, su flaqueza lo condenó en la mente de sus hermanos. El otro,
después de un largo y doloroso interrogatorio, y tal vez algunas amenazas de
tortura, confesó sus pecados más oscuros. Había acompañado a Renzi a un
encuentro con los cambiaformas en los bosques de las afueras de Florencia.
Allí, presenció sus danzas paganas y lascivas, y se entregó al pecado carnal
con aquellos seres abominables, tanto machos como hembras. Sus lágrimas y
súplicas por perdón no pudieron salvarlos de su destino inevitable: la hoguera.
Llevaban los sambenitos de los penitentes, pero se les consideró demasiado
manchados por su traición. La tragedia de Florencia no solo sacudió a la
Sociedad hasta sus cimientos, sino que también desencadenó un debate feroz
sobre la naturaleza de las criaturas sobrenaturales y su posible redención.
¿Eran intrínsecamente malvadas, defectuosas o más allá del alcance de la
moralidad humana? Los teólogos y filósofos católicos se sumieron en una
discusión que dividiría a la Iglesia. Algunos defendían la misericordia divina y la
posibilidad de que estas criaturas se redimieran. Citaban pasajes bíblicos sobre
el amor y el perdón de Dios. Pero otros se aferraban a la condenación clara de
brujos y magos en las Escrituras, argumentando que no había lugar para la
compasión hacia quienes habían abrazado el mal. Estos debates, lejos de
unificar a la Sociedad, parecían diseñados para identificar a cualquier
simpatizante oculto de Renzi y su herejía. La confusión y el cuestionamiento se
extendieron, erosionando nuestra unidad y fortaleza. La Sociedad se debatió
entre la duda y la condenación, y aunque algunos apreciaron los argumentos
del franciscano, prevaleció la línea dura. La sentencia de los libros sagrados
prevaleció sobre la misericordia. Nuestra misión continuó, implacable y sin
piedad, como siempre había sido. Pero la herida de la traición nunca sanaría
por completo en nuestros corazones rencorosos. El Decreto Florentino, un
oscuro testimonio de traición y deslealtad que sigue ardiendo en el corazón
rencoroso de la Sociedad de Leopoldo. En aquellos días tumultuosos, los
debates sobre la naturaleza de las criaturas sobrenaturales y su redención
llenaron el aire. Se citaron pasajes de los padres de la Iglesia y teólogos para
respaldar argumentos, pero quedó claro que la piedad y la compasión no
tenían cabida en nuestro trato con lo sobrenatural. La herejía de Renzi,
insidiosa y venenosa, se convirtió en el punto de discusión. Su diabólica astucia
radicaba en usar las Sagradas Escrituras para sus propios fines, tergiversando
la fe en un intento de justificar lo injustificable. Seducía con el cebo del bien,
pero su verdadera intención era la blasfemia. Renzi pretendía socavar la base
misma de la Sociedad, sembrando la duda sobre nuestro propósito divino. Si
sus argumentos eran ciertos, entonces todo lo que creíamos se tambalearía.
¿Estábamos equivocados en nuestra lucha? ¿Estábamos en contra de los
designios de Dios? La Sociedad no podía permitirse ese tipo de
cuestionamiento. La herejía de Renzi era un virus que amenazaba con
propagarse, y cada Inquisidor que se dejara seducir por su retórica sería un
Inquisidor caído, un Sambenito. Así nació el Decreto de 1659, el Decreto
Florentino, que transformó en ley lo que antes era considerado un compromiso
tácito. Pero la herejía de Renzi no murió con él, ni sería la última vez que
enfrentaríamos tal traición. Renzi fue solo el primer mártir de lo que más tarde
conoceríamos como los Sambenito, Inquisidores caídos. Este decreto, sellado
con la sangre de Renzi y aquellos que le siguieron en su herejía, lleva consigo
el peso de la condenación. Cada palabra es una daga clavada en el corazón de
quienes osaron dudar, de quienes se apartaron de la senda de la Sociedad. El
Decreto Florentino nos recuerda que la Sociedad no tolerará la traición ni la
apostasía. Anatema sea aquel que se aleje de nuestra misión divina, aquel que
cuestione la realidad del enemigo o se compadezca de sus hijos. Anatema sea
aquel que revele nuestros secretos o se alíe con nuestros enemigos. El castigo
es inmisericorde, sin esperanza de penitencia o perdón. Y así, la Sociedad de
Leopoldo sigue adelante, sin vacilar, sin compasión, guiada por el rencor que
se forjó en las llamas de la traición.

texto numero 6 –

siglo XVIII

El siglo XVIII, un período de traición y decadencia para la Iglesia. Mientras el


mundo cambiaba con la marea del racionalismo y la ilustración, la Sociedad
también se veía afectada por la tormenta. El poder de la Iglesia menguaba, y
con él, el número de Inquisidores, reducidos a poco más de 50. Incluso en el
Vaticano, se cuestionaba la existencia de la Sociedad, una sombra oscura que
actuaba en nombre de la Iglesia. La Iglesia temía que la Sociedad fuera
descubierta, y las consecuencias serían desastrosas. Cuando el pontífice
consideró la disolución de la Sociedad, el Inquisidor General Marcus Deluca
convocó un concilio. Para Deluca y sus seguidores, estaba claro que la Iglesia
misma había caído bajo la influencia del enemigo. Se discutieron muchas
opciones, incluso la posibilidad de cortar los lazos con la Iglesia y buscar la
autonomía total. Pero la Sociedad dependía en gran medida del respaldo
financiero del Vaticano, una cadena que los ataba. Durante el concilio, se
reveló un oscuro secreto: la Sociedad había infiltrado la Iglesia con sus
seguidores leales, algunos meros simpatizantes y otros verdaderos
Inquisidores encubiertos, cuya misión era promover el crecimiento de la
Sociedad más que cazar herejes. Ante la falta de apoyo en el Vaticano, la
Sociedad recurrió a su última carta bajo la manga: Deluca solicitó una
audiencia privada con el Papa. El contenido exacto de la conversación se
mantiene en secreto, pero se rumorea que Deluca reveló los pecados más
oscuros y carnales del Papa, secretos que solo su confesor poseía. Escándalo
tras escándalo, pero todo con el propósito de salvar a la humanidad del mal. La
audiencia puso fin a cualquier discusión sobre la disolución de la Sociedad.
Después de todo, ¿qué era el chantaje en comparación con el deber de luchar
contra el maligno? La misericordia de Dios sería suya, o al menos, eso alegó el
Inquisidor General. En la Sociedad, el rencor y la traición se tejieron en la trama
misma de su existencia. 10 la revolución francesa La Revolución Francesa, un
oscuro capítulo de traición y decadencia en la historia de la Sociedad. El
Cenaculum de Notre Dame, que una vez había sido un orgulloso bastión de la
Sociedad, vio su gloria desvanecerse con el tiempo. Cada cacería que
emprendían terminaba en un desastre casi total. La inestabilidad en Francia a
finales del siglo XVIII complicaba aún más la tarea de los Inquisidores. El
creciente anticlericalismo y la desconfianza hacia las sociedades secretas
dificultaban en gran medida su labor. En 1793, los miembros del Cenaculum de
Notre Dame se vieron obligados a ocultarse, y un año después fueron
atrapados y asesinados por las masas enfurecidas que buscaban liberar a su
país de la superstición y el despotismo. La revelación de que uno de los
Inquisidores supuestamente había sido secretario de Robespierre solo avivó
las llamas del odio. Su refugio secreto fue traicionado por nada menos que el
Abbé del Cenaculum, quien desapareció justo antes de la masacre. París se
convirtió en un lugar peligroso para la Sociedad, y el Cenaculum no se
restableció hasta casi 1800. La ciudad era un punto caliente de luchas políticas
y agitación social, y también el escenario de batallas sobrenaturales. Solo los
errantes visitaban la ciudad ocasionalmente, y uno de estos grupos descubrió
al Abbé traidor, sirviendo a uno de los vástagos franceses. El traidor fue
condenado a la hoguera junto con la progenie del vampiro. Fue en ese
momento cuando la Sociedad comenzó a cuestionar la seguridad de sus muros
y la profundidad de su infiltración. Era un mal aún peor que la herejía florentina,
que al menos podía considerarse un pecado de omisión común. Esto
representaba una verdadera quinta columna, la traición desde dentro. El Oficio
del Censor inició una exhaustiva investigación de la Sociedad, interrogando a
numerosos Inquisidores. No menos de una docena de traidores fueron
descubiertos trabajando para algún agente sobrenatural, ya fueran magos o
vampiros. El temor a más infiltrados, ocultos más allá del alcance de los
Censores, persiste hasta el día de hoy, alimentando la constante paranoia del
Oficio del Censor. La Sociedad había sido traicionada desde sus entrañas, y
las cicatrices de esa traición aún perduran. 11 El periodo moderno La Sociedad
experimentó otro aumento en su número de miembros a finales del siglo XIX. El
público, con su maldita fascinación por lo oculto en la Europa Occidental, logró
infiltrarse incluso en la iglesia. Este interés, combinado con el maldito celo
ortodoxo que surgió del primer Concilio Vaticano, atrajo a un montón de
traidores a la causa de la Sociedad. En 1908, la Inquisición, que alguna vez fue
temida y respetada, fue transformada en la Congregación del Santo Oficio,
abandonando el uso de la fuerza en la eliminación de los herejes. Y como si
eso no fuera suficiente traición, el Papa Pío X liberó oficialmente a la Sociedad
de Leopoldo de las garras de la Iglesia católica, otorgándole una libertad que
no merecía. ¿Fue por su propia voluntad o fue chantajeado? Nadie sabe con
certeza. La Sociedad de Leopoldo conservó sus propiedades y obtuvo su
propia base financiera, todo mientras mantenía relaciones informales o
encubiertas con la iglesia. En ese momento, la Sociedad se había convertido
en una institución dispuesta a erradicar cualquier rastro de maldad diabólica en
la tierra. Pero incluso entonces, el número de miembros comenzó a disminuir
gradualmente durante las Guerras Mundiales, un goteo constante de traición
que forzó al Inquisidor General a permitir que las mujeres se infiltraran en
nuestras filas y a permitir que los laicos mancharan nuestra jerarquía. Hasta
ese momento, las mujeres rara vez habían ocupado posiciones de poder, y los
laicos ni siquiera eran dignos de consideración. Luego, durante las malditas
décadas de los 80 y 90, el número de miembros volvió a crecer lentamente.
Hoy en día, somos unos 500, y la mayoría se encuentra en Europa Occidental
y Norteamérica. La Sociedad de Leopoldo, oficialmente, finge no preocuparse
por la ortodoxia ni la pureza doctrinal. Incluso presta atención a la declaración
de libertad religiosa y al decreto ecuménico del maldito Concilio Vaticano
Segundo. La Sociedad ahora se dedica obsesivamente a la búsqueda y
destrucción del mal sobrenatural, mientras que algunos de los traidores en la
piel de Inquisidores se preocupan todavía por las herejías, aunque son una
minoría insignificante. La Sociedad ha perdido su pureza, y el mal continúa
infiltrándola. ¡Malditos sean los traidores y los herejes!

texto numero 7

- La segunda inquisición

Las brechas en la Mascarada eran evidentes desde hacía tiempo. Diversos


individuos y pequeños grupos de agencias de inteligencia como la Ojrana, MI6,
NSA y DGSE habían tropezado repetidamente con la Jyhad, convirtiéndose en
títeres de los vampiros. Durante los siglos XIX y XX, los vampiros habían
utilizado a agentes como peones y habían burlado a células temporales de
cazadores entrenados por gobiernos. La influencia de la Camarilla entre los
mortales y la inmensa dificultad de coordinar una "conspiración de inmortales"
habían diluido cualquier respuesta humana coordinada. Pero todo cambió con
el 11S y la "guerra contra el terror" global. La Camarilla canalizó los esfuerzos
de seguridad de Estados Unidos hacia el Sabbat y los Anarquistas, y todos los
vampiros sufrieron las consecuencias. Los programas de vigilancia masiva y el
análisis de big data socavaron la Mascarada. Cuando la NSA infiltró la
SchreckNET Nosferatu después de 2004 y la reveló, la Mascarada cayó
irremediablemente. Sin embargo, a pesar de estas revelaciones, los Vástagos
seguían siendo invisibles en las noticias y en las sesiones informativas secretas
del Congreso. La descentralizada Inquisición, compuesta por proveedores de
inteligencia, empleaba instrucciones falsas, comités manipulados y operaciones
de bandera falsa para mantener oculta esta guerra secreta incluso a sus
propios colegas y superiores. La paranoia era paralizante, ya que cualquiera
dentro de la agencia (o los gobiernos que los empleaban) podía ser un esclavo
de sangre. No obstante, unos pocos oficiales de alto rango de diferentes países
compartían información de inteligencia a nivel global, formando un vínculo
clandestino. El programa FIRSTLIGHT, una colaboración entre la NSA y la CIA,
coordinaba agentes conscientes en todo el mundo occidental. Colaboraba con
el Octavo Directorio del GRU en la caza de los Brujah y apoyaba a la Entidad,
el servicio secreto del Vaticano, suministrando armas y apoyo. La Entidad, a su
vez, cooperaba con la Sociedad de San Leopoldo, proporcionando información
sobre la última Inquisición y la amenaza de los "cuerpos neutros". La Entidad
también respaldaba a los escuadrones antivampiros del BOES brasileño y los
integraba en una estructura mundial. En 2008, FIRSTLIGHT identificó la Capilla
Tremere de Viena como el epicentro vampírico y lanzó su operación más
grande hasta la fecha. Una coalición de fuerzas liderada por USSOCOM y el
ESOG del Vaticano, respaldada por experimentados cazadores brasileños,
devastó la Capilla Tremere en una ofensiva que involucró drones y operaciones
terrestres. Oficialmente, se atribuyeron las explosiones a terroristas vinculados
a ISIS, ocultando una vez más la verdad bajo el pretexto de "operaciones
antiterroristas". Desde 2006, SO13, la unidad antiterrorista de la policía
británica bajo el mando del capitán Ishaq Khan, había llevado a cabo una
limpieza sistemática en Londres, decapitando a la Reina Anne en noviembre de
2013. La División de Asuntos Especiales del FBI, renovada y reforzada,
rastreaba a los vampiros desde Long Island hasta Las Vegas. La unidad 8211
de Israel perseguía a los Antiguos que respondían a la Llamada para la Guerra
de la Gehenna y atacaba sus dominios abandonados. El programa Calcédoine
de la DGSE francesa había forzado a Villon a esconderse y estaba erradicando
lentamente a los vampiros en Marsella. Las unidades del USSOCOM operaban
en 177 países de todo el mundo, con oficiales de FIRSTLIGHT listos para
ordenar ataques con misiles termobáricos. Varios gobiernos mantenían a
Vástagos en prisiones clandestinas y experimentaban con ellos para descubrir
sus debilidades y verdadera naturaleza. El desconocido Toreador que bautizó
esto como "la Segunda Inquisición" tenía razón. Dos bastiones de la Camarilla
habían caído, y muchos más estaban bajo asedio. Refugios de Anarquistas y
Sabbat ardían sin distinción. La familia Giovanni había sido destruida y forzada
a unirse a los Hecata. Miles de Vástagos habían encontrado su Muerte
Definitiva. Lo impensable había ocurrido: la humanidad se había vuelto lo
suficientemente valiente como para resistir a sus amos. La iglesia y el estado
se habían unido una vez más para poner fin al linaje de Caín. Los cazadores se
habían convertido en presa.

Texto 8

La Camarilla en las Sombras -


La Camarilla, sumida en el rencor y la desconfianza, ha optado por una retirada
estratégica en un mundo digital que siempre consideraron ajeno y, en ocasiones,
despreciaron. Los Príncipes han emitido edictos que prohíben toda comunicación en
línea, incluso conversaciones telefónicas sobre asuntos de la Estirpe, y castigan con
severidad cualquier disidencia o traición. Llevan a cabo operaciones de contraespionaje
en las capitales de Washington y Bruselas, y aíslan sus actividades unas de otras con la
misma determinación con la que sellan sus dominios. El timbre de cada llamada
telefónica resuena como una alerta en los oídos de la NSA; para estos cazadores
digitales de brujas, incluso la codificación más profunda y la Dark Web son terrenos
conocidos.

La Secta ha regresado a los antiguos métodos del espionaje analógico, habilidades que
aprendieron en épocas pasadas, cuando John Dee espiaba en nombre de Isabel I de
Inglaterra y los Borgia conspiraban contra cardenales y reyes. Utilizan códigos
alfabéticos que hacen referencia a pasajes de ediciones poco conocidas de las novelas de
J.G. Ballard, mantienen contactos que llevan guantes que reflejan el color de sus auras,
y emplean cuervos mensajeros que depositan memorias USB en buzones físicos ocultos
a los ojos humanos, solo accesibles para ratas o murciélagos. Hasta ahora, esta
obscuridad ha contenido el problema, ha detenido la hemorragia. Tras los eventos en
Viena y Londres, la Inquisición podría pensar que ha eliminado la peor parte de la
amenaza de los "cuerpos neutros". Pero, como en el Renacimiento, la Camarilla podría
volver a utilizar su astucia para desacreditar, infiltrarse y destruir a sus enemigos.
Puedes estar seguro de que están dispuestos a intentarlo una vez más.
Los Anarquistas bajo el Asedio -
Los Anarquistas y los libres, en su peculiar estilo, abordan el desafío de la Inquisición.
Como traficantes de drogas y disidentes, adoptan medidas para garantizar su seguridad:
utilizan teléfonos de prepago, se camuflan con disfraces, están en constante movimiento
y usurpan identidades en línea. Desactivan las unidades de GPS de sus computadoras,
recurren a la Dominación de humanos para emitir manifiestos y comunicados, contratan
a hackers ucranianos para su protección y crean duplicados físicos modelando carne
para despistar a sus perseguidores. Aunque su enfoque puede parecer más arriesgado y
requiere una velocidad constante, prefieren esta opción a la retirada total. Los Sangre
Débil optan por vivir a la vista de todos y continúan sus vidas como si aún fueran
humanos. La mayoría de las veces, logran escapar de las garras de sus Antiguos, lo que
irrita profundamente a estos últimos. Incluso se atreven a publicar selfies con su
"bloody mary" y sonrisas enigmáticas, compartiendo comentarios vagos sobre su
"hábito" y sus terribles bajones diurnos.

En ocasiones, la policía descubre laboratorios improvisados empapados de sangre, pero


los informes a menudo terminan en manos equivocadas. En general, los agentes de
FIRSTLIGHT dentro de la DEA tienen monstruos de mayor envergadura a los que
hacer frente. Una simple entrevista diurna o una inspección médica son suficientes para
que un Crepuscular evite el castigo. Si estos Sangre Débil albergan rencor hacia sus
amargados Antiguos, pueden desahogar sus frustraciones atacando a "verdaderos
terroristas" neutrales, lo que cierra su caso. Trabajar para el gobierno es un trabajo
seguro, y convertirse en asesor de la SI es una tentación irresistible para muchos
Crepusculares resentidos, que son la mayoría. Como enemigo, la Segunda Inquisición es
una amenaza elusiva y aterradora, implacable pero difícil de localizar.
Cazando Cuerpos Neutros -
Aceptar la existencia de los vampiros no es tarea fácil. Incluso para los cazadores que se
han enfrentado a ellos directamente, comprender con precisión qué están combatiendo
sigue siendo un desafío. La existencia de los vampiros choca con la incómoda
burocracia y el lenguaje discreto. Incluso dentro de FirsTLiGHT, el uso de la palabra
que comienza con "v" se evita en las reuniones informativas para no llamar la atención
innecesariamente (el UssOCOM en particular la detesta, ya que la letra "v" en el
alfabeto radiofónico de la OTAN se denomina "victor", lo que envía un mensaje
innecesariamente pesimista). La NSA comenzó a investigar a los "paradimensionales"
en la década de 1990, y la División de Asuntos Especiales prefiere el término genérico
"anomalías". Cuando se aporta nueva información a la Inquisición, es preferible utilizar
un término neutral y objetivo.

"Cuerpo neutro" cumple esta función y se ha convertido en el eufemismo más común


para referirse a los objetivos (en inglés, los operativos del UssOCOM de la Inquisición
utilizan alegremente "Bravo-two" o "Double-Bravo" para hacer referencia a los
Blankbodies). El término proviene de la temperatura corporal de los Vástagos,
generalmente más baja, lo que los hace aparecer como un vacío o una mancha oscura en
dispositivos de visión infrarroja. Los agentes de campo a menudo realizan
comprobaciones con dispositivos de visión nocturna para distinguir entre los vivos y los
no muertos. La paranoia institucional y la falta de personal capacitado a menudo
significa que los agentes no siempre han oído hablar del rubor de la Vida, que permite a
los vampiros emitir un brillo rojo rosado en la visión térmica. Sin embargo, lo aprenden
rápidamente, si logran sobrevivir.

El Mito de la Omnipotencia

A menudo es tentador ver a las agencias de inteligencia como entidades omnipotentes,


pero en realidad, especialmente si la Segunda Inquisición desempeña un papel
importante en tu crónica, puede ser valioso romper esa fachada de monolitismo. Los
agentes locales de la Segunda Inquisición podrían resultar ser oficiales de la ley mal
informados con una comprensión rudimentaria de lo que están persiguiendo. Tal vez
haya un enlace con otra agencia que sea tan paranoico acerca del control mental de los
vampiros que se niegue a compartir información necesaria con su equipo. La
financiación de las operaciones de la Segunda Inquisición podría depender de la
aprobación política y ser vulnerable a recortes debido a la influencia de los Vástagos en
el gobierno local. El secretismo a menudo conduce a la incompetencia, y la paranoia
puede llevar a las personas a cometer errores. Quizás la única ventaja que los personajes
necesitan contra la Segunda Inquisición sea la naturaleza humana.

necesito que hagas un guion de cada texto que voy a introducir de ciencia
ficción, serán al rededor de 8 textos que están relacionados, irán desde la
antigüedad hasta la era moderna, es de mundo de tinieblas, me gustaría que
respetases las parte mas sobrenaturales del texto y que lo dividieses en
programas que hubiesen unos 30 min de duración.

redacta el guion completo de este programa, si es necesario rellena con datos


históricos, necesito que sea todo narrado, como alguien que cuenta una
historia o deja un libro escrito para un sucesor

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