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LA INQUISICIÓN

Cuando el emperador bizantino Teodosio convirtió el cristianismo en la religió n oficial en


el siglo IV, los herejes y paganos se convirtieron en enemigos del Estado.
En esa época las herejías eran castigadas con la excomunió n que es la exclusió n de una
persona cató lica de su comunidad religiosa y de la posibilidad de recibir los sacramentos,
dictada por la autoridad eclesiá stica competente.
En la Edad Media mantuvo esta política, pero nunca faltaron las doctrinas heréticas, así
como las prá cticas rituales provenientes del paganismo (sus principales cultos son los
esbats, o celebraciones lunares, y los sabbat, o días de fiesta).
Una herejía, la de los cá taros, creció en Francia durante el siglo XII. A raíz de esta situació n,
en el añ o 1184 el papa Lucio III decretó la bula Ad abolendam (Ad abolendam en la que
ordenó que se establecieran tribunales episcopales en toda la Cristiandad Latina que se
ocuparan de la herejía), que sirvió como base para la creació n del Tribunal de la Santa
Inquisició n y del Santo Oficio.
Así, la Inquisició n medieval fue una institució n nacida en el seno de la Iglesia, cuya
finalidad era erradicar las herejías mediante la persecució n y castigo físico, generalmente
practicado por autoridades civiles pertenecientes a la Inquisició n

DOS PERÍODOS
Así la inquisició n medieval fue una institució n nacida en el seno de la iglesia cuya finalidad
era erradicar las herejías mediante la persecució n y castigo físico generalmente practicado
por autoridades civiles pertenecientes a la inquisició n.
La inquisició n medieval tuvo dos periodos:

 Inquisició n episcopal:  Fue establecida por el Papa Lucio III para ademá s de
detener el avance de los herejes, limitar los abusos cometidos por las autoridades
reales contra estos. En esta fase se otorgaba a los obispos la potestad para
organizar la extirpació n de herejías y juzgar y condenar en sus propias dió cesis.
 Inquisició n pontificia: A partir de 1231, el papa Gregorio IX creó mediante la bula
Excommunicamus, la inquisició n pontificia, con el fin de centralizar en el papado
todas las políticas y acciones de la inquisició n.
Esta centralizació n tuvo su freno en los obispos, pues muchos impidieron que las ó rdenes
mendicantes, en especial los dominicos, se inmiscuyeron en los asuntos de las iglesias
locales.

MÉTODOS UTILIZADOS POR LA INQUISICIÓN


Surgió lentamente como un instrumento destinado a la defensa de la fe y de la sociedad
amenazada por la acció n de los herejes. Herejía es por definició n el error en materia de fe
sostenido con pertinacia. La Iglesia vio en los herejes un grave peligro para su propia
existencia y, sobre todo, para la salvació n de las almas de los creyentes, los que podrían
ser confundidos con sus enseñ anzas. Ademá s, los herejes atentaban contra la Iglesia, el
Estado, el orden pú blico y las autoridades constituidas.
Su funció n era la detecció n, persecució n y condena de la herejía mediante interrogatorios,
torturas y otras técnicas de obtenció n de pruebas. El término “inquisició n” proviene del
latín “inquisitio”, que alude a la acció n de inquirir, es decir, examinar detenidamente algo.
La inquisició n era una institució n organizada y jerarquizada a su cabeza estaba el
inquisidor general el cual era nombrado por el rey también estaba el consejo de la
suprema general inquisició n que en algunas ocasiones tuvo incluso má s poder que el
propio consejo real y ademá s también dependía del monarca estaban los tribunales
provinciales a cuyo cargo había un inquisidor provincial quien tenía que dar cuenta el
inquisidor general y al consejo de la suprema.
Los tribunales estaban compuestos por profesionales se convirtieron en tribunales fijos
aunque en sus orígenes eran itinerantes ya que iban a los lugares donde se encontraban
los acusados para darles un escarmiento y evitar así la continuació n del pecado
La parte acusatoria eran los fiscales y el calificador era quien se encargaba de decidir si la
causa era judicial o no ademá s siempre había un notario que daba fe de todo el proceso,
también había médicos para atender a los torturados en las cá rceles inquisitoriales, los
capellanes eran los encargados de asistir a los resentidos de auxiliarlos espiritualmente,
ademá s los carceleros y los aguaciles eran los encargados de buscar a los que tenían que
apresar y por ú ltimo estaba el familiar del santo oficio que eran los delatores nombrados
por el propio tribunal éstos podían llevar armas ademá s este cargo facilitaba el ascenso
social y por eso interesaba que fuese un cargo pú blico para que fuera apetecible.

JUICIOS

El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisició n tenía como atribució n esencial la defensa de
la fe cató lica, seriamente amenazada por los ataques de los herejes en la concepció n
cató lica, la Iglesia no crea la Verdad, la administra. Adicionalmente, antes de precisar los
delitos que eran materia de la jurisdicció n del Santo Oficio y clasificarlos, es necesario
recordar que las herejías en general eran vistas como crímenes de lesa majestad, contra
Dios, la Iglesia, los dogmas cató licos; y, al mismo tiempo, contra la monarquía hispana, el
estado, el orden social, la paz pú blica y la tranquilidad de los pueblos. Estos hechos,
fá cilmente evidenciables, explican la impopularidad que envolvió a los herejes
El Proceso de juzgamiento a los herejes y brujas era así:

 Se presentaba el caso de denuncia ante los calificadores o miembros del tribunal


 Se ordenaba el arresto del acusado
 Se trasladaba al acusado a la cá rcel y se lo aislaba completamente
 Se aplicaba la tortura si el acusado se contradecía, era incongruente o no reconocía
su culpa
 Se aplicaba sentencias, que podía ser absolutoria o condenatoria
 Se aplicaba penas como: castigos de los azotes, cá rcel, sambenito o muerte.

MÁRTIRES DE LA INQUISICIÓN
Galileo Galilei: Fue condenado por la Inquisició n cató lica Romana por su teoría que
corroboraba que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol, destronando la teoría
geocéntrica aristotélica que afirmaba que el centro del Universo era la Tierra . La Sagrada
Inquisició n condenó a Galileo a la pena de cá rcel
Miguel de Cerbet: Fue condenado por su concepció n de la Santísima Trinidad, a la que
comparaba con Cerbero, el monstruo mitoló gico de tres cabezas, por oponerse al bautismo
infantil -ya que consideraba que éste debía ser un acto maduro y consciente- y por otras
horribles herejías y execrables su condena fue ser quemado su efigie junto a libros en
blanco
Nicolas Copérnico: Hace 400 añ os la Inquisició n Romana censuró la teoría copernicana
que postulaba que la Tierra se movía alrededor del Sol
Giordano Bruno: Acabó quemado en la hoguera por haber desafiado a la Iglesia e ir
en contra de las ideas vigentes en aquel entonces como, por ejemplo, negar que la Tierra
era el centro del universo

TORTURAS
1. El potro: Fue una de las má quinas de tortura má s conocidas de la Edad
Media. Su sencillez, su facilidad de construcció n y, finalmente, su efectividad a la
hora de lograr que el reo confesase (o dijese al pie de la letra lo que los
inquisidores querían escuchar) hizo que fuera una de las má quinas má s famosas
durante aquella época. Se ataba al preso de manos y pies sobre una mesa. Las
cuerdas de los pies se iban enrollando a una rueda giratoria, y cada vez que daba
vueltas esta rueda se iban estirando las extremidades hasta incluso llegar al
desmembramiento.

2. El aplasta pulgares: El aplasta pulgares era un instrumento metá lico en el que se


introducían los dedos de las manos y los pies. A continuació n, mediante un tornillo
se le daban varias vueltas hasta que los apéndices acaban totalmente destrozados .
Tenía un origen veneciano y la mayoría de los textos lo definen como un utensilio
sencillo, pero sumamente doloroso.

3. La pera: se introducía un instrumento en forma de pera en la boca, vagina o ano de


la víctima, dependiendo de la acusació n: oral a predicadores heréticos, vaginal a
las brujas y anal a homosexuales pasivos. Esa pera en el interior se abría con un
tornillo mutilando las cavidades.

4. La garrucha: La tortura consistía, simple y llanamente, en atar las manos del preso
por detrá s de su espalda. A continuació n, se alzaba a la víctima varios metros del
suelo (tirando de sus muñ ecas) mediante un sistema de poleas. Una vez en alto,
llegaba el castigo. Finalmente, se le dejaba caer, la longitud de la cuerda estaba
medida para que no se golpeara con el suelo , pero la sacudida le dejaba
descoyuntado. El descenso hacía que todo el peso del cuerpo de la víctima se
sustentase en los brazos, algo sumamente doloroso.

5. La cuna de Judas: Era un artilugio que estaba formado por dos elementos. El
primero era un sistema de poleas que permitía alzar a una persona en el aire. El
segundo, una pequeñ a pirámide de madera cuya punta estaba sumamente afilada.
La tortura consistía en levantar a la víctima en el aire y dejarla caer repetidamente
y con fuerza sobre la base del artefacto para que su ano, vagina o escroto se
desgarrasen. El verdugo, ademá s, podía controlar el dolor que sufría el afectado
controlando la altura a la que se ubicaba el prisionero.

6. -La doncella de hierro: Este castigo era uno de los má s crueles, aunque se sospecha
que no llegó a utilizarse de forma tan usual como el potro debido a su severidad.
Para llevar a cabo la tortura de la «doncella de hierro» se introducía al preso en un
sarcó fago con forma humana con dos puertas. Este artilugio contaba con varios
pinchos metá licos en su interior que, cuando se cerraba el ataú d, se introducían en
la carne del reo. Curiosamente, y en contra de lo que se cree, estas «agujas»
gigantescas no acababan con su vida, aunque le causaban un dolor increíble y
hacían que se desangrase poco a poco . Pero eso sí, no le atravesaban de lado a
lado, como se muestra en algunas películas.

7. La sierra: Era uno de los castigos má s brutales que se podían perpetrar contra un
prisionero. Usualmente estaba reservado a mujeres que, en palabras los
inquisidores, hubiesen sido preñ adas por Sataná s. Para lograr acabar con el
supuesto niñ o demoníaco que llevaban en su interior, los responsables de cometer
la tortura colgaban a la hechicera boca abajo con el ano abierto y, mediante una
sierra, la cortaban hasta que llegaban al vientre . «Debido a la posició n invertida en
que se colgaba a la víctima, el cerebro aseguraba amplia oxigenació n y se impedía
la pérdida general de sangre. La víctima, por ello, no perdía la consciencia hasta
llegar al pecho

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