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Lectio Divina para cada día.

Raúl Romero, sacerdote

Jueves, 23 de noviembre de 2023


Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella.

1.-Oración introductoria.
Señor, hay escenas en el evangelio tan emotivas, tan escalofriantes, que sólo los
que tengan un corazón de piedra como aquellos paisanos tuyos de Jerusalén, pueden
rechazar o quedar indiferentes. Normalmente, a los hombres nos cuesta llorar. Parece
que es un signo de debilidad, propio de las mujeres. Pero Tú, el hombre cabal, el
hombre perfecto, el hombre por antonomasia, has gustado el amargo sabor de las
lágrimas. Así te has hecho más hermano. Gracias, Señor, por tus lágrimas.

2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 19, 41-44


En aquel tiempo, al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: ¡Si
también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a
tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de
empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el
suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra,
porque no has conocido el tiempo de tu visita.

3.- Qué nos dice el texto

Meditación-reflexión
Me impresionan y me emocionan estas palabras del Evangelio: “Al acercarse y
ver la ciudad, lloró por ella”. Sus lágrimas son expresión de “impotencia”. Dios
respeta tanto nuestra libertad que prefiere ser rechazado antes de verse obligado a
realizar algo en contra de la voluntad de su pueblo. Jesús habla, dialoga, sugiere,
ofrece la salvación…pero jamás tira la puerta de nuestra libertad. “Estoy a la puerta y
llamo” (Ap. 3,20). Llama y espera. Si se le abre, entra; si se le cierra la puerta, se va;
pero con los ojos arrasados en lágrimas. Si no le importara su pueblo, si no tuviera
cariño por su pueblo, se marcharía tranquilo después de haber hecho todo lo que podía
hacer. Pero Jesús ama a su pueblo, a su ciudad: “Jerusalén, Jerusalén…cuantas veces
te he querido reunir como la gallina a sus polluelos, y no has querido” (Mt. 23,37).
Las lágrimas de Jesús son expresión de ternura, de amor incomprendido y rechazado.
Las lágrimas de Jesús nos hablan de un Dios cercano, que tiene entrañas de
misericordia, que se alegra con nosotros cuando nosotros reímos y sufre con nosotros
cuando nosotros lloramos. ¡Qué finura de amor!

Palabra del Papa


“También esta enseñanza de Jesús es importante verla en el contexto concreto,
existencial en la que Él la ha transmitido. En este caso, el evangelista Lucas nos
muestra a Jesús que está caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia su
Pascua de muerte y resurrección, y en este camino les educa confiándoles lo que Él
mismo lleva en el corazón, las actitudes profundas de su alma.
Entre estas actitudes están el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la
providencia del Padre y, también, la vigilancia interior, la espera activa del Reino de
Dios. Para Jesús es la espera de la vuelta a la casa del Padre. Para nosotros es la espera
de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para llevarnos a la fiesta sin fin» (S.S.
Francisco, 11 de agosto de 2013).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)

5.-Propósito. Un rato de silencio para dar gracias a Dios porque Jesús, a través de sus
lágrimas, nos ha revelado el amor entrañable de Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo


con mi oración.
Señor, he entrado en la oración con mi corazón emocionado y salgo de ella con
mi corazón enternecido. Tus lágrimas sobre la ciudad de Jerusalén me hablan de las
veces que Tú has llorado por mí cuando me he empeñado en cerrar la puerta de mi
corazón a tus llamadas. He sido duro, terco, insensible a tus dulces palabras, a tu suave
invitación, a tanto derroche de cariño que has tenido conmigo. Gracias, Señor, por
tanto amor. Te prometo desde hoy abrirte de par en par la puerta de mi corazón. Entra,
Señor, a cenar conmigo. ¡Te necesito! Y, por favor, quédate siempre a mi lado.

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