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MIS
PARÁBOLAS
Índice general - 1
103. La realidad 113 125. Diógenes y las lentejas 145. El silencio 164. Estad preparados
104. El pardal y la paloma 114 135 155 174
105. El ladrón de hachas 115 126. El trepa 146. El yugo 165. ¡Qué mundo!
106. Los gusanos de seda 136 156 175
116 127. Tu propio significado 147. El monje anciano 166. Regla de oro
107. El dolor y la vida 137 157 176
117 128. La llave 148. Los nudos del hilo 167. ¡Mi niño! 177
108. Moisés y la Ley 138 158 168. El austero ermitaño
118 129. El ladrón desconcertado 149. El hombre justo 178
109. Ver a Dios 139 159 169. El barquero y el río
119 130. Sin obstáculos 150. El astrónomo 179
110. Los oídos de Dios 140 160 170. Cuando el sol se ponga
120 131. Los dos monjes 151. Estar sobrio 180
111. La madurez 141 161 171. Hagamos huelga
121 132. La muñeca de sal 152. Amabilidad 181
112. La ansiedad y la felicidad 142 162 172. La queja del anciano 182
122 133. Los expertos 153. Nuestro cemento 173. La cita de la muerte
113. Ser ateo 123 143 163 183
114. Disfrutar de la vida 134. El gato y el culto 154. Piedra de sopa 174. El anciano “loco”
124 144 164 184
115. Cortar la cruz 135. El cambio 155. El corazón humano 175. Misión cumplida
125 145 165 185
116. El hombre nada oía 136. La sopa de ganso 156. El Talmud y el Mesías 176. El diamante del rey
126 146 166 186
117. El príncipe soñador 137. Malgastar palabras 157. Soy libre 177. Ver a Dios
127 147 167 187
118. El río enamorado 138. Busca en tu interior 158. El Mujik y el caballo 178. La ventana del corazón
128 148 168 188
119. La verdad disfrazada 139. No hay discusión posible 159. El elefante y el candil 179. Eres libre
129 149 169 189
120. Discusiones inútiles 140. A Dios rogando 160. El orden de la creación 180. El amor no se paga
130 150 170 190
121. Sujetando el cielo 141. Cambia tú 161. Xenofobia 181. Fumar la pipa
131 151 171 191
122. Los animales envidiosos 142. Niños 152 162. Harto de llorar 182. Leche de leona
132 143. Tipos de personas 172 192
123. La noche del corazón 133 153 163. La paz del milano 183. El campo de minas
124. El pez sabio 144. La felicidad 154 173 193
134
184. Oración “escuchada”. 199. El lobo y la grulla 209 219. El Talismán 236. El deudor que se suicidó 246
194 200. El ciervo que se ve... 229 237. El águila gallina
185. Lo que pasó con los huevos de... 210 220. El mito de Platón 247
195 201. El hombre y la comadreja 230 238. El príncipe-rana 248
186. Seguridad en el desierto 211 221. Espíritu contentadizo 231 239. Que lo sepan a tiempo 249
196 202. El león viejo y los animales 222. La mujer del ciego 240. Miguela
187. Lo que no se puede enseñar 212 232 250
197 203. Búsqueda 223. Dar y no retener 241. Maestro del maestro
188. Hacia dónde rezar 213 233 251
198 204. Hacer salir el sol 214 224. La niña resucitada 242. Lección de catecismo 252
189. La vieja y la cebolla 205. El robot que quería ser niño215 234 243. Del país azul al país
199 206. El hombre ídolo 216 225. La puerta... estaba abierta de los mil colores 253
190. El culto que Dios quiere 207. El niño y el anciano 217 235 244. La sabiduría de la
200 208. El hombre de las manos atadas218 226. Los dos panes anciana abadesa 254
191. ¿Quién es más ciego: el odio... 209. Tiro con arco 219 236 245. Dios come
201 210. El Maestro sufre 220 227. Buena suerte, mala suerte 256
192. La estrella resplandeciente 211. El zorro y la viña 237 246. El zorro mutilado 257
202 221 228. Resistir 247. El diablo y su amigo
193. Encuentro 203 212. Las huellas de Dios 222 238 258
194. El panadero y los panes 213. Los tres hermanos 229. Siempre es primavera 248. Si volviese a vivir 259
204 223 239 249. El que pierda su vida 260
195. La aventura del tigre 214. Cabeza y estómago 224 230. Quedo yo 250. Pide lo que quieras
205 215. Testigos de vista 225 240 261
196. Los soldados y el ladrón 206 216. ¡Oh, si tuvierais fe! 226 231. Cambiar yo 241 251. Homenaje de los monjes 262
197. El lobo y el cordero 217. Dios llama 232. Hofetz Chaim 242 252. El secreto de la felicidad 263
207 227 233. Tu peor enemigo 243
198. Los dos mulos 218. Distintas posibilidades 234. Escuela de animales 244
208 228 235. El pordiosero millonario 245
y no sabían muy bien por dónde tenían que ir. A la orilla del camino había
indicadores. Pero ya estaban viejos. Apenas se podían leer. Sólo se podía
deducir por dónde no había que ir.
Al fin me vino una pesadilla: la peregrinación tenía guías. Intentaban pintar
de nuevo los viejos indicadores, pero con un color muy malo. Cuando me
desperté, me acordé de la palabra. “Desconfía de tus sueños, ¿no será que
exageran?”
Responsabilidad
103. La realidad
Card. Basil Hume

Aunque me esfuerzo en escuchar atentamente todo lo que se dice en el aula


del Sínodo, a veces me duermo. Y entonces tengo sueños, incluso visiones.
Os quiero contar dos de estas visiones: Vi una fortaleza. Era importante.
Dentro estaban los soldados; eran valientes y disciplinados. Confesaban estar
dispuestos a dar la vida “por la verdad”, según decían. Sólo había una
pequeña dificultad: no podían escuchar a través de los gruesos muros lo que
la gente decía fuera. Vi también un tren de peregrinos. Buscaban su camino
Negatividad
Generosidad
105. El ladrón de hachas
104. El pardal y la paloma

Un hombre perdió su hacha y sospechaba del hijo de su vecino. Por eso se


¿Cuánto pesa un copo de nieve?- preguntó un pardal a una paloma. puso a observarlo.
- Nada, ni un ápice- fue la respuesta. Efectivamente, su forma de caminar era la típica de un ladrón de hachas. Su
- Si es así, debo contarle una historia maravillosa- dijo el pardal. mirada, la de un ladrón de hachas. Las palabras que decía no podían ser más
- Me posé en la rama de un abeto, cerca del tronco, y empezó a nevar. No era que de un ladrón de hachas. Sus gestos y movimientos eran los propios de un
una ventisca. Era una nieve suave y plácida como un sueño. Como yo no ladrón de hachas.
tenía nada que hacer, fui contando los copos mientras caían sobre las Pero, inesperadamente, al ponerse un día a cavar la tierra, aquel hombre
pinochas de mi rama. El número fue exactamente de 3.741.952. Cuando encontró su hacha. Cuando al día siguiente volvió a ver al hijo de su vecino,
sobre la rama cayó el siguiente copo (nada de peso, ni un ápice, como tú ni su forma de caminar, ni su mirada, ni sus gestos le parecieron de un
dices ), la rama se rompió . ladrón de hachas.
Dicho esto el pardal se echó a volar. La paloma, una autoridad en la materia
desde los tiempos de Noé, se puso a reflexionar.
Pasados unos minutos dijo:
- Quizá tan sólo haga falta la colaboración de una persona más para que la
solidaridad se abra camino en el mundo.
Pasividad Esperanza
106. Los gusanos de seda 107. El dolor y la vida

Érase una vez un hombre bueno. Le daba mucha lástima de los gusanos de
Existe una leyenda sobre un pájaro que canta una sola vez en su vida, y lo
seda. Se movían con torpeza y devoraban con ansiedad, pero no tenían ni
hace más dulcemente que cualquier otra criatura sobre la faz de la tierra.
idea de la luz, del color.
Desde el momento en que abandona el nido, comienza a buscar un gran
Y el hombre bueno pensaba:
espino y no descansa hasta encontrarlo. Entonces, cantando entre las crueles
- ¡Si supieran lo que serán cuando lleguen a mariposas! Seguro que su vida
ramas, él mismo se clava en la espina más larga y afilada. Y, al morir,
sería muy diferente; se sentirían alegres, confiados, llenos de esperanza;
envuelve su agonía en un canto más bello que del canario y el ruiseñor. Un
sabrían que la vida no consiste en devorar y que la muerte no tiene la última
canto bellísimo, al precio de su existencia. Pero todo el mundo enmudece
palabra.
para escuchar. Y Dios sonríe en el cielo. Pues lo mejor sólo se compra con
Y se puso a explicárselo:
grandes dolores... Al menos, así lo dice la leyenda.
- Seréis libres, seréis ágiles, volaréis y alcanzaréis a las hojas de los árboles
con toda facilidad. Y seréis bellos.
Los gusanos de seda ni siquiera le oían. El futuro, el ser mariposa, no cabía
en su lenguaje. Y el hombre bueno decidió explicárselo con más
imaginación:
- Mirad, será como un gran campo de zanahorias.
Los gusanos sólo pensaban en devorar.
Y el hombre insistía:
- Dejaréis de ser gusanos, os transformaréis, os saldrán alas resplandecientes
como el oro.
Pero ellos respondían:
- ¡Déjanos en paz que estamos comiendo!
Y se reían de él.
Tolerancia
Pasividad
109. Ver a Dios
108. Moisés y la Ley

Un rey quería ver a Dios. Pero ninguno de sus sacerdotes y sabios era capaz
Había una vez en Jerusalén un famoso rabino llamado Akiba. Moisés, como de mostrárselo. El rey los amenazó con duros castigos, pero ni por esas.
oía constantemente hablar de él, pidió permiso al Altísimo para bajar a la Cuando ya todos estaban desesperanzados, apareció en el campo un pastor.
tierra y escuchar una lección de este famoso Akiba. Y así, disfrazado, bajó a Condujo al rey a un lugar abierto, le mostró el sol y le dijo: Mira fijamente.
la tierra y en Jerusalén fue a la escuela de Akiba. Se sentó con los otros Pero inmediatamente el rey tuvo que bajar la vista, deslumbrado. Y exclamó:
alumnos, escuchó la lección, las preguntas de los estudiantes y las respuestas - ¿Quieres que me quede ciego?
del rabino. Vuelto al cielo, el Altísimo le preguntó: El pastor respondió: “Mi rey, si el sol es sólo una cosa de la creación, sólo
- “Moisés, ¿te ha gustado la lección del rabí Akiba”. un débil reflejo de su grandeza. ¿Cómo quieres tú ver directamente a Dios?”
- “Señor, dijo Moisés, no entendí de qué hablaba”.
- “Pero, Moisés, si hablaba de la Ley”.
- “¡Ah! Si lo dices Tú, lo creo, pero no me había dado cuenta”.
Esperanza

Culpabilización
111. La madurez
110. Los oídos de Dios

Había en una selva tres árboles que crecían vigorosos. Cuando ya eran
“mozos” compartían sus sueños para cuando fueran mayores.
Se cuenta que un hombre espiritual dejó este mundo y se presentó en el El primero decía: “Mi sueño consiste en llegar a formar parte de una casa de
cielo. Allí caminó largamente hasta el misterio del mismísimo Dios. Llamó a lujo, donde se reúna mucha gente famosa y puedan admirar mi madera.”
la puerta. Y desde dentro alguien le respondió: El segundo decía: “Mi sueño consiste en llegar a ser el mástil más alto de un
- ¿Qué buscas aquí? barco de vela que recorra los mares”.
- Mira, Señor, dijo el hombre espiritual, yo he proclamado tu gracia y tu El tercero agregó: “Mi sueño es llegar a ser parte de una gran torre, tan alta
alabanza ante los oídos de los mortales. Pero están completamente sordos. que inspire a todo el que la vea”.
Por eso vengo a ti para que me escuches y me respondas. Así soñaban los tres árboles. Llegaron a la madurez. Hasta que un día los
- ¡Vuelve!, respondió una voz desde dentro; aquí no hay oídos para ti. Yo he cortaron.
escondido mis oídos en la sordera de los mortales. El primero no llegó a formar parte de la casa de lujo. Su madera se convirtió
en un pesebre donde los animales comían el heno.
El segundo árbol no llegó a ser el mástil más alto de un barco. Se convirtió
en madera de un sencillo barco de pesca del lago de Galilea.
Y el tercero no llegó a ser parte de la alta torre. Pero fue transformado en los
palos de una cruz y usado para la crucifixión.
Temor
112. La ansiedad y la felicidad
Creatividad
113. Ser ateo

Érase una vez un pueblo pequeño y entrañable. Tenía incluso un sereno. De


repente una noche, a la luz de la luna, el sereno encontró un trébol de cuatro
hojas. Sabía muy bien que simbolizaba la felicidad. Lleno de alegría subió a En cierta ocasión el discípulo preguntó a un rabino piadoso: ¿Para qué sirve
la torre e hizo sonar las campanas convocando a la gente. Poco a poco se el ateísmo? Si todo en la vida tiene su finalidad y su utilidad, ¿cuál es la
fueron reuniendo el herrero, el pastor, el poeta, el cartero.... Y hasta un utilidad del ateísmo?
adolescente travieso. El rabino contestó: Te diré para qué es bueno el ateísmo. Sirve para que
“Esta noche me ha visitado la felicidad”, proclamó el sereno, radiante de cuando un pobre venga a tu casa y te pida ayuda, no puedas decirle: ¡Dios te
alegría. Y todos se sentaron y se pusieron a esperar la felicidad. Se creó una ampare! En ese momento es bueno ser ateo. Debes estar convencido de que
gran calma. Se oía la brisa en los árboles y el canto de algún pájaro. Y la no hay Dios y, por eso, tú tienes que ayudar al pobre.
noche se hizo íntima y profunda.
“¿Cuándo llega la felicidad”, preguntó el adolescente. Pero el poeta y el
herrero y el pastor y el sereno... se dieron cuenta de que la felicidad había
llegado ya. Y siguieron embelesados, oyendo, escuchando hasta el
amanecer.
Perfeccionismo Intrascendencia
114. Disfrutar de la vida 115. Cortar la cruz

Un hombre emprendedor se horrorizó al ver un pescador recostado junto a su


Una antigua leyenda cuenta que un grupo de hombres iba de camino. Cada
barca y fumando apaciblemente su pipa después de haber vendido el
uno marchaba cargado con una cruz. Caminaban rendidos bajo el enorme
pescado.
peso.
- ¿Por qué no has salido a pescar?- le preguntó el emprendedor.
Uno de ellos se convenció de que la suya era demasiado larga y pesada. Ni
- Porque ya he pescado bastante para hoy.
corto ni perezoso cortó un buen trozo. Así logró caminar un poco más ligero.
- ¿Por qué no pescas más de lo que necesitas?- insistió el emprendedor.
Tras mucho caminar llegaron a una sima. No había puentes para pasar al país
- ¿Y qué iba a hacer con ello?- preguntó a su vez el pescador.
que prometía la alegría eterna y la presencia inmediata de Dios.
- Ganarás más dinero- fue la respuesta- y podrías poner un motor nuevo y
Tras una breve vacilación todos tendieron las cruces sobre la cima. Y todas
más potente a la barca. Y podrías ir a aguas más profundas y pescar más
llegaban de parte a parte. Solamente el que la había cortado se encontró en
veces. Pronto ganarías para tener dos barcas... Y hasta una verdadera flota.
una situación desesperada.
Entonces serías rico y poderoso como yo.
- ¿Y qué haría entonces?- preguntó de nuevo el pescador.
- Podrías sentarte y disfrutar de la vida- respondió el emprendedor.
- ¿Y qué crees que estoy haciendo en este preciso momento?- respondió el
pescador.
117. El príncipe soñador B. Brecht
Intransigencia
116. El hombre nada oía R.
TAGORE
Érase una vez un príncipe. Vivía en el país de los cuentos. Era soñador. Le
encantaba tumbarse en un prado junto al castillo y contemplar el cielo
azulísimo. En ese prado las flores eran mayores y más bellas que en ninguna
otra parte del mundo. Y el príncipe soñaba con palacios blancos, con grandes
espejos y estancias brillantes.
A media noche el hombre le dijo:- Ha llegado la hora de dejar mi casa y
Sucedió que murió el anciano rey. El príncipe subió al trono. Y el nuevo rey
buscar a Dios. ¿Quién me ha tenido engañado tanto tiempo?...
se encontraba con frecuencia en las estancias de blanquísimos castillos con
Dios le respondió sereno: He sido yo.
grandes espejos.
Pero el hombre nada oía. La madre dormía dulcemente, con el niño en su
Y soñaba con un prado pequeño donde las flores fueran las más grandes y
pecho, a un lado de la cama del hombre. El hombre, mirándoles, dijo:
más bellas que en ninguna otra parte del mundo.
- ¿Quiénes sois vosotros que me habéis engañado durante tanto tiempo?
La voz de Dios volvió a hablar: Ellos son Dios.
Pero el hombre nada oía... Y el niño y la madre seguían durmiendo.
Dios le dijo: Detente, necio, y no dejes tu hogar.
Pero el hombre nada oía.
Y Dios suspiraba tristemente: ¿Por qué querrá venir a mí, abandonándome?

Autonomía
Perfeccionismo
118. El río enamorado Thich Nhat
Hanh

La verdad paseaba desnuda por la calle, y nadie la dejaba entrar en su casa.


Los hombres le tenían miedo. Pero un buen día, que iba la verdad
ensimismada con un rostro adusto, se encontró con el cuento, que vestía ropa
elegante, vistosa, atractiva. Y el cuento le preguntó a la verdad:
Érase una vez un río. Discurría por la montaña y ya soñaba presuroso con el
- ¿Por qué andas tan deprimida?
mar. Un buen día advirtió que había nubes sobre él. Eran hermosas y
- Me va muy mal. Soy vieja y nadie tiene interés en conocerme.
caprichosas. El río quería tener una sola para él. Pero las nubes eran
- Si no te quieren no es porque seas anciana. Mira, a mí cuanto más anciano
esquivas. De pronto sopló el viento con fuerza y barrió todas las nubes. Y el
más me quieren. Te revelaré el secreto de los hombres: les gusta que todos
río enamorado pensó que ya no valía la pena vivir. ¿Para qué seguir viviendo
vayamos un poco maquillados y disfrazados. Te prestaré mis vestidos y
si ya no había nubes?
verás cómo la gente deseará conocerte.
Esa noche, sin embargo, el río volvió sobre él mismo. Jamás había mirado en
La verdad se disfrazó con el vestido del cuento. Y desde entonces la verdad
su interior. Y escuchó su llanto. Y descubrió algo muy importante.
y el cuento viven juntos. Y son queridos por los hombres.
Comprendió que las nubes no eran más que agua. Y que él mismo era agua.
Al día siguiente vio el cielo azul por primera vez en su vida. Jamás había
reparado en él. Por la noche recibió en su corazón de río la imagen de la luna
llena. No se podía imaginar tanta belleza. Más tarde volvieron las nubes,
pero ya no quiso poseer a ninguna. Comprendió que no debía correr tras
ellas, que podía ser él mismo y disfrutar de su belleza.

Culpabilización
Aprobación 120. Discusiones inútiles
119. La verdad disfrazada
Había una vez un pájaro tumbado de espaldas con las dos patas tensamente
Un buen día al ojo se le ocurrió decir: “Mirad, estoy viendo una montaña estiradas hacia el cielo.
enorme detrás de aquellos valles entre la tiniebla. ¿No es maravilloso?” Otro pájaro que pasaba por allí le preguntó admirado: “¿Qué haces ahí en
El oído estaba escuchando atentamente y después de un rato exclamó: esa postura? ¿Por qué tienes las patas tan tiesas?»
“¿Dónde está la montaña? Yo no la oigo.” El primer día el pájaro le respondió: “Estoy sujetando el cielo con mis patas.
La mano, por su parte, añadió: “Estoy intentando tocarla, pero es inútil. Yo Si yo dejara de sostenerlo, el cielo se desplomaría.”
no encuentro la montaña”. Acababa de decir esto, cuando se desprendió una hoja de un roble y fue
Fue entonces cuando la nariz tomó la palabra diciendo: ”Yo no huelo nada. cayendo suavemente hacia la tierra. Al oírla el pájaro se asustó tanto que se
No hay ninguna montaña”. levantó a toda prisa y desapareció volando. El cielo, sin embargo,
Entonces el ojo se puso a mirar en otra dirección. Los otros seguían permaneció en su lugar.
discutiendo acerca de la extraña ilusión óptica.
Y llegaron a la conclusión: ”Al ojo le está pasando algo raro. Debe estar en
crisis”.

Fatalismo Intransigencia

121. Sujetando el cielo 122. Los animales envidiosos


Érase una vez en que los animales se sentían llenos de envidia y de enfado. Un viejo rabino preguntó una vez a sus alumnos cómo se podría conocer el
La razón era que los hombres tenían domingos y ellos no los tenían. Esa momento preciso en que se acababa la noche y empezaba el día.
discriminación no podía continuar. Había que cambiar la situación. Se - ¿Quizá cuando se puede distinguir con facilidad un perro de una oveja?.
reunieron en un claro del bosque para deliberar cómo podrían tener ¡No!, dijo el rabino.
domingos. - ¿Cuando se distingue una palmera de una higuera? ¡No!, repitió el rabino.
El león dijo: “Es muy sencillo. Todo consiste en tener una buena comida. Yo - Entonces, ¿cuándo?, preguntaron los alumnos.
pido para mí un buen antílope cada domingo”. El rabino contestó: “Cuando al mirar el rostro de una persona cualquiera, tú
El pavo real tomó la palabra y dijo: “¡Comida! ¡Qué vulgaridad! Lo reconoces en él un hermano o una hermana. Hasta ese momento aún es de
importante es tener un buen traje de fiesta. Yo pido para mí un modelo de noche en el corazón”.
alta costura.”
La tortuga protestó: “¿Pero dónde vais con eso? Lo que hace falta es mucho
descanso. Dormir todo lo que uno quiera y estar tranquilo”.
Por su parte, el mono pidió: “Lo que hace falta son muchos cacahuetes y un
árbol bien alto para poder trepar”.
Cada animal expresaba sus deseos. El buen Dios se los concedió. Y a pesar
de todo para los animales no era domingo. Y los hombres se sonreían: ¡Qué
tontos son los animales! ¡No saben que sólo hay domingo cuando se puede
hablar con Dios como se habla con un amigo!

Creatividad Fatalismo

123. La noche del corazón 124. El pez sabio


Los peces de un río se dijeron unos a otros: “Andan comentando por ahí que Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas, cuando le vio el filósofo
nuestra vida depende del agua. Pero nosotros no hemos visto nunca el agua. Aristipo, que vivía confortablemente a base de adular al rey.
No sabemos qué es” Y le dijo Aristipo: “Si aprendieras a ser sumiso al rey, no tendrías que comer
Entonces algunos, más espabilados que los otros, dijeron: “Hemos oído que esa basura de lentejas”.
en el mar vive un pez muy listo, que lo sabe todo. Vayamos a él y pidámosle A lo que replicó Diógenes: “Si hubieras tú aprendido a comer lentejas, no
que nos muestre el agua”. tendrías que adular al rey”.
Unos cuántos se pusieron en camino, llegaron al mar y le preguntaron al pez
sabio. Después de haberlos escuchado pacientemente, el pez sabio
respondió: “¡Qué torpes sois! En el agua vivís y os movéis. Del agua venís y
al agua vais. Vivís en el agua y no lo sabéis”

Pasividad

Pasividad
126. El trepa
125. Diógenes y las lentejas
Entra el primer candidato:
- “¿Entiende usted que esto no es más que un simple “test” que queremos El Maestro le replicó: “¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la
hacerle antes de darle el trabajo que usted ha solicitado?”. masticara antes de dártela”.
- “Sí”. Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar. Ni siquiera el
- “Perfectamente. ¿Cuántas son dos y dos?. Maestro.
- “Cuatro”.
Entra el segundo candidato:
- “¿Está usted listo para el test?.
- “Sí”.
- “Perfectamente. ¿Cuántas son dos y dos?.
- “Lo que diga el jefe”.
El segundo candidato consiguió el trabajo. La actitud del segundo candidato
es muy recomendable si deseas ascender en cualquier institución, secular o
religiosa.

Imposible
Responsabilidad
128. La llave
127. Tu propio significado

Un vecino encontró a Nasruddin cuando éste andaba buscando algo de


En cierta ocasión se quejaba un discípulo a su Maestro: “Siempre nos rodillas.
cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado”. - “¿Qué andas buscando, Mullab”?
- “Mi llave. La he perdido”. Cuando regresó Ryokan, sorprendió al ladrón: “Te has tomado muchas
Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un molestias para visitarme”, le dijo al ratero. “No debías marcharte con la
rato dijo el vecino: manos vacías. Por favor, llévate como regalo mis vestidos y mi manta”.
- “¿Dónde la perdiste?” Completamente desconcertado, el ladrón tomó las ropas y se largó.
- “En casa”. Ryokan se sentó desnudo y se puso a mirar a la luna. “Pobre hombre”, pensó
- ¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas aquí? para sí mismo, “me habría gustado poder regalarle la maravillosa luz de la
- “Porque aquí hay más luz” luna”.
¿De qué vale buscar a Dios en lugares santos si donde lo has perdido ha sido
en tu corazón?

Bondad Creatividad
129. El ladrón desconcertado 130. Sin obstáculos

El Maestro Zen, Ryokan, llevaba una vida sencillísima en una pequeña Un cuento del Bhagawat Purana:
cabaña al pie de la montaña. Una noche, estando fuera el Maestro, irrumpió Una vez volaba un cuervo por el cielo, llevando en su pico un trozo de carne.
un ladrón en la cabaña y se llevó un chasco al descubrir que no había allí Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
nada que robar.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le El otro monje estaba absolutamente escandalizado, y por espacio de dos
perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla:
carne. ¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se habría atrevido a tocar a una
Y se dijo el cuervo: “¡Qué tranquilidad...! Ahora todo el cielo me pertenece”. mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había
Decía un monje Zen: “Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las desacreditado la Santa Religión? etc.
noches de una visión sin obstáculos de la luna”. El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló:
“Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva
ahora?»

Negatividad Autonomía
131. Los dos monjes 132. La muñeca de sal

De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que,
bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella atravesar por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa,
el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla. - “¿Quién eres tú?”, le preguntó al mar la muñeca de sal.
Con una sonrisa, el mar le respondió: “Entra y compruébalo tú misma”. - “¿Qué estáis haciendo”?, dijo a los sorprendidos asistentes. “Estoy vivo.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba No he muerto”. Sus palabras fueron acogidas con asombrado silencio. Al fin,
disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. uno de los deudos acertó a hablar: “Amigo, tanto los médicos como los
Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: sacerdotes han certificado que habías muerto. Y ¿cómo van a haberse
“¡Ahora ya sé quién soy!” equivocado los expertos?
Así pues, volvieron a atornillar la tapa del féretro y lo enterraron
debidamente.

Fatalismo
133. Los expertos Fatalismo
134. El gato y el culto
Un hombre a quien se consideraba muerto fue llevado por sus amigos para
ser enterrado. Cuando el féretro estaba a punto de ser introducido en la
tumba, el hombre revivió inopinadamente y comenzó a golpear la tapa del Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre
féretro. andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que
Abrieron el féretro y el hombre se incorporó. ordenó el gurú que ataran el gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el Cierto día, un viajante le dijo al profeta: “¿Por qué sigues predicando? ¿No
referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para ves que tu misión es imposible?”
poder atarlo durante el culto vespertino. Y el profeta respondió: “Al principio tenía la esperanza de poder cambiarlos.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca Pero si ahora sigo gritando es únicamente para que no me cambien ellos a
del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto mí”.
como es debido.

Imposible Responsabilidad
135. El cambio 136. La sopa de ganso

Una vez llegó un profeta a una ciudad con el fin de convertir a sus En cierta ocasión un pariente visitó a Nasruddin, llevándole como regalo un
habitantes. Al principio la gente escuchaba cuando hablaba, pero, poco a ganso. Nasruddin cocinó el ave y la compartió con su huésped.
poco se fueron apartando, hasta que no hubo nadie que escuchara las No tardaron en acudir un huésped tras otro, alegando todos ser amigos de un
palabras del profeta. amigo del “hombre que te ha traído el ganso”.
Naturalmente, todos ellos esperaban obtener comida y alojamiento a cuenta Kakua fue el primer japonés que estudió Zen en China. No viaja en absoluto.
del famoso ganso. Lo único que hacía era meditar asiduamente. Cuando la gente le encontraba
Finalmente, Nasruddin no pudo aguantar más. Un día llegó un extraño a su y le pedía que predicara, él decía unas cuantas palabras y se marchaba a otro
casa y le dijo: lugar del bosque, donde resultara más difícil encontrarle.
“Yo soy un amigo del amigo del pariente tuyo que te regaló el ganso”. Cuando Kakua regresó al Japón, el Emperador oyó hablar de él y le hizo
Y, al igual que los demás, se sentó a la mesa, esperando que le diera de llegar su deseo de que predicara Zen ante él y toda su corte. Kakua acudió y
comer. se quedó en silencio frente al Emperador. Entonces sacó una flauta de entre
Nasruddin puso ante él una escudilla llena de agua caliente. “¿Qué es esto?”, los pliegues de su vestido y emitió con ella una breve nota. Después hizo una
preguntó el otro. profunda inclinación ante el rey y desapareció.
“”Esto”, dijo Nasruddin, “es la sopa de la sopa del ganso que me regaló mi Dice Confucio: “No enseñar a un hombre que está dispuesto a aprender es
amigo”. desaprovechar a un hombre. Enseñar a quien no está dispuesto a aprender es
malgastar las palabras”.

Responsabilidad
Creatividad
137. Malgastar palabras
138. Busca en tu interior

Nadie supo lo que fue de Kakua después de que éste abandonara la presencia
del Emperador. Sencillamente, desapareció. He aquí la historia: Preguntaba el monje: “Todas estas montañas y estos ríos y la tierra y las
estrellas... ¿de dónde vienen?»
Y preguntó el Maestro: “ ¿Y de dónde viene tu pregunta?” -Está bien, vamos a comenzar. ¿Sobre qué discutiremos?
¡Busca en tu interior! - ¿Qué te parece si lo hacemos sobre ese trozo de pan?- sugiere el primero.
- De acuerdo, vamos a discutir sobre el pan.
- ¿Cómo lo haremos?- dice el segundo.
Entonces el primero comienza:
- ¡Ese pan es mío, me pertenece!
A lo que el segundo replica:
- Si es así, llévatelo.

Responsabilidad

Optimismo
140. A Dios rogando
139. No hay discusión posible
Se cuenta que un rabino sirvió fielmente a Dios durante toda su vida. Por
eso, con toda confianza, un día se atrevió a decir a Dios:
Dos monjes habían vivido juntos durante cuarenta años sin llegar nunca a - Señor, he sido un devoto adorador tuyo y he obedecido siempre la Ley. He
discutir. Ni una sola vez. Un día le dice uno al otro: sido un buen judío, pero he envejecido y ahora necesito tu ayuda. Señor,
-¿No te parece que ya es hora de que discutamos al menos una vez? déjame ganar la lotería para tener así una vejez tranquila.
A lo que el segundo monje responde:
Y rezó y rezó... Durante muchos días, semanas y meses repitió la misma Entonces la codorniz le aconsejó:- Lo que tienes que hacer es cambiar tu
petición. Hasta que después de dos años, ya desesperado, le dijo a Dios: grito estridente. De lo contrario serás odiada en cualquier sitio adonde vayas.
- Señor, decídete de una vez y dame la suerte.
A lo que Dios respondió:
-Decídete tú. ¿Por qué no compras un billete de lotería?

Culpabilización Superación
141. Cambia tú 142. Niños

Angulimal, un bandido, fue un día a matar a Buda. Buda le dijo:


La codorniz, al encontrarse con una lechuza fugitiva, le preguntó: ¿A dónde - Antes de matarme, ayúdame a cumplir un último deseo: corta, por favor,
vas? una rama de ese árbol.
- Voy hacia oriente- respondió la lechuza. Con un golpe de espada el bandido hizo lo que Buda le pedía. Pero éste
- ¿Y por qué vas hacia oriente? añadió:
- Es que la gente de la aldea no soporta mi grito tan estridente. Por eso me - Ahora vuelve a ponerla en el árbol para que siga floreciendo.
voy. - Debes estar loco- respondió Angulimal - si piensas que eso es posible.
- Al contrario- dijo Buda-, el loco eres tú, que te crees poderoso porque
puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es
el que sabe crear y curar.

Creatividad
Tolerancia
144 . La felicidad
143. Tipos de personas Anónimo
judío

Cuentan que un árbol, plantado a la orilla del río, se sentía muy desdichado.
Se miraba a sí mismo y lloraba su triste existencia sin sentido, siempre
El Maestro dijo al discípulo: “Existen cuatro tipos de personas. parado, sin hacer nada, junto al río. Hasta que cierto día un pájaro le cantó al
El justo, que habla: Lo que es mío, es mío; lo tuyo, tuyo. oído. Entonces abrió los ojos y vio a otros muchos pájaros revoloteando
El enamorado, que exclama: Lo que es mío es tuyo; lo tuyo es mío. alegres entre sus ramas; también vio que a su sombra descansaban los
El egoísta, que piensa: Lo tuyo es mío; lo mío es mío. caminantes fatigados y que varias plantas más débiles se apoyaban en su
El santo, que actúa: Lo que es mío es tuyo; lo tuyo es tuyo. tronco.
(Anónimo judío)
Y dicen que, desde aquel momento en que descubrió que era útil y hacía El visitante obedeció.
felices a los demás, él mismo se sintió muy feliz. - Ahora me veo a mí mismo en el espejo del agua.
El monje le explicó:
- Ya ves. Cuando yo meto el cubo en el pozo, el agua está agitada. Sin
embargo ahora el agua está tranquila.
¡Así es la experiencia del silencio! ¡El hombre se descubre a sí mismo!

Autonomía Creatividad
145. El silencio 146. El yugo

¿Qué aprendes en tu vida de silencio? - preguntó el visitante a un monje de Un cuento judío presenta al discípulo preguntando al maestro.
clausura. - ¿Por qué los buenos sufren más que los malos?
El monje, que estaba sacando agua de un pozo, le respondió: El maestro respondió:
- Mira al fondo del pozo, ¿qué ves? - Mira, un ciudadano tenía dos vacas, una fuerte y otra débil. ¿A cuál de las
El hombre se asomó al brocal del pozo. dos puso el yugo?
- No veo nada-. - Seguro que a la fuerte - respondió el discípulo.
El monje se quedó inmóvil y en silencio y, después de un rato, dijo de nuevo Y el maestro concluyó:
al visitante: - Así hace el Misericordioso: para que el mundo siga adelante pone el yugo a
- ¡Mira ahora! ¿Qué ves? los buenos.
Tolerancia
Superación
148. Los nudos del hilo
147. El monje anciano

Contaba un viejo rabino: “ Cada uno de nosotros está unido a Dios por un
El peregrino se encontró con un monje muy anciano a la puerta del hilo. Cuando comete una falta, el hilo se rompe. Pero al arrepentirse de la
monasterio. falta, Dios hace un nudo en el hilo. Entonces el hilo se acorta. Y el pecador
- ¿Cuántos años lleva en este lugar? - preguntó el peregrino. está un poco más cerca de Dios. Así, después del arrepentimiento de cada
- Cincuenta y nueve - respondió el anciano muy confuso. pecado, de nudo en nudo, nos vamos acercando siempre más a Dios.
- Me alegra mucho - continuó el peregrino -, así podrá mostrarme por Resulta entonces que cada pecado hace acortar la cuerda anudada y acerca
experiencia el camino de la perfección. más rápidamente al corazón de Dios”.
El monje quiso replicar, pero advirtió de pronto que se había quedado mudo.
Luego, con mucha calma, tomó el bastón y escribió en la tierra estas
palabras: “Todavía no he llegado a ser monje”.
- No, hay algo mejor que hacer. Y lo harás tú. Haz estas tres cosas: libera al
hijo de mi hermano, entierra a tu hermano y gasta tus fuerzas en consolar a
tu madre, que mucho te necesitará.
La casa del anciano se llenó de paz.

Bondad
149. El hombre justo Esperanza
150. El astrónomo
Varias personas se presentaron ante un hombre justo y de corazón piadoso
llevando un cadáver.
- Aquí te traemos a tu hijo menor, que ha sido asesinado por su propio Mi amigo y yo vimos el otro día a un ciego que estaba sentado solo a la
primo, tu sobrino Abdul. A él lo hemos apresado y te lo entregamos sombra del templo.
maniatado. Es tuyo. - Mira, ése es el hombre más sabio de nuestro país - dijo mi amigo, cuando
El asesino cayó al suelo y no se atrevía a mirar a su tío, padre de la víctima. decidí acercarme al ciego y saludarlo.
Tenía mucho miedo y vergüenza, y no levantaba la vista del suelo. El viejo Después de charlar un rato con él, le pregunté:
no sabía qué hacer y sentía odio en sus entrañas. En aquel momento su hijo - Perdona mi pregunta, ¿desde cuándo eres ciego?
mayor le dijo: - De nacimiento - me dijo.
- Padre, haz justicia y venga a mi hermano menor. - ¿Y qué carrera has hecho?
El hombre misericordioso contestó: - Soy astrónomo - respondió.
A renglón seguido, se llevó la mano al pecho, diciendo:
- Observo todos esos soles y lunas y estrellas.
Bondad

Temor
152. Amabilidad
151 Estar sobrio
Bondad la expresión viva de la amabilidad de Dios; amabilidad en vuestro
rostro, amabilidad en vuestros ojos, amabilidad en vuestra afectuosa manera
Dónde podré encontrar a Dios? - preguntó el joven discípulo. de saludar.
- Está precisamente delante de ti - le respondió el maestro. En los bajos fondos, nosotros somos la amabilidad de Dios hacia los pobres.
- ¿Cómo es, entonces, que no logro verlo? Regalad siempre una sonrisa gozosa a los niños, a los pobres, a todos los que
- ¿Y por qué el borracho no consigue ver su propia casa? sufren y se encuentran solos.
Más tarde el maestro dijo al discípulo: Dadles no solamente vuestros cuidados, sino también vuestro corazón (M.
- Trata de averiguar qué es lo que te emborracha. Teresa de C.)
Para poder ver bien es necesario estar sobrio.
Apertura
Apertura
154. Piedra de sopa
153. Nuestro cemento

Cierto día llegó a un pueblo un hombre bien vestido y pidió a una mujer que
El joven preguntó a un padre del desierto: le diese algo de comer.
- Padre, ¿cómo se construye una comunidad? - “Lo siento - dijo ella - pero en este momento no tengo nada en casa”.
- Lo mismo que una casa - respondió el monje -.Puedes utilizar piedras - “No se preocupe - dijo amablemente el extraño -, tengo una piedra de sopa
diferentes, pero lo que importa es el cemento que las une. en mi cartera. Si Ud. me permitiera ponerla en una olla de agua hirviendo,
- ¿Cuál es el cemento de la comunidad? - insistió el joven. yo haría la mejor sopa del mundo”.
El monje se inclinó sonriendo y, tomando un puñado de arena, dijo: La mujer buscó la olla más grande, la puso en el fuego con agua y comunicó
- El cemento está hecho de arena y cal, que son materiales muy frágiles. el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuando el agua empezó a hervir
Con un soplo de viento ya vuelan. También lo que une en la comunidad, ya estaba todo el vecindario en torno a aquel extraño que, tras dejar caer la
nuestro cemento, es nuestra fragilidad y nuestra pobreza. Desde el servicio y piedra en el agua, probó una cucharada exclamando: “¡Deliciosa! Lo único
la pobreza aprendemos a vivir en comunidad, sabiendo que nos necesitamos que necesita son unas patatas”.
mutuamente y dependemos los unos de los otros. Una mujer se ofreció de inmediato para traerlas de su casa. El hombre probó
de nuevo la sopa, que ya sabía mucho mejor, pero echó en falta un poco de
carne. Otra mujer voluntaria corrió a su casa a buscarla. Y con el mismo
entusiasmo y curiosidad se repitió la escena al pedir unas verduras y sal.
Por fin pidió: “Platos para todo el mundo”.
La gente fue a sus casas a buscarlos y hasta trajeron pan y frutas. Luego se
sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, sintiéndose extrañamente
felices al compartir, por primera vez, su comida.
Y aquel hombre extraño desapareció dejándoles la milagrosa piedra de sopa,
que podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del
mundo.

Imposible
Superación
155. El corazón humano
156. El Talmud y el Mesías

Una historia hindú cuenta que, en cierta ocasión, Dios se cansó de la gente
que no hacía más que molestar y pedir favores. Por lo que pensó: El Talmud afirma que la condición para que venga el Mesías es que todos
- “Voy a esconderme por una temporada”. los hombres se conviertan. Convencido de esta palabra me decidí a poner
Entonces reunió a todos sus consejeros y les preguntó: manos a la obra y orar por ellos. Estaba seguro de tener éxito.
- ¿Dónde creéis que debo retirarme? ¿Cuál será el mejor lugar para Pero, ¿por dónde empezar? El mundo es tan vasto... Empezaría por el país
esconderme? que mejor conocía: el mío. Pero era tan enorme mi país...
Algunos pensaban que lo más acertado sería esconderse en la cima de la Bueno, comenzaría por la ciudad que me era más próxima: la mía. Pero es
montaña más alta de la tierra. Otros pensaban que en el fondo del mar. tan grande mi ciudad. Apenas la conozco. Bueno, empezaría por mi calle.
Algunos creían que el mejor lugar sería más allá de la luna, adonde No, por mi casa. No, por mi familia.
realmente nadie podría llegar. Entonces, empezaré por mí mismo.
Entonces Dios, dirigiéndose a su ángel más inteligente, le preguntó:
- ¿Dónde me aconsejas que me esconda?
A lo que el ángel inteligente, sonriendo, respondió:
- Escóndase en el corazón humano, ése es el único lugar al que ellos nunca
van.
Comprensión
Autonomía
158. El Mujik y el caballo
157. Soy libre

Era durante la guerra y todos huían frente al enemigo. Un mujik fue al


Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando, espada en mano, campo y dijo a su caballo:
llegó el rey en su carroza: “¡Me vendo!”, grité. El rey me cogió la mano y - Sígueme, o los enemigos te cogerán.
me dijo: “Soy poderoso, puedo comprarte”. - No te seguiré - respondió el caballo-, porque yo no estaré mal con tus
Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí a su carroza. enemigos: lo mismo me da trabajar para ti que para ellos.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el (L. Tolstoi)
callejón retorcido cuando un viejo, cargado con un saco de oro, me salió al
encuentro. Dudó un momento y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte”. Una a
una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil
apareció delante de mí y me dijo: “Te compro con mi sonrisa”. Pero su
sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la
sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un
niño estaba sentado en la playa jugando con sus conchas. Levantó la cabeza
y, como si me conociera, me dijo:“ Puedo comprarte con nada”.
Desde que hice este trato jugando, soy libre.
( R. Tagore)
Apertura
Pasividad
160. El orden de la creación
159 El elefante y el candil

Un día le preguntaron a Confucio: “El Creador no nos ha hablado; ¿cómo


Se ha hecho famosa la historia del elefante, del místico sufí Rumi, dedicada podemos saber lo que él quiere que nosotros hagamos?”
a mostrar la raíz de las diferencias en las creencias religiosas. Nuestra Confucio respondió un poco malhumorado:
pobreza “visual” frente al misterio de Dios es enorme... “¿Quién dice que el Creador no ha hablado? Mira el verano y el invierno,
Gentes de la India habían llevado el elefante a una casa para exhibirlo en la mira los valles y los montes. ¿No te dice nada esto? El Creador quiere que
oscuridad. Cada visitante, al no poder verlo con los ojos, trataba de tantearlo haya gente de estudios como montes y gente sencilla como valles; ni el valle
con la palma de la mano. Uno la posó sobre la trompa y dijo: “Esta criatura daña al monte, ni el monte aplasta al valle; el verano, el invierno, las cuatro
es como un caño de esos por donde pasa el agua”. La mano de otro tocó su estaciones se complementan, aunque son distintas.
oreja y le pareció un gran abanico. Otro, habiendo palpado su pata, exclamó: El hombre tiene que actuar en colaboración, complementándose unos a
“Opino que la forma del elefante es la de un pilar”. otros; el Creador nos ha hecho diferentes para que trabajemos juntos. Estudia
Según la parte que tocaba cada persona, su idea y descripción del elefante en la naturaleza el orden puesto por el Creador y sabrás lo que él quiere de
eran totalmente distintas... nosotros”.
Si cada uno hubiera llevado un candil para alumbrar la estancia, las
diferencias en el conocimiento del elefante habrían desaparecido.
Apertura

Intransigencia
162. Harto de llorar
161. Xenofobia
Es la historia de un hombre que estaba harto de llorar. Miró a su alrededor y
vio que tenía delante de sus ojos la felicidad. Estiró la mano y quería
En la valla publicitaria que anuncia un detergente y un nuevo modelo de cogerla. La felicidad era una flor. La cogió. Y nada más tenerla en su mano,
automóvil, alguien ha escrito, con letra torpe, un texto que sale al paso de la la flor ya se había deshojado. La felicidad era un rayo de sol. Levantó sus
violenta xenofobia imperante. El autor anónimo dice: ojos para calentar su cara y enseguida una nube lo apagó. La felicidad era
Tu Cristo, judío. una guitarra. La acarició con sus dedos, las cuerdas desafinaron. Cuando al
Tu coche, japonés. atardecer el hombre volvía a su casa, el hombre seguía llorando.
Tu pizza, italiana. A la mañana siguiente siguió buscando la felicidad. Por el camino vio un
Tu democracia, griega. niño que lloriqueaba. Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio. La
Tu café, brasileño. fragancia de la flor perfumó a los dos. Una pobre mujer temblaba de frío,
Tus vacaciones, turcas. cubierta con sus harapos. La llevó hasta el sol y también él se calentó. Un
Tus números, árabes. grupo de niños cantaba. Él los acompañó con su guitarra. También él se
Tu escritura, latina. deleitó con aquella melodía. Al volver a casa, de noche, el buen hombre
Y tu vecino, ¿sólo un extranjero? sonreía de verdad. Había encontrado la felicidad.
Proyección
Tolerancia
164 Estad preparados
163. La paz del milano

Kirkegaard cuenta la historia de un circo ambulante instalado a las afueras


Un milano que llevaba un pez en el pico estaba siendo perseguido por una
de una pequeña localidad. El pueblo sale de su monotonía y se regocija con
banda de gaviotas que lo picoteaban para arrebatarle la presa. Adondequiera
el espectáculo. Es, ante todo, el payaso quien atrae a los espectadores. Tras
que huía, las gaviotas y otros pájaros depredadores le perseguían con rabia y
haberse deleitado con sus chistes y excelente actuación, un momento antes
voracidad.
del último número, el payaso irrumpe improvisadamente en la pista,
Finalmente, ya desesperado, el milano soltó el pez. Otro pájaro lo atrapó y
gesticulando y casi bramando: “ ¡El pueblo se quema; hay fuego por todas
fue a su vez perseguido por la banda. El milano, por fin tranquilo, se posó en
partes!...”. La gente lo toma a risa y aplaude frenéticamente aquel número
paz sobre la rama de un árbol.
improvisado. Cuando, tras mucho insistir y viendo que no lo toman en serio,
Un monje que había presenciado la escena, notando la calma y la paz del
el payaso se lanza fuera del gran entoldado y la gente se percata de lo que
milano, se arrodilló frente a él diciéndole: “ De ahora en adelante tú serás mi
realmente ocurre, ya es demasiado tarde: el pueblo arde como una tea.
gurú, pues me has enseñado que la paz del espíritu sólo es posible en esta
Esta historia puede ser una buena parábola sobre la “vigilancia” de que nos
tierra si se sabe renunciar a las cosas superfluas “.
habla el evangelio.
(Fábula oriental)
Bondad
Fatalismo 166. Regla de oro
165. ¡Qué mundo!

Budismo: No hieras a los demás con lo que creas puede herirle (Udana-
¿Quiere conseguir Ud. una antena para su televisor? Vargas 5,18)
Pues, si Ud. es muy pobre, tendrá que comprarla a crédito y, al final, habrá Confucionismo: No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti
pagado más de lo que vale. (Anacletas 15,23)
Si Ud. goza de una situación económica aceptable, la comprará por el precio Hinduismo: No hagas a otros lo que causaría pena si es hecho a ti
justo. (Mahabharata 5,1217)
Si Ud. es rico, seguramente tendrá un amigo influyente que la conseguirá Taoísmo: Respeta las pertenencias de tu vecino como si fueran las tuyas, y
con un 30 % de descuento. las pérdidas de tus vecinos como tus propias pérdidas (Tai Shang Kan Ying
Si Ud. es muy rico, el fabricante se la regalará. P’ien)
Judaísmo: Lo que sea malo para ti no lo hagas a tus semejantes (Talmud.
Shabbat 3 id)
Cristianismo. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con
vosotros (Mateo 7,12)
Tolerancia
Responsabilidad 168. El austero ermitaño
167 . ¡Mi niño! R.. Tagore

En las estribaciones de la montaña vivía un hombre muy austero que, para


Di de él cuanto quieras, pero yo sé mejor que tú y que nadie las faltas de mi agradar a Dios, no comía ni bebía durante el día hasta la puesta del sol.
niño. Yo no le quiero porque es bueno, sino porque es mi hijo. Como si se tratase de un signo de la aprobación de la renuncia, una estrella
¿Cómo vas a saber tú el tesoro que él es, tú que tratas de comparar sus brillaba sobre la montaña día y noche. Pero nadie conocía la razón de tal
méritos con sus faltas? fenómeno.
Cuando yo tenga que castigarle, es más mío que nunca. Cuando le hago Un día el ermitaño decidió subir a la montaña en compañía de una niña de la
llorar, mi corazón llora con él. vecina aldea. Hacía mucho calor y pronto sintieron sed. Él invitó a la niña a
Sólo yo tengo el derecho de acusarle y de castigarle, porque sólo el que ama que bebiese agua, pero ella se negó a beber si él no lo hacía. El austero
puede castigar. ermitaño se sintió muy confundido, pues no quería romper su ayuno ni
tampoco hacer sufrir a la niña. Finalmente optó por beber para que también
bebiese la niña.
Nervioso y preocupado, el ermitaño ya no se atrevía a mirar al cielo por
miedo a que la estrella hubiese desaparecido. Pero ¡qué sorpresa! Cuando al
fin alzó los ojos vio dos estrellas que resplandecían en el cielo sobre la
montaña.
Tolerancia

Fatalismo
170. Cuando el sol se ponga
169. El barquero y el río
¡Cómo discuten y cómo gritan! ¡Cómo dudan y se desesperan! ¡Nunca se
acaba su pelear!: Que tu vida se ponga entre ellos, inalterable y pura como
Un viejo y sabio barquero transportaba peregrinos a un santuario. Un día una lengua de luz, hijo mío, y les imponga silencio con su hermosura.
alguien le preguntó: “ ¿Tú has visitado el santuario? “ ¡Qué crueles los hace la codicia y la envidia! Como ocultos cuchillos
El barquero respondió: “ No, todavía no, porque aún no he descubierto todo sedientos de sangre son sus palabras: Ponte tú entre sus corazones airados,
lo que el río tiene para ofrecerme. En este río encuentro la sabiduría, hijo mío, y que tus ojos caigan sobre ellos como cae la indulgente paz del
encuentro la paz, encuentro a Dios”. anochecer sobre la contienda del día. Déjales que miren tu cara, hijo mío, y
Pero los peregrinos ni siquiera percibían el río; sus mentes estaban fijas en el que así comprendan el sentido de todas las cosas. Que te amen, y así se
santuario: no podían ver el río. amen unos a otros.
Ven tú a ocupar tu sitio al seno de lo eterno, hijo mío. Abre y levanta tu
corazón al salir el sol, como una flor nueva. Y cuando el sol se ponga,
inclina tu frente y acaba en silencio la oración de la tarde.
Apertura
171. Hagamos huelga Creatividad
172. La queja del anciano

Un día la mano izquierda dijo a la derecha: “ Nosotras trabajamos para el


estómago y él, ¡nada! “ Un anciano santo vio con pena e indignación cómo muchos niños vivían
Apenas lo oyeron, las piernas dijeron:” Nosotras también, y él ... ¡a comer! abandonados en las calles de la gran ciudad. De día mendigando y de noche
Hagamos huelga. Y si el estómago quiere comer, que se las arregle como durmiendo en cualquier rincón, uno junto al otro, para darse calor y
pueda ”. protegerse mutuamente.
Oyendo todo esto el estómago dijo con tristeza: “ Yo no soy comodón. El anciano, profundamente conmovido, se quejó a Dios:
Nuestros trabajos son diferentes. Dependemos unos de otros. “ - ¿Por qué permites estas cosas? ¿Qué haces, oh Dios, por estos niños?
No le dejaron hablar más y los brazos también se sumaron a la protesta. Pero El anciano santo recibió al atardecer la iluminación de Dios.
al cabo de unos días se empezaron a quejar de lo débiles y cansados que se - ¿Qué hago por estos niños?... ¡Te hago a ti!
encontraban. Lo mismo decían las piernas y la cabeza, y todos los miembros
del cuerpo coincidían en la misma queja. Entonces habló de nuevo el
estómago mostrándoles su error por el que pagaban las consecuencias, y
proponiéndoles que lo alimentaran de nuevo... La cabeza pensó, las piernas
fueron donde había comida, las manos la llevaron a la boca y ... poco
después exclamaron: “¡Parece que nos vamos recuperando! ¡Qué bien
estamos!“
Todos los miembros del cuerpo comprendieron entonces muchas cosas.
Fatalismo Esperanza
173. La cita de la muerte 174. El anciano “loco”

Una antigua leyenda árabe cuenta la historia del paje del sultán de Bagdag. Un anciano vivía con sus hijos en una casa orientada al sur, pero dos altas
Cierto día el joven paje se presentó angustiado ante su señor pidiéndole el montañas impedían que los rayos del sol llegasen hasta ella. Un buen día el
mejor y más rápido de sus caballos. anciano y sus hijos decidieron poner manos a la obra y quitar aquellas
- He visto la Muerte en el jardín - explicó - y me ha hecho un gesto extraño. montañas con la única herramienta que poseían: un pico y una pala.
Quiero huir rápidamente a Basora para esconderme en el mercado. La Los vecinos, sorprendidos y sonriendo irónicamente, les advirtieron:
Muerte no podrá encontrarme allí. “¿Estáis locos? ¿No veis que es imposible hacer desaparecer esas enormes
El sultán dio su corcel al joven, que se alejó a todo galope. Bajó al jardín y al montañas? “
ver a la Muerte en actitud de espera le preguntó a ver por qué había “ Cuando muera - respondió el anciano - continuarán mis hijos y después
amenazado a su paje. mis nietos...
- No, no le he amenazado- respondió la Muerte-. Simplemente levanté el Es cierto que las montañas son altas, pero no crecen. Cada cesto que
brazo sorprendida, pues, me preguntaba: ¿Cómo es posible que esté aquí quitamos hace que disminuyan un poco. Es mejor hacer algo que estar
todavía si yo tengo con él una cita dentro de cuatro horas en el mercado de siempre lamentándonos de que las montañas nos quitan el sol “.
Basora... ?
Bondad
Creatividad 176. El diamante del rey
175. Misión cumplida

Cuenta una leyenda oriental que un rey tenía tres hijos y muchas posesiones.
El salmón nace en el río y permanece allí hasta su juventud. Entonces deja el Ante todo, un diamante de incalculable valor. A la hora de repartir sus
agua dulce y baja hasta el mar, donde vive hasta su madurez. bienes, ¿a qué hijo le daría el diamante?... Decidió someterlos a una prueba:
Pero al llegar la época de la reproducción emprende el camino de regreso al iría a parar a manos del que realizase, en un día determinado, la acción más
lugar donde nació. Un viaje largo y lleno de dificultades. Y lo peor es que en heroica.
su travesía se va encontrando con otros compañeros que se dejan llevar por Al llegar la noche de aquel día se presentaron los tres hermanos y cada uno
la corriente hacia el mar y que tratan de convencerle de que no vale la pena relató su hazaña. El mayor había logrado dar muerte a un dragón que desde
realizar aquel esfuerzo en medio de tantos peligros y dificultades. Entonces, hacía mucho tiempo sembraba el pánico entre las gentes del reino. El
y al ver salmones heridos en el camino, comienza a dudar y a debilitarse. segundo hijo logró reducir, el solo y valiéndose de una pequeña daga, a diez
Pero también escucha una voz interior que le empuja hacia delante y le hombres magníficamente armados. El más pequeño habló en tercer lugar y
anima a no dejarse llevar por lo fácil. ¡Debe continuar su viaje con otros dijo: “Salí esta mañana y encontré a mi mayor enemigo dormido al borde de
compañeros que luchan a su lado! un acantilado. Le dejé que durmiera. Después volví de nuevo, le desperté y
Al llegar al lugar de su nacimiento las hembras ponen los huevos y los le perdoné”.
machos los fertilizan. Han sido fecundos. Ya pueden morir. El rey se levantó del trono, abrazó a su hijo menor y le entregó el diamante.
Tolerancia
177. Ver a Dios Relato Imposible
hebreo 178. La ventana del corazón

Dijo el césar a R. Yehosúa b. Hamanyah: Deseo ver a tu Dios.


- Es imposible. Aquel hombre no creía que Dios le amaba. Un día, caminando por los
R Yehosúa puso al césar de cara al sol durante el mes de Tamuz, y le dijo: alrededores de su ciudad, se encontró con un pastor que, al verle triste y
Míralo. acongojado, le preguntó:
- No puedo. - ¿Qué te pasa, amigo?
- Pues si al sol, que es uno de los sirvientes del Santo, bendito sea, dices: - Estoy triste porque me siento solo.
“No puedo mirarlo”, con mayor razón no podrás contemplar la Gloria - Yo también estoy solo, pero no estoy triste.
divina. - Será que Dios te acompaña...
- Por supuesto.
- Sin embargo, yo no tengo la compañía de Dios. No soy capaz de creer en
su amor. ¿Cómo va a ser posible que Dios nos ame a todos, uno por uno, y
que me ame a mí personalmente?
- ¿Ves allí la ciudad? - le preguntó el pastor-. ¿Ves cada una de sus casas con
sus ventanas?.... Pues bien, no debes perder la esperanza. Mira, el sol es uno
solo, pero cada ventana de la ciudad, incluso la más pequeña, recibe cada día
el beso del sol y es iluminada por su luz. Tal vez tú estás triste porque
mantienes cerrada la ventana de tu corazón.
Creatividad Proyección
179. Eres libre 180. El amor no se paga

Dos cazadores de pájaros subieron a la montaña y dejaron tendidas sus El santo Joneyed acudió a La Meca vestido de mendigo. Estando allí, vio
redes. Al regresar al día siguiente se encontraron las redes llenas de pichones cómo un barbero afeitaba a un hombre rico. Al pedirle al barbero que le
que se lanzaban desesperadamente contra las redes para huir, pero las mallas afeitara él, el barbero dejó inmediatamente al hombre rico y se puso a
eran tan finas que no podían pasar. Finalmente, espantados, se acurrucaron afeitarle a Joneyed. Y al acabar no quiso cobrarle. En realidad, lo que hizo
unos junto a otros y se pusieron a esperar. Contrariados los cazadores por fue dar además a Joneyed una limosna.
aquellos animales que no eran más que huesos y plumas, acuerdan Joneyed quedó tan impresionado que decidió dar al barbero todas las
alimentarlos bien durante unos días para poderlos vender después en el limosnas que pudiera recoger aquel día.
mercado. Todos los pichones se pusieron a comer y beber con buen apetito. Sucedió que un acaudalado peregrino se acercó a Joneyed y le entregó una
Menos uno que no quiso probar bocado y siguió luchando obstinadamente bolsa de oro. Joneyed se fue aquella tarde a la barbería y ofreció el oro al
por escaparse entre las mallas. El día en que los cazadores se disponían a barbero.
llevarlos al mercado, el pichón que permaneció sin comer había adelgazado Pero el barbero le gritó: “ ¿Qué clase de santo eres? ¿No te da vergüenza
de tal manera que, en un último esfuerzo, logró pasar a través de las mallas y pretender pagar un servicio hecho con amor? “
echó a volar. Era libre. Siempre que se ofrece o se busca una recompensa, el amor se hace
mercenario.
Culpabilización
181. Fumar la pipa Creatividad
182. Leche de leona
Carlos G. Vallés

Cuando acude a ti el neurótico en busca de ayuda, rara vez pretende ser


curado, porque toda curación es dolorosa. Lo que realmente desea es
encontrarse a gusto con su neurosis. O, mejor aún, anhela un milagro que le El rey enfermó, y el médico real emitió el diagnóstico que el rey no curaría a
cure sin dolor. no ser que tomase la leche de una leona. El rey estaba dispuesto a tomar la
Al viejo le encantaba fumar su pipa después de la cena. Una noche su mujer leche. ¿Pero quién traerá la leona? Se ofreció la real recompensa. ¿Se
olió que algo se quemaba y gritó: “ ¡Por Dios bendito, papá! Se te están atrevería alguien?
quemando los bigotes”. Un campesino que habitaba en la selva se ofreció y pidió tiempo. Él conocía
“ Ya lo sé “, respondió el viejo airadamente. “¿No ves que estoy pidiendo la la guarida de los leones, se ganó su confianza con graduado contacto, ofreció
lluvia? “ tierna caza a la leona y ordeñó su leche. La llevó derecho al rey y le invitó a
beberla.
En la corte sobraban envidiosos y taimados. Alguien gritó: ¡No es leche de
leona! Otro: ¡Es leche de cabra! Otro: ¡Es leche de camella! La sospecha se
adueñó de todas las mentes, y el rey se dispuso a castigar al imprudente que
por ganar la recompensa real traía la leche falsa. Pero el campesino supo
defenderse.
Dijo al rey: “¿Queréis saber si de verdad es leche de leona la que traigo?
Bebedla. Si es de leona, os curaréis, y si no, os quedaréis como estáis. ¿No
digo verdad? Calló la corte. Bebió el rey la leche y se curó inmediatamente.
El campesino recibió la recompensa.
En vez de llenar la vida de vacilaciones, tengamos sencillamente la decisión
de hacer lo que sabemos hacer. Beber de un trago. Y llega la salud.
Responsabilidad Optimismo
183. El campo de minas Carlos G. 184. Oración “escuchada”.
Vallés

Un excombatiente del Vietnam se hizo querido y apreciado entre sus Un piadoso musulmán rezaba todos los días ante Dios, y todos los días le
vecinos, después de volver de la guerra y asentarse en oficio y familia, por suplicaba una gracia que deseaba le concediese. Se colocaba siempre para su
su consideración con todos y su prontitud en ayudar en cualquier momento. oración en el mismo rincón de la mezquita, y tantos años pasaron y tantas
No parecía encajar tanta delicadeza con la imagen de un soldado de vuelta veces repitió su oración que cuentan que las señales de sus rodillas y sus pies
de la guerra, y de tal guerra. Pero él tenía su explicación, que sus amigos quedaron marcadas sobre el mármol del suelo sagrado.
íntimos sabían. Pero Dios parecía no oír su oración, parecía no enterarse siquiera de que
Su misión en la guerra había sido limpiar campos de minas. Todo aquel alguien lo invocaba.
terreno de bosques y maleza, de escaramuzas y emboscadas, estaba Un día, por fin, se le apareció al devoto musulmán en su oración un ángel de
sembrado de minas traidoras que al menor contacto con una rama, un Dios, y le dijo: “Dios ha decidido no concederte lo que pides”.
alambre, una piedra en el camino podían explotar y llevarse la vida de un Al oír el mensaje del ángel, el buen hombre comenzó a dar voces de alegría,
hombre. Y el mayor peligro era para quienes se adelantaban a detectar, a saltar de gozo, a contarles, a todos los que se reunieron al verlo, lo que le
adivinar, desactivar la muerte disfrazada en el terreno. había sucedido.
Había que medir cada paso, calcular cada gesto, arriesgar cada tirón. Varios La gente le preguntó sorprendida: ¿Y de qué te alegras, si Dios no te ha
de sus compañeros de equipo habían muerto así, y él sabía que lo mismo le concedido lo que pedías?” A lo que él contestó, rebosando el gozo sincero en
podía ocurrir a él en cualquier momento. Y eso le hizo sentir el valor de la cada palabra: “Es verdad que me lo ha negado, pero al menos así sé que mi
vida. Cada paso valía una eternidad. La vida entera había de ser vivida entre oración llegó hasta Dios. ¡Qué más puedo desear! “
el levantar un pie y volver a posarlo sobre el terreno incierto. Cada instante El buen musulmán continuó yendo todos los días a la mezquita, al rincón
estaba lleno de vida porque el siguiente podía estar lleno de muerte. Vida marcado por sus rodillas, para dar gracias porque su oración había llegado a
intensa en el campo de minas. Dios.
Ése era el secreto. Vivir al día, vivir al minuto, vivir al instante. Vivir el Oración es saber que mi voz llegó a Dios. No es la petición, la gracia, la
presente. La vida es un campo de minas. concesión, la respuesta.
Pasividad
185. Lo que pasó con los huevos de oro Carlos G. Vallés Seguridad
186. Seguridad en el desierto Carlos G.
Vallés
Había un hombre que tenía una gallina que ponía huevos de oro. El día que
lo descubrió se sintió feliz. Pudo comprar todo lo que quiso y asegurarse una
vejez tranquila. Vivía en un pueblo pequeño, y su oro cubrió pronto sus
El Mulá Naserudín tenía que atravesar el desierto, y le dijeron que estaba
ambiciones.
lleno de leones, por lo cual era peligroso hacerlo. Él entonces tomó una
El hombre era generoso, y comenzó a regalar huevos de oro, que ya le
piedra enorme, la cargó como pudo sobre sus hombros y se dispuso a
sobraban. Sus parientes, sus amigos, todos se llenaron de huevos de oro.
encaminarse al desierto.
Todos compraron todo lo que necesitaban, y la gallina seguía con su
¿Y para qué quiere Usted esa piedra?, le preguntaron. “Para arrojarla sobre
generosidad. Y el resultado fue que subieron los precios. La gente compraba
el león cuando le ataque y matarlo”. “ ¡Oh, no! “, contestó el sabio.
lo mismo que antes; pero lo que antes costaba céntimos de cobre, ahora
“La llevo para dejarla caer al suelo cuando vea al león, y así poder correr yo
costaba huevos de oro. A alguien se le ocurrió llamar a eso “inflación”. Y la
más rápido y escaparme más fácilmente”.
aldea siguió como antes.
Las cargas inútiles que todos llevamos encima. El pasado, los
En otra aldea lejana sucedió el mismo fenómeno. Un hombre se encontró
condicionamientos, las preocupaciones, los miedos, costumbres repetidas
con que una de sus gallinas empezaba a poner huevos de oro. Él sospechó
cuya única función es la satisfacción que nos causan al desprendernos de
que algo no iba bien en aquello, y para evitar complicaciones mató la
ellas.
gallina.
Como la carga es artificial, la liberación es también artificial.
Fue el descubridor anónimo de la lucha contra la inflación. Los huevos de
Una mente liberada es la mejor preparación para cruzar el desierto de la
oro son dinero sin trabajo. Eso nunca resulta.
vida.
Pero la gente no quiso saber de él. Porque la gente no quiere trabajar.
Quiere los huevos de oro de la gallina fácil. Y eso nunca resulta.
morada del maestro. Al ver al maestro, el discípulo se inclinó profundamente
ante él. Y el maestro, con la misma elegante generosidad, se inclinó
profundamente ante el discípulo. Svetketu había, por fin, aprendido lo que
no se puede enseñar. Nada que merezca la pena puede ser enseñado. Sólo
pueden crearse situaciones en que uno aprenda consigo mismo y con Dios.
Ésa es la labor del verdadero Maestro.

Apertura
Superación
187. Lo que no se puede enseñar Carlos G. Vallés
188. Hacia dónde rezar Carlos G.
Vallés

El rey Uddalak envió a su hijo Svetketu al maestro que lo formase en ciencia


- Rezo siempre mirando a la Meca, maestro, porque hacia allí me han
y verdad. Volvió Svetketu con todos los honores, y su padre le preguntó:
enseñado a dirigir mis plegarias.
- “¿Has aprendido aquello que no se puede enseñar? “
- Haces bien, hijo mío. Pero no puedes estar todo el día mirando a la Meca, y
- “No”.
Dios está en todas partes. Acostúmbrate a rezar también en todas las
- “Pues vuelve al maestro.”
direcciones.
El maestro le dijo: “No te lo enseñé porque no me lo pediste y porque no se
- Rezo siempre a las horas determinadas cuando el muecín llama a la oración
puede enseñar”.
desde la mezquita.
Sólo se puede indicar. Mira, toma estas cuatrocientas cabezas de ganado,
- Haces bien, hijo mío. Pero acostúmbrate a rezar también cuando no llama
vacas, bueyes, ovejas, cabras, llévalas al bosque profundo donde nadie llega,
nadie, pues Dios está dispuesto a escucharte en cualquier momento.
cuídalas en silencio, y cuando las cuatrocientas sean mil, vuelve a mí”.
- Yo rezo con mis labios, Maestro, cuando recito versos sagrados, con mis
El muchacho partió, escogió el lugar y quedó en solitario apacentando el
dedos al pasar las cuentas benditas de oración, con mis rodillas al hincarlas
ganado. Se aburrió. Se desesperó. Se calmó. Se encontró. El silencio apagó
en el suelo en adoración, con mis ojos cuando derraman lágrimas de
las palabras y acalló el pensamiento. Su ser entero se sintió uno con la
devoción.
naturaleza y los árboles y los prados y el ganado y la vida. Aprendió lo que
- Haces bien, hijo mío. Pero acostúmbrate a rezar también cuando tus labios
no se podía enseñar. Vio lo que no se podía leer. Sintió lo que no se podía
no se muevan o tus rodillas no estén hincadas, cuando tus ojos miren otros
expresar. Se olvidó de contar el ganado, de perseguir un fin, de por qué
objetos y tus dedos se empleen en otros menesteres. Dios está en todas las
estaba allí. Alcanzó la iluminación.
circunstancias de la vida, en todo movimiento y en toda palabra, en todo
Un día los mugidos del ganado le hicieron caer en la cuenta de que ya no
gesto y en toda mirada, y allí hemos de hallarlo si queremos estar siempre en
cabían en el valle. Eran ya más de mil. Svetketu sonrió al recordar la misión
su presencia.. Las posturas rituales son sólo para recordarnos que cualquier
que lo había llevado allí. Recogió el ganado y lo pastoreó sin prisas hacia la
postura nos ha de llevar a pensar en Dios; y las lecturas sagradas son sólo
para recordarnos que toda palabra ha de servirnos para recordar su nombre. Pero apenas había pronunciado estas palabras cuando la cebolla se rompió
La mezquita está en su sitio para consagrar todo el espacio. La Meca es una en dos. Y la mujer volvió a caer en el lago del fuego y allí arde hasta el día
para bendecir a toda la tierra. de hoy.
- Lo acepto, Maestro, ya que veo a Dios en vos. El ángel se echó a llorar y se fue.
- Como yo veo a Dios en ti, hijo mío.

Negatividad
189. La vieja y la cebolla Hnos. Karamazo.
Dostoievski
Apertura
190. El culto que Dios quiere
Había una vez una vieja que era muy mala, y murió. La mujer había
realizado en su vida una sola acción buena. Llegaron entonces los demonios
y la echaron en el lago del fuego. Pero el ángel de la guarda que estaba allí, Hubo una vez un monje oriental cuyo sueño era ir al sepulcro del Señor
pensó: “ ¿Qué buena acción suya podría recordar para decírselo a Dios? “ Jesucristo. De aldea en aldea fue recogiendo limosnas, y al cabo de muchos
Entonces se le ocurrió algo y se lo dijo a Dios. años, ya siendo viejo, logró reunir treinta libras, justo lo necesario para el
- Una vez arrancó de su huerto una cebolla y se la dio a un pobre. viaje. Hizo penitencia, obtuvo el permiso de su superior y partió.
Y Dios le respondió complaciente: Apenas había salido del monasterio, vio a un hombre harapiento, escuálido y
- Toma esa misma cebolla y échala al lago, de forma que se pueda agarrar a triste. El hombre, al oír resonar el cayado del peregrino sobre las piedras,
ella. Si puedes lograr sacarla del lago, irá al paraíso; pero si la cebolla se levantó la cabeza. “¿Adonde vas, padre mío?”, le preguntó. “Al santo
rompe, entonces tendrá que quedarse donde está. sepulcro, hermano, a Jerusalén. Daré tres vueltas alrededor del Santo
El ángel corrió donde estaba la mujer y le alargó la cebolla. Sepulcro y me prosternaré allí a hacer oración.” “¿Cuánto dinero tienes para
- Toma, mujer, agárrate fuerte; vamos a ver si te puedo sacar. eso?” “Treinta libras “ “Dámelas a mí; tengo mujer y niños y tienen hambre.
Y comenzó a tirar con cuidado. Cuando ya casi la había sacado del todo, los Dámelas, da tres vueltas alrededor de mí, arrodíllate y prostérnate ante mí y
demás pecadores que estaban en el lago del fuego se dieron cuenta y después vuelve a tu monasterio.”
empezaron a agarrarse a ella para poder salir también de allí. Pero la mujer El monje sacó de la bolsa las treinta libras, dióselas al pobre, dio tres vueltas
era mala y les pateaba gritando: a su alrededor, cayó de rodillas, se prosternó ante él y en seguida se volvió al
- ¡Me va a sacar a mí y no a vosotros, es mi cebolla y no la vuestra! monasterio.
Pero desde hace algún tiempo, los elefantes que tienen orejas pequeñas y los
elefantes que tienen orejas grandes se miran unos a otros de forma un tanto
extraña e inquietante.

Negatividad

191. ¿Quién es más ciego: el odio o el amor?


H. Otero Responsabilidad
192. La estrella resplandeciente

Hace ya mucho tiempo, todos los elefantes del mundo eran o negros o
blancos. Amaban a los demás animales, pero se odiaban entre sí, por lo que
Érase una vez que... una estrella cayó en la Tierra. Pero alguien tenía que
ambos grupos se mantenían apartados: los negros vivían a un lado de la
encontrársela. Un lobo intentó comérsela pero no pudo. Las estrellas no se
jungla y los blancos en el lado opuesto.
comen. Hizo un hoyo en la tierra y quiso enterrarla. Cuanto más tierra
Un día los elefantes negros decidieron matar a todos los elefantes blancos y
echaba, más alumbraba la estrella; pero al final, quedó media muerta.
los elefantes blancos decidieron matar a todos los elefantes negros. Los
Una pobre mujer fue por leña al bosque. Empezó a escarbar y se encontró a
elefantes de ambos grupos que querían la paz se internaron en lo más
la estrella.
profundo de la selva. Y nunca más se les volvió a ver.
- “Me la llevaré a casa para que la vea mi marido”- dijo la pobre mujer.
Comenzó la batalla. Y duró mucho, mucho tiempo. Hasta que no quedó ni
Cuando de noche llegó el marido a casa, se lo encontró todo iluminado.
un elefante vivo. Durante años no se volvió a ver ningún elefante sobre la
- “Me la encontré en el bosque”- dijo la pobre mujer.
tierra.
- “Vamos a guardarla aquí en casa para que nos alumbre a nosotros solos” -
Hasta que un día, los nietos de los elefantes pacíficos salieron de la jungla.
dijo el marido.
Eran grises. Desde entonces los elefantes han vivido en paz.
- “Vamos a dejarla fuera de casa para que alumbre a las personas que viajen
de noche”- dijo la pobre mujer.
Cada vez que el marido decía: “Vamos a guardarla aquí en casa para que nos convierte en autómatas cuando triste y frecuentemente lo perdemos. No
alumbre a nosotros solos”, la estrella palidecía. estamos donde estamos. Y por eso no nos encuentran.
Pero cada vez que la pobre mujer decía: “Vamos a dejarla fuera de casa para Un discípulo le preguntó a Rajneesh: “ ¿No nos hemos encontrado en alguna
que alumbre a las personas que viajen de noche”, la estrella aumentaba de vida pasada? “. Y él contestó rápido: “ ¡Si ni siquiera nos hemos encontrado
resplandor. en ésta! “ No había habido encuentro. Había, sí, dos seres humanos, uno
Al final decidieron dejarla en la puerta de la casa. Desde aquel día aquella enfrente de otro, pero no había habido contacto, no había habido relación, no
estrella nunca palideció. había habido presencia. Una visita de cortesía no es un encuentro de
conciencias. Un apretón de manos puede ser un mero frotar de piel. Y con
frecuencia estamos fuera de nuestra piel.
Dios no nos encuentra, porque nosotros no nos hemos encontrado a nosotros
mismos. Éste es el secreto del recogimiento, la contemplación, la unión.
Estar en casa cuando Dios llama.

Optimismo
193. Encuentro Resignación
Carlos G. Vallés 194. El panadero y los panes Carlos G.
Vallés

Según antiguas escrituras tibetanas, Dios viene muchas veces a visitarnos a


cada uno, pero se marcha porque sencillamente no nos encuentra. No
estamos en casa. Es decir, que no estamos donde estamos. Que estamos El Mulá Naserudín llegó a la ciudad con mucha hambre y sin ningún dinero.
presentes, sí, corporalmente, físicamente, molecularmente donde está en Al pasar delante de una panadería le atrajo el aroma irresistible de los panes
aquel momento nuestro cuerpo externo; pero que nuestra mente, nuestra recién salidos del horno, y entró y le preguntó al panadero:
alma, nuestra conciencia, nuestra vigilia están lejos, están dispersas, están -“ ¿Estos panes tan deliciosos son suyos?”
perdidas sin saber dónde están. Dios llama a la puerta pero no hay nadie en - “ Sí, claro que lo son “.
la casa. Nadie contesta. Se pone ante nuestros ojos pero no lo vemos. Habla - “ Y estos bollos tan tiernos y apetitosos, ¿son también suyos?
a nuestro interior, pero no lo escuchamos. No estamos en casa. Estamos - “Claro que sí, yo mismo los acabo de amasar y hornear con mis propias
ausentes de nosotros mismos. Ésa es nuestra dolencia. No estamos en manos”.
contacto, no somos conscientes, no estamos recogidos con ese recogimiento - “ Y estas hogazas grandes tan hermosas, ¿también son suyas?”
existencial que nos hace personas cuando realmente lo tenemos, y nos - “¿No le digo que sí?. Todos estos panes son míos y totalmente míos”.
- “ Pues ¿por qué no se los come, hombre de Dios?, exclamó el hambriento ser visto, anduve por esas calles de asfalto, y me metí en un edificio grande.
Naserudín, desesperado de que el torpe panadero no entendiera sus Allí me refugié debajo de una gran escalera y dormí tranquilo. Cuando tuve
insinuaciones y le regalase alguno de sus deliciosos panes. hambre, salí y me comí a un hombre. Oí que le llamaban “ministro”, pero
La lección es para nosotros que con frecuencia repartimos sin comer no pasó nada. Luego me comí a otro. Lo llamaban “director general”, pero
nosotros. no pasó nada. Pero un día tuve la mala ocurrencia de comerme a un hombre
que resultó ser el camarero que les llevaba el té a los despachos... y se armó
tal revuelo que no pararon hasta encontrarme, y aquí estoy.”

Pasividad
Pasividad
195. La aventura del tigre Carlos G.
Vallés 196. Los soldados y el ladrón Cayo J.
Fedro

Habiéndose encontrado dos soldados con un ladrón, uno de ellos huyó; pero
Había dos tigres en el parque zoológico, y uno de ellos se escapó después de
el otro le hizo frente y se defendió con fuerte diestra. Una vez muerto el
decirle a su compañero que se aburría de tanta jaula y que prefería irse a
ladrón, acude el soldado cobarde y desenvaina la espada, después, echando
correr mundo por su cuenta a pesar de los riesgos que esto pudiera traer. El
atrás la pénula (el capote): “Tráemelo acá, dijo, yo le haré saber a quienes ha
otro se quedó, pues aunque no le agradaba la vida en cautividad, tenía más
atacado”. Entonces el que había luchado briosamente dijo: “Quisiera que al
miedo a la incertidumbre y los peligros que le aguardaban por allá fuera; así
menos me hubieses ayudado ha poco con esas palabras. Hubiera sido más
es que le deseó suerte a su compañero y se quedó solo en la jaula.
valiente creyéndolas verdaderas. Ahora envaina la espada y tu lengua
A los pocos días volvió el tigre prófugo que había sido capturado y devuelto
igualmente bravucona, para que puedas engañar a otros que no te conozcan.
al zoológico. “¿Qué te pasó?”, le preguntó su compañero en cuanto se
Yo, que he observado con cuánta valentía huyes, sé cómo no hay que confiar
encontraron solos. Y su amigo le contó: “Al principio todo fue bien. Salí sin
en tu valor.”
Este cuento tiene que aplicarse a aquel que es valiente en ocasión favorable, Y sin más, habiéndole arrebatado, lo despedaza con muerte injusta. Esta
y cobarde en la dudosa. fábula ha sido escrita para aquellos hombres que oprimen a los inocentes con
(Cayo Julio Fedro) falsos pretextos.

Culpabilización
197. El lobo y el cordero Cayo J.
Fatalismo
Fedro
198. Los dos mulos Cayo J.
Fedro
Un lobo y un cordero habían llegado a un mismo arroyo acosados por la sed;
el lobo estaba más arriba y mucho más abajo el cordero. Entonces, por un
hambre insaciable incitado el ladrón, tramó este pretexto de riña.
¿Por qué -dijo - me enturbiaste el agua que estaba bebiendo?”. El cordero Abrumados por la carga iban dos mulos. Uno llevaba unos cestos con dinero,
repuso tímido: “¿Cómo puedo, te suplico, hacer eso de que te quejas? El el otro sacos llenos de cebada. Aquél, rico con su carga, camina con la
agua desciende desde ti a mis labios”. Rebatido por la fuerza de la verdad: cabeza levantada y altiva, sacudiendo con su cuello la esquila sonora. Su
“Hace seis meses - dijo - hablaste mal de mí”. El cordero replicó: “A la compañero le sigue con paso tranquilo y pacífico. De repente, unos ladrones
verdad, yo no había nacido”. “¡Por Hércules - dijo - entonces me injurió tu acuden para una emboscada, y en medio de la matanza hieren con el hierro
padre”. al mulo primero. Arrebatan las monedas y desprecian la vil cebada. Como el
despojado se lamentase de sus desgracias: “A la verdad, dice el otro, yo me
alegro de ser despreciado, porque nada he perdido ni he sido herido”.
Por este argumento la pobreza de las gentes está segura; las grandes riquezas
están expuestas a grandes peligros.

Intransigencia Resignación
199. El lobo y la grulla. Cayo J. 200. El ciervo que se vio Cayo J.
Fedro Fedro
en el cristal de una fuente
Quien desea la recompensa de un favor a los malos, yerra dos veces: primero
porque ayuda a los indignos; después porque ya no puede retirarse sin daño.
Habiéndosele atravesado en las fauces a un lobo un hueso tragado, rendido
al intenso dolor, a uno tras otro comenzó a convencer mediante una En una fuente habiendo bebido un ciervo, se detuvo y vio en el agua su
recompensa, para que lo sacaran. Por fin una grulla se dejó convencer por el imagen. Allí, mientras contempla sus ramosos cuernos que admira, y critica
juramento, y confiando a las fauces la longitud de su cuello, hizo al lobo la la delgadez excesiva de sus patas, asustado de repente por los gritos de los
peligrosa cura. Y como exigiera la recompensa convenida: “¡ingrata eres, cazadores, comenzó a correr por el llano, y por su veloz carrera engañó a los
dijo el lobo, puesto que de mi boca has sacado la cabeza sana, y aún pides la perros. La maleza le recibe al animal, en la cual, enredado, por el estorbo de
paga!” sus cuernos, comenzó a ser desgarrado por los crueles mordiscos de los
perros.
Se cuenta que, al morir, dijo estas palabras: ¡Oh! ¡Infeliz de mí, pues
entiendo ahora solamente cuán útil ha sido para mí lo que había despreciado,
y cuán funesto lo que había alabado!

Aprobación
201. El hombre y la comadreja Cayo J. Resignación
Fedro
202. El león viejo y los animales Cayo J. Fedro

Viéndose una comadreja atrapada por un hombre, como a la muerte


inminente quisiese escapar: “Ruégote, le dice, me perdones, yo que te limpio Cualquiera que haya perdido su antiguo prestigio, es juguete hasta de los
la casa de ratones molestos”. cobardes, en la desgracia.
Él responde: “Si lo hicieses por mí, me sería agradable, y te concedería lo Agotado por los años y falto de fuerzas, un león yacía dando sus últimos
que me pides. Ahora bien, como sólo trabajas para disfrutar los restos que suspiros; viniendo el jabalí, con sus colmillos fulmíneos, vengó de un
los ratones roerían, y a la vez devorarlos tú, no quieras poner en mi favor un mordisco una vieja ofensa. Poco después, con sus cuernos amenazadores, el
beneficio ilusorio”. toro atravesó el cuerpo enemigo. Cuando el asno vio el animal salvaje, ser
Y así diciendo, dio muerte al maligno animal. Esto se dice para aquellos, herido impunemente, le machacó la cabeza a coces. Mas él, expirando dijo:
como deben saber, cuyo egoísmo sólo a ellos sirve, y alaban un beneficio “He aguantado con indignación a los fuertes que me insultaban; pero a ti,
ilusorio ante el desprevenido.
oprobio de la naturaleza, por tener que aguantarte, me parece morir dos Uno preguntó directamente: “ Existe Dios? “ El Buda contestó: “No”.
veces”. Pasaron otras preguntas, y otro en el turno preguntó: “¿Existe Dios?” El
Buda contestó: “Sí”. Pasaron otros, y alguien se acercó con la misma
pregunta: “¿Existe Dios?”. Y el Buda permaneció en silencio. Siguieron las
preguntas y acabó tarde. A solas quedaron maestro y discípulo.
Ánanda preguntó: “ Maestro, ¿cómo es así que tres personas os hicieron la
misma pregunta. Y vos disteis respuesta diferente a cada uno? “ El Buda
explicó: “ El primero que preguntó era ateo convencido. Nada se gana con
discutir con alguien que está aferrado a lo que él cree, más que hacer que se
endurezca en su obcecación. Lo único es facilitarle que se marche como ha
venido. El segundo que preguntó era un ferviente creyente. Él solo quería
argumentos para convencer a otros; pero los argumentos aquí no resultan, y
bastaba con confirmarlo personalmente en la fe. El tercero era un auténtico
buscador. Y a quien busca hay que permitirle que encuentre. Ninguna
respuesta externa puede ocupar el lugar de la experiencia personal en la
búsqueda íntima. Una respuesta fácil hubiera sido un obstáculo. Que siga
buscando y encontrará.” Ánanda entendió.

Búsqueda
203. Búsqueda
Carlos G. Vallés Creatividad
204. Hacer salir el sol Carlos G.
Vallés
Uno a uno se acercaban los visitantes del Buda que habían oído su sermón y
deseaban hacerle preguntas en privado sobre sus problemas personales. El
discípulo Ánanda ordenaba la fila, acercaba cada persona, escuchaba cada
respuesta del maestro y despedía delicadamente al que preguntaba. Y
Maestro: - Por mucho que te esfuerces no lograrás enmendar tu vida ni
mientras, guardaba en la memoria la experiencia de la sesión en las
alcanzar la iluminación más aunque pudieras hacer salir el sol por tus
preguntas y respuestas que marcaban el camino de la vida.
propias fuerzas.
Discípulo:- Entonces, ¿para qué me hacéis practicar tantos ejercicios de - Yo quiero ser como vosotros - dijo a un niño que iba jugando con una
penitencia y devoción y estudio y contemplación? compañera.
Maestro: - Para que estés despierto cuando salga el sol. - Pero tú no tienes rostro, ni cara, ni ojos a la vista, ni orejas, ni labios... Tú
Paradoja eterna del esfuerzo y la gracia. Hay que hacer todo sabiendo que no tienes corazón.
no sirve para nada. Nadie escala el cielo por sus propias fuerzas. Y no hay - ¿Qué tengo que hacer para tener corazón?
que dejarse nada, porque en cualquier momento puede llegar la plenitud de El niño no respondió. Hizo un leve gesto con la mano y se marchó con sus
los tiempos, puede llamar el esposo, y hay que estar despiertos para recibir el compañeros cantando y bailando. El robot no entendió si le había dicho
momento de gracia. adiós o quería invitarle a que le siguiera. Y allí quedó. Estaba cada vez más
triste y apenado.
Como no podía aguantar tanta tristeza, fue a las tiendas en busca de un
corazón. Un joven le sacó muchas muestras de corazones de oro, todos
brillantes y resplandecientes. El robot se los puso al cuello, pero, sin saber
por qué, se entristecía cada vez más. Salió a la calle y vio a un guardia.
- Deme un corazón, señor guardia, que quiero dejar de ser máquina.
El guardia llamó a otros señores y al poco rato llegaron unos hombres con
unos vestidos muy raros. Consultaron unos libros y buscaron un corazón. Se
lo dieron... Era un corazón de piedra, bonito y precioso y muy bien pulido.
Pero el rostro del robot seguía serio por fuera y triste por dentro. Y alguien
dice que hasta lloró, porque ya no podía con tanta tristeza.
Se pasó un buen rato llorando llora que te llora... Y no veía nada claro. Hasta
que oyó unas voces cada vez más cercanas y se dio cuenta de que unos niños
y niñas se le acercaban cantando. Se puso en pie enseguida, se limpió las
lágrimas por dentro, se las dio de muy valiente y les preguntó:
- ¿No me podríais dar un corazón?
Los niños se pararon junto a él y comenzaron a cantar una canción mientras
bailaban a su alrededor.
Tú ya tienes corazón.
Quita las vendas de los ojos,
mira lo que hay a tu lado
y pon en tu vida más amor.
Y al robot se le empezaron a oxidar los cables, y los tornillos y toda su
maquinaria. Y allí dentro, muy dentro, apareció, pequeñito y frágil, un
corazón.
Y poco a poco todo él se fue llenando de carne, y de alegría, y de amor...
Autonomía
205. El robot que quería ser niño Herminio Otero

Había una vez un robot que se aburría de ser máquina. Un día salió a la calle
en busca de algo que le hiciera feliz.
Vio a unos niños que iban con extraños ropajes y sus ojos metálicos se
pusieron a brillar por dentro de alegría.
Entonces cubrió al mercader de ricos vestidos y joyas y le adoró.
Dice el místico hindú Ramakrishna: “ La primera vez que escuché esta
historia sentí una alegría indescriptible. Si a Dios se le puede adorar a través
de una imagen de barro, ¿por qué no se le va a poder adorar a través del
hombre?

Autonomía
Responsabilidad
207. El niño y el anciano Emilio
206. El hombre ídolo Baldín
Anthony de Mello

Un día un muchacho, llamado Lamín, quiso poner a prueba la sabiduría del


Érase una vez un mercader que naufragó y fue arrastrado hasta las costas de anciano Pa Abdulay, a quien todo el mundo en la aldea y alrededores
Ceilán, donde Vibbisbana era el rey de los monstruos. El mercader fue consideraba sabio y le pedían consejo.
llevado a presencia del rey. Al verle, Vibbisbana quedó extasiado de gozo y Lamín fue al bosque y puso una trampa para cazar un pájaro. Se sentó en una
dijo: “ ¡Ah, cómo se parece a mi Rama. Es idéntico a él! “ piedra cerca de la trampa y esperó que la víctima cayera en ella. Después de
unos minutos un pájaro de bellos colores quedó apresado. Lamín corrió y, era mejor; que así, con las manos atadas, no podría hacer nada malo. Se
tras liberar su presa, se la guardó. olvidaron decirle que tampoco podría hacer nada bueno. Y se fueron...
De vuelta a la aldea pensaba cómo engañar a Pa Abdulay y ponerlo en dejando un guardia a la puerta, para que nadie pudiera desatarlo.
ridículo delante de todo el mundo. Después de darle muchas vueltas, Lamín Al principio se despertó y trató de romper sus ataduras. Cuando se
encontró el modo de poner al sabio anciano en dificultad. “Cuando me convenció de lo inútil de sus esfuerzos, intentó, poco a poco, acomodarse a
presente - pensó - ante Pa Abdulay, ocultaré el pájaro entre mis manos y le su situación, y poco a poco consiguió valerse para seguir subsistiendo con
preguntaré si el pájaro está vivo o está muerto. Si me contesta que está vivo, las manos atadas. Al principio le costaba hasta quitarse los zapatos. Hubo un
con sólo apretar las manos mataré al pájaro, y si me dice que está muerto lo día en que consiguió encender y fumarse un cigarro. Y empezó a olvidarse
dejaré volar libremente hacia el cielo...” que antes tenía las manos libres.
Mientras tramaba su plan, Lamín llegó a la casa de Pa Abdulay e imaginaba Mientras tanto, su guardián le comunicaba las cosas malas que hacían en el
la cara del anciano ante el apuro en que lo iba a poner. exterior los hombres con las manos libres. Pero el guardián se olvidaba de
Lamín, con voz desafiante, preguntó: “Pa Abdulay, el pájaro que tengo en decirle las cosas buenas que hacían esos mismos hombres con las manos
mis manos, ¿está vivo o está muerto? libres.
El sabio anciano, sin molestarse por el tono de la pregunta, respondió Pasaron muchos años... y el hombre llegó a acostumbrarse a sus manos
tranquilamente: “Lo que tienes en tus manos, que esté vivo o muerto, atadas. Y cuando el guardián le señalaba que, gracias a aquella noche en la
depende de ti.” que entraron a atarlo, él, el hombre de las manos atadas, no podía hacer nada
malo, se olvidaba de decirle que tampoco podía hacer nada bueno.
El hombre empezó a creer que era mejor vivir con las manos atadas.
Además, estaba tan acostumbrado a sus ligaduras...
Pasaron muchos años, muchísimos años... Un día, sus amigos, sorprendiendo
al guardián, entraron en la casa y rompieron las ligaduras que ataban las
manos del hombre. “Ya eres libre”, le dijeron.
Pero habían llegado demasiado tarde. Las manos del hombre estaban
totalmente atrofiadas.

Resignación
Seguridad
208. El hombre de las manos atadas
209. Tiro con arco Carlos G.
Vallés

Érase una vez un hombre como los demás. Tenía cualidades positivas. No
era diferente. Una noche, repentinamente, sonaron unos golpes secos en su El blanco era fácil. Un águila oscura con solo una plumita blanca en la punta
puerta. Cuando abrió, se encontró con sus enemigos. Eran varios y habían del ala volaba alto, muy alto, en curvas caprichosas, y desde el suelo con una
venido juntos. Sus enemigos le ataron las manos. Después le dijeron que así sola flecha había que arrancarle la plumita blanca sin herir el ave. Llegó el
primer arquero al centro del círculo reglamentario, y el Maestro le preguntó: Noche tras noche el discípulo díscolo se escapaba a escondidas de la escuela
“¿Qué ves?”. Contestó: “Veo el público, y mi familia y mis amigos en él; del Maestro para disfrutar el vicio de hombre que se le negaba en el recinto
veo el prado y las plantas y los árboles que me rodean; veo las nubes en el consagrado del santo saber.
cielo, y el águila que entre ellas vuela”. “Ves demasiado”, dijo el Maestro, y Paredes altas cercaban el monasterio, pero el atrevido discípulo colocaba un
lo despidió. taburete junto a la pared y saltaba desde él; a la vuelta saltaba sobre el
Llegó el segundo. “¿Qué ves?”. “Veo sólo el punto blanco de la pluma que mismo soporte y lo recogía hasta la noche siguiente. Nadie hablaba y se
he de alcanzar con mi flecha”. “Ves demasiado poco”, dijo el Maestro, y lo consideraba a salvo.
despidió. El Maestro lo sabía. Nada se escapaba a su callada atención. Pensó en llamar
Llegó el tercero. “¿Qué ves?”. “Más que ver, siento. Siento a mi alrededor el al culpable y reprenderle en privado o aún en público. Pero sabía que las
público que con sus voces y sus gestos señalan el vuelo del águila; siento en reprensiones no cambian a la persona. El culpable encontraría otra manera y
mi piel la fuerza y la dirección del viento que me indica, sin yo distraerme, empeoraría el juego. Pensó en expulsarlo de la escuela de santidad, pero
hacía dónde va a empujar mi flecha; siento el arco y la flecha como sabía que eso era condenarlo a sus pasiones sueltas en peores entornos. Y
prolongación de mi brazo y mano, y la pluma blanca en el cielo que se deja entonces pensó en otro remedio.
acariciar desde aquí por mi mirada”. “Tú estás bien preparado”, dijo el Esperó a la noche. Cuando el discípulo colocó el taburete, se subió a él y
Maestro, “y puedes tirar”. saltó la pared de camino a su cita sensual. Entonces el maestro se acercó a la
Hubo un momento de susurros y miradas, de brisas y caricias, del sonido pared, quitó el taburete, y en el lugar donde estaba el taburete junto a la
vibrante del arco seguro y la trayectoria certera de la flecha veloz. Un pared se quedó él mismo agachado a la misma altura, esperando la vuelta del
momento en el que el todo se unió con el todo, y árboles y nubes y rostros y discípulo desmandado. Volvió éste en la noche oscura, buscó el lugar
miradas se unieron en la punta de la flecha y en el copo blanco de la pluma conocido, saltó el muro y encontró el escalón vivo del Maestro inclinado,
que descendió satisfecha de satisfacer a todos. Cuando todo es uno, todo que recibió su caída en su espalda, se incorporó sin una queja, y lo saludó
vive. con una inclinación sin una palabra de reproche.
Ni demasiado poco, ni demasiado mucho. Sentirse suavemente en el centro, Nadie dijo nada. Nadie se enteró de nada. Nadie pidió perdón y nadie se
para alcanzar sin esfuerzo la circunferencia. sintió obligado a otorgarlo. Pero el discípulo no volvió a salir nunca.
Cambiaron sus noches y cambiaron sus días. El Maestro había sufrido por él.

Bondad
210. El Maestro sufre Carlos G.
Vallés
Creatividad
211. El zorro y la viña Carlos G.
Vallés
Se cuenta que un poeta tuvo un sueño. Soñó que caminaba por una playa
acompañado por el Señor. El poeta observó que en la arena, junto con sus
Parábola del rabino Ganibá. Un zorro vio una viña llena de racimos cargados huellas, quedaban también marcadas las huellas del Señor.
de uvas maduras. Le apeteció el fruto que calmaría su hambre, apagaría su El Señor concedió al poeta tener una visión retrospectiva de su vida,
sed y le daría el sueño dulce del fruto de la vid. Pero la viña estaba tan bien descubriendo con gran sorpresa que en muchos momentos, justamente en los
cercada que no había por donde entrar. Le dio toda la vuelta y encontró un más difíciles de su vida, sólo había un par de huellas. El poeta le dijo al
agujero, pero no cabía por él. Decidió adelgazar para poder meterse; pasó Señor. “No entiendo por qué, cuando más te necesitaba, tú me abandonaste”.
tres días sin comer, y al final pudo colarse por el agujero sin que nadie lo El Señor le respondió: “Querido hijo, yo te amo y nunca te abandoné.
viera. Cuando pasabas por tiempos de prueba y de sufrimiento yo te llevaba en mis
Allí pudo comer a su satisfacción y descansar y dormir y volver a comer brazos, por eso sólo ves un par de huellas”.
hasta que se hartó del fruto de la viña.
Entonces quiso salir, pero como había engordado, no cabía por el agujero
por el que había entrado, y que era el único por el que podía salir. Se acordó
del remedio y volvió a practicarlo. Ayunó durante tres días, volvió a
adelgazar y salió por fin por el mismo agujero.
Una vez fuera, el zorro volvió su mirada a la viña y suspiró:
“¡Cuán dulces son tus frutos y cuán refrescante tu sombra! Pero al fin y al
cabo todo queda al final como estaba al principio. Lo mismo estoy al salir
que estuve al entrar. Y, a pesar de saberlo, sospecho que cuando llegue la
siguiente estación de las uvas volveré a hacer lo mismo.”
Y siguió su camino.

Creatividad
Esperanza
213. Los tres hermanos F. Pérez
212. Las huellas de Dios Julián del Polo
Olmo
En cierta región, pobre y solitaria, vivían tres hermanos. Un día llegó a sus
oídos la noticia de que lejos de allí existía una fabulosa ciudad. Para Al Mulá Naserudín le regalaron una tarta, y él y su mujer decidieron
encontrarla era necesario caminar durante varios días por un sendero comerse la mitad aquel día, y guardar la otra mitad para el siguiente. En la
estrecho y accidentado. cama el Mulá no hacía más que dar vueltas sin poder dormir pensando en la
El primer hermano quiso ir en busca de aquella ciudad. Comenzó a caminar tarta. Su mujer, desvelada también con tanta revuelta, le preguntó al fin:
pero sentía añoranza de todo lo que había dejado en su casa, y “¿Qué te pasa?”; y él respondió: “Estaba pensando que es mejor tener la
continuamente miraba hacia atrás. Así , desorientado y cansado, decidió tarta en el estómago que en la cabeza”. Con lo cual marido y mujer se
regresar. levantaron, se acabaron la tarta con plena satisfacción y se fueron a dormir
El segundo hermano empezó a andar. Tanto le obsesionaba la idea de tranquilamente.
alcanzar la ciudad, que caminaba con la mirada fija en el horizonte, ajeno a Tener las cosas en la cabeza, cansa y causa angustias.
la belleza del paisaje y a los baches y piedras que llenaban el sendero. Varias
veces cayó y, por fin, cansado y magullado, también se volvió.
El tercer hermano salió de casa. Al principio miraba hacia atrás recordando
lo que había abandonado, pero decidió que las maravillas que encontraría en
la ciudad serían de mucho más valor y continuó. Miraba hacia adelante
pensando en la meta de su viaje, pero percibió la hermosura de todo lo que le
rodeaba y las piedras y baches del sendero, en los que podría tropezar, y se
mantuvo atento. Así caminó mucho tiempo; conoció días de sol y noches sin
luz pero, al fin, un amanecer divisó la ciudad.

Intransigencia
Temor 215. Testigos de vista Carlos G.
Vallés
214. Cabeza y estómago Carlos G.
Vallés
El elefante y la alondra eran amigos. La alondra le señalaba al elefante los
rincones más sombreados de la selva, y el elefante protegía con su presencia
El rey preguntó al capellán en presencia de toda la corte. “ ¿Por qué las nocturna el nido de la alondra de serpientes voraces y ardillas rapaces.
sagradas escrituras no causan en el alma de mis súbditos y en la vida de mi Un día el elefante le dijo a la alondra que le tenía envidia por poder volar. La
pueblo el efecto saludable que están destinadas a causar? “ alondra le dijo que era fácil. Se quitó con el pico una pluma de la cola y le
El sabio maestro hizo traer una vasija de aceite y tantas ollas de barro como dijo: “Aprieta fuerte esta pluma en la boca y agita rápidamente las orejas
personas había en aquel momento en la corte, y las distribuyó entre todos los arriba y abajo.”
presentes. Luego llenó la olla del primero con el aceite de la vasija, y les El elefante hizo lo que la alondra le había dicho. Apretó con fuerza la pluma
indicó que fueran repitiendo la operación de uno a otro, pasando el aceite de en la boca para que no se le fuese, y comenzó a agitar sus grandes orejas
un recipiente a otro hasta llegar al rey. Al rey apenas llegaron unas gotas. Se arriba y abajo con toda su energía. Poco a poco notó que se levantaba,
encontraron las miradas del rey y de su capellán. No hicieron falta palabras. despegaba, se sostenía en el aire y podía ir donde quisiese por los aires con
Todos habían entendido. toda facilidad. Vio la tierra desde las alturas, vio los animales y los hombres,
cruzó por lo alto el río profundo que había marcado el límite de su territorio,
exploró paisajes desconocidos, y volvió al fin, feliz y contento, a aterrizar
donde había dejado a la alondra.
“ No sabes cuánto te agradezco esta pluma milagrosa”, le dijo. Y se la
guardó cuidadosamente detrás de la oreja para volver a usarla en cuanto
quisiera volar otra vez.
La alondra le contestó: ¡“Oh, esa pluma! La verdad es que no vale nada. Se
me iba a caer de todos modos y era inútil. Pero tenía que darte algo para que
creyeras, y se me ocurrió eso. Lo que te hizo volar fue lo bien que agitaste
las orejas”.

Apertura
216. ¡Oh, si tuvierais fe! Carlos G.
Vallés Responsabilidad
217. Dios llama
Cuentan que un pintor estaba pintando un cuadro. En él representaba Érase una vez dos hermanos que trabajaban en la misma finca. Uno de ellos
justamente a este peregrino del Apocalipsis (He aquí que estoy a la puerta y estaba casado y tenía cinco hijos. El otro era soltero. Los dos trabajaban con
llamo. Si alguno me abre, entraré y cenaré con él, Apoc. 3,20). el mismo entusiasmo. Después de la temporada se repartieron la cosecha a
El hijo pequeño del pintor le observaba atentamente, como suelen observar partes iguales y cada uno guardó el grano en su propio granero. Y así hacían
los niños cuando algo les resulta interesante o llamativo. De pronto, el niño todos los años.
interrumpe a su padre: “ Papá, ¿por qué no haces que la puerta pueda abrirse Una noche el hermano que estaba casado se despertó sobresaltado. ¿Qué le
desde fuera, para que el peregrino no tenga necesidad de llamar, y pueda ocurrió? ¿En qué pudo pensar en ese momento? (Expresar distintas
entrar cuando quiera? “ posibilidades).
El padre, entre admirado y conmovido, respondió: “Hijo, las puertas a las . Yo tengo cinco hijos y una mujer y él está solo. Yo tengo muchos más
que llama Jesús sólo se abren desde dentro”. gastos. ¿Por qué no se me había ocurrido antes proponerle un reparto más
proporcionado?
. Yo tengo cinco hijos pero el día de mañana serán mayores y me podrán
ayudar y sustentar. Pero mi hermano está solo y el día de mañana nadie
podrá ayudarle. A él le corresponde mayor parte en el reparto.
El hermano mayor pensó en la segunda posibilidad. Así es que cada noche,
sin que su hermano se enterara, se levantaba y llevaba un saco de grano
desde su granero al de su hermano. Y así todas las noches.
Pero el hermano soltero también se levantaba de noche a escondidas de su
hermano, y llevaba un saco de grano desde su granero al de su hermano,
pensando que él tenía más necesidad pues tenía más familia que alimentar. Y
así todas las noches.
Hasta que una noche, por casualidad, los dos hermanos se levantaron a la
misma hora para hacer la operación acostumbrada pero se encontraron en el
camino.
Cuentan que en aquel lugar años más tarde construyeron un templo porque
era el sitio más santo de todo el entorno.

Creatividad
218. Distintas posibilidades
Superación
219. El Talismán 220. El mito de Platón
Mateo A. Martín

Un visitante recorre, acompañado del director, los distintos departamentos


En premio a sus servicios al Maestro, el joven recibió un talismán con el que del manicomio. En la primera sala encuentran a un loco que, meciéndose
podría lograr todo lo que desease. Sólo tenía que tener cuidado de cumplir sonriente en su mecedora, repite y repite, beatíficamente, el nombre de Lulú.
con las condiciones que imponía su uso. Podía usarse sólo para algo - ¿Y ése - pregunta el visitante - cuál su problema?
importante, algo que no hiciera daño a nadie sino bien a todos, y algo que él - Oh, responde el director, la novia le dio carpetazo y se casó con otro.
no pudiera obtener por sus propias fuerzas. Con esas condiciones quedaba Siguieron el recorrido. En una habitación aislada, de paredes acolchadas,
garantizada la fuerza del talismán y el efecto inmediato.. otro loco se golpeaba rabiosamente contra el muro, al tiempo que gritaba una
El joven lo guardó celosamente y esperó la ocasión de usarlo. Pensó en y otra vez el nombre de Lulú.
dinero, pero eso lo podía ir consiguiendo él mismo poco a poco; pensó en el - ¿Y éste, - inquirió el visitante - tiene el mismo problema del primero.
amor de una joven, pero comprendió que era mucho más noble ganarle el - No, dijo el director, éste es el que por fin se casó con Lulú.
corazón con su propia bondad y cariño; pensó en viajar por todo el mundo,
pero supo también que eso entraba dentro de sus propias fuerzas si realmente
lo deseaba.
Al fin cayó en la cuenta del verdadero mensaje del talismán. El talismán
tenía su fuerza en no ser usado. En descubrirnos a nosotros mismos.

Optimismo
Comprensión 221. Espíritu contentadizo
222. La mujer del ciego Tony de
Mello

Había una vez un hombre muy devoto y rezador, pero muy impertinente e
importuno, incluso para Dios. Sólo le pedía cosas para sí y sin otro criterio
que sus propios gustos y antojos. Sin embargo Dios se las concedía todas.
Había un hombre que tenía una hija muy fea y se la dio en matrimonio a un
Por fin, después de muchos años, un día Dios se cansó. Le llamó y le dijo: ciego, porque ningún otro la habría querido.
He decidido cortar por lo sano. Te voy a conceder solamente tres cosas; las
Cuando un médico se ofreció a devolver la vista al marido ciego, el padre de
que tú quieras, pero sólo tres. De modo que piénsalo bien antes de hacerme la muchacha se opuso con todas sus fuerzas, pues temía que el hombre se
una petición más.
divorciara de su hija.
El hombre, que estaba cansado de su mujer y enamorado de otra, pidió a
Dios que muriese su esposa, evidentemente para casarse con la otra. No
obstante lo absurdo y criminal de la petición, Dios se la concedió. Pero en el
entierro, amigos y deudos de la difunta hicieron tantas alabanzas de ella, de
sus cualidades extraordinarias, de su nobleza, servicialidad y espíritu de
trabajo que el buen hombre empezó a pensar si no había cometido un
disparate pidiendo su muerte. De modo que ahí mismo, sin pensarlo más,
pidió a Dios que la devolviera a la vida. Y Dios se lo concedió
inmediatamente.
Era su segunda petición. Y no le quedaba más que una. ¿Qué pedir que no
fuera un disparate del que a las pocas horas tuviera que arrepentirse? ¡Había
tantas cosas que pedir y él se sentía arrastrado en tantas direcciones! Dinero,
poder, gloria.... ¿qué podía pedir? Pasó días y días sin atreverse a pedir nada.
Tan grande era el miedo a equivocarse otra vez. Consultó a amigos y
parientes, pero nadie le daba solución. Al fin decidió acudir al mismo Dios:
Señor ¿qué me aconsejas Tú, qué debo pedir?
Dios le contestó que pidiera un espíritu contentadizo, un espíritu capaz de
transformar en aceptación y contento todo lo que le sucediese. Tal espíritu -
le hizo ver Dios - equivalía a pedir todas las cosas buenas. Convencido, el
buen hombre venció sus dudas y pidió a Dios espíritu contentadizo.
El hombre ya nunca se sintió mal.

Autonomía
Resignación
223. Dar y no retener Mateo A. Perfeccionismo
Martín 224. La niña resucitada Mateo A.
Martín

Un príncipe, tocado en sus lecturas evangélicas de esta luz del dar, renunció
A sus 12 años, plenos, gozosos, felices, muere una niña, dejando un
al trono y se retiró al desierto. El hermano menor, que de tiempo atrás
tremendo vacío en el hogar. Pero ¡Oh milagro! Camino del cementerio le es
esperaba ávidamente esa renuncia, asumió enseguida el puesto de su
concedido volver a la vida por un solo día, el que ella elija. La niña escoge el
hermano.
día de su duodécimo cumpleaños, caso recién celebrado. El día amanece
Pasaron los años...
maravilloso; el sol sube espléndido sobre el horizonte; la niña se pone su
Un día el rey, cansado y hastiado de los negocios de palacio, salió a cazar.
traje más bello. Radiante de alegría, la niña baja a la cocina donde su madre
Sus perros se concentraron, ladrando, a la entrada de una cueva. Al rato salió
está preparando para ella el pastel de la fiesta.
un hombre flaco, barbudo, harapiento. El rey reconoció enseguida a su
- Mami, mami - le grita desde la puerta - mírame, mírame... Pero la mamá
hermano, y entre asustado y asombrado, le preguntó:
está demasiado ocupada con el púding.
- Pero ¿qué haces tú ahí dentro? Sereno y tranquilo le respondió el hermano:
- Hija, ahora no puedo atenderte, ven más tarde; date cuenta que el pastel me
Disfruto de la paz de mi cueva. El rey entonces: Pero estás sucio, hambriento
exige toda la atención...
y cubierto de harapos.
Entristecida, la niña corre a donde está su padre escribiendo las tarjetas de
- Por fuera, hermano, sólo por fuera. Mira, para vencer el aburrimiento y el
invitación...
cansancio, tú has tenido que dejar tu palacio. Yo nunca he tenido que dejar
- Mírame, papi, mira cuán bella estoy con mi vestido azul... Pero el papá,
mi cueva.
menos sensible que la madre, se excusa secamente de que no tiene tiempo...
Desolada, abatida, pero sostenida aún por el hilo de esperanza, la niña va a
donde está jugando su hermano mayor.
_ Hermanito, mírame tú al menos, mírame tú..., Pero el hermano sigue
absorto en su juego y ni siquiera se digna levantar la cabeza hacia su
hermana.
Y... ¡volvió a hundirse en el ataúd, ahora por decisión propia, ella, una niña
de 12 años!
Fatalismo Esperanza
225. La puerta... estaba abierta 226. Los dos panes Mateo A.
Martín

Un caballero llevaba ya 20 años prisionero en una cárcel húmeda, oscura, de Érase una vez un pan.... tierno, crujiente, de olor agradable y aspecto
gruesos muros de piedra y fuertes barrotes de hierro. Cada mañana el apetitoso. Una tarde, inesperadamente, se encontró rodeado de unos niños
carcelero, silencioso y rudo, venía al salir el sol, abría la mohosa y chirriante hambrientos, dirigidos por su profesor, también hambriento. Al ver el pan,
puerta de hierro, dejaba al prisionero una escudilla de comida, volvía a cerrar el profesor se alegró muchísimo, porque era la solución a su problema y al
la puerta y se alejaba hasta el día siguiente. Y así 20 años larguísimos. de sus niños. Entonces feliz, agradecido... sacó su cuchillo y... Empezaba a
Pero un día, ocurrencia extraña, al prisionero le vino la idea de tantear la oscurecer. Cuando el pan vio el destello de la hoja, se estremeció, pero no
puerta. Estaba abierta, ¡abierta! dijo ni hizo nada, simplemente se dejó cortar. Cortado en trozos, sintió que
Loco de alegría, el prisionero escapó corriendo, al aire puro,, al sol, a la se moría, pero al ser ávidamente apretado por las manos de los niños
libertad. hambrientos, experimentó una extraña alegría. Y de pronto se dio cuenta
Poco después se enteró, ya libre, que la puerta de la prisión había estado que, triturado y deshecho, no había muerto, se había trasformado. Y aquella
siempre abierta, durante sus 20 años de encarcelamiento. Pero a él nunca se noche, el pan convertido en niño, vivió por primera vez su verdadera
le había ocurrido tantearla, y así había perdido lo mejor de su años en una existencia.
mazmorra fétida y hedionda, por falta de reflexión. Érase una vez un pan... tierno, apetitoso, crujiente. Una tarde,
inesperadamente, se encontró rodeado de niños hambrientos. Uno de ellos, al
ver el pan, no pensó en nada más, sacó su cuchillo y... el pan entonces tuvo
miedo y corrió a esconderse en las sombras de la noche, en el fondo del
bosque. Pasó el tiempo, mucho tiempo. Y aquel pan, que no quiso dejarse
comer de unos niños hambrientos, primero se puso mohoso y duro, luego se
pudrió y desapareció convertido en barro de la tierra.
Fatalismo Seguridad
227. Buena suerte, mala suerte Anthony de Mello 228. Resistir
Antony de Mello

Había una vez un campesino japonés, llamado Tanaka. Vivía con su hijo
adolescente en una finquita propia. Tenían un caballo para la labranza y así Una noche, mientras se hallaba en oración, El Hermano Bruno se vio
se arreglaban. Un buen día, cuando se levantaron y fueron a echarle comida, interrumpido por el croar de una rana. Molesto con el animal, salió al campo
el caballo se había escapado. Tanaka tomó el asunto con resignación y una y gritó: “Silencio, estoy rezando”. Y como el Hermano Bruno era un santo, a
buena dosis de sabiduría oriental. De modo que, cuando sus amigos vinieron su mandato todo el mundo hizo silencio. Pero entonces otro ruido vino de
a dolerse con él, acompañándole en su mala suerte, él respondió tranquilo: dentro a perturbar la paz del buen Hermano; una voz interior que le decía:
“Buena suerte, mala suerte, ¡qué sé yo!” “¿Y si el croar de la rana fuese más agradable a Dios que tus rezos...? ¿Por
A la semana el caballo estaba de vuelta en casa, arrastrando tras sí diez qué crees tú que inventó Dios el sonido?”. Bruno quedó un tanto inquieto y
caballos salvajes. Los amigos ahora le felicitaban; ¡Qué buena suerte, curioso. Y decidió investigar el porqué de los ruidos. Salió de nuevo al
Tanaka! Pero Tanaka se mantenía en su serenidad: “Buena suerte, mala campo y mandó a la rana que volviese a croar. Una oleada de ruidos inundó
suerte, ¡qué sé yo!”. El hijo de Tanaka se puso a domar los caballos salvajes; la noche. Bruno prestó atención a los sonidos y, ¡oh maravilla!, los ruidos
uno le tiró al suelo y el joven se rompió una pierna. ¡Ay Tanaka, qué mala dejaron de crisparle.
suerte, le decían otra vez los amigos. Pero él seguía dando la misma
respuesta: “buena suerte, mala suerte, ¡qué sé yo!”. Al mes del accidente, el
reyezuelo vecino declaró la guerra la señor feudal de Tanaka. Este señor
feudal hizo leva de todos los jóvenes en edad militar, pero el hijo de Tanaka,
en razón de su pierna rota, no fue reclutado. Fue suficiente para que los
amigos de Tanaka volvieran con su estribillo: “¡qué buena suerte, Tanaka!.
Pero Tanaka no se apartaba de su filosofía: “Buena suerte, mala suerte, ¡qué
sé yo!”
Creatividad Resignación
229. Siempre es primavera Doctor 230. Quedo yo
Siegel Medea, tragedia

Un día le fue remitido, como a médico cirujano, un paciente de 78 años, Traicionada por su esposo Jasón la terrible Medea decide vengarse. En el
jardinero toda su vida, que padecía de cáncer de estómago. Viendo su silencio hosco de su hogar deshecho Medea va tramando, en secreto, sus
gravedad, el médico quiso internarlo y proceder a la operación planes de venganza. Y un día los realiza: mata a sus hijos, a la amante y
inmediatamente. Pero el buen anciano, que amaba su profesión tanto como destruye el hogar. Después se queda inmóvil, alucinada, ante las ruinas
su vida, se opuso tranquilamente: “Ud. sabe, doctor, es tiempo de primavera físicas y morales de su casa. Una voz suena desde el fondo: “Y ahora,
y tengo que plantar muchas, muchas flores, para lograr un mundo más después de estos destrozos, ¿qué queda, Medea? Y ella, aunque destruida, se
bello”. E insistió en la necesidad que sentía de no dejar pasar aquella yergue sobre su propio dolor y grita : “Quedo yo. Es verdad, sí, nada queda
primavera. Vista la voluntad seria del paciente, el médico accedió a de mi hogar, pero quedo yo; quedo yo para empezar de nuevo.”
posponer la operación y así dar tiempo al anciano jardinero para plantar sus
flores. Pasada la primavera, el paciente volvió, esta vez dispuesto a ser
operado. Se hizo la operación como de costumbre. Y el anciano, amigo de
las flores, hombre de primavera y esperanza, salió tan bien que, cinco años
más tarde, seguía plantado flores en su jardín.
Tolerancia Autonomía
231. Cambiar yo Antony de 232. Hofetz Chaim Antony de
Mello Mello

El sufí Bayazid dice acerca de sí mismo: En el siglo pasado, un turista de los Estados Unidos visitó al famoso rabino
De joven yo era revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: polaco Hofetz Chaim.
“Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”. A medida que fui Y se quedó asombrado al ver que la casa del rabino consistía sencillamente
haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin en una habitación atestada de libros. El único mobiliario lo constituían una
haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a mesa y una banqueta.
decir: “Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto - “Rabino, ¿dónde están tus muebles?”, preguntó el turista.
conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por - “?Dónde están los tuyos?”, replicó Hofetz.
satisfecho”. - “Los míos? Pero si yo sólo soy un visitante.... Estoy aquí de paso....?”, dijo
Ahora que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a el americano.
comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: - “Lo mismo que yo”, dijo el rabino.
“Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”.
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado
mi vida.
Resignación Perfeccionismo
233. Tu peor enemigo Mateo A. 234. Escuela de animales Mateo A. Martín
Martín

Un grupo de animales decidió crear su propia Universidad. Elegido el grupo


Vivía en una pequeña ciudad japonesa, de humildes campesinos y artesanos, directivo - un conejo, un águila, una ardilla y un pez -, empezaron las
un hombre de mediana edad, soltero, muy callado y solitario. Se llamaba deliberaciones para organizar el programa. Como es obvio, el conejo insistía
Onuro. Lo típico de Onuro, según pregonaba él ante todo el mundo, es que en que el correr fuese asignatura principal; pero el águila propugnaba el
todo le salía mal; era hombre de mala suerte. Y lo peor del caso es que, por volar, la ardilla el trepar y el pez el nadar... No pudiendo lograr una jerarquía
más que se examinaba, no acababa de descubrir la causa. ¿Se decidía a de prioridades, los cuatro animales optaron porque todos estudiaran todo, y a
sembrar? El cielo se cerraba en banda, olvidaba llover y la cosecha se le competir y que triunfara el mejor.
perdía. Y así una y otra vez; de modo que Onuro dejó de sembrar. ¿Se le En las pruebas de correr, el conejo llevó fácilmente la mejor nota; pero el
ocurría pretender a una chica que le gustaba? Al principio del pobre, cuando pasaron a la prueba de trepar, se cayó varias veces de espalda
enamoramiento parecía marchar sobre ruedas, pero bien pronto la chica se y al fin se desnucó.... Parecidos resultados tuvieron los otros animales..., con
volvía egoísta, ruda, intratable. Él mismo no entendía lo que estaba pasando, lo que quedó claro el error de fondo que se ocultaba en el programa mismo.
pero el resultado, repetido varias veces, era siempre destrozador. De este Creían y esperaban que cada animal podía ser “él y los otros”; pero la
modo Onuro decidió no volver a enamorarse. En un primer momento su lección fue demasiado contundente: el animal que “salió” de sí mismo,
decisión pareció traerle mucha paz, pero su corazón se fue volviendo duro, acabó matándose.
seco, solitario. Onuro no vivía, iba muriendo poco a poco.
Parecido le fue sucediendo en otros campos de su actividad. Onuro fracasaba
en todo, parecía destinado al fracaso. Y él, inquieto por su destino, se
confirmaba en su diagnóstico: “hombre de mala suerte”.
Una noche soñó que un enemigo suyo, terrible y cruel, misterioso y evasivo,
era el que le desbarataba todos sus planes. Esto le preocupó aún más. ¿Pero
qué podía hacer él frente a ese enemigo misterioso? Sin darse cuenta, se fue
retirando de todo y se fue entregando a la apatía y la inacción; ya apenas se
levantaba de la cama, dando miles de vueltas a los pensamientos malignos
que el enemigo le traía. Así, ¿cómo no?, todo fue empeorando. Onuro pensó
en el suicidio y hasta lo intentó dos veces...
Así iban las cosas, cuando un día el enemigo misterioso aceptó quitarse la
careta y dejarse ver. Onuro quedó paralizado por un instante. No podía
creerlo. Aquel enemigo, terrible y enigmático, que tanto le había perseguido;
aquel enemigo misterioso y evasivo, que siempre lograba esconderse; aquel
enemigo insistente, taimado, omnipresente...., aquel enemigo era ...él mismo.

Temor
235. El pordiosero millonario Mateo A. 236. El deudor que se suicidó Mateo A.
Martín Martín

Una mañana apareció muerto, en el soportal de una iglesia, un pobre Éste era un viejo campesino, feliz un tiempo en sus campos, pero
mendigo. Levantaron el cadáver, y cuando lo fueron a amortajar, últimamente abrumado de deudas. La cosecha en la que tenía su esperanza,
descubrieron que en el forro de su vieja pelliza guardaba muchos miles de falló casi totalmente; y los acreedores, cada vez más exigentes e
dólares, suficientes, sin duda, para llevar una vida holgada... ¿Por qué, inmisericordes, le caían arriba una y otra vez. El pobre viejo no supo resistir
entonces, vivió como pordiosero? Una cosa es cierta en el relato: el tanta presión y se suicidó.
pordiosero era en realidad millonario. Pero, y aquí lo inesperado, cuando fueron a enterrarlo, hallaron en su
habitación un tesoro escondido, suficiente y sobrante para pagar todas sus
deudas. Pero el pobre campesino, olvidado sin duda de su riqueza oculta, se
había suicidado.

Temor
Temor
237. El águila gallina Mateo A. 238. El príncipe-rana Mateo A.
Martín Martín

Un labrador salió a su campo, recogió un huevo de águila y se lo puso a Éste era un príncipe, verdadero hijo de rey, destinado él mismo a reinar. Pero
incubar a una gallina echada. La gallina sacó sus propios pollitos y sacó una bruja envidiosa lo hechizó y lo convirtió en rana. Y allí estaba el
también al pequeño aguilucho. Éste, como si fuera un pollo más, aprendió a príncipe, ignorante de su alcurnia, convertido en rana y viviendo en una
seguir a la madre, a escarbar la tierra y a protegerse bajo las alas de la laguna. Por dicha, en el hechizo había una condición: que volvería a ser
gallina. Por su comportamiento nadie diría que era un águila; se comportaba príncipe si tenía la suerte de hallar una princesa que lo besase...
como una gallina más. Un día llegó de visita a casa del labrador un viejo Afortunadamente, una tarde inesperada apareció la princesa milagrosa; lo
amigo que entendía de aves. Pero “ése - le dijo a su amigo, fijándose en el besó y la rana se transformó en príncipe radiante y maravilloso. Se casaron
aguilucho - es un águila”. “ Lo sé - le respondió el labrador -, yo mismo traje y... fueron felices.
el huevo del monte y se lo puse a la gallina”. El visitante siguió: “Me
comprometo, con tu permiso, a transformarle en águila.” El labrador asintió.
Y el ornitólogo empezó su trabajo.... Fueron muchos y largos los intentos; y
el águila volvía una y otra vez a sus viejos hábitos de gallina, volvía al
corral. Por fin, un día el ornitólogo subió con ella a una montaña y la
mantuvo allí, lejos de las gallinas y con una alimentación especial. Después,
incitándola con gestos y voces, la echó a volar. El águila voló, voló y se
perdió en el cielo infinito. Había recuperado su ser de águila .

Temor
Bondad
339. Que lo sepan a tiempo Carelos G. 240. Miguela
Vallés Miki

Eduardo Galeano cuenta: “Fue en la selva, en la amazonia ecuatoriana. Los Al levantarse aquella mañana, Miguela estaba decidida a cambiar por
indios shuar estaban llorando a una abuela moribunda. Lloraban sentados a completo.
la orilla de su agonía. Un testigo, venido de otros mundos, preguntó: ¿Por Se miró en el espejo ensayando la mueca más fea que su rostro era capaz de
qué lloran delante de ella, si todavía está viva?. Y contestaron los que componer: los labios fruncidos, las cejas levantadas, los ojos entreabiertos
lloraban: Para que sepa que la queremos mucho”. para no tropezar. ¡Parecía una rana enfadada!
De poco valen homenajes póstumos cuando no ha habido intimidad a En la cocina, corriendo de un lado para otro, el padre y la madre
tiempo. De poco sirve alabar a los que no están si se los ignoró cuando desayunaban.
estaban. - ¿Aún no te has peinado, hija? - preguntó la madre, bebiendo un trago de
café caliente.
- ¡Vamos, vamos, que llegaremos tarde! - gritó el padre con la boca llena de
pan con mantequilla.
El charco de la puerta del colegio era una tentación insuperable. Miguela no
lo dudó, se zambulló en aquel mar creyendo ser una famosa pirata
naufragada.
- ¡Los padres de hoy en día no son como los de antes! - sentenció la maestra
al descubrir el vestido de su alumna, completamente manchado de barro.
- El pollo sabe mejor si lo comes con las manos - dijo Miguela a Juan, Rosa
y Pedro, que trataban inútilmente de usar el cuchillo y tenedor.
Cuando regresó a casa, Miguela dejó la cartera en un rincón y vació el
armario de su habitación buscando los patines con los que, según su padre,
cualquier día se haría daño, además de rayar el suelo del pasillo.
- ¡Deja de hacer ruido! - gritó la madre -. No nos dejas oír las noticias de la
televisión.
- ¡En la cocina tienes la cena preparada! - chilló el padre -. ¡No te olvides de
lavarte las manos!
Miguela regresó junto al espejo, borró la mueca más fea de su rostro y pensó
que nadie, ni en casa ni en el colegio, había descubierto a su doble.
- No te preocupes, amiga, otro día volveré a sacarte de paseo.
Después guardó los patines, recogió los juguetes, las ropas y la cartera, puso
su vestido en la lavadora y se lavó los dientes.
Mientras se acostaba, sus padres entraron en la habitación y Miguela les
dijo:
- Mi amiga se ha marchado a su casa.

Imposible
Responsabilidad
242. Lección de catecismo Carlos G.
Temor Vallés
241. Maestro del maestro Carlos G. Vallés

La profesora de Religión enseñó aquel día a sus alumnos y alumnas la


responsabilidad que todos tenemos de disminuir las distancias sociales entre
Al Maestro sufí Chibilí le preguntaron: “¿Y quién fue vuestro Maestro?” El los que más tienen y los que menos, de ayudar a quienes no tienen lo
respondió: “Un perro. Lo vi al borde de un estanque de agua clara; jadeaba suficiente para una vida digna ellos mismos y su familia, de luchar por un
de sed y no se atrevía a beber. Al acercarse a la superficie del agua veía su orden más justo y hacer desde ahora todo lo que podamos para aliviar las
imagen reflejada, creía que era otro perro que le amenazaba, y huía sin carencias de los que más sufren. Tras la exposición y los ejemplos vino una
beber. Al final la sed pudo más que el miedo, se arrojó al agua, con lo cual pequeña prueba de control. La profesora propuso que todos escribieran allí
desapareció el otro perro, y bebió a gusto”. mismo un breve ensayo con el tema. “¿Qué haría yo si tuviera ahora un
- “¿Y de qué le sirvió a usted este incidente?”, insistieron los discípulos. El millón de pesetas?”. Las respuestas eran gratificantes. Todos, de una manera
Maestro explicó: “Entendí en aquel momento que el obstáculo que impedía o de otra, proponían dar ese dinero, o al menos la mayor parte, a los pobres
al perro saciar su sed era su propio yo. Una vez que éste desapareció, el como ayuda inmediata a su indigencia urgente. Un muchacho esperó a que la
perro alcanzó su objetivo”. El obstáculo que te impide avanzar es tu yo. “El profesora comentara los exámenes, y al final levantó el brazo y preguntó:
que no se niega a sí mismo, no puede ser mi discípulo”. - “Señorita, ¿ha acabado la prueba?”
- “Sí”.
- “Entonces yo, con el millón de pesetas, me compraría una moto”.

Temor
243. Del país azul al país 244. La sabiduría de la D.
Mª. J. Viana Aleixandre
de los mil colores anciana abadesa

Había una vez un país en el que todas las cosas eran azules: las montañas Cuentan las crónicas que en tiempo de las Cruzadas había en Normandía un
eran de un azul intenso, la hierba era de un azul pálido y suave...., todo era antiguo monasterio, regido por una abadesa de gran sabiduría. Cientos de
azul. Todo, hasta los niños, que tenían las manos, la cara, los ojos, los monjas oraban, trabajaban y servían a Dios llevando una vida austera,
cabellos y todo su cuerpo de un azul tan brillante que parecía mágico. silenciosa y observante.
En aquel país todos eran felices. Bueno, casi todos, porque había un niño, Un día el Obispo del lugar acudió al monasterio a pedir a la abadesa que
Juan Verde, que se sentía muy triste porque era distinto. Era un extraño color destinara a una de sus monjas a predicar en la comarca.
que nadie había visto antes, y esto le hacía sentirse muy mal. Los otros niños La abadesa reunió a su Consejo y, después de larga reflexión y consulta,
no querían a Juan, se reían de él y no le dejaban participar en sus juegos. decidió preparar para tal misión a la hermana Clara, una joven novicia llena
Decía una antigua leyenda que, atravesando el gran río que limitaba el país de virtud, de inteligencia y de otras singulares cualidades.
de los azules, se llegaba a un extraño país donde sucedían cosas muy raras. La madre abadesa la envió a estudiar, y la hermana Clara pasó largos años
¡Se decía, incluso, que las cosas no eran azules en ese país, que existían en la biblioteca del monasterio, descifrando códices y adueñándose de su
otros colores! La leyenda continuaba diciendo que aquel que se atreviera a secreta ciencia. Fue discípula aventajada de sabios monjes y monjas de otros
atravesar el río perdería su color azul y, por tanto, moriría. monasterios, que habían dedicado toda su vida al estudio de la teología.
Juan Verde conocía esta leyenda y, un día que estaba demasiado triste, para Cuando acabó sus estudios, estaba familiarizada con la Patrística y dominaba
sentir miedo decidió cruzar el gran río en busca de otro país. Si ese país no la tradición teológica medieval. Predicó en el refectorio sobre las
existía, al menos él perdería su horrible color para siempre. Casi sin pensarlo “procesiones intratrinitarias”, y las monjas bendijeron a Dios por la
empezó a andar en dirección al río. Cuando llegó a la orilla sintió miedo: las erudición de sus conocimientos y la unción de sus palabras.
aguas bajaban con mucha fuerza y el río era muy ancho y muy profundo. Fue a arrodillarse ante la abadesa: ”¿Puedo ir ya, reverenda Madre?”. La
Juan, por fin, se decidió: dio un salto y se introdujo en las revueltas aguas. anciana abadesa la miró como si leyera en su interior; en la mente de la
La corriente le arrastró río abajo y finalmente apareció en una tranquila hermana Clara había demasiadas respuestas. “Todavía no, hija, todavía no...”
laguna. Sin ninguna dificultad nadó hasta la orilla y, al salir del agua, estaba La envió a la huerta, donde trabajó de sol a sol, soportó las heladas del
maravillado: se encontraba en un extraño lugar donde había miles de colores, invierno y los ardores del estío, arrancó piedras y zarzas, cuidó una a una las
las montañas eran grises, el cielo azul, las nubes blancas y... la hierba - ¡era cepas del viñedo, aprendió a esperar el crecimiento de las semillas y a
fantástico! -, la hierba era del mismo color que Juan: de un verde brillante y reconocer, por la subida de la savia, cuándo había llegado el momento de
fresco. podar los castaños... Adquirió otra clase de sabiduría; pero aún no era
Juan siguió andando cada vez más feliz por el nuevo país. De pronto oyó suficiente.
voces, voces que le recordaban a las de los niños del país azul. Apareció una La madre abadesa la envió luego a hacer de tornera. Día tras día escuchó,
pelota y detrás un niño que se le quedó mirando y le sonrió: “¡Qué bonito oculta detrás del torno, los problemas de los campesinos y el clamor de sus
eres! - le dijo -. Eres verde”. quejas por la dura servidumbre que les imponía el señor del castillo. Oyó
Juan estaba sorprendido. Nadie antes le había dicho que su color era rumores de revueltas y alentó a los que se sublevaban contra tanta injusticia.
“bonito”. El niño que le hablaba era de color rojo y detrás de él aparecieron La abadesa la llamó. La hermana Clara tenía fuego en las entrañas y los ojos
otros niños azules, amarillos, verdes, blancos... de todos los colores que llenos de preguntas. “No es tiempo aún, hija mía...”
podáis imaginar. La envió entonces a recorrer los caminos con una familia de saltimbanquis.
Juan Verde se sintió feliz: ya no estaba solo. Vivía en el carromato, les ayudaba a montar su tablado en las plazas de los
pueblos, comía moras y fresas silvestres, y a veces tenía que dormir al raso,
bajo las estrellas. Aprendió a contar acertijos, a hacer títeres y a recitar
Tolerancia romances, como los juglares.
Cuando regresó al monasterio, llevaba consigo canciones en los labios y reía Intransigencia
como los niños. “¿Puedo ir ya a predicar, Madre?”. “Aún no, hija mía. Vaya
a orar.”
245 . Dios come
Carlos G. Vallés
La hermana Clara pasó largo tiempo en una solitaria ermita en el monte.
Cuando volvió, llevaba el alma transfigurada y llena de silencio. “¿Ha
llegado ya el momento, Madre?” No, no había llegado. Se había declarado
una epidemia de peste en el país y la hermana Clara fue enviada a cuidar a
En la India es costumbre corriente en todos los hogares que, al preparar la
los apestados. Veló durante noches enteras a los enfermos, lloró
comida, se separe primero un plato, de esos grandes de metal con borde alto
amargamente al enterrar a muchos y se sumergió en el misterio de la vida y
en que se toma toda la comida, se sirva con todos los manjares de la comida
de la muerte.
del día y se ofrezca ante la imagen de Dios, que invariablemente se venera
Cuando remitió la peste, ella misma cayó enferma de tristeza y agotamiento,
en el altar doméstico en un rincón de la casa. Después de un rato y una
y fue cuidada por una familia de la aldea. Aprendió a ser débil y a sentirse
oración se retira el plato, y es de ordinario el niño más pequeño de la familia
pequeña, se dejó querer y recobró la paz.
el que consume esa comida ofrecida a Dios. En este contexto gusta contar
Cuando regresó al monasterio, la Madre abadesa la miró gravemente: la
una bella leyenda de fe e inocencia.
encontró más humana, más vulnerable. Tenía la mirada serena y el corazón
La madre en la familia andaba con prisa aquel día que era una fiesta
lleno de nombres.
especial, llenó de dulces el plato del ofrecimiento a Dios y, en vez de
“Ahora sí, hija mía, ahora sí”. La acompañó hasta el gran portón del
llevarlo ella como todos los días, le dijo a su hijo sin más: “Anda, llévale
monasterio, y allí la bendijo imponiéndole las manos.
esto a Dios para que se lo coma”. El niño tomó el plato, se sentó en el suelo
Y mientras las campanas tocaban para el Angelus, la hermana Clara echó a
ante la sagrada imagen, y ofreció el plato a Dios con las dos manos,
andar hacia el valle para anunciar allí el santo Evangelio.
diciéndole: “Toma, Señor, come”. Al ver que la imagen no comía, el niño se
apenó y echó a llorar y comenzó a suplicar a Dios: “Come, por favor, come.
¿Es que no comes porque soy malo?. Si no comes, me echarán la culpa a mí
y me reñirán. ¿O es que no tienes hambre? ¿O es que no te gustan los
dulces? ¡Si son tan buenos y los ha hecho mi mamá! Anda, por favor,
come”. Y Dios comió.
El muchacho volvió contento con el plato limpio..., y su madre, al verlo, le
riñó: “¡Granuja! Con que te has comido tú todos los dulces, ¿eh? Ya verás la
que te espera cuando se entere tu padre. Te dará tu merecido”
Y el niño volvió a llorar. No entendió nada ¿No era el plato de Dios?
! Cuántas veces rezamos sin siquiera imaginar que vamos a recibir lo que
pedimos ¡
Responsabilidad Perfeccionismo
246. El zorro mutilado Antony de 247. El diablo y su amigo
Mello

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus En cierta ocasión salió el diablo a pasear con un amigo. De pronto vieron
patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces ante ellos a un hombre que estaba inclinado sobre el suelo tratando de
vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había recoger algo.
hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. - “¿Qué busca ese hombre?”, le preguntó al diablo su amigo.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. - “Un trozo de verdad”, respondió el diablo.
Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí - “¿Y eso no te inquieta? ”, volvió a preguntar el amigo.
mismo: - “Ni lo más mínimo”, respondió el diablo. “Le permitiré que haga de ello
“ Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el una creencia religiosa”.
Señor, y éste me dará cuanto necesito”. Una creencia religiosa es como un poste indicador que señala el camino
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre hacia la verdad. Pero las personas que se obstinan en adherirse al indicador
estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una Voz que le decía: se ven impedidas de avanzar hacia la Verdad, porque tienen la falsa
“ ¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue sensación de que ya la poseen.
el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado “.
Pero sobre todo, si yo pudiera comenzar de nuevo desde el principio, me
apropiaría de cada minuto... lo miraría a fondo hasta llegar a conocerlo en lo
más íntimo..., lo viviría en plenitud...
¡Y no dejaría que se me escapase de las manos!
Creatividad
248. Si volviese a vivir Emma
Bambek
Esperanza

El otro día alguien me preguntó: Si usted volviese a nacer, ¿viviría de otra


249. El que pierda su vida
manera?
Sin pensarlo mucho, le respondí que no. Luego, reflexioné con más calma
y...
Creo que si se me hubiera dado la posibilidad de volver a empezar la vida, Un río quería fluir al mar por medio del desierto. Pero al ver la arena
habría charlado menos y escuchado más. No habría dejado de invitar a cenar interminable tuvo miedo:
a los amigos sólo porque el mantel tuviera una pequeña mancha o porque la - “ El desierto me resecará y el aliento caliente del sol me aniquilará o me
funda del sofá estuviera desteñida. convertirá en un charco maloliente”.
No tendría reparo en comer el bocadillo en el salón de estar y no me habría Entonces oyó una voz:
preocupado lo más mínimo ensuciar el suelo con las migas o con el - “Entrégate al desierto”.
chisporroteo de la chimenea encendida. Pero el río replicó:
Habría encontrado tiempo para escuchar al abuelo una y otra vez el relato de - “ ¿No perderé mi identidad? “
sus años mozos. Nunca habría dejado de bajar las ventanillas del coche un La voz le respondió:
día de verano, por la simple razón de evitar el polvo, recién hecha la revisión - “No serás lo que eres ahora”.
del vehículo y la limpieza de interiores. Y el río se entregó al desierto. Las nubes lo absorbieron y transportaron
No habría dejado que aquel velón bonito, que estrenamos en la cena de sobre las tórridas arenas. Convertido en lluvia fue a caer al extremo del
Nochebuena, se derritiese, olvidado, en el cuarto trastero. Lo habría dejado desierto. Y el río volvió a fluir alegre. Y lleno de gozo se dijo:
que se consumiera, encendiéndolo a diario. Me habría tirado sobre el césped - “Ahora soy realmente yo mismo”.
del prado jugando con los niños sin preocuparse de las manchas del verde
sobre el vestido. Habría llorado o reído menos contemplando los seriales de
la tele, y más observando la vida.
Habría dedicado más tiempo a compartir las responsabilidades de mi marido.
Me habría ido a la cama, cuando me encontraba mal, en vez de salir con
fiebre al trabajo, como si, por faltar yo a la oficina, se fuese a hundir el
mundo.
En lugar de no pegar el ojo, esperando que acabasen los nueve meses de
embarazo, habría vivido con amor cada momento, consciente de que aquella
realidad maravillosa que iba creciendo en mí era la única ocasión que se me
presentaba de colaborar con Dios en la realización de un milagro.
Al hijo pequeño que me besaba emocionado, jamás le habría dicho: “¡Vale!
¡Basta! Vete a lavarte que la mesa está puesta”.
Habría dicho más veces: “Te quiero”, y menos veces: “Lo siento”.
Comprensión
250. Pide lo que quieras Carlos G. Optimismo
Vallés 251. Homenaje de los monjes Paulo Coelho

Kapìl Muni era pobre y desconocido antes de alcanzar la santidad que lo Nuestra Señora, con el Niño Jesús en brazos, decidió bajar a la Tierra y
hizo querido y venerado en toda la India. Su mujer le dijo un día: “Me he visitar un monasterio. Orgullosos, todos los sacerdotes formaron una gran
enterado de que el rey da una moneda de oro al brahmán que sea el primero fila y cada uno llegaba ante la Virgen para rendirle homenaje. Uno declamó
en bendecirle”. bellos poemas, otro mostró sus ilustraciones de la Biblia, un tercero dijo el
Kapil fue a dormir a la puerta de palacio para ser el primero en cuanto nombre de todos los santos. Y así, monje tras monje, todos fueron
amaneciera el día. A media noche le despertó la luna llena, creyó que era el homenajeando a Nuestra Señora y al Niño Jesús.
sol, y se precipitó a la puerta. Los guardias le apresaron como ladrón. El rey, En el último lugar de la fila había un monje, el más humilde del convento,
sin embargo, al juzgarlo, creyó su historia y le dijo que pidiese lo que que nunca había aprendido los sabios textos de la época. Sus padres eran
quisiera. Kapil pensó: “ Pediré la moneda de oro que me corresponde. O, ya personas sencillas, que trabajaban en un viejo circo de los alrededores, y
que el rey me ofrece más, pediré cinco. No, diez. Mejor veinte para cubrir todo lo que le habían enseñado era arrojar bolas al aire y hacer algunos
todo el año. O cien. Más seguro, mil. Digamos cien mil para asegurar el malabarismos.
porvenir de los hijos. Mejor aún un millón para vivir de los intereses. Pero el Cuando le llegó el turno, los otros monjes querían poner fin a los homenajes,
dinero solo no da seguridad. Ya que el rey no me ha puesto límite a lo que porque el antiguo malabarista no tenía nada importante que decir y podía
puedo pedir le pediré la mitad de su reino. ¿Y por qué la mitad sólo? Le deslucir la imagen del convento. Sin embargo, en el fondo de su corazón,
pediré el reino entero. Aunque eso no sería justo para con el rey que tan bien también él sentía una inmensa necesidad de dar alguna cosa de sí para Jesús
se porta conmigo. Mejor conformarme con la mitad del reino. Ahora, que y la Virgen.
eso de la administración conllevaría muchas preocupaciones. Más vale Avergonzado, sintiendo las miradas reprobadoras de sus hermanos, sacó del
dejarlo en dinero. Volvamos al millón de monedas de oro. Demasiado. La bolsillo unas naranjas y empezó a lanzarlas al aire haciendo malabarismos,
verdad es que con cien mil me basta y me sobra para mí y para toda mi que era lo único que sabía hacer.
familia. Y también con mil. Para ser sincero voy a pedir sólo cien. O veinte. Fue en ese instante cuando el Niño Jesús sonrió y comenzó a batir palmas
O diez. O cinco. Lo mejor será pedir honradamente una moneda de oro, que desde los brazos de Nuestra Señora. Y fue para este monje para el que la
es lo que me corresponde. ¿Y para qué necesito yo una moneda de oro?. Virgen extendió los brazos, dejando que sostuviese un rato en los suyos al
Mejor estoy como estoy”. divino Niño.
Cesó el deseo. Y Kapil alcanzó la iluminación.
Ya más tranquilo, el muchacho cogió la cucharita y volvió a pasear por el
palacio, fijándose esta vez en todas las obras de arte que pendían del techo y
de las paredes. Vio los jardines, las montañas en derredor, la delicadeza de
las flores, la exquisitez con que cada obra de arte estaba colocada en su sitio.
Al regresar al lado del Sabio, relató con pormenores todo lo que había visto.
- Pero, ¿dónde están las dos gotas de aceite que te confié? - preguntó el
Sabio.
Mirando hacia la cucharita, el muchacho se dio cuenta de que las había
derramado.
- Pues éste es el único consejo que tengo para darte - dijo el más Sabio de
Superación los Sabios -. El secreto de la felicidad está en mirar todas las maravillas
252. El Secreto de la Felicidad Paulo Coelho del mundo y no olvidarse nunca de las dos gotas de aceite de la cucharita.

Cierto mercader envió a su hijo a aprender el Secreto de la Felicidad junto al


más sabio de todos los hombres. El muchacho anduvo durante cuarenta días
por el desierto, hasta llegar a un hermoso castillo, en lo alto de una montaña.
Allí vivía el sabio que el muchacho buscaba.
Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en
una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían,
personas que conversaban por los rincones, una pequeña orquesta tocaba
melodías y había una mesa cubierta con los platos más deliciosos de aquella
región del mundo. El Sabio conversaba con todos, y el muchacho tuvo que
esperar dos horas hasta llegar a ser a su vez atendido.
El Sabio escuchó con atención el motivo de la visita del muchacho, pero le
dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la
Felicidad. Sugirió que el muchacho se diese un paseo por su palacio y
volviera al cabo de dos horas.
- Mientras tanto, quiero pedirte un favor - concluyó el sabio, entregando al
muchacho una cucharita en la que dejó caer dos gotas de aceite -, mientras
vas caminando, lleva esta cucharita sin dejar que se derrame el aceite.
El muchacho comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio,
manteniendo siempre fijos los ojos en la cucharita. Al cabo de dos horas,
volvió a la presencia del Sabio.
- Entonces - preguntó el sabio -, ¿Viste las tapicerías de Persia que hay en mi
comedor? ¿Viste el jardín que el Maestro de los Jardineros tardó diez años
en plantar? ¿Reparaste en los bellos pergaminos de mi biblioteca?
El muchacho, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única
preocupación era no derramar las gotas de aceite que el sabio le había
confiado.
- Vuelve, pues, y conoce las maravillas de mi mundo - dijo el Sabio -. No
puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.

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