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III.

OTROS ESCRITOS
A. MEMORIAS
1. Memoria al Finalizar el Año Escolar 18931

“Señor Alcalde
Sr. Inspector de Instrucción
Respetable Jurado
Señores y Señoritas”
Hoy, por segunda vez, miro coronados mis esfuerzos con
éxito tan satisfactorio. Y si en las diferentes profesiones de la
vida se halaga el obrero con el feliz resultado de su obra, en
ninguna más, ni con más justo motivo, que en la ardua y
siempre ingrata profesión de la enseñanza.
Hace, señores, más de dos años que en este solitario
pueblo, vivo entregada a la educación e instrucción de la
mujer que, desde que han sido confiadas a mi cuidado,
procuro desarrollarlas a la par; comprendiendo que son para
ella, lo que el sol y el rocío para las plantas que, privándolas
de una u otra, pronto también se la verá sucumbir; y cual a la
flor marchita, revolar, azotada por el vendaval continuo, a la
mujer inculta, ¡[qué] triste es decirlo!, servir a la sociedad no
pocas veces de escarnio.
Dichosos los pueblos que, como éste, prevén un porvenir
bajo el techo de una escuela. Y, ¡Ay de aquellos que
contemplan impasibles sus desgracias, sin procurarse jamás
de remediarlas en sus fuentes, con el establecimiento
necesario de un plantel de educación!¡Ay de aquellos padres
de familia!, que pudiendo aprovechar de ese importante factor
del progreso, de ese beneficio inestimable, la escuela, no
envían, a ella, a sus hijos, para que sus corazones se eduquen
bajo las máximas de la moral cristiana, para que sus pasos se
encaminen siempre hacia ese ideal de progreso indefinido que
Dios ha puesto en la vida de la humanidad: “La semejanza de
la criatura con su creador”. Desgraciados los padres, que lejos
de velar incesantemente por la instrucción de sus hijos, por el

1
Esta memoria corresponde a los años 1892 y 1893, pero la pronuncia al
final de su segundo año, como directora, en San Mateo (1893)
desarrollo de su inteligencia, por el acrecentamiento de su
libertad, por el desenvolvimiento de todas sus facultades, los
dedican a los trabajos materiales, alejándolos así del fin para
que Dios los creó.
La educación, tanto en el hombre como en la mujer, [es] 2
la base de toda civilización, de todo bienestar social, de todo
engrandecimiento.
La mujer, sin instrucción, es una planta sin cultivo, es una
flor inodora; contemplada de lejos, puede hasta admirar; pero
mirada de cerca en falta de fragancia la despoja de todo
atractivo: no llena su fin.
No continuaré, señores, cansando vuestra atención con
pensamientos mal expresados y me limitaré a daros cuenta de
lo ocurrido en la escuela que dirijo:
Vencido el término de las vacaciones, fue abierta la
matricula el día 1° de marzo de 1892, y cerrada, el 10 de
octubre, con 54 alumnas.
Comenzándose las labores escolares el 5 de marzo, se
dividió el número de alumnas en tres secciones, siendo
matriculadas las de la 1ª [sección] en las clases de: Catecismo,
Historia Santa, Gramática, Aritmética, Geografía, Urbanidad,
Lectura y Escritura; las de la 2ª [sección] en las de:
Catecismo, Historia Santa, Ortografía, Urbanidad, Lectura y
Escritura; y las de la 3ª [sección] en las de: Catecismo,
Lectura y Doctrina Cristiana. Llegando, a fines de año, a
comprender la 1ª [sección] 11 alumnas, la 2ª [sección] 9 y la
3ª [sección] 34. La asistencia media en ese año, como en el
terminado, dejó mucho que desear, llegando tan sólo al
reducido número de 35 alumnas.
Ayudada por mi hermana, a cuyo cargo ha estado la 2ª
sección desde que dirigí esta escuela hasta la fecha, pude a
pesar de muchos obstáculos, tener preparadas a las alumnas
para rendir los exámenes correspondientes, [en] el mes de
diciembre, los que no se efectuaron por carecer el [Hono-
2
Se ha cambiado el verbo para mejorar la concordancia en la redacción:
“es” por “son”.
rable] Concejo de los fondos necesarios, para hacerlos con la
solemnidad acostumbrada, según se me comunicó por nota
del Sr. Inspector de Instrucción, que conservo como
testimonio de lo que digo.
Siéndome imposible continuar el trabajo sin descanso
alguno, presenté una solicitud al [Honorable] Concejo,
pidiendo con sobrada justicia, se me diera de licencia, un mes
del tiempo que por las vacaciones me correspondía; solicitud
a la que sólo accedió en parte, concediéndoseme 12 días, al
cabo de los cuales comencé nuevamente mi penosa tarea.
Abierta la matrícula del año terminado, el día 12 de marzo,
han ingresado hasta el 16 de octubre, 54 alumnas, que han
sido divididas en 5 secciones; dictándose a la 1ª [sección] las
clases de: Catecismo, Historia Santa, Historia del Perú, Vida
de Jesús, Religión, Gramática, Aritmética, Geografía,
Urbanidad, Higiene y Escritura; a la 2ª [sección] y 3ª
[sección] las mismas, a excepción de Vida de Jesús e Higiene;
a la 4ª [sección] las de: Catecismo, Urbanidad, Lecciones
Orales de Geografía, Escritura y Lectura; y finalmente a la 5ª
[sección] las de: Lectura, Urbanidad y Doctrina Cristiana, con
explicación de Catecismo.
El número de alumnas que ha comprendido cada sección
es el siguiente: la 1ª [sección] 5; la 2ª [sección] 10; la 3ª
[sección] 4; la 4ª [sección] 7; y la 5ª [sección] 28.
De las 54 alumnas matriculadas, 38 han presentado
examen; no habiéndolo hecho las 16 restantes por haber
concurrido a la escuela demasiado tarde.
La asistencia media en el año terminado, ha llegado tan
sólo al reducido número de 23 alumnas, y durante él, se han
distinguido por asistencia, algo más puntual que las demás,
las señoritas: Hortensia Madueño, Jesús Vera, María Lusana
Norva; y por buena conducta y aplicación las señoritas.
Esperanza Bezada, Eudocia Vera, Amelia Recharte, Filomena
Cáceda, Hortensia Bezada, Fortunata Guzmán; 2ª Hortensia
Madueño, y Francisca y María Jiménez.
No continuaré, señores, sin manifestar antes al
[Honorable] Jurado, mi sincero reconocimiento por la
benevolencia con que se ha dignado asistir a presenciar el
fruto de mis esfuerzos, y por la justicia que en tan solemne
acto acaba de desplegar.
Tócame también, señores, hacer aquí una mención honrosa
de las alumnas de la 1ª clase, señoritas: Esperanza Bezada,
Eudocia Vera, Amelia Recharte, Hortensia Madueño,
Filomena Caceda, y la alumna de la 2ª [clase], señorita María
Jiménez, quienes, con bastante actividad y solícitas a mis
órdenes, han preparado para los exámenes públicos a las
alumnas de la 4ª sección.
Sin los útiles más indispensables, con una asistencia tan
deficiente y careciendo, no poco número de alumnas, de los
textos necesarios, ha sido preciso vencer obstáculos casi
insuperables, para obtener el resultado que acabáis de
presenciar.
Gran placer es para mí, señores, contribuir en algo a la
difusión de la instrucción de este pueblo, a pesar de haber
sentido ya, las punzadoras espinas de tan ingrata carrera, a la
cual, puedo decir, he consagrado mi juventud.
Contemplando, señores, con indecible ternura, este campo
confiado a mi cuidado, contrístame el recuerdo de que no
siempre ve el jardinero florecer todas las plantas a cuyo
cultivo ha dedicado sus días; pero confiada en la Divina
Providencia, abrigo la esperanza de que siquiera en parte,
cosecharé el fruto de mis esfuerzos.
¡Padres de familia!, de vosotros, principalmente, depende
el progreso de vuestros hijos por la instrucción, y tengo con
sentimiento que deciros que es, en este pueblo, muy reducido
el número de los que se desvelan por ella. Atendiendo más a
vuestros trabajos, dais lugar a que las faltas de asistencia sean
cada vez mayores, cuando os puedo asegurar que vuestras
chacras no os darán frutos tan sabrosos, como la inteligencia y
el corazón de vuestros hijos, con el cultivo necesario. Sed,
pues, en el hogar doméstico, los ángeles custodios de ellos,
evitando se realice lo que en muchas ocasiones se contempla
con tristeza: que se deshace en la casa aquello que con tanto
esmero había sido trabajado en la escuela. Ved: un escultor
comienza una obra con los materiales que se le proporciona.
Como es natural, pone todo su afán para que el resultado sea
satisfactorio para él, para el dueño y, en general, para todos.
Mas, cuando la obra está al terminarse, cuando va a salir
victorioso con el resultado de ella, ve con dolor que su trabajo
ha sido mutilado por su propio dueño. Cosa igual sucede con
vuestros hijos, nos los presentáis para instruirlos y formar sus
sentimientos, en una edad en que todavía se les puede
corregir, aunque sea a costa de los mayores esfuerzos.
Nosotros, en cumplimiento de nuestro deber, estudiamos sus
inclinaciones y, como el escultor, tratamos de pulir su
corazón. Pero, ¿de qué sirve esto si, en el seno de vuestro
hogar, no cuidáis de sus compañías, si los dejáis con las
amistades que eligen, dando lugar a que éstas influyan en su
corazón, trabajando la obra del mal y produciendo tristísimos
resultados? Ved, padres de familia, os repito: sed, en el seno
de vuestro hogar, los ángeles custodios de vuestros hijos.
Y vosotras, queridísimas discípulas, para quienes siempre
un tierno latido consagrará mi corazón, vosotras, que durante
dos años habéis tenido mis cuidados y consejos, seguid como
hasta aquí, cuidad de que en vuestros pechos no se marchite
jamás la fértil semilla del bien que, con ansiedad febril, he
tratado de inculcaros, y no desmayéis nunca en la práctica de
la virtud ni en el afán de educaros e instruiros cuanto a
vuestro alcance esté.
Procurad que mis palabras se graben en vuestra mente
porque al repetirlas mis labios repercuten en mi alma, porque
hoy, al dirigirme a vosotras, no lo hago con un corazón
insensible, sino con la ternura de una madre que anhela, sin
cesar, la felicidad de sus hijos.
Tal vez mañana, queridísimas discípulas, mi recuerdo se
haya extinguido entre vosotras. Pero, sabed que esto no
contristará mi pecho si, a través de la distancia, sé que
vuestros pasos se encaminan siempre por la preciosa senda de
la virtud y que, con fidelidad y abnegación, guardáis los
consejos de vuestra amante directora.

He dicho

2. Memoria al Finalizar el Año Escolar de 1894


Primer Año de Directora
Chorrillos

Señores y Señoritas

Dios, en su sabia omnipotencia, ha dotado a la criatura de


bellísimas facultades, que es necesario cultivarlas con
delicado esmero para que llenen su fin y satisfagan a su
Creador. Éstas, en la mujer han sido siempre, señores,
miradas con la mayor indiferencia. Una educación superficial
ha parecido mucho en ella y poco se han preocupado, la
civilización y el progreso, del cultivo de su talento.
Que aprenda lo esencial es la frase favorita de todos, es
decir, que adquiera los más simples conocimientos, error
desgraciado y funesto cuyas consecuencias lamentamos hoy.
¿Es por ventura, la mujer, un ser exento de inteligencia?
¿Ha sido sólo creada para el trabajo servil? ¿O, acaso no se
recuerda que es la ignorancia, la peligrosa pendiente que la
precipitará al olvido de la noble misión que está llamada a
desempeñar en la tierra? ¡Nada, señores, la mujer es el ser
débil y poco importa su educación!
Perdonadme si en este punto me altero, pero al deciros la
verdad, la educación superficial que hoy, por desgracia recibe,
arranca lágrimas a mis ojos.
Que la modestia y la dulzura, cándidas cualidades con que
la Providencia ha querido distinguirla, no se sustituyan,
señores, con la vanidad y [el] orgullo, que hagan brotar la
maleza en el fértil campo de su corazón.
Que la inteligencia, el sentimiento y el amor, ideales
facultades del alma, que absorben la contemplación, no sólo
de los sabios de la tierra sino aún de la misma omnipotencia
que las creó, no sean miradas en la mujer con tan glacial
indiferencia, no sean dejadas, señores, sin desarrollo y cultivo,
en el rudo entorpecimiento, que haga de ella un ser incapaz de
comprender lo noble y elevado del alma que alienta su
necesaria existencia.
Al hablar de esta manera, no tengo otro móvil que
despertar en tan selecto auditorio, un poco más de interés por
la educación de la mujer.
Hoy, que nuestra querida patria se riega con la sangre de
sus hijos; hoy, que estos se destrozan entre sí, y olvidándose
de ella, la dejan sin brazos que la defiendan, cuando sus
enemigos, tal vez, si en día no lejano pretendan destrozarla, es
la época en que con más esmero debe cuidarse, señores, de su
necesaria educación, a fin de que las madres de mañana sepan
reprimir en sus hijos la avaricia, la ambición y la envidia, que
emponzoñan el corazón del hombre y hunden a los países en
la decadencia en que se encuentra nuestro desgraciado Perú.
Hace, señores, cerca de nueve meses [que] vivo en este
lugar, entregada a la educación e instrucción de la mujer, que
desde que han sido confiadas a mi cuidado, comprendiendo
que son para ella, lo que el sol y el rocío para las plantas, he
procurado, con esmero, desarrollarlas a la par.
Gran placer es para mí, contribuir en algo a propagar la
instrucción de este pintoresco pueblo, y al consagrar mi
juventud a tan penosa carrera, no anhelo más recompensa que
la virtud y el saber de mis queridas alumnas.
Dichosos, señores, los pueblos que prevén un porvenir
bajo el techo de una escuela. Y, ¡ay de aquellos que
contemplan impasibles sus desgracias, sin preocuparse jamás
de remediarlas en sus fuentes, con el establecimiento
necesario de un plantel de educación! ¡Ay de aquellos padres
de familia!, que pudiendo aprovechar de ese importante factor
del progreso, de ese beneficio inestimable, la escuela, no
envían, a ella, sus hijos, para que sus corazones se eduquen
bajo las máximas de la moral cristiana, para que sus pasos se
encaminen siempre hacia ese ideal de progreso indefinido que
Dios ha puesto en la vida de la humanidad: “La semejanza de
criatura con su Creador”. Desgraciados los padres, que lejos
de velar incesantemente por la instrucción de sus hijos, por el
desarrollo de su inteligencia, por el acrecentamiento de su
libertad, por el desenvolvimiento de todas sus facultades, los
dedican tan sólo a los trabajos materiales, alejándolos, así, del
fin para el que Dios los crío.
La educación, tanto en el hombre como en la mujer, es la
base de toda civilización social, de todo engrandecimiento.
La mujer, sin educación, es una planta sin cultivo, es una
flor inodora, contemplada de lejos, puede hasta admirar, pero
mirada de cerca su falta de fragancia la despoja de todo
atractivo, no llena su fin.
No continuaré, señores, cansando vuestra atención con
pensamientos mal expresados y os daré cuenta de lo ocurrido
en la escuela que dirijo: Abierta la matrícula, el día 2 de Abril
de 1894, han ingresado a ella, hasta el 16 de Noviembre, 96
alumnas, de las cuales, 36 se han retirado por diferentes
causas, habiendo presentado examen 50, del número restante.
El número de alumnas ha sido distribuido en cuatro
secciones, dictándose, a la primera, clases de Lectura,
Escritura, Gramática, Historia Santa, Aritmética, Geografía
Urbanidad, Lecciones Orales de Religión, Historia del Perú,
Higiene, Vida de Jesús y costura; a la segunda, a excepción de
Vida de Jesús, las mismas que a la anterior; y a la tercera y
cuarta; las de Lectura, Escritura, Lecciones Orales del
Catecismo, Urbanidad e Historia.
La asistencia media ha llegado sólo al reducido número de
alumnas, siendo, por demás lamentable, que los padres de
familia no tomen un poco más de interés por la educación de
sus hijos.
En cuanto a la disciplina de esta escuela, tengo la
satisfacción de manifestaros, que llevando a mis alumnas por
el estímulo y el cariño, he obtenido resultados bastante
satisfactorios.
Ayudada por mi prima, Srta. María Luisa Jaén, a cuyo
cargo ha estado la segunda sección, ha sido preciso, señores,
venzamos obstáculos casi insuperables, para obtener después
de una asistencia tan deficiente y del atraso en que he
encontrado a las alumnas, el resultado que acabáis de
presenciar.
Las dificultades que he tenido que vencer, para rendiros
esta prueba de mis continuos trabajos, han sido también
bastante considerables de parte de algunos padres de familia,
que por un juicio mal formado, se han negado a mandar a sus
hijas a las actuaciones públicas, alegando falta de recursos
para que puedan asistir de una manera decente. Debo
advertirles a este respecto, que deseando vencer toda
dificultad y cumpliendo la orden del señor Inspector de
Instrucción, he mandado a las alumnas se presentaran con el
vestido que tuvieran, prohibiendo por completo el lujo y no
exigiendo más uniforme que una cinta celeste en el cabello,
color que, como emblema de la pureza, siempre he elegido
para mis alumnas.
Me complazco, señores, de manifestar en público, mi
sincero agradecimiento a los dignos miembros del [Honora-
ble] Concejo y, muy en especial, al señor Inspector de
Instrucción, por la prontitud con que ha atendido mis pedidos
para la escuela, y por las consideraciones que él, como los
demás miembros, han sabido guardarme en el puesto que
desempeño.
Reciban también, los dignos miembros del jurado
examinador, mis más vivos sentimientos de gratitud, por
haberse dignado asistir a recibir la prueba de mis labores
escolares.
Hoy, que con motivo de los exámenes públicos, se encuen-
tran aquí reunidos un gran número de padres de familia,
permitidme, señores, dirigirles la palabra, manifestándoles
antes que no me lleva otro interés que la felicidad de sus
hijos.
Padres de Familia, de vosotros, principalmente depende el
progreso de vuestros hijos por la instrucción, y tengo, con
sentimiento, que deciros que es en este lugar, algo reducido
el número de los que se desvelan por ella. Atendiendo más a
vuestros trabajos, dais lugar a que las faltas de asistencia sean
cada vez mayores, cuando os puedo asegurar, que ellos no os
darán frutos tan sabrosos como la inteligencia y el corazón de
vuestros hijos, con el cultivo necesario.
Sed, en el hogar doméstico, los ángeles custodios de ellos,
evitando3 se realice lo que en muchas ocasiones se contempla
con tristeza, que se deshace en la casa aquello que con tanto
esmero había sido trabajado en la escuela. Ved: un escultor
comienza una obra con los materiales que se le proporciona,
como es natural, pone todo su afán para que el resultado sea
satisfactorio para él, para el dueño y, en general, para todos.
Mas, cuando la obra está al terminarse, cuando va a salir
victorioso con el resultado de ello, [ve] con dolor que su
trabajo ha sido mutilado por su propio dueño.
Cosa igual sucede con vuestros hijos, nos los presentáis
para instruirlos y formar sus sentimientos en una edad en que
todavía se les puede corregir, aunque sea a costa de los
mayores esfuerzos. Nosotros, en cumplimiento de nuestro
deber, estudiamos sus inclinaciones y, como el escultor,
tratamos de pulir su corazón; pero ¿de qué sirve esto, si en el
seno de vuestro hogar no os cuidáis de sus compañías, si os lo
dejáis con las amistades que eligen, dando lugar a que éstas
influyan en su corazón, trabajando la obra del mal y
produciendo tristísimos resultados? Ved, padres de familia, os
repito, sed, en el seno de vuestro hogar los ángeles custodios
de vuestros hijos.
Y vosotras, queridísimas discípulas, para quienes siempre
un tierno latido conservará mi corazón; vosotras, que
absorbéis de continuo mi pensamiento y sois el objeto de mis

3
En el original esta cortada la hoja y se presume sea esta la palabra.
constantes afanes, procurad que mis palabras se graben en
vuestra mente porque, al repetirlas, mis labios se repercuten
en4 mi alma, porque hoy, al dirigirme a vosotras, no lo hago
con un corazón insensible, sino con la ternura de una madre
que anhela, sin cesar, la felicidad de sus hijos.
Siempre, ansiosa de vuestra ventura, he procurado, con
esmero, corregir vuestros defectos, poniéndoos ejemplos y no
omitiendo cansancio5 alguno, para inculcar en vuestros tiernos
corazones los sabios principios de la moral cristiana. Al
transmitiros los limitados conocimientos que habéis podido
adquirir en tan cortísimo tiempo, he tratado hasta donde me
ha sido posible, de que comprendierais lo que aprendíais a fin
de hacer sólida la educación vuestra.
Les traigo, pues, queridísimas discípulas, este recuerdo a
vuestra mente, porque lo que hoy escuchéis no lo olvidaréis,
tal vez, porque estos días felices de la escuela no se borran
jamás de la memoria, y aunque los tiempos transcurran,
siempre es el corazón sensible a sus dulcísimos recuerdos.
Hoy, que más que nunca espero me prestaréis atención,
como amiga, os aconsejo; como madre, os ruego; y como
Directora, os recomiendo6 [que] sigáis la preciosa senda de la
virtud y el saber, ilustrando vuestra inteligencia, cultivando
vuestro corazón y llenando así el para el que habéis sido
creadas.
He dicho

María Angélica Recharte

4
La palabra aparece cortada en el texto, pero corresponde esta porque el
texto anterior tiene el mismo contenido.
5
La palabra se puede entender que sea “cansancio”, porque en el
original está cortada, aunque el final de la palabra parecer ser “dio”.
6
Está recortado la hoja y se presume sea ésta la palabra adecuada.
3. Memoria al Finalizar Un Año Escolar
24-12-1898

“Señores y Señoritas”

Entre las múltiples tareas a que la mujer se consagra, la de


ilustrar la inteligencia y cultivar el corazón de los niños
sobrepasa, en importancia, a las demás, en general, por sus
benéficos efectos y trascendentales consecuencias.
Si tan elevada misión, corresponde, en parte, a las que nos
dedicamos a la difícil tarea de la enseñanza, toca, por entero, a
las madres, bajo cuya tutela crece el niño, y graba en su alma
impresionable y delicada, las primeras enseñanzas que han de
servirle de base para su destino en un futuro. He aquí la
imperiosa necesidad de tener especial esmero en la educación
de la mujer, llamada a desempeñar el papel más importante y
en el que asume, sobre sí, responsabilidades sin cuento.
Son muchos, sin duda alguna, los sinsabores que en el
magisterio de la enseñanza se experimentan de continuo; pero
para el que busca, en recompensa, la satisfacción del deber
cumplido y la alegría inexplicable que la realización de un
bien produce, puede decirse que ha encontrado en él, el
verdadero ideal de los espíritus grandes.
Nada más delicado, para mi modo de ver, que la dirección
de esos corazones tiernos, de cuyos principios dependerá su
porvenir, y es ésta la razón, porque fundada en esa
consideración importante, he tenido especial esmero en
corregir los defectos y alentar las buenas cualidades de mis
alumnas, por medio de consejos continuos y el cariño
indispensable para poder alcanzar el resultado ambicionado.
Comprendiendo los peligros que la ignorancia presenta y
la ineludible necesidad de disiparla, me he dedicado, con afán,
al cumplimiento de mi deber, animada siempre de los mejores
deseos de que las pruebas rendidas, dejaran verdaderamente
complacidos. Nada he omitido por mi parte, como tampoco el
[Honorable] Concejo de que esta escuela depende; pero para
contrarrestar nuestra decisión, parece que los padres de
familia se han esmerado en negarnos su indispensable auxilio
en la fácil parte que les corresponde.
La felicidad, considerada moralmente, no está sujeta sino a
la propia voluntad. El que racional y sensible desea su
adquisición, lo conseguirá, sin duda, con la rectitud en sus
procedimientos y la generosidad en sus acciones, que ella sólo
puede descansar en las conciencias tranquilas, para cuya
benéfica existencia es de absoluta necesidad, el cultivo del
talento y la educación del corazón que han de enseñarle a
amar y comprender la sublimidad del bien para el que ha sido
creado.
Perdonadme, señores, si he fatigado vuestra atención con
reflexiones demasiado conocidas para vosotros, mas no tal
vez para mis alumnas y sus padres, a quienes han sido
dirigidas, y permitidme daros cuenta de la marcha de esta
escuela en el presente año escolar:
Abierta la matrícula, como de costumbre, el día 1ro de
marzo; y las clases el 15 del mismo mes, han sido
matriculadas 87 alumnas, de las que 37 se han retirado por
haberse ausentado del lugar, y 42, de las 50 restantes, han
presentado el examen que el reglamento prescribe.
Distribuido el número indicado en 5 secciones, se ha
dictado a la 1ª [sección] compuesta de 1 alumna, las clases
correspondientes al 2º grado; a la 2ª [sección] de 9, las del 2º
año, del 1er grado; a la 3ª [sección] de 20, las del 1er año del
mismo; a la 4ª [sección] de 27, ligeras nociones de Historia
Santa y del Perú, Catecismo y Urbanidad; y a la 5ª [sección]
de 30, las de Lectura, Escritura y Lecciones Orales de
Catecismo, Historia Santa y Doctrina Cristiana . La primera,
segunda y tercera sección han corrido a mi cargo; la 4ta al de
la Srta. Auxiliar, quien, como siempre, ha desempeñado sus
labores con la mayor solicitud, y finalmente, la 5ta, al de la
Srta. María Emilia Jaén, la que, desinteresadamente y con
abnegación y constancia, ha compartido de mi trabajo.
La asistencia media ha sido muy deficiente, llegando tan
solo al reducido número de 37 alumnas, entre las que se han
distinguido: Luisa Relis, Rosa Mercedes y Juana María
Loyola, María Adela Huerto y Margarita Rosario, las mismas
que, unidas a sus compañeras Delfina Rosario, Julia Santa
María y María Augusta Ducomunn, merecen una mención
especial por su buen comportamiento y decidida aplicación;
habiendo sido la primera de todas las indicadas, premiada el
28 de Julio último por el [Honorable] Concejo, con una buena
máquina de coser por no haber faltado un solo día a esta
escuela, donde se [ha] distinguido siempre por su exactitud en
los deberes que en su carácter de alumna le corresponden.
En cuanto a la disciplina de esta escuela, tengo la
satisfacción de manifestaros que no he necesitado nunca de
medidas severas para corregir a mis alumnas, que dóciles a
mis indicaciones, se han granjeado, con derecho, de mi
estimación y cariño.
Sírvase aceptar, el digno jurado examinador, mis
sentimientos de gratitud por las consideraciones que les he
merecido en el desempeño de su cargo.
Y vosotras, queridísimas alumnas, a cuyo recuerdo
palpitará7 mi corazón, alejaos tranquilas a vuestro hogar,
memoria dichosa de los gratos días que han transcurrido para
vosotras, bajo la sombra benéfica de esta escuela cariñosa y
entusiasta en la que, unida a la instrucción que os
corresponde, habéis aprendido a amar el bien, que ha de ser la
norma de vuestra conducta y el precursor de vuestra dicha.
He dicho.

María Angélica Recharte


Chorrillos, Diciembre 24 de 1 898

7
La hoja del manuscrito está deteriorada y recortada, la palabra más
cercana que le corresponde es “palpitará”.
4. Memoria al Finalizar el 7º Año Como Directora
1900

“Señores y Señoritas”

Ansiosa [estoy] de corresponder a la confianza que han


depositado en mí, y de dar a mi deber el más estricto
cumplimiento, de principio, a estas labores escolares, con el
mismo entusiasmo y con el mismo empeño con que mis
alumnas me han visto finalizarlas.
Aquí, en este lugar, señores, durante siete años consecu-
tivos, he consagrado a la enseñanza los mejores días de mi
vida, luchando sin desmayar, hasta salvar los escollos que a
cada paso se presentan en tan espinosa carrera.
Muy amante, soy de la ilustración, pero aún más de la
virtud, y conforme a estas ideas, sin descuidar lo primero, he
desarrollado mis trabajos, sintiendo en lo íntimo de mi alma la
voluntad más decidida para hacer de cada una de estas niñas,
que tan queridas me son, mujeres verdaderamente cristianas,
que cumplan sobre la tierra la misión que les corresponda.
Educar a las niñas de hoy, equivale a formar las madres de
mañana, que afiancen en sus principios la realización de sus
deberes.
Si dotada, la mujer de una inteligencia clara, es necesario
ilustrarla porque la ignorancia le causaría graves daños;
enriquecida de una sensibilidad exquisita, es indispensable
atender con especial [esmero], a las necesidades de su
corazón, para que, convirtiéndole en manantial de ternura,
sepa remediar los males que a la humanidad afligen,
enseñándole con su ejemplo y dominándola con su virtud.
Cualquiera que sea la condición de la mujer, es
indispensable tanto educarla como instruirla, porque de cada
una de ellas depende el destino de una generación completa.
Y la que por su posición humilde se crea exceptuada de tan
sagrado deber, sepa que donde haya un corazón que sienta y
una cabeza que piense, éste subsiste imperioso por el destino
del hombre y la voluntad del Creador.
No fatigaré, señores, vuestra atención, con reflexiones tan
conocidas, y aunque lacónicamente, os daré la marcha de esta
escuela en el presente año escolar.
Abierta la matrícula, el día 15 de marzo, ingresaron hasta
el 30 de noviembre último, 90 alumnas, de las que 30 se han
ausentado de esta Villa, como sucede todos los años en el
referido mes; de las 60 restantes, 53 han presentado examen,
quedando 7 exceptuados de él, por no haber asistido con la
regularidad debida.
El número de alumnas matriculadas se distribuyó en 5
secciones, dictándose, desde la clase de Lectura, hasta las
materias que al 2º grado corresponden.
La asistencia media ha ascendido a 60 alumnas, siendo
mucho mayor que la de los años anteriores.
La Srta. Auxiliar ha cumplido como siempre los deberes
de su cargo, y su Srta. hermana, ha compartido nuestras
tareas con abnegación y constancia.
En cuanto a la disciplina escolar, siempre fueron mis
alumnas muy dóciles a mi voz, y por el estímulo y el cariño,
he obtenido resultado que ambicionaban mis afanes.
Muy agradecida me encuentro a cada uno de los miem-
bros del [Honorable] Jurado, y al manifestarlo en público, lo
hago con la más íntima satisfacción. Quedo, también, profun-
damente reconocida al [Honorable] Concejo, muy en especial
al Sr. Alcalde y al Sr. Inspector de Instrucción, quienes, en
este año como en el anterior, sólo han dejado en mí recuerdos
de gratitud.
Antes de terminar, quiero hacer, señores, una mención
honrosa de las alumnas: Luisa Relis, Delfina y Margarita
Rosario, Rosa Mercedes y Juana María Loyola, María Jesús y
Rosalía Cucalon, Adela Huerto, Melchora Balbuena,
Margarita Ruiz, Herminia y Francisca Aguirre, Sara
Manrique, Alejandrina Moloche, Mercedes Monzón, Susana
Alejos, Antonia Ramírez y Mercedes Torres, quienes en
verdad se han distinguido por su aplicación y conducta.
He tenido la buena suerte, señores, de encontrar en mis
alumnas tanta docilidad para el bien, que no tengo hasta la
fecha ninguna excepción que hacer ni cambio que lamentar, y
en medio de las fatigas que la enseñanza ocasiona por lo rudo
de su labor, esta satisfacción íntima ha proporcionado a mi
espíritu infinitas horas de consuelo.
Ya que así, buenas niñas, habéis complacido el más caro
sentimiento de mi alma, sed, en vuestra juventud, lo que hoy,
en vuestra niñez, y si en alguna circunstancia os encontrarais
vacilantes, lejos de la protectora sombra de esta cariñosa
escuela, buscadme para sosteneros, que tratándose de vuestro
bien, no omitirá sacrificios quien ha consagrado a vosotras las
fuerzas de su cerebro y, aun más, de su corazón.

5. Memoria al Finalizar el 8º Año Como Directora


1901

Sr. Presidente de la Comisión Escolar


Señores y Señoritas

Hoy, por la octava vez, señores, animada de los mismos


sentimientos que en la primera, a vosotros me dirijo, para
manifestaros, con placer, la marcha que ha seguido esta
escuela a mi dirección encomendada.
Bien podéis apreciar, señores, por el resultado obtenido en
los exámenes actuales, que venciendo la fatiga que tan penosa
labor causa, y los sinsabores que se multiplican en ella, he
trabajado con afán para, estrictamente, cumplir el sagrado
deber que el magisterio me impone.
Desgraciadamente, en el curso del presente año, hemos
estado sujetas a inesperados contratiempos, que han dado por
resultado una asistencia deficiente, haciéndose verdadera-
mente notable desde el mes de septiembre último, en el que
principiaron a presentarse diversas enfermedades entre las
mejores alumnas.
Nada más delicado, señores, que la dirección de estas
niñas, llamadas en el porvenir a desempeñar una misión
sublime; sí, pero recargada también ante la sociedad y ante
Dios de responsabilidades sin número; misión que no
establece distinciones en las diferentes esferas de la vida
social, porque toda madre tiene para con sus hijos, idéntico
cariño que ofrecerles, los mismos deberes que cumplir,
teniendo en consideración lo que de indicaros acabo; sin
descuidar el instruirlas, me he esmerado en educarlas,
haciéndolas comprender que la dicha verdadera, la que se
funda en el cumplimiento del deber y la ejecución del bien,
sólo puede subsistir en las conciencias tranquilas que
dulcemente descansan sobre la moral cristiana; y es tanta mi
satisfacción por lo obtenido al respecto que, puedo casi
aseguraros, sabrán cumplir su destino y llenar 8 su existencia
con honor y con virtud la mayoría de9 estas niñas que se han
formado a la sombra de esta cariñosa10 escuela.
En cuanto a los pormenores de asistencia, matrícula de que
debo dar cuenta a la digna Comisión, éstos están todos
consignados en un cuadro, que para el [caso] 11 los remitiré
oportunamente.
La Srta. Auxiliar ha cumplido, como siempre los deberes
de su cargo, y las Srtas. María Emilia Jaén y María Rosa 12,
Amelia Recharte, han compartido de mi trabajo [con] entera
decisión, ascendiendo a 8 el número de años que en 13 esta
escuela practican.

8
. La palabra más cercana puede ser ésta, ya que la hoja se encuentra
recortada
9
Ídem
10
Ídem
11
Ídem
12
Se ha añadido el nombre porque el texto original está recortado y
aparece la letra “R”.
13
La palabra más cercana puede ser ésta, ya que la hoja se encuentra
recortada.
Acepten, el Sr. Presidente de la Comisión Escolar y los
dignos miembros del Jurado examinador, mi más sincero
agradecimiento, por el sumo interés y decidida voluntad14 con
que en esta escuela, ha desempeñado cada uno el cargo que le
corresponde15.
Y vosotras, mis buenas alumnas, cariñosas compañeras
mías, en los mejores años de mi existencia, vosotras 16 que tan
decidido interés despertáis en mi corazón [con] vuestro
bienestar y vuestro honor, seguid como hasta ahora 17, y
confirmad, con una ejemplar conducta, las palabras que 18
acabáis de oír a vuestra consecuente directora, quien, [al]
despediros hoy, os ofrece como siempre su protección y
cariño.

6. Memoria (Sin Fecha)19

Con más firmeza en la voluntad y nuevas esperanzas en el


corazón, alentada por el bien que nuestra carrera reporta,
heme aquí otra vez ante vosotros, olvidando en este instante,
las fatigas del pasado, para regocijarme tan sólo con las
victorias del presente y las cariñosas ofertas con que el futuro
nos halaga.

14
La palabra que sigue no se puede distinguir, por estar la hoja cortada,
pero termina en “tad”, posiblemente sea “voluntad”
15
La palabra más cercana puede ser: “le corresponde”, ya que la hoja se
encuentra recortada.
16
Ídem
17
La palabra que sigue no se puede distinguir, por estar cortada
la hoja, pero creemos que sea “ahora”.
18
La palabra que sigue no se puede distinguir, por la razón anterior, pero
puede ser “que”
19
Esta memoria, posiblemente corresponda al año 1904, por la
referencia a los acontecimientos finales de la guerra con Chile. Sin
embargo, aparecen datos referentes al Asilo de la Escuela, esto
considerando que el Asilo, como lo conocemos, todavía se comenzó a
construir a partir de 1922, con la ceremonia de la “Primera Piedra”.
El infatigable afán que por la educación se desprende hoy,
estableciéndose instituciones que, educando al niño, elevarán
al hombre a un grado eminente de civilización y progreso, no
puede menos, señores, que rasgar las densas nubes que
oscurecían nuestro horizonte y hacernos sonreír de ventura, a
la encantadora perspectiva de un lisonjero porvenir.
La nación más poderosa, no es, sin duda, la que mayores
hijos tiene, sino la [que] cuenta entre ellos, [con] más brazos
que la defiendan, más corazones que la amen y más
inteligencias que la engrandezcan; siguiendo la norma de una
educación moral, intelectual y religiosa, veremos al Perú
elevarse a su pasada grandeza y arrancar al enemigo aquellas
tierras, donde millares de hermanos gimen, aún, en rehenes,
bajo las opresoras cadenas de tan funesto cautiverio.
Diez años [hace] que esas víctimas escogidas, tienen las
miradas fijas en las actitudes de nuestros gobiernos, con la
consoladora esperanza de que no estará lejano el día de la
rehabilitación, ansiada a costa del óbolo del pobre y del rico,
o de la sangre de todos, dispuesta a sacrificarse por la
integridad nacional. Que los hechos correspondan a las
palabras, señores, para no ofrecer a nuestros hermanos el
horrible desencanto de las ilusiones perdidas.
La patria reclama hoy, con más afán que nunca, hombres
ilustres, abnegados y patriota, que olvidando por completo el
egoísmo y la ambición que tan funestos daños causan,
derroque la bandera enemiga de tan queridos territorios, y
haga tremolar, sobre sus hogares, la enseña gloriosa de
nuestra cara libertad. Sí, el Perú necesita hombres grandes, no
sólo para rescatar lo empeñado, sino para recuperar lo
perdido, y el Perú, para conseguirlo, pide con tenacidad, la
educación de la mujer que ha de formar en el mundo los
sentimientos de aquellos y que, como hija, como esposa y
como madre, ha de dominarlos también con la poderosa
influencia que tales títulos le otorga. Ocuparnos de ello,
señores, equivale a encender nuevas y poderosas luces en el
camino de su salvación y señalarle la ruta que ha de
conducirla a la grandeza.
La mujer, en los diferentes estados de su vida, ha sido y
será siempre el bálsamo que dulcifique los dolores de la
humanidad, pero no sólo reclama ésta ese sentimiento de
aquello, no sólo le pide alivio en los rigores de su infortunio,
sino fuerzas que la reanimen en las fatigas del combate y
consejos que la dirijan en los alborozos del placer. He aquí la
imperiosa necesidad de hacerla resignada para la desgracia,
enérgica para la lucha y juiciosa para la ventura, he aquí la
imperiosa necesidad de hacerla sentir, pensar y querer de un
modo armónico y provechoso que la haga llenar su misión
con la grandeza que le corresponde.
Demasiado conocido y probado está que una buena madre
tiene que formar buenos hijos, ocupémonos, pues, de la base,
si queremos levantar [edificios] que resistan al embate del
huracán de las pasiones, que amenaza a la sociedad una
desastrosa conclusión; formemos madres como la de los
Gracos, como la de Washington, Luís IX, Fernando III, y
otras tantas, que uniendo a la virtud, la abnegación y el
talento, dieron a la patria hijos que la llenaron de gloria e
inmortalizaron el nombre de la digna mujer a quien debieron
la existencia.
Educar a las niñas de hoy, equivale, señores, a formar las
madres de mañana, que afiancen en sus principios el
cumplimiento de sus deberes.
Dotada la mujer de una inteligencia clara, una sensibilidad
exquisita y una abnegación sin ejemplo; reclama una
educación uniforme, una educación no ficticia y aparente,
sino verdadera y profunda, que deje indelebles huellas cuando
desaparezca en la tierra para descansar en el cielo.
Que aprenda, junto con la doctrina cristiana, a desempeñar
dignamente el importante papel que su Creador le
encomendó. Que alterne con la pintura y la música, el
necesario ejercicio de las tareas domésticas, para que cuando
la loca fortuna deje de prodigarle sus favores, sepa remediar,
enérgica, las necesidades de su hogar, con la firmeza del que
puede, la satisfacción del que cumple y la abnegación del que
ama. Que ilustrada su inteligencia por conocimientos
profundos, y enriquecido su espíritu por incontrastables
virtudes, inculque máximas bienhechoras en el corazón de sus
hijos, para que éstos, trasmitiéndolas a los suyos, las
conviertan para la posteridad, en una tradición gloriosa, que
sea la norma de su conducta y el más rico patrimonio que
embellezca su presente y llene de encantos su porvenir.
Un hogar, sin la sabia dirección de una madre inteligente y
virtuosa, es como un campo abandonado cuyas flores se
marchitan, porque carecen del riego que las vivifique
diariamente, y de la mano protectora que arranque de
continuo la maleza que tiende siempre a cubrirlo con
admirable prontitud.
La mujer que con la sonrisa en los labios y la tranquilidad
en el corazón da cumplimiento a sus deberes, sin violencia ni
fatiga, compra, con ello, el amor, la veneración y el respeto,
no solamente de sus hijos, sino de cuantos seres la rodean,
para comprenderla y admirarla, y así, labra, por si propia, su
felicidad más completa, y se asegura el recuerdo para cuando
acaben sus días.
Si queremos lisonjearnos con cuadro tan halagador,
desterremos el orgullo que debilita sus obras y démosle, sin
tardanza, una nueva educación, que basada en principios
sólidos, no altere jamás su carácter, ni en la prosperidad, ni en
la desgracia.
Formad a vuestras hijas, madres cariñosas que anheláis su
bienestar, puras y lozanas como las rosas de vuestros jardines,
que adornen a su hermosura el delicado perfume de sus
preciadas virtudes; formadlas valiosas y modestas como las
perlas escondidas en las profundidades de los mares;
formadlas para cuando os pregunten por vuestras joyas,
podáis decir con Cornelio, éstos son mis aderezos y, como
tales, mostrarlas y regocijaros con ellas. Sí, éstos son los
aderezos que más adornan a una madre e inmortalizan su
nombre. Una hija que la ame, que la respete y la venere, es la
verdadera fortuna, cuya feliz adquisición no turbará su
conciencia, sino la llenará, señores, de una paz encantadora
que dulcifique, sin cesar, todos los instantes de su vida.
Nada ofrece más desencanto, que una mujer que carezca
de la educación indispensable. Hermosura y fortuna son dones
de ninguna estima si no se hallan resguardados por la belleza
del alma: una mujer hermosa agrada a los ojos, ha dicho
Napoleón, una mujer buena agrada al corazón, la primera es
un dije y la segunda es un tesoro. Eduquémosla, pues, como
tal, para que su necesidad20 en el mundo no sea inútil ni
transitoria, sino importante y eterna.
La escuela, ese centro de esperanzas que para la patria se
levanta; allí, donde en medio de fatigas incomprensibles del
olvido de nosotras mismas y de toda clase de privaciones, se
ilustra la inteligencia y se enriquece el corazón, es el campo
por donde los segadores siembran para que los que recojan los
frutos, ni aun, los reconozcan mañana. La escuela, esa arma
poderosa que defiende diariamente a la sociedad, a la familia
y a la patria de los peligros de la ignorancia que la arrastraría
a la ruina, no ha recibido, hasta ahora, sino la recompensa del
olvido, mas ya va a lucir para nosotros la aurora de un nuevo
sol que alumbrará nuestro destino; sí, nos halaga la esperanza
de que, comprendiendo nuestra misión y reconociendo
nuestros sacrificios, se eleve nuestra carrera al puesto que le
corresponde.
Algo se ha adelantado, señores, pues, se ha levantado ya
una voz para elevar a carrera pública el magisterio de la
enseñanza, alentando con eso nuestro espíritu y reanimando
nuestras fuerzas que desfallecían, sin duda, al contemplar el
triste cuadro que, en el ocaso de nuestra vida, nos ofrecía la
suerte.
Aquí, señores, educando a la mujer que ha de ser la madre
de mañana, y cultivando los sentimientos del niño,
defendemos a nuestra patria de los peligros de la corrupción y
la ignorancia, con arma tan poderosa como la espada del
guerrero; aquí se les enseña a conocer, a ella, y se les dispone
al sacrificio cuando sus intereses lo requieren. La patria no
20
Esta es la palabra inicial que usa Angélica; sin embargo parece que
posteriormente hace una enmendadura y cambia la palabra y añade a
lápiz “virtud” y “su dignidad”.
contaría con hijos que, heroicamente, la defendieran, si las
madres no enseñaran a éstos todo el amor que le deben y los
impulsaran diariamente al cumplimiento de un deber tan
sagrado como sublime. Aquí, en fin, señores, se enseña el
amor a Dios, a la sociedad, a la familia, y se coloca en el
corazón del hombre y de la mujer, la fértil semilla del bien
que ha de multiplicarse sin medida y ha de embalsamar al
mundo con la fragancia de sus flores.
Somos, pues, acreedoras, por tanto, al reconocimiento de
los que cosechan el beneficio de nuestra obra, y a la
recompensa que hoy solicitan para nosotras, los que han
sabido valorizarla.
Pidiendo que perdonéis haya abusado de vuestra
benevolencia, paso a daros cuenta de la marcha que ha
seguido esta escuela durante el año que, hoy, termina. La
matrícula abierta, como siempre, el día 15 de Marzo, ha
contado con 72 alumnas que, en estos últimos meses, han
quedado reducidas a 50, por haberse, muchas, ausentado del
lugar, lo que cada año nos sucede sin que podamos mostraros,
en todas las que reciben nuestras enseñanzas, el resultado
obtenido.
El número indicado se ha distribuido en cuatro secciones,
dictándose a la primera y segunda, las clases correspondientes
al segundo y primer año del primer grado; y a la segunda y
tercera las de: Lectura, Escritura y Lecciones Orales,
Catecismo, Urbanidad e Historia; siendo 42 las presentadas a
examen.
La enseñanza de éstas ha corrido a mi cargo y al de la Srta.
Auxiliar, quien, como siempre, ha desempeñado su tarea con
abnegación y constancia.
La asistencia media ha llegado tan sólo al reducido
número de 36 alumnas, debido, en parte, a la epidemia de tos
convulsiva que en esta villa ha existido, y en su mayoría, a la
indiferencia de los padres para mandar a sus hijas al asilo de
la escuela que tantos bienes les promete.
Durante el presente año se han distinguido, por su
ejemplar conducta y notable aplicación, las alumnas: María
Yaquet, María y Silvia Herrera, Luisa Relis, Delfina Rosario,
Consuelo Vargas, Hortensia Madueño, Isabel Gaviño y, muy
en especial, Octavia Martínez, quien, desde su ingreso a esta
escuela, ha llenado cumplidamente todos sus deberes de
alumna.
Me complazco, en hacer aquí, una mención honrosa de la
alumna, María Yaquet, quien sólo ha faltado una mañana en
el transcurso del año, por lo que me es grato enviar mis
felicitaciones a sus padres que tanto interés toman por la
educación de su hija.
En cuanto a la disciplina de esta escuela, salvo raras
excepciones, todas han sido dóciles a mi voz, y por el
estímulo y el cariño, he obtenido el resultado que ambicio-
naban mis afanes.
Debo, señores, una palabra de agradecimiento a los dignos
miembros del jurado y a los del [Honorable] Concejo, muy en
especial, al señor Inspector de Instrucción quien, en este año
como en el anterior, sólo ha dejado en mí recuerdos de
gratitud.
Todo mi anhelo y mi pensamiento más constante, desde
que me hice cargo de esta escuela, ha sido corresponder a la
confianza que habéis depositado en mí, ocupándome, señores,
de la educación de la mujer, ilustrando su inteligencia y
cultivando, a la vez, su corazón, para que sabiendo hoy
cumplir con los deberes de hija, sepa llenar después los de
esposa y madre, dando a esta cariñosa villa otros tantos
Olayas que la llenen de gloria en el porvenir y la haga reparar
las ofensas que recibió del enemigo.
Desgraciadamente los hijos del pueblo dan poca
importancia a la educación, cuando no, la consideran inútil
por la condición en que viven. Error lamentable, señores,
pues, su necesidad es absoluta para todo ser que tenga un
corazón que sienta y una cabeza que piense. La instrucción
enseña a todos a conocer la verdad y la educación, a amarla.
Y conocer y amar la verdad es salir de las tinieblas a la luz, y
levantarse, señores, de la impotencia al poderío.

Padres de Familia21
Prueba de nuestra viva gratitud hacia vosotros, es la
actuación modestísima que vais a presenciar. Ella es
testimonio fehaciente de que no olvidamos jamás, los
señalados beneficios que habéis otorgado generosamente a
nuestra Obra, contribuyendo así, a que cumpla su misión de
caridad22 en lo temporal y en lo eterno. No son muchas aún las
instituciones de este género que existen en nuestro país, pero
cuando todas las clases sociales vayan dándose cuenta de sus
nobilísimos fines, cuando se multipliquen los imitadores de
vuestra noble generosidad, ellas tomarán inmenso desarrollo,
derramando sus beneficios en las clases desvalidas, que es
necesario salvar de las tristezas23, de la miseria y de los
horrores24 de la desmoralización, apartándolas, ante todo25, de
las ideas anticristianas que van convirtiendo el mundo en un
espantoso caos.
Sí, señores, es necesario que la lucha contra el mal sea más
tenaz cada día, y que a la infancia, a esas tiernas florecillas del
cielo, cuya inocencia arroba y conmueve, se les ampare, se les
reúna y se les seleccione, formando de ellas un delicado
jardín, cercado cuidadosamente por la vigilancia de los unos y
protección de los otros, a quienes el divino jardinero, Jesús,
las encomienda, para que con el vivificante riego de su
[divinidad] y el calor de la caridad, no pierdan su lozanía, y
21
La memoria seis, termina con esta frase: “Padres de Familia”. Parece
que el texto que continúa corresponde a otra época; además se nota con
claridad que hay una relación en la misión de Angélica entre la
educación y la catequesis
22
Aparece una frase inconclusa y tachada: “ apartándonos de las… y
enseñanza cristiana”
23
Esta frase está tachada con lápiz y parecer haber sido un añadido
posterior.
24
Ídem
25
Ídem
transformen y purifiquen el ambiente en que perduren, con el
perfume de sus virtudes y con la actividad de sus obras.
Sí, señores, a vosotros toca hacer de estas pobres niñas,
seres hábiles y buenas; a vosotros toca darnos la mano para
salvarnos de los peligros que continuamente nos rodean, y
aceptar la que os tendamos, para aliviar las continuas penali-
dades a que estamos necesariamente sujetas. Si con gran
caridad así lo habéis hecho hasta hoy, regalándonos con
prendas de vestir, juguetes, con paseos campestres, llevando-
nos a nuestro lecho los medios de curar nuestras dolencias26,
consolándonos en la hora última y cuidándonos de que los
sublimes auxilios de nuestra santa religión, [en] el doloroso
drama de la muerte, nos dulcifique 27; si así lo habéis hecho
hasta hoy, más haréis aun en adelante, convirtiendo en una
hermosa realidad ese anhelado asilo que hace años, señores,
pedimos al cielo, animadas de los deseos ardientes de tener
un lugar que nos cobije en las horas de soledad y abandono,
para encontrar allí, más que el alivio de las miserias del
cuerpo, el medio [para] salvarnos, señores, de las miserias del
alma.
Desearíamos ser, hoy, verdaderas artistas para recrearos,
pero por muchas causas, carecemos de estas dotes, por lo que
os suplicamos disimuléis todo lo deficiente de nuestro trabajo,
viéndolo bajo el prisma halagador del motor de nuestros
actos, que es una condensación de gratitud, amor y
esperanzas.
Y a vos, ilustrísimo señor, cariñoso padre que siempre
estáis al lado de vuestros hijos, nada tenemos que pediros; al
deciros padre, os lo hemos dicho todo. ¡Aceptad! Vuestra
paternal caridad nada hallará malo tampoco, y ésta será la
mejor recompensa al filial amor de vuestros hijos.

26
Esta palabra aparece sobre “enfermedades”, se nota una corrección
posterior.
27
La frase en cursiva aparece sobrescrita, parece ser un añadido
posterior.

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