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OTROS ESCRITOS
A. MEMORIAS
1. Memoria al Finalizar el Año Escolar 18931
“Señor Alcalde
Sr. Inspector de Instrucción
Respetable Jurado
Señores y Señoritas”
Hoy, por segunda vez, miro coronados mis esfuerzos con
éxito tan satisfactorio. Y si en las diferentes profesiones de la
vida se halaga el obrero con el feliz resultado de su obra, en
ninguna más, ni con más justo motivo, que en la ardua y
siempre ingrata profesión de la enseñanza.
Hace, señores, más de dos años que en este solitario
pueblo, vivo entregada a la educación e instrucción de la
mujer que, desde que han sido confiadas a mi cuidado,
procuro desarrollarlas a la par; comprendiendo que son para
ella, lo que el sol y el rocío para las plantas que, privándolas
de una u otra, pronto también se la verá sucumbir; y cual a la
flor marchita, revolar, azotada por el vendaval continuo, a la
mujer inculta, ¡[qué] triste es decirlo!, servir a la sociedad no
pocas veces de escarnio.
Dichosos los pueblos que, como éste, prevén un porvenir
bajo el techo de una escuela. Y, ¡Ay de aquellos que
contemplan impasibles sus desgracias, sin procurarse jamás
de remediarlas en sus fuentes, con el establecimiento
necesario de un plantel de educación!¡Ay de aquellos padres
de familia!, que pudiendo aprovechar de ese importante factor
del progreso, de ese beneficio inestimable, la escuela, no
envían, a ella, a sus hijos, para que sus corazones se eduquen
bajo las máximas de la moral cristiana, para que sus pasos se
encaminen siempre hacia ese ideal de progreso indefinido que
Dios ha puesto en la vida de la humanidad: “La semejanza de
la criatura con su creador”. Desgraciados los padres, que lejos
de velar incesantemente por la instrucción de sus hijos, por el
1
Esta memoria corresponde a los años 1892 y 1893, pero la pronuncia al
final de su segundo año, como directora, en San Mateo (1893)
desarrollo de su inteligencia, por el acrecentamiento de su
libertad, por el desenvolvimiento de todas sus facultades, los
dedican a los trabajos materiales, alejándolos así del fin para
que Dios los creó.
La educación, tanto en el hombre como en la mujer, [es] 2
la base de toda civilización, de todo bienestar social, de todo
engrandecimiento.
La mujer, sin instrucción, es una planta sin cultivo, es una
flor inodora; contemplada de lejos, puede hasta admirar; pero
mirada de cerca en falta de fragancia la despoja de todo
atractivo: no llena su fin.
No continuaré, señores, cansando vuestra atención con
pensamientos mal expresados y me limitaré a daros cuenta de
lo ocurrido en la escuela que dirijo:
Vencido el término de las vacaciones, fue abierta la
matricula el día 1° de marzo de 1892, y cerrada, el 10 de
octubre, con 54 alumnas.
Comenzándose las labores escolares el 5 de marzo, se
dividió el número de alumnas en tres secciones, siendo
matriculadas las de la 1ª [sección] en las clases de: Catecismo,
Historia Santa, Gramática, Aritmética, Geografía, Urbanidad,
Lectura y Escritura; las de la 2ª [sección] en las de:
Catecismo, Historia Santa, Ortografía, Urbanidad, Lectura y
Escritura; y las de la 3ª [sección] en las de: Catecismo,
Lectura y Doctrina Cristiana. Llegando, a fines de año, a
comprender la 1ª [sección] 11 alumnas, la 2ª [sección] 9 y la
3ª [sección] 34. La asistencia media en ese año, como en el
terminado, dejó mucho que desear, llegando tan sólo al
reducido número de 35 alumnas.
Ayudada por mi hermana, a cuyo cargo ha estado la 2ª
sección desde que dirigí esta escuela hasta la fecha, pude a
pesar de muchos obstáculos, tener preparadas a las alumnas
para rendir los exámenes correspondientes, [en] el mes de
diciembre, los que no se efectuaron por carecer el [Hono-
2
Se ha cambiado el verbo para mejorar la concordancia en la redacción:
“es” por “son”.
rable] Concejo de los fondos necesarios, para hacerlos con la
solemnidad acostumbrada, según se me comunicó por nota
del Sr. Inspector de Instrucción, que conservo como
testimonio de lo que digo.
Siéndome imposible continuar el trabajo sin descanso
alguno, presenté una solicitud al [Honorable] Concejo,
pidiendo con sobrada justicia, se me diera de licencia, un mes
del tiempo que por las vacaciones me correspondía; solicitud
a la que sólo accedió en parte, concediéndoseme 12 días, al
cabo de los cuales comencé nuevamente mi penosa tarea.
Abierta la matrícula del año terminado, el día 12 de marzo,
han ingresado hasta el 16 de octubre, 54 alumnas, que han
sido divididas en 5 secciones; dictándose a la 1ª [sección] las
clases de: Catecismo, Historia Santa, Historia del Perú, Vida
de Jesús, Religión, Gramática, Aritmética, Geografía,
Urbanidad, Higiene y Escritura; a la 2ª [sección] y 3ª
[sección] las mismas, a excepción de Vida de Jesús e Higiene;
a la 4ª [sección] las de: Catecismo, Urbanidad, Lecciones
Orales de Geografía, Escritura y Lectura; y finalmente a la 5ª
[sección] las de: Lectura, Urbanidad y Doctrina Cristiana, con
explicación de Catecismo.
El número de alumnas que ha comprendido cada sección
es el siguiente: la 1ª [sección] 5; la 2ª [sección] 10; la 3ª
[sección] 4; la 4ª [sección] 7; y la 5ª [sección] 28.
De las 54 alumnas matriculadas, 38 han presentado
examen; no habiéndolo hecho las 16 restantes por haber
concurrido a la escuela demasiado tarde.
La asistencia media en el año terminado, ha llegado tan
sólo al reducido número de 23 alumnas, y durante él, se han
distinguido por asistencia, algo más puntual que las demás,
las señoritas: Hortensia Madueño, Jesús Vera, María Lusana
Norva; y por buena conducta y aplicación las señoritas.
Esperanza Bezada, Eudocia Vera, Amelia Recharte, Filomena
Cáceda, Hortensia Bezada, Fortunata Guzmán; 2ª Hortensia
Madueño, y Francisca y María Jiménez.
No continuaré, señores, sin manifestar antes al
[Honorable] Jurado, mi sincero reconocimiento por la
benevolencia con que se ha dignado asistir a presenciar el
fruto de mis esfuerzos, y por la justicia que en tan solemne
acto acaba de desplegar.
Tócame también, señores, hacer aquí una mención honrosa
de las alumnas de la 1ª clase, señoritas: Esperanza Bezada,
Eudocia Vera, Amelia Recharte, Hortensia Madueño,
Filomena Caceda, y la alumna de la 2ª [clase], señorita María
Jiménez, quienes, con bastante actividad y solícitas a mis
órdenes, han preparado para los exámenes públicos a las
alumnas de la 4ª sección.
Sin los útiles más indispensables, con una asistencia tan
deficiente y careciendo, no poco número de alumnas, de los
textos necesarios, ha sido preciso vencer obstáculos casi
insuperables, para obtener el resultado que acabáis de
presenciar.
Gran placer es para mí, señores, contribuir en algo a la
difusión de la instrucción de este pueblo, a pesar de haber
sentido ya, las punzadoras espinas de tan ingrata carrera, a la
cual, puedo decir, he consagrado mi juventud.
Contemplando, señores, con indecible ternura, este campo
confiado a mi cuidado, contrístame el recuerdo de que no
siempre ve el jardinero florecer todas las plantas a cuyo
cultivo ha dedicado sus días; pero confiada en la Divina
Providencia, abrigo la esperanza de que siquiera en parte,
cosecharé el fruto de mis esfuerzos.
¡Padres de familia!, de vosotros, principalmente, depende
el progreso de vuestros hijos por la instrucción, y tengo con
sentimiento que deciros que es, en este pueblo, muy reducido
el número de los que se desvelan por ella. Atendiendo más a
vuestros trabajos, dais lugar a que las faltas de asistencia sean
cada vez mayores, cuando os puedo asegurar que vuestras
chacras no os darán frutos tan sabrosos, como la inteligencia y
el corazón de vuestros hijos, con el cultivo necesario. Sed,
pues, en el hogar doméstico, los ángeles custodios de ellos,
evitando se realice lo que en muchas ocasiones se contempla
con tristeza: que se deshace en la casa aquello que con tanto
esmero había sido trabajado en la escuela. Ved: un escultor
comienza una obra con los materiales que se le proporciona.
Como es natural, pone todo su afán para que el resultado sea
satisfactorio para él, para el dueño y, en general, para todos.
Mas, cuando la obra está al terminarse, cuando va a salir
victorioso con el resultado de ella, ve con dolor que su trabajo
ha sido mutilado por su propio dueño. Cosa igual sucede con
vuestros hijos, nos los presentáis para instruirlos y formar sus
sentimientos, en una edad en que todavía se les puede
corregir, aunque sea a costa de los mayores esfuerzos.
Nosotros, en cumplimiento de nuestro deber, estudiamos sus
inclinaciones y, como el escultor, tratamos de pulir su
corazón. Pero, ¿de qué sirve esto si, en el seno de vuestro
hogar, no cuidáis de sus compañías, si los dejáis con las
amistades que eligen, dando lugar a que éstas influyan en su
corazón, trabajando la obra del mal y produciendo tristísimos
resultados? Ved, padres de familia, os repito: sed, en el seno
de vuestro hogar, los ángeles custodios de vuestros hijos.
Y vosotras, queridísimas discípulas, para quienes siempre
un tierno latido consagrará mi corazón, vosotras, que durante
dos años habéis tenido mis cuidados y consejos, seguid como
hasta aquí, cuidad de que en vuestros pechos no se marchite
jamás la fértil semilla del bien que, con ansiedad febril, he
tratado de inculcaros, y no desmayéis nunca en la práctica de
la virtud ni en el afán de educaros e instruiros cuanto a
vuestro alcance esté.
Procurad que mis palabras se graben en vuestra mente
porque al repetirlas mis labios repercuten en mi alma, porque
hoy, al dirigirme a vosotras, no lo hago con un corazón
insensible, sino con la ternura de una madre que anhela, sin
cesar, la felicidad de sus hijos.
Tal vez mañana, queridísimas discípulas, mi recuerdo se
haya extinguido entre vosotras. Pero, sabed que esto no
contristará mi pecho si, a través de la distancia, sé que
vuestros pasos se encaminan siempre por la preciosa senda de
la virtud y que, con fidelidad y abnegación, guardáis los
consejos de vuestra amante directora.
He dicho
Señores y Señoritas
3
En el original esta cortada la hoja y se presume sea esta la palabra.
constantes afanes, procurad que mis palabras se graben en
vuestra mente porque, al repetirlas, mis labios se repercuten
en4 mi alma, porque hoy, al dirigirme a vosotras, no lo hago
con un corazón insensible, sino con la ternura de una madre
que anhela, sin cesar, la felicidad de sus hijos.
Siempre, ansiosa de vuestra ventura, he procurado, con
esmero, corregir vuestros defectos, poniéndoos ejemplos y no
omitiendo cansancio5 alguno, para inculcar en vuestros tiernos
corazones los sabios principios de la moral cristiana. Al
transmitiros los limitados conocimientos que habéis podido
adquirir en tan cortísimo tiempo, he tratado hasta donde me
ha sido posible, de que comprendierais lo que aprendíais a fin
de hacer sólida la educación vuestra.
Les traigo, pues, queridísimas discípulas, este recuerdo a
vuestra mente, porque lo que hoy escuchéis no lo olvidaréis,
tal vez, porque estos días felices de la escuela no se borran
jamás de la memoria, y aunque los tiempos transcurran,
siempre es el corazón sensible a sus dulcísimos recuerdos.
Hoy, que más que nunca espero me prestaréis atención,
como amiga, os aconsejo; como madre, os ruego; y como
Directora, os recomiendo6 [que] sigáis la preciosa senda de la
virtud y el saber, ilustrando vuestra inteligencia, cultivando
vuestro corazón y llenando así el para el que habéis sido
creadas.
He dicho
4
La palabra aparece cortada en el texto, pero corresponde esta porque el
texto anterior tiene el mismo contenido.
5
La palabra se puede entender que sea “cansancio”, porque en el
original está cortada, aunque el final de la palabra parecer ser “dio”.
6
Está recortado la hoja y se presume sea ésta la palabra adecuada.
3. Memoria al Finalizar Un Año Escolar
24-12-1898
“Señores y Señoritas”
7
La hoja del manuscrito está deteriorada y recortada, la palabra más
cercana que le corresponde es “palpitará”.
4. Memoria al Finalizar el 7º Año Como Directora
1900
“Señores y Señoritas”
8
. La palabra más cercana puede ser ésta, ya que la hoja se encuentra
recortada
9
Ídem
10
Ídem
11
Ídem
12
Se ha añadido el nombre porque el texto original está recortado y
aparece la letra “R”.
13
La palabra más cercana puede ser ésta, ya que la hoja se encuentra
recortada.
Acepten, el Sr. Presidente de la Comisión Escolar y los
dignos miembros del Jurado examinador, mi más sincero
agradecimiento, por el sumo interés y decidida voluntad14 con
que en esta escuela, ha desempeñado cada uno el cargo que le
corresponde15.
Y vosotras, mis buenas alumnas, cariñosas compañeras
mías, en los mejores años de mi existencia, vosotras 16 que tan
decidido interés despertáis en mi corazón [con] vuestro
bienestar y vuestro honor, seguid como hasta ahora 17, y
confirmad, con una ejemplar conducta, las palabras que 18
acabáis de oír a vuestra consecuente directora, quien, [al]
despediros hoy, os ofrece como siempre su protección y
cariño.
14
La palabra que sigue no se puede distinguir, por estar la hoja cortada,
pero termina en “tad”, posiblemente sea “voluntad”
15
La palabra más cercana puede ser: “le corresponde”, ya que la hoja se
encuentra recortada.
16
Ídem
17
La palabra que sigue no se puede distinguir, por estar cortada
la hoja, pero creemos que sea “ahora”.
18
La palabra que sigue no se puede distinguir, por la razón anterior, pero
puede ser “que”
19
Esta memoria, posiblemente corresponda al año 1904, por la
referencia a los acontecimientos finales de la guerra con Chile. Sin
embargo, aparecen datos referentes al Asilo de la Escuela, esto
considerando que el Asilo, como lo conocemos, todavía se comenzó a
construir a partir de 1922, con la ceremonia de la “Primera Piedra”.
El infatigable afán que por la educación se desprende hoy,
estableciéndose instituciones que, educando al niño, elevarán
al hombre a un grado eminente de civilización y progreso, no
puede menos, señores, que rasgar las densas nubes que
oscurecían nuestro horizonte y hacernos sonreír de ventura, a
la encantadora perspectiva de un lisonjero porvenir.
La nación más poderosa, no es, sin duda, la que mayores
hijos tiene, sino la [que] cuenta entre ellos, [con] más brazos
que la defiendan, más corazones que la amen y más
inteligencias que la engrandezcan; siguiendo la norma de una
educación moral, intelectual y religiosa, veremos al Perú
elevarse a su pasada grandeza y arrancar al enemigo aquellas
tierras, donde millares de hermanos gimen, aún, en rehenes,
bajo las opresoras cadenas de tan funesto cautiverio.
Diez años [hace] que esas víctimas escogidas, tienen las
miradas fijas en las actitudes de nuestros gobiernos, con la
consoladora esperanza de que no estará lejano el día de la
rehabilitación, ansiada a costa del óbolo del pobre y del rico,
o de la sangre de todos, dispuesta a sacrificarse por la
integridad nacional. Que los hechos correspondan a las
palabras, señores, para no ofrecer a nuestros hermanos el
horrible desencanto de las ilusiones perdidas.
La patria reclama hoy, con más afán que nunca, hombres
ilustres, abnegados y patriota, que olvidando por completo el
egoísmo y la ambición que tan funestos daños causan,
derroque la bandera enemiga de tan queridos territorios, y
haga tremolar, sobre sus hogares, la enseña gloriosa de
nuestra cara libertad. Sí, el Perú necesita hombres grandes, no
sólo para rescatar lo empeñado, sino para recuperar lo
perdido, y el Perú, para conseguirlo, pide con tenacidad, la
educación de la mujer que ha de formar en el mundo los
sentimientos de aquellos y que, como hija, como esposa y
como madre, ha de dominarlos también con la poderosa
influencia que tales títulos le otorga. Ocuparnos de ello,
señores, equivale a encender nuevas y poderosas luces en el
camino de su salvación y señalarle la ruta que ha de
conducirla a la grandeza.
La mujer, en los diferentes estados de su vida, ha sido y
será siempre el bálsamo que dulcifique los dolores de la
humanidad, pero no sólo reclama ésta ese sentimiento de
aquello, no sólo le pide alivio en los rigores de su infortunio,
sino fuerzas que la reanimen en las fatigas del combate y
consejos que la dirijan en los alborozos del placer. He aquí la
imperiosa necesidad de hacerla resignada para la desgracia,
enérgica para la lucha y juiciosa para la ventura, he aquí la
imperiosa necesidad de hacerla sentir, pensar y querer de un
modo armónico y provechoso que la haga llenar su misión
con la grandeza que le corresponde.
Demasiado conocido y probado está que una buena madre
tiene que formar buenos hijos, ocupémonos, pues, de la base,
si queremos levantar [edificios] que resistan al embate del
huracán de las pasiones, que amenaza a la sociedad una
desastrosa conclusión; formemos madres como la de los
Gracos, como la de Washington, Luís IX, Fernando III, y
otras tantas, que uniendo a la virtud, la abnegación y el
talento, dieron a la patria hijos que la llenaron de gloria e
inmortalizaron el nombre de la digna mujer a quien debieron
la existencia.
Educar a las niñas de hoy, equivale, señores, a formar las
madres de mañana, que afiancen en sus principios el
cumplimiento de sus deberes.
Dotada la mujer de una inteligencia clara, una sensibilidad
exquisita y una abnegación sin ejemplo; reclama una
educación uniforme, una educación no ficticia y aparente,
sino verdadera y profunda, que deje indelebles huellas cuando
desaparezca en la tierra para descansar en el cielo.
Que aprenda, junto con la doctrina cristiana, a desempeñar
dignamente el importante papel que su Creador le
encomendó. Que alterne con la pintura y la música, el
necesario ejercicio de las tareas domésticas, para que cuando
la loca fortuna deje de prodigarle sus favores, sepa remediar,
enérgica, las necesidades de su hogar, con la firmeza del que
puede, la satisfacción del que cumple y la abnegación del que
ama. Que ilustrada su inteligencia por conocimientos
profundos, y enriquecido su espíritu por incontrastables
virtudes, inculque máximas bienhechoras en el corazón de sus
hijos, para que éstos, trasmitiéndolas a los suyos, las
conviertan para la posteridad, en una tradición gloriosa, que
sea la norma de su conducta y el más rico patrimonio que
embellezca su presente y llene de encantos su porvenir.
Un hogar, sin la sabia dirección de una madre inteligente y
virtuosa, es como un campo abandonado cuyas flores se
marchitan, porque carecen del riego que las vivifique
diariamente, y de la mano protectora que arranque de
continuo la maleza que tiende siempre a cubrirlo con
admirable prontitud.
La mujer que con la sonrisa en los labios y la tranquilidad
en el corazón da cumplimiento a sus deberes, sin violencia ni
fatiga, compra, con ello, el amor, la veneración y el respeto,
no solamente de sus hijos, sino de cuantos seres la rodean,
para comprenderla y admirarla, y así, labra, por si propia, su
felicidad más completa, y se asegura el recuerdo para cuando
acaben sus días.
Si queremos lisonjearnos con cuadro tan halagador,
desterremos el orgullo que debilita sus obras y démosle, sin
tardanza, una nueva educación, que basada en principios
sólidos, no altere jamás su carácter, ni en la prosperidad, ni en
la desgracia.
Formad a vuestras hijas, madres cariñosas que anheláis su
bienestar, puras y lozanas como las rosas de vuestros jardines,
que adornen a su hermosura el delicado perfume de sus
preciadas virtudes; formadlas valiosas y modestas como las
perlas escondidas en las profundidades de los mares;
formadlas para cuando os pregunten por vuestras joyas,
podáis decir con Cornelio, éstos son mis aderezos y, como
tales, mostrarlas y regocijaros con ellas. Sí, éstos son los
aderezos que más adornan a una madre e inmortalizan su
nombre. Una hija que la ame, que la respete y la venere, es la
verdadera fortuna, cuya feliz adquisición no turbará su
conciencia, sino la llenará, señores, de una paz encantadora
que dulcifique, sin cesar, todos los instantes de su vida.
Nada ofrece más desencanto, que una mujer que carezca
de la educación indispensable. Hermosura y fortuna son dones
de ninguna estima si no se hallan resguardados por la belleza
del alma: una mujer hermosa agrada a los ojos, ha dicho
Napoleón, una mujer buena agrada al corazón, la primera es
un dije y la segunda es un tesoro. Eduquémosla, pues, como
tal, para que su necesidad20 en el mundo no sea inútil ni
transitoria, sino importante y eterna.
La escuela, ese centro de esperanzas que para la patria se
levanta; allí, donde en medio de fatigas incomprensibles del
olvido de nosotras mismas y de toda clase de privaciones, se
ilustra la inteligencia y se enriquece el corazón, es el campo
por donde los segadores siembran para que los que recojan los
frutos, ni aun, los reconozcan mañana. La escuela, esa arma
poderosa que defiende diariamente a la sociedad, a la familia
y a la patria de los peligros de la ignorancia que la arrastraría
a la ruina, no ha recibido, hasta ahora, sino la recompensa del
olvido, mas ya va a lucir para nosotros la aurora de un nuevo
sol que alumbrará nuestro destino; sí, nos halaga la esperanza
de que, comprendiendo nuestra misión y reconociendo
nuestros sacrificios, se eleve nuestra carrera al puesto que le
corresponde.
Algo se ha adelantado, señores, pues, se ha levantado ya
una voz para elevar a carrera pública el magisterio de la
enseñanza, alentando con eso nuestro espíritu y reanimando
nuestras fuerzas que desfallecían, sin duda, al contemplar el
triste cuadro que, en el ocaso de nuestra vida, nos ofrecía la
suerte.
Aquí, señores, educando a la mujer que ha de ser la madre
de mañana, y cultivando los sentimientos del niño,
defendemos a nuestra patria de los peligros de la corrupción y
la ignorancia, con arma tan poderosa como la espada del
guerrero; aquí se les enseña a conocer, a ella, y se les dispone
al sacrificio cuando sus intereses lo requieren. La patria no
20
Esta es la palabra inicial que usa Angélica; sin embargo parece que
posteriormente hace una enmendadura y cambia la palabra y añade a
lápiz “virtud” y “su dignidad”.
contaría con hijos que, heroicamente, la defendieran, si las
madres no enseñaran a éstos todo el amor que le deben y los
impulsaran diariamente al cumplimiento de un deber tan
sagrado como sublime. Aquí, en fin, señores, se enseña el
amor a Dios, a la sociedad, a la familia, y se coloca en el
corazón del hombre y de la mujer, la fértil semilla del bien
que ha de multiplicarse sin medida y ha de embalsamar al
mundo con la fragancia de sus flores.
Somos, pues, acreedoras, por tanto, al reconocimiento de
los que cosechan el beneficio de nuestra obra, y a la
recompensa que hoy solicitan para nosotras, los que han
sabido valorizarla.
Pidiendo que perdonéis haya abusado de vuestra
benevolencia, paso a daros cuenta de la marcha que ha
seguido esta escuela durante el año que, hoy, termina. La
matrícula abierta, como siempre, el día 15 de Marzo, ha
contado con 72 alumnas que, en estos últimos meses, han
quedado reducidas a 50, por haberse, muchas, ausentado del
lugar, lo que cada año nos sucede sin que podamos mostraros,
en todas las que reciben nuestras enseñanzas, el resultado
obtenido.
El número indicado se ha distribuido en cuatro secciones,
dictándose a la primera y segunda, las clases correspondientes
al segundo y primer año del primer grado; y a la segunda y
tercera las de: Lectura, Escritura y Lecciones Orales,
Catecismo, Urbanidad e Historia; siendo 42 las presentadas a
examen.
La enseñanza de éstas ha corrido a mi cargo y al de la Srta.
Auxiliar, quien, como siempre, ha desempeñado su tarea con
abnegación y constancia.
La asistencia media ha llegado tan sólo al reducido
número de 36 alumnas, debido, en parte, a la epidemia de tos
convulsiva que en esta villa ha existido, y en su mayoría, a la
indiferencia de los padres para mandar a sus hijas al asilo de
la escuela que tantos bienes les promete.
Durante el presente año se han distinguido, por su
ejemplar conducta y notable aplicación, las alumnas: María
Yaquet, María y Silvia Herrera, Luisa Relis, Delfina Rosario,
Consuelo Vargas, Hortensia Madueño, Isabel Gaviño y, muy
en especial, Octavia Martínez, quien, desde su ingreso a esta
escuela, ha llenado cumplidamente todos sus deberes de
alumna.
Me complazco, en hacer aquí, una mención honrosa de la
alumna, María Yaquet, quien sólo ha faltado una mañana en
el transcurso del año, por lo que me es grato enviar mis
felicitaciones a sus padres que tanto interés toman por la
educación de su hija.
En cuanto a la disciplina de esta escuela, salvo raras
excepciones, todas han sido dóciles a mi voz, y por el
estímulo y el cariño, he obtenido el resultado que ambicio-
naban mis afanes.
Debo, señores, una palabra de agradecimiento a los dignos
miembros del jurado y a los del [Honorable] Concejo, muy en
especial, al señor Inspector de Instrucción quien, en este año
como en el anterior, sólo ha dejado en mí recuerdos de
gratitud.
Todo mi anhelo y mi pensamiento más constante, desde
que me hice cargo de esta escuela, ha sido corresponder a la
confianza que habéis depositado en mí, ocupándome, señores,
de la educación de la mujer, ilustrando su inteligencia y
cultivando, a la vez, su corazón, para que sabiendo hoy
cumplir con los deberes de hija, sepa llenar después los de
esposa y madre, dando a esta cariñosa villa otros tantos
Olayas que la llenen de gloria en el porvenir y la haga reparar
las ofensas que recibió del enemigo.
Desgraciadamente los hijos del pueblo dan poca
importancia a la educación, cuando no, la consideran inútil
por la condición en que viven. Error lamentable, señores,
pues, su necesidad es absoluta para todo ser que tenga un
corazón que sienta y una cabeza que piense. La instrucción
enseña a todos a conocer la verdad y la educación, a amarla.
Y conocer y amar la verdad es salir de las tinieblas a la luz, y
levantarse, señores, de la impotencia al poderío.
Padres de Familia21
Prueba de nuestra viva gratitud hacia vosotros, es la
actuación modestísima que vais a presenciar. Ella es
testimonio fehaciente de que no olvidamos jamás, los
señalados beneficios que habéis otorgado generosamente a
nuestra Obra, contribuyendo así, a que cumpla su misión de
caridad22 en lo temporal y en lo eterno. No son muchas aún las
instituciones de este género que existen en nuestro país, pero
cuando todas las clases sociales vayan dándose cuenta de sus
nobilísimos fines, cuando se multipliquen los imitadores de
vuestra noble generosidad, ellas tomarán inmenso desarrollo,
derramando sus beneficios en las clases desvalidas, que es
necesario salvar de las tristezas23, de la miseria y de los
horrores24 de la desmoralización, apartándolas, ante todo25, de
las ideas anticristianas que van convirtiendo el mundo en un
espantoso caos.
Sí, señores, es necesario que la lucha contra el mal sea más
tenaz cada día, y que a la infancia, a esas tiernas florecillas del
cielo, cuya inocencia arroba y conmueve, se les ampare, se les
reúna y se les seleccione, formando de ellas un delicado
jardín, cercado cuidadosamente por la vigilancia de los unos y
protección de los otros, a quienes el divino jardinero, Jesús,
las encomienda, para que con el vivificante riego de su
[divinidad] y el calor de la caridad, no pierdan su lozanía, y
21
La memoria seis, termina con esta frase: “Padres de Familia”. Parece
que el texto que continúa corresponde a otra época; además se nota con
claridad que hay una relación en la misión de Angélica entre la
educación y la catequesis
22
Aparece una frase inconclusa y tachada: “ apartándonos de las… y
enseñanza cristiana”
23
Esta frase está tachada con lápiz y parecer haber sido un añadido
posterior.
24
Ídem
25
Ídem
transformen y purifiquen el ambiente en que perduren, con el
perfume de sus virtudes y con la actividad de sus obras.
Sí, señores, a vosotros toca hacer de estas pobres niñas,
seres hábiles y buenas; a vosotros toca darnos la mano para
salvarnos de los peligros que continuamente nos rodean, y
aceptar la que os tendamos, para aliviar las continuas penali-
dades a que estamos necesariamente sujetas. Si con gran
caridad así lo habéis hecho hasta hoy, regalándonos con
prendas de vestir, juguetes, con paseos campestres, llevando-
nos a nuestro lecho los medios de curar nuestras dolencias26,
consolándonos en la hora última y cuidándonos de que los
sublimes auxilios de nuestra santa religión, [en] el doloroso
drama de la muerte, nos dulcifique 27; si así lo habéis hecho
hasta hoy, más haréis aun en adelante, convirtiendo en una
hermosa realidad ese anhelado asilo que hace años, señores,
pedimos al cielo, animadas de los deseos ardientes de tener
un lugar que nos cobije en las horas de soledad y abandono,
para encontrar allí, más que el alivio de las miserias del
cuerpo, el medio [para] salvarnos, señores, de las miserias del
alma.
Desearíamos ser, hoy, verdaderas artistas para recrearos,
pero por muchas causas, carecemos de estas dotes, por lo que
os suplicamos disimuléis todo lo deficiente de nuestro trabajo,
viéndolo bajo el prisma halagador del motor de nuestros
actos, que es una condensación de gratitud, amor y
esperanzas.
Y a vos, ilustrísimo señor, cariñoso padre que siempre
estáis al lado de vuestros hijos, nada tenemos que pediros; al
deciros padre, os lo hemos dicho todo. ¡Aceptad! Vuestra
paternal caridad nada hallará malo tampoco, y ésta será la
mejor recompensa al filial amor de vuestros hijos.
26
Esta palabra aparece sobre “enfermedades”, se nota una corrección
posterior.
27
La frase en cursiva aparece sobrescrita, parece ser un añadido
posterior.