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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

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Sinopsis
La ejecutora de la ley imperial Amaranthe Lokdon es buena en su
trabajo: puede disuadir a los ladrones y apaciguar a los matones, si no
con una cuchilla, derribando sobre sus cabezas una pila de dos metros
de latas de café. Pero cuando aparecen cadáveres destrozados en los
muelles, un incendio provocado encubre sacrificios humanos y una
poderosa coalición empresarial trama el asesinato del emperador, se
siente un poco abrumada.

Peor aún, Sicarius, el asesino más famoso del imperio, está en la


ciudad. Está relacionado con el caos de alguna manera, pero Amaranthe
sería una tonta si se cruzara en su camino. Por desgracia, sus superiores
le ordenan que le dé caza. O bien tienen una confianza sin precedentes
en sus habilidades… o alguien la quiere muerta.

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Capítulo Uno
La Cabo Amaranthe Lokdon caminaba de un lado a otro. Su espada
corta, su porra y sus esposas chocaban y sonaban en sus muslos con
cada paso impaciente. El Cuartel General de los Ejecutores la miraba con
el ceño fruncido, un ominoso acantilado gris que miraba al vecindario
como un buitre, pero con menos carisma.

Amaranthe sacó su reloj de bolsillo y comprobó la hora. ¿Dónde


estaba su compañero?

Al oír el suave crujido de unas botas sobre la nieve, levantó la vista.


Una angosta calle lateral dejó ver a un hombre fornido y achaparrado
vestido de gris. La luz de la mañana brillaba sobre los dos grandes
broches de latón que se apiñaban en su cuello: cuatro barras bajo dos
espadas cruzadas, la marca de un jefe de distrito.

Amaranthe contuvo una mueca y se enderezó, haciendo chocar sus


talones. La oscura mirada del jefe se clavó en ella bajo las desgreñadas
cejas grises, que se estrellaban en el centro cuando fruncía el ceño. Ahora
fruncía el ceño.

Ella tragó saliva.

—Buenos días, Jefe Gunarth.

—Lokdon —gruñó él—. ¿Te paga la ciudad por merodear frente al


cuartel general? Porque si la capital del Imperio Turgoniano, la nación
más poderosa del mundo, paga a sus ejecutores para que merodeen
inútilmente frete al edificio de mi cuartel general, pensaría que alguien
me lo habría mencionado.

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Amaranthe abrió la boca para darle un obediente “sí, señor”. ¿O


era un “no, señor”?. Se había perdido la pregunta con su diatriba.

—Estoy esperando a mi compañero, señor.

—Han pasado cinco minutos de su turno. ¿Dónde está?

—Está… —Con resaca, todavía dormido, tratando vanamente de


encontrar un uniforme que no esté arrugado—…investigando alguna
actividad sospechosa en la Panadería de Curi.

Las cejas del Jefe, ya encogidas, descendieron aún más.

—Déjame explicarte algo, Lokdon.

—¿Señor? —Amaranthe intentó parecer atenta.

—Tu primera lealtad es hacia el emperador —Extendió la mano por


encima de su cabeza, demostrando una meseta elevada—. La segunda es
la ciudad, y la tercera es a todos los que están por encima de ti en la
cadena de mando. —Su mano descendió en incrementos mientras
hablaba hasta que terminó con—: Muy abajo, junto a tu bota, está la
lealtad a tu compañero. ¿Entendido?

—Emperador, ciudad, usted, bota. Entendido, señor.

—¿Me estás tomando el pelo, Lokdon? —Su tono dejó claro que era
mejor que no lo estuviera.

Ella suspiró.

—No, señor.

—Si no puedes recordar dónde están tus lealtades, mejor que


tomes una tienda como el resto de las mujeres de Turgonia.

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Amaranthe se obligó a mantener el rostro neutral, ignorando el


calor que calentaba sus mejillas.

—Sí, señor.

—Ahora, te pregunto de nuevo, ¿dónde está tu compañero? —El


tono del jefe se había vuelto suave, peligroso.

Ella levantó la barbilla.

—Investigando actividades sospechosas en Curi.

En la frente del jefe se formaron surcos como cañones, y su ceño


se frunció más.

—Ya veo. Me acordaré de esto cuando rellene la lista de turnos


extra.

—Sí, señor.

—Empieza tu patrulla sin él. Y cuando se ponga al día, dile que si


no puede llegar al trabajo a tiempo, podéis dormir los dos aquí. En una
de las celdas.

—Lo haré, señor.

Amaranthe se alejó al trote antes de que el jefe pudiera soltar más


amenazas. Cruzó el amplio bulevar frente al cuartel general y trotó
alrededor de un pesado tractor de vapor que ocultaba el hielo con láminas
de sal. Los montones de nieve enmarcaban el antiguo callejón empedrado
en el que entró, cuyas paredes estaban lo suficientemente cerca como
para tocarlas con los brazos extendidos. Casi choca con un hombre y una
mujer que salían de un templo que había sido convertido en librería.
Ataviados con gorros de piel y parkas, vieron su uniforme y se apartaron
del camino, pegándose a una estatua sin cabeza en uno de los recovecos

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junto a la puerta. A principios del siglo pasado, el Loco Emperador


Motash había declarado el ateísmo como religión del estado y ordenó
decapitar todas las estatuas que representaban deidades. Cien años
después, los lugareños seguían llamando a la sede del imperio “Stumps1”.

Amaranthe olió los deliciosos aromas de la Panadería de Curi al


llegar al siguiente bulevar, y lanzó una mirada anhelante al edificio.
Pinturas de pasteles de manzana, frutas glaseadas y panes con especias
adornaban los escaparates para los que no podían leer el cartel. Un
desgarbado estudiante universitario salió con un pastelito en la boca. El
glaseado tibio le chorreaba por la barbilla.

Alguien tocó el hombro de Amaranthe.

—Compra uno. La ciudad no se incendiará si te das un capricho


de vez en cuando.

—No puedo. —Miró a su compañero, el Cabo Wholt, que se puso a


su lado. Quería gritarle por llegar tarde de nuevo, pero cambiaría poco, y
aún no había conocido al hombre que apreciara las críticas no
solicitadas—. Se supone que los ejecutores están en forma. Tendría que
correr toda la ruta del lago esta noche si me comiera uno de esos pasteles.

—Probablemente lo harás de todos modos. Para castigarte por estar


tentada.

Amaranthe no consideraba que los consejos dietéticos de Wholt


valieran mucho. Aunque él era varios centímetros más alto que su casi
metro setenta, su postura encorvada hacía que la diferencia fuera
insignificante. Una incipiente barriga se desplomaba sobre el cinturón de
su arrugado uniforme gris. El alfiler de rango de doble barra de solapa
del cuello izquierdo estaba inclinado en un ángulo diferente al del alfiler

1 Stumps: Muñón o tocón.

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de la derecha. Se acercó a él, los soltó y ajustó los alfileres para que
ambos coincidieran.

—Gracias —dijo Wholt secamente—. Sabes que eres la mujer de


veinticinco años más abuelita que he conocido, ¿verdad?

—Eso es porque la mayoría de las mujeres que conoces trabajan en


burdeles.

—El mejor tipo. Señoras muy amables.

—Te faltó un lugar al afeitarte. —La mano de Amaranthe bajó a su


navaja—. ¿Quieres que...?

—¡No! —Wholt se apartó—. ¿Nunca te cansas de ser la ejecutora


ideal? Uniforme perfectamente planchado, armas relucientes, ni un solo
pelo fuera de su sitio en ese moño marrón tan poco favorecedor.

Amaranthe frunció el ceño y se tocó el pelo. Estaba limpio y fuera


del camino. Eso contaba más que la belleza.

—Llegas a trabajar temprano —continuó Wholt—, te quedas hasta


tarde, sigues con precisión todas las normas y, ¿a dónde has llegado?
Sigues siendo un cabo después de seis años.

—Tú también sigues siendo un cabo después de seis años —dijo


ella.

—En realidad —dijo él, con un tono cada vez más calmado y una
sonrisa en los labios—, he entrado en la lista de ascensos. Seré sargento
el mes que viene.

—¿Tú? ¿Vas a llegar a sargento? No te sabes ni la mitad del


reglamento y llegas tarde al trabajo un día sí y otro también.

Wholt apartó la mirada.

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—Eres mi compañera, Amaranthe. Me imaginé que te alegrarías


por mí.

Ella se quedó mirando la nieve que bordeaba las grietas de la acera.


Él tenía razón. Debería alegrarse por él, pero era demasiado injusto.

—Felicidades —logró decir, aunque dudaba que sonara sincero.

—Estoy seguro de que el mes que viene te tocará a ti —dijo Wholt.

Amaranthe estaba segura de que no, aunque el jefe se olvidara de


marcar su expediente con un demérito por la mentira de aquella mañana,
no conocía a ninguna mujer sargento en la fuerza de Stumps. El imperio
no permitía que las mujeres se unieran a sus ejércitos, y solo en la última
generación había empezado a permitir que se unieran a los agentes de la
ley de la ciudad, a regañadientes.

—Wholt. —Amaranthe le miró a los ojos y le tocó el brazo—.


Intenta… ser un buen Sargento. Representas al imperio cuando llevas
este uniforme. Y te representas a ti mismo. Eso debería importar.

De hecho, él se estiró más alto.

—Lo haré. Lo sé. Lo haré.

—Bien.

La atención de él se desplazó justo por encima de su hombro.

—¿Eso es humo? —Señaló hacia los edificios agazapados junto al


lago—. ¿O solo es la neblina de la fábrica?

En la colina, docenas de hombres y máquinas trabajaban en el


agua congelada, cortando bloques de hielo que se almacenarían para el
verano, pero el humo empañaba la escena. Amaranthe localizó la fuente.

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—Allí no hay ninguna fabrica —Agarró el brazo de Wholt y lo


empujó hacia adelante—. ¡Fuego!

Tomaron un tranvía en dirección a los muelles y se bajaron en la


parada más cercana. El humo espesaba el aire, y resbalaron y patinaron
al sortear las resbaladizas aceras. Corrieron alrededor de una esquina,
casi chocando contra las filas traseras de la multitud que se reunía.

En un distrito residencial, donde las estructuras de madera eran


más comunes, la gente podría haber corrido de un lado a otro con cubos
para ayudar, pero este edificio de madera en ruinas era una isla rodeada
por ladrillo, piedra y cemento. Los espectadores parecían más fascinados
que preocupados por la propagación de las llamas, y el Cuerpo de
Bomberos Imperial ya había llegado con una bomba de incendio
autopropulsada de la ciudad. De la chimenea salía un humo negro que
se mezclaba con los penachos que salían del edificio. Una gruesa
manguera estaba conectada a la bomba y a una toma de agua para
incendios en la calle. El agua caía sobre las llamas que parpadeaban a
través de las ventanas rotas del viejo edificio. Solo una esquina,
dominada por un horno de ladrillos de varios visos, no estaba ardiendo.

—¿Mencionaste algo de que la ciudad no ardía hoy? —preguntó


Amaranthe mientras ella y Wholt se abrían paso entre los curiosos.

—¿Yo dije eso?

El calor los inundó, seco y poderoso. Escamas de madera y papel


carbonizados flotaban en el aire.

—Será mejor que ayudemos a controlar la multitud —dijo


Amaranthe, pero mientras avanzaban, vislumbró a una comerciante de
pie en su mostrador de una tienda de importación de té y café. Otros
propietarios de tiendas se habían unido a la multitud boquiabierta. Dos
hombres se cernían frente a la mujer. ¿Clientes? Dada la proximidad del

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incendio, las compras parecían poco probables—. O podríamos ayudar a


esa señora que creo que está siendo robada.

—¿Eh? —Wholt giró la cabeza—. Oh. No les vendría mal a estos


negocios ser saqueados de vez en cuando. Los comerciantes
prácticamente manejan las cosas por aquí de todos modos. —Pero sacó
su espada.

—Yo iré por delante —dijo Amaranthe—. Tú ve por detrás.

—Ten cuidado. —Wholt trotó por la calle hacia un callejón donde


podía atajar.

Amaranthe entró por la puerta principal. Barriles y botes


abarrotaban los pasillos, y las estanterías rellenas se alzaban del suelo
al techo en cada pared. El aroma a las hojas de té y los granos de café
procedentes de lugares lejanos del mundo se elevaba por encima del
penetrante olor a humo. Con la caja fuerte abierta, la mercader aferraba
un montón de billetes. Sus ojos se iluminaron cuando vio el uniforme de
Amaranthe.

Amaranthe se centró en los dos hombres que se alzaban sobre la


comerciante. Los enormes brutos eran solo medio metro más bajos que
la pila de latas de café que iba del piso al techo y ocupaba el pasillo por
detrás de ellos.

—Vaya, vaya —dijo uno de los hombres, dando un codazo a su


colega—, parece una chica ejecutora. Estamos muy preocupados.

Su compañero se rió. Los rostros de ambos hombres estaban llenos


de cicatrices. Las espadas colgaban de las vainas de los cinturones, y las
fundas de cuero manchadas de sudor evidenciaban un uso frecuente.
Uno de los matones se movió para mostrar una pistola de chispa que
apuntaba a la mercader. Al parecer, no consideraba a Amaranthe una

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amenaza suficiente como para cambiar de objetivo. La indignación se


disparó y su mano se movió hacia su espada. Se contuvo antes de
cometer una tontería. Después de todo, era mejor no tener un arma
apuntando a su pecho.

—Caballeros —dijo Amaranthe—, este robo ha terminado. Si bajan


las armas y se someten a la detención, tal vez pueda hablar con el
magistrado en vuestro nombre. Vuestra posesión de armas de fuego, que,
según el Código de la Ciudad Imperial siete cuatro tres guión A, son de
uso exclusivamente militar, elevará vuestro crimen de un simple robo a
hurto agresivo.

—Maldita sea. —El matón le hizo un gesto displicente con la mano


y luego miró ceñudo a la comerciante—. Danos el dinero, señora.

Amaranthe sacó su espada. Los matones mostraron menos


preocupación que los hombres a los que les parloteaban ardillas furiosas.
Probablemente con razón. La superaban en número y tenían aspecto de
ex-soldados. Aunque ella había recibido entrenamiento con armas y
combate sin armas en la Academia de Ejecutores, era mediocre
comparado con el constante entrenamiento que recibían los militares. Y
ellos lo sabían. Uno de los ladrones adoptó una postura aburrida, con los
labios inclinados en una sonrisa de complicidad.

Un vistazo a la parte trasera del edificio reveló que nadie se


acercaba a ayudar. ¿Qué retenía a Wholt?

El matón movió su peso para avanzar.

Amaranthe dobló las piernas, echó el hombro hacia atrás y lanzó


su espada con todas sus fuerzas. Por reflejo, ambos hombres levantaron
las espadas para bloquear. En cuanto se dieron cuenta de que su arma
no los tocaría, estallaron en carcajadas.

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Los hombres no eran su objetivo.

Su espada se estrelló contra la colección de latas de café que había


detrás de ellos. La pila estalló y los botes llenos golpearon a los ladrones.
El metal golpeó contra piel y huesos, y los hombres maldijeron mientras
se agitaban, tropezaban e inevitablemente caían. Uno de ellos se golpeó
la cabeza con el mostrador al caer y no se movió cuando aterrizó. El otro
se cayó, luchó por levantarse, resbaló con un bote y su barbilla se estrelló
contra el suelo de baldosas.

Amaranthe se abrió camino entre el desastre, pisó la espalda de un


hombre y recogió sus armas. Le entregó la pistola a la comerciante, quien
apuntó alegremente con el arma a los ladrones tumbados mientras
Amaranthe esposaba a uno y encontraba un cordel para atar al otro.

—Bien hecho, Cabo —dijo una voz tranquila desde la dirección de


la puerta principal.

—Gracias. —Empezó a levantar la vista para identificar al


interlocutor cuando Wholt irrumpió por la parte trasera—. ¿Dónde has
estado? —le preguntó—. ¿Te has perdido?

—Había un tercero en la parte de atrás. Tuve que… eh… ehm… —


Wholt se quedó con la boca abierta mientras miraba a Amaranthe—.
Buenos días, Sire —logró finalmente.

¿Sire? Amaranthe se puso de pie lentamente y se volvió.


Apretujados en la entrada, seis hombres altos y corpulentos que vestían
uniformes negros con ribetes de oro, el color de los guardaespaldas de
élite del emperador, enmarcaban a un hombre más pequeño de dieciocho
o diecinueve años. Tenía el pelo castaño pálido, ojos marrones oscuros y,
sí, su rostro era el mismo que adornaba las monedas de la caja fuerte de
la mercader. El Emperador Sespian Savarsin, en el poder este último año
desde que alcanzó la mayoría de edad.

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—Buenos días —respondió el emperador.

Amaranthe balbuceó un saludo. ¿Qué hace el emperador aquí


abajo? ¿No debería estar en algún lugar seguro, haciendo cosas de
emperador? Rebuscó en su memoria el protocolo adecuado y no
encontró… nada. Los emperadores no solían pasearse por las tiendas de
los muelles. Ciertamente, no se mezclaban con la gente de la clase obrera.

La mercader, igual de nerviosa, hizo una profunda reverencia y


dijo:

—Sire, debo disculparme por el estado de desorden que asola mi


tienda.

El emperador arqueó las cejas.

—Yo debería disculparme contigo, señora. Por permitir esto —


Señaló a los matones caídos—, en la ciudad. Afortunadamente, nuestros
ejecutores son bastante competentes. —Él rebotó un poco ante esto y
sonrió a Amaranthe, más como un joven hambriento de un amigo que
como un líder de millones de gente. No seas presuntuosa, Amaranthe.

—Sí, Sire —dijo ella. Le pareció una respuesta segura.

—¿Cómo te llamas? —preguntó él—. ¿Los nombres de los dos? —


Hizo un gesto para incluir a Wholt.

—Cabo Lokdon —dijo Amaranthe—. Y éste es el futuro Sargento


Wholt —añadió cuando Wholt no consiguió pronunciar nada inteligible.

Un hombre pesado, con la papada colgando, entró


atronadoramente por la puerta. Gotas de sudor brillaban en su rostro. El
emperador suspiró como un niño al que su tutor había alcanzado.

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—Sire, aquí está. Tienen el fuego controlado. ¿Quiere terminar con


la inspección ahora?

—La verdad es que no. —El emperador sonrió con nostalgia.

—El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest estará esperando


nuestro regreso puntual.

—Supongo. —El emperador lanzó una mirada lastimera a


Amaranthe mientras salió por la puerta flanqueado por sus guardias.

Cuando la comitiva se hubo marchado, Wholt se revolvió entre las


latas y le dio un codazo a Amaranthe.

—Creo que le has gustado.

Ella resopló.

—Sí, seguramente estoy destinada a ser la próxima emperatriz.

—Eso podría ser ambicioso, pero podrías haberle pedido un


ascenso.

Por un momento, las palabras de Wholt la sedujeron. Si el


emperador le decía al jefe que alguien debía ser ascendido a sargento,
seguramente ocurriría. Y ella lo merecía, ¿no? Trabajaba más que Wholt.
Pero no…

—Si me ascienden, será porque me lo he ganado igual que los


demás. No porque haya suplicado un favor a alguien.

—Te lo has ganado.

***

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Los cuerpos quedaron calcinados hasta el anonimato y aún


humeaban. Ocho, contó Amaranthe mientras caminaba alrededor de la
pila, con las tablas del suelo empapadas crujiendo ominosamente bajo
sus pies. Era un lugar peligroso, ya que el fuego había carbonizado
también los postes y las vigas del sótano. Varias tablas ya habían cedido
y se habían fundido por debajo. Un gran agujero en el suelo marcaba el
lugar donde había estado una mesa de trabajo. Sin embargo, se quedó,
respirando un aire espeso con el hedor del fuego y la muerte, buscando
respuestas a la carnicería.

Los cadáveres habían estado allí, apilados así, cuando entraron los
primeros bomberos. Habían dejado los cuerpos sin tocar para los
ejecutores. Las llamas habían chamuscado los rasgos faciales, la ropa, la
piel y el color del pelo hasta convertirlos en bultos negros indistinguibles.
Amaranthe ni siquiera podía distinguir el género con seguridad.

—Definitivamente, un incendio provocado, señor —informó un


ejecutor novato a Wholt, que se encontraba cerca de una ventana. El
suelo era más estable junto a las paredes—. Hemos encontrado latas de
queroseno vacías abajo.

—Gracias, ah…

—Quets —proporcionó el nombre Amaranthe, levantando la vista


de los cuerpos para centrarse en el ejecutor más joven. Él y su compañero
habían estado cerca y también habían acudido pronto al incendio—.
¿Qué más hay ahí abajo?

—Solo algunas herramientas, un montón de ollas almacenadas en


estantes, y el horno más grande que he visto nunca —dijo Quets.

—Uno se pregunta por qué no se limitaron ellos a incinerar los


cuerpos en el horno —reflexionó Amaranthe—. ¿Por qué incendiar todo
el edificio?

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—¿Ellos? —peguntó Wholt.

Solo pudo encogerse de hombros, pues aún no tenía ni idea de


quiénes eran “ellos” ni de por qué alguien elegiría un estudio de alfarería
para cometer un asesinato en masa. Por supuesto, los cadáveres podrían
haber venido de cualquier parte y haber sido traídos aquí y dispuestos
así para… ¿qué? Sacudió la cabeza.

—Quets —dijo Amaranthe—, lleva el carro al cuartel general, dile


al jefe lo que hemos encontrado y que necesitamos un vagón de vapor.
Los matasanos querrán echar un vistazo a estos cadáveres.

El olor a carne chamuscada le revolvía el estómago. Amaranthe


tomó un camino alrededor de los charcos y se acercó a la ventana donde
estaba Wholt. El hollín manchaba los cristales que no estaban rotos. Los
copos de nieve revoloteaban por los agujeros quemados del techo,
mezclándose con el agua que goteaba de las vigas.

—¿Qué te parece? —preguntó ella.

—Es un desastre.

—Muy perspicaz, gracias.

—Es obvio, ¿no? —preguntó Wholt—. Alguien ha matado a un


montón de gente y ha querido encubrirlo haciendo que los cuerpos no
sean reconocibles. Probablemente querían que ellos y el piso ardieran por
completo. El Cuerpo de Bomberos fue demasiado bueno.

—Mhh —dijo Amaranthe—. Quiero mirar en el sótano. Luego


tendremos que entrevistar a los artistas que trabajan aquí, ver si se sabe
si hay alguna… ocho personas… desaparecidas y si ha estado sucediendo
algo raro por aquí. También deberíamos averiguar quién es el dueño del
edificio.

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—¿Nosotros? —Wholt levantó las cejas—. Somos patrulleros, no


detectives. El jefe enviará a un teniente para que supervise la
investigación.

Amaranthe hizo una mueca. Él tenía razón, por supuesto. Pero este
caso saldría en los periódicos, probablemente en primera plana. Trabajar
en él podría ser la oportunidad que necesitaba para destacar y ganarse
el ascenso. Tal vez podría conseguir que la pusieran en el equipo de
investigación.

—Seguro que es Sicarius —dijo Wholt.

Amaranthe parpadeó.

—¿Qué?

Wholt estaba mirando los cadáveres carbonizados.

—Ya sabes, Sicarius, el asesino, el único criminal con una


recompensa de un millón de ranmyas2 por su cabeza. El único criminal
con una recompensa firmada por el propio emperador Sespian.

—Sé quién es Sicarius —dijo Amaranthe. Gracias a esa


recompensa, todos en el imperio sabían quién era—. ¿Pero por qué crees
que es el responsable de esto?

—Ha vuelto a la ciudad. Me enteré anoche. Uno de los carteristas


del gimnasio que hemos perseguido todo el invierno se entregó. Parece
que estaba en los baños haciendo su circuito de saqueo, y tocó la toalla
de Sicarius antes de darse cuenta de quién eran las cosas en las que
estaba rebuscando. El ladrón se pasó medio día mirando por encima de

2 Ranmyas: Moneda local.

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sus hombros y luego se presentó en el Cuartel General queriendo ser


arrestado para poder esconderse en una celda.

—¿El jefe envió a algunos hombres al gimnasio? —preguntó


Amaranthe, molesta por la idea de que un criminal se atreviera a hacer
ejercicio y bañarse en las instalaciones públicas.

—Dice que no cree al carterista —dijo Wholt—. No le culpo. La


última vez que Sicarius estuvo en Stumps, perdimos treinta hombres
tratando de atraparlo.

—Lo recuerdo. —Un par de hombres de su clase en la Academia


habían estado entre los asesinados. Sin embargo, la idea de hacer la vista
gorda ante un criminal no le gustaba. Arrojar hombres a alguien tan
peligroso tal vez no fuera la solución, pero seguramente habría
alternativas. Si ella fuera la jefa, habría hecho muchas cosas diferentes.
Amaranthe suspiró—. Voy a revisar el sótano.

Varios de los peldaños de madera ennegrecidos estaban rotos por


donde había pasado el pie del novato grande. Por una vez, el hecho de ser
más pequeña que todos los hombres le sirvió de ayuda, ya que llegó a la
parte de abajo ilesa.

Tablas caídas, mesas rotas y otros detritus de arriba ensuciaban el


suelo de cemento. Cuando vio una escoba cubierta de hollín en un rincón,
estuvo a punto de ir a recogerla. Lamentablemente, quienquiera que
viniera a investigar oficialmente no apreciaría que limpiara la escena del
crimen.

Su pie crujió sobre cerámica cuando se dirigió a la entrada del


horno. Ninguna de las ollas de los estantes de atrás estaba rota. ¿Por qué
había fragmentos por todo el suelo?

Se arrodilló para mirar más de cerca.

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La primera pieza que recogió no parecía en absoluto parte de una


olla. Con forma de cono, le recordaba a una taza, pero como no se podía
poner en horizontal, parecía bastante inútil para esa función. La puso de
lado y luego boca abajo. En la última posición parecía una oreja de perro
o gato, aunque era demasiado grande para ser una de las dos.

Otros fragmentos que recogió eran incluso menos identificables. Se


necesitaría alguien con mucho tiempo y dedicación para armar el
rompecabezas.

—Aquí hay cenizas frescas —dijo Amaranthe cuando llegó a la


cámara de combustión.

Wholt se atrevió a dar unos pasos por la precaria escalera.

—Puede que no te hayas dado cuenta, pero hay cenizas frescas en


cualquier parte.

—Estas son del horno, no del fuego del edificio. —Amaranthe


levantó la mano por encima de las brasas—. Todavía están calientes.

—De nuevo, puede que no lo hayas notado, pero aquí cualquier cosa
sigue caliente.

—No estás siendo muy útil, Wholt. Digo que el horno fue usado
recientemente.

—Imagino que la gente cuece ollas aquí todos los días.

Recogió un atizador y revolvió el carbón gris para encontrar brasas


aún rojas.

—¿Y en mitad de la noche? —Wholt no tenía una respuesta


sarcástica para esa pregunta—. ¿Y si…? —Amaranthe se mordió el labio
y miró los trozos de cerámica rotos en el suelo—. ¿Y si el fuego no era en

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absoluto para tapar los cuerpos? O tal vez fueran una razón secundaria.
¿Y si alguien estaba aquí abajo, intentando destruir algo en el horno, pero
no había suficiente espacio? —Eso parecía improbable dado su enorme
tamaño de dos pisos—. O tal vez ellos estaban haciendo algo en el horno,
algo que no querían que nadie viera. O si…

—Por las pelotas del emperador, Amaranthe. ¿Qué cosa nefasta


podrías hacer en un horno?

—Yo, bueno, probablemente tengas razón. Solo estoy pensando en


voz alta.

—Bueno, déjalo. El vagón de vapor está aquí y, sí, hay un teniente


del Distrito NoDoc. Será mejor que subas aquí antes de que te grite por
perturbar las cosas.

Suspirando, Amaranthe subió las escaleras. Volvió a mirar la pila


de cadáveres mientras se dirigía hacia el grupo de ejecutores que se
reunían por dentro de la puerta principal. ¿Quiénes eran esas personas?
¿Víctimas? ¿Secuaces? ¿Inocentes? ¿Colaboradores?

Tan pronto como vio al teniente, Amaranthe trotó y se puso firme


ante él.

—Señor, soy la Cabo Lokdon, y he estado mirando por aquí. Tengo


algunas ideas. ¿Va a elegir gente para su equipo de investigación?

—He oído hablar de ti, cabo —dijo el alto y delgado hombre canoso.

¿Lo había hecho? Ella levantó las cejas. ¿En el buen sentido?

—Tienes fama de fastidiosa —dijo.

Sucios ancestros. ¿Eso era lo que sabían de ella los agentes de otros
distritos?

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—¿Por qué no dirigís tú y tu compañero el equipo de limpieza aquí?


Todo el bloque es un desastre.

Amaranthe lo miró fijamente. Esa era una tarea para un par de


novatos. Si iba a ganarse el ascenso, tendría que distinguirse por detener
villanos y resolver crímenes, no por hurgar en la calle con una escoba y
un recogedor.

—¿Hay algún problema, cabo? —preguntó el Teniente.

Ella reprimió la primera respuesta que se le ocurrió, una que solo


la metería en problemas.

—El… ¿equipo de limpieza, señor? —dijo en su lugar—. Tengo un


buen ojo para los detalles. Creo que yo podría…

—Sí, el equipo de limpieza —dijo el teniente, con una advertencia


en sus ojos—. Es una tarea más apropiada. Las jóvenes no deberían estar
rodeadas de cuerpos sangrientos. —Se dirigió hacia las escaleras,
dándole una palmadita en el hombro al pasar—. Lo harás bien.

A duras penas, Amaranthe tuvo la disciplina de salir al exterior,


donde la multitud se había disipado, antes de arrancar su espada y
lanzarla contra la pared más cercana. La punta rebotó en lugar de
hundirse con un satisfactorio golpe, y el arma cayó con estrépito sobre la
acera helada. Se acercó, la recogió y pensó en volver a lanzarla. Tenía
muchas ganas de ensartar algo.

Wholt, que acababa de salir, levantó los brazos, dio un paso atrás
y, sabiamente, mantuvo la boca cerrada.

Amaranthe volvió a meter la espada en su funda, haciéndose un


corte en la mano en el proceso.

—Que bien —murmuró ante la punzada de dolor.

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Supervisaría la limpieza de la calle, pero luego iba a conseguir que


la pusieran en el equipo de investigación. De una forma u otra.

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Capítulo Dos
Cuando Amaranthe llegó al Cuartel General de los Ejecutores esa
tarde, ya había organizado mentalmente una ordenada lista de razones
por las que debían incluirla en la investigación. Con la barbilla levantada,
abrió de golpe la puerta principal y casi chocó con el Jefe Gunarth, que
caminaba de un lado a otro por el pasillo.

—¿Qué hiciste, cabo? —le preguntó antes de que ella pudiera


mencionar el incendio provocado o su lista.

—¿Señor?

—El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest quiere verte —dijo el


jefe.

La lista se evaporó de su mente y apoyó la mano en la fría pared de


piedra caliza del pasillo. El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest era
el militar de más alto rango del imperio. Cada uno de los ocho Lores
Comandantes Generales de las satrapías3 respondía personalmente ante
él. También había sido el consejero más cercano del emperador
Raumesys durante cuarenta años y el regente de Sespian durante tres.
Debido a la juventud de Sespian, muchos todavía lo consideraban la
máxima autoridad del imperio.

—¿Quiere verme a mí? —Amaranthe se aclaró la garganta para


ocultar el chillido que subyacía en su última palabra.

—A ti —dijo el Jefe Gunarth—. Solicitada por tu nombre. Debes ir


al Cuartel Imperial inmediatamente. En realidad, el mensajero llegó hace

3 Nombre que recibían las diferentes provincias en la antigua Persia.

Serie El Filo del Emperador 01 25


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dos horas, pero no estabas en tu ruta asignada. —Le dirigió una mirada
fría.

Eso no era justo.

—Señor, Wholt y yo estábamos respondiendo al fuego en…

—Dame tu informe más tarde. Ya ha oscurecido. Será mejor que


lleves tu culo al cuartel antes de que incomodes a Hollowcrest retrasando
su cena.

—Sí, señor.

El aire fresco del crepúsculo se arremolinaba alrededor de sus


mejillas cuando Amaranthe tomó un tranvía hacia el centro de la ciudad.
Se estremeció y se acercó a la caldera que silbaba el calor que irradiaban
sus paredes.

Situado en la cima de la colina de Arakan, el Cuartel Imperial


dominaba la ciudad y el lago helado, y empequeñecía incluso las casas
más grandes del Ridge. Los antepasados del emperador habían rechazado
la idea de un “palacio” y habían elegido una antigua fortaleza en lo alto
de la colina como sede imperial.

No había ninguna parada de tranvía cerca de la puerta…


aparentemente no se animaba a las visitas casuales para mirar con
curiosidad… así que Amaranthe se bajó cuando el tranvía retumbaba
junto a los muros exteriores. Ya había realizado movimientos similares
antes, pero la combinación de pavimento resbaladizo y centinelas
vigilando probablemente hizo que el resbalón fuera inevitable. Sus pies
patinaron sobre el hielo y se agitó antes de recuperar el equilibrio, si no
su dignidad.

Las risas llegaron desde arriba. En lo alto de los muros de piedra,


dos mosqueteros descansaban apoyados en un cañón, sus siluetas

Serie El Filo del Emperador 01 26


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negras contra el cielo estrellado. Amaranthe se limitó a una breve mirada


ceñuda mientras caminaba hacia la entrada.

En un formidable despliegue de redundancia, dos imponentes


soldados bloqueaban la puerta enrejada. Amaranthe no pudo evitar
sentir que, como ejecutora, solo jugaba a ser un guerrero. Los soldados
imperiales ya eran suficientemente intimidantes; los hombres de élite que
tenían el privilegio de proteger el hogar del emperador representaban lo
mejor.

—Uhm, hola —dijo, y luego se maldijo por sonar como una niña
asustada—. Soy la Cabo Amaranthe Lokdon. El Comandante de los
Ejércitos Hollowcrest solicitó verme.

—Es tarde —dijo uno de los guardias con una voz que recordaba el
rechinar de las botas en la grava.

—Me doy cuenta de ello. ¿Podría comprobar si estoy en la lista? —


No tenía ni idea de si había una lista, pero le pareció que era lo correcto.

Los dos guardias le dirigieron unas miradas planas y hostiles. Sus


expresiones carentes de humor eran tan similares que Amaranthe se
preguntó si era parte del entrenamiento. Miradas de desaprobación,
curso avanzado. Finalmente, uno de ellos introdujo el brazo entre las
rejas y sacó un portapapeles de algún gancho interior. Se puso debajo de
una de las dos lámparas de gas que extendían pálidos globos de luz a
ambos lados de la puerta.

Amaranthe se agitó mientras él leía. La anticipación luchó contra


la inquietud de sus entrañas. ¿De qué se trataba esta reunión? ¿Sería un
buen augurio para ella, o un mal augurio? En cualquier caso, ¿por qué
alguien tan importante como el Comandante de los Ejércitos se iba a
molestar con ella? El emperador debió decir algo después de verla esta
tarde. ¿Tenía en mente alguna recompensa? Parecía poco probable… ella

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no había hecho nada más que lo que requería el trabajo. Sin embargo, la
incipiente esperanza prosperó y pensó en las palabras de Wholt. Tal vez
debería pedirle a Hollowcrest un ascenso. No, decidió. La posibilidad de
una recompensa la emocionaba, pero no pediría un favor.

—Huh —dijo el guardia—. Estás en la lista.

El otro dijo:

—Parece que el viejo quiere a alguien que le mantenga los pies


calientes esta noche.

Amaranthe osciló entre el enfado por la suposición y la ansiedad


por la insinuación. Se conformó con un cortante:

—¿Puedo entrar ya?

Uno de los soldados gritó a alguien en el patio. Otro hombre


apareció y asumió su puesto, y el primero relevó a Amaranthe de sus
armas y la condujo a través de la puerta.

Unos pasillos bordeados por postes de luz atravesaban el césped


cubierto de nieve. Numerosas dependencias adornaban la instalación,
pero el guardia la condujo a la estructura principal. Cuando llegaron a
las escaleras de mármol pulido, tuvo que dar pasos exagerados para
subirlas. A ambos lados del rellano, unas estatuas doradas de hombres
con el pecho desnudo luchaban entre sí.

—Arquitecto pretencioso —murmuró Amaranthe.

—¿Qué has dicho? —preguntó el guardia.

—Qué obra de arte tan bonita.

El guardia gruñó dubitativo.

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Las puertas dobles doradas se abrieron por si solas, impulsadas


por alguna maquinaria oculta. Un único pasillo se extendía hasta un
lejano punto de salida con docenas de puertas a ambos lados. El estilo
de decoración continuaba en el interior, llamativo pero coherente en su
reverencia al guerrero. En nichos periódicos había más estatuas de
héroes antiguos, algunos desnudos y enzarzados en combates de lucha,
otros con armas y armaduras de época. Todos tenían rasgos torpes y poco
realistas. Su pueblo podían ser ingenieros sin parangón, pero no eran
grandes artistas.

Armas de diferentes épocas se posaban entre las lámparas de gas


de las paredes. Los dedos de Amaranthe se movieron hacia su pañuelo
cuando notó que una de ellas aún mostraba manchas de sangre. Sí,
vamos a borrar ochocientos años de historia con un trapo. Se metió las
manos en los bolsillos y miró resueltamente hacia delante mientras
caminaba.

Su escolta la condujo un largo trecho antes de que las escaleras se


bifurcaran, un conjunto conducía hacia arriba, otro hacia abajo.
Subieron al tercer piso y se detuvieron ante una puerta vigilada. El guía
de Amaranthe la dejó sola ante el soldado. Afortunadamente, debía tener
órdenes de admitirla, porque empujó la puerta sin decir nada y le hizo
un gesto para que entrara.

—Gracias —murmuró Amaranthe, aunque dudó antes de entrar.


Una gota de sudor recorrió su caja torácica.

Muestra algo de fortaleza, chica.

Con los hombros hacia atrás, entró en el despacho. Sus botas


resonaron en el frío suelo de madera. El utilitario mobiliario de la
habitación estaba ordenado, pero mapas torcidos y enroscados que
empapelaban las paredes hicieron que Amaranthe quisiera comenzar a

Serie El Filo del Emperador 01 29


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reorganizar las chinchetas. Una estufa de carbón brillaba en una


esquina. Era lo único cálido en la habitación.

El hombre de cabello blanco que estaba detrás del escritorio había


cumplido fácilmente los setenta años, pero seguía teniendo la complexión
de un soldado. Sus rasgos afilados carecían de humor. Sus ojos negros
brillaban detrás de unas gafas que no hacían nada por distorsionar su
frialdad.

Entonces, este era el que enseñaba la clase de Mirada de


Desaprobación. Amaranthe bajó la mirada hacia las carpetas y los
papeles apilados al azar en su escritorio. Juntó las manos en la espalda
para evitar ordenar el desorden. Probablemente él no aprobaba que la
gente tocara sus pertenencias. Probablemente no aprobaba que la gente
respirara. No era de extrañar que tanta tristeza hubiera envuelto al
emperador; con este hombre como asesor, probablemente no hubo
muchas risas en las reuniones.

—Cabo Lokdon —dijo el Comandante de los Ejércitos Hollowcrest.

—Sí, señor.

—Qué bueno que hayas venido tan pronto. —Dicho por otro, las
palabras podrían haber sonado amigables, pero el tono sarcástico del
hombre embotó el efecto.

Amaranthe cambió su peso. Una tabla del suelo crujió.

—Te estarás preguntando por qué te llamé aquí —dijo Hollowcrest.

—Sí, señor.

Él revolvió en los papeles y abrió una carpeta.

Serie El Filo del Emperador 01 30


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—He estado revisando tu expediente. Tienes una educación


medianamente decente, aunque no terminaste el último curso en la
Escuela de Negocios para Mujeres de Mildawn. —Pasó la página superior
para mirar otra—. Ese es el año que tu padre, un minero del carbón,
murió de la enfermedad del pulmón negro. Todo el dinero que debió haber
gastado en enviarte a esa escuela, y no terminaste. En lugar de eso,
mentiste sobre tu edad, hiciste el examen de ingreso a la policía y te
inscribiste en la academia. ¿Lo he entendido bien, hasta ahora?

—No podía permitirme terminar la escuela, señor —dijo Amaranthe


con rigidez—. Mi padre estuvo enfermo durante meses antes de morir, y
no recibió ninguna paga durante ese tiempo. Trabajé, y cuidé de él, y fui
a la escuela hasta que falleció, pero no pude permitirme pagar la
matrícula y el alquiler de un piso después.

—Ya veo.

Amaranthe se sintió como si estuviera haciendo equilibrio sobre el


lago helado. ¿Podría abrirse un agujero debajo de ella y absorberla? No
era sorprendente que Hollowcrest tuviera acceso a todos sus
antecedentes, pero la alarmaba que se hubiera molestado en
investigarlos. ¿Qué había hecho ella para justificar tal escrutinio?
Seguramente no estaba aquí por haber mentido sobre su edad hace siete
años.

—Has elegido un camino difícil —dijo Hollowcrest—. Una mujer


ejecutora es rara, aunque ahora esté permitida. ¿Por qué no trabajar para
alguien en un negocio o empezar el tuyo propio? Parece ser la tendencia
para las mujeres educadas en estos días. —Su última frase vino
acompañada de una leve burla.

Supuso que un hombre de la edad de Hollowcrest recordaba la


época en que las mujeres no tenían más ambición que la de dar a luz a
futuros soldados. Sabía que la creciente influencia financiera de ellas

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alarmaba a los conservadores, pero sus ambiciones no estaban


relacionadas con los negocios. ¿Por qué sacaba a colación el tema ahora?

—Fui a la escuela porque era lo que mi padre quería —dijo—.


Nunca me interesaron mucho los negocios.

—¿No? Tus notas sugieren lo contrario.

—No me importaron las clases. Solo el objetivo final parecía…


superficial. Quiero servir al trono, no a mis propios bolsillos. Quiero ser
la primera jefa de los ejecutores del imperio, señor, ser alguien que la
historia recuerde.

Hollowcrest frunció el ceño. Respuesta incorrecta, pero, ¿por qué?


Amaranthe volvió a desplazar su peso, todavía luchando por ganar el
equilibrio en esta conversación.

El anciano pasó unas cuantas páginas más en su escritorio, los


tendones saltando en el dorso de sus arrugadas manos color bronce. Las
brasas se movieron en la estufa. Subrepticiamente, Amaranthe se limpió
las manos húmedas en los costados de su pantalón.

—¿Te interesaría una misión independiente? —preguntó


finalmente Hollowcrest—. ¿Algo que te suponga un reto?

A Amaranthe se le cortó la respiración en la garganta. ¿Acaso todas


estas preguntas no eran un interrogatorio sino una entrevista? Se
encontró haciendo equilibrio sobre los dedos de los pies.

—¿Señor?

Hollowcrest se recostó en su silla.

—¿Has oído hablar de un forajido llamado Sicarius?

—Sí, señor. Es un asesino, buscado por crímenes contra el imperio.

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—Un eufemismo. En los últimos cinco años, ha sido responsable


de la muerte de unos trescientos soldados imperiales, doscientos
ejecutores de varias ciudades del imperio, media docena de patriarcas de
la casta guerrera, trece funcionarios de la ciudad…

Mientras la lista continuaba, la mandíbula de Amaranthe se aflojó.


Ni el número ni la profundidad de estos crímenes figuraban en el boletín
de búsqueda. Probablemente estaba en su ficha de los ejecutores, pero
los asesinos no eran algo de lo que se ocupaba un patrullero, y a ella
nunca le habían pedido que lo buscara.

—Es sospechoso de connivencia tanto con los kendorianos como


con los nurianos —dijo Hollowcrest—. Y hace apenas dos meses, asesinó
al Gobernador sátrapa Lumous.

—Había oído hablar de esa muerte, señor. Los periódicos decían


que fue un accidente.

—Sí, Lumous se ganó accidentalmente la ira de alguien y le


clavaron una daga en la espalda —dijo Hollowcrest—. Nuestros enemigos
leen nuestros periódicos. Naturalmente, no confesamos detalles que
puedan hacer que el Imperio Turgoniano parezca débil.

—Naturalmente, señor —dijo Amaranthe, tratando de no parecer


demasiado horrorizada—. ¿Qué estaba haciendo antes?

—¿Qué? —preguntó Hollowcrest.

—Usted dijo que Sicarius había hecho todo esto en los últimos
cinco años. ¿Qué hacía antes? Todos esos nefastos logros no suenan
como el trabajo de alguien joven y prometedor.

Por un momento, Hollowcrest la consideró con los ojos medio


cerrados. ¿Tal vez decidiendo si ella era digna de algún secreto que él
podría tener que divulgar? Pero todo lo que dijo fue:

Serie El Filo del Emperador 01 33


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—Creo que tiene unos treinta años. Sus orígenes son desconocidos.

Amaranthe abrió la boca para hacer otra pregunta, pero


Hollowcrest la cortó.

—Habrás oído que ha llegado recientemente a la ciudad —dijo—.


Es conocido por ser contratado para asesinatos, por lo que su presencia
aquí es inquietante. Dentro de unas semanas se celebrará el
decimonoveno cumpleaños de Sespian, un evento multitudinario con
invitados y diplomáticos de todo el mundo. Me temo que también podría
servir de escenario para un vistoso asesinato.

Amaranthe hizo una mueca. El joven que había conocido en esa


tienda había sido tan gentil e inofensivo, especialmente dado el número
de señores de la guerra tiránicos que lo habían precedido. Ni siquiera
había tenido la oportunidad de asumir su propia autoridad todavía.

—Sespian puso una prodigiosa recompensa por la cabeza de


Sicarius —dijo Hollowcrest—, pero cuantos más soldados enviamos tras
él, más mata.

—Y ejecutores. Lo sé, señor. —Lo que Amaranthe no sabía era cómo


esto se relacionaba con ella. ¿Qué podía hacer ella?

—Está claro que tenemos que seguir una nueva aproximación —


continuó Hollowcrest—. Eres una mujer atractiva y, según tu historial,
bastante capaz. Todo lo que tienes que hacer es localizar a Sicarius,
seducirlo y llevarlo a alguna habitación oscura. Una vez allí, una sonrisa
femenina te permitirá deslizarte cerca, desenfundar tu daga y lograr lo
que pelotones de soldados no han podido hacer en los últimos años.

Amaranthe dio un paso atrás antes de poder contenerse. ¿Solo


tenía que seducir a alguien? Era una ejecutora, no una prostituta.
Además, se había pasado toda su vida adulta tratando de ser tan dura,

Serie El Filo del Emperador 01 34


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fuerte y segura de sí misma como sus homólogos masculinos. ¿Qué sabía


ella de seducción? ¿Y de asesinatos? Capturaba a los criminales y los
llevaba ante el magistrado para que se hiciera justicia. No los mataba.
Buscar deliberadamente a alguien para ese propósito… Eso era
despreciable.

—Señor, yo no… —comenzó Amaranthe.

—Tal logro —interrumpió Hollowcrest—, te ganaría un gran


reconocimiento… un ascenso.

Ella aspiró un poco de aire.

—De hecho —continuó Hollowcrest— alguien que pudiera lidiar


con Sicarius sería sin duda material de oficial.

¿Le estaba ofreciendo la oportunidad de saltar directamente a


teniente? Todopoderosos antepasados del emperador.

Hollowcrest la observó atentamente. La estaba manipulando,


atrayéndola a hacer algo que le resultaba desagradable. Cualquier tonto
podía ver eso, pero lo que él ofrecía era todo lo que ella quería.

Seguramente podría eliminar a alguien que era un criminal


probado. Es cierto que los asesinos eludían la justicia, lo que los
convertía en algo innegablemente malo, pero si ese Sicarius se
presentaba, el magistrado le asignaría la pena de muerte de todos modos.
Matándolo sobre el terreno, ahorraría tiempo y personal al departamento.
Sería por el bien de todo el imperio.

Amaranthe se frotó la cara. La necesidad de justificar su decisión


estaba pisoteando todos sus pensamientos. Sin embargo, ¿era realmente
tan grave? ¿Sería realmente una mancha a su integridad? Aunque lo
fuera, cada día la gente sacrificaba mucho más que la integridad para
conseguir lo que quería. Además, se trataba del Comandante de los

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Ejércitos, no era un hombre al que fuera inteligente rechazar. Ni siquiera


sabía si la negativa estaba permitida.

—Lo haré, señor —dijo Amaranthe.

—Excelente —dijo simplemente, aunque ella captó un brillo de


satisfacción depredador en aquellos ojos oscuros.

Hollowcrest sacó una carpeta de un cajón y extrajo un solo papel.

—Un boceto de Sicarius. Es bastante exacto, al menos de hace


cinco años.

Amaranthe aceptó el boceto y lo estudió. Admiró la precisión del


nítido retrato. Seguramente el artista no estaba emparentado con los
poco sutiles escultores responsables de las estatuas del primer piso. En
el dibujo de tinta negra, los rasgos del criminal parecían crueles y
amenazadores. El pelo corto de estilo militar coronaba un rostro anguloso
sobre un torso delgado y musculoso.

—Es rubio —dijo Hollowcrest, sobresaltándola.

—¿Qué?

—Su pelo. Es difícil de distinguir en el dibujo.

—Oh —dijo ella. El pelo rubio era raro en el imperio, una nación de
gente cuya sangre se había mezclado y vuelto a mezclar a través de
generaciones de conquistas y expansión; la mayoría de los ciudadanos
compartían piel bronceada y los mechones oscuros de Amaranthe.

—¿Dónde debo buscarlo, señor? —Pensó en la sugerencia de Wholt


de que Sicarius podría estar detrás del incendio de la alfarería, pero eso
había sido una especulación infundada. El hombre podría estar en
cualquier lugar de la ciudad.

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—Dejaré eso a tu ingenio —dijo Hollowcrest—. Encontrarlo es una


tarea factible. Sicarius no viaja disfrazado y, aunque es discreto, va donde
le place. Sin embargo, tiene la habilidad de saber cuándo nuestros
soldados o ejecutores están tratando de tenderle una trampa. Entonces
desaparece. —Hollowcrest hizo una mueca—. O no lo hace. Los
resultados son menos devastadores cuando lo hace.

—Entiendo, señor. ¿Cuándo debo empezar?

—Inmediatamente. No hables con nadie de esta misión. Es


imperativo que el criminal no se entere de que estamos al tanto de él y
que lo estamos buscando.

—¿Y qué pasa con mis tareas habituales, señor? Tendré que
informar a mi superior.

—Me encargaré de informar a tu jefe de distrito. Ni siquiera


necesitas ir a casa; tengo a un soldado esperándote con dinero. Si decides
comprarte ropa nueva… —Una arruga de su nariz ante su uniforme
manchado de hollín implicaba que esto era más que una sugerencia—…
no vayas a las tiendas que sueles visitar.

No había problema. Las tiendas que visitaba se inclinaban más


hacia los uniformes y la ropa funcional en lugar de lo que las mujeres
usaban para seducir a los hombres. No mucho, supuso.

—Evita tus lugares típicos hasta que la misión esté completada —


finalizó Hollowcrest—. Del mismo modo, no regreses a tu casa hasta que
me hayas informado.

Amaranthe se preguntó por qué era tan imperativo que no se


relacionara con nadie conocido. El Cabo Wholt ciertamente no iba a ir a
buscar a Sicarius e informarle de sus intenciones si ella se lo contara.

—Señor, ¿qué…?

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—Puedes irte ahora —dijo Hollowcrest—. El soldado que está frente


a mi puerta te escoltará.

Amaranthe anhelaba interrogar más al hombre. Pero Hollowcrest


ya se había vuelto a los papeles de su escritorio. Ella lo miró fijamente
por un momento, luego giró sobre sus talones y salió por la puerta. No
era una imbécil; podía encontrar las respuestas a sus propias preguntas.

Como había prometido, un soldado esperaba en el pasillo, con un


sobre lleno de billetes en la mano. La siguió por el pasillo, hacia las
escaleras que la llevarían de vuelta al primer piso.

—Cabo Lokdon —llamó una voz antes de que llegara a las


escaleras.

El joven emperador trotó por el pasillo en calcetines. Llevaba un


bloc de papel agarrado bajo su brazo. Sus guardias, completamente
armados y blindados a pesar de la hora, le seguían obedientemente.

—Hola —dijo el emperador con alegría—. ¿Qué estás haciendo


aquí? —Antes de que Amaranthe pudiera responder, continuó
parloteando—. ¿Estás de servicio? ¿Vas a trabajar en el cuartel?

—Acabo de recibir una misión, Sire.

—¿De verdad? Suena emocionante. —Sonrió esperanzado, con los


ojos ávidos de detalles.

—Va a ser… un reto. —Amaranthe se encontró reacia a dar más


información. Tenía la sensación de que él podría ser del tipo de persona
que pondría la seguridad de una persona por encima de la posibilidad de
un logro, y cancelaría su misión. Si alguien podía anular a Hollowcrest,
sería el emperador. Hace un momento, temías la idea de un asesinato, ¿y
ahora no quieres renunciar a la posibilidad de esta misión?

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Amaranthe se salvó de más declaraciones acusadoras desde el


fondo de su mente, cuando el emperador sacó algo de su bolsillo y se lo
extendió. Ella lo aceptó con curiosidad. Era uno de los brazaletes de
cadena que llevaban los soldados en la batalla. Un lado aplanado dejaba
espacio para inscribir el nombre de uno en caso de que el cuerpo fuera
irreconocible cuando se recuperara. Este brazalete en particular era
mucho más ornamentado, y valioso, que cualquier otro que Amaranthe
hubiera visto. La cadena dorada estaba tejida en un complejo patrón que
cabría esperar en hilo, pero no en metal.

—Tómalo para que te de suerte —dijo el emperador, sonriendo.

Ella parpadeó.

—Sire, no puedo…

—¿Te gustaría ver en lo que estoy trabajando? —Le acercó su bloc


de papel—. Es el diseño de un ala de arte en la Universidad.

Aunque sabía poco de arquitectura, el detallado plano impresionó


a Amaranthe.

—Hasta ahora —continuó él—, no había ningún lugar para que los
estudiantes se reunieran y estudiaran escultura, escritura y pintura. —
Su boca se torció irónicamente—. Sin embargo, hay cuatro academias
militares en cada satrapía. También estoy planeando una nueva ala de
ciencias.

Aunque su pasión brotaba como una fuente refrescante, las


diferencias entre sus puestos dejaron a Amaranthe con la mirada
perdida. ¿Qué podía decirle?

El emperador negó con la cabeza.

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—Lo siento, estoy parloteando. ¿Qué tipo de misión vas a realizar?


¿Quién te la ha asignado? ¿Por qué empiezas aquí? No es que me moleste.
Es agradable ver una cara nueva. Estos pasillos son tan monótonos,
como una prisión. —La sonrisa irónica regresó—. Estoy parloteando de
nuevo, ¿no?

—Yo… creo que está permitido, Sire —dijo Amaranthe—. Acabo de


tener una cita con…

El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest apareció, moviéndose


con sorprendente presteza para un hombre mayor. Colocó un brazo sobre
los hombros del emperador.

—Ah, Sire. Aquí estáis. ¿Os importaría venir a mi despacho un


momento? Tengo algunos documentos que me gustaría discutir con
usted.

El emperador retiró el brazo de Hollowcrest y se apartó. Se guardó


el bloc bajo el brazo y dirigió una mirada franca al anciano.

—¿Documentos para discutir a altas horas de la noche? Más


dedicado a tu trabajo que de costumbre, ¿no es así, Hollow?

Si el emperador había parecido un poco simple mientras hablaba


con Amaranthe, ella se dio cuenta de que probablemente tenía más que
ver con su pertenencia al sexo opuesto que con cualquier torpeza por su
parte.

—Es importante, Sire —dijo Hollowcrest con una sonrisa que no


llegó a sus ojos—. Solo nos llevará unos momentos.

El emperador levantó la mirada hacia el techo, le dio las buenas


noches a Amaranthe y luego volvió a recorrer el pasillo en dirección
contraria. Ella frunció el ceño y se dio cuenta de que aún tenía el
brazalete.

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—Artonis —dijo Hollowcrest.

Uno de los guardias del emperador se retiró de la fila y se colocó


ante Hollowcrest.

—Encárgate de que el emperador tome su té. Parece demasiado…


animado esta noche.

—Sí, señor. —El guardia trotó tras los demás, con su cota de malla
tintineando.

Amaranthe frunció el ceño tras él. ¿Té?

Hollowcrest se dio cuenta de que ella seguía allí y le hizo un gesto


hacia la puerta.

—Creo que tienes que cazar a alguien.

—Sí, señor —dijo Amaranthe.

Dejó que su guía la sacara del edificio. Esta vez, con los
pensamientos dando vueltas en su cabeza, no se fijó en el paisaje. Ese
encuentro la había dejado dudando de la veracidad de Hollowcrest,
aunque no le había sorprendido. No tenía ninguna razón para creer que
el Comandante de los Ejércitos le diría todo a un vulgar ejecutor. Pero si
estaba guardando secretos al emperador… Parecía que la vieja reliquia
estaba sedando a Sespian. Tal vez más. ¿Cómo podía aceptar una misión
de alguien que podría estar traicionando al imperio?

Pero, ¿qué podía hacer? Si armaba un escándalo o desobedecía a


Hollowcrest, éste podría destruir su carrera. O algo peor.

Si, por el contrario, cooperaba, asesinaba a Sicarius y se ganaba


su ascenso. Bueno, podría investigar sus inquietudes más tarde, cuando

Serie El Filo del Emperador 01 41


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Hollowcrest no la tuviera en el punto de mira. Sí, así tendría que ser.


Primero, tenía que completar la misión.

Se detuvo bajo una lámpara en el patio y volvió a mirar la imagen


del forajido. El rostro frío la inquietaba, y la idea de la seducción le
parecía ridícula, posiblemente suicida. Si quería acabar con un asesino
experimentado, tendría que hacer algo que él no esperara.

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Capítulo Tres
Tan pronto como entró en su suite, Sespian Savarsin, emperador
de la nación más poderosa del mundo, se dio una palmada en la frente.

—Idiota balbuceante. —Se paseó por la alfombra de la antesala—.


Ella cree que soy un idiota balbuceante.

Un suave golpe vino del dormitorio, y un elegante gato de color


canela con una máscara y patas de color marrón intenso entró en la sala.
Se subió a un escritorio junto a la ventana.

Demasiado agitado para darle al gato sus habituales caricias,


Sespian siguió paseando.

—La chica… no, mujer… más serena, competente y hermosa que


he conocido aparece en mi pasillo, y yo balbuceo. —Se pasó la mano por
el pelo con la suficiente fuerza como para desprender varios mechones—
. Y luego dejo que Hollowcrest me eche como a un niño de cinco años que
se le dice que se vaya a la cama sin cenar. Aunque quizás deba
agradecérselo. Probablemente me salvó de pasar más vergüenza. —
Sespian se puso frente al gato—. Fue malo, Trog. Muy malo.

Trog se sentó en el escritorio y movió la cola de un lado a otro. Una


telaraña colgaba de su oreja. No era de extrañar. Su nombre era la
abreviatura de troglodita, una etiqueta recibida debida a su afición de
explorar viejos y polvorientos conductos y pasadizos del Cuartel. El
movimiento de la cola hizo que un boceto revoloteara sobre la alfombra.
Trog no respetaba los esfuerzos artísticos, pero al menos escuchaba.

—Deberías haberla visto —dijo Sespian—. Era tan imperturbable,


pero no arrogante en absoluto. Una ejecutora. No una matrona estirada

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dedicada a mantener los valores de la casta guerrera, y no una mujer de


negocios manipuladora que pretende venderte algo. Alguien que mira por
la gente. Qué maravillosa amiga y aliada sería. Tal vez más. —Sonrió con
nostalgia—. Sin embargo, la hice sentir incómoda. Porque soy el
emperador. Estúpidas reglas sociales. Me pregunto cómo habría ido si yo
hubiera sido un hombre cualquiera de la calle. ¿Qué habría dicho ella?
¿Crees que soy su tipo?

Trog bostezó y se dejó caer de lado, moviendo la cola.

Sespian enarcó una ceja.

—Es como si trataras de decirme que mis insignificantes


divagaciones románticas, aunque sean de un gran interés para mí, son
intrascendentes para los demás. —Se sentó en la silla frente al escritorio
y pasó sus dedos por el grueso pelaje de Trog—. Probablemente tengas
razón.

Trog ronroneó y estiró las patas. Siempre le gustaba que le dijeran


que tenía razón.

Mientras Sespian acariciaba al gato, miró por la ventana, donde la


nieve que caía cubría los terrenos. Amaranthe había sido una deliciosa
distracción, pero al desvanecerse el evento, su dolor de cabeza regresó.
Sespian suspiró y trató de ignorarlo.

—No debería dejar que me presionara más.

Trog giró una oreja.

—Hollowcrest. Cuando padre murió, yo tenía muchas ideas. Pero


después de tres años con Hollowcrest como regente… supongo que me
acostumbre a seguir sus órdenes. —Sespian hizo una mueca—. Y así lo
hicieron todos los demás. Tengo que cambiar eso. Ahora yo soy el que

Serie El Filo del Emperador 01 44


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estoy al cargo, y necesito ser alguien que pueda liderar un imperio, y tal
vez alguien que le guste a Amaranthe.

Sonó un golpe.

—Adelante —dijo Sespian.

El familiar aroma del té de hierbas de manzana acompañó al


sirviente, Jeddah, al interior de la suite. El vapor salía de una taza de
porcelana sobre una bandeja de plata. El hombre dejó la bandeja sobre
una otomana.

—Gracias, Jeddah —dijo Sespian.

El hombre se inclinó y salió.

Cuando Sespian se levantó, su dolor de cabeza se intensificó. Hizo


una mueca de dolor. Ahora el dolor se presentaba todos los días, un
compañero constante y odiado.

Al menos el té parecía ayudar. Era el favorito de su madre. Había


transcurrido más de una década desde su muerte, pero aún la echaba de
menos. Padre, el gran emperador guerrero, había sido un obstáculo que
había que superar… o evitar… pero madre lo había amado y nunca había
dejado de apoyarlo. Cada noche, cuando bebía el té, se sentía cerca de
ella, como si estuviera honrando su memoria.

Sespian tomó la taza. Inhaló profundamente, la agradable mezcla


de hierbas le hizo cosquillas en la nariz. No era tan dulce como la sidra
especiada, pero le calentaba y calmaba mientras bajaba por su garganta.

Pronto se terminó la taza.

***

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Al día siguiente, Amaranthe visitó el Laberinto. Desde fuera,


parecía poco más que un almacén, pero la larga cola en la que se metió
prometía algo más entretenido. El establecimiento solo llevaba unos
pocos años abierto, pero ya era más popular que cualquier otro lugar de
juego en la ciudad. También era el más rentable, aunque la cuestión de
la legalidad del local había surgido en más de un informe de los agentes.
Sin embargo, este no era su distrito, por lo que nunca lo había visitado.

Vestida con una parka, una falda hasta los tobillos, polainas y la
chaqueta ajustada de una mujer de negocios, estaba un poco fuera de
lugar entre la gente que se agolpaba y que llevaba monos de trabajo o
uniformes laborales bajo sus abrigos. Pero esperaba reunirse con la
propietaria, no mezclarse con los jugadores.

Cuando el portero la dejó entrar, un momento de claustrofobia se


apoderó de ella. Cientos de hombres y mujeres vitoreando se agolpaban
por todos los lados. El espeso humo del tabaco y de la hierba de warkus
no conseguía borrar el hedor del sudor rancio y de los cuerpos bañados
en alcohol.

Como la multitud impedía a Amaranthe ver la disposición, encontró


un pilar de apoyo y se subió a la base de hormigón. Filas de bancos
formaban cuadrados descendentes alrededor de un pozo de cincuenta
metros de ancho, lleno del laberinto en constante cambio que daba
nombre al establecimiento. Incluso mientras miraba, una sección de la
pared se desprendió y empezó a moverse. Se deslizó por una de las
innumerables vías del suelo y se introdujo en una nueva ranura en el
otro extremo del foso. Otras dos paredes iniciaron un viaje diferente antes
de que la primera terminara. Dentro del laberinto, un tipo corpulento
vestido con una túnica blanca salió de un callejón sin salida y buscó un
nuevo camino. Cuatro clackers, construcciones mecánicas con pinzas
parecidas a las de los cangrejos, rodaban por el laberinto sobre peldaños.
En el centro del laberinto, una pequeña alcoba albergaba un estrado. Un

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pequeño cofre descansaba encima, con la tapa abierta para mostrar un


montón de monedas de oro. Los espectadores aplaudían o abucheaban
al solitario jugador, dependiendo de lo que hubieran apostado.

Amaranthe se bajó de su peana. No había venido a ver el juego,


sino a ver a la dueña. Se deslizó entre la multitud hasta encontrar la jaula
de apuestas cerca de la pared del fondo. Varios gorilas, con los
prodigiosos músculos necesarios, mantenían a los jugadores tranquilos.
Los dorsos de sus manos lucían marcas, rostros felinos poco elegantes
con orejas puntiagudas y gordos bigotes. Las marcas mostraban la
lealtad a los Panteras, una de las bandas más grandes de la ciudad.

Amaranthe se acercó al portero más cercano, un hombre con la


barbilla hendida y cabello negro ondulado. Sin el ceño fruncido, podría
haber sido guapo.

Antes de que pudiera hablar con él, se volvió y le gritó a un


hombrecillo que le tiraba de la manga.

—¡Ya te lo he dicho, las apuestas son definitivas! No puedes


cambiar de opinión en el medio. ¡Lárgate!

El hombre se escabulló entre la multitud. El gorila se volvió hacia


Amaranthe.

—¿Qué? —rugió él.

Ella reprimió el instinto de retroceder. En lugar de eso, le miró a


los ojos y le preguntó.

—¿Un día duro?

—¿Eh?

Ella añadió una sonrisa comprensiva.

Serie El Filo del Emperador 01 47


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—Parece que estás teniendo un día difícil.

La irritación desapareció de la cara del gorila.

—En realidad, sí.

—Soy Amaranthe. ¿Cómo te llamas?

—Ragos.

—Debe ser difícil lidiar con las mismas preguntas tontas día tras
día —dijo ella.

—A eso estoy acostumbrado. Pero hoy, dos de nuestros corredores


de apuestas no han aparecido. Las patatas para los pasteles de patata de
nuestros vendedores no llegaron. La caldera que alimenta el Laberinto
decidió averiarse, y, ¿quién crees que se puso a arreglarla? —Ragos sacó
una llave inglesa de un bolsillo trasero y la agitó.

—No sabía que los gorilas tuvieran tantas responsabilidades.

Otro gorila se acercó a Ragos y sonrió.

—La mayoría no las tiene. A menos que sean la mascota de la jefa.

Ragos miró con desprecio a su camarada.

—Tu sección está allí, ¿no?

La sonrisa del hombre no desapareció, pero volvió a su puesto.

—¿La jefa? ¿Es esa la dueña? —preguntó Amaranthe—. He venido


a verla por unos asuntos.

—¿Tienes una cita?

—No, pero me conoce. Fuimos juntas a la escuela.

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—¿No es esa la escuela que la hace sonar como si tragara púas


cuando habla de ella? —preguntó Ragos.

—Creo que sí. No se llevaba bien con los profesores. Ni con los
alumnos.

—Seguro que le encantará verte entonces.

—Probablemente no —admitió Amaranthe.

Ragos sonrió con picardía.

—En ese caso, te acompañaré de inmediato.

Desbloqueó una puerta detrás de la jaula de apuestas y subieron


una escalera metálica hasta una pasarela que pasaba por encima del
Laberinto. Se detuvieron ante una oficina construida contra las vigas.
Una placa con el nombre en la puerta decía: La Jefa. Ragos levantó un
dedo para que Amaranthe esperara antes de entrar.

—¡No! —dijo una voz de mujer casi de inmediato.

Ragos volvió a salir y le guiñó un ojo.

—Entra directamente.

—Gracias, Ragos.

Amaranthe esperó a que él bajara las escaleras. Estaba tentada de


marcharse también, pero ya había preguntado a todos los prestamistas,
taberneros, armeros y usureros de la ciudad cómo hacer llegar un
mensaje a Sicarius, sin suerte. O bien no lo sabían, o no estaban
dispuestos a arriesgarse a la ira del infame criminal molestándolo.

Llamó a la puerta.

Serie El Filo del Emperador 01 49


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—Entra ya —gruñó la mujer.

Amaranthe entró. El magnífico ventanal con vistas al Laberinto no


fue suficiente para distraerla del viejo desorden, el nuevo desorden y el
naciente desorden que inundaba la oficina. Al principio, el caos eclipsó a
la mujer que estaba detrás de un escritorio repleto de cajas, libros de
contabilidad y ropa de hombre desechada. Llevaba ropa de cuero
ajustada que resaltaba sus exuberantes curvas. Quizá Hollowcrest
debería haberla contratado a ella para seducir a Sicarius.

—¿Amaranthe Lokdon? —dijo la mujer—. Nunca esperé que


aparecieras por aquí. Y mira. Todavía llevas el pelo en ese moño tan poco
imaginativo.

—Mitsy Masters. —Amaranthe forzó una sonrisa. Sé amable. Si


alguien tiene los contactos adecuados para ponerse en contacto con
Sicarius, es ella—. Me gusta llevar el pelo ordenado, fuera del camino.

—Sí, recuerdo tu pulcritud, querida. La forma en que los profesores


se regocijaban con tu bonita caligrafía y tus papeles tan
congraciadamente perfectos.

—Eso no te impidió copiarlos, según recuerdo. —Tranquila,


Amaranthe. Recuerda que estás siendo amable.

—Nunca he creído en perder el tiempo haciendo algo que puedes


conseguir que otro haga por ti. En eso consisten los negocios, ¿no?

Mitsy bostezó, sacó una lima y empezó a trabajar en sus uñas. Una
marca de pandilla idéntica a la de los gorilas marcaba el dorso de una de
sus manos. Según los últimos informes de los ejecutores, Mitsy era la
líder de los Panteras.

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—No estoy segura de que esa fuera la filosofía que nuestros


profesores intentaron inculcar —dijo Amaranthe—. Aunque tu táctica
debe estar funcionando. Parece que te ha ido bien desde, ah…

—¿Ser expulsada de la escuela? Sí. ¿Y tú? Supongo que te


convertiste en una empresaria modelo, aunque admito que no he oído
nada de ti.

Bien. Dado que las mujeres ejecutoras eran raras, Amaranthe


había temido que Mitsy hubiera oído hablar de su carrera.

—No lo harías. He sido… discreta. Tengo un… negocio de


exportación.

Mitsy se inclinó hacia delante, con los ojos entrecerrados, y el


interés se encendió por primera vez.

—Oh, oh, ¿qué productos ilegales estás enviando fuera del imperio?

—Piezas —dijo Amaranthe, intencionalmente vaga—. Por eso estoy


aquí.

—Querida Amaranthe, ¿acaso necesitas un favor? —El cálculo


brilló en los ojos de Mitsy.

—Nada que requiera mucho esfuerzo por tu parte, te lo aseguro.


Tengo un cargamento que necesito llevar desde mi almacén en Itansa
hasta la frontera con Kendor. Necesito que alguien de confianza lo
acompañe, que se asegure de que llega a su destino. Alguien que pueda
encargarse de cualquier soldado Imperial o chamán Kendoriano que
pueda husmear demasiado.

—Debo decir, querida Amaranthe, que estoy impresionada por


estas nefastas alusiones. Siempre actuaste insoportablemente noble. Si
hubiera sabido que había rachas tortuosas debajo de esa fachada, me

Serie El Filo del Emperador 01 51


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habría burlado de ti y de tus remilgados compañeros con menos


frecuencia en la escuela.

—¿Solo tres veces a la semana en vez de cinco?

Mitsy esbozó una sonrisa lupina.

—Precisamente.

—Sicarius —dijo Amaranthe, ansiosa por terminar la reunión e


irse—. He oído que está en la ciudad. He oído que es bueno. ¿Lo conoces?

—Desde luego, es el mejor.

—¿Sabes lo que cobra? —preguntó Amaranthe, tratando de agregar


un toque de verosimilitud. Después de todo, se suponía que era una
mujer de negocios.

—Sea lo que sea, lo vale.

—¿Oh? ¿Lo has conocido?

Cualquier cosa que Amaranthe pudiera averiguar sobre el asesino


sería inestimable. Antes de correr por el sendero del lago esa mañana, se
había colado en el Cuartel General de los ejecutores para recuperar el
historial de Sicarius, pero no contenía ninguna información personal, y
la lista de asesinatos de un brazo de largo había hecho poco para reforzar
su confianza.

—Personalmente, no —dijo Mitsy—. Sin embargo, dicen que no


falla una misión. También dicen… —Se encogió de hombros,
deliberadamente misteriosa—. Digamos que es mejor tener cuidado con
él.

—¿Temperamental?

Serie El Filo del Emperador 01 52


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—No, es un tipo frío por lo que dicen. Conozco a un tipo en


Iskland… o más bien conocí a un tipo… que contrató a Sicarius para una
operación de recuperación, y luego decidió que no quería pagar el precio
acordado.

—Supongo que Sicarius le sacó el dinero —dijo Amaranthe.

—En realidad, le cortó el cuello. Dejó el dinero.

—Ya veo.

—Y luego está ese mercader de Komar que pagó a Sicarius pero


pensó que recuperaría sus pérdidas avisando a la guarnición local del
paradero del asesino. Sicarius mató al mercader y a los soldados que
fueron tras él.

Mitsy sonrió mientras hablaba, intentando intencionalmente poner


nerviosa a su invitada, sospechó Amaranthe.

—Por mucho que aprecie la hora de historia —dijo—, realmente


necesito saber cómo ponerme en contacto con él. ¿Puedes avisarle para
mí? He oído que tienes una amplia red de contactos en la ciudad.

—Puedo hacérselo llegar a mi gente. Si llegará a sus oídos o no…


—Mitsy se encogió de hombros.

—Es suficiente. Que le digan que el trabajo no llevará mucho


tiempo, pero que le pagaré bien. Si le interesa, que se reúna conmigo
mañana a medianoche en el Parque de las Pirámides.

—Entendido.

Amaranthe pensó en insistirle a Mitsy que lo anotara, pero cambió


de opinión tras un breve examen del desorden… Amaranthe podía jurar
que parte de él rezumaba hacia ella como un río de lava.

Serie El Filo del Emperador 01 53


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—¿Qué te debo? —preguntó en su lugar.

Metió la mano en el bolso y hojeó los billetes que le había dado


Hollowcrest. No eran muchos. Si Sicarius exigía un pago parcial por
adelantado, tendría que volver a su piso y rebuscar en sus ahorros.

—Nada, querida —dijo Mitsy—. Te haré este favor, y tal vez algún
día estés en condiciones de hacerme un favor a mí.

Amaranthe se estremeció. Preferiría haber pagado.

***

La gigantesca estructura de piedra que daba nombre al Parque de


las Pirámides ocupaba cuatro manzanas en el centro del distrito
comercial. Con miles de años de antigüedad, la pirámide había
confundido a los urbanistas a lo largo de la historia imperial. Varias
administraciones habían intentado de todo, desde desmantelarla hasta
vender espacios de almacenamiento en su interior. Había hecho falta una
licenciada en la escuela de Amaranthe para rentabilizar la estructura. La
mujer había comprado el terreno y convertido la antigua pirámide, con
sus laberínticos túneles y cámaras funerarias, en un destino turístico
repleto de guías, puestos de comida y tiendas que vendían réplicas de
mal gusto. Eso era en verano. En invierno la pirámide permanecía
silenciosa y abandonada con rejas de acero cerradas que impedían el
acceso a los curiosos al interior.

Amaranthe llegó al parque una hora antes de la medianoche. En el


caso de que Sicarius fuera de los que llegaban temprano, quería
adelantarse a él. Es más, quería verle llegar, y la cima de la pirámide era
el único lugar de Stumps que aseguraba esa oportunidad. Gracias a
anteriores problemas de vandalismo, también estaba bien iluminada, con
lámparas de gas que bordeaban los pasillos e incluso los escalones de la
imponente estructura.

Serie El Filo del Emperador 01 54


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Aunque había debatido sobre un lugar de encuentro público,


dudaba que una sala llena de gente impidiera a Sicarius matarla si las
cosas iban mal. No, se reuniría con él a solas, sin distracciones. Mejor
para analizarlo.

Asintiendo para sí, se dirigió a la base de la pirámide. Las escaleras


del lado oeste, resbaladizas por la nieve que se había derretido durante
el día y vuelto a congelar, conducían a la cima. Los escalones eran altos
pero poco profundos, como si sus creadores tuvieran pies diminutos y
zancadas anormalmente largas. La pendiente y la falta de barandilla
hicieron que Amaranthe subiera con precaución.

Una única lámpara de gas ardía en la cima. Podía cruzar la


plataforma en cinco zancadas y ver las luces de la ciudad extendidas en
tres direcciones. Solo hacia el oeste, donde se extendía el lago helado,
había oscuridad. Cuatro columnas sostenían un techo plano de piedra
adornado con unos treinta centímetros de nieve. En el centro de la
plataforma, un altar sostenía una estatua sin cabeza. Quedaban dos alas,
patas con garras y la sugerencia de un pecho peludo. La gente había
adorado algunas cosas extrañas en aquellos días.

Amaranthe introdujo una mano cubierta de manopla en su parka


y sacó el fino estilete que había sustituido a su cuchillo y espada de
ejecutor. Examinó la hoja sin entusiasmo. Era un arma creíble para una
mujer de negocios, pero le parecía endeble.

—Un infame asesino viene a reunirse conmigo y yo voy armada con


un abrecartas —murmuró.

Escondió el arma. Si se metía en una pelea con él, significaba que


ya había metido la pata más allá de la redención. Un pensamiento
reconfortante.

Consultó su reloj de bolsillo. Era medianoche.

Serie El Filo del Emperador 01 55


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Ni una sola persona caminaba por las calles cercanas al parque.


Cerró el puño y dejó caer la barbilla sobre él. ¿Y si no venía? ¿Y si Mitsy
no había creído en la historia de Amaranthe y no había enviado el
mensaje? ¿Y si Sicarius había recibido el mensaje pero lo hubiera
ignorado?

Se volvió para comprobar la vista desde el otro lado de la


plataforma.

Él estaba allí.

Amaranthe saltó y dejó caer su reloj. Chocó contra la piedra


congelada y se deslizó hasta la base del pedestal. Los ojos de Sicarius
nunca abandonaron su rostro. Estaba apoyado en uno de los pilares
traseros, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Desafortunados ancestros caídos, maldijo en silencio. ¿Cómo había


subido hasta aquí sin usar las escaleras? ¿Cuánto tiempo había estado
allí? ¿La había visto comprobar el cuchillo?

Para darse un momento para recuperar la compostura, se inclinó


para recoger el reloj. Se preguntó si sus manoplas ocultaban lo mucho
que le temblaban los dedos al cogerlo.

Mientras se ponía en pie lentamente, su mirada recorrió las botas


negras, los pantalones negros ajustados, la camisa negra metida por
dentro, las dagas y los cuchillos arrojadizos de su armamento, y se detuvo
en su rostro. Era la persona del boceto, sin duda, pero a diferencia de la
imagen amenazante que le había dado Hollowcrest, el rostro de este
hombre no mostraba ninguna emoción en absoluto. A la luz de la
lámpara, sus ojos parecían negros y no mostraban ningún sentimiento
ni humanidad.

Serie El Filo del Emperador 01 56


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Tenía la piel de bronce de un turgoniano, pero ese pelo rubio pálido


era raro en el imperio. Lo llevaba corto, y tenía los bordes húmedos.
Quien se lo había cortado parecía haber utilizado una podadora de setos
en lugar de tijeras.

—Gracias por ser puntual —dijo Amaranthe, aliviada de que su voz


no flaqueara ni se quebrara.

Él no dijo nada. Sus ojos no se apartaban de los de ella.

Era desconcertante, aunque no se atrevía a demostrarlo. Era el


momento de representar el papel que había diseñado para sí misma. Si
él aceptaba el trabajo, viajarían juntos al almacén ficticio de Amaranthe
en Itansa, lo que supondría un viaje en locomotora de cuatro días. Él
dormiría en algún momento, y ella cumpliría entonces la misión de
Hollowcrest. Asesinar al asesino.

Recordó un consejo de una clase de marketing. Empieza haciendo


preguntas a los clientes potenciales que tengan que responder con un sí.
La coherencia es tu aliada. Es más probable que la gente diga que sí a una
venta tras una serie de respuestas positivas. Pero no dejes que empiecen
diciendo que no.

Se aclaró la garganta.

—Soy Amaranthe Lokdon. Tú eres Sicarius, ¿verdad?

—Ya sabes quién soy.

—¿Eres tan bueno como dicen?

—Has preguntado por mí por mi nombre. Frecuentemente.

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Amaranthe trató de decidir si sus palabras implicaban sospechas.


Su tono no fluctuaba. Al igual que su rostro, su voz no traicionaba nada
de sus pensamientos.

—Eso no responde a mi pregunta. —Sonrió.

—Tienes un trabajo que proponer. Hazlo.

Hasta aquí la estrategia de conseguir que dijera que sí.

—Muy bien —dijo Amaranthe—. Necesito trasladar cierta


maquinaria al otro lado de la frontera para los compradores de Kendor.
Como compartir tecnología con los forasteros es ilegal, preveo problemas
con los soldados que inspeccionan los puertos. Ya he probado los
sobornos con poca suerte. Necesito a alguien que pueda encargarse de
ellos, de la forma en que él lo considere mejor, en caso de que intenten
bloquear el envío. He oído que no eres aprensivo con esas cosas.

Sicarius la miró fijamente con ojos duros e inquebrantables.


Amaranthe se obligó a mirarlo a los ojos, para que no sospechara de su
deshonestidad.

—Me niego —dijo Sicarius.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Estás mintiendo —dijo y pasó junto a ella, dirigiéndose a las


escaleras.

La desesperación se apoderó de ella… ¡esta era su única


oportunidad!... pero se abstuvo de agarrar el estilete. Era imposible que
alguien de su experiencia no previera una puñalada por la espalda en ese
momento.

Serie El Filo del Emperador 01 58


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Notó algo que la dejó helada: una pequeña mancha de tierra roja
en la parte trasera de su bota. No era tierra, sino ladrillo finamente
machacado, y solo había un lugar en Stumps donde se podía pisar eso.
Conocía la suciedad íntimamente porque la limpiaba de sus zapatos cada
mañana después de correr. Entonces se acordó de su pelo húmedo. Para
cuando Sicarius llegó al fondo y se deslizó en la oscuridad, ella ya tenía
un nuevo plan.

—Puede que sea una mentirosa —murmuró para sí—, pero sé


dónde pasas los atardeceres.

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Capítulo Cuatro
La noche siguiente encontró a Amaranthe acurrucada en las
sombras entre dos colinas nevadas que dominaban el sendero del lago.
Más allá de las orillas, unas hogueras elevadas iluminaban a los hombres
que serraban bloques de hielo del agua helada. Sus tintineos y sonidos
metálicos llegaron hasta la orilla. Como la temporada de recolección era
corta, trabajarían toda la noche, pero no creía que tuviera que
preocuparse por los hombres. Mientras las cosas no se pusieran
demasiado ruidosas, estaban demasiado lejos para notar un asesinato en
el camino.

Justo cuando empezaba a levantarse, un trío de soldados trotó


alrededor de la curva. Llevaban uniforme negro, botas y pesadas
mochilas con mosquetes y espadas atadas a la espalda.

Se agachó de nuevo, abrazando las sombras.

El Fuerte Urgot estaba de centinela a unos tres kilómetros al norte


de la ciudad, y no era raro ver a los soldados entrenando al anochecer
durante los cortos días de invierno. Si la veían, se detendrían a
preguntarle por la ballesta de repetición que llevaba a la espalda. Llevar
armas no era ilegal, pero usarlas fuera de los entrenamientos o de un
duelo sí lo era, y éste no era un lugar propicio para ninguna de las dos
cosas.

Los soldados entraron trotando en un túnel excavado en un


afloramiento de granito.

Una vez que se aseguró que habían desaparecido, Amaranthe bajó


la pendiente y pasó por encima de un montículo de nieve crujiente que
habían dejado los arados de vapor. La arena cubría el sendero helado,

Serie El Filo del Emperador 01 60


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ofreciendo tracción a sus botas. Todo el mundo, desde los soldados hasta
los guardias y los atletas que se entrenaban para los anillos, utilizaban
la ruta del lago de treinta y dos kilómetros, y la ciudad la mantenía
durante todo el año.

Trotó hacia el túnel, con la ballesta chocando contra su espalda.


Una lámpara de gas en la pared iluminaba el interior. Era el único lugar
cubierto del sendero, y ningún hielo ocultaba la superficie. Se arrodilló y
pasó un dedo enguantado por la tierra roja compacta.

El brazalete que le había dado el emperador se deslizó por debajo


de la manga de la parka. Él le había sugerido que lo usara para tener
suerte. Le vendría bien la suerte, pero lo estaba llevando puesto… y había
grabado su nombre en la placa… para que quien encontrase su cuerpo
pudiera identificarlo.

—Muy bien, chica —susurró para sí—. No pienses así.

Levantó la mano y examinó el polvo rojo del dedo del guante. Sí,
era exactamente igual a la mancha de la bota de Sicarius.

La idea hizo que una sacudida de ansiedad recorriera su cuerpo.


Si él aparecía esta noche, ella debía matarlo.

No “deberías”, Amaranthe, lo matarás.

Hizo una mueca. No era una asesina, ni de lejos. Nunca había


herido de muerte a un criminal en el cumplimiento de su deber. Sin
embargo, estaba planeando disparar intencionalmente una ballesta en el
pecho de alguien, a sangre fría. Sin duda, Sicarius se lo merecía, pero…

—¿Por qué no pudo ser un imbécil conmigo anoche? —murmuró


Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 61


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

El hombre había estado a mil kilómetros de ser amistoso, pero no


la había herido, ni amenazado, ni siquiera había bufado con desdén. Esto
habría sido más fácil si lo hubiera hecho.

—Tal vez no se supone que sea fácil —dijo, ajustando su ballesta y


saliendo del túnel por el otro lado—. Tal vez mi oportunidad de ascenso
está destinada a ser una gran prueba. Tal vez Hollowcrest no esté
haciendo nada nefasto con el emperador, y yo no sea una tonta por
cumplir sus órdenes. Y tal vez, no debería hablar conmigo misma.

Sacudiendo la cabeza, salió del sendero, siguiendo una de las


docenas de estrechos senderos apiñados en la nieve. Si era posible que
Sicarius estuviera en la ciudad para asesinar al emperador, no estaría
haciéndole un flaco favor al mundo si lo mataba esta noche. Tenía que
creer eso.

Su camino corría paralelo al sendero principal, subiendo por una


colina que dominaba el túnel. La posición elevada ofrecía una línea clara
de alguien que salía de allí.

Más allá de la colina se alzaban los manzanos, con sus ramas


esqueléticas cubiertas de carámbanos, pero se detuvo antes de llegar a
ellos. Varios arbustos cubiertos de nieve salpicaban la cima de la colina,
ofreciendo una buena cobertura. Alguien que saliera corriendo del túnel
iluminado ya tendría problemas para ver en la oscuridad, y los arbustos
la ocultarían doblemente.

Amaranthe se arrodilló y talló una repisa a nivel de la nieve.


Después de quitarse los guantes, sacó de su bolsillo un delgado estuche
de metal, del que extrajo cinco pernos envenenados. Los colocó,
separados dos centímetros y medio, perfectamente paralelos. Cinco tiros,
cinco segundos, cinco oportunidades.

Serie El Filo del Emperador 01 62


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

No tenía sentido colocar suficientes para una segunda ronda. En el


tiempo que duraría la recarga, Sicarius volvería a correr hacia el túnel, lo
dudaba, o reduciría la distancia y la abordaría. En realidad, sospechaba
que el primer perno sería la única oportunidad real que tendría.

Con ese sombrío pensamiento, cargó los cinco pernos en la parte


superior del cargador. Tiró de la palanca para extender la cuerda y
bloquear el primero en su sitio. Luego se colocó en la posición de tiro, con
los codos apoyados en el suelo y la ballesta en las manos. Apuntó hacia
el camino y la salida del túnel. Su dedo encontró el gatillo. Estaba
preparada.

Ahora solo tenía que esperar a que él viniera. Si es que lo hacía.

Era una corazonada, y lo sabía. Que había estado aquí, estaba


segura, pero que volviera era más bien una incógnita. Aunque él fuera un
corredor, no había garantía de que saliera todas las noches. Ella podría
no tener su oportunidad de…

¿Qué, Amaranthe?

¿Hacer algo que realmente no quería hacer? ¿Matar a un hombre?


No honorablemente en la batalla, sino mientras se escondía detrás de un
arbusto. Sin darle la oportunidad de hablar con el magistrado, sin darle
la oportunidad de defenderse. Un asesinato.

El frío se filtró a través de la parka y en su estómago. Dejó caer su


frente sobre la culata de la ballesta. No podía hacer esto.

Alguien le agarró del pelo.

Le tiraron de la cabeza hacia atrás y luego le arrancaron el torso


del suelo. Un brazo le rodeó el cuello.

Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 63


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Le tiró de la cabeza hacia un lado. Amaranthe levantó el brazo en


un intento de agarrar el de él, sabiendo que sería demasiado tarde.

Él se detuvo.

Su cuello estaba retorcido casi hasta romperse, Amaranthe se


congeló. No podía respirar. Lágrimas de dolor se clavaron en sus ojos.
Sus instintos le pedían a gritos que luchara, que intentara escapar. Pero
si luchaba, él podría terminar el movimiento.

Entonces la dejó caer.

Amaranthe se apoyó en los antebrazos y giró la cabeza para no


estrellar la cara contra el suelo. El dolor brotó de su cuello, penetrando
en su cráneo y bajando por su columna vertebral.

Pasó un momento. La nieve le heló la mejilla. Lenta, muy


lentamente, se puso de rodillas y se volvió hacia él.

Primero vio sus botas negras. A continuación, los pantalones del


mismo tono. Al sentarse… sin inclinar la cabeza hacia atrás, gracias…
vio la camisa negra y, finalmente, la cabeza rubia.

—¿Quién te ha enviado? —preguntó Sicarius.

Amaranthe se lo pensó bien antes de responder. Si lo que pretendía


era asustarla para que le diera la información, podría haber empezado
con un cuchillo contra su garganta. No, casi le había roto el cuello. Había
tenido la intención de matarla, pero se detuvo a mitad de camino. ¿Por
qué? ¿Y continuaría donde lo había dejado si ella respondía
incorrectamente?

—El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest. —Dada la


demostración anterior de cómo podía ver a través de las mentiras, la

Serie El Filo del Emperador 01 64


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verdad parecía una opción más segura. Además, se encontró reacia a


morir para proteger el anonimato de Hollowcrest.

—¿Por qué?

—Para matarte.

—Eso deduje. ¿Por qué te envió a ti? ¿Qué hiciste para enojarlo?

—Yo… Uhm, ¿qué?

—Era una misión suicida. Debes haberlo sospechado.

Amaranthe comenzó a negar con la cabeza, pero se detuvo ante el


dolor.

—No, eso no tiene sentido. Si Hollowcrest me hubiera querido


muerta, podría haberlo arreglado sin siquiera molestarse en reunirse
conmigo. Pudo haber pagado a alguien para que me asesinara en el
trabajo o en casa.

—¿Por qué pagar a alguien cuando sabía que yo lo haría gratis?

—Pero no lo hiciste. —Amaranthe se puso de pie para poder mirarlo


a la cara—. ¿Por qué no?

Él no contestó, pero su mirada parpadeó hacia abajo por un


momento, posándose brevemente en su muñeca. La levantó para verla
mejor, el brazalete de oro captó la luz de una lámpara de gas del sendero
de abajo. ¿Había hecho eso cuando ella trató de agarrarle el brazo para
detenerlo? Era lo único que podía imaginar. Pero, ¿por qué un brazalete
con el nombre le impediría matarla? Seguramente, él no podía saber que
había pertenecido al emperador. Los hilos dorados creaban un bonito
dibujo, pero no había símbolos imperiales deslizados en el tejido. Incluso
si Sicarius lo reconociera de alguna manera en la oscuridad, ¿por qué el

Serie El Filo del Emperador 01 65


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

brazalete del emperador lo detendría? Este hombre había sido un estorbo


para el imperio durante los años transcurridos desde la muerte del
emperador Raumesys. Y el joven Sespian era quien había puesto la
recompensa sobre su cabeza.

—Hollowcrest pensó que podrías estar en la ciudad para matar al


emperador —dijo Amaranthe.

—No lo estoy.

Podría estar mintiendo. ¿Quién admitiría un complot semejante?

—¿Cómo me has encontrado? —preguntó ella, tratando de que él


siguiera hablando mientras ella contemplaba la situación.

—Te he estado siguiendo.

—Oh.

Por supuesto. Después de que ella le mintiera, él debía sospechar.


Ella había permitido que su falta de emoción la hiciera creer que él
también carecía de interés. Suspiró. Como ejecutora, debería haber
estado preparada para esto. Estúpida, Amaranthe. Muy estúpida. La gente
muere por errores como éste.

—Sin embargo, yo corro en el lago —dijo Sicarius.

Por primera vez, ella detectó un indicio de algo en su voz.


¿Curiosidad? Se preguntaba cómo lo había adivinado ella. Dada la
situación, Amaranthe no podía sentirse triunfante por su deducción.
¿Era posible que Hollowcrest hubiera planeado la muerte de ella?
¿Asumido su muerte a manos de ese hombre? Y, de ser así, ¿por qué?
Como ejecutora, había hecho todo lo que sus superiores le habían pedido,
¡y más!

Serie El Filo del Emperador 01 66


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Y ahora qué? —preguntó ella.

De nuevo, él miró su muñeca. Era la pulsera lo que le había


detenido, estaba segura.

—Tú me dejas en paz, yo te dejo en paz. —Sicarius se dio la vuelta


y se dirigió de nuevo al sendero, manteniéndola en su visión periférica.

—Espera —soltó Amaranthe—. Creo que el emperador…

Él se detuvo.

Ella dudó. Si el emperador no tenía nada que ver con la razón por
la que Sicarius la dejaba vivir, su siguiente declaración podría
considerarse una traición. ¿Se atrevería a hacer saber a un asesino que
Sespian podría ser un objetivo más fácil que nunca en este momento?
Pero si a Sicarius le importaba él por alguna razón, podría ser un aliado.

—El emperador está en problemas —dijo Amaranthe.

Sicarius se dio la vuelta.

—¿Cómo es eso?

Amaranthe se frotó el cuello.

—Creo que el Comandante de los Ejércitos Hollowcrest está


controlando a Sespian por medios no naturales. —No tenía mucho en que
basar sus teorías, pero le había parecido insidioso el comentario que
había hecho Hollowcrest sobre preparar el té del emperador. Con retraso,
le pareció extraño que se hubiera arriesgado a dar la orden delante de
ella. Tal vez no esperaba que vivieras para contarlo. Sí, ahora que Sicarius
había llevado su mente por ese camino, le resultaba difícil desviarse.

Sicarius acortó la distancia entre ellos. Amaranthe luchó contra el


impulso de retroceder.

Serie El Filo del Emperador 01 67


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—¿Cómo? —preguntó.

—Creo que está poniendo algo en el té de Sespian. Quizá no sea


tan perjudicial, pero quizás sea la razón… —Levantó una mano con la
palma hacia arriba—. El emperador Sespian es un entusiasta del arte y
la ciencia, pero no se ha producido ningún cambio político importante
desde que alcanzó la mayoría de edad y asumió el poder el año pasado.
Hasta que lo conocí, no pensé en ello… hemos tenido setecientos años de
emperadores guerreros conquistadores… pero ahora que he visto lo
pacífico y amable que es, no me lo imagino siguiendo los pasos de su
padre. —Le resultaba difícil incluso imaginar a Sespian sosteniendo una
espada—. No me atreví a rechazar la misión de Hollowcrest de, ah,
matarte, pero esperaba tener la oportunidad de saber más sobre Sespian
y el té cuando me presentara a reportar.

—No vivirás lo suficiente para informar si decides volver.

Amaranthe frunció el ceño.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que me quiere muerta?

—Hollowcrest me conoce, conoce mis capacidades. También sabe


que una bonita sonrisa no me distraería.

Tal vez era bueno que ella hubiera evitado el escenario de la


seducción entonces.

—Mira, tal vez sea suicida, pero tengo que volver y obtener una
explicación. No puedo simplemente alejarme de… de mi vida. Si
Hollowcrest me quiere muerta, ¿dónde podría esconderme que estuviera
fuera de su alcance? —Tragó saliva. Solo ahora las ramificaciones
completas estaban dando vueltas en su mente—. Y si puedo volver al
Cuartel Imperial, tal vez tenga la oportunidad de averiguar más sobre la

Serie El Filo del Emperador 01 68


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

situación del emperador. Puedo decirte lo que averigüe si… —Ella arqueó
las cejas—. ¿Me puedes ayudar?

Él la miró sin expresión. Amaranthe movió su peso y la nieve se


compactó bajo sus botas.

—Entiendo que no te lo pregunten a menudo —dijo—, pero las


respuestas esperadas son sí y no. El silencio sepulcral no ayuda, aunque
si va acompañado de un asentimiento o una sacudida de cabeza sería
descifrable. Y, sí, me doy cuenta de que estoy siendo arrogante teniendo
en cuenta que hace cinco minutos casi me matas, pero has cambiado de
opinión por alguna razón que sospecho que no tiene nada que ver
conmigo, así que supongo que tengo poco que perder.

Amaranthe empezaba a ver la estrategia que se escondía detrás de


ese rostro silencioso e insensible. La incomodaba y la hacía balbucear
como una idiota.

Sicarius sacó una daga negra. Ella se tensó, pero él se limitó a


extendérsela.

La hoja curvada solo tenía filo por un lado. Al principio, pensó que
la habían pintado de negro. ¿Un tinte? ¿O alguna aleación poco común?

—Llévala contigo al Cuartel —dijo Sicarius—. Diles a los guardias


que lograste matarme. Muéstrales esto como prueba. Hollowcrest la
reconocerá y aceptará reunirse contigo por curiosidad. Lo que suceda
después de eso lo tendrás que determinar tú.

Amaranthe aceptó el arma. Sostuvo la exótica hoja sobre la palma


de su mano. Esperando el gélido mordisco del metal, le sorprendió su
calidez, como una roca tomando el sol. Pasó el pulgar por el filo. Incluso
el leve toque la hizo sangrar.

Serie El Filo del Emperador 01 69


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Te traeré esto de vuelta —dijo Amaranthe—, y te haré saber qué


he averiguado.

Él movió un hombro indiferente.

Se encontró con los ojos de Sicarius. No crees que vaya a volver,


¿verdad? Ella levantó la barbilla.

—¿Cuándo quieres que nos veamos?

Ella iba a volver.

—El sendero. Elige un lugar. Te encontraré.

—¿A qué hora?

—Al anochecer. Te buscaré durante los próximos tres días. Si no


vienes, te daré por muerta.

—Gracias —dijo Amaranthe secamente.

Sicarius comenzó a alejarse de nuevo. Esta vez se detuvo por


voluntad propia. Por encima del hombro, dijo:

—Hay salidas ocultas en las mazmorras bajo el Cuartel Imperial.


Sigue las corrientes de aire para encontrarlas.

Amaranthe lo vio desaparecer en la oscuridad.

Serie El Filo del Emperador 01 70


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Capítulo Cinco
El Cuartel Imperial seguía siendo imponente, quizás más. Los
muros negros eran más altos de lo que Amaranthe recordaba, los cañones
más grandes. Los guardias de la puerta eran mucho más grandes. Tal vez
los enclenques, los de menos de metro ochenta, habían estado de turno
en su visita anterior.

Caminó hacia la puerta, más nerviosa que la primera vez. Su


respiración sonaba rápida y superficial en sus oídos. Se había vuelto a
poner el uniforme de agente y había cambiado la ballesta por la espada y
la daga de servicio. La daga de Sicarius estaba metida en su cinturón.
Horquillas con las que podía abrir las esposas le aseguraban el moño. No
tenía ni idea de si podría forzar la cerradura de una celda de la mazmorra
con ellas, pero esperaba tener la oportunidad de hablar con Sespian
antes de que Hollowcrest la condenara a ese destino, o a uno peor.

Los dos guardias la observaron acercarse, uno de ellos era un cabo


y el otro un soldado raso, ambos con ojos desdeñosos. Su porra tintineó
cuando se movieron para bloquear su camino.

—Di tu propósito.

Amaranthe respiró profundamente, exhaló y vio cómo se formaba


una nube.

—Soy la Cabo Lokdon, una ejecutora del Distrito Comercial. Vengo


a ver al Comandante de los Ejércitos Hollowcrest.

—Es tarde, y él no ve a la gente sin una cita.

La cual no tenía esta vez.

Serie El Filo del Emperador 01 71


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—Cabo. —¿Cuáles eran las probabilidades de que pudiera


acobardarlo? No era probable; los guardias imperiales no se dejaban
intimidar por los ejecutores, y menos por las mujeres. Sería el nombre de
Hollowcrest lo que les haría cambiar de opinión, en todo caso—. He
estado en una misión asignada por el propio Comandante. Me ordenó que
le informara inmediatamente después de su finalización.

—¿Qué misión?

—Matar al asesino, Sicarius. —Antes de que pudiera empezar a


reírse, golpeó la empuñadura de la daga negra—. He traído el arma
favorita del criminal como prueba de su muerte.

Sus ojos se entrecerraron. Un hombre extendió la mano, con la


palma hacia arriba. Ella dudó. ¿Se atrevía a entregar su única prueba?
Hollowcrest podría tomar la daga y despedirla sin una reunión. O hacer
que la mataran en la puerta. Pero seguramente él querría saber cómo lo
había conseguido, sobre todo si había pretendido que ella fracasara. Con
ese pensamiento poco esperanzador, entregó la daga al guardia.

Éste la estudió.

—Un metal interesante, pero esto podría pertenecer a cualquiera.

—El Comandante de los Ejércitos Hollowcrest dijo que reconocería


la sucia hoja de Sicarius si la viera. —No era exactamente cierto, pero
difícilmente podía admitir que Sicarius había sido el que sugirió la idea.

El cabo entregó el arma a su camarada.

—Lleva esto a su oficina y verifícalo.

El hombre de menor rango palideció, obviamente no estaba


entusiasmado por molestar a Hollowcrest. Aceptó la daga como si se

Serie El Filo del Emperador 01 72


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

tratara de una serpiente venenosa, desbloqueó la puerta y entró al trote


en el patio.

Ni Amaranthe ni el cabo hablaron mientras su camarada se


marchaba, aunque envió numerosas miradas sospechosas en su
dirección. Ella se apoyó en la pared e hizo lo posible por ignorarlo. Una
torre de reloj cercana dio diez campanadas.

La espera le dio tiempo para pensar y dudar. No tenía ninguna


ventaja sobre Hollowcrest para obligarle a responder a sus preguntas. Se
estaba adentrando desnuda en la guarida del grimbal, esperando que el
azar le diera un arma antes de que el temible depredador la comiera. Era
el tipo de “plan” que habría reprendido a un novato por presentar. Si
Hollowcrest la quería muerta, lo más lógico sería huir rápido y lejos.
Podría volver a su piso, recoger sus ahorros y abandonar la ciudad para
siempre. Por supuesto, se pasaría toda su vida preguntándose si habría
un asesino tras su pista. Y luego estaba el comentario sobre el emperador
y el té. Si se marchaba ahora, no solo estaría huyendo de su vida, sino
que estaría abandonando a Sespian, el emperador al que había jurado
honrar y proteger el día en que se convirtió en una ejecutora.

Cuando el soldado regresó, ya no llevaba la daga de Sicarius. A


Amaranthe se le revolvió el estómago.

—Hollowcrest la verá —le dijo al superior, con la voz cargada de


sorpresa—. Debo quitarle las armas y acompañarla a su despacho.

—Muy bien. —El cabo inclinó la barbilla hacia Amaranthe como si


estuviera concediendo un gran favor—. Puedes pasar.

Amaranthe decidió no decir nada con la boca o con suficiencia.


Podría volver a pasar por aquí y no tenía ni idea de las condiciones en las
que se encontraría con Hollowcrest en el viaje de vuelta. El guardia la
registró y confiscó sus armas.

Serie El Filo del Emperador 01 73


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Ven conmigo —le dijo.

El mismo guardia estaba frente a la puerta de Hollowcrest, aunque


esta vez la miraba con ojos curiosos.

—¿Mataste a Sicarius? —preguntó mientras la escolta de


Amaranthe se marchaba sin decir nada.

—Sí.

—Eso es… impresionante.

—Gracias.

El guardia se enderezó y pareció recordar sus líneas.

—El Comandante de los Ejércitos aún no está aquí, pero puedes


esperar dentro. Estará ahí en breve.

Amaranthe entró y cerró la puerta por detrás de ella. La oficina


seguía siendo la misma, aunque sin la fría presencia de Hollowcrest, se
sentía menos imponente.

Avanzó poco a poco. Tal vez tuviera tiempo de fisgonear.

Sobre el escritorio, junto a la daga de Sicarius, un libro gordo


colgaba precariamente sobre el borde, a un empujón involuntario caería
en el cubo de la basura. Déjalo estar. Es hora de fisgonear, no de ordenar
el escritorio. Amaranthe se quedó mirando el tomo torcido durante unos
cuantos latidos antes de desobedecer su orden interior.

Cruzó la habitación y enderezó el libro para que sus bordes se


alinearan exactamente con los del escritorio. Se dio cuenta que había un
papel escondido entre las páginas. Tras un momento de duda, introdujo
el pulgar en el libro para marcar el lugar y sacó la hoja suelta.

Serie El Filo del Emperador 01 74


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Hollowcrest, decía, dijiste que el emperador estaba bajo tu control,


tu marioneta no ha hecho ninguno de los cambios que nosotros…

Un golpe sonó detrás de la pared a la derecha de Amaranthe. Ella


se apartó de un salto del escritorio. Apareció una grieta vertical: una
puerta oculta. Se metió la nota en el bolsillo.

Hollowcrest salió del pasillo.

No mires al libro, no mires al libro.

Su mirada no se apartó de su rostro mientras se movía alrededor


del escritorio para sentarse. La hostilidad brillaba en sus ojos. Eso
verificó la suposición de Sicarius más a fondo de lo que podrían hacer
sus palabras. No, señor, no esperabas que tuviera éxito, ¿verdad?

—Cabo Lokdon, es bueno que hayas regresado ilesa. Y tan pronto.


Resultados notables. —Su sonrisa era tan gélida como la escarcha
acumulada en los cristales de la ventana de detrás de su escritorio.

—Gracias, señor.

—Esta es, en efecto, la daga de Sicarius. —Hollowcrest hizo un


gesto con una uña hacia el metal oscuro. Una conflagración de emociones
se apoderó de su rostro; en la mezcla, ella creyó detectar ira y
arrepentimiento, ninguna de las cuales parecía correcta. La fría fachada
regresó rápidamente, enmascarando más emociones. Se parecía mucho
a Sicarius, pensó, pero el asesino lo hacía mejor.

—Sí, señor.

—¿Cómo te las has arreglado para matarlo?

—En realidad, señor, me gustaría empezar con una pregunta


propia. —La tensión recorrió su cuerpo y se sintió como una trampa a

Serie El Filo del Emperador 01 75


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

punto de saltar. Nunca había cuestionado a un oficial superior. No se


hacía eso—. ¿Por qué me envió usted a morir?

—No sé a qué te refieres.

—Sicarius es un profesional en un juego mortal en el que yo tengo


poca experiencia. Aparece de la oscuridad y se mueve por la nieve sin
hacer ruido. Si está interesado en las mujeres, dudo que deje que eso
interfiera en los negocios. Ya no creo que usted esperara que lo derrotara.

—Obviamente, lo hiciste. Detalles, por favor.

Amaranthe consideró ese rostro frío. Hollowcrest no iba a revelar


nada, y desde luego no iba a responder a sus preguntas. La llevarían a
un calabozo, o a la horca, sin saber nunca por qué. Su única esperanza
era intentar sorprenderlo, sacarle las respuestas.

—Sicarius no está muerto —dijo ella—. Él me dio la daga. Llegamos


a un acuerdo.

Amaranthe reaccionó sin pensar. Agarró la daga de su escritorio y


la sostuvo defensivamente ante ella.

—Perra intrigante —gruñó Hollowcrest—. No es posible que


también lo hayas seducido a él.

¿Qué? ¿Cómo se le había ocurrido eso? Su mente se dio cuenta de


su sorpresa, y formuló la pregunta más pertinente.

—¿También?

Hollowcrest pareció notar por primera vez la daga que ella tenía en
la mano. Amaranthe la bajó pero no hizo ningún movimiento para
devolverla.

Serie El Filo del Emperador 01 76


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Qué quiere decir con “también”? —preguntó—. No es posible


que esté hablando de…

—Sespian. —Hollowcrest no apartó los ojos de la daga, aunque en


su rostro se mostraba cálculo, no preocupación.

—¿Cómo podría haberlo seducido? No he…

—Ahórrate tus pobres negaciones. Volvió el día que te conoció,


hablando efusivamente de una fabulosa mujer ejecutora. Lo competente
y bonita que era. Qué maravillosa madre sería. No podía arriesgarme a
que Sespian cortejara a alguien tan… —La mueca de Hollowcrest tomó la
daga— inapropiada. Era más fácil deshacerse de ti que dirigir sus
intereses a otra parte.

—¿Me envió a la muerte para que no incomodara sus planes de


matrimonio para el emperador?

—Precisamente. Es una pena que no fueras lo suficientemente


considerada para morir.

—Hablé con él dos veces. —Amaranthe extendió los brazos—. Le


aseguro que no tengo ningún designio sobre el emperador.

—Mientes. Vi la ambición en tu rostro cuando te hablé de un


ascenso. Pero, ¿por qué conformarse con ser teniente cuando podrías ser
emperatriz? Un asiento al lado del hombre más poderoso del imperio,
susurrándole al oído, influyendo en él, teniendo todo lo que siempre
soñaste.

—Puedo ver por qué eso le preocupa, ya que actualmente usted


ocupa ese puesto. —La audacia la sorprendió, pero apenas importaba si
ahora ofendía a Hollowcrest. Si le estaba contando todo esto, ya había
decidido matarla. Frunció el ceño. En realidad, no había ninguna razón

Serie El Filo del Emperador 01 77


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

para que él explicara nada, incluso si planeaba matarla. Era casi como
si estuviera dando rodeos.

—Merezco el puesto —dijo Hollowcrest—. Tengo la experiencia. Soy


el que ha trabajado con su padre durante más de treinta años.

—¿Qué diría el emperador de eso? —preguntó ella—. Supongo que


no sabe que lo estás drogando.

—Y no lo va a saber. —Hollowcrest abrió un cajón.

Antes de que Amaranthe pudiera responder, la puerta se abrió de


golpe. Se giró, y de repente supo porque Hollowcrest había estado
entreteniéndola.

El emperador y sus seis guardaespaldas se agolpaban en el pasillo.


Al principio parecía encantando de verla, pero una pregunta sorprendida
apareció en sus ojos cuando vio la daga en su mano. Entonces la miró
con más atención. Esos ojos se abrieron de par en par y su mandíbula se
desencajó.

Amaranthe hizo una mueca. Sicarius, no me dijiste que el


emperador también reconocería tu daga.

—Sire —comenzó ella—, puedo…

Los papeles crujieron detrás de ella. Se giró. Hollowcrest se


abalanzó sobre ella con un cuchillo. Instintivamente, esquivó y levantó la
daga de Sicarius. Al pasar por encima del escritorio, el ataque de
Hollowcrest hizo que fuera incómodo, y ella lo bloqueó con su propio golpe
de daga. La hoja de Sicarius le atravesó el antebrazo. Hollowcrest maldijo
y dejó caer el cuchillo.

—Es una traidora —gritó—. ¡Matadla!

Serie El Filo del Emperador 01 78


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

El acero salió de las vainas y los guardias cargaron.

—¡No! —Sespian agarró al más cercano, pero ninguno de sus


hombres se detuvo. Seguían las órdenes de Hollowcrest, no las suyas.

Amaranthe saltó sobre el escritorio, se puso los brazos sobre la cara


y saltó por la ventana.

***

Sespian se agarró a la jamba de la puerta, aturdido. El sonido de


los cristales al romperse resonó en la habitación. Espadas en mano, los
guardias comenzaron a correr hacia la puerta.

—¡Que nadie se vaya! —Sespian bloqueó la salida con su cuerpo,


atrapándolos dentro.

Los guardias miraron a Hollowcrest. Sespian se dio cuenta de que


estaban más preocupados por las órdenes de su consejero que por las
suyas, pero solo pudo mirar a la ventana.

¿Había sobrevivido Amaranthe? ¿Se había roto un brazo? ¿Una


pierna? Sespian tragó saliva. ¿El cuello?

Dividido entre la necesidad de saberlo y el miedo a averiguarlo,


dudó antes de acercarse a la ventana. Finalmente, empezó a cruzar la
habitación. Tenía que saberlo.

Hollowcrest lo interceptó. Sespian trató de pasar de largo, pero el


hombre mayor le agarró el brazo con una fuerza sorprendente.

—Suéltalo —dijo Sespian.

Hollowcrest no lo hizo. La sangre corría por su brazo y goteó sobre


la muñeca de Sespian.

Serie El Filo del Emperador 01 79


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Es una traidora —dijo Hollowcrest—. Me atacó.

—La atacaste primero. ¿Crees que no tengo ojos? Se estaba


defendiendo.

—Ella vino a matarme, y a ti también. ¡Sé que reconociste esa daga!

Hollowcrest raramente alzaba la voz, por lo que rara vez mostraba


emoción alguna. Su tono hizo que Sespian se detuviera. Pero, no. No
podía ser verdad.

—Hay una explicación —dijo Sespian—. Debe haberla. Eres quien


la trajiste aquí, la enviaste a una misión.

—Una que no completó. Está aliada con Sicarius.

Sespian lo empujó hacia la ventana. Las huellas de los pies pisaban


la nieve de abajo. Incluso desde un tercer piso, las manchas de sangre
eran visibles. Pero el patio estaba vacío, Amaranthe no se veía por
ninguna parte. La puerta principal estaba cerrada, los guardias en su
sitio. Ella no había huido por allí.

—¿Dónde está? —susurró Sespian.

—Sire…

Sespian hizo un gesto a Hollowcrest para que guardara silencio y


salió corriendo por la puerta. Corrió por los pasillos y bajó las escaleras.
Más de una vez patinó en los pulidos suelos de mármol y se golpeó contra
las paredes, pero no aminoró la marcha.

Cuando salió corriendo por la puerta principal, el aire frío lo


envolvió, pero apenas lo notó. Se desvió de la pasarela y siguió la pared
del edificio. Solo cuando llegó al lugar debajo de donde se encontraba el
despacho de Hollowcrest, redujo la velocidad.

Serie El Filo del Emperador 01 80


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Las luces de gas del patio proporcionaban poca iluminación a esta


distancia de los pasillos. La sangre salpicaba la nieve, pero solo bajo la
ventana. No había ningún rastro que se alejara. La oscuridad, y las
decenas de huellas de botas, frustraron los intentos de Sespian de
localizar las huellas de Amaranthe.

Un fragmento de negrura contra el suelo blanco reclamó su


atención. Se agachó, apartó la nieve, revelando la daga negra como la
medianoche.

Una punzada de viejo miedo le recorrió las entrañas. ¿Qué había


estado haciendo ella con el arma de Sicarius? Hollowcrest no podía estar
en lo cierto, ¿verdad?

Unas voces en la parte delantera del edificio le devolvieron al


momento. Sintiéndose mareado, Sespian se tambaleó para encontrar a
Hollowcrest y a otros dos guardias hablando en las escaleras. Cuando
Sespian se acercó, Hollowcrest hizo entrar a los hombres.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Sespian.

Hollowcrest lo miró.

—Se rompió el cuello en la caída. Los guardias se han llevado su


cuerpo para incinerarlo.

—No. Ella es demasiado buena. Ella no… no lo creo. —El dolor de


cabeza que siempre acechaba detrás de los ojos de Sespian se intensificó.
Tal vez toda esa carrera había sido demasiado. Apoyó una mano en una
de las estatuas para sostenerse.

—Sespian —dijo Hollowcrest—, ella no era lo que tú querías que


fuera. Era una traidora. La traje aquí porque sospechaba que no era la
leal ejecutora que parecía ser. —Extendió la mano y tocó la daga en las
manos de Sespian—. Estaba aliada con Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 81


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No —susurró Sespian.

Se inclinó hacia adelante, jadeando. La carrera le había exigido más


de lo debido. Las manchas flotaban en su visión, y la negrura rodeaba
sus bordes. El dolor constante en su cabeza se intensificó. Se encorvó,
agarrándose las sienes, y cayó inconsciente.

Serie El Filo del Emperador 01 82


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Seis
Unos grilletes ataban las muñecas de Amaranthe a su espalda. Dos
guardias la arrastraron a través de estrechos y oscuros pasillos y bajaron
una húmeda escalera enmarcada por paredes de piedra tosca. Los faroles
ardían a intervalos distantes colgados de viejos apliques de antorchas. A
medida que el grupo entraba y salía de las sombras, Amaranthe sintió
como si hubiera retrocedido cientos de años en el tiempo.

La sangre caliente resbalaba por su sien. Numerosos cortes de


cristal le afligían en su rostro y cuero cabelludo. El peor dolor provenía
de sus maltrechos músculos, cortesía de los golpes recibidos en la caída
de tres pisos. Sabía que este malestar era solo el principio. Puedo
sobrevivir a esto. Sea cual sea la tortura que me inflijan, sobreviviré,
planearé y escaparé.

Entonces entró en la mazmorra.

Esperaba grilletes, instrumentos de dolor y paredes mohosas y


manchadas de sangre. Sin embargo, el ambiente arcaico terminó en la
puerta. En el interior, se extendía un panal de túneles y cámaras
encaladas. Estaban iluminadas por chorros de gas y olían a jabón de
lejía. El primer hombre que vio tampoco respondió a sus expectativas.

Había previsto a unos guardias imponentes y monosilábicos


dirigidos por un capataz sádico y con látigo que no había visto el sol en
veinte años. En lugar de ello, un hombre con pelo gris, vestido con un
uniforme militar negro, la saludó con una sonrisa.

—¡Ah! —dijo alegremente—. Una mujer. Eres la primera. Excelente.

Serie El Filo del Emperador 01 83


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

El alfiler de la izquierda de su cuello proclamaba que era coronel;


el de la derecha llevaba una aguja, el símbolo de un cirujano.

Un escalofrío levantó el vello de sus brazos.

—¿Primera para qué?

—Te lo enseñaré. —El cirujano tarareó y golpeó su portapapeles


contra su muslo mientras guiaba el camino por el pasillo blanco y
austero—. Venid, venid.

Los guardias obligaron a Amaranthe a seguirle. Si no tuviera las


manos atadas por detrás, podría haber intentado coger una de las
espadas o pistolas que colgaban de sus cinturones, pero no tenía ninguna
esperanza de alcanzarlas.

Las celdas se alineaban a ambos lados del pasillo, cada una


asegurada con barrotes de acero y puertas cerradas. Los presos varones
ocupaban la mayor parte. Algunos se quedaron de pie y la miraron pasar,
pero la mayoría yacían tumbados y no respondía. Uno de ellos tenía los
dedos de las manos y de los pies negros, síntomas de un avanzado estado
de congelación. Otro tenía marcas de viruela por toda la piel. De vez en
cuando, unos médicos con traje militar rodeaban a los prisioneros. Uno
de ellos sostenía un portapapeles y un bolígrafo, mientras otros
apuñalaban y pinchaban a sus víctimas.

En una celda, un hombre estaba tumbado boca abajo en una mesa


de metal con un cirujano pinchando varios centímetros de vértebras
expuestas. Gritaba con cada pinchazo, y la sangre brotaba de su espalda.
Salpicaba el suelo, corría por una ligera pendiente y se vertía en un
desagüe central. Amaranthe experimentó la desagradable idea de que
alguien había inclinado los suelos y colocado desagües exactamente con
ese propósito.

Serie El Filo del Emperador 01 84


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Tortura, pero más metódica que los simples cortes y quemaduras


destinados a extraer información. Estaban realizando experimentos
médicos con estas personas. Se estremeció.

—Puede que al emperador no le guste la idea de que una dama sea


diseccionada en su calabozo —le susurró al otro uno de los guardias que
sujetaban a Amaranthe mientras se adentraban en los túneles.

—Esta fue su idea —dijo el otro—. Quería que se destinara más


dinero a la investigación médica, ¿no?

—Él no tiene ni idea de lo que pasa aquí abajo, y estoy seguro de


que este no es el tipo de investigación al que se refería.

—Eso es porque es un blando, y tú también lo eres si le haces caso.


Hollowcrest es inteligente por mantener su pulgar en el niño. Los
nurianos nos machacarían si tuvieran idea de lo débil que es nuestro
supuesto emperador.

Amaranthe se preguntó cuántos hombres del Cuartel Imperial eran


leales a Sespian y cuántos a Hollowcrest. Si estos dos eran
representativos del conjunto, los partidarios de Hollowcrest eran más
ruidosos.

El cirujano entró en una gran sala con cuatro catres ocupados


contra la pared del fondo. A un lado había un mostrador con armarios
superiores e inferiores y al otro una estufa de carbón. No había fuego y
la habitación estaba fría. Los hombres de los catres estaban inertes, con
rostros sonrojados y respiraciones sibilantes como únicos indicios de
vida. Un sarpullido rojo y desigual cubría su piel.

El cirujano se detuvo al lado de un catre.

—Ah, bien. Este está muerto. Llevadlo a mi sala de examen. Unas


cuantas disecciones más y deberíamos avanzar. —Golpeó con los nudillos

Serie El Filo del Emperador 01 85


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en su portapapeles—. No es justo que los chamanes Kendorianos que


lanzan magia puedan curar esto mientras la sólida medicina Imperial se
queda atrás.

El guardia que había hablado en nombre de Sespian dejó a


Amaranthe para obedecer las órdenes del cirujano. Le tocó brevemente el
hombro, con ojos tristes, antes de arrastrar el cadáver. La compasión la
puso más nerviosa que las actitudes insensibles de los demás.

—¿Chamanes que lanzan magia? —preguntó Amaranthe. La


postura del imperio era que la magia no existía. Por supuesto, el imperio
también prohibía su uso, así que uno tendría que preguntarse sobre la
veracidad de la primera afirmación. En cualquier caso, ella nunca había
visto una prueba de magia en su vida.

—Sí, sus curanderos sacrifican pollos, agitan las manos y curan la


enfermedad. —El cirujano resopló con desdén—. No temas. Tu sacrificio
nos ayudará a encontrar una cura legítima y a distribuirla entre nuestras
tropas a lo largo de la frontera sur.

—Oh, bueno. —Amaranthe tragó saliva—. ¿Cuál es la enfermedad?

—Hysintunga.

—¿Y siempre es mortal?

—Oh, sí.

—¿Cuánto tiempo tarda en ah…? —Señaló con la cabeza en la


dirección en la que se habían llevado el cadáver.

El cirujano abrió un armario y rebuscó en su interior.

Serie El Filo del Emperador 01 86


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—De tres a cuatro días desde la infección hasta la muerte, al menos


según los casos que hemos tenido hasta ahora. Tal vez sea más rápido
para ti, ya que eres más pequeña que los hombres.

Un viaje en locomotora a Kendor tomaba más de una semana.


Estoy muerta si dejo que me infecten.

Flexionó sus hombros y trató de liberar sus muñecas de las


esposas. El guardia restante apretó más su mano alrededor de su bíceps
y le dio un ceño de advertencia. La empuñadura de su espada se clavó
en su costado. Si conseguía hacerse con un arma, tal vez podría apuntar
a la garganta del cirujano y negociar su salida. Primero necesitaría tener
las manos libres.

—Supongo que no… —empezó ella, pero una sombra cruzó la


puerta.

Hollowcrest entró en la habitación y cuatro guardias le pisaban los


talones.

Amaranthe se desplomó.

Él la miró con frialdad y levantó el brazo derecho. Un vendaje lo


envolvía desde la muñeca hasta el codo.

—Eres un tedioso dolor, mujer. En más de un sentido.

—Tú me atacaste —dijo ella, sin ver razón para molestarse con los
honoríficos en este momento—. Después de que me enviaras a una
misión suicida. ¿Soy yo la que es un dolor?

Él resopló.

Serie El Filo del Emperador 01 87


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—No me eches la culpa a mí, chica. Me pareció una pena


desperdiciar a un brillante ejecutor; no es que sean una raza común. Tu
ambición es lo que te hacía peligrosa. No podía dejarte al emperador.

—¿Una pena? —Ancestros vencidos, ¿se arrepentía realmente de lo


que había hecho? ¿Se sentía culpable? ¿O se lo estaba imaginando? Tal
vez solo había bajado a regodearse. No parecía que él se hubiera dado
cuenta de la nota que faltaba, aunque no estaba segura de que eso
ayudara. No podía leerla con las manos en la espalda.

El cirujano sacó un frasco de un armario, uno de los varios que


había en un estante. Un gran insecto alado zumbaba en su interior, con
un zumbido siniestro. Amaranthe se obligó a concentrarse en
Hollowcrest. Mientras él estuviera hablando, ella tenía que averiguar todo
lo que pudiera en caso de que tuviera la oportunidad de hacer algo con
esa información más tarde.

—¿Sabe el emperador que me tienes encerrada aquí abajo?

—Desafortunadamente, él está de luto por tu trágica muerte —dijo


Hollowcrest—. Muerta al caer por la ventana. Deberías estar complacida;
Sespian parecía bastante angustiado por la noticia.

—¿Qué estás haciendo? ¿Qué tipo de droga le estás poniendo?

Amaranthe miró al cirujano y a los guardias, esperando que la


noticia los sorprendiera. Si lograba engañar a Hollowcrest para que
respondiera afirmativamente, tal vez los conmocionara y los obligaría a
hacer algo para defender al legítimo líder del imperio.

—Es una hierba que embota el intelecto y hace que el bebedor sea
susceptible a ser manipulado —dijo Hollowcrest con calma.

Nadie en la sala reaccionó. Ellos lo saben. Todos lo saben y no les


importa.

Serie El Filo del Emperador 01 88


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—¿Por qué? —preguntó Amaranthe—. Cuando juraste actuar como


su regente, le hiciste una promesa a él y al imperio de que dejarías el
cargo cuando alcanzara la mayoría de edad. Eso fue el año pasado.

—¿Crees que quería faltar a mi palabra? No soy un tirano ávido de


poder. Siempre me he contentado con aconsejar. Pero el chico destruiría
el imperio. —Se limpió las gafas con un pañuelo—. En su primera semana
en el trono, prometió hacer la paz con todas las naciones con las que
hemos guerreado, reducir el gasto militar a la mitad, canalizar el dinero
hacia la educación y… oh, sí, y eliminar gradualmente el propio imperio,
instaurando una ridícula república popular con funcionarios elegidos.

—Suenan como objetivos nobles.

—Eres tan ingenua e idealista como él. Sí, anunciemos a todas las
naciones que hemos conquistado en los últimos setecientos años que
ahora deseamos la paz. Estoy seguro de que nos abrazarán con sincera
hermandad y se olvidarán de todos los hombres asesinados, las tierras
tomadas, las libertades robadas, las leyes impuestas. Por favor. Enviarían
diplomáticos por un lado y por otro construirían en secreto sus ejércitos
para la venganza. ¿Y la disolución del imperio? Desde que la religión pasó
de moda, la fe en Turgonia es lo único que da sentido a nuestro pueblo.
El imperio no es solo un gobierno; es una forma de vida. Nuestros
ciudadanos saben que forman parte de algo más grande que ellos. Sin el
imperio para definir una ideología para ellos, estarían perdidos. Si se les
quita eso, el siguiente fanático con una visión acabaría creando algo con
toda la tiranía y sin ningún beneficio. El mundo idealista de Sespian no
existe. Nunca podrá existir mientras los hombres vivan en él. —
Hollowcrest volvió a colocarse sus gafas en la nariz y curvó el labio—.
Diecinueve años. No se les debería permitir atarse sus zapatos y mucho
menos gobernar una nación.

Serie El Filo del Emperador 01 89


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Amaranthe buscó a tientas un argumento que convenciera al


anciano. Era difícil porque no estaba segura de que él estuviera del todo
equivocado. Pero Sespian tampoco se equivocaba. Aquellos dos
testarudos deberían trabajar juntos para encontrar un punto medio, no
intentar imponer sus visiones el uno al otro.

—Estoy listo, señor —anunció el cirujano.

—No es demasiado tarde —dijo Amaranthe, obligándose a


encontrar la mirada de Hollowcrest, ahora retraída—. No tienes que hacer
esto. Soy leal al emperador, pero no tengo planes para su futuro. No es
necesario que me mates, y podrías dejar de drogarlo, involucrarlo en su
propio gobierno. Tiene buenos argumentos. Tal vez su entusiasmo solo
necesita ser templado con tu experiencia, no sofocado por ella. Él es
inteligente. Aprenderá con el tiempo. Hay que darle una oportunidad.

Hollowcrest no respondió inmediatamente. Amaranthe no tenía


motivos para pensar que sus palabras fueran a significar algo para él,
pero se encontró esperando de todos modos, por su propia vida y por la
del emperador.

—Una vez iniciada la batalla —dijo Hollowcrest—, no puedes llamar


a tus ejércitos y decir que no importa. Estás comprometido. Solo puede
haber victoria o derrota. —Asintió al cirujano—. Adelante —dijo, antes de
marcharse.

—El emperador no es un enemigo al que hay que hacer una guerra


—dijo Amaranthe por detrás de él—. Es un hombre.

Los soldados de Hollowcrest se quedaron atrás. Eso dejó a cinco


guardias más el cirujano. No era bueno.

Dos hombres la obligaron a arrodillarse. Uno le quitó los grilletes


para liberar su brazo para el cirujano. Aunque no tenía esperanzas de

Serie El Filo del Emperador 01 90


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escapar, le dio un codazo al guardia en las tripas y se lanzó hacia la


puerta. Otro simplemente la atrapó y la tiró al suelo, forzándola contra el
frío suelo.

—Esto será más fácil si te relajas —dijo el cirujano.

Amaranthe miró el frasco que tenía en sus manos. En el interior,


el maligno bicho negro rebotaba, recordando tanto a una avispa como a
un lagarto. Sus alas batían y su cola agitada golpeaba contra el cristal
con audibles tictacs. Resultaba extraño que un bicho de aspecto tan
saludable fuera el portador de una enfermedad que podría matarla.

—¿Qué es? —preguntó morbosamente.

El cirujano aflojó la tapa.

—Los nómadas del desierto los llaman Colmillos. Transmiten la


infección con su picadura. —Ladeó la cabeza y la estudió como si fuera
un hongo exótico que crece en una pared húmeda—. Será interesante
examinar tu cadáver y ver si la enfermedad afecta a las mujeres de forma
diferente a los hombres.

—Interesante. Claro.

El cirujano le levantó la manga. Una parte de Amaranthe quería


afrontar el momento con dignidad, pero cuando retiró la tapa y puso la
boca del frasco contra su piel, el miedo la invadió. Se retorció y apartó el
brazo de un tirón.

El cirujano maldijo y volvió a colocar la tapa antes de que el insecto


pudiera escapar.

—¡Sujetadla!

—Lo siento, señor. Es más fuerte de lo que parece.

Serie El Filo del Emperador 01 91


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Otro se unió a los dos primeros, dejando un guardia sobre sus


piernas y uno en cada brazo. El cirujano bajó, listo con el frasco de nuevo.

Ella trató de liberarse, todo sentido de estrategia olvidado en pura


desesperación. A pesar de su frenética lucha, Amaranthe sintió la
picadura del insecto.

En ese momento se desinfló. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Podéis dejarla ir. —El cirujano volvió a enroscar la tapa y devolvió


el frasco al armario—. Ahora no va a luchar. No tiene sentido, ¿eh?

Él estaba en lo cierto. Amaranthe se quedó tan inerte como aquellas


formas jadeantes de los catres. Cuando los guardias la soltaron y
retrocedieron, ella no se puso en pie. Sus cabezas retrocedieron y ella se
limitó a quedar mirando el techo de hormigón armado.

—Regresaré por la mañana —dijo el cirujano a modo de


despedida—. Hay agua en una jarra allí.

Amaranthe no movió los ojos para seguir el brazo que le señalaba.


Una parte de su mente registró el tintineo de la puerta de acero al
cerrarse, el golpe de la cerradura. La picadura del insecto ardía, y un
cosquilleo caliente se extendía hacia su hombro.

Así que esto era la derrota.

Siempre había imaginado que la muerte le llegaría al final de una


espada de algún criminal durante una batalla por una causa que
mereciera la pena. Nunca habría imaginado morir entre extraños,
olvidada por el mundo. ¿Alguien se preguntaría dónde estaba ella? No
tenía familia en la ciudad, pero seguramente algunos de sus compañeros
de la fuerza pública tendrían curiosidad por saber por qué había
desaparecido del trabajo sin decir nada.

Serie El Filo del Emperador 01 92


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¿Y qué hay de Sicarius? ¿Se preguntaría qué estaba pasando con


ella? No, él había predicho que ella acabaría en la mazmorra. ¿Y por qué
no? Era una aficionada a su lado. Había entrado en la oficina de
Hollowcrest sin ningún tipo de plan. ¿Qué esperaba que sucediera? ¿Que
se libraría de una sentencia de muerte y de paso conseguiría que
Hollowcrest dejara de drogar a Sespian?

Al cabo de un tiempo, se aburrió de mirar al techo y sentir lástima


por ella misma. Todavía tenía una razón para escapar. Aunque fuera a
morir, podría contarle a Sicarius lo que había averiguado.

Se levantó tambaleándose y se quitó las horquillas de su moño


caído. La cerradura de la puerta estaba colocada en el lado del pasillo, lo
que hacía que resultara incómodo sondearla. Solo tardó un momento en
descubrir que las horquillas eran demasiado grandes para alcanzar los
bombines de la parte trasera. Para abrir esa puerta haría falta una llave
o un juego de ganzúas profesionales. No tenía ninguna de las dos cosas.

Mientras reflexionaba sobre su próximo acto, llevó agua a los


hombres de los catres.

Olían a orina y a sudor, y grietas como cañones marcaban sus


labios. Los hombres eran un inquietante anticipo de sus propias últimas
horas, y ella quería arrastrarse a un rincón lo más lejos posible de ellos.
En lugar de eso, intentó que bebieran. Uno de ellos abrió brevemente los
ojos, pero miró a través de ella, no a ella. Ella le tomó la mano. Con las
manchas de erupciones que cubrían su piel, parecía metal oxidado bajo
el sol de verano. Buscó a tientas algo reconfortante que decir. Lo único
que podía pensar era que pronto sería ella.

Una mancha suave en la mano del hombre llamó su atención. Le


giró el brazo. Una marca de pandilla marcaba su piel. Los Panteras. Era
uno de los de Mitsy. Comprobó a los otros hombres. Llevaban marcas de
los Flecha Negras, otra banda de la ciudad.

Serie El Filo del Emperador 01 93


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—Están utilizando a nuestra propia gente —susurró, helada.

Uno de los hombres suspiró, exudando un dolor tangible.

—Siento no poder hacer nada por ti —dijo Amaranthe.

Deseó tener un libro o algo para leerles en voz alta. La idea le hizo
recordar la nota que había robado del despacho de Hollowcrest. La sacó
del bolsillo.

Hollowcrest, dijiste que el emperador estaba bajo tu control. Tu


marioneta no ha hecho ninguno de los cambios que nosotros discutimos,
principalmente eximir de impuestos a los negocios clave para fomentar el
crecimiento. Forge también exige tener voz en el gobierno. El imperio es una
aristocracia guerrera desaparecida y sin contacto con el mundo moderno.
Su contumacia nos obliga a lanzar amenazas. Si el emperador no aprueba
las leyes que hemos solicitado, será eliminado durante la celebración de
su cumpleaños. El pueblo no te aceptará como gobernante. Dado que
Sespian es el único Savarsin que queda que reclama sangre real por línea
paterna y materna, es el único heredero legítimo. Su muerte creará una
guerra civil, lo que nos dará la oportunidad de respaldar una perspectiva
más amigable.

¿Cómo seguimos? La elección es tuya.

—Forge.

Amaranthe dobló lentamente la nota y la devolvió a su bolsillo. Bajó


la barbilla hasta el pecho. No solo estaban drogando a Sespian, sino que
su vida estaba en juego.

No podía imaginarse a Hollowcrest cediendo a esas exigencias, no


después del sermón que le había dado. Era de casta guerrera hasta la
médula, y no haría más que poner sus pelos de punta ante la idea de un

Serie El Filo del Emperador 01 94


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poder gubernamental para las empresas. Pero si no cedía a este grupo


Forge, el emperador podría perder la vida.

Golpeó la palma de la mano contra la pared. No puedo morir ahora.

Más que nunca, tenía que escapar y avisar a Sicarius. Si el


emperador realmente significaba algo para él, tal vez podría contar con él
para transmitir esta información a alguien con influencia. Incluso si ella
moría, tal vez las ondas de la piedra que arrojara al lago crearían un
cambio para cuando llegaran a la orilla.

Pero primero, escapar.

Pasos en el pasillo alentaron la esperanza. Deslizó sus horquillas


bajo un catre y se acercó a la puerta, preparada por si se presentaba la
oportunidad.

Por desgracia, había muchos pasos. Hollowcrest fue el primero en


aparecer, y luego los cuatro guardias que se agolpaban detrás de él.
Demasiados.

Hollowcrest desbloqueó la puerta.

—Registradla.

Los guardias entraron en tropel. Dos la agarraron de los brazos,


mientras los otros dos rebuscaban en sus bolsillos y lugares más
personales. Encontraron la nota. Amaranthe suspiró mientras la
tomaban. Ahora, incluso si escapaba, había perdido la única evidencia
física de que Hollowcrest estaba manipulando al emperador y que
Sespian estaba en peligro.

—¿Hay algo en lo que no hayas metido los dedos? —preguntó


Hollowcrest.

Serie El Filo del Emperador 01 95


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—Últimamente he tratado de ampliar mis intereses —dijo—. Desde


que averigüé lo peligroso que puede ser seguir ciegamente las órdenes de
hombres en los que creciste pensando que podías confiar.

—Tomad cualquier otra cosa que pueda usar para escapar —dijo
Hollowcrest.

Se llevaron su identificación de ejecutora, su dinero, el brazalete de


Sespian, y la llave de su piso. Observó a Hollowcrest para ver si el
brazalete significaba algo para él, pero dejó que los guardias se lo
quitaran sin pestañear.

Cerraron la puerta con un ruido seco. La cerradura hizo clic y


Hollowcrest se llevó a sus hombres.

Amaranthe apoyó la espalda en los barrotes y recorrió la habitación


con la mirada.

—Está bien —susurró para sí—. Nada ha cambiado. Todavía tengo


que escapar.

Comprobó la estufa, pero solo una inútil capa de ceniza cubría la


caja de fuego. Un estrecho tubo salía de la parte superior y desaparecía
en el techo. El agujero no sería lo suficientemente ancho como para
arrastrarse a través de él si desmantelaba el tubo de la estufa.

Los armarios estaban cerrados, pero los mecanismos eran más


sencillos que los que aseguraban la puerta. Encontró una horquilla y
pronto los derrotó. En los estantes del interior había botes vacíos, una
bobina de hilo quirúrgico y montones de papeles. Nada especialmente
útil.

Su mano rozó uno de los frascos que contenían los odiosos bichos.
Horrorizada apartó el brazo de un tirón. Luego resopló y se relajó. Ya no
había razón para tenerles miedo.

Serie El Filo del Emperador 01 96


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Amaranthe hizo una pausa.

—No hay razón para que yo les tenga miedo.

El principio de una idea se le pasó por la cabeza. Había un total de


cuatro tarros de cristal, cada uno con un bicho que batía las alas y movía
la cola en su interior. Amaranthe tejió un hilo y ató los frascos, dejando
una larga correa colgando. Los colocó encima del armario, cerca de la
puerta de la celda. A continuación, encontró un bote vacío con tapa y
echó en él las cenizas de la estufa. Así preparada, se levantó para
sentarse en la encimera bajo los botes. Agarró la correa de hilo con una
mano y apoyó el bote junto a su muslo, donde no se podía ver desde la
puerta.

Pasarían varias horas antes de que el cirujano regresara. Solo


podía esperar que conservara la capacidad de actuar cuando llegara el
momento.

La incómoda posición y el conocimiento de la muerte inminente


hacían que el sueño fuera inaccesible. La espera no tenía ninguna de las
cualidades de distracción de tramar una fuga o tratar de sacar
información de Hollowcrest. Uno de los enfermos dejó de respirar durante
la noche. Los jadeos dolorosos de los demás acabaron por resquebrajar
el estoicismo de Amaranthe, que lloró en silencio. No sabía si era por
ellos, por ella misma, o por ambos. Las lágrimas se sentían extrañamente
frías en sus mejillas. Ya tenía fiebre, se dio cuenta entumecida.

Por la mañana, la voz del cirujano sonó en el pasillo. Comprobó el


hilo enrollado en su mano.

Dos hombres se detuvieron ante la puerta. Amaranthe, con la


mirada fija en el suelo, los vio en el límite de su visión. El cirujano y un
solo guardia, que llevaba una ballesta de repetición. Fingió un estupor.
Ella no era una amenaza; al menos, eso era lo que quería que pensaran.

Serie El Filo del Emperador 01 97


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Esperó hasta que el cirujano desbloqueó la puerta y la abrió.

Tiró del hilo.

Los frascos cayeron y los cristales se hicieron añicos al chocar


contra el suelo de cemento. El cirujano y el guardia parpadearon
confundidos al principio. Luego, un zumbido enojado sonó en el silencio.
El cirujano se dio cuenta primero y ella sonrió con una sombría
satisfacción cuando un insecto voló hacia su rostro. Sus ojos se abrieron
de par en par y saltó hacia atrás, chocando con el guardia que aún no
comprendía las ramificaciones de esos cristales rotos.

Amaranthe se puso de pie de un salto y se lanzó a la salida. Agarró


un puñado de ceniza de su bote y se lo lanzó a la cara. El cirujano no le
prestó mucha atención, salvo para sacudir la ceniza y volver por donde
había venido.

—¡Los bichos están sueltos, idiota! —gritó por encima del hombro.

El guardia, que por fin se dio cuenta del peligro, corrió tras el
cirujano.

Amaranthe solo se detuvo el tiempo suficiente para cerrar de golpe


la tapa del bote, y luego corrió en dirección contraria. Se adentró en la
mazmorra, esperando que sus captores esperaran que ella subiera en
lugar de bajar. Numerosos gritos sonaron desde la dirección de las
escaleras. No, nunca escaparía por ahí. Deseaba poder detenerse para
liberar a los demás prisioneros, pero no tenía llaves ni tiempo. Los
insectos cargados de virus podrían retrasar la persecución, pero solo
temporalmente.

Después de algunos giros, la piedra antigua sustituyó a las paredes


de hormigón encaladas. Las lámparas de gas se acabaron, pero un
estante con algunas linternas proporcionó un medio para viajar más

Serie El Filo del Emperador 01 98


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profundo. Agarró una y pensó en destruir las demás, pero pensó que la
tarea le llevaría más tiempo del que ganaría.

Se adentró más, y la linterna hizo poco para alejar las sombras. Tal
vez fuera lo mejor. Los atisbos de antiguos utensilios de tortura, grilletes
oxidados y heces de rata no la animaron. Lo rancio competía con el moho
para empañar el aire húmedo.

Se preguntó bajo qué circunstancias había pasado tiempo Sicarius


aquí.

En cada intersección, Amaranthe inclinaba la cabeza y trataba de


sentir las brisas que pudieran indicar una salida al exterior. Estaba
depositando mucha confianza en Sicarius, un hombre que apenas
conocía y cuyos actos apenas hablaban bien de él. Tanto si él había
mentido, como si sus sentidos aturdidos por la fiebre la estaban
traicionando, llegó a un callejón sin salida antes de sentir cualquier
indicio de una corriente de aire.

Olfateó abundantemente las paredes, tratando de detectar algún


indicio del exterior entre el moho y el musgo. Nada.

Retrocedió y probó otros pasajes. El ejercicio la fatigaba. Llegó a


otros dos callejones sin salida antes de que una leve brisa le rozara la
mejilla. Las voces sonaron, no lo suficientemente lejos como para sentirse
cómoda. Quitó la tapa de su bote de ceniza, tiró de su camisa sobre su
boca y nariz, luego arrojó puñados del fino polvo gris en el aire. Le asaltó
los ojos y dio un paso atrás, chocando con la pared.

—¿Oyes algo? —preguntó un hombre cercano.

—Ella está aquí abajo en alguna parte.

—No veo por qué tenemos que molestarnos en buscar. Puedo


esperar hasta que el cadáver empiece a apestar y encontrarla entonces.

Serie El Filo del Emperador 01 99


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Se rieron y las armaduras y armas resonaron. Puede que solo


fueran dos, pero estaban armados. Amaranthe no tenía nada, ni siquiera
la daga de Sicarius. Además, dudaba que pudiera ser mejor que una niña
de cinco años en su estado actual. Esto tenía que funcionar.

Contuvo la respiración y entrecerró los ojos borrosos a través de la


nube de ceniza, buscando una perturbación.

Y ahí estaba.

Una corriente de aire procedente del suelo agitaba la nube a la


altura de los pies. Tanteó la zona, buscando un interruptor o un botón.

A la altura del pecho, en el lado izquierdo, encontró un pliegue en


la argamasa que se hundía al tocarlo. Un mecanismo se activó detrás de
la pared. Hizo una mueca, segura de que los guardias lo escucharían.

Frente a ella, un borde irregular se desprendió como dos piezas de


un rompecabezas separándose. Amaranthe tuvo que dejar la linterna y
usar ambas manos para abrir la pesada puerta de piedra.

Arrojó más ceniza detrás de ella para ocultar sus huellas. Tomó la
linterna, entró y cerró la puerta.

Las telarañas y el polvo eran los dueños del túnel por el que entró.
Demasiado cansada para aplastarlas, corrió… no, tropezó…
directamente. Su paso torpe le provocó resentimiento; esta enfermedad
ya estaba minando sus músculos. Su respiración silbaba como si
estuviera al final de una dura carrera alrededor del lago. Dudaba que le
quedara mucho tiempo para poder hacer algo útil.

El túnel terminaba en una rejilla de acero que bloqueaba el paso.


En el exterior, un cielo rosado se filtraba a través de las ramas desnudas
y enredaderas que tapaban la salida. Amaranthe encontró una palanca
para abrir la rejilla y empujó entre las zarzas. Las espinas le arañaron las

Serie El Filo del Emperador 01 100


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manos y mejillas. Un cartel cercano decía: PUNTO DE ACCESO AL


ALCANTARILLADO.

Resopló. Por supuesto que sí.

Avanzó a trompicones, buscando un camino de salida y esperando


poder llegar al lago sin toparse con los ejecutores. Era extraño pensar
que los que deberían haber sido sus aliados fueran ahora sus enemigos.
Cuando Hollowcrest se enterara de su huida seguramente pondría una
recompensa por su cabeza. ¿Qué crimen inventaría para poner un su
cartel de “se busca”? Liberadora de bichos mortales, recompensa de
5.000 ranmyas. Cortadora del brazo de Hollowcrest, recompensa 10.000
ranmyas. Aunque como sabía que estaba destinada a morir por la
enfermedad, podría no molestarse en enviar a grupos de búsqueda o
alertar a los agentes. Una lástima. Ella prefería ser buscada que estar
muerta.

Lo único que podía hacer era llegar al lago y esperar que Sicarius
estuviera allí para poder entregar su mensaje. Después de eso…

Tragó con fuerza. Después de eso, no importaría.

***

El atardecer encontró a Amaranthe acurrucada de lado en un


banco del parque junto al lago. Fatigada y entumecida, con la respiración
entrecortada, al principio no reconoció las botas negras. Sicarius se puso
en cuclillas sobre sus talones junto a su cabeza. Ella había querido
decirle algo. ¿Qué era? Por su mente revoloteaban trozos de
pensamientos destrozados, un rompecabezas demasiado esquivo para
encajar. Solo recordó que eran importantes.

Serie El Filo del Emperador 01 101


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—Emperador… Hollow… —Se lamió los labios agrietados. Hablar


era demasiado difícil. Respiró estrechamente entre cada palabra—.
Forge… asesinos… acción. No puede… celebrar. Díselo a… alguien.

Jadeó, luchando por sacar más palabras. El esfuerzo devoraba las


fuerzas que le quedaban. La oscuridad se introdujo en su visión. Intentó
apartarla, pero la abrumó y perdió el conocimiento.

Serie El Filo del Emperador 01 102


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Capítulo Siete
El dolor latía detrás de los ojos de Sespian. Las palabras de la
página se difuminaban y bailaban. El diario médico de las islas Kyatt
estaba escrito en un idioma que no dominaba, pero el kyattés usaba el
mismo alfabeto que el turgoniano, y tenía un diccionario de idiomas como
referencia. La traducción no debería ser tan difícil.

Sespian bajó la pluma de golpe y se mesó el pelo. ¿Qué le pasaba?

—¿Algún problema, Sire? —Una voz llegó de la puerta.

Hollowcrest entró en la biblioteca con un puñado de papeles. Se


detuvo junto a la mesa. Bajo sus pies se extendían un enorme medallón
en el suelo que representaba la masa musculosa de Agroth, el fundador
de Turgonia y primer emperador. Desde el punto de vista de Sespian,
parecía que la punta de la espada del antiguo guerrero estaba pinchando
a Hollowcrest en el culo, una idea bastante agradable.

—No —dijo Sespian.

—¿Por qué está leyendo eso? —Hollowcrest frunció el ceño ante el


libro.

—Estoy tratando de averiguar qué me pasa. Cuando me desperté,


el cirujano no dijo nada, pero se supone que la gente de mi edad no se
derrumba en los escalones de sus casas sin ningún motivo. —Ahora bien,
si Hollowcrest se desplomara por unas escaleras, eso sería más
comprensible, pero la vieja y delgada gárgola probablemente viviría para
siempre.

Serie El Filo del Emperador 01 103


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—Sí, deberíamos discutir eso. —Hollowcrest se deslizó en la silla


del otro lado de la mesa—. El cirujano Darrik era reacio a hablarle de sus
hallazgos pero me los confió a mí.

—¿Lo hizo? —Sespian se recostó en su silla, cruzó los brazos sobre


su pecho y miró a Hollowcrest.

—Le preocupaba que usted no tomara bien sus hallazgos y no


quería entregarlos él mismo.

Un aleteo irritó el estómago de Sespian.

—¿Qué hallazgos?

Hollowcrest dejó sus papeles, apoyó los codos en el escritorio y


apretó los dedos.

—Existe la posibilidad, no lo sabemos con certeza, claro está, de


que tenga un tumor cerebral.

El silencio absoluto que reinaba en la biblioteca hizo que Sespian


oyera como se aceleraba su respiración.

—No. —Miró a sus notas sin verlas—. No, no me lo creo. No estoy


tan enfermo. Me pondré bien. Estoy seguro de que es solo…

¿Qué? No tenía ni idea. Ese era el problema.

—No estamos seguros, así que siempre hay esperanza de que sea
algo menos problemático. —Un intento de sonrisa compasiva arrugó el
rostro curtido de Hollowcrest—. Sin embargo, eso explicaría vuestros
dolores de cabeza, y su episodio de desmayo.

—No me desmayé, me desplomé de manera varonil —murmuró


Sespian—. Probablemente no estoy haciendo el suficiente ejercicio, o no
estoy comiendo bien. O algo así. Estoy seguro de que no es un tumor. La

Serie El Filo del Emperador 01 104


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idea es ridícula. Soy demasiado joven. Todavía no he hecho nada de lo


que quería hacer. Yo… —Apenas escuchaba sus propias palabras. No
podía creerlo.

—Hay, tal vez, todavía tiempo para dejar un legado. —Hollowcrest


empujó las hojas de papel a través de la mesa.

—¿Qué es esto? —Sespian las recogió y miró la página superior. Le


temblaban las manos—. ¿El dibujo de una mujer? ¿Qué se supone que
es esto…?

—Una perspectiva adecuada para el matrimonio —dijo


Hollowcrest—. Hay varias damas ahí, todas de impecable linaje de la
casta guerrera, todas en edad de procrear.

Sespian miró fijamente al anciano.

—Me acabas de decir que voy a morir pronto, ¿y ahora quieres que
me case?

—Como habéis dicho, Sire, habéis tenido poco tiempo para cumplir
vuestros deseos como emperador. ¿No queréis, antes de morir, producir
al menos un heredero que lleve vuestra sangre y gobierne algún día el
imperio?

Sespian comenzó a responder a eso pero se detuvo en seco. Algo


estaba muy mal aquí. Tenía que pensar antes de hablar. ¿Por qué sus
pensamientos eran tan confusos? Parecía un rompecabezas infantil, pero
alguien había apagado las lámparas y tenía que armarlo en la oscuridad.

Tomó los papeles, se levantó y se dirigió a una ventana que daba a


los bancos de nieve apilados contra las paredes del patio. Si moría,
dejando un bebé, Hollowcrest podría acabar siendo regente durante los
próximos dieciocho años. En teoría, Sespian podía nombrar a otro
regente, pero, ¿alguien escucharía sus mandatos? Como había visto

Serie El Filo del Emperador 01 105


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

recientemente, Hollowcrest contaba con el apoyo total de los guardias.


Todos los demás se apresuraron a obedecer sus órdenes también.

Soy solo una figura decorativa. Era tan obvio; ¿por qué se le había
escapado eso todo el año? Seguía intentando insinuar sus ideas, pero se
estrellaba contra las paredes allí donde se volvía. Era como si Hollowcrest
nunca hubiera dejado de ser regente.

¿Cómo había dejado que todo eso ocurriera?

Podía sentir los ojos de Hollowcrest clavados en su espalda, así que


fingió leer los papeles. Era el momento de husmear un poco y averiguar
qué estaba haciendo exactamente Hollowcrest.

—Tómese su tiempo, Sire. —Una silla raspó cuando Hollowcrest se


puso en pie—. Avíseme si desea seguir hablando, o hable con el cirujano
en cualquier momento si tiene preguntas.

—Lo haré. —Sespian no dudaba de que el cirujano estaba


preparado con las respuestas que Hollowcrest quería que tuviera.

Una vez que estuvo solo, bajó los papeles y volvió a la mesa. El libro
y sus notas habían desaparecido.

***

Los sueños y la realidad se mezclaron para Amaranthe, creando un


febril reino de miedo y confusión. En su cabeza se mezclaban pesadillas
sobre Hollowcrest, los ejecutores y esos espantosos bichos. A veces veía
una pequeña habitación de madera con vigas de metal en el techo. Quizás
esos eran sus momentos de vigilia. Durante ellos, estaba sola y asustada.

En uno de sus sueños, apareció Sicarius, acompañado de un


hombre de piel pálida, con tatuajes y largas trenzas de pelo gris. Hablaron
en una lengua extranjera. El desconocido le tocó la frente, cantando

Serie El Filo del Emperador 01 106


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mientras trazaba símbolos en su piel con un dedo nudoso. Confundida y


alarmada, intentó apartarse, pero Sicarius la sujetó. El ritual tenía el
aspecto de una antigua ceremonia de muerte realizada por un sacerdote
para enviar su espíritu a un hipotético otro mundo. Amaranthe luchó por
conservar la conciencia, temiendo que cada deslizamiento hacia la
negrura fuera permanente, pero ésta se la tragó de nuevo.

***

Se despertó alerta y sin fiebre en la habitación de madera que había


visto en su sueño. Sorprendida, se esforzó por apoyarse en el codo. El
esfuerzo hizo que los latidos de su corazón se aceleraran.

Una linterna de queroseno colocada acurrucada sobre un escritorio


le proporcionaba una tenue iluminación. Estaba tumbada en un catre
contra la pared, frente a una puerta cerrada. Los únicos muebles que
había eran una silla de madera y una estufa encendida junto a un
depósito surtido de carbón.

Un olor enfermizo impregnaba el aire. Amaranthe levantó la manta


de lana rasposa que la cubría y olfateó. Genial. Ella era la fuente. Alguien
le había quitado la ropa sucia, pero necesitaba urgentemente un baño.

De repente, se echó a reír. ¿A quién le importaba si apestaba?


¡Estaba viva!

Pero, ¿dónde estaba?

En la pared más cercana, un gran panel rectangular de maderas


colgaba de las bisagras como una persiana improvisada. La curiosidad se
impuso al cansancio. Se envolvió con la manta y se desprendió del catre.
A pesar del calor que irradiaba la estufa, el suelo de madera rayado y
abollado lloraba de frío. El panel abierto estaba apoyado con un palo que
aparentemente estaba allí para ese fin. Un optimista habría llamado

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ventana a la abertura rectangular que había debajo. Decidió que un “gran


agujero irregular aserrado en las tablas” era más preciso.

Contempló una enorme cámara de hielo. Los bloques de treinta o


cincuenta centímetros de ancho formaban una montaña helada que se
extendía hasta las vigas. Su habitación estaba casi igual de alta. Una
escalera metálica a su derecha conducía al suelo cubierto de serrín.

Un movimiento llamó su atención. Sicarius. Había sacado unos


cuantos bloques y estaba practicando patadas y puñetazos desde encima
de ellos. Con una agilidad que habría avergonzado a un gato, saltó de un
lugar resbaladizo a otro. A veces giraba y pateaba en el aire, pero nunca
resbalaba cuando aterrizaba. Esperaba que él levantara la vista y la
reconociera, sin duda había oído el crujido de aquel panel, pero continuó
su rutina sin pausa.

Amaranthe dejó caer los antebrazos sobre el borde y lo observó. A


pesar del frío que hacía, no llevaba camisa. Dado que sus camisas negras
habituales eran entalladas, el físico por el que un modelo de escultor
pagaría no era una sorpresa, pero era… llamativo. La forma en que su
cuerpo relajado fluía como el agua girando a lo largo de su curso antes
de contraerse en acero para un golpe hipnotizante. Hizo una serie de
bloqueos con la mano abierta, cada uno de ellos una demostración de
economía en el movimiento, cada uno de ellos seguido por lo que ella se
imaginó que eran bloqueos de las articulaciones. Con esos hombros, no
tendría problemas para arrancarle el brazo a alguien.

Después de un largo momento, se sacó a sí misma de su asombro


boquiabierto con un movimiento de cabeza y un bufido burlón. Muy bien,
chica, no vamos a dejarnos atraer por un asesino mortal.

Amaranthe se apartó de la ventana y se fijó en un periódico sobre


el escritorio. El titular de la primera página la sobresaltó. Un oso renegado
mató a otros dos en la calle Wharf.

Serie El Filo del Emperador 01 108


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—¿Oso? —murmuró—. ¿Eso lo ha escrito un periodista sobrio?

Con el periódico en la mano, se desplomó en la dura silla. Stumps


estaba rodeado de cientos de kilómetros de tierras de cultivo y huertos.
Rara vez se veía un mapache en la ciudad, y no recordaba haber oído
hablar de un avistamiento de osos. Un oso que matara gente sonaba aún
más improbable.

La parte de la calle Wharf destacó por una razón diferente. Miró


hacia la ventana y las pilas congeladas que había más allá. Todas las
casas de hielo en la ciudad estaban cerca de los muelles, lo que
significaba que este edificio estaba cerca, tal vez justo en la calle Wharf.
Algo nuevo de qué preocuparse. Maravilloso.

La lectura de la historia no fue esclarecedora, y no pudo evitar


pensar en la admisión de Hollowcrest de que los periódicos no siempre
publicaban la verdad.

Al terminar, hizo una mueca al ver la fecha. Suponiendo que fuera


el periódico de hoy, había perdido cuatro días entre el calabozo y la
enfermedad. Solo quedaban dos semanas y media para la celebración del
cumpleaños del emperador. ¿Qué podía hacer para detener a Hollowcrest
y a Forge en tan poco tiempo?

No tenía dinero, ni armas, ni idea de quién componía Forge, nada.


Necesitaba un aliado, pero ahora que estaba en el lado menos deseable
de la ley, no podía acudir a sus amigos ejecutores para que la ayudaran.
El único al que podía pedírselo era alguien que ya estaba marcado como
criminal…

Amaranthe dejó el periódico sobre el escritorio, con los bordes


alineados con la esquina, y volvió a la ventana. Ahora Sicarius estaba
corriendo a través de una especie de circuito sinuoso de juego de piernas
que había construido. Si ella no decía algo, él estaría allí todo el día.

Serie El Filo del Emperador 01 109


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La siguiente vez que él terminó una vuelta, ella se aclaró la


garganta con dificultad. Sicarius la miró.

—Simplemente me preguntaba por qué estoy viva —dijo


Amaranthe—. Y por qué estamos acampados en una casa de hielo.

Sicarius la saludó con un movimiento de la mano, pero continuó


con los ejercicios.

Ella volvió al catre. El mero hecho de caminar por la pequeña


habitación la dejaba deprimentemente débil. Y fría. Acercó el catre a la
estufa y apretó más la manta a su alrededor. Olía a serrín y a los olores
más penetrantes del lecho de enfermo.

Unos minutos más tarde, Sicarius entró, completamente vestido de


nuevo.

—La casa de hielo estaba cerca de donde te derrumbaste en el


sendero —dijo Sicarius—. Había un límite para poder llevarte a la ciudad
sin llamar la atención. Además, estaba totalmente abastecida, por lo que
los trabajadores han pasado a llenar otro almacén en la misma manzana.
Las interrupciones han sido poco frecuentes.

—Gracias —murmuró Amaranthe—. ¿Cómo lo hiciste, ah…? No


estaba esperando… Me dijeron que la enfermedad era siempre mortal.

—Sí, a menos que la cure alguien que entienda de ciencias


mentales. Reconocí los síntomas de la Hysintunga y encontré un chamán.

¿Ciencias mentales? Un extraño sinónimo de magia.

—¿Un chamán en el imperio? —preguntó—. ¿En Stumps? Te


pueden colgar por leer sobre magia. No puedo creer que alguien se
arriesgue a practicarla aquí.

Serie El Filo del Emperador 01 110


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O que existiera. Incluso cuando el cirujano había hablado


despreocupadamente de la magia en la mazmorra, no había logrado
penetrar en sus arraigadas creencias. O incredulidad, más bien.
Amaranthe se palpó el brazo derecho donde le había picado el bicho. No
quedaba nada de la herida. Tal vez era hora de cuestionarse esas
creencias.

—La mayoría de la gente del imperio no cree en las ciencias


mentales o no reconocería que se practican a pesar de ello —dijo
Sicarius—. Aunque este no es un lugar fácil para que vivan los
extranjeros, esto a veces es más seguro que lo que dejan atrás,
especialmente si son perseguidos por sus compañeros de profesión.

¿Usuarios de magia furtivos? ¿En su ciudad? Amaranthe se frotó


la cara.

—No debe haber sido un tipo demasiado malo si estuvo dispuesto


a ayudarme —razonó.

—Le pagaron bien.

—Oh. —Amaranthe tragó saliva. Solo había querido buscar a


Sicarius para transmitirle información. No había pensado que él podría
salvarla, o que se molestaría incluso si pudiera—. Gracias —dijo de
nuevo, las palabras eran inadecuadas—. Te debo…

—Una explicación. —Sicarius la miró con atención—. Aclara la


situación con el emperador. No pude entender el revoltijo incoherente que
escupiste antes de caer inconsciente.

Así que la había ayudado porque quería su información, no por


amabilidad. Eso no era sorprendente, pero le recordaba lo mucho que iba
a tener que hablar para convencerlo de que se convirtiera en su aliado.

Serie El Filo del Emperador 01 111


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Amaranthe hizo una descripción detallada de las conversaciones


que había compartido con Hollowcrest. Recitó las palabras de la carta al
pie de la letra. Aquellas experiencias, en las que había creído que se
moría, quedaron grabadas indeleblemente en su mente.

El rostro de Sicarius permaneció ilegible durante toda su


narración. Al final, le dirigió esa mirada fría que tan bien hacía.

—Hollowcrest dio sus razones para querer matarte, describió el té


que está usando para drogar a Sespian y explicó por qué siente la
necesidad de manipular al emperador en primer lugar. —Se cruzó de
brazos y se apoyó en la pared—. A ti.

Su tono no cambió para sugerir que era una pregunta, y no fue


hasta que añadió las dos últimas palabras que Amaranthe se dio cuenta
de que era una declaración de incredulidad.

No se le había ocurrido que él pudiera pensar que estaba


mintiendo. Antes, cuando le había estado mintiendo, él lo había sentido.
Lo miró fijamente y deseó que él sintiera que estaba diciendo la verdad
ahora.

—Sí, lo hizo —dijo ella.

—Hollowcrest no tenía ninguna razón para decirte nada, y él no se


explica, ni justifica sus acciones, antes de matar a la gente.

—Sinceramente, a mí también me sorprendió, sobre todo cuando


vino a charlar a la mazmorra —dijo Amaranthe—. ¿Supones que… podría
haber pensado que me escaparía… o que tú vendrías a buscarme y
ayudarme… y que este era un mensaje destinado a ti? —Levantó la vista
hacia él, intentando de nuevo leer su rostro, pero éste seguía
inexpresivo—. Es obvio que estás conectado con él de alguna manera.
Basándome en el hecho de que tanto Hollowcrest y Sespian reconocen tu

Serie El Filo del Emperador 01 112


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daga, supongo que fuiste el asesino de la corte o algo por el estilo, aunque
no se supone que el asesinato sea la forma de hacer las cosas de
Turgonia. Aun así, creo que Hollowcrest es un viejo astuto, y que no le
habría importado tener a alguien como tú cerca. Por lo que recuerdo del
emperador Raumesys, era un tipo similar. Tu historial en los ejecutores…
tu lista de asesinatos públicos… comenzó, ¿cuánto, hace cinco años? Eso
fue al mismo tiempo que murió Raumesys. Tal vez Sespian, siendo un ser
humano bastante bueno, no quería un asesino en la nómina, y te dio la
patada, así que tuviste que salir y encontrar otro trabajo. Claro que eso
no explica por qué…

Un instinto de advertencia le erizó los pelos de la nuca. Había


estado mirando a Sicarius mientras hablaba pero, en sus cavilaciones,
había dejado de verlo. Ahora, su enfoque se agudizó.

Su expresión no había cambiado, pero estaba muy, muy quieto, y


sus ojos oscuros eran más fríos que fragmentos de hielo. Amaranthe se
mordió el labio y bajó la mirada al suelo. Él no había dicho nada, pero
ella podía sentir la amenaza que se cernía sobre ellos. Puede que
necesitara la ayuda de él, pero con la información que le había
proporcionado, él no necesitaba nada más de ella. Indagar en su pasado
no era una buena idea.

—No —dijo Sicarius tras un largo e incómodo silencio—.


Hollowcrest no me enviaría un mensaje.

—Bien —dijo Amaranthe, intentando un tono brillante y sin


lograrlo del todo—. Me alegro de que hayamos eliminado esa posibilidad.
Tal vez se esté haciendo viejo y se sienta culpable por algunas de las
decisiones que ha tomado últimamente. O tal vez esté cansado de sus
habituales lacayos y quería hablar con alguien nuevo. O tal vez —dijo ella
con gesto autodespectivo—, es mi personalidad amistosa la que le hizo
charlar.

Serie El Filo del Emperador 01 113


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—Huh —dijo él. Era ambiguo, pero al menos su tono era un poco
más ligero. Menos peligroso.

Aun así, no fue hasta que él juntó las manos en la espalda y se


volvió hacia la ventana que ella se atrevió a mirarlo de nuevo. A pesar de
su reciente entrenamiento, su camisa negra estaba metida por dentro,
sus pantalones libres de arrugas y sus botas bajas limpias de polvo.
Ningún rastro de barba suavizaba los duros ángulos de su mandíbula.
Incluso sus uñas estaban recortadas y libres de suciedad. Solo aquel nido
incontrolado de pelo rubio no hacía juego con su aspecto escrupuloso.
Sin embargo, en ese momento apenas podía juzgar la limpieza, no cuando
podía oler la enfermedad rancia que se pegaba a su propio cuerpo.

Necesitaba un baño y una muda de ropa. Pero aún tenía que


ganárselo a su lado. Profundizar en su historia no era, al parecer, la
manera de hacerlo. Decidió volver a lo que ya había atraído su ayuda
antes.

—Quiero salvar al emperador —dijo Amaranthe—. No solo eso.


Quiero impedir que Hollowcrest lo drogue y protegerlo de los asesinos de
Forge. No puedo hacerlo sola.

—Una tarea monumental. —Al menos no dijo: “¿Qué te hace pensar


que puedes hacerlo?”.

—Con mi plan, podemos hacerlo.

Sicarius la miró de nuevo.

—¿Qué plan?

Si había que jugar a esto, había que hacerlo sin miedo. Respiró
profundamente.

Serie El Filo del Emperador 01 114


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—Uno que requiere que yo no huela como un cadáver de diez días.


Si puedes conseguirme un baño y un par de mudas de ropa, te lo contaré
todo.

Sus ojos oscuros se entrecerraron, y una vez más Amaranthe


recordó su habilidad para detectar el engaño. Pasó un largo momento
antes de que él hablara, y solo fue para decir:

—De acuerdo. —Antes de salir de la habitación.

Se dejó caer contra la pared, aliviada. Aquella conversación la


había agotado más que correr todo el lago. Se preguntó cuánto tiempo le
llevaría organizar un baño. O más exactamente, se preguntó cuánto
tiempo tendría ella para idear un plan. Se tumbó de espaldas, con la
intención de pensar en algo brillante. En cambio, se quedó dormida.

Un ruido metálico la despertó. Amaranthe se incorporó,


maldiciendo a la enfermedad que la dejaba tan débil. Sicarius había
sacado un balde de metal para la ropa sucia. En su interior, el agua
brillaba amarilla con el reflejo de la luz de las lámparas. Incluso había
sacado una toalla y una pastilla de jabón. Por primera vez en días, ella
sonrió con sincero placer. Sicarius dejó caer sobre su catre un anodino
conjunto de ropa de uso normal.

Sin dejar de sujetar la manta a su alrededor, Amaranthe se acercó


a la bañera y metió un dedo del pie. Lo retiró con un graznido de sorpresa.

—¡Esto es agua helada!

—Naturalmente. —Sicarius inclinó la cabeza hacia la pared que


dividía la habitación de miles de toneladas de hielo.

Amaranthe se inclinó sobre la bañera y sacó los restos de un bloque


que no se había derretido del todo. Sus hombros se desplomaron. No es
que nunca se hubiera bañado en frío… la única habitación que había

Serie El Filo del Emperador 01 115


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compartido con su padre cuando era niña no tenía cañerías y mucho


menos agua caliente, era solo que… Suspiró. Había sido una semana
dura y quería un baño relajante.

Se obligó a agradecérselo a Sicarius, ya que, después de todo, él


había arrastrado bloques de hielo hasta allí y los había derretido. Su
expresión de gratitud fue algo amortiguada por el ruido que hizo ella
empujando la tina a través de la habitación hasta que quedó tan cerca
de la estufa que le costaría mucho entrar sin quemar algo importante.

—¿Vas a mirar? —preguntó cuando Sicarius no se fue.

—Tu plan —dijo Sicarius, dando a entender que estaba esperando


escucharlo.

Tú también, ¿eh?

—Bueno, necesito estar limpia antes de poder discutir algo de esta


magnitud.

Su mirada plana decía que sabía que ella estaba ganando tiempo.
Probablemente sabía que ella no tenía nada. Sin embargo, él seguía
esperando. Tal vez tenía fe en que ella podría llegar a algo. O tal vez él
tampoco podía pensar en un plan y estaba lo suficientemente
desesperado como para escuchar a una mujer tonta que casi se había
matado dos veces en la misma semana.

—Bueno —dijo Amaranthe—. Quédate a mirar si quieres.

Se quitó la manta y agarró el jabón. Después de entrar, fregó… y


pensó… con furia. El emperador estaba amenazado desde dos frentes:
Hollowcrest, y todos los que le eran leales a él, y Forge, que por el
momento no tenía nombre ni rostro. La organización debía estar formada
por empresarios y era una entidad lo suficientemente grande como para
representar una amenaza para el emperador. Eso implicaba riqueza y

Serie El Filo del Emperador 01 116


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poder. Sus dos adversarios tenían poder. Ella no tenía ninguno. Ella
tenía… desesperación. Y tal vez la ayuda de un asesino entrenado, si
lograba atraerlo a su plan.

Sacudió la cabeza. Tenía que ajustar su forma de pensar. Ningún


general ha ganado nunca una victoria enfrentando sus debilidades a las
fortalezas del enemigo. Tenía que ser al revés. ¿Cuáles eran sus puntos
fuertes? Dado que pronto sería etiquetada como delincuente, supuso que
no era necesario estar constreñida por la ley. Ese pensamiento le
resultaba inquietante, pero le inspiraba creatividad. Los delincuentes
hacían todo tipo de cosas poco ortodoxas para conseguir lo que querían.
¿Qué podía hacer ella? ¿Utilizar la fuerza? ¿Robar? ¿Chantajear?

Amaranthe se dio cuenta de que llevaba tiempo enjabonando el


mismo hombro con la pastilla de jabón. Cambió a una pierna.

La fuerza estaba descartada. Si no se atrevía a asesinar a un


asesino, dudaba que pudiera matar a alguien a sangre fría. El robo
tampoco la llevaría a ninguna parte. ¿Chantaje? ¿Qué podría tener sobre
ambas partes? ¿Problemas económicos? Eso sería un desastre tanto para
el gobierno como para las empresas, pero difícilmente podría iniciar una
recesión deseando que existiera una. No, a menos que pudiera disminuir
mágicamente el valor del dinero. Supuso que imprimir billetes falsos
lograría eso. La adición de papel moneda falso que no estuviera
respaldado por el oro del Tesoro Imperial podría devaluar todo el dinero
real existente, además de socavar la confianza de la gente en la ranmya.
La sola amenaza podría ser suficiente para obligar a Hollowcrest y Forge
a negociar.

Amaranthe dejó caer el jabón de sus dedos y se apoyó en el borde


de la bañera. En realidad, no estarás considerando esto, ¿verdad?

Sabotear deliberadamente la economía. Su mente rehuyó el


potencial de devastación generalizada, la absoluta vileza de la idea. Por

Serie El Filo del Emperador 01 117


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supuesto, estaría operando con un farol, sin intención de hacer circular


el dinero. Forge y Hollowcrest no lo sabrían. Representaría una amenaza
tangible para ellos. En un período de hiperinflación, las fortunas de Forge
dejarían de tener sentido. Hollowcrest tendría que lidiar con las
repercusiones de millones de ciudadanos aterrorizados por la
evaporación de sus ahorros. Sí, decidió, podría preocupar a ambas partes
lo suficiente como para negociar con ella.

Miró a Sicarius. Parecía perdido en sus pensamientos y no miraba


en su dirección. Experimentó una oleada de indignación por el hecho de
que él no la considerara lo suficientemente interesante como para
espiarla en el baño, pero se obligó a volver a cuestiones más importantes.

—He ultimado los detalles de mi plan —anunció.

—¿De verdad? —dijo él con sequedad.

—Vamos a producir dinero falso. —Ella continuó explicando su


razonamiento e hizo hincapié varias veces en su intención de marcarse
un farol en lugar de soltar los billetes falsos—. Sin embargo, tendremos
que fabricar los suficientes para dar una sensación de verosimilitud a
nuestra operación.

Sicarius no habló durante un rato después de que ella terminara.


Amaranthe esperó con aprensión, temiendo que rechazara su plan, que
señalara una docena de razones por las que sería ridículo o que
simplemente se marchara sin decir nada.

—No habría esperado una idea así de una ejecutora —dijo.

—¿Pero crees que podría funcionar?

Sicarius hizo un gesto evasivo con una mano.

—En teoría, es posible. Montar todo en dos semanas es improbable.

Serie El Filo del Emperador 01 118


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—Podría conseguir más hombres para ayudar —dijo ella.

—¿Tienes conexiones con los bajos fondos? ¿Dinero para pagar a


la gente?

—No, pero cualquiera puede hacer funcionar una imprenta una vez
que está montada. Estoy segura de que puedo explicar la situación a un
par de personas y conseguir su ayuda. —Por supuesto, tendría que
conseguir una prensa y encontrar a alguien que grabara las placas de
ranmyas, pero se preocuparía de eso más tarde.

Las cejas rubias de Sicarius se movieron hacia arriba. En él,


parecía un derroche de emociones. Por desgracia, la emoción era el
escepticismo.

—Si puedo conseguir un par de hombres que ayuden en la


impresión, y tal vez alguien que pueda ayudar con la investigación de
Forge, ¿aceptarías quedarte conmigo mientras durara? Si se acerca el
cumpleaños de Sespian, y es obvio que esto no va a funcionar, no te voy
a reprochar que te vayas. Si tienes una idea mejor, en este momento, no
te voy a reprochar que te vayas. Supongo que podrías asesinar a
Hollowcrest y a la gente de Forge, si puedes averiguar quiénes son, y
entonces no me necesitarías a mí y a mi loco plan. Por mucho que me
encantaría limpiar mi nombre siendo la que rescata al emperador, lo que
realmente importa es salvarlo, y punto.

—Nunca había oído hablar de Forge antes —admitió Sicarius—.


Con el tiempo, podría identificar a los líderes, pero alguien que pudiera
moverse más fácilmente por el mundo empresarial podría convertirse en
un investigador menos molesto y más eficiente.

Amaranthe reprimió una sonrisa. En otras palabras, él necesitaba


a una chica, idealmente una que hubiera estudiado empresariales antes

Serie El Filo del Emperador 01 119


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de convertirse en una agente de la ley. Por fin tenía algo que ofrecerle
como aliada.

—Estoy segura de que alguien de mi antigua escuela podría sugerir


un punto de partida —Fue todo lo que dijo ella.

—Conozco a alguien que podría ser un asistente de investigación


viable.

—¿Oh? ¿Un amigo tuyo? —Amaranthe trató de no hacer una


mueca. Un solo asesino era todo lo que podía imaginarse a sí misma
trabajando a la vez.

—No.

—¿Pero él nos ayudaría?

—Tendría que amenazarlo para que trabajara para mí —dijo


Sicarius—. Tal vez tú puedas reclutarlo por otros medios.

—Puedo hacerlo. No será un problema. —Se estaba


sobrevendiendo, pero por alguna extraña razón se sentía más
entusiasmada que aterrorizada.

—Si puedes reunir un equipo, trabajaré contigo.

Amaranthe se las arregló para contener bombear un puño


triunfante.

—Eso será aceptable. ¿Alguna otra preocupación? ¿Alguna


pregunta?

—Una —dijo—. ¿Durante qué fase de este plan empezarás a usar


ropa?

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Ella miró hacia abajo. No era exactamente que se hubiera olvidado


de que estaba de pie en el agua helada, completamente desnuda…
simplemente se había olvidado de preocuparse. Al recordar su estado, se
sonrojó y recogió la toalla.

—En serio, Sicarius, si no fuera por tu siniestra reputación,


sospecharía que tienes sentido del humor.

—Huh. —Fue todo lo que dijo mientras salía por la puerta.

Serie El Filo del Emperador 01 121


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Capítulo Ocho
Una locomotora rugió a través de la ciudad, traqueteando las
ventanas enrejadas y levantando un periódico que patinó por la calle
helada hasta golpear la pantorrilla de Amaranthe. Ella se lo sacudió con
una mirada tímida a Sicarius. Vestido de negro, otra vez, esperaba al pie
de los escalones que conducían a Brookstar Tenements. Solo su panoplia
de dagas y cuchillos arrojadizos rompía el aspecto monocromático de su
atuendo. El destino, supuso, nunca sería tan blasfemo como para
apedrearlo a él con basura.

Se ajustó el estrecho cuello de su traje de negocios. No sabía de


dónde había sacado él el traje, pero todo, desde las botas hasta los
guantes, la parka y el gorro de piel, le quedaba razonablemente bien. Y
no había manchas de sangre que sugirieran que había matado a alguien
para conseguirlo. Eso era algo, al menos.

—Estoy lista —dijo Amaranthe por encima del traqueteo de las


ruedas de la locomotora.

Sicarius le indicó el camino hacia los escalones de hormigón


agrietado. Unas esteras negras con textura cubrían el hielo, pero no
contribuían a realzar la decoración del viejo edificio de ladrillo. En la
puerta, Amaranthe se detuvo para enderezar un cartel que prometía la
disponibilidad de habitaciones para uso mensual, semanal, noches o por
horas.

En el interior, se detuvieron ante un escritorio atendido por una


mujer regordeta con aspecto de abuela. Con la frente fruncida, no levantó
la vista. Sobre el escritorio había un ábaco, cuyas cuentas de madera
movía alternativamente y garabateaba cifras en un libro de contabilidad.

Serie El Filo del Emperador 01 122


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—¿Está Marl Mugdildor aquí? —preguntó Sicarius.

—No.

—Puede contestar por Books.

La casera los miró por primera vez.

—Sí, ¿sois parientes? ¿Estáis aquí para pagar la cuenta?

Amaranthe suspiró. El conocido de Sicarius no parecía


especialmente respetable.

—No —dijo ella—. Tenemos algunos asuntos con él. ¿Puedes


indicarnos su habitación?

La casera miró a Sicarius con aprensión.

—Books, no es un mal tipo, simplemente lo pasó mal este último


año. Realmente no se merece… —Se aclaró la garganta y dirigió una
mirada suplicante a Amaranthe, probablemente pensando que había
venido a cobrar un préstamo.

Sicarius tenía el comportamiento gélido de un cobrador de deudas.


Si tan solo fuera así de benigno, pensó Amaranthe con sequedad.

—No vamos a hacerle daño —prometió.

—Por lo general suele estar en la sala común del tercer piso. —La
casera se deslizó alrededor del escritorio—. Os mostraré.

—Gracias —dijo Amaranthe.

Una alfombra raída los condujo por dos tramos de escaleras


impregnadas del olor a lejía, que no superaba del todo el hedor

Serie El Filo del Emperador 01 123


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subyacente a orina. Al final del pasillo, la casera se detuvo ante una


puerta y levantó un dedo.

—Permíteme arreglar, eh, la habitación. —Entró arrastrando los


pies y cerró la puerta a medias.

Por un momento, Amaranthe pensó que la señora quería advertir a


Books de que alguien lo estaba buscando y que debía huir, pero pronto
surgieron palabras exasperadas que eliminaron la preocupación.

—¿Books? Despierta, hay una linda jovencita aquí para verte. ¿Ya
estás borracho? Toma, péinate con eso, así, ¿por qué no puedes
encontrar a alguien que te corte el pelo? ¿Y un afeitado? Y, gah, ¿por qué
no usas los baños? Dame esa botella. Es demasiado pronto para beber.
Por los dientes del emperador, ¿por qué no haces algo contigo mismo?
Me debes tres meses de alquiler. Ponte derecho. Estás encorvado como
un…

—¡Déjame en paz, arpía entrometida! —El hombre que hablaba,


con la voz rasposa por el desuso sonaba con resaca.

Amaranthe se tapó la cara con la mano y sacudió la cabeza. Miró a


Sicarius a través de sus dedos. Como siempre, su expresión era ilegible.

Tal vez esto era una prueba. Si ella no conseguía que Books les
ayudara, Sicarius sabría que tampoco sería capaz de cumplir sus otras
promesas. Si eso era cierto, más le valía ganar a este tipo para su causa.

Levantó la barbilla y empujó la puerta, entrando incluso cuando la


dueña estaba saliendo. Con los brazos cargados de botellas de vino,
platos de comida en mal estado y periódicos, tenía una expresión de
acoso pero se esforzaba por sonreír por Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 124


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—Todo vuestro —dijo la casera, como si hubiera hecho algún gran


favor al “arreglar” a Books para su invitada. En todo caso, sería más difícil
de hablar con el hombre después de aquella sesión de regañina.

—Gracias —dijo Amaranthe de todos modos y sacó una botella


medio llena de la parte superior de la pila que pasaba.

En el interior de una espaciosa sala común, tres hombres estaban


sentados cerca de una ventana limpia pero agrietada, riéndose de la ira
de la casera. Un juego de Strat Tiles verde se extendía por su mesa como
una hiedra rastrera. Un joven con aspecto de estudiante universitario
estaba sentado leyendo cerca de la otra ventana. Cuando Amaranthe vio
los libros de texto de matemáticas e ingeniería apilados a su lado, suspiró
con nostalgia. ¿Por qué no podía ser éste un conocido de Sicarius?

En el rincón más oscuro de la habitación, en una silla de flores


descoloridas, estaba sentado un hombre desaliñado con la barba tupida
salpicada de canas y el pecho negro desaliñado. Miró a Amaranthe, o tal
vez solo a la puerta en general. El vino manchaba su camisa en múltiples
lugares.

Cuando Sicarius entró, los ojos marrones del hombre se abrieron


de par en par.

—¡Emperador Oscuro y Vengativo!

—Ese no es el nombre que él me dio —dijo Amaranthe con una


sonrisa—, pero los detalles no son importantes.

El hombre se encorvó más en la silla.

Sicarius se aclaró la garganta. Los jugadores y el estudiante lo


miraron.

—Dejadnos —les dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 125


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Amaranthe se alegró de que la fría voz no se dirigiera a ella. Los


cuatro hombres lo consideraron a él, y la pequeña armería que llevaba,
durante solo un segundo antes de obedecer.

Sin hacer ningún esfuerzo por saludar, o siquiera reconocer, a


Books, Sicarius se dirigió a una ventana que daba a la calle. Parecía que
Amaranthe estaba sola en esto.

Se acercó a Books, obligándose a mantener la sonrisa, a pesar del


miasma a alcohol y a axilas sin lavar que se pegaban a él. Su mirada se
clavó en la botella que ella había robado a la dueña de casa.

—Soy Amaranthe —dijo—. ¿Tienes unos minutos? Me vendría bien


tu consejo.

Su boca se abrió. Hizo un ademán de meterse el dedo en la oreja,


limpiarlo y girarlo hacia ella.

—¿Eres una mujer y quieres mi consejo? ¿No quieres darme un


consejo a mí?

Se preguntó cuántas broncas había sufrido de la casera y sintió


una punzada de simpatía.

—¿En qué podría aconsejarte? Estoy segura de que puedes


manejar tus propios problemas.

—Entonces, por supuesto, acompáñame.

—Marl Mugdildor, ¿verdad? —Ella depositó la botella de vino en su


regazo, arrastrando una silla llena de bultos, y la colocó más cerca de él
de lo que su nariz sugería—. ¿O prefieres Books?

Pareció sorprenderse de que le devolvieran la botella.

Serie El Filo del Emperador 01 126


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—Prefiero Marl, pero por precaución tuve que asumir ese dudoso
sobrenombre. —Tomó un trago de vino.

Dado su nivel de sobriedad, Amaranthe se sorprendió de haber


superado esa maraña de palabras sin tropezar. Supuso que con un apodo
como “Libros”, debía ser bibliotecario o profesor.

—No es que importe. Ya no me importa si me encuentran o no. —


Le tendió la botella, ofreciéndole un trago.

—¿A ti también te persiguen? —Ella aceptó la botella y, dudando


de que él se impresionaría si iba a buscar unos vasos, tomó un sorbo. El
vino era tan suave como un martillo de vapor, pero ella contuvo una
mueca. Descubrió que Sicarius la miraba y sintió una punzada de
timidez. Sí, estoy compartiendo una copa con alguien a media mañana.
Vuelve a mirar por la ventana para ver si hay agentes de la ley.

—Probablemente ya no. No lo sé. —Los ojos nublados de Books se


enfocaron en ella—. ¿También?

Amaranthe debatió qué decirle. Si le perseguían los encargados de


hacer cumplir la ley, era posible que no apreciara su ocupación, la
anterior ocupación, pero si encontraba algo similar en sus historias, solo
podría ayudar a establecer una relación.

—En realidad, no estoy segura de que alguien me esté persiguiendo


todavía. Si tengo suerte, piensan que estoy muerta. Pero de alguna
manera dudo que el Comandante de los Ejércitos Hollowcrest…

—¡Hollowcrest! —Books se sentó con la espalda recta—. ¡Ese


bastardo asesino!

—Eh, sí —dijo Amaranthe—, esa era su intención para mí. ¿Intentó


matarte? —¿Qué podría haber hecho un académico para ganarse la ira
de Hollowcrest? Casi resopló. ¿Qué había hecho ella?

Serie El Filo del Emperador 01 127


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Books se desplomó en la silla, aceptando la botella cuando se la


pasó.

—Hizo que los ejecutores mataran a mi hijo.

—¿Qué? Los ejecutores no matarían a un niño. Ellos…

—¡No estoy mintiendo! —Apretó los brazos de la silla, con los


nudillos blancos. Casi de inmediato la ira se convirtió en angustia y su
rostro se contorsionó de dolor—. ¿Por qué mentiría alguien sobre…?

Por un momento, Amaranthe se quedó demasiado estupefacta para


responder. ¿Los ejecutores habían matado a un niño? Incluso bajo las
órdenes de Hollowcrest, nunca deberían haber hecho algo tan horrible.
Algunas órdenes no podían cumplirse.

¿No? Tal vez esperaban ascensos.

Amaranthe chasqueó a su conciencia demasiado franca. Ella era


diferente. Soy diferente. Aun así, la comparación era inquietante.

—Lo siento —dijo ella—. Veo que dices la verdad.

Books no se relajó, pero su voz volvió a un registro menos agitado.

—Los ejecutores hacen lo que Hollowcrest quiere. Mi hijo, Enis, solo


tenía catorce años. Estaba muy ilusionado por conseguir un trabajo de
verano en el periódico. Quería demostrar que podía hacer algo más que
manejar las prensas. Se propuso encontrar historias, pero era…
demasiado bueno investigando. —Books suspiró y miró por encima de su
cabeza, con ojos distantes—. Vio cómo Hollowcrest y sus lacayos
asesinaban a un diplomático nuriano. Volvió corriendo hacia mí en el
trabajo, pero lo habían visto y no lo llevé a un lugar seguro a tiempo. Todo
es culpa mía. Si le hubiera creído enseguida… —Books se bebió el resto
de la botella—. Los guardias lo derribaron en el patio bajo la ventana de

Serie El Filo del Emperador 01 128


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mi oficina. Grité y me vieron. Tendría que haberme quedado allí, dejar


que acabaran conmigo. ¿Qué quedó después de eso? Mi mujer se fue hace
años. —Agarró un hilo del brazo de la silla—. Pero, cobarde como soy,
huí.

Amaranthe se preguntaba cuántas veces se había sentado Books a


revivir esos momentos. Tal vez el alcohol le permitía olvidar a veces.

—Seis ejecutores me persiguieron fuera de la ciudad y dentro de la


reserva del emperador. Eran más jóvenes, más rápidos, y estaban a punto
de atraparme cuando me topé con… —Books miró a Sicarius, que se
había desplazado a otra ventana, comprobando una calle diferente, y no
miró hacia atrás.

Amaranthe se removió en su silla. Esta historia le resultaba


familiar. El verano pasado, recordaba haber oído hablar de un escuadrón
de ejecutores que había aparecido asesinado en las afueras de la ciudad.
El asesino no había sido identificado.

—Nos habíamos conocido el día de antes —continuó Books—.


Cuando todo seguía siendo normal en mi vida. Estaba en la biblioteca
investigando algún artefacto para el que luego supe que le habían
contratado. Me acerqué para ver si podía ayudarle, le dije que era profesor
de historia y… —Books se volvió a mirar a Sicarius y bajó la voz—… se
quedó mirándome fijamente, y juraría que estaba pensando en matarme
solo por atreverme a hablar con él.

Sicarius, ya fuera por curiosidad por algo que había visto fuera o
simplemente porque era consciente de que estaba estropeando la hora
del cuento, eligió ese momento para salir de la habitación.

Books se abalanzó sobre Amaranthe y la sorprendió agarrándola


del brazo.

Serie El Filo del Emperador 01 129


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—¿Qué estás haciendo con él? ¿Tienes ganas de morir?

La preocupación en el rostro del hombre mayor la sorprendió, y se


contuvo de apartarse.

—Tenemos un acuerdo —dijo—. Él me está ayudando a proteger al


emperador y tal vez a sacar a Hollowcrest del poder.

—Él no te está ayudando. Si no te ha matado todavía, es porque le


estás ayudando.

—¿Qué pasó en la reserva?

—Él estaba acampado allí y me vio entrar corriendo. Al parecer,


tenía un uso para un profesor de historia en su investigación después de
todo. Decidió arrastrarme por toda la satrapía para que le ayudara en su
tarea.

—¿Qué pasó con los ejecutores? —No debería preguntar. Sería


mejor no saberlo con seguridad, pero supuso que ya lo sabía.

—Oh, los mató. Seis hombres en unos seis segundos. Tal vez diez,
porque el último tuvo tiempo de arrodillarse y rogar por su vida, lo que le
valió un puñal en el ojo.

—Ya veo. —Amaranthe se sentó erguida en su silla y Books le soltó


el brazo. Apretó las manos en su regazo mientras luchaba por
distanciarse de eso. No es como si no supiera lo que es.

—Él dice que nunca deja atrás a los enemigos, y pude ver más
pruebas de ello en nuestra pequeña aventura.

—Te salvó la vida —dijo Amaranthe—. Y te dejó vivir después.

—Porque le fui útil y no fui una amenaza. No creas que nos


alejamos como amigos. Yo estaba intentando llorar la muerte de mi hijo…

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en realidad, estaba pensando en suicidarme… y a él no le importaba, ni


un ápice. Al final… No importa. Solo escúchame esto: nunca le dejes
pensar que eres una amenaza.

—Entiendo. Gracias. —Amaranthe respiró profundamente. Había


querido que Books simpatizara con ella, no al revés.

—¿Qué consejo querías? —le preguntó.

Ella compartió los eventos de la última semana, pasando por alto


el papel de Sicarius y sus suposiciones sobre él. Terminó explicando su
plan de falsificación.

Books la miró un rato antes de hablar. Recordando la pausa similar


de Sicarius, se preguntó si debía preocuparse de que sus planes dejaran
atónitos a los hombres para que quedaran callados.

—Aunque sospecho que una ejecutora es, en efecto, la persona


perfecta para investigar una coalición empresarial clandestina, no veo
cómo es posible que puedas iniciar una operación de falsificación en dos
semanas. No es algo que hayas visto en tus años de ejecutora, ¿verdad?

Sicarius volvió a la habitación y a su puesto autodesignado de


observación en la ventana.

—No —dijo Amaranthe—. Pero pensé que podría haber un


precedente histórico que conocerías.

—Se ha intentado numerosas veces en el imperio e incluso más a


menudo en las ciudades-estado del desierto. En otros lugares, se prefiere
la acuñación de oro y plata a la de papel moneda, que es más susceptible
al recorte que a ser falsificada. En cualquier caso, la falsificación es un
gran lastre para todos los gobiernos, que aplastan rápidamente las
iniciativas. Sin embargo, ha tenido éxito a corto plazo para varios
delincuentes que buscan enriquecerse y para los gobiernos que buscan

Serie El Filo del Emperador 01 131


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socavar a naciones enemigas. No es tanto que tu plan no tenga mérito,


sino que llevaría meses configurarlo. El papel en el que se imprimen los
ranmyas es una mezcla patentada de cáñamo y pulpa, y no es algo que
se pueda comprar. Y hablemos de la elaboración de las propias planchas.
¿Conoces a algún grabador corrupto que pueda ayudar?

—Ves… —Amaranthe estaba más encantada que disgustada por su


lógica—. Sabía que podías ayudar. Ya has pensado más de lo que yo
había pensado. Eres perfecto.

Books resopló, pero una sonrisa se asomó a través de aquella barba


crecida, y algo más… ¿Placer por ser necesitado de nuevo? Tal vez fuera
eso.

—Tus puntos son válidos —dijo—, pero recuerda, no tenemos que


imprimir con éxito miles de millones de ranmyas y pasarlos a todos los
tenderos de la ciudad. Solo tenemos que hacer algunas copias
convincentes en la superficie, lo suficiente como para preocupar a
Hollowcrest y Forge, y reunirlos para negociar.

—¿Nosotros? —Books se frotó los labios—. ¿Estás aquí para pedir


mi consejo o para pedir mi ayuda?

Ella sonrió.

—Sí.

—Ya veo. Bueno, esta es la charla menos tediosa que he tenido en


mucho tiempo, y me vendría bien una distracción. —Sus ojos
parpadearon hacia la botella—. Está claro que necesitas
desesperadamente mi ayuda.

—Desesperadamente —coincidió Amaranthe—. Y además está esa


casera que está a punto de echarte.

Serie El Filo del Emperador 01 132


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—Efectivamente. Supongo que el pago será en billetes falsos.

Ella tosió.

—Bueno, no pensaba hacer circular ninguno de los billetes. Me


quedan algunos escrúpulos.

—Entonces, ¿no hay pago en absoluto?

—Puedo prometerte un lugar donde dormir y comida para comer.


—En realidad, todavía no podía, pero ya encontraría la manera de hacerlo
realidad—. Piénsalo. —Se levantó y arrastró la silla a su lugar original,
identificable por el cuadrado en la alfombra más claro y sin manchas—.
Si decides venir, puedes encontrarnos en la nevera de la calle Cuarta y
Wharf por la mañana.

—¿La calle Wharf? ¿No acaba de ocurrir algo allí? —Books miró a
su alrededor—. Maldita sea, esa gruñona se llevó mis periódicos.

—Nada que ver con nuestra misión. —Esperaba.

Tras un saludo de despedida, siguió a Sicarius hasta el pasillo.


Fuera del edificio, las nubes grises se habían espesado, cubriendo la
ciudad. La brisa olía a nieve y Amaranthe se apretó la parka.

Miró a Sicarius.

—¿Qué te parece? ¿Alguna posibilidad de que venga?

—Tal vez. Has encontrado sus vulnerabilidades y las has explotado.

Amaranthe se estremeció. ¿Era eso lo que le parecía? ¿Cómo podía


relacionarse con alguien que veía todo como un campo de batalla?

Un intrépido repartidor en moto salió derrapando de una calle


estrecha, con los neumáticos chirriando sobre el hormigón enarenado.

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Se cruzó en su camino, desafiando las carreteras heladas para su


empleador. Una torre de cajas atadas con cuerdas se tambaleaba detrás
de él. Amaranthe deseaba tener una moto para poder moverse por la
ciudad sin tener que caminar. No se había recuperado del todo de su
enfermedad y probablemente no lo haría en varios días.

—Voy a buscar más reclutas —dijo—. ¿Podrías encontrarnos un


lugar para montar nuestra operación? Necesitaremos más espacio que el
que ofrece la nevera, y no estoy convencida de que alguien no vaya a
entrar a revisar lo almacenado antes de que terminemos. Además —sacó
un trozo de papel que había escrito aquella mañana—, esta es mi
dirección. Por razones obvias, sería una estupidez presentarme allí, pero
tal vez tú puedas colarte sin ser detectado en algún momento. Hay una
caja bajo una tabla suelta del suelo entre la cama y la pared. Hay unos
mil ranmyas en ella. —Junto con algunos recuerdos sentimentales,
esperaba que Sicarius no se asomara dentro—. Espero que sea suficiente
para comprar una prensa usada, papel y tinta. —Supuso que robar papel
y tinta sería posible, pero, ¿una imprenta?

Sicarius aceptó la dirección y se marchó sin decir nada.

Amaranthe esperó a que desapareciera tras una esquina y se apoyó


en la pared más cercana. Solo llevaba un par de horas despierta, pero el
cansancio la acosaba. Lo único peor que estar débil era que la vieran
débil. Quería que Sicarius confiara en ella, no que se preocupara de que
se derrumbara.

Después de descansar unos instantes, se dirigió al distrito


comercial. Los hombres y mujeres desempleados a menudo merodeaban
fuera de las tiendas, con la esperanza de ganar un día de trabajo. Esa
gente podría convertirse a su causa.

A unas pocas manzanas, dobló una esquina y casi chocó con un


par de guardias que patrullaban. Con el corazón dándole un vuelco, trató

Serie El Filo del Emperador 01 134


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de apartar la preocupación de su rostro. Los saludó con la cabeza y siguió


adelante. Unos pasos más tarde, miró el escaparate de una tienda,
fingiendo interés por un kit de afilador de cuero y navaja. Los agentes se
habían detenido y la miraban fijamente. ¿Hollowcrest ya había corrido la
voz sobre ella? ¿Había adivinado que Sicarius encontraría alguien para
curarla?

Un hombre la señaló. Genial.

Cuando volvió a caminar, Amaranthe mantuvo su ritmo normal.


Este no era su antiguo distrito y los agentes no la conocían. Solo debían
sospechar que ella coincidía con cierta descripción, o ya la habrían
arrestado.

En la siguiente esquina giró hacia un callejón. Cuando llegó al otro


extremo volvió a girar y miró hacia atrás sin mover la cabeza. Los dos
ejecutores estaban entrando en el callejón. Definitivamente siguiéndola.

Se dijo que debía mantener la calma y observó los escaparates, los


negocios y los restaurantes por los que pasaba allí. Debido a las nubes
de tormenta que se acumulaban, o simplemente a la mala suerte, había
poco tráfico peatonal en la calle. No había posibilidad de perder a los
agentes en una multitud. Si se metía en un edificio y se escabullía por la
puerta trasera, tal vez pudiera eludirlos. Cruzó la calle y giró de nuevo en
el siguiente cruce.

Un cartel le llamó la atención: ACOMPAÑANTES MASCULINOS.

Amaranthe entró rápidamente en el establecimiento, sospechando


que sus seguidores masculinos se mostrarían reacios a entrar. Con
suerte, buscarían primero en todos los demás edificios de la calle.

En el interior, un techo alto se elevaba dos pisos y desaparecía por


encima de la barandilla de un altillo en la segunda planta. Varios sofás

Serie El Filo del Emperador 01 135


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finos y sillas acolchadas daban la bienvenida a los visitantes. Amaranthe


que no era más probable que visitara un establecimiento de este tipo que
los agentes de la ley que se encontraban en el exterior, medio esperaba
que hubiera hombres cubriendo los muebles. Sin embargo, solo una
persona ocupaba la sala, una mujer guapa e impecablemente vestida.

—Bienvenida, ¿tienes algún evento próximo para el que necesitas


un escolta?

¿Chantajear al hombre más poderoso del imperio cuenta como un


evento? Resistió el impulso de ignorar a la mujer y buscar una puerta
trasera. Si se abría paso, la propietaria sospecharía y probablemente
ofrecería información a los agentes cuando entraran. Sin embargo, si era
una clienta potencial, la mujer estaría menos dispuesta a señalarla.

—Posiblemente —dijo Amaranthe—. ¿Tienes…? —¿Una lista? ¿Un


catálogo? ¿Una habitación llena de hombres desnudos alineados como
pasteles en el estante de la panadería de Curi?—. ¿Cómo funciona?

—¿Por qué no me dices lo que estás planeando y puedo sugerirte a


alguien? —dijo la mujer—. Tenemos una gran variedad de hombres
disponibles. Sus honorarios varían en función de su popularidad y
habilidades. Algunos son solo caras bonitas, mientras que otros son
expertos en modales y etiqueta apropiados para cualquier ocasión. Si
necesitas no solo un escolta sino un guardaespaldas, tenemos varios ex-
militares disponibles.

Como si estuviera esperando fuera del escenario esta presentación,


el hombre más guapo que Amaranthe había visto nunca entró en la sala.
Era treinta centímetros más alto que ella, un par de años mayor, de
hombros anchos y muy musculoso, como revelaba la única prenda de
vestir que llevaba: un… ¿era eso de piel? Para luchar contra el
enrojecimiento de sus mejillas, se obligó a prestar atención a su rostro.
El pelo castaño y rizado le colgaba atado en el cuello, dejando unos

Serie El Filo del Emperador 01 136


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mechones que enmarcaban unos pómulos prominentes y una mandíbula


limpia. Sus cálidos ojos marrones brillaban con buen humor.

Tras un momento de nerviosismo durante el que no pudo recordar


su nombre o por qué estaba allí, la mente de Amaranthe cambió al
cálculo. Se imaginó el viaje de compra de tinta y papel que pronto debería
emprender. Con su compra, la mercader diría: “Sí, será el precio total
más impuestos y una tarifa de almacenamiento”. Con él comprando,
sería: “Oh, no, no podría cobrarte por esos suministros, ¿y estás
disponible para cenar esta noche?, yo invito”. Probablemente era una
exageración, pero con la mayoría de los negocios de la ciudad manejados
por mujeres, seguramente él podría conseguir fuertes descuentos
simplemente sonriendo.

—Costasce —le dijo el hombre a la propietaria—, me dijiste que


Lady Ludwist era una mujer sofisticada de una familia de casta guerrera.
No dijiste que tenía quinientos años.

—No obstante, me he dado cuenta de que no regresas de tus


obligaciones nocturnas hasta… —Costasce sacó un reloj de bolsillo—…
las diez y media de la mañana siguiente. No puede haber sido tan
desagradable.

El hombre parecía escandalizado. Se estremeció.

—Esa vieja arpía se aferró a mí como un carbonero4 hambriento se


aferra al último trozo de maíz antes del invierno, pero te aseguro que no
hubo servicios adicionales. No es que ella no intentara sacármelos.
Después de la angustiosa experiencia, opté por pasar la noche bebiendo
hasta caer en un estado de amnesia.

—Maldynado, ve a sentarte. ¿No ves que estoy haciendo negocios?

4 Carbonero: Nombre de pájaro.

Serie El Filo del Emperador 01 137


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—Claro, jefa. Solo pensé que te gustaría mostrar algunos de los


productos.

Sin ningún sentido de humildad o vergüenza, Maldynado se metió


el pulgar en su taparrabos y adoptó una pose que mostraba… mucho.
Una sonrisa despreocupada y un brillo divertido en sus ojos sugerían que
no se tomaba a sí mismo en serio ni esperaba que nadie lo hiciera.

—Siéntate —dijo la propietaria, con un tono entre la exasperación


y el afecto.

Maldynado ofreció el tipo de reverencia que la casta guerrera había


perfeccionado durante generaciones, luego cruzó la habitación y se dejó
caer en un sofá.

—¿Cuál es su historia? —Amaranthe miró hacia la puerta mientras


hablaba, dividida entre el deseo de huir y el de reclutar a Maldynado.

—Mhh, octavo hijo de una antigua familia de la casta guerrera. Al


parecer, se negó a ir a la escuela de oficiales y a unirse al ejército. Ha
estado holgazaneando en la finca familiar desde entonces. Sus padres lo
repudiaron y apareció aquí hace unos meses. A pesar de ser perezoso, su
aspecto le ha hecho rentable. —El rostro de la mujer adoptó un cariz
especulativo mientras estudiaba a Amaranthe—. Puede poner buenos
modales si la situación lo requiere, y es uno de los mejores duelistas de
la ciudad, si tienes necesidad de protección.

—¿Un experto en esgrima? —Amaranthe sabía poco sobre el duelo


deportivo que practicaba la casta guerrera, salvo que los soldados rasos
lo respetaban poco. Fuera o no un juego de caballeros, seguía siendo un
arte que requería años para ser dominado. Difícilmente el pedigrí de un
hombre perezoso—. ¿Puedo hablar con él?

—Por supuesto. —La propietaria se retiró para darles privacidad.

Serie El Filo del Emperador 01 138


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe se detuvo en una ventana para mirar en ambas


direcciones calle abajo. Llegó justo a tiempo para ver a los dos agentes
entrar en un callejón que anunciaba varias tiendas y cafés. Bien, tenía
unos minutos.

Se sentó junto a Maldynado.

—He oído que eres un espadachín de alto rango.

Él sonrió.

—En más de un sentido.

Amaranthe resistió el impulso de poner los ojos en blanco. Con su


aspecto, cualquier cosa que no fuera un ego gigantesco habría sido
chocante.

—¿Eres un jugador, Lord Maldynado? —preguntó Amaranthe.

—Solo Maldynado. He sido repudiado, ya sabes. ¿Qué tipo de


juego?

—Tengo un camarada que es algo así como un luchador. ¿Qué te


parecería un concurso?

Los ojos de Maldynado se entrecerraron.

—No es Jano o Kasowits, ¿verdad?

—No.

Se relajó y echó el brazo sobre el respaldo del sofá.

—¿Tu amigo prefiere el sable o el estoque?

—No estoy segura. De hecho, nunca le he visto luchar. —A menos


que la vez que Sicarius casi la había matado contara.

Serie El Filo del Emperador 01 139


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—Ah. —La sonrisa confiada volvió a aparecer en el rostro de


Maldynado—. ¿Qué querías apostar sobre el resultado?

—Si mi hombre gana, trabajarás para mí durante dos semanas sin


cobrar, aunque me encargaré de que te alimentes y tengas un lugar
donde quedarte.

—¿Qué tipo de trabajo?

Era más inteligente de lo que ella había supuesto en un principio.


Confiado o no, quería los detalles antes de comprometerse. Ella se inclinó
hacia adelante conspirativamente y bajó la voz.

—Confieso que es ligeramente ilegal, pero no deberías correr


ningún peligro. Solo necesito ayuda para configurar las cosas.

Maldynado parecía más intrigado que horrorizado. Pero la casta


guerrera tendía a pensar que estaba por encima de la ley. Además,
probablemente estaba aburrido después de pasar los últimos meses
acompañando a ancianas.

—El peligro no me asusta —le dijo.

—Mi intención es ayudar al emperador. Me he enterado hace poco


de que tiene problemas gracias a sus asesores de confianza.

Maldynado levantó el hombro, aparentemente menos interesado


por este añadido.

—Entonces, ¿qué consigo si gano? —Una sugerente mirada de


soslayo acompañó a la pregunta, pero su insinuación no obtuvo una nota
siniestra. La divertida calidez nunca abandonó sus ojos.

—¿Qué quieres?

Serie El Filo del Emperador 01 140


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Qué te parece el mismo trato? —sugirió—. Tu amigo pierde, y tú


trabajas para mí durante dos semanas. Haciendo todo lo que yo te diga.

—De acuerdo. Aunque mi periodo de contrato no podría comenzar


hasta que termine mi trabajo actual. Después del cumpleaños del
emperador.

—¿Qué pasa si te atrapan?

—Eso es un riesgo —dijo ella. Más de uno del que ella le gustaría
admitir.

—Entonces quiero tres semanas.

—Es justo.

—Al anochecer en el Gimnasio Scarbay —dijo Maldynado—.


Organizaré un juez. Tú y tu amigo solo tenéis que aparecer.

—De acuerdo. —Amaranthe se puso en pie—. Oh, uhm, si algún


ejecutor pasa por aquí, yo no he estado.

—Por supuesto que no. —Maldynado le guiñó un ojo.

Con su ayuda, Amaranthe encontró una salida trasera del


establecimiento. Atravesó un callejón, esperando a los ejecutores.
Aunque no vio a ninguno, decidió que era conveniente un paseo rápido
en tranvía fuera del barrio.

Su coche retumbó bajo una torre de reloj cuando dieron las once
campanadas. Tenía tiempo de sobra para volver y convencer a Sicarius
de su pelea nocturna. Como Books no era una garantía, se obligó a
buscar otro trabajador.

No se atrevió a volver al distrito comercial, así que dejó que el coche


la condujera a toda velocidad hacia las fábricas y almacenes del paseo

Serie El Filo del Emperador 01 141


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marítimo. Antes de llegar a la zona industrial, vio una multitud reunida


en una plaza cerca de una de las paradas. Los gritos y maldiciones se
elevaban por encima de las ruedas del tranvía. Curiosa, se bajó.

En el centro de la multitud, un joven estaba encerrado en una


picota, con las muñecas y el cuello atados por pesados maderos. Los
improperios volaban por el aire junto con las manzanas podridas. Las
gélidas temperaturas daban a la fruta la autoridad de las piedras, como
evidenciaban los numerosos moratones que se hinchaban en la cara del
hombre. Apenas un hombre. Vestido con ropa demasiado grande, no
parecía tener más de dieciséis o diecisiete años. En una mano llevaba la
marca de círculos y flechas de los Flechas Negras. La última vez que
había visto la marca había sido en uno de los hombres del calabozo. Solo
podían estar muertos ahora, pensó sombríamente. En la parte de atrás
de la camisa del prisionero, alguien había escrito MAGO. Eso explicaba
la fruta voladora.

La marca de la pandilla en la mano del joven casi hizo que


Amaranthe lo rechazara sin más consideración, pero las nubes
comenzaron a descargar nieve y la multitud se redujo en respuesta. Ella
se acercó más.

—¿Qué ocurre, dama? —Sus dientes castañeteaban. Grandes


copos caían y aterrizaron sobre sus manos desnudas y su cabeza
desprotegida—. ¿Olvidaste tu manzana?

—No soy una dama —dijo ella, comprensiva con sus escalofríos—.
Me llamo Amaranthe.

—Como si me importara.

Ella retiró su simpatía. Si Maldynado había sido encantador, este


chico era todo lo contrario.

Serie El Filo del Emperador 01 142


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—¿De verdad eres un mago? —Lo dudaba pero se preguntaba cómo


él lo había dado a entender. Estaba sorprendida de que ninguno de sus
hermanos de los malos fondos hubiera venido a ayudarlo a escapar, o al
menos a protegerle de los lanzadores de fruta. Manzanas rotas yacían en
el suelo a sus pies, el olor de sus entrañas podridas se imponía al fresco
olor de la nieve.

—¿Eres estúpida o algo así? —preguntó—. Nadie en el imperio


estaría tan loco como practicar ciencias mentales. Te cuelgan por eso.

Amaranthe levantó la cabeza. No había respondido con el conocido


mantra turgoniano: la magia no existe. Más interesante aún, había usado
el término “ciencias mentales”, como hacía Sicarius al referirse a la
magia.

—Entonces, ¿por qué estás aquí atrapado? —preguntó ella.

—Acusaciones, eso es todo.

—¿Quién ha hecho las acusaciones?

Una oleada de dolor e ira pasó por su cara antes de convertirlo en


un gruñido.

—No importa. Déjame en paz, señora.

—Amaranthe —corrigió ella—. Amaranthe Lokdon.

—Sigue sin importarme.

Oh, sí, sería un placer trabajar con este.

—¿Te importaría si pudiera sacarte de ese artilugio?

—No necesito tu ayuda.

Serie El Filo del Emperador 01 143


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—¿No? Esas contusiones en tu cara sugieren lo contrario. He visto


mapas en relieve de cordilleras con menos golpes.

Él resopló.

—Una vez que oscurezca y la gente salga de esta plaza, podré salir
por mi cuenta. No necesito tu ayuda. —Su mirada se deslizó a la marca
de la banda en su mano—. No necesito la ayuda de nadie.

Ah, traicionado por sus camaradas, ¿no? Eso le amargaría a uno.

—¿Planeas usar la magia para liberarte? —le preguntó.

—Te lo dije, nadie usa magia en el imperio. Los cobardes de aquí le


tienen miedo, y no hay nadie en quien puedas confiar para que te cuide
la espalda si quieres aprender.

—Ya veo. ¿Y es importante tener a alguien a tu espalda?

—A menos que seas bueno y poderoso y puedas conjurar a un


guardaespaldas. Las ciencias mentales requieren una concentración
feroz, y eso te hace vulnerable a los enemigos mientras trabajas en tu
arte.

Una pareja abrigada contra la nieve pasó arrastrando los pies por
el borde de la plaza, y Amaranthe bajó la voz. Si no tenía cuidado, podría
encontrarse colgada al lado de ese tipo por razones que nada tenían que
ver con sus acciones del pasado.

—¿Por qué lo llamas ciencia en lugar de magia?

Serie El Filo del Emperador 01 144


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—Eso es lo que es: el dominio de la mente. Usar el cerebro para


mover y crear cosas. No se trata de rezar a los dioses ni de cantar ningún
ritual estúpido como creen los ign’ante5. Eso es solo un espectáculo.

—¿Y si pudiera ofrecerte protección? —dijo ella.

—¿Tú? ¿Una mujer de negocios que ni siquiera lleva un cuchillo?

—Tengo un camarada que está dotado de armas. —Amaranthe se


preguntaba qué pensaría Sicarius de que ella lo utilizara para convencer
a la gente a su causa. Por desgracia, él era su único activo—. Si estás
dispuesto a trabajar para mí, me encargaré de que tengas comida, un
lugar para dormir y alguien que te vigile mientras practicas tu “ciencia”.

—Como dije, no soy un mago. Y no tengo prisa por confiar en


alguien así. La confianza es para los tontos que no conocen nada mejor.

—Mi camarada probablemente estaría de acuerdo contigo. Pero


considera esto: aunque no puedas confiar en que la gente haga lo que
más te conviene a ti, siempre puedes confiar en que hagan lo que más les
conviene a ellos. Necesito un par de hombres que trabajen para mí, para
poder alcanzar mis objetivos. Eso significa que voy a hacer todo lo posible
para cuidarlos, porque sin ellos, yo fracaso. Te estoy dando la
oportunidad de utilizarme a mí, y al camarada que puedo proporcionar,
para alcanzar tus propios objetivos. Ambos ganamos en esta situación.
No se requiere una confianza injustificada.

—Señora, sigues hablando como si me importara.

Amaranthe se encogió de hombros y se dio la vuelta. Al menos,


había aprendido algo sobre estas ciencias mentales de las que todos
parecían saber más que ella.

5 Ign’ante: Forma de acortar ignorante.

Serie El Filo del Emperador 01 145


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Quién es tu amigo?

—¿Qué? —Ella se dio la vuelta.

—Ese del que tanto hablas. ¿Cómo voy a saber si es tan bueno
como para ser el guardaespaldas de un mago?

—Dime tu nombre y te diré el suyo.

—Akstyr.

Amaranthe miró a izquierda y derecha, y luego se acercó a él.

—¿Has oído el nombre de Sicarius?

Él intentó echar la cabeza hacia atrás y reírse, pero la picota


restringió el movimiento.

—Sí, y si crees que me creo que él trabajaría con una empresaria


entrometida, eres más tonta que los babosos agentes de la ley que me
encerraron.

Se preguntó si había habido una larga fila de Flechas Negras


luchando por el placer de entregar a Akstyr a los agentes de la ley.

—La casa de hielo en la Cuarta y la calle Whraf. Encuéntranos allí


por la mañana, y podrás ver si estoy mintiendo.

—Lo que sea.

Akstyr apartó la cara y miró con determinación la nieve que caía.


Conversación terminada, declaró su mandíbula rígida. Amaranthe vaciló,
luego se quitó los guantes y se los puso en las manos. Ella le puso su
gorro de piel en la cabeza. Incluso si podía liberarse después del
anochecer, faltaban horas para eso y no estaba vestido para el frío. El
joven no dio indicios de que apreciara el gesto.

Serie El Filo del Emperador 01 146


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Se fue, preguntándose si había logrado ganar la ayuda de alguien


o simplemente había desperdiciado uno de los preciosos días que tenía.
Al menos Maldynado ayudaría, suponiendo que ella ganara su apuesta.
Su cansancio y la fuerte nevada impidieron más aventuras, por lo que se
dirigió de regreso, preguntándose cómo convencer a Sicarius para que se
batiera en un duelo.

Serie El Filo del Emperador 01 147


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Capítulo Nueve
Cuando Amaranthe regresó a la casa de hielo, no vio a Sicarius,
pero las montañas de bloques congelados ocultaban mucho. La
maquinaria de moler y los gritos de los trabajadores de los edificios
vecinos penetraban en las paredes. En el interior, nada se movió.

Recorrió el perímetro del edificio, con sus botas esparciendo el


serrín. Si Sicarius estaba durmiendo aquí abajo, no vio ningún indicio de
ello.

Sus botas chocaron contra el metal. Se arrodilló para apartar el


serrín y el olor a cedro se hizo más fuerte. Bajo las astillas de madera, las
rejillas de acero cubrían gran parte del suelo. Muchas de ellas tenían
bisagras y manijas. Desenganchó una que no estaba bloqueada con hielo
y miró dentro del pozo oscuro. Más hielo. Unas escaleras bajaban otros
cuatro metros hasta una enorme cámara, donde un único y estrecho
pasillo permitía el acceso a los bloques. Con más aislamiento que las pilas
de arriba, el hielo subterráneo probablemente duraría hasta el calor del
próximo verano.

Dejó caer la rejilla, se dio la vuelta y casi chocó con Sicarius.

Él le tendió una caja que le resultaba familiar.

—Tu piso está vacío, y dos agentes están vigilando el edificio. Esto
todavía estaba bajo el suelo.

¿Se habían llevado todas sus pertenencias? ¿Sus muebles, sus


armas, sus libros, todos sus tesoros y recuerdos?

Suspiró y aceptó la desgastada caja de aliso. Buscó el descolorido


canario amarillo pintado en la tapa. Su madre, a la que apenas

Serie El Filo del Emperador 01 148


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recordaba, la había hecho para su padre cuando este comenzó a trabajar


en las minas. Esto es todo lo que queda de mis padres y de mi pasado.

—Gracias —murmuró.

Se giró y se alejó unos pasos de Sicarius antes de levantar la tapa.


Sus ahorros seguían allí, junto a un viejo pero bien conservado cuchillo
que había pertenecido a su abuelo. Sacó ambas cosas. Nunca había
podido usar esa arma en el trabajo, ya que no era reglamentaria de los
ejecutores, pero ahora no había nadie para establecer las reglas. Después
de echar un vistazo a los dibujos de sus padres y abuelos, los dobló y los
colocó entre las medallas de atletismo de los Juegos Juveniles, un pin de
puntería de la Academia y otros tesoros tontos de su infancia.

—He localizado una conservera de pescado que no se utiliza en


invierno. —Sicarius se había trasladado a las escaleras y había colocado
sus armas para limpiarlas. El olor del aceite para las hojas se mezclaba
con el del aromático cedro—. Tiene el espacio necesario, y hay poco tráfico
en la calle exterior. No deberíamos preocuparnos de que alguien escuche
el chirrido de la imprenta.

—Habrá que esperar a mañana. —Amaranthe respiró


profundamente y se puso frente a él—. Tienes un duelo esta tarde.

—¿Un qué?

—Un duelo. El reclutamiento de un caballero —Recordando el


taparrabos, Amaranthe casi se atragantó con ese título—, está
supeditado a que lo venzas en un duelo de espadas. Me disculpo por
comprometerte sin preguntar, pero nuestro tiempo es limitado.

—Yo no me bato en duelos.

Amaranthe había esperado una negativa o una reticencia, pero no


esa afirmación. Observó el arsenal de armas que tenía delante. Garrote.

Serie El Filo del Emperador 01 149


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Daga. Dagas arrojadizas. Cuchillos. Cuchillo utilitario. Navaja dentada.


No había espadas. Un destello de pánico le atenazó el pecho. ¿Y si nunca
había usado una? Maldynado, su única cosa casi segura, podría hacerle
mil agujeros a su asesino, ¿y dónde estaría entonces su misión?

—Seguramente —dijo Amaranthe débilmente—, tienes alguna


familiaridad con las espadas.

Sicarius terminó de afilar una daga.

—Puedo usar una espada. No conozco las reglas de los duelos


deportivos, ni mucho sobe ellos.

Genial, ella tampoco. Todo lo que sabía era que los miembros
jóvenes de la casta guerrera lo encontraban de moda como medio para
adquirir una o dos cicatrices antes de ir a la escuela de candidatos de
Oficiales.

—¿Quién es mi oponente? —preguntó Sicarius.

—Se llama Maldynado. Según su actual, ah, empleadora, está muy


bien clasificado entre los duelistas de la ciudad. ¿Dices que nunca te has
batido en duelo?

—Nunca.

—Esto debería ser interesante entonces.

—Eso imagino —dijo Sicarius.

***

La oscuridad se estaba acumulando en las calles cuando


Amaranthe y Sicarius llegaron al gimnasio. El extenso complejo abarcaba
una manzana e incluía una pista de atletismo enterrada bajo un campo

Serie El Filo del Emperador 01 150


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blanco de nieve, salas de vapor, baños climatizados y la zona a la que se


acercaron: los rings.

—Recuerda —dijo Amaranthe—, el objetivo es reclutar a este tipo


para que trabaje para nosotros. No lo queremos muerto o mutilado.

Sicarius le dirigió una mirada fría.

—Por supuesto, eso ya lo sabes. Solo me preocupa que tu… —


Buscó a tientas para expresar su preocupación de forma diplomática—
admirablemente perfeccionado instinto asesino pueda olvidarse.

El silencio fue su respuesta.

Intentó no sentirse nerviosa. No lo consiguió.

Entraron en una enorme cámara abierta a la noche por tres lados.


Las columnas intermitentes ofrecían la única barrera al viento.
Carámbanos como lanzas colgaban del techo, que mantenía fuera la
nieve, pero poco más. Hombres con el torso desnudo, con cuerpos
demasiado calientes para notar el frío, se enfrentaban en círculos
marcados con tiza en el suelo de arcilla negra. Los espectadores, y los
que esperaban su turno, se agolpaban en los bordes de los círculos.

Con un viento gélido que arrastraba el polvo fresco hacia el interior


del edificio, Amaranthe no se sintió llamativa manteniendo la capucha
bajada sobre sus ojos, el ribete de piel acariciando sus mejillas. Aunque
se encontraban en el lujoso barrio de Mokath Ridge, donde los agentes
mal pagados no formaban parte de la clientela, era posible encontrarse
con oficiales del ejército. Su encuentro de aquella mañana la hizo
inclinarse a mantener su rostro oculto. Sicarius que avanzaba a su lado
a grandes zancadas, no compartía su inclinación. Al menos, esta noche
no llevaba sus cuchillos y dagas abiertamente.

Serie El Filo del Emperador 01 151


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Pasaron por delante de los pequeños cuadriláteros que se


utilizaban para el boxeo y la lucha libre y se dirigieron a los círculos más
grandes. Amaranthe estiró el cuello, buscando a Maldynado. A pesar de
la proximidad de la noche, la zona estaba bien iluminada por los chorros
de gas que ardían en la pared y los braseros colocados entre los círculos.

Un sirviente deambulaba por el lugar, ofreciendo agua, toallas o


vendas según fuera necesario. Un músico iba de un combate a otro,
tocando un patrón vigorizante en el tambor de mano. Extendía su gorro
de piel para pedir donaciones entre los combates.

—Ahí está él —dijo Amaranthe.

Señaló a Maldynado, que estaba de pie cerca de la pared, detrás de


los anillos llenos de hombres que luchaban con espadas y sables. Desde
su último encuentro, se había cambiado de ropa, o al menos había
añadido alguna. Vestido con un traje de ejercicio aterciopelado que
probablemente costaba el salario de una semana de un ejecutor, estaba
charlando con un hombre calvo.

Cuando entraron en el campo de visión de Maldynado, éste asintió


hacia Amaranthe y observó a Sicarius, con una mirada despreocupada lo
inspeccionó de la cabeza a los pies. Su mirada se detuvo por encima de
las cejas de Sicarius. Maldynado levantó un dedo, se acercó a una bolsa
de material, sacó una tarjeta y volvió. Extendió el brazo hacia Sicarius.

—Mi barbero. Es excelente. —Maldynado movió sus dedos hacia el


cabello despeinado de Sicarius—. Puede arreglar ese nido de ratas.

Sicarius no aceptó la tarjeta. Le dio a Maldynado una mirada fría y


plana que hacía extremadamente bien. Aunque Maldynado era más
ancho y media cabeza más alto, fue él quien se movió incómodamente.

Serie El Filo del Emperador 01 152


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—¿Empezamos entonces? Ado será el juez. El primero que llegue a


cinco puntos gana. —Maldynado guiñó un ojo a Amaranthe—. Y recoge
la recompensa.

—¿Un punto que es? —peguntó Sicarius.

—Uhm, ¿estás bromeando?

—No.

—Ah —dijo Maldynado—. Usamos espadas desafiladas y llevamos


chalecos y cascos acolchados. Cualquier cosa por encima de la cintura
es un punto. Cualquier cosa por debajo de la cintura es… bueno, ningún
hombre debería atacar a otro hombre ahí abajo, ¿eh? Está fuera del
objetivo, y no tiene sentido. Tienes que permanecer en el ring o es una
penalización. Tres penalizaciones y empiezas a perder puntos. Sígueme.
Te mostraré el equipo comunal.

Amaranthe lo siguió. Maldynado los condujo a un cofre de


equipamiento atestado con espadas dobladas y oxidadas. Otro cofre
contenía una armadura igualmente deteriorada. Al parecer, la gente seria
tenía su propio equipo.

Maldynado dejó su sable y se enfundó un chaleco acolchado


inmaculado y agarró un casco con un monograma. Con un gesto, indicó
a Sicarius que eligiera entre los cofres y se armara. Amaranthe arrugó la
nariz. Podía oler el sudor rancio a varios metros de distancia. Las
manchas amarillas marcaban las axilas de los chalecos y varios
presentaban salpicaduras de sangre seca.

Sicarius eligió un sable para su mano izquierda y evitó la


armadura. Amaranthe habría hecho lo mismo, aunque eso significara la
muerte por ensartamiento. Así armado, se dirigió a un lado del gran
círculo y esperó.

Serie El Filo del Emperador 01 153


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Maldynado asintió a Amaranthe.

—¿Cuál es su problema? ¿Está tratando de hacerse daño? Creí que


traías a un contendiente serio.

—Es serio.

Mientras observaba a Sicarius esperando, con los ojos fríos y la


cara como una máscara, Amaranthe sintió nuevas punzadas de
incertidumbre sobre la inteligencia del combate.

Maldynado se encogió de hombros. Entró en el círculo frente a


Sicarius. Levantó su sable en señal de saludo a su oponente y al juez, y
luego dejó caer el casco sobre sus rizos. Sicarius no devolvió el saludo.
Amaranthe había oído que los pisadores de vino mostraban más cortesía
con las uvas de sus cubas.

Se acercó al lado del kuez. No estaría de más entablar una relación


amistosa con él.

—Buenas tardes. ¿Hace mucho tiempo que conoce a Maldynado?

—Sí.

—¿Es tan bueno como dice él?

—Tiene mucho talento, pero no entrena lo suficiente. Todo es un


juego para él.

Al contrario que Sicarius, que probablemente no había jugado un


partido en su vida. Creo que he cometido un error. Se mordisqueó una
uña.

Maldynado adoptó una posición de preparación, con el codo


doblado, el arma levantada y el costado mirando hacia su oponente.

Serie El Filo del Emperador 01 154


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Sicarius se irguió despreocupadamente, con la espada bajada. El viento


soplaba a través de las columnas y agitaba su corto cabello rubio.

—¿Listos? —preguntó el juez a los dos combatientes.

Maldynado rebotó sobre los dedos de sus pies.

—¡Listo!

Sicarius asintió con la cabeza.

El juez dio una palmada.

—¡Comenzad!

Sicarius cargó como una locomotora, cruzando el ring en menos de


un latido. Maldynado dio un paso de costado y extendió su espada para
que su atacante chocara con ella. Sicarius se anticipó al movimiento y
pasó borrosamente por delante del arma. Se lanzó hacia el exterior,
llegando por detrás de Maldynado. Sicarius agarró el hombro más lejano
de Maldynado, coló su pie entre las piernas del hombre más grande, y
empujó hacia arriba con sus caderas incluso mientras tiraba hacia abajo
con su mano.

Maldynado se desplomó hacia atrás, acelerando hacia el suelo.


Cuando cayó, se quedó sin aliento y su casco giró en el aire.

Sicarius cayó sobre Maldynado, aunque de forma más controlada.


Sicarius inmovilizó a su oponente y apretó la hoja desafilada contra la
garganta de Maldynado.

Ambos combatientes se quedaron congelados en una pintura. El


casco de Maldynado golpeó el suelo, haciendo ruido al rebotar varios
metros.

Serie El Filo del Emperador 01 155


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Arma contundente o no, Sicarius podría haber matado a su


oponente fácilmente. Amaranthe leyó el miedo en los ojos de Maldynado,
un reflejo de lo que ella había sentido casi en la misma posición.

El juez sofocó una serie de protestas.

—Advertencia por uso ilegal de pies, cuerpo, manos. Fuera de los


límites. ¡No hay punto!

Sicarius se levantó con agilidad y volvió a su lado del ring. El juez


se lanzó a dar un sermón sobre las reglas mientras Maldynado buscaba
a tientas su casco con una mano temblorosa. Sicarius escuchaba sin
expresión.

Amaranthe se frotó la cara. ¿Qué estaba haciendo él?

Maldynado se puso en pie. Volvió a colocarse el casco en la cabeza.


Le ocultó los rasgos, pero Amaranthe pudo leer la reticencia en su
postura decaída mientras volvía a entrar en el cuadrilátero.

Tal vez persiguiendo algo más que un combate de práctica, otros


hombres se acercaron. Amaranthe volvió a mordisquear su uña y observó
al público. Esto era demasiado público. No debería haber dejado que
Maldynado eligiera la zona de reunión.

Dos de los curiosos susurraron y señalaron a Sicarius. ¿Haciendo


apuestas o discutiendo el número de carteles de “se busca” en los que lo
habían visto?

—Punto —dijo el Juez.

Amaranthe se sobresaltó. Se había perdido la reanudación del


combate. Miró al juez a tiempo para verle apuntar con un dedo a Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 156


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—Continuad —dijo el juez después de que los dos luchadores


volvieran a sus lados.

Esta vez Amaranthe observó. Sicarius volvió a cargar a través del


ring de nuevo. Maldynado se hizo a un lado, pero no antes de que Sicarius
le golpeara las costillas con su sable. El intento de Maldynado de
bloquear llegó demasiado tarde.

Estaba desconcertado. La estrategia de apertura de Sicarius quedó


clara. ¿Qué hombre podía concentrarse en un juego cuando temía que
su oponente lo matara?

Maldynado cargó la vez siguiente. Eso no impidió que Sicarius


hiciera lo mismo. Se encontraron en medio. Maldynado hizo una finta y
se abalanzó para encontrar la espada de Sicarius presionada contra su
pecho, la suya inútilmente abierta.

—Tres a cero —dijo el juez.

Negando con la cabeza, Maldynado regresó a su lado. Los


espectadores asintieron con admiración por la velocidad y precisión de
Sicarius.

—Mira su juego de pies —dijo alguien.

—Es increíble.

En el siguiente asalto, Sicarius hizo una finta a la cabeza, antes de


deslizar por debajo de la guardia levantada de Maldynado para pincharle
en el costado. A diferencia de Maldynado, Sicarius nunca parecía
arremeter. Simplemente estaba allí. Amaranthe ya había visto a hombres
con manos rápidas como un rayo. Nunca había visto a nadie mover los
pies con tal rapidez. El último punto llegó cuando Sicarius esquivó la
vana embestida de Maldynado y le golpeó en el riñón.

Serie El Filo del Emperador 01 157


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Maldynado, con la espada caída, se quedó mirando a los pies de


Sicarius mientras se alejaba. Maldynado también lo vio. Pero demasiado
tarde para encontrar una forma de compensar. Si es que él podía.

—Fin del combate —dijo el juez—. Ganador. —Señaló a Sicarius,


aunque refunfuñó para sí mismo.

—¿No fue un combate típico? —preguntó Amaranthe.

—Se libró en un comienzo espantoso. Tu camarada tiene poco


espíritu deportivo.

—Sí, no creo que le guste mucho el deporte.

—Sin embargo, Maldynado debería haberse recuperado mejor. No


estaba luchando al máximo.

Con una mano apoyada en la espalda, Maldynado cojeó hasta la


pared y se quitó el equipo. Esperó… a cierta distancia mientras Sicarius
devolvía la espada. La mirada de Maldynado no dejó de mirar a Sicarius.
A su favor, no era una mirada de odio, sino de cautela. Al menos, no
parecía tener ideas de venganza. Amaranthe sabía que muchos hombres
lo harían si percibieran su orgullo dañado.

—Mi… camarada pone nervioso a todo el mundo —le dijo al kuez—


. No es culpa de Maldynado.

—Me hubiera gustado concederle a Maldynado algunos puntos, al


menos —dijo el juez—. Tiene un estilo y una técnica superiores.

—Si no lo hubieran sacudido al principio, ¿crees que habría


ganado?

—No, tu hombre es demasiado rápido. Podría haber sido un


combate más interesante, pero… —El juez se masajeó la calva—.

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Técnicamente hablando, Maldynado es el mejor esgrimista. Tu hombre


es el mejor asesino.

Amaranthe asintió. El elogio no la sorprendió, desde luego.

Maldynado se acercó a ella cuando el juez se marchó. El sudor


humedecía los mechones de pelo castaño rizado que le colgaban de los
ojos. Sicarius también se acercó, y Maldynado se apartó, lanzándole más
miradas de recelo.

Amaranthe le hizo un gesto a Sicarius para que se volviera.

—¿Nos puedes dar un momento, por favor?

Sicarius salió al exterior y los espectadores se apartaron para


dejarle pasar.

—Dos semanas a partir de mañana al amanecer. —Amaranthe le


dio a Maldynado la dirección de la casa de hielo—. ¿De acuerdo?

Él suspiró.

—Estaré allí. ¿Estará él allí?

—Sí, pero no te molestará si tú no le molestas a él. Todos


trabajamos por el mismo objetivo.

Maldynado se frotó la nuca.

—Voy a revivir esos momentos iníciales una y otra vez durante


mucho tiempo, intentando averiguar qué debería haber hecho allí. —La
miró a los ojos—. No quiero que pienses que soy… quiero decir, sé como
luchar. He estado en peleas de verdad, no solo en duelos. Él… me pilló
por sorpresa.

Serie El Filo del Emperador 01 159


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—Lo sé. A mí me hizo lo mismo. Me tuvo a medio centímetro de


romperme el cuello antes de llegar a un acuerdo.

—¿Eh? ¿Y ahora confías en él? —preguntó Maldynado.

—Mientras nos dirijamos a los mismos fines y podamos


beneficiarnos de las habilidades de cada uno, creo que podemos trabajar
juntos.

—Entonces, la respuesta es no.

Amaranthe sonrió débilmente y se encogió de hombros.

—¿Qué pasa cuando vosotros dos ya no tengáis un objetivo común?


¿Te golpea y sigue adelante? Alguna confianza.

—Es suficiente por ahora —dijo Amaranthe—. Así como confío en


que te presentarás mañana y trabajarás para mí durante dos semanas.

Maldynado parpadeó.

—¿Tú lo haces? ¿Por qué?

—Creo que eres un hombre honorable.

Otro parpadeo. Varios en realidad. Amaranthe solo pretendía


inspirarle para que viniera mañana, pero se enderezó y asintió, como si
el comentario significara algo.

—Sí —dijo él—. Correcto. Nos vemos mañana.

***

Sespian levantó la vista de un informe cuando la puerta se abrió y


Jeddah entró en la suite. Trog se interpuso tranquilamente en el camino
del sirviente, pero Jeddah se las arregló para mantener el equilibrio, y

Serie El Filo del Emperador 01 160


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sujetar la bandeja con el té de Sespian, sin tropezar cuando el gato se


frotó contra su espinilla. Sus labios se aplanaron, pero era demasiado
profesional para fruncir el ceño ante la criatura que dejaba pelos en su
uniforme.

—Gracias, Jeddah —dijo Sespian cuando el hombre dejó la


bandeja. El vapor salía de la taza de té recién servida—. ¿Está Hollowcrest
en su suite?

Sespian seguía esperando la oportunidad de husmear en el


despacho de Hollowcrest, pero la guardia de honor que lo seguía a todas
partes hizo imposible asegurarse de que sus movimientos no fueran
informados. Cuando era un niño, se había arrastrado a través de los
viejos conductos del hipocausto6 en las paredes y debajo de los pisos, y
estaba pensando en retomar el pasatiempo.

—Sí, Sire —dijo Jeddah—. Creo que tiene un invitado.

Sespian miró el reloj del abuelo que hacía tictac contra una pared.

—Es tarde para recibir invitados.

—Sí, Sire.

—¿Sabes quién es?

—No sé el nombre del caballero.

—¿Ha estado aquí antes? —preguntó Sespian.

6 Hipocausto: Sistema de calefacción de los antiguos romanos a través del suelo llamado
gloria en España. En el exterior del edificio había un horno y los gases calientes
producidos en la combustión se llevaban por canalizaciones situadas bajo el suelo de
los locales a calentar, cuyo suelo se sustentaba sobre pilas de ladrillos (pilae). La altura
del espacio vacío por el que circulaba el aire era de unos 40 a 60 cm. En el extremo
contrario de la entrada de los gases se disponía un humero o chimenea para la
evacuación de los gases, cuyo tiro térmico facilitaba su circulación.

Serie El Filo del Emperador 01 161


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Le he servido un par de veces, Sire.

—Gracias.

Después de que Jeddah se marchara, Sespian se quedó pensando


en la puerta. Tal vez debería interesarse más por lo que ocurría en las
reuniones privadas de Hollowcrest.

Se puso de pie, pero se dobló con un siseo. Unas punzadas de dolor


le atravesaron la cabeza. El problema empeoraba cada día.

Respiró profundamente varias veces. Las punzadas disminuyeron


hasta convertirse en un dolor más manejable.

Sus guardias se pusieron firmes cuando salió de la suite.

—Voy al otro lado del pasillo —dijo.

Tres pasos le llevaron a la puerta de Hollowcrest. Levantó una


mano para llamar, pero se detuvo en el aire. Siempre llamaba antes de
entrar. emperador o no, le parecía más educado. Sin embargo, podía
hacer lo que quisiera, ¿no? Tal vez debería sorprender a Hollowcrest.

Su mano bajó hasta el pomo. Lo giró y entró a hurtadillas.

Hollowcrest y un hombre vestido de marrón que Sespian nunca


había visto antes estaban delante de un escritorio. La sorpresa apareció
en el rostro de Hollowcrest, pero se recuperó rápidamente. El otro hombre
parecía… culpable. ¿Qué estaban discutiendo aquí a tan altas horas de
la noche?

—¿Qué puedo hacer por usted, Sire? —preguntó Hollowcrest.

Tienes que ser más rápido, Sespian. Deberías haber hablado


primero.

Serie El Filo del Emperador 01 162


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—¿Quién es él?

—Este es Malford, el asistente del jefe de Finanzas de la Satrapía


de Urkart —dijo Hollowcrest—. Está aquí por negocios.

El barro y una especie de mugre verde y húmeda adornaban las


botas del desconocido. Una gastada chaqueta de cuero le colgaba casi
hasta las rodillas con algo que podría haber sido una pistola abultada a
un lado. Ni la mejilla llena de cicatrices, ni la cabeza afeitada sugerían
que fuera un experto en finanzas. Además, un toque de las alcantarillas
se aferraba al hombre.

—Uno se pregunta qué ruta ha seguido para llegar hasta aquí —


dijo Sespian.

—¿Qué puedo hacer por usted, Sire? —repitió Hollowcrest.

Sespian podría desafiarlo en ese momento, exigir saber quién era


exactamente ese hombre. Pero si Hollowcrest seguía mintiendo, ¿qué
podía hacer Sespian?

—Se acerca la celebración de mi cumpleaños —dijo—, una gran


fiesta para todos, y habrá la gala aquí en el Cuartel, por supuesto. Me
gustaría invitar a todos los diplomáticos extranjeros de la ciudad. Ya es
hora de construir relaciones reales en lugar de limitarse a complacerlos.

—Por supuesto, Sire, me encargaré personalmente.

Uh-huh, claro que lo harás.

—¿Algo más, Sire?

—No. Nada en absoluto.

Serie El Filo del Emperador 01 163


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Tan pronto como Sespian regresó a su suite, apartó un armario


antiguo. Agarró una lima de uñas de un cajón y abrió una rejilla en la
base de la pared.

Se metió en el oscuro y estrecho conducto. Apenas había espacio


suficiente para pasar sobre el vientre. Había crecido en los diez años
transcurridos desde que lo utilizó por última vez… la edad en que había
decidido que era indecoroso que el futuro emperador se arrastrara por
los conductos, espiando a la gente. Tal vez nunca debió dejar de hacerlo.

El polvo cubría el interior y las telarañas envolvían su rostro.


Ráfagas de aire caliente agitaron su cabello. Cuando llegó a una sección
en T, se dobló por la mitad para girar a la derecha. Antes de llegar a la
mancha de luz que representaba la rejilla de la habitación de Hollowcrest,
escuchó voces.

—Por tus promesas, esperaba a un simplón babeante. —No era la


voz de Hollowcrest, tenía que ser la del supuesto asistente de finanzas.

—Para un hombre de intelecto medio, ese sería el resultado —dijo


Hollowcrest—. El chico es ingenuo pero brillante. Sin embargo, tengo todo
bajo control. El veneno ha embotado sus facultades y va camino de
dejarlo postrado en la cama.

En la quietud del conducto, la respiración acelerada de Sespian


agitaba las telarañas. Su cabeza palpitaba débilmente. No era un tumor.
Veneno. Era difícil sentir alivio, ya que lo segundo era tan malo como lo
primero. Aunque con el veneno, podría hacer algo al respecto.

—No creo que se haya creído tu tapadera de jefe de Finanzas.

—Si evitaras andar por las alcantarillas, tu verdadera ocupación


no sería tan obvia —murmuró Hollowcrest.

Serie El Filo del Emperador 01 164


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—Mi trabajo me lleva a lugares fabulosos y variados. —El hombre


se rió y algo siniestro en ello enfrío aún más a Sespian.

Hollowcrest suspiró.

—Sicarius nunca olió a su trabajo.

El estómago de Sespian dio un vuelco al oír el nombre del asesino,


y el viejo miedo volvió a aparecer en su mente.

—Sicarius, Sicarius, Sicarius —gruñó el otro hombre—. Por la


forma en que hablas de él, se diría que sois amantes.

—Era eficiente. Muy eficiente. Un hombre en mi posición valora


eso.

—He oído que está en la ciudad. Tal vez vosotros deberíais besaros
y reconciliaros. A menos que tengas miedo de ser su próximo objetivo. O
quizás lo sea el chico. —Esa risa siniestra de nuevo—. Muchos se
beneficiarían de la muerte del emperador y de la confusión sucesoria que
traería. Estoy seguro de que hay mucho dinero en ese trabajo. —Sonaba
melancólico.

—Centrémonos en por qué estás aquí —dijo Hollowcrest—. ¿Qué


has averiguado sobre Forge?

—No puedo entrar en la casa de la mujer líder. Me encontré con un


montón de protección mágica y casi me descubre un guardia de
seguridad con cicatrices.

Los hombres se trasladaron a otra habitación de la suite donde


Sespian no podía oírlos. Eso estaba bien. Ya había oído bastante.
Retrocedió por el conducto hasta llegar a su habitación. Cuando intentó
atornillar la rejilla en su sitio, sus manos temblaban demasiado para el
trabajo.

Serie El Filo del Emperador 01 165


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Hollowcrest lo estaba envenenando.

Sespian recorrió la habitación, con la mente en blanco. ¿Cómo lo


hacía el viejo cascarrabias? ¿Poniéndolo en su comida? ¿Era el personal
de cocina parte de ello? ¿Lo era Jeddah?

Sus peregrinaciones se detuvieron frente a la bandeja con la taza


de té. Se hundió en el suelo ante el líquido que se estaba remojando. No
su comida. Su té. Lo que más le recordaba a su madre. Sespian apretó la
mandíbula. Ese bastardo lo había arruinado.

Recogió su taza, cruzó hasta el inodoro y la vertió en el lavabo. Una


parte de él quería cruzar el pasillo y arrojar la taza vacía a Hollowcrest,
una gran parte de él. Pero eso no serviría de nada. Solo serviría para que
Hollowcrest se diera cuenta de que Sespian lo sabía ahora.

Se quedó mirando la taza vacía. ¿Qué iba a hacer?

***

En la casa de hielo, Amaranthe se despertó en medio de la noche


con el corazón golpeándole en las costillas. Los recuerdos fugaces de una
pesadilla se disiparon como las columnas de humo de una máquina de
vapor. Lo único que recordaba era que algo oscuro la perseguía y emitía
un chillido horrible y sobrenatural.

El sonido volvió a oírse. Frunció el ceño con confusión mientras el


sueño y la realidad se mezclaban. ¿El chillido había sido real o todavía
estaba durmiendo?

Se sentó en el catre. La manta de lana se amontonó alrededor de


su cintura. La oscuridad cubría la habitación, aunque podía sentir el
calor que irradiaba la estufa cercana. Se quedó sentada inmóvil y
escuchó.

Serie El Filo del Emperador 01 166


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Al principio no oyó nada. En lo más profundo del distrito industrial,


el barrio de la fábrica de hielo veía poco tráfico por la noche, y el silencio
se extendía por las calles como la muerte. Entonces, otro chillido rompió
la tranquilidad. Amaranthe se encogió involuntariamente; le sacudió los
nervios como un metal que se clava en otro. Una cualidad
inquietantemente sobrenatural prometía que no era nada inocuo. Y se
originó cerca, a una o dos manzanas.

Pensando en la historia de la matanza del oso del periódico, se


deslizó fuera del catre, reacia a hacer ruido. Consiguió golpearse la rodilla
en el escritorio. Y tanto por no hacer ruido. Buscó a tientas la linterna y
encendió la llama. La luz dejó al descubierto su ordenada pila de botas,
ropa de trabajo, cuchillo y la caja que contenía sus ahorros. Se puso el
calzado y luego agarró el arma y la linterna. Cuando abrió la puerta, ésta
crujió. Con fuerza. Ella siseó con frustración.

En el rellano miró a su alrededor, esperando que Sicarius saliera


de las sombras. La inmensidad del oscuro almacén se burlaba de su
pequeña luz. El suelo no era visible desde el rellano. Cuando Amaranthe
se inclinó sobre la barandilla, su luz se reflejó en el hielo expuesto,
imitando docenas de ojos amarillos que miraban.

Otro chillido inhumano atravesó las paredes de la casa de hielo.


Resonó en las calles y callejones exteriores, rodeando y abarcando. A los
lejos, los perros ladraban. El vello de sus brazos se erizó. Se estremeció
y apretó con más fuerza el mango de la linterna.

—¡Ayuda! —Vino una voz masculina desde fuera—. ¡Hay alguien!

El grito cercano sobresaltó a Amaranthe. Parecía que el altavoz


estaba directamente delante la casa de hielo.

Cruzó el rellano, sus botas resonaban sobre el metal. Un golpeteo


estalló en las puertas dobles de abajo.

Serie El Filo del Emperador 01 167


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—¿Hay alguien ahí? —gritó la voz.

—¡Ya voy! —Amaranthe bajó las escaleras a toda prisa.

Él tenía que estar tratando de escapar de lo que fuera que estaba


cazando en las calles. Las puertas traquetearon en sus goznes.

—¡Ya viene! —gritó.

Amaranthe bajó las últimas escaleras de tres en tres. Resbaló sobre


el serrín cuando aterrizó en la parte inferior, se recuperó y corrió hacia
las puertas. Alcanzó la pesada barra de madera que las aseguraba.

Un chirrido ensordecedor sonó justo fuera. Amaranthe se echó


hacia atrás.

Al otro lado de la puerta, el hombre gritó de dolor. Quiso ayudar,


levantar la barra, pero el miedo le retuvo la mano. Armada solo con un
cuchillo, ¿qué podía hacer?

Cobarde, tienes que intentarlo.

Sacó su cuchillo de su funda. Fuera, los gritos se interrumpieron


con un crujido. Ella alcanzó la barra de nuevo.

—Detente.

Se quedó paralizada ante el tono autoritario de Sicarius.

—Alguien está muriendo ahí fuera —dijo, más por un sentido de


obligación que por un deseo genuino de abrir la puerta.

Sicarius salió de la oscuridad debajo de las escaleras. Si había


estado durmiendo, no era evidente. Estaba completamente vestido y
armado.

Serie El Filo del Emperador 01 168


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—Ya está muerto —dijo Sicarius.

Amaranthe obligó a su respiración a ralentizarse y escuchó la


actividad. Tenía la sensación de que Sicarius tenía razón.

Los pasos crujieron en la nieve, pero no parecían humanos. Eran


demasiado fuertes. El crujido se detuvo y fue sustituido por un resoplido.
La puerta se estremeció cuando algo la golpeó. Amaranthe retrocedió. El
resoplido volvió a sonar, más fuerte e insistente.

Siguió retrocediendo hasta situarse junto a Sicarius.

—¿Estamos a salvo aquí? —susurró ella.

—No.

—Oh. —Mejor saberlo ahora que después, supongo.

La puerta volvió a temblar, más fuerte esta vez.

—Va a entrar, ¿no? —preguntó ella.

—Así parece.

Amaranthe buscó rutas de escape. Si subía corriendo las escaleras


y se encaramaba a la barandilla, podría subir a las vigas. Desde allí,
podría arrastrarse por la red de vigas y soportes de acero hasta las altas
ventanas. Si realizaba una increíble acrobacia, podría ser capaz de patear
el cristal, y luego balancearse y subir al tejado. Bien, Amaranthe, eso
funciona para Sicarius. Ahora, ¿tú cómo vas a salir?

Recordó las rejillas y las pilas de hielo almacenadas bajo el suelo.


Apartó el serrín y encontró una entrada. La manija empotrada requería
un giro y un tirón que solo alguien podía abrir con los pulgares. Esperaba
que esa cosa de ahí fuera no tuviera nada de eso.

Serie El Filo del Emperador 01 169


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—¿Vienes? —preguntó por encima de su hombro.

—Hay poco espacio ahí abajo; es un mal lugar para hacerle frente.
—La mirada de Sicarius se desvió hacia ella, luego hacia las ventanas y
hacia la escalera, como si buscara una alternativa.

La criatura golpeó la puerta. Una bisagra saltó. La madera se


astilló. Solo la barra mantenía la puerta en pie. Y eso no aguantaría
mucho tiempo.

—Bien —dijo Amaranthe—. Hazme saber como va todo aquí arriba.

Agarró la linterna y bajó la escalera. Se detuvo para cerrar la reja.


Sicarius apareció y la atrapó antes de que cayera. Le hizo un gesto para
que continuara bajando, luego se deslizó dentro y aseguró la rejilla por
detrás de él.

—Pensé que podrías cambiar de opinión —le dijo.

Se oyó un estruendo desde arriba: el sonido de la barra haciéndose


añicos y la puerta derrumbándose. Unos pies, patas, o algo parecido se
deslizaron por el serrín.

Amaranthe deseaba saber qué aspecto tenía la criatura,


concretamente si tenía dedos que le permitieran girar la manilla de su
escondite. O si su fuerza le permitiría arrancar las rejas sin molestarse
con la manija. Se estremeció. Tal vez debería haber intentado la ruta de
la ventana.

No había mucho espacio entre las pilas de hielo y la pared. Un


bloque le presionó el hombro y le entumeció el brazo. Deseó haber
agarrado su parka.

Los pasos cambiaron de tono cuando la criatura pasó del suelo


sólido a la rejilla. Pequeñas motas de serrín se tamizaron hacia abajo.

Serie El Filo del Emperador 01 170


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Con la oscuridad que reinaba, Amaranthe no podía ver nada a través de


los pequeños huecos en el metal. Solo podía oír a la criatura. Olfateando.

Sicarius estaba frente a la entrada, de espaldas a ella y a la


linterna. Ninguno de los dos habló, aunque no tenía mucho sentido el
silencio. Eso sabía dónde estaban.

El raspado de las garras sobre el metal sustituyó al olfateo. Lento


y experimental al principio, el ruido se hizo más rápido, como un perro
cavando bajo una valla.

Cuando las garras se deslizaron por los huecos de la reja, ella


aspiró. Era el espacio entre ellas lo que la inquietaba. Ningún animal que
hubiera visto tenía las patas tan grandes.

Bajó los ojos y miró la espalda de Sicarius, la constante expansión


y contracción de su caja torácica. El aire se sentía apretado y constreñido,
y su propia respiración era superficial y rápida. Intentó imitar su calma.
Después de todo, él no había sacado un arma. Tal vez sabía que estaban
a salvo. O tal vez sabía que luchar contra la criatura era inútil.

Arriba, los zarpazos cesaron. Nada se movió.

Una suave salpicadura a la derecha de Amaranthe la hizo saltar.


Al principio pensó que procedía del hielo de arriba, una gota de derretirse.
Pero humeaba cuando chocó contra un bloque. Otra gota golpeó el dorso
de su mano. Tan caliente como la cera de una vela, picaba como la sal en
un corte. No era hielo derretido, se dio cuenta. Era saliva.

Lentamente, miró hacia arriba. Se filtraron más gotas. Unas


bocanadas de vapor susurraban a través de la rejilla: el aliento de la
criatura, visible en el aire frío. Dos puntos amarillos ardían al otro lado
de esa niebla. Ojos que reflejaban la llama de su linterna.

Serie El Filo del Emperador 01 171


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Amaranthe se puso en cuclillas y enterró su cara en las rodillas.


Cerró los ojos, deseando que aquella cosa desapareciera. Una gota de
saliva caliente le golpeó en la nuca.

El tiempo pasó como la melaza. Los pasos volvieron a sonar. Se


alejaron y se movieron más allá del alcance de sus oídos.

Durante unos largos instantes, ella y Sicarius se quedaron


acurrucados allí, entre la pared y el hielo. El frío penetraba en la ropa de
noche de Amaranthe. Le castañeteaban los dientes y temblaba. Acercó
las manos a la linterna, pero ésta apenas emitía calor.

—¿Se ha ido? —preguntó.

—Imposible saberlo —dijo él.

—Bueno, me estoy congelando. O uno de los dos va a tener que


comprobarlo o tendremos que empezar a acurrucarnos.

Sicarius subió la escalera. Abrió la rejilla, se asomó y desapareció


por el borde.

—Hay algo mal en un hombre que elige enfrentarse a la muerte


antes que acurrucarse con una mujer. —Amaranthe recogió la linterna y
lo siguió fuera—. Por supuesto, puede haber algo igualmente mal en una
mujer que va tras él en lugar de esperar a salvo.

Una vez arriba, dejó la rejilla abierta por si necesitaban volver a


bajar a toda prisa. Buscó a Sicarius, pero su luz no iluminaba gran parte
de la casa de hielo. La nieve que caía fuera de la puerta rota le llamó la
atención. El cuerpo había sido arrastrado hacia un lado y solo quedaba
un brazo a la vista. Amaranthe tragó saliva.

—No está dentro —dijo Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 172


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Salió de detrás de las pilas de hielo con un par de tablas. Volvió a


sellar la puerta tanto como se lo permitieron las bisagras torcidas. La
madera astillada no constituía una barrera tranquilizadora. Sicarius tiró
la vieja barra, ahora partida por la mitad, a un lado y la reemplazó con
las tablas.

—Tal vez deberíamos salir y ver como está el hombre. Ver si… —
Está muerto, Amaranthe. Llegaste demasiado tarde para ayudar.

—Yo no lo haría —dijo Sicarius.

Estaba tan frío y sin emociones como siempre, pero su falta de


voluntad para abandonar el edificio la preocupaba. Si, con toda su
habilidad, él no quería enfrentarse a lo que acechaba en las calles, ¿quién
más podría hacerlo?

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Diez
Amaranthe se despertó cuando Sicarius dijo, “Lokdon”, desde la
puerta de la pequeña oficina de la casa de hielo.

Dejó caer las piernas sobre el borde del catre, sintiendo el frío del
suelo incluso a través de los calcetines.

—Hemos sido babeados juntos por una horrible bestia asesina de


hombres. Creo que puedes llamarme por mi nombre de pila.

Las brasas habían ardido poco en la estufa y emitía poco calor o


luz. Buscó a tientas sus botas.

—Tu equipo está aquí —dijo Sicarius, con un toque de desconcierto


en su voz.

O estoy mejorando en leerlo, o está empezando a emocionarse.

—Pareces sorprendido.

—¿Tú no lo estás?

Sí.

—Por supuesto que no.

—Huh.

Sicarius se fue antes de que Amaranthe pudiera preguntar quién o


cuántos habían venido. Se vistió y salió del despacho. Al pie de la
escalera, Akstyr y Books esperaban. Books bostezó y se frotó los ojos. El
bulto de una botella sobresalía del bolsillo de su chaqueta, y la espada
que llevaba al cinto parecía no haber sido utilizada desde sus clases de

Serie El Filo del Emperador 01 174


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armas de la infancia. Akstyr se apoyó en la pared, con la ropa holgada


arrugada y las manos metidas en los bolsillos. Moretones y bultos
salpicaban su rostro.

Los hombres se pusieron erguidos cuando la vieron aunque el


efecto no fue especialmente inspirador. Al menos habían venido.

Mientras Amaranthe bajaba las escaleras, Maldynado cruzó la


puerta rota. Llevaba un elegante cinturón de espadas con un sable
enfundado que colgaba de su cadera izquierda. Una odiosa cantidad de
oro adornaba la empuñadura y la vaina. La mirada de Akstyr se detuvo
en la valiosa arma.

Cuando Maldynado se acercó a Books y a Akstyr, su labio superior


se arrugó.

—¿Quién de vosotros se ha caído en una cuba de vino barato de


camino hacia aquí?

Akstyr resopló. Books lo fulminó con la mirada. Sin inmutarse,


Maldynado los examinó más a fondo, luego sacó un estuche y extrajo dos
tarjetas.

—¿Tu barbero? —preguntó Amaranthe.

—Sastre. Nunca he visto a dos personas con tanta necesidad de


atención de un sastre.

—Teniendo en cuenta que vestías un taparrabos peludo cuando


nos conocimos, no estoy segura de que debas ofrecer consejos de moda.

—Ah, pero era un taparrabos con estilo que mostraba… —


Maldynado le guiñó un ojo—… todo.

Ella no pudo discutir.

Serie El Filo del Emperador 01 175


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Él levantó un dedo.

—¿Sabes que hay un cadáver medio devorado en la calle?

—Sí. —Como no quería alarmar a sus tropas tan pronto en la


misión, para que no decidieran marcharse, se decidió por la
despreocupación—. No es el mejor barrio.

—En eso podemos estar de acuerdo —dijo Books.

Maldynado agitó una mano delante de su cara.

—¿Tu aliento es siempre tan fuerte?

—Si te ofendo, tienes mi permiso para irte al otro lado de la


habitación. —Books bajó la voz—. O del imperio.

—Ya que tú eres el ofensivo, tal vez deberías hacer la mudanza para
que los demás podamos respirar. Hay un contenedor de basura al final
de la manzana donde podrías sentirte como en casa. —Maldynado se
volvió hacia Akstyr—. ¿Eres partidario de este tipo?

—¿A quién le importa? —Ese rizo hosco en el labio de Akstyr


parecía permanente.

Amaranthe se dio cuenta de que conseguir que esos hombres


vinieran había sido la parte fácil. Conseguir que trabajaran juntos sin
sangre, y sin tarjetas de visita, volando por allí sería la verdadera prueba.

—Dijiste que tendrías comida. Y un lugar para dormir. —Akstyr


miró las torres de hielo—. Me imaginé que haría más calor dentro que
fuera.

—No nos quedaremos aquí —dijo ella—. Tan pronto como Sicarius
regrese, nos mostrará el lugar donde nos instalaremos. Entonces
compraremos comida.

Serie El Filo del Emperador 01 176


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—Era él, ¿no? —El tono de Akstyr cambió por primera vez. Sonaba
reverente—. ¿El que nos dejó entrar? ¿Es cierto que es un cazador?

¿Un qué?

—No estoy segura —dijo Amaranthe—. Puedes preguntarle a él.

Akstyr pinchó el serrín con el dedo del pie.

—No querría molestarle.

—Le preguntaré por ti —dijo ella.

—¿Quién te lo ha pedido?

Hasta aquí la reverencia.

—Te haré saber lo que averigüe —dijo Amaranthe secamente.

—Lo que sea.

—Espera —dijo Maldynado—. ¿Estamos hablando del mismo tipo


que me derrotó anoche?

—Sí —dijo ella.

—¿Ese era Sicarius? ¿El Sicarius? ¿El asesino?

Sorprendida de que alguien de los escalones superiores de la


jerarquía social de Turgonia hubiera oído hablar de él, se limitó a decir:

—Sí.

—Ojalá me hubieras dicho eso antes de la pelea. Cuando me


masacró, no me habría sentido tan… —Los dedos de Maldynado se
flexionaron en el aire buscando la palabra.

Serie El Filo del Emperador 01 177


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—¿Inepto? —sugirió Books—. ¿Inadecuado? ¿No dotado?

Maldynado frunció el ceño.

—Estoy bien dotado, gracias. —Se volvió hacia Amaranthe—. Pensé


que era sólo un matón al azar que recogiste en los muelles.

—No al azar —dijo ella.

—¿Sicarius trabaja para ti? —preguntó Akstyr dubitativo—. ¿O tú


estás trabajando para él?

Amaranthe dudó. Su “equipo”, especialmente Akstyr, podría estar


más inclinado a obedecerla si creía que ella comandaba a Sicarius, pero
su cooperación era sólo eso, cooperación.

—Es mi plan —dijo—. Él está de acuerdo con ello por ahora.

—¿Pero le estás dando órdenes? —preguntó Akstyr.

—Yo las llamaría sugerencias.

Sicarius eligió ese momento para regresar de dondequiera que


hubiera estado merodeando. Se preguntó cuánto había escuchado.

—Deberíamos irnos —dijo él—. Es probable que el cuerpo atraiga


a los ejecutores.

—Lidera el camino —dijo Amaranthe.

Varios centímetros más de nieve habían caído durante la noche,


borrando las huellas de la criatura. Sicarius rodeó el cadáver, que los
perros habían descubierto parcialmente. Amaranthe no pudo evitar mirar
y recordar. Si hubiera sido más rápida, si no hubiera dudado, podría
haber salvado la vida del hombre.

Serie El Filo del Emperador 01 178


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Bajo la superficie roída, heridas más largas y profundas asolaban


el pecho. El viento sopló, y algunos copos de nieve revolotearon de la
mano congelada del cadáver, revelando una marca de las Panteras.
Amaranthe nunca pensó que sentiría simpatía por los miembros de las
bandas, pero parecía que esta gente estaba siendo atacada desde todos
los frentes.

Su grupo viajó a lo largo de la base de la colina frente al lago. A


pesar de la nieve fresca, un puñado de jóvenes atletas pasaron trotando
en su camino hacia el sendero del lago. Faltaban meses para los Juegos
de Verano, pero las almas dedicadas entrenaban durante todo el año.

Un carro cargado de hielo atravesó una calle, y el conductor silbó


a Amaranthe. Maldynado se rió disimuladamente, y ella enarcó una ceja.

—Lo siento —dijo él—. ¿Se supone que debo defender tu honor
cuando hacen eso? No tengo muy claros los límites de nuestro acuerdo.

—No, sólo me preguntaba por qué era gracioso.

—Porque te miraba como si él creyera que serías un buen rato, y


tú eres... ah…

—¿Reservada? —sugirió Books—. ¿Digna?

—No —dijo Maldynado—. ¿Te crees un diccionario o algo así?

—Un tesauro7 quizás —dijo Books.

—¿Correcta? —preguntó Akstyr—. Ella es bastante correcta.

7Tesauro: Un tesauro es una lista de palabras o términos empleados para representar


conceptos. ... Es utilizado en literatura como thesaurus, thesauri o tesoro para referirse
a los diccionarios, como por ejemplo el Tesoro de la lengua castellana o española de
Sebastián de Covarrubias, de 1611.

Serie El Filo del Emperador 01 179


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No —dijo Maldynado—. Es más…

—Enfocada —dijo Sicarius.

Los demás lo consideraron, y luego asintieron y gruñeron de


acuerdo con esa descripción tan precisa. Amaranthe sonrió; al menos la
disección conjunta de su personaje evitó que arremetieran unos contra
otros. Después de todo, podría crear una unidad cohesionada.

—Sí, exactamente —dijo Maldynado—. Anoche no te fijaste en


ninguno de los hombres del gimnasio, supongo que porque estás ocupada
con tu plan del emperador. Ni siquiera te fijaste en mí cuando me viste
por primera vez, y eso que yo era muy fácil de contemplar en ese
momento.

Amaranthe se sonrojó. Ella había mirado.

—Alabado sea su buen gusto —murmuró Books, saliendo a la calle


para evitar una farola… o quizá la mirada de Maldynado.

—Viejo —dijo Maldynado—, estás acabando con mi serenidad. Si


sigues insultándome, puede que tenga ir hasta allí y…

—Caballeros —dijo Amaranthe—. Creo que ya casi hemos llegado.

Decidió renunciar a sus ambiciones de crear una unidad


cohesionada. Una ocasionalmente funcional con tendencias a la violencia
parecía más al alcance.

Pasaron por delante de los últimos edificios industriales de la


ciudad y cruzaron las vías del tren que bordeaba el lago. A lo largo de la
orilla, reinaban las pesquerías, los almacenes y los astilleros, con sus
largos muelles que se adentraban en el agua helada. En primavera y
verano, la zona bullía de actividad. Por ahora, yacía tranquilamente bajo
su manto de nieve.

Serie El Filo del Emperador 01 180


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Aquí es. —Sicarius se detuvo ante una estructura de madera que


se tambaleaba en un muelle en ruinas.

El edificio se encorvaba sobre el lago como un viejo soldado,


artrítico por las heridas de la batalla de toda una vida. Los carámbanos
colgaban de los aleros y la escarcha bordeaba los cristales de las ventanas
rotas. De las paredes colgaban bollas amarillentas y redes deshilachadas,
la idea de alguien de decorar. Amaranthe tocó un trozo astillado del
revestimiento de cedro. Se cayó. Las probabilidades de que este edificio
mantuviera alejada a esa criatura no eran buenas.

Se asomó al borde del muelle. Unos metros más abajo, el hielo y la


nieve se acumulaban alrededor de los pilotes.

Akstyr se asomó a una ventana.

—¿Una fábrica de conservas de pescado?

—Hay literas dentro, y tiene un gran espacio de trabajo —dijo


Sicarius—. Es invierno. Ningún humano nos molestará.

¿Y los inhumanos? Amaranthe esperaría a tenerlo a solas para


preguntar.

Sacó un billete de diez ranmyas y se lo entregó a Maldynado.

—¿Podrías buscar el mercado más cercano y comprar toda la


comida que puedas?

—Lo haré. —Maldynado trotó por una calle que corría


perpendicular al paseo marítimo.

—¿Lo vas a mandar a comprar suministros? —preguntó Books—.


Ese petimetre de la casta belicista probablemente no ha comprado en su
vida.

Serie El Filo del Emperador 01 181


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Conseguirá un buen trato —dijo Amaranthe.

Un considerable candado en la puerta principal de la conservera


impedía una entrada directa.

—Apuesto que puedo entrar. —Akstyr sacó una gran pinza de la


que colgaban al menos tres docenas de llaves de diversas formas y
sofisticación—. Tengo un par de llaves maestras que…

—Innecesario —dijo Sicarius.

Los condujo al lado del lago del edificio. La cerradura de la parte


trasera también seguía en su sitio; sin embargo, la puerta había sido
quitada y estaba apoyada contra la pared.

Cuando Amaranthe entró, el cristal crujió bajo sus botas. La débil


luz se filtraba a través de las mugrientas ventanas, revelando hileras de
largos mostradores llenos de sal, latas abolladas y etiquetas rotas. Unas
literas de madera podrida se alineaban en una pared. Aquí y allá, las
ratas correteaban bajo el serrín salpicado de tripas de pescado que se
extendía por el suelo. Sólo el frío hacía que el olor fuera tolerable. Más o
menos.

—Un lugar encantador —murmuró Books.

—Al menos viene sin una casera entrometida —dijo Amaranthe.

—Eso es cierto.

—Elegid una litera y acomodaos —dijo ella—. En cuanto vuelva


Maldynado, nos pondremos en marcha. Sicarius, ¿podemos hablar?

Se acercó a un mostrador de la esquina con ella mientras Akstyr y


Books exploraban su nuevo hogar.

Serie El Filo del Emperador 01 182


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe apiló algunas de las latas dispersas en una pila


ordenada.

—Fuiste a adquirir este edificio antes de que supiéramos que había


una criatura asesina de hombres vagando por las calles. ¿Aún crees que
es un escondite adecuado?

Sicarius levantó la mirada hacia las vigas. A unos nueve metros de


altura, vigas sólidas corrían de pared a pared por debajo del techo
puntiagudo. Si uno pudiera trepar allí, podría estar a salvo. Mientras esa
criatura no pudiera saltar tan alto.

—No veo una escalera —dijo.

—Puedes trepar por los postes de apoyo —dijo Sicarius.

Amaranthe miró la madera abollada y llena de cicatrices del poste


más cercano.

—Tú puedes hacer eso, estoy segura. El resto de nosotros podría


encontrar esa hazaña desafiante, especialmente con un monstruo
entrando por la puerta.

—Cuelga una cuerda.

—Supongo que eso funcionará. —La última de las latas oxidadas


fue a su pila organizada. Un mostrador menos, treinta para el final—. Voy
a enviar a Books y a Akstyr a buscar una prensa. Llevaré a Maldynado a
comprar tinta y papel. Quiero empezar a investigar a la gente de Forge,
pero eso probablemente tendrá que esperar hasta mañana. Tenemos que
preparar la prensa, y necesitamos hacer las placas del dinero. ¿Supongo
que no conocerás a un grabador y puedes encargarte de eso?

—Fácil —dijo Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 183


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿De verdad? —Ella había esperado que este fuera el punto de


fricción. Tal vez debería dejarle ir y hacerlo, pero…—. ¿Fácil porque
conoces a un criminal grabador que te debe un favor, o fácil porque
escogerás a alguien con la habilidad necesaria, le obligarás a hacerlo, y
le matarás después?

—Lo último.

—Oh.

—Pedirle a alguien que te ayude a cometer un crimen y luego


dejarlo vivo para que te señale a los ejecutores es una tontería.

—Bueno, ya tenemos a tres personas que van a estar al tanto de


nuestros planes. Quizás añadir otra no sería ma… —Un pensamiento
escalofriante susurró en su mente. Miró a Books, sentado en una litera,
y a Akstyr, rebuscando entre los desechos—. Por favor, dime que tu lógica
no requiere matar a todas las personas con las que trabajamos en las
próximas semanas.

—No te puedes fiar de la gente adquirida al azar en la calle. No te


encariñes.

—Sicarius. —Le agarró del brazo, consciente de que nunca se había


atrevido a tocarlo—. No he convencido a esta gente para que me ayuden
sólo para que los mates al final.

—Una vez que los hayamos necesitado, son desechables.

—¿Y eso va para mí también? —Tan pronto como hizo la pregunta,


se arrepintió. Si la respuesta era afirmativa, ¿qué iba a hacer?

—No eres desechable —dijo él. Casi tuvo tiempo para preguntarse
si a él realmente le importaba ella, pero entonces añadió—. Es tu plan.

Serie El Filo del Emperador 01 184


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Qué suerte la mía. Bueno, aquí hay una adición a mi plan: no


implicará matar a los hombres que hemos coaccionado para que nos
ayuden, ni serán encontrados grabadores en la cama degollados.

—Propón una alternativa.

Amaranthe se frotó la barbilla y miró pensativamente el edificio.


Akstyr estaba estirado bajo una mesa, rebuscando entre el sucio serrín.
Sacó una moneda de cobre y sonrió.

—Akstyr —dijo ella.

Él se metió la moneda en el bolsillo y la miró con desconfianza. Sin


embargo, se encorvó.

—¿Qué?

—¿De dónde has sacado todas esas llaves? —Señaló con la barbilla
la anilla de su cinturón.

—Las hice yo.

—¿Son copias? ¿U originales?

—Copias.

—Estoy en lo cierto si creo que eres un cerrajero entrenado.

—Sí. Es bastante fácil hacer copias de llaves, usando… —Se


encogió de hombros— …maneras.

Amaranthe entendió que eso significaba magia.

—Así que, usando estas maneras, puedes tallar cosas en el metal.


¿Podrías grabar algo?

Serie El Filo del Emperador 01 185


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Oh, por supuesto. Yo solía dejar el cartel de mi banda por toda


la ciudad de esa manera. Una vez, un hombre estaba en el inodoro de los
baños, y yo…

Amaranthe levantó una mano.

—Suficientes detalles, gracias. —La amplitud de su sonrisa la


convenció de que tenía razón al cortar la historia. Sacó un billete de diez
ranmyas—. ¿Crees que podrías copiar esto en metal?

—Claro, usando la cien… er, mi manera es aún más fácil que el


grabado. Es como quemar una marca con la mente. Siempre y cuando
sólo haga una copia exacta y no sea algo artístico.

Él alcanzó el billete, pero Sicarius lo arrancó en el aire primero.

—Copiar esto no nos llevará a ninguna parte —dijo Sicarius—.


Tiene que ser al revés.

—Como un sello, por supuesto —suspiró Amaranthe—. Lástima


que la casa de la Moneda Imperial esté en la ciudad de Sunders, de lo
contrario podríamos robar las placas. Aunque eso sería…

—Yo lo haré —dijo Sicarius.

Amaranthe y Akstyr lo miraron fijamente.

—¿Hacer qué? —pregunto ella—. ¿El dibujo inverso?

—Sí. Necesitaré un buen papel y una pluma fina. Estoy oyendo a


Maldynado en el muelle. Ve a buscar los suministros.

Ella quiso interrogarlo más… ¿por qué un asesino sabía dibujar?...


pero Maldynado entró tambaleándose con los brazos llenos de bolsas,
carne envuelta, una jarra y un cajón con…

Serie El Filo del Emperador 01 186


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Esos son agujeros para el aire? —preguntó Books.

Amaranthe se apresuró a ayudar a Maldynado a descargar. La caja


graznó.

—¿Gallinas? —preguntó.

—Podrías haber enviado a alguien para que me ayudara a cargar


las cosas —dijo Maldynado.

—¿Compraste todo eso por diez ranmyas? —preguntó Books.

—En realidad, lo obtuve gratis —dijo Maldynado con aire de


suficiencia. Después de dejar la caja, sacó el billete de Amaranthe y se lo
devolvió—. Iba a comprar unas latas de carne en conserva, pero me puse
a hablar con la tendera y me contó el problema que estaba teniendo. Al
parecer, un granjero salió con su trineo de perros —Maldynado puso los
ojos en blanco ante esa idea de antigüedad— de los campos y cruzó el
lago para hacer un trueque por suministros. Trajo muchas cosas frescas
de la granja para comerciar.

—¿Como las gallinas? —Akstyr se asomó a la caja y se relamió.

—Efectivamente —dijo Maldynado—. En fin, esta tendera tenía


todas estas gallinas en la parte de atrás haciendo ruido, necesitando ser
alimentadas, haciendo lo que las gallinas hacen después de ser
alimentadas. Al parecer, una se escapó y picoteó a una clienta ayer. La
tendera envió un mensaje al carnicero más cercano, pero éste quería
cobrarle por llevarse las gallinas. Así que sonreí y le dije: “¿Por qué no me
llevo esas gallinas gratis?”. Se sintió tan aliviada que me dio un montón
de otros alimentos que había traído el granjero. Tenemos beicon fresco,
queso de cabra, manzanas secas, sidra y mañana tendremos huevos.

—Qué bien —ronroneó Akstyr.

Serie El Filo del Emperador 01 187


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—Buen trabajo —dijo Amaranthe—. Vamos a comer algo, y luego


nos pondremos a trabajar. Maldynado, ahora eres el comprador oficial
del grupo.

—Sabia elección —murmuró Sicarius.

—¿Compras? —La petulancia de Maldynado se desvaneció y fue


reemplazada por un desplome de disgusto.

—Sí, de hecho, vamos a comprar papel ahora mismo —continuó


por encima del gemido de Maldynado—. Books, necesitamos una
imprenta. Akstyr, ¿puedes ayudarle a encontrar una y traerla aquí?

—No quiero ir a un estúpido recado —dijo Akstyr.

Amaranthe rebuscó en su mente algo que pudiera ofrecer para que


la tarea le resultara más atractiva. De los tres hombres que había
reclutado, Akstyr era el que más problemas podía dar. Dudaba que
Maldynado o Books la delataran a los ejecutores, pero si Akstyr veía una
oportunidad mejor que la que ella ofrecía...

Sicarius tenía la habilidad de moverse sin que nadie se diera


cuenta de que se movía, así que cuando apareció al lado de Akstyr, el
más joven dio un salto de varios centímetros. Sicarius apoyó su mano en
la base del cuello de Akstyr. Aunque el toque era ligero, el significado era
inconfundible. Akstyr se quedó completamente quieto, sin siquiera
respirar.

En el silencio que descendió, Amaranthe oyó cómo la brisa


golpeaba las boyas que colgaban de las paredes exteriores.

—Sigue sus órdenes —dijo Sicarius en voz baja.

Akstyr cerró los ojos y tragó saliva.

Serie El Filo del Emperador 01 188


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—S…sí, señor.

Sicarius bajó la mano. Su mirada se dirigió a Maldynado.

—Oh, a mí me gustan sus órdenes —dijo Maldynado—. Comprador


oficial, excelente. Nada de trabajos extenuantes para mí.

—Sí, yo tampoco tengo problemas —dijo Books, casi tan pálido


como Akstyr.

Los labios de Amaranthe se estiraron, aunque no sabía si era una


mueca o una sonrisa. A pesar de lo útil que era tener algo de músculo
para respaldar sus deseos, detestaba la idea de ganarse la cooperación
de la gente de esa manera.

Books abrió la boca, dudó, miró a Sicarius y luego levantó un dedo


como si fuera un alumno que hace una pregunta en clase.

—¿Sí? —preguntó Amaranthe.

—No me quejo de esta tarea —Lanzó otra mirada a Sicarius—, pero,


¿cómo propones que encuentre una imprenta? Supongo que no vas a
proporcionar fondos para su compra. Y suponiendo que consiga una,
¿cómo la traigo hasta aquí?

—Puedo asignar hasta quinientos ranmyas si encuentras algo.

—Eso no comprará el mango.

—No necesitamos una prensa de vapor. Sólo encuentra algo viejo y


oxidado que podamos arreglar.

—No creo que…

—Vine a buscarte a ti específicamente —dijo Amaranthe,


apresurándose a hablar antes de que Sicarius pudiera hacer más

Serie El Filo del Emperador 01 189


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

insinuaciones siniestras—, un profesor altamente educado y


experimentado, porque sabía que tú serías capaz de dar soluciones que
yo, una humilde exejecutora, no podría. Sé que puedes hacerlo, Books.

Los ojos entrecerrados y la inclinación de la cabeza de Books


indicaron que había comprendido su manipulación, pero su expresión se
volvió repentinamente pensativa y se tiró de la barba.

—Mhh.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Tengo una idea.

***

El Callejón de la Tinta, una parada frecuente para los compradores


de suministros comerciales, serpenteaba a través de cuatro manzanas de
la ciudad. Las tiendas anunciaban artículos de papelería, libros de
contabilidad, cera y sellos, tinta y papel de diversos pesos y tamaños. A
pesar de ser un destino conocido, la antigua calle era estrecha, y
Amaranthe tenía que esquivar a los compradores cargados de fardos.
Maldynado, que caminaba a su lado, no se disculpaba por sus anchos
hombros y dejaba que los demás se encargaran de esquivarlo. Ofrecía
una sonrisa si la persona resultaba ser joven y mujer.

—Le di a Books una gran parte de mis fondos —le dijo Amaranthe—
, así que necesito que me consigas una buena oferta en papel y tinta.

—Tu gran plan implica el chantaje y la falsificación —dijo


Maldynado—. ¿Por qué no robamos tus suministros de impresión?

—¿Y perjudicar el sustento de una pobre empresaria que intenta


ganarse la vida? Yo no podría hacer eso.

Serie El Filo del Emperador 01 190


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—Tienes que trabajar en este asunto de la delincuencia.

—Lo tendré en cuenta. De todos modos, no tenemos que dejar un


rastro de robos que le diga a algún investigador de las fuerzas del orden
lo que estamos haciendo.

Los grabados de los cristales de una tienda mostraban antiguos


tinteros, plumas y rollos de pergamino anticuados. Cubos de lápices y
bolígrafos y una miríada de tipos de papel yacían detrás del cristal.

—¿Qué te parece este lugar? —preguntó ella.

—Claro. Probablemente tendré más éxito si esperas fuera.

—¿Por qué?

—Porque si entras colgando de mí brazo, parecerá que no estoy


disponible. Encantar a las mujeres funciona mejor si creen que tienen
una oportunidad.

Amaranthe dudó, no estaba segura de si debía confiar en él para


conseguir los artículos adecuados. Pero, si eso significaba conseguir un
mejor trato…

—Muy bien. Te anotaré nuestras necesidades.

—No necesito una lista de la compra. Tengo una gran memoria.

—Necesitaremos papel de trapo8, no a base de pulpa. Y presta


atención al peso. No encontraremos una coincidencia exacta, pero

8 Papel de Trapo: El papel de algodón, también conocido como papel de trapo o papel
de trapo, se fabrica utilizando una lima de algodón o algodón de tela usada (trapos)
como material principal. Los documentos importantes a menudo se imprimen en papel
de algodón, porque se sabe que dura muchos años sin deteriorarse. El papel de algodón
es superior tanto en resistencia como en durabilidad al papel a base de pulpa de
madera, que puede contener altas concentraciones de ácidos y también absorbe mejor
la tinta o el tóner.

Serie El Filo del Emperador 01 191


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queremos lo más parecido que podamos encontrar. Asegúrate de


conseguir tinta de imprenta. Books dice que está hecha de hollín,
trementina y aceite de nuez. Cualquier otra cosa se irá. También
necesitaremos un cortador de papel. Y planchas, pero las seleccionaré en
una tienda de grabados.

—¿Trapos y qué aceite? —preguntó Maldynado.

—Lo anotaré.

—Buena idea.

Después de que él entrara, Amaranthe siguió por la calle. Los


artículos de los periódicos cubrían una pared de ladrillo cerca de una
ventana, y se detuvo, preguntándose si alguno mencionaba la matanza
del “oso”. Los recortes amarillentos sólo resaltaban viejas historias sobre
el Callejón de la Tinta.

A punto de seguir adelante, se detuvo ante un reflejo en la ventana.


Un niño de diez o doce años la observaba desde el otro lado del callejón.

Enfundado en numerosas capas de ropa andrajosa, estaba


arrellanado contra una pared. Cuando ella se volvió, el niño bostezó y
apartó la mirada.

Amaranthe siguió caminando por la calle. Una barandilla baja


paralela a la pared ofrecía un lugar para aparcar bicis y esquís de calle.
Apoyó el pie en ella y miró por debajo del brazo mientras fingía ajustar la
bota.

El niño se detuvo bruscamente, se agachó sobre un cubo de basura


y rebuscó en él.

Genial, ¿quién ha puesto a este niño a seguirme? Los agentes


utilizaban a los jóvenes como informantes, ya que los adultos solían

Serie El Filo del Emperador 01 192


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ignorarlos, pero no podía dar por sentado que él fuera uno de los suyos.
Otras personas empleaban a niños por razones similares. Las empresas
los usaban para espiar a otras empresas. Las bandas reunían
información sobre las bandas rivales. Incluso los amantes enviaban a sus
hijos a vigilar a sus parejas sospechosas de ser infieles. Teniendo en
cuenta el tiempo que había pasado desde la última relación romántica de
Amaranthe, eliminó fácilmente la última posibilidad.

Unas cuantas tiendas más abajo, encontró una tienda que vendía
herramientas de grabado. Entró y miró la vitrina más cercana al
escaparate. El chico apareció de nuevo, silbando mientras pasaba por
delante de la tienda. Se sentó contra una pared a una docena de pasos,
se quitó el gorro de piel y pidió unas monedas.

Sin duda, me está vigilando.

—¿La ayudo, señora? —preguntó un dependiente.

—Necesito un par de placas de metal de este tamaño —Amaranthe


delineó los rectángulos con sus manos—. Mejor que sean cuatro. —Puede
que Akstyr necesite practicar primero.

Mientras el empleado envolvía las placas, Amaranthe volvió a mirar


por la ventana. El chico no se había movido.

—¿Te importa si atajo por la parte de atrás? —preguntó después


de pagar.

El dependiente señaló la salida trasera. Amaranthe entró en un


“callejón” tan amplio como la calle principal, aunque su olor era menos
agradable. Los envoltorios de comida desechados y congelados en los
adoquines helados se arrugaban bajo sus botas. Vetas amarillas
decoraban la nieve sucia amontonada contra las paredes.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe llamó a la puerta trasera de la tienda de tinta y papel.


Nadie respondió, así que probó el pomo. Estaba abierto.

Dentro, Maldynado estaba… ¿posando? Entre las estanterías y las


cajas de papel, estaba con una pierna apoyada en una silla. Una de sus
manos se apoyaba en la rodilla levantada, la otra en la cintura. Su
mandíbula sobresalía hacia el techo. Una mujer sentada con una blusa
y una falda larga de fieltro se encorvaba sobre un bloc de dibujo en su
regazo, dibujándolo.

Amaranthe se aclaró la garganta.

—Creía que estabas…

—Sí, sí —dijo Maldynado sin romper su pose—. Está todo ahí.

Tres cajas y varios fardos envueltos esperaban en un mostrador


junto a una cortadora de papel. Al cruzar la habitación, Amaranthe le
lanzó a Maldynado una mirada de “¿qué estás haciendo?” que él ignoró.
Miró debajo de la tapa de la caja superior para asegurarse de que había
comprado papel de trapo. Tomó un pliego y lo frotó entre sus dedos. No
se sentía exactamente como el papel de los ranmyas, pero el peso era el
correcto. Tendría que servir.

—Maldynado, ¿qué estás haciendo?

—Posando.

—¿Por qué?

La mujer con el cuaderno en el regazo frunció el ceño y miró a


Amaranthe por encima del hombro.

—¿Quién es ella? —le preguntó a Maldynado.

—Uhm.

Serie El Filo del Emperador 01 194


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—Espero que te paguen —le dijo Amaranthe.

—¿Qué? —preguntó él.

El ceño de la mujer se profundizó.

—Sospecho que va a utilizar tu imagen en su literatura publicitaria.


Tu hermoso rostro será un truco de marketing para vender más papel a
su clientela predominantemente femenina. Eso significa que ella ganará
dinero, así que tú también deberías hacerlo.

Maldynado bajó la barbilla y se dirigió a la artista.

—¿Es eso cierto? —La mujer se encogió de hombros—. Ella dijo que
quería inmortalizar mi rostro en su memoria.

—Y en sus folletos promocionales. —Amaranthe tiró de la cortadora


de papel y de una de las cajas en sus brazos, dejando el resto para
Maldynado—. Termina. Esperaré fuera.

Antes de salir, Amaranthe comprobó la ventana delantera para


asegurarse de que el chico no estaba allí con la cara pegada a los
cristales. En el callejón, dio unos golpecitos con el pie hasta que
Maldynado salió por la puerta trasera con el resto de los suministros.

—¿Hay alguna razón por la que estamos tomando el callejón? —


preguntó él—. El aire está un poco fuerte aquí fuera.

—Ojos hostiles en el frente.

—¿Ejecutores?

—Un niño de diez años.

—Oh, sí. Aterrador.

Serie El Filo del Emperador 01 195


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—Es el espía de alguien —dijo ella.

—Podría ir a golpearlo un poco, para saber de quién.

—Tratemos de evitar los golpes a los niños por ahora.

Caminaron hasta la parada del tranvía y, en cada cruce,


Amaranthe miró a izquierda y derecha en busca del niño. No volvió a
verlo, pero no se relajó hasta que ella y Maldynado subieron a bordo. Dejó
los paquetes, sacó un fajo de billetes, despegó un par de ellos de la parte
superior y se los entregó a Amaranthe.

—Tu parte —le guiñó un ojo.

Con un equipo al que alimentar, no vio ninguna razón para


rechazarlo.

—Parecías sorprendido de que fuera eso lo que ella quería. Habría


pensado que te habrías encontrado con este tipo de situación antes.
¿Realmente te dejaste cautivar por sus halagos?

—Nosotros teníamos sirvientes que hacían las compras. Nunca


tuve muchos motivos para relacionarnos con ese tipo de gente.

Amaranthe se preguntó qué clase de gente la consideraba a ella.

—Eso fue bueno de tu parte allá atrás —agregó—. El darte cuenta


de eso. Quizá cuando termines con tu actual plan, podríamos trabajar
juntos. Puedes conseguirme citas para posar. Yo seré bonito y tú puedes
ser…

—¿Tu agente?

—Precisamente.

Serie El Filo del Emperador 01 196


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—Suponiendo que sobreviva a esto, no he pensado demasiado en


cuál debería ser mi próxima carrera. —Nunca había querido una
“próxima carrera”—. Sin embargo, recordaré tu oferta.

—Excelente, jefa.

Amaranthe sonrió. Maldynado parecía ser poco exigente con


respecto a quién llamaba jefe, y dudaba que lo hiciera con un sentimiento
sincero de compromiso… había dejado a su anterior empleador con
bastante rapidez… pero el título la calentó de todos modos. Tal vez se
había ganado una pizca de su respeto.

Cuando Amaranthe y Maldynado regresaron a la fábrica de


conservas, no había nadie más, aunque dos cuerdas anudadas colgaban
de las vigas, con sus extremos empenachados colgando a treinta
centímetros del suelo.

Gracias, Sicarius.

—¿Para qué son esos? —preguntó Maldynado.

—Calistenia9.

La luz de la tarde fluía a través de las ventanas agrietadas y


ausentes, y las motas de polvo flotaban en el aire. El polvo flotaba por
todas partes, corrigió Amaranthe. Y lo cubría todo. ¿Cómo podía planear
un golpe de estado en una base sucia que apestaba a tripas de pescado?

Después de buscar un poco, encontró un armario con material de


limpieza que se escondía bajo la suciedad que se remontaba a la Edad de
Bronce. Salió triunfante con una fregona en la mano y la escoba en la

9 La calistenia es un sistema de ejercicios físicos con el propio peso corporal. En este


sistema, el interés está en los movimientos de las cadenas musculares que componen
nuestro cuerpo.

Serie El Filo del Emperador 01 197


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otra. Maldynado había dejado la tinta y las cajas sobre un mostrador. Se


apoyó contra él y la observó con recelo.

—¿Qué tal si yo barro y tú friegas? —preguntó Amaranthe.

Él miró los utensilios de limpieza con el entusiasmo de un niño que


se debate entre un plato de espinacas e hígado.

—Mi padre me advertía que el juego me llevaría a la cárcel o al asilo


para pobres. Se olvidó de mencionar la limpieza por contrato.

—Yo podría fregar y tú barrer.

—Oh, caramba. Mucho mejor. —Suspirando, Maldynado aceptó la


escoba.

Horas más tarde, Amaranthe inspeccionó la fábrica de conservas


con satisfacción. A pesar de la propensión de Maldynado de usar la
escoba para pelear con enemigos imaginarios en lugar de barrer, los
suelos de madera resplandecían. Los mostradores ahora prístinos les
permitían trabajar sin preocuparse ahora de que el serrín o las tripas de
pescado se pegaran a sus billetes.

Se preguntó a dónde había ido Sicarius. Incluso con su


entrenamiento diario no debería llevarle toda la tarde.

Akstyr regresó antes que los demás.

—Necesito a Maldynado —soltó nada más entrar.

Si notó, o se preocupó, por la nueva limpieza de la fábrica de


conservas, no lo demostró.

—¿Por qué? —preguntó Amaranthe.

—Para ayudar con la prensa.

Serie El Filo del Emperador 01 198


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—¿Habéis encontrado una? Bien. ¿Alguien va a entregarla con un


carro de vapor?

—No exactamente.

—Entonces, ¿cómo…?

—No te preocupes. Books tiene un plan. Pero necesitamos a


Maldynado.

—Ni siquiera él es lo suficientemente grande como para llevar una


imprenta en su espalda.

—No te preocupes, estará bien.

—No vas a robar un carro, ¿verdad?

—No, no. Maldynado, ¿vienes?

Maldynado se encogió de hombros y se arrastró para unirse a


Akstyr en la puerta.

Amaranthe se apoyó en uno de los mostradores y frunció el ceño


ante Akstyr.

—¿Por qué no puedes decirme qué estáis haciendo?

—Porque es el plan de Books.

—Sí, eso has dicho. Sin embargo, veo que él no está aquí.

—Lo sé. —Akstyr sonrió—. No quería explicarlo.

—Tal vez debería ir contigo.

—No, no. No te necesitamos. ¿Por qué no haces la cena? Estará


bien. No te preocupes. —Akstyr arrastró a Maldynado fuera.

Serie El Filo del Emperador 01 199


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—Decirle a alguien que no se preocupe tres veces no es la manera


de asegurar que no ocurra —murmuró.

A través de una ventana, observó a los dos hombres trotar hacia la


colina. Se llevó el dedo índice a los labios, se encontró con la uña ya
mordida hasta la base y empezó a morder el pulgar.

Después de masticar y pasear un rato, decidió seguir la sugerencia


de Akstyr. No era una chef experta de cocina, pero estaban trabajando
para ella, de forma gratuita, así que ciertamente podía preparar algo de
comida.

Antes de que cayera el sol, arrastró barriles de metal desde un


muelle vecino y encendió un par de fuegos para alumbrarse y calentarse.
Para la cena, puso rebanadas de jamón, pan plano, zanahorias y
manzanas secas en “platos” robados del revestimiento del edificio. En el
momento en que colocó la jarra de sidra, se oyeron gritos desde el
exterior.

Amaranthe salió corriendo por la puerta trasera de la fábrica de


conservas, derrapando en el muelle nevado. Después de las advertencias
de Akstyr, esperaba lo peor. Se deslizó por el borde del edifico a tiempo
de ver un gran trineo improvisado que descendía por la colina nevada.
En él viajaba un voluminoso objeto envuelto en lona. ¿La prensa?

Maldynado estaba encaramado sobre él como un jinete de lagartos


del desierto. Se inclinaba a la izquierda y derecha en una apariencia de
dirección. Gritando de júbilo, o tal vez de terror, zigzagueaba y se
tambaleaba por la resbaladiza calle con Books y Akstyr corriendo tras él.
Los corredores rasparon arena y hielo. La prensa se deslizaba de un lado
a otro, apenas sujeta por la endeble cuerda que la ataba al trineo.

Amaranthe miró hacia arriba y hacia abajo por el paseo marítimo,


temiendo que alguien viera la extraña escena. Los falsificadores debían

Serie El Filo del Emperador 01 200


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

pasar desapercibidos. Maldynado gritó, con una voz que resonaba en los
edificios. Amaranthe sacudió la cabeza. Esto no era discreto.
Afortunadamente, el crepúsculo había puesto fin a la jornada laboral, y
nadie permanecía en las calles para presenciar este método de entrega
tan poco clandestino.

Por alguna hazaña de agilidad o fuerza bruta, Maldynado y su


carga se detuvieron frente a la fábrica de conservas en lugar de derrapar
en el lago. Books y Akstyr vinieron deslizándose después, gritando y
riendo por su éxito.

—Ha sido divertido —dijo Maldynado, con los ojos brillantes y los
labios despegados en una sonrisa llena de dientes.

—Quiero un turno —dijo Akstyr.

Sólo Books tuvo el sentido común de mirar con incertidumbre a


Amaranthe.

—¿De quién fue la idea? —Se esforzó por mantener la voz uniforme.

Akstyr y Maldynado señalaron a Books al unísono.

—La encontramos en la trastienda de una librera que iba a cerrar


su negocio —dijo Books—. Estaba dispuesta a venderla barata. Es un
modelo arcaico, tal vez el primero que se fabricó si el óxido sirve de
indicación, pero estoy seguro de que puedo hacerla funcionar. En cuanto
a nuestra llegada… —Se aclaró la garganta—. Se me ocurrió que la
librería, aunque está a muchas manzanas de distancia, está casi en línea
recta desde nuestra ubicación actual y, ejem, en una elevación bastante
más alta.

—Ya veo. Bueno, eso fue… —Algo que podría haber llamado la
atención. Algo que podría haber hecho que uno de ellos resultara herido
o muerto. Una idea descabellada que podría haber hecho que la imprenta

Serie El Filo del Emperador 01 201


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se precipitara al lago, atravesara el hielo y fuera directamente al fondo—


. Inspirador. Muy inteligente de tu parte, Books. Me alegro de que haya
funcionado. Gracias a todos. —Entonces, esto es el mando. Si Hollowcrest
no me mata, seguramente estos hombres lo harán—. Vamos a meterlo
dentro.

El grupo tardó más en meter la prensa en la fábrica de conservas


que en trasladarla varias manzanas. Amaranthe eligió la esquina más
alejada de la calle para montarla. A pesar de todo, Maldynado lucía una
sonrisa que probablemente usaría para ir a la cama.

—Hay más cosas que hacer —dijo Amaranthe—, pero primero


relajaos y cenad.

Los hombres destrozaron la mesa pulcramente extendida como


osos que aplastan una colmena para extraer la miel. Ella rescató un trozo
de jamón y unas rodajas de manzana para sí misma. Mientras comía,
examinó la prensa.

Las abolladuras perforaban el marco de madera y el óxido cubría


el tornillo y la mayoría de las juntas de metal. Dudaba que la prensa
funcionara en ese momento. Recordando un poco de aceite y trapos de
alambre en el armario de suministros, recuperó los implementos y se
puso a trabajar en el óxido.

Books vino a ayudar.

—¿Ya has descubierto cómo hacer las placas?

—Sí. —Ella echó aceite entre las ranuras del tornillo gigante y
restregó con la malla de alambre.

—Será mejor que tapemos las ventanas. ¿Te das cuenta de que esto
es traición y muerte para todos si nos atrapan?

Serie El Filo del Emperador 01 202


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No nos van a pillar.

—Los falsificadores siempre son atrapados con el tiempo —dijo


Books—. Devaluar la moneda es una amenaza demasiado grande para
que el gobierno sea algo menos que hipervigilante.

—La gente es atrapada porque intenta pasar el dinero. Ese no es


nuestro plan. —Pasó un trapo por el óxido desprendido y se encontró con
los ojos de Books—. Si nos descubren, haré todo lo posible para hacer
tiempo para que tú y los demás podáis escapar.

—¿También Sicarius? —preguntó con una pizca de diversión.

—Si descubren a Sicarius, tendré que intentar hacer tiempo para


que los ejecutores escapen.

Books resopló, pero no se mostró en desacuerdo.

Sicarius regresó tarde esa noche. Se dirigió directamente a


Amaranthe y le entregó un cartel doblado. Ella lo abrió y se encontró
mirando a su propia imagen. Se lo esperaba. Los detalles, sin embargo,
la sorprendieron.

Se busca a Amaranthe Lokdon por intento de sedición y uso ilegal


de la magia. No intentar detenerla. Matar en el acto. Por orden del
Comandante de los Ejércitos Hollowcrest.

—¿Uso de la magia? —preguntó—. Ni siquiera sabía que esa cosa


existía hasta la semana pasada.

—No importa —dijo Sicarius—. Hollowcrest se ha enterado de tu


supervivencia y teme lo que sabes. Debes moverte por la ciudad con
precaución.

—Matar en el acto —dijo ella.

Serie El Filo del Emperador 01 203


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—Te acostumbras.

Amaranthe buscó en su rostro el humor. No había ninguno.

Serie El Filo del Emperador 01 204


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Once
Amaranthe se despertó varias veces durante la noche para apretar
más sus mantas y echar más leña en el barril de fuego más cercano. Las
corrientes de aire como ráfagas glaciares de montaña silbaban a través
de los cristales rotos de las ventanas, y el poco calor que emitían las
llamas flotaba hasta las vigas.

Cuando se dio cuenta que había alguien más despierto, renunció


al sueño y rodó fuera de la dura litera. Sicarius estaba sentado en un
mostrador, dibujando a la luz de un barril de fuego. Las rugientes llamas
parecían alentadoras.

Envuelta en la manta, Amaranthe se acercó y se sentó en el


tambaleante taburete frente a él. Tenía el pelo húmedo. ¿Había salido ya
a correr? Ningún indicio de amanecer iluminaba el cielo más allá de la
ventana, pero la luz del día llegaba tarde en esta época del año.

Sobre el mostrador había un billete de veinte ranmias, con el


Ejército Imperial marchando por el reverso. La pluma de Sicarius se
movía con trazos seguros, dibujando una versión inversa del cuadro.

Dejarle trabajar a solas sería prudente. Sin embargo, la curiosidad


se impuso a la sabiduría, y ella dijo:

—Ayer estuviste fuera mucho tiempo. ¿Hiciste algo interesante?

—No.

—¿Me dirías si lo hubieras hecho?

Sicarius no levantó la vista ni respondió. La pluma siguió


garabateando.

Serie El Filo del Emperador 01 205


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Hoy voy a ir a mi antigua escuela para empezar a investigar sobre


Forge —dijo ella—. He pensado llevarme a Books. ¿Quieres encargarte de
poner en marcha la prensa? Anoche nosotros quitamos una buena parte
del óxido. Puedo dejar a Maldynado y a Akstyr para que ayuden.

Los dedos de Sicarius se movieron con precisión.

—Books, sin duda sabrá más que yo sobre imprentas.

—Sí, pero lo reclutamos para que fuera asistente de investigación.


—Amaranthe alzó las cejas—. ¿A menos que quieras ayudarme a revolver
pilas de papeles en edificios de polvorientos archivos?

—Iré.

Er. No esperaba que él aceptara la invitación. Era difícil imaginar


a alguien cuyo atuendo cotidiano incluía una docena de cuchillos
paseando por las estanterías, hurgando entre libros y libros de
contabilidad. Pero entonces, el mismo hombre vestido con cuchillos
estaba sentado aquí, haciendo sus dibujos con… se acercó para verlos
bien… una precisión asombrosa.

—Es increíble —dijo ella—. ¿Dónde aprendiste a dibujar?

El bolígrafo dejó a los soldados terminados para trabajar en los


números y los bordes.

—Sabes —dijo Amaranthe tras un momento de silencio—, cuando


alguien te hace una pregunta, lo socialmente aceptable es responder.

Pasó otro momento de silencio, solo roto por el crepitar del fuego.
Las tablas en llamas se movieron en el barril y una ráfaga de chispas
saltó al aire.

Amaranthe dio unos golpecitos con el dedo en la encimera.

Serie El Filo del Emperador 01 206


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Si respondes a mi pregunta te dejaré en paz.

—¿Por cuánto tiempo? —preguntó rápidamente.

Sus hombros se hundieron bajo la manta. Le estaba molestando.

—No importa. —Se deslizó del taburete y se dirigió hacia la zona de


comida.

—Lokdon. —Sicarius levantó la vista.

Ella hizo una pausa.

—¿Sí?

—Recibí clases de cartografía cuando era niño.

Ella se mordió el labio para ocultar una sonrisa. Una simple


respuesta a una pregunta no debería significar tanto.

—¿Es eso lo que esperabas hacer antes de decidirte por tu actual,


uhm, profesión? O… —Se le ocurrió una nueva idea—, ¿era parte de tu
formación para tu profesión actual? ¿Como el espionaje? Podrías
infiltrarte en una fortaleza enemiga y trazar un mapa del terreno y la
distribución para tu empleador. Sin embargo, dijiste que eras solo un
niño. No habrás estado entrenando para esto desde que eras un niño,
¿verdad? No es que alguien cumpla diez años y decida que quiere ser un
asesino. ¿No es así?

—Pensé que solo tenía que responder a una pregunta.

—Oh, cierto. —Esta vez sí sonrió. Las otras preguntas le rondaban


por la cabeza, pero probablemente estaba caminando por la línea de lo
molesto, así que se limitó a hacerle un gesto con la mano y se fue a
preparar la comida.

Serie El Filo del Emperador 01 207


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Para cuando el amanecer se coló por las ventanas entabladas,


Sicarius había terminado. Despertó a Akstyr y le dio los dibujos
terminados. Después de frotar un poco los ojos, Akstyr se llevó los dibujos
y las láminas a un rincón oscuro. Al parecer, no necesitaba luz para su
trabajo.

Las réplicas le habían parecido exactas, pero era difícil saberlo con
ellas al revés. Esperaba que Akstyr tuviera éxito en su parte del plan y
que pudieran probar la prensa antes del final del día.

—Gracias —le dijo Amaranthe a Sicarius.

Él se limitó a cruzar los brazos y a esperar que ella se preparara.


Tenían que hacer una investigación.

Un guardia de seguridad se asomaba a la entrada de la Escuela de


Negocios para Mujeres de Mildawn, un edificio de ladrillos limpio de tres
pisos con hileras de ventanas de vidrio impolutas. En los ocho años
transcurridos desde la última clase de Amaranthe, se había olvidado del
guardia. Mientras ella y Sicarius se acercaban, buscó la manera de hacer
que él, y su colección de cuchillos, pasaran por la puerta sin provocar un
incidente. Por supuesto, si el guardia había ojeado los carteles de
búsqueda últimamente, las armas de Sicarius podrían ser el menor de
sus problemas.

—Esperad. —El guardia extendió su mano en forma de manopla


mientras subían los escalones—. Solo pueden entrar los padres y los
alumnos.

—Sí, por supuesto —dijo Amaranthe—. Estamos pensando en


matricular a nuestra hija. ¿La Directora Dona sigue concediendo visitas
a los padres de las futuras alumnas?

—El último día del mes, que no es hoy.

Serie El Filo del Emperador 01 208


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Entiendo, pero nos vamos al golfo en un viaje de compras, y


estaremos fuera durante semanas. Tenía muchas ganas de presentar una
solicitud antes de irnos, pero mi marido… —Le dio unas palmaditas en
el brazo a Sicarius, sin atreverse a comprobar su rostro para ver si
reaccionaba— no cree que debamos obligar a la pequeña Jaeleka a hacer
negocios. Yo, por supuesto, le dije que una educación en Mildawn sería
una excelente preparación para cualquier carrera. Yo misma asistí a
clases aquí, cuando Oskar trabajaba en la seguridad de la puerta.

—¡Oh! Oskar es mi tío.

Una expresión de cariño acompañó las palabas del guardia, por lo


que decidió centrarse en eso en lugar de su historia de cobertura creada
apresuradamente.

—¿Lo es? —preguntó—. Era un hombre fabuloso, siempre


saludaba a todo el mundo. ¿Se retiró?

—Sí, se mudó al sur para escapar a los inviernos.

—Algo comprensible. —Amaranthe señaló con la cabeza los


centímetros de nieve fresca en equilibrio sobre la barandilla de la
escalera—. ¿Te consiguió él este trabajo?

—Sí, antes fui soldado y eso es un poco más glamuroso, pero no


echo de menos esos meses en campañas.

—Me imagino que no. Sabes, Oskar ocasionalmente rompía las


reglas. Nos dejó tener un gato callejero en el sótano un invierno. Incluso
nos ayudó a encontrar peces para alimentarlo.

El guardia se rió.

Serie El Filo del Emperador 01 209


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Esa era tu clase? Mi tío me contó esa historia. Algo sobre la


señora Maple dado vueltas por el edificio todo el invierno, preguntándose
qué se estaba comiendo sus helechos.

—A Little Raggles10 le gustaban los verdes.

Sicarius lanzó una mirada a Amaranthe, probablemente


preguntándose por qué tenía que soportar la hora de los cuentos.

—¿Podrías hacer una excepción con nosotros? —le preguntó al


guardia, que seguía sonriendo.

—Supongo que podéis subir a hablar con la Directora. —Le hizo un


gesto para que pasara, y luego frunció el ceño hacia Sicarius—. Vas a
tener que dejar tus armas aquí en mi escritorio del interior. Cuando
vuestra hija esté matriculada, será diferente, pero no podemos dejar que
los extraños deambulen armados por los pasillos. Puedes recogerlas al
salir.

Por primera vez, Amaranthe miró a Sicarius a los ojos, deseando


en silencio que siguiera la política de la escuela. Después de una larga
mirada en su dirección, se las desató y desenfundó.

—Esas son unas bellezas. —El guardia tomó uno de sus cuchillos
arrojadizos.

Sicarius agarró la muñeca del hombre.

—No toques nada.

—No, señor, por supuesto, no lo haré.

10 Raggles significa muesca o ranura, pero también pedazo andrajoso.

Serie El Filo del Emperador 01 210


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Vamos, vamos, querido. Seamos cordiales. —Amaranthe tiró del


brazo de Sicarius hacia atrás—. Queremos dar una buena impresión.
Esta es una institución prestigiosa, y no queremos arruinar las
posibilidades de aceptación de Jaeleka.

Cuando Sicarius le soltó la muñeca, el guardia hizo un gesto de


alivio.

—¿Jaeleka? —murmuró Sicarius, cuando pasaron a los pasillos.


Sus suaves botas no hacían ni un susurro en los pulidos suelos de
madera.

—¿No lo apruebas? —preguntó ella.

—No sería mi primera opción.

—Tal vez podrías hacer una lista de nombres de bebé aceptables


para la próxima vez.

Como las clases estaban en curso, los pasillos estaban en silencio,


excepto por alguna estudiante ocasional que iba al baño. Los nombres
familiares de las puertas y el dulce aroma de la cera de abeja recién
aplicada en el suelo despertaban punzadas de nostalgia. ¿Seguía siendo
Lady Arranton más chismosa que cualquiera de sus estudiantes? ¿Seguía
siendo Lord Coronel Maxcrest el único profesor varón y el héroe de todas
las fantasías de soldados de las chicas? ¿Seguían las alumnas robando
los huevos duros de la viuda Tern y escondiéndolos en varios lugares del
colegio?

Cuando entraron en una escalera vacía, Amaranthe preguntó.

—¿Qué tal se me ha dado mentir ahí atrás? ¿Está mejorando? —


Todavía se preguntaba como Sicarius había visto a través de sus evasivas
la primera vez que se encontraron.

Serie El Filo del Emperador 01 211


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—No estaba mirando tus ojos.

—¿Mis ojos? —preguntó—. ¿Así es como te das cuenta?

—Miras hacia arriba y hacia la izquierda cuando te pones creativa.

—¿De verdad? ¿Lo hace todo el mundo?

—No es una ciencia —dijo—, pero muchos diestros miran a la


derecha cuando acceden a recuerdos reales y a la izquierda para los
imaginarios.

—¿Eh? ¿Y lo contrario para los zurdos? —Amaranthe lo condujo al


pasillo del tercer piso y se dirigió a las oficinas de la administración al
final.

—Sí.

Tendría que hacer algunos experimentos; esa información podría


ayudarla algún día. Pasaron por los dominios de la directora y tocaron a
la puerta que tenía la placa de Oficina de Becas.

—¡Adelante!

En el interior, una señora de pelo gris los miraba a través de unas


gafas con lentes del tamaño de una lupa. Una puerta cerrada detrás de
ella decía: “Archivos”. Estaba sentada ante un sencillo escritorio
adornado con un helecho en maceta. Amaranthe ahogó un resoplido de
alegría cuando vio un huevo duro escondido bajo las frondas.

—¡Amaranthe Lokdon! —A pesar de su diminuta estatura y de su


afición a llamar a todo el mundo “querido”, la mujer tenía la firmeza de
un sargento instructor.

—Sí, señora Maple, me halaga que se acuerde de mí.

Serie El Filo del Emperador 01 212


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Por supuesto, querida. ¿Y quién es éste? —Cuando se levantó,


casi llegó al pecho de Sicarius.

—Mi marido —dijo Amaranthe.

—¡De verdad! Habría supuesto que era un guardaespaldas.

Sí, incluso sin armas visibles, tenía esa aura.

—No, no, vamos a lanzar un negocio juntos. Recuerdo que usted


habló en nuestra clase sobre subvenciones para estudiantes que
necesitaban fondos para empezar. —Esperaba que la señora Maple no
recordara que Amaranthe no se había graduado.

—Sí, hay muchas, dependiendo del tipo de negocios que quieras


montar.

Amaranthe tomó aire. Era el momento de hacer una suposición que


esperaba que fuera correcta.

—Una señora que conocí en la biblioteca dijo que un equipo


llamado Forge ofrece agradables subvenciones.

La señora Maple frunció el ceño.

—Agradables, sí… pero, de verdad, querida, no estarás pensando


meterte en el juego y las apuestas, ¿verdad?

Tan aliviada de que su suposición hubiera sido correcta,


Amaranthe casi se pierde el resto de la pregunta.

—Eh, no, bueno. —Necesitaba toda la información sobre Forge que


Maple tenía en sus archivos, así que pensó rápidamente, reorganizando
su historia—. Verá, su suposición era realmente correcta. Hansor, aquí,
no es mi guardaespaldas, pero tiene experiencia profesional en el campo,
y vamos a iniciar un negocio de formación de gorilas y guardaespaldas.

Serie El Filo del Emperador 01 213


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Parece que los establecimientos de juego y apuestas querrán contratar a


nuestros alumnos, así que, ah… —Lo estaba estropeando. Sus ojos
probablemente se estaban disparando hacia los lados en su cabeza.

—Ese no es exactamente el tipo de negocio que me imaginaba que


ibas a empezar, querida. —La señora Maple miró a Sicarius con el ceño
fruncido, como si sospechara que era una mala influencia. Ella fue la
primera persona que Amaranthe conoció que no le mostró miedo.

—No está rematado —dijo Amaranthe, asegurándose de que


Sicarius no mutilaría a una antigua maestra de escuela solo para
demostrar lo peligroso que era—. Si pudiéramos ver algunas ofertas de
subvenciones de Forge, y cualquier otro que crea usted que podría ser
aplicable, se lo agradeceríamos.

—Muy bien, querida.

La señora Maple agarró una linterna y desapareció en la sala de


archivos de detrás de su escritorio.

Sicarius se apoyó en la pared, colocado de forma que pudiera ver


ambas puertas, y cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Hansor?

—¿No es tu primera elección? —le preguntó.

—No.

—Eres un poco quisquilloso, ¿no?

Un indicio de movimiento de cejas fue su única respuesta.

—Al menos obtendremos una dirección asociada con Forge —dijo


Amaranthe—. Las solicitudes deben entregarse en algún lugar.

Serie El Filo del Emperador 01 214


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—Por supuesto. ¿Cómo supiste de las subvenciones?

—Fue una suposición. Si la gente de Forge está compitiendo por


más poder en el gobierno, entonces tiene sentido que financien más
empresas emergentes. Así pueden colocar a personas en el mundo de los
negocios que crecerán en poder y riqueza y que luego serán leales a los
que les concedieron su oportunidad.

—Huh.

La señora Maple volvió a la sala.

—Aquí hay algunas que puedes solicitar, querida. Larocka trajo la


de arriba personalmente hace un par de semanas.

Amaranthe aceptó la pequeña pila.

—¿Larocka?

—Larocka Myll, sí. La fundadora y presidenta de Forge. Supuse que


lo sabrías.

Amaranthe no pudo evitar lanzar una mirada significativa a


Sicarius, quien, inmóvil como una estatua, le devolvió la mirada con la
misma comprensión.

—Solo conocía la organización —dijo Amaranthe, pintando una


expresión neutral en su rostro antes de que la señora Maple pudiera
pensar que era extraña—… no a la líder. Aunque imagino que no se
encarga personalmente de las subvenciones, así que probablemente no
importe.

—No, tengo entendido que está muy ocupada.

Amenazando con matar al emperador, sí. Amaranthe apenas evitó


el borde de su sonrisa mientras agradecía a la señora Maple su ayuda.

Serie El Filo del Emperador 01 215


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***

La Biblioteca Imperial de Bienes Raíces se encontraba en un


anodino edificio de hormigón. Sobre las puertas dobles, una línea de
tiempo grabada marcaba las fechas significativas de los setecientos años
de expansión Imperial. ¿Qué más se podía necesitar como adorno?

—¿Seguro que no quieres volver y enviar a Books aquí? —preguntó


Amaranthe en la base de la escalera—. El siguiente paso es averiguar
dónde vive esa Larocka Myll. Esto implicará una larga y tediosa
investigación. —Tan pronto como lo dijo, hizo una mueca. Sonaba
condescendiente. Como si ella no lo creyera capaz de hacerlo—. Estoy
segura de que no tendrías ningún problema, pero no quiero aburrirte. —
¿Era eso mejor? Tal vez debería dejar de hablar.

—¿Prefieres aburrir a Books? —preguntó Sicarius.

—Solía ganarse la vida calificando trabajos. Probablemente esté


acostumbrado.

—Puedo hacer investigaciones tediosas. Vamos.

Debía querer mucho la dirección de Larocka. Tal vez pensó que


podría conseguirla esta tarde y clavarle una daga en la espalda esa noche.

—Como quieras —dijo Amaranthe.

Condujo a Sicarius junto a un joven recepcionista que no levantó


la vista de su libro cuando pasaron. El cavernoso interior tenía una placa
principal, rodeada de cuatro niveles de balcones. Unas altas escaleras
rodantes permitían el acceso a las estanterías, que se elevaban desde el
suelo hasta el techo de veinticinco metros. Estaban repletas de libros
sobre impuestos a la propiedad, legislación inmobiliaria, seguros y oros
temas apasionantes. Los altos ventanales dejaban pasar la luz y las

Serie El Filo del Emperador 01 216


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

lámparas de gas arrojaban burbujas de iluminación, pero incluso por la


tarde se sentía como el crepúsculo dentro del edificio.

—Los planos de las viviendas residenciales están en la parte de


atrás. —Amaranthe se abrió paso entre un laberinto de librerías de pie,
archivadores y mesas polvorientas. Solo se cruzaron con otra persona,
que iba de salida—. La industria y los comercios están en el sótano. —
Señaló un par de lugares donde bajaban unas estrechas escaleras.

—Con el nombre de Larocka, ¿podremos buscar dónde vive? —


preguntó Sicarius.

Sus ojos exploraron las sombras, por costumbre, supuso ella. De


alguna manera, dudaba que muchos cazarrecompensas estuvieran al
acecho en la Biblioteca de Bienes Raíces.

—Por desgracia, no es tan fácil —dijo ella—. Si se conoce una


dirección o un número de lote, es fácil averiguar quién es el dueño de la
propiedad, cuánto pagó por ella y cuándo, quién la poseía antes, y todo
tipo de cosas interesantes. Pero, no se puede simplemente buscar los
nombres y encontrar la dirección de las personas.

—¿Tenemos que mirar los mapas de todas las casas de la ciudad y


esperar encontrar su nombre? Lokdon, hay un millón de personas en
Stumps.

—¿Te arrepientes de tu rapidez para ofrecerte como voluntario para


esto? —Ella le deslizó una sonrisa por encima del hombro—. No te
preocupes. En primer lugar, solo alrededor del diez por ciento de la
población de la ciudad posee propiedades. En segundo lugar, los nuevos
ricos gravitan hacia el Ridge, donde las casas… y parcelas… son grandes,
por lo que será más fácil hojear los nombres en el mapa de parcelas.
Apostaría dos semanas de sueldo a que vive allí. Bueno, lo haría si
alguien me siguiera pagando.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Pasaron la tarde agazapados sobre los mapas en la esquina trasera


del edificio. La luz del día que se filtraba por las ventanas se desvanecía,
y las líneas de la propiedad se hacían más irregulares ante los ojos de
Amaranthe. Menos mal que Sicarius no le había aceptado esa apuesta.

—Ya está. Hemos examinado todas las casas del Ridge. —


Bostezando, se echó hacia atrás, levantando las dos patas delanteras de
su silla del suelo. Los mapas estaban esparcidos en la mesa con libros
evitando que los bordes se enrollaran—. Estaba segura de que viviría ahí.
Es un símbolo de estatus. Todo hombre o mujer de negocios que lo
consigue compra una casa allí.

—Podría estar casada con la casa a nombre de su marido —dijo


Sicarius.

—No, a menos que la haya comprado hace más de veinte años. La


ley actual dice que ambos nombres deben aparecer en la propiedad.
Supongo que podría tener esa edad, pero…

—¿Se puede comprar una casa a nombre de un negocio?

La silla de Amaranthe bajó de golpe.

—¡Por supuesto! Sicarius, eres brillante. Debería haber pensado en


eso. —Empujó su silla hacia atrás y se puso de pie—. Puedo buscar todos
sus negocios solo con su nombre. De hecho, el edificio para ello está justo
al final de la calle. Pero pronto cerrará. Tengo que darme prisa. Vuelvo
en media hora. ¿Por qué tú no…? —Miró a su alrededor. No había nada
que él pudiera hacer hasta que ella tuviera más información—. ¿Por qué
no vuelves y te aseguras de que nuestro equipo no está quemando la
fábrica de conservas? Ya has sido de mucha ayuda. Yo puedo terminar
aquí.

Serie El Filo del Emperador 01 218


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Antes de que él pudiera responder, ella saltó al pasillo más cercano


y corrió hacia la parte delantera del edificio.

Le llevó cuarenta y cinco minutos, y algo de negociación con el


empleado para poder quedarse después del cierre, pero salió con una lista
de negocios. Larocka se dedicaba a todo tipo de actividades, desde
fundiciones y conserveras hasta turismo y juegos de azar.

Cuando Amaranthe regresó a la Biblioteca de Bienes Raíces, el


empleado había desaparecido. Miró los horarios que había en el
mostrador. Aunque había oscurecido, el edifico debería estar abierto dos
horas más. Esperaba que Sicarius no hubiera tenido algún altercado con
el hombre que requiriera… sacarlo.

Diciéndose que era poco probable, se dirigió al rincón trasero.

Sicarius se había ido. Aunque ella le había dicho que se fuera, se


encontró deseando que se hubiera quedado. Era de inteligencia rápida, y
dudaba que Books pudiera haber hecho algo que Sicarius no hubiera
hecho.

Los mapas de las parcelas seguían esparcidos por la mesa.


Buscando ahora las empresas de la lista en lugar del nombre de Larocka,
Amaranthe se inclinó, dispuesta a repasarlos de nuevo.

Casi inmediatamente, una sensación de inquietud la hizo


enderezarse. ¿Había oído algo? No estaba segura.

Echó un vistazo a los pasillos de estanterías que había detrás de


ella. Las lámparas de las paredes exteriores iluminaban las filas, pero
nada se movía entre las profundas sombras. Ninguna de las mesas que
tenía a la vista estaba ocupada, ni había visto ni oído a nadie más desde
que entró. Sin embargo, sintió que la miraban.

Lentamente, inclinó la cabeza hacia atrás.

Serie El Filo del Emperador 01 219


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Había un hombre de pie en el balcón de arriba, con los brazos


extendidos sobre la barandilla. No era Sicarius.

Vestido todo de marrón, incluida una larga chaqueta de cuero,


llevaba una pistola y casi tantas dagas como Sicarius. Unas gruesas
sombras jugaban con su cabeza calva, su cara llena de cicatrices y barba
incipiente. Él dobló un papel y lo metió en su bolsillo.

—No eres lo que esperaba. —Sus ojos oscuros recorrieron su


cuerpo, deteniéndose en sus pechos.

Ella se tocó un bulto en su parka, asegurándose de que tenía su


cuchillo.

Con un movimiento fluido, el hombre saltó por encima de la


barandilla, se dejó caer cuatro metros y aterrizó en la mesa fácilmente en
cuclillas. Ella se deslizó hacia atrás, chocando contra el final de la
estantería. Sus suaves botas ni siquiera habían hecho crujir los papeles.

El miedo recorrió los miembros de Amaranthe. No se trataba de un


agresor cualquiera. El papel que había guardado en el bolsillo debía ser
uno de sus carteles de búsqueda.

—¿Puedo asistirte en algo? ¿Qué estás buscando?

El hombre… ¿cazarrecompensas?... manoseó el papel que ella


había dejado, la lista de entidades comerciales de Larocka Myll.

—De hecho puedes. Puedes asistirme toda la noche. —Su mirada


no tenía el encanto de la Maldynado—. Con los problemas que le has
dado a Hollowcrest, me imaginé que serías una mujer gigante y fornida
con brazos como cañones. No una alegre gatita. Sí, tendrás que asistirme
bastante antes de que te corte la cabeza para Hollowcrest.

Serie El Filo del Emperador 01 220


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Me has estado siguiendo por él? —Se hizo a un lado para que la
librería no bloqueara su retirada, aunque dudaba que pudiera correr más
rápido que él. ¿A dónde podía correr de todos modos? Había caído la
noche y las calles estaban vacías. La imagen del mostrador vacío pasó
por su mente. ¿Había incluso ahora un cuerpo metido detrás, fuera de la
vista?

Él se limitó a sonreír, con una mirada escalofriante e invasiva.

—En absoluto. Esto ha sido el más puro golpe de suerte.


Hollowcrest me tiene investigando a Myll. Tal vez puedas compartir tus
hallazgos conmigo antes de…

—Tendré más información si me dejas trabajar un rato. —


Retrocedió hacia el pasillo. No había visto nada más que libros a su
alcance; dudaba que lanzar un libro a alguien que se movía como Sicarius
sirviera de algo—. ¿Por qué no vuelves mañana?

—No lo creo. —Saltó de la mesa.

Amaranthe giró, aprovechando el movimiento para ocultar el


desenvainado de su cuchillo. Corrió por el pasillo. Al final de la fila, se
escabulló detrás de la estantería y se puso en cuclillas. Con suerte, él
esperaría un blanco de pie cuando se abalanzara alrededor de la esquina.
Podría tener una fracción de latido para sorprenderlo.

Pero pasaron muchos latidos y él no dobló la esquina. Se atrevió a


echar un vistazo al pasillo. Estaba vacío. Miró el del otro lado de la
librería. Vacío también.

Está jugando conmigo.

Miró hacia arriba. Demasiado tarde.

Serie El Filo del Emperador 01 221


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

La forma oscura cayó desde lo alto de la estantería. Ella saltó hacia


un lado, cortando el interior de su tobillo.

Demasiado rápido para verlo, él le quitó la daga de la mano de una


patada. Para cuando golpeó en la alfombra, él estaba sobre ella, con una
mano alrededor de su cuello. Le arranchó la parka de los hombros.

Ella trató de golpear con la rodilla en su ingle, pero él la bloqueó y


la presionó contra el extremo de la estantería.

Parecía más ancho y treinta centímetros más alto que ella. La


inmovilizó con su cuerpo, atrapando sus brazos. Un olor a alcantarilla
salió de él y asaltó su nariz. Metió una mano en su blusa y le aplastó el
pecho.

Ya había escapado antes de manoseos de hombres, pero él era


demasiado grande, demasiado fuerte, y no le dio ningún espacio para
poder hacer palanca.

Si pudiera conseguir la pistola de él o uno de sus cuchillos…

La mano de él se apretó en su cuello, un tornillo de banco en su


tráquea.

—Es más divertido si estás viva —dijo con voz ronca, con su aliento
caliente inundándola—, pero no es un requisito.

Las lágrimas pinchaban en sus ojos. No iba a poder escapar de él.

—Pensé que… querías… información.

Sus dedos le negaron el aire, pero no podía rendirse. Bajó la


barbilla, pensando que podría morderle la muñeca, pero él sabía lo que
hacía.

—Más tarde —jadeó él.

Serie El Filo del Emperador 01 222


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Tiró de su faldón hacia abajo y sus fauces se acercaron. Ella mordió


su labio. Saboreó la sangre, pero él se rió. Echó su brazo hacia atrás para
golpearla. El movimiento le dio el espacio suficiente para agarrar el
cuchillo. El ángulo era incómodo, pero lo sacó de un tirón, giró la muñeca
y se lo clavó en el pecho…

…solo para que la hoja fuera desviada por sus costillas. ¡Malditos
ancestros! Seguro que ahora la mataría.

Pero un espasmo lo sacudió, y sus ojos se abrieron de par en par.

Rápida para aprovechar la ventaja, Amaranthe lo empujó,


preparándose para otra puñalada. Pero él se apartó a trompicones. La
conmoción cubrió su rostro mientras se agarraba la espalda y se
tambaleaba.

La empuñadura de un cuchillo sobresalía entre sus omóplatos. Se


tambaleó, se precipitó hacia adelante y se desplomó sobre la alfombra.

A seis metros de distancia, Sicarius estaba de pie, con mapas de


planos enrollados en una mano y un segundo cuchillo arrojadizo listo en
la otra.

—Gracias al emperador. —Amaranthe respiró hondo y dejó caer las


manos sobre las rodillas para apoyarse.

—Deberías haber gritado —dijo Sicarius con indiferencia—. Yo


estaba en el sótano.

—Pensé que te habías ido.

—El trabajo no estaba hecho.

Intentó poner en orden su ropa, pero sus manos no dejaban de


temblar y los botones la frustraron. Agarró su parka, se deslizó por la

Serie El Filo del Emperador 01 223


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estantería y subió las rodillas hasta la barbilla. Sintiéndose vulnerable,


observó a Sicarius con más cautela de la que se merecía.

Tras escudriñar las sombras y escuchar un momento, buscó entre


las ropas del muerto. Un bolsillo interior le ofreció un fajo de dinero y un
pequeño cuaderno de notas. Él hojeó este último, y luego lo sacó junto
con el dinero en efectivo, preguntando en silencio a Amaranthe si los
quería.

Todavía no se fiaba de sus manos.

—Sí. Solo… en un minuto. Puedes… —¿Irte? ¿Quedarte? No estaba


segura de lo que quería.

Por un momento, él simplemente se quedó de pie, mirándola, y


Amaranthe sintió una punzada de sombría diversión. Él no sabe qué
hacer.

Estaba a punto de decirle que empezara con los nombres de los


negocios y que ella estaría bien… después de todo, había llegado a
tiempo… pero él rodeó el cuerpo y se sentó a su lado, sin llegar a tocarla.

Sentada en las sombras, con un asesino, en un edificio vacío,


contemplando el cadáver de otro asesino. ¿Cuándo se había vuelto su
vida tan extraña?

—¿Alguien que conozcas? —Con la barbilla en las rodillas, apuntó


su nariz hacia el cuerpo.

—Un asesino. Lo conocía de antes.

—Entonces agradezco tu disposición a apuñalar a un conocido por


la espalda en mi nombre. —Hablar se sentía estúpido, pero no quería
insistir en lo que casi había pasado.

Serie El Filo del Emperador 01 224


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—Cualquier asesino que se deja distraer por su trabajo, merece un


cuchillo en la espalda. No es profesional.

Amaranthe estuvo a punto de reírse, imaginando algún folleto de


Asesinos 101, en el que se repartían reglas de etiqueta con la sabiduría
de Sicarius en la parte superior de la página. Dudaba de que su intención
fuera ésa, pero la animó.

—Supongo que tengo suerte de haber reclutado a un asesino


profesional.

—Sí.

Modesto no era, pero comparado con el hombre muerto en el suelo,


era un caballero. Recordando la forma en que él no la había mirado
mientras se bañaba, se preguntó si su aparente falta de interés era una
falta real o un distanciamiento autoimpuesto. ¿Podría ser una elección
“profesional” el definirla a ella como “trabajo” y mantenerse centrado en
sus objetivos? Probablemente era mejor no preguntar. Si él simplemente
no estaba interesado, ¿realmente quería saberlo? Y si lo estaba, ¿qué
haría ella con ese conocimiento? ¿Pedirle una cita entre los chantajes,
falsificaciones y los intentos de asesinato? Sin embargo, la curiosidad se
apoderó de su lengua.

—¿Soy trabajo?

La mirada de reojo que le dirigió fue lo más parecido al humor que


había visto de él.

—Eres un montón de trabajo.

—Quise decir… uhm, no importa.

Sus ojos brillaron, y extendió el bloc de notas, ya abierto en una


página específica.

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—Bien. —Amaranthe lo aceptó esta vez y se quedó boquiabierta


cuando lo leyó—. ¡La dirección de Larocka!

—Si sus notas son correctas, sí.

—Esto es todo lo que necesitamos, entonces. Podemos esperar. —


Golpeó el bloc de notas sobre su rodilla un par de veces—. Él estaba aquí
buscando más información sobre Larocka para Hollowcrest. Supongo que
eso significa que Hollow quiere que la líder de Forge sea asesinada; no
querría que alguien matara al emperador que él está drogando para
someterlo, ¿verdad? Pero la dirección de la casa no es suficiente por
alguna razón. ¿Por qué no podría un asesino entrar y matarla en su casa?

—¿Guardas?

—¿Qué?

—Barreras o alarmas hechas con las ciencias mentales —dijo


Sicarius.

—¿Una mujer de negocios turgoniana que sabe magia? —preguntó


con escepticismo.

Sicarius levantó los gruesos rollos de papel.

—Estos son los mapas de planos para las secciones industriales y


empresariales. Si tienes el nombre de su negocio…

—Negocios. Tiene más de una docena a su nombre, y también hay


numerosas sociedades.

—Busquemos entonces todas sus propiedades —dijo Sicarius.

Amaranthe asintió.

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—Apuesto a que eso es lo que buscaba el asesino de Hollowcrest.


Si no puedes matarlos en casa, mátalos en el trabajo.

—Una estrategia válida.

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Capítulo Doce
La fiebre enrojecía el rostro de Sespian, los temblores recorrían su
cuerpo y las náuseas se retorcían en su estómago. Al menos podía pensar
con claridad, cuando no estaba encorvado en el inodoro.
Afortunadamente, el médico había declarado que su enfermedad era una
gripe, en lugar de adivinar la abstinencia de drogas, y ése fue el
diagnóstico que Sespian dio al desfile de rostros que pasaban para ver
como estaba, cada uno ofreciendo su pesar, con distintos niveles de
sinceridad. Como no estaba seguro de en quién podía confiar, miraba a
todos con sospecha.

Cuando la noche oscureció las ventanas, el más sospechoso de


todos entró con una bandeja, Hollowcrest sostenía una sola taza de té de
hierbas de manzana.

El miedo sustituyó a las náuseas en el vientre de Sespian, incluso


cuando la saliva le llenó la boca. El vapor salía de la taza, llevando el
aroma de clavo y canela. Sintiéndose traicionado por el hecho de que su
cuerpo deseara el té drogado, se esforzó por enmascarar su expresión.

¿Había venido Hollowcrest simplemente para asegurase de que


Sespian recibiera su dosis nocturna? ¿O el viejo cascarrabias sospechaba
lo que realmente había detrás de esta “gripe”?

Hollowcrest acercó una silla a la cabecera de la cama y posó su


delgado cuerpo en el borde. Unos ojos de halcón se asomaron por detrás
de las gafas.

—¿Cómo se siente, Sire? —Le tendió la taza.

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—Horrible. —Sespian la aceptó y la puso sobre la mesita junto a la


cama.

—Es una buena idea beber líquidos cuando se está enfermo.

—Lo sé. Lo haré.

Los ojos de Hollowcrest se entrecerraron. Sí, eso era una sospecha.


Sespian recogió la taza con una débil sonrisa. Levantó las rodillas y la
sostuvo en su regazo. Hollowcrest lo observó con atención. Sespian fingió
tomar un sorbo.

Hollowcrest se relajó un poco, pero no hizo ningún movimiento


para irse. Peor aún, se acomodó de nuevo en la silla.

—Se ha perdido un par de días de reuniones. Permítame informarle


de las últimas noticias imperiales.

Mientras se lanzaba a una monótona perorata, Sespian se


desplomó contra las almohadas. Se va a quedar hasta que termine la taza.

¿Qué podía hacer Sespian? Si la bebía y sus síntomas desaparecían


de repente, Hollowcrest sabría que Sespian sabía lo de la droga. Si no la
bebía, Hollowcrest también lo sabría.

Los minutos pasaron. Hollowcrest seguía con su discurso. Sespian


fingió tomar otro sorbo.

Levantó las rodillas, impidiendo que Hollowcrest viera su regazo,


con una mano levantó las mantas. Con cuidado de ocultar sus
movimientos, deslizó la taza bajo las sábanas y la vertió sobre el colchón.
La humedad mojó su pijama, pero mantuvo su rostro inexpresivo. El
personal lo consideraría una incontinencia, pero mientras engañara a
Hollowcrest…

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Fingió varios sorbos más y luego dejó la taza vacía sobre la mesa.
Los ojos de Hollowcrest siguieron el movimiento. Su actualización de los
asuntos imperiales pronto terminó.

Hollowcrest se puso de pie y se inclinó sobre la taza. Cuando vio


que estaba vacía, la recogió y sonrió.

—Buenas noches, Sire.

Sespian siguió con la mirada al anciano, y esperó a que la puerta


se cerrara con un chasquido para ponerse en el lado seco de la cama.
Sacó una carpeta de debajo de las almohadas, asegurándose que no
estuviera dañada. Abrió la lista de los hombres que trabajaban abajo en
Inteligencia Imperial. Era hora de encontrar algunos aliados y deshacerse
de Hollowcrest.

***

El último chirrido de la cortadora de papel envió un


estremecimiento nervioso a través del estómago de Amaranthe. Ella y
Books contemplaron la culminación de su trabajo. En otra parte de la
fábrica de conservas, Akstyr colgaba el papel en las cuerdas. Fuera,
Maldynado vigilaba. Unas tablas recién clavadas en las ventanas rotas
impedían el frío de la noche y, sobre todo, impedían las miradas
indiscretas.

Amaranthe acercó una lámpara de queroseno y Books inspeccionó


las dos caras de su primer billete de veinte ranmyas completo. Un billete
legítimo descansaba a su lado para comparar.

—Parece real —respiró.

—Una imitación exacta. —Books sostuvo el billete falso a la luz—.


La imagen es perfecta. El papel es… bueno, podemos lavar los billetes y
arrugarlos. Creo que pasarán todo salvo una inspección minuciosa.

Serie El Filo del Emperador 01 230


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Aunque éste había sido el plan de Amaranthe desde el principio, y


su éxito debería haberla exaltado, los recelos se agolpaban en su mente.
Aunque su plan fuera a salvar al emperador, la falsificación era alta
traición, castigada con la muerte, tanto si pretendía hacer circular los
billetes como si no. Nadie había resultado herido todavía, pero, ¿cuánto
tiempo podría durar su suerte? ¿Tenía derecho a arriesgar la vida de esos
hombres? ¿Aunque sus sacrificios pudieran salvar a Sespian? Y si la
suerte la favorecía y la falsificación tenía éxito, ¿podría engañar
realmente a Hollowcrest y a Larocka Myll para que sucumbieran a sus
demandas con estos billetes?

Sí, la respuesta tenía que ser afirmativa, o bien podría rendirse


ahora. Pero no podía hacerlo. Sespian merecía una oportunidad de
gobernar como él pensaba, y después de setecientos años de guerra y
conquista, el imperio necesitaba a alguien que prefiriera empuñar una
pluma antes que una espada. Y, factores filosóficos aparte, necesitaba
que su nombre fuera limpiado. Puede que Sicarius pudiera pasearse por
las calles con una recompensa de un millón de ranmyas por su cabeza,
pero ella no era la luchadora que él era, y no viviría mucho tiempo con
gente cazándola.

—Me siento incómodo con esto. —Books dejó el billete falso y


agarró una botella de aguardiente de manzana.

—Yo también, pero ¿qué opción tenemos?

—La opción de no hacer nada y dejar que los acontecimientos se


desarrollen como lo hagan.

—Eso es inaceptable —dijo Amaranthe.

Books consideró los cinco centímetros de líquido que quedaban,


quitó y volvió a poner el corcho un par de veces, pero finalmente volvió a
dejar la botella sin dar un trago.

Serie El Filo del Emperador 01 231


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—¿Guardas el resto para más tarde? —le preguntó.

—Hoy no he bebido nada. Estaba pensando en dejarlo.

—¿Oh? —Normalmente, Amaranthe aplaudiría la resolución, pero


tener a uno de sus propios recursos incapacitado durante días con los
temblores no sería conveniente. Aun así, no podía animarle a beber—.
Un objetivo admirable.

Books se encogió de hombros y desvió la mirada.

—¿Cómo sabes que tu chico emperador será mejor que Hollowcrest


o cualquier lacayo que Forge proponga?

—Es mejor. Lo he conocido. Es un buen hombre. —Intentó olvidar


que estaba basando sus creencias en un par de conversaciones de tres
minutos.

—Espero que tengas razón.

Akstyr se acercó. De los lóbulos de sus orejas, de sus fosas nasales


y del dobladillo de una camisa raída que le quedaba demasiado grande le
colgaban sujetapapeles.

—¿Es uno terminado?

—Efectivamente —dijo Books.

—Déjame ver. —Akstyr lo alcanzó.

Books apartó el billete.

—Cuidado, lo dañarás.

—No tengo tres años.

—No, solo te vistes como uno de ellos.

Serie El Filo del Emperador 01 232


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—Caballeros. —Amaranthe arrancó el billete del agarre de Books y


se lo entregó a Akstyr—. Estoy segura de que no habrá daños, pero si los
hubiera, tenemos muchos más.

Tras una rápida mueca de desprecio a Books, Akstyr observó


ambos lados.

—¿Quieres que intente gastarlo?

—No —dijeron Amaranthe y Books gritando.

Si no fuera por la ráfaga de aire frío que soplaba la nieve a través


de la puerta trasera, Amaranthe no habría notado la entrada de Sicarius.
Se deslizó hasta el mostrador, con los copos blancos espolvoreando su
pelo y sus hombros. Esa mañana habían terminado de investigar la larga
lista de las propiedades de Larocka. No sabía dónde había estado él desde
entonces.

Books volvió a la prensa para preparar el siguiente lote.

Sin palabras, Amaranthe le hizo un gesto a Akstyr para que le


dejara ver el billete a Sicarius.

Sicarius lo estudió brevemente.

—Suficiente.

—¿Listo para una misión? —le preguntó Amaranthe—. Tú también,


Akstyr.

—¿Eh? —Akstyr miró a Sicarius—. ¿Con él?

—Querías que alguien te cubriera las espaldas mientras trabajas


en tu ciencia, ¿no es así? —Sonrió, deseando que Akstyr olvidara que
Sicarius había amenazado con romperle el cuello un par de días antes—
. No hay nadie mejor.

Serie El Filo del Emperador 01 233


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—Uhm. —Akstyr no parecía convencido.

—¿Qué misión? —preguntó Sicarius.

—Me gustaría tener la oportunidad de observar a Larocka Myll.


Tenemos una larga lista de negocios y propiedades que posee, pero si
tenemos que visitar cada una personalmente, con la esperanza de pillarla
allí… será la suerte de los tontos si nosotros la encontramos antes del
cumpleaños del emperador. Alguien con tantas tartas de manzana en el
horno como ella no va a supervisar personalmente ninguno de sus
negocios. Nuestra mejor apuesta será atraparla en su casa.

—Que probablemente tenga guardas —dijo Sicarius

Los ojos de Akstyr se movieron, reconoció el término. Bien. Aunque


dudaba que alguien tan joven tuviera un gran arsenal mágico, si él podía
identificar su uso, eso ya valía mucho.

—Tal vez —dijo Amaranthe—. Eso es lo que tenemos que verificar.


No podemos suponer que el hecho de que el asesino de Hollowcrest haya
tenido problemas para entrar significa que no haya una manera. Ese tipo
no contaba con la ayuda de Akstyr para investigar. Y era un patán poco
profesional.

—Entonces, exploramos la casa —asintió Sicarius.

—Y si hay una forma de entrar…

—La mataré esta noche —dijo Sicarius sin rodeos.

—Eh, sí, eso evitaría la necesidad de tener que observarla. —


Amaranthe habría preferido una solución que no incluyera matar gente,
pero dudaba que Sicarius estuviera de acuerdo y no quería discutir con
él delante de los demás—. Solo hay que asegurarse de que no tenga

Serie El Filo del Emperador 01 234


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cómplices con órdenes de llevar a cabo su trabajo. Forge podría ser una
gran coalición.

—Sé como interrogar a alguien.

—Por supuesto. —Ella levantó una mano en señal de disculpa.

Aunque su fachada inexpresiva seguía en su lugar, parecía más


tenso que de costumbre. ¿Simplemente saboreaba la oportunidad de
librar al emperador de su mayor amenaza? ¿O sucedía algo más? ¿Dónde
iba cuando no estaba con ellos en la fábrica de conservas?

—Chico, ven. —Sicarius le hizo un gesto a Akstyr para que le guiara


hacia la puerta.

Akstyr tragó saliva y miró a Amaranthe antes de apresurarse hacia


la salida. Recordando la admisión anterior de Sicarius de que todos esos
hombres eran desechables, esperaba no estar poniendo en peligro la vida
de Akstyr. Pero seguramente Sicarius reconocería la ventaja de mantener
a un mago novato en una ciudad donde la magia se creía materia de mito.

—Pareces preocupada. —Books giró la rueda para apretar la


prensa.

—Es mi nuevo estado normal —dijo Amaranthe—. ¿Te apuntas a


ayudarme mañana con algo de investigación? ¿Si no consiguen matar a
nadie esta noche?

—¿Qué necesitas?

—Quiero más información sobre Larocka y sus empresas. Tengo


los nombres de todas ellas, pero algunas no son esclarecedoras. Ahora
mismo, sabemos dónde vive y dónde están sus propiedades. Es un buen
comienzo, pero sería útil saber más sobre su historia y sus conexiones.
Tal vez podrían llevarnos a otros miembros del grupo Forge. Además, si

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su casa está protegida mágicamente, ¿cómo llegó a estarlo? ¿Ella ha


viajado fuera del país? ¿Trae magos como otros traen recuerdos?

—¿Sugieres un viaje a la biblioteca? —dijo Books—. ¿Pasar algún


tiempo hojeando los periódicos y las publicaciones del sector?

—Creo que sería una experiencia instructiva.

—¿Lo suficientemente instructiva como para que no tenga que


quedarme fuera esta noche, fingiendo que sé como cumplir con el deber
de hacer la guardia?

Amaranthe sonrió.

—Tal vez.

***

Cuando Amaranthe salió al exterior después de la medianoche,


sorprendió a Maldynado orinando su nombre en la nieve. El cielo brillante
y estrellado revelaba demasiado y se aclaró la garganta al acercarse.

—Y tanto para mantener nuestro escondite discreto —le dijo.

—Estar aquí fuera es tan emocionante como ver madurar las


cerezas. —Sin un atisbo de vergüenza, Maldynado se abotonó los
pantalones—. Tengo que mantenerme entretenido y despierto de alguna
manera.

—¿Ha pasado algo mientras estabas aquí fuera?

—La verdad es que no. Un viejo veterano canoso que usa un


mosquete como bastón se instaló en el almacén del muelle de al lado,
pero creo que solo está refugiándose por la noche. Encendió un fuego y
se fue a dormir.

Serie El Filo del Emperador 01 236


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—Está bien, gracias —le dijo—. Puedes irte a dormir ahora.

Pasó junto a ella, pero se detuvo y frunció el ceño.

—¿Has dormido algo? Esa prensa estaba allí crujiendo más y más
fuerte que… mi cama la mayoría de las noches.

—Estoy bien. —Amaranthe se estiró y dio un salto para protegerse


del frío. Cuando él dudó, añadió—: Puedes quedarte aquí fuera y
contarme tus hazañas de dormitorio, pero supongo que querrás dormir.

—Depende de si Books vuelve a roncar —murmuró Maldynado,


pero levantó una mano enguantada a modo de despedida y entró.

Amaranthe paseó por el perímetro de la fábrica de conservas para


mantenerse caliente. Alternaba bostezos y escalofríos. Si no fuera por sus
guantes, habría añadido el morderse las uñas a la rotación. Pasaron las
horas y Sicarius y Akstyr no regresaron.

¿Y si Sicarius hubiera encontrado una brecha en las defensas de


la casa de Myll y hubiera entrado? ¿Y si lo hubieran atrapado? ¿Y si,
incluso ahora, bajo la influencia de alguna tortura mágica, Akstyr y
Sicarius estuvieran derramando barriles llenos de información sobre el
estado drogado del emperador y los planes de Amaranthe? ¿Y si…?

Un chillido rasgó el aire.

Amaranthe saltó. Antes de que sus talones tocaran el suelo, sacó


su cuchillo de la funda. Conocía ese chillido. Y sabía que tampoco estaba
lejos. ¿Una manzana, tal vez dos?

El grito inhumano la había sorprendido en el extremo de su


circuito, y la fábrica de conservas le bloqueaba la vista de la calle. Podía
entrar corriendo y trepar por una de esas cuerdas. O podía escabullirse
hacia el frente para echar un vistazo.

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—Fue a un par de manzanas —respiró—. Yo debería estar… —No


dijo segura. Investigar podría ser estúpido, y ella lo sabía. Y sin
embargo…

El viento cambió, soplando desde el norte en lugar de hacia dentro


a través del lago. Un toque de algo carnoso teñía el aire. ¿Sangre?

Estás imaginando cosas, chica. No eres un sabueso…

Tenía que mirar. Con la punta de los pies por delante, tan ligera
como pudo, dobló la esquina del edificio y se arrastró por el muelle hacia
la calle. Algo crujió en la nieve frente al edificio. Amaranthe se congeló,
con el cuchillo preparado, aunque dudaba que su insignificante hoja
pudiera hacer algo contra aquella criatura.

Akstyr y Sicarius trotaron doblando la esquina.

Antes de que ella pudiera desplomarse de alivio, Sicarius dijo:

—Dentro.

—Acabamos de pasar un gran cuerpo ensangrentado en la calle —


soltó Akstyr—. ¡Todavía estaba manando sangre!

—Dentro está bien. —Amaranthe pretendía trotar delante de ellos


a paso tranquilo y confiado. Sin embargo, los nervios le pisaron los
talones y corrió por el lateral del edificio y atravesó la puerta.

Sicarius y Akstyr la siguieron de cerca. Sicarius cerró la puerta.

—¿Crees que tenemos que estar en las vigas? —Amaranthe señaló


las cuerdas y se preguntó si debía gritar para despertar a Maldynado y a
Books. Si esa criatura estaba cerca, gritar podría llamar la atención.

—Tal vez no —dijo Sicarius—. El amanecer está cerca.

Serie El Filo del Emperador 01 238


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—¿Crees que la criatura es nocturna? —le preguntó.

—Ha estado cazando de noche hasta ahora.

—¿Porque ese es su tiempo natural, o porque está tratando de no


ser vista? —Miró a sus dos compañeros masculinos, preguntándose si
estaba siendo tonta por atribuirle inteligencia a esa criatura—. ¿Alguno
de vosotros tiene idea de a qué nos enfrentamos?

—En este momento, yo estaría adivinando —dijo Sicarius.

—Eso está permitido —dijo ella.

No extrapoló.

El chillido volvió a sonar.

—Eso es todo —dijo Amaranthe—. A las vigas. —Corrió hacia las


literas y sacudió a Maldynado y a Books.

Maldynado gimió y se metió la cabeza bajo el brazo.

—¿Qué hora es?

Books se sentó, con la barba sobresaliendo en todas direcciones.

—Temprano —dijo Amaranthe—. Tenemos que hacer un viaje


corto.

Se oyó una refriega desde arriba cuando un Akstyr trepador llegó


a la parte superior y se tiró sobre la viga. Books murmuró en voz baja,
pero agarró sus botas y se dirigió a la cuerda que se balanceaba,
aceptando aparentemente la necesidad de hacerlo sin una gran
explicación.

Serie El Filo del Emperador 01 239


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Allí arriba? —Maldynado, que aceptaba menos, se quedó


mirando—. ¿Hay alguna razón por la que estés animando a hacer
calistenia de escalada antes del amanecer?

—¡Qué es eso! —gritó una voz masculina apagada desde el almacén


del muelle cercano.

Un mosquete se disparó, y por un momento todo se quedó en


silencio. Entonces un grito de dolor hizo que un escalofrío recorriera la
columna vertebral de Amaranthe. El sonido se interrumpió con un
crujido.

—Esa es una razón —respondió con gravedad a Maldynado.

—Uh huh, entendido. —Salió de su litera, apartó a Books y subió


volando por una de las cuerdas.

Amaranthe subió tras ellos, con el miedo dando fuerzas a sus


brazos y piernas. En un par de latidos, se sentó a horcajadas en la viga
entre Maldynado y Books.

El silencio había vuelto a la orilla, y la pesada respiración de los


hombres se mezclaba con la suya. Uno de los barriles de fuego seguía
ardiendo abajo, proyectando sombras. El humo se acumulaba en las
vigas, oscureciendo a Sicarius, quien se agachaba en la viga más cercana
a la puerta, a tres metros de distancia.

—¿De qué nos escondemos? —susurró Books—. Nadie ha


explicado nunca las cuerdas.

—¿Recuerdas el hombre muerto que viste fuera de la casa de hielo?


—preguntó Amaranthe.

—Sí.

Serie El Filo del Emperador 01 240


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—Nos estamos escondiendo de la cosa que lo mató.

—¿El oso que mencionan los periódicos? —preguntó Books—. ¿El


que ha estado mutilando gente?

—Los periódicos lo mencionaron —dijo ella—, pero no es un oso.

—Parece que el veterano de al lado le disparó a él —dijo


Maldynado—. O le disparó a eso.

—Si está hecho por un mago, ninguna espada o bala de pistola va


a detenerlo —dijo Akstyr.

—Espera —dijo Amaranthe—. Akstyr, ¿sabes lo que es?

Él se encogió de hombros.

—No lo he visto.

—Si lo vieras, ¿podrías identificarlo?

—Si digo que sí, ¿me empujarás de la viga y me harás ir a mirar?

—No lo haré —dijo ella.

—Yo podría. —Maldynado, que estaba posado cerca de Akstyr, le


dio una palmadita en el hombro.

Akstyr se deslizó fuera de su alcance.

—He leído sobre las criaturas que pueden crear los magos. Si la
viera, o me la describieran, tal vez podría decir qué es.

—Genial —dijo Maldynado—. Vamos a invitarlo a desayunar.


¿Quién quiere ofrecerse voluntario para ser la comida?

—Tú eres el más fornido —dijo Books—. Y el más prescindible.

Serie El Filo del Emperador 01 241


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Aquí no hay comidas gratis —dijo Amaranthe antes de que


Maldynado pudiera devolver el insulto. Miró al techo y se preguntó si
había algún panel que llevara al tejado. Si lograba encontrar una forma
de subir, tal vez podría ver a la criatura sin ponerse en peligro. Por
desgracia, la escasa luz no dejaba ver ningún panel de acceso, ni las
ventanas tapiadas eran lo suficientemente altas como para proporcionar
una puerta de acceso al tejado.

—Creo que se ha ido —dijo Sicarius.

—Creo que esperaré un poco más para bajar y averiguarlo —dijo


Maldynado—. ¿De quién fue la idea de instalarse en medio de los terrenos
de caza de este bicho?

Amaranthe miró a Sicarius, que permanecía inmóvil, con la oreja


aguzada en dirección al último ruido exterior.

—Una desafortunada coincidencia —dijo ella.

—¿Estás segura de que es una coincidencia? —preguntó Books.

Ajustó su peso a la estrecha percha. Un trozo de madera se


desprendió y cayó en espiral al suelo.

—Si nos buscara específicamente, creo que tomaría una ruta más
directa.

—Tal vez —dijo Books—, ¿pero no es la segunda vez que mata a


alguien a pocos metros de vuestra ubicación?

Sí, y no podía descartar la posibilidad de que su investigación la


estuviera convirtiendo en un objetivo. ¿Podría Larocka Myll saber ya de
alguna manera sobre ella? Los carteles de búsqueda implicaban que
Hollowcrest sabía que Amaranthe seguía viva, pero él no tendría acceso
a criaturas mágicas, ¿verdad?

Serie El Filo del Emperador 01 242


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—¿Qué habéis encontrado en la casa de Larocka? —preguntó. Era


mejor pasar este tiempo trabajando en un problema que pudiera
controlar.

—Está bloqueada para los forasteros —dijo Akstyr—. Las guardas


son invisibles hasta que te golpeas contra ellas como si fuera un muro de
hormigón. Alguien poderoso las hizo. —La emoción tiñó su voz. O bien la
misión de espionaje se había puesto de acuerdo con su sentido de la
aventura, o tal vez la proximidad de la magia real despertaba su pasión—
. Sin embargo había mucha gente que iba y venía. Ricos comilones
callejeros con sus propios carros de vapor y conductores.

—¿Y caminaron a través de esas guardas? —Amaranthe se frotó los


ojos. El humo del barril se los estaba haciendo llorar. Habían pasado
varios momentos sin que se oyera ningún ruido en el exterior, pero
Sicarius aún no había bajado.

—Seguro que sí —dijo Akstyr—. Parecía que tenían invitaciones.

—Las tenían —dijo Sicarius—. Escuché varias conversaciones en


la calle.

Sin que nadie lo supiera, apostó Amaranthe.

—Larocka y un socio masculino llamado Arbitan Losk organizan


eventos para los influyentes entre la casta guerrera y la élite empresarial
—dijo Sicarius.

—¿Eventos? —preguntó ella.

—Bailes sociales, cenas. El evento de mañana por la noche… —


Sicarius miró hacia la luz que se filtraba por las ventanas entabladas y
se corrigió—. El evento de esta noche es un combate en el foso. Parecía
una empresa semanal con apuestas de alto nivel sobre los resultados.

Serie El Filo del Emperador 01 243


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—¿Peleas de perros o de gallos?

—Personas —dijo Sicarius—. Esclavos elegidos para luchar hasta


la muerte.

Books se movió en la viga.

—¡Eso es indignante!

—Y contra la ley —dijo Amaranthe. La esclavitud no estaba


permitida desde que la revuelta del 654 amenazó al imperio desde dentro.
Y los combates de fosos humanos eran ilegales en la capital desde hacía
aún más tiempo.

—Un cambio fácil una vez que Forge ponga a su propia marioneta
en el trono —dijo Sicarius.

—¿Crees que tienen tanto poder? —preguntó—. La nota que leí


mencionaba la guerra civil, pero numerosas fuerzas entrarían en juego si
eso ocurriera.

—Hemos llegado a un punto en el que las empresas pueden tener


más fondos que el gobierno o incluso que las antiguas familias de la casta
guerrera —dijo Books—. En una guerra de este tipo, una entidad como
Forge podría perfectamente salir victoriosa.

—Eso no va a ocurrir —juró Amaranthe—. Tengo que entrar,


observar a Larocka y averiguar cuántas personas son parte del plan de
matar al emperador. ¿Es solo ella o habla por todos los miembros de
Forge? —Dio unos golpecitos en la viga de madera—. Dado que entrar a
hurtadillas no funcionará, la ruta lógica es conseguir una invitación.
Maldynado, este es tu círculo. ¿Conoces a alguien que pueda hacernos
entrar?

Maldynado se estiró y crujió la columna vertebral.

Serie El Filo del Emperador 01 244


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—Conozco a un hombre que probablemente podría conseguirnos


invitaciones para cualquier evento de la ciudad. Su familia ha sido
poderosa desde los primeros días del imperio, y conoce a todos los que
son importantes.

—¿Puedes hablar con él hoy?

—Puedo llevarte a ti a hablar con él. A mí no me dará nada.

Amaranthe había planeado ayudar a la investigación de Books. Si


iba a visitar la casa de Larocka esa noche, era más urgente que nunca
aprender todo lo posible sobre la líder de Forge.

—¿Estás seguro de que no puedes hacerlo solo? Podrías estar


subestimando tu encanto.

—Créeme, nunca subestimo mi encanto ni ninguno de mis otros


magníficos atributos. Funcionan muy bien con las mujeres. Por
desgracia, los hombres tienden a verme como a un rival no deseado. A ti,
podría escucharte. Eres buena para convencer a la gente.

—¿Qué te hace decir eso?

—Porque estoy encaramado en las vigas de una fábrica de


conservas, en riesgo de una criatura mágica asesina de hombres, y
pasando el tiempo con un borracho, un gánster y un asesino a las… ¿qué
hora es?

***

Amaranthe tiró del cuello de su blusa. El traje de mujer de negocios


que Sicarius le había robado era más elegante que cualquiera de las
prendas que tenía en su propio armario… cuando tenía un armario…
pero seguía sintiéndose mal vestida. Ella y Maldynado se encontraban
frente a la Logia Onyx, en una calle repleta de carros de vapor. Los

Serie El Filo del Emperador 01 245


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chóferes charlaban entre los enormes vehículos mientras sus


empleadores merodeaban en el interior. El exclusivo club, repleto de
escalones de mármol, adornos dorados y columnas ornamentadas, sin
duda nunca habría invitado a un agente de la ley a entrar sin una orden
judicial previa.

—Deja de moverte inquieta —dijo Maldynado.

—No estoy inquieta, me estoy ajustando. —Amaranthe volvió a


ajustar el restrictivo cuello.

—Te ves bien. Si no lo hicieras, no me verían contigo.

Maldynado había pasado la mañana organizando la reunión. En


algún momento de las horas que había estado fuera, también había
arreglado el atuendo apropiado para un vástago de la casta guerrera. Bajo
su gabán, llevaba un traje negro exquisitamente confeccionado con un
flamante chaleco de seda roja. El corte de la ropa acentuaba sus anchos
hombros, sus estrechas caderas, su vientre plano y todas las demás
características físicas que los hombres codician y por las que las mujeres
babean.

—Gracias —dijo ella secamente—. ¿Cómo se llama el tipo con el


que nos vamos a reunir?

—Avery Mithsaranu Exaltuscrest IV.

—¿Es tan pretencioso como su nombre lo hace sonar?

—Más —dijo Maldynado.

En el interior, un mayordomo con ropa casi tan fina como la de


Maldynado les tomó los abrigos. Los condujo a un salón donde les
esperaban mesas bajas, sofás de cuero y sillones que inspiraban

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indolencia. Los divisores y las plantas hicieron que cada área de asientos
fuera privada.

Se detuvieron en una mesa cerca de una ventana que iba desde el


suelo hasta el techo y que daba a un patio en el que hombres con el torso
desnudo boxeaban y luchaban en cuadriláteros. Aunque la casta
guerrera podía apreciar los lujos que compraba su riqueza, pocos
olvidaban sus raíces.

Vestido con un traje acentuado con pieles de leopardo, el hombre


que esperaba en la mesa miró con desprecio a Maldynado y no pareció
fijarse en Amaranthe. Podía tener la edad de Maldynado, pero el fino pelo
que le caía sobre la cabeza en un intento por camuflar una calva le hacía
parecer mayor.

—Maldynado —dijo Avery—. Estoy sorprendido de recibir tu


mensaje. Lo último que supe es que te estabas prostituyendo con viejas.

Amaranthe se quedó boquiabierta. Esas no eran precisamente las


palabras dulces que uno esperaba en un caballero.

—Ave, siempre es un placer escuchar tu tono gentil —dijo


Maldynado—. Aunque estoy seguro de que solo accediste a reunirte
conmigo para poder enterarte de los últimos cotilleos sobre mi vida y
poner al día a todos tus ratoniles compinches.

—¿Ratoniles? ¿Te atreves a llamar a alguien ratonil cuando eres tú


el que evitó el servicio militar por miedo a que algún enemigo llegara y te
rompiera tu bonita nariz?

—A diferencia de los nueve meses que serviste en ese resort tropical


en el golfo, eso es hasta tu baja médica. ¿Todavía tienes los tobillos
hinchados?

—Una debilidad congénita, por desgracia.

Serie El Filo del Emperador 01 247


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Los dos hombres se dirigieron sonrisas afiladas, que recordaban a


Amaranthe a los lobos dando vueltas, aunque fueran lobos muy bien
vestidos. Era un mal comienzo para una reunión. Necesitaba intervenir.

—Preséntame —dijo mientras Maldynado le retiraba su asiento.

—Ave, esta es mi amiga, Amaranthe —dijo Maldynado.

—Una mujer de negocios, qué pedestre.

Ella forzó una sonrisa.

—Me alegro de conocerte, Lord Exaltuscrest.

—Lo sé. Para los empresarios como tú, por lo general lo es.

Y pensé que Maldynado tenía ego. Como si hubiera escuchado sus


pensamientos, una risita escapó bajo el aliento de Maldynado.

—¿Tienes aversión por los negocios? —preguntó Amaranthe.

—No —dijo Avery—. Solo por los codiciosos traficantes de dinero


que los dirigen. Es repugnante la forma en que la gente adula sus
monedas hoy en día, como si eso significara más que la sangre.

—Puedo ver lo frustrante que sería para ti. —Amaranthe golpeó


una cuchara y trató de pensar en una táctica para ganarse a este hombre.
Platos, trazas de té y más cubiertos de los que sabía qué hacer estaban
delante de ella. Acomodó su tenedor ligeramente torcido para alinearlo
con los utensilios vecinos—. Maldynado dice que tu familia se remonta a
cientos de años.

—Estábamos en los barcos que vinieron de Nuria. Construimos el


imperio. Por eso es irritante ver a campesinos mestizos, la mayoría de
ellos descendientes de gente que conquistamos, abriéndose paso a
trompicones hasta los puestos de poder.

Serie El Filo del Emperador 01 248


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Un sirviente trajo una bandeja de pasteles. Los dejó sobre la mesa


y luego repartió tazas de sidra humeante. Amaranthe se debatió sobre
tomar uno de los dulces. No había corrido desde antes de su enfermedad.
Maldynado cogió uno grueso y devoró la mitad de un solo bocado. Una
mancha de glaseado cremoso se le pegó al labio. Él lo lamió con fruición.

Ella agarró un pastelito. Mañana correré.

—Entonces —dijo, encontrándose con los ojos de Avery—, tu


familia debe de haber luchado en algunas de las mayores batallas de la
historia. ¿La Colina de la Frontera, las Guerras del Acuífero, los
Escándalos del Ferrocarril del Sur?

—Sí, por supuesto. Hubo un General Exaltuscrest en La Colina de


la Frontera que llegó a ser el primer Comandante de los Ejércitos.

—¿De verdad? Confieso que conozco poco los orígenes de ese título.

Avery se inclinó hacia adelante.

—La verdad es que es bastante fascinante. El emperador solía


dirigir personalmente a las tropas en cada batalla, pero a medida que el
imperio aumentaba de tamaño, a menudo nos enfrentábamos con
enemigos en múltiples frentes. El cargo de Comandante de los Ejércitos
se creó para que alguien con la autoridad imperial pudiera dirigir a las
tropas cuando el emperador estuviera en otro lugar. Turgonia era gloriosa
entonces. Éramos una nación dirigida por verdaderos guerreros, no por
administradores. Lord General Exaltuscrest, ese era un guerrero. Él…

Amaranthe no estaba segura de que la información le resultara tan


fascinante como a Avery, pero al menos le interesaba el tema. Asintió con
la cabeza y ofreció comentarios alentadores entre bocados de su pastel.
La manzana, canela y el glaseado bailaban en sus papilas gustativas. Era

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lo mejor que había comido en días, quizá en semanas. Maldynado devoró


dos más.

La conferencia de Avery pasó de los héroes militares a las historias


que destacaban los peligros de los primeros días de la frontera. Cada vez
que se detenía, Amaranthe le hacía preguntas. El hombre tenía al menos
un pariente en todos los acontecimientos importantes de la historia
imperial. Ella solo podía rastrear su propio linaje hasta un abuelo que
había muerto en un accidente de tala cuando ella tenía tres años, el
mismo año en que la Fiebre de la Sangre del Sur se había llevado a su
madre. Se preguntó cómo sería tener derecho a toda esa historia. Era
fácil perderse en ella, supuso, observando a su anfitrión.

A medida que las historias de Avery se prolongaban durante una


segunda hora, la expresión de Maldynado oscilaba entre el aburrimiento
y la perplejidad, pero sobre todo el aburrimiento.

Avery escurrió su tercer vaso de sidra y consultó su reloj.

—Tengo que irme pronto. Se me olvidaba, ¿había algo que


necesitabas?

—Espero encontrar un par de invitaciones para las peleas de foso


de Larocka Myll esta noche —dijo Amaranthe—. He oído que son buenos
eventos para que las nuevas empresarias hagan contactos útiles.
Maldynado dijo que tú eras el indicado al que ver, ya que tienes contactos
con todo el mundo en la ciudad.

—Totalmente, totalmente, el viejo muchacho entendió algo


correcto. —Avery volvió a sumir la sonrisa afilada, esta vez solo dirigida
a Maldynado.

Maldynado le devolvió la sonrisa.

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—Organizaré las invitaciones —dijo Avery a Amaranthe—. Sin


embargo, ten cuidado en el Ridge por la noche. Hay algo cazando en las
calles.

Un chico con una papelera entró y les recogió los platos.

—Sí —dijo Amaranthe—, he leído sobre ello en los periódicos, pero


no creía que en este barrio hubiera habido muertes.

—No las ha habido —dijo Avery—, pero ayer, antes del amanecer,
Sassy Inkwatercrest dijo que vio a una gigantesca criatura marrón correr
por su patio y saltar la valla de tres metros como si fuera el bordillo de
una calle. Otros habitantes del Ridge han hecho afirmaciones similares
en las últimas dos semanas.

Amaranthe se inclinó hacia adelante.

—¿Alguien fue capaz de identificarlo? ¿Decir con certeza qué es?

—Nadie lo sabe. No es nada que se haya visto antes en la ciudad.

Avery insistió en pagar la sidra y los pasteles. Amaranthe le dio las


gracias y le indicó a Maldynado que era hora de irse. Casi tropezó con el
chico de los platos al salir. Frunció el ceño y le pareció extraño que
hubiera estado acechando y escuchando su conversación. Después de
balbucear su arrepentimiento, él se escabulló corriendo hacia la cocina.

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Capítulo Trece
Mientras el pálido sol de invierno se ocultaba por debajo del
horizonte, Amaranthe y Maldynado se bajaban de un tranvía en Mokath
Ridge. Las mansiones salpicaban las calles con la nieve retirada, cada
una con un terreno del tamaño de un parque con vistas al lago. En los
céspedes inclinados, los niños esquiaban, se deslizaban en trineo y
lanzaban bolas de nieve. Un barrio encantador en apariencia, pero
Amaranthe no esperaba que la casa de Larocka fuera tan idílica.

Caminaron por la acera comprobando las direcciones. Las ardillas


parloteaban en las ramas de los arces, y una criatura que se escabullía
desprendió un montón de nieve. La nieve golpeó la mejilla de Amaranthe
y se deslizó por la parte delantera de su blusa. Ante la mirada divertida
de Maldynado, se retorció y se desabrochó para librarse de la gélida
intrusión.

—Espero que esto no sea un indicio de cómo va a ir la noche —


murmuró, alisando su ropa.

—Oh, no lo sé. —Maldynado ofreció un guiño perezoso mientras


señalaba un botón errante—. Me ha gustado bastante el espectáculo.

Tras una breve mirada de soslayo, comprobó que no se había


desprendido el pequeño bloc de papel metido dentro de su parka. Si
tuviera oportunidad de tomar notas esclarecedoras esta noche, no estaría
desprevenida. Sus nudillos rozaron el cuchillo de su abuelo, también
metido dentro de su parka. Tomar notas puede ser peligroso.

—Ojalá hubiéramos traído a Sicarius —dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 252


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—¿Por qué? —Maldynado dio un golpecito a la empuñadura de su


sable con joyas de esmeraldas, un arma diferente a la que había llevado
a la Logia Onyx… probablemente tenía una espada que hacía juego con
cada atuendo—. ¿No soy lo suficientemente grande e intimidante?

—Eres… grande, y te elevas bastante sobre la gente. Sería


tranquilizador tener a Sicarius vigilando nuestras espaldas. No sabía que
las invitaciones llevarían nuestros nombres en ellas. —De todos modos,
casi le había entregado a Sicarius la segunda invitación, pero Akstyr
había insinuado que los guardianes de la casa detectarían los cambios
de nombre.

—Estaremos bien —dijo Maldynado—. Estas no son el tipo de


personas que merodean por el Cuartel General de los ejecutores, echando
un vistazo a los carteles de búsquedas.

—Me preocupa más la gente de Forge que los ejecutores —dijo


Amaranthe.

—Tenemos invitaciones. Y solo vamos a su fiesta para ver la


diversión. ¿Qué podría pasar?

—Yo no voy a divertirme, voy a fisgonear.

—¿Fisgonear? Esta mañana dijiste que ibas a observar.

—Tal vez sea la ejecutora que hay en mí, pero siempre he pensado
que los términos se superponen en gran medida. —Amaranthe se desvió
para evitar las ramas con más ardillas retozando. Estaban gordas.
Alguien en el vecindario debía tener un buffet de frutos secos.

—Bueno, no creo que Sicarius encaje aquí. Este tipo de eventos


tienen requisitos de vestimenta.

—Tal vez con el traje adecuado —dijo ella.

Serie El Filo del Emperador 01 253


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—No, a menos que puedas separarlo de sus cuchillos. Duerme con


ellos, ya sabes.

—¿Lo hace? —preguntó Amaranthe—. Todavía no le he visto


dormir.

—Todavía yo no te he visto dormir a ti.

Amaranthe bostezó. Demasiado cierto. Cuando volviera esa noche,


esperaba sucumbir a un sueño de doce horas. Los demás podrían
encargarse de los turnos de prensa y vigilancia mientras ella lo hacía.

—Ahí está. —Maldynado señaló una mansión.

Como si se tratara de una historia antigua, la estructura de cinco


pisos contaba con muros de piedra, saeteras, torretas e incluso un tejado
almenado. Los añadidos modernos, como los ventanales, puertas de
cristal y las nuevas alas de ladrillo y madera, sugerían que el edificio
había sufrido numerosas reformas a lo largo de los años. No ayudaron a
diluir la impresión de que Amaranthe y Maldynado estaban visitando una
fortaleza.

Se dirigieron a una larga pasarela con lámparas de gas encendidas


a intervalos. Unos escalones de losa conducían a un amplio porche con
la nieve barrida de él. A ambos lados de la entrada había cascadas que
desembocaban en piscinas humeantes, de las que salía olor a lilas.
Amaranthe puso los ojos en blanco ante la ostentación. Si la casa era un
indicio, Larocka no necesitaba fondos adicionales. Entonces, ¿por qué
Forge chantajeaba a Hollowcrest para que le rebajara los impuestos?

Antes de que Maldynado pudiera llamar, la puerta se abrió. Un


mayordomo vestido con un uniforme rojo y limpio le tendió la mano. Sus
gruesos brazos y el par de largos cuchillos en su cintura sugerían que era
tanto un guardia de seguridad como una persona que recibía.

Serie El Filo del Emperador 01 254


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—Invitación, por favor —dijo.

Maldynado le ofreció el sobre que le había proporcionado Avery. El


mayordomo lo abrió y lo inspeccionó como si las falsificaciones fueran
habituales.

No, no falsificamos invitaciones. Solo dinero.

—Muy bien, Lord, señora. Los demás invitados están abajo.

Un gran vestíbulo se abría ante ellos, pero el mayordomo les dirigió


a unas escaleras situadas directamente a la derecha de la puerta. No
había posibilidad de husmear en la mansión, ni siquiera en la planta
principal. Bajaron un largo tramo y doblaron una esquina para recorrer
otra tanda de escaleras antes de llegar al fondo

El cavernoso sótano le recordaba a Amaranthe más a una zona de


construcción que a un elegante lugar de entretenimiento. Palés de
ladrillos, losas de piedra caliza, una mezcladora de cemento a vapor y
otras herramientas y materiales menores abarrotaban el piso a lo largo
de las paredes. Enormes postes y vigas de acero reforzado sostenían el
alto techo. Puertas de vehículos casi tan altas se extendían a lo largo de
la pared trasera.

Más de un centenar de personas se arremolinaban, gravitando


hacia un foso central con gradas de madera en dos lados opuestos. Al
igual que Maldynado, muchos de los hombres llevaban espadas, cosas
doradas o plateadas que llevaban como una mujer podría llevar joyas.
Las mujeres lucían vestidos vaporosos cubiertos de pieles exóticas, como
las de grimbal, tigre y leopardo negro.

De camino a unirse a la multitud, Amaranthe y Maldynado


bordearon un segundo foso, una excavación reciente con un montón de
tierra apilada a un lado.

Serie El Filo del Emperador 01 255


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—¿Aún no has terminado con tus reformas, Larocka? —llamó


alguien.

Al reconocer el nombre, Amaranthe buscó al interlocutor, o más


concretamente a quien hablaba.

—Todavía no —llegó la respuesta, una voz femenina—, pero dentro


de poco, este lugar estará listo para dos combates a la vez y albergará
cinco veces más de espectadores.

—Hemos estado ocupados planeando una gran celebración para el


cumpleaños del emperador —añadió una voz masculina.

Amaranthe localizó a los interlocutores, una pareja con los brazos


entrelazados, justo a tiempo para ver cómo el hombre lanzaba una
mirada cómplice a la mujer. Una gran celebración, en efecto. La
insinuación le gritó a Amaranthe. Tenía que estar al tanto de la amenaza
de asesinato. ¿Cómo había llamado Sicarius al socio comercial? Arbitan
Losk, eso era.

Larocka y Arbitan tenían unos cuarenta o cincuenta años. Aunque


no era guapa, Larocka Myll rezumaba calidez y buen humor. Arbitan
tenía un rostro apuesto que atraía las sonrisas de las mujeres, aunque
su mentón levantado le daba un aire inalcanzable.

—Aquí está a quien hemos venido a observar —murmuró


Amaranthe a Maldynado—. Acerquémonos.

Antes de que pudieran caminar mucho, un hombre calvo y con los


brazos desnudos se puso delante de ella. Las cicatrices se entrecruzaban
en su rostro pálido y cabeza como las zarzas en un campo de moras.
Aunque no tenía la altura de un hombre turgoniano, sus ojos azules
estaban al mismo nivel de los de ella, los poderosos músculos revelados
por su camisa roja sin mangas lo hacían intimidante. Sus ojos rasgados

Serie El Filo del Emperador 01 256


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se clavaron en ella de forma acusadora, como si pudiera adivinar sus


pensamientos.

Ella decidió intentar sonreír.

—Hola, soy Amaranthe. ¿Quién eres tú?

Los ojos del hombre de las cicatrices se abrieron de par en par, pero
rápidamente retomó su actitud de sospecha. ¿Qué digo para librarme de
este tipo?

—¿Seguridad? —Maldynado arrastró las palabras—. Vete, tío.


Estás bloqueando la vista.

Aparentemente el tono condescendiente de Maldynado fue la


opción esperada, ya que el hombre inclinó la cabeza y se alejó. Llevaba
un cinturón de herramientas lleno de dagas.

—Parece que encontramos un compañero de juegos para Sicarius


—murmuró Amaranthe.

—Sí. Esas eran cicatrices de cuchillo. Apuesto a que es un antiguo


luchador que se ganó un puesto en seguridad.

Larocka se subió a un banco, por lo que su cabeza y hombros se


elevaron por encima de la multitud.

—Gracias a todos por venir esta noche. Los dos primeros


luchadores saldrán en breve para que podáis evaluarlos antes de hacer
vuestras apuestas. —Hizo un gesto hacia una jaula de apuestas tallada
en una pared—. Ya sabéis las reglas; todas las apuestas pasan por la
casa. Las probabilidades se proporcionan. Disfrutad de las bebidas
complementarias y pasar un buen rato.

Serie El Filo del Emperador 01 257


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Bajó a los brazos de Arbitan y tomó una copa de un sirviente que


pasaba por allí. La cercanía de la pareja sugería algo más que una mera
asociación comercial.

Un ruido de un chirrido reverberó en el suelo. El público se agolpó


alrededor del foso. Algunos se sentaron en las gradas, mientras que otros
se inclinaron sobre el borde. Con la fuerza de Maldynado, él y Amaranthe
se abrieron paso hacia los asientos buenos.

A diferencia del agujero recién cavado en el otro lado del sótano, el


foso principal tenía paredes de ladrillo de cuatro metros y medio, y un
túnel que conducía a él. Un rastrillo de acero desaparecía en el techo del
pasaje.

Cuatro hombres entraron en el foso: dos luchadores desnudos y


dos adiestradores que portaban látigos y llevaban espadas cortas. Las
cadenas y los collares aseguraban los cuellos de los esclavos, que
avanzaban con los hombros caídos y los ojos abatidos. En las paredes del
foso, los apliques sostenían antorchas en lugar de lámparas, lo que daba
un aire primitivo a la arena. Los espejos que colgaban del techo
garantizaban una buena visión para todos.

Mientras la multitud evaluaba a los luchadores y hacía sus


apuestas, Amaranthe observaba a Larocka y a Arbitan. El hombre de
seguridad con la cabeza afeitada no se alejaba de la pareja. Si se trataba
de un guardaespaldas, probablemente se presentaría en cualquier
reunión que Amaranthe organizara para preparar su trato. Chantaje,
llámalo como es, chica.

Una vez hechas las apuestas, los dos adiestradores desataron a sus
cargas y se retiraron al túnel. Uno de ellos tiró de una palanca y el
rastrillo se colocó en su sitio.

Serie El Filo del Emperador 01 258


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Larocka extendió una mano y saludó con la otra al hombre de


seguridad. Casi como uno de los abatidos esclavos del pozo, su pecho se
estrechó y sus hombros se hundieron. Él le entregó dos dagas idénticas
de su colección, aparentemente las armas para los combatientes. Cuando
Larocka sostuvo los ojos del hombre de seguridad, este se enderezó y
retomó su semblante severo.

—¡Que comience la pelea! —Larocka dejó caer las dagas en el foso.

Las hojas se clavaron en el suelo de arena, con las empuñaduras


temblando. Los combatientes se lanzaron hacia adelante, cada uno
agarrando un arma. Pero no atacaron inmediatamente. Se rodearon
mutuamente, con las manos protegiendo sus cuchillos. Ninguno de los
dos gruñó, refunfuñó o gritó. No parecían lobos enfurecidos dispuestos a
degollarse mutuamente, sino amigos obligados a luchar. Unas cuantas
amenazas de los guardias los animaron.

Cuando la batalla comenzó en serio, Amaranthe se sintió como una


ramita en una avalancha de locura: gritos, alaridos y maldiciones
resonaban en las vigas del techo. La gente pataleaba y saltaba, y las
gradas de madera temblaban bajo sus pies. Hubiera creído que las
mujeres del público estarían menos sedientas de sangre, pero una señora
canosa y delgada como un rayo que estaba a su dado coreaba: “¡Mátalo,
mátalo!” con un vigor alarmante. Aunque Amaranthe había ordenado a
Maldynado que no hiciera apuestas, eso no impidió elegir a alguien a
quien apoyar.

Miró por encima del hombro hacia las escaleras. Parecía que todos
los invitados habían llegado. Se preguntó si el mayordomo había dejado
su puesto en el piso de arriba. Con la mayoría de la casa en el sótano, la
exploración de los pisos superiores podría ser posible.

En el foso, una daga encontró un pecho, y la multitud vitoreó.

Serie El Filo del Emperador 01 259


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El vencedor cayó de rodillas, con las manos sobre la cara. Sus


cuidadores salieron y lo encadenaron. Uno de ellos se echó el cadáver al
hombro y lo sacó como si fuera un saco de grano. Otros dos combatientes
de rostro sombrío esperaban en el túnel.

Durante la siguiente batalla, Amaranthe prestó más atención a los


anfitriones. Tan absorta en el entretenimiento como sus invitados,
Larocka animaba, bombeando con el puño. Su compañero tenía una
expresión diferente. Arbitan observaba los combates con un aburrimiento
indiferente. Más a menudo observaba a la multitud, pero incluso
entonces parecía aburrido, bostezando y tocándose las uñas. Si
organizaba los combates con fines lucrativos, habría esperado
entusiasmo por el éxito del evento o, al menos, cálculo al contemplar el
dinero que gastaban sus invitados. Conocía la lista de negocios de
Larocka… tal vez era el momento de averiguar los intereses de Arbitan.

Su fría mirada se desplazó y la sorprendió mirando fijamente.

Ella apartó la mirada, fingiendo interés por los combatientes. En


su visión periférica, pudo ver que él la observaba. Tragó saliva. Él no
podía conocer sus pensamientos. ¿O acaso podría?

Incluso cuando él reanudó su exploración de la multitud, su


incomodidad no disminuyó. El distante desprendimiento de Arbitan le
recordaba a Sicarius, y ya había visto lo peligroso que era él. De repente
sintió que su gran plan era terriblemente infantil y que estaba condenado
al fracaso. Necesitaba algo más que unos billetes falsos. Y ésta podría ser
su mejor oportunidad para encontrarlo.

Esperó a que pasaran dos combates más, para que Arbitan se


olvidara de ella, y entonces tiró del brazo de Maldynado. Él se acercó sin
apartar la vista de los hombres salpicados de sangre en el foso de abajo.

—Voy a echar un vistazo alrededor —dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 260


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—¿Ahora? —gritó Maldynado para hacerse oír—. ¡Esta es una gran


pelea! No verás quién gana.

—¡Caray!

Ella se agachó y giró entre la gente que gesticulaba y saltó de las


gradas. El codo de alguien le rozó el hombro mientras un hombre
bombeaba su puño y gritaba. Se libró del último miembro del público y
se topó con varios sirvientes con bandejas vacías que se dirigían a las
escaleras. Se volvió hacia las peleas y esperó a que se fueran.

Luego, usando la parte trasera de las gradas para cubrirse, se


dirigió hacia las escaleras. No había visto ningún inodoro en la arena
subterránea y pensó que buscar uno sería una excusa plausible si
alguien la interrogaba. Al menos lo sería si la abordaban de pronto. Sería
una historia menos persuasiva si alguien la encontraba en el quinto piso
rebuscando en los papeles del escritorio de la propietaria.

Cuando entró en el vestíbulo, no vio rastro del mayordomo.

La alfombra mullida se tragó sus pisadas cuando se dirigió al


pasillo más cercano. Los platos tintineaban en una cocina situada en
algún lugar de la parte trasera de la casa, las velas y las lámparas de gas
ardían esporádicamente, pero hacían poco para evitar la profundidad de
la noche invernal. Los rugidos y aplausos intermitentes se elevaban desde
el piso inferior.

El baño estaba detrás de la primera puerta que comprobó. En


cuanto lo pasó, y también su excusa para deambular, se volvió más
cautelosa. Se aferró a las sombras de las paredes y se detuvo a escuchar
cada pocos pasos.

Justo cuando se acercaba a una escalera, una puerta crujió al


abrirse y los ruidos de la cocina se hicieron más fuertes por un momento.

Serie El Filo del Emperador 01 261


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe se metió en un armario. Dejó la puerta entreabierta para


observar el pasillo. Un grupo de sirvientes pasó, con bandejas llenas de
copas de brandy y tazas de sidra frías.

Era hora de salir de ese piso. Supuso que los dormitorios estarían
arriba de todos modos.

Pasó la siguiente media hora recorriendo las numerosas plantas de


la mansión, comprobando puertas y esquivando a los criados y guardias
de seguridad. Justo cuando estaba maldiciendo a la casa por no tener un
directorio, vio una sola puerta al final del pasillo. Una LM dorada y
ornamentada la señalaba.

—Por fin —susurró.

La puerta no estaba cerrada, pero se detuvo antes de entrar en el


corto y amplio pasillo que conducía a la primera habitación. Si las
guardas mágicas protegían los terrenos, ¿no podría algo proteger la suite
de Larocka?

Desgraciadamente, no tenía ni idea de cómo serían esas


protecciones, si es que había alguna pista física. Estaba a punto de entrar
cuando se fijó en un par de medallones de lagartos en las paredes, detrás
de unos árboles de caucho en macetas. Las hojas casi ocultaban los
medallones. Colocados a medio metro del suelo, eran idénticos y estaban
al mismo nivel. El intricado trabajo en metal tenía más estilo que la
mayoría del arte imperial.

Amaranthe arrancó una hoja marrón de una planta y la dejó caer


para que atravesara el espacio entre las figuras. Un rayo naranja salió de
los ojos de cada lagarto, se encontraron en el centro e incineraron la hoja.
Unas diminutas cenizas cayeron flotando sobre la alfombra.

—Protección mágica —murmuró—. Comprobado.

Serie El Filo del Emperador 01 262


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Se arrastró por debajo de los lagartos y observó si había más


trampas mientras entraba en la suite. El conjunto de amplias
habitaciones ocupaba cientos de metros cuadrados. Había un retrete
privado, un elegante baño, una sala de estar y un despacho lleno de libros
con dos escritorios. Alguien había encendido el fuego en cada uno de los
tres hogares para preparar el regreso de la pareja, alguien que podría
entrar en cualquier momento para remover los troncos.

Amaranthe se dirigió hacia el despacho, evitando por el camino


variaciones sospechosas de la alfombra y los adornos en las paredes.
Supuso que los accesorios de papelería rosa identificaban al escritorio de
Larocka y lo revisó primero. Un cajón contenía correspondencia, pero
ninguna mencionaba nada más que asuntos legítimos de negocios. No
encontró ningún papel que demostrara un vínculo con la organización
Forge y, desde luego, nada tan incriminatorio como una lista de tareas
con “asesinar al emperador” en la parte superior.

Sin embargo, la letra de esas notas y cartas le resultaba familiar.


Se agarró al borde del escritorio mientras su mente se ponía al día con
sus instintos y la identificaba. Era la letra de la nota de Forge que había
visto en el despacho de Hollowcrest. Larocka había escrito el mensaje.

Se mordió el labio y soltó el agarre. Aunque era bueno saber que


estaba en el camino correcto, en realidad no había averiguado nada
nuevo. Cogió uno de los descartes de Larocka de la papelera y se lo
guardó en un bolsillo; más tarde, tal vez tuviera que emular esa escritura
para enviar una nota a Hollowcrest.

Un par de pasos la llevaron al lugar de trabajo de Arbitan. El


escritorio estaba inmaculado. No había papeles sueltos en la parte
superior, un cajón de madera contenía los bolígrafos y, cuando miró en
un cajón, había filas de archivos ordenados alfabéticamente. Hurgó en
un par de carpetas, lo suficiente como para saber que Arbitan era un

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empresario de Turgonia que poseía cientos de acres de huertos en la


capital, pero no tuvo tiempo de hurgar en cada archivo del cajón. Temía
haber estado ya demasiado tiempo fuera.

Frunció el ceño. Como si la pareja hubiera previsto un registro, no


habían dejado nada sospechoso en ningún sitio. Tamborileó con los
dedos sobre el escritorio de Arbitan. Los criminales siempre cometen
errores. Tenía que haber algo. Se dirigió a las estanterías empotradas. Tal
vez hubiera un compartimento secreto detrás de los tomos de economía
y negocios. Hurgó y tiró de varios libros. Los títulos de algunos estaban
en idiomas que no reconocía. Al menos uno de los dos tenía una
educación ecuménica.

Después de hurgar en la mayoría de los libros, se dio por vencida.


Reacia a volver sin nada, volvió al escritorio de Arbitan, abrió los cajones
y leyó más detenidamente las etiquetas de los archivos. Una de ellas,
cerca del fondo del cajón, le llamó la atención.

Recortes de periódico.

Metió el dedo en la carpeta para marcar el lugar y sacó un artículo


recortado del Gazette. Oso mata a un vagabundo en SoDoc.

Era la primera historia del periódico sobre la misteriosa criatura


mortal.

Amaranthe hojeó el resto de los recortes. Todos contenían historias


sobre los asesinatos, todos en orden secuencial por fecha. No faltaba
ninguno. Incluso había algunos de un periódico más pequeño que
generalmente se enfocaba en los negocios.

Devolvió los artículos a su lugar en la carpeta. ¿Por qué guardaba


Arbitan los recortes? Por un momento se preguntó si él sería el mago que
protegía la casa, y creaba criaturas mágicas mortales, pero resopló en

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señal de desestimación. Seguramente, convertirse en un mago poderoso


era tarea de tiempo completo, de toda la vida, no algo que se hacía entre
la poda, la cosecha y la venta de manzanas. Dirigir huertos ni siquiera
era el tipo de negocios que lo llevaría fuera del imperio donde uno podría
tropezar con instructores extranjeros. Cerró el cajón. Tal vez Arbitan solo
estaba interesado en los misterios.

Un reloj en un estante sonó. Amaranthe maldijo. Llevaba fuera más


de una hora.

Evitando las trampas conocidas y sospechosas, salió a toda prisa


de la habitación. Se obligó a no bajar de un salto los tramos de las
escaleras en su prisa por volver al anonimato de las peleas. Esta vez no
se cruzó con ningún sirviente y casi había llegado al vestíbulo cuando
sonaron pasos en las escaleras que llevaban al sótano.

Amaranthe se precipitó hacia el inodoro y pegó su oreja en la


puerta. En el vestíbulo se oían voces apagadas, tanto masculinas como
femeninas, aunque no pudo entender las palabras. Esperó a que los que
hablaban se alejaran del alcance, pero dejaron de moverse. Las voces
continuaron.

De espaldas a la puerta, Amaranthe observó la pequeña habitación


en busca de inspiración. Una sola vela ardía sobre la cisterna de la pared
opuesta. Unos metros más abajo, el lavabo se encontraba agazapado, su
cuenco de cerámica estampado con flores. La habitación era un lugar
perfectamente funcional para orinar y un lugar perfectamente inútil para
planear una huida.

Al menos estaba en un lugar menos condenable al que había


ocupado durante la última hora. Sin otra alternativa mejor, empujó la
puerta y salió, abandonando sus intentos de sigilo.

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—…no lo sé —llegó la voz de Maldynado, ahora distinguible—. Dijo


que la sangre la ponía enferma.

Por las verrugas del emperador, estaba tratando de explicar su


ausencia. Cerró la puerta del inodoro con fuerza, para asegurarse de que
la oyeran. Siguiendo su historia, dejó caer una mano sobre su estómago
y se encorvó. Se arrastró hacia adelante, gravando su rostro en una
expresión de incomodidad.

—Una pena —respondió una fría voz masculina—. Uno espera más
estómago en una fuerte mujer imperial. Después de todo, somos una
nación nacida de guerreros.

Amaranthe reconoció la voz al mismo tiempo que entraba en el


vestíbulo. Arbitan y Larocka estaban frente a Maldynado en lo alto de la
escalera del sótano. El hombre se seguridad con cicatrices también
estaba en la sala, con los musculosos brazos cruzados sobre el pecho.
Aunque estaba pálido bajo la luz de las arañas, Maldynado no mostraba
apenas el nerviosismo que debía acechar sus pensamientos.

Amaranthe borró la alarma de su rostro cuando los miembros de


Forge se volvieron hacia ella.

—Ya, ya —dijo Larocka—, no hay necesidad de ser sarcástico,


querido. A algunas mujeres les interesan más los números que la guerra.
—Sonrió a Amaranthe, que no pudo saber si el gesto estaba respaldado
por una calidez genuina. Lo dudaba.

—Lamento haber estado fuera tanto tiempo —dijo Amaranthe con


una voz ronca que esperaba que connotara enfermedad.

—Disculpas aceptadas, querida. —El placer que Maldynado


exudaba al acercarse a ella no parecía estar fingido.

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Aquel hombre de seguridad volvió a mirarla con los ojos entornados


por la sospecha. Tal vez fuera su expresión habitual. En cualquier caso,
no le inspiraba a uno a quedarse. Una parte salvaje de Amaranthe quería
quedarse y entablar una conversación con la pareja, para ver qué podía
averiguar sobre ellos, pero ya había llamado la atención más de lo que
era seguro. Además, sospechaba que Arbitan podría saber más de ella
que ella de él.

—Debemos irnos, querido —le dijo a Maldynado.

—Yo estaba diciendo lo mismo —dijo él—, hace media hora.


Mujeres… lo que hacen en el inodoro durante tanto tiempo está más allá
de mí. —Lanzó una mirada de hermandad agraviada a Arbitan, que no la
reconoció más que con una mirada fría.

Amaranthe pisó el pie de Maldynado mientras salía por la puerta.


Él hizo una mueca de dolor, pero logró dar las buenas noches a los
anfitriones mientras salía.

—Volved de nuevo —dijo Larocka.

La puerta se cerró con un golpe seco. En el exterior, las linternas


encendidas a lo largo de la pasarela permitieron a Amaranthe leer la
expresión incrédula que Maldynado fijó en ella mientras caminaban.

—¿Dónde estuviste tanto tiempo? —preguntó.

—Explorando —dijo Amaranthe—. Podrías haberte ido sin mí.

—¡Ja! Necesitas un guardián que te vigile. —Hizo una pausa, con


la cara retorcida por el disgusto—. Sueno como mi madre.

—Cuidado, puedes convertirte en un tipo responsable.

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—¡Nunca! —Su ferocidad la sobresaltó. Se aclaró la garganta—.


Ninguna responsabilidad para el viejo Maldynado —añadió en un tono
más ligero.

Salieron de la pasarela y entraron en la amplia calle. Las estrellas


brillaban en el claro cielo nocturno, y sus respiraciones empañaban el
aire. Las escasas farolas de la calle ardían, más como balizas para guiar
a uno de un punto a otro que como lámparas que iluminaban la
oscuridad. Setos espesos y densos a pesar de la falta de hojas, se
alineaban a un lado de la calle.

—Veo que trabajar para ti va a ser una aventura —dijo Maldynado.

Un movimiento agitó las ramas delante de ellos.

—Parece que nos espera una —dijo Amaranthe.

Cuando las figuras salieron de las sombras de los setos, delante y


detrás de ellos, era demasiado tarde para evitar ser rodeados. Una ráfaga
helada bajó por la calle, haciendo remolinos de nieve en polvo en torno a
ocho pares de botas de ejecutores.

Maldynado sacó su espada. Amaranthe, aunque temía que el


esfuerzo sería inútil, levantó los brazos con las palmas hacia fuera. No
quería pelear con los ejecutores.

Una de las figuras encendió una linterna. La luz destelló en los


botones y las insignias de latón, revelando el rostro del portador.

—Wholt —soltó Amaranthe.

Las insignias del rango de sargento brillaban en su cuello. Su


rostro era sombrío, pero un atisbo de esperanza entró en la mente de
Amaranthe. Este era su escuadrón, su mando. Si lograba convencerlo de

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que las acusaciones de Hollowcrest eran falsas, tal vez ella y Maldynado
podrían irse sin pelear.

—Sabía que no estabas contenta por haber sido rechazada para el


ascenso, Lokdon, pero no pensé que te convertirías en una criminal.

—No lo hice. Escucha, Wholt. Me topé con un complot contra el


emperador. Es Hollowcrest. Es el que…

—No la escuche, sargento —ladró el ejecutor al lado de Wholt—.


¿Recuerda lo que decía el informe? Matar al verla. ¡Ella es una bruja!
¡Convertirá nuestra sangre en piedra!

El molesto advenedizo puso nerviosos a los demás. Los siete


hombres levantaron los brazos de sus espadas, las hojas reflejando la
llama de la linterna. Una sola palabra de su comandante los haría cargar.

—Me conoces, Wholt —dijo Amaranthe, sin sacar el cuchillo—.


Hemos trabajado juntos durante siete meses. Si yo supiera algo de magia,
seguramente habrías visto pruebas. Además, tienes que saber que yo no
traicionaría al imperio.

—Además —dijo Maldynado—, para que quede claro antes de que


comience todo esto, nadie tiene un cartel acusándome a mí de uso de la
magia, así que eso de matar a la vista no tiene que aplicarse aquí.

—Haz que tu hombre suelte su arma, Lokdon —dijo Wholt—.


Haremos que tu muerte sea rápida.

—No, gracias. —Maldynado esbozó un saludo de esgrimista y se


colocó en posición de alerta. Probablemente era mejor espadachín que
cualquiera de los ejecutores, pero no atacarían de uno en uno de forma
deportiva.

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—Esta no es tu pelea —le susurró Amaranthe a Maldynado—. Si


sueltas la espada, probablemente no te harán daño.

—¡Sin hablar! —ladró Wholt, con su mirada disparándose de un


lado a otro entre ellos.

—Mis dos semanas no han terminado, jefa —dijo Maldynado—.


¿Cuál es el plan?

Buena pregunta. Amaranthe escudriñó el rostro de su antiguo


compañero.

—No tienes que hacer esto, Wholt —dijo ella.

—Tengo mis órdenes, Amaranthe —dijo él—. Tengo que…

Wholt no quería hacerlo. Si no hubiera siete hombres detrás de él,


le habría dado la espalda y la habría dejado marchar. Estaba segura de
ello. Pero si la dejaba marchar delante de ellos, su carrera quedaría
destruida. El viento sopló, tirando de su pelo, mientras Amaranthe
buscaba una solución.

—¿Los matamos, sargento? —preguntó el ejecutor más ruidoso.

—¿Por qué no capturarnos y llevarnos? —Amaranthe ignoró a los


demás y mantuvo sus ojos fijos en Wholt—. Que el jefe nos de muerte si
esa es la orden. —Y, con suerte, tendría tiempo de pensar en otra cosa
antes de que eso sucediera—. No hay sangre inocente en tus manos.

—¡Matar al verlos, sargento! No deberíamos estar hablando.

—Apuesto a que ahora mismo está tejiendo magia con sus palabras
—murmuró otro.

—Bruja —susurró alguien detrás de Amaranthe.

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Las botas se movieron nerviosas y el círculo se estrechó. Las puntas


de las espadas detrás de Amaranthe y Maldynado se acercaron. Un
momento más y cualquier orden que diera Wholt se perdería entre gritos
y choques mientras los hombres temerosos atacaban sin esperar.

—Wholt —susurró—. Da la orden. Nos rendiremos si aceptas


detenernos. Ninguno de tus hombres saldrá herido. Todavía estás
haciendo tu trabajo.

Wholt abrió la boca para hablar.

Una forma oscura se asomó detrás de él, y una daga apareció en


su garganta.

—¡No! —gritó Amaranthe.

Demasiado tarde. La sangre brotó de las arterias cortadas.

La linterna cayó al suelo con estrépito.

Una cabeza de pelo corto y rubio que se movía rápidamente


identificó al recién llegado. Amaranthe ya lo sabía.

—Espalda con espalda —le gritó ella a Maldynado. Ya no había


forma de escapar de la pelea.

El caos estalló, y las espadas cortaron en múltiples direcciones.

—¡Atrapad a la bruja!

—Cuidado con…

—¡Por allí!

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El metal chirrió detrás de ella cuando Maldynado se enfrentó a


alguien. Amaranthe sostuvo su cuchillo frente a ella, pero solo paró
cuando una hoja atravesó hacia su pecho.

¿Cómo podía atacar a los ejecutores? Estaban en el mismo bando


que ella.

Su oponente volvió a arremeter contra ella, lanzándole un tajo a la


cara. Ella esquivó el filo y se inclinó hacia su cuerpo. Con el cuchillo en
la mano, podría haber terminado el combate con una puñalada en el
pecho, pero atacó con la mano libre. Le dio un golpe con la palma en el
plexo solar y le clavó la rodilla en la ingle.

Él se quedó sin aliento y se dobló. Por reflejo, él bajó el codo y le


golpeó en el hombro. Haciendo un gesto de dolor, ella le clavó el talón de
la mano en la nariz. Esta vez, él cayó hacia atrás, golpeando la calle y
cayendo de lado.

A su alrededor, los ensordecedores chirridos del metal rasgaban la


noche. La oscuridad ocultaba los detalles y se esforzaba por distinguir a
los amigos de los enemigos.

—¡Intentad no matarlos! —gritó, preguntándose si Sicarius o


Maldynado la oirían.

Un ejecutor salió de las sombras del seto.

—Bruja. —Era el que había incitado a Wholt—. ¡Muere!

Se abalanzó y atacó, no con una eficaz puñalada de esgrimista, sino


como un leñador corta un árbol. Ella saltó hacia atrás y luego volvió a
saltar mientras el ejecutor quedaba atrapado por el impulso del gran
balanceo. Cuando él trató de recuperarse, golpeó el pie del hombre que
ella había derribado antes.

Serie El Filo del Emperador 01 272


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Su atención se posó en el suelo y ella le pateó la mano de la espada.


La hoja voló hacia el seto. Las ramas traquetearon y la nieve voló.

—¡No somos enemigos! —gritó ella—. Dejadme explicar.

Él echó mano a la navaja de su cinturón, pero ella se lanzó a su


alrededor. Presionó su cuchillo en la garganta, manteniendo su cuerpo
de lado y detrás del suyo, para que no pudiera patear o golpear con
facilidad. No tuvo que molestarse, porque él se quedó helado al primer
contacto del frío acero.

—Bruja —respiró.

Sin estar segura de lo que podría decir para convencerlo, abrió la


boca para intentarlo de todos modos. Un cuchillo arrojadizo se clavó en
el pecho de él.

Aturdida, solo pudo ver como se desvanecía en sus brazos.

Sicarius apareció para recuperar el arma antes de que el ejecutor


cayera al suelo.

Amaranthe tartamudeó un momento antes de encontrar las


palabras, e incluso entonces no fueron inteligentes.

—¿Qué hiciste…? ¿Por qué…? ¡Él no podía hacer nada!

—Cualquiera que dejes con vida hoy estará detrás de ti mañana. —


Sicarius limpió su hoja en el uniforme del ejecutor y la envainó con las
otras.

Ella solo podía mirar fijamente.

Él extendió una mano.

—¿Estás herida?

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—No, malditos sean tus ancestros, yo nunca estuve… Maldita sea,


no puedes intentar salvar al emperador por un lado y matar a sus
funcionarios por el otro. No funciona así, tú…

Cortó los improperios. Su voz sonó demasiado fuerte en la calle


repentinamente silenciosa. Además, esto no era culpa de él. La culpa era
de ella.

Todos los ejecutores estaban tirados en el suelo, muertos o


moribundos. Solo un Maldynado borroso permanecía en pie, con la
espada caída y el pecho agitado, mientras los observaba con
incertidumbre. Todo estaba borroso. Amaranthe maldijo y se secó las
lágrimas de los ojos.

¿Cómo había salido todo tan mal y tan rápido?

Con unas piernas tan entumecidas que apenas podía moverse, se


acercó a trompicones al cuerpo de Wholt. Con una mano temblorosa,
encendió la luz de la linterna. Era inútil comprobar su pulso. Había
muerto antes de caer al suelo. Le bajó los párpados, cerrando la mirada
acusadora.

—Lo siento, Wholt —susurró.

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Capítulo Catorce
La luna había salido, y la luz plateada iluminaba las fábricas de
conservas, los almacenes y los muelles que se agolpaban en el paseo
marítimo. Amaranthe contemplaba el lago helado sin ver nada de él. Unos
pasos crujieron en el muelle nevado detrás de ella. Hizo una mueca de
dolor y se frotó las lágrimas, con las manoplas de lana raspando sus ojos
hinchados. Al menos el ruido significaba que no era Sicarius.

Books se aclaró la garganta.

—Maldynado nos contó lo de la pelea.

—Masacre —murmuró ella.

—Y que tú… le gritaste a Sicarius y que maldijiste a sus ancestros.

—Él los mató a todos sin pensarlo. Mató a mi compañero, Books.


Alguien con el que yo trabajaba, alguien que conocía.

—¿Alguien que estaba a punto de matarte? —preguntó.

—No. Solo es eso. Estaba hablando con él. Creo que él estaba
escuchando. Creo que iba a llevarnos al cuartel general en lugar de
atacar, y entonces… bueno, habría habido una oportunidad de escapar.
No creo que tuviera que terminar de esta manera. La gente no tenía que
morir.

—¿Y si creyeras incorrectamente? —preguntó Books.

—Él podría haber esperado para ver. Simplemente se deslizó y


empezó… —Amaranthe tragó y se hundió en cuclillas, con la cabeza
hundida en las manos, mientras la experiencia volvía a pasar por su

Serie El Filo del Emperador 01 275


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mente. La yugular cortada de Wholt… La expresión de sorpresa en su


rostro… Agarró un puñado de nieve y lo lanzó fuera del muelle—. Solo
teníamos que escapar. No era necesario matar a todo el mundo para que
ocurriera.

—Y luego habrían venido por ti de nuevo.

—Suenas igual que él. —Por primera vez, Amaranthe miró a Books
por encima del hombro—. ¿De verdad estás aprobando el asesinato de
esos ejecutores? Wholt solo cumplía con su deber, algo que yo le dije que
se tomara más en serio. No merecía morir por seguir órdenes.

—Esa fue su decisión. Cuando se puso ese uniforme, aceptó


arriesgar su vida por la ciudad, por algo en lo que creía. Muchos hombres
mueren por nada en absoluto.

—¡Books! —Se puso en pie y golpeó una mano con exasperación—


. Estuviste casado; ¿no sabes cómo se supone que tiene que ir esto? La
mujer no quiere que discutas o trates de resolver un problema con lógica.
La mujer quiere que te compadezcas de ella. No tienes que arreglar nada.
Solo tienes que quedarte ahí y asentir con la cabeza y decir “uh huh” y
“Entiendo”. Eso es todo lo que se supone que debes hacer.

Ella bajó la mirada y se llevó el puño cerrado a los labios.


Contrólate, chica. Vas a ahuyentarlos a todos. Abrió la boca para decirle
que agradecía que hubiera salido, pero él habló primero.

—¿Es eso realmente lo que las mujeres…? —Se rascó


pensativamente la barba—. Mhh, tal vez por eso mi esposa se fue.
Siempre pensé que yo ayudaba, pero ella nunca lo apreció. Nunca entendí
por qué.

Al menos alguien estaba teniendo revelaciones útiles esta noche.


Logró una débil sonrisa para él.

Serie El Filo del Emperador 01 276


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—¿No os enseñan esas cosas en la escuela de profesores?

—Una deficiencia en el plan de estudios, parece.

Ella agarró la manga de su parka.

—Gracias por venir aquí. Lamento haberte gritado. No es contigo


con quien estoy enfadada.

Y tampoco era con Sicarius. Amaranthe suspiró. Sabía quién y qué


era, y de todos modos lo había engatusado para que la ayudara. Claro,
había sido por desesperación, pero no podía empezar a llevar una espada
y luego sorprenderse de que pudiera cortar a alguien. Estaba enfadada
por su propia y estúpida elección. ¿Cómo había podido pensar que
convertirse en una criminal para detener a los criminales serviría para
algo más que para añadir horror al mundo?

—Sí —dijo Books—, sobre eso… No pretendo, ah, tratar de arreglar


nada, pero tal vez quieras disculparte con él.

Le llevó un momento volver a pensar en la conversación.

—¿Sicarius?

—No es un hombre que quieras poner en tu contra.

—No creo que eso vaya a suceder.

—No tiene moral, ni conciencia. También lo he visto matar a


ejecutores. No es como si esto fuera un pasatiempo para él. Es totalmente
desalmado. No estoy seguro de qué control tienes sobre él…

El emperador.

—Pero si yo fuera tú —continuó Books—, no asumiría lo que sea


en absoluto. Ten cuidado. Confías con demasiada facilidad. El primer día

Serie El Filo del Emperador 01 277


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que nos conocimos, me contaste que te buscaban los ejecutores. ¿Y si yo


te hubiera delatado?

—Sabía que no lo harías.

—¿Cómo podías saberlo? —preguntó él.

—No estabas lo suficientemente sobrio como para encontrar la sede


de los ejecutores.

Books resopló.

—Ves a la gente como quieres verla, no como es. Crees que


Maldynado es un caballero, por amor de Dios.

—¿Qué crees tú que es?

—Un sinvergüenza inútil que nunca ha trabajado en su vida. Y


Akstyr, me sorprende que no nos haya matado a todos mientras
dormíamos. Algún día te sorprenderá. Yo… no quiero ver eso. Por favor,
ten cuidado. Sicarius no es alguien en quien puedas confiar. No lo
presiones demasiado.

—Está bien, Books. Tendré en cuenta tu consejo.

—Bien. —Su tono se aligeró—. He venido por otra razón. Hoy hice
una investigación para ti.

—¿Oh?

El papel crujió. Levantó algo, aunque la oscuridad ocultó los


detalles.

—Es tu lista del nombre de los negocios de Larocka. Algunos de


ellos tenían signos de interrogación a su lado.

Serie El Filo del Emperador 01 278


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—Sí, no estaba claro por los nombres a qué se dedicaban los


negocios.

—Eso es lo que supuse, así que los investigué. Interden construye


carros de vapor para uso agrícola y para las carreras anuales de las
llanuras. Yestfer es una fundición local, la primera del imperio en utilizar
carbón de antracita en bruto en el alto horno. Y Tar-Mech crea vehículos
de vapor para uso militar.

Amaranthe frunció el ceño.

—¿Vehículos para el ejército? Una se pregunta si eso podría entrar


en juego de alguna manera si ella lleva a cabo su intento de asesinato.

—Probablemente no, a menos que pretenda atropellar a Sespian


con una tanqueta de vapor. Aunque el hecho de ser proveedora del
ejército podría darle una visión privilegiada de los asuntos imperiales. —
Books sacudió otro papel—. También he creado un diagrama para ti.
Tiene a Larocka en el centro y muestra todas las personas con las que se
la ha mencionado en los periódicos y publicaciones. Y muestra cuales de
esas personas están conectadas entre sí. Todo son suposiciones en este
momento, pero algunos de los nombres que más se vinculan entre sí
podrían indicar actores claves en la organización de Forge.

—Excelente trabajo, Books. —No podía soportar la idea de leerlo


esta noche, pero tal vez por la mañana, tendría su determinación, su
enfoque, de vuelta—. ¿Estás seguro de que confío en la gente con
demasiada facilidad? Parece que he tomado la decisión correcta contigo.

Él levantó un dedo enguantado.

—Sí, pero…

Amaranthe esperó.

Serie El Filo del Emperador 01 279


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—Bueno, es obvio que tengo más reputación que alguien como


Maldynado o Akstyn, y… yo…

—Por supuesto —dijo ella. Lo mejor era dejarlo libre—. ¿Tu


investigación descubrió el nombre de Arbitan Losk?

—Está en el diagrama, conectado con mucha gente —dijo Books—


. Sin embargo, fue interesante, ya que no parece haber sido alguien digno
de mención en los periódicos hasta el año pasado.

—Según los archivos de su escritorio, es propietario de un huerto.


No es tan importante en el mundo de los negocios como alguien como
Larocka. Tal vez hace un año es cuando se conocieron por primera vez, y
a través de las influencias de ella él se ha convertido en alguien notable
que…

—¿Qué? —preguntó Books.

—No lo sé. Tal vez la esté utilizando para algo.

—¿Llevándose a la cama su camino hasta la prominencia y el


poder?

—Nunca se sabe —dijo Amaranthe.

—Bueno, esto es todo lo que tengo. Te dejaré los papeles para que
los revises por la mañana.

—Gracias.

Antes de irse, le puso una mano en el hombro y le dijo:

—Piensa lo que he dicho sobre Sicarius, por favor. Por el bien de


todos.

***

Serie El Filo del Emperador 01 280


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Cuando Amaranthe se despertó, la luz de la madrugada se colaba


entre las tablas de las ventanas, rayando el laberinto de papeles colgados.
Podría haber dormido más, mucho más, y rápidamente identificó el
sonido que la había despertado.

Maldynado estaba persiguiendo a una gallina por el edificio. Unos


estridentes graznidos rebotaban en las paredes.

—Isabel —llamó—. Vuelve aquí, chica.

¿Isabel? Amaranthe se restregó el sueño de los ojos. ¿Había puesto


nombre a las gallinas?

Books, que manejaba la prensa, dijo:

—Al parecer no eres tan suave con las mujeres como dices.

—Oh, cállate. Podrías ayudar. ¡Isabel, deja de correr!

—Yo tengo trabajo de verdad. —Books se había afeitado la


enmarañada y desaliñada barba, y habría tenido buen aspecto, de no ser
por sus ojos enrojecidos y su rostro pálido como la nieve.

Una maldición alarmada devolvió su atención hacia la persecución


de la gallina. Tras golpear su cadera contra un mostrador, Maldynado se
quedó atrás. Isabel dobló una esquina y corrió hacia la salida, con sus
pequeñas garras repiqueteando en el suelo.

Sicarius apareció en la puerta. La gallina graznó y trató de pasar a


su lado. Él se agachó y la arrancó hábilmente de su ruta de escape.

Maldynado se detuvo en seco, agitando sus brazos para no chocar


con Sicarius. Una expresión de asombro le retorcía el rostro mientras
miraba de un lado a otro del ave al hombre, como si temiera que Sicarius
le rompiera el cuello a Isabel. Sorprendentemente, la agitada gallina se

Serie El Filo del Emperador 01 281


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calmó en su agarre. Aunque su mirada rasgada era fría, él extendió los


brazos para que Maldynado pudiera recogerla.

Sacudiendo la cabeza, Amaranthe balanceó las piernas sobre el


borde de la litera. Sicarius podía ser pragmático hasta el punto de
merecer la etiqueta de Books de “totalmente desalmado”, pero no era un
sádico.

Maldynado aceptó la gallina y se dirigió al corral improvisado que


había construido. Isabel se puso a revolcarse en su apretado agarre.
Amaranthe estuvo a punto de sonreír, imaginando a Maldynado como un
padre sobre protector, hasta que Sicarius se dirigió hacia ella. La
garganta de Wholt volvió a invadir su mente. Cerró los ojos contra la
visión.

Cuando los abrió, Sicarius estaba ante ella. Le tendió un sobre


sellado.

—Un chico vino al muelle con un mensaje para ti.

Ugh, se suponía que no debía recibir correo aquí. Eso significaba


que la gente sabía dónde estaba y posiblemente lo que estaba haciendo.

—¿Qué es? —le preguntó.

—No me atrevería a leer tu correspondencia privada. —Su tono era


tan cálido como el hielo bajo el muelle.

Tal vez Books tenía razón. Tal vez debería disculparse. No le haría
daño, aunque parecía una traición al espíritu de Wholt. ¿Significaría algo
para Sicarius? Él nunca decía “por favor” o “gracias”, ni parecía tener
ningún uso para los rituales sociales.

Ella jugueteó con el sobre.

Serie El Filo del Emperador 01 282


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—¿Le preguntaste al chico? —Tal vez era uno de los niños que
había visto espiándola.

—No.

Amaranthe le miró con el ceño fruncido.

—¿Por qué no?

—Si me maldices por defenderte de los ejecutores, sospecho que


aún menos querrías que interrogara a un niño.

—He dicho preguntar, no interrogar.

—Yo no diferencio —dijo él sin rodeos.

Con la mandíbula floja, ella se quedó mirándolo mientras cruzaba


la habitación y salía por la puerta. No, no necesitaba la imagen de un
niño roto y maltratado uniéndose a la del cadáver de Wholt en su mente.
Por los dientes del emperador, tendría que tener cuidado con lo que le
pedía a Sicarius en el futuro.

Tal vez no deberías trabajar con él en absoluto.

Rompió el sello de la nota y leyó: Es hora de devolver tu favor. Mitsy.

—Ugh. —Amaranthe fulminó con la mirada a Maldynado y a Isabel,


deseando que ninguno hubiera conspirado para despertarla.

***

Durante el día, el imponente edificio que albergaba el Laberinto se


alzaba silencioso y sin vida. Amaranthe se ajustó la parka contra la brisa
que azotaba el pelaje que bordeaba su capucha. Una punzada de
inquietud se agitó en su vientre. ¿Qué podría querer Mitsy?

Serie El Filo del Emperador 01 283


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—Gracias por invitarme a venir —dijo Books mientras navegaban


por una acera helada hacia las puertas dobles de acero—. Necesitaba una
distracción.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último trago? —preguntó


Amaranthe.

—Un par de días, tal vez. —El sudor brillaba en su frente—. Ha


sido difícil dormir, y no puedo dejar de pensar en ello. Espero poder serte
útil hoy.

—Yo también. No me fio de Mitsy. No estaría aquí si no le debiera


un favor. Y, ahora que sé que la gente de Forge tiene sus dedos en la
arena del juego, me pregunto si ella podría ser un miembro de la
coalición. —Aun así Mitsy se merecía saber que los hombres de
Hollowcrest estaban reuniendo a los hombres de su banda para realizar
experimentos médicos en el calabozo del Cuartel Imperial. Tal vez
compartir la información podría ayudar a convertirla en una aliada.

—¿Cuál es su nombre completo?

—Mitsy Masters.

—No lo encontré en mi investigación.

—Ella lidera la banda de los Panteras. No estoy segura de que se


apresure a ofrecer los detalles de su vida a los periodistas.

Amaranthe golpeó las puertas dobles de acero. Se abrieron con un


silbido de vapor. Nadie esperaba al otro lado.

Ella y Books entraron en el edificio vacío. Antes, la abarrotada


arena había infundido claustrofobia, pero la ausencia de gente hacía que
el lugar resultara espeluznante, como una ruina abandonada hacía
tiempo. Ni un solo conserje, ni un gorila, ni un hombre de mantenimiento

Serie El Filo del Emperador 01 284


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se movía entre las filas descendentes de bancos. Nada se movía en la


oscura ventana del despacho de Mitsy en las vigas. En los pasillos del
laberinto, las paredes móviles permanecían quietas, y ningún tesoro
estaba colocado en el estrado.

—Tal vez hayamos llegado antes de tiempo —dijo Books.

Un siseo de vapor vino desde atrás. Amaranthe se giró a tiempo


para ver cómo se cerraban las grandes puertas. El estruendo resonó en
todo el edificio. Corrió hacia ellas, agarró el pomo y tiró. La puerta no se
abrió.

—Creo que hemos llegado perfectamente en el momento —dijo

Dos puertas interiores en paredes opuestas se abrieron de golpe.


Cinco gorilas salieron de cada una, dirigiéndose directamente hacia
Amaranthe y Books. Sus fuertes pisadas resonaron en las paredes y las
vigas. Los gorilas llevaban una mezcla de mosquetes y ballestas de
repetición, todos cargados y dirigidos hacia Amaranthe

Books probó la puerta, como si pudiera tener más suerte


abriéndola.

—Esto es más que una distracción de lo que tenía en mente —dijo,


con el miedo arrastrándose en su voz.

—Mantén la calma —murmuró ella, tanto para sí misma como para


él.

Los hombres se desplegaron y rodearon a Amaranthe y a Books.


Mitsy entró por la puerta detrás de la jaula de apostadores.

—No era necesario enviar a tantos hombres, Mitsy —dijo


Amaranthe—. No soy más que una luchadora media sin ningún

Serie El Filo del Emperador 01 285


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entrenamiento especial para esquivar las peleas de ballesta y las balas


de mosquete.

Mitsy acechó por el pasillo. Sus ojos helados parecían más


peligrosos que las armas.

—Pensé que traerías a Sicarius. He oído que estáis muy unidos.

—No exactamente.

Mitsy se detuvo en el borde del semicírculo de gorilas. Su flamante


“querida” y su sonrisa de superioridad habían desaparecido. El blanco de
sus ojos estaba rosado, como si hubiera estado llorando.

—He venido a cumplir mi favor —dijo Amaranthe en voz baja.

—Has venido a morir, perra.

Las palabras sorprendieron a Amaranthe y la dejaron en silencio.

—No me mires como si no lo supieras —dijo Mitsy—. Vosotros


lleváis meses robando a nuestros hermanos y hermanas de las calles.
Desaparecen misteriosamente hasta que los encontramos muertos en un
canal, sus cuerpos mutilados. Y si eso no fuera suficientemente atroz,
ahora habéis lanzado a esa… criatura a las calles para que nos persiga.
Las otras muertes fueron bastante duras, pero Ragos…

Amaranthe se acordó de Ragos, el simpático gorila que la había


acompañado al despacho de Mitsy. ¿Ahora estaba muerto? Sin duda, él
no había merecido ese destino.

—Sé de la criatura —dijo Amaranthe—, y de los experimentos


médicos en el Cuartel Imperial que pueden ser responsables de las
muertes anteriores, pero no creo que estén conectados. No sé por qué…

Serie El Filo del Emperador 01 286


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—¡Mentiste! Eres del gobierno, no una mujer de negocios. Has sido


una ejecutora durante años, ¿pensaste que no lo descubriría?

—Ya no lo soy —dijo Amaranthe—. Ahora estoy…

—Trabajando con Sicarius. Eso es aún peor. El hombre de


Hollowcrest, todo el mundo lo sabe.

Books tomó un suspiro de sorpresa. A Amaranthe le sorprendió


menos la afirmación, pues ya había adivinado que Sicarius había estado
asociado con Hollowcrest y el viejo emperador Raumesys en algún
momento.

—Mis muchachos te han visto —susurró Mitsy, con la voz baja y


ronca—. Por toda la ciudad con algún dandi de la casta guerrera y con
Sicarius: el hombre de Hollowcrest. No finjas que no trabajas para el
gobierno. Probablemente te tienen buscando objetivos para lo que sea
que están haciendo con mi gente.

¿Los chicos de Mitsy? Amaranthe recordó al niño que la había


seguido por el Callejón de la Tinta. Entonces, no había sido un
informador de los ejecutores, sino uno de los de Mitsy. Y el chico del plato
de la Logia Onyx, ¿había sido también uno de los suyos?

—Estoy tratando de ayudar al emperador. —Amaranthe extendió


los brazos en un gesto conciliador—. No tengo nada que ver con
Hollowcrest, ni con esa criatura.

—Si colaboras con el emperador, eres una asesina del gobierno.

—No he matado… —Amaranthe no pudo sacar el “nadie”. Los


pensamientos de Wholt y sus hombres muertos surgieron en su mente.
Puede que ella no hubiera matado personalmente a los ejecutores, pero
eso no la hacía menos responsable.

Serie El Filo del Emperador 01 287


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Mitsy se burló. Ella quería que Amaranthe discutiera, quería una


pelea.

Amaranthe miró a los gorilas y a las armas que la apuntaban. Tenía


que intentar algo más si ella y Books querían salir vivos de aquí.

—Lo siento —dijo Amaranthe, encontrándose con los ojos de la otra


mujer.

La sorpresa robó la sonrisa de Mitsy.

—Conocí a Ragos cuando vine a verte la última vez —dijo—. Debió


ser devastador perderlo.

—No se merecía morir así —dijo Mitsy—. Yo debería haber sido


capaz de…

—Lo sé. Cuando perdí a mi padre, me sentí impotente por no


salvarlo. Es frustrante. Sientes que tienes que hacerle daño a alguien.
Pero si no puedes hacer daño a los verdaderos culpables, ¿qué sentido
tiene? No es tu culpa, Mitsy. Tampoco es la mía. No trabajo para
Hollowcrest. Quiero acabar con las maquinaciones de ese hombre. Si
trabajamos juntas, seremos lo suficientemente fuertes para lograrlo, para
evitar que maten a más de tu gente.

Por un momento, Mitsy asintió y escuchó, pero luego sus ojos se


entrecerraron y resopló.

—Casi me convences, Amaranthe, pero te recuerdo de la escuela.


Siempre podías ganarte a los profesores con esa lengua, pero a mí no.

—Mitsy…

—¡Silencio!

Hasta los gorilas saltaron.

Serie El Filo del Emperador 01 288


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—No más hablar por vosotros, querida —dijo Mitsy—. Me toca a mí


dejar cuerpos mutilados en las calles. —Hizo un gesto hacia los gorilas.

Dos de los hombres musculosos se dirigieron a Amaranthe, dos a


Books. El resto mantuvo sus armas preparadas. No había posibilidad de
escapar.

—Esperad —dijo Books, apartándose de los hombres que se


acercaban—. Tienes que escucharla. Ella es…

Los gorilas lo agarraron por debajo de las axilas, levantándolo de


sus pies, a pesar de su altura. Books perdió la compostura. Pateó y se
agitó, intentando arañar y morder a sus captores.

Dos hombres agarraron a Amaranthe de la misma manera y la


arrastraron por los escalones entre las filas de bancos hasta la barandilla.
Abajo, un pasillo corría paralelo a la pared exterior. Seis metros más
abajo, el suelo de ladrillo del Laberinto prometía un duro aterrizaje.

—Mitsy, esto no cambiará nada. —Amaranthe dudaba que sus


palabras fueran a convencer a nadie en ese momento, pero tenía que
intentarlo.

—No se trata de cambiar, querida. Se trata de vengar a la familia.


—Mitsy asintió a sus hombres—.Tiradlos.

—¡Soltadme! —gritó Books.

Los gorilas lo levantaron primero. Se agarró a la barandilla en su


camino, por lo que quedó colgado sobre el lateral, con las piernas
colgando del foso.

Cuando Amaranthe se dio cuenta de que su destino era inevitable,


se deslizó por su cuenta, para poder soportar la caída sin hacerse daño.

Serie El Filo del Emperador 01 289


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Aterrizó rodando. El suelo le arrancó el aliento del cuerpo, pero ninguna


de las insoportables punzadas de dolor anunciaba huesos rotos.

Los gorilas se rieron mientras le abrían los dedos a Books. Cuando


no los soltó, un hombre levantó una pierna, con la bota apuntando a los
tenaces dígitos.

—¡Suéltate! —gritó Amaranthe.

Ya fuera por obediencia o porque no podía sostenerse más, Books


soltó la barandilla. Se dejó caer, golpeando primero con los talones y
desplomándose sobre su espalda. Gritó. Con la cara contorsionada de
dolor, se acurrucó sobre un costado y no hizo ningún movimiento para
levantarse.

Amaranthe se arrodilló a su lado y le puso una mano en el hombro.

—¿Te has roto algo?

Él jadeó, con los ojos llenos de lágrimas, y no respondió. Amaranthe


miró a Mitsy, que estaba en la barandilla con uno de sus gorilas.

—Encended el Laberinto y poned a los clacker a matar —dijo


Mitsy—. Luego salid fuera y aseguraos de que Sicarius no se esconde en
algún sitio. No habrá intentos de rescate.

Mientras los gorilas se retiraban de la barandilla, Books se puso en


pie. Apretó los dientes contra el dolor de las heridas que había recibido.

—Mitsy —dijo Amaranthe—, estás cometiendo un error.

—No será el primero.

—¡Puedo ayudarte!

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—Guarda tus palabras para los clackers. Una máquina estaría más
dispuesta a escucharte. —Mitsy se alejó de la vista.

—Demonios. —Books se giró hacia un lado, miró hacia el pasillo,


luego giró hacia el otro lado e hizo lo mismo—. Tendrá todas las salidas
aseguradas. Un clacker. El ejército los usa en el frente, ¿no? Están
automatizados para filetear a la gente como si fuera pescado. Estamos
condenados.

—Books… —dijo Amaranthe.

Un ruido sordo latió a través de la tierra. A continuación llegó un


chirrido cacofónico. Las paredes interiores comenzaron sus
peregrinaciones, dejando ranuras, rechinando a lo largo de las vías y
encajando en las nuevas ranuras. A lo lejos, sonó un sonido metálico: la
puerta de una jaula abriéndose.

La cabeza de Books giró hacia el ruido, con la cara desencajada.

—Esto es todo, ¿verdad? Ya está fuera. No hay esperanza. Estamos


muertos.

—Books. —Amaranthe lo agarró del brazo—. Vamos a escapar.

Su mirada se clavó en ella.

—¿Cómo?

¡Cómo, en efecto! Como había dicho Books, Mitsy no habría dejado


una puerta sin cerrar. Amaranthe estiró el cuello hacia atrás. La única
salida era hacia arriba.

Tocó la fría y cobriza pared. No había asideros ni grietas en la


superficie. Las paredes exteriores eran demasiado altas para alcanzarlas
aunque se subiera a los hombros de Books. Las paredes interiores del

Serie El Filo del Emperador 01 291


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laberinto estaban unos metros más abajo. Tal vez pudieran llegar a la
parte superior de las mismas.

—Los clackers corren sobre bandas de rodadura; no están hechos


para saltar —dijo Amaranthe—, y estas paredes son demasiado lisas para
que puedan trepar.

—Sí, compartimos ese problema.

—Súbete a mis hombros.

Amaranthe apoyó las palmas de las manos en una pared interior y


se inclinó hacia ella, con los pies plantados. Dobló las piernas para que
él pudiera usar el muslo como escalón.

—Deberías ir tú primero.

—Te quiero arriba.

—No creo que pueda…

—¡Books, ve!

Se acercó a ella con inseguridad.

—Eres demasiado pequeña. Podría hacerte daño. Es una mala idea.

Un ruido metálico resonó en el laberinto. El clacker estaba cerca, a


no más de un par de pasillos de distancia.

—Buena idea —murmuró Books—. Es una buena idea.

Pisó en su muslo, le puso una mano en la cabeza y se impulsó


hacia arriba. Amaranthe gruñó cuando él se subió a sus hombros. Sus
botas se clavaron en los músculos de ella como la mano de un mortero

Serie El Filo del Emperador 01 292


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que trabaja en el fondo del mismo. Una vez que él se puso en pie, ella
clavó los talones en el suelo y, con la espalda rígida, se levantó.

El calor le subió a la cara y le temblaron las piernas. El sudor brotó


en su piel.

—Casi puedo alcanzarlo —susurró.

Un trozo de pared se desprendió a la izquierda de Amaranthe. Se


separó de la sección principal y siguió los raíles en el suelo, hasta
desaparecer por una esquina. A través del orificio vacío se oyó un
estruendo ominoso y el suave chasquido del metal sobre el metal.

Amaranthe se empujó en las puntas de los pies.

—Creo que puedo… —Books saltó de los hombros de Amaranthe.

La fuerza la hizo caer de rodillas, pero Books se agarró primero a


la parte superior de la pared. Con las piernas rozando la superficie lisa,
subió hasta que enganchó las axilas al borde. Levantó las piernas y se
puso a horcajadas sobre la pared. Una vez que encontró el equilibrio, se
puso boca abajo y se inclinó hacia ella.

—Apúrate —susurró—. Acaba de girar en el corredor por aquí.


Parece que nos está encontrando muy rápido para ser una máquina que
funciona en un bucle aleatorio.

Un fallo en su plan se presentó. La mano de Books colgaba


demasiado lejos para alcanzarla. De todos modos, Amaranthe trató de
saltar hacia ella y falló por un metro.

Los ojos de Books se abrieron de par en par con angustia.

—Eso nunca va a funcionar. Tienes, ah, que…

—¿Sí, profesor?

Serie El Filo del Emperador 01 293


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Él golpeó su puño contra la pared.

—Soy bueno en las aulas, lo juro.

—Que no cunda el pánico —dijo Amaranthe—. Pensaré en algo. —


Sí, Amaranthe. Piensa en algo—. ¿Qué está haciendo eso?

—Me está mirando. Técnicamente, sé que solo es una máquina que


recibe instrucciones de una tarjeta perforada automatizada para una
tarea simple. Pero juro que me está mirando. Y está frotando un par de
tenazas con un filo de navaja. En realidad, las está chasqueando.
Supongo que de ahí viene su nombre.

Brillante análisis. Amaranthe se guardó el pensamiento para sí


misma. A veces ella también era culpable de divagaciones nerviosas. Pero
ahora no podía hacerlo. Uno de ellos tenía que pensar en algo. Miró a su
alrededor, buscando una herramienta para usar, cualquier cosa.

—Uh, oh —dijo Books.

—¿Y ahora qué?

—Dice Tar-Mech en la parte posterior.

—¿La compañía de Larocka? —preguntó Amaranthe.

—Creo que te ha oído, se dirige hacia ese hueco en la pared.

—No puede oírme, Books. Seamos lógicos aquí.

—Tal vez Mitsy compró una versión mejorada con características


especiales.

Amaranthe se quedó congelada, con las manos en la pared.

Serie El Filo del Emperador 01 294


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—¿Como magia? —Si Larocka podía proteger su hogar con ella,


¿qué más podría hacer?

—No lo sé, pero va hacía ti. Pronto estarás muerta.

—Gracias por el optimismo. —Amaranthe miró sus botas y su


ropa—. La parka, por supuesto. —Se arrancó la prenda—. Atrapa el
extremo.

Ella la lanzó arriba. Books agarró la capucha y dejó que colgara el


resto.

—Prepárate. —Amaranthe saltó y agarró la parte inferior. El grueso


material soportó su peso.

Una enorme forma en bloque rodó por la abertura de la pared. La


criatura metálica, que recordaba a un escarabajo gigante sobre ruedas,
no tenía cabeza, pero la parte posterior de su caparazón alcanzaba los
dos metros. Dos conjuntos de brazos se extendían desde la parte
delantera. Los de abajo estaban enganchados, para agarrar. Encima de
ellos, unas pinzas con cuchillas de un metro de largo cortaban el aire. El
clacker se detuvo en la abertura, como un lobo en busca de un olor.

Mano sobre mano, Amaranthe subió por la parka con una nueva
urgencia. La pared lisa no ofrecía ningún apoyo para sus pies. Sus brazos
y hombros se estremecieron por el esfuerzo.

El clacker rodó hacia ella. A tres metros de distancia. Dos.

Agarró la mano de Books. Su sección de la pared se tambaleó. La


sacudió y no alcanzó su objetivo. Sus nudillos se estrellaron contra el
metal.

Las tenazas del clacker se extendieron hacia ella.

Serie El Filo del Emperador 01 295


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Books se deslizó hacia abajo y agarró la muñeca de Amaranthe. La


levantó de un tirón.

Sus esfuerzos le hicieron perder el equilibrio. Amaranthe enganchó


el brazo sobre la parte superior y ella, a su vez, lo agarró para evitar que
saliera despedido hacia atrás.

El clacker se estrelló contra la pared. Amaranthe se agarró con


fuerza. El metal se estremeció, pero la pared continuó su laboriosa ruta
a lo largo de la vía.

Ella misma se impulsó el resto del camino hacia arriba. Books se


enderezó y se pusieron frente a frente, a horcajadas sobre la percha de
quince centímetros de ancho. Amaranthe se limpió la frente húmeda con
el dorso de la muñeca.

El clacker rodaba de un lado a otro por debajo, siseando vapor y


chasqueando las pinzas. Parecía bastante enfadado para ser una simple
máquina.

Books había conseguido retener la parka de Amaranthe y se la


entregó. Fuera del peligro inmediato, estaba notablemente más tranquilo.

—Ahora veo por qué me hiciste subir primero. No habrías sido


capaz de levantarme.

—Me gustaría fingir que mi plan fue así de premeditado. —


Amaranthe buscó a Mitsy, pero no parecía haber nadie en los bancos.
Debía de estar en su despacho—. Solo quería que te levantaras del suelo
porque parecías…

—¿Angustiado? ¿Frenético? —Books hizo una mueca—. ¿Inútil?

Amaranthe dudó, buscando algo con más tacto. Pero él pareció leer
la respuesta en su expresión.

Serie El Filo del Emperador 01 296


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—Lo siento —dijo—. No soy bueno en circunstancias estresantes.


Me pasó lo mismo cuando los ejecutores vinieron por mí. Un grupo de
brutos con menos inteligencia que esa cosa —Apuntó con un dedo hacia
el clacker—, y lo único que se me ocurrió fue correr. Patético.

Amaranthe se abstuvo de hacer un comentario sobre los exámenes


de ingreso de los ejecutores para asegurarse de que no hubiera tontos
brutos en el cuerpo y se limitó a decir:

—La compostura en situaciones de peligro para la vida requiere


práctica.

—De alguna manera, sospecho que naciste con ella. —Books


estudió sus manos. Incluso ahora se agarraba a la pared con suficiente
fuerza como para blanquear sus nudillos—. Si los demás preguntan sobre
esto, ¿podemos fingir que fue la abstinencia de alcohol lo que me puso
nervioso?

—No veo como nuestro recado sea de su incumbencia.

Las arrugas en las esquinas de sus ojos se profundizaron mientras


sonreía.

—En efecto. Gracias.

Su sección de la pared sonó al colocarse en un nuevo hogar.


Amaranthe volvió a reposicionar las piernas para darse la vuelta. Por
delante de ella, la ruta zigzagueaba, pero finalmente se encontraba con
una pared exterior.

—Es hora de salir de aquí —dijo.

Ella y Books se abrieron paso a través de la parte superior de las


paredes. El clacker los seguía como un perro a la espera de una golosina.

Serie El Filo del Emperador 01 297


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El muro exterior se alzaba a solo un par de metros más alto que los
pasillos interiores, y Amaranthe se impulsó sobre él sin problemas. Con
sus largas y desgarbadas extremidades, Books lo hacía parecer difícil.
Decidió dejarlo fuera de las tareas que pudieran requerir destreza atlética
en el futuro. Definitivamente no era un hombre de campo.

—¿Qué probabilidades hay de localizar una puerta sin llave antes


de que los matones de tu amiga nos encuentren? —preguntó Books.

—No lo sé, pero necesito hablar con ella antes de que intentemos
escapar.

—Eso no salió bien la última vez.

—Ella cree que estoy colaborando con Hollowcrest para asesinar


gente —dijo Amaranthe.

—¿Y su opinión sobre ti importa en alguna instancia?

Amaranthe subió las escaleras hasta la pasarela principal.

—Ella tiene muchos contactos en la ciudad. Sabe dónde está


nuestro escondite, como lo demuestra la entrega de la nota. Si quiere
darnos problemas, podría sabotear nuestra causa, tal vez acabar con ella.

—No vas a emular a Sicarius, ¿verdad?

—¿Asesinarla? —Amaranthe se estremeció—. No.

Desde la pasarela, entrecerró los ojos hacia el despacho de Mitsy.


La oscuridad tras la ventana ocultaba todos los detalles del interior. No
podía saber si alguien había observado la huida.

—No hace falta que me acompañes —dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 298


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—Alguien tiene que seguirte y ponerte a salvo cuando sea


necesario.

Amaranthe le dedicó una sonrisa perpleja.

—Gracias.

La puerta detrás de la jaula de apostadores no estaba cerrada.


Amaranthe se detuvo con la mano en el pomo. La última vez que entró,
Ragos la había dejado pasar. Solo lo conocía de unos minutos, pero le
había parecido un tipo decente. Bonita sonrisa. ¿Lo había matado la
bestia o habían sido los médicos fanáticos de Hollowcrest en el calabozo?
¿Y por qué Mitsy creía que provenían de la misma fuente? Amaranthe
estaba segura de que Hollowcrest era un tradicionalista, no alguien que
coqueteaba con lo antinatural, y Akstyr creía que la criatura era de origen
mágico. Sacudió la cabeza. Solo una persona podía responder a sus
preguntas.

Empujó la puerta para abrirla. Unas escaleras vacías se elevaban


hacia la pasarela. Amaranthe y Books las subieron y cruzaron hasta el
despacho de Mitsy. Books se apoyó pesadamente en la barandilla,
cojeando ahora que su sangre se había enfriado. El estruendo de la
maquinaria retumbaba a través del edificio vacío. Abajo, trozos del
laberinto se deslizaban por los pasillos, haciendo y deshaciendo rutas.

En la puerta del despacho, Amaranthe apretó el oído contra el frío


metal. Aunque no oyó nada, su nariz captó un olor terroso como el de las
hojas en descomposición.

Books arrugó la nariz.

—¿Qué pasa?

—Caymay —dijo ella.

Serie El Filo del Emperador 01 299


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—¿Qué es?

Ligeramente sorprendida de que él no hubiera explorado la oferta


de drogas de la ciudad durante sus meses de depresión, ella dijo:

—Una mezcla que altera el estado de ánimo elaborada por una de


las pandillas de Stumps de principios de siglo. Tomada por vía oral, la
sustancia es mortal, pero se puede quemar e inhalar los vapores.
Adormece el dolor, pero tiende a dejar a uno volátil.

—¿A diferencia del dechado de serenidad que era antes?

De nuevo, la puerta no estaba cerrada. Amaranthe la abrió


lentamente. No había lámparas encendidas en la oficina y solo la luz
ambiental de abajo se filtraba a través de la venta. Una bruma empañó
el aire, y el olor a tierra se intensificó.

Amaranthe levantó una mano para mantener a Books fuera.

—Vigila por si alguno de los gorilas está cerca. —Entró y rodeó un


par de cajas, pero no vio a nadie—. ¿Mitsy?

El desorden de la habitación no había cambiado, aunque se habían


añadido dos botellas de vino abiertas sobre el escritorio, ambas
degustadas generosamente. En un cuenco de bronce, una barrita de
caymay comprimida ardía como incienso.

—No trabajo para Hollowcrest —dijo Amaranthe—. Sí, te mentí la


última vez, y lo siento. No creí que pudiera confiar en ti. Pero tenemos un
enemigo en común. Podríamos trabajar juntas para acabar con la
amenaza a tu banda. Mitsy, ¿estás aquí?

Se oyó un crujido debajo del escritorio. Amaranthe se tensó. La


cabeza de Mitsy se alzó sobre el borde, con el pelo revuelto y los ojos
hinchados.

Serie El Filo del Emperador 01 300


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Lo has matado —hipó Mitsy—. Tú.

—No. —Amaranthe extendió los brazos para mostrar que no tenía


ningún arma—. Vamos a hablar. No estoy armada.

—Yo sí.

Mitsy levantó una pistola cargada del escritorio y apuntó el arma a


Amaranthe. El dedo de Mitsy se flexionó sobre el gatillo.

Amaranthe se dejó caer con anticipación. La pistola se disparó. La


bala pasó por encima de su cabeza y atravesó la ventana con un fuerte
crujido, dejando una red de cristales astillados. El penetrante aroma del
humo de la pólvora negra se mezcló con el del caymay.

Con un cuchillo en la mano, Mitsy trepó sobre el escritorio y se


lanzó. Amaranthe se deslizó a un lado. Más ágil de lo esperado, Mitsy
lanzó un brazo y enganchó a Amaranthe por el cuello. Cayeron
enredadas.

Amaranthe golpeó su codo en las costillas de Mitsy y se puso en


pie primero. Una vez de pie, dudó. No quería matar a Mitsy, solo
someterla e interrogarla. Pero, ¿cómo se podía razonar con una jefa del
crimen drogada?

Su vacilación dio a Mitsy el tiempo para ponerse en pie. Se agachó


y cargó, con el cuchillo por delante. Amaranthe debería haber esquivado
el ataque con facilidad, pero su tacón se enganchó en algo. Cayó de
espaldas sobre una pila de carpetas y papeles. Los montones de cajas se
cernían, bloqueando las rutas de escape. El cuchillo brilló.

—¡Cuidado! —gritó Books.

Mitsy levantó el brazo por encima de la cabeza. Amaranthe la pateó


en el estómago. Al mismo tiempo, Books embistió la espalda de Mitsy. Su

Serie El Filo del Emperador 01 301


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peso la hizo caer sobre la cabeza de Amaranthe. Las carpetas llovieron


del montón.

Amaranthe se puso en pie y se giró, con los puños en alto en


anticipación de otro ataque.

Mitsy no se levantó. Boca abajo sobre el montón de desorden, no


se movió en absoluto. La sangre se acumulaba debajo de ella, empapando
los dispersos papeles.

—¿Mitsy? —preguntó Amaranthe, con una sensación de malestar


en el estómago.

Se adelantó y dio la vuelta a Mitsy. El cuchillo sobresalía de su


pecho y no respiraba.

Books siseó.

—No era mi intención…

Amaranthe se arrodilló y sacudió la cabeza lentamente.

—Otra vez no —susurró.

Primero los ejecutores, ahora una mujer con la que había ido a la
escuela. ¿Cuántas personas iban a morir en su intento de ayudar al
emperador? Tal vez ella era la persona equivocada para esta misión. Se
frotó la cara y suspiró. Aunque había elegido la tarea por sí misma, no
podía decidirse a abandonarla. Era su única oportunidad para…

¿Qué, Amaranthe? ¿Qué esperas ganar con esto? ¿Un perdón? ¿Una
recompensa? ¿Reconocimiento? Se levantó sin responder a las insistentes
preguntas de su mente. Si sus motivaciones eran tan egoístas, no quería
admitirlo, ni siquiera a sí misma.

Serie El Filo del Emperador 01 302


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Se quedó mirando el cuerpo. Lo siento, Mitsy. Nunca fuimos amigas,


pero no quería esto.

Amaranthe apretó la mandíbula. Todavía le debía un favor a Mitsy.

Encontraré a la criatura que mató a Ragos, y me desharé de ella. Lo


juro.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Quince
Antes del amanecer, en el muelle helado del exterior de la fábrica
de conservas, Amaranthe apretó los cordones de sus botas. A pesar de
tener los dedos helados, se tomó el tiempo necesario para asegurarse de
que cada lazo fuera del mismo tamaño y de que cada cola colgara libre la
misma longitud de cada nudo. Deseó que los secuaces de Hollowcrest no
le hubieran quitado sus zapatos de entrenamiento de cuero con púas y
todo lo demás que poseía.

Agarró sus guantes, se puso de pie y dio un salto sorprendida


cuando Sicarius surgió de la oscuridad. No había ningún indicio de color
rosa que iluminara el cielo sobre las distantes montañas, por lo que no
pudo ver su rostro, pero de todos modos rara vez expresaba mucho.

—¿A dónde vas? —preguntó.

¿Su voz era menos fría que la del día anterior? Deseaba haber
ofrecido esa disculpa, pero sacarla a relucir ahora le resultaría incómodo.

—A recorrer el sendero del lago —dijo Amaranthe.

—Es demasiado pronto. La criatura aún podría estar cazando.

De eso se trataba. Necesitaba un buen vistazo para poder describir


a Akstyr esta bestia misteriosa y mortal. Si podía identificarla, tal vez
también podría sugerir como matarla. Planeaba correr a lo largo de la
costa y hacia el Fuerte Urgot, donde abundaban los árboles adultos que
bordeaban el sendero. Si aparecía, esperaba tener tiempo para trepar y
ponerse fuera de su alcance.

Todo lo que le dijo a Sicarius fue:

Serie El Filo del Emperador 01 304


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Tú estás aquí entrenando todas las mañanas antes del


amanecer.

—Muy bien. Vamos.

Ella parpadeó. ¿Era eso una invitación a unirse a él?

Antes de que pudiera pedir una aclaración, él trotó por el muelle


hacia la calle. Una mirada hacia atrás sugirió que quería que ella lo
siguiera.

Contuvo una mueca y corrió tras él, con la nieve y el hielo crujiendo
bajo sus botas. Un testigo para su primer día de regreso, ¿no sería
encantador?

Giraron hacia la calle y se dirigieron al sendero.

—Normalmente soy una corredora decente, pero estoy segura de


que hoy no podré seguir tu ritmo. —Amaranthe odiaba la idea de resollar
a un ritmo mediocre delante de él—. No después de haber estado enferma
y haber perdido tantos días de ejercicio.

Cuando él no respondió, se obligó a no pronunciar más excusas


preventivas. De todos modos, ¿qué importaba lo que él pensara?

Pasaron el primer kilómetro y medio en silencio, y los muelles y


almacenes del paseo marítimo quedaron atrás. Pasaron los árboles
desnudos, los arbustos de hoja perenne y las colinas nevadas. Sin duda,
la mirada de Sicarius lo absorbía todo. Amaranthe solía dedicar su
tiempo de carrera a los pensamientos internos, pero esta mañana sus
ojos también escudriñaron el sombrío terreno.

—¿Puedo hacer una pregunta? —preguntó cuando los minutos


pasaron sin que nada les llamara la atención. Como él le dejaba marcar
el ritmo, sus palabras salían en forma de conversación y no a borbotones.

Serie El Filo del Emperador 01 305


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Una mirada en su dirección fue su única respuesta. No fue


exactamente un sí, pero se acercó bastante.

—¿Qué es un cazador? —No había olvidado la pregunta de Akstyr


de aquella primera mañana en la casa de hielo.

—¿Te refieres a la palabra nuriana, istapa? —preguntó Sicarius—.


¿Cazador de magos?

—Uh, tal vez.

—¿Cuánto conoces de la historia de Nuria? —preguntó.

—Más o menos lo que sabe un ex-estudiante de negocios convertido


en ejecutor.

—Poco, entonces.

—Exactamente. —Amaranthe trotó alrededor de una gran rama


rota que se extendía por el sendero.

Sicarius saltó sobre ella sin romper el paso.

—Donde nosotros tenemos una casta de guerreros, Nuria está


gobernada por una casta de magos. Los que no pueden acceder a las
ciencias mentales, la mayoría de la población, son trabajadores y
esclavos. Al igual que en nuestro sistema, hay fricciones entre los que
tienen poder y los que no. Hace cientos de años, se desarrolló una
organización anti-magos con la intención de usurpar el gobierno. Creían
que la gente podía desarrollar una inmunidad a las ciencias mentales,
especialmente a la telepatía invasiva, condicionando la mente. —Habló
con la misma facilidad que si estuviera sentado en una mesa en lugar de
corriendo, pero entonces este ritmo apenas podía desafiarlo.

Serie El Filo del Emperador 01 306


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Es eso posible? —El sudor humedeció la camisa de Amaranthe


y le picó en los ojos. Se quitó las manoplas.

—Hasta cierto punto. Con décadas de entrenamiento mental,


puedes aprender a defenderte de las técnicas de control mental. Sin
embargo, no sirve de nada contra los ataques indirectos. Un mago podría
hacer levitar una piedra y lanzarla contra ti. No obstante, la idea de crear
un hombre que pudiera resistir la tortura mental y cuyos pensamientos
no pudieran ser leídos por los telépatas atraía a muchos. El
entrenamiento cerebral se combinó con el de combate, y la organización
llamó a sus guerreros Cazadores de Magos, que a menudo se abrevia
como Cazadores.

—Supongo que no lograron derrocar al gobierno.

—No, el tiempo y la dedicación necesarios para completar el


entrenamiento hicieron que pocos lo terminaran. Aunque los Cazadores
se hicieron legendarios en Nuria, y temidos por los magos, la organización
nunca desarrolló la suficiente influencia como para amenazar el statu
quo.

Era hora de preguntar lo que realmente se preguntaba.

—¿Eres uno de esos Cazadores?

—No.

—Akstyr lo ha oído en alguna parte.

—Hay muchos rumores sobre mí.

—No fastidies. —Amaranthe todavía no estaba jadeando, pero


mantener una conversación era cada vez más difícil. Kilómetro y medio
más y se volvería imposible—. Uno se pregunta de dónde habrá sacado
Akstyr esa idea.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Él no respondió. Solo el roce de sus botas en el sendero arenoso


rompió el silencio. Como siempre, Sicarius susurraba silenciosamente
sobre la tierra, como un espíritu. Ni siquiera podía oírlo respirar, y solo
pequeñas bocanadas de niebla aparecieron en el aire ante su rostro.

—¿Tuviste algún entrenamiento para ello? —preguntó


Amaranthe—. Me disculpo por entrometerme… pero tengo curiosidad
porque… si tienes alguna habilidad especial… que ayude a luchar contra
esta criatura… sería bueno saberlo.

—No la tengo —dijo Sicarius—. Si esa criatura es un engendro de


un mago, estaría hecha con las ciencias mentales, probablemente
diseñado para ser impermeable a las armas, pero no podría acceder a
ellas por sí mismo. Un Cazador completo podría dañar al creador, pero
sería ineficaz contra la bestia.

¿Cazador completo? ¿Implicaba eso que él era uno parcial? Tal vez
había recibido algún tipo de formación, al igual que había recibido
formación en cartografía, pero no la que calificaría para obtener un título.
O tal vez estaba imaginando indicios que no existían. Aun así, parecía
tener una idea mejor de lo que era la criatura de lo que admitía.

—En cualquier caso, no hay Cazadores en Stumps —dijo Sicarius.

—Qué pena.

Antes de que pudiera acribillarlo con más preguntas, un par de


soldados aparecieron en el camino. Con sus trajes negros y sus mochilas
de entrenamiento, su ocupación era inconfundible incluso en la
oscuridad.

Amaranthe se quedó sin aliento. La muerte de Wholt volvió a


aparecer en su mente. Sicarius no los atacaría, ¿verdad? Seguramente

Serie El Filo del Emperador 01 308


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no mataría a cada ejecutor o soldado con el que se cruzara. Tal vez se


desviaría hacia los árboles para evitarlos.

El paso de Sicarius no vaciló, ni dejó el sendero, aunque sí aceleró


y se puso delante de Amaranthe. Los soldados pasaron por la izquierda
sin decir nada, y ella exhaló un suspiro de alivio. Varias veces, miró hacia
atrás, pero en la oscuridad, parecían no haber reconocido a ninguno de
los dos. Los hombres pronto desaparecieron alrededor de una curva en
el lago.

Las luces aparecieron en la cima de una colina lejana, delineando


los muros del fuerte.

—Esto es suficiente para mí en el primer día. —Amaranthe redujo


la velocidad y se detuvo para coger un puñado de nieve—. No hemos visto
ninguna señal de la criatura, así que no hay razón para que vuelvas
corriendo conmigo. Estoy segura de que querrás entrenar de verdad. —
Masticó la nieve, haciéndola rodar en su boca para derretirla. El agua le
provocó un escalofrío, pero se sintió bien.

Sicarius miró más allá del sendero. Probablemente correría el doble


de rápido y cuatro veces más lejos por su cuenta.

—Muy bien —dijo.

—Antes de que te vayas, uhm. Sobre la otra noche. —Amaranthe


tocó el montón de nieve, enviando polvo al suelo. ¿Por qué era tan difícil
disculparse por esto? ¿Porque no estaba realmente arrepentida? ¿Porque
Wholt había sido su compañero?—. Cuando te grité, no quise… quiero
decir, lo hice más o menos, pero pensaste que estabas ayudando. Estabas
ayudando, y… —Solo escúpelo, chica—. Lo siento. —Ya está.

Él no dijo nada.

Serie El Filo del Emperador 01 309


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Ella suspiró, sin esperar realmente nada más. Sin embargo, lo


había dicho. Tal vez le importara de alguna manera.

Amaranthe se volvió hacia la ciudad. Era hora de ponerse en


movimiento de nuevo.

—Lokdon —dijo Sicarius.

Ella lo miró por encima de su hombro, esperando… no estaba


segura exactamente.

—¿Sí?

—Mantente alerta.

Su labio se movió hacia arriba y le hizo un saludo de soldado. Era


un comienzo.

Ella regresó.

En su ausencia, la oscuridad previa al amanecer sería sola y


opresiva. Pocos sonidos perturbaban la orilla del lago. Ningún animal se
deslizaba por el sendero; ningún pájaro piaba en los árboles. Una brisa
agitó las ramas desnudas, haciéndolas sonar como huesos. Lamentó
haber instado a Sicarius a marcharse.

Un grito sonó más allá de una curva en el camino. Se detuvo en


seco y corrió hacia el árbol más cercano antes de que su mente se pusiera
al día con sus reflejos. Ese había sido un grito humano, no el chillido
sobrenatural de la criatura. Aún así, los humanos rara vez gritaban en
los senderos oscuros por buenas razones, y pasó un momento antes de
que obligara a sus piernas a avanzar de nuevo.

Con la mano en el cuchillo y las orejas agachadas, se acercó a la


curva. Bajo la luz menguante de las estrellas, dos cuerpos se extendían

Serie El Filo del Emperador 01 310


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por el sendero, con los miembros retorcidos en ángulos sobrenaturales.


Mochilas, trajes negros… Los soldados. Ninguna de las dos figuras se
movió.

Su pie golpeó algo en el borde del sendero. Rodó lejos de ella. El


objeto carecía del peso de una roca, pero con la débil luz no podía
distinguir los detalles. Amaranthe se agachó para investigar y sus dedos
rozaron cabello humano.

Echó el brazo hacia atrás y su corazón se aceleró al doble. Respiró


para tranquilizarse, forzándose a razonar. Por muy angustioso que fuera,
una cabeza cortada no era un hallazgo desconcertante junto a un par de
cadáveres.

La examinó más detenidamente. La cabeza había sido arrancada.

La criatura.

El azul claro se había colado en el cielo del este, pero los árboles y
los arbustos creaban sombras y ofrecían docenas de escondites a ambos
lados del sendero. Con los oídos tensos, escuchó por pisadas o
respiraciones. Esto acababa de ocurrir, así que la criatura no podía haber
ido muy lejos.

Bordeó la cabeza y se acercó a los cuerpos. Los cortes que


desgarraban la carne y los huesos parecían ser los mismos que había
visto en el hombre muerto que estaba fuera de la casa del hielo.

Un chillido familiar rasgó las estribaciones. Aunque lo esperaba, se


estremeció.

Al menos la criatura no estaba en el camino junto a ella. Se había


dirigido tierra adentro.

Serie El Filo del Emperador 01 311


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Tras varios instantes de mirar en la oscuridad, encontró huellas


que pisaban la nieve junto al sendero. Se arrodilló y palpó los fríos
cráteres. El tamaño de las huellas empequeñecía su mano, pero fue la
forma lo que atrajo su interés. Eran asimétricas, incluso torcidas, con
cinco dedos con garras en una pata y cuatro en la otra, ninguna de ellas
equilibrada. Durante mucho tiempo había sospechado que la criatura no
era nada natural, pero un zumbido de excitación la recorrió. Tal vez
finalmente tuviera alguna prueba. Nadie podía mirar a las huellas y
pensar en un oso o una pantera. Amaranthe miró al cielo y observó la
ausencia de nubes. Al no haber nieve cayendo, las huellas permanecerían
para que los buscadores las descubrieran.

—Una vez que los soldados vean esto, sabrán que hay magia —
murmuró.

—Tal vez.

Tal vez se estaba acostumbrando a los acercamientos sigilosos de


Sicarius, porque esta vez no saltó. Sin embargo, podría haberle abrazado.
Estar aquí sola era tan atractivo como vagar por un viejo campo de batalla
durante la llena Luna Espiritual.

—Dudo que su educación les permita ver la verdad —dijo Sicarius.

—Algunos de los soldados que han sido destacados en las fronteras


deben saber que estas ciencias mentales existen.

—Algunos. —Mientras hablaba, Sicarius rodeó la zona, con la


cabeza levantada y los ojos escaneando—. Sin embargo, han pasado casi
veinte años desde la última guerra con Nuria. Últimamente, el imperio ha
utilizado tácticas más sutiles para mantener a las naciones vecinas fuera
del balance.

Serie El Filo del Emperador 01 312


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Más sutil, ¿eh? ¿Como enviar asesinos? Recordó que él hablaba al


menos un idioma extranjero, suficiente para charlar con el chamán que
la curó.

—Esta criatura probablemente es el trabajo de un mago nuriano —


continuó Sicarius.

—¿Y qué ganarían los nurianos atacando a gente al azar en


nuestras capital? Yo podría entender una invasión: les encantaría todo
nuestro mineral y recursos naturales, pero, ¿un simple caos?

Él no respondió.

Amaranthe se salió del camino.

—Tenemos que echarle un vistazo para decírselo a Akstyr, a ver si


sabe algo más. Ha dejado huellas, así que podemos seguirlo.

—La criatura no tiene nada que ver con nuestro objetivo —dijo
Sicarius.

—Alguien tiene que detenerla o seguirá matando a la gente.

—¿Así pues?

Ella le frunció el ceño.

—Así pues, el emperador no querría que sus ciudadanos fueran


mutilados por un monstruo sediento de sangre.

Desde que había dejado de correr, su cuerpo se había enfriado. El


aire frío lamía sus ropas húmedas, y ella estaba temblando.

—Vamos.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe empezó a subir la colina, siguiendo las huellas. Solo


había dado unos pasos cuando la voz de Sicarius la detuvo.

—No.

Ella se giró.

—¿No?

—No podemos luchar contra él.

—No pienso luchar contra él. Solo tenemos que averiguar qué es
con lo que estamos tratando.

Sicarius señaló los cadáveres destrozados.

—Ellos lo descubrieron. Los ha matado. No nos dejará acercarnos,


estrechar su mano y marcharnos. Si nos acercamos, también nos
matará.

—Tienes miedo —soltó Amaranthe.

Tan pronto como pronunció las palabras, se arrepintió. Las había


pronunciado como una revelación, pero sonaban como una acusación. O
un desafío.

Sicarius no respondió, aunque se quedó quieto, con la cara de


piedra.

Aunque no podía retractarse de sus palabras, tal vez podía


suavizarlas.

—No te juzgo por ello. Simplemente me pregunto por qué, cuando


pareces no temer a nadie.

Serie El Filo del Emperador 01 314


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No temo a los hombres. Son blandos y fáciles de despachar. Sus


creaciones son más poderosas y menos predecibles. Es probable que
nuestras armas no funcionen contra él.

—Lo entiendo. Y yo también tengo miedo —dijo Amaranthe. Al


menos no parecía enfadado. Ella nunca lo había visto perder los estribos
y nunca quería hacerlo—. Pero creo que esto está relacionado con nuestro
objetivo. Arbitan Losk tenía recortes de periódicos de todas las historias
que se han publicado sobre la criatura, y hay magia custodiando esa
casa, cuando la magia está prohibida en el imperio. Tú y Akstyr me decís
que esa criatura fue hecha con las ciencias mentales. No creo que sea
una coincidencia.

—No me dijiste nada de los recortes de periódico.

—No, porque ayer estuviste mostrando… malhumorabilidad.

—¿Malhumorabilidad? —preguntó.

—Es una palabra.

—Creo que no.

—Le preguntaré a Books cuando volvamos. —Amaranthe sonrió y


extendió la mano hacia las huellas.

—Muy bien. —Sicarius guió el camino hacia el interior.

Mientras subían por la pendiente, los árboles cercanos al lago


disminuían, reemplazados por campos despejados alrededor de la
guarnición. El terreno se niveló hasta llegar a una zona muy transitada
por los soldados para los desfiles y el entrenamiento, con un pabellón y
unas gradas en la distancia. Una punzada de nerviosismo recorrió a
Amaranthe. La celebración del cumpleaños del emperador solía tener
lugar aquí. ¿Era posible que la criatura estuviera explorando la zona?

Serie El Filo del Emperador 01 315


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Cientos de huellas apisonaban la nieve, y ella seguía perdiendo el


rastro de la criatura. Daba enormes saltos que dejaban amplios espacios
entre huellas, y su camino no era del todo lineal. Sicarius siguió los
rastros intermitentes con algún sentido que ella no poseía.

A la izquierda en la lejanía, un camino serpenteaba hasta las


puertas delanteras de la guarnición. Las voces que contaban al unísono
eran de soldados que hacían ejercicios de calentamiento antes de las
carreras de su compañía. Al otro lado del campo de desfiles y en la cima
de una colina, se alzaba una torre de agua, cuyo volumen era oscuro y
claro contra el cielo brillante. Las huellas de la criatura se alejaron de la
guarnición y se dirigieron hacia la torre.

—Tal vez tenga sed después de toda esa matanza —dijo Amaranthe
con un humor sombrío—. Aunque supongo que podría estar de paso.

—No —dijo Sicarius—. Es su destino.

Amaranthe miró las huellas, preguntándose por su certeza.

—¿Por qué una torre de agua?

—Es estratégicamente importante.

—Y eso sería relevante para la criatura porque…

—La torre siempre está custodiada por un par de hombres —dijo


Sicarius.

—Oh —dijo Amaranthe—. Y luego—: Oh —Cuando el verdadero


significado se derramó sobre ella—. Dos objetivos sin nadie más
alrededor.

—Precisamente.

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Una pared derrumbada y trozos de ladrillo y hormigón esparcidos


cubría la cima de la colina, restos de la torre de agua original, supuso
Amaranthe, probablemente construida antes de que los turgonianos
dominaran la producción del acero. Cuatro columnas de metal y un
vástago central sostenían a la nueva estructura, un tanque cilíndrico
reluciente de más de quince metros de altura en la parte superior. Junto
a ello había una choza achaparrada y sin ventanas. El humo salía de la
chimenea y el estruendo de una bomba de vapor resonaba en las paredes.

Con un cuchillo arrojadizo en la mano, Sicarius se mantuvo


agachado mientras avanzaba, pegado a las ruinas. Amaranthe trató de
no hacer ruido mientras lo seguía. Si los soldados de guardia todavía
estaban vivos, no quería llamar su atención. Si estaban muertos y la
criatura acechaba, tampoco quería llamar su atención.

Su pie rompió algo quebradizo bajo la nieve. Sicarius la miró.

—Lo siento —murmuró.

Después de eso, siguió su propio camino. No agradecería que ella


revelara su posición.

Bordeó el otro lado de las ruinas. En la nieve se veían huellas,


primero solo botas, pero pronto aparecieron las enormes pistas
familiares.

Lo único que vamos a encontrar aquí arriba son más soldados


muertos.

El muro terminaba en un montón de escombros. Cuando


Amaranthe rodeó el extremo, casi pisó un cuerpo mutilado. Antes de
detenerse a inspeccionar, miró a su alrededor, buscando al asesino. El
paisaje blanco y quieto no le mostró nada.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Este cuerpo estaba peor que los demás. Le habían arrancado un


brazo y una pierna, y la cara estaba destrozada hasta quedar
irreconocible. La materia cerebral se derramaba desde un cráneo
destrozado y humeaba en el aire frío. A varios metros de distancia, un
mosquete sobresalía de un montón de nieve, con el cañón deformado y la
culata perdida. Una capa de pólvora negra se esparcía en la nieve.

—Esto acaba de suceder —dijo Amaranthe, luchando por el


desapego.

—Otro cuerpo por aquí —dijo Sicarius, desde el otro lado de las
ruinas—. Todavía se mueve. Deberíamos irnos antes de…

El primitivo chillido atenazó el corazón de Amaranthe como un


tornillo de banco. Se giró hacia la fuente. Colina abajo, al otro lado del
campo, en el borde de un bosquecillo de alisos, dos ojos reflejaban los
rayos rosados del amanecer. La miraban directamente.

En el siguiente latido, la criatura salió de los árboles. Aunque tenía


forma de pantera, le recordó la vaguedad de una estatua de arcilla
esculpida por un niño. Pero no había nada infantil en su forma de
moverse. El poder surgía bajo esos músculos. Se elevó hacia ellos.
Recorriendo casi veinte metros con cada salto.

—El cobertizo. —Corrió hacia el edificio. Un candado colgaba de la


puerta, impidiendo la entrada—. Necesito la llave. Registra los cuerpos.

—No hay tiempo —dijo Sicarius—. ¡Sube!

Él se subió a la columna más cercana y la escaló como una ardilla


corriendo por un roble. Amaranthe buscó una escalera. No había
ninguna.

Serie El Filo del Emperador 01 318


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Se agarró al acero helado con ambas manos. Los bordes le cortaron


las manos y sus botas resbalaron de los remaches de metal liso. Su
avance fue lento. Demasiado lento.

El grito sobrenatural volvió a sonar, mucho más cerca. La bestia se


precipitó sobre la cima de la colina, contra la nieve agitándose bajo sus
patas.

Amaranthe estaba a menos de la mitad del camino hacia la parte


baja del depósito. Seguramente la criatura saltaría y la arrancaría de su
percha. Probablemente estaría muerta antes de aterrizar.

Deja de pensar. ¡Escala!

Con los dedos buscando asideros, trató de subir más rápido. La


bestia reunió sus músculos para saltar. Amaranthe se preparó.

Un destello plateado cayó desde arriba. El cuchillo arrojadizo


golpeó a la criatura en un ojo amarillo. El arma rebotó como si hubiera
golpeado el acero. Aterrizó en la nieve, con la hoja brillando inútilmente.

Afortunadamente, el ataque distrajo a la bestia. En lugar de saltar,


pasó de un salto más allá del poste de Amaranthe.

Ella reanudó su ascenso. Faltaban tres metros. Un gruñido desde


abajo atrajo su mirada.

La criatura saltó hacia arriba. Una garra se clavó en Amaranthe.


Ella levantó la pierna de un tirón. El viento del movimiento hizo crujir los
pantalones.

La bestia retrocedió para tomar impulso. Sin detenerse, Amaranthe


miró hacia arriba. Un metro y medio. Ya casi estaba. Sicarius hacía
tiempo que había llegado a la estrecha cornisa de acceso que rodeaba la
base del tanque. Con obstinación, siguió avanzando.

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La criatura saltó.

El tiempo se ralentizó. La bestia se arqueó hacia Amaranthe. Sus


fauces abiertas llegaron a la altura de sus rodillas. La deforme cabeza era
más grande que el torso de ella. Levantó un pie, dispuesta a darle una
patada, sabiendo que sería inútil.

La mano de Sicarius le rodeó la muñeca. La levantó de un tirón. La


criatura pasó volando más allá del lugar que ella había ocupado. Un
aullido frustrado salió de su garganta mientras descendía.

En la cornisa, Amaranthe se desplomó junto a Sicarius. Se hizo un


ovillo con las piernas, asegurándose de que ninguna extremidad colgara
del borde.

—¿Te ha parecido suficientemente cerca? —preguntó secamente


Sicarius.

Él ni siquiera estaba sudando. Qué cabrón.

Amaranthe se apartó el pelo de los ojos con una mano temblorosa.


Pasó un momento antes de que recuperara el aliento y pudiera responder.

—Ahora puedo describirlo bien para Akstyr, así que sí. ¿Sabes algo
más ahora que la has visto?

Sicarius observó a la bestia que se paseaba por debajo. Los ojos


amarillos los miraban desde la parte superior de un grueso hocico
cercado con colmillos de diez centímetros.

—Es nuriana.

—Cuidado —dijo Amaranthe—, me vas a abrumar con los detalles.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

La criatura embistió a una de las columnas de soporte. Un temblor


recorrió la estructura. Las columnas eran de hormigón. La bestia no
podía tener la masa necesaria para derribar la torre. Eso esperaba ella.

—Parece que está hecha de arcilla, aunque obviamente es más


fuerte que la cerámica común… —Se interrumpió, recordando.

—¿Qué…? —preguntó Sicarius.

Por primera vez, Amaranthe le describió el incendio, los asesinatos


y los fragmentos esparcidos en el horno gigante que había estado
investigando el día en que llamó la atención de Hollowcrest.

—¿Una criatura mágica como ésta se fabricaría con materiales


mundanos? ¿Y sería necesario que la gente muriera para que el hechizo,
el ritual o lo que sea se completara?

Sicarius la miró con dureza.

—Si es una construcción de alma, sí.

—¿Cuál es el propósito de una construcción de alma, además de…?

La criatura volvió a embestir la columna antes de girar la cabeza y


roer el acero.

—¿…matar gente y perseguirnos hasta las torres del agua? —


terminó Amaranthe.

—Proteger a su creador —dijo Sicarius.

—¿Y ese creador estaría cerca?

—Tal vez no cerca de las muertes de la criatura. Éstas parecen


aleatorias, como si simplemente estuviera reponiéndose con almas de la
gente, eligiendo víctimas que probablemente no se echen de menos…

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

aunque los soldados podrían haber sido un error. Es probable que el


creador esté en la ciudad.

Amaranthe recordó los chismes de Avery sobre una criatura vista


saltando vallas en los vecindarios del Ridge.

—Tengo la corazonada de que es Arbitan Losk.

—¿Basándote en los recortes de periódico que hay en su escritorio?

Antes de que pudiera defender su corazonada, Sicarius señaló. Una


fila de veinte soldados armados marchaba hacia la torre.

—Al menos verán a qué se enfrentan —dijo Amaranthe, luchando


por un tono positivo. Quería que los soldados vieran a la criatura, pero
temía que los atacara, dejando más muertos esparcidos sobre la fría
nieve.

Sicarius se puso en cuclillas.

—No podemos ser capturados.

Amaranthe hizo una mueca. Si lo fueran, sería culpa suya, al igual


que su situación actual.

Los soldados llegaron a la base de la colina. Varios llevaban


ballestas de repetición o mosquetes. Todos llevaban espadas. Un hombre
apuntó a Sicarius y a Amaranthe. Desde la base de la colina, podían ver
la cima de la torre de agua, aunque todavía no podían ver su base. No
sabían nada de la criatura.

Los soldados comenzaron a subir. Sus voces ascendieron por


delante de ellos.

La criatura ladeó la cabeza. Después de un momento congelado,


echó a correr. No se dirigió hacia los soldados, sino que se alejó, bajando

Serie El Filo del Emperador 01 322


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

por la parte trasera de la colina. Los hombros de Amaranthe se


hundieron. Los soldados nunca la verían.

—Ahora —instó Sicarius.

Se balanceó sobre el borde de la cornisa y se agarró a la columna.


Se deslizó y cayó al suelo. Cuando el soldado que iba en cabeza coronó la
colina, Sicarius aterrizó con un giro y salió corriendo. Esquivó las
columnas y salió en la misma dirección que la bestia.

—¡Asesino! —gritó el soldado líder—. Escuadrón Alfa, id por él.

Once hombres persiguieron a Sicarius. Eso dejó a solo nueve


mirando a Amaranthe. Sabiendo que no podía igualar el descenso de
Sicarius sin romperse los huesos, no lo intentó.

—Hola —les dijo a los soldados.

—Baja —dijo el líder—, o dispararemos.

—No he hecho nada —dijo Amaranthe—. Solo intentaba escapar


del monstruo que mató a vuestros hombres.

Un par de soldados se removieron incómodos ante la palabra


“monstruo”.

—Guárdalo para mi Ccmandante —dijo el líder.

Amaranthe se deslizó por la cornisa y descendió con precaución.


En la parte de abajo, los soldados la rodearon. Uno de ellos la registró y
le quitó el cuchillo.

—Tomsol también está muerto —dijo un soldado desde las ruinas


donde Amaranthe había descubierto el primer cadáver—. El cuerpo está
destrozado, le faltan los miembros.

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El cabo al cargo, ahora podía ver su rango, la miró como si ella


fuera la responsable.

Ella extendió los brazos con las palmas hacia arriba.

—No he hecho nada. Solo salí a correr y seguí las huellas desde el
lago.

Un soldado arrancó de la nieve el cuchillo arrojadizo de Sicarius.

—Solo saliste a correr, ¿eh?

—El lago ya no es tan seguro como antes.

—Llevadla de regreso al fuerte —dijo el Cabo—. El comandante


querrá interrogarla.

Cuatro hombres se separaron del pelotón. Dos sujetaron con fuerza


los bíceps de Amaranthe con las manos. Los otros dos los siguieron, con
los mosquetes apuntando a su espalda. Dejaron al cabo arrodillado sobre
uno de los cadáveres, con el puño pegado a los labios.

De camino a la guarnición, los eficientes soldados no dieron a


Amaranthe ninguna oportunidad de escapar. El sol se asomó sobre la
ciudad. Sus rayos aterrizaron en su espalda, pero calentaron poco. Con
la llegada del amanecer, la gente se movía por el exterior del fuerte,
dirigiéndose a un recinto vallado donde se encendían los vehículos de
vapor. Una puerta estaba abierta, y un camión de artillería blindado salía
para practicar maniobras, con su armazón de acero erizado de cañones.

Todas las personas con las que se cruzaron llevaban uniformes del
ejército, a excepción de una docena de civiles, en su mayoría mujeres.
Estaban abriendo una serie de quioscos frente a la puerta principal. Los
carteles anunciaban el pulido de botas, pasteles recién horneados y otros

Serie El Filo del Emperador 01 324


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bienes y servicios. El olor a pan plano caliente flotaba en el aire fresco, y


a Amaranthe el estómago le retumbó.

Aunque la puerta principal estaba abierta, dos soldados la


custodiaban. Cuando Amaranthe la atravesó, bien podría haber entrado
en una jaula de acero. Con tantos soldados cruzando la plaza de ladrillos
del interior, no veía como podría escapar.

Debería haber tomado el camino de Sicarius y arriesgarse a


romperse los huesos. Ahora era demasiado tarde.

***

Sespian caminó por un pasillo sin ventanas en la parte trasera del


Cuartel Imperial. Sus seis guardias tintineaban y repiqueteaban por
detrás de él. Largos periodos de sombra se extendían entre los chorros de
gas sin adornos; sus tuberías recorrían el exterior de los viejos muros de
piedra. Nadie más caminaba por el pasillo. Pocos sabían de su existencia.

Aferraba las invitaciones de cumpleaños de los diplomáticos de


ocho naciones. En caso de que Hollowcrest se enterara de su excursión,
Sespian esperaba que las invitaciones sirvieran para encubrir su
repentino interés por visitar la sede de la Red de Inteligencia Imperial.

Al final del pasillo, abrió una puerta y entró en una sala ordenada
sin ventanas con numerosos escritorios y mesas pulcros. Los
archivadores de madera se alineaban en tres de las cuatro paredes,
mientras que las estanterías llenas de libros y mapas se alzaban a lo largo
de la otra. Un par de puertas conducían a pequeños cubículos de
interrogatorio.

Ocho hombres trabajaban en la oficina, aunque Sespian sabía que


solo representaban una parte de la red de inteligencia. Algunos llevaban

Serie El Filo del Emperador 01 325


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uniformes del ejército y otros un anodino atuendo civil, aunque todos


eran soldados.

—¡Atención, sala! —ladró alguien al ver a Sespian.

Cada hombre dejó su papeleo, se puso en pie y se golpeó la palma


de la mano en el pecho en señal de saludo.

—Descansen —dijo Sespian, sintiéndose tonto en cuanto la jerga


del ejército salió de su boca. Aquellos hombres sabían que nunca había
comandado un escuadrón en un entrenamiento físico y mucho menos
había dirigido a los soldados en una batalla. Teniendo en cuenta su
manifiesto de recopilación de información, probablemente también
conocían todas y cada una de las excusas que un Sespian más joven
había utilizado para escapar de las lecciones del Maestro de Armas Orik.
Aun así, supuso que sería más probable que escucharan a un emperador
seguro de sí mismo y con capacidad de mando, y no al idealista inexperto
que Hollowcrest decía que era Sespian—. Coronel Backcrest, venga, por
favor.

El avispado jefe de la oficina de inteligencia se acercó a toda prisa,


chasqueando los talones mientras adoptaba una rígida postura de
atención. Su uniforme negro incluía botas pulidas, botones de latón
relucientes y arrugas tan marcadas que uno se preguntaba si las
planchaba con un rodillo de vapor.

—Coronel, me gustaría que comprobara el estado de estos


diplomáticos. —Sespian le entregó las invitaciones—. Asegúrese de que
no son una amenaza probable y, si pasan el examen, entregue estos
mensajes antes de la celebración de mi cumpleaños.

—Por supuesto, Sire. ¿Podemos ser de alguna otra ayuda? ¿Le


gustaría ver nuestros informes más recientes? —preguntó Backcrest,
levantando las cejas con esperanza.

Serie El Filo del Emperador 01 326


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Sespian supuso que los oficiales enclaustrados aquí atrás rara vez
recibían el reconocimiento de los soldados de campo, hombres
constantemente probados en la batalla, y en los ejercicios que les
permitían brillar ante sus camaradas y comandantes. Probablemente,
todos estos hombres estaban ávidos de elogios. Tal vez Sespian no
necesitaba actuar como un comandante experimentado después de todo;
tal vez solo necesitaba prestarles atención.

—No justo ahora —dijo—, pero os agradecería que empezarais a


enviar actualizaciones semanales a mi oficina.

El coronel se animó.

—Hollowcrest solo acepta informes bimensuales —murmuró una


voz en la parte de atrás, no con desagrado, sino con entusiasmo.

Sespian sintió una punzada de culpa. Debería haber estado aquí


antes, hablando con esta gente, aprendiendo de ellos. Su padre había
exigido a Sespian que revisara los informes imperiales con él, pero
cuando Hollowcrest se hizo cargo… Hollowcrest siempre había dado la
impresión de que prefería que Sespian no se interesara en absoluto.

—Tendré la primera copia en su escritorio al amanecer —dijo el


coronel—. ¿Algo más, Sire?

—En realidad, me preguntaba si podría disponer de alguien


durante un par de semanas para una misión especial. —Como Sespian
sabía que Hollowcrest también hablaba con estos hombres, hizo que su
petición fuera vaga.

—Por supuesto, Sire. Cualquiera de la oficina se sentiría honrado


en servirle personalmente. —El Coronel extendió su brazo para abarcar
a sus hombres, que se enderezaron aún más bajo la mirada de Sespian—
. Elija a cualquiera que le plazca.

Serie El Filo del Emperador 01 327


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Sespian sabía por sus expedientes que todos eran competentes,


tenían que serlo para trabajar en el Cuartel Imperial, pero necesitaba algo
más que competencia. Necesitaba a alguien que fuera probable que no
hubiera desarrollado una lealtad a Hollowcrest. Un hombre más joven
parecía lo mejor, y sería bueno tener compañeros de su edad con los que
trabajar. Sespian esperaba no estar haciendo su elección basándose en
sentimientos personales en lugar de en la lógica.

—Teniente Dunn —dijo Sespian.

—¿Sire? —Unos ojos brillantes y esperanzados se encontraron con


los suyos. El oficial de veintidós años llevaba menos de seis meses fuera
de la academia, según su expediente, donde se graduó como el mejor de
su clase. Aunque no pertenecía a la casta de los guerreros, ya había
impresionado a sus superiores y se había ganado numerosos elogios.

—¿Quieres trabajar conmigo un par de semanas?

—Por supuesto, Sire.

—Hablemos.

Sespian señaló uno de los cubículos. Entraron, cerraron la puerta


y se sentaron a la mesa uno frente a otro.

Dunn se removió en su silla. Sespian también se sentía nervioso.


¿Había elegido al hombre adecuado?

—Solo me informarás a mí —dijo—. Si tus superiores te piden


detalles, diles que estás bajo órdenes secretas.

—Lo entiendo, Sire.

Serie El Filo del Emperador 01 328


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—Normalmente centras tus esfuerzos en las fronteras del imperio


y más allá, así que esta será una tarea diferente para ti. Necesito que
investigues a todos los soldados que trabajan en el Cuartel.

Dunn inclinó la cabeza.

—¿Sire?

—Hollowcrest me ha estado envenenando durante el último año.


Estoy seguro de que ha tenido ayuda. —Sespian observó intensamente el
rostro de Dunn.

La conmoción que abrió los ojos del Teniente parecía genuina.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Por qué se atrevería?

—Para mantenerme a mí y a mis ideas fuera del camino. Se sintió


cómodo como regente, y no quería renunciar a ese poder.

—Despreciable —susurró Dunn.

—Ciertamente. —Sespian sostuvo los ojos de Dunn—. Por eso


necesito tu ayuda. Creo que eres un hombre en el que puedo confiar.

—¡Por supuesto! ¿Qué puedo hacer, Sire?

—Averiguar quién está conmigo y quién es leal a Hollowcrest. Me


gustaría poder dirigir la investigación yo mismo, pero la gente tiende a
comportarse de la mejor manera cuando yo estoy cerca. —Cuando no
están tratando de drogarme…

—Ciertamente. —Dunn sonrió haciéndose eco del comentario


anterior de Sespian—. Por otro lado, ¿quién se fijaría en un joven teniente
con uno de los omnipresentes uniformes de soldado que hay por aquí?

Serie El Filo del Emperador 01 329


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—Ya pensamos igual. Tus habilidades te servirán para esto. Otra


cosa… —Sespian se aclaró la garganta—. Averigua todo lo que puedas
sobre una ejecutora llamada Amaranthe Lokdon. En particular, quiero
saber si está viva o muerta. Hollowcrest dice que está muerta, pero he
decidido que lo mejor para mi salud es cuestionar todo lo que él me ha
dicho.

—Sí, Sire —dijo Dunn.

—Eso es todo. Repórtate conmigo diariamente antes del desayuno.

—Sí, Sire.

Sespian se quedó sentado en el cubículo durante unos minutos


después de que Dunn se fuera, preguntándose si podía confiar en el
hombre. Incluso si podía, esto era solo un comienzo. Tendría que reunir
a los secuaces de Hollowcrest y hacer algo con ellos, todo ello antes de
que Hollowcrest descubriera que Sespian había dejado la droga.
Esperaba tener suficiente tiempo, pero temía no tenerlo.

Serie El Filo del Emperador 01 330


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Capítulo Dieciséis
—¿Su nombre? —preguntó el sargento.

Sentada en una incómoda silla de madera, Amaranthe coqueteó


con la idea de inventarse una identidad, pero con los carteles de “se
busca” cubriendo la ciudad, los soldados lo descubrirían tarde o
temprano. Además, su interrogador probablemente descubriría sus
mentiras.

Unos ojos duros y experimentados la estudiaron bajo unas cejas


grises. Una cicatriz le recorría la mejilla y tiraba de su labio en una mueca
que le hacía parecer que había desayunado algo desagradable. Su último
prisionero, tal vez.

—Amaranthe Lokdon —dijo.

No había nadie sentado en el único escritorio, pero dos guardias


armados estaban junto a la única puerta del despacho. Estaba abierta, y
un hombre que llevaba insignias de Capitán se apoyaba en el marco y
bloqueaba aún más el paso. Al menos los soldados la estaban
interrogando aquí y no en una húmeda cámara de interrogatorios,
aunque las barras de hierro verticales que aseguraban la única ventana
ofrecían pocas esperanzas de escapar. Nadie le había atado las manos,
pero con tantos soldados a su alrededor, no veía qué importancia tendría.

—¿Ocupación? —preguntó el Sargento.

Falsificadora de dinero, conspiradora contra las coaliciones


empresariales y todo un estorbo para el Comandante de los Ejércitos
Hollowcrest.

—Ejecutora.

Serie El Filo del Emperador 01 331


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—¿Qué distrito?

—Comercial.

El sargento se paseó por la sala, con las manos entrelazadas en la


espalda. Sus botas repiqueteaban o golpeaban alternativamente mientras
cruzaba de un lado a otro sobre una fina alfombra. No cubría la red de
grietas que marcaba el suelo de hormigón, prueba de la antigüedad del
edificio.

—Una ejecutora femenina —dijo—. No puede haber muchas. Será


bastante fácil comprobar tu historia.

—Me lo imagino.

—Mujeres guerreras. Una idea ridícula. No pueden vencer a un


hombre en una pelea.

—Depende del hombre —dijo ella—. ¿Por qué no salimos del fuerte,
solos tú y yo, y probamos tu teoría?

El sargento le dirigió una mirada helada.

—¿Quién es tu amigo que huyó?

Amaranthe dudó. En la puerta, los ojos del capitán se


entrecerraron. Se removió en la dura silla. El sargento dejó caer los puños
en el escritorio, se apoyó en ellos y la miró fijamente.

—Mi compañero —dijo ella.

El sargento resopló.

—Ese hombre no es un ejecutor. Evadió a nuestros soldados más


hábilmente que un pescado engrasado.

Serie El Filo del Emperador 01 332


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—¿Mató a alguien? —preguntó Amaranthe. Por favor, no más


muertes en mis manos.

—Depende de cuánto hayáis tenido que ver vosotros dos con los
hombres que fueron asesinados junto al lago y debajo de la torre del agua.

—No tuvimos nada que ver con eso —dijo Amaranthe—. Solo
seguíamos el rastro para ver qué los había matado. —Se inclinó hacia
adelante y se agarró al borde del escritorio—. Y lo hicimos. Lo vimos y
huimos de él. Vuestros hombres deben tener mucho cuidado. No es un
oso o una pantera, como decían los periódicos. Es mucho peor.

—¿Oh?

Amaranthe frunció el ceño. El sargento sonaba más escéptico que


interesado. ¿Acaso no estaba preocupado por sus hombres perdidos?

—Sí, oh —dijo ella.

—¿Qué viste?

—Era como un puma pero mucho más grande. Era fuerte, pero no
era elegante. Era feo y con forma de bloque, como algo que fuera
moldeado en arcilla. No es de origen natural.

El sargento intercambió miradas significativas con el capitán, que


aparentemente se conformaba con dejar que su hombre hiciera el
interrogatorio mientras él observaba. Una parte de ella quería contarles
todo: las amenazas de asesinato de Forge, el que estuvieran drogando al
emperador por parte de Hollowcrest y sus sospechas sobre la criatura.
Pero nunca la creerían. Sin embargo, si existía la posibilidad de
involucrarlos en la caza del monstruo, tenía que intentarlo. Después de
ver como el cuchillo de Sicarius chocaba inútilmente contra el ojo de la
bestia, supo que matarla estaba fuera del alcance de su equipo.

Serie El Filo del Emperador 01 333


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—¿Cómo que no es de “origen natural”? —preguntó el sargento.

Amaranthe se inclinó hacia atrás y sintió el duro borde de la silla


contra sus omóplatos. Pensó en sus próximas palabras. Si se limitaba a
decir que la bestia era una creación mágica nuriana… algo de lo que se
suponía que los súbditos imperiales no sabían nada… se encontraría en
una celda como conspiradora. Tenía que llevarles a sacar sus propias
conclusiones.

—No lo sé —dijo—. Nunca he oído hablar de algo como ese


monstruo. Mi camarada le lanzó un cuchillo al ojo y la hoja no penetró.

—El arma debió de girar y golpear con la empuñadura —dijo el


sargento.

Amaranthe negó con la cabeza.

—La punta dio de lleno. Justo en el ojo. Cayó como si hubiera


golpeado acero.

—Imposible. Viste mal.

Créeme, maldita sea.

—Solo soy una ejecutora, y no sé demasiado sobre política, pero,


¿no es posible que algún… no sé… enemigo del imperio haya enviado a
la criatura aquí para crear problemas? Especialmente ahora, con la
celebración del cumpleaños del emperador a pocos días de distancia.
Diplomáticos extranjeros y cientos de funcionarios importantes de todo
el imperio están en la ciudad. ¿No crees que es un mal momento para
que los soldados empiecen a aparecer muertos?

—Nunca es un buen momento para que aparezcan soldados


muertos. —El sargento bajó su barbilla hasta el pecho—. Sin embargo,
es un poco sospechoso. El momento y todo eso. Supongo que…

Serie El Filo del Emperador 01 334


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En la puerta, el capitán se aclaró la garganta. El sargento miró


fijamente a Amaranthe.

—Yo soy el que estoy haciendo las preguntas —dijo—. Por lo que
sé, estás intentando distraerme de tu participación en la muerte de
nuestros hombres.

—¿Viste los cuerpos? —preguntó ella—. Estaban mutilados. Por


algo con colmillos y garras. ¿Cómo podría haber hecho eso yo?

—Los seres humanos son criaturas viles e ingeniosas. Los he visto


hacer cosas perversas entre ellos.

—Sí, yo tenía garras retráctiles de quince centímetros instaladas


bajo las uñas para hacer ese trabajo. —Amaranthe extendió la mano. Ni
siquiera había espacio para ocultar una mota de suciedad bajo las
protuberancias masticadas en las puntas de sus dedos—. Además, has
visto las huellas. Sabes que hay algo inhumano.

—¿Qué estás sugiriendo? ¿Que se trata de una especie de bestia


mágica colocada por los enemigos del imperio?

Sí.

—¿Magia? Pensé que no existía.

El sargento golpeó con sus nudillos el borde del escritorio.

—Eso es exactamente lo que deberías pensar.

—Pero si existiera… —Amaranthe frunció el ceño, pensativa,


instándole en silencio a que hiciera la conexión.

Él la miró sin comprender.

La exasperación se apoderó de ella.

Serie El Filo del Emperador 01 335


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—Si existiera, todos podríamos estar en peligro. Si alguien que


utiliza las ciencias mentales aparece en el cumpleaños del emperador…

Las cabezas del capitán y del sargento se alzaron como sabuesos


que han captado un rastro. ¡Idiota, palabra equivocada!

El capitán levantó la barbilla hacia el pasillo y el sargento lo siguió.


Los dos soldados como esculturas que habían vigilado la salida los
siguieron. La puerta se cerró con un golpe seco. Un candado sonó.

Amaranthe se acercó a la puerta y apretó el oído contra ella.

—… peor que el asesinato… colaborador nuriano.

—… dijo la ciencia, no la magia… peligroso.

—... ¿cárcel?

—… influenciar a los prisioneros. Déjala… el general querrá…

Las voces se movieron fuera del alcance. La madera fría de la puerta


se sintió engañosamente relajante contra la mejilla de Amaranthe. ¿Qué
van a hacer conmigo?

Se dejó caer al suelo, con la espalda pegada a la puerta. El


hormigón irradiaba calor bajo sus palmas. No había chimenea ni estufa
en la habitación, pero el aire era agradable. Muchos de los grandes
edificios de la ciudad se calentaban con hipocaustos. Si éste lo era, eso
significaba que había conductos de humo en las paredes y espacios bajo
el suelo por los que circulaba el aire caliente.

Sus dedos siguieron una de las muchas grietas. La grieta


serpenteaba en una esquina junto a la pared de la ventana. ¿Podría el
edificio estar lo suficientemente deteriorado como para poder escapar por
el suelo?

Serie El Filo del Emperador 01 336


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Sobre las manos y las rodillas, cruzó la habitación, tanteando las


prometedoras grietas. Tras apartar la alfombra, encontró una zona en la
que se cruzaban varias grietas, creando una isla en forma de diamante
en el centro.

Metió los dedos en las grietas más amplias y movió la pieza. El trozo
se movió ligeramente, pero no pudo liberarla.

Amaranthe se puso en pie e investigó el escritorio. Una piedra lisa


que se usaba como pisapapeles captó su interés. La agarró y luego
rebuscó en los cajones. En uno de ellos había un montón de pasteles
envueltos. Al parecer, el capitán era muy goloso, o tal vez sobornaba a
sus hombres con recompensas. Los dejó encima del escritorio. Tal vez
podría utilizarlos si escapaba del edificio.

El abrecartas escondido detrás de una colección de material de


escritura tenía un uso más inmediato. Aunque era demasiado romo para
ser un arma, tenía suficiente peso para ser un improvisado cincel.

Agarró una bufanda de una percha cercana a la puerta y la utilizó


para amortiguar su trabajo. El golpe del pisapapeles contra el extremo
del abrecartas seguía sonando demasiado fuerte para sus oídos.
Afortunadamente, los hilos de cemento que quedaban se rompieron con
facilidad. Levantó la losa de dos centímetros y medio de grosor. Debajo
de la capa superior descansaban baldosas de medio metro cuadrado.
Aunque no se sorprendió, gimió ante la barrera adicional. Sus captores
no la dejarían tranquila indefinidamente.

Solo una baldosa era totalmente visible, y no presentaba grietas ni


signos de debilidad. Sin embargo, tendría que trabajar con ella o intentar
levantar más del suelo lo que le llevaría demasiado tiempo.

Puso la mano sobre la baldosa. El calor se filtraba a través de la


cerámica. Golpeó la baldosa con el pisapapeles, y el ruido sordo le dio

Serie El Filo del Emperador 01 337


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una razón para continuar. Sonaba como si un conducto o espacio de


arrastre pasara por debajo. Volvió a agarrar el abrecartas y picó el
cemento desgastado que rodeaba el borde de la baldosa.

El tiempo pasó desangrándose. Siempre que sonaban voces o pasos


en el exterior, miraba hacia la puerta, con el abrecartas apretado en el
puño.

Por fin, soltó la baldosa. Una abertura negra se abría debajo de ella,
y el aire cálido salía por la brecha. Unos pilares sostenían cada una de
las esquinas donde se había colocado la plaza, y la oscuridad acechaba
a su alrededor. Se agachó para medir el espacio hasta el fondo. La
suciedad húmeda y el moho cubrían el áspero hormigón que había
debajo. Se estremeció y limpió los dedos en la alfombra. ¿Qué esperaba?
¿Un espacio de arrastre recién fregado?

Calculó una profundidad de sesenta centímetros a través de la cual


retorcerse. Suficientemente buena.

Tomó los pasteles envueltos y se los metió en la camisa. Con los


pies por delante, entró en el agujero. Arrodillada, arrastró la alfombra
hacia su lugar. Su ruta de escape no sería un misterio por mucho tiempo,
pero no necesitaba ser obvia al respecto.

La oscuridad se la tragó, robándole la vista. Inhaló profundamente


y se obligó a mantener la calma en el reducido espacio. El aire caliente y
ahumado, cargado de olor a carbón quemado, le irritó las fosas nasales
y la garganta.

Anduvo a tientas y se raspó los nudillos contra un pilar. El calor


parecía provenir de su izquierda, así que se arrastró en esa dirección. El
moho se aplastaba bajo sus dedos. El sudor pronto bañó su cuerpo. La
arena y el polvo se adhirieron a sus palmas. Algo peludo le rozó la muñeca
y se alejó corriendo. Levantó la mano. Aunque dudaba que tuviera algo

Serie El Filo del Emperador 01 338


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que temer de las ratas, no podía dejar de imaginar hordas de esas


pequeñas bestias pululando sobre ella y royendo su carne.

Amaranthe suspiró aliviada cuando llegó a un pozo inclinado hacia


abajo. Se metió en él y se arrastró por él. A medida que descendía, el
humo se concentraba más y el calor se intensificaba. Sofocando la tos,
dobló una esquina y un cuadrado de luz apareció debajo de ella. Cuando
llegó al final del pozo, se balanceó hacia fuera, esparciendo ascuas
ardientes de una hoguera. Se golpeó la cabeza mientras se apresuraba a
atravesar las llamas. Una vez libre, pisoteó fuerte y sacudió la ropa para
asegurarse de que no se quemaba nada.

Dos hombres con el torso desnudo y llenos de hollín la miraron.


Ambos sostenían palas llenas de carbón. Aparte del resplandor del fuego,
una única linterna proporcionaba luz. Detrás de los trabajadores se
elevaban unas escaleras.

Amaranthe sacó de su camisa dos tortas planas machacadas y le


entregó una a cada hombre.

—Estáis haciendo un trabajo excelente. No me habéis visto,


¿verdad?

Parloteaban en un idioma extranjero. Tal vez Arbitan y Larocka no


eran los únicos que explotaban a los esclavos ilegales. Afortunadamente,
los hombres mostraron más interés en los pasteles que en ella.

Amaranthe se deslizó junto a ellos y subió las escaleras. Abrió de


golpe la puerta de arriba. A pocos metros, se alzaba una pared de
ladrillos. Estaba detrás del edificio, cerca del límite del recinto. Un
guardia pasó ruidosamente por la pasarela superior. No se podía pasar
por encima del muro, pero el ladrillo liso desafiaba la escalada de todos
modos.

Serie El Filo del Emperador 01 339


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Se sacudió el polvo, el moho y otras manchas dudosas de la ropa.


Luego se acomodó los pasteles planos restantes en un brazo y salió a la
luz del sol. Un camino de hielo y grava la llevó a lo largo de la pared y
luego se desvió por un callejón entre edificios.

La puerta apareció a la vista, pero la concurrida plaza se extendía


ante ella. Decenas de soldados se agolpaban aquí y allá. Dos hombres
más custodiaban la salida, pero al menos era una pareja diferente a la
del amanecer.

Amaranthe levantó uno de los pasteles con el brazo libre y entró en


la plaza.

—¡Pasteles frescos! Uno por dos ranmyas, dos por tres. —Agitó el
dulce y se dirigió a la puerta—. ¡Consigue tus pasteles planos aquí
mismo! No hace falta esperar hasta la llamada de la comida para un
sabroso tentempié. Usted, señor. Parece hambriento. Solo dos ranmyas
por un suntuoso dulce.

Un soldado pasó junto a ella, pero no levantó la vista. La emoción


vibró a través de sus miembros. Tal vez esto funcionara. Los hombres
apenas se fijaron en ella. Los soldados, que se habrían abalanzado sobre
un prisionero en fuga, evitaron el contacto visual con una vendedora
insistente.

Estaba a mitad de camino hacia la puerta y felicitándose a sí misma


cuando una mano se aferró a su hombro. Amaranthe se volvió, fijando
en su rostro la expresión de una comerciante ansiosa.

—Señor —dijo al cabo que la sujetaba—. Veo que es usted un


hombre que aprecia el delicioso sabor de una torta fresca. Mis dulces
utilizan ingredientes superiores y…

Serie El Filo del Emperador 01 340


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Cómo has entrado aquí? ¿Cuántas veces os he dicho que el


fuerte está prohibido para los civiles? Vende tu basura fuera de los muros
si es necesario.

—Señor, protesto —dijo Amaranthe, mientras el cabo la hacía


pasar por la puerta. Los dos soldados evitaron las miradas al cabo, sin
duda preguntándose cómo la habían dejado pasar—. ¿Cómo se supone
que una buena mujer de negocios… y una ciudadana leal, se lo aseguro…
va a ganarse la vida con normas tan estrictas? Tengo niños que necesitan
parkas nuevas.

—No es mi problema. —El cabo la soltó con un empujón.

—¡Voy a quejarme al emperador!

—Hazlo.

Levantando la barbilla, Amaranthe se alejó del fuerte. Se mordió el


labio para no sonreír. Todavía había soldados que evitar. Numerosos
hombres recorrían los caminos nevados más allá de las murallas con
algún que otro recado. Si uno de los soldados que la habían capturado
estaba cerca, eso significaría problemas.

Tenía que llegar a la curva del camino que tenía delante. Los
árboles que había allí ocultaban la vista y le proporcionarían cobertura
para correr hasta el lago. Solo entonces se relajaría.

Unas botas golpearon el camino despejado de nieve detrás de ella.


Amaranthe se estremeció. Tan cerca.

Se giró y un soldado más grande que Maldynado se detuvo ante


ella. Estaba armado, pero solo. Tal vez ella podría…

—Dos, por favor —dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 341


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Qué? —preguntó Amaranthe.

El soldado sacó tres billetes. El alivio hizo que su sonrisa fuera


genuina. Le entregó dos pasteles planos. Él le dio el dinero, le hizo un
gesto brusco y se fue corriendo, con los dedos pelando los envoltorios.

Amaranthe se apresuró a seguir el camino, segura de haber


superado su cuota de suerte de la semana. Cuando se adentró en los
árboles, casi tropezó con Sicarius. Estaba agazapado sobre la punta de
los pies, observando cómo se acercaba.

—¿Te han dejado ir? —Su mirada se posó en los pasteles y los
ranmyas que ella tenía en las manos.

—No intencionalmente. —Una campana de alarma sonó en el


fuerte, y Amaranthe hizo una mueca de dolor—. De hecho, deberíamos
irnos. Ahora.

Bajaron corriendo la ladera y se dirigieron al sendero del lago.

—¿Qué estabas haciendo? —le preguntó ella.

—Esperar a que cayera la noche para poder recuperarte.

—¿De verdad? ¿Como una operación de rescate? —Conmovida le


sonrió—. ¿Es posible que de asesino estirado y sin sentimientos hayas
llegado a interesarte por mí?

—Se te necesita para ejecutar la parte final del plan.

Su sonrisa se hizo más profunda.

—No te preocupes. No tienes que decirlo.

—¿Qué?

Serie El Filo del Emperador 01 342


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Te gusto.

—Dado que es tu plan es lógico que tu seguridad sea una prioridad


hasta que Forge sea frustrado.

—Tranquilo, Sicarius. Si no tienes cuidado con todas estas


afirmaciones de afecto, podría suponer que quieres que seamos amigos.

Él la miró de reojo con un leve indicio de diversión que se filtraba


a través de su pétrea fachada.

—¿Avisaste a los soldados sobre el origen de la criatura?

—Lo intenté. Mi nuevo conocimiento de la magia solo atrajo


sospechas.

—Debemos concentrarnos en el emperador —dijo Sicarius—. No


hay nada más que puedas hacer con esta criatura.

—Ya veremos…

***

—¿Dónde está Akstyr? —preguntó Amaranthe cuando ella y


Sicarius regresaron a la fábrica de conservas.

Quería saber si Akstyr sabía algo sobre las construcciones de


almas, por ejemplo, cómo matarlas. Echó un vistazo a los mostradores y
a los billetes que se secaban, pero no lo vio.

—No sé. —Maldynado dejó caer el mango de la cortadora de papel


para cortar un nuevo billete falso de veinte sin usar.

—Yo tampoco. —Books estaba aplicando tinta a la prensa—. Creía


que estaba de guardia.

Serie El Filo del Emperador 01 343


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Nadie está de guardia. —Amaranthe miró a Sicarius—. ¿Puedes


comprobar fuera si hubo alguna refriega?

Sicarius inclinó la cabeza y se fue.

—No es culpa mía, Amaranthe —dijo Maldynado.

Amaranthe no se unió a ellos.

—Yo no he dicho que lo sea.

—No, pero a las mujeres les gusta echarme la culpa de las cosas,
así que pensé en anunciar mi inocencia de forma preventiva.

—¿Qué tipo de cosas? —preguntó Books—. ¿Sus embarazos no


deseados?

—Por supuesto que no. Ser padre de mi descendencia sería un


honor. Ellas lo saben.

Tras intercambiar miradas con Books, Amaranthe cogió un


bolígrafo y varias hojas de papel. Con los montones de billetes falsos
preparados, era hora de ver si su farol funcionaba.

Se sentó en un mostrador y escribió una nota.

Tenemos un compromiso que beneficie a los intereses de ambos. Es


imperativo que nos reunamos antes del cumpleaños del emperador. En la
medianoche de dentro de tres días en el desguace fuera de la Fundición
de Hierro del Roble.

Sicarius entró en la fábrica de conservas y Amaranthe le hizo un


gesto para se acercara.

—Akstyr se fue por su propia voluntad —dijo.

Serie El Filo del Emperador 01 344


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—Gracias por comprobarlo. —Le acercó la nota al otro lado del


mostrador—. Necesito tus habilidades artísticas.

En silencio, se sentó frente a ella y leyó la nota.

Amaranthe apartó el papel descartado que había sacado de la


papelera de Larocka.

—¿Podrías hacer una copia de mi nota con su letra? Y necesito una


nota idéntica con la letra de Hollowcrest.

Cruzó las manos sobre el mostrador y observó su rostro, medio


esperando que Sicarius negara saber cómo era la letra de Hollowcrest,
medio esperando que dijera nada y se limitara a mirarla fijamente.

Él le dirigió una mirada suave, pero tomó el bolígrafo y comenzó a


escribir. Ambas notas.

—La Fundición de Hierro del Roble no es de Larocka, ¿correcto? —


Al terminar su trabajo dejó caer la pluma.

—No —dijo Amaranthe—. Una familia de casta guerrera la ha


poseído durante generaciones; debería ser territorio neutral para todas
las partes.

Sicarius se puso en pie, pero pareció recordar algo. Sacó un papel


doblado y se lo entregó a Amaranthe. Recordando su cartel de “se busca”,
hizo una mueca de dolor. ¿Y ahora qué?

Se quedó mirando el dibujo y no supo si divertirse o sentirse


molesta por la imagen familiar…

—Maldynado, este es para ti.

—¿Eh? —Maldynado dejó la cortadora de papel y se acercó—.


¿Qué…? Oh. Reconozco a ese magnífico tipo.

Serie El Filo del Emperador 01 345


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Me imagino que si —dijo Amaranthe.

En el cartel de “se busca” aparecía el dibujo que la mujer de la


tienda de tinta había hecho de él. Esta versión venía con unas palabras
en la parte interior: Maldynado Monticzhelo. Se busca vivo o muerto: 250
ranmyas.

—¿Doscientas cincuenta ranmyas? Eso no puede ser correcto. —


Maldynado se pasó los dedos por los suaves rizos castaños—. ¡Mi último
corte de pelo costó más que eso!

—Veo que estás considerando esto con la máxima seriedad.

—Debe ser un error de imprenta. ¿No crees que es un error de


imprenta? —Maldynado dirigió a Sicarius una mirada suplicante.

Sicarius le devolvió la mirada sin hacer ningún tipo de comentario.

—Doscientos cincuenta. —La mirada de Maldynado se desvió hacia


Amaranthe—. ¡La tuya es de diez mil! Y Sicarius, ofrecen un millón por
él.

—Segura que no te pones en la liga de Sicarius —dijo Amaranthe,


divertida ante los lloriqueos de Maldynado, a pesar de lamentar que, de
alguna manera, hubiera conseguido que la ley se fijara en él.

—No —admitió Maldynado—, pero tú solo eres una chica. Cómo


puede ser la tuya por… —Extendió los dedos y comenzó a calcular en voz
baja.

—Cuarenta veces más, idiota —dijo Books, con los ojos brillando
de aparente agradecimiento por el cartel.

Serie El Filo del Emperador 01 346


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Cuarenta veces? —Maldynado se apretó la frente—. Eso es un


insulto. Soy mucho más, eh… Soy… ¡Mira! —Se puso de lado, sacó pecho
y flexionó los bíceps.

—Efectivamente —dijo Amaranthe, luchando para no reírse.

—Dos cincuenta. —Dejó caer la cabeza y su pelo se agitó en torno


a sus angulosos pómulos mientras se deslizaba hacia la cortadora de
papel—. Los cazarrecompensas ni siquiera se molestarán en levantarse
de la mesa cuando me vean en un comedor. ¿Por qué arriesgarse a un
tirón muscular desenfundando una espada por una recompensa tan
mísera? Tendré suerte si me tiran un tenedor.

Un momento después, Akstyr atravesó la puerta. Amaranthe se


quedó mirando un pastelito empapado en glaseado que colgaba de su
boca. Agarraba un saco grasiento en el que se leía “Panadería de Curi”.

Olvidando aparentemente su descontento, Maldynado se acercó y


sonrió al saco. Akstyr le ofreció afablemente un pastelito, que Maldynado
se metió en la boca.

—Pensé que no tenías dinero —dijo Maldynado.

—No lo tengo. —Akstyr le sonrió a Amaranthe—. Tu dinero falso


funciona muy bien.

Casi se cae del taburete.

—¿Usaste las falsificaciones?

—Uh huh.

—¿Cómo has podido? Nos has puesto a todos en peligro. Esa


comerciante se va a dar cuenta de que no es auténtico, si no lo ha hecho
ya. Si lo rastrean hasta nosotros… —Amaranthe resistió el impulso de

Serie El Filo del Emperador 01 347


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

correr hacia la fachada del edificio y mirar a través de las ventanas


tapiadas que daban a la calle. Seguramente era demasiado pronto para
que un escuadrón de agentes de la ley bajara por el muelle hasta su
puerta.

—Imbécil —dijo Books a Akstyr—. ¿Cómo has podido ser tan


desconsiderado? Poner todo en peligro por una golosina.

—No sabía que sería un problema.

—¿Cómo no lo sabías? Lo que quieres decir es que no pensaste.

Akstyr tiró el saco sobre la mesa.

—Esto masca bolas de rata.

—Qué coloquialismo tan colorido —dijo Books—. Está claro que tus
años de pandillero te educaron bien.

Las manos de Akstyr se cerraron en puños.

—He estado trabajando día y noche, y no estoy sacando nada de


esto. Si vais a tratarme como un idiota, me voy.

Amaranthe frunció el ceño, tentada a dejarle marchar. Si iba a ser


más un lastre que una ayuda, ¿por qué mantenerlo? Pero no, necesitaba
toda la fuerza humana posible para terminar de imprimir los billetes y
organizar la reunión con Forge y Hollowcrest.

—Todo estará bien —se tranquilizó—. Simplemente no gastes más.


Y tienes un buen punto. Todos hemos trabajado mucho. A partir de
ahora, solo habrá dos personas trabajando en la prensa y una haciendo
guardia. Los otros dos pueden relajarse. —Abrió la mano con la palma
hacia Akstyr—. O estudiar.

—Lo que sea. —Akstyr recogió su saco y se dirigió a un rincón.

Serie El Filo del Emperador 01 348


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Tal vez involucrarlo más en la conspiración y la planificación


despertaría su interés, o al menos lo mantendría concentrado y leal.

—Akstyr —dijo—, ¿puedes organizar una reunión entre tu antiguo


jefe de la banda y yo?

—Lo que sea.

—¿Eso es un sí? —le preguntó.

Una mirada silenciosa le respondió. Encantador. Un Sicarius en


formación.

Amaranthe se unió a Books en la prensa. Con los ojos muy abiertos


por la preocupación, él negó con la cabeza. Ella compartía el sentimiento.

—Empecemos a empaquetar los billetes secos en el cajón de los


pollos de Maldynado —dijo—. Por si acaso tenemos que irnos a toda prisa.

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Capítulo Diecisiete
El primer informe de inteligencia del Coronel Backcrest llegó
mucho antes del amanecer, y Sespian se dirigió a su escritorio para leerlo.
Todavía en zapatillas y pijama, se deslizó en la gélida silla de madera sin
molestarse en echar carbón a la estufa. Alguien se daría cuenta de que
estaba despierto y entraría a alimentar el fuego en breve. El personal
siempre se retorcía las manos con respetuosa angustia cuando él mismo
hacía ese tipo de cosas.

Según el informe, las fronteras estaban extrañamente tranquilas y


nadie había visto una nave de guerra nuriana en meses. Tal vez eso
significaba un menor interés en las hostilidades, pero lo más probable es
que representaba una pausa para conspirar y planear. Una criatura no
identificada que asesinaba a los ciudadanos en los muelles le parecía una
preocupación más inmediata. Garabateó una nota para Backcrest en la
que solicitaba más información.

Cuando Sespian dejó a un lado el informe, echó un vistazo a los


bocetos que había hecho unas semanas antes para una nueva ala de arte
en la universidad. Bonito, pero no estructuralmente estable. Su mente se
había visto realmente afectada por aquella droga. Pobre Amaranthe
Lokdon, acosada por un simplón.

Su ceño se frunció aún más cuando volvió a pensar en la noche en


que ella había saltado desde la ventana de Hollowcrest. ¿Por qué había
estado en el cuartel? Debía de haber vuelto de la misión especial de
Hollowcrest, una misión de la que Sespian no sabía nada. Tal vez Dunn
averiguara más. ¿Por qué la habría elegido Hollowcrest para un trabajo
secreto? Apenas conocía a los ejecutores de la ciudad, ¿por qué habría
traído a una al Cuartel?

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Por mi culpa. Tonto. Con su balbuceo enamorado, había llamado la


atención de Hollowcrest sobre Amaranthe. Tristemente, se dio cuenta de
que cualquier problema que ella hubiera encontrado desde entonces era
muy probablemente culpa suya. ¿Pero cómo había terminado ella con el
cuchillo de Sicarius? Seguramente Hollowcrest había estado mintiendo;
no era posible que ella trabajara con ese monstruo.

Una tímida llamada a la puerta sonó.

—Pase, teniente —adivinó Sespian. Hollowcrest nunca llamaba


tímidamente ni se presentaba tan temprano.

Papeles en mano, Dunn entró en el despacho. A pesar de lo


temprano que era, su uniforme estaba planchado, su pelo peinado, su
barba afeitada y sus botas pulidas. Preguntándose si debía sentirse
satisfecho por la dedicación o avergonzado por su propio estado de
pijama, Sespian hizo un gesto al teniente para que tomara asiento frente
al escritorio.

—He identificado a algunos de los compinches de Hollowcrest, Sire


—dijo Dunn—. Me va a llevar mucho tiempo completar una lista
exhaustiva sin llamar la atención, pero he empezado por los más altos.
Tendrán más poder para influir en los subordinados, imagino.

Sespian asintió y se inclinó hacia delante para examinar tres


papeles que Dunn le tendió.

—Estos son hombres leales a usted. —Dunn señaló cada lista


mientras hablaba de ella—. Estos son los hombres de Hollowcrest, y estos
son los indiferentes que han dicho que solo están aquí para trabajar y no
les importa quién esté al mando.

Serie El Filo del Emperador 01 351


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—Esos hombres no me preocupan. —La barbilla de Sespian cayó


al leer la larga lista de nombres bajo Hollowcrest—. ¿El Lord Comandante
General de cada satrapía?

—Lamentablemente, sí, Sire.

Que no cunda el pánico, Sespian. Era alarmante, pero esos hombres


estaban a cientos de miles de kilómetros de distancia y eran una amenaza
menos inmediata que los traidores que había en el Cuartel Imperial y sus
alrededores.

—General Lakecrest. —Nombró al comandante de la base del


Fuerte Urgot, en las afueras de Stumps—. Eso es un problema.

—Sí, Sire.

—Veo que te has colocado en mi lista —dijo Sespian—. Justo al


principio, también. —Sonrió.

—Por supuesto, Sire.

—Nos superan en número. ¿Seguro que no quieres cambiar de


bando?

Las fosas nasales de Dunn se encendieron con indignación.

—Nunca apoyaría a alguien que drogara a su emperador.


Hollowcrest no tiene honor.

—En efecto, no lo tiene. —Sespian deslizó los papeles en una pila


y se aclaró la garganta. Se esforzó por aparentar un interés no más que
casual en su siguiente pregunta—. Estoy seguro de que esto te ha tenido
muy ocupado, pero, ¿has averiguado algo sobre la Cabo Lokdon?

Una expresión de cautela apareció en Dunn, y Sespian se preparó


para recibir malas noticias.

Serie El Filo del Emperador 01 352


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Todavía está viva, Sire.

—¿Oh? —La emoción revoloteó en el vientre de Sespian, pero la


sombría expresión de Dunn le robó el placer—. ¿Pero?

—Ayer por la mañana, se escapó de Fort Urgot, donde estaba


retenida para ser interrogada sobre unos cadáveres. Se cree que tiene
algo que ver con la criatura que ha estado asesinando a gente en los
alrededores de la costa.

—Sí, he leído sobre esa criatura —dijo Sespian, aunque no veía


como Amaranthe podía estar relacionada con ella.

—Además, había un hombre con ella que escapó —dijo Dunn—.


Más tarde fue identificado como el criminal Sicarius.

Sespian se hundió en su silla.

—Tal vez solo parecía… Tal vez ella no… —No, no se le ocurría una
razón lógica de por qué estaría con el asesino—. Maldita sea. Quería… —
Consciente de que Dunn lo observaba, Sespian se sentó erguido y cerró
la boca. Podía reflexionar y gemir cuando estuviera solo.

—Está bien —dijo Sespian—. Completa estas listas para mí, por
favor. Y si puedes, solicita a alguien para que vigile a Hollowcrest. Tal vez
alguien del personal de limpieza de la casa. Quiero saber si abandona el
Cuartel o se reúne con invitados aquí.

Sespian no iba a tener tiempo de pasar horas acechando en los


conductos para espiar a Hollowcrest él mismo. Tenía que averiguar como
subvertir… ¿o era des-subvertir?... al General Lakecrest y a todos los
demás hombres locales de la lista. Todos soldados, observó
sombríamente. Todos hombres con los que no tenía nada en común.
Nada de lo que preocuparse.

Serie El Filo del Emperador 01 353


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

***

—Cuando preguntaste cómo ponerte en contacto con mi antigua


banda —dijo Akstyr—, no pensé que pensaras llevarme contigo.

Amaranthe lo guió, con su vaina arrastrándose por los montículos


que llegaban hasta sus rodillas a lo largo del camino. Se sentía ridícula
llevando una espada corta con su falda y chaqueta largas de mujer de
negocios, pero en este barrio nadie se preocupaba por la moda. El sendero
de nieve compactada dividía una calle estrecha, y las estribaciones daban
acceso a las viviendas en ruinas, los burdeles y las tiendas de alcohol.
Tras las rejas de hierro forjado, el escaparate agrietado de un fumadero
prometía drogas ilegales en varios idiomas. Hombres y mujeres envueltos
en bultos con los que se cruzaban llevaban espadas, cuchillos largos o
hachas oxidadas y picadas.

—Pensé que tal vez querrías presumir ante tus antiguos camaradas
de que habías escapado y que estabas bien —dijo.

—¿Y trabajar para una loca sin cobrar?

—Cuidado, los pondrás celosos. —Amaranthe pasó por encima de


una pila de excrementos humanos aplastados en la nieve—. Además,
conoces a esa gente. No puedo pensar en nadie mejor para acompañarme
cuando trate con ellos.

—Excepto él. —Akstyr hizo un gesto con la barbilla para indicar a


Sicarius, que caminaba unos pasos por detrás, escudriñando los
alrededores con atención.

—Está aquí por si hay problemas —dijo Amaranthe—. Es tu


consejo lo que necesitaré.

—Lo que sea. No veo por qué no puedes usar mensajeros oficiales
para entregar tus mensajes.

Serie El Filo del Emperador 01 354


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Porque… —Estoy tratando de involucrarte con nuestra misión y


lograr que te importemos para que no nos entregues por nuestras
recompensas—. La Red de Mensajería requiere demasiada información
personal sobre el remitente. Puedo mentir, pero si alguien vuelve más
tarde preguntando por mí, responderá. Necesitamos gente con la que
podamos contar con discreción.

—¿Y se te ocurrió pandilleros asesinos? —preguntó Akstyr.

—Sorprendentemente, sí. ¿Te los imaginas respondiendo con


sinceridad si los secuaces de Hollowcrest vienen a preguntar?

—Probablemente, no —dijo Akstyr—. Sin embargo, te cobrarán


más de lo que te cobrarían los mensajeros.

—Lo esperaba.

—Nos están vigilando —dijo Sicarius.

—También esperaba eso —dijo Amaranthe.

Su grupo dobló una esquina. Mendigos, borrachos y traficantes de


drogas se alineaban en las calles. Amaranthe supuso que la mayoría
cumplía una doble función como vigías y espías.

—La entrada está ahí abajo. —Akstyr señaló un callejón de apenas


medio metro de ancho.

Ninguna puerta evidente marcaba los lados astillados de los


edificios de ladrillo, aunque una estrecha escalera metálica situada en
una de las paredes se elevaba en espiral hacia el tejado.

—¿Nos invitamos a subir o esperamos a que nos den la bienvenida?


—preguntó Amaranthe.

—Eso ya está aquí.

Serie El Filo del Emperador 01 355


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Un niño de nueve o diez años se desprendió de un rincón


sombreado y se plantó frente a Akstyr, con los puños en las caderas.

—Se supone que estás muerto, maldito mago maldecido.

—Hemos venido a ver al jefe, Pichón —gruñó Akstyr—. Puedes


comerte la calle.

—Tuskar no quiere ver a un mago de mentira —dijo el chico.

—¿Y a mí? —Amaranthe levantó un dedo—. ¿Consentiría verme a


mí?

—¿Qué quieres, mujer? —preguntó el chico.

—Tengo un trabajo para alguien de tu banda. Un trabajo


remunerado.

La ética del trabajo corría con fuerza entre los ciudadanos del
imperio, una construcción social demasiado arraigada como para dejarla
de lado tan fácilmente como el código legal. Amaranthe esperaba que
incluso los miembros de las bandas valoraran la idea de ganarse el
sueldo.

—¿Eso es cierto? —El chico miró a Sicarius—. ¿Quién es él?

Amaranthe sospechaba que más oídos que los de este joven


estaban escuchando la conversación.

—Mi secretario.

El chico resopló.

—Lo que sea. Sígueme.

Serie El Filo del Emperador 01 356


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe llevó a sus hombres al callejón, siguiendo a su nuevo


guía.

—¿Secretario? —murmuró Sicarius por detrás de ella.

Ella le lanzó una sonrisa por encima del hombro.

—Sí, tú escribiste mis cartas.

La estrecha escalera era tan empinada que Amaranthe decidió


reclasificarla como escala. Mejor dicho, una trampa mortal. A medida que
ascendían, el desvencijado artilugio temblaba con tanto entusiasmo que
se imaginó la caída y los huesos rotos.

Tres pisos más arriba, la subida terminó en la parte superior del


edificio, donde les esperaba mucho más que un techo. Un campamento
permanente formado por cabañas de madera y chatarra se extendía por
la nieve cargada de huellas. El poblado elevado abarcaba al menos diez
edificios adyacentes unidos por endebles tablones. El tejado ofrecía una
excelente vista del lago helado, que brillaba blanco bajo el cielo azul.

—Agradable localización —dijo Amaranthe.

El chico se inclinó como si él hubiera orquestado la construcción.


Los condujo junto a los defensores apostados en las esquinas del tejado.
Las ballestas o los mosquetes se apoyaban en las paredes bajas para
facilitar el acceso. Un momento de duda se hundió en la boca del
estómago de Amaranthe. Era el tipo de gente que estaría al día en los
últimos carteles de “se busca”. Tal vez debería haber buscado mensajeros
en otra parte. Sin embargo, estos hombres también tendrían conexiones
con los bajos fondos y probablemente podrían entregar sus notas sin
llamar la atención.

—Oficina de Tuskar. —El chico se detuvo ante una de las chozas


más grandes.

Serie El Filo del Emperador 01 357


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Dos brutos carnosos montaban guardia fuera. Uno de ellos


presentaba unos dientes frontales perdidos mientras miraba
lascivamente a Amaranthe.

El chico no se quedó para hacer una presentación. Amaranthe miró


a Akstyr, que se limitó a encogerse de hombros. Cuando alcanzó el
pestillo de la puerta, los guardias no hicieron ningún esfuerzo para
detenerla. Esperando, ¿verdad?

La habitación interior parecía más un área recreativa que una


oficina. Diez o doce hombres holgazaneaban. Algunos jugaban a Tiles
encima de una caja, uno le hacía un tatuaje a otro, y dos practicaban
peleas con cuchillos. Amaranthe pensó que estaban practicando.

Todos se detuvieron y miraron con desprecio cuando entró Akstyr.


En el otro extremo de la sala, un hombre espigado estaba sentado detrás
de un escritorio, si es que se podía llamar “escritorio” a un par de tablas
apoyadas sobre bloques de hormigón. Estaba sentado en una silla con
sus botas embarradas sobre una pila de papeles. También él miraba a
Akstyr con una mirada gélida y movía un palillo de un lado a otro con su
lengua.

Amaranthe cruzó la habitación y se detuvo frente al hombre.

—Saludos. —Decidió no mencionar su nombre—. ¿Eres el líder?


¿Tuskar? Tengo una propuesta de trabajo para ti.

Los ojos de Tuskar nunca dejaron los de Akstyr.

—¿Cómo escapaste de la picota, muchacho? Por aquí, la magia está


prohibida, pena de muerte.

—No estaba haciendo magia —gruñó Akstyr—. Aunque fue muy


amable de tu parte entregarme sin siquiera preguntar por ello.

Serie El Filo del Emperador 01 358


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Tienes que encajar para ser uno de nosotros. Tú nunca lo hiciste.


Siempre dándote aires, fingiendo que eres algo mejor. La verdad es que
solo te arrastraste fuera de un orinal, como el resto de nosotros. —Tuskar
señaló la mano de Akstyr—. Si te veo con mi marca después de hoy,
pondré a mis muchachos a cazar tu pellejo.

—¿Qué se supone que debo hacer? —preguntó Akstyr—.


¿Arrancarme la mano?

Tuskar se puso en pie y rodeó el escritorio.

—Si no puedes encontrar una mejor manera de quitártela, yo lo


haré por ti. —Sacó una daga del cinturón.

Amaranthe no notó que Sicarius se movía. Entre un parpadeo y el


siguiente, simplemente él estaba allí, de pie frente a Akstyr, bloqueando
el camino de Tuskar. Sicarius no sacó ningún arma ni adoptó una
postura amenazante. Se limitó a ofrecer su fría mirada.

El jefe de la banda envainó su cuchillo y apoyó la cadera en el borde


de su escritorio como si no hubiera pensado en hacer más.

Akstyr miró a Sicarius con gran sorpresa. Eso se convirtió en una


sonrisa de suficiencia cuando se volvió para enfrentarse a Tuskar.

Detrás de Amaranthe, los hombres dejaron de hablar y la sala se


quedó en silencio. Se le erizó la piel bajo las miradas que debían centrarse
en el enfrentamiento. Resistió el deseo de darse la vuelta y mirar. Sin
duda por designio, Sicarius se encontraba en un ángulo oblicuo para que
todo lo que había en la sala cupiera en su visión periférica. Amaranthe
cambió su postura.

—Tal vez —dijo ella—, si hemos terminado de amenazarnos


mutuamente, podemos hablar de negocios.

Serie El Filo del Emperador 01 359


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Tuskar curvó el labio ante ella y olió dos veces.

—Hueles como a ejecutora.

—¿Es una suposición? —preguntó Amaranthe—. ¿O la


identificación olfativa de las carreras es tu talento especial?

Akstyr se rió. Tuskar lo miró con desprecio.

Amaranthe puso una mano en el hombro de Sicarius.

—¿Puedes oler su ocupación?

—Asesino.

Ella ocultó una mueca. Sí, Tuskar sabía quiénes eran, y


probablemente sabía la cantidad de recompensa que pendía sobre sus
cabezas

—Eres bueno —dijo ella—. Apuesto a que eres popular en las


fiestas.

Tuskar sacó su palillo y lo arrojó a un rincón de la habitación donde


aterrizó en un montón de desechos similares. Tomó la pila de papeles de
su escritorio, los revolvió y sacó dos hojas. Notó los carteles de búsqueda
de Amaranthe y Sicarius.

—Nos gusta seguir la pista de los criminales con recompensas por


sus cabezas —dijo Tuskar—. Nunca se sabe cuándo nos encontraremos
con uno por casualidad y tendremos la oportunidad de cobrarlo. Nunca
antes había habido alguien tan tonto como para venir a nosotros. Seguro
que es conveniente. —Tuskar examinó los documentos—. Parece que se
os busca muertos. Eso simplifica las cosas. No hay necesidad de
capturaros y llevaros a la fuerza al Cuartel General de los ejecutores.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

La puerta se abrió con un chirrido. Dos hombres con mosquetes


entraron, con los cañones apuntando a Amaranthe y a Sicarius.

Ella se llevó la mano a la boca y bostezó ampliamente. Tuskar


frunció el ceño ante su reacción. Si tan solo sintiera esa calma de verdad.

—¿Puedo? —Amaranthe señaló los carteles.

Con el ceño fruncido, Tuskar se los entregó.

—Sicarius —leyó Amaranthe—. Asesino. Los crímenes incluyen,


pero no se limitan a: asesinar al Gobernador sátrapa Urgaysan y quemar
su residencia hasta los cimientos, robar documentos de valor
incalculable y volar el Primer Museo Imperial, asesinar ejecutores, hundir
un acorazado de la marina y matar a un pelotón de soldados Imperiales.
—Miró a Sicarius—. ¿Un pelotón entero?

—Sí —dijo Sicarius.

—¿Fue todo a la vez?

—Una noche. En un pantano.

Los que llevaban los mosquetes intercambiaron miradas de


preocupación. Otros en la sala se movieron con inquietud.

—Recompensa: un millón de ranmyas —dijo Amaranthe—.


Impresionante. Imagino que tienes a muchos aspirantes a
cazarrecompensas acechándote.

—Sí.

—Y sin embargo, sigues vivo. Basándome en lo que he aprendido


sobre ti, supongo que esos cazadores no lo están.

—Una conjetura correcta —dijo Sicarius.

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En el fondo de la sala, uno de los combatientes con cuchillos dejó


su arma sobre un cajón. Se dirigió hacia la puerta.

Amaranthe hojeó la segunda hoja de papel.

—El mío no es tan extenso, pero esta es mi parte favorita: usuaria


ilegal de magia.

—¿Es cierto? —preguntó uno de los mosqueteros.

Tuskar le frunció el ceño al interlocutor.

—¿Lo publicaría el Comandante de los Ejércitos Hollowcrest si no


fuera cierto? —Amaranthe sonrió. Dejó que Tuskar reflexionara un
momento antes de volver a hablar—. Amigo mío, con tanta gente, es
posible que puedas acabar con nosotros. Pero, ¿merece la pena la
recompensa por las vidas que tendrías que sacrificar para conseguirla?

Tuskar abrió la boca.

—Incluyendo la tuya —dijo Amaranthe—. Sicarius siempre va por


el líder primero.

—Siempre —dijo Sicarius.

La furia saltó a los ojos de Tuskar y sus dedos se cerraron en un


puño.

Iba a dejarlos ir… Amaranthe lo vio… pero no le gustó lo demás


que vio. La forma más rápida de humillar a un líder, y de convertirlo en
un enemigo de por vida, era obligarlo a retroceder frente a sus tropas. Tal
vez podría permitirle salvar la cara.

—Pero —dijo—, estoy segura de que has descubierto que siempre


es inteligente hacer amigos poderosos. Más aún, es inteligente que los
otros sepan que has hecho amigos poderosos. —Arqueó las cejas y miró

Serie El Filo del Emperador 01 362


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a Sicarius de arriba abajo—. ¿No te gustaría presumir ante tus socios de


que te sentaste a charlar con el infame asesino Sicarius la última vez que
estuvo en la ciudad? ¿Tomar juntos un poco de aguardiente? ¿Salir a
cazar mujeres?

Akstyr hizo un sonido ahogado y miró a Sicarius como si esperara


que la golpeara por su audacia. Sin embargo, cuando lo miró, la
expresión de Sicarius no parecía más feroz de lo habitual. Incluso creyó
detectar una pizca de diversión en la mirada que le dirigió. Su
imaginación, sin duda.

—¿Y qué daño va a hacer… —continuó Amaranthe a Tuskar— …si


insinúas que él te escucha?

Observó la cara de Tuskar en busca de una reacción. Sus ojos se


volvieron especulativos, y su puño se relajó.

—Puedo ver cómo eso podría ser una decisión inteligente. —Tuskar
sacó otro palillo de su escritorio y se lo metió en la boca. Miró a los
hombres del fondo de la sala. Algunos de ellos asintieron animados—.
¿Cuál es el trabajo que quieres que se haga, muchacha?

—Dos mensajes entregados a dos personas diferentes —dijo


Amaranthe.

—Suena factible.

Negociaron los detalles, y los tres se alejaron sin que nadie más les
apuntara con sus armas.

De vuelta al callejón, Akstyr dijo:

—No puedo creer que vayan a entregar tus mensajes gratis.

Amaranthe captó la mirada de Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 363


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—Siento haberte utilizado de esa manera.

—No lo sientes —dijo él.

—Tienes razón —sonrió ella—. Eres mi mayor activo. No puedo


imaginarme no usarte.

—No hacen nada gratis —dijo Akstyr, todavía mirando las


escaleras.

Amaranthe murmuró a Sicarius:

—¿Puedes asegurarte de que nuestras notas sean entregadas?

Él asintió y desapareció entre las sombras. Amaranthe y Akstyr se


dirigieron fuera del territorio de la banda, marcando un ritmo tan rápido
como la nieve lo permitía. Con la desaparición de Sicarius, quería escapar
del barrio lo antes posible. Demasiados rostros les miraban a través de
ventanas rotas. Una mancha de sangre fresca salpicaba la nieve frente a
un escalón.

—Ya estamos fuera del territorio de la Flecha Negra —dijo Akstyr,


quizás percibiendo sus sentimientos.

—Bien, yo…

Dos hombres salieron de un callejón. Llevaban garrotes hechos de


tablas rotas con clavos. Akstyr maldijo. Aunque tenía espada, Amaranthe
se detuvo a unos generosos tres metros de ellos.

—¿Hay alguna razón por la que ustedes, caballeros, nos impidan


el paso? —preguntó.

—A ti no. —Uno de ellos golpeó la madera contra la palma de su


mano y apuntó con el arma a Akstyr—. A él.

Serie El Filo del Emperador 01 364


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Los dos hombres llevaban marcas en el dorso de las manos, ojos


humanos con una X a través de ellos. Una banda rival.

—Oímos que estabas usando magia —dijo el mayor de los dos—.


La magia no está permitida en el imperio, y estamos seguros de que no
vamos a tolerar que vosotros, los Flechas, uséis alguna. Os vamos a
aplastar como a una patata.

—Este hombre está trabajando para mí —dijo Amaranthe—. Lo


necesito completamente funcional, no aplastado como una especie de
alimento.

—¿Quién te ha hablado, mujer? Puedes irte. Estamos aquí por él.


—De nuevo el matón apuntó a Akstyr con su garrote.

—Ya no estoy con los Flechas —dijo Akstyr.

—Seguro que no lo estás —dijo el hombre grande—. Y por eso estás


saliendo de su territorio ahora mismo.

—Podría ser inteligente correr —murmuró Akstyr a Amaranthe.

Sin duda, pero los hombres bloqueaban la calle. Si ella y Akstyr


corrían, tendrían que volver al barrio de los Flecha Negra. Aunque se
hubieran separado en buenos términos con el líder, no tenía fe en la
seguridad del barrio.

—Seamos razonables, caballeros. —Decidió no sacar su espada. No


los disuadiría y podría aumentar la violencia—. No hay nada que ganar
con…

El ataque fue inesperado. Los hombres cargaron, uno contra


Akstyr, otro contra Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 365


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Inspirada en el estilo de Sicarius, Amaranthe también cargó. Un


titubeo en el paso de su oponente delató su sorpresa por la elección de
ella.

La nieve no daba mucho espacio para maniobrar, pero ella logró


esquivar el arco descendente del garrote sin salirse del camino. Saltó
detrás de su golpe. El ataque del hombre lo dejó inclinado hacia delante,
desequilibrado. Ella le golpeó con la palma de la mano en un lado de la
mandíbula. La cabeza del hombre se desvió hacia la izquierda y él gruñó
de dolor.

El golpe pudo doler, pero no lo incapacitó. Agarró la muñeca de


Amaranthe.

A su lado, Akstyr y su hombre se adentraron en la nieve y


comenzaron a pelear. La nieve voló.

Para distraer a su oponente, Amaranthe le dio una patada en la


espinilla. Apretó su mano libre sobre la de él, soltó su agarre y forzó a
mover su brazo en un arco de torsión que le dejó la muñeca del revés y
el codo de ella sobre el brazo bloqueado. Se apoyó en él, forzando su brazo
contra la articulación. El matón se dobló por la mitad y algo se rompió.
Gritó y se apartó de ella.

Se preparó de nuevo para un nuevo ataque, pero él retrocedió,


llevándose el brazo al pecho. Tras mirarla incrédulo, se alejó
tambaleándose.

En la nieve, junto al camino, Akstyr luchaba con su oponente. Se


retorcían, cada uno buscando un agarre devastador. Ella saltó fuera del
camino mientras los dos hombres se agitaban y rodaban por el sendero
hasta llegar a la nieve del otro lado. Rebotaron contra una pared, y el
miembro de la banda salió con ventaja. Se colocó a horcajadas sobre
Akstyr, con las manos alrededor de su cuello.

Serie El Filo del Emperador 01 366


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe se lanzó a través de la nieve, se acercó a ellos por detrás


y golpeó con las palmas de las manos sobre las orejas del hombre con
toda su fuerza. El hombre gritó, se agarró la cabeza y salió rodando.

Akstyr se puso de pie y pateó al matón en el estómago. Se hizo un


ovillo, pero Akstyr siguió pateando.

—Ya ha tenido suficiente —dijo Amaranthe.

Akstyr no dio muestras de haberla escuchado. Su cara estaba


contorsionada por una rabia que parecía ir más allá de la pelea.

—¡Akstyr! —Esta vez, ella lo agarró por el hombro.

Jadeando, se volvió hacia ella.

—Ahora es el momento de correr —dijo ella—. Puede que tengan


amigos.

Akstyr miró al hombre sangrando y maltrecho durante un


momento, como si no pudiera creer que él hubiera sido el responsable.
Finalmente, logró asentir con la cabeza, y cuando Amaranthe salió
corriendo del lugar, él la siguió.

No aflojaron el paso hasta que salieron de los barrios de las bandas


y llegaron a una parada de tranvías. Amaranthe mantuvo una mirada
nerviosa hasta que lo abordaron.

—No creí que pudieras luchar —dijo Akstyr.

—He recibido el mismo entrenamiento que tienen todos los


ejecutores —dijo—. Ese es el tipo de brutos que estamos entrenados para
someter. Además, los hombres imperiales tienden a subestimar a las
mujeres, ya que la mayoría no estudiamos combate.

—Entonces, ¿estabas segura de que podrías encargarte de ellos?

Serie El Filo del Emperador 01 367


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—En realidad, no.

Akstyr sonrió.

—Eso es lo que yo pensaba. Me sorprendió que…

—¿Qué?

—Te quedaste cuando te ofrecieron una salida. Tuskar no lo habría


hecho, por la misma razón que se echó para atrás en su oficina. No
empieza una pelea a menos que esté seguro de que la puede ganar.

—Así es la mayoría de la gente —dijo Amaranthe—. Se llama


instinto de conservación.

—¿El tuyo está roto?

—Empiezo a pensar que sí.

—Bueno, ehm —dijo Akstyr—, gracias. Por quedarte.

Era la primera vez que le daba las gracias por algo. Ella mantuvo
su muestra de placer en una simple sonrisa.

—De nada.

***

Amaranthe salió de la fábrica de conservas con un sándwich de


huevo en pan plano para Sicarius. Era su turno de guardia, y estaba de
pie en la base del muelle, hablando con un hombre vestido de civil. Ahora,
¿quién se había topado con su escondite?

Ambos hombres se dieron cuenta de su presencia mucho antes de


que llegara a ellos. Sicarius le extendió una mano firme, y el desconocido
le dio la espalda para terminar la conversación. Ella se detuvo. No se

Serie El Filo del Emperador 01 368


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

trataba de un transeúnte cualquiera, sino de alguien que Sicarius


conocía. Una hoja de papel doblada pasó de la mano del desconocido a
la de Sicarius y, tras una mirada recelosa a Amaranthe, el hombre se
alejó.

Sicarius abrió la nota para leerla. La curiosidad la impulsó y


vislumbró un par de líneas de lápiz antes de que él le diera la espalda.
Muy bien, ¿a qué viene tanto secreto aquí?

Después de leer, Sicarius arrugó la nota, se volvió y aceptó el


sándwich.

—¿Noticias sobre la criatura? —preguntó Amaranthe.

—No.

—¿El emperador? ¿Hollowcrest? ¿La falsificación?

—Tengo que irme. —Sicarius caminó por el muelle hacia la fábrica


de conservas.

—¿Por cuánto tiempo? —Trató de no sentirse como un cachorro


que busca atención y le pisaba los talones mientras lo seguía dentro—.
¿Vas a volver esta noche?

Sicarius no respondió. Pasó junto a Books y arrojó la nota arrugada


a un barril de fuego. Los hombros de Amaranthe se desplomaron. Él no
iba a decirle lo que decía, y ahora ella tampoco tenía la posibilidad de
leerla.

—Vas a volver, ¿verdad? —le preguntó mientras salía por la puerta.

Sin responder, se fue.

Amaranthe agarró el papel en llamas del fuego. El calor le abrasó


los dedos, pero consiguió llevarlo al mostrador más cercano antes de

Serie El Filo del Emperador 01 369


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

dejarlo caer. Sopló sobre las llamas, pero la nota ya se había


transformado en una bola carbonizada. Cuando el fuego se extinguió,
solo pudo mirar con tristeza el humo que salía de los restos negros e
ilegibles.

Books se deslizó hacia un taburete en el lado opuesto del


mostrador.

—¿Sicarius no comparte sus misivas secretas contigo?

—Esta es la primera misiva secreta que le conozco. Cambiaría el


cuchillo de mi abuelo por leer lo que dice. —Golpeó con un dedo la
madera lacada del mostrador.

Los ronquidos de Maldynado competían con los de Akstyr en la


zona de descanso; ambos habían hecho largos turnos de guardia la noche
anterior. Supuso que debía salir y ocupar el puesto abandonado de
Sicarius.

—Mhh. —Books bajó la barbilla a la mesa y entrecerró los ojos ante


la bola carbonizada—. Me pregunto si está escrito con pluma o con lápiz.

—Parecía lápiz. Las misivas secretas deben poder borrarse, ya


sabes.

—Mhh.

—Eso ya lo has dicho —dijo Amaranthe—. ¿No conoces por


casualidad alguna forma de leer esto?

—No me gustaría hacer promesas, pero la grasa de la mina del lápiz


lo hace bastante ignífugo. Es probable que las palabras sigan ahí. Es solo
cuestión de verlas —Books se puso en pie—. Echemos un vistazo a tu
armario de artículos de limpieza, ¿de acuerdo?

Serie El Filo del Emperador 01 370


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Lo que tú digas, profesor. —Amaranthe le siguió hasta el


cubículo.

Abrió la puerta y se quedó boquiabierto.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Has encontrado lo que necesitas?

—Esto está impecable. ¿Has limpiado el armario de la limpieza?

Ella se sonrojó.

—Posiblemente.

—Supongo que hay jabón en… ah, ahí. Y un atomizador, excelente.


—Books le lanzó a Amaranthe una pastilla de jabón y luego infló una
pelota de goma unida a una botella de cristal vacía. Siseó un par de
veces—. Pon un poco de jabón en esto y llénalo con agua. Encontraré un
par de cristales.

Tratando de no sentirse desconcertada, y tonta, Amaranthe


terminó su tarea y se reunió con Books en el mostrador. Acomodó la bola
carbonizada en un cuadrado de cristal libre de suciedad y agarró la
botella de spray. Agitó el agua jabonosa y roció la bola. La niebla
humedeció el papel negro.

Amaranthe se inclinó hacia delante, sin saber qué esperar, pero


apenas respirando. Una vez mojado, Books separó la masa arrugada con
facilidad. En lugar de deshacerse en cenizas, el papel negro se aplanó
lenta pero inexorablemente sobre el cristal.

—¿El jabón hace que se mantenga unido? —preguntó.

—El glicerol del jabón. —Books colocó un segundo cristal sobre el


primero intercalando el papel negro entre ambos—. Toma, acércalo a la
luz.

Serie El Filo del Emperador 01 371


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe encendió una de sus lámparas de queroseno. Tras


echar un vistazo a la puerta, tomó el cristal por las esquinas.

Una de las gallinas de Maldynado graznó. Buscó a tientas y casi se


le cayó el cristal.

Books la observó, y temió un comentario burlón sobre sus nervios,


pero solo la severidad marcaba su rostro.

—Te das cuenta de que si descubre que hemos hecho esto, nos
matará —dijo.

—Tal vez sea solo una lista de compras. —Amaranthe intentó una
sonrisa, pero sintió la boca seca y sus labios no podían manejar la
posición.

—Léela tú. Yo esperaré fuera.

—¿Y dejarme con las pruebas condenatorias?

—Precisamente —dijo Books—. Le gustas más que yo.

—Avísame si lo ves venir.

Books saludó con la mano y salió.

Sola, salvo por los ronquidos de los hombres, Amaranthe dudó.


¿Debía espiar a Sicarius? Si quería que él confiara en ella, ¿no debería
ser ella alguien en quien él pudiera confiar? Pero si tenían propósitos
cruzados, ignorarlo podría ser fatal. Se mordió el labio. El evidente
intento de justificar sus acciones no le sentó bien a su conciencia. Sin
embargo, no dejó la nota.

Levantó el cristal ante la lámpara y la luz iluminó el lápiz a través


del papel negro.

Serie El Filo del Emperador 01 372


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No era una lista de la compra.

El pasado está perdonado. Tu antiguo trabajo te espera. Di tu precio.

Serie El Filo del Emperador 01 373


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Dieciocho
La tinta se había secado en las planchas de falsificación y
Amaranthe las metió en el cajón junto a los montones de billetes. Ella,
Books y Maldynado habían retirado las líneas de secado y la cortadora
de papel. Por supuesto, alguien que entrara en la fábrica de conservas de
pesado encontraría un poco extraña la imprenta merodeando en una
esquina. Sicarius no había regresado desde que recibió su nota el día
anterior, y Amaranthe temía que no regresara en absoluto.

Unos pasos resonaron en el muelle. Akstyr se agarró al marco de


la puerta y entró en la fábrica de conservas.

—¡Ejecutores! —soltó—. Bajando la colina.

—Ancestros muertos escupidos —maldijo Books.

—No te preocupes. —Dado el número de personas que habían


entregado mensajes a su escondite de falsificación, Amaranthe se
sorprendió que los ejecutores no hubieran bajado antes por su calle. La
reunión con Forge y Hollowcrest era esta noche; la fábrica de conserva ya
les había sido suficientemente útil—. Estamos listos. Que todo el mundo
coja algo y nos vamos.

Books y Akstyr levantaron el cajón.

—¿Cuántos ejecutores? —Maldynado se enfundó la espada.

—No importa —contestó Amaranthe—. No vamos a matar a


ninguno más. La puerta. Ahora.

Books y Akstyr se apresuraron a entrar en el muelle. Maldynado


corrió hacia el corral y abrió el pestillo. Sus pupilas salieron en tropel,

Serie El Filo del Emperador 01 374


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

graznando alegremente. Amaranthe se encogió ante el ruido. Maldynado


trató de llevarlas hacia la puerta.

—Déjalas —siseó.

—No para que un ejecutor las arroje en un guiso.

Amaranthe agarró el brazo de Maldynado y lo arrastró por la


puerta. Utilizando el edificio como cobertura, se dirigió al borde del
muelle. Hizo un gesto para que los demás la siguieran y se deslizó por el
borde. Cuando se agachó, el metro y medio de espacio libre la dejó
encorvada, pero fue suficiente. Maldynado la siguió. Akstyr le entregó el
cajón y lo siguió. Books, el último en llegar, patinó en el hielo bajo la
nieve, y aterrizó de espaldas.

—Soy demasiado viejo para esto —murmuró mientras Amaranthe


lo ayudaba a levantarse.

—Nunca hay una buena edad para caerse de culo —dijo


Maldynado—. Por eso los demás nos mantuvimos erguidos. —Hizo una
mueca cuando su cabeza rozó la parte inferior del muelle—. Mayormente
erguidos.

—Vienen al menos diez —susurró Akstyr—. ¿Adónde vamos?

—¿Al otro lado del lago? —sugirió Books.

Con la barbilla en la parte superior de la caja, Akstyr dijo:

—No voy a caminar hasta el otro lado con esto.

—Alégrate de que no hayamos decidido forjar monedas. —


Amaranthe señaló la costa bajo la cabecera del muelle—. Nos
esconderemos en las sombras hasta que estén en el edificio.

Serie El Filo del Emperador 01 375


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Antes de que hubieran recorrido la mitad del camino, unas pisadas


sincronizadas golpearon los tablones por encima de ellos. La nieve se
colaba por las grietas en varios lugres.

Llegaron a la orilla cuando las pisadas se desvanecieron.


Amaranthe se asomó al borde del muelle. Un solo hombre paseaba
delante del edificio. El resto había entrado. En poco tiempo, los agentes
trasladarían su investigación al exterior, en busca de rastros. Su equipo
tenía que moverse ahora, o arriesgarse a ser encontrado más tarde.

Solo unos metros separaban su muelle del vecino. Si se mantenían


agachados y no hacían ruido, tal vez el ejecutor de guardia no los vería.

—Lento y sutil —susurró—, nos dirigimos hacia allí.

Abrazando la orilla, Amaranthe se acercó al siguiente muelle.


Resistió el impulso de correr, ya que un movimiento brusco era más
probable que atrajera una mirada hostil. No se oyeron gritos en la fábrica
de conservas y logró llegar a la cubierta protectora del muelle.

Se agazapó detrás de una pila y esperó a que los demás la


alcanzaran. Entre el hielo y el peso del cajón, Books y Akstyr cruzaron
pesadamente.

Sonaron voces en la calle.

—Cabo, tome a sus hombres y revise los almacenes de los muelles


cercanos —dijo, alguien.

Amaranthe dio un respingo. Retroceder.

—Deprisa —dijo. Le hizo un gesto a Maldynado para que la ayudara


con el cajón, mientras observaba y esperaba que los agentes de la calle
no miraran hacia lago. Con suerte, los hombres que registraban la fábrica

Serie El Filo del Emperador 01 376


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de conservas se conformarían con las pruebas encontradas y asumirían


que los ocupantes del edificio se habían marchado horas antes.

—Encontrad sus huellas —gritó un agente desde el interior de la


conservera—. Los barriles de fuego aún están calientes. No llevan mucho
tiempo fuera.

Hasta ahí llegó la suerte.

Una gallina se pavoneó por el muelle junto a la fábrica de


conservas.

—Qué bien —dijo Maldynado—. Isabel ha salido.

Amaranthe se imaginó a la gallina saltando hacia abajo para


graznarles alegremente. ¿Tenían otros líderes ese tipo de problemas?

—Será mejor que dejemos atrás un par de muelles más —susurró.

Pero, antes de que llegaran al extremo de su muelle actual, dos


pares de botas estándar de los agentes se deslizaron por la orilla nevada
hasta llegar al hielo. Los propietarios, dos hombres armados con
ballestas de repetición y espadas, aterrizaron en el lago helado y miraron
a su alrededor.

—Uh oh —murmuró Akstyr.

Amaranthe avanzó poco a poco. Deberían ser capaces de someter


a dos hombres si pudieran sorprenderlos.

Antes de que pudiera acercarse, el ejecutor más cercano los vio.

—¡Aquí abajo! —gritó a la calle.

Frunció el ceño. Si varios estaban arriba, esperando para ayudar,


someter a estos dos era menos probable.

Serie El Filo del Emperador 01 377


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Soltad vuestras armas y vuestro… eh… cajón de gallinas —dijo


el más joven—, y salir con las manos abiertas, o habrá pernos de ballesta
sobre vuestra nariz.

Amaranthe enarcó una ceja: esa no era la frase que enseñaban en


la academia. Miró hacia atrás y asintió ligeramente a sus hombres.
Esperaba que el grupo hubiera trabajado con ella lo suficiente como para
reconocer que significaba: “No podemos dejarnos atrapar con todas esas
falsificaciones, así que las probabilidades están a nuestro favor, aplastad
a esos muchachos contra el hielo”.

—Muy bien —les dijo a los ejecutores y salió.

Si solo hubieran sido dos hombres, habría encabezado una carga,


pero en cuanto salió de debajo del muelle, aparecieron cuatro ejecutores
en la calle. También llevaban ballestas. Un par de rostros familiares la
miraban desde las miras… nadie con quien hubiera trabajado, sino
hombres con los que se había cruzado en los pasillos del Cuartel General.
Unos pasos anunciaron la llegada de otros dos agentes en el muelle de
arriba, lo que elevó el total a ocho. Ocho frente a sus cuatro. Maravilloso.

Los ejecutores se agitaron con sorpresa cuando varios parecieron


reconocerla. No me esperabais, ¿eh? Debieron haber venido por el dinero,
probablemente rastrearon el billete de Akstyr hasta la zona. Al parecer,
nadie la había relacionado con el plan de falsificación. Hasta ahora.

—¿No es ella la que tiene la marca de muerte sobre la cabeza? —


preguntó alguien.

Los ejecutores cambiaron sus ballestas desde la vaga dirección del


grupo de Amaranthe hasta el centro de su pecho.

—¡Fuego! —gritó uno de los hombres de la calle.

Serie El Filo del Emperador 01 378


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Amaranthe pensó que era la orden de disparar. Se agachó,


dispuesta a lanzarse a la defensiva, pero las ballestas no lanzaron ningún
disparo. En cambio, los gritos surgieron de la fábrica de conservas. El
humo salía de las ventanas rotas, seguido de gritos de dolor.

—¡Ayuda! —gritó alguien.

Cuatro de los agentes en la calle corrieron hacia el edificio en


llamas, dejando solo dos arriba y dos abajo para lidiar con Amaranthe y
su equipo.

Era la mejor posibilidad que tendrían.

Cargó contra los distraídos ejecutores frente a ella. Su talón golpeó


el hielo bajo la nieve y perdió el equilibrio. La carga se convirtió en una
zambullida sin gracia y ella cayó a lo largo hacia el grupo. Chocó con dos
pares de piernas. Un ejecutor se estrelló contra el hielo. El otro se agitó y
trató de mantener el equilibrio, pero Books se abalanzó sobre él. Pronto
se formó un revoltijo de cuerpos y miembros que se retorcían en el hielo.

En la confusa maraña, Amaranthe agarró la ballesta de alguien


incluso mientras una mano se aferraba a su tobillo. Dio una patada y
golpeó a un ejecutor en la mandíbula. Su cabeza crujió contra el hielo y
se quedó quieto.

Los disparos de ballesta martillearon el lago helado. Maldynado y


Akstyr cargaron por la pendiente nevada para alcanzar a los que
disparaban.

Con la ballesta en la mano, Amaranthe se alejó de la refriega y se


puso en pie.

—Atrás, Books —ladró.

Serie El Filo del Emperador 01 379


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Él obedeció, y el ejecutor vio su ballesta. Sus manos se abrieron y


se extendieron.

En la calle de arriba, Maldynado y Akstyr habían aplastado a sus


oponentes.

—Ve a ayudar a tus compañeros con el fuego —dijo Amaranthe al


único ejecutor consciente. Movió la ballesta para dar énfasis.

Miró a su compañero inerte y a los dos hombres inmóviles de la


calle, asintió secamente y se apresuró a cruzar el hielo hacia la fábrica
de conservas por el hielo.

Amaranthe se ató la ballesta a la espalda.

—Books, ayuda a Maldynado con la caja. Akstyr, coge las otras


ballestas. Vamos a volver a nuestro primer escondite.

Así cargados, se apresuraron hacia el interior. Corrieron entre dos


edificios, atravesaron un callejón, subieron la colina y se adentraron en
la siguiente manzana antes de que Amaranthe encontrara un punto de
observación para echar un vistazo a su rastro. Nadie les seguía. Las
llamas devoraban las paredes de la fábrica de conservas. Un fuerte
chasquido resonó en el lago y el techo del edificio se derrumbó. Más
destrucción a su paso. Suspiró mientras guiaba a los hombres lejos de la
escena.

Tres manzanas más allá, Sicarius cayó junto a ellos.

—Has perdido la oportunidad de hacer una audaz heroicidad —le


dijo Maldynado.

Amaranthe lo sabía mejor. Aquel incendio no se había iniciado por


arte de magia. Y sospechaba que los gritos de auxilio que habían salido

Serie El Filo del Emperador 01 380


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del edificio tenían menos que ver con las vigas en llamas que con una
figura oscura que acechaba en las sombras.

—¿Cuántos muertos? —preguntó sombríamente.

—Dos o tres —dijo Sicarius—. Fue pensado principalmente como


una distracción. La mayoría de los hombres lograron salir.

La miró mientras hablaba, sin duda preguntándose si ella volvería


a gritarle. Amaranthe no podía. A estas alturas, comprendía la crueldad
de sus métodos y todavía lo estaba usando. Cuando la gente moría, solo
podía culparse a sí misma. Además, se sentía aliviada de que él hubiera
vuelto. Después de leer la nota, no estaba segura.

Quería preguntarle sobre Hollowcrest, sobre su “antiguo trabajo”,


por qué había vuelto para ayudar, y si realmente estaba a su lado o
trabajaba para algún otro objetivo. Pero no podía hacerlo, no sin confesar
sus hábitos de lectura que desafiaban la privacidad.

—Me alegro de que hayas vuelto —fue todo lo que dijo.

***

Sespian se apoyó en la pared de su despacho, fingiendo


despreocupación mientras charlaba con Dunn y un par de soldados. No
dejaba de darse cuenta de que se tiraba del cuello de la camisa o se
limpiaba las manos húmedas en los pantalones, así que la fachada
informal probablemente no engañaba a nadie.

Dentro de la oficina, el General Lakecrest esperaba, como lo había


hecho durante los últimos veinte minutos. Sespian quería que el leal
oficial de Hollowcrest tuviera tiempo de sentirse nervioso. Por desgracia,
probablemente se sintió él más nervioso que el experimentado General.

Serie El Filo del Emperador 01 381


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Supongo que ya ha pasado bastante tiempo. —Alcanzó el pomo


de la puerta.

—¿Está seguro de que no quiere empezar con uno de los traidores


de menor rango, Sire? —preguntó Dunn.

No, no estaba seguro. Odiaba la idea de enfrentarse a un hombre


treinta años mayor que él, pero avanzaría más empezando por la cima.
Si conseguía que uno de los generales de Hollowcrest se pusiera de su
parte, tal vez podría ganarse a otros hombres de esa lista. Mejor un poco
de politiquería que decenas de ahorcamientos.

—Estoy seguro —dijo—. Prepara a tus hombres. Tendrás que llevar


a Lakecrest bajo custodia después de esto. No se le puede permitir que
hable con Hollowcrest antes de que coloquemos nuestras fichas.

—Sí, Sire —dijo Dunn.

Sespian apretó la mandíbula, echó los hombros hacia atrás y entró


en la oficina.

El general Lakecrest se levantó de un sillón orejero junto a la mesa


baja de sidra. Su ceño fruncido reflejaba la curva de su cabeza calva,
aunque la expresión parecía natural en él, más que un indicador de
nervios o preocupación. La chaqueta de su uniforme tenía suficientes
medallas e insignias como para desviar flechas.

El instinto de Sespian fue el de hacer señas al general para que


volviera a su asiento, pero esperó el saludo y se sentó primero. Este
hombre no era un amigo, no era alguien para quien los rituales debieran
ser relajados.

—¿Sabías lo del veneno? —preguntó con brusquedad, queriendo


inquietar a su invitado.

Serie El Filo del Emperador 01 382


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Lakecrest palideció. Su expresión, llena no de sorpresa, sino de


pavor, respondió a la pregunta de Sespian con tanta certeza como las
palabras: sí.

—Porque —continuó Sespian—, si no lo supieras, podría perdonar


tu inquebrantable devoción por Hollowcrest, que teóricamente se supone
que está a mi servicio. Pero si sabías que me estaba drogando y no hiciste
nada para advertirme… bueno, eso es traición, ¿no? Castigado con la
muerte. Y por supuesto, serías despojado de tu estatus de casta guerrera,
título y posesiones. Tu familia lo perdería todo. Tus hijas, entiendo, no
tienen muchas aptitudes para los negocios o para conseguir maridos.
Supongo que les resultaría difícil mantenerse, y sin ese título de casta
guerrera, serían aún menos atractivas como candidatas al matrimonio.

Se obligó a mirar a Lakecrest a los ojos mientras hablaba, mientras


se odiaba a sí mismo por las amenazas que salían de su boca. Si esto era
lo que necesitaba para recuperar su poder de Hollowcrest, lo haría. Más
tarde, podría preguntarse si había hecho lo correcto.

—Ya veo. —Lakecrest se recostó en su silla y consideró a Sespian


con nuevos ojos—. La verdadera cuestión no es la de lo que sé o no sé.
Es de si usted tiene el coraje y la astucia para desafiar a Hollowcrest.

Sespian sacó un papel doblado de su bolsillo. Lo abrió y lo puso


sobre la mesa ante su invitado. Lakecrest se inclinó hacia adelante. Era
la lista ya completa de Dunn de los hombres que trabajaban en Fuerte
Urgot y en el Cuartel Imperial y que eran leales a Hollowcrest. Cuando el
ceño fruncido de Lakecrest dio paso a una mirada de asombro, Sespian
sintió un estremecimiento de satisfacción en su pecho.

—He descubierto que Hollowcrest tiene una cita que le llevará fuera
del Cuartel esta noche. —No sabía dónde ni con quién, pero podría
averiguarlo más tarde—. Mientras esté fuera, haré que arresten a todos
estos hombres. Sin su apoyo, Hollowcrest será fácil de expulsar. —A

Serie El Filo del Emperador 01 383


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

menos que, por supuesto, Hollowcrest ya supiera lo que Sespian estaba


haciendo y tuviera algún plan en marcha para superarlo. El viejo jabalí
había parecido distraído los dos últimos días, pero eso podría ser una
actuación. Se aclaró la garganta y volvió a pensar en Lakecrest—. Si te
arrestara, dejaría a Urgot sin Comandante, y me parece una pena
destronar a un hombre de tu experiencia. Si eliges voluntariamente venir
a mi lado, tal vez algunos de los soldados a tu mando podrían ser
salvados.

—¿Salvados? —El ceño de Lakecrest se frunció—. ¿Planea matar a


los hombres que arreste?

Aquí era donde entraba la actuación. Sespian no podía imaginarse


matando a nadie a sangre fría, fueran lacayos de Hollowcrest o no, pero…

—Esa es la ley, ¿no? Los traidores siempre son condenados a


muerte.

Lakecrest se desplomó en el respaldo y se masajeó la mandíbula.


Mientras tanto, miraba fijamente a Sespian, que hacía todo lo posible por
parecer decidido y justo.

O bien engañó a Lakecrest, o este se sentía magnánimo, porque


dijo:

—Parece que el chico se ha convertido en un hombre.

Algo que solía ocurrir de forma natural cuando no había drogas de


por medio. Todo lo que Sespian dijo en voz alta fue:

—¿Te unirás a mí, entonces?

—No impediré sus planes.

Serie El Filo del Emperador 01 384


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

No era exactamente un respaldo, pero era todo lo que Sespian se


había atrevido a esperar.

***

Gotas de nieve derretida golpeaban desde los aleros de la casa de


hielo. En el interior, la oscuridad y las capas de serrín aislaban los
bloques congelados de una muerte similar.

Amaranthe optó por tomar el clima cálido como una señal positiva,
aunque eso no la puso menos nerviosa. Escoba en mano, limpiaba todo
lo que tenía a la vista mientras ensayaba sus palabras para la reunión.

Sicarius hizo una pausa en la carrera de obstáculos que se había


montado y Amaranthe le hizo un gesto para que se acercara. Cogió una
jarra de agua y se unió a ella. Llevaba el pelo más alborotado de lo
habitual, pero por lo demás iba bien vestido con su típico negro. Si
sobrevivían a la misión, decidió comprarle una camisa
desagradablemente alegre. Algo en amarillo girasol, quizás.

Los otros hombres se golpeaban con las espadas cerca de la pared


del fondo. Se suponía que Maldynado estaba dirigiendo una práctica de
esgrima, aunque la gran cantidad de charlas puntuaba los tintineos del
metal. Lo único que importaba por el momento era que los demás estaban
fuera del alcance del oído.

—Esta noche es la noche —le dijo a Sicarius. Y luego se estremeció.


Por los dientes del emperador, ¿podría haber dicho algo más estúpido?

Como era de esperar, él no dijo nada.

—Hay algo que necesito saber. —Amaranthe se quitó un trozo de


serrín de la manga. ¿Cómo podía decir esto sin aludir a la nota?—. Esta
noche, cuando Hollowcrest aparezca… —No, espera, tenía que explicar
por qué dudaba de él—. Uhm, Mitsy Masters la del Laberinto dijo que

Serie El Filo del Emperador 01 385


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todavía eres el hombre de Hollowcrest y que la recompensa es solo una


tapadera. No lo creo, de lo contrario no me necesitarías para ayudar al
emperador, porque estarías allí mismo en el Cuartel, pero sí creo que
trabajaste para Hollowcrest en el pasado y… —Te espié y leí la nota donde
te invitaba a volver. No, no podía decir eso—. De todos modos… —Debería
mirarle a los ojos. Levantó la mirada pero solo llegó hasta su barbilla—.
Ciertamente te debo mucho… me has salvado la vida media docenas de
veces en las últimas dos semanas… así que me gustaría confiar en ti al
cien por cien, pero siempre eres tan reticente y nunca estoy segura… —
Amaranthe dio un gran suspiro—. Lo que necesito saber es que si esta
noche vamos a estar todos, yo y Hollowcrest y la gente de Forge, ¿a quién
vas a respaldar si hay una confrontación física?

Finalmente, lo miró a los ojos.

Si sus dudas le inquietaban o lo insultaban, no lo insinuaba.


Sicarius le devolvió la mirada sin evasivas y sin responder.

Las espadas chocaron y las risas sonaron al otro lado de la casa de


hielo. Entre Amaranthe y Sicarius… silencio.

Frustrada, movió los dedos en un gesto de “dame algo”.

—¿Por favor, Sicarius? Necesito saber cómo planificar.

—No estoy apoyando a nadie —dijo él—. Mi única preocupación es


proteger al emperador.

—¿Así que debo planear esto como si no fueras a estar allí? —Se
esforzó por evitar que la decepción apareciera en su voz. No era como si
él le hubiera dado a entender que estaba haciendo cosas por ella. Desde
el principio, había sido el nombre del emperador lo que lo había inclinado
a su lado—. Muy bien.

Él se volvió hacia la pista de obstáculos.

Serie El Filo del Emperador 01 386


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Alguna vez me vas a decir que es él para ti? —preguntó.

Sicarius no respondió.

***

El grupo de Amaranthe llegó a la Fundición de Hierro del Roble


media hora antes de la medianoche. La enorme planta yacía inactiva, su
enorme chimenea negra contra un cielo estrellado. Carros sobre vías de
ferrocarril amurallados en un lado de un enorme depósito de chatarra
que se extendía por una manzana alrededor del edificio central.
Montañas de mineral en bruto, chatarra y carbón creaban colinas
cubiertas de nieve, y ella guiaba a Books, Akstyr y Maldynado hacia los
valles. Los cuatro llevaban espadas, y Akstyr y Books portaban las
ballestas de repetición que les habían quitado a los ejecutores. Sicarius
había desaparecido con la ballesta restante antes de que ellos llegaran.

Amaranthe había dejado la mayoría de los billetes falsos


almacenados entre las vigas de la casa de hielo. Llevaba una mochila con
una muestra de su trabajo, lo suficiente… esperaba… para que sus
adversarios se alarmaran.

Mientras caminaban, su lámpara de queroseno creaba una esfera


amarilla que se tambaleaba a lo largo de basura del suelo. Salpicaduras
plateadas de metal endurecido brillaban sobre un molde desechado. Pasó
por encima de envoltorios de comida, mineral esparcido y escoria
derramada. La nieve que se había derretido durante el día se había
congelado en crestas de lodo helado que hacían que el suelo fuera
caprichoso. Una brisa fría le rozó las mejillas y su aliento empañó el aire.

—Maldynado, vendrás conmigo a la reunión, donde necesito que


parezcas grande e imponente —dijo Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 387


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Y peligroso? —preguntó Maldynado—. ¿Como alguien que


merece una enorme recompensa por su cabeza?

—Precisamente así. Books y Akstyr, os quiero en lo alto de las


montañas de chatarra donde podáis vernos y disparar a los alborotadores
si es necesario. Espero que esto no se convierta en una pelea, pero si lo
hace, estad preparados.

—¿Qué está haciendo Sicarius? —preguntó Akstyr.

—Siendo independiente —dijo ella.

—Qué novedad para él. —Books levantó un dedo—. ¿Puedo hablar


contigo un momento, Amaranthe?

Se alejaron de los demás y se adentraron en la sombra de una


rueda dentada de engranaje deformada.

Ella le dirigió una mirada franca.

—Si vas a decirme que estaría mejor con Sicarius a mi lado, ya he


intentado convencerle de ello. Él tiene sus propias razones para estar
aquí, pero está bien. Sé lo que estoy haciendo. —Creo.

Books extendió un puño lleno de pernos de ballesta.

—Solo necesito saber como cargar este artilugio.

—Oh.

Metió los pernos en el cargador y le enseñó a usar la palanca para


cargar nuevos pernos. Books le dio las gracias y corrió entre dos
montones de escombros. Antes de desaparecer de la vista, resbaló en un
charco helado y se golpeó el hombro contra un montón de chatarra. Los
fragmentos de metal llovieron a su alrededor. Se puso en pie

Serie El Filo del Emperador 01 388


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

tambaleándose, reconoció su supervivencia con un gesto de la mano y


continuó adentrándose en el laberinto.

Será un milagro si salgo de aquí esta noche sin que me dispare mi


propio equipo.

Akstyr también desapareció en el desguace. Amaranthe y


Maldynado reanudaron la marcha.

—Si esto no funciona esta noche… —comenzó él.

—Yo también he disfrutado trabajando contigo, Maldynado. Has


sido de gran ayuda y ha sido un honor conocerte.

—Oh. Gracias.

—¿No es eso lo que ibas a decir? —preguntó ella.

—Solo quería preguntar… —Maldynado se aclaró la garganta—. Si


esta noche me llenan de flechas como un puercoespín, ¿podrías decirle a
mi madre que he muerto como un héroe?

—Por supuesto. Y si esto sale bien, nunca se sabe, podrías ser un


héroe.

—¿Como una estatua?

—Claro, ¿por qué no? El emperador es un artista. Quizá la diseñe


él mismo.

—Eso sería un paso adelante con respecto a un cartel de búsqueda


—dijo Maldynado—. Siempre que no sea una estatua pequeña.

—¿Sigues enfadado por la escasez de tu recompensa?

Serie El Filo del Emperador 01 389


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Doscientos cincuenta míseros ranmyas. —Pateó un pomo


oxidado en un montón de chatarra igualmente oxidada.

La luz plateada de un cuarto de luna que se desvanecía sobre la


fundición facilitaba las maniobras entre los montones de metal, por lo
que Amaranthe bajó la intensidad de su linterna. Llegaron al centro del
patio, una zona libre de escombros con una pala de vapor inactiva a un
lado. Contra el cielo nocturno, su alta silueta le recordó un esqueleto que
había visto en el Museo de Stumps cuando era niña, los huesos de un
gigantesco reptil carnívoro de una selva tropical del sur.

Consideró que el claro era el lugar de encuentro más probable y


arrastró a Maldynado a un rincón sombrío donde pudieran observar.

A medianoche sonaron voces, acompañadas del tintineo de las


armaduras de malla. Amaranthe trató de contar a la gente basándose en
el sonido de sus pisadas, pero eran demasiados. Sicarius lo sabría.
Probablemente sabría no solo los números, sino también la altura y el
peso de cada hombre. Deseó tenerlo a su lado, severo y peligroso mientras
miraba a sus enemigos.

Antes de que pudiera decidir de quién eran las tropas que se


acercaban, otro conjunto de voces y chirridos de armaduras surgió del
otro lado del patio.

—No se suponía que debías decirles que trajeran ejércitos —le


susurró Maldynado al oído.

—No lo hice. Teniendo en cuenta que ambos están cometiendo


traición, no pensé que quisieran involucrar a muchas personas. Parece
que están más paranoicos el uno con el otro que por revelar sus secretos.

Las dos partes entraron en la visión de Amaranthe. Se encontraron


en el espacio despejado y se enfrentaron, Hollowcrest a un lado, Larocka

Serie El Filo del Emperador 01 390


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y Arbitan al otro. De quince a veinte contendientes armados respaldaron


a cada equipo. Estaban erizados de espadas, mosquetes y pistolas.
Aparentemente, ninguna de las partes estaba preocupada por la legalidad
de las armas elegidas. Varios hombres llevaban también linternas, que
iluminaban el claro pero dejaban los montones de chatarra en las
sombras.

—Lo siento, Hollow —dijo Arbitan sin el respeto que requería el


cargo de Comandante de los Ejércitos—. No estabas dispuesto a poner en
marcha ninguna de nuestras razonables peticiones, y hemos decidido
que el emperador debe morir. Los Strat Tiles ya han sido colocados, así
que es demasiado tarde para cualquier esquema que hayas pensado.

—¿De qué estás hablando, plebeyo ávido de poder? —Hollowcrest


lo miró fijamente—. Tú eres el que quería una reunión.

Los dos hombres se quedaron en silencio, mirándose fijamente, con


miradas más frías que el aire circundante. Larocka, del brazo de Arbitan,
le susurró algo al oído.

Un aullido sonó en la distancia. Amaranthe lo reconoció


inmediatamente. Los labios de Arbitan se curvaron en una sonrisa
desconcertante.

Amaranthe dio un codazo a Maldynado, carraspeó y se acercó al


círculo de luz.

—Buenas noches, caballeros. —No quería sorprender a nadie,


especialmente a los nerviosos guardias con armas de fuego, así que
mantuvo sus movimientos lentos—. Soy yo la que envió los mensajes,
Amaranthe Lokdon. Por favor, perdonad mi presunción, pero necesitaba
hablar con los tres juntos.

Serie El Filo del Emperador 01 391


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Se detuvo en el borde de la luz, formando el tercer punto de un


triángulo entre ella, Hollowcrest y el dúo de Forge. Con la espada
desenvainada, Maldynado le guardaba las espaldas.

—¿Aún no estás muerta? —preguntó Hollowcrest, sonando mucho


más molesto que intrigado por su declaración.

—De hecho, pensé que los ejecutores a los que avisé te habían
matado —resopló Arbitan y añadió—: ¿Qué quieres que no hayas
encontrado husmeando en nuestra casa?

Un destello de sorpresa cruzó el rostro de Larocka ante las palabras


de Arbitan, pero se recuperó rápidamente y se unió a los dos hombres
para mirar ceñuda a Amaranthe.

—Creo que no les gustas —susurró Maldynado.

Amaranthe le hizo un gesto para que guardara silencio. Tenía que


exponer su propuesta rápidamente, antes de que uno de los guardias
decidiera dispararle una bala de mosquete en el pecho.

—Quiero que el emperador viva libre de drogas y que se le permita


hacer el trabajo por el que el pueblo depende de él al hacerlo. Para que
mis deseos se cumplan, he impreso cinco millones de ranmyas en billetes
falsos —Más bien dos millones—. Si no cesan tus manipulaciones —Miró
a Hollowcrest—, y abandonáis vuestros planes de asesinato —Una
mirada a Arbitan y Larocka—, inundaré Stumps con esta moneda falsa,
y seguiré fabricando más hasta que todo el sistema monetario del imperio
se devalúe. La hiperinflación destruirá la economía. Si me matáis esta
noche, no cambiará nada. Mi equipo seguirá adelante —Dudoso—.
Incluso ahora, los hombres están custodiando el dinero. Comenzarán a
distribuirlo al amanecer si no vuelvo y revoco la orden. —Y terminar con
una mentira.

Serie El Filo del Emperador 01 392


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¿Alguno de ellos la creería?

Un surco en las cejas bajas de Hollowcrest sugería preocupación.


Larocka tenía una expresión de horror y la boca abierta. La sonrisa de
condescendencia en el rostro de Arbitan nunca se desvaneció.

Amaranthe se quitó la mochila del hombro y la arrojó entre los dos.

—Para demostrar que lo que digo es cierto, he traído una pequeña


muestra de mi trabajo. El papel no es exactamente el mismo, pero cada
vez que hemos usado los billetes, han pasado fácilmente. —Bueno, Akstyr
consiguió comprar pasteles una vez.

Hollowcrest miró la bolsa como si estuviera llena de serpientes


vivas.

—Saliste de mi calabozo medio muerta… no, muriendo… hace


menos de dos semanas. No has tenido tiempo.

—Es increíble lo que puede lograr un buen equipo —dijo


Amaranthe.

—¿Qué equipo? —preguntó Hollowcrest—. No tenías nada. Puse a


los ejecutores en tu contra. Confiscamos todo lo que había en tu
apartamento. Estás mintiendo.

Amaranthe extendió la mano hacia la bolsa. Cualquier satisfacción


que pudiera haber sentido por la incredulidad de Hollowcrest se vio
truncada por la diversión en el rostro de Arbitan. Larocka parecía
alarmada ante la perspectiva de una agitación económica, pero Arbitan…
estaba contento. Si se estaba tirando un farol, estaba haciendo un trabajo
totalmente convincente. ¿Por qué tengo la sensación de que no está
luchando en el mismo ring que el resto de nosotros?

Serie El Filo del Emperador 01 393


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—Veamos si esta jovencita va en serio. —Arbitan se adelantó y


recogió la bolsa. Revolvió su contenido y sacó un billete y lo examinó
cerca de una linterna—. Excelentes falsificaciones. Calculo que aquí hay
al menos treinta mil ranmyas.

—No podemos permitir que eso suceda —dijo Larocka—. Mis


inversiones, la mayoría, están en Turgonia. Incluso el comercio mundial
se vería afectado. ¡La ranmya imperial es la moneda de referencia del
mundo!

—No va a pasar nada —dijo Hollowcrest—. He leído el historial de


la mujer; ella no va a hacer nada ilegal. —Sonaba como si estuviera
tratando de convencerse a sí mismo. Bien.

—Estás equivocado, señor —dijo Amaranthe—. Es cierto que me


has obligado a hacer algo que nunca habría considerado, pero creo en lo
que estoy haciendo. Ilegal o no, estoy comprometida.

—Qué nobleza la tuya —dijo Arbitan.

Un débil chasquido sonó en uno de los montones de chatarra


cercanos. Un perno de ballesta salió de la oscuridad.

El aire frente a él tembló, y la saeta le rebotó, como si hubiera


chocado contra el metal.

En lugar de gritar de dolor o ser lanzado hacia atrás, Arbitan se


limitó a sonreír.

Los ojos de Hollowcrest se redondearon. Amaranthe hizo una


mueca; parecía que sus sospechas de que Arbitan era un mago eran
correctas. ¿Pero quién había disparado? ¿Sicarius?

—Por la sangre del emperador —susurró Maldynado—. ¿Cómo se


supone que…?

Serie El Filo del Emperador 01 394


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¡Basilard! —llamó Arbitan—. ¿Cómo progresa la caza?

Amaranthe miró a su alrededor. Hollowcrest también buscó


alrededor con el ceño fruncido. Hizo un gesto con la mano y sus hombres
se reunieron a su alrededor.

Pronto se hizo audible un reticente arrastre de pasos. Books y


Akstyr aparecieron a la vista, sin sus ballestas ni otras armas. Detrás de
ellos venía el hombre de seguridad de Arbitan, con la cabeza rapada, y
varios guardias más. Amaranthe vio las armas confiscadas en su poder.
Al parecer, los hombres de Arbitan no habían encontrado a Sicarius. No
sabía cuánta esperanza poner en ese hecho. Su plan había fracasado.
¿Qué utilidad tenía él para ella ahora?

—Agarradla. —Arbitan movió la cabeza hacia Amaranthe.

Los guardias la rodearon.

Ella se tensó, y luego se desplomó. Luchar contra tantos no le haría


ganar nada. Solo la muerte.

—Como quieras —dijo Amaranthe—. Te recuerdo que mis hombres


que se quedaron atrás tienen órdenes de comenzar a liberar billetes falsos
por la mañana si no regreso. Asesinar al emperador y sustituirlo por
algún obediente adulador servirá de poco si la economía del imperio se
asfixia en una cloaca. Matarme sería un error.

—No te preocupes, chica —dijo Arbitan—. Me dirás todo lo que


sabes antes de que te mate, ciertamente lo suficiente como para que yo
tome el control de tu pequeña estratagema.

Ella notó las palabras de tomar el control en lugar de parar.

Serie El Filo del Emperador 01 395


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Jefa? —Con el cuerpo tenso, Maldynado se puso firme con los


nudillos blancos en la empuñadura de su espada mientras los hombres
se acercaban.

—No hagas nada —dijo Amaranthe.

Arbitan la señaló con un dedo y los guardias la agarraron. Las


manos invasoras buscaron y quitaron las armas. Los guardias le ataron
las muñecas. La cuerda le mordía la piel, fría y abrasiva. Se quedó
mirando los nudos, intentando no ver sus ataduras como los grilletes del
fracaso, intentando no sentir que las últimas dos semanas habían sido
en vano.

Jugando con un trozo de cuerda, Arbitan consideró a Hollowcrest


con los ojos entrecerrados, como si pensara en tomarlo prisionero
también. Tal vez consideró las probabilidades demasiado parejas, pues
se limitó a decir:

—Yo saldría de la ciudad antes del cumpleaños del emperador,


Hollow. Ya hemos hecho los preparativos para su captura. Solo
estorbarás después de la muerte del muchacho. Y estoy seguro de que
sabes lo que le pasa a la gente que estorba.

—Mazmorras y órdenes de muerte —gruñó Amaranthe.

Hollowcrest, Arbitan y Larocka comenzaron a discutir, pero los


guardias arrastraron a Amaranthe antes de que pudiera escuchar algo
vital. Me alegro de haber podido organizar una reunión para ellos…

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Capítulo Diecinueve
En el exterior del Cuartel Imperial, Sespian se encontraba ante la
escalinata, temblando bajo su parka. A su izquierda estaba el teniente
Dunn, a su derecha el general Lakecrest. Pasada la medianoche, la noche
cubría el patio y las luces de gas que cubrían los pasillos no contribuían
a calentar el ambiente. Sespian no quería parecer inquieto o nervioso, así
que no caminó ni pisoteó. Se limitó a cerrar los puños dentro de los
guantes para evitar que se le entumecieran los dedos.

—Recibí la señal —dijo Dunn—. Hollowcrest debería llegar en


breve. Salió hace un par de horas y se llevó a quince hombres leales con
él. Tengo a alguien siguiéndolo, pero aún no estoy seguro de a dónde fue.

Flechas de ansiedad atravesaron el estómago de Sespian, pero se


limitó a decir:

—Muy bien.

La puerta del patio se abrió con un traqueteo. Hollowcrest entró


con sus hombres marchando detrás de él. Un ceño fruncido recorría su
rostro, uno que se profundizó cuando vio a Sespian.

Por un momento, Hollowcrest pareció que iba a pasar de largo, pero


se detuvo al ver a su leal general.

—¿Qué está pasando, Lakecrest? Las reuniones del personal


generalmente se reservan para las horas del día.

—No estarás aquí después del amanecer —dijo Sespian—. Ante


estos testigos, te revoco el título de Comandante de los Ejércitos y todos
los privilegios y derechos asociados a ese rango.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Eso es ridículo —espetó Hollowcrest—. No tengo paciencia para


esto. ¿Sabes lo que está pasando ahí fuera? —Señaló detrás de él en
dirección a la ciudad—. Gente poderosa está conspirando para
asesinarte, y tu novia ejecutora está haciendo un caos en la economía.

Sespian se quedó mirando. ¿Amaranthe? ¿Era ella con quien se


había reunido Hollowcrest?

Sespian apartó ese pensamiento. No se atrevía a perder su impulso


ni a darle tiempo a Hollowcrest para pensar.

—Has cometido actos de traición contra el trono… específicamente


drogarme… y tus crímenes exigen la muerte. Por tus años de servicio leal
a mi padre, he decidido no matarte, pero dejarás el Cuartel al amanecer
y Stumps al anochecer. Si no obedeces, serás encarcelado de forma
inmediata y permanente en las mazmorras.

—Tengo que recoger refuerzos e ir a ocuparme de Forge. —


Hollowcrest saludó a sus hombres más cercanos—. Llevad al chico
adentro. Discutiremos las acusaciones de él por la mañana.

—No lo creo. —Sespian levantó un brazo y agitó los dedos.

Detrás de él, las puertas delanteras se abrieron. Cuarenta soldados


armados salieron corriendo y se alinearon detrás de Sespian.

—¿Lakecrest? —preguntó Hollowcrest.

El viejo general evitó su mirada.

El sonido de pasos marchando sobre la nieve compacta provenía


del lateral del edificio. Hollowcrest miró en esa dirección. Sespian no lo
hizo. Sabía quién venía.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Los soldados marchaban en una columna de dos de ancho,


aparecieron con grilletes en las muñecas. Los guiaban hombres de la lista
de leales al emperador. Detuvieron la columna de prisioneros junto a la
puerta principal.

Sespian rebuscó en su bolsillo y sacó un llavero. Lo lanzó hacia


Hollowcrest, que lo atrapó y lo miró fijamente, con las cejas fruncidas.

—Las llaves de sus cadenas —explicó Sespian—. Puedes liberar a


tus hombres una vez que estés al otro lado de la puerta.

—¿Cómo…? —empezó Hollowcrest, pero cerró la boca de golpe y


frunció el ceño.

Sespian intercambió una mirada triunfal con Dunn. Sin la ayuda


del teniente, nunca habría podido organizar esto. Saber que había elegido
al hombre adecuado para esta tarea emocionaba a Sespian.

—Te arrepentirás de esto —dijo Hollowcrest—. Al amanecer.

—¿Es necesario ser tan melodramático? —preguntó Sespian—. Sea


cual sea el negocio en el que te has metido, no me importa.

—Tonto —gruñó Hollowcrest—. Si fracaso esta noche, eres hombre


muerto, y el imperio será un caos.

—Nos encargaremos de ello. —Sespian odiaba pedirle algo a


Hollowcrest, pero la curiosidad lo llevó a formular la siguiente pregunta—
. ¿Cómo está involucrada Amaranthe?

—Ya que eres tan inteligente estos días, descúbrelo tú mismo.

Hollowcrest salió del patio a grandes zancadas, llevándose consigo


a su larga hilera de hombres. Los guardias cerraron de golpe la puerta de
hierro forjado tras ellos.

Serie El Filo del Emperador 01 399


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El general Lakecrest casi parecía querer seguirlo, pero tras echar


una fría mirada a Sespian y a Dunn, entró en el edificio.

—Eso estuvo bien jugado, Sire —dijo Dunn—. Ojalá…

Sespian miró al teniente y alzó las cejas.

—¿Qué?

—Nada. —El rostro de Dunn se enmascaró—. Es tarde, señor. Tal


vez deberíais descansar. Puedo alertarlo si Hollowcrest causa más
problemas.

Tras un momento de duda, Sespian asintió.

—Muy bien.

***

El par de carros de vapor que esperaban a la vuelta de la manzana


del desguace presentaban modificaciones que Amaranthe nunca había
visto: enormes orugas en lugar de ruedas. Los vehículos eran más largos
de lo habitual y tenían espacio para más de una docena de hombres.

Acompañados por dos guardias y un conductor, Arbitan y Larocka


tomaron un vagón de vapor. Los otros quince guardias subieron al
segundo, obligando a Amaranthe y a sus hombres a unirse a ellos. La
zona de pasajeros cerrada tenía una única ventana con barrotes en la
puerta. Entrar era como arrastrarse a una cueva. O en una celda de una
mazmorra.

Una vez que sus captores la empujaron a un asiento, Amaranthe


se encontró frente al jefe de seguridad lleno de cicatrices. Basilard, le
había llamado Arbitan.

Serie El Filo del Emperador 01 400


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

La máquina modificada subió con facilidad las empinadas y


heladas colinas que salían del barrio industrial. Nadie habló. El
estruendo y el silbido del vehículo reverberaban en el vagón. A pesar del
amplio interior, la cantidad de gente ancha y musculosa hacía difícil
rascarse la nariz. Escapar parecía aún más improbable. Amaranthe evitó
mirar a sus hombres. Se sentía demasiado avergonzada. Les había
fallado. Había fallado al emperador. Y se había fallado a sí misma.

Basta ya. No nos vamos a rendir todavía. Ella no se había rendido


cuando estaba muriendo en el calabozo del Cuartel Imperial, y no se
rendiría ahora.

Levantó la barbilla y se encontró con los ojos de Basilard. Unos


cuantos guardias sostenían linternas y su luz rebotaba en las paredes de
madera, proporcionando suficiente iluminación para ver su rostro. Sus
fríos ojos azules la estudiaron a su vez. Ocasionalmente, los ciudadanos
imperiales poseían ojos claros, pero la palidez de su piel prometía que
ningún conquistador turgoniano había pasado por su linaje. Un esclavo
importado. ¿Seguía siéndolo, o Arbitan le había concedido la libertad?

—¿Eras un luchador de foso, Basilard? —le preguntó.

Él asintió una vez, tras decidir aparentemente que la pregunta no


suponía ningún riesgo para la seguridad.

—¿Cómo funciona ese sistema? ¿Entrenáis todos juntos hasta que


llega el momento de entretener a los ricos apostadores? Entonces, ¿se os
arroja en una situación en la que tenéis que matar al otro compañero? —
Recordó la reticencia de los luchadores que había visto en el foso.
También recordó el disgusto de Basilard por ser quien les proporcionó los
cuchillos para armarlos.

Volvió a asentir.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Alguna vez has tenido que matar a alguien que era un amigo?
—preguntó—. ¿O que podría haberlo sido, si las cosas hubieran sido
diferentes?

Él miró al suelo. Sí.

Maldynado le dio un codazo.

—¿Por qué hablas con él? Mira su cuello. Está todo lleno de
cicatrices. Apuesto a que ni siquiera puede responder.

Basilard le dirigió una gélida mirada. Amaranthe le dirigió a


Maldynado una breve mirada para que dejara de hablar.

—A mí también me pasó algo así hace poco —dijo Amaranthe a


Basilard, atrayendo su mirada hacia ella. Intentó ignorar el numeroso y
musculoso público que la observaba—. Un amigo murió por una decisión
que tomé. El hecho de que otra persona haya manipulado el encuentro
no me quita la responsabilidad de la muerte de esa persona, que no la
merecía. Bien podría haberlo matado yo. —Al pensar en Wholt, no tuvo
que fingir la gruesa emoción en su voz—. A ti te pasó lo mismo, ¿no? Por
un instinto natural de conservación, tomaste la decisión de quitarle la
vida a otro para poder vivir. Probablemente más de una vez. —Ella miró
sus cicatrices—. Muchas más que una vez. Ese tipo de culpa es difícil de
llevar. Lo único que puedes hacer ahora es asegurarte de hacer algo que
valga la pena con tus días, marcar la diferencia, justificar tu
supervivencia.

Uno de los guardias resopló.

—¿Quieres que la haga callar, jefe?

Basilard hizo algunos gestos con las manos. Amaranthe no podía


decir si representaban un lenguaje o simplemente algún código que había

Serie El Filo del Emperador 01 402


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elaborado con sus hombres. En cualquier caso, el guardia se encogió de


hombros y se recostó.

El vagón de vapor se detuvo antes de que Amaranthe pudiera


terminar sus intentos de convencer a Basilard. Dos guardias la agarraron
por los brazos y la empujaron hacia la noche. Maltratados de forma
similar, sus camaradas la siguieron.

La parte trasera de la mansión de Forge se asomaba, el techo


almenado oscuro contra el cielo estrellado. Los carámbanos colgaban de
los canalones como puñales. Montones de nieve enmarcaban el camino
de la entrada, y la grava crujía mientras caminaban hacia la casa.

Los guardias condujeron a Amaranthe y a sus hombres a través de


los lúgubres pasillos de servicio, bajaron las escaleras y entraron en una
parte desconocida de la mansión. Ella observó si había posibilidad de
escapar, pero Arbitan debió ordenar a todo el contingente de hombres
que los acompañara. Incluso si sus manos hubieran estado desatadas y
su equipo armado, las probabilidades habrían hecho que un
enfrentamiento fuera suicida. La fuerza no los liberaría.

Se acercó a Basilard mientras descendían por otra escalera a un


pasillo sin ventanas y con el suelo de cemento.

—El emperador Sespian es un buen hombre —dijo—. Podrías verlo


si Hollowcrest no lo mantuviera drogado. Quiere ayudar a la gente, a los
trabajadores, no a los ricos elitistas de los negocios. Si supiera lo de las
peleas en los pozos, les pondría fin.

Basilard se detuvo. Amaranthe lo observó con esperanza, pero él se


limitó a abrir una pesada puerta de roble. Una celda negra se abría ante
ella. Él hizo un gesto brusco, el significado era claro.

Serie El Filo del Emperador 01 403


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Amaranthe entró, pero se volvió hacia el pasillo en cuanto pasó el


umbral. Mientras Maldynado y los demás entraban encorvados, ella lo
intentó por última vez.

—Si no haces nada para detener a Arbitan, serás tan culpable como
él por haber matado al primer líder turgoniano que se preocupó por
fortalecer las relaciones con otras naciones en lugar de destruirlas.
Arbitan, Larocka, y su mascarón de proa de emperador traerán tiempos
oscuros y corruptos. ¿Puedes vivir contigo mismo, sabiendo que serás
parte de eso?

La puerta se cerró en su cara, sumergiendo la celda en la


oscuridad.

—Aparentemente sí puedes —murmuró Amaranthe.

—Creo que estabas más cerca en el carruaje —dijo Books—.


Parecías menos… desesperada.

—Gracias por la crítica.

—Esto masca bolas de rata —anunció Akstyr.

—Estoy de acuerdo —dijo Books.

—Lo siento, compañeros —dijo Amaranthe—. Mi plan era…


fantasioso en el mejor de los casos, al parecer.

—Creo que Hollowcrest estaba dispuesto a negociar —dijo Books—


. Larocka también parecía preocupada. Arbitan era el que estaba menos
preocupado de lo que debería ante la perspectiva de perder su fortuna.

—Lo sé. —Se paseó por la celda y localizó, golpeando


dolorosamente la rodilla contra ello, un banco empotrado en la pared
opuesta a la puerta—. Pensé que tal vez Arbitan era un turgoniano que

Serie El Filo del Emperador 01 404


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ha estudiado ciencias mentales en los viajes a Nuria, pero lo entendí al


revés. Tiene que ser un maldito mago nuriano que se hace pasar por un
empresario imperial. Por eso no le importaría el dinero… devaluar
nuestra moneda solo ayudaría a Nuria. Debe haberse infiltrado en la
clase empresarial y haber cortejado a Larocka para que le diera voz en
Forge. Probablemente ha estado espiando para su gobierno durante el
último año, tal vez más. —Miró en la oscuridad en la dirección general al
suelo—. ¿Y si quiere matar al emperador y poner un testaferro en el trono,
no porque quiera un líder que simpatice con los intereses capitalistas,
sino porque su gobierno quiere alguien que pueda ser manipulado para
que trabaje para ellos, tal vez incluso para que ayude a preparar una
invasión? Puede que los nurianos no nos odien tanto como los
kendorianos u otras naciones que hemos conquistado, pero sin duda
ganarían mucho con nuestra caída. Imagina su magia combinada con
nuestra tecnología. Podrían controlar el mundo.

—Todo eso son suposiciones —dijo Books—. El hecho de que el


perno de la ballesta no lo haya derribado no prueba que sea un mago con
poderes mágicos.

—Claro que sí —dijo Akstyr—. Por eso le disparé.

Amaranthe se removió en el frío banco, volviéndose hacia su voz.

—¿Tú disparaste el perno?

—Pensé que podría pillarle con la guardia baja, pero aunque no lo


hiciera, demostraría a todo el mundo que era un mago.

—Un esfuerzo audaz —dijo ella, sorprendida por su iniciativa.

—Además, Cabeza de Cicatriz y sus matones me tenían rodeado y


estaban a punto de abalanzarme sobre mí —añadió Akstyr.

Serie El Filo del Emperador 01 405


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—Ah. —Amaranthe se echó hacia atrás. Podía sentir la frialdad de


la pared de ladrillos a través de su cabello—. ¿Cómo se mata a un mago,
Akstyr? Si puede desviar pernos de ballesta sin siquiera levantar una
mano…

—Aparte de las criaturas y herramientas que puedes fabricar con


las ciencias mentales, los hechizos reales solo duran mientras puedas
seguir pensando en ellos. Rompe su concentración y puedes romper su
armadura. Por supuesto, se sentirá bastante seguro y libre para
concentrarse mientras su construcción de alma esté cerca, así que será
mejor que planees matar eso primero.

—¿Y cómo se mata una construcción del alma? —preguntó Books.

—No sé. No creo que tú puedas.

—Akstyr, no puedes sugerir un plan de acción que sea imposible


de implementar —dijo Amaranthe.

—¿No puedo? No sabía que eso fuera una regla.

—A las mujeres les gusta inventar reglas para confundirte —dijo


Maldynado—. Es parte de vivir en su mundo. Acostúmbrate a ello.

—Dame algunas ideas, Akstyr —dijo Amaranthe, ignorando a


Maldynado.

—Bueno, probablemente podrías matarlo con magia poderosa —


dijo Akstyr—. Sin embargo, una vez creados, son muy fuertes. Incluso
sus creadores apenas pueden controlarlos.

—¿Por qué un mago crearía algo que no puede controlar? —


preguntó Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 406


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—Los magos pueden controlarlos. Más o menos. Las


construcciones de almas obedecen órdenes básicas como “ve a matar a
ese hombre” o “vigila mi espalda mientras trabajo”, pero están hechos de
la mente del dueño. Bueno, su alma, si crees en eso. Acaban teniendo el
mismo temperamento que sus creadores, solo que no conocen las leyes y
esas cosas. Solo son…

—¿Criaturas que poseen toda la maldad del hombre sin ninguna


de las restricciones que la sociedad nos impone? —sugirió Books.

—Supongo —dijo Akstyr—. Obedecerán las órdenes de su creador,


pero lo harán a su manera.

—Suena como Sicarius —dijo Books.

—Suena mucho peor —dijo Amaranthe—. Puede que Sicarius haya


sido entrenado para anteponer el pragmatismo a los sentimientos, pero
creo que es bastante inocuo mientras no te metas en su camino. Para ser
sincera, me parece un poco suave.

Maldynado resopló.

Akstyr resopló.

Books tuvo la audacia de decir:

—Por primera vez, creo que estás dejando que tu lado femenino te
ciegue. Lo estás idealizando.

Amaranthe se sonrojó.

—Bien. —¿Cómo habían llegado a este tema?—. No tenéis que estar


de acuerdo conmigo en eso. Estoy más preocupada por Arbitan y esa
criatura en este momento.

Serie El Filo del Emperador 01 407


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—Tal vez podrías convencer a Larocka para que nos ayude —dijo
Books—. Si ella supiera lo que es Arbitan, ¿aún lo apoyaría? Si es una
turgoniana nativa, uno pensaría que sentiría más lealtad hacia el
imperio.

—No lo sé. —Amaranthe se encogió de hombros—. Arbitan es un


hombre guapo, y parecen… cercanos.

—¿Cómo pudo enamorarse de un baboso mago nuriano? —


preguntó Maldynado.

—Incluso una mujer inteligente puede dejarse llevar por una bonita
sonrisa —dijo Amaranthe.

—¿De verdad? —preguntó Maldynado—. Porque cada vez que


pruebo mi bonita sonrisa contigo, me pones de guardia o me das trabajo.

—Ahora no, Maldynado —dijo—. Vamos a centrarnos.

—Me he preguntado si debería buscarte una chica —se quejó


Maldynado.

Akstyr se rió disimuladamente.

—Tal vez sus intereses simplemente estén en otra parte —dijo


Books—. Recordad que ella cree que Sicarius es suave.

—Suave —dijo Maldynado—. Oh, claro. Si le metiera a una chica


en la cama, probablemente se pondría a hacer flexiones sobre sus pechos.

Las risas se convirtieron en carcajadas, y no solo de Akstyr.

—Me alegro de que todo el mundo esté disfrutando de este tiempo


de unión en la mazmorra —dijo Amaranthe—, ya que probablemente nos
van a torturar hasta la muerte en unas horas.

Serie El Filo del Emperador 01 408


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Eso acalló sus carcajadas. El silencio se apoderó de la celda.


Amaranthe se alegró de la oscuridad, ya que sus mejillas volvieron a estar
calientes.

—¿Crees que hay alguna posibilidad de que Sicarius venga a


sacarnos? —preguntó Akstyr.

Amaranthe sintió una esperanza similar, pero…

—Ahora que hemos ejecutado el plan y fracasado, no tiene motivos


para arriesgarse por nosotros. Sería más lógico que intentara algo por su
cuenta, y él no es nada más que lógico.

Maldynado resopló.

—¿Por qué no dices que nosotros ya no les servimos, así que nos
deja para ser torturados?

—Creo que dije eso. En cualquier caso, vamos a tener que salir de
aquí nosotros mismos. —Amaranthe se levantó y buscó a tientas. Si
pudiera encontrar un charco de agua o algo resbaladizo, tal vez podría
aflojar sus ataduras—. ¿Alguien tiene una idea? —Chocó con la cabeza
de alguien.

—Por supuesto —dijo Maldynado desde debajo de ella—. Ven a


sentarte en mi regazo y las discutiremos.

Ella hizo una pausa pensativa.

—Amaranthe. —Books sonó escandalizado por su silencio—. Por


favor, asegúrate de que no estás considerando sucumbir a los avances de
este troglodita.

Serie El Filo del Emperador 01 409


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—Bueno —dijo ella—, estaba debatiendo los méritos de ciertos


fluidos como medio para aflojar cuerdas, pero vamos, ah, a explorar otras
posibilidades primero.

Se oyeron pasos al otro lado de la puerta. Frunciendo el ceño,


Amaranthe se volvió. Esperaba que tardaran más.

La cerradura traqueteó cuando una llave giró en ella. Avanzó


arrastrando los pies, preparándose para saltar si se presentaba la
oportunidad.

La puerta se abrió. Basilard estaba en el pasillo. Solo.

Amaranthe contuvo la respiración sin apenas atreverse a tener


esperanzas. Estudió su rostro, buscó los ojos detrás de todas esas
cicatrices.

Basilard sacó un cuchillo de una de las numerosas fundas.


Maldynado saltó delante de ella y se puso en cuclillas para defenderse.

Sin romper la mirada con Basilard, Amaranthe se hizo a un lado y


extendió los brazos. Con cuidado él cortó las cuerdas y le hizo un gesto
para que saliera al pasillo. Tras una pausa indecisa, cortó también las
ataduras de Maldynado. Books y Akstyr se alinearon para recibir el
mismo tratamiento. Cuando estuvieron libres, los hombres se lanzaron
hacia las escaleras. Amaranthe dudó.

Basilard bajó el cuchillo y miró con tristeza los jirones de cuerda


en el suelo. Sin duda, su elección de esta noche le había condenado. Al
principio, Amaranthe solo había esperado convencerle de que les liberara.
Después de su acto de bondad, se sintió obligada a ponerlo a salvo. Pero
entonces, ella no iba a ningún lugar seguro.

—¿Quieres venir con nosotros? —le preguntó.

Serie El Filo del Emperador 01 410


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Él giró la cabeza, dirigiendo sus tristes ojos azules hacia ella. Se


encogió de hombros con ambivalencia, pero la siguió cuando se dirigió a
la puerta.

Alcanzaron a los demás en la planta superior, donde las escaleras


dividían un pasillo. Books y Maldynado se habían detenido para discutir.

—La salida es por aquí. —Maldynado señaló en una dirección.

—No podemos irnos sin más; tenemos que hacer algo. —Books
señaló hacia el otro lado.

—Estoy haciendo algo —dijo Maldynado—. Me estoy yendo.

Amaranthe pasó junto a ellos y entró en el pasillo que conducía al


interior de la casa. Se sorprendió cuando todos los hombres la siguieron.

—¿Sabes dónde podemos encontrar a Larocka? —le susurró a


Basilard—. Solo quiero hablar con ella, ver si nos revela lo que se ha
puesto en marcha en cuanto al asesinato del emperador.

Basilard levantó un hombro pero tomó la delantera.

El grupo subió una oscura escalera y entró en un corto pasillo. En


un extremo, la noche negra se presionaba contra una ventana con un
borde de escarcha. Habían llegado a la planta baja. Una puerta marcaba
el otro extremo del pasillo. Detrás de ella se escucharon voces y pisadas.

Seguramente, su fuga no podría haber sido detectada ya.

—¿Sabes lo que está pasando? —susurró Amaranthe a Basilard.

Él negó con la cabeza.

Abrió la puerta y se asomó a una amplia cocina poco iluminada.


Cuando no vio a nadie, condujo a los hombres al interior. Pasaron por

Serie El Filo del Emperador 01 411


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delante de varias chimeneas y estufas. Los recipientes de


almacenamiento, cuencos para mezclar y calderos gigantes se agolpaban
en las filas de encimeras de azulejos. Al otro lado de la cocina, la luz se
filtraba por debajo de una segunda puerta. Las voces se hicieron más
pronunciadas a medida que Amaranthe se acercaba. Aunque no podía
distinguir las palabras, se percibía una clara urgencia en ellas. Diferentes
oradores parecían entrar y salir de la zona.

Cuando ella vaciló, Basilard pasó junto a ella y se deslizó por la


puerta batiente. Esperaba que eso significara que traería información.
Mientras tanto, consideró la posibilidad de buscar otra escalera que
subiera, ya que la que había utilizado en su anterior visita estaba en
medio de la conmoción. Aunque, si algo importante estaba ocurriendo en
la planta baja, era probable que Arbitan y Larocka estuvieran en medio
de ello.

Amaranthe abrió la puerta y miró a través de ella. Alguien pasó


borrosamente por su estrecho ángulo de visión.

Un fuerte crujido llegó desde atrás y ella dio un salto. La puerta se


cerró de golpe y casi le golpeó en la nariz. Se giró para encontrar a
Maldynado comiendo, prácticamente en su oído.

Lo fulminó con la mirada.

—¿Qué? —Maldynado sacó una mano, mostrando una fila de


galletas—. ¿Quieres una?

Books le arrebató las galletas de la mano de Maldynado.

—Este no es el momento para picar.

—Esta podría ser mi última comida —dijo Maldynado.

—¿Y elegiste galletas? —dijo Akstyr con la boca llena.

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Se dieron la vuelta para encontrarlo comiendo un trozo de pastel


empapado de glaseado.

—Oh, excelente —dijo Maldynado—. ¿Hay más?

Amaranthe apoyó la frente en la fría madera de la jamba de la


puerta. Tal vez debería haber pedido a Basilard que los dejara en la celda.

Basilard volvió a entrar, con una pluma y un papel. Garabateó una


nota.

Hollowcrest ha traído un chamán para que atraviese las barreras y


ha rodeado la casa con una compañía de soldados. Está esperando para
negociar con Arbitan en el salón de arriba.

—¿Qué hay de Larocka? —preguntó Amaranthe.

Más garabatos. Nadie lo sabe.

—Podríamos escapar en el caos —señaló Books.

—Probablemente, pero, ¿dónde nos dejaría eso? —preguntó


Amaranthe.

—Nos deja escapados —murmuró Akstyr.

—Y al emperador todavía en peligro. —Se volvió hacia Basilard—.


¿Sería posible espiar la reunión del salón sin ser vistos?

La mano de Basilard se agitó en un movimiento de “tal vez”.

—Vamos a intentarlo.

Basilard encontró una linterna, los condujo de nuevo al pasillo de


detrás de la cocina, y finalmente a una escalera de caracol. Dos pisos
más arriba, entraron en una serie de habitaciones anexas y en un

Serie El Filo del Emperador 01 413


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armario que resultó ser una entrada secreta a un estrecho pasaje.


Cubierto de polvo y envuelto en telarañas se retorcía a través de la casa
como el pozo de una mina abandonada. Amaranthe se pellizcó la nariz
para evitar los estornudos.

Basilard se detuvo ante una pared formada por amplios paneles de


madera. Se llevó un dedo a los labios para pedir silencio. Metió un
cuchillo en una costura de la pared y luego apagó la linterna. La
oscuridad se tragó el pasaje, pero la costura pronto se expandió cuando
separó los paneles un par de centímetros.

Amaranthe acercó su rostro al hueco.

Hollowcrest estaba de pie junto a un gran ventanal, observando


algo… sus tropas, tal vez. Mesas de juego, sofás y sillones se interponían
entre él y la entrada secreta. Las lámparas de queroseno iluminaban su
lado de la habitación, pero ninguna luz brillaba en la mitad posterior, y
Amaranthe esperaba poder observar sin llamar la atención.

Nadie más ocupaba aún el salón y solo el crepitar de un fuego de


leña en una chimenea situada en la pared del fondo rompía el silencio.

Amaranthe se mordió el labio. Tal vez debería hablar con él, ver si
podía convertirlo en un aliado temporal. Tenía hombres, un usuario de
la magia y todos los motivos para querer detener a Arbitan y a Larocka.

Una figura oscura salió de las sombras detrás de la puerta


principal. Sicarius.

Amaranthe se estremeció de sorpresa. Hollowcrest, seguía mirando


hacia la ventana, no se dio cuenta del movimiento. Sicarius se deslizó
alrededor de los muebles y se detuvo en una alfombra peluda frente al
fuego. Su reflejo apareció contra la ventana oscura. El salto de sorpresa
de Hollowcrest fue impresionante teniendo en cuenta su avanzada edad.

Serie El Filo del Emperador 01 414


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Sicarius —soltó.

Con las manos entrelazadas en la espalda, Sicarius lo miró sin


expresión. De espaldas a la chimenea, se había colocado de forma que
estaba de cara a Hollowcrest, pero manteniendo la otra puerta a la vista.

—¿Dónde has estado? —dijo Hollowcrest—. ¿No recibiste mi


mensaje? ¿Sabías lo que estaba haciendo esa ejecutora? ¿Por qué no la
mataste cuando te la envié? No importa. Eso no es importante ahora. Es
bueno que estés aquí. Forge debe ser eliminado. Quiero que se acabe con
todo el grupo insidioso, con Arbitan en particular.

Amaranthe sintió la esperanza de que Sicarius no hubiera corrido


directamente hacia Hollowcrest después de recibir esa carta. Fuera cual
fuera la naturaleza exacta de su distanciamiento, parecía que la promesa
de perdón de Hollowcrest no lo había aliviado. Se preguntó quién había
roto la confianza de quién en un principio.

—Ya no trabajo para ti —dijo Sicarius.

Bien.

Hollowcrest palmeó el aire.

—Que hayamos tenido un… desacuerdo hace unos años no


significa que no te sigamos necesitando. Retiraré lo cargos que Sespian
puso sobre tu cabeza, y quitaré la recompensa. El chico no será un
problema.

—Sí —dijo Sicarius en voz baja—. Tengo entendido que lo has


estado drogando.

—Todo lo que necesitamos es que ayudes con Forge —dijo


Hollowcrest—. Y entonces será como antes. Tiempos sencillos y eficientes
en los que el…

Serie El Filo del Emperador 01 415


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Sonaron pasos en el pasillo. Sicarius saltó por encima de un sofá,


aterrizó sin hacer ruido y volvió a mezclarse con las sombras de detrás
de la puerta. Cuando Arbitan entró, no dio señales de darse cuenta de
que Sicarius estaba en la habitación.

—Hollow. —Arbitan sirvió una copa de brandy de una jarra—.


Pensé que te había dicho que te fueras de la ciudad.

—No acepto órdenes de ratas de alcantarilla de origen común.

—Común. Te aseguro que de donde vengo soy cualquier cosa


menos eso… —Arbitan olió el brandy, tomó un sorbo y se lo pasó por la
boca antes de tragar. No le ofreció un vaso a Hollowcrest—. Veo que has
traído bastantes soldados contigo. ¿Dónde has encontrado un chamán lo
suficientemente dotado como para colar a tus hombres entre mis
guardas?

—Tú forzaste esto —dijo Hollowcrest—. ¿Realmente pensaste que


me haría a un lado y te dejaría reemplazar al emperador y dictar la
política de Turgonia?

—¿Tú creías que no iba a planificar todas tus contingencias? —


Arbitan sonrió, una sonrisa gélida que hizo que Amaranthe sintiera un
escalofrío aunque no fuera la destinataria—. Esta casa está protegida por
algo más que por guardas.

La criatura.

—Tu chamán es insignificante, y tu Ejército no sobrevivirá a la


noche —dijo Arbitan.

Hollowcrest resopló.

—Te estás tirando un farol. No hay…

Serie El Filo del Emperador 01 416


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Fuera, alguien gritó.

—¡Corred! —gritaron varias voces.

La expresión sonriente y de superioridad que marcaba el rostro de


Arbitan no dejaba lugar a dudas sobre quién era el responsable.

Hollowcrest se volvió hacia la ventana. Sus dedos se acercaron y se


presionaron sobre el cristal, y su mandíbula cayó. Más gritos atravesaron
las paredes de la casa, gritos de dolor y terror. A Amaranthe se le hundió
el estómago. Sin mirar, supo de qué carnicería era testigo Hollowcrest.

Las maldiciones en un idioma extranjero se elevaron sobre el


estruendo. La voz cambió a gritos, que se interrumpieron bruscamente.

—Ups, ¿era tu chamán? —preguntó Arbitan.

—¿Qué es esa… cosa? —preguntó Hollowcrest.

—Una mascota. —Arbitan dio un sorbo de su vaso—. Le ordené que


se comiera a tu chamán primero, pero pronto perseguirá y matará a todos
tus hombres.

Amaranthe se preguntó si este sería el mejor momento para hacer


un movimiento. La criatura estaba distraída y Arbitan podría no estar
preparado para un asalto. Lástima que los guardias se hubieran llevado
las armas de su equipo.

Escaneó la habitación en busca de inspiración. Su mirada se posó


en las sombras de la puerta. Tal vez si ella salía a la carga por el pasillo
oculto, distraería a Arbitan… rompería la concentración que necesitaba
para tejer sus defensas… y Sicarius podría clavarle un cuchillo en la
espalda. Por supuesto, también podría ser incinerada por el fuego de los
magos o por cualquier magia que Arbitan pudiera lanzar.

Serie El Filo del Emperador 01 417


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Tenía que correr el riesgo.

Solo los ojos de Sicarius se movían, observando la interacción de


los dos hombres. Le pidió que mirara en su dirección, pero cuando
Arbitan volvió a levantar su vaso, aparentemente ajeno a cualquier
amenaza, Sicarius se puso en rápido movimiento.

Uno de sus cuchillos arrojadizos giró hacia la espalda de Arbitan,


y una nueva arma apareció en su mano al instante. Levantó el brazo,
preparado para atacar de nuevo.

Arbitan no estaba tan indefenso como parecía. Al igual que el perno


de ballesta, el cuchillo se detuvo antes de hundirse en su torso.

Rebotó como si hubiera golpeado una pared de piedra y aterrizó en


la alfombra mullida con un golpe suave. Amaranthe se desplomó contra
la pared. Ella también esperaba que él no tuviera sus defensas subidas
aquí, en su santuario.

El brazo de Sicarius cayó. No lanzó el segundo cuchillo.

—Tu mascota no es tan eficaz como la mía, Hollow —ronroneó


Arbitan. Miró por encima de su hombro—. Sal de las sombras, asesino.
—Arbitan giró la cabeza para mirar a Amaranthe—. Y los prisioneros
fugados que acechan en el pasaje también pueden salir. Junto a mi
traidor Basilard.

Sonaron forcejeos de sorpresa detrás de Amaranthe. Tras


recuperarse de la conmoción de ser descubierta, consideró la posibilidad
de huir en lugar de obedecer, pero la mirada segura de Arbitan le
transmitió la inutilidad de tal acción. Apartó los paneles y entró en el
salón. Su equipo se deslizó tras ella. Basilard agachó la cabeza como un
sabueso apaleado.

Arbitan indicó al grupo que se uniera a Sicarius.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe terminó frente a la chimenea, cuyos troncos ardientes


le calentaban la espalda. Hollowcrest miraba por la ventana sin hacer
nada útil. Sintió una agitación de disgusto; al menos podría intentar
negociar por las vidas de sus hombres.

¿Y qué estoy haciendo yo que sea tan útil?

Ella miró un juego de herramientas para la chimenea junto al


hogar. Tal vez todavía podría proporcionar la distracción que bajaría las
defensas de Arbitan. Su mano se dirigió al atizador.

—Bueno, querida. —La mirada de Arbitan se clavó en ella y se


congeló—. Habría sido divertido jugar con el dinero falso, pero eres
demasiado problemática para tenerte cerca. —Sus ojos parpadearon
hacia Basilard y volvieron a ella—. Probablemente subvertirías al
torturador que envié a interrogarte.

Amaranthe tragó saliva. Ya reconocía una sentencia de muerte. Era


hora de arriesgarse.

Agarró el atizador y saltó hacia el mago.

Y fue aplastada contra el suelo. La alfombra se presionó contra su


mejilla. Sintió como si el techo hubiera caído sobre ella, comprimiendo
su torso, su cabeza y cada miembro. Apenas podía respirar.

El atizador se soltó de su mano y volvió a su lugar entre el juego de


herramientas.

Por el rabillo del ojo, vio a sus compañeros igualmente aplastados.


Todos excepto Sicarius. Estaba de rodillas, con los nudillos apoyados en
el suelo.

¡Combátelo! Amaranthe deseaba poder hacerlo. Ejerció todos sus


músculos, tratando de levantar el pecho del suelo. No podía moverse.

Serie El Filo del Emperador 01 419


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Sicarius consiguió levantarse de rodillas, aunque su espalda se


dobló por el esfuerzo. Con la mandíbula apretada, y el rostro enrojecido,
miró a Arbitan y se acercó más.

Tenía que ayudarle. De alguna manera.

Amaranthe dejó de luchar. No llevaba a ninguna parte, y si Sicarius


se levantaba solo con la fuerza de sus músculos, Maldynado, con su
poderoso volumen, debería haber sido capaz de forzarse a subir también.
Esto era una batalla mental, se dio cuenta, recordando la lección de
historia de Sicarius sobre los Cazadores. Lástima que ella no tuviera ese
entrenamiento para recurrir a él. Sospechando que el esfuerzo era vano,
trató de levantarse a sí misma.

Sicarius avanzó un paso tambaleándose. Amaranthe sintió que la


ola de fuerza disminuía a su alrededor cuando Arbitan desvió más su
atención hacia Sicarius. Deseó poder ver el rostro del mago. ¿Estaba
cansado? ¿Al menos sudando un poco?

Cerró los ojos y se imaginó a sí misma nadando en el lago durante


el verano. Se deslizó bajo la superficie y acarició las profundidades,
cortando la resistencia del agua con facilidad. Su cabeza se separó de la
alfombra. Sus hombros y cuello temblaron bajo el peso. En su mente,
rozó el fondo del lago, con los guijarros resbaladizos de las algas pasando
por debajo de ella. Luego se inclinó hacia la superficie y el agua con
capacidad de flotación la llevó hacia la luz del sol. Metió un codo bajo el
pecho para levantar el torso y luego, con un esfuerzo descomunal, se
lanzó hacia un lado y agarró un tizón encendido de la chimenea.

Las ascuas abrasaron su carne. El dolor le dio una sacudida de


energía y la usó para lanzar el tronco.

Se dirigió a la cabeza de Arbitán. Él levantó el brazo por reflejo, y


en ese instante la magia se disipó.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe se levantó a tiempo para ver cómo Sicarius clavaba una


daga en el pecho de Arbitan. Se deslizó entre las costillas y atravesó
órganos vitales. La conmoción ensanchó los ojos de Arbitan y le robó la
sonrisa arrogante de su rostro. Se desplomó en el suelo, con los dedos
agarrando inútilmente la empuñadura de la daga.

Amaranthe se desplomó contra la repisa de la chimenea. Sicarius


la miró.

—Me alegro de verte —dijo ella.

Su máscara había vuelto, pero inclinó la cabeza.

—Creo que es un mago nuriano encubierto, enviado por su


gobierno para crear el caos y plantar un heredero complaciente en el
trono.

—Amaranthe lo descubrió en la mazmorra. —Maldynado envió una


sonrisa de suficiencia a Books.

—¿En serio? —Sicarius miró a Amaranthe con… ¿respeto?

Ella se mordió el labio para ocultar su sonrisa.

—Excelente trabajo, Sicarius —canturreó Hollowcrest—. Como se


esperaba. Siempre fuiste invaluable. Es bueno tenerte de vuelta. Arbitan
era el más peligroso, pero necesitaré que alguien elimine los restos de
Forge. Esa mujer, Larocka, también es una plaga.

Amaranthe frunció el ceño ante el anciano. ¿Creía que Sicarius


había matado a Arbitan por él?

—Sicarius, no puedes ayudar a Hollowcrest —dijo Books—. Él es


quien hizo matar a mi hijo. Amaranthe dice…

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Amaranthe dice? —resopló Hollowcrest—. Sicarius no acepta


órdenes de mujerzuelas de la calle. Siempre ha trabajado para el trono —
Hollowcrest asintió a Sicarius—, y volverá a hacerlo.

—Tal vez sea así —dijo Sicarius, inescrutable.

Su acuerdo hizo que Amaranthe se sobresaltara, hasta que se dio


cuenta de que “el trono” significaba Sespian en estos días.

—Lo primero que necesitaré que hagas es eliminar a esos testigos


—dijo Hollowcrest—. No queremos que los periódicos hagan
sensacionalismo de esta debacle. —Apuntó a Arbitan, que seguía
retorciéndose en el suelo.

A pesar de la herida mortal, Arbitan estaba muriendo lentamente.


Su boca se abría y cerraba una y otra vez, como si intentara hacer un
último comentario sarcástico. Amaranthe esperaba que no pudiera
utilizar su poder para curarse de algún modo. Seguramente, todo ese
dolor le proporcionaba la última distracción.

Nadie más prestó atención a Arbitan. Books observó a los dos


hombres, con los dientes apretados en el labio inferior. Maldynado y
Akstyr también parecían preocupados de que Sicarius siguiera a
Hollowcrest. Su preocupación, grabada tan claramente en sus rostros,
hizo que Amaranthe dudara de su propia certeza.

¿Me estoy equivocando?

Sicarius cruzó la habitación y se detuvo a un brazo de distancia de


Hollowcrest. Su rostro no ofrecía ningún indicio de malicia. No agarró
ningún arma.

—Excelente. Ahora… —Hollowcrest hizo un gesto a Amaranthe y a


los demás—. Mata a esta gentuza.

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Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Lo sabía —murmuró Maldynado.

Akstyr retrocedió hacia la puerta. Los hombros de Books se


desplomaron, como si la batalla ya estuviera perdida.

—Estás drogando a Sespian —dijo Sicarius, con los ojos fijos en


Hollowcrest.

Hollowcrest agitó una mano tranquilizadora.

—Solo para que se adapte a las necesidades del imperio. Además,


no debería importarte. Siempre has trabajado más a través de mí que del
emperador Raumesys. Nada ha cambiado.

—Sicarius —dijo Amaranthe—, pregúntale el nombre de la droga.


¿Es algo que provoca consecuencias a largo plazo?

Él no la miró. Su mirada pétrea permaneció fija en Hollowcrest, que


frunció el ceño mientras observaba a Sicarius. Por primera vez, la
incertidumbre le quitó el filo a su altiva expresión. Hollowcrest trató de
dar un paso atrás, pero chocó con el alféizar de la ventana.

—¿Qué droga estás usando con él? —Sicarius se adelantó. Se puso


frente a frente a Hollowcrest—. ¿Zawyat?

—No vas a recibir órdenes de ella, ¿verdad? —chilló Hollowcrest.

Sicarius miró brevemente en su dirección.

—Son más bien sugerencias.

Amaranthe podría haber sonreído, recordando la vez que ella lo


había explicado de la misma manera, pero la tensión entre los dos
hombres le robó la alegría.

—¿Qué droga? —preguntó Sicarius.

Serie El Filo del Emperador 01 423


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Corteza de Iklya —susurró Hollowcrest, con la espalda pegada a


la ventana.

—¿Por qué usaste algo tan potente? —preguntó Sicarius, su


máscara se deslizó brevemente, sus ojos oscuros aturdidos—. Eso lo
mataría con el tiempo.

Amaranthe se sintió enferma. ¿Cuánto tiempo llevaba Sespian


tomando la droga? ¿Le habían robado ya años de su vida?

—Lo intenté con Zawyat, pero el chico se resistió —dijo


Hollowcrest—. Su tiempo de vida no importa. Sespian no está preparado
para gobernar una nación. Vivirá lo suficiente para producir un heredero.

—Vivirá más que tú.

Fiel a su naturaleza, Sicarius mató rápidamente, pero pareció


sentirse más satisfecho de lo normal. El chasquido del cuello roto de
Hollowcrest resonó en la habitación, persistiendo junto con la furia
salvaje en los ojos de Sicarius. Amaranthe se estremeció. Se sintió
aliviada cuando un movimiento del mago moribundo la distrajo.

Los labios de Arbitan se movían, repitiendo algo. Amaranthe se


acercó y se arrodilló para escuchar antes de que dejara de respirar.

—¿Qué significa armon atask ku? —preguntó.

—Vuelve a mí —dijeron juntos Books y Sicarius.

Akstyr maldijo.

—La construcción del alma. Lo llamó para que volviera. Va a…

Un aullido familiar llegó desde la calle. El estómago de Amaranthe


cayó hasta sus botas. Había asumido que matando al mago destruiría
también a la criatura.

Serie El Filo del Emperador 01 424


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—Vengar la muerte de su amo —finalizó Akstyr.

Amaranthe miró a cada uno de sus hombres, que a su vez le


devolvieron la mirada, como si de sus labios fueran a brotar pronto
soluciones brillantes. Solo la mirada de Sicarius descansaba en otra
parte. Con su máscara inexpresiva de nuevo en su sitio, miraba fijamente
la puerta, tranquilo, aceptando.

Ya se ha rendido. Apretó la mandíbula. Pero yo no lo voy a hacer.

—¿Cómo lo matamos? —preguntó Amaranthe.

—Imposible —dijo Sicarius—. Son impermeables a los cuchillos y


a las armas de fuego. Mi antigua daga podría haberlo cortado. —Abrió la
mano, con la palma hacia arriba.

La daga que ella perdió. Por supuesto.

—Iros —dijo Sicarius—. Vendrá detrás de mí, no de ti.

—Adiós. —Maldynado se dirigió a la puerta.

—Para —dijo Amaranthe.

La sorprendió obedeciendo.

Ella pasó por encima del mago caído y agarró el brazo de Sicarius.

—Vas a venir con nosotros.

—No puedo. Sabrá de quién es la mano que mató a su amo. Me


seguirá. No hay escapatoria. —Retiró su brazo—. Vete.

Maldynado, Akstyr, Basilard y Books miraron con recelo a


Amaranthe. Ella no podía decirles que se sacrificaran a un destino
desesperado. Además, su misión aún no había terminado. Arbitan dijo

Serie El Filo del Emperador 01 425


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que el asesinato del emperador había sido organizado, y Larocka seguía


viva en alguna parte.

Amaranthe se volvió a Sicarius.

—¿Qué pasará después de que te mate?

—Seguirá haciendo aquello para lo que lo creó su amo —dijo.

El aullido volvió a sonar, esta vez desde el patio de abajo. Miró al


exterior y se estremeció ante la sangre, los cuerpos desmembrados y las
entrañas que salpicaban la nieve.

—¿Aterrorizando al imperio? —preguntó.

—Aparentemente.

—Inaceptable —dijo Amaranthe—. Tenemos que detenerlo.

—No podemos —dijo Sicarius en voz baja.

Un astillamiento fuerte resonó en la casa. La puerta principal


estaba siendo derribada, supuso Amaranthe. Gritos femeninos
recorrieron los pisos intermedios. Al parecer, los sirvientes no estaban
exentos de las atenciones del monstruo.

—Amaranthe —dijo Books—, tenemos que irnos.

—No. Akstyr, tiene que haber una forma de matarlo. Y no me digas


que se necesita magia poderosa, ¡porque no tenemos ninguna!

—Eh. —Akstyr se encogió de hombros sin poder evitarlo.

—Tal vez… —empezó Books.

Amaranthe se giró hacia él.

Serie El Filo del Emperador 01 426


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—¿Qué?

—Es una criatura física que vive en nuestro mundo físico, así que
aunque sea mágica, seguramente debe obedecer a las leyes de la física,
¿no? Por ejemplo, si la dejas caer al fondo del océano o colapsas una
montaña sobre ella, la presión tendría que aplastarla, ¿no?

—Colapsar una montaña, brillante. —Maldynado cerró de una


patada la puerta del pasillo—. ¿Por qué no hacemos eso ahora mismo?
Oh, espera… no hay montañas en el salón. Maldita sea.

Las garras arañaron el suelo de madera del pasillo. La puerta del


salón se hizo añicos y lanzó a Maldynado contra una mesa. La
construcción de almas se asomó, con su voluminoso cuerpo de color
pardo cubierto de nieve y sangre.

La bestia irrumpió en la habitación, directamente hacia Sicarius.

Este empujó a Amaranthe para apartarla. La construcción saltó


hacia él. Se agachó y rodó hacia un lado, y eso se estrelló contra la
ventana de cristal.

Sobresaltada, Amaranthe se puso en pie de un salto y sacó la


cabeza. La caída de tres pisos no inquietó a la criatura. Cayó de pie en la
nieve y volvió a girar hacia la puerta principal, corriendo entre los cuerpos
desgarrados de los soldados que había matado.

—Nunca se detendrá —dijo Sicarius.

—Al menos sabemos que no es inteligente —dijo Amaranthe.

Y con eso, surgió una idea. Volvió a agarrar a Sicarius.

—Distráela durante quince minutos —dijo—. Condúcela a una


persecución. Luego llévala al sótano.

Serie El Filo del Emperador 01 427


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—Lokdon…

—¡Hazlo! No es una sugerencia. —Lo soltó y les hizo un gesto a los


demás—. ¡Seguidme!

Amaranthe recogió una lámpara de una mesa y esquivó los sofás


para volver al pasadizo secreto.

—¿Para hacer qué? —preguntó Akstyr, pero afortunadamente él y


los demás la siguieron.

—Hacer colapsar una montaña.

Serie El Filo del Emperador 01 428


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Capítulo Veinte
El sótano había cambiado poco desde la primera visita de
Amaranthe. Había temido que el proyecto de remodelación estuviera
terminado mientras bajaba corriendo los tramos de escaleras, con sus
hombres atronando por detrás. Por eso se sintió aliviada al ver el
desorden: la fosa recién cavada, un palé de ladrillos cubierto por una lona
a su lado, bobinas de cuerda y, sí, la hormigonera seguía estacionada
contra la pared. La máquina de cuatro ruedas, con su caldera vertical,
su mezclador cilíndrico y su cabina de conductor, parecía estar operativa;
todo lo que necesitaba era tiempo para ponerla en marcha.

Corrió por la arena, encendiendo linternas y ladrando órdenes.

—Books, descubre una manera de dejar ese palé en el pozo cuando


lo ordene.

Books se quedó mirando los ladrillos.

—Deben pesar una tonelada. No hay tiempo.

—Tienes diez minutos. Akstyr y Basilard te ayudarán. Maldynado,


tenemos que poner en marcha ese motor.

Comprobó el nivel de la caldera y añadió agua de barriles


preparados para ese fin. Abrió la rejilla de la cámara de combustión del
motor y echó carbón con una pala. El mango de madera rozó la palma de
su mano, estaba en carne viva por haber agarrado el tizón en llamas, pero
apretó los dientes contra el dolor.

—Uhm —dijo Maldynado—, creo que tienes que empezar con leña
antes de…

Serie El Filo del Emperador 01 429


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—Solo sube a la cabina y averigua cómo conducir esta cosa.

Amaranthe encendió un trozo de tela con su lámpara, y luego


rompió el depósito de aceite de queroseno sobre los carbones. Dejó caer
el paño ardiendo encima. Las llamas cobraron vida.

Saltó de un pie a otro y observó a los demás mientras esperaba que


el fuego creciera y produjera suficiente calor para alimentar el motor.
Books y Akstyr tomaron la lona de la parte superior de la pila de ladrillos
y la envolvieron alrededor del lado que daba a la fosa. Basilard ató las
cuerdas de las esquinas de ella a la viga superior. Books encontró un
gato y lo encajó bajo el lado más alejado del palé después de reforzar la
parte inferior con una lámina de metal. Laboriosamente, hizo subir y
bajar la palanca. Amaranthe corrió a ayudarle.

A pesar de la palanca que les proporcionaba el gato, el sudor no


tardó en recorrer sus rostros. Cuando un lado del palé se elevó más que
el otro, los ladrillos se desplazaron hacia el foso. Algunos cayeron, pero
la compuerta improvisada retuvo el resto. Basilard se sentó a horcajadas
sobre la viga, con el cuchillo desenvainado, listo para cortar las cuerdas
que sujetaban los ladrillos.

Amaranthe le lanzó otra cuerda.

—Para Sicarius.

Basilard ató un extremo alrededor de la viga y dejó que el otro


colgara en la fosa.

—Creo que está listo —dijo Maldynado, con la voz vibrando junto
con la máquina.

La mezcladora temblaba bajo la presión del vapor reprimido.


Amaranthe pidió ayuda a Books y a Akstyr. Levantaron barriles de
cemento seco y los vertieron en el cilindro de batido. A continuación, una

Serie El Filo del Emperador 01 430


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cubeta de agua. Con poca experiencia en construcción, solo podía


adivinar la proporción. No había tiempo para experimentar.

Con Amaranthe como guía, Maldynado hizo retroceder la


hormigonera hasta el foso situándose frente a los ladrillos.

Y luego esperaron.

La hormigonera retumbaba, su cilindro girando. Maldynado estaba


sentado con la mano en la palanca que vertería el hormigón húmedo.
Arriba, Basilard, esperaba en la viga. Los demás estaban en el otro
extremo del foso, con la mirada fija en la escalera. Amaranthe se mordía
la uña del meñique, el único dedo que tenía algo más que una
protuberancia.

—Esto es demasiado obvio —dijo—. No va a funcionar.

—La bestia se tiró por una ventana —dijo Books—. No es brillante.

—Yo me he tirado por una ventana recientemente —dijo


Amaranthe, recordando su caída desde el despacho de Hollowcrest.

—Oh.

—Han pasado más de quince minutos, ¿no? —preguntó.

—Creo que sí —dijo Books.

—Si no lo consigue, uno de nosotros tendrá que encontrar a la


criatura y tratar de atraerla de vuelta aquí —dijo.

Akstyr resopló.

—Si Sicarius no puede adelantarse, ninguno de nosotros podrá.

Serie El Filo del Emperador 01 431


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Amaranthe estaba pensando en esa desagradable realidad cuando


una voz familiar gritó desde lo alto de las escaleras:

—¡Allá vamos!

Sicarius bajó los escalones de cinco en cinco, con la bestia


pisándole los talones. Sin aminorar la marcha, se hizo cargo del
escenario, corrió por el sótano y saltó hacia la cuerda que colgaba sobre
el foso.

La construcción de almas saltó tras él. Sicarius atrapó y trepó por


la cuerda.

La bestia se retorció en el aire y le pasó una enorme pata por la


espalda. Las garras brillaron. Sicarius le dio una patada en la cara. La
gravedad alcanzó a la criatura y esta cayó en picado al foso.

—¡Ahora! —gritó Amaranthe.

Basilard cortó la cuerda y los ladrillos se desplomaron.

En la cabina, Maldynado tiró de la palanca. El cemento llegó más


lento y Amaranthe contuvo la respiración mientras rezumaba hacia el
pozo. Abajo, los ladrillos se estremecían y movían. Cuando la
hormigonera descargó su carga, solo se llenó la mitad de la fosa.

La pila húmeda temblaba. La criatura seguía viva… y trataba de


escapar.

—¡Haz retroceder al camión también! —gritó Amaranthe.

Maldynado metió la marcha atrás y saltó de la cabina. De espaldas,


la hormigonera se estrelló contra la parte superior de la pila, hundiéndose
en parte en el hormigón blando.

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Amaranthe contuvo la respiración mientras observaba el pozo en


busca de movimiento. Los latidos de su corazón se sintieron estruendosos
en el repentino silencio. Nada se movía.

Finalmente, Sicarius se balanceó de la cuerda y aterrizó en cuclillas


junto a ella, con los dedos apretados contra el suelo. La sangre saturaba
su camisa destrozada. Tres cortes en la parte baja de la espalda abrieron
el material, junto con la piel y el músculo que había debajo.

—Vigila la fosa —le dijo Amaranthe a Akstyr. Ella se arrodilló junto


a Sicarius—. ¿Estás…?

—Bien.

A pesar de su declaración, no se apresuró a levantarse. Su


respiración ya había vuelto a la normalidad, pero el sudor bañaba su piel
y empapaba su pelo y ropa. La sangre goteaba en el suelo.

—Quítate la camisa —le dijo Amaranthe.

—¿Cómo es que a mí nunca me dices eso? —preguntó Maldynado.

—Porque verte en topless confirmaría nuestras sospechas de que


eres pariente de los yetis —dijo Books.

—En realidad —dijo Amaranthe, mientras Sicarius se quitaba la


camisa y se la entregaba—, yo vigilaré la fosa. ¿Por qué no vais vosotros,
caballeros, a buscar a Larocka? —Arrugó la camisa y la apretó contra las
heridas para detener el flujo de sangre.

—Estaba en la puerta cuando matamos al mago —dijo Akstyr.

Se le cortó la respiración y Amaranthe lo miró fijamente durante


un momento antes de hablar.

—¿Cuánto vio ella?

Serie El Filo del Emperador 01 433


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—No lo sé. Salió corriendo cuando la miré.

—¿Por qué no dijiste nada?

—Sicarius estaba haciendo su gran enfrentamiento con


Hollowcrest. —Akstyr se encogió de hombros—. Me distraje.

—Id a buscarla —dijo Amaranthe.

Los hombres se marcharon, y el silencio volvió al sótano.

—Lo siento —le dijo a Sicarius.

—¿Por qué? —preguntó él.

—Por hacer que te mutilen.

—Este es un resultado mucho mejor de lo que hubiera imaginado


posible hace unos minutos. —Sicarius giró la cabeza para mirarla, con
un leve fruncimiento en los labios. Tal vez sus heridas le distraían
demasiado como para mantener la fachada habitual.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Salvo esta noche, he vivido tanto tiempo porque nunca he


subestimado a mis enemigos. Tú sigues… superando mis expectativas.

—Gracias —dijo ella, más complacida de lo que quería admitir—,


pero no todo el mundo es tu enemigo.

—Se den cuenta o no —dijo él—, todo el mundo con el que hablas
está tratando de utilizarte para promover sus propios objetivos. Debes
estar siempre preparado para protegerte.

—Existen cosas como los amigos —dijo Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 434


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—Eso no niega mi afirmación. La amistad es tan egoísta como


cualquier otra relación, tal vez más porque se disfraza de algo noble. Me
siento más cómodo con los que se acercan a mí con las espadas
desenvainadas.

—Supongo que esto te decepcionará —dijo Amaranthe—, pero


prefiero ser tu amiga que tu enemiga. Intentaré no hacerte sufrir
demasiado por la asociación.

Él apartó la mirada.

—No estoy… decepcionado.

Ella le puso la mano libre en el hombro.

—Tú también has superado mis expectativas.

Amaranthe aligeró la presión que ejercía sobre las heridas y retiró


una esquina de la camisa. La mayor parte de la hemorragia se había
detenido, pero había que coser los cortes.

—Siéntate en las gradas —le dijo—. Buscaré material de sutura.

Dada la naturaleza del entretenimiento aquí, parecía probable que


hubiera botiquines bien surtidos.

—¿Sicarius? —preguntó mientras hurgaba en los cajones del


escritorio en la jaula de apuestas—. No me debes ninguna respuesta ni
explicación, pero hay una cosa que me he estado preguntando desde el
día en que nos conocimos… bueno, desde el día en que no me mataste
cuando debías hacerlo. ¿Por qué te importa el emperador? ¿Qué eres para
él?

—Un enemigo.

Frunció el ceño, consideró sus palabras y las reorganizó.

Serie El Filo del Emperador 01 435


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—¿Qué es el emperador para ti?

Sus labios se mantuvieron cerrados. Al menos no la miraba


amenazadoramente como la última vez que ella indagó en su pasado.

Mientras revisaba los gabinetes, Amaranthe reflexionaba sobre las


palabras de Hollowcrest en el salón. Casi hasta el final, había creído que
Sicarius volvería a su lado. Como un padre que le hablara a un hijo que
creía conocer… o quizás un viejo general que se dirigiera a un soldado al
que había supervisado desde los primeros días. ¿Cuánto tiempo había
trabajado Sicarius para Hollowcrest? ¿Cuánto tiempo había tenido
acceso a los Cuarteles Imperiales? Tal vez Sicarius había estado cerca
cuando Sespian estaba creciendo. Tal vez Sicarius había desarrollado
afecto por él. Solo había un problema. Sicarius era tan afectuoso como
una daga recién ensangrentada. A pesar de lo práctico que era, no podía
imaginarlo formado un vínculo emocional con alguien solo porque se
habían cruzado en los pasillos durante unos años. Mira lo que había
hecho con Hollowcrest. Tenía que haber un vínculo mayor.

Encontró vendas, hilo de sutura y tijeras y volvió a las gradas. Un


nuevo pensamiento se le ocurrió, y dudó.

—¿Sois parientes?

No había un parecido obvio, pero tenían los mismos ojos oscuros.


Sicarius podía incluso acercarse, si se le compara desapasionadamente
con el emperador.

—¿Hermanos? —continuó—. ¿Uno entrenado para gobernar el


imperio, otro para defenderlo?

Sicarius resopló.

—No —dijo Amaranthe—. Si eso fuera cierto, tú habrías sido el


heredero. Eres al menos diez años mayor. —Estudió su rostro. No tenía

Serie El Filo del Emperador 01 436


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arrugas y tenía la velocidad y la fuerza de la juventud, pero tenía


demasiada experiencia en demasiadas cosas como para que lo
confundieran con un joven—. Tal vez quince o más —dijo lentamente, su
mente se inclinaba hacia una idea que era poco más que una blasfemia.
Intentó aplastarla y buscó otras posibilidades menos sediciosas, pero una
vez reconocida, la idea creció como una planta empapada de sol y
fertilizante.

Sicarius, observando su rostro incluso mientras ella observaba el


suyo, suspiró y apartó la mirada. ¿Cuándo llegamos a conocernos tan bien
como para que pueda ver mis pensamientos?

—Sespian es tu hijo —dijo Amaranthe.

Por primera vez, su silencio fue legible. Sí.

Amaranthe miró al suelo, casi deseando no haber preguntado. Esto


significaba que Raumesys no había dejado un verdadero heredero. El
derecho de Sespian a gobernar era solo a través de su madre y, por lo
tanto, no era mejor que una docena de personas más. Si alguien se
enteraba, lo único que seguiría sería una guerra civil. Años sangrientos
de luchas internas en las que los abundantes enemigos del imperio
podrían atacar mientras los soldados estaban distraídos eligiendo bando
y luchando entre sí. Al final, algún viejo general hastiado, algún pariente
vago de Raumesys, acabaría en el poder. Había pocas posibilidades de
que el próximo emperador tuviera algo de la tolerancia o la pasión
progresista de Sespian. Se imaginó a algún contemporáneo de
Hollowcrest en el trono y se sintió mal. Aunque eso la convertiría en una
traidora al imperio, llevaría este secreto a su pira funeraria.

Dirigió su atención a Sicarius, sintiendo una punzada de culpa por


el hecho de que sus primeros pensamientos hubieran sido políticos.

—Hollowcrest obviamente no lo sabía. Sespian tampoco, ¿verdad?

Serie El Filo del Emperador 01 437


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Un pequeño movimiento de cabeza lo confirmó.

—Si se lo dijeras, probablemente abdicaría del trono —dijo


Amaranthe, segura de que la conciencia del emperador le molestaría en
ese sentido—. Pero tal vez vosotros dos tendríais una oportunidad para…
algo, una relación. Por mis breves encuentros con él, tengo la sensación
de que ha llevado una vida solitaria.

—Lo hace. Arrojar este conocimiento en él no mejoraría las cosas.


Ha leído mi expediente. Conoce a todos los que torturé y maté para
Raumesys y Hollowcrest. Y desde entonces. Él es quien puso la
recompensa sobre mi cabeza. Probablemente soy la única persona en el
mundo a la que realmente quiere muerta.

—Podrías…

¿Podría qué, Amaranthe? ¿Qué le vas a sugerir que haga?


¿Cambiar? ¿Arrepentirse de sus costumbres de asesino de corazón frío?
¿Llorar por los que ha matado? ¿Convertirse en alguien que Sespian pueda
admirar? ¿Ser una buena persona? Puede que Sicarius no se burlara en
voz alta, pero seguramente sería su reacción mental. Era demasiado
pragmático para renunciar a su sistema, por muy insensible que fuera,
por algo menos eficaz. Que se preocupara por su hijo no significaba que
sintiera ninguna preocupación por la gente en general. Pedirle que
cambiara no conseguiría nada.

—Puede que te resulte más fácil proteger a Sespian si estás a su


lado —fue todo lo que dijo.

—Ese fue mi plan una vez. Pero subestimé su… idealismo. No


emplearía a un asesino, ni siquiera en su beneficio. Debería haberlo
previsto.

Amaranthe sonrió suavemente.

Serie El Filo del Emperador 01 438


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—Es difícil entender a los que menos se parecen a nosotros.

Sicarius enarcó una ceja.

—Tú me entiendes.

—Mhh.

Colocó el material médico en el banco, llenó un cubo con agua


limpia y se sentó detrás de él. Las heridas debían escocer, pero Sicarius
no se inmutó cuando ella las lavó. Tomó la aguja y consideró la tarea que
tenía por delante. Sería mejor encontrar un cirujano para coser los cortes,
pero no sabía dónde buscar en este barrio a estas horas de la noche. De
todos modos, a una parte de ella le gustaba la idea de ser ella la que le
ayudara. Él le había salvado la vida varias veces en las últimas dos
semanas, y ahora podía hacer algo por él.

Deslizó su mano por su espalda. Sorprendentemente, no había


otras cicatrices en su carne. Incluso relajado, sus músculos eran como
el acero, cada uno distinto y delineado bajo la cálida piel. Sicarius miró
por encima del hombro, con las cejas alzadas. Se sonrojó y se inclinó para
enhebrar la aguja. Posiblemente los médicos no debían comerse con los
ojos a sus pacientes.

—Me temo que vas a tener unas terribles cicatrices —dijo


Amaranthe.

—Sobreviviré —dijo él.

—Es un poco pronto para decir eso. Todavía no has sentido el


pinchazo de mi inexperta aguja.

—Seguramente, como ejecutora, has tenido entrenamiento médico


de combate.

Serie El Filo del Emperador 01 439


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Entrenamiento, sí. Experiencia en el mundo real, no. A menos


que cuentes las veces que lo hice con muñecas.

—¿Muñecas?

—Memela, la mujer que me cuidaba mientras mi padre trabajaba,


me dio las muñecas con las que sus hijas habían jugado de pequeñas.
Estaban un poco maltratadas por el uso, así que a menudo tuve que
volver a poner relleno y coser las roturas.

—Es el mismo principio —dijo Sicarius.

Volvió a mirar por encima del hombro.

—¿Qué? —preguntó.

—Muñecas. —Sus ojos se arrugaron.

¿Se estaba divirtiendo?

—¿Qué tienen de malo la muñecas? Soy una chica, ¿sabes?

Sicarius volvió a girar la cabeza hacia delante. Amaranthe estaba a


punto de empezar con la primera herida cuando él volvió a hablar.

—Apuesto a que las pusiste en fila y les diste órdenes como un


general al mando de sus tropas.

Ella sonrió.

—Tal vez.

Había terminado de coser la espalda de Sicarius cuando sonaron


pasos en la escalera. Amaranthe esperaba a uno de sus hombres, pero
era un sirviente con el uniforme carmesí de la casa. Sicarius se levantó.

Serie El Filo del Emperador 01 440


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

El sirviente se acercó a ellos lentamente, observando a Sicarius con el


pecho desnudo. Su aspecto era aún más intimidante sin camisa.

—No quiero causarte problemas. Por favor, no me hagas daño. —


La voz del sirviente era chillona. Tocó un sobre sellado—. Mi señora me
pidió que le entregara este mensaje. —Se arrastró hacia Sicarius, la mano
con el sobre temblando.

—¿Tu señora es Larocka? —preguntó Amaranthe.

—Sí, señora.

—¿Está en la casa?

—Realmente no puedo decirlo, señora.

Tan pronto como Sicarius tomó el sobre, el criado se alejó


corriendo. A Amaranthe le preocupaba que Sicarius lo siguiera y que tal
vez lo torturara para obtener información, pero el mensaje captó su
atención. Rompió el sello del sobre, sacó una hoja de papel doblada y
leyó.

Solo una línea estaba marcada en el papel. Sin embargo, Sicarius


se quedó mirando a las palabras largo rato.

—¿Qué dice? —preguntó ella finalmente.

Sicarius le entregó la nota con rigidez.

Mataste a mi amor. Antes del amanecer, quemaré vivo a tu hijo.

—Hijo —graznó Amaranthe—. ¿Cómo pudo saberlo ella? ¿A


cuántas personas se lo has contado?

—Solo a ti.

Serie El Filo del Emperador 01 441


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—Eso significa que… ella estaba escuchando.

La cabeza de Sicarius se alzó bruscamente y sus ojos escudriñaron


el techo, las paredes y las sombras. Pero no había nadie más en el sótano.
Con Arbitan muerto, Larocka no podría tener acceso a las ciencias
mentales, ¿verdad?

Sicarius agarró un ladrillo caído y corrió hacia la pared más


cercana a las gradas donde habían estado hablando. Golpeó la piedra
mientras la recorría. Un ruido seco resonó en el sótano.

Una posibilidad más mundana, se dio cuenta Amaranthe. También


tomó un ladrillo. Pronto los tintineos se convirtieron en golpes huecos.

—Ahí —dijo ella.

Ella y Sicarius dejaron caer los ladrillos y deslizaron sus manos por
la fría pared de piedra. Áspera y porosa, ocultaría bien las entradas
secretas. Amaranthe casi no vio la pequeña grieta que subía
verticalmente por la pared.

—Por aquí —dijo.

Sicarius se puso a su lado y fue él quien encontró el botón. Con un


chasquido, una parte de la pared se deslizó hacia atrás. Dentro había
una silla, estanterías, un armario alto y un escritorio. En la pared del
fondo, una escalera subía a los niveles superiores de la casa.

Amaranthe entró en la habitación.

—¿Cuántos pasadizos secretos tiene este lugar?

De pie, mudo, en la entrada, Sicarius parecía aturdido… u


horrorizado.

Amaranthe tocó el asiento de madera frente al escritorio.

Serie El Filo del Emperador 01 442


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Debe haberlo oído todo.

Sicarius golpeó un gabinete con el puño. Amaranthe dio un salto.


La madera se astilló y cedió, y su mano la atravesó. Con la mandíbula
apretada, tiró del brazo para liberarlo. La sangre corría por los dedos y
goteaba sobre el suelo de piedra.

Amaranthe se quedó con la boca abierta. Él estaba de espaldas a


ella y tenía las manos cerradas en puños. Nunca le había visto perder la
compostura.

Se lamió los labios.

—No es demasiado tarde, Sicarius. Podemos salvarlo. Solo tenemos


que averiguar a donde iría…

Sicarius salió a toda prisa por la puerta.

—Espera, por favor. —Amaranthe lo siguió—. Lo siento, pero si me


escuchas…

Sicarius giró hacia ella, con los ojos desorbitados. Ella retrocedió y
se golpeó contra la pared.

—¿Que te escuche? —gruñó—. Esto es culpa tuya. Todas tus


preguntas. ¿Por qué no podías dejarme en paz? Hollowcrest y Arbitan
están muertos. Todo estaría bien ahora. Pero tenías que entrometerte. Y,
tonto de mí, te dejé. —La angustia deformó su rostro—. ¿Por qué no
podías dejarme en paz?

Sin esperar respuesta, dio un giro y salió corriendo del sótano.


Sorprendida por su arrebato, Amaranthe no pudo responder de
inmediato. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Mucho después de que él
desapareciera por las escaleras, ella susurró:

Serie El Filo del Emperador 01 443


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Porque me importa.

***

Sespian no dormía cuando llamaron a la puerta. Las amenazas de


Hollowcrest se repetían en su mente. ¿Había realmente un complot de
asesinato en marcha, o Hollowcrest simplemente había estado hilando
hipérboles para parecer necesario? ¿Y qué hay del enfrentamiento?
¿Había vencido Sespian a Hollowcrest con demasiada facilidad? Incluso
ahora, apenas podía creer que había ganado.

Se deslizó fuera de la cama y se dirigió a la puerta, pero se detuvo


en la antecámara.

—¿Quién es?

—El teniente Dunn.

Uh oh. Hollowcrest había vuelto. O había algo más.

—¿Sí? —preguntó en cuanto abrió la puerta.

—Sire, he estado en contacto con esa ejecutora renegada,


Amaranthe Lokdon. Supuse que querría saberlo de inmediato.

—¿Oh? —Sespian se inclinó hacia delante. Como había sido


drogado las pocas veces que la había visto, apenas podía confiar en su
juicio, pero deseaba tanto escuchar que las palabras de Hollowcrest eran
mentira.

—Sí, Sire. ¿Puedo entrar?

—Por supuesto.

Serie El Filo del Emperador 01 444


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Un criado se deslizó tras los talones de Dunn para encender las


lámparas y echar carbón a la estufa. Sespian cambión su peso de un pie
a otro, observando el proceso con impaciencia mal disimulada.

—¿Qué pasa? —soltó Sespian en cuanto el criado se marchó.

Dunn se retorció las manos y se paseó.

—Antes de que le cuente lo que dijo, déjeme decirle que creo que
es una muy mala idea y que no debería ir a encontrarse con ella.

—¿Ella quiere reunirse? ¿Conmigo? —Idiota, suenas como un joven


enamorado, no como un emperador sobre millones de personas. Sespian
se aclaró la garganta y luchó por mantener la indiferencia—. Quiero decir,
¿qué dijo ella?

—Lo que dijo Hollowcrest era cierto. Sicarius pretende asesinarle


durante la celebración de su cumpleaños. Lokdon afirma haber fingido
unir fuerzas con él para desentrañar sus planes y enviar la información
a Hollowcrest, pero algo fue mal entre ellos, y ahora quiere compartir la
información con usted.

Sespian caminó de un lado a otro. ¿Espiar a Sicarius? ¿Podría ser


esa la misión secreta que Hollowcrest le había encomendado a
Amaranthe? ¿La razón por la que ella había estado en el Cuartel para
empezar?

La desaprobación pellizcó el rostro del teniente.

—No crees que debería ir —dijo Sespian.

—Podría ser una trampa. Si ella simplemente quisiera transmitir


información podría venir aquí para hacerlo.

Serie El Filo del Emperador 01 445


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Sespian negó con la cabeza, recordando la última vez que había


visto a Amaranthe, saliendo volando por una ventana para escapar de los
guardias.

—Por lo que ella sabe, la arrojaríamos al calabozo. Entiendo que


prefiera un lugar neutral.

—Podría estar trabajando con Sicarius para estar atrayéndolo a su


muerte —dijo Dunn.

—¿Estipuló que tenía que encontrarme con ella a solas?

—No.

—Entonces puedes venir. Y un par de carruajes llenos de hombres.


¿Cuándo quiere reunirse?

—Ahora. Teme que Sicarius se entere de su doble jugada, así que


insiste en reunirse esta noche. Os está esperando en la Fundición Yestfer.

Sespian miró al cielo negro fuera de la ventana. Esto podría ser un


error, un gran error. Pero si no iba, y el cuerpo de Amaranthe aparecía
en el lago más tarde…

—Muy bien. Enciende los carros de vapor y prepara a los hombres.

Serie El Filo del Emperador 01 446


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Capítulo Veintiuno
Amaranthe bajó la escalera y volvió a la habitación oculta del
sótano. Varios pisos más arriba, el pasadizo terminaba en una trampilla
de la suite principal, pero no había rastro de Larocka. Tampoco había
visto ninguna pista que sugiriera a dónde había ido la mujer o dónde se
llevaría a cabo el asesinato.

Apoyó la cabeza en un peldaño metálico. Tenía que resolver esto.


Ya no se trataba solo de ayudar al emperador y limpiar su nombre. Se lo
debía a Sicarius. Él tenía razón. Esto era su culpa. Debido a su incesante
curiosidad, lo había estado molestando con preguntas desde que lo
conoció, y ahora él era el que tenía que cargar con las consecuencias.
Ahora mismo, probablemente se arrepentía de no haberla matado aquel
día en el sendero. ¿Y por qué no lo hizo? Porque pensaba que estaba
ayudando a la novia de su hijo. Ella gimió. Durante todo este tiempo, se
había preguntado si… esperado que… a Sicarius le importara ella. No, él
simplemente había tolerado su ridículo plan porque Sespian le había
dado un brazalete.

—¿Amaranthe? —llamó Books desde la zona de espectadores.

Ella se secó los ojos.

—Aquí.

Un momento después, Books, Akstyr, Basilard y Maldynado


llenaban la pequeña habitación.

—Los sirvientes han huido de la casa, y este mausoleo es


gigantesco —dijo Books.

Serie El Filo del Emperador 01 447


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Akstyr lucía una sonrisa dentuda y agarraba un libro del tamaño


de una mesa pequeña.

—Mira lo que he encontrado. —Avanzó bailando, casi perdiendo el


equilibrio debido al pesado tomo—. Es nuriano. Tendré que encontrar a
alguien que me ayude a traducirlo —Miró a Books—, pero podría avanzar
muchísimo estudiando sus costumbres. —Dejó el libro sobre el escritorio,
abrió la primera página y no pareció notar que su pie chocaba con algo
debajo de los cajones.

Un objeto redondo, de color púrpura brillante, rodó por el hormigón


y se detuvo contra la base de la escalera. El orbe era liso, impecable, y lo
suficientemente pequeño como para ocultarse en un bolsillo.

—Uhm —dijo Amaranthe.

—Eso no parece natural —dijo Books.

—No, pero es un hallazgo elegante —dijo Maldynado—. Si se corta


por la mitad, sería una atractiva leontina para un reloj de bolsillo.

—De alguna manera, dudo que sea por moda —dijo Amaranthe—.
Akstyr, ¿quieres…?

—¡Oh! —Akstyr lo había visto. Cerró el libro, se precipitó hacia


adelante y recogió el orbe—. Nunca había visto uno de verdad, pero
parece una joya de comunicación. —Deslizó un dedo por la parte
superior, y sus ojos se volvieron distantes por un momento—. Es para
hablar con quienquiera que tenga la otra.

—¿Puede decirte quién puede ser? —preguntó Amaranthe.

—No. —Akstyr le entregó el orbe—. Solo pueden acceder a ella


aquellos para los que fue sintonizada.

Serie El Filo del Emperador 01 448


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Debe de haberse caído del bolsillo de Larocka —dijo Amaranthe—


. Sin duda se marchó a toda prisa después de…

—¿Después de? —preguntó Maldynado—. La buscamos por toda la


casa, pero la tipa sospechosa desapareció.

—Lo sé. —Amaranthe se guardó el orbe en el bolsillo, sin estar


segura de lo que podría hacer con él, pero guardándolo por si acaso. Los
condujo fuera de la sala oculta—. Larocka se puso en contacto con
nosotros. Está… planeando matar al emperador como venganza por lo
que le pasó a Arbitan. Al amanecer.

—Eso no está más que a un par de horas —dijo Books.

—Es solo una mujer —dijo Maldynado—. ¿Nos preocupa lo que


pueda hacer una sola mujer?

Basilard miró fijamente de Amaranthe a la fosa llena y de nuevo a


Amaranthe.

—Ah, claro —dijo Maldynado.

—¿Sabes dónde va a atacar? —preguntó Books—. No puede colarse


en el Cuartel Imperial, ¿verdad? Incluso si pudiera, nosotros no podemos.
¿Cómo la detenemos?

Con las manos en los bolsillos, Amaranthe contempló la fosa


durante un largo momento. Luego miró a cada uno de ellos.

—Nosotros no lo hacemos. Habéis hecho suficiente. Más que


suficiente. Os he metido a todos en esto, y aun así habéis actuado como
campeones del imperio en el ring. No puedo pediros más. El siguiente
paso lo daré sola.

Serie El Filo del Emperador 01 449


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Qué? —Maldynado apoyó los puños en las caderas—. Hemos


llegado hasta aquí contigo, y no vamos a irnos ahora. Necesito una
estatua, ¿recuerdas?

—Tenemos la intención de llegar hasta el final —dijo Books—.


Sespian también es nuestro emperador.

Basilard asintió con firmeza.

—Si ellos van, yo también voy —dijo Akstyr—. ¿A dónde vamos?

—Yo voy al Cuartel a entregarme. —Amaranthe corrió hacia las


escaleras.

—Tras reconsiderarlo —dijo Maldynado—, me pregunto si esto es


algo que deberías hacer sola.

—Tengo que intentar hablar con el emperador antes de que Larocka


ataque.

***

Sespian deslizó una daga enfundada en su bota y salió del Cuartel


Imperial. Sus guardias le siguieron hasta las escaleras exteriores. El
Teniente Dunn, de pie en el patio junto a dos carruajes de vapor
blindados, les hizo un gesto para que se acercaran al segundo vehículo.

—Sire. —Dunn mantuvo abierta la puerta del vehículo principal y


un charco de luz se derramó.

Sespian cruzó hacia la entrada. Unos cuantos soldados tintineaban


y repiqueteaban a lo largo del muro exterior, pero la noche seguía siendo
profunda. Pocas luces ardían tras las oscuras ventanas del Cuartel. Casi
no hay nadie que me vea salir.

Serie El Filo del Emperador 01 450


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Ese pensamiento hizo que Sespian se detuviera. Tenía un pie en el


escalón del carruaje. El vacío interior de terciopelo azul bostezaba ante
él. ¿No debería haber también algunos guardias acompañando su
vehículo? Los pelos de punta se erizaron en su cuello por la sospecha.

—Dunn…

Empezó a bajar el pie, para alejarse del carruaje, pero Dunn lo


empujó. Sorprendido, Sespian se lanzó hacia adelante. Antes de que
pudiera recuperarse y encontrar un agarre que le permitiera empujarse
hacia atrás. Dunn lo embistió hasta el interior.

La puerta se cerró de golpe.

Sespian rodó hacia el lado opuesto y se puso en pie. Su hombro


rozó una de las lámparas de la pared y su cabeza golpeó el techo bajo.

—¿Qué estás…?

Una pistola le apuntaba al pecho. Con la mandíbula apretada,


Dunn golpeó la pared frontal. El vapor silbó y el carruaje se tambaleó
hacia delante. Una familiar daga negra descansaba sobre uno de los
asientos. Con los ojos abiertos de par en par, Sespian se giró, medio
esperando que Sicarius estuviera al acecho entre las sombras.

—Siéntate, Sespian. —Dunn movió la pistola hacia el banco de


atrás.

—¿Qué le pasó a Sire? —Sespian pensó en desobedecer: sería más


fácil atacar desde una posición de pie, pero incluso si Dunn no disparaba,
probablemente podría superar a Sespian en un combate de lucha.
Además, Dunn estaría preparado para algo ahora. Lo mejor era esperar
a que llegara la oportunidad.

—No eres el hombre que creía que eres. Siéntate.

Serie El Filo del Emperador 01 451


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Sespian se acercó con facilidad al asiento acolchado. El carruaje se


puso en marcha, y una gruesa ventana de cristal mostró el paso por la
puerta principal. Si gritaba pidiendo ayuda, las gruesas paredes
blindadas lo amortiguarían. De todos modos, los guardias de la puerta
probablemente estaban al tanto.

—Al parecer, tú tampoco eras el hombre que yo creía que eras. —


Sespian escuchó el escozor de la traición en su voz. No era como si la
gente que conspiraba contra el trono… contra él… fuera algo nuevo, pero
pensó que había elegido bien a Dunn—. ¿Por qué fingiste estar a mi lado
si al final pensabas traicionarme con Hollowcrest de todos modos?
Supongo que ahora me llevas a él.

—Hollowcrest está muerto —dijo Dunn—. Y cuando me


seleccionaste, yo no sabía… Quiero decir, sabía que siempre era una
posibilidad que tuviera que tuviera que actuar contra ti, pero…

Dunn apartó la mirada, y Sespian se tensó. Si la pistola bajara…

Como si leyera sus pensamientos, Dunn volvió a prestar atención,


y el cañón se centró en el pecho de Sespian.

—Si no trabajas para Hollowcrest, ¿entonces para quién? —


preguntó Sespian.

—No soy de la casta de los guerreros, ya sabes.

Sespian frunció el ceño. ¿Qué tipo de respuesta era esa?

—Lo sé. Leí tu expediente.

—La mayoría de los oficiales lo son. La Academia de Servicio


Imperial es costosa, pero tuve la suerte de encontrar a alguien que
financiara mi educación.

Serie El Filo del Emperador 01 452


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Quién podría ser? —Sespian había leído la hoja de servicios de


Dunn antes de elegirlo, pero no había pensado en investigar quién pagaba
su educación. Un error, al parecer.

—La misma gente que hizo posible que Hollowcrest se quedara a


ciegas. ¿Honestamente pensaste que un teniente de poca monta pudiera
conseguir toda la información que pediste tan rápidamente? La mitad del
departamento de inteligencia les pertenece.

—¿A quién?

El carruaje giró y se dirigió cuesta abajo. ¿A dónde iban? ¿A la


fundición que mencionó Dunn, o había sido una mentira?

Sespian se inclinó ligeramente hacia adelante. Su daga estaba en


su bota izquierda. Como Dunn estaba a la derecha, tal vez podría
desenfundarla sin que él lo notara.

—Siempre supe que esperarían favores más adelante. —Dunn


suspiró—. No imaginé que serían una traición, y he estado luchando con
eso los últimos días. Me gustabas. Pero resulta que no estoy haciendo
una traición en absoluto. —Dirigió una mirada acusadora hacia Sespian.

—¿Cómo que no laces?

—Sabes de lo que estoy hablando… debes hacerlo.

Sespian suspiró profundamente, utilizando la expresión para


justificar una caída. Sus antebrazos cayeron sobre sus rodillas y sus
dedos colgaron cerca de sus botas.

—No, estoy bastante perdido en toda esta conversación. ¿Podrías


decirme al menos qué estamos haciendo? —Dejó caer su brazo izquierdo
hasta el tobillo.

Serie El Filo del Emperador 01 453


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Vas a encontrarte con Sicarius —dijo Dunn.

Sespian hizo una mueca. Él también había esperado que eso fuera
una mentira.

—¿La gente que te pagó tu educación también contrató a Sicarius


para que me matara esta noche?

Hace unos días, Dunn parecía tan alegre y dispuesto a complacer


como un cachorro. Ahora estaba tan enmascarado y vigilante como
cualquier otro lacayo con una agenda.

—Lo siento, pero no vas a vivir más allá del amanecer —dijo Dunn,
probablemente la primera respuesta directa del viaje.

Los dedos de Sespian se cerraron en torno a la empuñadura de la


daga. Por desgracia, la maldita pistola seguía apuntando infaliblemente
hacia él.

—La gente me echará de menos pronto —dijo—. Tus empleadores


no han podido comprar a todo el mundo.

—No son mis empleadores, solo gente a la que debo algo. Pero
entiendo que se ha organizado una escena de confusión para distraer a
los que puedan seguirnos.

Dunn se movió y deslizó una mano dentro de su parka. La pistola


nunca vaciló cuando sacó una pequeña botella marrón llena de líquido.
La dejó en el asiento, sacó un pequeño pañuelo doblado y lo dejó también.
Con una mano, desenroscó el tapón de la botella.

Una sensación de tristeza se apoderó de Sespian mientras lo


observaba. Sospechaba que su tiempo para luchar por la libertad con
Dunn estaba llegando a su fin. Tenía que actuar pronto.

Serie El Filo del Emperador 01 454


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Dunn, puedo apreciar tu lealtad a los que pagaron tu escuela,


pero, ¿organizar mi muerte? —Sespian sacó la daga de la vaina—. No es…
algo muy agradable de hacer. Tú también me gustabas. Pensé que podía
confiar en ti. Seguramente, podrías haber tenido todo lo que quisieras
trabajando a mi lado.

—Habría sido una mentira. —Dunn colocó el pañuelo sobre la


botella y, con una mano, lo inclinó para empapar el paño—. No eres el
legítimo…

Sespian se lanzó. Dunn lo vio pero dudó antes de disparar.


Probablemente se suponía que debía entregar a un emperador vivo.

El impulso de Sespian lo llevó a un placaje. Él y Dunn se estrellaron


contra la puerta del vagón. La pistola golpeó la pared y luego cayó al
suelo. Sespian retiró el brazo y apuñaló, pero Dunn lo esquivó y la daga
chocó contra la puerta. Una bota se enganchó en las piernas de Sespian
y lo tiró al suelo. Se estrelló contra un banco. Antes de que pudiera
moverse, el peso de Dunn se apoyó en su espalda. Con la mejilla
aplastada contra el tapizado de terciopelo, Sespian empujó pero no pudo
moverse. Una mano le rodeó la cabeza y le apretó la tela en la cara.

Un olor dulce y empalagoso inundó sus fosas nasales. Metió el codo


por detrás y golpeó en las costillas.

—¡Ooph!

El agarre se relajó por un momento y Sespian trató de liberarse.


Dunn se recuperó y el pañuelo asfixió la cara de Sespian. El dulce olor
invadió sus pulmones y su corazón tronó en sus oídos. La negrura
invadió su visión. El sonido de las ruedas moviéndose bajo el carruaje
cambió; estaban cruzando el puente. Lo último que percibió Sespian fue
el chirrido de los frenos.

Serie El Filo del Emperador 01 455


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

***

Una rápida comprobación de la casa de carruajes en la parte


trasera demostró que Larocka, o tal vez los sirvientes, se habían
marchado con los vehículos de vapor. La colina de Arakan y el Cuartel
Imperial se alzaban a cinco o seis kilómetros de distancia. Sin más
alternativas, Amaranthe se alejó a pie. A pesar de su intento de
desprenderse de ellos, los demás resoplaban detrás.

El olor a humo de leña flotaba en el aire fresco, y las ramas


desnudas convertían la luz de la luna en un entramado de sombras. La
última vez que pasó por aquí, los agentes la habían emboscado. Esta
noche, nadie más merodeaba por la larga calle paralela al Ridge. La
ciudad se sentía tranquila, como si estuviera conteniendo la respiración.

No habían recorrido más de un kilómetro y medio cuando una


explosión retumbó en el silencio. Le siguieron los crujidos de las armas
de fuego, y Amaranthe se detuvo a escuchar, tratando de precisar el
origen.

Maldynado se detuvo a su lado.

—Parece que viene del río Midtown.

El resto de los hombres llegó a su lado.

—Ya tienen a Sespian —dijo Amaranthe.

Books se agachó y aspiró una bocanada de aire.

—Podría… ser solo una… coincidencia.

Más armas de fuego berrearon en la distancia. Arriba, en la colina


de Arakan sonó una campana de alarma.

—¿Quieres apostar por ello? —preguntó Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 456


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No —dijo Books.

Corriendo de nuevo, giraron hacia el oeste en la siguiente calle y


salieron corriendo de Mokath Ridge hacia el río. Deseó que los tranvías
estuvieran en marcha, pero era demasiado tarde en la noche.

Antes de que llegaran a la mitad del camino, los disparos cesaron,


y solo la campana de alarma perturbó el silencio. Amaranthe luchó contra
el impulso de ir más rápido, dejando a los demás atrás. Todavía no le
ardían los pulmones, pero podía oír los entrecortados jadeos de Books y
Akstyr. Probablemente necesitaría su ayuda para lo que fuera que
encontraran.

Doblaron una esquina y el puente de la calle 52 quedó a la vista.


Las farolas iluminaban una escena espantosa, y Amaranthe se detuvo en
las sombras.

Un humo negro salía del lugar de la colisión. Dos carruajes de


vapor habían chocado en la base del puente, uno pintado en negro y oro
Imperial, el otro anodino. Otro de los vehículos del emperador se había
estrellado contra la barandilla del puente y se tambaleaba
inestablemente, con la mitad delantera colgando sobre el río helado a seis
metros de altura. Los cadáveres de los soldados imperiales… no, de la
guardia personal del emperador… ensuciaban la calle manchada de
sangre.

—Llegamos demasiado tarde —susurró Amaranthe.

—¿Qué estaba haciendo el emperador en medio de la noche? —


preguntó Maldynado.

Tocó la piedra de comunicación en su bolsillo.

Serie El Filo del Emperador 01 457


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Apuesto a que alguien en la nómina de Larocka lo convenció para


que saliera. Veamos si está… —Tragó saliva, incapaz de terminar la frase.
No quería ver el cuerpo roto de Sespian en la calle.

A pesar de lo avanzado de la hora, el ruido había atraído a una


multitud de las viviendas cercanas. Un puñado de agentes se esforzaba
por establecer barricadas a ambos lados del puente, pero aquello acababa
de ocurrir y habían llegado pocos hombres. Los refuerzos no tardarían en
llegar, pero tal vez Amaranthe podría acercarse lo suficiente para
investigar el accidente primero.

—Books, ven conmigo, por favor. El resto de vosotros, una


distracción sería buena.

—¿Qué clase de distracción? —preguntó Maldynado.

—Del tipo de hacer algo creativo para que los agentes no se den
cuenta de que estamos fisgoneando.

—Creativo, ¿eh? —Maldynado lanzó una mirada especulativa a sus


compañeros.

Con miedo a preguntar, Amaranthe agarró a Books y se dirigió


hacia el río. Pasaron entre dos farolas y derraparon por la orilla nevada.
Ella se agitó, pero recuperó el equilibrio sobre el hielo. Books aterrizó de
culo. Se detuvo el tiempo suficiente para ayudar a levantarlo, y luego
corrió y se deslizó hacia el más cercano de los dos muelles anclados en el
río.

El puente de cerchas, negro contra el cielo estrellado, se alzaba en


lo alto. El vapor silbaba, otro vehículo se acercaba. Probablemente, un
camión que transportaba más soldados.

Amaranthe trepó por el bloque de cemento, pero dudó cuando miró


los soportes de acero.

Serie El Filo del Emperador 01 458


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Tal vez deberías esperar aquí abajo —le dijo a Books.

—Ya voy —dijo él.

Ella se encogió de hombros. Una viga de acero vertical y dos


diagonales se levantaban del hormigón, y tomó una de las diagonales. El
ángulo hizo que la subida fuera factible, y pronto se asomó al suelo de
puente. El carruaje de vapor tambaleante se inclinaba a su izquierda con
los dos vehículos accidentados en la base, a su derecha.

—Oye, ¿cuándo se va a despejar este puente? —La voz de


Maldynado llegó desde la multitud.

Sintiéndose expuesta bajo la luz de las estrellas, Amaranthe


esperaba que su distracción estuviera próxima. Se agarró a la barandilla
y se tiró por encima de ella.

Todas las puertas del tambaleante carruaje estaban abiertas, y una


colgaba de una sola bisagra. La parte delantera del vehículo estaba
destrozada. El conductor había salido despedido.

El acero chocó en el inicio del puente. Maldynado se había


enfrentado a un par de ejecutores en una pelea de espadas. Amaranthe
no vio a Basilard ni a Akstyr.

Se arrodilló cerca del cuerpo del conductor, con la mano apoyada


en el suelo. La sangre fría formaba charcos sobre el hielo cubierto de
arena y le humedeció los dedos. Eso no la sobresaltó, pero si lo hizo la
garganta cortada del hombre. El choque no lo había matado; lo había
hecho un puñal.

Al rodearlo y acercarse al segundo cuerpo, sus dedos rozaron los


cristales rotos. Recogió varios fragmentos, algunos curvados y otros
rectos.

Serie El Filo del Emperador 01 459


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Detrás de ella, Books entró en el puente.

—¡Detenedlos! —gritó alguien.

Amaranthe levantó la cabeza.

Alguien debía haberlos visto.

—¡Están robando nuestro camión!

El vapor silbó desde el vehículo de los ejecutores y se puso en


movimiento. Casi se rió. No la habían visto… los ejecutores estaban
gritando a Maldynado y a los demás. El metal crujió, el sonido se elevó
entre los gritos de los ejecutores y la multitud. Quien conducía el camión
robado lo había estrellado contra otro vehículo que llegaba. Los gritos de
“¡Idiota!” se sumaron a las blasfemias.

—Tendremos que rescatarlos de la cárcel por la mañana —


murmuró Books.

Amaranthe deslizó los fragmentos de vidrio en un bolsillo.

—Mira a tu alrededor. No tenemos mucho tiempo antes de que


alguien nos note.

Se deslizó por el puente donde había más cuerpos inertes. Todos


los caídos llevaban uniformes imperiales. No había señales de muertos
enemigos. De hecho, apenas había señales de lucha. Revisó cuerpo tras
cuerpo, cada uno de los cuales había sido eliminado limpiamente. A pesar
de los disparos anteriores que habían escuchado, todos estos hombres
habían sido asesinados por dagas.

Parecía inconcebible que incluso unos asesinos expertos pudieran


despachar de forma tan inequívoca a la guardia de Sespian, que habría
estado doblemente alerta tras un choque…

Serie El Filo del Emperador 01 460


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Amaranthe se agachó junto a uno de los últimos cuerpos. La


humedad… la sangre… saturaba el uniforme negro de un guardia. Una
daga estaba clavada en su pecho hasta la empuñadura.

Tras un momento de vacilación, Amaranthe la sacó. Incluso


cubierta de sangre, incluso a la tenue luz de las farolas, la reconoció. La
daga negra de Sicarius.

—¿Quién está ahí arriba? —gritó alguien.

Esta vez, los agentes la estaban mirando a ella.

—El Cabo Tennil —dijo Books.

—No hay… —Con la mano en la empuñadura de una espada, uno


de los agentes se adelantó.

—Es hora de irse —susurró Amaranthe.

Se metió la daga en el cinturón y se lanzó hacia el lado del puente.


Esta vez, hizo que Books fuera el primero, temiendo que lo atraparan si
ella no lo hacía así.

Dos guardias se dirigieron hacia ellos. La luz de las lámparas brilló


en una hoja de acero.

—¡Deprisa! —le instó.

En cuanto la cabeza de Books se perdió de vista, Amaranthe se


deslizó por la borda. Una espada bajó silbando desde arriba, pero rebotó
en la barandilla.

Su pie falló la viga en su primer tanteo con el pie, y casi se cae.


Encontró un punto de apoyo en el segundo intento y soltó la mano justo
antes que una bota de un ejecutor la aplastara.

Serie El Filo del Emperador 01 461


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Deslizándose más que trepando, llegó a la parte inferior en


segundos. Books aterrizó al mismo tiempo con un gruñido.

—La próxima vez, esperaré en el…

Los pernos de ballesta tintinearon en el hielo a sus pies. Ella lo


agarró del brazo, lo arrastró debajo del puente y salió corriendo por el
otro lado. Se aferraron a las profundas sombras cerca de la orilla y no
subieron hasta que no estuvieron fuera del alcance de las ballestas.

Varias manzanas más tarde, con los gritos desvaneciéndose,


Amaranthe se detuvo finalmente bajo una farola. Sacó la daga y la
sostuvo bajo la luz. Sí, definitivamente era el arma de Sicarius, la que ella
había dejado en la oficina de Hollowcrest. Alguien estaba tratando de
inculparlo.

—No vi el cuerpo del emperador —dijo Books.

—No, todavía hay esperanza. —Amaranthe sacó los fragmentos de


cristal de su bolsillo.

—¿Frascos rotos? —Books tomó un trozo cóncavo y olió—. Humo


líquido.

—¿Qué es eso?

—Recuerdo que un profesor de ciencias trató de hacer algo una vez.


Es un brebaje kendoriano que te desgarra los ojos y dificulta la
respiración. Probablemente modificaron las ballestas para que
dispararan los viales. Es extremadamente caro de hacer, pero eso no sería
un problema para Larocka.

—Por eso los soldados fueron despachados tan fácilmente.

—Deben haber secuestrado a Sespian —dijo Books.

Serie El Filo del Emperador 01 462


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Sí, por supuesto. La nota decía… —Se detuvo. Con tiempos locos
o no, no podía revelar el secreto de Sicarius—. El emperador debía ser
llevado a algún lugar y quemado vivo.

—¿Pero dónde? —preguntó Books.

—No hay manera de… —Una protuberancia plateada en uno de los


fragmentos de vidrio atrajo su atención. Entrecerró los ojos y frotó con el
pulgar. Acero fundido que se había endurecido. Lo había visto por todo
el desguace de la Fundición de Hierro del Roble. Le entregó la pieza a
Books—. Parece que fueron preparados en una fundición. Había una en
esa lista de negocios que posee Larocka, ¿no?

—Yestfer —contestó.

Amaranthe pensó en la nota, en la amenaza de quemar vivo a


Sespian, y se agarró a la farola mientras una visión se precipitaba sobre
ella. Larocka arrojándolo a una cuba de acero fundido.

—Ahí es donde estarán —dijo—. Tengo que irme.

—Nosotros tenemos que irnos.

—Tú tienes que volver al puente. Trata de sacar a los demás, pero
sobre todo diles a los ejecutores que lleven hombres a Yestfer. Si me
matan… alguien más tiene que saber dónde está Sespian.

—¡No me van a escuchar!

—Tienes que intentarlo. Date prisa, Books, no hay tiempo para


debatir.

Él levantó una mano.

—Muy bien.

Serie El Filo del Emperador 01 463


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Ella corrió calle abajo en dirección a la parte industrial de la


ciudad.

—¡Ten cuidado! —gritó Books.

La pendiente descendente facilitó la carrera, pero las manzanas se


alargaron. Las estrellas brillaban en un cielo oscuro enmarcado por
edificios más oscuros.

Dobló una esquina para entrar en una calle ancha que bajaba
hacia el ferrocarril y el lago. La enorme chimenea de la fundición apareció
a la vista, con un humo negro saliendo sobre su borde, borrando las
estrellas. Alguien estaba quemando carbón para el horno. Era demasiado
temprano para el horario normal de trabajo. Un malestar le recorrió el
estómago. No sabía si estar eufórica o asustada por haber acertado.

Debajo de la chimenea se alzaba un enorme edificio rectangular


con ventanas demasiado altas para poder mirar a través de ellas. Una
puerta corredera de seis metros estaba abierta medio metro, y varios
carros de vapor estaban aparcados delante. Los guardias seguramente
esperando para atrapar, o disparar, a cualquiera que pasara por allí.

Manteniéndose en las sombras, Amaranthe rodeó la fundición.


Tenía que haber otra entrada.

En el lado del desguace del edificio, una puerta enrollable estaba


cerrada. Se acercó, pero una enorme cerradura la aseguraba. Al doblar
otra esquina llegó a las vías del tren que subían desde el lago y los
astilleros. Los raíles desaparecían bajo unas puertas dobles, también
cerradas. Bajo ellas, un hueco permitía el paso de los raíles con un par
de centímetros de sobra. A un hombre le costaría pasar por la abertura,
pero tal vez ella podría caber.

Serie El Filo del Emperador 01 464


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Antes de que pudiera convencerse de que no debía hacerlo,


Amaranthe se tumbó sobre la grava junto a las vías. Se asomó al interior
del edificio, pero solo vio contenedores y pilas de lingotes en la penumbra.

Asomó su cabeza por debajo de la puerta y el calor inundó su cara.


Se escabulló por el hueco.

Una vez dentro, se puso en cuclillas. Un vagón de tren con una


palada de basura le bloqueaba la mayor parte de la vista. Sobre él se
alzaba un tubo, aunque por el momento no se derramaba material
fundido. Escuchó voces, pero los fuegos rugientes y el aire caliente
bombeado en los hornos ahogaban los ruidos menores.

Las pasarelas seguían las paredes, atravesaban el interior y se


reunían en el alto horno de un piso que dominaba el edificio. Los
contenedores de mineral de hierro, carbón vegetal y piedra caliza
tapizaban la vista a nivel del suelo. Larocka podría esconder a un batallón
de soldados, y a su prisionero, en el enorme edificio.

Las pasarelas proporcionarían la mejor vista de la instalación. Por


supuesto, también facilitaría que la gente del suelo la viera a ella. No
había ayuda para eso.

Encontró una escalera y subió. Una vía diagonal que iba desde los
depósitos de mineral hasta la plataforma de carga situada sobre el horno
le ofrecía cierta cobertura. Un carro esperaba en la parte superior, pero
no había nadie que lo atendiera.

A nueve metros de altura, Amaranthe llegó a la pasarela. Seguía


sin poder ver a nadie abajo, pero el alto horno bloqueaba la zona de la
puerta principal.

Pesados uniformes y delantales blindados colgaban de los ganchos,


presumiblemente para proteger a los trabajadores del calor y de los

Serie El Filo del Emperador 01 465


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detritos fundidos. Cascos y guantes gruesos estaban colocados en un


estante. Ante la posibilidad de necesitar protección para las manos, tomó
un par y se los metió en el cinturón.

Agachada, se acercó sigilosamente al horno. Las barandillas


abiertas y el suelo de rejilla metálico solo le proporcionaban una
cobertura parcial si alguien empezaba a disparar.

Una vez vislumbró movimiento abajo, pero cuando giró la cabeza,


no vio nada. Si alguien peligroso y escurridizo se movía entre la
maquinaria, esperaba que fuera Sicarius. ¿Se atrevería a esperar que él
estuviera en el edificio? Solo el metal salpicado en el fragmento del cristal
le había hecho pensar a ella en la fundición. Si dependía de ella salvar a
Sespian sola…

Desanimada por la idea, se humedeció los labios y continuó hacia


el alto horno. La intensidad del calor aumentó. Cuando llegó a la altura
del horno, el sudor le bañaba el torso y le escocía sobre los ojos.

Una escalera en la pasarela conducía hacia la plataforma de carga,


donde los trabajadores podían palear el mineral, el carbón y la piedra
caliza desde los vagones de carga hasta el vientre de la bestia de quince
metros. Cuando la manga de Amaranthe rozó uno de los peldaños
metálicos, el calor atravesó la tela y ella apartó el brazo.

Avanzó y por fin vio hombres en el suelo. Muchos hombres.

Entre la puerta principal y la base del alto horno había al menos


veinte guerreros. Vestidos con trajes grises sin insignias, los hombres
anchos y musculosos llevaban mosquetes, espadas o hachas de batalla.
Algunos hombres llevaban manchas de sangre, pero ninguno parecía
herido. Este debía ser el grupo que masacró a la guardia del emperador.

Serie El Filo del Emperador 01 466


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Un par de hombres observaba el horno donde se encontraba un


trabajador con uniforme aislante, guantes y casco. La mayoría se
enfrentaban al perímetro, con las armas preparadas estaban esperando
a alguien.

—El tiempo se acorta, Sicarius —dijo una voz femenina apagada.


¿Larocka?

Sorprendida, Amaranthe se asomó a la barandilla. Parecía que


Larocka era la trabajadora de la base del horno. Desde el ángulo de
Amaranthe, no podía ver a través de la placa frontal de cristal del casco,
pero la voz había procedido sin duda del interior. Aquel uniforme le
serviría para protegerse tanto de un cuchillo arrojadizo como del calor.

—Activaste las alarmas mágicas que Arbitan colocó antes… antes…


—Larocka golpeó la mano contra la pantalla de su casco, como si
intentase limpiarse los ojos o la nariz pero olvidándose de la barrera—.
Si crees que te acercarás sigilosamente a nosotros, estás equivocado.

Oh oh, Amaranthe se apartó de la barandilla. ¿Y si ella había hecho


saltar la trampa? ¿Y si Sicarius no estaba allí?

Tenía que averiguarlo. Se deslizó más a lo largo de su percha, pero


cuando pasó junto a un grupo de tuberías, dos hombres aparecieron a la
vista. Estaban parados en la pasarela de ella, estacionados entre ella y la
puerta principal en un lugar donde podían ver la entrada y también hacer
señales a Larocka. Las tuberías y la maquinaria que se interponían
habían impedido que Amaranthe los viera y, afortunadamente, que ellos
la vieran a ella. Pero todo lo que uno tendría que hacer era decidir dar un
paseo, y su escondite quedaría muy abierto desde su punto de vista.

Se arrastró hacia atrás hasta acurrucarse en la sombra del alto


horno.

Serie El Filo del Emperador 01 467


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—Es hora de que el emperador muera —gritó Larocka—. Pensé que


querrías un asiento de primera fila, pero supongo que saber que estás
aquí es suficiente. —Ella puso una mano enguantada sobre una palanca
y Amaranthe imaginó su sonrisa vengativa detrás de la placa de cristal.

Sin saber qué controlaba la palanca, Amaranthe se agarró a la


barandilla de metal caliente y se inclinó todo lo que pudo hacia el borde
de la pasarela.

La visión que tenía debajo casi la hizo perder el control. Sespian


yacía desnudo y abierto de piernas, con las muñecas y los tobillos atados
por tensas cadenas. Estaba bajo el caño que liberaría hierro fundido. Si
Larocka tiraba de la palanca, la compuerta se abriría y Sespian sería
quemado vivo. Incluso ahora, estaba demasiado cerca del horno sin ropa
protectora. Su piel estaba roja y seca. Un golpe de calor. Podría morir solo
por eso, aunque el hierro fundido nunca llegara.

Larocka se volvió hacia la palanca y empezó a poner peso sobre


ella.

Amaranthe trató de pensar en algo que hacer, cualquier cosa para


ganar tiempo. Abrió la boca para gritar.

—¡Espera!

Sicarius.

Salió de las sombras, con las palmas de las manos abiertas y los
brazos alejados de sus armas. Veinte hombres levantaron espadas y
mosquetes hacia él.

—¿Para qué? —preguntó dulcemente Larocka.

En efecto, ¿para qué? ¿Qué podía hacer él? ¿Qué puedo hacer yo?

Serie El Filo del Emperador 01 468


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—Necesito la cabeza —dijo Sicarius.

La cabeza de Sespian se inclinó hacia un lado, los ojos oscuros se


centraron en Sicarius, pero solo brevemente antes de que su barbilla se
desplomara. No tenía buen aspecto.

Amaranthe volvió a subir a la pasarela. Sicarius estaba ganando


tiempo. Ella tenía que hacer algo útil con él.

—¿Qué? —preguntó Larocka después de un momento de asombro.

—La cabeza —dijo Sicarius—. Quien me contrata la exige como


prueba de una misión cumplida.

Amaranthe gimió mientras se arrastraba hacia la escalera que


llevaba a la parte superior del horno. De todas las formas en que Sicarius
podría haber ganado tiempo… seguramente esa era la más condenatoria.
Incluso si salían de esta, sería sospechoso ante los ojos de Sespian.

Cuando llegó a la escalera, se metió las manos en los guantes. Eran


demasiado grandes, y sus dedos se hundían en ellos, pero le permitieron
agarrar los abrasadores peldaños.

—¿Quieres hacerme creer que estás aquí para asegurar la muerte


del emperador? —preguntó Larocka—. ¿Crees que soy tan estúpida?

Amaranthe subió, esperando que la nueva posición no permitiera


que los guardias de la pasarela la vieran. Sus botas protegían sus pies de
los peldaños, y llegó a la plataforma de carga.

—Mi opinión sobre ti es irrelevante —dijo Sicarius—. Si lo matas


con lava, eso abrasará sus rasgos hasta hacerlos indistinguibles. Poco
me importa si la tuya es la mano que lo mata, pero quizás podamos
negociar un método alternativo.

Serie El Filo del Emperador 01 469


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—¡Es tu hijo! —espetó Larocka.

Amaranthe se inclinó sobre la plataforma para juzgar la reacción


de Sespian. Ahora estaba aún más alta y apenas podía verlo por encima
del oleaje del horno. Su rostro estaba demasiado abajo para que ella
pudiera leerlo. El golpe de calor tenía que estar confundiendo su mente.
Tal vez ya no entendía nada de esto.

Los hombres que miraban no lo estaban, y aparentemente esta era


información nueva para ellos. Se miraron el uno al otro, aunque sus
armas nunca dejaron de apuntar a Sicarius.

—Que la perra ejecutora se crea esa historia no significa que sea


así —dijo Sicarius con frialdad—. Aunque lo fuera, un contrato es un
contrato.

Amaranthe estudió las escasas ofertas de la plataforma de carga.


Una pala y el carro de mineral, que estaba a medio descargar.

—Deberías haberte quedado con la “perra ejecutora” y sus aliados


—dijo Larocka—. Al menos no fueron tan estúpidos como para caer en
una trampa sin apoyos.

Amaranthe resopló mientras rebuscaba en el contenedor de


mineral. La mayoría de los trozos solo tenían un par de centímetros de
diámetro, no lo suficientemente grandes como para hacer de ellos
proyectiles devastadores.

—Pero mis espías te vieron alejarte de la casa solo —dijo Larocka—


, enojado porque tu secreto había salido a la luz. Mataste a Arbitan,
bastardo. Ahora me verás matar a tu hijo.

—Arbitan era un traidor —dijo Sicarius—. Un espía nuriano que te


utilizó para infiltrarse en Forge.

Serie El Filo del Emperador 01 470


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Amaranthe sacó un gran trozo de mineral que debía pesar cinco o


seis kilos. Tendría que servir.

—Nuriano, sí —dijo Larocka—, pero no un espía. Desertó. Él…

—Te convenció de que asesinaras al emperador, ¿no es así? —dijo


Sicarius.

—¡No! Yo… Estás mintiendo. Estás dando rodeos y… ¡quédate


atrás!

Amaranthe se inclinó sobre la barandilla. Sicarius había estado


avanzando mientras hablaba, un hecho que Larocka no había pasado por
alto. Todavía estaba demasiado lejos para hacer cualquier cosa, y el
equipo de hombres corpulentos se interponían entre él y Sespian.

—Ahora lo verás morir —gruñó y se giró, poniendo ambas manos


en la palanca.

Amaranthe apuntó.

Sicarius se adelantó, pero los hombres lo esperaban y lo


bloquearon.

Amaranthe dejó caer la piedra.

Contuvo la respiración. Su caída pareció tan lenta. La palanca


comenzó a descender en su trayectoria.

La piedra golpeó la parte superior del casco de Larocka. Sus manos


volaron hacia arriba y fue arrojada de espalda. Cayó de golpe y se quedó
inmóvil. La palanca volvió a su posición original y Amaranthe dejó
escapar su aliento.

Veinte pares de ojos la miraron. Un mosquete crujió y una bala


repiqueteó en la barandilla de metal.

Serie El Filo del Emperador 01 471


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Sicarius no se detuvo. Mientras todos los demás estaban


distraídos, sacó una daga y degolló a los dos hombres que lo retenían.
Atravesó el resto y clavó la hoja en el pecho de Larocka, sin arriesgarse a
que ella volviera a perseguirle.

Para entonces, los guardias se habían recuperado y le rodeaban.

El sonido de botas sobre el metal desvió la atención de Amaranthe


de la escena de abajo. Estaba a punto de tener que lidiar con sus propios
guardias. Los dos hombres de la pasarela se dirigieron hacia ella.

Debería haber sentido terror, o al menos una buena dosis de miedo,


pero en lugar de eso la euforia la recorrió. Debería correr, pero tenía
tiempo para dar unos cuantos golpes más.

Agarró la pala y lanzó mineral por la borda, teniendo cuidado de


apuntar lejos de Sicarius. La cabeza rubia se vio abrumada por la
cantidad de cabezas morenas y marrones, pero no intentó escapar.
¿Cómo iba a hacerlo? Sespian seguía atado y en peligro por cualquiera
de los hombres cercanos a la palanca.

Ella arrojó más mineral. Cualquier distracción que pudiera


proporcionar para inclinar las probabilidades hacia Sicarius serviría.
Desde esa altura, incluso las piedras más pequeñas tenían que doler
cuando golpeaban la carne.

—¡Ay! —se escuchó un grito desde debajo de la plataforma.

Los labios de Amaranthe se aplanaron en una sombría sonrisa.


Uno de los guardias debió de intentar agarrar la escalera metálica con
sus propias manos.

Las botas que golpeaban los peldaños le indicaron que los hombres
estaban subiendo a pesar de la incomodidad. Abandonó el carro de

Serie El Filo del Emperador 01 472


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mineral y se colocó en lo alto de la escalera, con la pala alzada sobre su


hombro.

Una mano se agarró en la parte superior de la plataforma. La pisó


con el tacón. El hombre aulló y se soltó, pero no se cayó de la escalera.
Golpeó con la pala. La parte metálica lo golpeó en la nariz. Esta vez se
soltó.

Rebotó en la barandilla y perdió la pasarela, cayendo doce metros


en el tumulto de abajo. Tres guardias cayeron bajo él.

—¿Qué? —protestó una voz conmocionada.

Amaranthe miró por el borde al segundo hombre, que se aferraba


a la escalera, utilizando las mangas como protección contra los peldaños
de metal caliente. Seguía contemplando la rápida caída de su compañero

Amaranthe levantó la pala.

—¿Tu comandante nunca te dio lecciones sobre la insensatez de


asaltar a un soldado a más altura?

El hombre volvió a centrarse en ella y lanzó un cuchillo. Amaranthe


retrocedió de un salto, levantando la pala en defensa. La hoja chocó con
su herramienta, pero la distracción le dio al guardia el tiempo suficiente
para subir a la cima y abalanzarse sobre la plataforma con ella.

Aunque todavía tenía la pala, se sintió poco pertrechada cuando el


hombre sacó bruscamente un hacha de dos cabezas de su espalda. El
sonido de más botas sobre el metal significaba que venían más refuerzos.

—¿No te dijo nunca tu madre que los hombres van a la guerra


mientras las mujeres se ocupan de las tiendas? —El guardia se burló y
giró su hacha.

Serie El Filo del Emperador 01 473


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Amaranthe retrocedió hasta que su espalda chocó contra el carro


de mineral.

—¿Tú madre nunca te dijo que no tiene sentido luchar en una


guerra cuando tu patrón está muerto?

—Ya nos ha pagado, y cobraremos otras dos veces más cuando


“salvemos” al emperador y llevemos la cabeza de Sicarius. —Dio un paso
adelante.

Amaranthe miró por encima de la barandilla.

—Parece que tus amigos están perdiendo esa pelea.

En realidad, la breve mirada que echó por debajo le dijo poco sobre
quién estaba ganando. Ni siquiera vislumbró a Sicarius, y solo el caos
que hervía sugería que seguía vivo y luchando. Sin embargo, sus palabas
hicieron que el guardia mirara por encima del borde.

Le golpeó la nuca con la pala.

Su hacha giró hacia arriba y cortó el mango de madera. La cabeza


de la pala se estrelló contra la plataforma, dejando a Amaranthe con un
palo roto.

El guardia se abalanzó contra ella, con el hacha levantada para dar


otro golpe. Ella le arrojó el mango y saltó al carro de mineral. Su peso lo
inclinó sobre el borde de la plataforma. Se precipitó por la empinada vía.

¡Demasiado rápido!, fue el único pensamiento que tuvo. Entonces


se salió de la vía.

El carro se estrelló contra un contenedor sólido y ella salió volando.


Rebotó en un segundo contenedor y se estrelló contra el suelo de
cemento. Se quedó sin aliento y unos puntos negros recorrieron su visión.

Serie El Filo del Emperador 01 474


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Desorientada, tanteó el terreno y consiguió levantarse sobre las


manos y las rodillas. Fue entonces cuando el movimiento en la puerta
principal le llamó la atención. Entrecerró los ojos y luchó por
concentrarse.

Soldados vestidos de negro y dorado del emperador entraban en


tropel. Su primera reacción fue desplomarse de alivio, pero luego se puso
rígida. Ella y Sicarius tenían tanto de qué preocuparse de los soldados
como los guardias de Larocka. Tal vez más.

Se levantó de golpe y corrió hacia el alto horno. Esquivó las vías y


tuberías y los contenedores y se lanzó a la zona abierta que había visto
desde arriba. El primer cuerpo casi la hace tropezar. Los hombres
abatidos se encontraban en el suelo entre charcos de sangre. ¿Dónde
estaba…?

La única figura de pie entre la carnicería, Sicarius agarró un hacha.


Con la camisa negra destrozada y salpicada de sangre desde el pelo hasta
las botas, parecía… lo era… el presagio de la muerte. Se puso al lado de
Sespian y levantó la hoja chorreante por encima de la cabeza para cortar
las cadenas.

—Soldados —dijo Amaranthe—. Tenemos que salir de…

El primero de los soldados se zambulló en la abertura. Casi


tropezando con los cuerpos también, pero eso no le impidió ver a Sespian.

—¡Sire! —gritó uno.

—¡Detente! —gritó otro a Sicarius—. ¡No le hagas daño!

Con los brazos levantados, Sicarius dudó. Menos, supuso


Amaranthe, por la orden del soldado y más porque se preguntaba si
Sespian estaba a salvo ahora.

Serie El Filo del Emperador 01 475


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—Lo ayudarán —le dijo, haciendo una mueca de dolor ante la pose
condenatoria de Sicarius—. Tenemos que irnos.

Un mosquetero se abrió paso con el hombro, levantando su arma


para disparar.

Sicarius lanzó el hacha hacia los hombres que se acercaban,


aunque con torpeza, no con la intención de matar. Esquivaron la hoja
que volaba, y el mosquetero dejó caer su arma.

Amaranthe le hizo un gesto a Sicarius para que la siguiera y lo


condujo a la puerta trasera.

—¡Atrapadlos! —gritó alguien.

Sicarius pasó junto a Amaranthe y abrió de una patada la puerta


cerrada. Con la oscuridad de la noche como cobertura, corrieron a través
del desguace hacia la ciudad cubierta de nieve.

Cuando Sicarius igualó su ritmo en lugar de seguir por su cuenta,


ella lo miró con esperanza. ¿Estaba perdonada? Con la sangre que le
manchaba el pelo rubio y las cejas, oscureciendo el cuello y goteándole
por la barbilla, parecía aún más sombrío que de costumbre, pero
respondió a su mirada interrogante. Cuando los gritos se desvanecieron
tras ellos, él asintió y le dio una palmadita en la espalda.

Serie El Filo del Emperador 01 476


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Epílogo
Aquella tarde, Amaranthe salió de la casa de hielo para averiguar
qué había pasado con sus hombres. En el camino de vuelta, recogió
algunas provisiones y un periódico. La noticia de la primera página
detallaba el secuestro, señalando al “aborrecible y degenerado Sicarius”
como el autor del “despiadado ataque”. Al final se mencionaba a
Amaranthe como cómplice, sin adjetivos coloridos para ella.

Suspiró. Y tanto por limpiar su nombre. Al menos el periódico decía


que Sespian había sobrevivido a sus heridas y se estaba recuperando.

Cuando regresó a la casa de hielo, encontró a Sicarius todavía en


el catre de la oficina. No era de extrañar después de los acontecimientos
de la noche anterior. A ella le dolía el hombro por el choque del carro de
mineral, pero, entre la criatura y los veinte guardias, él había recibido
una paliza mucho peor que ella. Sin embargo, sus ojos estaban abiertos
y se había bañado y cambiado de ropa. Su mirada la siguió hasta la
habitación.

Sin estar segura de su estado de ánimo… no habían hablado más


que dos palabras desde que huyeron de la fundición… dejó el periódico,
un par de sombreros de paja, camisas caseras y un mono sobre el
escritorio. Recordando que aún tenía la daga negra de Sicarius, la colocó
sobre la pila de enseres junto a su catre. Se la imaginó feliz de estar una
vez más acurrucada entre los cuchillos arrojadizos, garrotes, los frascos
de veneno y otros accesorios que inducían a la muerte.

—Regresaste —dijo Sicarius.

—Sí. —Amaranthe volteó el cajón de gallinas vacío, se sentó frente


a la estufa y lo miró. ¿Había pensado que no lo haría? Tal vez estaba

Serie El Filo del Emperador 01 477


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deseando volver a una vida solitaria libre de mujeres molestas—.


Supongo que soy como un hongo persistente en la uñas de los pies, ¿no?

—Mhh. —Sicarius se sentó en el catre y dejó caer los pies al suelo.


Su rostro no delataba dolor, pero la rigidez marcaba sus movimientos—.
Tal vez un gato callejero.

—¿Adorable, leal y encantador?

—Entrometido, curioso e independiente. —Sus ojos se arrugaron—


. No es algo que planees llevarte a casa.

Amaranthe encontró esperanza en su tono ligero.

—¿Pero algo que aprecias una vez que está allí?

Sicarius se levantó, agarró la silla del escritorio y la arrastró hasta


la estufa. Se sentó cerca, la miró a los ojos y dijo:

—Sí.

Ella le sostuvo la mirada por un momento, luego se sonrojó y


estudió una espiral en una de las tablas del suelo. Era una tontería que
se sintiera satisfecha. No era como si él hubiera admitido un amor eterno,
por las verrugas eternas de los ancestros, la había comparado con un
gato callejero. Aún así, pensó que ese sí también podría haber significado:
“Siento haber perdido los nervios, y gracias por venir a ayudar”.

Sicarius agarró el periódico y leyó la primera página. Aunque su


expresión no cambió, Amaranthe hizo una mueca de simpatía.

—Siento que no haya funcionado lo de Sespian —le dijo—.


Esperaba que lo salvaras, y que él viera que lo salvabas, y que vosotros
dos pudierais…

Serie El Filo del Emperador 01 478


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—Hemos completado nuestra misión. Hollowcrest, Larocka y


Arbitan están muertos —dijo Sicarius—, y fuera de la fundición, encontré
al teniente que traicionó a Sespian. Tenía esto. —Sicarius le mostró una
piedra púrpura brillante.

Amaranthe sacó su par.

—Larocka tenía otra en su despacho.

Sicarius asintió.

—Él no volverá a ser un problema.

—Eso está bien, pero cualquier posibilidad que tuvierais Sespian y


tú de forjar una relación se esfumó. Esas cosas que dijiste para ganar
tiempo… No sé si él lo escuchó todo, pero los periódicos te hacen ver como
el cerebro detrás del secuestro. Solo te temerá y odiará después de esto.

—Entonces es como siempre ha sido. Por ahora está a salvo. Eso


es lo único que importa.

Sicarius habló tan impasible y con la misma naturalidad de


siempre. Y Amaranthe no le creyó ni por un instante. Levantó una mano,
con la intención de darle una palmadita en el brazo, pero, en un arrebato
de coraje, se inclinó y lo abrazó. Él no devolvió el abrazo, pero tampoco
se apartó. Aunque solo pretendía consolarle, se dio cuenta de que notaba
los músculos duros bajo sus brazos, pelo suave contra su mejilla y el olor
a limpio y masculino de la piel caliente lavada con jabón de lejía.

Se sonrojó y se retiró. La ceja rubia que enarboló ante ella era


demasiado cómplice.

Ella se aclaró la garganta.

Serie El Filo del Emperador 01 479


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—De todos modos, ¿cómo sabías que Sespian estaba en la


fundición?

—La recordé de la lista de propiedades que investigamos. ¿A qué


otro lugar llevarías a alguien para quemarlo vivo?

—Ah, claro. —Amaranthe decidió no mencionar la pista que ella


había necesitado para hacer la deducción.

Sicarius levantó la barbilla hacia el montón de ropa de granjero que


había sobre el escritorio.

—¿Cuál es el siguiente plan?

—Necesito sacar a los hombres de la cárcel —dijo ella—.


Empezaron una pelea y robaron un camión de la policía con el fin de
proporcionar una distracción para mí. Parece que fueron encarcelados
poco después. —No estaba segura de cómo Books había acabado también
en la cárcel, pero le había oído lanzar palabras de vocabulario a
Maldynado cuando había estado explorando la parte trasera del edificio.

—¿Planeas sacarlos? —Sicarius agarró uno de los sombreros de


paja y lo hizo girar en sus manos.

—Podrías venir y averiguarlo.

Con su objetivo cumplido, él no tenía motivos para quedarse con


ellos, pero ella esperaba que lo hiciera.

—¿Con qué fin? —preguntó él.

Abrió la boca para decirle que sacar a los hombres de la cárcel eran
fines suficientes, pero ahogó las palabras. A Sicarius no le importaría.

—Los necesito para mi próximo plan —dijo en cambio.

Serie El Filo del Emperador 01 480


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—¿Qué plan?

Qué plan, en efecto. Pensó en la última vez que había ideado


apresuradamente un plan para despertar su interés. Esta vez, no había
ninguna frialdad en su pregunta. Tal vez en realidad él no quería irse.

Para tener tiempo para pensar, Amaranthe abrió la puerta de la


estufa de hierro fundido y echó un montón de carbón. Había quemado
los billetes falsos nada más despertarse, y solo quedaban montones de
ceniza. Limpiaría la estufa antes de que se fueran, que sería pronto. Era
hora de encontrar un nuevo escondite, un lugar desde el que pudieran
lanzarse…

—¿No es obvio? —preguntó—. Seguro que Larocka y Arbitan no


volverán a dar problemas, pero Forge era una coalición, no una persona.
¿No parece probable que otros supongan una futura amenaza para
Sespian? Y, por supuesto, la naturaleza de las políticas progresistas que
desea instaurar le crearán más enemigos. Necesita a alguien que lo cuide.
Necesita…

Se puso en pie y se paseó por la pequeña habitación. Mientras las


viejas tablas del suelo crujían bajo sus botas, se formó el resto del plan.

—El Filo del Emperador, una unidad pequeña pero de élite de


especialistas que puede deslizarse en lugares y situaciones donde un
ejército no puede. Aunque son fugitivos, trabajan por el bien del imperio,
un hecho que… suponiendo que sus hazañas sean impresionantes y de
interés periodístico… no puede pasar desapercibido para el propio
emperador. —Al imaginar esas futuras hazañas, la invadió una sensación
de libertad, algo que nunca había sentido como ejecutora. Por primera
vez, estaba diseñando su propio destino en lugar de trabajar dentro del
marco de otros—. Dado que los principales miembros de este grupo son
los mismos relacionados con el secuestro y la casi muerte de Sespian,
con el tiempo debe preguntarse si todo lo relacionado con ese día era lo

Serie El Filo del Emperador 01 481


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que parecía. ¿Por qué la gente que quería hacerle daño arriesgaría su vida
trabajando por sus intereses? Si quiere investigar algo, tiene todos los
recursos del imperio a su disposición. Al final encontrará la verdad, todas
las verdades que busque. Solo tenemos que hacer que quiera buscar. Y
cuando lo haga, debería exonerarme, y yo podría responder por ti como…
alguien a quien debería conocer. El Filo del Emperador es el camino a lo
que ambos queremos.

A estas alturas esperaba el silencio atónito, y Sicarius no la


defraudó. Pasó un largo momento antes de que él hablara.

—Quedarse aquí en la capital, desfilar ante los agentes, soldados y


cazarrecompensas y los vengativos colegas de Larocka sería una locura
suicida.

—Sí. ¿Te apuntas?

Resopló y la miró fijamente. Las brasas se movieron en la estufa.


En algún lugar del exterior, un silbato marcó el final de la jornada laboral.
Mientras continuaba el pensativo silencio de Sicarius, Amaranthe se
esforzó por mantener la paciencia. No era como si le pidiera un juramento
de sangre. Podía quedarse un tiempo, ver como iba la operación y
marcharse si no era de su agrado. O simplemente decir que no y acabar
con ello.

—Sí —dijo finalmente Sicarius—. Te seguiré.

Amaranthe empezó a cerrar el puño exultante, pero su mandíbula


cayó cuando comprendió la totalidad de su afirmación. ¿Seguirla?

—No buscaba un subordinado, solo un compañero de equipo, un


co-conspirador.

—Los equipos necesitan líderes para funcionar. —Una ceja se


levantó—. Incluso las pequeñas unidades de especialistas de élite.

Serie El Filo del Emperador 01 482


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—Sí, pero tú… Tú tienes más experiencia, más mundo, eres más
fuerte, más rápido, más mortífero. Si alguien debería dirigir esto, eres tú.
—Hizo un gesto hacia el periódico—. Yo solo soy la cómplice.

—Eso no te lo crees más que yo.

—No —admitió Amaranthe después de un momento. Ella había


sido la que había reunido un equipo para perseguir su visión. Los había
mantenido unidos y trabajando con ese fin. De alguna manera, incluso
había inspirado suficiente lealtad para que los metieran en la cárcel por
ella.

Así que, ¿por qué resistirse ahora?

Porque era Sicarius. Dirigir a los otros hombres, podía verlo, pero
dirigirlo a él parecía presuntuoso. No, ella podía ser presuntuosa, así que
ni siquiera era eso. Era… el miedo. Era caminar por el mundo con un
tigre devorador de hombres atado, sabiendo que ella era responsable de
sus acciones. Un momento de falta de atención y ese tigre podía alejarse
y matar cuanto quisiera o, peor aún, podría enviarlo a matar para ella
cuando quisiera. ¿Y si ella llegaba a disfrutar de esa sensación? ¿Ese
poder? ¿Se convertiría en Hollowcrest? Reprimió un estremecimiento.

—Además —dijo Sicarius—, crearía un equipo de asesinos, porque


eso es lo que sé hacer. Eso no impresionaría a Sespian. Tú, en cambio,
crearás un equipo de héroes.

Ella se encontró con su mirada y solo encontró respeto en ella. Si


un hombre que tiene el mantra de no confiar en nadie tiene fe en mí, ¿debo
discutir?

Ella se colocó el sombrero de paja en la cabeza.

—Será mejor que saquemos a esos futuros héroes de la cárcel


entonces.

Serie El Filo del Emperador 01 483


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***

Esperaron hasta la noche, cuando habría menos hombres de


servicio. Amaranthe entró tranquilamente en el puesto de guardia con el
sombrero echado sobre la cara y una mano metida en el mono. Si hubiera
podido encontrar un tallo de trigo para masticar, estaría colgando de su
boca. Por desgracia, no era la época adecuada.

Con el rostro en sombras por el sombrero, Sicarius esperaba detrás


de ella. El único cabo que manejaba el escritorio le dedicó una sonrisa
perpleja.

—¿Te ayudo?

Filas de celdas de la cárcel con barrotes de acero se extendían más


allá de una puerta abierta por detrás de él. Amaranthe esperaba que, tras
el secuestro del emperador, nadie hubiera encontrado tiempo para
buscar a los nuevos prisioneros en el libro de órdenes judiciales.

—Perdí algunos fugitivos de mi granja allá. —Señaló vagamente en


la dirección del lago, más allá del cual la agricultura dominaba las tierras
bajas—. Escuché que estaban aquí.

—Descríbelos.

—Cuatro tipos fornidos, bueno, excepto el viejo Hoss. Es alto y


desgarbado. Junior parece que debería ser un oficial del ejército, pero las
mujeres y la bebida lo mantienen bajo la mesa hasta el mediodía si no
está bien vigilado. Surly11 solía correr con las pandillas y lo parece. Luego
está Scar12. El nombre habla por sí mismo, creo.

—Esos no son los nombres que me dieron —dijo el Cabo.

11Surly: Malhumorado, arisco.


12 Scar: Cicatriz.

Serie El Filo del Emperador 01 484


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Bueno, supongo que no. ¿Darías tu nombre si estuvieras


huyendo de un contrato de trabajo? Tengo los documentos para ellos
aquí. —Le entregó al cabo cuatro papeles falsos—. Todos firmaron por
dos años a cambio de alojamiento y comida y una parte de las cosechas.
Estaría en un buen aprieto sin esos cuatro peones. La temporada de
siembra no está tan lejos, ya sabes.

El cabo se encogió de hombros.

—Conseguiré el papeleo. Son cien ranmyas por cada uno por


liberarlos.

—¡Cien por cada uno! ¿Qué han hecho?

—Obstruyeron una investigación en la escena del crimen y robaron


uno de nuestros camiones de vapor. Luego se resistieron al arresto. Se
resistieron a todo.

—¡Idiotas! —Amaranthe se golpeó el puño en la palma de la mano


e hizo lo posible por parecer enfurecida—. ¿Por qué no pudieron salir
corriendo y emborracharse como yo esperaba?

—No lo sé, señora. —La diversión tiró de los labios del cabo—.
¿Tienes el dinero para pagar la multa?

—No —dijo con tristeza—. Creo que tendrás que quedártelos.

El cabo hizo una mueca. Se preguntó cómo de problemáticos


estaban siendo sus hombres.

—¿No tienen a nadie más que pueda pagar la multa? —preguntó—


. El grande…

—Junior —informó Amaranthe.

Serie El Filo del Emperador 01 485


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Eh, Junior insinuó que tenía alguna familia que podría conseguir
que viniera.

—Su familia está muerta. Junior está tan acostumbrado a mentir


que no podría decir la verdad ni aunque su suministro de brandy
dependiera de ello.

El cabo se frotó la barbilla.

—Parecía bastante reacio a contactar con su familia.

—¿Qué pasa si nadie puede pagar la multa? —preguntó Amaranthe


como si no lo supiera exactamente.

El cabo se desplomó.

—Se quedan aquí. Ciento ochenta días en una celda.

—Bueno, solo soy una simple agricultora, señor, y nunca tendré


tanto dinero de sobra, pero si los soltaras y me dejaras volver a ponerlos
a trabajar, seguro que se lo agradecería.

—No puedo dejarlos ir sin un castigo adecuado.

—Oh, serán castigados. —Amaranthe sonrió y señaló hasta ahora


al silencioso Sicarius—. Pa, aquí, él es el dis-ci-pli-na-dor de la granja.
Fue un soldado, y sabe como golpear a un hombre y hacerle desear que
nunca hubiera pensado en huir. ¿No es así, Pa? —Ella sonrió a Sicarius.

—Sí —dijo con rotundidad—. Ma.

Mhh, ella tendría que recordar no ponerlo en posiciones que


requirieran su habilidad para actuar en el futuro.

Serie El Filo del Emperador 01 486


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No sé, señora… —El cabo miró por encima del hombro hacia su
oficina. ¿Quería deshacerse de los hombres pero no estaba seguro de que
sus superiores lo aprobaran?

Sin embargo, el ejecutor que se asomó a la puerta no era un


superior. Tenía el rango de un recluta novato, y la nariz hinchada y
probablemente rota.

—¿Quiere que le traiga a esos hombres, cabo? —preguntó en tono


nasal.

Amaranthe levantó la mano y se la llevó a los labios para ocultar


una sonrisa. ¿Cuántos agentes habían necesitado para meter a esos
cuatro en las celdas?

—Tiene sentido —dijo—. Si tuvieran que estar aquí seis meses, los
cuatro, habría que darles muchas comidas, y ellos no harían ningún
trabajo a cambio, solo descansar en las celdas. Calculo que con el tiempo
eso supondría mucho más que cuatrocientos ranmyas. Parece un mejor
negocio para la ciudad si me dejas llevarlos de vuelta a la granja.

—No soy yo quién paga sus comidas —murmuró el cabo, pero miró
a su subordinado, que esperaba esperanzado en la puerta—. Muy bien,
sácalos.

—Es muy amable, señor. —Amaranthe sonrió, y no fue una


actuación.

El cabo refunfuñó en voz baja, desapareció un momento en el


despacho y regresó con el papeleo. Puso las cuatro hojas sobre el
escritorio, las timbró con un sello y garabateó algo intencionadamente
ilegible en la casilla para registrar la multa como pagada. Ilógicamente,
la vieja ejecutora en Amaranthe, se encogió ante este manejo torpe de la
ley.

Serie El Filo del Emperador 01 487


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Se oyeron forcejeos al otro lado de la puerta, y algo se estrelló


contra el suelo y se rompió.

—Manzanas podridas. —El cabo señaló a Amaranthe—. ¿Puedes


ayudar, o se pondrán peor cuando te vean?

Sicarius atravesó la puerta. Amaranthe se apresuró a seguirlo.


Tenía que hablar primero, antes que los hombres hicieran volar su
historia.

No tenía por qué preocuparse, ya que se detuvieron y se quedaron


mirando cuando la vieron a ella y a Sicarius. No era incredulidad por su
llegada, se dio cuenta, sino diversión por los trajes de granjero.
Maldynado consiguió abrir la boca al mismo tiempo que sonreía.

—Junior —soltó Amaranthe para hacerlo callar—. ¿Cómo pudiste


dejar la granja… dejar a mi hermana… de esa manera? Plantaste tu
semilla y luego te escapaste a la ciudad para meterte en travesuras que
te llevaron a la cárcel. ¡Durante seis meses! ¿Esperas que ella tenga el
bebé y lo cuide sin ningún hombre que la ayude a mantenerlo?

La boca de Maldynado no se cerró; más bien su mandíbula bajó y


quedó colgando.

Books le dio una palmada en el hombro.

—Patán.

—Y el resto de vosotros. Hay trabajo que hacer, aunque todavía


haya nieve en el suelo. ¿Olvidasteis vuestros contratos? ¿Olvidasteis la
palabra que me disteis?

Basilard pareció alegrarse de su falta de voz. Una expresión de


indignación apareció en el rostro de Akstyr, y empezó a decir algo, pero
Books le dio un codazo.

Serie El Filo del Emperador 01 488


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Fue un error, señora —dijo Books—. Estamos listos para volver


al trabajo.

—No tan pronto. —Maldynado lanzó una mirada despectiva al


pasillo de celdas detrás de él.

Amaranthe los condujo fuera de la comisaría antes de que nadie


pudiera delatar su historia. Fuera, la nieve crujía bajos sus botas y el
hielo negro brillaba bajo las farolas, pero las ráfagas de viento del sur
prometían la llegada de un tiempo más cálido.

—Gracias por aparecer por nosotros —dijo Akstyr.

—En efecto —dijo Books.

Basilard asintió.

—No es que no hubiéramos podido salir con nuestros propios


encantos —dijo Maldynado.

—He visto tus encantos en la cara de un par de ejecutores —dijo


Amaranthe—. Yo los llamaría contusiones, pero esa es tu historia.

Maldynado sonrió.

—Entonces, ¿qué es lo siguiente, jefa?

—Ya que lo has preguntado…

Cuando llegaron a la casa de hielo, ella ya había explicado su plan.

—Solo hay una cosa que quiero saber —dijo Maldynado al final.
Señaló con un dedo a Amaranthe—. ¿Es ese el uniforme?

Sonriendo, se quitó el sombrero de granjero de paja. Se puso de


puntillas y lo dejó caer sobre la cabeza de Maldynado.

Serie El Filo del Emperador 01 489


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Solo para ti.

Maldynado comenzó a estirar la mano para quitarlo, pero se


detuvo. Arqueó las cejas mirando a Amaranthe.

—¿Me queda bien?

—Pareces un bufón analfabeto —dijo Books.

—Pero, ¿me queda bien?

***

Sespian miró el cuenco de loción que le había dejado su nuevo


ayudante de cámara. El aroma a miel y canela le hizo preguntarse si era
comestible. Se untó un poco en las mejillas y la frente agrietadas.

Trog saltó sobre el escritorio y agitó su cola cubierta de telarañas.

—Sí, sé que parezco tonto. —Sespian untó un poco en su piel


quemada, se sentó en la silla y acarició al gato. Un par de papeles
descansaban bajo las patas de Trog—. Llegas justo a tiempo para
ayudarme a tomar una decisión.

Trog olfateó la barbilla de Sespian y la lengua de papel de lija salió


lanzada para probar su loción.

—Supongo que eso responde a mi pregunta de si es comestible —


murmuró Sespian—. Sin embargo, estamos aquí para decidir algo un
poco más trascendental.

Deslizó los carteles de búsqueda de Amaranthe y Sicarius de debajo


del gato. Tomó una pluma y suspiró al ver las marcas de dientes felinos
frescos que la decoraban.

Serie El Filo del Emperador 01 490


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—El dinero por sí solo no parece ser suficiente incentivo para que
alguien se deshaga de Sicarius. —Golpeó la pluma contra su barbilla y
luego añadió la promesa de un título y tierras al dinero de la recompensa.

Luego consideró el cartel de Amaranthe. O al menos lo intentó. Trog


se tumbó y se estiró sobre él, invitando a que le frotaran la barriga.

—No te preocupes, muchacho. No voy a mejorar su recompensa. —


Sespian deseaba recordar más de lo que había pasado en la fundición.
Los guardias dijeron que Amaranthe había estado allí al final, pero él no
recordaba nada después de que Sicarius exigiera su cabeza. Nadie había
visto quién había matado a Dunn. Sespian golpeó la pluma pensativo—.
Todavía no tengo ni idea de lo que ha hecho Lokdon, y si ha actuado por
voluntad propia.

Trog maulló.

—Sí, sí, y supongo que existe la esperanza de que tal vez ella… —
terminó con un tonto encogimiento de hombros.

En su cartel tachó la línea de que era usuaria de la magia y escribió


simplemente: “Se busca viva: 10.000 ranmyas”.

***

Un joven oficial de la Red de Inteligencia Imperial interceptó las


revisiones del emperador antes de que pudieran ir al Cuartel General de
los ejecutores. El Oficial dejó el cartel de Sicarius, pero modificó el de
Amaranthe Lokdon. “Se busca muerta: 10.000 ranmyas”. A los que
tuvieran conocimiento de Forge no se les podía permitir andar por las
calles ni ponerse en contacto con el emperador.

Fin
Serie El Filo del Emperador 01 491
Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Serie El Filo del Emperador 01 492


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Escena Extra
Por lo general, cuando suprimo una escena de un libro, sucede al
principio, y hay una buena razón para atacarla con las tijeras. Esta es
una escena que estaría tentada a volver a agregar si alguna vez hiciera
un “montaje del director” de El Filo del Emperador.

Originalmente era la mayor parte del Capítulo Tres y tenía lugar


después de que Hollowcrest enviara a Amaranthe a “seducir” y matar a
Sicarius. Ella decidió que era mejor practicar esta cosa de la seducción
antes de ir por nuestro querido asesino mortal. Lo que sucede en esta
escena es la razón por la que ella arrojó la idea por la ventana.

La corté porque originalmente pensé que buscaría un agente para


FE (El Filo del Emperador), y todo el mundo decía que las novelas de
fantasía de más de 100.000 palabras eran difíciles de vender, así que
estaba tratando de recortar todo lo que pudiera, y la escena no era tan
crucial. Además, había oído que los agentes tienden a pedir los tres
primeros capítulos (si se interesan por tu carta de consulta), así que
pensé que sería una buena idea aumentar la introducción de Sicarius
para que entrara en esas páginas primeras. Por último, un par de mis
compañeros de crítica masculinos tuvieron la impresión de que
Amaranthe era demasiado hogareña para anotar en base a esta escena.
Por supuesto, mi intención era mostrar que se le daba mejor llevar la
gente a su lado que a su cama.

Así que, para aquellos que disfrutan de estas cosas, les presento el
viejo y sin editar…

Serie El Filo del Emperador 01 493


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Capítulo Tres
Seducción. A Amaranthe la idea le resultaba casi tan poco atractiva
como el asesinato. Si iba a lograrlo, necesitaba practicar.

Una brisa silbó en la calle, haciendo oscilar un letrero cubierto de


carámbanos. Two Toes Slink13, se leía encima de un tosco dibujo de una
bailarina que sostenía una enorme jarra de cerveza. Amaranthe miró el
edificio de ladrillo con disgusto. No envidiaba a la gente por su necesidad
de ocio, pero todas sus experiencias con los slinks habían involucrado
entrar, romper peleas y arrestar gente. La gente debería tener algo más
constructivo que hacer con su tiempo que iniciar peleas en los bares.

Las capas de nieve paleada se amontonaban contra las paredes de


ladrillo del edificio. El polvo fresco se deslizó sobre el resbaladizo
pavimento y se enroscó alrededor de los tobillos expuestos de Amaranthe.
Se arrebujó más en su parka, en parte por el frío, en parte porque se
sentía ridícula con la ropa que llevaba debajo.

—Deme algo sexy —le había dicho ella al tendero antes de poder
pensarlo mejor.

La blusa sin mangas no era del todo horrible, y la falda hasta la


rodilla que abrazaba sus caderas y glúteos como la envoltura de una
salchicha, aunque no era práctica, se podía usar. Eran las malditas
sandalias las que resultaban insufribles. Sandalias. En invierno. Contra
toda lógica, estaban de moda esa temporada. Como compensación por el
clima gélido, el tendero le había encontrado un par de sandalias con tiras

13Slink es deslizarse o un movimiento sinuoso, pero también puede significar prematuro


(en el sentido de nacido antes de tiempo), pero en el texto habla de un slink como si
fuera un negocio, un bar o un tugurio.

Serie El Filo del Emperador 01 494


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forradas de piel. A Amaranthe le costaba sentirse sexy con las colas de


ardilla envueltas alrededor de los tobillos.

—Esta noche, veremos si esta táctica de seducción es factible —


murmuró para sí y alcanzó el pestillo.

Un chillido distante y escalofriante le congeló la mano. Se le puso


la piel de gallina por toda la piel. Había sonado… Amaranthe no sabía
cómo sonaba. No era humano.

Ladeó la cabeza y esperó a que se repitiera. No lo hizo.

La puerta se abrió de golpe. Amaranthe se apartó de un salto.


Aterrizó en un montón de nieve que tragó sus pies casi descalzos.

Un hombre y una mujer salieron tambaleándose, ambos


demasiado borrachos y demasiado implicados entre sí como para fijarse
en Amaranthe. Los golpes de tambor se escaparon también por la puerta,
pulsando hacia la calle. Apartó el espeluznante grito de su mente y se
apresuró a entrar para encontrar un lugar cálido para sus pies.

Afortunadamente, había estufas en todos los rincones de la larga


sala de techo bajo. Los chorros de gas se alineaban en las paredes e
iluminaban dos escenarios circulares, uno con bailarinas casi desnudas
y otro con bailarines casi desnudos. Se contorsionaban alrededor de
redes de barras verticales, horizontales y diagonales con movimientos
sinuosos que daban nombre a los slinks. Los hombres y mujeres solteros,
o los que fingían serlo, se reunían y mezclaban en la zona abierta entre
los escenarios, a menudo abreviado como “Entre”.

Amaranthe se quitó el gorro, los guantes y la parka y los colgó en


una percha junto a la entrada. Se paseó por la mitad masculina de la
sala. Evitó las masas babeantes frente al escenario. En su lugar, observó
a los grupos de las mesas laterales, más alejadas de la acción. Un grupo

Serie El Filo del Emperador 01 495


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

de jóvenes soldados, identificables por su pelo corto, no pasó la


inspección. Demasiado fáciles de seducir. Una mesa con estudiantes
universitarios recibió el mismo veredicto. Si Sicarius estaba en la
treintena, probablemente era lo suficientemente mayor como para ser
gobernado por algo más que su pene. También debía tener un mínimo de
inteligencia para evadir tan eficientemente las fuerzas de Hollowcrest.

Cerca de un grupo de hombres de mediana edad, se detuvo. Un


grueso tomo sobre la mesa etiquetado como Fallos del Hipocausto y
Alternativas de Calentamiento prometía clientes más brillantes que la
media.

—Admito que parte de su tecnología es impresionante —dijo un


hombre rubio en la mesa—, pero no se pueden negar los beneficios de la
magia. —Sus ropas de piel de ante con pedrería y su largo pelo trenzado
le habrían señalado como extranjero, incluso si su elección del tema de
conversación no lo hiciera.

—Estoy seguro de que los beneficios serían magníficos —respondió


otra persona de la mesa—, si la magia existiera.

El imperio negaba la existencia de la magia y, al mismo tiempo,


declaraba su uso como un delito. Aunque Amaranthe había notado la
incongruencia, nunca se había preocupado por ello, ni había arrestado a
nadie por alegar poderes especiales. Al igual que el segundo orador,
nunca había visto pruebas de que la magia existiera. Al parecer, los
demás comensales estaban de acuerdo. Se rieron y levantaron jarras
llenas de cerveza o sidra para saludar a su camarada.

—Turgonianos. —El extranjero negó con la cabeza—. Para ser un


pueblo supuestamente avanzado, podéis ser flagrantemente ignorantes.

—¿Por qué? ¿Porque no creemos en dioses ni en supersticiones que


entorpecen la mente? ¿Como ese espíritu servicial que los kendorianos

Serie El Filo del Emperador 01 496


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creen que vendrá durante la noche y bendecirá sus hogares, siempre que
sacrifiquen pollos en la puerta? ¿Cómo se llama?

—Yugima —admitió el extranjero, con las mejillas enrojecidas—.


No todo el mundo hace eso.

—Espero que no. Hay algunos olores con los que no quieres
despertar por la mañana.

Amaranthe se sintió invisible mientras rondaba, así que se acercó.

—Perdonen que interrumpa, pero esto parece una conversación


más interesante que cualquiera de las que hay aquí. ¿Les importaría que
me uniera a ustedes?

—Por favor, hágalo —dijo un hombre canoso.

El hombre más cercano agarró una silla de otra mesa mientras los
demás hacían sitio. Otro tomó una jarra de sidra de una camarera que
pasaba por allí y la colocó frente a ella.

Esto podría ser más fácil de lo que esperaba. Amaranthe rara vez
recibía esa consideración cuando se vestía de ejecutora. Suponía que la
gente veía el uniforme y no a la persona. O tal vez sus sandalias con
correa de ardilla estaban funcionando como habían prometido.

El extranjero no tardó en incluir a Amaranthe en la conversación.

—Siempre he pensado que las mujeres turgonianas son más


brillantes que sus homólogos masculinos… —Los otros hombres
abuchearon, aunque lo hicieron con amabilidad—. Dígame, ¿descartaría
la posibilidad de algo solo porque su gobierno negara su existencia?

Amaranthe raspó una mancha sospechosa de la superficie de la


mesa.

Serie El Filo del Emperador 01 497


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—Supongo que no, si viera personalmente una prueba. ¿Puede, por


casualidad, hacer un truco de magia?

Los otros se inclinaron hacia adelante, sonriendo.

—Sí —se entusiasmaron—. Veamos un truco de magia. —Eso se


convirtió rápidamente en un cántico de “truco de magia, truco de magia”.

Amaranthe se preguntó si el libro por el que había juzgado la


inteligencia del grupo se lo habían dejado clientes anteriores. O tal vez
fue la cantidad de vasos vacíos apilados encima lo que explicaba la
algarabía de los hombres.

—Soy un diplomático, no un chamán —dijo el extranjero—.


Observen la falta de tatuajes en mi cara.

—Una excusa conveniente —dijo alguien.

—Si ustedes, toscos patanes, alguna vez se encuentran con un


chamán de mi país, os enteraréis de la verdad y podría ser…
desagradable. Mejor aún, espero que os tropecéis con el camino de un
mago nuriano. Esa gente es increíblemente poderosa.

—Así que… —Un hombre eructó—. ¿Eso significa que no hay truco
de magia?

El extranjero hizo una mueca, pagó sus bebidas y se fue.

—Por fin —dijo el hombre canoso frente al libro—. Ahora podemos


hablar de algo que merezca la pena.

—No es un mal tipo —dijo otro, señalando con un pulgar hacia el


hombre que se iba.

Serie El Filo del Emperador 01 498


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

—No, pero ya conoces la ley. No podemos hablar de tecnología con


extranjeros. Diplomático es un código para espía. —Quitó los vasos del
libro y sacó notas y bocetos.

—¿En qué estáis trabajando? —preguntó Amaranthe.

El hombre canoso se inclinó hacia adelante.

—Mi equipo —Asintió para incluir a sus compañeros—, ha


conseguido un contrato de una industria empresaria que está
rehabilitando los viejos edificios de la ciudad con modernos sistemas de
calefacción.

—Interesante —dijo Amaranthe—. ¿Está sustituyendo las


chimeneas por estufas o es más complejo que eso?

—Mucho más que eso. La mayoría de los edificios antiguos tienen


hornos exteriores en el sótano o en la planta baja, donde el aire caliente
se dirige por debajo de los suelos y sube por conductos de arcilla en las
paredes. Es una tecnología antigua que llegó con nuestros antepasados
desde Nuria, junto con las espadas de bronce, los veleros de madera y
otras cosas arcaicas. Las chimeneas fueron en realidad un paso atrás.

Otro hombre asintió.

—El imperio siempre ha estado tan preocupado por la guerra y por


convertirnos a todos en soldados estoicos que son demasiado buenos
para las comodidades… —Puso los ojos en blanco e inclinó la cabeza
hacia atrás de forma tan dramática que casi se cae de la silla—…que los
únicos avances que hicimos durante mucho tiempo estuvieron
relacionados con la producción de alimentos, el transporte de tropas y la
herrería de armas.

—No sabía que esa mentalidad había cambiado —dijo Amaranthe


secamente—. Si recuerdo bien mis lecciones de historia, muchos de

Serie El Filo del Emperador 01 499


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nuestros inventos más ubicuos, como los anteojos y el papel de pasta de


madera, fueron adquiridos de culturas supuestamente menos
avanzadas.

—Sí —dijo otro hombre en la mesa—, pero ahora tenemos a estas


mujeres iniciando negocios, de repente hay un mercado para los inventos
no militares.

Su entusiasmo por su trabajo atrajo a Amaranthe, y se encontró


haciendo más preguntas.

Se supone que debes estar seduciéndolos, le dijo un pensamiento


inquietante en el fondo de su mente. Sí, claro. Respiró hondo y se armó
de valor. Enfrentarse a bandidos armados, eso podía manejarlo. Esto era
un reto.

Cuando nadie estaba mirando, Amaranthe acercó su silla al


compañero que tenía al lado, se desabrochó los dos primeros botones de
la blusa y trató de no sentirse como una fulana. Esto es por el imperio, se
recordó.

—¿Tienes calor? —le preguntó su objetivo—. Hace calor aquí. —


Hizo un gesto con la mano—. Camarera, tráenos un poco de hielo.

Amaranthe forzó una sonrisa. No era la reacción que esperaba.


Atrapó la mirada del hombre y le guiñó un ojo. Él no pareció darse
cuenta, así que lo hizo unas cuantas veces más.

—¿Tienes algo en el ojo? —preguntó él solícito.

—Yo… no. Quiero decir que sí, pero ya no está.

—Bien. —Sonrió y volvió a la conversación del grupo.

Serie El Filo del Emperador 01 500


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Mhh. Tal vez él prefería a los hombres. Amaranthe volvió a


acomodar su silla, esta vez más cerca del compañero del otro lado.

La camarera regresó y dejó caer un cuenco de hielo en el centro de


la mesa. Los trozos de serrín, el material usado para empaquetar y
conservar el hielo durante las estaciones cálidas, estaban pegados a los
fragmentos irregulares.

Uno de los hombres del otro lado de la mesa silbó cuando la


camarera se marchó. Ella le devolvió el saludo y movió el culo. Una
sonrisa interesada apareció en la cara del hombre.

¿Qué hace ella que yo no haga?

Amaranthe se volvió hacia su nuevo objetivo. Su brazo descansaba


sobre la mesa. Ella levantó casualmente la mano, con la intención de
apoyarla sobre la de él. Al mismo tiempo, él alcanzó el hielo y sus brazos
chocaron.

—Lo siento —dijo él—. No quería chocar contigo.

Amaranthe volvió a intentar guiñar el ojo.

—No me importa.

—Eres muy amable. —Él volvió a la conversación.

Alguien le hizo una pregunta, y Amaranthe se vio arrastrada de


nuevo.

En el nombre del emperador, ¿qué estoy haciendo mal?

Estás siendo demasiado sutil. Aprieta los pechos contra uno y di que
quieres ir a algún sitio a solas.

No puedo hacer eso.

Serie El Filo del Emperador 01 501


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Has visto a las mujeres hacerlo cientos de veces.

Sacudió la cabeza, molesta por las voces que discutían, temiendo


que pudieran ser un indicador de locura inminente.

En la siguiente pausa, se volvió de nuevo hacia el hombre cuyo


brazo había golpeado. Ella se inclinó hacia él.

—¿Tú…? —comenzó ella.

Él ladeó la cabeza con interés. Interés amistoso, no interés lascivo.

— ¿…sabes, tengo que usar el inodoro? —soltó ella.

Amaranthe se levantó y caminó hacia el Entre.

—¿Qué pasa conmigo? —murmuró—. ¿Cuándo se interesaron más


los hombres en charlar que en el sexo?

—¿Te estás ofreciendo?

Amaranthe casi se sintió aliviada cuando el hombre corpulento


envuelto en vapores de alcohol se interpuso en su camino y miró
lascivamente su pecho. Sin embargo, no tenía mucho sentido practicar
la seducción con alguien que estaba tratando de hacer lo mismo, si se
podía llamar seductor al enfoque de él.

—De momento no, gracias —dijo Amaranthe.

Él la agarró de la muñeca.

—¿Por qué no sales conmigo? Tengo algo que quiero enseñarte.

—Si yo quisiera ver eso, se lo preguntaría a uno de esos hermosos


bailarines de ahí arriba.

Serie El Filo del Emperador 01 502


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Él intentó tirar de ella hacia la puerta. Amaranthe giró la muñeca


para que el borde se apoyara en el punto débil de su agarre, donde se
unían el pulgar y los dedos. Con un eficaz tirón, liberó su brazo. Estaba
debatiendo sobre la cantidad de fuerza necesaria para convencerlo de que
renunciara a seguir avanzando cuando una voz llegó desde atrás.

—Déjala en paz, matón odioso.

—Lárgate —dijo el borracho—, esta es mía.

Amaranthe se giró en parte para encontrar a todo el grupo de la


mesa alineado detrás de ella.

—No quiere ir contigo.

—Caballeros —dijo Amaranthe—, agradezco vuestra ayuda, pero


esto no es…

El borracho golpeó con el puño. Los sinceros aliados de Amaranthe


se abalanzaron sobre él como hormigas sobre un resto de la panadería
de Curi.

Amaranthe retrocedió de un salto para evitar ser derribada.


Esquivó a dos tipos tambaleantes que parecían ser aliados del hombre
que la había abordado. Se amontonaron sobre el montón que se retorcía.
La silla de alguien fue arrancada de debajo de él, y otra mesa de hombres
se unió a la refriega.

—Caballeros —gritó esta vez Amaranthe—. Detened esto, no es…

Una taza voladora se dirigió hacia ella. Se apartó de su camino. Se


estrelló contra la sien de un bailarín del lado femenino de la sala. El
bailarín lanzó un grito de rabia y salió disparado del escenario hacia el
montón de luchadores. Otros bailarines se lanzaron tras él.

Serie El Filo del Emperador 01 503


Lindsay Buroker El Filo del Emperador

Caos. Amaranthe no pudo detenerlo. Retrocedió hacia la puerta.


Hollowcrest le había prohibido hablar con sus colegas, así que no se
atrevió a esperar a que aparecieran los agentes. Después de recoger su
parka, se apresuró a salir, sin apenas notar el frío.

Se alejó, tratando de no sentirse como una sospechosa que huye


de la escena del crimen, o como un soldado que abandona a sus
compañeros en manos del enemigo. Aquellos hombres se habían
enzarzado en una pelea en su nombre. ¿Cómo había dejado que eso
sucediera? Aquí estaba ella condenando a la clase de gente que iniciaba
peleas en los slinks…

Cuando encontró la señal de una parada de tranvía, redujo la


velocidad. Se apoyó en su poste de soporte de acero y sacudió la cabeza.
En primer lugar tal vez no debería haber hablado con ellos. Tal vez
debería haber llevado ropa más reveladora. Hizo una mueca al pensarlo.
El frío poste se filtró a través de su parka. Tal vez el escenario de la
seducción estaba simplemente demasiado lejos de su rango de
habilidades.

El chirrido de las ruedas sobre los raíles anunció la aproximación


del vagón. Amaranthe se enderezó. No estaba dispuesta a darse por
vencida.

—Te traeré a tu asesino, Hollowcrest, pero lo haré a mi manera.

Fin

Serie El Filo del Emperador 01 504


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Staff
Traductora: Mdf30y
Correctora: Pily1
Diseño: Lelu
Lectura Final: Auxa

Serie El Filo del Emperador 01 505


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El Filo del Emperador


01 – El Filo del Emperador
La ejecutora de la ley imperial Amaranthe Lokdon es
buena en su trabajo: puede disuadir a los ladrones y
apaciguar a los matones, si no con una cuchilla,
derribando sobre sus cabezas una pila de dos metros
de latas de café. Pero cuando aparecen cadáveres
destrozados en los muelles, un incendio provocado
encubre sacrificios humanos y una poderosa
coalición empresarial trama el asesinato del
emperador, se siente un poco abrumada.
Peor aún, Sicarius, el asesino más famoso del
imperio, está en la ciudad. Está relacionado con el
caos de alguna manera, pero Amaranthe sería una
tonta si se cruzara en su camino. Por desgracia, sus
superiores le ordenan que le dé caza. O bien tienen una confianza sin
precedentes en sus habilidades… o alguien la quiere muerta.

Serie El Filo del Emperador 01 506


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Próximamente

Sombras sobre la inocencia


Serie El Filo del Emperador 01 507
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Sobre la autora
He sido socorrista, defensor de la comida rápida, administradora
de redes y soldado del Ejército de los Estados Unidos. De 2004 a 2011,
me gané la vida como bloguera y vendedora afiliada. Trabajé desde casa
e hice mi propio horario, así que en muchos sentidos era un trabajo de
ensueño, pero siempre quise contar historias (instruir a la gente sobre
cómo elegir un sistema de seguridad para el hogar o qué equipo de
gimnasio comprar no era tan divertido como se pensaba). Ya en 2009,
más o menos, decidí "ponerme serio" a la hora de terminar algunas
novelas.

Serie El Filo del Emperador 01 508

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