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Este proyecto involucró a un grupo de estudiantes visitando a una mujer mayor de 84 años que vive sola. Ellos llevaron frutas y un adorno navideño y pasaron un tiempo agradable conversando y resolviendo rompecabezas con ella. A pesar de sus suposiciones iniciales de que sería incómodo, la señora les dio una cálida bienvenida y conversó animadamente con ellos. El proyecto les enseñó que pequeños actos de inclusión pueden hacer una gran diferencia y mejorar la soledad de las personas
Este proyecto involucró a un grupo de estudiantes visitando a una mujer mayor de 84 años que vive sola. Ellos llevaron frutas y un adorno navideño y pasaron un tiempo agradable conversando y resolviendo rompecabezas con ella. A pesar de sus suposiciones iniciales de que sería incómodo, la señora les dio una cálida bienvenida y conversó animadamente con ellos. El proyecto les enseñó que pequeños actos de inclusión pueden hacer una gran diferencia y mejorar la soledad de las personas
Este proyecto involucró a un grupo de estudiantes visitando a una mujer mayor de 84 años que vive sola. Ellos llevaron frutas y un adorno navideño y pasaron un tiempo agradable conversando y resolviendo rompecabezas con ella. A pesar de sus suposiciones iniciales de que sería incómodo, la señora les dio una cálida bienvenida y conversó animadamente con ellos. El proyecto les enseñó que pequeños actos de inclusión pueden hacer una gran diferencia y mejorar la soledad de las personas
DANTE ÁVILA DE LA TORRE AXEL GABRIEL DEL REAL VALDEZ KATIA GUADALUPE LÓPEZ MURILLO ALAN DANIEL LÓPEZ TORRES
GRUPO: 5A
MAESTRO: MISAEL RIVERA CORTÉS
PROYECTO DE INCLUSIÓN SOCIAL NOVIEMBRE 30, 2019 CIENCIA, TECNOLOGÍA, SOCIEDAD Y VALORES 1 INTRODUCCIÓN La inclusión y exclusión social son 2 cosas que en muchas ocasiones surgen sin que la mayoría de nosotros nos percatemos. El simple hecho de encasillar a las personas que nos rodean y forman parte de nuestro entorno convierte a nuestra sociedad en una especie de empresa sumamente grande, en la que cada quien tiene su puesto, su asignación, y en la que, según tu condición inicial (nacimiento) permanecerás el resto de tu vida. Quizá fue un bonito accidente que el proyecto de una materia de bachillerato se cruzara con una pregunta interesante, y de la cual se pueden extraer muchísimas experiencias valiosas que enriquecen nuestra formación como personas dentro de una sociedad. ¿La exclusión social es un hecho real? ¿Qué pasaría si alguien como nosotros decidiera interactuar con gente que se siente excluida? ¿La gente excluida realmente se siente excluida? ¿Somos tan diferentes entre nosotros los seres humanos como para hacer a un lado a algunos de los nuestros? Todas estas cuestiones son detalles que están presentes en ratos en los que a la mente le gusta vagar por ahí, y plantearse las preguntas más simples o las más complejas. Dentro de todas las actividades que pudimos llevar a cabo para responder a estas preguntas y generar una experiencia para cada uno de nosotros, decidimos hacer visita a una señora de 84 años, una mujer mayor que es vecina de una compañera, que vive sola y que se mostró dispuesta a pasar un rato con nosotros. Esta decisión se tomó luego de haber considerado algunas opciones adicionales, tales como la limpieza de un parque de la comunidad, visitar una casa de asilo para gente de la tercera edad o acudir a un centro de atención a transeúntes. Todas ellas sin lugar a dudas se consideraron como propuestas interesantes, pero fue entonces cuando se nos ocurrió la visita a la mujer vecina. ¿Por qué haber hecho esta decisión por encima de las demás? Porque consideramos otro punto en cuenta para nuestro proyecto: la sencillez y cotidianidad con la que se pueden realizar los actos, en algo que parece simple como ir a pasar el tiempo con alguien a quien le encantaría platicar un rato, jugar algún juego o mantener ocupada la mente con un igual. Lo llevamos a la práctica y fue entonces cuando pasamos al desarrollo de nuestro proyecto, cuyas actividades y conclusiones se presentan en la continuidad de este documento.
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DESARROLLO Lo primero para llevar a cabo un proyecto que resulte efectivo y que cumpla el objetivo principal, es tener una buena etapa de planeación. Lo primero que hicimos fue acordar un día (cosa que no fue tan sencilla como nosotros esperábamos, porque cada quien tiene ocupaciones diferentes, algunos estudiamos y trabajamos, otros tenemos clases extracurriculares, otros tenemos visitas con la familia, etc.). Al final de una serie de complicaciones de orden, nuestro equipo pudo acordar un día específico para la visita y el qué hacer durante la misma. El plan era llegar de sorpresa con la señora, regalarle algunas cosas (fruta, algo que pudiera necesitar o que le fuera a gustar) y entonces proceder a la conversación, si necesitaba algo ayudarle en lo que fuera necesario o en general pasar el rato. El asunto era algo impredecible, que se pretendía seguir conforme las cosas se fueran dando. Y es más, quizá la señora no estaba de acuerdo con la visita y terminábamos cambiando de idea. Todo pudo haber pasado en ese día. Decidimos llevar mandarinas y plátanos. La práctica se llevó a cabo el día sábado 30 de Noviembre del presente año (día que se nos acomodó mejor a todos). Cuando llegamos a la casa, la que tocó fue la compañera que conocía a la señora (su vecina desde hace algunos años). El resto esperamos su señal de afirmación o negación, y al final nos acercamos, con una respuesta positiva por parte de la señora. [Desde aquí empezaré a relatar mi experiencia personal, se me facilita un poco más y creo que fue algo que todos sentimos de forma parecida]. La verdad es que sí se sentía un tipo de miedo al principio: ¿Qué tipo de persona no se siente intimidada por el hecho de ver a una extraña de 84 años en su propia casa, sin saber si quiera si te va a recibir con los brazos abiertos? Tenía una bisabuela con la que me encantaba platicar y pasar el rato, pero luego de unos años, enfermó, y sostener palabra iba siendo cada vez más difícil; murió hace casi 6 años, a la edad de 79 años. Ahora bien, ¿y si con la señora tampoco se podía hablar y estaba ella sola, sin decir una palabra? Sin duda sería algo bastante incómodo. Hoy luego de haber tenido la experiencia, me puedo dar cuenta (y todos nosotros) de lo equivocadas que teníamos nuestras suposiciones. La señora nos recibió con una gran sonrisa, y lo primero que dijo cuando pasamos fue: ¡Adelante!, que gusto que hayan venido… Le entregamos sus mandarinas y sus plátanos y nos dio las gracias, invitándonos además de su regalo y diciendo que le encantaban esas frutas, precisamente. La verdad es que desde el comienzo el ambiente se sentía sumamente ameno, porque la señora, contrario a lo que creíamos, abrió diálogo fácilmente con nosotros. Es más, hasta de temas contemporáneos fue capaz de hablar.
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Se escuchaba la radio de fondo mientras nosotros platicábamos un rato, de nuestra edad, de lo que hacíamos, ella nos platicó anécdotas de su vida que parecía recordar mejor de lo que muchos de nosotros podemos recordar lo que desayunamos el día de ayer. Era como estar hablando con una amiga, que de hecho habló en inglés varias veces e incluso resolvió algunas operaciones aritméticas sin mayor dificultad. Cuando abrió su mandarina, nos ofrecimos para ayudarle a pelarla, y al final la abrió ella sola más rápido de lo que nosotros abrimos la nuestra. Todo el tiempo estuvo sonriendo, contando chistes, diciendo que nos regalaba unos años para estar todos parejos, que le regaláramos un viejito de navidad… Dijo muchas cosas. Uno de nosotros tuvo compromiso y tuvimos que salir un momento para acompañarlo a la salida, pero aprovechamos la vuelta para comprar unas servilletas y un adorno navideño para la señora, que cuando se lo dimos, no dejó de agradecernos hasta que nos fuimos. Puso la televisión un rato, distraídamente criticaba algunos programas, luego sacó algunos libros de sopas de letras y entre todos nos sentamos a resolver algunas. Platicamos de la televisión con ella, temas de cómo se sentía últimamente y en general la señora decía estar bien con ella misma, algo que personalmente me dio mucho gusto. Luego empezó a hablar de su familia, dijo que el resto de sus hermanos y hermanas tenían mucho dinero, pero que ella siempre fue la más pobre, la más fea, la más descuidada y la que terminó sola. Fue entonces cuando nosotros le empezamos a platicar cómo nos sentíamos nosotros, que es una persona con la que se puede hablar muy bien, una buena amiga y alguien con la que se pasaría el rato sin problemas. Le animaron las palabras y reconoció que sus vecinos siempre la habían tratado de maravilla. Un último detalle de la experiencia que me parece importante señalar, es que llegó una de sus nietas, unos minutos antes de que nosotros nos fuéramos de su casa. Daba la impresión de estar un poco irritada, y casi le estaba gritando a su abuela, cuando nos vio a nosotros sentados. Se sorprendió y relajó un poco el tono, pero volvió a alzarlo cuando la señora le dijo que nosotros habíamos comprado las frutas, las servilletas y el adorno, diciendo que ella ya iba a hacer las compras, y se fue. Pasadas todas estas experiencias, procedimos a retirarnos y a concluir nuestros resultados como equipo en este proyecto de inclusión social.
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CONCLUSIONES El tema de inclusión social no es tan sencillo como uno podría imaginarse. El hecho de tratar con personas que se sienten marginadas y apartadas resulta algo que para muchos es un verdadero desafío. Y sin embargo, en este proyecto comprobamos y demostramos lo cotidianas y agradables que pueden ser acciones tan sencillas como las que llevamos a la práctica. La nieta que llegó es un ejemplo de la incomodidad que existe cuando excluimos a alguien y nos vemos “forzados” a tratar con ellos. Era evidentemente que no estaba ahí por gusto, si no por compromiso, necesidad. Y eso no la hacía muy feliz, ni a ella ni a la señora que recibía el trato por parte de su propia familia. Si lo dimensionamos en términos más grandes, podemos ver que la casa, el entorno con todos ahí adentro, es una sociedad, pequeña. La señora representa la parte excluida socialmente, nosotros la que trata de realizar la integración y la nieta, la discriminación, que seguramente se genera por un miedo a lo diferente. Hubiera sido bueno invitar a más gente a participar, sólo para ver su reacción o con qué actitud accedían. Claro, a algunos les puede dar miedo, que es la semilla de la discriminación, y la razón por la que apartamos al que nos parece viejo, pobre o loco. Y a otros les puede dar más bien curiosidad, a lo mejor incluso emoción de ir con la señora. Como conclusiones generales, diríamos que la inclusión social es un hecho que debe nacer primeramente como un acto de valor, y en el que toda una sociedad participe, colaborando como la hermandad que somos como seres humanos. La exclusión es algo contra lo que se debe luchar en todos los sentidos, ya que todos necesitamos y merecemos ayuda, y a todos nos gustaría que nos echaran la mano. Otro punto importante a concluir es que la discriminación nace por el miedo a lo diferente, miedo a lo que puede pasar con alguien que no conoces completamente, pero que si te das oportunidad y tiempo de hacerlo, resultan ganando ambas partes, como fue el caso de este proyecto, en el que al final se cumplió el objetivo de generar una inclusión (en este caso de la señora), en la que la parte que se suponía excluida no tuviera ninguna razón para sentirse así, sino todo lo contrario: que se percatara que hay gente a la que le importa mucho, y que aún puede pasar un rato excelente conviviendo. Personalmente diría que el proyecto fue un éxito y que si se le puede dar continuidad a las visitas con la señora, creo que sería algo que honestamente todos disfrutaríamos en buena medida. Promovamos la inclusión social.
“Nadie puede volver atrás y hacer un nuevo comienzo, pero cualquiera puede comenzar ahora y hacer un nuevo final…”
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