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Cristales de plata.

MUSICA DE AMBIENTACIÓN

https://youtu.be/A8qMyBWZNw0

En un pequeño pueblo, alejado de las grandes ciudades del siglo XV, una voz quebrada y
aspera pedía ayuda cerca de una gran taberna de la zona mientras alzaba los brazos con la
intención de llamar de atención de algún lugareño.

El anciano tendría una edad aproximada de setenta años, llevaba una túnica celeste y el
cabello largo y canoso . Parecía estar lastimado y tenía un parche en el ojo. Apenas podía
mantenerse en pie gracias a su bastón.

Un grupo de personas se acercó al hombre sin creer lo que escuchaban, y, de ese grupo, tres le
brindaron ayuda. El anciano parecía haber estado gritando desde antes llegar a la ciudad,
debido a que más de un ser desconocido por la zona apareció para socorrerlo.

El grupo que se encargaría de ayudarlo estaría compuesto por:

Un orco muscoloso que parecía no tenerle miedo a nada.


Un extraño unicornio cuya melena poseía los colores del arcoíris.
Un herrero pelirrojo que rondaba por los cincuenta años.
Una mujer mayor con una túnica que cubría todo su cuerpo.
Un campesino normal y corriente con determinación en sus ojos.
El viejo hombre, el cuál les había confesado que era un antiguo mago, les pidió que vayan a un
bosque ubicado al sur, que ahí es donde vivía. Aparentemente un grupo de drows se había
metido en su hogar ya que el hombre poseía unos cristales de plata muy poderosos, y que si
caían en manos equivocadas las consecuencias podrían ser demenciales.
Ofreció muchas riquezas a quienes vuelvan con vida de la misión.

Las heridas del señor eran prueba suficiente para saber que la paz no era una opción. Y sin
esperar muchas más indicaciones se dirigeron a su destino.

Durante su recorrido, cada uno expresaba sus pensamientos de una forma diferente:
El campesino hablaba de lo dura que había sido su vida desde la muerte de sus padres, y de
cómo le daría una mejor vida a su hermanito, ya que estaba todo el día esforzándose para que
no le faltara un plato de comida cada noche.
El herrero empatizó mucho con él, ya que era padre de mellizos. Su esposa tenía problemas
cardíacos y una noche unos ladrones entraron a la casa, lo que provocó que muriera de un
infarto. Desde ese día sus hijos no quieren salir de su casa.
El unicornio galopaba emitiendo un ritmo agradable el cuál la anciana seguía con una suave
melodía, le era agradable sentirse cómoda con un grupo de gente que no la juzgara.
Mientras tanto, el orco parecía estár perdido en sus pensamientos con una leve expresión de
angustia que desapareció luego de unos minutos al recordar que tenía la oportunidad de
recuperar su honor.

Luego de media hora llegaron a la cueva. Pero, al acercarse, se dieron cuenta de que la entrada
estaba siendo tapada por una gran piedra. El orco y el herrero, que eran los más robustos del
grupo, unieron fuerzas para mover la roca de su lugar. La misión era fácil, y si esos elfos
seguían teniendo defensas tan débiles el grupo terminaría el encargo antes de lo previsto.

Pero ese fue su error, confiarse. Al entrar, las grandes botas metalicas del herrero pisaron un
extraño mecanismo que activó una trampa, provocando un derrumbe. El unicornio tomó la
delantera rápidamente esquivando las rocas que caían del techo sin muchas dificultades.
La anciana, al ver la situación, sacó un frasco que contenía un líquido marrón y al tomarlo
desapareció, apareciendo en el pasillo por el que aparentemente debían bajar para continuar
con el pedido del mago. El campesino corrió lo más rápido que sus piernas le permitieron
mientras cargaba su armadura ligera y su espada, la cuál, le estaba dificultando el trabajo. Pero
pudo llegar junto con el unicornio y la mujer. El problema lo tenían el orco y el herrero cuyas
armaduras pesadas evitaban que pudieran correr tan rápido cómo el resto. Finalmente el orco
lanzó su garrote para correr más rápido y llegó con el grupo sin sufrir mucho daño. Quién no
tuvo la misma suerte fue el herrero, que no quiso desaserce de ninguna de sus pertenencias.
Pudo llegar con el grupo, pero una gran piedra cayó sobre su pierna.

El hombre gritaba de dolor mientras el más joven vendaba su herida, ahora ya no podrá
caminar.

–Alguien lo tendrá que cargar– dijo el campesino al terminar de vendarlo.–¡Te dije que tiraras
algo!– el orco estaba molesto, sabía que ahora debería llevarlo en sus hombros el resto del
camino.
El grupo, casi intacto, siguió su camino y se encontraron con lo que parecía ser una especie de
puzzle, el cual aparentemente deberían resolver para poder pasar.

–¿Alguien sabe cómo hacer esto?– preguntó el hombre que era cargado por el orco mientras
miraba con confusión el rompecabezas. La anciana y el campesino decidieron trabajar en
equipo para resolverlo y terminar con la misión.

El unicornio se acostó en el duro piso de piedra mientras sacudía su melena, parecía que ya se
estaba impacientando, y eso que sólo habían pasado unos pocos minutos.

Mientras tanto los grandulones del equipo parecían conocerse de toda la vida. Hablaban y
reían de antiguas experiencias a pesar de haber estado discutiendo por lo qué había pasado en
el derrumbe, aunque el hombre notó algo de culpa en la cara del habitante del bosque.

Sus recuerdos volvían a perseguirlo. Esa noche, en ese arrollo, con ese amigo de la infancia con
el que siempre se había bañado en el barro y su compañero de aventuras favorito.

–Jajajaja, eres muy idiota Arlo– dijo el mejor amigo tomándolo del brazo para tirarlo al agua
con él luego de que el primero lo empujara.
–Solo es un poco de agua Oxie, no seas dramático– dijo el primero salpicándolo mientras se
reía.
–¿Oxie? ¿Desde cuándo me llamas así?– Desde ahora, ¿Te molesta?– contestó Arlo
acercándose a su amigo.
–Em-em No, sólo me tomó por sorpresa– le respondió aclarando su garganta.
Ambos sabían lo que sentían. Desde jóvenes tuvieron esa sensación con el otro, pero ninguno
se había animado a hacer el primer movimiento, y ese era el momento perfecto para
finalmente ser felices. Terminaron de acercarse y sé besaron mientras el agua de la cascada los
bañaba. Ambos los estaban disfrutando, era genial poder sentirse tan libres, pero algo tenía
que pasar.

–¿¡Ox!? ¿¡Qué estás haciendo con él!? ¡Ven aquí en este instante!– desde ese momento nada
volvió a ser igual entre ellos. En su comunidad no era bien visto que dos machos estuviesen
juntos, se creía que eso generaba la debilidad de ambos orcos y que debía ser castigado. Arlo
perdió unos dedos pero Ox se llevó la peor parte siendo apedreado en conjunto por un gran
grupo de su comunidad, lo que provocó su muerte.

“Por eso estoy aquí. Por mí honor. Por mi fuerza. Por él. No soy débil y se los voy a demostrar.
Se los mostraré a todos… por ti. Nunca te olvidaré Oxie.”

–Arlo ¿Estás bien?– preguntó le herrero trayéndolo de vuelta a la realidad. –Si si Theodor, sólo
tengo algo de sueño.–

Mientras tanto el joven y la mujer seguían resolviendo el rompecabezas.

–Entonces Yvette, creo que todavía no haz dicho por qué estás aquí.– dijo el campesino
–Bueno pequeño… cada uno tiene una historia, y la mía es larga y aburrida.– dijo la anciana
intentando evadir la conversación.
–Estaremos un rato hasta que consigamos terminar con esto– insistió el menor.
–Bien, te contaré.– no se quiso esforzar mucho en cambiar el tema, sabía que él le seguiría
preguntando.

“De pequeña siempre me interesé por la magia, mi gran ambición era ser una maga exitosa y
recorrer el mundo compartiendo mi sabiduría. Pero… cuando fui a mis primeras clases, mis
compañeros se alejaron de mí, decían que una mujer no podía ser maga, que estaba en contra
de la volntad del señor y que era una bruja que acabaría en el infierno. Hicieron imposible mi
vida durante muchos años y decidí abandonar luego de que un día casi me ahogaran en una
fuente y que ningún directivo intentara evitarlo.

Pasaron los años y aprendí magia por mi cuenta, pero me tardaba mucho debido a la falta de
información, y que aparte no me dejaban acceder a ella. Por lo tanto se me hacía difícil
continuar, pero una mañana todo cambió.

Me desperté cómo cualquier otro día, y fui hacía el sótano de mi casa para seguir con mi
estudio. Pero cuando llegué, ya había alguien ahí.
–Buenos días, Yvette.–
–¿Quién eres? ¿Cómo entraste? Lárgate antes de que termine contigo.
–No te pongas así mujer, entre nosotras debemos apoyarnos ¿No crees?
–¡He dicho que te largues! – contesté levantando una mesa y lanzándola con magia. Creí que
eso sería suficiente para asustarla, pero la pelirroja sólo se acercó más a mí con agilidad
esquivando la mesa y amenazandome con una daga que traía entre sus ropas.
–Tengo un trato para ti, y creo que te gustará.
–No tengo más opción que escucharte.
–¡Mucho mejor! Ahora sí estás pensando.– la desconocida aclaró su garganta y formuló una
pregunta– ¿Quieres que te conceda poder?
–¿A qué te refieres?– No podía creer lo que escuchaba.
–Puedo brindarte mucho poder, tal cómo querías de pequeña, ¿No es genial?
–¿Y la parte mala?
–Que aburrida eres, no puedes disfrutar nada bueno sin que quieras saber las consecuencias…
Lo “malo” será qué tendrás que pagarme con tu juventud.
–¿¡Perdón!?– Perdonada– respondió la pelirroja de forma burlona.
–¿¡Estás mal de la cabeza!?
–Mira el lado positivo Yvette, no tendrás que sorportar cambios hormonales dolorosos, ni que
te salga sangre de… tu conchita de mar
–¡Eres una loca ordinaria!
–Pero ¿Aceptas el trato o no?
–¡No! ¡Largo de mi casa!
–Esa no es una opción amiguita… –En un movimiento rápido, me tomo del cabello y me
mordió en un labio. En un acto de reflejo la empujé y me tapé la boca, sentía que me había
hecho una especie de hechizo.
–Intenté hacerlo por las buenas, pero bueno… gracias por tu colaboración.–Al terminar la frase
desapareció entre las sombras y no la volví a ver…

Mi cuerpo envejeció a velocidades alarmantes, pero mientras más vieja me hacía, más
mejoraba mi magia. Pero en algún momento llegará la hora en la que no pueda aguantar más.”

–Quiero las riquezas para poder construir una escuela de magia exclusiva para mujeres. Así
todas las que quieran practicar la magia puedan hacerlo sin sufrir lo que yo pasé.– concluyó
poniendo la última pieza del rompecabezas en su lugar para abrir la puerta.

–Lamento mucho lo que pasaste–


–No fue tu culpa Victor, no tienes nada de que disculparte.

El unicornio se levantó rápidamente y lideró la marcha del grupo hasta encontrar a los drows.
Pero al pasar solo les esperaban más desgracias. Un grupo de drows estaba vigilando una
puerta metálica.

–¡Qué hacen aquí! ¡Lárguense de nuestro hogar!– les gritaron algunos del grupo de drows.
–¿”Nuestro”? ¡Este lugar es del viejo con el parche!– respondió Theodor.

Antes de que pedieran decir algo más el grupo del elfos corrió furioso hacía ellos.
Arlo tomó una piedra del suelo y la lanzó con fuerza dándole en la cabeza a uno del grupo
enemigo, matándolo al instante.
Yvette y Victor luchaban juntos contra otros dos mientras Theodor apuntaba con su pesada
ballesta al restante que luchaba contra el unicornio.
–¡Quítate caballo mágico!– gritó antes de disparar. Dándole el justo el tiempo exacto para
esquivar la flecha por poco.–Ahora sólo quedan ¿dos? No eran cinc- ¡Ahhhhhh!

Victor volteo hacia dónde provenía el grito, viendo cómo uno de los elfos apuñalaba al hombre
por la espalda. Sin pensarlo dos veces abandonó a Yvette para socorrerlo lanzándole una daga
al elfo la cual le dio en el hombro.

–¡Mantente atrás Theodor!– le ordenó antes de abalanzarse sobre el drow.

Cuándo parecía que el dúo que se enfrentaba conta la Yvette terminaría con ella, una mano
verde tomó a uno de los elfos y lo golpeó con mucha fuerza alejándolo de la anciana.
Y al ver que el segundo drow se asustó debido a la sorprendente llegada de Arlo, Yvette lo hizo
volar chocando su cuerpo contra las paredes una y otra vez hasta que su cuerpo dejara de
moverse.

–Descansa anciana, yo me encargo del otro– Dijo Arlo antes de correr hacia el el drow que
estaba herido en el suelo.
–¿P-por qué n-nos atacan?… n-no le hicimos daño a nadie.–Decía, mientras lloraba el drow
moribundo.
–Cállate pequeño, no tienes porque mentirme a mí– dijo para finalmente darle el golpe de
gracia.

Mientras tanto Victor estaba teniendo problemas contra el drow, era muy ágil y evitaba todos
sus ataques. Mientras tantos Theodor ya había recargado su ballesta y buscaba el momento
exacto para jalar el gatillo y disparar sin herir al joven. Pero la campesino tenía la batalla
perdida y cuándo cayó al piso Theodor sabía que debía disparar ya o sería el siguiente.
Disparó, pero el drow los esquivó muy velozmente y antes de que puediera darse cuenta
escuchó un grito.

–¡Dispara! —era Victor que estaba sosteniendo al drow por la espalda para que no puediera
moverse.–¡Rápido, no lo mantendré mucho tiempo!

El mayor obedeció y disparó otra flecha. El último drow había muerto. Espera…
Victor estaba tirado en el suelo rodeado por un charco de sangre debajo del drow, no había
podido esquivar la flecha.

Todos se acercaron para ver su estado, no había nada que pudieran hacer… había perdido
demasiada sangre.
–Chi-chicos… no creo que me salve de esta…– No, Victor vas a estar bien, encontraremos la
forma– Le dijo Yvette tratando de tranquilizarlo–¡No te mueras idiota!–suplicó Arlo cómo si
fuera a servirle de algo.

No, por favor… no te vayas…–Sollozó Theodor–Theodor… cuida Liam por mí, por favor…—
suplicó Victor para luego cerrar los ojos y recordar un momento felíz con su hermano.
“Era una bonita tarde, el sol se estaba por poner y los hermanos tendrían que irse a dormir.

¡No podrás atraparme!— Gritaba un niño pequeño que parecía tener siete años mientras
corría.—
¡Ven aquí pequeño escurridizo!— Mientras tanto Victor lo perseguía disfrutando el momento.
Hasta que finalmente lo atrapó.—¡Te tengo pequeño criminal!
—¡Noo! Esto es injusto, eres muy alto y rápido.– se quejó el menor.
—Algún día serás tan grande y fuerte cómo yo, te lo aseguro.—
—¿¡Enserio!? ¡Bueno, entonces cuando crezca correré cómo un rayo y nadie podrá atraparme!
¡Ni siquiera tú!—
—Estoy seguro de eso— le dijo mientras lo despeinaba.
—Vic…
—Dime hermanito.
—Extraño a mamá y papá… ¿sabes cuándo van a volver?
—…—Se quedó en silencio durante un momento pensado la mejor forma de decírselo.
—Volverán en pronto… no te prepcupes. Yo también estoy asustado, y los extraño. Daría lo
que sea para poder abrzarlos. Pero dónde sea que estén, sé que nos están esperando. Y te
aseguro que nos volveremos a ver, ¡y jugaremos todos juntos!— al terminar la frase lo abrazó
y se quedaron juntos mirando el atardecer.
—Gracias por siempre cuidarme Vic, cuándo seas grande y ya no puedas cuidarte, ¡yo te
cuidaré!
—Gracias Liam, eres el mejor hermano del mundo— le dio un besó en la frente y se quedaron
dormidos juntos apoyados en un árbol.
–Ya no respira Theodor… debemos continuar– Dijo Arlo Levantándose mientras Yvette sacaba
un frasco de su túnica.
—Bebe esto Theo, hará que te recuperes— pidió mientras le ví acercaba la bebida morada qué
olía a cerveza.

Mientras lo hacía, el pelirrojo se quedó paralizado y lo único que pudo hacer fue retroceder.

—¿Tiene alcohol? —No, claro que no— No voy a beber eso— Per—¡No lo voy a hacer!
Theodor levantó su ballesta y le apuntó a la mayor con ella.
—No quiero hacerte daño.—
—Entonces baja esa cosa.—
—No. Aleja esa cosa de mí… no quiero que vuelva a pasar.—
—¿Qué cosa?— Arlo no entendía a que se refería.
—¡No quiero que vuelva a pasar! Empezó a gritar repetidamente.
Mientras tanto el unicornio observaba con cara de indiferencia la situación. Hasta que se
percató de un sonido que provenía del otro lado de la puerta. ¡Estaban viniendo!
El unicornio relinchó para llamar la atención de todos, debían estar preparados para lo que
venía. Arlo tomó el hacha de traía Theodor como arma secundaria y le ordenó a este último
que se quede atrás. Yvette guardó el frasco y se preparó para la pelea. No sería fácil, pero ya
luego de todo lo que había pasado, debían ganar.
Cuándo se abrió la puerta vieron a muchas mujeres drows, algunas de ellas parecían estar
embarazadas.
—¿Se les ofrece algo?— preguntó una de ellas
—¡Venimos para devolverle su hogar al mago!
—¿Que mago?
El unicornio cansado de esperar saltó contra contra las mujeres ocasionando la muerte de
todas en cuestion de segundos.
—Algo anda mal aquí Arlo— destacó Yvette —¿Cómo es posible que haya tanta gente
confundida?
—Están fingiendo Yve— Respondió Arlo— Ahora terminemos con esto, tengo alguien quien
vengar— dicho esto se adentró con un grito de guerra matando a todo elfo oscuro que se le
cruce en su camino. Yvette creía que era una mala idea, pero quiso convencerse a sí misma de
que los drows trataban de engañarlos y se unió a la acción. Mientras tanto, Theodor disparaba
desde afuera.

Fue una batalla grotesca. Los elfos fueron tomados por sorpresa y no pudieron defenderse del
ataque. Luego de unos minutos, no quedaba ni uno con vida.

Theodor se arrastró con el resto y vió la carnicería de elfos con asombro. Se paró apoyándose
en la pared. Y trató de devsviar la mirada.
—¿Listo, ya está podemos irnos?—preguntó en un tono sospechoso.
—¿Estás bien Theo, necesitas agua?— Arlo empezaba a preocuparse por su amigo.
—Yo-yo-yo no… No puedo. —En ese momento Yvette levantó su varita y lo acercó al grupo
violentamente.
—¿¡Que te pasa Theodor!?— ¡Suéltame bruja!—¿¡Qué nos estás escondiendo!?— ¡Nada!

La discusión entre ambos no duró mucho, Yvette sabía que Theodor escondía algo, y usó su
magia para hacer que lo diga. Pero la verdad no era nada similar a lo que se esperaba.

—¡Yo los maté!—

Se hizo el silencio en el lugar y todos se quedaron viéndolo sin entender lo que estaba
pasando.

—Theodor… ¿a quién mataste?—Preguntó Arlo suplicando internamente para que no diga lo


que estaba pensando.
—¡Yo maté a mi esposa! ¡Yo maté a mis hijos!.. Fue todo demasiado rápido.

“Había vuelto de la taberna, era de noche y estaba muy borracho.

—¿Ya está la comida mujer?


—Buenas noches Theodor, ¿estás borracho otra vez?
—No me cambies el tema. ¿Tienes la puta comida hecha o no?
—Sí Theo, pero los niños ya comieron y se fueron a la cama. No hagas mucho ruido por favor.
—Si si, cómo digas.

En la mesa había un tazón de sopa, y cuando lo tomé…

—¡Esto está helado, eres una inútil!— tiré el tazón al piso y la golpeé en la cara con mucha
fuerza tirándola al piso.
—¡Lo-lo siento mucho! ¡Te la voy a calentar!
—No. No hagas nada. Ya estoy harto de que no puedas hacer nada bien.
La tome del brazo, la até a la cama de nuestra habitación y violé. En ese momento Amy tuvo
un ataque al corazón y murió. Cuándo me dí cuenta de lo que había hecho intenté reanimarla,
pero ya era muy tarde… había asesinado a mí esposa. Pero eso no fue lo peor.

—¿Papá?— Escuché detrás de mí.


—¿Qué le hiciste a mamá? ¿Por qué ya no se mueve? ¿¡Qué le hiciste!?—
Entré en pánico, y en ese momento.
Ví un cuchillo que se encontraba en una bandeja en la que Amy me había traído el desayuno
esa misma mañana. No había podido comerlo, tuve que ir a trabajar y lo dejé ahí. Y cuándo lo
ví, pensé que era la unic salida.

—Por favor Ana… no quiero hacerte da-


—¡Le voy a decir a todos!— Ahí fue cuándo perdí el control— ¡Fer! ¡Despiert-–. Y ya se
imaginarán el resto. Creí que mi pesadilla había acabo, pero lo ví. Ahí estaba, mi hijo… parado
frente a mí, sosteniendo su oso de peluche. Viendo a su hermana muerta en el piso, y a su
padre con el mismo cuchillo que provocó su muerte, me miró con terror y lo único que pude
decirle fue:
“Lo siento Fer, te amo…”

Enterré los cuerpos en mi patio y dije que habían entrado ladrones para que no hicieran
preguntas, tuve que decir algo distinto con los niños porque de lo contrario la gente
sospecharía. ¡Quiero el oro para irme de aquí! ¡Quiero volver a vivir mi vida desde el
comienzo! ¡No he vuelto a beber desde ese día! ¡Por eso no tomé esa asquerosa bebida.
¡Quiero irme a casa!

Se hizo un silencio absoluto en cueva.

—Tú, los mataste… Eres un ser repulsivo y desagradable. ¡Y ahora te reunirás con ellos!—
Yvette lo levantó. Y cuándo estaba por matarlo, su varita cayó al suelo. Y unos segundos
después ella, con una herida en al abdomen por la cuál no dejaba de sangrar y finalmente
murió.

Arlo vió completamente shockeado cómo el unicornio limpiaba su cuerno manchado con sagre
en la túnica de la anciana. Theodor cayó al piso y quedó inconsciente y moribundo, ya no había
ninguna poción que pudiera salvarlo.
—¿¡Qué mierda hiciste!?— le gritó Arlo al unicornio cuando pudo salir de su shock.
—¡Voy a matarte!—La furia se apoderó de Arlo y aunque el unicornio intentó defenderse, no
fue suficiente para sobrevivir a la ira del orco.
Arlo estaba cansado, herido, con mucho calor. Pero nada de eso importaba ahora. Lo había
conseguido, había completado la misión.

Y cuándo estaba por irse, sintió cómo si le clavaran un hachazo en la pierna.


Cayó al piso y cuándo quiso ver quién lo atacó, vió cómo una de las dagas de Victor atravesaba
su mano y se clavaba en el suelo dejándolo indefenso . Y en ese momento, de las sombras
apareció un hombre mayor, con cabello largo y un parche en el ojo.

—Vaya, vaya así que, ¿tú eres todo lo que queda de los cinco? Menos mal que me ayudaron
de lo contrario, habría muerto aquí.
—¿Pero qué? ¿Cómo es posible? —Arlo ya estaba demasiado débil para poder entender lo que
estaba pasando.
—No es tan dificil grandulón. Simplemente necesitaba que alguien me limpiara el camino para
poder obtener lo que necesitaba. Es increíble que realmente creyeras el cuento de que los
drows me habían hechado de mi hogar, supongo que la desesperación puede hacer de dejen
de pensar con claridad.
—…—
—No te lo tomes mal amigo, no fue personal, simplemente te tocó a ti y a los otros, pero lo
podría haber pasado a cualquiera. Además esos drows infelices se lo merecían, me quitaron mi
ojo y casi me matan, no podían quedar impunes.
En ese momento el mago levantó la ballesta y la recargó con la última flecha de Theodor
apuntándole a Arlo.
—Nos vemos en el más allá, ahí seguro serás libre.—La ballesta se disparó y la flecha terminó
de matar a Arlo.
Lentamente el anciano se acercó al unicornio y colocó una tela debajo de este.

—Hiciste un hran trabajo vigilándolos pequeño. Descansa en paz— El ser mitológico se


convirtió en cenizas y el mago las guardó en su túnica. Para finalmente desaparecer en la
oscuridad con los critales de plata que debían ser protegidos.

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