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tiviciad con lo que podría llamarse el orden renovado, el canon de los Tiziano,
Veronés o Ingres, desprovisto de nombres y apellidos. Sin embargo la concep-
La pintura contemporánea del Perú:
ción volumétrica y la sencilla audacia de la composición -el cuerpo humano Carlos Quíspez Asín[O]
ocupa casi toda la tela- se inclinan fieles hacia las mayores visiones plásticas
de nuestros días. Existe una maravillosa complexión estética en esos vo~úmenes
anatómicos serena y pesadamente construidos sobre bases de una seguridad y ,,1~I
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un equilibrio rítmico perfectos. Tanto los muslos, los brazos y el tronco de estas
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hermosas matronas, parecen hechos con amoroso calor funcional, para recibir
con ligereza el fruto rubio y severo de la cabeza sobre los nacarados hombros.
Los intentos de fresco son escasos en nuestrO país. Aparte de las residencias
La sensibilísima carnación, en perla rosa, tierno y floral, reclama para sí una
particulares, el Estado recién empieza a ofrecer sus muros a los pocos pintores
foja de conocimientos y refinamiento cromático que son únicos en nuestra
pintura. Los imponderables pictóricos, resultantes del conjunto, comunican a capaces de acometer una empresa artística tan amplia y compleja. El Perú si..

cada uno de estos cuadros una atmósfera de austeridad clásica, íntima y heroica gue siendo un país de costa estéril y muros desnudos. El gran friso de entrada
a la vez, penetrada de una franqueza magna, de una sinceridad de propósitos ';~1 a nuestro territorio, carente de hermosura natural, podría embellecerse sin
casi naturalista. embargo por obra del espíritu humano, por la profusión arquitectónica y or-
El resto de la producción de Grau se desarrolla en el Perú. Si las etapas namental que equilibraria la desnudez de! paisaje circundante. Nada distinto
anteriores rinden para e! artista los momentos de mayor belleza y los hallaz- ocurrió ya en los comienzos de la historia humana, en Egipto, Caldea o Asi..
gos más perfectos de su expresión, su personalidad hasta entonces se muestra, ria, por no mencionar las delicias rupestres de Altamira o el delicado encaje
adormecida por el boato indescriptible de la pintura europea, poco millonaria arábigo que cubrieran las superficies calvas y monótonas de esas regiones geo..
en espiritu y factura. Su posterior periodo señala una búsqueda mayor en el gráficas. Sabido es que los pueblos de mejor desarrollo artístico ornamerital
campo del color, aliado a una figuración y a una composición cada vez más son precisamente aquellos que no han tenido a la vista bellezas más rotundas
dramáticas y personales. Datan de entonces los retratos de su esposa y de otras que las del cielo, la tierra y la figura humana. Sus composiciones han girado
personas, algunas composiciones inspiradas en la última tragedia mundial, bo- siempre sobre estos tres elementos primordiales. (Hablando del paisaje perua-
degones de tonos vivos, casi disonantes, y una serie de dibujos surrealistas de no, bien se puede considerar a cualquiera de sus regiones como una zona
gran calidad. Su ciclo pictórico, sin embargo, no está cerrado. Sus últimos cua.. geográfica aparte, aislada o casi incomunicada por los escollos y las distancias
dros poseen una libertad de color y materia desconocida antes. Quizás recién naturales. Así la costa presenta una naturaleza con valores y problemas esté ..
ahora se apresta a surgir el gran pintor, de personalidad madura y medios vastí- ticos propios, en tanto que la sierra y la selva aparecen remotas y afectadas
simas, patente como nunca en una producción que hasta hace poco sobresalía por distintas soluciones). Una necesidad estética paralela, primitiva en sí, se
más por su hermosura intrínseca que por su origen personal. conserva en la actuaI'idad en los paises de más avanzada cultura, en donde
las artes decorativas y el gran mural constituyen uno de sus mayores alardes
artísticos. En el Perú esta fase de la cultura plástica ha quedado rezagada por
falta de verdaderos muralistas. La excepción en este caso es el pintor Carlos
Quispez Asin, cuyos trabajos han adquirido ya un prestigio internacional y
una envergadura estética incontestables.
22 JORGE EDUARDO EIELSON La pintura contemporánea del Perú; Carlos 12uíslJez Asín :¿j

No es posible captar de golpe la madurez de Quíspez Asín si no tecor, Las observaciones hechas a la pintura de Quíspez acerca de sus incli~

damos su trayectoria por los centros de formación plástica más importantes naciones cromáticas y formales, y a su supuesta falta de profundidad, resultan
de Europa y América. Quispez ha asimilado, con absoluta inviolabilidad de infundadas si se juzga a la obra en su lugar, como un limpio y sobrio alarde de
sus inclinaciones naturales, lo mejor del espíritu y los medios occidentales. claridad espiritual y ~xcelencia de factura poco comunes en nuestra pintura.
Patente es en cada composición suya un ámbito particular de su exclusivo Nada indica en Quíspez un desconocimiento técnico o un exceso de proposi~
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seflOreo, donde alternan la gracia inconfundible del arte legítimo, asociada a dón demasiado ancho a sus posibilidades. Justamente la sinceridad y conciencia
un contenido terreno, humano, antropomórficamente distinto (indígena ame' de su arte se patentizan en una calidad que brota plena, sin trabas ni pretensio~
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ricano) pero armoniosamente suspendido en una estructura superior, estética .~ nes, como brota el fruto natural, exacto a sus necesidades y a su límite.
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ante todo, con exclusión de cualquier tara temática. Sus composiciones llevan ,'$
Poco hay que insistir en lo que se refiere al color de Quispez Asín. Baste
en sí, de modo espontáneo, el "arabesco interior" de que habla Élie Faure, y ailadir que este carece de valor propio en sus cuadros, desplazado consciente~
poseen un ritmo pausado y seguro, motor secreto de una extraií.a sensación mente por la inquietud musical del pintor que lo impulsa a utilizar unas escasas
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de tranquilidad vital, de continuidad viviente, a la par que de inmovilidad y tierras de ocre, verde y naranja, como meros instrumentos para mover la tónica
dinamismo aunados. Tanto el justo equilibrio con que se reparten las formas y acentuar o reforzar determinada forma o saliente de la composición. Quíspez
planas, asumiendo cada una de ellas funciones orgánicas definidas, como la indaga en todas las posibilidades de su materia reduciéndola a una estructura
limpieza del dibuja fundamental (arabesco), convergen, con plenitud de pro- rítmica, asignando al color un papel accesorio y posponiendo la pura objetivi~
pósitos, en el resultado ulterior sin olvidar cada uno de los ganglios y salientes dad de la línea ante las tiranias del arabesco, que recibe en sí el mayor peso
sensibles de la estructura general. El resultado es siempre luminoso, musical, del conjunto. Siendo sus miras de índole estrucrural, tal como trata Fernand
vivo y cerrado. Sus frescos y los óleos y proyectos que los prefigur~n en escala Léger el problema compositivo, su solo trazado y su color carecen de un valor
reducida, no dejan salida al exterior. El aire de la vida concebida en cada uno particular más evidente. Dueilo de un espíritu objetivo de aliento muralista,
de ellos circula allí sin entregarse al curso exterior; sus criaturas reposan o clásico en esencia, no se detiene golosamente, ni frecuenta con afán especula~
se mueven en un solo plano con Una libertad que no poseen los mismos vo~ tivo las infinitas combinaciones y proyecciones cromáticas a que predispone
lúmenes naturales. Si Quíspez hace uso de la deformación, es preciso anotar el óleo. Una fuerte tendencia ascética y un paulatino proceso de ascesis de las
que ella no tiene un carácter expresionista al modo de Rouault, los muralistas construcciones espaciales lo apartan de los juegos sensorios del cromatismo o
mexicanos o el ecuatoriano Guayasamín, sino que conforman una necesidad las pastas espesas. Su técnica es más bien líquida, amplia, luminosa, portadora
casi exclusivamente formal, capaz por sí misma de transmitir un estado de de un mundo armonioso en el que se sustentan las formas hu~anas plenas
espíritu. Su Composición, pequeño Óleo fechado en 1945, aparece visiblemente de inteligencia y reposo espiritual. En tal sentido, la obra de Quispez Asin ha
inspirado en las altas estructuras picassianas. Sin embargo, se halla ausente logrado ya una plenitud y un sentido personal que procuran para el pintor
de ella el disei'lo trágico, autoritario, siempre agresivo, que caracteriza la obra ';:] uno de los lugares más altos entre los pocos defensores de nuestra naciente
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del maestro español. Y la grandeza de este reposa precisamente en esa honda y pintura. El caso suyo resulta de singular importancia, por cuanto él inaugura,
perfecta alianza con que se reúnen en su obra la expresión temática, humana, con intachable calid~d y dignidad estéticas, el verdadero advenimiento del arte
con la expresión geométrica, formal. Estética que la hace aparecer de modo mural a nuestro país.
intachable y palpitante. Quispez en cambio -y esto guardando el necesario
territorio de consagración- acomete con armas pacíficas la enunciación de
cada frase plástica, de cada línea ° tono cromático necesarios para la exte~
riorización de un todo orgánico, musical. casi al margen de las proximidades
materiales propias de la pintura.

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