La educación no cambia al mundo, cambia las personas
que van a cambiar el mundo. Paulo Freire
La educación es una herramienta para la emancipación individual y social.
Todo el proceso educacional debe comenzar de la realidad del mismo alumno. El pensamiento del gran pedagogo y filósofo brasileño Paulo Freire me ha acompañado en toda la lectura de este tema, pues los pocos años en que he cursado la facultad de Pedagogía, en Brasil (que por un infortunio del destino la he dejado para seguir Comunicación Social), mucho le he leído y mucho me ha quedado en mi formación. Desde entonces, he sido contraria a la “educación bancaria” y siempre fui favorable la educación horizontal y bilateral, ya que el educador también aprende del los alumnos. Esta es una de las características que debe acompañar al profesor de Educación Religiosa, que también debe tener el alumno como el centro de la acción educadora, en todos los aspectos que influyen considerablemente el proceso de maduración de su personalidad.
La pedagogía de Paulo Freire es la base de muchos educadores y también de
los educadores de la Iglesia, que tienen en cuenta la formación espiritual de los alumnos, además de motivar sus cualidades y aptitudes con miras a que encuentren por si mismos sus inclinaciones particulares. Para el pedagogo brasileño, las claves del proceso educativo deben ser: apertura al aprendizaje continuo; valorar y promover la creatividad de los educandos; estimular a los educandos a que se hagan preguntas; pasión por lo que se hace, expresado en amor, coherencia y compromiso con la construcción de un mundo mejor; defender su proprio rol, en el sentido de suplantar otros roles más allá del proprio. “El maestro apenas se da cuenta de que, al enseñar, también aprende, primero, porque enseña, es decir, es el proceso mismo de enseñar el que le enseña a enseñar. En segundo lugar, aprende del que enseña, no sólo porque se prepara para enseñar, sino también porque revisa sus saberes en la búsqueda de saberes que hace el alumno” (Por una pedagogía de la pregunta, Freire y Faundez 1985).
La concientización se puede propiciar, piensa Freire, en un contexto
educativo, y es por eso que el profesor juega un rol preponderante no en la mera transmisión de un contenido, sino también en la de la promoción de una nueva humanidad. (“Paulo Freire y la educación de las y los Católicos: cinco consejos a quienes educan en la Iglesia”, Cristóbal Madero Cabib, S.J.) Sembrar valores del Reino
Los documentos de la Iglesia afirman y reafirman, una y otra vez, la
importancia de la transmisión de la fe. “La formación no es privilegio de algunos, sino un derecho y deber de todos.” La Exhortación Apostólica, de San Juan Pablo Magno (n. 63) es enfática y define igualmente la actitud cristiana de los los profesores de escuelas católicas, o no, para que sean legítimos testigos del Evangelio, con su ejemplo de vida, que deberá extenderse a nivel profesional con la competencia y rectitud, teniendo a Cristo como orientador de su labor (Cf. n. 62).
Según el documento de la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, “El
profesor de Religión Católica. Identidad y Misión”, el actual “guía eclesial” del perfil del profesor de ERE, los educadores serán sembradores de fraternidad, lo que define la relación constante que debe tener con el educando. El proceso de maduración de los alumnos depende también de que el profesor sumérjase en su mundo, en sus inquietudes, en sus dudas y preocupaciones más importantes, como lo hizo Jesús, que se puso como servidor del hombre. El profesor, que se propone a dar a conocer el Amor y la Verdad, debe ser el sembrador de los valores del Reino. Este es también su papel eclesial: un enviado de la Iglesia para anunciar la buena noticia de la salvación de Jesucristo.
Postura intelectual inquieta
El profesor de ERE, igual que las demás materias curriculares, no debe
acomodarse y creer que, después de la formación académica, no hay nada más que estudiar. Al contrario. Mi madre siempre me ha dicho que los profesores nunca paran de estudiar. Y estoy de acorde. Cada día es un nuevo día y así el conocimiento, que se construye a cada contexto histórico, a cada nuevo amanecer. La Iglesia igualmente publica nuevos textos, nuevos discursos son pronunciados a medida que el mundo y la humanidad hace historia. Por ello, el profesor de religión debe ser un asiduo investigador, analítico y observador – la preparación pedagógica comunica de manera eficaz –, atento al estudio del hecho religioso y sus dimensiones fenomenológicas, sociológicas y culturales y teológicas. Su postura intelectual ha de ser inquieta con todas materias importantes para la formación integral del alumno. Fe y cultura caminan juntas, integrando la dimensión religiosa al mundo individual, familiar, escolar y social.