Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Concepto de canon.
Se denomina canon bíblico a la lista de libros que son aceptados por la Iglesia como textos
sagrados de inspiración divina.
La palabra canon deriva del nombre griego κανών “kanon”, que significa “caña” o “vara”, o
también “norma” o “medida”, que a su vez se deriva de la palabra hebrea “ קנהkaneh” que se utiliza
a menudo como un estándar de medición o también para medir cosas en buen estado.
El concepto de “canon” aparecía ya en la filosofía epicúrea para designar los criterios que
servían en la lógica para encontrar el fundamento del conocimiento y para determinar la verdad de
una afirmación. En el cristianismo, especialmente durante los tres primeros siglos, “canon”
designaba todo lo que, para la Iglesia y los cristianos, es ley interna y norma imperativa. De esta
manera, los libros canónicos son los que sirven de regla de vida y de fe, de norma en la creencia y
en la práctica.
El término “canónico” tiene, pues, dos sentidos: un sentido activo, en el que se subraya el
valor de la Escritura para la Iglesia: es canónico un libro porque es regla de creencia y de conducta;
un sentido pasivo en cuanto que estos escritos son conocidos y reconocidos por la Iglesia como
escritura inspirada.
La canonicidad es la propiedad que tienen los libros inspirados de haber sido destinados a la
Iglesia y luego efectivamente reconocidos por ella.
Israel y el canon.
La tradición judía ha recibido, como venidos de Dios y dotados de autoridad, varias obras
que ha reunido en una colección tripartita: Ley, Profetas y otros escritos.
El primer canon, en orden cronológico, fue el de Alejandría.
El primer canon desarrollado de lo que se conoce como Antiguo Testamento es el Canon
Alejandrino, comúnmente llamado Septuaginta o “Biblia de los Setenta”. Su traducción inició en
el siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y concluyó hacia finales del siglo II a. C. La Septuaginta fue el texto
utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la
iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega.
La lista (o canon) de libros bíblicos hebreos inspirados quedó establecida definitivamente
para el judaísmo en el siglo II d. C. por el consenso de un grupo de sabios rabinos que habían
conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 y que habían fundado una escuela en
Yamnia. A estos libros se les conoce como protocanónicos, y forman el Canon
Palestinense o Tanaj.
Por una tradición histórica que data del siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los
escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX,
y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el
Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”, en contraposición a la voz
“protocanónico”, que significa “del primer canon”.
La Iglesia y el canon.
Lutero y el canon.
El Canon del Antiguo Testamento protestante fue estipulado por Martín Lutero en el
siglo XVI. Aunque en un primer momento Lutero pensó en excluir también algunos libros del
Nuevo Testamento, finalmente optó solo por aplicar el Canon Palestiniense a la traducción latina de
la biblia, excluyendo así un total de 7 libros del Antiguo testamento. Así el Antiguo Testamento
protestante quedó en gran parte, idéntico al de la Biblia hebrea o Tanaj. En un apéndice incluyó
los 7 Deuterocanónicos, con el título de: “Apócrifos: Estos Libros no se consideran iguales a las esc
rituras, pero son útiles y buenos de leer”.
Origen apostólico.
Uso litúrgico.
La Iglesia primitiva muy pronto comenzó a incorporar en la liturgia los escritos que retenía
de origen apostólico, porque veía en ellos unos documentos escritos que participaban de la
autoridad del testimonio y de la enseñanza oral de los Apóstoles.
Sin embargo, este criterio solo, como tal, no daría pié suficiente para ver allí el fundamento
de la canonocidad, por cuanto que algunas iglesias de la antigüedad utilizaron además otros escritos
en la liturgia, como por ejemplo la I carta de Clemente. Apostolicidad y tradición litúrgica deben ir
estrechamente ligadas para ayudar a comprender este proceso de reconocimiento por parte de la
Iglesia.