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La imagen que se nos muestra alude a

la Victoria de Samotracia, también


conocida como Niké de Samotracia. Se
trata de una escultura, de bulto redondo,
pertenciente a la escula de Rodas,
encuadrada dentro del período helenístico.
Se encuentra acutalmente en el Museo del
Louvre, París, siendo una de las obras más
célebres del mismo. Su altura es de 2,75
metros y está realizada en mármol hacia el
año 190 a.C., es decir, principios del siglo
II a.C. En cuanto a su autoría, algunos
expertos la atribuyen a Pithókritos de
Rodas. La escultura procede del santaurio
de los Cabiros en Samotracia (pequeña isla
del Mar Egeo, Grecia). Es importante
señalar que fue redescubierta por el
arqueólogo Champoiseau a mediados del
siglo XIX (1863). El motivo de la
realizacion de la obra corresponde a
celebrar las victorias de Samotracia sobre Antíoco III Megas, rey de Siria. Por tanto,
podemos afirmar que la función de la obra es fundamentalmente conmemorativa ya
que busca ensalzar las victorias de los griegos ante sus enemigos.
Tras realizar esta breve introducción, es momento de describir, de forma general,
lo que observamos. La escultura representa una figura femenina de la Victoria con alas
que se apoya sobre la proa de un navío, que actúa de pedestal a la figura, cuyo cuerpo
aparece levemente en torsión, generando movimiento. La figura aparece envuelta en un
chitón (prenda) y un manto, ropajes que se adhieren perfectamente al cuerpo humano,
dejando traslucir su anatomia. Este rasgo, claramente, nos recuerda a la técnica de
paños mojados atribuida a las obras de Fidias, tal y como podemos observar en los
relieves del Partenón y sus estatuas crisoelefantinas de Atenea y Zeus. La forma en el
que las telas se recogen en el muslo derecho y caen por el resto del cuerpo dan lugar a
una composición de corte naturalista, siendo característica de las obras femeninas de la
misma época.
La actitud corporal que el escultor ha elegido para representar la obra ejemplifica
un claro contraposto, rasgo anticipado por el escultor griego Kitrios de la mano de
obras como el Éfebo o Los Tiranicidas, pertencientes al estilo severo, que precede al
arte clásico. Como consecuencia, la obra ofrece mayor naturalidad, enfantizada por
reposar el cuerpo sobre una pierna, liberando a la otra de tensión. Esta disposicion
rompe, claramente, con la frontalidad y la verticalidad típica de la escultura arcaica y
clásica. El resultado es una figura que adquiere la sinuosidad de una “s”, estableciendo
un precedente de la figura serpentinata de Miguel Ángel en escultura y, sobre todo, en
pintura (Capilla Sixtina, principios siglo XVI), siendo un rasgo prototipico del

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manierismo. En este sentido, la escultura helenística constituye un precedente del
manierismo.
Los ropajes, que anteriormente hemos comentado, ayudan a enfatizar los rasgos
prototípicos de esta obra: expresividad, dramatismo y sentimentalismo. El
dinamismo en el tratamiento de los ropajes en las piernas a tavés de la técnica del
drapeado ayudan, también, a conseguir estos rasgos. Por otro lado, la escultura
transmite gran sensualidad a la vez que dinamismo y fuerza expresiva, que se
completa con el despliegue y alzado de las alas de abundantes plumas, y un pecho
erguido que simboliza la fuerza con la que se enfrenta a los vientos. Por todo ello, es la
actitud de una ganadora al comando de su nave, simbolizando la victoria de los
griegos. Estos rasgos son testimonios del arte helenístico.
La pose equilibrada del período clásico cede a la tensión de las actitudes
corporales dinámicas, al patetismo manifiesto en los detalles expresivos y al instante
dramático de lo acontecido. La obra se encuadra dentro del contexto escultórico del
helenismo, donde sobresalen múltiples escuelas (Rodas, Alejandría, Éfeso, Antioquía,
Pérgamo), que heredan los múltiples puntos de vista de Lisipo y la expresion de
emociones de Escopas, generando obras de gran calado como Laocoonte y sus hijos,
Venus de Milo, Toro Farnesio, los relieves del Altar de Pérgamo, etc.
El período helenístico estuvo marcado en el marco histórico por la dispersión y
expansión de la cultura griega gracias al mandato de Alejandro Magno. En estos
momentos, la cultura griega viaja a lugares inusitados y entra en contacto con
influencias extranjeras, sobre todo orientales. No obstante, a pesar de esta dispersió
artística, observamos que los modelos griegos se repiten. Este aspecto lo vemos
perfectamente reflejado en la función de la obra. La representación de la diosa Niké
corresponde con su iconografía e iconología típica alada, motivo por el que presidía las
competiciones atléticas y batallas
militares. No obstante, aquí, su
representación alude no a un motivo
alegórico (aludir a cualquier diosa Niké),
sino a un motivo conmemorativo, que es
aludir a una victoria naval.
Por último, es importante señalar las
influencias posteriores que ha tenido esta
obra en la Historia del Arte. Como ya
hemos ido relatando, fundamentalmente,
va a tener una gran repercusión en el arte
manierista, fase final del Renacimiento
italiano. Por otro lado, ha sido empleado
por Marinetti, en el Manifiesto Futurista
de 1909, para criticar a la estatuaria y, por
ende, al arte general de tipo clasicista en
contraposición a un arte más moderno (un
automóvil de carreras es más hermoso
que la Victoria de Samotracia). Finalmente, la Victoria de Samotracia es un ícono no

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solo del arte griego sino de la historia de la escultura, siendo una de las obras más
célebres del Museo del Louvre.

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