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La última cita en Gallípoli, Causas y consecuencias de la entrada del Imperio


Otomano en la Primera Guerra Mundial.

Conference Paper · August 2014

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Luis Alfredo De la Peña


University of Florence
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LA ÚLTIMA CITA EN GALLIPOLI. CAUSAS Y CONSECUENCIAS DEL

INGRESO DEL IMPERIO OTOMANO A LA GRAN GUERRA.

Luis Alfredo De la Peña Jiménez. Historiador, Universidad Nacional.

Palabras Clave​: Imperio Otomano, Turquía, Imperialismo, Oriente Medio, Gallípoli,

Primera Guerra Mundial.

Resumen: ​En el marco de las conmemoraciones de la Gran Guerra, cabe recordar la

campaña de Gallípoli o de los Dardanelos en 1915 como un punto de inflexión en el frente

oriental de la contienda y como un acontecimiento que significó el fin y el inicio de

acontecimientos que son de vital importancia en la actualidad, un siglo después: el fin del

imperio otomano como órgano administrativo que gobernó en medio Oriente durante casi

cinco siglos y el inicio de la intervención imperialista en esta región, con su consecuente

generación de conflictos. Así como un nuevo comienzo para cientos de inmigrantes de los

dominios otomanos que llegaron hasta costas colombianos. Gallípoli sintetiza el fin y el

inicio de un nuevo mundo en medio de una batalla imposible.

Al fin el año llegó, la fecha que muchos historiadores, especialmente los que se dedican a

estudiar la guerra o los asuntos militares, esperaban con ansias, para redescubrir, repensar y

reescribir la historia de la Gran Guerra. El 2014 marca el inicio de la serie de

conmemoraciones, eventos y publicaciones que pondrán nuevamente en la palestra a uno de


los conflictos armados más definitivos y definitorios de la historia de la humanidad, con

ocasión de su centenario. Pero a pesar de esto, uno puede acercarse a las principales

librerías de cualquier ciudad, y ver en las marquesinas y los estantes, libros ilustrados sobre

la ​Wermacht,​ sobre tanques Sherman o Panzers, en mejores ubicaciones –y seguramente

ventas– que los libros que conmemoran los cien años de la Gran Guerra.

¿Por qué pasa esto? ¿Por qué para los mismos historiadores (ni que decir del público

general), la Primera Guerra Mundial se ve lejana, difusa, y mucho más complicada que la

Segunda? Es cierto que la Segunda Guerra Mundial plantea dilemas morales más potentes a

quienes se acercan a ella: la erradicación selectiva de un grupo humano, la desintegración

de la frontera entre guerra total y guerra absoluta, además de una mayor claridad entre el

carácter y naturaleza de los bandos beligerantes, son problemas que no se ven en la Primera

guerra Mundial, donde todos estos aspectos están de una u otra manera presentes, pero son

diametralmente opuestos en su claridad como procesos históricos. La Gran Guerra es

antipática para el lector promedio.

Ahora bien, si es complicado crear una idea histórica general de la Primera Guerra

Mundial y su presencia en las mentes de quien se les menciona se reduce al barro de las

trincheras del frente occidental, las operaciones militares en otras latitudes generalmente

son en su totalidad desconocidas. Hablar además del frente oriental, en muchas ocasiones

se reduce a hablar sobre las acciones del ejército ruso y las operaciones de ambos bandos en

Europa oriental. Pero las campañas en el Egeo, en Mesopotamia, el Levante, Persia, la

península Arábiga y otras zonas son escasamente mencionadas o no carecen de la

importancia necesaria en la historiografía sobre la Gran Guerra, lo que conlleva al olvido y


desconocimiento del público que se interese por estos temas durante los próximos años en

los que hayan conmemoraciones. Este es el objetivo de este escrito, realizar un ejercicio

historiográfico desde un punto geográfico muy distante y aparentemente ajeno (esto se

discutirá en las conclusiones) de estos hechos, para revitalizar, ubicar históricamente y

generar cuestionamientos sobre este frente de operaciones durante la Primera Guerra

Mundial.

Para cumplir este cometido, se empleará el episodio más conocido de este espacio

geográfico durante la guerra: La campaña de Gallipoli en 1915. Se ordenarán y

contextualizarán ciertos momentos históricos que juegan un papel fundamental en el

ingreso del Imperio Otomano a la Primera Guerra Mundial, en especial de los territorios y

pueblos que en ese momento lo conformaban, su desarrollo dentro de la contienda y su

posterior derrota, desintegración y legado, para las consecuencias que dejó la ausencia de

un poder centralizado y fuerte en el medio oriente que duró casi 500 años prácticamente

ininterrumpidos, dilucidando las consecuencias de estas acciones incluso en la actualidad.

La agonía del “hombre enfermo”

Este artículo no empieza cien años atrás, empieza mucho antes, exactamente en 1344

cuando el emperador Juan VI Cantacuzeno, asediado por pueblos eslavos, repúblicas

italianas, y pueblos de las estepas que querían repartirse el imperio Bizantino. El cual

agonizaba lentamente desde hacía ya tres siglos, pero por sobre todas las cosas, las riquezas

de Constantinopla, la nueva Roma. Por esta razón le concedió al sultán otomano Orhan, la

base marítima de Gallipoli, para que le ayudara contra las incursiones serbias y búlgaras en
Anatolia, convirtiéndose en el primer enclave turco en Europa, y la cabeza de puente para

la posterior conquista del mismo imperio Bizantino, que comenzaría pocos años después en

1353.1 De ahí en adelante, el imperio Otomano, que pocos siglos antes surgía en Asia

Central, sería el principal antagonista y contrapeso de la cristiandad, tanto occidental como

oriental, y crearía una unidad religiosa, geopolítica y cultural en el mundo musulmán en el

Norte de África, El medio oriente, y los Balcanes que duraría casi 500 años.

Durante los últimos veinticinco años del siglo XIX la «cuestión oriental» fue un

juego muy complejo de equilibrios entre las principales potencias europeas que buscaban

defender en lo posible la integridad y la existencia del Imperio Otomano. Pues la

preocupación por un vacío geopolítico en la región de los tres continentes que los dominios

del imperio Otomano (o como el zar Alejandro III lo había denominado, “el hombre

enfermo de Europa”) ocupaban estaba muy presente en la mayoría de los cuerpos

diplomáticos de Europa. Aun así con la tensa calma que trajo el desenlace de la guerra

franco-prusiana en 1871 no impidió la suma de protagonistas al concierto político europeo,

donde cada cual con sus objetivos y proyectos buscaba acomodarse dentro del apretado

mapa del continente formándose así las zonas geopolíticamente conflictivas hasta el día de

hoy y que hacían parte del Imperio Otomano: el Próximo Oriente y los Balcanes.2

En 1878, del 13 de junio y durante un mes después bajo la batuta del “canciller de

hierro” Otto Von Bismarck.3 Se celebró la Conferencia de Berlín en la cual las potencias

1
Veiga​, Francisco: ​El turco: diez siglos a las puertas de Europa. 2​ a. ed. Barcelona. Debate, 2007. 666 p. il.
mapas; 24 cm​.​ p. 107
2
Miller, ​William: ​The Ottoman Empire and its succesors, 1801-1927 : with an appendix, 1927-1936.​ 4ta. ed.
Cambridge. Cambridge University Press, 1936. XV, 644 p. 5 mapas; 19 cm. p.358
3
​Miller, ​op.cit. P. 387-389
europeas decidían la suerte del Imperio Otomano bajo el arbitrio del II Reich mientras los

delegados del sultán fungían como simples espectadores. Esta Conferencia consagró a los

recientemente creados estados balcánicos como agresivos estados-nación de la era

imperialista, copias a escala de las potencias occidentales, patrocinadas por la revolución

industrial triunfante.

Durante los siguientes gobiernos y en especial bajo el reinado de Abdülhamid II,

las ​Tanzimat* se empezaron a aplicar con mayor rigurosidad, incluso la calidad de califa

(líder espiritual y político de los musulmanes) que ostentaba el sultán desde 1774 fue

revitalizada y las incursiones y guerras de gran envergadura fueron evitadas hasta el

estallido de las guerras balcánicas en 1912. El sultán y su burguesía fueron paulatinamente

presas del nacionalismo, identificándose cada vez más con la vertiente turco-musulmana,

extendiendo este pensamiento hacia todos los confines del imperio, cerrándose el proceso

con las guerras balcánicas de 1912. Este nuevo período de las ​Tanzimat c​ oincidió con la

derrota del ejército del zar en la guerra ruso-japonesa de 1905. En la coyuntura del

momento, Japón se perfilaba como una opción antiimperialista no solo para los otomanos

sino para los filipinos, indios, iraníes y todos aquellos países sometidos durante la segunda

etapa de colonización.4

Y aunque el imperio gozaba de relativa paz, parecía que el sultán se confiaba en este

bienestar sin lograr un avance significativo y la modernización del estado otomano. Es así

como en la primavera de 1908 el descontento del ejército en Macedonia y la importancia

*“Reorganización”: reformas que buscaban la modernización y penetración de occidente en la sociedad


otomana.
4
​Veiga​, op.cit. P.380
que a este hecho le dieron el zar de Rusia y el rey de Inglaterra permitió a los Jóvenes

Otomanos la oportunidad para derrocar al régimen. El descontento y el apoyo hacia los

insurrectos hicieron que al final el sultán diera su brazo a torcer y convocará a la

conformación de un Parlamento, sellando así el 23 de julio de 1908 el triunfo de la

Revolución de los Jóvenes Turcos.5 La única posesión que aún mantenía la Sublime Puerta

en África del Norte era Libia que sería anexada por Italia luego de la invasión de 1911

siendo este un golpe mortal para el imperio, pues se había llegado al punto en el que hasta

las potencias europeas de segundo nivel, osaban atacar los dominios otomanos sin

premeditación. La seguridad de la misma Estambul estaba en franca duda. La pérdida de

Libia al ser su población casi en su totalidad musulmana golpeó fuertemente la moral del

sultán y sus súbditos.6

Mientras todo esto sucedía, las ideas se movían frenéticamente en el Imperio. Ziya

Gökalp, principal ideólogo del nacionalismo turco y quien había estudiado a Durkheim y

Tönnies, hizo una clara distinción de la dicotomía entre «cultura» y «civilización»

refiriéndose específicamente a la experiencia turca. Llegando a la conclusión de que ésta

poseía su propia cultura vital que la historia había sumergido en una civilización medieval,

bizantina y árabe por partes iguales. Por lo tanto el camino a seguir consistía en reemplazar

la base de esa civilización por otra moderna y europea –occidental–, conservando la

cultura turca. Relación académica aplicada a la política que se utiliza hasta prácticamente

hoy en día.7 Al final, la última aventura que el Imperio Otomano emprendería sería la

5
Veiga​, op.cit. P.383
6
​Veiga​, op.cit. P.388
7
​Veiga​, op.cit. P.398
participación en la Primera Guerra Mundial que durante su primera etapa ni veía ni la

necesidad ni la razón de participar en ella.

Visto en perspectiva, era evidentemente un suicidio enfrentarse a imperios tan

grandes y fuertes como el ruso y el británico, contando solo con el apoyo de la lejana y

ajena Alemania; pero la experiencia de la guerra de los bóers en Sudáfrica y la guerra

ruso-japonesa habían sido humillantes derrotas para el zar y para el rey. Obviamente, en

Londres y en San Petersburgo la derrota en las guerras balcánicas, les daba argumentos

para pensar en una fácil victoria sobre las fuerzas otomanas. Pero la Sublime Puerta fue

capaz de mantener a raya a los rusos y de infligir quizá una de las derrotas más sonadas de

la Gran Guerra, estableciendo como ejército, en el bando de las potencias centrales, un

mejor rendimiento que el de las tropas austro-húngaras durante todo el conflicto.8

Todo esto suponía un peligro permanente para la paz, como era igualmente delicada

la creencia, tanto de los aliados como de los alemanes o austríacos, de que cuando más

pronto tuviese lugar la guerra más pronto se ganaría. Es cierto que unos y otros no hablaban

de la misma guerra: guerra local o guerra continental, guerra con Inglaterra o guerra sin

Inglaterra. Lejos de imaginar que esta guerra sería mortal para tres monarquías y veinte

millones de hombres, se mostraban de acuerdo en un único punto: que sería corta y que

evidentemente, ellos serían los vencedores.9

La campaña de Gallipoli, tumba de soldados, cuna de naciones.

8
​Erickson​, Edward J.​ Ottoman Army Effectiveness in World War I. A comparative study. ​Nueva York.
Routledge. 2007. 244 págs.
9
​Ferro​, Marc. ​La Gran Guerra (1914-1918),​ Alianza Editorial, Madrid, 1984, 392 págs. p. 96
Los ingleses, cuyo suelo europeo no estaba amenazado directamente, analizaban la

situación con más sangre fría. A principios de 1915, el informe del coronel Hankey

demostró que durante muchos años no se moverían los frentes. Kitchener consideraba que

esta guerra no era suya y pretendía resucitar el tipo de lucha a que estaba habituado. Así

nació la idea de una expedición de tipo colonial, un ataque «a los flancos» del adversario,

como proponía W. Churchill, entonces primer lord del Almirantazgo, quien quería atacar a

la coalición enemiga, no ya donde eran más amenazadora –entre Flandes y Champaña--,

puesto que se había mostrado allí inexpugnable, sino precisamente en el lugar donde era

más vulnerable, a riesgo de provocar la formación de nuevos frentes.

Se había proyectado primero un desembarco en Sleswig, que fue rechazado otra

vez; después se pensó en atacar a Austria-Hungría por el Adriático, pero se consideró que el

relieve y la proximidad del puerto fortificado de Pola auguraban un resultado aleatorio. Y

así prevaleció la idea de atacar a Turquía, que constituía el eslabón más débil de la cadena

de las coaliciones enemigas y cuya derrota podría arrastrar a Italia y a Bulgaria a entrar en

guerra junto a los aliados.10

El proyecto se justificaba por más de una razón; parecía probable que las potencias

centrales habrían de concentrar sus esfuerzos, en 1915, contra Rusia, y los aliados deseaban

despejar la ruta que les permitiera el aporte de material, municiones y refuerzos. Además,

un ataque serviría para aligerar la carga que los rusos soportaban en el frente del Cáucaso.

Precisamente, a fines de diciembre de 1914, el gran duque Nicolás pidió socorro a los

aliados, porque los turcos desencadenaron una gran ofensiva en la región de Sarikamisch,

10
​Ferro​, Marc. p.130
ofensiva que fue rechazada, pero que, mientras duró, sirvió para que los «orientales»

ingleses y franceses cogieran la ocasión por los pelos e hiciesen triunfar su proyecto.

Briand, Gallieni, Churchill y Asquith habían encontrado dificultades para forzar la

oposición de los jefes de las fuerzas armadas. Lord Fisher juzgaba que la operación estaba

destinada a fracasar si los griegos no entraban en el conflicto. Kitchener, impresionado por

las pérdidas aliadas, inquieto por la escasez de municiones y afectado por el escándalo que

eso había causado, vacilaba ahora en sustraer tropas al frente occidental. Pero la operación

fue decidida a pesar de todo, aunque con la condición de que no participara en ella más que

la flota; de este modo no había que consultar ni a Joffre ni a French y, por un tiempo, la

operación se realizó a sus espaldas. El ataque tendría por objeto forzar los Dardanelos,

amenazar a Constantinopla (no Estambul, Constantinopla), apresurar la intervención de los

griegos y hacer capitular a Turquía. La flota encargada de la operación debía de llamarse

Fuerza Expedicionaria «​ ​Constantinopla», p​ ero en el último momento se renunció a

bautizarla así para no tentar a la suerte.

Los altos mandos franco-británicos habían subestimado la capacidad de resistencia

del adversario, pero además las fuerzas otomanas, compuestas casi en partes iguales por

árabes y turcos, habían sido alertados, a principios de noviembre de 1914, por el inesperado

ataque de una escuadra inglesa. El almirante que la mandaba no había podido resistir a la

tentación de bombardear el estrecho de los Dardanelos. En consecuencia, Liman von

Sanders, comandante alemán del Ejército otomano en Estambul, había tomado

disposiciones para reforzar su potencia defensiva, cosa que ignoraban los aliados.
El 19 de febrero de 1915 tuvo lugar el primer ataque; la flota inglesa logró hacer

callar a las baterías turcas situadas en los lugares más expuestos. Ante esto, no fueron los

aliados los únicos que creyeron que tenían la victoria al alcance de la mano, sino que

también el primer ministro griego Venizelos, con simpatías republicanas y partidario de una

«Gran Grecia», juzgo el momento oportuno para ofrecer el concurso de un cuerpo

expedicionario que habría de dirigirse contra Constantinopla; así, pues, resurgiría una vieja

querella en la que los rusos, los ingleses y los griegos resultaban a la vez rivales y aliados,

como en 1824. Venizelos tuvo que presentar la dimisión, que el rey Constantino aceptó de

buen grado, porque era germanófilo y se había opuesto siempre a los proyectos de su

ministro.

El 18 de marzo tuvo por fin lugar la gran tentativa contra la posición de los

Dardanelos; la flota aliada quiso franquear el estrecho, pero fracasó, abandonando el tercio

de sus navíos. Los turcos no habían perdido más de 200 hombres. El almirante Carden

consideraba que el resultado había estado pendiente de un hilo, que hubiera bastado con

que un cuerpo de tropa desembarcase y realizase la operación de limpieza de la zona

bombardeada por la flota para que quedase abierta la vía a Constantinopla.

Kitchener, al aceptar enviar un pequeño cuerpo expedicionario, dejándose coger así

en el engranaje, sin darse cuenta de que las normas de la operación habían dado la vuelta;

en efecto, en el proyecto inicial la flota tenía que abrir el camino para un cuerpo

expedicionario, pero, en realidad, las tropas de desembarco tenía por misión facilitar el paso

de la flota. A partir de ese momento, la expedición habría de desarrollarse bajo el signo de

la improvisación; no había ningún plan de desembarco y las tropas se instalaron de


cualquier modo; carecían de mapas y los aviones no podían aterrizar por falta de

aeródromos; la intendencia no seguía a las tropas y cuando la epidemia hizo su aparición

seguía sin existir un navío-hospital para trasladar a los contagiosos.

Nada más recibirse la petición de los rusos de ayuda para distraer los recursos

turcos, el plan de la toma de los Dardanelos fue resucitado y discutido en el Consejo de

Guerra británico. Inicialmente, Churchill y lord Fisher (primer lord del mar) consideraron

la posibilidad de un desembarco griego en la península de Gallipoli, que tomó su nombre de

su ciudad más importante, y era la llave de los Dardanelos y el paso del mar de Mármara, a

Constantinopla y desde allí al mar Negro. Esto podía ser acompañado por un desembarco

franco-británico en el lado asiático del canal, en el cual los Dardanelos serían forzados por

un escuadrón de viejos barcos de guerra británicos, que al estar obsoletos, no podían

arriesgarse en una batalla con la flora alemana, considerándose, por tanto, como

desechables.

Churchill estaba especialmente interesado en esta última idea, a pesar de las

dificultades experimentadas cuando el almirante Ducksworth de la flota británica había

intentado la misma maniobra si éxito en 1807. El concepto, sin embargo, era bueno; una

vez la flota hubiera pasado las decrépitas batería de costa turcas y hubiera entrado en el mar

de Mármara, se esperaba que Grecia (si no estaba ya en el campo aliado), Bulgaria, y quizá

Rumanía e Italia, abandonarían su neutralidad y se unirían a la coalición balcánica contra

Turquía; y asegurar los Dardanelos y el mar de Mármara permitiría a los barcos rusos pasar

de nuevo desde el mar Negro al Mediterráneo, posibilitando el que pudieran ver enviadas

municiones a Rusia y grano ruso a los aliados occidentales. El plan, que ha sido calificado
como el único concepto estratégico realmente innovador de toda la guerra, tuvo la

aprobación de las autoridades políticas como de las militares; la aprobación de Kitchener

fue claramente influenciada por el hecho de que no se preveía la utilización de demasiados

recursos militares y por lo tanto, no se comprometería el esfuerzo de los aliados en el frente

occidental.

Se suponía que la aparición de la armada británica en Estambul causaría la caída del

incipiente gobierno turco y dejaría fuera de combate al Imperio otomano de un solo y

certero golpe. Al discutirse el plan Rusia lo recibió con gran entusiasmo y hasta Francia

ofreció una escuadra para seguir bajo el mando británico en esta operación11

El grueso del ejército turco era reclutado entre la población rural de la península de

Anatolia y entre los habitantes árabes del imperio. Los campesinos anatolios eran el

recurso más importante del ejército otomano, estaban acostumbrados a una vida dura,

podían sobrevivir con las pobres raciones que se daban en el frente y eran tremendamente

tozudos y valientes, convirtiéndose en un enemigo formidable para las fuerzas invasoras.

De todas maneras y a pesar de este carácter combativo de los efectivos turcos su ejército

contaba con muchas limitaciones: su cuerpo de oficiales era pequeño y estaba muy

pobremente entrenado ( a excepción de los mil quinientos extranjeros que fueron instruidos

en Alemania); la carencia de fusiles y municiones no permitía un correcto desempeño de las

tropas en combate y aunque cuando el imperio declaró la guerra a finales de 1914 sus

fuerzas aumentaron de 200.000 a un millón de hombres, la división del esfuerzo en cuatro

11
H ​ diciones del Prado, Madrid, 1994, 96
​ aythornthwaite​, Philip, ​Gallipoli 1915. Asalto frontal a Turquía. E
pags., p. 8-9
frentes, a saber, los Dardanelos, el Cáucaso, el Oriente Medio y Mesopotamia, no permitió

la concentración de recursos en un solo frente deteriorándolos a todos por igual.12

Por estos y otros motivos, y en especial como el resultado de las guerras balcánicas

pocos años antes de Gallipoli, Se había creado, con ayuda de la propaganda oficial en

Europa occidental, una imagen del imperio otomano no sólo como un «hombre enfermo»

sino a sus combatientes y a los miembros de su ejército como una partida de salvajes

ignorantes o «bestias». Después del desembarco y de la experiencia extraída de la

capacidad de combate en la campaña de Gallipoli por parte del ejército turco cambió

radicalmente esa opinión a otra posición de respeto. Durante las batallas de Suvla, Ansak y

Krithia las tropas británicas, francesas, australianas y neozelandesas comprobaron que

“Johnny el Turco” o «Abdul» no era un pagano sin principios como sus jefes se empeñaban

en decir sino como escribía el poeta Argent​ “un buen y limpio combatiente”13.

Las tropas que habían llegado así a la península de Gallipoli cayeron en la trampa

porque los turcos cerraban el camino y no era cuestión de reembarcar. Esperaron los

refuerzos, que el alto mando no envió más que con parsimonia. En un momento dado, los

aliados intentaron abrir la brecha, pero la batalla de Anafarta fracaso como las pasadas

tentativas. Y, sin embargo, a la inversa del 18 de marzo, fue entonces cuando los aliados

estuvieron a punto de lograr la victoria, porque sus adversarios no tenían ya municiones.

Desgraciadamente lo ignoraban y, ante la resistencia de los germano-turcos, decidieron

reintegrarse a sus bases. El almirante Fisher habría predicho la catástrofe. Era necesario

12
​Haythornthwaite​, Philip p.21
13
​Haythornthwaite​, Philip p. 61
impedir que las tropas aliadas fuesen arrojadas al mar. Estaba previsto el envío de nuevos

refuerzos, pero la idea de la evacuación había ganado ya todos los espíritus.14

En Basora aumentaba los envíos de hombres, pero se hacían esperar siempre los

víveres y el material. Unas semanas más tardes los turcos ponían cerco a Kut-el Amarna

con las tropas coloniales del general Townsend dentro. Por tres veces se intentaron

expediciones de socorro, pero la realidad no tenía nada que ver con la imagen tradicional de

los lanceros de Bengala y las tropas de socorro perecieron en ruta, perdidas en el desierto y

no llegaron nunca. Los británicos ofrecieron dos millones de libras esterlinas al Sultán para

que los sitiados pudiesen regresar a sus bases sanos y salvos, pero ese rechazo la oferta y

dio cuenta de cómo intentaban los ingleses rescatar a sus cautivos (diciembre de 1915). Y

así fueron conducidos hasta Bagdad 12.000 anglo-indios, agotados por el asedio y las

enfermedades, recorriendo, bajo la canícula, más de 25 kilómetros diarios. En la Ciudad

Santa tuvieron que desfilar durante horas enteras en una marcha que era una pesadilla,

mientras los soldados turcos les pegaban con látigos y bastones ante la muchedumbre

estupefacta.

Esta capitulación de Kut tuvo una gran resonancia en todo el oriente árabe, y, sin embargo,

Halil Pachá, y su ambición personal disfrazada de nacionalismo árabe, no supo explotar

esta victoria que seguía al avance de las tropas turcas en Siria. La situación no cambió en

estos dos frentes hasta 1917, cuando, gracias al levantamiento de los árabes y al sentido de

organización del general Maude, los británicos pudieron rehacerse y ocupar Bagdad,

14
​Ferro​, Marc. p. 130-132
mientras que los ​Anzacs ​de Alleby, quien se consideró el vengador de Ricardo Corazón de

León, de la afrenta del sarraceno Saladino, se dirigían contra Jerusalén.15

La catástrofe del pueblo armenio.

Repartido entre Rusia y Turquía, el pueblo armenio deseaba recobrar la independencia que

había perdido desde hacía trece siglos, pero puestos a elegir entre dos amos, los armenios,

que eran cristianos, preferían la tutela del Zar, menos cruel que la de los turcos. Además, el

Zar reivindicaba en nombre de ellos la parte de territorio armenio que había quedado en

manos de los turcos y había prometido dotar a los armenios de algunas libertades religiosas

y administrativas. Pero en vísperas de la guerra no se había hecho nada aún, y el

movimiento nacionalista armenio pareció tomar una orientación anti-rusa. No obstante, las

hostilidades resucitaron el viejo temor a los turcos y la preocupación de «liberar» a sus

hermanos del otro lado de la frontera.

En 1915, el partido nacionalista armenio más importante, el ​Dashnaksutiu, ​envió

una comisión secreta a Occidente para abogar por la causa de una Armenia independiente,

y a partir de entonces los armenios de Rusia alentaron a sus hermanos a preparar la

insurrección contra los turcos. Estos no tenían, sin embargo, medios para ello, pero cuando

el ejército del sultán, vencido en Sarikamisch, se replegó, los armenios de Turquía creyeron

que se acercaba la hora de su libertad y muchos de ellos desertaron del ejército. En

Armenia los civiles acogieron a las tropas vencidas con sarcasmos y realizaron actos de

sabotaje en la retaguardia. El castigo fue espantoso. Todos los armenios de Imperio fueron

15
​Ferro​, Marc. p 134
sacados de filas, desarmados, agrupados en batallones de trabajo y deportados. Después les

tocó el turno a los civiles, incendiaron los pueblos, y los hombres, mujeres, ancianos y

niños, maniatados en filas de cuerda, fueron llevados a las montañas con destino

desconocido. En los sitios donde población armenia era claramente mayoritaria, como Van,

Bitlis, Samsún, etc., los civiles y los batallones de trabajo fueron asesinados a sangre fría.

Los siniestros convoyes de prisioneros se pusieron en marcha hacia el Sur a

principios de verano; los más débiles morían en el camino, los supervivientes llegaron

agotados a Alepo y fueron conducidos hacia el desierto, donde la mayoría murió de

inanición. No existen estadísticas, pero se sabe que en Erzurum de 20.000 armenios solo

quedaron 200 supervivientes. Cerca, pues, de un millón de hombres y mujeres habían sido

deportados y aproximadamente la mitad pereció de inanición o a resultas de las torturas.16

Es el momento de discutir la verdadera valoración de la tragedia armenia, si es o no

un genocidio. Se dice que Hitler se basó en estos hechos para el genocidio más conocido de

la historia de la humanidad, la historiografía armenia ha proclamado desde el mismo final

de este hecho que efectivamente es un genocidio en toda regla, aplicando el derecho

internacional y que todo es culpa de las autoridades otomanas. En cambio, aunque en el

bando turco prima el silencio y la negación del hecho, algunos historiadores turcos han

tenido la valentía de usar documentación oficial para esclarecer las acciones y

responsabilidades en el genocidio armenio, pero utilizando objetivamente la evidencia y

calculando las bajas de los soldados turcos en este hecho.17 El bando aliado, desde el mismo

16
Ferro​, Marc. p 186-187
17
​Veiga, ​Francisco p. 414-415
momento en que ocurrió, condenó profundamente este hecho, satanizando la «barbarie»

otomana al respecto, Pero al parecer, para los altos mandos y la propaganda oficial, no es

un genocidio enviar sin piedad a miles de jóvenes a una muerte inútil, como en Verdún,

Passchaendale, Chemin des Dammes, y hasta la misma Gallipolli.

El juego de las potencias y el reparto de oriente Medio.

Mientras tanto, en El Cairo, como en Delhi o en Londres donde se elaboraba la política

inglesa, contaban ciertamente con los árabes, pero en tanto que instrumentos de una

política, y promover su independencia no era un fin en sí, sino un medio de debilitar a los

turcos, una posibilidad como otra cualquiera. El genio de T. E. Lawrence consistió en

intervenir los términos del problema no por cálculo, sino por ideal, sin que ello dejase de

tener los mismos efectos para los intereses de su país. Lawrence era un joven orientalista,

familiarizado con el Islam y con los árabes, cuya civilización apreciaba. Conocía todos sus

refinamientos y había recorrido por entero la región entre La Meca y Damasco, hablaba los

dialectos de las diferentes tribus, vivía su existencia cotidiana y se vestía con chilaba.

Cuando estalló la guerra, disponía en el país de toda una red de amigos entre los que se

contaba Faisal, hijo del jeque, y Auda, el ​Robin Hood b​ eduino.

Lawrence comprendió que había sonado la hora de realizar el gran proyecto, pero

que era inútil intentar enrolar a los árabes en formaciones regulares, porque los turcos

acabarían con ellas en seguida, y en conexión con el general Allenby, cuya confianza había

sabido ganar, coordino con el avance de las tropas inglesas los movimientos de la guerrilla

árabe. Dejo a los turcos conservar el control de La Meca y condujo a los árabes a
operaciones, en apariencia más modestas, pero más importantes desde el punto de vista

estratégico, como fueron la toma de Wedj y la de Akaba. Y en 1918 llego por fin la

apoteosis: la entrada de los anglo-árabes en Damasco.18

En Asia, los ingleses habían intentado atacar Constantinopla y levantar a los árabes.

Los alemanes y los turcos, por su parte, acometieron la empresa de levantar a la India, al

Asia central y a todo el mundo musulmán; tenían la intención de dominar el Irán y luego,

partiendo de Persia, pasar a Afganistán, desde donde podrían atacar a la vez hacia el Norte

y hacia el Sur. En el Norte ayudarían a la resurrección del panturanismo, desgarrando por el

flanco el imperio de los zares.se desconoce el papel exacto que representaron en el

levantamiento de los nómadas del Turquestán de 1916; la insurrección tenía por causa

inmediata la negativa de los musulmanes a enrolarse en los ejércitos zaristas y por objetivo

la recuperación de las tierras arrebatadas por las autoridades cuando se construyeron los

ferrocarriles, pero se trataba también de una guerra santa ​(gazovot), c​ uyo fin era la

desintegración del Imperio ruso. Mientras tanto, los germano-turcos

apoyaban en el Cáucaso la causa de los nacionalistas georgianos en el exilio, esperando

lograr la creación de una Federación del Cáucaso compuesta de un reino de Georgia y un

Estado armenio-azerí. Por el Sur, turcos y alemanes contaban igualmente con sublevar a las

poblaciones en nombre del Islam y poner así fin al dominio de los ingleses en la India.

«El verdadero objetivo de Alemania en 1916 – escribe W. Churcill- fueron el mar

Negro y el mar Caspio». Juicio excesivo, pero que da la medida de la situación. La idea de

llegar a la India era tan antigua como ilusionaría en la mente alemana, pero el fracaso de

18
​Ferro​, Marc. p 188
Gallipoli le prestó nuevo interés. Y en 1914 el cañonero alemán ​Ecbatane había intentado

apoderarse de Abadán y sus refinerías y se habían hecho otras tentativas alrededor de

Kuwait, pues a falta de la India los petróleos del golfo Pérsico ejercían una gran fascinación

sobre los alemanes. «Los ingleses consideraban esta región como coto reservado –escribía

el coronel Sykes- pero era seguro encontrar sobre el menor pedrusco, sobre la mota de

barro más pequeña, un agente alemán.»

El Gobierno ruso juzgaba, sobre todo, que la política inglesa en el Mediterráneo era

un golpe bajo contra Rusia. Ya en 1915 los británicos habían organizado la operación de

los Dardanelos sin consultarles. La instalación de un ejército en Salónica, la carta forzada a

Grecia, los acuerdos Sykes-Picot, constituían nuevos y graves agravios; resultaba claro que,

una vez más, Gran Bretaña conducía su política en relación con Turquía sin tener en cuenta

los intereses de Rusia, con el fin de marginar a los rusos de Constantinopla y de los

Estrechos.19

Por su parte, los ingleses tenían la intención de apropiarse el antiguo Imperio

alemán «cuya reconquista sería irreversible». Tenían también ambiciones en el Imperio

turco, rico en recursos petrolíferos, sobre los cuales habían puesto los suyos sobre Siria y

dieron comienzo a unas negociaciones secretas a las que Rusia fue asociada e Italia

marginada. Estos acuerdo Sykes-Picot delimitaban las zonas respectivas que se reservaban

las tres potencias en relación con la posible creación de un estatuto especial; los sionistas

esperaban establecer allí el hogar de la colonización judía. Tanto en los Estados como en

Gran Bretaña, los sionistas actuaron en ese sentido, obteniendo del Gobierno inglés una

19
​Ferro​, Marc. p 241
promesa que se hizo pública a finales de 1917 (Nota Balfour). Al norte del Imperio turco,

las provincias de Erzerún, Trebisonda y Ardayan pasarían a la soberanía y autoridad del

Zar. 20

El fin del Imperio y la proclamación de la República.

El desastre de Gallipoli a principios de 1915, en el cual como buena potencia colonial, los

ingleses (aunque sufrieron grandes y lamentables bajas, gracias a la terquedad del primer

lord del almirantazgo, Winston Churchill) hicieron que las tropas de sus colonias

literalmente se sacrificaran en una misión imposible por tomar las inexpugnables

posiciones otomanas en la escarpada posición de Gallipoli. Canadienses, australianos y

neozelandeses fueron aniquilados sin contemplación y durante largos 9 meses frente a las

costas de la península, una victoria que no sólo fue contra la marina más fuerte del mundo

en ese momento sino que al ser Gallipoli el primer punto en Europa desde donde se

extendieron las campañas de los descendientes de la dinastía osmanlí.

La otra gran derrota infringida a los ​tommies, ​y de la que se habló un poco más

arriba​, durante la Primera Guerra Mundial es menos conocida pero quizá más humillante.

Las fuerzas imperiales enviadas desde la India y el mar Rojo para tomar posesión de

Mesopotamia, pero el desierto y la recobrada bravura del ejército otomano le causaron

25.000 bajas al ejército inglés y la rendición de Kut-al-Amara el 29 de abril de 1916 de una

guarnición de 10.000 soldados indios y británicos con toda la oficialidad y el mayor general

Charles Townsend a la cabeza.21 Aun así, los eventos más presentes de la desintegración del

20
​ erro​, Marc. p 247 Veiga, Francisco p. 428
F
21
​Veiga​, op.cit. P. 405
Imperio Otomano después de la derrota de la Entente en la Gran Guerra están relacionados

con la pérdida de los territorios propiamente árabes en Asia de la Sublime Puerta; Palestina,

Siria, Irak y parte de la Península Arábiga pasaron a estar bajo la protección británica, los

pueblos árabes al ver la caída libre del gobierno del sultán se rebelaron con el apoyo

británico y bajo la égida de un romántico personaje: T. E. Lawrence, quien pasó a la

posteridad por su sobrenombre de Lawrence de Arabia y por su colosal obra “​Los siete

pilares de la sabiduría”,​ quizá esta “rebelión” árabe fue absurdamente inflada por los

medios británicos y por la historiografía posterior cuando en realidad los árabes pelearon

hombro a hombro con los turcos tanto en Gallipoli como en Kut-al-Amara y fue más bien el

interés netamente económico (los beduinos llamaban a Lawrence de Arabia “el Hombre de

Oro”) y el visto bueno que el gobierno británico había dado para la creación de un estado

judío a los sionistas europeos en Palestina, lo que permitió establecer un Protectorado

británico en esta zona.22

Además, en Azerbaiyán, específicamente en Bakú, recién tomada por los otomanos,

alemanes y rusos acordaron secretamente sus intereses y límites para expulsar a las tropas

otomanas y azeríes del país y mantener la zona de influencia rusa por una parte, y el

suministro de hidrocarburos a Alemania, por la otra. Se dio una situación por demás

grotesca, cuando Alemania quiso unirse al reparto del desmoronado imperio otomano. Los

bolcheviques , con ayuda diplomática y militar, de Inglaterra y Alemania respectivamente,

resistían la presión de las divisiones otomanas en Bakú,m a quienes la noticia del pacto

secreto entre Berlín y Moscú por el reparto de esta parte de Asia Central los llenó de

22
​Veiga​, op.cit. P. 418-419
consternación y estupor. Pero ya eran los últimos cartuchos de la guerra los que se

disparaban, si la situación hubiera continuado de esa manera, las tropas otomanas y

alemanas muy seguramente hubieran llegado al punto del combate directo.23

La Sublime Puerta claramente se derrumbaba y la situación se hacía insostenible,

después de la pérdida de las provincias árabes el fundamento religioso del sultán como

califa al tener el control sobre las ciudades santas de La Meca y Medina dejaba aún más

desprotegido al imperio. Tanto así que después de la Primera Guerra Mundial los griegos

invadieron Anatolia24, llegando a las puertas de Estambul siendo sólo repelidos por la

heroica resistencia liderada por el que sería el padre de la moderna república de Turquía,

Mustafá Kemal, ​Atatürk (padre de los turcos), figura preponderante en la historia de este

país, heredero político e ideológico de los Jóvenes Turcos y quizá uno de los líderes

históricos que más han permeado la sociedad, la historia y la mentalidad de una nación.

Al caer el telón para la guerra, no cayó inmediatamente para el Imperio Otomano

como entidad política, en los dominios de la Sublime Puerta, no hubo revueltas ni

establecimiento de republicas al instante de la derrota de las potencias centrales. Incluso

sentando un precedente histórico al iniciar juicios por crímenes de guerra, así como la

detención de los responsables de la misma derrota, hecho que no ocurrió en ninguna otra

potencia derrotada.25

Conclusiones.

23
​Veiga​, p. 430
24
​Anderson. ​Op. Cit. P. 353 ss.
25
​Veiga​, p.438
Aunque Esta campaña causó enormes e irreparables daños al imperio otomano, a su

ejército y a sus recursos, fue sin lugar a dudas una catástrofe para los ejércitos aliados,

quienes perdieron en esa pequeña península a la mitad del medio millón de hombres que

enviaron a morir en un esfuerzo inútil a Gallipoli. Esta campaña destruyó muchas

reputaciones, la de Lord Kitchener cuyos laureles en las guerras coloniales se marchitaron

en Gallipoli; la del jefe de la Fuerza Expedicionaria Mediterránea, sir Ian Hamilton, quien

nunca volvió a tener un mando en campaña y la del joven lord del Almirantazgo, Winston

Churchill.

Por el lado turco, Enver Pasha el polémico líder del gobierno luego de fracasar en la

ofensiva del Cáucaso, tener un comportamiento timorato en Gallipoli y ser uno de los

responsables del genocidio armenio se exilió y al parecer murió en acción en el Turquestán,

pero quien resultó ser la personalidad más descollante de esta campaña fue un joven militar

líder de la defensa turca llamado Mustafá Kemal quien ocho años después de la invasión a

los Dardanelos se convertiría en Ataturk, el “padre de los turcos” convirtiéndose en el

principal gestor de la Turquía moderna.

Si la campaña de Gallipoli es fundamental para la experiencia nacional turca para

Australia y Nueva Zelandia lo fue mucho más, las tropas de la ANZAC (Australian and

New Zealand Army Corps) y su valiente reputación, forjada con pundonor en el hostil

ambiente de la península forjaron un sentimiento de identidad nacional que perdura hasta

el día de hoy. El 25 de abril día en el que se conmemoran los desembarcos de las tropas de

la ANZAC en Gallipoli y es el día festivo celebrado con más orgullo en Australia y Nueva

Zelanda. Pero aparte de estos sentimientos nacionales esta campaña debe ser vista como
una ambiciosa estrategia horrible y mezquinamente dirigida y que muy a pesar de la

valentía de quienes pelearon no pasó de ser un gasto inútil de recursos y tiempo.26 En

Gallipoli, la última cita con su historia, donde tuvo lugar la primera y última victoria del

imperio otomano en Europa, se conjuga la muerte de una entidad que sufría una penosa

enfermedad, y el buitrero reparto de sus dominios por parte de aliados y enemigos.

Las conspiraciones y el reparto del imperio otomano por parte de las grandes

potencias han generado úlceras sangrantes, aún un siglo después de los hechos27: La

declaración Balfour, piedra angular del sionismo y de las aspiraciones modernas a un

retorno del pueblo judío a su “tierra prometida” han generado un constante conflicto con los

habitantes palestinos que a pesar de los esfuerzos internacionales (irónicamente, de países

causantes del problema) a la fecha no se han podido solucionar; los protectorados franceses

e ingleses en el Mashreq, y en la península arábiga, además de la toma de territorios por

parte de Rusia en Asia Central que incluso antes de la entrada del Imperio Otomano en la

Guerra, ya estaban repartidos y divididos con cuadrícula, como hasta el día de hoy

permanecen, inventando fronteras que sus moradores no reconocen y no pueden adaptarse a

ellas, como en el caso del Kurdistán; Además de todo esto, el catalizador de los recursos

petroquímicos que estaban en suelo otomano, impulsó la intervención y la codicia europea

sobre estos territorios, es por estas y otras muchas razones que la participación del Imperio

Otomano en la Primera Guerra Mundial, y su posterior debacle y descomposición, es el

génesis del Medio Oriente Contemporáneo.

26
​Haythornthwaite​, Philip p. 90, o el completo texto de ​Macleod​, Jenny (ed.) ​Gallipoli. Making History.
Nueva York. Frank Cass. 2004. 205 págs.
27
​Veiga​, Francisco p. 423
El desmembramiento del imperio Otomano, la falta de unidad política en medio

oriente y las posteriores crisis y revueltas en la región del Levante, originaron una

migración importante de población de estas zonas a América, especialmente a Colombia, en

donde inmigrantes palestinos, turcos, sirios y libaneses entrar por el muelle de Puerto

Colombia y se asentaron esencialmente en la región Caribe colombiana, siendo una de las

minorías étnicas y culturales más significativas del país. Esta es la conexión entre Gallípoli,

Kut-el Amarna y América Latina y Colombia, tema recurrente en la etnografía y la historia

regional del país.28

BIBLIOGRAFÍA

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28
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