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GIULIANO PROCACCI

HISTORIA GENERAL
DEL SIGLO XX

CRÍTICA
BARCELONA
1

La primera guerra mundial

I.I. SOBRE EL PROBLEMA DE LOS ORÍGENES

De sobra es conocido que el estallido de la primera guerra mundial marcó el


final de un largo ciclo histórico, el transcurrido entre el Congreso de Viena
y el atentado de Sarajevo. Exactamente un siglo, a lo largo del cual la que
Karl Polanyi llamó la «paz de los cien años» había quedado asegurada por
un sistema que tenía su centro en Europa y su periferia en las zonas de in­
fluencia y en las colonias de las distintas potencias europeas y que funciona­
ba según las reglas que él mismo se había fijado. En el plano político la re­
gla era la del equilibrio entre las grandes potencias, del cual era guardiana y
garante Inglaterra; en el plano económico, el principio de la autorregulación
del mercado, del cual era expresión y garantía la convertibilidad de las mo­
nedas sobre la base del patrón oro; en el plano intelectual, el de la unidad de
la comunidad científica y de la libre circulación de las ideas y de los descu­
brimientos. En Europa se viajaba sin pasaporte y se realizaban los pagos en
metálico. El papel moneda no se hará corriente hasta la guerra. Todo ello no
iba a sobrevivir al conflicto que estalló en Sarajevo y no hay duda, por lo
tanto, de que el año de 1914 marca un punto de inflexión no sólo en la his­
toria de Europa, sino del mundo contemporáneo, y representa un aconteci­
miento después del cual nada fue igual a lo que existía anteriormente. Son
éstas las razones por las que he considerado que era preciso omitir la na­
rración de los primeros quince años del siglo para comenzar con la primera
guerra mundial.
Pero quiero aclarar que la decisión de iniciar mi exposición con aquel fa­
tídico julio de 1914 no implica en absoluto que yo comparta la opinión, re­
cientemente expresada, de que dicha guerra habría sido «desencadenada por
un accidente» y que, por consiguiente, represente «uno de los eventos más
1-Iistoria general del siglo XY De la primera guerra mundial a la gran depresión n
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enigmáticos de la historia moderna» (Furet, 1995). Tampoco deseo apro­ tríaca en los Balcanes; otros, en la que enfrentó a las grandes potencias co­
piarme de la afortunada fórmula del «siglo breve». Más bien, quiero expre­ loniales en el reparto del mundo en zonas de infu l encia; otros, en los factores
sar mi convicción de que un análisis de los orígenes de la primera guerra internos que animaron a algunos gobiernos a considerar una guerra rápida y
mundial no puede limitarse a los primeros catorce años del siglo XX, que no victoriosa como la única alternativa posible frente a una crisis interior inmi­
representan más que los últimos coletazos del siglo XIX, o a una bel/e époque nente -es éste el caso particular de Austria-Hungría-; otros, finalmente, in­
que probablemente fue tal únicamente en el recuerdo, en la añoranza o en el sisten en todas esas causas juritas.
remordimiento de quienes la vivieron, sino que debe remontarse más atrás en Por lo demás, hay un amplio acuerdo en reducir al denominador común
el tiempo y ser más profundo. Debemos, pues, hacer mención de sus prece­ del término «imperialismo» el conjunto de contradicciones y de contrastes que
dentes y de sus raíces. Me limitaré a algunas consideraciones sumarias. minaban la estabilidad de Europa y del mundo prebélico. «La era del im­
La fórmula de la paz de los cien años también tiene su revés de la mo­ perialismo» es un título repetido en varias obras de síntesis sobre los últimos
neda. De hecho, si se amplía el punto de mira más allá de los confines eu­ decenios del siglo XIX y principios del XX. Se trata, sin embargo, de un térmi­
ropeos, el cuadro se hace menos tranquilizador. La guerra civil americana se no y de un concepto controvertidos y que admiten distintas interpretacio­
saldó con seiscientos mil muertos, la revolución mexicana, con dos millones nes. Para Hobson, quien fue el primero en intentar un análisis del fenóme­
(Wolf, 1969, p. 66), y la guerra que, a mediados del siglo XIX, enfrentó a Ar­ no, el imperialismo correspondía a una forma degenerativa del capitalismo
gentina, Brasil y Uruguay, aliados y apoyados por Inglaterra, con Paraguay de la libre competencia y, como tal, podía ser frenado y eliminado; en cam­
costó a este último la pérdida de las cuatro quintas partes de su población bio, para Lenin, quien le dedicó uno de sus escritos más famosos, redactado
masculina, un auténtico genocidio. Y no hay estadística que pueda medir los durante la primera guerra mundial, el imperialismo representaba una fase, la
abismos de atraso y de ignorancia, el número de violencias, de saqueos, de «suprema», del desarrollo capitalista, un fenómeno consustancial e inheren­
incestos, de infanticidios, que eran práctica habitual en esos «campos del Se­ te a la naturaleza misma del capitalismo: como tal, sólo podía ser suprimido
ñor>> donde vivía, hasta tiempos recientes, el ochenta por ciento de la hu­ mediante la superación de este último. Un corolario de semejante interpre­
manidad. Incluso la civilizada Europa tuvo sus manchas: los «horrores búl­ tación era que cualquier discusión sobre la responsabilidad de cada una de
garos», el racismo, tal y como se manifestó, por ejemplo, en la campaña las potencias en el estallido del conflicto, cualquier Schuldfrage, era ociosa,
que, a principios de siglo, fue promovida a raíz de la rebelión de los boxers en tanto que todas eran igualmente responsables. Para Schumpeter, por
contra el «peligro amarillo», y a la que se sumó también el mismo empera­ fin, quien escribió sobre el tema en 1919, el imperialismo no era un fenó­
dor Guillermo II. Por no hablar del antisemitismo, que siempre ha existido meno nuevo, sino, al contrario, un «atavismo» que ahondaba sus raíces en un
en las entrañas de la vieja Europa, pero que se hizo más virulento durante la pasado feudal y militarista, cuando no en la naturaleza humana y en sus
gran crisis agraria: en los años de Johann Strauss hijo y de la Secesión fue al­ freudianas «pulsiones». Por consiguiente, los imperios centrales y su milita­
calde de Viena Karl Lüger, el fundador del Partido Cristiano Social, quien rismo aparecían como los principales responsables de la guerra. A cada teoría
no sólo en sus manifestaciones propagandísticas, sino también en su que­ del imperialismo correspondía, pues, un distinto diagnóstico de los orígenes
hacer como administrador, tuvo un talante claramente discriminatorio para y las causas de la guerra, y una distinta terapia para asegurar la paz. De cual­
con la comunidad judía. Pocos años después se celebraba en Francia el pro­ quier forma que se le definiera, el imperialismo seguía siendo un enredo de
ceso Dreyfus. En otros lugares se tomaban medidas más expeditivas: en cier­ contradicciones sin solucionar.
tos países de Europa oriental los pogromos eran episodios frecuentes. Pero no se puede decir que la conciencia de tales contradicciones haya
Aquí se podría matizar que la intolerancia y la violencia siempre han calado profundamente en la opinión pública y menos aún que perturbara en
existido, pero también es cierto que éstas no siempre han contribuido a ali­ exceso los sueños de la que iba a pasar a la historia como la «generación de
mentar un incendio tan extenso como el que prendió en Europa y en el 1914». Era convicción extendida que, en un mundo económicamente inte­
mundo entre 1914 y 1918. Intentemos, pues, acercarnos más al problema grado como era el del siglo XX, la guerra era un instrumento ya anacrónico
específico de los orígenes de la primera guerra mundial. Sobre este argu­ y obsoleto, y que un eventual confil cto entre pueblos civilizados hubiera re­
mento se han escrito miles de páginas y se han propuesto distintas interpre­ presentado un daño no sólo para los vencidos, sino también para los vence­
taciones. Hay quien ha llamado la atención sobre la carrera de rearme y sus dores, para la común y mutua prosperidad de ambos. Hubiera sido -como
automatismos, y en especial sobre el rearme naval en el que se vieron en­ rezaba el título de un afortunado libro del periodista americano Norman
vueltas Alemania e Inglaterra; otros han insistido en la rivalidad ruso-aus- Angel- una «gran ilusión». Todo lo más se podía y se debía recurrir al uso
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De la priniera guerra mundial a la gran depresión l]


12 Historia general del siglo XX

�e la fuerza y de las armas para llevar la civilización al mundo no civilizado. Existían, desde luego, corrientes de opinión que habían convertido la
Esta era, por ejemplo, la opinión del presidente americano Theodore Roose­ lucha contra la guerra en una de las razones de su vida. En 1907, los parti­
velt, aunque ello no obstó para que se le otorgase uno de los primeros pre­ dos que formaban parte de la Internacional Socialista, reunidos en congre­
mios Nobel de la Paz. so en Stuttgart, habían votado una resolución, presentada por Lenin y Rosa
Por lo tanto, es comprensible que, cuando en julio de 1914, a raíz del Luxemburg, en la que se comprometían a reaccionar con el llamamiento a
atentado de Sarajevo y del ultimátum austríaco a Serbia, los acontecimien­ la huelga general en el caso de que, á pesar de todo, la guerra estallase. Sin
tos se precipitaron y quedó claro que el conflicto era ya inevitable, a la opi­ embargo, la convicción dominante entre los socialistas europeos era que
nión pública se la cogió por sorpresa, desprevenida. No se puede decir, sin nunca se llegaría a tales extremos, y todavía pocos días antes del inicio de la
�mbargo, que por ello resultara traumatizada. Porque era convicción genera­ conflagración, ellos se disponían a reunirse en V iena la última semana de
lizada que la guerra sería breve, como lo habían sido las libradas en territo­ agosto, para un congreso que tuvo que ser anulado a causa del atentado
rio europeo a lo largo del siglo XIX: una Blitzkrieg. Los militares estaban de Sarajevo. Cada partido socialista se vio, así, en la necesidad de tomar po­
convencidos de ello: el plan Schlieffen, que preveía la invasión de Bélgica, sición ante un hecho consumado e inesperado. El más fuerte de ellos, la so­

una rápida a quilación de Francia y un sucesivo ataque resolutivo a Rusia, cialdemocracia alemana, votó el día 4 de agosto los créditos de guerra exigi­
se basaba precisamente en este concepto. Estaban convencidos de ello los go­ dos por el gobierno, y lo mismo hicieron los socialistas austríacos. Esto
biernos, los exponentes políticos con pocas excepciones, entre ellas la del ita­ proporcionó a los socialistas franceses la justificación o el pretexto para po­
li:no Giolitti, para quien la guerra no duraría tres meses, pero tampoco tres sicionarse del lado de su gobierno, a pesar de que acababan de librar una vi­
anos. As1m1smo, estaba convencida de ello una parte no desdeñable de la gorosa lucha contra la prolongación a tres años del servicio militar y que en
opinión pública: la que recibió el anuncio de la guerra como el final de una las elecciones de 1914 habían cosechado un importante éxito. La decisión se
cotid\anidad aburrida y gris y como una revancha de sus propias frustracio­ tomó pocos días después del asesinato de su líder más prestigioso, Jean
nes. Ese era quizá el estado de ánimo de las multitudes que en las calles de Jaures, a manos de un fanático chovinista. En agosto de 1914, dos represen­
París y Berlín despedían a los soldados que iban al frente con manifestacio­ tantes socialistas -Marce! Sembat y Jules Guesde- entraron a formar parte
nes de entusiasmo patriótico; o el de los dos millones y medio de jóvenes de un gabinete conocido con el nombre de Union Sacrée. En Inglaterra, el
que en Inglaterra -un país donde el servicio militar obligatorio se introdujo Partido Laborista también acordó, en mayo de 1915, que uno de sus más des­
sólo durante la guerra- corrieron a alistarse como voluntarios, como si de tacados líderes entrara en el gobierno de coalición presidido por lord Asquith
una competición deportiva se tratara. También en Italia -a pesar de que en­ y seguidamente, en diciembre de 1916, en el presidido por Lloyd George.
tr� en guerra cuando el conflicto estaba ya estabilizado y la ilusión de la Blitz­ Entre los demás partidos socialistas, los únicos que se pronunciaron contra
krieg se había esfumado- se repitieron, en el «mayo luminoso» de 1915, las la guerra fueron el puñado de bolcheviques rusos y los serbios. En cuanto al
mrnmas escenas de entusiasmo que diez meses antes se habían visto en Pa­ Partido Socialista Italiano, adoptó una fórmula no exenta de ambigüedades:
rís y en Berlín. La exaltación patriótica del momento arrastró también a in­ ni adherirse ni sabotear. El compromiso de Stuttgart, pues, reafirmado en el
telectuales de gran prestigio. El primer nombre que viene a la memoria es el congreso de Basilea de 1912, no fue respetado. No por ello es admisible ha­
de Thomas Mann, quien en sus Consideraciones de un apolftico interpretó la blar de «fracaso» y menos aún de «traición» por parte de la Segunda Interna­
guerra e n curso com? �? conflicto entre la solidez de la Kultur alemana y cional: además del factor sorpresa y de la falta de preparación, es necesario
_ _ tener en cuenta el hecho de que en los sectores de la opinión pública y en las
la volubilidad de la czvzlisation francesa. Incluso el joven Antonio Gramsci,
por entonces estudiante y militante socialista en Turín' se decantó a favor de clases sociales que constituían la base de la fuerza electoral de los partidos
la intervención. Entre los convertidos al patriotismo se contaron también socialistas -especialmente los trabajadores organizados en sindicatos- el re­
algunos premios Nobel de la Paz, como el italiano Ernesto Teodoro Mone­ flejo patriótico prevaleció sobre el internacionalista, mientras, por contra, di­
ta y el francés Paul Estournelles de Constant. Los demás, los que -como Fi­ chos partidos estaban escasamente presentes y arraigados en el mundo cam­
_ pesino, que sería la reserva de donde los ejércitos, especialmente el ruso y el
lippo Tom°".a�o Marinetti- consideraban la guerra como la «higiene del
mundo», rec1b1eron su estallido con entusiasmo, como una liberación, y al­ italiano, iban a obtener la gran mayoría de sus reclutas. En cambio, aquellos
gunos de ellos se apresuraron a alistarse. Por contra, los casos de abierta dis­ partidos, como los de tendencia católica, que estaban más arraigados en el
crepancia, como el de Romain Rolland en Francia o de Bernard Shaw en mundo rural adoptaron una posición de espera o de apoyo. El Zentrum ale­
Inglaterra, quedaron como episodios aislados. mán se adhirió a la tregua reclamada por el gobierno (Bürgerfriede) y en Ita-
Historia general del siglo XX
De la primera guerra rnundial a la gran depresión
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lia el dirigente católico Filippo Meda entró a formar parte del gobierno Bo­
mientras que, en octubre de 1917, los austríacos consiguieron romper las lí­
selli, en 1916. El clero católico, por su parte, quedó profundamente dividido,
neas italianas en Caporetto, llegando hasta el río Piave . Pero hubo también
pero en su conjunto mantuvo una postura discreta, a la espera de una señal
ofensivas fallidas, como las reiteradas tentativas alemanas de eliminar la pla­
de los superiores. Esta señal se produjo en agosto de 1917, cuando el nuevo
za fuerte de Verdún, o la inglesa de adueñarse de los Estrechos, reprimida
papa, Benedicto XV, dirigió a los jefes de las potencias beligerantes una car­
en Galípolis en 1915. Pero ninguno de.esos éxitos o de esos fracasos tuvo
ta, levantando su voz para condenar la «inútil masacre» que se estaba consu­
consecuencias decisivas en el terreno militar y su único resultado fue el de
mando. Pero ya era demasiado tarde.
aumentar desmesuradamente el número de bajas. Sólo frente a Verdún en­
contraron la muerte un millón de seres humanos en los dos bandos, mien­
tras que en Galípolis perdió la vida el cuerpo de expedición australiano casi
I.2. DE LA GUERRA RELÁM PAGO
en su totalidad.
A LA GUERRA TOTAL
Más pasaba el tiempo y más se hacía evidente que un� solución militar
.
del conflicto, en el campo de batalla, según las reglas del viejo Von Clause­
El atentado de Sarajevo, donde encontraron la muerte el heredero al trono
witz, era improbable y que, por el contrario, el factor decisivo iba a ser la �a­
austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa Sofía, tuvo
pacidad de resistencia y de aguante del que fue calificad.o como el «frente m
lugar el 28 de junio de 1914. El 23 de julio, con el consentimiento de Ale­ �
terior». La guerra de 1914-1918 fue, de hecho, la pnmera que mvolucro
mania y del Káiser, Austria lanzó a Serbia un ultimátum y, a pesar de haber
a fondo a la población civil, y en este sentido se trató de una guerra «total».
aceptado ésta buena parte de sus peticiones, el 28 de julio le declaró la guerra.
En todos los países beligerantes se introdujo el racionamiento, más o menos
El 30 de julio, Rusia, tradicional protectora de Serbia, ordenaba la movili­
severo, de los productos alimenticios y del carbón; en todos los países se
zación general, y al día siguiente lo hicieron Alemania y Austria-Hungría.
adoptaron medidas de movilización industrial que conllevaban cierto mvel
El 1 de agosto Rusia declaraba la guerra a los imperios centrales y el 3 de , .
de militarización de la mano de obra; en todos los paises las libertades de
!: agosto Alemania declaraba a su vez la guerra a Francia y daba comienzo a
prensa, de asociación y de huelga se vieron sometidas a un régimen de ocu­
l. las hostilidades invadiendo Bélgica y violando su neutralidad, contemplada
en el plan Schlieffen. Finalmente, el 4 de agosto, también Inglaterra -cuya
.
pación por parte de los ejércitos extranjeros y las poblac10nes de algunas

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ciudades europeas experimentaron los primeros bombardeos aéreos.
diplomacia había tratado hasta el final de alejar el conflicto- entraba en
En los imperios centrales, que de entre los países beligerantes eran los
guerra al lado de Francia y Rusia. Se iniciaba así la primera guerra mundial. .
menos autosuficientes y los que más dependían de las 1mportac10nes, el
Como vamos a comprobar -y como, por otra parte, es sabido- la guerra
frente interior era más vulnerable, ya que sufría el bloqueo de los abasteC1-
real resultó muy distinta de la guerra imaginada o imaginaria. El espejismo
mientos marítimos efectuado por la armada inglesa. El intento de la poten­
de una guerra breve no duró mucho. En un primer momento, cuando las di­
te armada alemana -construida con tanto derroche y tanto orgullo por la
visiones alemanas, después de llevar a cabo la ocupación de Bélgica, pene­
Alemania guillermina- de romper el bloqueo, enfrentándose a fa Royal
traron en profundidad en territorio francés, pareció que las previsiones de
Navy en la batalla de Jutlandia (mayo de 1916), acabó en un sustanc1al fra­
una B!itzkrieg eran confirmadas por los hechos. Pero cuando, en septiembre .
caso: ambas armadas sufrieron pérdidas relevantes, pero a partir de enton­
de 1914, la ofensiva alemana hacia París fue detenida a orillas del río Mar­
ces la armada alemana ya no se atrevió a salir a mar abierto. Así, durante el
ne y, casi al mismo tiempo, la de los rusos hacia Prusia fue bloqueada en
invierno de 1916-1917, Alemania se vio obligada a introducir un raciona­
Tannenberg y junto a los lagos de Masuria por las tropas al mando del ge­
miento extremadamente severo, de mil trescientas calorías diarias por tra­
neral Von Hindenburg, empezó a propagarse la idea de que la guerra iba a
bajador. Una situación análoga se daba en Austria-Hungría. Es comprensi­
durar mucho tiempo. Con el paso de los meses se hacía cada vez más evi­
ble, pues, que fueran estos países los que realizaran los p�1�e;os tanteos para
dente que la que había empezado como guerra de movimiento iba convir­
una paz negociada. Esto aconteció durante 1916, por m1c1at1va del canciller
tiéndose en una guerra de posición, en una agotadora guerra de trinchera,
alemán Von Bethmann Hollweg y del nuevo emperador austríaco Carlos,
en una matanza sin precedentes. Es cierto que, a lo largo de los cuatro años
sucesor de Francisco José. Pero se trataba de iniciativas tibias y aun instru­
que duraría la guerra, hubo, por una parte y por otra, nuevas ofensivas y nue­
mentales, que no prosperaron en absoluto. La guerra seguía y, además, se ex­
vos éxitos parciales. Así, los rusos lograron, en un primer momento, pe­
tendía. En mayo de 1915 Italia, como se ha visto, había entrado en guerra
netrar en Galitzia, pero a finales de 1916 se vieron obligados a retirarse,
al lado de los aliados, después de suscribir un tratado secreto -el pacto de
Historia general del siglo XX De la primera guerra mundial a la gran depresión

Londres- que, además deTrento yTrieste, le garantizaba ventajas territo­ dad de Turín fue escenario de una rebelión. Se trató de episodios aislados,
riales en los Balcanes y en Anatolia, mientras Bulgaria hacía lo mismo en el lo que no evitó que el general Cadorna -comandante general del frente y
frente opuesto. En 1916 le tocaba a Rumania ir a engrosar las fil a s de los hombre de miras estrechas y de talante conservador- achacase la derrota de
aliados, y en 1917 se sumaba Grecia. Nuevos escenarios de lucha se aña­ Caporetto a una «huelga militar», que, en su opinión, habría sido fomenta­
dían, así, a los iniciales: los Balcanes, Oriente Medio -donde los ingleses da por los rojos y los clericales. Por doquier se intensificaron las huelgas, a
apoyaban la rebelión de las poblaciones árabes contra el Imperio turco-, Ex­ pesar de las limitaciones y de las medidas de represión del período de gue­
tremo Oriente -donde Japón, que había entrado en guerra junto a los alia­ rra. La respuesta de los poderes constituidos ante estas manifestaciones fue
dos ya desde 1914, expulsaba a los alemanes de los archipiélagos que éstos muy severa: en el frente interior se produjeron detenciones entre los que ha­
poseían en el Pacífico-, y finalmente, sobre todo, el océano Atlántico, a cau­ bían participado en las iniciativas pacifistas o que resultaban inscritos en al­
sa de la decisión alemana de desencadenar la guerra submarina contra cual­ guna lista negra (la más famosa es el Carnet B francés), mientras que en la
quier nave, cualquiera que fuese su nacionalidad, con rumbo a Inglaterra o línea de fuego no se dudó en ordenar que se diezmara la tropa.
a Francia, como respuesta al bloqueo en su contra. El hundimiento del pi­ La situación se acercaba al punto de ruptura. Pero ¿cuál sería el eslabón
róscafo estadounidense Lusitania sucedió en mayo de 1915. A consecuencia más débil de la cadena, el que cedería primero? La respuesta a esta pregun­
de este episodio, el estado mayor alemán, preocupado por una posible inter­ ta llegó la última semana de febrero, cuando la guarnición de Petrogrado
vención en la guerra por parte de Estados Unidos, ordenó la suspensión confraternizó con los obreros que desde hacía días estaban en huelga y ocu­
temporal de los ataques a buques de países neutrales; pero, en febrero de paban las plazas reclamando pan y el fin de la autocracia. Se trató de una su­
1917, la guerra submarina fue reanndada a mayor escala y en marzo el mi­ blevación totalmente espontánea, que ningún partido había promovido o
nistro de Exteriores alemán pidió a México que entrara en guerra contra Es­ dirigido, pero su fuerza y su impacto fueron de tal magnitud que el zar se vio
tados Unidos, prometiendo, una vez alcanzada la victoria, la devolución obligado a dimitir en favor de su hermano, el gran duque Miguel, quien por
de los territorios mexicanos incorporados a Estados Unidos a lo largo del su parte, se negó a subir al trono. No tuvo que pasar mucho tiempo para que
siglo XIX. Su telegrama fue descifrado por los servicios secretos ingleses, que quedara claro que el gobierno provisional -que se puso en marcha tras la re­
se apresuraron a informar al gobierno de Washington. De este modo, la volución de febrero, bajo la presidencia del príncipe Uvov, hombre de arrai­
que había empezado como una guerra europea, se convertía en una guerra gadas convicciones demócratas y filoccidentales, y cuyos miembros eran en
mundial, la primera guerra mundial de la historia. A través de ésta millo­ su mayoría representantes del partido de los constitucionales democráticos
nes de hombres y mujeres se percataron de que vivían ya en un mundo in­ (los cadetes)- no era capaz más que de gestos que -dada la situación de dis­
terdependiente. gregación en que se encontraba el país- tenían un valor poco más que sim­
La guerra, pues, no sólo continuaba, sino que parecía haberse converti­ bólico, como la introducción de la jornada de ocho horas y una serie de me­
do en una macabra rutina. Los automatismos que tanto habían contribuido didas dirigidas a democratizar el sistema político y constitucional. Pero no
a desencadenarla seguían en marcha: las fábricas seguían produciendo ar­ se encontraba el gobierno en condiciones de tomar las medidas y las deci­
mas y municiones, los estados mayores seguían elaborando planes que cada siones que ansiaban los rebeldes de febrero: poner punto y final a la guerra,
vez prometían ser decisivos, la prensa seguía exaltando el heroísmo de los promulgar una reforma agraria y convocar con la mayor rapidez una asam­
combatientes, los soldados seguían muriendo en el frente. blea constituyente. Por contra, aumentaba y se consolidaba el prestigio de
los soviets, organismos que ya habían hecho acto de presencia �urante la re­
volución de 1905, y en especial de los de Petrogrado y Moscú. Estos no sólo
r.3. EL PUNTO DE INFLEXIÓN DE r9r7 tenían una función de crítica y de estímulo, sino que se comportaban con el
gobierno como un auténtico contrapoder, promulgando por iniciativa pro­
Sin embargo, la costumbre y la rutina tenían un límite, que fue alcanzado a pia órdenes y disposiciones. El caso más conocido es el de la orden núme­
lo largo de 1917. En todos los países beligerantes se produjeron manifesta­ ro uno del primero de marw de 1917, mediante la cual el soviet de Petrogrado
ciones de descontento y de protesta; no faltaron episodios de amotinamien­ daba disposiciones para la elección de «órganos de autogestión propios» en
to: en Francia, en mayo de 1917, por parte de dos regimientos acuartelados las unidades militares y retiraba a los oficiales «el derecho a disponer de las
en Soissons; en Alemania, durante el verano, por parte de los marineros de armas a su arbitrio». Cuando, en abril, circuló la noticia de que el ministro
la armada anclada en el puerto de Kiel. En Italia, en agosto de 1917, la ciu- de Exteriores, Miliukov, un intelectual de gran prestigio y autorizado expo-
Historia general del siglo XX De la pri1nera guerra mundial a la gran depresión 19
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nente del partido de los cadetes, había comunicado con una nota a los aliados te de los socialistas, el cargo de presidente del consejo de ministros pasaba a
que Rusia no sólo mantendría sus compromisos, sino que insistía en perse­ Georges Clemenceau, el «Tigre», feroz adversario de cualquier intento de
guir los mismos objetivos por los cuales había entrado en guerra -incluyendo reconciliación o de mediación, y partidario inflexible de continuar la guerra
tanto la conquista de Constantinopla como el control de los Estrechos-, la hasta la victoria.
Pero algunos creían (o tenían la ilusión) que esa paz que los gobiernos
crisis de gobierno pareció inevitable. Pudo ser solucionada, temporalmente,
no cons�g u_ían �co rdar, podría, sin �mbargo, alcanzarse gracias a la presión
sólo con dar entrada en el gobierno a representantes de los partidos men­ . . .
de la opimon p ublica, desde abajo. Esta era la convicción de amplios secto­
chevique y socialista revolucionario.
res de los partidos de la Internacional Socialista. Cuando había estallado la
La gravísima crisis que Rusia estaba atravesando representaba cierta­
guerra, en cada partido de la Internacional se había producido, como hemos
mente un factor de debilidad para el bando aliado, pero lo que las potencias
observado, una escisión entre los que apoyaban el esfuerzo bélico y una mi­
de la Alianza perdían en lo estrictamente militar, se compensaba con las
n�ría �ue se m�ntenía firme en el principio de la oposición a la guerra. Esta
ventajas que adquirían en lo político y en términos de imagen. De hecho,
mmona se habrn reumdo en la neutral Suiza para celebrar una serie de con­
la instauración de un gobierno democrático en Rusia ponía fin a la ano­
ferencias en las que habían participado, entre otros, Lenin, Rosa Luxem­
malía de una alianza entre dos democracias experimentadas y una autocracia
burg, Karl Liebknecht y algunos socialistas italianos, pero sus llamamientos
considerada universalmente como un baluarte de la reacción y del oscuran­
habfan tenido escasa resonancia. A lo largo de 1917, por iniciativa de los so­
tismo y, por consiguiente, otorgaba a la guerra los caracteres de una confron­ .
cialistas de los países neutrales y especialmente de los escandinavos y de los
tación ideológica entre dos visiones del mundo distintas e irreconciliables. Al
presidente norteamericano, el demócrata Wilson, se le ofrecía, así, otro buen holandeses, fue tomando consistencia la idea de convocar para el mes de
agosto, en Estocolmo, una conferencia en la que habrían tenido que partici­
motivo para convencer a una opinión pública reacia a aceptar la interven­
ción al lado de la Alianza y en defensa de la democracia. Como dijo él mis­ par delegac10nes de todos los países. Esta propuesta encontró de inmediato
el apoyo sin reservas de los socialistas rusos y de aquellos socialistas alema­
mo, se trataba de «hacer seguro el mundo para la democracia».
nes que en 1917 se habían separado de la Socialdemocracia para formar un
La entrada en guerra de los Estados Unidos en abril de 1917 no cam­ .
partido socialdemócrata independiente (USPD); además, se mostraron in­
bió, por el momento, los equilibrios militares que se habían establecido en
teresados en ella miembros aislados de los países aliados. En Inglaterra uno
el terreno, ya que el cuerpo de expedición norteamericano sería operativo .
de los mas. autonzados
en Francia sólo en la primavera de 1918; pero el enorme potencial econó­ exponentes laboristas, Arthur Henderson, ministro
mico del que disponía este país aseguraba a los aliados un arsenal y unos re­ del Gabinete de Guerra, fue a Petrogrado, en junio, para ponerse en contac­
cursos decisivos. La guerra había llegado a un punto de inflexión: a partir de to con los socialistas rusos y para conversar con ellos sobre las modalida­
ahora, la cuestión ya no era quién sería el vencedor, sino cuándo y cómo ter­ des de la co�fe�encia que se proyectaba. Pero poco después, en agosto, se vio
.
minaría la guerra. obligado a di�ittr por haber declarado, durante una conferencia especial del
En Austria-Hungría y en la propia Alemania hubo quien se percató de Partido L �bonsta, s� apoyo a la participación de los laboristas ingleses en la
.
ello. En abril-mayo el nuevo emperador austríaco, Carlos, dio a su cuñado, conferencia. Las divts10nes que se dieron entre los varios partidos de la In­
el príncipe de Borbón Parma, el encargo de sondear al presidente francés ternac10nal Socialista y dentro de cada uno de ellos hicieron que finalmente
y a Lloyd George, declarando su disponibilidad para importantes concesio­ la conferencia de Estocolmo tuviese que ser aplazada sine die. A ello contri­
nes, y en julio el Reichstag aprobó una resolución en la que se pedía la paz. buyó también, por lo demás, el desarrollo de los acontecimientos.
En agosto fue el turno de la mencionada nota pontificia y en septiembre Porque, mientras tanto, en Rusia la situación se había deteriorado toda­
el de los gestos aperturistas que el secretario de estado de Asuntos Exte­ vía más. En las dos metrópolis del país, Petrogrado y Moscú, se sufría el
riores alemán, barón Von Kuehlmann, tuvo para con sus interlocutores in­ hambre; en las filas del ejército se acentuaba cada día más el proceso de di­
gleses. Pero tampoco esta vez todos estos intentos llegaron a resultado algu­ solución, lo que permitía a los ejércitos imperiales penetrar cada vez más
no y también esta vez el partido de los intransigentes y de los militares profundamente en territorio ruso, hasta llegar a amenazar Petrogrado. La
logró salirse con la suya. Ya en julio de 1917 el canciller Von Bethmann ofensiva en Galitzia, decidida en junio por el gobierno provisional, y a cuya
Hollweg había sido obligado a dimitir por el hombre fuerte del momento, cabeza se encontraba ahora el socialrevolucionario Kerensky, se saldó con
el general Ludendorff. En el frente opuesto, en Francia, a consecuencia de un desastroso fracaso y unidades enteras del ejército ruso dejaron simple­
la crisis del gobierno Painlevé y del alejamiento de la Union Sacrée por par- mente de luchar. Los soldados que formaban parte de ellas volvieron a sus
20 Historia general del siglo AX De la primera guerra tnundial a la gran depresión 21

aldeas y reclamaban la tierra como compensación por sus sufrimientos y Aunque no pudo evitar la humillación de Brest-Litovsk, el decreto de
sus sacrificios. La economía se encontraba totalmente colapsada y la mone­ paz no careció de efectos. En la nueva situación que se había determinado a
da había perdido prácticamente todo su valor. La situación era, pues, insos­ raíz de la intervención norteamericana y la revolución de octubre, el proble­
tenible. Un gobierno autoritario era para muchos la única alternativa a la di­ ma de la definición de las finalidades de la guerra -es decir, de las solucio­
solución y a la anarquía definitivas. Como se sabe, éste fue el rumbo que nes que se tendrían que adoptar para asegurar una paz duradera, dando ya
tomaron los acontecimientos. por descontada la previsible y deseada victoria aliada- se fue imponiendo
La revolución de 1917 es un acontecimiento que no pertenece sólo a la cada vez más entre amplios sectores de la opinión pública. Una aportación
historia rusa, sino a la de toda la humanidad contemporánea. Así que ten­ especialmente relevante en tal sentido vino del Partido Laborista inglés, que
dremos que volver a hablar con más detenimiento tanto de sus consecuencias en diciembre de 1917 hizo pública una declaración, redactada por Arthur
internas como de su enorme impacto fuera de las fronteras de Rusia. Por Henderson -el hombre de la conferencia de Estocolmo-, Sidney Webb y
ahora, para no perder el hilo del discurso que hemos venido desarrollando Ramsay MacDonald, donde, entre otras cosas, se abogaba por el derecho
hasta aquí, nos limitamos a considerar su influencia en los sucesivos avata­ a la autodeterminación de los pueblos que formaban parte de los imperios
res del conflicto mundial y en las negociaciones de paz. austro-húngaro y turco y por la creación de una Sociedad de las Naciones, a
Una de las primeras iniciativas del gobierno revolucionario presidido la que; entre otros cometidos, tendría que ser confiado el mandato sobre
por Lenin fue la promulgación de un decreto sobre la paz, dirigido «a los toda Africa tropical.
pueblos y a los gobiernos»; alli, el gobierno se declaraba a favor de una paz Sobre este telón de fondo hay que colocar los catorce puntos que el
«Sin indemnizaciones y sin anexiones» y del derecho a la autodetermina­ presidente americano, Wilson, hizo públicos el 8 de.enero de 1918. Este
ción, y se apelaba a los pueblos para que obligaran a sus respectivos gobier­ célebre documento tenía unos cuantos puntos en común con el decreto
nos a terminar con la masacre que se estaba produciendo. Al mismo tiem­ de Lenin sobre la paz, como la condena de la diplomacia secreta y la reivin­
po, y en relación con lo anterior, se hacían públicos los tratados suscritos por dicación del derecho a la autodeterminación; pero en otros aspectos se di­
el gobierno zarista, revelando así las intrigas de la «diplomacia secreta». ferenciaba de él radicalmente. El principio de la «libertad de los mares»,
Se trataba de un documento explosivo, pero también ambiguo. Al di­ mencionado en su primer artículo, suponía no sólo un mundo regulado por
rigirse «a los pueblos y a los gobiernos», el gobierno soviético no llegaba a las leyes de la libre competencia y de la economía capitalista, sino también
elegir entre una solución negociada del conflicto, sobre la base �e los prin­ el papel hegemónico que Estados Unidos habría ejercido en este mundo y
cipios enunciados en el decreto, y una solución revolucionaria. Esta última en este mercado. Bajo estos presupuestos, estaba claro que en la Sociedad
se contemplaba sobre todo en relación con Alemania, donde la perspectiva de las Naciones, cuya creación se proponía en el último artículo, las poten­
de una revolución inminente parecía cercana. Lenin estaba convencido, in­ cias vencedoras, y en particular Estados Unidos, iban a tener un papel pre­
cluso, de que, de no realizarse esta expectativa, los propios bolcheviques ponderante. Había, pues, entre ambos documentos y entre las visiones del
no tendrían posibilidad ninguna de mantenerse en el poder. Cuando resul­ mundo que ellos suponían, diferencias irreconciliables: el proyecto de Wil­
tó claro que esta esperanza tenía que ser aplazada, el grupo dirigente se en­ son de un nuevo orden internacional -realizable mediante una expansión
contró ante la dramática disyuntiva entre aceptar unas condiciones para la gradual de la democracia occidental en las relaciones internas e interna­
rendición que se anunciaban durísimas o rechazar dichas condiciones, con­ cionales y una prudente descolonización («solución imparcial de todas las
fiando en el desarrollo futuro del movimiento revolucionario y en la solida­ exigencias coloniales»)- estaba muy lejos del de Lenin, según el cual la úni­
ridad del proletariado internacional. Ante tal dilema, el grupo dirigente bol­ ca posibilidad de prevenir una nueva Weltkrieg consistía en una Weltrevo­
chevique se encontró dividido entre quien, como Trotskyy Bujarin, sostenía lution, que destruyera el orden capitalista y llevara a cabo una descoloniza­
la tesis del rechazo y quien, como Lenin, estaba decidido a firmar la paz, por ción integral. Existía, sin embargo, una coincidencia fundamental. Objetivo
muy dura que fuese. Al final, tras un debate dramático, esta última solución final de ambos documentos era un nuevo sistema de relaciones internacio­
prevaleció, aunque por poco tiempo. El 3 de marzo de 1918 se firmaba así, nales, capaz de asegurar la paz no ya en virtud del mantenimiento del sta­
en Brest-Litovsk, un tratado de paz según el cual la Rusia soviética renun­ tu quo y de la congelación de las relaciones entre los estados y las clases, sino
ciaba a los países bálticos, a Finlandia y a algunas regiones de la Transcau­ gracias a la eliminación de las causas de la guerra: la opresión y la sumi­
casia, que pasaban a los turcos, y retiraba sus tropas de Ucrania, donde los sión de un pueblo por parte de otro, y las desigualdades sociales dentro de
alemanes se apresuraron a instalar un gobierno títere fiel a ellos. cada estado.
22 Historia general del siglo XX De la primera guerra mundial a la gran depresión 23

r.4. LOS TRATADOS DE PAZ cierto que el principio de la autodeterminación fue aplicado en toda la Eu­
ropa central y oriental. De la disolución del Imperio austro-húngaro na­
La paz de Brest-Litovsk permitió a Alemania desplazar todo su potencial cieron los estados de Yugoslavia, Checoslovaquia y Polonia. Esta última re­
bélico al frente occidental, donde, entre marzo y julio de 1918, lanzó unas cobraba así su independencia y su integridad, perdidas desde hacía dos
ofensivas a gran escala que, sin embargo, después de los primeros éxitos, se siglos. Tarea especialmente ardua resultó ser la de trazar las fronteras entre
estrellaron en la resistencia aliada. En julio, las tropas anglofrancesas, refor­ estos nuevos estados, y esfo se logró sólo parcialmente. Porque en cada uno
zadas por un contingente norteamericano de un millón de hombres al man­ de ellos estaban presentes minorías nacionales a menudo consistentes, y eso,
do del general Pershing, pasaron a la ofensiva, obligando a los alemanes a la como veremos, constituirá una fuente de inestabilidad y contrastes. En al­
retirada, esta vez sin posibilidades de revancha. También en los demás fren­ gunos casos, en particular el de la Alta Silesia, la cuestión quedó abierta y su
tes -en los Balcanes, en Oriente Medio y en el frente italiano- los aliados solución fue encomendada a la Sociedad de las Naciones. Si se pudo llegar
pasaron al ataque. En octubre el Káiser ofreció a Wilson la paz sobre la base a una solución de conjunto, se debió al hecho de que las grandes potencias
de los catorce puntos, pero su propuesta fue rechazada. Se constituyó en­ vencedoras estaban todas interesadas por igual en la formación de un «cordón
tonces un gobierno de coalición presidido por el príncipe Max von Baden, sanitario» que impidiese el contagio de la revolución rusa. Tal cordón in­
que, por lo demás, tuvo una duración efímera. El amotinamiento de la base cluía también buena parte de los territorios que la Rusia soviética había ce­
naval de Kiel y el estallido de motines revolucionarios en Berlín, obligaron dido en Brest-Litovsk, a los que, en 1920, se añadirán los que cedió a Polonia
al príncipe a transferir sus poderes al líder socialdemócrata Ebert. El 9 de con la paz de Riga; asimismo, Finlandia y los países bálticos se convirtieron
noviembre se proclamaba la república en Berlín, mientras que el Káiser se en estados independientes.
refugiaba en Holanda. Unos días antes, el 4 de noviembre, Austria había fir­ En cuanto a los territorios mediorientales del Imperio turco, el prin­
mado el armisticio con Italia y también había proclamado la república. Final­ cipio del derecho de autodeterminación no tuvo aplicación ninguna y los
mente, el 11 de noviembre, el nuevo gobierno republicano alemán firmaba compromisos asumidos con los árabes, como veremos, no fueron respeta­
la capitulación. La primera guerra mundial había terminado. dos. Dichos compromisos se convirtieron, en efecto, en mandatos, cuya ad­
La conferencia de paz de París comenzó el 12 de enero de 1918 y con­ ministración fue confiada a las potencias vencedoras: Irak y Palestina a In­
cluyó el 28 de junio de 1919 con la estipulación de una serie de tratados con glaterra, Líb�no y Siria a Francia. La misma suerte tocó a las colonias
las potencias derrotadas: el de Versalles con Alemania, el de Saint-Germain­ alemanas en Africa. Por lo que respecta al problema colonial en su conjun­
en-l'Haye con Austria, el del Trianon con Hungría, el de Neuilly con Bulgaria to, la única, tibia, innovación fue precisamente la de la institución del man­
y el de Sevres con Turquía. La duración de la conferencia -un año y medio­ dato, según el cual la Sociedad de las Naciones se encargaba de confiar a una
revela los contrastes que tuvieron lugar durante su celebración, y las dificulta­ potencia mandataria por ella escogida la responsabilidad de administrar un
des que se encontraron para superarlos. El problema mayor, y preliminar, con­ país o una región, con el compromiso de encaminarla hacia la independen­
sistía ciertamente en alcanzar un compromiso entre la visión universalista cia. Se preveían varios tipos de mandato (A, B, C), según el grado de desa­
de las relaciones internacionales, propia de Wilson, quien no se sentía vincu­ rrollo de cada país y de su mayor o menor madurez para autogobernarse. No
lado por los tratados suscritos por los aliados, y los intereses -o los egoísmos­ era, desde luego, un gran paso hacia adelante en el camino de la descoloni­
nacionales, defendidos a capa y espada por algunas de las potencias europeas zación y en la práctica las decisiones de la conferencia se resolvieron en un
vencedoras. Entre ellas figuraba Italia, que, además de lo que se le asignaba nuevo reparto de los territorios coloniales, cuyos mayores beneficios los ob­
en base al tratado de Londres, reivindicaba también la ciudad de Fiume, tuvieron Inglaterra y Francia.
pero sobre todo la Francia de Clemenceau, que pretendía que la frontera se Los elementos inspirados por los planteamientos de Wilson, que has­
estableciera en el Rin y pedía el valle minero del Sarre. En definitiva, fue ta aquí hemos observado, desaparecen sin embargo totalmente si consi­
esta concepción revanchista o -para emplear el término de Keynes en su li­ deramos el apartado de los tratados que concierne a las relaciones entre
bro sobre las consecuencias económicas del armisticio- «cartaginesa» de la vencedores y vencidos en Europa. El Imperio austro-húngaro, como se ha
paz, la que acabó prevaleciendo. visto, había dejado de existir: la guerra había acelerado y provocado aquella
Es cierto que el tratado de Versalles retomaba algunas de las propuestas disolución que el propio Imperio había tratado de evitar al intervenir en el
de Wilson. De hecho, en uno de sus artículos el tratado instituía la Socie­ conflicto. A la Austria superviviente se le prohibió expresamente realizar sin
dad de las Naciones propugnada por el presidente americano; y también es el consentimiento de los vencedores la Anschluss con Alemania, apoyada por
--,..--- ------'---�-

Historia general del siglo .X.X De la primera guerra tnundial a la gran depresión 25
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una amplia mayoría de la opinión pública, entre otros, el nuevo ministro de en el campo y en las fábricas, para las familias de millones de caídos y de mi­
Exteriores, el socialista Otto Bauer. Alemania, por su parte, tuvo que devol­ nusválidos, para aquellos que se habían empobrecido con la inflación, y
ver Alsacia y Lorena a Francia, ceder los distritos de Eupen y Malmedy a también para los que se habían enriquecido con la especulación. En resumen,
Bélgica, el Schleswig septentrio�al a Dinamarca, la Posnania a Polonia y re­ fue un cambio para todos: la guerra había transformado no sólo los pensa­
nunciar a todas sus colonias en Africa y en el Pacífico; asimismo, se vio obli­ mientos y los sentimientos de los hombres y de las mujeres, sino las propias
gada a aceptar que la región de Renania fuese desmilitarizada y que la ex­ relaciones entre los sexos, entre las clases, e incluso las relaciones interper­
plotación de las minas del Sarre fuese asignada a Francia por una duración sonales; en definitiva, el entramado mismo de la convivencia. La guerra de­
de quince años; una vez transcurrido este plazo, la población se pronuncia­ jaba atrás un lastre y un fermento de sentimientos y de estados de ánimo di­
ría a través de un plebiscito. Además, el tratado de Versalles establecía que versos y contradictorios: el rencor y el deseo de revancha de algunos, las
Alemania debía eliminar el servicio militar obligatorio, reducir su ejército frustraciones de otros. Ante tamaña alteración, que afectaba a los estratos
a cien mil hombres y la armada a pocas unidades de tonelaje reducido. La más profundos de la sociedad, estratos que la guerra había despertado de la
clásula más humillante, con todo, era la prevista por el artículo 231: en ésta pasividad y de la resignación, había quien invocaba como única solución
Alemania se reconocía responsable de la guerra y, como tal, obligada a pa­ posible la vuelta al orden, la restauración. Éste era, por ejemplo, el espí­
gar unas reparaciones. Otro artículo -el 227- se refería a las responsabili­ ritu de la encíclica Ubi arcana, de diciembre de 1922, donde el nuevo pon­
dades personales del Káiser. A éste último lo dejaron finalmente tranquilo en tífice, Pío IX, denunciaba la «intranquilidad morbosa" y el «materialismo"
su exilio holandés, pero las reparaciones, como veremos, fueron exigidas sin pujantes e indicaba el camino de la vuelta a la auténtica «sociedad de las na­
descuentos. En su calidad de país agresor y vencido, Alemania vino a ser, ciones,,, que había sido y seguía siendo la cristiandad. Pero para otros la gue­
así, un outcast, un paria en el sistema de relaciones internacionales y, como rra había sido la prueba clara de que el viejo equilibrio ya no se sostenía y de
tal, junto con la Rusia soviética, no se le permitió acceder a la Sociedad de las que sólo un «nuevo orden» evitaría que se produjera una nueva masacre. És­
Naciones. Los demás tratados con los estados derrotados tuvieron también tos eran los sentimientos y los estados de ánimo que, confusamente, se
carácter vejatorio, aunque menos acentuado que el del tratado de Versalles. agitaban y se entrelazaban en aquellos sectores de la opinión pública más
De ello se hablará en el lugar correspondiente, al tratar de los países afecta­ sensibles a la exigencia de un cambio, pero también en las almas de los cien­
dos por dichos tratados. tos de miles de soldados de color que habían luchado en los campos de ba­
El mapa político de Europa que resultó de la conferencia de París era talla europeos y que ahora volvían a sus países y a sus aldeas con el prestigio
mucho más variado que el de antes de la guerra: en él se contaban ocho nue­ del veterano y la experiencia del combatiente, así como de los estudiantes
vos estados, algunos de ellos étnicamente no homogéneos, lo que no repre­ chinos protagonistas de los motines de 1919 o de los manifestantes indios
sentaba precisamente una garantía de equilibrio. La Rusia soviética había asesinados en Amritsar.
sido aislada detrás de un «cordón sanitario" y también esto representaba un En el plano político la consecuencia más relevante de esta mutación an­
factor de crispación en la relaciones entre las mayores potencias. La amena­ tropológica fue que las cuestiones de política dejaron de ser consideradas
za más grande para el edificio del equilibrio europeo consistía, con todo, en como terreno exclusivo de los diplomáticos y de los entendidos, como lo ha­
el trato «cartaginés" que se había dispensado a Alemania. La Europa que bían sido ampliamente en el período anterior a la guerra, y pasaban a ad­
salió de la conferencia de paz no era, pues, una Europa más segura frente al quirir una dimensión pública, convirtiéndose en parte integrante del deba­
peligro de una nueva guerra de lo que lo había sido en la anteguerra. Más te político y cultural, tal como se desarrollaba en los parlamentos, en la
bien todo lo contrario. prensa, en los medios de comunicación. Si no se tiene en cuenta esta nueva
Un balance de la primera guerra mundial no puede, sin embargo, limi­ dimensión de la política exterior, se corre el riesgo de perder de vista un ele­
tarse a registrar los cambios territoriales y políticos que se produjeron por su mento importante para la comprensión de la historia del mundo entre las
causa. La guerra, en efecto, fue ante todo el caldo de cultivo y el trámite de dos guerras. Naturalmente, la opinión pública podía ser dirigida o incluso
una auténtica mutación antropológica. En primer lugar, lo fue para los com­ manipulada desde las altas esferas a través de un uso discreto de llamamien­
batientes: para ellos, quedará como la experiencia fundamental de su vida, que tos emotivos y de símbolos -lo que se entiende, en definitiva, con la ex­
algunos recordarán con orgullo o incluso con nostalgia, otros con horror. presión «nacionalización de las masas,,-, pero podía jugar -y, como vere­
Pero lo fue también para los que se quedaron en casa o en el puesto de tra­ mos, en cierta medida jugó- un papel activo de presión sobre los gobiernos
bajo: para mujeres y menores, que sustituyeron a sus hombres y sus padres en defensa de la paz.

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