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Área: Ciencias Sociales

Materia: Sociedad y Estado.


Docente: Florencia Ascenzo

Curso: 4° año

Tema: Thomas Hobbes: Estado, poder y sociedad política

Ficha de apoyo teórico N° 5 elaborada en base a:


* Mecle,Elina: “Introducción al conocimiento de la sociedad y el Estado”. Op.cit.
* Svarzman, José: Del hecho al concepto: el Estado como eje articulador”. BS.AS., N.E.,
1998.
* Touchard, Jean: “Historia de las ideas políticas” Bs.As., Tecnos, 1990.
* Portantiero, Juan Carlos: “Estado y sociedad en el pensamiento clásico”

Introducción

Thomas Hobbes (1588-1679), será quien primero tratará de responder a la pregunta


sobre el origen de la sociedad y del poder de manera laica, plantando así el interrogante
fundamental de la filosofía política moderna: ¿por qué y en qué condiciones los hombres
eligen construir un orden que reemplace al estado de naturaleza y constituyan una sociedad
política (Estado)?

¿Quién era Thomas Hobbes? “Hobbes era un hombre de gabinete, estudioso, y


solitario. Firme partidario de los Estuardo, fija su residencia en Francia y pasa once años en
exilio voluntario. No se halla en Inglaterra cuando Carlos I es ejecutado. El “Leviathan”, su
obra más famosa, escrita en 1651, es la obra de un emigrado. Cuando regresa a Inglaterra,
no recobra la confianza que gozara antes de 1640. Sospechoso tanto para unos como para
otros muere en la semidesgracia. Además del Leviathan, las principales obras de Hobbes
son: “Elementos del Derecho” (1640), el “Tratado del ciudadano” (1642) y el “Tratado del
Hombre”. (Touchard, 2000).

Como han señalado diversos autores el pensamiento de Hobbes sufrió una evolución.
En los “Elementos del Derecho” su filosofía política es tradicionalmente monárquica. Su
preferencia por la monarquía hereditaria, clara en el “Tratado del ciudadano”, desparece casi
por completo en el “Leviathan”. Asimismo, al principio adhiere a las virtudes aristocráticas
(honor y gloria) para inclinarse después por las virtudes burguesas inspiradas en el temor y la
prudencia.
!

En realidad, Hobbes, desde el comienzo al final de su vida, permanece fiel a ciertos


principios. No se trata de una fidelidad a la persona del monarca, ni de una fidelidad al
principio mismo de la monarquía, sino de una fidelidad al poder. La filosofía política de
Hobbes es una filosofía del poder.

En la dedicatoria del Leviathan, Hobbes indica claramente que busca, en política, una
vía media, una especie de justo medio. Aunque este autor defiende la causa del poder
absoluto no lo hace en nombre del derecho divino de los reyes, sino en nombre del interés de
los individuos, por la conservación, la paz y derecho a la vida. Seculariza el poder y muestra
su utilidad.

Es preciso distinguir varios estadios en el análisis de la historia del poder y


constitución de la sociedad política. El estado de naturaleza es, para Hobbes, un estado de
guerra y de anarquía. Los hombres son iguales por naturaleza: de la igualdad proviene la
desconfianza y de la desconfianza procede la guerra de todos contra todos. Hobbes sostiene
que en el estado de naturaleza (…) “la vida es solitaria, pobre, embrutecida y corta”. No
existe la noción de lo justo y lo injusto, tampoco la noción de propiedad. No hay industria, ni
ciencia, ni sociedad. Dirá este autor que, los individuos librados a sí mismos sólo aspiran a
satisfacer sus impulsos, sus pasiones, sus deseos. El resultado no puede ser otro que la
“lucha de todos contra todos”, donde el hombre es un lobo para otro hombre. La permanencia
del estado original, no tiene otra conclusión que la guerra, caos, la anarquía y la muerte. El
autor se opone, con esta visión pesimista a los teóricos del derecho natural y a todos aquellos
que disciernen en el hombre una inclinación natural a la sociabilidad.

Sin embargo, hay para Hobbes un derecho natural y unas leyes naturales, pero estas
nociones no tienen para él la misma aplicación que los teóricos del derecho natural. El
derecho natural se emparenta con el instinto de conservación. Hobbes lo define como la
libertad de cada cual para usar de su propio poder en la forma que quiera para la
preservación de su propia naturaleza, es decir, de su propia vida.

En cuanto a la ley natural es “un precepto o regla general descubierto por la razón y
que prohíbe, por un lado, hacer aquello que pueda destruir tu vida u obstaculizar los medios
de preservación; y por el otro, dejar de hacer aquello que pueda preservar lo mejor posible su
vida”. Las dos primeras leyes naturales consisten para él en buscar la paz y en defenderse
por todos los medios que se tengan al alcance.

Ahora bien, para buscar la paz y la seguridad, los hombres no disponen de


procedimiento mejor que establecer entre ellos un contrato y transferir al Estado los derechos
que, de ser conservados, obstaculizarían la paz de la humanidad. Es decir que, para poder
proteger el derecho fundamental, que es el derecho a la vida, los hombres “deciden” pasar del
estado de naturaleza a la sociedad política (en esta postura Estado y sociedad coinciden). En
este pacto, los hombres enajenan su soberanía a un monarca quien, al sacarlos del estado de
naturaleza, restituye el derecho a la vida.

Aquí, son necesarias algunas observaciones. Hobbes estima que la sociedad política
(el Estado) no es un hecho natural. La considera como “fruto artificial de un pacto voluntario,
de un cálculo interesado”. La soberanía está basada en el contrato. Sin embargo, no se trata
de un contrato entre el soberano y los súbditos, sino entre individuos que deciden darse a un
soberano. El contrato lejos de limitar la soberanía, la funda. En el origen del contrato se
encuentra la preocupación por la paz, preocupación fundamental para este autor.“Finalmente,
el motivo y el fin que renuncia a su derecho o lo transfiere, no son otros que la seguridad de la
propia persona en su vida y en los medios para preservarla”. Es decir, el Estado tiene la
función de salvaguardar el derecho natural de cada uno, y su poder encuentra su límite
absoluto en ese derecho natural, no en ningún otro derecho moral. Además, el Estado es
quien fundamenta la propiedad, por lo que todo ataque al Estado es un ataque a la propiedad.
El Estado aparece como una persona,
encarnada en lo que denominó el Leviatán.

“Una multitud constituye una solo persona


cuando está representada por un solo hombre o
una persona, a condición de que sea con el
consentimiento de cada uno en particular”. De
esta forma, el Leviatán tiene la apariencia de un
gigante cuya carne es la misma carne de todos
los que le han delegado el cuidado para
defenderlos. El Estado es la suma de los
intereses particulares y debe defender al
ciudadano, pues éste sólo abandona sus
derechos al Estado para ser protegido. El Estado
perdería la razón de ser si la seguridad no fuese
garantizada; si la obediencia no fuese respetada.
Además, el Estado es a la vez “eclesiástico y
civil”. El soberano ostenta en la mano derecha la
espada y en la izquierda una cruz episcopal.

Desde sus primeras obras no deja de criticar la división de poderes, sosteniendo


vigorosamente la tesis de la soberanía absoluta. El soberano no tiene ningún límite exterior a
su poder. Pero es soberanamente racional: por lo tanto, no tiene el poder de hacer lo que
quiera, a menos de hacer discutible su soberanía. Hobbes estima que la soberanía tiene
límites. El habla de los deberes del soberano. Así, las principales limitaciones a la soberanía
son la razón y, en cierta medida, la conciencia profesional del soberano. No sería razonable
que el soberano no buscara el interés de su pueblo que se confunde con su propio interés.

La fundamentación teórica del absolutismo que Hobbes realiza se corresponde con la


enorme crisis inglesa del siglo XVII. Veía al absolutismo como la única forma para la
articulación de un orden, pero ya no desde el punto de vista tradicional del derecho divino,
sino, en concordancia con la revolución filosófica llevada a cabo por sus contemporáneos
Francis Bacon y Renee Descartes, a partir del razonamiento.

Más allá de todo, las obras de Hobbes no favorecieron al absolutismo. En perspectiva


de conjunto marcha en sentido del liberalismo. El contractualismo hobbeseano sirvió también
para fundar una tradición política muy diferente: la del liberalismo político, cuya figura
ejemplar es John Locke.

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