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ECONOMÍA.

Tradicionalmente - aunque es éste asimismo un punto controvertido - se considera que el inicio de la economía
como disciplina científica va aparejada a la publicación de la obra de Adam Smith The Wealth of Nations (1776). Para
Smith la Economía Política es “una de las ramas de la ciencia del legislador o del estadista” (1776, p.428). Smith
delimita con más claridad el ámbito de esta rama del saber al describir dos objetos propuestos por la Economía,

“El primero, suministrar al pueblo un abundante ingreso o subsistencia, o, hablando con más propiedad, habilitar a
sus individuos y ponerles en condiciones de lograr, por sí mismos, ambas cosas; el segundo, proveer al Estado o
República de rentas suficientes para los servicios públicos. Procura realizar, pues, ambos fines, o sea enriquecer al
soberano y al pueblo” (1776, p. 428).

ESCASEZ. “La economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios
escasos que tienen usos alternativos."(Robbins 1932). Becker encabezó el prólogo de su libro The economic
approach to human behavior con una definición de economía prestada por G. Bernard Shaw: "Economía es el arte de
sacarle a la vida el mayor partido posible". El planteamiento de Becker es extremadamente sencillo. Se trata de
aplicar la racionalidad que se supone al individuo en su comportamiento en el mercado a todo el resto de
actividades que desempeña como ser humano. Separémonos, por tanto, de las definiciones, porque creo que lo
mejor que distingue a la economía como disciplina de otras disciplinas en las ciencias sociales no es su objetivo, sino
su enfoque” (Becker, 1998: 507). “La economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos
escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos” (Samuelson, 2010: 4).

INTERCAMBIO. Buchanan: Me gustaría que consideráramos ahora un principio casi olvidado, enunciado por Adam
Smith. En el capítulo 2 de The Wealth of Nations, afirma que el principio que da lugar a la división del trabajo, del
que provienen tantas ventajas, “no es originalmente el efecto de alguna sabiduría humana, que prevé y tiene por
objeto esa opulencia general a la cual da lugar. Es la necesaria, aunque muy lenta y gradual, consecuencia de una
cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene en vista una utilidad tan extensiva; la propensión a
permutar, trocar e intercambiar una cosa por otra”.

La economía es la ciencia que estudia cómo se asignan los recursos escasos. Es decir, es la ciencia que estudia cómo
“emparejar” cosas (traduzco “emparejar” del inglés “match”): cómo emparejar alcachofas con personas que quieren
alcachofas, cuadros de Picasso con personas que quieren cuadros de Picasso, hombres con mujeres, estudiantes con
escuelas, médicos con hospitales o donantes de riñones con pacientes que requieren trasplante de riñones.

Para la mayoría de bienes y servicios, la mejor manera de “emparejar” es el mercado: las alcachofas van a los
consumidores que pagan por ellas, el cuadro de Picasso va al mejor postor. En el caso de las alcachofas, el vendedor
simplemente pone un precio y cualquier comprador dispuesto a pagar ese precio se queda con la alcachofa. En el
caso del Picasso, el cuadro va a parar a quien más dinero está dispuesto a pagar por él en una subasta. Muchos
economistas han dedicado sus vidas (y algunos incluso han sido galardonados con el premio Nobel en el pasado) por
diseñar los mejores mecanismos de subasta.

Para ciertos tipos de “bienes” o “servicios”, el mecanismo de mercado y el pago de dinero no es eficiente o no
funciona. A las alcachofas no les importa exactamente quien las adquiere y por quien van a ser devoradas. Ese no es
el caso en algunos procesos de “emparejamiento” como, por ejemplo, el de las personas en el mercado matrimonial.
Un hombre puede querer con locura a una mujer y puede estar dispuesto a pagar una cantidad extraordinaria de
dinero por ella, pero si ella no se siente atraída por él, la pareja resultante no será estable. Durante muchos siglos
este problema se ha solucionado tratando a la mujer como a un producto inerte la voluntad del cual puede ser
ignorada: ella no tenía nada que decir y los padres la vendían al mejor postor. ¡Como si fuera una alcachofa! De
hecho, en algunas sociedades actuales todavía es cierto que los hombres ricos pueden comprar esposas a cambio de
petrodólares o camellos. En las sociedades occidentales, sin embargo, ya hace años que las mujeres tienen los
mismos derechos que los hombres a la hora de decidir con quien se emparejan y, por lo tanto, los mercados
matrimoniales con intercambio de dinero han desaparecido. La pregunta es: en estas circunstancias, ¿cómo se
pueden asignar hombres a mujeres -y viceversa- de manera que, una vez establecida la pareja, ninguno de los dos
tenga incentivos a romperla para encontrar una pareja mejor?
Esta misma pregunta se plantea constantemente en la “asignación” (o emparejamiento) entre alumnos y escuelas:
en una misma ciudad hay escuelas buenas y escuelas malas, escuelas más deseables y escuelas menos deseables,
estudiantes mejores y estudiantes peores. ¿Cómo asignamos cada estudiante a cada escuela? Vender los puestos en
las escuelas no es la solución porque las buenas escuelas no quieren a los estudiantes ricos sino a los buenos. Y si
aceptan solamente a los ricos, la calidad de la escuela bajará (por eso en Columbia, aunque sea una universidad
privada, no subastamos los puestos entre los estudiantes, sino que tenemos un proceso de selección de las mejores
mentes y no los bolsillos más profundos).

Los ganadores del premio Nobel de ECONOMÍA 2012, Lloyd Shapley y Alvin Roth, solucionan este tipo de
problemas: diseñan fórmulas matemáticas que permiten asignar hombres a mujeres, escuelas a alumnos, hospitales
a médicos, etc.

El coste de oportunidad son aquellos recursos que dejamos de percibir o que representan un coste por el hecho de
no haber elegido la mejor alternativa posible, cuando se tienen unos recursos limitados (generalmente dinero y
tiempo). El término coste de oportunidad también es denominado como “el valor de la mejor opción no
seleccionada”.

En economía un coste de transacción es un coste incurrido para realizar un intercambio económico, más
precisamente una transacción en el mercado. La idea de un coste del sistema de precios fue evocada por primera vez
por el economista Ronald Coase en su artículo The Nature of the Firm (1937). Carl J. Dahlman reagrupa los costes de
transacción en tres categorías:

1. "costes de investigación e información": son los costos incurridos en determinar si el bien necesitado está
disponible en el mercado, quién tiene el menor precio, etc. Incluyen la prospección, comparación de la
relación calidad/precio de las diferentes prestaciones propuestas, estudio de mercado, etc.
2. "costes de negociación y de decisión": son los costos necesarios para llegar a un acuerdo aceptable con la
otra parte de la transacción, como la redacción de un contrato apropiado, por ejemplo.
3. "costes de vigilancia y de ejecución": son los costos necesarios para asegurar que la otra parte mantenga los
términos del contrato y tomar acciones apropiadas (a menudo, a través del sistema legal) si no se logra este
cometido. Involucran el control de calidad de la prestación, la verificación de la entrega, etc.

La diferencia entre eficacia y eficiencia radica en que la eficacia tiene que ver con el cumplimiento de los objetivos,
es decir cuando una empresa logra sus objetivos planificados se dice que es eficaz. Por otro lado, una empresa
puede ser eficiente en la medida en que cumpla con los objetivos con la menor cantidad de recursos, esto quiere
decir que una empresa puede ser eficaz pero no eficiente.

Óptimo de Pareto. Este criterio de eficiencia fue desarrollado por Vilfredo Pareto en su libro “ Manuale di economia
politica” (Manual de economía política), publicado en 1906. Una asignación de bienes es óptimo en el sentido de
Pareto (o Pareto eficiente), cuando no hay posibilidad de redistribución de una manera en la que al menos una
persona estaría mejor, mientras que ningún otro individuo terminase peor.

Una definición también se puede hacer en dos pasos:

-un cambio de la situación A a B es una mejora de Pareto si al menos un individuo mejora sin que otros individuos
salgan desfavorecidos;

-B es óptimo de Pareto si no existe una posible mejora de Pareto.

Tradicionalmente el mercado ha sido el lugar donde se reunían compradores y vendedores para realizar sus
operaciones comerciales. Este concepto de mercado estaba unido a un lugar geográfico, pero a consecuencia del
progreso y de las comunicaciones este término se ha desprendido de su carácter localista. De ahí que en la
actualidad encaje mejor con la definición de mercado al conjunto de actos de compra y venta asociados a un
producto o servicio concreto en un momento del tiempo, sin que haya ninguna referencia de espacio.
La tradición del utilitarismo se remonta a Jeremy Bentham (1789). En opinión de Sen Bentham, fue el “precursor del
uso del cálculo utilitarista para obtener decisiones sobre el interés social, al agregar los intereses personales de los
distintos individuos en la forma de sus utilidades respectivas” (Sen, 1998, 14). Así, según Sen, “la inquietud de
Bentham –y la del utilitarismo en general– tenía que ver con la utilidad total de una comunidad,
independientemente de la distribución de ese total, y en esto existe una limitación informativa de considerable
importancia ética y política” (Sen, 1998, 14). Esta tradición ha continuado desde entonces con grandes autores
iniciales como Edgeworth, Marshall y Pigou (“economía del bienestar”). Al utilitarismo de Bentham se le conoce
como utilitarismo clásico y descansa en dos premisas: 1) el único bien que existe es el placer (concepción hedonista
del bien, el placer de una persona es simplemente su utilidad), y 2) la bondad o maldad de un acto debe juzgarse por
sus consecuencias (el bienestar de una de sociedad es igual a la utilidad total de la que disfrutan sus integrantes); por
lo tanto, el objetivo de Estado consistirá en hacer todo lo posible para aumentar el bienestar social (promover el
mayor bienestar posible para el mayor número posible de personas).

Sin embargo, el criterio utilitarista no presenta aversión a la desigualdad, pues de hecho solo valora el nivel total de
utilidad y no su distribución. La filosofía utilitarista sanciona como socialmente deseable toda redistribución en la
que los aumentos de bienestar de los beneficiados excedan las pérdidas de los perjudicados, aun a costa de
mantener un grado considerable de desigualdad.

El PRIMER TEOREMA FUNDAMENTAL DE LA ECONOMÍA DEL BIENESTAR destaca el hecho de que un mercado
perfectamente competitivo siempre nos llevará a una asignación de recursos eficiente, en donde no es posible
mejorar la situación de un individuo sin empeorar la de otro (un óptimo de Pareto). En otras palabras, nos señala
que el mercado competitivo es una herramienta fundamental para alcanzar una asignación eficiente, sin despilfarrar
recursos. También conocido como “teorema de la mano invisible” ya intuido por Adam Smith en 1776.

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