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Raquis lumbar y cintura pélvica

Introducción
En esta lectura, nos introduciremos en la comprensión de las nociones generales de la cintura
pélvica y raquis lumbar. Para poder comprender los conceptos y contenidos que estudiaremos,
haremos relaciones analíticas con actividades de la vida diaria desde el modelo biomecánico.

1. Articulación sacroilíaca
Mayra es una joven de 27 años de edad, embarazada de 7 meses de gestación sin antecedentes
de lumbalgia, hoy consulta por dolor en la cintura. Realizando un análisis postural, encontramos
modificaciones en las curvaturas fisiológicas de la columna raquídea. ¿A qué se debe esto?
¿Cómo se modifican las estructuras del cuerpo humano para realizar el parto? ¿Por qué presenta
dolor lumbar Mayra?

Para dar respuesta al caso de análisis, debemos comenzar con los conceptos principales para
poder comprender nuestra fisiología articular, los términos de nutación y contranutación.

Nutación y contranutación
Antes de analizar los movimientos de la articulación sacroilíaca, conviene recordar que
su amplitud no es mucha y, además, es variable según circunstancias existentes entre
diferentes autores, en cuanto a las teorías de funcionamiento de esta articulación y a la
importancia que estos movimientos pueden tener en la fisiología del parto. Estos
movimientos fueron descritos por primera vez por Zaglas en 1851 y por Duncan en 1854.
(Kapandji, 2007, p. 60).

Definición y mecanismos según la teoría clásica de Farabeuf


Durante el movimiento de nutación (figura 1), el sacro gira (flecha roja) en torno al eje
representado por la cruz negra y constituido por el ligamento sacroilíaco interóseo, de tal
modo que el promontorio se desplaza hacia abajo y hacia adelante S2 y el vértice del
sacro y el extremo del cóccix de desplaza hacia atrás d2…

En el transcurso de este movimiento de báscula, el diámetro anteroposterior de la abertura


superior de la pelvis AS disminuye una distancia S2, mientras que el diámetro
anteroposterior de la abertura inferior de la pelvis aumenta una distancia d2. (Kapandji,
2007, p. 60).
Figura 1: Movimiento de nutación

Fuente: Kapandji, 2007, p. 61.

Figura 1: Movimiento de nutación. El movimiento de nutación se define como la inclinación


anterior relativa de la base del sacro respecto al ilion.

Figura 2: Movimiento de nutación sobre el ilíaco

Fuente: Kapandji, 2007, p. 61.

Figura 2: Movimiento de nutación sobre el ilíaco. Simultáneamente, las crestas ilíacas se


aproximan mientras que la tuberosidad isquiática se separa. El movimiento de nutación está
limitado por la tensión de los ligamentos sacrotuberosos y sacroespinoso y de los frenos de
nutación: los haces anterosuperiores y anteroinferiores del ligamento sacroilíaco anterior.

Figura 3: Movimiento de nutación y contranutación


Fuente: Neumann, 2007.

Figura 3: Movimiento de nutación y contranutación. El movimiento de contranutación lleva a


cabo desplazamientos inversos, en gris, y las rotaciones ilíacas, en blanco. El eje de rotación del
movimiento en el plano sagital.

Como vemos, serán necesarios movimientos del sacro, como así también del hueso ilíaco. Por
ello, podemos hablar de los siguientes movimientos:

Nutación ilíaca: los huesos ilíacos son los que se mueven con el sacro como eje. La espina ilíaca
posterosuperior se desplaza hacia atrás y el isquion se desplaza hacia adelante. Esto hace el
mismo efecto que en la nutación sacra, el pubis se acerca al promontorio y el coxis se aleja del
pubis.

Contranutación ilíaca: justo al revés que la nutación ilíaca. La espina ilíaca posterosuperior se
desplaza hacia adelante y el isquion se desplaza hacia atrás. Esto hace el mismo efecto que en la
contranutación sacra, el pubis se aleja al promontorio y el coxis se acerca al pubis facilitando el
encajamiento de la cabeza en el estrecho superior.

Abducción - aducción ilíaca:

Serían dos movimientos en los cuales las crestas ilíacas rotan en el eje vertical, de modo que
producen una pronación y una supinación ilíaca. De tal forma que la rotación interna o pronación
ilíaca provoca una abducción de los isquiones a la vez que produce aducción ilíaca, mientras que
la rotación externa o supinación ilíaca produce abducción ilíaca y una aducción isquiática.

El conocimiento del tipo de articulación, de su capacidad funcional y la repercusión sobre los


espacios pélvicos de cada uno de sus movimientos serán esenciales para comprender cómo
Mayra podrá aumentar el diámetro correspondiente a la fase del parto.
Raquis lumbar
Continuando con el caso de Mayra, podemos observar el aumento de la lordosis lumbar, esto es
muy frecuente en las personas gestantes, dado el aumento del tamaño y peso de la panza, que
desplaza el centro de gravedad hacia la zona anterior. Por ello, será necesario abordar el estudio
puntual de las curvaturas del raquis lumbar.

“El raquis lumbar tiene que soportar el peso de los segmentos superiores y del tronco,
transmitiendo las fuerzas compresivas a la parte inferior durante la realización de las actividades
de la vida diaria” (Premium Madrid, 2015, http://bit.ly/3I91Bi2).

Cuando una persona aumenta de peso, como el caso de las gestantes, estas fuerzas
compresivas también aumentan.

“La lordosis lumbar se debe, fundamentalmente, a la mayor altura de la parte anterior de los
discos intervertebrales y por la forma de los cuerpos vertebrales, donde los elementos anteriores
crecen más que los posteriores” (Universidad de Murcia, s. f., p. 52).
La lordosis lumbar fisiológica varía su grado y su forma en función del tipo constitucional,
la orientación del sacro, el peso corporal, el tono y trofismo muscular, flexibilidad, edad,
entre otros.

En el raquis lumbar, existen determinadas vértebras con un valor funcional manifiesto en


la posición erecta. La quinta vértebra presenta una disposición cuneiforme posterior para
facilitar la transición entre el sacro y el raquis lumbar. La tercera vértebra desempeña un
papel esencial en la estática vertebral por ser el vértice de la lordosis lumbar.

Las vértebras lumbares inferiores, en especial L4 y L5, están dispuestas en ángulo


inclinado, igual que L5-S1, de modo que se crea un componente de fuerza de
deslizamiento en estas unidades funcionales (Cailliet, 1990).

Los discos L4 y, principalmente, L5 son los que más carga soportan de todo el raquis, por
ello, sufren repercusiones con gran frecuencia. (Universidad de Murcia, s. f., p. 53).
Figura 4: Disposición de las vértebras lumbares
Fuente: Universidad de Murcia, s. f., p. 53.

Especial importancia se atribuye a la articulación lumbo-sacra, que se sitúa en un plano


oblicuo de unos 45 grados hacia abajo y adelante, lo que genera un considerable estrés
de cizalla entre L5 y S1, que aumenta conforme más inclinada se encuentre la meseta
sacra respecto a la horizontal (Lapierre, 1996). Debido a su disposición anatómica, esta
articulación es un punto inestable en la estabilización del raquis lumbar y es denominada
comúnmente como charnela lumbosacra. (Universidad de Murcia, s. f., p. 53).
Por esto, una de las estructuras que se debe observar detenidamente en una radiografía lumbar
de Mayra será esta articulación, dado que el aumento de peso implica mayor estrés en este punto
débil del raquis lumbar.
Con el objeto de estabilizar esta articulación, las estructuras locales se adaptan en su
morfología:

El disco intervertebral L5 es más espeso y ancho en su parte anterior, de modo que,


desde el plano sagital, es cuneiforme (Kapandji, 1981).
Las articulaciones posteriores están muy separadas. El ligamento posterior está más
reforzado y la unión de los procesos lumbares con sus homólogos sacros es el
principal obstáculo al deslizamiento hacia delante.
Los ligamentos intertransversos lumbosacros son robustos y se extienden desde la
apófisis transversa de L5 a la parte anterolateral de la aleta sacra.
Las carillas de las apófisis articulares inferiores de L5 están dirigidas hacia adelante
y ligeramente abajo, para enganchar las apófisis articulares del sacro. Debido a la
posición de estas superficies articulares, sería posible cierto grado de rotación entre
L5 y S1, pero la presencia de fuertes ligamentos iliolumbares restringe esta acción
articular. (Universidad de Murcia, s. f., pp. 53-54).

Como podemos observar en la imagen (figura 5), el peso P puede descomponerse en dos
fuerzas elementales:

Una fuerza N perpendicular a la meseta superior del sacro.


Una fuerza G paralela a la meseta superior del sacro que desplaza el cuerpo vertebral de L5
hacia adelante.

La sólida unión del arco posterior de L5 impide este deslizamiento (Kapandji, 2007).

Figura 5: Vista lateral de la articulación lumbosacra

Fuente: Kapandji, 2007, p. 96.

Figura 5: Vista lateral de la articulación lumbosacra. En la imagen, se pueden observar las


diferentes fuerzas que actúan sobre la articulación lumbosacra y de qué manera lo hacen.
En la mayoría de las personas, en bipedestación, la base del sacro se halla inclinada
hacia delante alrededor de 30 grados en relación con el plano sagital, puede girar sobre
un eje transversal (articulación coxofemoral) en sentido anterior y posterior (Kapandji,
1981), sin embargo, esta inclinación suele aumentar más en las personas gestantes.

El movimiento por el cual la espina ilíaca anterosuperior se desplaza hacia adelante se


denomina anteversión pélvica, mientras que el movimiento contrario se denomina
retroversión [figura 6]. La anteversión origina un incremento de la lordosis, mientras que la
retroversión reduce la lordosis lumbar (Cailliet, 1990). (Universidad de Murcia, s. f., p. 54).
Figura 6: Anteversión y retroversión pélvica y su relación con la columna vertebral

Fuente: [Imagen sin título sobre anteversión y retroversión pélvica]. (s. f.). https://bit.ly/3lHKZ9r

Según Lapierre (1996) los músculos que producen la anteversión pélvica son el
sacrolumbar, dorsal largo, epiespinoso, cuadrado lumbar, psoas ilíaco, sartorio, pectíneo,
aductor menor y mediano, recto anterior del cuádriceps y el tensor de la fascia lata.
La hiperactivación o el acortamiento de estos músculos determina un desplazamiento
anterior de la pelvis en dirección ventrocaudal, que acentúa la lordosis lumbar.

Por el contrario, los músculos retroversores son: recto anterior del abdomen, oblicuo
mayor, oblicuo menor, transverso abdomen, glúteos (mayor, especialmente), aductor
mayor y cuadrado crural (accesorio).

El equilibrio de la pelvis está asegurado por la relación entre parejas antagónicas de estos
músculos [como puede observarse en la figura]. (Universidad de Murcia, s. f., p. 55).
Esta relación muscular se denomina síndrome cruzado inferior, en donde la hiperactivación o
debilidad de los antagónicos condicionarán su actividad. Es decir, la debilidad del glúteo mayor
facilitará la interacción o hiperactividad del psoas ilíaco, como así también un psoas ilíaco retraído
propiciará una debilidad del glúteo mayor.

Figura 7: Actividad muscular en el síndrome cruzado inferior

Fuente: [Imagen sin título sobre actividad muscular en el síndrome cruzado inferior]. (s. f.). https://bit.ly/3jXzPx5

Como podemos observar, la pelvis es la base sobre la que descansa el raquis, de modo
que un cambio en su inclinación produce cambios en la posición del resto del raquis.
Además, existe una relación intrínseca entre la columna lumbar, la pelvis y la articulación
de la cadera. La posición y el movimiento de una de estas estructuras tienen gran
influencia sobre las otras. Los ángulos de la cadera y rodilla influyen en la basculación de
la pelvis y la postura lumbar en bipedestación, se encuentra que un incremento en los
ángulos de flexión de cadera causa una retroversión pélvica que disminuye la lordosis
lumbar. (Universidad de Murcia, s. f., p. 56).
Así es lógico pensar que:
Todos los movimientos de la pelvis afectan al raquis y viceversa. Por ejemplo, un aumento
de la lordosis lumbar afecta al raquis dorsal aumentando la cifosis, para posicionar
adecuadamente el centro de gravedad. También las variaciones en la inclinación pélvica
modifican la actividad de los músculos que contribuyen a configurar la postura y afectan la
estática del raquis. (Universidad de Murcia, s. f., p. 56).

Hiperlordosis lumbar
Se manifiesta por una exageración de la ensilladura lumbar en bipedestación, con una
basculación de la pelvis hacia delante, abdomen prominente y nalgas salientes. Se
considera fisiológica hasta los 5 años de edad, aproximadamente, y es más frecuente en
el género femenino (Lalande, 1984). (Universidad de Murcia, s. f., p. 49).
En la actualidad, se entiende que el rango de normalidad de la lordosis lumbar oscila entre 20 y
40 grados. Cuando la curva lordótica es menor de 20 grados se habla de rectificación lumbar,
mientras que, cuando la curva supera los 40 grados se denomina hiperlordosis lumbar
(Universidad de Murcia, s. f.).

Comprendiendo la columna vertebral como un todo, una hiperlordosis puede ser la compensación
de una cifosis dorsal (Universidad de Murcia, s. f.).

Del mismo modo, se supone que podrían ser originadas por desbalances musculares, como una
retracción del músculo psoas ilíaco (flexor de cadera) o debilidad de músculos del abdomen.
Aunque también varios autores afirman que no encuentran relación significativa entre
fortalecimiento abdominal y lordosis lumbar (Universidad de Murcia, s. f.).
Estas curvaturas están influenciadas por numerosas variables. Por ejemplo, según Hamill
y Knutzen (1995) la posición de miembros inferiores y superiores modifica de forma
significativa la postura del raquis.

La elevación de brazos disminuye los grados de la curva torácica, mientras que la flexión
coxofemoral pasiva disminuye la lordosis lumbar, al producir una disminución del ángulo
lumbosacro. (Universidad de Murcia, s. f., p. 51).

Actividad de repaso
La charnela lumbosacra constituye un punto débil de la columna lumbar.

Verdadero, porque la transmisión de fuerzas se lleva a cabo a través de un punto de


paso obligado, localizado en el istmo vertebral, se denomina así a la porción del
arco posterior comprometida entre las apófisis articulares superiores y las inferiores.

Falso, porque la transmisión de fuerzas se lleva a cabo a través de un punto de


paso obligado localizado en el istmo vertebral, se denomina así a la porción del arco
posterior comprometida entre las apófisis articulares superiores y las inferiores.

Justificación

2. Biomecánica del disco intervertebral


Durante las actividades de la vida diaria, el disco intervertebral se ve sometido a
solicitaciones complejas, en general, combinación de compresión, cizalla, flexión y torsión.
En este sentido, tanto la flexoextensión como la flexión lateral del raquis provocan
tensiones de tracción y compresión en el disco, mientras la torsión induce tensiones de
cizalla. Las fibras del anillo fibroso están concebidas para trabajar en tracción y no en
compresión constante, como ocurre en las concavidades de las curvas. Un estrés
compresivo continuo puede repercutir y desencadenar una degeneración discal que
disminuye su resistencia mecánica.

En cuanto al comportamiento hidráulico del disco, una presión aplicada a un líquido es


transmitida en su totalidad a todas las partes del líquido y a las paredes del recipiente que
lo contiene. En el disco intervertebral, el núcleo actúa como un amortiguador de impacto
hidráulico y facilita la recepción de cargas verticales desde los cuerpos para redistribuirlas
en un plano horizontal (Alter, 1990; Montoliu y cols., 1994). Cuando soporta una presión,
distribuye a todos los lados de su continente las fuerzas, cargas y solicitaciones a las que
se ve sometido el raquis (Montoliu y cols., 1994). La presión radial ejercida sobre el anillo
previene a este de posibles deformaciones y le ayuda a transmitir parte de las fuerzas al
siguiente segmento vertebral…

El interior del núcleo pulposo se encuentra en un estado de pretensión, que permite


resistir más fácilmente las fuerzas de compresión y flexión (Marcos Becerro, 1989). El
núcleo tiene una gran importancia biomecánica en la movilidad del raquis, especialmente,
porque el centro del movimiento sagital entre dos cuerpos vertebrales se encuentra a este
nivel. Constituye un mecanismo amortiguador de choques, merced a su deformidad que,
aunque escasa, le permite modificar su altura en función de la carga que soporte. Cuando
se aplica una fuerza craneocaudal sobre el núcleo, la altura de este tiende a reducirse y
expandirse de forma radial contra las paredes del anillo fibroso. Esta expansión radial
ejerce una presión en el anillo que tiende a distender las capas de fibras colágenas hacia
afuera, pero la capacidad elástica de este material le permite resistir la distensión y
oponerse a la presión ejercida por el núcleo. (Universidad de Murcia, s. f., pp. 71-72).
Figura 8: Transmisión radial de las presiones ejercidas sobre el núcleo pulposo

Fuente: Universidad de Murcia, s. f., p. 72.

El comportamiento del núcleo tras carga constante o en período de descanso muestra


curvas exponenciales, lo que sugiere un cierto tiempo de reposo para la total recuperación
del disco.

Por regla general, el anillo es lo bastante resistente como para impedir cualquier tendencia
del núcleo a protruir lateralmente. La aplicación de una fuerza de 40 kg en un disco
intervertebral ocasiona solo 1 milímetro (mm) de compresión vertical y 0,5 mm de
expansión radial del disco. Una fuerza vertical de 100 kg comprime el disco solo 1,4 mm y
provoca una expansión lateral de 0,75 mm (Miralles y Puig, 1998).

El núcleo pulposo no ejerce solo una presión radial, sino también hacia las placas
terminales vertebrales. Estas resisten perfectamente la deformación, ya que se aplican
hacia los cuerpos vertebrales. La presión ejercida en las placas terminales sirve para
transmitir parte de las fuerzas aplicadas de una vértebra a la siguiente. El buen
funcionamiento de estos mecanismos requiere de la integridad del anillo y núcleo (Miralles
y Puig, 1998).

El núcleo pulposo parece ser el centro funcional del disco, y sus modificaciones, la causa
primaria de la patología dentro de este, y como consecuencia, de todas las alteraciones
patológicas del espacio intervertebral. Otra propiedad del disco es la capacidad que posee
para absorber y almacenar energía. Las fibras de colágeno son elásticas, se distienden
como fuelles almacenando la energía que las distendió. Cuando las cargas aplicadas
sobre el disco desaparecen, la capacidad de recuperación elástica del colágeno hace que
la energía almacenada en él se utilice para devolver a la normalidad cualquier
deformación que haya podido sufrir el núcleo pulposo (Miralles y Puig, 1998). (Universidad
de Murcia, s. f., p. 73).
De esta manera, en Mayra y en todas las personas con discos intervertebrales sanos, estos se
comportarán de la siguiente manera ante los movimientos:

Distracción
Los movimientos de separación o distracción de los cuerpos vertebrales comportan un
estiramiento de las fibras de colágeno del anillo fibroso, por lo que cada fibra se tensa
resistiendo la tracción. Al estar el anillo muy densamente poblado por fibras de colágeno,
este es altamente resistente a la tensión (Miralles y Puig, 1998). (Universidad de Murcia, s.
f., p. 74).

Flexoextensión
En los movimientos de flexoextensión, se produce la deformación de las fibras de
colágeno en una parte del disco y su elongación en la opuesta. Esto ocasiona,
necesariamente, la distorsión del anillo y del núcleo, la naturaleza fluida de estos es la que
permite tal deformación. La compresión del anillo en la parte anterior desplaza la
estructura semilíquida del núcleo hacia atrás. Si al mismo tiempo se aplica una carga
sobre el disco, la presión en él aumentará y se ejercerá sobre la parte posterior del anillo
que se halla tensada por la separación de los cuerpos vertebrales. Un anillo sano resistirá
bien esta combinación de tracción y compresión, pero si el anillo ha sufrido lesiones
anteriores, se pueden observar roturas de su parte posterior, con el resultado de la
extrusión o herniación del núcleo pulposo (Miralles y Puig, 1998). (Universidad de Murcia,
s. f., p. 74).

Rotación
En la rotación raquídea, se tensan solamente las fibras de colágeno inclinadas en la
dirección del movimiento, mientras que las restantes están relajadas. El anillo resiste los
movimientos de torsión con la mitad del total de sus fibras de colágeno. Por ello, este
movimiento de torsión es el más lesivo para el disco intervertebral (Miralles y Puig, 1998).
(Universidad de Murcia, s. f., p. 74).
Figura 9: Comportamiento del disco intervertebral

Fuente: Sagi, G., 2012, http://dx.doi.org/10.1016/S1293-2965(12)61947-1

En el comportamiento biomecánico del disco intervertebral, es importante el espesor de la


parte posterior, en relación con su resistencia y su forma. Los discos que tienen la parte
posterior cóncava están mejor diseñados para resistir las flexiones que los que la tienen
convexa, ya que, a igualdad de diámetro, poseen mayor sección. Los discos que tienen
una gran altura y áreas pequeñas tienen mayor riesgo de sufrir alteraciones que cualquier
otra combinación de altura y geometría. Cuando la ratio área / altura del disco se
incrementa, el disco es más estable para todos los tipos de cargas, excepto para las de
torsión. Una carga que genera un momento flexor, extensor o flexor lateral produce menos
movimiento (20 %) en los discos cuando estos tienen una ratio área / altura de 250-350,
comparándolo con discos que tienen una ratio de 100. Discos con una ratio pequeña
permiten movimientos más amplios, con la excepción de los movimientos de rotación. Los
momentos de flexoextensión e inclinación lateral provocan mayor carga y mayor
inestabilidad en los segmentos móviles (Natarajan y Andersson, 1999).

Ante la aplicación de grandes tensiones, la recuperación discal no es inmediata, sino que


requiere de un período determinado de tiempo. A este proceso se le conoce como
mecanismo de autoestabilización del raquis. Es un sistema por el cual cada segmento
intervertebral tiende a restablecer la posición de reposo tras ser sometido a una carga. Si
las cargas se mantienen por un tiempo prolongado, el disco termina por no recuperar su
posición inicial y se produce un proceso degenerativo (Marcos, 1989). Así, el núcleo se
hace más fibroso y pierde su estructura de gel. Las fibrillas colágenas del núcleo se
engrosan, mientras que las del anillo se vuelven más delgadas y disminuye la capacidad
del disco para distribuir la fuerza compresiva (Llanos, 1988).

Las vértebras lumbares toleran cargas de hasta 730 kg. Los discos intervertebrales de la
región lumbar están en condiciones de soportar una presión axial de hasta 1500 kg. El
valor de tolerancia de la región cervical alcanza solo el 75 % de la capacidad de
compresión de las vértebras lumbares (Einsingbach y cols., 1989).

En la resistencia a la torsión, los valores para las vértebras lumbares están alrededor de
250 kg, y para los discos intervertebrales, en unos 450 kg. El resultado de soportar
estáticamente una carga de 100 kg, con ligera flexión anterior de la columna vertebral
representa una carga de presión en las vértebras lumbares de más de 800 kg. Si se
adopta una posición cifótica, la carga estática de los discos torácicos aumenta hasta el 50
%, incluso, en ausencia de peso adicional (Einsingbach y cols., 1989). (Universidad de
Murcia, s. f., p. 74).

Cinética raquídea
Los movimientos raquídeos son posibles porque el disco se puede deformar y porque las
facetas articulares posteriores pueden deslizarse unas sobre otras, gracias a la gran
laxitud de la cápsula articular y de los ligamentos (Medina, 1992). En las articulaciones
intersomáticas, no hay desplazamiento, pues no hay superficies articulares, el movimiento
se produce por deformación del disco (Pastor, 2000). La amplitud de movimiento en estos
planos está limitada por la extensibilidad de los ligamentos longitudinales, la superficie y
cápsula articular, la fluidez del disco y la extensibilidad de los músculos. Todos los
movimientos del raquis son muy amplios en el niño y en el adolescente, y disminuyen
después de los treinta años de edad. En cuanto a la movilidad raquídea, hay que
considerar el índice discal y la relación superficie / altura de los discos.

El índice discal es la relación existente entre la altura del disco y la altura media de los dos
cuerpos vertebrales entre los que se encuentra. Esta relación es de 1/4 en la región
cervical, 1/5 en la región dorsal y 1/3 en la región lumbar. (Universidad de Murcia, s. f., p.
75).

A mayor índice discal más amplitud de movimiento

La relación superficie / altura de los discos es de 6/1 en la región cervical, de 22/1 en la región
dorsal y de 13/1 en la región lumbar. Esta relación es inversa con la movilidad, de modo que:

A mayor coeficiente superficie / altura Menor movilidad


De modo que el raquis dorsal es el que menor movilidad aporta.
Resulta de gran trascendencia para la movilidad intervertebral la orientación de las carillas
articulares interapofisarias, que es distinta dependiendo del segmento raquídeo que se
considere [figura 10]. En las vértebras torácicas, las carillas articulares son verticales y
tienen una orientación circular que permite el movimiento de rotación entre dos vértebras
adyacentes, las costillas limitan este movimiento. Aproximadamente, se hallan orientadas
60 grados con respecto al plano transversal y 20 grados respecto al plano frontal. Estas
articulaciones intervertebrales permiten los movimientos de inclinación, rotación y, con
mayor limitación, los movimientos de flexoextensión. En la última vértebra torácica y
primera lumbar se produce un cambio de orientación de las carillas, que pasan a tener una
dirección más sagital y limitan las rotaciones axiales (Miralles y Puig, 1998).

En la región lumbar inferior, las carillas articulares están ligeramente desplazadas hacia el
plano frontal, dirigidas hacia atrás y hacia adentro, por lo que se encuentran casi
enfrentadas. Están mejor adaptadas para soportar el estrés de cizalla debido a la
orientación oblicua hacia delante de los discos intervertebrales L4-L5 y L5-S1. La
orientación de las carillas es de 45 grados con respecto al plano frontal y 90 grados con
respecto al transversal. En el raquis lumbar, se pueden realizar movimientos de flexión,
extensión e inclinación lateral, pero es limitada la rotación (Miralles y Puig, 1998). En el
raquis cervical, las carillas de las articulaciones intervertebrales de C3 a C7 tienen el
aspecto de cortes oblicuos de cilindros óseos y están orientadas, aproximadamente, 45
grados con respecto al plano transversal, son paralelas al plano frontal. Las carillas
intervertebrales de las dos primeras vértebras cervicales, atlas y axis, están prácticamente
orientadas en el plano transversal. La séptima vértebra cervical es de transición y sus
carillas articulares tienen mayor inclinación que las demás (Miralles y Puig, 1998).
(Universidad de Murcia, s. f., pp. 75-76).
Figura 10: Orientación de las carillas articulares

Fuente: Universidad de Murcia, s. f., p. 77.

Analizando los movimientos de flexoextensión, los valores máximos de movilidad


intervertebral son de 110 grados para la flexión y 140 grados para la extensión. La flexión
lumbar es de 60 grados y, para el conjunto dorsolumbar, de 105 grados. La extensión es
más reducida, de 35 grados para el raquis lumbar y 60 grados para el dorsolumbar. En el
raquis cervical, la amplitud de flexión es de 40 grados y la extensión de hasta 75 grados.
(Universidad de Murcia, s. f., pp. 75-76).
Tabla 1: Cuadro con las amplitudes de movimiento del raquis vertebral
Fuente: Universidad de Murcia, s. f., p. 77.

A nivel lumbar:
La flexión se produce en un 75 % en el espacio intervertebral L5-S1, un 15-20 % en L4-L5
y el 5-10 % restante se reparte entre L1-L4 (Cailliet, 1990). Sin embargo, los datos
referenciados por McGill (2002), extraídos de diversos estudios, evocan una distribución
diferente de la movilidad intervertebral.

De estos datos se deduce que el segmento dorsolumbar tiene una buena movilidad en
flexión, mientras que el cervical es el más libre y móvil de los tres, sobre todo, en la
extensión. La amplitud del movimiento del raquis está en estricta dependencia con la zona
que se considere. La movilidad intervertebral se modifica con la edad. Entre los 20 y 50
años se pierden 15 grados de flexión y 10 grados de extensión lumbar, 20 grados en las
inclinaciones y 30 grados en las rotaciones. Por géneros, las mujeres poseen mayor
movilidad en el raquis cervical y los hombres, en el lumbar (Miralles y Puig, 1998).
(Universidad de Murcia, s. f., pp. 77-78).
Tabla 2: Rango de movimiento de las articulaciones intervertebrales

Fuente: Universidad de Murcia, s. f., p. 77.

Referencias
[Imagen sin título sobre actividad muscular en el síndrome cruzado inferior]. (s. f.).
https://bit.ly/3jXzPx5

[Imagen sin título sobre anteversión y retroversión pélvica]. (s. f.).


https://espaldaycuello.com/anteversion-retroversion-pelvica/

Kapandji, A. I. (2007). Fisiología articular. Tomo 3. Editorial Médica Panamericana.

Premium Madrid. (2015). Anatomía y biomecánica de la columna dorsal y lumbar o raquis dorsal
o lumbar. https://rehabilitacionpremiummadrid.com/blog/premium-madrid/anatomia-y-
biomecanica-de-la-columna-dorsal-y-lumbar/

Universidad de Murcia. (s. f.). Anatomía y biomecánica de la columna vertebral.


https://www.um.es/innova/OCW/actividad_fisica_salud/contenidos/616e61746f6dc3ad615f706564
726f5f616e67656c.pdf

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