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El abogado del actor frente a la demanda


Otros actos posibles distintos a la pretensión y al ofrecimiento de prueba

Por Eduardo A. Díaz (*)

I. Demanda, pretensión, y ofrecimiento de prueba

Pretensión y ofrecimiento de prueba son los principales actos procesales que se esgrimen por
la actora al momento de presentar su demanda ante el tribunal[1]. El principio dispositivo,
regente en el proceso civil nacional, pone en cabeza de los litigantes la iniciativa (el proceso
sólo puede iniciarse a instancia de parte), la delimitación del "thema decidendum" (a través de
la pretensión, integrada con la oposición del demandado), y la aportación de la prueba. En el
ámbito de la Justicia Nacional, la necesidad de plantear la pretensión en la demanda surge del
art. 330 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (al que seguiremos), cuyos incisos
enumeran, como requisitos, a los elementos de aquella. Respecto de la prueba, el art. 333
CPCC establece: "Con la demanda, reconvención y contestación de ambas, deberá
acompañarse la prueba documental y ofrecerse todas las demás pruebas que las partes
intentaren valerse".

Una vez que el cliente expone su problema al abogado, éste se centra en el análisis del
derecho que le asiste a aquél de alcanzar el resultado deseado, v. gr. desalojar a los intrusos
del inmueble, obtener el divorcio, la reparación de los daños ocasionados. Para ello, tendrá que
definir los elementos de la – hasta ahora – hipotética futura pretensión (sujetos, objeto, causa),
encuadrarlos jurídicamente (subsumirlos en el derecho), y de ahí sacar una conclusión: el
cliente "tiene razón", "le asiste el derecho", y por lo tanto puede demandar con posibilidades
ciertas de salir airoso en un futuro pleito judicial o, por el contrario, nada se puede reclamar con
viso de seriedad y mejor será olvidarse del asunto[2].

Pero además de esta labor intelectual de "encuadre jurídico" de los hechos del caso, de
comparación entre la "hipótesis real" y la "hipótesis legal"[3], resulta esencial, primario, trabajar
y definir el tema "prueba", lo que el profesional hace planteándose y contestándose tres
preguntas clave: ¿Qué hay que probar? ¿Quién tiene que probar? ¿Cómo se probará?[4].Si
quisiéramos seguir un orden, podríamos decir que primero definimos la pretensión, y luego, con
base en ella, analizamos y determinamos la prueba[5]. Pero en la realidad la cosa no es tan
esquemática, el letrado suele laborar ambos temas al unísono: ya desde el primer momento (es
decir, sin todavía una respuesta definitiva al problema del cliente), a la par de escudriñar los
hechos y comenzar a pensar el derecho aplicable va perfilando el material probatorio, v. gr.
mientras escucha el relato de su cliente sobre cómo fueron los sucesos ya le inquiere sobre la
existencia de futuros posibles testigos o de algún documento relacionado con el caso. Desde
ya que estas primeras aproximaciones a la solución del caso que rondan por la cabeza del
abogado serán provisorias, pues luego necesitarán ser confirmadas por un estudio más
profundo, minucioso del asunto.

II. Otros factibles actos principales

Pero la pretensión y el ofrecimiento de prueba no son los únicos actos procesales a los que
deberá prestar atención el curial del actor en el umbral del proceso. Suele haber otros, que se
deducen en la misma demanda o aún antes de ella. Algunos, tan principales para el conflicto
que se ventilará en sede judicial como aquellos dos, otros, meramente accesorios o
secundarios.

Estos últimos - accesorios - suelen ser actos no particulares del caso, sino comunes a varios,
que por eso se incluyen en casi todas las demandas, de manera estándar, la mayoría de ellos
relacionados con aspectos procedimentales, los cuales el abogado ya tiene hasta cargados en
los modelos de escritos que lucen en su PC, v. gr. constitución de domicilio procesal y
denuncia del real; designación de personas autorizadas, de apoderado y de letrado
patrocinante; acreditación del pago de la tasa de justicia, de la mediación o del reclamo
administrativo previos; pedido de eximición de acompañar copias para traslado (art. 121
CPCC).
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Pero no es a éstos a los que nos dedicaremos, sino a otros, que tratan puntos fundamentales
del asunto llevado al tribunal, de entre los que destacaremos aquí los más generales y quizá
frecuentes, a saber: la persona que lo decidirá (recusación), los elementos de la pretensión
(medidas preparatorias, citación de terceros), la fundabilidad de ésta (prueba anticipada), la
efectividad de la sentencia (medidas cautelares), la economía del proceso (beneficio de litigar
sin gastos)[6]. Las normas que contemplan estas posibilidades, que regulan los institutos
adjetivos correspondientes, no se hallan en el sector del código ritual destinado a este
momento inicial de la etapa de postulación, sino que están diseminadas en otras partes del
cuerpo normativo - o aún en otras fuentes-, lo que de algún modo puede dificultar - al menos al
joven profesional - el advertirlas como factibles de realización.

Si bien aquí abordaremos los temas desde el punto de vista del abogado del actor, los actos a
los que nos referiremos están contemplados por la ley para ser llevados a cabo también por el
demandado[7]. Sólo habrá que hacer los ajustes correspondientes.

La intención no es profundizar en estos cursos de acción, sino tan sólo mostrarlos,


presentarlos; quedará a cargo del lector su ahondamiento. Nos interesan, más que en sí
mismos, como formando parte del método de trabajo del abogado en la coyuntura.

En el capítulo IV direccionamos al lector hacia modelos de escritos que documentan estos


actos eventuales.

II.1. Recusación

A través de la recusación, las partes pueden excluir al juez designado para intervenir en la
causa, no por razón de su incompetencia, sino por existir dudas acerca de la imparcialidad de
sus decisiones.

La recusación puede ser con expresión de causa (art. 17 CPCC), o sin expresión de causa (art.
14 CPCC[8]). Hay un plazo para deducirlas, que para el actor es el de "entablar la demanda o
en su primera presentación", y cuando se trate de una recusación con expresión de
causa sobreviniente "sólo podrá hacerse valer dentro de quinto día de haber llegado a
conocimiento del recusante y antes de quedar el expediente en estado de sentencia"(arts. 14 y
18 CPCC).

Entonces, salvo que se trate de una causa de recusación sobreviniente, en los demás
supuestos el actor ha de recusar, con o sin expresión de causa, al "entablar la demanda o en
su primera presentación", no pudiendo hacerlo con posterioridad por imperio del principio de
preclusión. Esta "primera presentación" distinta a la demanda puede ser cualquiera de los actos
que luego comentaremos, v. gr. diligencia preliminar, medida cautelar, beneficio de litigar sin
gastos.

¿Cuándo sabremos quién es el juez que intervendrá en el juicio? En la Justicia Nacional en lo


Civil, y en lo Comercial, lo será al momento de tramitar en la oficina correspondiente la
adjudicación de un juzgado al caso, situación conocida en la jerga diaria como "sorteo de la
demanda": ahí conoceremos el número del juzgado desinsaculado y el nombre del magistrado
a cargo[9]. Si queremos recusarlo, y en ese momento no tenemos aún preparada la demanda
(recién sorteamos la mediación previa "oficial"), fracasada esta instancia alternativa de
resolución del conflicto, incluiremos la recusación como un capítulo del libelo de inicio. Y si al
tiempo de sortear la demanda ya tenemos preparado este escrito (el caso no va a mediación, v.
gr. desalojo, o la mediación fue "privada"), agregaremos en él un "otrosí" para incorporarle la
recusación (recordamos que en la Justicia Nacional Civil y en la Comercial hay un plazo de
cinco días - desde que se sortea la demanda - para presentarla en el tribunal adjudicado al
caso, lapso en el que puede hacerse este agregado). En la Provincia de Buenos Aires - en la
que impera una norma similar al art. 14 del código procesal nacional - es distinto, pues allí al
sortear la demanda el presentante pierde contacto con el escrito, el cual es directamente
enviado por la oficina "Receptoría" al juzgado desinsaculado, lo que impide que se le agregue
la recusación; entonces, hay que plantearla de antemano en la pieza, sin saber aún el
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magistrado que intervendrá, para el caso - o bajo la condición - que nos toque el juez no
deseado, v. gr. "Recuso sin expresión de causa al juez Antonio Pérez".

La recusación con expresión de causa constituye un incidente no suspensivo de la instancia


principal (arts. 26 y 176 CPCC), pero susceptible de caducidad de su instancia (la incidental de
la recusación, art. 315 CPCC). La recusación sin expresión de causa, en cambio, no perime,
pues se trata de un acto instantáneo: su sola manifestación lo agota, el juez se pronuncia al
respecto inmediatamente, sin ningún tipo de sustanciación ni trámite previo, no hay instancia
alguna que se abra y pueda caducar.

II.2. Diligencias preliminares

En tren de definir la pretensión y la prueba que se volcarán en la demanda (supra I), puede el
abogado encontrarse con algunos de estos inconvenientes: 1) la falta de algún antecedente
que le impide precisar la pretensión y cumplir, así, con el art. 330 CPCC, v. gr. desconoce
algún dato de la personalidad del futuro demandado sin el cual no pueda entrarse en juicio
pues hace a la legitimación o capacidad del sujeto, por ejemplo, en qué carácter detenta la
cosa que será objeto de reivindicación; 2) la posibilidad de que alguno de los medios
probatorios que se ofrecerán sea de imposible o de muy dificultosa producción en el período
procesal correspondiente (pueden pasar años desde la interposición de la demanda hasta que
se abra la etapa de prueba), v. gr. la persona que será ofrecida como testigo está gravemente
enfermo o próxima a ausentarse del país.
Bajo estas circunstancias, habrá de echarse mano a las diligencias preliminares. Bajo este
título, en los arts. 323/329 CPCC se agrupan dos especies de actos: medidas preparatorias
(tienen por objeto concretar de modo preciso y sin errores la futura pretensión),
y prueba anticipada (tiende a asegurar una prueba de imposible o muy dificultosa producción
en el período correspondiente del juicio).

Con base en el párrafo inicial del art. 323, "El proceso de conocimiento podrá prepararse...", se
sostiene que estas diligencias son viables únicamente en este tipo de proceso, aunque otra
opinión, más amplia, la extiende a todos los demás, v. gr. el juicio ejecutivo.

Hay consenso en que la enumeración de los arts. 323 (medidas preparatorias) y 326
(prueba anticipada) no son taxativas sino meramente enunciativas.

El pedido de diligencia preliminar se presenta ante el juez que deba conocer en el principal (art.
6, inc. 4, CPCC), por lo tanto se sortea cual si fuera una demanda principal, salvo que la
petición se incluya dentro de ésta (ver infra, penúltimo párrafo de este punto) o que, tratándose
de prueba anticipada, se la requiera una vez iniciado el proceso (ver infra penúltimo párrafo de
este punto). Si se quiere recusar al juez asignado al caso, la diligencia preliminar será la
"primera presentación" a que se refiere el art. 24 del ritual (ver supra II).

En el escrito se ha de denunciar la pretensión que constituirá el objeto del proceso principal,


señalarse nombre y domicilio del futuro contradictor, y expresar los motivos que justifiquen la
petición (art. 327 CPCC).

Atención, las medidas preparatorias - no la prueba anticipada - están sujetas a un plazo de


caducidad (de la medida, no de la instancia): "... Salvo en los casos de los incs. 9), 10 y 11, y
del art. 326, no podrán invocarse las diligencias decretadas a pedido de quien pretende
demandar, si no se dedujere la demanda dentro de los treinta días de su realización, Si el
reconocimiento a que se refiere el inc. 1) y el art. 324 fuere ficto, el plazo correrá desde que la
resolución que lo declare hubiere quedado firme" (art. 323, último párrafo, CPCC).

Para evitar esta caducidad de la medida derivada de la presentación tardía de la demanda, la


diligencia preparatoria puede plantearse - si las circunstancias lo permiten - junto a la
pretensión en la demanda, pero para ser producida previamente al traslado de ésta al
demandado, es decir, se interpone directamente el escrito de demanda con un capítulo
"DILIGENCIA PRELIMINAR", la que de ser declarada procedente por el juez se tramitará de
manera inmediata, y una vez realizada, no ocurrirá su caducidad pues la demanda ya está
deducida. Lo mismo podría hacerse con la deducción de una prueba anticipada, es decir,
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incluirla en la demanda principal como un capítulo aparte y para ser diligenciada con
anticipación al traslado de la pretensión, aunque tampoco habrá obstáculo para que se solicite
y/o se produzca ya trabada la litis, pero con anticipación a la etapa probatoria del juicio.

Una cuestión distinta a la caducidad de la medida es la posibilidad de que ocurra la caducidad


de la instancia respecto de la petición de diligencias preliminares. Existen sobre el punto
posiciones encontradas, aunque parece primar la que considera que ellas no implican apertura
de una instancia, por lo tanto no pueden perimir.

II.3. Citación de terceros (intervención de terceros obligada)

Al preparar el caso para llevarlo al tribunal, el abogado del futuro actor analizará, entre otras
cuestiones, la legitimación activa y pasiva (requisito de admisibilidad de la pretensión), es decir,
en términos simples, quienes están habilitados, en el caso particular, para demandar y ser
demandados. La solución normal a este intríngulis es que pueden serlo los titulares de la
relación jurídica sustancial que se ventilará en el juicio. Pero el ordenamiento jurídico admite la
intervención, en calidad de parte, de otras personas distintas a los litigantes originarios, a fin de
que hagan valer sus derechos o intereses propios, pero siempre que estén vinculados a
aquella relación jurídica sustancial que une a actor y demandado originarios en razón de su
conexidad, continencia, afinidad o simple accesoriedad.

Dispone al respecto el art. 94 CPCC: "El actor en el escrito de demanda, y el demandado


dentro del plazo para oponer excepciones previas o para contestar la demanda, según la
naturaleza del juicio, podrán solicitar la citación de aquél a cuyo respecto consideraren que la
controversia es común. La citación se hará en la forma dispuesta por los arts. 339 y siguientes".
Esta es la modalidad de la intervención de terceros denominada coactiva u obligada. Producida
la citación del tercero, "la sentencia dictada lo alcanzará como a los litigantes principales" (art.
96 CPCC)[10].

Que exista "controversia común" entre el tercero y alguna de las partes originarias del proceso
es el quid de esta figura. Se entiende que no basta un "mero interés" sino que ha de mediar
una relación jurídica que vincule a los sujetos con los elementos objetivos de la pretensión
(objeto y causa), y esto se presenta en los casos susceptibles de ser encuadrados bajo la
designación genérica de "denuncia de litis" (litis denuntiatio), a saber: 1) citación del sujeto
pasivo de una eventual pretensión regresiva, o del colegitimado; 2) citación del legitimado para
intervenir (nominatio auctoris); 3) citación del tercero pretendiente[11].

Si bien en la generalidad de los casos es la parte demandada quien mayormente efectúa estas
citaciones, la denuncia de litis puede hacerla el actor en los casos en que el tercero citado al
proceso podría haber asumido, junto con él, la posición de litisconsorte (citación del
colegitimado), como sería el caso del acreedor solidario que pidiese la citación de un
coacreedor, o el del heredero que adoptara la misma actitud con relación a otra persona que
reviste la misma calidad en el caso del art. 3450 CC; supuesto de "citación del tercero
pretendiente" sería si, interpuesta una pretensión de pago por consignación, "fuese dudoso el
derecho del acreedor a recibir el pago, y concurrieren otras personas a exigirlo del deudor" (art.
757, inc. 4°, Código Civil), o en el caso particular de "citación de evicción" (arts. 2091 y
siguientes CC; 105 y siguientes CPCC).

En estos casos la demanda contendrá, entonces, un capítulo especial "CITACIÓN DE


TERCERO".

Conforme lo dispuesto por el art. 331 CPCC: "El actor podrá modificar la demanda antes de
que ésta sea notificada (...)", el plazo para formular el pedido de citación podría extenderse
hasta antes de dicha notificación. Yendo más allá, se ha decidido que si bien es cierto que la
ley establece que el actor podrá solicitar en la demanda la citación del tercero, no lo es menos
que cuando los hechos que motivaron la citación llegan a su conocimiento con el escrito de
responde, la posterior solicitud en tal sentido debe considerarse una ampliación de demanda,
fundada en un hecho nuevo y como tal, enteramente procedente (CNCiv., Sala F, 24/3/92, JA
1993 II, síntesis).
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Como la citación "se hará en la forma dispuesta por los arts. 339 y siguientes" del CPCC, se
habrán de adjuntar a la cédula copias de la demanda y demás documentación.

Otra hipótesis de citación a pedido del actor - si bien no se trata, estrictamente, de una
intervención obligada de tercero sino de una “integración de litis” - es la de existir un
litisconsorcio necesario activo, art. 89 CPCC (si el litisconsorcio necesario fuese pasivo, el actor
no cita a nadie sino que directamente demanda a todos los legitimados). De presentarse esta
circunstancia, si por alguna razón todos los legitimados activos no se presentaron
demandando, el que sí lo haga deberá pedir la citación de los restantes, para "integrar la litis",
caso contrario la sentencia no podrá "pronunciarse útilmente" (art. 89 CPCC)[12]. Una
diferencia formal entre esta citación y la "obligada" stricto sensu es que el pedido puede
hacerse más allá de la demanda, hasta "antes de dictar la providencia de apertura a prueba"
(art. 89 CPCC).

Otra citación particular es la que se efectúa "en garantía al asegurador" por el damnificado (art.
118 ley 17418), pues se pone en tela de juicio que se trate de una verdadera intervención
coactiva de tercero, sosteniéndose que el asegurador es un verdadero demandado. Esta
intervención puede ser peticionada hasta que se encuentre firme la apertura a prueba del
juicio.

Una postura sostiene que no puede haber caducidad de instancia en la citación coactiva, y que
si quien solicitó la citación no la impulsa, v. gr. no libra la cédula de notificación
correspondiente, sólo le cabe a la contraparte pedir al juez que lo intime a impelerla, bajo
apercibimiento de tenerlo por desistido de la citación. En la vereda opuesta, se ha decidido que
la falta de impulso por parte de quien solicito la intervención del tercero, lo expone al riesgo de
la caducidad del incidente respectivo (CNFed.Civ. y Com., Sala I, 24/9/96, elDial-AF721).

II.4. Medidas cautelares

Mucho tiempo pasará desde el nacimiento del conflicto que se ventilará en el juicio, hasta el
posible reconocimiento del derecho del actor en la sentencia (mera declaración judicial, v. gr.
"condeno a pagar"), y yendo aún más lejos, hasta que se vea efectivamente satisfecho su
interés (v. gr. perciba la suma de dinero reclamada[13]); una sentencia, por más favorable que
sea a las pretensiones del actor, de nada sirve, si no es posible ejecutarla. En atención a ello,
el ordenamiento permite el dictado de resoluciones judiciales preventivas, que pueden
solicitarse antes del dictado de la sentencia definitiva (con el proceso principal en trámite, o aún
antes de ser iniciado), cuyo objeto es preservar los bienes o personas involucradas en la litis, a
fin de asegurar que la eventual sentencia definitiva, de resultar favorable al actor, pueda llegar
a cumplirse: son las denominadas medidas cautelares o precautorias.

En el CPCCN, están previstas en el Libro I, Título IV, Cap. III. Comienza con el art.195, que
dice:

"Las providencias cautelares podrán ser solicitadas antes o después de deducida la demanda,
a menos que de la ley resultare que ésta debe entablarse previamente.
El escrito deberá expresar el derecho que se pretende asegurar, la medida que se pide, la
disposición de la ley en que se funde y el cumplimiento de los requisitos que corresponden, en
particular, a la medida requerida. (...)".

Entonces, las medidas cautelares pueden ser pedidas en tres momentos: antes de presentada
la demanda principal, incluida en ella (será uno de los capítulos del libelo inicial, v. gr.
"SOLICITA EMBARGO"; se evitará, así, la caducidad de la medida impuesta por el art. 207
CPCC), o después de interpuesta. En el primer caso, se sortea; en el segundo, al sortearse la
demanda principal ha de informarse en la planilla de inicio que se deduce también una cautelar;
en el tercero, el escrito puede presentarse directamente, sin sorteo previo, en el expediente
principal (aunque el tribunal puede mandar que se le forme pieza separada, en cuyo caso
habrá de sortearse la medida precautoria, diligencia que el juzgado puede dejar en manos del
litigante o llevarlo él directamente a cabo mediante un trámite interno de alta[14]).
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Es juez competente para decretar medidas precautorias "el que deba conocer en el proceso
principal" (art. 6, inc. 4, CPCC). No obstante, "...la medida decretada por un juez incompetente
será válida siempre que haya sido dispuesta de conformidad con las prescripciones de este
capítulo, pero no prorrogará su competencia. El juez que decretó la medida, inmediatamente
después de requerido, remitirá las actuaciones al que sea competente" (art. 196 CPCC).
Doctrina y jurisprudencia entienden que esta posibilidad dada al juez incompetente es de
excepción, su uso está condicionado a que se trate del dictado de una medida urgente, grave,
que no admita demora por el daño irreparable que su omisión pudiese causar al peticionante.

Siempre que se quiera que las actuaciones referidas a la medida precautoria permanezcan
"reservadas hasta tanto se ejecuten las medidas" (art. 197 in fine CPCC), tendrán que tramitar
por expediente separado del principal, cuya formación deberá solicitar expresamente el
peticionante de la medida si es que el tribunal no lo ordenó oficiosamente.

Además de contener "el cumplimiento de los requisitos que corresponde, en particular, a la


medida requerida", la demanda cautelar (sea que se deduzca en escrito separado o como
capítulo de la demanda principal) ha de expresar la existencia de dos de los tres requisitos
generales para la procedencia de toda medida precautoria: verosimilitud en el derecho, y
peligro en la demora (el tercero, la contracautela, aparecerá en escena después, cuando el
juez la fije en la resolución que hace lugar al pedido cautelar, art. 199 CPCC), y, de ser
necesario, en este primer escrito habrá de ofrecerse la prueba de estos recaudos.

El ofrecimiento de prueba en las medidas cautelares tiene una particularidad: sin perjuicio de
que se proponga cualquier medio probatorio, "la información sumaria para obtener medidas
precautorias podrá ofrecerse acompañando en el escrito en que se solicitaren el interrogatorio
de los testigos y la declaración de éstos, ajustada a los arts. 440, primera parte, 441 y 443,
firmada por ellos. Los testigos deberán ratificarse en el acto de ser presentado dicho escrito o
en primera audiencia (...)" (art. 197 CPCC). Esto es, a diferencia de lo que ocurre con
la prueba testimonial común, aquí no sólo se la ofrece sino que se transcribe en el mismo
escrito el interrogatorio y las respuestas, es decir el abogado habrá hecho las veces de
audiencista en su Estudio; el texto será similar al que luce en cualquier acta de audiencia de
testigos, con interrogatorio preliminar incluido. Luego, lo único que hará el testigo será ratificar
sus dichos[15], cosa que puede hacerse el mismo día de presentado el escrito en el juzgado (el
abogado va con el testigo al tribunal) o "en primera audiencia", es decir un día fijado de
antemano por el personal judicial para que el testigo concurra al efecto (la fecha y hora de esta
primera audiencia la consensuan entre el abogado y el empelado que se encarga de estas
audiencias).

Como las medidas precautorias se dictan inaudita parte, es decir sin audiencia de la contraria
(art. 198 CPCC), el escrito no lleva copias del art. 120 CPCC.

Como adelantamos, las medidas cautelares ordenadas y efectivizadas antes del proceso
caducan de pleno derecho (es decir, sin necesidad de petición de parte ni de resolución judicial
que la declare), dentro de los diez días siguientes al de su traba, "si tratándose de obligación
exigible no se interpusiere la demanda o no se iniciare el procedimiento de mediación
prejudicial obligatoria, según el caso, aunque la otra parte hubiese deducido recurso (...). Las
inhibiciones y embargos se extinguirán a los cinco años de la fecha de anotación en el registro
que corresponda, salvo que a petición de parte se reinscribieran antes del vencimiento del
plazo, por orden del juez que entendió en el proceso" (art. 207 CPCC).

Una cuestión distinta a la anterior es la de la caducidad de la instancia y las medidas


cautelares, que presenta dos problemas. Uno, consistente en determinar si el trámite para
obtener el dictado de medidas cautelares tiene efectos interruptivos del plazo de caducidad de
la instancia principal: en general prima la respuesta negativa, toda vez que la medida cautelar
no tiene por finalidad activar el procedimiento llevándolo hacia su normal conclusión. El otro
problema, gira alrededor de si el propio incidente de medidas precautorias puede terminar por
perención: la respuesta parece ser afirmativa, pues todo incidente, por ser tal, es factible de
caducidad (arg. art. 315 CPCC), como podría suceder si los testigos no concurren al tribunal a
ratificar su declaración y el procedimiento queda estancado ahí. No obstante, en la realidad,
nos encontraremos con que la imposibilidad de injerencia de la contraparte en el trámite de
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obtención de la medida (art. 198 CPCC) hará que, de hecho, no se formule el planteo; aunque
no hay que olvidar que la perención puede ser decretada de oficio (art. 316 CPCC).

II.5. Beneficio de litigar sin gastos

El reclamo de los derechos en sede judicial a través de un juicio origina gastos, siendo de los
más importantes el de la tasa de justicia (en el orden nacional, ley 23898), y el de los
honorarios de los profesionales intervinientes (entre estos últimos, el de mayor entidad es el de
los abogados y procuradores, en el régimen nacional ley 21839).

La regla general es que la parte vencida en el juicio será la "condenada en costas" y, por lo
tanto, deberá pagar todos los gastos (art. 68 CPCC); y que la condena en costas "comprenderá
todos los gastos causados u ocasionados por la sustanciación del proceso y los que se
hubiesen realizado para evitar el pleito, mediante el cumplimiento de la obligación, incluyendo
los del procedimiento de mediación prejudicial obligatoria (...) (art. 77 CPCC).

Este aspecto económico del conflicto no es un tema menor, al menos desde la perspectiva del
cliente, quien siempre, en algún momento, formulará la pregunta "¿Y cuánto me va a salir este
juicio?", y de la respuesta dependerá, en más de una ocasión, la decisión que tomará sobre la
prosecución del asunto en sede judicial[16]. Desde otro ángulo, el acceso del ciudadano a la
Justicia podría verse obstaculizado, o hasta impedido, si quienes carecen de bienes suficientes
para afrontar estos gastos pudieran verse constreñidos legalmente a pagarlos.

El beneficio de litigar sin gastos es, entonces, la franquicia que se concede a ciertos justiciables
para actuar sin la obligación de hacer frente, total o parcialmente, a las erogaciones incluidas
en el concepto de costas, sea en forma definitiva o solamente provisional (arts. 78, 82, 83, 84
CPCC).

Puede pedirse antes de presentarse la demanda principal, conjuntamente con ésta (en el
mismo escrito, o por separado), o con el proceso ya iniciado “hasta la audiencia preliminar o la
declaración de puro derecho, salvo que se aleguen y acrediten circunstancias sobrevinientes”
(art. 84, tercer párrafo, CPCC), dispositivo éste que ha dado lugar a distintas interpretaciones
jurisprudenciales.

Su trámite es el de un incidente autónomo o reglado, por lo tanto el escrito, como "demanda


incidental" que es, ha de cumplir los requisitos de los arts. 330, 79, y 178 CPCC. No
suspenderá el procedimiento de la instancia principal, salvo que así se solicite al momento de
su interposición (art. 83 CPCC). La instancia del beneficio es susceptible de perención.

III. Epílogo

La principal finalidad de estas líneas ha sido mostrar que, muchas veces – más de las que uno
cree -, la labor del abogado del actor al momento de preparar el caso para llevarlo al tribunal no
se limita a confeccionar una demanda que cumpla con el art. 330 del Código Procesal. Lo
mismo puede decirse del letrado del demandado, en relación a la contestación a la demanda
del art. 356 del ritual.

A la de por sí ya trabajosa formulación correcta de la pretensión actoral (definir sus elementos,


cumplir sus requisitos de admisibilidad y de fundabilidad[17]), y del ofrecimiento de la prueba,
hay que sumar el análisis y definición de varios otros actos posibles, principales y accesorios
(entre los que se destacan, por importantes y usuales, los que enumeramos), pues todos ellos
hacen a la íntegra y correcta defensa de los intereses del justiciable, y su omisión compromete
la responsabilidad profesional.

IV. Modelos

Para ilustrar sobre el posible contenido de los escritos que documentan los actos procesales
vistos precedentemente, sugerimos la lectura de los siguientes modelos, incluidos en el link
"Modelos de escritos procesales" de elDial.com:
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4. Cláusula de recusación sin expresión de causa a juez de primera instancia -art. 14 del
CPCCN-

6. Recusa con expresión de causa a juez de primera instancia -art. 17, 18 y 20 del
CPCCN-

48. Solicitud del beneficio de litigar sin gastos -arts. 78 y 79 del CPCCN-

64. Cláusula de citación obligada de tercero -art. 94 del CPCCN-

132. Solicita embargo preventivo antes de interponer la demanda -arts. 195,197, 209 del
CPCCN-

189. Solicita medida preparatoria (art. 323- 327 del CPCCN)

190. Solicita prueba anticipada (art. 326, 327 del CPCCN)

(*) Director del Suplemento de Práctica Profesional de elDial.com. Abogado litigante. Ex


docente titular de las materias “Derecho Procesal Civil y Comercial y Práctica Profesional”,
Universidad Católica de La Plata; ex profesor titular de “Derecho Procesal I” y “Derecho
Procesal II”, Universidad Maimónides; ex profesor titular por concurso de “Teoría General del
Proceso”, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales del Instituto Universitario de la Policía
Federal Argentina; profesor Asociado regular de "Derecho Procesal Civil y Comercial" y de
"Práctica y estrategia procesal", UADE; profesor adjunto por concurso de “Práctica Profesional”,
y por carrera docente de “Elementos de Derecho Procesal”, Facultad de Derecho UBA. Autor
de obras jurídicas. Dicta cursos de práctica profesional en diferentes entidades. Director de la
Colección Actuación Profesional de editorial Hammurabi. Miembro del Instituto de Derecho
Procesal CPACF. Profesor en el Programa de Formación Profesional de la Escuela de
Posgrado del Colegio de Abogados de Capital Federal.
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[1] Compartimos la postura que ve en la demanda y la pretensión actos diferentes: aquella,
mero acto de inicio del proceso, ésta, el reclamo de resolución de un conflicto concreto, hecho
ante el órgano judicial y contra una persona distinta; la pretensión - no la demanda - es el
objeto del proceso.
Para el escrito de demanda puede verse Díaz, Eduardo A., Confección de escritos y otras
piezas procesales. Qué decir y cómo decirlo, 2da. edición, Hammurabi, 2012, p. 214 y
siguientes. También, del mismo autor, "Modelos de escritos procesales" de elDial.com,
modelos 192 a 196.
[2] Ver Díaz, Eduardo A., "Resolver casos 'quid' de la labor forense del abogado", en Cómo
resolver casos. Esencia de la abogacía, Hammurabi, 2005, p. 15 y siguientes.
[3] Calamandrei, Piero, Proceso y democracia, Ejea, Buenos Aires, 1960, p. 71.
[4] Ver Díaz, Eduardo A., Actividad del abogado en torno a la prueba en el proceso civil. El
ABC de la tarea probatoria, Hammurabi, 2013, Capítulo I.
[5] Es un buen método éste (primero, defina la pretensión, luego, analice la prueba), sobre
todo para el joven profesional, a fin de no “perderse” en el camino, al menos hasta que
adquiera la dosis de experiencia que le permita desenvolverse con mayor soltura. Además, le
puede ahorrar tiempo y esfuerzo: si el resultado querido por el cliente es palmariamente
inviable, v. gr. por inexistencia del derecho pretendido, no será necesario abordar la cuestión
probatoria.
RELACIONAR CON EL CODIGO DE SU JURISDICCION

[6] La realidad excede los alcances de este trabajo, pues cada caso puede tener, además de
estos actos genéricos, comunes, frecuentes, otros particulares, lo que hace imposible tratarlos
en su totalidad.
[7] Para el rol del demandado, puede complementarse viendo Díaz, Eduardo A. El abogado del
demandado frente al traslado de la demanda. Qué analizar además de la pretensión.
(Impugnaciones posibles, distintas a contestar la demanda y oponer excepciones
previas), elDial.com - DC1802
[8] Si bien tutelar al justiciable frente a la posible falta de imparcialidad de las decisiones
judiciales es la razón de ser de este instituto, lo cierto es que, en la práctica, la recusación sin
expresión de causa se usa por varios otros motivos, v. gr. este juez fija una tasa de interés
menor que la de los otros juzgados, la atención en la mesa de entradas es un desastre, los
despachos siempre salen con demora, el juzgado me queda muy lejos, etcétera.
Mas la posibilidad de recusar sin expresión de causa no es ilimitada, sufre restricciones: según
el tipo de proceso (no procede en el juicio de conocimiento sumarísimo, en las tercerías, en el
desalojo, y en los procesos de ejecución), las veces que se puede utilizar, quien está
legitimado para hacerlo, etcétera.
[9] Ver Díaz, Eduardo A., El expediente judicial. Constitución y vicisitudes del cuerpo del
proceso, Hammurabi, 2003, Capítulo II.
[10] Existe también la intervención de terceros denominada voluntaria (arts. 90 y 91 CPCC),
pero ella escapa a nuestro cometido. pues acaecerá a petición del tercero interesado, no de
alguna de las partes principales del proceso.
[11] Palacio, Lino E., Derecho Procesal Civil, 2da. edición actualizada por Carlos E. Camps,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2011, T. III, p. 214
[12] Mientras que en los casos de intervención obligada existe una causa común que puede ser
resuelta sin el tercero, en el litisconsorcio necesario hay una causa única, para cuya resolución
es necesaria su participación.
[13] Se sostiene que forma parte del débito contractual del abogado respecto de su cliente el
informarle debidamente sobre las posibilidades de percibir las sumas reconocidas en la
sentencia, y no hacerlo compromete la responsabilidad profesional.
[14] En el fuero Nacional en lo Civil, a partir de octubre 2013, todos los incidentes han de
presentarse directamente en el juzgado.
[15] Esta ratificación suele consistir en que le den a leer al testigo la declaración escrita y le
pregunten si la ratifica o, aun más escuetamente, que tan sólo le pregunten "¿Esta firma es
suya?".
[16] Recuerdo un caso, en el que luego de explicarle al cliente el costo en tiempo y dinero de
un juicio de desalojo, se retiró de mi oficina diciendo: "No se preocupe, doctor, yo sé de qué
otra manera arreglar esto". A buen entendedor, pocas palabras.
[17] Para requisitos de admisibilidad y de fundabilidad, ver Díaz, Eduardo, Admisibilidad y
fundabilidad. Dos categorías procesales bien prácticas, elDial.com - DC17C9; también, in
extenso, Actuación del abogado en una causa judicial. El ciclo procedimental, Hammurabi,
2007, p. 102 y subsiguientes.

Citar: elDial.com - DC1C75

Publicado el 31/03/2014
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